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La intercesión de nuestro Gran Sumo Sacerdote es el fundamento de nuestra confianza cuando se

trata de nuestra perseverancia. También nos ayuda a dar sentido a los relatos de Pedro y Judas,
dos de los discípulos de Jesús que experimentaron una caída grave. La caída de un discípulo le
alejándole de Cristo es vista como la obra final y completa de la apostasía, mientras que la caída
del otro discípulo no es definitiva y completa porque es restaurado. Y vemos que su crimen contra
Cristo fue muy similar. Judas traicionó a Jesús. Y esa misma noche, Pedro negó a Cristo.

Estos dos hombres que habían sido discípulos con Jesús durante Su ministerio terrenal cometieron
traición contra El en su hora más oscura. Y hay más similitudes en estos dos ejemplos en que Jesús
predijo ambos actos diabólicos de Pedro y Judas '. Pero recordemos que cuando Jesús dijo: “Uno
de vosotros me va a entregar,” dijeron los discípulos entre sí: "¿Quién es, Señor? ¿Seré yo?
"Cuando Judas preguntó:" ¿Soy yo, Maestro? "Jesús le dijo:" Tú lo has dicho. "(Mateo 26:25). Las
últimas palabras de Jesús a Judas fueron "Lo que vas a hacer, hazlo pronto" (Juan 13:27). Y Él lo
despidió de su presencia.

Cuando Jesús profetizó que Pedro lo negaría, Pedro protestó profusamente. “Aunque todos se
escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré,” (Mat. 26:33). Esto trae a la mente la admonición
de Pablo: “Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1 Cor. 10:12), porque Jesús se
volvió hacia Simón y le dijo de manera amorosa: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para
zarandearos como a trigo”(Lucas 22:31).

Zarandear el trigo no es una tarea laboriosa que sólo los fuertes pueden llevar a cabo. Puede
tomar tiempo y puede ser tedioso, pero no es una labor intensiva. Al utilizar esta metáfora, Jesús
está advirtiendo a Simón a no confiar en su propia fuerza, porque sería algo muy fácil para Satanás
tentarlo a caer. Satanás es más fuerte que Pedro, y no tendría problemas para superar cualquier
resistencia que Pedro tuviese.

Nótese, sin embargo, que Jesús no dice a Pedro: "¿Lo que vas a hacer, hazlo pronto." Las palabras
de nuestro Señor a Simón Pedro fueron significativamente diferentes de las que dijo a Judas. Él
dijo: “pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.”
(Lucas 22:32).

Note lo que Jesús no dice. No se limita a esperar a que Pedro fuera capaz de resistir a Satanás, o
que el regrese, o que sea capaz de fortalecer a los hermanos. Él expresa la certeza de que Pedro va
a hacer estas cosas. No había ninguna duda en la mente de Jesús no sólo de que Pedro iba a caer,
y caer estrepitosamente, sino también de que Pedro sería restaurado. De hecho, la historia da
testimonio de que Pedro, a pesar de esta caída radical y grave, sin embargo, soportó hasta el final.
Se arrepintió, fue perdonado, fue restablecido, y perseveró hasta el final.

PEDRO nunca podrá olvidar aquella mirada de Jesús. ¿Habrá detectado en sus ojos algún rastro de
decepción o de reproche? En realidad no lo sabemos, pues el relato inspirado solo dice que “el
Señor se volvió y miró a Pedro” (Luc. 22:61). Pero esa sola mirada le bastó al apóstol para
comprender la gravedad de su error. Acababa de pasar lo que Jesús había predicho, lo que Pedro
mismo dijo que jamás sucedería: había renegado de su amado Maestro. Este es, seguramente, el
peor momento del peor día de su vida. Pedro siente que, en verdad, más bajo no podía haber
caído.
Al convertir el 7 de Pedro en 77, en realidad estaba diciendo que el amor verdadero no le pone
límites al perdón (1 Cor. 13:4, 5). Jesús quería hacerle ver al apóstol que se había dejado influir por
la forma de pensar insensible y rencorosa de las demás personas, que llevaban la cuenta del
perdón como si se tratara de una libreta de deudas. Pero quienes imitan a Dios deben ser mucho
más generosos y nobles al perdonar (lea 1 Juan 1:7-9).

Aquella era una noche importantísima, la última noche de Jesús como ser humano en la Tierra.
Y todavía tenía mucho que enseñarles a sus apóstoles. Para empezar, les dio una hermosa lección
de humildad. ¿Cómo? Lavándoles los pies, una tarea que acostumbraban realizar solo los
sirvientes de más baja condición. Al principio, Pedro cuestionó lo que hacía Jesús. Después se negó
a que le lavara los pies, para luego, ante la explicación de Jesús, insistir en que también le lavara
las manos y la cabeza. En lugar de perder la paciencia, Jesús les explicó calmadamente a sus
apóstoles el significado y la relevancia de sus acciones (Juan 13:1-17).

Pedro, recordando lo que Jesús le había dicho, después de haberlo negado, se humilló y le pidió
perdón al Señor por lo sucedido, y comprendió este hombre que no había nadie perfecto, sino que
solo existía uno y ese era Jesús.

Cada día que vivimos trae consigo su propio afán y problemas a la vez, por eso nuestra fe siempre
tiene que estar sujeta a nuestro Señor Jesús que es el autor y el consumador de la fe.

No somos seres perfectos y eso muchas personas no lo entienden, que perfecto solo existe uno y
es el hijo de Dios. y Él es quien nos puede ayudar a aumentar nuestra fe para cuando vengan
momentos de persecución estemos fuertes en la fe.

A pesar de que Pedro fue un hombre que negó a Jesús, también fue un hombre que se humilló y
pidió perdón, hizo lo que Jesús le había dicho antes de negarlo

Hay algo en común en la negación de Pedro y en la traición de Judas, aunque evidentemente lo


común no quita las diferencias. Y las diferencias son las que hacen que no podamos situarlas al
mismo nivel, ni tengan las mismas consecuencias. Pedro y Judas han sido grandes amigos de Jesús.
Cuando las cosas vienen mal dadas, Pedro le niega, pero lo hace tan mal, que se nota que es de los
suyos (Jn 18,17.25-27). Niega a disgusto, niega de mala gana. Niega, pero se nota que no está
cómodo con la negación. Hay dos maneras de pecar: a gusto y a disgusto. Solo cuando aparece el
disgusto en el pecado, hay posibilidad de arrepentimiento y de conversión. El disgusto puede
aparecer en el mismo hecho del pecado o después. En el caso de Pedro se diría que aparece en el
mismo pecado. Ojalá que todos mis pecados fueran así.

Judas vende a Jesús, le traiciona. Y, sin embargo, poco después se arrepiente. Se da cuenta de lo
que ha hecho, y eso le desespera. Como está desesperado, acaba quitándose la vida (Mt 27,3-5).
Una tragedia por un doble motivo: por lo que le hace a Jesús y por cómo lo que hace le afecta
hasta el punto de quitarse la vida. También ahí encontramos un atisbo de arrepentimiento, que no
está bien conducido ni orientado. El darse cuenta del horror del pecado cometido, en vez de
conducirle a pedir perdón, le conduce a la desesperación. No sabe ver, como Pedro sí lo hizo, el
amor que brota de Jesús incluso cuando le traicionamos. Fue no ver el amor, que de todas formas
ahí estaba y ahí siguió siempre, porque los amores de Dios y de Jesús son permanentes e
irrevocables, lo que condujo a Judas a la desesperación. Es otro modo de enfrentarse con el
pecado.

Mantenerse fieles a Jesús no siempre es fácil. Pedro tuvo miedo y le negó. Judas se decepcionó y
le traicionó. Pero lo importante es que Jesús amaba a uno y a otro. Los seguidores de Jesús
debemos cada día recordar su gran amor, para que nuestras caídas no nos hundan. Con Jesús
siempre es posible volver a empezar.

Judas confesó su pecado sin el arrepentimiento. No había ningún cambio radical en su mente que
resulto en un cambio de la muerte espiritual a la vida espiritual por la fe en Jesucristo. El
arrepentimiento verdadero lo habría vuelto a Jesús para el perdón.

Juan 21: 15-19 Pedro me Amas?

Mateo 26: 21-35

Mateo 26: 50 Amigo a que Vienes?

Lucas 22: 60-62 (lloro amargamente)

El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciamos al


pecado a menos que veamos su pecaminosidad. Mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá
cambio real en nuestra vida

Judas Iscariote, después de traicionar a su Señor, exclamó: “¡He pecado entregando la sangre
inocente!

¿Qué haremos?” La primera palabra de la contestación del apóstol Pedro fué: “Arrepentíos.” Poco
después, en otra ocasión, dijo: “Arrepentíos pues, y volveos a Dios; para que sean borrados
vuestros pecados.” Hechos 3:19 2:38

Pedro cayó debido a su suficiencia propia; y fue restablecido de nuevo debido a su


arrepentimiento y humillación. Todo pecador arrepentido puede encontrar estímulo en el relato
de este caso. Pedro no fue abandonado, aunque había pecado gravemente. Sobre su alma se
habían grabado las palabras de Cristo: “Yo he rogado por ti que tu fe no falte”

En la amarga agonía de su remordimiento le dieron esperanza esa oración y el recuerdo de la


mirada de amor y piedad de Cristo

Por otra parte, el arrepentimiento de Pedro se manifiesta por salir llorando amargamente (Mateo
26:27). Al comentar sobre el arrepentimiento de Pedro, Elena G. de White señala: "Él [Pedro] vio la
magnitud de la deuda que le debía a su Señor. Su orgullo fue humillado, se arrepintió, y el
orgulloso fariseo se convirtió en un discípulo humilde y abnegado". (Ellen G. White, Deseado de
todas las Gentes, p. 567.)

Si regalaran un carro, una tv, o un viaje a cambio de sus peores ropas, quien no iria corriendo y
haría el cambio, creo q todos, Pues Jesus ya Compro para ti la Salvacion, pero en no puede
obligarte a que la tomes, si no te arrepientes dejaras ir el mayor regalo que se puede ofrecer xq no
hay cosa tan grande como el Sacrificio de Jesús y el perdón y vida eterna que Él te da, solo tienes
que Arrepentirte de Corazón, que ejemplo seguiras el de Pedro o el de Judas, eligiras la vida o la
muerte, Jesús esta dispuesto a perdonar todos tus pecados, Is. 1:18

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