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La experiencia del Nehuhof y el refugio de la escuela sin nombre

Podemos marcar sin duda algunas similitudes entre la experiencia narrada en la bibliografía
y la que se ve en la película.

Tenemos en ambas un grupo de chicos carenciados, con familias que no terminan de


responsabilizarse por ellos.

En ambos casos las necesidades básicas, como comida, techo, abrigo, están insatisfechas.

En la experiencia de Pestalozzi los niños debían trabajar para pagar su educación y su


alimento, en el refugio, un estado burocrático y desinteresado cumpliría nominalmente
estas necesidades. Es un estado indolente, que tiene por política tirar la comida que sobra
como le explica la maestra que se marcha a la maestra que llega, “para evitar
especulaciones” y están instalados en el medio de la pobreza. Un estado descuidado del
futuro de esos niños a los que se conforma con ofrecerles una guardería, al igual que parece
hacer con sus padres, a los que les presta un techo, mientras cumplan las reglas, pero no
intenta rescatar su dignidad desde ningún lugar.

Esa dignidad que Pestalozzi, intenta darle a los niños cuando habla de autonomía, esa
dignidad que la maestra intenta darles a los niños mediante el respeto.

Ambos fracasan al primer intento, esos niños no son niños exentos de su contexto. Ambos
toman la educación como acción,” la educación como arma de liberación en el centro de
una sociedad que no está segura de cuáles son sus fines”.

Como los niños del refugio y su amor innato al saber que florece cuando alguien los mira y
los trata con amoroso respeto, esos niños no saben dónde van, a que pueden aspirar para
mejorar su vida desde donde están.

Como Pestalozzi los miro y combatió el analfabetismo, esta maestra los miro, y combatió la
desidia que los condenaba a la miseria económica y educativa.

La dupla planteada por Pestalozzi, es la misma que a veces hoy nos lleva a discutir sobre
para que educamos, y en consecuencia cuales son los contenidos que vamos a ofrecer.

“La realización de la dignidad interior más pura del hombre y su buena formación
para las necesidades esenciales de su vida terrestre”

Si nos centramos solo en las necesidades esenciales de la vida terrestre que valor tendría
enseñar arte, sin embargo la maestra se esfuerza por que estos chicos carenciados posean la
música y la pintura, como conocimientos que hacen a su dignidad humana mas allá de las
necesidades básica.
Quizá como dijo Pestalozzi el tema está en pretender definir a priori, como si fuera
posible situarse desde el punto de vista de Dios, las “necesidades esenciales” del
hombre en este mundo y los criterios de su “dignidad interior” en el otro.

Pestallozzi se niega a que funcione como mero instrumento de modelado al servicio del
mundo, como se niega la Sra. Stacey a que la escuela del refugio modele a los niños a la
reproducción de su lugar la sociedad, el mismo que ocupan sus padres, les ofrece
asomarse a otro mundo y construir el propio.

Como Pestallozzi habla de la educación como camino a la autonomía, y para los chicos del
refugio la educación es el camino para salir de la dependencia del estado y de una vida
limitada a la miseria. La dignidad que les ofrece la educación es aquella que intenta
impulsarlos a ser autónomos y luchar por sus derechos y sus oportunidades.

Es decir que esta educación que los forma como personas los impulsa a tomar sus derechos
y sus responsabilidades como ciudadanos.

Es en este camino que Pestalozzi ve el modo de superar la paradoja de Rousseau que


establecia la imposibilidad de formar al mismo tiempo al hombre y al ciudadano.

Sienta las bases Pestalozzi, de un educador situado entre la familia, enzarzada en sus
intereses privados y la sociedad civil acuciada por las exigencias de la racionalidad
económica. Un educador que ayude al niño en el pasaje de un universo a otro, y que
contribuya a la constitución de esa libertad autónoma.

“Ni simple prolongación del orden familiar, ni simple lugar de reproducción del orden
social, la escuela deberá manifestar su orden propio a través de la obra pedagógica:
tal será todo el sentido del método”.

Una vez despertado el pensamiento no


vuelve a dormitar

Thomas Carlyle

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