Sei sulla pagina 1di 5

Responsabilidad Civil médica:

La responsabilidad médica es la obligación que tienen los profesionales que ejercen la medicina de responder por las
consecuencias derivadas de su actuación profesional. En materia de responsabilidad médica y tratándose de daños
generalmente derivados de los actos médicos puros la regla general es la responsabilidad subjetiva con fundamento en la
culpa profesional. Es necesaria la presencia de culpa en el actuar del profesional. Se dice que son "actos médicos puros" para
diferenciarlos de aquellos en que el daño guarda relación meramente ocasional al ejercicio de la medicina, obedeciendo más
bien a causas que nada tienen que ver con la prestación profesional. Para algunos sectores de la jurisprudencia y la doctrina
existen algunos supuestos en que el profesional al asumir una obligación de resultados, compromete una responsabilidad de
carácter objetivo, quedando en consecuencia descartada la necesidad de la prueba de la culpa, tal es el caso de las cirugías
plástica y la obstetricia.

Naturaleza contractual o extracontractual de la responsabilidad civil médica:


En nuestro país Borda considera que la responsabilidad médica es de naturaleza extracontractual, pues no surge ella de la
celebración de un contrato, sino de las obligaciones que impone el ejercicio de la medicina, haya o no contrato.
Sin perjuicio de ello, este jurista reconoce que la opinión predominante considera como regla general la responsabilidad que
nos ocupa es de orden contractual.
Bueres, considera que la responsabilidad del galeno es de naturaleza contractual, sin perjuicio de que en ciertos casos existen
excepciones que justifican la aplicación de las normas que rigen la responsabilidad extracontractual.
Puede decirse que "es criterio pacifico y virtualmente unánime en la doctrina nacional y extranjera considerar la
responsabilidad emergente de la relación médico-paciente como de naturaleza contractual, sea cual fuere la esencia que se
asigne a dicha relación".
Así, tanto Iturraspe, Lorenzetti y Ghersi, autores que han prestado especial atención al tema, han dado su conformidad en
establecer que como regla general la naturaleza de la responsabilidad civil médica es contractual, sin importar que se trate
de un contrato oneroso o gratuito.
Ahora bien, señalamos que en supuestos excepcionales la responsabilidad civil de médico puede ser extracontractual, al
respecto Bueres enumera entre estos casos los siguientes:
1. El de los servicios médicos requeridos por una persona distinta del paciente, siempre y cuando, por lógica, aquella no
obligue contractualmente al último en virtud de una representación legal o voluntaria.
2. Cuando se configura un delito del derecho criminal en cuyo caso es viable la opción del art.1107 del CC.
3. Cuando el contrato celebrado entre el facultativo y el paciente es nulo.
4. Cuando el servicio médico es prestado por el facultativo espontáneamente, sin intervención alguna de la voluntad del
paciente (en caso de auxilio).
5. La atención del médico a un incapaz de hecho sin poder comunicarse con el respectivo representante legal.
6. La actividad del médico desarrollada en contra de la voluntad del paciente (asistencia al suicida)
7. Cuando la relación entre médico y paciente es impuesta coactivamente al último, a raíz de una disposición legal o
administrativa (el ejemplo de la antes revisación del servicio militar y el reconocimiento médico para el ingreso al mismo)
8. Caso en el cual el médico actúa con la intención de causar el daño, es decir con dolo delictual, lo que configura un delito
civil. La doctrina entiende que cuando el accionar del profesional es doloso, se configura un delito civil que torna procedente
la opción aquiliana que levanta la barrera para facilitar la opción extracontractual del Art. 1107del CC.
Estos casos son meramente enunciativos y no descartan por ende, la presencia de otros supuestos menos comunes de
responsabilidad médica extracontractual.
La responsabilidad del médico carece de importancia en cuanto al régimen de la prueba. En cambio, tiene significación en
cuanto a la exención del resarcimiento y la prescripción. Si la responsabilidad es contractual, solo se responde por las
consecuencias inmediatas y necesarias, y si es extracontractual se extiende a las consecuencias mediatas. En cuanto a la
prescripción de la acción resarcitoria tiene un termino de diez años en el primer caso y de dos años en el segundo.
Obligaciones de medio y de resultado:
Frente al incumplimiento de una obligación de resultado, la responsabilidad consiguiente será de naturaleza objetiva. Por el
contrario el incumplimiento de una obligación de medios acarrea siempre una responsabilidad subjetiva por lo que será
preciso constatar la culpabilidad por parte del deudor.
En las obligaciones de resultado la prueba del incumplimiento engendra una presunción de culpa del deudor, la cual sólo
podría ser desvirtuada con la prueba del caso fortuito. Por el contrario, en las obligaciones de medios, corresponde al
acreedor probar la culpa del deudor demandado, quien a su vez para eximirse de responsabilidad le será suficiente haber
obrado diligentemente, esto es, sin culpa.
Objeto de la obligación asumida por el médico: Para Ghersi, el contenido del objeto de una obligación es siempre una
conducta, en el caso de la obligación de los médicos, dicha conducta debe ser considerada científicamente en el sentido de
que utiliza técnicas usuales y admitidas por la medicina, tendientes a la curación de dolencias o mitigación del dolor de un
ser humano.
Para Lorenzetti, el galeno asume una "deuda de atención" hacia el paciente debiendo poner a disposición de éste todo su
cuidado, sapiencia y conocimientos para el logro de la curación esperada.
Para Tolsada, por su parte encuadra el contrato de prestaciones médicas dentro del contrato de locación de servicios por lo
que para él, el objeto de la obligación consiste en la actividad diligente del profesional.
Arturo Yungano por su parte, afirma "que el objeto de la relación médico-paciente está dado por la recuperación –o la
conservación- de la salud integral del segundo, y en ello la medicina como ciencia está ligada al arte de curar...la salud del
paciente aparece, entonces, como el gran objeto de la vinculación."
Del análisis de la doctrina citada puede extraerse como conclusión o rasgos típicos de la prestación médica los siguientes:

• Se trata de una prestación de actividad en la cual la finalidad última es la curación del paciente.

• La actividad consiste en un despliegue de conocimientos y prácticas científicas.

• Esa finalidad última no resulta garantizada pues la obligación se satisface de la actividad técnica y científicamente diligente.
Estas características han sido remarcadas por la jurisprudencia en reiteradas oportunidades.
El médico no asegura la curación del paciente- lo que caracteriza su obligación como de medios- sí compromete una actividad
cualificada técnica y científicamente. La conducta científica y no cualquier conducta tipifica la obligación médica.
Es precisamente la falta de técnica y ciencia lo que configura la culpa médica. La culpa médica, generalmente viene
configurada ya sea por negligencia o impericia. Esto resulta así por cuanto la culpa galénica consiste en prestar asistencia
facultativa sin la diligencia debida, es decir, no actuar conforme a las reglas consagradas por la práctica médica -lex artis- ,
con arreglo al estado de conocimientos al tiempo de cumplida la prestación.
Esta falta de diligencia puede ser debida como a impericia, es decir a la falta de conocimientos técnicos y científicos, o bien
a negligencia propiamente dicha que se da cuando el médico pese a estar debidamente capacitado, obra descuidadamente
en el caso concreto.
En el caso de negligencia, el profesional a pesar de estar en posesión de los conocimientos suficientes, "presta los servicios
médicos con abandono, descuido, apatía, omisión de precauciones, etc, es decir faltando a las reglas que presiden el arte de
la medicina o lex artis."
Todo esto nos lleva a asegurar algo que resulta indiscutible: el médico se obliga a cumplir con una actividad técno-cientifica
pero en ningún momento puede asegurar el logro del resultado final esperado por el paciente -curación o mejoría.
Esto se afirma como regla general reconociendo que suelen enumerarse casos excepcionales. Existen una serie de
especialidades cuya finalidad no es la curación del enfermo, sino que el médico incluso viene obligado en ellas a la realización
de una obra. En estos supuestos la naturaleza de la relación genera una obligación de resultado.
En nuestro país muchas veces se ha querido incluir como obligación de resultado a las operaciones de cirugía estética. En
este sentido se ha dicho: "si bien se ha considerado por lo general que la obligación asumida por el médico no es de resultado
(sanar al enfermo), sino de medios, o sea emplear toda su diligencia y prudencia a fin de lograr su curación, la que no puede
asegurar, se hace excepción de algunos supuestos particulares, entre los que se cuenta la cirugía estética, en los cuales la
obligación se considera de resultado, puesto que de no prometerse un resultado feliz al paciente, éste no se sometería al
tratamiento u operación".

Culpa médica
Como bien dice Vázquez Ferreyra, "se impone analizar si la culpa médica responde a los cánones comunes o bien si resulta
tener una naturaleza especial".
Hoy en día, tanto la jurisprudencia como la doctrina en nuestro país son conformes en establecer que basta cualquier género
de negligencia para poder fundar la responsabilidad del médico. Por ello no resulta apropiado hablar de una culpa profesional
como algo distinto de la culpa en general.
La protección del profesional ya no pasa por la exigencia de una falta grave sino por la efectiva constatación de su culpa,
cualquiera sea su entidad.

Es en este sentido que la doctrina y jurisprudencia se han pronunciado en nuestro país.

No cabe distinguir la llamada culpa profesional de la culpa común, y cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y
diligencia y pleno conocimiento de las cosas, mayores serán las consecuencias que resulten de los hechos consumados por
el médico.
Entonces, la culpa médica no es una culpa especial-culpa grave-sino la que normalmente contempla el CC en los Arts. 512,
902 y 909.
Así lo hace notar también Bueres, resumiendo toda su línea de pensamiento, diciendo "la culpa profesional es la culpa común
o corriente emanada, en lo esencial, del contenido de los Arts. 512, 902 y 909 del CC. El tipo de comparación abstracto será
variable y flexible, y corresponderá al obrar de un profesional prudente y diligente de la categoría o clase a la cual pertenezca
el deudor en el caso concreto."
"El compromiso asumido por el médico de proceder con la diligencia propia de su especialidad y de obrar conforme a las
reglas y métodos propios de su profesión, debe analizarse teniendo en cuenta las directivas del Art. 902 del CC y sin pasar
por alto que cuando esta en juego la vida de un hombre, la menor imprudencia, el descuido o la negligencia más leve
adquieren una dimensión especial que les confiere una singular gravedad. Es que nuestro derecho no distingue entre culpa
grave y leve, la culpa del médico sea grave o leve origina responsabilidad, pues sea que rijan los Arts. 1109 y 1112 o el 512
del CC, esa distinción está excluida"
Concluyendo puede sintetizarse lo expuesto en que: la culpa de los médicos está gobernada por las reglas generales del
Art.512 CC, debiendo el Juez merituar in concreto la naturaleza de la obligación y las circunstancias de las personas, el tiempo
y el lugar, todo ello a la luz del Art. 902 del CC importando también las circunstancias internas del deudor si tales calidades
han sido tenidas en cuenta por el paciente (Art. 909CC). Estas pautas a su vez deben compararse con el obrar ideal de un
médico prudente del tipo al que pertenezca el deudor.
El profesional tiene un título habilitante que, sin embargo no es suficiente para ponerlo a resguardo de los actos que pudiera
llevar a cabo con omisión de las diligencias apropiadas de acuerdo a las naturalezas de su profesión conforme a las
circunstancias de personas, tiempo y lugar. Generalmente, la prestación profesional se agota en la actividad misma y se
separa, con bastante nitidez, del resultado final pese a que este último es el fin buscado al concertarse el vínculo obligatorio.
Esto permite formular una doble conclusión inobjetable en materia de apreciación de la culpa profesional: por un lado el
título no inmuniza al titular contra la posibilidad de incurrir en actos culpables y por otro, que la no-consecución del resultado
buscado no puede al menos en principio ser por sí determinante para la existencia de la culpabilidad.

La prueba de la culpa médica


Puede resultar difícil para el reclamante, la prueba de la culpa médica, ya que esta dificultad viene promovida por diversos
motivos, una de las primeras dificultades con las que se encuentra el paciente o sus herederos es que todo lo referente a la
culpa del médico se relaciona con prácticas y conocimientos científicos a los que mayormente no tiene acceso sino por medio
de la consulta y colaboración de otros profesionales, los que generalmente se mostrarán renuentes en dictaminar en contra
de intereses de un colega.
Por lo general el paciente desconoce los términos técnicos, las prácticas y los estudios de las que ha sido objeto, la finalidad
de las mismas, incluso muchas veces hasta desconoce el diagnóstico. A esto se suma la práctica masificada de la medicina en
nuestro país, la que despersonaliza la relación médico-paciente. Se da así una relación de experto frente a profano, en la cual
la balanza de la justicia debe favorecer al último por la situación de debilidad de conocimientos en la que se encuentra.
Otro de los problemas al que se enfrenta el paciente es que la mayoría de las pruebas están en manos del profesional y es
éste quien las ha confeccionado. Ni siquiera cabe mencionar lo que ocurre en reductos infranqueables como el quirófano,
terapia intensiva o coronarias a las cuales los familiares de los pacientes no tienen acceso, desconociéndose lo que allí sucede.
Ante cualquier acontecimiento adverso, ¿Cómo saber cómo acontecieron los hechos?

La dificultad de esta prueba es lo que generalmente lleva, a que, dudándose cuál fue el origen del daño sufrido por el
paciente, el médico deba ser absuelto civilmente, puesto que la falta o incertidumbre de esa prueba es un riesgo que pesa
sobre la persona del reclamante.

Para evitar este juego de la carga de la prueba es que en doctrina y jurisprudencia se vienen abriendo paso distintas ideas
que tienden a aligerar esa difícil carga.

Esta tendencia de mayor protección al paciente-victima se enrola en una corriente más amplia que inunda el derecho de
daños. Es el favor victimae del que nos habla Alterini o el pro damnato de Díez-Picazo y Cavanillas Mugica.

La prueba de presunciones
Puede conceptualizarse a la prueba presuncional como resultado de un raciocinio en cuya virtud, de la valoración de los
hechos indiciarios se sigue que otro hecho aconteció.
Las presunciones se dividen en legales y del hombre o judiciales. Estas últimas son aquellas que el juez forma en juicio lógico
partiendo de los indicios, que son hechos probados o de público conocimiento, a partir de los cuales, mediante una operación
lógica deduce la existencia de otro hecho inferido o indicado.
A su vez las presunciones legales pueden ser juris et de jure o juris tantum. Las primeras son absolutas y no admiten prueba
en contrario, las segundas admiten prueba en contrario.
En el tema de la responsabilidad del médico no existe una regla genérica que consagre una presunción legal de culpa por
parte del profesional.

El Código Procesal Civil y Comercial de la Nación en su Art.135 inc.5° dispone: "Las presunciones no establecidas por Ley
constituirán prueba cuando se funde en hechos reales y probados y cuando por su número, precisión, gravedad y
concordancia, produjeren convicción según la naturaleza del juicio, de conformidad con las reglas de la sana crítica"
El indicio o hecho indicador debe estar acabadamente probado y debe tener significación probatoria respecto al hecho que
se requiere demostrar, por existir alguna conexión lógica entre ellos.
Debe descartarse la posibilidad de que la conexión entre el indicio y el hecho investigado sea aparente, producto de la
casualidad. Debe aparecer clara la relación de causalidad entre el hecho indicador y el indicado.
De lo dicho queda demostrada la importancia de este medio de prueba en los procesos de daños y perjuicios y
fundamentalmente en los caso de malpratice médica.
Acertadamente ha dicho la jurisprudencia, que cuando por las circunstancias del caso o por la índole de los hechos, la prueba
directa es imposible o extremadamente difícil, no se puede hacer incidir las consecuencias que de allí derivan sobre la parte
gravada con la carga de la prueba, de modo que en estos casos adquiere pleno valor la de presunciones, medio que ha sido
expresamente admitido por la ley.

Cargas probatorias
Las reglas de la carga de la prueba se tornan importantes en los casos en que no se ha podido recolectar pruebas suficientes
como para avalar certeramente las afirmaciones de las partes intervinientes en el proceso.
De ahí que cuando existen pruebas concretas sobre la verdad de los hechos alegados por uno de los litigantes, resulta
innecesario apelar a las reglas de la carga de la prueba.
En la doctrina se han elaborado ciertas reglas relativas para que el Juez cuente con ellas y sepa cual de las partes ha de sufrir
las consecuencias negativas que provoca la falta de certidumbre sobre los hechos en debate.
Para la doctrina tradicional la carga de la prueba de la culpa del médico recaía sobre el paciente o sus herederos. Es esta la
famosa "prueba diabólica".
Estas reglas han sufrido un fuerte golpe con el advenimiento de las cargas probatorias dinámicas, según estas, se considera
regla de distribución el criterio de adjudicarla a la parte que en mejores condiciones este de producirla.
Es difícil la situación del paciente cuando se encuentra en la posición de demostrar la culpa del médico. Desde el lado del
médico sucede todo lo contrario. Tratándose de una obligación de medios, el profesional no necesita probar el caso fortuito
pues le basta demostrar que no hubo culpa de su parte, y esto no es la demostración de un hecho negativo sino algo distinto,
se satisface su prueba con acreditar la no culpa y esta consiste en haber obrado correctamente.

Al respecto en un exhaustivo análisis de la jurisprudencia la jurista KEMELMAJER DE CARLUCCI, mendocina, ha sostenido que
"los jueces siguen afirmando que la carga de la prueba de la culpa médica incumbe al actor, pues el profesional solo asume
obligaciones de medios"

Conclusión al tema de la carga de la prueba.


En materia de responsabilidad civil de los profesionales del arte de curar no existen presunciones legales-generales- de culpa.
Esto significa que no existe una inversión general de la carga de la prueba de la culpa de los médicos, y por lo tanto la regla
es que al paciente le corresponde cumplir con ese imperativo procesal: probar la culpa.
Lo que sucede es que ante tal dificultad, cobra fundamental valor la de presunciones.
Es el paciente quien debe entonces probar todos los hechos reveladores que luego formarán en el Juez la convicción que
lleve a tener por probada la culpa galénica.
No hay que olvidar que la prueba dinámica es un aporte de nuestra doctrina, aplicada en muchas ocasiones por los Tribunales,
pese a que no tiene consagración legislativa.

Mala Praxis
La mala praxis implica por definición, el ejercicio inidóneo de una actividad y la inidoneidad se traduce en lenguaje jurídico
en ausencia de diligencias apropiadas de conformidad con la naturaleza de la prestación que forma el contenido de una
obligación cualquiera. Importa el obrar desajustado a un deber jurídico que puede sustentarse en una estipulación
contractual previa o en el deber general de no dañar que se encuentra implícito en todo ordenamiento jurídico.
Es por lo tanto un supuesto de antijuridicidad que, al concretarse en un daño en adecuada relación causal con una conducta
cargada de culpabilidad –lato sensu- merece el reproche que constituye la esencia de la responsabilidad civil.
Cabe advertir que aún cuando no corresponda imputar el daño al caso fortuito, es posible que el médico no sea culpable
pese a que su actuación fue la causa determinante del que terminó produciéndose en el enfermo. Esto es conocido con el
nombre se <iatrogenia>, palabra que alude a toda alteración o daño en el cuerpo o en la salud del enfermo que ocaciona el
médico en su ejercicio profesional al tratar de curar o mejorar a un paciente aplicando los métodos usuales indicados, a
condición de que no medie culpa. La diferencia con el casus estriba en que este último responde a un hecho ajeno a la
persona del deudor y, en aquella, la alteración o enfermedad imprevista e inevitable nace de un acto médico.
Relación de causalidad en la responsabilidad profesional:

El tema de la relación de causalidad es poco frecuentado al tiempo de efectuar el análisis de la responsabilidad profesional
cuando, por su carácter de presupuesto inexorable de la misma, parece difícil poder eludirlo.

Precisada la causa del efecto procura también medir la extensión del resarcimiento, vale decir, cuanto es el daño que
corresponde indemnizar.

Es uno de los elementos de la responsabilidad civil la relación de causalidad la encontramos entre el daño y la culpa, de modo
que no puede imputarse al médico las consecuencias perjudiciales que sufre el paciente sino se determina la existencia del
respectivo nexo causal.

No basta la relación de causalidad material, sino que se procura una relación de causalidad jurídica. Esta última puede reposar
en la proximidad temporal con el evento (teoría de la causa próxima); o del intrínseco poder de causación que puede tener
por las virtudes cualitativas o cuantitativas de las que puede gozar (teoría de la causa eficiente o más preponderante); o bien
buscarse en un elemento de carácter humano, como lo es el juicio de previsibilidad. Esta es la teoría de la causalidad
adecuada que, sin lugar a dudas, abraza, nuestro CC (Arts. 901/906).

Cirugía curativa o reparadora y Cirugía Estética.

Cuando el acto médico quirúrgico tiene por objeto la curación de una enfermedad o la reparación de algún accidente del
cuerpo humano, se conoce con el nombre de "curativa o reparadora", es por tal circunstancia que el consentimiento del
paciente adquiere suma importancia al tiempo de encarar un acto quirúrgico, de lo contrario el médico estaría expuesto a la
comisión del delito de "lesiones" (Art. 19 inc.3 Ley 17.132).

La CIRUGÍA ESTÉTICA por el contrario, tiene como finalidad obtener un mejoramiento de la condición física del sujeto, quien,
desde el exclusivo punto de vista de su apreciación subjetiva, intenta medrarla por tal medio.
Generalmente se juzga a la obligación resultante de una intervención estética como de resultado, mientras que las de la
cirugía curativa –igual que la de la medicina en general- son consideradas de medios. Sin embargo la doctrina coincide en
señalar que "entre ambos tipos no hay diversidad de naturaleza sino más bien diversidad de criterio de apreciación de la
culpa". (Llambías; Trigo Represas; Bustamante Alsina).

Dice Acuña Anchorena que "si bien la responsabilidad médica en materia de cirugía estética es de igual naturaleza a la que
puede incurrir en el campo de la cirugía curativa, difiere, en cambio, en extensión, toda vez que en aquella su conducta se
aprecia con mayor severidad que en ésta". La cirugía estética está regida por idénticos principios de la cirugía en general.

Ello permite arribar a dos conclusiones:


La primera indica que son aplicables a la cirugía estética todos los principios generales que deben tenerse en cuenta para la
correcta ponderación de la conducta del cirujano, de acuerdo a los parámetros que brindan los Arts. 512, 902 y 909 CC.

La segunda, en cambio apunta a señalar que se hace preciso poner el acento en el punto exacto de diferencia entre ambos
casos, que se encuentra en el contenido de la prestación. Este último, coincide con el objetivo perseguido y muestra una
mayor factibilidad de concreción –lo que marca la tendencia a considerarla como una obligación de resultado- de allí que
quepa atribuir innegable importancia al papel de la voluntad del paciente. Efectivamente, cuando éste presta su aquiescencia
para la intervención estética tiene en cuenta, sin duda, el resultado estético que espera. El médico, de su lado, no puede
considerar exonerada su responsabilidad si el resultado de la operación se limita a no provocar un daño al paciente o a no
inferirle un perjuicio mayor al que motiva la intervención quirúrgica. Ciertamente, el resultado final de esta última debe
contener un grado, aún cuando pueda considerarse mínimo, de eficacia, ponderándolo de acuerdo a un prototipo ideal.

Potrebbero piacerti anche