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. El picapedrero insatisfecho...................................97
I. Responde adecuadamente:
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¿Por qué Roberto decía que la bicicleta que compró era la mejor?
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III. Opina:
¿Crees realmente qué el papá de Roberto no tenía dinero o cuál habría sido su
intención?
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¿Por qué las cosas que obtenemos mediante el trabajo tienen mayor valor que las
cosas regaladas?
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C on el corazón a saltos y la respiración entrecortada,
penetró el muchacho al miserable tugurio donde vivía su
viejo amigo.
- ¿Qué le pasa, don Serapio? ¿Se siente mal?
- Es esta tos que ni dormir me deja...
- ¿Quiere que le alcance algo? ¿Qué le prepare algún
remedio o le caliente algunos traguitos de leche?
- No, gracias. Conque vengas a visitarme me basta.
Pero Doroteo había visto ya que allí no había leche, ni pan, ni medicinas de ninguna
clase. Y que aquel pobre viejo solitario no tenía a nadie que lo cuidara.
Salió del rancho con la garganta oprimida por tremenda angustia. Para él no había
nadie en el mundo como don Serapio, aquel viejecito enjuto y esmirriado que lo llevaba al
monte, que le enseñaba a pescar y, sobre todo, que lo trataba con una dulzura y un
cariño que no había encontrado jamás en otra parte, y que tanto bien hacía a su sensible
espíritu.
- Tengo que ayudarlo de cualquier manera -se decía mientras volvía a la destartalada
casucha donde vivía con sus tíos, tan pobres como don Serapio, lo cual hacía inútil la
búsqueda de soluciones por aquel lado.
De pronto se le ocurrió una idea. En los alrededores del pueblo vivía un excéntrico
inglés, de profesión arquitecto, y al que todo el vecindario atribuía la curiosa costumbre de
comer pájaros.
A la mañana siguiente, muy temprano, ya estaba Doroteo en
casa del inglés.
- Me han dicho que a usted le gustan los pájaros,
¿es cierto?
- Sí, muchacho.
- Entonces seguramente me comprará los que le
traigo aqui. Y espero que me pague bien, porque
tengo muchísima necesidad de dinero.
El inglés miró con curiosidad al pequeñín de diez años que así hablaba de apremios
económicos, pero no hizo comentarios al respecto, limitándose a decir:
- Bueno, veamos la mercadería.
Había de todo en la bolsa de Doroteo: palomas grandes y chicas, gallinetas y hasta
alguna perdiz cazada en las orillas del monte.
- Vea qué gordas están. ¿Cuánto me paga por ellas? Le repito que estoy muy
necesitado.
- Bueno, entonces, y teniendo en cuenta tus apremios, te daré por el lote treinta
nuevos soles.
Volaba más que corría Doroteo, apretando entre sus deditos los preciados billetes.
Corrió hacia la farmacia y compró pastillas de eucalipto. Después en una tienda
compró queso y galletitas. Y finalmente fue por leche al establo, donde compró también
un poco de mantequilla.
- Llegó al rancho y dijo: ¡Mire lo que traigo, don Serapio! ¡Pastillas para la tos y
alimentos que lo van a poner fuerte! ¡Pronto volveremos a ir juntos a pescar!
Era demasiado tarde, por desgracia. El buen viejo estaba ya callado y quieto para
siempre. Pero sus labios parecían sonreír. Y en sus entreabiertos ojos brillaba aún una luz
que la muerte no había podido apagar, y en la que el niño creyó ver una expresión de
reconocimiento a su gesto, no por inútil menos bello y generoso.
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II. Ordena las viñetas con números y describe lo que cada una representa:
las medicinas.
c) ¿Cuándo doña Altagracia se dio cuenta de su forma de ser?, ¿qué hizo para
cambiar?
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III. Tu opinión:
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E l cocinero de un restaurante se hallaba asando carne a la puerta de su establecimiento.
El olorcillo se expandía por doquier, como invitando a probar el sabroso trozo de carne.
Un hombre pobremente vestido que acertó a pasar por allí, se detuvo a contemplar el
quehacer del cocinero y quedó aspirando el delicioso olorcillo. De pronto se le ocurrió
sacar de sus alforjas un trozo de pan y con suma tranquilidad comenzó a pasarlo por entre
la columna de humo que se desprendía de la carne asada. El cocinero lo dejó hacer sin
decirle nada. Pero, cuando el hombre hubo comido el pan, le dijo:
- Debes pagarme lo que has comido.
- ¡Cómo! -se sorprendió el hombre- ¡Si nada me has dado!
- Sí, el olorcillo que despide mi carne con el que has untado tu pan. Si no me pagas,
te denunciaré al juez.
Y ante la negativa del hombre, lo llevó ante el juez.
Este escuchó al forastero:
- Sólo pasé el pan por encima del humo que desprendía la carne, y ahora pretende
que pague por ello.
El juez miró al cocinero y le preguntó:
- ¿Cuánto crees que te debe pagar por haber disfrutado de la fragancia de tu carne?
- Un nuevo sol- respondió prontamente el cocinero.
Entonces, el juez dijo al otro:
- Si tienes una moneda de un nuevo sol, dámelo, por favor.
Cuando el juez tuvo la moneda en su mano, la hizo rebotar en la mesa y preguntó al
posadero:
- ¿Has oído el sonido de la moneda?
- Ciertamente, señor.
- Pues, bien, ya estás pagado: acabas de cobrarte del sonido, así como este hombre
del olor ha comido.
(Cuento árabe).
I. Después de haber leído atentamente el texto anterior, responde marcando con un
aspa la alternativa correcta.
1. El hombre se encontraba asando la carne:
a) dentro de la posada.
b) a la puerta de la posada.
c) en la calle.
3. Se le ocurrió pasar:
a) un trozo de pan por encima de la carne.
b) un trozo de pan por el humo.
c) un trozo de pan por encima del fuego.
II. Contesta:
¿La sentencia del juez fue justa? ¿por qué?
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J uan Camborda, un muchacho de quince años, se había encontrado una billetera dentro
de una combi, a la que subió para cumplir un encargo de su padre. Él ayudaba a reparar
los zapatos en el pequeño taller que habían instalado en la puerta de su casa ¿Qué hacer
con ella? Contenía una buena suma de dinero que podía utilizar para provecho propio.
Pero el muchacho recordó todo lo que su mamá le había dicho sobre el valor de la
honradez. Especialmente vino a su memoria estas palabras: "No me importa que seamos
pobres, hijo, pero que tus manos sean limpias. Jamás dejes que se manchen con algunos
centavos que no valen gran cosa. Nunca tomes nada ajeno, porque el día que empieces a
manchar tus manos nunca más volverán a ser hermosamente blancas como son ahora".
Entonces pensó: "Esto no me pertenece. Aquí está la dirección del dueño. Iré a devolverle
su billetera".
El hombre vivía en un barrio lejano. Usando los últimos centavos que le quedaban,
Juan tomó un microbús que lo dejó cerca. Llegó hasta una casa modesta, donde tres
niñitos mal vestidos jugaban con una pelota desinflada, y una pobre
mujer lloraba mientras su esposo trataba de explicarle que no sabía
cómo había extraviado el salario de la semana.
- ¡Ahora qué comeremos! -repetía entre lágrimas la
mujer.
Cuando el hombre vio el noble gesto del joven, y a la vez
lo observó modestamente vestido, le dijo:
- Realmente no tenías obligación de devolverme el
dinero. Nadie sabía que tú lo habías encontrado. Además
con él podías haberte comprado varias cosas que
necesitas. Tú no lo habías robado.
- Es cierto, señor -contestó el adolescente-,
pero yo no quería vivir con un ladrón dentro de mí.
Y ya veo que usted necesita más que yo este
dinero.
El hombre lo abrazó y conmovido
hasta las lágrimas le dijo:
- A veces yo he robado y me doy
cuenta de lo mal que hice. Cuántos niños
habrán quedado sin comer por culpa
mía, cuántas madres habrán sufrido.
Felizmente ahora
tengo un trabajo honrado, y aunque no gano mucho es dinero limpio. Pero lo más
importante es que tú, que eres apenas un muchachito, me has enseñado el valor de la
honradez.
¡Nunca, te lo prometo, nunca volveré a tocar algo que no me pertenece!
Juan Camborda esa tarde tuvo que caminar casi diez kilómetros hasta su casa, pero
estaba radiante de felicidad, lleno de ese gozo que sólo sienten los corazones nobles
cuando hacen algo bueno.
La ejemplar actitud de este humilde muchacho hace pensar. Ciertamente, el que roba
vive con un ladrón dentro de sí mismo. ¿Y qué decir del que miente? ¿No vive acaso con
un engañador dentro de su alma? Y otro tanto podría afirmarse del egoísta, del orgulloso,
del envidioso, del que practica cualquier forma de maldad.
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Todos tenemos algo valioso que está dentro de nosotros. La verdadera belleza está
en el corazón y no en la cara bonita, ni el cuerpo atractivo. Esa belleza no se ve, pero se
manifiesta en los actos, en los sentimientos, en el comportamiento con los demás.
I. Responde adecuadamente:
a) ¿En qué lugar se desarrolla la historia?
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III. Contesta:
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- ¡ S obrada, sobrada!- gritaban todos los niños, al ver pasar cada día a una linda niña
de ojos color de cielo.
Ella iba siempre acompañada por una señorita de uniforme blanco, muy estirada y
muy almidonada, que no permitía que nadie se acercase.
La niña parecía no darse cuenta de que era a ella a quien iban dirigidos los insultos.
Pasaba sin detenerse y sin mirar a nadie.
- Es una antipática, se cree muy importante, por eso ni nos mira- comentaban
siempre los niños.
Pero Diego la veía tan dulce y bonita, que se negaba a aceptar que fuera ése el
motivo de tanta indiferencia.
Muchas veces había intentado acercarse pero la señora de blanco no lo dejaba; y
cuando de lejos él le gritaba:
- ¿Cómo te llamas?- ella nunca respondía ni siquiera con una mirada.
Un día, los niños decidieron darle una lección. Bien ocultos en el parque, esperaron a
que ella pasara, entonces, sorprendiendo a la institutriz, cogieron a la niña y gritándole:
- ¡Sobrada, sobrada!- jalaron de sus trenzas y arrancaron los lazos de su vestido.
La niña, muy asustada, comenzó a correr y correr sin parar. Diego que había visto
esto, tratando de impedirlo, corrió tras ellas hasta alcanzarla. Fue entonces cuando se dió
cuenta de que era ciega.
Muy arrepentidos todos, fueron a la casa de Claudia (así se llamaba la niña), le
pidieron perdón y quisieron ser sus amigos.
Ella los perdonó y, desde ese día cada tarde los recibía en su casa para jugar.
Ellos habían aprendido una lección que nunca olvidarían: jamás debemos juzgar a los
demás por las apariencias.
I. Responde:
a) ¿Cómo era la niña?
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b) ¿De quién iba acompañada?
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(Histórico)
1. Sobre el texto que acabamos de leer, elige sólo una de éstas opciones. Marca con un (X)
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3. ¿Te parece bien que los nobles gobernantes tuvieran tantas exigencias?
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4. ¿Crees que los gobernantes de ahora están sujetos a las mismas leyes?
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5. ¿Te parecería correcto que nuestra sociedad les exigiera más responsabilidades a sus
gobernantes? ¿Por qué?
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¡MUY BIEN!