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El intercambio cultural, producto de la globalización, ha originado la creación de

“culturas híbridas” adaptando ciertas formas de comportamiento de la “cultura


dominante” a la propia. En muchas ocasiones esta adaptabilidad produce un
imaginario social en donde la sociedad cree que siendo igual a los “extranjeros”
serán mejores, creando estereotipos y dejando de lado patrones culturales propios
de la cultura de origen.

La publicidad refleja lo mencionado anteriormente, cuando empezaron a surgir las


marcas, utilizaban familias o personajes “ideales” para comenzar a vender más. La
sociedad, al querer verse reflejados e iguales a lo que proyectaban las marcas,
comenzaban a consumir de sobre manera, cuando se comenzó a utilizar un
“discurso nacional” para publicitar los productos, la ventas comenzaban a bajar
porque llegaban a sentirse menos; es decir, utilizaban este mecanismo para escapar
de su realidad y al mostrarles lo mismo que ellos viven se sentían “avergonzados”

Con el paso de los años, esto comenzaba a cambiar, el sistema publicitario local se
vio influido por modelos regionales como Argentina y Brasil, líderes de tendencias
televisivas y gráficas en Latinoamérica, gracias a su constante identificación con la
idiosincrasia popular, generando una correlación emocional entre marcas y públicos
ha conllevado a que en las representaciones de las publicidades se plasmen los
estilos de vida del pueblo al que pertenecen para lograr la tan ansiada relación
marca-consumidor.

Debido a eso, el hacer uso de situaciones y emociones, que generen amor y


fidelidad hacia la marca, logra que el público se sienta parte de la marca, porque se
genera un lazo, a través de de la historia proyectada.

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