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Las ciencias del alma en los siglos XVI-XVIII 1

Fernando Vidal

AD LIMEN

Las ciencias del alma debe leerse como una respuesta a la pregunta que con frecuencia me han
planteado y cuya forma básica es simplemente: ¿existía una psicología en el siglo XVIII? La
pregunta se justifica en la medida en que aún se cree que la psicología fue “fundada como disciplina
científica en el último tercio del siglo XIV. La respuesta es, sin embargo, que en el siglo XVIII, la
psicología existía como tal y con ese nombre. La reacción es de curiosidad o desconfianza. Se dice
entonces que esta “psicología” o bien usurpa un nombre que no merece, o bien pertenece a una
“prehistoria” de la disciplina en la que se confunde con la “historia de las ideas psicológicas” o con
discursos “pre-científicos” y “metafísicos” sobre el alma. Todos malentendidos que trataremos de
esclarecer. En el período que nos interesa, es decir en los primeros usos constatados de la palabra
psicología entre el último tercio del siglo XVI y fines del siglo XVIII, la psicología es
esencialmente una “física del alma” que procede tanto de la filosofía natural como de la
antropología cristiana; sigue siéndolo sin interrupción a pesar de la ruptura que sobreviene con el
derrumbe de las teorías aristotélicas y la reelaboración de la disciplina que es al mismo tiempo una
consecuencia y un factor de la disolución de la noción aristotélica del alma.
La reacción de la que hablamos no carece de justificativos. Al menos desde las primeras
historias de la psicología, publicadas después de que ésta se estableciera supuestamente como
“disciplina científica”, no dejó de repetirse la misma versión de los acontecimientos. Lo que a su
vez explica quizá que, casi sin excepción, las historias de la psicología, los esbozos históricos de la
disciplina, las enciclopedias, los diccionarios y las obras generales sobre el siglo de las Luces
ignoran de la “psicología” la palabra y la cosa. Lo mismo pasa con los trabajos en historia de las
ciencias: todo sucede como si la psicología de antes del siglo XIX tardío no mereciera formar parte
de esta historia. Trataremos aquí de modificar esta situación.
Quisiera también sugerir que lo que se juega en la historia de la psicología de las Luces excede
los problemas historiográficos y toca cuestiones fundamentales relativas al advenimiento de la
“identidad moderna” y a problemáticas totalmente actuales en cuanto a las relaciones entre
identidad corporal e identidad psicológica. Las evocaremos al final de nuestro recorrido. Pero habrá
que comenzar por otra parte. Acabo de decir, a propósito de la psicología de las Luces, que a
menudo se ignora la palabra y la cosa. Como las dos están estrechamente ligadas y las
denominaciones juegan un rol constitutivo en el desarrollo de las disciplinas y de los saberes,
deberemos emprender lo que todavía no ha sido hecho: una historia semántica de la palabra
psicología entre su creación en el siglo XVI y el nuevo significado que adquiere a comienzos del
siglo XVIII. Por supuesto, tal historia no es puramente lexical, sino que permite seguir la
transformación de una ciencia del alma como “forma” de todos los cuerpos que tienen la vida en
potencia en una ciencia del alma-espíritu (mens) que opera en el ser humano. Como “forma”, el
alma daba cuenta de la estructura y de las funciones de los seres vivos; como “espíritu”, se
convierte en un explanandum, una sustancia cuyo funcionamiento y contenidos es necesario
describir analizándola a través de su “comercio” con el cuerpo. En gran medida, la autonomía de la
nueva psicología resulta del hecho de que, a pesar de lo que toma de la filosofía natural resultante
de la Revolución científica, se la concibe brindando principios metodológicos y epistémicos a todas
las otras ciencias que tratan del hombre.
Pienso que no llegó el momento de intentar una síntesis de la psicología del siglo XVIII – por
una parte, a causa del estado de la historiografía y por otra parte, porque el estudio de las Luces

1
Fuente: Fernando Vidal, Les sciences de l´âme. XVIe-XVIIIe siècle, Paris, Honoré Champion Éditeur, 2006.
Traducción: Pablo Pavesi. Cátedra I de Historia de la Psicología, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires.
1
exige considerar situaciones nacionales y regionales diferentes que aguardan aún sus monografías.
Además, en la medida en que mi objeto es la psicología instituida como campo cuya autonomía se
reivindica y cuya novedad se proclama, preferí no centrarme en el estudio de las ideas, de las teorías
o de los sistemas, sino examinar la formación del marco en el que éstos se mueven y de los
dispositivos que los legitiman como “psicológicos”. Utilizo deliberadamente la palabra “disciplina”,
que no se asocia usualmente a la psicología anterior al último tercio del siglo XIX. La psicología es
una disciplina antes del siglo de las Luces, y su renovación durante el siglo XVIII tiene lugar en un
campo cultural amplio, atravesado por algunos grandes temas, pero también caracterizado, según
los lugares y las tradiciones, por contenidos y formas específicas, por múltiples articulaciones de los
conceptos y de las prácticas.
Era necesario, dentro de ese campo, encontrar los mecanismos intelectuales e interrogarlos y
las consideraciones nocionales más significativas para definir los contenidos y las fronteras de la
psicología. De todos ellos, estudiaré algunos que creo tienen la importancia requerida: la invención
de una tradición psicológica a través de la escritura de la historia, así como la inserción de la
psicología en la “ciencia del hombre” y en la “historia del género humano”; la tematización de la
metodología psicológica y del lugar de la psicología en el orden de las ciencias, con la
psicologización y la antropologización concomitantes de la lógica, la metafísica y la moral. Es a
través de esos procesos que la psicología de las Luces llegó a considerarse a sí misma como “la más
útil de todas las ciencias”.

Agradecimientos

Dado que comencé este trabajo con el apoyo del programa “Athena” del Fondo Nacional Suizo
para la Investigación Científica, quedo muy agradecido al FNRS por las condiciones que me han
permitido explorar problemáticas que eran nuevas para mi. Parte de las primeras investigaciones se
realizaron en ocasión de mi estadía como visiting scholar en el Departamento de Historia de las
Ciencias de la Universidad de Harvard, a la que agradezco por su hospitalidad. En Berlín, el
Instituto Max Planck de Historia de las Ciencias ha sido un lugar ideal para proseguir con este
trabajo. En particular quiero agradecer a los bibliotecarios del Instituto por su gentileza y por su
eficacia sin fallas. Agradezco igualmente a Evi Chantzi, Nathalie Huet y Josephine Fenger por su
ayuda. Algunos de los temas tratados aquí han sido abordados en cursos, seminarios y conferencias
realizados en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, la Universidad del Estado de Río de
Janeiro y en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro; agradezco especialmente a mis
anfitriones en esas instituciones: Jacqueline Carroy y François Azouvi; Ana Jacó; Maria Apparecida
Mamede. Muchos amigos y colegas han acompañado este trabajo de maneras muy diversas; sólo
puedo mencionar algunos: Bronislaw Baczco, Vincent Barras, Antonio Battro, Jacques Berchtold,
Claude Blanckaert, Carolyne Bynum, Mary Campbell, Andrea Carlino, Lorraine Daston, Claire
Gantet, Mechthild Fend, Tomás Fernández, Abigail Lustig, Francisco Ortega, Katharine Park,
Françoise Parot, Cristina Pitassi, Michel Porret, Roy Porter, Sonu Shamdasani, Patrick Singy, Jean
Starobisnki, Friedrich Steinle, Claudia Swan, Anke te Heesen.

2
Capítulo 1. El “siglo de la psicología”

“En una palabra”, escribe en 1774 el autor del artículo PSICOLOGÍA de una enciclopedia
suiza, “¿cuál es la ciencia o el arte que mereciendo nuestra atención, no tenga la psicología como
base, principio & guía? Es hacia nosotros que remitimos todo, es de acuerdo a la influencia de las
cosas sobre nosotros que las aprobamos o las condenamos; es pues la relación de las cosas con
nosotros lo que las vuelve interesantes; & sin el conocimiento de la naturaleza, las facultades, el
estado, las relaciones & el destino del alma humana, no podemos pronunciar nada, decidir nada,
determinar nada, elegir nada, rechazar nada, preferir nada, hacer nada con certeza & sin error. La
psicología es así la primera, la más útil de todas las ciencias, la fuente, el principio, el fundamento
de todas & la guía que conduce hacia cada una de ellas”. 2
Este párrafo triunfal de alabanza a “la más útil de todas las ciencias” es representativo de lo que
es la psicología en el siglo XVIII. Resume una mentalidad. Al poner más o menos el acento sobre
las cuestiones metafísico-teológicas respecto de la naturaleza y el destino del alma, los psicólogos
de las Luces están convencidos de que la psicología es la primera de las ciencias, la que provee los
fundamentos necesarios a la acción y al pensamiento. La importancia acordada al conocimiento de
sí mismo y la convicción de que la ciencia del alma es el más digno y el más noble de todos los
saberes son lugares comunes antiguos, pero serán redefinidos en el siglo XVIII. A partir de allí,
conocerse a sí mismo pasa por una nueva ciencia empírica del alma, llamada cada vez más a
menudo psicología, y conforme a los ideales metodológicos y epistemológicos de las Luces. Esta
ciencia no es “nueva” en el sentido en que hubiera sido creada ex nihilo en el siglo XVIII. Existía
antes, en un universo aristotélico en cuyo seno servía de introducción a las diversas ciencias de los
seres vivos (dotados de alma) y comprendía el examen de las funciones vegetativas y sensitivas y,
para el ser humano, un esquema de facultades relativamente fijo (sentidos externos, sentido común,
imaginación, memoria, intelecto).
En el siglo XVIII, la psicología no es pues inventada sino rehecha. 3 Por un lado, la crítica de
los aristotelismos determina la transformación del concepto de alma. El alma deja de ser el principio
de vida al mismo tiempo responsable de la generación y del crecimiento, de la sensación y del
pensamiento, para convertirse en el espíritu (mens). La ciencia del alma, llamada a menudo
psicología a partir del último tercio del siglo XVI, es redefinida entonces como la ciencia del
espíritu. Como ciencia empírica, de la que se espera que esté fundada en la observación y la
experimentación, sólo se ocupa del alma en su vínculo con el cuerpo y se aleja de los discursos
teológicos y metafísicos sobre la naturaleza, el origen y el fin último de una sustancia inmaterial.
Desde el punto de vista de la organización de los saberes, la psicología del siglo XVIII absorbe
cuestiones de la lógica, la metafísica y la moral y se sitúa en el corazón de otro campo inédito, la
antropología o ciencia general del hombre. Esta transformación no es únicamente estructural y
lexical, sino que acompaña, sostiene y difunde una psicologización de los modos de comprender al
ser humano y de establecer los saberes que, desde la lógica a la legislación y desde la estética a la
pedagogía, debía hacer que la humanidad entrara en las Luces y alcanzara la realización de su
perfectibilidad. Esta transformación trae aparejada asimismo la formación de un espacio conceptual
y social que define , no una profesión de psicólogo ni instituciones que le estarían dedicadas, sino
una disciplina que rompe con la scientia de anima aristotélica y reclama un valor y una autonomía
nuevas.

2
Gabriel Mingard, PSICOLOGÍA (Métaphysique), in Fortunato Bartolomeo de Felice, ed. Encyclopédie, ou
Dictionnaire universael raisonné des connoissances humaines (Yverdon, Sociedad Tipográfica, 1770-1775;
Suplemento, 1775-1776), tomo 35, 511b-513a, pp. 512b-513a. Ver el texto completo en Apéndice III.
3
Gary Hatfield, “ Remaking the science of mind. Psychology as a natural science “, in Christopher Fox, Roy Porter y
Robert Wokler, eds., Inventing human science. Eighteenth-century domains (Berkeley, University of California Press,
1994). Ver también Wolfgang Riedel, “Erster Psychologismus. Umbau des Seelenbegriffs in der deutschen Spátaufklá-
rung “, in Jorn Garber y Heinz Thoma, eds., Zwischen Empirisierung und Konstruktions-leistung: Anthropologie im 18.
Jahrhundert, Tübingen, Max Niemeyer Verlag, 2004.
3
La psicología como “disciplina”

Si hablo de la psicología como disciplina, es en parte para plantear una discusión siempre
vigente y que se resume en la pregunta acerca de saber desde cuando la psicología es una
“disciplina científica”. Esta pregunta me parece mal planteada y tendría poca importancia aún si
fuera pertinente; para demostrarlo es mucho mejor retener la noción de disciplina que desestimarla.
Pero la razón por la cual empleo esta noción es mucho más importante.
Evidentemente, si la institucionalización y la profesionalización son consideradas
condiciones sine qua non de una disciplina, entonces la psicología no es una disciplina antes de la
habitual datación en el último tercio del siglo XIX. Sin embargo, se la puede razonablemente
considerar como tal, tanto en el sentido tradicional de disciplina como desde el punto de vista de la
historia y de la sociología de las ciencias. La noción misma de disciplina otorga continuidad y
materia a la historia del saber en Occidente. 4 En el léxico medieval, disciplina podía ser sinónimo
de ars o de scientia, a veces con una connotación de rigor que limitaba su uso a los especialistas que
empleaban métodos demostrativos. 5 La palabra disciplina, que deriva de discere (aprender) y que
designa también, en la lengua clásica, el acto de instruirse, la enseñanza o la educación, es lo que se
aprende de un maestro: “Scientia acquisita in discente”, “informatio mentis a Magistro acepta”, se
lee en léxicos del siglo XVII. 6 En ese sentido, la animastica o scientia de anima enseñada desde la
Edad Media en el marco de la “física” o filosofía natural es ciertamente una disciplina. Pero en
lugar de dar salida a una profesión, forma parte de los cursos que preparan para los estudios en las
facultades superiores que conducen a las profesiones de médico, jurista y teólogo. 7
Una primera propedéutica comprende entonces la gramática y la retórica, “artes”
subordinadas a las facultades superiores. Una segunda propedéutica abarca “ciencias” relacionadas
con las disciplinas superiores: la lógica, la ética, la física y la metafísica. La física prepara
específicamente para la medicina. Comprende entre otros estudios el del alma vegetativa y del alma
sensitiva, mientras que el estudio del alma racional depende de la metafísica. Hasta el siglo XVIII
pues, la psicología continúa siendo comparable a la historia natural de antes de fines del siglo XVI:
se enseña casi exclusivamente a través de libros canónicos (el De anima de Aristóteles y sus
comentarios) y permanece en una relación de subordinación epistémica, instrumental o
propedéutica a otras ciencias. 8 La expresión social de esa relación – puesto que la psicología es una
disciplina sin ser una profesión – es la ausencia de una comunidad, y aún de individuos aislados,
dedicados exclusivamente a la scientia de anima. Como lo explica Johann Georg Sulzer (1720-
1779), un suizo de Berlín conocido por sus escritos estéticos, las distintas partes del saber erudito
(Gelehrsamkeit) se llaman artes o ciencias; se tiende a reservar el nombre de “ciencia” a aquellas
que se ocupan de verdades generales extraídas de la naturaleza de las cosas, pero cada una de las
partes del saber puede recibir el nombre de disciplina. 9
4
Donald R. Kelley, “Introduction” y “ The problem of knowledge and the concept of discipline “, in D. R. Kelley, ed.,
History and the disciplines. The reclassification of knowledge in early modern Europe (Rochester, University of
Rochester Press, 1997).
5
G. Schrimpf, “Disciplina” (s.v. “Disciplina, doctrina”), in Joachim Ritter, Karlfried Gründer y Gottfried Gabriel, eds.,
Historisches Worterbuch der Philosophie (Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1971-), vol. 2.
6
Rudolf Goclenius, Lexicon philosophicum (1613; Hildesheim, Olrns, 1980), s.v. “ Disciplina”; Stephanus Chauvin,
Lexicon philosophicum (1692; Dusseldorf, Stern-Verlag Janssen, 1967, ed. de 1713), s.v. “Disciplina”.
7
Laurence W. B. Brockliss, French higher education in the seventeenth and eighteenth century. A cultural history
(Oxford, Clarendon Press, 1987), partes II-IV. Ver asimismo Wilhelm Schmidt-Biggemann, “ New structures of
knowledge “ y L. Brockliss, “ Curricula “, in Hilde de Ridder-Symoens, ed., A history of the University in Europe, 2:
Universities in early modern Europe (1500-1800) (Cambridge, Cambridge University Press, 1996).
8
Paula Findlen, “ The formation of a scientific community: Natural history in sixteenth-century Italy “, in Anthony
Grafton y Nancy Siraisi, eds., Natural particulars. Nature and the disciplines in Renaissance Europe (Cambridge, MA,
MIT Press, 1999).
9
“Man kann aber jeden besondern Theil der Gelehrsamkeit eine Disciplin nennen”. Johann Georg Sulzer, Kurzer
Begriffaller Wissenschaften und andern Theile der Gelehrsamkeit, worin nach seinem lnha.lt, Nuzen und
Vollkommenheit kürzlich beschrieben wird, 2ª ed. (Leipzig, bey Johann Christian Langenheim, 1759), p. 9. Sobre el
proyecto de Sulzer, ver Hans Erich Bodeker, “ Konzept und Klassifikation der Wissenschaften bei Johann Georg Sulzer
4
La función pedagógica de la disciplina no es en absoluto limitativa. Una disciplina es
también una estructura social e intelectual caracterizada por la existencia de individuos que se
consagran a ella, de un conjunto de saberes, de problemáticas, de reglas, de métodos y también de
desacuerdos y debates, de una terminología propia, de obras y de personas relacionadas con el
campo y reconocidas como autoridad en la materia, de revistas, manuales, enseñanzas y finalmente,
de instituciones específicas tales como facultades, departamentos o sociedades. 10 En este sentido, es
en el siglo XVIII que la psicología llega a la consistencia y a la extensión que, en los años 1770,
hacen decir a Kant que debería ser llevada a la categoría de “disciplina universitaria particular” (ver
cap. 4). Al fin de cuentas, este proceso de consolidación “disciplinar” exige decisiones
administrativas, pero supone una tematización de las fronteras, de los contenidos, de los métodos y
del lugar de la psicología entre las ciencias.
Una disciplina puede abarcar varios campos diferentes: esa es desde hace mucho la situación
de la psicología, cuya heterogeneidad es sabida, desde el punto de vista de la definición de su
objeto, de sus métodos, de sus objetivos y de sus problemáticas. Pues, a decir verdad, la psicología
no existe como entidad unitaria y homogénea. El singular es útil para nombrar a las instituciones y
para labrar una identidad profesional. Sin embargo, la lectura de cualquier manual psicológico de
base basta para demostrar que la unidad enunciada en el título, como Georges Canguilhem decía a
mediados de los años 1950, no es más que “un pacto de coexistencia pacífica acordado entre
profesionales”. 11 Sin embargo, la American Psychological Association, que es la asociación de
psicólogos más grande del mundo, se complace en explicar que la psicología es “el estudio del
espíritu y del comportamiento” y que trata “todos los aspectos de la experiencia humana, desde las
funciones del cerebro hasta las acciones de las naciones, desde el desarrollo del niño hasta el
cuidado de los ancianos”. Y la APA especifica: “En todos los contextos imaginables, desde los
centros de investigación científica hasta los servicios de salud mental, el proyecto de los psicólogos
es «comprender el comportamiento»”. 12 El carácter vago y general de tal definición muestra bien
que la psicología no es otra cosa que aquello que los psicólogos hacen y que toda definición en el
estilo de la APA está subordinada a los intereses de la instancia que la formula. Ahora bien, en la
misma medida en que casi no se la puede definir de otra manera más que como aquello que hacen
los que dicen practicarla, la psicología posee una fuerte identidad de disciplina, encarnada en
individuos, textos e instituciones que actúan en su nombre.
Inversamente, no todo campo de investigación llega a ser una disciplina. Por ejemplo, los
estudios sobre la visión ocular en Alemania, en los años 1860, constituían un campo bastante
integrado; pero las tentativas para establecer cátedras e institutos universitarios propios fracasan y
los “programas de investigación” de ese campo terminan desarrollándose en el seno de la
oftalmología, la psicología y la fisiología. Las fronteras de un campo o de un programa de
investigación no coinciden pues necesariamente con las de disciplinas instituidas; ni siquiera un alto
grado de acuerdo sobre las problemáticas y los métodos es suficiente para hacer de ellos una
disciplina. 13
En resumen, el postulado de una disciplina, homogénea y en singular, funciona como una
abstracción cómoda, pero no corresponde a la dinámica de la producción de conocimientos y de la
distribución de los recursos. 14 Lo que Pierre Bourdieu llamaba “campo científico” puede ser visto

(1720-1779)”, in Martin Fontius y Helmut Holzhey, eds., Schweizer im Berlín des 18. Jahrhunderts (Berlín, Akademie
Verlag, 1996).
10
Rudolf Stichweh, Zur Entstehung des modemen Systems wissenschaftlicher Disziplinen. Physik in Deutschland 1740-
1890 (Frankfurt, Suhrkamp, 1984), cap. 1, §§ 1-3 en particular.
11
Georges Canguilhem, “Qu'est-ce que la psychologie?” (conferencia de 1956), en Études d'histoire et de philosophie
des sciences (París, Vrin, 1994), p. 366.
12
Ver <http://www.apa.org/about/>.
13
El ejemplo es de Timothy Lenoir, Instituting science. The cultural production of scientific disciplines (Stanford,
Stanford University Press, 1997).
14
Acerca de este punto, ver Timothy Lenoir, “The discipline of nature and the nature of disciplines”, in Ellen Messer-
Davidow, David R. Shumway y David J. Sylvan, eds., Knowledges. Historical and critical studies in disciplinarity
(Charlotteville, University Press of Virginia, 1993).
5
como un conjunto de programas disciplinares anclados en situaciones locales, en competencia los
unos con los otros, y en lucha por el monopolio de la autoridad y de la legitimidad científica (así
como del poder social, político y económico que a menudo los acompaña). 15 Es en esa perspectiva
que se puede examinar la institucionalización y la profesionalización, es decir, el establecimiento de
estructuras formales en cuyo seno se desarrollan la actividad científica y la constitución de grupos
autorizados a formar parte de ella. Los dos procesos generalmente van juntos e incluyen la
definición de trayecto de formación y procedimientos de certificación, el establecimiento de
jerarquías y sistemas de recompensa y legitimación. De esta manera, la formación del saber
acompaña la instauración de mundos sociales (disciplinas, profesiones, instituciones) que se
convierten en los sitios de producción de esos mismos conocimientos. 16
La psicología no llega a ese punto sino a fines del siglo XIX. Sin embargo, es durante el
siglo XVIII que aparecen individuos que se dicen psicólogos, publicaciones y enseñanzas
clasificadas en el rubro psicología, un discurso fuerte sobre la importancia de ésta y sobre la
necesidad de hacer de ella el fundamento del sistema de conocimientos. Más allá de la dispersión de
los lugares en que la psicología se hace, más allá de la diversidad de los proyectos de los psicólogos
de las Luces, aparece una identidad común. Si, en los años 1770, Immanuel Kant puede anhelar que
la psicología empírica llegue a ser una ciencia universitaria dotada de su propio cuerpo de
profesores, es porque sus problemáticas, su corpus de saberes y su identidad intelectual le parecen
estar suficientemente desarrollados y visibles como para ser confirmados sobre una base
institucional autónoma.
Tal situación, sin embargo, no se limita a los planos discursivo y epistémico sobre los que
me concentraré aquí, sino que pone en juego un tercer sentido de disciplina. En Michel Foucault,
una disciplina no es sólo una rama del conocimiento, sino un conjunto de prácticas sociales
relativas al mismo tiempo a los practicantes y a los sujetos o clientes. Ella modela la experiencia y
el comportamiento de aquellos que la ejercen, y al mismo tiempo impone un régimen a sus objetos.
Por ejemplo, la disciplina de auto-observación y de atención a sí a la cual se sometía el pedagogo de
finales del siglo XVII tenía como finalidad modelar la moral y el físico de su alumnos. La disciplina
es entonces el medio de imponer determinadas relaciones de poder y esas relaciones hacen posible
la constitución de los saberes.
La escritura se presenta como uno de sus útiles principales: devenimos “disciplinados” cuando
somos atrapados en la densidad de la documentación administrativa o científica; a su vez, esta
documentación deviene la fuente de nuevos conocimientos que fundan la disciplina. Esto vale por el
alienista que, a fines del siglo XVIII, diseña cuadros de entradas múltiples de los pacientes
admitidos en el hospital, o del psicólogo que se examina a sí mismo y observa a los otros con la
convicción que todo detalle, por fútil que fuese, debe ser registrado. Para Foucault, estas técnicas,
destinadas a “disciplinar” los cuerpos y los espíritus, preceden al establecimiento de disciplinas
tales como la pedagogía, la psiquiatría o la psicología, y definen, al menos parcialmente, sus
métodos y sus epistemologías. 17
¿Cómo estudiar la emergencia y el desarrollo de estas estructuras? La historia de las ideas
psicológicas (la cual comprende la exposición de sistemas o la evolución de nociones como
imaginación o atención) muestra algunos de los contenidos de la disciplina; el examen de los
discursos espirituales y místicos pone en evidencia algunos modelos del alma cuyos lazos con la
psicología empírica queda por determinar; 18 el estudios de las formas de sociabilidad (academias,
correspondencias, relaciones de maestro a alumno) testimonia la existencia de redes de actores

15
Pierre Bourdieu, “ Le champ scientifique et les conditions sociales du progrès de la raison “, Sociologie et sociétés, 7,
1975,91-117.
16
Jan Golinski, Making natural knowledge. Constructivism and the history of science (Cambridge, Cambridge
University Press, 1998).
17
Jan Goldstein, “Foucault among the sociologists: the "disciplines" and the history of the professions “, History and
Theory, 23, 1984, 170-192.
18
Acerca de esos modelos en la espiritualidad francesa del siglo XVI, ver Mino Bergamo, L´anatomie de l´amê.De
François de Sales a Fénelon, trad. Marc Bonneval (Grenoble, Jerôme Millon, 1994).
6
identificados a la psicología; el análisis de programas de enseñanza y de manuales universitarios
permite seguir la difusión de la psicología y su evolución en el seno de las instituciones; la
investigación sobre las decisiones administrativas, los edificios y el personal revela ciertos
mecanismos materiales de la institucionalización y la profesionalización; la reconstitución de
prácticas y métodos muestran disciplinas personales y colectivas a través de las cuales la ciencia se
instituye concretamente. Para el período que nos interesa todas estas aproximaciones merecen ser
profundizadas.
Se puede también abordar el tema oblicuamente; es esto justamente lo que me propongo
hace aquí. Abordaré la historia del concepto de psicología desde el siglo XVI al XVIII, la
invención de una tradición psicológica, la articulación de la psicología con la “ciencia general del
hombre” y la “historia del género humano”, la clasificación de las ciencias y la psicologización de
la lógica, de la moral y de la metafísica y, finalmente, algunas de las consecuencias que la
psicología empírica de las Luces ha tenido en la formación de la “identidad moderna”. Se tratará de
valorar la función de la representación del orden de los saberes en el establecimiento de las formas,
de las fronteras y de los contenidos de las ciencias del alma, así como la diversidad de caminos que,
durante el siglo XVIII, conducen a la psicología empírica.
Comparados con las historias de las ideas psicológicas, los temas aquí explorados pueden,
en un primer momento, parecer marginales. Ellos ponen de relieve los “mecanismos” por los cuales
se forja (refunde) la psicología, y su advenimiento como disciplina moderna, 19 antes que las
“culturas epistémicas” de la psicología, es decir, los modos de producción de saberes psicológicos a
través de prácticas localizadas. Estos mecanismos se inscriben en un campo cultural que, más allá
de la psicología, concierne el conjunto de los saberes y de los sistemas sobre el ser humano. De ahí
la importancia que tendrán en estos estudios la semántica histórica inspirada en Jean Starobinski y
su ideal de una historia de las ideas sin fronteras, la Begriffsgeschichte y las perspectivas ligadas a
los dominios que el inglés y el alemán designan con los términos de hystory of scholarship y
Wissengeschichte. 20 Con esta luz oblicua, la mirada podrá percibir mejor algunos relieves de otro
modo imperceptibles.

¿Un largo pasado, una corta historia ?

El ángulo bajo el cual, desde hace mucho tiempo, se han estudiado las Luces, ha producido,
entre muchas otras, una evidencia: el siglo XVIII ha sido el “siglo de la psicología”. 21 Pues bien,
esa evidencia ha tenido la paradójica consecuencia de hacer invisible la psicología.
Incluso en obras recientes, no es raro leer que la psicología, en tanto ciencia, “nace” en el
último tercio del siglo XIX. En 1879, Wilhem Wundt (1832-1920), profesor de filosofía en la
Universidad de Leipzig, funda un Instituto de psicología experimental, el primero en su género, que
deviene inmediatamente fuente de inspiración en Europa y en las Américas. El cliché que hacía de
Wundt el “fundador de la psicología moderna” y un experimentalista puro, en ruptura con la
filosofía, ya no es vigente. 22 Sin embargo pareciera todavía que fue la “psicología nueva”

19
Sobre la noción de “cultura epistémica”, ver Karin Knorr Cetina, Epistemic cultures.How the sciences make
knowledge (Cambridge, MA, Harvard University Press, 1999), cap. 1.
20
Ver F. Vidal, “Jean Starobinski. The history of psychiatry as the cultural history of consciousness “, en M.S. Micale
et R. Porter, eds., Discovering the history of psychiatry (New York, Oxford University Press, 1999).
21
Etienne Gilson y Thomas D. Langan, Modem philosophy. Descartes to Kant (New York, Random House, 1964), p.
225.
22
Arthur L. Blumenthal, “ A reappraisal of Wilhelm Wundt “, American Psychologist, 30, 1975, 1081-1088; “Wilhelm
Wundt - problems of interpretation “, en Wolfgang G. Bringmann et Ryan D. Tweney, eds., Wundt Studies (Toronto, C.
J. Hogrefe, 1980); Kurt
Danziger, “The positivist repudiation of Wundt “, Journal of the History of the Behavioral Sciences, 15, 1979, 205-230;
R. M. Farr, “Wilhelm Wundt (1832-1920) and the origins of psychology as an experimental and social science “, British
Journal of Social Psychology, 22, 1983, 289-301 ;W. M. O'Neil, “The Wundt myths “, Australian Journal of
Psychology, 36, 1984, 285-289; Adrian Brock, “Something old, something new. The "reappraisal" of Wilhelm Wundt in
textbooks “, Theory & Psychology, 3, 1993, 235-242.
7
postwundtiana la que habría instituido la psicología como ciencia natural. 23 Se la nombraba “nueva
psicología” en razón de su reacción contra los principios “abstractos” del pensamiento psicológico
de las Luces, de su compromiso con el hecho empírico y, sobre todo, de su método, experimental.
Para los numerosos norteamericanos que, en los años 1880 y 1890, cumplen una pasantía
universitaria en Alemania, asistir a los cursos de Wundt y trabajar en su laboratorio equivale a una
“especies de visita apostólica a la ‘nueva psicología”. 24 Se reconoce, es cierto, que antes de ella
hubo problemáticas, observaciones, ideas y teorías psicológicas. Sin embargo todas ellas pertenecen
a un pasado cuya pertinencia para la historia de la psicología científica es más que dudosa.
En 1908, Hermann Ebbinhaus (1850 – 1909), uno de los pioneros de la psicofísica
experimental, remarca que el pasado de la psicología es largo, pero que su historia es corta: “Die
Pychologie hat eine lane Vergangenheit, doch eine kurze Geschichte”. 25 El psicólogo e historiador
de la psicología americana, Edwin Boeing (1886 – 1968) estima, en 1929, que las historias de la
psicología abordan la “psicología nueva” como la culminación de siglos de reflexiones sobre el
espíritu y permanecen centradas sobre el pasado de la disciplina “en detrimento de su corta historia
científica”. 26 Para Boring, que ve en Wundt al primero que puede ser llamado “psicólogo” sin
reservas, se trata por el contrario de orientar el porvenir subrayando la autonomía de la disciplina y
el modelo del laboratorio como ideal de cientificidad. 27 La frase de Ebbinhaus, repetida de boca en
boca, ejerce todavía un poder de encantación, como si fuera suficiente pronunciarla para hacer
posible una idea intemporal de “ciencia”, justificar la periodización y los contenidos del relato,
legitimar la elección de los “antecedentes”, de los “precursores” y de los “fundamentos”. 28 Ella es
invocada en un tipo de historia donde el pasado “precientífico” o filosófico” de la psicología
comprende un conjunto de “ideas psicológicas”, que, desde Platón o Aristóteles hasta el período
“moderno” inaugurado por Descartes, se prolonga en el sensualismo, el empirismo y el
asociacionismo de Locke, Condillac y los filósofos escoceses de las Luces, rompe con las
especulaciones filosóficas sobre el alma y funda así el método empírico que, en el siglo XIX, llega a
una psicología, cuya historia, ahora sí, puede escribirse.
Determinar aquello que pertenece a la historia de una ciencia es un problema general de la
historia de las ciencias. 29 En el caso de la psicología, el relato sobre su “pasado” conduce
habitualmente a ideas, contextos, individuos o eventos que se juzguen pertinentes para una
psicología ulterior. Dicho de otro modo, es el presente de la disciplina el que decide sobre los
materiales que componen el relato. Esto vale sobretodo para los textos que pretenden narrar “la
historia de la psicología” con los dos sustantivos en singular, en los que la elección de las materias
se hace esencialmente por tradición y convención. Los manuales no evolucionan más que por
variantes mínimas y tienden a reproducir los manuales precedentes. El siglo XVIII plantea sin
embargo algunos problemas particulares que lo distinguen de otros períodos de la así de la
pretendida “pre–historia” de la psicología. Por una parte, la historia de la psicología aparece como
género historiográfico en el siglo XVIII. Pero, mientras que a fines del siglo siguiente ella servirá

23
Ver por ejemplo el libro de un doctorando de Wundt, Edward Wheeler Scripture, The new psychology (New York,
Charles Scribner's Sons, 1897). El equivalente francés es la exposición de Theodule Ribot, La psychologie allemande
contemporaine. Ecole experimentale (Paris, Bailliere, 1879). La expresión se extendió en inglés desde la década de
1880, y el primero que la usó fue probablemente John Dewey, “The new psychology”, Andover Review, 2, 1884, 278-
289.
24
James Mark Baldwin, “Autobiography”, en Carl Murchison, ed., A history of psychology in autobiography, vol. I
(Worcester, MA, Clark University Press, 1930), p. 2.
25
Hermann Ebbinghaus, Abriss der Psychologie (1908; Leipzig, Veit, 1910), p. 9.
26
Edwin G. Boring, A history of experimental psychology (1929; New York, Appleton-Century-Crofts, 1957), p. ix.
27
Ibid., p. 316. Ver John M. O'Donnell, “The crisis of experimentalism in the 1920s. E. G. Boring and his uses of
history “, American Psychologist, 34, 1979,289-295; John C. Cerullo, “E. G. Boring: Reflections on a discipline
builder”, American Journal of Psychology, 101, 1988,561-575; Luigi Antonello Armando, L'invenzione della
psicologia. Saggio sull'opera storiografica di E. G. Boring (Rome, Nuove Edizioni romane, 1988).
28
Así funciona, para poner un ejemplo reciente, en Serge Nicolas, Histoire de la psychologie (Paris, Dunod, 2001), p. 7.
Con o sin la frase de Ebbinghaus lo que decimos se aplica a la mayor parte de los manuales sobre el tema.
29
Roger Smith, “Does the history of psychology have a subject? “, History of the Human Sciences, 1, 1988, 147-177.
8
para legitimar el estado al que la ciencia había llegado, en el siglo XVIII, ella hace que la disciplina
advenga. Por otra parte, reducir la psicología de las Luces a las ideas psicológica del siglo es a todas
luces una falta de consideración y una especie de ilusión historiográfica. 30
En primer lugar y muy simplemente porque en el siglo XVIII existe una ciencia del alma que
llama psicología. Por otra parte, hay que permanecer sensible las especificidades de tiempo y lugar:
incluso en el siglo de las Luces, no hay una psicología y por lo tanto un sólo relato posible sobre su
historia. Pueden admitirse sin embargo algunas generalizaciones. “Psicología empírica” designa una
ciencia que se quiere fundada sobre la experiencia y que trata del alma unida al cuerpo; ella excluye
por definición al alma como principio explicativo y para rendir cuenta de las operaciones del
pensamiento, tiende a apelar a la sensación antes que a las propiedades intrínsecas de un espíritu
inmaterial. Por supuesto, esta psicología no es “empírica” o “científica” si por esos términos se
entiende una investigación cuantitativa llevada a cabo en laboratorios. Sin embargo, si se aborda la
psicología del siglo XVIII desde el punto de vista de sus propios criterios y contextos, ella debe ser
considerada en relación a una historia natural del hombre.
En 1754, las primeras líneas del Essai de pychologie del ginebrino Charles Bonnet (1720–
1793) formulan el principio de la psicología de las Luces: ”No conocemos el alma más que por sus
facultades y no conocemos las facultades más que por sus efectos. Estos efectos se manifiestan por
la intervención del cuerpo”. 31 Al admitir, siguiendo a John Locke (1632–1704), la imposibilidad de
conocer las substancias en sí mismas, la psicología de las Luces estima que sólo las manifestaciones
del alma, observables por los sentidos externos o internos, en uno mismo o en otro, pueden ser el
objeto de una investigación empírica. Es por eso que renuncia explícitamente a solucionar el
problema de la unión del alma y el cuerpo y decide concentrarse sobre su mutua interacción.; y si
toma a veces la forma de una neuropsicología es porque el nervio es considerado como un
intermediario entre el alma y el cuerpo. Por más especulativa que sea, esta psicología manifiesta
una actitud que la liga sin equívoco a la filosofía natural. Esta percepción se justifica no solamente
en razón de su rechazo explicito a abordar el alma como concepto metafísico o teológico, sino
también en el recurso a la observación, la experiencia, la experimentación, el examen de sí y el
sentido íntimo, así como en sus tentativas de aplicar el razonamiento matemático o modelos físicos
a los fenómenos mentales, incorporar conocimientos médicos, y prestar atención a la fisiología y la
anatomía en la interpretación de las relaciones entre el alma y el cuerpo.
¿Cómo tratar entonces al “siglo de la psicología”? ¿Forma parte del pasado o de la historia de
la disciplina? La pregunta debe ser planteada pues la idea por la que el siglo de las Luces es el
“siglo de la psicología” conduce a una paradoja: resulta que las obras generales sobre las Luces,
sobre la historia de las ciencias en la misma época o sobre la historia de la psicología en su conjunto
no tratan nada de todo aquello que se nombraba como psicología 32. Conviene entonces examinar
qué se entiende por este término y las elecciones historiográficas e interpretativas que determinan su
empleo.
Cuando psicología designa el conjunto de las ideas o conceptos “psicológicos”, su campo
tiende a confundirse con una parte inmensa de la cultura de las Luces. La materia psicológica se
encuentra allí en vasta dispersión: en las ciencias naturales, la medicina, la teología, la filosofía
moral, la metafísica y la lógica, así como también en las obras literarias, los relatos de viaje, los
manuales de puericultura y de pedagogía, los tratados de estética, de legislación y política, los
diccionarios y las gramáticas… Cada uno elegirá aquí y allá aquello que corresponde a su idea de
psicología. Aun si confirman la noción de “siglo de la psicología” que proponen las grandes síntesis

30
Ver el tratamiento de la cuestión en Gary Hatfield, The natural and the normative. Theories of spatial perception
from Kant to Helmholtz (Cambridge, MA, MIT Press, 1990), caps. 2 y 7.
31
Charles Bonnet, Essai de Psychologie (1754), en CEuvres d'Histoire Naturelle et de Philosophie (Neuchatel, Samuel
Fauche, 1779-1783), ed. in-4°, tomo 8, p. 1.
32
No hay “psicología” en Thomas Hankins, Science and the Enlightenment (Cambridge, Cambridge University Press,
1985), ni en William Clark, Jan Golinski et Simon Schaffer, Cds., The sciences in enlightened Europe (Chicago,
University of Chicago Press, 1999), donde Marina Frasca-Spada (“The science and conversation of human nature”)
aborda sin embargo muchas cuestiones “psicológicas “.
9
sobre las Luces, un método como ese sólo puede conducir a resultados fragmentados, fuertemente
marcados por las elecciones individuales y que tienden a excluir precisamente aquello que se
nombraba como psicología.
Estas síntesis identifican la psicología a los discursos sobre el funcionamiento del espíritu,
sobre la adquisición de conocimientos o sobre las modalidades empíricas del pensamiento
inspiradas en mayor o menor grado en el Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) de John
Locke. En los años 1930, Carl L. Becker describe el Ensayo como el “evangelio psicológico” del
siglo; 33 Ernst Cassirer acentúa el modo en que la psicología sirve de fundamento a la teoría del
conocimiento y la génesis psicológica de las ideas se erige en criterio lógico; 34 Paul Hazard observa
que en el siglo XVIII, Locke “era el hombre que había llamado la atención sobre el juego que es, a
la vez, el más necesario y el más delicioso: sobre la psicología”. 35 Para Isaiah Berlin, el gran
proyecto intelectual de las Luces es precisamente el de transformar la filosofía en “una suerte de
psicología empírica”. 36 A fines de los años 1960, Peter Gay explica que en el siglo XVIII, la
psicología es, entre las ciencias humanas, la ciencia estratégica. 37 Georges Gusdorf, aunque afirma
que Locke no es un psicólogo en el sentido moderno del término, lo considera sin embargo como el
primer gran nombre de la psicología. 38 A ojos de Roy Porter, en el comienzo de los años 1990, los
objetos de aquello que nosotros llamamos psicología estaban dispersos en la filosofía moral, la
metafísica y el estudio del entendimiento humano; luego del ataque de Locke contra las ideas
innatas, la psicología surge como clave de las ciencias humanas y del perfeccionamiento de la
humanidad. 39
Desde esta perspectiva, examinar la psicología del XVIII siglo equivale a seleccionar las
estrellas del empirismo y del sensualismo y a documentar las múltiples aplicaciones del método del
“análisis” derivado de Locke. El procedimiento analítico, que Etienne Bonnot de Condillac (1715–
1780) define en su Ensayo sobre el origen de los conocimientos humanos (1746) consiste “en
retornar al origen de nuestras ideas, desarrollar su generación y hacer con ellas diferentes
composiciones o descomposiciones para compararlas en todos los rasgos que puedan mostrar sus
mutuas relaciones”. 40 Condillac subraya que, gracias al análisis, se llegará a “delimitar la extensión
y los límites de nuestros conocimientos y renovar así todo el entendimiento humano”. 41 Los
philosophes lo siguen, convencidos de la aplicación sistemática del análisis permitirá reformar las
ciencias y garantizará la naturaleza ilustrada del siglo. “¡Cuantos lazos han sido rotos por los textos
33
Carl L. Becker, The heavenly city of the eighteenth-century philosophers (1932; New Haven, Yale University Press,
1955), p. 64.
34
Ernst Cassirer, La philosophie des Lumieres (1932), trad. P. Quillet (Paris, Fayard, 1990), ch. 3. Interesado
principalmente por el problema del conocimiento, examina la filosofía de las Luces como una preparación a Kant;
Cassirer no deja de señalar que en Alemania “las doctrinas psicológicas de Locke nunca llegaron a reinar plenamente “
(p. 177).
35
Paul Hazard, La crise de la conscience europeenne (1935; Paris, Gallimard, 1961), vol. 2, p. 26.
36
Isaiah Berlin, The age of Enlightenment (1956; New York, New American Library, 1984), p. 19.
37
Peter Gay, The Enlightenment: an interpretation, vol. 2 (New York, W.W. Norton, 1969), p. 167.
38
Georges Gusdorf, La revolution galileenne (Paris, Payot, 1969), vol. 2, p. 252; L'avenement des sciences humaines au
siècle des Lumieres (Paris, Payot, 1973), p. 32.
39
Roy Porter, “Psychology”, en John W. Yolton, ed., The Blackwell companion to the Enlightenment (Oxford,
Blackwell, 1992). No hay “psicología” en Michel Delon, ed., Dictionnaire europeen des Lumieres (Paris, Presses
Universitaires de France, 1997) o en Alan Charles Kors, ed., Encyclopedia of the Enlightenment (New York, Oxford
University Press, 2003), pero si una breve presentación, de Wolff a Kant, en Werner Schneiders, ed., Lexikon der
Aujkliirung. Deutschland und Europa (1995; Munich, C. H. Beck, 2001).
40
Enyclopedie, ANALYSE (en Logique), por Claude Yvon, 1, p. 401. Cf. Etienne Bonnot de Condillac, Essai sur
l'origine des connaissances humaines (1746), in OEuvres completes de Condillac (Paris, de l'imprimerie de Ch. Houel,
1798), vol. 1, ch. 7 (Digression sur l' origine des principes et de l' operation qui consiste a analyser). Encyclopedie,
Denis Diderot et Jean Le Rond d'Alembert, eds., Encyclopedie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des
métiers, (Paris, Briasson [... ]), texto (1751-1765). Aunque he utilizado diferentes ediciones, he decidido referir siempre
al texto de la primera edición (in-4°) disponible en el sitios del proyecto ARTFL (Universite de Chicago /CNRS),
<http://encyclopedie.inalf.fr/>.
41
Condillac, Essai, p. 8 (Introduction). Sobre Condillac, ver Isabel F. Knight, The geometric spirit. The abbe de
Condillac and the French Enlightenment (New Haven, Yale University Press, 1968).
10
de Locke, aun en los países católicos! ¡Y cuántos deben romperse todavía para que el espíritu
humano pueda reencontrar la libertad moral de la cual parece destinado a gozar en algún momento
del porvenir!”. 42 La exclamación, plena de confianza y de esperanza de Dugald Stexart (1753–
1828), profesor de filosofía moral en Edimburgo, es perfectamente representativa. De la economía
política a la estética, de la educación a la legislación, las Luces parecen depender del conocimiento
natural y psicológico del hombre; y tal psicologización, comprendida como la realización de la
filosofía lockeana, debía comenzar por la ciencia primera.
El abate Condillac, que muchos autores consideran como el principal “psicólogo” del siglo
XVIII declara que, dado que el análisis es el método de todas las ciencias, merecería el nombre de
“metafísica”. Pues bien, tal metafísica no podría ni siquiera ser “la primera ciencia”:
Pues, ¿sería posible analizar bien todas nuestras ideas, si no supiéramos qué son y cómo se
forman? Se impone entonces, antes que nada, conocer el origen y la generación de las ideas.
Pero la ciencia que se ocupa de ese objeto todavía no tiene nombre, dada su ínfima antigüedad.
Yo la nombraría psicología, si conociese alguna buena obra bajo ese título.43
El mismo Condillac sugiere que su rechazo lexical se basa sobre un juicio respecto de la
historia del problema del origen de los conocimientos: “Inmediatamente después de Aristóteles” –
declara – “viene Locke, pues no hace falta tener en cuenta al resto de los filósofos que han escrito
sobre el asunto”. 44 Aristóteles había sentado el principio del origen sensorial de los conocimientos,
sin desarrollarlo; las cosas habían quedado ahí, hasta la filosofía de Locke. El atajo de Condillac
deja de lado dos mil años de una “ciencia vana, que no trata sobre nada y que no va a ninguna parte.
Dado que nos elevamos de las ideas particulares a las nociones generales [escribe el filósofo] éstas
últimas no podrían ser el objeto de la primera de las ciencias”. 45 Entre Aristóteles y Locke, el
conocimiento humano sólo se trató de modo deductivo, a partir de conceptos abstractos, y en primer
lugar, a partir del concepto de alma. En la medida en que las Psicologías ilustran esa historia, hay
que rechazar el discurso que lleva ese nombre.
Otros philosophes explotan el mismo argumento, otorgándole otros matices. El marqués de
Condorcet, (1743–1794) duramente anticlerical, se pregunta: “Qué filosofía enseñaron los monjes,
el arte de la chicana escolástica, eso que en las clases se llama la teología natural y la psicología, es
decir, todos los ensueños de los teólogos sobre la naturaleza de Dios y del alma”. 46 En cuanto a
Destutt de Tracy (1754–1836), prefiere el nombre ideología al de psicología, porque éste último
quiere decir “ciencia del alma” y evoca “la vaga investigación sobre las causas primeras”. 47 A
principios del siglo XIX, en las lecciones de las Escuelas Normales creadas durante la Revolución,
Dominique Joseph Garat (1749–1833) encuentra que el término psicología es inadecuado para
reemplazar el de metafísica y sus oscuras connotaciones. En efecto, el nombre psicología
…no recibe de nuestra lengua ninguna claridad, porque no se liga a casi ninguna de sus
palabras; por su etimología se remonta a la idea del alma, antes que a la idea de las
operaciones el espíritu humano y daría la idea de una ciencia aparte, de un género de

42
“How many are the threads which, even in Catholic countries, have been broken by the writings of Locke! How many
still remain to be broken, before the mind of man can recover the mora11iberty which, at some future period, it seems
destined to enjoy! “ Dugald Stewart, Dissertation, exhibiting a general view of the progress of metaphysical, ethical,
and political philosophy, since the revival of letters in Europe, in The works (Cambridge, Hilliard and Brown, 1829),
vol. 6, pp. 437-438.
43
Etienne Bonnot de Condillac, “Des progres de l' art de raisonner “, Histoire moderne, livre XX, ch. 12, Cours
d'litudes pour l'instruction du Prince de Parme (1768-1773), en Georges Le Roy, ed., (Euvres philosophiques de
Condillac (Paris, Presses Universitaires de France, 1947-51), vol. 2, p. 299.
44
Etienne Bonnot de Condillac, “Extrait raisonne du Traite des sensations “, in Traite des sensations (1754; Paris,
Fayard, 1984), p. 287.
45
Condillac, “Des progres “, p. 299.
46
Jean-Antoine-Nicolas Caritat, marqués de Condorcet, “Petits resumes sur l'histoire de l'education” (1774), en
Manuela Albertone, ed., Condorcet, Reflexions et notes sur {'education (Naples, Bibliopolis, 1983), p. 121.
47
Antoine Louis Claude Destutt de Tracy, “Sur un systeme methodique de Bibliographie” (1797), en Memoire sur
lajaculte de penser [. .. ] etautres textes (Paris, Fayard, 1992), p.71.
11
conocimientos que, por su naturaleza, debe devenir universal y familiar para todos el
mundo. 48
Garat prefiere seguir a Locke y enseñar el “análisis del entendimiento”. En todos los casos, se
trata de desembarazarse de la metafísica “ciencia tenebrosa de las antiguas escuelas” que “extendía
sus tinieblas las ideas más simples y más claras”. 49 El alma pertenece a ella, casi con el mismo
título que el silogismo y el latín.
Ya en el fin de las Luces, Condorcet, Tracy y Garat no hacen más que aplicar algunos lugares
comunes post-lockeanos a una psicología en la cual sólo ven especulaciones teológico escolásticas
sobre la naturaleza del alma. Baste recordar los argumentos de Voltaire (1694-1778) quien, desde
las Cartas filosóficas (1734) al Diálogo de Évhémère (1777), trata frecuentemente la cuestión. Por
ejemplo: “La palabra alma es una de esas palabras que todos pronuncian sin entenderla”. 50 Y no la
comprendemos porque no tenemos ninguna idea de ella pues es imposible rendir cuenta de ella por
el recurso a las impresiones sensoriales. Si el alma existe, ella no puede ser conocida; además y en
la medida en la que podemos atribuir al cuerpo las facultades de pensar y de sentir, ella es superflua
como concepto. Sin embargo, nunca faltaron “razonadores” del alma. Y cabe al filósofo regocijarse
del hecho de que, luego de tantos autores “que escribieron la novela del alma, (haya venido) un
sabio que, modestamente, escribió su historia; Locke ha desarrollado la razón humana para el
hombre, tal como un anatomista excelente explica los resortes del cuerpo humano”. 51 Según los
términos utilizados más tarde por los autores del “Discurso Preliminar” a la Enciclopedia, Locke
habría reducido la metafísica a una “física experimental”, a una ciencia natural del alma.
Emblemático del pensamiento de las luces, este texto condensa los principios epistemológicos y las
aspiraciones metodológicas comunes a la mayoría de los psicólogos del XVIII siglo, desde los
materialistas militantes a los cristianos convencidos.
Aquello que Newton no había osado, o que tal vez no hubiese podido hacer, Locke lo acomete y
lo ejecuta con éxito. Se puede decir que creó la Metafísica casi como Newton había creado la
Física. Pensó que las abstracciones y las cuestiones ridículas que se habían agitado hasta ese
momento y que habían constituido como la substancia de la Filosofía, eran la parte que había
que proscribir en primer lugar. Buscó en esas abstracciones y en los abusos de los signos las
causas principales de nuestros errores, y allí los encontró. Para conocer nuestra alma, sus ideas y
sus afecciones, no estudió los libros, que lo hubiesen instruido mal; se contentó con descender
profundamente en sí mismo; y luego de haberse contemplado, por así decirlo, durante mucho
tiempo, presentó a los Hombres, en su Tratado del entendimiento humano el espejo en el cual se
había visto. En una palabra, redujo la Metafísica a aquello que debe ser en efecto, la Física
experimental del alma; especie de Física muy diferente de la de los cuerpos, no solamente por
su objeto, sino por la manera de abordarlo. En ésta última, se pueden descubrir frecuentemente
fenómenos desconocidos; en la otra, los hechos tan antiguos como el mundo existen igualmente
en todos los hombres: tanto peor para los que creen ver en ellos algo nuevo. La Metafísica
razonable no puede consistir, como la Física experimental, más que en reunir con cuidado todos
estos hechos, reducirlos en un corpus, explicar los unos por los otros, distinguiendo aquellos que
deben ocupar el primer rango y servir como base. 52
Con igual inspiración, pero medio siglo más tarde, el médico-filósofo Pierre Jean Georges
Cabanis (1757-1808) declara que los principios relativos al estudio del “hombre moral” fueron
obscurecidos por “la onda de hipótesis metafísicas” formuladas desde que se había separado su
estudio del estudio del hombre físico. De lo cual resultó, según Cabanis, la ausencia de una “base

48
[Dominique-Joseph] Garat, “Analyse de l'entendement “, Seances des Ecoles Normales, recueillies par des
stenographes, et revues par les projesseurs, nouvelle ed. (Paris, A l'Imprimerie du Cercle Social, 1800), t. 1, pp. 149-
150.
49
Ibid., p. 149.
50
Voltaire, Lettres philosophiques (1734), Première redaction de la Lettre 13, en Melanges, ed. Jacques van den Reuvel
(Paris, Gallimard, 1961), p. 41.
51
Ibid., Lettre 13, “Sur M. Locke “, p. 37.
52
Encyclopedie, “Discours preliminaire des editeurs “, I, p. xxvii
12
sólida”, de un punto fijo al cual pudiesen referirse los resultados de la observación y de la
experiencia”. 53 Aquello que se llama “todavía hoy, metafísica”, escribe en 1809, “no tiene ninguna
relación con lo que alguna vez llevaba ese nombre”, y concluye: “Después de Locke, Helvetius, y
Condillac, la Metafísica es el conocimiento de los procedimientos del espíritu humano, el enunciado
de las reglas que el hombre debe seguir en la búsqueda de la verdad […] en una palabra, la Ciencia
de los métodos; métodos que ella funda sobre el conocimiento de las facultades del hombre”. 54
Tales proposiciones, cuyos ejemplos podríamos multiplicar, resumen lo esencial de los juicios
filosóficos sobre el rol de Locke y la transformación del problema “metafísico” del alma en la
cuestión “analítica” del origen de los conocimientos humanos. Algunos llegan incluso a atribuir a
esta transformación, la libertad de los pueblos: “Casi en su nacimiento”, confía Garat a sus alumnos,
“el arte analítico del entendimiento ha descubierto los derechos del hombre: es porque ese arte
existe que Francia es libre y que Europa debe serlo”. 55 Al evocar los mismos acontecimientos, pero
situado en el extremo apuesto del espectro político, el conde Joseph de Maistre (1753-1821) le
reprocha a los franceses por haberse confiado a Locke y haberse dejado encerrar voluntariamente –
“LOCKED in fast”, se complace en decir. 56 De un modo negativo otorga así a Locke el mismo
lugar y la misma función, invirtiendo el valor, que la Enciclopedia, Garat, Cabanis, o que una
liberal cristiana como Madame de Staël (1766-1817). 57 En todos los casos, se constata que la
metafísica “escolástica” desaparece en provecho del estudio ”analítico” de las operaciones
intelectuales. Es en ese sentido que la edad de las Luces es el “siglo de la psicología”; el término
designa igualmente la “psicologización” a gran escala de la cultura de las Luces, de la lógica a la
educación, de la teoría del conocimiento a la moral de la religión a la estética. 58 Pero es empleado
raramente para designar la disciplina que, en el siglo XVIII, particularmente en Alemania, aparece
bajo ese nombre, produciendo libros, revistas y artículos, enseñanzas y una historiografía. 59

***

Si el estudio de la psicología del siglo XVIII evidentemente no podría limitarse a las fuentes y a
los individuos que han utilizado la palabra, ella debe – para evitar ahogarse en la historia de las
ideas psicológicas – tener en cuenta también aquello que llevaba el nombre de psicología. Es por
esta razón que me atendré a las categorías utilizadas por los protagonistas mismos. Este criterio es a
53
Pierre-Jean-George Cabanis, Rapports du physique et du moraL de l'homme (1800), in OEuvres philosophiques, ed.
Claude Lehec et Jean Cazeneuve (Paris, Presses Universitaires de France, 1956), 2 vols., t. I, p. 111.
54
Pierre-Jean-George Cabanis, “Lettre sur un passage de la Decade philosophique et en general sur la perfectibilite de
l'esprit humain” (1809), in Cabanis, OEuvres philosophiques,t. 2, pp. 514 y 515.
55
Garat, “Analyse de l'entendement “, pp. 162-163.
56
Joseph de Maistre, Les soirees de Saint-Pétersbourg ou Entretiens sur le gouvernement temporel de la Providence
(1821), ed. Jean-Louis Darcel (Geneve, Stlatkine, 1993), vol. 2, 6a entrevista. Esta entrevista es enteramente un ataque
contra Locke. Su Examen de la philosophie de Bacon (1836) es también un ataque contre Locke, Condillac y los
philosophes a quienes consideraba (y que se veían a si mismos) como descendientes de Bacon.
57
Germaine de Staël, De la littérature considérée dans ses rapports avec les institutions sociales, 2a ed. (1800), ed.
Gerard Gengembre et Jean Goldzink (Paris, Flammarion, 1991), 2a parte, cap. 6 (De la philosophie).
58
Estas generalizaciones historiográficas, basadas sobre obras sintéticas acerca de las Luces (de las que algunas han
sido ya mencionadas) así como sobre numerosos manuales de historia de la psicología, se ven confirmadas por los
análisis bibliográficos de Jürgen Jahnke, “Psychologie im 18. Jahrhundert. Literaturbericht 1980 bis 1989 “, Das
achtzehnte lahrhundert, 14, 1990,253-278 y “Neuere Arbeiten zur Psychologie im 18. Jahrhundert. Historiographische
Probleme, Ergebnisse und Tendenzen “, Psychologie und Geschichte, 2, 1990, 19-24. Es seguramente posible estudiar
el sensualisme en la cultura de las Luces sin pretender hacer específicamente historia de la psicología: ver por ejemplo
John C. O'Neal, The authority of experience. Sensationist theory in the French Enlightenment (University Park, PA,
Pennsylvania State University Press, 1996) y Anne C. Vila, Enlightenment and pathology. Sensibility in the literature
and medicine of eighteenth-century France (Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1998).
59
Los dos abordajes no son incompatibles. Lo testimonia la obra histórica de Max Dessoir (1868-1947), profesor de
filosofía en Berlín, especialista en estética y autor al mismo tiempo de una breve historia general de la psicología ,
desde los presocráticos a la psicofísica del siglo XIX (Abriss einer Geschichte der Psychologie, Heidelberg, Winter,
1911) y de un estudio indispensable sobre la psicología alemana del siglo XVIII: Geschichte der neueren deutschen
Psychologie (2a ed., 1902; Amsterdam, E. J. Bonset, 1964).
13
la vez lexical, conceptual y social pues hace depender el objeto del relato en signos reconocibles de
pertenencia a la psicología (tal como títulos de obras, rúbricas de revistas, bibliografías, biografías y
auto-descripciones de actores históricos) y respeta las definiciones de época.
En lo que hace al siglo XVIII, esta manera de abordar la psicología conlleva una distancia
crítica respecto de la historiografía recibida de la disciplina. Pero ella supone igualmente una cierta
desagregación del concepto mismo de “Luces”. 60 Los grandes trabajos de los años ’30, redactados
por Ernst Cassirer, Carl L. Becker, o Paul Hazard, atribuían a las Luces una unidad apta para hacer
de ella un bastión de la Razón contra las utopías totalitarias. Desde los años 1970, el modelo
unitario entra en crisis y la herencia positiva de las Luces se pone en cuestión. La difusión de una
obra como La dialéctica del Iluminismo ha sin duda contribuido a ello. 61 Este fraccionamiento no
obligatoriamente supone un proceso a las Luces. Pero implica por lo menos un pasaje de la historia
“intelectual” a la historia cultural”, 62 el reconocimiento creciente de especificidades locales y de
diferencias nacionales y confesionales, la exploración de lados oscuros, irracionales” o autoritarios
de la edad de la Razón, el estudio de dimensiones sociales y materiales hasta ese momento ausentes
del cuadro, el redescubrimiento de corrientes, anti-filosóficas u otras que tuvieron su parte en la
dinámica “ilustrada” del siglo.
Desaparecida la coherencia de las Luces, el concepto corre el riesgo de perder su utilidad y su
justificación historiográfica y se reduce, la mayor parte de las veces implícitamente a una categoría
puramente cronológica. 63 Como contrapartida, de ello resulta un enriquecimiento considerable del
siglo XVIII, especialmente en lo que hace a la historia de las ciencias. 64 A la pregunta “¿Que son
las Luces?”, se prefiere de ahora en más la forma activa “¿Qué significa ilustrar?”. 65 Se trata de
comprender las Luces en su heterogeneidad, de reformular la cuestión de su identidad teniendo en
cuenta las respuestas dadas en la época y de las diversas significaciones del verbo “ilustrar”. Antes
que analizar un “espíritu de las Luces” del cual se descubrirían las diversas manifestaciones, se trata
de interrogar las prácticas y a partir de allí, los valores, las experiencias y los caracteres comunes a
los protagonistas individuales y colectivos. Las diferentes nociones de Luces que se despejan por
ese método no serían más que sustantivaciones del adjetivo, que califica a aquellos que se estiman o
son juzgados “ilustrados” en virtud de una cierta manera de vivir y de su conformidad a ciertos
ideales o principios filosóficos o antropológicos. 66 Lo principal, por lo tanto, son las funciones auto-
formadoras de esos ideales y de esos principios.

60
Sobre la problemática de las Luces, que aquí ha sido abordada muy brevemente, ver Giuseppe Ricuperati, “Le
categorie di periodizzazione e il Settecento. Per una introduzione storiografica “, Studi settecenteschi, 14, 1994, 9-106;
G. Ricuperati, “IIluminismo e Settecento dal dopoguerra a oggi “, in G. Ricuperati, ed., La reinvenzione dei Lumi.
Percorsi storiografici del Novecento (Florence, Leo S. Olschki, 2000). A propósito de la Aufklärung , ver la
Introducción de Ian Hunter en Rival Enlightenments. Civil and metaphysical philosophy in early modern Germany
(Cambridge, Cambridge University Press, 2001). Para una visión de las diferencias nacionales y regionales, ver Roy
Porter et Mikulas Teich, eds., The Enlightenment in national context (Cambridge, Cambridge University Press, 1981).
61
Dialektik der Aufklärung, “fragments philosophiques” de Max Horkheimer et Theodor W. Adorno, publicada en 1947
y traducida como La dialectique de la raison, trad. E. Kaufholz, (Paris, Gallimard, 1989); [traducción castellana: T.
Adorno: M. Horkheimer, Dialéctica del iluminismo, traducc. de H.A.Murena, Buenos Aires, Sur, 1970.]
62
Roger Chartier, Les origines culturelles de la Révolution française (1990; Paris, Seuil, 2000).
63
Ver por ejemplo Dorinda Outram, The Enlightenment (New York, Cambridge University Press, 1995), que oscila
entre un término que tiene una función purament cronológica y un concepto todavía dotado de significación.
64
Jan V. Golinski, “Science in the Enlightenment”, History of science, 24, 1986, 411-424; vei también la lntroducción
de los editores, así como los capítulos de Nicholas Jardine (“Inner history; or how to end Enlightenment”) y de Lorraine
Daston (“The ethos of Enlightenment”) en Clark, Golinski y Schaffer, The sciences in enlightened Europe.
65
Es el filósofo Moses Mendelssohn el que titula “Über die Frage: was heisst aufklären?”, en su respuesta a 1a
pregunta “Was ist Aufklärung?” planteada en 1783 en la Berlinische Monatsschrift. Para une collección de fuentes de
los siglos XVIII y XX, así como para ver estudios sobre la pregunta, ver James Schmidt, ed., What is Enlightenment?
Eighteenth-century answers and twentieth-century questions (Berkeley, University of California Press, 1996). Ver
igualmente Gerard Raulet, ed., Aujklärung. Les Lumieres allemandes (Paris, Flammarion, 1995), 1a parte.
66
Hunter, Rival Enlightenments, p. 24.
14
Es imposible, sin embargo, en el caso de la psicología “pensar las Luces como un tejido de
prácticas sin discursos”. 67 En tanto disciplina, la psicología empírica del siglo XVIII tiene poca
consistencia fuera de los textos. Aun si ella supone (y, si creemos a los psicólogos, ejerce) técnicas
de observación de sí y de otro, aun si se dirige al perfeccionamiento humano, como una reforma
concreta de los espíritus y de la sociedad, se encarna principalmente en los discursos que la
instituyen. Esos discursos no coinciden en todos los puntos con aquellos que fundan el “siglo de la
psicología”, proyectan necesariamente otra imagen de la psicología del siglo; para restituir esa
imagen, comencemos por el principio: la historia de su propio nombre.

67
Chartier, Les origines culturelles, p. 33. El autor precisa sin embargo : “al menos sin esos discursos que son definidos
inmediatamente como "ilustrados" por la tradición”.
15
Las ciencias del alma en los siglos XVI-XVIII 1

Fernando Vidal

Capítulo IV. La psicología del siglo

En sus lecciones de 1770, Immanuel Kant (1724-1804) insiste en la necesidad de


incorporar la psicología empírica a la Universidad bajo el estatuto de disciplina autónoma. Según
Kant, la psicología permanecía en el marco de la metafísica porque los límites de esta última
estaban mal comprendidos, porque la psicología no era lo suficientemente sistemática y,
finalmente, debido a que su campo de estudio estaba aún demasiado restringido. Ahora bien,
expresa Kant, ha llegado el momento de otorgarle a la psicología (así como, por otra parte, a la
antropología) un espacio propio en el seno de las enseñanzas universitarias.
La razón por la cual la psicología empírica ha estado ubicada en la metafísica es sin duda la
siguiente: jamás se supo exactamente qué es la metafísica a pesar que ésta ha sido estudiada
durante mucho tiempo. Como no se sabía determinar sus límites se incluyeron en ella muchas
cosas que no le pertenecían. […] La segunda razón es sin duda la siguiente: la doctrina
empírica de los fenómenos del alma no había logrado un sistema que le permitiera
constituirse como una disciplina universitaria particular. Si hubiera sido tan vasta como la
física empírica, se hubiese separado también de la metafísica gracias a su misma amplitud.
Sin embargo, dado que la psicología es pequeña y no se la ha querido eliminar enteramente,
se la incluyó en la metafísica junto con la psicología racional y este uso no se abole
rápidamente. Pero, actualmente, la psicología se vuelve muy vasta y alcanzará casi la misma
dimensión que la física empírica. Asimismo, merece ser enseñada por sí misma del mismo
modo que la física empírica. Dado que el conocimiento del hombre no es menos importante
que el conocimiento del cuerpo; teniendo en cuenta su valor, incluso es ampliamente
preferible. Si la misma se convierte en una ciencia universitaria, será en la medida en que
pueda alcanzar su plena extensión; ya que el profesor universitario tiene más práctica en las
ciencias que un erudito que trabaja de modo independiente de una institución. 2
En este estado de su desarrollo, la psicología empírica debe, a los ojos de Kant, ser
explícitamente reconocida como autónoma, no depender más de las otras disciplinas

1
Fuente: Fernando Vidal, Les sciences de l´âme. XVIe-XVIIIe siècle, Paris, Honoré Champion Éditeur, 2006.
Traducción: Lic. Maia Nahmod y Lic. Agustín Kripper. Cátedra I de Historia de la Psicología, Facultad de
Psicología, Universidad de Buenos Aires.
2
“Die Ursache, warum die psychologia empirica in die Metaphysik gesetzt worden ist, ist wohl diese: Man hat
niemals recht gewuβt, was Metaphysik sey, obgleich sie so lange ist tractirt worden. Man wuβte ihre Grenzen nicht
zu bestimmen; daher setzte man vieles herein, was nicht darein gehörte [...]. Die zweite Ursache ist wohl diese: Die
Erfahrungslehre der Erscheinungen der Seele ist zu keimen System gekommen, so daβ sie eine besondere
akademische Disciplin hätten ausmachen sollen. Würden sie so groβ seyn, als die empirische Physik; so würde sich
eben so von der Metaphysik durch ihre Weitläufigkeit abgesondert haben. Weil sie aber klein ist, und man sie nicht
ganz wegschaffen wollte, so schob man sie in der Metaphysik und die rationale Psychologie; und der Gebrauch läβt
sich wohl nicht so bald abschaffen. Jetzt aber wird sie schon sehr groβ, und der beinahe wird sie zu eben solcher
Gröβe, als die empirische Physik gelangen. Sie verdient auch, eben so besonders vorgetragen zu werden, als die
Physik; denn die Erkenntniβ des Menschen giebt der Erkenntniβ der Körper nicht nach; ja sie ist derselben, dem
Werthe nach, weit vorzuziehen. Wird sie zu einer akademischen Wissenschaft, so ist sie in der Lage, ihre völlige
Gröβe zu erlangen; denn ein akademischen Lehrer hat mehr Uebung, als ein zunftfreier Gelehrter, in den
Wissenschaften”. Immanuel Kant, Gesammelte Schriften (Berlin, Walter de Gruyter, 1968), vol. 28.1 (=
Vorlesungen, vol. 5.1), pp. 223-224. La psicología y la física empíricas se distinguen por los objetos –del sentido
interno y del sentido externo, respectivamente– que se proponen conocer mediante la experiencia. Para otra
traducción véase I. Kant, Leçons de métaphysique, trad. Monique Castillo (París, Livre de poche, 1933), p. 242.
universitarias y tener sus propias instituciones. 3 Estos procesos de diferenciación comienzan a
darse en vida de Kant. En el siglo XVIII la psicología no estaba dotada ni de cátedras ni de
facultades autónomas; en un contexto donde prácticamente no había carreras universitarias
monodisciplinares, no podía estar representada por “profesionales”. La psicología, sin embargo,
existe no solamente desde el punto de vista de sus condiciones teóricas de posibilidad sino
también por su fuerza y su presencia como proyecto e incluso por su rango en el orden de los
saberes y las enseñanzas universitarias. 4
Ya hemos visto en qué sentido la psicología del siglo XVIII puede ser considerada como
una disciplina. Para comprender la confianza de Kant en la psicología, debe mostrarse el vinculo
constitutivo entre la psicología y la antropología, bosquejar la difusión del proyecto
psicoantropológico en la Europa de las Luces y poner de relieve una conciencia metodología que
es signo de la madurez atribuida por Kant a la psicología empírica, y, a la vez, factor esencial de
su elaboración.

Psicología, antropología y ciencias humanas

La psicología del siglo XVIII no puede ser abordada separadamente del ideal de una
“ciencia del hombre”, que es común a los diversos proyectos intelectuales de las Luces. El
“hombre” está en el centro de la preocupación de la época; comprenderlo como ser individual,
social e histórico es el propósito de una de las grandes ambiciones del siglo, la de crear una
ciencia general a menudo denominada antropología, que integrara todos los conocimientos
respecto al ser humano, desde la anatomía a la historia cultural. En 1966, sin embargo, Michel
Foucault afirmaba que
ninguna filosofía, ninguna opción política o moral, ninguna ciencia empírica cualquiera que
sea, ninguna observación del cuerpo humano, ningún análisis de la sensación, de la
imaginación o de las pasiones, en el siglo XVII y el XVIII, encontró jamás algo como el
hombre, pues el hombre no existía. […]; y las ciencias humanas […] aparecieron el día en
que el hombre se constituyó en la cultura occidental a la vez como aquello que hay que
pensar y sobre lo que hay que saber. 5

3
En la Critica de la razón pura (1781/ 1787), Kant estima, sin embargo, que debe otorgarse a la psicología un lugar
en la metafísica, “y esto por razones económicas, ya que la psicología no es aún tan rica para constituir un estudio
por sí misma, y es, sin embargo, demasiado importante para ser rechazada por entero o bien adjuntarla a un lugar
cualquiera con el cual tendría menos afinidad que con la metafísica. La psicología no es entonces sino una extranjera
admitida tras un largo tiempo, a la cual se le otorga una estadía temporaria hasta que pueda establecer su domicilio
propio en una antropología precisa y detallada […]”. I. Kant, Critique de la raison pure, ed. Ferdinand Alquié, en
Kant, Œuvres philosophiques (París, Gallimard, 1980), vol. 1, pp. 1396-1397 (= A848/B876-A848/B877).
4
Señalemos a este propósito las interpretaciones de Graham Richards en Putting Psychology in its place. An
introduction from a critical historical perspective (London, Routledge, 1996), cap. 2. Richards sostiene que la
psicología como disciplina no se constituyó antes de 1850 por cuatro razones principales: (1) la dualidad cartesiana
excluía el alma del dominio de la filosofía natural; (2) no había certeza de que el hombre pudiera ser considerado
como un ser natural y quien la pretendiera se exponía ser acusado de herejía; (3) al rechazar el uso metafórico, la
epistemología nacida de la Revolución científica del siglo XVII inhibió la explotación psicología de las nuevas ideas
científicas; (4) al no cristalizarse en Occidente la noción de “espíritu individual” (individual mind) hasta comienzos
de 1800, el sujeto de la psicología no era hasta ese momento susceptible de ser pensado como objeto de
investigación. De este autor, respecto a la misma cuestión, véase “The absence of psychology in the eighteenth
century: a linguistic perspective”, Studies in History and Philosophy of Science, 23, 1992, 195-211; así como Mental
machinery: the origins and consequences of psychological ideas, Part I: 1600-1850 (Baltimore, Johns Hopkins
University Press, 1992). Los comentarios de Kant (y su libro entero) demuestran que sus interpretaciones no son
aceptables con facilidad.
5
Michel Foucault, Les mots et les choses. Une archéologie des sciences humaines (París, Gallimard, 1966), pp. 355-
356.
Es en el siglo XIX, “por primera vez””, según Foucault, que el hombre aislado o en grupo
se vuelve objeto de la ciencia. El concepto de “hombre” ha nacido; las ciencias humanas se
vuelven posibles “en una redistribución general de la episteme”, en el momento en que la teoría
general de la representación de la edad clásica desaparece y, en su lugar, se impone la necesidad
“de interrogar el ser del hombre como el fundamento de todas las positividades”. 6
Si el “hombre” del que habla Foucault es el mismo cuyo estudio se impone en el siglo
XVIII, es preciso, entonces, adelantar su aparición al menos medio siglo. En contrapartida, si el
concepto de “hombre” sobre el cual descansa la “arqueología de las ciencias humanas” no tiene
nada que ver con aquel concepto que domina el pensamiento de las Luces, entonces éste no es
inteligible salvo en el interior de la grilla de lectura foucaultiana. Es por eso que finalmente la
cuestión importa poco. Es preciso, de todas maneras, señalar hasta qué punto el veredicto
foucaultiano renueva la pregunta en torno a los “orígenes” de las ciencias humanas en el siglo
XVIII e inspira nuevas miradas respecto de las continuidades y discontinuidades entre las
ciencias humanas del siglo XIX y XX y las diversas formas de la “ciencia del hombre” de las
Luces. 7 En ocasiones contra el mismo Foucault, la historiografía que está en deuda con él
confirma que la historia de la psicología en el XVIII siglo no puede llevarse a cabo a partir de
ideas psicológicas elegidas exclusivamente en función de preguntas actuales ni puede encararse
como si la psicología hubiera existido siempre, en el seno de contextos discursivos e ideológicos
(la metafísica, la filosofía natural y la teología) que hubieran ocultado o impedido su emergencia.
La idea misma de “ciencia del hombre” ha jugado un rol clave en el advenimiento de las
ciencias humanas. 8 Las ciencias del hombre no existen hoy sino en su pluralidad. Sin embargo,
como ciencia social, 9 la ciencia del hombre nace en singular; y la idea de una ciencia que
reuniera de manera integrada todas las disciplinas que tratan sobre el ser humano ha tenido una
función reguladora fundamental en la constitución del campo moderno de las ciencias humanas.
Como lo ha señalado François Azouvi, la historia de la ciencia del hombre desde Descartes es la
de los debates concernientes a la extensión que conviene otorgar a las diversas ciencias que
estudian al hombre, ciencias “en las cuales sólo la unión constituye la ciencia del hombre en sí
misma”. 10 En los inicios del siglo XIX, luego de varios decenios de reflexión sobre el tema, la
idea de que la ciencia del hombre permanecía aún sin fundar era todavía un lugar común. Y si esa
falta se hacía sentir, se debía a que las tentativas de constituir la ciencia en cuestión parecerían
haberse quedado en una yuxtaposición de disciplinas, en lugar “de integrar sin confundirlas
diversas ciencias cuya unión es necesaria para conocer al hombre bajo todas sus ‘facetas’”. 11
La expresión más citada de aquel ideal unitario es probablemente la de David Hume
(1711-1776) en la introducción de su Traité de la nature humaine de 1739. Hume hace de una

6
Ibíd., p. 356.
7
Además de Fox, Porter y Wokler, Inventing human science y Smith, “Does the history of psychology have a
subject?”, véase Richard Olson, The emergence of the social sciences, 1642-1792 (Nueva York, Twayne, 1993);
Olson, “The human sciences” en Roy Porter, ed., The Cambridge history of sciences, vol. 4: Eighteenth-century
science (Cambridge, Cambridge University Press, 2003); Roger Smith, The Fontana history of human sciences
(Londres, Fontana Press, 1997); Jan Goldstein, “Bringing the psyche into scientific focus” en Theodore M. Porter y
Dorothy Ross, eds., The Cambridge history of science, 7: The modern social sciences (Nueva York, Cambridge
University Press, 2003. Si bien se interesa por la “redistribución de la geografía mental” que hace surgir a las
ciencias humanas en el siglo de las Luces, Gusdorf (L’avènement des sciences humaines, p. 21) no parece mantener
sobre este punto ningún dialogo con Foucault.
8
F. Vidal, “La ‘cience de l’homme’: désirs d’unité et juxtapositions encyclopédiques”, en Claude Blanckaert y al.,
eds., L’histoire des sciences de l’homme. Trajectoire, enjeux et questions vives (París, L’Harmattan, 1999).
9
Brian W. Head, “The origins of ‘la science sociale’ in France, 1770-1800”, Australian Journal of French Studies,
19, 1982, 115-132.
10
François Azouvi, Maine de Biran. La science de l’homme (París, Vrin, 1995), p.7.
11
Ibíd. p.10.
ciencia del hombre respaldada en la experiencia y la observación el único fundamento válido de
todas las ciencias, comprendidas la lógica, la moral, la crítica y la política; la razón de ello es que
todas las ciencias se derivan de la naturaleza humana. 12 La creación de tal ciencia del hombre
será el proyecto central de los iluministas escoceses y animará numerosas empresas
contemporáneas. En su misma definición, la ciencia del hombre engloba una multiplicidad de
campos de saber, que se propone integrar. Estos diversos campos se desarrollan en función de un
ideal de unidad, asimilación y articulación recíproca. La ciencia del hombre y las disciplinas que
la componen se revelan como mutuamente dependientes, ya que aquélla no podría existir sin
éstas, y estas últimas obtienen de la primera su sentido y su principio regulador. La psicología es
la ciencia clave de este conjunto. Por una parte, porque ella ilustra los principios y los
mecanismos del conocimiento mismo. Para Hume, por ejemplo, los principios de la asociación de
las ideas (semejanza, continuidad en el tiempo o en el espacio y relación de causa y efecto)
equivalen a la atracción newtoniana y tienen el mismo alcance universal. 13
Por otra parte, si la psicología ocupa un lugar privilegiado en la ciencia del hombre es
debido a que se dirige a lo que caracteriza al ser humano: esto es, un compuesto de alma y
cuerpo, y el sujeto de la psicología es el alma unida al cuerpo, en constante interacción o
“comercio” con él. La definición misma del alma lo señala a veces. Ésta es, habitualmente, una
fuerza representativa o bien la parte pensante del hombre. Sin embargo, en su influyente
diccionario filosófico (el primero en aparecer en una lengua vernácula) Johann Georg Walch
(1693-1775), sucesivamente profesor de retórica, de filosofía y de teología en Jena, define el
alma como la sustancia con la cual está unido el cuerpo, de manera tal que el ser completo del
hombre ocurre a través de esta unión. 14 En lugar de poner el acento en la naturaleza separable del
alma, Walch remarca su unión con el cuerpo para formar al ser humano. De manera más o menos
explícita, una definición similar formó parte siempre de los postulados del discurso antropológico
de las Luces.
En los siglos XVII y XVIII, la disciplina llamada antropología se concentra en la
fisiología y sobre todo en la anatomía humana. En el siglo siguiente, la antropología se vuelve
una ciencia general del hombre caracterizada por dosis diversas de psicología, medicina,
fisiología y filosofía, pero sin incluir, por lo general, las cuestiones propias de la etnografía de los
pueblos “salvajes” ni de la antropología física, cultural y social. 15 Su tema central sigue siendo el
hombre en tanto ser complejo. Siguiendo el ejemplo de Montesquieu cuando se representa el
alma en el cuerpo “como una araña en su telaraña”, el antropólogo y, a fortiori, psicólogo de las

12
“There is no question of importance, whose decision is not compriz’d in the science of man; and there is none,
which can be decided with any certainty, before we become acquainted with that science. In pretending therefore to
explain the principles of human nature, we in effect propose a complete system of the sciences […]” [“No hay
ninguna cuestión de importancia cuya decisión no se halle comprendida en la ciencia del hombre, y no hay ninguna
que pueda decidirse con alguna certeza antes de que hayamos llegado a conocer esta ciencia. Por ende, al pretender
explicar los principios de la naturaleza humana, proponemos, en efecto, un sistema completo de las ciencias […]”. N.
de los T.]. David Hume, A Treatise of human nature: being an attempt to introduce the experimental method of
reasoning into moral subjects (1739-1740), ed. L. A. Selby-Bigge, revisado por P. H. Nidditch (Oxford Clarendon
Press, 1978), p. XVI.
13
Hume, Treatise, parte I, libro I, sección IV.
14
“Nach der gewöhnlichen Bedeutung dieses Worts ist die Seele diejenige geistliche Substanz, welche mit dem
menschlichen Körper vereiniget, so das durch diese Vereinigung der Seelen und des Körpers das volligen Wesen des
Menschen entstehet”. Johann Georg Walch, Philosophischen Lexikon (1726), ed. Justus Christian Hennings (1775;
Hildesheim, Olms, 1968), art. “Seele”, 2, cols, 761-772.
15
Maretta Linden, Untersuchungen zum Anthopologiebegriff des 18. Jarhunderts (Bern, Lang, 1976); Odo
Marquard, “Anthropologie”, en Ritter y al., Historisches Wörterbuch, vol. 1.
Luces, no admite reducir el alma a la materia pero pone en evidencia la unión y la dependencia
mutua de ambas sustancias. 16 Tomemos tres ejemplos.
El primero es el de Alexandre-César Chavannes (1731-1800), pastor y profesor de
teología dogmática en la Académie de la Lausanne. En 1788 publica una Anthropologie ou
Science générale de l´homme pour servir d´introduction à l’étude de la Philosophie & des
Langues, & de guide dans le plan d´éducation intellectuelle. 17 Se trata de uno de los proyectos
más ambicioso en su género. En esta obra, Chavannes esboza numerosas ciencias. La primera es
la “antropología” propiamente dicha. Ésta considera al hombre “en la constitución de su
naturaleza”, es decir, como poseedor de una vida vegetativa, animal e inteligente, y como un ser
mixto, compuesto de un cuerpo y un alma. Luego vienen las ciencias que abordan al hombre
desde diversos ángulos: la etnología, estudio de las diversas naciones y sus orígenes, la noología,
ciencia del hombre en tanto ser inteligente, dotado de espíritu (noos); la bulología [boulologie],
es decir el examen del hombre como ser dotado de voluntad (boulê), de actividad y de libertad,
que lleva a una exposición sobre las leyes naturales de la moral así como sobre la necesidad de la
moral revelada; la glosología, ciencia del hombre parlante; la etimología, la lexicología y la
gramatología (siendo ésta, por lo tanto, la ciencia de la gramática general); y, finalmente, la
mitología, “o ciencia del hombre abocado en todos los tiempos a la búsqueda de su origen y de
sus destinos futuros, pero desafortunadamente demasiado inclinado a perderse en ese punto”. El
conjunto constituye la ciencia general del hombre.
La antropología de Chavannes es representativa en dos aspectos. Por un lado, bosqueja, en
gran escala, una disciplina cuya ausencia, al menos a partir de Hume, no se dejaba de lamentar.
El mismo Chavannes estaba convencido de suplir esa falta. Este autor observa, por ejemplo, que,
aunque las clasificaciones de saberes publicados en las encyclopédies mostraran que las ciencias
“se referían directamente al hombre como su objeto principal”, éstas omitían una ciencia del
hombre. 18
Habiendo leído los Autores que escribieron sobre diferentes géneros, en la lectura de una
Enciclopedia, quién diría que el hombre es el centro donde todas las ciencias deben llegar,
donde todos los rayos de la luz intelectual deben converger. El olvido respecto a esto ha sido
tan sorprendente que en la distribución de las ciencias, en el árbol genealógico que las
presenta y en las obras destinadas a una instrucción universal, no se ha concebido la idea ni
hecho la menor mención a la ciencia general del hombre, y se han podido tratar las diversas
partes de la Filosofía, la Psicologia, la Lógica y la Moral sin haber pensado en hacerlas
proceder de esta ciencia que llamamos la Antropología. 19
Chavannes dedica sus más grandes esfuerzos a la elaboración de esta ciencia: su Anthropologie
de 1788 no es sino el resumen de una obra más vasta que ha quedado inconclusa e inédita. 20 La
ciencia cuya ausencia Chavannes señala es la “antropología propiamente dicha”, que contempla

16
“El alma es, en nuestro cuerpo, como una araña en su telaraña. Ésta no puede moverse sin poner en movimiento
alguno de los hilos comprendidos a lo largo, y, de la misma manera, no podemos mover uno de sus hilos sin moverla
[…]”. Charles de Secondant, Barón de Montesquieu, “Essai sur les causes qui peuvent affecter les esprits et les
caractères” (previo a 1748), en Œuvres, ed. Roger Caillois (París, Gallimard, 1951), vol. 2, p. 49.
17
Alexandre-César Chavannes, Anthropologie ou Science générale de l´homme pour servir d´introduction à l ´ étude
de la Philosophie & des Langues, & de guide dans le plan d´éducation intellectuelle (Lausanne, 1788). Véase Gérald
Berthoud, “Une ‘science générale de l’homme’. L’œuvre d’Alexandre-César Chavannes”, Annales Benjamin
Constant, n° 13, 1992, 29-42.
18
Alexandre-César Chavannes, Essai sur l’éducation intellectuelle, avec le projet d’une science nouvelle (Lausanne,
1787), p. 55.
19
Ibíd., p. 56.
20
Anthropologie ou science générale de l’homme pour servir d’introduction à l’étude de la philosophie et des
langues, et de guide dans le plan d’éducation intellectuelle, manuscrito en trece volúmenes encuadernados, no
fechados. Département des manuscrits, Bibliothèque cantonale et universitaire, Lausanne.
al hombre en su naturaleza total y mixta, corporal y espiritual. Ésta sería, a su vez, propedéutica
(porque hace conocer la naturaleza esencial del objeto de las ciencias especializadas) y sintética,
ya que integra los datos suministrados por tales ciencias, confirma su acuerdo con una
epistemología de la observación y de la experiencia y los sitúa en la perspectiva cristiana de la
unión del alma y del cuerpo así como del destino último del ser humano. Esta antropología
propiamente dicha precede a las ciencias que estudian al hombre y que, colectivamente,
configuran la antropología en tanto ciencia general.
La antropología de Chavannes aspira a la totalidad; procede del hombre físico al hombre
moral y social, confiere un lugar central al estudio del lenguaje y apunta a una educación que, en
última instancia, se apoya sobre la perfectibilidad intrínseca del hombre para prepararlo en su
vida terrenal y en el más allá. Su “único objetivo” es el de acercar tres “cuadros”: el del progreso
de los conocimientos, el de las operaciones que cada ser humano efectúa para extender su
inteligencia y aquél que revela los orígenes y el desarrollo del lenguaje. 21 Para Chavannes, la
psicología no es una ciencia autónoma y las materias psicológicas se dispersan en la antropología
propiamente dicha, la boulología y la noología. 22 El pastor escribe, no obstante, que “si existe en
la antropología una verdad incontestable, ésta es la distinción de dos sustancias en el hombre”: el
alma y el cuerpo son las partes “esencialmente distintas pero ligadas entre ellas del modo más
íntimo y sometidas a ciertas Leyes de unión constantes e invariables. […] De las propiedades de
estas dos sustancias, de su unión, de las Leyes de esta unión, en lo que es común a todos los
individuos, depende la naturaleza propia o específica del hombre”. 23 Y ésta descansa en el hecho
de que el alma no puede ejercer una actividad sin que el cuerpo participe y que, asimismo, el
cuerpo no experimenta ningún cambio sin que por eso resulte en una modificación del alma. “El
estado del alma [escribe también el pastor] corresponde generalmente al del cuerpo […]”. 24 Éste
es el principio mismo de la psicología empírica, el cual determina sus objetos y dicta su método.
El segundo ejemplo es el de Jean Paul Marat (1743-1793). En 1773, cuando todavía era
médico en Londres y aún buscaba cierta reputación por sus “investigaciones físicas” sobre el
fuego, la electricidad y la luz, Marat publicó A philosophical essay on man, editado dos años más
tarde en francés. 25 Está lejos del incendiario periódico L' Ami du Peuple que redactó durante la
Revolución francesa y que le valió su reputación literaria… El tratado De l' homme era la
respuesta de un médico-filosofo al materialismo de Helvétius y de La Mettrie así como a la
antropología de Buffon. En el subtítulo del libro –des principes et des loix de l 'influence de l'âme
sur le corps, et du corps sur l'âme– Marat declara que no se podría abordar al hombre sin
considerar lo que lo define esencialmente. Con un triunfalismo del todo filosófico, Marat asegura
que, en cuanto a la ciencia del hombre, la humanidad se ha quedado durante largo tiempo en la
oscuridad y en la superstición, pero que, gracias al retorno a los métodos de la observación, se ha
cesado de abordar esta ciencia de manera vaga y general. Esto, sin embargo, le parece todavía

21
Chavannes, Essai sur l’éducation, p. 144.
22
Respecto a “la vida de la inteligencia”, la antropología propiamente dicha analiza las facultades mentales; la
boulología comprende una “teoría psicológica del hombre moral” que incluye desde el análisis de las causas
impulsivas de la acción a la obligación para el hombre de elevarse a la idea del origen primero y de su futuro destino;
la noologíae comprende la psicología y la lógica, la primera analiza aquí las facultades y las operaciones
intelectuales.
23
Chavannes, Anthropologie, manuscrito, vol. 1.2 (Anthropologie) p. 6r.
24
Ibid, p. 16r.
25
Jean Paul Marat, De l' homme, ou des principes et des loix de l 'influence de l'âme sur le corps, et du corps sur
l'âme (Ámsterdam, con Marc-Michel Rey, 1775). Los números tanto del volumen como de la página figuran en el
texto. Respecto a Marat et De l'homme, véase G. Matthias Tripp, “Nachwort”, en J. P. Marat, Über den Menschen
oder die Prinzipien und Gesetze des Einflusses der Seele und den Körper und der Körpers aud die Seele, ed. G. M.
Tripa, trad. Joachim Wilke (Weinheim, VCH, Acta Humaniora, 1992).
insuficiente. En un pasaje que evoca a Descartes, Marat explica que este tema ha permanecido
fragmentado y sus diversas partes han estado aisladas y sueltas entre sí:
Los Anatomistas examinaron la parte corporal, los Filósofos examinaron la parte pensante
[…] Observamos pues con más fuerza que antes; pero al ser realizadas por diferentes mentes,
por Metafísicos que no eran Anatomistas y por Anatomistas que no eran Metafísicos, las
observaciones fueron totalmente aisladas y la ciencia del Hombre quedó en ideas sueltas. […]
Se conocían las facultades del Alma y el mecanismo del Cuerpo pero no se conocía en
absoluto al Hombre entero; no se habían tenido en cuenta los informes singulares de las
sustancias que componían a su ser; apenas habíamos observado su sorprendente influencia.
Así, el Hombre era todavía un enigma, un misterio impenetrable. (I, vi, vii, viii)26
La antropología tiene como misión describir y explicar las interacciones del alma y del cuerpo,
del espíritu y de la física, con el fin de resolver tal enigma y producir el conocimiento del
“hombre entero”.
Marat lleva a cabo su programa en tres fases. Como anatomista, se ocupa en particular del
sistema nervioso, y aspira a demostrar que el fluido nervioso constituye el lazo entre el cuerpo y
el alma (I, 52). En tanto “metafísico”, aborda las facultades mentales observando su desarrollo a
partir del nacimiento, desde las sensaciones hasta el entendimiento (I, 218 sqq.). Finalmente, se
concentra en la influencia recíproca entre alma y del cuerpo, para concluir que su armonía
depende totalmente de la “organización” del cuerpo (II, 378). Marat está convencido que sólo
estudiando cada sustancia aisladamente obtendrá una “base sólida” para conocer al hombre (II,
1). Desde entonces, habiendo examinado por separado el alma y el cuerpo, Marat anuncia
solemnemente que “es tiempo de examinar al Hombre mismo, de conocer la influencia recíproca
de sus dos sustancias y de procurar penetrar la razón de sus sorprendentes relaciones” (II, 2). Allí
radica el objetivo propio de la ciencia del hombre –lo que, una vez más, coloca la psicología en el
corazón de su propósito.
El tercer ejemplo es un contemporáneo de Marat, Ernst Platner (1744-1818), profesor de
medicina y de filosofía en Leipzig. En 1772 publica una Anthropologie pour médecins et
philosophes. La palabra antropología designa aquí una ciencia que aborda al hombre en su
totalidad desde un punto de vista tanto médico como filosófico, poniendo el acento en las
relaciones entre el alma y el cuerpo: la portada sitúa frente a frente los retratos de Hipócrates y de
Platón. 27 Platner llega así a dar una visibilidad considerable a la antropología psicofísica que, ya
desde antes de la década de 1750, define una de las orientaciones principales de la investigación
en la facultad de medicina de la Universidad de Halle. 28
El filósofo asegura que no tiene la intención de escribir una psicología así como Locke,
Condillac o Hume no tuvieron intención de escribir una antropología; asimismo, no desea
tampoco hacer un tratado de anatomía o de fisiología. 29 Platner se limita, más bien, a dividir el
conocimiento del hombre en tres ciencias: primero, la anatomía y la fisiología, las cuales se
ocuparían de las partes y del funcionamiento de la “máquina”, independientemente de sus efectos
26
Cf. R. Descartes, Traité de l´homme, 1ra parte (De la machine de son corps), § I: “Estos hombres estarán
compuestos, como nosotros, por un Alma y un Cuerpo. Y es preciso que le describa, primero, el Cuerpo separado,
luego, el Alma también aparte; y finalmente, que le demuestre cómo estas dos naturalezas deben ser juntadas y
unidas para componer hombres que se nos parezcan”.
27
Ernst Platner, Anthropologie für Aerzte und Waltweise (1772; Hildesheim, Olms, 1998). Véase Alexander
Kosesina, “Nachwort”, in Platner, Anthropologie; Kosenina, Ernst Platners Anthropologie und Philosophie. Der
philosophische Arzt und seine Wirkung auf Johann Karl Wezel und Jean Paul (Würzburg, Königshausen &
Neumann, 1989), ch. 1; Harald Schöndorf, “Der Leib und sein Verhältnis zur Seele bei Ernst Platner”, Theologie und
Philosophie, 60, 1985, 77-87.
28
Carsten Zelle, ed. “Vernünftige Ärzte” en Hallesche Psychomedizinischer und die Anfänge der Anthropologie in
der deutschprachigen Frühaufklärung (Tübingen, Max Niemeyer, 2001).
29
Platner, Anthropologie, pp. XV y XVII.
sobre el alma; luego se estudiarían los poderes y las propiedades del alma independientemente
del cuerpo, lo cual constituiría la psicología o (lo que, según Platner, viene a ser lo mismo) la
lógica, la estética y una gran parte de la filosofía moral; finalmente, se examinaría el cuerpo y el
alma en sus relaciones recíprocas, que es la tarea de la antropología propiamente dicha. 30
Platner señala que su Anthropologie no es un manual sino un “proyecto” (Plan), “esbozo
de un plan” (Entwurf eines Grundißes) destinado tanto más a los entendidos y maestros de
filosofía o medicina que a los estudiantes; asimismo, indica que su proyecto implica “más hechos
que especulaciones” (Mehr Fakta als Spekulationen); es por eso, explica el autor, que lo ha
redactado en un estilo aforístico. 31 El “sentido íntimo” (Selbstgefühl) ciertamente establece la
verdad de la inmaterialidad del alma. Éste es el punto de partida. No obstante, conforme a su
propia definición de antropología, Platner consagra su texto a preguntas de orden psicológico (la
generación de las ideas, la memoria, la imaginación, la razón, el genio), preguntas abordadas
desde el ángulo psicofisiológico, y que asientan al alma en el médula del cerebro y localizando
allí los procesos mecánico-hidráulicos que hacen a la unión entre el alma y el cuerpo. 32 En 1790
Platner publica su Nouvelle anthropologie pour médecins et philosophes. A pesar de ser un
volumen considerablemente aumentado y teniendo en cuenta las declaraciones del autor sobre el
carácter totalmente original de la obra, la Nouvelle anthropologie no modifica la esencia de su
obra anterior. Da mayor lugar al conjunto del cuerpo humano, al analizar la anatomía y poner
énfasis en cuestiones neurológicas, incluso en la sede del alma. Esto no constituye, de todos
modos, más que aproximadamente un quinto del libro; el resto del mismo se apoya en las
operaciones del alma; la obra debía ser continuada por un conjunto de volúmenes que nunca se
publicaron, que abordarían, desde una perspectiva psicofisiológica, la patología mental, los
temperamentos, los sexos y las etapas de la vida. 33
Platner introduce una novedad en lo que concierne a la unión del alma y del cuerpo –pero
para librarse de la pregunta más que para resolverla. Partidario del influxus physicus (contra el
ocasionalismo o la armonía preestablecida), el autor divide al “órgano del alma” en dos, y se
acerca de tal modo a la doctrina “animista” del químico y médico Georg Ernst Stahl (1660-1734).
En su Theoria medica vera de 1707, Stahl se negaba a ver en el cuerpo una simple máquina y
atribuía su forma y sus funciones a un principio vital inmaterial que identificaba con el alma
(anima) o la naturaleza. Platner creía que el movimiento animal respondía a un poder del alma, a
una Seelenkraft, más que a la irritabilidad de las fibras musculares como sostenía Albert de Haller
(§ 270). El cuerpo humano estaba formado por una masa animal y por un “espíritu nervioso”

30
“Die Erkennitnis des Menschen wäre, wir mira dünkt, in drey Wissenschaften abzutheilen. Man kann erstlich die
Theile und Geschäffte der Maschine allein betrachten, ohne dabey auf die Enschränkungen zu sehen, welche diese
Bewegungen von der Seele empfangen, oder welche die Seele wiederum von der Maschine leidet; das ist Anatomie
und Physiologie, Qweytens kann man auf eben diese Art die Kräfte und Eigenschaften der Seele untersuchen, ohne
allezeit die Mitwirkung des Körpers oder die daraus in der Maschine erfolgenden Veränderungen in Betrachtung zu
ziehen; das wäre Psychololgie, oder welches einerley iest, Logik, Aesthetik und ein großer theil der
Moralphilosophie [...] Endlich kann man Körper une Seele in ihren gegenseitigen Verhältnissen, Einschränkungen
und Beziehungen zusammen betrachten, und das ist es, was ich Anthropologie nenne”. Ibíd.., pp. XV-XVII.
31
Ibíd., p. XVIII.
32
Véase tambien los aforismos que Platner publica para su enseñanza, por ejemplo: “Alle bedeutende Zerrüttungen
des Gehirns hindern überhaupt die Seelenwirkungen” (§ 66); “Die innere Seelenorgan, oder der Sitz der Seele, ist
derjenige Theil des Körpers, in welchem alle Sinneneindrücke sich endigen, alle Bewegungen des Körpers sich
anfangen, und alle Seelenwirkungen zunächst sich äußern” (§ 67). Platner, Philosophische Aphorismen nebst einigen
Anleitungen zur philosophischen Geschichte (2º ed., 1793-1800, Bruselas, Culture et Civilisation, 1970)
33
Ernst Platner, Neue Anthropologie für Aerzte und Weltweise. Mit besonderer Rücksicht auf Physiologie,
Pathologie, Moralphilosophie und Aesthetik, vol. 1 [único publicado] (Leipzig, Siegfried Lebrecht Crusius, 1790).
Los números de los apartados (§) figuran en el texto. Platner a menudo remite a su Philosophische Aphorismen.
Sobre la influencia considerable de los Aphorismes y de la Anthropologie en la enseñanza universitaria, véase
Kosenina, Ernst Platners Anthropologie.
(Nervengeist), un principio invisible muy sutil y diferente de los otros fluidos y partes sólidas del
cuerpo (§1-3). Este espíritu nervioso sería el órgano del alma (§ 186). Consecuentemente, los
animales privados de nervios, del órgano del alma y, por lo tanto, de alma, no eran
verdaderamente animales sino más bien plantas con forma animal (§ 281). Sin embargo, habría
dos órganos del alma, uno espiritual (das geistige Seelenorgan) y otro animal (das thierische
Seelenorgan), de los cuales dependían los sentidos superiores e inferiores respectivamente (§
(210-214). El alma humana necesitaba ambos: si estuviera dotada tan sólo del órgano espiritual,
sería un ángel; si dispusiera tan sólo del segundo componente, sería un animal. El hombre resulta
entonces de la unión y de la influencia mezclada de ambos. 34 Nuevamente, el ser humano es un
compuesto, y en tanto tal es el tema propio de la antropología. Como bien lo recuerda Platner, “el
hombre es la totalidad del alma y del cuerpo en la medida en que las modificaciones del alma son
en parte los efectos, en parte las causas de las modificaciones del cuerpo, de modo tal que por
esta relación mutua y causal, el alma y el cuerpo están unidos de la manera más íntima y
precisa”. 35
Si existe un leitmotiv de la antropología de las Luces, es la idea de que su objeto de
estudio debe estar constituido por el hombre entendido como un ser mixto pero “entero”. A pesar
de sus profundas diferencias, Chavannes, Marat y Platner proclaman que sus antropologías son
proyectos de una nueva ciencia, y ponen el acento en la novedad que consiste, a sus ojos, en
estudiar al hombre “en la constitución de su naturaleza”. Este ser no es sin duda aquél en el que
pensaba Michel Foucault cuando planteaba que en el siglo XVIII el hombre no existía; pero es
precisamente el que se trataba de poner “del lado de los objetos científicos” para que su
conocimiento pudiera volverse el “fundamento de todas las positividades” –comenzando por
aquélla que representaba la psicología empírica.

Una República de las Letras

Gracias a las mismas “Luces”, el desarrollo de la psicología como disciplina presenta a la


vez tanto matices nacionales como una significativa unidad. Independientemente de su origen, los
psicólogos del siglo XVIII apelaron a los métodos empíricos y compartieron un denominador
común de extracción lockeana. En relación con las diferencias existentes, es válido citar las
observaciones de Johann Nicolás Tetens (1736/38-1807), uno de los grandes autores de la
psicología de la Aufklärung (las Luces alemanas). Frente a la “filosofía francesa racionalista”
(raisonnierende) y al “genio geométrico” Leibniz-wolffiano propio de su país, Tetens prefirió el
método de observación utilizado por los británicos. 36 Este autor observa, no obstante, que este
método (die beobachtende) del cual Locke se había servido primero para estudiar el
entendimiento, es también el que “nuestros psicólogos” utilizaban en el dominio de la psicología

34
“Hätte die menschliche Seele nur allein das geistige Seelenorgan, so wäre sie Engel; nur allein das thierische, so
wirkte sie als Thier. Durch die einige Verbindung und durch die Vermischten Einwirkungen veyder, wird das
Mittelding zwischen Engel und Thier –der Mensch” (§ 215).
35
“Der Mensch ist in sofern das Ganze von Seele und Körper, wiefern die Veränderungen der Seele, theils
Wirkungen, theils Ursachen von Veränderungen des Körpers, folglich Seele und Körper, durch dieses wechselseitige
ursachliche Verhälhtniß, innigst und genau ve(r)bunden sind” (§ 175).
36
Johann Nicolas Tetens, Über die allgemeine speculativische Philosophie (1775), en Wilhelm Uebele, ed. , J. N.
Tetens, Über die allgemeine speculativische Philosophie. Philosophische Versuche über die menschliche Natur und
ihre Entwickelung (Berlin, Verlag von Reuther & Reichard, 1913), p. 1 (siempre remito a los números de página
original que Uebele reproduce en los márgenes de su edición). Cf. Jeffrey Barnouw, “Psychologie empirique et
épistémologie dans les Philosophische Versuche de Tetens”, Archives de philosophie, 46, 1983, 271-289, p. 278.
Véase también la útil introducción de Raffaele Ciafardone con extractos traducidos de Versuche y de Über die
allgemeine: J. N. Tetens, Saggi filosofice e scriti minori (L’ Aquila, L. U. Japadre, 1983).
empírica (Erfahrungs-Seelenlehre). 37 De este modo, las problemáticas que estos psicólogos dicen
abordar por medio de la observación se definen, en parte, en el ámbito de la filosofía wolffiana y
en estricta relación con los omnipresentes autores franceses (que comprenden no sólo a Condillac
sino también al ginebrino Charles Bonnet).
En la práctica, las orientaciones aproximadamente nacionales no son nunca puras; las
mismas echan raíces en terrenos institucionales y socioconfesionales dotados de características
propias, pero a menudo imbricados y fuertemente asimiladores. La psicología evoluciona en un
universo aún intensamente animado por el sentimiento de constituir una República de las Letras.
Los trabajos circulan, sobre todo, desde los dominios francés e inglés hacia el alemán y el
italiano; 38 y si bien tanto Suiza como Italia y Alemania constaban de estados territoriales, los
mismos fueron, sin embargo, percibidos como unidades, incluso siendo estados de pleno derecho
–Tetens hace referencia a “nuestros psicólogos” y los viajeros visitan “Italia” o “Suiza”.
En el siglo XVIII, es en Alemania, como ya se ha señalado, donde la psicología ha de
tener un mayor desarrollo. Las razones de esto se deben, en parte, a la historia de las
universidades protestantes y sus necesidades pedagógicas, pero, asimismo, debido a la
continuación en este país de la investigación metafísica. En oposición a la tendencia dominante
entre los ingleses y los franceses, un número de filósofos y psicólogos alemanes se negaron a
reducir la metafísica a la teoría sensualista del origen del conocimiento y se inclinan más bien por
la búsqueda de las nociones primeras y a una doctrina de los fundamentos. Abandonaron de tal
manera los esquemas deductivos y el método “geométrico”, pero no la exigencia de alcanzar
conceptos universales fundamentales. De tal búsqueda, la psicología empírica debía proporcionar
entonces el punto de partida, pero no podía constituir el resultado. 39
Hasta finales del siglo XVII, lo que se denominaba psicología suponía habitualmente la
noción aristotélica del alma como principio de vida; es, entonces, la ciencia genérica de los seres
animados, que sirve de introducción para el estudio de las plantas y los animales así como para el
estudio del hombre. Un poco más tarde, hacia el año 1720, se cumple la desintegración de las
categorías aristotélicas y la psicología se convierte en la ciencia del espíritu humano. En el
mundo universitario, este desplazamiento adquiere su modalidad más sistemática en la figura de
Christian Wolff; en sus lecciones de historia de la filosofía, Hegel observa que Wolff había dado
a la disciplina una estructura que había sentado cátedra hasta los “tiempos recientes”, es decir,
hasta el año 1820. 40 Esta observación demuestra la inmensa presencia del pensamiento wolffiano
en el seno de las universidades, así como en su impacto sobre la filosofía universitaria en general
y la psicología en particular. Wolff, como ya se ha visto, proponía dos psicologías: una
“empírica”, a posteriori y basada en la experiencia y otra “racional”, a priori, la cual resultaba de
la deducción a partir de definiciones y de axiomas. Ambas formarán parte de los numerosos
manuales wolffianos que fueron usados hasta el final de este siglo.
A pesar del papel de Wolff en la reorganización de la filosofía alemana en un sentido no-
aristotélico, así como la persistencia de la psicología racional en los programas universitarios y
los léxicos filosóficos, 41 quienes quisieron desarrollar la psicología siguieron el camino empírico.

37
Tetens, Philosophische Versuche (1777), “Vorrede”, p. IV.
38
Véase por ejemplo Manfred Kuehn, Scottish common sense in Germany, 1768-1800. A contribution to the history
of critical philosophy (Kingston / Montreal, McGill-Queen’s University Press, 1987); respecto a la difusión de la
obra de Bonnet, véase Jacques Marx, Charles Bonnet contre les Lumières 1738-1850 (Oxford, Voltaire Foundation,
1976).
39
Véase por ejemplo Michel Puech, “Tetens et la crise de la métaphysique allemande en 1775. (Über die allgemeine
speculativische Philosophie)”, Revue philosophique, 1992, n° 1,3-29.
40
Hegel, Vorlesungen, p. 260.
41
Por ejemplo, Johann Christian Lossius, Neues philosophisches allgemeins Real-Lexikon oder Wörterbuch der
gesammten philosophischen Wissenschaften (Erfurt, por J. E. G. Rudolphi, 1805), art. “Psychologie”.
La declaración de Johann Georg Sulzer es completamente representativa. En una disertación
sobre “todas ciencias y otras partes del saber” aparecida en 1759, Sulzer considera que no se le
puede negar del todo a Wolff el honor de haber inventado y definido la psicología empírica. Si
bien tales observaciones ya habían sido realizadas, nadie antes de Wolff las había reunido en un
sistema, relacionándolas entre ellas y ordenándolas según diversos conceptos. No obstante, es
menester reconocer, escribe Sulzer, que esta rama de la filosofía es susceptible de hacer todavía
grandes progresos; y así como el conocimiento del alma humana es la más noble de las ciencias,
la indagación de la psicología empírica es la tarea más deseable.
Sulzer desea, por sobre todo, que se estudien los “objetos oscuros del alma” y su
comportamiento en el caso de conocimientos confusos o juicios rápidos. 42 Este autor, por otra
parte, considera útil reunir ciertos casos psicológicos extraordinarios que no pueden ser
explicados por las propiedades conocidas del alma, tales como los presentimientos que ciertas
personas tienen en sus sueños, incluso durante la vigilia; lo mismo plantea para todas las formas
de locura. 43 La psicología racional (Erklärende), reconoce el filósofo, es también de un gran
valor y tiene el mérito de estar en la primera fila de las ciencias. Es justamente Wolff quien forja
una ciencia, ya que nadie antes de él había podido deducir lógicamente (durch Vernunftschlüsse)
las propiedades del alma a partir de su esencia. “Pero nadie hubiera podido emprender esto antes
de que la psicología empírica fuera una ciencia sólida”. 44
Las tentativas de elaboración de semejante ciencia –que son numerosas tanto por parte de
profesores como por parte de filósofos, médicos y teólogos independientes de las universidades–
se relacionan todas con un “giro antropológico” que se puede fechar, en lo sucesivo, a partir de la
primera mitad de ese siglo. 45 Lejos de formar un conjunto homogéneo, las investigaciones
psicológicas de la Aufklärung tomaron diferentes orientaciones relativamente resistentes a la
herencia lockeana, 46 pero más o menos metafísicas o psicofisiológicas, más o menos cercanas a
la filosofía o a la medicina, más o menos centradas en la elucidación de la naturaleza del alma o
bien sobre sus aplicaciones en la ética, la estética, la pedagogía o la moral. Esta abundancia se
manifiesta no sólo en la enseñanza, los manuales universitarios y los tratados, sino también en las
revistas. Desde 1750, la Academia de Berlín comenzó a publicar de manera regular trabajos
psicológicos utilizando ocasionalmente la palabra psicología como categoría clasificatoria. 47 De
este modo, las décadas de 1780 y 1790 conocerán una explosión de periódicos centrados en
temáticas psicológicas y antropológicas. 48

42
Sulzer, Kurze Begriff, §206, pp. 158-159.
43
Ibíd., §207, pp. 159-160.
44
“Dieses konnte auch niemand unternehmen, ehe die beobachtende Psychologie zu einer ordentlichen Wissenschaft
geworden”; Ibid, § 209, p. 162.
45
Además de Dessoir, Geschichte; véase Eckart Scheerer, “Die Berliner Psychologie zur Zeit der Aufklärung (1764-
1806)”, en Lothat Sprung y Wolfgang Schönpflug, eds., Zur Geschichte der Psychologie in Berlin (Frankfurt, Peter
Lang, 1992); Georg Eckart, Matthias John, Temilo van Zantwijk y Paul Ziche, eds., Anthropologie und empirische
Psychologie um 1800 (Cologne, Böulau, 2001); Zelle, “Vernünftige Ärzte”. Para el “giro antropológico” y su
periodización, véase Werner Krauss, Zur Anthropologie des 18. Jahrhunderts. Die Frühgeschichte der Menschheit
im Blickpunkt der Aufklärung, ed. Hans Kortum y Christa Gohrisch (1978, Frankfurt, Ullstein, 1987) y Zelle,
“Sinnlichkeit und Therapie. Zur Gleichsprünglichkeit von Ästhetik und Anthropologie um 1750”, en Zelle,
Vernünftige Ärzte, pp. 5-10.
46
Klaus P. Fischer, “John Locke in the German Enlightenment: an interpretation”, Journal of the History of Ideas,
35, 1975, 431-446.
47
El periódico de la Academia Real de las Ciencias y las Bellas Letras de Berlín cambió su nombre durante el
periodo que nos interesa: Histoire de l 'Académie…(1745 -1769), Nouveaux mémoires…(1770-1786),
Mémoires…(1787-1804).
48
Georg Eckart y Matthias John, “Anthropologische und psychologische Zeitschriften um 1800”, en Eckart et al.,
Anthopologie.
Destinadas a un público erudito, estas revistas procuraron hacer progresar a la psicología
como ciencia empírica no tanto para consolidarla como una disciplina universitaria, sino más
bien con un objetivo moral y “filantrópico”. La primera y más reconocidas de estas
publicaciones, el Magazin zur Erfahrungsseelenkunden (1783-1793), tomó distancia del lenguaje
intelectualista y abstracto de las facultades mentales en provecho de observaciones que a menudo
tomaban la forma de relatos existenciales y personales basados en el examen de sí. Al postular
una psicología empírica que mereciera el nombre de “experiencial”, el Magazin publica estudios
de casos tanto normales como patológicos destinados a alimentar a una “medicina moral”
susceptible de mejorar a la humanidad a través del conocimiento de sí. 49 Los numerosos informes
y discusiones sobre sueños, por ejemplo, actualizan la función que el discurso psicológico juega
en la constitución de la identidad así como en la “experiencia burguesa de sí”. 50 Otras revistas
siguen ese modelo.
Psychologisches Magazin (1796-1798) de Carl Christian Erhard Schmid (1762-1812),
quien fuera profesor de filosofía en Jena, se interesó más bien por el desarrollo conceptual y
sistemático de la psicología, pero sin descuidar por eso el enfoque pragmático y filantrópico. En
cuanto al Répertoire général de psychologie empirique et des sciences connexes del teólogo
Immanuel David Mauchart (1764-1826), contiene numerosos informes concernientes a estados
patológicos o alterados (embriaguez, sueños, locura, presentimientos, visiones, desdoblamiento
de la personalidad), pero asimismo ensayos de moral, pedagogía y estética psicológicas,
observaciones sobre el niño (en 1798 Mauchart publica el diario “del desarrollo corporal y
psicológico” de su propia hija), así como estudios de historia de la psicología. 51 El objetivo de
Mauchart, que se consagra a la Aufklärung del pueblo, es presentar los hechos psicológicos como
susceptibles de poner a la psicología al servicio de la vida de todos y del interés general. En
suma, después de Wolff, la psicología empírica se vuelve rápidamente una disciplina floreciente,
considerada como una disciplina llena de futuro y, asimismo, como uno de los principales
instrumentos de las Luces.
Sabemos, sin embargo, que Immanuel Kant niega a la psicología el rango de ciencia.
¿Pero qué significa esto? En la Critique de la raison pure (1780), Kant demuestra la
imposibilidad de la psicología racional: lo que se puede decir sobre la naturaleza del alma a partir
de la proposición “yo pienso”, o bien se deriva de la experiencia (y es, por lo tanto, del sentido
íntimo), o bien se aplica a la unidad de la experiencia pensada (en ese caso, no es un saber sino
más bien una forma subjetiva general de la representación); no se trata, entonces, de un
conocimiento a priori a través de conceptos puros. En sus lecciones metafísicas de 1770, luego
en los Premiers principes métaphysiques de la science de la nature (1786), Kant explica que la
psicología podía, a lo sumo, volverse una descripción natural, “histórica” y a posteriori del alma,
“una fisiología del sentido interno, es decir, de los seres pensantes, así como la física es un
fisiología de la sentido externo, es decir, respecto a seres corporales”. 52 Ahora bien, en la medida
en que la psicología está desprovista de una parte “pura”, en la que las matemáticas se aplicarían
49
Karl Philipp Moritz, ed., ГΝΟѲ ІΣΑΥΤΟΝ oder Magazín zur Erfahrungs-Seelenkunde als ein Lesebuch für
Gelehrte und Ungelehrte (1783-1793); Nördlinge, Franz Greno, 1986), 10 vols. (el titulo Gnothi sauton significa
“conócete a ti mismo”).
50
Doris Kaufmann, Aufklärung, bürgerliche Selbsterfahrung und die “Erfindung” der Psychiatrie in Deutschland
1770-1850 (Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1995) y “Dreams and self-consciousness. Mapping the mind in the
late eighteenth and nineteenth centuries”, en L. Daston ed., Biographies of scientific objects (Chicago, University of
Chicago of Press, 2000)
51
Allgemeines Repertotium für empirische Psychologie und verwandte Wissenschaften, (1792-1793, 1798-1799,
1801); Neues allgemeines Repertorium…(1802-1803). Sobre el diario paterno de Mauchart (y otras obras del mismo
género) véase Heidrum Diele, “Man kann sich nun immer mit ihr abgeben…Tagebuch eines Vaters über seine 1797
geborene Tochter”, BIOS, 13, 2000, 125-134.
52
Kant, Leçons de métaphysique, pp. 242-243
a priori a su sujeto (el alma), Kant considera que la misma no puede ser consideraba como una
ciencia. 53 (Kant dice, por otra parte, esto mismo respecto a la química). Esto, sin embargo, no
excluía la aplicación de las matemáticas a fenómenos tales como la intensidad de las sensaciones;
y la psicología alemana del siglo XIX se desarrolla, en parte, en respuesta a este desafío
kantiano. 54
La psicología a la cual Kant niega la posibilidad de ser una ciencia “propiamente dicha”
en su filosofía crítica es la psicología que, como la de Wolff y Baumgarten, se funda en la
introspección o el sentido íntimo (Selbsgefühl) en detrimento de las acciones del sujeto. 55 Es
importante, pues, especificar el tipo de psicología a la que Kant se refiere y no leerlo únicamente
a la luz de su filosofía crítica. Kant se interesa vivamente por la psicología y, como hemos visto,
desea que se transforme en una disciplina universitaria. En 1763, en su Essai pour introduire en
philosophie le concept de grandeurs négatives, defiende la posibilidad de calcular
matemáticamente las experiencias de placer y de displacer. 56 En sus cursos de metafísica utiliza
el manual del wolffiano Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1762), del cual retoma la
estructura y los contenidos, incluida la psicología. 57 Su Anthropologie, publicada en 1798 sobre
la base de lecciones impartidas entre 1772 y 1796, es ampliamente una psicología empírica
enriquecida por materiales tomados de la historia, la biografía, la literatura y los informes de
viaje; es concebida desde una perspectiva “pragmática” (en oposición a una perspectiva
“fisiológica”), y pretendía guiar la conducta y el carácter y mostrar no lo que la naturaleza hace
del hombre, sino “aquello que el hombre, en tanto ser libre de sus actos, hace o puede y debe
hacer de sí mismo”. 58 En suma, como muchos de sus contemporáneos, Kant veía en una
psicología empírica anclada en una antropología pragmática uno de los instrumentos esenciales
de la Aufklärung. El cumplimiento de la consigna de los iluministas –Sapere aude!, “¡atrévete a
saber!”– comienza por el conocimiento reflexivo de sí mismo y éste debe conducir a la ciencia
del hombre. 59

53
Gary Hatfield, “Empirical, rational and transcendental psychology: Psychology as science and as philosophy”, en
Paul Guyer, ed., The Cambridge companion to Kant (Cambridge, Cambridge University Press, 1992); Theodor
Mischel, “Kant and the possibility of a science of psychology”, The Monist, 51, 1967, 599-622.
54
David Leary, “The philosophical development of the conception of psychology in Germany, 1780-1850)”, Journal
of the History of the Behavioral Sciences 14, 1978, 446-121; Leary, “Immanuel Kant and the development of modern
psychology”, en Mitchell G. Ash y Williams R. Woodward, eds., The problematic science. Psychology in the
nineteenth century (Nueva York York, Praeger, 1982).
55
Thomas Sturm, “Kant on empirical psychology. How not to investigate the human mind”, en Eric Watkins, ed.,
Kant and the sciences (Nueva York, Oxford University Press, 2001).
56
Wolf Feuerhahn, “Entre métaphysique, mathématique, optique et physiologie: la psychométrie au XVIII| siècle”,
Revue philosophique, 193, 2003, 279-292.
57
Baumgarten, Metaphysica (1739, trad, alemana 1776, 1783), Beck (Early German philosophy, p. 283) véase sin
duda cuando este autor escribe que Baumgarten fue “the most competent –and in the long run perhaps the only
philosophically important– adherent of the Wolffian philosophy” [“El partidario más competente de la filosofía
wolffiana, y a la larga quizá el único filosóficamente importante”. N. de los T.].
58
“war er als freihandelndes Wesen aus sich selber macht, oder machen kann und soll”. I. Kant, Anthropologie in
pragmatischer Hinsicht, en Kant, Gesammelte Schriften vol. 25.1, p. 119. Cf. Gary Hatfield, “Kant and empirical
psychology in the 18th century”, Psychological Science, 9, 1998, 423-428; Norbert Hinske, “Wolffs empirische
Psychologie und Kants pragmatische Anthropologie. Zur Diskussion über die Anfänge der Anthropologie im 18.
Jahrhundert”, Aufklärung, 11, 1999, 97-107.
59
Es al principio de “¿Was ist Aufklärung?” que Kant hace del ¡Sapere aude! la consigna de los iluministas. Ésta
significó para Kant tener el coraje de utilizar su propia razón. La misma evocación (tomado de la lección de moral
estoica que Horacio hace al joven Marco Lolio: Epístolas, libro I, Epístola 2, v.40) es también la consigna de la
Sociedad de los Aléthophiles (“amigos de la verdad”), un grupo berlinés llamado así debido a la dedicatoria de la
Métaphysique allemande (1720), cuya medalla mostraba un busto de Minerva con un casco con los grabados de
Sapere aude y los retratos de Leibniz y de Wolff.
De la psicología y la “economía animal” a la filosofía moral y la economía política, la
ciencia del hombre ha sido el proyecto por excelencia del Iluminismo escocés. La psicología de
los escoceses se inspiró en el objetivo de Hume en su Traité de la nature humaine: introducir el
“método empírico de la razón en las cuestiones morales”. 60 Pero el proyecto no implica de
entrada una psicología. Por ejemplo, la muy lockeana Encyclopaedia Britannica (1768-1771),
impresa en Edimburgo, ubica la psicología como la rama metafísica de la antropología. Ésta se
divide en las ciencias del cuerpo humano y en “un examen metafísico del hombre, su existencia,
su esencia, sus calidades esenciales y sus atributos necesarios, considerados en su totalidad a
priori”; este examen conduce a la psicología en tanto “conocimiento del alma en general, y del
alma humana en particular”. 61 Al asociarla implícitamente con discusiones más antiguas sobre los
orígenes y la esencia del alma o con los debates respecto a su inmaterialidad e inmortalidad, la
Encyplopaedia concluye que, a pesar de las investigaciones más profundas, sutiles y abstractas,
es muy difícil afirmar en torno al alma algo que sea razonable, y menos aún, algo positivo y bien
fundado. 62 Lo que lleva el nombre de psicología no es aquí sino un vestigio de concepciones pre-
lockeanas. En tanto que esté fundada en el estudio de las facultades mentales, la verdadera
ciencia del espíritu humano es la lógica; ella explica “la naturaleza del espíritu humano y la
manera conveniente de dirigir sus diversos poderes”. 63
La empresa psicológica escocesa se inscribe en el proyecto de una ciencia del hombre
unificada. A mediados del siglo XVIII, por ejemplo, el profesor de medicina de la Universidad de
Aberdeen, John Gregory (1724-1773), se propone elaborar, según el deseo de Francis Bacon, una
historia natural del espíritu que se refiera a las manifestaciones de la unión del alma y el cuerpo
así como respecto a todas las facultades, desde la sensación al entendimiento. Esto toma en
Gregory un giro netamente histórico y comparado, engloba el estudio de los animales y de los
seres humanos en diferentes momentos de su historia y en diversas civilizaciones, desde una
perspectiva hostil a la idea del cuerpo como una simple máquina (específicamente al
iatromecanismo del célebre Herman Boerhaave) y cercana al animismo stahlieno, por lo menos
en cuanto a la importancia de un principio vital y sensitivo que una el alma y el cuerpo. 64

60
Respecto a los iluministas escoceses, el libro de Gladys Bryson es excelente: Man and society. The Scottish
inquiry of the eighteenth century (Princeton, Princeton University Press, 1945) Véase también Meter Jones, ed.,
Philosophy and science in the Scottish Enlightenment (Edimburgo, John Donald, 1988); P. Jones, ed., The “Science
of man” un the Scottish Enlightenment. Hume, Reid and their contemporaries (Edimburgo, Edinburgh University
Press, 1989); Daniel Bruhlmeier, Helmut Holzhey y Vilem Mudroch, eds., Schottische Aufklärung. A hotbed of
genius (Berlín, Akademie Verlag, 1996).
61
“The business here is only a metaphysical examination of man, his existence, his essence, his essential qualities
and necessary attributes, all considered a priori” [“El asunto aquí consiste tan sólo en un examen metafísico del
hombre, su existencia, su esencia, sus cualidades esenciales y atributos necesarios, todos considerados a priori”. N.
de los T.]. William Smellie, ed., Encyclopaedia Britannica; or a Dictionary of Arts and Sciences (Edimburgo,
edición de A. Bell y C. Macfarquhar, 1768-1771, METAPHYSICS, 3, 174-203, p.175.
62
“Psychology […] consists in the knowledge of the soul in general and of the soul of man in particular; concerning
which, the most profound, the most subtle and abstract researches have been made, that the human reason is capable
of producing; and concerning the substance of which, in spite of all these effort, it is yet extremely difficult to assert
any thing that is rational, and still less anything that is positive and well supported” [“La psicología […] consiste en
el conocimiento del alma en general y del alma del hombre en particular, respecto de la cual se han realizado las
investigaciones más abstractas y sutiles que la razón humana sea capaz de producir, y respecto de cuya sustancia, a
pesar de todos estos esfuerzos, resulta aún extremadamente difícil afirmar algo que sea racional, y todavía más aún,
algo que sea positivo y bien sustentado”. N. de los T.]. Ibid.
63
“the nature of the human mind and the proper manner of conducting its several powers”. Encyclopaedia
Britannica, LOGIC, 2, 984-1003. p. 984. Véase James G. Buickerood, “The natural history of the understanding:
Locke and the rise of facultative logic in the eighteenth century”, History and Philosophy of Logic, 6, 1985, 157-190.
64
John Gregory, A comparative view of the state and faculties of man with those of the animal world (1765); se trata
de las disertaciones presentadas en la Sociedad filosófica de Aberdeen entre 1758 y 1763. Véase Paul B. Wood, “The
natural history of man in the Scottish Enlightenment”, History of Science, 28, 1990, 90-123.
Semejante proyecto se sitúa explícitamente en el marco de una historia natural del hombre, y
subraya la continuidad entre ésta y la historia civil. En cuanto al filósofo principal del “sentido
común”, Thomas Reid (1710-1796), profesor de filosofía en King's College de Aberdeen y luego
de filosofía moral en la Universidad de Glasgow, lo que él y sus colegas escoceses enseñan bajo
el nombre de pneumatología no es (según el sentido habitual de la palabra) una ciencia del
espíritu, sino más bien una “historia” del espíritu humano que trata sobre las sensaciones, la
memoria, la imaginación, el entendimiento, el juicio, el raciocinio... 65 El ejemplo de Reid
muestra que tal disciplina no constituye un fin en sí mismo, sino el fundamento de una teoría del
conocimiento, de una libertad y de una moral individual y social.
Reid no habla de psicología, aunque la lengua inglesa no desconoce la palabra y no la
asimila siempre a las tinieblas escolásticas. El médico y filósofo inglés David Hartley (1705-
1757) sitúa la psicología “o teoría del espíritu humano, con la de los principios intelectuales de
los animales” en la filosofía natural, al lado de la mecánica, la hidroestática, la pneumática, la
óptica, la astronomía, la química, la medicina y las teorías de los artes y de los oficios. 66 Desde
1760 en la Universidad de Aberdeen, el profesor de filosofía moral James Beattie (1735-1803)
impartió el curso de “psicología, o ciencia de la naturaleza de los diversos poderes o facultades
del espíritu humano”. 67 Aunque la considera como una parte del pneumatología, la trata como
una ciencia empírica y la desliga de las preguntas relativas a la inmortalidad y la inmaterialidad
del alma.
En contrapartida, Alexandre Gerard (1728-1795), profesor en el Marischal College de
Aberdeen, divide su curso de pneumatología en psicología y teología natural y hace desembocar a
la psicología en una demostración de la inmaterialidad y de la inmortalidad del alma. Esta
demostración cumple la función de llevar a la teología natural, y la psicología se queda
principalmente en el ámbito de la filosofía natural. Gerard se mostró particularmente sensible a
los problemas del método introspectivo:
La psicología es una ciencia de la mayor utilidad ya que todas las demás ciencias están
relacionadas con ella y, en cierto modo, todas nuestras conclusiones en psicología así como
en filosofía natural deben estar fundadas sobre experimentos y observaciones; a veces, los
fenómenos del espíritu humano son evidentes para nuestras conciencias, a veces debemos
aprehenderlos observando sus efectos en la vida. Es fácil realizar experiencias sobre el
cuerpo, pero más difícil concebir experiencias que conciernen al espíritu humano debido a
que éste es muy variable.68

65
El principio de la filosofía “del sentido común” es que existe una manera de entender y de actuar propia de la
naturaleza humana; ésta se expresa en un sentido común a todos los hombres, y, especialmente, en un lenguaje
ordinario y a través de sus elementos sintácticos (por ejemplo, la distinción entre la voz pasiva y la voz activa)
presentes en todas las lenguas. Reid estima, por otra parte, que la vida psíquica no se deja reducir a las sensaciones,
sino que el funcionamiento de ésta presupone ciertos “juicios” (tales como la causalidad o la inducción). Véase en
particular Reid, Essays on the intellectual powers of man (1781), Essays on the active powers of man (1788).
66
Hartley habla de “psychology, or theory of the human mind, with that of the intellectual principles of brute
animals”. David Hartley, Observations on man, his frame, his duty and his expectations (1749, Londres, impreso
para T. Tegg and Son, 1834), p. 223.
67
“psychology, or science of the nature of the several powers of faculties of the human mind”, James Beattie,
Elements of moral science (Edimburgo, impreso para T. Cadell, 1790), vol. 1, p.1.
68
“Psychology is a Science of the most extensive utility, for all the other sciences are connected with it, and in a
manner all our conclusions in it, as well as in Natural Philosophy, must be founded on Experiments and
observations; Sometimes the Phenomena of the human mind is (sic) obvious to put consciences, at other times they
must be learned by observing their Effects in Life. It is easy to make Experiments upon Body, but mire difficult to
form experiments concerning the human mind because it is very inconstant”. Notas tomadas en el curso de filosofía
moral de Gerard, citadas por Paul B. Word, The Aberdeen Enlightenment. The arts curriculum in the 18th century
(Aberdeen, Aberdeen University Press, 1993), p. 110.
En suma, ya sea con la denominación psicología o, más corrientemente, con un nombre tal como
filosofía del espíritu humano, 69 el pensamiento de las Luces escocesas sobre esta materia
mantiene un enfoque empírico y naturalista (lockeano al principio, más tarde dominado por el
antiescepticismo de la filosofía del “sentido común”) y coloca el estudio del espíritu en la base de
la lógica, de la estética y de la filosofía moral y política, inscribe a la psicología en una ciencia
del hombre como ser individual, social e histórico, y de hecho la convierte en un elemento clave
de la reforma de los programas de enseñanza. 70
Desde el punto de vista de la historia del vocabulario, las reticencias de la Encyclopédie
Britannique respecto a la palabra psicología se encuentran también en el contexto francés, por
razones análogas, agravadas por la polémica antirreligiosa o anticlerical. El término parece
remitir, para los philosophes, a la “escolástica”, la oscura enseñanza de los sacerdotes, los
conceptos ininteligibles y las nociones sin referente real. Ellos también lo rechazan. He
mencionado a Condillac, Tracy, Garat y a Condorcet. Pero la palabra psicología no es más
frecuente entre los autores anti-filosóficos, quienes, como interlocutores constantes de sus
enemigos más célebres, merecen (por lo menos bajo ese título) ser reincorporados al siglo de las
Luces. 71
Defendiendo al cristianismo contra el materialismo, el escepticismo y el fatalismo, los
anti-filósofos ponen de relieve la actividad del alma y la unidad del yo y de la conciencia, que
oponen al funcionamiento mecánico de una máquina orgánica que respondería más o menos
pasivamente a estimulaciones sensoriales. El más notable de ellos, el orador Joseph Adrien
Lelarge de Lignac (1710-1762), ataca en particular a los “Optimistas-fatalistas”. 72 Estos últimos,
sostiene, subordinan a Dios a la necesidad y atribuyen una fuerza motriz autónoma al alma
misma (en lugar de atribuirla a las leyes de la unión de ambas sustancias o, mejor, a su autor).
Discípulo de Descartes y de Malebranche, Lelarge de Lignac opone a los sensualistas el
testimonio del “sentido íntimo” y de la experiencia (entre otros, el de los límites de nuestra
voluntad), hace descansar al yo en un “sentimiento de la existencia” irreductible a las sensaciones
y a los pensamientos y se subleva contra “la manía de nuestro siglo” que consiste en decir “que
no conocemos nuestra alma, aunque nos sentimos existir, aunque distinguimos en nosotros lo que
es activo y lo que es pasivo, y no podríamos tomarnos por otro individuo”. 73

69
Dugald Stewart, Elements of the philosophy of the human mind, publicado en tres tomos (1792-1827). Stewart
(1753-1828), discípulo de Thomas Reid, fue profesor de matemáticas y luego de filosofía moral en Edimburgo.
70
Respecto al último punto, véase Word, The Aberdeen Enlightenment, cáps. 2 y 5 (sobre humanidades, la filosofía
moral, la ciencia del hombre y el estudio de la antigüedad).
71
Robert R. Palmer, Catholics and unbelievers in 18th-century France (1939; Nueva York, Cooper Square
Publishers, 1961); Didier Masseau, Les ennemis des philosophes. L’ anti-philosophie au temps des Lumières. (París,
Fayard, 2000).
72
Excepción por una memoria “para la historia de los arañas acuáticas” de 1748, la obra de Lelarge de Lignac está
hecha de críticas. Sus Lettres à un Amèricain […] (1751) tienen a Buffon como blanco principal y oponen el
sentimiento de existencia y de individualidad al sensualismo y al axioma nihil es in intellectu quod no prius fuerit in
sensu; se encuentra la misma reivindicación del sentido intimo en sus Eléments de métaphysique tirés de
l’expérience: ou Lettres à un matérialiste sur la nature de l’âme (1753). Un estudio más completo sobre Lignac se
encuentra en la tesis de F. Groff, De la philosophie de l’abbé de Lignac. (París, Hachette, 1863). Maine de Biran lee
a Lignac y se ve influido por él cuando pierde el interés por el sensualismo; véase François Azouvi, “Genèse du
corps propre chez Malebranche, Condillac, Lignac et Maine de Biran”, Archives de philosophie, 45, 1982, 85-107.
73
Joseph Adrien Lelarge de Lignac, Le témoignage du sens intime et de l’expérience, opposé à la foi profane et
ridicule des fatalistes modernes (Auxerre, François Fournier, 1760), 3 vols., 2, p. 1666. El Essai de psychologie de
Charles Bonnet es su blanco principal. Lignac explica que Bonnet mismo le envió el libro a través de un tercero (1,
53-54); Lignac conocía entonces al autor y respetó su anonimato designándolo siempre como el “Psycologiste”.
Respecto a las objeciones de Lignac a Bonnet, véase Le témoignage, 1, cáp. 1; 2, cáps. 5 y 6; 3, cáps. 6 y 7. Sobre la
posición de Lignac en relación con el yo, véase Jean A. Petkins, The concept the self in the French Enlightenment
(Ginebra, Droz, 1969), cáp. 3.
Esta “manía”, desde luego, es la de los adversarios de Lignac y anima buena parte de la
psicología empírica de las Luces. 74 Inspirada en Locke, la crítica a la noción de alma como
sustancia puramente espiritual sin la cual no podría haber yo inspiró diferentes estrategias. 75 La
menos peligrosa de ellas es la que consiste en describir los “movimientos” del alma a través de
las manifestaciones fisonómicas o pasionales. Una segunda estrategia reformula los conceptos
metafísicos en términos psicológicos o físicos: el alma se borra en provecho del espíritu, y éste
acaba por ser absorbido en la moral. La tercera estrategia consiste en reducir las funciones
mentales al funcionamiento de la materia, tal como lo harán diversas doctrinas materialistas,
desde la Histoire naturelle de l’âme (1745) y L’homme machine (1748) de Julián Offray de la
Mettrie (1709-1751) a los Rapports du physique et du moral de l’homme (1802) de Cabanis,
pasando por el Système de la nature (1770) de Paul-Henri Thiry d’Holbach (1723-1789).
Como en otras partes de Europa, el empirismo penetró en los tratados de educación e
inspiró proyectos de reforma pedagógica. 76 A fines del siglo XVIII, la psicología conoció un
breve periodo de existencia institucional. A partir de la Revolución, al participar en la creación de
las Escuelas centrales, de la Escuela Normal y del Instituto, los Ideólogos tuvieron la oportunidad
de aplicar el “análisis del entendimiento” que estimaban indispensable en la realización de sus
ideales políticos. 77 Desde 1796, un tal François-Joseph Benoni Debrun (1765-1845), cura
constitucional 78 antes de casarse y de renunciar al sacerdocio, es nombrado profesor de gramática
en la Escuela central del departamento de Aisne. Según directivas nacionales, su curso debía estar
compuesto por la Ideología, la Gramática general, la Gramática francesa y la Lógica. Debrun
reúne “en un solo cuerpo” la gramática, la lógica y la moral, precedidos de una “psicografía” o
“tratado descriptivo del alma”; al ordenar así esas materias, explica en el texto publicado en 1801,
forma “un curso al cual conviene muy bien el nombre Psicología, ya que tiene por objeto el alma
y sus operaciones”. 79 Sensualista, Debrum apela al “análisis” y define el alma como “la sustancia
que tiene el poder de sentir” y el pensamiento como “toda manera de ser del alma que el análisis
reduce a la sensación”. 80 En absoluto materialista, Debrum afirma que “mi cuerpo no es yo, sino
una máquina”, sostiene la inmaterialidad del alma y demuestra la heterogeneidad de ambas
sustancias con la ayuda de argumentos trillados (“el ojo nos permite ver, pero éste no ve”). 81

74
Me atendré aquí a una exposición mínima de la historiografía que se puede llamar corriente, y que puede leerse en
Sergio Moravia: La scienza dell’oumo nel Settecento (Bari, Laterza, 1978); Filosofia e scienze umane nell’età dei
lumi (Florencia, Sansón, 1982); “The capture of the invisible. For a (pre)history of psychology in 18th-century
France”, Journal of the History of the Behavioural Sciences, 19, 1983, 370-378; Il pensiero degli ideologues. Scienza
e filosofia in Francia, 1780-1815, (Florencia, La nouva Italia, 1974).
75
Después de Gabriel Bonno (Les relations intellectuelles de Locke avec la France, Berkeley University of
California Press, 1955), se han publicado tres importantes estudios sobre Locke en Francia: John Yolton, Locke and
French materialism (Oxford, Clarendon Press, 1991); Ross Hutchinson, Locke in France, 1688-1734 (Oxford,
Voltaire Foundation, 1991); Jørn Schløsler, John Locke et les philosophes français. La critique des idées innées en
France au dix-huitième siècle (Oxford, Voltaire Foundation, 1997).
76
Marcel Grandière, “Le sensualisme dans les traités d’éducation à la fin du XVIIIª siècle (1760-1789). Quelques
aspects” en Hubert Hannoun y Anne-Maie Drouin-Hans, eds., Pour une philosophie de l’éducation (Dijon, CNDP,
1994) ; L’idéal pédagogique en France au dix-huitième siècle (Oxford, Voltaire Foundation, 1998), cáps. 5-7.
77
François Azuovi, ed., L’institution de la raison. La révolution culturelle des idéologues (París, Vrin, 1992).
Abordé brevemente a Garat y su enseñanza en el cáp. 1.
78
[Un “cura constitucional” es un clérigo surgido de una ley de la Revolución Francesa que estableció la
constitución civil del clero. N. de los T.].
79
[François-Joseph] Benoni Debrun, Cours de psychologie. Traité de psychographie (1801), en Serge Nicolas, ed.,
Un cours de psychologie durant la Révolution française de 1789. Le traité de psychographie de Benoni Debrun.
(París, L’Hartmattan, 2003), p. xxi. Los números de las páginas corresponden al original.
80
Ibid., §10, 9. 18.
81
Ibíd. § 77 y 78, p. 88.
El curso de Debrun es bastante personal, pero ya su título es inesperado en la medida en
que implica una palabra que los Ideólogos desprestigiaban (vimos que Garat, entre otros, se
negaba explícitamente a hablar de “psicología” por lo que titulaba sus cursos “Análisis del
entendimiento”. Quizá la persistencia de la noción de alma en la terminología de Debrun
(psicología, psicografía) sea un vestigio del pasado eclesiástico del profesor… Sea por la razón
que fuere, el término no penetra en la enseñanza académica sino después de la proscripción
napoleónica de la Ideología y, por sobre todo, después de la Restauración. Al retomar el valor del
sentido íntimo, con Maine de Biran (1766-1824), Pierre Laromiguière (1756-1837), Victor
Cousin (1792-1867) y otros, el término se caracterizará por un eclecticismo espiritualista
fuertemente crítico del sensualismo de las Luces y de la orientación fisiológica que encarnaba
Cabanis.
La situación helvética es extremadamente variada desde el punto de vista político,
religioso e intelectual; asimismo, la considerable presencia de los “suizos” en el extranjero hace
que desborde las fronteras actuales del país. 82 Si el problema de la existencia de “las Luces
helvéticas” no se le escapó a los historiadores, es debido a un cierto consenso a propósito del
papel mediador de Suiza entre las Luces francesas y la Aufklärung alemana. El elemento
unificador de las Luces helvéticas sería su fidelidad para con el cristianismo interpretado como la
religión conforme con la razón y compatible con los desarrollos científicos y epistemológicos del
siglo. 83 Los mismos pensadores suizos del siglo XVIII situaron los rasgos “helvéticos” de su obra
y de su país entre la ortodoxia teológica y el ateísmo, entre una mística de la naturaleza y una
visión mecanicista del mundo, entre la teología y la antropología. 84 La articulación entre teología
y antropología, que hemos vuelto a encontrar en el pastor de Lausanne, Chavannes, es
particularmente pertinente: mientras que el caso francés parece sugerir que el desarrollo de una
historia natural del hombre exige una actitud anticristiana y una crítica radical de la concepción
de un ser humano compuesto de dos sustancias, el caso helvético subraya el papel positivo que
pudo jugar esta noción y su marco cristiano en el advenimiento de las ciencias humanas. Esto se
manifiesta en resonancia de la obra de Charles Bonnet y se resaltará en el análisis de la
Encyclopédie d' Yverdon en los capítulos 7 y 8.
La situación italiana no es menos compleja. 85 Como veremos, en oposición a las
enciclopedias de lengua inglesa, alemana o francesa, la enciclopedia italiana, publicada en
Venecia entre 1746 y 1751, no posee artículos sobre psicología y no se ocupa en modo alguno del
tema. 86 En contraste con las otras enciclopedias europeas de las Luces, no refleja la situación del
pensamiento psicológico italiano.

82
Respecto a esto son particularmente importantes los “Suizos de Berlín”; a propósito de los mismo es posible
consultar Fontius y Holzhey, Schweizer in Berlin.
83
Ulrich im Hof, Aufklärung in der Schweiz (Bern, Francke, 1970); Samuel S. B. Taylor, “The Enlightenment in
Switzerland”, en Porter y Teiche, The Enlightenment. Es una cuestión sintomática de esta situación historiográfica
que mientras que Hof otorga cierto lugar al Catolicismo, Taylor observa las Luces helvéticas como un fenómeno
esencialmente protestante.
84
“So fragwürdig diese Konstruction eines schweizerischen Denkens ist, so richtig sind wesentliche Züge eines
Konzepts angedeutet , das auch und gerade von schweizerischen Autores des Aufklärungszeitalters vertreten worden
ist, eines Konzepts der Mitte zwischen theologischer Orthodoxie und Atheismus, zwischen Naturmystik und
maschineller Weltauffassung, zwischen Theologie und Anthropologie”, Helmut Holzhey y Simone Zurbuchen, “Die
Schweiz zwischen deutscher und französischer Aufklärung”, en Werner Schneiders, ed., Aufklärung als Missions.
Akzeptanz probleme und Kommunikationsdefizite (Marbourgm Hitzeroth, 1993, p. 312.
85
Para ampliar véase Luciano Mecacci, “Primi nusi della parola “psicologia tra Settecento e Ottocento in Italia:
Brece nota fino al 1830”, Teoria e modelli, 8 (3), 2004, 31-39.
86
He realizado un primer acercamiento a estas cuestiones en F. Vidal, “Psychology in the eighteenth-century: a view
from encyclopaedias”, History of the Human Science, 6, 1993, 89-119.
En 1745, a continuación de un ensayo sobre “las fuerzas del entendimiento humano”
destinado a refutar el escepticismo, el gran historiógrafo de Modena, Ludovico Antonio Muratori
(1672-1750) publicó Sur les forces de la fantaisie humaine. 87 Obra muy vivaz, frecuentemente
traducida y reimpresa, que mezclaba el discurso psicológico con preguntas teológicas y
demonológicas, morales y médicas. Aún cuando renuncia explícitamente a la estructura
argumentativa “escolástica” fundada sobre la confrontación de opiniones, la exposición de
preguntas, objeciones y respuestas, se inscribe en una tradición de escritos sobre la imaginación
que son ciertamente psicológicos pero que no procuran hacer “psicología”. Algunos de sus
contemporáneos irán aún más lejos en esta dirección.
Tras ordenarse en Venecia, un amigo de Muratori, Antonio Conti (1677-1749), regresa a
Padua, su ciudad natal, donde se consagra a las matemáticas y colabora con el profesor de
“filosofía experimental “Antonio Vallisnieri (1661-1730). En París (1713-15 y 1718-26), en
Inglaterra (1715-18) y luego nuevamente en Italia, Conti persigue sus intereses científicos,
filosóficos y estéticos, encuentra a Newton, defiende a Homero en la Disputa entre los Antiguos y
los Modernos, participa en los debates filosófico-teológicos alrededor del newtonismo, escribe
sobre la naturaleza de amor y sobre el sistema de mónadas, publica poemas y traducciones del
inglés, francés, latín y del griego, y permanece en contacto personal y epistolar con numerosos
sabios y filósofos; entre otros, Conti habría mantenido una correspondencia con Christian
Wolff. 88 En el Prefacio a sus obras, el abad Conti alaba la precisión y la claridad de la ontología y
de la psicología empírica wolffianas; partidario decidido de la “filosofía experimental” y
convencido de que había que buscar los fundamentos del placer estético en la sensación, la
imaginación y el entendimiento, Conti anunció que haría preceder a sus disertaciones sobre la
imitación, la alegoría, el entusiasmo y los “fantasmas poéticos” un “pequeño tratado de
psicología empírica” necesario para el buen entendimiento en las materias abordadas. Sin una
teoría del alma, dice Conti, “no podemos tratar profundamente las doctrinas poéticas”. 89
Conti va más allá de ese pequeño tratado. Al morir deja un voluminoso Traité de l’âme,
probablemente ya terminado en 1745, pero que permaneció como manuscrito. La obra está
marcada por Locke, Malebranche, Vico y Wolff en varios aspectos. Contra la idea cartesiana de
la transparencia del alma, Conti afirma que ésta no puede conocerse sino a partir del cuerpo;
insiste en la inseparabilidad de ambas sustancias, y llega a sugerir que es muy difícil probar la
espiritualidad del alma. El autor se protege de tales ideas peligrosas distinguiendo tajantemente
entre una parte histórica, en la que se exponen diferentes opiniones respecto a Dios, el alma
humana y los espíritus, por un lado y, por el otro, una parte psicológica y gnoseológica que
excluía las consideraciones teológicas y metafísicas. 90 Conti abarcaba únicamente los poderes
cognoscitivos, es decir, según el esquema más tradicional (secondo le ipotesi degli antichi), los
sentidos externos, el sentido interno o “común”, la imaginación o fantasía, la memoria, el juicio
(estimativa) y el entendimiento. 91 La primera parte del tratado se ocupa de los sentidos, la
segunda de la imaginación y la tercera del espíritu (mente).

87
Ludovico Antonio Muratori, Delle forza fantasia umana (1745), ed e introduccion por Carlo Pogliano (Florencia,
Giuntim 1995).
88
Véase la reseña bibliografica de Giuseppe Toaldo al principio del vol. 2 de Antonio Conti, Prose, e poesie
(Venecia, prresso Giambattista Pasquali, 1739-1756) así como Nicola Badaloni, Antonio Conti. Un abate libero
pensatore tra Newton e Voltaire (Milán, Fertrinelli, 1968).
89
Conti, Prose, vol. 1, “Prefazione”, no enumerado, [3] y [24].
90
Se puede encontrar un bosquejo de la parte psicología en Conti, Prose, vol. 2, § XI, pp. 267-269 (Trattato delle
potenze conoscitive dell’anima). El prefacio de la parte histórica (Saggio di storia critica de’ ragionamenti intorno
Dio, l’anima umana e gli altri spiriti) así como toda la parte psicológica (Trattato dell’anima umana) han sido
publicados en A. Conti, Scritti filosofici, ed. Nicola Badaloni (Napoles, Fulvio Rossi, 1972).
91
Conti, “Trattato”, Scritti, p. 51.
En 1745 Conti le escribe a Antonio Genovesi (1712-1769) para elogiar su manual de
metafísica y le pide que le explique la naturaleza y el origen de las ideas. 92 En su respuesta, el
abad Genovesi, a quien se debe el despliegue de la filosofía empírica propia de las Luces
napolitanas del siglo XVIII tardío, remite a algunos de sus escritos pero, sobre todo, subraya su
ignorancia en cuanto a la naturaleza y al origen de las percepciones y de las ideas: en la medida
en que no se conoce y no es posible conocer la esencia del alma, toda búsqueda de tales
cuestiones es forzosamente vana. 93 Los manuales de Genovesi no dicen nada tan radical; y si bien
ellos oscilan sobre la manera de resolver la pregunta, permanecen firmes respecto al principio de
la incognoscibilidad de las sustancias, de las esencias y de las causas últimas; se trata, en todo
caso, de textos didácticos. En la Universidad de Nápoles, Genovesi era profesor de filosofía
moral y luego de “economía civil” (por primera vez en Europa), dominio de actualidad en el
contexto de las reformas comenzadas bajo Charles de Bourbon, y en el cual formó numerosos
discípulos. 94 Sus manuales latinos hablaban de “psychosophie”; 95 mientras que uno de los
manuales italianos para giovanetti definía la psicología como la ciencia del alma, sus facultades,
instintos, pasiones, virtudes y vicios, otro prefiere el término de “antropología”, que considera
más englobante, usual y preciso. 96 A pesar de la presentación de los elementos de la metafísica –
mathematicum in morem adornata–, el contenido está marcado por el sello del pensamiento de
Locke. Esto le vale a Genovesi numerosas críticas de parte del conde Lodovico Barbieri (1719-
1791). En el Traité de psychologie de 1756, este noble de Vicenza se propone refutar la teoría de
las ideas innatas, las conjeturas de Locke sobre la materia pensante, los sistemas de la influencia
física y la armonía preestablecida, para demostrar que el alma es un “poder activo”, que es
inmaterial y que su recíproca dependencia con el cuerpo sólo puede explicarse por causas
ocasionales. Estamos lejos ya de los contenidos y del método de la psicología empírica. 97
Un poco más tarde en Milán, Cesare Beccaria (1738-1794), en su obra revolucionaria Des
délits et des peines (1764), razona desde de una psicología asociacionista y sensualista. 98 Por
ejemplo, al constatar la contradicción que existe entre las leyes civiles y las leyes “de lo que se
considera el honor”, Beccaria analiza la compleja noción de honor como un agregado de ideas (§
IX). Los castigos deben ser escogidos de forma de efectuar la impresión más duradera sobre el
espíritu de la gente pero la menos cruel sobre el cuerpo del culpable (§XII). Si el castigo es más
útil cuando es rápido, es “porque cuanto menos tiempo transcurre entre el delito y la pena, más

92
Giovanni Gentile, Storia della filosofia italiana dal Genovesi al Gallupi, 2ª ed. (1929), en Opere (Florencia,
Sanzoni, 1935), vol. 18, p. 1.
93
Carta de Genovesi a Conti del 15 de enero de 1746, citada Ibíd., p. 3.
94
Paola Zembelli, “Antonio Genovesi and eighteenth-century empiricism in Italy”, Journal of the History of
Philosophy, 16, 1978, 195-208; La formazione filosofica di Antonio Genovesi (Nápoles, Morano, 1972), pone el
acento en el contexto intelectual y la dimensión teológica de la obra de Genovesi. Sobre el newtonismo de Genovesi,
incluido el de su psicología, véase Vincenzo Ferrone, Scienza, natura, religione. Mondo newtoniano ecultura
italiana nel primo settecento (Nápoles, Jovene, 1982), pp. 609-641.
95
Antonio Genovesi, Elementa metaphysicae mathematicym in morem adornata. 2ª ed. (Nápoles, typis Benedecti, y
I Gessari, 1751; 1ª ed. 1743), vol. 2, 2ª parte (“Qua continentur principia Psychesophiae”); Disciplinarum
metaphysicarum elementa mathematicum in morem adornata (Venecia, Remondini, 1779), vol. 3 (Psychesophia et
Ethica). La segunda obra es una “editio novissima” de los Elementa precedentes.
96
A. Genovesi, La logica per gli giovanetti (1766-Nápoles, Stamperia Abbaziana, 1790), libro V (Dell’Ordinatrice),
cáp. V (Dell’Ordinamento delle nostre Idee), p. 238; Delle scienze metafisiche per gli giovanetti (1766; Nápoles,
Angelo Coda, 1791), 3ª parte (Anthpologia), p. 315.
97
Ludovico Barbieri, Trattato di psicologia nel quale si raciona della natura dell’anime umane, e deli altri spiriti,
della loro eccelenza sopra i corpi, della intelligenza, della volontà, della immortalità, ec. (Vececia, Pietro
Valvasenese, 1756).
98
Cesare Beccaria, Dei delitti e dele pene (1764), con una colección de documentos sobre los origines y la difusión
de la obra, ed. Franco Venturini (1965, Turín, Einaudi, 1994). Los números de las secciones (§) están establecidos en
el texto.
fuerte y más duradera es, en el espíritu, la asociación de las ideas de delito y de pena, de modo
que insensiblemente una es considerada como la causa y la otra como el efecto necesario e
infalible” (§XIX). 99 En virtud de la manera en que se forman las costumbres y en que funciona
nuestra sensibilidad, una ejecución es rápidamente olvidada sin dejar rastro; resulta entonces que
la detención perpetua es más eficaz para la prevención del crimen que la pena capital. (§XXVIII).
Según Beccaria, la moral, la política y la estética deben basarse en el estudio de la
naturaleza humana, y, por lo tanto, en la ciencia del hombre; su tratado de estilo, de inspiración
sensualista, se propone sostener la pregunta respecto a una “filosofía del espíritu” (filosofia dell'
animo) que, dice, es mejor denominar “psicología” que “metafísica”. 100 Se encuentra la misma
orientación en el amigo de Beccaria, Pietro Verri (1728-1797), que en su Discours sur la nature
du plaisir et de la douleur procura descomponer los diferentes tipos de sensaciones. 101 Su ensayo
retoma un marco lockeano y condillaciano, pero, asimismo, se relaciona con los debates de la
época sobre la naturaleza de la felicidad individual y social, las investigaciones “económicas”
respecto a un posible cálculo del placer y del dolor, y con el desarrollo de una fisiología no
mecanicista de la sensibilidad: aquí como en otras partes, el discurso psicológico tiene fines que
lo sobrepasan y lo justifican. Tal como lo demuestra una polémica anti-wolffiana aparecida al
principio de los años 1780 en el Giornale enciclopedico de Venecia, las cuestiones del método y
la defensa del “análisis” pueden alcanzar a un público letrado más amplio. 102 También penetran
en la reforma educativa. 103 Al igual que en el resto de la Europa de las Luces, la psicología se
sostiene, en Italia, como fundamento empírico de la reforma de los espíritus y de las
instituciones, desde la lógica y la estética a la educación y la legislación.
Lo mismo sucede en España. 104 En parte a través de los trabajos de Genovesi y del
capuchino portugués Luís António Verney (1713-1792), autor de una Véritable méthode
d’étudier pour être utile à la Republique et à l’Église (1746, traducción española 1760), la crítica
de Aristóteles y de la escolástica deja de inspirarse en Descartes o en Gassendi para apoyarse en

99
C. Beccaria, Des délits et des peines, trad. Maurice Chevallier (París, Flammarion, 1991), p. 109.
100
C. Beccaria, Ricerche intorno alla natura dello stile (1770),en Opere, ed. Sergio Romagnoli (Florencia, Sansoni,
1958), 2 vols., 1, pp. 201-204.
101
“[...] non così ogni oumo ha l’ostinata curiosità di scomporre gli elementi che formano le proprie sensazioni e
rintracciare quale sia la proprietà comune a tante e sì variate snsazioni che sono piacevoli, e a tante e sì variate che
sono dolorose. Questo à quello che penso io di fare [...]”. Pietro Verri, Discorso sull’indole del piacere e del dolore
(1773, ed. Aumentada en 1781), ed. Silvia Contarini (Roma, Carocci, 2001), p. 58. Para profundizar sobre el
contexto, véase la introducción de Contarini, “Una mappa della sensibilità”.
102
Giovanni Scola, “Lettere ai seguaci del sistema sintetico” (1781) en Mario Berengo ed., Giornali veneziani del
Settecento (Milán, Feltrinelli, 1962). Las cartas atacan a un manual de filosofía wolffiana (Instituciones philosophiae
wolphianae, por Ludwig Philipp Thümmig); las mismas a menudo invocan argumentos psicológicos, remitiendo, a
veces, a Charles Bonnet.
103
En este punto es importante el padre Francesco Soave (1743-1806), quien termina su vida como profesor de
“ideología” en la Universidad de Pavia. Sitúa la psicología en la metafísica, pero da pruebas de un escepticismo
crítico típicamente iluminista cuando aborda las teorías sobre la unión de ambas sustancias así como las preguntas
por la naturaleza, la espiritualidad, la inmortalidad, la esencia y el origen del alma. Véase F. Soave, Istituzioni di
metafisica, parte prima (Psicologia), en Istituzioni di logica, metafisica ed etica (1804), “edizione corretta e
accresciuta” (Venecia, Nella Stamperia di Sebastiano Valle, 1813), vol. 3. Sobre los manuales escolares de Soave,
véase Carlo Pancera, “L’importanza dei testi scolastici di Francesco Soave (1743-1806)”, en Luciana Bellatalla, ed.,
Maestri, didattica e dirigenza nell’Italia dell’Ottocento (Ferrara, Tecomproject, 2000).
104
Luís Rodríguez Aranda, “La recepción e influjo de la filosofía de Locke en España”, Revista de filosofía, 14,
1955, 359-381; Francisco Sánchez-Blanco Parody, Europa y el pensamiento español el siglo XVIII (Madrid, Alianza,
1991), cap. 9; Antonio Jiménez García, “Las traducciones de Condillac y el desarrollo del sensismo en España”, en
Antonio Heredia, ed., Actas del VI seminario de historia de la filosofia española e iberoamericana (Salamanca,
Ediciones Universidad de Salamanca, 1990). De modo más general, Helio Carpintero, Historia de la psicología en
España (Madrid, EUDEMA, 1994), pp.67-79.
la argumentación empírica y lockeana. 105 Antes del Méthode de Verney, el médico Andrés Piquer
(1711-1772) publica una Logique moderneI, cuyo contenido corresponde totalmente a su título
por el peso que da a los análisis de las operaciones sensitivas e intelectivas del alma así como al
examen del origen de los errores no en tanto faltas formales de raciocinio, sino en el
funcionamiento de estas mismas operaciones mentales. 106
Aunque los Jesuitas siguieron defendiendo la metafísica tradicional mientras controlaban
los púlpitos universitarios, otros (tales como los polígrafos Juan Andrés y Antonio Eximero y
Pujades), exiliados en Italia después de su expulsión en 1767, apelaron a Bacon y a Locke,
tomaron posición en favor del empirismo y atacaron la escolástica de manera virulenta. 107 La
obra de Locke, por otra parte, no es prohibida en España sino en 1804... Condillac, cuyos Le
commerce et le gouvernement considérée relativement l' un à l'autre (1776) y la Logique ou les
premiers développements de l' art de penser (1780) se traducen en 1778-80 y en 1784, ejerce una
enorme influencia sobre la economía política y la lógica, tanto antes como después de su tardía
prohibición (1789 para el Cours d’étude, 1798 para las Œuvres complètes) 108
En suma, desde los philosophes franceses a los sacerdotes italianos y los jesuitas
españoles pasando por los catedráticos de universidades alemanas y escoceses, la ciencia general
del hombre que se abre paso en el siglo XVIII es una historia natural y cultural. Ella ve en el ser
humano el compuesto de un alma y un cuerpo, subraya la importancia de estudiar la interacción
de ambas sustancias y da así un lugar central a la psicología. El acento no está puesto sobre la
heterogeneidad del cuerpo y del alma sino, por el contrario, sobre su carácter indisociable. Se

105
Respecto a la lógica lockiana de Verney así como su crítica de la metafísica y su exposición, véase Luís Antonio
Verney, Verdadeiro método de estudiar para ser util à Republica, e à Igreja: proporcionado ao estilo, e necesidade
de Portugal (1746), ed. António Salgado Júnior (Lisboa, Livraria Sá da Costa, 1949-1952), vol. 3, cartas 8-10.
Habiendo definido la física como la ciencia que examina la naturaleza del cuerpo y del espíritu a través de sus
efectos observables (p. 207), Verney sitúa allí el estudio del alma. La última parte de la física de los cuerpos se apoya
en el hombre considerado principalmente “según los órganos y la máquina del cuerpo” (anatomía) y luego “según el
origen de las pasiones y la fuerza de la imaginación” –dominios en los cuales es necesario adaptarse en su totalidad y
enteramente a las “experiencias modernas” (é necessário ter grande advertência de se conformar em tudo e por tudo
com as experiências modernas). La física pasa luego al examen de los espíritus. Éste debe primero probar dos cosas:
la existencia y la inmaterialidad del alma y la libertad del “principio inteligente” del cual poseemos experiencia. A
los argumentos escolásticos, Verney opone la experiencia que cada uno tiene de su entendimiento y de su voluntad,
experiencia a partir de la cual se demuestra la distinción del alma y del cuerpo. Verney contempla, entonces, el
examen de la unión de las ambas sustancias, pero se niega a abordar las preguntas escolásticas, por ejemplo, si el
alma debe llamarse “forma” del cuerpo o si el cuerpo debe llamarse comparte (participante) del alma (p. 241). El
Vol. 5 de la edición Salgado incluye el resumen en francés del Método: Antoine Texeira-Bamboa. Essair sur les
moyens de rétablir les sciences & les lettres en Portugal, adressé à MM. Les Auteurs du Journal des Sçavans
(Lisboa, 1762).
106
Andrés Piquer, Lógica moderna, o Arte de hallar la verdad, y perficionar la razón. (Valencia, En la Oficina de
Joseph García, 1747).
107
Adolfo Domínguez Molto, El abate D. Juan Andrés Morell (Un erudito del siglo XVIII) (Alicante, Instituto de
estudios alicantinos, 1978), pp. 81-89 y 177-179. Es necesario también recordar al benedictino y profesor de teología
de Oviedo, Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764), propagandista incansable de la autoridad de la “experiencia” y de la
filosofía experimental, cuyos escritos tratan a veces cuestiones psicológicas (por ejemplo, la imaginación, la
memoria, la fisiognomía). Si bien Feijóo logra emplear los términos “forma” y “materia”, ve más bien el cuerpo
como un instrumento del alma capaz, a su vez, de afectarlo en virtud de su unión. En su Teatro critico universal
(1726-1739) y en sus Cartas eruditas y curiosas (1742-1760), Feijóo escribe sobre toda clase de temas “para
desengaño de errores comunes” (como dice el título del Teatro) –incluyendo lógica, metafísica y física, dominios
donde sabe mostrarse de un anti-aristotélico feroz. Para una buena introducción, véase I. L. McClelland, Benito
Jerónimo Feijóo (Nueva York, Twayand, 1969). La obra de Feijóo esta disponible online a través del Proyecto
filosofía en español: http://www.filosofia.org/feijoo.htm.
108
Jiménez Garcia, “Las traducciones de Condillac”; Alain Guy, “Ramón Campos, disciple de Condillac”, en José
Luis Abellán y al., Pensée hispanique et philosophie française des Lumières (Toulouse ; Association des
publications de l’Universoté de Toulouse-Le Mirail, 1980).
trata, como dice Marat, de comprender al “hombre entero”. Tal visión cuadra con el proyecto de
una historia natural del hombre. 109 Ciertos autores han hecho únicamente metafísica del alma, y
los más abiertamente cristianos subrayaron la conformidad de la antropología con la visión del
ser humano como un ser mixto que no podría subsistir sin un cuerpo. El peso de la fe personal, de
las doctrinas teológicas y de la intención apologética varía según los contextos y los individuos.
Entonces, en la medida en que la idea del hombre como ser mixto sostiene el camino de la ciencia
empírica del alma unida al cuerpo, la antropología necesita, siempre, la existencia de la
psicología y la psicología implica la existencia de la ciencia del hombre.

La conciencia metodológica de los psicólogos de las Luces

Los limbos historiográficos en los que se abandona a la psicología del siglo XVIII
contrastan fuertemente con la conciencia metodológica de los psicólogos de la época. 110 Los
psicólogos se ponen de acuerdo en decir que los métodos de su ciencia son los del estudio de la
naturaleza en general. En 1786, por ejemplo, Jacob Friedrich Abel (1751-1829), entonces
profesor de psicología y de moral en una escuela militar de Stuttgart, publica un libro al que
describe como el primer manual completo de psicología empírica. 111 Para Abel, va de suyo que la
teoría del alma forma parte de la ciencia o teoría del hombre (Menschenlehre). El método de esta
ciencia, explica, es idéntico al de las ciencias de la naturaleza: en primer lugar, se acumulan
fenómenos individuales, luego se extraen de ellos leyes generales, y finalmente se utilizan estas
leyes sea para explicar los fenómenos, sea para encontrar reglas nuevas aplicables a nuevos
objetos. De ello resulta que el espíritu del psicólogo es el del naturalista. 112 Sólo que, dado que el
psicólogo observa lo que sucede en él mismo y que la ciencia del hombre no contiene nociones
capaces de ponerse a prueba tan fácilmente como las de la ciencia del cuerpo, la formación del
espíritu psicológico es mucho más difícil, “pero también mucho más importante”. 113
Esta opinión, corriente entre los psicólogos, motiva discursos y debates metodológicos
que conciernen principalmente al carácter empírico de la ciencia del alma, la crítica de los
excesos sistemáticos y el examen y la comparación de los métodos.
Comencemos por lo que Wolff escribe en su Psychologie empirique a propósito de la
observación, la experiencia y la experimentación. 114 Sus comentarios tienen un carácter general
y, sin embargo, no por eso dejan de ser una manera útil de introducir términos que (sin provenir
siempre directamente de Wolff) se reconocen en las discusiones ulteriores. Además, ilustran la
manera en que la psicología empírica se relaciona desde el comienzo con la reflexión
metodológica que ya estaba presente en la lógica y la filosofía natural.

109
Claude Blanckaert, L’histoire naturelle de l’homme (XVIII°-XIX° siècle). Informe de las actividades para la
defensa de una tesis de habilitación dirigir investigaciones (París, 1997). Como hemos tratado de mostrarlo aquí, el
proyecto antropológico de las Luces no supone el materialismo; sin embargo, para percibir esto hay que a la vez
librarse de la tradición materialista y tomar en serio a los autores cuando dicen creer en la unión del alma y del
cuerpo. Cf. la tesis opuesta en Ann Thomson, “From l’histoire naturelle de l’homme to the natural history of
mankind”, British Journal for Eighteenth-century Studies, 9, 1986, 73-80.
110
Como se puede ver en un texto de Martin Müller, la cuestión metodológica no coincide con la cuestión de la
diversidad de los enfoques o de las corrientes del “pensamiento psicológico”: Müller, “Methoden psychologischer
Forschung und Diagnostik im Deutschland de 18. Jahrhunderts”, en Horst Gundlach, ed., Arbeiten zur
Psychologiegeschichte (Göttingen, Hogrefe, 1994).
111
Jacob Friedrich Abel, Einleitung in die Seelenlehre (1786; Hildesheim, Olms, 1985), p. vi para el pasaje donde
dice que no conoce otro manual, p. vii para aquél donde especifica que no trata sino de la psicología empírica.
112
“Auch der Geist des Psychologen ist also überhaupt der Geist der Naturforscher”, § I, p. xxxi.
113
Ibid.
114
Wolff, Psychologia empirica; los números de los parágrafos figuran en el texto.
Wolff explica que el arte del descubrimiento (ars inveniendi), que consiste en deducir
verdades desconocidas de otras ya conocidas, puede proceder a priori o a posteriori (§ 454). En
el segundo caso, el único que interesa a la psicología empírica, se apoya en observaciones o
experimentaciones (ex experimentis; § 457). 115 Ambos atañen a la “experiencia”, es decir, a un
conocimiento adquirido prestando atención a nuestras percepciones. 116 En términos wolffianos, la
observación es la experiencia (experientia) que se apoya en hechos naturales independientes de
toda intervención, mientras que la experimentación (experimentum) es la experiencia que no
podría suceder sin tal intervención (§ 456). Mirar el cielo cubrirse de nubes es una observación,
bombear el aire de una máquina neumática, una experimentación. El arte de observar (ars
observandi) es, pues, el que emplean los físicos, los médicos y sobre todo los astrónomos; es
también el de la psicología empírica (§ 458). El arte de experimentar (ars experimendi), en
cambio, sólo es utilizado por los físicos –aunque, afirma Wolff, se lo podría aplicar en toda la
filosofía y hasta en la teología natural (§ 458).
Una vez fijados estos términos de base, pasemos a lo que, desde el punto de vista de la
historiografía recibida, parecería más improbable: hubo, en el siglo XVIII, varios intentos de
introducir la medida y la cuantificación en la ciencia del alma. 117 En la Psychologie empirique,
Wolff define el placer (voluptas) y la aversión (taedium) como la intuición o el conocimiento
intuitivo (intuitus, seu cognitio intuitiva) de una perfección o (respectivamente) de una
imperfección, verdadera o aparente (§§ 511, 518). Estas definiciones tendrán un peso
considerable en el campo de la estética. En psicología, inspiran dos “teoremas” al filósofo, según
los cuales el placer y la aversión son proporcionales a las perfecciones y a las imperfecciones de
las que somos conscientes, así como a la certeza de los juicios que les conciernen (§ 522). Estos
teoremas, dice Wolff, “pertenecen a la psicometría, que proporciona un conocimiento
matemático del espíritu humano, y sigue siendo hasta ahora un desiderátum. [La psicometría]
debe enseñar cómo debemos medir la magnitud de perfección e imperfección, así como la certeza
del juicio […]”. 118 Tal ciencia es posible porque, explica Wolff, en lo que concierne a la

115
En francés, el arte de experimentar era y sigue siendo el arte de hacer experiencias. Véase, por ejemplo, en la
Encyclopédie, el artículo EXPÉRIMENTALE (Philosophie naturelle), de d’Alembert. A fin de seguir las
distinciones de la época, utilizaré, a pesar de todo, experimentación para designar las operaciones propias de la
filosofía experimental.
116
“Experiri decimus, quicquid ad perceptions nostras attenti cognoscimus. Ipsa vero horum cognition, quae sola
attentioni ad perceptiones nostras patent, experiential vocatur”; Wolff, Philosophia rationalis, § 664 (wolff, G.W., II.
1. 2). También: “Die Erfahrung (experientia) ist eine Erkenntniß, welche man durch die bloße Aufmerksamkeit auf
eine Empfindung sich erwirbt, z.E. dirch Sehen, Hören, Rieche, Schmecken, Fühlen”; Walch, Philosophisches
Lexikon, art. “Erfahrung”, 1, cols. 1082-1084, col. 1083. Esta definición “moderna” (que especifica además que la
experiencia comprende la percepción, la observación y la experimentación), es un añadido de Hennings. La original,
que data de medio siglo antes, hacía de la experiencia un conocimiento que se adquiere con el tiempo, en contacto
con toda clase de cosas, y en todos los estados y funciones (Ist eine Erkenntniß, die durch Länge der Zeit aus
allerhand specialen Fällen in allen und jeden Ständen und Aemtern erworben wird; col 1082); concernía menos a la
teoría de la ciencia que a la casuística en calidad de modo de formar juicios morales.
117
Konstantin Ramul, “The problem of measurement in the psychology of the eighteenth century”, American
Psychologist, 15, 1960, 256-265.
118
“Theoremata haec ad Psycheometriam pertinent, quae mentis humanae cognitioniem mathematicam tradit &
adhuc in desideratis est. In ea autem doceri debet, quomodo magnitudinem perfectionis ac imperfectionis nec non
certitudinem judicii metiri debeamus […]” (§ 522). Sobre diversos aspectos del proyecto wolffiano, véase Alexandre
Métraux, “An essay on the early beginnings of psychometrics”, en Georg Eckardt y Lothar Sprung (Eds.), Advances
in historiography of psychology (Berlin, VEB Deutscher Verlag der Wissenschaften, 1983); y especialmente los
artículos de W. Feuerhahn, “Entre métaphysique, mathématique, optique et psychologie” y “Die Wolffsche
Psychometrie”, en Oliver-Pierre Rudolph et Jean- François Goubet (Eds.), Die Psychologie Christian Wolffs.
Systematische und historische Untersuchungen (Tübingen, Max Niemeyer Verlag, 2004). Feuerhahn destaca la
importancia de los trabajos fotométricos como modelo de la psicometría.
cantidad, el alma humana obedece a leyes matemáticas, y porque las contingencias están tan
mezcladas en el alma con las verdades matemáticas y geométricas como en el mundo material.
Wolff no elabora una psicometría empírica, pero algunos de sus ejemplos sugieren ciertos
dominios privilegiados: así sucede con los “grados de la atención”, las diferencias individuales en
la capacidad para permanecer atento en medio de distracciones o durante la lectura de largas
demostraciones matemáticas (§§ 243-248). 119 Su proyecto exige la aplicabilidad universal de las
matemáticas y apunta, a sus ojos, como toda su filosofía, a la utilidad social. Así, en su
Philosophie pratique universelle, Wolff postula que cuanto más libre es una acción, más
deliberada es y puede atribuirse al individuo que la realiza. De ello resulta que es posible un
conocimiento matemático de la libertad del alma y de la imputación de las acciones. La
psicometría, que consiste aquí en medir el grado de intencionalidad, permitiría determinar grados
numéricos de responsabilidad y, por consiguiente, instaurar una justicia matemáticamente
exacta. 120
Varios autores imaginan, entonces, la posibilidad de medir fenómenos psicológicos. Uno
de los primeros, el wolffiano Gottlieb Friedrich Hagen (1710-1769), profesor de filosofía en el
Gymnasium de Bayreuth, encara experimentaciones psicológicas (experimenta psychologica). Se
trataría de producir voluntariamente transformaciones en sustancias simples (el alma) –por
ejemplo, suscitar el miedo en un individuo, para luego observar sus reacciones. 121 Tales
experimentaciones serían importantes para conocerse a sí mismo; las realizadas para conocer a
otros servirían de base segura para otras observaciones. 122 Siempre en la perspectiva de una
especie de casuística cuantitativa, Hagen propone una dynametria destinada a medir las
facultades (dynamis) del alma. 123 La justifica por el hecho de que, a semejanza de las facultades
“mecánicas” del cuerpo, las facultades “representativas” del alma son limitadas, difieren
considerablemente entre los individuos y por ende pueden ser comparadas. 124
Hagen desea imitar a la geometría que se sirve de ángulos infinitamente pequeños para
medir un círculo; el problema consiste en elegir para cada facultad el objeto que convenga medir
a fin de evaluar su potencia y su grado de perfección. La medición de la atención se apoyaría
sobre el número de ideas sobre las cuales se puede reflexionar y el tiempo dedicado a contemplar
y analizar una idea; la del ingenium, sobre la velocidad con la que se descubren semejanzas
ocultas; la del juicio, sobre la cantidad de lazos que se pueden establecer simultáneamente entre
proposiciones. La medición de la voluntad trataría del modus appetitionis y examinaría cuánto se
reflexiona antes de actuar y en qué medida la voluntad se deja guiar por el “apetito racional”
antes que por el sensitivo. La virtud misma sería susceptible de ser medida, ya que consiste en la
fuerza con la cual se desea el bien y se evita el mal. 125
Los poderes del intelecto, explica Hagen por otra parte, pueden ser naturales o adquiridos.
Los primeros son los que el alma posee en virtud de su cualidad de sustancia que se representa el
mundo; los segundos resultan de la repetición, de la observación de reglas, o del conocimiento de
otras disciplinas (el médico, por ejemplo, debe conocer matemática, física, anatomía y la materia
119
Cf. Wolff, Discursus Praeliminaris, § 17; Vernünfftige Gedancken, §§ 268-272.
120
Wolff, Philosophia practica universalis, method scientifica pertractata, Pars prior […] (1738; Wolff, G.W. II.
10), §§ 606-608.
121
Gottlieb Friedrich Hagen, Meditationes Philosophicaes de methodo mathematica […] (1734; Wolff, G.W. III.
82), cap. III (De experientiis), § 37. Hagen (ibid., § 39) especula que también se podrían hacer experimentaciones
teológicas (relativas a las tentaciones o las caídas en el pecado) y filosóficas (particularmente en relación con los
distintos métodos de enseñanza).
122
Ibid., § 41.
123
G.F. Hagen, Dissertatio mathematica de mensurandis viribus propriis atque alienis (Giessen, Litteris
Muellerianis, 1733); la palabra dynametria no aparece sino al final, p. 16, § 27.
124
Ibid., cap. I (De viribus in genere et humanis in specie), particularmente §§ 11-13.
125
Ibid., §§ 12-17.
medica; la lógica y el resto de la filosofía exigen la metafísica). 126 Hagen es sensible a la
dificultad de medir las capacidades adquiridas. Para medir las aptitudes naturales, uno se puede
servir de la velocidad y del número de actos ejecutados. Por ejemplo, si se quisiese comparar la
capacidad de dos muchachos para aprender historia, se les podría relatar un evento histórico,
luego hacer que lo repitan hasta que lo hayan aprendido perfectamente. Con cada repetición, se
recogerían los elementos que cada uno hubiese retenido; cuanto más retengan y cuanto menos
necesidad de repetir tengan, mayor será la velocidad de aprendizaje. Esto permitiría medir sus
poderes intelectuales naturales, especialmente la atención; los elementos retenidos luego de cada
relato también indicarían las preferencias de cada sujeto en función de sus inclinaciones
naturales. 127
El ideal psicométrico inspira a filósofos y psicólogos. Ya hemos mencionado a Kant a
propósito del cálculo del placer y el displacer. Charles Bonnet se pregunta si el “número de
consecuencias justas que distintos Espíritus extraen del mismo principio” no podría servir “de
fundamento para la construcción de una Psicometría; y si se puede presumir que un día se
medirán los Espíritus al igual que se miden los Cuerpos”. 128 En este caso como en todos los otros,
el problema consiste en encontrar las unidades adecuadas. A propósito de la intensidad y la
duración del placer y la pena, el basiliense Johann Bernhard Meriam (1723-1807), profesor de
filosofía en el Colegio francés de Berlín, autor de numerosas memorias psicológicas y, desde
1797, secretario de la Academia de Berlín, estima que ellas no admiten “una evaluación rigurosa
y aritmética”. 129 Pero dado que una sensación dura o es más o menos intensa que otra, es posible
preguntarse “cuál de las dos, el Placer o la Pena, gana en Intensidad o en Duración, sin pretender
asignar la cantidad precisa del excedente”. 130 La experiencia muestra que, por su naturaleza, la
pena conlleva una mayor duración; lo prueba el simple hecho, entre otros, de que ella “alarga el
Tiempo”, mientras que el placer lo abrevia. 131 No obstante, aunque constatamos que algunos
sentimientos son más fuertes que otros, no somos capaces de cuantificar la diferencia de
intensidad. “Estos conocimientos se deben a una ciencia que nos falta, pero que será la obra
maestra del espíritu humano, si se la puede alcanzar alguna vez, y que llamaremos Psicometría
cuando sea descubierta”. 132 Se propone entonces medir el intelecto por medio del número de
objetos que se puede imaginar, la claridad con la cual estos objetos son imaginados y el tiempo
que se requiere para tener una imagen clara de ellos; se busca medir las sensaciones
determinando en dos individuos las distancias a las que son capaces de escuchar un sonido o ver
un objeto y hacerse una idea clara del mismo. 133

126
G. F. Hagen, Programma de mesurandis viribus intellectibus (Halle, Litteris Hendelianis, 1734), p. 4.
127
Ibid., pp. 4-5. Si bien Hagen constata la dificultad de medir los poderes adquiridos, estima posible determinar los
poderes naturales necesarios para el estudio de la filosofía. Al ser ésta la ciencia de la verdad, las facultades
pertinentes dependen de la razón, y las “disposiciones naturales” pueden ser clasificadas (del método analítico al
método sintético) en grados que van de la aptitud para buscar y postular causas a las de deducir verdades a partir de
principios y combinar los principios entre ellos; ibid. pp. 5 y 6-7.
128
Charles Bonnet, Contemplation de la nature (1764), 4ta parte, cap. X (Gradations de l’Humanité), Œuvres, vol. 2.
1, pp. 132-133.
129
Johann Bernhard Merian, “Sur la durée y sur l’intensité du plaisir et de la peine”, Histoire de l'Académie Royale
des Sciences et des Belles-Lettres de Berlin, 1766, 381-400, p. 382. Sobre Merian en Berlín, véase Jens Häseler,
“Johann Bernhard Merian – ein Schweizer Philosoph an der Berliner Akademie”, y sobre un aspecto central de su
obra psicológica, Bernard Baertschi, “La coneption de la conscience développée par Mérian”, en Fontius y Holzhey,
Schweizer in Berlin.
130
Meriam, “Sur la durée”, p. 382.
131
Ibid., p. 385.
132
Ibid., p. 390.
133
Ejemplos en Ramul, “The problem of measurement”, pp. 258-259 y 262-263.
Johann Gottlob Krüger (1715-1759), profesor de medicina y filosofía en Halle, luego en
Helmstädt, se interesa muy temprano por el problema de la sensación. 134 Admirador de Wolff, le
dedica su tesis en medicina, De sensatione (1742). En su Doctrine de la nature, Krüger se apoya
en las vivisecciones de perros referidas por Giorgio Baglivi en su De fibra motrice et morbosa de
1702 para concluir que la sensación depende del movimiento vibratorio de las fibras nerviosas. 135
Habiendo descrito las “membranas nerviosas” (Nervenhäute) como elásticas y el nervio como
una “cuerda tensa” (eine gespannte Seyte), Krüger observa que la elasticidad de dicha cuerda es
proporcional a la fuerza con la que es distendida o estirada. 136 Establece entonces “leyes
matemáticas” que se aplican a las relaciones entre la fuerza con la cual un objeto exterior actúa
sobre los nervios (es decir, afecta su “tensión”), la actividad nerviosa así provocada y la
vivacidad (Lebhaftigkeit) de la sensación resultante. De ahí, Krüger deduce la fórmula
proporcional “S : s = VT : vt”, donde S y s representan la fuerza o intensidad de dos sensaciones,
V y v, la fuerza de la acción de los estímulos, y T y t, la tensión de cada fibra nerviosa. De ello
resulta que, por ejemplo, si V es tres veces más fuerte que v, y T el doble de t, entonces la
sensación S es seis veces más vivaz que s. También resulta que si T = t, entonces S : s = V : v.
Dicho de otro modo, si las tensiones de los nervios son las mismas, entonces la relación
proporcional entre las sensaciones es igual a la proporción entre las fuerzas de los objetos
externos que las han producido. Suponiendo que todos los nervios sensoriales tengan la misma
tensión, la intensidad de una sensación se incrementa de manera directamente proporcional al
aumento del estímulo: la sensación que producen diversos instrumentos que suenan con igual
intensidad es proporcional al número de instrumentos; la sensación experimentada en la piel
como resultado del choque de un objeto es proporcional a la distancia recorrida por cada objeto o
a su peso (si es diferente mientras la distancia sea la misma). 137
La experimentación, que tenía un lugar de honor en la Doctrine de la nature, hace su
entrada en la psicología unos años más tarde. En 1756, Krüger publica un Essai d’une
psychologie expérimentale de orientación metodológica y programática. En él la observación, del
mismo modo que la experimentación, es una “experiencia”. 138 Sin embargo, sólo la
experimentación modifica la naturaleza. La meta de Krüger es establecer la posibilidad de una
psicología experimental que utilizaría otras herramientas que las de la experimentación en física.
En virtud de las relaciones recíprocas entre el alma y el cuerpo, al provocar modificaciones
extraordinarias en el cuerpo se producen en el alma cambios que no ocurrirían en el curso
habitual de la naturaleza; en esto consiste la experimentación psicológica. 139 Ésta debe realizarse

134
Ibid., pp. 261-262; Hatfield, “Remaking the science of mind”, pp. 201-205; Carsten Zelle,
“Experimentalseelenlehre und Erfahrungseelenkunde. Zur Unterscheidung von Erfahrung, Beobachtung und
Experiment bei Johann Gottlob Krüger und Karl Phillip Moritz”, en Zelle, “Vernünftige Ärzte”; Zelle, “Experiment,
experience and observation in eighteenth-century anthropology and psychology – the examples of Krüger’s
Experimental-seelenlehre and Moritz's Erfahrungseelenkunde”, Orbis litterarum, 56, 2001, 93-105.
135
“Die Empfindung geschieht durch eine zitternde Bewegung”. Johann Gottlob Krüger, Naturlehre. Zweyter Theil,
wolcher die Physiologie oder Lehre von dem Leben und der Gesundheit der Menschen in sich fasset (Halle, Carl
Hermann Hemmerde, 1743), cap. 6 (Von der Empfindung überhaupt), § 315, p. 568.
136
Ibid., §§ 315-316.
137
Ibid., § 317 (Mathematische Gesetze der Empfindung). Más adelante (§§ 324-327), Krüger reformula la doctrina
de los temperamentos (colérico, melancólico, sanguíneo y flemático) a partir de su doctrina de los nervios, lo cual le
parece probar su utilidad en medicina. La doctrina patológica de Krüger presupone su teoría de los nervios; véase
Naturlehre. Dritter theil, welcher die Pathologie, oder Lehre veon den Kranchheiten in sich fasset (1749; Halle, Carl
Hermann Hemmerde, 1755), cap. 11 (Von allzuheftigen Seelenwürkungen).
138
“So wohl Wahrnehmungen als Versuche (observationes et experimenta) sind Erfahrungen […]”. J. G. Krüger,
Versuch einer experimental-Seelenlehre (Halle / Helmstädt, Carl Hermann Hemmerde, 1756), § 6, p. 14.
139
“man durch asserordentliche Veränderungen, die man mit dem Leibe vornimmt, Veränderungen in der Seele
zuwege bringen könne, die sich sonst nach dem gewönlichen Lauffe der Natur bey ihr nicht gezeigt haben würden;
und dieses heißt nichts anders, als daß es möglich sey, Experiment emit der Seele zu machen”. Ibid., § 7, p. 18.
en criminales y animales pero también, indirectamente, por medio de estudios de casos médicos.
En efecto, explica Krüger, es razonable considerar estos casos como experimentaciones en la
medida en que una modificación extraordinaria del cuerpo produce en el alma un estado
igualmente extraordinario e inhabitual (lo cual nos permite, dice, experimentar sin mancharnos
las manos de sangre humana). 140 Krüger pone el acento sobre esta última clase de Experimente,
añadiendo a su Essai una selección de casi trescientas páginas de observaciones médicas. 141 Pero
lo cierto es que, incluso otorgando un peso considerable a tales observaciones, su programa sigue
siendo el de una psicología experimental. 142
Si bien la psicometría, entendida como el camino ideal de la psicología empírica, y la
experimentación, concebida como el camino necesario para la plena realización de esta ciencia,
se encuentran muy presentes entre los psicólogos de las Luces, el objeto principal de su
conciencia metodológica fue el examen crítico y comparado de los métodos más adaptados a la
ciencia del alma. 143
Christian Gottfried Schütz (1747-1832), profesor de filosofía de Jena –luego uno de los
primeros kantianos– publica en 1779 una traducción del Essai analytique sur les facultés de
l’âme de Charles Bonnet. 144 Añade “Consideraciones sobre los diferentes métodos de la
psicología” y un resumen comentado del Traité des sensations de Condillac. Se trata de uno de
los primeros textos metodológicos de la psicología. 145 Schütz insiste en el interés de identificar
los obstáculos y elucidar sus causas. En vano intentaríamos avanzar por medio de conjeturas e
hipótesis (mit bloßen Muthmaßungen und Hypothesen): es preciso observar el alma, y allí reside
la dificultad (190). Schütz es consciente de su originalidad. Ciertamente, encontramos en autores
antiguos y modernos observaciones dispersas sobre los métodos de la psicología y los obstáculos
que retrasan el desarrollo del conocimiento del alma; pero vale la pena tratar esta cuestión de
forma más completa y coherente. Así, podremos juzgar mejor las investigaciones ya realizadas y
evitar eventuales callejones sin salida en el futuro (190).
Según Schütz, existen tres clases de “dificultades psicológicas” (psychologische
Schwierigkeiten), relacionadas con el sujeto cognoscente (das erkennende Subject), el objeto del
que se ocupa, y la forma del saber o la manera en la que el sujeto trata su objeto (191). El
“espectáculo” o “drama” (Schauspiel) del alma es extrañamente variado y complejo; pero, ¿quién
lo contempla? El alma misma. Ella es a la vez actriz y espectadora, lo cual constituye la fuente
más importante de dificultades metodológicas. Unas provienen del alma, en la medida en que ella

140
Ibid., p. 20.
141
Anhang verschiedener Wahrnehmungen, welche zur Erläuterung der Seelenlehre dienen, impreso a continuación
del Versuch.
142
Destacando la preferencia de Krüger por las observaciones médicas, Zelle (“Experimentalseelenlehre” y
“Experiment”) estima que ella anuncia el interés por el caso individual propio de las novelas de la segunda mitad del
siglo, y que, por esa razón, su psicología experimental se encuentra mucho más próxima de lo que parece al
Erfahrungseelenkunde de Moritz.
143
En lo que concierne a los ensayos de psicología cuantitativa, queda por estudiar en detalle la obra más voluminosa
del siglo XVIII en la materia, Christian Albrecht Körber, Versuch einer Ausmessung menschkucher Seelen und aller
einfachen endlichen Dingen überhaupt, wie solche der inneren Beschaffenheit derselben, gemäß ins Werck zu
richten ist, wenn man ihre Kräffte, Vermögen und Würckungen recht will kennen lernen (Halle, in der
Lüderwaldischen Buchhandlung, 1746). Ramul se ocupa brevemente de ella (“The problem of measurement”, pp.
262-263).
144
Sobre el pensamiento metodológico de Schütz y de Tetens (tratado más abajo), véase Thomas Sturm, Kant un die
Wissenschaften vom Menschen (Hamburg, Meiner Verlag, de próxima aparición), cap. 2.
145
Christian Gottfried Schütz, “Betrachtungen über die verschiednen Methoden der Psychologie; nebst einem
kritischen Auszuge aus des Hrn. Abt von Condillac Traité des sensations”, en Charles Bonnet, Analytischer Versuch
über due Seelenbkräfte, trad. C. G. Schütz (Bremen / Leizing, Johann Henrich Cramer, 1770), vol 1, pp. 187-273.
Me centraré aquí en los §§ 1-5 y 12-15 (numerado 14 erróneamente); §§ 6-11 tratan del Traité de Condillac. Los
números de las páginas aparecen en el texto.
se observa a sí misma y vuelve sobre sí misma “fuerzas cognoscitivas” (Denkungskäfte)
orientadas por lo natural hacia el exterior. Otras dificultades derivan del hecho de que el alma es
el objeto de estudio. Y una tercera clase proviene de la forma en que se prosiguen tales
investigaciones (192).
La primera clase de problemas metodológicos, que resulta del hecho de que el alma sea el
sujeto observante (das betrachtende Subject), comprende tres tipos de dificultades. De entrada,
debido a la tendencia de la atención a dirigirse hacia el exterior y a la falta de costumbre del alma
para arreglárselas sin imágenes sensibles, resulta difícil elevarse por encima de la sensibilidad.
Por esta razón, según Schütz, los filósofos hacen del alma algo material. Cuando la geometría
renuncia a la rectificación del círculo (es decir, calcular la longitud que tendría en línea recta),
hace de él un polígono infinito. Asimismo, los psicólogos que no han sabido conceptualizar una
naturaleza puramente espiritual, imaginaron que el alma estaba hecha de las materias más sutiles.
Sería deseable, dice Schütz, que tales “aproximaciones filosóficas” fuesen tan anodinas y
prácticas como las geométricas. Ése no es el caso, ya que no se ve por qué sería de utilidad para
el progreso de la psicología hacer del alma un soplo o un fuego sutil (194). Por lo tanto, conviene
estudiar históricamente la influencia de las nociones sensoriales (sinnliche Begriffe) sobre las
opiniones filosóficas relativas al alma: esto permitiría señalar lo que hay de falso o de verdadero
en esas opiniones, a fin de juzgarlas en su justo valor (196).
El alma se revela como peor observadora de sí misma que de otros objetos. La razón de
ello es –y he aquí la segunda dificultad del alma como sujeto observante– la “sorprendente
velocidad” con la cual se suceden las representaciones. La atención no las sigue tan fácilmente
como sigue a los cuerpos; además, la reflexión profunda sobre temas espirituales conduce más
fácilmente a la exaltación o al entusiasmo (Schwärmerey) que a las observaciones más atentas y
laboriosas de los objetos físicos (197). 146 La velocidad con la cual el alma se lanza de
pensamiento en pensamiento vuelve muy difícil la observación de estados efímeros y procesos
continuos. De ello resulta, según Schütz, que pocas personas sean capaces de observar el
desarrollo del genio o la formación de las facultades psicológicas en el niño (198). Una tercera
dificultad del alma que se observa a sí misma deriva de las representaciones obscuras (dunkle
Vorstellungen) que, de vez en cuando, dominan las representaciones claras y hacen perder al
alma su conciencia de sí misma. Algunos estados, tales como el sueño profundo, el desmayo o el
delirio, escapan a la observación psicológica (198). Sería útil para el “arte del descubrimiento”
que un genio pudiese advertir el camino que sigue en su trabajo. Ahora bien, del mismo modo
que un soldado arrojado al tropel de una batalla no sería capaz de redactar un plan completo,
resulta imposible al genio, en medio del entusiasmo de su trabajo, ser claramente consciente su
método (199).
La segunda clase de problemas metodológicos deriva del hecho de que el alma es el
objeto de la investigación (der Gegenstand der Untersuchung). A diferencia del ojo, que no se ve
a sí mismo cuando mira, el alma debe observarse para conocerse. Ahora bien, al estar dotada de
conciencia, cree ya conocerse: es por eso que se tiende a confundir las sensaciones interiores con
la investigación de la naturaleza del alma (200). Por otra parte, la convicción de que el alma es
tan conocida que no tenemos necesidad de estudiarla es, según Schütz, un prejuicio corriente que
obstaculiza el progreso del saber psicológico (204). Pero incluso sin este prejuicio sigue siendo
muy difícil observarse. El entendimiento, ocupado en examinar su propia marcha, entre tanto
olvida su tarea o toma otro camino. Los oradores, por ejemplo, a menudo se extravían al
perseguir sus propios pensamientos. Peor aún es el caso de los estados psicológicos
extraordinarios o conmociones, que nos vuelven incapaces de reflexionar: un pintor no sería

146
Schwärmerey: la palabra perteneciente a un contexto filosófico-religioso de crítica del fanatismo, la superstición y
otros extravíos del espíritu atribuidos a menudo a los poderes de la imaginación.
capaz de realizar un autorretrato cuando estuviese sumido en la más profunda tristeza (200). Se
podría objetar, señala Schütz, que es posible observar a los otros. Desde luego, pero el
conocimiento de los otros es tan difícil como el de sí mismo, ya que cada uno lleva una máscara,
e incluso en la ausencia de hipocresía, muchas cosas permanecen forzosamente escondidas (201).
Es lo que sucede, pues, con la estructura del alma. Ésta es a la vez variada e uniforme. Sin
embargo, desde el punto de vista metodológico, sería falso multiplicar las facultades debido a la
disposición compleja de algunos fenómenos psicológicos –lo único que eso logra es multiplicar o
cambiar nombres. A la inversa, añade Schütz, sería igual de falso considerar como simple lo que
aparenta serlo, ya que la complejidad (Zusammensetzung) puede encontrarse muy oculta, y es
preciso dar pruebas de mucha atención y prudencia para saber si un fenómeno deriva de causas
simples o complejas. Así, una única y misma inclinación puede tener varias causas (202). A la
“sorprendente complejidad” de las propiedades del funcionamiento del alma se agrega su
velocidad; el alma, escribe Schütz, es como una “corriente rápida” que pareciera seguir siendo la
misma, pero que se transforma constantemente. A veces, sus modificaciones son imperceptibles;
otras veces, una casualidad invierte todo un sistema de pensamientos e inclinaciones. Schütz
recoge el testimonio de la historia de la pintura, a la que encuentra repleta de artistas que cambian
de estilo por completo luego de ver el lienzo de un gran maestro. En esos casos es necesario
preguntarse por la cantidad de modificaciones rápidas que el alma puede sufrir, y por la fuerza de
una impresión, tal que a menudo algunos años no bastan para producir algo semejante (203). En
este punto, Schütz reclama la ayuda de los educadores, cuyas observaciones prestarían un gran
servicio a la psicología (204).
La tercera clase de dificultades remite a los métodos de la psicología. Schütz enumera
tres: el método empírico, el analítico y el sintético (o sistemático). Cada uno ofrece ventajas a la
vez que plantea problemas. Si se trata de observaciones y experiencias, el método empírico
parece ser el más seguro; pero también es el menos capaz de realizar grandes progresos y no se
encuentra menos expuesto al error (observaciones mal hechas, conclusiones falsas, confusiones
entre lo esencial y lo accidental). El método analítico, que Schütz denomina “método del
ensamblaje arbitrario” (Methode der willkürlichen Verbindung), descansa sobre la elección de
algunos casos, seguido de la formulación de analogías entre estos casos y otras experiencias
(205). Así, el “analista” se expone al peligro de hacer suposiciones imposibles, llevar la
“descomposición” (Zergliederung) demasiado lejos, dividir fenómenos que deberían ser tomados
como totalidades, en suma, “desgarrar el tejido” a fuerza de llevar demasiado lejos el análisis. En
cuanto al “sintetista” (Synthetiker), éste presupone algunos principios y aserciones generales, de
las que deduce conclusiones que busca “hacer rimar” con los “fenómenos reales” del alma (205).
De este modo, corre el riesgo de inventar conceptos que no tienen nada que ver con la realidad,
de extraviarse en especulaciones inútiles y de construir un sistema de proposiciones vaciadas de
todo contenido (206).
Schütz no deja ninguna duda en cuanto a su preferencia por el método empírico, del que
enuncia tres reglas. La primera consiste en realizar numerosas observaciones y no olvidar que
constituyen “casos individuales” que sólo se dejan generalizar con mucha circunspección y
prudencia (264). La segunda regla consiste en señalar los fenómenos con las circunstancias que
los rodean (Nebenumstände), dado que es posible que sin ellas tengan un aspecto muy distinto.
Sin esto, constata Schütz, a menudo resulta imposible resolver las contradicciones aparentes entre
diversos aspectos del mismo fenómeno. Tercera regla del método empírico: tener en cuenta
incluso los detalles más pequeños, ya que grandes acontecimientos pueden surgir de causas
pequeñas, e intensas pasiones pueden comenzar como tibios entusiasmos. Por otro lado, existen
fuentes y medios que Schütz desearía ver utilizados más a menudo en psicología (266-268): el
desarrollo del niño, para conocer el origen de las capacidades y las inclinaciones; los fenómenos
extraordinarios (la locura, las visiones, el sonambulismo), a fin de determinar lo que el cuerpo
hace durante estos estados y lo que debe ser atribuido al alma; la analogía, que ayudaría a
descubrir lo que sucede con las “representaciones obscuras”, por ejemplo, durante el sueño; las
“supuestas facultades del alma” (die sogenannten Seelenkräfte), consideradas unas en relación
con otras antes que aisladamente, lo cual permitiría comprender mejor por qué difieren tanto
según los individuos; finalmente, sería preciso prestar más atención al hombre en su integridad –
no solamente al alma, sino a su alma unida al cuerpo. En conclusión, escribe Schütz, “sería más
útil que la psicología fuese mejor tratada en tanto una antropología”. 147
Esta antropologización de la psicología concerniría sobre todo al método empírico. Sin
embargo, Schütz no desdeña ningún método. El análisis suple los límites de la experiencia, al
descomponer los hechos y reducir los resultados así obtenidos a principios simples. Para eso es
preciso tener una imaginación viva y, a la vez, bien ordenada, sin abusar de los principios (269).
Es lo que Condillac y Bonnet no habrían sido capaces de hacer. El Traité des sensations (1754) y
el Essai analytique sur les facultés de l'âme (1760) se sirven de la ficción de una estatua vacía e
inanimada que, sometida primero a estimulaciones sensoriales aisladas (comenzando por el olor
de una flor), termina por volverse un ser sintiente y pensante (Figura 4.1).

Figura 4.1. El psicólogo hace oler la flor a la estatua. Frontispicio de Jean Henri Samuel Formey,
Entretiens psychologiques, tirés de l’Essai analytique sur les facultés de l’âme, de Mr. Bonnet (Berlin,
en Joachim Pauli, 1769). Biblioteca pública y universitaria de Ginebra. Foto: Jean Marc Meylan.

147
“Endlich sollte man auch mehr auf den ganzen Menschen, nich bloß auf die Seele, sondern auf die Seele, mit dem
Körper verbunden, Achtung geben. Es ware überhaupt vortheilhafter, wenn die Psychologie mehr als Anthropologie
behandelt würde” (268).
En ambos casos, observa Schütz, el despertar sensorial pone en marcha todas las
facultades, e incluso los conceptos abstractos. ¿Cómo podría la estatua reaccionar al olor si no
estuviese ya dotada de sensibilidad? (269-270). Incluso el método sintético, al que Schütz acusa
de haber infligido grandes daños a la psicología a causa de sus teorías falsas, sus conclusiones
infundadas, sus conceptos vacilantes y sus numerosas logomaquias, puede tener alguna utilidad.
El método sintético facilita la puesta en orden, la claridad e incluso la precisión de las
observaciones; las reúne y permite identificar lagunas, contradicciones y elementos
desorganizados. En suma, concluye Schütz, tomados aisladamente, los métodos siguen siendo
imperfectos; unidos, pueden alcanzar los mejores resultados (273).
Más que Schütz, Johann Nicolas Tetens, cuyas preferencias metodológicas hemos
evocado, estima que la introspección es apropiada para la psicología empírica. No sólo la aplica
en sus extensas Recherches philosophiques sur la nature humaine et son développement, sino que
la hace objeto de un profundo examen crítico que lleva el sello de su eclecticismo, su
conocimiento de las ciencias y su espíritu pragmático. 148 Para comenzar, como lo hemos visto,
adhiere al método “de observación” utilizado por Locke y por la psicología empírica alemana. Lo
caracteriza en los siguientes términos:
Tomar las modificaciones del alma tal como son conocidas por el sentimiento de sí mismo;
observarlas de nuevo cuidadosamente y percibirlas en circunstancias modificadas, fijarse en
la manera en que nacen y las leyes de la acción de las fuerzas que las producen; luego
comparar [y] descomponer las observaciones, y por este medio investigar las facultades y sus
modos de operación más simples, así como la relación que mantienen entre sí; tales son los
procedimientos más esenciales del análisis psicológico del alma fundado en experiencias. 149
Este método sería conforme al estudio de la naturaleza, el único en condiciones de mostrar las
operaciones del alma “tal como son realmente”, conducir a principios de los que podamos
obtener un conocimiento fiable de las causas, y llegar a algo seguro antes que a simples
conjeturas sobre la naturaleza del alma (iv).
A este método, Tetens opone el método llamado “analítico” o “antropológico”, que reduce
los fenómenos psicológicos a estados cerebrales (iv). Los análisis de este tipo ameritan, según él,
el nombre de “metafísicos”, ya que se encuentran más allá de toda observación; reducen a
modificaciones del cerebro las modificaciones del yo inmaterial, que participa en ellas a modo de
148
Estos rasgos resumen bien la personalidad intelectual de Tetens: en diferentes momentos de su carrera, enseña
física, matemática y filosofía; además de psicología, publica sobre cuestiones tan diversas como la meteorología, la
electricidad, la etimología, los programas escolares, la aplicación de las matemáticas a la pensión de jubilación, la
tecnología hidráulica de los diques, el derecho de la guerra, el concepto de divinidad y las pruebas de la existencia de
Dios… Abandona la enseñanza universitaria en 1789 para volverse un alto funcionario de la justicia y las finanzas en
Dinamarca. Para estimaciones de la obra de Tetens, véase Barnouw, “Psychologie empirique” y “The philosophical
achievement and historical significance of Johann Nicolas Tetens”, Studies in Eighteenth-century Culture, 9, 1979,
301-335. Sus ideas sobre el desarrollo interesaron a psicólogos de fines del siglo XIX: Marianne Müller-Brettel y
Roger A. Dixon, “Johann Nicolas Tetens: a forgotten father of developmental psychology?”, International Journal of
Behavioral Development, 13 (2), 1990, 215-230; Ulman Lindenberg y Paul B. Baltes, “Lifespan psychology: In
honor of Johann Nicolas Tetens (1736-1807)”, Zeitschrift für Psychologie, 207, 1999, 299-323.
149
“Die Modifikationen der Seele so nehmen, wie sie durch das Selbstgefühl erkannt werden; diese sorgfältig
wiederholt, und mit Abäderung der Umstände gewahrnehmen, beobachten, ihre ENtstehungsart und die
Wirkungsgesetze der Kräfte, die sie hervorbringen, bemerken; alsdenn die Beobachtungen vergleichen, auflösen, und
daraus die einfachsten Vermögen und Wirkungsarten und deren Beziehung auf einander aufsuchen; dieß sind die
wesenlichsten Verrichtungen bey der psychologischen Analysis der Seele, die auf Erfahrungen beruhet. Diese
Methode ist die Methode der Naturlehre […]”. Tetens, Philosophische Versuche, “Vorrede”, p. iv. A partir de ahora,
los números de página figuran a continuación de las citas. Para una traducción un poco diferente, véase Barnouw,
“Psychologie empirique”, p. 278.
una fuerza activa y motriz, y que puede modificarse al mismo tiempo que el cerebro (v). Ahora
bien, para Tetens, el órgano del pensamiento es una máquina cuya fuerza motriz es el alma. 150 No
se trata de negar, por ejemplo, que en los procesos de la memoria queden marcas en el cerebro
(vii). Pero a este modelo general y verosímil, autores como Bonnet y Hartley añaden hipótesis
muy precisas sobre el modo en que estos cambios cerebrales producen representaciones
(Vorstellungen; vii). Tetens estima que, en Bonnet, la relación del alma con el cerebro se parece a
la del agua con el recipiente que la contiene, o del aire con la burbuja que lo rodea, con la
diferencia de que el recipiente puede cambiar su forma y recobrarla fácilmente (viii). Estas ideas
sobre la “física del cerebro” son simples conjeturas (viii). Según Hartley, las modificaciones del
alma dependen de las oscilaciones de la sustancia cerebral –hipótesis que vale quizá tanto como
la otra (ix). Resulta inútil, pues, querer decidir cosa alguna en el tema mientras el cerebro siga
siendo tan poco conocido (xiii).
Sin embargo, la crítica de Tetens no excluye a la fisiología cerebral de la psicología; más
bien, le da otro lugar. Incluso si los “análisis metafísicos” de Bonnet y de Hartley nos enseñaran
algo (cosa que, según él, no ocurre), deberían darse al final y no en los momentos iniciales de la
psicología (xiii-xiv). “El análisis psicológico debe tener prioridad” (“Die psychologische
Auflösung muß vorgehen”; xiv). E incluso si uno se quedase en la “psicología metafísica”, sus
afirmaciones deberían ser puestas a prueba constantemente por los conocimientos obtenidos a
partir de la observación (Beobachtungskenntnisse; xiv). Lo cierto es que, observa Tetens, el deseo
de interpretar los estados del alma como modificaciones del cerebro hace que algunos
observadores descuiden hechos psicológicos que su perspicacia no debería dejar escapar (xv). En
psicología, como en otras ciencias, dice Tetens, es tan necesario como útil realizar hipótesis
cuando la experiencia y la razón son insuficientes. El autor de hipótesis (Hypothesendichter), el
observador (Beobachter) y el “ligero hacedor de sistemas” (der luftige Systemmacher), todos
proporcionan algo al conocimiento –pero cada uno en su propia medida (xv).
Tetens reconoce las dificultades de la observación de sí mismo, pero identifica las tres
operaciones en las que se basa su valor: la observación de fenómenos individuales, su
descomposición o análisis (Zergliederung), y su comparación (Vergleichung), gracias a la cual
afirmaciones relativas a hechos individuales (einzelne Sätze) pueden conducir a proposiciones
generales (Allgemeinsätze; xvi-xvii). Cada operación hace frente a escollos específicos. Tetens
constata, por ejemplo, hasta qué punto es fácil imaginar que uno está repitiendo una observación,
ya sea en las mismas condiciones o en otras, aunque en realidad éste no sea el caso en absoluto.
Ahora bien, declara Tetens, quien no pueda distinguir una percepción verdadera de lo que se dice
de ella, no está en condiciones de volverse un “observador del alma” (xvii). La imaginación
(Phantasie) es aquí una de las principales fuentes de error (xvii-xviii).
Al ser cada observación individual, una de las operaciones principales del método de
observación consiste en la generalización (Verallgemeinerung; xix). Se la alcanza por medio de
la comparación. Para evitar la confusión entre lo seguro y lo probable, lo que es y lo que puede
ser, la comparación debe ser efectiva, y no solamente posible en virtud de un proceso analógico
(xx). Por otra parte, conviene multiplicar las experiencias (Erfahrungen) que sirvan de
fundamento a los conceptos y los principios (xxii). No obstante, observa Tetens una vez más, esto
no es suficiente. A fin de superar el simple acopio de materiales y observaciones aisladas, es
preciso tener una “filosofía general”, que concierna a las relaciones entre los estados de las cosas,
y capaz de establecer, por ejemplo, en qué medida efectos parecidos resultan de causas similares
(xxiii).
A fin de cuentas, la metodología de Tetens se apoya no solamente sobre una práctica que
es psicológica en sí misma (la práctica de la observación), sino también en una distinción

150
“Das Denkorgan ist eine Maschine, wozu die Seele die bewegende Kraft ist” (v).
epistémica, y casi moral, entre las hipótesis y las proposiciones empíricas (Erfahrungssätze;
xxix). Las ciencias y la teoría de la naturaleza (Naturlehre) representan su modelo ideal. Pero la
psicología tiene sus propias dificultades. Por ejemplo, en psicología resulta más difícil diferenciar
los razonamientos de las experiencias, dado que no se dejan aislar siempre con rigurosidad, y que
las puras enumeraciones de acontecimientos (Aufzählungen der Begebenheiten) no son tan
corrientes como en historia natural (xxix). El razonamiento y la observación deben ir de la mano,
sin dejarse estropear por la imaginación y el espíritu de sistema. Es por eso que Tetens habría
llevado sus razonamientos hasta el punto en que su conformidad con la observación fuese, a sus
ojos, indiscutible (xxx).

“La mejor manera de perfeccionar esta bella Ciencia”

En la historia de la metodología psicológica de las Luces, Charles Bonnet jugó un rol


mucho más positivo que el de haber suscitado la crítica de Schütz y de Tetens. Su obra filosófica
y psicológica está repleta de comentarios metodológicos, en particular sobre el “arte de
observar”, que considera como el método apropiado tanto para la física como para la metafísica.
Bonnet inspira a Jean Senebier (1742-1809) un Essai sur l’art d’observer et de faire des
expériences, del que se ha dicho que es el “primer ensayo de sistematización que el siglo haya
intentado respecto del enunciado de las reglas fundamentales que deben guiar el análisis de la
naturaleza”. 151 El Essai fue redactado con motivo de un concurso de la Sociedad holandesa de las
ciencias sobre una pregunta propuesta por Bonnet mismo. 152 Traductor de Spallanzani y autor de
investigaciones de fisiología vegetal, Senebier atribuye su proyecto de meditar sobre el arte de
observar a la “lectura repetida” de Bonnet, particularmente del Essai analytique sur les facultés
de l'âme y las Considérations sur les corps organisés. Senebier toma el camino de Bonnet como
modelo de método analítico y procede por una especie de puesta en abismo 153 que consiste en
“analizar los eslabones importantes de la cadena” analítica en sí misma. 154
En cuanto al autor del trabajo que obtuvo el primer premio, el pastor valdense Benjamin
Carrard (1730-1789), piensa al igual que Senebier que uno de los mejores medios para descubrir
las reglas del arte de observar es examinar cómo lo ponen en práctica los mejores observadores.
De forma menos exclusiva y ferviente que Senebier, también encontraba en Bonnet las
cualidades y los procedimientos necesarios para la observación –los detalles concretos, dice, que
son “más apropiados para formar un gran arte de observar […] que los preceptos, que […]
conservarán siempre un carácter vago e indeterminado”. 155
A partir de su nombramiento como miembro extranjero de la Sociedad holandesa de las
ciencias en 1765, Bonnet juega un rol preponderante en la organización de los concursos de la

151
Marx, Charles Bonnet, pp. 172-173; pp. 171-178 sobre las relaciones de Bonnet y Senebier con el campo del
método.
152
Admitido en la Sociedad en 1768, Bonnet propone “este Tema tan importante: cuánto puede contribuir el Arte de
Observar a la perfección del Espíritu”. Citado en Marx, Charles Bonnet, p. 416.
153
[En francés: mise en abîme. En castellano lo traducen también los sintagmas “construcción en abismo”,
“composición en abismo”, “duplicación interior”, etc. Se trata de un procedimiento heredado de la heráldica que
consiste en reproducir, en forma reducida, parte de una obra en su propio interior. N. de los T.]
154
Jean Senebier, Essai sur l'art d’observer (2da ed., Ginebra, J. J. Paschoud, 1802), vol. 2, p. 288. Senebier obtiene
la medalla de plata (accessit); su texto aparece en las memorias de la sociedad en 1772, y luego en Ginebra en 1775;
el Essai se vuelve conocido en la edición muy corregida y aumentada de 1802.
155
Benjamin Carrard, Essai […] sur cette Question. Qu’est-ce qui est requis dans l'Art d'Observer; & jusques-où cet
Art contribue-t-il à perfectionner l'Entendement? (Amsterdam, en Marc-Michel Rey, 1777), p. 72.
Sociedad. 156 Al concluir el concurso sobre el arte de observar, propone una nueva pregunta que
sería, “de alguna manera, la Aplicación o el Desarrollo de la precedente”:
¿Cuál es la utilidad de la Ciencia psicológica en la Educación y la Dirección del Hombre, y
en relación con la Felicidad de las Sociedades; y cuál sería la mejor manera de perfeccionar
esta bella Ciencia e incrementar sus progresos? 157
En primer lugar, se trata de determinar la utilidad de la psicología para la educación. Bonnet
critica a los educadores que se contentan con principios generales sobre el ser humano cuando el
conocimiento válido del hombre implica el estudio empírico de su organización. En segundo
lugar, por estar formadas las sociedades de individuos, la política depende de la psicología, y, en
la medida en que ésta proporciona sus fundamentos a la educación, se vuelve la base cognoscitiva
de la felicidad social que la política debe fijarse como meta. Finalmente, al plantearse de ese
modo la parte que corresponde a la psicología en la educación y la política, se vuelve esencial
asegurarse de su progreso, teniendo como principio la influencia recíproca de lo física y lo moral.
El premio lo gana Jean Trembley (1749-1811), sobrino del célebre naturalista Abraham
Trembley (1710-1784). Aunque seguramente ha sido un personaje menor, Trembley fue uno de
los primeros autores francófonos en haber tratado de forma explícita la metodología psicológica.
Polígrafo, tan viajero como Bonnet era sedentario, sin profesión fija, Trembley, que evolucionaba
intelectual y espacialmente entre la cultura francesa y la alemana, es uno de esos pasadores que
abundan en la República de las Letras y las Luces helvéticas. 158 Asimismo, es un actor
secundario en el auge de la ciencia ginebrina en el siglo XVIII, y, durante algunos años, y a modo
adoptivo, uno de los suizos de la Aufklärung berlinesa. 159 Sus intereses múltiples –por las
matemáticas, la física, la psicología, la estética, la teología y la política– no permanecen
dispersos, sino que se articulan en torno a convicciones de orden metodológico y epistemológico
sobre la preeminencia de la psicología y el valor moral y cognoscitivo de los hechos empíricos.
Estas convicciones orientan sus compromisos, haciéndolos converger en la lucha contra los
“prejuicios”, comprendidos aquellos que, a sus ojos, amenazan al cristianismo. 160
A mediados de la década de 1760, mientras da al joven Trembley una educación
filosófica, Bonnet redacta para él una colosal guía de lectura del Essai analytique sur les facultés
de l'âme: 2045 preguntas, que comienzan por “¿Cuál es el fondo del cual extraemos todas las
ideas sobre las que reflexionamos?” y terminan con “¿Cuál es la mejor manera de leer el Essai
analytique y qué frutos se pueden obtener de esta lectura?”. 161 Si el terminus a quo de la guía es
una pregunta empírica, el terminus ad quem se refiere al método y la moral del Essai. Muchas

156
Además de la pregunta ya citada sobre el arte de observar, y la tratada más abajo sobre la utilidad de la psicología,
Bonnet propuso otras dos: “¿Cuáles son los fundamentos y las características de la analogía, y cómo debe una
filosofía utilizarla en la investigación de las verdades psíquicas y las verdades morales?” y “Qué se debe pensar
acerca de la gradación, que varios filósofos, tanto antiguos como modernos, admitieron entre los seres naturales; y
hasta qué punto podremos conseguir asegurarnos de la realidad de esta gradación, y del orden que la naturaleza
observa en ella?”; Marx, Charles Bonnet, pp. 417-418.
157
Charles Bonnet en la Sociedad holandesa de las ciencias, Genthod, 13 de junio de 1770. Archivos de la
Hollandsche Maatschappij der Wetenschappen, Rijksarchiev in Noord-Holland, Haarlem.
158
François Rosset, “La vie littéraire et intellectuelle en pays romand au XVIIIe siècle”, en Roger Francillon, ed.,
Histoire littéraire de la Suisse Romande, 1 : Du moyen âge à 1815 (Lausanne, Payot, 1996) ; Taylor, “The
Enlightenment in Switzerland”.
159
Sobre Ginebra, véase René Sigrist, L’essor de la science moderne à Genève (Lausanne, Presses polytechniques et
universitaires romandes, 2004).
160
F. Vidal, “Psychologie empirique et méthodologie des sciences au siècle des Lumières. L’exemple de Jean
Trembley”, Archives des sciences, 57(1), 2004, 17-39.
161
Questions sur l'Essai analytique, Ms. Bonnet 13, cahier de 225 feuilles, daté du 1er février 1768 au 21 mars 1775,
Département des manuscrits, Bibliothèque publique et universitaire, Genève (a partir de ahora “BPU”).
otras preguntas son formuladas con el objeto de suscitar la reflexión metodológica. 162 El conjunto
apunta no sólo a fijar el Essai en la memoria del discípulo, sino que también busca ayudar a
profundizar y desarrollar sus principios: “Lo que la Memoria ha retenido, el Juicio debe ponerlo
en práctica y la Imaginación embellecerlo razonablemente”. 163 La guía de lectura se corresponde
con el rol primordial que Bonnet atribuye a la atención en el conocimiento en general y en la
psicología en particular: es por medio de ella que formamos abstracciones, y, por lo tanto, ella es
“la Madre del Genio”. 164 La guía en su totalidad es como una respuesta afirmativa a una de sus
propias preguntas – “¿Son los principios que nuestro Analista expone sobre la Atención capaces
de buenas aplicaciones lógicas?” (nº 642)–, así como una puesta en práctica de su convicción de
que una Historia de la atención, si estuviese bien hecha, “haría caer todas las Lógicas”, ya que
sería “una Lógica reducida a la acción”. 165
En el fondo, el vocabulario metodológico de Bonnet no difiere del de sus críticos. Al igual
que ellos, el ginebrino preconiza la acumulación de hechos a partir de observaciones y de
experiencias repetidas. 166 A la observación y la experiencia deben unirse el análisis y la síntesis:
la descomposición de un todo en sus partes y la reconstitución de las relaciones que unen estas
partes. El sabio agrupa los hechos, a partir de ellos induce principios y leyes, y extrae de estos
últimos consecuencias que debe poner a prueba empíricamente. Este camino, propio de las
ciencias de la naturaleza, debería ser igualmente el de la metafísica, Según Bonnet. Por lo demás,
él mismo estima que su metafísica es “casi toda física”. 167
Sin embargo, el método no se reduce a la observación y la experiencia. La imaginación y
la curiosidad, la conjetura y la hipótesis, son útiles, a condición de ser controladas por la razón y
el espíritu de observación:
No se podrían tejer demasiadas conjeturas sobre un tema obscuro. Tantos son los hilos que
pueden conducir a lo verdadero por medio de diferentes rutas, o darnos lugar a descubrir
Tierras nuevas. Las conjeturas son las chispas con cuyo fuego la buena Física enciende la
llama de la experiencia. […] Dejemos obrar a la imaginación; pero que la razón tenga
siempre las riendas de este corcel peligroso. Volvámonos hacia todos los lados; formemos
nuevas conjeturas; demos luz a nuevas hipótesis; pero recordemos que son tan sólo conjeturas
e hipótesis, y no las confundamos jamás con hechos.168
“Formaré hipótesis”, anuncia audazmente Bonnet al comienzo del Essai analyique, “y estas
hipótesis las haré de tal suerte que se apoyen sobre hechos, y que sean de estos las consecuencias
naturales”. 169 Evidentemente, Schütz y Tetens pensaban que no había tenido éxito. La aportación
metodológica de su propósito radica igualmente en el rol positivo que otorga a la hipótesis y la
conjetura.

162
Por ejemplo: “¿Cuál es el procedimiento que debe tener el verdadero Psicólogo?“ (nº 15), “¿Cuáles son las
principales dificultades del método analítico?” (nº 17), “¿Por qué el Autor comienza su libro con esta expresión
notable, yo supongo?” (nº 59), “¿Proporciona la lengua muchos ejemplos de Términos tomados de la Materia y que
se transportan al Espíritu?” (nº 540), “¿Qué consecuencias prácticas se deben extraer de nuestra profunda ignorancia
de la Esencia real de las Cosas” (nº 1115). Ibid.
163
Ibid., ”Avertissement”, fol. 1ro.
164
Bonnet, Essai analytique sur les facultés de l’âme (1760), § 560, Œuvres, t. 13.
165
Bonnet, “Analyse abrégée de l'Essai analytique”, § XX, Œuvres, t. 7.
166
Sobre el pensamiento metodológico de Bonnet, véase Raymond Savioz, La philosophie de Charles Bonnet de
Genève (París, Vin, 1948), cap. 14, así como Marc Ratcliff, “Une métaphysique de la méthode chez Charles
Bonnet”, en Marino Buscaglia, R. Sigrist, Jacques Trembley y Jean Wüest, eds., Charles Bonnet savant et
philosophe (1720-1793) (Ginebra, Éditions Passé Présent, 1994).
167
Bonnet, Œuvres, t. 1, p. vii.
168
Bonnet, Considérations sur les Corps organisés (1776), cap. 3, § 24, Œuvres, t. 3, p. 11.
169
Bonnet, Essai analytique, p. 2.
Jean Trembley insiste en lo mismo. En 1773, al suplantar a Horace-Bénédict de Saussure
(1740-1799) en el curso de lógica en la Academia de Ginebra, invoca el descubrimiento de la
aberración de la luz para afirmar que la hipótesis es siempre tan necesaria y útil en física
experimental y matemática como en psicología, derecho natural y política. 170 Cuando Abraham
Trembley reprocha a Bonnet por quedarse demasiado en las hipótesis y seguir sus propios
principios de modo demasiado sistemático, Jean lo defiende:
Si las Hipótesis fuesen desterradas de la Física, a qué serían reducidas, y no solamente lo que
[la física] contiene de hipotético sería excluido de ella, sino que incluso todo lo que ha sido
confirmado por la experiencia y el cálculo, y que en otro tiempo era hipotético, ya no la
adornaría. 171
En la mecánica celeste, por ejemplo, los razonamientos y los cálculos suponen desde luego la
observación de hechos. Ahora bien, observa Trembley, cuando se trata, por ejemplo, de la
emisión de la luz, “como no tenemos ninguna idea sobre su naturaleza ni sobre las leyes que
sigue la fuerza a la que es debida, sólo podemos apoyar nuestros cálculos sobre hipótesis que no
resultan de la naturaleza de las cosas”. 172 En suma, el conocimiento de la naturaleza progresa
gracias a la confrontación de la hipótesis y la experiencia. Esta confrontación es indispensable
para que un conocimiento pueda ser tenido por tal antes que por un “sistema” sintético y
deductivo. Enunciadas muy temprano, estas convicciones son el hilo conductor de la
epistemología y la metodología que Trembley expresa en numerosas “observaciones” de física
que publica sobre todo en las Mémoires de l'Académie Royale des Sciences et Belles- Lettres de
Berlín.
Con su respuesta a la pregunta sobre la utilidad de la psicología y la manera de asegurar
sus progresos –que la primera página titula Traité de l’utilité de la science psychologique– Jean
Trembley produce lo que al parecer sería la primera obra metapsicológica en lengua francesa. 173
Trembley aborda la psicología como una disciplina autónoma y profundiza las preocupaciones
metodológicas de Bonnet al tematizar su visión del progreso de la psicología e integrar
tácitamente las discusiones y los conocimientos alemanes sobre la disciplina. Al igual que en
Tetens y en Schütz, estas discusiones estaban estrechamente ligadas al Essai de psychologie y el
Essai analytique, traducidos al alemán al inicio de la década de 1770. En 1777, Jean Trembley
relata a Bonnet que sus ideas se difunden y prosperan en Alemania. 174
De acuerdo con el enunciado de la pregunta planteada en el concurso, Trembley divide su
Réponse en tres partes. Una vez demostrada la importancia pedagógica y social de la psicología,
examina los medios “para perfeccionar esta bella Ciencia, y para incrementar sus progresos”.
Primera tarea: “hacerse una idea justa de lo que debe ser la psicología”, a fin de evitar a la vez las

170
J. Trembley, Cours de logique, cap. 8 (De hypothesi), fol. 103. Notas tomadas por Georges-Constatin Naville
(BPU, Ms Cours univ. 779).
171
J. Trembley, “Examen des Remarques sur l’Essai Analytique. Par Mr. Jean Trembley“, fol. 5bis recto (BPU,
Fonds Trembley 33).
172
J. Trembley, “Observations sur l’attraction & l’équilibre des Sphéroïdes“, Mémoires de l’Académie Royale des
Sciences et Belles-Lettres de Berlin, 1799-1800, 68-109, pp. 91-92.
173
J. Trembley, “Réponse à la question, proposée par la Société de Harlem: Quelle est l’Utilité de la Science
Psychologique dans l’éducation & la direction de l’Homme, & relativement au bonheur des Sociétés? Et quelle serait
la meilleure manière de perfectionner cette belle Science, & d’accroitre ses progrès?” [“Respuesta a la pregunta,
planteada por la Sociedad de Harlem: ¿Cuál es la Utilidad de la Ciencia Psicológica en la educación y la dirección
del Hombre, y en relación con la felicidad de las Sociedades? Y, ¿cuál sería la mejor manera de perfeccionar esta
bella Ciencia e incrementar sus progresos?”. N. de los T.], Verhandelingen, uitgegeeven door de Holandsche
Maatschappye der Weetenschappen, te Haarlem, 20 (1), 1781, 1-310. El original en francés ocupa el tercio inferior
de cada página, estando el resto reservado para la traducción holandesa. Los números de página aparecen en el texto.
174
Carta de J. Trembley a C. Bonnet, 13 de julio de 1777, citada en Marx, Charles Bonnet, pp. 419-420. Véase
también Dessoir, Geschichte, pp. 130-131.
“ensoñaciones sistemáticas” y la acumulación de detalles aislados o de “pequeños hechos
particulares” que se erigirían en principios (239-240). El camino de la psicología exige la
colaboración del análisis y la síntesis. Por ejemplo, el análisis descubre los hechos más generales,
tales como el amor a la felicidad y a sí mismo, o la complacencia del alma en el ejercicio de su
actividad. A continuación, la síntesis los demuestra lógicamente: un ser que no se amase a sí
mismo no buscaría su propia conservación; un ser activo que no encontrase placer alguno en su
actividad no actuaría en virtud del principio de la felicidad (245). El resto de los hechos dependen
causal y lógicamente de estos hechos generales que se han juzgado probados. Para encontrarlos y
establecerlos, se procede de nuevo de la misma forma: se descomponen los fenómenos,
reconduciéndolos a principios, y se razona a partir de estos últimos para confirmar los hallazgos
del análisis.
Sin embrago, la aplicación combinada del análisis y la síntesis no lleva hasta el
conocimiento de las causas y los principios últimos. Trembley recuerda que sólo tenemos acceso
a efectos: “la caída de los cuerpos no es el peso, pero resulta del peso” (261). Asimismo, en la
medida en que conocemos el alma únicamente a través del cuerpo, es preciso multiplicar las
“observaciones físicas bien analizadas” (276). En suma, la psicología debe imitar a la física; pero
en este caso es aún más necesario permanecer “pegados a los hechos […], dado que no podemos
aplicar el análisis matemático, y que, al estar forzados a razonar sin el auxilio de los signos,
corremos el riesgo mucho mayor de extraviarnos” (282-283). Al encontrarse el objeto de la
psicología “dentro de nosotros” (61), cada uno debe habituarse a realizar sobre sí mismo
“observaciones constantes, a darse cuenta de lo que sucede dentro suyo” (285-286). Pero
conviene igualmente extraer de la historia, tal como la hacen “los buenos historiadores que
trabajan actualmente” y que, sin limitarse ya al “detalle fastidioso” de los sitios y los
campamentos, siguen “el curso del espíritu humano", estudian los hábitos y las costumbres, y
revelan la naturaleza humana (288): aparentemente, Trembley conoce algunos historiadores del
espíritu humano, de los que se tratará en el capítulo 6.
Trembley estima que en psicología sucede como en física, que “sólo hizo progresos
después que se volvió experimental, que se calcularon los efectos sin preocuparse por las causas”
(274). Ahora bien, la psicología debe imitar a la física también en el nivel de su organización
interna. Al querer formar un “sistema completo”, el psicólogo se priva de la posibilidad de
profundizar en cualquier cosa. La física sólo avanzó cuando los físicos se consagraron a “ramas
particulares”; la psicología debe seguir su ejemplo:
¿Por qué algunos no se atienen al examen psicológico de los sentidos, al modo en que
llegamos a conocer los objetos y juzgarlos, otros a la historia psicológica de los niños, y
asimismo a la de los animales, que al ser también seres sensibles tienen varias relaciones con
nosotros; otros a la historia de las pasiones, otros a las diferentes clases de acciones de los
hombres reunidos en sociedad; otros a la filosofía de la historia, etc.? La psicología se
volvería entonces una ciencia igualmente amplia y luminosa, cada día le procuraría nuevas
riquezas, y quizá algún día se estaría en condiciones de reunir todas estas riquezas separadas,
y atreverse a emprender una teoría del hombre. Éste es, sin duda, el principal medio para
perfeccionar esta ciencia […]”. (292-293).
La especialización aparece aquí como una condición esencial para el progreso que la psicología
aún debe cumplir, luego de haberse aproximado metodológica y epistemológicamente a la física.
Convertida en una ciencia empírica que se apoya en la descripción de fenómenos y la
formulación inductiva de leyes generales, al abandonar la búsqueda de causas y al dividirse en
especialidades, renuncia a volverse un sistema. La historia de la física demuestra que únicamente
las “cuestiones particulares” son apropiadas para enriquecer a las ciencias (30-31). En suma, el
camino del método se reconoce en el nivel de la organización de la disciplina y de la evolución
deseada de los conocimientos. Del mismo modo que el descubrimiento de leyes simples y
generales capaces de reunir los fenómenos es la meta de la física, una ciencia del hombre
unificada en torno a leyes del mismo género constituye el ideal regulador de una psicología
empírica y especializada.
Conviene resaltar la dimensión simultáneamente epistémica y moral de esta metodología.
La mayor parte de los trabajos de Jean Trembley se refieren a cuestiones de geometría analítica y
su aplicación a problemas de física y mecánica. Sin embargo, a diferencia de Hagen o Krüger,
Trembley no propone transferir el análisis matemático a la psicología. Más bien, intenta
reconducir el álgebra y la psicología (así como, por otra parte, el juicio estético) a un terreno
definido por reglas metodológicas comunes que obtendrían su legitimidad a partir del análisis
psicológico. Por esta razón, la psicología aparece como la única ciencia que se da un método
fundado sobre los datos que ella misma produce. Esto conduce a Trembley a apoyar en la
psicología una moral cognoscitiva válida para todas las formas de saber, fundada en la adhesión a
la experiencia, así como en el uso controlado de la curiosidad, la atención, la imaginación y los
mecanismos de la formación de hábitos y de la asociación de ideas. Al igual que en muchos
psicólogos de la época, el hecho mismo de que la psicología instituya un ethos epistémico la
ubica en la cima de la jerarquía de las ciencias. Desde esta altura, ella apunta al fin último del ser
humano.

***

A los ojos de Carrard y de Senebier, autores de memorias sobre el “arte de observar”, pero
también a los de Abraham Trembley o de Horace-Bénédict de Saussure, el método que Bonnet
ilustra en sus obra de historia natural y tematiza psicológicamente en el Essai analytique sur les
facultés de l’âme encarna la lógica de la ciencia y debe tanto conducir a verdades probables en
historia natural como probar la existencia de Dios, la inmortalidad de alma y el carácter
teleológico del orden del mundo. 175 La metodología representa tanto una moral de la
investigación como una investigación de la moral. Esto no es accesorio, sino que deriva de los
discursos del método en calidad de tales. Tetens, por ejemplo, es un crítico tenaz de Bonnet; pero
sus Recherches philosophiques desembocan en la cuestión de la perfectibilidad humana y en la
manera en que se puede realizar “el más noble designio del que el hombre es capaz”, el de
“trabajar en el mejoramiento de la humanidad”. Con este fin, se necesita ser guiado por la “razón
esclarecedora” (aufklärende Vernunft) de la que, aunque Tetens no lo diga de forma explícita, los
buenos métodos empíricos son una expresión esencial. 176
La originalidad de estos discursos no reside en la convicción de que pensar bien y actuar
bien van de la mano, ni en la forma de considerar los métodos. Todos hacen del canciller Bacon
su ancestro, quien, como decía Garat, “se ubica en medio de las ciencias y los sabios como su
legislador universal”. 177 En el corazón de sus leyes domina el hecho baconiano: ya no se trata,
como en la tradición aristotélica y escolástica, de limitarse a las cosas que ocurren habitualmente
y que forman parte de la experiencia común, sino de reunir acontecimientos particulares,
singulares, e incluso excepcionales y extraños. En el primer caso, se apunta a proposiciones
generales sobre el modo en que suceden las cosas habitualmente, y se busca deducir las causas de
otros hechos. En el segundo, las inducciones a partir de los hechos no aspiran a la certeza

175
Jacques Marx, “L’art d'observer au XVIIIe siècle: Jean Senebier et Charles Bonnet”, Janus, 61, 1974, 201-220.
176
Tetens, Philosophische Versuche, 1, xxxvi.
177
Garat, “Analyse de l’entendement”, p. 155.
demostrativa, y sólo la repetición de observaciones o experimentaciones es juzgada como capaz
de conducir a una certeza “física” o “moral”. 178
La figura de Isaac Newton (1642-1727) se encuentra presente asimismo en el horizonte de
los psicólogos. Es preciso abstenerse de hacer de aquélla un modelo único, reconocer la
diversidad de lecturas que se hacían de su obra y tener en cuenta su relativa ausencia en el
contexto alemán. 179 No obstante, el vocabulario de los psicólogos a menudo expresa un ideal
metodológico que se asemeja a algunos aspectos de la obra newtoniana. Se adhiere al camino
analítico que Newton define en la Cuestión 31 de la Optique (1704): es preciso realizar
experimentaciones y observaciones, y luego, por medio de la inducción, obtener de ellas
conclusiones generales, aceptando a continuación únicamente objeciones que se deriven de
hechos establecidos por la misma vía. El análisis debe estar seguido por la síntesis o
“composición”, que consiste en tomar las causas establecidas como principios, emplearlas para
explicar los fenómenos que derivan de estas causas y demostrar las explicaciones. Se busca
seguir las reglas que Newton enuncia en su tercer libro de los Principes mathématiques de la
philosophie naturelle (1687, ed. de 1713): no hay que admitir otras causas para las cosas
naturales que aquéllas que son verdaderas y suficientes para explicar sus apariencias; a los
mismos efectos se deben asignar, en la medida de lo posible, las mismas causas; a pesar de la
existencia de hipótesis contrarias, las proposiciones a las que se llega por inducción a partir de los
fenómenos deben ser consideradas exactas o casi verdaderas hasta que otros fenómenos exijan su
modificación. Se recuerda la célebre hypotheses no fingo del “Escolio general” (Principes, ed.
1713, libro III, in fine), donde la hipótesis es definida como lo que no es deducido de los
fenómenos, así como la expulsión de las hipótesis de la “filosofía experimental” formulada en la
Cuestión 31 de la Optique: los reproches de Abraham Trembley a Bonnet y la réplica de Jean
Trembley ejemplifican los numerosos ecos de una cuestión que inquietaba a los sabios. Más allá
de la diversidad de las lecturas de Bacon y Newton, los psicólogos de las Luces apelan con
frecuencia a principios que identifican con la filosofía natural baconiana y newtoniana.
No es en la relación con estas figuras mantenidas como fundadoras donde se ha de buscar
la aportación del debate metodológico a la psicología, sino más bien en el modo de reunir los
procedimientos y los objetos.
La atención se vuelve central metodológicamente en el momento mismo en que se
transforma en un tema principal de la psicología y en que una gran cantidad de estudios le son
consagrados. 180 Sólo Bonnet, que yo sepa, llega a decir que una “historia de la atención” podría
reemplazar a la lógica; pero esa idea es más ampliamente compartida. Los métodos de las
ciencias se apoyan en la atención. La “observación”, se lee en la Encyclopédie, “es la atención del
alma vuelta hacia los objetos que ofrece la naturaleza. La experiencia [en el sentido de
experimentación] es esta misma atención dirigida a los fenómenos producidos por el arte”. 181 La
sensación es un punto de partida indispensable, pero mediocre. Basta con leer a Senebier para
comprender hasta qué punto la noción de observación se encuentra alejada de la imagen que a
veces se tiene del sensualismo, y, sin embargo, ligada a la psicología como ciencia de la actividad
del alma.
Por más que el ginebrino escriba que el observador “se presta solamente a las sensaciones
que hacen nacer los objetos exteriores”, la observación es para él igualmente “esta mirada

178
Lorraine Daston, “Baconian facts, academic civility, and the prehistory of objectivity”, Annals of Scholarship, 8,
1991, 337-363.
179
Paul Wood, “Science, philosophy, and the mind”, en Porter, The Cambridge history of science.
180
David Braunschweiger, Die Lehre von der Aufmerksamkeit in der Psychologie des 18. Jahrhunderts (Leipzing,
Hermann Haacke, 1899); Gary Hatfield, “Attention in early scientific psychology“, en Richard D. Wright, ed., Visual
attention (New York, Oxford University Press, 1998).
181
Encyclopédie, OBSERVATION (Grammaire, Physique, Médicine), 13, 313-321, p. 313.
reflexiva que el alma fija, por medio de los sentidos, en los objetos que le ocupan”. 182 Su Essai
pone de relieve la aportación al arte de observar de facultades y cualidades que van mucho más
allá de la exactitud y la intensidad sensoriales: la atención, la “ojeada”, la penetración, el
discernimiento, la inteligencia, la imaginación, el gusto, el juicio. 183 La observación, escribe,
“supone el razonamiento; sin él, se percibiría sin distinguir, y se vería sin ver”. 184 De ahí la
necesidad de formar un plan de las observaciones y analizar el tema antes de observarlo. Esto
permite tener ideas y establecer lazos que no se formarían cuando se estuviese demasiado
ocupado en mirar. “Cuando se observa sin preparación, no se ve rigurosamente sino lo que
impresiona a los sentidos, no se perfora la corteza de los objetos, y todo lo que ella recubre
permanece escondido a los ojos más clarividentes”. 185 En suma, el arte de observar no tiene como
meta la precisión y la exactitud descriptivas: “consiste en penetrar en las cualidades de los seres
que se estudian, seguir sus efectos, captar sus semejanzas y sus diferencias, descubrir sus
relaciones, deducir, cuando sea posible, del efecto […] la causa del efecto propuesto”. 186
Lo que es verdad para el naturalista lo es más aún para el psicólogo, quien debe dirigir la
atención de su alma hacia las funciones que pone en práctica para observarse a sí misma. La
observación psicológica –que, como toda observación, es una “atención del alma”– se apoya en
la apercepción, en un esfuerzo voluntario del psicólogo por tomar conciencia de lo que sucede en
su alma. Ahora bien, esta operación coincide con eso que hace que seamos nosotros mismos:
“Frente al primer olor [escribe Condillac], la capacidad de oler de nuestra estatua está
enteramente en la impresión que se forma en su órgano. He aquí lo que llamo atención”. 187 En
Bonnet, el olfato permite a la estatua comenzar “a gozar de la existencia”, pero no saber que
existe: en la medida en que no ejerce la apercepción y no separa, en consecuencia, la percepción
del sujeto que percibe, carece de yo. Esto resulta del hecho de que ella sólo tiene una sensación
única –dicho de otro modo, la estatua no tiene atención porque no tiene elección. La atención,
escribe Bonnet, “pareciera suponer la presencia de diferentes ideas, sobre una de las cuales el
Alma se fija por preferencia”. 188 En ambos casos, ella no es simplemente el comienzo, sino la
condición misma de la existencia psíquica. Las críticas del sensualismo son aproximadamente del
mismo parecer. Para ellas, el sentimiento de existir, el sentido íntimo, no son percepciones
pasivas, sino experiencias interiores de toma de conciencia obtenidas solamente cuando uno se
presta atención.
Esta valorización ontológica de la atención coincide con la promoción que experimenta,
en la segunda mitad del siglo XVIII, como virtud epistémica y social. En los pedagogos, la
atención pasa por ser, junto con la experiencia y la memoria, el fundamento del aprendizaje. En
Alemania, la atención dirigida hacia sí mismo, hacia sus sentimientos y pensamientos, constituye
un medio para la experiencia de sí mismo de la burguesía ilustrada. Para los practicantes de la
psicología experiencial como Karl Philipp Moritz (1756-1793), redactor del Magazin zur
Erfahrungsseelenkunde y autor de la muy conocida “novela psicológica” Anton Reiser, ningún
detalle es lo suficientemente insignificante como para merecer que no se le preste atención. 189 La
atención se impone como un instrumento potente de formación y de control de sí mismo y de los

182
Senebier, Essai, 1, pp. 27 y 24.
183
Ibid., vol. 1, 2da parte (De l’observateur pendant qu’il observe), cap. 1 (L’observateur doit avoir du génie).
184
Ibid., 1, p. 147.
185
Ibid., 1, p. 294.
186
Ibid., 1, p. 33.
187
Condillac, Traité des sensations, 1ra parte, cap. 2, p. 17.
188
Bonnet, Essai analytique, § 47.
189
Michael Hagner, “Toward a History of attention in cultural and science”, Modern Language Note, 118, 2003,
670-687, pp. 673-679.
otros. 190 Además, dicta un régimen de los más severos a quienes se pretenden observadores o
experimentadores, una disciplina que termina por gobernar la existencia mental y corporal del
naturalista y por darle tanto trabajo como placer. 191 Al revelar la función y el alcance de la
atención a través de una práctica de la atención misma, la psicología da prueba de una
reflexividad única que autoriza su rango de ciencia primera. De ello resulta una segunda
aportación de la discusión metodológica a la psicología misma.
Al poner el acento sobre los procedimientos del saber, sobre los actos psíquicos
necesarios para el conocimiento psicológico, la metodología entraña una crítica de la psicología
de las facultades. Schütz es explícito cuando habla de las “presuntas” facultades del alma, de las
que dice que valdría más comprenderlas en sus interacciones que en su disposición estática. Al
oponerse al carácter aparentemente automático de los procesos que, en el sensualismo de
Condillac o de Bonnet, conducen de la sensación al conocimiento, Tetens pone el acento en la
actividad propia del alma (Selbstthätigkeit) y hace de ella la facultad psicológica de base
(Grundkraft). 192 Bonnet mismo confiesa no saber si el alma produce la sensación por su propia
actividad, pero la define como “una Fuerza, una Potencia, capaz de provocar o producir ciertos
efectos”. 193 Como lo veremos más adelante (cap. 8), la noción del alma como fuerza actuante
inspira la psicologización de la metafísica, la lógica y la moral, y contribuye a la dinamización
del sistema de las facultades, e incluso a su estallido y su reemplazo por una ciencia que busca
captar “actos” psíquicos y “lo que sucede” en el alma.
La discusión sobre los métodos es emblemática de la ciencia a la que concierne. La
consolidación “disciplinar” de la psicología en el siglo XVIII no significa que ella constituya un
sistema cerrado. Al contrario, diversos bocetos de lo que ella debe ser, diferentes programas de
investigación y proyectos de disciplina, nacen localmente y mantienen relaciones múltiples con la
medicina, la teología o la filosofía. Cuando Kant desea que la psicología se vuelva una disciplina
académica, no piensa exactamente en los mismos contenidos y métodos que los filósofos
escoceses, los wolffianos alemanes, los naturalistas helvéticos o los enciclopedistas franceses. A
pesar de estar animado por una confianza ampliamente compartida respecto del valor empírico
del estudio del alma, el “siglo de la psicología” ofrece, pues, una escena variada, pero sus actores
están de acuerdo en los desacuerdos (relativos al grado de dependencia de los conocimientos
respecto de las sensaciones, por ejemplo, o al número y la conexión de las facultades) que se
pueden tener legítimamente en el marco de su disciplina. La unidad se encuentra a nivel del
proyecto y de la voluntad sistemática de “prestar atención a lo que sucede en el alma”.

190
Por ejemplo, durante la campaña anti-masturbatoria que hace estragos a partir de la década de 1770, sobre todo en
Alemania, los educadores subrayan la importancia de mantener su atención fija en los comportamientos y la
fisionomía de los escolares. Toda una tecnología de la atención se pone en marcha para controlar a los jóvenes e
incitarlos a evitar o confesar el onanismo. Es lo que proponen en particular textos aparecidos en la Allgemeine
Revision des gesamten Schul- und Erziehungswesens (1785-1792), colección destinada a reformar la educación y
publicada por el jefe de fila del “filantropismo”, Joachim Heinrich Campe (1746-1818). Véase Christa Kersting, Die
Genese der Pädagogik im 18. Jahrhundert Camper “ Allgemeine Revision ” im Kontext der neuzeitlichen
Wissenschaft (Weinheim, Deutscher Studien-Verlag, 1992).
191
Lorraine Daston, Eine kurze Geschichte der wissenschaftlichen Aufmerksamkeit (Munich, Carl-Friedrich-von-
Siemens-Stiftung, 2001) y “Attention and the values of nature in the Enlightenment”, en L. Daston y F. Vidal, eds.
The moral authority of nature (Chicago, University of Chicago Press, 2004).
192
Tetens, “Ueber die Grundkraft der menschlichen Seele und den Charakter der Menschheit”, undécimo ensayo de
los Philosophische Versuche. Véase Barnouw, “Psychologie empirique”.
193
Bonnet, Essai analytique, § 46.

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