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El cobro de los honorarios regulados.

Aspectos teórico prácticos


I. Consideraciones iniciales.
Una de las cuestiones que siempre me llamó la atención, en mi no tan lejana época de estudiante en la
Universidad de Buenos Aires, fue la ausencia de materias o asignaturas en las cuales se enseñara a los
futuros abogados cómo hacer para poder vivir de la profesión, esto es, cómo hacer para estimar, acordar,
asegurar y percibir los honorarios profesionales. Me resultaba contradictorio que se dedicaran seis años de
carrera a enseñarnos, entre otras cosas, cómo proteger el patrimonio de nuestros futuros clientes, y que ni
siquiera estuviera prevista –aún como materia optativa- una asignatura que nos enseñara a manejar y
proteger el nuestro.

Una vez iniciada la vida profesional noté la consecuencia directa de ello. En una gran cantidad de casos, los
abogados –jóvenes y no tanto- carecen de conocimientos básicos sobre la materia, lo cual ocasiona graves
inconvenientes a la hora de su determinación y sobre todo de su protección y percepción, siendo ésta la
finalidad de la prestación del servicio profesional. Somos abogados por vocación, pero ejercemos la abogacía
para poder vivir de ella.

He aquí entonces el objetivo de estos lineamientos. Sería demasiado ambicioso, e incluso imposible, intentar
aquí un abordaje integral de la cuestión, por lo cual me restringiré a analizar sólo una de las posibles fuentes
de nuestros honorarios: los honorarios regulados que deben ser abonados por el condenado en costas.
Dentro de este concepto englobaré los supuestos en los cuales alguno de los sujetos intervinientes en el
proceso, ya sea cliente o contraparte, deben afrontar el pago de los honorarios regulados judicialmente,
aunque para ello también deberé delinear los contornos de la otra gran fuente de nuestros ingresos: los
honorarios acordados con el cliente por el servicio profesional.

II. Los dos grandes conceptos de los honorarios por la actuación judicial.
Los honorarios acordados con el cliente y los honorarios en concepto de
costas.
El abogado, por su actuación en un proceso judicial, o incluso extrajudicial, puede recibir sus honorarios por
dos causas distintas.

En primer lugar, recibe honorarios por haberlos acordado con el cliente como retribución por la labor
encomendada, siendo éste el obligado al pago de los mismos.

Pero puede tener derecho a recibir también la suma de honorarios que el juez fije como correspondiente a su
tarea según las pautas aportadas por la ley de arancel aplicable, ello incluso pese a la existencia de
honorarios acordados con el cliente, siendo en este caso la causa de tal retribución la condena en costas.
Paradójicamente, en estos casos el obligado al pago puede ser tanto un tercero como el propio cliente,
aunque la responsabilidad de este último se encuentra limitada por varias cuestiones que analizaremos más
adelante.

III. Los honorarios como contraprestación del servicio profesional


brindado por el abogado al cliente.
Los honorarios constituyen la retribución del abogado, así como el salario constituye la contraprestación del
empleado en relación de dependencia.

Sea cual fuere la naturaleza jurídica que se le asigne a la vinculación contractual existente entre el abogado y
su cliente, lo esencial es que se trata de una prestación de servicios profesionales que se compromete a
cambio de una suma de dinero [1] que es, en principio, establecida libremente por las partes.
Por tal motivo, como regla general, es el cliente –quien encarga la prestación del tal servicio- quien debe
abonar nuestros honorarios.

Teniendo en cuenta lo previsto en las leyes arancelarias (ley 21839 en la Capital Federal y decreto ley
8904/77 en la Provincia de Buenos Aires), los honorarios pueden ser establecidos por el abogado y su cliente
o por el juez de la causa, ya sea porque aquellos no han acordado nada al respecto, o porque expresa o
tácitamente han decidido someterse a su determinación por el juez. De esta forma, la determinación judicial
de la remuneración del letrado respecto de su cliente pareciera ser supletoria de la vía contractual [2] .

Sin perjuicio de ello, teniendo en cuenta el carácter de orden público de la ley de arancel provincial (arts. 2 in
fine y 3), el acuerdo de honorarios dentro de tal ámbito estará regido no sólo por el Código Civil, sino por esta
ley especial, no pudiéndose pactar, por ejemplo, montos inferiores a los allí determinados, cuestión que no
ocurre en el ámbito de la Capital Federal desde la reforma impuesta por la ley 24.432, que volvió a la ley de
arancel eminentemente supletoria.

Teniendo en cuenta lo previsto en el art. 4 tanto de la ley 21.839 como del decreto ley 8904/77, existen dos
modalidades para pactar honorarios con el cliente, esto es, dos formas que puede revestir el contrato de
honorarios: el convenio de honorarios y el pacto de cuota litis.

El convenio de honorarios se caracteriza porque el monto de dinero correspondiente a la contraprestación de


la labor del profesional está determinado en el contrato –por lo cual se trata de un contrato conmutativo-, que
debe ser abonado, en principio, sea cual fuere el resultado del pleito.

Por el contrario, el pacto de cuota litis es un contrato aleatorio, puesto que en este caso las partes acuerdan
que la retribución del profesional consistirá en porcentaje del resultado que en virtud del juicio obtenga el
cliente, porcentaje que no podrá superar el 40% del resultado obtenido –incluyendo en ese tope los honorarios
del letrado patrocinante y procurador (art. 4 ley 21.839)-, asumiendo el profesional por lo tanto el mismo riesgo
que el cliente, todo ello sin perjuicio del derecho a percibir honorarios que se declaren a cargo de la parte
condenada en costas.

Podemos agregar además, que el pacto de cuota litis sólo puede recaer sobre procesos contenciosos[3] –
puesto que tal carácter es el que constituye fundamentalmente el álea del contrato-, pudiendo ser celebrado
válidamente sólo mientras el resultado es incierto.

IV. Los honorarios en concepto de costas.


Tal como expusimos, puede ocurrir que determinado sujeto del proceso (cliente o tercero) deba hacerse cargo
de abonarnos honorarios: La parte condenada en costas en el proceso.

Al momento de dictar sentencia, el juez debe expedirse sobre quién debe solventar las costas del proceso y
regular los honorarios de los profesionales intervinientes, aunque no medie petición expresa (arts. 163 inc. 8
CPCCN, 47 ley 21.839 y art. 51 decreto ley 8904/77).
Las costas son el cúmulo de gastos causados u ocasionados por la sustanciación del litigio y los que se
hubiesen realizado para evitar el pleito, mediante el cumplimiento de la obligación (arg. art. 77 primer párrafo
del CPCCN). Estos gastos deben ser pagados por los intervinientes en el juicio, debiendo decidir el juez quién
será el responsable de sufragarlos a modo de condena accesoria.

Siendo gastos necesarios para ejercer la actividad jurisdiccional (pretensión o defensa), en principio, deben
ser resarcidas por el litigante vencido (arg. art 68 primer párrafo CPCCN, criterio que es conocido como el
“principio objetivo de la derrota”) dado que es su actitud la que ha motivado tales gastos. La condena en
costas constituye así no una sanción al vencido, sino una condena accesoria que tiene por objeto procurar un
resarcimiento al vencedor, garantizando el derecho a obtener una reparación plena[4].

Dos grandes rubros son los que integran las costas: los gastos causídicos (erogaciones que han debido
efectuar las partes para accionar o defenderse) y los honorarios de los profesionales intervinientes.

Constituyen gastos del proceso las sumas de dinero utilizadas para el pago de tasas judiciales, gastos
derivados del diligenciamiento de documentos, edictos, los honorarios de los peritos, el impuesto al valor
agregado –en caso que la condición fiscal del acreedor exigiere que éste actúe como agente de retención de
tal impuesto[5] -, etc., no así el pago del bono de actuación profesional[6] y a mi entender, por similares
razones, las contribuciones previsionales a cargo de los letrados, ni los gastos superfluos o inútiles (por
ejemplo, el papel y la tinta de los escritos).

Asimismo, no deben considerarse costas del proceso los gastos ocasionados por peticiones desestimadas y
los gastos excesivos, en la medida de su exceso, para lo cual el juez tiene la facultad de reducirlos
prudencialmente.

Respecto a los honorarios, es el juez el encargado de establecer su cuantía (regularlos), constituyendo tales
resoluciones una mera valuación de lo que corresponde por la labor profesional, pero nada dicen sobre el
derecho a percibirlos, o sobre la procedencia y forma de su cobro, o acerca del obligado a satisfacerlos[7].

En tal sentido, se ha resuelto acertadamente que si los obligados al pago no oponen reparo a la regulación de
honorarios a practicarse a sus letrados, no cabe asignarle a tal actitud el valor de un reconocimiento tácito del
derecho a percibirlos, puesto que la determinación de los emolumentos lo único que resuelve es el monto,
pero nada afirma sobre la procedencia o forma de pago[8], todo lo cual deberá sustanciarse y resolverse en la
etapa de ejecución de los mismos.

Tales cuestiones quedarán definidas por el juego de otros factores: por la condena en costas, la existencia de
convenio de honorarios con el cliente, su alcance, cumplimiento, etc., como intentaremos develar en los
apartados siguientes.

De tal forma, puede que el litigante vencido sea quien deba pagar nuestros honorarios, ello con o sin
exclusión de la obligación de nuestro cliente.

Si sumamos a ello la responsabilidad subsidiaria del cliente por el no pago de los honorarios regulados a favor
de su abogado y a cargo de la contraparte (art. 49 in fine), tendremos distintos casos en los que
corresponderá o no el derecho del profesional a cobrar honorarios del condenado en costas.

A. Costas a cargo del cliente.

Puede que sea el cliente quien resulte condenado en costas, ya sea por haber sido así resuelto por el juez de
la causa[9] , o por tratarse de un proceso voluntario en donde, al no haber técnicamente una pretensión que
se ejerce contra otro sujeto sino una petición procesal extracontensiosa[10], no hay vencido que deba cargar
con las costas, razón por la cual las “gastos” son impuestos a los peticionantes.

En este caso, el derecho al cobro de los honorarios regulados en nuestro favor dependerá de si los hemos o
no pactado con nuestro cliente, y bajo qué modalidad lo hemos hecho.

1. Existencia de convenio de honorarios.


Si hemos acordado los emolumentos mediante un convenio de honorarios, determinando una suma fija de
dinero en contraprestación por nuestra tarea profesional, esta suma será el crédito exigible al cliente y no la
regulación judicial. Debemos recordar que las layes arancelarias, tanto de la Capital Federal como de la
Provincia de Buenos Aires, privilegian la vía contractual por sobre la regulación judicial en materia de
determinación de la retribución del letrado, razón por la cual en caso de haber decidido las partes acordar los
emolumentos, el letrado no tendrá derecho a cobrar la suma regulada.
2. Existencia de pacto de cuota litis.
Si se ha celebrado con el cliente pacto de cuota litis y las costas son impuestas a éste, teniendo en cuenta
que tal modalidad implica la renuncia por parte del profesional a cobrar al cliente los honorarios regulados en
su favor –puesto que ha pactado que su remuneración consistiría en un resultado del proceso-, carecerá de
derecho a su percepción.

Así, se ha decidido que lo característico de este tipo de contratos es que el profesional asume el riesgo del
litigio, renunciando a percibir de sus clientes cualquier otra retribución que no sea un porcentaje del resultado
económico obtenido en el proceso (conforme Cam. Nac. Com. Sala C, in-re: “Diners Club Argentina SACYT c/
Sacher, Roberto E. s/ Ejecutivo” del 31/03/2000)”[11].

El Tribunal de Disciplina del Colegio de Abogados de la Capital Federal, ha resuelto que la acumulación
forzada de honorarios regulados impuestos en calidad de condena parcial en costas a su propio cliente y de la
resultante del pacto de cuota litis es violatoria del art. 4° de la ley 21.839 que sólo permite adicionar al mismo
los honorarios judiciales a cargo del tercero condenado en costas[12] , considerando tal conducta una falta
consistente en anteponer los propios intereses a los del cliente, a lo que debo agregar, según entiendo, que
tal conducta podría constituir delito penal.

3. Inexistencia de contrato de honorarios. Acuerdo consistente en que la regulación judicial constituirá


la remuneración del letrado. Si no hemos acordado contractualmente con el cliente nuestros honorarios, o
hemos acordado expresamente que los honorarios que conforman nuestra retribución serán los regulados
oportunamente por el juez, corresponderá que sea el cliente quien abone la regulación, dado que ella
constituye la retribución de nuestro servicio. En este caso, los honorarios regulados serán percibidos por el
profesional como retribución de la labor profesional.
B. Costas a cargo de la contraparte.

Cuando la parte contraria es la condenada en costas, el letrado se vuelve acreedor, además de los honorarios
que oportunamente ha acordado con su cliente por la tarea encomendada (conseguir el desalojo de un
inmueble, obtener una indemnización dineraria por daños y perjuicios, etc.), de los honorarios regulados por el
juez.

En este caso, el obligado al pago será quien haya sido condenado en costas. Este derecho del profesional a
obtener una doble remuneración consistente en una suma aportada por el cliente y otra por el condenado en
costas, es reconocido expresamente tanto por la ley de arancel provincial como de la Capital Federal (art. 4
inc. d y art. 4 respectivamente), por responder ambas a diferentes conceptos.
Sin embargo, en el ámbito nacional, y en virtud de lo previsto en el art. 49 de la ley 21.839, en el supuesto que
el condenado en costas no cumpliere con tal pago, el profesional puede reclamar su pago al cliente, previa
interpelación a tal fin[13].

Por tal motivo se sostiene que el cliente posee una obligación subsidiaria respecto de los honorarios que
correspondan al letrado en concepto de costas.

Un tanto diferente es la cuestión en jurisdicción provincial, en donde el art. 58 del decreto ley 8904/77
establece expresamente que el cliente es obligado solidario respecto del pago de los honorarios regulados.

Entiendo que tal obligación no resulta exigible cuando entre cliente y letrado han suscripto pacto de cuota litis,
puesto que tal contrato implica, como hemos visto, la renuncia por parte del profesional a cobrar al cliente los
honorarios regulados, tanto en el caso de ser éste obligado directo a tal pago por resultar condenado en
costas, como por la obligación de garantía prevista en el art. 49 de la ley de arancel. Tampoco resulta exigible
cuando el profesional renuncia expresamente a cobrar al cliente cualquier suma regulada en su favor en el
proceso mediante una cláusula inserta en el convenio de honorarios.

IV. El “procedimiento” de la regulación de honorarios.


Tal como hemos visto, el juez debe, al dictar sentencia, regular los honorarios de los letrados intervinientes.

Sin embargo, el juez tiene la facultad de “diferir” las regulaciones de honorarios, al momento en el cual exista
liquidación aprobada y firme. En el ámbito de la provincia de Buenos Aires, el art. 51 de la ley de arancel local
prevé que podrán hacerlo cuando la condena incluya el pago de intereses, frutos y otros accesorios.

Distinto criterio pareciera adoptar la ley 21.839, que en su art. 47 sólo habilita a los magistrados a efectuar tal
diferimiento cuando “para proceder a la regulación de honorarios fuere necesario establecer el valor de los
bienes”, por lo cual únicamente en caso que la regulación dependa de tal estimación podría el juez
válidamente postergar su cuantificación; aunque por lo general se suele hacer en una gran cantidad de casos
no contemplados por esta excepción.

A. La regulación de honorarios.

Tal como hemos comentado, los honorarios deben ser regulados por el juez al dictar sentencia definitiva, o
cuando exista base cierta sobre la cual efectuar la estimación, constituyendo tal resolución sólo una
estimación de la labor profesional que no supone en absoluto el derecho al cobro de los mismos, ni determina
el obligado al pago en su caso.

1. Auto regulatorio autónomo.


Si los honorarios son regulados dentro de la sentencia definitiva, formarán parte de ésta.

Pero cuando el juzgado decide diferir su regulación en los términos antes referenciados, una vez firme la
resolución que aprueba la liquidación, corresponde que el profesional solicite expresamente la regulación de
sus honorarios.

El art. 51 del Reglamento para la Justicia Nacional prevé que en los escritos en que ello se solicite, deberán
indicarse con precisión los trabajos a regular, practicando previamente, en su caso, la clasificación de
aquellos; aunque la falta de exigencia de tal extremo por parte de la mayoría de los tribunales hace que los
letrados suelan omitirlo.
a. ¿Providencia simple o sentencia interlocutoria?
Puede que parezca una mera discusión doctrinaria, pero es más bien una cuestión con importantes
consecuencias prácticas, desde que la decisión en uno u otro sentido puede marcarnos un camino recursivo
diferente, en caso de querer cuestionar la regulación.

Por un lado, puede sostenerse que el auto regulatorio es una providencia simple, toda vez que estima los
honorarios sin necesidad de traslado previo, requisito que es propio de las sentencias interlocutorias. Por este
motivo, es que suele sostenerse que técnicamente no existe “procedimiento regulatorio”.

Sin embargo, es difícil sostener que la regulación de honorarios, teniendo en cuenta que se trata, ni más ni
menos, que de la estimación de un crédito de carácter alimentario a favor del letrado, pueda ser considerada
un acto “de mera ejecución” que tiende simplemente al “desarrollo del proceso”, pasible de ser ordenado
mediante una providencia simple, de acuerdo a lo previsto en el art. 160 CPCCN.

En el caso particular de las regulaciones de honorarios autónomas, existen dos elementos que pueden
convencernos de que se trata de sentencias interlocutorias: el primero de ellos, es la necesidad de
fundamentación expresa, típica de este tipo de resoluciones, que impone el art. 47 de la ley de arancel
nacional; y el segundo es la forma de notificación de estas resoluciones, que es ordenada en la totalidad de
los casos por cédula, de conformidad con el art. 135 inc. 13 CPCCN y art. 135 inc. 12 CPPC de la PBA,
exigencia que es expresa en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires (conf. art. 57, decreto ley 8904/77) y
característica de las sentencias interlocutorias.

No debe dejar de llamar la atención, que el CPCCN regule específicamente a la apelación como recurso
procedente contra regulaciones de honorarios (art. 244, segundo párrafo).

2. ¿Cómo debe regular el juez los honorarios? El juez debe regular los honorarios profesionales de
acuerdo a las pautas de la ley de arancel aplicable en su jurisdicción, de las cuales haremos una somera
explicación.
Para empezar, debemos distinguir si nos encontramos o no frente a un proceso susceptible de apreciación
pecuniaria.

a. Procesos susceptibles de apreciación pecuniaria. En estos casos, lo fundamental es determinar ese


valor en dinero que implica el proceso, que se denomina “monto del proceso” (art. 6 inc. a) ley 21.839 y 16
decreto ley 8904/77), y que es por ejemplo, en los juicios en los que se reclamen sumas de dinero, el monto
de la sentencia o transacción, en los juicios de desalojo, el importe de un año de alquileres, etc. (las leyes de
aranceles traen normas específicas que permiten establecer, en cada tipo de proceso el monto del mismo).
Respecto a los procesos finalizados por transacción, el Plenario de la Cámara Nacional en lo Civil
“Murgía”[14], ha establecido que resulta oponible la transacción –efectuada por el propio cliente- a los
profesionales que intervinieron en el proceso pero que no participaron en el acuerdo respectivo, por lo cual
debe ser considerado como monto del proceso a los efectos regulatorios, salvo que el letrado pruebe,
mediante la promoción de la respectiva acción judicial, la existencia de fraude.

En el fuero civil nacional, la jurisprudencia no es pacífica en cuanto a si corresponde computar los intereses
reclamados como accesorios y reconocidos en la sentencia como parte del “monto del proceso”, cuestión que
ha sido resuelta afirmativamente mediante doctrina plenaria en los fueros nacionales en lo comercial[15] ,
contencioso administrativo federal[16], y civil y comercial federal[17].

Ese monto del proceso, es considerado como la “base regulatoria” sobre la cual se determinarán los
porcentajes aplicables a efectos de justipreciar los emolumentos.
Una vez establecido éste, y como segundo paso, deben determinarse los “topes porcentuales” que, aplicados
a la base regulatoria, darán el monto de los honorarios.

Estos topes porcentuales dependen, principalmente, del resultado del litigio. Así, en el ámbito nacional, el art.
7 de la ley 21.839 prevé que deberán regularse a los abogados por sus actuaciones en primera instancia,
entre un 11% y un 20% del monto del proceso, y de un 7% a un 17% en caso de los abogados de la parte
vencida. La ley provincial no hace tal distingo, estableciendo que los honorarios de los abogados serán fijados
entre un 8% y un 25% del monto del proceso, aunque prevé que, en el caso de que se pierda el litigio
totalmente, el mínimo regulatorio se reducirá al 70% (conf. art. 26 decreto ley 8904/77)

Luego, la decisión del juez de fijar un determinado porcentaje dentro de esos topes, dependerá de un cúmulo
de reglas y factores, entre las que encontramos las etapas procesales cumplidas, los mínimos legales de
regulación por tipo de proceso (art. 8 ley 21.839), la naturaleza y complejidad del asunto (pautas objetivas), el
resultado obtenido y la relación entre la gestión profesional y la probabilidad de efectiva satisfacción de la
pretensión reclamada en el juicio, el mérito de la labor profesional, el respeto por la economía procesal y la
trascendencia moral y económica que tuviere el asunto o proceso para casos futuros, para el cliente y para la
situación económica de las partes (todas pautas contenidas en el art. 6 de la ley 21.839), pautas de
características más subjetivas que las primeras. La ley provincial contiene otras pautas subjetivas
interesantes, como las responsabilidades que de las particularidades del caso se hubiesen derivado para el
profesional, las actuaci ones de mero trámite, la complejidad y novedad del asunto, etc. (conf. art. 16 decreto
ley 8904/77).

Asimismo, la actuación del abogado como letrado patrocinante o como procurador debe incidir en el monto de
su regulación, puesto que está prevista una mayor regulación para este último en ambas leyes regulatorias
(art. 14 decreto ley 8904/77 y art. 9 ley 21.839).

b. Procesos no susceptibles de apreciación pecuniaria.


En estos casos, al no existir monto del proceso, el honorario debe ser regulado teniendo en cuenta pautas
“subjetivas”, dado que no se podrán aplicar pautas porcentuales.
Cobran entonces particular importancia elementos tales como las regulaciones judiciales en procesos
análogos, criterios del tribunal, existencia de mínimos arancelarios, etc..

3. ¿Cómo se regulan realmente los honorarios? Pese al procedimiento antes explicado, la realidad
pareciera mostrar que los jueces rara vez aplican tal método. En los casos de procesos susceptibles de
apreciación pecuniaria, sólo atienden, en los mejores casos, a las pautas objetivas (monto del proceso,
porcentuales aplicables según el resultado del litigio y etapas cumplidas), en una forma extremadamente
mecánica (se dice que incluso tienen armadas “tablas” numéricas para cada tipo de proceso), que deja fuera
de análisis importantísimas pautas “subjetivas”.
Peor aún, misma sistematicidad aplican en los procesos en donde no existe valor económico, en donde
directamente el tribunal tiene asignado un “precio” de los honorarios, el cual regula en todos los procesos de
características similares.

Esto explica por qué las regulaciones de honorarios, pese a la enunciación asistemática (y muchas veces
errónea) de las pautas arancelarias aplicables, carecen realmente de fundamento.

En la mayoría de los casos, no son fruto de un real razonamiento judicial, razón por la cual no hay
fundamentos reales que puedan volcarse en ellas, sino aseveraciones normativas meramente dogmáticas que
les confieren el vicio de la fundamentación aparente[18], lo que vuelve extremadamente complicado, tal como
veremos, la apelación de estas resoluciones.
4. Los honorarios y el impuesto al valor agregado (IVA). El impuesto al valor agregado, concebido como
un impuesto que grava al consumo, y por tal motivo indirecto y trasladable al consumidor final, no puede
considerarse incluido dentro de la regulación judicial –salvo que el juez expresamente así lo prevea-, sino que
en caso que la condición fiscal del letrado así lo requiera, el monto para el pago del mismo debe adicionarse a
la regulación, ya que el impuesto se encuentra a cargo de quien debe abonar los emolumentos.
Para esto, es aconsejable, al momento de solicitar la regulación, acompañar constancia de inscripción (por
ejemplo, como responsable inscripto), y solicitar expresamente la adición de la alícuota correspondiente
(21%).

B. La notificación de la regulación de honorarios.

Por principio general, la regulación de honorarios debe ser notificada en el domicilio constituido de los
litigantes. En caso de que la misma constara en la sentencia definitiva, debiera ser notificada por el propio
tribunal (art. 485 CPCCN), y ante omisión de éste, y en los casos de existir un auto regulatorio posterior, por el
interesado.

El auto regulatorio debe ser notificado a los obligados al pago, principales y subsidiarios, en principio al
domicilio constituido. Sin embargo, respecto al propio cliente –sea patrocinado o mandante-, toda regulación
de honorarios debe notificársele al domicilio real o especialmente constituido a tales efectos (art. 62 ley
21.839). Los arts. 57 y 54 del decreto ley 8904/77 prevén similar protección en favor del cliente, y además
agregan que la regulación se considerará firme una vez notificada en el domicilio real, aunque ello no quita
que pueda notificarse personalmente mediante la presentación de un escrito a tales efectos.

Es claro que ambas normas disponen tal medida teniendo en cuenta que pesa sobre el cliente la obligación de
garantía (cuando no es el obligado principal) respecto de la satisfacción de su patrocinante o apoderado, para
darle una más que razonable posibilidad de cuestionar los emolumentos regulados a su letrado, puesto que
podría tener que afrontarlos, máxime cuando en este punto pueden existir intereses contrapuestos entre el
letrado y su cliente.

Por tal motivo, estimo que no es necesaria tal comunicación si el letrado renunció convencionalmente a cobrar
de su cliente los honorarios regulados en el proceso (por ejemplo, en el caso de los pactos de cuota litis),
dado que en este caso el cliente carece de interés para cuestionar tal resolución.

C. Recursos contra la regulación de honorarios. La apelación.

Tal como hemos sostenido, al considerar a la regulación de honorarios una sentencia interlocutoria, la misma
sólo es pasible de recurso de apelación, además del recurso o remedio de aclaratoria, en caso de ser
necesario (art. 166 inc. 2 CPCCN).

1. La inapelabilidad por el monto en materia de honorarios. Pareciera existir cierta contradicción entre los
arts. 244 y 242 último párrafo del CPCCN. El primero determina la apelabilidad de “Toda regulación de
honorarios”, mientras que del segundo deducimos la inapelabilidad de las resoluciones judiciales cuyo monto -
“valor cuestionado”- no exceda de $ 4.369,67[19].
Los plenarios “Alpargatas S.A.”[20] y Aguas Argentinas S.A.”[21] han definido la cuestión en los fueros
Comercial y Civil nacional respectivamente, estableciendo que prevalece la regla de la apelabilidad de toda
regulación de honorarios por sobre el límite establecido en el art. 242, solución que resulta a todas luces
razonable dado que prevalece así la norma especial sobre la norma general.
En otros fueros, la cuestión está aún debatida, e incluso, considerando el carácter accesorio de la apelación
de honorarios, se ha entendido que “una interpretación armónica y coherente de los artículos 242 y 244 del
C.P.C.C.N. lleva a la convicción de que, en función del principio de accesoriedad, la apelabilidad de los
honorarios no puede desvincularse de la posibilidad de apelación de la cuestión principal que la resolución
judicial decide”[22], razón por la cual la apelación de los honorarios estaría limitada a la posibilidad de
apelación de la sentencia principal, sobre la que sí pesa el límite pecuniario establecido en el art. 242 del
CPCCN.

Resta agregar que tales limitaciones no se encuentran previstas en el ordenamiento provincial.

2. Trámite de la apelación.
La apelación de honorarios es considerada, tanto en el ámbito nacional como provincial, como una apelación
“en relación” sujeta a un trámite especial, distinto que el previsto para la generalidad de las apelaciones
concedidas de esta forma.
Esta autonomía normativa, con especiales previsiones en cuanto al plazo y ocasión de fundamentar el
recurso, impiden considerarlo implícito en la apelación deducida contra la sentencia definitiva, aunque ese
acto decisorio contenga la regulación, de allí que, en tal caso, deberán interponerse recursos por separado
contra la sentencia y la regulación, siguiendo cada uno con su propio trámite[23] . Esto no quita que ambos
recursos puedan interponerse en el mismo escrito, pero sí que expresamente deben apelarse ambos
conceptos, y que ambas apelaciones seguirán trámites diferenciados.

Por lo tanto, si la parte o el letrado apelan la sentencia, sin indicar que se apela tanto la misma como sus
honorarios, y tampoco presenta el memorial para fijar el alcance del recurso respecto de los honorarios, los
mismos quedarán firmes, dado que no procede agraviarse de ellos en el marco de los agravios contra la
sentencia principal.

a. Interposición y fundamentación. La apelación de los honorarios debe interponerse dentro de los 5 días
de notificada la regulación (art. 244 primer párrafo del CPCCN, art. 57 decreto ley 8904/77).
En ambos regímenes, la fundamentación del recurso es optativa, aunque en la interposición debe, como
mínimo, indicarse la causa de la apelación (si se apelan por considerarse elevados o reducidos). Otra cuestión
que podría plantearse, es la apelación de la regulación de honorarios no ya por su monto, sino por no
corresponder su dictado, por ejemplo, por ser improcedente atento el estado de la causa. En este caso,
entiendo que la misma sí debiera ser fundada, puesto que pareciera que la innecesaridad de la
fundamentación se refiere sólo a aquellos fundamentos relativos a la cuantía de los emolumentos.

Por otra parte, presenta cierta dificultad interpretativa la cuestión del momento procesal oportuno para fundar
el recurso, en caso de que el litigante o el letrado decidan hacerlo. El art. 244 segundo párrafo prevé que “El
recurso de apelación deberá interponerse y podrá fundarse dentro de los cinco días de la notificación”.
Por su parte, el art. 57 del decreto ley 8904/77, dispone que “Serán apelables en el término de cinco (5) días,
pudiendo fundarse la apelación en el acto de deducirse el recurso, que se resolverá sin sustanciación dentro
de los diez (10) días de recibido el expediente por la Alzada”.
Se ha interpretado que, según esta normativa, el plazo de cinco días es común para interponer y fundar el
recurso[24], de lo cual se deduciría que ambos actos podrían efectuarse en momentos distintos dentro de tal
plazo.

Me permito disentir con tal criterio. En primer lugar, porque creo que la duda interpretativa sólo podría caber
en el ámbito nacional, dado que la ley provincial es clara en cuanto a que la fundamentación debe
efectuarse “en el acto de deducirse el recurso”. En segundo lugar, si analizamos gramaticalmente el artículo
244 segundo párrafo del CPCCN, vemos que la dificultad gira en torno a la presencia de la palabra “podrá”,
que a mi parecer intenta no generar una posible diferencia temporal entre los momentos de interposición y
fundamentación, sino remarcar el carácter facultativo de esta última. Por último, el principio de preclusión
pareciera reforzar esta idea.
En tal sentido, se ha dicho que “la facultad de fundar debe ser ejercida al momento de la interposición, no en
una oportunidad posterior, ni aún dentro de los cinco días de la notificación si restara plazo por cumplirse”[25].
Distinto trámite de fundamentación requieren los recursos de apelación interpuestos contra regulaciones de
honorarios en incidentes, puesto que al ser concedidos “con efecto diferido” (conf. art. 69 CPCCN y CPCC), la
fundamentación debe ser efectuada al momento en que el expediente sea elevado a la Cámara con motivo de
entender en el recurso que se interponga contra la sentencia definitiva (arts. 247 primer párrafo y 260 inc. 1
del CPCCN; arts. 247 y 255 inc. 1 del CPCC).

b. Contenido de la fundamentación.
La fundamentación de la apelación contra las regulaciones de honorarios no escapa a las reglas relativas a la
expresión de agravios, debiendo consistir en una crítica concreta y razonada de las partes del fallo que el
litigante considere equivocadas (art. 265 del CPCCN y art. 260 CPCC), o lo que es igual, la indicación precisa
de los errores u omisiones que contenga, además del perjuicio del apelante, consistente en estos casos en lo
exiguo o elevado de los emolumentos regulados.

Pero en particular, la apelación de los honorarios presenta una importante dificultad práctica, y es la ausencia
de fundamentos reales y expresos. La obligación del juez de exponer expresamente sus fundamentos al
momento de dictar las sentencias definitivas e interlocutorias, garantiza que las mismas sean una derivación
razonada del derecho vigente y por ello no arbitrarias, pero además garantiza la plena vigencia del derecho de
defensa, puesto que permite detectar los errores en que se incurre al momento de fallar, para poder dejarlos
de manifiesto al momento de intentar obtener la revocación de la sentencia equivocada.

Eduardo Díaz[26] señala la existencia de tres posibles errores en el “modo de razonar judicial” o, conocidos
como “errores in iudicando”: errores en la apreciación de los hechos, en la valoración de la prueba o en la
aplicación del derecho (subsunción de los hechos en la norma jurídica).

Teniendo en cuenta ello, cuando el juzgador establece cuáles son los hechos, su valoración de los mismos y
la ley que considera aplicable, quedan de resalto los errores de razonamiento.

Toda vez que en las regulaciones de honorarios los jueces se limitan a citar la normativa aplicable, sin fijar los
hechos ni dejar en claro cómo estos se subsumen en la norma, la parte o letrado que desee cuestionarlas
debe, en primer lugar, efectuar expresamente el razonamiento omitido por el juzgador, fijando los hechos tales
como el monto del proceso, las etapas cumplidas, etc., estableciendo cómo se han cumplido las pautas
subjetivas, realizando la subsunción de tales hechos en la norma que corresponde aplicar para, una vez
hecho ello, dejar en claro cuáles son los errores que la descalifican como acto jurisdiccional válido y
constituyen los agravios del interesado.

c. ¿Es necesario sustanciar los fundamentos? La ley provincial sostiene expresamente que no debe darse
traslado de los fundamentos (art. 57 decreto ley 8904/77)[27]. La cuestión no está contemplada en el régimen
nacional, aunque podemos encontrar un antiguo plenario de la Cámara Nacional Especial Civil y Comercial -
“Rivero, Martín”-, en el cual se estableció que en los recursos interpuestos contra las regulaciones de
honorarios deben resolverse sin previa sustanciación[28].
Pese a la existencia de tal plenario, pareciera prevalecer la postura que sostiene la necesidad de conferir
traslado a la parte apelada de la fundamentación del recurso, en resguardo de su derecho de defensa en
juicio, de acuerdo a las modalidades propias del recurso de apelación concedido en relación (art. 246
CPCCN)[29] , postura que comparto, sobre todo teniendo en cuenta que el monto regulado y revisado por la
alzada hace cosa juzgada en sentido formal, no pudiéndose cuestionar el mismo en la etapa de ejecución de
los emolumentos. Por tal motivo, entiendo que la sustanciación de los fundamentos debe efectuarse
necesariamente, debiendo realizarse en primera instancia.

d. Resolución de la Cámara. Poderes del tribunal en la materia. Honorarios y costas por actuación en
la alzada. Recurso extraordinario en materia de honorarios. La Cámara, recibido el expediente con sus
respectivos memoriales –y sus contestaciones-, resuelve inmediatamente el recurso si el expediente ya
tuviera radicación anterior de Sala, caso contrario, se sorteará la misma para luego dictarse providencia de
autos para sentencia.
En caso de tratarse de honorarios regulados en la sentencia de primera instancia, la apelación se resolverá
conjuntamente con la apelación contra aquélla.

La Cámara estará limitada para examinar los honorarios regulados a las apelaciones pertinentes, por obvias
cuestiones de congruencia, de forma que si los mismos han sido apelados solamente por bajos, “solo procede
elevar la regulación allí practicada, pero de ningún modo disminuirla, pues lo contrario implica incurrir en una
indebida <reformatio in peius>, es decir, hacer más gravoso para el apelante el pronunciamiento de primera
instancia en lo que ha quedado consentido por la otra parte” [30].
Cómo excepción, el art. 279 CPCCN (y art. 274 del CPCC) prevé la posibilidad de que la alzada altere las
regulaciones de honorarios incluso en supuestos en los cuales las mismas no han sido apeladas, sólo en caso
de revocación o modificación de la sentencia de primera instancia, a adecuar la condena en costas y el monto
de los honorarios regulados al contenido del nuevo pronunciamiento, “aunque no hubiesen sido materia de
apelación”.
La tramitación de la instancia recursiva puede llegar a provocar la condena en costas y regulación de
honorarios por la tramitación en la alzada, sobre todo en el caso en que los recursos hayan sido fundados y
contestados los traslados de los agravios. Pese a ello, se tiene dicho que “La condena en costas en los
recursos contra las providencias que regulan honorarios de los profesionales intervinientes en el proceso debe
tener lugar con criterio excepcional, ello fundamentalmente en mérito al carácter facultativo de la actuación
que se desprende del art. 244, CPCCN, y en virtud del amplio margen que las leyes respectivas, en la
materia, reservan a la discreción del tribunal que tradicionalmente ha llevado a imponer las cosas en el orden
causado” [31].
Asimismo, se ha dicho que “La fundamentación de la apelación de los honorarios regulados a los abogados es
potestativa e insusceptible de sustanciación (art 57 dec. ley 8904/77), por lo que no genera imposición en
costas alguna (art. 68 y 77 del CPCC), tratándose de tareas voluntarias que no otorgan derecho a
regulación” [32].
Por esta razón debo recomendar lo siguiente: Si estima que en su caso se ha cometido un error al regular los
honorarios, apele y fundamente los mismos, puesto que probablemente no medie condena en costas incluso
si la Cámara no hace lugar a la apelación.

Por regla general, las cuestiones relacionadas con los honorarios profesionales devengados en instancias
ordinarias son materia ajena al recurso extraordinario, por tratarse de cuestiones fácticas y de índole procesal
[33] . Excepcionalmente, se ha hecho lugar al remedio federal por aplicación de la doctrina de la arbitrariedad
de sentencia, por no constituir la regulación una derivación razonada del derecho vigente, por contener
aseveraciones meramente dogmáticas o razonamientos aparentes, aunque con criterio restrictivo atento el
amplio margen de discrecionalidad que las leyes arancelarias confieren a los magistrados; o cuando la
regulación atenta contra el derecho de propiedad resultando confiscatoria, en relación con la tarea cumplida
por el profesional.

e. Prescripción de los honorarios regulados.


Históricamente doctrina y jurisprudencia han distinguido entre el plazo de prescripción aplicable al pedido de
regulación de honorarios – esto es el plazo de prescripción para solicitar la regulación de honorarios
devengados-, y el plazo de prescripción para ejecutar los honorarios ya regulados, fijando para los primeros
los plazos de 2 o 5 años –de acuerdo con los casos previstos en el art. 4032 inc. 1° del Código Civil [34].

En el caso de los honorarios regulados, el plazo de prescripción aplicable es de 10 años previsto en el art.
4023, que estimo debe computarse desde que los mismos queden firmes.

V. El cobro de los honorarios regulados.


Una vez que la Cámara respectiva ha resuelto sobre la apelación de honorarios, debe procederse a notificar la
resolución de Cámara, para conseguir que los mismos queden firmes.

A. Plazo para el pago por el condenado en costas.


En el régimen nacional, el honorario regulado debe ser abonado por la parte condenada en costas dentro de
los 30 días de notificado el auto regulatorio firme, salvo que el juez establezca uno menor (art. 49, ley 21.839),
el cual por lo general es fijado en 10 días. Este plazo, que debe considerarse en días corridos [35] , debe
contarse desde notificada por cédula la resolución de la alzada, ya sea que haya sido confeccionada y
diligenciada por este tribunal, o que haya encomendado a la primera instancia la notificación de tal resolución,
en forma conjunta con la llegada del expediente al juzgado.

En el régimen bonaerense, el plazo de pago para el obligado principal es de 10 días (conf., art. 54, decreto ley
8904/77).

B. Pago voluntario de los honorarios.


La parte condenada en costas tiene la obligación de abonar los honorarios firmes dentro de los mencionados
plazos. De no hacerlo, es pasible de ejecución de los mismos.

El pago de los éstos puede verificarse en forma extrajudicial (con la emisión de la correspondiente factura),
oportunidad en la que además, suele pedírsele al letrado acreedor la suscripción de un escrito en el cual se
manifieste el cobro de los emolumentos, para ser presentado por el condenado en costas en el expediente.

Asimismo, puede optarse por el depósito de las sumas en el expediente y la dación en pago de las mismas en
concepto de los honorarios, de lo cual el juzgado dará traslado. El letrado, de esta forma, podrá solicitar el
libramiento del cheque, manifestando su conformidad con la suma depositada o no, situación en la cual
deberá practicar la liquidación de los mismos y, en todo caso, solicitar el giro “a cuenta” de lo que estime
corresponder.

C. Falta de pago de los honorarios por la parte condenada en costas. Opciones.


Si la parte condenada en costas no abona los honorarios en el plazo indicado, el letrado puede optar por
reclamarlos a su cliente (en los casos en que ello fuere procedente, conforme hemos visto en IV. A.), o iniciar
la ejecución de los mismos contra el obligado principal.

Si decide optar por lo primero, en el ámbito nacional, deberá notificar a aquél por cualquier medio fehaciente
del reclamo, teniendo un plazo de 30 días para cumplir su obligación (art. 50, ley 21.839), no siendo necesaria
la previa ejecución del condenado en costas o la demostración de la incapacidad económica de éste[36].
Cabe aclarar que se ha entendido que dicho mecanismo es de aplicación a los procesos contenciosos mas no
a los voluntarios, razón por la cual el juez, a petición de parte, deberá fijar un plazo de cumplimiento, siendo
necesaria la interpelación al deudor[37].

En el ámbito provincial, teniendo en cuenta que la responsabilidad del cliente por el pago de costas a su
letrado no es subsidiaria sino solidaria respecto del condenado a su cumplimiento (art. 58, decreto ley
8904/77), no es necesaria la previa intimación al condenado en costas, pudiendo dirigirse el reclamo tanto a
éste como al cliente, apenas vencido el plazo de cumplimiento.

D. La ejecución de los honorarios.


Trámite aplicable. Competencia.

Tanto en el caso que la pretensión de cobro de los honorarios regulados esté dirigida al condenado en costas
como al cliente, la misma tramita por las normas de ejecución de sentencia[38] (conf. arts. 50 segundo párrafo
ley 21.839 y 500 inc. 3° del CPCCN en el ámbito nacional, y arts. 58 decreto ley 8904/77 y art. 498 inc. 3° del
CPCC), razón por la cual no es requisito previo la preparación de la vía ejecutiva [39].

Asimismo, el juez del proceso principal es el competente para entender en la ejecución de los honorarios
regulados (art. 6 inc. 1 CPCCN y CPCC), siendo este criterio también adoptado para la ejecución de
honorarios convenidos contractualmente[40].

E. Procedimiento.
Particularidades.

Las normas relativas al procedimiento de ejecución de sentencia nos indican la necesidad de la parte
interesada de promover este tipo de ejecuciones (art. 499 CPCCN y 497 CPCC), una vez firmes los
honorarios y vencido el plazo para el cumplimiento, ya sea para la parte condenada en costas o el cliente.

Excede al presente trabajo el análisis de las alternativas propias del proceso de ejecución de honorarios, dado
que se subsumen en el procedimiento genérico de la ejecución de sentencia. Sin embargo, comentaremos
ciertas particularidades relacionadas con la especial índole del crédito que se pretende ejecutar en estos
casos.

1. Posibilidad de intimación previa. El artículo 504 del CPCCN, prevé la posibilidad de que, antes de
promover la ejecución, el ejecutante solicite la intimación por cédula al ejecutado para que proceda al pago del
crédito adeudado, bajo apercibimiento de ejecución. Se trata de una intimación facultativa, por lo cual vencido
el plazo de pago el letrado está en condiciones de iniciar directamente la ejecución solicitando el embargo
respectivo.
Como bien señala Díaz[41], es recomendable utilizar dicha intimación cuando quien debe ser intimado es
nuestro cliente o ex cliente, en honor a la relación habida entre las partes; e incluso en casos en los cuales
creemos que el deudor pagará al primer aviso, cuando para iniciar la ejecución debamos incurrir en gastos de
averiguación de bienes, etc.. Nuevamente, cuestiones prácticas gobernarán dicha decisión.

2. ¿Expediente por separado? Aunque ciertos juzgados tienden a ordenar que la ejecución se practique en
expediente aparte, -lo cual entiendo carece de norma que lo exija-, para promover la ejecución, tenemos dos
alternativas: efectuarla en la misma causa mediante la presentación de un escrito (“Promuevo ejecución de
honorarios”), o iniciar un proceso que tenga por único objeto la pretensión ejecutiva.
En este caso, el letrado deberá solicitar testimonio o fotocopias certificadas de la regulación de honorarios y
cédulas de notificación que den cuenta de su firmeza, para ser adjuntadas al nuevo expediente, dado que
constituyen el título “público” que se pretende ejecutar, para luego confeccionar la demanda ejecutiva y
sortearla en la Cámara correspondiente.

De hecho, el art. 58 de la ley de arancel bonaerense prevé esta posibilidad expresamente. Por lo general, y
salvo que el magistrado ordene que la ejecución tramite por expediente separado, esta decisión tendrá
basamentos prácticos (vgr. si existen otros letrados intentando la ejecución de sus honorarios, probablemente
el expediente tenga “mucho movimiento”, lo que puede entorpecer la ejecución de nuestros emolumentos).

3. ¿Debe tributar tasa de justicia la ejecución de honorarios?


Varias son las razones que me llevan a pensar que la ejecución de honorarios no debe tributar tasa de
justicia.
Si observamos el art. 4 de la ley 23.838, vemos que en todos los casos, el “monto imponible”, esto es, los
conceptos sobre los cuales debe tributarse, sólo abarca al capital y a los intereses, y no a las costas, por su
carácter de condena accesoria, rubro en el cual debemos ubicar a los honorarios profesionales, razón por la
cual estos estarían exentos del tributo.

Por este motivo, podemos entender también que la tasa abonada sobre el “monto imponible”, en el esquema
de la ley de tasas, incluye el pago del servicio de justicia por todas las cuestiones derivadas del pleito, por lo
cual sostener la necesidad de abonar tasa en los procesos de ejecución de honorarios implicaría una
inaceptable doble imposición fiscal.

Asimismo, se ha sostenido también que las cuestiones de ejecución de honorarios constituyen una derivación
del proceso judicial principal, siendo parte del mismo, y además posteriores al hecho imponible, lo cual
también los excluiría del tributo[42].

4. El carácter alimentario del crédito por honorarios y la posibilidad de embargar haberes


previsionales. El art. 14 inc. d) de la ley 24.241 establece la inembargabilidad de las prestaciones jubilatorias,
salvo respecto a cuotas de alimentos y litisexpensas. Pese a ello, algunos magistrados han permitido el
embargo de tales prestaciones teniendo en cuenta el carácter alimentario de los honorarios[43] , aunque
también se han alzado voces en contrario[44].
Más allá de la cuestión relativa a si el carácter alimentario “general” de los honorarios profesionales, alcanza
para considerarlos por analogía como “cuotas de alimentos”, para así permitir la operatividad de la excepción
prevista en la norma antes transcripta, lo cual puede generar un largo debate, lo cierto es que entiendo que la
limitación pudiera ser atacada de inconstitucional.

La situación de percibir un haber de retiro, no puede generar una irresponsabilidad del beneficiario respecto
de las deudas asumidas por una causa judicial. Un trabador común, en virtud de las previsiones del Decreto
484/87, se encuentra protegido por la inembargabilidad de su salario hasta el monto del salario mínimo vital y
móvil, por lo cual por encima de tal monto el mismo son embargables en la proporción que establece dicha
norma, la cual garantiza con estas limitaciones la supervivencia del trabajador.

Por el contrario, el beneficiario tiene vedada la posibilidad de embargo cualquiera fuese el monto de su
prestación, lo cual resulta irrazonable si la misma garantiza con creces su supervivencia. Por lo cual, estimo
que las mismas debieran ser embargables con las mismas limitaciones contenidas en el Decreto 484/87, y
que lo contrario podría ser tachado de inconstitucionalidad, por constituir una limitación irrazonable al derecho
de los acreedores, en este caso, del letrado.

5. Los honorarios de la ejecución de honorarios. Cuando Ud. proceda a embargar bienes en el marco de
la ejecución de honorarios, el magistrado ordenará el embargo de la suma reclamada más otra “para
responder por intereses y costas”. Esta suma está destinada a abonar los intereses, gastos y costas de la
ejecución, entre los que encontramos los honorarios del letrado ejecutante.
Por esta razón, es que no es necesaria la ejecución de los honorarios derivados de la “ejecución de
honorarios” promovida por el letrado, sino que esa primera y única ejecución, conlleva las costas
correspondientes, siendo el profesional no sólo acreedor del capital sino también de éstas, que quedan
comprendidas en la ejecución[45].

En estos casos, una vez trabado el embargo, y efectuada la citación de venta sin oposición favorable, el
letrado podrá solicitar la regulación de honorarios para que la misma sea abonada, una vez firme,
directamente de la suma presupuestada para responder por intereses y costas, previa liquidación, si fuese
necesaria.

6. Ejecute sus honorarios, cualquier sea su monto.


A modo de cierre, me permitiré –con toda la licencia que ello implica- aconsejar lo siguiente: Ejecute sus
honorarios. Muchas veces los abogados que ejercen en forma independiente la profesión, por la gran cantidad
de trabajo, o simplemente por desinterés (largos trámites, pequeños montos) no ejecutan los honorarios que
les son regulados ya sea en actuaciones principales de poco monto, como en incidentes de baja regulación
(por ejemplo, los típicos incidentes sobre las preguntas o posiciones en las audiencias testimoniales o de
absolución de posiciones, en donde es de costumbre que se regulen $ 50 por cada uno).

A mi entender existen varios motivos para hacerlo. El honorario es la retribución del trabajo efectuado, por
pequeña que sea, y genera en el profesional una particular satisfacción el hecho de recibir la correspondiente
remuneración. Asimismo, se trata de un proceso por lo general sencillo, que no ofrecerá mayores dificultades.

Obviamente siempre es aconsejable, antes de iniciar el trámite de cobro, no sólo agotar la posibilidad de pago
voluntario de los honorarios, sino investigar los bienes que el futuro ejecutado tenga, los cuales serán objeto
de embargo. Si tiene conocimiento de bienes embargables, tenga en cuenta que los gastos que demande el
proceso le serán retribuidos en concepto de costas.

Por último, y quizá más para los jóvenes abogados, se tratará de buenas oportunidades de aprender una
modalidad particular de proceso como lo es la ejecución de sentencia, lo que le servirá indudablemente tanto
para futuras –y esperadas- ejecuciones de honorarios más abultadas, como para conseguir forzadamente el
cumplimiento de sentencias que obtenga en beneficio de sus clientes.

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