“EL TESTIMONIO DEL CREYENTE”
LA EXPERIENCIA QUE SUSTENTA
TEXTO 1 Juan 4:12-15
Introducción
El mensaje de la Iglesia, es un mensaje muy
extraño. Se trata de tener una relación con
Alguien que no se puede ver; que nadie ha visto
jamás - ¡Dios!
Juan reconoce el problema: “Nadie ha visto
jamás a Dios” (v.12a). Entonces, ¿cómo
podemos hablar de Él?
¿Será el evangelio todo un engaño? ¿Nos
estaremos engañando a nosotros mismos?
Como creyentes, decimos conocer a Dios; pero,
¿será cierto eso? Lamentablemente, ¡hay
muchos en la iglesia que dan mal testimonio!
Su forma de vivir niega lo que dicen creer –
que conocen a Dios.
En este pasaje, Juan habla del TESTIMONIO del
creyente. Ese es el tema central.
TESTIMONIO: “Yo conozco a Dios”
¡Tremenda afirmación!
Nos dice dos cosas de gran importancia:
- Hay una EXPERIENCIA que sustenta
nuestro testimonio (“Yo conozco a
Dios”); es la experiencia que tenemos de
Dios.
Quizá no podemos ver a Dios; pero sí le
podemos experimentar.
- Hay una EVIDENCIA que confirma
nuestro testimonio (“Yo conozco a
Dios”). Es la evidencia de los cambios
que Dios produce en nuestras vidas.
Quizá no podemos ver a Dios; pero sí
podemos ver lo que Él hace en la vida de
otros.
Esa es la evidencia que confirma nuestro
testimonio (“Yo conozco a Dios”).
1.
NUESTRO TESTIMONIO
La experiencia del verdadero hijo de Dios es
algo sumamente profundo.
En 1 Juan 1:3, el apóstol declara que “nuestra
comunión verdaderamente es con el Padre, y
con Su Hijo Jesucristo”.
Y aquí en 1 Juan 4, Juan añade la experiencia
que tenemos del Espíritu Santo (1 Juan 4:13b).
¿Qué podemos decir acerca de estas TRES
experiencias?
a. La Experiencia de Dios el Padre
Juan habla de esto en los v.12-13.
Juan reconoce que nadie jamás ha visto a Dios;
sin embargo, afirma que es posible conocer a
Dios. ¿Cómo? Porque Dios se manifiesta, se
revela; Él va buscando al ser humano.
¡Tremendo!
EJEMPLOS: Dios buscando a Adán;
Dios buscando a Abram;
Dios buscando a Moisés; etc.
No sólo podemos conocer a Dios (por medio de
una experiencia personal), sino que “Dios
permanece en nosotros” (v.12b).
¿Qué significa eso?
i. Que es una relación personal (como
comer ‘permanecer’). ¡‘comen mi
cuerpo, beben mi sangre’!
No se puede comer como grupo; es algo
personal.
ii. Que es una relación profunda. La
comida entra en ti, va hasta lo profundo
de tu interior. Así es conocer a Dios.
iii. Que es una relación permanente.
Comida viene a ser parte de tu cuerpo
(sangre, huesos, etc.).
Juan lo complementa, en el v.13, diciendo que
también nosotros “permanecemos en Él”, como
“Él en nosotros” (v.13).
Cuando una persona experimenta a Dios en su
vida, su vida cambia para siempre.
Experimenta el amor de Dios, el perdón de
Dios, la misericordia de Dios, etc.
¿Hemos tenido esa experiencia? ¿Hemos
sentido que Dios vino buscándonos?
PERO: ¿Cómo es posible tener una relación con
Dios el Padre?
Juan lo explica en el v.15, “Todo aquel que
confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios
permanece en él, y él en Dios”.
b. La Experiencia de Dios el Hijo
Juan tuvo la tremenda dicha de conocer a Cristo
personalmente (v.14). Habla de ello en 1 Juan
1:1-2.
Felizmente no quedó allí; porque los apóstoles
dieron testimonio de Cristo. Y Juan dice que
por medio de ese testimonio, nosotros también
podemos conocer a Cristo (1 Juan 1:3b).
Cuando respondemos con fe al mensaje de
Cristo, entramos en esa tremenda experiencia
de conocer al Señor personalmente.
EJEMPLO: Lidia (Hch 16:14).
Cuando una persona experimenta a Cristo, su
vida queda transformada. Experimenta Su
perdón, Su amor, Su misericordia, etc.
EJEMPLO: La mujer que lavó los pies de Cristo
(Lucas 7:38). ¡Había experimentado a Cristo!
Pero, ¿cómo podemos conocer al Señor?
¿Por qué algunos lo conocen y otros no?
Bueno tiene que ver con la obra del Espíritu
Santo (v.13).
Así fue con Juan y los primeros discípulos.
Miles de personas vieron al Señor Jesús, en el
primer siglo, escucharon Sus enseñanzas, y
vieron Sus milagros; pero no todos creyeron en
Él.
Para entender quién es Cristo, y creer en Él, es
necesario una obra del Espíritu Santo.
EJEMPLOS: La confesión de Pedro;
La ignorancia espiritual de
Nicodemo.
¿Conocemos al Señor Jesús?
¿Tenemos una experiencia personal con Él?
c. La Experiencia de Dios el Espíritu Santo
Cuando experimentamos a Dios el Padre y a
Dios el Hijo, también experimentamos a Dios el
Espíritu Santo.
En un sentido, es el Espíritu Santo quien nos
hace experimentar a Dios.
Eso es lo que Juan escribe en el v.13; sabemos
“que permanecemos en Él, y Él en nosotros” por
el Espíritu Santo que nos ha dado (v.13).
El Espíritu Santo no sólo nos lleva a conocer a
Dios el Padre y a Dios el Hijo, sino que
transforma nuestras vidas.
EJEMPLO: Pedro
ILUSTRACIÓN: Cuando Pablo llegó a Éfeso,
preguntó a uso discípulos: “¿Recibieron el
Espíritu Santo cuando creyeron?”.
¡Quizá tengamos que hacer esa misma
pregunta!
¿Hemos experimentado al Espíritu Santo en
nuestras vidas?
Conocer a Dios es tener vida eterna. No se
trata de simplemente decir “Yo creo”; debe
haber una evidencia de ello.
La evidencia es lo que confirma la experiencia
que decimos tener de Dios.
2. LA EVIDENCIA QUE CONFIRMA NUESTRO
TESTIMONIO
ILUSTRACIÓN: Pregunta de Jonathan. “¿Cómo
sabemos que nuestro Dios es el verdadero?”
¿Cómo sabemos si realmente conocemos a
Dios?
¿Cómo sabemos que no nos estamos
engañando?
La experiencia de Dios en nuestras vidas es
suficiente para confirmarlo para nosotros
mismos. Pero, ¿qué de los demás?
¿Cómo pueden otros saber que nuestra
experiencia es real?
Juan dice que es por medio del amor. “Si nos
amamos unos a otros, Dios permanece en
nosotros” (v.12a).
Esa es la evidencia de que nuestra
experiencia de Dios es real, y no un
engaño.
Juan ya habló de eso (v.7, 8, 11).
También hablará después (v.16).
Dos preguntas surgen.
i. ¿A quién debemos amar? Juan
responde, “unos a otros” (v.12; ver v.7,
11).
Es fácil amar a tu familia…
Es fácil amar a tus amigos…
Pero es más difícil amar a tus hermanos
en la fe.
- ¡No los escoges!
- ¡Tienes que amarlos a todos!
¿Lo hacemos?
¿Sentimos ese amor el uno por el otro?
ii. ¿Cómo debemos amar? La palabra en
griego es ‘agape’. Es un amor muy
especial; es el amor de Dios.
Es un amor incondicional; no depende de
algo en la otra persona. Por eso
podemos amar a todos con ese amor.
NOTA: Juan usa una expresión
interesante: “Su amor se ha
perfeccionado en nosotros” (v.12b).
Aquí tenemos uno de los propósitos
fundamentales de la salvación. Dios nos
ama; pero también quiere expresar Su
amor por medio de nosotros. Él quiere
AMAR a Su creación por medio de
nosotros.
¡Nosotros debemos ser una suerte de
‘encarnación’ del amor de Dios! Y Él
quiere que sea un amor “perfeccionado”
(significa ‘completo’, ‘maduro’).
Pero hay algo más. En Su evangelio
Juan habló del amor de Dios (Juan
3:16). Ese amor se expresó al enviar a
Su Hijo, y en la muerte de Su Hijo en la
cruz.
PERO, el amor de Dios llega a su
propósito o la meta final
(“perfeccionado”) cuando nos amamos
los unos a los otros, con el amor ‘agape’
que Él nos da, y que se reproduce en
nosotros.
No es fácil amar así. En realidad, es imposible
amar así.
La única forma en que podemos amar a todos,
es si hemos experimentad el amor de Dios:
- El amor de Dios el Padre, que nos llama
a la salvación, y que nos adopta como
Sus hijos.
- El amor de Dios el Hijo, que vino a este
mundo y dio Su vida por nosotros.
- El amor de Dios el Espíritu Santo, que
Él derrama en nuestros corazones (Rom
5:5).
Así que, el amor del que estamos hablando es
un amor sobrenatural. Es un amor que Dios
produce en nosotros, y canaliza por medio de
nosotros.

Conclusión

¿Tenemos esa evidencia en nuestras vidas?

¿Has recibido el amor de Dios en tu vida?

¿Sabes lo que es amar con ese amor
sobrenatural, que te lleva a amar aun a tus
enemigos, a los que te maltratan, te ofenden y
te hacen doler?

¡Esta es la meta de nuestra salvación!

Dios quiere producir una nueva humanidad,

que sabe amarse mutuamente con la clase de
amor que hay en el corazón de Dios (Mateo
5:38-48). ¡Qué tremendo desafío!

Cuando llegamos a amarnos así, ¡es la mejor

evidencia de que realmente conocemos a Dios!
Es lo que el mundo urgentemente necesita ver.

ILUSTRACIÓN: Muerte y odio en el Medio

Oriente.

¡Mateo 5:38-48 debe ser la marca de la Iglesia!