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La revolución rusa de 1917 convulsionó a todas las naciones. Contemporáneas de este hecho
fueron la consolidación y la llegada al poder de los movimientos de carácter totalitario, que
recibieron apoyo de las fuerzas conservadoras, las cuales veían peligrar sus intereses. La
quiebra de los procesos democráticos fue lo que dio el pie a la Segunda Guerra Mundial.
Las bombas atómicas forzaron el fin de la Segunda Guerra Mundial abrieron la puerta a una
reorganización política del mundo en dos bloques antagónicos, así comienza la guerra fría.
El equilibro resultante de la guerra fría era producto del miedo de las naciones a las
consecuencias que podía desatar un conflicto armado. En la conferencia de Bandung (1955) se
generó un movimiento de países africanos y asiáticos que intento marcar diferencias con el
mundo capitalista y con el comunista, condenar el colonialismo, la discriminación racial y el
armamento nuclear. Estos países pretendían buscar nuevas opciones de desarrollo que
permitieran la erradicación de la miseria.
A pesar de estos intentos, continuaron las guerras. Tras la caída del muro de Berlín se abrieron
esperanzas de una nueva reorganización social y política del escenario europeo. Pero los
conflictos que siguieron a la profunda crisis en que se sumió la unión soviética y los países de
ella dependientes, como la guerra de los Balcanes o el conflicto del Cáucaso.
Los movimientos guerrilleros, los conflictos étnicos y las acciones terroristas han sido
fenómenos frecuentes a partir de la segunda mitad del siglo XX. Los grupos terroristas,
organizados en redes internacionales suponen una amenaza para la seguridad global.
A partir de 1968, las tensiones sociales tienen un nuevo cauce de dirección. Los movimientos
estudiantiles, las propuestas hippies o el movimiento feminista exigen un cambio social que
apunta hacia una forma utópica de vida con mayor intervención de los jóvenes.
El siglo XX ha sido uno de los que han conocido un mayor avance científico. Descubrimientos
han supuesto nuevas expectativas al desarrollo humano.
Los medios de comunicación han tenido un doble uso. Por un lado, han servido para informar y
como instrumento de propaganda y manipulación de masas. Por el otro lado, constituyen un
instrumento eficaz para la circulación de ideas y la uniformidad cultural.
El resultado de todo este proceso ha sido la imagen de un mundo abarcable por el hombre. Un
mundo en el que la interrelación es permanente por la globalización de la economía y en la
que los resultados de las acciones humanas tienen repercusión en todos los lugares del
planeta.
El retorno a la subjetividad está condicionado por una serie de factores de que las dos guerras
mundiales trajeron consigo. Ante esta situación, los individuos fueron perdiendo sus ilusiones
hasta llegar a sentirse totalmente abandonados, reducidos a sus propias fuerzas.
A partir de ese momento, lo único que importaba eran las especulaciones que penetraban en
la realidad de la existencia. El conocimiento científico, objetivo, que se venia persiguiendo por
encima de cualquier otro, pierde su valor de certeza. Cualquier conocimiento tiene el valor que
el ser humano quiera prestarle, es existencial, relativo; lo que no quiere decir, que carezca de
valor.
Las dos características fundamentales comunes a todas las filosofías de la existencia son la
importancia dada a la subjetividad y la prioridad concedida a la existencia frente a la esencia.
Ambas son establecidas desde la perspectiva del método fenomenológico.
El ser humano es un actor que vive sumergido en la angustia de sus situaciones y problemas
particulares. Es un sujeto y, como tal, no puede ser conocido sin desubjetivizarlo. Para el
existencialismo solamente desde la subjetividad de la existencia humana es posible y legítimo
filosofar. La existencia precede la esencia. El ser humano es una existencia que se define co
proyecto, que será lo que libremente proyecte ser.
Heidegger plantea que el ser humano entiende de si mismo y sus manifestaciones culturales
son producto de una manera concreta de concebir la relación de ser-pensar, es necesario
comenzar por plantearse de nuevo la pregunta por el sentido del ser.