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El acceso que tenían las mujeres a la Biblia era muy limitado. Ellas
oían la Biblia en la liturgia y en latín, una lengua que era desconocida
para la mayoría de ellas. Prácticamente no había una Biblia disponible
para ellas en lengua vernácula. María Magdalena de Pazzi parece que
tenía algún conocimiento de latín, pues cita algunas frases de la Biblia
en esta lengua. Santa Teresa de Jesús confiesa que no entendía nada
de latín. Diverso es el caso de Teresa de los Andes, en cuya época a
inicios de siglo ya había una traducción española del oficio divino.
La propia Regla del Carmen, a pesar de ser tan corta, tiene más de
cien citas y evocaciones de la Biblia. Toda ella fue hecha con frases
bíblicas. Los escritos de san Juan de la Cruz son como una continua
cita de la Escritura, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento;
Santa Teresa de Jesús siempre se quiso someter a lo que decía la
Biblia y en ella encontró fuerza y consuelo para su vida y para la
difícil empresa de sus fundaciones del nuevo Carmelo. Santa Teresa
de Lisieux confiesa que en determinadas ocasiones sólo el Evangelio
le servía de alimento. También muchas expresiones de Teresa de los
Andes revelan una gran inspiración bíblica. Lo mismo podría decirse
de Isabel de la Trinidad en relación con las cartas de san Pablo.
Para los santos y santas del Carmelo la Biblia fue siempre como una
luz que les ayudó a entender y a iluminar los propios procesos y
experiencias espirituales, a través de la lectura sapiencial que hicieron
de la Escritura. Veían la Biblia como “la experiencia modelo”, el
paradigma del camino de la fe y de la forma de relacionarse del ser
humano con Dios. Les ayudaba a percibir, por ejemplo, que la
experiencia de la aparente ausencia de Dios y las vivencias dolorosas
de la vida formaban parte del camino del creyente. Un poco lo que
hizo Jesús con los discípulos en el camino de Emaús, cuando usó
precisamente la Biblia para mostrarles que la experiencia de la cruz
formaba parte de la palabra profética sobre el Mesías y que, por tanto,
no debía ser, motivo para perder la esperanza.
Obediencia profética quiere decir que hay que obedecer a Dios antes
que a los hombres. Si se obedece a los hombres no es por causa de los
hombres, sino a causa de la fe en Dios. Los santos y santas carmelitas,
muchas veces, con la ayuda de la Biblia, tuvieron el coraje de disentir
con algunas estructuras y prácticas de la iglesia de su tiempo. Teresa
de Jesús, por ejemplo, critica la vida religiosa de su tiempo y se
enfrenta a teólogos que no valoraban suficientemente la dimensión
humana de Jesús en el camino espiritual o negaban la pertinencia de
la oración mental para las mujeres. Y san Juan de la Cruz, guiado por
la Biblia, no ahorra críticas a los que en su tiempo buscaban
consuelos espirituales y visiones y descuidaban la esencia teologal del
camino de la fe.
Santa Teresa tiene una predilección especial por los estudiosos del
texto bíblico. Dice ella: “porque en la Sagrada Escritura que tratan ,
siempre hallan la verdad del buen espíritu”. Y por eso busca a los
teólogos que tienen “letras”, que conocen y estudian la Biblia, los
consulta y los recomienda a las personas de oración: “y aunque para
esto parece no son menester letras, mi opinión ha sido siempre y será
que cualquier cristiano procure tratar con quien las tenga buenas, si
puede, y mientras más, mejor”. No quiere espiritualidades
superficiales y engañosas, por eso busca a los estudiosos para que le
iluminen: “llegados a verdades de la Sagrada Escritura, hacemos lo
que debemos; de devociones a bobas nos libre Dios”. San Juan de la
Cruz, aunque muchas veces realiza interpretaciones alegóricas y
acomodaticias de los textos, demuestra conocer e interesarse por el
contexto literario de los pasajes. Y Santa Teresita de Lisieux, doctora
de la Iglesia, confiesa que le hubiera gustado estudiar hebreo y griego
para conocer las lenguas en las que Dios quiso hablar a los hombres.