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Comentarios sobre la película

“Luna amarga” (1992)

Gabriela Bonilla
Luis Imbach
Marvin Murillo

Noviembre 2017

Universidad Centroamericana de Ciencias Sociales (UCACIS)

PS 501 – Psicopatología General


La película cuenta una historia a dos tiempos, uno en torno a eventos narrados en
presente que involucran a dos parejas y otro de eventos en el pasado que se centran en un
personaje. El protagonista de la película es un hombre joven y casado que viaja con su esposa
en el crucero, donde conoce a otro hombre, un viejo en silla ruedas que, además de contarle la
historia de su vida, intenta convencerlo de que se acueste con su mujer. Aunque el hombre
joven es, sin duda, el protagonista, es el viejo en silla ruedas el que asume un papel central. Se
trata de un escritor atormentado por su esposa, una mujer mucho más joven que él, hermosa,
que se prostituye y lo cuida. El protagonista cae en los encantos de ella pero se contiene porque
no quiere irrespetar su matrimonio, aunque el viejo en la silla de ruedas insiste en que se
acuesten, a la vez que le cuenta la historia de su vida, la historia de cómo pasó de ser un
prometedor escritor norteamericano radicado en París, a un prisionero, cautivo de la obsesión
de poseer a Mimí, de querer destruirla y finalmente de no poder sino rendirse al poder que ella
tiene sobre él. Esta obsesión, a su vez, se manifiesta en todo tipo de comportamientos perversos
(sexo sadomasoquista, maltratos físicos, intentos de homicidio, etc.) que no dejan de resultar
interesantes en la medida que expresan siempre lo mismo: la imposibilidad de controlar la vida,
de portar el significante absoluto, ϕ.
Partamos de la más elemental enseñanza del psicoanálisis freudiano: el complejo de
Edipo es el núcleo de las neurosis. ¿Qué significa esto? Las relaciones humanas, todas, están
determinadas a priori por una relación triangular, la que se sostiene entre el hijo, la madre y el
padre. No es otra cosa que la base de la sociabilidad, aquella que impone, contra la pulsión, no
sólo la posibilidad sino el deber de la inhibición, condición desde la que a su vez se explican
los problemas clásicos del paciente (impotencia sexual, protesta fóbica, perversiones, etc.). De
ahí que la solución, la llamada salida del Edipo, el paso de los estadios pre-genitales hacia la
genitalidad madura, exija la asunción consciente del Edipo (toma de conciencia con la que
usualmente se caracteriza la clínica psicoanalítica, el paso por el diván), un enfrentamiento con
lo privativo que sigue a la frustración proveniente de la castración, o sea la renuncia al deseo y
su replanteamiento en una interpelación ética del Otro en tanto igual, soporte del propio deseo
en el “¿Qué quiere usted?”. Esto implica una ruptura de la persecución directa de las
satisfacciones propias del narcisismo y la entrada al mundo del Amor, de ese trato nunca
delicioso, mediado siempre por compromisos con los demás. Es desde esta óptica que parece
interesante analizar la película, que plantea el desafío de detectar lo perverso y la sorpresa de
encontrarlo, no en estrafalarios juegos eróticos, sino en la incapacidad de los cuatro personajes
de llevar a cabo la renuncia del objeto infantil.
Si calificamos lo patológico como este desborde impulsado por la incapacidad de
inhibición, en la persecución ilusoria más que enfermiza de un objeto que por prohibido se
torna imposible pero por imposible en mira de una perversión que es la fantasía de su
posibilidad (esa posibilidad característica del imaginario del adolescente parricida, del sujeto
edípico exacto) nos damos cuenta que “Luna amarga” cuenta una historia ejemplar,
propedéutica, pedagógica. Un hombre viejo que se niega a reconocer su falta de talento, sus
limitaciones, su condición de humano, sucumbe a un enamoramiento desproporcionado con
una mujer que es prácticamente una niña. Una mujer incapaz de estar sola es capturada por la
posición masoquista de sostenerse sometida al él, un padre para el cual puede ser niña en una
protesta que no es difícil imaginar que inconscientemente dirige a su madre -hecho que se
confirma cuando las posiciones se invierten y la encontramos resentida, dedicada a humillarlo.
Finalmente, una pareja de ingleses cuya moralidad de pequeños burgueses no aguanta el peso
de estas pasiones, de estos auténticos desafíos a la ley humana. Lo patológico aquí está en la
raíz, no en la obscenidad que es su manifestación completamente contingente (de hecho, las
supuestas perversiones sexuales son relativamente moderadas. Se nos ocurren cosas mucho
peores.), en la posición edípica que alcanzamos a distinguir, de adultos en protesta pre-genital.
No en vano hablaba Freud de perversión polimorfa cuando describía cómo se comportan los
niños.
De acuerdo con lo observado en esta película, y enfocado en la materia que estamos
estudiando en lo que respecta a las psicopatologías. La perversión, el masoquismo, no son en
realidad lo que esta película nos está mostrando, ya que para qué nos serviría a nosotros una
historia durante la cual los protagonistas pasan haciéndose daño uno al otro, en una exhibición
de grandes rasgos.
Para mí, el fenómeno se encuentra en lo identificados que nos pudiéramos hallar con
alguno de los papeles o de los protagonistas, como para querer tomar parte en este torcido juego
de quién odia más al otro, y donde sólo el rencor termina siendo el fruto de su relación.
Pero, la personalidad de Oscar es lo que de inicio, está tomando las cosas y empezando
a querer acomodarlas a su manera. Esto es un síntoma maniaco compulsivo, posesivo, que en
Oscar está a flor de piel, y que estando en un lugar como Paris, donde siempre quiso vivir, da
rienda suelta a su manía, y desarrolla en un principio la búsqueda de Mimí por la ciudad.
Encuentro en ella a una sádica reprimida, cruel dominante en muchos aspectos, pero
que al principio no fue así. Hasta que la figura de autoridad y grandes ideas, o sea Oscar, quedó
reducido a la silla de ruedas.
El hecho de que el odio y el resentimiento estén presentes como el combustible del
drama, es indicador de patologías, en este caso tanto Oscar, como Mimí, cayeron en el juego
de mostrarse a cada uno su lado más hostil, tratando de hacerse daño uno al otro sin dejar de
vivir juntos. Esto es lo que degenera las personalidades de ellos, el ambiente que se llega a
crear en una relación así, llegaría naturalmente a convertirse en pan de cada día, hasta
confundirse con lo cotidiano, instalándose en cada uno como la manifestación de su estado de
ánimo predominante, el uno hacia el otro, no dando tregua hasta que la muerte de ambos
termina con esto.
La infidelidad sexual, la promiscuidad, y el amor enfermizo, síntomas de aberraciones
y desórdenes en la sociedad.
Se podría también suponer que Oscar es el objeto deseado de Mimí, y ella le tiene horror
a perderlo, al punto que se posiciona desde el sometimiento con tal de poderlo tener. El horror
de la posibilidad de tenerlo todo, sin embargo Oscar al negarle el acceso al objeto completo e
imponer la ley, hace que ella se reposiciona donde el acto de dejarlo en sillas de ruedas, hace
que él se convierta en este objeto, ahora sí, sin la posibilidad de huir. Incluso el acto de provocar
angustia, se puede ver cuando ella invita a un amigo a la casa y tiene relaciones frente a su
esposo, marcándole su propia falta.
Creo que un acto que deja en claro esta dinámica es el final donde Oscar la mata y se
suicida, este acto, en lo personal hace pensar el absoluto, el poder de obtenerlo todo para rehuir
de la castración.

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