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De pronto, mi cuerpo

Eve Ensler

“Por mucho tiempo éramos “yo” y mi cuerpo. “Yo” estaba formada de historias, de
anhelos, de luchas, de deseos de futuro. “Yo” estaba tratando. de no ser el resultado de mi
pasado violento, pero la separación que había ocurrido ya entre el “yo” y mi cuerpo era
un resultado bastante significativo. “Yo” estaba siempre tratando de convertirse en algo o
en alguien. “Yo” solo existía en el intento. Mi cuerpo, a menudo, se interponía en el
camino.(…) Como no tenía un punto de referencia para mi cuerpo, comencé a preguntarle
a otras mujeres sobre sus cuerpos, en particular por sus vaginas, porque pensaba que las
vaginas eran algo importante. Esto me llevó a escribir “Los Monólogos de la Vagina”

(…) Comencé a ver mi cuerpo como (…) una cosa que podía moverse rápido (…) que
podía conseguir otras cosas, muchas cosas, todas al mismo tiempo. (…) Comencé a ver mi
cuerpo como iPad o un auto. Lo manejaba y le demandaba cosas sin límites, era
invencible, debía ser conquistado y dominado como la tierra misma. No le prestaba
atención, no, lo organizaba y lo dirigía. No tenia paciencia para mi cuerpo. Lo moldeé
bruscamente, fui mezquina, tomé más de lo que mi cuerpo tenía para ofrecer, si estaba
cansada, tomaba más cafés expresos, si estaba asustada, iba a lugares más peligrosos.

(…) Seguro tuve momentos de aprecio por mi cuerpo, del modo en que un padre abusivo a
veces tiene momentos de bondad. (…) Oí decir algunas veces que yo debía amar mi cuerpo,
entonces aprendí a hacerlo: era vegetariana, me mantenía sobria, no fumaba. Pero todo
esto solo era una manera más sofisticada de manipular mi cuerpo.

(…) Como resultado de hablar del tanto sobre mi vagina, muchas mujeres comenzaron a
contarme sobre las suyas, sus historias sobre sus cuerpos. Sus historias me llevaron
alrededor del mundo, y he estado en más de 60 países. He escuchado miles de relatos, (…)
hubo siempre episodios en que las mujeres compartían conmigo ese momento en particular
en que se separaron de sus cuerpos, en que dejaron sus casas. Escuche sobre mujeres
acosadas en el sus camas, azotadas en sus bocas, abandonas muertas en un aparcadero,
quemadas con ácido en el sus cocinas. Algunas mujeres se silenciaron y desaparecieron.
Otras sí volvieron locas, trabajando como máquinas, como yo.

(…)En medio de mis viajes, cumplí 40 y comencé a odiar mi cuerpo, lo que era realmente
un progreso, porque al menos mi cuerpo existía lo suficiente como para odiarlo. (…) Me
fui a la República Democrática del Congo y escuche historias que hicieron añicos a las
demás. Escuche relatos que se metieron en mi cuerpo. Me enteré de una pequeña niña que
no podía dejar de orinarse encima por tantos soldados que se habían metido dentro de
ella. Escuche sobre una mujer de 80 años cuyas piernas fueron quebradas y arrancadas de
sus coyunturas y dobladas sobre su cabeza mientras los soldados la violaban. Hay millones
de estas historias. Muchas de las mujeres tenían agujeros en el sus cuerpos, agujeros,
fístulas, que eran violaciones de guerra, agujeros en el tejido de sus almas. Estás historias
saturaron mis células y mis nervios.

(…)Todas estas historias comenzaron a sangrar al mismo tiempo. La violación de la


tierra, el ultraje de minerales, la destrucción de vaginas; Ninguna estuvo separada de las
otras ni de mí. (…) Luego contraje cáncer, o descubrí que tenia cáncer. Llegó como un
pájaro a toda velocidad estrellándose contra el cristal de una ventana. De pronto, tenia un
cuerpo, un cuerpo que fue pellizcado y hurgado y pinchado, un cuerpo abierto por en
medio; un cuerpo al que le sacaron órganos y fue transportado, arreglado y reconstruido;
un cuerpo que era examinado y que tenía tubos metidos en él; un cuerpo que se estaba
quemando con químicos. El cáncer explotó la pared de mi desconexión. Comprendí, de
pronto, que la crisis en mi cuerpo era la crisis del mundo, no que ocurriría más tarde, sino
que estaba ocurriendo ahora.

De pronto, mi cáncer, era un cáncer que estaba en todos lados, el cáncer de la crueldad,
el cáncer de la codicia, el cáncer que se mete dentro de la gente que vive por las calles de
las plantas químicas, y que usualmente son pobres; el cáncer dentro de los pulmones de los
mineros de carbón; el cáncer del estrés por conseguir Lo que no es suficiente; el cáncer del
trauma enterrado; el cáncer de los pollos enjaulados y peces contaminados; el cáncer de
los úteros de mujeres violadas; el cáncer que está en todas partes por nuestro descuido.

(…)En su reciente libro visionario, “Individuo nuevo, nuevo mundo”, el escritor Philip
Shepherd dice: “Si estás dividido de tu cuerpo, también estás separado del cuerpo del
mundo, que entonces aparece como otro distinto de ti, o separado de ti, en lugar de vivir en
un continuo al que perteneces”.

Antes del cáncer, el mundo, era algo distinto. Era como si estuviese viviendo en una pileta
estancada y el cáncer dinamitó la roca que me separaba del mar completo. Ahora estoy
nadando. Ahora me acuesto en el césped, froto mi cuerpo en él y disfruto el barro entre mis
piernas y pies. Ahora hago un peregrinaje diario para visitar un sauce llorón a las orillas
del Sena, y estoy hambrienta de campos verdes en los matorrales en las afueras de Bukavu
y cuando caen lluvias fuertes, grito y corro en círculos.

Sé que todo está conectado y la cicatriz que baja por mi torso es la marca del terremoto.
Estoy allí con tres millones en las calles de Puerto Príncipe. El fuego que me quema el
tercer día, de seis días de quimio, es el fuego que está quemando los bosques del mundo. Sé
que los abscesos que crecieron alrededor de mi herida luego de la operación, de 16 onzas
de pus son la contaminación del Golfo de México; había pelícanos saturados de petróleo
dentro mío y peces muertos flotando. Los catéteres que me metieron el cuerpo sin la
medicación apropiada me hicieron gritar del modo en que la tierra grita por las
perforaciones.

En mi segunda quimio mi madre enfermo gravemente y fui un verla. Y en nombre de la


conexión, la única cosa que quería antes de morir era ser llevada a casa, al lado de su
amado Golfo de México. Entonces, la trajimos, y rece por que el petróleo no llegara a su
playa antes que muriera. Y afortunadamente, no Llegó. Y ella murió tranquila en su lugar
favorito.

Unas semanas después, yo estaba en Nueva Orleans, y (…) un amiga me dijo que quería
hacerme una curación. (…) Mi amiga estaba preparando un recipiente grande, y le dije:
“¿Qué es?” Ella dijo: “. Es para ti las flores lo hacen bello, y la miel dulce” Y yo dije:
“Pero ¿qué es la instancia de parte del agua “? Y en nombre de la conexión, ella dijo:
“Ah, es el Golfo de México” Y yo Dije: “. Por supuesto que sí”. Otras mujeres llegaron y
se sentaron en círculo, y Micaela bañó mi cabeza con el agua sagrada y canto; quiero
decir que todo su cuerpo canto. Las otras mujeres cantaron y rezaron por mi y por mi
madre. (…) Y cuando el agua tibia del Golfo lavo mi cabeza desnuda, me di cuenta de que
incluía lo mejor y Lo peor de nosotros. Era la codicia y la imprudencia que la llevaron una
explosión de perforaciones. Eran todas las mentiras dichas, las de antes y después. Era la
miel en el agua lo que hacia lo dulce, era el petróleo Lo que le enfermaba. Era mi cabeza,
rapada y cómoda, ahora sin sombrero.

Era todo mi ser derritiéndose en la falda de Micaela. Eran las lágrimas, no distinguibles
del Golfo, que rodaban por mis mejillas. Era, finalmente, estar en mi cuerpo. Era la
tristeza que se ha quedado tanto tiempo. Era encontrar mi lugar y la enorme
responsabilidad que viene con la conexión. Era la continuidad de la devastadora guerra en
El Congo y la indiferencia del mundo. Eran las mujeres congolesas que están levantándose
ahora. Era mi madre partiendo justo en el momento en que yo estaba naciendo. Era darme
cuenta de que había estado muy cerca de la muerte, del mismo modo que la tierra, nuestra
madre (…).

Lo que aprendí tiene que ver con la atención social y los recursos que todo el mundo se
merece. Fue convocar amigos y una amorosa hermana. fueron médicos sabios, medicina
avanzada y cirujanos que sabían qué hacer con sus manos, fueron enfermeras mal pagadas
y realmente cariñosas, fueron curas mágicas y aceites aromáticos, fue gente que vino con
hechizos y rituales, fue tener una visión del futuro y algo por qué luchar, porque yo sabia
que esta batalla no es mía… fue un millón de plegarias, fueron mil aleluyas y un millón de
“Oms”, fue un montón de ira, humor insano, un montón de atención social e indignación,
fue energía, amor y alegría.

Fueron todas estas cosas. Fueron todas estas cosas, fueron todas estas cosas, fueron todas
estas cosas en el agua, en el mundo, en mi cuerpo”.

Resumen de la conferencia “De Pronto, mi cuerpo” de Eve Ensler

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