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PRIMERA PARTE
PRÓLOGO
Cervantes expresa tanto implícita como explícitamente su odio hacia la literatura que se hacía en su
época: las novelas caballerescas. Más que un prólogo se puede ver una muy bien elaborada e irónica
crítica a la literatura contemporánea a Cervantes. Lanza certeros dardos a escritores coetáneos, entre
ellos a Lope de Vega (con quien tenía una mala relación) y su estilo narrativo, citando para este fin a
filósofos como Aristóteles y Platón.
También critica la costumbre de los textos de incluir extensos prólogos con sonetos y dedicatorias
laudatorias de amigos de los autores, de condes, y de diferentes personajes, con citas, notas al
margen, etc., incluyendo en esto a Santo Tomás y “otros doctores de la Iglesia”, quienes no hacen
sino citar pasajes de la Biblia y los Evangelios, decorándolos de tal forma que queden como una
linda copia llena de palabras decorosas pero vacías que lo único que hacen es crear una imagen
sobreproducida de su historia y arreglar los defectos y fallas de sus personajes, como quien intentara
esconder los defectos de un hijo, pues para él el personaje de el Quijote es como un hijo, a quien aún
siendo feo y sin gracia no intentará arreglar con lindas palabras. Para esto, Cervantes agrega al
principio del prólogo como dato los años que pasó en prisión, dato que usó para decir que un simple
prisionero privado de la libertad y rodeado de nada más de las incomodidades y soledad del encierro
es capaz de crear tanto o mejor que el más docto de los escritores. Cabe agregar la cita que hace de
autores como Ovidio, Horacio, Catón, etc.
CAPÍTULO 1. Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha.
Un hidalgo de la Mancha, de clase noble baja, de unos 50 años de edad, de complexión recia pero
seca, da en leer libros de caballerías hasta llegar a perder el juicio. Determina, enloquecido por las
fantasías leídas en esos libros, hacerse caballero andante y, como tal, ir a buscar aventuras. Para ello,
prepara sus armas (desfasadas armas), revisa su caballo y le pone nombre (Rocinante), se pone
nombre a sí mismo, como caballero que va a ser, (don Quijote de la Mancha) y busca una dama a la
que amar y servir (Dulcinea del Toboso).
CAPÍTULO 8. Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada
aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación.
En el camino descubren unos molinos de viento, que don Quijote cree que son gigantes. Decide
acometerlos, sin que le sirva de mucho que Sancho le diga que son sólo molinos. Don Quijote
embiste y sale mal parado, atribuyendo el cambio (de gigantes a molinos) a un encantador. Siguen
camino, a Puerto Lápice, en busca de aventuras. Pasan la noche entre unos árboles: don Quijote
piensa en su señora Dulcinea. Llegan a Puerto Lápice, y don Quijote confunde a dos frailes con dos
encantadores que llevarían a una princesa cautiva (una dama vizcaína que viene más atrás en un
coche). Acomete a los frailes, y después a un escudero de la dama, que no quiere que el caballero les
haga ir al Toboso (para hablar con Dulcinea). El capítulo acaba con el combate en suspenso.
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CAPÍTULO 9. Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla que el gallardo vizcaíno y el valiente
manchego tuvieron.
Cervantes acude al recurso narrativo de que él es sólo traductor (además indirecto -pues se sirve de
un morisco aljamiado, o que sabe castellano-) de unos cartapacios en los que había conseguido
descubrir la continuación de las aventuras de don Quijote. Continuación que enlaza justo con el
combate entre don Quijote y el vizcaíno: vence don Quijote y obtiene la promesa de que ha de
presentarse ante su señora Dulcinea del Toboso (tal y como sucedía en los libros de caballerías que él
leía).
CAPÍTULO 20. De la jamás vista ni oída aventura que con más poco peligro fue acabada de famoso
caballero en el mundo como la que acabó el valeroso don Quijote de la Mancha.
Después de haber puesto los restos de comida sobre los caballos comenzaron a caminar por el prado
arriba guiados por el instinto, y que era muy de noche y la visibilidad era prácticamente nula.
Se oían grandes ruidos los cuales asuntaban a Sancho, y viendo esto Don Quijote le dijo a Sancho: yo
soy quien ha de resucitar los de la tabla redonda, los doce de Francia y los nueve de la fama; y
mientras tanto los ruidos no cesaban.
Una vez dijo esto Don Quijote le dijo a Sancho que esperase ahí durante tres días y que si en ese
plazo no volvía que regresara a la aldea y le dijese a su amada Dulcinea que su amado caballero
había muerto luchando en la oscuridad. Sancho al oír esto se puso a llorar y le dijo que no se
marchara todavía y que esperase a mañana, pero al ver que Don Quijote no le hacía caso le ato las
patas a Rocinante para que no pudiese cabalgar y Don Quijote al ver que su caballo no cabalgaba
decidió esperar al día siguiente.
Durante esa noche Sancho comenzó a contar un cuento de un cabrero pero no lo pudo acabar debido
al constante ruido que se oía.
Así pasó la noche y ya al amanecer se ponen en camino de aquel enorme ruido, llegaron a unas peñas
en donde encontraron unas casa mal hechas, Don Quijote se acercó y cuando se dio cuenta de lo que
era ese ruido agacho la cabeza. Cuando Sancho lo vio se comenzó a reír.
Finalmente él capítulo termina con otra de las habituales discusiones entre Sancho y Don Quijote.
CAPÍTULO 21. Que trata de la alta aventura y rica ganancia del yelmo de Mambrino, con otras cosas
sucedidas a nuestro invencible caballero.
En este capítulo se nos narra la aventura que tiene Don Quijote para recuperar el yelmo de Mambrino
y las esperanzas o ilusiones que se hacen Don Quijote y Sancho de ser reyes y nobles gracias a su
gran fama y valentía.
Al principio del capítulo se nos cuenta como Don Quijote cree estar viendo a lo lejos el famoso
yelmo de Mambrino, el cual, según Don Quijote, lo lleva un caballero que va montada en un gran
caballo. Al momento de manifestar Don Quijote su interés por este yelmo Sancho se apresura en
decirle que no saque conclusiones precipitadas que puede armar una buena. Don Quijote sin hacerle
caso se abalanza sobre este pobre hombre arrebatándole así el supuesto yelmo de Mambrino. Lo más
interesante de esta pequeña aventura es que el “yelmo de Mambrino” no era mas que una simple
bacía de azófar que solían utilizar los barberos.
Una vez hubo acabado este pequeño percance Don Quijote y Sancho comenzaron a fantasear sobre
su futuro como caballeros. Don Quijote le contó a Sancho que si se hacían famosos Don Quijote
acabaría casándose con la hija de un gran rey y a la muerte del rey este heredaría su reino y haría
casar a Sancho con la mejor doncella que la hija del rey tuviese. Al acabar esta extraña conversación
acordaron trabajar duramente para conseguir la fama suficiente como para poder ocupar los lugares
deseados como rey y noble principal de ese imaginario reino.
CAPÍTULO 22. De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que mal de su grado los llevaban
donde no quisieran ir.
En este capítulo se nos cuenta otra aventura de Don Quijote y Sancho en la cual nuestros dos
personajes se encuentran con muchos malhechores que van a cumplir condena en las galeras del rey.
Don Quijote y Sancho iban caminando tranquilamente por un descampado cuando encontraron en su
camino a unos galeotes, presos, que iban escoltados por unos comisarios armados. Don Quijote al ver
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que estos presos iban encadenados se interesó del porque de esta inhumana situación. Sancho se lo
intento explicar, pero al no quedar satisfecho este comenzó a preguntarle a los galeotes el porqué de
su condena. Los galeotes comenzaron uno por uno a explicarle a Don Quijote el porqué se
encontraban encadenados y condenados a trabajar en las galeras del rey.
Don Quijote al considerar injusto, que esos hombres estuvieran condenados por algo que él no
consideraba una pena mayor, decidió liberarlos y dejarlos marchar en paz. Al acabar esta pequeña
batalla entre los galeotes y Don Quijote contra los comisarios, Don Quijote les dijo a los galeotes que
fueran a visitar a su amada Dulcinea del Toboso a contarle que el caballero de la triste figura, Don
Quijote, les había liberado de sus cadenas y penas. Los galeotes además de negarse a cumplir este
pequeño mandato comenzaron a apedrear y saquear a Don Quijote y a Sancho, dejándoles a la
intemperie casi desnudos.
CAPÍTULO 25. Que trata de las estrañas cosas que en Sierra Morena sucedieron al valiente caballero de la
Mancha, y de la imitación que hizo a la penitencia de Beltenebros.
Cuando Don Quijote y Sancho se estaban adentrando en la sierra Sancho le dijo a Don Quijote que se
quería volver a casa y que estaba harto de las aventuras y andanzas de Don Quijote. También le dijo
que no entendía por que quería encontrar a Cardenio ya que este no iba a continuar contando la
historia que había comenzado. Don Quijote le dijo que debía impedir que alguien tan loco como
Cardenio fuese diciendo mentiras de una reina tan y honrada como Madasima.
Mientras tanto llegaron a un lugar donde Don Quijote se detuvo para hacer penitencia, imitando así a
Amadís de Gaula, de esta forma comenzó a gritar en lo alto de una montaña diciendo que estaba
haciendo penitencia por su amada Dulcinea del Toboso.
Tras haber acabado la penitencia Don Quijote le dice a Sancho que tiene que ir a pasar 3 días con
Dulcinea y en esos días le tiene que contar todo lo que había hecho Don Quijote en honor de
Dulcinea, y que además le tenía que llevar una carta a Dulcinea departe de Don Quijote. Sancho le
pregunta que quién era Dulcinea del Toboso y Don Quijote le dice que su verdadero nombre es
Aldanza Lorenzo.
Sancho al oír este nombre comienza a hablar mal de ella y se enzarza en una pequeña pelea con Don
Quijote. Acabado esto Don Quijote comienza a escribir la carta que le mandaría a su amada y tras
leerla se la entrega a Sancho para que monte encima de Rocinante y se la lleve.
CAPÍTULO 31. De los sabrosos razonamientos que pasaron entre don Quijote y Sancho Panza, su escudero,
con otros sucesos.
Sancho al no saber que decir no hacía más que decirle mentiras a su amo acerca de la supuesta
conversación que mantuvo con Dulcinea.
Sancho le decía a Don Quijote que nada mas llegar Dulcinea rompió la carta ya que al no saber leer
no quería que nadie la leyera por ella, entonces Dulcinea insistió en que Don Quijote fuese a verla al
Toboso. Don Quijote preguntaba constantemente que era exactamente lo que Dulcinea había dicho
pues le interesaba la pura verdad.
Llegó un momento en el que Don Quijote dudó si ir con Dulcinea primero o ir primero a cortarle la
cabeza al gigante. Ante esta duda Sancho le dijo que fuese primero a donde se encontraba el gigante,
ya que Sancho veía peligrar el señorío que le había prometido.
SEGUNDA PARTE
PRÓLOGO
Los sentimientos que Cervantes muestra irónicamente hacia Avellaneda son: agradecimiento por
haber dicho que “sus novelas son más satíricas que ejemplares, pero que son buenas”; amargor y
náuseas por haberle tratado de viejo, amargado, parlanchín, envidioso, ignorante, manco... Teme que
se quiera atribuir la autoría de “un libro con que gane tanta fama como dineros, y tantos dineros
cuanta fama”.
De Lope admira su ingenio, sus obras y el trabajo continuo y virtuoso de sus innumerables comedias
escritas con mucho arte.
Respecto al conde de Lemos, le pide que siga siendo protector de sus obras y le siga amparando
económicamente. En aquella época era normal que los señores fuesen mecenas de las artes
CAPÍTULO 3. Del ridículo razonamiento que pasó entre don Quijote, Sancho Panza y el bachiller Sansón
Carrasco.
Don Quijote imagina ser cosa de encantamiento que su historia esté impresa. Llega Sancho con el
bachiller Sansón Carrasco, joven socarrón que comienza a hablar, en burla, con ellos. Que su historia
está impresa por todas partes (Portugal, Barcelona, Valencia), que las gentes celebran las diferentes
aventuras y que son leídas por todos (niños, mozos, hombres y viejos); y que aparecen novelas
intercaladas sin relación con la historia principal (lo que no le parece bien a don Quijote, habiendo
tantas hazañas suyas que contar). Sancho se va a comer, don Quijote invita al bachiller a que se
quede a comer con él; tras la siesta, vuelve Sancho y siguen con la conversación.
CAPÍTULO 10. Donde se cuenta la industria que Sancho tuvo para encantar a la señora Dulcinea, y de otros
sucesos tan ridículos como verdaderos.
Antes de marchar Sancho en la busca de Dulcinea le había ordenado Don Quijote que se fijara en las
reacciones físicas que mostrara Dulcinea al enterarse de que estaba allí su caballero.
Antes de que Sancho comenzara su búsqueda se sentó, donde su amo no pudiese verle, para
reflexionar acerca de la locura de su amo que aunque Sancho le llevase a otra persona que no fuese
Dulcinea, Don quijote juraría que su amada esta encantada. Al atardecer Sancho vio pasar cerca de él
a tres labradoras y fue corriendo junto a su amo para decirle que Dulcinea se acercaba con dos de sus
sirvientas y de este modo se invento sus ropas para que su amo se pensase que su amada se acercaba.
Cuando se estaban acercando las tres labradoras se puso en marcha el plan de Sancho ya que él
pensaba que cuando su amo viese a las tres labradoras, e hiciese caso a Sancho que decía que era
Dulcinea con sus sirvientas, pensaría que estaban encantadas.
Las labradoras al oír las alabanzas, que Don Quijote hacia de ellas, salieron corriendo escapando de
Don Quijote y de Sancho. Después de ver como las tres labradoras Sancho y Don Quijote
comenzaron a increpar contra los encantadores que privaron a Don Quijote de ver la belleza de su
amada, Dulcinea. Finalmente Don Quijote y Sancho prosiguieron su camino hacia Zaragoza donde se
celebraban todos los años unas fiestas muy importantes.
CAPÍTULO 23. De las admirables cosas que el estremado don Quijote contó que había visto en la profunda
cueva de Montesinos, cuya imposibilidad y grandeza hace que se tenga esta aventura por apócrifa.
En este capítulo Don Quijote relata su encuentro con Montesinos.
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Don Quijote contó que en la cueva había visto al primo y amigo de Montesinos, Durandarte, el cual
yacía en carne y hueso en un sepulcro de mármol debido a un encantamiento del mago Merlín. Dijo
que también estaban allí encantados Belerma, dama de Durandarte; su escudero, Guadiana
convertido en río y otros muchos amigos y parientes de Durandarte convertidos en lagunas.
Sancho no se podía creer lo que contaba pero no pudo aguantar su risa cuando Don Quijote dijo que
había visto a dulcinea y a las dos damas que la acompañaban y que estas le habían pedido seis reales
a cambio de un pañuelo de algodón. Don Quijote le dijo a Sancho que no se podía creer lo que este
decía debido a que no tenía experiencia en el mundo pero que algún día le demostraría que todo
aquello era cierto.
CAPÍTULO 48. De lo que le sucedió a don Quijote con doña Rodríguez, la dueña de la duquesa, con otros
acontecimientos dignos de escritura y de memoria eterna.
En una de las noches en que Don Quijote dormía apaciblemente escucho como alguien entraba
silenciosamente en su habitación. Pensando que era Altisidora que quería perturbar su honestidad se
puso de pie encima de la cama. Al entrar la dueña Rodríguez vio a Don Quijote de esa manera y
ambos se asustaron enormemente.
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Después de ese susto la dueña comenzó a decirle a Don Quijote que le necesitaba por temas
caballerescos.
La señora comenzó a contarle a Don Quijote su historia, en la cual decía que ella tenía una hija que
había sido seducida por el hijo de un siervo del Duque, el cual le había pedido matrimonio a la pobre
niña. También le dijo a Don Quijote que ya le había pedido con anterioridad al Duque que la ayudara
pero este no le hacia caso a la dueña por que este labrador solía prestarse dinero y arreglarle algunos
chanchullos.
En un momento de su conversación la dueña comenzó a meterse con Altisidora y con la Duquesa.
Después de haber dicho esto la dueña se apagaron las luces de extraña manera y Don Quijote y la
dueña comenzaron a recibir pellizcos a azotainas. Después de esta peculiar batalla ambos acosadores
se marcharon de la habitación, la dueña salió de la habitación de Don Quijote llorando y Don Quijote
se quedó sin saber que extraños encantadores le habían hecho eso.
CAPÍTULO 62. Que trata de la aventura de la cabeza encantada, con otras niñerías que no pueden dejar de
contarse.
En casa de Don Antonio Don Quijote y Sancho pasaron unos días. El primer día después de comer
Don Antonio les enseño un busto que según él respondía a todo lo que se le preguntase pero que
aquel día no podía hablar ya que los viernes no solía hablar.
Después de esto Don Quijote, Sancho y Don Antonio salieron a dar una vuelta y sin que Don Quijote
se diese cuenta le pusieron en su espalda un cartel que ponía: "este es Don Quijote de la Mancha".
Don Quijote al ver que todo el mundo le conocía se puso muy contento ya que se demostraba así que
era un hombre famoso por sus aventuras.
Por la noche en una fiesta a la que asistieron dos muchachas sacaron a bailar a Don Quijote y este
tras un rato bailando acabó diciendo que le dejaran en paz esas muchachas que para él la única mujer
era Dulcinea del Toboso. Sancho al ver a Don Quijote le acostó para que descansara después de tan
agitado baile.
Al día siguiente día Don Quijote y sus amigos fueron a la sala del busto a hacerle preguntas. Lo que
ellos no sabían era que el busto hablaba porque conectado a él había un tubo por el que llegaba la voz
del sobrino de Antonio que sabiendo quien había junto al busto respondía por conjeturas.
Las preguntas que le hacían eran fáciles de responder ya que cuando Sancho le preguntó si volvería a
gobernar el busto dijo que gobernaría en su casa y que dejaría de ser escudero cuando abandonase a
su amo. A los pocos días Don Antonio tuvo que dejar la broma ya que si no la inquisición le
castigaría.
A los pocos días Don Quijote visitó una imprenta y vio como en ella estaban corrigiendo el libro de
Avellaneda al que volvió a criticar diciendo que era totalmente falso.
CAPÍTULO 64. Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a don Quijote de cuantas hasta entonces le
habían sucedido.
Un día mientras Don Quijote paseaba, armado, por la playa se encontró a un hombre que se hacía
llamar el “Caballero de la Blanca Luna”. Este le dijo que había ido a buscar a Don Quijote para
hacerle confesar que su dama era más bella que Don Quijote. Don Quijote al no admitir esto decidió
batirse en duelo con Don Quijote. El trato era que si Don Quijote perdía debería de admitir que su
dama no era la más hermosa y debería de permanecer un año de vida sosegada en su pueblo sin
utilizar las armas. Si Don Quijote vencía seria él quien decidiera acerca de la vida del otro caballero
y se quedaría con sus armas, fama y caballo.
Una vez en la batalla Don Quijote salió derrotado y humillado frente al Caballero de la Blanca Luna.
Don Quijote se vio obligado a cumplir su palabra y dijo que se retiraría un año de la caballería pero
reafirmo que su dama era la más bella del mundo. Después de la batalla el Caballero de la Blanca
Luna se marchó y a Don Quijote le llevaron a la ciudad en una silla de mano.
CAPÍTULO 73. De los agüeros que tuvo don Quijote al entrar de su aldea, con otros sucesos que adornan y
acreditan esta grande historia.
Don Quijote y Sancho llegan a su aldea, y don Quijote cree, por dos agüeros que se le presentan, que
no volverá a ver a Dulcinea. Sancho le convence de que, como cristiano, no debe hacer caso a los
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agüeros. Se encuentran con el cura y con el bachiller Carrasco, que les dan la bienvenida. Van a la
casa de don Quijote, y allí los reciben ama y sobrina; también allí dan la bienvenida a Sancho su
mujer e hija. Don Quijote les cuenta al cura y al bachiller su vencimiento y la obligación asumida de
no salir de su aldea en un año. Obligación que, como caballero andante, piensa cumplir. Pero les
comunica que, entre tanto, se hará pastor (para dar rienda suelta a sus amorosos pensamientos) y que
se le unan. Ama y sobrina le reprenden por esta nueva locura, pero él les manda callar. Le llevan a
acostar.
CAPÍTULO 74. De cómo don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte.
Don Quijote agoniza en su cama. Es visitado por sus amigos (el cura, el bachiller y el barbero) y su
escudero. Pero antes de morir recobra el juicio y abomina de los libros de caballerías. Y pide
confesarse y hacer testamento. Se confiesa con el cura, su amigo. Después hace testamento (a favor
de Sancho, su sobrina y su ama) en donde vuelve a abominar de los libros de caballerías. Después de
tres días agonizando, recibe los sacramentos y muere. Cervantes vuelve al recurso narrativo de hacer
hablar a Cide Hamete Benengeli para despedir la obra (en cuya despedida ataca a Avellaneda, autor
del Quijote apócrifo, y pone de manifiesto su deseo: poner en aborrecimiento de los hombres las
fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías).