Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
En 1895 los separatistas Betances y Henna fundaban en Nueva York una liga
separatista de Puerto Rico, como “sección Puerto Rico del Partido Revolucionario
Cubano”, y el 23 de julio de 1896, desde Nueva York, Julio Henna dirigió a los
puertorriqueños, una carta encaminada a despertar en ellos el espíritu separatista,
señalando que se encontraba "habituado a las libres instituciones de la Gran República
de los Estados Unidos.
Paralelamente se desarrollaba el movimiento autonomista. Así, el nueve de
marzo de 1897, se constituyó el Partido Autonomista Puertorriqueño. El punto quinto de
su programa rezaba: El Partido no rechaza la unidad política, antes bien proclama la
identidad política y jurídica, según la cual, en Puerto Rico, lo mismo que en la
Península, regirán la propia Constitución, la Ley electoral, la de reuniones, la propia
representación en Cortes, la propia ley de asociación, la de imprenta, la de
procedimientos civiles y criminales, la orgánica de tribunales, la de matrimonio civil, la
de orden público, la misma ley provincial y municipal; es decir, que en punto a derechos
civiles y políticos, el Partido pide que se iguale a las Antillas con la Península.
El 15 de enero de 1898 fue nombrado Gobernador General de Puerto Rico el
Tte. Gral. Manuel Macías y Casado que llegó a Puerto Rico el 3 de febrero de 1898 con
la consigna de implantar el régimen de amplia autonomía.
Sus actuaciones durante los cuatro meses aproximados que duró el conflicto,
fueron muy discutidas y censuradas. Delegó todas sus funciones militares en el Jefe de
Estado Mayor coronel Juan Camó, y no tomó ninguna medida para corregir las
deficiencias defensivas que padecía la isla desde hacía al menos un siglo.
Se decía del general Macías que voluntariamente era prisionero de su jefe de
Estado Mayor, y de éste nada bueno puede relatarse. No permitió, entre otras cosas, que
el general Ricardo Ortega saliese a campaña, como solicitara repetidas veces, al frente
de una división de tropas regulares de las tres Armas, para ofrecer batalla al enemigo en
campo abierto.
Debido a todo ello, la creencia en una traición por parte del gobierno era
generalizada, aunque no expuesta abiertamente.
1
Pero esas eran palabras que, de haber sido ciertas, hubiesen llevado otro tipo de
actuaciones que habían sido eludidas desde hacía un siglo. No, no fueron responsables
sólo los políticos del 98, sino todos los anteriores. Y ninguno de ellos puede remitirse a
la desinformación de la realidad exacta. Sólo la traición reiterada puede ser el origen de
tal situación.
Por muchos años San Juan y toda la Isla estuvieron desartillados. Desde el año
1797, fecha de la invasión inglesa, no se había disparado un tiro de guerra, y
nadie pensaba, ante el temor de parecer ridículo, en bélicos alardes. (Rivero
1922)
Henna había ofrecido, desde marzo de 1898, sus servicios personales y los de 50
puertorriqueños para la invasión de la Isla. (Soto 1922:211)
También Henna pasó un informe sobre las fuerzas españolas en Puerto Rico, su
armamento, parques, caminos, puentes y ferrocarriles; añadiendo que, caso de una
invasión, si a ella cooperaban él y sus amigos, el país en masa iría alzándose contra el
Gobierno de España, a la vanguardia de las fuerzas usenses.
En ese orden, el catorce de marzo de 1898 escribió a Teodoro Roosovelt
Hon. Theodore Roosevelt.—Sub-Secretario de Marina, — Washington, D.C.
—Muy Señor mío:—Tenido el gusto de incluir una breve descripción de
Puerto Rico, que he escrito a la carrera, y que espero resultará de interés para
las fuerzas invasoras de mar y tierra en el caso de que se rompan las
hostilidades entre este país y España. También quiero reiterar la oferta que le
hice personalmente de mis servicios, y los de cincuenta de mis compatriotas,
para la invasión. Nuestro conocimiento de la topografía de la isla; la que
ocupamos, y el deseo de romper para siempre con el bárbaro yugo de la
despótica España que nos inspira y alienta para la lucha, pronto serán
demostrados si somos aceptados entre las filas del Ejército o Marina de los
2
Estados Unidos. A nuestra llegada a Puerto Rico, tenemos motivos para
esperar que toda la población nativa se acogerá bajo los pliegues de la gloriosa
bandera de la República Americana, evitando de este modo innecesaria
efusión de sangre y prolongación de la lucha. Como le dije a usted en mi
última entrevista, estoy listo, en cualquier momento, a obedecer sus órdenes y
trasladarme a Washington a recibir instrucciones y mis credenciales de
Comisionado. Hago la misma oferta al Secretario de la Guerra, si usted tiene a
bien trasmitirla por el conducto apropiado y si lo considera necesario. Con
sentimientos de la más alta consideración, quedo respetuosamente suyo,—J. J.
Henna, M.D.—Presidente de la Sección Puerto Rico. (Soto 1922:212)
Pero ese espíritu más parecía estar en la mente de Henna que en la realidad, pues
por su parte, el cónsul usense en la isla, Philip Hanna, con pocas fechas de diferencia
sobre el agente ilegal diferían sensiblemente
3
Con esa situación, el 25 de julio desembarcaron las tropas invasoras en Guánica.
Los día 25 y 26 se produjo un combate entre la brigada Garretson, perteneciente a la
expedición del general Nelson Miles, y las fuerzas españolas, que fueron derrotadas, y
en días sucesivos ocuparon los invasores a Yauco, Peñuelas, Ponce, Sabana Grande, San
Germán, Mayagüez, Arroyo, Guayama, Las Marías, Adjuntas, Utuado, Juana Díaz y
Coamo.
Sólo a tener en cuenta un dato: Todas las fuerzas españolas que les presentaron
resistencia se reducían a once guerrilleros comandados por el teniente Méndez.
Los traidores corrieron a rendir pleitesía a los invasores.
Pero a lo que parece, sólo Emilio Barrera parecía estar preocupado por la
situación. Exponía las necesidades y las posibilidades, pero de nada sirvieron sus
indicaciones.
4
SOLDADOS, MARINOS Y VOLUNTARIOS.- El enemigo que ha tiempo
acechaba la ocasión de invadir esta isla, con el propósito de posesionarse de
ella, desembarcó ayer un cuerpo de tropas en el puerto de Guánica. Para
combatirlo con prontitud marcharon fuerzas del Ejército y de Voluntarios que,
con gran decisión, han sostenido ya diferentes combates, demostrando así, los
últimos, que las armas que espontáneamente tomaron lo son para la defensa de
la nacionalidad de esta tierra española, y dando a la vez honra y ejemplo a los
demás cuerpos de su Instituto. (Rivero 1922)
Llamada fuera de lugar si tenemos en cuenta que algo, además de las acciones
guerreras estaba controlando la situación. Algo que en algún momento deberá ser
explicado, porque si el submarino fue saboteado por el propio gobierno español, se hace
también necesario averiguar qué sucedió con el destructor de Villaamil y con las minas
navales de Bustamante, asuntos a los que hemos referencia sin haber entrado en el
meollo del asunto.
No lo vamos a hacer a lo largo de este trabajo, si bien en el uso dado a las minas
de Bustamante deja nuevas incógnitas que resolver. ¿Por qué no se hizo uso de las
minas cuando su ubicación hubiese significado una magnífica defensa de Cuba, Puerto
Rico y Filipinas y para llevar a cabo esa labor eran suficientes las embarcaciones que se
encontraban en servicio? ¿Por qué las pocas minas que se instalaron fueron
inoperativas? ¿Por qué, siendo que podían ser explosionadas a voluntad desde la costa,
no explotó ninguna, ni tan siquiera por contacto?
Lamentablemente, en el curso de este trabajo no se ha podido dar luz al respecto,
pero la inoperatividad de ese armamento, producto e invención española completó la
tramoya de la tragedia; a su amparo, y al mando del general Miles, el día 27 entraban
los gringos en Yauco, sin combate; el 28 en Ponce; el 1 de agosto en Tallaboa; el 5 en
Guayama y Fajardo; el día 9 en Coamo, tras una resistencia de una hora.
Todos los defensores, por más de quince días, vivaquearon en las trincheras, a
la intemperie, sin abrigos, sin traveses, sin alambradas ni otras defensas que
no fueran el fuego o las bayonetas de sus fusiles. Los ranchos, servidos con
poca regularidad, eran deficientes; casi siempre de arroz, alubias y bacalao;
carne, pocas veces y nunca muy abundante. (Rivero 1922)
El uso de las unidades de marina también fue deplorable, según señala Rivero.
5
excesivamente ridículo y además inútil. Más tarde se sacaron de a bordo dos
piezas de tiro rápido que fueron montadas en la batería de San Fernando,
dominando el canal y bajo el mando de oficiales de Marina. (Rivero 1922)
Pero aún había más. Los mismos voluntarios y sus allegados merecieron la
hostilidad del coronel Juan Camó, delegado del gobernador para la defensa. Todo lo
cual creó un importante malestar que se hizo sentir como una pavesa.
Los desaciertos y falta de resolución del Estado Mayor fueron tan evidentes,
que un gran descontento surgió y tomó cuerpo entre todos los jefes y oficiales
del Ejército y Voluntarios, llegando hasta los soldados; hubo principios de
conspiración; se habló de «embarcar a la fuerza al coronel Camó y hasta
alguno más a bordo del vapor auxiliar Alfonso XIII, obligándole a salir Morro
afuera, con rumbo a España.» (Rivero 1922)
6
Acorazado Iowa, 38 cañones; acorazado Indiana, 42; crucero acorazado New
York, 30; monitor Amphitrite, 10; monitor Terror, 10; crucero Montgomery,
17; crucero Detroit, 7; total, 164 cañones, de los cuales la mayor parte eran de
calibre superior a los de la plaza, desde 8 pulgadas hasta 13 (los del Indiana);
además, eran numerosos los de tiro rápido, piezas de que carecíamos. La plaza
durante el combate puso en acción solamente 28 piezas, de las cuales 20 eran
cañones de 15 centímetros, y las restantes, obuses de 24 y 21 centímetros y de
avancarga estos últimos. Cada cañón de tierra combatió contra seis en el
mar. ../… El total de proyectiles disparados por la escuadra de Sampson,
calculando en 150 los del Montgomery, fue de mil trescientos sesenta y dos,
contra cuatrocientos cuarenta y uno de las baterías de la plaza. (Rivero 1922)
No es de extrañar que la toma de Puerto Rico por los usenses fuese un paseo
militar que culminó con el bombardeo de San Juan por los buques Detroit, Wompatuck,
Iowa, Indiana, New York, Amphitrite, Terror y Montgomery. Los gringos sufrieron un
muerto y cuatro heridos.
El número total de bajas, como consecuencia del bombardeo, fue el siguiente
(Rivero 1922):
Muertos de tropa.................................................................2
Heridos de tropa y auxiliares.............................................34
TOTAL DE BAJAS EN TODA LA GUARNICIÓN...... 36
Muertos de la población civil..............................................4
Heridos de igual procedencia............................................16
TOTAL DE BAJAS EN LA POBLACIÓN CIVIL..........20
Resumen general de muertos y heridos.............................56
Durante los diez y nueve días que duraron las operaciones por tierra, el
ejército americano tuvo tres muertos y 40 heridos, de estos últimos tres fueron
oficiales; añadiendo los dos muertos y siete heridos durante el ataque a San
Juan, el día 12 de mayo, resulta un total de 52 bajas, de las cuales cinco fueron
por muerte.
El 6 de agosto se rindió San Juan de Puerto Rico a las tropas usenses del general
Miles, y diecinueve días bastaron para que Estados Unidos conquistase Puerto Rico. El
día 12 de agosto fue firmado el armisticio.
Al cesar las hostilidades el día 13 de agosto, las fuerzas usenses estaban en
posesión de las siguientes poblaciones: Ponce, Juana Díaz, Coamo, Arroyo, Guayama,
7
Yauco, Peñuelas, Guayanilla, Sabana Grande, San Germán, Mayagüez, Cabo Rojo, Las
Marías, Hormigueros, Adjuntas, Utuado, Maricao, Lajas, Santa Isabel, Salinas, Añasco,
Aguada y Moca. Total, 23 poblaciones.
Y lo que debió desmoralizar a los patriotas… banderas de Inglaterra, Alemania,
Francia e Italia, se veían por todas partes…
Ante esta tétrica visión, no es de extrañar que general Nelson Miles afirmase que
cuando menos cuatro quintas partes del pueblo ha saludado con gran alegría la
llegada de las tropas de los Estados Unidos, y todas las poblaciones solicitan
banderas nacionales para colocarlas sobre los edificios públicos. (Rivero
1922)
8
BIBLIOGRAFÍA: