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“La vida no es algo, sino que es siempre,

simplemente la ocasión para algo”


Hebbel.

Pérdida de sentido en el consagrado y su repercusiones afectivas-


sexuales.
Por: Omar Alejandro Gómez Montaño

El presente trabajo conclusivo al seminario de afectividad y sexualidad pretende


más allá de hacer evidente que los consagrados tenemos una fuerte carga
afectiva sexual, la cual no podemos negar ni mucho menos minimizar, sino,
encaminar e integrarla como parte de un proceso de madurez personal en vistas a
la opción de vida asumida y elegida.

Por tanto, parto de un tema y autor que para mi es conocido y apreciado para
postular una intuición. El sentido de vida y el trabajo del Dr. Viktor Frankl. La
intuición se puede enunciar de la siguiente manera: Los desordenes afectivos en
las personas consagradas más allá de la represión de los deseos, representan
también medios ineficaces para mitigar la ausencia o pérdida de sentido en
situaciones personales o comunitarias donde el consagrado no ha encontrado su
sentido de vida o las circunstancias institucionales se los han frustrado.

Parto para ello de un dato que si bien no me es sorpresivo del todo, si es


halagador por formar parte del gremio. En una encuesta realizada por la
Universidad de Chicago y publicada en la revista Forbes los sacerdotes y pastores
encabezan la lista de los empleos más felices del mundo. (Denning 2011) Como
característica general compartida de estas diez profesiones está la poca
remuneración económica y la entrega hacia los demás. Por tanto se presenta la
interrogante ¿Qué ocurre con los sacerdotes que teniendo el empleo “más feliz”
atraviezan por problemas afectivos que interfieren con la realización de este
empleo? Claro me refiero a los sacerdotes católicos que intrinsecamente y por
situaciones conocidas no pueden conciliar su labor ministerial o comunitaria con
una vida en pareja o transgredir las promesas celibatarias.

Pero de esta afirmación surgen aun más interrogantes y ¿Es que será capaz un
trabajo por sí mismo para dotar de sentido y satisfacción a quien lo realiza? En
este punto Frankl señala que

No debe confundirse la plenitud del trabajo profesional con la plenitud de sentido


de vida creadora; algunas veces, el neurótico procura incluso, huir de la vida pura
y simple, de la vida grande y entera, refugiándose en el trabajo profesional. El
verdadero vacío y la gran pobreza de sentido de su vida se revelan
inmediatamente tan pronto como su ajetreo profesional se paraliza por unos
instantes. “ El trabajo sin amor es solamente un sustitutivo; el amor sin trabajo, un
opio” (Frankl, Psiconanálisis y existencialismo 1978, 191)
Basta recurrir a la experiencia de recordar a ese sacerdote que lleno de
actividades pastorales termina su jornada con la insatisfacción y fastidio
provocada “por la exigencia del reino” para legitimar estas palabras. Algunas
veces el trabajo se ve como medio para sublimar o deflectar la insatisfacción en la
que se vive por medio de estar continuamente ocupado y así no pensar o no sentir
entonces tanto la desocupación como el trabajo profesional pueden emplearse
abusivamente como medios para un fin neurótico.

De este empleo neurótico como medio para un fin debe distinguirse,


evidentemente, aquella cierta actitud consistente en velar por que el trabajo sea lo
que realmente deba ser, un medio enderezado al fin de una vida plena de sentido.
La dignidad del hombre veda, en efecto, el convertirle en un medio, el degradarlo
para hacer de él un simple instrumento del proceso de trabajo, un simple medio de
producción. La capacidad de trabajo no es todo, ni razón suficiente y necesaria
para infundir sentido a la vida del hombre. (Frankl, Psiconanálisis y existencialismo
1978, 190-191)

Si el trabajo por sí mismo no puede ser fuente de sentido ni de felicidad fijemos la


atención en una de las características comunes en nuestra lista de los trabajos
más felices. La entrega a los demás.

Viktor Frankl señala como una cualidad auténticamente humana la


autotrascendencia y esta la define como la capacidad que denota el hecho que el
ser humano siempre apunta y se dirige a algo o alguien distinto de sí mismo para
realizar un sentido o para lograr un encuentro amoroso en la relación con otros
seres humanos. (Frankl, La idea psicológica del hombre 2003, 26)

Nos realizamos como personas en la medida en la que somos capaces de no


vernos o de olvidarnos en el sentido ególatra para darnos a una causa a la cual
servir a otra u otras personas amando. Solo así sumergiéndonos en el amor en el
trabajo nos estaremos trascendiendo y por tanto por efecto y no por intención nos
estaremos realizando a nosotros mismos. Solo así podría entender el por qué del
sacerdocio como trabajo más feliz.

Carlos Domínguez al tratar el tema de la comunidad nos alienta a diferenciar el


orden ético de la exigencia de fraternidad, del orden emocional que nos condiciona
en la realización de la misma exigencia, ya que no siempre nuestro mundo
afectivo encontrará la misma disposición a hacer realidad dicha exigencia
(Dominguez Morano n.d., 102) es ilustrador en sentido que la fraternidad como
concreción de valores y sentido fundamental se reordena como opción y no como
deber. El sacerdocio y la vida consagrada se muestran como medios en los
cuales la persona encuentra los mecanismos, una estructura y al mismo tiempo la
expresión de un sentido fundamental de vida que decide una y otra vez actualizar.

La postura antropológica de Frankl difiere a las posturas psicoanalíticas clásicas


en las cuales la voluntad de placer o la voluntad de poder dominan todos los
esfuerzos de la persona. Para él la fuerza vital del hombre es la voluntad de
sentido ese esfuerzo por el mejor cumplimiento posible del sentido de su
existencia. (Frankl, Ante el vacío existencial 1980, 81)

La voluntad de placer ha centrado su atención en el efecto y no en el fundamento,


al desviar el fundamento de la felicidad en una búsqueda desenfrenada de sí
misma paradójicamente se ve frustrada la meta. Kierkegaard afirmaba que la
puerta de la felicidad se abre hacia fuera y que cuando alguien se precipita contra
ella no hace sino cerrarla con más fuerza.

En razón de su voluntad de sentido, el hombre está referido a la búsqueda de un


sentido y a su cumplimiento, pero también está referido al encuentro con otro ser
humano, al que amar bajo la forma de un tú. Estas dos cosas, el cumplimiento y el
encuentro, son las que proporcionan a la persona el fundamento de la felicidad y
del placer. El hombre sólo es capaz de autorrealizarse en la medida en que
cumple un sentido.

Frankl aparece categórico cuando afirma a la cuestión de por qué entonces


muchas personas simplemente buscan el placer o el poder y responde que
aparece la búsqueda del efecto concomitante del placer y del medio poder cuando
se ha frustrado la voluntad de sentido. (Frankl, Ante el vacío existencial 1980, 84).
Señala además que nuestra época aparece distante la época victoriana de Freud,
esa época de la frustración sexual, y aparece ante nosotros la época de la
frustración existencial. Ese sentimiento de vacío interior, de falta de sentido a la
existencia. El hombre existencialmente frustrado no conoce cómo ni con qué llenar
ese vacío existencial. Entonces aparecen las amistades frecuentes, el sobre
trabajo pastoral, el refugio en el alcohol y en algunos casos drásticos el suicidio
como medios para remediar un vacío e insatisfacción existencial.

A pesar que pudiera verse como trágica la existencia, Frankl mantiene una postura
optimista del hombre y en sus diez tesis sobre la persona argumenta que la
persona es una totalidad psicofísico-espiritual donde siempre la persona es más
que un cuerpo condicionado física y psíquicamente. Existe la libertad del espíritu
para elegir libre y responsablemente. En su octava tesis postula que la persona es
dinámica por su capacidad de distanciarse y apartarse de los estratos psicofísicos.
Ya que para él, existir significa salirse de sí mismo y enfrentarse consigo mismo.
Únicamente cuando el hombre entabla un diálogo consigo mismo, se desglosa lo
espiritual de los psicofísico. (Frankl, La voluntad de sentido 2002, 113)

El logoterapeuta nunca prescribe sentido, pero puede muy bien describir las
formas en que el proceso de la percepción de sentido es realizado por el hombre o
mujer de a pie. La percepción de sentido trata del descubrimiento de una
posibilidad desde el trasfondo de la realidad, esta posibilidad es en cada cado
única. El sentido debe descubrirse, pero no puede inventarse. Si esta posibilidad
de sentido se realiza, se ha cumplido el sentido, y se ha cumplido para siempre.
En esta época de creciente complejo de vacuidad, tendrá que imperar una
educación que no solo transmita conocimientos sino también tienda a finar la
conciencia, de modo que, el hombre preste atención para percibir el requerimiento
inherente a cada situación.

Sentido es por tanto, el sentido concreto en una situación determinada. Es


siempre el requerimiento del momento. Este requerimiento está siempre dirigido a
una persona concreta. A cada persona le aguarda un sentido distinto del de los
demás, existe un sentido para cada uno y para cada uno hay un sentido especial.
No existe ninguna situación en la que la vida deje ya de ofrecernos una posibilidad
de sentido, y no existe tampoco ninguna persona para la que la vida no tenga
dispuesta una tarea. Un análisis fenomenológico revela que hay tres rutas o
caminos principales para llegar al sentido.

En primer término, en lo que hace o crea. Ve además un sentido en vivir algo o


amar a alguien y también a veces descubre, un sentido incluso en situaciones
desesperadas. Lo que importa es la actitud y el talante con que una persona sale
al encuentro de un destino inevitable e inmutable. Solo estos la actitud y el talante
le permiten dar testimonio de algo de lo que solo él es capaz: de transformar y
remodelar las circunstancias a nivel humano para convertirlas en un sentido. Por
tanto no se trata de una autorrealización en sí misma, sino de una realización a
través del mundo, de las cosas y de las personas. (Frankl and Lapide, Búsqueda de
Dios y sentido de vida 2005, 72)

En la vida consagrada estos valores creadores, vivenciales y de actitud se pueden


encontrar de diversas formas. La primera forma de hallar el sentido de vida es a
través de los valores creadores. Estos valores son como “llevar a cabo un acto”.
Son aquellas actividades que ayudan a expresar a la persona de manera abierta,
es donde se puede encontrar un espacio dentro de una existencia ajetreada; es
comprometerse con algún proyecto, con un sueño, y perseguirlo con todas las
fuerzas. Esta realización a través de un acto puede ir desde aspiraciones
magnánimas, hasta pequeñas obras que marcan la diferencia. Es dejar una huella
perdurable en la historia, tal vez no mundial, pero sí en la de las personas que nos
rodean. Seguramente existen en la vida consagrdas momentos y cistcunstancias
en las que se nos presentan actividades que no son completamente de nuestro
agrado, pero nos motiva continuar en nuestro diario andar al contar con aquella
función que llena el espíritu de fortaleza.

La segunda forma de descubrir el sentido de vida es a través de los valores


experenciales, es decir, poder disfrutar de algo, o de alguien. Son valores que no
necesitan mas que una actitud de contemplación estetica ¿Cuántos de nosotros
hemos dejado de disfrutar de una puesta del sol? ¿O de la simpleza de una fresca
brisa? Los valores experenciales nos dan la oportunidad de poder vivir, de
experimentar, de sentir, de disfrutar, de querer, de atrapar. El momento más
importante es el experimentar el valor de otra persona a través del amor, pues a
través de experimentar el amor hacia una persona inducimos a nuestro amado a
desarrollar un sentido, y así, de manera indirecta, lograr el nuestro propio. Así que
poder experimentar, de disfrutar, de agradecer, es una manera de encontrar
nuestro sentido de vida.
El tercer camino para descubrir el sentido de vida, son los llamados valores
actitudinales. Estos incluyen virtudes como la compasión, la valentía o un buen
sentido del humor. Aquí se incluye la capacidad del ser humano para poder elegir
nuestra actitud con entera libertad, a pesar de todos los condicionamientos que
pudieran existir. El ejemplo más famoso es el logro del sentido a través del
sufrimiento. Cuando alguno nos enfrentamos a una situación difícil, inevitable, por
ejemplo, una enfermedad incurable; es cuando se presenta la oportunidad de
cumplir el sentido más profundo: ser responsables de la actitud que vamos a
tomar frente a esa realidad insoslayable.

Se ha visto cómo el sentido de la existencia humana tiene su fundamento en el


carácter único y peculiar de la persona y en el hecho de que su vida se viva
solamente una vez. Asimismo, que los valores de creación se realizan bajo la
forma de aportaciones, que guardan siempre una relación más o menos grande
con la comunidad. Y con ello, que la comunidad, que tiende a la creación y a la
actividad humanas, es lo que confiere un sentido existencia a la singularidad y
peculiaridad de su vida. La comunidad íntima de un yo con un tú. Si prescindimos
del amor en un sentido más o menos figurado, para concebir el amor en el sentido
de lo que es un eros, vemos que es en el campo en el que los valores de vivencia
se realizan de un modo especial: el amor es, exactamente, la vivencia de otro ser
humano, en todo lo que su vida tiene de peculiar y singular. El amor aumenta y
afina en quien ama la resonancia humana para la plenitud de los valores. Abre el
espiritual mundo en su plenitud de valor, a la totalidad de los valores. (Frankl,
Psiconanálisis y existencialismo 1978, 197-199)

Una antropología frankliana básica que ha quedado esbozada en las presentes


paginas nos recuera que la persona es una totalidad y una unidad, no segmentada
ni mucho menos reducida simplemente en un estrato biológico es por ello que en
el amor-relación el ver los rasgos corporales de una persona pueden expresar su
carácter como algo anímico y que el carácter a su vez pude servir de medio de
expresión de la persona como algo espiritual. Lo espiritual se expresa y reclama
su expresión en lo corporal y lo anímico. De ese modo, la presencia corporal del
ser amado se convierte para el amante en un símbolo, y en un signo de algo que
detrás que se manifiesta en lo externo pero no se agota en ello. La relación
autentica no necesita , en sí de lo corporal ni para despertar ni para realizarse,
pero se sirve de ello para ambas cosas. (Frankl, Psiconanálisis y existencialismo 1978,
202)

La anterior referencia sírvase para entender o comprender el fenómeno relacional


afectivo sexual en el consagrado, es decir, es un criterio para comprender cuando
una relación de cualquier índole se basa en una relación afectiva o simplemente
es utilizada como medio para satisfacer un deseo renunciando al ser persona
propia y del otro. Es decir, cuando se utiliza a otro como satisfactor y no se valora
su ser único e irrepetible. Cuando se reduce el ser autentico a una cosificación.
A tenor de lo anterior Frankl intenta dar una pauta para humanizar las relaciones
psicoactivas sexuales, es decir transitar de los estratos más externos a los
estratos mas altos de la persona. A lo que el considera como el espíritu mismo. Un
proceso de madurez.

Para Frankl la madurez psicosexual no comienza hasta la pubertad. En el periodo


de madurez, lo sexual se revela de un modo tan súbito a la conciencia del hombre
que bien se puede hablar de una irrupción de lo orgánico en los psíquico”. El
individuo que entra en la pubertad no se halla, en realidad, suficientemente
preparado para esta irrupción de la sexualidad en su ánimo, y la reacción natural
se traduce, con frecuencia, en ciertos shocks. La indigencia anímica, típica de los
años de pubertad que esta irrupción conduce no representa en modo alguno, algo
patológico, sino, por el contrario a un orden fisiológico. En este periodo lo sexual
no es todavía en rigor, algo que podamos llamar psicológico, sino que debería
considerarse más bien como un simple reflejo psíquico de un acontecer somático,
como la expresión anímica de un conflicto se secreciones internas.

Al principio en la pubertad, no representa todavía ninguna tendencia personal, sino


que constituye mas bien un mero impulso, sin meta ni dirección alguna. En su
evolución posterior a medida que el proceso de maduración va desarrollándose,
cobra una dirección cada vez más clara y definida, va ganando en intencionalidad,
con lo que la sexualidad se acerca más a la órbita del yo y entra en el campo de
acción de las tendencias personales o propiamente psíquicas en cuanto
intencionales.

Viktor Frankl lo explica de la siguiente forma primeramente, el impulso sexual se


proyecta hacia una meta: la descarga del estado de tensión mediante la
contrectación con un individuo (con cualquier individuo). Con ello, el impulso
sexual carente de meta se convierte en un verdadero instinto sexual, proyectado
como tal sobre un blanco definido. Más tarde, se añade a este factor otro, que
define todavía más la dirección: el instinto sexual se orienta hacia una persona
determinada y con creta, hacia un representante concreto del otro sexo, hacia una
determinada persona, con lo que el impulso cobra ya un objeto especifico. Por
tanto, después de convertirse de un impulso sin meta en un instinto dirigido sobre
un blanco, dando un paso más se convierte en una verdadera tendencia orientada
hacia una persona. A la meta no especifica del instinto (una meta de tipo genital-
sexual) se suma ahora el objeto especifico sobre el que el instinto se proyecta: la
persona amada del individuo.

Impulso sexual, instinto sexual y tendencia sexual representan otras tantas fases
en la vía del proceso de maduración psicosexual, que caracterizan aquella línea
ascendente de intencionalidad –de orientación dirigida primeramente al coito con
cualquiera y luego a la unión sexual con una determinada persona-, gracias la
cual la sexualidad va adquiriendo, en el proceso de maduración del individuo, un
carácter cada vez mayor de expresión de la personalidad. (Frankl, Psiconanálisis y
existencialismo 1978, 244-245)
Debemos ahora hacernos cuestión sobre qué es lo que dicta al instinto su
orientación hacia una determinada persona. Frankl responde con lo que él llama
una tendencia erótica inmanente, la llama erótica porque la halla en cierta
contraposición con las sexuales; y la ejemplifica en los adolescentes,
ejemplificación que no solo vale para ellos sino para todos, como un anhelo de
camarería, de ternura, de intimidad y mutua comprensión. Entendiendo esta
tendencia erótica inmanente se comprende también el peligro que corren los
consagrados al no encontrar estos componentes en su comunidad o en su
actividad ministerial este anhelo inherente es el que lleva a “encontrarlo o
mitigarlo” en otras formas.

Por tanto desvelar esta tendencia erótica inmanente se presenta como lo que
encauza la sexualidad desde el campo de los impulsos puramente físicos, por la
vía de los instintos situados ya en el campo de los psíquico, hacia el plano
espiritual y que emanan de la propia persona, orientándose hacia otra persona
distinta.

Se llega, por este camino, a una venturosa síntesis de lo erótico y lo sexual. El


instinto, que recibe de la tendencia erótica su meta, su orientación hacia una
persona determinada, se encuentra luego vinculado a esta persona, a quien se
siente unido el individuo que la ama.

El individuo verdaderamente maduro sólo podrá apetecer sexualmente, en rigor a


la persona a quien ame; solo aspirará aquella unión sexual en la que la sexualidad
sea expresión de una relación amorosa.

A manera de cierre del presente trabajo me gustaría explicitar que lo que se busca
en el análisis existencial como propuesta terapéutica del trabajo de Viktor Frankl
es hacer sospecha de los condicionamientos reduccionistas que impidan a la
persona hacerse responsable de sus actos por considerarse un mero instinto y no
considerar la libertad y la responsabilidad que es innata y en cualquier situación y
circunstancia a la persona.

El que no ha adquirido conciencia de su responsabilidad de su responsabilidad


acepta la vida como una simple contingencia; el análisis de la existencia, por el
contrario le enseña a concebir la vida como una continua misión. (Frankl,
Psiconanálisis y existencialismo 1978, 96)
Bibliografía
Denning, Steve. The Ten Happiest Jobs. 12 de septiembre de 2011.
https://www.forbes.com/sites/stevedenning/2011/09/12/the-ten-happiest-
jobs/#7a56b7ce7703 (último acceso: 25 de noviembre de 2017).
Dominguez Morano , Carlos. Amores y desamores en la vida consagrada.
Frontera Hegian.
Frankl, Viktor E. Ante el vacío existencial. Barcelona: Herder, 1980.
Frankl, Viktor E. La idea psicológica del hombre. Madrid: Rialp, 2003.
—. La voluntad de sentido. Barcelona: Herder, 2002.
—. Psiconanálisis y existencialismo. México: Fondo de Cultura Económica , 1978.
Frankl, Viktor E., y Pinchas Lapide. Búsqueda de Dios y sentido de vida.
Barcelona: Herder, 2005.

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