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V E D I TO R I A L T R OT TA número V /2011
2011
BANDUE
FERNANDO BERMEJO RUBIO
ALBERTO G . IBÁÑEZ
E D I T O R I A L T R O T T A
CONSEJO EDITORIAL / EDITORIAL BOARD
D irector / E ditor :
F rancisco D íez de V elasco , Universidad de La Laguna - Tenerife
S ecretaria / S ecretary :
A lmudena R odríguez M oya , Universidad Nacional de Educación a Distancia - Madrid
ISSN: 1888-346X
D.L.: M. 35-954-2007
Fe r n a n d o B e r m e j o R u b i o
Universidad Complutense
* El presente trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto «250 años de in-
vestigación sobre el Jesús histórico», FFI-2009-09316, del Ministerio de Ciencia e Inno-
vación. Agradezco a Antonio Piñero, Josep Montserrat y Ramiro Moar sus comentarios a
una primera versión.
and theological myth of the absolute «uniqueness» of Jesus is yet in force today,
even in the scholarly field.
Keywords: John the Baptist, Jesus of Nazareth, continuity, historical recon-
struction, uniqueness.
Planteamiento de la cuestión
17. Es menester tener en cuenta que una buena parte de los resultados virtualmente
seguros obtenidos en la historia de la investigación contradicen la imagen de Jesús consa-
grada en la visión eclesiástica. Por ejemplo, Jesús fue religiosamente un judío (en ningún
sentido el «fundador» del cristianismo); fue bautizado por Juan (lo que permite traslu-
cir su conciencia de pecado); tomó muchas ideas de Juan (su originalidad es limitada);
ciñó su predicación a Israel (no fue un universalista y albergó prejuicios antipaganos); creyó
en la llegada inminente del Reino de Dios (se equivocó); no contradijo la Torá ni se salió
de su marco (no «superó» el judaísmo en ningún sentido); fue arrestado y ejecutado por la
autoridad romana, verosímilmente por razones políticas (su destino es comparable al de
tantas figuras históricas). Estos resultados, nolens volens, obligan a postular un alto grado
de discontinuidad entre Jesús y la imagen eclesial del personaje. En otro lugar he conjetu-
rado que este hecho explica la existencia de una corriente exegético-teológica (tanto cató-
lica como protestante) en la que, sin argumentos válidos, se proclama la irrelevancia del
estudio histórico de la figura de Jesús; cf. Bermejo 2008.
18. Cf. Moore 1921; Sanders 1977: 33-59; Sanders 1985: 24-56 y passim.
19. La pretensión más reciente en este sentido está contenida en uno de los postulados
del paradigma historiográfico imperante —el llamado «de las tres búsquedas»—: «Zunächst
zu nennen ist die [...] (Re-)Emanzipation der historischen Frage nach Jesus vom theologisch-
christologischen Feld» (Theissen y Winter 1997: 146). Varios autores han cuestionado con-
vincentemente la fiabilidad de tales pretensiones, hasta el punto de que se ha propuesto
que el propio paradigma es un producto de una visión ideológica caracterizada por in-
consistencias y silenciamiento de datos al servicio de intereses confesionales; cf. Berme-
jo 2009: 243-250. Estas críticas están empezando a ser tenidas muy en cuenta; cf. Bock y
Webb 2009: 1, n. 1.
20. Analizaré las obras por orden cronológico de aparición.
10 F e r nand o Bermejo Rub i o
21. «I am concerned, not with an unattainable objectivity, but with an attainable ho-
nesty» (Crossan 1991: xxxiv).
22. Crossan 1991: 227-264 (el capítulo «John and Jesus»).
23. «That leaves only one conclusion, namely, that between those twin assertions Jesus
changed his view of John’s mission and message» (Crossan 1991: 237). La proveniencia
jesuánica de Lc 7, 28 ha sido defendida con argumentos plausibles, v. gr. por John P. Meier.
Otros, empero, consideran este pasaje un añadido comunitario posterior; cf. Wink 1968: 24 s.
24. Sobre las inconsistencias e implausibilidad de estos análisis de Crossan, cf. Alli-
son 1998: 10-33; 116-119.
25. «A tentative hypothesis for the break between John and Jesus is that the latter
no longer accepted the former’s apocalyptic message» (Crossan 1991: 259); «the break
between John’s and Jesus’ messages» (282).
26. «A difference between John and Jesus was discerned and expressed in the tradi-
tion itself» (Crossan 1991: 259).
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 11
27. «Both the Sayings Gospel Q and Mark know a tradition comparing John and
Jesus in terms of the former’s asceticism and the latter’s prodigality. I translate that [...]
to mean that John lived an apocalyptic asceticism and that Jesus did the opposite»
(Crossan 1991: 260).
28. La expresión evn gennhtoi/j gunaikw/n corresponde al hebreo , y no tiene
valor depreciativo alguno.
29. Cf. Lc 20, 35 ss.
30. De ello es consciente el mismo Crossan, que elige una equívoca formulación: «The
problem is that a contrast between John and Jesus, refracted through their respective dis-
ciples, is present only in the second text» (Crossan 1991: 260). Obsérvese que el término
griego maqhtai, aparece cuatro veces en el primer versículo (Mc 2, 18).
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31. «The point of the questioners in Mark 2:18 is not that Jesus and his disciples
never fast, but only that on a specific occasion they are not keeping a fast with the di-
sciples of the Pharisees and the disciples of John» (Taylor 1997: 205). De hecho, la sor-
presa de quienes preguntan evidencia que ellos percibían que Jesús estaba íntimamente
conectado con el estilo y las prácticas de los discípulos de Juan. Además, esta autora ha
propuesto un plausible Sitz im Leben para al menos Mc 2, 18-19a: «The pericope seems
to indicate that Jesus has sat down to have a festive dinner with his disciples in a certain
town and that they are celebrating his presence with them by means of this meal instead
of keeping to a fast prescribed by Pharisees for those who wished to follow the Pharisaic
way, as the disciples of John were doing. Jesus is like a bridegroom at the wedding feast
among his attendants or guests. When he goes away to another town, then his disciples
can go along with their usual fasts. This would make sense in terms of the logistics of
Jesus’ mission» (Taylor 1997: 207).
32. «Jésus répond simplement à la question posée, sans discuter la valeur religieuse
de la pratique, et en en reconnaissant implicitement la légitimité» (Loisy 1907: 496).
33. «The passage in its present form seems to have in view some lesser fast or fasts
not observed by everyone and not commanded in the Torah» (Sanders 1985: 207).
34. Lev 16, 29-31; 23, 27-32; Num 29, 7.
35. «Our passage does not concern Jesus’ avoidance of this prescribed yearly fast,
which would have caused a greater outcry than the present passage evinces» (Marcus
2005: 236).
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 13
36. Téngase en cuenta que Jesús se sometió al bautismo de Juan «para el perdón de
los pecados», y que Mc 10, 18 (los criterios de dificultad y plausibilidad histórica hablan
a favor de la autenticidad) y las diversas declaraciones sobre la necesidad de no juzgar y
de perdonar en virtud de la pecabilidad general (Mt 7, 1-5; Jn 8, 1-11) apuntan a la con-
ciencia de labilidad.
37. «Y cuando ayunéis, no os pongáis ceñudos como los hipócritas, pues desfiguran
sus rostros para figurar ante los hombres como ayunadores. En verdad os digo, firman
el recibo de su paga. Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara, para que no
parezcas a los hombres como quien ayuna, sino a tu Padre, que está en lo escondido; y tu
Padre, que ve lo escondido, te dará la paga».
38. Así v. gr. Meier 1994: 505, n. 225.
39. Según un competente comentarista de Mateo, caben dos posibilidades: que pro-
ceda «de un maestro judeocristiano muy inteligente que —con el espíritu y lenguaje de Je-
sús— lo compuso en un momento en que los seguidores de Jesús tuvieron que polemizar
[...] con practicantes de la religiosidad judía. Pero también esto es incierto, y sigue siendo
posible la procedencia de Jesús» (Luz 1993: 451).
40. «An keiner Stelle verrät sich ‘christlicher’ Einfluß» (Betz 1975: 450).
41. Resulta significativo que la versión mateana de Mc 2, 18 ss. (Mt 9, 14) introduz-
ca una flagrante contradicción en el seno del Evangelio (con Mt 6, 16-18). A diferencia
del texto marcano, Mt 9, 14 no relaciona el episodio con una ocasión específica, sino que
lo convierte en un principio general de ausencia de ayuno.
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42. Sobre los argumentos a favor de la autenticidad del pasaje, cf. v. gr. Backhaus
1991: 74-77.
43. «Der Skopus der Perikope liegt weder in einem Vergleich zwischen Jesus und
Johannes noch in einer heilsgeschichtlichen Reflexion über ihr Verhältnis, sondern in der
Anklage ‘dieses Geschlechts’ wegen seiner Verstocktheit gegenüber beiden Gottesboten»
(Backhaus 1991: 79).
44. Cf. Allison 1998: 173. Obsérvese, además, el importante recordatorio de este au-
tor: «Those who make so much of Q 7: 31-35 always neglect to remind us that Jesus him-
self, in Q 17: 26-30, uses ‘eating and drinking’ with a pejorative sense» (ibid.).
45. «Ils devraient au moins prendre parti pour l’un des deux, puisque leur jugement
sur l’un contredit celui qu’ils émettent sur l’autre» (Loisy 1907, I: 678). El paralelismo
hace obvio, además, que la descripción «comedor y bebedor de vino, amigo de publica-
nos y de pecadores» es para Jesús un insulto del mismo calibre que el que atribuye a Juan
estar poseído por «un demonio». Resulta profundamente irónico que esa expresión sea a
menudo utilizada por exegetas, teólogos y predicadores cristianos como caracterización
elogiosa de Jesús.
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 15
46. Para una demostración sistemática de estos asertos, remito de nuevo al lector a
Bermejo 2010.
47. «The deliberate conjunction of magic and meal, miracle and table, free compassion
and open commensality, was a challenge launched not just at Judaism’s strictest purity regu-
lations, or even at the Mediterranean’s patriarchal combination of honor and shame, patron-
age and clientage, but at civilization’s eternal inclination to draw lines, invoke boundaries,
establish hierarchies, and maintain discriminations. It did not invite a political revolution
but envisaged a social one at the imagination’s most dangerous depths. No importance
was given to distinctions of Gentile and Jew, female and male, slave and free, poor and
rich» (Crossan 1991: xii).
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48. La necesidad se advierte aún más claramente cuando se repara en que tanto al
comienzo como al final de su obra principal el autor postula la diferenciación entre am-
bos; cf. Crossan 1991: xi-xii y 421 («They [Cynics] were hippies in a world of Augustan
yuppies. Jesus and his followers, but not John the Baptist and his, fit very well against that
background»).
49. De hecho, tanto el método como los resultados de Crossan han sido vapuleados
por la crítica. Además de Allison 2003, cf. Brown 1987; Witherington 1995: 64-92;
Neyrinck 1994; Kaestli 1998; Wright 1996: 44-62 (refiriéndose a The Historical Jesus,
este amigo de Crossan escribe acertadamente en la p. 44: «The book is almost entirely
wrong»).
50. Como es sabido, la obra de Meier es «work in progress», de la que han aparecido
cuatro volúmenes y se espera todavía al menos un quinto. Aquí he tenido en cuenta los
tres primeros (Meier 1991, 1994, 2001).
51. «The one person who had the single greatest influence on Jesus’ ministry» (Meier
1994: 7); «Without John as his mentor and matrix, the Jesus of the public ministry is hardly
inteligible» (Meier 1994: 1041).
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 17
52. Cf. Meier 1994: 123 s. «A firm substratum of the Baptist’s message and life re-
mained; and as far as we know, it remained throughout Jesus’ ministry [...] The idea of
a hostile and total break conjured up by words like defection and apostasy lacks solid
evidence» (Meier 1994: 124); «Jesus never totally broke with or ‘apostatized’ from the
Baptist and his program» (Meier 1994: 1042).
53. «None of this is meant to deny that Jesus, either immediately or after some time
in his ministry, introduces notable shifts of emphasis in both his preaching and his practi-
ce» (Meier 1994: 124).
54. «Jesus was [...] not a carbon copy of John» (Meier 1994: 124).
55. «Our appreciation of the pattern of similarity-yet-difference that, throughout
the historically reliable material, marks the relationship between John and Jesus...» (Meier
1994: 169 y passim). Esto se repite en 176: «he continued yet differed from the Baptist’s
preaching and praxis».
56. «Jesus began to part company with John» (Meier 2001: 626).
57. «His message becomes much more a joyful announcement of the offer and ex-
perience of salvation now [...] His conscious outreach to ‘sinners’ causes upset» (Meier
1994: 124).
58. Cf. Bermejo 2010: 39, nn. 61 y 62.
59. Meier 1994: 627. Este juego de palabras había sido popularizado ya por Ro-
bert W. Funk: «(Jesus) soon rejected the options offered by the Baptist. He returned to
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Hellenized Galilee and feasted rather than fasted» (Funk 1996: 203). Resulta irónico que
Meier continúe su discurso acerca de las diferencias entre Jesús y el Bautista refiriéndose
al padrenuestro, no solo porque esto no crea diferencias con alguien que parece haber
enseñado a orar a sus discípulos de forma característica, sino también porque se ha ar-
gumentado que el padrenuestro —o una variante suya— podría remontarse a Juan; cf.
Taylor 1997: 151-153.
60. «Jesus adopted a number of practices quite different from those of John and most
other pious Jews. Most striking among these differences was Jesus’ prohibition of all volun-
tary fasting, a prohibition that lay at the antipodes from the Baptist’s ascetic ways —and,
indeed, from the practice of devout Jews in general» (Meier 2001: 626 s.). Aquí se desliza
ya la terminología exegética típica: «striking differences», «antipodes»...
61. Véase lo dicho sobre el ayuno en el apartado sobre Crossan. Cf. Allison 1998:
172-216; Bermejo 2010: 51-54.
62. «Instead of calling people to come out to the wilderness to meet him, Jesus seizes
the initiative by touring Galilee and Judea and by spending time both in towns like Ca-
pernaum and in the religious capital of his people» (Meier 1994: 124).
63. Lc 3, 3 habla de «toda la comarca del Jordán (eivj pa/san th.n peri,cwron tou/
VIorda,nou)»; cf. Ernst 1989: 282 s.
64. «We should not imagine that John was fixed at one spot along Jordan’s banks
as though he had a ‘baptistery’ [...] Since, for all his ascetic practices, John wished to en-
counter, sermonize, and baptize people, he would naturally have gravitated to the various
fords of the Jordan, especially those south of Jericho, to find an audience among the
people travelling the main trade routes» (Meier 1994: 45).
65. En otro lugar he conjeturado que una razón para que Jesús eligiera llevar una
vida itinerante pudo ser porque ello le convertiría en un blanco menos fácil para Herodes
Antipas de lo que Juan parece haber sido para el tetrarca.
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 19
66. «Y en el templo, estando él paseando, vienen a él los sumos sacerdotes, los es-
cribas y los ancianos, y le decían: ‘¿Con qué potestad haces esas cosas? ¿O quién te dio
la potestad de hacerlas?’. Jesús les dijo: ‘Os preguntaré una cosa; respondedme, y os diré
con qué potestad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?
Respondedme’. Y discurrían consigo, diciendo: ‘¿Qué vamos a decir? Si dijéramos: Del
cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Pero... ¿vamos a decir: de los hombres?’. Tenían
miedo al pueblo, porque todos tenían a Juan como que realmente era profeta. Y respon-
diendo, dicen a Jesús: ‘No lo sabemos’. Y Jesús les dice: ‘Tampoco yo os digo con qué
potestad hago estas cosas’.».
67. «Throughout his ministry, Jesus continued to look upon John’s baptism —and
therefore John’s whole mission— as divinely inspired» (Meier 1994: 165); «Jesus’ coun-
terquestion implicitly argues against any defection or apostasy from John on his part»
(Meier 1994: 128).
68. «The perspective is one of simple parallelism, with no hint of superiority» (Meier
1994: 166).
69. Cf. Mc 2, 16; Mt 11, 19; Lc 19, 10. Los criterios de atestación múltiple y dis-
continuidad (con respecto a parte del judaísmo coetáneo y a las comunidades primitivas,
que pronto se consideraron sociedades de justos y no se distinguieron en la acogida de
pecadores) respaldan la fiabilidad del dato. Cf. Guignebert 1933: 457 ss.; Sanders 1985:
200-211.
70. Lc 3, 12-14; Lc 7, 29-30 y Mt 21, 31-32. Cf. Meier 1994: 167 ss., esp. nn. 235 s.;
Taylor 1997: 116-123.
20 F e r nand o Bermejo Rub i o
71. «Matt 11:16-19 par. [...] gives the clearest expression to the idea of John and
Jesus as parallel figures. The parallel and therefore the high dignity of John are obvious:
Both he and Jesus are prophets who have come on a mission from God to call a recalci-
trant Israel» (Meier 1994: 155; cf. 150).
72. «Significantly, though, the parallelism is an antithetical parallelism [...] the paral-
lelism is not only antithetical but also weighted in one direction. John comes first, Jesus
after; John is stern, Jesus joyful; and even when it comes to accusations hurled against
this eschatological odd couple, Jesus gets an extra line of notice»; «For all the parallelism
between John and Jesus in Matt 11:16-19 par., the eschatological plus sign definitely lies
on the side of Jesus» (Meier 1994: 155).
la persistencia del mito de la singularidad 21
73. Dicho sea de paso, esta acusación es otro aspecto que debe de haber mancomunado
en la conciencia de Jesús al Bautista con él, pues ambos fueron acusados en términos simi-
lares: cf. Mt 11, 18 sobre Juan (Daimo,nion e;cei) y Mc 3, 22 sobre Jesús (Beelzebou.l e;cei).
74. No solo en el propio Jesús y en la tradición cristiana, sino también en el mandeís-
mo, religión que tiene a Juan el Bautista como héroe y modelo; cf. Lupieri 1988: 193-395.
22 F e r nand o Bermejo Rub i o
75. Meier 2001: 621 s.; esta sección ha sido traducida al castellano como «La abso-
luta singularidad de Jesús».
76. Cf. 1 Cor 1, 23; Rom 9, 33; 1 Pe 2, 8.
77. «Dies Lehrbuch will wissenschaftliche Jesusforschung vermitteln...» (Theissen y
Merz 1996: 5, Vorwort).
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 23
78. El tratamiento ocupa las pp. 184-198 (cf. también 218 s.) del original alemán.
79. «(Die Taufe) zeigt, daß Jesus der Verkündigung des Täufers zustimmte —also dem
Glauben an das nahe Gericht und der Notwendigkeit von Umkehr und Taufe zur Verge-
bung der Sünden» (Theissen y Merz 1996: 184).
80. Theissen y Merz 1996: 237. «Übereinstimmungen in der Lehre des Täufers und
Jesu sind vorauszusetzen, und auch in der Lebensgestaltung gab es Gemeinsamkeiten, etwa
den beide umgebenden Jüngerkreis, die Opposition zu religiösen Eliten neben großen An-
hang im Volk. Beide riefen ähnliche Erwartungen und Reaktionen hervor. Es war kein Zu-
fall, dass sie ein ähnliches Schicksal von Seiten der Herrschenden erlitten» (Theissen y Merz
1996: 193).
81. «Jesus verdankt seinem Lehrer Grundzüge seiner Verkündigung und seines Selbst-
verständnisses» (Theissen y Merz 1996: 197); cf. 218, que habla de «Eine ganze Anzahl von
bleibenden Übereinstimmungen zwischen Johannes dem Täufer und Jesus (1.) in Auftreten
und Lehre, (2.) in der Wahrnehmung durch Aussenstehende und (3.) im Geschick beider».
82. «Entscheidende Impulse verdankt er Johannes dem Täufer. Er liess sich von ihm als
Sünder taufen. Von ihm übernahm er die Bilder, Themen und Probleme seiner Verkündigung,
vermutlich mehr, als wir heute noch erkennen können, so dass unter den von Jesus überlie-
ferten Worten einige unerkannte Täuferworte sein könnten» (Theissen y Merz 1996: 216).
83. «In seiner eigenen Verkündigung setzt er jedoch andere Akzente als der Täufer»
(Theissen y Merz 1996: 184); «Sein Verhältnis zu ihm ist durch Anknüpfung und Wider-
24 F e r nand o Bermejo Rub i o
spruch geprägt» (Theissen y Merz 1996: 197; la traducción española, en su p. 243, vierte
el último sustantivo como «ruptura»); «Aber überall zeigte er bald sein eigenes Profil: am
deutlichsten bei der Vorordnung der Gnaden— vor der Gerichtspredigt mit wichtigen Kon-
sequenzen» (Theissen y Merz 1996: 216; el «überall» es omitido en la traducción española).
84. «Jesus und der Täufer — ein Vergleich» (Theissen y Merz 1996: 194 ss.).
85. «Unless he was exceedingly boring or was akin to the Jesus, son of Ananias, in
Josephus, War 6.301-302, who uttered the same refrain over and over again, the Baptist
must have said much more than the few utterances our sources have preserved» (Allison
2003: 9).
86. Mt 3, 2 y Lc 3, 18 permiten deducir que Juan predicó buenas noticias; el verbo
euvaggeli,zein se emplea en 3, 18 (cf. Lc 16, 16) para describir su actividad, y es el mismo
verbo usado para la predicación de Jesús: Lc 4, 18.43. El criterio de dificultad habla a
favor de su asociación original con Juan; cf. Rothschild 2005: 56-59.
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 25
90. Como Allison ha señalado perspicazmente, «If the Baptist had laid any emphasis
upon fulfillment, or if he had thought of his own ministry as the beginning of the era of
redemption, one would not expect Christian sources to inform us on the matter» (Allison
2003: 13).
91. Cf. Jn 3, 22.26; repárese también en la tensión sobre este dato en Jn 4, 1 y Jn 4, 2.
92. «There is no plausible theological reason why anyone would have invented the
tradition that Jesus and his disciples once baptized» (Brown 1966: 155).
93. Cf. Meier 1994: 120-123, 126-129, 166 s. Más recientemente, cf. Taylor 1997:
294-299 y Dapaah 2005: 96-108.
94. «Auch wenn man es vermeiden sollte, den Täufer und Jesus als Kontraste zu sehen,
so ist doch eine Akzentverschiebung festzustellen. Das jüdische Gottesverständnis umfaßt bei-
des: den strengen und den barmherzigen, den gerechten und den liebenden Gott. Der Täufer
betont mehr den Aspekt von Strenge und Gerechtigkeit, Jesus mehr den von Liebe und Barm-
herzigkeit. An die Stelle von Gerichtsangst (mit dem Heilsangebot der Taufe) tritt Heilsge-
wißheit (mit bleibender Gerichtserwartung im Hintergrund)» (Theissen y Merz 1996: 196).
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 27
traste. Pero entonces cabe preguntarse por qué la comparación que los
autores efectúan se focaliza y visibiliza en un gráfico de «diferencias»,
por qué se emplea el lenguaje de la «contraposición» (Widerspruch); y por
qué se sostiene que Jesús manifiesta «por doquier» (überall) su propio
perfil —un aserto cuya legitimidad en ningún momento se prueba—. No
es solo que la existencia de un «cambio de acento» no haya sido en rigor
demostrada, sino que, incluso si lo hubiera sido en algún caso, tal cosa
no autorizaría en ningún sentido razonable a emplear la noción de una
«contraposición» «por doquier». Por enésima vez, se crea la impresión
en el lector de que las diferencias entre Juan y Jesús son más y más rele-
vantes de lo que los testimonios disponibles permiten inferir.
95. «Christians have continued to affirm the resurrection of Jesus, as I do...» (Dunn
2003: 879).
96. Ya al referirse a la historia de su investigación, el autor menciona que consideró
indispensable «detailed historical treatment of the principal focus of all Christian theolo-
gy (Jesus)» (Dunn 2003: xiv).
97. «John had nothing of the ‘already come’ emphasis, whereas the Synoptic tradi-
tion regarded that too as central to Jesus’ preaching. Here we find the chief difference
between the preaching of John and that of Jesus» (Dunn 2003: 445).
28 F e r nand o Bermejo Rub i o
Juan (Mt 11, 2-6; 11, 7-10; 11, 11; 11, 12-13; 11, 16-19, con paralelos
en Lucas), y postula —al comienzo de su análisis— que la tradición que
conserva estos pasajes «con toda probabilidad» comenzó con el intento
de Jesús por explicar la diferencia entre su misión y la de Juan98.
Ahora bien, de este modo el planteamiento de la relación entre Juan
y Jesús resulta sesgado desde el principio, y no solo porque en la obra
se buscará en vano una exposición comparable de las semejanzas entre
ellos. Como ya hemos señalado, lo relativo a una diferencia sustancial en
la concepción del tiempo del Reino de Juan y Jesús es más que discu-
tible. Además, Dunn selecciona de entrada el material, excluyendo del
análisis pasajes como Mc 11, 27-33, en los que Jesús claramente se pone
en la órbita del Bautista o justifica la actividad de este como producto de
la voluntad divina99. Pero lo más revelador es que la «explicación» de la
existencia de pronunciamientos de Jesús sobre Juan en función de la ne-
cesidad de aclarar sus «diferencias» es totalmente gratuita. Habida cuen-
ta de que la práctica totalidad de los pronunciamientos de Jesús sobre
Juan —incluyendo, como veremos, los aducidos por Dunn— o hablan
de Juan en términos extraordinariamente elogiosos, o mancomunan a
ambos como dos sujetos embarcados en el mismo proyecto, lo más pro-
bable es que Jesús empezara a hablar del Bautista no para distinguirse de
él, sino más bien para explicar la importancia de su figura.
El sesgo que Dunn imprime a su análisis se hace asimismo patente
en la elección de Mt 11, 2-6 / Lc 7, 18-23100 como primer texto que
examinar. La plausible historicidad del pasaje ha sido argumentada a
menudo de modo convincente101, pero el problema reside en que de él
no se puede deducir legítimamente lo que Dunn —con otros exegetas—
pretende: a saber, que contiene una crítica indirecta de Jesús al Bautis-
ta, en la medida en que, a diferencia de Juan, Jesús se concentraría en
lo positivo102. Y ello, por varias razones. El hecho de que en el dicho de
Jesús contenido en el pasaje citado no aparezca la dimensión del juicio
no resulta especialmente significativo ni debería haber sorprendido al
98. «The tradition that Jesus in his teaching referred to the Baptist most likely began
with Jesus’ own attempt to explain the difference between his mission and that of the Bap-
tist» (Dunn 2003: 447).
99. Solo en otros pasajes de su libro se refiere Dunn a Mc 11, 27-33, aduciendo su
inautenticidad, a pesar de los serios argumentos esgrimidos por otros autores.
100. «Y Juan, habiendo oído en la prisión las obras de Cristo, enviándole un recado
por medio de sus discípulos, le dijo: ‘¿Eres tú el que ha de venir o aguardamos a otro?’. Y
respondiendo, Jesús les dijo: ‘Id y anunciad a Juan lo que oís y veis: Los ciegos ven, los co-
jos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, los
pobres evangelizados. Y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí’».
101. En virtud, en particular, de los criterios de dificultad, plausibilidad histórica y
desemejanza. Cf. Dibelius 1911: 33-39; Webb 19982: 217 s.; Taylor 1997: 288 s.; Meier
1994: 130-137.
102. «By omitting just the note of judgment on which the Baptist seems to have exclu-
sively focused, the response says in effect that John had neglected the other, more positive
expectation of restoration, good news, and new life» (Dunn 2003: 449 s.).
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 29
Bautista (ni a nadie), pues en la tradición sobre Jesús el tema del juicio
y la condenación es central, como el propio Dunn debe reconocer en
otra parte103. En segundo lugar, y como hemos considerado al referir-
nos a la primera presunta diferencia señalada por Theissen y Merz, tan-
to los testimonios disponibles como la sana lógica apuntan a la falsedad
de la pretensión según la cual el Bautista se centró exclusivamente en
la dimensión del juicio: su éxito habría sido un fenómeno incompren-
sible si ese hubiera sido el caso; tanto es así, que el juicio de Dunn
contradice de modo flagrante lo que él mismo había manifestado an-
teriormente: a saber, que la tradición evangélica conservó la recepción
del mensaje de Juan el Bautista como «buenas noticias»104. A esta luz,
pretender que Jesús estuviera criticando —por cierto, con bastante su-
tileza— el mensaje de un sujeto que predicaba esencialmente lo mismo
que él —y por cuyo mensaje él mismo se había visto atraído— resulta
francamente implausible105.
En una sección diferente del mismo capítulo, Dunn saca a colación
los contenidos de la mencionada perícopa de Q para justificar que Je-
sús tuvo que matizar el mensaje del Bautista a la luz de «lo que estaba
sucediendo»106. El problema reside en saber qué es lo que estaba suce-
diendo, y en cómo lo interpretó Jesús. La respuesta más plausible es que,
si los contenidos del pasaje se remontan a Jesús, parecen expresar su en-
tusiasmo escatológico puntual en un momento especialmente ilusionado,
pero no una convicción programática acerca de la irrupción del Reino de
Dios. La razón es obvia: aun si Jesús parece haber tenido fama de tauma-
turgo y haber operado acciones que él y algunos de sus contemporáneos
interpretaron como curaciones y exorcismos, la tradición no manifies-
ta en modo alguno el éxito continuado de su actividad ni testimonia
103. «That Jesus spoke quite often of such judgment, and of its outcome in heaven
and hell, must also be considered very likely [...] in at least some instances, hell for Je-
sus was presumably understood as exclusion from the kingdom, with its terrifying conse-
quences» (Dunn 2003: 425). Sobre este aspecto, me permito remitir a Bermejo 2010: 41,
49 ss.; son concluyentes al respecto los análisis de Reiser 1990.
104. Dunn 2003: 352, 353, 368 («as noted earlier, Mark was not the only Evangelist
to regard John as ‘the beginning of the good news’»).
105. Por lo demás, si el texto fue pronunciado en el contexto en que ha sido transmi-
tido —el encarcelamiento de Juan por Herodes Antipas—, resultaría en extremo impro-
bable que su discípulo y seguidor hubiera aprovechado la ocasión para realizar una crítica
de su maestro encarcelado, a quien más bien consideraría un individuo sufriente y mártir:
Jesús habría demostrado una insensibilidad rayana en la crueldad. Si se acepta el contex-
to, resulta entonces más plausible considerar la respuesta de Jesús como una declaración
entusiasta encaminada más bien a infundir ánimos a su mentor encarcelado...
106. «Some of these hopes he claimed were already being fulfilled [...] The Baptist’s
message of imminent judgment had to be qualified in the light of what was already hap-
pening through Jesus’ ministry. Satan’s rule was already broken. There was an eschatolo-
gical harvest already to be reaped» (Dunn 2003: 466). No sabemos si aquí Dunn adopta
la perspectiva del texto que analiza o está reproduciendo sus propias creencias, pero esto
último parece deducirse de otros lugares: «The fact that the kingdom was present preci-
sely in and through Jesus’ mission, a fact so clearly attested...» (Dunn 2003: 706).
30 F e r nand o Bermejo Rub i o
113. Que, dicho sea de paso, por consiguiente, tiene, en la perspectiva del hablante,
un carácter futuro. De hecho, la versión lucana del dicho no habla de tal presencia, sino
del anuncio del Reino (avpo. to,te h` basilei,a tou/ Qeou/ euvaggeli,zetai)».
114. «In this case there is no sharp divide between John and Jesus» (Dunn 2003: 453).
115. «John’s had a notably ascetic character [...] But Jesus had a reputation for enjoy-
ing himself [...] So there is no difficulty in recognizing here a memory of one of Jesus’
more vivid attempts to signal his own understanding of the difference between his mis-
sion and that of John» (Dunn 2003: 454).
116. Cf. Lc 3, 8-14. Cf. Hch 26, 20: «frutos dignos de arrepentimiento».
32 F e r nand o Bermejo Rub i o
117. «The best way to read Mark’s phrase, therefore, is probably as ‘a baptism which
brought to expression the repentance-seeking-forgiveness of sins’» (Dunn 2003: 360).
118. Cf. Dunn 2003: 454 s. La expresión es utilizada también antes de haber procedi-
do a cualquier análisis comparativo: «It was the baptism of Jesus which was early seen to
mark both the beginning of Jesus’ mission and the parting of the ways between Jesus and
John» (Dunn 2003: 376). En realidad, ya había sido empleada por Scobie 1964: 155.
119. Cf. Dunn 1991; Lieu 1994.
120. «Different emphasis», «change of emphasis»... (Dunn 2003: 455, 887).
121. «The break with John was not necessarily a denial of John’s message» (Dunn 2003:
469).
122. Resulta llamativo que en el índice analítico se encuentre de nuevo, bajo el nom-
bre «John the Baptist», la entrada «Jesus break with» (Dunn 2003: 973). Esta entrada remite
a siete pasajes del libro, pero si uno consulta las páginas, puede comprobar que solo en una
de ellas el autor emplea esta expresión, y que en ningún caso las restantes contienen mate-
rial que justifique la terminología de la «ruptura». De hecho, tal ruptura haría difícilmente
comprensible la adopción del bautismo por el movimiento de Jesús. Las posiciones que
sostienen un conflicto entre Juan y Jesús —como las de M. Goguel, E. Linnemann o P. Ho-
llenbach— han sido detalladamente criticadas por Backhaus 1991: 25-34.
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 33
123. «Since Jesus seems to have broken through all the available categories to the ex-
tent that he did, it becomes almost impossible to find suitable terms to describe his role
or define his significance» (Dunn 2003: 707). Debería dar que pensar el hecho de que el
espíritu de la cristología del Evangelio de Tomás, caracterizada por la afirmación de que
la identidad de Jesús escapa a toda definición (logion 13), coincida en tal medida con la
visión de la exégesis mayoritaria.
124. De hecho, dadas las fuentes, Jesús resulta más comprensible y menos misterioso
que cualquiera de estas figuras.
34 F e r nand o Bermejo Rub i o
125. Las obras que presumen de rigor científico en realidad se comportan a tenor del
principio programático contenido en las palabras —cuya historicidad es del todo inverosí-
mil— del Bautista sobre Jesús en Jn 3, 30: «Él debe crecer, yo menguar». En la bibliografía
hay docenas de ejemplos. He aquí la frase de uno de estos «historiadores»: «In his provi-
dence, God used John as the forerunner of the Kingdom» (Scobie 1964: 162).
126. No puedo abordar aquí la cuestión de por qué un autor no confesional como
Paul W. Hollenbach postuló también un «radical change» en Jesús, respecto a Juan (Hol-
lenbach 1982: 207, 213, 216), hasta el punto de hablar, aunque entre comillas, de una
«apostasy» (216). Hollenbach parece haber aceptado acríticamente el discurso exegético
tradicional sobre las «diferencias» entre Juan y Jesús (207-209) reflejado en las obras de
C. H. H. Scobie y C. H. Kraeling, tanto más cuanto que ello le permitió sentar la tesis de que
en Jesús se produjo una «conversión» de bautista a sanador. Sin embargo, que la creencia de
Jesús en su capacidad como exorcista y sanador tuviera que significar «a radical departure
from his previous experience and purposes» (211) no se demuestra. La aceptación de la idea
de la «presencia» del Reino de Dios (en la línea de N. Perrin: 209 ss.) hace de la concep-
ción de Hollenbach algo aún más dependiente de implausibles tópicos confesionales (y le
lleva, además, a incurrir en contradicciones: cf. pp. 215 y 217 acerca de la espera del futuro).
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 35
les. Hemos de concluir, por tanto, que Juan no fue solo un problema es-
pinoso para la Iglesia primitiva: sigue siéndolo para la —presuntamente
científica— historiografía contemporánea.
Que lo que se está haciendo pasar por historia —y es aceptada como
tal por muchos, en el ámbito de la academia y fuera de ella— no es sino
un híbrido de historia y teología debería resultar preocupante127. Ante
todo, porque las distorsiones confesionales en las obras contemporáneas
no son tan palmarias como las de otras épocas128, en las que el discurso
del carácter irreconciliable de Jesús y sus coetáneos era moneda corrien-
te; hoy en día, tras haberse producido denuncias repetidas de distorsión,
la apologética se desliza en el discurso histórico de manera cada vez más
sutil. En segundo lugar, porque la detección de las distorsiones produci-
das en el crucial tratamiento de la relación entre Juan y Jesús hace temer
la presencia de mistificaciones en otros muchos aspectos de estas obras.
En tercero, porque los autores analizados no solo pretenden respetabili-
dad académica en el caso de la reconstrucción de la figura de Jesús, sino
también en el de la historia de los orígenes del cristianismo, tema al
que muchos de ellos han dedicado gruesos volúmenes. En cuarto lugar,
porque las obras de los autores examinados ofrecen las pautas para la
comprensión de la figura de Jesús que se refleja luego en centenares de
otros trabajos —efectuados por autores cuya preparación intelectual es
a menudo sensiblemente menor que la de los mencionados— que em-
plean aquellas como manuales de referencia129, y que son igualmente
vendidos como productos fiables de «investigación histórica».
La distorsión de la relación entre Juan y Jesús —y, por consiguiente,
la de una reconstrucción fiable de este— parece, en estas circunstancias,
ineluctable. Cuando, en la aplastante mayoría de especialistas, arraigadas
creencias, perceptibles intereses ideológicos y necesidades emocionales
condicionan los resultados, la adquisición de la deseada objetividad re-
sulta ilusoria, y una y otra vez cortocircuitada130. El hecho de que Jesús
127. Obsérvese la continuidad de los autores analizados con las opiniones de un Gün-
ther Bornkamm: entre el Bautista y Jesús habría habido un «sorprendente contraste (be-
fremdliche Kontrast)» (Bornkamm 1956: 44).
128. «L’influence de Jean avait été plus fâcheuse qu’utile à Jésus. Elle fut un arrêt dans
son développement; tout porte à croire qu’il avait, quand il descendit vers le Jourdain, des
idées supérieures à celles de Jean, et que ce fut par une sorte de concession qu’il s’inclina
un moment vers le baptisme» (Renan 1863: 115).
129. Por no mencionar el fantasioso pseudolirismo de los teólogos: «Erschien Johan-
nes dem Volk als ein grimmiger Aszet, völlig in Übereinstimmung mit seiner Botschaft vom
kommenden unerbittlichen Gericht Gottes und deshalb als ein Trauergesang, so erscheint
Jesus als ein Lied!» (Schillebeeckx 1975: 123).
130. Podrían ponerse muchos ejemplos que muestran que una de las funciones de las
obras examinadas es la de neutralizar la desazón que causan en muchos lectores las dis-
crepancias entre la visión eclesiástica de Jesús y la investigación histórica. Así, llaman la
atención las muchas páginas que Meier dedica a intentar «explicar» que el hecho de que
Jesús se sometiera al bautismo («para el perdón de los pecados») de Juan no implica el re-
conocimiento de sus deficiencias personales (Meier 1994: 406-416), o las que Dunn dedica
36 F e r nand o Bermejo Rub i o
a cortocircuitar los corolarios obvios que se derivan del hecho de que «Jesus was proved
wrong by the course of events» (Dunn 2003: 479-484).
131. Varios rasgos de la reconstrucción más plausible de la figura de Jesús —el judío
cuyo horizonte cultural apenas sobrepasaba su instrucción religiosa, que aceptaba el siste-
ma sacrificial, tenía una idea estereotipada de los paganos o esperó un juicio inminente—
resultan ajenos no solo a una cosmovisión moderna, sino a los propios cristianos, como ya
vio Albert Schweitzer: «Der wirkliche Jesus kann sich aber in seiner ganzen Vorstellungswelt
als so zeitlich bedingt erweisen, daß unsere Beziehung auf ihn zu einem Problem wird»
(Schweitzer 1966, II: 516).
132. La diferenciación de un Jesús celebrativo con respecto a un Juan asceta podría
estar sirviendo, asimismo, para tranquilizar las conciencias cristianas en un claro proceso
de acomodación a la sociedad del bienestar.
la p e r s i s t en c i a de l mito de la s i n g u l a r i dad 37
BIBLIOGRAFÍA
133. Esta concepción se traiciona, por ejemplo, en los juicios de John Meier: «It is
the explosive convergence and mutual reinforcement of all these usually distinct figures
in the one Jesus of Nazareth hat made him stand out, for better or for worse, in his own
time and succeeding ages» (Meier 1994: 3).
134. «It can be set down as something destined to endure eternally that the usual Chris-
tian commentators will disparage Judaism and its supposed legalism, and Jewish scholars
will reply, usually fruitlessly. I have addressed myself to this topic in three or four essays,
and do not intend to pursue this any more beyond this one time, preferring to conclude
that with those Christians who persist in deluding themselves about Jewish legalism, no
academic communication is possible» (Sandmel 1969: 98, n. 10).
38 F e r nand o Bermejo Rub i o
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TRAZAS RELIGIOSAS (SHINTOÍSTAS, BUDISTAS Y TAOÍSTAS)
EN EL TEATRO NOH:
CUANDO EL PRECEPTO SE HACE DANZA
Fe r n a n d o C i d L u c a s
Asociación Española de Orientalistas
Universidad Autónoma de Madrid
Abstract: This paper deals with the religious prints appearing in the traditional
Japanese theatre known as noh. Concerning religion, or Religious Fact, there
are three important paths which are intermingled in both the history and con-
science of Japan. We will try to bring to light the elements in noh theatre from
three ancient religions: Shintoism, Buddhism and Taoism.
Keywords: Rite, dramatization, kagura, sacralization, Shintoism, Buddhism,
Taoism, Confucianism.
Introducción
1. Para saber más sobre la problemática que plantea la manera de escribir dicho voca-
blo en nuestro idioma remito al lector a la web del doctor en shinto por la Universidad de
Kokugakuin y profesor de la Universidad de Salamanca, Alfonso J. Falero Folgoso: http://
www.pensamientoglobal.com/?p=20.
El shintoísmo en el noh
deidades tienen, a su vez, diferentes estatus entre ellas, siendo unas las
personificaciones de fuerzas tan importantes como el Sol (Amaterasu) o
la Luna (Tsukuyomi), y otras las de pequeños lugares concretos, como
cataratas, árboles o, incluso, rocas.
Tanto de sus textos sagrados, el Kojiki (712 d.C.) y el Nihon sho-
ki (720 d.C.), como de sus vistosos ceremoniales (matsuri), se nutrió
el teatro noh para conformar su identidad. Precisamente —y como ya
anunciábamos en la introducción— de uno de los pasajes más conoci-
dos del Kojiki tomó Zeami la idea para narrar en uno de sus tratados
dedicados a este espectáculo el nacimiento (divino, como era de rigor) del
teatro noh.
Traslada Zeami a su Fushikaden que, cansada Amaterasu de sopor-
tar los maltratos y los desplantes de su hermano Susano, el dios de las
aguas y de las tempestades, esta decidió recluirse en la cueva conocida en
términos shintoístas como Ama no iwaya do o «Puerta de la casa rocosa
del Cielo». Allí, aprisionada y doliente por el trato recibido de su propio
hermano, permanecerá durante un tiempo, privando a los habitantes de
la tierra de la tan necesaria luz del sol. Cuando por fin los dioses dieron
con ella, no hubo manera de convencerla para que saliese de su encie-
rro voluntario; pero, he aquí que hasta allí se personó Ame-no-uzume,
la diosa de la risa y de la fertilidad. Frente a la boca de la cueva dio la
vuelta a una gran tinaja y sobre ella comenzó a danzar de manera gra-
ciosa, llegando, incluso, a despojarse de su ropa y a mostrar sus genitales
al resto de dioses, lo que provocó unas sonoras carcajadas entre los asis-
tentes a la improvisada representación. Amaterasu, sintiendo curiosidad
por lo que sucedía en el exterior, descorrió un poco la enorme piedra
que tapaba la oquedad para ver qué era lo que sucedía fuera, momen-
to que aprovecharon algunos de los kami más forzudos para terminar
de destapar la cueva y sacar a Amaterasu de su enclaustramiento.
La luz del sol (léase la vida) había vuelto a la tierra: los campos vol-
vían a ser fértiles y las alimañas de la noche se retiraban a sus madrigue-
ras; la calma se hacía otra vez. Todo esto gracias a una danza, todo gra-
cias a una representación teatral, casual e improvisada con pocos medios,
pero hecha por los dioses y para los dioses. No es de extrañar entonces
que Zeami aprovechase este conocido pasaje, sacado de uno de los li-
bros puntales de la fe shintoísta, para dignificar su oficio y otorgarle el
mismo valor que en ese mismo momento tenían ya otras celebraciones
rituales, que empleaban también la danza y el acompañamiento musical
en su parafernalia (pongo como ejemplo el kagura o las arcaicas danzas
de Okina [Cid Lucas 2010] y Sambaso).
Una vez constituida la identidad del noh, con sus orígenes asentados
y bien asumidos, faltaba dotar al incipiente espectáculo teatral de un
corpus de obras que lo diesen a conocer. Evidentemente, y por alber-
garse el noh en ambientes palaciegos y religiosos, los temas principales
de sus obras van a estar sacados de los textos sacros y de la literatura
culta, a la que tenían acceso solo unos cuantos privilegiados (pongo como
44 F e r nand o cid lucas
3. Si bien es cierto que numerosos fueron los bardos que recorrieron de norte a sur
Japón declamando los pasajes más emocionantes de este cantar de gesta, que cuenta las
cruentas batallas entre los clanes rivales Taira y Minamoto.
4. Acto que algunos autores han equiparado al enfrentamiento del héroe griego He-
racles con la temible hidra de Lerna.
5. No me resisto a señalar que es una de las obras en donde más personajes aparecen,
rompiendo con la norma generalizada de que aparezcan dos o tres personajes a lo sumo.
Este y otros rasgos nos informan de que estas piezas se encuentra aún en la primera fase de
formación del noh, previa al profundo reglamento que instauró Kannami y, sobre todo, su
hijo Zeami.
TR A Z A S R E LIGIOS A S EN EL T E A TRO NOH 45
7. Macaca fuscata.
8. Vulpes vulpes japonica.
TR A Z A S R E LIGIOS A S EN EL T E A TRO NOH 47
El budismo y el noh
9. Bos taurus.
48 F e r nand o cid lucas
Existen, empero, unas pocas obras en las que podremos observar los
atributos más temibles de las deidades budistas o los de sus representan-
tes en la tierra. Por ejemplo, en Hokazo, atribuida a Miyamasu, miem-
bro también de la escuela Komparu, vemos cómo dos hermanos vengan
la muerte de su padre (siendo uno de ellos bonzo y la víctima, un gran
10. A decir verdad, estudios muy recientes afirman que este título bien pudo ser obra
también del propio Zenchiku, o que lo pudo haber revisado, como sucedió con otras pie-
zas y tratados debidos a Zeami Motokiyo.
50 F e r nand o cid lucas
11. Aun a riesgo de caer en vanas conjeturas, déjenme insinuar, al menos, que tam-
bién existen en algunas piezas de noh tres fuerzas o ánimos que hacen que la obra se desa-
rrolle: la positiva del protagonista (nochijite), la negativa del antagonista (maeshite) —am-
bas encarnadas por un mismo personaje que sufre una trasformación de identidad y de
valores— y la conciliadora del deuteragonista (waki).
TR A Z A S R E LIGIOS A S EN EL T E A TRO NOH 51
Concluyendo
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TR A Z A S R E LIGIOS A S EN EL T E A TRO NOH 55
Ó s c a r Fi g u e r o a C a s t r o
Universidad de Chicago
Abstract: This essay reviews the importance that negation had in Ancient India
as speculative paradigm. With this aim, it outlines the main features of the In-
dian negative or apophatic discourse according to three moments: pre-systematic
period, transitional stage, and the more systematic or mature use of negation.
After this, the essay shows the viability of the proposed ternary classification
through a textual analysis of the use of the negation in some representative
cases: the Upanisad-s, the metaphysics of the Sa�khya school of thought, and the
doctrines of figures like Nagarjuna y Umasvati. In this context, the essay discusses
the deepest implications of the Indian negative discourse as oriented towards
unmasking the fragility of all determinations, conceptual or other, ascribed to
the ultimate.
Keywords: Indian Philosophy and Religion, Hinduism, Jainism, Buddhism,
negation as speculative paradigm, apophatic discourse, doctrines about the Ab-
solute.
Observaciones preliminares
3. Acepción esta consignada en el léxico español para el verbo desdecir. Así, por
ejemplo, en el diccionario de la Real Academia se lee: «(Verbo pronominal) Retractarse
de lo dicho». Mi entendimiento del discurso apofático se desprende sobre todo de la
obra de Michel de Certeau y, más recientemente, de la de Jean-Luc Marion, en especial
su debate con J. Derrida en textos como «Au nom ou comment le taire» (Marion 2001;
traducido y ampliado en inglés con el título «In the Name. How to Avoid Speaking of
Negative Theology», en Caputo 1999), y «Ce qui ne se dit pas. Remarques sur l’apophase
dans le discours amoureux» (Marion 2005). Finalmente, estoy en deuda con el estudio de
Sells 1994 sobre la negación en las religiones abrahámicas.
60 Óscar f i g ue r o a castro
7. Idea que más tarde daría lugar a la doctrina vedantina de la ilusión cósmica o
maya.
LA N E G A CI Ó N COMO R E C U RSO E SP E C U L A TIVO EN LA INDIA 63
8. Así, por ejemplo, el diálogo entre Uddalaka Aruni y su joven hijo, �vetaketu,
«hinchado de arrogancia», tras haber dominado el corpus védico (Chandogya Upani-
sad 6.1-16). También el encuentro entre el neófito Narada y el sabio Sanatkumara, quien
tras escuchar la interminable lista de conocimientos que el joven ha acumulado, desde la
gramática hasta la aritmética, desde la ciencia ritual hasta la astrología, diagnostica con
ejemplar laconismo: «En verdad, todo lo que has estudiado son [solo] nombres» (Chan-
dogya Upanisad 7.1).
64 Óscar f i g ue r o a castro
11. Keith planteó la aporía en un sentido más amplio: «No debió de haber sido fácil
entender o admitir la idea de que el conocimiento es la fuente de la liberación, por la sen-
cilla razón de que, por definición, se trata de un estado ininteligible» (Keith 1925: 583);
véase también Keith 1918.
12. Con base en el Sa�khyakarika, ha prestado atención a este problema Bronkhorst
(2000: 5-66). Aunque más ocupadas con una teleología especulativa, sus observaciones
son útiles para comprender el problema que aquí presento en relación con la aporía de la
escuela sa�khya.
LA N E G A CI Ó N COMO R E C U RSO E SP E C U L A TIVO EN LA INDIA 67
13. Cf., por ejemplo, Chandogya Upanisad 6.14.2 y 8.12.1. Posteriormente la encon-
tramos en el viisthadvaita de Ramanuja y entre los diversos proponentes del vedanta bhe-
dabheda, notablemente en Bhaskara y Yadava. En todos ellos significó un motivo más para
cuestionar el vedanta no dual de �a�kara, vehemente defensor de la liberación en vida.
68 Óscar f i g ue r o a castro
te, y nada más. A diferencia del arte maduro del desdecir, la negación
comienza aquí como recurso y acaba como un problema, cerrándose so-
bre sí misma, a pesar de su nivel de abstracción.
Como sea, a pesar de sus contradicciones, el sa�khya no deja de ser
un caso ejemplar, pues indirectamente nos ofrece algunas claves sobre
la atmósfera que la negación demanda para madurar, para ser radical,
abierta, inmune a las paradojas y enigmas que deja tras de sí. El problema
de la negación à la sa�khya, o también, la negación como problema, nos
pone ante el verdadero problema: el esencialismo o la interpretación me-
tafísica de la realidad como sustancia. Y al instante se asoma también el
complemento necesario del pensar metafísico: una racionalidad que no
está dispuesta a sacrificar su certeza en un principio inmutable, incluso
al precio de volverse dogmática.
14. También llamadas avyakata, «inefables». Al respecto véase, entre muchos otros
textos, A�guttara Nikaya II.46 o Majjhima Nikaya II.233.
15. Pueden citarse un sinfín de ejemplos de esta interpretación elemental a lo largo
de la historia textual del budismo mahayana. Como referencia véase Prajñaparamitasutra
XXI.20.
LA N E G A CI Ó N COMO R E C U RSO E SP E C U L A TIVO EN LA INDIA 69
16. La bibliografía sobre Nagarjuna es muy extensa. Las posturas, a veces, sumamen-
te divergentes. Mi exposición se debe sobre todo a la interpretación que Jay L. Garfield
ofrece en su traducción del texto tibetano del Mulamadhyamakakarika (Londres: Oxford
University Press, 1995), así como a la lectura de estudios clásicos como los de De Jong
1950, Sprung 1973, y de otros más recientes como los de Siderits 1989 y Ganeri 2001a.
17. Notablemente Aryadeva (siglo iii), Candrakrti (siglo vii) y �antideva (siglo viii).
70 Óscar f i g ue r o a castro
18. De hecho, las únicas sobre las que se puede afirmar con certeza que fueron escri-
tas por Nagarjuna.
19. Es respecto a esta radicalización del discurso negativo que los pensadores de la
escuela nyaya fundan sus principales ataques contra el budismo madhyamaka, pues con-
sideran que en última instancia este no propone tesis (pratijña) alguna, violando entonces
uno de los principios más elementales del auténtico pensar filosófico, el cual se basa por
definición en la búsqueda racional (positiva, afirmativa) de la verdad. Fuera de este con-
senso, como señalé antes, el pensar solo puede naufragar en galimatías y sofismas (vitanda).
LA N E G A CI Ó N COMO R E C U RSO E SP E C U L A TIVO EN LA INDIA 71
20. Por lo demás, esa metafísica negativa no sería sino el reflejo invertido de la me-
tafísica esencialista del vedanta: detrás de la ilusión (maya), la estabilidad de unyata. En
este sentido podría decirse que el discurso negativo de un �a�kara (siglo viii) opta por la
irreducible diferencia que separa la verdad convencional de la absoluta, lo cual exige otro
tipo de salto mortal, también con buena dosis de negación: de la primera a la segunda:
negación basada en la exclusión y en un profundo descontento respecto a los alcances de
la razón (tarka).
72 Óscar f i g ue r o a castro
una misma cosa, bajos ciertas circunstancias (syat), posee ambos aspectos
alternativamente. Por el contrario, aquí de lo que se trata es de la pre-
sencia simultánea de propiedades contradictorias en un mismo objeto,
de modo que no es posible decidir cuál de las dos es verdadera: la ver-
dad es enigma, pero el enigma, contra lo que podríamos anticipar, es
también solo un posible ángulo para apreciar las cosas, una perspectiva
más, y de ningún modo una síntesis que trasciende la dicotomía original.
Defender el misterio como verdad última, apelando, por ejemplo, a una
intuición, es también una forma de absolutismo que hace de lo paradó-
jico e inexpresable esencia. Si bien un momento desafiante dentro de la
lógica de las múltiples perspectivas, lo inefable nunca entraña un aban-
dono de la pluralidad. Más bien este es reintegrado al cuadro verdadera-
mente desafiante, el cuadro completo de anekanta. Dicho de otro modo,
la afirmación de la pluralidad no termina en inefabilidad, simplemente
nos trae de vuelta a la más realista (¿fenomenológica?) y dinámica con-
mensurabilidad de todas las perspectivas. Afirmar lo inefable constitu-
ye al mismo tiempo una retracción, poner en entredicho la superioridad
de lo inefable. La negación se depura y decanta a través de la tensión de
un pluralismo que no cede, convirtiéndose en algo más que negación.
La pregunta surge: ¿Existe, después de todo, la imagen completa, el
cuadro perfecto? ¿Es posible apreciar la realidad desde todos los ángu-
los posibles? ¿Puede la suma de verdades relativas producir una verdad
absoluta? ¿Hay algo detrás de la dialéctica infinita de afirmaciones y ne-
gaciones que le es inherente al pluralismo jaina? Implícito a cualquiera
de estas preguntas yace, desde luego, el problema de si el antiabsolutismo
jaina es una empresa que se contradice a sí misma: ¿Es también anekan-
ta susceptible de convertirse en una posición dogmática?
Me parece que es posible esbozar una respuesta acudiendo a la di-
mensión soteriológica del jainismo. De acuerdo con Umasvati, la ima-
gen completa de la realidad está asociada con la figura del omnisciente.
Mientras que cualquier otra forma de conocimiento, siendo una mezcla
de verdad y falsedad, supone una dosis de ignorancia, la omnisciencia
(sarvajñatva) es como un espejo en el que aparecen reflejadas con entera
fidelidad todas las perspectivas posibles, sin sesgos ni aspiraciones dog-
máticas: «[La esfera] de la omnisciencia comprende todas las sustancias en
todas sus modalidades [es decir, todo cuanto existe (sat)]» (Tattvarthasu-
tra 1.30: sarvadravyaparyayesu kevalasya). Aquí desaparece el carácter
secuencial y excluyente de los siete predicados propuestos por la lógica
jaina. Obsérvese, además, que, a diferencia de lo inefable (avaktavya) o
la perspectiva que reúne perspectivas contrarias, la simultaneidad om-
nisciente consiste en la afirmación de todas las perspectivas posibles en
un mismo acto cognitivo. Llama desde luego la atención que la defensa
del pluralismo, tan próximo al sentido común y a la visión ordinaria de
las cosas, converja finalmente con lo extraordinario.
La omnisciencia representa, entonces, una especie de metasimulta-
neidad y, en ese sentido, una especie de metainefabilidad, la inefabili-
76 Óscar f i g ue r o a castro
A manera de conclusión
Bibliografía
25. Lo que pone de manifiesto la íntima relación entre una teología apofática y una
antropología negativa, nexo casi obligado en este contexto dadas las profundas preocupa-
ciones existenciales de la especulación india en general.
78 Óscar f i g ue r o a castro
Alberto G. Ibáñez
Instituto de Ciencias de las Religiones
Universidad Complutense de Madrid
Abstract: The present discourse of theodicy about evil is obsolete and inefficient.
This article analyzes with an interdisciplinary approach twelve possible justifi-
cations of God’s goodness reaching the conclusion that only two of them are
still valid although paradoxical. Monotheism has to accept an ambivalent God
including evil in order to be considered more successful than other religious ap-
proaches. In fact, the idea of an «only good» God is connected to psychological
needs of believers but it is not a sine qua non requirement to God’s existence.
Keywords: Evil, Religion, interdisciplinary approach, Theodicy, ambivalence.
Mientras que los antiguos nunca ponían en cuestión a Dios o a los dio-
ses, limitándose a lidiar con el mal, la «teodicea» surge para defender la
existencia y bondad de Dios en categorías tomadas del discurso racional-
jurídico. Numerosos pensadores e intérpretes han jugado el papel nada
fácil de «abogado de Dios» con objeto de hacer compatible un Dios úni-
co con la siempre incómoda presencia del mal en el mundo (ver un re-
sumen de las posibles justificaciones racionales en Cabrera 2003: 39 ss.
y, según los textos religiosos, en Laato y Moor 2003: xii, xxx-liv). Sin
embargo, el sufrimiento injusto o excesivo resulta tan insalvable que va-
rios teólogos y filósofos han llegado a la conclusión de que no puede ser
resuelto en nuestro mundo porque desafía cualquier intento de explica-
Una de las razones que justificarían la actitud de Dios respecto al ser hu-
mano es la que propone la cábala judía y que también recogen pensado-
res modernos al considerar que la creación supone un retirarse divino
con objeto de dejar espacio para que el ser humano se desarrolle libre
y responsablemente; un Dios que se hace carencia de ser para que haya
ser (Weil 1998). El mal sería a este respecto la consecuencia de la dis-
tancia epistémica de Dios que resulta necesaria para que el ser humano
se desarrolle con autonomía y libertad (Romerales 1995: 149). Un Dios
también escondido u ocioso (deus otiosus) que se aleja de su creación
una vez creada enlazando así con la tesis filosófica de la «muerte de Dios»
(Eliade 1980: 143). Por tanto, el buen abogado alegaría que Dios debe
permanecer pasivo frente al mal en aras de permitir el libre albedrío del
ser humano.
¿ Puede Dios ser solo buen o ? 83
f) Dios tiene razones que la mente (humana) ignora: mal y misterio
El mundo es como es, no como nos gustaría que fuera, donde el mal se
requiere para que exista la acción y el bien mismo. El mal se converti-
ría en una necesidad ontológica para que pueda darse la ética, ya que
solo la existencia del «mal del otro» o de «lo otro» que sufre permite que
surja la compasión y el sacrificio del bien personal (Nemo 1995: 123).
Una teodicea sin culpables justifica, asimismo, el mal por cumplir una
función positiva mayor que los efectos perniciosos que produce, tanto
¿ Puede Dios ser solo buen o ? 87
por acción como por omisión: bajar los humos al vanidoso, antídoto a
nuestro orgullo excesivo, etc. Se ha hablado igualmente a este respecto
del equilibrio de contrarios, del yin y yang, donde solo en el contraste
entre ambos conceptos se valida la significación de cada uno.
Sin embargo, esta tesis no es necesariamente cierta respecto a la re-
lación entre el bien y el mal, pues una acción puede ser evaluada como
buena por sí misma y, aunque resultara necesario algún tipo de contraste,
esa comparación podría hacerse frente a categorías imaginarias de accio-
nes malvadas (no necesariamente existentes), o incluso con acciones neu-
trales o indiferentes desde el punto de vista de su valor como bien o mal
(Kekes 2005: 141). En este sentido, si bien en principio no habría luz sin
tinieblas, también puede la noche tener existencia autónoma, por ejem-
plo, en aquellas partes del universo que no resultan iluminadas por nin-
gún sol, y un mundo con grados diversos de placer llevaría igualmente
a la acción (Neiman 2002: 163). No resulta sencillo, por tanto, consi-
derar el binomio bien-mal como un par de opuestos más (como frío y
caliente, día y noche, alto y bajo, etc.), pues conforma una contraposición
especial y esencial de carácter valorativo, que se aplica potencialmente a
toda contraposición dada: es decir, lo frío y lo caliente pueden ser a su
vez bueno y/o malo según se tome.
Por último, la razón de la Ilustración que trata de acabar con Dios con-
sigue, paradójicamente, librarle de su responsabilidad por el mal, pues al
desembarazarse de cualquier poder potencialmente «demoníaco» que esté
por encima de lo racional, sitúa necesariamente al mal en el terreno prác-
tico como un defecto, una falla de la razón a la que todo se remite. Este
argumento continuará en la filosofía de la sospecha y se consolidará con
el materialismo histórico-científico del marxismo: el mal es una conse-
cuencia de la lucha de clases, desaparecida esta acabará necesariamente
aquel; el ser humano, como individuo capaz de actuar contra otro, se
difumina en la colectividad que en cuanto tal ya no puede actuar contra
nadie, pues no hay sujeto ajeno a ella.
No obstante, se ha señalado que «cuando se deja de creer en Dios, no
queda más remedio que creer en los hombres. Y entonces quizá se haga
el sorprendente descubrimiento de que era más fácil creer en el hom-
bre cuando se hacía un rodeo a través de Dios» (Safranski 2002: 246).
Frente al mal no solo Dios fracasa, también lo hace el ateísmo que pen-
saba que con cambiar Dios por Razón el problema se solucionaba y no
ha sido así (Borne 1967: 104). A pesar de revoluciones intelectuales,
políticas, económicas y últimamente científicas, el mal permanece o se
disfraza.
88 A l be r t o g. i b á ñ ez
Frente al dicho latino «Si deus est, unde malum?», surge la pregunta «Si
deus non est, unde bonum?». Si el enigma del mal cuestiona la creencia
en un Dios bondadoso y omnipotente, ¿cómo es posible que tantas per-
sonas sigan creyendo en ese Dios a pesar de los males del mundo? (Ro-
merales 1995: 11). Si la persistencia del mal pone en cuestión la bondad
de la existencia de Dios, la pervivencia del ser humano «a pesar del mal»
pone en cuestión que pueda hablarse de una humanidad sin Dios. Es de-
cir, «el mal prueba a Dios» (Nemo 1995: 128). ¿Cómo se justifica que el
ser humano siga existiendo sobre la faz de la tierra a pesar de choques,
fortuitos o no, de meteoritos y asteroides, terremotos, tsunamis, dilu-
vios, sequías, glaciaciones, guerras regionales y mundiales, pandemias,
virus, asesinatos en masa, bombas atómicas, accidentes? Parece como si
históricamente al final una mano invisible pusiera fin a las guerras, a las
epidemias, a los desastres naturales, o evitara los choques potenciales de
meteoritos, «antes de que pudiera poner en peligro la supervivencia
de la especie». De esta manera, como clamaba consternado el dios aca-
dio Enlil, la humanidad se ha convertido en una especie indestructible
(Burkert 2002: 32-33). Otra cosa es cuál sea el sentido de este baile de
acontecimientos que de nuevo se nos escapa y que pudiera tener de for-
ma ambivalente tanto una explicación bondadosa —la protección de la
raza humana contra su extinción— como no tan positiva —el manteni-
miento del ser humano dentro de un cuadro de sufrimiento, incluso a
pesar de su propio interés.
la tormenta del libro de Job hace callar a este y sus sufrimientos (injus-
tos) imponiendo su poder (Job 38-42). En los Salmos se presenta en va-
rias ocasiones a un Dios terrible (Sal 109, 8-13; 83, 14-16), que come-
te crímenes (Sal 35, 4-8), sordo y mudo ante el sufrimiento humano
(Sal 35, 22; 83, 2). Por último, el profeta Isaías proclama oficialmente un
Dios dual y ambivalente: «Yo soy Yahvé, no hay ningún otro; yo mode-
lo la luz y creo la tiniebla, yo hago la dicha y creo la desgracia, yo soy
Yahvé el que hago todo esto» (Is 45, 6 s.). Es este Dios probablemente
el que «da valor» al creyente y tal vez el Dios real por mucho que nos
pese. Todo ello se relaciona con el concepto de sagrado y de lo numi-
noso que ya analizara en profundidad R. Otto (1980), consciente de que
tocaba algo misterioso y probablemente la esencia de todas las cosas: lo
demoníaco y el pavor demoníaco formarían parte de lo numinoso, en su
categoría del tremendum, como su grado inferior de desarrollo o estadio
(caos) primigenio (Otto 1980: 3). De esta manera, como dos líneas pa-
ralelas se acaban juntando en el infinito, el bien y el mal, aunque aparez-
can de forma separada, tenderían a unirse en algún punto del ser-Dios.
En todo caso, el mal y la crueldad no aparecen en este mundo con
la llegada del ser humano, sino que lo preceden y acompañan como parte
consustancial, por de pronto, de la naturaleza y del mundo animal (aunque
se acuda al instinto o al hambre para justificarlo), donde el tigre devora
a su víctima inocente e indefensa y la serpiente venenosa convive con
el depredador carroñero, todo ello en nombre de un siempre incuestio-
nable «equilibrio natural». Por otra parte, si resulta difícil defender la
inocencia del Dios-creador, mucho más complicado es justificar al Dios-
mantenedor, es decir el Dios que una vez creado el mundo y comproba-
dos sus efectos perniciosos y crueles, decide mantenerlo y no acabar con
su construcción en ese mismo instante. O parafraseando las preguntas
habituales de la metafísica: ¿Por qué Dios crea y mantiene este mundo
en lugar de volver a la nada preexistente?, ¿por qué es mejor que exista
este mundo y este ser humano a que no exista nada en absoluto? y ¿por
qué hoy como ayer Dios sigue en silencio ante las catástrofes y el mal en
general? (Pannikar 1999: 42-43, 275-286).
En última instancia, declarar la inocencia de Dios, ¿para qué? La her-
cúlea tarea llevaría, a fin de cuentas, a asegurar que Dios no puede conocer
ese mal tan detestado. Si Dios no es origen del mal, es decir, si este existe
al margen de aquel, Dios sería un ser limitado y en parte «ignorante» en
relación con esa parte de la realidad. Flaco favor parecen hacerle, pues, a
Dios aquellos que quieren «liberarlo» de una parte de la creación. En de-
finitiva, el enorme esfuerzo intelectual se ha convertido en trabajo inútil.
Toda esta polémica se resolvería de aceptar que tanto Dios (cf. Isaías),
el ser humano como la realidad que nos rodea son ambivalentes («una
92 A l be r t o g. i b á ñ ez
BIBLIOGRAFÍA
Fr a n c i s c o L ó p e z C e d e ñ o
Universidad de Salamanca
tarian grounds, but its status as a radical individualist don? Responsibility and
sacrifice are based on the mysterium tremendum and transcend the traditional
ethics and morality. This biblical story hits the common sense and shows values
still present in the contemporary world, in which an interpretation of religious
nature shakes the ethical principles that, at least in our culture, have developed
from a religious basis. This reading suggests a declaration of human conscious-
ness as the authority evident in the personal decision. Consciousness can not
refer to anything outside the individual.
Keywords: Derrida, deconstruction, ethics, sacrifice, common sense.
1. «Aunque la palabra <sacrificio> no sea una buena traducción para korban, que
quiere decir <el acercamiento>» (Derrida 2001: 59).
2. En la tradición cristiana este otro se llama Dios, pero puede ser llamado con otros
nombres como, por ejemplo: «el Mercado» en la tradición de la ley económica internacio-
nal (Orford 2005: 35).
LA É TIC A DEL S E CR E t o 97
2
Este singular otro puede ser nuestro hijo, nuestro amante, nuestro her-
mano o hermana, o ese irremplazable otro representado en ética; tam-
bién se puede trazar el camino en el cual los acuerdos de organizaciones
internacionales estructuran esta responsabilidad de modo que el merca-
do se vuelve el otro singular, cuya demanda debe ser respondida por los
que toman decisiones. Es el mercado global, ante el cual el que toma
decisiones en este sentido debe ser responsable. Esta economía de sa-
crificio está acompañada por la promesa del premio en el futuro por el
Padre (Dios/Mercado) que ve en lo secreto. Los acuerdos de las com-
pañías internacionales piden a la mayoría de los estados miembros que
sacrifiquen aquellos valores que ellos declaran pública y colectivamente
—democracia, civismo, política, la familia de la nación— por el mercado
global y como precio de inclusión en la comunidad de creyentes. Estos
acuerdos requieren que el que tome decisiones se imagine a sí mismo
en la posición de Abraham, llamado a abandonar obligaciones públicas
(la atadura familiar a su hijo y esposa por Abraham, las obligaciones cí-
vicas a los ciudadanos y a valores de trasparencia en el caso de los que
toman decisiones) para poner estas demandas del mercado en la expecta-
ción de un premio en el futuro. Hay dudas que quedan por responder:
¿Cómo pueden ser responsables los que toman decisiones ante aquellos
que son sacrificados en tal economía? «¿Cómo podemos pensar sobre la
responsabilidad de Abraham ante Sara o ante su hijo Isaac? ¿Es posible
siempre ser responsable ante todos los otros otro que están excluidos de
la relación entre el que toma decisiones y aquellos ante los que es res-
ponsable el que toma decisiones, aquellos a los que sacrificamos cuando
decidimos responder a las demandas del Padre? ¿Puede la ley encontrar
o reparar las deudas debidas a aquellas figuras víctimas del mercado, y
cuyos sacrificios permanecen fuera de la economía de riesgo y premio?»
(Orford 2005: 34).
9 8 f r an c i s c o l ó p ez c ede ñ o
Tomemos otro Abraham (Glowacka 1997: 35). Uno que quería realizar
el sacrificio justo en el sentido correcto y se encontró un sentido correcto
del asunto en total, pero no podía creer que era él. La historia bíblica de
Akedah, la atadura de Isaac para la ofrenda de fuego por su padre, ha
mantenido una peculiar atracción en la imaginación literaria y filosófica.
Quizás la razón para escoger Génesis 22 entre muchos episodios bíblicos
que hielan la sangre radica en la única naturaleza del trance de Abra-
ham. La imaginación humana no puede, posiblemente, sondear las pro-
fundidades del sufrimiento de Abraham cuando tiene que sacrificar a su
largamente esperado, querido hijo, el único confort de la vejez de él y
Sara. Ambos, en el amor por su hijo y el dolor de la pérdida inminente,
son absolutamente grandes, mas allá del límite de lo que el promedio
humano puede aguantar. Es el dolor que él tiene que sufrir solo, y, de
hecho, Abraham es el solitario más notable, autodesterrado de la comu-
nidad humana. La soledad de Abraham es irredimible como resultado
del terrible secreto que alberga en su corazón cuando parte en su viaje
al monte Moriah. El secreto no puede ser compartido: la disposición de
Abraham a obedecer a su Dios y a realizar el espantoso deber descon-
cierta la comprensión humana, calla el habla. Como Kierkegaard, que
confiesa exasperado que «nadie era tan grande como Abraham y ¿quién
es capaz de entenderle?».
Bajo el seudónimo de Johannes de Silentio toma sobre sí mismo una
tarea opresiva: describirá la agonía del padre del judaísmo. Esto signi-
fica que se volverá un testigo del evento bíblico. Preservando la memo-
ria y trasmutando proezas loables en conceptos universales e imágenes
comprensibles, perpetúa la «conciencia eterna» y coloca al hombre en
el espíritu absoluto. El patriarca no es un héroe, ni Prometeo ni Aqui-
les, es difícilmente un ejemplo valido de imitación. Kierkegaard supone
que Abraham, de hecho, habría preferido participar de la generosidad
humana; por ejemplo, con placer habría realizado una hazaña heroica
y ofrecería su propia vida para guardar la de Isaac. Entonces, sus accio-
nes serían inteligibles a todos, y él disfrutaría «su casa en lo universal,
su amistosa morada, siempre lista para recibirle con los brazos abiertos
cuando él desea vivir allí»; su fe, sin embargo, lo expulsa de una morada
segura en lo universal.
Por lo tanto, Kierkegaard, alias de Silentio, tiene que contar esta
historia de modo diferente; debe tomar un camino solitario fuera del
dominio bien trillado de conceptos generales y metáforas familiares. Él
escribe bastantes variaciones sobre esta historia singular, con la esperan-
za de que un salto repentino de la imaginación le permita penetrar el
secreto de la obediencia ciega. En la primera narración ambos, Isaac y
Abraham, mantienen su fe, pero el primero viene a dudar de los motivos
de su padre. En la segunda historia, este pierde la fe, inhábil de perdonar
a Dios que le ha pedido tan espantosa prueba de obediencia. En la tercera
1 0 6 f r an c i s c o l ó p ez c ede ñ o
10
el Otro, estoy siempre listo para realizar mi deber hacia el Otro, sacri-
ficar el confort de mi casa para el beneficio del Otro en la singularidad
absoluta de mi responsabilidad. Así no puedo responder a la súplica de
ayuda del otro sin, al mismo tiempo, sacrificar o fallar en responder a
la súplica de algún Otro. Ante la generalidad de otros siempre fallo en
realizar mi deber: «día y noche, a cada instante, sobre todos los montes
Moriah del mundo, estoy haciendo eso, levantar el cuchillo sobre aquel
que amo y debo amar, sobre el otro, este o aquel otro a quien debo fide-
lidad absoluta, inconmensurablemente» (Derrida 2000a: 70). «En cada
momento estoy fallando en mi deber a otros numerosos. Nunca haré bas-
tante por ellos. Cada decisión que tomo a favor del Otro significa que al
mismo tiempo fallo en mi deber: cada uno es sacrificado por cada uno
sobre esta tierra de Moriah que es nuestro entorno de todos los días y
de cada segundo» (Derrida 2000a: 71). Si respondo a la llamada del Otro
elijo ser sordo a la llamada de otros, y nunca puedo justificar ese sacrifi-
cio. Lo que me ata a otro particular entonces permanece injustificable, en
último término, pues no hay instancia más alta que legitime mi decisión.
Derrida reconoce que esta antinomia del deber ético no puede ser
reconciliada en ningún medio que justificara o comprendiera el sacrificio
absoluto, porque es el sacrificio del deber más imperativo lo que me ata
a otro particular, a favor de otro deber absolutamente imperativo obli-
gándome a cada Otro. Porque todo otro es cada concreto Otro, en el
instante de la decisión ética.
Como seres éticos compartimos un secreto, no en el sentido de ser
cómplices de esconder conocimiento, y, por tanto, privilegiados como
conocedores, sino como portadores del misterio irreducible del «no sa-
ber». Este secreto es mío en cada instante de incomprensión, y batallo
con él, siempre de nuevo, cuando tomo una decisión de actuar. Lo más
cercano a mi corazón y hogar está también en la distancia más lejana.
El encuentro entre Kierkegaard y Levinas, orquestado por Derrida,
permite reconocer una confluencia entre el pensamiento de ambos que el
segundo sería reluctante a admitir. Derrida reconoce que la propia formu-
lación de la ética de Levinas no puede ser articulada sin acudir al simbo-
lismo del Dios ausente judío. Pues él no puede distinguir entre la infinita
alteridad de Dios y la alteridad infinita de todo humano. En este contexto,
«la frontera entre lo ético y lo religioso se hace más problemática, como
ocurre con todos los discursos referidos a ella» (Derrida 2000a: 83).
Este punto de inestabilidad del concepto de responsabilidad no es solo
fluido, sino que, de hecho, no se encuentra en ninguna parte. Funciona
como un secreto de cada sistema totalizador del discurso; sin embargo,
debido a su naturaleza no antológica, permite la distribución de signifi-
cados dentro del dominio respectivo de estas disciplinas. En este contex-
to, Kierkegaard anticipa el proyecto de Levinas de cuestionar la ética:
aunque, por una parte, es un abogado de una suspensión de la ética en
el nombre del individualismo concreto, también interroga a la subjetivi-
dad autorreflexiva con vistas a algo que existe en relación de absoluta
1 1 4 f r an c i s c o l ó p ez c ede ñ o
11
12
Derrida, aparte del hecho de que critica las demandas kantianas de publi-
cidad y declaración de secretos, sigue a Kant en el sentido de que intenta
exponer el secreto necesario, el secreto de que no hay secreto. Este ele-
mento crítico ilustrado no celebra o perpetúa misterios o secretos deter-
minados específicos, pero atiende al irreducible secreto del lenguaje y de
la razón. En un gusto por el secreto, Derrida clama contra Kant que un
espacio político o público que no deja lugar para el secreto, un fórum
interno que resiste, es un claro signo de totalitarismo en la democracia.
Al mismo tiempo, el secreto de que el espacio público debe reconocer y
dejar lugar no es un Secreto demasiado determinado, aunque permite la
posibilidad de que se mantengan secretos particulares.
El secreto absoluto no es un Secreto porque reside en un espacio
donde no hay secreto o los secretos son negociables, es más, la estructura
general del secreto implica y es implicada en el mundo contemporáneo
—algo similar ocurre hoy, y para entender qué es original en nuestra situa-
ción histórica, la religión no es el peor cordón guía—. Derrida permanece
un poco más sospechoso y ambivalente sobre las implicaciones de la reli-
1 1 6 f r an c i s c o l ó p ez c ede ñ o
El secreto será la misma forma de prueba [...]. Para obedecer el deber ab-
soluto, se eleva por encima de todos los deberes que pueden vincularse
con la sociedad, con la familia, con los suyos, por lo tanto, por encima
del derecho, de la política y de la ética. En nombre del deber absoluto,
Abraham se eleva por encima de la ética, que Kierkegaard inscribe en el
orden de la generalidad. El secreto es aquí el signo de esa obediencia al
deber absoluto (Derrida 2001: 59).
13
BIBLIOGRAFÍA
Textos de Derrida
Textos secundarios
Abstract: This paper deals with the approach that famous Spanish humanist
and heretic, Michael Servetus (1511-1553), took of Islam and how he used Qu-
ranic quotes and claims, with varying degrees of accuracy and understanding,
in his own argumentation against the Christian doctrine of the Trinity. Unlike
other authors from the Renaissance period, Servetus did not consider Islam as
an evil in itself or as a dangerous belief that had to be condemned, but on the
contrary, he thought that some aspects of the original intuitions of Christianity
had been somehow preserved in its teachings. Rather than helping him, this could
only put him even more at odds with the religious authorities of the period.
Keywords: Servetus, Islam, Quran, Trinity.
Introducción
Si hay quien piensa que estamos viviendo una época de choque entre las
civilizaciones occidental y musulmana, los sucesos que vemos en los me-
dios de comunicación pueden parecer poco más que escaramuzas si los
comparamos con la situación vivida a lo largo de la mayor parte de la
Edad Media y los inicios de la Edad Moderna. ¿Cuál era el estado de
las relaciones entre islam y cristianismo en el siglo xvi? Por un lado, el
recuerdo de las cruzadas seguía vivo en la memoria de personas de am-
bos bandos. El año de publicación de la Restitución del cristianismo ser-
vetiana (1553) coincide con el centenario de la caída de Constantinopla,
que había causado un impacto enorme en toda Europa y fue una de las
causas que, paradójicamente, contribuyeron al florecer del Renacimiento
italiano. En la península ibérica, apenas habían pasado unas décadas des-
de la conquista del reino de Granada por la alianza castellano-aragonesa.
Y estos importantes eventos no solo estaban almacenados en la memoria
colectiva de Occidente, sino que en aquellos mismos años toda Europa
vivía bajo la amenaza turca como si esta fuese una gigantesca espada de
Damocles que iba a precipitarse sobre todos ellos de forma implacable.
En 1526, el gran reino de Hungría fue abatido en la batalla de Móhacs,
en la que incluso perdió la vida su rey y tras la que toda Europa Cen-
tral quedó a merced de las tropas del Sultán. Francia tampoco estaba
libre de amenaza, ya que el temido Barbarroja saqueó en 1519 la región
costera de la Provenza y capturó la ciudad de Niza en 1543. Incluso en
Roma sonaban las campanas de alarma cuando se avistaban las naves de
Barbarroja en la costa, y Venecia tuvo que pagar una enorme cantidad
de oro y ceder varias islas para preservar su independencia.
En estas circunstancias de guerra sin cuartel, global y prolongada solo
con breves paréntesis a lo largo de varios siglos en distintos campos de
batalla y con diferentes protagonistas humanos, pero una misma realidad
religiosa, la lucha en el ámbito teológico era el correlato ideológico inevi-
table del conflicto armado. Desde el bando cristiano, era imprescindible
afirmar el carácter inferior o subsidiario de la nueva fe musulmana, cuan-
do no su naturaleza diabólica, para subrayar la preponderancia cristiana
que alentase el ánimo de sus creyentes. Juan Damasceno, cuyo abuelo
había sido el que había rendido la ciudad de Damasco a los conquistado-
res árabes, fue probablemente el primer autor cristiano que reflexionó
sobre la cuestión y en su obra contra las herejías no dudó en calificar el
islam como una derivación del arrianismo. Según el Damasceno, Mu-
hammad descubrió por azar los textos del Antiguo y Nuevo Testamento
122 j au m e de marcos and r eu
Cuánto esta tradición de la trinidad fue motivo de risa para los maho-
metanos, solo Dios lo sabe... Y no solo los mahometanos y los hebreos,
sino las fieras del campo se burlarían de nosotros si se hicieran cargo de
[esta] fantástica opinión, pues todas las obras del Señor bendicen al Dios
único. Oye también lo que dice Mahoma2, pues es mayor el crédito que
hay que otorgar a una sola verdad que confiesa el enemigo que a cientos
de mentiras de los nuestros3. Dice, en efecto, en su Corán, que Cristo fue
el mayor de los profetas, espíritu de Dios, poder de Dios, aliento de Dios,
alma propia de Dios, Verbo nacido de una virgen perpetua por acción de
Dios, y dice también que, debido a la maldad de los judíos en contra de
él, están estos ahora sumidos en la miseria y la calamidad.
Dice, además, que los Apóstoles y los Evangelistas y los primeros cris-
tianos fueron los mejores hombres, escribieron cosas verdaderas y no tu-
vieron trinidad o tres personas en la divinidad, sino que eso lo añadieron
hombres de épocas posteriores.
Este texto le sirvió de base para su alusión a las citas del Corán que
Servet hace en su obra cumbre, la Restitución del cristianismo, que retoma
el tema de las supuestas burlas de los musulmanes, aunque en esta ocasión
es mucho más preciso en las citas, indicando las suras a las que alude, in-
siste en un par de ocasiones en denominar a las personas divinas que com-
ponen la Trinidad «hijos de Belcebú», y enumera de forma más detallada
los elogios a Jesús que encuentra en los textos del Corán que utiliza como
referencias, acabando este fragmento con una breve disquisición sobre lo
que Muhammad entiende como «Hijo de Dios» (Servet 1980: 165-168).
De entrada, hay varios matices que sorprenden al leer estos fragmen-
tos, tanto el apresurado resumen de alusiones de Errores como el más
prolijo y cuidado de Restitución, y es la posición en la que coloca a los
musulmanes y, en cierta medida, el propio Corán. Servet empieza anun-
ciando las carcajadas de los musulmanes ante la creencia cristiana en la
Trinidad, cuando ellos, junto con los judíos, saben perfectamente que es
una idea falsa y absurda. Por tanto, sitúa en una posición de superioridad
de conocimiento a los musulmanes, que conservan en su libro sagrado
la verdad sobre la naturaleza divina, y humilla al cristianismo posterior
a Nicea, el cristianismo oficial, convirtiéndolo en el hazmerreír de las
demás religiones. De hecho, dice que si pudieran, se reirían hasta los
animales del campo; es decir, engloba, por así decir, al conjunto de la
Creación en el ámbito de la certeza, del conocimiento verdadero sobre
lo divino, mientras que el cristianismo trinitario está apartado de dicho
conocimiento y hundido en el más absoluto ridículo e ignorancia.
Por otro lado, el Corán también transmite, según Servet, las razones
de la humillación del trinitarismo, pues en él se asegura que los primeros
cristianos conocían la verdadera naturaleza de Dios y estaban en la certe-
za, pero fueron otros quienes corrompieron posteriormente la doctrina.
Esos otros, a los que Servet llama «sofistas», son los que introdujeron las
categorías filosóficas griegas en el mensaje evangélico e iniciaron las dis-
quisiciones sobre sustancias, entidades incorpóreas y personas divinas,
que acabaron desembocando en el dogma de la Trinidad, que él equipa-
ra a un triteísmo o creencia en tres dioses. Por tanto, es el cristianismo
el que se autohumilla al abandonar el conocimiento verdadero, mien-
tras que el judaísmo y posteriormente el islam permanecieron fieles a la
verdad sobre Dios. Como veremos, este es un argumento demoledor e
inaceptable para la Europa de su tiempo.
Por si todo esto fuera poco, en Restitución incluye claras referencias
de simbología diabólica en sus citas coránicas al aludir a las personas de
la Trinidad, llamándolas «hijos de Belcebú». Tengamos en cuenta que es
también en Restitución donde se describe la Trinidad como el perro Cer-
bero de tres cabezas (Servet 1980: 268), que en la mitología griega es el
guardián del infierno. Este símil sería, como sabemos, uno de los argu-
mentos que lo conducirían a la hoguera, pero ya aparece una alusión a
lo demoníaco en las citas del Corán.
¿Hasta qué punto acierta Servet en la elección de sus citas? El his-
toriador y ministro unitario Peter Hughes ha realizado un estudio
(Hughes 2005: 55-70) del uso que hizo Servet de las fuentes coránicas
que manejaba. Por la falta de citas específicas y el tratamiento descuida-
do que Servet hace cuando escribió Errores, parece claro que entonces
no contaba con ninguna traducción directa del Corán. Efectivamente,
según nos indica Hughes, aunque ya existía una traducción al latín del
Corán desde el siglo xii, realizada en la península ibérica por Robert
de Ketton bajo la supervisión de Pedro el Venerable, esta no fue publi-
cada hasta el 1543, es decir, doce años después de que Servet escribiera
su primer libro. Por tanto, no pudo contar con ninguna edición fide-
digna. Entonces, ¿de dónde extrajo sus alusiones al texto coránico?
Existían principalmente dos obras que pudo utilizar: la Cribatio Al-
corani, de Nicolás de Cusa, publicada en 1461, y la Confutatio Alco-
rani, de Ricoldo di Monte Croce, que se había publicado en Sevilla
en 1510 y en París un año después. Posteriormente, ambas obras fue-
ron reeditadas en 1543 en un solo volumen junto con la traducción
del Corán de Robert de Ketton por Theodore Bibliander4, y este vo-
lumen conjunto sí que seguramente fue consultado por Servet para su
redacción de la Restitución.
Por otra parte, te digo que fuera de Cristo tú no adoras más a Dios de
lo que lo adoraría un turco. Y todos los que fuera de Cristo persiguen
una visión o adoración de Dios lo adoran como sarracenos, de manera
que nos convierten a Cristo en inútil. Pero yo afirmo que Dios es visto y
adorado solo en Cristo...
igual que los cristianos, pero que los llamados sofistas «no ven ni oyen
absolutamente nada» (Servet 1980: 262 s.).
Sin embargo, es en el libro II de la Cuarta Parte de Restitución don-
de Servet trata más a fondo del islam, dejando de lado las especulacio-
nes trinitarias y concentrándose en prácticas religiosas concretas. Parte
del supuesto de que Muhammad se inspiró en la Biblia para diseñar su
propia religión, buscando elementos diferenciadores que tuviesen una
base bíblica, pero modificándolos para dar un carácter específico a la fe
musulmana. Como vemos, es una variante de la vieja teoría de Juan Da-
masceno sobre el monje arriano que ayudó a Muhammad. A partir de
esta premisa, trata de los diversos aspectos de la religión como «adap-
taciones» de la religión original, que sería la judía, por lo que de algún
modo considera el islam una variante o derivación de esta. Incluso en
algún pasaje afirma que Muhammad «robó» tradiciones de la Biblia, lo
que le empuja a lanzarle la acusación de sacrilegio. Así, asegura que tomó
el viernes como «día de descanso» para los musulmanes según el mode-
lo del sábado judío (esta y las siguientes citas de este apartado son de
Servet 1980: 633 ss.). Sin embargo, Servet ignora que el viernes no es
propiamente un día de descanso absoluto al estilo judío, sino el día del
culto público. Aunque no toda modificación le parece reprobable, y así,
dice elogiosamente sobre el instrumento de llamada a la oración que,
«viendo Mahoma que los judíos tenían trompetas y nosotros campanas,
decidió que en sus mezquitas o templos se convocase por medio de la
voz humana, por ser esta más noble».
Sobre las prohibiciones dietéticas, creía Servet que Muhammad pro-
hibió el vino a imitación del Papa, que rechaza la carne y el matrimonio,
aunque aquí de nuevo habla en tono laudatorio del Profeta al advertir
que semejante prohibición coránica tiene una base bíblica, cosa de la que
carecen las interdicciones del Papa. En cuanto a las oraciones, Servet hace
la curiosa afirmación de que son cinco en el islam como un término medio
entre las tres de la religión judía y las siete horas canónicas cristianas.
Para acabar este somero repaso a las valoraciones que Servet hace
del islam en Restitución, cabe destacar que vuelve a elogiar efusivamen-
te a los llamados «mahometanos» por detestar los ídolos y aborrecer lo
que denomina «idolatría papística». La contraposición entre el Papa y el
Profeta, que ya ha reiterado en diversas ocasiones, revela hasta qué pun-
to tiene Servet una consideración por el islam muy superior a la que está
dispuesto a admitir en otros pasajes del texto. La superioridad del islam
sobre la religión predicada por Roma le parece evidente y solo lamenta
que, a causa de los engaños de los sofistas y no por su propia maldad,
Muhammad no reconociera a Cristo como hijo del Dios eterno.
Podemos preguntarnos de dónde obtuvo Servet estas ideas, a menu-
do erróneas o poco precisas, sobre la religión musulmana. Creo que
podemos descartar lo que dicen los poco informados, que atribuyen su
actitud a la presencia musulmana en España. No parece que este sea el
caso y las referencias que se hacen en sus biografías a judíos y musul-
128 j au m e de marcos and r eu
manes en España, sean conversos o no, distraen más que aportan datos
positivos sobre la cuestión. Además, la trayectoria vital de Servet lo lleva
ya a muy temprana edad a Toulouse, posteriormente al norte de Italia, a
diversas ciudades alemanas y francesas, y finalmente a Suiza, muy lejos de
los territorios bajo influencia de la cultura musulmana. Por ello, todos
los datos comprobables sugieren que su conocimiento del islam se redujo
a sus lecturas de las obras de Nicolás de Cusa y de Monte Croce que hizo
en su juventud, y posiblemente su lectura de la traducción latina del
Corán se limitó a buscar las citas que ya conocía y confirmar su textua-
lidad y número. Probablemente fue entre estas lecturas, y los rumores y
comentarios que pudo oír de estudiantes y viajeros, como Servet cons-
truyó su imagen del islam.
Tantas citas coránicas y tantos comentarios elogiosos de las enseñan-
zas del islam sobre el Dios Único no podían pasar inadvertidos, y durante
el juicio por herejía al que fue sometido en Ginebra, sus acusadores se
apresuraron a echárselo en cara. Y no solo lo hicieron para buscar moti-
vos para condenarle, sino que existía un verdadero pavor a que las ideas
del islam se propagasen por Europa, pues eran las ideas del enemigo y
su tolerancia únicamente podía conducir, desde su punto de vista, al de-
bilitamiento de las sociedades cristianas: la apología del islam era el ca-
ballo de Troya que antecedía a la conquista turca. Como Bainton apunta
acertadamente en su biografía de Servet, los acusadores también debían
de tener presente que las tierras donde había prevalecido el arrianismo
acabaron cayendo bajo el dominio musulmán (Bainton 2004: 129 s.), y,
de hecho, ya hemos visto que muchos pensaban que el islam no era más
que una variante extraña de la antigua herejía arriana. A aquellas altu-
ras del proceso, distinguir entre la cristología arriana y la de Servet era
una sutileza muy poco útil a efectos prácticos. Todo cuestionamiento de
la Trinidad era equivalente en potencia al arrianismo, o a la conversión
inmediata o futura a la fe judía o musulmana.
Servet optó por una defensa sorprendente, pues alegó que se sentía
libre de citar el Corán en aquellos fragmentos en que transmitiese la ver-
dad, aunque él personalmente reprobase el libro como tal y, según las
actas, declaró que no pensaba ayudar a Mahoma más de lo que ayudaría
al mismo diablo (Bainton 2005: 129).
Podría pensarse que estas palabras, aunque sonsacadas bajo presión,
podrían representar el verdadero pensamiento de Servet sobre la fe mu-
sulmana. Sin embargo, a la vista de los textos, esto nos parece muy dis-
cutible. En la Restitución, Servet no equipara nunca a Muhammad con el
diablo, sino que reserva sus imágenes diabólicas para el Papa y los propo-
nentes de la doctrina trinitaria. Y como hemos visto, a menudo considera
el islam como superior a la religión de los trinitarios, ya que es fiel a la
revelación divina reflejada en la Torá y se inspira en ella, preservando
la concepción de Dios como uno e indivisible, por lo que transmite la
verdad fundamental de la religión tal como Servet la entiende. ¿No se-
ría profundamente contradictorio que Servet pensase que Muhammad es
Se r v e t y el islam 129
Algunas conclusiones
BIBLIOGRAFÍA
Bainton, R. H. (2005), Hunted Heretic: The Life and Death of Michael Servetus
1511-1553, Providence: Blackstone.
Barón Fernández, J. (1989), Miguel Servet: su vida y su obra, Madrid: Espasa-
Calpe.
Bataillon, M. (2000), Erasmo y el erasmismo, Barcelona: Crítica.
Goddard, H. (2000), A History of Christian-Muslim Relations, Edinburgh: Edin-
burgh University Press.
Hughes, P. (2005), «Servetus and the Quran»: Journal of Unitarian Universa-
list History XXX, Chicago: The Unitarian Universalist Historical Society,
pp. 57-70.
Marcos Andreu, J. de (2006), La influencia de Erasmo en las obras de Miguel Ser-
vet, Villanueva de Sigena: Instituto de Estudios Sigenenses «Miguel Servet».
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Servet, M. (1980), Restitución del cristianismo (ed. de Ángel Alcalá), Madrid:
Fundación Universitaria Española.
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Primeros escritos teológicos, Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.
Stephens, W. P. (2005), «Bullinger and Zwingli on the Salvation of the Heathen»:
Reformation and Renaissance Review 7.2-3, Glasgow: Journal of the Society
for Reformation Studies, pp. 283-300.
El Egipto antiguo en la controversia
académica española del siglo xix.
El discurso de Miguel Morayta
en la Universidad Central,
octubre de 1884*
M i g u e l Á . M o l i n e r o Po l o
Universidad de La Laguna
Abstract: On the first of October 1884, Miguel Morayta y Sagrario gave the in-
augural speech for the opening of the academic year in the Paraninfo (auditorium)
of the Universidad Central, Madrid. As far as is known, this is the only lecture on
Ancient Egypt that has provoked student demonstrations, violent responses from
the police, numerous detentions, the closing of the entire Spanish university sys-
* Una primera versión de este texto fue leída en el IV Congresso Ibérico de Egipto-
logía que tuvo lugar en Lisboa del 13 al 17 de septiembre de 2010. Estaba firmada por el
autor y Pilar Mateos Calvo. De acuerdo con ella, el primero se hace único responsable de
este artículo. Con esta nota quiero dejar constancia de mi agradecimiento por las innume-
rables informaciones que ella me ha proporcionado y que han enriquecido considerable-
mente el presente trabajo. Este se ha redactado en el marco del proyecto de investigación
HAR 2011-25292 del Ministerio de Ciencia e Innovación.
tem for several weeks and a parliamentary debate. The Spanish Catholic Church
responded bitterly. Morayta’s words were considered to be a direct attack against
the faith because he threw doubts on biblical dates and also on the existence of
the Deluge. His proposal came at a time when the European and Spanish milieu
had long been debating the necessity of a less literal reading of the Bible and a new
chronological scheme for Prehistory and ancient civilizations. The author of this
article considers that Morayta’s topic was not chosen at random. Wrapping his
discourse in sentences drawn from ancient texts he presented a positive vision of
Egyptian society and civilization which contrasted with the Bible’s negative images
of this people. The lecturer’s objective was not only a revision of obsolete knowl-
edge of the Ancient World but was also a defense of methodological renovation in
Spanish universities and, ultimately, academic freedom of speech.
Keywords: Spanish Egyptology, Miguel Morayta y Sagrario, Manuel Sales y
Ferré, students revolts, academic freedom of speech.
Las diversas reacciones sociales tras la lectura del discurso de apertura del
curso 1884-1885 en el paraninfo de la Universidad Central han quedado
en la memoria académica española bajo el nombre de «la Santa Isabel».
La revuelta estudiantil es, tal vez, el acontecimiento más llamativo de
aquellas jornadas pero, como en cualquier suceso de estas características,
los preámbulos y consecuencias se prolongaron durante meses, antes y
después del día por el que se denomina, e implicaron a diversos grupos
sociales.
La reconstrucción que aquí se propone de la Santa Isabel se apoya en
un libro cuarenta años posterior a los acontecimientos (Morayta y Sagra-
rio 1911), cotejado con los periódicos coetáneos1. El objetivo del primero
era demostrar que la consolidación de la libertad de cátedra fue la conse-
cuencia más importante de la protesta universitaria; apenas se hace refe-
rencia al contenido historiográfico del discurso que es, por el contrario, el
aspecto central de este artículo. Los comentarios en los diarios consulta-
dos enfatizan también más los aspectos sociales —la dura represión sobre
los estudiantes— y legales —la entrada de cuerpos armados en el recinto
de la universidad, el control estatal de la enseñanza— que el tema de la
conferencia y de la publicación que generó, aunque estos se mencionen.
El 1 de octubre de 1884, el discurso de apertura del curso académico
en la Universidad Central —actual Complutense— es leído en el paranin-
2. Morayta (1911: 29) aclara que él había sido invitado y había aceptado a fines de
1883. En ese momento todavía era Sagasta quien dirigía el Gobierno.
3. La Época, viernes 3 de octubre de 1884, p. 1.
4. La República, sábado 4 de octubre de 1884, p. 1.
5. Su alegato adopta la forma de un pequeño libro publicado en la colección Enci-
clopedia Católica (García Ayuso 1884) que se comenta más adelante en este artículo.
6. Según La República (martes 18 de noviembre de 1884, p. 1), el domingo prece-
dente, las pastorales del obispo de Ávila y del gobernador eclesiástico de Toledo habían
sido leídas en todas las parroquias de Madrid. Morayta (1911: 56) menciona que él había
publicado también, ese mismo día, una contestación al obispo de Ávila en el diario El
Globo.
7. El diario La Época, muy crítico con el catedrático tras el discurso, le exculpa de
estos sucesos: martes 18 de noviembre de 1884, p. 3.
1 3 4 M i g ue l á. m o l i ne r o polo
8. Para unas crónicas muy amplias de los sucesos desde una óptica republicana, véase
El globo desde el 18 de noviembre de 1884. Por el contrario, La Época minimiza la tras-
cendencia de lo ocurrido y atribuye los tratornos a «conspiradores de oficio, estudiantes
pervertidos o atolondrados, personas que buscan su provecho (...) y politiciens» (lunes 24
de noviembre de 1884, p. 1).
9. Naturalmente, el apoyo a Morayta y a la revuelta de los estudiantes no fue uná-
nime en el seno de la universidad. Sobre las contraprotestas y la defensa de las posturas
tanto del Gobierno como de las críticas vertidas por la Iglesia, véase, por ejemplo, La
República, miércoles 26 de noviembre de 1884, p. 1; jueves 27 de noviembre de 1884,
p. 2. Morayta y Sagrario 1911: 112 s.
10. Véanse, por ejemplo, La República, miércoles 26 de noviembre de 1884, p. 3;
jueves 27 de noviembre de 1884, pp. 2 s.; viernes 28 de noviembre de 1884, pp. 2 s.; sába-
do 29 de noviembre de 1884, p. 3; domingo 30 de noviembre de 1884, pp. 2 s..
11. Pueden consultarse las crónicas de La República durante varios días a partir del
4 de diciembre de 1884. También en Morayta y Sagrario 1911: 137-144.
12. El texto definitivo, entregado en el ministerio, puede leerse en La República, vier-
nes 5 de diciembre de 1884, p. 2.
E g i p t o an t i g u o en l a c o n t r o v e r s i a a c adé m i c a e s p a ñ o l a de l x i x 135
13. Una visión radical de la situación actual, en tono con la obra en que se incluye:
Pérez-Accino 2010.
14. Véase la reducción de facultades en el decreto de 1857 en Jiménez 1971: 310.
1 3 6 M i g ue l á. m o l i ne r o polo
15. Hernández Sandoica (1985: 43-44) expone algunas de las razones por las que el
ímpetu renovador de los reformadores universitarios krausistas fue apagándose: choque
con la inflexibilidad del marco global, dificultades de financiación, entusiasmo limitado
entre los estudiantes.
16. Formado por personalidades de la política, la Iglesia, la literatura, el arte. Según Pe-
set (1985: 20), su cometido principal fue la promoción y vigilancia del profesorado a través de
los tribunales de oposición, de la concesión de premios y del control sobre los libros de texto.
17. Reproducido en Jiménez 1971: 356.
18. Ambas frases tomadas del texto citado en Morayta y Sagrario 1911: 24.
19. Texto citado en Morayta y Sagrario 1911: 26.
E g i p t o an t i g u o en l a c o n t r o v e r s i a a c adé m i c a e s p a ñ o l a de l x i x 137
23. Resulta significativo que durante las revueltas de noviembre de 1884, los estu-
diantes de Sevilla que se sumaron a la protesta de sus compañeros de Madrid lo hicie-
ron «con demostraciones de simpatía al catedrático señor Sales y Ferré» (Morayta y Sagra-
rio 1911: 133).
24. Los tres textos están reeditados por el propio autor en un único volumen, junto a
dos trabajos de Historia contemporánea en Morayta y Sagrario s.d., que es la obra a partir
de la cual se citan aquí. «Ramsés II», que no se trata en este artículo, es una nota biográfica
de este monarca con motivo del anuncio de que José de Echegaray había escrito un drama
ambientado en su reinado, pero los periódicos citaban mal cronología, dinastía y aconteci-
mientos históricos; no se menciona ni fecha ni medio de edición. En 1886, publicó el texto
de una conferencia en que Egipto tenía una parte significativa, «Las clases trabajadoras en
la Antigüedad», reeditado con un comentario por Wulff Alonso (2000).
25. Solo superado por Eduard Toda i Güell y José Ramón Mélida Alinari. Sobre el
primero, véanse Padró i Parcerisa 1988 y Molinero Polo 2004: 35-39; sobre el segundo,
Casado Rigalt 2007.
26. Así figura en la portada de las ediciones de 1884. El resto de los títulos con que
se cita no hacen sino crear confusión sobre las obras egiptológicas de Morayta.
E g i p t o an t i g u o en l a c o n t r o v e r s i a a c adé m i c a e s p a ñ o l a de l x i x 139
27. Aun pecando de prolijidad, considero significativo destacar la lista de autores que
cita, por lo que implica de recepción de las obras y las ideas más novedosas de esta discipli-
na en España: H. Brugsch, L. Carré, F. J. Chabas, J. F. Champollion, Druncker, M. Fonta-
ne, V. S. Golenischeff, Ch. W. Goodwin, Ch. F. Lenormant, G. Maspero, P. Pierret, J. E. Re-
nan, P. Le Page Renouf, E. Revillout, a los que hay que añadir a los españoles B. J. Feijoo
—¡sobre la legislación egipcia!— y M. Sales y Ferré, de quien recoge su comparación entre
el imperialismo egipcio y el colonialismo europeo del siglo xix.
28. Puede leerse en: Morayta y Sagrario s.d.: 113-128. Aquí se da la fecha de redac-
ción, pero no se menciona ni lugar ni medio de publicación.
29. Tomado de Jean-Baptiste Biot. Desafortunadamente, Morayta no es muy orto-
doxo en su sistema de citas —solo menciona el apellido— y no podemos saber cuál de
las obras que este físico y astrónomo francés dedicó a la historia de la astronomía y, en
concreto, a la egipcia había llegado a leer.
30. «Y más peregrino es aún que la casi totalidad de los tradicionalistas consideren
punto de honra aquellas fechas, cuando no existe ni aun motivo piadoso que justifique su
empeño» (Morayta y Sagrario s.d.: 116).
31. Los epítetos de la estatua de Isis (sic) en Sais, según los transmiten Plutarco y
Proclo, tuvieron una importancia fundamental en la introducción de una opinión favo-
rable a la religión egipcia en la Europa del siglo xviii, véase Assmann 2008: 240-244. Es
1 4 0 M i g ue l á. m o l i ne r o polo
evidente que todavía se recordaba en la España de fines del siglo xix, como puede verse
en el discurso de Morayta.
32. Sales y Ferré (1881: 175) se hace eco de afirmaciones de Max Müller, lo que
indica que su Comparative Mythology, en la edición inglesa publicada en Oxford 1856
había entrado en la universidad española, aunque esto no permita inferir que Morayta lo
hubiera leído. También García Ayuso (1884: 51) cita algunas obras filológicas del autor
alemán.
E g i p t o an t i g u o en l a c o n t r o v e r s i a a c adé m i c a e s p a ñ o l a de l x i x 141
Alguien cree que buena parte del contenido de estos libros [herméticos]
sería luz vivísima que permitiese ver claramente en cuestiones científicas
obscuras. Yo entiendo que [...] contribuyeron poco al adelanto científi-
co [...] desde el instante en que declarados canónicos entraron a formar
parte de la Biblia del Egipto y a ser de esta suerte [...] indiscutibles [...].
La investigación científica perdió su más genuino carácter (Morayta y Sa-
grario s.d.: 58).
33. La del gobernador eclesiástico del Arzobispado de Toledo; la del obispo de Ur-
gell; las de los arzobispados de Granada y Zaragoza que eran apoyadas por las de Almería,
Murcia, Guadix, Jaén y Málaga; las de los obispos de Huesca, Jaca, Pamplona, Teruel y
Albarracín, Orense, Ciudad Real, Coria, Cuenca, Madrid, Sigüenza y algunas más.
34. Texto recogido en Morayta y Sagrario s.d.: 81-91; la frase citada, en p. 82.
1 4 2 M i g ue l á. m o l i ne r o polo
35. Según Jiménez (1971: 354 s.), desde la década de 1860, en vez de atemperarse,
la campaña de la Iglesia por el control de la enseñanza se había ido envenenando; para los
neocatólicos, las dificultades de los tiempos tenían su origen, precisamente, en las ense-
ñanzas de los heterodoxos (es decir, krausistas, además de católicos sospechosos de pactar
con el liberalismo o de ser tibios con él).
E g i p t o an t i g u o en l a c o n t r o v e r s i a a c adé m i c a e s p a ñ o l a de l x i x 143
Los sabios ilustres que en los pasados y en el presente siglo se han hon-
rado con el título de católicos manifiestan, además, al mundo que entre
la fe divina y la ciencia humana no hubo ni puede haber contradicción y
conflicto, pues no hay verdad contra verdad; y si el conflicto surge ante los
ojos menos perspicaces, siempre es por considerar como revelación divi-
na o como verdad demostrada las opiniones y conjeturas de los hombres36.
38. «La ciencia natural nada ha demostrado ni puede demostrar, que no esté en con-
sonancia con el relato bíblico» (Mundo 1914: 4).
39. «En España no sabemos que se haya publicado ninguna obra notable de esta ín-
dole, si bien no faltan eminentes orientalistas, como Simoned, Lerchundi, Ayuso y otros.
Solo recordamos un Discurso inaugural de infausta memoria, pronunciado por D. Miguel
Morayta [...]; pero este trabajo escrito con un criterio racionalista y plagado de errores
E g i p t o an t i g u o en l a c o n t r o v e r s i a a c adé m i c a e s p a ñ o l a de l x i x 145
vía tres décadas más tarde, cuando L. Wooley excavó en Ur, conside-
raba producto del Diluvio uno de los estratos con mayor potencia de
barro. Peña no es un caso único de dificultad intelectual para relegar la
Gran Inundación a la leyenda.
En los años siguientes, La Biblia y la Ciencia, del dominico Manuel
González, de 1892, que dedica un espacio muy limitado a Egipto y, so-
bre todo, Biblia y Egiptología, de Felix Rougier, un sacerdote de origen
francés, pero que escribió en España y en castellano su obra, publicada
en 1893, marcarían el despegue de una corriente historiográfica católica
que se interesa por la civilización faraónica desde la perspectiva de la
contextualización de la Biblia en la historia y las tradiciones culturales
orientales. La mayoría de estos autores son eclesiásticos. El texto de Mo-
rayta no es mencionado, ni siquiera para criticarlo; evidentemente no es
un problema de validez académica, pues su información egiptológica es
muy correcta para su época; ha de tratarse de un olvido voluntario, por
motivos ideológicos, pues no se puede pensar que estos autores descono-
cieran el libro, dadas las proporciones que había adquirido la disputa40.
Ese silencio se hace más evidente en el caso de Rougier (1893: 30‑34),
que es el primer autor de este grupo que en un capítulo dedicado al Dilu-
vio, reconoce abiertamente que las fechas que proporcionan los egiptólo-
gos obligan a replantear el valor de la cronología bíblica. A esta tendencia
podemos adscribir, también, en distintos ámbitos, a Ramiro Fernández
Valbuena, autor de Egipto y Asiria (1895-1901), a Bonaventura Ubach,
creador de la colección oriental del Museo de Montserrat, o a Roque
Martínez, franciscano que reúne en Alejandría una colección de varios
centenares de piezas que dona al Museo Arqueológico Nacional.
mereció la enérgica censura de varios miembros conspicuos y celosos del Episcopado Es-
pañol» (Peña Fernández 1890: 677).
40. Tampoco lo mencionan Toda o Mélida. Ciertamente, la perspectiva arqueológica
de sus trabajos poco podía tomar del libro del catedrático madrileño. No obstante, con-
viene recordar que Toda residió durante las últimas décadas de su vida en el monasterio
de Santes Creus.
41. Menéndez y Pelayo 1978 (ed. or. 1880-1882): libro VI, 335: «La falsa ciencia
anda hoy casi tan insurrecta contra Dios, como en el siglo xviii. No hay descubrimiento,
teoría ni hipótesis de las ciencias geológicas y antropológicas, tanto más audaces cuanto
más problemáticas, v. gr. la llamada Prehistoria, que no se invoque contra la narración
mosaica».
1 4 6 M i g ue l á. m o l i ne r o polo
43. Tras la Noche de San Daniel, un diputado conservador había denominado «tex-
tos vivos» a los profesores —incluido Morayta— que propagaban sus ideas liberales frente
a los libros de texto aprobados por el Estado, a los que aquellos comenzaron a llamar «tex-
tos muertos» (Jiménez 1971: 340).
1 4 8 M i g ue l á. m o l i ne r o polo
Bibliografía
44. En la portadilla interior se cita como Ramsés III, pero en la página en que se inicia
el texto se menciona como Ramsés II y por el contenido se deduce que este es el título
correcto del artículo.
Aportaciones al estudio del turismo religioso
budista en España:
el caso de Diamondway en Málaga*
J u a n R a f a e l Pe r e a L u q u e
Doctorando del Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones
Universidad Complutense de Madrid
Fr a n c i s c o D í e z d e Ve l a s c o
Instituto Universitario de Ciencias Políticas y Sociales
Universidad de La Laguna
Abstract: This work outlines the prominent role played by the Diamond Way
group within the context of Buddhist religious tourism in Spain. The number
of participants and variety of nationalities drawn to this Buddhist group for the
multitudinous courses and ceremonies that are especially held in the spectacu-
lar facilities owned by the group in Malaga (the Karma Guen Retreat Centre,
including the Thaye Dorje Gompa, with capacity for over 2 000 people, and the
stupa in Benalmádena, the largest outside Asia) make Diamond Way a privileged
object of study. This article is based on interviews with leading authorities and
promoters of the development and visibilization of the Diamond Way in Spain,
Pedro Gómez Iglesias, the founder of Karma Guen, and Peter Gómez Hansen,
his son and current head of the Diamond Way in Spain. It also reflects the obser-
vation work undertaken within the context of highly diverse ceremonies per-
formed at the group’s centres in the province of Malaga.
Keywords: Buddhism in Spain, Diamond Way, Karma Guen, Stupa of Be-
nalmádena, tourism, religious tourism.
2. Hay que destacar que estos cometidos resultan en ocasiones básicos en el desarrollo
de un proyecto religioso. En las entrevistas se evidencia que la dirección espiritual en DW
en España la ostenta el Lama Ole Nydahl, pero que las labores organizativas, operativas y
financieras las desarrollan Pedro y Peter Gómez que, por otra parte, también actúan como
instructores, dado que tienen la capacitación para ello tanto en España como fuera de ella.
1 5 4 Juan r afae l p e r ea l u q ue y f r an c i s c o D í ez de Ve l a s c o
3. Sus palabras textuales son las siguientes: «Entonces, lo que pasó en nuestra es-
cuela Kagyu es que el Gobierno chino eligió primero a un Karmapa, por esto Ogyen Trin-
ley está apoyado por el Gobierno chino, y fue de niño llevado a Beijing, recibió educación
ahí, entonces en la escuela Karma Kagyu podemos decir que hay una división, gente que
apoya al Karmapa Ogyen Trinley y nosotros que somos del Karmapa Thaye Dorje. Lo que
pasa es que el número dos en rango de la escuela Karma Kagyu es Shamar Rimpoché y es
el que ha encontrado al Karmapa... Es un tema político y te puedo dar muchos detalles,
pero en términos generales es el caso de lo que ha sucedido». Y más adelante puntualiza:
«Ahora que el budismo ha venido a Occidente... parece que Dalai Lama, aunque es de otra
escuela, quiere que ese Karmapa (señala a Ogyen Trinley) continúe sus responsabilidades
políticas... y eso es ilógico y huele mucho a política... podemos decir, por eso, que noso-
tros tenemos que salir completamente fuera de esto, ya que el Karmapa XVI, el anterior,
siempre dijo a Shamarpa y al Lama Ole: ‘No os metáis en política’». Puede accederse a
un trabajo en español que expone algunas circunstancias del papel actual y perspectivas
de futuro del Karmapa Ogyen Trinley en Hilmer 2010 (hay que tener en cuenta que el
Dalai Lama ha planteado su deseo de retirarse de su cargo como gobernante en 2011). En
general, sobre la controversia resulta interesante el trabajo de Waterhouse 1995, relativo a
los primeros años de la ruptura; posteriormente se ha producido una notable bibliografía
(mucha de ella resultado de trabajos de seguidores de maestros de una u otra opción, véase
http://en.wikipedia.org/wiki/Karmapa_Controversy). De todos modos, no ha sido inusual
la posibilidad de encarnaciones simultáneas de maestros tibetanos (aunque no se conoce
en el caso de los karmapas, cuyas encarnaciones han sido siempre sucesivas): en la línea de
aceptar que pudiese aplicarse dicha solución para este caso se posicionó ya en 2003 Beru
Khyentse Rimpoché (véase, por ejemplo, http://www.rigpedorje.com/Blogs/5/15/letter-to-
international-buddhist-community/ donde aparece el texto de la carta abierta en la que
expone estos puntos de vista).
1 5 6 Juan r afae l p e r ea l u q ue y f r an c i s c o D í ez de Ve l a s c o
ña no suele ser habitual entre los grupos budistas que un centro urbano
de prácticas, como es este, tenga unas proporciones tan grandes y una
visibilización en el entramado urbano tan destacada. Lo habitual es que
sean los centros de retiro, ubicados en zonas generalmente apartadas y
en parajes montañosos, los que presenten una mayor monumentalidad,
mientras que los locales urbanos suelen generalmente ser modestos y
poco visibles, aunque la tendencia se está modificando en los últimos
tiempos (Díez de Velasco 2009: 170 ss.).
Antes de pasar a una descripción cuantificada del turismo religioso
que tiene a estos centros como meta, para intentar evidenciar los múl-
tiples componentes del atractivo a nivel mundial que tienen las instala-
ciones de DW en Málaga y en especial el centro Karma Guen, conviene
exponer someramente las actividades que alberga.
La ambiciosa escala a la que se ha proyectado Karma Guen se mani-
fiesta en las palabras de Pedro Gómez: «Karma Guen es uno de los pocos
lugares en todo el mundo donde puedes venir a hacer tu práctica de reti-
ro, donde se puede uno instruir, donde uno puede aprender los idiomas
para poder interpretarlo y el lugar donde se trata de preservar toda esta
cultura». Resulta interesante evidenciar que ya en una entrevista que le
hicieron en una fecha tan temprana como 1994 planteó un programa
que incluía el proyecto de puesta en marcha de una serie de iniciativas
para el estudio y la preservación cultural de la herencia budista tibeta-
na4, unos todavía hoy en fase de propuesta y otros ya desarrollados.
El proyecto de un instituto lingüístico tiene como referencia para los
líderes de DW a Marpa el traductor (1012-1097), una de las figuras ini-
ciales del linaje Karma Kagyu que tradujo muchas enseñanzas budistas
al tibetano propiciando así el mayor impacto de las mismas y el éxito
del budismo en la zona. Se trata de una interesante lectura presentizado-
ra del pasado, adaptada al reto, también lingüístico, que resulta la actual
implantación en Europa y en general fuera de Asia del budismo, pareci-
da a la que conllevó su implantación en el pasado en el Tíbet. Dicen al
respecto nuestros informantes que «la gente debe entender lo que están
haciendo y diciendo, no solo recitar sánscrito o tibetano, deben conocer
las enseñanzas de Buda en su propio idioma». El trabajo es destacado,
ya que estiman que solo un 20 % de las enseñanzas de Buda está tradu-
cido al inglés y otros idiomas occidentales.
Este proyecto se compone de tres orientaciones: educación, traduc-
ción y documentación. El Institute for Tibetan and Asian Studies (Insti-
tuto de Estudios Tibetanos y Asiáticos, ITAS: http://www.karmaguen.
4. Plantea Peter Gómez: «En 1994 hicieron una entrevista con mi padre en la revis-
ta internacional del budismo en inglés y también en alemán y le preguntaron: ‘¿Cuál es tu
visión del futuro?’ y mi padre empezó a hablar de la universidad, del museo, en el 94, ya
tenía todo eso en mente»; en el mismo artículo (Gómez 1995), además, se exponen con
detalle las circunstancias de la fundación de Karma Guen y la relación del matrimonio con
Ole Nydahl y su esposa.
A p o r t a c i o ne s al e s t ud i o de l turismo religioso bud i s t a 161
Andalucía. Parte y termina en Torre del Mar y tiene uno de sus hitos
(que da nombre a la prueba) en el ascenso al estupa de Kalachakra. Esta
integración del budismo hasta en el nombre y como elemento icónico en
una prueba deportiva de importante afluencia y repercusión conlleva una
visibilización que indirectamente contribuye también al turismo religioso
en el enclave. Pero hemos de valorar también como elemento que no fa-
cilita la visita a dicho estupa su ubicación y acceso, un complicado y a
veces tortuoso camino por los montes de la zona de la Axarquía, donde
se localiza Karma Guen, por pistas no asfaltadas que lleva a que, por el
momento, no pueda integrarse en un recorrido turístico general como un
punto más que visitar dentro de un tour estándar para turistas, caso bien
diferente del que encontramos en el otro estupa, el de la Iluminación de
Benalmádena, como veremos.
De este hecho podemos inferir que las visitas turísticas que se pro-
ducen al estupa de Kalachakra tienen necesariamente una determinación
definida y específica como punto objetivo de destino. Llama bastante la
atención que el mayor porcentaje de los visitantes no esté adscrito de
modo claro al budismo y que el número de estos turistas sea superior a
los 2.500 anuales, evidenciando probablemente un fenómeno nada des-
deñable que es que el budismo y el patrimonio budista no están sometidos
a estigma en nuestro país. De hecho, el budismo tiene una fama positiva
(un contra-estigma) que conlleva su transformación en un bien de con-
sumo (véase Alonso 2008; Díez de Velasco 2009, 2011) y también en
un servicio simbólico que potencia el capital simbólico de quien lo con-
sume, y que en este caso se evidencia del modo más claro en el nombre
de la prueba ciclista principal de la comarca.
Más allá del estupa que preside el conjunto, Karma Guen en gene-
ral forma un complejo de edificios y servicios para un tipo específico de
visitantes que asisten a eventos budistas y cuyo perfil presenta diferentes
particularidades que destacar. Por edad encontramos que el grueso sig-
nificativo de asistentes se sitúa entre los veinticinco y cuarenta y cinco
años, estableciendo una cota mínima para la inmensa mayoría a partir de
los veinte años. Probablemente el margen superior de cuarenta y cinco se
vaya incrementando con el paso de los años como efecto del aumento de
edad de los budistas y de la mayor implantación del budismo; esta cota
superior de edad coincidiría con el inicio de la introducción del budismo
en Europa en jóvenes en torno a los veinte años que tendría lugar entre
finales de los setenta y mediados de los ochenta. Respecto al sexo existe
un equilibrio al 50 %, no se observa preponderancia de hombres o muje-
res. La distribución por nacionalidades se describe a continuación, basa-
da en los datos de registro de Karma Guen, es decir, datos cuantificables
que nos dan una aproximación más precisa que una estimación percep-
tiva, que es la que resulta necesario realizar en el caso de ambos estupas
donde las visitas no se contabilizan más que de modo muy aproximado.
La ceremonia más multitudinaria en Karma Guen es la phowa que
consiste en enseñanzas e iniciaciones relativas al imaginario del morir y
A p o r t a c i o ne s al e s t ud i o de l turismo religioso bud i s t a 165
el renacer que, por otra parte, también suele impartir el Lama Ole Nydahl
en muy diversos lugares del mundo. En Karma Guen suele tener lugar
entre mayo y junio cada año, siendo un evento donde los participantes
pueden oscilar entre 1.000 y 4.000 personas. Por ejemplo, la realizada
en 2007 alcanzó la máxima afluencia hasta el momento (coincidía con
la cercanía de la muerte de Hannah Nydahl y con presencia del Karma-
pa), mientras que la de 2010 (en plena crisis económica en la que se re-
sintió particularmente el turismo) se acercó a la cifra más baja (Ilustracio-
nes 14‑15). De todos modos, ese año la gompa aparecía muy concurrida
y los aledaños de Karma Guen llenos de tiendas de campaña. Se estima
que la de 2011, que se realizará en el mes de junio, resultará particular-
mente concurrida, pues se espera la presencia del Karmapa.
Peter Gómez nos indica que la distribución es bastante equivalente
entre los que asisten a la ceremonia de phowa y la distribución anual de
visitas, especialmente en lo que se refiere a nacionalidades de mayor pre-
sencia y que se trata de datos perfectamente extrapolables (Gráfico 1).
Destaca, en primer lugar, una gran diversidad en cuanto a países de
procedencia, ya que encontramos visitantes de hasta cuarenta y cinco na-
cionalidades diferentes, lo que implica un nivel de impacto internacional
del centro muy significativo. En una primera segmentación por continen-
tes vemos una clara y abrumadora mayoría del continente europeo, con
el 95 % de la afluencia, seguido del continente americano con un esca-
so 3 % y del resto del mundo que constituye el 2 % restante. Dentro de la
afluencia europea encontramos diez países más significativos de los trein-
ta presentes5, entre los que destaca la especial relevancia del número de
participantes de Alemania, España y Polonia (Gráfico 2).
Si nos aventurásemos a esbozar unas inferencias estadísticas de la
implantación del budismo DW en Europa partiendo de estos datos, po-
dríamos plantear las siguientes consideraciones de forma muy general.
Destaca de forma relevante Alemania ya que su participación alcanza
prácticamente un 30 %, casi duplicando la participación de España, país
anfitrión y cuya participación estaría sobredimensionada (en este esbo-
zo de extrapolación) por los factores logísticos de desplazamiento que
facilitan en bastante medida la asistencia. En tercer lugar encontramos
a Polonia en porcentaje similar a España y que equivale a la mitad de
Alemania. La diferencia entre países de la Europa Occidental y de la
Europa del bloque del Este, en su antigua denominación geoestratégica,
presenta una distribución muy igualitaria 50,83 % y 49,17 %, respecti-
vamente, si excluimos Alemania. Considerando los factores de mayor
proximidad y mayor nivel económico de los países de Europa Occidental
frente a los de Europa del Este, es de resaltar que aun así la distribución
4. Conclusiones
BIBLIOGRAFÍA
ILUSTRACIONES
Ilustración 8.
Gompa Thaye Dorje.
Estatua del XVI Karmapa
y mural con los karmapas.
1 7 4 Juan r afae l p e r ea l u q ue y f r an c i s c o D í ez de Ve l a s c o
Ilustración 11.
Estupa de Benalmádena,
vista de la entrada.
Otros
América 2,50%
5,29% Alemania
Polonia 45,59%
21,76%
España
24,85%
35,00%
30,13%
30,00%
25,00%
20,00% 16,42%
14,38%
15,00% 11,95%
10,00% 7,39%
4,18% 4,08% 3,69% 3,30%
0,00%
25,00%
20,51%
20,00%
15,38%
5,13%
0,00%
E s t h e r M i q u e l Pe r i c á s
Abstract: This paper tries to recover the cultural meaning and the literary func-
tion of the presence in Mk 1:21-28 of two apparently unrelated elements: the
authority of Jesus’ teaching and his power to exorcize unclean spirits. Anthropo-
logical research about possession and exorcisms in pre-industrial cultures allows
us to think that the conjunction of these two elements reflects the demand that
these cultures impose to religious innovators of legitimating their proposals with
the exhibition of extraordinary spiritual powers.
Keywords: Christian origins, Gospel of Mark, exorcisms, politico-religious
innovators, Cultural Anthropology.
Introducción y planteamiento
Texto:
21
Kai. eivsporeu,ontai eivj Kafarnaou,m\ kai. euvqu.j toi/j sa,bbasin eivselqw.n
eivj th.n sunagwgh.n evdi,dasken) 22 kai. evxeplh,ssonto evpi. th/| didach/| auvtou/\ h=n
ga.r dida,skwn auvtou.j w`j evxousi,an e;cwn kai. ouvc w`j oi` grammatei/j)
23
kai. euvqu.j h=n evn th/| sunagwgh/| auvtw/n a;nqrwpoj evn pneu,mati avkaqa,rtw|
kai. avne,kraxen 24 le,gwn( Ti, h`mi/n kai. soi,( VIhsou/ Nazarhne,* h=lqej avpole,sai
h`ma/j* oi=da, se ti,j ei=( o` a[gioj tou/ qeou/) 25 kai. evpeti,mhsen auvtw/| o` VIhsou/j
le,gwn( Fimw,qhti kai. e;xelqe evx auvtou/) 26 kai. spara,xan auvto.n to. pneu/ma to.
avka,qarton kai. fwnh/san fwnh/| mega,lh| evxh/lqen evx auvtou/) 27 kai. evqambh,qhsan
a[pantej w[ste suzhtei/n pro.j e`autou.j le,gontaj( Ti, evstin tou/to* didach. kainh.
katV evxousi,an\ kai. toi/j pneu,masi toi/j avkaqa,rtoij evpita,ssei( kai. u`pakou,ousin
auvtw/|)
28
kai. evxh/lqen h` avkoh. auvtou/ euvqu.j pantacou/ eivj o[lhn th.n peri,cwron th/j
Galilai,aj)
Os negué la lluvia los tres meses anteriores a la siega, hice llover sobre
una ciudad y sobre otra no; un campo era regado mientras otro, falto
de agua, se secaba. Dos de tres ciudades se arrastraban hasta la otra para
beber agua, pero no conseguían apagar su sed; pero no habéis vuelto a
mí – oráculo de Yhwh (Am 4, 7-8).
acceso al poder (Lewis 1971: 131 ss., 175). Es claro que el judaísmo pa-
lestino del siglo i cumplía la primera condición, mientras que el pueblo
sencillo de cualquier parte del Imperio, en el que debemos incluir a Je-
sús de Nazaret y a sus seguidores de la comunidad de Marcos, cumplía
la segunda.
La razón de esa frecuencia y relevancia es que la irrupción extraor-
dinaria de lo trascendente puede favorecer la disposición social a acep-
tar cambios contrarios a las prácticas consagradas por la tradición o im-
puestas por los grupos de poder. Es más, en las sociedades tradicionales,
donde casi cualquier innovación suele provocar recelo, solo la manifes-
tación de los seres trascendentes a favor de este tipo de cambios tiene
capacidad suficiente para legitimarlos. Si tenemos en cuenta que ni los
partidarios más acérrimos de la tradición ni los grupos más poderosos
se atreven a resistir frontalmente la voluntad de los seres trascendentes,
no debe extrañarnos que sean las personas más insatisfechas con el statu
quo las más proclives a reconocer intervenciones extraordinarias de es-
tos seres trayendo novedad. Tampoco puede extrañarnos que el mayor
número de candidatos a prestar su persona para servir de mediación a
los espíritus se encuentre precisamente entre los sectores subordinados.
Así, en la sociedad mediterránea del siglo i, donde la orientación tra-
dicional propia de las culturas antiguas jugaba en contra de cualquier
cambio de tipo estructural, la mayor parte de las rebeliones protagoni-
zadas por esclavos y colectivos sometidos se consideraron inspiradas o
apoyadas por manifestaciones extraordinarias de alguna divinidad (An-
tigüedades Judías 20, 97.169-172; Guerra Judía 2, 262-263; Diodoro
Sículo XXXIV, 5.14).
La incapacidad del ser humano para controlar lo trascendente elimina
o limita la responsabilidad de aquellas personas que han sido elegidas por
seres trascendentes como mediadoras de su acción en el mundo humano.
Estas personas pueden permitirse hacer o decir cosas que desbordan o
contravienen el comportamiento adecuado correspondiente su estatus so-
cial, pues, para el grupo humano que reconoce su papel mediador, no son
ellas las responsables últimas de su decir o hacer, sino las entidades espiri-
tuales o divinas que han decidido utilizarlas (Parker 1978). Los endemo-
niados pueden agredir a sus superiores porque no son ellos los agresores
sino los demonios que los poseen. Los profetas de Israel pueden amenazar
a las élites gobernantes y condenar a la clase sacerdotal porque las pala-
bras que pronuncian no son propiamente suyas, sino de Yhwh, el dios que
les inspira. Hombres humildes como Gedeón (Jue 6), Sansón (Jue 15) o
David (1 Sm 16-17) pueden aspirar a ser jefes de su pueblo porque sus ha-
zañas extraordinarias les acreditan como instrumentos de la acción divina.
El último ejemplo refleja algunos aspectos de la situación tipo en la
que considero que debe interpretarse el exorcismo del Jesús marcano en
la sinagoga de Cafarnaum: un nazareno de baja extracción social pre-
tende enseñar cuál es la voluntad divina respecto al comportamiento
humano, y en esa enseñanza estará dispuesto a entrar en conflicto con
192 E ST H E R MIQ U E L P E RICÁS
nal, sufría desde hacía al menos cinco o seis décadas una profunda crisis
de autoridad. Ante los ojos de importantes sectores de la población, las
personas que, de hecho, detentaban el poder político —oficiales roma-
nos, sumos sacerdotes y reyes herodianos— no estaban adecuadamente
acreditadas para ejercerlo (Goodman 1987). Los oficiales romanos eran
los representantes de un poder extranjero e idólatra que constantemente
agredía la sensibilidad religiosa de los judíos (Sanders 1992: 34-43). Los
herodianos eran reyezuelos locales de estirpe idumea que gobernaban
al dictado de Roma. Las familias sacerdotales más ricas, de entre las que
Roma elegía el sumo sacerdote de turno, ni pertenecían a la estirpe sa-
doquita, heredera tradicional del cargo, ni gozaban del prestigio que en
su día conquistaran los hasmoneos en virtud de su liderazgo en la lu-
cha por la independencia política y religiosa del pueblo judío. Además,
estaban demasiado helenizadas y vivían demasiado aisladas de la gente
sencilla para que el pueblo pudiera sentirse representado por ellas. En
estas circunstancias, el papel tradicional de los escribas (grammatei/j) que
ejercían de maestros y jueces en las sinagogas locales o formaban escue-
las para el estudio devoto de las Escrituras (Collins 2002: 75) ganaba
cada vez más prestigio. Muchos de ellos pertenecían al bajo clero (sacer-
dotes corrientes y levitas), pero el número de laicos era cada vez mayor.
Entre estos últimos destacaban los fariseos, cuyos métodos exegéticos se
hicieron famosos por su rigor (Bell 2.162; Vita 191).
Los escribas de la época de Jesús eran expertos en la interpretación y
aplicación de la Ley a los asuntos de la vida cotidiana. Aunque existían
diversas escuelas de escribas, todas ellas pretendían ofrecer la interpre-
tación más exacta y auténtica de las tradiciones religiosas de Israel. De
acuerdo con la orientación tradicional del judaísmo antiguo de Palestina,
estos expertos no querían ser tenidos por innovadores, sino por repro-
ductores fieles de una herencia religiosa altamente apreciada y sólida-
mente establecida. El respeto a lo recibido, el entrenamiento erudito y
las funciones oficiales que con frecuencia desempeñaban eran normal-
mente suficientes para acreditar el valor de su enseñanza ante la gente
(Pérez Fernández 2008b: 286-289).
Por otra parte, desde hacía más de un siglo, la legitimación que el
judaísmo oficial del templo ofrecía de sí mismo no era otra que su fide-
lidad a las prescripciones cultuales recogidas en las Escrituras. Aunque
este judaísmo no negaba la posibilidad de que la divinidad irrumpiera de
forma extraordinaria en el curso de la vida cotidiana manifestándose a
través de mediadores humanos, prefería limitar este tipo de revelaciones
a la historia de sus orígenes y basar sus prácticas, tanto cultuales como
morales, en un cuerpo de prescripciones bien establecido. En consonan-
cia con estos intereses, atribuía toda su normativa a la revelación recibida
por Moisés en el Sinaí, apoyando al mismo tiempo la opinión de que,
tras la rebelión mancabea, la profecía se había extinguido en Israel.
La gente, sin embargo, debido, en gran medida, al desprestigio de
sus líderes religiosos, estaba mucho más dispuesta a aceptar la posibili-
194 E ST H E R MIQ U E L P E RICÁS
22
kai. evxeplh,ssonto evpi. th/| didach/| auvtou/\ h=n ga.r dida,skwn auvtou.j w`j
evxousi,an e;cwn kai. ouvc w`j oi` grammatei/j)
27
kai. evqambh,qhsan a[pantej w[ste suzhtei/n pro.j e`autou.j le,gontaj( Ti, evstin
tou/to* didach. kainh. katV evxousi,an\ kai. toi/j pneu,masi toi/j avkaqa,rtoij
evpita,ssei( kai. u`pakou,ousin auvtw/|)
1. No hay papiros con Mc 1, 27. La versión sin o[ti aparece en los mejores testimo-
nios: B, (siglo iv) 33. Las variantes con o[ti aparecen en el códice A (siglo v), caracte-
rizado por su propensión a armonizar los lugares paralelos; C (siglo v), (f13) 892. 1006.
(1342, 1506) M lat syp.h, y Q (siglo v) (579. 1582*, 700) (Aland 1996: 54).
Le g i t i m a c i ón d i v i na de la en s e ñ anza de Je s ú s en Ma r c o s 197
Conclusión
Bibliografía
Resumen: Este texto analiza la que ha sido una de las reivindicaciones más anti-
guas de la comunidad musulmana de la Granada contemporánea en la vida públi-
ca local: la rehabilitación y dignificación del cementerio islámico, construido al
finalizar la Guerra Civil para enterrar a los caídos de la conocida como «Guardia
Mora» del bando rebelde nacional; además, da cuenta también del devenir y de-
sarrollo en la ciudad de la propia confesión musulmana y de su heterogeneidad,
desde los últimos treinta años hasta la actualidad, inserta en un contexto de
pluralidad religiosa. El caso, a veces conflictivo, de La Rauda de Granada, inau-
gurada oficialmente en enero de 2009 en virtud de un convenio municipal y la
participación del Gobierno central, sirve también de marco para explicar y ana-
lizar los procesos de negociación y reivindicación del cumplimiento del derecho
a la libertad religiosa que protagonizan las confesiones religiosas no católicas en
el espacio público de nuestras ciudades. En él, además, se (des)encuentran dos
concepciones sobre la gestión de la diversidad religiosa: la de «monumento fu-
nerario» inserto en el perímetro de la Alhambra y el Generalife declarado Bien
de Interés Cultural; y la de «cementerio islámico» en uso y, por tanto, de lugar de
culto.
Palabras clave: Islam, Granada, cementerio islámico, asociacionismo islámi-
co, gestión pública.
Abstract: This paper analyzes one of the most ancient claims that has been made
by Moslem community in public local life of contemporary Granada: the rehabili-
tation and dignifying of the Islamic cemetery, which was built at the end of Civil
War to bury the fallen of the known as «Guardia Mora» of the rebellious national
decree; in addition, it also realizes the becoming and development of the Moslem
confession and his heterogeneity in the city, from the last thirty years up to the
current times, in a context of religious plurality. The case, sometimes troubled,
of La Rauda of Granada, that was inaugurated officially in January 2009 by a
Municipal Agreement and the participation of central Government, is also used
as a frame to explain and analyze the processes of negotiation and claim the ful-
fillment of the right to religious freedom conducted by religious not catholic
confessions in the public space of our cities. In addition, this text puts together/
confront two conceptions on religious diversity management: one, as a «funeral
monument» that is inserted in the perimeter of Alhambra and Generalife, both
declared «well of cultural interest»; and another, as an «islamic cemetery» in use
and, therefore, a place of worship.
Keywords: Islam, Granada, Islamic cemetery, Islamic associations, public
management.
Hasta finales del siglo xv, la ciudad de Granada había estado dotada de
varios espacios destinados a enterramientos, o «raudas», casi siempre a
extramuros, excepto la de la Alhambra. Hay constancia, entre otras,
de la que se enclavaba en el alto Albayzín; o el que pudo ser el ce-
menterio islámico más grande y extenso de todo Al-Andalus, el cam-
posanto de Said Ibn Malik, que se extendía desde las puertas nazaríes
de Elvira y Almezrrá (Tinajilla) hasta lo que hoy es la plaza de la Caleta
y la avenida de Murcia. Tras la definitiva expulsión de los judíos y mo-
riscos de Granada, este vasto espacio funerario islámico se rebautizaría
como Campo de la Merced, después como Campo del Triunfo y actual-
mente como Jardines del Triunfo (López López 1995: 138). Entre los
siglos xviii y mediados del xx comienzan a concebirse a extramuros las
primeras ciudades modernas en España, como es el caso de Granada; y
con ellas, surge el concepto moderno de «cementerio», marcado por la
municipalidad y con importantes consecuencias sobre la planificación y
diseño de las urbes.
Tanto la resacralización del espacio urbano de Granada acometida por
los Reyes Católicos desde su llegada, como las desacralizaciones —institu-
cionales y populares— intermitentes en sucesivas etapas de la historia lo-
cal, borrarían progresivamente las huellas de los cementerios islámicos.
Uno de los primeros y más importantes pasos en la desacralización de
los espacios públicos urbanos fue la implantación del modelo moderno
de cementerio, cuya gestión pasaba de las manos de las instituciones
religiosas católicas a las municipales. Los inicios del actual Cementerio
Municipal de Granada parten de la Real Cédula promulgada por el rey
Carlos III en 1787 que estableció el uso de cementerios ventilados fuera
de las poblaciones y que «solo trata de evitar enfermedades, epidemias y
pestilentes que se creen nacen del aire de las iglesias corrompido por los
cadáveres que se entierran en los pavimentos» y «se evite el más remoto
riesgo de filtración o comunicación de las aguas potables del vecinda-
rio», según se narra en «El Cementerio Municipal de Granada. Un mo-
numento histórico en el gran recinto de la Alhambra»1. La necesidad de
Años de negociaciones
to (por entonces era alcalde José Enrique Moratalla del psoe) y emucesa,
la empresa municipal de cementerio y servicios funerarios, para el uso
durante setenta y cinco años de una parcela, colindante con el cemente-
rio municipal, como cementerio musulmán8. Paralelamente, se constituyó
una comisión mixta para regular el seguimiento y la gestión del convenio,
labor que recayó ya entonces en Zakaría Maza y en la Comunidad Musul-
mana Española de la Mezquita del Temor Allah en Granada.
Tras la firma del convenio, el Consejo Islámico desaparecía del espec-
tro público, si bien, lo relacionado con el cementerio musulmán ya con-
taba con la cobertura de esa comisión mixta. Tras casi dos años estériles
de actividad pública, un grupo de musulmanes retomaría el control del
consejo modificando la estructura organizativa y el nombre a Consejo
de Mezquitas, liderado por Abdul Qader Husni (AbuHusni), médico de
origen palestino, imam y presidente de la mezquita de la Paz (As-Salam)
y por el antiguo portavoz del cig, Lucio (Ibrahim) López. Esta suerte de
federación local tampoco ha logrado, hasta la fecha, aglutinar los distin-
tos intereses representados en las comunidades musulmanas implantadas
en Granada9.
El fallecimiento de Umar Coca en diciembre de 2007, la desapari-
ción de facto del Consejo Islámico, junto a la salida de Maza del mismo
por una serie de desacuerdos con la organización10 y la concienzuda la-
bor de seguimiento de la comisión mixta, generaron que en la actualidad
sigan siendo Zakaría Maza y miembros de la comunidad de la mezquita
Aq-Taqwa, quienes continúen con la gestión religiosa de La Rauda.
La firma de este convenio, en el que el Ayuntamiento, entre otras
cuestiones, aceptaba respetar la tradición musulmana para los enterra-
[...] es que me dice «sí, y además dicen que está consensuado por los mu-
sulmanes». Entonces me pongo yo... me enfado. «¿A qué musulmanes?
Porque que yo sepa... aquí el único que se mueve de los musulmanes para
este tema soy yo ¡y a mí no me han dicho nada!, ¡a mí no me han pregun-
tado nada! —Pues sí, eso me han dicho. —Pues ahora mismo cojo y subo
a la Alhambra a ver». Me planto, recuerdo que cogí un taxi, me planto
en la oficina y digo «Oiga...» y me pasan con el jefe de los arquitectos; y
digo «Oiga, ustedes han hecho un proyecto y... —sí, mira —y dicen que
han rechazado... —sí, aquí está... —y ¿dice lo han consensuado con los
musulmanes?, pues dígame con qué musulmanes...» (responsable religioso
del patio islámico La Rauda, Granada, 30 de septiembre de 2009).
La tumba o sepultura tendrá dos partes: una que es la abertura más an-
cha seguida de otra más estrecha donde se deposita el cuerpo sobre su
costado derecho en dirección hacia la quibla y después se cubre con ra-
sillones de cerámica a fin de que quede una cámara de aire y la tierra no
216 Óscar s a l g ue r o Montaño
13. Esta demarcación territorial ha sido una medida que ya previamente habían im-
plementado en el cementerio musulmán de Valencia. Véase el art. 2 del convenio entre el
Excmo. Ayuntamiento de Valencia y la Comunidad Islámica de Valencia para la práctica
de enterramientos en el cementerio general, de 7 de julio de 2000: «Las unidades de ente-
rramiento estarán constituidas exclusivamente por sepulturas preferentes y se destinarán
a los ciudadanos residentes en el Municipio de Valencia que profesen la religión islámica,
a cuyo fin, con la solicitud deberán acompañar la correspondiente acreditación de la Co-
munidad Islámica de Valencia».
EL C E M E N T E RIO ISLÁMICO DE GR A N A D A 217
15. El informe jurídico (2003: 4), con respecto al sudario señala: «se emplearán cinco
piezas para el hombre: Una pieza para la parte superior del cuerpo, otra para la inferior,
otra para hacerle el turbante, y dos piezas para envolverlo completamente; y para la mu-
jer, serán siete piezas: Una para su parte superior, otra para la inferior, otra para ponerle el
pañuelo en la cabeza y con el rostro descubierto, y cuatro piezas para envolverla comple-
tamente. Y a ambos se les pondrá perfume entre las telas de sus sudarios, como almizcle,
ud, azahar, etc.».
220 Óscar s a l g ue r o Montaño
16. El salat ul Yanasa es una plegaria fúnebre que consta de la Takbirat ul Ihrám,
de apertura, allahu akbar, seguida por la recitación de Al Fátiha; una segunda takbira,
luego seguida por Salatul Ibrahimía; la tercera, seguida por una súplica por el difunto; y la
cuarta y última takbira, seguida por una súplica general o amplia. Finaliza la plegaria con
una o dos taslimas, Assalamu ‘aleikum. Se realiza de pie, sin inclinación, o ruku’, ni arro-
dillamiento, o suyud. El citado informe jurídico (2003: 4), lo explica sencillamente: «Sus
pilares constan de intención en primer lugar seguida de cuatro takbirát (Al-lahu Akbar),
y entre cada uno de ellos se invocará a Al-lah: Después del primero se dirá el Fátiha; tras
el segundo se dirá el salat al Profeta, sobre él la paz; tras el tercero se pedirá a Al-lah la
misericordia y el perdón para el difunto; y después del último se pedirá para los vivos y
se dará el salam levemente».
17. Esta posibilidad de enterramiento sin ataúd en el territorio andaluz para la po-
blación musulmana es fruto de la reforma del citado Reglamento de la Policía Sanitaria
y Mortuoria de 2001, cuyo artículo 21.4 recoge: «En aquellos casos en que, por razo-
nes de confesionalidad, así se solicite y se autorice por el Ayuntamiento, siempre que se
trate de cadáveres incluidos en el Grupo 2 del artículo 4 de este Reglamento —es decir,
personas cuya causa de defunción representa un riesgo sanitario tanto para el personal
funerario como para la población general—, podrá eximirse del uso de féretro para ente-
rramiento, aunque no para la conducción».
EL C E M E N T E RIO ISLÁMICO DE GR A N A D A 221
El último paso tras haber tapado con tierra la tumba, es rodear el con-
junto funerario con piedras y una algo mayor en la cabecera. En ocasio-
nes, esta piedra de cabecera es sustituida por una pequeña lápida con ins-
cripciones bilingües —árabe y castellano— o exclusivamente en árabe.
No obstante, no todas las tumbas responden a este esquema tradicional,
clásico18. Si bien esta es la forma que todos y cada uno de los enterra-
mientos en La Rauda de Granada adoptan desde que se normalizó su fun-
cionamiento, en los primeros años del mismo, algunas familias optaron
por construir a sus difuntos tumbas «más occidentalizadas», fusionando
algunas prescripciones islámicas (el cuerpo recostado, sin ataúd y orienta-
do hacia La Meca) con diseños funerarios más estándares, introduciendo
la figura de la lápida de mármol, incluso una cubierta de cemento, o,
en un término intermedio, rodear el montículo funerario con adoquines
de mármol, rematados con una lápida: «... esto es un producto de antes,
porque aquí venía uno y lo hacía como quería; esto era una alambrada».
Estas constituyen hoy un número reducido en La Rauda granadina, aun-
que algunas tumbas pertenecen a conocidos musulmanes, caso del ilustre
austríaco Muhammad Asad (Lemberg, 1900-Mijas, 1992), anteriormente
llamado Leopold Weiss, un periodista de origen judío, muy ligado a la
casa saudí como consejero del rey Abdelaziz Bin Saud y uno de los artí-
fices de la creación del Estado de Pakistán (Asad 2008) (Ilustración 6).
Al tratarse de una ciudad como Granada, esta diversidad no solo está
presente en los modelos de tumbas que se encuentran, sino también
entre los potenciales usuarios del recinto, tanto fallecidos como asisten-
tes (Ilustraciones 7-9). Si miramos la nacionalidad de unos y otros, se
puede afirmar que la española es la mayoritaria; seguida de un número
18. Una visita a los cementerios islámicos de Sidi Guariach en Melilla o de Sidi Em-
barek en Ceuta nos permite contrastar, por ejemplo, este estilo clásico de Granada con
el magrebí, más contemporáneo. En este otro modelo, por el contrario, se sustituyen las
rústicas piedras que rodean la tumba por un bordillo generalmente de mármol, presidido
por una lápida con el nombre del fallecido y algún recordatorio.
222 Óscar s a l g ue r o Montaño
19. Sobre el tema de las repatriaciones de cadáveres, Sol Tarrés y Óscar Salguero
(2010: 282) apuntan: «La repatriación es una práctica habitual entre muchos inmigrantes
musulmanes, siendo muy común que estos contraten con algunas compañías de seguros
pólizas destinadas específicamente a la repatriación de difuntos extranjeros. Estas com-
pañías suelen contratar personal extranjero para atender a los posibles compradores de
estos seguros. Asimismo, en la comunidad andaluza hay una empresa funeraria, sefuba,
establecida en la provincia de Cádiz y especializada en la repatriación de los musulmanes
fallecidos. No obstante, también es práctica habitual que sean las propias comunidades
religiosas las que se encarguen de buscar los fondos necesarios para la repatriación de sus
fieles, si fuera necesario. Así, por ejemplo, los miembros de la Mezquita Massalicoul Djnan
de Granada tienen una parte del fondo común, constituido con las aportaciones volun-
tarias de todos, dedicado a la repatriación de los senegaleses fallecidos en la localidad a su
país de origen, prefiriendo este sistema al enterramiento en el cementerio musulmán de la
ciudad. En la localidad almeriense de Vícar se creó, en el año 2005, la Asociación Fune-
raria de Inmigrantes de la República Islámica de Mauritania, con el objetivo de repatriar
los cuerpos de los inmigrantes mauritanos fallecidos en la provincia. Esta asociación, que
funcionaba con anterioridad a la fecha indicada, se sostiene con las aportaciones de los
socios y mantiene también actividades cultuales, dirigidas por un imam, así como de apoyo
y ayuda mutua entre el colectivo mauritano».
EL C E M E N T E RIO ISLÁMICO DE GR A N A D A 223
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EL C E M E N T E RIO ISLÁMICO DE GR A N A D A 225
ILUSTRACIONES
Ilustración 1.
Cartel de las obras
de acondicionamiento
del «cementerio musulmán
en la Dehesa
del Generalife»,
acometidas por el Instituto
del Patrimonio Histórico
Español (foto: S. Tarrés,
2008).
Ilustración 2. Obras
de acondicionamiento
del «cementerio
musulmán
en la Dehesa del
Generalife» (foto:
S. Tarrés, 2008).
Ilustración 3.
A la izquierda, la
treintena de tumbas
de los soldados
marroquíes caídos
en los frentes de
Granada durante
la Guerra Civil;
a la derecha,
las nuevas fosas
abiertas (foto:
Ó. Salguero, 2009).
226 Óscar s a l g ue r o Montaño
Ilustración 9.
Tumbas de 2002
y 2003, cercadas con
zócalos de mármol
(foto: Ó. Salguero,
2009).
Dibujo 1. Fragmento del plano Proyecto
228
de Andalucía.
La obra de Joseph Beuys
y el cristianismo esotérico de Rudolf Steiner:
Hacia una interpretación
del Concepto Ampliado del Arte
Fe r n a n d o S a u c e d o L a s t r a
Universidad Kyung Hee, Corea del Sur
La opinión crítica sobre Joseph Beuys como artista, la valoración del im-
pacto de su activa participación en la política, la sociedad y el arte euro-
peos de la segunda mitad del siglo xx son tan tumultuosas como unáni-
mes. El creador alemán es centro de todas las admiraciones y de todos los
entusiasmos: «Beuys dont on dit que c’est le plus grand peintre depuis
Dürer et le plus grand sculpteur de la deuxième moitié du xxe siècle»
(Joseph 1994: 2 s.); personificación de «nuestro concepto [...] de ‘hé-
roe’», que ha traspasado la noción de artista y se ha «convertido en una
figura moral» (Del Corral 1994: 7), modelo «de un hombre verdadera-
mente libre» (Bastian 1994: 7)1. Se habla de Beuys, incluso, como figura
mítica, legendaria, lo mismo chamán, místico (Borer 1996: 13‑32), que
profeta o catalizador de energías espirituales (Seymour 1987: 9-28).
Lejos del tumulto unánime, de la leyenda y del mito, se encuentra la
obra misma de Joseph Beuys y abordarla se presenta como una labor
particularmente compleja, necesitada de una hermenéutica que tenga en
cuenta su poder de evocar, en un solo gesto, una multiplicidad de planos y
de realidades totalmente diversas. La dificultad comienza cuando se toma
en cuenta la vastedad de su trabajo: escultura, dibujo, pintura, trabajos en
vitrina, instalaciones; pero también sus acciones (que se pueden emparen-
tar con el happening), género que él consideraba lo mismo provocación,
que implicación social y transgresión de las fronteras tradicionales del
arte (Schneede 1994: 241 s.); y tampoco se pueden olvidar sus conversa-
ciones, manifestaciones políticas, debates públicos, entrevistas, su labor
de enseñanza, sus conferencias, verdadera «installation didactique» (Bo-
rer 1996: 15), porque, como dice Mennekes: «El pensamiento de Beuys se
halla en estrecha relación con sus trabajos, no en vano él también lo consi-
deraba artístico [...] Palabra y obra se implican mutuamente» (1997: 10).
Es verdad que la producción artística de Beuys es inconfundible. Se lo
reconoce de inmediato, entre muchas otras propuestas plásticas, por la
extrema economía de sus medios, por su imagen arcaica, por su densi-
dad material en la que la grasa, el fieltro, la piedra, el cobre constituyen
verdaderos signos de identidad. Se pueden señalar en su trabajo seres,
elementos y alusiones recurrentes: la cruz, Cristo, la liebre, la música,
el ciervo, la sangre, la miel, la energía termodinámica, el calor y el frío.
1. «Y si nos preguntan por la razón de nuestra adhesión a él, diremos hoy con más
convicción que nunca, que tanto en su vida como en su obra, Joseph Beuys fue para nues-
tra generación el modelo de un hombre verdaderamente libre».
Joseph B eu y s y el c r i s t i an i s m o esotérico de Rud o l f S t e i ne r 231
Pero el arte de Joseph Beuys se presenta, ante todo, como misterio, como
enigma. Su pensamiento y su obra, la materia y los signos que la pueblan
parecen resonar como lo hacen los símbolos. ¿Qué realidad invoca, alude
y elude el quehacer de Beuys? ¿Cómo aproximarse a la que es, quizá, la
obra de arte «plus marquante du xxe siècle»? (Borer 1996: 13).
A riesgo de elegir una aproximación que sea «une frustrante vue par-
tielle» (Hergott 1996: 67)2, me ha parecido fundamental explorar lo que,
en mi opinión, es la esencia, el núcleo de su concepción artística: el cristia-
nismo esotérico, iniciático, que tiene como manifestación plástica la cruz,
y encuentra sus fuentes en la obra filosófica, esotérica de Rudolf Steiner.
Así, este trabajo quiere demostrar que el fundamento teórico de la obra
artística de Beuys, su Concepto Ampliado del Arte, es una propuesta de
iniciación crística moderna basada en la cristología de Rudolf Steiner.
En un primer momento, se partirá del comentario de la presencia de
la cruz como motivo plástico casi obsesivo en la obra de Joseph Beuys.
No será mi intención hacer un análisis estético, sino un seguimiento de
la transformación de tal motivo religioso desde las primeras soluciones
figurativas, más cercanas al arte tradicional, hasta su progresiva abstrac-
ción y disolución dentro del Concepto Ampliado del Arte.
En una segunda parte, se expondrán las coincidencias entre la idea
de Cristo de Rudolf Steiner y de Joseph Beuys, y se interpretará su Con-
cepción Ampliada del Arte como una propuesta de iniciación moderna
basada en el cristianismo esotérico de Rudolf Steiner. La argumentación
se basará en las conversaciones y entrevistas de Joseph Beuys reunidas
en Pensar Cristo, de Mennekes, y en la obra de Rudolf Steiner El Co-
mentario al Evangelio de San Juan.
Beuys quisiera afirmar que Cristo se encuentra en las cosas más simples
y cotidianas.
Más tarde, insatisfecho con estos primeros intentos, Beuys explora
la tradición románica y con ella nuevas temáticas y soluciones figurati-
vas: la resurrección, el Cristo triunfante. En esta segunda etapa, Beuys
combina lo cristiano con las fuerzas y los estadios de la naturaleza en un
intento de «superar lo confesional y lo eclesial en el cristianismo» (Men-
nekes 1997: 98). Surge, en todo caso, una distinción fundamental entre
una cruz de muerte y una de resurrección. En Cruz solar (1947-1948),
la primera escultura en bronce de Beuys, parece evidente la presencia de la
naturaleza (sol, vides, racimos de uva), pero profundamente vinculada
con la realidad de la resurrección: la cruz ha desaparecido, así como la co-
rona de espinas, el gesto de Cristo es triunfante, el cuerpo parece sacu-
dido por una energía que asciende y explosiona en un sol poderoso, a la
vez halo y cabeza. Impresiona la vitalidad de la escultura, el dinamismo
y la fuerza que se desprende de ella. Quizá desde esa perspectiva pueda
comprenderse mejor la interpretación de Mennekes, que cita a Beuys:
«[En esta representación] Cristo ha dejado de ser una mera figura histó-
rica para convertirse en una presencia cada vez mayor y continuamente
presente» (1997: 98).
Paulatinamente, Beuys se aleja de la iconografía tradicional del cru-
cifijo porque, en su intento de llegar a lo espiritual, se da cuenta de que
«no me aproximaría a lo cristiano representando a Cristo de un modo
figurativo» (Mennekes 1997: 26). Entran en juego nuevas preocupacio-
nes y nuevas búsquedas. En la obra Dos cruces arrojadizas con cronóme-
tros (1953-1961) el crucifijo tradicional es reemplazado por dos cruces
arrojadizas a las que se han implantado dos cronómetros (¿dimensión
histórica, temporal de lo crístico?). Ambas cruces están unidas a una
cruz de estaca. Tienen un carácter guerrero y «sugieren más la idea de
rituales paganos que de ritual cristiano» (Szeeman 1994: 30). Es eviden-
te la intención de Beuys de problematizar el símbolo de la cruz multipli-
cando sus referencias al vincularla con diversas tradiciones y significados
culturales.
En obras posteriores en las que predomina la imagen o la idea de la
cruz, se puede destacar una progresiva evolución hacia una abstracción
cada vez más rigurosa. En ellas, la figura de Cristo desaparece por com-
pleto y apenas se utilizan elementos constructivos (cuerdas, metales) que
podrían hacer alusión a ritos primitivos o a instrumentos de martirio de
las escenas clásicas de la crucifixión. Las representaciones parecen adel-
gazarse, retraerse, concentrarse hacia su realidad más esencial.
En una obra como Doble fondo, ilustración de una nueva etapa plásti-
ca (1954-1974), la cruz se ha fragmentado, ha perdido su forma original,
se ha «deconstruido» para potenciar una mayor riqueza de significados.
Para Szeeman (1994: 9 s.), los dos elementos de basalto son los brazos
de una cruz girados 90º y formarían parte de una cruz masiva creada
por Beuys en 1954 en su época de estudiante en la Academia de Düssel-
2 3 4 fe r nand o s au c ed o lastra
4. Esta es solo una de las exposiciones que elaboró Steiner del camino iniciático
moderno, sustentado en un cristianismo esotérico. Dos textos donde se desarrolla con
mayor profundidad el mismo tema son La Ciencia Oculta y ¿Cómo se alcanza el conoci-
miento de los mundos espirituales?.
Joseph B eu y s y el c r i s t i an i s m o esotérico de Rud o l f S t e i ne r 239
Humildad universal.
descubre que Cristo lo habita, que Cristo vive dentro de sí como imagen
y energía. Tal reconocimiento despierta en él las fuerzas de resurrección
que modifican su forma antigua, aletargada, en una forma vital. Su in-
terior se vuelve entonces fuente de imágenes, verdadera creatividad que
se expresa, necesariamente, hacia el exterior en arte, en quehacer hu-
mano renovado, espiritualizado:
Bibliografía
N é s t o r Ve r o n a C a r b a l l o
Universidad de La Laguna. Grupo relican1
Abstract: The present paper tries to recount a lived and shared experience, and
to analyse the interpersonal relationships established around the preparation of
an Indian-Canarian meeting, with a Hindu complex rite and a Ratha Yatra pro-
cession as a pretext. Arona, one of the most important touristic centers in the
south of Tenerife (Canary Islands), became for a few days in 2010 a meeting
point, and even a pilgrimage place, for hundred of followers of Hinduism and
about ten Hindu priests, several members of Hindostanic associations, and other
diverse religious groups and local political leaders, all them around a vaisnava
Hindu festival to honour Krishna.
Keywords: Hinduism, International Society for Krishna Consciousness, rite,
religious festival, Canary Islands, religious diversity.
cional, con una variante que apuntara ya la profesora Peggy Levitt: que
estos, a diferencia de aquellos, no necesitaron pasaporte (Levitt 2007).
3. La inversión inmobiliaria, por ejemplo, sería otra de estas estrategias para tener
en cuenta.
RIT U A L Y D IV E RSI D A D EN EL H I N D U ISMO EN C A N A RI A S 253
Conclusiones
Quiso la casualidad, pues creo que nadie podía preverlo, que el festi-
val del Ratha Yatra coincidiera con dos importantes eventos: por una
parte, la visita de un maestro espiritual indio, Avdhoot Baba Shivanand
Ji, de gira por Canarias, del grupo Shiv Yog (literalmente «unión con el
258 Néstor v e r o na C A R B A LLO
infinito»), que ese mismo día había programado una clase práctica en el
templo de icc; pero también la final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica
entre España y Holanda, para lo que el Ayuntamiento de Arona instaló
una pantalla gigante en la explanada donde se celebraba el Ratha Yatra.
Lo primero, causó que se mermara considerablemente la participación
de la comunidad india del sur, que mayoritariamente prefirió asistir a las
enseñanzas de un reputado maestro espiritual hinduista que mueve a mi-
les de seguidores en las Islas; el segundo hecho aportó nuevos ángulos
de observación para el análisis, y generó un ambiente de «españolidad»
durante la festividad hinduista que fue percibido con cierto extrañamien-
to por el observador.
Ya desde el comienzo de la procesión se fueron «calentando motores»,
incluyendo la inclusión de varias banderas españolas en la decoración
del carro, que había sido confeccionado, además, con telas de color rojo y
amarillo por el mismo motivo (adaptarlo a los colores de la bandera del
país anfitrión de la ceremonia). Los asistentes a la marcha, por su parte,
lucían insignias españolas, banderas pintadas en sus rostros y camisetas
de la selección de fútbol española, creando un extraño paisaje que se veía
reforzado por la presencia del grupo folclórico, que, reproduciendo el
concepto de la romería típica canaria, reelaboraba esta fiesta campesina
para convertirla en un encuentro pretendidamente intercultural (Ilustra-
ciones 16 y 17).
Pero, a nuestro entender, el ejemplo de interculturalidad más claro
había sido el propio desarrollo de preparación del evento, involucrando
a diferentes actores, midiendo con detalle los espacios de cada uno y
reafirmando los roles de cada cual: el devoto vaisnava desvinculado de
iskcon; la fundación con carácter laico promotora de la cultura védica
(Fundación Dharma); el concejal de Cultura y su interés por la visión
folclorista de la interculturalidad; el indio de origen, presidente del icc,
con nacionalidad española que se considera «más canario que el gofio»,
o el grupo de devotos de Fuerteventura vinculados a vrinda en busca
de una figura carismática en torno a la que aglutinar sus inquietudes es-
pirituales.
En el escenario, tras las actuaciones devocionales de músicos como
Vaiyasakhi Prabhu, converso hinduista Hare Krishna, o la india Bhakti-
devi Dasi, acompañada por su marido español converso Hare Krishna,
su hijo mayor mestizo y su suegra andaluza (que acompañó el bhajan al
armonio con su pareja de castañuelas), actuaron los grupos de la Escue-
la de Folklore del Patronato de Cultura de Arona, y el público asistente
a la procesión, y hasta los dioses mismos, pudieron disfrutar de la tre-
pidante final de un Mundial de Fútbol en la que España, por primera
vez en su historia, se proclamaría Campeona del Mundo. Todos juntos,
indios, españoles, dioses y turistas, por fin tenían algo en común, aparte
del mayor o menor grado de implicación en el acto religioso concluido
minutos antes: una pantalla en la que ver todos unidos un partido de
fútbol. ¿Intercederían los dioses? (Ilustraciones 18, 19 y 20).
RIT U A L Y D IV E RSI D A D EN EL H I N D U ISMO EN C A N A RI A S 259
Bibliografía
ILUSTRACIONES
Ilustración 1. Krishna-Jagganatha.
Ilustración 2. Procesión
del Ratha Yatra por la «milla
de oro» de Playa de las Américas,
Arona, Tenerife,
11 de julio de 2010.
Ilustración 11. Baño de las murtis Ilustración 12. Krishna Kripa Dasa
a través de un espejo. realizando la ceremonia con fuego.
RIT U A L Y D IV E RSI D A D EN EL H I N D U ISMO EN C A N A RI A S 263
Ilustración 18.
Carro dispuesto
para que las divinidades
puedan ver el partido
de fútbol en la pantalla
gigante instalada por el
Ayuntamiento de Arona.
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