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COLECCION VIDA ABUNDANTE

LA BIBLIA
AMPLIFICADA

SAMUEL
OTROS LIBROS DISPONIBLES DE LA SERIE

Exodo Jon L. Dybdahl


Dios crea un pueblo

Mateo George R. Knight


El evangelio del reino

Timoteo y Tito Charles E. Bradford


Consejos a pastores jóvenes para iglesias en conflicto

Santiago Pedrito U. Maynard-Reid


Religión verdadera en el sufrimiento

Juan Jon Paulsen


Jesús da vida a una nueva generación
ALDEN THOMPSON

COLECCIONVIDAABUNDANTE
LA BIBLIA
AMPLIFICADA

Del Peligro del Caos


a
al Peligro del Poder

GEORGE R. KNIGHT
Dirección editorial en inglés

ASOCIACIÓN CASA EDITORA SUDAMERICANA


Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste
Buenos Aires, Argentina °ici
Título del original en inglés: Samuel , Pacific Press Publishing Association, Boise,
ID, E.U.A., 1995.

Dirección editorial en inglés: George R. Knight


Dirección editorial en castellano: Hugo A. Cotro y Aldo D. Orrego
Traductora: Adriana Itin de Femopase
Diagramador: Eval Sosa
Tapa: Hugo O. Primucci

IMPRESO EN L A ARGENTINA
Printed in Argentina

Primera edición
MMII - 2,5M

Es propiedad. © Pacific Press Publishing Association (1995).


© Asociación Casa Editora Sudamericana (2002).

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

ISBN 950-573-853-6

222.4 Thompson, Alden


THO Samuel -1 a. ed. - Florida (Buenos Aires): Asociación
Casa Editora Sudamericana, 2002.
327 p.; 23x15 cm.
ISBN 950-573-853-6

I. Título -1. Libros históricos del Antiguo Testamento -


2. Samuel

Impreso, mediante el sistema offset, en talleres propios.


0402

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación


(texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y
transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u
otros medios, sin permiso previo del editor.

— 36452—
IN D IC E

Prefacio General ........................................................................... 9


Prefacio del A utor............................................................................ 11
Cómo Utilizar Este Libro .............................................................. 13
Introducción a los Libros de 1 y 2 Sam uel.............................. 17
Lista de Obras C itadas................................................................. 29

Parte I: Samuel — Sin Rey y Rara Vez una Palabra de


Jehová (1 Sam. 1-7)
1. Un Hombre Santo Crece en una Epoca Impía
(1 Sam. 1-3) .......................................................................... 35
2. El Arca: Un Talismán Sin Valor, un Terror Santo
(1 Sam. 4-7) .......................................................................... 57

Parte II: Samuel y Saúl —Jehová Da, Jehová Quita


(1 Sam. 8-15)
3. Un Pedido Impío, Grandes Esperanzas
(1 Sam. 8-12) .................................................................... 81
4. Al Señor le Pesa Haber Hecho Rey a Saúl
(1 Sam. 13-15) .................................................................. 109

Parte III: Saúl y David — ¿Quién Es el Ungido de Jehová?


(1 Sam. 16-31; 2 Sam. 1)
5. De Siervo Fiel a Enemigo Perseguido—Parte 1
(1 Sam. 16:1-18:9)............................................................ 135
6. De Siervo Fiel a Enemigo Perseguido—Parte 2
^ (1 Sam. 18-23) .................................................................. 157
7. Cuando Ambos Hombres Conocen el Resultado Final
(1 Sam. 24-2 Sam. 1) ....................................................... 177

» Parte IV: David — Hasta la Cima y el Descenso


(2 Sam. 2-12)
8. Haciéndose Cargo de Israel (2 Sam. 2-6) ................... 207
5
9. Del Cielo al Infierno (2 Sam. 7 -12 )............................. 231

Parte V: David — Rey Herido en Declinación


(2 Sam. 13-24)
10. Violación y Venganza, Revolución y Regreso—Parte 1
(2 Sam. 13-17) ................................. ................................. 261
11. Violación y Venganza, Revolución y Regreso—Parte 2
(2 Sam. 18-20) ............................... ____ 1...................... 287
12. Cayendo en las llan o s de un Dios Misericordioso
(2 Sam. 21-24) ........................... ...................................... 311
D E D IC A T O R IA

A Karin, Krista y Steve


PREFACIO GENERAL

La Colección Vida Abundante tiene como meta ayudar a los lecto­


res a comprender mejor la Biblia. Antes que ofrecer meramente
comentarios acerca de la Biblia, cada tomo busca capacitar a las
personas para que estudien sus Biblias con una mayor compren­
sión.
Para lograr esta meta se han seleccionado a eruditos para escribir
cada libro, que además son comunicadores eficaces. La idea básica
que está detrás de esta combinación es que la erudición y la habili­
dad para comunicar a un nivel popular son habilidades compati­
bles.
Aunque la serie está escrita teniendo en mente las necesidades y
las capacidades de los laicos, también será de ayuda para los pasto­
res y los profesores. Más allá de los lectores individuales, la serie
será de utilidad para grupos de estudio en la iglesia y como guía
para enriquecer la participación en la reunión de oración semanal.
En lugar de centrarse en los detalles de cada versículo, esta co­
lección busca dar a los lectores una comprensión de los temas y las
pautas de cada libro bíblico en forma global y de cómo se adapta
cada pasaje a ese contexto. La serie no busca solucionar todos los
problemas o responder todas las preguntas que puedan estar rela­
cionadas con un texto en particular. En la serie se han utilizado
tanto metodologías inductivas como explicativas.
Cada tomo de la colección presenta las ideas que el autor tiene
del libro bíblico en cuestión. Por lo tanto, no representa necesa­
riamente la postura “oficial” de la Iglesia Adventista del Séptimo
Día.
La serie utiliza la versión Reina-Valera 1960 como texto básico.
Cada lector debería leer la sección “Cómo Utilizar este Libro”para obte-
9
10 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

n er el mayor beneficio posible de los tomos de la Colección Vida Abun­


dante.
El Dr. Alden Thompson, profesor de Estudios Bíblicos en el
Colegio Walla Walla, tiene un doctorado otorgado por la Universi­
dad de Edimburgo, en Escocia. Además de su trabajo en el Walla
Walla, donde también ha servido como vicepresidente para la ad­
ministración académica, Thompson ha trabajado como pastor en
California y como profesor de intercambio en el Seminario Ma-
rienhohe de Alemania. Sus libros previos ya publicados incluyen
Responsability fo r Evil in the Theodicy o f IV Ezra [Responsabilidad
por el mal en la teodicea de Esdras IV], Wl:o’s Afraid o f the Oíd Tes-
tam ent God? [¿Quién le teme al Dios del Antiguo Testamento] e
Inspiration: Hard Questions, Honest A nrcers [Inspiración: Preguntas
difíciles, respuestas honestas].

George R. Knight
Berrien Springs, Michigan
PREFACIO DEL AUTOR

Cuando consentí en escribir acerca de 1 y 2 Samuel para la serie


La Biblia Amplificada, no podía predecir que mi reacción ante la
obra completada sería captada tan bien por las breves palabras de
Eclesiastés 5:2: “Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto,
sean pocas tus palabras”.
El propósito de la serie La Biblia Amplificada me ha obligado a
concebir 1 y 2 Samuel no sólo como una colección de historias, si­
no como un mensaje de Dios a su pueblo en crisis. Jerusalén y su
templo estaban en ruinas; el rey estaba en el exilio. “Permítanme
contarles como sucedió y por qué”, dice el autor de estos libros.
De esta manera he aprendido mucho acerca del pecado, el casti­
go y la venganza; acerca de la esperanza y la desesperación; acerca
de los peligros del caos y los peligros del poder; y acerca del inten­
so deseo humano de salvación. Las Crónicas cubren el mismo te­
rreno que Samuel, pero a un paso mucho más animado. Que el
cronista no mencione ni una vez el gran pecado de David contra
Urías, Betsabé y Dios es una clave en cuanto al objetivo tan dife­
rente que tenían los dos escritores inspirados.
Como resultado de mi trabajo con 1 y 2 Samuel he revisado va­
rias de mis convicciones pasadas. Pero la revisión que aparece más
claramente es la intensificación de una vieja convicción, a saber,
que en comparación con los modelos del Antiguo Testamento, la
revelación de Dios por medio de Jesucristo representa un salto

11
12 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

cuántico hacia su reino ideal. Jesús fue, y es, el hijo de David, pero
David, su antepasado, apenas lo vislumbró desde lejos. Sorpren­
dentemente, una perspectiva tal ha acrecentado mi apreciación de
ambos Testamentos. De alguna manera sospecho qué es lo que
Dios tenía en mente todo el tiempo.
Mi oración es que el lector esté abierto al mensaje de estos libros
que ha tocado mi vida. Con un cierto temor reverente, me siento
atraído por las palabras de David en el último capítulo de 2 Sa­
muel: “Caigamos ahora en mano de Jehová, porque sus misericor­
dias son muchas, mas no caiga yo en manos de hombres” (2 Sam.
24:14).

Alden Thompson
College Place, Washington
COM ENCEM OS

Cómo Utilizar Este Libro

La Colección Vida Abundante de profundización bíblica trata cada


una de las principales porciones de los libros de la Biblia en cinco
secciones principales.
La primera sección se llama Introduzcámonos en la Palabra.
El propósito de esta sección es animar a los lectores a estudiar sus
propias Biblias. Por esa razón, no se ha impreso el texto de la Biblia
en los libros de esta serie.
Obtendrá mayor beneficio de su estudio si resuelve los ejerci­
cios de cada una de las secciones Introduzcámonos en la Pala­
bra. Esto no sólo le ayudará a aprender más de la Biblia sino que
también aumentará su destreza en el uso de las herramientas bíbli­
cas, y en hacerse y responder preguntas significativas acerca de la
Biblia.
Será de ayuda que usted escriba las respuestas y las guarde en
un cuaderno o en una carpeta de su archivo ordenadas por libro
bíblico. Su comprensión aumentará si escribe sus pensamientos. El
beneficio derivado de un estudio tal, por supuesto, será proporcio­
nal a la cantidad de esfuerzo invertido en él.
Las secciones Introduzcámonos en la Palabra presuponen
que el lector tiene una cantidad mínima de herramientas a disposi­
ción. Entre éstas se cuentan una concordancia y una Biblia con
mapas y referencias marginales. Si usted no tiene una Biblia ver­
sión Reina-Valera, revisión de 1960, le recomendamos que consiga
13
14 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

una para utilizarla en esta serie, puesto que todos sus autores usan
esta versión como texto base.
Las secciones Introduzcámonos en la Palabra también supo­
nen que el lector tiene un diccionario bíblico. El Diccionario bíblico
adventista será de mucha utilidad, pero los interesados en profundi­
zar más pueden desear adquirir la International Standard Bible Ency-
clopedia (edición 1974-1988) en cuatro tomos, o el Anchor Bible
Dictionary en seis tomos.
La segunda sección en el tratamiento de los pasajes bíblicos ha
sido denominada Exploremos la Palabra. El propósito de esta
sección es comentar los principales temas de cada libro bíblico.
Por ello, los comentarios tratarán por lo general con porciones
bastante grandes de las Escrituras (a menudo un capítulo completo)
en lugar de proveer un acercamiento versículo por versículo, co­
mo se encuentra en el Comentario bíblico adventista. En efecto, mu­
chos versículos y quizá pasajes enteros de algunos libros de la Bibha
pueden ser tratados mínimamente o ser pasados completamente
por alto.
Otra cosa que deberíamos notar es que el propósito de las sec­
ciones Exploremos la Palabra no es responder todos los proble­
mas o contestar todas las preguntas que puedan surgir en cada pa­
saje. Más bien, como dijimos anteriormente, las secciones Explo­
remos la Palabra van a desarrollar los principales temas de los es­
critores bíblicos. En el proceso, el autor de cada tomo aportará lo
mejor de la erudición moderna a la discusión y enriquecerá así la
comprensión del lector del pasaje bíblico en cuestión. Las seccio­
nes Exploremos la Palabra también proveerán y desarrollarán
ideas acerca de muchas de las cuestiones presentadas primeramen­
te en los ejercicios de la sección Introduzcámonos en la Palabra.
La tercera sección en el tratamiento de los pasajes bíblicos es
Apliquemos la Palabra. Esta sección tiene como objetivo aplicar
las lecciones de cada texto a la vida cotidiana. Una vez más, usted
debería escribir las respuestas a estas preguntas y guardarlas en un
cuaderno o carpeta correspondiente al libro de la Biblia que está
estudiando.
La cuarta sección, Investiguemos la Palabra, está destinada a
■ CÓMO UTILIZAR ESTE LIBRO 15

aquellos estudiantes que quieran cavar más profundamente en el


pasaje bíblico bajo estudio o en la historia detrás de él. Reconoce­
mos que no todos tendrán las herramientas de investigación re­
queridas para esta sección. Quienes piensan utilizar las secciones
de investigación deberían tener una concordancia bíblica exhausti­
va, el Comentario bíblico adventista, un buen diccionario bíblico y un
atlas bíblico. También será útil tener varias versiones de la Biblia.
El componente final de cada capítulo de estos libros de la serie
será una lista de recomendaciones para el Estudio Adicional de
la Palabra. Aunque la mayoría de los lectores no tendrán todas es­
tas obras, se pueden encontrar muchas de ellas en bibliotecas lo­
cales. Otras se pueden adquirir por intermedio del secretario de
Publicaciones de cada iglesia. Se presume que muchos de los que
utilicen esta serie ya poseen el Comentario bíblico adventista en siete
tomos y el Diccionario bíblico adventista en un tomo.
Finalizando, deberíamos notar que aunque el lector puede
aprender mucho acerca de la Biblia leyendo los libros de esta serie,
se beneficiará infinitamente más si estudia la Biblia paralelamente
a su lectura de la serie.
.....
IN T R O D U C C IÓ N

Los Libros de 1 y 2 Samuel


Una de las mejores maneras de comenzar a estudiar un libro de
la Biblia es leerlo de corrido desde el comienzo hasta el final, con
oración y reflexión, buscando captar la idea completa del libro. En
el caso de 1 y 2 Samuel, los dos libros están tan íntimamente arti­
culados el uno con el otro que debieran ser tomados como una
unidad. Las siguientes sugerencias le ayudarán a centrar su pensa­
mientos mientras los lee.
1. Lectura rápida. Lea 1 y 2 Samuel rápidamente (de una sola
vez, si puede), haciendo una lista de su contenido por capítulo.
Haga sus enunciados cortos y funcionales, de manera que le ayu­
den a identificar cada capítulo y sus contenidos de una sola mirada.
Una versión moderna con divisiones por párrafos puede serle útil.
No es crucial la versión que use (en realidad puede tener varias
versiones diferentes a mano con el propósito de hacer comparacio­
nes). Pero dado que la serie La Biblia Amplificada está basada en la
versión Reina-Valera 1960, encontrará útil tener una copia de esta
versión mientras estudia.
2. Temas claves. Vuelva ahora y lea los dos libros nuevamente,
tomando breves notas de los siguientes puntos mientras lee:
Monarquía: ¿C óm o se sienten los actores principales (Samuel,
17
18 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Saúl, David, el pueblo, Dios) con la idea de tener un rey en Israel?


Es como un paseo en montaña rusa. Pero note los pro y los contra.
La voluntad de Dios y la libertad humana: Aunque el Señor es el
Dueño del universo, ha concedido a los seres humanos la libertad
de rebelarse y la libertad para obedecer. ¿Cómo afecta el señorío
del Dios del universo la libertad humana? ¿La limita? ¿La acre­
cienta? ¿O ambas? Note los incidentes claves; los puntos altos y
los puntos bajos; los ejemplos de armonía notable o de agitado de­
sacuerdo.
Costumbres o pasajes problemáticos: Identifique brevemente aconte­
cimientos, frases o puntos en el relato que encuentra desconcer­
tantes o perturbadores.
Bendiciones especiales: Enumere las historias, los incidentes o los
versículos que conmueven su alma de manera útil y animadora.
3. Patrones. Vuelva ahora a sus apuntes, y busque patrones,
tanto en el texto de la Escritura como en su propio pensamiento.
¿Puede construir un bosquejo de los libros basado en los puntos
más importantes de transición o cambio de énfasis?

Más que Sólo Buenos Relatos


Los libros de 1 y 2 Samuel están llenos de buenos relatos acerca
de personajes bíblicos bien conocidos: el fiel Samuel, el trágico
Saúl, el apasionado David. Pero estamos tratando con mucho más
que una colección de buenos relatos acerca de personajes bíblicos
dominantes. Estos libros forman parte del drama más abarcante
del compromiso activo y persistente de Dios con su pueblo re­
nuente mientras lo guía hacia su reino.
¿Dijo reino? ¿El reino de quién? Esa es una buena pregunta. En
verdad, es la pregunta que los mismos libros nos plantean: ¿Quiere
Dios un reino terrenal con un rey humano? Si es así, entonces,
¿quién será el rey? ¿Quién es el que decide?
Una lectura cuidadosa de 1 y 2 Samuel puede acrecentar su
comprensión de los libros. Aunque muchos de sus relatos nos re­
sulten familiares, la forma en que los considera y las preguntas que
usted formule determinarán el tipo de bendición y la calidad de la
■ INTRODUCCIÓN 19

comprensión que vienen como resultado del estudio.


También es crucial el espíritu con el cual se acerca a la Palabra
de Dios. Orar antes de comenzar y mantener una actitud de ora­
ción mientras estudia le permitirán oir la Palabra de Dios en estos
libros, que de otra manera exhalan pasión humana y acciones vio­
lentas. Y no hablo de oración en reemplazo del pensamiento, sino
que la oración le ayudará a pensar más claramente mientras busca
ser fiel a Dios y a su Palabra. Como resultado, obtendrá ricos teso­
ros mientras explora el mundo de Samuel, Saúl y David.

El Lugar de 1 y 2 Samuel en la Biblia


Los libros de 1 y 2 Samuel no dicen nada acerca del autor o los
autores de los libros. Pero eso no afecta el lugar que ocupan como
Palabra de Dios o como parte de la Biblia hebrea y de la nuestra.
Nuestra Biblia castellana sigue al Antiguo Testamento griego
(llamado Septuaginta, y conocido también por la abreviatura
LXX) al ubicar 1 y 2 Samuel con los otros libros históricos del An­
tiguo Testamento. En verdad, la Septuaginta coloca 1 y 2 Samuel
junto con 1 y 2 Reyes bajo un título común a ambos: 1, 2, 3 y 4
Reinos. Esa es, también, una descripción precisa, porque los cuatro
libros nos cuentan todo acerca de la monarquía, desde su funda­
ción llevada a cabo por Samuel hasta su trágico fin con la destruc­
ción de Jerusalén en el 586 a.C.
La Biblia hebrea, sin embargo, ofrece un punto de vista diferen­
te. En primer lugar, Samuel y Reyes eran sólo dos libros en lugar
de cuatro hasta los siglo XV y XVI de la Era Cristiana. En ese mo­
mento, aparentemente bajo la influencia de las Biblias griegas y la­
tinas, las Biblias hebreas también comenzaron a dividir los libros
en 1 y 2 Samuel y 1 y 2 Reyes.
Aún más interesante todavía, sin embargo, es saber que la Biblia
hebrea le da el rótulo de “profecía” a lo que nosotros generalmen­
te llamamos historia. Por lo tanto, 1 y 2 Samuel juntos forman uno
de los cuatro “primeros profetas”: Josué, Jueces, Samuel y Reyes.
Para nuestra forma de pensar, los cuatro “profetas posteriores”
—Isaías, Jeremías, Ezequiel y “los doce” (los profetas menores
20 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

considerados como un solo libro)— tienen más méritos para ser


clasificados como proféticos. Pero aquí tenemos algo que apren­
der respecto a la mente hebrea, porque la historia del pueblo de
Dios no son sólo datos, números, nombres y acontecimientos. Es
un poderoso mensajero de la visión profética. Dios está presente y
activo en la historia de su pueblo. Y la narración de esa historia es
también la historia de Dios, no sólo la historia de Israel.
Es por ello que estamos justificados al examinar las historias de
Samuel, Saúl y David en busca del mensaje de Dios para su pueblo
de entonces y para su pueblo actual. Vislumbraremos la visión
profética, oiremos el juicio crítico profético. Y eso se hace mucho
más interesante cuando reconocemos que estos “primeros profe­
tas” probablemente no fueron escritos en la forma en que los tene­
mos ahora, después que el experimento de la monarquía se había
consumido en las llamas que devoraron a Jerusalén.
Sin embargo, decir que 1 y 2 Samuel en realidad no fueron “es­
critos” hasta después de la destrucción de Jerusalén en el 586 a.C.,
no quiere decir que los contenidos básicos de los libros aparecieron
en forma escrita por primera vez en ese tiempo. Aunque la Escritu­
ra no nos dice mucho acerca de cómo produjeron sus fibras los es­
critores bíblicos, deberíamos notar aunque sea lo poco que nos di­
cen. En el momento del ungimiento de Saúl, por ejemplo, Samuel
escribió “las leyes del reino” en un rollo y las guardó “delante de
Jehová” (1 Sam. 10:25). Y se dice que el lamento de Datad por la
muerte de Saúl fue registrado en el libro de Jaser (2 Sam. 1:18).
Aunque ninguna de estas dos fuentes ha sobrevivido hasta nuestros
días, estas referencias incidentales sugieren que el autor sin nombre
de 1 y 2 Samuel no confió sólo en la memoria o en visiones. Fue a
la biblioteca y a los archivos oficiales e hizo sus deberes.
De Reyes y Crónicas tenemos alguna idea de lo que pudo ha­
ber estado disponible. En 1 Reyes 11:41 se mencionan los “he­
chos” de Salomón; en 1 Crónicas 29:29 se hacen notar las “cróni­
cas” de Samuel, Natán y Gad; en 2 Crónicas 9:29 se mencionan
nuevamente los “libros” de Natán, junto con la “profecía” de
Ahías silonita y la “profecía” del vidente Iddo.
Lo que esto significa, entonces, es que el oír atentamente nos
■ INTRODUCCIÓN 21

capacitará para oír los ecos de dos historias: la “original”, registrada


por Samuel y David o sus contemporáneos, y la historia “termina­
da”, que revela de manera más sutil las preocupaciones de los pro­
fetas mientras observaban las ruinas de Jerusalén.

1 y 2 Samuel Como un Comentario de la Tragedia de la


Monarquía
El relato que va desde Josué hasta el final de Reyes parece ser
una ilustración deliberada, y vivida, del sistema de castigos y re­
compensas presentado tan claramente en las bendiciones y maldi­
ciones de Deuteronomio 28. Moisés le había dicho al pueblo que si
ellos y sus hijos obedecían a Dios, recibirían grandes bendiciones.
Sin embargo, si elegían rebelarse, la maldición de Jehová sería su
suerte. En el triste registro de desastres y rebeliones que marcan
la historia de Israel desde su comienzo hasta su fin, uno casi puede
ver la mancha de las lágrimas proféticas a medida que se desen­
vuelve la tragedia, la historia del pueblo de Dios y de sus reyes
deslizándose juntos hacia el desastre nacional. Las maldiciones de
Deuteronomio cayeron sobre Israel porque el pueblo y sus reyes
se rebelaron contra Dios y desobedecieron sus mandamientos.
Aunque el patrón de castigos y recompensas puede no ser tan
obvio en los libros de Samuel como lo es en los libros de Josué,
Jueces o 1 y 2 Reyes, los pecados de reyes y profetas por igual son
descritos con notable candor, con verrugas y todo, contrastando
vivamente con los relatos resplandecientes de David y Salomón en
1 y 2 Crónicas.
¿Por qué la diferencia? ¿Tienen los escritores bíblicos el derecho
a plasmar sus historias positiva o negativamente a través del uso
selectivo de fuentes? Claro que sí, y es más que un derecho. Bajo la
dirección del Espíritu Santo, es una responsabilidad. Un ejemplo
tomado del clásico devocional de Elena de White, El camino a
Cristo, ilustrará este punto. En el primer capítulo, “Amor supre­
mo”, ella cita Exodo 34:6 y 7 para confirmar el carácter amante de
Dios: “Jehová, Jehová, Dios compasivo y clemente, lento en iras y
grande en misericordia y en fidelidad; que usa de misericordia has­
22 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

ta la milésima generación; que perdona la iniquidad, la transgre­


sión y el pecado”. Y allí se detiene, eligiendo no citar la sombría
conclusión: “que de ningún modo tendrá por inocente al malvado;
que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos...” (White, El
camino a Cristo, p. 8). ¿Por qué omite esas palabras fuertes? Porque
este es un mensaje de ánimo. Las palabras fuertes son para ocasio­
nes que requieren un reproche.
Haciendo un paralelismo con el Antiguo Testamento, Crónicas
es la palabra de “aliento”, una última palabra de esperanza al final
de la Biblia hebrea, dada en un tiempo en que el pueblo de Dios
casi se había dado por vencido. Los libros de Samuel y Reyes, por
contraste, presentan la palabra profética de reprensión, con la in­
tención de sacudir a Israel para que despierte a las consecuencias de
su pecado. El reproche puede no siempre ser explícito en el relato.
Pero la forma en que está narrada la historia trasmite su propia re­
prensión, y mucho más poderosamente porque Cene en forma de
relato.
Reconociendo entonces que el escritor inspirado está dando
forma a una historia específica con un propósito específico, damos
una mirada más directa a los elementos estructurales claves y a los
temas más importantes de 1 y 2 Samuel.

La Estructura de los Libros


La estructura de 1 y 2 Samuel gira en torno a Samuel, Saúl y
David, los tres personajes que dominan la historia:
1. 1 Sam. 1-7: Samuel, profeta y juez.
2. 1 Sam. 8-15: Samuel, amigo y enemigo de Saúl.
3. 1 Sam. 16-31: David y Saúl en conflicto.
4. 2 Sam. 1-12: David en su ascenso hasta su caída.
5. 2 Sam. 13-24: David en su declinación tras su pecado.

La tragedia está grabada de varias maneras en las vidas de cada


uno de los personajes claves. Pero Dios todavía está presente para
guiar, reprender y animar. En su relación mutua, con el pueblo y
con Dios, estos personajes dominantes revelan los asuntos funda­
■ INTRODUCCIÓN 23

mentales y los temas de los dos libros.

Temas y Asuntos
Sobresalen cuatro temas o asuntos en 1 y 2 Samuel. Pero uno
sobrepasa todos los demás: la monarquía. Los otros tres temas (la
obediencia, la providencia y la soberanía divina), según se comen­
tan a continuación, simplemente interpretan las respuestas humana
y divina a la pregunta de quién será amo y señor de Israel.
1. Monarquía: Del Peligro del Caos al Peligro del Poder.
Superficialmente, la historia de 1 y 2 Samuel puede parecer como
la condescendencia de Dios hacia el pedido rebelde del pueblo de
un rey. Aunque Saúl, el primer rey, fracasa, David, el segundo, tie­
ne éxito, y todos viven felices para siempre...
Bueno, no para siempre. Y una lectura cuidadosa muestra un
cuadro mucho más complejo. La monarquía, ¿era una buena idea o
no? Los votos negativos más fuertes provienen de los amargos dis­
cursos de Samuel en contra de la monarquía en 1 Samuel 8 y 12, y
el enfático comentario de Dios: “No te han desechado a ti, sino a
mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Sam. 8:7).
Pero hay algunas otras voces más positivas. Así como Samuel y
el Señor estuvieron de acuerdo en tolerar la monarquía, los cris­
tianos también han aceptado la idea, reivindicando a Jesús como
parte de la línea real davídica. El mismo Antiguo Testamento pro­
vee el precedente, porque Deuteronomio 17:14-20 da por sentado
que la monarquía sería un desenvolvimiento natural y divinamente
aprobado: “Ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu
Dios escogiere” (vers. 15).
Pero quizás el argumento más llamativo en favor de la monar­
quía proviene de lo que precede inmediatamente a 1 y 2 Samuel
(en la Biblia hebrea): los dos incidentes caóticos al final del libro
de Jueces. Jueces 17 y 18 describen cómo la tribu de Dan tomó
una imagen de fundición y construyó un santuario para ella en su
nuevo hogar del norte. Incluso tuvieron la audacia de nombrar co­
mo sacerdote a un nieto de Moisés (Juec. 18:30). Enseguida, des­
pués de ese chocante relato, aparece la historia de la concubina
24 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

descuartizada, que concluye con esta frase memorable: “En estos


días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía”
(Juec. 21:25).
Esas son las últimas palabras de Jueces, las que preceden inme­
diatamente a Samuel en la Biblia hebrea, y es muy probable que
pertenezcan a alguien que había vislumbrado los beneficios de un
gobierno central firme bajo el liderazgo de un buen rey.
En su comienzo, Samuel continúa con el relato de infortunio,
revelando que no sólo la vida política y c id de Israel estaba en
ruinas, sino también su religión. La primera “escena” de Samuel
muestra a Elcana, a Ana y a Samuel intentando desesperadamente
oír la voz de Jehová en Silo, aún mientras los malvados hijos de Eli
roban los sacrificios de los santos y vejan a las mujeres que vienen a
adorar. Los mismos culpables impíos arrastran el arca a la batalla.
Los filisteos derrotan a Israel y se llevan el arca a casa como trofeo
de guerra.
¿Cuál es la culminación de todo esto? Israel necesita desespera­
damente un buen rey para que ponga las cosas nuevamente en su
lugar. La tendencia oculta se pierde en la airada retórica de Sa­
muel en contra de la monarquía. Pero es parte del relato.
Al mismo tiempo, sin embargo, 1 y 2 Samuel proceden a ilustrar
la terrible verdad de la advertencia de Samuel en cuanto a los resul­
tados de la monarquía. Una vez más esos resultados parecen estar
silenciados en los primeros años de David. Pero comenzando con
la doble falta del adulterio y el asesinato cometidos por David (de 2
Samuel 11 en adelante), el lado oscuro de la monarquía se vuelve
más conspicuo. La última escena de 2 Samuel describe a un David
demasiado confiado en sí mismo censando a Israel. El poder cierta­
mente ha vencido al caos, pero la crueldad del poder constituye
ahora una nueva amenaza para el ideal de Dios para su pueblo.
Los primeros dos capítulos de 1 Reyes continúan ilustrando los
peligros del poder. Por supuesto, podemos argumentar que el uso
que Salomón hace del poder es legítimo y que está al servicio de
Dios: eliminar a Adonías como una amenaza para el trono, echar a
Abiatar del sacerdocio, colocar sobre su propia cabeza la sangre de
Joab, y armar astutamente una trampa para Simei, de manera que
■ INTRODUCCIÓN 25
su sangre también caiga sobre su cabeza, una recompensa indirecta
por maldecir el ungimiento de Jehová. Todo muy correcto, dema­
siado clínico, fríamente calculado. Nuestros peores temores, por
decirlo así, se ven cumplidos cuando Salomón procede a mostrar
cómo aún el hombre más sabio de la tierra puede utilizar el poder
para destruirse a sí mismo y a su reino.
Así enmarcados, los libros de Samuel revelan cómo el mismo poder que
vence al peligro del caos se desarrolla hasta convertirse en un nuevo tipo de
peligro en sí mismo: el peligro del poder. Sin embargo, Dios sigue siendo el
dueño de la historia. Aquel que libra a su pueblo del caos destructivo, no
puede perm itir el abuso del poder en su nombre. En verdad, a medida
que la historia de la monarquía continúa con Roboam y sus suceso­
res, uno tiene la tentación de ver una ilustración masiva de esa fa­
mosa sentencia del Antiguo Testamento: “Su sangre sea sobre su
propia cabeza”. El último capítulo de 2 Reyes también es el último
capítulo de la monarquía; y no es una escena linda: Jerusalén está
en ruinas, y su último rey es un exiliado en Babilonia.
¿Fue una buena idea la monarquía? Esa es una muy buena pre­
gunta. Ronda cada página de 1 y 2 Samuel.
2. Obediencia: La Respuesta Humana a los Mandamientos
del Señor. Aunque el pacto del Sinaí no tiene un lugar sobresa­
liente en 1 y 2 Samuel, por lo menos no en forma explícita, los
ecos de la esclavitud egipcia y de la liberación de Israel continua­
mente recuerdan al lector la herencia y las obligaciones de Israel.
La casa de Eli recibió su comisión en Egipto (1 Sam. 2:27, 28); los
filisteos conocían la historia de las plagas (1 Sam. 4:8); Samuel vol­
vió a narrar la historia del éxodo cuando Saúl fue confirmado como
rey (1 Sam. 12)); los amalecitas fueron marcados para la extinción
porque habían tratado mal a Israel durante la peregrinación por el
desierto (1 Sam. 15:2); David y Natán, también, interpretan los
planes de Dios a la luz de la experiencia del éxodo (2 Sam. 7:6, 23).
¿Cómo deberían responder Israel y sus líderes a este Dios que
los libró de la esclavitud en Egipto? Con obediencia. Aún las pro­
mesas que debían durar “eternamente” podían ser canceladas por la
desobediencia. El ejemplo más explícito fue el fracaso de la casa de
Eli: “Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían de­
26 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

lante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo


tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me
desprecian serán tenidos en poco” (1 Sam. 2:30).
Saúl también fracasó por la desobediencia. Su sentencia, pro­
nunciada por un angustiado Samuel, ha resonado a lo largo de los
siglos: “El obedecer es mejor que los sacrificios” (1 Sam. 15:22).
El Señor parece haber sido mucho más paciente con los pecados
de David. Por cierto, su promesa a David podría parecer inviolable,
porque el Señor había prometido, con referencia a su descenden­
cia: “Si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con
azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de
él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. Y será afir­
mada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu tro­
no será estable eternamente” (2 Sam. 7:14-16).
Pero eternamente no quiere decir eternamente cuando los se­
res humanos persisten en su rebelión contra el Señor. La casa de
Eli aprendió esa lección de una manera dura. ¿Aprenderían Israel y
la casa de Dios, antes que fuera demasiado tarde? No. Es así que
los libros de 1 y 2 Samuel documentan las primeras etapas de la
marcha de la muerte que terminaría en las llamas que destruyeron
tanto a Jerusalén como la monarquía davídica. Sí, la obediencia
importa.
3. Providencia Divina: La Intervención de Dios en los
Asuntos Humanos. Aunque las ideas de providencia y soberanía
divinas se superponen fácilmente, las he puesto separadas, utilizan­
do la palabra soberanía al hablar del permanente señorío de Dios
sobre el universo, y providencia al hablar de su intervención especial
en nuestro mundo humano. Ambos conceptos juegan un papel
fundamental en 1 y 2 Samuel.
Desde el mismo comienzo, es evidente la intervención provi­
dencial de Dios. El había cerrado la matriz de Ana (1 Sam. 1:5),
pero luego “se acordó de ella” (vers. 19), no sólo en la concepción y
nacimiento de Samuel (vers. 20) sino también al regalarle otros hi­
jos (1 Sam. 2:21). El Señor también tuvo una intervención directa
al seleccionar a David como nuevo rey de entre los hijos de Isaí (1
Sam. 16:7-12). Pero quizá los momentos más atormentadores de
■ INTRODUCCIÓN 27
la providencia son notados tanto por el rechazado pero todavía un­
gido Saúl, y por David, el recién ungido, cuando ambos recono­
cieron que “Jehová” había “entregado” a Saúl en manos de David;
sin embargo David se negó a hacerle daño al rey ungido (1 Sam.
24:18; 26:23). Era como si la providencia estuviera poniendo a
prueba a David.
4. Soberanía Divina: Jehová es Señor de la Historia. Si los li­
bros de Samuel rebosan de violencia humana, Dios todavía es visto
como Señor de todo. Al comienzo de los dos libros, Ana señala es­
to en su cántico de alabanza luego de llevar al pequeño Samuel al
templo: “Nadie será fuerte por su propia fuerza. Delante de Jehová
serán quebrantados sus adversarios, y sobre ellos tronará desde los
cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra” (1 Sam. 2:9, 10). En
el salmo al final de 2 Samuel, David señala lo mismo: “En cuanto a
Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová. Es­
cudo es a todos los que en él esperan. Porque ¿quién es Dios, sino
sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios?” (2 Sam.
22:31, 32). Ana alaba el poder de Dios mirando hacia el futuro,
David mirando hacia atrás, pero ambos cantan de Aquel que es Se­
ñor de todo.
En el relato final, la misma verdad aparece en circunstancias
más punzantes luego de que David neciamente censara a su pueblo.
El Señor vino a David para aclarar que él, no David, era Señor en
Israel. David confesó su pecado e imploró misericordia. La última
palabra en los libros de Samuel muestra que Jehová todavía era
Dios de Israel y que él sanaría la enfermedad de su pueblo: “Y Je­
hová oyó las súplicas de la tierra, y cesó la plaga en Israel” (2 Sam.
24:25).
Al volcarnos ahora a un estudio más sistemático de los libros de
1 y 2 Samuel, buscaremos las señales de la presencia de Dios en
medio de la maraña de pasiones y deseos humanos. ¿Cómo puede
llevarse a cabo la voluntad de Dios de la mejor manera en la T ie­
rra? En los libros de 1 y 2 Samuel observaremos al pueblo de Dios
luchando con esa pregunta en las encrucijadas en las que tienen
que escoger. Pero no están solos. Dios va con ellos, aún cuando
sus elecciones no son su ideal. Pagan un precio terrible por el peca­
28 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

do. Pero como David mismo claman: “Caigamos ahora en mano


de Jehová, porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo
en manos de hombres” (2 Sam. 24:14).

Bosquejo de 1 y 2 Samuel
I. Samuel: Sin rey y rara vez una palabra de Jehová (1 Sam. 1-7).
A. Un hombre santo crece en una época impía (1 Sam. 1-3)
B. El arca: Un talismán sin valor, un terror santo (1 Sam. 4-
7).
II. Samuel y Saúl: Jehová da, Jehová quita (1 Sam. 8-15)
A. Un pedido impío, grandes esperanzas (1 Sam. 8-12)
B. Al Señor le pesa haber hecho rey a Saúl (1 Sam. 13-15)
III. Saúl y David: ¿Quién es el ungido de Jehová? (1 Sam. 16-31; 2
Sam. 1)
A. De siervo fiel a enemigo perseguido (1 Sam. 16-23)
B. Cuando ambos hombres conocen el resultado final (1
Sam. 24-2 Sam. 1)
IV. David: Hasta la cima y el descenso (2 Sam. 2-12)
A. Haciéndose cargo de Israel (2 Sam. 2-6)
B. Del cielo al infierno (2 Sam. 7-12)
V David: Rey herido en declinación (2 Sam. 13-24)
A. Violación y venganza, revolución y regreso (2 Sam. 13-20)
B. Cayendo en las manos de un Dios misericordioso (2 Sam.
21-24)
LISTA DE OBRAS CITADAS

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29
30 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

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32 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Shalt Not Hurt Thy Neighbor with Lies Or with the Truth”.
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_________ . Who s Afraid o f the Oíd Testament God? Exeter: Pater­
nóster, 1988; Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1989 (abreviado
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M ilite, Elena de. Patriarcas y profetas. Buenos Aires: Asociación
Casa Editora Sudamericana, 1985.
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Editora Sudamericana, 1982.
Wilkinson, B. G. Our Authorized Bible Vindicated. Payson, Ariz.:
Leaves-of-Autumn, 1993 (reimpresión; publicado por primera
vez en 1930).
PRIMERA
PARTE

Samuel:
Sin Rey y Rara Vez una Palabra
deJehová
1 Samuel 1-7
C A P IT U L O U N O

Un Hombre Santo Crece s

en una Epoca Impía


1 Samuel 1-3

Los prim eros capítulos de 1 Samuel nos llevan a un territorio conocido


y a los hermosos relatos que hemos oído desde la cuna. Particularmente,
oímos la angustiada oración de Ana pidiendo un hijo. Aún más vivida en
nuestra memoria aparece la tímida voz de un niño al despertar fin a l­
mente a la posibilidad de que Dios quiere hablarle a él; sí, a él. Uno difí­
cilmente podría encontrar palabras más conocidas en las Escrituras que
aquellas puestas en boca de Samuel por el anciano Eli: “'Habla, Jehová,
porque tu siervo oye” (1 Sam. 3:9).
Como una gigantesca lente de aumento, 1 Samuel 1 al 3 se concentra
en tres personajes dominantes: Ana, Eli y Samuel. El relato se ve en fo r ­
ma más real por la presencia del fie l Elcana, la arrogante Penina, y los
atrozmente malvados Ofni y Finees, los hijos de Eli. Pero aunque estas
personalidades pueden ser muy fascinantes por sí mismas, sólo son los
agentes transmisores de un relato mucho más importante: el plan de Dios
para su pueblo. Así que no sólo les preguntaremos cómo andan las cosas
entre ellos y Dios, sino también como están las cosas entre Israel y Dios.
Porque los libros de Samuel pertenecen a la historia de una nación santa,
a un pueblo renuente guiado por un Dios paciente. Aunque su propósito
para ellos es glorioso, ellos luchan por v er la visión que él tiene para ellos.
¿Llegaron a captarla en algún momento?
Estos primeros capítulos nos llevan de un tiempo de caos casi total en la
época de los ju eces hacia el establecimiento de la monarquía. Samuel se
transforma en la figu ra clave de esta historia, mientras Israel fija envi­
35 /
36 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

diosa su vista en las culturas que lo rodean y ansia ser como las naciones
vecinas. Los prim eros tres capítulos de 1 Samuel nos cuentan acerca de
los prim eros años de este niño prometido y de la comunidad en la cual na­
ce. El tiempo de ese otro niño prometido, el bebé Jesús, todavía está miles
de años en el futuro.

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 1-3

Después de tomar nota de los cinco puntos enumerados a


continuación, lea 1 Samuel 1-3 para tener una idea del relato
en general y de las relaciones entre sus partes. Luego tome
cada uno de los cinco puntos por separado, y trabaje las por­
ciones pertinentes de los tres capítulos tomando nota de los
versículos específicos y de las ideas que tienen relación con
cada punto. Usted quizá quiera utilizar una hoja de papel para
cada uno de los puntos.

1. Personajes: Caracterice en un párrafo o dos los persona­


jes claves que aparecen en estos capítulos. Además de
Ana, Eli y Samuel, describa a grandes rasgos el perfil de
los personajes secundarios: Elcana, Penina y los dos hi­
jos de Eli: Ofni y Finees. Haga una lista con los rasgos
de carácter y personalidad así como también del lugar
que ocupa cada uno en las Escrituras.
2. Religión: Tanto para los individuos como para las nacio­
nes, la religión es a menudo un factor fundamental en
épocas de transición. Describa el estado de la religión
pública y privada en estos capítulos. Compare el estado
de la religión oficial con la práctica de los individuos.
3. Providencia: Lea 1 Samuel 1 al 3 con mirada atenta para
notar todo registro de actividad divina. Divida una pá­
gina de su cuaderno o carpeta de Samuel en tres colum­
nas. En las primeras dos columnas anote los pasajes que
apuntan a estos dos extremos: (A) los que sugieren la
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 57
presencia e intervención activa de Dios en los asuntos
humanos, y (B) los que sugieren su ausencia o por lo
menos su silencio. En la tercera columna anote a quién
pertenecen estas percepciones: si a los mismos protago­
nistas, o al autor que está relatando la historia, o a am­
bos.
4. Enigmas: Haga una lista con las palabras, frases, cos­
tumbres u otros aspectos que le resulten enigmáticos o
preocupantes. Mantenga su Usta a la vista mientras con­
tinúa su estudio.
5. Bendiciones: Subraye o copie en su cuaderno aquellos
pasajes o pensamientos especiales sugeridos por la Es­
critura que encuentra especialmente inspiradores o úti­
les en estos tres capítulos.

■ Exploremos la Palabra

El Pueblo en Adoración
Los primeros tres versículos de 1 Samuel, con la notable excep­
ción de Samuel mismo, presentan a todos los protagonistas de los
primeros siete capítulos del libro: a Elcana y sus dos esposas, Ana y
Penina; a Eli y sus dos hijos, Ofhi y Finees. Al principio, es la ado­
ración la que une a estas personas tan notablemente distintas en
una narración común. Año tras año, Elcana lleva a su familia al
santuario de Silo para adorar y sacrificar. Los hijos de Eli son sa­
cerdotes allí. Todavía no se nos dice que son sacerdotes impíos.
Eso ya llegará. Pero desde el comienzo sabemos que las cosas de
Dios están muy presentes en la mente del autor. En contraste con
la historia de Rut, que se desarrolla en un campo de cebada, en el
lugar de la trilla y en la puerta de la ciudad (y en contraste con la
historia de Ester, que tiene lugar en el palacio de un rey pagano y
que en ninguna parte menciona a Dios ni la oración), 1 Samuel
nos lleva inmediatamente a la morada de Dios en la tierra, al sa­
grado santuario del Dios de Israel. Allí es donde su pueblo va a en­
38 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

contrarse con él. Al centramos en lo que la Escritura nos dice


acerca de cada una de estas personas en su búsqueda de Dios, o
con respecto a su resistencia a él, escuchamos el mensaje de Dios
para nosotros hoy.

Elcana
Elcana era un hombre de hábitos buenos, consecuentes y per­
sistentes. “Todos los años” llevaba a su familia a Silo para adorar y
ofrecer sacrificios, aún cuando los hijos de Eli eran sacerdotes allí
(1:3): sacerdotes impíos, como nos informa el relato más adelante
(2:12). Pero el bueno de Elcana no estaba tan centrado en las cosas
de Dios como para descuidar a su familia. Siempre compartía la
comida del sacrificio con toda su familia y reconocía las necesida­
des especiales de la estéril Ana, dándole a ella una porción doble
(1:5).
Pero no podía captar la agonía de Ana. En verdad, las palabras
que le dirige para consolarla eran también un reproche suave e in­
sinuaban sus propios sentimientos heridos: “¿No te soy yo mejor
que diez hijos?” (vers. 8). No, Elcana no comprendía el dolor de
Ana.
Con todo, siempre fue un adorador leal y un esposo fiel, el pa­
dre del niño prometido (vers. 19), y más tarde de otros hijos de
Ana, por medio de la bendición de Jehová (2:20, 21). Bondadosa­
mente accedió al pedido de Ana de no hacer el viaje anual a Silo,
pero también aprovechó la ocasión para recordarle el plan especial
de Dios para el niño (1:23). Aunque Ana domina claramente el re­
lato, Elcana también está allí, siempre fiel, siempre brindando su
apoyo.
Es evidente, a partir de la Escritura, que era un hombre profun­
damente religioso en una época virtualmente impía. La tradición
judía llevó el contraste aún más lejos, declarándolo el segundo
Abrahán, el único hombre piadoso de su generación. De las evi­
dencias que encontramos en las Escrituras, lo podríamos llamar un
hombre bueno, piadoso, aunque pagó un precio muy alto por to­
mar más de una esposa.
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 39

Ana y Penina
La primera referencia a las dos esposas de Elcana menciona a
Ana antes que a Penina, queriendo decir que ella era su primera
esposa. Pero en lo que la Escritura guarda silencio, la tradición ju­
día amplía el relato, declarando, por ejemplo, que así como Abram
y Sarai vivieron sin hijos durante 10 años en Canaán antes que Sa-
rai le dijera a Abram que tuviera hijos con Agar (Gén. 16:1-3), así
también Elcana y Ana vivieron diez años sin hijos antes que Ana
insistiera en que Elcana tomara a Penina.
Aunque la tradición judía ciertamente fue más allá del relato bí­
blico para embellecer el relato, la Escritura misma revela que las
tensiones entre Ana y Penina eran muy reales, asemejándose a
aquellas entre Sarai y Agar (1:6; Gén. 16:4-6). Abram solucionó su
problema despidiendo a Agar. Elcana aparentemente no tuvo esa
opción. Su segunda esposa se quedó, convirtiendo la vida de Ana
en un continuo tormento. Sin embargo, es esa misma angustia la
que nos permite captar una vislumbre de su búsqueda del Señor.
Luego de soportar una comida comunitaria, la cual no pudo
compartir por su desesperación, Ana se dirigió al santuario a orar,
aparentemente a la vista del sacerdote Eli. Estaba con ánimo de
negociar, prometiendo que si el Señor le daba un hijo, ella se lo
daría a él para siempre (1:11). Eli, el sacerdote con la familia im­
perfecta, primero acusó, y luego la bendijo (vers. 14, 17). Pero su
palabra de bendición no indica que conocía la esencia de su pedido.
La conversación entre Eli y Ana está marcada por una profunda
ironía. Ana protestó a este hombre de Dios, que no podía distin­
guir la oración de la ebriedad, diciendo que no era una mujer impía
(vers. 16; literalmente, una “hija de Belial”). Como la Escritura
nos informa en 2:12, no era Ana la que pertenecía a Belial, sino
Ofni y Finees. Los propios hijos de Eli eran “hijos de Belial”, los
que “no tenían conocimiento” de Jehová. Aun así, Eli era el ins­
trumento escogido por Dios para comunicarle a Ana una palabra
de bendición.
Una nueva animación marca ahora la vida de Ana. Comió y
adoró. Luego de volver a su hogar, “Jehová se acordó de ella”
40 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

(1:19), y de su esposo Elcana engendró un hijo. Cuando ella y El-


cana vinieron delante de Eli a dedicar al pequeño Samuel a Jehová,
Elcana puede haber ofrecido los sacrificios, pero fue Ana la que
habló, no en primera persona del plural, sino en singular (vers.24-
28): “Oraba...”, “pedí...”, “lo dedico también a Jehová” (1:27, 28).
Ella también era la que traía una pequeña túnica nueva cada año
en ocasión de la risita anual de la familia a Silo (2:19). Lo último
que sabemos de ella es el registro de la respuesta divina al deseo
de Eli de que el Señor les conceda más hijos que ocupen el lugar
del hijo que le habían entregado a Jehová: “Visitó Jehová a Ana, y
ella concibió, y dio a luz tres hijos y dos hijas” (vers. 21).
La única señal de amargura en este cuadro, de otra manera her­
moso, de una dulce y bondadosa Ana se deja ver en el salmo regis­
trado como su oración en 2:1-10. Aunque los relatos para niños y
los comentarios devocionales a menudo omiten o depuran la pro­
blemática frase: “Mi boca se ensanchó sobre mis enemigos” (vers.
1), esta mantiene una llamativa nota de realismo en cuanto a la na­
turaleza humana. Ese realismo nos recuerda que los salmos en la
Escritura no reflejan la experiencia ideal sino que constituyen una
colección ideal de oraciones, que iluminan cada estadio del creci­
miento espiritual. Este regocijo sobre el mal de los enemigos de
uno tal como se expresa aquí y en otros salmos y oraciones de las
Escrituras (por ejemplo, 2 Sam. 22:35-43; Sal. 17:13-15; 18:34-42)
es un recordativo de que el pecado mancha las vidas incluso de
aquellos a quienes el Señor ha bendecido grandemente.
Vale la pena notar, sin embargo, que cuando esta oración/salmo
es considerado separadamente de su contexto, asume un aspecto
mucho más militarizado y nacional. La referencia final al rey y al
ungido de Jehová (2:10) explica por qué ha sido considerada una
profecía de David y del Ungido fundamental, Jesucristo. Más aun,
2:1 no habla de un único enemigo femenino (Penina), sino de
“enemigos”, plural masculino; y cuando en 2:3 habla en contra de
las palabras orgullosas y arrogantes, está dirigiéndose a una au­
diencia masculina en plural. Aun la referencia a la “estéril [que] ha
dado a luz siete” (vers. 5) es una idealización que no se equipara
con la situación de Ana, ya que sus hijos son seis: Samuel y cinco
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 41

más (vers. 21).


Sin embargo, sea como fuere que uno interprete el salmo fuera
del contexto, aquí lo natural es aplicarlo a la situación inmediata
de Ana, acentuando así la animosidad personal entre Ana y su rival.
Es interesante notar que la tradición judía revela cierto malestar
tanto con las burlas de Penina como con los alardes de Ana, sugi­
riendo inclusive que las intenciones de Penina pueden haber sido
loables, teniendo la intención de llevar a Ana al punto de pedirle
hijos a Dios. Pero más común, sin embargo, es el avivamiento de la
rivalidad, como por ejemplo, en el relato basado en la frase “la que
tenía muchos hijos languidece” (vers. 5). De acuerdo con la leyenda
judía, cada vez que Ana daba a luz un hijo, Penina perdía dos de
los suyos, hasta que murieron ocho de sus diez hijos. Sólo la ora­
ción intercesora de Ana en su favor salvó a los últimos dos.
Los cristianos pueden reconocer la mancha de pecado en la ora­
ción de Ana sin defenderla como el ideal de Dios. Los que acepta­
mos a Jesús como nuestro maestro y ejemplo oímos sus palabras
en el Sermón del Monte: “Amad a vuestros enemigos... orad por
los que os ultrajan y os persiguen” (Mat. 5:44). Y lo oímos practicar
lo que predicaba en su oración por sus enemigos desde la cruz:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34).
Pero cuando no alcanzamos esa marca, podemos cobrar ánimo del
hecho que tampoco Ana había llegado a la meta. La evidencia está
registrada en la Escritura para que todos puedan verla. Sin embar­
go, ella fúe un instrumento poderoso y efectivo en las manos de
Dios. Ella y Elcana, a pesar de toda la agitación que había en su
hogar, trajeron al mundo a uno de los grandes hombres de Dios.
Ella lo dedicó al Señor, y él fue fiel a esa dedicación durante toda
su vida.

Eli
La Escritura presenta al sacerdote Eli en términos trágicos y
patéticos, uniendo cada porción de buenas noticias acerca de este
hombre con recordativos del mal que perseguía su vida. Toda su
vida está enmarcada así, desde su primera aparición como padre de
42 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Ofni y Finees (1:3) hasta su muerte al recibir la noticia de que los


filisteos habían capturado el arca (4:18).
Generaciones posteriores, al observar estos relatos a través de la
lente de una Jerusalén destruida y de una monarquía derrumbada,
pueden sentirse tentadas a considerar la suerte de la casa de Eli co­
mo una parábola actuada tempranamente, simbolizando la suerte
de la monarquía misma. En 1:9, donde Eli aparece por primera
vez en la narración, la ambigüedad de las palabras hebreas para
“silla” y “templo” podrían sugerir una comparación tal con la mo­
narquía, porque son las mismas palabras que para “trono” y “pala­
cio”. Por lo tanto, mientras la Escritura dice que “el sacerdote Eli
estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová”,
el lector hebreo del tiempo de la caída de Jerusalén podría oír los
ecos de un trono y un palacio real, tan muertos ahora como la casa
de Eli.
El anciano sacerdote sufre de problemas en la vista, tanto espiri­
tual como física. Vio a Ana orando, pero sus ojos estaban ciegos,
porque consideró su piedad como una impía ebriedad (vers. 12,
13). En efecto, sus ojos también estaban cerrados a la bramante
maldad de sus hijos (2:22-24). Tenía todo al revés, reprochando a
una mujer devota tanto que ella se sintió como una “hija de Be-
lial”, pero fracasando en refrenar a los verdaderos “hijos de Be-
bal”, sus propios muchachos. Este era Eli, cuyos “ojos comenza­
ban a oscurecerse de modo que no podía ver” (3:2); y justo antes de
morir, “sus ojos se habían oscurecido, de modo que no podía ver”
(4:15).
En el capítulo 2, donde la crítica contra los hijos de Eli es más
dura, se lo ve como un hombre que ha perdido el control de sus
responsabilidades sagradas y de su futuro. Sus hijos están haciendo
una burla del servicio sagrado y abusando de aquellos que vienen a
adorar (vers. 12-17, 22-25). No oyen la reprensión de su padre
(vers. 25). Finalmente “un varón de Dios” (vers. 27) le anuncia a
Eli que el sacerdocio le sería quitado a su familia. Dios quería
nombrar a “un sacerdote fiel” que reflejara el corazón y la mente
divinos (vers. 35). En la conversación tan conocida del templo, pri­
mero entre Samuel y Eli, y finalmente entre Samuel y el Señor, el
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 43

punto principal de todo era el juicio contra la casa de Eli: “Yo he


jurado a la casa de Eli que la iniquidad de la casa de Eli no será ex­
piada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas” (3:14).
Pero a pesar de los tremendos fracasos de Eli, a pesar del severo
reproche de Dios por haber fracasado en disciplinar a sus hijos
(3:13), la Escritura concede cierta dulzura y calidez al hombre. Va­
rios incidentes contribuyen a esta imagen. Cuando Ana defiende
su caso contra la ebriedad, Eli rápidamente se ablanda y bendice
su pedido. Que Ana y Elcana estuvieran dispuestos a dejar a su hijo
con Eli también deja una impresión positiva. Y seguramente el
hombre debe recibir algún crédito por el hecho de que Samuel
“iba creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hom­
bres” (2:26). Pero probablemente el elemento más revelador de la
imagen positiva de Eli es la escena del templo, cuando el pequeño
Samuel corre una y otra vez a través de las oscuras habitaciones
hasta el hombre anciano y casi ciego. Y a pesar de la firmeza de la
orden de Eli de que Samuel le dijera todo lo que el Señor había
dicho (3:17), su trato con el niño sugiere un abuelo dulce, una be­
nignidad reforzada por su sencilla resignación a la voluntad de
Dios: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere” (vers. 18).
En el balance, Eli es en verdad una figura trágica. Nos pregunta­
mos: “¿Cómo alguien tan dulce y cariñoso con el pequeño niño
Samuel pudo equivocarse tanto con sus propios hijos?” Sin embar­
go, esa es la misma pregunta que persigue a todos los padres piado­
sos del mundo cuyos hijos se han desviado. La pregunta se remon­
ta hasta a Adán y Eva y el trágico conflicto entre sus hijos, Caín y
Abel. En verdad se remonta más aún: hasta Dios mismo, el Padre y
Creador de Adán y Eva, y de Lucifer. Y así nos preguntamos acerca
de la causa y el efecto, de la disciplina y la libertad. Al final de la
monarquía, los que conocieron al rey Josías, el reformador temero­
so de Dios, se enfrentaron a un dilema similar. Luego de todo el
bien que había hecho, sufrió una muerte sin sentido en la batalla
contra el faraón Necao (2 Rey. 23:29, 30). Después de todo, la casa
de Eli, como parábola trágica de la monarquía, no está tan lejos
del límite fronterizo.
44 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Los Hijos de Eli: Ofni y Finees


Nunca se les permite en la Escritura hablar por sí mismos a los
dos impíos hijos de Eli. Podemos acercarnos sólo hasta el siervo
de los sacerdotes, que exigía carne cruda para ellos: “Dámela ahora
mismo; de otra manera yo la tomaré por la fuerza” (2:16). Pero
aunque el autor inspirado se niega a permitir que oigamos las voces
de estos hombres impíos, no vacila en levantar su propia voz para
juzgarlos: “Los hijos de Eli eran hombres impíos, y no tenían co­
nocimiento de Jehová” (vers. 12). Y ofrece abundante evidencia
para probarlo. Además del relato de la exigencia ilícita de carne
cruda (vers. 13-17), habla de su falta de decoro sexual con las muje­
res adoradoras y el intento de Eli de reprenderlos (vers. 22-25); re­
gistra el punzante reproche que un “varón de Dios” le hace a Eli
(vers. 27-36) y el lamentable pronunciamiento hecho por la noche
al joven Samuel, de que nunca podría hacerse expiación por la cul­
pa de la casa de Eli (3:11-14).
Pero por lo menos en una instancia, el lector moderno posible­
mente se sienta incómodo con la forma en que 1 Samuel pronuncia
juicio sobre los hijos de Eli. Luego de registrar la inútil reprensión
de Eli por su maldad, el autor explica por qué no respondieron:
“Ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto
hacerlos morir” (2:25). No importa cuán severo pueda sonar un
juicio tal, debe ser considerado teniendo como fondo la extraordi­
naria paciencia de Dios en vista de sus pecados encallecidos. La
Escritura hace implícito un período extendido de maldad, marcado
por la codicia, el abuso de poder y la inmoralidad sexual. Un obser­
vador desinteresado podría incluso proponer que la situación era
tan detestable que Dios debería haber intervenido antes. Pero el
nuestro es un Dios paciente, que no quiere “que ninguno perez­
ca” (2 Ped. 3:9). Sin embargo, para quienes persisten en el mal,
debe llegar un día de juicio, un día en el que Dios tristemente de­
clarará: “Effaín es dado a ídolos; déjalo” (Ose. 4:17).
La tradición judía suaviza la imagen de Ofni y Finees, los hijos
de Eli, argumentando que el relato bíblico de su pecado contra las
mujeres que venían a adorar es engañoso, que no hacían nada más
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 45

que demorar a las mujeres, evitando que volvieron prontamente a


sus familias. Se dice que Finees era el más digno de los dos, y que
sirvió como sumo sacerdote durante su vida. Su único pecado radi­
có en el hecho de no hacer ningún intento de alejar a su hermano
del mal.
La Escritura, sin embargo, no da lugar para atemperar nada y
no señala a uno de los hermanos como más digno que el otro:
“Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóve­
nes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová”
(2:17). El autor está muy consciente del hecho que todos estos
años de maldad no pagada le costaron a Israel su santuario, su rey y
su independencia. Para él, si la casa de Eli simbolizaba el fracaso de
la monarquía y de la nación, los pecados de los dos hijos de Eli
mostraban el porqué. La inspiración no puede ponerle cara bonita
a aquello que trajo una calamidad tan devastadora sobre el pueblo
de Dios.

Samuel
Cuando el pueblo de Israel decidió que querían un rey para ser
como las naciones que los rodeaban (8:5), Samuel se convirtió en el
puente entre los jueces carismáticos y la monarquía hereditaria.
Aunque el sacerdocio siempre había sido hereditario en Israel, el
liderazgo “civil” no, con la notable excepción del intento de Abi-
melec, el hijo de Gedeón (que tuvo poca vida), de establecerse co­
mo rey (Juec. 9). Pero como Samuel sirvió como sacerdote y juez,
las líneas divisorias entre el carisma y la herencia se oscurecieron,
permitiéndole nombrar como jueces a sus propios hijos (8:1).
Aunque Samuel ungió tanto a Saúl como a David como reyes
sucesivos de Israel, su dura crítica al pedido del pueblo de un rey
deja la clara impresión de que Samuel veía en sí mismo al verdadero
modelo para Israel, no a Saúl ni a David. El autor de 1 y 2 Samuel,
escribiendo desde la perspectiva de una monarquía fracasada, com­
partió esa perspectiva, idealizando sutilmente a Samuel como al­
guien que era verdaderamente un hombre de acuerdo con el cora­
zón de Dios.
46 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

El proceso de presentar a Samuel como ideal es evidente desde


el comienzo. Los padres de Samuel son descritos como personas
buenas que perseveran a pesar de grandes inconvenientes para lle­
gar a tener un hijo que dedicar al Señor. A medida que se desarrolla
el relato, es evidente que tanto sus padres como Samuel mismo
tienen la intención de permanecer firmes en contra del mal predo­
minante en sus días y de ser fieles en su servicio a Dios. A pesar de
los malvados Ofifi y Finees, que servían como sacerdotes en Silo,
Elcana llevaba regularmente a su familia en una peregrinación
anual para adorar y ofrecer sacrificios en el santuario que estaba en
ese lugar (1:3). La señal de la profunda piedad de Ana es su ora­
ción en el templo, a la cual Jehová dio su bendición por medio de
Eli (1:9-17). Finalmente, nació Samuel como el hijo prometido, y
mientras todavía era muy pequeño, sus padres lo llevaron a Silo y
lo colocaron bajo el cuidado de Eli, tal como había prometido Ana
(1:19-28).
Desde ese punto en adelante, es fácil para el lector ver a Samuel
creciendo en estatura y sentir el acrecentamiento de su reputación.
Cada declaración respecto a su notable crecimiento y desarrollo
está insertada entre referencias a la degradación de su época, espe­
cialmente tal como se reflejaba en las vidas y los hábitos de los im­
píos hijos de Eli. Note cómo sirve la estructura del relato para
producir este efecto:

Buen Samuel 2:11 Samuel ministra delante de Jehová bajo el


cuidado de Eli.
Hijos impíos 2:12-17 Los hijos de Eli pervierten el sistema de
sacrificios.
Buen Samuel 2:18-21 Samuel ministra delante de Jehová y crece
en su presencia.
Hijos impíos 2:22-25 Los hijos de Eli ignoran sus reprensiones
y continúan en sus caminos inmorales.
Buen Samuel 2:26 Samuel “iba creciendo, y era acepto de­
lante de Dios y delante de los hombres”.
Hijos impíos 2:27-36 Un “varón de Dios” reprende a Eli por
no controlar a sus hijos.
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 47

Buen Samuel 3:1-10 Samuel ministra fielmente en el templo y


oye a Dios hablándole.
Hijos impíos 3:11-18 Dios le comunica a Samuel el juicio que
caería contra Eli y su casa.
Buen Samuel 3:19-21 Jehová está con Samuel; todo Israel sabe
que es un profeta; Jehová revela a Samuel
en Silo.

Todos, desde Dan hasta Beerseba (3:20), sabían que Samuel era
el hombre de Dios, el hijo de la promesa, aquel que Dios había se­
leccionado para guiar a Israel. En contra de todas las probabilida­
des y contra la gran maldad de los lugares altos, no sólo retuvo su
pureza, sino que “iba creciendo, y era acepto delante de Dios y de­
lante de los hombres” (2:26).
Pero aunque Samuel pudo haber sido el hombre ideal de acuer­
do con el corazón de Dios, su nombre guarda una doble ironía, re­
flejo de la tensión existente en relación con la monarquía que afec­
ta 1 y 2 Samuel. Su madre “le puso por nombre Samuel, diciendo:
Por cuanto lo pedí a Jehová” (1:20). Como han notado los comen­
tadores, el verbo hebreo para “pedir” parece explicar mejor el ori­
gen del nombre Saúl que Samuel. El nombre Samuel está más li­
gado a la palabra hebrea que significa “oír” (“oída por Dios”). Pero
el relato en estos primeros capítulos de 1 Samuel literalmente está
rodeado de juegos de palabras alrededor de la palabra “pedir”
(saul). Como dijo Ralph Klein, “quizás el lector deba ver, en la se­
rie de juegos de palabras con la palabra ‘saul’, una sugerencia de
que el verdadero líder de Israel no es Saúl, el rey ungido, sino más
bien el profeta que unge, que había sido pedido (‘saul’) a Dios
(1:20) y que había sido dedicado (‘saul’) de vuelta a Dios (1:28).
Saúl en verdad fue importante para Israel, pero el verdadero Saúl
fue el Saúl según el corazón de Dios, cuyo nombre fue Samuel”
(Klein, p. 9).
Pero si Samuel es descrito como el hombre ideal, su vida repite
algunas de las mismas ironías que persiguieron a la monarquía. Así
como Israel quería un rey para ser como las demás naciones, así
Ana quería un hijo para ser como las otras mujeres. Dios concedió
48 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

el pedido a Israel; y concedió el pedido a Ana. Y aunque tanto la


monarquía como el ministerio de Samuel ofrecían oportunidades
extraordinarias para Israel, al final, ambos claudicaron. Y aun en
estos primeros capítulos, el Samuel ideal no siempre se presenta
con la firme certeza que uno esperaría de un poderoso hombre de
Dios. En estos primeros tres capítulos oímos más que nada la voz
de Ana, luego la de Eli y luego la de Elcana. Nunca oímos las voces
de la amargada Penina ni de los malvados hijos de Eli. Y sólo una
vez oímos la voz de Samuel: “Habla, porque tu siervo oye” (3:10).
¿Es sólo un error del escriba que Samuel se olvide de incluir “Jeho-
vá” en la respuesta que le dio Eli? ¿Y por qué tenía tanto miedo
este niñito de contarle a Eli los contenidos de la visión (vers. 15)?
Esas referencias nos recuerdan que, después de todo, Samuel era
un mortal bastante común.
Avanzando más allá de los primeros tres capítulos, podríamos
notar que el relato de la captura del arca se relata sin hacer ninguna
referencia a Samuel. Y el arca estuvo entre los filisteos durante sie­
te meses, nuevamente sin ninguna referencia a Samuel. Incluso
cuando volvió a Israel, terminó en la casa de Abinadab, quedando
allí durante unos veinte años (7:2). ¿Dónde estaba Samuel? Sólo
cuando el pueblo se “lamentaba en pos de Jehová” vuelve a entrar
en escena (vers. 2, 3). ¿Era este hijo de la promesa tan débil como
los reyes que permitieron que la visión de Dios se escabullera en la
oscuridad? El pueblo podía decir que Samuel había sido fiel. Sin
embargo sus hijos “no anduvieron... por los caminos de su padre”
(8:3); de alguna manera, habían tomado como modelo a los hijos
de Eli antes que a su padre. ¿O es que su padre también era un
modelo imperfecto?
Ciertamente, todas estas referencias son comparadas bastante
sutilmente con el destacado papel que juega Samuel en la gran
transición de Saúl a David. Sin embargo, los lectores sensibles to­
davía pueden hacerse la misma pregunta con respecto a Samuel
que se hacen acerca de la monarquía misma: ¿Cuál era la voluntad
de Dios?
Sin embargo, el observar la evidencia que revela que Samuel
también tenía pies de barro, no puede oscurecer la impresión do­
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 49

minante que nos dejan los tres primeros capítulos de 1 Samuel.


Cualquiera sea la crítica que uno pueda hacer de Samuel al final
de su vida, es evidente que en su juventud estaba profundamente
comprometido con el servicio a Dios. Abriéndose camino a través
de un ambiente impío, intensamente hostil a la vida piadosa, “iba
creciendo, y era acepto delante de Dios y delante de los hombres”
(2:26). En verdad, Samuel fue un hombre santo creciendo en una
época impía.

¿En Camino a la Monarquía? - Resumen


Luego de examinar los personajes fundamentales de 1 Samuel 1
al 3 y meditar en los hechos que modelaron sus vidas, ahora debe­
mos concederle audiencia a la voz profética que contó estos relatos
medio milenio más tarde. ¿Qué podían significar para un judío
exiliado en Babilonia, para alguien que había observado cómo las
llamas devoraban Jerusalén y que había visto al rey davídico arran­
cado de su trono? ¿Qué podía significar para alguien que se estaba
preguntando qué significaba adorar a Dios en un momento en el
cual el templo yacía en ruinas y el arca del pacto no estaba más?
Estas preguntas nos traen de vuelta a la cuestión de la monar­
quía. El autor de 1 y 2 Samuel, que vivía en una época en que la
monarquía no existía más, retrocede al tiempo cuando todavía no
existía y relata la historia del levantamiento y la caída de los reyes
de Israel. Al hacerlo, plantea todo un manojo de preguntas impor­
tantes para que sus lectores mediten: ¿Quién es el líder del pueblo
de Dios, tanto en el cielo como en la tierra? ¿Por qué fracasó la
monarquía? ¿Cómo podía ser que tanto el establecimiento como
el fracaso fueran la voluntad de Dios? Si todo este emprendimiento
era un error, ¿puede esperar su pueblo su restauración?
Entremezcladas con las preguntas tangibles acerca de la monar­
quía aparecen temas que sondean la libertad humana en relación
con la providencia y la soberanía divinas. ¿Da Dios libertad a su
pueblo para que se destruyan a sí mismos? Si es así, ¿sigue él siendo
su Señor y Dueño del Universo? Aquellas eran preguntas difíciles
en ese entonces; lo siguen siendo ahora.
so LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

El autor de 1 y 2 Samuel trató esas preguntas, a veces de manera


brusca y directa, aunque a menudo de manera sutil y paradójica.
Aquí, en la sección final de este capítulo, vamos a volver a conside­
rar 1 Samuel 1 al 3 para observar como acentúa el autor la cuestión
de la monarquía al contarnos el relato. Una narración más amplia
—excelente y provocativa, aunque por momentos demasiado su­
til— se puede encontrar en el libro Samuel de Robert Polzin, pági­
nas 18 a la 54.
Como se sugirió anteriormente, tanto Samuel como la casa de
Eli prefiguran el destino y la suerte de la monarquía. Pero el esce­
nario lo determina el agonizante deseo de Ana de tener un hijo.
Así como Penina, la fructífera rival de Ana, se mofaba de ella, así
también Israel se sentía insultada por sus vecinos cananeos porque
ellos tenían reyes e Israel no. El ruego de Ana de tener un hijo
(1:11) encuentra su eco en el pedido de los ancianos a Samuel:
“Constituyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas
las naciones” (8:5).
Aunque la Escritura repite dos veces que Jehová había cerrado la
matriz de Ana (1:5, 6), sin embargo respondió a su angustiosa sú­
plica y le concedió su pedido. Ella había hecho un trato muy duro
al pedir un hijo, haciendo un voto de dedicarlo “a Jehová todos los
días de su vida” (vers. 11). Pero tales votos pueden ser costosos.
Cuando Jefté hizo un voto por causa de su urgente deseo de obte­
ner la victoria sobre Amón, este le costó su hija (Juec. 11:30, 31,
35-40). Ana también obtuvo lo que quería, pero ¿era realmente la
voluntad de Dios, y prefiguraba éste la malhadada exigencia de Is­
rael de un rey?
En respuesta al pedido de Israel, Jehová le dijo a Samuel: “No te
han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine
sobre ellos” (8:7). Con todo, tres veces le dijo a Samuel que oyera
su pedido y les diera un rey (vers. 7, 9, 22). Teniendo como fondo a
Jerusalén en ruinas, el autor de 1 Samuel recalca la pregunta de si
realmente era la voluntad de Dios que Israel tuviera un rey. Y así
como uno siente el chasco divino ante el clamor de Israel por un
rey, así también uno oye dejos de tristeza divina escondidos en la
respuesta de Elcana a su esposa: “Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 51

no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo me­


jor que diez hijos?” (1:8).
Otros dos grupos de símbolos de la experiencia de Ana prefigu­
ran las ambigüedades del pedido de Israel de un rey. El primero es
la escena en el templo en la que ella parecía estar ebria pero no lo
estaba. Ella también temía haber sido tomada por una “mujer im­
pía”, literalmente “una hija de Belial” (vers. 16), del mismo bando
que los malvados hijos de Eli, los verdaderos “hijos de Belial”
(2:12). Pero ella no era una mujer impía. ¿O sí? El “real” Eli, el
hombre sentado en la silla (trono) al lado del templo de Jehová
(palacio), le dijo que se le concedería su petición, pero no dio nin­
guna indicación de saber cuál era su pedido. ¿Sabía Israel realmen­
te lo que estaba pidiendo cuando pidió un rey? Esta misma figura
“real” de Eli se cae de su silla (trono) y muere cuando oye que el
arca ha sido tomada cautiva y que sus hijos impíos, los sucesores a
su trono “real”, han sido muertos. Todo esto puede ser considerado
como una parábola dramatizada de lo que realmente le ocurriría al
arca y a la monarquía “impía” en el año 586 a.C., cuando Babilonia
destruiría J erusalén.
El segundo grupo de símbolos multifacéticos asociados a Ana se
encuentran en su salmo de alabanza en 2:1-10. La primera aplica­
ción del himno señala el triunfo de Ana sobre Penina, su rival. Pe­
ro también señala hacia la monarquía futura. Las últimas frases
prometen que Jehová “dará poder a su rey, y exaltará el poderío de
su ungido” (vers. 10). Sin embargo, su tercera aplicación sugiere
un doloroso reflejo de la monarquía fracasada:
“Los arcos de los fuertes fueron quebrados,
y los débiles se ciñeron de poder.
Los saciados se alquilaron por pan,
y los hambrientos dejaron de tener hambre.
Hasta la estéril ha dado a luz siete,
y la que tenía muchos hijos languidece” (2:4, 5).
“El levanta del polvo al pobre,
y del muladar exalta al menesteroso,
para hacerle sentarse con príncipes
y heredar un sitio de honor” (vers. 8).
52 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

El último capítulo de la historia de la monarquía de Israel (2


Rey. 25) describe la trágica derrota de los guerreros de Israel. Los
príncipes reales, destinados a un trono de honor, fueron asesina­
dos en presencia de su padre, el rey Sedequías. Luego le sacaron a
él los ojos, y fue llevado encadenado a Babilonia (vers. 7). En lugar
de que Dios levantara a los pobres a un lugar de honor y abundan­
cia, toda la tierra fue degradada a la pobreza, porque ahora sólo
“los pobres de la tierra” fueron dejados para labrar los campos
(vers. 12). E ironía de las ironías, las últimas palabras del libro
cuentan cómo el rey de Babilonia restauró parcialmente al exiliado
rey de Judá, Joaquín, otorgándole un “trono más alto que los tro­
nos de los reyes que estaban con él en Babilonia” (vers. 28). Joa­
quín se quitó sus vestidos de prisionero y “comió siempre delante
de él”, recibiendo “mientras vivió... una pensión diaria” (vers. 29,
30). Un rey restaurado —¡pero en el exilio!— todo el resto de su
vida. Y allí murió.
El Señor había prometido que la casa de Eli ministraría delante
de él “perpetuamente” (1 Sam. 2:30); extendió el mismo ofreci­
miento a Saúl (1 Sam. 13:13) y luego a David (2 Sam. 7:16). Si las
promesas de “perpetuidad” hechas a Eli y a Saúl fueron retiradas
por causa de sus pecados, entonces las promesas hechas a David
estaban asimismo sujetas a una suerte similar. Esa es la sombría
implicación que se refleja en las páginas de 1 y 2 Samuel.
Como comentamos antes, la descripción que hace el autor de
un Samuel pasivo y de un Eli bondadoso pero débil contribuye a la
posición ambigua hacia la monarquía de estos primeros capítulos.
Así como Ana tendrá un hijo, el pueblo tendrá un rey; ni Eli ni Sa­
muel pueden detenerlos. ¿Era esa la voluntad de Dios, o podría
haber habido un camino mejor? El grupo de relatos a los cuales
volvemos nuestra atención a continuación, en 1 Samuel 4 al 7, su­
gieren que ciertamente hay un camino mejor, o por lo menos lo
había: una vida de sencilla obediencia, vivida en la presencia de
Dios, sin necesidad de un rey. Después del colapso de la monar­
quía, los exiliados deben preguntarse a sí mismos si ese camino
mejor era nuevamente la voluntad de Dios para sus vidas.
Los primeros tres capítulos de 1 Samuel afirman que Dios con­
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 53

cede a su pueblo una extraordinaria libertad. Pueden obedecer o


rebelarse. Pero no importa cuál sea su elección, su cuidado provi­
dencial permanece activo, y su soberanía sobre el universo está
asegurada. Puede cerrar la matriz de Ana. Pero la puede volver a
abrir. Desde una perspectiva tal, aún el alarmante juicio pronun­
ciado sobre los hijos de Eli, de que “Jehová había resuelto hacerlos
morir” (2:25), atestigua la permanente soberanía de Dios. Los seres
humanos tienen libertad para decidir a favor o en contra de su Ha­
cedor. Pero el Señor está allí para responder, garantizando que la
justicia y la rectitud triunfarán en la Tierra.

■ Apliquemos la Palabra
1 Samuel 1-3
1. Ayuda del Señor, Ayuda de los Seres Humanos: Centrándose
en la vida de Ana como primer ejemplo, haga una lista en
su carpeta de los textos que muestran cómo ella encontró
solaz en el Señor cuando todos los auxiliadores humanos
parecían fracasar. Luego haga una lista de los pasajes que
muestran cómo el Señor utilizó a personas para fortale­
cerla y animarla. Pregúntese a sí mismo: “¿Estoy más incli­
nado a rechazar la ayuda que proviene del Señor o la ayuda
que envía por medio de seres humanos? ¿Por qué?”
2. Cuando la Iglesia Yerra el Blanco: ¿De qué maneras y en
qué medida puedo encontrar ánimo o consuelo en los há­
bitos santos de Elcana y Ana en tanto buscaban ser adora­
dores fieles mientras tantos eran impíos e infieles? (Escri­
ba su respuesta en su cuaderno referido a Samuel.) ¿Existe
alguna condición bajo la cual podría dejar de adorar con
la iglesia “oficial” y con otros creyentes? ¿Cuáles serían
esas condiciones? ¿Debería apoyar activamente a la iglesia
aun cuando parece estar deslizándose hacia la apostasía
por falta de liderazgo o por un liderazgo impío? ¿Por qué
sí o por qué no? Escriba sus reflexiones en uno o dos pá­
rrafos.
54 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

3. Ser Padres Fieles o Infieles: ¿Qué cosas específicas pueden


aprender los cristianos en cuanto a cómo ser padres a par­
tir del éxito de Ana y Elcana con Samuel? ¿De los errores
de Eli con Ofiii y Finees? ¿Del fracaso de Samuel con sus
hijos? ¿Por qué le parece que las Escrituras no mencionan
en ningún momento a la madre de Ofni y Finees o a la
madre de los dos hijos de Samuel? Comente en unas pocas
oraciones cómo podemos saber si los padres han fallado
en sus habilidades como padres o si sus hijos simplemente
han ejercido su derecho dado por Dios a elegir su propia
vida.
4. Oyendo el Llamado de Dios: Tanto Samuel como Eli tuvie­
ron dificultad para reconocer la voz de Dios en la noche.
Finalmente, se hizo evidente que Dios estaba llamando.
¿De qué maneras me habla Dios a mí? ¿Cómo puedo estar
seguro de que he oído su voz y conozco su voluntad?
¿Preferiría que el Señor se comunicara conmigo en voz
audible durante la noche? ¿Por qué sí o por qué no? Anote
sus pensamientos en su cuaderno.

■ Investiguemos la Palabra
1. Providencia y Libertad: Dos de las más notables interpreta­
ciones de “providencia” en 1 Samuel I al 3 son las declara­
ciones de que Jehová no le había concedido tener hijos a
Ana (1:5, 6), y de que Ofni y Finees “no oyeron la voz de
su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir”
(2:25). Sobre la base de su propio estudio de 1 Samuel 1 al
3, formule su postura con respecto a la tensión entre la li­
bertad humana y la intervención de la providencia en las
vidas humanas. Aunque algunos estén tentados a conside­
rar estos pasajes como sugerencias de un Dios mezquino y
arbitrario, ¿qué evidencia encuentra usted en estos capí­
tulos que sugerirían un Dios paciente y generoso? Con­
sulte las siguientes fuentes (y otras que pueda tener dis­
ponibles) para ver cómo varios autores tratan estas decía-
■ UN HOMBRE SANTO... EN UNA ÉPOCA IMPÍA 55

raciones problemáticas, si es que lo hacen:


A. S. Maxwell, The Bible Story, t. 3, pp. 145-154.
E. G. de White, Patriarcas y profetas, pp. 614-628.
Comentario bíblico adventista, t. 2, pp. 461-468.
Escriba uno o dos párrafos resumiendo sus conclusiones.
2. Mesías: La oración de Ana en 1 Samuel 2:1-10 contiene la
primera referencia al rey de Israel como el mesías (“ungi­
do”), una palabra que llega al griego como Jristós. Los
cristianos, por supuesto, aceptan a Jesús como el “Ungi­
do”, el Rey davídico. Pero la Palabra tiene una rica historia
veterotestamentaria. Utilizando una concordancia, estudie
los casos en que aparece y el significado de la palabra en el
Antiguo Testamento, concentrándose en 1 y 2 Samuel, los
Salmos e Isaías. Haga una lista, en su cuaderno, de los
textos que le resultan especialmente significativos, y note
cómo iluminan el significado dado a las palabras. Luego
lea acerca del mesías o cristo en un buen diccionario bíbli­
co. Los artículos del Diccionario bíblico adventista son bre­
ves. El artículo “Messiah” de R. T. France, en el New Bible
Dictionary (2da. ed.), páginas 763-772, presenta un exa­
men excelente y amplio del material tanto del Antiguo
Testamento como del Nuevo Testamento desde una pers­
pectiva evangélica.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para tener una visión general, véase Elena de White, Pa­
triarcas y profetas, pp. 614-628.
2. Con respecto al problema de sentimientos aparentemente
menos que cristianos en los salmos y oraciones del Anti­
guo Testamento, véase A. Thompson, “What Kind of
Prayers Would You Publish If You Were God?”, en Who’s
A fraid?, pp. 158-168.
3. Para un comentario conciso, contemporáneo y evangélico
que sigue el orden del texto, véase J. Baldwin’s Tyndale
56 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Oíd Testament Conunentary, 1 ir 2 Samuel.


4. Para una interpretación creativa de 1 Samuel vista desde la
perspectiva de una monarquía fracasada, véase R. Polzin,
Sam uel and the Deuteronomist.
5. Por comentarios textuales cuidadosos acerca de los ma­
nuscritos hebreos y griegos (Septuaginta) subyacentes de 1
Samuel, véase P. K. McCarter’s Anchor Bible Commen-
tary, I Samuel, y R. Klein’s Word Biblical Commentary, 1
Samuel.
6. Para una perspectiva más teológica de 1 Samuel, véase H.
W. Hertzberg, I and II Samuel, y G. Robinson, Let Us Be
Like the Nations.
7. Para interpretaciones judías tradicionales y referencias a
fuentes judías, véase L. Ginzberg, The Legends o f thejews\
texto en el t. 4, notas y referencias en el t. 6.
C A P IT U L O D O S

El Arca:
Un Talismán sin Valor, un Terror
Santo
1 Samuel 4-7

Tan pronto como la Escritura declara que “la palabra de Samuel llega­
ba a todo Israel” (4:1, BJ), Samuel desaparece durante tres capítulos y
veinte años. No es sino hasta 1:3, cuando Israel está listo para renovar
su relación con Jehová, que reaparece. Pero antes que eso ocurra, los tres
capítulos entre medio hablan acerca del arca del pacto de Jehová: su captu­
ra, su exilio y su devolución por parte de los filisteos.
Entonces el capítulo 7 revela que unos veinte años después que el arca
retom ara al hogar, el pueblo de Dios despertó al gran peligro en que se
encontraba. Con la ayuda de Samuel, arreglaron las cosas con Dios, y
disfrutaron de paz sobre la tierra durante un breve período y unos pocos y
breves versículos. Pero era la calma antes de la tormenta. El capítulo 8 co­
mienza con un anciano Samuel nombrando como ju eces a sus malvados
hijos. El pueblo dijo que ya habían tenido suficiente y pidieron un rey
“como tienen todas las naciones” (vers. 5).
Nuestro capítulo, entonces, nos lleva hasta el umbral de la monarquía.
Y nuevamente oiremos dos mensajes: primero, el relato de los últimos días
de Israel antes que pidiera un rey; y segundo, una respuesta profética ob­
servando retrospectivamente esos acontecimientos desde la perspectiva de
una monarquía que vino y se fu e, juzgada deficiente p or el Dios a quien
Israel servía.
51
58 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

■ Introduzcámonos en la Palabra

1 Samuel 4-7
Utilice los cuatro puntos que se presentan a continuación
para centrar su pensamiento al comenzar el estudio de 1 Sa­
muel 4 al 7. Luego lea los capítulos dos veces, observando las
posibles relaciones con 1 Samuel 1 al 3. Utilice una hoja de
papel para cada tema, y anote en forma de bosquejo aquellos
aspectos del relato que corresponden a cada ítem.

1. E l Arca - Un Peligro y un Gozo: Un incidente famoso rela­


cionado con el arca es el de Uza, que cayó muerto por in­
tentar sostenerla cuando los bueyes tropezaron. Refres­
que su recuerdo de este incidente leyendo 2 Samuel 6; re­
flexione luego en los relatos acerca del arca de 1 Samuel 4
al 6, y haga tres listas separadas: (A) acontecimientos o in­
cidentes en los cuales el arca trae bendición; (B) incidentes
que vinculan el arca con infortunios; (C) incidentes en los
cuales el arca, con razón, debiera haber ejercido una in­
fluencia poderosa pero en lugar de ello parecía extraña­
mente ordinaria e ineficaz. Prepare una breve lista mos­
trando cómo programaría el poder del arca si estuviera se­
leccionando incidentes en los cuales mostrara bendición,
infortunio o nada en especial.
2. La Religión Verdadera y la Falsa: Enumere y describa bre­
vemente los pasajes en los cuales se mencionan actos o
actitudes religiosas del pueblo de Israel ya sea de manera
positiva o negativa. Luego escriba un párrafo corto resu­
miendo el papel de los líderes religiosos de Israel en es­
tos acontecimientos, indicando si participaron activa o pa­
sivamente o simplemente estuvieron ausentes.
3. El Señor Obrando en una Tierra E xtranjera: Enumere las
maneras en que Jehová obró directamente con los filisteos
paganos, ya sea a favor o en contra de ellos. En un párrafo
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 59

breve, resuma lo que este relato revela acerca del trato de


Dios con personas que no son de su rebaño.
4. Siga el Mapa: Utilizando los mapas de su Biblia o un dic­
cionario bíblico (el Diccionario bíblico adventista tiene bue­
nos mapas), ubique los lugares que aparecen en estos capí­
tulos. De acuerdo con 3:20, Samuel era conocido desde
“Dan hasta Beerseba”. Compare la ubicación de esos luga­
res con aquellos mencionados en 7:16 y 17, donde Samuel
ministró directamente. Resuma en una oración las impli­
caciones que usted piensa que tuvo la influencia directa
de Samuel sobre la vida religiosa de Israel.

■ Exploremos la Palabra
La Gloria Ha Sido Desterrada (4:1-22)
Una confrontación militar entre Israel y los filisteos catapulta al
arca al centro de la escena en esta sección de 1 Samuel. Sin impor­
tar si fue Israel (hebreo; NTV) o los filisteos (griego; NRSV) los
que iniciaron las hostilidades, el resultado fue dolorosamente evi­
dente: los filisteos derrotaron a Israel, matando a cuatro mil hom­
bres.
De vuelta en el campamento, los ancianos de Israel hicieron la
pregunta obvia: “¿Por qué permitió hoy el Señor que nos derrota­
ran?” Pero la Escritura ni siquiera sugiere que hubo algo parecido a
un escudriñamiento serio de los corazones. Tenían a mano una so­
lución rápida: “Traigamos a nosotros de Silo el arca del pacto de
Jehová, para que viniendo entre nosotros nos salve de la mano de
nuestros enemigos” (4:3).
En ninguna otra parte de las Escrituras recibe el arca una aten­
ción tan estrecha y prolongada como aquí, aun cuando, aparente­
mente, los que estuvieron directamente involucrados en la captura,
exilio y regreso del arca no obtuvieron beneficios espirituales como
resultado de ello. Pero el autor de 1 y 2 Samuel debe de haber teni­
do la esperanza de que aquellos que vivían cuando el arca ya no es­
taba, aprendieran lecciones importantes del relato del cofre de oro
60 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

que se convirtió en piedra de tropiezo para Israel y un terror para


su vecinos filisteos.
La Escritura dice sorprendentemente poco acerca del arca.
Aparte de una referencia al arca en el cielo (Apoc. 11:19), la única
otra referencia en el Nuevo Testamento se encuentra en la lista del
mobiliario del santuario de Hebreos 9:4 y 5, en la que el autor está
ansioso por proseguir: “De las cuales cosas no se puede ahora ha­
blar en detalle”, escribe. Y no lo hace, ni en ese momento ni des­
pués.
Las referencias del Antiguo Testamento al arca son igualmente
raras. Aparte del Pentateuco y los libros históricos (los profetas
“anteriores”), el arca aparece sólo en Salmos 132:8 y Jeremías
3:16. Sin embargo, el pasaje de Jeremías es instructivo, porque ad­
vierte en contra de confiar en el arca como algún tipo de objeto
mágico. Jeremías declaró, en anticipación de una Jerusalén restau­
rada: “No se dirá más: Arca del pacto de Jehová; ni vendrá al pen­
samiento, ni se acordarán de ella, ni la echarán de menos, ni se ha­
rá otra”. En forma similar, Jeremías remedó la altisonante retórica
del pueblo en honor del templo (7:4) cuando sus acciones impías lo
habían convertido en una “cueva de ladrones” (vers. 11). A menos
que hubiera una reforma, dijo Jeremías, el templo se convertiría en
otro Silo (vers. 12).
Así que aquí estamos, en Silo. De las humeantes ruinas del tem­
plo de Salomón, el autor de 1 y 2 Samuel nos lleva de vuelta a un
lugar santo anterior y nos da una fuerte dosis de arca (más de tres
capítulos) para ayudarnos a entender la diferencia entre objetos sa­
grados, lugares sagrados y un pueblo santo.
Los ancianos de Israel estaban siguiendo la noble tradición
cuando pidieron el arca para que los guiara a la batalla. El arca a
menudo había abierto el camino en momentos clave de la historia
de Israel: la salida del Sinaí (Núm. 10:33-35), el cruce del Jordán
(Jos. 3 y 4) y la marcha alrededor de Jericó (Jos. 6). En un caso,
Números 14:44, la Escritura relaciona una derrota militar con la
ausencia del arca, al describir cómo los amalecitas repelieron a Is­
rael en el borde de Canaán cuando el pueblo presuntuosamente
fue a la batalla aunque “el arca del pacto de Jehová, y Moisés, no se
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 61

apartaron de en medio del campamento”. Con tal recuerdo, no es


sorprendente que los israelitas irrumpieran en aclamaciones cuan­
do Ofni y Finees trajeron el arca al campamento (1 Sam. 4:5).
Los filisteos, por contraste, quedaron petrificados cuando se en­
teraron de la causa del alboroto, y en su terror produjeron una
versión interesante de la historia de Israel: “Ha llegado su Dios al
campamento”, dijeron. “¡Ay de nosotros! Es la primera vez que
nos pasa esto. ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de
esos dioses poderosos, los dioses que hirieron a Egipto con toda
clase de calamidades y epidemias? ¡Valor, filisteos! Sean hombres y
no serán esclavos de los hebreos, como lo han sido ellos de noso­
tros. ¡Sean hombres y al ataque!” (vers. 7-9, NBE).
Se les puede perdonar una sonrisa a los informados israelitas
ante tal relato. En primer lugar, los filisteos no tenían claro si era
un dios o muchos (irónicamente, muchos de los israelitas tampoco
estaban seguros). En segundo lugar, el acontecimiento no era tan
singular, por lo menos en cuanto a lo que a Israel concernía. Por
ejemplo, el arca en verdad había abierto el camino a la batalla con­
tra Jericó (Jos. 6). Pero quizá los filisteos querían decir que nada
como esto les había sucedido a ellos anteriormente. En tercer lu­
gar, los filisteos equivocadamente ubicaban a los “dioses” israelitas
azotando a los egipcios con plagas en el desierto. En cuarto lugar, y
aquí las sonrisas israelitas probablemente se convertían en una
mueca, los filisteos hablaban de sí mismos como amos sobre Israel,
un eco incómodo de la esclavitud en Egipto.
Pero a pesar de todas las fallas en el relato filisteo, era funda­
mentalmente correcto al reconocer que este “dios” en verdad era
único. Era inaudito que un dios se identificara con un pueblo escla­
vo, que los liberara y que los guiara a una nueva tierra. Más aún,
recordar ese acto de liberación como algo que tuvo lugar en un
punto en particular del tiempo era reconocer, no importa cuán os­
curamente, que éste era un dios que actuaba en la historia, no sólo
a través de los procesos de la naturaleza. El Dios de Israel era
Creador y Señor de la naturaleza, no parte de la naturaleza misma.
Por lo tanto, los filisteos conocían suficiente historia como para
estar asustados. El Dios de Israel era diferente de cualquier cosa
62 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

que hubieran conocido, y el arca era el símbolo de su presencia.


Estaban atemorizados y tenían razón para estar así.
¿Por qué entonces no se rindieron, dieron media vuelta y huye­
ron? ¿Qué podían hacer simples hombres contra los dioses, espe­
cialmente este Dios? Eso es exactamente lo que estos filisteos muy
humanos querían descubrir. ¡Salieron a conquistar los dioses y lo
lograron! En lugar de cuatro mil bajas, como en la primera batalla,
cayeron treinta mil israelitas, mientras el resto huía a sus tiendas
(4:10). En resumen, los aturdidos israefitas perdieron, mientras
que los asustados filisteos ganaron y ganaron a lo grande.
¿Cuán grande fue la victoria de los fifisteos? Tres pasajes en esta
sección de 1 Samuel hacen surgir el problema de las grandes canti­
dades en el Antiguo Testamento. El caso más “extremo” es el de
6:19, donde el texto hebreo estándar y la Septuaginta dicen que
Dios hizo morir a 50.070 hombres de Bet-semes. Tanto la NBE
como la BJ mencionan setenta, eligiendo seguir unos pocos ma­
nuscritos hebreos. Pero en 4:2 y 4:10, hablando ambos de las bajas
israelitas, ninguna variante en los manuscritos permite una salida
fácil. De acuerdo con 4:2, los fifisteos mataron cuatro mil israefitas
en la primera batalla; de acuerdo con 4:10, mataron treinta mil en
la segunda.
¿Son demasiado altas esas cifras? Algunos prefieren tomar los
datos bíblicos por su significado literal; otros dicen que se halla
presente la hipérbole; aún otros argumentan que los múltiples sig­
nificados de la palabra hebrea ’aleph (miles) se halla a la base de la
dificultad, puesto que la misma palabra hebrea también puede sig­
nificar “jefe” o “clan” (compare Miq. 5:2 y Mat. 2:6 en la NBE y
DHH). Si el problema radica en la interpretación de la palabra he­
brea ’aleph, entonces se podría decir que los fifisteos mataron cua­
tro jefes en la primera batalla y treinta en la segunda; o que destru­
yeron cuatro escuadras en la primera y treinta en la segunda.
No importa cómo resuelva uno el problema, sin embargo, la
magnitud de la segunda victoria filistea en comparación con la pri­
mera permanece constante. La proporción fue de cuatro a treinta,
ya sean miles, jefes o clanes (o una simple hipérbole). El punto del
relato requiere una victoria aplastante para los fifisteos, y eso es
■ EL ARCA: UN TALISMAN SIN VALOR 63

perfectamente evidente de cualquier manera como uno interprete


la palabra ’aleph.
A pesar de la aplastante victoria filistea, el autor de 1 Samuel no
dice nada acerca del júbilo en el campamento filisteo, eligiendo
más bien centrarse en una sombría lista de las calamidades de Is­
rael: la derrota y disolución del ejército de Israel; la muerte de
treinta mil soldados; la captura del arca; la muerte de los dos hijos
de Eli, Ofni y Finees (4:10, 11).
Cuando el mensajero benjamita llegó a Silo con las noticias del
campo de batalla, el sumo sacerdote de 98 años aparentemente pu­
do manejar la noticia de la muerte de sus hijos. Pero cuando se en­
teró que el arca estaba perdida, quedó tan aturdido que se cayó de
la silla y murió al desnucarse. Más o menos al mismo tiempo nació
su nieto, llamado Icabod por su madre: “la gloria ha sido desterra­
da” (vers. 21, BJ).
Con la destrucción de Jerusalén nítida en sus mentes, la audien­
cia del autor reconocería inmediatamente los paralelismos: el su­
mo sacerdote muerto, sus hijos muertos. Ni siquiera un recién na­
cido era causa de gozo, porque la madre murió durante el parto:
“Mas ella no respondió, ni se dio por entendida” (vers. 20). Y lo
peor de todo: “Traspasada es la gloria de Israel; porque ha sido to­
mada el arca de Dios” (vers. 22).

Con los Filisteos y de Regreso (5:1-6:21)


Los ganadores llevaron el arca del “derrotado” Dios de Israel al
templo de Dagón, el dios filisteo. Puede parecemos extraño tal re­
conocimiento hacia una deidad derrotada. Pero los filisteos no eran
monoteístas. Aun muchos israelitas no eran monoteístas por esa
época (véase 7:3). De cualquier manera, los filisteos pronto se die­
ron cuenta de que Jehová no era una deidad derrotada. No impor­
ta cuán inactivo haya estado cuando fue invocado por Israel, re­
pentinamente se volvió activo cuando los filisteos capturaron su
cofre sagrado. Dos veces cayó Dagón sobre su rostro delante del
arca; la segunda vez sufriendo un daño corporal significativo (5:3,
4). Los filisteos, aterrorizados, jugaron a la pelota envenenada,
64 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

moviendo el arca de Asdod a Gat, y de aquí a Ecrón, con cada ciu­


dad tratando de escapar de la mano fuerte de Dios.
Ecrón, finalmente, convocó a una asamblea nacional. “Enviad
el arca del Dios de Israel”, rogaron, “y vuélvase a su lugar, y no
nos mate a nosotros ni a nuestro pueblo” (5:11). Es así como luego
de siete meses de que reinara el terror entre los filisteos, el arca
fue devuelta a su hogar. En el campo de Josué de Bet-semes, los
israelitas le dieron la bienvenida con gran gozo (6:14, 18); un gozo
muy breve, por cierto, puesto que setenta de entre ellos cayeron
muertos (6:19; 50.070 de acuerdo con la Septuaginta y la mayoría
de los manuscritos hebreos) por mirar dentro del arca (hebreo;
RVR), o, de acuerdo con la Septuaginta, simplemente por no rego­
cijarse con los otros por el retomo del arca (NBE). El temor reinó
nuevamente y la gente de Bet-semes le pidió a los habitantes de
Quiriat-jearim que se llevaran el arca de su territorio.
El peregrinaje del arca de Israel a los filisteos y su regreso
muestra que tanto Israel como los filisteos consideraban el arca en
términos mágicos. A pesar de la importancia que tenía el pacto en
el antiguo Israel, sus dimensiones éticas, grabadas sobre piedra
dentro del arca, fueron menospreciadas muy fácilmente en favor
de la “magia” del arca misma. Los pecados de Ofni y Finees contra
el pacto están enunciados explícitamente en 1 Samuel 2: robo
(vers.12-15); inmoralidad sexual (vers. 22); y deshonrar a los pa­
dres (vers. 25). Sin embargo, estos fueron los hombres que trajeron
el arca al campamento de Israel para asegurar la victoria en la bata­
lla.
El núcleo ético presente en el corazón mismo del pacto quería
decir que el uso que Dios le diera al poder del arca, ya fuera para
hacer daño o para ayudar, podía ser selectivo. Uza fue herido por
sostener el arca, aunque su acto parecería haber sido bien intencio­
nado (2 Sam. 6:6, 7). En contraste, Ofni y Finees podían cometer
una innumerable cantidad de malas acciones y sin embargo mane­
jar el arca sin peligro. Su día finalmente llegó, por supuesto, pero
fueron abatidos por los filisteos, no por el arca. En pocas palabras:
Por cuanto el arca sólo era un símbolo de la presencia de Dios y no
parte de Dios mismo, uno nunca podía estar seguro de si tocar el
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 65

arca podía resultar inofensivo o mortal.


Puesto que los filisteos estaban mucho más impregnados con
conceptos mágicos de lo santo que los israelitas, Dios permitió que
el arca asumiera una apariencia más mágica en sus manos. Israel
podía ser completamente impío y no ser afectado por la presencia
del arca. Pero durante siete meses, los filisteos no experimentaron
otra cosa que terror por parte de ella, aunque no el mismo tipo de
terror que afligió a Uza o a los hombres de Bet-semes. La Escritu­
ra no dice nada acerca de que Jehová abatiera a algún filisteo por
tocar o mirar el arca de manera inapropiada. Parece haber ido de
ciudad en ciudad entre los filisteos sin ninguna dificultad.

Apéndice Explicativo: Jeh ová y los Dioses (Elohim)


A la luz de la cruz, Apocalipsis 12:7-9 clarifica la lucha entre el
bien y el mal y los seres embanderados en ambos bandos. Allí,
“Miguel y sus ángeles” luchan contra el “dragón y sus ángeles”, y el
dragón es identificado explícitamente como “Satanás” (vers. 9). En
el Antiguo Testamento, sin embargo, se menciona muy rara vez a
Satanás. Es más típico que se describa a los seres sobrenaturales,
que se forman para la batalla contra Jehová, el Dios de Israel, sim­
plemente como “dioses” (’elohim), término genérico que puede ha­
cer referencia a cualquier ser sobrenatural, inclusive a Dios mis­
mo.
El relato bíblico de la visita del arca a los filisteos centra su
atención en la forma en que Dios se relaciona con las personas no
israelitas y sus “dioses” ( ’elohim). En cierta forma, el trato que Jeho­
vá tuvo con los filisteos fue similar a su trato con Israel. Durante un
tiempo incluso pareciera que estuvo más activo entre los filisteos
que con Israel. Y durante ese tiempo, los filisteos trataron a Jehová
y su cofre sagrado con gran respeto. Pusieron el arca en el templo
de su “dios” (’elohim) Dagón (5:1-5); dieron crédito (culparon) a
Jehová por las plagas (vers. 7); quizás incluso oraron a él (“el cla­
mor de la ciudad subía al cielo”, vers. 12); y abordaron seriamente
la cuestión de una ofrenda apropiada de culpabilidad (6:4, 5).
En cuanto a Dios, aunque actuó con mano dura para con ellos,
66 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

no los destruyó, aunque eran adoradores de Dagón. Jehová pareció


aceptar su ofrenda de culpabilidad; uno puede incluso conjeturar
que oyó sus oraciones. ¿En qué se diferenció esto de su trato con
Israel? Por una parte, no les exigió a los filisteos que guardaran su
pacto. Su pacto era con Israel, con nadie más. Pero también es evi­
dente que no dio descanso a los filisteos hasta que devolvieron el
arca a Israel, quizá siendo más persistente con ellos de lo que era
con su propio pueblo. Israel podía desviarse durante años y el arca
permanecía inactiva. Sin embargo, entre los filisteos la presión fue
insistente hasta que enviaron el arca de vuelta a su lugar.
El papel de David en las relaciones israelitas-filisteas sugiere
que no era imposible, quizá casi sencillo, que los filisteos se convir­
tieran a la adoración de Jehová. Antes de convertirse en rey de Ju-
dá, David se unió a Aquis, rey de Gat (1 Sam. 27), y a duras penas
escapó de ser llamado a la batalla contra su propio pueblo (1 Sam.
29). Luego del malogrado intento de David de traer el arca a Jeru-
salén, la llevó a la casa de Obed-edom geteo, de quien muchos co­
mentadores creen que era de la ciudad filistea de Gat (véase
“Obed-edom” en el Diccionario bíblico adventista con respecto a
otras alternativas). Durante los tres meses que Obed-edom tuvo el
arca, “bendijo Jehová ,a Obed-edom y a toda su casa” (2 Sam.
6:11). Y cuando David tuvo que huir de Jerusalén en el momento
de la revolución de Absalón, uno de los contingentes más fieles
que apoyaron al rey exiliado estuvo compuesto por Itai geteo y
seiscientos hombres que habían acompañado a David desde Gat (2
Sam. 15:18-22). Aparentemente estos eran filisteos que habían
aceptado a Jehová como su Dios.
Alás sorprendente todavía para los cristianos monoteístas es la
evidencia presente en el Antiguo Testamento de que Jehová reco­
nocía el poder de otros “dioses” ( ’elohim), aun manteniendo un
control más bien flojo sobre ellos. En el primer mandamiento, Je­
hová no negó la existencia de otros ’elohim, sino que simplemente
prohibió a Israel tener otros ’elohim “delante de mí” (Exo. 20:3;
Deut. 5:7). En términos prácticos, eso significaba una adoración
exclusiva de Jehová en Israel dejando a los otros ’elohim a las otras
naciones.
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 61

La evidencia bíblica de la idea comúnmente aceptada de deida­


des nacionales es clara, aunque no abundante. A continuación pre­
sentamos algunos de los pasajes más llamativos.
Del tiempo de Jefté: Jefté, el juez bastardo, dio por sentado el
concepto de deidades nacionales en su intercambio diplomático
con los moabitas: “Lo que te hiciere poseer Quemos tu dios, ¿no lo
poseerías tú? Así, todo lo que desposeyó Jehová nuestro Dios de­
lante de nosotros, nosotros lo poseeremos” (Juec. 11:24).
Del tiempo de David: David, el fugitivo que huía del rey Saúl, re­
veló una teología similar en su diálogo con el rey a su paso por el
valle. Reclamando que sus enemigos lo habían alejado de su “parte
en la heredad de Jehová, diciendo: Ve y sirve a dioses ajenos”, aña­
dió el quejumbroso ruego: “Que mi sangre no caiga en tierra, lejos
de la presencia del Señor” (1 Sam. 26:19, 20; NBE).
Del tiempo de Naamán el sirio: Quizá la confirmación más pinto­
resca de la idea de la deidad nacional provenga del general sirio
Naamán. Si quería ser sanado de su lepra por el Dios de Israel, de­
bía ir en persona a la tierra del Dios de Israel. Luego de su sana-
miento, dio un testimonio poderoso de su conversión: “He aquí
ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel” (2
Rey. 5:15). Aun más sorprendente, sin embargo, fue su petición:
“¿De esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de muías?
Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni
ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová” (vers. 17). Naa­
mán aparentemente sentía que sólo era posible adorar a Jehová so­
bre la tierra de Jehová.
Algunos pasajes no narrativos importantes también son de inte­
rés especial en relación con el concepto de un “dios” nacional.
Uno es Deuteronomio 32:8 y 9, que declara que aunque Jacob
pertenecía a Jehová, los límites de las naciones fueron puestos ori­
ginalmente por el Altísimo, “según el número de los hijos de Dios
[’elohim]” (NBE). Sin embargo, el texto hebreo común (seguido
por la versión Reina-Valera Revisada), curiosamente dice “hijos de
Israel” en lugar de “hijos de Dios”, sugiriendo incomodidad por
parte de los primeras escribas con la idea de deidades nacionales.
La Septuaginta, sin embargo, dice “ángeles de Dios”, y otras ver­
68 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

siones conjeturaron con que el original era “hijos de Dios” y así


tradujeron el pasaje. Es notable que entre los rollos del Mar
Muerto —un tesoro significativo de manuscritos que datan del si­
glo II a.C. hasta el siglo I d.C., el primero de los cuales fue descu­
bierto en 1947— se encontró un manuscrito hebreo de Deutero-
nomio 32:8 que decía “hijos de Dios”, confirmando así la corazo­
nada de los traductores de otras versiones.
La implicancia de tal frase es que todos los “dioses” {’elohiTri) es­
taban bajo la dirección del Altísimo, pero que Israel ocupaba un
lugar especial como pueblo propio de Jehová. Eso significa que
Dagón y los filisteos igualmente podían formar parte del plan más
amplio de Dios. Aunque a Israel se le prohibía adorar a Dagón, el
dios filisteo, el Dios de Israel podía obrar tanto con Dagón como
con los filisteos porque eran parte del dominio legítimo de Jehová.
Desde nuestra perspectiva, nosotros más probablemente clasifi­
caríamos a Dagón de los filisteos, Rimón de los sirios y Quemos
de los moabitos como parte del dominio de Satanás. Pero una dis­
tinción tan fina entre los dos bandos celestiales opositores, sin em­
bargo, no sería clara hasta que Apocalipsis 12:7-12 identificara la
cruz como el punto de transición.
Desde la perspectiva del Antiguo Testamento, otro pasaje, Sal­
mos 82, ya había señalado el “juicio” de los otros dioses (’elohim).
Allí se dice que el Dios verdadero juzga a los “dioses” por su con­
ducta injusta e impía. Aunque ustedes son “dioses”, declara el sal­
mo, “como hombres moriréis” (vers. 6, 7). Los últimos versos de­
claran una verdad con la cual los cristianos están más familiariza­
dos: “Levántate, oh Dios, juzga la tierra; porque tú heredarás todas
las naciones” (vers. 8). Por medio de la revelación de Dios en Jesu­
cristo, la soberanía del único Dios verdadero sobre toda nación,
tribu, lengua y pueblo llegaría a ser evidente para que todos la pu­
dieran ver, aun cuando el diablo ha bajado a la tierra “con gran ira,
sabiendo que tiene poco tiempo” (Apoc. 12:12).
Aunque la verdad de la soberanía universal de Dios sobre todos
los pueblos y todos los “dioses” (’elohim) no fue siempre aparente
en el Antiguo Testamento, el relato de la permanencia del arca en­
tre los filisteos es una ilustración llamativa de cómo trató Jehová a
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 69

los adoradores de otro dios (’elohim) como sus hijos, prefigurando


la verdad de la cual habló Pablo: “Ya no hay judío ni griego; no
hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros
sois uno en Cristo Jesús” (Gál. 3:28). Por parte de los filisteos, uno
casi siente un anhelo por el cumplimiento de esa verdad en las
conmovedoras escenas del regreso del arca: los cinco príncipes filis­
teos siguiendo de lejos a las dos vacas lecheras, observando a ver si
Jehová estaba guiando, preguntándose si sus oraciones habían si­
do oídas y su sacrificio aceptado (1 Sam. 6:12); los segadores israe­
litas recibiendo gozosamente el arca, ofreciendo las dos vacas como
una ofrenda de gratitud a Jehová (vers. 14, 15); los cinco príncipes
filisteos regresando a sus hogares, satisfechos porque Jehová había
aceptado su regalo (vers, 16).

En el Umbral de la Monarquía (7:1-17)


A medida que los acontecimientos del capítulo 7 nos traen al
punto culminante del ministerio de Samuel, el lector atento puede
detectar un fenómeno que podría ser denominado “exageración
profética”. Una lectura cuidadosa de 1 Samuel revela un contraste
entre algunas de las declaraciones generales acerca de la influencia
de Samuel y los detalles más precisos presentados en relatos especí­
ficos. En 3:20, por ejemplo, se dice que Samuel era conocido como
profeta desde Dan hasta Beerseba, es decir, de un extremo del país
hasta el otro. Pero 7:16 y 17 nombra los lugares específicos de su
circuito anual: Betel, Gilgal, Mizpa, y de vuelta a Ramá, todos es­
trechamente apiñados en el corazón de Israel. La inferencia sería
que la influencia específica de Samuel era mucho más limitada que
su reputación general. La brecha de veinte años entre el regreso
del arca y el reavivamiento religioso también sugeriría una in­
fluencia más limitada. La declaración amplia seguiría siendo ver­
dad en un sentido general, pero podría ser considerada como una
“exageración” en vista del análisis más preciso de los detalles espe­
cíficos.
Un ejemplo aun más notable de “exageración profética” se en­
cuentra en 7:13: “Así fueron sometidos los filisteos, y no volvieron
10 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

más a entrar en el territorio de Israel; y la mano de Jehová estuvo


contra los filisteos todos los días de Samuel”. Eso contrasta con las
detalladas descripciones de los conflictos con los filisteos de 1 Sa­
muel 13 y 14, en los cuales los filisteos habían incluso monopoliza­
do el negocio de la herrería. El día de la batalla, Saúl y Jonatán
eran los únicos israelitas que tenían una espada o una lanza (1
Sam. 13:22).
Las declaraciones más generales tienen un propósito homilético,
y pueden ser comparadas con las dramáticas declaraciones de los
profetas en relación con los males del culto corporativo. “Aborrecí,
abominé vuestras solemnidades”, exclamó el profeta Amos. “No
me complaceré en vuestras asambleas” (Amos 5:21). Eso es un po­
co fuerte. Pero logró lo que quería.
El libro de Josué, con su ampfias declaraciones acerca del estado
de la conquista, también exhibe contrastes similares a los que des­
criben la influencia de Samuel. Josué 11:23, por ejemplo, declara
“Tomó, pues, Josué toda la tierra, conforme a todo lo que Jehová
había dicho a Moisés”. Sin embargo, en 13:1 Jehová le dice a Josué:
“Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por
poseer”. El resto del libro de Josué y una gran parte del libro de
Jueces testifican la sombría verdad de esta última declaración. Sin
embargo, la primera es una resonante afirmación de la bondad de
Dios para con su pueblo. Es una “exageración profética”, seguro.
Pero las páginas de las Escrituras testifican frecuentemente de tal
exuberancia. Los creyentes pueden observar el lado brillante de la
imagen, aun cuando algunos de los detalles son insuficientes. El
concepto de “exageración profética” llega a ser crucial en 1 Sa­
muel 7, donde el autor nos presenta la última vislumbre de Samuel
como juez antes que él y el pueblo enfrenten la espinosa cuestión
de la monarquía.
Dada el ansia que tiene el autor por establecer a Samuel como el
juez ideal, es comprensible su “exageración profética” en cuanto a
los beneficios prácticos de tener como líder a Samuel contra los fi­
listeos. Aunque los detalles específicos de los relatos posteriores
podrían sugerir un resumen más serio, el autor de 1 Samuel se ha
puesto a predicar aquí, con intensidad: “Así fueron sometidos los
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 71

filisteos, y no volvieron más a entrar en el territorio de Israel; y la


mano de Jehová estuvo contra los filisteos todos los días de Sa­
muel” (7:13).
El autor de 1 Samuel nos ha traído cuidadosamente a este clímax
en la vida de Samuel, poniendo el cimiento, bloque por bloque, de
lo que él creía era el ideal de Dios para su pueblo. Al concluir el ca­
pítulo 3, se ha anunciado juicio sobre la casa de Eli. El capítulo 4
nos muestra cómo ocurrió. Eli, al igual que la monarquía caída del
tiempo del autor, era viejo y no podía ver (vers. 15). Al enterarse de
la pérdida del arca, se cayó de su silla (trono) y murió, “porque era
hombre viejo y pesado” (vers. 18). Sus hijos y herederos, Ofni y
Finees, también estaban muertos, asesinados por un poder extran­
jero debido a su gran maldad, por no haber respetado “el arca del
pacto de Jehová de los ejércitos, que moraba entre los querubines”
(vers. 4).
Los tres capítulos que describen la pérdida, el exilio y el retorno
del arca ilustran el fracaso del liderazgo de Eli. Más sutilmente,
también ilustran lo que le ocurrió a Israel al no estar presente Sa­
muel, porque no se lo menciona ni una vez entre 4:1 y 7:3. Su re­
greso coincide con una notable renovación espiritual, renovación
que no menciona en ninguna parte el arca que había regresado a
Israel unos veinte años antes.
Si la ausencia de Samuel está ligada de alguna manera con los
dos desastres de Eben-ezer (4:1, 3, 10, 11), su presencia contribuyó
a la victoria de Eben-ezer. El mensaje grabado en la piedra expresa­
ba la dramática transformación: “Hasta aquí nos ayudó Jehová”
(7:12). Anteriormente, Samuel había sido establecido como sacer­
dote (2:35; 3:1) y profeta (3:20). Ahora, en el capítulo 7, también se
le da el título de juez (BJ = “juzgó”, vers. 6). Eli también había juz­
gado a Israel (BJ = “juez”, 4:18) pero había empañado el ideal al
tratar de pasar su autoridad a sus hijos. Aunque el cargo sacerdotal
era hereditario, los jueces recibían su autoridad de Dios, no por li­
naje humano. Dios había juzgado la intención de Eli de hacer lo
contrario. Sus hijos fueron muertos, y Eli mismo murió cuando se
cayó de su silla (trono). Samuel sucumbiría a la misma tentación.
Pero aquí, en el capítulo 7, es un juez del tipo puro, que sirve al
72 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

pueblo por encargo de Dios.


Bajo Samuel, la disposición de Dios de ayudar nuevamente a su
pueblo está ligada a dos aspectos sorprendentes de la respuesta del
pueblo. En primer lugar, su arrepentimiento absoluto; y en segun­
do término, su decisión a adorar solamente a Jehová, con énfasis
en la palabra sólo. El liderazgo de Samuel como juez vuelve al ciclo
de apostasía-opresión-clamor-liberación que aparece tan a menudo
en el libro de Jueces, pero con una notable diferencia, porque bajo
Samuel, el pueblo se arrepiente. A pesar de los muchos “ciclos” en
los cuales Dios ha intervenido en favor de su pueblo en el libro de
Jueces, sólo una vez hay una referencia explícita al arrepentimiento
de Israel, en Jueces 10:10-16, donde parecería ser tanto altivo como
superficial: “Hemos pecado; haz tú con nosotros como bien te pa­
rezca; sólo te rogamos que nos libres en este día” (Juec. 10:15).
Por contraste, el arrepentimiento bajo Samuel es de corazón y está
marcado por la humildad delante de Jehová (7:4-8).
Aunque la mera mención de cualquier tipo de arrepentimiento
ya es suficientemente notable, lo que marca este “regreso” a Jehová
como algo verdaderamente singular es el uso del calificativo sólo.
En la historia del pueblo de Dios, desde Deuteronomio hasta el fi­
nal de 2 Reyes, frecuentemente se amonesta a Israel a servir a Jeho­
vá en lugar de servir a otros dioses. Pero 7:3 y 4 es la única vez que
se llama a Israel a servir sólo a Jehová (Polzin, Samuel, p. 74). Israel
respondió y “quitaron a los baales y a Astarot, y sirvieron sólo a Je­
hová” (vers. 4).
Polzin argumenta que la palabra sólo puede ser aún más signifi­
cativa aquí: “En 1 Samuel 7 ‘sólo a él servid’ significa no sólo ‘no
servir a dioses ajenos’, sino que también significa ‘no servir a re­
yes’ " (Polzin, Samuel, p. 78). Es decir, el autor de 1 Samuel po­
dría estar llamando a un “retomo” a Jehová libre de la idolatría y
de la monarquía. Samuel es el modelo de la clase de líder correcto,
el juez carismático que intercede con Jehová por su pueblo, que
ofrece sacrificios en favor de ellos y que los llama de vuelta al servi­
cio puro solamente a Dios.
Quizá la evidencia más clara de esta interpretación se encuentra
en el capítulo 8, después que el pueblo pidió un rey. La respuesta
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 13

de Jehová a Samuel igualaba su pedido con la idolatría: “No te han


desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine so­
bre ellos. Conforme a todas las obras que han hecho desde el día
que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a
dioses ajenos, así hacen también contigo” (vers. 7, 8). En palabras
de Polzin, “que Israel rechazara a Samuel el juez, en favor del pro­
puesto servicio a los reyes, era como abandonar a Jehová para ser­
vir a otros dioses” (Polzin, Samuel, pp. 78, 79).
Ahora bien, si el autor de 1 Samuel está describiendo la forma
ideal de liderazgo en su reseña de Samuel como juez, 1 Samuel 7
nos permite resumir las características de una comunidad que vivía
bajo una persona tal: (1) un “regreso” de todo corazón al servicio
de Jehová, que quería decir ningún dios ajeno y ningún rey (vers. 3,
4); (2) confesión de los pecados (vers. 6); (3) humildad y temor en
la presencia de Jehová, en lugar de arrogancia jactanciosa (vers. 7,
8); (4) paz con los vecinos (vers. 12-14). Aunque hay sacrificios, no
hay arca ni adoración en un templo formal. Es así como el autor de
1 Samuel se sumerge más profundamente en un ideal anterior para
ayudar a Israel a manejar la pérdida del rey y del templo. En efecto,
dice que el pueblo de Dios puede sobrevivir bastante bien sin el
poder de un rey y sin un templo visible. Pero deben volverse a
Dios y servirle solamente a él.
La media vuelta en la experiencia religiosa de Israel está ilustra­
da gráficamente en el encuentro con los filisteos descrito en el ca­
pítulo 7. Aunque no se menciona el arca, son notables otros parale­
lismos y contrastes. Los israelitas estaban reunidos una vez más,
esta vez en Mizpa, pero no en concilio de guerra; Samuel estaba
guiando al pueblo en una experiencia de genuina renovación espiri­
tual. Los filisteos se enteraron de la reunión de Israel y armaron
un ataque. Antes, cuando se perdió el arca, Israel había estado con­
fiado y los filisteos atemorizados. Esta vez ocurrió lo contrario:
por lo menos Israel tenía miedo. Pero Samuel oró, Jehová tronó, e
Israel obtuvo una gran victoria.
La descripción del autor del ideal de Dios para su pueblo en 1
Samuel 7 se halla unida a la visión profética de Israel. El primer
propósito de Dios fue desarrollar un agudo sentido de lo bueno y
74 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

lo malo, una profunda comprensión de la justicia. En la búsqueda


de ese ideal, se estaba haciendo evidente que tanto los rituales sa­
grados como los objetos sagrados, aun cuando habían sido dados
originalmente por Dios, se podían convertir en riesgos. Aquí en 1
Samuel, todas las señales y maravillas prodigiosas relacionadas con
la captura y el regreso del arca aparentemente no lograron desper­
tar una renovación de la verdadera religión. De acuerdo con la Es­
critura, el reavivamiento no llegó sino veinte años más tarde. Dios
había tenido la intención, a través de las tablas del pacto que conte­
nía el arca, que el arca fuera el punto central de la relación ética y
personal entre él y su pueblo y entre ellos. Pero en lugar de eso el
arca se había convertido en algo mágico y mecánico. Quizá sería
mejor no tener el arca...
En cierto sentido, uno podría decir que Jeremías 3:16 fue la
preparación necesaria para Juan 3:16, porque habló de un tiempo
en el cual no se recordaría ni se extrañaría el arca. Un día, los se­
guidores de Jesús vivirían ese momento. Los principios del pacto
que fueron grabados una vez en piedra llegarían nuevamente a la
humanidad como un regalo de Dios, pero esta vez encarnados en
forma humana. “Y vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Jesús nos muestra
un camino mejor. Intentar colocar a Dios en un cofre de oro tiene
sus problemas; 1 Samuel 4 al 7 nos muestra el porqué.
El ideal de 1 Samuel 7 es maravilloso, no importa cuán débil­
mente y con que poca frecuencia lo captemos. En verdad, el autor
ahora está preparado para abrir otro capítulo de la historia de Israel
que ilustra qué terrible error fue comprometer ese ideal, lo que
llevó finalmente a la pérdida del arca, el templo y aun la patria.

■ Apliquemos la Palabra
1 Samuel 4-7
1. En Presencia de lo Sagrado: Los relatos de 1 Samuel 4 al 7
revelan tanto el descuido que hace que lo sagrado parezca
común e ineficaz como un descuido que convierte lo sa­
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 75
grado en peligroso. ¿Cómo puede mi descuido hacer en la
actualidad que lo sagrado sea peligroso? ¿Han habido oca­
siones en mi vida en las que he sido tan descuidado con lo
sagrado durante tanto tiempo que eso se convirtió en algo
común? ¿Qué es lo que hace que un objeto o un aconteci­
miento sean sagrados? (Resuma sus pensamientos en unos
pocos párrafos en su carpeta de Samuel.)
2. Líderes: En 1 Samuel, Dios está preocupado no sólo con la
adoración a ídolos, sino también con la adoración al tipo
equivocado de líderes. Enumere algunas posibles razones
por las cuales el liderazgo hereditario no era lo ideal para
Israel. ¿Qué paralelismos con nuestro mundo cristiano
moderno puede encontrar? ¿Corre más riesgos la iglesia
por causa de líderes poderosos o por la falta de líderes?
3. Dios Entre los Filisteos: Piense cosas positivas acerca de los
filisteos durante algunos momentos, observando los ras­
gos positivos que se revelan en cómo manejaron el arca
durante su captura y su regreso. ¿De qué maneras puede
enseñarme a trabajar con los filisteos modernos de mi
mundo el trato que Dios tuvo con ellos? ¿Qué lecciones
puedo aprender de los filisteos que podrían hacerme más
fiel en mi adoración del verdadero Dios?
4. Exageración: ¿Han habido ocasiones en mi experiencia es­
piritual en las que una “exageración” ha tenido un efecto
positivo sobre mí para estabilizarme, alarmarme o alen­
tarme?
5. Sustitutos: ¿Cuáles son los objetos sagrados en mi vida?
¿Bajo qué circunstancias puedo sentirme tentado a usar­
los como sustitutos de una experiencia religiosa genuina?
¿Qué pasos específicos puedo dar para evitar ceder a tales
tentaciones?

■ Investiguemos la Palabra
1. El Arca: Utilizando una concordancia común, confeccione
76 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

una lista de contextos bíblicos en los que se menciona el


arca del pacto. Desarrolle su propio sistema para organizar
las referencias en categorías (por ejemplo: construcción
del santuario, guiando al pueblo, toma de decisiones).
Luego, usando estas experiencias bíblicas que involucran
al arca, piense en lo positivo y lo negativo de ligar la expe­
riencia religiosa de uno a un objeto sagrado específico.
Escriba sus ideas en su carpeta. ¿Qué hace que un objeto
sagrado sea útil y qué hace que sea peligroso? Usted quizá
desee incluir en su estudio el discurso del templo de Je­
remías, de Jeremías 7.
2. Arrepentim iento Humano, Plan Divino: Sobre la base del
libro de Jueces, estudie la relación entre el “arrepenti­
miento” humano y los actos salvíficos de Dios. ¿Hasta qué
punto es necesario el arrepentimiento como prerrequisito
para la liberación? ¿Puede encontrar ocasiones en las que
Dios libró a su pueblo aparte de su arrepentimiento espe­
rando que su gracia despertara el arrepentimiento? ¿Qué
ocasiones puede encontrar en las que él insistió en un
cambio de corazón o un cambio de camino antes de inter­
venir? Confeccione su lista sobre la base de la experiencia
de cada uno de los jueces que libraron a Israel. Resuma
sus conclusiones en su carpeta.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para tener una idea general, véase Elena de White, Pa­
triarcas y profetas, pp. 629-641.
2. Para un comentario de 1 Samuel 4 al 7 como parte integral
de la declaración del autor contra la monarquía, véase R.
Polzin, Samuel, pp. 55-79.
3. Para un comentario del problema de las grandes cifras en
el Antiguo Testamento, véase A. Thompson, Inspiration,
pp. 214-236.
4. Para un comentario acerca de la relación de Jehová con el
■ EL ARCA: UN TALISMÁN SIN VALOR 77

mal, Satanás y otros dioses en el Antiguo Testamento,


véase “Whatever Happened to Satan in the Oíd Testa-
ment?” en A. Thompson, Who’s AJraid?, pp. 43-70.
SEGUNDA
PARTE
Samuel y Saúl:
Jehová Da, Jehová Quita
1 Samuel 8-15

C A PIT U L O TR E S

Un Pedido Impío,
Grandes Esperanzas
1 Samuel 8-12

El capítulo 7 concluye con una vislumbre del maravilloso ideal de Dios


para Israel: un pueblo arrepentido, que desconfía de sus propias habilida­
des mientras confía plenamente en el Señor; paz entre Israel y sus vecinos;
un ju ez fiel, que representa al pueblo delante del Señor y que entrega los
mensajes del Señor a su pueblo, recordándoles que Dios es la fu en te de to­
do bien. La piedra que Samuel pone en Eben-ezer lo expresaba bien:
"‘Hasta aquí nos ayudó Jeh ová ” (1 Sam. 7:12).
Ese ideal del capítulo 7 no desaparece de a poco en la noche, sino que
tambalea y se hace pedazos con las prim eras palabras del capítulo 8:
“Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces so­
bre Israel” (vers. 1). ¿Puso a sus hijos por jueces? No es posible. La autori­
dad de los grandes ju eces —Débora y Barac, Gedeón, Sansón— no se he­
redaba; provenía de Dios. Aún los sacerdotes, para los cuales la autoridad
s í pasaba de padre a hijo, podían ser quitados de en medio por la maldad
humana a pesar de la promesa de Jeh ová de que la casa permanecería
“para siem pre”. Si no, pregúntele a Eli (1 Sam. 2:27-36). ¿Pero que un
ju ez intente traspasar su autoridad a sus hijos? La Escritura dice que su­
cedió cuando Samuel envejeció. Nombró a sus hijos como jueces; hijos im­
píos que se convirtieron en ju eces impíos. Esto despertó la ira del pueblo y
vinieron a Samuel con un pedido impío: Danos un rey.
81
82 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

■ Introduzcámonos en la Palabra

1 Samuel 8

Lea 1 Samuel 8 al 12 rápidamente para tener una idea ge­


neral. Después léalo nuevamente teniendo en mente la cues­
tión de la monarquía. Haga una lista con todos los textos, con
breves frases identificatorias, que parezcan apoyar la monar­
quía, y una segunda lista con todos los que parezcan estar en
contra. En un breve párrafo, responda la pregunta: ¿Era la
monarquía una buena idea o no? O dicho de otra manera: Si
la monarquía era mala, ¿por qué la permitió Dios?
Céntrese ahora en el capítulo 8, guiado por las siguientes
preguntas:

1. Dios y Samuel: Bosqueje la interacción de Dios y Samuel


del capítulo 8. ¿Quién parece oponerse más a la monar­
quía? ¿Qué evidencias puede proporcionar para funda­
mentar su respuesta?
2. La Monarquía, ¿ Voluntad de Dios?: Lea las instrucciones de
Moisés con respecto al nombramiento de un rey en Deu-
teronomio 17:14-20, comparándolas con el relato de 1 Sa­
muel 8, donde tanto Dios como Samuel describen el pedi­
do del pueblo de un rey como una desviación de la volun­
tad de Dios. ¿Qué razones, si es que existen, presenta la
Biblia para oponerse a la monarquía? ¿De qué manera
concuerdan o disienten mutuamente estos pasajes? ¿Pue­
den ser armonizados? Si es así, ¿cómo?
3. La Monarquía, ¿Ayuda o Impedimento?: Aunque el discurso
de Samuel en 8:11-18 se centra en el lado oscuro de la
monarquía, Jueces 21:25 presenta al rey como la cura para
el caos. Reflexione en el discurso de Samuel y enumere
los beneficios potenciales de la monarquía que podrían
equilibrar lo negativo. El Salmo 72 puede ayudarle con la
lista.
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 83

■ Exploremos la Palabra
Dales un Rey (8:1-22)
El capítulo 8 comienza un capítulo doloroso de la historia de Is­
rael: el pueblo quiere un rey. Tanto Dios como Samuel consideran
esto como un pedido impío, aunque Deuteronomio 17:14-20 da
por sentado que Israel en verdad pedirá y recibirá un rey por parte
de Jehová.
Para complicar aun más el asunto, el estilo de vida indisciplinado
de los hijos de Samuel parecen haber implicado al profeta mismo,
haciéndolo a él parcialmente responsable por el pedido del pueblo.
Esta sutil crítica de Samuel aparece aquí por primera vez en el li­
bro. Aunque no se menciona ninguna vez a la esposa de Samuel,
sus dos hijos, Joel y Abías, encuentran su nicho en las Escrituras,
entrando en el registro como jueces en Beerseba, bien al sur del
hogar de Samuel en Ramá, en el centro de Israel. Pero la Escritura
señala que no eran buenos jueces, y su iniquidad contrasta con la
integridad de Samuel. “No anduvieron los hijos por los caminos
de su padre” (8:3, 5), sino que “se volvieron tras la avaricia, deján­
dose sobornar y pervirtiendo el derecho” (vers. 3).
Sus prácticas impías exasperaron tanto al pueblo que una delega­
ción vino a Samuel y pidió un rey, citando abiertamente los malos
caminos de sus hijos como la razón de su pedido (vers. 5). Muy
disgustado, Samuel se volvió a Jehová (vers. 6). Israel nunca había
tenido un rey; el Señor era su líder. Bajo el juzgado de los jueces, si
una persona era aclamada líder por demanda popular, como en el
caso de Jefté, su llamado debía ser confirmado por un derrama­
miento especial del Espíritu (Juec. 11:29). Lo mismo ocurrió con la
mayor parte de los jueces importantes: Otoniel (3:9, 10), Aod
(3:15), Barac (4:6), Gedeón (6:11-16) y Sansón (13:3-5). Aunque
no se hace una mención especial del nombramiento de Débora
(Juec. 4:4) ni de otros jueces menores (Samgar [3:31], Tola [10:1,
2], Jair [10:3-5], Ibzán [12:8-10], Elón [12:11, 12] y Abdón [12:13-
15]), sin embargo sigue siendo cierto que cuando un juez era el lí­
der de Israel (véase Deut. 17:8-13), la autoridad nunca era heredi­
84 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

taria.
El principio de la iniciativa divina no había pasado sin ser desa­
fiada durante el período de los jueces. Luego de la exitosa batalla
de Gedeón contra Madián, el pueblo estaba deseoso de establecer a
su familia como la dinastía gobernante: “Sé nuestro señor”, dije­
ron, “tú, y tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de
Madián” (Juec. 8:22). Gedeón mismo, sin embargo, detuvo la idea:
“No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová se­
ñoreará sobre vosotros” (vers. 23). Aunque Gedeón difícilmente
era un modelo ideal para Israel, habiéndose acercado peligrosa­
mente a la idolatría (vers. 24-27) y habiéndose entregado a la poli­
gamia con desenfreno (vers. 30, 31), de una cosa buena estaba se­
guro: que únicamente Jehová era el rey de Israel.
Pero no estaba tan claro para los setenta hijos de Gedeón, que
ellos no habían heredado la autoridad de su padre (Juec. 9:2). Abi-
melec, el hijo de una de las concubinas de Gedeón, en realidad in­
tentó declararse rey, aunque tanto él como sus sueños fueron rápi­
damente aplastados (vers. 54-56). De cualquier manera, cuando el
pueblo vino a Samuel pidiendo un rey, no podían apelar a la tradi­
ción israelita como fundamento. En lugar de ello, apelaron al
ejemplo de las naciones que los rodeaban (1 Sam. 8:5, 20). Y eso
era lo que molestaba. Irónicamente, tanto Eli como Samuel, al
nombrar a sus hijos para que los sucedieran, pudieron haber ayuda­
do a debilitar la postura israelita en contra del liderazgo heredita­
rio. El cargo sacerdotal pasaba de padre a hijo. Pero como Eli y
Samuel eran jueces así como también sacerdotes (4:18; 7:17), en­
turbiaron el asunto de la herencia al permitir a sus hijos que les su­
cedieran. Aunque no está registrado que Eli nombrara a sus hijos
como jueces, Samuel sí lo hizo, y con resultados lamentables. Aho­
ra el pueblo quería dar el próximo paso y tener un rey. Querían ser
como las naciones que los rodeaban.
Que el pedido de un rey disgustara tanto a Samuel como a Jeho­
vá nos deja perplejos a la luz de Deuteronomio 17:14-20, que da
por sentado que el pueblo haría tal pedido. Incluso su razonamien­
to es un eco de Deuteronomio: “Cuando... digas: Pondré un rey
sobre mí, como todas las naciones que están en mis alrededores”
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 85

(Deut. 17:14; compare con 1 Sam. 8:5, 19, 20). Pero cuando el
“disgustado” Samuel informó a Dios acerca de los deseos del pue­
blo, el Señor respondió sin vacilación: “Dales lo que piden”, aun­
que inmediatamente lo interpreta como un rechazo, no de Samuel
sino de sí mismo. En verdad, la estructura paralela de la respuesta
de Jehová implica que el pedido del pueblo es simplemente otro
capítulo del largo y continuo forcejeo de Israel con la idolatría:
“Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los
saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses
ajenos, así hacen también contigo” (8:8). En otras palabras, el pedi­
do de un rey no era sólo un rechazo a Jehová; era equivalente a la
idolatría (véase también 10:19).
Sin embargo, Jehová estaba listo para ser misericordioso —más
que Samuel— y responder positivamente al pedido del pueblo. Al
mismo tiempo, dio a entender que Samuel había tomado el asunto
en forma demasiado personal: “No te han desechado a ti, sino a mí
me han desechado”, le dijo el Señor (8:7). Pero sin embargo, la
primera palabra de Jehová a Samuel es un imperativo, una orden
de satisfacer el deseo del pueblo: “¡Oye!” “Oye la voz del pueblo en
todo lo que te digan” (vers, 7). En 8:9 Jehová repite la orden: “Oye
su voz”. La palabra para “oír” que se utiliza aquí es la misma que
encabeza el más famoso de todos los versículos judíos, la Shem a',
en Deuteronomio 6:4: “Oye, Israel...” La misma palabra significa
“obedecer”, y es la misma palabra que Samuel pronunciará en su
famosa y ominosa frase al rey Saúl: “Ciertamente el obedecer es
mejor que los sacrificios” (15:22).
Pero a Samuel le resultó difícil “obedecer” la orden de “obede­
cer” al pueblo, y no respondió al doble imperativo de Jehová. Al
final del diálogo del capítulo 8, Jehová le ordenó por tercera vez
que “obedeciera” al pueblo: “Oye su voz, y pon rey sobre ellos”
(vers. 22). Pero todo lo que Samuel pudo hacer fue enviar al pueblo
a sus casas.
El diálogo entre Samuel y el pueblo (vers. 10-20) deja la impre­
sión de que tanto el profeta como el pueblo se habían alejado del
ideal de Dios. Si ellos revelaron la imperfección de sus corazones
al pedir un rey, Samuel reveló la de él al fracasar en la disciplina de
86 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

sus hijos y al evitar obedecer la orden directa de Dios de darles un


rey.
También parece que Samuel cumplió sólo parcialmente las órde­
nes adicionales de Dios de “advertir” al pueblo y de mostrarles
“cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos” (vers. 9). Algunas
versiones, probablemente por razones de estilo, unen estrecha­
mente “todas las palabras de Jehová” con la descripción que hace
Samuel de la conducta esperable del rey, omitiendo la palabra he­
brea para y al comienzo del versículo 11. La impresión resultante es
que Jehová le había dado a Samuel simplemente una lista de los
puntos negativos en relación con la monarquía como parte de la
advertencia divina. Sin embargo otras versiones conservan el y que
precede a la interpretación de Samuel en cuanto a los actos del rey,
sugiriendo que la descripción de los caminos del rey era una com­
posición de Samuel a la orden de Dios en lugar de una “revela­
ción” directa del Señor mismo. Es así como una lectura posible de
8:10 y 11 sea: “Samuel habló todas las palabras de Jehová al pueblo
que le había pedido rey. Y él [Samuel] dijo: ‘Así hará el rey...’ ”
Traducido literalmente, la introducción a “cómo actuará el rey”
en 8:9 dice: “Muéstrales el mishpat del rey”. La Nueva Biblia Espa­
ñola dice: “explícales los derechos [mishpat] del rey”. La palabra
hebrea tnishpat generalmente se traduce como “juicio” o “justicia”.
Junto con jesed (“bondad”) y tsedek/tsedekah (“justificación”), es una
de las tres palabras teológicas más significativas en el Antiguo Tes­
tamento, una de las tres cosas que le “agradan” a Jehová (Jer. 9:24).
También encabeza la fista de expectativas divinas de Miqueas 6:8,
donde “hacer justicia” es “hacer mishpat”. Arraigado directamente
en el carácter y en las acciones de Dios, mishpat debía ser el ele­
mento clave del carácter y las acciones del rey terrenal. Es así co­
mo, en el gran salmo real, el salmo 72, el primer verso declara:
“Oh Dios, da tus juicios [mishpat] al rey” (vers. 1).
En 1 Samuel 8 y 10, sin embargo, mishpat significa algo más
cercano a “costumbre”, “manera” o “reglamento” [compare con el
“trato” en la versión RVR). Esto es especialmente evidente en
10:25, cuando Saúl es presentado formalmente como rey: “Samuel
recitó luego al pueblo las leyes [mishpat] del reino, y las escribió en
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 87

un libro, el cual guardó delante de Jehová”. Aún aquí mishpat pare­


ce conservar el elemento de “justicia” tan predominante en situa­
ciones teológicas, porque en ausencia de toda crítica profética de la
monarquía, la declaración en 10:25 parecería denotar que Samuel
simplemente registró los derechos y privilegios tanto del rey co­
mo del pueblo, un comentario donde se detallan el alcance de los
poderes del rey pero también sus límites. En resumen, 10:25
apunta a una descripción completa y equilibrada de la monarquía,
puesta por escrito y conservada apropiadamente.
Una mishpat así del rey era lo que Jehová le había pedido a Sa­
muel que expresara al pueblo en 8:9. Pero según registra la Escritu­
ra, el discurso de Samuel en el capítulo 8 no fue equilibrado. En
lugar de ello, remarcó todas las maneras en las cuales el rey dismi­
nuiría sus libertades y cobraría impuestos a su riqueza. No se men­
ciona ninguna de las cosas buenas que el rey de Jehová debería ha­
cer por su pueblo, el tipo de cosas enumeradas en el Salmo 72, co­
mo por ejemplo: asegurar un trato justo para todos, defender a los
afligidos y necesitados, y aplastar a los opresores. Samuel tampoco
hace referencia a la contribución de la monarquía, a la que se alude
en Jueces 17:6 y 21:25: el orden que un rey podría traer a una so­
ciedad en caos. Ni siquiera las cosas negativas que mencionó Sa­
muel eran extraordinarias; en verdad, en otra situación podrían ser
consideradas bastante razonables. Por los servicios prestados, un
rey necesitaría propiedades, personal y entradas. Todos lo sabían.
¿Por qué podría parecer tan opresivo un diezmo (8:15, 17)? No te­
nía por qué serlo, y probablemente no lo hubiera sido si Samuel
hubiera presentado un cuadro más imparcial de la “mishpat del
rey”.
La resistencia del pueblo muestra que percibieron el discurso
de Samuel como un intento apenas velado de cambiar sus mentes:
“Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que
habrá rey sobre nosotros” (vers. 19).
Cuando Samuel le dijo a Jehová lo que había dicho el pueblo,
Jehová nuevamente fue más misericordioso que Samuel. No des­
truyó al pueblo por su maldad, ni siquiera intentó disuadirlos, co­
mo había hecho Samuel. “Oye su voz”, le dijo nuevamente a Sa­
88 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

muel, “y pon rey sobre ellos” (vers. 22). Samuel no pudo obligarse
a obedecer; simplemente envió al pueblo a sus hogares.
En resumen, a medida que el capítulo 8 presenta la cuestión de
la monarquía, comienzan a emerger tensiones sutiles. Ambos, Sa­
muel y el Señor, concuerdan con que el pedido del pueblo de tener
un rey es malo. Pero el Señor fue misericordioso, estaba preparado
para conceder su pedido y adaptarse a un modelo de liderazgo para
su pueblo que no era el ideal. Tal misericordia no le resultaba fácil
a Samuel. Quizás estaba mortificado por el hecho de que sus pro­
pios pecados de omisión (haber fallado en la disciplina de sus hijos)
y de comisión (nombrarlos jueces) pudieron haber servido de base
para el pedido impío del pueblo. No sería la última vez que la hu­
manidad de Samuel se resistiera a dirigir al pueblo por el camino
rocoso hacia la monarquía. No importa qué defectos queramos
atribuir a Israel o a Samuel, estas fallas no evitaron que Dios obra­
ra en ellos y a través de ellos. Israel seguía siendo el pueblo de
Dios; Samuel seguía siendo su mensajero escogido.
No obstante, las tensiones de este relato nos recuerdan que en­
tonces, al igual que ahora, cuando una decisión humana hace que el
Señor cambie del plan A al plan B, su pueblo puede encontrarse
atormentado entre el ideal original y la adaptación divinamente
sancionada. ¿Tratamos de volver al ideal? ¿O abrazamos de todo
corazón y para siempre la adaptación? Si somos honestos con noso­
tros mismos, debemos admitir que nosotros también, a menudo,
luchamos con el mismo dilema.

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 9 -II
1. Saúl, el Hombre: Lea 1 Samuel 9 al 11, tomando nota de
los detalles que revelan las características personales de
Saúl. Prepare un breve bosquejo del carácter del hombre
basado sólo en estos tres capítulos. ¿Encuentra alguna in­
dicación aquí de una tendencia a desviarse de la voluntad
de Dios?
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 89

2. La Elección de Dios: Haga una lista con las evidencias pre­


sentes en los capítulos 9 y 10 que identifican a Saúl como
el rey elegido por Dios.
3. ¿Es Saúl Realmente Rey?: El capítulo 11 describe el co­
mienzo del reinado de Saúl de una forma inesperada. Casi
no parece el reinado de un rey. Enumere y resuma el con­
tenido de los textos que sugieren la naturaleza tentativa
de la primera parte del reinado de Saúl. Comente las im­
plicaciones de estos textos en uno o dos párrafos.

■ Exploremos la Palabra
,
Un Rey Vacilante un Profeta Enérgico (9:1-27)
El capítulo 9 introduce un dramático cambio de estilo y escena­
rio. El enfrentamiento entre el pueblo y Samuel es dejado de lado,
al igual que las tensiones entre Samuel y Dios. Jehová está listo pa­
ra darle un rey a Israel aun cuando el profeta no lo está. Es así co­
mo si Samuel no va hacia el rey, el Señor traerá el rey a Samuel, y
esto es lo que ocurre en los primeros versículos del capítulo. Para
el final del capítulo 9, Saúl y Samuel han comenzado a trabajar
juntos y se han establecido en un curso que probará ser fatal para
ambos.
Saúl, un hombre exteriormente impresionante, entra en escena
por primera vez en 9:2. Las Escrituras no explican por qué el Señor
eligió un hombre con ventajas físicas tan obvias para que fuera el
primer rey de Israel. Cuando el Señor desechó a Saúl y se volvió a
David, hizo clara su elección de un hombre no obviamente superior
en sentido físico, recordándole a Samuel que “Jehová no mira lo
que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de
sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (16:7). Pero para el primer
rey de Israel, Jehová seleccionó un hombre al que “nadie entre los
israelitas le superaba” (9:2, BJ).
Es curiosa, sin embargo, la imagen de Saúl que surge de la na­
rración. Aparece como suave y obediente, incluso inseguro. Mien­
tras busca infructuosamente las asnas de su padre, se preocupa
90 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

porque su padre pueda pensar que se ha perdido junto con las asnas
(vers. 5). Le pide consejo a su siervo, y es el siervo el que señala el
camino hacia el hombre de Dios. “A lo mejor nos orienta sobre lo
que andamos buscando”, dice el siervo (vers. 6), una frase que se
hace eco de la preocupación del autor por la nación que había per­
dido tanto el templo como su rey con la invasión de Nabucodono-
sor.
Saúl rápidamente coincide en visitar al vidente, pero se preocupa
porque no tienen nada para darle. Su ingenioso siervo nuevamente
tiene la respuesta y, en verdad, provee la moneda (vers. 8), indican­
do que se la dará “al varón de Dios, para que nos declare nuestro
camino” (vers. 8). ¿Es esta referencia reiterada al “camino que de­
ben tomar” la forma en que el autor revela la incapacidad de Saúl
para saber y actuar?
Al acercarse al pueblo, Saúl y su siervo nuevamente piden indi­
caciones, primero a un grupo de niñas (vers. 11), y luego una vez
más cuando se encuentran frente a frente con Samuel. No recono­
ciendo al hombre de Dios, Saúl le pregunta al mismo Samuel cómo
encontrar al Adente (vers. 18). Samuel lo complace, se identifica e
insinúa que Saúl tiene por delante grandes cosas (vers. 19, 20). Pe­
ro Saúl rechaza la idea, haciendo notar que él es de Benjamín, la
menor entre las tribus de Israel, y que la casa de su padre es la me­
nor de Benjamín. ¿Por qué yo?, pregunta (vers. 21).
¡Buena pregunta! El “joven aventajado y apuesto”, a quien “na­
die entre los israelitas le superaba en gallardía” (vers. 2, BJ), no
muestra ningún talento de liderazgo, confiando solamente en el
juicio de otros en asuntos importantes tanto como en asuntos se­
cundarios. Hasta el fin del capítulo 10, sólo oímos la voz de Saúl
una vez más, en una respuesta evasiva a la pregunta de su tío con
referencia a lo que había dicho Samuel. Saúl mencionó las asnas,
“mas del asunto del reino, de que Samuel le había hablado, no le
descubrió nada” (vers. 16). Este mismo rasgo de timidez llevó a
Saúl a esconderse entre el bagaje en lugar de enfrentar la proclama­
ción pública de su reinado (vers. 22). Y finalmente, luego de todas
las festividades en ocasión de su ungimiento público, Saúl simple­
mente volvió silenciosamente a su hogar en Gabaa (vers. 26).
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 91

Cuando algunos alborotadores (hebreo = “hijos de Belial”) se bur­


laron de él y en forma insolente rehusaron traerle regalos, las Es­
crituras dicen simplemente que “Saúl callaba” (vers. 27, NBE). Si
él ya hubiera demostrado ser un hombre de valor, es más probable
que esa respuesta hubiera sido considerada como un ejemplo del
Antiguo Testamento de poner la otra mejilla (compare con Mat.
5:39). Como están las cosas, el lector puede verse tentado a consi­
derar la vacilación de Saúl como cobardía más que como humil­
dad.
Es así como, aunque el primer rey de Israel era un hombre con
una apariencia física dominante, carecía tristemente de los rasgos
que debieran haberlo señalado como un líder del pueblo. Quizá
los “hijos de Belial” estaban en lo cierto cuando preguntaron:
“¿Cómo nos ha de salvar éste?” (10:27)
Sin embargo, Saúl era el hombre escogido por Dios. Aunque la
Escritura lo describa como dubitativo y pasivo, no deja dudas de
que la mano del Señor estaba sobre él. El día anterior a la llegada
de Saúl, el Señor le dijo a Samuel que ungiera a Saúl como “prínci­
pe sobre mi pueblo Israel, y salvará a mi pueblo de mano de los fi­
listeos” (9:16). Cuando se encontraron por primera vez, Samuel
no sólo insinuó el destino de Saúl (vers. 20), sino que lo reforzó
reiteradamente, dándole el lugar de honor y el bocado escogido en
la comida comunitaria (vers. 22-24), ungiéndolo en privado al día
siguiente (10:1) y revelando una secuencia de “señales” detalladas
que convencerían a Saúl de que Jehová estaba con él: dos hombres
se encontrarían con él en la tumba de Raquel con el informe de
que se habían encontrado las asnas y de que su padre ahora estaba
preocupado por Saúl (vers. 2). Luego, en el gran árbol de Tabor,
tres hombres que llevaban cabras, pan y vino le ofrecerían dos ho­
gazas de pan (vers. 3, 4). Finalmente, en las afueras de Gabaa, el
Espíritu de Dios vendría sobre Saúl “con poder”; un grupo de
profetas portando instrumentos musicales se acercarían a él; y lue­
go de profetizar con ellos, Saúl sería “mudado en otro hombre”
(vers. 5, 6). “Cuando te hayan sucedido estas señales”, dijo Samuel,
“haz lo que te viniere a la mano, porque Dios está contigo” (vers.
7)-
92 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

Pero la Escritura presenta aún más pruebas de que Dios había


escogido a Saúl, al declarar que “mudó Dios su corazón” y que
“todas estas señales acontecieron en aquel día” (vers. 9). Más to­
davía, fue el Señor mismo quien reveló el escondite de Saúl entre el
bagaje (vers. 22). Y cuando Saúl finalmente estuvo de pie delante
del pueblo, Samuel declaró que Saúl era el hombre “que ha elegido
Jehová” y que “no hay [hombre] semejante a él en todo el pueblo”
(vers. 24). Samuel escribió “las leyes” del reino, y depositó el rollo
“delante de Jehová” (vers. 25); y aunque Saúl volvió quedamente a
su hogar, fueron con él “hombres de guerra cuyos corazones Dios
había tocado” (vers. 26).
Es así como el autor de 1 Samuel presenta al nuevo rey de Israel
como una compleja paradoja: el apuesto Saúl también es el Saúl
vacilante; es obediente a las órdenes específicas pero deja la incó­
moda impresión de que puede no ser capaz de llevar a cabo accio­
nes decisivas. Aunque Saúl claramente es el elegido del Señor, así
como también del pueblo, la paradoja se complica aún más por la
actitud aparentemente ambivalente de Samuel hacia el nuevo rey,
ambivalencia revelada en el capítulo 10 por medio de dos inciden­
tes sorprendentes.

¿Quién Está a Cargo: Samuel o Saúl? (10:1-27)


El primer incidente que revela los sentimientos mezclados de
Samuel en relación con Saúl es aquel en el cual Samuel coloca a
Saúl en un “doble lazo” (Polzin, Samuel, p. 107), otorgándole la li­
bertad de un profeta por un lado, pero exigiéndole que permanezca
sujeto a Samuel por el otro. Según se describe en 10:6-8, Samuel
predijo la experiencia profética de Saúl y la arrolladora llegada del
Espíritu, que transformaría a Saúl “en otro hombre”. Samuel le
dio entonces un cheque en blanco: “Haz lo que te viniere a la ma­
no, porque Dios está contigo” (vers. 7).
Pero entonces, como un padre que teme las complicaciones de
la libertad de un hijo adulto, Samuel retira el cheque en blanco.
“Luego bajarás delante de mí a Gilgal”, le dijo a Saúl. “Espera sie­
te días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer”
■ UN PEDIDO IMPIO, GRANDES ESPERANZAS 93

(vers. 8). Por lo tanto, y después de todo, Saúl no está libre para
hacer lo que le viniere a la mano. Todavía está sujeto a Samuel, el
profeta que lo ungió.
La confusa cronología del período de siete días de espera se
convierte en un factor que debe tenerse en cuenta en la interpreta­
ción de la historia en este punto. Que Saúl no esperara que llegara
Samuel se informa mucho más tarde que esos siete días. Según se
presenta en 1 Samuel, la falta de Saúl se registra en 13:8 en cone­
xión con la batalla contra los filisteos. Algunos comentadores sugie­
ren que la instrucción de esperar siete días pudo haber sido dada
más de una vez (véase Baldwin, p. 91). Otros usan este vacío para
desechar la tensión entre la libertad de Saúl en 10:7 y la restric­
ción en 10:8, sugiriendo que el versículo 7 originalmente pertene­
cía al capítulo 13 pero fue insertado editorialmente en el capítulo
10 (véase G. Robinson, p. 60).
Sin embargo, la llamativa ubicación de los dos versículos puede
ser crucial para el relato, como medio para resaltar el dilema de
Samuel. Desde el principio, Samuel estaba convencido de que el
pedido del pueblo de tener un rey era equivocado; el Señor incluso
estuvo de acuerdo con él, sólo para dar media vuelta e insistir en
que Samuel accediera al pedido del pueblo (8:7, 9, 22). Aunque Sa­
muel inicialmente eludió la orden de Dios enviando a la gente a
sus hogares sin darles un rey, el capítulo 9 muestra al Señor to­
mando el asunto firmemente en sus manos de manera que Samuel
no tuvo alternativa sino ungir a Saúl como rey de Israel.
Pero entonces Samuel se convierte en un padre renuente. Sin
duda reflexionó en el consejo del Señor en Deuteronomio acerca
de que el rey debía ir a los levitas y escribir su propia copia de la
ley, reflexionando regularmente en su contenido (Deut. 17:18-20).
Pero ¿quién haría que el rey fuera fiel a la ley? El Señor había pro­
metido a Moisés que él levantaría un “profeta... como tú” para
guiar al pueblo (Deut. 18:18). ¿Era Samuel ese profeta? ¿O era
ahora Saúl, habiendo profetizado con los profetas, su propio profe­
ta? Tanto aquí como luego del posterior rechazo de Saúl, el pueblo
presentó la pregunta: “¿Saúl también entre los profetas?” (10:11,
12; 19:24). Pero en ambos casos era una pregunta, no una declara­
94 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

ción de hecho, y eso puede ser revelador, porque el Antiguo Testa­


mento nunca acredita a otro rey con la combinación de roles profé-
ticos y reales. Aunque los himnos y oraciones de David y la sabidu­
ría de Salomón llegarían a formar parte de las Escrituras, no hay
ningún registro de que el Espíritu se apoderara de estos grandes
reyes y entraran “en trance” (10:10; 19:23, BJ), como Saúl.
De cualquier manera, Samuel decidió mantener el control. Co­
mo cabeza de los profetas, él sería el responsable de mantener la
obediencia del profeta-rey. Es así como le colocó a Saúl un doble
lazo: lo declaró libre, pero libre para hacer solamente lo que Sa­
muel le dijera que hiciese.
Pero la decisión de mantener bajo su control a Saúl no es lo
único que nos deja perplejos con respecto a Samuel en este pasaje,
porque en el hebreo de 10:8, las palabras de Samuel a Saúl no están
en un modo imperativo (“Baja...”; “espera...” [NBE]), sino en un
futuro simple, sugiriendo que él estaba prediciendo más que orde­
nando: “Bajarás...”; “esperarás...” (BJ). Por lo tanto, así como Sa­
muel profetizó los encuentros de Saúl con los mensajeros, los la­
briegos y los profetas (10:2-6), una lectura hecha de esta manera
sugeriría que también “profetizó” el viaje de Saúl a Gilgal y su
propia llegada siete días más tarde. Esto convertiría la decisión to­
mada por pánico de sacrificar en 13:8 y 9, no sólo en una orden
quebrantada sino también en una profecía incumplida, fracaso al
cual el mismo Samuel contribuyó al no llegar en la fecha estableci­
da. Para alguien tan obediente y vacilante como Saúl, que Samuel
inexplicablemente no apareciera según lo prometido debió de ha­
ber sido causa de profunda agonía, y más aún al ver que su ejército
se desintegraba. Samuel le había dicho: “Haz lo que te viniere a la
mano, porque Dios está contigo” (10:7). Pero también dijo que
vendría dentro de siete días y le diría a Saúl qué debía hacer (vers.
8). ¿Estaba libre o atado el rey? ¿Y cómo podía saberlo?
El segundo incidente en el cual Samuel complica la paradoja del
nombramiento de Saúl tiene que ver con el ungimiento público de
Saúl en 10:17-25. Según narra el registro bíblico, luego de que Sa­
muel reuniera al pueblo en Mizpa, repasó los actos misericordiosos
de Dios en favor de ellos y presentó un punzante reproche por su
■ UN PEDIDO IMPIO, GRANDES ESPERANZAS 95

iniquidad al pedir un rey, e inmediatamente pasó a la ceremonia


de nombrar oficialmente a Saúl. Imagínense el estado de ánimo
tanto de Saúl como del pueblo luego de haber escuchado la amarga
conclusión del discurso de Samuel: “Vosotros habéis desechado
hoy a Dios, que os guarda de todas vuestras aflicciones y angustias,
y habéis dicho: No, sino pon rey sobre nosotros. Ahora, pues, pre­
sentaos delante de Jehová por vuestras tribus y por vuestros milla­
res” (vers. 19).
¿Podía algún rey mantener en alto su cabeza después de una re­
prensión así? ¡No es sorprendente que Saúl corriera a refugiarse
entre el bagaje! Pero la escena es más ominosa todavía, porque en
el Antiguo Testamento la selección de alguien a través de echar
suerte siempre está asociada con acciones pecaminosas o avergon­
zantes. Sólo otros dos pasajes registran tal procedimiento. En uno,
Acán es identificado como el culpable que hurtó objetos condena­
dos de la ciudad de Jericó (Jos. 7:14-21). En el otro, Jonatán, el hi­
jo de Saúl, fue señalado como el transgresor del juramento del rey
(1 Sam. 14:38-44). En ambos casos se decretó la pena de muerte,
aunque Jonatán fue rescatado por el pueblo. En cuanto a Saúl,
Polzin presenta el asunto claramente: “Saúl, como primer rey de
Israel, es señalado como la personificación de la pecaminosidad de
la monarquía” (Polzin, Samuel, p. 104).

Saúl: ¿Juez Clásico o Prim er Rey? (11:1-15)


El capítulo 10 llega a su fin y lleva hacia el relato de Nahas
amonita con una descripción de la vuelta de Saúl a su hogar y su si­
lencio ante los “alborotadores” que se burlaban de él. Al continuar
el relato en 11:1 -11, la idea de la monarquía no aparece por ningún
lado. Cuando llegan los mensajeros de Jabes de Galaad con su ur­
gente ruego de ayuda contra Nahas, no van a ningún centro de
operaciones real, sino que simplemente presentan su caso ante el
pueblo. Sólo después de terminar el trabajo del día vuelve Saúl de
los campos con su yunta de bueyes, y se entera accidentalmente de
las noticias cuando oye llorar al pueblo.
Las Escrituras dicen que “el Espíritu de Dios vino sobre él con
96 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

poder; y él se encendió en ira en gran manera” (vers. 6). El tímido


y vacilante Saúl saltó a la acción. Trozando sus bueyes, envió los
trozos por todo Israel con un llamamiento a las armas. Cualquiera
que rehusara unirse a Saúl y a Samuel contra Nahas podía esperar
una suerte similar para sus bueyes, declaró Saúl. “Cayó temor de
Jehová sobre el pueblo, y salieron como un solo hombre” (vers. 7).
Durante la noche, Saúl guió a las tropas contra Nahas y diezmó el
campamento amonita.
Tanto en su idea general como en los detalles, el relato nos lleva
de vuelta al libro de Jueces. Siguiendo el modelo general estableci­
do en Jueces, el Espíritu del Señor viene con poder sobre un ciuda­
dano común, usando a esa persona para traer una gran victoria a
Israel. El nexo detallado, sin embargo, tiene que ver con el último
relato de Jueces, la que confronta a la tribu de Benjamín contra el
resto de Israel por el asunto de la violación y la muerte de la concu­
bina del levita. Pero en contraste con otros relatos de conflicto y li­
beración del libro de Jueces, esta es una lucha interna, sin un juez
que libere al pueblo (Juec. 19-21). Más aún, tanto la introducción
como la conclusión del relato también declaran que no había rey
en Israel en aquellos días (Juec. 19:1; 21:25), queriendo decir que
una tierra sin rey estaba condenada a la anarquía, porque “cada
uno hacía lo que bien le parecía” (Juec. 21:25).
Superficialmente, 1 Samuel 11 parece proporcionar la solución
monárquica al caos sin monarquía de Jueces 19 al 21. Pero algunos
de los paralelismos detallados son perturbadores. En primer lugar,
aunque Saúl descuartizó sus bueyes en lugar de un ser humano
(11:7; compare con Juec. 19:29), su llamado a las armas sugiere
cierto apresuramiento, un movimiento pendular alocado para un
hombre tímido y vacilante que una vez vagó en busca de las asnas
de su padre.
En segundo lugar, tanto Gabaa como Jabes de Galaad, ciudades
claves para la elevación de Saúl al poder, habían empañado bastan­
te su reputación en el relato anterior del libro de los Jueces. Gabaa,
el hogar de Saúl, era la ciudad benjamita donde fue atacada la mu­
jer (Juec. 19:12-26), mientras que Jabes de Galaad, la ciudad que li­
bró Saúl, había rechazado sus responsabilidades del pacto al rehu-
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 91

sar unirse al resto de Israel contra Benjamín (Juec. 21:9). Como


consecuencia, Israel había destruido la ciudad, dedicándola a la
destrucción (del hebreo =jerem), excepto por las cuatrocientas vír­
genes que fueron preservadas para proveerles esposas a los varo­
nes benjamitas sobrevivientes (vers. 10-14). Sin embargo, en este
nuevo incidente, Jabes aparentemente estaba dispuesta a quebran­
tar nuevamente el pacto con Dios haciendo un trato con Nahas (1
Sam. 11:1). Por lo tanto, Saúl el benjamita era descendiente tanto
de la impía Gabaa como de Jabes, la quebrantadora del pacto. La
unión con Jabes de Galaad se haría evidente después de la muerte
de Saúl, ya que fue la ciudad que se ocupó de los restos del mo­
narca caído (31:11-13) y permaneció leal a su casa durante algún
tiempo (2 Sam. 2:4-7).
Un nexo más con el relato de Jueces 19 al 21 ensombrece el re­
lato del capítulo 11. Cuando Israel vino a Gabaa a repartir justicia a
los violadores y asesinos, exigieron: “Entregad, pues, ahora a aque­
llos hombres perversos... para que los matemos” (Juec. 20:13).
Luego que Saúl liberara a Jabes, el pueblo hizo la misma demanda
con las mismas palabras: “Dadnos esos hombres, y los mataremos”
(11:12), el único otro lugar en toda la Biblia donde aparecen estas
palabras.
¿Quiénes son los culpables en esta segunda instancia? El clamor
pidiendo la ejecución de ellos (vers. 12) también se convierte en el
punto molesto para la interpretación del capítulo. La mayoría de
los comentadores considera que los culpables eran los “alborota­
dores” que rechazaban el reinado de Saúl (10:27). Las traducciones
comunes de 11:12 apuntan a tal interpretación ya sea mediante la
introducción del negativo: (“¡A ver, los que decían que Saúl no rei­
naría” [NBE; dos manuscritos hebreos; la Septuaginta; compare
con Siríaco, Targum]), o agregando otro signo de interrogación,
“¿Quiénes son los que decían: ¿Ha de reinar Saúl sobre nosotros?”
[RVR]).
La lectura natural del hebreo, sin embargo, dice simplemente:
“¿Quién dijo que Saúl reinará sobre nosotros?” A partir de tal lec­
tura, los culpables serían los ancianos que originalmente pidieron
un rey (8:4, 5) y cualquier otro que haya apoyado el reinado de
98 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Saúl. Polzin toma esa lectura natural del hebreo y argumenta


enérgicamente que el pueblo estaba listo ahora para arrepentirse
de su impío pedido de un rey. Habían visto al Señor usando a Saúl
según el modelo israelita clásico de los grandes jueces. Si el Espíri­
tu puede venir sobre Saúl con tal poder, pudo haber razonado el
pueblo, no necesitamos un rey como las otras naciones. Dejemos
que Jehová sea nuestro rey y que Saúl sea nuestro juez (Polzin, Sa­
m uel, pp. 108-114).
No importa cuál fuera la identidad de los supuestos culpables,
Saúl termina con toda idea de ejecuciones (11:13). Samuel llama
entonces al pueblo a Gilgal para “que renovemos allí el reino”.
¡Pero esperen un poco! ¿No había sido Saúl ungido en privado
(10:1) y proclamado públicamente (10:24)? ¿Por qué este llama­
miento a “renovar” el reino? Quizá la lectura llana del hebreo en
11:12 es correcta después de todo. Quizás el pueblo estaba listo
para rechazar el reino; quizá ya lo habían hecho. En todo otro lu­
gar de las Escrituras la palabra traducida como “renovar” (“inaugu­
rar”, NBE,~BJ) “siempre se refiere a la renovación o restauración
de algo efectivamente destruido, dañado o perdido” (Polzin, Sa­
muel, p. 110). Las otras ocho ocasiones en que se utiliza, incluyen
referencias a la reparación del altar llevada a cabo por Asa (2 Crón.
15:8), la restauración del templo hecha por Joás (2 Crón. 24:4, 12)
y la renovación de las “ciudades arruinadas” prometida por Isaías
(Isa. 61:4).
Es así como el relato vibra con preguntas fascinantes: Si Saúl
hubiera sido un líder espiritual dinámico de carácter firme, ¿po­
dría haber guiado al pueblo al arrepentimiento y a la renovación
espiritual, regresando al ideal sin monarquía de Dios? Cuando el
Espíritu vino sobre Saúl con poder, estuvo a la altura de las cir­
cunstancias y derrotó al enemigo. Sin embargo, incluso en esa
ocasión llamó al pueblo a salir en pos de Saúl y Samuel (1 Sam.
11:7). ¿Era todavía renuente a pararse sobre sus dos pies y guiar
verdaderamente a Israel?
¿Y por qué insistió Samuel en que debía renovarse el reino? Por
razones que no se explican en las Escrituras, no eligió guiar al pue­
blo de vuelta al ideal Plan A de Dios, aunque parecían listos a se­
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 99

guirlo. Permanecería con el reino, el Plan B de Dios. Tanto Saúl


como el pueblo siguieron obedientemente a Samuel hasta Gilgal. Y
allí renovaron el reino. Uno casi puede sentir las lágrimas del autor,
que recuenta este relato después del colapso total de la monarquía.
¡Qué podría haber resultado si el pueblo hubiera sido fiel al llama­
do de su conciencia luego de que Dios obrara un milagro tan por­
tentoso en medio de ellos! Tenían una oportunidad de volver al
Plan A de Dios. ¿O no?

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 12
1. El Reino: Lea el capítulo 12 teniendo en mente la cuestión
del reino. En su carpeta, ponga como títulos Dios, Samuel
y El pueblo. Bajo cada título, enumere los pasajes que
identifican al responsable del establecimiento del reino en
Israel. Basado en sus descubrimientos, ¿quién, concluye
usted, es el más responsable? Explique su respuesta en un
corto párrafo.
2. Aceptación y Obediencia: Mientras lee el capítulo 12, escriba
en dos columnas separadas los pasajes que reflejan las dos
formas diferentes en las que Dios respondió a Israel: en
primer lugar, los que revelan su amor y aceptación a pesar
de o aparte de la obediencia del pueblo; en segundo lugar,
los que señalan un posible rechazo por causa de su maldad.
En una declaración a manera de resumen, armonice o
describa la relación entre las dos listas.

■ Exploremos la Palabra

El Reino: ¿Aún Es Posible el Arrepentimiento? (12:1-25)


Desde la última frase eufórica del capítulo 11 y la “gran fiesta”
del nombramiento de Saúl como rey (vers. 15, NBE), pasamos rá­
100 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

pidamente al lado oscuro del reino en el capítulo 12. Allí, Samuel


busca convencer al pueblo de “la grave maldad que cometieron an­
te el Señor pidiéndose un rey” (vers. 17, NBE). ¿Era su discurso
parte del acontecimiento de Gilgal? Si lo era, ciertamente debe de
haber puesto serios a quienes celebraban, porque Samuel no atenúa
las palabras en su crítica al pueblo y llama a las fuerzas de la natura­
leza para lograr su objetivo.
El contraste entre los dos capítulos es tan grande que la mayoría
de los comentadores simplemente creen que el autor de 1 Samuel
estaba basándose en distintas fuentes: una en favor de la monar­
quía, y otra en contra.
Incluso un crítico moderado como Ralph Klein declara: “Cla­
ramente, los capítulos 11 y 12 no fueron escritos por la misma
persona” (Klein, p. 113).
Pero desde la perspectiva de un autor que escribe después del
colapso de la monarquía, el capítulo está ubicado allí deliberada­
mente; es un serio recordativo de todos los factores complejos que
llevaron al fracaso del reino en Israel. Aunque Samuel presenta pa­
labras agudas contra el pueblo, el lector puede sospechar que Sa­
muel mismo lleva parte de la culpa. Mientras se defiende a sí mis­
mo y oye al pueblo concordar con que él es inocente de cualquier
equivocación, también dice “mis hijos están con vosotros” (12:2);
los hijos impíos que ayudaron a desencadenar el pedido de un rey
en primer lugar (8:2-5). Samuel llama a Jehová y a “su ungido” a
ser testigos de su inocencia (12:5). El pueblo está de acuerdo. Pero
los hijos de Samuel siguen estando allí en las sombras como testi­
gos del resto del relato.
Samuel luego lleva al pueblo a repasar los actos de liberación de
Dios en favor de ellos. Han sido obstinados; Dios ha sido miseri­
cordioso. Pero cuando su relato llega al pedido del pueblo de un
rey, la memoria de Samuel parece fallarle (quizás esto sea una indi­
cación de que los acontecimientos de este capítulo en verdad ocu­
rrieron algunos años después de la celebración de Gilgal de 11:15).
Samuel dice que la agresión de Nahas es la que hizo que el pueblo
de Israel quisiera un rey como las otras naciones (12:12). Pero en
8:2-5, es la irritación del pueblo contra los hijos impíos de Samuel,
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 101

no una amenaza externa, lo que desencadena el pedido original de


un rey. De acuerdo con los eventos registrados en el capítulo ante­
rior, fue el mismo Samuel el que insistió en una renovación del
reino después que Saúl derrotó a Nahas (11:14).
Pero este era un sermón, no una discusión, y nadie estaba de­
seoso de hacer uso de sutilezas en relación con los detalles. Samuel
llamó a una completa obediencia a Jehová tanto por parte del pue­
blo como del rey, convocando después a los efectos de sonido espe­
ciales para subrayar su mensaje: “¿No es ahora la siega del trigo?
Yo clamaré a Jehová, y él dará truenos y lluvias, para que conoz­
cáis y veáis que es grande vuestra maldad que habéis hecho ante
los ojos de Jehová, pidiendo para vosotros rey” (12:17).
Truenos y lluvia en la época de la cosecha del trigo en verdad
serían sorprendentes, porque en Palestina nunca llueve en verano.
Nunca. Así que cuando Jehová contestó el pedido de Samuel, el
pueblo quedó impresionado, y “tuvo gran temor de Jehová y de
Samuel” (vers. 18). Pero los truenos y la lluvia no eran sólo una
simple confirmación de la autoridad de Samuel o un llamado ate-
morizador al arrepentimiento. Para las personas de esa época, eran
también un poderoso recordativo de que Jehová, no Baal, el dios
cananeo de la fertilidad, estaba a cargo de la lluvia. De acuerdo
con la mitología cananea, la lluvia caía en invierno, porque era en­
tonces cuando Baal estaba vivo. El ritmo regular de inviernos mo­
jados y veranos secos estaba asegurado (así pensaban los seguidores
de Baal) por medio de las orgías de fertilidad humana celebradas
en los equinoccios del otoño y la primavera.
Pero esto era en verano, cuando se suponía que Baal estaba
muerto. Para estas personas que estaban constantemente tentadas a
servir a los dioses cananeos, lo que Samuel estaba señalando no era
para nada sutil: Baal está muerto, pero Jehová está vivo, y puede
producir truenos y lluvia en cualquier momento que se le ocurra. Si
algunas veces Israel tuvo problemas para recordar este punto más
adelante en su relato, Samuel se aseguró que fuera claro en ese
momento.
Una conclusión tan atronadora del discurso de Samuel produjo
la respuesta lógica exigida por su presentación: “Ruega por tus
102 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

siervos a Jehová tu Dios, para que no muramos; porque a todos


nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para noso­
tros” (vers. 19). ¡Arrepentimiento! El pueblo estaba listo para re­
tractarse de su malvado pedido de un rey y servir solamente a Jeho­
vá.
Pero luego de traerlos hasta el punto del arrepentimiento, el
profeta repentinamente enfría su vehemencia: “No teman”, res­
ponde Samuel. “Ya que han cometido esa maldad, al menos en
adelante no se aparten del Señor; sirvan al Señor de todo corazón”
(vers. 20, NBE). El pueblo una vez más exigió con terquedad que
debían tener un rey, y toda la gráfica retórica de Samuel no pudo
convencerlos de lo contrario (8:19, 20). ¿No podían insistir con la
misma tenacidad en el arrepentimiento? ¿Era tan inevitable el rei­
no? Si el Señor mismo se “arrepentiría” muy poco tiempo después
de haber hecho rey a Saúl sobre Israel (15:35), ¿por qué no pudo el
pueblo arrepentirse también de su pedido de un rey?
Samuel eligió mantener a Israel en el camino hacia el reino,
asegurándole al pueblo el amor de Dios y su propia disposición a
interceder en favor de ellos. Y era muy cierto que el Señor podía
estar con ellos, ya fuera que tuvieran un rey o no. En verdad, Sa­
muel habló de un elemento incondicional en el amor de Dios por
su pueblo: “Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por su grande
nombre; porque Jehová ha querido haceros pueblo suyo” (12:22).
Sin embargo, al mismo tiempo Samuel recordó al pueblo el ele­
mento condicional de su relación con el Señor: “Mas si persevera­
reis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis” (vers. 25).
“Pereceréis”; ésta es la última palabra del autor antes de volver al
relato del breve reinado de Saúl y de su trágica exclusión en los ca­
pítulos 13 al 15. Saúl pronto perecería. Pero el autor estaba más
consciente del momento en que tanto el rey como el pueblo serían
destruidos —serían llevados cautivos a Babilonia— porque habían
perseverado en hacer el mal.
Una vez más la Escritura muestra en forma clara que Dios con­
cede a su pueblo libertad para aceptar o rechazar su voluntad. Sin
embargo, todos los actores humanos, aun mientras sirven como
instrumentos escogidos por Dios, evidencian ser defectuosos. Is-
■ UN PEDIDO IMPIO, GRANDES ESPERANZAS 103

rael era el pueblo elegido de Dios, y sin embargo a menudo no al­


canzaba el ideal. El Señor llamó a jueces, sacerdotes, reyes y profe­
tas para que los guiaran. Pero ellos también lucharon contra el pe­
cado; ellos también tuvieron que luchar contra la rebelión, la re­
sistencia y el orgullo herido. Aun en las mejores circunstancias, a
veces oscilaron entre los planes A y B de Dios, y desde nuestra
perspectiva, podemos pensar que no siempre hicieron lo correcto.
Pero a pesar de todo, el Señor es amo de las circunstancias y
Dios de su pueblo. Ninguno de los factores humanos ni siquiera
llega a hacerle sombra al papel poderoso que tuvo el Señor en la
agitada historia del pueblo de Dios. Como lo expresa Polzin, el
autor “nunca nos permite olvidar que es Dios el que dirige el trán­
sito” (Polzin, Samuel, p. 124).
Todo lo que uno tiene que hacer es rastrear la mano del Señor
mientras caminaba con su pueblo por el tortuoso camino hacia la
monarquía: el Señor ordenó a Samuel que pusiera un rey (8:7, 9,
22); el Señor eligió a Saúl y lo llevó hasta Samuel (9:15-17); el Se­
ñor hizo que Saúl profetizara (10:10); el Señor eligió públicamente
a Saúl a través de la suerte (10:19-24); el Señor le dio a Saúl la vic­
toria sobre Jabes de Galaad (11:6, 13); en Gilgal, Saúl fue confir­
mado como rey “delante de Jehová” (11:15); y el Señor envió true­
nos y lluvia por pedido de Samuel para recordarle al pueblo que él
era el señor de todo (12:18).
Sin embargo, la persistente presencia del Señor simplemente
sirve como un recordativo que ronda en todo momento: que re­
solver la tensión entre la libertad humana y la soberanía divina
nunca ha sido fácil. Y la paradoja aparece con dolorosa claridad en
las últimas palabras de Samuel en el capítulo 12. Por un lado está la
gloriosa promesa: “Pues Jehová no desamparará a su pueblo, por
su grande nombre” (vers. 22). Por el otro lado está la sombría ad­
vertencia: “Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro
rey pereceréis” (vers. 25).

Resumen: En el Umbral del Reinado de Saúl


Cuando el autor se vuelve a considerar el reinado de Saúl en el
104 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

capítulo 13, el primer incidente señalaría el comienzo del fin para


Saúl, como si su reino fuera una parábola que ilustrara la suerte de
la monarquía y la suerte de Israel al ser guiados por un rey. En for­
ma resumida, es útil notar aquí cómo el autor, por medio de la pa­
radoja y del péndulo, nos ha traído hasta este punto.
Si la última escena del capítulo 7 revela el ideal —un pueblo
plenamente comprometido con el Señor bajo el liderazgo de un
juez temeroso de Dios (Samuel)—, la historia de Israel con fre­
cuencia no alcanzó el ideal. Si el ideal era un juez, entonces ¿por
qué termina el libro de Jueces con semejante caos y clamando con
sus últimas palabras por un rey que restaure el orden (Juec.
21:25)?
El piadoso Eli tuvo dos hijos impíos; sin embargo, en medio de
su maldad, el Señor tocó a la devota Ana y a Elcana, y ellos dedica­
ron a su hijo Samuel al servicio de Dios. Sin embargo, a pesar de
toda su piedad, Samuel también claudicó, y la maldad de sus hijos
desencadenó el pedido del pueblo de un rey. Pasando por encima
de la resistencia de Samuel, el Señor eligió a Saúl como su monar­
ca, y “nadie entre los israelitas le superaba en gallardía” (9:2, BJ).
Ni el pueblo, ni los jueces, ni los sacerdotes, ni los profetas habían
alcanzado el ideal de Dios. ¿Lo haría el rey? Todo Israel conocía la
respuesta. Y ahora el autor debe continuar diciendo por qué. El
afirmó que Dios siempre estuvo allí, tratando de extraer lo bueno
de lo malo. Pero ¿qué debe hacer Dios para que su pueblo lo bus­
que de todo corazón? Esa era una pregunta difícil. Y no parecía
haber una respuesta fácil.

■ Apliquemos la Palabra

1 Samuel 8-12

1. Los Padres y sus Hijos: A la luz del triste ejemplo de los hi­
jos de Samuel y los de Eli, ¿cuánta responsabilidad debie­
ran asumir los padres por los fracasos de sus hijos? ¿De
qué forma debieran mis padres recibir tanto el crédito co­
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 105

mo la culpa por lo que soy? ¿Cómo encaja Proverbios 22:6


en esta situación?
2. ¿De Vuelta a l Ideal?: Cuando Dios permite que su pueblo
cambie del ideal más elevado del Plan A al que está en se­
gundo lugar, el Plan B, ¿debería convertirse entonces el
Plan B en la norma? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Es acepta­
ble en algún momento el segundo lugar? En mi propia vi­
da, ¿tengo todavía la visión del Plan A de Dios para mí?
¿Cuál es ese plan? ¿Debería seguir siendo mi meta? ¿Qué
estoy haciendo para darme cuenta del ideal de Dios para
mi vida? ¿De qué manera puede guiarme el relato de la
lucha de Israel con respecto al reino en tales asuntos?
3. Cómo Conocer la Voluntad de Dios: El Señor parece haber
accedido rápidamente al pedido de Israel de tener un rey,
aunque tanto él como Samuel lo consideraban una desvia­
ción de la voluntad de Dios. En una época en la que el Se­
ñor raramente habla en voz alta, pero permite que su pue­
blo trabaje a través de comisiones, ¿cómo puedo saber
cuándo es apropiado aceptar un Plan B de compromiso?
¿Qué factores debiera buscar que podrían indicar si el ca­
mino propuesto es en realidad el plan de compromiso de
Dios o simplemente una solución humana?
4. ¿Suave o Firm e?: ¿Sugiere el discurso de Samuel del capí­
tulo 8 que en asuntos de conducta y acción cristianas, la
diplomacia de línea dura puede no ser tan efectiva como
un modo más suave de persuasión? ¿Cómo puedo saber si
debo ser suave o firme en mi trato con otros? ¿Conmigo
mismo? ¿Qué apoyo bíblico puedo encontrar para cada
una de estas posturas? ¿Pueden diferentes circunstancias
requerir diferentes medios de persuasión?
5. Líderes Defectuosos: Si la Biblia es explícita en su crítica a
los profetas, sacerdotes, jueces y reyes, ¿es también posi­
ble que los creyentes comunes reconozcan cuándo es im­
plícita la crítica? En otras palabras, si los líderes escogidos
por Dios no siempre están en lo correcto, ¿cuándo y cómo
sé que están equivocados? ¿Cuál es mi responsabilidad si
106 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

estoy convencido de que un líder está en el error? ¿Hacia


el líder, hacia la iglesia, hacia mí mismo? ¿Es eso algo que
debiera preocuparme? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Se aplica
el consejo de Deuteronomio 18:21 y 22 a un profeta que
ya tiene credenciales?
6. ¿Demasiado Obediente?: ¿Estoy en peligro de seguir dema­
siado fácilmente a otras personas, o mi tendencia es a re­
sistir el liderazgo? ¿Podría perder mi habilidad para estar
del lado de lo correcto cuando los líderes se desvían? ¿Su­
giere la lucha de Israel por el asunto del reino algunas
pautas que puedan ayudarme a comprender mis responsa­
bilidades y mis tendencias en la actualidad? Si es así, ¿cuá­
les son?
7. ¿Demasiado Tarde para Arrepentirse?: ¿Desaparece alguna
vez por completo la posibilidad de arrepentirse? Si es así,
¿bajo qué circunstancias? Si estoy dispuesto a arrepentir-
me, ¿me aceptará Dios siempre? ¿Cómo puedo saber si el
arrepentimiento —mío o de otro— es genuino?

■ Investiguemos la Palabra
1. Jueces: Comenzando con la palabra juez, use una concor­
dancia para reunir una lista de pasajes que puedan ilumi­
nar la palabra hebrea para ju ez. Al igual que en castellano,
el verbo hebreo ju z g a r y los sustantivos hebreos ju ez y
juicio provienen de la misma raíz verbal. Busque pasajes
que expbquen qué significa juzgar, ser juez, y emitir o
mantener juicio. Fíjese cómo han traducido las versiones
modernas estas palabras en los pasajes claves. Finalmen­
te, resuma lo que el Antiguo Testamento quiere decir con
juicio, comparándolo con los conceptos tradicionales de
juez y juicio en nuestro mundo actual.
2. Videntes: Utilizando una concordancia, confeccione una
lista de los pasajes en el Antiguo Testamento en que está
presente el término vidente. ¿Sugiere algunos de estos pa­
sajes diferencias, aparte del nombres, entre un vidente y
■ UN PEDIDO IMPÍO, GRANDES ESPERANZAS 10 7

un profeta ? Redacte una declaración que resuma sus des­


cubrimientos. Verifique sus resultados leyendo los artícu­
los titulados vidente y profeta en un diccionario bíblico.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para una idea general, véase Elena de White, Patriarcas y
profetas, pp. 653-668.
2. Para un análisis detallado de las variantes textuales de 1
Samuel, véanse los comentarios de McCarter y Klein.
Ambos también tienden a explicar las tensiones entre los
pasajes de 1 Samuel a favor de la monarquía y los en con­
tra de la monarquía, atribuyéndoles diferentes fuentes y
autores.
3. Para una interpretación literaria de 1 Samuel que conserva
la integridad y la unidad del libro, véase el comentario de
Polzin. El considera la tensión entre los pasajes pro mo­
narquía y antimonarquía como fundamentales a los pro­
pósitos del autor.
C A PIT U L O CU ATRO

Al Señor le Pesa Haber Hecho


Rey a Saúl
1 Samuel 13 -15

Las últimas palabras del capítulo 12 son una advertencia de Samuel,


las cuales se habían convertido en una triste realidad en la época del autor:
“Mas si perseverareis en hacer mal, vosotros y vuestro rey pereceréis”
(vers. 25). Alfinal, el autor quiere que su relato muestre cómo fu e que el
pueblo y su rey fueron destruidos. Es crucial para ese relato la caída del
prim er rey de Israel, el rey pedido por el pueblo para ser como las naciones
vecinas. Al comenzar el capítulo 13, Saúl se convierte en el punto focal, y
p or prim era vez en el relato también el foco se centra en el “m al” real
que había en el hombre que Dios había elegido.
Las escenas anteriores de 1 Samuel han dejado caer algunas insinua­
ciones en cuanto a los defectos de carácter que crecerían hasta adquirir
trágicas proporciones: la vacilación, cuando Saúl se escondió entre el baga­
je ; la violencia precipitada, al descuartizar sus bueyes como llamado a las
armas. Pero ahora el autor avanza más allá de las insinuaciones, porque
dos veces en los capítulos 13 al 15 los juicios de Dios caen sobre Saúl por
pecados específicos. Parecería como que casi antes de que comience su reina­
do, Saúl se entera por Samuel que debe terminar. Tampoco se le perm iti­
rá a un hijo suyo continuarlo. Dios ha elegido a otro.
La elevada norma con la cual se mide a Saúl y se lo halla falto puede
parecer inconveniente porque contrasta muy dramáticamente con la vida
de su sucesor. David fu e adúltero y asesino; sin embargo, sus hijos conti­
nuaron el reinado. Por contraste, Saúl pierde el reino simplemente por
ofrecer un sacrificio en ausencia de Samuel, y todo porque el profeta no vi-
109
110 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

no como había prometido.


También es inquietante, pero por razones diferentes, el incidente que
sella el rechazo de Saúl en el capítulo 15, es decir, cuando no destruye
completamente a los amalecitas. Aunque su pecado es serio, este tema se ve
nublado por el hotror contenido que nos causa la orden de Dios de matar a
las mujeres, los niños, los animales y la imagen de la sangrienta espada de
Samuel “cuando cortó en pedazos a A gag delante d ejeh o v á ” (15:33).
Entre estos dos rechazos de Saúl, el autor nos da una vislumbre del
noble Jonatán. ¿Por qué él no podía ser rey en lugar de Saúl, su padre? Y
entonces recordamos que es el fracaso, no el éxito, el punto clave de todo el
relato: el fracaso del pueblo al rechazar a Dios como rey, el fracaso de todos
sus reyes y, finalm ente, el fracaso de la monarquía misma. En los capítu­
los 13 al 15 observamos al ungido d ejeh o v á tropezar, tambalear y caer. Y
podemos vislumbrar a un Dios traspasado de dolor, a Aquel que “se arre­
pentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel” (15:35).

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 13-15
Lea 1 Samuel 13 al 15 por completo dos veces en forma rá­
pida; vuelva luego a los mismos tres capítulos más cuidadosa­
mente, y responda las siguientes preguntas:

1. La Religión del Rey: Basado en lo que descubrió en 1 Sa­


muel 13 al 15, prepare una lista dividida en dos columnas
con las actividades o actitudes de Saúl que están directa­
mente conectadas con su relación con Dios y la religión.
En la primera columna coloque aquellas cosas que reve­
lan una inclinación positiva; en la otra, enumere los inci­
dentes que son negativos. Cualquiera que parezca neutral
debería ir en la columna positiva, o si lo desea, en una ter­
cera columna. Cuando termine, resuma brevemente en
dos o tres párrafos sus impresiones acerca de la vivencia
religiosa de Saúl.
2. Personas Importantes: Además de Saúl, tanto Samuel como
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 111

Jonatán figuran en forma destacada en los capítulos 13 al


15: Samuel en el 13 y el 15; Jonatán en el 14. Lea estos
capítulos con el objetivo de oír los relatos de estas perso­
nas. Luego escriba en su cuaderno los incidentes o rasgos
que lo hacen sentirse bien con respecto a cada una de es­
tas personas, así como también las cosas que lo hacen sen­
tirse incómodo. Redacte un párrafo que resuma lo que
descubrió acerca de Samuel y Jonatán, comparando sus
actitudes y su conducta con las de Saúl.
3. Cronología: Puesto que la presentación formal del reino
de Saúl aparece en 13:1 y el resumen general aparece en
14:47-52, es interesante la pregunta acerca de la cronolo­
gía de la vida de Saúl. Tome nota de cualquier elemento
de los capítulos 13 al 15 que puedan tener conexión con
el momento en que acontecieron estos hechos (familia,
ubicación del cuartel general, nivel de la amenaza filistea,
etc.). Resuma sus conclusiones en dos o tres frases. ¿Hay
suficiente evidencia en la Biblia para determinar si los ca­
pítulos 13 al 15 están en orden cronológico o forman parte
de un orden cronológico más amplio? ¿Qué diferencia
marca la cronología en el significado y la aplicación del
mensaje?
4. Extranjeros: Con la ayuda de una concordancia y de un
diccionario bíblico, haga una lista de los pasajes bíblicos
importantes que describen la relación entre Israel y los fi­
listeos. Haga lo mismo con los amalecitas. Resuma en un
párrafo o dos las diferencias en la relación de Israel con
estos dos pueblos.

■ Exploremos la Palabra
Profeta Atrasado, Rey Impaciente (13:1-14)
La falta de registros oficiales de la corte puede explicar por qué
13:1 es tan confuso. El versículo falta en la Septuaginta en griego, y
el hebreo difícilmente es correcto, al decir: “Saúl tenía un año
112 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

cuando llegó a ser rey y reinó dos años sobre Israel” (BJ). El Tar-
gum arameo (una paráfrasis del Antiguo Testamento) valientemen­
te trata de sacarle algún sentido diciendo: “Como un niño de un
año que no tiene pecado era Saúl cuando se convirtió en rey”. He­
chos 13:21 le otorga a Saúl cuarenta años de reinado, coincidiendo
con uno de los dos pasajes en Josefo.
En el momento del ungimiento de Saúl (1 Sam. 9:11), era un
hombre joven que todavía vivía con su padre. Ahora tiene un hijo
adulto, Jonatán, un guerrero capaz y experimentado. Obviamente
la Escritura no está intentando presentar una historia completa de
Saúl y su reinado. Más bien, el autor ha seleccionado incidentes
claves que caracterizan al hombre e ilustran su caída.
Para aquellos a quienes les gusta seguir un mapa cuando leen el
relato bíblico, el capítulo 13 es un desafío. Los manuscritos bíblicos
revelan que también los escribas lucharon para clasificar Gabaa,
Geba y Gilgal. A pesar de ello, el panorama general es claro: los
filisteos estaban a cargo de la región, tanto que imponían el equiva­
lente antiguo del control de armas, al proscribir a todos los herre­
ros de Israel. Funcionaba, porque Saúl y Jonatán eran los únicos
israelitas que tenían espada o lanza (vers. 22). Incluso el equipo
agrícola debía ser llevado a los filisteos para repararlo (vers. 19-
21).
Jonatán desencadenó las cosas al atacar el destacamento filisteo
en Geba. Cuando los filisteos respondieron reuniéndose para la
batalla, el llamado de Saúl a las armas se convirtió en un recluta­
miento a la inversa, ya que los guerreros israelitas buscaban cual­
quier lugar en el cual esconderse: “En cuevas, en fosos, en peñas­
cos, en rocas y en cisternas” (vers. 6). Algunos incluso “pasaron el
Jordán” (vers. 7), revirtiendo el gran tema de la entrada de Israel a
Canaán, ¡porque estos asustados israelitas estaban cruzando el Jor­
dán en la dirección equivocada! Es así como, en lugar de dos mil
hombres bajo sus órdenes (vers. 2), el ejército de Saúl se había re­
ducido a seiscientos (vers. 15), que iban “tras él temblando” (vers.
7)-
El incidente que sigue no sólo describe el pecado de Saúl y el
juicio contra él, sino que también despierta cierta simpatía por el
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 113

primer rey de Israel. Aunque los intérpretes cristianos son en gene­


ral duros con Saúl (quizá por su rechazo en favor de David, el ante­
pasado de Jesús), la tradición judía ha sido más condescendiente,
incluso vehemente. Saúl es descrito no sólo “como un héroe y un
santo”, sino que “en todo aspecto su piedad fue tan grande que no
lo iguala ni siquiera David” (Ginzberg, 4:72).
El registro bíblico, sin embargo, evita ambos extremos, señalan­
do no sólo el pecado de Saúl y sus consecuencias, sino también los
rasgos que lo ponen en una luz más positiva, incluso a costa de la
reputación de Samuel. Note el candor con el que se desarrolla el
relato, comenzando con la descripción del dilema de Saúl:

“Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había


dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le deser­
taba. Entonces dijo Saúl: ‘Traedme holocausto y ofrendas de
paz. Y ofreció el holocausto’ ” (vers. 8, 9).

Apenas había terminado el sacrificio cuando llegó Samuel, con­


frontándolo con una pregunta: “¿Qué has hecho?” (vers. 11). Las
Escrituras dejan que Saúl describa su propio conflicto interior:

“Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no ve­


nías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reu­
nidos en Micmas, me dije: ‘Ahora descenderán los filisteos
contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová.
Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto’ ” (vers. 11, 12).
y *

Este no era ningún cobarde, listo para ausentarse y correr. Este


no era ningún héroe militar imprudente, apresurándose ciegamen­
te a entrar en batalla. Este era un hombre religioso, que buscaba la
bendición de Jehová, afligido porque el mensajero de Jehová no
había venido según lo prometido.
La respuesta de Samuel fue inmediata y devastadora: “Loca­
mente has hecho” (vers. 13). Al quebrantar el “mandamiento” de
Dios, Saúl había perdido su reino; Dios ya había seleccionado un
sucesor. Y con eso, Samuel se fue. No hubo conversación. No hu­
114 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

bo discusión; un fuerte contraste con la escena del rechazo en el


capítulo 15. Aquí, las Escrituras simplemente declaran que Samuel
se fue y que Saúl contó el número de soldados que estaban todavía
con él: “Como seiscientos” (vers. 15).
Pero exploremos ahora la naturaleza del pecado de Saúl: ¿qué
“mandamiento” había quebrantado? Algunos argumentan que era
un mandamiento general, quizás un mandato contra los no levitas
que ofrecieran sacrificios. Otros sugieren que Saúl pudo haber
quebrantado algún requisito ritual, aun sin saberlo. Es posible, in­
cluso, que la orden de Samuel de esperar tenía la intención de pro­
teger a Saúl justamente de ese tipo de error. Pero nada en el capí­
tulo 13 confirma esas posibilidades. De hecho, el siguiente capítulo
informa (con aparente aprobación) que Saúl era protector del ri­
tual apropiado y que había construido un altar a Jehová (14:33-35).
En otras partes de la Biblia leemos que los hijos de David sirvieron
como sacerdotes (2 Sam. 8:18, hebreo; nota en BJ). Y cuando Salo­
món ofreció mil sacrificios en el altar de Gabaón (1 Rey. 3:4), las
Escrituras quieren decir que Jehová lo recompensó prometiéndole
que le daría cualquier cosa que pidiera (vers. 5).
La interpretación más probable del pecado de Saúl es que en­
trañó no una transgresión general, sino una específica, a saber, la
orden de Samuel de esperar:

“Luego bajarás delante de mí a Gilgal; entonces descende­


ré yo a ti para ofrecer holocaustos y sacrificar ofrendas de
paz. Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo
que has de hacer” (10:8).

El vacío aparente de tiempo entre 10:8, donde Saúl es un hom­


bre joven en la casa de su padre, y 13:8-14, donde es padre de un
hijo adulto, ha sugerido la idea de que la espera de siete días fue
ordenada más de una vez (por ejemplo, Baldwin, p. 91). Pero no
importa cómo resuelva uno la dificultad cronológica, el nexo en­
tre los dos pasajes parece ser evidente. Y en conexión con eso, algu­
nos intérpretes sugieren que Saúl tenía la coartada perfecta: como
Samuel no vino a tiempo, la culpa era de Samuel, no de Saúl.
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 115

Un cnestionamiento así de Dios y de su mensajero es un asunto


difícil, pero tiene precedentes bíblicos. Aceptar el camino de Dios
al final no elimina las preguntas en el camino. Abrahán reaccionó
con horror ante la idea de que “el Juez de toda la tierra” no hiciera
“lo que es justo” y se lo dijo a Dios (Gén. 18:23-25). Igual de nota­
ble es la atrevida confrontación de Moisés con Dios por la amenaza
de juicio contra Israel (Exo. 32:9-14). En el caso de Moisés, Jehová
se “arrepintió” (RVR), o “renunció” (BJ, DHH). En otras pala­
bras, ¡vale la pena cuestionar a Dios!
En lo relacionado con el juicio de Dios sobre Saúl, puesto que la
última palabra aquí es condenación, seguramente el autor quería
que reconociéramos que Saúl era el culpable. Sin embargo, puede
ser de ayuda considerar una cantidad de factores (algunos aparente­
mente contradictorios) que podrían ayudar a aliviar nuestra in­
quietud en relación con el relato.
1. La utilidad en el servicio de Dios se basa primeramente
en el llamamiento de Dios, no en la bondad o justicia perso­
nal. Abrahán es el principal ejemplo del misericordioso llamado de
Dios dominando sobre la “justicia”, porque Dios castigó a Faraón y
a Abimelec por sus delitos inocentes resultantes de las verdades a
medias de Abrahán (Gén. 12:17; 20:2, 17, 18). En relación con el
reino, Jonatán aparece moralmente en condiciones superiores tan­
to de Saúl como de David, sin embargo nunca fue rey. Y David,
aunque es muy amado como el pecador perdonado, sobrepasó en
mucho a Saúl en lujuria y asesinato. Sin embargo, fue el linaje de
David el que eligió el Señor.
2. En momentos de crisis, las exigencias y los juicios de
Dios a menudo son rigurosos, aun duros. Saúl fue el primer
rey de Israel, líder del pueblo de Dios en un punto crucial de tran­
sición. La impaciencia y la desobediencia eran defectos críticos.
En forma similar, muchas de los relatos “difíciles” que involucran
juicios de Dios contra pecados aparentemente “menores” aparecen
en momentos claves en los que está en riesgo la estabilidad de la
comunidad: el apedreamiento del hombre por recoger leños en sá­
bado (Núm. 15:32-36); la exclusión de Moisés de Canaán (Núm.
20:9-12); Acán (Jos. 7:24-26); Uza (2 Sam. 6:6, 7; 1 Crón. 13:9,
116 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

10); y Ananías y Safira (Hech. 5:1-10).


En dos incidentes, la coartada aparentemente razonable (la lle­
gada tardía de Samuel y los bueyes de Uza que tropiezan) es de­
negada por la necesidades mayores de la comunidad. Pero el que
las Escrituras mencionen la coartada hace que los relatos nos re­
sulten más difíciles. Es por ello que nos resulta más problemática la
muerte de un hombre, Uza (2 Sam. 6:7), que la muerte de docenas
(¡o miles!) de los que miraron a sabiendas dentro del arca en Bet-
semes (1 Sam. 6:19).
3. En una era de liderazgo autoritario, es más probable que
Dios espere una obediencia estricta (¿ciega?) que una obe­
diencia razonable. En el Antiguo Testamento era más fácil discu­
tir con Dios que con uno de sus mensajeros. Natán, por ejemplo, al
principio aprobó el plan de David de construir el templo, luego
cambió de idea por consejo de Dios (2 Sam. 7). Pero en ambos ca­
sos, David estaba obligado a obedecer. Cuando los profetas y los
sacerdotes están ausentes, sin embargo, como en los libros de sabi­
duría (Job, Proverbios, Eclesiastés), uno ve al intelecto disciplinado
funcionando sin el beneficio de la dirección profética o sacerdotal.
Job, por supuesto, se convierte en el tipo de persona que se en­
cuentra sola en un universo silencioso mientras sigue afirmando su
fe y confianza en su Hacedor y Redentor.
En el Nuevo Testamento, el liderazgo compartido se había con­
vertido en la norma, de manera que los apóstoles podían incluso
debatir entre ellos (Hech. 15) y Pablo podía oponerse a Pedro “ca­
ra a cara” (Gal. 2:11).
Pero Saúl no tenía esa libertad. Debía obedecer al profeta que lo
había ungido. Guardar la letra de la ley esperando siete días no era
suficiente. El no esperar al profeta fue su caída y su pecado.
4. Cronología. ¿Es posible que algunas de las acciones más
violentas y culposas en realidad sucedieran antes de su rechazo en 1
Samuel 13? Si es así, entonces su exclusión puede no haber sido
tan temprano en su reinado como se deduce de este texto. Las evi­
dencias en otras partes de 1 Samuel sugieren que su cronología no
siempre es exacta. La evidencia más notable para tal conclusión
aparece en relación con el incidente en el cual David es presentado
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 11 7

al rey Saúl. En 16:18, el arpista David es presentado a Saúl como


un hombre “valiente y vigoroso y hombre de guerra”, y se con­
vierte en uno de sus “pajes de armas” (vers. 21). Saúl incluso le pide
permiso a Isaí para que permita a David quedarse con él (vers. 22).
Sin embargo, en el relato de Goliat, que le sigue inmediatamente,
Saúl aparentemente nunca ha oído hablar de David: “¿De quién es
hijo ese joven?”, le pregunta a Abner (17:55). Pero Abner tampoco
sabe. Sólo cuando David aparece con la cabeza de Goliat a la rastra,
Saúl le pregunta a David directamente y se entera quién es su pa­
dre. En el capítulo 5 de este tomo se sugiere una interpretación al­
ternativa de la relación entre 1 Samuel 16 y 17. Pero la impresión
más obvia es que la cronología de alguna manera es incorrecta.
¿Es posible que haya algunos otros segmentos de la historia de
Saúl fuera de orden? El relato deja la impresión de que el rechazo
de Saúl en el capítulo 13 vino demasiado pronto después de su se­
lección y su ungimiento en los capítulos 9 al 11. Sin embargo, en
los capítulos 9 al 11 es un hombre joven, que vivía en la casa de su
padre, aparentemente sin esposa ni familia, aunque el relato de su
rechazo en el capítulo 13 (con una cronología incierta en el primer
versículo) presenta a Saúl como teniendo un hijo guerrero adulto,
Jonatán. También es digno de notar que en ambos relatos del re­
chazo, Samuel habla de que Dios ha elegido a otro, como si fuera
un hecho consumado (13:14; 15:28). Sin embargo, la demostra­
ción pública de esa elección no se registra hasta el capítulo 15.
Aun entonces, Samuel necesita un toque ligero y una reprimenda
de Dios antes de encontrar al hombre correcto. En pocas palabras,
si los acontecimientos claves de la vida de Saúl fueran conocidos
en orden, el rechazo del capítulo 13 sería más comprensible. A pe­
sar de ello, debe decirse que el rechazo de Saúl no constituyó nin­
gún problema para el autor, aun si Samuel llegó tarde a la reunión.
¡Esta larga explicación es mía, no de él!
5. ¿Rechazo condicional en lugar de rechazo final? Aunque
muchos comentaristas observan que el capítulo 13 parece señalar el
fin de la dinastía familiar de Saúl y el capítulo 15 el de su reinado
personal, sigue siendo confusa la presencia de dos relatos de recha­
zo. Que Dios continuó obrando en y a través de Saúl en la batalla
118 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

contra los filisteos (cap. 14) puede denotar que el rechazo inicial
era reversible. Entonces, el capítulo 15 sería una segunda oportuni­
dad para Saúl, aunque la Biblia no lo expresa así. Las Escrituras sí
proveen otros ejemplos de juicios aparentemente finales que se
volvieron condicionales: a saber, la profecía de Jonás contra Nínive
(Jon. 3:4, 10) y la profecía de Miqueas contra Jerusalén (Jer. 26:18,
19; Miq. 3:12).
En resumen, si Saúl hubiera arreglado las cosas después que Sa­
muel anunciara el juicio, podrían haber ocurrido cosas buenas para
él y para su casa. Después de todo, en el Antiguo Testamento,
Dios es el que se “arrepiente” más a menudo que cualquier otra
persona.

Jonatán Muestra el Camino (13:15-14:52)


Intercalado entre los dos rechazamientos de Saúl se encuentra
el notable relato de una batalla contra los fifisteos en la que la ma­
no de Dios y la espada de Jonatán ocupan papeles destacados. Saúl
todavía es rey y también ocupa gran parte del cuadro. En verdad,
casi parece estar más preocupado por estar bien con Dios que por
pelear contra los filisteos. Pero Jonatán es el héroe, y Dios recibe el
crédito.
El relato de la batalla se halla unida a una introducción que des­
cribe los lamentables apuros en los que se encontraba Israel antes
de la batalla (13:16-22) y a una conclusión que resume varios as­
pectos positivos del reinado de Saúl (14:47-52). El relato de la ba­
talla misma palpita con la presencia divina. En contraste, sin em­
bargo, ni la introducción ni la conclusión contienen elemento reli­
gioso alguno.
La batalla de gran envergadura fue desencadenada por una
irrupción secreta de Jonatán en territorio ocupado por los filisteos.
Por razones que permanecen en el misterio, al autor hace notar
que Jonatán no informó ni a su padre (14:1) ni a nadie más (vers.
3). Anteriormente, Saúl había estado al mando de dos mil solda­
dos y Jonatán, de mil (13:2). Ahora las fuerzas combinadas suman
sólo seiscientos hombres, cifra que el autor menciona dos veces
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAUL 119

(13:15; 14:2).
Ahías, hijo de Ahitob, hijo de Finees, hijo de Eli, “sacerdote de
Jehová en Silo”, también estaba en el campamento con un efod
(14:3). Ahías era el intérprete de la voluntad de Dios para Saúl, ya
sea por medio del efod (vers. 18, Septuaginta) o el arca (vers. 18,
hebreo) y probablemente también a través del Urim y el Tumim
(vers. 41, Septuaginta). El autor parece ansioso de mostrar cuán
seriamente estaba tomando Saúl ahora sus compromisos religio­
sos.
Jonatán también muestra ser un hombre de profundas convic­
ciones religiosas, pero las demuestra en forma más práctica mien­
tras enfrenta al enemigo. Acompañado por su joven paje de armas,
un guerrero efectivo por derecho propio (vers. 13, 14), Jonatán se
dirigió al campamento filisteo en Micmas. Tres veces antes de la
batalla Jonatán expresó su convicción de que Jehová estaba al
mando (vers. 6, 10, 12). Pero en contraste con la precipitada tena­
cidad de los actos religiosos de su padre, las convicciones de Jona­
tán estaban marcadas por una silenciosa humildad que reconocía
la libertad de Jehová para actuar a su manera. “Quizá haga algo Je­
hová por nosotros”, dijo, añadiendo esa frase tan famihar para las
personas de fe: “...pues no es difícil para Jehová salvar con muchos
o con pocos” (vers. 6).
Al igual que Gedeón, Jonatán esperaba que Dios obrara a través
de señales. Pero a diferencia de Gedeón, no volvió en busca de
una segunda opinión (Juec. 6:36-40). Cuando los filisteos respon­
dieron, él y su paje de armas treparon el rocoso risco y se pusie­
ron a trabajar, matando a veinte guerreros (14:14), una rara oca­
sión en el Antiguo Testamento en la que el recuento de cuerpos es
“razonable”. Para el momento en que Saúl y sus tropas llegaron
(vers. 20), los filisteos estaban peleando unos con otros, habiéndose
intensificado su pánico por un terremoto (vers. 15).
El autor nos recuerda en forma reiterada la participación de
Dios en la batalla, haciendo notar que el pánico entre los filisteos
fue “de Dios” (vers. 15, BJ), aunque otras traducciones tratan a dios
como adjetivo (literalmente, “terror de Dios”; RVR, “gran cons­
ternación”; NBE, “pánico sobrehumano”; DHH, “pánico enor­
120 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

me”). Luego que los filisteos fueron derrotados completamente,


las Escrituras dicen que “así salvó Jehová a Israel aquel día” (vers.
23).
La vida religiosa de Saúl es de interés especial en este relato.
Cuando él descubrió que Jonatán estaba ausente del campamento,
llamó a Ahías y el arca (hebreo) o el efod (Septuaginta), buscando
la dirección di-vina. Pero al aumentar el tumulto en el campamento
fdisteo, Saúl se puso impaciente. “Detén tu mano” en 14:19 sugie­
re una interrupción en el proceso de consultar el Urim y el Tu-
mim, aunque la Escritura no lo dice directamente.
La otra secuencia de eventos que revela la orientación religiosa
de Saúl surge de su juramento contra cualquiera que coma “antes
de caer la noche, antes que haya tomado venganza de mis enemi­
gos” (vers. 24). La tropas obedecieron, pero estaban tan hambrien­
tos al final del día que se abalanzaron sobre el botín, desobede­
ciendo la prohibición de comer sangre (vers. 32, 33). Saúl tomó
recaudos inmediatos para corregir la situación, haciendo rodar una
piedra grande sobre la cual los soldados podían matar los animales
de manera que no pecaran “contra Jehová comiendo la carne con la
sangre” (vers. 34). Saúl también construyó su “primer” altar “a Je­
hová” en este momento (vers. 3 5), aunque no queda claro si el au­
tor pretende que esta declaración sea un cumplido o una crítica.
Pero ¿qué en cuanto al juramento mismo? ¿Tenía justificación
Saúl para imponer una carga así a sus tropas? Si no era así, ¿había
alguna manera aceptable de revertirlo o anular sus efectos? En el
comienzo, el hebreo indica que el juramento fue una fuente de an­
gustia (vers. 24). La Septuaginta (seguida por la NBE) es clara­
mente crítica: “Saúl cometió aquel día un grave error”. La versión
de Klein es más vivida aún: “Saúl cometió un gran error” (Klein, p.
130). Jonatán, quien sin saberlo transgredió el juramento cuando
comió algo de miel en el bosque, también criticó el juramento de
su padre (vers. 29). Y Cuando Saúl agregó otro juramento, decre­
tando la muerte del culpable en el nombre de Jehová (vers. 39), la
Septuaginta registra una protesta por parte de las tropas cuando la
suerte llega a una elección entre Saúl y Jonatán: “Aunque las tropas
dijeron que no debía ser de esta manera, Saúl los obligó y echaron
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 121

suertes entre él y Jonatán, su hijo” (vers. 42, traducción de Klein).


Tanto Klein (p. 131) y McCarter (p. 244) incluyen la frase faltante
de la Septuaginta en sus traducciones, aunque la mayoría de las
traducciones modernas no lo hacen (RVR, BJ, NBE, DHH).
Pero no importa cuán equivocado haya sido el juramento de
Saúl, el relato es claro en cuanto a que Jehová esperaba que tanto
Saúl como el pueblo lo cumplieran. Aunque Dios había librado a
Israel, no brindaría más consejos a Saúl hasta que el “pecado”
(vers. 38), es decir, el juramento quebrantado, hubiera sido arre­
glado. Jonatán reconoció la validez de la posición de su padre y es­
taba preparado para morir. Pero cuando las tropas tuvieron oportu­
nidad de hablar, dijeron: “Vive Jehová, que no ha de caer un cabe­
llo de su cabeza en tierra, pues que ha actuado hoy con Dios”
(14:45). Y así el pueblo “rescató” a Jonatán (vers. 45, B J). El texto
no dice si simplemente le salvaron la vida, si pagaron dinero (Exo.
21:30; Núm. 3:46-51), o si proveyeron un animal como sustituto
(Exo. 13:13, 15; 34:20). Los juramentos eran tomados en serio en
los tiempos del Antiguo Testamento, aun si eran desacertados (por
ejemplo, Jeíté: Juec. 11:35) o aun si se hacían con dolo (por ejem­
plo, los gabaonitas: Jos. 9; 2 Sam. 21:1-14). En esta ocasión, al
igual que en el caso de los benjamitas derrotados (Juec. 19-21), se
encontró una vuelta alrededor de las exigencias del juramento; pe­
ro en ambos casos, la anulación fue manejada por un tercero y no
por la persona o personas que habían hecho el juramento (compare
con Juec. 21:16-23). En otras palabras, no era posible decir sim­
plemente que el juramento era “malo” y dejarlo de lado. Todos los
juramentos debían cumplirse, aún los “malos”.
Luego del informe del rescate de Jonatán, Saúl suspendió la
persecución y los filisteos se retiraron a su propio territorio. Pare­
cería, entonces, que el propósito inicial que tenía Dios al ungir a
Saúl, a saber, librar “a mi pueblo de mano de los filisteos” (9:16), se
había cumplido en gran medida, por lo menos por el momento.
Aunque las ambiciones dinásticas de la familia de Saúl han sido de­
jadas de lado por el pecado de Saúl en el capítulo 13, y aunque Jo­
natán puede haber sido el líder clave en la batalla del capítulo 14,
Saúl todavía es el rey. El capítulo concluye con una fista impresio­
122 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

nante de enemigos a los cuales derrotó (vers. 47, 48), un breve ár­
bol genealógico (vers. 49-51) y una declaración final acerca de la
“guerra encarnizada contra los filisteos” y el reclutamiento, ahora
exitoso, por parte de Saúl de hombres “esforzados y aptos para
combatir” (vers. 52). El relato de éxito es suficientemente brillante
como para sugerir que Jehová en verdad había perdonado el peca­
do de Saúl en Gilgal (13:13, 14). Pero si fuera así, todavía falta el
rechazo final como resultado del manejo que Saúl hizo de la orden
de Dios de destruir a Amalee.

El Rechazamiento del Rey Saúl (15:1-35)


El capítulo 15 comienza, sin ninguna referencia cronológica,
con las palabras de Samuel a Saúl: un mandato de Jehová de des­
truir completamente a los amalecitas. Pero Samuel enfatiza su
propia autoridad así como la del Señor: “El Señor me envió para
ungirte rey de su pueblo Israel. Por tanto, escucha...” (vers. 1,
NBE). Al final, este vínculo entre Samuel y Saúl se transforma en
un punto de tensión dolorosa y sensible.
Excepto por el contraste, este capítulo no trae fácilmente a la
mente el Sermón del Monte de Jesús, o su oración sobre la cruz,
pidiendo perdón por sus enemigos. En el libro de Exodo, Amalee
fue el primer enemigo que atacó a Israel en el desierto. Luego de
que Aarón y Hur sostuvieron los brazos de Moisés, asegurando la
victoria de Josué en el campo de batalla, el Señor dijo: “Raeré del
todo la memoria de Amalee de debajo del cielo” (Exo. 17:14).
Deuteronomio hace notar la maldad aún más siniestra de Amalee,
que simplemente el impulso tribal de defenderse a sí mismo, di­
ciendo: “Cómo te salió al encuentro en el camino, y te desbarató la
retaguardia de todos los débiles que iban detrás de ti, cuando tú
estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios”
(Deut. 25:18). Se le ordenó a Israel: “Borrarás la memoria de
Amalee de debajo del cielo” (vers. 19), una orden con la cual 1 Sa­
muel 15 está claramente ligada. Es por esto que, en lo concernien­
te a la justicia en el marco del Antiguo Testamento, los amalecitas
serían considerados como un pueblo fuera de la ley, inescrupuloso,
iMujimwiuiüiiiiuUíi.íi,

■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 123

pecadores contra la humanidad.


Pero, ¿por qué incluir a las “mujeres, niños, y aun los de pecho,
vacas, ovejas, camellos y asnos” en el edicto (jerern)? ¿No podría, al
menos, salvarse a los niños, y usar los animales con algún propósito
útil?
Estas preguntas son inevitables en mentes acostumbradas al in­
dividualismo occidental. Pero en las culturas donde la comunidad
ocupa un papel importante, los individuos pueden perder su identi­
dad dentro de la entidad corporativa mayor. En esas culturas, lo
que ha llegado a ser conocido como “personalidad corporativa”,
hace referencia a la inclusión de todos los parientes y las posesiones
dentro de la persona del líder o cabeza de familia. El ejemplo bíbli­
co más claro es la historia de Acán en Josué 7. Por cuanto él pecó
contra el “edicto” (jerern), todo el ejército de Israel fue derrotado
en Hai (vers. 1-11). La única manera de expiar el mal era destruir a
Acán y todo lo que era suyo (vers. 12-26). Y como Dios era el ga­
rante de justicia, actuó directamente en el cumplimiento de las
provisiones del edicto, un elemento de “justicia” de ninguna mane­
ra singular a Israel. Por ejemplo, de acuerdo con la Piedra Moabita,
descubierta en 1868, Mesa, rey de Moab, tomó “hombres, mucha­
chos, mujeres, niñas y siervas” israelitas y los “dedicó a la destruc­
ción para [el dios] Astar-Quemos” (Pritchard, p. 320). En resu­
men, el trato de Israel para con Amalee era justicia normal.
Saúl reunió un ejército enorme —doscientos mil de Israel y
diez mil de Judá (15:4)—, aunque los números hebreos podrían ser
interpretados más modestamente como doscientas unidades milita­
res de Israel y diez de Judá. Sin embargo, las grandes cifras pudie­
ron haber tenido la intención de mostrar “la completa superiori­
dad militar de Saúl y su falta de excusa” de llevar a cabo la orden de
Jehová (Klein, p. 149). Antes de atacar, Saúl envió un mensaje a los
ceneos para que se separaran de los amalecitas. Ellos serían librados
porque, a diferencia de sus vecinos bandidos, habían mostrado
bondad con los israelitas errantes que habían salido de Egipto
(vers. 6).
El informe inicial de la batalla en 15:7-9 sugiere motivaciones
de codicia para la falta de disposición del pueblo de destruir lo
124 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

“mejor” del ganado y de los rebaños, algo que le fue difícil admitir
a Saúl más tarde al ser confrontado por Samuel (vers. 13-15). Esa
renuencia para admitir el pecado fue quizás el mayor contraste en­
tre Saúl y su sucesor, David.
La primera señal que tuvo Samuel de que Saúl había fracasado
provino del Señor mismo. Desafortunadamente, la naturaleza vio­
lenta del edicto (vers. 3) y el espantoso fin de Agag en manos de
Samuel (vers. 33) oscurecen muy fácilmente las poderosas emocio­
nes atribuidas tanto a Dios como a Samuel en este capítulo. El Se­
ñor le dice a Samuel: “Me pesa haber hecho rey a Saúl” (vers. 11,
NBE). Esas mismas palabras cierran el capítulo: “Jehová se arre­
pentía de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel” (vers. 35). Pero
la tensión en el capítulo es conservada más vividamente por la BJ,
que utiliza el verbo arrepentir tanto para 15:11 y 15:35, como tam­
bién en 15:29. La palabra hebrea es la misma en las cuatro instan­
cias. Es así que la versión RIE. afirma dos veces que Dios no se
arrepiente (vers. 29), ¡pero sin embargo declara dos veces que se
arrepintió! (vers. 11, 35).
Con ese atormentador juego de palabras, la Escritura presenta
una llamativa paradoja que surge cuando un Dios soberano crea
criaturas libres y las invita a obedecer; en verdad, les ordena obede­
cer y las amenaza cuando no lo hacen. ¿Y si persisten en la desobe­
diencia? Se arrepiente, aunque “no es hombre para que se arre­
pienta” (vers. 29). Es verdad, por supuesto, que el Señor nunca ne­
cesita arrepentirse como se arrepienten los seres humanos. Pero el
Señor del universo se reserva el derecho a “cambiar de idea” cuan­
do los seres humanos cambian su conducta (compare con Jer. 26:3,
13, 19) o cuando interceden en favor de otros seres humanos (Exo.
32:12-14). En el caso de Saúl, podemos vislumbrar el corazón que­
brantado de Dios por el fracaso de uno de sus hijos. Una traduc­
ción inglesa se acerca más a la verdad emocional cuando oímos
que Jehová se “apesadumbró” por Saúl (15:11, 35).
Samuel también estaba emocionalmente atormentado por el
destino de Saúl. Tanto en 15:35 como en 16:1 se dice que “hizo
duelo” (NBE) por Saúl. En este caso, la palabra hebrea se centra
simplemente en un profundo dolor, sin connotaciones de arrepen-
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 125

timiento o cambio de idea. Pero estos versículos aparecen al final


de la prueba de Saúl. Cuando el Señor le habló por primera vez a
Samuel acerca de la desobediencia de Saúl, Samuel estuvo más que
“apesadumbrado” (15:11). La versión DHH presenta una versión
más sincera de la palabra hebrea: ¡Samuel estaba “muy molesto”!
Lo suficientemente enojado como para pasarse “la noche gritando
al Señor” (NBE).
La Escritura simplemente menciona la noche de ira de Samuel y
prosigue sin ningún comentario. ¿Estaba enojado con Dios, con
Saúl, o consigo mismo? ¿O estaba enojado con el mundo en gene­
ral mientras meditaba en los planes rotos de Dios y en los suyos
propios? No lo sabemos. Pero temprano a la mañana se dirigió en
busca de Saúl, alcanzándolo finalmente en Gilgal. La conversación
que se dio a continuación es una de las más conmovedoras de toda
la Escritura.
Saúl saludó al airado profeta con una exuberante pretensión de
completa obediencia. Samuel replicó con una pregunta: “¿Pues
qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo oigo con
mis oídos?” (vers. 14).
—Los soldados salvaron lo mejor para sacrificar.
—¡Deténte! —exclamó el profeta.
Después de transmitir el mensaje de Jehová, Samuel concluyó
con una pregunta aún más directa: “¿Por qué... te lanzaste sobre
lo que se le quitó al enemigo, actuando mal a los ojos del Señor?”
(vers. 19, DHH).
—Yo obedecí las órdenes del Señor —protestó Saúl, mencio­
nando ahora la parte que él hizo, trayendo al rey Agag (aunque en
esencia estaba repitiendo la excusa acerca del deseo del pueblo de
sacrificar lo mejor a Jehová).
Samuel se mantuvo firme: “Obedecer es mejor que los sacrifi­
cios”, dijo. Tu rebelión es tan mala como la adivinación, tu arro­
gancia tan mala como la idolatría. “Por cuanto tú desechaste la pa­
labra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”
(vers. 22, 23).
Mientras la conversación continúa, tres palabras hebreas clave
aumentan la sensación de drama y tensión. Sus equivalentes caste­
126 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

llanos más cercanos son: perdonar/tolerar; oír/obedecer; cambiar/arre-


pentirse-ceder-restaurar.
La primera aparece en la excusa de Saúl. El anuncio de Samuel
del rechazamiento de Saúl como rey finalmente había sacudido al
rey como para que se arrepintiera. Confesó su pecado contra Dios
y contra Samuel. Pero también se apoyó en una excusa, culpando al
pueblo. Traducido literalmente, la excusa dice: “Tuve miedo de la
gente y atendí su petición” (vers. 24, DHH). Años antes, Dios ha­
bía ordenado a Samuel que “oyera” la voz del pueblo y les diera un
rey (8:7, 9, 22). Aunque el Señor había repetido la orden tres veces,
Samuel todavía se resistía. Finalmente, el Señor mismo “oyó” la
voz del pueblo y le trajo el rey a Samuel (9:16). Ahora el rey había
“atendido” la voz del pueblo y con consecuencias mortales: le costó
su trono.
¿Está el autor, que escribe desde las ruinas de la monarquía fra­
casada, tratando de decimos algo acerca de los peligros del reino y
de oír la voz del pueblo? Desde una perspectiva, el reino fue una
mala idea desde el comienzo, aunque Dios mismo había oído la
voz del pueblo y había permitido que sucediera. Sin embargo,
cuando Saúl consintió al pueblo, le costó su trono. ¿Fue alguna
vez seguro oír al pueblo?
Mientras Saúl pasa de la excusa a la súplica, aparece otra palabra
hebrea sutil, generalmente traducida como “perdonar” (RVR, BJ,
NBE, DHH), traducción legítima. Pero note que es un pedido pa­
ra que Samuel lo perdone (15:25). El significado básico de la pala­
bra en el sentido de “cargar” o “llevar” sugeriría la intrigante posi­
bilidad de que Saúl en realidad le estuviera diciendo a Samuel:
“Lleva mi pecado”. Samuel era el profeta que lo había ungido
(10:1), que lo había proclamado rey delante del pueblo (vers. 24),
había ido con él a pelear contra Nahas amonita (11:7), había dirigi­
do la confirmación de su reino en Gilgal (vers. 14). Samuel le había
dado un cheque en blanco: “Haz lo que creas conveniente, que
Dios te ayudará”, pero con restricciones: “Espera allí siete días,
hasta que yo llegue y te indique lo que tienes que hacer” (10:7, 8,
DHH). Cuando Samuel se demoró, Saúl pecó, y fue Samuel el
que le dijo que su pecado le había costado el reino (13:14).

r f i m f |||i
llHUUM iW IM iiiiiiM ife

■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 121

“Ahora perdona [lleva] mi pecado”, imploró Saúl, “te lo ruego;


vuelve conmigo y adoraré al Señor” (15:25, NBE). Para reforzar
la sugerencia de que Saúl está haciendo abiertamente un ruego pa­
ra que Samuel se una con él para enfrentar el futuro incierto, apa­
rece el uso de otra palabra clave, traducida como “vuelve”. Aun­
que su significado obvio y principal aquí es espacial, la misma pala­
bra puede traducirse como “arrepentirse”, “ceder” o “restaurar”.
¿Es más profundo el propósito de Saúl al pedirle a Samuel que
“vuelva” de lo que aparenta? ¿Le está pidiendo a Samuel que “lle­
ve” su pecado y que se una a él en su avance hacia la restauración
total?
“No volveré [cambiaré] contigo”, respondió Samuel, reafirman­
do el rechazo de Saúl por parte de Dios (vers. 26).
Pero no se podía rehusar a Saúl. Es así como “volviéndose” (¡!)
Samuel para irse, Saúl desesperado se aferró del manto de Samuel.
Y éste se rompió. Samuel inmediatamente convirtió la prenda ras­
gada en una ilustración más del rechazo. El Señor había “rasga­
do... el reino” de Saúl y se lo había dado a un “prójimo”, a una
persona “mejor” (vers. 28). Y luego, utilizando una frase de la pro­
fecía de Balaam (Núm. 23:19), Samuel concluyó: “La Gloria de Is­
rael no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se
arrepienta” (vers. 29).
Saúl aún así persistió: “Yo he pecado; pero te ruego que me
honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y
vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios” (vers. 30).
Repentinamente, y sin ninguna explicación, Samuel cedió:
“Volvió Samuel tras Saúl, y adoró Saúl a Jehová” (vers. 31). Puede
ser que el Señor no cambie de idea, pero Samuel, su mensajero, sí
podía hacerlo. ¿Estaba deseando Samuel contra toda esperanza
que el Señor cambiara nuevamente de idea? En la época del autor,
el pueblo seguramente debe de haber oído los ecos del discurso
del rey de Nínive. Como respuesta a la rigurosa amenaza de des­
trucción pronunciada por Jonás, el discurso del rey resuena con el
mismo vocabulario del capítulo 15: “¿Quién sabe si se volverá (¡!) y
se arrepentirá (¡!) Dios, y se apartará (¡!) del ardor de su ira, y no
pereceremos?” (Jonás 3:9). Y también estaba Moisés: Si el Señor
128 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

pudo cambiar de idea sobre la base de su poderosa intercesión,


aunque el pueblo todavía no se había arrepentido (Exo. 32:14),
quizá podía cambiar ahora sobre la base de la intercesión de Sa­
muel ^ el arrepentimiento de Saúl.
Quizás ahora tenemos una clave en relación con la noche de ai­
rados gritos de Samuel con el Señor (15:11). Samuel sabía que el
Señor ya había cambiado de idea acerca de Saúl por lo menos una
vez. ¿Lo haría nuevamente? Aparentemente esa era la esperanza
de Samuel.
Si ese cambio ocurriera, sin embargo, primero debían cumplirse
los requerimientos del edicto (jerem). Y fue así que Samuel mismo
intervino en favor de Saúl y dio muerte “a Agag delante de Jehová
en Gilgal” (vers. 33).
Pero el relato termina allí. Samuel se fue a su casa en Ramá a
llorar. “Y Jehová se arrepentía de haber puesto a Saúl por rey sobre
Israel” (vers. 35). En el próximo capítulo le dice a Samuel que ha
llorado suficiente. Era hora de ungir al nuevo rey de Israel. Pero
los lectores ya saben que el destino del rey Saúl también sería el
destino de la casa de David. “La Gloria de Israel no mentirá, ni se
arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta” (vers.
29). En medio de las ruinas de Jerusalén, el autor y sus lectores
tendrían tiempo suficiente para meditar en esa triste verdad.

■ Apliquemos la Palabra
1 Samuel 13-15
1. Aprendamos de Saúl: ¿Qué tipo de lecciones personales
puedo extraer de los juicios contra Saúl de estos capítu­
los? ¿Encuentro que estos relatos son una ayuda o un es­
torbo en mi experiencia cristiana? ¿De qué manera afec­
tan mi vida hoy?
2. Aprendamos dejon atán : ¿Qué puede decirle la relación de
Jonatán con su familia y con el trabajo a una persona bue­
na y eficiente de la actualidad que trabaja para alguien que
no es tan bueno ni tan eficiente? ¿He estado yo alguna vez
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 12 9

en una situación así? Si es así, ¿cómo, específicamente,


podría este relato ser de ayuda para mí? Aunque Saúl era
rey, y no sacerdote (o pastor), ¿puede ayudarme la expe­
riencia de Jonatán a saber qué hacer cuando mis líderes
espirituales se desvían? ¿De qué manera? Resuma sus
ideas en unos breves párrafos.
3. Atreverse a S alir: En el trabajo de la iglesia, ¿podría o de­
bería aventurarme a salir como lo hizo Jonatán sin decírse­
lo a los que están en posición de autoridad? ¿Por qué sí o
por qué no? ¿Sería apropiado utilizar este relato como
ilustración de cómo un ministerio “independiente” puede
desencadenar actividades saludables por parte de la igle­
sia en su conjunto? Explique su respuesta en una o dos
oraciones.
4. Rechazado y Aceptado: ¿Encuentro alentador o preocupante
que el Señor continuara obrando con Saúl aún después de
haber expresado su “juicio”? ¿Qué efecto práctico tiene
en mi experiencia saber que Dios continúa trabajando aún
con los líderes que han caído?
5. Cronología: ¿Tiene algún efecto práctico en mi habilidad
para comprender el relato bíblico o para apreciar sus lec­
ciones espirituales algo como la evidencia confusa del ma­
nuscrito en cuanto a la duración del reinado de Saúl
(13:1)? ¿Debiera marcar una diferencia?
6. Dirección D ivina: Saúl tenía a un profeta y a un sacerdote
que lo guiaban; también buscó consejo a través de medios
como el Urim y el Tumim, y echando suertes. ¿Debiera
yo buscar dirección de maneras similares? ¿Qué acerca de
las señales de Jonatán? En nuestra época, ¿en qué medida
reemplaza la “razón santificada” aquellos medios “sobre­
naturales” de conocer la voluntad de Dios?
7. Aprendamos de la Ira: ¿Cómo me ayuda la ira de Samuel
(15:11) a saber qué hacer con la mía? ¿Qué aspectos
apruebo acerca de la manera en que Samuel manejó su
enojo? ¿Qué aspectos desapruebo? ¿Por qué?
130 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

■ Investiguemos la Palabra
1. Con la ayuda de una concordancia, un diccionario bíblico y
comentarios bíblicos, estudie los contextos claves que
contienen el “anatema” (jerem ) o “dedicación” (a la des­
trucción) según se ordenó en 1 Samuel 15:3. De acuerdo
con la N IV Exhaustive Concordance, el verbo hebreo de es­
tos versículos aparece 50 veces en el Antiguo Testamento,
y el sustantivo, 29 veces. En los diccionarios bíblicos, los
artículos pertinentes aparecen normalmente bajo el título
de anatema o dedicado. Los principales contextos bíblicos
incluirían Josué 6 al 8, los acontecimientos relacionados
con Jericó, Hai y Acán. El anatema fue utilizado contra los
vecinos de Israel, pero también internamente dentro de
Israel (por ejemplo, Deut. 13:6-18; Juec. 21:10-12). Anali­
ce el anatema en términos de las inferencias éticas positi­
vas así como también las negativas, que son más obvias.
Finalmente, enuncie su propia postura en relación con la
disposición de Dios a ser “todas las cosas para todas las
personas” y lo que eso significa para el uso cristiano de la
Biblia en la actualidad. En el libro de Thompson, Who’s
A fraid?, en el capítulo titulado “The Worst Story in the
Oíd Testament” (especialmente en las páginas 124 a 127),
se presenta un comentario popular del “anatema” en el
contexto de Jueces 19 al 21.
2. Un Dios que Se Arrepiente: La idea de un Dios que se
“arrepiente” se halla en cierta tensión con la idea de un
Dios que no cambia. La concordancia le ayudará a rastrear
el uso de arrepentirse en la RVR. Puede resultar instructi­
vo comparar el uso de la palabra en esta versión con otras
de versiones más modernas. Con la ayuda de la concor­
dancia, el diccionario bíblico y algunos comentarios bíbli­
cos, estudie ambos lados de la cuestión, prestando espe­
cial atención a Malaquías 3:6 en su contexto (“Yo Jehová
no cambio”) y a pasajes que declaran que el Señor no se
arrepiente (Núm. 23:19; 1 Sam. 15:29), así como también a
■ AL SEÑOR LE PESA HABER HECHO REY A SAÚL 13 1

aquellos que describen su “arrepentimiento” o cambio de


idea. Jeremías 26 y el libro de Jonás constituyen pasajes
importantes. Una forma fructífera de concluir su estudio
sería formulándose la pregunta: ¿Cómo se relaciona el
arrepentimiento humano con el arrepentimiento divino?
Resuma en su cuaderno o carpeta las conclusiones a las
cuales arribó.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para un panorama general, véase Elena de White, P atriar­
cas y profetas, pp. 246-256.
2. Para tener una versión infantil de 1 Samuel 13 al 15, véase
Arthur S. Maxwell, Las bellas historias de la Biblia, t. 3, pp.
174-186.
3. Para un análisis literario que relaciona estrechamente el
destino de Samuel y el de Saúl, veáse R. Polzin, Samuel,
pp. 126-151.
4. Para un comentario clásico del pensamiento israelita
“corporativo”, véase H. W. Robinson, Corporate Persona-
lity in Ancient Israel.
TERCERA
PARTE
Saúl y David:
Quién Es el Ungido de Jehová?
1 Samuel 16-31
2 Samuel 1
C A P IT U L O C IN C O

De Siervo Fiel a Enemigo


Perseguido—Parte 1
1 Samuel 16 :1-18 :9

Los prim eros capítulos de 1 Samuel (1-7) están dominados por el sur­
gim iento de Samuel, el último de los jueces, y la declinación de la casa de
Eli, cuyos hijos impíos entregaron el arca en manos de los filisteos (4-7).
Esta sección termina con una nota alta de renovación y fidelidad, con Sa­
m uel como el ju ez ideal (7:2-17). El pueblo dejó de lado sus ídolos y “sir­
vieron sólo a Jeh ová ” (vers. 4).
Pero al comenzar el capítulo 8, Samuel se ha vuelto como Eli: viejo y
sufriendo con sus hijos malvados. Es entonces que el pueblo pide un rey, y
en 1 Samuel 8 al 15 escuchamos la enredada y trágica historia del rey
Saúl, una historia que concluye con su fracaso al no destruir a los amaleci-
tas como el Señor había ordenado.
Aunque originalmente la idea del reino lo había horrorizado, Samuel
ahora parece haberse unido estrechamente a Saúl. Samuel estaba enojado
y clamó a Jeh ová toda la noche cuando se enteró que Saúl había sido re­
probado (15:11). Pero aún cuando Samuel intervino y mató al rey ama-
lecita, llevando a cabo lo que Saúl no había hecho, el Señor no se arrepin­
tió. El anciano profeta se fu e a casa e hizo duelo, y “Jeh ová se arrepentía
de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel” (ver. 35).
La siguiente sección (caps. 16-23) comienza igual que la anterior
(caps. 8-15), con la descripción de un profeta renuente, que se resiste a la
idea del ungimiento de un nuevo rey, corno se había resistido anterior­
mente a la idea de la monarquía. Pero Jehová interviene nuevamente, li­
berando a Samuel de su apego a Saiíl y lo envía a ungir a David. Ese
13 5
136 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

acontecimiento fu e virtuahnente la canción del cisne de Samuel, porque


con él, su voz queda en silencio. Excepto por una breve referencia a su
m uerte (28:3), y su aparición fantasmal a la orden de la m ujer de Endor
(vers. 4-25), el profeta aparecerá una sola vez más en 1 Samuel: sin que
se vea su rostro ni se oiga su voz, como refugio temporario para David
(19:18-24).
El foco ahora cambia. El Señor había elegido a Saúl para librar a su
pueblo de los filisteos (9:16), pero la?nentaba haberlo hecho (15:11, 35).
Ahora ha elegido a David, y Samuel lo ha ungido rey. Con dos llamativas
declaraciones, casi una al lado de la otra, el autor de 1 Samuel prepara el
escenario para el drama que aparece a continuación:
“Desde aquel día en adelante el Espíritu de Jeh ová vino sobre David”
(16:13).
“El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu
malo de parte de Jeh ová ” (vers. 14).
Las declaraciones están casi una al lado de la otra. ¿ Qué hay entre
ellas? Cuatro palabras en hebreo, seis en la versión NBE: “Samuel em­
prendió la vuelta a Ramá”. Samuel se ha ido. Quedan ahora David,
Saúl y el Señor. La pregunta crucial una vez más es: “¿Quién es rey en
Israel?”

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 16:1-18:9
Lea en forma completa los capítulos 16 al 23 de 1 Samuel
para tener un panorama general antes de volver a centrarse
más específicamente en 16:1 a 18:9. Responda luego las si­
guientes preguntas:

1. Lleno del Espíritu: Mientras lee acerca de cómo va crecien­


do David y declinando el rey Saúl en los capítulos 16 al
23, prepare dos listas de versículos, una que incluya los
casos en los que Jehová todavía obró a través de Saúl o
bendijo sus esfuerzos, aunque el “Espíritu” se había apar­
tado de él, y la otra con todas las instancias en las que Da-
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 137

vid parece haberse apartado del ideal de Dios, aunque el


“Espíritu” estaba con él. En un corto párrafo o dos, resu­
ma cómo considera usted el uso que Dios hace de sus vasi­
jas imperfectas (Saúl) por un lado, y por el otro, cómo
afecta el Espíritu de Dios morando en una persona (Da­
vid) su “Ubertad” para pecar.
2. La Verdad: Aparte una sección de su carpeta o cuaderno
de Samuel titulado “La Verdad”. Comenzando con el con­
sejo de Jehová a Samuel acerca de qué decirle y qué no
decirle a Saúl en relación con el ungimiento de David
(16:2, 3), confeccione una Usta de ejemplos en los cuales el
pueblo de Dios ha dicho cosas que no son totalmente la
verdad (por ejemplo, verdades a medias o mentiras). Indi­
que si las Escrituras registran la aprobación o desaproba­
ción divinas de lo que se dijo. Finalmente, indique el efec­
to sobre las personas y los acontecimientos. Vaya aumen­
tando este archivo de “La Verdad” a medida que continúa
su estudio de 1 y 2 Samuel. Dos ejemplos interesantes de
este tema aparecen en otras partes del Antiguo Testamen­
to: el relato de las parteras hebreas en Egipto (Exo. 1) y la
de Rahab en Jericó (Jos. 2).
3. Un Espíritu M alo: Preste atención especial al “espíritu
malo de parte de Jehová” en la experiencia de Saúl (16:14-
23). ¿Envía Dios espíritus malos? ¿Qué piensa que signifi­
ca esta frase?
4. Goliat: Haga una Usta de los pasajes o versículos claves en
el relato de GoÜat que le resultan especialmente inspira­
dores. ¿Qué efecto tiene sobre usted la violencia que hay
en este relato? ¿Afecta su habibdad para ser bendecido
por lo que lee?
5. ¿Quién Es El?: Superficialmente, el capítulo 17 parecería
sugerir que Saúl no había conocido previamente a David,
entrando así en cierta tensión con 16:18-23. Confeccione
una lista de los incidentes del capítulo 17 que le darían es­
ta impresión. Escriba todas las posibilidades que se le
ocurran para tratar de resolver o explicar la tensión.
138 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

■ Exploremos la Palabra
Credenciales para un Nuevo Rey (16:1-13)
¿Qué derecho tiene David para ser rey? El capítulo 16 comienza
a responder esa pregunta tanto desde la perspectiva divina como
de la humana. El ungimiento de Samuel le dio a David credenciales
del Señor (vers. 1-13). La invitación a unirse a la casa del rey (vers.
14-23) puso el fundamento para que la elevación al poder de David
tuviera una legitimidad más humana, mostrando que él no era
simplemente un rebelde que había salido a destronar al rey, sino
que era un siervo leal, sujeto a la autoridad del rey.
Además de esos propósitos estructurales obvios, el capítulo 16
también despierta preguntas provocativas y está rodeado de detalles
fascinantes, comenzando con la primera frase, la reprensión de
Dios a Samuel por su continuo duelo por el reprobado Saúl. El re­
proche confirma que Samuel verdaderamente se había encariñado
con el hombre que había ungido como primer rey de Israel. A pe­
sar de que Samuel había llevado dos veces noticias del rechaza­
miento de Saúl por parte del Señor (13:14; 15:22-26), aparecen se­
ñales del genuino afecto de Samuel por Saúl incluso en el relato
del rechazamiento de Saúl: la ira de Samuel y la noche de clamor al
Señor (15:11); su (eventual) disposición a volver con Saúl para que
Saúl pudiera adorar a Jehová (vers. 31), aun después que Samuel
declarara que la “Gloria de Israel” no se “arrepiente” (vers. 29); y
finalmente, la doble mención del duelo de Samuel por Saúl, una
vez al final del capítulo 15 (vers. 35), y nuevamente al comienzo
del capítulo 16 (vers. 1).
A medida que comienzan a acumularse las razones para el re­
chazamiento de Saúl, el cariño de Samuel por el monarca caído
deja también una marca sobre el profeta. En verdad, el relato del
ungimiento de David no sólo describe a Samuel como renuente a
cumplir con su misión, sino también como falto de discernimiento.
Sin la abierta intervención de Jehová, Samuel bien podría haber
escogido a Eliab, el primogénito de Isaí: “De cierto, delante de Je­
hová está su ungido”, exclamó Samuel cuando vio a Eliab (vers. 6).
liiiiiiiiim m iiiiiiiiim m u iiii i

■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 13 9

Pero el Señor dijo No. La Escritura no dice si Jehová informó ex­


plícitamente a Samuel acerca de la posición de los demás hijos. Pe­
ro la pregunta final de Samuel: “¿Son éstos todos tus hijos?” (vers.
11), sugiere también que el profeta lo ignoraba. Aunque el Señor
utilizó a Samuel como su mensajero y vocero, la falta de discerni­
miento reflejado en ésta, la última conversación que se registra de
Samuel, vuelve nuestra atención a la lentitud similar mostrada en
su primera conversación registrada en el capítulo 3: el conocido
diálogo en el templo, que requirió varios intentos antes que Sa­
muel reconociera la voz de Jehová, y eso sólo con la ayuda de Eli.
Entre estas dos conversaciones existen otras señales delatoras de
que Samuel era un instrumento muy humano en manos de Dios.
Cuando el arca desapareció, Samuel no sólo se hallaba impotente
para intervenir, sino que también desapareció de la vista durante
tres capítulos (4-6) y por unos veinte años (7:2). Cuando el pueblo
pidió un rey, Samuel se resistió tres veces a la orden de Dios de
“atender” al pueblo (8:7, 9, 22). Y Samuel tardó en presentarse a la
reunión con Saúl, tentando al nuevo rey a ofrecer sacrificios ilícita­
mente (13:8), perdiendo así su reino, juicio que Samuel mismo
procedió a pronunciar. No, el profeta Samuel no era perfecto. Sin
embargo, el Señor continuó obrando por su intermedio. En ver­
dad, como mostraría la victoria sobre Goliat, el Señor todavía po­
día bendecir a su pueblo aun con el reprobado Saúl ocupando su
cargo de rey (cap. 17). Pero dada la trayectoria de los héroes del
libro hasta aquí, el lector bien puede pensar qué defectos aparece­
rán en David, el varón conforme al corazón de Dios (13:14). En la
época del autor, el colapso de la dinastía de David era, por cierto,
bien conocida, porque la monarquía había desaparecido cuando
Babilonia destruyó Jerusalén. ¿Ofrecería el relato de la elevación
de David al poder alguna clave acerca del porqué?
Samuel retrocedió ante la idea de un viaje a Belén para ungir al
sucesor de Saúl. “¿Cómo iré?”, le preguntó al Señor. “Si Saúl lo
supiera, me mataría” (16:2). Su preocupación era comprensible,
porque el viaje de Ramá a Belén lo llevaría a través de Gabaa de
Saúl (Hertzberg, p. 137). El Señor sugirió que Samuel se protegie­
ra con una verdad engañosa: “Toma contigo una becerra de la vaca-
140 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

da, y di: ‘A ofrecer sacrificio a Jehová he venido’ ” (16:2).


Tal respuesta en defensa propia es consecuente con la perspecti­
va del Antiguo Testamento acerca de la verdad. Aunque está prohi­
bido en el Decálogo hablar falso testimonio, la primera aplicación
de ese mandamiento es para los procesos judiciales, como lo mues­
tra claramente el mandamiento: “No hablarás contra tu prójimo
falso testimonio” (Éxo. 20:16). El contexto judicial se clarifica aún
más en Deuteronomio 19:16-21, donde se ordena a las autorida­
des castigar al testigo falso haciéndole a él “como él pensó hacer a
su hermano” (vers. 19).
Sin embargo, otras situaciones exigirían un manejo más sutil de
la verdad. Por ejemplo, aquí, en 1 Samuel 16, que Samuel no le re­
velara completamente la verdad al impredecible Saúl es análogo
con la ingeniosa respuesta de las parteras hebreas al faraón sedien­
to de sangre (Éxo. 1:16-21), o con el “sabio” pero engañoso conse­
jo de Husai al rebelde Absalón (2 Sam. 15:32-37; 16:15-17:23).
Más tangencial es la historia de Rahab, que ilustra el manejo de la
verdad cuando está involucrado el espionaje (Jos. 2). Más tangen­
cial aún, y a un nivel más personal, es la revelación que no llega a
ser totalmente verdadera de la mujer sunamita a Giezi, que le per­
mitió proteger su privacidad. Ella sencillamente no quería com­
partir el dolor de su corazón con el siervo del profeta (2 Rey. 4:24-
26).
De cualquier manera, Samuel llegó ileso a Belén, aunque los
ancianos de la ciudad temblaron cuando lo vieron (1 Sam. 16:4),
quizás un reflejo de la reputación del profeta de ser portador de
malas noticias.
Calmando sus temores, Samuel les dijo a los ancianos que se
consagraran. Él mismo consagró a Isaí y a sus hijos, invitándolos
especialmente al sacrificio (vers. 5).
La evaluación inicial de Samuel involucró a siete de los ocho hi­
jos de Isaí, aunque sólo los tres mayores se mencionan por nombre:
Eliab, Abinadab y Sama. El Señor enfrió el ardor de Samuel por
el primogénito Eliab, aparentemente un digno sucesor de Saúl. El
Señor no estaba interesado en alguien que simplemente se veía
bien desde una perspectiva humana. “Jehová mira el corazón”, le
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 14 1

dijo a Samuel (vers. 7).


Irónicamente, sin embargo, el hombre conforme al corazón de
Dios, después de todo, resultó ser una persona bastante atractiva.
David “era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer” (vers. 12).
Sus más notables desventajas eran su extrema juventud y el hecho
de ser el menor de la casa de su padre en lugar del mayor. Pero no
importa. Después del ungimiento, la Escritura dice que “desde
aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David”
(vers. 13).
Amortiguado sólo por una breve declaración que dice que “Sa­
muel... se volvió a Ramá” (vers. 13), inmediatamente a continua­
ción aparece la perturbadora evaluación del autor de la situación
de Saúl: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba
un espíritu malo de parte de Jehová” (vers. 14). Con el retiro de
Samuel, el escenario queda para los dos hombres ungidos y llenos
del Espíritu. David está lleno del mismo Espíritu de Jehová que
una vez había llenado a Saúl. Saúl, por contraste, ahora es ator­
mentado por un espíritu bastante diferente, aunque también “de
parte de Jehová”.

Apéndice Explicativo:
Un Espíritu Malo de Parte de Jehová
La manera que tiene el Antiguo Testamento de atribuir el mal
directamente a Jehová se torna más comprensible una vez que uno
reconoce que el Antiguo Testamento también mantiene a Satanás
casi completamente oculto. Los cristianos, acostumbrados a la lu­
cha entre Cristo y Satanás por el dominio de los asuntos humanos,
pueden sentirse asombrados por el mundo del Antiguo Testamen­
to, en el cual se dice que Jehová es el responsable directo tanto del
bien como del mal y en el cual Satanás no juega prácticamente
ningún papel. Sin embargo, ese es el estado de las cosas, porque
en todo el Antiguo Testamento solamente tres contextos identifi­
can explícitamente a “Satanás” como un ser sobrehumano opuesto
a Dios —1 Crónicas 21:1; Job 1, 2; Zacarías 3 :1— y todos apare­
cen en libros que fueron escritos o canonizados hacia el final del
14 2 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

período veterotestamentario.
Otros pasajes que los cristianos han interpretado como aplicados
a Satanás, incluyendo Génesis 3 (la serpiente), Levítico 16 (el chivo
expiatorio—Azazel, en hebreo), Isaías 14 (“Lucifer”) y Ezequiel 28
(querubín protector), son más bien implícitos, no explícitos, y en
efecto, han sido aplicados a Satanás sólo a la luz del Nuevo Testa­
mento. Apocalipsis 12:7-9, por ejemplo, es el primer pasaje en
fuentes judías o cristianas que identifican a la serpiente como Sata­
nás.
De los pasajes del Antiguo Testamento que mencionan a Sata­
nás, los más útiles para comprender el “espíritu malo de parte de
Jehová” aquí en 1 Samuel 16 son las referencias de Job y 1 Cróni­
cas. En Job, Satanás aparece solamente en dos escenas del prólogo
(1:6-12; 2:1-7), y está completamente sujeto al control de Jehová.
Mientras que el autor y el lector saben acerca de Satanás, Job no.
Por lo tanto, a lo largo del libro, Dios, no Satanás, es el objeto de
la ira de Job (véase, por ejemplo, 9:13-22; 16:7-17; 19:5-22). Aun­
que al final hace las paces con Dios (42:1-6), Job nunca lucha con la
realidad de Satanás, perspectiva similar a la representada en 1 Sa­
muel 16.
La referencia a Satanás en 1 Crónicas 21:1 es útil de otra mane­
ra, puesto que el paralelismo anterior en 2 Samuel 24:1 atribuye al
Señor lo que Crónicas, el último libro de la Biblia hebrea, acredita
a Satanás: la instigación al censo de David. Es así como dos relatos
testifican de dos perspectivas bíblicas en relación con el mismo
acontecimiento: uno anterior, en el cual Dios es el responsable de
todo, y otro posterior, en el cual se reconoce el papel de Satanás.
Aunque muchos eruditos atribuyen la “tardía” aparición de Sata­
nás simplemente a una influencia extranjera (persa), los creyentes
que afirman la realidad de una fuerza demoníaca personal en el
mundo pueden ver la anterior disposición de Dios a asumir la res­
ponsabilidad directa por el bien y el mal en el mundo como parte
de su cuidado pastoral en favor de Israel. En las culturas politeístas,
los demonios malos potencialmente destructivos debían ser mani­
pulados y apaciguados a través de los encantamientos y la magia.
Esos métodos estaban estrictamente prohibidos en Israel, porque
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 143

Jehová era conocido como un Dios digno de confianza, no sujeto a


la manipulación humana. Jehová podía endurecer el corazón de
Faraón (Exo. 7:3), soltar serpientes venenosas en el desierto
(Núm. 21:6) o enviar un espíritu malo a atormentar a Saúl (1 Sam.
16:14), todo como parte de su plan. El era el Dios soberano y Amo
de todas las circunstancias. Por cierto, otorgó libertad a los seres
humanos y esperaba que éstos asumieran la responsabilidad por
sus acciones. Pero el Antiguo Testamento lo describe típicamente
como el último responsable de todo, tanto del bien como del mal.
En la comprensión clásica del “libre albedrío” dentro del pro­
blema del mal —considerado parcialmente en los escritos de John
Milton y C. S. Lewis, por ejemplo, y en forma más completa en
los escritos de Elena de White—, el libro de Job se convierte en
algo así como un microcosmos dentro de un drama más amplio.
En esa visión más amplia, Dios permite a Satanás que tenga acceso
al mundo “perfecto” de Dios, concediéndole permiso para “pro­
bar” a los buenos, para que al final los hijos de Dios sean vistos co­
mo buenos por la bondad misma, una vindicación no sólo del pue­
blo de Dios sino de Dios mismo.
A la luz del Nuevo Testamento, los cristianos pueden reconocer
que la historia de la raza humana desde la caída (Gén. 3) hasta el
llamado de Abrahán (Gén. 12) fue el período en que las fuerzas sa­
tánicas tenían virtualmente el completo dominio de la Tierra, aun­
que “Satanás”, tal como lo conocemos nosotros, no es mencionado
directamente en los registros del Antiguo Testamento. Génesis 3:1
simplemente declara que “la serpiente era astuta, más que todos
los animales del campo que Jehová Dios había hecho”, una declara­
ción que permanecería provocativamente confusa hasta la revela­
ción de Dios a través de Jesucristo.
El conocimiento del papel de Satanás en el universo puede ayu­
dar a los creyentes modernos a captar los principios del gran con­
flicto entre el bien y el mal. Si el impacto del pecado en el mundo
había oscurecido la “verdad” acerca de Satanás durante un tiempo,
el fin del período del Antiguo Testamento fue testigo de la disposi­
ción de Dios para ampliar la comprensión de sus hijos en cuanto a
la “verdad” acerca del adversario. Sin embargo, la perspectiva más
14 4 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

temprana del Antiguo Testamento no carece de beneficios, aún pa­


ra nosotros. Un Dios que es Señor de todo puede ser una fuente de
gran fortaleza cuando golpea el mal. Nosotros, al igual que Job,
podemos volvernos a nuestro Redentor en busca de ayuda y sani­

,
dad porque es el Señor de todo.

La Enfermedad de Saúl la Oportunidad de David


(16:14-23)
Se podría argumentar fácilmente que los tormentos de Saúl fue­
ron el resultado de una enfermedad mental, agravada, sin duda,
por sentimientos de culpa y depresión. Reconocer que el espíritu
malo provenía de Dios no impidió que Saúl y su gente trataran en
forma realista el espíritu malo como una enfermedad para la cual la
música sosegada era por lo menos una cura temporal (vers. 16, 23).
La necesidad de un músico experto fue, por supuesto, la ocasión
que llevó a David a la casa real.
Cuando el personal de Saúl diagnosticó el problema del rey y
sugirió un tratamiento posible, Saúl estuvo de acuerdo y pidió re­
comendaciones. El siervo que sugirió a David lo conocía no sólo
como músico, sino también como un hombre “valiente y vigoroso,
y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y Jehová
está con él” (vers. 18).
Saúl no dudó, sino que envió un pedido formal a Isaí solicitando
los servicios de David, su hijo. Saúl “le amó mucho” e incluso
nombró a David como uno de sus pajes de armas (vers. 21). El ca­
pítulo concluye con una referencia más al poder de la música de
David. “Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre
Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía ali­
vio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (vers. 23).
La cuestión acerca de la integridad de David puede preocupar al
lector moderno. ¿Cómo podía servir al rey Saúl con limpia con­
ciencia, sabiendo que había sido ungido para ocupar el lugar de
Saúl? La Escritura nunca hace referencia a esta cuestión. Si David
hubiera querido apoderarse del trono por la fuerza, el relato mues­
tra en forma evidente que en dos ocasiones podría haber matado
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 145

fácilmente a Saúl (24:3-7; 26:7-25). Pero David rehusó firmemente


ponerle la mano encima al “ungido de Jehová”.
En relación con el tema de la integridad de David, es pertinente
una vez más cuestionar el orden cronológico de los incidentes tal
como aparecen en 1 Samuel. Es evidente la lógica que utiliza el
autor al colocar los dos incidentes principales del capítulo 16 en
este punto del relato: el ungimiento presenta las credenciales divi­
nas; el relato de su entrada en la casa de Saúl comienza a legitimar
su derecho al poder real desde una perspectiva más humana. Una
lógica tal no requiere una cronología exacta.
Para aquellas personas interesadas en construir una cronología,
ambos incidentes presentan preguntas enigmáticas. Con referen­
cia al ungimiento, por ejemplo, aparecen en tensión la renuencia de
Samuel y su aparente ignorancia en cuanto al “candidato” correcto
con sus declaraciones firmes acerca de la elección de Dios de un
sucesor en los dos relatos (¿anteriores?) de la desaprobación de
Saúl. En 13:14, Samuel le declara a Saúl: “Mas ahora tu reino no
será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su cora­
zón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su
pueblo”. En 15:28, Samuel nuevamente le dice a Saúl: “Jehová ha
rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo
mejor que tú”. ¿Cómo relaciona uno ese “conocimiento” con la
“ignorancia” de Samuel en el momento del ungimiento?
Preguntas similares surgen en relación con el relato de la entra­
da de David a la casa de Saúl. Si uno supone que los incidentes de 1
Samuel están en orden cronológico, uno podría pensar que los dos
relatos de la desaprobación, repletos con anuncios acerca de un su­
cesor, serían suficientes como para hacer que Saúl esté en estado
de permanente sospecha y paranoia. Aunque es posible una inter­
pretación más sutil, según se sugiere a continuación, una lectura
directa de 1 Samuel no parecería revelar indicios de celos, sospe­
chas u odio por parte de Saúl hasta 18:8. Allí, “cuando David volvió
de matar al filisteo” (vers. 6), las mujeres recibieron a los soldados
que volvían y lo hicieron cantando provocativamente: “Saúl hirió a
sus miles, y David a sus diez miles” (vers. 7). Eso desencadenó una
hostilidad abierta: “Se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó
146 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

este dicho, y dijo: ‘A David dieron diez miles, y a mí miles; no le


falta más que el reino’. Y desde aquel día Saúl no miró con bue­
nos ojos a David” (vers. 8, 9).
Es interesante notar que los comentarios del autor inmediata­
mente anteriores a este incidente se suman a la creciente evidencia
de que no estaba intentando conservar una cronología precisa. Si el
canto de las mujeres fue una respuesta al ejército victorioso “cuan­
do David volvió de matar al filisteo” (vers. 6), entonces ¿cómo po­
demos entender que el hecho de que David matara a Goliat marcó
el punto (“aquel día”) en que “Saúl le tomó... y no le dejó volver a
casa de su padre” (vers. 2)? Y justo antes del relato del canto de las
mujeres, el autor registra una declaración a manera de resumen rá­
pido en cuanto a la total confianza que tenía Saúl en David, una
declaración que implica un período más prolongado de completa
confianza por parte de Saúl: “Tanta capacidad demostró David pa­
ra cumplir con todo lo que Saúl le ordenaba hacer, que Saúl lo pu­
so al mando de hombres de guerra. Esto agradó a todo el ejército y
a los oficiales de David” (vers. 5, DHH). Dado el período prolon­
gado de confianza que implica tal declaración, ¿cómo es que Saúl
“miraba a David con ojos de envidia” (vers. 9, BJ), a partir del re­
greso del ejército después de la victoria sobre Goliat?
Aumentando el rompecabezas de la cronología aparece el dis-
cursito del siervo cuando trajo a David a la casa de Saúl. Ya en este
momento David era conocido (aunque aparentemente no por
Saúl) como un hombre “valiente y... hombre de guerra” (16:18).
Aunque Saúl había nombrado a David como uno de sus pajes de
armas (vers. 21), justo antes de que David matara a Goliat, Saúl no
reconoció el nivel guerrero de David, refiriéndose a él como un
“muchacho” (17:33). Y después que David mató a Goliat, ni Saúl ni
Abner parecían saber nada acerca de David (vers. 55). El mismo
Saúl que había pedido permiso a Isaí para obtener los servicios de
David en 16:19, ahora hace la pregunta a David: “Muchacho, ¿de
quién eres hijo?” (vers. 58).
Típicamente, los eruditos han atribuido simplemente la crono­
logía aparentemente imposible al uso que el autor hace de las
fuentes y a una edición tosca. Si uno adopta una línea de razona­
Mili im iH M

■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 147

miento similar a la de Polzin {Samuel, pp. 161-176), en lugar de


una edición tosca uno puede reconocer una hábil descripción del
levantamiento de David y la declinación de Saúl, y la creciente
tensión que se desarrolla entre ambos. Una habilidad tan inspirada,
no quiere decir, sin embargo, que el autor esté preocupado por
ofrecer una cronología precisa. Su meta es demostrar cómo las
personas dotadas, incluso aquellas llamadas y ungidas por Dios y
llenas de su Espíritu, pueden equivocarse tan terriblemente. Eli,
Samuel, Saúl y especialmente David —sí, David—, todos forman
parte de un fracaso masivo. El talento, la sabiduría, la buena apa­
riencia, la riqueza, e incluso el Espíritu de Dios no pueden evitar el
fracaso de quienes se apartan de la voluntad de Dios. En cuanto a
los obvios atractivos de David, puede ser una perturbadora ironía
notar que su “buena apariencia y su físico sobresaliente” (Klein, p.
166) también estaban asociados a otros dos hombres con ambicio­
nes monárquicas —a saber, Saúl (9:2) y Absalón (2 Sam. 14:25,
26)—, difícilmente el tipo de compañía que inspire envidia o admi­
ración.
Reconocer que los libros de 1 y 2 Samuel nos presentan el relato
de una empresa que ha fracasado hace que la presentación de Da­
vid en 1 Samuel 16 sea más llamativa. Aquí se presenta a un hom­
bre talentoso, elegido y ungido por Dios, querido y admirado, y
como observó el siervo de Saúl: “Jehová está con él” (vers. 18).
¿Cómo podía fracasar un hombre así?
El autor de 1 Samuel tiene la intención de mostrarnos cómo.
Pero para ayudarnos a entender la naturaleza monumental de la
caída de David, primero nos mostrará como llegó David a tal grado
de popularidad, poder y posición. Si la perspectiva humana nos
tienta a pensar que el Señor juzgó y rechazó a Saúl por sus pecados
en forma apresurada, podemos sentirnos tentados de la misma ma­
nera a pensar que fue muy lento para castigar a David por su peca­
do. Pero no importa cuáles sean las reacciones iniciales al trato de
Dios con los dos hombres, al final los creyentes llegarán a decir
junto con Eli: “Jehová es; haga lo que bien le pareciere” (3:18).
Finalmente, las historias de Saúl y David sugieren una pregunta
práctica que nos hace reflexionar: ¿Parecería, por momentos, que
148 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

el camino que lleva a creer es difícil, a la luz del mal que les ocurre
a los débiles seres humanos? No resulta fácil responder en forma
directa, pero en relación con esto he encontrado útil echar un vis­
tazo a la pasión y el dolor del Señor en los momentos en los cuales
sus hijos están en problemas: su dolor por el rey Saúl (15:35), su
angustia por un pueblo que no responde ni a la flauta gozosa ni a
los cantos fúnebres (Mat. 11:16, 17), su tristeza mientras contempla
anhelante la ciudad de sus hijos, exclamando: “¡Jerusalén, Jerusalén,
que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus
polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mat. 23:37).

El Gigante: Un Relato para Creyentes (17:1-54)


A pesar de su violencia y sangre (¡o quizá por ella!), la historia de
David y Goliat es uno de los relatos bíblicos favoritas de todos los
tiempos. Aun desde un punto de vista estrictamente humano, el
relato es un ejemplo maravilloso de cómo el perdedor sin esperan­
za sale victorioso, de cómo el muchachito valiente le gana al matón
del pueblo contra todas las probabilidades.
Pero para quienes creen en la providencia de Dios, es mucho
más que un relato. Es un testimonio vivo de un Dios que actúa en
favor de su pueblo asediado. Por medio de una honda y una piedra
en manos de un valiente niño pastor, libra a su pueblo de un mun­
do peligroso y hostil. Vale la pena saborear aquellos elementos que
han convertido a este relato en una de las favoritas de los creyentes,
antes de explorar su posible papel en el tapiz más amplio de 1 y 2
Samuel.
Al leer el relato, habiendo decidido no distraerme con la violen­
cia, me he sentido atraído hacia cinco frases que laten con un poder
especial para mí. Tomemos unos pocos momentos para compartir­
las juntos como creyentes:
1. “¿Quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los
escuadrones del Dios viviente?” (vers. 26). En un mundo lleno de
enemigos, los temerosos y desalentados ejércitos de Dios anhelan
una vislumbre de su poder. Detrás de una máscara de incertidum­
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 14 9

bre se esconde un deseo latente de ser electrificados por alguien


que cree. ¡Dios actuará para defender su nombre! Después de todo,
¿quién se piensa que es este filisteo?
2. “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las ga­
rras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo”
(vers. 37). Las pequeñas victorias son promesa de mayores por ve­
nir. ¡Traigan a los gigantes!
3. “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a
ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadro­
nes de Israel, a quien tú has provocado” (vers. 45). No son las ar­
mas en nuestras manos, sino la bandera bajo la cual marchamos.
4. “Y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda
esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza;
porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras ma­
nos” (vers. 46, 47). Hay un mundo esperando saber que nuestro
Dios está vivo. ¿Pero no es curioso que el pueblo de Dios a menu­
do está esperando enterarse de lo mismo?
5. “Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al fi­
listeo y lo mató, sin tener David espada en su mano” (vers. 50).
Pequeñas armas en manos de personas pequeñas producen gran­
des victorias para quienes confían en Dios.
Sí, el relato también palpita con violencia —demasiada violencia,
así como nuestro mundo palpita con violencia—; sí, demasiada
violencia. Pero a veces el Señor usa la violencia para acabar con la

,
violencia.

¿Lo Conoce o No lo Conoce? (16:14-18:9)


Cuando llegamos a la cuestión de relacionar la historia de David
y Goliat con el cuadro más abarcante del autor, la tarea que más
desafío presenta es la de encontrar la unión correcta con el relato
que le precede en el capítulo 16, en el cual David es el músico per­
sonal de Saúl y su paje de armas, llevado a la corte por pedido ofi­
cial de Saúl a Isaí, el padre de David. En breve, en el capítulo 16,
Saúl conoce muy bien a David, mientras que en el capítulo 17 pa­
rece estar conociéndolo por primera vez nuevamente. “Teniendo
ISO LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

David la cabeza del filisteo en su mano”, David está de pie delante


del rey, y al final del capítulo oye que Saúl pregunta: “Muchacho,
¿de quién eres hijo?” (vers. 57, 58).
La mayoría de los comentadores simplemente atribuyen los dos
relatos a diferentes fuentes, abandonando todo intento serio de
encontrar el nexo coherente entre ellos. Superficialmente, por lo
menos, uno de los principales manuscritos de la Septuaginta, el
Vaticanus, parecería apoyar la explicación de la “fuente”, porque ha
preservado una versión mucho más corta de la historia de Goliat,
omitiendo aquellas porciones que están en tensión con el capítulo
16 (17:12-31,55-58; 18:1-5).
Sin embargo, desde dentro del pasaje omitido por la Septuagin­
ta, 17:12-15 parece representar un intento reflexivo de unir los ca­
pítulos 16 y 17, al referirse a Isaí y sus ocho hijos, los tres mayores
por nombre, y mencionando la tarea de David con las ovejas. ¿Por
qué construiría el autor un puente tan cuidadoso si no tuviera la
intención de unir los dos capítulos? El autor de 1 y 2 Samuel cier­
tamente utilizó “fuentes” al preparar su obra. Pero, ¿era un autor
hábil, guiado por el Espíritu, o un editor torpe? O, dicho de otra
manera, ¿escribió un libro o compiló un álbum de recortes? Sigo a
Polzin (Samuel, pp. 161-176) al sugerir una interpretación que ve la
tensión entre los capítulos 16 y 17 como parte de un plan hábil y
deliberado del autor, integral para su descripción de David y Saúl.
Si tomamos los acontecimientos de 1 Samuel tal como el autor
los ha presentado, entonces para el momento cuando David derro­
ta a Goliat, Saúl tiene registrados tanto logros firmes como agu­
das turbaciones. Su unginúento público fue una mezcla de ambos,
puesto que su selección y aclamación como rey estuvo precedido
por el punzante ataque de Samuel contra toda la idea de la monar­
quía. ¡No es de sorprenderse entonces que Saúl se escondiera entre
el equipaje (10:17-25)! La Escritura registra entonces su exitosa
batalla contra Nahas amonita (11:1-11), pero fue una victoria se­
guida por el llamado del pueblo a tomar represalias. Sólo la inter­
vención de Samuel salvó el día y llevó a su reafirmación en el reino
(vers. 12-15). Luego viene la desaprobación de Saúl en Gilgal
(13:8-14), seguida por la victoria en Micmas sobre los filisteos, una
- I 11n ihié UéAí

■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 151

victoria que comenzó con la valentía de Jonatán pero que fue oscu­
recida por el apresurado voto de Saúl (14:1-46). Finalmente, la
victoria sobre Amalee fue empañada por la desobediencia que llevó
a la desaprobación final de Saúl (15:4-26).
Para el capítulo 16, entonces, Saúl tiene algunas razones para
sentir confianza pero mayor cantidad de razones para ser “ator­
mentado” por el espíritu malo (vers. 14), sin importar su proce­
dencia. David está aquí para ayudar al rey. ¿Pero cuán confiable es
el juicio de este rey de quien se ha apartado el Espíritu de Jehová
(vers. 14)? Esa es sin duda la pregunta que el lector reflexivo tendrá
en mente mientras se desarrolla la historia de Goliat.
Al igual que en el combate de Micmas del capítulo 14, Saúl
nuevamente se había reducido prácticamente a retorcerse las ma­
nos. Allí, Jonatán encendió la chispa de la victoria; aquí, en el capí­
tulo 17, sería David. Y en ambos casos, el rey simplemente los si­
guió. Bajo tales circunstancias, ¿cómo iba a responder un rey ator­
mentado cuando su joven músico y paje de armas se presenta como
voluntario para pelear con el gigante? ¿No sería posible que las
palabras de Saúl a David fueran semejantes a las de Eliab, el her­
mano mayor de David (vers. 28), pero destilando sarcasmo y des­
dén en lugar de ira? “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pe­
lear con él”, exclamó Saúl, “porque tú eres muchacho, y él un
hombre de guerra desde su juventud” (vers. 33).
Cuando David rehusó la armadura de Saúl (vers. 38, 39), Saúl
pudo no haberse dado cuenta de que David seguía con la intención
de pelear contra Goliat. Es así como, cuando vio a David dirigién­
dose al encuentro del gigante, la pregunta que le hace a Abner
puede haber estado cargada tanto de incredulidad como de des­
dén: “Cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filis­
teo, dijo a Abner general del ejército: ‘Abner, ¿de quién es hijo ese
joven?’ ” (vers. 55).
Abner contestó con una no respuesta: “Vive tu alma, oh rey,
que no lo sé”.
Pero el rey lo apremió: “Pregunta de quién es hijo ese joven”
(vers. 56).
Polzin observa que el uso frecuente de demostrativos que hace
152 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

el autor en el capítulo 17 tiende a identificar a las personas y los


objetos de una manera derogatoria. Incluida en su lista de ejem­
plos están las referencias a Goliat como “aquel hombre” (vers. 25),
“este filisteo” (vers. 26, 32, 33, 37) y “este filisteo incircunciso”
(vers. 26, 36). Los demostrativos en las dos preguntas que Saúl le
hace a Abner (vers. 55, 56) implican una burla similar: “...ese [en
hebreo: este] joven”.
Desde un punto de Asta humano, Saúl tenía razón para estar
molesto. Después de todo, los filisteos estaban huyendo, pero el
crédito era de David, no de Saúl. Y si Saúl realmente estaba hir­
viendo por el temerario valor de David, entonces la referencia que
hace a la paternidad de David podría haber estado teñida por la
misma mofa que marcó su menosprecio por la maternidad de Joña -
tán más adelante: “Hijo de la perversa y rebelde” (20:30).
Cuando Abner trajo a David delante del rey, “teniendo David la
cabeza del filisteo en su mano” (17:57) todavía, la pregunta de Saúl
fue seca y al punto: “¿De quién eres hijo?”, interrogó.
La respuesta sincera de David: “Yo soy hijo de tu siervo Isaí de
Belén” (vers. 58), inocente como puede parecer, puede haber in­
cluido una espina de desafío. Como observa Polzin, el uso que Da­
vid hace de la palabra siervo no sólo recuerda el uso altanero de
Goliat al usar el término siervos de Saúl (vers. 8) y siervos (vers. 9),
sino también la advertencia anterior de Samuel con respecto a que
los israelitas mismos se convertirían en “siervos” de su rey (8:17).
Del relato también se infiere que la pregunta de Saúl a David
contenía una amenaza de coerción. Anteriormente, David había
dividido su tiempo entre la corte de Saúl y el rebaño de su padre
(16:19-21). Ahora, en vista de las proezas militares demostradas
por David, Saúl estaba exigiendo que David renunciara a su pater­
nidad natural y se convirtiera en hijo de Saúl, una designación que
Saúl mismo utilizaría más adelante en la narración con respecto a
David (24:16). Aquí, la resistencia de David resultó en una acción
firme y coercitiva por parte de Saúl: “Y Saúl le tomó aquel día, y
no le dejó volver a casa de su padre” (18:2).
En suma, así como Saúl había reaccionado con amenazas contra
Jonatán, el líder de la anterior victoria sobre los filisteos (14:39,
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 153

44), ahora también amenaza a David, el líder de otra victoria sobre


los filisteos. Eso puede explicar por qué el autor escogió este punto
para decir que “el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y
lo amó Jonatán como a sí mismo” (18:1). En palabras de Polzin,
“Jonatán, que ha tenido sus propias reyertas con Saúl, está conten­
to con la respuesta sencilla pero desafiante de David. Así como el
pueblo le salvó la vida en el capítulo 14, así también él salvará la
de David en la historia por venir” (Samuel, p. 176).
El compromiso de Jonatán no fue de ninguna manera una admi­
ración indefinida desde la lejanía. La Escritura continúa diciendo
que hizo un “pacto” con David, luego le dio su manto, su túnica, su
espada, su arco y su cinto (18:4). El simbolismo es poderoso, por­
que David, el joven futuro rey, ahora ha puesto sus manos sobre
tres juegos significativos de armaduras y armas: las de Saúl (17:38,
39), las de Goliat (vers. 54) y las de Jonatán (18:4). No es asom­
broso que el canto de las mujeres llevara a Saúl a exclamar: “No le
falta más que el reino” (vers. 8).

■ Apliquemos la Palabra
1 Samuel 16:1-18:9
1. La Verdad: ¿Han habido incidentes en mi vida en los cuales
una verdad a medias podría haber evitado que personas
inocentes fueran lastimadas? ¿Qué curso de acción seguí?
¿Por qué? ¿Lo haría nuevamente? ¿He usado alguna vez el
mismo tipo de razonamiento para justificar propósitos
bastante egoístas? ¿Qué puede salvaguardarme de usar la
verdad o el error en formas que lastimen a otras perso­
nas?
2. Maestro del M al: ¿Podría conscientemente trabajar para
alguien que está bajo la influencia de un “espíritu malo de
parte de Jehová”? ¿Por qué sí o por qué no? Si sospecho
que un líder de la iglesia no está alcanzando el ideal de
Dios por influencia de un “espíritu malo”, ¿cuál es mi res­
ponsabilidad? ¿Enfrentarlo? ¿Cooperar? ¿Traer sanidad?
154 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

3. Dios como Todo en Todo: ¿Qué beneficios podría experi­


mentar si adoptara la perspectiva del Antiguo Testamento
con respecto a Satanás, ignorando su existencia en el nivel
de la vida cotidiana práctica y simplemente centrando mi
atención completamente en Dios? ¿Qué cosas negativas
podrían resultar de tal perspectiva?
4. Violencia Suave: ¿Sugiere el relato de David y Goliat que
debería apoyar los medios violentos en la batalla contra la
violencia? Si es así, ¿hasta qué punto? Conocer a Jesús,
¿significa que el camino mejor excluye en todo momento
la violencia? Explique su respuesta en un párrafo.

■ Investiguemos la Palabra
1. Samuel: Estudie las experiencias de vida de Samuel con el
propósito de comprender cuán íntimamente modeló su
vida de acuerdo con el ideal de Dios. Prepare dos listas de
incidentes y pasajes: una en la cual la Escritura reprocha o
amonesta explícitamente al profeta (por ejemplo, “¿Hasta
cuándo llorarás a Saúl...?”, 16:1; “Jehová no mira lo que
mira el hombre...”, 16:7), y la otra con pasajes o incidentes
que pueden parecer dignos de reproche o amonestación
pero que no son tratados explícitamente de esa manera en
la Escritura (por ejemplo, las habilidades deficientes de
Samuel como padre, 8:3; su llegada tarde a Gilgal, 13:8).
Basado en lo que encuentra, escriba dos resúmenes con
respecto a los siguientes asuntos: (1) el efecto de los defec­
tos humanos en la efectividad de un profeta, y (2) si es
apropiado o no que los creyentes que no son inspirados
critiquen a los mensajeros proféticos.
2. Satanás: Con la ayuda de una concordancia exhaustiva,
lleve a cabo un estudio de la palabra Satanás en el Antiguo
Testamento, buscando todas las ocasiones en que aparece
la palabra hebrea (safan o hasatan, con el artículo). Resuma
el uso que hace el Antiguo Testamento del término, indi­
cando qué pasajes hacen referencia directa o indirecta-
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—1 155

mente al oponente de Dios en el sentido cristiano tradi­


cional. Luego, con la ayuda de algunos comentarios, estu­
die los cuatro pasajes principales del Antiguo Testamento
que los cristianos han interpretado como aplicándose a
Satanás: Génesis 3 (la serpiente); Levítico 16 (el chivo ex­
piatorio; en hebreo, A zazel); Isaías 14 (“Lucifer”); Eze-
quiel 28 (el querubín protector). Si es posible descubra
cuándo, en la historia de la interpretación, se ha hecho la
aplicación a Satanás, y relacione esto con la evidencia su­
gerida en los pasajes del Antiguo Testamento. Resuma sus
conclusiones para cada pasaje.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para un comentario general del ungimiento de David y de
su batalla contra Goliat, véase Elena de Milite, Patriarcas y
profetas, pp. 691-702.
2. Para tener una idea acerca del tratamiento popularizado
del noveno mandamiento, véase A. Thompson, “Mhen
the Truth Is a Lie”, en Lyrics ofL ove: God's Top Ten, pp.
79-86; la reimpresión de “Thou Shalt not Hurt thy
Neighbor with Lies or with the Truth”, Signs ofthe Times,
noviembre de 1988, pp. 20-22.
3. Para un análisis popularizado de la “ausencia” de Satanás
en el Antiguo Testamento, véase A. Thompson, “Mhate-
ver Happened to Satan in the Oíd Testament?” en Who’ s
A fraid?, pp. 43-70. En el mismo libro, el tema de la “gran
controversia” desde la perspectiva del Antiguo Testamen­
to está presentado en el capítulo “Behold It Was Very
Good—and Then It All Tumed Sour” (pp. 25-42).
4. Para una presentación más accesible de la versión griega
Vaticanus de 1 Samuel y su variación del texto hebreo,
véase R. Klein, 1 Samuel, t. 10, en el Word Biblical Com-
mentary.
C A PIT U L O SEIS

De Siervo Fiel
a Enemigo Perseguido—Parte 2
1 Samuel 18-23

David corría riesgo ahora. Apoyado y alentado por el hijo del rey, pero
odiado y perseguido por el rey. Saúl quería matarlo. Si no podía hacerlo él
mismo, buscaría a otros que lo hicieran por él. Sin embargo, nunca suce­
dió. ¿Por qué? Porque el Señor ahora estaba con David en lugar de estar
con Saúl. Esa era la diferencia y la razón.
Pero he aquí la paradoja. En lugar de confiar en el Señor, David, el
ungido de Jehová, comenzó a decir mentiras, mentiras que pudieron sal­
varle la vida, pero que costó la vida de muchas personas inocentes. ¿Era
éste el hombre para ser rey sobre Israel? Es una pregunta en la cual pode­
mos m editar a la luz de todo lo que sucede en los capítulos 18 al 23.

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 18-20
Lea los capítulos 18 al 20 dos veces para tener una idea ge­
neral de toda la sección. Luego responda las siguientes pre­
guntas:

1. La Hostilidad de Saúl: Enumere todas las formas, tanto di­


rectas como indirectas, a través de las cuales Saúl intentó
matar a David. Después tome nota de todos los pasajes
que podrían sugerir que David incitó la hostilidad de Saúl
por medio de acciones insensatas o necias. Resuma su
15 7
158 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

reacción a ambos hombres, según lo observado en los ca­


pítulos 18 al 20, en uno o dos párrafos.
2. La Verdad: Agregue incidentes adicionales a la sección ti­
tulada " La Verdad” en su carpeta de Samuel. ¿Son justifi­
cables, sobre una base bíblica, algunas de las mentiras o
verdades a medias de los capítulos 18 al 20? ¿Por qué sí o
por qué no?
3. Jonatán: Preste atención especial a la figura de Jonatán en
los capítulos 18 al 20. Escriba un párrafo breve caracteri­
zándolo en comparación con David. ¿En qué se parecen?
¿En qué se diferencian? ¿En qué, le parece a usted, se ba­
saba su amistad íntima?
4. Jesed: Con la ayuda de una concordancia, haga un estudio
de la palabra jesed (“bondad”, “bondad infalible”, “bene­
volencia”), comenzando con 1 Samuel 20:8, 14 y 15, y si­
guiendo con otros contextos del Antiguo Testamento.
Busque el significado de la palabra en un diccionario bí­
blico. ¿Ayuda el relato bíblico del capítulo 20 a realzar la
naturaleza del jesed divino? ¿Cómo?
5. Profecía: Utilizando una concordancia, haga un estudio de
la palabra profecía y profetizar y otras palabras relaciona­
das. Busque el significado de las palabras clave en un dic­
cionario bíblico. Resuma brevemente cómo evaluaría la
evidencia bíblica de la clase de experiencia “carismática”
que parece haberse apoderado de Saúl en 19:18-24. ¿Qué
evidencia bíblica puede ayudamos a abrir un juicio sobre
el valor de “profetizar”?

■ Exploremos la Palabra
Jonatán y David Contra el Rey (18:1-19:24)
Luego de la victoria sobre Goliat, los capítulos 18 y 19 presen­
tan a Saúl como alguien resuelto a destruir a David. Los dos capí­
tulos son virtualmente un catálogo de las malas intenciones de
Saúl y de sus numerosos intentos por quitarle la vida a David. Pero
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 15 9

todas sus maquinaciones fallaron. ¿Por qué? Porque el Señor esta­


ba en el control de ambos hombres. “Jehová estaba con David”
(18:12, 14, 28), mientras que Saúl era visitado por el espíritu [malo]
de parte de Jehová (18:10; 19:9, 23).
A medida que se desarrolla el relato, Saúl cada vez se enoja y se
frustra más, mientras que David se vuelve cada vez más popular.
David “cobra ánimo con la tormenta, y todos quedan prendados
de él” (Elertzberg, p. 154). Aún Saúl reconoce lo que ha ocurrido:
“Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová estaba
con él, y se había apartado de Saúl” (18:12).
El patrón para el ascenso de David está establecido al comienzo
del capítulo. Primero nos enteramos de que Jonatán había hecho
un pacto con David y le había dado su propia armadura (vers. 3,
4). Luego el autor nos dice que por cuanto David había tenido
tanto éxito en todos sus esfuerzos en favor del rey, Saúl le dio un
alto cargo en el ejército (vers. 5). Pero antes de informar acerca del
enojo de Saúl por el canto de alabanza de las mujeres hacia David,
y los celos imperecederos que eso encendió (vers. 6-9), el autor
observa que el ascenso que Saúl le da a David “era acepto a los
ojos de todo el pueblo, y a los ojos de los siervos de Saúl” (vers. 5).
David está bien encaminado: el hijo del rey, el pueblo y los oficiales
de Saúl, todos están de su lado.
Aunque Saúl siguió tratando de eliminar a David a través de
una variedad de medios indirectos, cuando él mismo tomó la lanza
en su mano contra David, siempre fue por causa del “espíritu ma­
lo” de parte de Dios (vers. 10) o de Jehová (19:9). En resumen, el
autor estaba convencido de que cuando Saúl estaba en su peor mo­
mento de irracionalidad, Jehová estaba en el control. ¿Podría ser
que el autor quiere que reflexionemos si el espíritu malo de parte
de Jehová era la causa o el resultado de la rebelión y la desobe­
diencia de Saúl?
En 18:10 el espíritu malo de parte “de Dios” también era parte
de la experiencia profética de Saúl. La versión Reina-Valera Revisa­
da dice que el espíritu “tomó a Saúl, y él desvariaba [“profetizaba”,
dice la versión NIV en inglés] en medio de la casa”, un ejemplo
claro del concepto negativo que tiene el autor de ciertos tipos de
16 0 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

“profecía”. El primer registro de la profetización de Saúl, poco


después de su ungimiento (10:6, 10-13), parece, a primera vista,
valorar en forma positiva la profecía, aunque la pregunta: “¿Tam­
bién Saúl entre los profetas?” (10:11, 12), hace que la cuestión no
sea tan cierta, especialmente cuando se presenta la misma pregunta
en forma negativa en 19:20-24 en relación con el uso que hace el
Señor de la “profecía” para desviar el intento asesino de Saúl con­
tra David. Aunque la versión NIV en inglés conserva las palabras
“profecía” o “profetizar” en los tres pasajes, la NBE sugiere una
experiencia más irracional, por medio de “frenesí” en el primer
pasaje (10:6, 10, 13), “andaba frenético” en 18:10, y “en trance” en
10:20, 21, 23 y 24.
Luego del incidente de 19:20-24, no se registran más casos de
“profecía” en 1 y 2 Samuel, y los únicos dos ejemplos que se en­
cuentran en 1 y 2 Reyes difícilmente nos den más confianza: el
“trance” de los profetas de Baal sobre el Monte Carmelo (1 Rey.
18:29) ¡y las cuatrocientos profetas “mentirosos” de Acab que
“profetizaban” y que guiaron a Acab a su muerte en Ramot de Ga-
laad (1 Rey. 22:10, 23)! Acab utilizó el mismo término en relación
con Miqueas, el profeta verdadero, pero en un tono de voz lleno de
desprecio: “Ninguna cosa buena profetizará él acerca de mí” (22:8,
18). Aparecen muchos otros profetas verdaderos en los libros histó­
ricos, incluyendo a Gad y Natán al servicio de David, pero de nin­
guno de ellos se dice que “profetizaron”. Y en toda la historia de la
monarquía, el único rey que se sabe que profetizó fue Saúl. En
breve, el autor nos dice que la profecía puede ser un asunto dudo­
so, y a veces sencillamente peligroso. Y ciertamente no era sabio
que un rey anduviera entre los profetas.
Dos veces David eludió la lanza de Saúl, arrojada mientras éste
estaba en trance “profético” (18:11). Como resultado, Saúl estaba
“temeroso” de David; la primera de tres referencias a su temor en
este capítulo. Aquí tenía miedo “por cuanto Jehová estaba con él, y
se había apartado de Saúl” (vers. 12); en 18:15 porque Saúl veía
“que [David] se portaba tan prudentemente”; y en 18:28 porque
Saúl veía y consideraba que “Jehová estaba con David, y que su hi­
ja Mical lo amaba”.
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 16 1

El capítulo 18 rebosa de estos apartados narrativos acerca de los


pensamientos interiores de Saúl. Además de los comentarios relati­
vos a su temor a David (vers. 12, 15, 29), el autor también nos dice
que cuando las mujeres cantaban acerca de las proezas de David,
Saúl se “enojó” y le “desagradó” (vers. 8). Pero la forma más nota­
ble en la que el autor revela al Saúl interior es haciéndolo hablar
acerca de sus planes malvados con respecto a David. Sucede cinco
veces en este capítulo: versículos 8, 11, 17, 21, 25. Estas vislum­
bres, sin embargo, sólo nos muestran a Saúl, nunca a David; no
conocemos los pensamientos de David. Incluso su voz se oye sólo
dos veces en el capítulo, y en ambas ocasiones es un comentario de
autodesaprobación en cuanto a que es indigno de casarse con la hi­
ja del rey (vers. 18, 23).
Pero si los entrevistadores de nuestro autor no le estaban ha­
blando a David acerca de sus sentimientos, ciertamente estaban
hablándoles a los demás. Aparte de la arrolladora declaración de
aprobación en 18:5, el capítulo incluye otras dos afirmaciones
acerca de la popularidad de David. De acuerdo con el versículo 16,
“todos en Israel y Judá querían a David, porque él era quien los di­
rigía cuando salían a campaña y volvían” (DHH); y el capítulo
concluye diciendo que David “tenía más éxito que todos los siervos
de Saúl, por lo cual se hizo de mucha estima su nombre” (vers.
30).
En medio de toda esta ola de creciente popularidad general, el
matrimonio de David con Mical por el precio de cien prepucios fi­
listeos —David trajo doscientos como para no quedarse corto—
resalta de manera especial como digno de mención. Saúl primero le
prometió a David su hija Merab, luego faltó a su palabra dada.
(¿Fue una venganza cuando más tarde David entregó a los cinco
hijos de ella a los gabaonitas y los “ahorcaron en el monte” delante
de Jehová [2 Sam. 21:8]?) El matrimonio de David con Mical tam­
bién tuvo sus momentos. Pero por ahora, por lo menos, el autor
ha agregado la hija del rey al impresionante grupo de personas que
apoyaban a David, seguidores que ya incluían al hijo del rey (vers.
1,3,4), los oficiales del rey (vers. 5), todo el pueblo (vers. 5), y todo
Israel y Judá (vers. 16). Sólo quedaban los sacerdotes. Pero ellos
16 2 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

también pronto subirían a bordo. ¿Había algo que David no podía


tener? Era tan talentoso, tan popular, tan agraciado...
Los planes de Saúl en contra de la vida de David se hacen más
intensos en el capítulo 19. Incluso instruye a Jonatán y a todos sus
siervos para que maten a David (vers. 1). Pero el honesto e inocen­
te Jonatán no dio golpes sin fuerzas, advirtiendo primero a David
acerca del peligro y declarando luego su intención de discutir la
suerte de David directamente con el rey. Y fue persuasivo también
—por lo menos temporariamente—, porque Saúl hizo un voto:
“Vive Jehová, que [David] no morirá” (vers. 6).
El inocente y honesto Jonatán le contó todo a David y lo con­
venció de que volviera a la corte real. Parece irreal y casi temerario,
pero David “estuvo delante de él [Saúl] como antes” (vers. 7), hasta
que otra guerra con los filisteos trajo más fama a David. Entonces
el “espíritu malo de parte de Jehová” desencadenó otro incidente
en el cual Saúl le arrojó la lanza mientras David le tocaba el arpa
(vers. 9, 10).
Aunque David eludió la lanza de Saúl, fue advertido por su es­
posa, MicqJ, la hija de Saúl: “Si no salvas tu vida esta noche, maña­
na serás muerto” (vers. 11). Con los hombres de Saúl vigilando la
casa, Mical desafió a su padre ayudando a David a escapar a través
de una ventana, rememorando el incidente de Jericó en el cual Ra-
hab ayudó a escapar a los espías de Josué de manera similar (Jos.
2:15). Si la casa estaba en el muro de la ciudad (como lo estaba la
de Rahab), David pudo haber escapado fuera de la ciudad.
Como parte del encubrimiento, Mical colocó un ídolo (terajím
en hebreo) en la cama de David, cubriéndolo con un manto y colo­
cando pelo de cabra en la cabeza (vers. 13). Según cuenta el relato,
es discutible si el ídolo en la cama realmente compró tiempo adi­
cional para David, aunque la mentira de Aíical: “Está enfermo”, sí
lo logró (vers. 14-17). Dijo otra mentira cuando su padre la con­
frontó, declarando que David había amenazado matarla si no le
ayudaba a escapar (vers. 17). La inquietante verdad es que desde
este punto del relato en adelante, David y sus partidarios estuvie­
ron dispuestos a sacrificar la verdad para conservar la vida. Uno
podría apoyar la mentira en vista de la condición demencial de
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 163

Saúl. Pero eso no resuelve el dilema: Una vez que una persona co­
mienza a decir mentiras, aún por buenas razones, ¿puede realmen­
te confiarse en esa persona?
Sin embargo, sin importar la ética del relato, es evidente en este
momento que tanto Jonatán, el hijo de Saúl, y Mical, la hija de
Saúl, son más leales a David que a su padre. Aunque David un día
tomará el trono, este incidente marca su separación de la corte de
Saúl, para nunca más volver.
El capítulo 19 termina con una huida más: la breve estancia de
David con Samuel en Ramá. El incidente revela la triste situación
de Saúl, por un lado, y el apoyo que le brinda el profeta a David,
por el otro, siendo ambos importantes para el relato que está desa­
rrollando el autor. Con respecto a la situación de Saúl, la versión
Nueva Biblia Española refleja el realismo inflexible del texto he­
breo: “Se quitó la ropa y estuvo en trance delante de Samuel, tirado
por tierra, desnudo, todo aquel día y toda la noche” (vers. 24). La
versión Reina-Valera Revisada presenta una versión más cortés:
“El también se despojó de sus vestidos, y profetizó igualmente de­
lante de Samuel, y estuvo desnudo todo aquel día y toda aquella
noche”. La Escritura no explica la tensión entre la declaración en
15:35: “Nunca después vio Samuel a Saúl en toda su vida”, y el in­
cidente en 19:24, en el cual Saúl está “delante de Samuel”. El he­
breo en ambos pasajes es claro, aunque la versión inglesa NIY tra­
ta de resolver el “problema” agregando un verbo adicional al pri­
mer pasaje: “No fu e a ver a Saúl nuevamente” (15:35). El hecho es
que los escritores bíblicos simplemente no estaban tan preocupados
por la exactitud cronológica como nosotros pensamos que debieran
de haber estado. La burla de los críticos por las así llamadas contra­
dicciones de la Biblia pueden haber tentado incluso a los cristianos
conservadores a pelear la batalla en el campo de los críticos en lu­
gar de permitir que la Biblia hable por sí misma. Como resultado,
los intérpretes bíblicos conservadores han impuesto demasiado a
menudo exigencias del siglo XX a las Escrituras en lugar de seguir
la lógica propia de ellas.
En este caso, el autor pudo haber buscado suavizar la tensión
entre los capítulos 15 y 19 simplemente haciendo referencia a la
16 4 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

presencia de Samuel en el 19 sin registrar ninguna de sus palabras.


Pero de ninguna manera la cronología era una de las preocupacio­
nes del autor. El Espíritu había cargado su alma con una profunda
preocupación por el pueblo de Dios. En un esfuerzo por despertar­
los de su letargo, él primero cuenta el relato del fracaso de Saúl,
luego el del ascenso de David como preludio de la caída de David;
y todo esto simplemente para ilustrar lo que ocurre cuando el pue­
blo de Dios le da la espalda. Qué trágico es que superpongamos
nuestras ideas acerca de la Biblia, dejando que nuestras preocupa­
ciones acerca de la cronología nos dificulten oír el verdadero mensa­
je que el Espíritu motivó al autor a escribir.

La Huida de David (20:1-42)


Al igual que el relato violento de David y Goliat en el capítulo
17, la conmovedora historia de David y Jonatán en el capítulo 20
tiene vida propia, aparte del uso que el autor hace de ella en el
plan general de 1 y 2 Samuel. David y Jonatán finalmente se dieron
cuenta de que David ya no estaba a salvo en el palacio real. En ese
contexto, la relación entre ambos se ha convertido en un símbolo
de la amistad que perdura.
El relato está rodeado de pactos y palabras fuertes que afirman
el vínculo entre los dos hombres. Es de interés especial el uso de la
palabra bondad (jesed) en referencia a un compromiso que une. En
20:8, David le pide a Jonatán que muestre “misericordia” por el
“pacto de Jehová” existente entre ellos. Dando vuelta las cosas en
20:14 y 15, Jonatán le pide a David que haga “misericordia de Je­
hová” con él y su familia. Jesed es una palabra importante en el An­
tiguo Testamento, ubicada en el corazón de un conocido versículo,
Miqueas 6:8: “Qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y
amar misericordia jesed]...” Es también la palabra clave en el estri­
billo que se repite en el Salmo 136: “Porque para siempre es su
misericordia jesed]”. Los traductores luchan para encontrar pala­
bras que expresen la riqueza del concepto hebreo. Generalmente,
se toma como su significado más básico —"lealtad de pacto”—, el
cual emerge de las conversaciones del capítulo 20, porque en
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 16 5

20:14 Jonatán hace referencia al “jesed de Jehová”, y en 20:8 David


pidejesed sobre la base del “pacto de Jehová” que existía entre ellos.
Con respecto al lugar que ocupa el relato en la narración del
autor, los eruditos nuevamente se inclinan a ver un par de elemen­
tos como indicadores de las fuentes y de una edición mal acabada.
En primer lugar, ¿por qué discutirían David y Jonatán inocente­
mente la cuestión de si en realidad la vida de David estaba en peli­
gro, cuando Saúl había tratado de matar a David tantas veces? En
segundo lugar, a la luz de sus repetidos intentos de matar a David,
¿cómo podría preguntarse Saúl por qué David no apareció en la
fiesta (vers. 26, 27)?
Es posible, sin embargo, argumentar a favor de una narración
coherente, en la cual los elementos dominantes de cada uno de los
personajes son reflejados o desarrollados más ampliamente (véase
Polzin, Samuel, pp. 187-194). Ya se mostró, por ejemplo, que la vi­
da de Saúl era caótica por causa del “espíritu malo” de parte de Je­
hová. Y si consideramos la narración hasta este punto como algo
continuado, entonces tenemos evidencias de que la vista o la me­
moria de Saúl, o ambas podían ser tan malas que no podía ni si­
quiera reconocer a su propio paje de armas en la batalla contra
Goliat. En resumen, en este punto de su vida, no podemos esperar
ni una lógica clara ni una memoria alerta por parte de Saúl.
Pero ¿qué en cuanto a la aparente ignorancia de Jonatán con
respecto a las maquinaciones de Saúl contra David (vers. 2, 9)? Jo­
natán no estaba loco, sino que era ingenuo. Siempre inocente, sin­
cero y confiable, consecuentemente concedía a las personas las
mejores motivaciones, incluso a su padre demente. En 19:4, por
ejemplo, hace frente a su padre en forma directa con respecto a sus
complots para matar a David, logrando extraer un voto de su pa­
dre: “Vive Jehová, que no morirá” (vers. 6). Jonatán podía creer un
voto así.
Dados un Saúl errático y un Jonatán ingenuo, el capítulo 20 sir­
ve para confirmar las malas intenciones de Saúl. Pero más aún,
muestra que Jonatán había despertado a la realidad. Al final del ca­
pítulo, él también sabía que la vida de David estaba en peligro.
Luego de las airadas palabras de Saúl en la fiesta y su intento de
166 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

matar con la lanza a Jonatán (vers. 30-33), Jonatán se levantó de la


mesa con “exaltada ira”, negándose a comer, “afligido porque su
padre había deshonrado a David” (vers. 34, NBE). Fiel a su carác­
ter, Jonatán estaba menos preocupado por sí mismo que por el tra­
to que su padre había dado a David. Pero Jonatán ahora sabía lo
que David había descubierto hacía mucho tiempo: David no estaba
seguro en la presencia de Saúl.
En cuanto a los pensamientos de David, Polzin sugiere que
“David no puede ser serio aquí, a menos, por supuesto, que su es­
trategia al hacer que Jonatán mienta en cuanto a su ausencia [20:5-
8] sea provocar un estallido de ira en Saúl para eliminar los concep­
tos erróneos de Jonatán y no los propios” (Polzin, Samuel, p. 189).
Tal conclusión difícilmente se explicita en 1 Samuel, porque el au­
tor no nos interpreta los pensamientos de David. Nos ha dicho to­
do en cuanto a las motivaciones y los planes de Saúl (18:8, 11, 17,
21, 25). Aún las ideas de la población en general y del ejército for­
man parte del relato (vers. 5, 16, 30). Pero la mente de David per­
manece cerrada para nosotros. Jonatán, por supuesto, difícilmente
necesita “interpretación”, porque en forma consecuente ha sido
abierto, honesto y sincero. Anteriormente, cuando pensó que el
voto de su padre de “morirse de hambre” no era sabio, lo dijo
(14:29); y cuando su padre lo interrogó, admitió lo que había hecho
y declaró su disposición a sufrir las consecuencias: “Aquí estoy,
dispuesto a morir” (vers. 43, DHH).
El registro pasado de Jonatán y el curso futuro de David se en­
cuentran, entonces, de una manera llamativa, porque parecería
que David fabrica una mentira en defensa propia y le pide a Jona­
tán que se la comunique a Saúl de parte de David: David se escon­
derá en un campo, pero Jonatán debe decirle a Saúl que David se
ha ido a un sacrificio familiar en Belén (20:5, 6). Algunos intérpre­
tes, quizá renuentes a atribuirle más mentiras a David de las estric­
tamente necesarias, sugieren que David en verdad fue a Belén. Sin
embargo, los versículos 5 y 24 sugieren que David estuvo todo el
tiempo escondido en el campo. Más aún, la Escritura en ninguna
parte describe el viaje a Belén; era simplemente una coartada que
Jonatán debía transmitir a Saúl.
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 167

De cualquier manera, si ésta es la primera de muchas mentiras


de David, es la única que se atribuye a Jonatán, aunque era una
mentira ajena. El simplemente repitió lo que le puso en la boca su
amigo David, a quien estaba unido por un pacto (vers. 28, 29). Al
ver la violenta reacción de Saúl, Jonatán finalmente vio la luz, o
mejor dicho, la oscuridad. ¿Lo planeó David así deliberadamente
para despertar a su amigo? Sólo podemos imaginarlo.
Al concluir el capítulo, sabemos que David es capaz de decir
mentiras, mientras que Jonatán sigue pareciendo una persona
transparente a pesar de su disposición a compartir el plan de David.
¿Qué significa todo eso con respecto al pacto entre ellos? ¿Podía
confiarse en las promesas mutuas?

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 21-23
Lea 1 Samuel 21-23 de corrido dos veces para tener una
idea general; luego responda las siguientes preguntas:
1. La Verdad: Añada los incidentes apropiados de los capítu­
los 21 al 23 a la sección titulada “La Verdad” en su carpeta
de Samuel. En Mateo 12:1-8, lea los comentarios de Jesús
acerca del trato de David con Ahimelec. ¿En qué medida
aprobaba Jesús las acciones y palabras de David? ¿Puede
usted justificar las mentiras de David al sacerdote Ahime­
lec? Escriba un párrafo corto en el que explica por qué
aprobaría o no lo que hizo David.
2. La Casa de Eli: Lea en un diccionario bíblico acerca de
Abiatar y la casa de Eli. ¿Dice algún pasaje bíblico que la
masacre de Nob cumplió de la profecía del juicio contra la
casa de Eli?
3. Consejo: Enumere las instancias en el capítulo 23 en las
cuales David buscó en forma directa el consejo de Jehová.
A la luz de las predicciones de 23:9-13, que no se cum­
plieron porque David obedeció la advertencia divina,
¿hasta dónde podemos generalizar diciendo que todas las
16 8 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

predicciones de Dios son condicionales? ¿Hay alguna co­


nexión entre el tipo de “profecía” revelada en el capítulo
23 y la condenación declarada contra la casa de Eli? ¿Era
también condicional el castigo contra la casa de Eli?

■ Exploremos la Palabra
La Masacre en Nob (21:1-22:23)
Los capítulos 21 y 22 relatan uno de los eventos más trágicos y
costosos del camino de David al poder: la muerte de los sacerdotes
de Xob. Primero, Samuel el profeta ungió a David (16:1-13) y
más tarde le dio refugio (19:18-24); luego, por recomendación de
los propios siervos de Saúl, David se unió a la corte real; aun Saúl
“le amó mucho”, nombrándolo uno de sus pajes de armas (16:21).
Luego de la victoria sobre Goliat, Saúl puso a David “sobre gente
de guerra”, lo cual “era acepto a los ojos de todo el pueblo, y a los
ojos de los siervos de Saúl” (18:5); esto agradó especialmente a las
mujeres, quienes dieron crédito a David con diez veces más éxito
que el rey (vers. 7).
Luego de informar que el canto de las mujeres despertó la envi­
dia de Saúl (vers. 8, 9), la Escritura no sólo describe los varios in­
tentos de Saúl de quitarle la vida a David (directos e indirectos),
sino que también comienza a mostrar cómo las personas claves en
el reino le dan su apoyo a David. Jonatán, el príncipe heredero,
admiraba a David en relación con la victoria sobre Goliat (vers. 1,
3, 4), luego intervino dos veces en su favor ante Saúl, teniendo éxi­
to la primera vez (19:4-7); la segunda vez, en forma casi desastrosa,
arriesgó su propia vida (20:33). Durante esa segunda intervención,
Saúl le dijo a Jonatán que su amistad con David le costaría el trono
a Jonatán (vers. 31). Jonatán le contó todo a David, ayudándolo en
su huida (vers. 35-42), convirtiéndose así en el segundo miembro
de la propia familia de Saúl en hacerlo. Anteriormente, Mical, la
hija de Saúl y esposa de David, también le había ayudado a escapar,
engañando deliberadamente a su padre como parte del plan
(19:11-17).
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 16 9

Samuel, Jonatán y Mical, todos habían contribuido a sabiendas a


la causa de David. Ahora suben a bordo también los sacerdotes,
pero sin saberlo y a un gran costo, ayudados por más mentiras por
parte de David.
Cuando David llegó a Nob, Ahimelec el sacerdote reaccionó
con temor. “¿Cómo vienes tú solo?”, le preguntó (21:1). La Escri­
tura no explica el temor del sacerdote. Quizá tuvo una premoni­
ción de la verdadera situación de David en relación con Saúl. Pero
David le aseguró a Ahimelec que estaba simplemente en una mi­
sión secreta de parte del rey y que sus hombres se encontrarían
con él en un lugar determinado (vers. 2), ambas declaraciones apa­
rentemente falsas. Más tranquilo, el sacerdote le da a David pan
sagrado y la espada de Goliat (vers. 6, 9). Entonces David huye a
Aquis, el rey filisteo de Gat (vers. 10).
El uso que Jesús hace de este relato para apoyar el derecho de
sus discípulos a comer granos en sábado (Mat. 12:3, 4), suscita pre­
guntas interesantes, especialmente porque la visita de David produ­
jo la destrucción de Nob, incluyendo la muerte de 85 sacerdotes
(22:18, 19). Lo que Jesús quería probar es que la necesidad humana
tiene precedencia sobre los requerimientos rímales, y se refirió es­
pecíficamente (y únicamente) a cuando David comió el pan sagra­
do. No dijo nada acerca de la “veracidad” de las palabras de Da­
vid. En verdad, las tomó como tal, haciendo referencia a los “que
con él estaban” (Mat. 12:4), aunque el registro del Antiguo Testa­
mento no confirma la presencia de tales acompañantes hasta 22:1 y
2, donde la familia de David y 400 hombres se le unen en la cueva
de Adulam.
Si Jesús no dijo nada acerca de las mentiras de David, tampoco
lo hace el autor de 1 Samuel, por lo menos no explícitamente. Y
procede a describir la siguiente mentira de David, representada en
presencia de Aquis. Que los filisteos se refieran a David como “el
rey de la tierra” (21:11) pudo haber turbado al fugitivo. De cual­
quier manera, fingiendo demencia, David logró escapar a Adulam
(21:13-22:1).
¿Estaban justificadas las mentiras de David? Una cosa puede ser
mentirle al demente Saúl, pero ¿por qué mentirle a un sacerdote
170 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

inocente y a un rey extranjero? De cualquier forma en que una


responda tales preguntas, se está haciendo evidente que este rey en
preparación puede jugar rápido y con ligereza con la verdad. En lo
que concierne a los sacerdotes, los resultados probaron ser fatales.
Dos referencias incidentales son dignas de mención mientras el
autor nos lleva al asesinato de los sacerdotes. En primer lugar, Da­
vid llevó a sus padres al rey de Moab y los confió a su cuidado
(22:3, 4). A través de Rut, David mismo era moabita en parte (Rut
4:17), aunque su sangre moabita no evitó que tratara brutalmente a
los moabitas después de convertirse en rey (véase 2 Sam. 8:2). En
segundo lugar, el profeta Gad aparece por primera vez (22:5). El
continuó sirviendo a David a lo largo de su reinado y dejó un regis­
tro escrito de su obra (1 Crón. 29:29). En términos del propósito
general del autor, ambas referencias revelan un refuerzo más del
apoyo que tenía el enemigo de Saúl: otro profeta se había alineado
con David, e incluso el rey de Moab estaba dispuesto a darle una
mano.
Pero ahora el autor abre quizás el capítulo más repugnante de la
vida de Saúl: la matanza de los sacerdotes de Nob. Cuando Saúl
regaña a sus oficiales por no contarle del pacto de Jonatán “con el
hijo de Isaí”, quien —Saúl supuso erróneamente— buscaba la vida
del rey (22:8), sólo Doeg edomita respondió a la acusación del rey.
Por las palabras de Doeg, que había observado la visita de David a
Nob, nos enteramos que Ahimelec también “consultó por él [Da­
vid] a Jehová” (vers. 10), un punto que Ahimelec mismo confirmó
después de ser llamado a comparecer delante del rey. Es interesan­
te notar que el sacerdote que había temblado por la llegada de Da­
vid ahora estaba de pie sin temor y confiadamente delante del rey
Saúl. El simplemente no podía creer que Saúl cuestionara la lealtad
de David: “¿Quién entre todos tus siervos es tan fiel como David,
yerno también del rey, que sirve a tus órdenes y es ilustre en tu ca­
sa?” (vers. 14). Y Ahimelec lúzo notar que esta no era la primera
vez que había consultado a Dios en favor de David (vers. 15).
Saúl fue inexorable: Ahimelec y la casa de la familia de su padre
debían morir. “Volveos y matad a los sacerdote de Jehová”, ordenó
Saúl a sus guardias (vers. 17). Pero ellos se negaron. Sólo Doeg
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 17 1

edomita era capaz de ello, matando no sólo a los sacerdotes, sino


distribuyendo un jerem completo, “dedicando a la destrucción” a
todo el pueblo de Nob: “Así a hombres, como mujeres, niños hasta
los de pecho, bueyes, asnos y ovejas” (vers. 19). En breve, Saúl fue
más “concienzudo” en cumplir los requerimientos del jerem contra
los sacerdotes de Jehová de lo que había sido contra los amalecitas.
Jehová había ordenado que el jerem fuera dirigido contra Jericó y
Amalee, ambos enemigos de Israel (Jos. 6; 1 Sam. 15). Saúl lo vol­
vió contra los líderes espirituales de su propio pueblo, un símbolo
terrible de las profundidades a las cuales había caído. El único sa­
cerdote que escapó de la matanza fue Abiatar, el hijo de Ahimelec.
Este huyó hacia David, quien prometió protegerlo: “Quien quiere
matarte también quiere matarme a mí” (22:23, DHH).
La destrucción de los sacerdotes de Nob y la huida de Abiatar
rompen el último lazo formal entre Saúl y el Señor. Profetas, fami­
lia y ahora los sacerdotes le han dado su apoyo a David. Incluso los
propios guardias de Saúl sienten ahora que pueden desafiar selecti­
vamente las órdenes de su jefe. En resumen, virtualmente todas las
personas de importancia en Israel estaban apoyando y protegiendo
a David.

La Persecución Continúa (23:1-29)


El capítulo 23 muestra que Saúl todavía podía reunir apoyo en­
tre las masas en su lucha contra David. El pueblo de Keila estaba
listo para entregar a David en manos de Saúl, aunque David era el
que los había librado de los filisteos (vers. 5, 12). También los zifi-
tas se ofrecieron para cooperar con Saúl contra David (vers. 19,
20). Pero estos meros agentes humanos no podían competir con la
ayuda que estaba a disposición de David. El capítulo 23 hace evi­
dente que el Señor mismo estaba del lado de David. Confiando
por el momento en el Señor en lugar de confiar en las mentiras,
David consultó exitosamente a Jehová cuatro veces en este capítu­
lo. Las primeras dos respuestas le ayudaron a derrotar a los filis­
teos (vers. 2, 4); las últimas dos le ayudaron a escapar de Saúl (vers.
9-12).
172 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

La descripción de la exitosa comunicación de David con el Se­


ñor contrasta fuertemente con el pasado y el futuro de Saúl: su fa­
llido intento en 14:37, cuando Jonatán transgredió inconsciente­
mente el voto de su padre, y su comunicación “exitosa” pero maca­
bra por medio de la mujer de Endor en el capítulo 28. En resumi­
das cuentas, Saúl sólo podía confiar en fuentes humanas de conoci­
miento, mientras que David estaba conectado con Dios.
Los distintos medios que usó el Señor en el capítulo 23 para
guiar y librar a David también vierten luz sobre la naturaleza de la
profecía y la providencia. Dos de las “predicciones” en respuesta a
las consultas de David eran claramente condicionales. Cuando Da­
vid preguntó si Saúl buscaría capturarlo en la ciudad de Keila y si el
pueblo de Keila lo entregaría, la respuesta divina fue “sí” en ambos
casos (vers. 11, 12). Como resultado, David y sus hombres se fue­
ron de la ciudad, haciendo que las predicciones fueran irrelevan­
tes. Finalmente, así como el Señor usó a David para librar a Keila
de los filisteos (vers. 5), también usó a los filisteos para librar a Da­
vid de la mano de Saúl, porque justo cuando Saúl y sus hombres
se acercaban rodeando a David (vers. 26), llegó un mensajero con
la noticia de un ataque filisteo. Saúl dejó de lado entonces su perse­
cución para cumplir con sus deberes reales, defendiendo a Israel
de los filisteos. Ese escape milagroso dio un nombre especial a ese
lugar, que la DHH traduce como “peñasco de la separación” (vers.
28), un símbolo de la intervención providencial de Dios en favor de
David.
También en el capítulo 23, Jonatán aparece una vez más antes
de su muerte prematura. “No temas”, le dijo a David cuando se
encontraron en el desierto de Zif. “No te hallará la mano de Saúl
mi padre, y tú reinarás en Israel, y yo seré segundo después de ti; y
aun Saúl mi padre así lo sabe” (vers. 17). Jonatán era demasiado
optimista en cuanto a su futuro. Pero su nombre ha pasado a la
historia como símbolo de un amigo que es fiel, honesto y verda­
dero, aún hasta la muerte. David necesitaba un amigo como ese,
especialmente después de convertirse en rey. Qué pena que Jonatán
ya no estaba.
u w a <* . iákmuUü

■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 173

David y Saúl—Un Resumen


En 1 Samuel 16 al 23, el autor bosqueja un retrato vivido de un
talentoso David en conflicto con un demente Saúl. A la orden del
Señor, el profeta Samuel traslada su lealtad, ungiendo a David para
ser rey en lugar de Saúl. En ese punto, dos frases arman la escena
para todo lo que sigue:

“Desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino


sobre David” (16:13).
“El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba
un espíritu malo de parte de Jehová” (vers. 14).

Bajo la dirección del Espíritu, David entra en la casa real, ga­


nándose el corazón de todos, incluyendo el de Saúl (vers. 14-23).
La aplastante victoria sobre Goliat lanza a David hacia la fama na­
cional al mismo tiempo que excita la envidia del rey. Para cuando
concluye el capítulo 23, Saúl ha arrojado su lanza dos veces contra
David y una vez contra su propio hijo Jonatán. Y ha ordenado la
destrucción de todos los sacerdotes de Dios.
Pero la desesperación de Saúl trabaja en su contra. La populari­
dad de David con las multitudes continúa creciendo, y paso a paso
obtiene el apoyo de personas significativas: el profeta Samuel; el
hijo del rey, Jonatán; la hija del rey, Mical; y el sacerdote Abiatar, el
único sobreviviente de la masacre de Nob. Pero más importante,
Jehová está con David. En el capítulo 23, cuando David clama, el
Señor contesta. Incluso protege a David enviando a los filisteos
para distraer al rey Saúl de la persecución del joven fugitivo.
Los últimos capítulos de la sucesión de Saúl todavía están en el
futuro, y David continúa siendo parte de la escena. Pero de varias
maneras, David ha alcanzado una cima en el capítulo 23. Excepto
por la hostilidad de Saúl, todo parece serle favorable. Y esa es la
razón por la cual debemos recordar que no estamos escuchando el
relato de un gran éxito, sino de un gran fracaso. Si miramos más
allá de la gloria externa, las señales de peligro ya están presentes.
Este joven brillante y talentoso comienza a revelar ciertos rasgos
17 4 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

de despiadada conveniencia. Mentirá, quizás incluso justificada­


mente. Pero las mentiras son mentiras, y los resultados pueden ser
mortales. En suma, las señales de un corazón enfermo ya están
presentes en el hombre según el corazón de Dios.

■ Apliquemos la Palabra
1 Samuel 18-23
1. Pacto: ¿Qué pactos he hecho que debería respetar eterna­
mente? ¿Me está llamando Dios a hacer o renovar un pac­
to con alguien a quien conozco? ¿Qué debería hacer para
lograr dicho pacto?
2. Ira: ¿Hasta qué punto tiene la ira arrolladora el mismo
efecto sobre las personas que un “espíritu malo de parte
de Jehová”? ¿Son lo mismo? ¿Bajo qué circunstancias me
siento tentado a explotar con una ira así?
3. Dirección: ¿Espera Dios que le pida directamente a él di­
rección, como hizo David en el capítulo 23? ¿Por qué sí o
por qué no? ¿Me provee la Biblia de una guía similar a la
instrucción directa? Cuando no hay un sacerdote ni un
profeta a mi alrededor, ¿cómo sé la voluntad de Dios para
mí en la actualidad?
4. Cuando los Enemigos son Amigos: ¿Han habido ocasiones
en las que Jehová mandó a los filisteos para distraer a mis
enemigos de la misma manera en que los envió para dis­
traer a Saúl de su persecución de David? ¿Cómo puedo
saber que Dios ha estado involucrado en ello, y que no es
casualidad?

■ Investiguemos la Palabra
1. La Verdad: Comenzando con los puntos que incluyó en la
sección “La Verdad” de su carpeta de Samuel, estudie có­
mo “decir la verdad” en general se relaciona con el man­
damiento de Dios en el Decálogo que habla en contra de
■ DE SIERVO FIEL A ENEMIGO PERSEGUIDO—2 175

levantar falso testimonio. Use una concordancia para bus­


car las palabras claves, especialmente aquellas traducidas
como “falso testimonio” en las traducciones castellanas.
Una vez completado el estudio de las palabras, vuelva a
los dos sucesos principales de 1 Samuel 16 al 23, la orden
de Dios a Samuel para que despiste a Saúl (16:1-3) y las
declaraciones falsas de David al sacerdote Ahimelec en
Nob (21:1-9). ¿Cómo evaluaría lo correcto o incorrecto
de ambos incidentes? ¿Cambia su respuesta el pensar en
los resultados de cada incidente? ¿De qué manera?
2. Profecía: Si ya llevó a cabo el estudio de la palabra profecía
y profetizar en el Antiguo Testamento, haga lo mismo con
el Nuevo Testamento, y luego con los artículos de un
buen diccionario bíblico. Cuando compara el papel de un
profeta en tiempos del Antiguo Testamento y del Nuevo
Testamento, ¿qué diferencias observa? ¿Cómo modela eso
nuestras expectativas en cuanto a las profecías en la actua­
lidad?

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para un comentario general de la lucha entre David y
Saúl, véase Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 703-
717.
2. En relación con un artículo general acerca de los profetas
y las profecías en ambos Testamentos, véase J. B. Payne,
“Prophecy, Prophets”, en New Bible Dictionary, pp. 975-
986.
3. Estudios clásicos acerca áejesed (“bondad”, “misericor­
dia”, “bondad incondicional”) en el Antiguo Testamento
incluyen “The Covenant-Love of God”, por N. H. Snaith,
en The Distinctive Ideas o f the Oíd Testament, pp. 94-130, y
Jesed in the Bible, por N. Glueck.
C A PIT U L O S IE T E

Cuando Ambos Hombres


Conocen el Resultado Final
1 Samuel 24-2 Samuel 1

Los últimos días del remado de Saúl están marcados p or el dramatismo


y los escapes difíciles. Dos veces el perseguido tuvo al cazador en su mano:
una vez por accidente y otra vez en form a planeada. Pero cuando David
lo confrontó con la evidencia, Saúl declaró que David estaba en lo correcto
y prom etió abandonar la persecución. Saúl creyó sus propias palabras y
volvió a casa; David siguió huyendo (24:22; 26:25). En verdad, después
del último incidente, tenía tanto temor de las intenciones de Saúl que hu­
y ó a los filisteos, para no v er nunca más a Saúl.
En varios incidentes de estos capítulos se ve que la ?nano del Señor es
poderosa. En las dos ocasiones en que fácilm ente pudo haber matado a
Saúl, David dijo que fu e el Señor quien entregó a Saúl en su mano
(24:10; 26:23). ¿Fue una prueba de la integridad de David? Jeh ová
también obró a través de Abigail para proteger a David de él mismo
cuando estaba listo para destruir la casa de Nabal. Tanto Abigail como
David testificaron que el Señor había intervenido para refrenarlo
(25:26, 34). Y la Escritura dice que fu e el Señor el que finalm ente hirió
mortalmente a Nabal (vers. 38).
El autor también nos dice que Jeh ová protegió a David haciendo que
Saúl y sus hombres durmieran un “profundo sueño ” cuando David y
Abisai se deslizaron al campamento y tomaron la lanza y la vasija de
agua de Saúl (26:12). Y cuando los amalecitas saquearon Siclag, David
“se fortaleció en Jeh ová su Dios” (30:6), y dijo que la recuperación del
botín y de los cautivos era obra de Jehová (vers. 23).
177
17 8 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Pero si Jeh ová está presente en form a poderosa en ciertos incidentes,


está notablemente ausente en otros. Luego de su prim er escape milagroso
de David, Saúl todavía podía seguir hablando de Dios, expresando el deseo
de que el Señor recompensara la integridad de David (24:19) y pidiéndo­
le a David que ju ra ra “p or Jeh ová ” que no destruiría a la fam ilia de
Saúl (vers. 21). Sin embargo, luego de su segundo encuentro, mientras
que David pronuncia el nombre de Jehová diez veces, Saúl no lo utiliza ni
siquiera una vez (26:16-24). Pero ju ra por “Jeh ová ” que no le hará da­
ño a la m ujer de Endor (28:10), aunque justam ente la negativa de Jeho­
vá a responder ni “por sueños, ni por Urim, ni por profetas” (vers. 6) era
la razón por la cual Saúl había buscado a la adivina en prim er lugar
(vers. 7). Finalmente, el “difunto ” Samuel, reafirmando el juicio de
Saúl, pronuncia el nombre de Jeh ová siete veces, declarando que Jehová
entregará a Saúl y al ejército de Israel en 77ianos de los filisteos.
No obstante, en la descripción real de la batalla final, de la m uerte de
Saúl y del lamento de David (1 Sam. 31 y 2 Sam. 1), no se menciona pa­
ra nada el papel de Jeh ová en el desastre. Quizás esto sea comprensible,
dada la declaración hecha en 16:14 de que el Espíritu de Jeh ová se había
alejado de Saúl. ¿Pero hay alguna conexión con la llamativa ausencia de
toda referencia a la mano de Jeh ová en los capítulos 27y 29, los capítulos
que describen la huida de David a los filisteos y sus completamente enga­
ñosas form as de tratar con Aquis, su anfitrión? Aquis, ajeno a los engaños
de David, en verdad afirma la integridlad de David en el nombre de J e ­
hová: “Vive Jehová, que tú has sido recto” (29:6). ¡Si Aquis hubiera sabi­
do! Y se nos deja con el interrogante acerca de qué hubiera hecho David si
hubiese entrado en batalla con los filisteos contra Saúl: ¿ Volverse contra su
bondadoso anfitrión? ¿Pelear contra su propio pueblo?
Pareciera que, providencialmente, los otros comandantes filisteos in­
tervinieron, negándose a perm itir que David los acompañara. Pero nues­
tro autor no dice nada acerca de la mano de Jeh ová en este asunto. ¿Fue
intencional? Quizá. David, el hombre según el corazón de Dios, estaba en
camino a la cumbre. Pero cuando decidió seguir las inclinaciones de su
propio corazón impío en lugar de caminar los caminos de Jehová, la signi­
ficación resultó perturbadora.
Ypara los primeros lectores de 1 Samuel, esa significación sería un do­
loroso recordativo tanto del pasado de Israel como de su presente, porque
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 17 9

cuando los filisteos mataron al ungido de Jeh ová en la batalla, nueva­


mente controlaron la tierra de Israel, tal como lo habían hecho una vez
anteriormente cuando mataron a los sacerdotes ungidos, Ofni y Finees, y
capturaron el arca. En suma, el fin de 1 Samuel es una vuelta al co­
mienzo. Irónicamente, en ambos casos, los filisteos se reunieron en Afee
(4:1; 29:1). Esta vez, sin embargo, no era el arca lo que estaba en el exi­
lio, sino David, el nuevo “ungido ” de Jehová, un exilio en una ciudad
provista p or Aquis, su amo filisteo.
En esa hora anterior de oscuridad, el profeta Samuel había sido la f i ­
gura de esperanza. El “clamó... a Jeh ová p or Israel, y Jeh ová le oyó”
(7:9). En los días que siguieron, “fueron sometidos los filisteos, y no volvie­
ron más a entrar en el territorio de Israel; y la mano de Jeh ová estuvo
contra los filisteos todos los días de Samuel” (uers. 13).
Pero entonces el pueblo pidió un rey, y Jehová les concedió su pedido, de­
clarando incluso que Saúl salvaría al “pueblo de mano de los filisteos”
(9:16).
Ahora, tanto Samuel como Saúl estaban muertos. Losfilisteos contro­
laban nuevamente la tierra. ¿ Qué clase de esperanza estaba representada
en el apuesto y talentoso hijo de Isaí? Los lectores de 1 Samuel estarían
muy conscientes de que su situación reflejaba nuevamente la de 1 Samuel
4 y 31. Un poder extranjero controlaba la tierra. Muchos, incluyendo el
rey, estaban en el exilio. Su templo había desaparecido. También el arca.
M ientras leemos el relato del ascenso de David y su caída, nos ayudará a
comprenderlos el recordar lo que sabían los primeros lectores y lo que recor­
daban. La caída de la casa de Eli predecía el desastre que golpeó a Saúl. Y
la m uerte del rey Saúl predecía el fracaso de la casa de David y el fracaso
del reino en Israel. Porque el fin de la monarquía le daba una luz bastan­
te diferente a lo que había ocurrido antes y a la gloria de David y de Salo­
món.

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 24-26
Luego de leer 1 Samuel 24 hasta 2 Samuel 1, para tener un
panorama general, vuelva a los capítulos 24 al 26 y leálos una
180 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

vez más, prestando atención a las siguientes sugerencias de


estudio:

1. Compañeros Persuasivos: Mencione los pasajes en los cuales


los pares o asociados tratan de convencer a otros para que
cambien de idea. Basado en lo que ha visto de 2 Samuel
24 al 26, escriba un párrafo acerca del efecto que los com­
pañeros, tanto buenos como malos, pueden tener sobre
nuestras decisiones.
2. Escapes Milagrosos: Estudie los “escapes milagrosos” de
David en los capítulos 24 al 26, mencionando las similitu­
des y las diferencias entre ellos. ¿Puede identificar una
lección clara que pueda aprenderse de cada capítulo?
¿Cuál es la lección en cada caso?
3. Integridad: Mencione los pasajes en los cuales se muestra
que David fue bendecido con una extraordinaria integri­
dad. ¿Cómo entiende él su relación con Jehová en esos
casos?
4. Geografía: Utilizando mapas y artículos de un diccionario
bíblico, ubique los lugares de los principales incidentes de
los capítulos 24 al 26. ¿Cómo le ayuda la geografía a en­
tender el desarrollo del relato?
5. Normalidad: Enumere los pasajes de estos capítulos en los
que Saúl parece ser “normal”. ¿Sugieren las Escrituras
que sólo está ocasionalmente bajo la influencia de un espí­
ritu “malo”? Explique su respuesta.

■ Exploremos la Palabra

Escapes Milagrosos
El capítulo 23 concluye con un escape milagroso de David. Jus­
to cuando Saúl y sus tropas “habían encerrado a David y a su gente
para capturarlos” (vers. 26), una incursión filistea requirió que
Saúl volviera a sus deberes reales. Pero los escapes milagrosos con­
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 18 1

tinuaron siendo un elemento importante en el último grupo de in­


cidentes que van hasta la muerte de Saúl. Dos veces entregó Jehová
a Saúl en manos de David. Aunque obviamente fueron escapes mi­
lagrosos para Saúl, estos mismos incidentes fueron escapes difíciles
de otro tipo para David, a quien sus hombres instaban para que
diera muerte al ungido de Jehová. Pero David permaneció firme
en sus convicciones y pasó la prueba.
Sin embargo, intercalado entre estos dos incidentes hay otro es­
cape milagroso, uno que requirió la intervención especial de Dios
para salvar a David de sí mismo. Estaba muy cerca de vengarse con
sus propias manos, cuando Jehová envió a la inteligente y hermosa
Abigail para evitarlo. David agradeció sin avergonzarse: “Bendito
sea Jehová Dios de Israel, que te envió para que hoy me encontra­
ses” (25:32).
David pasará todavía por un escape milagroso más antes que
muera Saúl, al tener casi que ir a pelear contra su propio pueblo y
contra el ungido de Jehová. Aunque el autor no revela las inten­
ciones de David, los comandantes filisteos intervinieron, evitándo­
nos la agonía de tener que atravesar este dilema junto con él (29:3-
11).

La Cueva (24:1-22)
En el capítulo 24, Saúl vuelve a la persecución, enterándose
dónde se hallaba David a través de un informante que no se nom­
bra. Casi inmediatamente el autor trae el incidente a su clímax.
Saúl ha entrado en la cueva “para hacer sus necesidades” (24:3,
DHH; en hebreo, “para cubrir sus pies”), la misma cueva en la que
estaban escondidos David y sus hombres. Citando una declaración
de otra manera desconocida de Jehová (“He aquí que entrego a tu
enemigo en tu mano, y harás con él como te pareciere” [24:4]), los
hombres de David lo instan a matar a Saúl. David se niega, pero a
escondidas corta un pedazo del manto de Saúl. La Escritura no ex­
plica cómo lo hizo sin que fuera detectado. Quizá Saúl se quedó
dormido.
¿Por qué le molestaba a David su conciencia por haber cortado
182 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

un pedazo de la orilla del manto de Saúl? Posiblemente porque el


manto simbolizaba la autoridad real de Saúl (véase Polzin, Samuel,
p. 209). Así como Samuel interpretó cuando se le rasgó el manto
que Jehová rasgaría el reino de Saúl, así también aquí, el cortar la
“orilla” (24:4, 5, 11) del manto de Saúl podría haberle sugerido a
David una usurpación inapropiada del poder real. El Señor le había
prometido el reino. Pero David debía esperar que el Señor se lo
entregara. El no podía apoderarse del reino por sí mismo.
El diálogo entre Saúl y David está cargado de emoción por am­
bas partes. David llamó a Saúl “padre mío” (vers. 11) y se inclinó
delante del rey con su rostro en tierra (vers. 8). El verbo hebreo es
el mismo que se utiliza para un acto de adoración. David presentó
el trozo del manto de Saúl como evidencia de que no era culpable,
de que no había “mal ni traición” (vers. 11). Recurre a Dios para
que lo juzgue inocente al librarlo de la mano de Saúl (vers. 15).
El relato bíblico muestra que Saúl también estaba profunda­
mente conmovido. Y no hay nada en la narración que sugiera que
sus emociones no eran genuinas. Se dirigió a David diciendo “hijo
mío” y “alzó su voz y lloró” (vers. 16). Admitió que David estaba
en lo correcto e incluso declaró que sabía que David sería rey
(vers. 20). Finalmente, tenía un pedido que hacerle a David: “Júra­
me, pues, ahora por Jehová, que no destruirás mi descendencia
después de mí, ni borrarás mi nombre de la casa de mi padre”
(vers. 21).
La Escritura dice que “David juró a Saúl”. Pero luego de obser­
var que Saúl volvió a su casa, las últimas palabras del autor en este
capítulo son: “David y sus hombres subieron al lugar fuerte” (vers.
22). David no creía que Saúl fuera digno de confianza. Y tenía ra­
zón.

,
Una M ujer Buena un Hombre Malo (25:1-44)
El capítulo 25 comienza con una breve nota con respecto a la
muerte de Samuel. Todo Israel se reunió, hizo duelo y lo enterró
en su hogar en Ramá (vers. 1). En esencia, la misma nota se repite
en 28:3 en el relato de la mujer de Endor. Samuel ya no estaba, y
........

■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 183

no había ningún mediador entre los dos hombres que ungió como
reyes sobre Israel. Pero, excepto por el incidente de 19:18-24, en el
que Samuel refugia por un breve tiempo a David, la Escritura no
registra ningún esfuerzo de su parte por evitar que Saúl persiga a
David.
Con David ahora en una modalidad completamente a lo Robin
Hood, el autor nos cuenta la historia de Nabal y Abigail, un relato
con un doble mensaje: la hermosa Abigail representando la miseri­
cordiosa intervención de Jehová en favor de David, y el insolente
Nabal simbolizando la suerte del necio y demente Saúl.
Si los párrafos iniciales parecen decir que David estaba aprove­
chándose inapropiadamente de Nabal ofreciéndole una protección
de tipo mañosa al acaudalado terrateniente, el relato más tarde co­
rrige esa impresión. Uno de los propios trabajadores de Nabal
presenta un testimonio firme, expresando que David merecía ser
recompensado (vers. 14-17). A juzgar por las provisiones que
oportunamente proveyó Abigail, parecería que lo que pedía David
era poco para una tropa de seiscientos hombres: doscientas hogazas
de pan, dos cueros de vino, cinco ovejas preparadas, cinco medi­
das de grano tostado, cien tortas de pasas y doscientas tortas de hi­
gos secos (vers. 18). Pero si el regalo era modesto, David lo aceptó
igualmente con alegría como también la bondadosa intervención
de Abigail.
En contraste con el incidente previo, en el cual David mantuvo
firmemente su integridad a pesar de los ruegos urgentes de sus
propios hombres, aquí aparece vulnerable. Han despertado sus pa­
siones; está en peligro de cargar su conciencia y de comprometer
su utilidad futura como rey, como le recuerda Abigail tan hábil­
mente (vers. 31). El impulso de David era el de golpear con la ven­
ganza porque Nabal le había devuelto “mal por bien” (vers. 21).
Prometió borrar a todos los hombres relacionados con Nabal.
Ese impulso “natural” contrasta dramáticamente con el ideal
pronunciado por Abigail y confirmado luego por David. La histo­
ria muestra que la ética que Jesús presentó en el Sermón del Mon­
te no era una novedad del Nuevo Testamento. Tanto David como
Abigail reconocieron lo que el Señor requería. Y David agradeció
18 4 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

que Jehová había enviado a Abigail para evitar que pecara (vers.
33, 34). Irónicamente, después que David llegara a ser rey, una
atractiva mujer lo llevó al pecado; aquí, el Señor envió a una her­
mosa mujer para evitar que pecara.
Si David y Abigail representan la obra de Dios por medio de y a
favor de los seres humanos, Nabal ilustra todos los rasgos opuestos.
En formas sutiles, el autor lo ha descrito como un doble de Saúl.
Polzin observa que al igual que Saúl en el capítulo 24, Nabal se
convierte, en el capítulo 25, en objeto de misericordia: “David elige
no matar al hombre que ha devuelto mal por bien” (Polzin, Sa­
muel, pp. 210, 211). Abigail también establece el nexo entre Nabal
y Saúl cuando ora: “Sean pues, como Nabal tus enemigos, y todos
los que procuran mal contra mi señor” (25:26). A lo largo de la na­
rración, Saúl es el que busca hacer mal a David. En el capítulo 24,
David llama a Saúl “padre mío” (vers. 11); Saúl lo llama “hijo mío”
(vers. 16). En forma similar, en 25:8 David se presenta a sí mismo
ante Nabal como un hijo. Aún la respuesta de Nabal al pedido de
David hace recordar las palabras de Saúl: “¿Quién es David, y
quién es el hijo de Isaí?”, pregunta Nabal (25:10), repitiendo las
preguntas de Saúl acerca del “muchacho” que estaba en el campo
de batalla con Goliat (17:56-58). Y Nabal estaba peligrosamente
cerca de la verdad cuando exclamó: “Muchos siervos hay hoy que
huyen de sus señores” (25:10).
El fin de Nabal vino por iniciativa de Jehová, no de David (vers.
38). Así ocurriría también con el rey Saúl. En el siguiente capítulo,
cuando enfrenta otra oportunidad (¿tentación?) de matar a Saúl,
David expresó una pavorosa verdad que se aplica tanto a Nabal co­
mo a Saúl: “Vive, Yahveh, que ha de ser Yahveh quien le hiera, bien
que llegue su día y muera, bien que baje al combate y perezca”
(26:10, BJ).
Para las mentes en armonía con la actitud de Jesús hacia los
enemigos de uno, la reacción de David a la muerte de Nabal es in­
cómoda: “Bendito sea Jehová, que juzgó la causa de mi afrenta reci­
bida de mano de Nabal” (25:39). En un nivel más descriptivo, sin
embargo, la suerte de Nabal ilustra vividamente el concepto de re­
tribución del Antiguo Testamento. Como un bumerán, el pecado
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 185

vuelve al pecador. David dijo que Jehová había “vuelto la maldad


de Nabal sobre su propia cabeza” (vers. 39).
Las palabras que concluyen el capítulo 2 5 están llenas de impli­
caciones políticas. Luego de la muerte de Nabal, David le pidió a
Abigail que fuera su esposa. Aunque el autor no lo dice explícita-
mente, el casamiento de David con la acaudalada viuda emparenta­
da con la familia de Caleb (vers. 3) fortalecería la base de su poder
en Judá. Su casamiento con Ahinoam de Jezreel en Judá (vers. 43;
compare con Jos. 15:56) tenía la misma función. Los eruditos ge­
neralmente concuerdan en que esta Ahinoam no pudo haber sido la
esposa de Saúl del mismo nombre (14:50). Sería impensable que
David viviera con la esposa del rey mientras Saúl todavía vivía.
Pero también Saúl estaba jugando a la política con esposas. De­
bilitó el derecho de David a la autoridad real al darle la esposa de
David, Mical, la hija de Saúl a otro hombre, a Palti (25:44). Las
implicaciones políticas de la acción de Saúl se hicieron más evi­
dentes cuando David exige más tarde el regreso de Mical como
condición previa para cualquier arreglo con la casa de Saúl. En 2
Samuel 3:13-16 vislumbramos la angustia causada por el pedido de
David.

La Lanza y la Vasija (26:1-25)


El incidente de la lanza y la vasija de agua del capítulo 26 trae
nuevamente a David a un contacto potencialmente mortal con
Saúl. Se puede discutir que este incidente es una ampliación del
que se halla en 23:19. En ambos casos, los zifeos informan la ubica­
ción de David a Saúl en Gabaa, y prometen entregarlo en manos
de Saúl. Ambos pasajes ubican a David en el collado de Haquila en
inmediaciones de Jesimón (“desierto”; 23:19; 26:1, 3). Pero no im­
porta cómo uno se ocupe de la cronología, este último incidente
que se registra entre Saúl y David sirve para revelar el fiel com­
promiso de David de preservar la vida del ungido de Jehová así co­
mo para mostrar la acción continuada de Dios en favor de David.
El incidente revela un rasgo de temeridad en David. ¿Qué per­
sona común invadiría el campamento enemigo sólo para tomar la
186 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

lanza del rey y su vasija de agua? Pero eso es lo que hizo David,
tomando consigo a Abisai, uno de los conspicuos hijos de Sarvia
(hermana de David), quien volvería tumultuosa la vida una vez que
David llegó a ser rey.
Como en el incidente similar de la cueva en En-gadi (24:1-7),
David tuvo que pelear con el poderoso impulso humano de matar a
Saúl. Aquí, la acción es propuesta por su compañero Abisai. Pero,
como antes, David se resistió. Y Jehová mismo actuó para proteger
la temeridad haciendo caer a Saúl y a sus hombres en un “profundo
sueño” (26:12). Cuando estaban a salvo del otro lado del valle, Da­
vid reprendió a Abner, el guardaespaldas de Saúl, pero no tan cate­
góricamente como sugerirían algunas traducciones, porque habla
en segunda persona del plural en 26:16, constituyendo así una re­
prensión para todo el campamento por su fracaso en proteger al
ungido de Jehová. El autor no explica cómo Abner y sus hombres
podían ser culpables si el Señor mismo los había hecho caer en un
sueño profundo.
El diálogo entre David y Saúl en el capítulo 26 no es tan con­
movedor como el del capítulo 24. Las emociones de Saúl estaban
bajo control aun cuando admitió su error e invitó a David a volver
a casa. Sus palabras finales pronunciaron una bendición sobre Da­
vid: “Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú co­
sas grandes, y prevalecerás” (vers. 25).
David no aceptó la invitación de Saúl para volver al hogar. En
verdad, tenía tanto temor de Saúl que huyó a Gat, en tierra de los
filisteos, con el expreso propósito de escapar de la red de Saúl
(27:1). De acuerdo con 27:4, su estrategia funcionó, porque Saúl
abandonó la búsqueda cuando se enteró que David estaba en Gat.
Pero si el diálogo entre David y Saúl del capítulo 26 carece de
intensidad emocional, era y es importante teológicamente, porque
ilustra una vez más el concepto de una deidad nacional. En el De­
cálogo, el Señor declaró que Israel no debía tener otros dioses de­
lante de él (Exo. 20:3; Deut. 5:7). Los otros “dioses” habían sido
asignados a las otras naciones (Deut. 29:26; 32:8, 9; véase el Apén­
dice Explicativo en el capítulo 2: “Jehová y los Dioses”). Aunque
un día sería evidente para todo Israel que Jehová era el Dios de to­
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 187

dos los dioses, aquí David observa que ser arrojado fuera de la tie­
rra del Señor podía ser entendido como diciendo: “Ve y sirve a
dioses ajenos” (26:19). Le suplica a Saúl que no permita que su
sangre “fuera derramada lejos de la presencia del Señor” (vers. 20,
DHH). Pero al final, David decidió arriesgarse a dejar la tierra del
Señor de todas maneras, a pesar de la invitación de Saúl para que
regresara.

■ Introduzcámonos en la Palabra
1 Samuel 27-2 Samuel 1
Lea 1 Samuel 27 a 2 Samuel 1, prestando especial atención
a las siguientes sugerencias de estudio:

1. David y los Filisteos: Haga una lista de todos los pasajes en


los cuales David tiene un contacto activo con los filisteos.
En una segunda columna, describa brevemente la natura­
leza del contacto y evalúe la calidad de su relación con los
filisteos. Finalmente, escriba un párrafo evaluando la con­
ducta de David hacia Aquis, notando en forma especial los
juicios que hace el autor acerca de la relación de David
con los filisteos.
2. Personas M uertas: Mientras lee el capítulo 28, acerca de la
mujer de Endor, haga una lista de los elementos del relato
que no parecen encajar con su comprensión del estado de
las personas después de la muerte. Luego vuelva al relato
con su lista en la mano, tratando de buscar si hay algo en
la narración que pueda señalar alguna solución. Resuma
sus descubrimientos en un párrafo o dos.
3. La Providencia: Lea los capítulos con el propósito de iden­
tificar los lugares en los que el autor identifica la parte ac­
tiva que ocupa el Señor en los acontecimientos. Haga una
lista de estos pasajes con descripciones breves; después
repase la lista para ver si lo que el autor entiende por
“providencia” es lo mismo que usted entiende. Describa
188 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

sus conclusiones en uno o dos párrafos.


4. Geografía: Utilizando los mapas de su Biblia o un dicciona­
rio bíblico, trate de ubicar los lugares mencionados en es­
tos capítulos. ¿Le ayuda o le estorba la geografía al tratar
de comprender estos relatos? ¿De qué manera?
5. Los Amalecitas: Compare cómo trató David a los amaleci-
tas en el capítulo 30 con el trato de Saúl con el mismo
pueblo en el capítulo 15. Enumere las similitudes y las di­
ferencias. En un párrafo o dos, describa brevemente sus
sentimientos tanto hacia Saúl como hacia David en este
punto (enojo, compasión, admiración, indiferencia, sor­
presa, horror).

■ Exploremos la Palabra
“Robín Hood” Visita Gat (27:1-12)
La estadía de David entre los filisteos está descrita en los capítu­
los 27, 29 y 30. La visita nocturna de Saúl a la mujer de Endor in­
terrumpe el relato pero destaca las implicaciones de la partida de
David al mismo tiempo que el reinado de Saúl llega a su fin.
La Escritura no da ninguna indicación de que la huida de David
a Gat fuera aprobada por Dios. David no preguntó; el Señor no
intervino ni respondió para disuadirlo de su decisión. Las cándidas
descripciones del autor acerca del doblez de David pueden revelar
el porqué.
David llevó consigo una multitud a Gat: sus dos mujeres junto
con 600 hombres y sus familias. El tamaño del grupo de David sin
duda reforzó su pedido de una ciudad separada en la cual vivir. De
cualquier manera, Aquis, rey de Gat, le dio Siclag en el sur, una
ciudad que “vino a ser de los reyes de Judá hasta hoy”, nos dice el
autor (27:6).
Mientras estaban en Siclag, David vivió como un señor ladrón,
atacando y saqueando poblados a voluntad. “Sabiamente” no dejó a
nadie vivo para que lo contara, porque él le estaba contando un re­
lato bastante diferente a Aquis, tratando de convencer a su amo fi­
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 18 9

listeo de que estaba atacando ciudades de su propia tierra de Judá.


Las palabras finales del capítulo 27 están llenas de ironía: “Aquis
creía a David, y decía: ‘El se ha hecho abominable a su pueblo de
Israel, y será siempre mi siervo’ ” (vers. 12). El lector moralmente
sensible podría concluir lo opuesto en cuanto a quién se había
vuelto odioso para quién. Pero el autor no moraliza. Simplemente
describe lo que hizo David y concluye con el irónico testimonio de
Aquis acerca del “confiable” David.

“Samuel”por Última Vez (28:1-25)


La situación de David sigue siendo ambigua mientras el autor
se introduce en el relato de la visita de Saúl a la mujer de Endor.
En las frases iniciales del capítulo 28, una descripción de la prepa­
ración de los filisteos para pelear contra Israel, Aquis le dice clara­
mente a David: “Ten entendido que has de salir conmigo a campa­
ña, tú y tus hombres” (vers. 1).
“Muy bien, tú sabrás lo que hará tu siervo”, es la cuidadosa res­
puesta de David (vers. 2).
“Guardaespalda de por vida”, declara Aquis, y David se encuen­
tra a punto de chocar con su propio pueblo y con el ungido de Je-
hová.
El autor prepara el escenario para la sesión espiritista haciendo
una breve referencia nuevamente a la muerte de Samuel (compare
con 25:1). También hace notar que “Saúl había arrojado de la tierra
a los encantadores y adivinos” (28:3). Los siguientes versículos re­
tratan vividamente a un Saúl solitario, aterrorizado, enfrentando a
los filisteos en Sunem mientras que su propio ejército se congrega­
ba en Gilboa: “Cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tu­
vo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y consultó Saúl a
Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni
por profetas” (28:5, 6). Saúl estaba solo, terriblemente solo, excep­
to por sus servidores.
Así que les pidió a sus siervos que le encontraran un médium.
Sus anteriores esfuerzos por eliminar a los médium aparentemente
no fueron muy cuidadosos, porque sus hombres sabían dónde en­
19 0 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

contrar una. Llevando dos hombres con él, se aventuró en la noche


(vers. 8). Desde la perspectiva posterior de 1 Crónicas, la visita de
Saúl a la médium fue uno de sus pecados más atroces. Resumiendo
las causas del rechazo de Saúl, 1 Crónicas 10:13 y 14 dice que
“prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no
guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová”.
Observe el contraste con 1 Samuel 28:6, que dice que Saúl consul­
tó a Jehová, pero que Jehová “no le respondió”.
Luego de algunas incómodas negociaciones iniciales en las que
Saúl irónicamente juró “por Jehová” que no haría daño a la mujer
(vers. 10), pidió que se apareciera Samuel. Pero cuando la mujer
vio al anciano profeta, dejó escapar un terrible grito, aparente­
mente reconociendo por primera vez que su visitante era, en efec­
to, el rey Saúl (vers. 12).
“No temas”, le dijo. “¿Qué has visto?” (vers. 13).
“’Elohim:”, fue su respuesta, la única vrez en el Antiguo Testa­
mento que se utiliza la palabra para referirse a los muertos (Mc-
Carter, 1 Samuel, p. 421). La traducción Reina-Valera Revisada
(“dioses que suben de la tierra”) refleja que aquí se usa un partici­
pio plural como verbo. ’Elohim, que puede hacer referencia a Dios,
dioses, ángeles u otros seres sobrenaturales, es plural en su forma
pero puede ser usado en sentido singular o plural. Así, la referencia
inicial en 28:13 es plural, pero cambia inmediatamente al singular
en el versículo 14, cuando Saúl pregunta acerca de la aparición.
Sin embargo, el relato se centra, no en la aparición de Samuel,
sino en su mensaje. Y mayormente es una repetición, sólo un poco
más aguda y más terminante, porque incluye una predicción espe­
cífica de la muerte de Saúl y de la derrota del ejército israelita. Y a
lo largo de todo esto, Samuel habla en nombre de Jehová, mencio­
nando su nombre siete veces (vers. 15-19).
Saúl cayó al suelo, aterrorizado y sin fuerzas (vers. 20). Sólo
después de las enérgicas palabras de la mujer y de sus dos acom­
pañantes accedió a comer la comida de la mujer. El relato concluye
con un comentario simple, sin adornos: “Y se fueron aquella no­
che” (vers. 25).
uuWuMUttMÉH

■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 19 1

Apéndice Explicativo: El Reino de los Dioses, el Reino de


los Muertos
El relato de la aparición de Samuel según lo solicitó la adivina
de Endor es asombrosa. Es el único pasaje del Antiguo Testamento
que parece reunir el reino de los muertos con el reino de los dioses.
La narración es problemática para ambos bandos del tradicional
debate acerca de la naturaleza del alma humana. Por un lado, que
apareciera ’elohim en una forma que se reconocía como Samuel ha­
ce que el pasaje sea difícil de utilizar para apoyar la inmortalidad
del alma, porque se supone que el alma escapa de la constricción
del cuerpo en el momento de la muerte. Por el otro lado, también
es un pasaje incómodo para los que creen en el concepto holístico
del sueño del alma (inmortalidad condicional).
Para poner el relato en perspectiva, es importante captar la
comprensión en el Antiguo Testamento del reino de los muertos y
el reino de los dioses. A pesar de la clara distinción entre los ámbi­
tos humano y sobrehumano en el Antiguo Testamento, igualmente
podía darse el caso de que lo sobrehumano ('elohim) apareciera en
forma humana. Pero no era posible lo contrario. La humanidad no
podía hacer la transición al reino de ’elohim; a menos, por supuesto,
que 1 Samuel 28 sea considerado como una excepción. La literatu­
ra intertestamentaria, tomando Génesis 6:1-4 como punto de parti­
da, contaba cuentos de los “hijos de 'elohim” que cohabitaron con
mujeres terrenales, con resultados malvados. Pero aún entonces, la
iniciativa se encontraba en “los hijos de 'elohim”.
En cuanto a 1 Samuel 28, hay dos alternativas posibles: (1) la
personificación de Samuel por parte de un ’elohim por orden de Je-
hová; (2) el regreso de una persona muerta desde el she’ol al mundo
de los vivos. El análisis de los elementos principales del “reino de
los dioses” y del “reino de los muertos” sugerirá que la primera al­
ternativa es la más probable.

A. Seres Sobrenaturales en el Antiguo Testamento


1. 'Elohim y otros seres sobrenaturales existían en una catego­
192 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

ría aparte a la humanidad. El Antiguo Testamento afirma la exis­


tencia de un mundo mayor de seres sobrenaturales. Aunque los
ídolos eran meramente metal, palos y piedras, sujetos a la burla y el
desprecio de los profetas (Isa. 44:6-20), los ’elohim (o “hijos del
'elohim) formaban parte del mundo del Antiguo Testamento: seres
sobrenaturales bajo la supervisión de Jehová. El Salmo 82 identifi­
ca dos tipos de 'elohim: (1) el singular, el único Dios en una catego­
ría por sí mismo; (2) el plural, los dioses buenos y malos sujetos a
Dios. La cosmología del Nuevo Testamento hablaría de ángeles
—o principados y poderes—, e incluye a Satanás entre ellos.
2. El Señor mismo podía aparecer en form a visible. Aunque el
Señor prohibió a Israel hacer alguna semejanza de lo que hay en
el cielo o en la tierra, él mismo apareció tanto en forma visible co­
mo tangible. En Génesis 18:1, el Señor era uno de los tres hombres
delante de Abrahán. En Génesis 18:16-33, Abrahán discutió con el
Señor el destino de Sodoma y Gomorra. Y luego de su noche de
lucha, Jacob notó con reverencia que había visto a Dios (’elohim)
cara a cara, “y fue librada mi alma” (Gén. 32:30). En un tono más
cauteloso, el Señor rehusó mostrarle a Moisés su rostro, “porque
no me verá hombre, y vivirá” (Exo. 33:20).
3. El ángel de Jehová podía aparecer de parte del Señor. Aun­
que el Señor mismo a veces se aparece a la humanidad, también
envía al “ángel de Jehová” como su sustituto, para encontrar a
Agar en el desierto (Gén. 16:7), para confrontar el asno de Balaam
(Núm. 22:22-31) y para comunicarse con Elias (2 Rey. 1:3).
En suma, el Señor era bastante capaz de enviar un ’elohim en
forma de Samuel para que sirviera de vocero. Y que “Samuel” ha­
blara en el nombre de Jehová podría ser un argumento en favor de
esta interpretación. Un erudito ha llegado a decir que el relato de 1
Samuel 28 sugiere que Samuel apareció independientemente de
las maquinaciones mágicas de la mujer: “Samuel le gana de mano a
la mujer. No permite ser llamado: aparece. No viene como un fan­
tasma muerto forzado a entregar su conocimiento (como si los
fantasmas tuvieran eso a su disposición), sino que viene como pro­
feta del mismo Dios viviente a quien Saúl ha llamado como testigo
de su juramento (v. 10)” (Beuken, p. 8).
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 193

B. El Reino de los Muertos


De alguna manera, el reino de los muertos en el Antiguo Testa­
mento es un lugar “bullicioso”, no simplemente un lugar donde
duermen las almas. Pero si en algún sentido es “bullicioso” —cuán
bullicioso se comenta más adelante—, está igualmente muy alejado
de la idea griega del alma inmortal. Sin embargo, además del reino
normal de los muertos parecería que se insinúa algún tipo de mun­
do espiritual, a saber por las poderosas prohibiciones contra la
práctica de la magia y la necromancia en Israel. Los cristianos
identificarían un mundo espiritual de ese tipo con el reino de Sata­
nás y sus ángeles malos, y no tendrían dificultad en concordar con
el Antiguo Testamento en que ese reino está totalmente fuera de
los límites del pueblo de Dios.
El Señor o su mensajero podían aparecérsele a los seres huma­
nos, y él podía responder a las preguntas de Israel a través de “sue­
ños... por Urim... por profetas” (1 Sam. 28:6). Pero la ley mosaica
prohibía el contacto con los “médium” o “espiritistas” (Lev. 19:31;
20:6), prohibiciones que tanto Saúl como la mujer de Endor en­
tendían. La conocida ejecución de ellas por parte de Saúl (28:3)
fue la razón del temor de la mujer cuando reconoció a su visitante
(vers. 12).
Los eruditos generalmente explican esta rigurosa prohibición
contra las médium y la magia en términos tanto teológicos como
prácticos. Si el Señor era todopoderoso y omnisapiente, ¿por qué
querría Israel manipularlo? En las religiones politeístas, las deida­
des eran notoriamente poco confiables, especialmente las malas,
de ahí la preocupación por la magia y los encantamientos. Pero el
Dios consecuente y justo de Israel no necesitaba tal manipulación.
No importa de qué manera uno entienda el “mundo espiritual”
(demoníaco) del Antiguo Testamento (un mundo que de cualquier
manera estaba fuera de los límites), de todos modos el Antiguo
Testamento revela una imagen notablemente clara y consecuente
del reino de los muertos, caracterizado por los siguientes elemen­
tos:
I. El L ugar: S h e’ol. She’ol es el reino de los muertos; es el
19 4 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

mundo subterráneo o la tumba. La versión KJ en inglés, de acuer­


do con el resumen de la Analytical Concordance de Young, lo traduce
como “tumba” 31 veces, como “infierno” 31 veces, y como “abis­
mo” 3 veces. La NIV, de acuerdo con la Exhaustive Concórdame de
Goodrick y Kohlenberger, lo traduce como “tumba” 55 veces, co­
mo “muerte” 6 veces, como “abismo” 2 veces, como “abismo de la
tumba” 2 veces, y como “reino de los muertos” una vez. El Antiguo
Testamento no sabe nada acerca de un sh e’ol “caliente” (o infier­
no), o de alguna distinción entre habitantes buenos y malos. To­
dos van al mismo lugar y en igualdad de condiciones.
2. Los habitantes: P ersonas m u erta s (R efa’im). La KJV traduce
refa ’im como “muertos” 7 veces y como “difuntos” una vez. La
NIV traduce como “muertos” 5 veces, pero lo expresa más engaño­
samente y en forma más libre en otros 3 casos: “espíritus que se
han ido”, “espíritus de los muertos” y “espíritus de los difuntos”.
Una traducción más descriptiva es simplemente “sombras”, uso
adoptado por la NRSV: las personas muertas son simplemente
“sombras” de su ser anterior.
Es dignó de notar el uso de la NRSV de la palabra “sombras”:
Proverbios 2:18, por ejemplo, dice de la “mujer ajena”, que “su ca­
sa está inclinada hacia la muerte, hacia las sombras [refa’im\ sus
tortuosos senderos” (BJ). Note el paralelismo entre la muerte y las
sombras. Isaías 14:9, describiendo la llegada del rey de Babilonia
al mundo subterráneo, reúne she’ol con refa ’im : “El Seol, allá abajo,
se estremeció por ti saliéndote al encuentro; por ti despierta a las
sombras” (BJ).
3. C ondición d e los R efa ’im : D ébiles. Los pasajes más compre­
hensivos del Antiguo Testamento en cuanto a la condición humana
en la muerte declaran a los muertos totalmente separados de toda
actividad terrenal normal. Uno de los ejemplos más claros es Ecle-
siastés 9:5 y 6: “Los muertos nada saben” y “su amor y su odio y su
envidia fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que
se hace debajo del sol”. En forma similar, Salmos 146:4 (NBE) de­
clara que cuando el “aliento” es exhalado por los mortales, “ese día
perecen sus planes”.
Pero en otros pasajes oímos algo como el dolor de las articula-
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 195

dones cansadas y el rechinar de los huesos entre las sombras, qui­


zás un uso en gran medida poético. Job 14:21 y 22, por ejemplo,
aunque no utiliza el término refa ’im , describe la condición de un
hombre que se ha ido al she’ol-, “Sus hijos se enriquecen sin que él
se entere... sólo siente el tormento de su carne, sólo siente la pena
de su alma” (NBE). En Isaías 14, la descripción de la llegada del
rey de Babilonia al sh e’ol es aun más gráfica. Que el mismo pasaje
presente a la naturaleza cantando de alegría y a los cedros del Líba­
no suspirando de alivio (vers. 7, 8), debiera permitirnos otorgar al
profeta licencia poética al dar vida también al she’ol, el mismo she’ol
que levantó a los muertos para darle la bienvenida al rey: “Hizo le­
vantar de sus sillas a todos los príncipes de la tierra, a todos los re­
yes de las naciones. Todos ellos darán voces, y te dirán ‘¿Tú tam­
bién te debilitaste como nosotros, y llegaste a ser como nosotros?
Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos se­
rán tu cama, y gusanos te cubrirán’ ” (vers. 9-11).
Pero esas “sombras” nunca escapan del sh e’ol al mundo legítimo
de las personas vivas. Es así que en 1 Samuel 28, la figura de Sa­
muel no era una de refa’m (sombras) sino la de un ser sobrenatural,
uno de los ’elohim (dioses). Aunque el intento de Saúl de comuni­
carse con el Samuel atado al she’ol rompió todas las reglas, el Señor
utilizó de todas maneras la forma de Samuel para enviarle un men­
saje. Y aun dentro del mensaje podemos captar algo del concepto
del Antiguo Testamento referente a los muertos, porque Samuel
dice: “Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos” (vers. 19).
En el lenguaje de la KJV, uno podría decir que Saúl estaba desti­
nado al “infierno”. Pero en el Antiguo Testamento, todos los de­
más también lo estaban, porque el “infierno” era simplemente el
sh e’ol o la tumba, el destino de todos sin importar su relación con
Dios.
Dada una comprensión básica del reino de los muertos {she’ol y
refa ’im) y del reino de los dioses (’elohim) en el Antiguo Testamen­
to, otras palabras claves como nefesh (“alma”, “vida”, “persona”) y
ruaj (“aliento”, “espíritu”, “vida”) pueden completar el cuadro. En
cuanto a la esperanza de resurrección en el Antiguo Testamento,
aunque es perfectamente clara en Daniel 12:1-2, no se desarrolla
196 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

en ninguna otra parte. Sin embargo, la idea de resurrección en el


cuerpo engrana naturalmente con la comprensión veterotestamen-
taria del reino de los muertos y se hace muy clara en el Nuevo
Testamento. En contraste, la idea de un alma inmortal que escapa
del cuerpo hacia el cielo o el infierno es totalmente extraña al pen­
samiento del Antiguo Testamento.

Peleando en Todos los Frentes (29:1-30:31)


Inmediatamente a continuación del relato de la visita de Saúl a
la mujer de Endor, el autor nos lleva al campamento filisteo, donde
se preparan para pelear contra Israel (29:1). Los comandantes fi­
listeos reaccionan con alarma cuando ven pasar a David y sus
hombres. Aquis admite francamente que David había sido uno de
los oficiales de Saúl pero dice que ha probado su lealtad a Aquis.
Tal lógica, sin embargo, simplemente hace enojar a los otros
comandantes filisteos. Al final, Aquis tuvo que decirle a David que
se volviera a su casa, pero no sin que David ideara otra obra maes­
tra de la ambigüedad para Aquis: “¿Por qué no puedo ir a luchar
contra los enemigos del rey, mi señor?” (vers. 8, NBE). ¿Qué ene­
migos, David? ¿Qué rey?
David y sus hombres volvieron a una Siclag que se hallaba en
humeantes ruinas. Los amalecitas habían saqueado la ciudad, lle­
vándose todo lo que tenía algún valor, incluyendo las personas.
Aunque las esposas de David se hallaban entre los cautivos, eso no
le ganó ninguna simpatía. Sus hombres hablaron de apedrearlo
(30:1-6).
En este momento el Señor reaparece como un jugador activo
en la vida de David. David “se fortaleció en Jehová su Dios” (vers.
6), y cuando buscó dirección por medio del efod del sacerdote
Abiatar, el Señor le aseguró que debía perseguir a los amalecitas y
que tendría éxito (vers. 7,8).
El estaba recuperando no sólo las personas y el botín pertene­
cientes a Siclag, sino también todo lo que los amalecitas habían to­
mado de otras ciudades. En contraste con el mandato dado a Saúl
de destruir a los amalecitas en el capítulo 15, David no estaba atado
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 197

a las restricciones dejerem . El podía adueñarse del botín.


Un incidente en el regreso a Siclag permite al autor decir algo
bueno acerca del sentido de justicia y equidad de David. Cuando
unos doscientos de los hombres de David se encontraban demasia­
do exhaustos como para ir a la batalla, David los dejó para que cui­
daran el “bagaje” (vers. 24). Sin embargo, luego de la victoria algu­
nos de los “malos y perversos” de entre las tropas de David no
querían compartir el botín. Que cada hombre tome “su mujer y
sus hijos... y se vayan”, dijeron, y que eso fuera todo (vers. 22).
La respuesta de David llegó a ser un estatuto perdurable en Is­
rael, mostrando que cuando David estaba conectado con el Señor y
pensando claramente, tenía cualidades de un excelente gobernante:
“Conforme a la parte del que desciende a la batalla, así ha de ser la
parte del que queda con el bagaje; les tocará parte igual” (vers. 24).
El capítulo 30 concluye con un toque de política nuevamente,
aunque el autor no lo rotula de esa manera. En el capítulo 25, la
política tenía que ver con las esposas; aquí, la política tenía que ver
con compartir el botín con los ancianos de Judá, los “amigos” de
David (vers. 26). Estas eran las personas que poco después declara­
rían a David como su rey (2 Sam. 2:4).

La Maldición en los Montes de Gilboa (31:1-13)


Luego de relatar la exitosa batalla de David contra los amalecitas
y la distribución del botín entre sus amigos de Judá, el autor nos
lleva de vuelta al frente filisteo en el monte Gilboa para ser testigos
de la derrota de Israel. David, por supuesto, no se hallaba a la vista.
La secuencia de acontecimientos en 1 Samuel 31 es la misma
que el pasaje paralelo en 1 Crónicas 10, aunque el cronista, como
siempre, agrega una moraleja final para explicar el rechazo de
Saúl. El autor de 1 Samuel lo dice directamente, describiendo la
serie de desastres que efectivamente llevó a Israel de vuelta al capí­
tulo 4, donde los filisteos habían dado muerte a los sacerdotes un­
gidos y habían capturado el arca.
Es un sombrío catálogo de acontecimientos: el ejército de Saúl
huyó, los filisteos mataron a los tres hijos de Saúl e hirieron a Saúl,
19 8 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

y Saúl y su paje de armas cometieron suicidio. Viendo que su ejér­


cito huía, los israelitas “dejaron las ciudades y huyeron; y los filis­
teos vinieron y habitaron en ellas” (31:7).
Cuando al día siguiente encontraron el cuerpo de Saúl, comen­
zaron en pleno las burlas filisteas. Lo decapitaron, le sacaron su ar­
madura y enviaron mensajeros “por toda la tierra de los filisteos,
para que llevaran las buenas nuevas al templo de sus ídolos y al
pueblo” (vers. 9). Las buenas nuevas reflejan la palabra “evangelio”
de la Septuaginta; irónicamente, la misma palabra utilizada para
“evangelio” en la narración acerca de Jesús.
La armadura de Saúl y su cabeza terminaron en los templos filis­
teos (compare con 1 Crón. 10:10). Su cuerpo sin cabeza y desnudo
fue colocado sobre el muro de Bet-sán, junto con los cuerpos de
sus hijos. La única vislumbre de buenas noticias para Israel fue la
valentía de los hombres de Jabes, quienes marcharon toda la no­
che para poder terminar con la vergonzosa exhibición de los cuer­
pos en el muro de la ciudad de Bet-sán. Llevaron los cuerpos de
vuelta a Jabes y los quemaron. Enterraron los huesos y ayunaron
siete días (31:11-13). El pueblo de Jabes recordaba a Saúl de cuan­
do él rescató su ciudad, aquel acontecimiento que lo había hecho
ocupar la atención nacional y que había llevado a su confirmación
como rey (11:14, 15). Con esa conmovedora vislumbre del home­
naje final de Jabes a su héroe, 1 Samuel llega a su fin.

David Recibe la Noticia (2 Sam. 1:1-27)


En las primeras líneas de 2 Samuel, el autor trae al escenario a
David, para exonerarlo de cualquier complicidad en la muerte de
Saúl y de sus hijos. A primera vista, la actitud de David hacia el
caído Saúl parece “correcta” en todo.
Primero, reparte justicia al mensajero amalecita que trajo la no­
ticia de la muerte de Saúl. Esperando obtener favores especiales de
David, el joven le trajo la corona de Saúl y la argolla de su brazo
(vers. 10), informando su propio acto de “asesinato misericordioso”
a pedido del rey moribundo. Su versión difiere del relato de 1 Sa­
muel 31. Pareciera que está mintiendo. Más probablemente, era
w iiliM é íi

■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 19 9

un “basurero” de los campos de batalla, que descubrió el cuerpo


de Saúl antes que lo hicieran los filisteos.
Pero a pesar de que el amalecita podía estar mintiendo, David le
dio “crédito” como si dijera la verdad. Por matar al ungido de Je-
hová (vers. 14), David ordenó la ejecución del joven, repitiendo la
fórmula clásica de retribución justa del Antiguo Testamento: “Tu
sangre sea sobre tu cabeza” (vers. 16).
Luego David compuso un lamento por Saúl y Jonatán, orde­
nando que fuera enseñado a los hombres de Judá. Aunque las im­
plicaciones políticas de tal orden podían ser significativas en vista
de la necesidad de construir puentes entre Judá y la casa de Saúl, el
autor no hace ningún comentario. El lamento mismo es conmove­
dor y poderoso a la vez, alabando tanto a Saúl como a Jonatán.
Aunque es evidente el afecto de David por Jonatán, esto no eclipsa
sus comentarios positivos acerca de Saúl. Varias frases de la ende­
cha de David han dejado una marca perdurable en nuestro pensa­
miento y en nuestro vocabulario: “¡Cómo han caído los valientes!”
(vers. 19, 25, 27), y “No lo anunciéis en Gat” (vers. 20). Más nota­
ble todavía, la expresión “secos como los montes de Gilboa” viene
de la maldición de David: “Montes de Gilboa, ni rocío ni lluvia
caiga sobre vosotros, ni seáis tierras de ofrendas” (vers. 21). En to­
da la Escritura, Gilboa se menciona sólo en relación con la tragedia
de la última batalla de Saúl y de su muerte.
¿Era de corazón la endecha de David? Su reputación de doblez
deja lugar a la duda. Y el autor deja saber —en forma sutil, por su­
puesto— que David está montando una base de poder que le servi­
rá a sus propósitos como rey: sus esposas (25:39-44), sus regalos a
los ancianos de Judá (30:26-31), y ahora la endecha celebrando la
casa de Saúl como de aprendizaje obligatorio para los hombres de
Judá.
En el próximo capítulo, 2 Samuel 2, la política de David se hace
pública. Pero allí, el Señor está obrando claramente con él. En
contraste, en el capítulo 1, excepto por las referencias a la muerte
de Saúl, el “ungido de Jehová”, no aparece el nombre de Jehová, ni
siquiera en la endecha de David. ¿Es posible que la ausencia del
nombre de Jehová represente la sutil crítica del autor a este hom­
200 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

bre según el corazón de Dios? En los capítulos que describen la


relación cuestionable de David con Aquis, 1 Samuel 27 al 29, el
autor tampoco menciona nunca a Jehová. Uno podría argumentar
que cuando David se embarca en un curso de acción no ético, de­
jando aparentemente de lado al Señor, el autor coopera retirando el
nombre de Jehová de su descripción. El Señor continuará traba­
jando con David, aún en el momento de su gran pecado. Pero
también será evidente que David a menudo falla en su representa­
ción de la justicia del Dios a quien profesa servir. Dado el registro
de todos los reyes de Israel, quizás el autor nos está queriendo decir
que es virtualmente imposible ser rey y estar bien con Dios.

■ Apliquemos la Palabra
1 Samuel 24-2 Samuel 1

1. Permaneciendo Firmes: ¿Qué clases de decisiones he sido


llamado a tomar en mi vida que requirieron que me man­
tuviese firme en favor de lo correcto sin importar los
apremios de mis acompañantes? ¿Cómo enfrenté esas de­
cisiones y qué éxito tuve?
2. Ayuda: Si tuviera que preparar una lista de los momentos
en los que el Señor envió a alguien semejante a Abigail
para que interviniera en mi vida, evitándome así acciones
pecaminosas, ¿qué incluiría esa lista? ¿Sería una lista corta
o larga?
3. Respeto: Parecería que David fue más respetuoso de su
enemigo Saúl que de Nabal. ¿Estaba bien? ¿Han habido
ocasiones en las que he mostrado más simpatía hacia per­
sonas en autoridad que obraron mal que hacia pecadores
comunes? O, por el contrario, ¿funciona al revés en esta
época de antiautoridad? ¿Cómo sugieren las enseñanzas
de Jesús que trate a todas las personas con cortesía, sin
importar sus puestos?
4. Confianza: David no aceptó la invitación de Saúl de volver
a su hogar. Aparentemente, sentía que Saúl no era confia­
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 201

ble. ¿Estaba David en lo correcto al desconfiar de Saúl?


¿Qué situaciones he enfrentado en las que debería haber
confiado en las personas pero no lo hice o no pude hacer­
lo? ¿Qué situaciones he enfrentado en las cuales confié y
me vi chasqueado? ¿Qué pasajes de estos capítulos me
ayudan a saber cuándo confiar? ¿Cómo puede mi relación
con el Señor ayudarme a tomar tales decisiones?
5. Soluciones Prohibidas: ¿Me he sentido tentado alguna vez,
al igual que Saúl, a probar soluciones “prohibidas” para
mis problemas? ¿Cuáles fueron los resultados? ¿Cómo
puede ayudarme el relato de la visita de Saúl a la médium a
evitar cometer el mismo error?
6. Compartir: ¿Han habido situaciones en mi familia o iglesia
en las cuales el principio de David de compartir (30:24)
debería haberse aplicado pero no se hizo? ¿Qué puedo ha­
cer para que este principio de igualdad sea una realidad en
mi comunidad?
7. Enemigos: Cuando un “enemigo” es azotado por la des­
gracia, ¿está bien que actúe con mayor dolor o tristeza de
la que siento interiormente? ¿Por qué sí o por qué no?

■ Investiguemos la Palabra
1. Palabras: El estudio de las palabras es una forma excelente
de ampliar nuestra comprensión de la perspectiva bíblica
sobre la condición humana después de la muerte. En este
capítulo, ’elohim (“Dios”, “dioses”), she’ol (“tumba”, “in­
fierno”) y refa’im (“sombras”, “muertos”) han sido trata­
das brevemente, pero son dignas de mayor estudio. A me­
nudo, resulta fructífero comparar los pasajes claves en va­
rias traducciones, notando especialmente las diferencias
entre la clásica RVR y las traducciones modernas popula­
res. Nefesh (“alma”, “vida”, “persona”) y ru a j (“espíritu”,
“aliento”, “hálito”) también son útiles para iluminar la
idea bíblica, especialmente cuando se sigue con las pala­
202 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

bras griegas equivalentes del Nuevo Testamento: psujé


(“alma”, “vida”, “persona”) y pnéuma (“espíritu”, “alien­
to”, “soplo”). Para los estudios de palabras con la versión
KJV, encuentro más fácil de usar la Young’s Analytical
Concordance que la Exhaustive ConcorcLance de Strong. (La
de Strong es mejor para encontrar textos.) Si el estudio
está basado en la versión NTV, la Exhaustive Concordance
de Goodrick y Kohlenberger es muy buena.
2. Sangre y Castigo: La idea del Antiguo Testamento en
cuanto al castigo y la retribución también puede abordarse
por medio de un estudio de palabras. Utilizando una con­
cordancia, busque los textos bajo sangre o cabeza para ubi­
car las instancias en que a aparece la frase “tu sangre sea
sobre tu cabeza” o su equivalente. Analice los pasajes cla­
ves para descubrir hasta qué punto se considera que el pe­
cado lleva su propia recompensa inherente (el efecto bu-
merán). Este estudio puede servir de base para analizar
los pasajes de las Escrituras en los cuales el juicio divino
está ligado directamente al pecado humano.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para un comentario general y para las aplicaciones prácti­
cas del material bíblico, véase Elena de White, Patriarcas y
profetas, pp. 716-752.
2. En años recientes, la idea de que la Escritura enseña una
idea consecuente acerca de la inmortalidad condicional se
ha vuelto cada vez más popular, tanto en los círculos eru­
ditos como en los de las iglesias evangélicas. Aunque por
momentos es demasiado optimista en la interpretación de
las fuentes primarias, el comentario más concienzudo
desde una perspectiva adventista es el de L. E. Froom, en
su libro The Conditionalist Faith o f Our Fathers.
El punto de cambio hacia el condicionalismo en los cír­
culos eruditos bien puede haber sido la publicación de la
disertación de Oscar Cullmann en 1955, “¿Inmortalidad
■ CUANDO AMBOS... CONOCEN EL RESULTADO 203

del alma o resurrección de los muertos?”, reimpresa en


Inm ortalily and Resurrection, pp. 9-53.
La discusión se ha puesto al día más recientemente en
Four Views on Hell, editado por William Crockett. El ar­
gumento en favor del condicionalismo está presentado
por el conocido teólogo evangélico, Clark Pinnock (pp.
135-166). Entre los autores evangélicos a quienes Pin­
nock otorga crédito de haberlo convencido a la idea condi-
cionalista se encuentran John R. W. Stott y Edward Fudge.
La parte de Stott está en Evangelical Essentials, escrito en
colaboración con David Edwards, pp. 313-320. Pinnock
dice que el libro The Fire That Consumes, de Fudge, es el
mejor (Paternóster Press [del Reino Unido] lo reimprimió
en 1994).
.. ........................................r fflm»H'W'l''1'M'HIM'lllMli n
........................................................ ■■ 1.11

CUARTA
PARTE
David:
Hasta la Cima y el Descenso
2 Samuel 2-12
innUIHIIMUHIVfi
C A PIT U L O O C H O

Haciéndose Cargo de Israel


2 Samuel 2-6

Saúl estaba muerto. David estaba exiliado en Siclag, una ciudad que le
había sido concedida p or los filisteos. ¿ Cómo podía llegar a ser rey como el
Señor lo había prometido? En el capítulo 2 vemos lo que comienza a ocu­
rrir en Hebrón. Allí, los ancianos de Ju d á ungen a David como su rey.
Siete años y medio más tarde, gobernará sobre todo Israel (2:11; 5:5).
Según se describe en los capítulos 2 al 4, vencer a los defensores de
Saúl fiue un asunto tedioso y sangriento. No era sólo cuestión de ganar.
Fue una guerra, “una larga guerra ” (3:1). Escaramuzas en el campo de
batalla, contiendas sangrientas, intrigas, traiciones y asesinatos, todos fo r ­
maron parte del relato.
Como parte del acuerdo que se negoció, David exigió el regreso de su
esposa, Mical, la hija de Saúl. Abner e Is-boset se la arrancaron a la
fuerza a su sollozante marido y se convirtió en la esposa número siete de
David; p or lo menos la séptima (3:2-5). Pero para el momento en que
todo Israel estaba listo para ungir rey a David (5:3), tanto Abner como
Is-boset habían sido asesinados.
Una vez que la fam ilia de Saúl ya no constituía una preocupación,
David salió a consolidar el poder. Conquistó Jerusalén, derrotó dos veces a
los filisteos, trajo el arca a la ciudad, y convirtió Jerusalén en la capital po­
lítica y espiritual del reino unido.
Pero no todo andaba bien en Jerusalén, aun cuando avanzaban hacia
su época de gloria. El capítulo 6 concluye con un airado enfrentamiento
entre David y M ical sobre su supuesta indecencia al danzar delante de
201
208 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Jehová. David pudo haber estado en lo cierto. Pero el autor desliza esa
nota discordante justo antes de entrar en materia violenta en los capítulos
1 al 10. Era un presagio de cosas malas por venir.

■ Introduzcámonos en la Palabra
2 Samuel 2-6
Para tener un panorama general, lea rápidamente 2 Sa­
muel 2 al 6; luego lea la sección nuevamente según sea nece­
sario en conexión con las siguientes sugerencias de estudio:

1 Casa de Saúl: Aparte una sección de su cuaderno de Sa­


muel con el título “Casa de Saúl”. Basado en los capítulos
2 al 6, anote los nombres de todos los defensores o miem­
bros de la familia de Saúl que tuvieron un trato directo o
indirecto con David. David había jurado un pacto con Jo-
natán de preservar a la familia de Jonatán (1 Sam. 20:14-
16, 42; 23:18); David también “juró a Saúl” que no borra­
ría su nombre de la casa de su padre (1 Sam. 24:21, 22).
Bajo cada nombre de la lista de “Saúl”, evalúe brevemente
la actuación de David en relación con sus pactos y jura­
mentos.
2. Justicia: Como seguimiento de la primera pregunta, ob­
serve más cuidadosamente cómo manejó David la “justi­
cia” en relación con las personas que mataron a los miem­
bros de la familia de Saúl o sus defensores: por ejemplo,
Joab mató a Abner (2 Sam. 3); dos benjamitas, Baana y
Recab, mataron a Is-boset (2 Sam. 4). ¿Cuál fue la reac­
ción de David? Incluya también el trato que le dio David al
amalecita que decía haber matado a Saúl (2 Sam. 1). Para
tener una imagen más completa del trato de David para
con Joab, vea las instrucciones que le da a Salomón (1
Rey. 2:5, 6) y la descripción de lo que hizo Salomón (vers.
28-35). Escriba un párrafo resumiendo su evaluación de
cómo manejó David el tema de la justicia.
_____ .__—

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 209

3. La Verdad: En la sección titulada “La Verdad” de su cua­


derno, describa brevemente las mentiras y las verdades a
medias que aparecen en los capítulos 2 al 6. Evalúe hasta
qué punto parece cada una estar justificada, primero se­
gún el registro bíblico, y luego de acuerdo con su propio
sentido de “veracidad”.
4. Geografía: Utilizando los mapas de su Biblia o un dicciona­
rio bíblico, localice los lugares importantes que aparecen
en los capítulos 2 al 6, observando especialmente cómo
afecta el relato los movimientos entre ellos. Preste aten­
ción especial a: Hebrón, Jabes de Galaad, Mahanaim, Ga-
baón, Jerusalén, el valle de Refaim, Quiriat-Jearim (Baala
de Judá). Busque “Arabá” (2 Sam. 2:29) en un diccionario
bíblico.
5. El Señor: Evalúe como se relacionaron Abner y David con
el Señor en esta sección. Observe especialmente las oca­
siones en que pronuncian el nombre de Jehová para con­
firmar un curso de acción. Redacte una breve evaluación
de ambos hombres, indicando cómo ve usted la conse­
cuencia de sus acciones en relación con sus convicciones
religiosas.
6. El Arca: Enumere los “problemas” y las “alegrías” que se
le ocurren mientras lee el capítulo 6, el relato del traslado
del arca a Jerusalén. Redacte un párrafo corto resumiendo
sus reacciones, tomando nota en especial de si alguna de
las “alegrías” de este capítulo ayudaron a solucionar algu­
nos de los “problemas”.

■ Exploremos la Palabra
Llegó la Hora (2:1-11)
“Después de esto” —el autor de 2 Samuel no nos dice cuanto
tiempo después— David le preguntó al Señor si debía subir a “al­
guna de las ciudades de Judá” (vers. 1).
—Sube —le dijo Jehová.
210 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

—¿A dónde subiré? —preguntó David.


—A Hebrón.
Acomodar a seiscientos hombres con sus familias, posiblemente
unas dos mil personas en total, debe de haber sido un desafío para
Hebrón. Pero no importa si había o no gozo en la ciudad, fueron
“los varones de Judá”, no sólo el pueblo de Hebrón, los que “un­
gieron” a David como rey sobre Judá (vers. 4).
Aunque los filisteos quizá consideraban a David como uno de
sus vasallos, aparentemente lo dejaron tranquilo durante unos siete
años, hasta que se enteraron de que había sido ungido rey sobre
todas las tribus (5:17). Mientras tanto, David tenía suficiente traba­
jo para hacer.
Su primer acto de diplomacia registrado —sí, David también
podía ser diplomático— fue enviar mensajeros a los hombres de
Jabes de Galaad, los seguidores más leales de Saúl, felicitándolos
por su “bondad” (Jesed, “lealtad de pacto”) al rescatar y enterrar el
cuerpo de Saúl (compare con 1 Sam. 31:11-13). “Ahora, pues, Je-
hová haga con vosotros misericordia [jesed] y verdad \'emeth\\ dijo,
usando dos de las palabras teológicas más poderosas del Antiguo
Testamento (2:6). Su apelación para que le dieran su apoyo apenas
está velada: “Yo también os haré bien por esto que habéis hecho.
Esfuércense, pues, ahora vuestras manos, y sed valientes; pues
muerto Saúl vuestro señor, los de la casa de Judá me han ungido
por rey sobre ellos” (vers. 6, 7).
La Escritura no registra ningún resultado de su diplomacia con
Jabes, posiblemente porque David no apoyó sus palabras con ac­
ciones. En el resto de Samuel y Reyes, la única otra mención de
Jabes es en relación con la tardía decisión de David de dar sepultu­
ra apropiada a los huesos de Saúl y Jonatán en su tumba ancestral
(2 Sam. 21:12-14). Pero hizo falta una hambruna de tres años para
que David se pusiera en acción. En vista de su ansiedad por alcan­
zarlos diplomáticamente, es desconcertante la tardanza para la se­
pultura.
El intento de David de utilizar la diplomacia no se vio favoreci­
do, por cierto, por los caprichos de la geografía y por las acciones
de Abner, el comandante de Saúl. Abner había colocado a Is-bo-
.................— .........

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 211

set, hijo de Saúl, como rey sobre el resto de Israel (todo Israel, ex­
cepto Judá), con capital en Mahanaim, que, al igual que Jabes, se
encontraba en la orilla oriental del Jordán, pero entre Judá y Ja-
bes. Así que aunque Jabes hubiera querido apoyar a David, Abner e
Is-boset estaban literalmente en el medio.
Is-boset parece haber sido simplemente un muñeco, un frente
para las ambiciones de Abner, aunque algunos eruditos sugieren
que Is-boset era simplemente muy joven, más que incompetente
(no de cuarenta años como dice 2:10). La confusa cronología en el
comienzo del reinado de Saúl (1 Sam. 13:1) muestra que la infor­
mación cronológica del autor no era siempre exacta. La juventud
de Is-boset podría explicar por qué acusó a Abner de dormir con
Rizpa, “concubina de mi padre” (3:7). Se puede suponer que Is-
boset hubiera tomado a Rizpa él mismo si hubiera tenido la edad
de hacerlo, puesto que, según la costumbre, las concubinas del pa­
dre pertenecían al hijo (compare con el relato de Absalón y las
concubinas de David, 16:21, 22).
El reinado de dos años de Is-boset (2:10) es otro enigma. En re­
lación con el reinado de siete años de David en Hebrón como rey
sobre Judá (vers. 11; 5:5), si Is-boset reinó durante dos años, eso
dejaría una vacío de cinco años, ya sea entre la muerte de Saúl y el
comienzo del reinado de Is-boset o entre la muerte de Is-boset y el
comienzo del reinado de David sobre todo Israel. Ninguna de las
alternativas encaja bien con el fluir del relato.

Apéndice Explicativo: Un Nombre Vergonzoso


Hay algo fascinante detrás del boset en el nombre Is-boset, ya
que 1 Crónicas 8:33 y 9:39 mencionan al cuarto hijo de Saúl como
Es-baal, no Is-boset. De manera similar, el hijo de Jonatán es Me-
rib-baal y no Mefi-boset (1 Crón. 8:34; 9:40; compare con 2 Sam.
4:4). La explicación más popular de estas variaciones tiene que ver
con la suerte cambiante de la palabra hebrea ba 'al.
Originalmente b a ' al era una palabra común que quería decir
simplemente “señor” o “amo”, como en Oseas 2:16, pero la conti­
nua asociación con el dios cananita de la fertilidad del mismo
212 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

nombre corrompió la palabra. Así como los comunistas arruinaron


la palabra camarada y los homosexuales modernos optaron por la
palabra ga y* así los cananitas se adueñaron de la palabra ba' al en
su mundo y la convirtieron en algo que para algunos es demasiado
candente como para manejar. Es así como, en algún punto de la
historia temprana de 2 Samuel, algunos escribas devotos sustituye­
ron el ba' al por boset, una palabra hebrea que significa “vergüenza”,
recordando a los lectores que ba'al, la palabra “vergonzosa”, una
vez había sido parte de los nombres de Is-boset y Mefi-boset.
Las listas del autor de Crónicas de alguna manera escaparon a
ese destino, como lo hicieron los nombres de algunos lugares, in­
cluso en 2 Samuel. En mía instancia llamativa, 2 Samuel conserva
el uso que hace David de la palabra ba 'al en referencia a Jehová.
Luego de su victoria sobre los filisteos, David dijo: “Quebrantó Je­
hová a mis enemigos delante de mí”. Y llamó al lugar Baal-perazim
(5:20), interpretado correctamente en la nota de pie de página co­
mo “El Señor que quebranta”. En otras palabras, el Dios de Israel,
Jehová, era el ba’al que quebrantó para salvar a David.
Ese proceso en que los nombres propios surgen de palabras co­
munes también es parte de la historia de vida de otras dos palabras
importantes en la Biblia: Cristo y Satanás. Cristo, originalmente, del
griego Jrníóy, que traduce la palabra hebrea mashiaj (“mesías”), sig­
nifica simplemente “ungido”, y podía ser utilizada para todo aquel
que había sido ungido. Es así como todo sacerdote o rey “ungido”
era un “cristo”.
En forma similar, originalmente Satanás quería decir simple­
mente “adversario” o “acusador” y podía hacer referencia a seres
humanos comunes. Hadad edomita, por ejemplo, era un “satanás”
(adversario) contra Salomón (1 Rey. 11:14), al igual que Rezón, hi­
jo de Eliada (vers. 23, 25). Ese elemento “adversario” original está
presente en forma clara en tres contextos del Antiguo Testamento
en los que satanás es ya algo más que humano y en ruta a convertir­
se en Satanás con mayúscula (1 Crón. 21:1; Job 1:6-12; 2:1-7; Zac.
3:1,2).

* N ota d e la T ra d u ctora : L a p a la b r a gay sig n ific a “a le g re ”.


urn a * 1
*^-.,.< ^

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 213

En la actualidad, Baal, Cristo y Satanás son tan específicos en


su significado que no los podríamos utilizar en su sentido original
“común” sin ser mal comprendidos. Por razones similares, los es­
cribas piadosos le dieron a Es-baal el nombre nuevo de Is-boset, y
a Merib-baal el de Mefi-boset.

Un Asunto de Familia (2:12-3:5)


La lucha entre la “casa de David” y la “casa de Saúl” era un
asunto familiar con familiares dirigiendo ambos bandos. Abner, el
primo de Saúl (1 Sam. 14:50) y Joab, sobrino de David, hijo de su
hermana Sarvia (1 Crón. 2:16), se enfrentaron de manera tal que
recordaba un duelo formal. Doce hombres de cada bando lucha­
ron con precisión mortal, tomando cada uno a su oponente por la
cabeza y atravesándolo con una daga. “Y cayeron a una” (2:16).
En la batalla que siguió, los hombres de Joab salieron vencedo­
res, perdiendo diecinueve hombres contra trescientos sesenta de
Benjamín (vers. 30, 31). Pero la pérdida más notable fue la de
Asael, hermano de Joab, una pérdida lo suficientemente significati­
va como para ser contada en forma separada. Asael, ignorando las
advertencias de Abner, siguió persiguiéndolo, hasta que Abner lo
atravesó con su espada (vers. 18-23). A la puesta de sol, Joab y Ab­
ner concordaron en abandonar la lucha, y los ejércitos se fueron a
sus casas. Pero Joab recordaría la muerte de Asael.
El capítulo 3 comienza con una referencia a la “larga” guerra
entre las dos casas, observando que “David se iba fortaleciendo, y la
casa de Saúl se iba debilitando” (vers. 1). El autor inserta entonces
una lista de los seis hijos nacidos a David en Hebrón (vers. 2-5).
La lista revela que una esposa diferente dio a luz a cada uno de
ellos. Sólo tres de sus seis hijos —Amnón, Absalón y Adornas— fi­
guran en la historia posterior de la casa de David, y todos en una
manera que traerá dolor a David y al reino.

Abner e Is-boset (3:6-21)


En 3:6, el autor se centra en la casa de Saúl, declarando abierta­
214 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

mente que Abner “adquiría cada vez más poder” (DHH), obvia­
mente en detrimento de Is-boset. Acusado por Is-boset de dormir
con Rizpa, concubina de Saúl, Abner lo reprocha, declarando su
intención de entregarle el reino a David, haciendo por él “lo que el
Señor le ha prometido” (vers. 9, DHH). No resulta claro si la acu­
sación de Is-boset es verdadera. Pero aún si lo fuera, no tenía poder
para intervenir, tenía demasiado temor de Abner como para si­
quiera responderle (vers. 11).
Abner estaba listo para echar su suerte junto con David en lugar
de continuar con la casa de Saúl que declinaba. Envió mensajeros a
David para “cortar un pacto”, traduciendo literalmente el hebreo
(vers. 12). David estaba listo, pero con una condición: Trae a Mical
(vers. 13). David envió mensajeros a Is-boset con la misma exigen­
cia, e Is-boset dio orden de sacarle a Mical a su esposo Paltiel
(vers. 15). Sin embargo, fue Abner el que le ordenó al lloroso Pal­
tiel que volviera a su hogar (vers. 16). En resumen, tanto Abner
como Is-boset estaban cooperando para terminar el reinado de la
casa de Saúl.
Abner hizo los deberes también con el pueblo de Israel. Acom­
pañado por veinte hombres, volvió a David con un plan detallado
para la unión. Parecía bueno. David festejó con Abner y sus hom­
bres y los envió a sus casas. Abner dijo: “Juntaré a mi señor el rey a
todo Israel, para que hagan contigo pacto”. La Escritura dice que
se fue “en paz” (vers. 21).

La Venganza d ejoa b (3:22-39)


Apenas se fue Abner, volvió Joab de una incursión en tierra ene­
miga (vers. 22). Se puso furioso al enterarse del pacto de David
con Abner, y se lo hizo saber a David (vers. 24, 25). ¿Era Abner
tan deshonesto como decía Joab que era? No tenemos forma de
saberlo. Lo más probable es que Joab se sintiera amenazado por
Abner, quizá por una buena razón. De cualquier manera, Joab en­
vió mensajeros para detener a Abner. Llevándolo aparte, como
“para hablar con él en secreto”, Joab lo apuñaló, vengándose “de la
muerte de Asael su hermano” (3:27). La Escritura no comenta
____________

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 215

otras razones posibles.


La venganza de Joab colocó a David en una posición incómoda.
Potencialmente podía ganar o perder mucho con la muerte de Ab-
ner. Si los defensores de Saúl pensaban que David estaba de alguna
manera detrás de la mala acción de Joab, la unión podía quedar en
la nada. Sin embargo, Abner podía ser terco y de espíritu vigoroso.
¿Pensaba David que levantar el reino sería mucho menos compli­
cado si Abner estaba fuera del camino?
David protestó por la muerte de Abner, quizá demasiado vigoro­
samente. En primer lugar, se declaró él mismo y su reino inocen­
tes, deseando que la sangre de Abner “caiga sobre la cabeza de
Joab, y sobre toda la casa de su padre” (vers. 28, 29). Luego pro­
nunció una maldición permanente sobre Joab: “Que nunca falte
en la casa de Joab quien padezca flujo, ni leproso, ni quien ande
con báculo, ni quien muera a espada, ni quien tenga falta de pan”
(vers. 29).
David ordenó a todos, incluso a Joab, a que rasgaran sus ropas y
vistieran “cilicio y haced duelo delante de Abner” (vers. 31). David
estuvo en una posición bien visible, llorando con todos los demás,
cantando una endecha a Abner y manteniendo firmemente su voto
de no comer antes de la puesta del sol.
Y funcionó. El autor de 2 Samuel dice que “todo el pueblo y to­
do Israel entendió aquel día, que no había procedido del rey el
matar a Abner hijo de Ner” (vers. 37).
En lo que a David concierne, sin embargo, hay dos elementos
en este relato que resultan perturbadores. Primero, si era incorrec­
to que Joab matara a Abner, entonces Joab merecía morir. Años
más tarde, David instruyó a su hijo y sucesor, Salomón, que venga­
ra la muerte de Abner a manos de Joab: “No dejarás descender sus
canas al Seol en paz” (1 Rey. 2:6). En 1 Reyes, David declaró que la
muerte de Asael a manos de Abner era un acto justificable en
tiempo de guerra. Eso convertía a Joab en culpable de asesinato,
“derramando en tiempo de paz la sangre de guerra” (vers. 5).
Cuando Salomón llevó a cabo las instrucciones de David, confirmó
otro aspecto de la culpabilidad de Joab, a saber, que había actuado
sin el conocimiento de David (1 Rey. 2:32; compare con 2 Sam.
216 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

3:26).
Y en esto consiste la dificultad: ¿Era David tan débil que no po­
día evitar que sus hombres cometieran actos violentos sin su cono­
cimiento o consentimiento? ¿O estaba mostrando nuevamente su
doblez, triste por faera pero contento por dentro de que la casa de
Saúl estaba fuera del camino? David no había vacilado en ejecutar
al amalecita que pretendía haber sido el responsable de la muerte
de Saúl, “el ungido de Jehová” (1:15, 16); y muy pronto haría lo
mismo con los dos hombres que mataron a Is-boset, no porque
habían tocado al “ungido de Jehová” sino porque habían “matado a
un hombre justo en su casa, y sobre su cama” (4:11). Eso suena
muy parecido a la endecha de David por Abner: “Tus manos no
estaban atadas, ni tus pies ligados con grillos” (3:34). Sin embar­
go, David dejó tranquilo a Joab, permitiéndole incluso que mantu­
viera su cargo de comandante del ejército.
La irregular práctica de justicia de David en este caso, hace que
la conclusión que el autor le da al relato del asesinato de Abner sea
especialmente significativa. Él permite que David se condene con
sus propias palabras: “Yo soy débil hoy, aunque ungido rey; y estos
hombres, los hijos de Sarvia, son muy duros para mí; Jehová dé el
pago al que mal hace, conforme a su maldad” (vers. 39).
Eso suena bastante débil. El primer verso del Salmo 72, el clási­
co salmo de la realeza que celebra al rey ideal, expresa claramente
la primera responsabilidad del rey: “Oh Dios, da tus juicios al rey, y
tu justicia al hijo del rey”. Sin embargo David debía dejar la justicia
a algún otro, porque los hijos de Sarvia eran demasiado fuertes pa­
ra él.
Y esto trae a colación el segundo aspecto preocupante de todo
este incidente: la aceptación ciega del pueblo de todo lo que el rey
hizo. El autor registra la reacción del pueblo a la expresión de do­
lor de David por Abner: “Todo el pueblo supo esto, y le agradó;
pues todo lo que el rey hacía agradaba a todo el pueblo” (3:36).
¿"Iodo? Piensen nuevamente, gente. Quizás ésta fue la razón por
la cual Israel y su rey estaban en el exilio y por la cual el templo
yacía en ruinas.

rm im u fi" " *
■ HACIENDOSE CARGO DE ISRAEL 217
/
La Ultima Amenaza de la Casa de Saúl (4:1-5:5)
Desaparecido Abner, el asesinato de Is-boset es un anticlímax.
El autor de 2 Samuel introduce el relato con esta sombría oración:
“Luego que oyó el hijo de Saúl que Abner había sido muerto en
Hebrón, las manos se le debilitaron, y fue atemorizado todo Is­
rael” (vers. 1). Bajo esas circunstancias deprimentes, dos de los
súbditos de Is-boset, “capitanes de bandas de merodeadores” (vers.
2), se encargaron de sacar de su miseria al hijo de Saúl.
Pero cuando estos dos hombres, Baana y Recab, llegaron a He­
brón con la cabeza de Is-boset, a David no le agradó su discurso
de que “Jehová ha vengado hoy a mi señor el rey, de Saúl y de su li­
naje” (vers. 8). David ordenó su ejecución. Sus cuerpos fueron col­
gados, sin las manos ni los pies, en el estanque de Hebrón. La ca­
beza de Is-boset fue enterrada en la tumba de Abner (vers. 12).
Quedaba un miembro más de la familia de Saúl que había que
tener en cuenta: Mefi-boset, el hijo de Jonatán. Mientras preparaba
la escena para el asesinato de Is-boset, el autor de 2 Samuel deja
caer algunas líneas identificando al hijo lisiado de Jonatán y expli­
cando la causa de su discapacidad (vers. 4), infiriendo que Mefi-
boset también podría ser un pretendiente potencial al trono de
Saúl. Durante la rebelión de Absalón, Siba, el siervo de Saúl, le di­
jo explícitamente a David que Mefi-boset tenía esa idea: “He aquí
él se ha quedado en Jerusalén, porque ha dicho: ‘Hoy me devolverá
la casa de Israel el reino de mi padre’ ” (16:3).
Sin embargo, luego que David volvió al poder en Jerusalén,
Mefi-boset negó la afirmación de Siba, con muestras de angustia y
pasión (19:24-30). Pero así como el autor no cita a un testigo de­
sinteresado que confirme o niegue la acusación de Is-boset contra
Abner, tampoco cita a algún testigo desinteresado que confirme o
niegue la acusación de Siba contra Mefi-boset. En ambos casos,
sólo tenemos las protestas de los acusados.
El capítulo 5 se abre con un informe de que todas las tribus de
Israel vinieron a David en Hebrón y le pidieron que fuera su rey.
David hizo un pacto con “todos los ancianos de Israel” y “ungieron
a David por rey sobre Israel” (vers. 3). David ahora ha sido ungido
218 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

tres veces: por el profeta Samuel (1 Sam. 16:13), por los ancianos
de Judá (2 Sam. 2:4), y finalmente por los ancianos de todo Israel
(5:3).
La Escritura no indica si alguno de estos ungimientos hubiera
sido suficiente como para convertir a David en “el ungido deJeho-
vá”. Saúl, por supuesto, fue “el ungido de Jehová”, pero 2 Samuel
no utiliza este título para su hijo Is-boset. Y cuando David ejecutó
a los asesinos de Is-boset, su acusación fue que habían matado a un
hombre inocente, no que habían actuado contra “el ungido de Je­
hová” (4:11). Para los reyes que siguieron a David, pareciera ser
que este título era la norma, por lo menos en los salmos. Pero en
los escritos proféticos e históricos es usado muy rara vez para los
últimos reyes, y se informa muy esporádicamente acerca de la cere­
monia de ungimiento. En las porciones narrativas del Antiguo
Testamento, el sentimiento de reverencia en presencia del “ungido
de Jehová” aparece mayormente en las palabras de David en refe­
rencia a Saúl.
Pero fuere o no posible ordenar el protocolo del ungimiento, es
evidente que David es ahora “el ungido de Jehová” y rey sobre to­
do Israel. Sin embargo, vale la pena preguntar si el gran respeto de
David por Saúl como “el ungido de Jehová”, aun cuando Saúl per­
seguía fines malos, pudieron haber tentado a David a pensar de­
masiado elevadamente de su propia posición al convertirse en “el
ungido de Jehová”. Aunque es admirable que mostrara respeto por
Saúl, cuando David mismo fue “el ungido de Jehová”, ¿esperaba el
mismo tipo de respeto, sin importar su comportamiento? Ese es el
insistente problema de las figuras humanas de autoridad: el respeto
por el cargo con demasiada facilidad se convierte en Ucencia para el
abuso de la autoridad.

La Ciudad de David (5:6-25)


Las preguntas más apremiantes acerca del uso que hizo David
de la autoridad vendrán más adelante. Por ahora se dispuso a esta­
blecer su reino y lo hizo con poder y habilidad. Un movimiento
clave fue conquistar Jerusalén y convertirla en su capital, tarea que
____________

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 219

David y sus hombres lograron con notable facilidad (5:6, 7). Hasta
ese momento, Jerusalén con su población jebusea había sido algo
así como una ciudad gentil “libre”, no alineada ni con la casa de
David ni con la de Saúl. Por lo tanto, era igualmente atractiva para
ambos bandos, una base en común que podía unirlos.
Una cantidad de personas importantes en el reinado de David
aparecen en la narración por primera vez después de la captura de
Jerusalén, incluyendo al profeta Natán y al sacerdote Sadoc. La
aparición repentina de estos personajes plantea la provocativa pre­
gunta acerca de la “conversión” de jebuseos nativos a la adoración
de Jehová. En el registro bíblico, la adoración del Dios “verdadero”
en Jerusalén puede ser rastreada hasta el tiempo de Abrahán (Gén.
14:19-24). Cuando le paga el diezmo a Melquisedec, rey de Salem
(otro nombre de Jerusalén), Abrahán identificó al “Dios Altísimo”
de Melquisedec como “Jehová... creador de los cielos y de la tierra”
(Gén. 14:22). Por lo tanto, había un precedente de la adoración de
Jehová en Jerusalén.
¿Pero qué en cuanto a la ciudad en la época en que David la
capturó? ¿Y qué evidencia bíblica existe de que Israel estaba dis­
puesto a aceptar conversos a la adoración de Jehová? Los códigos
legales eran restrictivos, con prohibiciones de que los moabitas y
los amonitas entraran a la comunidad hasta “la décima genera­
ción” (Deut. 23:3-6) y con órdenes de borrar de la tierra “al heteo,
al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo” (Deut.
20:17; compare con 7:1, 2). Pero las narraciones históricas y algu­
nas listas genealógicas sugieren mayor apertura.
Rut la moabita es la excepción más conocida, y su vivida declara­
ción de conversión a la religión de su suegra Noemí es suficiente­
mente clara: “Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut
1:16). Ella se encuentra en el linaje real (Rut 4:16-22) y es men­
cionada en la genealogía de Jesús que hace Mateo (Mat. 1:5). Otra
excepción es Naama amonita, la madre de Roboam (1 Rey. 14:31),
la única de las setecientas esposas de Salomón mencionada por
nombre en la Escritura. Rahab, la prostituta de Jericó (Jos. 6:25),
sería otra notable excepción y una vez más de las mencionadas en la
genealogía de Jesús en Mateo (Mat. 1:5).
220 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

En cuanto a Jerusalén y su herencia, el profeta Ezequiel es lla­


mativamente brusco: “Tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de
Canaán: tu padre fue amorreo, y tu madre hetea” (Eze. 16:3). De
un solo golpe, Ezequiel tilda los primeros tres nombres de la lista
de naciones marcadas en Deuteronomio 20:17: ¡cananeos, amo-
rreos y heteos! Este era el pueblo de Jerusalén. Y no existe eviden­
cia de que David destruyera por completo a la población nativa.
Aparentemente, muchos se convirtieron a la adoración de Jehová.
Antes de pasar de la captura de Jerusalén por parte de David a
sus proezas en contra de sus enemigos, el autor reúne varias de las
actividades de David en Jerusalén. En primer lugar, luego de obser­
var que David hizo su residencia en la ciudad y comenzó a edificar­
la, el autor resume: “El poder de David iba aumentando, y el Se­
ñor, el Dios todopoderoso, estaba con él” (5:10, DHH). En segun­
do lugar, describe brevemente la construcción del palacio de David
con la ayuda de Hiram, rey de Tiro, concluyendo con otra declara­
ción sumatoria: “Y entendió David que Jehová le había confirmado
por rey sobre Israel, y que había engrandecido su reino por amor
de su pueblo Israel” (vers. 12). Finalmente, el autor observa que
David tomó “más concubinas y mujeres” en Jerusalén, y “le nacie­
ron más hijos e hijas” (vers. 13). Sus nombres están enumerados, en
contraste con la lista anterior de Hebrón (3:2-5), sin los nombres
de las madres. De esta segunda bsta, Salomón es el único que ten­
drá una parte activa en el reino.
David traerá el arca del pacto a Jerusalén y le dará un hogar allí.
Pero antes de que lo haga, la Escritura registra dos aplastantes de­
rrotas de los fihsteos. Finalmente, éstos habían descubierto la posi­
ción real de David, y estaban decididos a capturarlo. La Escritura
indica que David estaba en comunicación directa con el Señor, re­
cibiendo inclusive instrucciones detalladas en cuanto a cómo atacar
a los filisteos (5:19, 23, 24).
Es interesante notar que, después de la primera batalla, cuando
los filisteos “dejaron allí abandonados sus ídolos”, David y sus
hombres “los recogieron” (vers. 21, DHH). Así como los filisteos
habían derrotado dos veces a los israelitas, llevándose el arca sa­
grada de los israelitas (1 Sam. 4:1-11), así también Israel devolvió el
— ......................

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 221

favor, derrotando dos veces a los filisteos y llevándose los ídolos de


los filisteos. Y así como David y sus seiscientos hombres habían vi­
vido entre los filisteos como súbditos leales de Aquis, rey filisteo,
asimismo Itai geteo con seiscientos hombres de Gat vivían ahora
entre los israelitas, súbditos leales de David, el rey de Israel (2
Sam. 15:18).
Hay un simbolismo final que probablemente no fue intencional,
pero que por lo menos resulta interesante notar, y es que la batalla
que le costó el arca a Israel, también le costó treinta mil víctimas (1
Sam. 4:10). Como para hacer expiación, cuando David salió a bus­
car el arca para traerla a un sitio de honor en Jerusalén, lo hizo
con treinta mil hombres escogidos (6:1). Evidentemente, este era
una día de oportunidad, un día intenso para David y su pueblo.

El Arca: M ortífera y Bendita (6:1-19)


Traer el arca a Jerusalén fue el último paso en el ascenso de Da­
vid al poder y la preparación final para oír el oráculo del pacto da­
do por Natán y la oración de respuesta de David de 2 Samuel 7.
Pero en el viaje a Jerusalén se destaca en forma siniestra el inci­
dente de Uza. Éste murió cuando extendió su mano y tocó el arca,
y la Escritura describe a Dios como directamente involucrado en su
muerte: “Y el furor de Jehová se encendió contra Uza, y lo hirió
allí Dios” (6:7). La gozosa procesión se detuvo pasmada, y David
abandonó el proyecto durante tres meses (vers. 11).
El acontecimiento debiera ser tomado seriamente, aunque pro­
bablemente no en la forma “tradicional”. El elemento del relato
que ha tentado a las personas religiosas a abusar de él es la frase:
“...porque los bueyes tropezaban”. Puesto que la mención de esa
coartada deja la impresión de que Uza estaba tratando de ayudar,
pero fue herido igualmente por una deidad de mano dura, algunos
han interpretado la narración como queriendo decir que la obe­
diencia externa es más importante para Dios que la motivación in­
terna del corazón.
No es difícil encontrar ejemplos en el Antiguo Testamento que
222 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

señalen en la dirección opuesta, es decir, que Dios valora la motiva­


ción del corazón más que el acto externo. Un incidente llamativo
es el relato de Naamán, el leproso sirio sanado, que acababa de
confesar la unicidad del Dios de Israel: “He aquí ahora conozco
que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel” (2 Rey. 5:15). Sin
embargo, Naamán sabía que sus deberes oficiales en Siria le obliga­
rían a entrar al templo de Rimón, el dios pagano, e inclinarse de­
lante de él. Al explicarle el problema al profeta Eliseo, dijo: “En
esto perdone Jehová a tu siervo”. A lo cual Eliseo respondió: “Ve
en paz” (vers. 18,19).
Incluso respecto al arca misma, el Señor se había mostrado nota­
blemente moderado en su trato con los pecadores. Seguramente
los malvados Ofhi y Finees habían merecido morir cuando mani­
pulaban el arca. Pero no, no sufrieron efectos adversos; fueron los
filisteos los que los sufrieron (1 Sam. 4:1-11).
En cuanto al incidente mismo de Uza, la Biblia no dice casi nada
en relación con razones más profundas para la muerte de Uza,
quizás en realidad nada, dependiendo cómo entienda uno el difícil
hebreo de 2 Samuel 6:7. Algunas traducciones presentan la frase
confusa de 6:7 como “por su atrevimiento”, mientras que otras
modelan su traducción en base a la traducción directa del pasaje
paralelo de 1 Crónicas 13:10, un pasaje que la RVR traduce como:
“...lo hirió, porque había extendido su mano al arca”. Si Crónicas
conservó correctamente el texto hebreo, el relato no dice nada
acerca de alguna motivación pecaminosa o perversa por parte de
Uza. El simplemente tocó el arca.
¿Es posible que la motivación de Uza haya sido pura y que su
único pecado haya sido el de tocar un objeto sagrado prohibido?
No se puede descartar tal interpretación. Y en relación con esto,
yo argumentaría que la significación de la muerte de Uza fue en
primer lugar y principalmente para la comunidad. La suerte eterna
de Uza puede no haber estado involucrada. Consideremos la histo­
ria reciente del arca antes de ser llevada a Jerusalén. Manipulada
por los impíos Oftii y Finees, el arca había sido un fracaso especta­
cular en cuanto a librar a Israel de los filisteos (1 Sam. 4:1-11).
Luego pasó siete meses entre los filisteos, mostrándoles a ellos que
- .............M U I - - ...................

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 225

en verdad era una caja peligrosa para tener por ahí, sin importar
cuán cuidadosos y concienzudos fueran (1 Sam. 5).
¿Pero por qué el arca estaba viva entre los filisteos, pero muerta
en Israel? A decir verdad, cuando los filisteos la devolvieron, el arca
tuvo nuevamente un efecto mortífero en Israel y en respuesta al
pecado obvio de arrogancia (1 Sam. 6:19, 20). Pero luego el arca
fue a Quiriat-jearim y estuvo allí “muchos días; veinte años”
(1 Sam. 7:2) antes que el pueblo despertara a su necesidad espiritual
y participara de un reavivamiento bajo la dirección de Samuel
(vers. 2-17). Sin embargo, incluso durante ese reavivamiento, nun­
ca se menciona al arca. Permaneció en Quiriat-jearim (llamada
Baala de Judá en 2 Sam. 6:2), y allí es donde tuvo que ir David
cuando decidió llevar el arca a Jerusalén.
Llamativamente, entre 1 Samuel 7:1 y 2 Samuel 6:1 —es decir,
entre el arribo del arca a Quiriat-jearim y el intento de David de
llevarla a Jerusalén— la única referencia al arca es la de 1 Samuel
14:18, un comentario breve acerca de su presencia con Ahías en el
campamento israelita. Sin embargo, en la Septuaginta no aparece
ni siquiera esa referencia, porque la palabra arca ha sido reemplaza­
da por efod. En resumen, mientras David traía el arca a Jerusalén
(debiera observarse que es por medios no ortodoxos), pudieron
haber habido muchas preguntas en las mentes de la gente: ¿Es im­
portante el arca en nuestra adoración? ¿Está presente todavía Jeho-
vá en el cofre sagrado? Dado todo lo ocurrido con el arca e Israel,
la muerte de Uza fue un recordativo poderoso de que Jehová esta­
ba verdaderamente vivo y defendiendo activamente todo lo que
era sagrado en Israel.
Pero si el Señor llamó la atención de Israel primeramente a tra­
vés de una motivación negativa, por una exhibición de su poder
que llenó de temor los corazones del pueblo, inmediatamente des­
pués cambió a lo positivo, en una exhibición de su bondad que da­
ba valor y esperanza. David, en una muestra de ira y temor, había
dejado el arca en la casa de Obed-edom geteo, mientras preguntaba
dolorido: “¿Cómo ha de venir a mí el arca de Jehová?” (6:9). No
sabemos nada acerca de la reacción de Obed-edom cuando llegó
el arca. Luego de lo que le había ocurrido a Uza, no puedo imagi­
224 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

narme que estuviera demasiado gozoso. ¿Pero qué puede hacer un


pobre geteo cuando el rey le trae un “regalo”?
Pero entonces se hizo cargo la bondad de Dios. El comenzó a
bendecir la casa de Obed-edom y todas sus posesiones (vers. 11).
Polzin observa que en la historia de Israel que se extiende desde
Deuteronomio hasta el final de 2 Reyes, “la casa de Obed-edom
geteo es la única casa, ya sea literal, famifiar, tribal o nacional, que
se dice que Jehová bendice” (Polzin, David, p. 65). No sabemos en
qué consistió la “bendición”, excepto que fue tan obvia y abundan­
te que David se enteró de ella y fue inspirado a probar una vez más
en traer el arca (vers. 12). Esta vez siguió las reglas, y el arca llegó a
Jerusalén sin tropiezos, convirtiéndose en un elemento permanen­
te del lugar hasta el exilio babilónico.
El relato de Uza y el arca es sombrío. En una época que valora
muy rara vez los objetos sagrados, nos muestra que la presencia de
Dios en nuestro medio es muy real y que puede ser peligrosa. Se
une a los relatos de la zarza ardiente y del monte humeante para
recordarnos que Dios está activo en el planeta Tierra. Al mismo
tiempo, la historia nos dice que el Dios que hiere también sana, así
como al juicio de Uza le sigue la bendición sobre Obed-edom.
A pesar de lo importante que es el relato de Uza, la sorprenden­
te naturaleza de esta intervención divina puede distorsionar nuestra
idea del ideal de Dios. Al sopesar las cosas, la Escritura muestra
clara y abundantemente que el Dios que estaba presente con el ar­
ca nunca cambiaría la rehgión del corazón por una religión mera­
mente de lo externo. En palabras del profeta Miqueas: “Qué pide
Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humi­
llarte ante tu Dios” (Aliq. 6:8).

Apéndice Explicativo: ¿ Quién Era Obed-edom?


Una parte interesante de la narración del arca tiende que ver
con la identidad de Obed- edom. Era geteo; pero ¿de qué ciudad
de Gat? La más conocida es la ciudad filistea en la cual David pasó
un tiempo. Un contingente de seiscientos hombres de Gat bajo
Itai fueron algunos de los defensores más leales de David (2 Sam.
..............................................-..................

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 225

15:18-22). La influencia de David, posiblemente combinada con el


recuerdo de la permanencia del arca en territorio filisteo, pudo ha­
ber resultado en una cantidad de conversos filisteos a la adoración
de Jehová.
Un geteo también podría haber sido un habitante de cualquiera
de las dos ciudades israelitas asignadas a los levitas: Gat-rimón en
el territorio de Dan (Jos. 19:45) o Gat-rimón en el territorio de
Manasés (Jos. 21:25). El nombre Obed-edom también aparece co­
mo levita coreíta en 1 Crónicas 26:4-8.
Puesto que la Escritura no identifica la ciudad de Gat de la cual
provenía Obed-edom, la pregunta se resume en lo siguiente: ¿Da­
vid dejaría el arca con un converso filisteo o con un levita israelita?
Uno casi sospecha a partir del relato que David estaba ansioso de
poner cierta distancia entre él y el arca por lo cual la llevó a la casa
más cercana y salió corriendo, ¡sin importar la nacionalidad del
ocupante! Desde el punto de vista de la religión israelita ortodoxa,
la Gat filistea es la opción más atrevida pero también la más popu­
lar entre los comentadores por los lazos de David con ésta. Más
aún, el primer intento de David de traer el arca a Jerusalén no estu­
vo marcado por ninguna preocupación especial por la ortodoxia.
Sin embargo, abordando la cuestión en forma diferente, algunos
han sugerido que dado el estado anímico de David, ¡incluso puede
haber preferido un hogar filisteo para que cualquier efecto mortal
posterior del arca afectara a sus enemigos antes que a su propio
pueblo!
En resumen, las dos posturas pueden tener buenos argumentos.
La Biblia no resuelve la cuestión para nosotros. Pero una cosa es
segura: ya fuera israelita o filisteo, Obed-edom y su familia atesora­
rían por mucho tiempo los recuerdos de esos tres bendecidos me­
ses en los cuales el arca estuvo en su hogar.

La Hija de Saúl (6:20-23)


El incidente de Uza no fue el único momento incómodo en el
viaje del arca a Jerusalén. El autor concluye el capítulo 6 con el re­
lato perturbador de la reacción de Mical al comportamiento de
22 6 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

David cuando el arca finalmente entró a Jerusalén. En pocas pala­


bras: Mientras observaba desde una ventana, se sintió disgustada.
Pero después de mencionar que Mical “menospreció” a David
en su corazón (vers. 16), el autor vuelve nuevamente a la celebra­
ción como para exonerar a David. Y el entusiasmo de 6:17-19 es
contagioso: David trajo el arca a la tienda que había preparado pa­
ra ella, ofreció sacrificios, bendijo al pueblo, y finalmente le dio un
regalo a cada persona que se encontraba en la multitud: “Un pan,
una torta de dátiles y otra de pasas” (vers. 19, DHH). ¡Qué fiesta!
Luego David fue a su casa para “bendecir su casa”, sólo para en­
frentar a una enojada Mical: “¡Qué bien ha quedado hoy el rey de
Israel, mostrándose delante de las esclavas de sus criados como un
desvergonzado cualquiera!” (vers. 20).
David se defendió inmediatamente y con palabras mordaces:
“Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre y
a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo de
Jehová, sobre Israel” (vers. 21). La mayoría de los comentadores
concuerdan en que David no había danzado completamente des­
nudo delante de Jehová. De acuerdo con 6:14, estaba vestido con
“un efod de lino”. Pero el mismo versículo también dice que “dan­
zaba con toda su fuerza delante de Jehová”, y el versículo 16 hace
referencia a que “saltaba y danzaba”. Lo más probable es que el
efod de lino no siempre podía habérselas con la exuberancia de
David, revelando a veces más de lo que David se proponía y más de
lo que a Mical le hubiera gustado. Sin embargo, desde el punto de
vista de David, la ocasión justificaba sus acciones.
En lugar de registrar la respuesta de Mical, el autor prosigue
con la defensa de David con una sencilla frase: “Y Mical hija de
Saúl nunca tuvo hijos hasta el día de su muerte” (vers. 23).
Pobre Mical. El amor, no la política, la había atraído a David.
La Biblia misma lo dice (1 Sam. 18:20). Su padre Saúl había tratado
de volver su amor en política, y quizá tuvo éxito, porque la Escritu­
ra no dice nada acerca del amor de David por Mical, sólo que a él
le “pareció bien... llegar a ser yerno del rey” (vers. 26). ¿Qué signi­
fica esto para la pasión que llevó a David a duplicar el precio nup­
cial requerido, de cien prepucios filisteos a doscientos? ¿Fue la pa-
__________ __

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 227

sión de la política o la pasión del amor verdadero? La Escritura no


lo dice. Pero dice que a pesar de todo eso, Saúl se dio cuenta de
que “su hija Mical lo amaba [a David]” (1 Sam. 18:28). Realmente
lo amaba. Llegaría incluso a engañar a su padre y a mentirle en la
cara para proteger a David (1 Sam. 19:11-17).
Pero su padre, que no podía dejar de jugar políticamente con
ella, la casó con otro hombre mientras David huía: Paltiel, hijo de
Lais (1 Sam. 25:44). ¿Amaba ella a Paltiel? La Escritura no lo dice.
Pero sí dice que Paltiel la amaba; bueno, no exactamente, pero esto
es lo que dice cuando David, Abner, e Is-boset comienzan una vez
más a jugar políticamente con Mical: “Entonces Is-boset envió y
se la quitó a su marido Paltiel hijo de Lais. Y su marido fue con
ella, siguiéndola y llorando hasta Bahurim. Y le dijo Abner: ‘Anda,
vuélvete. Entonces él se volvió’ ” (2 Sam. 3:15, 16).
Cuando David fue el primer amor de Mical, ella se convirtió en
su primera esposa. Pero ahora, sencillamente para convertirla en
su séptima esposa, David la arrancó de los brazos de un hombre
que realmente la quería (compare con los vers. 2-5). La vida de
David era plena y emocionante: mucha guerra, muchas mujeres. Y
podía danzar “con toda su fuerza delante de Jehová” (vers. 14).
Mical estaba parada delante de una ventana y observaba. No es
sorprendente que lo “menospreció en su corazón” (vers. 16). No
es sorprendente que recibiera a David con palabras burlonas cuan­
do él fue a su hogar a bendecir a su familia (vers. 20). Y no es sor­
prendente que David le respondiera con reprensiones mordaces
(vers. 21, 22). Pobre Mical. La “hija de Saúl nunca tuvo hijos hasta
el día de su muerte” (vers. 23).
Un político observaría que la esterilidad de Mical quería decir
que nunca tendría descendientes que pudieran pretender el trono
de David en nombre de la casa de Saúl. La casa de David todavía se
estaba fortaleciendo cada vez más. La casa de Saúl había desapare­
cido casi por completo.

Resumen: David en la Cima


Paso a paso, en 2 Samuel 2 al 6 David se acerca a su cúspide. Al
228 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

principio, el exiliado y proscrito va de Siclag a Hebrón y es ungido


rey en Judá. Luego viene el largo forcejeo con la casa de Saúl: el
éxito en el campo de batalla; el regreso de Mical, la hija de Saúl; las
muertes violentas de Abner e Is-boset. Finalmente, David es ungi­
do rey sobre todo Israel. Una nueva capital, una victoria doble so­
bre los filisteos, la llegada del arca a Jerusalén mientras David dan­
za con todas sus fuerzas delante de Jehová; junto con todos los de­
más, excepto Mical, por supuesto.
En 2 Samuel 7, el autor nos permite oír las profusas promesas
pronunciadas por el profeta Natán y la agradecida oración de Da­
vid. Pero las duras palabras de conflicto entre Mical y David re­
cuerdan a los lectores que no todo andaba bien en Jerusalén, aún
cuando la ciudad estaba al borde de su mayor gloria. Eso les daría
bastante en qué pensar ahora que la gloria había desaparecido.

■ Apliquemos la Palabra
2 Samuel 2-6
1. Dirección: David a menudo tenía comunicación directa
con el Señor, recibiendo respuestas específicas a preguntas
específicas en cuanto a lo que debía hacer o dónde debería
ir. ¿He experimentado yo una dirección tan directa? ¿De­
bería esperarla? Si no puedo preguntarle a un profeta o
consultar el Urim y Tumim, y si enviar sueños depende de
Dios y no de mí, ¿cómo tomo las decisiones en cuanto a
cómo vivir día a día? ¿Qué papel tiene mi raciocinio? ¿La
oración? ¿La Biblia? ¿El Espíritu Santo? ¿La Providencia?
2. La Política y la Piedad: Cuando David envió un mensaje a
los hombres de Jabes de Galaad, felicitándolos por ocu­
parse del cuerpo de Saúl, David estaba siendo cortés y po­
lítico. En mi vida, ¿separo ambas cosas? ¿Puedo hacerlo?
¿Cómo? ¿Debiera seguir adelante con los actos de cortesía
aún cuando sé que me motivan, por lo menos en parte, in­
tereses “políticos”? ¿Qué pasos puedo dar para evitar que
la “política” distorsione mi vida cristiana y mi testimonio
......................----------------

■ HACIÉNDOSE CARGO DE ISRAEL 229

cristiano?
3. La Voluntad de Dios: Abner parece haber sabido todo el
tiempo que era la voluntad de Dios entregarle el reino a
David. Sin embargo, por algún tiempo, siguió apoyando la
casa de Saúl. ¿De qué manera vivo yo en dos mundos, co­
nociendo la voluntad de Dios, pero eligiendo deliberada­
mente seguir mis propias inclinaciones? ¿En qué situacio­
nes específicas de mi vida puedo pensar en las cuales inter­
vino el Señor para liberarme de mi vida doble?
4. El Temperamento: ¿Soy parecido a Abner, dominante y
obstinado, o me parezco más al retraído y dominado Is-
boset? ¿Debería tratar de ser más parecido a uno o a otro?
¿Por qué sí o por qué no? ¿Cómo puede ayudarme el Se­
ñor a producir cambios que tengan que ver con mi tem­
peramento básico?
5. Dominación: Las vidas tanto de Mical como de Is-boset
parecerían haber estado controladas en gran parte por las
decisiones de otras personas. ¿Me encuentro a veces a mí
mismo en iguales circunstancias? ¿Cómo puede ayudarme
el Señor a sobrevivir o a hacer cambios? ¿Cómo puedo sa­
ber cuándo soportar los esfuerzos de los otros por contro­
lar mi vida y cuándo resistirlos?
6. Uza y Obed-edom: ¿Me parece que el juicio de Dios contra
Uza es tan abrumador que paso por alto la bendición que
dio a Obed-edom? ¿Qué aspecto del trato de Dios me
causa mayor impresión? En mi propia vida, ¿qué circuns­
tancias específicas he enfrentado que me hicieron prestar
más atención a los juicios de Dios? ¿En qué circunstancias
específicas de mi vida las bendiciones de Dios me han sido
de más ayuda que sus juicios? ¿Veo a Dios básicamente
como una fuente de juicio o de bendición?

■ Investiguemos la Palabra
1. Jerusalén: Un tema con posibilidades casi ilimitadas es el
de la historia y el desarrollo de Jerusalén. Comience con el
23 0 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

artículo de un diccionario bíblico acerca de “Jerusalén”,


observando especialmente las discusiones acerca de la his­
toria temprana de la ciudad. Un atlas bíblico común tam­
bién puede proveerle de mapas o diagramas de la ciudad,
mostrando cómo creció y se desarrolló a lo largo de los
años.
2. Obed-eclom y Gat: Este capítulo presentó un panorama ge­
neral sucinto con respecto a la pregunta por la identidad
de Obed-edom. Para explorar el asunto más detallada­
mente, lea los artículos titulados “Obed-edom” y “Gat”
en un diccionario bíblico. También incluya a Gat-rimón
en su estudio. Ubique cada Gat en el mapa, observando la
relación de cada una con la ruta del arca (de Quiriat-jea-
rim a Jerusalén) en la ocasión en que Obed-edom se con­
virtió en su custodio temporario. Busque luego en una
concordancia y verifique todos los casos en que menciona
“Gat” o “geteo” como base para formular su propia postu­
ra acerca de la identidad nacional de Obed-edom. Final­
mente, enumere todos los factores significativos que lo
llevan a esa conclusión.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para un comentario general de la narración bíblica, véase
Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 754-769.
2. Si el relato de Uza sugiere que el Dios del Antiguo Testa­
mento es duro y legalista, un buen antídoto es el libro de
J. Dybdahl, Oíd Testament Grace, una obra que explora la
misericordia de Dios en el Antiguo Testamento.
l iiillilllilllllllll— ■

C A PIT U L O N U E V E

Del Cielo al Infierno


2 Sam uel 7-12

En 2 Samuel 7 al 12, David llega a la cúspide de su gloria y luego se


desploma al abismo. Su clímax llega en el capítulo 7, donde ofrece cons­
truir una casa para el Señor. El profeta Natán dice Sí, sólo para oír que
Dios dice No. El oráculo de Natán y la oración de David se combinan pa­
ra hacer de este capítulo una fu en te abundante para estudiar la teología
del pacto. Jeh ová dijo que no necesitaba una casa, sino que establecería la
casa de David; para siempre. David se sintió profundamente agradecido.
Por supuesto, los lectores de 2 Samuel sabían que el hijo de David
construyó una casa para Jehová, una casa arrasada ahora por Babilonia.
También sabían que el sucesor de David no estaba ya en el trono sino en el
exilio en Babilonia. ¿ Qué quería decir Jehová cuando dijo que establecería
el trono y la casa de David para siempre (7:13, 16)?
Los capítulos 8 al 10 continúan con un catálogo de victorias militares,
con el relato de la bondad de David hacia M efi-boset, y con la narración
de una batalla contra los amonitas. El adulterio y el asesinato llegan en el
capítulo 11; el juicio de Dios en el capítulo 12: “Tú eres aquel hombre”
(12:7), y “Nc se apartará jam ás de tu casa la espada” (vers. 10). David
ha pasado del cielo al infierno. El resto de 2 Samuel revelará el precio de
disfrutar los placeres del pecado p or un tiempo.

■ Introduzcámonos en la Palabra
2 Samuel 7-9 (7-12)
Lea en forma rápida 2 Samuel 7 al 12 para tener una idea
231
232 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

general, luego léalo nuevamente según vaya necesitando a la


luz de las sugerencias de estudio que se presentan a conti­
nuación, especialmente los capítulos 7 al 9:

1. Jehová: Haga una lista con todos los pasajes de los capítu­
los 7 al 12 en los cuales se menciona a Jehová o Dios.
Analice luego los relatos en los cuales está presente y
aquellos en los cuales está ausente. Redacte una declara­
ción breve que resuma lo que le parece que tiene impor­
tancia de lo que descubrió.
2. La Verdad: Medite cuidadosamente en todos los relatos y
personajes de los capítulos 7 al 12 con el propósito de ac­
tualizar la sección titulada “La Verdad” de su cuaderno.
Escriba sus comentarios según sea apropiado.
3. La Perspectiva de un Exiliado: Trate de leer el capítulo 7 a
través de los ojos de alguien que vivía durante el exilio
(por ejemplo, después que Jerusalén, su templo y su rey
ya no existen más). Haga una lista de aquellas cosas del
oráculo de Natán y de la oración de David que serían espe­
cialmente significativas o problemáticas en circunstancias
del exilio. Resuma en un párrafo breve cómo piensa que
hubiera reaccionado a la lectura del oráculo y de la ora­
ción si hubiese estado viviendo en la época inmediata­
mente posterior a la destrucción de Jerusalén.
4. Para Siempre: Haga una lista de todos los “para siempre”
del capítulo 7, observando en cada caso la apficación que
se le da. Luego, tome nota de cualquier elemento del orá­
culo o de la oración que podrían ser descritos como condi­
cionales.
5. Enemigos Derrotados: Enumere (con sus referencias) las
naciones y los pueblos que David derrotó militarmente.
Utilice los mapas de su Bibba o un diccionario bíbhco para
ubicarlos en el mapa, y bosqueje (o describa) los límites
inclusivos del reino de David.
6. Mefi-boset: En relación con la historia de Mefi-boset en el
capítulo 9:
■ ■ ■ ■ ■

■ DEL CIELO AL INFIERNO 255

a. Geografía: El hogar de Mefi-boset en Lodebar estaba


probablemente al sur del Mar de Galilea. Con la ayuda de
los mapas de su Biblia o de un diccionario bíbbco observe
cómo se relaciona esa ubicación con Jabes y Mahanaim,
centros claves del apoyo a la casa de Saúl, y con Jerusalén.
b. Cronología: Confeccione una cronología de la vida de
Mefi-boset, tomando en cuenta 4:4 junto con la historia
de 2 Samuel 21:1-14. En relación con la historia de 2 Sa­
muel 21, considere la posibilidad de que haya ocurrido
antes de los acontecimientos del capítulo 9.
c. La casa de Saúl: Actuafice la sección “Casa de Saúl” de
su cuaderno. Sus comentarios acerca de Mefi-boset quizá
deban ser preliminares, puesto que él y David interactúan
más adelante también en 2 Samuel.

■ Exploremos la Palabra
Una Casa para David, una Casa para el Señor (1:1-29)
David está ahora establecido en su propio palacio, y el Señor le
ha dado “reposo de todos sus enemigos en derredor” (vers. 1). El
capítulo 5 había descrito las actividades de construcción de David
en Jerusalén, incluyendo la construcción de su propio palacio con
la ayuda de obreros enviados por Hiram, rey de Tiro (5:9-12). En
su mayor parte, sin embargo, los capítulos 1 al 5 describen la caída
de los enemigos de David: los filisteos y sus oponentes de la casa de
Saúl. Aparecerán más enemigos en los capítulos 8 al 10, y una esca­
ramuza más con la casa de Saúl en el capítulo 9, la historia de Mefi-
boset. Pero en el esquema de cosas del autor, ahora es el momento
de hablar de los planes de Dios para David y de los planes de David
para Dios.
El oráculo de Natán y la oración de David, que se encuentran en
2 Samuel 7 y en forma similar en 1 Crónicas 17, son los funda­
mentos sobre los cuales se erigen las esperanzas mesiánicas judías y
cristianas. En la actualidad, el intérprete se enfrenta al desafío de
intentar oír estos pasajes desde por lo menos cinco perspectivas di­
234 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

ferentes, enumeradas aquí en el orden cronológico en el cual cada


una se hizo viable:
1. La monarquía (1000 a. C\): Días de gloria. La perspectiva de
David y Salomón y sus contemporáneos cuando las esperanzas de
la monarquía davídica eran fuertes y vibrantes.
2. El exilio (después del 586 a.C.): El templo y la ciudad destruidos, el
pueblo y el rey en Babilonia. La perspectiva del autor de 1 y 2 Samuel
y su audiencia, viviendo el golpe inmediato de la pérdida de todo lo
que les era cercano y querido.
3. El período postexílico (400 a.C.): Templo modesto, sin rey a la vista.
Es la perspectiva del autor de Crónicas y su audiencia, la apariencia
es mala pero las esperanzas siguen vivas.
4. La Era Cristiana (100 d.C.): Comunidad universal, reino espiri­
tual, rey eterno. La perspectiva de los que aceptaron a Jesús como el
hijo prometido de David y, por lo tanto, la transformación dramáti­
ca del significado literal de las promesas hechas a David.
5. La época judía postcristiana (moderna): Regreso a la tierra y a la
ciudad, quizás un templo, quizás un mesías. La perspectiva de ciertas
tendencias del judaismo moderno, refractadas de diferentes mane­
ras a los varios segmentos del judaismo.
Vamos a centrarnos primeramente en la segunda perspectiva, la
del autor de 1 y 2 Samuel, prestando mucha atención a la primera,
la perspectiva de los que vivieron en los días de David y Salomón;
también se le dará atención apropiada a la tercera y la cuarta, la del
autor de Crónicas y la cristiana.
Dada la llamativa historia del ascenso de David al poder, tratar
de vivenciar el oráculo de Natán y la oración de David como lo hi­
zo el autor de 2 Samuel es casi como volver a leer las promesas de
campaña de un candidato al cual uno apoyó pero que acaba de
perder las elecciones, o como volver a leer cartas de amor de un
matrimonio que fue feliz pero que ahora terminó en divorcio.
Desde una perspectiva más bíblica, es como tratar de entresacar las
palabras airadas de Job de los discursos altivos de sus amigos, sa­
biendo que desde la perspectiva final de Dios, Job dijo lo correcto y
sus amigos hablaron neciamente (Job 42:7-9).
Desde una perspectiva más reciente, es algo así como tratar de
-___ ._________ _

■ DEL CIELO AL INFIERNO 235

entender los dos mundos de Baruc Goldstein, el médico nacido en


Brooklyn que mató a balazos a 48 musulmanes en la mezquita mu­
sulmana de Hebrón en febrero de 1994, pero quien en 1970, unos
veinticuatro años antes, siendo alumno de escuela primaria, escri­
bió: “¿Quién dará algo para lograr una situación como esta: que
todos los seres humanos vivan en paz, que no maten y que no codi­
cien la tierra del vecino?” (Newsweek, 21 de marzo de 1994).
No es fácil imaginarnos en el marco del exilio y “oír”, desde esa
perspectiva, las resplandecientes palabras de Natán a David y la
agradecida respuesta de David. Pero por la gracia de Dios, su Espí­
ritu puede ayudarnos a oír, y de maneras que sean significativas
para nuestros días también.

Panorama General del Capítulo 7


David contrasta su hermoso palacio con la modesta tienda de
Jehová y dice que quiere construir una casa para el Señor. El profe­
ta Natán dice Sí, pero el Señor dice No, y explica por qué: él no
necesita una casa, nunca la ha necesitado. Pero establecerá la casa
de David. El hijo de David construirá una casa para el nombre del
Señor, no para el Señor mismo. Si el hijo se descarría, el Señor lo
castigará pero no retirará su amor. La casa de David permanecerá
para siempre.
En respuesta, David no dice nada acerca de una casa para el Se­
ñor sino que expresa reverencia y gratitud por la promesa de una
casa permanente y le pide al Señor que la bendiga.

El Oráculo de Natán (7:1-17)


La respuesta de Natán a la sugerencia de David es el ejemplo
más claro en las Escrituras de un profeta verdadero que habla en el
nombre de Señor que luego revierte su mensaje a causa de una pa­
labra directa del Señor. Es posible, sin embargo, que esta expe­
riencia sea más bien la regla que la excepción. Los profetas general­
mente reciben sus credenciales por medio de una visión o algún
otro tipo de manifestación gloriosa de la presencia de Dios (teofa-
236 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

nía). Autorizados así, luego hablan en el nombre del Señor, pero


no necesariamente sobre la base de sus experiencias visionarias. In­
terpretan los tiempos al pueblo de Dios sobre la base de su mejor
juicio y de las revelaciones de Dios. El Señor promete capacitarlos
(Exo. 4:1-8), estar a su lado (Jer. 1:19), purificarlos (Isa. 6:7) y ayu­
darles a hablar (Exo. 4:12; Jer. 1:9). Al igual que Isaías con el rey
Ezequías, un profeta puede aconsejar resistir a un invasor extranje­
ro (Isa. 37:6, 7). O, como Jeremías con el rey Sedequías, un profeta
puede aconsejar rendirse (Jer. 38:17, 18). Y también como Jere­
mías, un profeta puede dar un mensaje del Señor, y luego agregar­
le “muchas otras palabras semejantes” (Jer. 36:32).
En 2 Samuel 7 no hay nada que sugiera que David cuestionó la
autoridad del profeta, porque Natán se “equivocó”, y luego se co­
rrigió en base a instrucciones más específicas de Dios. En verdad,
la preocupación pastoral del Señor por su pueblo —incluidos los
reyes— podría sugerir que la afirmación original de Natán a las
buenas intenciones de David fueran el mensaje “correcto”. Una
vez confirmado por el profeta, David estaba más preparado para
recibir la “corrección” cuando llegara.
En el oráculo de Natán a David proveniente de Jehová, la pri­
mera sección (7:5-7) da las razones por las cuales el Señor no quería
que David le construyera una casa: nunca antes había necesitado
una y no la necesitaba ahora. Una tienda era bastante adecuado.
¿Estaba queriendo nuestro autor que su audiencia en el exilio reco­
nociera que el Señor podía arreglárselas fácilmente sin un templo?
El templo había desaparecido. Quizá debería quedar así.
El oráculo de Natán no dice nada en cuanto a que el derrama­
miento de sangre descalificara a David para construir el templo.
Ese argumento, que David acredita directamente a Dios, es regis­
trado por el autor de Crónicas en las instrucciones que David le
da a su hijo Salomón en relación con la construcción del templo
(1 Crón. 22:8).
La siguiente sección (7:8-11, p.p.) describe los beneficios especí­
ficos que Jehová quería darles a David y a su casa. En los días de
David esas promesas eran creíbles y estaban casi a la mano: el pue­
blo tendría un hogar propio y no sería molestado; los impíos no
■ DEL CIELO AL INFIERNO 231

los oprimirían más; Dios les daría “reposo” de todos sus enemigos.
El exilio, por supuesto, había hecho un caos con todas esas prome­
sas. Pero sin inmutarse, el autor de 2 Samuel las reproduce para
que sus lectores mediten en ellas.
Finalmente, Natán confirma la naturaleza permanente de la casa
de David (vers. 11, u.p., al 16). Aquí, además, aparece su única
mención de una casa para el Señor, aunque no es para el Señor
mismo, sino sólo para su nombre. Y esa casa sería construida por el
hijo de David. La casa de David, su reino y su trono permanecerían
para siempre. Para siempre, para siempre, para siempre; Natán lo
repite tres veces (vers. 13, 16). Eso sonaba bien en los días de Da­
vid. ¿Pero como sonaría durante el exilio, cuando la casa, el reino y
el trono —junto con el templo, la casa del nombre de Jehová—
habían desaparecido?

La Oración de David (7:18-29)


En la oración de David, la primera línea resultaría tanto doloro-
sa como irónica para la audiencia del exilio. David dice: “¿Quién
soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí?”
(vers. 18). ¿Cuán lejos? ¿Todo el camino hasta el exilio? Pero David
estaba respondiendo simplemente a la promesa de Jehová: “Yo te
tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fúeses príncipe so­
bre mi pueblo, sobre Israel” (vers. 8).
David concluyó su oración pidiendo la bendición de Jehová so­
bre su casa. Esa bendición no se registra explícitamente en las Es­
crituras. Como se observara anteriormente, en todo el Antiguo
Testamento, la única casa de cualquier tipo bendecida directamen­
te por el Señor fue la casa de Obed-edom (Polzin, David, p. 65).
Los siguientes capítulos podrían sugerir que la casa de David
fue maldecida más de lo que fue bendecida. Pero esa no sería la
primera vez que una casa permanente fuera conservada como
ejemplo continuo de la maldición de Dios. Considere, por ejem­
plo, las palabras de Jehová a Eli: “Yo había dicho que tu casa y la
casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente” (1 Sam.
2:30). ¿Cómo podía Jehová castigar esa casa? No mediante la des­
238 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

tracción total, sino por medio del dolor y el sufrimiento perma­


nente. Hablándole a Eli, el Señor había dicho: “El varón de los tu­
yos que yo no corte de mi altar, será para consumir tus ojos y llenar
tu alma de dolor” (vers. 33). Ese era el destino que Dios describió
en su mensaje a Samuel: “Le he anunciado que voy a castigar a los
suyos para siempre” (1 Sam. 3:13, DHH).
La maldición de David sobre Joab señala en forma similar un
castigo que dura “perpetuamente”: “Que nunca falte de la casa de
Joab quien padezca flujo, ni leproso, ni quien ande con báculo, ni
quien muera a espada, ni quien tenga falta de pan” (2 Sam. 3:29).
Esto se adecúa al caso de David también. Como dice Polzin,
“no es accidental que el siguiente ‘para siempre’ que sigue a los
ocho para siempre de 2 Samuel 7 sea la promesa de Dios de castigo
perpetuo para la casa de David” (David, p. 81). La referencia es 2
Samuel 12:10: “Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la
espada, por cuanto me menospreciaste, y tomaste la mujer de
Urías heteo para que fuese tu mujer”. Polzin también dice: “Una
espada no puede permanecer para siempre sobre una casa a menos
que esa casa permanezca para siempre” (David, p. 81).
Una visión tan sombría de las promesas hechas a David es sólo
una perspectiva, por supuesto. Cuando el autor de Crónicas vuelve
a contar la misma historia, produce una visión mucho más espe­
ranzada del futuro, pero en el proceso omite o abrevia rigurosa­
mente una gran parte de la evidencia reprobatoria que documenta
el caos que golpeó la casa de David y que contribuyó a la declina­
ción de la monarquía. El cronista sin duda ayudó a mantener vivas
las promesas “eternas” hechas a la casa de David, preparando así
el camino para su transformación última por medio del mensaje y
ministerio de Jesús, transformación que prevé una comunidad sin
otro rey que Jesús, donde toda la humanidad son hermanos y her­
manas, y en la cual todos son uno en él.
¿Revolucionario? Sin embargo el autor de 1 y 2 Samuel vislum­
bró el ideal desde lejos. Quizá porque estaba tan cerca del desastre
de la monarquía, demasiado preocupado por sus resultados adver­
sos, no fue capaz de articular él mismo la nueva visión. Por ello,
en lugar de transformar las promesas de un reino davídico eterno,

wmmmmmmmmm
■ DEL CIELO AL INFIERNO 239

las consideró como promesas de un dolor sin fin, una espada que se
negaba a desaparecer. Los cristianos también pueden beneficiarse
de este mensaje. Es una advertencia digna de ser recordada cuando
nos sentimos tentados a sentirnos arrogantes por las bendiciones
del Señor sobre su pueblo.

Hombre de Guerra (8:1-18)


El capítulo 8 parece ser un resumen o una muestra de las proe­
zas militares de David, probablemente no en orden cronológico
(Anderson, p. 130). La lista podría incluir victorias que pertenecen
a todo su reinado. Desde el punto de vista del propósito del autor,
el capítulo ilustra un par de puntos del oráculo de Natán, a saber,
que pueblos impíos ya no “oprimirían” al pueblo de Israel y que
Dios le había dado “reposo” a David de todos sus enemigos (7:10,
11). En 1 Crónicas 18 se encuentra un pasaje paralelo a 2 Samuel
8, con numerosos cambios menores, agregados y supresiones. La
supresión más notable es la descripción de la ejecución brutal que
hizo David con dos tercios de los moabitas (2 Sam. 8:2). El autor
de Crónicas estaba decidido a dar la versión de las “buenas noti­
cias” acerca del reinado de David, aunque aparentemente no tenía
remordimientos en cuanto a la violencia en general, ya que él tam­
bién informó que David desjarretó los caballos de los carros de
Hadad-ezer(2 Sam. 8:4; 1 Crón. 18:4).
El autor de Crónicas aumenta lo que dice 2 Samuel 8 cuando
expresa que Salomón utilizó el bronce que David reunió para “el
mar de bronce, las columnas, y utensilios de bronce” (1 Crón.
18:8). Y difiere de 2 Samuel 8:4, que menciona 1.700 hombres de a
caballo de Hadad-ezer capturados; 1 Crónicas 18:4 menciona
1.000 carros y 7.000 jinetes. El autor de Crónicas también otorga
crédito a Abisai, no a David, por la matanza de 18.000 edomitas (2
Sam. 8:13; 1 Crón. 18:12). Finalmente, 2 Samuel 8:18 declara que
los hijos de David eran “sacerdotes” (BJ); 1 Crónicas 18:17 dice
que eran “sus principales ayudantes” (DHH).
Con respecto al derramamiento de sangre que se infiere y que se
explicita en 2 Samuel 8, seamos realistas. Aunque nos gustaría que
240 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

David se hubiera comportado como un caballero de la campiña in­


glesa, dada la violencia de su tiempo, difícilmente podemos esperar
lo contrario. Sin embargo, lo que es notable aquí es que aparente­
mente fue más brutal que lo común con los moabitas. Después de
todo, David mismo era moabita en parte a través de Rut (Rut 4:17;
Mat. 1:5) y había confiado sus propios padres al rey moabita por
un tiempo mientras él huía de Saúl (1 Sam. 22:3, 4). No obstante,
si fue cruel con los moabitas, lo fue más con los edomitas en deter­
minado momento. De acuerdo con 1 Reyes 11:15 y 16, David y su
ejército permanecieron en Edom durante seis meses hasta haber
matado a todos los varones edomitas. Tal incursión es especial­
mente chocante en vista del tratamiento contrastante que ordena
Deuteronomio para con los moabitas y amonitas, por un lado, y
los edomitas por el otro: “No entrará amonita ni moabita en la
congregación de Jehová, ni hasta la décima generación” (Deut.
23:3). Pero, “no aborrecerás al edomita, porque es tu hermano”
(vers. 7).
En contraste con la versión de las “buenas noticias” del autor de
Crónicas, el autor de 1 y 2 Samuel no vacila en incluir el lado más
feo de la historia de David. Eso se adecúa a su propósito general de
mostrar que todos los reyes, incluidos David y Salomón, eran total­
mente humanos, y que su participación en la defectuosa institu­
ción de la monarquía sólo hizo que las cosas fueran peores. Pero se
puede discutir que tuviera el propósito de revelar sutilmente el lado
sombrío de la experiencia de David el incluir o no aquí los deta­
lles brutales en relación con los moabitas, y con los edomitas en 1
Reyes 11. Y por cierto su conclusión del relato de 2 Samuel 8 re­
suena afirmativamente: “Y reinó David sobre todo Israel; y David
administraba justicia [mishpat] y equidad [tsedekah] a todo su pue­
blo” (vers. 15). Si, como se sugiriera anteriormente, David se que­
dó corto en ejecutar justicia en relación con la muerte de Abner a
manos de Joab, aquí el autor de 2 Samuel no duda en afirmar la
actuación real general de David como “justa” y “recta”, usando las
mismas palabras que se repiten dos veces en la descripción del rey
ideal en el Salmo 72: “Oh Dios, da tus juicios [mishpat] al rey, y tu
justicia [tsedekah] al hijo del rey. El juzgará a tu pueblo con justicia
■ DEL CIELO AL INFIERNO 241

[¡tsedekah], y a tus afligidos con juicio [mishpat]” (Sal. 72:1, 2).


Puesto que el relato paralelo de 1 Crónicas 18:14 incluye las
mismas palabras, tanto el autor de Crónicas como el de 2 Samuel
estaban citando probablemente los puntos de vista de un escritor
previo que dejó expresada su opinión en los archivos reales. A pesar
de ello, el autor de 2 Samuel no tenía remordimiento en incluir es­
ta brillante consideración del reinado de David.
En relación con la habilidad administrativa de David, vale la pe­
na observar que su lista de los principales oficiales al final del capí­
tulo 8 incluye tres parejas: dos comandantes militares (Joab y Be-
naía), dos sacerdotes (Sadoc y Ahimelec), y dos del “departamento
de estado” (Josafat y Seraías). Como dice Anderson, “si esta es­
tructura dual es intencional, su propósito pudo haber sido el de
disminuir la acumulación de poder en un solo par de manos” (An­
derson, p. 136).

M efi-boset (9:1-13)
En mi experiencia docente, a menudo me ha desesperado la fal­
ta de perspectiva cronológica y geográfica de mis alumnos en rela­
ción con historias bíblicas muy conocidas. A menudo tienen sólo
una idea vaga de dónde encajan los personajes en el fluir de la his­
toria.
La historia de Mefi-boset, el hijo de Jonatán, es una de esas “is­
las” que parece flotar sin raíces en la historia: es simplemente una
historia conmovedora de un niño pequeño que quedó lisiado
cuando su niñera lo dejó caer en su apuro por llevarlo a la seguri­
dad, y quien más tarde fue tratado con gran bondad por el rey Da­
vid.
Pero es mucho más que una linda historia. Tiene que ver con
promesas y con integridad. Y cuando tomamos en cuenta 1 y 2 Sa­
muel en su totalidad, no sólo son de interés la cronología y la geo­
grafía, sino también dónde ubica el autor la historia en su esquema
de cosas.
Para captar la importancia de lo que significa la historia de Me­
fi-boset en este momento, necesitamos repasar lo ocurrido entre
242 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

David y Jonatán y la casa de Saúl. Debo manifestar mi propia par­


cialidad, porque al trabajar con 1 y 2 Samuel me ha atraído mucho
la figura de Jonatán. De todos los personajes principales de la his­
toria, él parece ser el que está más cerca de ser “bueno”. Cuando
aparece por primera vez en 1 Samuel 14, es un joven y modesto
guerrero que se desliza fuera del campamento para ver si el Señor
lo puede utilizar contra los filisteos. “Quizás haga algo Jehová por
nosotros”, le dice a su paje de armas. “No es difícil para Jehová
salvar con muchos o con pocos” (vers. 6). Jehová utilizó la sencilla
fe de Jonatán para librar a Israel.
Cuando sin saberlo transgredió el necio voto de su padre, Jona­
tán estuvo dispuesto a admitir sus acciones y a pagar el precio. No
se defendió a sí mismo; el pueblo lo hizo (vers. 45).
La siguiente vez que aparece, inmediatamente después de la
victoria de David sobre Goliat, en lugar de considerar a David co­
mo un rival, Jonatán lo abrazó como un amigo, dándole a David
su manto, su túnica, su espada, su arco y su cinto (1 Sam. 18:4).
Cuando Saúl ordenó a sus hombres que mataran a David, Jonatán
advirtió a David y luego enfrentó a Saúl, extrayéndole un jura­
mento a su padre: “Vive Jehová, que [David] no morirá” (1 Sam.
19:6).
Pero Saúl igualmente persiguió a David, tratando de clavarlo
con su lanza contra la pared (vers. 10). Mical ayudó a David a esca­
par (vers. 11-17) y Samuel lo refugió por un tiempo (vers. 18-24).
Todavía huyendo, David finalmente le dijo con desesperación a Jo­
natán: “¿Qué he hecho yo? ¿Cuál es mi maldad, o cuál mi pecado
contra tu padre, para que busque mi vida?” (1 Sam. 20:1).
Jonatán le dijo: “Lo que deseare tu alma, haré por ti” (vers. 4).
Entonces David le pidió a Jonatán que dijera una mentira por él.
David dijo muchas mentiras —tantas, de hecho, que la única men­
tira que la Bibha acredita a Jonatán en realidad también fue una
mentira de David— y Jonatán la dijo por su amigo David (vers. 5-
8, 28, 29). Saúl respondió arrojándole su lanza a Jonatán. La Es­
critura dice que Jonatán se enojó, pero también que “tenía dolor”.
¿Por qué? Porque “su padre había deshonrado a David” (vers. 34,
NBE).
■ DEL CIELO AL INFIERNO 243

El mismo capítulo describe el pacto de unión entre David y Jo-


natán, y es Jonatán el que toma la iniciativa. Es su voz la que oímos
confirmando amor y compromiso para con David, no al revés. La
única referencia explícita a la mutualidad aparece justo antes de las
últimas palabras de Jonatán, cuando David “se inclinó tres veces
postrándose hasta la tierra; y besándose el uno al otro, lloraron el
uno con el otro” (vers. 41). El hebreo de la siguiente frase es pro­
blemático. Literalmente dice: “Hasta que David alabó”. La traduc­
ción de la versión RVR, “David lloró más”, es sugerida por la Vul-
gata Latina. No que David resistiera el pacto con Jonatán; lo que
ocurre simplemente es que el compromiso de Jonatán con David es
muy dominante y abrumador.
Los dos hombres se encontraron una vez más antes de que Jona­
tán muriera en batalla. Mientras David estaba escondido en el de­
sierto de Zif, la Escritura dice que Jonatán fue a él y “fortaleció su
mano en Dios” (1 Sam. 23:16). Los dos “hicieron pacto delante de
Jehová”. Luego Jonatán se fue a casa (vers. 18).
La esencia de ese pacto entre David y Jonatán fue que David
nunca interrumpiría su bondad (jesed, “lealtad de pacto”) para con
la familia de Jonatán (1 Sam. 20:15). “Jehová esté entre tú y yo,
entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre”, dijo Jo­
natán (vers. 42). Más tarde, durante un breve momento de serie­
dad, Saúl le pidió algo similar a David: “Júrame, pues, ahora por
Jehová, que no destruirás mi descendencia después de mí, ni bo­
rrarás mi nombre de la casa de mi padre” (1 Sam. 24:21). La Escri­
tura es clara: “David juró a Saúl” (vers. 22).
La fuerte reacción emocional de David por la pérdida de Saúl y
de Jonatán se registra en 2 Samuel 1. No hay nada en el capítulo
que sugiera que su emoción no era genuina. Y parte de su ende­
cha testifica del afecto que sentía hacia Jonatán: “Angustia tengo
por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce. Más mara­
villoso me fue tu amor que el amor de las mujeres” (vers. 26).
Pero ahora, sólo después de muchos años, oímos finalmente la
pregunta de David registrada en 2 Samuel 9: “¿Ha quedado alguno
de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jona­
tán?” (vers. 1; compare con el vers. 3).
244 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

La pista comenzó con Siba, siervo de Saúl, aparentemente un


hombre con cierta riqueza, puesto que tenía quince hijos y veinte
siervos (vers. 10). Siba le habló a David de Mefi-boset, que se las
había ingeniado para poner cierta distancia entre él y David, vi­
viendo en Transjordania en Lodebar, cerca del extremo sur del
Mar de Galilea. Estaba viviendo en casa de Maquir hijo de Amiel,
un hombre que más adelante mostraría hospitalidad hacia David
durante el alzamiento de Absalón (17:27-29).
Habían pasado quizá veinte años desde la muerte de Jonatán.
Mefi-boset tenía cinco años cuando perdió a su padre (4:4) y ahora
tenía un hijo pequeño propio llamado Micaía (9:12). Mefi-boset
apareció delante de David con una gran muestra de respeto y te­
mor. David le dijo que no tuviera temor, porque quería mostrarle
bondad (jesed) por causa de su padre Jonatán. Mefi-boset recibiría
todas las propiedades de Saúl, su abuelo y comería a la mesa del
rey en Jerusalén (vers. 7).
En vista de esto, David parece generoso. Y dado lo que ocurre
generalmente con los descendientes de un rey depuesto, Mefi-bo­
set podía estar agradecido de estar vivo. En realidad, David parece
haber estado haciendo referencia a un solo sobreviviente cuando
preguntó: “¿Queda todavía algún hijo...}” Dos veces formuló la
pregunta y las dos veces utilizó la palabra todavía (BJ). ¿Qué quería
decir?
En primer lugar, los lectores de 2 Samuel estaban bien cons­
cientes de la muerte de la casa de Saúl. Abner e Is-boset habían si­
do asesinados. Y a pesar de que David se declaró inocente en am­
bos casos, al no castigar a Joab mostró una debilidad que David
mismo admitió (3:39). Una persona más cínica sospecharía que
David realmente quería sacar del camino a la casa de Saúl. Más
aún, sus airadas palabras a Mical después de traer el arca a Jerusa­
lén revelan una hostilidad persistente hacia la casa de Saúl (6:21,
22 ).
En segundo lugar, otra parte del rompecabezas puede ser la
muerte de siete miembros de la casa de Saúl descrita en 2 Samuel
21:1-14, un acontecimiento que los eruditos consideran como cro­
nológicamente anterior a los eventos descritos en 2 Samuel 9. In-
.........illÉÉÉ...

■ DEL CIELO AL INFIERNO 245

cluso Polzin, quien defiende vigorosamente la decisión literaria del


autor de ubicar el relato de la matanza hacia el final de libro, admi­
te que es “muy posible” que ocurriera antes de los eventos de 2 Sa­
muel 9 (David, p. 98). Si la matanza precedió la visita de Mefi-boset
a David, entonces se puede entender tanto su temor en presencia
de David como la pregunta que David repite dos veces: “¿Queda
alguien todavía?”
También se puede argumentar que el trato que le da David a
Mefi-boset es generoso y a la vez controlador. Polzin observa el
giro irónico que aparece al final de 2 Reyes, en donde Joaquín,
“hijo” de David, “pudo... comer con el rey por el resto de su vida”
(2 Reyes 25:29, DHH); pero, por supuesto, ¡como exiliado y co­
mo cautivo del rey en Babilonia (David, pp. 102, 103)! En forma si­
milar, Mefi-boset estaba bajo el control de David, ya que David
pudo quitarle las propiedades a Mefi-boset de un solo golpe (2
Sam. 16:4) y devolverle la mitad (19:29), aunque pareciera que
Mefi-boset rechazó esa última oferta.
En suma, el autor de 1 y 2 Samuel nunca niega las muchas cosas
buenas que hizo David por su pueblo. Pero también bosqueja la fi­
gura de un hombre que siempre obtiene lo que quiere; una ten­
dencia peligrosa que puso en riesgo tanto al rey como al pueblo.
Técnicamente, David cumplió su voto a Jonatán y a Saúl de no
borrar sus nombres de la historia. De acuerdo con las genealogías
incluidas por el autor de Crónicas, Micaía, el hijo de Mefi-boset,
tuvo una larga lista de descendientes (1 Crón. 8:34-39: 9:40-44).
Es así como David cumplió su promesa, sólo que un poco tarde.
En palabras de Polzin: “David mostró jesed a la casa de Saúl sólo
después de permitir que la espada de los gabaonitas descendiera
sobre la mayor parte de sus ocupantes” (David, p. 100). Y aún
cuando mostró jesed, mantuvo un ojo atento sobre el último miem­
bro de la casa de Saúl.
La historia de Mefi-boset aparece en 2 Samuel pero en ninguna
otra parte de la Escritura. Y que la versión de las “buenas noticias”
acerca de la historia de David hecha por el autor de Crónicas no la
incluya, también sugiere que a pesar de sus momentos de belleza y
compasión, la historia anuncia defectos en el carácter de David
24 6 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

que pronto lo precipitarán a él y su reino hacia el caos.

■ Introduzcámonos en la Palabra
2 Samuel 10-12
1. Repaso: Vuelva a la primera sugerencia de la sección “In­
troduzcámonos en la Palabra” que abre este capítulo y
busque las referencias a Dios en los capítulos 10 al 12.
Redacte una breve declaración de lo que significa la pre­
sencia o ausencia de Dios, especialmente en los capítulos
11 y 12.
2. Geografía: Con la ayuda de los mapas de su Biblia o de un
diccionario bíblico, ubique los lugares y las personas men­
cionadas en los capítulos 10 al 12. Observe especialmente
de dónde provenían los aliados que vinieron en ayuda de
los amonitas.
3. Los Inocentes: Enumere las personas inocentes del capítulo
11 que fueron afectadas por la pasión de David hacia Bet-
sabé. Comente brevemente en su cuaderno cómo los
afectó el perdón de Dios otorgado a David.
4. Castigo y Gracia: Enumere las indicaciones que hay en el
capítulo 12 de que el pecado de David fue castigado
“apropiadamente”. Luego enumere las indicaciones de
que Dios mostró misericordia o bondad para con David,
no tratándolo como lo merecían sus acciones. Comente lo
que estas dos listas le sugieren a usted en relación con el
significado del pecado, el castigo y la gracia.

■ Exploremos la Palabra

La Ultima Batalla Antes de la Tormenta (10:1-19)


El capítulo 10 describe un batalla entre David y los amonitas,
desencadenada por el trato humillante dado a los hombres de Da-
......... ..........................

■ DEL CIELO AL INFIERNO 247

vid por Hanún, el nuevo rey de los amonitas. Malinterpretando la


cordialidad de David como si fuera un ardid, los amonitas toma­
ron a los hombres de David y los dejaron con la mitad de la barba y
la mitad de la ropa (vers. 4).
Aunque la reacción inicial d esav ió fue moderada, comenzó a
trazar planes para ponerse mano a mano. Pronto los amonitas se
dieron cuenta de que estaban en problemas y alinearon una canti­
dad de aliados. Pero liderados por Joab, David y sus hombres ven­
cieron a los amonitas.
Un pasaje llamativo de este relato arroja una luz positiva sobre
Joab. Siempre un astuto estratega, aquí revela una fe sencilla en el
Señor: “Esfuérzate, y esforcémonos por nuestro pueblo, y por las
ciudades de nuestro Dios”, le dijo a sus hombres. “ Y haga Jehová
lo que bien le pareciere” (vers. 12).
La expresión de fe en Jehová por parte de Joab no lo hizo menos
astuto. Según las normas humanas, era un comandante talentoso y
armó un esquema efectivo que llevó a la victoria. Pero para noso­
tros, quizá la palabra más alentadora que surge de esta batalla vio­
lenta es que Joab era creyente. Si había esperanza para el rudo ge­
neral de David, entonces hay esperanza para el más terco de nues­
tros amigos y/o de nuestros enemigos. En realidad, también hay
esperanza para nosotros.
El capítulo concluye con el informe de que David derrotó a los
árameos, los aliados de los amonitas. Ellos “hicieron paz con Israel
y le sirvieron”. Más aún, “temieron ayudar más a los hijos de
Amón” (vers. 19).
Sin embargo, los amonitas no se sometieron. Ese fue un asunto
inconcluso para David y sus hombres. Irían nuevamente a la guerra
en los capítulos 11 y 12; por lo menos, lo harían los hombres de
David. David se quedaría en casa y se metería en problemas.
Anteriormente, en el capítulo 5, David y el Señor tenían un diá­
logo activo antes que él entrara en batalla contra los filisteos. Inclu­
so el resumen de sus victorias militares en el capítulo 8 hace refe­
rencia al compromiso de David con Dios y a la bendición del Se­
ñor sobre David: él dedicó el botín al Señor (vers. 11), y “Jehová
dio la victoria a David por dondequiera que fue” (vers. 14). Pero
248 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

con esa referencia en 8:14, el autor permite que el Señor desapa­


rezca de la vida de David hasta esa funesta declaración al final del
capítulo 11: “Mas esto que David había hecho, fue desagradable
ante los ojos de Jehová” (vers. 27). El Señor no aparece en ninguna
parte en el capítulo 9: la narración de la llegada de Mefi-boset a la
custodia de David; en el relato de la batalla con los amonitas del
capítulo 10, la única referencia al Señor es el testimonio notable
de Joab en el versículo 12. Y en el funesto capítulo 11, el autor pa­
rece evitar referirse al Señor, aun cuando hubiera sido natural ha­
cerlo. En el versículo 1, David envía “a sus siervos y a todo Israel”
(hebreo); en el versículo 11, Urías hace referencia al “arca e Israel y
Judá”, y en lugar de jurar por la vida de Jehová, jura por David, li­
teralmente: “Por vida tuya, y por vida de tu alma [nefesh]”. Todos
esos podrían haber sido lugares selectos para que apareciera Jeho­
vá. Pero no lo hace. Es por ello, que cuando sí aparece al final del
capítulo 11, es como un trueno en lo que David pretendía que fue­
ra un día despejado: “Mas esto que David había hecho, fue desagra­
dable ante los ojos de Jehová” (vers. 27).
El rey que había ascendido casi hasta los portales del cielo des­
cendería al infierno. Y no iría solo. Es importante que notemos
que su caída no fue repentina. Un hombre con las intensas pasiones
de un David debe permanecer cerca del Señor. Cuando cayó, esta­
ba por lo menos a un día de camino. Anteriormente, cuando aban­
donó Siclag para ir a Judá, le preguntó a Jehová: “¿Subiré?” Y el
Señor le respondió: “Sube” (2:1). David no hizo esa pregunta antes
de subir al tejado esa tarde. ¡Cuán diferente hubiera sido la historia
si lo hubiera hecho!

Caída Desde el Tejado (11:1-27)


Todos los intérpretes concuerdan en que el capítulo 11 es el
punto de cambio de la suerte de David. Como lo expresa Polzin:
“En el centro de la historia de David encontramos algo mucho
más semejante al reventón de una burbuja que a la tranquila defla­
ción de un globo. El trágico cambio de dirección de los aconteci­
mientos que siguen a los capítulos 11 y 12 no es sino la reverbera-
___ ...____ iül—i ii müiJlÉÜ

■ DEL CIELO AL INFIERNO 24 9

ción consiguiente de los eventos explosivos de estos capítulos ante­


riores” (David, p. 119).
Si el autor de 1 y 2 Samuel ha permitido que David ascienda a la
gloria con sólo insinuaciones sutiles de su lado más oscuro, ahora
deja de lado la sutileza en favor de una revelación valiente. Que el
autor de Crónicas ignore virtualmente todos los eventos potencial­
mente condenatorios que acompañan el ascenso de David al po­
der, podría confirmar las sospechas de que esos eventos eran verda­
deramente condenatorios potencialmente; aunque discutir desde el
silencio del cronista puede no estar justificado, puesto que el cro­
nista ni siquiera informa acerca de los pecados más ruidosos de
David: su adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías. De hecho,
el cronista no menciona ni una vez a Betsabé, y Urías aparece sola­
mente en su lista de los treinta guerreros de David (1 Crón.
11:41).
Sin embargo, en lo que concierne a la forma de 1 y 2 Samuel, la
historia de David presenta al lector con una elección, expresada
por Polzin de la siguiente manera: “Ya sea que David originalmen­
te sirviera a Dios pero ahora le falla seriamente, o ya sea que los
lectores sólo descubrieran aquí la clase de persona calculadora y
egoísta que siempre fue David, éste quizá sea uno de esos vacíos
en la historia que deben permanecer sin resolverse” (David, p.
119).
Pero a pesar de que la historia anterior de David permanezca
ambigua, los capítulos 11 y 12 son terriblemente claros. En el capí­
tulo 11 nosotros repentinamente vemos a David. En el capítulo 12,
David repentinamente se ve a sí mismo.
Desde un punto de vista superficial, el capítulo 11 es simple­
mente la continuación de los asuntos inconclusos del capítulo 10: la
guerra contra los amonitas. Puesto que los inviernos palestinos
eran generalmente demasiado mojados como para la guerra “electi­
va”, la primavera marcaba el retorno de las hostilidades. De aquí
las palabras iniciales del capítulo 11: “Durante la primavera, que
es cuando los reyes acostumbran salir a campaña, David envió a
Joab y a sus oficiales, con todo el ejército israelita, y destruyeron a
los amonitas y sitiaron la ciudad de Rabá. David, sin embargo, se
250 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

quedó en Jerusalén” (vers. 1).


No era incorrecto que David se quedara en Jerusalén. Pero su
inocencia termina al final del primer versículo. Y lo que sigue no
deja mucho librado a la imaginación.
Desde la ventaja que le daba su terraza, David ve a una mujer
bañándose. Es hermosa. La desea. Manda a alguien que averigüe
quién es. No pregunta si está disponible; la narración muestra cla­
ramente que él está preguntando cuándo, no si se podía. La Escri­
tura no registra vacilación por parte de David cuando se entera
que está casada. Con el informe en mano, “envió David mensaje­
ros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella” (vers. 4). Luego
ella volvió a su casa.
Con el paso del tiempo, ella le envió un mensaje a David: “Estoy
encinta” (vers. 5), la única cita directa de Betsabé en todo 2 Sa­
muel. David se puso serio con respecto al encubrimiento. Respon­
diendo al pedido del rey, Joab envió a casa desde el frente de batalla
a Urías. Luego de preguntarle acerca de Joab y la guerra, David le
dijo: “Desciende a tu casa, y lava tus pies” (vers. 8). “Lava tus pies”
puede hacer referencia simplemente a refrescarse, pero también
podría ser un eufemismo de relación sexual (compare con vers.
11); del comentario de David a Ahimelec de que “las mujeres han
estado lejos de nosotros” (1 Sam. 21:5), se deduce que los solda­
dos en servicio activo debían mantener abstinencia sexual. Tanto
el comportamiento como las palabras de Urías confirman esa idea.
Sin embargo su lealtad para con sus compañeros soldados era aun
más firme; ni siquiera iría a su casa, eligiendo más bien dormir “a la
puerta de la casa del rey con todos los siervos de su señor” (11:9).
A la mañana siguiente, David se enteró de lo que había ocurrido
y nuevamente instó a Urías para que friera a su casa. Urías se man­
tuvo firme: “El arca e Israel y Judá están bajo tiendas, y mi señor
Joab, y los siervos de mi señor, en el campo; ¿y había yo de entrar
en mi casa para comer y beber, y a dormir con mi mujer? Por vida
tuya, y por vida de tu alma, que yo no haré tal cosa” (vers. 11).
Así que David hizo que Urías se quedara la siguiente noche. “Y
David lo convidó a comer y a beber con él, hasta embriagarse”
(vers. 13). Pero Urías no se movió. Se quedó en el palacio toda la
■ DEL CIELO AL INFIERNO 251

noche. Como comenta Peter Ackroyd: “¡Urías borracho es más


piadoso que David sobrio!” (Anderson, p. 152, citando a Ackroyd).
Entonces David le escribió una carta a Joab. Era la sentencia de
muerte de Urías, entregada por Urías mismo. La naturaleza per­
versa del pecado de David se está volviendo más clara: Joab se
convierte en partícipe del crimen, el ejército corre pehgro, y, como
observa 11:17, otros hombres valientes mueren en la misma acción
que mató a Urías.
Cuando el mensajero trajo el informe de Joab, David se conde­
nó a sí mismo más todavía con su respuesta impertinente: “Así di­
rás a Joab: ‘No tengas pesar por esto, porque la espada consume,
ora a uno, ora a otro; refuerza tu ataque contra la ciudad, hasta
que la rindas. Y tú aliéntale’ “ (vers. 25).
El capítulo concluye con severa sencillez: “Oyendo la mujer de
Urías que su marido Urías era muerto, hizo duelo por su marido. Y
pasado el luto, envió David y la trajo a su casa; y fue ella su mujer y
le dio a luz un hijo. Mas esto que David había hecho, fue desagra­
dable ante los ojos de Jehová” (vers. 26, 27).
El hebreo de la última frase contiene una llamativa ironía. Tra­
ducido literalmente, dice: “Pero lo que David había hecho era ma­
lo a los ojos de Jehová” (vers. 27, NASB), usando exactamente las
mismas palabras que David envió a Joab: “No permitas que esto
sea malo a tus ojos” (vers. 25, NASB). Es casi un eco de las palabras
de Jehová a Samuel en el ungimiento de David: “Jehová no mira lo
que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de
sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7).
Tres veces en su endecha por Saúl y Jonatán, David exclamó
“¡Cómo han caído los valientes!” (2 Sam. 1:19, 25, 27). Ahora es
verdad una vez más. Y el primer verso de su endecha: “¡Ha pereci­
do la gloria de Israel sobre tus alturas!” (1:19), también es cierto
una vez más, aunque una ligera paráfrasis hace más explícito este
punto: “¡Ha perecido la gloria de Israel sobre tu tejado!”

Despertando (12:1-31)
Los capítulos 11 y 12 dan algunos indicios en cuanto al paso del
252 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

tiempo involucrado en los crímenes de David. Debe de haber pasa­


do un par de meses hasta que David recibió el informe del embara­
zo (11:5). Después de la muerte de Urías, pasó un tiempo de duelo,
probablemente siete días (compare con Gén. 50:10; 1 Sam. 31:13).
Luego Betsabé fue suya. Aparentemente, no fue sino hasta que el
niño nació que Jehová intervino para despertar a David.
El capítulo 12 comienza con una simple declaración: “Jehová
envió a Natán a David” (vers. 1). Y Natán se lanzó directamente
con su historia del hombre rico que le robó la única oveja del
hombre pobre para alimentar al viajero. David lo interrumpió aira­
damente, exclamando que el hombre rico debía restaurarla cuatro
veces, “porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia” (vers. 6).
Inmediatamente Natán dio la estocada con la daga de la verdad:
“Tú eres aquel hombre” (vers. 7), y luego señaló rápidamente todas
las cosas que Jehová había hecho en favor de David. “Y si esto fue­
ra poco, te habría añadido mucho más” (vers. 8).
En oráculos consecutivos, Natán expresó el doble castigo de
David, apareando la sentencia con el crimen. Primero, por el asesi­
nato: “No se apartará jamás de tu casa la espada” (vers. 10). En se­
gundo lugar, por el adulterio: “Tomaré tus mujeres delante de tus
ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vis­
ta del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante
de todo Israel” (vers. 11, 12).
A medida que se desarrolla el relato, el primer castigo se cumple
cuando la espada cae en primer lugar sobre el niño nacido a la es­
posa de Urías, luego sobre tres de los propios hijos de David: Am-
nón, Absalón y Adonías; una aproximación bastante cercana a la
respuesta impulsiva de David a que el hombre rico debía pagarlo
cuatro veces, aunque la interpretación del Talmud incluye a Ta-
mar, la hermana de Absalón (13:1) en lugar de Adonías (Yoma 22).
El segundo castigo, la vergüenza pública de las esposas de Da­
vid, se cumplió con el acto desafiante de su hijo Absalón: “Se llegó
Absalón a las concubinas de su padre, ante los ojos de todo Israel”
(16:22).
La confesión de David fue sencilla e inmediata: “Pequé contra
Jehová” (12:13).
■ DEL CIELO AL INLIERNO 253

La seguridad de perdón que le da Natán es igualmente inme­


diata: “También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás” (vers.
13). Pero Natán también dijo que por causa del menosprecio que
había mostrado David para con Jehová, el niño nacido como re­
sultado del pecado de David moriría.
Hay aquí dos puntos importantes dignos de destacar. En primer
lugar, el pecado de David no destruyó la jesed del Señor. El pacto
seguía intacto. En segundo lugar, la conservación del pacto no ne­
gaba el efecto bumerán del pecado. Se podría describir a Jehová
como responsable del castigo de David, pero de manera curiosa,
nuestra perspectiva moderna confirma el antiguo aforismo de que
la sangre vuelve sobre la cabeza de uno. El ejemplo de David des­
truyó su influencia sobre sus hijos. A pesar del perdón de Dios,
una y otra vez y otra vez, David cosechó los resultados “naturales”
de su pecado.
Habiendo reconocido, sin embargo, que el Antiguo Testamento
confirma la relación casi automática entre el pecado y sus resultados
naturales mortíferos, también debemos notar que los relatos del
Antiguo Testamento desafían nuestros intentos de hacer categorías
prolijas apareando las personas “buenas” y “obedientes” con las
bendiciones del Señor. La paradoja no puede ser resuelta. Casi en la
misma respiración, Deuteronomio, por ejemplo, presenta ambas
alternativas atormentadoras. Por un lado, la posición de Israel con
Dios no tiene nada que ver con su tamaño o su bondad, sino que es
solamente un acto de su misericordia y amor (Deut. 7:7, S). Por el
otro lado, sin embargo, él “guardará... el pacto” con Israel si el pue­
blo guarda sus mandamientos (vers. 12). El Señor conservará su li­
bertad de salvar aparte de cualquier mérito humano, pero también
su responsabilidad de recompensar el pecado. Y es así como lucha­
mos por entender sus caminos con un Saúl aparentemente bien in­
tencionado, con un Jonatán muy bueno, y con un astuto y autosufi-
ciente David. Polzin puede no estar lejos de la verdad cuando decla­
ra: “Los méritos o los deméritos de alguien librado por Dios son,
muchas veces, irrelevantes para la liberación en sí” (David, p. 91).
Jesús estaba hablando del mismo fenómeno cuando dijo que nues­
tro Padre en los cielos “hace salir su sol sobre malos y buenos, y...
254 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

hace llover sobre justos e injustos” (Mat. 5:45).


En cuanto a David, la atracción popular que tiene con los cre­
yentes de todas las épocas no carece de explicación. A pesar del daño
increíble causado por sus pasiones indisciplinadas, el arrepentimien­
to rápido y honesto de David después de su pecado con Betsabé es
un ejemplo clásico para que todos imiten. Y a pesar de sus mentiras
frecuentes para su propio bien, a menudo aparecen en la historia de
su vida la honestidad sana y la sinceridad. Cuando Abigail evitó que
fuera culpable de derramamiento de sangre, por ejemplo, él admitió
sin vergüenza lo cerca que había estado del abismo y alabó a Dios
por enviarla a intervenir (1 Sam. 25:32-34). Y cuando sus propios
hombres estaban al borde de pelear entre ellos después de la recupe­
ración exitosa del pueblo y el botín perteneciente a Siclag, David
rápida y directamente estableció un principio clave: Los que van a la
batalla comparten con los que se quedan con el equipaje; en otras
palabras, “se partirá por igual” (1 Sam. 30:24, BJ).
Después que Natán abandonó el palacio, el niño cayó enfermo.
David inmediatamente comenzó a ajamar y orar con una intensidad
que alarmó a su propia servidumbre. Pero resistió obstinadamente
sus esfuerzos por hacerlo comer. Cuando supuso que el niño había
muerto, reanudó sus actividades normales. Sus siervos estaban per­
plejos por su reacción, como también podríamos estarlo nosotros.
¿Por qué no mostrar dolor también después de la muerte del niño?
David explicó sencillamente que había aceptado la finalidad del jui­
cio del Señor. La vida debía continuar (2 Sam. 12:22, 23).
David y su esposa recibieron una señal de la bondad de Dios.
Ella tuvo un hijo, y lo llamaron Salomón. Pero el Señor mismo te­
nía una idea mejor, y otro nombre, del cual informa el autor de 2
Samuel de manera llamativa: “El Señor lo amó, envió al profeta
Natán, que le puso el nombre de Yedidías” (vers. 24, 25, NBE).
David había caído. El Señor lo despertó e incluso lo bendijo.
Ahora Joab trae a David de vuelta al mundo real con un llamado
urgente para que viniera a terminar el sitio de Rabá; “no sea que
tome yo la ciudad y sea llamada de mi nombre”, informa insolente­
mente (vers. 28).
David va a la batalla, abruma al enemigo y toma un gran botín.
....

■ DEL CIELO AL INFIERNO 255

Somete a los amonitas a trabajo forzado y vuelve a Jerusalén. Es


una gran victoria. Pero ahora David debe tratar de recoger los pe­
dazos de su vida y de su honor destrozado. Eso se hará cada vez
más difícil, como lo muestran los restantes capítulos de 2 Samuel.

Del Cielo al Infierno: Resumen


Mientras está establecido en su palacio, en el capítulo 7, David
oye de labios del profeta Natán una visión panorámica y gloriosa
tanto para David como para su pueblo. La respuesta de David está
marcada por la reverencia y la gratitud. Sigue el capítulo 8 con un
resumen de las victorias militares de David, indicando por lo me­
nos parcialmente el cumplimiento de las promesas del Señor he­
chas a través de Natán. El capítulo concluye con la lista de los
miembros del equipo administrativo de David.
Luego el Señor desaparece de la vida de David. En el capítulo 9
cumple tardíamente las obligaciones de su pacto con Jonatán, to­
mando bajo su cuidado a Mefi-boset. Los capítulos 10 al 12 descri­
ben una campaña militar contra los amonitas, que es interrumpida
por una visita guiada por el palacio de David. Nos muestra su te­
rraza, su dormitorio, el comedor, la entrada al palacio donde Urías
heteo duerme con los siervos de David, el escritorio donde David
escribió la carta a Joab, y finalmente su dormitorio nuevamente.
Pero David no nos está haciendo una visita guiada por su pala­
cio. Se está mostrando a sí mismo. Ha caído del cielo al infierno, al
cometer adulterio y asesinato. Ha desagradado a Dios.
Confrontado por el profeta Natán, David confiesa su pecado.
El Señor lo perdona y lo bendice. Pero David debe pagar el precio
de su pecado. Y los lectores de 2 Samuel conocerán la razón por la
cual Jerusalén está en ruinas y su rey en el exilio.

■ Apliquemos la Palabra
2 Samuel 7-12
1. Para Siempre: En cierta forma, las promesas hechas a Da-
2 56 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

vid que tenían que ver con su trono y su casa en realidad


no eran “para siempre”. ¿Qué clase de cosas puedo espe­
rar del Señor que son “para siempre”? ¿Es más seguro en
mi vida el reino espiritual de Jesús de lo que era el reino
material de David para él y su familia? ¿Con qué razones
puedo justificar mis respuestas?
2. Abuso de las Bendiciones: ¿Qué promesas y bendiciones es­
pecíficas del Señor puedo recordar que más tarde descuidé
o utilicé mal y que me lastimaron a mí y a otros? Dada mi
propia trayectoria, ¿resulta seguro para el Señor bendecir­
me? ¿Por qué sí o por qué no?
3. ¿G ratitud o Arrogancia?: ¿Soy capaz de reconocer cuándo
la gratitud por las bendiciones del Señor comienzan a
convertirse en arrogancia peligrosa? ¿Cómo?
4. La Presencia de Dios: ¿Cuán importante es para mí reco­
nocer la presencia del Señor en mi vida aún cuando estoy
haciendo cosas bastante comunes? ¿Cómo puede el recor­
dar su presencia en los asuntos comunes de mi vida ayu­
darme a evitar crisis morales peligrosas?
5. Generosidad: Aunque parecería que David trató a Mefi-bo-
set con generosidad, su conducta también puede ser in­
terpretada como una acción para beneficio propio, para
proteger su propia dinastía. ¿Hasta qué punto considero
mi propia “bondad” para con otros como generosa, pero la
bondad de otros como “egoísta”? ¿Sería mejor que indaga­
ra más acerca de mis propias motivaciones y menos las de
los otros? ¿Cómo puedo hacerlo?
6. Promesas: ¿Cuán concienzudo soy en cumplir las prome­
sas? ¿Tarde, es mejor que nunca? ¿Soy demasiado con­
cienzudo, tratando de cumplir promesas que se han con­
vertido en imposibles de cumplir? ¿O tengo la tendencia a
olvidar las promesas que debería haber recordado?
7. Dirección: ¿Cómo ayudaría la dirección de Dios a prote­
germe del pecado si fuera más abierto y explícito al pedir­
la? Si veo que me estoy deslizando hacia el pecado, ¿sería
útil para despertarme preguntarle al Señor: “Subiré”? ¿O
■ DEL CIELO AL INFIERNO 2 5 7

sería simplemente otra manera de engañarme para hacer


lo que quiero? Justifique sus respuestas.
8. Perdón: Después de un pecado que lastima a otras perso­
nas, ¿soy capaz de aceptar el perdón de Dios como lo hizo
David? ¿O tiendo a pensar que Dios me ha desechado para
siempre? ¿Por qué me siento de esa manera?
9. G rada: ¿He recibido una muestra especial de la gracia de
Dios —un Jedidías— después de haber pecado seriamente
contra el Señor y contra otras personas? Si es así, ¿cómo
he reaccionado a la gracia de Dios? ¿Qué efecto ha tenido
sobre cómo veo mi pecado?

■ Investiguemos la Palabra
1. Para Siempre: Estudie el uso bíblico de las palabras tradu­
cidas como “para siempre” en nuestras Biblias castellanas.
Con la ayuda de una concordancia, desarrolle una lista de
contextos en los cuales para siempre no significan en forma
clara un tiempo “sin fin” y una lista de contextos en que sí
tiene este significado. Las palabras son especialmente sig­
nificativas para comprender las profecías y la naturaleza
de los castigos y bendiciones de Dios. Escriba sus conclu­
siones con las referencias que las apoyen.
2. Comparaciones — Samuel y Crónicas: Para hacer una com­
paración interesante de las diferencias en las fuentes utili­
zadas por el autor de 2 Samuel y el autor de Crónicas, 2
Samuel 8:1-18 y 1 Crónicas 18:1-17 es un proyecto de ta­
maño manejable. Compare los dos relatos versículo por
versículo, observando las diferencias a medida que apare­
cen. Escriba un breve resumen, describiendo las implica­
ciones de su estudio.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para un comentario general de la historia bíblica, véase
Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 775-786.
25 8 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

2. Para leer un análisis provocativo del uso del término para


siempre en 2 Samuel, en relación con las promesas y los
castigos, véase R. Polzin, David , pp. 54-87.
3. Una presentación popularizada de la profecía mesiánica
desde sus raíces en el Antiguo Testamento hasta su forma
cristiana desarrollada se encuentra en A. Thompson,
“The Best Story in the Oíd Testament: The Messiah”, en
Who’s A fraid?, pp. 130-157.
4. Un artículo que examina en forma comparativa el plan
original de Dios para Israel y su expresión final en el cris­
tianismo es el titulado “El papel de Israel en la profecía
del Antiguo Testamento”, en Comentario bíblico adventista,
4:27-40.
5. Para un análisis literario más técnico de la historia de la
casa de David a partir de 2 Samuel 9 (llamado a veces “el
relato de la sucesión”), véase D. Gunn, The Story o f King
David: Genre and Interpretation.
QUINTA
PARTE
David:
Rey Herido en Declinación
2 Samuel 13-24
C A PIT U L O D IE Z

Violación y Venganza,
Revolución y Regreso—Parte 1
2 Samuel 13 -17

David había pecado. El Señor lo había perdonado. Pero las costosas


consecuencias de su pecado continuaron sin cesar. Los capítulos 13 al 20
constituyen la historia de esas consecuencias.
En esta parte de la historia de David, la debilidad humana y la intri­
ga manchan virtualm ente todo y a todos. Sólo los personajes secundarios
ganan realmente nuestro afecto: el exiliado filisteo leal, Itai geteo (15:18-
22); y el generoso Barzilai (17:27-29; 19:31-39). Si no, son sólo malas
noticias. Amnón, el hijo de David, viola a Tamar, hija de David; Absalón,
hijo de David, asesina a su hermano Amnón, y luego maquina a escondi­
das para apoderarse del reino y m atar a su padre.
David huye dejerusalén, yendo al “exilio”y cruzando el Jordán en di­
rección equivocada. El obstinado Joab continúa matando en la guerra y
asesinando en tiempo de paz, yendo en contra de los deseos del rey y ac­
tuando sin su conocimiento. Pero aparte de alguna ocasional protesta que­
jumbrosa, David hace muy poco para intervenir.
Para el fin a l del capítulo 20, David es nuevamente rey en Jerusalén,
pero a duras penas, parece. La form a de su regreso aumenta la tensión
entre la tribu d e j u d á y las tribus del norte (Israel), una tensión que f i ­
nalmente divide el reino en dos en los días de Roboam, el nieto de David.
En el último episodio del capítulo 20, Joab negocia por la cabeza de Seba,
el rebelde benjamita,, y luego “volvió al rey a Jeru salén ” (uers. 22).
¿Ydónde oímos hablar del Señor en todo esto? M ayormente de labios
261
262 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

de rebeldes, mentirosos y extranjeros. Excepto por su voto en nombre del


Señor (por pedido) a la m ujer sabia de Tecoa (14:11), la conciencia que
tiene David de la presencia del Señor está centrada mayormente en tres
incidentes que ocurren durante su huida de Jerusalén. Sólo una vez habla
directamente con el Señor, una oración desesperada para que confunda al
abuelo de Betsabé: “Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel”
(15:31). Y eso parece representar un cambio en su suerte, por pequeño
que fuera.
Sólo dos veces habla acerca del Señor.; revelando en ambos casos una
batalla con la depresión. M ientras envía a Sadoc de vuelta a Jerusalén
con el arca, dice: “Vuelve el arca de Dios a la ciudad. Si yo hallare gracia
ante los ojos de Jehová, él hará que vuelva, y m e dejará verla y a su ta­
bernáculo. Y si dijere: ‘No me complazco en ti’; aquí estoy, haga de m í lo
que bien le pareciere'’' (15:25, 26).
Su segunda conversación referida al Señor aparece cuando Simei, ben-
jam ita, maldice a David, y el rey debe calmar a Abisai para evitar que
decapite a Simei (16:9): “Dejadle que maldiga, pues Jehová se lo ha di­
cho. Quizá m irará Jeh ová m i aflicción, y m e dará Jeh ová bien por sus
maldiciones de hoy ” (vers. 11, 12).
Finalmente, sólo una vez nos interpreta explícitamente el autor la vo­
luntad de Dios: “Porque Jehová había ordenado que el acertado consejo de
Ahitofel se frustrara, para que Jeh ová hiciese ven ir el mal sobre Absa­
lón” (17:14).
M ientras tratamos de imaginar como habrían visto desenvolverse la
historia los prim eros lectores de 2 Samuel —desenredar sería un término
más apropiado—podemos imaginarlos plenamente conscientes de la suer­
te que había corrido la ciudad de David, su trono, y el templo construido
p or su hijo. Y podemos imaginarlos meditando en el significado de las dos
“promesas” que el Señor le había hecho a David, una positiva y otra ne­
gativa: “M i misericordia [jesed] no se apartará de él... Y será afirmada
tu casa y tu reino para siempre [‘ad ‘olam] delante de tu rostro” (7:15,
16) y “No se apartará jam ás [‘ad ‘olam] de tu casa la espada” (12:10).
En un sentido, por lo menos en lo que concierne a 2 Samuel, el relato
del ascenso y de la caída de David concluye con el capítulo 20. Los capítulos
21 al 24 sirven como un interludio antes de que continúe la historia de la
“sucesión” en los dos prim eros capítulos de 1 Reyes. Allí, Salomón arregla
________

■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 263

unas cuantas cuentas pendientes de 1 y 2 Samuel, desenvainando una


vez más la espada en la casa de David mientras establece su propio derecho
al poder.
Por conspirar para tomar el trono, Salo?nón ejecuta a su hermano
mayor Adonías (1 Rey. 2:25). También ejecuta al sobrino de David, Joab
(vers. 28:35) y degrada al sacerdote Abiatar p or su parte en la misma
conspiración. El autor de 2 Samuel considera la degradación de Abiatar
como el cumplimiento de la maldición del Señor contra la casa de Eli (1
Sam. 2:27-36; 1 Rey. 2:26, 27).
Antes de su muerte, David le encarga a Salomón que haga caer la
sangre de Joab sobre su propia cabeza porque el infame “hijo de Sarvia”
había matado a Abner y a Amasa, “derramando en tiempo de paz la
sangre de gu erra ” (1 Rey. 2:5, 6). Aunque la conspiración de Adonías
proporcionó la ocasión para su ejecución, Salomón también la justificó en
base a la instrucción de David (vers. 28-35). En form a similar, David
había instruido a Salomón en relación con Simei, el benjamita que lo
maldijo: “Harás descender sus canas con sangre al Seol” (vers. 9). Salo­
món llamó a Simei, diciéndole que se mudara a Jerusalén y se quedara
allí. “El día que salieres ”, dijo Salomón, “tu sangre será sobre tu cabeza ”
(1 Rey. 2:36, 37). Simei estuvo de acuerdo y cumplió su palabra durante
tres años. Pero cuando fu e a Gat en busca de dos esclavos fugitivos, Salo­
món se enteró y lo llamó nuevamente. Pero antes de ejecutarlo, le dijo a
Simei: “Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste
contra m i padre David; Jehová, pues, ha hecho volver el m al sobre tu ca­
beza” (vers. 44).
Siguiendo el relato de la m uerte de Simei al fin a l de 1 Reyes 2, el au­
tor declara: “El reino fu e confirmado en la mano de Salomón’'’ (vers.
46).
Pero todo ese despiadado derramamiento de sangre fu e simplemente la
precipitación resultante del pecado y la debilidad de David, según se descri­
be en 2 Samuel. Como lo evidencia la promesa del Señor a David, el
ideal que él tenía era bastante diferente: “Yo fija ré lugar a m i pueblo Is­
rael y lo plantaré, para que habite en su lugar y nunca más sea removido,
ni los inicuos le aflijan más, como al principio, desde el día en que puse
jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos ”
26 4 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

(2 Sam. 7:10, 11).


Ese era el ideal de Dios. ¿ Qué hubiera pasado si David hubiese perm a­
necido en contacto con el Señor, manteniendo una mano firm e sobre sí
mismo y sobre Joab? Pero quizás eso no era posible con un rey sobre la
tierra. David había am batado para tener poder. Salomón también lo
haría. Y así lo harían todos los reyes de Israel y de Judá... hasta que Jeho-
vá le pusiera fin.
La historia que se relata en 2 Samuel 13 al 20 no es linda. No es sor­
prendente entonces que no aparezca ni una sola línea de ella en la versión
de las “buenas noticias” de la vida de David del autor de Crónicas. Y la
continuación en 1 Reyes 1 y 2 con sus crueles historias del ascenso de Salo­
món al poder recibe el mismo tratamiento ''''silencioso ” en manos del cro­
nista. Esta parte de la historia de David no es una fu en te de gozo ni de
buenas noticias.
Un día, un Hijo de David traería un mensaje verdadero de gozo y
buenas noticias a las calles de Jerusalén, aunque le costarían la vida. Su
mensaje sería radicalmente diferente, un mensaje que podría haber tocado
una fibra íntima del alma de nuestro autor: “M i reino no es de este
mundo; si m i reino fu era de este mundo, mis servidores pelearían para
que no fu era entregado ” Ju a n 18:36). En ese reino, el rey llamaría
“amigos ” a sus seguidores, no siervos (Juan 15:15). Y sus amigos se servi­
rían m utuamente como iguales, porque habría un solo Señor, un Maestro
(Mat. 23:8-10), un Maestro que les diría a sus seguidores: “El que es el
m ayor de vosotros, sea vuestro siervo” (vers. 11). Ese Rey enseñaría por
medio del ejemplo también, lavando sus pies polvorientos —para su sor­
presa y consternación—y diciendo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he
lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los
otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros
también hagáis” (Juan 13:14, 15).
Ese no era el reino de David o Salomón. Vislumbres de un reino así
brillan a través de la promesa de Natán a David. Pero la carne humana
es débil, aun cuando el espíritu esté dispuesto. Y cuando el espíritu no está
dispuesto, se desata todo el infierno. O, en palabras de Natán a David:
“No se apartará jamás... la espada”.
En los capítulos 13 al 20 leemos acerca de la espada que no descansa.
___ ________________

■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 265

■ Introduzcámonos en la Palabra
2 Samuel 13-17 (13-20)
Puesto que 2 Samuel 13 al 20 están tan estrechamente liga­
dos entre sí, los capítulos de este tomo que tratan este mate­
rial (caps. 10 y 11) también están íntimamente ligados. Quizás
usted quiera leer 2 Samuel 13 al 20 un vez en forma rápida
para tener una idea general, y luego centrarse más específi­
camente en las preguntas, temas o personas particulares se­
gún se sugiere a continuación, ya sea para todo el bloque o
en forma separada para los capítulos 13 al 17 (cap. 10) y los
capítulos 18 al 20 (cap. 11). Quizá desee experimentar, ya sea
rastreando cada punto a través de los dos capítulos del libro o
tomando un grupo de ítem y trabajando capítulo por capítulo.

1. Disciplina: Enumere las ocasiones en que los miembros de


la familia de David, su corte o reino merecían ser discipli­
nados o castigados. Observe qué acción llevó a cabo David
o (en su opinión) no llevó a cabo, y lo que piensa que de­
bería haber hecho o dejado de hacer. Resuma las conse­
cuencias.
2. Personajes: Tome nota de las personas que aparecen en ca­
da capítulo, identificando sus virtudes y sus defectos.
Preste atención especial a David, Absalón, Joab y Abisai.
Agregue 1 Reyes 1 y 2 a su lectura acerca de David y Joab.
3. El Señor: Haga una lista de todos los pasajes que mencio­
nan al Señor o a Dios en estos capítulos, observando qué
persona es la que habla (ya sea uno de los personajes o el
comentario del autor). Busque patrones o modelos que se
repiten, y resuma sus conclusiones.
4. Lugares: Observe cómo figuran en la historia los lugares
claves, especialmente Hebrón, Gilgal y Mahanaim. Acre­
ciente su conocimiento de estos lugares buscando otras
referencias en una concordancia o en un diccionario bíbU-
co.
26 6 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

5. La Verdad: En la sección titulada “La Verdad” de su cua­


derno, registre y evalúe los incidentes en los cuales apa­
recen personas diciendo mentiras o actuando de maneras
que no son completamente ciertas.
6. Casa de Saúl: Ponga al día su cuaderno. Evalúe el papel
que desempeñó David al tratar con la gente de Saúl.
7. El Exilio y el Regreso: Bosqueje los acontecimientos clave y
encuentros clave en la huida de David desde Jerusalén
(15:13-16:14) y de su regreso (19:9-20:3). Compare las
dos listas, buscando especialmente patrones que se repi­
ten en las acciones y pensamientos de David.
8. Perspectiva Desde el Exilio: Lea la historia desde la pers­
pectiva de alguien que vive en el exilio, habiendo despare­
cido Jerusalén, el templo y la monarquía. Haga una lista
de las cosas de este pasaje que serían de mayor ayuda, que
harían pensar más, y las que serían más problemáticas para
esa persona.

■ Exploremos la Palabra
La Violación (13:1-22)
A primera vista, la violación de Tamar por parte de Amnón po­
dría parecer simplemente una historia de lujuria. Pero dada la lucha
interna existente en la casa de David, también podría haber sido
producida por la política del poder. De acuerdo con 2 Samuel 3:2 y
3, los tres hijos mayores de David eran Amnón (de Ahinoam),
Quileab (de Abigail) y Absalón (de Maaca). Puesto que Quileab
parece haber desaparecido sin ningún comentario ni señal, el
apuesto Absalón estaba a continuación en la línea detrás de Am­
nón. No es imposible que Amnón estuviera motivado en parte por
el deseo de humillar a Absalón, poniéndolo en su lugar al violar a la
hermana de Absalón (véase Anderson, p. 172).
Aunque hay un elemento político en la historia, desde el punto
de vista del autor la violación de Tamar está relacionada, en pri­
mer lugar, con el castigo anunciado por Natán al pecado de Da-
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 267

vid. Una gran parte de las palabras que siguen a sus famosas pala­
bras: “Tú eres aquel hombre”, se centran en las mujeres de la vida
de David: pasado, presente y futuro. Por medio de Natán, el Señor
declaró en 12:8 que él le había dado las nashim de su señor, palabra
hebrea genérica para “esposas” o “mujeres”. Aunque algunos erudi­
tos tratan de argumentar a partir de 12:8 que Ahinoam, la esposa
de David, era la esposa de Saúl del mismo nombre, no hay ninguna
indicación en otra parte de la Escritura de que David tuviera algu­
na relación con Ahinoam, esposa de Saúl, o con su concubina Riz-
pa. Lo que sí es evidente, sin embargo, es la relación de David con
las otras mujeres de Saúl, es decir, sus hijas. Saúl había renegado
de su ofrecimiento de darle su hija Merab a David como esposa (1
Sam. 18:17), pero le dio a su hija Mical (vers. 20-28). Aunque Saúl
en un momento se la dio a otro hombre (1 Sam. 25:44), David ne­
goció con Abner para conseguir de vuelta a Mical (2 Sam. 3:13).
El Señor en verdad había entregado las “mujeres” de Saúl en ma­
nos de David.
Pero a pesar de sus muchas mujeres —después de todo, era el
hombre “rico” de la parábola de Natán, el que robó la única oveja
del hombre pobre—, David igualmente tenía un problema con las
mujeres. Robó la esposa de otro hombre, cometiendo adulterio y
asesinato. Por lo tanto, prometió Natán, David sufriría en el fúturo
la humillación pública de sus mujeres (12:11). La violación de Ta-
mar, la hija de David era su cumplimiento parcial.
La Escritura describe vividamente las circunstancias que rodea­
ron la violación. Amnón “amaba” a la virgen Tamar, pero no sabía
cómo podía hacer para poseerla. ¡Las hijas vírgenes de los reyes
seguramente estaban bien protegidas! Jonadab, sobrino de David,
hijo de Simea (aparentemente una variación en la escritura del Sa­
ma de 1 Sam. 16:9 y 17:13), hombre “astuto” y amigo de Amnón (2
Sam. 13:3), le sugirió una estrategia que funcionó: pídele al rey
que permita a Tamar cuidar de su hermano “enfermo”. Habiendo
enviado a todos los demás afuera, Amnón tomó a Tamar cuando
ella le trajo la comida que había preparado. “Ven, hermana mía,
acuéstate conmigo”, le dijo (vers. 11).
Ella protestó. El la subyugó.
268 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

Luego, odiándola más de lo que la había amado (vers. 15), le di­


jo que se fuera. Nuevamente protestó ella. Pero Amnón llamó a su
siervo personal e hizo que la arrojara fuera, cerrando la puerta tras
ella. Rasgando su vestido y esparciendo ceniza sobre su cabeza, Ta-
mar se fue, llorando a viva voz mientras caminaba.
Su hermano Absalón la tomó bajo su cuidado. Ella vivió en la
casa de él, “desconsolada” (vers. 20).
Este relato aborda varios asuntos en relación con las costum­
bres sexuales y la moralidad. El primero es el tema del incesto. Las
leyes del Pentateuco prohibían explícitamente a un hombre tener
relaciones sexuales con su hermana, ya fuera hija de su madre o de
su padre (Lev. 18:9, 11; 20:17; Deut. 27:22). Aparentemente esas
leyes no estaban en efecto en Jerusalén en esa época, o por lo me­
nos no se aplicaban a la realeza, porque Tamar habla con convic­
ción cuando dice que el rey se la daría en matrimonio a Amnón si
él tan sólo se lo pedía (2 Sam. 13:13). En una época anterior, Abra-
hán aparentemente también había estado en libertad de casarse
con su hermanastra y no dudó en hacerlo (Gén. 20:12). McCarter,
sin embargo, argumenta que el crimen de Amnón fue verdadera­
mente incesto, observando el uso repetido que hace el autor de un
vocabulario fraterno (herrnano y hermana se usan seis veces cada
uno en 13:1-14) y el lenguaje fuerte que utihza Tamar en su protes­
ta (McCarter, II Samuel, pp. 323, 324, 328).
Pero ya fuera que el acto de Amnón fue incesto o no, por cierto
fue una violación. En el relato es evidente que él no tenía derecho a
imponerse a Tamar. Por cierto, Tamar insinuó que era inapropiado
que ella, siendo virgen, durmiera con él incluso con su consenti­
miento. Aunque en el mundo del Antiguo Testamento la violación
de una virgen no desposada era considerado generalmente como
un crimen menos “serio” que el adulterio (las relaciones sexuales
con una virgen desposada o con la esposa de otro hombre), era sin
embargo un asunto serio. La virginidad era altamente valorada y
esperada en una novia. Robinson observa que “todavía es un pre-
rrequisito para el matrimonio de las mujeres de la mayoría de los
países orientales” (G. Robinson, p. 220).
Deuteronomio 22:13-21 ordenaba el apedreamiento de la novia
____ ____ _

■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 269

que no fuera virgen en el momento de su casamiento. En palabras


del código legal: “Hizo vileza [;nebalah] en Israel fornicando en casa
de su padre” (vers. 21). Tamar usó ese mismo vocabulario cuando
suplicó a Amnón: “No hagas tal vileza [nebalah]” (2 Sam. 13:12).
El vestido rasgado, las cenizas y los gritos formaron parte de su
testimonio público de que había sido violada y confirmarían su
inocencia si había un embarazo.
El estado “desconsolado” de Tamar en la casa de su hermano
sugiere que había perdido la posibilidad de casarse. Y su súplica
después de la violación: “Mayor mal es este de arrojarme, que el
que me has hecho” (vers. 16), señala a la ley que exigía que el
hombre se casara con la virgen que había violado (Exo. 22:16;
Deut. 22:28, 29). En Exodo, el padre de la ex virgen podía anular
esa exigencia, aunque el hombre ofensor igualmente debía pagar
la “dote”. La ley en Deuteronomio no incluye ese elemento provi­
sional. De hecho, prohíbe al hombre divorciarse de la víctima de su
violación “en todos sus días” (Deut. 22:29).
Todo eso no hacía ninguna diferencia para Amnón. Echó a Ta­
mar de su casa, añadiendo desvergonzadamente el insulto al daño
hecho.
¿La reacción del rey? La versión RVR dice simplemente que
David “se enojó mucho” (2 Sam. 13:21). Pero tanto la BJ como la
NBE y la DHH incluyen un comentario adicional, confirmado
tanto por la Septuaginta como por los rollos del Mar Muerto:
“Cuando el rey David supo todas estas cosas se irritó en extremo,
pero no quiso castigar a su hijo Amnón, al que amaba porque era
su primogénito” (vers. 21, BJ).
En resumen, David nuevamente se mostró incapaz de actuar.
Las emociones de Amnón lo llevaron a cometer un pecado; las de
David hicieron que no lo castigara; las de Absalón lo llevarían a
nna venganza de sangre, al alzamiento y a pensar en asesinar a su
padre. Natán había hablado la verdad: “No se apartará jamás de tu
casa la espada” (12:10).
La naturaleza condenatoria de la historia se halla realzada más
todavía por los ecos frecuentes de la horrible historia de la concu­
bina despedazada del final del libro de Jueces. Polzin marca una
27 0 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

larga lista de similitudes {David, pp. 136-138). Ambas historias,


por ejemplo, involucran el abuso sexual de una mujer que es trata­
da insensiblemente por su acompañante masculino: “Levántate, y
vámonos”, dijo el esposo de la mujer en Jueces 19:28. “Levántate, y
vete”, dijo Amnón (2 Sam. 13:15). Ambas historias describen el
crimen con el mismo vocabulario gráfico: “No cometáis esta infa­
mia [¡nebalah]”, protestó el anciano de Efraín (Juec. 19:23, BJ),
exactamente las mismas palabras que le dijo Tamar a Amnón (2
Sam. 13:12, BJ). Y su exclamación: “No se hace esto en Israel”
(vers. 12, BJ) es un eco de la expresión de horror por el crimen de
Jueces: “¿Se ha visto alguna vez cosa semejante desde que los is­
raelitas subieron del país de Egipto hasta hoy?” (Juec. 19:30, BJ).
Pero quizá lo más llamativo desde el punto de vista del propósi­
to del autor es la forma en que usa esta última escena de Jueces, a
saber, la violencia y el colapso de la justicia entre las tribus, como
patrón de la violencia y el colapso de la justicia en la familia real al
final del reinado de David. Así como los protectores de la mujer le
fallaron en Jueces, así también los protectores de Tamar le fallan
aquí. Absalón aconsejó a su hermana que se quedara callada (2
Sam. 13:20); él mismo “no habló con Amnón ni malo ni bueno”
(vers. 22). Y el rey David sólo se enojó; eso es todo (vers. 21). Las
últimas palabras de Jueces eran que la ausencia de un rey significa­
ba que no había seguridad ni justicia: “Cada uno hacía lo que bien
le parecía” (Juec. 21:25). Ahora es evidente que la monarquía no
es ningún progreso.

La Venganza (13:23-39)
Absalón esperó dos años antes de dar el golpe. Su conspiración
se llevó a cabo prolijamente: la fiesta, la invitación, la cortés negati­
va real, la sustitución de Amnón y los hijos del rey por la persona
del rey.
Absalón escondió bien sus emociones, porque no existe eviden­
cia de que Amnón o David sospecharan su juego sucio; a menos
que esté implícito en la pregunta de David a Absalón: “¿Para qué
ha de ir?” (vers. 26). El autor dice simplemente que “Absalón le
mmm ____.__

■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 271

importunaba” (vers. 27). David entonces accedió. Que Absalón tu­


viera hombres que respondieran voluntariamente a sus órdenes de
matar a Amnón podría sugerir que ya estaba en camino a montar
una base de poder.
Cuando los hombres de Absalón atacaron, el resto de los hijos
del rey huyeron. A David le llegó el rumor que habían matado a
todos los hijos del rey. Jonadab, el amigo de Amnón, aparente­
mente no estaba en la fiesta de Absalón, porque estaba disponible
para interpretar el rumor a David antes que llegaran los hijos del
rey en sus muías (vers. 35). Jonadab parece haber sido algún tipo de
doble agente, sirviendo tanto a Absalón como a Amnón, a menos
que la violación de Amnón lo haya llevado exclusivamente al cam­
pamento de Absalón. De cualquier manera, él le aseguró a David
que Absalón sólo había matado a Amnón. Evidentemente, Jonadab
contaba con información “interna” de las ideas de Absalón.
Con la casa real conmocionada, Absalón huyó al rey de Gesur, a
refugiarse entre el pueblo de su madre (3:3; 13:37). El autor nos
provoca con una descripción parcial de las emociones de David:
“David lloraba por su hijo todos los días” (vers. 37). No sabemos si
las lágrimas eran por el hijo muerto o por el hijo que había huido.
El último versículo del capítulo 13 muestra que David final­
mente se había reconciliado con la muerte de Amnón, su primo­
génito. Pero no son tan evidentes cuáles eran sus emociones hacia
Absalón. La mayoría de las traducciones castellanas sugieren que
David estaba añorando a Absalón. Si así fuera, ¿por qué se valió
Joab del engaño para traer a Absalón a casa después de su exilio de
tres años? Aunque Absalón regresó, no pudo ver el rostro del rey
por otros dos años. Más tarde, durante el alzamiento de Absalón,
David no deja dudas; sus emociones son tan fuertes que ellas dictan
toda su política gubernamental: “Tratad benignamente por amor
de mí al joven Absalón”, les dice a sus tropas mientras éstas salen a
pelear contra el mismo hijo que está buscando destruir a su padre
David (18:5). Y de acuerdo con Joab, el duelo final de David por
Absalón casi le costó el reino (19:5-7).
Sin embargo, aquí las emociones de David son más ambiguas.
Anderson traduce el hebreo inusual de 13:39 de la siguiente ma-
272 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

ñera: “La ira del rey dejó de estar dirigida activamente contra Ab­
salón porque se había reconciliado con el hecho de que Amnón es­
taba muerto” (Anderson, p. 182). Esa traducción prepara el camino
para los acontecimientos del capítulo 14 y el regreso de Absalón al
poder y la influencia.

El Rebelde Regresa (14:1-33)


Joab, el hombre que finalmente mataría a Absalón, está clara­
mente del lado de Absalón al comenzar el capítulo 14. El convence
a la “mujer sabia” de Tecoa para que le cuente a David una parábo­
la. Aunque su objetivo general es claro, la historia de Joab de los
dos hermanos enemistados es mucho más compleja que el relato
de Natán del hombre rico y el hombre pobre. En 14:1, la preposi­
ción hebrea ‘al presenta una ambigüedad que aparece una y otra
vez en la narración: ¿Estaba David a favor o en contra de Absalón?
‘A l puede significar cualquiera de las dos cosas. La NBE y la
DHH presentan a David como deseando ver a Absalón; Anderson
lo presenta como en contra de él (Anderson, p. 182); la BJ, la RVR
y McCarter (II Samuel, p. 335) tratan de sacar lo mejor de los dos:
“El rey estaba por [‘al] Absalón” (vers. 1, BJ).
De cualquier manera, creyendo que debe convencer a David
para traer a Absalón a casa, Joab desarrolla un elaborado ardid. La
mujer “sabia” se presenta como una viuda cuyos dos hijos se pe­
learon, y uno mató al otro. El clan quiere vengar la muerte, dando
muerte al hijo que le queda. Ella le suplica al rey que intervenga
para que no apaguen “el ascua que me ha quedado” (vers. 7).
Conociendo la incapacidad de David de traer a Amnón ante la
justicia por la violación de Tamar, la complejidad de la parábola se
asemeja al enredo en el que está metido el rey. Es evidente que el
propósito de Joab es el de traer a Absalón al hogar. Pero la parábo­
la misma entreteje tres preocupaciones que se mantienen en cierta
tensión entre sí: la venganza de sangre, la culpa de sangre y la ley
de la sucesión.
La venganza de sangre era una forma primitiva de justicia tribal
en la cual el g o ’el, el pariente vengador (“redentor”), perseguía y
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 2 13

daba muerte al asesino (Núm. 35:6-28). Se incurría en culpa de la


sangre mediante el derramamiento ilícito de sangre inocente, peca­
do que requería expiación aún si el culpable era desconocido
(Deut. 21:1-9).
Medido según las normas de la justicia tradicional, Absalón era
culpable. En primer lugar, él no podía ser un go\ l vengando la vio­
lación de Tamar, porque el g o ’el funcionaba sólo contra los enemi­
gos del clan, nunca dentro del clan; en segundo término, Absalón
había incurrido en la culpa de la sangre, porque el asesinato por
una violación no entraba dentro de los límites de la ley del ojo por
ojo (Deut. 19:21).
Aunque la historia de la mujer no encajaba completamente con
la ley tradicional, especialmente con la referencia al go W, sí insi­
nuaba que había quienes estaban exigiendo un juicio contra Absa­
lón para limpiar la tierra de sangre inocente. Traerlo ante la justi­
cia, por supuesto, complicaría la cuestión de la sucesión real, aun­
que difícilmente la comprometía, como sugería la parábola. Des­
pués de todo, David tenía otros hijos aparte de Absalón.
Sin embargo la mujer presionó a David con el asunto de la suce­
sión, argumentando que debería tener precedente sobre las de­
mandas legales por haber incurrido en culpa de la sangre. Si David
hubiera sabido lo que ella estaba pidiendo, lo hubiera reconocido
como un pedido audaz de exceptuar a la familia real de la justicia
normal. Al fin, podría haber sido simplemente la forma que tenía
Joab de exigirle a David que formalizara lo que ya estaba ocurrien­
do en la práctica.
Antes que David pudiera darse cuenta de que estaba a punto de
involucrarse en un pronunciamiento, la mujer lo empujó un paso
más lejos. Todavía disfrazada, le pidió a David que garantizara la
seguridad del hijo que le quedaba (que simbolizaba a Absalón). Al
comienzo, David quería simplemente enviar a la mujer a casa sin
una decisión: “Vete a tu casa, y yo daré órdenes con respecto a ti”
(2 Sam. 14:8).
Eso no era suficientemente bueno. “Caiga, oh rey, mi señor, la
culpa sobre mí”, sugirió ella (vers. 9, BJ).
Así que David se acercó más a una decisión: “Si alguno todavía
214 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

te dice algo, hazle venir y no te molestará más” (vers. 10, BJ).


Casi suficientemente bueno, pero no inviolable: “Que el rey
pronuncie el nombre del Señor, su Dios”, dijo ella, “para que el
vengador de la sangre no aumente el daño acabando con mi hijo”
(vers. 11,NBE).
Ahí, David capituló: “Vive Jehová, que no caerá ni un cabello
de la cabeza de tu hijo en tierra” (vers. 11).
Ahora ella podía apuntar con su dedo: El rey debe traer de vuel­
ta a Absalón, su hijo desterrado. El rey estuvo de acuerdo, pero le
preguntó lisa y llanamente a la mujer si Joab estaba detrás de todo
esto. Ella admitió que así era, después de lo cual Joab apareció re­
pentinamente para agradecerle a David su decisión, interpretándo­
la como un favor personal de David (vers. 22).
Pero la impresión general es que una vez más, Joab es una ame­
naza para David y su casa. Polzin sugiere que este “hijo de Sarvia”
quizá quería que David viera una referencia a sí mismo en la pará­
bola de la mujer cuando habló del “hombre que me quiere destruir
a mí y a mi hijo juntamente, de la heredad de Dios” (vers. 16; Da­
vid, p. 142). El autor, sin embargo, nos dice en 17:14 que era la vo­
luntad de Dios traer desastre sobre Absalón. Desde esa perspectiva,
cualquiera que ayudara y apoyara al hijo rebelde de David sería
partícipe de un crimen contra el Señor. Esto significaría enjuiciar
en primer lugar a Joab, luego a David, por apoyarlo. David sim­
plemente no puede hacerle frente a Joab. Y una y otra vez capitula,
para su propio mal y en perjuicio del país. En este caso, sienta las
bases para la destructiva revolución de Absalón.
Dadas las dudosas motivaciones que impulsaron primero a Joab
y luego a David, las ardientes palabras de alabanza a la sabiduría
de David por parte de la mujer sabia parecen irónicas. Dos veces lo
compara con “un ángel de Dios”: “Mi señor el rey es como un án­
gel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Así Jehová tu
Dios sea contigo” (14:17). Y nuevamente: “Mi señor es sabio con­
forme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay
en la tierra” (vers. 20).
Polzin (David, p. 141) observa que estas cálidas palabras de elo­
gio aparecen apoyadas en el relato del autor por otros dos discursos
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 275

que elogiaban las cualidades semejantes a Dios de David. Ante­


riormente, Aquis había atestiguado acerca de la integridad de Da­
vid: “Yo sé que tú eres bueno ante mis ojos, como un ángel de
Dios” (1 Sam. 29:9). Más adelante, Mefi-boset exclamará: “Mi se­
ñor el rey es como un ángel de Dios; haz, pues, lo que bien te pa­
rezca” (2 Sam. 19:27). En 1 Samuel 27:8-12 se revela cuán equi­
vocado estaba Aquis en cuanto a la integridad de David. Y la decla­
ración de Mefi-boset aparece en el contexto de las decisiones im­
predecibles de David en relación con las propiedades de Saúl: le
da todo a Mefi-boset (2 Sam. 9); después impulsivamente le de­
vuelve todo a Siba (2 Sam. 16); luego, impulsivamente otra vez, le
devuelve la mitad a Mefi-boset (2 Sam. 19). Y los comentarios de la
mujer sabia acerca de la sabiduría de David aparecen a continua­
ción del pecado de David y del castigo prometido por el Señor en
los capítulos 11 y 12.
En resumen, en los tres casos, lo que a primera vista parece ser
alabanza se convierte en algo parecido a burlona ironía. Así como
los amigos de Job dijeron cosas buenas acerca de Dios, sólo para
enterarse después que estaban equivocados, igualmente Aquis, la
mujer sabia de Tecoa, y Mefi-boset, todos pronunciaron palabras
de gran alabanza hacia David. Quizá las dijeron de corazón. Pero el
autor colocó los tres ejemplos en contextos que nos permiten ver
cuán necio puede ser multiplicar palabras en honor de seres huma­
nos pecadores.
El capítulo concluye con una cantidad de declaraciones concisas
acerca de Absalón y su regreso. Aunque observa que se le prohíbe
al exiliado ver al rey a su regreso, el autor registra algo del folclore
popular acerca de él: “No había en todo Israel ninguno tan alabado
por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su
coronilla no había en él defecto” (14:25). También nos enteramos
que tenía una hermosa cabellera y que su familia incluía tres hijos
(a los que no se nombra) y una hija “de hermoso semblante”, lla­
mada Tamar (vers. 27).
Pero después de dos años, Absalón estaba irritado por el hecho
de que todavía no había tenido una audiencia con el rey. Joab apa­
rentemente lo estaba ignorando, hasta que Absalón deliberada-
216 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

mente prendió fuego a la cebada de Joab (vers. 30, 31).


Cuando los dos se vieron, Absalón declaró que estaba mejor co­
mo exiliado en Gesur. “Vea yo ahora el rostro del rey; y si hay en
mí pecado, máteme” (vers. 32). Su audaz golpe dio resultado, y
Joab arregló una reunión con David. Absalón se inclinó hasta el
suelo. David lo besó; un beso que le dio a Absalón el impulso que
necesitaba para planear la rebelión contra su padre.

Revolución (15:1-12)
El capítulo 15 se inicia con una descripción animada de la inso­
lente arrogancia de Absalón. “Se hizo de carros y caballos, y cin­
cuenta hombres que corriesen delante de él” (vers. 1). Si el silencio
de la Escritura significa algo, ¡ni siquiera el rey David tenía un ca­
rro con caballos! Alás seria, sin embargo, era la forma en que “ro­
baba Absalón el corazón de los de Israel” (vers. 6). También era
una persona llena de energía, se levantaba temprano por la mañana
para recibir a los visitantes que venían a la ciudad. Si alguien tenía
quejas, Absalón afirmaba que eran “buenas y justas” (vers. 3). El
rey simplemente no había provisto el personal adecuado para admi­
nistrar justicia: “¡Quién me pusiera por juez en la tierra, para que
viniesen a mí todos los que tienen pleito o negocio, que yo les haría
justicia!” (vers. 4).
Absalón no hizo campaña para ser rey. El sólo quería ser juez,
eso es todo... También debe haber sido el modelo original de los
políticos que besan a los bebés, porque se preocupaba especial­
mente por saludar a todos los que se acercaban a honrarlo: “El ex­
tendía la mano y lo tomaba, y lo besaba” (vers. 5).
Polzin utiliza la palabra escandaloso para describir el desprecio de
Absalón por el código legal de Israel {David, p. 150). El observa
que en la historia que abarca desde Deuteronomio hasta 2 Reyes, la
forma verbal de la raíz ts-d-k, que interpreta y aplica las ideas de
“justicia” y “equidad”, aparece sólo aquí en 2 Samuel 15 y en otros
dos contextos: Deuteronomio 25 y 1 Reyes 8. En Deuteronomio
25:1-3, al juez se le asigna la responsabilidad de absolver “al justo”
y condenar “al culpable”. Salomón, el hermanastro de Absalón, re­
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 277

marca lo mismo en su oración, pidiéndole al Señor que condene a


los culpahles y declare inocentes a los no culpables (1 Rey. 8:32).
Que Salomón practicara o no lo que predicaba es otra cuestión,
pero por lo menos lo predicaba (¡o lo pedía en oración!) correcta­
mente.
Por contraste, Absalón robó los corazones del pueblo declaran­
do que los casos de cada uno eran “buenos y justos” (2 Sam. 15:3).
Nunca conoció a una persona culpable, ¡porque todas las personas
con las que hablaba eran inocentes! Es así como lo que a primera
vista parecería un intento sincero por apuntalar el sistema de justi­
cia de su padre, en realidad era una divergencia seria del funda­
mento mismo de la herencia de Israel. La versión de Polzin de la
pretensión de Absalón en 15:4 traduce en forma precisa el hebreo:
“Entonces todo hombre que tenga pleito o litigio podría venir a mí, y
yo lo declararía justo [ts-d-k]” (David, p. 151, el énfasis es suyo). Eso
no es justicia. Es cohecho y robo.
Después de cuatro años de robar corazones, Absalón estaba listo
para arrancarle el reino a su padre. En el nombre de un voto al Se­
ñor hecho durante el exilio, le pidió permiso a David para ir a ado­
rar al Señor en Hebrón (vers. 7, 8). El nombre del Señor no apare­
ce con frecuencia en los capítulos 13 al 20, pero cuando lo hace, a
menudo lo hace en labios de personas cuestionables o en circuns­
tancias sospechosas. Aquí aparece de las dos maneras. Pero David
dio su permiso: “Ve en paz” (vers. 9).
Así que Absalón fue en paz. Pero no realmente. Su corazón esta­
ba alistado para la guerra.
Sorprendentemente, Absalón pudo trabajar en secreto con al­
gunos y abiertamente con otros. Por un lado, envió mensajeros
“por todas las tribus de Israel” (vers. 10), diciéndoles que le decla­
raran su lealtad al sonido de la trompeta; quizás una serie de trom­
petas llevarían el mensaje a lo largo de la tierra al sonido de la de
Hebrón. Por otro lado, los doscientos hombres que lo acompaña­
ron a Hebrón desde Jerusalén “eran inocentes y no sabían absolu­
tamente nada” (vers. 11, BJ).
La solidez del apoyo a Absalón se refleja en el hecho de que po­
día hacer punta de lanza de su revolución en Hebrón, el mismo lu-
278 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

gar donde su padre había sido ungido primeramente como rey so­
bre Judá (2:4). No se ve con mucha claridad cuánto tiempo se ne­
cesitó para que la revolución se hiciera pública. La mención de los
doscientos hombres inocentes de Jerusalén (15:11) podría sugerir
un rápido anuncio público. Y si Absalón mismo era el que ofrecía
los sacrificios —el hebreo de 15:12 no es claro en cuanto a si era él
(RVR, BJ) o Ahitofel el que los ofrecía— representaría un rompi­
miento completo con su padre. Pero la última frase de 15:12 su­
giere una vigorización más gradual y sutil de su poder: “Y la cons­
piración se hizo poderosa, y aumentaba el pueblo que seguía a Ab­
salón”.

El Rey Fugitivo (15:13-16:14)


Cuando la seriedad de la amenaza finalmente se hizo evidente
en el palacio, David mismo describió su potencial en términos se­
veros. No sea que Absalón “arroje el mal sobre nosotros, y hiera
la ciudad a filo de espada” (15:14). Así que el rey salió con toda su
casa detrás de él. Curiosamente, dejó diez concubinas para que
cuidaran el palacio (vers. 16). ¿Estaba tentando a Absalón?
Según lo presenta el autor, la huida de Jerusalén fue un asunto
largo, casi tedioso, y recargado de simbolismo religioso. A cierta
distancia de la ciudad, se detuvo la procesión para que los hombres
de David desfilaran delante de él (vers. 17, 18). El relato que sigue
registra cinco encuentros significativos con personas que desem­
peñan un papel en la historia: Itai geteo con seiscientos hombres de
Gat; los sacerdotes Sadoc y Abiatar con el arca; Husai arquita,
amigo de David; Siba, el mayordomo de Mefi-boset; y Simei, el
benjamita que maldecía.
Antes que termine el capítulo, David habrá ascendido a la cum­
bre del monte de los Olivos con la cabeza cubierta, los pies descal­
zos y llorando a lo largo de todo el camino (vers. 30-32). Todos los
que estaban con él también tenían las cabezas cubiertas y lloraban
mientras caminaban (vers. 30). Su primera meta parece haber sido
la cumbre “donde se rendía culto a Dios”, nos dice el autor (vers.
32, DHH). Otras traducciones que ponen esa adoración a Dios en

...... ...................... .
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 219

tiempo pretérito, pretenden más de lo que se puede probar desde


el hebreo. Todo el lúgubre viaje sugiere un acontecimiento religio­
so. Y si la lectura de 15:24 en la versión NIV (inglés) es correcta (el
hebreo es discutido y discutible), el aspecto religioso asume un
perfil más elevado, porque declara que los levitas asentaron el arca
en un punto estratégico, y que “Abiatar ofreció sacrificios hasta
que todo el pueblo terminó de salir de la ciudad”.
También es interesante notar aquí que muchos comentadores
han llamado la atención al hecho de que los escritores de los Evan­
gelios parecen reflejar la experiencia de David cuando describen el
camino de Jesús a la cruz. En forma similar, la muerte de Judas re­
cuerda el suicidio de Ahitofel (17:23), el amigo y consejero de Da­
vid, que desertó del bando de Absalón.
En cuanto a los encuentros de David en el camino, el primero
fue con Itai geteo, líder de seiscientos hombres que siguieron a
David desde Gat. David estaba sorprendido y agradecido por la
lealtad de Itai. Su compromiso tanto con David como con el Señor
es uno de los pocos puntos brillantes de los capítulos 13 al 20: “Vi­
ve Dios, y vive mi señor el rey, que o para muerte o para vida,
donde mi señor el rey estuviere, allí estará también tu siervo”
(15:21). Itai también trajo consigo algo parecido a una multitud,
porque sus seiscientos guerreros geteos traían consigo a sus fami­
lias.
David habló después con Sadoc, el sacerdote que estaba acom­
pañado por Abiatar y por los levitas que llevaban el arca. Los sacer­
dotes y el arca debían volver a Jerusalén, dijo David. El reconoció
que el arca era un símbolo que trascendía sus propios intereses
personales. El regreso de Sadoc, cuyo nombre simboliza “justicia”,
también podía simbolizar la esperanza de David de que la justicia y
la equidad reinaran nuevamente algún día en Jerusalén.
En un plano más terrenal, Ahimaas, hijo de Sadoc, y Jonatán,
hijo de Abiatar, también debían volver a Jerusalén para colaborar
con el espionaje. Debían mantener informado a David acerca de
los acontecimientos en la ciudad (vers. 35, 36). Sería un desafío es­
pecial para el contingente sacerdotal parecer que apoyaban a Absa­
lón mientras permanecían leales a David.
28 0 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

El encuentro de David con su amigo Husai arquita es mencio­


nado por el autor como el último evento en una secuencia signifi­
cativa de tres partes: (1) El informe que le llega a David de que
Ahitofel se cuenta entre los conspiradores; (2) la oración de David:
“Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel”; (3) la llegada
de David a la cumbre, donde Husai, con su túnica rasgada y con
polvo sobre su cabeza, se encuentra con él (vers. 31, 32).
En los capítulos 13 al 20, la única conversación de David con el
Señor que se registra ocurre en este lugar alto geográficamente de
su viaje y en este punto bajo psicológicamente de su vida. Como
los comentadores han observado a menudo, casi antes que termine
de orar aparece Husai como respuesta a la oración de David. El
sería, en efecto, el instrumento del Señor “para frustrar el consejo
de Ahitofel” (17:14, BJ). David envió a Husai de vuelta a Jerusalén
para que si m era como consejero de Absalón. Debía jurar lealtad
al rebelde mientras mantenía su fidehdad a David y promovía en
Jerusalén los intereses del rey exüiado (15:32-37).
Las Escrituras son muy claras al informar en cuanto a la orden
del rey a Husai. ¿La utihzación de mentiras por parte de David
con el propósito de derrotar al rebelde Absalón muestra que “el
fin justifica los medios”? El B rew er’s Dictionary o f Plorase and Fable
(14a. ed., 1989), dice que el dicho “el fin justifica los medios” es
“una falsa doctrina frecuentemente condenada por varios papas,
que enseña que se pueden utilizar medios malos para producir un
buen resultado”. El diccionario Brewer equilibra ese comentario
con un verso tomado de “Hans Carvel”, del poeta inglés Matthew
Prior (1664-1721):

El fin debe justificar los medios:


sólo peca el que tiene mala intención;
puesto que es para combatir el mal;
es lícito emplear al diablo.

En por lo menos dos páginas, el autor de 1 y 2 Samuel ha rela­


cionado al Señor con los esfuerzos humanos por utilizar palabras
engañosas para alcanzar los fines del Señor. En 1 Samuel 16:2, el
____________

■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 281

Señor aconsejó a Samuel que engañara a Saúl diciéndole una ver­


dad a medias. Aquí en 2 Samuel 15 al 17, el engaño va un paso
más lejos e incluye mentiras descaradas. En ambos casos, el enga­
ñado ya no servía más al “bien”. De hecho, tanto Saúl como Absa­
lón estaban tratando de destruir al “inocente” en defensa de sus
propias aspiraciones personales de poder y posición. En el Antiguo
Testamento, el “interés propio” y la “intención” son cruciales para
entender la veracidad.
En Deuteronomio 19:16-19 se subraya la importancia de la in­
tención, cuando se describe la pena “por haber acusado falsamente”
en forma recíproca: “Haréis a él como él pensó hacer a su herma­
no”, eso se convierte en la pena. Es así como la intención se vuelve
decisiva para una comprensión correcta y para la aplicación del
mandamiento en contra de levantar falso testimonio (Exo. 20:16;
Deut. 5:20).
Pero la historia de David por sí misma debe proporcionar una
pausa seria a cualquiera que esté tentado a decir mentiras por una
causa aparentemente buena. Su historia es una ilustración bíblica
torcida de la declinación resbaladiza, de un pecado que lleva a
otro, de una única mentira que lleva a otra mentira, y del abun­
dante dolor que viene como consecuencia.
De los tres encuentros con amigos y defensores fieles, David
pasa a dos que son más problemáticos: uno ambiguo con Siba, el
mayordomo de Mefi-boset, y otro con Simei, el que maldice, que
es abiertamente feo. Es curioso que los encuentros de David co­
mienzan en un terreno moralmente alto y van viniendo cuesta
abajo desde allí. El primero, con los geteos leales pero dos veces
exiliados es el más admirable, por lo menos en un sentido, porque
son extranjeros que siguen a David por elección. En segundo lugar
están los sacerdotes fieles que vuelven a Jerusalén corriendo cierto
riesgo; pero ellos sólo están haciendo lo que les corresponde. En
tercer lugar está el fiel Husai, cuya vehemente lealtad a David lo
envalentona para entrar en la cueva de los leones en favor del rey; y
para manchar su alma con mentiras descaradas por la misma causa.
En cuarto lugar está Siba, quien compasivamente viene con comida
y animales de carga para David (2 Sam. 16:1-4) pero quien (nos
282 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

enteramos después) puede estar diciendo mentiras acerca de Mefi-


boset para obtener ganancias personales (19:27). En quinto y últi­
mo lugar aparece Simei, maldiciendo y arrojando piedras. Cierta­
mente no es amigo del rey, pero podría estar hablando en nombre
del Señor. De hecho, un deprimido David dice que el Señor mismo
le dijo a Simei que maldijera (16:11).
Estos dos últimos encuentros traen una vez más a luz el proble­
mático espectro de la casa de Saúl. Cuando David avanza más allá
de la cumbre, Siba le sale al encuentro con un regalo generoso y
con palabras bondadosas: “Los asnos son para que monte la familia
del rey, los panes y las pasas para que coman los criados, y el vino
para que beban los que se cansen en el desierto” (vers. 2).
Rastros de la larga sombra de Saúl aparecen en las palabras de
David a Siba, porque se dirige a él no como mayordomo de Mefi-
boset sino de Saúl: “¿Dónde está el nieto de tu amo?”, pregunta
David (vers. 3, DHH).
La respuesta de Siba hace pedazos nuestra imagen mental de un
agradecido niñito lisiado: “He aquí él se ha quedado en Jerusalén,
porque ha dicho: ‘Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de
mi padre’ ” (vers. 3).
Sin señal de vacilación, David le entrega todas las propiedades
de Mefi-boset a Siba (vers. 4), quien las acepta agradecido sin
murmuraciones ni quejas. Pero una decisión rápida lleva a otra.
Igual de apresuradamente, David más tarde revisaría su edicto
acerca de las propiedades de Mefi-boset, dividiéndolas por la mitad
(19:29). En ambos casos, un consejero sabio le hubiera señalado al
rey un pasaje pertinente de Deuteronomio: “No se tomará en
cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en
cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo
por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación”
(Deut. 19:15).
En la historia del trato de David con Mefi-boset, podemos reco­
nocer una dolorosa ironía: la misma firmeza que le permitía captar
y expresar espontáneamente los principios de un buen gobierno,
también lo tentaron a hacer malas decisiones bajo presión. En Si-
clag, cuando sus hombres se mostraron renuentes a compartir el
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 283

botín que habían recuperado, David sentó un principio permanen­


te de “compartir todos por igual” (1 Sam. 30:24, 25). Sus decisio­
nes en relación con las propiedades de Mefi-boset fueron casi
igualmente memorables, pero no porque fueran buenas y durade­
ras, sino porque fueron malas y de poca duración. En forma simi­
lar, la sinceridad impulsiva que llevó a David a confesarle inmedia­
tamente a Abigail cuán cerca había estado de masacrar la casa de
Nabal era prima hermana de las emociones volátiles que desenca­
denaron el llamado a las armas contra Nabal en primer lugar. Y
esa misma volubilidad ronda su gran pecado, porque en respuesta a
las palabras “tú eres aquel hombre” de Natán, David rápidamente
confesó su pecado; quizá tan rápidamente como había caído en pe­
cado cuando vio a la hermosa mujer desde su terraza.
El quinto encuentro, la confrontación con Simei, pone de mani­
fiesto lo que la conversación con Siba mostró que estaba acechando
en las sombras de la mente de David: la amenaza potencial de la
casa de Saúl. Después que David interrogó a Siba acerca de sus re­
galos, inmediatamente le preguntó por Mefi-boset (2 Sam. 16:3).
Los pies lisiados podrían descalificar a Mefi-boset de convertirse
en rey, pero su hijo Micaía, que en ese momento rondaba los vein­
te años, podría ser un candidato viable.
Las maldiciones de Simei muestran cuán fácilmente podían en­
cenderse las fricciones entre la casa de David y la casa de Saúl.
Aquí, nuevamente aparece el nombre del Señor en labios de un
truhán mientras Simei pregonaba su explicación acerca de la des­
gracia de David: “Jehová te ha dado el pago de toda la sangre de la
casa de Saúl, en lugar del cual tú has reinado, y Jehová ha entrega­
do el reino en mano de tu hijo Absalón; y hete aquí sorprendido
en tu maldad, porque eres hombre sanguinario” (vers. 8).
¿Cuánta sangre de la casa de Saúl tenía en realidad David en sus
manos? Posiblemente una buena cantidad, por lo menos para la
mente popular. Aunque la ubicación cronológica del relato es in­
cierta, la venganza gabaonita sobre la casa de Saúl (24:1-14) proba­
blemente ya era historia, y el rey David había dado la orden para
que así fuera (21:6). Las muertes de Abner (3:22-39) y la de Is-bo-
set (4:1-12) también podían ser cargadas a la cuenta de David,
284 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

aunque el autor se esfuerza por mostrar que David no tuvo parte


en ninguno de los dos crímenes. Finalmente, un cínico podría ar­
gumentar, un paso más lejos, que David también fue responsable
por las muertes de Saúl y de sus hijos sobre el monte Gilboa. Aun­
que David no luchó en ninguno de los dos lados del conflicto, al no
pelear con las tropas de Saúl podía quedar abierto a la crítica. Más
significativo todavía, puesto que David era un aliado formal de los
filisteos, se podría haber dicho que contribuyó a la derrota israelita
al apoyar a sus enemigos.
Además de la lista de sus acciones sangrientas, se podrían agre­
gar los nombres de Mical y de Mefi-boset a la Asta de quejas po­
tenciales contra la casa de David. Mical, la hija estéril de Saúl, esta­
ba nuevamente bajo el control de David. Y Mefi-boset, nieto de
Saúl, también estaba secuestrado en el palacio real bajo el ojo
atento de David.
Así que Simei tenía motivos para maldecir, y David estaba dis­
puesto a dejarlo retumbar, incluso en nombre de Jehová. Las pie­
dras y la tierra que Simei arrojó probablemente fueron más un in­
sulto que un peligro (16:6, 13). Pero no importa cuánto fuera el
peligro, “Abisai hijo de Sarvia” (¡observen el nombre completo!)
había tenido suficiente. “Te ruego que me dejes pasar, y le quitaré
la cabeza”, le dijo a David (vers. 9). David dijo No. Desde el punto
de vista de David, el Señor podía hablar a través de este “perro
muerto”, utilizando el término de Abisai para Simei. “Quizá mira­
rá Jehová mi aflicción, y me dará Jehová bien por sus maldiciones
de hoy” (vers. 12).
Simei, entonces, siguió maldiciendo y arrojando piedras y ba­
rro. David y su gente finalmente llegaron agotados a un destino
sin nombre. “Y descansaron allí” (vers. 14).

■ Apliquemos la Palabra
2 Samuel 13-17
1. Control de la Pasión: ¿Cómo puede la relación con Dios
ayudarme a controlar mis pasiones de manera que no do-
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—1 285

minen las necesidades y los derechos de los demás? ¿Qué


ocasiones de mi vida puedo recordar en las que yo, al
igual que Amnón, he permitido que la pasión lastime a mi
familia? ¿Qué ocasiones, en las que al igual que Absalón,
he hecho “justicia” por mis propias manos, lastimándome
no sólo a mí sino también a mi familia?
2. Ambición: ¿Me tienta la ambición personal a utilizar a
otras personas para mis propios fines, quizás haciendo
promesas imposibles de cumplir, como Absalón hizo al
pueblo de Israel? ¿Cómo puedo evitar tal conducta?
3. Honestidad: ¿Me siento más tentado a ser inconstante con
la verdad o a ser demasiado rígido, insistiendo en la revela­
ción completa, absoluta y veraz en todo momento? ¿Han
habido ocasiones en las que debería haber sido más ho­
nesto? ¿Cuándo he lastimado a personas con la “verdad”?
¿Fue un dolor útil o destructivo? ¿Se justifica en algún
momento la mentira? ¿Puede ser que la verdad sea una
mentira? Dé razones para sus respuestas.
4. ¿ Tanteo o Firm eza?: ¿Tiendo a meterme en problemas por
mi impulsividad o por mi falta de firmeza? ¿Qué ejemplos
de la vida de David podrían ayudarme con mi problema
específico? ¿Cómo?
5. Generosidad: ¿En qué ocasiones he sido (quizás al igual
que Siba) generoso por motivos equivocados? ¿Debería
esperar para expresar mi generosidad hasta estar seguro
que mis motivos son puros? ¿Por qué sí o por qué no?

■ Investiguemos la Palabra
1. M oralidad Sexual: La cuestión de la moralidad sexual es
un tópico muy moderno y muy antiguo a la vez. Una for­
ma de estudiarlo desde la perspectiva bíblica es utilizar
una concordancia para descubrir los principales contextos
(especialmente las historias y las leyes), verificando las pa­
labras claves (iviolación, virgen, adulterio, prostituta, etc.). A
menudo puede resultar de ayuda un diccionario bíblico
28 6 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

para identificar los principales pasajes o los poco comunes


que son importantes. El artículo “Sex and Sexuality”, de
Tikva Frymer-Kensky en The Anchor Bible Dictionary
(5:1144-1146) provee un breve examen. Compare los códi­
gos legales con las prácticas comunes según lo ilustran las
historias bíblicas, especialmente en 1 y 2 Samuel. Escriba
resúmenes y conclusiones para ayudarle a aclarar sus pro­
pias ideas. Puede resultar útil comparar las formas de ver
las cosas del Nuevo Testamento con las del Antiguo Testa­
mento y con las actitudes modernas.
2. Joab. Una de las figuras más dominantes, útiles y proble­
máticas en la corte de David es Joab, el hijo de su herma­
na. Con la ayuda de una concordancia, desarrolle una lista
de todos los contextos en los cuales aparece Joab. Analice
cada pasaje con el propósito de confeccionar un perfil ca-
racterológico del hombre. Como último paso de su estu­
dio, escriba sus conclusiones acerca de Joab: su carácter,
su papel en el reino, su efecto sobre el reinado de David y
su posición delante de Dios.

■ Estudio Adicional de la Palabra


Véase al final del capítulo 11.
C A PIT U L O O N C E

Violación y Venganza,
Revolución y Regreso—Parte 2
2 Samuel 18-20

M ientras el rey David huye por su vida, su hijo Absalón se está sin­
tiendo como en casa en Jerusalén. Los dos hombres tienen un duro camino
por delante. David eventualmente volverá y gobernará una vez más des­
de Jerusalén. Pero antes de que eso ocurra, su hijo Absalón morirá a ma­
nos de Joab. La espada todavía está cobrando víctimas, tal como Natán di­
jo que ocurriría.

■ Introduzcámonos en la Palabra
2 Samuel 18-20

En la saga del alzamiento de Absalón y del regreso de Da­


vid en 2 Samuel 18 al 20, restablecemos las mismas preguntas
que centraron nuestro pensamiento en los capítulos 13 al 17.
Los elementos claves se repiten brevemente aquí. Para una
descripción más completa, véase “Introduzcámonos en la Pa­
labra” al comienzo del capítulo 10.

1. Disciplina: ¿Quién debería haber disciplinado a quién? Re­


suma las consecuencias de la falta de disciplina.
2. Caracteres: Observe las virtudes y los defectos de las perso­
nas claves: David, Absalón, Joab y Abisai. No se olvide de 1
287
2 88 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

Reyes 1 y 2 para David y Joab.


3. El Señor: ¿Quién habla acerca del Señor y cuándo? Bus­
que patrones, y resuma sus conclusiones.
4. Lugares: Observe el papel de los lugares claves en el relato.
5. La Verdad: Actualice la sección de su cuaderno o carpeta
titulada “La Verdad”.
6. Casa de Saúl: Actualice su cuaderno. Evalúe el trato de
David hacia la gente de Saúl.
7. El Exilio y el Regreso: Compare la huida de David de Jeru-
salén (15:13-16:14) con su regreso (19:9-20:3). Busque
patrones en sus acciones y pensamientos.
8. Perspectiva Desde el Exilio: Imagínese mientras lee que us­
ted se encuentra en el exilio: No hay más Jerusalén, ni
templo, ni monarquía. ¿Cuáles serían sus pensamientos?

■ Exploremos la Palabra

Un Buen Consejo pura un Rebelde Malo (16:15-17:29)


La lucha entre Husai y Ahitofel por el control de la mente de
Absalón comienza en el momento en que Absalón llega a Jerusalén.
De acuerdo con 15:37, Husai llegó a Jerusalén cuando “Absalón
entró en Jerusalén”. El relato se reanuda en 16:15 con la observa­
ción de que Absalón llegó con “los hombres de Israel”, acompaña­
dos por Ahitofel. Husai se dirige a Absalón con un doble “¡Viva el
rey!” (vers. 16).
¡Una bienvenida doble de una lengua doble! El lector sabe a
qué rey se está refiriendo realmente Husai. Absalón no lo sabe, o
por lo menos no está seguro. “¿Es este tu agradecimiento jesed]
para con tu amigo [refiriéndose a David]?”, responde Absalón, uti­
lizando el mismo término de lealtad de pacto que marcó la unión
entre David y Jonatán.
Como revela la narración posterior, Absalón acepta a Husai. Su
respuesta a Absalón en cuanto a por qué no fue con David aparen­
temente fue convincente, aun cuando la versión escrita reverbera
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 289

con posibles doble sentidos: “No, sino que de aquel que eligiere
Jehová y este pueblo y todos los varones de Israel, de aquél seré
yo, y con él me quedaré. ¿Y a quién había yo de servir? ¿No es a su
hijo? Como he servido delante de tu padre, así seré delante de ti”
(vers. 18, 19).
Ahitofel, el rival de Husai, parece ser el primero en aconsejar y
es respaldado en forma impresionante por el autor unas pocas lí­
neas más adelante: “Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos
días, era como si se consultase la palabra de Dios. Así era todo
consejo de Ahitofel, tanto con David como con Absalón” (vers.
23).
¿Es significativo que el consejo de Ahitofel sea “como” el de
quien consultase a Dios? Cada uno de los “admiradores” de David
que lo alabaron por ser como “un ángel de Dios” —Aquis (1 Sam.
29:9), la mujer sabia de Tecoa (2 Sam. 14:17, 20) y Mefi-boset (2
Sam. 19:27)— utilizaron el mismo circunloquio. Pero como ob­
serváramos anteriormente, esas afirmaciones aparentemente reso­
nantes tienen un sonido hueco en el contexto más amplio de 1 y 2
Samuel. Si el autor en verdad usa su alabanza en forma irónica, ¿lo
hace aquí también? Probablemente. Hablar “como” Dios no es lo
mismo que hablar por él. De hecho, no es muy claro si aquellos
que son “como” Dios en 1 y 2 Samuel son descritos así por tener
algún tipo de contacto con Dios. En resumen, el consejo sabio de
alguien que es “como Dios” puede ser un muy buen consejo, pero
no necesariamente es el consejo de Dios.
Basado en su estudio acerca de la distribución de las palabras,
Polzin presenta un aspecto negativo de la cuestión de “buscar el
consejo” de seres humanos sabios. El argumenta que a partir de 2
Samuel 5, cuando David establece su trono en Jerusalén, hasta 1
Reyes 12, cuando Roboam pierde las tribus del norte ante Jero-
boam, ningún rey de Judá —incluyendo a David, Salomón, Ro­
boam, o los pretendientes reales Absalón y Adonías— “pregunta”
(sha'al) o “busca” (darash) a Dios “en su búsqueda de inteligencia
futura”. El llega a la conclusión que tres generaciones de la casa de
David parecen haber abandonado la antigua práctica de inquirir a
Jehová “por medio de sacerdotes y profetas”, reemplazándolo por
290 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

“meramente la consulta humana”. Aun cuando Natán conspira


con Betsabé para colocar a Salomón en el trono, “el profeta utiliza
un lenguaje digno de esta fase extraña o racionalista en la historia
monárquica” (compare con 1 Rey. 1:12; Polzin, David, p. 175).
Absalón definidamente estaba buscando el consejo humano, y
se volvió a Ahitofel, aunque la palabra en forma plural sugiere que
estaba dirigiéndose a un grupo de consejeros: “Dad vuestro con­
sejo sobre lo que debemos hacer” (2 Sam. 16:20). A pesar de que
Absalón pudo haberse dirigido a un grupo, fue Ahitofel, sin em­
bargo, el que respondió, y con una agenda de dos partes: Primero,
muestra “que te has hecho odioso a tu padre” durmiendo con sus
concubinas “a la vista de todos los israelitas” (vers. 21, 22, DHH).
Y eso es lo que sucedió, en una tienda sobre la azotea del palacio
(vers. 22). David conocía la azotea. Ahora era el turno de Absalón.
Y efectivamente, tal como hacía dicho Natán, la incursión secreta
de David fue igualada por una “delante de todo Israel y a pleno
sol” (12:12). Llámenlo profecía cumpbda o sangre que vuelve sobre
su propia cabeza, o —para ser más exactos— los pecados de la pa­
sión que vuelven sobre su propio techo.
El segundo consejo de Ahitofel era el de buscar a David inme­
diatamente. Enviar una fuerza pequeña, y que solamente el rey sea
el blanco. Traer a todos los demás de vuelta con seguridad (17:1-3).
Aunque el plan le pareció “bueno” a Absalón y a los ancianos
(vers. 4), decidieron pedirle una segunda opinión a Husai. Por ca­
sualidad tenía una contrapropuesta, llamando a una movilización
masiva de “todo Israel” y a la destrucción de David y todos sus
hombres (vers. 13). El apoyó su sugerencia con una llamativa des­
cripción de un hombre demasiado peligroso como para atacar con
una fuerza pequeña. El rey exiliado era “como una osa en el campo
cuando le han quitado sus cachorros” (vers. 8).
Sin explicar la base de su decisión, Absalón y “todos los de Is­
rael” optaron por el plan de Husai. Pero aunque el autor no explica
la razón humana detrás de esta decisión, sí nos interpreta la mente
de Dios: “Porque Jehová había ordenado que el acertado consejo
de Ahitofel se frustrara, para que Jehová hiciese venir el mal sobre
Absalón” (vers. 14).
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 291

Si Absalón no adoptó completamente el plan de Husai, estuvo


más lejos todavía de seguir el plan de Ahitofel de atacar rápida­
mente. Y cuando Ahitofel vio que no se seguía su consejo, se fue a
su casa, arregló sus asuntos y se ahorcó (vers. 23). El hecho de que
fuera enterrado en la tumba familiar sugiere que el suicidio no lle­
vaba consigo el estigma que tiene ahora.
En relación con el consejo de Ahitofel, también puede obser­
varse que si se requería una acción inmediata para implementar un
plan de ataque rápido, su otro consejo a Absalón, el de dormir con
las concubinas de su padre (16:21, 22), bien pudo haber sido un
obstáculo.
Husai mismo parece haber estado inseguro de las intenciones
de Absalón. ¿Atacaría inmediatamente (como decía Ahitofel) o
reuniría una gran fuerza (como aconsejaba Husai)? Para ir a lo se­
guro, Husai explicó ambas opciones a los sacerdotes, diciéndoles
que le hicieran llegar un mensaje urgente a David: Los exiliados
debían cruzar el Jordán sin demora, “para que no sea destruido el
rey y todo el pueblo que con él está” (17:16). El comentario de
17:24 con respecto a que “Absalón pasó el Jordán con toda la gente
de Israel” sugiere que el rebelde estaba muy cerca de David, ya sea
que tuviera o no a “todo Israel” con él en ese momento. Pero no
importa qué forma tuviera el plan final, Husai había tenido éxito en
entorpecer el consejo de Ahitofel, como había orado David
(15:31). Ahitofel, por supuesto, lo vio así y se quitó la vida (17:23).
Comunicarse con David presentaba sus propios desafíos. Los
dos hijos de los sacerdotes, Jonatán y Ahimaas, estaban al sur de
Jerusalén, en Rogel. Como era muy peligroso que entraran en la
ciudad, una sierva iba a pasarles los mensajes para que se los co­
municaran a David (vers. 17). Sin embargo, un joven los vio y se lo
dijo a Absalón. Refugiándose en la casa de un hombre en Bahurim,
nada menos que la ciudad de Simei, Ahimaas y Jonatán se metieron
dentro de un pozo que había en el patio. La esposa del hombre
puso una manta sobre el pozo y esparció grano sobre ella. La Es­
critura dice que “nada se supo del asunto” (vers. 19). Pero Ander-
son interpreta el texto hebreo como sugiriendo un camuflaje más
perfecto: un pozo cubierto con arena “de modo que nada podía
292 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

observarse” (Anderson, pp. 210, 215).


De cualquier manera, fue un escape difícil, porque los hombres
de Absalón vinieron a esa misma casa y preguntaron por Ahimaas y
Jonatán. No es muy claro para nosotros (en el hebreo) lo que ella
les dijo, pero fue claro para ellos. Los hombres continuaron su
búsqueda en otra parte, y finalmente volvieron a Jerusalén con las
manos vacías (vers. 20).
Los dos jóvenes salieron del pozo y llevaron el mensaje a Da­
vid. Llegaron a tiempo, porque la Escritura dice que “pasaron el
Jordán antes que amaneciese; ni siquiera faltó uno que no pasase
el Jordán” (vers. 22). Los múltiples elementos de engaño en este
incidente nuevamente levantan la cuestión de si el fin justifica los
medios. El autor de 1 y 2 Samuel podría decir que depende de qué
fin y de qué medios.
David y su gente llegaron a Mahanaim, a unos 50 kilómetros
(30 millas) de los vados del Jordán (vers. 24). Aunque el tamaño
del ejército mercenario de David ciertamente ayudaría a “inspirar”
una recepción cordial, es sorprendente que David se refugiara en la
ciudad que había sido la capital de la familia de Saúl bajo el mando
de Is-boset y Abner (2:8). Polzin (David, p. 183) observa que la lle­
gada de David a Mahanaim es todavía más sorprendente, puesto
que representa la inversión de roles de 2 Samuel 2, cuando David
estaba en Hebrón como rey sobre Judá, e Is-boset estaba en Maha­
naim como rey sobre Israel. Ahora, Absalón ha ido a Hebrón (2
Sam. 15) y David a Mahanaim (2 Sam. 17). ¡Cómo han caído los
valientes, o por lo menos han cambiado de lugar!
La Escritura nombra a Sobi, a Alaquir y a Barzilai, tres trans-
jordanos que proveyeron generosamente a los exiliados de alimen­
to y enseres. Los tres deben haber sido ricos e influyentes. Y son
notables por otras razones también. Sobi, por ejemplo, es identifi­
cado como “hijo de Nahas, de Rabá de los hijos de Amón” (17:27).
Posiblemente era hermano de Hanún, el rey amonita que insultó a
los hombres de David rapándoles la mitad de sus barbas y cortando
la mitad de sus vestidos (10:4). La guerra que siguió a esto con
Hanún fue la que dio lugar a la aventura con Betsabé. Mientras
David estaba sobre su terraza en Jerusalén, Joab y el pueblo “des­
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 293

truyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá” (11:1), el mismo sitio


que le costara la vida a Urías heteo (vers. 17). David oportuna­
mente se unió a Joab y dirigió la captura final de Rabá. Tomaron
mucho botín, incluyendo la corona del rey, y consignó al pueblo
amonita a trabajos forzados (12:26-31). Pero a pesar de todo eso,
Sobi, hijo de Nahas, un amonita de Rabá, voluntaria y generosa­
mente vino en ayuda de David.
El segundo de la lista de los transjordanos generosos, Maquir,
“hijo de Amiel, de Lodebar” (17:27), había sido el anfitrión de
Mefi-boset antes que David decidiera mostrar “bondad” (jesed) a la
casa de Saúl por amor de Jonatán (9:1, 4). El tercero, Barzilai “ga-
laadita de Rogelim”, animó especialmente el corazón de David, no
sólo por su generosidad cuando los exiliados llegaron, sino tam­
bién porque acompañó a David parte del camino de regreso a Jeru-
salén (19:31-39). David en realidad invitó a Barzilai a que fuera al
palacio en Jerusalén. “Yo te sustentaré”, le prometió (vers. 33). Pe­
ro Barzilai se excusó debido a su avanzada edad. En sus instruccio­
nes finales a Salomón, David señaló especialmente a tres personas
que Salomón debía “recordar”: Joab y Simei, para que fueran eje­
cutados (1 Rey. 2:5, 6, 8, 9); pero a los hijos de Barzilai con “bon­
dad” (jesed) especial: “Que sean de los convidados a tu mesa; por­
que ellos vinieron de esta manera a mí, cuando iba huyendo de
Absalón tu hermano” (1 Rey. 2:7). Barzilai galaadita se une a Itai
geteo como una de las dos personas realmente “buenas” de los ca­
pítulos 13 al 20.

El A rbol (18:1-18)
La batalla contra Absalón se libró en el bosque de Efiraín, y fue
una escena brutal. Sin explicar por qué, el autor dice que “fueron
más los que destruyó el bosque aquel día, que los que destruyó la
espada” (vers. 8). Los hombres de David salieron contra “Israel”
(vers. 6), una referencia que podría sugerir que la batalla era una
vez más entre Judá en el sur, e Israel en el norte; en otras palabras,
entre los defensores de David y los de Saúl.
A través de circunstancias relacionadas con el regreso de David,
294 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

esas tensiones pronto harían erupción nuevamente. Pero la situa­


ción durante la revuelta de Absalón era mucho más compleja. Da­
vid, por ejemplo, estaba ahora en Mahanaim, territorio anterior­
mente controlado por la casa de Saúl, y la base del poder de Absa­
lón estaba en Hebrón y en Jerusalén, la ex base de poder de David.
Mirándolo bien, parecería que Absalón no sólo había robado los
corazones de la gente del norte; su influencia había penetrado cada
parte del reino de David (15:6, 10).
Inicialmente, David dividió sus tropas en tres compañías, al
mando de los dos hijos de Sarvia (Joab y Abisai) y de Itai geteo
(18:2). Cuando David declaró su intención de marchar a la batalla
con ellos, sus hombres protestaron. El rey mansamente accedió a
sus deseos (vers. 2-4).
David estaba luchando contra sus emociones. Mientras pasaba
revista a sus tropas, les dijo a sus tres comandantes: “Tratad benig­
namente por amor de mí al joven Absalón”. El autor observa que
todos escucharon esas instrucciones (vers. 5). David había colocado
a sus fuerzas leales en una situación imposible. Iban a entrar en ba­
talla contra el hijo del rey que estaba buscando matar al rey. Y el
rey les acaba de decir que sean buenos con él.
De acuerdo con la Escritura, el fin de Absalón sobrevino cuando
su cabeza (no su cabello) se atascó en las ramas de una encina
(vers. 9). Su mulo siguió camino, y Absalón quedó colgando. Joab
se burló del soldado que informó acerca del brete en el cual estaba
Absalón pero que se negó a tocar al hijo del rey. El autor se refiere
a la defensa del soldado con cierto detalle, incluyendo la repetición
de las palabras de David a los comandantes, que “todas” las tropas
habían oído (vers. 12, 13).
Joab no vaciló. Tomando tres dardos, se los clavó a Absalón.
Diez de los guardaespaldas de Joab rodearon al hijo del rey y lo
mataron (vers. 14, 15). Joab inmediatamente hizo sonar la trom­
peta, señalando el fin de las hostilidades contra “Israel”, tal como
había hecho anteriormente al comienzo del reinado de David
(2:28). Joab y sus hombres enterraron a Absalón allí en el bosque
bajo un montón de piedras. El autor luego declara que todos los
israelitas huyeron a sus casas (18:17), señal de que a pesar de que el
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 295

rebelde había desaparecido, la tarea de reconstruir el reino sería


desanimadora.
La referencia al monumento a Absalón y a su falta de hijos es
una nota desdichada al final del relato de la batalla (vers. 18). De
acuerdo con 14:27, Absalón tuvo tres hijos. La Escritura no nos
señala su destino. Pero la suerte de Absalón, el rebelde que murió
colgado de un árbol, haría que cualquiera empapado en la Escri­
tura haga una pausa para meditar en ello. Deuteronomio 21:23
afirma que “maldito por Dios es el colgado”, comentario que Pol-
zin interpreta como queriendo decir que “ser colgado” es “una
suerte peor que la muerte” (David, p. 186). ¿Qué significaría esa
maldición para el rebelde y para el reino que lo había apoyado?
Un día otro Hijo de David colgaría de otro árbol, pero de ma­
nera tal que transformaría la maldición en bendición. Los segui­
dores de Jesús proclamarían osadamente su muerte como la forma
de redención de Dios, anunciando al mundo que Dios mismo había
tomado forma humana, colgando de un árbol, “hecho por noso­
tros maldición” (Gál. 3:13).
Pero la muerte de Absalón no tenía ese valor redentivo. Por un
tiempo, fue recordado por su monumento en el valle del rey (2
Sam. 18:18) y por un montón de piedras en el bosque de Efraín
(vers. 17). Pero no estoy seguro de que alguien sepa dónde están
esos monumentos ahora. Todo lo que nos queda es una imagen se­
vera, descrita en las palabras de 2 Samuel 18, de uno de los ejem­
plares humanos más hermosos, colgando de un árbol con tres dar­
dos clavados en su cuerpo.

¿ Quién Se lo Dirá al Rey? (18:19-19:8)


Con Absalón muerto —contrariamente a los deseos de David y
por mano del propio comandante en jefe del rey—, Joab, que era el
comandante en jefe, enfrentaba el dilema de cómo decírselo a Da­
vid. Ahimaas se ofreció. Pero Joab dijo No, posiblemente porque
no quería enviar un hombre “bueno” con la “mala” noticia de que
el hijo del rey estaba muerto (18:20). Un hombre “bueno” indica
buenas noticias, y esta noticia probablemente iba a ser menos que
29 6 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

buena para el rey.


Así que Joab llamó a un etíope, un extranjero y una figura neu­
tra, para que fuera el mensajero oficial. Este salió para decírselo al
rey (vers. 21). Pero Ahimaas insistió, y cuando Joab finalmente le
permitió correr también, lo pasó al etíope y apareció primero a la
vista de David.
El narrador se toma mucho tiempo para llegar hasta el anuncio
formal. El vigía le informó a David no menos de tres veces: una
vez cuando vio a Ahimaas por primera vez, otra vez cuando el
etíope apareció en el horizonte, y una vez más cuando Ahimaas se
acercó lo suficiente como para ser reconocido (vers. 24-27). Con
cada llamado del vigía, David encontraba una manera de interpre­
tar las noticias como buenas. Un solo corredor significaba buenas
noticias, le dijo al vigía; y como los dos hombres corrían solos, cada
uno debía traer buenas noticias. Y una vez más cuando Ahimaas se
acercó lo suficiente como para ser identificado, David lo declaró
un hombre bueno y por lo tanto mensajero de buenas nuevas
(vers. 27).
Cuando estuvo al alcance del oído del rey, Ahimaas anunció la
victoria. Pero la primera pregunta de David fue acerca de Absalón,
una pregunta que Ahimaas no sabía cómo manejar, tal como Joab
había sospechado. ¿Temía una represalia por traer malas noticias?
Joab le había dicho específicamente que el hijo del rey estaba
muerto (vers. 20). Pero por alguna razón inexplicable, Ahimaas no
se lo dijo al rey.
Cuando llegó el etíope, David hizo la misma pregunta y esta
vez obtuvo una respuesta: “Como aquel joven sean los enemigos
de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal”
(vers. 32).
Pasmado, el rey subió a la sala sobre la puerta y lloró. El autor
nos dice lo que decía mientras se dirigía hacia allá: “¡Hijo mío Ab­
salón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo
en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (vers. 33). Cuéntelos:
“hijo mío”, cinco veces.
Todos podían oír a David llorando. El autor dice que las tropas
se deslizaron de vuelta a la ciudad “como suele entrar a escondidas
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 291
el pueblo avergonzado que ha huido de la batalla” (19:3). Luego se
centra una vez más en David: “Mas el rey, cubierto el rostro, cla­
maba en alta voz: ‘¡Hijo mío Absalón, Absalón, hijo mío, hijo
mío!’ ” (vers. 4). Cuéntelos: “hijo mío”, tres veces más, ocho en to­
tal.
Allí es cuando Joab entra tumultuosamente, soltando una anda­
nada increíble. Observemos algunas de las frases más punzantes.
Recuerden, es Joab hablándole nada menos que al rey:
“Has avergonzado el rostro de todos tus siervos” (vers. 5).
“Amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te
aman” (vers. 6).
“Si Absalón viviera, aunque todos nosotros estuviéramos muer­
tos, entonces estarías contento” (vers. 6).
Jurando por Jehová, concluyó diciendo que si David no salía y
“animaba” a sus hombres, no quedaría ni uno solo con él para la
noche. “Esto te será peor que todos los males que te han sobreve­
nido desde tu juventud hasta ahora” (vers. 7).
Ese es un bocado grande, Joab. Bien grande.
Pero funcionó. En palabras de la Escritura: “Entonces se levan­
tó el rey y se sentó a la puerta, y fue dado aviso a todo el pueblo,
diciendo: ‘He aquí el rey está sentado a la puerta’. Y vino todo el
pueblo delante del rey” (vers. 8).
El cuerpo del rey está aquí, pero el autor no nos dice nada acer­
ca de sus emociones. Suponemos que David ha secado sus lágri­
mas. ¿Pero ha encontrado razón suficiente para verse agradecido?
Corriendo el riesgo de disminuir el efecto que tenía en mente el
autor a partir de la potente narración, deberíamos preguntar por
lo menos cuál era su propósito al incluir este intenso drama del
dolor de David y del enojo de Joab. ¿Era para mostrar que, a pesar
de todo, David era un padre amante? ¿Era para mostrar cuán difícil
es ser padre y rey al mismo tiempo? ¿O era para mostrarnos que el
trauma emocional de David hacía que fuera imposible para él ser
rey?
Para un cristiano, el grito angustiado de David: “¡Quién me
diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”
(18:33), inmediatamente recuerda la imagen de Aquel que murió
298 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

en lugar de sus hijos descarriados. Y las arremolinadas emociones


de los lazos familiares nos proveen de un abundante potencial para
explorar la mente y el corazón de Dios. ¿Qué significa para Dios
vestirse de carne humana de manera tal que el Padre muere en el
Hijo, y así Dios muere en favor de nosotros y en nuestro lugar?
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, declaró Jesús (Juan
14:9). Y el Padre que nos reveló no es uno que exige airadamente la
muerte de los pecadores. El pecado mismo ya se ha ocupado de
eso. Nuestro Dios ha provisto un sacrificio para que los pecadores
puedan vivir. La inexorable ley del pecado, reflejada en ese gráfico
dicho del Antiguo Testamento: “Tu sangre sea sobre tu propia ca­
beza”, es tan cierta ahora como lo era entonces e igualmente mor­
tal. El pecado se castiga a sí mismo. El mensaje es suficientemente
evidente en la vida de David y de su familia.
Pero ¿cómo podemos evitar que el pecado deje a un padre llo­
rando sobre la puerta de la ciudad y un montón de piedras sobre un
hermoso cuerpo en algún lugar del bosque? Tiene que haber un
camino mejor. Dios tuvo que venir y morir en lugar de nosotros, y
tenía que vivir nuevamente. O todos nosotros estamos eternamen­
te bajo una pila de piedras en algún lugar del bosque.
La historia de David y Absalón no es la respuesta. Pero es la
pregunta. Y en la pregunta comenzamos a darnos cuenta de la res­
puesta que es nuestra esperanza.
Para mí, el drama de la muerte de Absalón y del dolor de David
ha llegado a ser tan fuerte que me cuesta imaginar lo que podría
haber significado para el autor y sus lectores mientras tropezaban
por las ruinas de Jerusalén. Por cierto, una cosa que deben haber
sabido es que todo rey humano es también un ser humano suma­
mente frágil. Las impficaciones de este conocimiento quizá se re­
flejen mejor en las palabras de David, registradas en el último capí­
tulo de 2 Samuel. Es otro de sus apasionados estallidos, pero to­
davía habla con gran poder: “Caigamos ahora en mano de Jehová,
porque sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos
de hombres” (24:14).
No puedo imaginarme a nadie en sus cabales queriendo caer en
manos de David. El podría tomar tu esposa o tu vida. Si alguien te
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 299

lastimara, quizá vendría en tu ayuda. Pero tal vez se enojaría y te


dejaría allí. O te mentiría. Pero una vez más, podría beber y comer
contigo en el palacio por el resto de tu vida y la suya. El problema
con David es que nunca sabrías qué esperar. Así que pronunció
una gran verdad cuando dijo que prefería caer en mano de Jehová
que en manos de hombres. Sabía de lo que hablaba. Y después de
escuchar su historia, nosotros también lo sabemos.

Yendo a Casa (19:9-20:26)


Después del dramatismo de la muerte de Absalón, de las lágri­
mas de David y de la ira de Joab, el relato que sigue vuelve a los te­
mas más mundanos de la reconstrucción del reino. Si los modales
de David fueron malos y sus emociones estuvieron fuera de control
cuando recibió la noticia de la muerte de Absalón, el siguiente rela­
to sugiere que su política también estaba revuelta. En lugar de
buscar unir los fragmentos destrozados de su reino, amenazó con
una mayor fragmentación al incitar a pelear a su propia tribu, Judá,
contra las tribus del norte, Israel.
Polzin observa que desde 19:9b hasta el final del capítulo 20, el
término Israel hace referencia “casi siempre a las tribus del norte en
contraste con Judá” {David, p. 181). Eso representa un cambio sig­
nificativo en la perspectiva, porque en los capítulos que presenta­
ron el alzamiento de Absalón (15:1-18:17), Polzin afirma que
cuando se utiliza Israel o todo Israel (en varias formas), “parece refe­
rirse a toda la nación, no sólo a la parte norte” {David, p. 181).
Ese análisis sugiere que las tensiones entre el norte y el sur sur­
gieron con una venganza después de la muerte de Absalón y una
vez que David había vuelto a Jerusalén. Mientras que Absalón pa­
rece haber cobrado fuerza en “todo Israel”, David inexplicable­
mente parece haber querido ser llamado primero por Judá. Ha­
biendo oído rumores que Israel estaba por pedirle que fuera rey
nuevamente, David envió un apresurado mensaje a los ancianos de
Judá, y se perdió la oportunidad de traer sanamiento: “¿Por qué
seréis vosotros los postreros en hacer volver el rey a su casa, cuando
la palabra de todo Israel ha venido al rey para hacerle volver a su
300 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

casa? Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois.


¿Por qué, pues, seréis vosotros los postreros en hacer volver al
rey?” (19:11, 12).
David también mandó decir que estaba nombrando a Amasa
como comandante de su ejército en lugar de Joab. ¿Se lo dijo Da­
vid a Joab antes de hablarle a Amasa? La Escritura no lo dice. Típi­
camente, Joab no tenía dificultades en hacerle frente al rey, pero
David no podía enfrentar a Joab; los hijos de Sarvia (¡especialmen­
te Joab!) eran demasiado para él (3:39). Pero aunque no sepamos si
David le dio la noticia a Joab o no, sus palabras a Amasa palpitan
con emoción: “¿No eres tú también hueso mío y carne mía? Así
me haga Dios, y aun me añada, si no fueres general del ejército de­
lante de mí para siempre, en lugar de Joab” (19:13).
David había apretado todos los botones correctos en lo que se
refiere a Judá: “Así inclinó el corazón de todos los varones de Judá,
como el de un solo hombre” (vers. 14). Y es así como Judá invitó a
David a regresar como rey. Israel sería nuevamente otra cosa. Pero
Judá, por lo menos, ahora estaba firmemente del lado de David.
Sólo podemos suponer la compleja mezcla de política, justicia y
venganza que llevó a Judá a extenderle la invitación y al nombra­
miento de Amasa en lugar de Joab. Amasa había sido el coman­
dante en jefe de Absalón, nombrado “en lugar de Joab” (17:25).
Pero su pedigrí es un embrollo. Dependiendo si uno lee de la Sep-
tuaginta o del texto hebreo de 2 Samuel 17:25 o de 1 Crónicas
2:17, el padre de Amasa podía ser un israelita, un jezreelita o un
ismaelita. La mayoría de los eruditos se inclinan por ismaelita. El
autor de Crónicas identifica a la madre de Amasa como Abigail, la
hermana de David, pero teniendo como padre a Jeter ismaelita (no
Isaí). De cualquier manera, parecería que Amasa y Joab eran pri­
mos y ambos eran sobrinos de David. David apela al lazo de sangre
como razón por la cual Amasa debería ser comandante del ejército
de David.
Debe haber sido un acto desafiante que David nombrara al co­
mandante del ejército de Absalón como su comandante. Pero pue­
de haber sido un punto clave en las negociaciones con los ancia­
nos de Judá. ¿Fue Joab rebajado porque había matado a Absalón?
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 301

La Escritura no lo dice.
El relato muestra que el regreso de David a Jerusalén no fue de
ninguna manera automático. Debía ser invitado, o ser “traído de
vuelta”, utilizando las palabras tanto de Israel (19:10) como de Da­
vid (vers. 11, 12). Una vez que tuvo la invitación de Judá en la ma­
no, David fue hasta el Jordán, pero esperó allí que los ancianos de
Judá vinieran “para hacerle pasar el Jordán” (vers. 15). Puesto que
el regreso a Jerusalén era una especie de ritual, desandando los pa­
sos que había dado al huir de la ciudad, el acto de cruzar el Jordán
era de gran significación: cómo, con quién y cuándo.
Gilgal también figura en forma prominente en el itinerario del
“regreso”. Los ancianos de Judá se reunieron allí antes de ir a en­
contrarse con el rey (vers. 15) y fue el destino inmediato de David
luego de cruzar el Jordán (vers. 40). El pueblo de Dios tenía buenas
razones para recordar Gilgal. Fue la primera parada de Israel des­
pués de cruzar el Jordán y el lugar donde Josué levantó doce pie­
dras tomadas del río (Jos. 4:19, 20). Gilgal también era un lugar
para levantar y quebrantar reyes. Samuel había reunido al pueblo
en Gilgal para “renovar el reino” bajo Saúl (1 Sam. 11:14, 15). Pe­
ro Gilgal también era el lugar donde Saúl había perdido el derecho
al reino por no esperar a Samuel (1 Sam. 13:4-15). Y en Gilgal,
Samuel confrontó a Saúl por su fracaso al no destruir a Amalee:
“Desechaste la palabra de Jehová, y Jehová te ha desechado para
que no seas rey sobre Israel” (1 Sam. 15:26). Y desde allí escucha­
mos una de las declaraciones más llamativas de la Escritura: “Sa­
muel cortó en pedazos a Agag delante de Jehová en Gilgal” (1
Sam. 15:33).
Sí, Gilgal era un lugar para producir reyes y para quebrantar­
los, para ungirlos y para rechazarlos, y para cortarlos en pedazos
delante de Jehová. En camino a Jerusalén, David iría a Gilgal.
Aunque el regreso a Jerusalén lleva las marcas externas de una
nueva realización del ritual de la partida de David, las referencias
religiosas explícitas han desaparecido casi por completo. Desde
19:8b hasta el final del capítulo 20, sólo se menciona dos veces a
“Dios” y dos veces a “Jehová”, pero cada una de estas referencias es
incidental y periférica. David jura a Amasa en el nombre de Dios
302 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

(19:13), y Mefi-boset (¿irónicamente?) compara a David con un


“ángel de Dios” (vers. 27). Abisai quiere ejecutar a Simei por mal­
decir contra “el ungido de Jehová” (vers. 21), y la mujer sabia de
Abel le pregunta a Joab por qué quiere destruir “la heredad de Je­
hová” (20:19). De lo contrario, no aparecen ni sacerdotes ni profe­
tas. No hay ofrendas, ni sacrificios, ni oraciones, ni alabanza. Todo
es política del poder. A pesar de las grandes posibilidades sugeridas
por su Usita a Gilgal y por el tema del “cruce del Jordán”, todo es
política.
En el \iaje de regreso, el rey se encuentra nuevamente con Si­
mei y con Siba, y luego con Mefi-boset, cada uno un importante
nexo con la casa de Saúl. Simei y Siba estaban ansiosos por agradar,
dispuestos a hacer cualquier cosa que el rey quisiera (19:18). Si­
mei, especialmente, fue profuso en sus disculpas. Confesó su pe­
cado y le pidió al rey que no tuviera “memoria” del asunto (vers.
19). No fue poco significativo que trajera con él mil benjamitas, y
observó para beneficio de David que él era “el primero de toda la
casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey” (vers. 20).
Pero Abisai estaba listo a hacerle pagar a Simei el precio por
maldecir al “ungido de Jehová”. Aunque Abisai era el hijo de Sarvia
que David podía manejar, el rey sin embargo le dio un pinchazo a
los “hijos de Sarvia” en plural, declarando que se habían convertido
en sus “adversarios” (satan) ese día (vers. 22). “¿Pues no sé yo que
hoy soy rey sobre Israel?”, exclamó David, quizá protestando de­
masiado (vers. 22). “No morirás”, le dijo a Simei, confirmándolo
con un juramento (vers. 23).
Pero David recordaría la maldición de Simei contra “el ungido
de Jehová”, y en sus instrucciones finales a Salomón le pediría que
hiciera “descender sus canas con sangre al Seol” (1 Rey. 2:9). Pare­
ce que David tenía la intención que su juramente fuera interpreta­
do en sentido estricto, a saber, que David mismo no daría muerte a
Simei. Pero puesto que maldecir al “ungido de Jehová” era un pe­
cado digno de muerte, era apropiado pasarle la responsabilidad a
Salomón.
El autor no registra ninguna conversación entre David y Siba, el
siervo de Saúl. Pero Siba permanece en el trasfondo mientras Da­
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 303

vid “enfrenta” a Mefi-boset: “Mefi-boset, ¿por qué no fuiste con­


migo?”, preguntó David (19:25). El desaseado hijo de Jonatán pro­
testó su inocencia, diciendo que Siba lo había calumniado (vers.
27). Aparentemente David no estaba convencido. Quizá su deci­
sión de devolver la mitad de las propiedades (vers. 29) indicaba su
deseo de recompensar a Siba por la ayuda brindada al rey exiliado.
Pero cualquiera sea la interpretación, el episodio deja signos de in­
terrogación tanto sobre Siba como sobre Mefi-boset y desacredita
aún más la casa de Saúl.
Pero entonces un rayo de luz ilumina el relato: el encuentro de
despedida con Barzilai. Este acompañó a David del otro lado del
Jordán una corta distancia, y David lo trató con mucha calidez y
cordialidad. Barzilai rechazó la invitación a quedarse en el palacio
con David, diciendo que era demasiado viejo; pero que enviaría a
Quimam en su lugar. Luego de que David besara a Barzilai y le
diera su bendición, el anciano se volvió a su hogar (vers. 39).
Con los encuentros personales fuera del camino, el relato
irrumpe con los conflictos entre Israel y Judá. Los dos bandos
querían reclamar el crédito por restaurar el rey al poder. Israel re­
clamaba su superioridad numérica; Judá reclamaba sus lazos de
sangre (vers. 41, 42).
La conmoción permitió que un “alborotador” benjamita, Seba,
hijo de Bicri, se rebelara. Hizo sonar la trompeta y llamó a Israel a
que abandonara su reclamo en relación a David (20:1). Lo hicie­
ron. Antes que David llegara a la ciudad, “todos los hombres de Is­
rael” lo abandonaron para seguir a Seba. Los hombres de Judá se
quedaron y acompañaron a David de vuelta a Jerusalén (vers. 2).
La primera prioridad de David en Jerusalén fue poner a sus
concubinas violadas bajo arresto domiciliario. El se ocuparía de sus
necesidades básicas pero no tendría más relaciones sexuales con
ellas (vers. 3).
Su segunda prioridad fue sofocar la rebelión. Llamando a Ama­
sa, le pidió que trajera a los hombres de Judá tres días después
(vers. 4 ). Algunos eruditos sugieren que David puso un lapso de
tiempo imposible de cumplir para tener una excusa para deshacerse
de Amasa. De cualquier manera, cuando Amasa no apareció a
30 4 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

tiempo, David llamó a Abisai: “Seba hijo de Bicri nos hará ahora
más daño que Absalón; toma, pues, tú los siervos de tu señor, y ve
tras él, no sea que halle para sí ciudades fortificadas, y nos cause
dificultad” (vers. 6).
¡El rey se volvió a Abisai, no a Joab! Sin embargo, Joab siguió
peleando por y con los hombres de David como si aún estuviera
en buena relación. Abisai podía estar a cargo, pero Joab estaba jus­
to detrás de él; ¡quizá también adelante! Cuando Amasa finalmente
apareció, Joab le dio una cordial bienvenida... y le clavó una daga
profundamente en el vientre (vers. 9, 10).
La muerte no sólo fue horrible y dilatada, sino que Joab parecía
estar a cargo nuevamente, porque uno de sus hombres se paró al
lado del agonizante Amasa y señaló hacia el norte: “Cualquiera
que ame a Joab y a David, vaya en pos de Joab” (vers. 11). Pero las
tropas no comenzaron a moverse nuevamente hasta que apartaron
a Amasa del camino y lo cubrieron.
La Escritura no dice nada acerca de la reacción de David ante el
asesinato de Amasa a manos de Joab. Pero eso no es inesperado.
David no pudo disciplinar a Joab por la muerte de Abner ni a Am-
nón por la violación de Tamar, y la forma en que manejó al rebelde
Absalón dejó perplejos a todos. No obstante, en sus instrucciones
finales a Salomón, David agregaría el asesinato de Amasa a la acu­
sación contra Joab. Ordenó a Salomón que no dejara “descender
sus canas al Seol en paz” (1 Rey. 2:6).
En cuanto a Seba, aunque “todos los hombres de Israel” aban­
donaron a David para seguirlo (2 Sam. 20:2), su ruta y su destino
final sugieren que nadie en especial quería recibirlo. Terminó en
Abel-bet-maaca, bien al norte. Y allí fue donde lo alcanzaron Joab
y sus tropas.
Mientras los hombres de David comenzaban los preparativos
para demoler la ciudad, una mujer sabia llamó a Joab desde el mu­
ro, defendiendo la ciudad como de “las pacíficas y fieles de Israel”
(vers. 19). Entréguenme a Seba, dijo Joab, y me retiraré (vers. 21).
La mujer prometió la cabeza de Seba; después de consultar con los
habitantes de la ciudad, la entregó (vers. 21, 22).
Joab hizo sonar la trompeta. La guerra había terminado. “Y
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 305

Joab volvió al rey a Jerusalén” (vers. 22). El relato concluye con


una lista de los oficiales de David como la de 8:16-18. Una vez
más, al igual que la lista anterior, Joab, hijo de Sarvia es el coman­
dante del ejército. La lista anterior, sin embargo, está antecedida
por una declaración de admiración: “Reinó David sobre todo Is­
rael; y David administraba justicia y equidad a todo su pueblo”
(8:15). Pero en el capítulo 20 no aparece un prefacio tan resplande­
ciente.
También son dignos de notar otros dos cambios en la lista. En
primer lugar, los hijos de David ya no son llamados sacerdotes
(8:18); su lugar ha sido ocupado por Ira jaireo (20:26). En segundo
lugar, y quizá más ominosamente, ahora hay un oficial a cargo del
“trabajo obligatorio” (vers. 24, DHH). En hebreo su nombre es
Adoram, aunque algunas versiones siguen a algunos manuscritos
de la Septuaginta y dicen Adoniram, el hombre que estaba a cargo
del trabajo obligatorio bajo Salomón (1 Rey. 4:6 y 5:14).
Dada la gloriosa reputación de David según se la recordó en
años posteriores —alentada, sin duda, por la perspectiva de las
“buenas nuevas” del cronista— puede resultar sorprendente que el
relato del capítulo 20 termine con un sollozo en lugar de un grito.
El relato de la sucesión continúa en 1 Reyes 1 y 2 con la narración
de los últimos días de David y su instrucción final a Salomón. La
conclusión de 2 Samuel, sin embargo, es un apéndice cuidadosa­
mente construido que consiste en dos relatos sorprendentes en los
que el Señor envía “plagas” sobre Israel y su rey, dos listas al estilo
militar cantando loas a David, y dos himnos que entona David.
No se puede determinar la cronología de los acontecimientos de
los capítulos 21 al 24, pero su mensaje es importante para com­

,
prender el propósito del autor.

Resumen: Violación y Venganza Revolución y Regreso


Los capítulos 13 al 20 muestran cómo fue castigado David por
su pecado. Sus mujeres fueron violadas públicamente por su propio
hijo; la espada continuaba devorando, hijo contra hijo, sobrino
contra hijo, y sobrino contra sobrino. Eso es lo que dijo Natán que
306 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

sucedería.
Quizás el Señor le había dicho a Simei que lo maldijera, des­
pués de todo (16:11).
Sin embargo, el Señor es mencionado rara vez en estos capítu­
los. Los guerreros y los hombres y las mujeres sabios, todos bastan­
te humanos, dominan el escenario. Y la casa de David, al igual que
la casa de Saúl, se debilita cada vez más, aun cuando está al borde
de su mayor gloria externa: el reinado de Salomón.
Para los lectores de 2 Samuel en el exilio, el exilio y el retorno
de David serían de especial reflexión. Cuando David huyó, el arca
volvió a Jerusalén. Pero no se la menciona más. Y la angustia de
David ante su partida no se corresponde a su regreso con una in­
tensidad semejante, ni emocional ni espiritual. Pero quizás esto sea
lo mejor que se puede lograr con un rey tan humano como David.
Y quizás un rey humano no sea tan buena idea, después de todo.

■ Apliquemos la Palabra
2 Samuel 18-20 (13-20)
1. E l Arbol: ¿Qué significa para mí que Dios tomó forma hu­
mana y murió por sus hijos, así como David hubiera de­
seado haberlo hecho con Absalón?
2. Buenas y M alas Noticias: ¿Hasta qué punto soy como Ahi-
maas, capaz de compartir sólo las buenas noticias? ¿Cómo
puedo prepararme para compartir tanto las buenas como
las malas noticias con aquellos que necesitan oírlas?
3. Confrontación: ¿En alguna ocasión de mi vida me ha sacu­
dido alguien para devolverme a la realidad después de un
evento traumático, como hizo Joab con David luego de la
muerte de Absalón? ¿Cómo reaccioné? ¿Lo aprecié o lo
resentí? ¿Han habido ocasiones en las que debí haber in­
tervenido como lo hizo Joab? ¿O me parece que Joab hizo
más daño que bien? ¿Por qué sí o por qué no?
4. Consejo: ¿Sé cómo y cuándo buscar consejo del Señor?
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 30 7

¿Cómo se relaciona el buscar el consejo de Dios con mi


disposición a buscar el buen consejo de mis hermanos y
hermanas cristianas? ¿Podría un consejero no cristiano ser
de ayuda para mí como cristiano? ¿Por qué sí o por qué
no?

■ Investiguemos la Palabra
1. Comparación de Samuel/Reyes con Crónicas. Una de las ma­
neras más útiles de descubrir el propósito de los escritos
de una persona es compararlos con los de la obra de otra
persona que cubre el mismo tema. Dentro del Antiguo
Testamento, los libros de 1 y 2 Crónicas ofrecen una
oportunidad ideal para poner otra versión de la historia de
la monarquía junto a la que se encuentra en Samuel y Re­
yes y estudiar las diferencias. Una idea importante que
debemos mantener en mente (y probar continuamente a
lo largo del camino) es la diferencia en las circunstancias
históricas que rodean la escritura de cada historia.
Samuel/Reyes interpreta la historia de Israel inmediata­
mente después de la destrucción de Jerusalén, la pérdida
de la monarquía y el comienzo del exilio babilónico. Es así
como estos libros están afectados por el gráfico realismo
de los efectos fatales de la idolatría y la desobediencia.
Crónicas, por el otro lado, interpreta la misma historia a
los lectores que estaban amenazados por el desaliento por
su pecaminoso pasado. Es por ello que el énfasis está
puesto en las buenas nuevas de la dirección de Dios y las
oportunidades todavía abiertas al pueblo de Dios.
Descrito en términos gráficos, piense en una historia
(Samuel/Reyes) que se le relata a niños que han sido muy
desobedientes y quizá no se dan cuenta de ello. Piense
luego en otra historia (Crónicas) relatada a niños que han
sido castigados tanto —quizás incluso por cosas que no
hicieron— que corren el peligro de darse por vencidos.
Utilizando los títulos de los capítulos de la Biblia para
308 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

guiarse, desarrolle un bosquejo de la historia de David se­


gún 2 Samuel (y 1 Reyes 1 y 2). Luego haga lo mismo con
la historia de David según se presenta en 1 Crónicas.
Compare las dos, descubriendo los aportes y lo que se ha
borrado en ambos relatos, y resuma sus conclusiones. El
mismo tipo de comparación puede hacerse en forma más
detallada cuando en ambas historias se cuenta el mismo
relato. Todo el proceso muestra cómo Dios ha utilizado
diferentes mensajeros en momentos distintos para ayudar
a personas diferentes con necesidades diferentes, pero
utilizando la misma historia.
2. Venganza y Redención: El pecado violento ¿exige una re­
dención violenta? El conjunto de imágenes del go’el así lo
sugiere. Mediante las ayudas del lenguaje en su concor­
dancia exhaustiva, estudie la palabra go’el, el pariente ven­
gador (tradicionalmente traducido como “redentor”), y
luego investigue los temas relacionados a él. Incluya el la­
do benévolo de la historia, tal como lo presenta el libro de
Rut, donde Booz es el go’el que “redime” a Rut. Pero fíje­
se en el lado violento también, según se presenta en las
provisiones para el vengador de sangre (Núm. 35:6-28).
¿Qué quiere decir la Escritura cuando dice que Dios “re­
dime” a Israel, usando la misma raíz verbal con todos sus
armónicos “violentos” (Exo. 6:6)? ¿Pertenece a la misma
historia un lloroso David, que hubiera querido poder mo­
rir en lugar de su hijo (2 Sam. 18:33)? ¿Qué acerca de la
referencia de Miqueas al sacrificio del primogénito como
pago por el pecado (Miq. 6:7)? ¿Y dónde encaja la muerte
del Hijo de Dios en este cuadro? Hay suficiente estudio
aquí para una eternidad.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para un comentario general, véase Elena de White, Pa­
triarcas y profetas, pp. 787-807.
2. Para los que están interesados en un estudio más amplio y
■ VIOLACIÓN Y VENGANZA—2 309

profundo de 1 y 2 Samuel, hay dos artículos generales que


explican e ilustran las tendencias históricas en el estudio
de 1 y 2 Samuel. Ellos están en D. N. Freedman, ed., The
Anchor Bible Dictionary (1992). El primero, “Text, Com-
position, and Contení”, de J. W. Flanagan (5:957-965),
muestra cómo los eruditos han analizado manuscritos,
fuentes y el proceso editorial en un intento por compren­
der los libros y sus mensajes. El artículo de Flanagan des­
cribe e ilustra el abordaje más típico de los así llamados
comentarios críticos del último siglo.
El segundo artículo, “Narrative and Theology”, de W.
Brueggemann (5:965-973), explora las tendencias recien­
tes que enfatizan la coherencia y el significado desde una
perspectiva más literaria.
C A PIT U L O D O C E

Cayendo en las Manos de un


Dios Misericordioso
2 Samuel 2 1-24

En el cierre del capítulo 20, David nuevamente está en el trono e n je -


rusalén. Pero quedan preguntas sin respuestas: con la m uerte del rebelde
benjamita S ebay el regreso d ejoa b a Jerusalén, ¿en qué posición estaban
las tribus del norte? ¿Volvieron ansiosa, renuente o silenciosamente al re­
dil de David? ¿Y qué clase de rey era David ahora que estaba de vuelta
en Jerusalén?
El autor de 1 y 2 Samuel no responde nunca estas preguntas. Y cuando
se reanuda la secuencia cronológica de acontecimientos en 1 Reyes 1, Da­
vid es viejo y está postrado en cama, incapaz de mantenerse caliente ni
siquiera con muchas mantas. Y la Escritura no dice si la solución innova­
dora de enviar una hermosa virgen a la cama con él generó suficiente ca­
lor. La joven Abisag lo cuidaba, aunque, la Escritura es muy clara en se­
ñalar que David no tuvo relaciones íntimas con ella (1 Rey. 1:4).
De cualquier manera, desde la cabecera de la ca?na de un débil David,
observamos los acontecimientos finales de su reino: la revolución de Ado­
rnas, la sucesión de Salomón, las instrucciones de David a su hijo, y el
cumplimiento obediente de Salomón hasta en los detalles.
Como interludio entre el regreso de Joab en 2 Samuel 20 y la apari­
ción de David postrado en cama en 1 Reyes 1, el autor inserta un apéndi­
ce de seis variados temas, tres pares organizados como un quiasmo. El re­
lato de las dos plagas en un momento desconocido del reinado de David
sirve de apoyalibros para m antener unidas las últimas palabras del autor
en 2 Samuel. La organización y la relación del tipo quiástico entre las
311
3 12 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

seis partes se ilustra fácilm ente en form a de bosquejo:

Plaga contra Israel por los pecados de Saúl (21:1-14)


Proezas de los guerreros de David (21:15-22)
Salmo de acción de gracias de David hacia Jeh ová (22:1-51)
Oráculo de Jeh ová elogiando a David (23:1-7)
Proezas de los hombres de guerra de David (23:8-39)
Plaga contra Israel por los pecados de David (24:1-25)

Una vez más sentirnos tanto la agonía como el éxtasis del reinado de
David. En el corazón del apéndice se encuentra una celebración de la
grandeza humana y la bondad divina. Pero la primera y la última escena
revelan un dolor-oso mundo de orgullo, castigo y expiación, encontrando
la misericordia de Dios su camino hasta la última palabra del autor en 2
Samuel: “YJeh ová oyó las súplicas de la tierra, y cesó la plaga en Israel”
(2 Sam. 24:25).

■ Introduzcámonos en la Palabra
2 Samuel 21-24
Para tener una idea general, lea rápidamente 2 Samuel 21
al 24, los capítulos que contienen el “apéndice” final de 2 Sa­
muel. Luego lea las porciones apropiadas una vez más, según
lo sugieren los puntos señalados a continuación.

1. Historia Problemática: Mientras lee 2 Samuel 21:1-14,


enumere los aspectos de la historia que le resultan pro­
blemáticos, anotando brevemente en cada caso la razón.
2. Casa de Saúl: Repase lo que anotó en su cuaderno bajo
“Casa de Saúl”; trate luego de leer los capítulos 21 y 22
desde la perspectiva de un miembro de la familia de Saúl.
Resuma lo que le parece que hubieran sido sus sentimien­
tos. Después escriba un resumen final en su cuaderno.
3. Salmos de Alabanza: Lea los capítulos 22 y 23 desde la
perspectiva de su propia experiencia de adoración. Enu­
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 3 13

mere aquellos elementos que alimentarían su vida espiri­


tual y los que le presentarían dificultades. Resuma breve­
mente el perfil de David que se presenta aquí, comparán­
dolo y contrastándolo con el perfil de David según lo reve­
la la historia de su vida.
4. El Censo: Lea el capítulo 24 y su paralelo en 1 Crónicas
21, observando las principales diferencias entre los dos re­
gistros. Identifique los elementos de la historia que le re­
sultan problemáticos así como también las partes que le
resultan útiles.
5. Relato de Dos Plagas: Compare los temas y los principales
elementos de los relatos de las dos plagas de los capítulos
21 y 24, y haga una lista de las semejanzas y las diferen­
cias entre los dos relatos.

■ Exploremos la Palabra
Pagando por los Pecados de Saúl (21:1-14)
La violenta historia de 2 Samuel 21, al igual que la de la concu­
bina descuartizada de Jueces 19 al 21, es una historia que muchos
lectores apacibles preferirían saltear. Y estamos en buena compa­
ñía, porque Elena de White también la salteó, por lo menos en sus
escritos. En el “Scripture Index” que se encuentra en el primer to­
mo de su Index en tres tomos, abundan las referencias a 1 y 2 Sa­
muel, estando todos sus capítulos representados, excepto este. El
rociado generoso de referencias llega hasta 2 Samuel 20 y se reanu­
da misteriosamente en 2 Samuel 22. Pero el capítulo 21 no merece
ni el más ligero rastro de tinta.
Resumiendo brevemente la historia: Dios envió una hambruna
para castigar a Israel porque el rey Saúl había tratado de destruir a
los gabaonitas, ignorando el juramento de protección de Israel,
que los gabaonitas habían logrado por medio del engaño (Jos. 9).
En respuesta a la consulta del rey, los gabaonitas exigieron siete
hombres de la descendencia de Saúl. David se los entregó, y los
gabaonitas los ejecutaron “delante de Jehová” (2 Sam. 21:6). Luego
314 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

Rizpa, la concubina de Saúl, mantuvo una solitaria vigilia sobre los


cuerpos hasta que David les dio apropiada sepultura. “Y Dios fue
propicio a la tierra después de esto” (vers. 14).
La única manera en que puedo explicar la historia como parte
del plan más abarcante de Dios para su pueblo es aceptarla sobre la
premisa de que Dios condesciende a obrar dentro del marco de la
limitada comprensión humana del bien y del mal. Por cuanto el
pecado distorsiona continuamente nuestra habilidad para conocer a
Dios y sus caminos, tiene que empujarnos ligeramente con el codo
paso a paso hacia la luz y la verdad. Mientras tanto, él continúa
con la tarea de refinar nuestro pensamiento, y nos pide que sea­
mos fieles a nuestra conciencia, sin importar cuánto esté condicio­
nada por la cultura en la que vivimos.
Para nosotros, los elementos problemáticos de la historia tienen
que ver con aquellos actos de Dios que parecen desvanecerse fren­
te a nuestro sentido del bien y el mal. Pueden resumirse bajo cuatro
títulos principales:
1. Castigo corporativo. La nación pagó el pecado del rey, y sus
descendientes pagaron por el de Saúl. Nuestra cultura individualis­
ta exige que los hijos no paguen por el pecado de sus padres (com­
pare con Eze. 18). Y no queremos oír que Dios visita los pecados
del padre sobre los hijos hasta la cuarta generación (Exo. 34:7).
Por cuanto el Antiguo Testamento describe tan a menudo la
mano de Dios administrando directamente el castigo, es fácil pasar
por alto lo obvio de la verdad en la vida de David con respecto a
que los pecados de los padres visitan a los hijos en form a muy natu­
ral. Los reyes y los líderes afectan dramáticamente la vida de su
pueblo. Si podemos elegir a nuestros líderes, haríamos bien en re­
cordar las lecciones de 2 Samuel 21.
2. Poner en vigor un juram ento obtenido con falsas apariencias. Para
nuestra manera de pensar moderna, los contratos o los votos lo­
grados con engaños no son considerados válidos. En el Antiguo
Testamento, donde los matices sutiles de los calificadores proba­
blemente eran menos realistas, un juramento era válido sin impor­
tar los métodos utilizados para lograrlo.
3. El sacrificio de vidas humanas como expiación por el pecado. Las
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 315

palabras de Jesús son pertinentes aquí: “Oísteis que fue dicho: ‘Ojo
por ojo, y diente por diente’. Pero yo os digo: ‘No resistáis al que
es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha,
vuélvele también la otra’ ” (Mat. 5:38, 39). Difícilmente podría ser
“cristiano” que los gabaonitas reclamaran sangre por sangre. Sin
embargo, David lo acompañó en el nombre del Señor. La causa
puede haber sido justa. Pero probablemente consideraríamos ex­
cesivo el castigo.
No obstante, al mismo tiempo, la historia testifica de algún sen­
tido humano innato por el cual la sangre exige sangre, por lo cual
la necesidad de la muerte de Cristo se agranda en el horizonte.
Abrahán estaba dispuesto a sacrificar a su hijo obedeciendo la or­
den de Dios (Gén. 22:12); el profeta Miqueas registra el impulso de
dar “mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por
el pecado de mi alma” (Miq. 6:7); y aquí, en 2 Samuel 21, Dios
respeta la exigencia que la sangre expíe a la sangre. Más razón to­
davía para reconocer el poder de las palabras de Pablo: “Tenemos
paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, porque
“siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:1,8).
4. Los requerimientos rituales son valorados más que la vida humana.
El hambre continuó azotando la nación hasta que David dio sepul­
tura adecuada a los miembros de la ex familia real. Aunque el pue­
blo de Jabes de Galaad ya había sepultado a Saúl y a sus hijos (1
Sam. 31:11-13), Dios no contestó las oraciones en favor de la tierra
hasta que los miembros fallecidos de la casa de Saúl fueron enterra­
dos en su tumba ancestral.
Una vez más nuestra era moderna tiende a robarnos todo senti­
do de lo sagrado. Los rituales se convierten en “meros” rituales en
lugar de ser una parte integral de nuestra vida. En el caso de David,
si las normas de la sociedad exigían un trato reverente para con los
restos humanos del “ungido de Jehová”, entonces debían darse se­
riamente los pasos requeridos para hacer lo “correcto”. Y eso es lo
que ocurrió en 2 Samuel 21.
Para resumir, simplemente me gustaría decir que no importa
cómo vea uno el origen de las costumbres involucradas, o si son o
no apropiadas para el pueblo de Dios, el relato es claro en cuanto a
316 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

lo que David y su pueblo consideraban correcto en ese entonces.


Hasta que Dios revela un camino más claro y mejor, él espera que
su pueblo sea fiel en sus propias normas de lo correcto e incorrec­
to. Es por ello que Saúl pecó cuando quebrantó el juramento a los
gabaonitas, porque “él sabía lo que debía hacerse”. Y sólo cuando
David, su sucesor, puso las cosas en su lugar, el Señor quedó satis­
fecho de que se había hecho “justicia”.
En forma similar, sólo cuando se llevaron a cabo los ritos apro­
piados de sepultura de la realeza, pudo responder Dios la oración
en favor de la tierra (21:14). Dios era el garante de la justicia y te­
nía a David por responsable de practicar justicia de acuerdo con
las normas aceptadas en sus días.
Yendo más allá de ese catálogo de costumbres inquietantes, de­
bemos preguntarnos cómo encaja esta historia con el propósito del
autor. Algunos eruditos han sugerido que tenía la intención de re­
futar la acusación de Simei en cuanto a que David era responsable
del derramamiento de sangre de la casa de Saúl (16:5-8). Otros su­
gieren exactamente lo contrario, que la historia involucra sutil­
mente a David en la masacre de la casa de Saúl. No importa cómo
considere uno el papel de David en este asunto, el mensaje de que
el pecado de Saúl había recaído sobre su propia cabeza —por
ejemplo, sobre sus descendientes—, sería una clara señal de que la
casa de Saúl merecía ser juzgada.

Los Gigantes Filisteos (21:15-22)


Aunque aparentemente entona loas a David, este breve relato
de sus hombres de guerra peleando con cuatro gigantes filisteos en
realidad lo empuja a un segundo plano. Un cansado David fue res­
catado por Abisai, hijo de Sarvia, mientras pelea contra Isbi-be-
nob. Los hombres de David insisten entonces en que el rey no
arriesgue más su vida saliendo a la batalla con ellos (vers. 17).
También es de interés la referencia a la muerte de Goliat geteo
(vers. 19), puesto que aquí el crédito se lo lleva Elhanán, hijo de
Jaare-oregim de Belén, en lugar de David (1 Samuel 17). En 1
Crónicas 20:5, sin embargo, se dice que Elhanán (descrito como
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 317

hijo de Jair) mató a Lahmi, hermano de Goliat, no a Goliat.


Estas diferencias se han explicado de varias maneras. Algunos
eruditos proponen que Elhanán era tan sólo otro nombre de Da­
vid, una explicación propuesta ya por la tradición judía (Anderson,
p. 255). Otra explicación sería que el cronista está tratando de re­
solver el problema de 1 y 2 Samuel “creándole” un hermano a Go­
liat (Anderson, p. 255). Esa explicación más radical y “liberal” fue
vestida con un atuendo “conservador” por los traductores de la
versión King James (inglés), quienes introdujeron la solución del
cronista al texto de 2 Samuel 21:19: Elhanán “mató al hermano de
Goliat geteo”.
Aunque los traductores de la KJV fueron “honestos” en lo que
hicieron, usando cursiva para mostrar que “al hermano de” no esta­
ba en el texto original, su tendencia a armonizar más tarde propor­
cionaría combustible para el debate entre liberales y conservadores,
porque cuando la American Revised YTersion de 1901 volvió al tex­
to hebreo original de 2 Samuel 21:19 (en el que Elhanán mató a
Goliat), la discrepancia que pareció salir a la luz se convirtió en
bandera que los liberales utilizaron como uno de los muchos
“errores” en la Escritura. De allí la salvedad inicial de B. G. W il-
kinson en Our Authorized Bible Vindicated (Vindicación de nuestra
Biblia Autorizada), donde se refiere a dos artículos aparecidos en
The Literary Digest (Recopilación Literaria): uno titulado “¿Quién
mató a Goliat?” (29 de diciembre de 1928); el otro, “La disputa
acerca de Goliat” (9 de marzo de 1929). Wilkinson lanzó el desafío,
utilizando el incidente de Goliat como cuña de entrada en su de­
fensa de la KJV como la única Biblia verdadera (Wilkinson, pp. 1,
2)-
No conozco una solución fácil para tales discrepancias, por lo
menos no en el “micro” nivel. Y no son demasiado inusuales en las
listas paralelas que aparecen en Samuel/Reyes y Crónicas. Si tales
detalles son un obstáculo para la fe, entonces sería más seguro evi­
tar el estudio a fondo de la Escritura, una solución subconsciente
adoptada por muchos creyentes. En el nivel “macro”, sin embargo,
sería más útil si pudiéramos romper de alguna manera el asidero
defectuoso de la mentalidad del todo o nada evidente en ambos la­
318 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

dos de la disputa. El hecho de que la Escritura es un texto sagrado


la vuelve de alguna manera vulnerable a exigencias imposibles.
Aun el filósofo del Renacimiento, G. E. Lessing (1729-1781) ob­
servó el fenómeno y lo lamentó. Refiriéndose a las diferencias en­
tre las distintos Evangelios, dijo: “Si probablemente tratamos a Li-
vio, a Dionisio, a Polibio y a Tácito tan respetuosa y noblemente
que no los despedazamos por una sola sílaba, ¿por qué no también
a Mateo, Marcos, Lucas y Juan?” (citado en Kuitert, p. 279).
Con respecto al propósito que tuvo el autor al incluir esta lista
de héroes militares, puede haber tenido la intención de presentar a
David más como un ser humano común mientras alababa a los
hombres de David. ¿O es posible que estuviera jugando nueva­
mente con la ironía, presentando a un David vulnerable y debilita­
do justo antes del salmo en el cual David se declara a sí mismo vir­
tualmente invencible en el Señor?

Acción de Gracias (22:1-23:1)


Bien, 2 Samuel 22 es igual al Salmo 18 con algunas diferencias
menores. En ambos contextos, el título atribuye el salmo a David,
indicando que fue un cántico entonado “el día que Jehová le había
librado de la mano de todos sus enemigos, y de la mano de Saúl”
(vers. 1, según numeración hebrea). En un lenguaje gráfico, el sal­
mo describe el encuentro casi fatal de David con la muerte (she’ol,
vers. 5, 6) y su exitoso clamor a Jehová. En verdad, la respuesta de
Jehová reverbera en el cielo y en la tierra (vers. 8-16). Como co­
menta Baldwin: “El concepto de Dios y la naturaleza moviéndose
en armonía para responder la oración de un hombre es audaz más
allá de lo verosímil, si no estuviera afirmado por la Escritura”
(Baldwin, p. 288).
Después de describir cómo el Señor lo libró de sus enemigos
(vers. 17-20), el salmista declara su pureza e inocencia en palabras
que contrastan vivamente con el relato de la vida de David: “Jehová
me ha premiado conforme a mi justicia; conforme a la limpieza de
mis manos me ha recompensado” (vers. 21). “Fui recto para con
él, y me he guardado de mi maldad” (vers. 24).
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 319

A unas breves palabras de alabanza a Dios le sigue una descrip­


ción detallada de cómo Dios le había dado la victoria sobre sus
enemigos: “Perseguí a mis enemigos, y los alcancé, y no volví hasta
que fueron destruidos. Clamaron, y no hubo quien los salvase; aun
a Jehová, mas no les oyó. Como polvo de la tierra los molí; como
lodo de las calles los pisé y los trituré” (vers. 38, 42, 43).
El salmo concluye con más alabanzas a Dios y una súplica “para
con su ungido, a David y a su descendencia para siempre” (vers.
51).
Las “palabras postreras de David” (23:1) aparecen inmediata­
mente a continuación en 23:1-7, una sección más breve descrita
como un “oráculo de David” (vers. 1, NBE). Y aquí las palabras
son más brillantes aún: “El que gobierna a los hombres con justicia,
el que gobierna respetando a Dios, es como la luz del alba al salir el
sol, mañana sin nubes [nogah] tras la lluvia, que hace brillar la hier­
ba del suelo” (vers. 3, 4).
En palabras de Polzin (David, p. 205): “David se asolea en la
gloria reflejada del favor de Dios. En 23:4 se apropia para sí mismo
abiertamente del brillo [nogah] que atribuye a Dios en 22:13”. Pol­
zin observa que el “lenguaje solar” que David aplica aquí a sí mis­
mo no se encuentra en el Antiguo Testamento más que en Salmos
84:11, donde se aplica a Dios: “Porque sol y escudo es Jehová
Dios; gracia y gloria dará Jehová” (David, p. 204).
Si estos himnos que alaban la gloria de Dios y su reflexión en la
experiencia de David fueran independientes de su contexto narrati­
vo, podrían ser más fácilmente aceptados como expresiones glo­
riosas de acción de gracias. En la adoración, “el dulce cantor de Is­
rael” (23:1) puede ser perdonado más fácilmente por el lenguaje
superlativo, la exageración y la hipérbole, porque ese ha sido siem­
pre el lenguaje de los creyentes cuando celebran la benignidad de
Dios: el mundo estaba tan oscuro hasta que él intervino con una
explosión de gloriosa luz.
Sin embargo, cuando se lo aplica al David histórico, el contraste
entre las realidades de la carne y sangre y las glorias de la divinidad
aparecen con notable claridad. En un sentido, la práctica cristiana
de aplicar los salmos al “Hijo de David” más verdadero, en lugar
320 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

del David real, demuestran percepción espiritual. El David de la


historia no se acercaba a la imagen inmaculada, todopoderosa y
gloriosa anunciada en estos salmos. Aunque Polzin (David, pp.
202-207) lleva el contraste demasiado lejos, está en lo cierto al lla­
mar la atención a la nota de realismo proclamada por los anales mi­
litares que le preceden. No del todo el rey guerrero conquistador,
David, se “cansa” en la batalla y tiene que ser rescatado por Abisai.
Luego sus hombres le dicen que no puede salir más a la batalla, no
sea que “apagues la lámpara de Israel” (21:15-17). Ese contraste
entre el cansancio de la vida real y la exuberancia de la adoración
real es “como la diferencia entre una lámpara vacilante y el sol
abrasador”, tomando prestada la frase de Polzin (David, p. 205).
Escribiendo a la vista de las ruinas del reino de David, el autor
de 1 y 2 Samuel puede haber deseado que sus lectores reflexionaran
en el contraste entre el David de la historia y el David de los sal­
mos. ¿Fue demasiado rápido David al declarar en el cántico que
Dios lo había elevado por encima de sus adversarios (22:49)? Podía,
y cantó una frase más modesta, declarando acerca de Jehová: “Tú
salvas a los humildes, pero te fijas en los orgullosos y los humillas”
(vers. 28, DHH). Pero la humildad siempre corre riesgo después
de una gran liberación. Y ese pudo haber sido el problema de Da­
vid.
En la poesía al comienzo de 1 Samuel, Ana enfrentaba el mismo
problema, exclamando: “Mi boca se ensanchó sobre mis enemi­
gos” (2:1). Pero luego dice: “No multiphquéis palabras de grandeza
y altanería; cesen las palabras arrogantes de vuestra boca” (vers. 3).
En suma, la exuberancia de la liberación puede llevar a una arro­
gancia que nuevamente debe ser humillada a través de la desgra­
cia, un dilema que los creyentes enfrentan constantemente en la
vida real. Y Ana sabía que el Señor podía actuar en ambos lados,
porque “Jehová mata, y él da vida; él hace descender al Seol, y hace
subir. Jehová empobrece, y él enriquece; abate, y enaltece” (vers.
6, 7).
Para Ana, para David y para nosotros, las palabras finales de
Polzin se acercan mucho a la verdad: “El error de David, predicho
por Ana y documentado a lo largo de la historia, fue pasar demasía-
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 321

do rápidamente del ensalzamiento al regocijo” {David, p. 207).

Más Valientes (23:8-39)


Inmediatamente a continuación de los dos himnos gloriosos de
alabanza a Dios y a David, el autor inserta otra lista de los héroes
militares de David, un almohadón entre las glorias de los salmos y
la mortal agonía del relato que sigue de la plaga. La lista paralela se
encuentra en 1 Crónicas 11:10-47, con suficientes variaciones co­
mo para hacer interesantes las comparaciones.
El cronista parece intrigado con el número 3 y sus múltiplos,
porque utiliza “tres” diez veces, “treinta” tres veces, y “trescientos”
una vez; y si uno juega un poco con el pasaje paralelo del cronista,
se puede acopiar otros trescientos en 1 Crónicas 11:11, en reem­
plazo de los ochocientos de 2 Samuel 23:8. El número 3 también
aparece en otra parte en el apéndice: tres años de hambre (21:1); la
lanza de Isbi-benob, que pesaba trescientos sidos (vers. 16); tres
meses huyendo de los enemigos de David y tres días de peste
(24:13). Extienda el interés del autor por los números al 7 —como
en los siete miembros de la familia de Saúl que mueren en 21:9 y
los setenta mil israelitas que mueren en 24:15—, y usted despertará
al interés por los números “ideales”. De manera imaginable, tal in­
terés podría explicar la declaración explícita al final de la lista: que
había “treinta y siete por todos” (¿treinta más siete?; 23:39), aunque
la lista incluye sólo treinta y seis nombres. También es posible, por
supuesto, que se haya perdido un hombre, quizá el “Zabad hijo de
Ahlai” que aparece en la lista del cronista (1 Crón. 11:41; Ander-
son, p. 277).
A pesar de la atracción del autor por los números, debe decirse
que no parecía especialmente interesado en utilizarlos con la clase
de precisión que nosotros podríamos querer. Intentar descifrar có­
mo se relacionan unos con otros todos los tres y a los treinta no es
tarea simple. Y el cronista tampoco nos ayuda mucho. El utiliza al­
gunos nombres alternativos, agrega y quita, y por cuanto inserta
todo un grupo de nombres al final, comprensiblemente omite
cualquier referencia a un total de treinta y siete.
522 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

En términos de contenido, la lista de 2 Samuel incluye alguna


ampliación narrativa en 23:8-23. La nota más extensa tiene que
ver con la imagen del respeto reverencial de David hacia el regalo
de sus valientes que le traen agua del pozo de Belén, agua que él
derrama en tierra como ofrenda a Jehová (vers. 16). “¿He de be­
ber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su vi­
da?”, dice David “(vers. 17).
Aparte de la simetría obvia que provee la lista en el quiasmo,
equihbrando la lista anterior de proezas contra los filisteos (21:15-
22), es más difícil determinar el propósito que tiene el autor al co­
locar aquí la lista. Habiendo dicho esto, sin embargo, es inquietan­
te el nombre con que concluye la lista: Urías heteo. La mayoría de
los otros nombres no son destacados en la historia de la vida de
David. Pero a Urías lo conocemos. Lo hemos conocido antes en
alguna parte. Y el suyo es el último nombre antes del relato de la
plaga en el capítulo 24.

En las Manos de Jehová (24:1-25)


La última historia de 2 Samuel es otra historia chocante. La Es­
critura dice: “Volvió a encenderse la ira de Jehová contra Israel, e
incitó a David contra ellos a que dijese: ‘Ve, haz un censo de Israel
y de Judá’ ” (vers. 1). La palabra volvió nos remite al punto de parti­
da, al comienzo del apéndice y a la historia de la culpa de sangre
por Saúl en el capítulo 21. Aquí, nuevamente, hay culpa monár­
quica, sufrimiento de personas inocentes, sacrificio y misericordia
de Jehová.
El relato paralelo en 1 Crónicas 21 revela varias diferencias no­
tables: Samuel registra ochocientos mil hombres que podían pe­
lear en Israel; el cronista tiene un millón cien mil (2 Sam. 24:9; 1
Crón. 21:5). Samuel tiene quinientos mil de Judá; el cronista dice
cuatrocientos setenta mil, observando que el total no incluye a
Benjamín ni Leví (2 Sam. 24:9; 1 Crón. 21:5, 6). En Samuel, David
compra “la era y los bueyes” por cincuenta sidos de plata; en Cró­
nicas, paga “por aquel lugar el peso de seiscientos sidos de oro” (2
Sam. 24:24; 1 Crón. 21:25). En Samuel, el nombre del dueño es
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 523

siempre Aramia; en Crónicas, siempre es Ornán (2 Sam. 24:16; 1


Crón. 21:15).
Sin embargo, de todas las variantes entre los relatos paralelos,
la más intrigante es el contraste entre Jehová que incita a David en
2 Samuel 24:1 y Satanás haciéndolo en 1 Crónicas 21:1. En un co­
mentario llamativo para ser de un erudito evangélico, Baldwin ob­
serva: “El relato paralelo en 1 Crónicas 21 muestra.cómo se ha de­
sarrollado a través de los años el pensamiento teológico, y como se
atribuye a ‘Satanás’ o a ‘un adversario’ lo que anteriormente se
atribuía a Jeh o vá ” (Baldwin, p. 294).
Desde nuestra perspectiva, el relato de 2 Samuel es confuso por
dos razones: (1) el autor no explica nunca por qué estaba mal hacer
un censo (el autor de Crónicas tampoco lo explica); (2) el Señor
incita a David a un acto por el cual después lo castiga.
La solución al primer enigma puede estar relacionada con el su­
puesto “orgullo” de David por el tamaño de su ejército. Algunos
eruditos han señalado Exodo 30:12 como un pasaje legal del cual se
deduce cierto tipo de riesgo o culpabilidad por hacer un censo.
Pero no aparece ninguna explicación suficientemente convincen­
te. Sin embargo, se puede decir, que aunque no podamos captar
por qué estaba mal contar al pueblo, el rudo Joab sí podía hacerlo,
y desafió al rey. Sin embargo Joab tampoco nos dice por qué estaba
mal (2 Sam. 24:3). De cualquier manera, el rey predominó sobre
Joab, y el censo siguió adelante.
El segundo enigma es más nuestro que del Antiguo Testamento.
Puesto que Jehová es reconocido como justo, en el Antiguo Testa­
mento estaba libre de castigar y recompensar como viera conve­
niente. En cierta manera, esta historia es similar a la de 1 Reyes 22,
donde el Señor busca el consejo de su corte celestial para ver cómo
hacer caer a Acab en Ramot de Galaad: “¿Quién inducirá a Acab,
para que suba y caiga en Ramot de Galaad?” (vers. 20). Nuevamente,
no hay ningún debate con respecto a si Acab merecía morir. La úni­
ca pregunta es la manera de su muerte. Asimismo, en 2 Samuel 24
no hay discusión con respecto a si era correcto o incorrecto contar al
pueblo. Joab, y luego David también, supo que era incorrecto. La
única pregunta era como debía ser castigado el pecado.
3 24 LA BIBLIA AMPLIFICAD A—SAMUEL ■

Cuando David finalmente volvió a sus cabales, “le remordió a


David el corazón” (vers. 10, BJ). El profeta Gad vino con tres alter­
nativas de castigo. La respuesta de David es uno de los testimonios
más conmovedores de las Escrituras acerca de la confianza de un
creyente en el Señor: “Caigamos ahora en mano de Jehová, por­
que sus misericordias son muchas, mas no caiga yo en manos de
hombres” (vers. 14).
La misma historia revela una grieta en la sólida pared de la idea
de la solidaridad corporativa. Mientras David meditaba en todas
las personas que estaban sufriendo por su pecado, exclamó: “Yo
pequé, yo hice la maldad; ¿qué hicieron estas ovejas? Te ruego que
tu mano se vuelva contra mí, y contra la casa de mi padre” (vers.
17). Llamativamente, la protesta de David viene después que Jehová
ordenara al ángel que detuviera la calamidad.
Para David, por supuesto, la espada ya se había desatado sobre él
y su familia, y continuaría haciendo estragos. Pero la audiencia del
autor, que escuchaba la historia ambientada en las ruinas de Jerusa-
lén, podía darse cuenta de que David no era el único culpable.
Ellos también compartían la culpa. Después de todo, ¿quiénes eran
los que habían pedido un rey en primer lugar?
La escena en la era es significativa para la experiencia futura de
culto en Israel. En 2 Crónicas 3:1, el lugar es identificado también
con el monte Moriah, el lugar donde Abrahán había sacrificado a
Isaac (Gén. 22:2, 14). Mientras regateaban por el precio, David ex­
presó un importante principio para el ofrecimiento de dádivas:
“No ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no me cuesten na­
da” (2 Sam. 24:24). Al final, el-compromiso con el Señor es costo­
so, aunque su misericordia y su gracia son gratuitas y eternas.
La última escena de 2 Samuel es la de David construyendo un
altar y sacrificando a Jehová. Sólo dos veces registra el autor tal
evento en relación con David: cuando trajo el arca a Jerusalén (2
Sam. 6:13, 17) y aquí, cuando se detuvo la plaga.

Resumen: El Apéndice en Perspectiva


La última historia de 2 Samuel revela suficientes vislumbres de
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 32 5

la misericordia como para servir como mensaje de juicio (2 Sam.) y


mensaje de esperanza (1 Crón.): la permanencia de la espada des­
tructora (24:16), la confesión de David acerca de la gran miseri­
cordia de Jehová (vers. 14) y las últimas palabras: “Jehová oyó las
súplicas de la tierra, y cesó la plaga en Israel” (vers. 25).
Pero los elementos perturbadores se destacan más gráficamente
cuando se ve la historia como contrapartida del otro relato de la
plaga en 2 Samuel 21. Si, en conexión con la primera plaga, la casa
de Saúl fue en efecto destruida, en relación con la segunda, la casa
de David permaneció viva. ¿Eran buenas noticias la continuación
de su existencia? Dada la seguridad de que la espada nunca se aleja­
ría de la casa de David (12:10), la promesa de una casa que perma­
necería pudo no haber sido tan alentadora como se podría pensar.
Quizá más serio todavía es el hecho de que en el relato de la
primera plaga murieron siete personas, mientras que en la segunda
murieron setenta mil. El pecado de Saúl costó siete vidas, el de
David costó setenta mil; y ahora el pueblo mismo está implicado,
porque el relato comienza con la declaración de que la ira de Jeho­
vá se había encendido contra Israel (24:1). A pesar del repudio de
David, el pueblo estaba siendo castigado, no sólo David; un mensa­
je poderoso para todos los que fueron testigos del fin de la monar­
quía. Sus reyes habían fracasado. Pero también el pueblo. Y ahora
habían caído en las manos de los hombres.
Si tan sólo pudieran caer en las manos de Jehová...

■ Apliquemos la Palabra
2 Samuel 21-24

1. Relatos Penosos: Cuando leo relatos penosos en las Escritu­


ras, ¿me resulta alentador o angustiante pensar que Dios
está alcanzado a otras personas donde están? ¿Cómo afec­
ta esto mi idea de Dios al encontrarlo en situaciones que
no están en armonía con mis ideas de lo bueno y lo malo?
¿Cómo afecta mis ideas acerca de la Escritura y de la ver­
dad?
326 LA BIBLIA AMPLIFICADA—SAMUEL ■

2. Promesas: ¿De qué manera me dice la historia de la culpa


de sangre por Saúl que debiera tomar más en serio todas
las promesas que hago? ¿Qué clase de promesas estoy más
inclinado a olvidar? ¿Por qué?
3. Un Dios Poderoso: ¿Soy capaz de apreciar los salmos vio­
lentos que hablan del poder y la fuerza de Dios? ¿Por qué
sí o por qué no? Si la respuesta fuera no, ¿puedo pensar
en algunas personas a las que les serían de ayuda?
4. Inocencia: ¿Hay momentos en mi vida en los cuales yo, al
igual que David, me he sentido tan sostenido por la pre­
sencia de Dios y por su poder que puedo sostener virtual­
mente que estoy sin pecado (2 Sam. 22:21-25)? ¿Qué sig­
nifica eso para mí como cristiano, que estoy más inclinado
a modelar mi vida en base al publicano que al fariseo (Luc.
18:9-14)? ¿Estoy en peligro de tener pretensiones como
las del fariseo?
5. Efecto Dominó: ¿Qué ocasiones de mi vida puedo recordar
en las que mi pecado hizo que otros sufrieran? ¿Cuándo
he sufrido yo como resultado del pecado de otros? ¿Cómo
puedo evitar lastimar a otros por mis pecados y ser capaz
de perdonar a los que me han lastimado por sus pecados?
6. En las Manos de un Dios Misericordioso: ¿Cómo puedo de­
sarrollar una confianza tal en Dios que esté más dispuesto
a entregarme en sus manos que en las manos de seres hu­
manos, aun cuando he cometido grandes pecados?

■ Investiguemos la Palabra
1. La Ira de Dios. Utilizando una concordancia, recopile una
lista de pasajes claves que le ayuden a definir lo que signi­
fica la frase: la ira de Dios. Puede serle útil llevar a cabo
dos estudios por separado, uno basado en el Antiguo Tes­
tamento y otro basado en el Nuevo Testamento. Cuando
complete ambos aspectos de su estudio, el del Antiguo
Testamento y el del Nuevo Testamento, compare sus
conclusiones de cada parte y construya una posición que
■ CAYENDO EN LAS MANOS DE DIOS 321

las sintetice. Compare sus descubrimientos con los de un


buen diccionario bíblico.
2. Salmos de Culpa, Salmos de Inocencia: En 2 Samuel 22:21-
25, David sostiene osadamente su inocencia y su justicia
delante de Dios, un agudo contraste con el Salmo 51, por
ejemplo, donde se ve a sí mismo como un pecador indig­
no. Amplíe su estudio de los salmos de culpa y los salmos
de inocencia leyendo el Salmo 17 y el Salmo 18 (similar a 2
Samuel 22), por un lado, y el Salmo 38 y el Salmo 69 por
el otro. Enumere las distintas emociones expresadas en
cada salmo; luego caracterice el énfasis de cada salmo co­
mo un todo. Imagínese a sí mismo orando estos salmos,
preguntándose cuándo, dónde y cómo sería capaz de orar
así. A medida que tenga tiempo, agregue otros salmos a
su estudio y a su lista de oración para reflexionar en ellos
de manera semejante.

■ Estudio Adicional de la Palabra


1. Para comentarios generales, véase Elena de White, Pa­
triarcas y profetas, pp. 808-812.
2. Para una discusión del papel de Satanás en el Antiguo
Testamento, véase A. Thompson, WJjo ’s A jraid?, pp. 43-
70.
3. En conexión con las oraciones violentas de las Escrituras,
incluyendo los salmos imprecatorios, véase A. Thompson,
Who’s A jraid?, pp. 158-168. Para una visión alternativa,
véase A. M. Rodríguez, “Inspiration and the Imprecatory
Psalms”, en Jo u rn al o f the Adventist Theological Society,
5:1, 40-67.

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