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La conciencia de una vida tras otra se va desenvolviendo secuencialmente de una

existencia a otra, reconociendo y comprendiendo que estas vidas son en sí la suma total de
todos los poderes y energías cuya voluntad es crear y manifestarse. Sin embargo, al
considerar dichas energías y fuerzas, no es posible expresar su apariencia, cualidad y
propósito, excepto en forma simbólica. Por lo tanto, deberían recordarse los siguientes
puntos:

1. La conciencia de la personalidad corresponde al tercer aspecto de la divinidad, el


aspecto creador. Actúa en materia y sustancia a fin de crear formas para que pueda
expresarse la cualidad, demostrando así la naturaleza de la divinidad en el plano
de las apariencias.

2. La conciencia del ego (alma) corresponde al segundo aspecto de la divinidad, el


del alma, expresándose como cualidad y determinante "color" subjetivo de la
apariencia. Esto lógicamente varía de acuerdo a la capacidad del alma contenida
en cualquier forma, para dominar su vehículo, la materia, y expresar su cualidad
innata por intermedio de la forma externa.

3. La conciencia de la mónada (espíritu) corresponde al primer aspecto de la


divinidad, aquello que personifica la intención y el propósito divinos de la vida y
emplea al alma con el objeto de manifestar el propósito inherente de Dios por
intermedio de esa alma, lo cual determina la cualidad. El alma encierra el
propósito y la voluntad de Dios a medida que va expresándose en siete aspectos.
La mónada manifiesta el mismo propósito tal como existe, unificado en la Mente
de Dios Mismo. Este conjunto de palabras prácticamente nada imparte al
pensador común.

A medida que en el plano físico el hombre va comprendiendo estas tres expresiones


de la Única Gran Vida, se sintoniza conscientemente con el emergente Plan de la Deidad, y
toda la historia del proceso creador se convierte en la historia del conocido propósito de Dios.

En primer lugar, y también a medida que el tercer aspecto se desarrolla conscientemente, el


hombre llega a conocer la materia, la sustancia y la actividad externa creadora. Luego
comprende las cualidades subyacentes que la forma está destinada a revelar, y se identifica
con el ego, alma o ángel solar, llegando a conocerlo como su verdadero yo, el verdadero
hombre espiritual. Después comprende el propósito que se va manifestando a través de las
cualidades cuando se expresan por medio de la forma. Estos párrafos resumen lo expuesto
anteriormente, pero es necesario que los conceptos vertidos sobre estos temas sean claros.
A medida que se profundiza el estudio, se evidencia que todo este progresivo proceso de
comprensión gira alrededor de la manifestación de la forma, y tiene relación con la cualidad
y el propósito de la Mente Divina. … en lo que a la conciencia concierne, tratamos lo que
podría considerarse simbólicamente como la reacción y la respuesta cerebral al propósito
cósmico -la reacción cerebral de Dios Mismo.
En el hombre, el microcosmo, el objetivo del propósito evolutivo en el cuarto reino de la
naturaleza, es capacitarlo para que se manifieste como alma en tiempo y espacio y se
sintonice con el propósito del alma y el plan del Creador, tal como lo conocen y expresan
los Siete Espíritus ante el Trono, los siete Logos planetarios.

El hombre, el ser humano común, es una totalidad de tendencias separatistas, fuerzas


incontroladas y energías desunidas que lenta y gradualmente se coordinan, fusionan y
mezclan en la personalidad separatista.

El hombre, el Ángel solar, es la totalidad de esas energías y fuerzas unificadas,


mezcladas y controladas por la "tendencia a la armonía", efecto del amor, y la sobresaliente
cualidad divina.

El hombre, la Mónada viviente, es la realidad velada y lo que el Ángel de la Presencia


oculta. El hombre es la expresión sintética del propósito de Dios, simbolizado por la
cualidad divina revelada y manifestada por intermedio de la forma. Apariencia, cualidad,
vida -nuevamente nos enfrenta esta antigua triplicidad.
El trabajo de la evolución, por ser parte de la determinación de la Deidad de expresar la
divinidad por medio de la forma, es necesariamente la tarea de la revelación y, en lo que al
hombre concierne, esta revelación se expresa como acrecentamiento de la evolución del alma
y en tres etapas:

1. La individualización La personalidad.

2. La iniciación El ego.

3. La identificación La mónada.

1. LAS TRES ETAPAS DEL DESARROLLO DEL EGO

El problema de los discípulos consiste en expresar la dualidad del amor y de la


voluntad, a través de la personalidad. Esta afirmación es la verdadera enunciación de la meta
del discípulo. El objetivo del iniciado es expresar la Voluntad de Dios mediante el desarrollo
del amor y el sabio empleo de la inteligencia. El precedente enunciado proporciona la base
para definir las tres etapas del desarrollo del ego.

Por lo tanto, ¿qué es la individualización desde el punto de vista del desarrollo


sicológico del hombre? Es la centralización del aspecto inferior del alma, la inteligencia
creadora, para que pueda expresarse a través de la forma. Oportunamente será el primer
aspecto de la divinidad que así se exprese. Es el surgimiento a la manifestación de la cualidad
específica del ángel solar al apropiarse de una o más envolturas que constituyen su apariencia.
Es la imposición inicial de una energía aplicada y dirigida sobre ese triple conglomerado de
fuerzas que llamamos la naturaleza forma del hombre. Entonces aparece en el escenario de
la vida el individuo que va hacia la plena coordinación y expresión. Aparece el actor y
aprende su parte; hace su debut y se prepara para el día de la plena expresión de la
personalidad. El alma penetra en esa forma densa y en el plano más inferior. El yo empieza
a desempeñar la parte que le corresponde, expresándose por medio del egoísmo, que
finalmente conduce a un ultérrimo altruismo. El ente separatista comienza así a prepararse
para la realización grupal. Es un Dios que camina sobre la tierra, velado por la forma carnal,
la naturaleza de deseo y la mente fluídica. Momentáneamente es presa de la ilusión de los
sentidos y está dotado de una mentalidad que primero obstaculiza y aprisiona y finalmente
desata y libera.

Por consiguiente, ¿qué es la Iniciación? La iniciación puede ser definida de dos maneras. Es
ante todo entrar en un mundo dimensional nuevo y más amplio, mediante la expansión de la
conciencia del hombre, para que pueda incluir y abarcar lo que ahora excluye, y de lo cual
se separa normalmente cuando piensa y actúa y después introducir en el hombre esas
energías características del alma y únicamente del alma -las fuerzas del amor inteligente y
de la voluntad espiritual. Estas energías dinámicas actúan en toda alma que ha logrado la
liberación.
Cuando la iniciación llega a ser posible indica que dos grupos de energías (las de la triple
personalidad integrada y las del alma o ángel solar) comienzan a fusionarse y mezclarse. La
energía del alma empieza a dominar y a controlar los tipos inferiores de fuerza, y según el
rayo del alma será el cuerpo en que ese control hará sentir su presencia.
Cuando la iniciación llega a su culminación en lo que a la humanidad concierne, surge un
Maestro de Sabiduría liberado, exento de las limitaciones del individuo, recoge los frutos
del proceso de la individualización y actúa en forma acrecentada como ángel solar, por
estar primordialmente enfocado en el cuerpo espiritual interno; así se desarrolla
constantemente la conciencia de la Presencia. Este hecho merece ser meditado y estudiado
profundamente por todos los discípulos. A medida que los tres rayos que rigen la triplicidad
inferior se mezclan y sintetizan y crean la personalidad vital y, a su vez, dominan el rayo
del cuerpo físico denso, el hombre inferior penetra en un prolongado estado de conflicto.
En forma gradual y acrecentada el rayo del alma, "el rayo de la captación persistente y
magnética", como se lo denomina ocultamente, se hace más activo, entonces en el cerebro
del hombre que ha desarrollado la personalidad se establece la creciente percepción de una
vibración. Hay muchos grados y etapas en esta experiencia, que abarcan muchas vidas. Al
principio el rayo de la personalidad y el rayo del ego parecen chocar, y se libra una
constante guerra con el discípulo como espectador y dramático participante. Arjuna entra
en el campo de batalla; se halla entre dos fuerzas, como un consciente e ínfimo punto de luz
y de percepción sensoria. Alrededor, dentro y a través de él, las energías de dos rayos se
precipitan y entablan conflicto. Gradualmente, a medida que continúa el fragor de la
batalla, se convierte en un factor más activo y abandona la actitud del observador
desapegado y desinteresado. Cuando se da cuenta definitivamente de lo que está en juego y
vuelca decididamente el peso de su influencia, deseos y mente, a favor del alma, entonces
puede recibir la primera iniciación. Cuando el rayo del alma se enfoca plenamente a través
de él, y todos sus centros están controlados por ese enfocado rayo del alma, se convierte en
el Iniciado transfigurado y recibe la tercera iniciación. El rayo de la personalidad
ocultamente se extingue o es absorbido por el rayo del alma, y todos los poderes y atributos
de los rayos inferiores son subsidiarios del rayo del alma y están coloreados por éste. El
discípulo llega a ser un hombre de "Dios" -una persona cuyos poderes son controlados por
la vibración dominante del rayo del alma y cuyo mecanismo sensible interno vibra dentro
de la medida del rayo del alma que, a su vez, es reorientado hacia el rayo monádico y
controlado por éste.

Hemos considerado por lo tanto las tres grandes divisiones que marcan el progreso del alma
hacia su objetivo. Por el proceso de la individualización, el alma llega a una verdadera
autoconciencia y percepción en los tres mundos de la experiencia; el actor en el drama de la
vida domina su parte. Por el proceso de la Iniciación, el alma llega a ser consciente de la
naturaleza esencial de la divinidad. La participación plenamente consciente con el grupo, y
la absorción de lo personal e individual en el Todo, caracterizan esta etapa en el sendero de
evolución. Por último llega ese misterioso proceso en que el alma es absorbida de tal
manera en la Realidad y la Síntesis supremas, mediante la Identificación, que hasta la
misma conciencia del grupo se desvanece (excepto cuando se recupera premeditadamente
al servir). Entonces no se conoce nada más que la Deidad -no existen separaciones entre las
partes ni síntesis menores y tampoco divisiones o diferenciaciones.

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