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Entrevista con Sergio Ramírez:

“Los adultos no saben escribir”


Por Carlos Dada*

Sergio Ramírez es un abuelo. Eso dice él, entre orgulloso y tímido, para
explicarme que tendrá que pedirle a su nieto que le enseñe a usar Skype.

El editor de esta revista, Pablo Raphael, me invitó a entrevistar al escritor


nicaragüense sobre juguetes y juegos. Yo acepté encantado porque
conozco a Sergio desde hace muchos años y porque los dos somos
ciudadanos del mismo país que no existe desde hace dos siglos:
Centroamérica. Pensé entonces pedirle a un escritor (lúdico por definición,
dice Ramírez) y revolucionario que hiciéramos la entrevista en dos de los
juguetes más revolucionarios de la historia: el internet y el Skype. Dos
juguetes de antología, con los que nadie (salvo Borges) soñaba hasta hace
muy poco. Y que hoy parecen ideales para hablar de sus juguetes de
infancia de madera y hierro, que siguen siendo mayoría en las infancias de
nuestro istmo.

Sergio Ramírez aceptó encantado, solo pidió tiempo para aprender a usar el
nuevo juguetito. Ahora, que tiene su cuenta abierta, está siempre
conectado en el Skype.

Ramírez es hoy probablemente el escritor centroamericano vivo más


reconocido. No es que sea tan viejo, sino que tenemos muy pocos. Autor de
novelas como Margarita, Está Linda la mar (Premio Alfaguara); o Castigo
Divino; lo del juego se le da mejor en sus cuentos y sobre todo en sus
cuentos sobre el juego: el fútbol y más aún el béisbol, el deporte de sus
amores. Sandinista, revolucionario, vicepresidente del primer gobierno de
Daniel Ortega y ahora opositor en el segundo gobierno, Ramírez es un
agudo analista político y activo miembro de la intelectualidad
nicaragüense, ahora en conflicto con el mismo comandante que encarnó,
hace treinta años, las esperanzas de los enemigos de la represión, el
hambre y la muerte. Hoy, dice Sergio Ramírez, él y Ortega juegan dos
juegos distintos.
Carlos Dada: ¿Qué tal? ¿Ya aprendiste a usar este juguetito?

Sergio Ramírez: No es tan complicado, lo que pasa es que a mí estos


artilugios me aterran de entrada, pero es seguramente lo que le pasó a
Jonás con la ballena, una vez dentro, ya se sintió confiado y tranquilo.

Carlos Dada: aunque claro, aquí también lo difícil es salir

Sergio Ramírez: Vi el lapicito tuyo escribiendo, pero no me aparece nada


en la pantalla.

Carlos Dada: escribí y borré. Pero ya veo que te has vuelto un experto

Sergio Ramírez: Bueno, ya ves, hay que conocerle todos los secretos a este
juego

Carlos Dada: Hablemos de todo como si fuera un juego, que es lo que


quieren que hagamos.

Sergio Ramírez: Claro Carlos, tú empiezas, no sé nada de ajedrez, pero a lo


mejor adelantas tú el caballo, o el peón, lo que sea que es.

Carlos Dada:¿Qué juguetes recordás de tu infancia, en aquella Nicaragua


de mitad del Siglo XX?

Sergio Ramírez: El trompo musical. Le decíamos "trompo coyote", no sé


por qué. Cuando lo ponía a girar, y soltaba aquel zumbido musical, yo
pegaba la cara al piso y entraba en una especie de ensoñación, como si
pudiera escuchar la música de las esferas.

Carlos Dada: Entonces vivías en Masatepe, ¿verdad?

Sergio Ramírez: En Masatepe, claro, debería tener yo 5 años, o menos.


Pero había un juguete aún mayor y más fascinante que no era para nada
manual, la rueda de caballitos que llegaba al pueblo una vez al año para las
fiestas patronales. Puedo decirte con la memoria, paso a paso, como la
armaban, la cruceta base del palo mayor, la grúa de tijera para izar el palo
mayo, la corona que sostenía los palos transversales, las varillas para colgar
la plataforma, el armado de la plataforma de manera, la instalación de los
caballitos en sus tubos, el biombo pintado con motivos románticos que
escondía el motor, la caja de música con tambores y platillos, los caballos
mismos con sus crines flamígeras, las máscaras de indios apaches, moros y
odaliscas que cubrían las junturas de las piezas del redondel de la carpa,
también pintado con paisajes...
Carlos Dada: Eso parece suficiente para trabajarse al primer amor ahí

Sergio Ramírez: ya se vuelve una fascinación para siempre. Mi ambición,


como tenía esas ambiciones Neruda, es poder conseguirme alguna vez un
medallón de esos con las máscaras, ya no se diga uno de los caballos de
madera a los que yo les daba pan metiéndoselo en la boca. Eso del pan me
hacía una víctima de los operarios de la rueda de caballitos, porque
mientras los caballos estaban en las jabas antes de instalarlos, me
incitaban a ir a mi cas a robar pan para darle a los caballos...para mí eran
seres vivos.

Carlos Dada:¿Conseguiste el medallón?

Sergio Ramírez: No, nunca he podio hallar ningún resto de esa


rueda...había llegado a Nicaragua desde el púerto de Greytown, por el río
San Juan y por el Gran Lago, a finales del siglo XIX, y poco a poco se fue
emprobeciendo, faltándole piezas que eran sustituidas por otras pobres y
feas, desapareció la caja de música sustituida por un tocadiscos... Fui
presenciando la ruina de mi propio mundo a medida que crecía

Carlos Dada: Me parece ver a Rubén Darío deambulando ahí enmedio de


la feria buscando a Margarita.

Sergio Ramírez: Bueno, sabrás que Rubén se quiso ir con un circo,


enamorado de la trapecista que se llamaba Hortensia Husley...el payaso
mayor, que era el dueño de la carpa, lo disuadió...yo hubiera querido viajar
de pueblo en pueblo con la rueda de caballitos, a la que siempre asocio con
las lluvias del invierno, porque era el tiempo cuando llegaba a Masatepe

Carlos Dada: Dice García Márquez que el realismo mágico es la vida diaria
de los caribeños, yo creo que no conoce muy bien Centroamérica.

Sergio Ramírez: Cómo no. El episodio en que su abuelo lo lleva a conocer el


hielo está en la autobografía de Rubén Darío, cuando su tío abuelo, el
coronel Félix Ramírez Madregil, lo llevó a conocer no sólo el hielo, sino
también las manzas de California y "los cuentos pintados".

Carlos Dada:¿Qué son los cuentos pintados?

Sergio Ramírez: Lo ignoro, es como lo puso en su autobiografía. Me


imagino que eran cuentos con ilustraciones a colores, raras en esa época

Carlos Dada:¿Y a qué horas cambiaste los sueños de viajar con la rueda de
caballos a los de hacer la revolución?
Sergio Ramírez: Bueno, eso quiere decir que nunca me bajé de la rueda de
caballos. La revolución fue ese viaje circular.

Carlos Dada:¿A qué juega un revolucionario?

Sergio Ramírez: A cambiar el mundo, a darle una vuelta de revés, a hacer


que las cosas ya no sean nunca como antes, a inventarlo todo de nuevo

Carlos Dada: ¿Y cuáles eran tus juguetes en la revolución?

Sergio Ramírez: Las armas nunca lo fueron. Una vez hice un


entrenamiento de aficionado con un fusil M16 y lo que conseguí fue un
morado gracias al golpe de la culata, que tardó semanas en desaparecer. Y
cuando estuve clandestino en Managua, siempre anduve desarmado. Sabía
que el día que me dispararan nunca podría defenderme. Te diría que mi
juguete era la pluma, pero ya no se usaban las plumas fuentes. Yo escribía
manifiestos, proclamas, comunicados, a máquina, ése era un juguete. El
otro, una mínima grabadora de casetes del tamaño de una hoja de Gillette,
con la que grababa los mensajes cladestinos. Ese fue un juguete de todos
nosotros, nos comunicábamos por casettes

Carlos Dada: Debe haber momentos muy aburridos en una revolución

Sergio Ramírez: La soledad del clandestino. A mi me tocó vivi escondido


en casas de gente muy buena, casi siemre de la alta burguesía, que me
trataban muy bien, con cariño, pero como existe "la compatimentación",
eso lo vuelve a uno medio mudo.

Carlos Dada: Algunos sandinistas podrían pensar hoy que toda la


revolución fue un juego

Sergio Ramírez: A veces la explicación más sencilla es pensar que muchos


oportunistas, ahora muy ricos y poderosos, lo fueron desde el principio. Lo
más complejo, y aquí entre el novelista, es ver su evolución, de sacrificados,
expuestos a la muerte, hacia el estadio en que lo que les importa nada más
son ellos msmos. Es todo un proceso.

Carlos Dada: Muchos se asemejan al beisbolista de uno de tus cuentos,


aquel al que se le aparecía Casey Stengel. Es decir, fueron héroes de lapatria,
adorados por todos, y ahora están gordos, pobres, olvidados y solos.

Sergio Ramírez: Esos son los otros, los que terminaron comiendo mierda,
en una silla de ruedas, en muletas. La guerra dejó más de 25.000 lisiados,
para empezar
Carlos Dada: ¿Y esos qué pensarán ahora? ¿qué sobrevivió de aquellos
sueños? ¿qué de aquella picardía, un poco lúdica, que tienen los
revolucionarios?

Sergio Ramírez: De la picardía es muy fácil saltar al cinismo. El cinismo es


el que conecta el discurso demagógico con los hechos reales.

Carlos Dada: Pues pongámonos un poco cínicos: ¿perdieron el juego?

Sergio Ramírez: Éticamente lo perdieron, lo perdieron en la conciencia. Si


se traara de una tragedia isabelina, deberían vivir acosados por los
fantasmas de tantos muertos que quedaron en el camino. Pero también el
cinsmo sirve de opio de la conciencia. El cinismo es el opio, no la religión...

Carlos Dada: ¿Y qué se dicen ahora, por ejemplo, vos y Daniel Ortega,
viejos compañeros de viaje, que jugaron juntos a la revolución?

Sergio Ramírez: Tengo más de diez años de no encontrarme con Daniel. La


última vez fue en el cumpleaños de alguien a quien los dos queríamos
mucho, el doctor Joaquin Cuadra Chamorro, del grupo de los 12, que ya
murió. Desde entonces sólo hemos cruzado palabra una vez, cuando nos
hablamos por teléfono el día siguiente de su triunfo en 2006. El pidió hablar
conmigo, quería que nos viéramos, pero eso ya no se pudo. Ahora jugamos
juegos muy diferentes. El juego suyo es el del poder, y ha decidido jugarlo a
fondo, el de quien juega para ganarlo siempre todo porque sabe que, si
pierde, lo pierde todo. Y por eso su empeño de acumular cada vez más
poder, para no perderlo. Es un juego maldito, y no quisiera estar en sus
calzones. Es un juego en el que no se duerme.

Carlos Dada: ¿Y vos ahora a qué jugás?

Sergio Ramírez: A inventar.

Carlos Dada: Parece que la literatura es un juego menos traicionero, más


leal y más divertido, ¿verdad?

Sergio Ramírez: Es un juego que tiene sus bemoles, porque igual que con
el poder, se trata de una entrega total. Así como Daniel no puede verse
fuera del poder, yo no me puedo ver fuera de la literatura. Y para eso tengo
que sentarme todos los días a escribir, algo que no es sólo gozo, el gozo de
inventar. Es una lucha cuerpo a cuerpo con las palabras, que son cabronas,
tienen mal carácter.

Carlos Dada: No todas las palabras son cabronas y de mal carácter. Verano
es una palabra fácil; Cuchillo es más complicada.
Sergio Ramírez: Ponerlas unas junto a otras hacer que tengan armonía,
ritmo, buscar el adjetuvo preciso, allí revelan su mal carácter. Además de
verano y cuchillo, que son hermosas y simples, hay otras que yo nunca uso.
Enfrascarse, por ejemplo, cuando se quiere decir que uno se mete a fondo
dentro de un tema. Es demasiado gráfica, enfrascarse es meterse en un
frasco...con formol.

Carlos Dada: El cuento tuyo que más me gusta es Perdón y olvido.


Empieza con estas palabras: "La pasión de Guadalupe son las viejas
películas mexicanas. Puede verse hasta tres en cada sesión, y las colecciona
con la misma avidez con que de niño yo coleccionaba figuras de jugadores
de beisbol de las Grandes Ligas".

Sergio Ramírez: Mira, una frase como ésa te puede costar medio día de
trabajo.
Imagina en ese párrafo que yo hubiera escrito: “Puede verse hasta tres en
cada sesión, repatingado en un sillón...” Repatingado es una palabra que
detesto, y sillón ya rimaría con sesión. Todo se echaría a perder.

Carlos Dada: jajaja, menos mal que te tomaste el medio día que
necesitabas. Nadie hubiera seguido leyendo más allá del repatingado.

Sergio Ramírez:¿y si encima usas la palabra zapateta? ¿sabes qué quiere


decir? Es una especie de salto, una palabra muy decimonónica. Tengo mi
diccionario mental de palabras prohibidas. ¿Recuerdas las palabras de los
globitos de las historietas cómicas? Atiza, zambomba, recórcholis... ¿De
dónde las habrán sacado los gionistas?

Carlos Dada: Sí, mi generación las usaba irónicamente, para sustituir


otras como "a la puta", "vaya mierda" etc...

Sergio Ramírez: en los doblajes al español de España de las películas de


Tarzán, Tarzán le decía a Chita: "Atiza, Chita, huyamos, que nos comen los
balubas..."

Carlos Dada: A lo mejor Batman las usaba para lo mismo. No me imagino


a Robin diciéndole "¡¡Puta Batman, nos chingaron!!". Los superhéroes dicen
"¡Caracoles Batman, nos han timado!".

Sergio Ramírez: En esos mismos doblajes castizos, cuando Glenn Ford


entraba en la cantina con las pistolas desenfundadas, decía: "¡Ea, todos
vosotros, subid las manos...!"
Carlos Dada: ¿Y no te acordás de la Guerra de las Galaxias? Los españoles
doblaban a Harrison Ford diciendo "Erre-dos-de-dos", y los mexicanos, los
mejores del mundo para doblar películas, simplemente le pusieron
"Arturito" al robot.

Sergio Ramírez: Bueno, mantengo mi pasión por lo mejor del cine


mexicano...El Santo, Piporro...

Carlos Dada: Juan Orol, el maestro del juego según los franceses

Sergio Ramírez: No hay otro como él...sin él no existiría el cabaret, ni las


cabareteras, ni Ninón Sevilla, ni Tongolele.

Carlos Dada: pero hagamos la zapateta pues, para hablar de tus


invenciones. Hay en tu juego literario también juegos siniestros.

Sergio Ramírez:¿Por ejemplo…?

Carlos Dada: El de Lutz Eigendorf. O mejor dicho, el juego siniestro de Erik


Mielke.

Sergio Ramírez: Eso me lo regaló una crónica que leí en un periódico


alemán en un vuelo de Berlín a Stuttgart. Al tiempo se descubrió, cuando se
abrieron los archivos de la Stasi, que Mielke lo habia mandado a asesinar en
venganza, mientras todo el mundo creía que se trataba de un accidente.
Pero construí el personaje de Mielke usando algunos de mi propio entorno.

Carlos Dada: Eso supuse. El juego de la trampa y la traición no es exclusivo


de una geografía.

Sergio Ramírez: Tomás Borge solía recibir a Julio Cortázar en una humilde
casa de Bello Horizonte, donde no vivía, toda una escenografía, su mansión
estaba oculto detrás del jardín al que se llegaba por una puerta secreta

Carlos Dada: como Mielke y su esposa.

Sergio Ramírez: La misma mona con distinto rabo

Carlos Dada: Al menos eso Daniel Ortega no lo hace, yo lo entrevisté una


vez en una mansión.
Sergio Ramírez: No sé si Daniel le habrá cogido ahora gusto al lujo.
Cuando estuvimos muy de cerca, por muchos años, tenía costumbres
frugales, empezando por la comida

Carlos Dada: Esa vez que lo entrevisté, estaba en plena campaña contra
Enrique Bolaños, y tuve que esperar a que terminara de firmar en su casa un
pacto con la comandante Dora María y después subir con él a un mitin.
Cuando bajamos ya noche nos pasó a una sala y ahí nos dio la entrevista.
Nos dijo que era su casa. A Bolaños lo entrevisté al siguiente día, y me
terminó echando de su casa, jajaja. Pero lo mejor es que esas entrevistas
nunca se publicaron. Así es este juego.

Sergio Ramírez:¿por qué?

Carlos Dada: Porque le dije que cómo esperaba que le creyeran que
combatiría la corrupción si él había sido el vicepresidente de Alemán.

Sergio Ramírez:¿la de Daniel tampoco se publicó?

Carlos Dada: No, ninguna.

Sergio Ramírez: Bueno, ya ves, quien mandó a procesar a Alemán fue


Bolaños

Carlos Dada: Ah pero eso fue parte de un juego que se diseñó fuera de
Nicaragua. Hagamos otra zapateta (que ya vi en el diccionario que incluye
regocijo) y volvamos a los libros. ¿Cuáles te parecen, además de Rubén
Darío, los escritores centroamericanos más lúdicos?

Sergio Ramírez: (Augusto) Monterroso, por excelencia. Para él la literatura


siempre fue un juego perfecto. Luego está Salarrué, que tenía ese doble
juego de lo vernáculo, con mucho humor, sobre todo en ese libro donde
quien narra es un niño...no recuerdo el título.

Carlos Dada: Cuentos de Cipotes

Sergio Ramírez: La otra parte de su juego era lo astral, a menos que


creyera seriamente en ello, lo de los desdoblamientos y esas cosas.

Carlos Dada: En Cuentos de Cipotes empieza diciendo que para poder


jugar a que quien cuenta es un niño hay que estar loco y no dejar entrar a la
razón

Sergio Ramírez: Monterroso decia que los niños eran unos locos
chiquitos. Y también (Miguel Ángel) Asturias, si tomas como ejemplo
Mulata de Tal, que es un verdadero juego: empieza con el personaje que
entra en la iglesia con la bragueta abierta.

Carlos Dada: Pero en general Asturias es más frío que los otros dos, ¿no te
parece?
Más adulto.

Sergio Ramírez: Mucho más aburrido a veces, con una cierta pretensión
que lo arruina, por eso te mencionaba Mulata de Tal.

Carlos Dada:¿Para jugar con la literatura hace falta sacar al niño que
llevan dentro los escritores?

Sergio Ramírez: El escritor que se vuelve adulto pierde el juego. Uno tiene
que conservar la mirada del niño. Los adultos no saben escribir.

Carlos Dada: A ver si te entendí eso. Castigo Divino no parece una novela
contada por la mirada de un niño.

Sergio Ramírez: Castigo Divino es un juego, todo está lleno de bromas, de


referencias lúdicas, trata de lo macabro con sentido del humor, aunque sea
el humor negro. Es una burla a la sociedad de la época. Y si me pongo a
jugar con eso, es con la impunidad en la que siempre se ampara el niño.

Carlos Dada: Para juegos siniestros ahí está el Pibe Cabriola, que por
supuesto refiere automáticamente al jugador colombiano que mataron.
Andrés Escobar es el Pibe Cabriola.

Sergio Ramírez: También eso me lo regaló la realidad.

Carlos Dada: Más que en tus novelas, es en tus cuentos donde hay juegos
dentro de juegos de manera más inmediata.

Sergio Ramírez: Me parece que sí, porque el mecanismo del cuento se


presta mucho para eso del juego dentro del juego.

Carlos Dada: Y el del Pibe Cabriola es un juego siniestro de la realidad.


Como lo de Andrés Escobar. Es el juego contra el juego. Y como el de Mielke
y Lutz Eigendorf son juegos de futbolistas, aunque como buen nica el juego
de tu vida es el beisbol que parece estar siempre presente en toda tu
literatura.

Sergio Ramírez: Mis cuentos de beisbol son un juego secreto,


íntimamente ligado a mi infancia, como no lo está el fútbol que solo se
jugaba en los colegios de curas.
Carlos Dada: El Juego Perfecto es un juego de palabras que me encanta. Si
lanza el juego perfecto, entonces el juego de la vida es imperfecto. Lo que
más me gusta de ese cuento es cómo al final el papá y el hijo siguen la vida
como si nada ha pasado.

Sergio Ramírez: Es un cuento que escribí como quien desarrolla un


teorema matemático. A los matemáticos les gusta decir "una solución
elegante". Yo quería darle al cuenta una solución elegante. Es la historia de
la derrota, que es parte de la vida diaria. El triunfo para los pobres es
siempre n un sueño, la realidad es perder. Y quería elegir una imagen de
cierre que funcionara, y fue la del viento que se lleva la gorra del muchacho,
y el viejo va a buscarla, y se la pone en la cabeza.

Carlos Dada: El deporte parece ser lo único en lo que está claro qué es
ganar y qué es perder, y no siempre.

Sergio Ramírez: El beisbol es para mi el más filosófico de los deportes. El


destino, el azar, tienen mucho que ver en los constantes desenlaces que se
dan en base a un infinito de posibilidades. Desde la gradería, el espectador
puede reflexionar sobre cada jugada, es un íntimo participante del juego. Y
un juego de beisbol muy bueno, puede parecer muy aburrido, cuando hay
un duelo de pitcheres por ejemplo, y la acción se reduce a cero. Pero es
entonces cuando la acción se traslada a la cabeza de todos los que están
viendo jugar.

Carlos Dada: Ya, pero hay también de beisbol a beisbol. Por ejemplo, y
vuelvo al cuento del beisbolista que termina gordo y solo. El triunfo del
subdesarrollo nunca es igual que el triunfo en el desarrollo. Un beisbolista
de Grandes Ligas nunca va a terminar como el de tu cuento.

Sergio Ramírez: Hoy en día no lo creo, se ha vuelto un deporte empresarial


en el que se juegan millones y se compran y venden a los jugadores como
caballos de raza, igual que en el futbol. No sé si Maradona será rico, pero no
creo que Yogi Berra haya llegado a ser un potentado, o Roy Campanella, te
hablo de mis héroes de los años 50. Joe Louis murió en la miseria, y ya era
pobre cuando lo derrotó Rocky Marciano.

Carlos Dada: El Mágico González, nuestro máximo héroe deportivo,


tampoco se hizo millonario. Ahí sigue, jugando con los bichos de la cuadra.

Sergio Ramírez: Mira a Vicente Padilla, el pitcher nicaragüense que está


ahora en Los Dodgers. Tiene un contrato de 20 millones de dólares, creo,
una mansión en Houston, colecciona autos, su guardarropa exhibe cien
trajes, 200 pares de zapatos. Pero lo que más me seduce es la fortuna
siempre efímera de los boxeadores que en Nicaragua se levantan de la más
marginal de la miserias, ganan campeonatos mundiales, se hacen de bolsas
millonarias, pronto los rodean los aduladores gorrones, se lo gastan todo en
mujeres, en el juego, y vuelven a quedar tan miserables como al principio.

Carlos Dada: Eso es en Nicaragua, en México, en Panamá, en Colombia...

Sergio Ramírez: Hay una muchachito de veinte y tanto años, el


Chocolatito González, campeón mundial mosca, creo, y anda en las calles
de Managua en un Mercedes deportivo de más de cien mil dólares,
mientras pelea en los juzgados la pensión que no le quiere pasar a su hijo.

Carlos Dada: En estos días en Centroamérica no se necesita ser deportista


para andar en un Mercedes o en un Maseratti de cien mil dólares. Hay un
nuevo juego en la región.

Sergio Ramírez: El de la droga, y el de la políitica, que es otra droga.

Carlos Dada: Ese, y es un juego muy peligroso. ¿La literatura debe reflejar
estos juegos, Sergio?

Sergio Ramírez: No existiría la literatura sin esos juegos ocultos de poder,


de los que los carros y las mansiones de lujo son los iceberes, como no
existiría tampoco sin los Chocolatito González. Chocolatito es del pequeño
mundo, al que la suerte ha tentado, como la diablesa constante que es. El
otro mundo es el de los diablos de grandes colmillos, donde todo se vale, un
mundo cada vez más alucinante. Droga más poder político, esa es la mecha
de la carga que va a dinamitar Centroamérica.

*Carlos Dada, periodista salvadoreño, es fundador y director de El Faro.

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