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Guayaquil nostálgico

Diseño Editorial: Arq. Pedro Gambarrotti Gámez


Diseño de Portada: Jorge Tite

Impresión:
Primera Edición
Octubre de 2009

Este libro es propiedad del autor


Derechos Reservados
Registro Derechos de Autor No.
ISBN No.

Guayaquil - Ecuador
Germán Arteta Vargas

2009
A manera de presentación

H
ay una forma muy singular de penetrar en el espíritu de Guayaquil, esa manera es
evocando su historia cargada de tradiciones, costumbres, de noches de hondo dolor,
de amaneceres gloriosos, de personajes ilustres que fueron la simiente de un pueblo
que nació para la grandeza.

Esa grandeza del Guayaquil de ayer ya no existe, bajo el signo de la palabra progreso todo ha
cambiado... Mas lo único que no ha cambiado ni cambiará jamás es el espíritu del guayaqui-
leño: tenaz, emprendedor, decidido, activo, hospitalario, pero sobre todo amante del arte y
la cultura.

Por eso la intención de este libro es mantener vivo ese espíritu, mantener viva nuestra
identidad y evitar que el amor a Guayaquil se pierda conforme nos invaden las costum-
bres extranjeras.

Ha sido tarea de Germán Arteta Vargas recopilar todos los artículos de su autoría, alusivos
especialmente a las costumbres y tradiciones del Guayaquil del siglo XX publicados a través
de los años por diario El Universo, respondiendo así a las iniciativas y recomendaciones de
lectores y amigos, y como un tributo a los ex directivos de dicho matutino guayaquileño,
Carlos Pérez Perasso y Ricardo Pólit Carrillo, que impulsaron siempre este tipo de temas.

Cabe conocer que Germán Arteta Vargas colabora con diario El Universo desde la época de
estudiante secundario, porque siempre se distinguió como un joven interesado en los libros.
Nunca ha dejado de leer, jamás ha dejado de estudiar e investigar.

Entre 1972 y 1990 mantuvo la columna educativa Pizarra. Cuando en 1990 lo invitaron a ser
parte formal de la Redacción de El Mayor Diario Nacional, Pizarra se convirtió en un suple-
mento y él se dedicó también a enfocar temas históricos, cívicos, costumbristas, etcétera,
pero sobre todo educativos, como aún lo hace. También fue redactor de la sección Meridiano
de la Cultura y desde 1993 hace las cartillas y suplementos históricos que dice, tienen la aco-
gida de profesores y alumnos.

Esta fue otra oportunidad que tuvo para mantener contactos con estudiantes, maestros, pa-
dres de familia y comunidad lectora en general. De allí que Germán Arteta Vargas jamás pasa
inadvertido en el lugar donde se encuentra, su personalidad y sus escritos son ampliamente
conocidos en el Ecuador.

El resto de artículos, inteligentemente ordenados, lo dibujan como lo que es: un periodista y

Germán Arteta Vargas 5


un maestro de excepcional talento, pues en él existe un ensamble, una identificación y hasta
una complementación entre ambas profesiones. Además, es perseverante en su trabajo, tie-
ne intuición creadora y una memoria prodigiosa puesta en evidencia cuando, por ejemplo,
nos recuerda las tradicionales librerías y papelerías del siglo pasado, muy conocidas por los
padres de familia porque fueron donde adquirían los textos y útiles escolares para sus hijos,
De igual manera, los libreros resultan imposible de olvidar -apunta- por el servicio social que
ofrecían a la comunidad.

El teatro, espejo de la vida, ya sea en su forma simbólica o en su crudo realismo, al igual


que los cines donde se proyectaban películas de todo género, de preferencia románticas y
cómicas, también han ido desapareciendo, resalta el autor. Quienes los frecuentábamos nos
hemos ido quedando en la travesía de las ilusiones rotas.

Si es verdad que recordar es volver a vivir, Germán Arteta nos hace revivir la Semana del
Estudiante celebrada, por igual, en todos los colegios la última semana del mes de julio. El
número principal era el baile de gala, amenizado por prestigiosas orquestas y ahí se procla-
maba y coronaba a las reinas estudiantiles.

En otro de sus artículos hace remembranza de las Sabatinas, que las hacían los colegios tradi-
cionales como el Vicente Rocafuerte, Guayaquil, Normal Rita Lecumberri, entre otros. Hoy
han sido reemplazadas por las Semanas Culturales, Ferias de Ciencias, Casas Abiertas e in-
cluso Open House, a la moda norteamericana.

Los programas culturales tipo Vida Porteña, Música y Poesía, Renacimiento, y más, difun-
didos a través de las radioemisoras locales, no escapan a la pluma de Germán Arteta. De la
misma forma, nos trae a la memoria los parques y las plazas de diversiones como La Macare-
na, Bim Bam Bum, La Victoria, La Concordia, adonde acudíamos de niños y jóvenes a jugar
y a hacer deportes.

Toda la ‘novelística’ del Guayaquil de ayer pasó por nuestros oídos, familiarizándolos con
actores y actrices como Antonio Hanna, Delia Garcés, Rosario Ochoa, Blanca Salazar. Hoy,
como lo sostiene el autor, mandan las telenovelas.

Conocedor de la importancia de la premisa clásica Mens sana in corpore sana, Germán


Arteta hace evocación sobre la cultura física y la práctica deportiva estudiantiles en el
Guayaquil de antaño.

Temas de carácter costumbrista como las casas de empeño, agencias funerarias, agen-
cias de publicidad, recibir comensales, y los que se refieren a los de artesanía como
los talleres de marcos y molduras, las piladoras, cutiembres, talabarterías, lavanderías,
tintorerías, etcétera, son negocios y actividades que inspiraron la pluma del autor para
sabrosas crónicas.

Inicialmente la sección de los temas enfocados por Germán Arteta sobre los pasajes, per-
sonajes y situaciones de la ciudad que se van quedando en el recuerdo, no tuvo un nombre;
después, por sugerencia de su compañero Fernando Astudillo, se publicó como Guayaquil
Nostálgico y en los últimos años aparece como Imágenes de Guayaquil. Pero el autor, por
obvias razones, se queda con Guayaquil Nostálgico.

6 Guayaquil Nostálgico
Quienes hemos releído los artículos de Germán podemos apreciar que efectivamente hay
cierto grado de nostalgia, melancolía, tristeza al recordar las costumbres, tradiciones y valo-
res del Guayaquil de ayer. Una nostalgia que nos contagia a sus lectores porque, en verdad,
hoy en día el tiempo se deshace en nuestras manos y ya no hay oportunidad para mirar los
crepúsculos, ya no sabemos si todavía viajan las estrellas por el cielo. Hace ya muchos años
que matamos a la luna y dejamos que los poetas se fueran suicidando en la metáfora oscura,
abstracta, rara, extraña que ubica a los lectores en medio de la poesía, buscándose los unos
a los otros.

Por eso Germán Arteta salta al mundo contemporáneo y vuelve hacia atrás, porque es propio
de los seres humanos ir en búsqueda de su amado ayer, en rescate del tiempo ido y porque la
vida no solo es el presente, es también el amor y es el recuerdo.

Sante decía que es triste recordar la pasada felicidad, pero más triste es no tener recuerdos.
Por eso Germán Arteta Vargas ha querido proporcionarnos una agradable y nostálgica sor-
presa para que volvamos a recordar el Guayaquil de antaño donde muchos fuimos su actores
y, a la vez, retomemos impulso y renovemos esfuerzos para rescatar y difundir los valores
populares que constituyen nuestras raíces y nuestra identidad, que nos permiten edificar
una política de paz y amor que garantice un Guayaquil mejor para todos los que somos sus
artífices.

Admiramos el empeñoso batallar del autor al reimprimir los pasajes sencillos, alegres y sin-
ceros del Guayaquil de ayer y hacemos votos porque el libro tenga la aceptación de maestros,
alumnos y comunidad lectora que, en lo que se refiere al autor, existe el compromiso de
seguir produciendo en beneficio de todos los ecuatorianos.

Dra. Aracely Consuegra de Ortiz


Guayaquil, septiembre del 2009

Germán Arteta Vargas 7


Testimonios

* Apreciado Germán:

No sabes con qué deleite leí días atrás tus remembranzas acerca del confite Límber y las
cometas. Ayer en la tarde, en la reunión habitual de viejos guayaquileños los días sábados en
el parque de Flushing, uno de los nuestros llevó el recorte de El Universo. Necesitaría varias
páginas para contarte sobre la charla de quince porteños que disfrutamos los días del Límber
y las cometas.

Todos somos gente del deporte encabezados por Galo Solís, aquel héroe barcelonés del equi-
po que forjó la idolatría al fin de la década del cuarenta. Tu artículo fue el pretexto para dejar
de ver fútbol y envolvernos en los más deliciosos recuerdos del Guayaquil que hemos dejado
geográficamente, pero que lo llevamos siempre en el corazón, especialmente en las horas de
nostalgia por los tiempos vividos.

Estuve releyendo hace unos días el número dos de las Estampas Porteñas que tú has tenido
la inteligencia y sensibilidad de editar. Qué bello recorrido por la memoria.

En nombre de los viejos guayaquileños en Nueva York, de los que pasamos las tardes de los
sábados en el parque como si estuviéramos en una esquina de Guayaquil y tuviéramos veinte
años, y en nombre de todos los que me han llamado por teléfono para comentar tu artículo,
muchas gracias, Germán, y un enorme abrazo que encierra la esperanza de seguir leyéndote.

Afectuosa y fraternalmente,

Ricardo Vasconcellos Rosado


Nueva York

* De una carta enviada vía email en agosto del 2009 por el periodista y escritor guayaquileño
Ricardo Vasconcellos Rosado, residente en los Estados Unidos.

8 Guayaquil Nostálgico
Unas palabras

L
a amable y permanente sugerencia de amigos y lectores de diario El Universo en el
sentido de que reúna y edite en un solo volumen las crónicas y remembranzas de mi
autoría sobre el Guayaquil del siglo XX, aparecidas desde el año 2002 hasta el 2009 en
las páginas del periódico donde laboro, me motivó a cristalizar tal pedido y hoy estoy gustoso
de poner en manos de guayaquileños y ecuatorianos ese material que tiene como consigna
evocar los personajes y tradiciones que forjaron y fortalecieron la identidad y memoria de la
acogedora metrópoli nacida junto al río Guayas.

Como lo he dicho en más de una ocasión, las crónicas volanderas publicadas en El Mayor
Diario Nacional -inicialmente sin una denominación definida, pero después bajo el epígrafe
de Guayaquil Nostálgico o Imágenes de Guayaquil- solo tienen el próposito de evocar sabro-
sas estampas en las cuales por diferentes razones fuimos actores o espectadores, volver a vi-
vir con tantos pasajes llenos de diversión y hasta de enseñanzas, y por sobre todo compartir
y mantener latente aquel inextinguible amor que debemos profesar a la ciudad-madre, a la
ciudad-cuna.

Hago hincapié en lo que casi siempre anoto al final de cada crónica que ensayo: los invito a
embarcarse en el carro del recuerdo y junto con sus familiares y amigos desarrollar mayores
recuerdos e incorporar sin tardanza aquellos nombres o situaciones que por falta de espacio
o el olvido involuntario del autor se quedaron en un rincón del ‘disco duro’. Lo importante
es promover esas bellas evocaciones que exaltan y afianzan la historia de Guayaquil, urbe
cosmopolita en vertiginoso desarrollo, pero segura y legítima heredera de sus ancestros.

Gracias a todos los que inspiraron los temas reunidos en este libro; gracias a quienes ayuda-
ron a editarlo y a los que lo leerán con mucha nostalgia, pero igualmente con bastante alegría.

Germán Arteta Vargas


Octubre, 2009

Germán Arteta Vargas 9


Médicos y casas de salud de antaño

Muchos habitantes de esta ciudad


aún evocan a los galenos y centros
que les brindaron atención.

S
in la intención de hacer odiosas comparaciones y emitir apresurados calificativos al
ensayar este breve inventario de los profesionales de la medicina y de los hospitales y
clínicas públicos o privados que por su atención humanitaria ganaron el respeto y la
gratitud de la comunidad, especialmente en distintas décadas del siglo pasado, el XX, evoca-
mos algunos de esos nombres vigentes en la memoria popular y que también son referentes
de la solidaridad y filantropía que siempre se manifiesta en Guayaquil.

Entre los centros de asistencia médica no podemos dejar de citar por justiciera y obligada
referencia al antiguo hospital Luis Vernaza y otras entidades similares que sostiene la hono-
rable Junta de Beneficencia, hospital León Becerra de la Sociedad Protectora de la Infancia,
etcétera. Asimismo, a profesionales de la medicina de la talla de Julián Coronel, Alfredo J.
Valenzuela, Juan Tanca Marengo y decenas de figuras cuya labor alcanzó renombre y tuvo,
como hasta ahora, la gratitud ciudadana.

Desde la época romántica, cuando los facultativos se desplazaban en carruajes o iban en


caballo a visitar a sus pacientes, cobraban modestos honorarios o atendían gratuitamente a
quienes no tenían recursos y hasta de su bolsillo les obsequiaban el dinero para la compra de
medicamentos, surgieron algunos radicales cambios, pero no faltan quienes todavía hacen de
la medicina un verdadero apostolado y nos recuerdan frecuentemente a quienes constituyen
ejemplos de servicio a sus conciudadanos.

Nombres emblemáticos

Notables médicos como Teodoro Maldonado Carbo, Eduardo Ortega Moreira, Juan Modesto
carbo Noboa. Abel Gilbert Pontón, John Parker Miller, Alfonso Tamayo Ortega, Hugo Agui-
rre Guerrero, Reinaldo Irigoyen, Alberto Cortez García, Gonzalo Freile, Miguel Varas Sama-
niego, Manuela Yong de Gil, Juan Modesto Carbo Noboa, entre otros, estuvieron al frente
de los prestigiosos centros, la mayoría de los cuales cerró sus puertas con la satisfacción del
deber cumplido. Algunos centros siguen en pie y mantienen la filosofía de servicio de sus
fundadores o pioneros.

Otros nombres de galenos muy conocidos del siglo XX son Fernando López Lara, Leopoldo
Izquieta Pérez, Elio Esteves Bejarano, Luis Felipe Cornejo Gómez, José María Estrada Coello,
Aquiles C. Rigaíl, Juan Tanca Marengo, Leopoldo Avilés Robinson, José Manrique Izquieta,
Eduardo Alcívar Elizalde, Alfredo Valenzuela Valverde, Nicolás Coto Infante, Manuel Igna-
cio Gómez Lince, Jacinto Loayza Grunauer, Francisco de Ycaza Bustamante, Carlos Set Ma-
tamoros y Juan Montalván Cornejo.

Germán Arteta Vargas 13


El Dr. Juan Modesto Carbo Noboa solía visitar a sus
pacientes desplazándose en su antiguo carro Ford T.

De la misma manera, Armando Pareja Cucalón, Rafael Mendoza Avilés, Teodoro Maldonado
Carbo, Emiliano Crespo Toral, Liborio Panchana, Nicolás Parducci, Miseno Saona, Enrique
Úraga Peña, Julián Lara Calderón, Jorge Luis Auz, Eduardo Ortega Moreira, Jorge Salinas
Bustos, Jorge Fajardo Castillo, Juan Bautista Arzube, Rosendo Auz, Clodomiro Alcívar y Jorge
Wagner, quienes especialistas en diferentes ramas médicas son parte de una extensa nómina
que abre el camino para merecidas evocaciones.

Antiguos centros

En el inventario de casas asistenciales que atendieron en Guayaquil durante el siglo XX ano-


tamos: Mora (Roca y Malecón Simón Bolívar), Morales Rodil (Rumichaca y Piedrahíta), Al-
cívar (Villamil y Abdón Calderón, Aguirre y Pedro Carbo, Chimborazo entre Francisco de
Paula Ycaza y Víctor Manuel Rendón, y por último Azuay y Coronel), Edmundo Vera (Chim-
borazo entre Aguirre y Ballén), Julián Coronel (Chimborazo entre Aguirre y Ballén, primero,
y Eloy Alfaro y Alberto Reyna, después).

También Guayaquil (Padre Aguirre y Córdova), Freile Núñez (Rocafuerte y Orellana), Pana-
mericana (Panamá y Orellana), Del Sur (Garaycoa y Gómez Rendón), Santa Lucía (avenida
Olmedo y Chile), Parker (Nueve de Octubre y Chimborazo), Santa María (Víctor Manuel
Rendón y Riobamba), Arreaga Gómez (Pichincha y Sucre), Crespo (Machala y Hurtado),
Antonio Gil (Seis de Marzo y Ayacucho), Santiago (avenida Carlos Julio Arosemena Tola) y
Tamayo Ortega (Pedro Pablo Gómez y Pío Montúfar).

14 Guayaquil Nostálgico
Un aviso del centro
médico Julián Coronel
en 1948, cuando
atendía en Eloy Alfaro y
Alberto Reyna.

Igualmente, las clínicas Montero (Aguirre entre Garaycoa y Seis de Marzo), San Gabriel
(primero en Garaycoa y Aguirre, después en Guaranda y Letamendi), Santa Marianita (Bo-
yacá y Colón), Arturo Serrano (Chanduy entre Sucre y Colón), Del Pacífico (Vélez y Escobe-
do), Nueve de Octubre (Colón y Malecón) y Blanca (Boyacá entre Colón y Sucre). Hubo el
policlínico Nacional en Chimborazo entre Aguirre y Luque y años después en Francisco de
P. Ycaza y Córdova, entre otros establecimientos.

Germán Arteta Vargas 15


Sorbos del sabroso café de antaño
Remembranza
En esta ciudad todavía está vigente
la costumbre de tomar café ‘pasado’.

N
i la arremetida publicitaria de empresas productoras de las diferentes marcas de
cafés solubles completos y descafeinados que encontramos en los supermercados,
despensas y tiendas barriales, ni la nueva costumbre de desayunar casi al ‘vuelo’ por
falta de tiempo en hogares con estudiantes y empleados que salen a la carrera para lograr
transportación en la mañana, logran todavía que un buen número de amas de casa y abuelas
descarte por completo la costumbre de ofrecer café ‘pasado’ en filtros o cafeteras especiales
a los jefes y miembros de su prole.

Tomar café ‘pasado’ en Guayaquil es un hábito antiguo, pero con métodos mejorados para
acelerar el proceso de tostar, moler y filtrar el producto. No hubo familia en la que amas de
casa y domésticas alguna tarde dejaran de realizar juntas la tarea de tostar los granos de
diferentes clases que llegaban al puerto desde El Oro, Manabí y otros lugares famosos por
su producción. Vecinos y transeúntes disfrutaban de la fragancia salida de la casa donde se
tostaba café en pailas de barro, mientras incluso los niños esperaban para ayudar a molerlo
en las máquinas manuales que aún se venden en mercados artesanales y almacenes.

Cuando no se contaba con tiempo suficiente o la máquina adecuada para moler el café, este
se compraba en pulperías (tiendas) o puestos de venta instalados con ese único fin. Durante
el siglo pasado hubo estos pequeños establecimientos en sitios estratégicos porteños y en
el Mercado Central (calle Seis de Marzo). Hasta allí llegaban
quienes preferían ver moler su café en máquinas -Hobart, por
ejemplo- de inconfundible apariencia y llevarlo a su casa para
filtrarlo y lograr la cautivadora esencia. Con la regeneración
urbana aquellos sitios de expendio desaparecieron o busca-
ron otros lugares para comerciar el producto.

Algunos nombres

Guayaquileños nacidos antes y después de 1950 recuerdan


marcas puestas en el mercado por fábricas o tostadoras que
las vendían en paquetes de una libra: Plus Ultra, Escudo Gua-
yaquileño; Escudo Catalán, de la Casa Española; Pilón, de
Juan Russo, en Lorenzo de Garaycoa y Vélez; El Negrito, Im-
perio, El Rey, Puca, Negus, El Campeón, Moka; Gardella, que
abrió en 1941; Buchito; Zaruma, Conquistador; Flor de Mana-
bí, de Hipólito Villacís, etcétera. Hubo modestos empresarios
que entregaban como ‘fiados’ en los hogares los paquetes de
una libra de café y regresaban en la siguiente semana por el
pago respectivo.

16 Guayaquil Nostálgico
Hubo negocios que tostaban, molían y vendían el café: Alteza, en Baquerizo Moreno y Nue-
ve de Octubre; San Antonio, en Seis de Marzo y Franco Dávila; Zambita, en Colón y Quito;
Cucalonéscaba, en Garaycoa 2121; Los Ríos, en Tomás Martínez 419; Cóndor, en Francisco
de Paula Lavayen 219, que pasó a Villamil 131; Moreno & Cía., en Garaycoa y Capitán Nájera;
Noel, en la Decimoséptima y Ayacucho, etcétera. El quiosco de Wilson Peñafiel, en Baque-
rizo Moreno y Junín, y La Flor de Manabí, en Garaycoa y Huancavilca, son muy buscados
ahora para comprar café molido al instante.

Aun cuando en cualquier hotel, restaurante o establecimiento afín que atiende en esta ciu-
dad se puede disfrutar de un buen café express, capuchino, etcétera, preparado con los ya
también tradicionales Sí Café, Don Café, Nescafé y otras conocidas marcas, es incuestiona-
ble la preferencia que todavía cientos de personas tienen por el café filtrado o ‘pasado’ (‘a la
antigua’) en hogares, oficinas y cualquier otro lugar de reunión donde, de sorbo en sorbo, se
hacen y estrechan nuevas amistades, se cierra un negocio o se disfruta de las cosas simples
de la vida con la complicidad de aquel.

Wilson Peñafiel
atiende desde hace
17 años su quiosco
de venta de café
tostado y molido en
Baquerizo Moreno
y Junín.

Sorbitos
En 1936 se anunciaba en El Universo
la libra de café El Escudo Catalán
a 0,80 sucres (popular) y 1,00
(especial).
En el 2007, La Flor de Manabí ofrecía
la libra de café a $ 2,00 la libra.

Germán Arteta Vargas 17


Curtiembres y talabarterías, otra añoranza

Estos establecimientos forjaron


el prestigio comercial porteño.

M
uchos guayaquileños nacidos décadas antes de la segunda mitad del siglo XX to-
davía mantienen viva la imagen de la ciudad trabajadora, bulliciosa y alegre, que al
paso presuroso de residentes y visitantes mostraba numerosísimos talleres, fábri-
cas, industrias, tiendas, etcétera, que ratificaban su prestigio de tierra laboriosa y forjadora
del desarrollo nacional.

En la larga lista de aquellos establecimientos que dieron ocupación a obreros de la misma


ciudad y a quienes llegaban en pos de mejor porvenir debemos citar las curtiembres y ta-
labarterías que desde la época colonial comenzaron a establecerse en Guayaquil y pronto
dieron paso a otros negocios similares que progresaron con la visión y el entusiasmo de
empresarios y colaboradores.

Por la naturaleza misma de su actividad que ‘trataba’ los cueros de ganado y otros ani-
males recién despostados, las curtiembres o tenerías ocupaban extensas instalaciones
y terrenos para facilitar la tarea de los obreros que curtían las pieles o cueros, especial-
mente con el tanino extraído de la corteza del mangle, y luego las ponían a secar.

El olor intenso, algo desagradable, fue el ambiente característico de tales lugares que se asen-
taron en estratégicas manzanas de los barrios del Astillero (Industria), del Camal o Cuba, las
inmediaciones del Barrio del Centenario y las cercanías al río Guayas, para desaguar parte de
sus desperdicios. Hasta hace pocas décadas podían observarse las populares edificaciones.

Al incrementarse el número de estos locales el cuero seco o salado dejó de ser producto de
exportación, pues al mismo tiempo hubo más fábricas de calzado y talleres de talabartería
que confeccionaban carteras, bolsos, guantes, cinturones, billeteras, monederos, monturas,
polainas, arneses para coches y carretas y otros objetos identificados con la industria de la
marroquinería.

Pero el advenimiento de nueva tecnología que trajo productos de imitación más baratos cau-
só la casi total desaparición de las curtiembres en nuestra metrópoli, en tanto que las tala-
barterías subsisten en menor número y usan material procedente de otros lugares del país e
incluso del extranjero.

Algunos nombres

Curtiembres, curtiduría o tenerías emblemáticas fueron la Guayas, del español Pedro Cantó,
que fue su primer propietario junto con Manuel Cabrera; La Uruguaya, que fundaron Euti-
mio Pérez, Valentín Sala e Ignacio Moggia; La Iberia, de Jaime Casstells, con sus colaborado-
res Juan Domenech y Vicente Suéscum; Francesa, en Azuay 403.

18 Guayaquil Nostálgico
Hubo, además, la San Pedro, de Marco Noriega; la curtiembre y fábrica de tanino de N. Vivar
González, en Colombia y Cinco de Junio, y La Joya, propiedad de C. Ortega, en Lorenzo de
Garaycoa entre Portete y General Gómez. Fueron propietarios de este tipo de empresas Geo
Chambers Vivero, Carmen Milla viuda de Martínez, Maspons y Cía., y Timoteo Suéscum.

Conocidas en el siglo XX: Ecuador, de Demóstenes Pizarro, en Cañar y Vivero; La Palma,


de Evangelista Calero, rodeada por las calles Chimborazo, Coronel, El Oro y Gabriel Pino
Roca. Antiguas con nuevos dueños o recién establecidas en la centuria pasada: La Uruguaya,
en Chile 814; Vilaseca, en Chile y Azuay; Victoria, de Ramón Espinel Mendoza; Guayas, de
Valentín Sala; Guayaquil, Heinert, El Porvenir y Durán.

Los dueños de curtiembres extendieron su servicio como exportadores de cueros manufac-


turados de res, cabra, iguana, lagarto. Hicieron de importadores y exportadores de productos
afines: Casa Suiza; Amaya, Gómez y Cía., Trading Andean, Compañía de Intercambio y Cré-
dito, Carlos Pérez Noriega, Otto Saalman, Ricardo Echeverría. Marcas de suela como Guayas
y Uruguaya tuvieron popularidad en el mercado.

Las talabarterías

Un buen número de talabarterías quedan en Guayaquil como testimonio de la florecien-


te actividad que la caracterizó antaño. Recordamos añosos nombres como las de Nieto
Hermanos, Ángel María Salazar, Manuel M. Valverde y José María Zambrano en 1900.
Después, las de Rafael Calderón, Luis M. Calle, Librado Lucas y María Salazar.

Asimismo, la Americana, de Ángel M. Salazar; Industrial y Técnica, de Luis Felipe Pumagua-


lle; Torres, A. F. González, y Balseca, en su popular ubicación de Chimborazo y Sucre. Por
distintos sectores porteños ahora se leen letreros de las talabarterías Rodríguez, en Garaycoa
y Ayacucho; Daniel Navarrete, en Gómez Rendón y Chimborazo, entre otras de ayer y hoy.

Queda entonces este breve inventario que nos llevará por el camino de los recuerdos y ayu-
dará a evocar otros significativos nombres vinculados con las curtiembres y talabarterías que
fueron y son parte de la historia guayaquileña.

La curtiduría
Ecuador, de
Demóstenes Pizarro,
estuvo ubicada en
Cañar y Vivero.

Germán Arteta Vargas 19


Antiguo aviso de la
tenería o curtiembre La
Iberia, en el Barrio del
Astillero.

Glosario:
Curtidor: persona que tiene por oficio curtir pieles.
Curtiembre: en América se dice al taller donde se curten y trabajan las pieles. Sinónimos:
curtiduría, tenería.
Curtir: someter la piel de los animales (reses, lagartos, culebras, etcétera) a una preparación y
tratamiento adecuado para transformarla en cuero.
Marroquinería: manufactura de artículos de piel de animales o imitación, como carteras,
bolsos, billeteras, correas, monederos, etcétera. También es el taller donde se fabrican o
venden tales artículos.
Talabartería: establecimiento donde se fabrican o se vende todo tipo de objetos de cuero.
Talabartero: persona que se dedica a fabricar talabartes, correajes y otros objetos de cuero.

20 Guayaquil Nostálgico
Las reinas de los educadores

Los festejos del Día del Maestro


aún tienen entre los principales
números la elección de soberanas.

L
os torneos femeninos de belleza que a lo largo del año organizan entre nosotros incon-
tables instituciones sociales, culturales, educativas, deportivas, gremios, sindicatos, ba-
rrios, etcétera, para elegir a las soberanas (reinas, señoritas Simpatía, Confraternidad,
Fotogenia, y otras dignidades) que pondrán el toque galante y espiritual en sus fiestas por
diversos motivos, permiten recordar en esta ocasión a quienes ostentaron esos títulos entre
los maestros de nuestra ciudad y provincia, con motivo de la celebración de su fecha mayor
o ‘clásica’ del 13 de abril.

Identificados con el principio de que no importa la rigidez del calendario de celebraciones


ecuatorianas o mundiales para destacar la trayectoria de figuras del magisterio, la medicina,
jurisprudencia y más profesiones, ahora evocamos los certámenes que todavía patrocinan
agrupaciones magisteriales. Esto también destierra el apresurado criterio de que algunos
grupos de profesores solo tienen tiempo para salir a las calles a reclamar derechos y exponer
otras inquietudes, menos para dedicarse a jornadas por la superación intelectual y la unidad
clasista.

Inventario sucinto

Una de las más populares reinas proclamadas por la Unión Nacional de Educadores (UNE)
con el nombre de Señorita Magisterio fue la profesora normalista Clementina Triviño Mo-
reira, después señora de Unda Aguirre, quien durante su carrera docente ejerció la dirección
de planteles y la supervisión nacional. Ella obtuvo la corona en 1960 y está jubilada. En ese
año desfiló junto con el presidente de la República, José María Velasco Ibarra, y el alcalde de
Guayaquil, Pedro J. Menéndez Gilbert. La licenciada Triviño de Unda tuvo un sitio especial
en todos los actos.

Hermosas maestras que ostentaron el emblemático título fueron Cristina Sánchez Ponce,
Violeta Naveda Pareja, Esmeraldas Gómez Ortiz, Betsi Espinel, Patricia Pinela, Olga Soria,
Águeda Neira, Verónica Ortega, María Cedeño, María del Carmen Narváez, Ana del Rocío
Cedeño, Merci Neira, entre muchas otras a las que se suman las más contemporáneas. Por
motivos de la situación política y problemas de diversa índole, la UNE cantonal y la UNE del
Guayas no designaron reinas ni organizaron fiestas conmemorativas.

Otras instituciones

Además de la UNE, que elige a sus soberanas cantonales y de entre ellas a la Señorita Magiste-
rio del Guayas, hubo y hay entidades que realizan este tipo de certámenes. Allí la Asociación
13 de Abril, Confraternidad de Educadores Normalistas (Cofraden), Asociación Magisterial

Germán Arteta Vargas 21


Clementina Triviño Moreira fue elegida Señorita
Magisterio del Guayas en 1960. Consta junto al
presidente de la República, José María Velasco Ibarra,
y al alcalde de Guayaquil, Pedro J. Menéndez Gilbert,
Eduardo Flores Gil, entre otras autoridades locales y
provinciales.

Femenina del Guayas (AMFE), el Frente de Educadores Juan Montalvo, Colegio de Profesio-
nales de Educación Media (Copem), Magisterio Independiente del Guayas, la Asociación de
Profesores de Educación Primaria (APEP), Asociación de Periodistas Educativos, Unión de
Educadores Nocturnos (UEN), Educadores Municipales Asociados (EMA), etcétera.

Este matutino también colaboró por varios años con estos torneos del profesorado y por ello
los organizadores nombraron Señorita Magisterio diario El Universo. Ex reinas del magis-
terio guayaquileño y guayasense evocan aquellos románticos momentos de su elección que
remataban con elegantes y animados bailes el Día del Maestro, que congregaba a autoridades
e invitados especiales. Algunas siguen en actividad, otras ya están retiradas de su profesión
de maestras y hay casos de soberanas que fallecieron.

22 Guayaquil Nostálgico
Los festejos por los padres y sus añoranzas

P
ese a la tosca y burlona manera con que algunas personas de nuestro medio aun acos-
tumbran referirse a los padres por la celebración que se estableció para evocar y desta-
car su significativo rol en el hogar, en las familias ecuatorianas prevalece el sentimiento
de respeto y gratitud a quienes dueños de ese papel comparten con las madres la tarea espi-
ritual y humana de asegurar la supervivencia de la sociedad.

Para ratificar esto último basta recordar las poesías, canciones, esculturas, pinturas, etcétera,
que debemos a incontables artistas compatriotas deseosos de rendir su admiración a la tarea
protagónica de los padres, similar al legado hecho años atrás por sus colegas de proyección
universal y a los autores contemporáneos que también suman otras expresiones del arte
como filmes y series de televisión.

Desde la década del cuarenta del siglo pasa-


do, cuando la festividad tomó afianzamiento
entre nosotros surgieron más formas de ex-
presar el sentimiento de gratitud familiar a
los padres: las infaltables serenatas, las visi-
tas de los hijos a su progenitor portando di-
versidad de regalos en originales envolturas
y, por supuesto, la asistencia al cementerio
general con ramos y tarjetas para evocar a
quienes dejaron de existir.

Las dedicatorias musicales a través de las


emisoras Cristal, América, Cóndor, Ondas del
Pacífico, Universal, entre otras, gozaron de
aceptación. Antes y después de la festividad
se escuchaban el pasillo Padre amado, graba- La gratitud de la sociedad exalta el rol
do por el dueto Campos-Rojas, y los valses del padre en la familia.
Padre querido, por el dúo Aguayo-Huayama-
be, y Padre mío, por el trío Ecuador. Después
fue común el tema La pena de mi viejo, por Roberto Calero Piedrahíta.

Había hogares en los que se preparaba un trono para que el ‘rey’ de la casa, con capa y corona,
escuchara las canciones y poemas de sus hijos en una alegre ‘hora social’ improvisada. Los
más pequeños de la familia entregaban las tarjetas que su madre les compraba en los bazares
de la barriada, alrededores del Mercado Central y del Correo, o que las confeccionaban en la
escuela con la ayuda de sus profesores.

Cosa igual sucedía con la canción No hay viejo como viejo, interpretada por los Hnos. Za-
ñartu, y esos temas considerados ‘íconos’: las baladas Mi viejo, de Piero; Mi querido, mi viejo,
mi amigo, por Roberto Carlos; y Padre, de Elio Roca. Aun en las modestas casas no faltaban

Germán Arteta Vargas 23


un buen tallarín y otros potajes y bebidas, que madres e hijas preparaban con esmero para
agasajar al jefe del hogar.

Si había tiempo y los padres no se entusiasmaban entre amigos y vecinos, tras el almuerzo
avanzaban con su prole a los cines Quito, Central, Apolo y demás salas de barrio que exhibían
las películas Papá Corazón, con Pinina; ¡Ese es mi padre!, con Bob Hope; El padre de la novia,
con Spencer Tracy, Elizabeth Taylor y Joan Bennett; Padres nuestros, con Carlos López Moc-
tezuma, Evita Muñoz e Irma Dorantes, etcétera.

Otros testimonios

La celebración del Ddía del Padre igualmente sirve para recordar los cientos de temas que las
artes plásticas con sus óleos, esculturas, grabados y otros géneros exaltan el significado teo-
lógico del Padre Eterno como la primera persona de la Santísima Trinidad, y lo mismo hacen
de San José, padre adoptivo de Jesús. Hay, de la misma manera, obras alusivas directamente
al padre como jefe del hogar.

Existen autores nacionales y extranjeros que dedican sus obras al padre. Como ejemplo es-
tán la Oración por el hijo, del general Douglas MacArthur; la de Juan de Dios Peza o Héctor
Gagliardi, quien en su poema El padre, dice: Los hijos nunca analizan el sentimiento del padre,
porque el brillo de la madre es tan fuerte que lo eclipsa, solo le hacemos justicia a su íntimo sen-
tir, cuando nos toca vivir, a nosotros su problema.

En el arte ecuatoriano, los pinceles de Eduardo Kingman, Robin Echanique, Luis Miranda
y otros valores tributan ese homenaje. En-
tre los poetas nuestros citamos a Isabel
Ramírez Estrada, Othón Muñoz, Jacinto
Santos Verduga, Josefa Mendoza de Mora,
Francisco Pérez Febres-Cordero, Vicente
Espinales Tejena, José Enrique Zúñiga, Ho-
racio Mendoza Párraga, Nazario Román y
muchos más.

Estos son algunos de los evocadores pa-


sajes que permanecen en la memoria de
muchos guayaquileños en torno a la ce-
lebración del Día del Padre. Muchos los
revivirán a plenitud y los compartirán
con sus allegados, y otros únicamente
disfrutarán de su deliciosa añoranza en
medio de costumbres que les impone
la época actual, plagada de un excesivo
mercantilismo.

El tercer domingo de junio se


recuerda y festeja con mayor
énfasis al padre.

24 Guayaquil Nostálgico
Los servicios municipales de antaño

El Concejo Cantonal o Municipalidad ofrecía


una importante ayuda social a la comunidad.

T
al como ocurre en la actualidad con la Municipalidad de Guayaquil, que además de
preocuparse por desarrollar el ornato de la metrópoli y de sus parroquias rurales
también ofrece a los residentes del cantón asistencia médica, programas recreativos
y culturales, mejoramiento de la vivienda, libros gratuitos, etcétera, en varias décadas del
siglo pasado el Ayuntamiento a través de sus autoridades impulsó, asimismo, incontables
actividades en favor del progreso urbanístico y las condiciones de vida de la gente oriunda
de esta tierra o avecindada en ella.

Un testimonio de esos múltiples programas fue la implementación en noviembre de 1931 de


La Olla del Pobre, que con el apoyo de las familias ‘pudientes’ del puerto y la coordinación
de la Confederación Obrera del Guayas brindó comida gratuita por algún lapso a los nume-
rosos desocupados que había en esa época, como consecuencia de la depresión económica
reinante en el país. Aunque la cantidad de beneficiarios rebasó las expectativas estimadas en
200 personas diarias, los responsables de la cruzada se esmeraron para atender a todos los
inscritos.

En tiempos en que al primer personero del Cabido se lo llamaba prefecto municipal o pre-
sidente del Concejo hasta llegar a la denominación de alcalde, igualmente se conocieron los
centros de abastos o subsistencias, boticas, comedores y funerarias dependientes del Cabildo
porteño para ayudar directamente a los más necesitados. Como Guayaquil aún era pequeño
hasta antes de la primera mitad de la centuria pasada, estas acciones cumplieron su finalidad
pero decayeron con la presencia de nuevos líderes políticos que prefirieron fomentar otras
propuestas populistas.

Muchos conciudadanos todavía recuerdan estos servicios y los añoran, aunque reconocen
que en los últimos años se ha hecho bastante para emularlos en bien de la colectividad. Por
ello, esta vez rescatamos algunos avisos publicados en El Universo como prueba de esa im-
portante labor que tampoco descuidó el fomento del civismo, las buenas costumbres y la
solidaridad tan propios del habitante guayaquileño. Los festejos julianos nos brindan la opor-
tunidad.

Comedores populares

“Comedor Popular N° 2.- La Municipalidad de Guayaquil tiene el agrado de llevar a conoci-


miento del público que, desde el día de mañana, se abre al servicio público el nuevo Comedor
Popular N° 2, situado en la esquina de las calles Chile y Camilo Destruge. Se ofrece comida
sana, nutritiva e higiénicamente preparada al precio de 60 centavos el cubierto. Se atenderá0
al público por las mañanas de 11:30 a 13:00 y por las tardes de 17:00 a 18:30. Oportunamente se

Germán Arteta Vargas 25


El Mercado Central
en 1930, donde se
vendía pescado y
leche baratos.

indicará la forma en la cual se pondrá a atender el servicio de viandas.- Guayaquil, 24 de agosto


de 1940.- La Comisión Municipal de Comedores Populares”.

Pescado barato

“Venta de pescado en los puestos municipales.- Se anuncia al pueblo que desde hoy iniciamos
la venta de pescado de mar, a precios bajos, en los puestos municipales, en el Mercado Central
en el puesto N° 184 (entrada por la calle Diez de Agosto), y los precios y las calidades son las
siguientes:
• Albacora (atún) a 40 centavos la libra
• Cherna a 50 centavos la libra

Desde mañana se venderán las mismas clases de pescado en los demás mercados de la ciudad.
Guayaquil, 25 de julio de 1940.
La Comisión Municipal de Subsistencias”.

Alimentación a los niños

“La Oficina Municipal de Higiene ofrece alimentación a los niños menores de un año, todos los
días, de 8 a. m. a 5 p. m. Se avisa al público” (junio de 1931).

26 Guayaquil Nostálgico
Importantes servicios fueron los comedores populares y la
carroza para trasladar los cadáveres de personas indigentes.

Servicio funerario gratuito

“Se comunica a los interesados, que desde la fecha el servicio de carroza para la conducción
de cadáveres al cementerio se ha completado con un autobús, para los deudos del fallecido.- El
Concejal Comisionado de Higiene”.

Fomento de la alimentación

“Venta de leche en los puesto municipales a 0,60 sucres el litro en botellas herméticamente cerra-
das”. Publicación en El Universo (agosto de 1937).

Fomento del civismo

“Muy Ilustre Concejo Cantonal de Guayaquil.- Teniendo en consideración que el 25 de julio se


conmemora el aniversario de la fundación de Guayaquil, excita el patriotismo de la ciudadanía
con el objeto de que observe esta festividad local, cesando sus actividades. Miércoles, 24 de julio
de 1940”.

Adecentamiento de la ciudad

“De acuerdo con la Ordenanza Municipal de Construcciones y Ornato Público se pide cercar,
limpiar y pintar por lo menos dos veces al año -mucho mejor en diciembre- las fachadas de edi-
ficio, chalé, casas, solares, para que luzcan decentes por las fiestas del 9 de Octubre. Comisario
Municipal, Arquímides La Mota G.”.

Germán Arteta Vargas 27


Recuerdos de la Semana del Estudiante
Festividad
Programas culturales, deportivos y bailes de
gala caracterizaron a estas celebraciones.

D
espués de tres meses de trabajo caracterizados por la dedicación y el entusiasmo
juvenil para aprovechar las enseñanzas de sus maestros en el periodo lectivo corres-
pondiente, el tradicional paréntesis de vacaciones estudiantiles llamado Semana del
Estudiante tuvo su apogeo en distintas décadas del siglo pasado y se convirtió en un verdade-
ro derroche de alegría y fraternidad patrocinados por los planteles guayaquileños a través de
sabatinas, verbenas, concursos literarios, encuentros deportivos y, por supuesto, la elección
de reinas y los bailes de gala, que eran el punto culminante de las actividades programadas.

La Semana del Estudiante correspondiente al primer trimestre de labores que solía celebrar-
se la segunda o tercera semana de julio, daba paso a los intensos preparativos de las asocia-
ciones de estudiantes (gobiernos estudiantiles las llaman ahora), deseosas de que su colegio
sobresalga entre sus similares masculinos,
femeninos y mixtos de la ciudad. Para eso
organizaban pregones y murgas a los que
también asistían los parientes y amigos de
los alumnos para gozar con las ocurrencias
y estampas puestas de manifiesto, sin olvi-
dar los demás actos culturales y artísticos.

Un número muy esperado por los educan-


dos era la elección de la reina o señorita de
cada institución mediante un galante con-
curso. La soberana era proclamada en acto
solemne y los festivales bailables en su ho-
nor con las orquestas resultaban inexcusa-
bles. Diario El Universo incluía las fotos de
las chiquillas y anunciaba el día y la hora de
los actos. Los avisos para los bailes de gala
eran muchos, pero los jóvenes y allegados
tenían sus preferidos. Los colegios de varo-
nes designaban sus reinas entre las chicas
familiares o amigas de los estudiantes, o de
las que sugerían los dirigentes.

Clementina Triviño Moreira (hoy señora de


Unda Aguirre) fue elegida Señorita Normal
Rita Lecumberri en 1957, dentro de los
festejos de la Semana del Estudiante.

28 Guayaquil Nostálgico
Nombres conocidos

Como testimonio de los pro-


gramas ofrecidos de la Se-
mana del Estudiante en las
décadas del cincuenta y se-
senta de la centuria pasada
están la elección de Divina
Icaza Coral, del conservato-
rio de música Antonio Neu-
mane, en 1954, y de la edu-
cadora Clementina Triviño
Moreira (después señora de
Unda Aguirre) como Seño-
rita Normal Rita Lecumbe-
rri en 1957, donde además Proclamación de Aracelly Consuegra.
fue Señorita Deportes y Se-
ñorita Magisterio en 1960.
Otras figuras locales que resultaron designadas reinas de sus planteles son Gloria Paz Briz,
del Letras y Vida, y Nelly Romoleroux Girón, de la Escuela Municipal de Bellas Artes, en 1958.

La maestra Aracelly Consuegra (hoy de Ortiz) cuando era alumna del cuarto curso del Nor-
mal Rita Lecumberri fue proclamada reina en 1958 del colegio técnico Simón Bolívar. Asimis-
mo, Joy Gilbert Jones (Urdesa School), Sonia Coello Proaño (Veintiocho de Mayo), Maruja
Martí Pérez (Dolores Baquerizo), Alice Puga (Americano) y Beatriz Huerta Ortega (Dolores
Sucre). Por aquellos tiempos se revelaron como proclamadores Ángel Duarte Valverde, Ra-
miro Larrea Santos y Juan Alfredo Illingworth. La Universidad de Guayaquil eligió reina a
Nelly Martínez, estudiante de Ingeniera Industrial.

Los festejos de la Semana del Estudiante en el mes de julio movían el comercio porteño, pues
los almacenes de telas, calzado, perfumerías, gabinetes de belleza publicaban anuncios de
ofertas y servicios; los conjuntos musicales y orquestas de renombre igualmente tenían mu-
chos compromisos que atender: casos de la Blacio Jr., América, Los 5 Ases, Pibe Aráuz, Hnos.
Silva, Los Melódicos, Sonora Kerevalú y otros. Los bailes de gala
se hacían en los propios planteles o en
instituciones como Club de Leones,
Asociación de Empleados, y en terra-
zas de los hoteles Crillón, Humboldt y
el Palacio de Comunicaciones.

La costumbre de celebrar con ‘bombos


y platillos’ la Semana del Estudiante
decayó bastante y los festejos de otrora
En 1958, la maestra y no son los mismos. Solo quedan sabro-
supervisora de Educación, sas evocaciones de quienes vivieron
Aracelly Consuegra, resultó aquella feliz etapa de su instrucción en
designada reina del colegio cualquiera de los centros secundarios Gloria Paz Briz, Señorita
técnico Simón Bolívar. con que cuenta nuestra ciudad. Letras y Vida, en 1958.

Germán Arteta Vargas 29


Un mundo de sabrosos recuerdos

Fábricas y preparaciones artesanales marcaron


una época de dulces y confites.

A
demás de las preparaciones caseras que antaño en manos de abuelas y madres con-
solidaron el prestigio de la gastronomía guayaquileña, también hay que destacar que
la actividad de algunos artesanos y fábricas existentes en nuestra metrópoli durante
las últimas décadas del siglo XIX y la mayor parte del XX ayudó para que la merecida fama
de los caramelos, galletas, bombones y otros confites elaboró en Guayaquil no desaparezca.

Pero antes de emprender un breve inventario de las empresas y locales identificados con
la elaboración de tan sabrosa mercancía que hizo las delicias de grandes y chicos, pobres y
ricos, y además causó más de un contratiempo a algún descuidado diabético, bien vale poner
en el recuerdo esa infinidad de ricos productos hogareños entre los que se disputaban los
primeros lugares los suspiros, barquillos y bizcochos, el candy suiza, las mermeladas y tortas,
etcétera.

En la lista de los establecimientos tipo fuentes de soda, confiterías, pastelerías y pastificios


que especializaron su atención al público con sus propios productos o comprados en fábricas
locales y nacionales, o incluso traídos del exterior, hay que incluir a muchos que datan desde
fines del siglo XIX y otros que desde las primeras décadas de la centuria pasada tuvieron la
enorme acogida de la comunidad porteña que apreció su atención y, por supuesto, los delei-
tes que ofrecían al paladar.

Para citar unos cuantos ejemplos, allí los desaparecidos salones Petit Niza, Los Japoneses,
Maulme, La Italia, Fortich, La Bombonera, La Colmena, Italiano, Árabe, La Resbaladera,
Moka, Bongo Soda, Milko Bar, hasta llegar a otros nombres que aún subsisten como La Pal-
ma y Melba, o que resultan contemporáneos para muchos porque atendieron desde antes de
la segunda mitad del siglo anterior.

Los dulces, bombones y


pasteles de Carlos Fortich
hicieron época en Guayaquil.

30 Guayaquil Nostálgico
La emblemática fábrica
La Universal que aún
funciona en Eloy Alfaro
y Gómez Rendón.

En cuanto a las fábricas de caramelos, galletas de toda clase, chocolates, confites, goma de
mascar, bombones rellenos, chocolatines y más deliciosos productos, no hay que olvidar
las emblemáticas La Universal (Segale Norero), La Nueva Italia (Landucci Hnos.), La Roma
(Juan Vallaza), La Nueva Oriental (Humberto Pacheco López), La Unión, La Ecuatoriana
(Gerónimo Gando), La Industrial y La Libertad (César A. Tamayo), La Regalía, Kramel, que
también elaboraban fideos y pastas.

En línea bastante parecida están las pastelerías, que en nuestro medio fueron y son numero-
sísimas. Lo testimonian La Florencia (Jácome Rodríguez Hnos.), La Francesa, y los populares
locales Sucesores de F. Bravo, Dina, La Fuente, California, El Saloncito, entre los más nom-
brados. No hay que olvidar que alguna vez tanto las fábricas como los locales de expendio
de dulces, chocolates y confites en general cambiaron de dueño, ubicación o desaparecieron
finalmente.

Esto es a breves rasgos, si usted recuerda algún nombre no dude en incorporarlo a la nómina
propuesta en esta crónica volandera. Tampoco olvidemos a la colonia italiana establecida en
tierra guayaquileña, que fue una de las mayores propulsoras de la industria de preparación
de dulces, caramelos, galletas y bombones en las últimas décadas del siglo XIX y gran parte
del XX.

Turrones,
galletas y
confites de
La Colmena
gustaron
a nuestros
abuelos.

La Palma, otro de los tradicionales locales


que continúan desafiando el tiempo.

Germán Arteta Vargas 31


El cine nacional trae añoranzas
Un breve recuento
permite recordar
las obras que forman
nuestro patrimonio.

E
l 7 de agosto de 1924, el dramaturgo guayaquileño Augusto San Miguel (1905-1937) es-
trenó en los teatros Edén y Colón de esta ciudad la película El tesoro de Atahualpa,
considerada el primer filme nacional silente o la ‘iniciación de nuestro arte mudo’, con
argumento, panoramas, costumbres, ambientes y artistas ecuatorianos. Ese acontecimiento
motivó las gestiones del periodista e historiador Hugo Delgado Cepeda para conseguir que
se declare la emblemática fecha como el Día del Cine Ecuatoriano.

Después de varios trámites del profesor Hugo Delgado ante los organismos correspondien-
tes, el 17 de octubre del 2006, el licenciado Raúl Vallejo Corral, ministro de Educación del
gobierno del doctor Alfredo Palacio, firmó el acuerdo respectivo que declaró oficialmente el
7 de agosto de cada año la celebración del Día del Cine Ecuatoriano. Desde entonces la fiesta
sugiere un mayor acercamiento a los pioneros, la evolución y los triunfos internacionales del
séptimo arte que se cultiva entre nosotros.

Embarcados en el carro de la nostalgia, traemos a la memoria los nombres referentes del es-
treno de 1924 que tuvo a la cabeza al cineasta, guionista y actor Augusto San Miguel, principal
de la Ecuador Film Company; Roberto Saá Silva, director artístico; y Evelina Orellana, Anita
Cortés, Francisca White, Julieta Stanford, Alberto García, Augusto San Miguel, R. Matamo-
ros, Eri Van den Enden, Periquín Chumacera, P. Chevasco, F. Zaldumbide, Indio Tamanchen
y Manolo Vizcaíno, actores.

La película El tesoro de Atahualpa, obra de Augusto San Miguel, se rodó en Guayaquil y tuvo
escenas en Durán y las poblaciones ubicadas a lo largo de la vía férrea. Incluyó la obra de
ingeniería ferroviaria la ‘Nariz del Diablo’ y su argumento unió las regiones Costa y Sierra.
El largometraje de una hora de duración era en blanco y negro. Otras películas identificadas
con el dramaturgo San Miguel fueron Se necesita una guagua, rodada en Quito en 1924, y Un
abismo y dos almas, filmada en 1925.

Un aviso del estreno de


la película ‘El tesoro de
Atahualpa’, de Augusto
San Miguel, en 1924.

32 Guayaquil Nostálgico
Aviso del estreno de
‘Guayaquil de mis
amores’ en el teatro
Edén.

Augusto San Miguel,


pionero del cine
nacional.

Teatro Edén
en 1930.

Más testimonios

A la nómina del legado fílmico de San Miguel hay que incorporar muchos nombres de cor-
tometrajes, documentales, películas de 35 mm, mudas y sonoras, coproducciones como las
mexicano-ecuatorianas que estuvieron de moda en la segunda mitad del siglo pasado y, por
supuesto, los largometrajes, que últimamente prueban el rotundo progreso del cine patrio.
Recordemos algunos títulos en esta nota que no es la historia ni el inventario oficial de lo que
ha dado el país en cuanto al séptimo arte.

Allí entonces Guayaquil de mis amores, producida por J. D. Feraud Guzmán con el camaró-
grafo Karl von Hauser; Marihuana, veneno social, del camarógrafo chileno Alberto Santana;
Campeonato Sudamericano de Natación en Guayaquil (1938); Se conocieron en Guayaquil, con
Paco y Elsi Villar, identificada por sus productores Sono Films como la primera película
parlante nacional, y otra sobre los piratas en Guayaquil, una realización de Alberto Santana
filmada en el Cerro Azul.

La película La divina canción, dirigida por Alberto Santana y el trabajo fotográfico de Fran-
cisco Diumenjo, tuvo escenas cantadas por Enrique Ibáñez Mora. Actuaron Ena Souza, Ma-
tilde Olguín, Ernesto Weisson, Alberto Santana y Max Serrano. Aparecen los parques Bolívar
(Seminario) Montalvo; el Malecón, Las Peñas, el bulevar Nueve de Octubre, la plaza San
Francisco (Rocafuerte), el río Guayas, etcétera.

Germán Arteta Vargas 33


El popular filme ‘Romance en
Ecuador’ fue doblado al inglés
y lo exhibieron en países de
Europa y Asia.

No olvidemos después las populares coproducciones ecuatoriano-mexicanas Romance en


Ecuador (Enrique Guzmán, Begoña Palacios, Ernesto Albán, Julio Jaramillo, Armando Ro-
mero Rodas, Fernando Luján, Pablo Hanníbal Vela y otros); Conspiración bikini (Julio Ale-
mán, Sonia Infante, Sonia Furió, Noé Murayama, Lucho Gálvez, Grace Pólit, Óscar Guerra;
24 horas de placer (Silvia Pinal, Mauricio Garcés, Joaquín Cordero, Alfonso Espinosa de los
Monteros, Rosario Ochoa, Pedro Ortiz, Patricia Aulestia).

Asimismo, Cautiva de la selva (Libertad Leblanc, Ricardo Bauleo, Antonio Cajamarca, Juve-
nal Ortiz, Vicente Espinales, Orlando Criollo, Abraham Calazacón, Elmo ‘Cura’ Suárez, Kayo
Kanata), y por supuesto las cintas Peligro mujeres en acción, El derecho de los pobres, Caín,
Abel y el otro, que están en la cinemateca de la patria junto con otros valiosos documentales
que en su época hicieron figuras visionarias como el padre Carlos Crespi, Gabriel Tramanto-
na, César Carmigniani y más valores.

Filmes contemporáneos

En la nómina de películas producidas en las últimas décadas del siglo pasado y la primera del
actual tienen obligatoria cita: La Tigra (1990), Entre Marx y una mujer desnuda (1996), Cara o
cruz (2003) y 1809-1810 mientras llega el día (2004), todas de Camilo Luzuriaga, que también
produjo las cintas de 16 mm tituladas Los hieleros del Chimborazo y Chacón maravilla; Sensa-
ciones (Viviana Cordero, 1991), Ratas, ratones y rateros (Sebastián Cordero, 1999) y Un titán
en el ring (Viviana Cordero, 2003).

De igual manera, Crónicas (Viviana Cordero, 2004), Qué tan lejos (Tania Hermida), Esas no
son penas, de Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade (2007) y Placer destructivo, del director y
guionista René Jijón, apta para todo público y de 105 minutos, filmada en los parajes de Santo
Domingo de los Tsáchilas. Existen muchas otras producciones que sin tener totalmente la
categoría de largometraje prueban el desarrollo del arte audiovisual ecuatoriano en diferen-
tes niveles o categorías. Recordarlos y acercarse a ellos es lo mejor que podemos hacer en el
Día del Cine Ecuatoriano.

34 Guayaquil Nostálgico
Los festivales y las revistas de gimnasia son parte de
nuestra memoria urbana
Estos certámenes escolares y colegiales contemplados en la Ley de Educación
siempre tuvieron la acogida de todos los involucrados en la enseñanza-aprendizaje y
en la ciudadanía que estaba atenta a su realización.

S
i bien existieron otras épocas del año escolar para también realizarlos, septiembre, oc-
tubre, noviembre y diciembre siempre fueron los meses de ‘ajetreo’ para los centros
educativos primarios y secundarios, masculinos y femeninos, fiscales y particulares.
Sus directores, profesores, estudiantes y padres de familia querían lucirse con la presenta-
ción de los esperados festivales y revistas de gimnasia, contemplados en los programas del
Ministerio de Educación.

Las indicadas revistas de gimnasia, que en ocasiones recibían el nombre de festivales porque
se les incorporaba números especiales, eran otro motivo para que los planteles esmeraran
los preparativos, pues aquello ratificaba la preocupación por brindar una educación integral.
Además, porque aumentaba el prestigio de la institución que las ofrecía incluso a la comuni-
dad en general, que asistía numerosa a observar el programa.

Tales actividades se conocieron desde fines del siglo XIX y se mantuvieron hasta más allá de
la primera mitad del siglo XX. En la preparación de los alumnos durante el año lectivo co-
rrespondiente tuvieron papel decisivo los maestros de grado –cuando la escuela o el colegio
carecían de presupuesto para contar con un instructor especial– y los profesores de gimna-
sia, llamados después de educación física, al generalizarse la aplicación.

Aunque la falta de locales adecuados obstaculizaba la iniciativa de los maestros para enseñar
gimnasia, esos inconvenientes se superaban con el uso de las calles adyacentes al colegio o
la escuela y algún parque o estadio cercano. Los profesores
de la materia y supervisores de la Subdirección de Educación
Física y Dirección Provincial de Educación laboraban conjun-
tamente en pos de mejores resultados.

De esta manera, al cabo de meses de recibir sus clases de gim-


nasia semanales, los estudiantes ya estaban listos para ser par-
te de los actos especiales que se organizaban bajo la dirección
de las entidades del Ministerio de Educación. Generalmente
se presentaban revistas de gimnasia deportiva, educativa, rít-
mica e imitativa; a veces eran individuales (solo los alumnos
de un mismo centro) o colectivas (con varios planteles de la
zona escolar).

Cuando los supervisores de la Subdirección de Educación


Física organizaban las revistas colectivas de gimnasia las pre-
sentaban en los estadios Modelo Guayaquil (actual Alberto

Germán Arteta Vargas 35


Spencer), Reed Park, Ramón Unamuno, coliseos Huancavilca, cubierto y otros escenarios
con facilidades para recibir al público que sabía de lo simpáticas de estas jornadas y las
buscaba. Hubo colegios y escuelas que destacaron por sus buenos espectáculos gimnásticos,
allí para testimonio el normal Rita Lecumberri, colegios Vicente Rocafuerte, San José, Gua-
yaquil, etcétera.

El comercio local se incrementaba en la temporada de las revistas de gimnasia, pues los


padres acudían a los almacenes y puestos de los alrededores de los mercados Central y Sur
para adquirir las pantalonetas, camisetas, polines, zapatos de caucho o lona (la marca Venus
era muy popular) y así conseguir que su pupilo luzca ‘futre’ (bien vestido) el día del acto. Y si
no había dinero para los zapatos nuevos, el polvo ‘flor de zinc’ con agua dejaba a los ‘viejitos’
como recién comprados.

A pesar de que gran parte de los planteles cuenta con instructores graduados en facultades
universitarias nacionales y extranjeras y que el equipo de gimnasia es parte de la lista de
libros que se entrega al comienzo del curso lectivo, las revistas y festivales que otrora se
ofrecían cumplidamente a la comunidad han disminuido en la actualidad con prioridad para
otros espectáculos, que incluyen a las cheerleaders.

Informaciones que aparecieron en diario El Universo y otros periódicos porteños, anuarios y


revistas estudiantiles en diferentes años testimonian esto de los festivales, revistas y torneos
intercolegiales de gimnasia públicos, que también fortalecieron la identidad educativa y cul-
tural de la metrópoli guayaquileña.

Egresadas del colegio Guayaquil recuerdan el trabajo de las maestras Delia Bajaña Martínez
y Leonor Landires, que las llevaron a un festival gimnástico en Quito.

Los festivales y revistas


de gimnasia también se
identificaron con una
época del Guayaquil
de antaño. Muchos
recuerdan sabrosas
anécdotas de las que
fueron partícipes o
testigos con motivo de
estas jornadas.

36 Guayaquil Nostálgico
Los desfiles y cachiporreros colegiales ofrecen
añoranzas y aún se los aplaude
Estos actos y sus protagonistas gozan de acogida, pues sus bandas de guerra y de
música junto con sus cachiporreros alientan el fervor cívico de sus conciudadanos.

C
rónicas y fotografías añosas que reposan en los archivos de medios de información
y de familias guayaquileñas testimonian la atención que siempre merecieron de la
comunidad los desfiles escolares y colegiales destinados a realzar los programas que
elaboran las autoridades educativas en conmemoración del 9 de Octubre de 1820.

Aquello también lo demuestran los viejos álbumes fotográficos sobre la historia de la ciudad
y los que otrora y en los últimos años han editado planteles de entusiasta y reconocida parti-
cipación en estos certámenes. Todos dejan apreciar la asistencia masiva del vecindario, que
estaba atento a cada detalle del acto y aplaudía sin reservas las mejores actuaciones.

Desde que se incluyeron los desfiles de escuelas y colegios para honrar las fiestas octubrinas
de Guayaquil, siempre hubo la patriótica colaboración de sus directivos para una adecuada
presentación de sus respectivos planteles. Esa actitud plausible se mantuvo con el paso de los
años y todavía está vigente como ocurrió a lo largo del siglo pasado.

Llegado octubre y su carga de programas cívicos,


culturales y de entretenimiento popular, el Cabildo
y otras instituciones anunciaban el orden de las ac-
tividades. Por tradición, el desfile escolar era el 7 y
colegial el 8. A lo largo de la avenida Nueve de Oc-
tubre estaban sin evasiva algunos planteles fiscales,
municipales, particulares laicos y religiosos, acade-
mias, etcétera.

Aceras y bocacalles estaban repletas de personas de


toda edad, condición social y de familias deseosas
de ver, aplaudir y fotografiar a algún miembro de la
prole que formaba parte de las bandas de guerra o
de las escuadras. Los balcones de los edificios lucían
embanderados y sus dueños lanzaban flores y ser-
pentinas a los alumnos que derrochaban elegancia y
marcialidad.

Junto con el animoso espíritu cívico iba el optimis-


mo juvenil. Cachiporreros y cachiporreras, grupos
de bailes y danzas folclóricas, carros alegóricos con
temas patrióticos y hasta animalitos mascotas ayu-
Cachiporrera del Colegio Guayaquil. daban a imprimir una atmósfera netamente festiva.

Germán Arteta Vargas 37


Delegaciones de maestros y representantes de la UNE, EMA, etcétera, ponían, asimismo, su
cuota de solemnidad.

Por sus impecables uniformes y evoluciones, la destreza de sus cachiporreros y la origina-


lidad musical de sus bandas, hubo planteles que acrecentaron prestigio y eran esperados
por el público, que se preparaba con anticipación para no perder el espectáculo. Frente a la
tribuna levantada al pie de la II Zona Militar, las delegaciones hacían vistosos honores a las
autoridades.

Sería injusto no mencionar la brillante presencia en estos desfiles de las delegaciones de


los colegios San José, Dolores Baquerizo, Guayaquil, Rita Lecumberri, Vicente Rocafuerte,
Aguirre Abad, Huancavilca, Ciclo Educativo Tarqui, Inmaculada, Eloy Alfaro, Borja Lavayen,
y muchos más que se crearon en las últimas décadas de la centuria pasada.

Los cachiporreros del Guayaquil, Aguirre, Vicente, Alfaro y Huancavilca siempre cosecha-
ron aplausos. Con el advenimiento de otras costumbres los guayaquileños dejaron de acudir
masivamente a los desfiles, pues la televisión los llevó a los hogares y prefirieron quedarse en
casa mirándolos; el cambio de escenario igualmente mermó la asistencia.

Los ensayos de las bandas en sus propios locales o por las calles de la barriada alteraban algo
de su paz, pero eso no molestaba porque era un anticipo de fiestas. Asimismo, los locales de
venta de zapatos, camisas, guantes, etcétera, atendían hasta tarde para que los estudiantes re-
novaran sus uniformes; fotógrafos y laboratorios de revelado aseguraban trabajo por semanas.

Aunque existen disposiciones para agilizarlos con un menor número de participantes, en


la actualidad los desfiles escolares y colegiales continúan como otro de los más evidentes
homenajes de la niñez y juventud a la ciudad que, como la nuestra, atesora estas expresiones
de alto civismo y perpetuo homenaje a quienes consiguieron su libertad.

Gioconda Minervini,
quien dirige una
escuela de danzas
y ballet, cuando fue
cachiporrera del colegio
Guayaquil en 1972.

38 Guayaquil Nostálgico
El Mejor Ciudadano

R
ecordar a quienes merecieron el título de Mejor Ciudadano de Guayaquil ayuda a
imitar sus obras caracterizadas por el servicio a la metrópoli y a sus vecinos.

El premio Al Mérito Cívico, que servía para reconocer los servicios de importantes persona-
jes de la comunidad, ahora se llama Municipalidad de Guayaquil, pero todavía reconoce el
trabajo de personas e instituciones que aman a la ciudad.

A pesar de que en los diarios locales decayó la costumbre de publicar antes y después del 9
de octubre de cada año el nombre y foto de quien o quienes por su extraordinario aporte al
desarrollo integral de esta metrópoli obtenía el reconocimiento municipal Al Mérito Cívico
o de Mejor Ciudadano, todavía es notorio el interés de la comunidad por conocer a quienes
merecieron la emblemática distinción.

Igual cosa ocurre con el reparto de premios y preseas Al Mérito Artístico, Al Mérito Urbanís-
tico, Al Mejor Educador Municipal, etcétera, que años atrás se entregaban tradicionalmente
en la sesión solemne del Ayuntamiento porteño. Eso era una oportunidad más que tenía la
comunidad para ratificar su aplauso a quienes en verdad se mostraban como sus verdaderos
servidores.

Fue notorio que en pocos casos se otorgó el premio con ligereza o por compromiso político,
pues en la mayor parte de ellos hubo acierto en la selección de los personajes o institucio-
nes merecedoras del reconocimiento. Hoy recordamos algunos nombres que constituyen un
ejemplo permanente de entrega a las nobles causas que determinan el adelanto integral de
la metrópoli.

Entre los galardonados desde 1923 encontramos médicos, jurisconsultos, empresarios, perio-
distas, científicos, filántropos, educadores, etcétera. Tres mujeres, Leonor Hidalgo de Cor-
nejo Gómez, Rosa Lince Sotomayor y María Luisa Valenzuela, recibieron el galardón; en
cambio, este mismo se otorgó posmortem a Asaad Bucaram, quien por razones políticas no
lo recibió en vida pese a que le estuvo asignado.

Similar a Bucaram, las recibieron después de su muerte Gabriel Roldós Garcés y Fran-
cisco Peña Bayona. Cuando el reconocimiento se convirtió en medalla Municipalidad de
Guayaquil, igualmente se la confirieron a los valiosos personajes ya fallecidos Alberto
Borges Nájera, Julio Estrada Ycaza y Armando Romero Rodas, de grata recordación para
la ciudadanía.

Origen de la presea

Por Ordenanza Municipal del 2 de octubre de 1923 se creó una medalla “cuyo tipo era per-
petuo” y serviría para “honrar las virtudes del ciudadano que se haya hecho acreedor a la

Germán Arteta Vargas 39


gratitud del cantón”. El Ayuntamiento de esa época lo presidió J. A. Burbano. En septiembre
de 1928, bajo la presidencia de Luis Vernaza, se introdujo una pequeña reforma en la que se
contemplaban premios “Para los edificios que, por su elegancia y material de construcción,
contribuyeran al embellecimiento de la ciudad”.

En septiembre de 1951 se expidió una ordenanza que con el carácter de ‘definitiva’ determinó
el otorgamiento de las recompensas municipales; y durante la primera alcaldía del ingeniero
León Febres-Cordero Ribadeneyra, el estímulo cambió de nombre por medalla Municipali-
dad de Guayaquil.

Francisco García Avilés Dr. Julián Coronel Leopoldo Izquieta Pérez Leopoldo Benites
Vinueza

40 Guayaquil Nostálgico
Las fiestas infantiles
Las matinés de antaño para festejar a los niños
se recuerdan por los detalles que avivaban las tradiciones

H
asta las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado muchísimas familias guayaqui-
leñas mantuvieron la costumbre de festejar el cumpleaños u onomástico de los más
pequeños del hogar con la tradicional matiné, a la que eran invitados los familiares,
compañeros de estudios y vecinos del barrio del homenajeado.

Por lo general, aquella se hacía la tarde del sábado o domingo, aunque el día ‘propio’ haya
‘caído’ a mediados de semana. Padres, hermanos, tías y abuelos colaboraban en la organiza-
ción de la fiesta, pues si no había para las guirnaldas, serpentinas y ollas encantadas se las
preparaba en la misma casa.

Sin embargo, algunos eran los locales adonde iban los jefes del hogar o cualquier encargado
de comprar a precio adecuado lo necesario para la reunión: los almacenes Antepara Palo-
meque, Lilita, Carlín, La Raspa, Santiago, etcétera, para los globos, guirnaldas y juguetitos de
las sorpresas y las ollas encantadas. De igual manera, La Palma, El Saloncito, F. Bravo, Delfín
Noroña, La Fuente y otros para los bocaditos y tortas, que también preparaban algunas co-
nocidas familias de la ciudad.

No faltaban los caramelos y galletas de La Universal, La Roma, Kramel, Loor Rigaíl y más
confiterías que aparecieron en esos años. A la tradicional ‘chicha’ y refrescos se incorporaron
casi de inmediato las diversas marcas de colas, y el plato fuerte del menú fiestero no pasaba
del arroz con pollo servido en vajilla, loza o hierro enlozado.

La costumbre de los mensajes musicales era muy intensa y las radioemisoras como Cristal,
Cóndor, Universal, América, entre otras, los hacían escuchar a cualquier hora del día; las tar-
jetas de invitación se encontraban sueltas o por docenas en las añosas imprentas del centro
de la ciudad: Delta, Lucín, Gutiérrez, Lituma, San José, Santos, Crisol y más similares.

Los payasos, las películas del Walt Disney y los entretenimientos de otro tipo tenían poca
demanda y los pequeños invitados se limitaban a escuchar canciones o rondas infantiles
acordes con su edad. Los concursos de ponerle la cola al burro, el huevo con la cuchara, en-
sacados o romper la olla encantada (rebautizada como piñata), las rondas, eran los números
que esperaba la concurrencia.

Pero los tiempos cambiaron y a las fiestas infantiles del setenta en adelante se sumaron al-
gunas novedades, pues los artistas empresarios ofrecieron a los interesados programas com-
pletos con payasos, magos, películas y shows con disfrazados que imitaban a los personajes
de series infantiles de televisión.

Para los que tienen recursos económicos o se preparan con tiempo, actualmente les resulta
cómodo alquilar un local de eventos, que incluye lo necesario: títeres, payasos, cine, caritas

Germán Arteta Vargas 41


Las fiestas infantiles
(matinés) en el
Guayaquil de la primera
mitad del siglo pasado
eran diferentes a las
actuales.

Avisos de dos tradicionales


almacenes porteños que
anunciaban sus mercaderías para
las fiestas infantiles.

pintadas, mimos, filmación, pantalla gigante, bufés y algún menú rápido que suele consistir
en hamburguesa o hot dog, y por supuesto, la piñata de cartón o cartulina, que dejó atrás a la
olla encantada, que era de barro.

Las matinés actuales ya no comienzan a las cuatro o cinco de la tarde, sino más tarde. Has-
ta los fotógrafos resultan raros, ya que familiares y amigos captan las fotos con celulares y
cámaras digitales. Los saludos radiales se escuchan poco y las velas de las tortas, asimismo,
son diferentes. El baile de la botella, el reggetón y otros ritmos modernos sustituyeron a las
rondas en las fiestas infantiles. La vajilla de plástico (platos, cucharas y vasos) es común, al
igual que las pantallas gigantes.

Actualmente muchos jefes de hogar recuerdan sus fiestas de ni-


ñez cuando gozaron y rieron en la segunda mitad de la centuria
anterior con los famosos payasos Frejolito y Cartuchito, los ma-
Los payasos, globos, gos Olmedini y Palmer, la Escuelita Cómica, entre otros artistas
sorpresas y ollas de nuestro medio. Ahora nuestros niños se divierten con las re-
encantadas de antaño presentaciones de Bob Esponja, Barney y la Pantera Rosa.
fueron sustituidos
poco a poco por Tradicionistas como Jenny Estrada, Guido Garay y Rodolfo Pé-
los mimos, caritas rez Pimentel resaltan esos capítulos que se unen a las vivencias
pintadas, zanqueros de tantos guayaquileños que, en las tertulias familiares, bancos
y personajes de las de parques y otros futivos sitios de reunión, se alegran con tales
series de televisión. añoranzas del Guayaquil del ayer.

42 Guayaquil Nostálgico
Uniformes y escarapelas escolares
Uniformes y escarapelas son imágenes
inconfundibles de antiguos y queridos colegios
que están inscritos en la memoria de la ciudad

D
urante los meses que comprende el ciclo escolar en nuestra región, generalmente de
abril a enero, quien se moviliza a pie u ocupando algún vehículo por distintos secto-
res de nuestra urbe puede observar repetidamente a estudiantes colegiales que solos,
acompañados de familiares o en bulliciosos grupos se dirigen presurosos a escuchar clases o
salen contentos de sus centros de estudio al término de cada jornada de trabajo.

Dentro de aquella estampa normal y cotidiana que imprimen los jóvenes e incluso niños a
nuestras calles en la época de estudios, existe un detalle que resalta a la vista: el uniforme del
establecimiento al que pertenecen y que, por la antigüedad y el prestigio que han forjado, re-
sultan muy conocidos y también testimonian el importante quehacer educativo que la capital
guayasense atesora como parte de su historia e identidad.

Qué ciudadano podrá negar que cuando tiene frente a él a una o algunas alumnas del colegio
Dolores Sucre las identifica inmediatamente por su uniforme blanco en cuyas mangas están
las ‘alitas’ almidonadas. Quién podría equivocarse al ver en las camisas de los educandos que
pasan a su lado luciendo bordadas o cosidas en el bolsillo de su camisa las siglas VR (Vicente
Rocafuerte) o AA (Aguirre Abad).

Esto constituye una incuestionable verdad que se fortalece mucho más al hablar de los uni-
formes de los colegios Guayaquil, Rita Lecumberri, Veintiocho de Mayo y otros centros, cu-
yos directivos mantienen la tradición de sus uniformes, tal como lo hacen sus colegas parti-
culares laicos y religiosos San Francisco de Asís, Inmaculada, Mercedarias, Instituto Coello,
Providencia, Matilde Amador, etcétera.

Pero la buena intención de varios rectores por conservar el emblemático traje topó con una
disposición ministerial por la adopción del uniforme único y eso ocasionó que algunos co-
legios, en especial fiscales, perdieran la tradición e identidad. Los que defendieron esa parte
de su historia institucional lograron vencer obstáculos e hicieron prevalecer lo que ya estaba
arraigado en la vida cotidiana guayaquileña.

Numerosos planteles Solo cuando muchos propietarios y directivos asumieron


conservan los colores y la educación como un negocio rentable y el marketing im-
modelos de sus primeros pulsó la formación de imágenes que suelen resultar ‘posti-
uniformes e incluso zas’, es que se generalizó de manera novelera y frecuente
mantienen inalterables sus -a veces año tras año- el cambio de uniformes colegiales.
logos y escarapelas; otros Ahora los hay de parada, del ‘diario’, gimnasia y hasta para
los han remozado al paso un día de la semana, y tantos elementos se varían e incor-
del tiempo. poran que es difícil afirmar de qué plantel se trata.

Germán Arteta Vargas 43


Alumnas del San
Francisco de Asís
con su tradicional
uniforme.

El uniforme del colegio


Dolores Sucre, uno de
los más conocidos de
nuestra ciudad.

Las alumnas del


Guayaquil también son
inconfundibles con su
uniforme.

Sin embargo, el guayaquileño u otro vecino de la ciudad radicado o en tránsito aprendió a


reconocer los uniformes del Dolores Baquerizo, Amarilis Fuentes, Simón Bolívar, Leonidas
García, Sagrados Corazones, Santo Domingo de Guzmán, Providencia y tantos otros que
con recomendable actitud cumplieron a cabalidad el proceso enseñanza-aprendizaje desde
décadas atrás y mantienen inalterables esos principios.

Pese a los inconvenientes con que tropieza la educación, resulta muy grato evocar capítulos
como este que avivan añoranzas y el amor de familias enteras por los colegios que acogieron
en sus aulas a uno o varios miembros de la prole. Recortes de periódicos, álbumes familiares,
revistas conmemorativas también dan cabida a hermosas gráficas en las que resaltan los tra-
dicionales uniformes y escarapelas colegiales.

44 Guayaquil Nostálgico
Las agencias de publicidad también se identifican
con la historia porteña
Dibujantes, pintores y estudios artísticos
crearon excelentes anuncios de múltiples
productos que se arraigaron en la comunidad.

N
o solo para los meses tenidos como los de intenso movimiento comercial en nuestro
medio, casos de julio, octubre y diciembre, sino del resto del año, que con sus cele-
braciones sociales, cívicas e incluso religiosas incrementa la actividad mercantil, el
aporte de las llamadas agencias de publicidad es importante, porque gracias a las genialida-
des y creaciones que salen de sus estudios el público consumidor atiende las sugerencias en
favor de una determinada promoción o algún producto de uso masivo.

Así lo testimonian las páginas de periódicos, revistas y otras publicaciones especializadas


que desde hace varias décadas incluyen llamativas y hasta curiosas creaciones, pues los em-
presarios y comerciantes dieron mayor atención a este campo para incrementar las ventas de
sus establecimientos y por eso nunca dudaron en contratar los servicios de hábiles artistas o
talleres especializados, muchos de cuyos nombres se convirtieron en verdaderas institucio-
nes del arte comercial guayaquileño.

Tomando como referencia la segunda mitad del siglo XX, las diversas ediciones de El Uni-
verso muestran característicos trabajos (anuncios) de las numerosas agencias de publicidad
o de los ‘creativos’ particulares que desarrollaron una importante labor en la ciudad y ade-
más se convirtieron en verdaderas escuelas para los que incursionaron en la rama. Como
resulta imposible detallar tantos emblemáticos nombres, mencionamos algunos: Inca, Uno,
Gong, Símbolo, Roa, Huerta, Bravo, MM, Nelson, Omega, Eco, Chávez, Pagés y Cía., J. de la
Rosa, Méndez, Espinel, Ran. Ago. Legarda, Iris, R. Betancourt, Swett y por supuesto, Bolívar
Villacís Robles..

Un aviso
diseñado en los
escritorios de
la agencia Inca,
una de las más
populares de
Guayaquil en la
segunda mitad
del siglo pasado.

Las creaciones de la publicidad Huerta también fueron


muy solicitadas por empresarios y dueños de negocios
de esta ciudad.

Germán Arteta Vargas 45


Otras creaciones que
salieron de nuestras
agencias de publicidad.

Asimismo, Andina BBDO, Norlop Thompson, Veritas, Rivas & Herrera, Publicidad Torres,
OPC, Ago, Ley, Idea, C y B., J. García, etcétera, hasta llegar a las contemporáneas como Ma-
ruri Comunications Group, McCann Erickson, Creacional D’ Arcy S.A., Degraph, Creacional,
Spektra, Qualitat, Maktub, Sicrea, Swichmedia, TalenMark, Traffic, Publicom, Vip Publicidad,
Artic Publicidad, Citra Publicidad, Soltivery, Aquelarre, entre muchísimas otras que tienen
sedes y sucursales en Quito, por ejemplo, cambiaron de nombre, desaparecieron o renovaron
sus filas sin olvidar sus servicios que las ha hecho ganar premios nacionales e internacionales
que ameritan su actividad.

Revisar las páginas de los diarios locales y encontrarse con la más interminable cantidad de
propagandas sobre productos de diversa índole, una más llamativa que otra, es también aden-
trarse en los campos de la añoranza, pues familias enteras con abuelos, padres e hijos, las
escucharon o tuvieron ante sus ojos regalándoles, al margen de lo estrictamente comercial, un
rato de diversión y hasta de conocimientos gracias al acierto con que fueron creadas.

46 Guayaquil Nostálgico
El servicio de las agencias funerarias se inscribe en la
memoria guayaquileña
Desde los albores de la ciudad las funerarias sirven a todos los estratos sociales
varios de sus propietarios legaron a sus familias el negocio, por lo que hay apellidos
fácilmente identificables con la importante actividad.

A
unque las costumbres de velación y sepelio de un cadáver cambiaron en las últimas
décadas del siglo pasado, resulta imposible olvidar los nombres de las agencias fu-
nerarias, pompas fúnebres o simplemente funerarias cuando repasamos los alcances
de tal servicio que es ineludible en el tránsito vital de cualquier ser humano y, en el caso de
referencia, al vecino del Puerto Principal.

Si bien van quedando para el recuerdo los cortinajes negros, plomos o blancos que a la en-
trada de una casa anunciaban que allí se velaba a alguna persona mayor o menor de edad, y
el uso del botón negro en el bolsillo de la camisa o la banda del mismo color en el brazo para
avisar a los demás de que su interlocutor estaba de luto, la labor de las funerarias continúa
vigente y por ello hay guayaquileños que recuerdan con cierto aire de gratitud y hasta orgullo
que la mayoría de sus parientes fallecidos contaron con el aporte de esos establecimientos o
negocios para llegar como es debido a su última morada.

Desde que se conoció la atención de las agencias funerarias, estas hicieron constar una lar-
ga lista de servicios a sus favorecedores: elegantes carrozas tiradas por caballos o mulas,
cargadores, plañideras o lloronas, cajas o cofres de madera de acuerdo con los recursos del
cliente, ofrendas florales, etcétera. Posteriormente, con la modernización se establecieron y
ampliaron tales servicios y hubo las carrozas motorizadas, los avisos en los periódicos, las
misas de cuerpo presente y otras novedades que la gente trajo consigo después de sus viajes
al exterior.

En la actualidad existen compañías y corporaciones dedicadas a la administración de cemen-


terios y camposantos, que adicionalmente brindan los múltiples servicios relacionados con
estos casos. Se ofrecen diferentes alternativas y se dan facilidades de pago; algunas funerarias
abren crédito inmediato si el extinto fue afiliado al Seguro Social o socio de alguna institu-
ción que le otorga un determinado fondo mortuorio.

Por lo general, la mayoría de los servicios exequiales que ofrecen las corporaciones consta
de cofre, sala de velación, café o agua aromática para los asistentes, carroza, formolización,
cargadores de servicios, capilla ardiente, trámites de Sanidad y Registro Civil, arreglo floral,
cargadores de sepelio, bóvedas, lápidas, cremación, seguro de desgravamen, sin olvidar la
misa y los músicos. Las funerarias hacen los trámites de compra de bóvedas y adicionan
mensajes radiales o avisos por los periódicos locales.

En cuanto a los nombres antiguos y recientes de las agencias funerarias o pompas fúne-
bres porteñas existe un buen número de ellas, que incluye a la Junta de Beneficencia de

Germán Arteta Vargas 47


Un aviso del
año 1936.

Guayaquil, Asisclo G. Garay, Francisco Izquierdo, Modesto Moncayo, Alberto Reyes, José
J. Gavilanes, José Lupercio Castillo, N. Torres, I. Torres, E. Alache, F. Alache, E. Alache
E., Alache de Alvarado, Vargas Z., Córdova, Ortiz Tutivén, León, Córdova, Chuchuca, G.
Fuentes, Garay, González, Minda Cedeño Hnos., León, Olivares, entre muchas otras que
están ubicadas por distintos sectores de nuestra metrópoli para atender a quienes acuden
en cualquier momento.

Algunos miembros de la familia Alache son muy populares por dedicarse a esta actividad;
Modesto Torres Alvarado prácticamente patentó el calificativo de El Cónsul del Cielo, por
los avisos de su funeraria que hacía difundir a través de radio Cristal. La Beneficencia Muni-
cipal mantuvo por largos años un servicio de pompas fúnebres.

Como testimonio del servicio de las agencias funerarias o pompas fúnebres, el 7 de julio
de 1930 se publicó este aviso en diario El Universo: “La funeraria de Moncayo avisa que hoy
(mañana y tarde) recorrerá la ciudad, en exhibición, la moderna auto-carroza adquirida por
esa casa”.

La funeraria
Garay
atendió por
varios años.

48 Guayaquil Nostálgico
Los caramelos ‘rompemuelas’ se venden y traen
recuerdos
Llamados también de ‘bolas’,
fueron las colaciones que
entretuvieron a los niños
y mayores de décadas atrás.

T
eresa de Jesús Manzano Escobar, nacida hace 79 años en Huachi Grande, sector
muy cercano a Ambato, Tungurahua, es propietaria de uno de los más antiguos
puestos de confites que hay en el Mercado Central, por la puerta de la calle Seis de
Marzo entre Clemente Ballén y Diez de Agosto. Rodeada de incontables paquetes gran-
des, pequeños y de diversos colores que contienen galletas, caramelos y otras preparacio-
nes industriales y artesanales, ella manifiesta con emoción cuando se la invita a recordar
aquellos dulces que hace varias décadas los vendía directamente o los entregaba a otros
pequeños comerciantes.

Entre los nombres que evoca están los chupetes, maní bañado de dulce, envasado en cucuru-
chos de papel de empaque y celofán, ‘cigarrillos’ de manjar de chocolate, suspiros, besitos,
chupetes con chicle, roscones, melcocha y, por supuesto, aquellos caramelos redondos y
grandes con rayitas de color café o rosado que se vendían en la tienda del barrio, los quios-
cos esquineros y afuera de las escuelas con la popular denominación de ‘caramelos de bola’
o ‘rompemuelas’.

Indica que le da gusto mencionarlo, porque a pesar de que actualmente hay caramelos de
diferentes tamaños, colores, sabores y llamativas envolturas, los de ‘bolita’ o ‘rompemuelas’
todavía se venden para deleitar a los niños. Era común ver a los chiquillos inflada su mejilla
derecha o izquierda, mientras esperaban que el caramelo se deshiciera en su boca, si es que
no tomaban la decisión de masticarlo. Por eso es que algunos sufrían accidentes en su frágil
dentadura y de allí entonces lo de ‘rompemuelas’..

“Antes venían al granel, en tarros y dábamos un puñado por una peseta o ‘dos reales’ y hasta
servían para la ‘yapa’; ahora se venden en fundas de 40 unidades a 50 centavos de dólar”, expli-
ca. En su local, que atiende de 06:30 a 17:30, de domingo a domingo, Teresa de Jesús Manzano
tiene la ayuda de sus nietos Giovanny y Liliana Salgado y su sobrina Magdalena Salinas, que
corroboran las expresiones de su abuela y tía sobre los tradicionales caramelos.

Los 47 años que tiene como dueña del negocio la autorizan a saber exactamente los gustos
de los clientes mayores y de los chiquillos que también llegan por allí a buscar figuritas de
álbumes, carritos y soldaditos de plástico, etcétera, agrega a la conversación.

Son, pues, los caramelos ‘rompemuelas’ o de ‘bolas’ otro de los ingredientes inscrito en el
inventario del folclore social y ergológico (comidas, dulces y bebidas), que felizmente no
desaparece y sirve para entrar en los caminos de la añoranza.

Germán Arteta Vargas 49


Las piladoras, otro recuerdo urbano
Como pequeñas y grandes empresas impulsaron
el gran avance económico de nuestra ciudad.

D
esde las últimas décadas del siglo XIX hasta la primera mitad del XX, el servicio y ne-
gocio de las piladoras y molinos de arroz ayudó sobremanera al desarrollo comercial
de Guayaquil y le dio un sello inconfundible a su imagen urbana tal cual lo hacieron el
cacao, café y otros productos que se consumieron en el país o eran enviados a otras naciones
por las numerosas casas exportadoras existentes.

Tales locales se incrementaron cuando en los hogares campesinos y aun urbanos poco a
poco se descartó la tradicional y poética costumbre de dejar lista la gramínea para el consu-
mo humano mediante el procedimiento manual con la ayuda del pilón, mano y otros acceso-
rios. Asimismo, por la llegada de una novedosa maquinaria que abrevió tiempo, trabajo y, por
supuesto, impulsó la producción y comercialización del producto en la nación y fuera de ella.

Tan común como fue observar en populares sectores guayaquileños los establecimientos que
compraron y vendieron cacao y café no sin antes asolearlos y ensacarlos en amplios patios,
tendales e incluso las calles circundantes donde se ubicaron, los dedicados al arroz también
protagonizaron simpáticas estampas con el arroz al término de su viaje en lanchas y camio-
nes desde poblaciones del Guayas, Los Ríos y lugares cercanos al Puerto Principal.

La mayoría de las piladoras del Guayaquil antañón que ahora son parte de su memoria, estuvo
en las inmediaciones de los barrios de La Atarazana, el Astillero, el Camal y Centenario, gene-
ralmente a orillas del río Guayas, pues eso facilitó la movilización del producto por muelles y
embarcaciones. La febril acción de empresarios y obreros complementó el cuadro caracterís-
tico del comercio local que formaron fábricas, aserríos, curtiembres, tiendas, etcétera.

Instalaciones de la máquina
de pilar del Astillero en
1909.

50 Guayaquil Nostálgico
Cuando en las propias zonas productoras del grano se instalaron servicios similares, las pi-
ladoras guayaquileñas perdieron su razón de ser y pasaron al baúl de las remembranzas, sin
que se descarte eso sí el vital papel que tuvieron en el afianzamiento del comercio porteño
y el desarrollo regional. Muchos testimonios ratifican la importancia de dichas empresas
que todavía siguen vivas en el recuerdo de incontables guayaquileños testigos de su trabajo
fecundo.

Nombres emblemáticos

Ensayamos entonces un breve inventario de esos comercios más conocidos que sus propie-
tarios en anuncios de diferentes tipos, incluidos los de los periódicos como El Universo los
solían mencionar como ‘fábricas’ de pilar arroz. Entre ellos están la Máquina de Pilar del
Astillero, de Pomeyrol y Pons, establecida en 1892, en Vivero y Los Andes (García Goyena),
y La Colombia, fábrica de pilar arroz, de Francisco E. Ortiz, en la avenida 3ra. Industria (Eloy
Alfaro).

No hay que olvidar La Fama (Vivero entre Azuay y Oriente, frente al río Guayas), San Pa-
blo (Robles 501 y Francisco Segura), Castelar (San Martín 311 y Chimborazo), San Luis (Vi-
vero 501, al lado del Arsenal de la Marina), Ecuador (Malecón y El Oro), Cóndor (Cham-
bers y Robles, de Carrera y Nuques), Guayaquil (Chambers y Vivero, establecida en 1936
por Pedro J. Méndez Navarro) y Molino Nacional C.A. (Cinco de Junio y General Gómez,
de José Pons).

También la de la Casa Española (Vivero y Vacas Galindo); San Antonio, de Enrique J. Me-
néndez G., en El Oro 101; y la Nuques, de Francisco C. y M.G. Nuques, en la avenida Cuba,
actual Domingo Comín. Igualmente las que estuvieron localizadas en La Atarazana como la
Sucre, llamada antes Elvira, de Leopoldo Umpiérrez; la América y la Piladora Modelo, del
Banco Nacional de Fomento, una de las más grandes y más modernas con silos para almace-
nar miles de quintales, entre otras como la piladora La María, de la Compañía de Cervezas
Nacionales, y los Molinos Guayas.

La piladora Modelo,
ubicada en La
Atarazana, junto al río
Guayas.

Germán Arteta Vargas 51


Las lavanderías y tintorerías conservan su espacio en
la comunidad guayaquileña
Hubo nombres emblemáticos como La Central, de Constantino Tobalina, famosa por
el alquiler de ternos y esmóquines a jóvenes y adultos.

P
ropagandas publicadas en periódicos, revistas, calendarios, anuarios, volantes, etcéte-
ra, en las últimas décadas del siglo XVIII y toda la centuria pasada, dan cuenta del nota-
ble desarrollo que tuvo y aún mantiene en nuestra ciudad el negocio de las lavanderías
y tintorerías, que con su aparición también ayudaron a ahorrar tiempo y salir de apuros en el
seno familiar cuando por algún motivo las amas de casa o lavanderas contratadas no pudie-
ron cumplir con su valiosa tarea de tener las prendas de vestir en su punto en los momentos
de mayor apremio.

Si bien es cierto que con la apertura cada vez más numerosa de estos establecimientos algu-
nas personas dedicadas al oficio de lavanderas han visto afectada su ocupación y mermados
sus ingresos, muchas familias que no contaban con ese apoyo por diversos motivos recurren
desde entonces a los servicios que dan las lavanderías y tintorerías con el lavado, secado y
planchado de cualquier prenda de vestir (ternos, vestidos, abrigos, camisas y más), además
del teñido y el alquiler de ternos y esmóquines.

Hoy, en incontables hogares porteños está olvidado el ritual semanal del lavado de ropa (ja-
bonado, enjuagado, hervido, almidonado, planchado) no solo por la falta de tiempo sino por-
que la textura de la vestimenta no exige tales pasos; nada entonces de ponerle cáscara de na-
ranjas al momento de hervir las piezas ni tampoco agregar el añil (pan de azul) en momentos
de almidonar, especialmente la ropa blanca.

Mucha popularidad tuvo, la lavandería de Constantino Tobalina.

52 Guayaquil Nostálgico
En cambio, la automatización de las lavanderías instaladas en estratégicos puntos de Guaya-
quil, donde los propios clientes pueden realizar la tarea o pagar por solo el lavado por libras
de ropa, torna más inmediato la realización del servicio porque en cuestión de horas se pue-
de tener lista la indumentaria. En esta época contamos con grandes empresas de lavado que
tienen muchas sucursales y otras pequeñas que sirven al barrio y clientes asiduos de otros
sectores.

Nombres tradicionales

En reconocimiento a la importancia comercial y social que tienen en nuestra comunidad


las lavanderías y tintorerías, ensayamos un breve inventario que ayudará igualmente a em-
barcarnos en el carro del recuerdo, pues pocos son los que pueden negar que en alguna
ocasión tuvieron que recurrir a una lavandería o tintorería para que el viejo terno propio
o del hermano parezca como nuevo para lucir ‘futre’ en la fiesta que había sido invitado, o
alquilar un esmóquin para asistir elegante al matrimonio del ‘pana’ del barrio o colegio, o de
cualquier pariente que comprometió su asistencia como testigo de la boda y había que estar
bien presentado.

Como parte de la extensa lista de tradicionales lavanderías con lavado al vapor, al seco y
al agua, y las tintorerías que hacían maravillas con el cambio de colores para las mismas
prendas recordemos La Lira, La Central, Silueta, Imperial, Royal, América del Sur, Minerva,
Europea, Guayaquil-Eléctrica, Inglesa, La Competidora, Ecuador y La Rápida.

Otras más contemporáneas son Electrónica, La Única, Sun Bright, Speed-o-Matic (lavado al
peso), Secomático, La Química, Snow White, Una Hora Martinizing, Lindeza, Guayas, Unión,
etcétera.

Lavandería ‘La
Única’ y sus
servicios.

‘La Lira’ se estableció a


comienzos del siglo XX.

Germán Arteta Vargas 53


Joselito y Los Huasos Chilenos
Fueron figuras del entretenimiento de grandes
y chicos en la segunda mitad del siglo pasado

A
unque hay muchos cantantes, cómicos y actores ecuatorianos y extranjeros que per-
manecen en la memoria de quienes nacimos al comienzo de la década del cincuenta
y los escuchamos y vimos actuar durante varias décadas de la centuria pasada, esta
vez centramos nuestra remembranza en el pequeño cantante y actor español Joselito (José
Jiménez Hernández) y los cómicos Los Huasos Chilenos (Jaime Reinoso, ecuatoriano, y Do-
mingo Fuentes, chileno).

Por su hermoso timbre que le hizo ganar el apelativo de ‘El niño de la voz de oro’, Joselito se
convirtió en ídolo de la niñez y de mucha gente adulta; asimismo, por su actuación en algu-
nas películas con apropiado mensaje en las que compartió los roles estelares con Libertad
Lamarque, Sara García, Mary Carmen Alonso, Manolo Zarzo, Luis Aguilar, Fernando Luján,
‘Pulgarcito’ y otros renombrados artistas del cine español y mexicano.

Discos de corta y larga duración e incluso


los compactos de ahora testimonian la cali-
dad de voz que tuvo Joselito para la interpre-
tación de pasadobles, rancheras, huapangos
y otros ritmos musicales predominantes en
esos años de dulce añoranza. Quién no re-
cuerda Campanera, Violín gitano, Granada,
Doce cascabeles, El pastor, La malagueña y
otros tantos títulos de canciones que escu-
chábamos por las emisoras Cristal, América,
Universal, El Mundo, CRE, Atalaya, Ondas
del Pacífico, y en los filmes que protagonizó.

En cuanto a estos últimos, imposible olvidar


‘El pequeño ruiseñor’, calificativo que tam-
bién le dieron en el mundo artístico; Así era
mi madre, El secreto de Tomy, El caballo blan-

Joselito, el niño de la
voz de oro.

54 Guayaquil Nostálgico
co, Saeta del ruiseñor, Las aventuras de Joselito y Pulgarcito, El pequeño coronel, etcétera, que
muchachos y mayores acudíamos a ver en vermú o matiné en nuestros añorados cines ‘gran-
des’ o de barrio como Nueve de Octubre, Olmedo, Ponce, Olimpia, Central, Azteca, Porteño,
Ecuador, Paraíso, Gloria, Fénix, Guayas, Quito, Encanto, etcétera.

Joselito visitó Guayaquil en abril de 1959 y ofreció actuaciones en el cine Nueve de Octubre,
que coincidieron con el estreno de su película Saeta del ruiseñor; se alojó en el hotel Hum-
boldt del Malecón. Mas él creció como nosotros y su voz cambió. Después se supo de su
ocaso como estrella del cine y la canción, y con mucha pena leímos que tenía problemas por
tenencia de droga. Posteriormente ya no se escucharon noticias de quien fue nuestro héroe
y que muchos pequeñuelos imitaron como cantante.

Los Huasos Chilenos también estuvieron vigentes muchos años en el ambiente artístico gua-
yaquileño, pues participaron en programas radiales, festivales, ferias y espectáculos simila-
res, en los que ponían su cuota de comicidad y llamaban a la risa del público joven y adulto
sin caer en vulgaridades. Esta pareja de cómicos se acompañaba con una guitarra y tras im-
provisar diálogos jocosos hacía escuchar canciones populares y estribillos que todavía se
recuerdan.

Un programa muy popular que protagonizaron los Huasos Chilenos fue ‘Sonrisas en el aire’,
que se escuchó principalmente en las radioemisoras América y Cristal. Pero ellos actuaron
en otros espacios como ‘Recreación Popular’, de radio Rocafuerte, en el antiguo teatro al
aire libre Bogotá. Las páginas de diario El Universo igualmente recogen avisos de la Feria
Ganadera de Litoral, los festivales de los teatros Nueve de Octubre, Fénix y Central, donde la
‘cuota de los Huasos Chilenos era importante.

Domingo Fuentes, el ‘Flaco’ del dúo, murió en abril de 1973, después de estar radicado más de
20 años entre nosotros. Oportuno, pues, embarcarse en el carro de la añoranza y poner en la
mente algunos de los muchos pasajes del aquel Guayaquil antañón tan lleno de arte, música
y un sabroso anecdotario.

Los Huasos Chilenos, cómicos populares.

Germán Arteta Vargas 55


Aún hay hojalaterías que desafían al plástico para
dotar de utensilios a los hogares de esta ciudad
Antes de la aparición y el auge de la industria plástica, nuestros artesanos hojalateros
surtían de incontables enseres a las familias porteñas.

S
i bien está casi extinguido de nuestros barrios el antañón y romántico grito ¡Hay que
soldar!, ¡Soldaaar!, llamando a los vecinos, en especial madres y jefas de familia, para
que hagan tapar los huecos de sus utensilios de cocina y casa en general, como ollas,
lavacaras, viandas, bacinillas, jarras, etcétera, porque la mayoría de los hogares usa prefe-
rentemente el plástico y el hierro enlozado, todavía hay personas y talleres que trabajan con
la hojalata que toma forma de aparatos útiles y populares: cedazos, achioteros, filtros para
‘pasar’ el café, candiles, rallos, jarros y otros similares.

Muchos guayaquileños, a más del pregón patentado por el tapahuecos, también recuerdan
los numerosos establecimientos que en distintos sectores de la metrópoli como Villamil,
de Mejía a General Franco, Cinco Esquinas, Pedro Pablo Gómez y Lorenzo de Garaycoa se
dedicaban a confeccionar desde tinas de baño, moldes para tortas hasta los clásicos tarros
de diferentes tamaños para guardar y/o comercializar la leche, platos para balanza, baldes,
cascos para bomberos y bandas de guerra estudiantiles, chisguetes para agua en carnaval,
embudos y canalones para el agua lluvia.

Brindaban esos lugares un espectáculo especial, pues en medio del humo que despedían los
cautiles que primero se calentaban en braseros (carbón) y después con el fuego de sopletes
de gasolina y gas para conjuntamente con el ácido muriático derretir la soldadura (plomo),
surgía la diversidad de utensilios domésticos logrados por los hábiles hojalateros, reconoci-
dos como verdaderos escultores que daban el toque justo al acabado de sus creaciones, que
incluían los juguetes (cocinas, ollitas, coches para muñecas, pitos) y más motivos para la
diversión de los niños de hogares pobres.

Carlos Carchipulla,
antiguo artesano de
la hojalatería.

56 Guayaquil Nostálgico
Solo como ejemplo de los muchos talleres que hubo desde antes del siglo XX y que se
incrementaron o desaparecieron al paso de los años a tal punto que formaron su propio
gremio (Sociedad Mutua de Hojalateros), anotamos los de los maestros Eleodoro León,
Rafael Landaburo, Pedro Urquiza, Joaquín Soto, Alejandro Carvajal, Luis Grijalva, Juan
Arámbulo y Carlos Carchipulla. Con la llegada del plástico y otros materiales la deman-
da de la hojalata comenzó a declinar y ahora son pocos los talleres. Observamos algunos
activos en Los Ríos y José Vicente Trujillo, Seis de Marzo y Maldonado y Noguchi y
Ayacucho.

Son pocos talleres que quedaron de la extensa lista. Un buen número se replegó a los barrios
suburbanos y desde ahí entregan sus obras a los negocios de venta de artesanías y utensilios
domésticos que observamos con líneas tradicionales y material mejorado en los alrededores
de la ‘Bahía’ e iglesia de San José, Plaza de la Integración, mercados Central y Artesanal,
Garaycoa y Luque, más sectores de la metrópoli y las ferias populares que se organizan en
poblaciones guayasenses.

No está olvidado completamente el trabajo artesanal de la hojalatería, pues en incontables


hogares se alterna el uso de un cedazo, filtro o rallo plástico de avanzada industrialización
con los utensilios trabajados por creativos artesanos que todavía recurren al reluciente me-
tal. Valga ello para recordar e incrementar la lista de talleres y maestros como Soto, Soriano,
Pesantes, Guamán, Chiriboga y Fuentes, que en nuestra febril ciudad cumplieron una valiosa
etapa en favor de su desarrollo.

Aviso de una
hojalatería del siglo
pasado.

Germán Arteta Vargas 57


Las noticias curiosas también abundaron en las
páginas de los diarios de la ciudad de antaño
Desde 1921 El Universo conserva en sus ediciones incontables notas raras que
originaron los modos de vida del siglo XX.

E
l sostenimiento de que los periódicos
son inagotables canteras de informa-
ción y cultura que en gran parte de sus
noticias incluyen expresiones del folclore
lingüístico y narrativo moribundo o rena-
ciente, etcétera, y que aquellas dan cuentan
de las situaciones propias de la sociedad que
las genera, se ratifica en esta nota volandera
que recoge algunas novedades reveladoras
de cómo se manejaba el quehacer citadino
del país, pero especialmente de nuestra ciu-
dad, en distintas décadas del siglo XX, según
lo que publicó El Universo.

Aunque esto lo comprobamos en una cróni-


ca del recuerdo sobre las columnas de ero- Tradicional procesión de San Vicente en Abril.
gaciones, cambios de domicilio, cartas reza-
gadas, nacimientos y defunciones, arribo y
salida de pasajeros del puerto por lancha y ferrocarril, citaciones deportivas, columnas de
temas policiales, y por supuesto los infaltables avisos clasificados sobre pérdidas y gratifica-
ciones, agradecimientos religiosos y otros temas no muy comunes que al lector actual llama-
rían a risa o asombro, esta vez incorporamos algunos hechos para corroborar lo expuesto.

Ya en materia, ahí está la noticia del jueves 7 de abril de 1932 que originó el prior de la igle-
sia de Santo Domingo de Guayaquil, padre Antonio Alarcón, de la orden de los dominicos,
quien visitó al Ministro de Obras Públicas y al Gobernador del Guayas para indicarles que
no era verdad que hubiese sacado el martes 5 de abril a procesión pública la imagen de San
Vicente de Ferrer, pues ella se efectuó en los corredores del templo, como se hace siempre.
El religioso les dijo que el Intendente de Policía le hizo imponer del Comisario IV Nacional
una multa de 30 sucres.

58 Guayaquil Nostálgico
En el Guayaquil
antañón se exigió
a niños y adultos
andar calzados,
especialmente en
las calles céntricas.

También consta la información policial sobre el ciudadano Manuel Vaca, quien durante un
fenomenal escándalo en el cabaré de María Morán, situado en Juan Montalvo y Escobedo,
quedó malherido de una oreja por el mordisco que recibió de un contrincante. Resalta la
noticia que Vaca quedó con su órgano en el suelo y que lloroso lo recogió para salir de inme-
diato en un automóvil rumbo al hospital Luis Vernaza donde lo operaron, pero la oreja quedó
fuera del sitio. La noticia es del miércoles 19 de mayo de 1954.

De igual manera, tenemos la nota que publicó El Universo el lunes 14 de septiembre de 1925:
“Desde ayer esta ciudad estuvo en una continua agitación de parte de los moradores pertene-
cientes a la clase pobre. Esta agitación la provocó el decreto dictado por el intendente del Gua-
yas, S. V. Guerrero, para que nadie anduviera descalzo por las calles. Los principales almacenes
eran visitados por los compradores de zapatos y las principales calles, donde el comercio es ma-
yor, se veían atestadas de carboneros, cargadores, etcétera, que presurosos trataban de acatar
las disposiciones de la autoridad”.

La noticia finalmente consignaba: “En diferentes lugares se habían establecido pequeños alma-
cenes donde se vendían diferentes clases de zapatos a bajo precio. La mayor parte de los pares
de zapatos que se vendieron eran del número 40 hasta 44. Algunos individuos que salían de los
establecimientos se dieron más de una caída por la poca costumbre de llevarlos puestos”. Cosas
de la vida del Guayaquil que se fue.

Germán Arteta Vargas 59


Los álbumes de cromos divirtieron y dieron
conocimientos a niños y jóvenes
Hubo textos y figuras para todos los gustos y varias edades. Los jefes y demás
miembros del hogar ayudaban en la tarea de buscar, comprar y pegar los cromos.
Todo aquello los unió más con sus entusiastas pupilos.

Uno de los
álbumes de
mayor acogida
en la centuria
pasada.

L
a reciente conmemoración del primer centenario del nacimiento del profesor, perio-
dista e historiador Francisco Huerta Rendón (1908-1970), quien con el patrocinio de
Publicaciones Educativas Ariel, de Tomás Rivas Mariscal, editó en 1965 los álbumes de
cromos Así nació Ecuador y Conozca Ecuador, que tuvieron inmensa acogida ciudadana por
su didáctico y valioso contenido y por lo novedoso de su impresión, ha puesto en nuestra
memoria otros nombres de similares trabajos que han aportado al desarrollo de la educación
y al sano entretenimiento de varias generaciones de ecuatorianos.

Muchos compatriotas recuerdan su época de estudiantes y el agitado ambiente que vivían


por algún tiempo con la aparición de un nuevo álbum de cromos: la compra del cuadernillo
con los casilleros vacíos; la compra del sobre de cromos y el ruego a Dios que salga el ‘difí-
cil’ o que haya pocos repetidos; el cambio de los repetidos con los compañeros de estudios
o vecinos del barrio y el juego de la ‘montada’ o del pepo usando como dinero los cromos
descartados. Incluso la chispa comercial de algunos muchachos salía a flote cuando vendían
las figuras pocos comunes a quienes aún no las tenían en sus álbumes.

60 Guayaquil Nostálgico
Álbumes editados al
finalizar el siglo XX.

Los padres (mamá y/o papá), abuelos, tíos, hermanos mayores entraban en la ‘colada’ cuando
por encargo del coleccionista iban a los sitios de expendio (por ejemplo Guimsa, en Diez de
Agosto y Pedro Carbo, Mercado Central, Bazar Santiago, etcétera) por los cromos que falta-
ban y hacían canjes adelantados para que el álbum estuviera lleno a tiempo y así tenga la op-
ción de alcanzar algún buen premio tras el ritual del sellado. En este ir y venir hubo álbumes
que se perdieron o robaron con la consiguiente desazón para los dueños que habían gastado
sus ahorros y acometido inusuales transacciones en pos de las figuras difíciles.

Pero en medio del trajín que suponía la llenada del álbum, además de conseguir aquello
quedaba el recuerdo de la familia ayudando a verificar el cromo, engomándolo y pegándolo
en su lugar. Además, el gusto de leer y compartir con todos los textos de los casilleros y cro-
mos que tenían datos de suma importancia. Por ello, sin descartar los emblemáticos confites
Limber, K-O y otros que circularon desde antes de la primera mitad del siglo pasado con un
diseño diferente a los álbumes contemporáneos mas sí un mensaje orientador, hoy revisamos
una extensa lista que el amigo lector ayudará a incrementar.

Allí entonces La vuelta al mundo en 80 días, Nuestra fauna y flora, El mundo de los inventos,
Monedas del mundo, Extraño universo, Nuestro maravilloso universo, Historia del transporte,
La maravillosa historia ecuatoriana, Lo sé todo, Ecuador histórico: Triunfo del Cóndor, Mundo
animal, Mundial de fútbol, Descubrimientos científicos, Las razas, La salud e incluso El hombre
araña y El Santo, que forman la extensa nómina de álbumes editados sobre infinidad de te-
mas que todavía se venden en las puertas de ingreso a escuelas, colegios y tiendas barriales.

Asimismo están los nombres de empresas editoriales y pequeñas imprentas que especiali-
zaron gran parte de su actividad en la edición de estos materiales. Como buen testimonio de
aquello constan Publicaciones Educativas Ariel, Policromos y Luis Chonillo asociado con
Guimsa y otras entidades auspiciantes para la difusión de los textos, revista Estadio, Artes
Gráficas Senefelder, Ermel Aguirre González y muchos que escapan a este breve recuento
sobre los álbumes que primero fueron de pocos colores, después multicolores y con los cro-
mos holográficos.

Aunque nuevas alternativas como la internet y otros tipos de publicaciones han hecho dismi-
nuir esta actividad editorial, de todos modos resulta innegable el aporte didáctico y divertido
de los álbumes de cromos.

Germán Arteta Vargas 61


La celebración dedicada a las madres se renueva,
pero deja sus gratas añoranzas
Tradiciones como los mensajes radiales y la exhibición de películas con temas
sobre el papel de ellas han desaparecido. Sin embargo, quedan otras acciones que
perpetúan su rol en la familia.

A
ntes de que la norteamericana Anna M. Jarvis (1864-1948) consiguiera en su país la
primera celebración dedicada a las madres en 1908, hace exactamente un siglo, y la
oficialización en 1914 de la fiesta anual para el segundo domingo de mayo, pueblos de
la Grecia antigua y de la Inglaterra del siglo XVII ya realizaban jornadas conmemorativas
inspiradas en el sagrado ser. Qué decir de los cultores de las bellas artes (pintura, escultura,
música, etcétera) que a lo largo de la historia hasta la época contemporánea no cesan de en-
tregar hermosísimos temas que resaltan aquel emblemático rol de la mujer.

Al generalizarse el festejo especial por la madre, en naciones y ciudades se organizaron pro-


gramas para que aquel no pase inadvertido. En Quito, en mayo de 1930, hubo pioneros feste-
jos públicos por ese motivo, y Guayaquil inauguró el primer monumento a la madre (1948),
seguido de la designación de la Madre Símbolo. Por el ejemplo guayaquileño de hace 60
años, hoy se observa que en incontables poblaciones ecuatorianas hay una obra escultórica
similar en plazas y parques, al tiempo que todo tipo de instituciones eligen una madre que
representa las virtudes de las que forman la comunidad.

Sin olvidar las sabias sentencias populares ‘el Día de la Madre es todos los días’ y ‘madre hay
una sola’, desde la segunda década del siglo pasado el festejo anual adquirió matices de ver-
dadera espiritualidad, aunque con el correr de los años lo absorbió un exagerado mercantilis-
mo que desplazó el obsequio
de una flor o una sencilla tar-
jeta por los electrodomésticos,
automóviles, viajes intercon-
tinentales y otros tantos des-
lumbradores obsequios que se
promocionan con suma antici-
pación por radio, televisión y
periódicos.

Ahora están casi desapareci-


dos los saludos musicales que
se escucharon profusamente
por las emblemáticas emiso-
ras América, Cristal, Cóndor,
Universal, Ondas del Pacífico,
etcétera, con los temas Madre
cariñito santo, Mi madre es mi La fiesta de la madre tiene gran connotación en nuestra ciudad.

62 Guayaquil Nostálgico
El primer monumento
a la madre se erigió
en 1948 en Lorenzo
de Garaycoa y Padre
Solano, en Guayaquil.

novia y ¡Oh pintor!, de Julio Jaramillo; Quiero verte madre, de Los Montalvinos; A la sombra
de mi mama, por Leo Dan; Mamá vieja, por Los Visconti; Mamá, por Danielito; Encargo que
no se cumple, por Tito del Salto y más temas en ritmo de tango, bolero y vals que anticipada-
mente al día de la celebración inundaban el vecindario con sus estribillos.

Las serenatas –o ‘serenos’– nunca faltaban. Al pie de balcones de elegantes casas y de venta-
nas de modestas viviendas se escuchaban solistas, dúos y tríos contratados por los familiares
de las homenajeadas. Ahora las canciones grabadas sustituyen a los músicos que en ‘vivo
y directo’ emocionaban a la barriada cuando cumplían el encargo. Los cines programaban
funciones con bellas películas y jamás faltaron Madre India, con la actriz Nargis; Cuando
los hijos se van, El hijo pródigo, Madre querida, Los hijos que yo soñé, protagonizados por Sara
García, Libertad Lamarque, Carlos López Moctezuma y Fernando Soler.

En cuanto a los regalos, la gente tomaba las cosas con calma. Colonias, pañuelos, jabones,
abanicos y otros sencillos presentes ayudaban a salir del apuro a los de escasos presupuestos.
Una gran cantidad de comerciantes ofrecía obsequios para las madres en vistosas envoltu-
ras de papel celofán rojo o verde en los alrededores del Mercado Central y otros sitios de
masiva concurrencia. El Cementerio General recibía la masiva presencia de familias, cuyos
miembros portaban ramos de flores naturales y artificiales luciendo la tarjeta de saludo a las
madres que allí duermen el sueño eterno.

En verdad, algunas costumbres del Día de la Madre solo son añoranzas. Desapareció la de-
signación de la madre que con mayor número de hijos era premiada por la Municipalidad de
Guayaquil, y en el parque dedicado a la madre, en Lorenzo de Garaycoa y Padre Solano, ya
no se proclama al aire libre a la Madre Ejemplar y Símbolo del Ecuador. Incluso pocas son las
escuelas donde los maestros ayudan a sus pupilos a confeccionar una tarjetita dedicada a su
progenitora. Sin embargo, con innovaciones y nuevas costumbres, será el centro de la familia
y para ella el homenaje en todo instante.

Germán Arteta Vargas 63


Los talleres de marcos y molduras son parte de la
tradición y aún se mantienen

Los locales y artesanos dedicados a esta labor son muchísimos en Guayaquil.


Los hay de ‘primera’ y también aquellos que atienden al paso a quien necesita la
enmarcación de un diploma, una foto o una pintura al óleo.

S
i emprendiéramos la tarea de hacer un completo inventario de los talleres y artesanos
que en Guayaquil se dedican a la tarea de poner vidrios, marcos y/o molduras a los
diplomas, títulos, fotos familiares, pinturas, etcétera, que les contratan los vecinos de
la metrópoli, aquello resultaría algo imposible porque los locales se han multiplicado por
distintos sectores y atienden en esquinas que hasta hace poco no tenían el movimiento co-
mercial de estos días.

Si hasta más allá de la segunda mitad del siglo pasado estos establecimientos sumaron pocos
y se identificaban popularmente con la denominación de ‘taller de marcos y molduras’, en
la actualidad más de uno ostenta nombres como ‘marquetería’ u otros sencillamente lucen
carteles que rezan: ‘Se enmarcan cuadros’ o ‘Se ponen vidrios’.

Hay, pues, numerosos de estos locales y puestos al aire libre en calles tradicionales como
la Rumichaca, desde Alcedo hasta Luque, y el barrio de las Cinco Esquinas, en el centro de
la ciudad, además de Urdesa, Alborada, Sauces, Samanes y otras ciudadelas conocidas, que
se suman a los sectores de la Prosperina, Guasmo, Cristo del Consuelo, donde también se
observan locales de servicios similares.

Uno de estos establecimientos que gozó de popularidad en las décadas del sesenta y setenta
de la pasada centuria fue El Prado, que ocupó la planta baja de una conocida edificación en
García Avilés y Luque, frente al teatro Parisiana, luego llamado París. Hubo y hay vidrierías
que como un servicio adicional al cliente se encargaban de en-
marcar fotos y diplomas, como lo hizo igualmente Jesús del Gran
Poder.

En la actualidad existen marqueterías que asesoran en decoración


(medidas, colores y temas de cuadros) a quienes contratan sus
servicios. De la misma manera brindan asistencia para la adquisi-
ción de obras de arte cuya procedencia original esté en duda.

De entre las numerosísimas marqueterías que funcionan en nues-


tra urbe se encuentra la Monglass, ubicada en Noguchi y Francis-
co Campos. La atienden Julia Urgilés Urgilés, propietaria, y Mi-
guel Sanguña Zambrano, operario, quien resaltó que él trabaja en
esta actividad alrededor de quince años.

64 Guayaquil Nostálgico
El artesano Miguel
Sanguña en el
taller de marcos y
molduras.

Miguel Sanguña dijo que la labor que realiza le da la oportunidad de conocer y servir a
muchas personas que concurren diariamente con títulos, diplomas de reconocimiento o de
participación en seminarios en diversas actividades académicas. Asimismo, hay otras que lle-
gan en pos de vidrios y marcos para fotos de la familia, imágenes religiosas, escudos, labores
manuales y tejidos punto en cruz.

Él se encarga de ofrecer molduras como novo 1x1 y 1y1/2, MC3, pan de oro de distinta medida,
que se las envía en largas tiras de talleres afines, como los que hay en Santa Rosa, provincia de
El Oro. Indicó que si bien hay obras sencillas que demandan una hora para realizarlas, existen
otras que demoran hasta un día por el buen acabado que exigen sus dueños.

Indicó que tiempo atrás los colores de los marcos eran más sobrios, pero actualmente jun-
to con el dorado y negro predominan el verde, celeste y rosado. El uso de la piola casi ha
desaparecido y ahora tienen preferencia los cáncamos y ‘dientes’ de fierro. Siguen así como
parte del material de trabajo el cartón grueso, los pedazos de tabla de plywood, los clavitos
de media y una pulgada, el papel engomado, el diamante para cortar el vidrio y otras herra-
mientas que aseguran un buen acabado.

El valor de los trabajos va desde los tres dólares (las más sencillas) y sube acorde con la medi-
da y grosor de la moldura y el vidrio. Aunque no falta el trabajo durante todo el año, aseguró
que meses como julio y diciembre son de gran movimiento. Lo mismo ocurre en época de
abanderados y cuando terminan las clases, pues los padres envían a enmarcar los diplomas
de sus hijos.

Este es un breve apunte de los talleres que son parte del Guayaquil antañón.

Germán Arteta Vargas 65


Los primeros controles de automóviles y garajes
Durante las décadas iniciales del siglo XX
se afianzaron estos servicios en nuestra ciudad.

C
uando los automóviles Ford, Chevrolet, Dodge, Packard y de otras marcas les ganaron
muchas de las calles de un Guayaquil en expansión a los románticos tranvías eléctri-
cos y carros urbanos, los empresarios y conductores de esos vehículos existentes aquí
se organizaron para ofrecer un servicio de puerta a puerta, o desde el lugar de su habitual
estacionamiento (control) hasta donde el interesado solicitaba que lo llevaran y retornasen
a recogerlo. El casco urbano guayaquileño antes de las décadas del treinta y cuarenta se
mostraba reducido y no todas sus calles estaban pavimentadas o asfaltadas y, por lo tanto, los
carros (bautizados después taxis) ambulantes circulaban poco.

Los que deseaban trasladarse de un sitio a otro, por un negocio o compromiso social y ca-
recían de transporte propio, llamaban por teléfono al control de su preferencia pidiendo
un automotor. A veces los interesados iban al sitio donde estos hacían estación, tales como
parques y plazas, por eso el nombre de “carros de plaza”.

Los controles daban atención especialmente durante el día y lo formaban varios vehículos
con choferes conocidos por su corrección. Junto al poste o estante de la casa donde se par-
queaban había un teléfono para recibir las llamadas de sus usuarios, que solían contratar a
uno o varios de ellos por “carrera” o por horas.

De esta manera, los clientes iban seguros a un baile, partido de fútbol, sesiones de clubes,
etcétera; los familiares de difuntos, en cambio, los requerían para llevar a sus acompañantes
de sepelios y misas de réquiem hasta el cementerio o iglesias.

Algunos testimonios

En 1936 hubo lugares públicos de control que se mantuvieron


por algún tiempo: Bolívar, en la calle Chile del parque Semina-
rio; Dos Mil, en Illingworth entre Malecón y Pichincha, y el po-
pular Navarrete, en la Plaza Rocafuerte, cuyo teléfono era 1834.

Igualmente se conocieron Monteverde (teléfono 2001); Córdo-


va (Córdova y Nueve de Octubre) y Boyacá (Boyacá y Francisco
de Paula Ycaza), etcétera.
Propaganda del Control
Después estos negocios se multiplicaron y surgieron las coope- Navarrete en 1936.
rativas al pie de hoteles, bancos, muelles del malecón Simón Bo-
lívar, parques Chile, Centenario y otros sitios estratégicos.

Fueron, pues, estos controles, algo así como los pioneros de los taxis actuales (de cooperati-
vas, ambulantes, “amigos”), que ofrecen servicios de puerta a puerta, pero dotados de radio

66 Guayaquil Nostálgico
A la izquierda, aviso del garaje
España, de V. M. Janer. Arriba, el
pórtico del garaje Guayas, en Panamá
entre Imbabura y Orellana.

en comunicación con una central, taxímetro, televisión, música, aire acondicionado, entre
otras novedades.

Similar a lo que ocurrió con las estaciones de automóviles, los carros de plaza, al crecer la
ciudad e incrementarse los vehículos privados y públicos, tuvieron escasos lugares de par-
queo en las calles del centro, durante cualquier hora del día.

Así, aumentó el problema del deterioro o robo por parte de maleducados y ladrones. Pero la
visionaria labor de V. M. Janer estableció los garajes España en Nueve de Octubre y Quito,
para que los coches tuvieran un lugar seguro y sus propietarios la debida tranquilidad. Inclu-
so había atención adicional de lavado y mantenimiento.

El ejemplo del empresario español lo siguieron familias como Guzmán e hijos, que abrieron
los garajes Guayas, en Panamá entre Imbabura y Orellana, y en Santa Elena (Lorenzo de
Garaycoa) entre Urdaneta y Padre Solano. La Sociedad Continental inauguró otro en Loja y
Córdova; se abrieron también otros en Colón y Boyacá, y en Luis Urdaneta entre Boyacá y
Ximena.

Pasaron los años y ahora existen parqueaderos públicos y privados en distintos sectores de
la ciudad que reciben automotores por hora, día o mensualmente. Son “aéreos” en edificios
de varios pisos, en canchones al aire libre o techados.

Con esta nota volandera recordemos los controles y garajes pioneros que forman la memoria
urbana. Los libros Ecuador Profundo, de Rodolfo Pérez Pimentel; Del tiempo de la yapa, de
Jenny Estrada Ruiz; y Diario de Guayaquil, de José Antonio Gómez Iturralde, también nos
embarcan en la sabrosa nostalgia de estos apuntes.

Germán Arteta Vargas 67


Casas de uniformes impulsaron la práctica de
diversos deportes
Los pioneros en la venta de artículos deportivos dieron la pauta a lo que son hoy
modernos almacenes.

P
ara rubricar el merecido calificativo que exalta a nuestra metrópoli como Capital Eco-
nómica y Deportiva del Ecuador, existe como testimonio una importante lista de aque-
llas casas, almacenes y talleres especializados en la confección de uniformes y la venta
de implementos para practicar las diferentes disciplinas del deporte que, poco a poco o de
manera masiva, ganaron cultores en Guayaquil y la llevaron a obtener el citado adjetivo. Hay
nombres de negocios pioneros en la apertura definitiva de estos locales especializados, que
ahora comúnmente se los llama casas deportivas. Estas tuvieron su apogeo en las primeras
décadas del siglo XX y, por supuesto, ayudaron a la práctica y desarrollo de diferentes depor-
tes como la equitación, el box, el béisbol, el tiro, el ciclismo, voleibol, básquet, tenis, fútbol y
otros que crecieron de manera vertiginosa, como ocurrió en esta ciudad.

Las viejas escuadras de equipos de fútbol como el Packard, Panamá, Huracán, Patria, Everest,
etcétera; los trajes de competencia para los legendarios Cuatro Mosqueteros, Elí Jojó Barrei-
ro y Electra Araújo; los implementos que poco a poco incorporó Manolo Vizcaíno para la
enseñanza del box a sus pupilos de la academia Ecuador, si no se encargaron directamente al
exterior, los distribuyeron o hicieron varios de los locales que pasaremos a evocar.

Algunos pioneros

Anuncios de octubre de 1932 aparecidos en diario El Universo dan cuenta de que el almacén
La Exposición, de José Salcedo Delgado, ofrecía implementos deportivos traídos del exterior.
En 1936, vendían este tipo de utensilios los almacenes de Enrique Alemán, Evangelista Ca-
lero, González Rubio y Cía., Julio Guillén, J. J. Medina, Juan Miranda y la Sociedad Hispano-
Ecuatoriana.

En 1947 ofrecían igual servicio los almacenes


Dassum S.A., que anunciaban haber recibi-
do camisetas de “foot ball” y bolas de “base
ball”. Su local estaba situado en Pedro Carbo
y Diez de Agosto. Otro aviso del mismo año
se refiere al de El Prado, situado en Colón
201-203, actualmente sigue allí con la deno-
minación de Gerarca El Prado.

Más negocios de este tipo que aparecieron


en la segunda mitad de la centuria pasada
aún se mantienen, aunque cambiaron de
ubicación y propietarios. Otros desapare-

68 Guayaquil Nostálgico
cieron pero dejaron como ejemplo una recomendable labor en favor del comercio local
y un aporte al cultivo de las manifestaciones deportivas.

Muchos nombres

Recuérdese entonces de viejos y actuales locales como Casa Soria, Humberto Calle M., Segu-
ra Deportes, Casa Spencer, Casa Deportiva Olímpica, Deportes Cedeño, Deportes Guayas, Casa
Espín, Casa Maspons, Paladines Deportes, Punto Sport, Deportes Guela, Dau Sports. Luego
aparecieron: Deportes Paúl, Deportes Liss, Dany Deportes, Gil Sports, Nivi Sport, Marathon
Sport y muchos más que escapan de este breve inventario que se incrementará con los nom-
bres que incorpore el lector.

En tiendas de los alrededores del Mercado Central, por ejemplo, dirigentes y deportistas
también encontraron uniformes, trofeos y un sinnúmero de implementos, que en la actua-
lidad han aumentado por el número de disciplinas cultivadas y por las más variadas herra-
mientas con que cuentan los modernos atletas.

Quedan, pues, para la memoria urbana, las casas que ayudaron a impulsar y masificar los
deportes en instituciones, centros educativos, organizaciones barriales, etcétera. Viejos esce-
narios como el Campo Deportivo Municipal, Estadio Guayaquil, Reed Park, Estadio Capwell,
Coliseo Huancavilca y más lugares sirvieron para lucir los uniformes e implementos en un
sinfín de competencias.

Gerarca El Prado es un antiguo almacén en Colón y Pedro Carbo.

Germán Arteta Vargas 69


De aguaceros, sobretodos y toldos
Con las primeras lluvias, los diarios anunciaban productos para atenuar los efectos
de la ‘estación’.

E
n los años sesenta y setenta, cuando el planeta no parecía sufrir como ahora los desajus-
tes ambientales que alteran y tornan desastrosas sus estaciones, fue costumbre en nues-
tra ciudad que la comunidad busque los productos y accesorios que le aseguren menos
problemas con el rigor del periodo de lluvias (enero-abril).La denominación de ‘invierno’ a la
época lluviosa en la región Litoral era tan arraigada que todos los periódicos incluían alguna
información sobre el primer día laborable del nuevo año con los conocidos titulares: “Hoy se
inicia el horario de invierno...”. Este último que lo observaban trabajadores de fábricas, oficinas,
etcétera, desapareció casi totalmente en 1980, cuando en el gobierno de Jaime Roldós tomaron
vigencia las 40 horas semanales y la jornada única.

Tanta exactitud mostraba el inicio del invierno en los primeros


días de enero e incluso desde fines de diciembre que los almace-
nes del comercio local, los caramancheles del centro de la ciudad
y de los alrededores del Mercado Central mostraban en vitrinas y
bodegas los buscados encauchados, impermeables o sobretodos,
paraguas, botas y los toldos o mosquiteros que defendían a niños
y adultos de las picaduras de mosquitos.

Eso lo testimonia un anuncio de diario El Universo en enero de


1926: “Para invierno.- Acabamos de recibir la segunda remesa de los
legítimos impermeables Atlantic, con modelos de última moda para
señoritas.- Únicos importadores Touma Hnos. y Cía., en Av. Diez de
Agosto 210-212 entre Pichincha y Pedro Carbo”. Sobre lo mismo, en
enero de 1930, encontramos: “Se componen paraguas, mosquiteros
con renovación de tela.- Trabajos rápidos.- Taller de Víctor Naranjo
(Luque 507 entre Boyacá y Escobedo)”.

Los almacenes Guillén Hnos. (Luque 117-119), Luis S. García & hijos (Pichincha 614), La Fran-
cia (Pichincha y Sucre), Casa E. Calero, Sociedad Hispano-Ecuatoriana, entre otros locales
que en 1930, 1956 y 1981 publicaron anuncios sobre la venta de impermeables, sobretodos,
zapatones de caucho, capas para agua, mosquiteros, telas (gasa) para toldos, etcétera, ayudan
a recordar los inviernos guayaquileños
y sus torrenciales aguaceros.

Las escasas lluvias que han caído en


enero trajeron consigo los grillos, que
para unos resultan fastidiosos y para
otros románticos, pues recuerdan tiras
cómicas de Pepe Grillo, de Walt Disney,
o el pasillo Romance criollo de la niña

70 Guayaquil Nostálgico
guayaquileña, en el que el poeta Abel Romeo Castillo dice que el invierno se está ‘cebando’
con el pobre Guayaquil y que los grillos quieren cantar a lo Ibáñez Safadi.

Asimismo, pese a que los aguaceros no son ‘rompetechos’ o torrenciales como los de antaño
–según lo expresan algunos vecinos nacidos en las primeras décadas del siglo XX–, muchos
parroquianos ya sacaron de sus baúles o compraron junto con los impermeables y paraguas
los mosquiteros o toldos a los que nos acostumbraron las abuelas y madres para defendernos
de los mosquitos.

Sin la profusión de los años cuarenta, cincuenta y sesenta de la centuria pasada, todavía hay
almacenes y puestos populares de la calle Rumichaca (antigua Morro), donde se ofrecen
toldos de colores y tamaños diferentes.

El uso del humo del palo santo para ahuyentar a los mosquitos tampoco ha desaparecido en
la ciudad, aunque por la televisión y otros medios promocionan las bondades de los insecti-
cidas. En estos días, en los mercados y calles como Noguchi –de Capitán Nájera a Cuenca– se
observan vendedores de aquel vegetal que es parte de la medicina botánica folclórica.

Sin embargo, de las décadas del cincuenta y sesenta del siglo XX quedan rezagos de las pe-
gajosas propagandas de los insecticidas Pix y Black Flag de multiacción, del repelente Detán
y del bombillo Champ.

La utilidad de los toldos continúa y se venden en Guayaquil.

Germán Arteta Vargas 71


Época de chivas y camiones en Guayaquil
Gente de toda condición social disfrutó viajes en los tradicionales vehículos.

C
uando el transporte fluvial decayó en la región costanera porque se incrementaron las
vías terrestres, los vehículos llamados camiones, mixtos, camionetas y las populares
‘chivas’ tomaron vigencia en la transportación masiva de personas, productos agríco-
las, animales, etcétera.

En efecto, después de la segunda mitad del siglo anterior (década del cincuenta) los moto-
veleros, pailebotes, lanchas, motonaves y otras embarcaciones fluviales pasaron a segundo
plano y entonces los comerciantes y viajeros en general a pueblos, recintos y parroquias del
Guayas y otras provincias del Litoral usaron ese tipo de vehículos motorizados.

Los sitios de estacionamiento en esta ciudad fueron el malecón Simón Bolívar, cerca de los
muelles fiscales, y también los alrededores de la avenida Olmedo.

Después pasaron al parque Chile y la plaza La Victoria, hasta


que se construyó la terminal terrestre Jaime Roldós Aguilera.

La mayoría de las chivas, camiones y mixtos desaparecieron


entre nosotros, ante la llegada de modernos carros que ahora
incluyen televisión, música de sonido estéreo, cafetería y has-
ta servicio higiénico.

Actualmente los pintorescos camiones, camionetas y ‘chivas’


prestan servicio en la campiña costeña. No hay viajero que niegue haber disfrutado de un
ameno viaje al aire libre, mirando la naturaleza y confundiéndose entre vendedores, pro-
ductos agrícolas y gente campesina que alguna vez le dijo: “¡Hágase a un lado mi branco!” y
después entabló una animada conversación de la que aprendió muchísimo...

Para recordar aquella romántica época, reproducimos los anuncios que solían aparecen en
El Universo.

Mixto San Vicente saldrá hoy para Nobol, Daule, Santa Lucía, Balzar y Quevedo a las
11 a.m. Acepta carga y pasajeros. El propietario es Hugo Poveda Benites. Malecón 2314.

Mixto Indio Libre sale hoy para Balzar y Quevedo a las 10 a.m. Estación Avenida Olme-
do y Malecón. Manejado por su propietario, señor Enrique Colombo.

Mixto Jesús del Gran Poder saldrá hoy en su viaje inicial para Vinces a la 1 p.m., al man-
do de su propietario señor José Antonio Muñoz. Informes: Estación: Malecón y Avda.
Olmedo o Agencia Galgo.

Mixto Porvenir: Sale hoy para Balzar, Quevedo y Mocache, a las 10 a.m., inaugurando

72 Guayaquil Nostálgico
su carrera. Se pone a la orden de su respetable clientela. El propietario es el señor Eladio
Villao.

Expreso San Vicente saldrá para Daule, Vinces, Isla Bejucal, Puebloviejo, Ventanas, Za-
potal y Barranco hoy a las 9 de la mañana. Estación Avenida Olmedo. El propietario,
Eduardo Rodríguez Sotomayor.

Mixto Guillermo No. 1: Sale hoy para Vinces, Casa de Tejas, La Carmela y Guare a la
una de la tarde. Estación Avenida Olmedo.

Mixto María Emma establece su carrera a Ventanas, Puebloviejo, La Isla, Vinces y Gua-
yaquil, todos los lunes y jueves, siendo su viaje de regreso los martes y viernes. Sale hoy a
las 2 de la tarde desde su estación en la avenida Olmedo.

Transporte Fluminense sale hoy a las 2 de la tarde para Vinces y Palenque, atención
esmerada. Alcides Maldonado.

Mixto Senefelder saldrá de Vinces para Babahoyo todos los días a las 6 de la mañana y
de Babahoyo para Vinces, al mediodía. Propietario Julio Pimentel.

A Catarama, Vinces, Isla de Bejucal, Puebloviejo, etcétera, saldrá hoy de la Estación de


la Avenida Olmedo el Mixto Hacienda Floresta hoy a las 8 y media a.m. en punto.

Naranjaleños: El mixto Oriente saldrá de Guayaquil directo a Naranjal, Jesús María y


Villanueva, a las dos de la tarde. Recibe carga y pasajeros. Estación Pichincha y Sucre.

NOTA: También salían desde el parque Chile, en 1957, el expreso Envidia y las camionetas
Diosa María, Llanero, Santa Cecilia y Adelita.

Una popular chiva, igual a las que prestaron servicio en esta ciudad.

Germán Arteta Vargas 73


Los depósitos de madera y aserríos están ligados a la
historia de Guayaquil
Desde los albores de la ciudad, estos negocios ayudaron a su avance y le dieron
fama en otros países del mundo.

D
ecenas de libros que relatan las épocas primigenias de la urbe guayaquileña ofrecen
testimonios del movimiento y la importancia que tuvieron para su desarrollo los ase-
rríos y los depósitos que guardaron y comercializaron las distintas clases de madera
que se usaron para la construcción de embarcaciones, casas e inmuebles afines.

Aunque ahora por el uso del cemento estos establecimientos son pocos y carecen de la pros-
peridad que tuvieron desde la colonia hasta más de la mitad del siglo XX, todavía el artesano
y los dueños de la residencia suntuosa o modesta emplean este material para armar y decorar
una vivienda o confeccionar un mueble de adorno y uso familiar.

Por esto último, aún se observan estos locales en diversos sectores de la ciudad que traen
troncos, tablas y tablones desde provincias de recursos madereros y aquí los procesan y ven-
den. Se habla, pues, de la popular caña guadua picada y rolliza hasta de los famosos calces de
mangle aserrado y labrado, y los necesarios puntales, cuerdas y varengas.

Asimismo, ponen en la memoria nombres de vegetales de abundante producción y de los


que se muestran escasos y están por extinguirse como ocurrió con otras. En esa lista de
especies de antaño consta el famoso palo de balsa y en la de ahora el laurel, bálsamo, roble,
guayacán, figueroa, fernansánchez, amarillo, guachapelí, etcétera.

74 Guayaquil Nostálgico
Dos importantes
establecimientos
característicos de
Guayaquil.

Muchos testimonios

Las publicaciones de El Universo en distintas décadas del siglo anterior ofrecen un ejemplo
del febril movimiento que tuvieron los aserríos y depósitos de madera que atendieron en his-
tóricos barrios como el del Astillero, a lo largo de la calle Industria (Eloy Alfaro) y en sitios
por donde comenzaron los nuevos barrios de la metrópoli.

Un breve inventario de aquellos establecimientos no puede olvidar los populares nombres


de Domingo Sampietro y su depósito de maderas y canoas El Pailón; Mario Collat; F. Camilo
Palomeque; Simón Savinovich, Gustavo von Buchwald; Alberto Valdez; Alfredo Valenzuela
Reyna; Cavanna & Bruno, Manuel Genaro Gómez; Donato Yanuzelli; Jaime Puig Mir, hasta
llegar a los contemporáneos de Wladimir Lerqué, Durini, Creart, etcétera.

Los tiempos han cambiado, pero la ancestral costumbre de utilizar madera sigue arraigada
en el pueblo. Hay modernos materiales para casas, muebles y utensilios domésticos, mas se
añora la calidad del mangle, guayacán, laurel, etcétera, cuando disfrutamos del agradable
ambiente de los muebles y de las casas viejas que conservan sus amplias habitaciones, ro-
mánticas ventanas y más detalles que muestran la presencia de la madera en abierto desafío
al paso de los años.

DATOS
Para el recuerdo de los lectores, aquí unos cuantos
nombres:
Cavanna & Bruno (Eloy Alfaro y Cuenca)
Carlos Gutiérrez (Eloy Alfaro y San Martín)
Depósito Central (Av. Olmedo y Chile)
Depósito de Guillermo Gilbert (Ayacucho y Chile)
Depósito Boysen (Riobamba y Quisquís)
Industrial Maderera Valdez (Chile y Manabí)
Depósito de madera El mangle, en Letamendi al lado
del río.
Depósito Central de madera, de Alberto Valdez, en
Chanduy No. 108.

Germán Arteta Vargas 75


Teatros y cines de antaño
La memoria de los guayaquileños y de quienes viven en la ciudad guarda el
recuerdo de estos sitios de distracción desde las primeras décadas del siglo XX.

P
ara gozar con la evocación de épocas que ale-
graron a nuestros abuelos y padres, e incluso a
quienes nacimos allá por la mitad de la centuria
pasada, hoy echamos mano a una apretada nómina de
los más conocidos sitios de exhibición de películas de
Guayaquil, comúnmente llamados teatros o cines.

Sabemos que nuestra urbe en menos de una década se


incorporó al disfrute del cinematógrafo, invención de
los hermanos franceses Luis y Augusto Lumiere en 1895,
y que no quedó al margen de los continuos avances del
séptimo arte, en cuyos comienzos fue mudo y ahora tie-
ne el sofisticado sonido soundround y digital.

Ensayamos, pues, esa lista, sin olvidar que las primeras


funciones de cine en Guayaquil se ofrecieron en 1901,
por parte del Circo Ecuestre del mexicano F. Quiroz.

Asimismo, las del teatro Olmedo en 1906 y las de 1910 cuando se estableció la Empresa Na-
cional Cinematográfica Ambos Mundos, cuyos propietarios fueron los españoles Francisco
Parra y Eduardo Rivas.

Para nuestro cometido tomamos los anuncios que publicó El Universo desde su fundación en
1921 hasta las décadas del setenta y ochenta, en que hubo predominio de las salas de cine con
butacas confortables, aire acondicionado y películas en vistavisión, cinemascope y technicolor.

Lustros antes de la mitad del treinta, cuando se generalizó el cine parlante entre nosotros, se
proyectaban películas mudas y de cuadros, en blanco y negro, ambientadas por la música de
algún piano y la narración de una bien timbrada voz.

En igual forma, los cines populares y de barrio tenían sillas de tijeras o largas bancas de ma-
dera en la luneta y de sus galerías estaban ausentes los ventiladores, que los incorporaron
tiempo después.

Famosos sitios

En 1927 eran muy concurridos los teatros Olmedo (Luque entre Chile y Chimborazo), Edén
(Nueve de Octubre entre Chile y Chimborazo), Parisiana (Chanduy, actual Francisco García
Avilés, entre Vélez y Luque), que tuvieron inicialmente como prioridad la presentación de
espectáculos artísticos, operetas y zarzuelas hasta que comenzaron a proyectar películas.

76 Guayaquil Nostálgico
Interior del teatro
Olmedo.

En ese mismo año tenían similar acogida el Colón (Colón entre Chimborazo y Boyacá), Ideal
(Eloy Alfaro y San Martín), Cine Popular Quito (Quito y Aguirre) y Victoria (Daule, ahora
Pedro Moncayo entre Ballén y Diez de Agosto), que usualmente daban funciones de especial
y nocturna.

En la década del treinta se conoció el teatro Concordia (Luque entre García Moreno y Pedro
Moncayo, calle que ahora es la Av. del Ejército).

Otros lugares

En mayo de 1937, además del Olmedo, Edén, Parisiana, Ideal, Victoria, Quito, Colón, anuncia-
ban sus funciones en este matutino el Apolo (Seis de Marzo entre Aguirre y Ballén), Bolívar
(Manabí entre Coronel y Cacique Álvarez) y Guayas (Lizardo García entre Ballén y Diez de
Agosto).

El Olmedo cobraba 2 sucres la luneta y 0,40 centavos la galería; el Parisiana 1,50 y 0,30, res-
pectivamente; y el Victoria 0,30 y 0,10, en su orden. Por lo general las funciones tenían el
siguiente horario: matiné: 14:30 y 15:30; especial: 18:00 o 18:15; y nocturna: 21:15; además se
proyectaban dos películas. La vermú a las 10:00, casi siempre los domingos, constituía un
regocijo para los pequeños.

En 1940 se promocionó la inauguración del cine Odeón (Chim-


borazo entre Febres Cordero y Cuenca), equipado con sistemas
Western Electric. En 1946 se inauguró el cine infantil Aladino
(Chimborazo y 9 de Octubre), y el Boyacá.

Los filmes en boga eran Motín a bordo, con Charles


Laughton y Clark Gable, y Así es mi tierra, con Mario
Moreno Cantinflas.

Grandes cambios

Conforme transcurrió el tiempo y la ciudad se ex-


tendió, llegaron los cambios a los cines que fueron parte
de la tradición guayaquileña, pues era costumbre que amigos,
novios o familias enteras fueran a las funciones de compañías
de artistas nacionales y extranjeras, o únicamente para gozar

Germán Arteta Vargas 77


con las cintas de moda, que producían las
industrias cinematográficas de Hollywood,
México y otros países.

Desaparecieron las galerías y plateas, se im-


plantó el cine continuo y por cada función se
proyectó una sola película, con unos cuantos
cortos y tráilers.

Pocos cines subsisten y otros, muy moder-


nos, se crearon por el impulso de visionarios
empresarios, que desafían al video o VHS, y
luchan contra la piratería que comercializa,
incluso antes de los estrenos, ciertos filmes.

Butacas

Refresquemos la memoria al revisar estas


listas de diferentes años; si falta algún cine,
no demore en incluirlo y converse con sus
allegados sobre la ubicación, los precios y las
películas que solían exhibir.

Cines en 1952 Quito Lido Cóndor


Apolo Victoria Marte Cuba
Central Maya Imperio
Colón Cines en 1977 Metro Juan Pueblo
Eloy Alfaro (de la América Nueve de Octubre Latino
Sociedad Hijos del Apolo Odeón Loyola
Trabajo) Bolívar Porteño Luque
Encanto Capitol Presidente Lux
Gloria Casa de la Cultura Quito Occidental
México Centenario Tauro Paraíso
Nueve de Octubre Central Victoria Puerto Lisa
Odeón Ecuador Rex
Olmedo Fénix Otras salas Royal
Olimpia Guayas Ástor Variedades
Parisiana Guayaquil Azteca
Ponce Inca Calero

Hubo cines que por remodelaciones o cambio de dirección y dueño adoptaron nuevos nom-
bres, incluso de aquellos que fueron famosos tiempo atrás: el Parisiana tomó el nombre de
París; al Paraíso se lo llamó Capitol, un cine Edén dio funciones en Víctor Hugo Briones entre
Ballén y Diez de Agosto, etcétera.

Entre los nombres más recientes los jóvenes recuerdan Albocines, Cinemark, Garzocines,
Multicines, Policines y Supercines.

78 Guayaquil Nostálgico
Recuerdos del servicio militar
Melodías en la radio, compras de maletas de madera y enseres son añoranzas antes
de la conscripción.

L
a convocatoria del Director de Movilización del Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas al acuartelamiento en los Centros de Movilización del país para los nacidos
en 1985, permitió evocar vivencias y costumbres que, identificadas con el folclore, ge-
neraron en la comunidad guayaquileña y regional el servicio militar obligatorio, bautizado
popularmente como ‘conscripción’ o ‘acuartelamiento’.

En efecto, días o semanas antes del ingreso al cuartel de algún joven del barrio, el ambiente
hogareño cambiaba de inmediato. Todo era trajín para preparar al futuro conscripto; sus pa-
dres compraban lo necesario para hacer más tranquila su permanencia en el reparto asignado.

Se comenzaba con la adquisición de la ‘clásica’ maleta de madera con chapa y candado adi-
cional para colocar allí ropa interior, betún, aceite, cepillos, jabones, agujas, hilos, botones, et-
cétera, que se agregaban al material proporcionado por la unidad que recibía al seleccionado.
Los amigos de la ‘gallada’ que ya habían experimentado la vida de cuartel también prepara-
ban anímicamente a su ‘pana’ en medio de frases risueñas y de cierta carga de nostalgia, pues
por casi un año no tendrían totalmente cerca al amigo. La situación cobraba mayor actividad
porque los almacenes de ropa y de artículos afines intensificaban los avisos promocionando
los productos necesarios para el acuartelado.

Mensajes musicales

La voz inconfundible de Anita Huancayo Atocha


en su programa ‘Guayaquil radiado’ por radio
Cóndor, la de Armando Romero Rodas y de otros
locutores de la emisora Cristal en distintas horas
del día, lanzaban los mensajes de despedida al in-
minente uniformado. La canción que abría las de-
dicatorias por lo general era Despedida, interpre-
tación de Daniel Santos, con su estribillo: “Vengo
a decirle adiós a los muchachos,/porque pronto me
voy para la guerra/y aunque vaya a pelear en otras
tierras,/voy a salvar mi derecho, mi patria y mi fe”.

Familiares y amigos del joven se colocaban frente


al receptor para sintonizar el espacio contratado
en las estaciones ya citadas o en La Voz del Lito-
ral, El Triunfo, El Mundo, Universal y otras que los
ofrecían. Al bolero Despedida se sumaban melo-
días que hacían tragar saliva a los más escépticos,
tales El corneta y Patria y frontera, interpretados

Germán Arteta Vargas 79


Jóvenes en momentos de marchar al Servicio Militar.

igualmente por Daniel Santos; El conscripto ecuatoriano, cantado por Raúl Illescas; El regreso,
por Julio Jaramillo; Despedida en el puerto, del dúo Cárdenas Rubira, entre otras.

Tampoco faltaban los tangos Silencio en la noche y Adiós muchachos, el pasacalle Me llaman
al cuartel y más temas alusivos, que se incrementaron con Paquisha en el corazón, a raíz del
conflicto bélico ecuatoriano-peruano de 1981. Washington Serrano, antiguo colaborador de
la radio La Voz de la Península, en La Libertad, Guayas, añora esos tiempos y precisa que hay
más de 30 títulos sobre el conscripto; señala, además, que alcanzó cuando se ofrecían tres
piezas por cinco sucres, y que quienes gozaban de mayores recursos ofrecían hasta 20. Cuan-
do retornaba el conscripto, las familias repetían los mensajes de bienvenida.

Luis Vayas Amat, conocido gráfico y editor de libros en nuestra ciudad, recuerda que cuando
él incursionó en la radiodifusión con la emisora El Triunfo cada mensaje musical lo cobraba
a dos sucres y ese precio popular determinó que allá por la década del cuarenta se arraigara
la costumbre de las dedicatorias a quienes iban a la conscripción.

Otras curiosidades

Las serenatas y las fiestas fueron frecuentes para despedir a los jóvenes; sus familiares y alle-
gados se las ofrecían generalmente hasta la antevíspera del viaje, a diferencia de los mensajes
musicales que los ofrecían antes y después.

El día del acuartelamiento había movimiento desde la madrugada para acompañarlos al lugar
de concentración, que en Guayaquil tuvo lugares como el V Guayas (Antepara entre Ballén y
Diez de Agosto), Junta de Calificación (Av. Pedro Menéndez) y otros.

Luego de la selección no faltaron quienes por algún motivo regresaron sin cumplir el viaje,
aunque a la mayoría sí la embarcaban en vehículos de empresas de transporte para llegar al

80 Guayaquil Nostálgico
Despedda a los nóveles conscriptos. Moderno aviso
que convoca al
acuartelamiento.

sitio que por sorteo se le destinaba en la región Amazónica, la península de Santa Elena, El
Oro y más lugares.

Luego aparecían familias dedicadas a la mensajería, como la Contreras, para entregar enco-
miendas entre el conscripto y los suyos cada semana, quincena o mes. Los ‘postillones’ como
le llamaban algunos jefes de casa, eran muy esperados por las madres y novias para saber las
últimas novedades de su conscripto.

Los cambios

Actualmente las costumbres han cambiado: los mensajes musicales no tienen la profusión de
antes; y las maletas de cuero y mochilas grandes, relegaron a las de madera.

Debido al crecimiento de la ciudad, pocos ciudadanos advierten el ambiente, en parte festivo


y en parte triste, de los jóvenes que marchan al cuartel. Los avisos de la Dirección de Movili-
zación de las FF.AA. muestran diferencias, porque son novedosos sin la sobriedad que tenían
los antiguos.

Aun así, en medio de tantos cambios, la consigna de servir a la patria sigue inalterable. Y
las anécdotas, satisfacciones y nostalgia aún determinan que aparezcan pasajes de añoranza
sobre el servicio militar.

En ratificación de esto último, todavía hay una que otra emisora que sin divorciarse de her-
mosas tradiciones, de repente deja escuchar el pegajoso estribillo del pasacalle de Alberto
Guillén Navarro El Porteño, que dice: “A la guerra se marchó/un muchacho bien porteño/en su
cara se dibuja la alegría/de querer luchar por su nación”...

Germán Arteta Vargas 81


Programas radiales de antaño que divirtieron a la
comunidad
Antes del auge de la televisión,
nuestras familias gozaron con los espacios
de las emisoras locales.

E
n el intento de mencionar el mayor número de progra-
maciones que dedicaron las radioemisoras de nuestra
ciudad para informar y entretener a sus oyentes en las
décadas del treinta al sesenta del siglo pasado, cuando el fenómeno de la televisión era in-
cipiente y no copaba la atención de ahora, es posible que olvidemos incorporar a este breve
inventario los segmentos de variado contenido que, de acuerdo a los gustos, también dispu-
taron la simpatía del público.

Pero lo incuestionable es que sí hubo espacios radiales que coparon la sintonía multitudina-
ria de la comunidad y se convirtieron en referentes, no solo por su carga de sana diversión,
entretenimiento y oportuna información sino porque reflejaron la época y los afanes de quie-
nes integraron la sociedad de entonces. Nuestros abuelos y padres disfrutaron esos progra-
mas e incluso nosotros los compartimos en la niñez y juventud, pues algunos se mantuvieron
en el aire durante décadas.

Hagamos memoria

El programa ‘El teatro en el hogar’, por radio El Telégrafo, se convirtió en uno de los más
sintonizados. La novela Camay de radio América, con la actuación magistral de Delia Garcés,
Paquita Ocaña, Concha Pascual, Victoria Rivera, Aurelio Tovar, Luis Patiño, Carlos Cortez,
Antonio Hanna, Leonel Sarmiento y otros elementos del radioteatro local, ofreció dramatiza-
ciones de obras que provocaban sonrisas y lágrimas de familias
enteras congregadas en la sala de su casa y de quienes por falta
de un radio en el hogar se agolpaban donde el vecino, tendero o
peluquero del barrio que había logrado adquirir algún receptor
de tubos de marca Murphy, Philco, Telefunken, Zenith, Olym-
pic, etcétera.

En esa emisora se mantuvieron en distintos años las produc-


ciones de radioteatro Mejorub y Phillips; CRE ofreció La nove-
la de la tarde, Atalaya la novela Colgate y Palmolive y Excelsior
la novela con el mismo nombre de la emisora. Las audiciones
reunieron a los libretistas y directores Manuel Ocaña, Leonel
Sarmiento y Hugo Vernel, al igual que los actores Jorge Velas-
co, Rosario Ochoa, Elena Benites, Margot Mendoza, Marina
Barahona, Roberto Garcés, Meche Mendoza, Fanny Moncayo y
otros de aplaudida trayectoria.

82 Guayaquil Nostálgico
Otros espacios

Los hermanos Vela Rendón produjeron o animaron ‘El sillón del pelu-
quero’, ‘El último minuto’ y ‘La Corte Suprema del Arte’, que lograron
acogida popular en las emisoras donde se los presentó, así Alcázar,
Unidad Nacional, Cóndor, etcétera. Este último espacio que se con-
solidó en CRE impulsó el cultivo de la música y ayudó a descubrir
nuevos valores como Carmen Rivas, Olimpo Cárdenas, Marino Álva-
rez y otros. ‘Ronda la guardia’, por radio El Mundo, que presentaba
casos de la vida cotidiana de la urbe, gozó de audiencia mayoritaria
al mediodía. Cenit, que con el visionario trabajo de los hermanos Del-
gado Cepeda, liderados por don Washington, afianzó finalmente los
distintivos de “La voz de la simpatía nacional” y “La antena cultural Aviso de un programa
de Guayaquil”, ofreció incontables programas que la comunidad si- por Radio Cristal.
guió con avidez permanente: ‘Oro de Ley de la Radio’, ‘El álbum de
los recuerdos’; ‘La ronda del vals’, con la pianista Susana Savinovich, y
‘Apología campera’, dirigido por Carmen Rivas.

Más programaciones

A partir de la fundación de radio Cristal en 1957 por el dinámico Car-


los Armando Romero Rodas, ‘salieron al aire’ programas que pronto
alcanzaron la preferencia mayoritaria del público. Allí, ‘Mañanitas
ecuatorianas’ que ya se escuchaba por radio Ortiz, donde Romero
Rodas comenzó su trayectoria de radiodifusor; ‘Desayúnese con las
noticias’, ‘La sorpresa radial de las once’, ‘El horario triunfal de la 1
y 45’; ‘Coctel deportivo’, por Manuel Chiken Palacios, hasta llegar a
‘La hora Jota Jota’.

Germán Arteta Vargas 83


Injusto sería olvidar los programas ‘Guayaquil radiado’, por Ana
Huancayo Atocha, que se escuchó especialmente en radio Cón-
dor; ‘Canta si puedes’, programa para cantantes aficionados de
radio Guayaquil; y ‘Sonrisas en el aire’, amenizado por Los Hua-
sos Chilenos (Jaime Reinoso y Domingo Fuentes). Tampoco los
de tipo religioso que dirigieron los sacerdotes Fernando Amores
-Habla el Padre Fernando y El Día del Señor-, y José Gómez Iz-
quierdo -Charlemos-. Qué decir de los espacios culturales deno-
minados ‘Renacimiento’, ‘Oasis’, ‘Visita Musical’ y ‘Vida Porteña’.

Como ocurre actualmente, muchas de las emisoras de la primera mitad de la centuria pasa-
da ofrecieron programas en vivo, transmitieron encuentros deportivos y consagraron voces
para estos menesteres, como las de Ecuador Martínez Collazo y Ralph del Campo, para citar
dos buenos ejemplos.

No olvidaron los espacios culturales y de cantantes aficionados, además de los shows con
artistas extranjeros de renombre para incrementar audiencia y favorecerla con novedosas
promociones.

Subamos a la nave del recuerdo y junto con familiares y amigos repasemos más nombres de
programas que forman la historia radiofónica y la memoria que identifica a la comunidad
guayaquileña.

Otros programas
•‘‘Hora cultural universitaria’’ Atalaya (Gonzalo Enderica)
•‘‘Tarjetero musical’’ El Triunfo
•‘‘Cantares de América’’ Alcázar (Olimpo Cárdenas)
•‘‘Miniaturas de emoción’’ Ortiz (Delia Garcés y Pablo Vela
Rendón)
•‘‘La hora olímpica’’ Ondas del Pacífico (Washington Delgado
Cepeda)
•‘‘Melodías inolvidables’’ El Mundo (Óscar Luis Castro Intriago)
•‘‘Álbum musical ecuatoriano’’ América
•‘‘Estrellas en el mundo’’ El Mundo
•‘‘El noticiero avión’’ CRE (Jorge Guerrero Valenzuela)
•‘‘Cabalgata musical’’ Cóndor
•‘‘Serenata tropical’’ Atalaya
•‘‘Desayuno familiar’’ Bolívar (Blanca Salazar)
•‘‘Revista musical cabalgata’’ Atalaya
La hora JJ, por •‘‘Alegría campesina’’ La Voz del Litoral y Cristal (Don Toribio)
radio Cristal. •‘‘La novela en su hogar’’ El Mundo
•‘‘Consultas a Satanás’’ El Mundo
•‘‘Mañanitas tapatías’’ El Mundo (Andrés Espinoza)
•‘‘Domingos tapatíos’’ Cristal (Andrés Espinoza)
•‘‘La escuelita cómica del maestro Lechuga” Cristal
•‘‘Una cita sentimental’’ Cristal (declamador Luis Lupino Oviedo)

84 Guayaquil Nostálgico
Voces emblemáticas de nuestra radiodifusión

E
n conmemoración del Día del Locutor Ecuatoriano, que quedó
consagrado en 1992 por iniciativa del historiador y periodista
Hugo Delgado Cepeda, con el apoyo de los directivos de la Aso-
ciación Ecuatoriana de Radiodifusión (AER), Carlos Armando Rome-
ro Rodas, Louis Hanna Musse y otros, hoy ensayamos un ‘inventario’
de aquellas voces paradigmáticas del quehacer radiofónico, especial-
mente de nuestra ciudad y región.
Prof. Hugo Delgado
Al evocar algunos nombres rendimos homenaje al pionero o precur- Cepeda.
sor de esa labor en esta urbe, el radiotécnico guayaquileño Juan Behr,
quien el 16 de junio de 1930 perifoneó sus primeras transmisiones mu-
sicales en un pequeño equipo e improvisó al mismo tiempo rudimen-
tarios anuncios (cuñas). Desde entonces asistimos a una acción que
además de mantener informada a la comunidad, igualmente difunde
cultura y entretenimiento.

Prominentes valores

Estructurar una nómina completa de los más acreditados locutores de


nuestro medio es imposible, pero ponemos mucho cuidado al citarlos Juan Behr
por sus años de trabajo, experiencia y relevan-
cia en ese género periodístico. Algunos de ellos
fallecieron o se retiraron de la actividad, y otros,
en cambio, continúan dedicados a su tarea que
no deja de ser ejemplar para sus compañeros de
época y para quienes se inician en ese campo.

Allí entonces las voces inconfundibles que sen-


taron cátedra en la radiodifusión local: Paco
Villar, Ernesto Miranda, Juan Aguiar, Jorge
Navarro, Enrique Vega Ruilova, Alfonso Carre- Carlos Armando
ra, Leonel Sarmiento Arias, Armando Romero Romero Rodas
Rodas, Ralph del Campo Cornwall, Simón Ma-
ridueña, Humberto Romero Gálvez, Gonzalo
Heredia Molina, Enrique Wilfor, Gabriel Ver-
gara Jiménez, Germán Cobos, Randolfo Sierra,
Voltaire Paladines, Carlos Cortez Castro, Pablo
Vela Rendón, Carlos ‘Calicho’ González y Ra-
fael y Carlos Torres Fajardo.

Más figuras destacadas

De igual manera, Blanca Salazar Bautista, Elena Maruja Machiavello


Benítez de Betancourt, María Machiavello Mu- Muñoz

Germán Arteta Vargas 85


ñoz, Ana Huancayo Atocha, Meche Mendoza, Jorge Enrique Garcés,
Rodolfo Santillán Romero, Juvenal Ortiz Díaz, Armando López San
Martín, César Fausto Luna, Antonio Arboleda, Olmedo Bohórquez
Navarrete, Olmedo Arroba, Víctor Ramos Bravo y los hermanos Luis,
Julio César, Jorge, Hugo y Washington Delgado Cepeda, Rafael y Jorge
Guerrero Valenzuela, Kléber Villagómez, Édgar Tobar, Jorge Coco Pe-
santes y Tobías Barrilla Contreras.
Blanca Salazar
Bautista Valores contemporáneos son Voltaire Maquilón Vera, Ufredo Molina
Vargas, Jorge Akel, Vicente Arroba Ditto, Gustavo Woelke Varas, Luis
Sánchez Moreno y algunas decenas de profesionales que brillan en
la locución comercial y animación de programas en vivo de radio y
televisión, etcétera. En otros sectores del país también hubo y existen
excelentes locutores: mencionamos como ejemplo Humberto Alvara-
do Prado, Rodrigo Pineda Izquierdo, Pancho Moreno (Alfonso Laso
Bermeo), Guido Bonilla, Eduardo Cevallos Castañeda, Teodoro Zava-
la, Fernando Ronquillo Flores.

Enrique Vega Noble actividad


Ruilova
El locutor, que junto con los empresarios forja el desarrollo de la ra-
diodifusión y la vigencia de los valores humanos y democráticos, tiene
la admiración de sus compatriotas porque es parte de la memoria co-
lectiva, pues cuánta feliz añoranza aflora cuando repasamos las viejas
marcas de radio Murphy, Philco, Telefunken, Olympic, Zenith, etcéte-
ra, que permitieron sintonizar Ecuador Radio, Quinta Piedad, La Voz
del Litoral, Universal, La Voz del Alma, El Telégrafo, Ortiz, El Triunfo,
Alcázar, América, Cristal, Cóndor, Atalaya, Ondas del Pacífico, Cenit,
Ifesa, Éxito, Noticia, Mambo y otras tantas emisoras para escuchar las
acreditadas voces de nuestra referencia en los informativos y diversos
Gustavo Woelke programas que divirtieron e instruyeron a nuestros abuelos, padres y
Varas nosotros para continuar con las siguientes generaciones.

86 Guayaquil Nostálgico
La tradición de las 40 Horas, vigente
Muchos fieles católicos evocan y transmiten la práctica de la piadosa devoción que
fue muy común entre sus abuelos y padres. El clero también busca afianzarla en los
hogares contemporáneos.

A
utoridades eclesiásticas, párrocos y sacerdotes de las distintas comunidades trabajan
con sus feligreses para impulsar nuevamente en nuestro medio la práctica del Jubileo
de las Cuarenta Horas o Adoración del Santísimo Sacramento, que antaño fuera una
manifestación elocuente del arraigado catolicismo que caracteriza a los guayaquileños.

La afluencia de ‘seguidores’ que tuvo el acto piadoso era comparable en número con los
tradicionales ‘lunes de San Vicente’, la ‘visita de las Siete Iglesias’ en el Viernes Santo y otros
festejos del pueblo cristiano. Los medios de información, especialmente los impresos, daban
los detalles sobre los días, lugar y tiempo en que se desarrollaba la exposición del Señor Sa-
cramentado, que resaltaba en todo altar mayor bellamente decorado.

Devotos, las infaltables ‘beatas’ hasta los vendedores de imágenes, estampas, velas y comida
criolla seguían el calendario de la Arquidiócesis y estaban puntualmente en las iglesias y
capillas de Guayaquil, Pascuales, Nobol, Samborondón, Daule y otras poblaciones para parti-
cipar en rezos, vigilias y procesiones, que en otras épocas fueron menos intensas por varios
motivos.

La circular de la Arquidiócesis de Guayaquil de 1991 dice del tema: “El culto eucarístico ce-
lebrado fuera de la santa misa tiene una piadosa manifestación en la adoración al Santísimo
Sacramento expuesto durante Cuarenta Horas, en memoria de las horas que estuvo el Cuerpo
de Cristo en el sepulcro. Acaso nacía de la costumbre antigua de orar ante el santo sepulcro de
la tarde del Viernes Santo a la madrugada del Domingo de Pascua, un total de cuarenta horas”.

Aviso sobre las 40


Horas en Guayaquil.

Germán Arteta Vargas 87


La feligresía católica aún sigue con mucha devoción la práctica
piadosa de las 40 Horas.

También consigna: San Agustín las computa ‘desde la hora de la muerte hasta la mañana de
la resurrección, incluyendo la hora nona’. Lo cierto es que esta devoción surge a mediados del
siglo XVI, en Milán, y luego pasó a Roma, y de ahí a todo el mundo. En 1776 el papa Pío VI,
por petición del clero y las cofradías de Guayaquil, le concedió el privilegio de las Cuarenta
Horas, que años después sufrió alguna decadencia que se desterró por la labor en 1854 de
monseñor José María Yerovi.

En 1904 hubo un nuevo descenso de la práctica, pero en los tiempos siguientes esta revivió
hasta la década del ochenta en que tuvo otro receso, al decir de algunos fieles consultados.
Esto ocurrió aunque los templos católicos se multiplicaron, la garantía y dignidad para el
culto estuvieron vigentes. En la actualidad incontables familias han retomado la práctica de
las ‘40 Horas’, que sin ingresar al campo de la religiosidad popular forma parte, asimismo, de
las tradiciones espirituales y de la memoria guayaquileña.

88 Guayaquil Nostálgico
La velas aún se usan en la ciudad y el campo

L
as velas, que la costumbre también denomina espermas o cirios, sin considerar que
entre ellos hay diferencias, tienen una historia que data de siglos atrás y es indiscutible
que le ganaron la competencia a las tradicionales lámparas y candiles que tuvieron
demanda en las dos últimas centurias que precedieron a la que vivimos con gran avance
tecnológico.

Además es fácil comprobar su utilidad en varias actividades cotidianas de familias urbanas


y campesinas. Así, cuando se las usa al ocurrir los inesperados y prolongados apagones que
sacan de quicio al vecindario, o durante la ancestral y amorosa costumbre de ofrecer claridad
y calor al cuerpo de un difunto mientras llegan los servicios de la funeraria contratada.

Algo similar ocurre si se trata de alumbrar el rincón de la vivienda adonde no llega la luz
del bombillo y se carece de linterna o está dañada, si el carpintero en lugar de sebo la frota
en su serrucho para que este se deslice mejor en la madera que corta, y si el pequeño ar-
tesano la emplea como mechero para sellar fundas plásticas y más actividades artesanales
y domésticas.

Y qué decir de su uso en la religiosidad popular durante las procesiones, romerías y fiestas
del santo patrono de cualquier población, o al acudir a rezar al templo preferido en pos de
ayuda divina mientras el creyente coloca a los pies de la imagen de mayor devoción la vela
que frotó antes en su cuerpo afectado por alguna dolencia que igualmente ansía curar.

Una vieja historia

El uso de las velas va casi a la par con los albores del alum-
brado público (fines del siglo XVIII), que comenzó con el
de aceite de ballena, fue sustituido por el de gas y final-
mente el eléctrico, pero con novedades en esos periodos
situados desde los últimos años del siglo XVIII hasta las
primeras décadas del siglo XIX, el primero; desde 1860
hasta 1920, el segundo; y desde 1895 comenzó a generali-
zarse el tercero.

Después de la segunda mitad del siglo XIX muchas per-


sonas usaron el queroseno como materia prima para sus
lámparas, candiles y artefactos parecidos; años más tarde
(siglo XX) se introdujeron los faroles o lámparas portáti-
les de la conocida marca Petromax (camisolas), que aún
hay en algunas zonas del agro y testimonian tiempos ro-
mánticos de abuelos y padres.

Los establecimientos que elaboraban velas (cererías) tu-


vieron gran desarrollo en esta ciudad y en otros puntos del
país, aunque algunos comerciantes también las trajeron
del exterior. Sin embargo, el vecindario prefirió consumir

Germán Arteta Vargas 89


el producto hecho aquí por fábricas como La Ecuatoriana y su marca Loor (1924) y las Beco,
que según el aviso de 1937 venían desde Manta, Manabí, distribuidas por Brückman & Cía.

Durante 1960 en diarios y revistas se leyeron anuncios de las velas Catedral, de Ambato, y
en 1971 de sus similares Tungurahua, en Quito, y las que producía Carlos Salazar Piedra, en
Cuenca. La fábrica de N. Cevallos fue muy acreditada y funcionó en esta urbe.

Marcas y modelos

Hogares de toda condición social siguen con la costumbre de usar velas en muchos mo-
mentos de su vida citadina. Eso determina que los pequeños artesanos o empresas que las
elaboran las mantengan en el mercado local y nacional, aunque quizás el negocio no sea tan
rentable como en épocas anteriores.

En tiendas, mercados y puestos ubicados a las entradas de templos católicos encontramos


velas San Vicente, Santa Rita, Reina, San Pedro, Monserrate, La Reina, Imperial, Superior, Luz
de América, Santa Rosa, Buenaño, entre otras marcas que ratifican aquello de que la tradición
sigue bastante acentuada.

Hay fábricas de velas en diferentes ciudades del país que envían parte de su producción a
esta urbe y, asimismo, la exportan con buen resultado para la artesanía ecuatoriana.

Actualmente está de moda el uso de velas decoradas y pin-


tadas a mano con modelos muy llamativos para embelle-
cer cualquier lugar de la casa, oficina o lugar de trabajo; de
igual manera, es muy común el uso de tales productos en
colores y con aromas según el signo del zodíaco de quien
los necesita para cuestiones de la buena suerte, el amor y
otro buen número de creencias.

Son, pues, las velas de diferentes formas, colores y fragan-


cias, un nuevo motivo de remembranza que se inscribe en
la amplia gama de nuestras arraigadas costumbres y tradi-
ciones, acompañadas como siempre de curiosos y gratos
pasajes anecdóticos.

90 Guayaquil Nostálgico
Tiempo de agendas, almanaques, textos afines y
anuarios
Por fin de año y comienzo de otro, estas publicaciones tienen una gran demanda.

¿
Quién no recuerda la época de oro del Almanaque Bristol, que todavía es una fuente de
consulta obligada en familias que atesoran las costumbres de antaño y en muchísimos ho-
gares de la campiña costeña? ¿O el Almanaque Ortega, que durante varias décadas editó y
distribuyó el astrónomo guayaquileño Eloy A. Ortega Soto, por el requerimiento de inconta-
bles compatriotas que confiaron en sus predicciones meteorológicas?

Tales nombres rememoran los almanaques, calendarios, agendas, anuarios, etcétera, con se-
llo ecuatoriano y extranjero, que circularon con masiva acogida en nuestra ciudad desde
casi un siglo atrás. También los que desafiaron el tiempo y están vigentes porque sirven de
consulta para saber los días de celebración del carnaval, Miércoles de Ceniza, de la Semana
Santa, Navidad o algún otro santo o fecha cívica identificada con nosotros.

De igual manera, por la gran cantidad de información variada y amena de carácter histórico,
geográfico y científico que en los últimos años los autores y editores incluyen profusamente
en sus páginas, este tipo de publicaciones goza de la acogida de la comunidad. El Universo
entrega a sus lectores un calendario que incluye fotos históricas y de temas deportivos o
ecológicos.

Los orígenes del almanaque se ubican en la época en que los egipcios y otros pueblos de la
antigüedad empleaban tablas escritas para llevar la cuenta de sus festividades religiosas o
profanas.

El primer almanaque impreso apareció en Viena en 1547; el almanaque británico de 1828 fue
el pionero con información verdadera, pues era costumbre hasta ese año incluir información
falsa, profecías escandalosas, catástrofes, etcétera. Benjamin Franklin publicó su Almanaque
del Pobre Ricardo en 1732 y Cristóbal Ponce de León en 1598.

En el siglo XVI la Iglesia Católica romana reformó el calendario, porque la Pascua y otras
festividades no ‘caían’ en su época correspondiente; el papa Gregorio XIII asumió esa tarea y
desde entonces toma vigencia el calendario gregoriano, que lo usa la mayoría de países, por
su sencillez y reconocida exactitud.

Algunos testimonios

En 1899 Manuel Gallegos Naranjo preparó el Almanaque de Guayaquil, Fin de Siglo (1900), de
214 páginas, a un sucre el ejemplar impreso en Tipografía Gutenberg; la empresa periodística
Prensa Ecuatoriana, dirigida por Carlos Manuel Noboa, publicó en 1926 el Directorio General
de Guayaquil y sus alrededores, con abundante material informativo de 240 páginas y pasta
dura, a 5 sucres el ejemplar.

Germán Arteta Vargas 91


Calendarios,
almanaques y anuarios
de distintas épocas.

El mismo Noboa hizo circular, durante la primera mitad del siglo XX,
el libro anuario América Libre, que contenía numerosos datos y foto-
grafías de países de este continente.
PARA ANOTAR
Calendario En 1930 llegó el Almanaque Bailly-Bailliere (Pequeña enciclopedia po-
Es el sistema de pular de la vida práctica), con espacios de agenda diaria, santoral, año
división del tiempo astronómico, precauciones por día de lluvia, etcétera.
que lo agrupa en días,
semanas, meses y Hermenegildo Alipandri y Virgilio Martini editaron en 1933, 1934, 1935
años. el Anuario Ecuatoriano, impreso en Artes Gráficas Senefelder.

Almanaque Obras contemporáneas que tienen mucha acogida


Es un calendario de
hojas sueltas en las Además del famoso Bristol que aún se publica y llega a sus seguidores,
que, además del día de también están el Almanaque Mundial y Almanaque Universal Nava-
la semana, se indican rrete.
datos astronómicos,
meteorológicos y Entre los nuestros resaltan el almanaque Ecuador Total, por Marcelo
noticias relativas a los Marchán Vélez, que también editó Almanaque Guayaquil Total 2003,
actos religiosos y civiles. y Almanaque Ecuatoriano, de la Editorial Edipcentro en Riobamba, di-
rigida por Manuel Freire Heredia.
Anuario
Es el libro o revista La prestigiosa Agenda Ecuador, cuya edición 2004 circuló bajo el pa-
que se publica cada trocinio de Stampa Litográfica, y comunidades religiosas como la de
año como guía en los salesianos que realizan ediciones de calendarios dedicados a sus
ciertas materias o amigos y feligresía, se suman a los de las casas comerciales y ciudada-
de determinadas nos comunes que últimamente tienen la costumbre de entregar calen-
profesiones. darios de bolsillo a sus clientes y allegados en general.

Agenda La costumbre de tener a la mano un calendario o agenda sigue firme,


Librito o cuaderno en e incluso de aquellos en los que resaltan modelos en trajes de baño,
el que se anota lo que a los que ciertas esposas retiran de las paredes de los cuartos de sus
interesa recordar o consortes con el argumento de que son muy atrevidas para los ojos de
hacer. los pequeños del hogar.

92 Guayaquil Nostálgico
Los oficios y profesiones animan la música popular
Muchas son las composiciones nacionales y extranjeras que recuerdan diversas
ocupaciones. Policías, bomberos, carteros, pescadores, marineros, carceleros,
carboneros, vaqueros, etcétera, aparecen entre las ocupaciones que se conocen en
la mayoría de los pueblos del mundo y que aún inspiran a músicos y compositores
de diversas latitudes, incluido nuestro país, para la entrega de melodías dedicadas a
elogiarlas.

Oficios y
profesiones que
inspiraron obras
musicales.

A
sí pues, en ritmos tradicionales del Ecuador y otros que identifican especial-
mente a naciones de América, hay pegajosas canciones que hablan de oficios y
profesiones, y permiten que la importancia que estos poseen se arraigue mucho
más en la memoria colectiva, incluso sirvan para el permanente regocijo popular cuan-
do los cantan o bailan.

Esto lo testimonian los sanjuanitos Chapita de ronda, de Marco Vinicio Bedoya; Cholita doc-
tora, de Enrique Sánchez Orellana, y el cachullapi El huasicama, de Julio César Cañar. Recor-
demos que en la Sierra al policía lo llaman comúnmente ‘chapa’ y al cuidador de casa le dicen
huasicama. El labrador es un conocido albazo que cantan Los Interandinos.

Germán Arteta Vargas 93


El pasillo Romance de la tejedora manabita, de Francisco del Castillo
(Paco del Casti) y Filemón Macías Joza, y el pasacalle El cartero, de Car-
los Rubira Infante, lograron perpetuar tradicionales quehaceres. Están,
asimismo, Teobaldo Soriano y su pasillo El marino; Humberto Santacruz,
intérprete del albazo La huevera, y Carlos Amable Ortiz con El artillero
(pasillo).

A. Hurtado y Julio Jaramillo legaron el pasillo La panadera, y Alberto


Guillén Navarro, el pasillo El bombero, para cuya reconocida actividad se
compuso el tema de igual nombre en ritmo de dengue, creado en México
en los años setenta. Víctor Cuesta compuso Cantinera (pasillo) y nuestra
aplaudida intérprete Máxima Mejía hizo popular la contagiosa guaracha
El policía.

Composiciones afuereñas

La actividad del pescador aparece como una de las que más ha inspirado
canciones, pues hay cumbias de nombre Juan el pescador, Triste pescador,
El alegre pescador, Pescador de Barú, El pescador de Margarita; en tareas
afines a esa constan las cumbias El piragüero, El canoero y Boga vaquero,
que grabaron orquestas de antaño y algunas contemporáneas.

La ocupación de cantinero es otra de las que ha despertado emo-


ciones diversas. Dan fe de ello Cantinero de Cuba, El cantinero (me-
rengue de Jossie Esteban y la Patrulla 15) y la cumbia Cantinero, que
canta Gustavo Quinteros. Temas similares en los que se alude a esa
ocupación son el tango El tabernero y el bolero La copa rota, que
grabó Alci Acosta.

Los choferes están presentes en la parranda Los conductores y el porro


paseo El conductor, esta última cantada por Alfredo Barrantes y la or-
questa Blacio Jr. A los toreros les han dedicado numerosas melodías, por
ejemplo los pasodobles Olé torero, de Rafael Carpio Abad, y Silverio Pé-
rez, de Agustín Lara.

Carboneros, No olvidemos el antiguo vals El guardián, y el tema El manicero, que gra-


pescadores, baron Miguelito Valdez y otros famosos. El bolero Payaso, grabación de
zapateros y Javier Solís; el tango La pastora; las canciones criollas El arriero, de Ata-
taberneros son hualpa Yupanqui, y Si se calla el cantor, de Horacio Guaraní, que interpre-
recordados ta Mercedes Sosa. Igual, el valse El pintor, por Julio Jaramillo.
en canciones
populares. Tengamos presente El farolero (pasodoble), El carcelero (salsa), El pas-
tor (huapango), El jardinero (merengue), El lechero (cumbia) y El botones
(cumbia).

Subamos al carro del recuerdo y traigamos a la memoria las canciones


que mientras hablan de oficios y profesiones nos alegran y llevan por los
caminos de la añoranza.

94 Guayaquil Nostálgico
Los oficios y las entidades obreras con tradición
Los oficios de herrero, conserje, aguadores y otros
tuvieron relevantes entidades que los representaron.

1910. Talleres de ebanistería en la Sociedad 1958. Bodas de oro de la Sociedad de


Filantrópica del Guayas. Cacahueros Tomás Briones.

L
a fiesta universal del trabajo, permite invocar la atención de los gobiernos para atender
a los trabajadores y, en el caso de los guayaquileños, para también abordar el carro de
la añoranza y retomar aquel inventario de oficios que por el avance tecnológico se ex-
tinguieron y representan un grato recuerdo entre muchos vecinos de la ciudad.

Esta efeméride además invita a repasar los nombres de las agrupaciones de trabajadores del
Guayaquil de antaño que protagonizaron la historia laboral ecuatoriana. Igualmente de otras
como la Confederación Obrera del Guayas, que cumpliría un siglo de vida, y la Sociedad de
Sastres Luz y Progreso, con cien años de actividad.

Instituciones obreras

En Guayaquil hubo Sindicato de Herreros, Sindicato de Transporte Rodante Manual, Socie-


dad Gremial de Carretoneros, Sociedad Cosmopolita de Cacahueros (después Tomás Brio-
nes), que desaparecieron por el desarrollo urbano y el advenimiento de nuevos oficios. Tuvi-
mos además Sindicato de Trabajadores de Aseo de Calles y Anexos, Sociedad de Vendedores
Ambulantes de Efectos Nacionales y la Sociedad Unión General de Lustradores de Calzado.

Por la demanda de mano de obra que hubo antes de la primera mitad del siglo XX para acti-
vidades, servicios y productos de uso popular, no faltaron el Gremio Social de Escogedoras
de Café, Sindicato de Obreros Tranviarios, Sociedad de Hojalateros, Sociedad de Botelleros
de Defensa y Protección Mutua, Asociación de Reporteros de Prensa, Asociación Coopera-

Germán Arteta Vargas 95


Tipógrafos, carpinteros o carretoneros
son oficios en extinción.

tiva Unión de Sombrereros, Sociedad Unión de Panaderos y Sociedad de Beneficencia de


Peluqueros.

Carpinteros, tipógrafos, albañiles, joyeros y plateros, plomeros, gasfiteros, voceadores de


periódicos, choferes, preceptores, costureras, fotógrafos, conserjes, etcétera, fundaron ins-
tituciones referentes. Incluso nacieron las de encomiable labor social como la Filantrópica
del Guayas, Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso, Sociedad de Hijos del Trabajo,
Asociación de Empleados y tantas otras que es imposible citar por falta de espacio.

Oficios en extinción

Actualmente existen entidades que sin perder la esencia de la unión y superación laboral
de sus miembros guardan nombres en relación con nuevas profesiones y actividades que
impuso la modernidad.

Las nuevas costumbres sociales y el desarrollo tecnológico han determinado la casi completa
desaparición de oficios tan populares como los de nodriza o criandera, cacahueros y escoge-
doras de café, abromiquero, vagoneros, telegrafistas, aguadores, taquígrafos, basteadores de
colchón, etcétera, e igualmente el cambio de nombre de algunas ocupaciones.

Aunque suenen arcaicos varios nombres, todavía escuchamos sobre los carpinteros de ribera
y de banco, ebanistas, talabarteros, marroquineros, camiseras, bordadoras, terceneros, cuadri-
lleros, comadronas o parteras, soldadores, afiladores de cuchillos, charoladores y estanqueros,
que desafían el paso del tiempo y aportan al desarrollo del país con su trabajo diario.

96 Guayaquil Nostálgico
Aquellos viejos textos de enseñanza
Abrimos otro espacio para el recuerdo, al traer a la memoria esos añejos nombres de
libros que educaron a muchos ecuatorianos.

D
esafiando el paso de los años, las obras didácticas para la enseñanza primaria y secun-
daria que ahora evocamos ocupan un lugar preferido de la biblioteca hogareña por
muy modesta que sea, o quizás están a buen recaudo en alguna vieja caja de cartón
o de madera que atesora otras tantas curiosidades de años idos, como algún canutero, una
pizarra y el tradicional ábaco.

Seguramente algunos los tenemos en compañía del primer Silabario que usamos en la
escuela, y en el caso de quienes nacieron allá por la década del diez o veinte del siglo
pasado, junto a los libros El lector ecuatoriano, de Modesto Chávez Franco y José An-
tonio Campos; la Aritmética y Geometría de G.M. Bruño y el Manual de urbanidad y
buenas maneras, de Manuel Antonio Carreño, que fueron parte imprescindible de toda
tarea pedagógica.

Quizás comparten lugar con El lector moderno de Appletón, el folleto de Tablas de las cuatro
reglas fundamentales de Aritmética y la Escritura inglesa, de la Litografía e Imprenta La Re-
forma o el libro Así es mi tierra, de Luis Aníbal Mendoza Moreira, editado en los talleres de
Reed & Reed.

Indiscutible legado

Esos textos de los que esta vez ensayamos un breve inventario y dejamos abierta la lista para
incorporar nuevos nombres conforme se los recuerde, cumplieron su finalidad de instruir a
estudiantes y profesores en la época en que circularon.

Es absurdo, como lo hacen algunos pedagogos actuales, señalarles errores y horrores muy a
la ligera, especialmente a los libros de primaria, sin tomar en cuenta que muchas generacio-
nes aprendieron de ellos con buen resultado, gracias a la guía de sus juiciosos preceptores.

Es más, fueron y son los referentes para el contenido de los textos actuales, logrados eso sí
con metodologías acordes con los tiempos modernos.

Gracias a los libros de Lugar Natal, por ejemplo, el niño conoció perfectamente su entorno y
no tuvo los incontables problemas de ubicación de su ciudad, cantón y provincia como suele
ocurrir en estos días con algunos estudiantes.

Vigencia de algunos

El comportamiento en familia, el conocimiento de los valores éticos, sociales y cívicos, aun-


que repetitivos sin deseo de dañar sino de despertar y encaminar aptitudes, también carac-
terizaron a los viejos libros.

Germán Arteta Vargas 97


Y si varios de esos textos de primaria conservan el mismo nombre con que nacieron hace
más de 40 años, es posible advertir que sus autores realizan esfuerzos para introducir los
cambios que pongan el contenido de sus obras a la altura de los conocimientos contempo-
ráneos.

Estas precisiones no son una apología de los viejos textos escolares, pues es imposible des-
merecer la totalidad de los comentarios al contenido de ciertos tradicionales libros que en
nuevas ediciones aún conservan “impresiones defectuosas, armado y redacción falto de imagi-
nación, fisonomías ajenas a la idiosincrasia nuestra, paisajes exageradamente idílicos, gráficos
antiguos, términos pudorosos, etcétera”.

Vayamos, pues, al cometido principal de esta breve nota, que es la de recordar individual-
mente o en familia la extensa lista de los viejos textos de enseñanza.

Portadas de
conocidos textos
de enseñanza.

PORTADAS ecuatoriano De los textos de • Ciencias naturales,


Entre los libros de • Lamparita secundaria fueron muy anatomía y biología
primaria recordemos • Nacho ecuatoriano conocidos: general, de Francisco
títulos: • Terruño • Historia del Ecuador, Rovira Suárez.
• Pitusa y Pepín • Semillitas de Francisco Huerta • Álgebra, de Baldor.
• Jilgueritos • Hogar y escuela Rendón. • Gramática, de Alfredo
• Mi pequeño mundo • Caritas alegres • Geografía del Ecuador, Lemos.
• Aurora • Aula por Ángel Véliz Mendoza • Cartilla patria, de
• Ecuador • Amanecer •Geografía, de Francisco Modesto Chávez Franco.
• Caminitos de luz • Nuevo mundo Terán •Historia antigua, media
• Patria nueva • Por este sendero • Aritmética y geometría, y contemporánea, de
• Bajo el cielo de • Nociones de geometría de G. M. Bruño. Pedro José Huerta.
América y sistema métrico • Geografía económica • Matemáticas, de
• La tierra en que vivimos • Luz de América general y del Ecuador, de Armas-Zambrano.
• Rinconcito de mi tierra • Ronda José Vinueza Mazón.
• Lugar natal • Mi amiguito • Lecciones de literatura,
• Compañerito de Raquel Verdesoto de
• Libro del escolar Romo Dávila.

98 Guayaquil Nostálgico
La publicidad de los centros educativos

Prestigiosos planteles anunciaron


por El Universo.

C
oincidencialmente en estos días de tanta denuncia sobre el cobro exagerado de ma-
trículas en planteles fiscales y particulares, de enseñanza primaria y secundaria, de
nuestra ciudad, nos hemos topado con algunos avisos de tradicionales establecimien-
tos educativos de hace 75, 50 y 25 años.

Los directores de aquellos planteles que no ofrecían ‘el oro y el moro’, como lo hacen muchos
de los centros actuales, únicamente prometían enseñanza garantizada por la experiencia de
su personal docente.

Incluso otros rectores de planteles se comprometían a devolver el dinero de matrícula y pen-


siones a los padres de familia, si el pupilo no aprendía a leer, escribir y hacer las operaciones
fundamentales en un tiempo determinado.

Algunos nombres

En El Universo publicaron sus avisos de matrículas el Liceo Ariel, dirigido por María Ánge-
lica Idrobo; el colegio particular de niñas Ángela Carbo de Maldonado, a cargo de Rosaura
Emelia Galarza; y el Liceo América, cuyos directores eran los notables maestros Pedro José
Huerta y Carlos Estarellas Avilés.

También lo hicieron los colegios Mercantil, cuando funcionaba en Boyacá 1116; el de internos
Francisco Campos, de Guillermo R. Medina G., en la avenida Nueve de Octubre 1405; y el de
los Sagrados Corazones, ubicado en Tomás Martínez 103 y Malecón.

En igual forma, el plantel Marco A. Reinoso, del Dr. Zenón Vélez Viteri, en Huancavilca 218
y Chile; el Liceo Juan Montalvo, en Ballén 404 y Chile, con enseñanza de recitación y arte
teatral; y la Infancia Guayaquileña, de José Echeverría López, en Quito y Luque, entre otros.

Germán Arteta Vargas 99


Algunas de las costumbres de Semana Santa que
están desapareciendo
La religiosidad popular se manifiesta en esta época de reflexión, pero se ha olvidado
el vestir de negro el Viernes Santo.

S
i bien algunas mantienen el esplendor y la profusión con que se manifestaron antaño
en la ciudad durante la etapa de la Cuaresma y dentro de ella en la Semana Mayor o Se-
mana Santa, hay otros actos piadosos y más de una muestra del folclore social que han
perdido la práctica casi multitudinaria que las caracterizó en décadas pasadas, especialmente
en gran parte del siglo XX. Como no podía ser de otra manera en un pueblo de arraigado
catolicismo como el nuestro, la bendición de ramos, las novenas, el lavatorio de los pies, los
vía crucis, la rememoración de la vigilia del Señor, el sermón de las Siete Palabras (o de las
tres horas), el descendimiento o adoración de la cruz, la visita a las siete iglesias, el recorrido
de los monumentos de cada templo, etcétera, todavía siguen vigentes.

Pero otras costumbres que la fe popular mantuvo por mucho tiempo se están extinguiendo
no solo por un modernismo mal entendido que nos priva de momentos de gozo espiritual,
sino también por un afán de lucro exagerado que termina con aquellas expresiones a las que
la gente de modestos ingresos económicos no tiene fácil acceso.

La fanesca, las humitas, el pan de Pascua o de regalo y otros platos representativos del fol-
clore ergológico, que en la mayoría de los hogares se preparaban para el deleite de los miem-
bros de la familia y para el obsequio e intercambio con los vecinos y parientes, ahora resulta
bastante difícil prepararlos por el alto costo de los productos y porque ciertas amas de casa
interrumpieron la tradición legada por sus mayores.

Otro de los rituales característicos del Viernes Santo, por ejemplo, era concurrir vestido de
negro a los oficios religiosos y estrenar una nueva parada de ropa el Domingo de Pascua o
de Resurrección; igualmente, asistir sin falta al sermón de las Siete Palabras y mantener una
actitud de recogimiento durante todo ese día. Incluso las radios ayudaban a mantener ese
ambiente, pues transmitían música adecuada.

Desde los comienzos hasta un poco antes de finalizar el siglo pasado, no faltaron las repre-
sentaciones sobre la Pasión de Cristo, a cargo de compañías nacionales y extranjeras, como
las de Mariano Rueda y Carlos Landín, por ejemplo, que se esmeraban para ofrecer los me-
jores actos. Igualmente, la Compañía Nacional de Teatro y su obra Mártir del Gólgota, con
los emblemáticos Antonio Cajamarca, Antonio Santos, Antonio Hanna, Meche Mendoza,
Enrique Garcés, para dar testimonio de una época dorada.

Los programas de radioteatro también tenían su público, pues la televisión aún no estaba en
su apogeo. Las emisoras Ortiz, Atalaya, CRE, El Mundo, América ofrecían dramas de la Vida
y Pasión de Jesús, cuyos autores Hugo Vernel, Jorge Velasco y otros gozaban de preferencia,
pues se los conocía a través de las radionovelas que dirigían en el transcurso del año.

100 Guayaquil Nostálgico


Escena de
‘Los Diez
Mandamientos’
de Cecil B. De
Mille con Charlton
Heston como
Moisés.

Avisos de funciones
cinematográficas y
teatrales por Semana
Santa.

‘Barrabás’ con Anthony Quinn.

De igual manera, con el advenimiento del cine mudo y del parlante se generalizó la asistencia
masiva a las funciones con películas sobre la Vida y Pasión de Jesucristo; fueron decenas de
filmes en blanco y negro y a colores que vio la comunidad en Semana Santa en los teatros
Quito, Apolo, Central, Nueve de Octubre, Presidente, Victoria y tantos otros que hubo antes
de que la piratería y el DVD los extinguiera.

Quién no recuerda las películas Ben-Hur, con Charlton Heston; Moisés, con Burt Lancaster;
Rey de Reyes, con H.B. Warner como Jesús; Espartaco, con Kirk Douglas, Laurence Olivier,
Jean Simmons y Peter Ustinov. Asimismo, Los Diez Mandamientos, del productor De Mille;
Quo Vadis, con Robert Taylor y Deborak Kerr; Barrabás, con Anthony Quinn; y La Biblia, de
Dino de Laurentis, etcétera.

Hasta los espacios de los periódicos tenían sus anunciadores asegurados para la Semana
Santa, pues apenas finalizaban los festejos de carnaval y comenzaba la Cuaresma, los almace-
nes de víveres, especialmente, promocionaban el popular bacalao de las islas Galápagos y el
importado de Noruega, para preparar la típica fanesca.

Germán Arteta Vargas 101


Héroes e historietas de antaño
Archie, Memín, El Santo y muchas más fueron parte de las
revistas que se alquilaban para leer.

P
ara los muchachos, jóvenes y adultos que las buscaron con avi-
dez, para leerlas y hasta releerlas, en los tradicionales puestos
de alquiler que solían ubicarse en los alrededores de los teatros
Apolo, Central y Victoria de esta ciudad, siempre fueron las revistas,
porque el término cómic todavía resultaba desconocido para muchos,
en la década del sesenta del siglo pasado.

Las revistas, como les decíamos todos, también las tuvo con variedad
de temas algún vecino, el peluquero o el zapatero del barrio, quienes
querían ganarse unos sucres extras cuando los chiquillos llegaban a
sus locales en busca de las que circulaban esa semana e incluso por las
viejitas, para volver a disfrutar su contenido.

Los que tenían recursos económicos las compraban directamente en


los centros de distribución de Muñoz Hermanos, Librería Infantil, Pa-
namericana, Oviedo Hermanos, etcétera, que las traían especialmente
de México, Argentina, Colombia y Chile.

No obstante, los de bolsillos pobres se limitaban a disfrutarlas en el


mismo sitio de alquiler por 10 y 20 centavos de sucres, según la cate-
goría y actualidad de la edición.

A veces, sacrificando sus fondos, las pedían para llevarlas a casa con
un ligero incremento de otras monedas de real o peseta.

102 Guayaquil Nostálgico


Para todos los gustos

Hasta la década del ochenta en que casi desaparecieron para dar paso
a otras publicaciones dispuestas a explotar sobre todo lo pornográfico,
las revistas que se leían resultaban entretenidas y sus lectores se iden-
tificaban con muchos de los protagonistas.

Había de acción, misterio, romance, diversión, cultura e información.


Para ejemplo de lo último, El Peneca y El libro gordo de Petete, que los
padres conseguían para sus hijos y para consultarlos ellos también.

Las chiquillas y jovencitas preferían las novelas de Corín Tella-


do y las no menos famosas Ayúdame.

Había para todos los gustos y edades, unas en blanco y negro


y otras a colores. ¿Se acordó ya cuál era su favorita?

PORTADAS PARA • Clásicos Infantiles • Héroes del Oeste • Pancho Tronera


RECORDAR • Cuentos del abuelito • Halcón Negro • Petronila
Por razones de espacio • Chanoc • Historietas fantásticas • Purrete
constan algunos • Chiquilladas • Juan Pistolas • Pepe Trueno
nombres de la extensa • David Crockett • Juan Sin Miedo • Red Ryder
lista de las revistas • Daniel, el Travieso • Kid Montana • Roy Rogers
que fueron muy leídas • Dientes y Orejas • Kalimán • Ratón Pérez
en varias épocas del • Dumbo • La Mujer Maravilla • Robin Hood
siglo anterior, hasta la • Detectives en acción • La zorra y el cuervo • Santo, el enmascarado
década del ochenta • Domingos alegres • La pequeña Lulú de plata
aproximadamente. • El Monje Loco • Leyendas de América • Supersabios
• Archi • El Pájaro Loco • Los Hombres X • Simbad, el marino
• Ases del Oeste • El Conejo de la Suerte • La Familia • Super Gato
• Avivato • El Látigo Negro • Lorenzo y Pepita • Supermán
• Aniceto • El Fantasma • Máscara roja • Super Ratón
• Anteojito • El Valiente • Memín Pingüín • Susy, secretos del
• Ayúdeme Doctora • Episodios del Oeste • Maldades de dos corazón
Corazón • El Gavilán pilluelos • Tarzán
• Billiken • Fantomas • Okey • Tom Mix
• Batman • Flash • Pirata Negro • Tristán Tristón
• Capitán Marvel • Flash Gordon • Pingüino • Titanes planetarios
• Cuentos de Walt • Gasparín • Pato Donald • Viruta y Capulina
Disney • Hermelinda • Pekes • Zig Zag
• Comandos • Hapalong Cassidy • Periquita

Germán Arteta Vargas 103


Las retretas infantiles están en nuestra
memoria urbana
En las primeras décadas del siglo XX
fue común realizar estos
actos dedicados a los niños.

Aviso publicado en El Universo en 1925.

E
l domingo 2 de agosto de 1925, semanas después de la llamada Revolución Juliana (9
de julio del mismo año) que originó cambios de diverso orden en el país, el inten-
dente general de Policía del Guayas, S. V. Guerrero, publicó un aviso en la primera
página de El Universo invitando a los niños de la ciudad para que concurrieran a la plaza
del Centenario a disfrutar del programa musical retreta infantil. Así surgió de manera
oficial aquella actividad que amplió los propósitos de la ya tradicional retreta, que en
nuestra urbe la gozaban la gente mayor y los jóvenes cuando se congregaban en las plazas
Rocafuerte (o de San Francisco) y La Victoria (o Abdón Calderón), los paseos Colón y
Juan Montalvo, el Hemiciclo de La Rotonda y los parques Seminario y Centenario, entre
otros sitios de obligada reminiscencia.

Aunque las bandas de música de los batallones y regimientos que sentaban plaza en Guaya-
quil incluían en su repertorio algunas canciones dedicadas a la gente menuda, con el estable-
cimiento de la retreta infantil tuvieron que incorporar más composiciones adecuadas para
este público, que asistía a escucharlas en compañía de sus padres y mayores de la familia.

104 Guayaquil Nostálgico


El niño Nicolás Mestanza dirige la banda de la Sociedad
Filantrópica del Guayas. Luego de unos años tuvo su
propia banda de jazz en la que participaron, entre otros
músicos, Enrique ‘el Pollo’ Ibáñez y Nicasio Safadi.

Por costumbre, las retretas para jóvenes y adultos se realizaban a partir de las 18:00 o 20:00;
la de los niños comenzaba a las 14:00 o 16:00, en los lugares conocidos.

La infantil del 2 de agosto de 1925 duró desde las 16:30 a las 18:00, pues fue un programa espe-
cial. La retreta infantil se mantuvo vigente hasta más allá de la década del treinta del siglo XX.

Casos especiales que merecen resaltarse fueron las retretas que solía ofrecer la banda de
música infantil y juvenil de la Benemérita Sociedad Filantrópica del Guayas, que más de una
ocasión dirigió el precoz niño y posteriormente extraordinario maestro y compositor Nico-
lás Mestanza, pues tocaba para los mayorcitos y los de su propia edad.

Se ignora la fecha exacta en que las retretas infantiles perdieron su habitual realización los
jueves, domingos y días festivos, pero es cierto que dejaron de contribuir a la sana diversión
de los niños guayaquileños, quienes aprendieron a gustar de la música y participar en actos
públicos con recomendable camaradería.

Germán Arteta Vargas 105


Las antiguas academias de baile
En varias décadas del siglo XX, estos lugares tuvieron a muchos ciudadanos
deseosos de saber bailar los ritmos vigentes de entonces.

Numerosas academias de bailes


funcionaron en Guayaquil.

E
n la memoria de los guayaquileños está vigente la labor de enseñanza y difusión del
ballet clásico, danzas españolas, etcétera, que desde antes de la primera mitad del
siglo pasado realizaron aquí prestigiosos centros como los de Ramón Porta, Dora In-
dart, Kitty Sakilarides, Janeth Vivar, Raymond Maugé, Inge Bruckman, Olga Valdez, Martha
Reyna, Esperanza Cruz, Guillermo Rodríguez, entre otros valores. Asimismo constan los
nombres de los profesores que en similares establecimientos enseñaron los bailes populares
a quienes querían lucirse en las reuniones familiares de cumpleaños u onomásticos, la fiesta
barrial e institucional o cualquier otro motivo de esparcimiento al compás de las contagian-
tes notas de los valses, fox trots, one steps, guarachas, boleros, congas y más ritmos otrora
predominantes en el ambiente musical.

Un aviso clasificado de El Universo de agosto de 1930 lo testimonia: “Miguel A. Martínez,


profesor de bailes modernos, perfeccionado en Nueva York en la misma escuela del malogrado
artista Rodolfo Valentino. Clases privadas y particulares. Chile 605”. Y lo mismo este de 1947:
“Profesora de bailes modernos. Aprenda Ud. los bailes de moda: porros, guarachas, mambos,
bote samba, etcétera. Enseñanza individual señoritas y caballeros. Colón 711 y Chanduy” (ahora
calle García Avilés).

Como ocurre ahora con quienes acuden a aprender reggaetón, perreo, vallenato, bailes árabe
e hindú, merengue, salsa y hacen baileterapia con axé, zumba, pop tropical y cumbia, nues-
tros padres y parientes mayores iban en pos de sus instructores para saber danzar los inol-
vidables temas Noches de Hungría (fox trot), Ay mamá Inés (rumba), Carolina cahó (conga),
Ay, Sandunga (vals), Qué rico el mambo (mambo), La cumparsita (tango) y otras piezas más
que caracterizaron a esos años.

106 Guayaquil Nostálgico


Otro clasificado del 12 de octubre de 1932 en El Uni-
verso consigna: “Profesora de baile por 3 sucres se-
manales. Aprenda tango, fox trot, vals, etcétera. Sucre
708 y Morro” (ahora Rumichaca).

La maestra danesa Ellen Holst, en 1947, daba cursos


de tres meses con gimnasia rítmica y baile (vals,
tango, swing, fox trot) y la Sociedad Hijos del Tra-
bajo auspiciaba una Escuela de Baile y Declamación
a cargo de Alberto Santana, con bailes modernos y
criollos.

Tal era la dedicación de los maestros y el aprovechamiento de sus alumnos que muchos se
consagraron como bailarines en los conocidos establecimientos de diversión con que con-
taba Guayaquil años atrás y, en igual forma, en el tradicional American Park, que solía or-
ganizar concursos y maratones de bailes para distracción del vecindario, lo cual aseguraba
nuevos discípulos para los profesores y academias.

Tiempos actuales

En el 2005 se siguen publicando avisos de planteles dedicados


a la enseñanza del ballet clásico y semiclásico, bailes moder-
nos, pop latino, pop rock y otros ritmos de moda. Allí Dan-
zárabe, de Neme Quintero-Touma; Cuballet, de Mayi Daet
Rodríguez; Producciones Mirian Terán, Danzas Jazz, de Mi-
guel Salem; los estudios de Yesenea Mendoza, Hugo
Guerrero y otras conocidas figuras
de la danza.

Esto es, a breves rasgos, la


remembranza de las es-
cuelas o academias de
bailes populares que
también se inscriben
en la memoria ur-
bana guayaquileña.
Su propósito no ha
desaparecido, por-
que los actuales
planteles amplían sus servicios al incluir mode-
lado, poses, desfile de pasarela, canto, locución
y otras modalidades y expresiones artísticas.

Germán Arteta Vargas 107


Al ritmo del son, guaracha y conga
Los nombres de orquestas de antaño y de salones de baile aún viven en el recuerdo.

El American Park contaba


con una gran concha
acústica donde grandes
orquestas animaron los
bailes de la época.

L
a orquesta de Juan Cavero llenó una época del ambiente musical guayaquileño. La or-
questa Blacio Jr., cuando su cantante Alfredo Barrantes popularizó El casamiento, Jarro
pinchao y Acuarela de río. ‘La Blacio’, como también se la llamaba, deleitó a muchos
guayaquileños en sus actuaciones en vivo.

El swing, el fox trot, el son, la conga y el chachachá, lo mismo que la guaracha, el porro y el
mambo, fueron algunos de los ritmos que disfrutaron los guayaquileños en varias épocas del
siglo anterior, cuando asistían a divertirse en los tradicionales sitios que tuvo la ciudad.

En aquellos lugares y en los que se mantuvieron en actividad hasta más allá de las décadas
del setenta y ochenta, orquestas, bandas y grupos musicales del prestigio de la Blacio Melo-
dy, Tropical Boys, Costa Rica Swing Boys, Blacio Jr., Siboney, Continental, Mayarí, América,
Falconí Jr., entre otros, deleitaron a muchos en esos inolvidables años, cuando se bailaba con
los músicos en vivo.

Lugares para todos

Además del American Park, otros escenarios que presentaron espectáculos artísticos con
masiva concurrencia fueron el Roxi Night Club, Fortich, Tenis Club, Club de la Unión, Cima’s
del Bim Bam Bum, la sala de fiestas del hotel Humboldt y el hotel casino Miramar, entre
otros. Igual acogida tuvieron el hotel Crillón, el restaurante Dominó y el salón Pauli.

108 Guayaquil Nostálgico


La orquesta
Blacio Jr.

Sobre estas líneas, la Costa Rica Swing Boys


y a la derecha, Juan Cavero y su conjunto.

A partir de 1970 se tornaron populares las pistas de baile del River Oeste, el Club de Traba-
jadores Guayas, la Asociación de Empleados y los salones Azul y Blanco del Canal Central,
que funcionaban en el edificio de la Sociedad de Carpinteros.

Conforme transcurrió el tiempo cambiaron los ritmos y aparecieron otros. Las orquestas
que interpretaban charlestón, son montuno, bolero y contagiantes melodías pusieron en su
repertorio temas bailables de jalaíto, cumbia, merecumbé, paseíto, merengue, etcétera, que
aún disputan preferencia con la salsa y otros ritmos contemporáneos.

Tandas bailables

Los “mata bailes”, como lo recuerda el folclorista Guido Garay, escogían el lugar para diver-
tirse, aunque algunas veces debieron recurrir a muchas artimañas para colarse como pavos,
en cualquier fiesta de casa, en la esperada quermés colegial o esa reunión que tenía como
gran atractivo la orquesta de su predilección.

Germán Arteta Vargas 109


Las orquestas de los Hermanos Silva y Falconí Jr.

Incluso al mediodía, en atardeceres y noches de bohemia, la juventud y gente adulta de an-


taño buscaron populares locales del tipo del American Dancing, que ofrecieron números
artísticos y las tandas bailables (siete congas) que los clientes e invitados especiales ansiaban
disfrutar.

Hubo agrupaciones que permanecieron vigentes por muchos años y algunas cambiaron de
nombre y estilo, cuando los directores cedieron el paso a sus descendientes. Otras desapa-
recieron definitivamente porque murieron sus creadores o dejaron la actividad artística por
diferentes motivos.

Pero lo rescatable fue la gran labor que cumplieron, no solo para ayudar al desarrollo del
arte musical en Guayaquil sino por brindar esparcimiento y diversión a nuestra comunidad,
dueña de espíritu alegre y festivo.

AGRUPACIONES • Orquesta de los Hermanos López Zum


En la extensa lista de agrupaciones • Armando Pibe Aráuz y su conjunto • Conjunto Ritmo del Jazz, canta
musicales que tuvieron gran acogida • Lucho Nelson y su quinteto Raúl Arenas
en Guayaquil constan, entre otras, las Fantasía • Orquesta Los Diplomáticos, con
siguientes: • Conjunto Amazonas Hernán Clavijo
• Orquesta Pinar del Río • Conjunto Los Chavales, con Raúl • Conjunto Los 5 Ases, con Víctor
• Julio Rubira y su conjunto Rodríguez Morelli
• The Tropical Boys • César Borgoño y su conjunto • Conjunto Los 5 Ases, con Kiko
• Orquesta de los Hnos. Blacio, • Alfonso Romo, Chinchorrín, Fuentes
cantando Rubén de Alvarado y su conjunto • Combo El Sonido Latino
• Orquesta Ritmo del Caribe • Víctor Freire y su conjunto • Los Universitarios
• Orquesta Nicolás Mestanza y Álava • Rosendo ‘Chendo’ Pino y su • Los Chicombos, con Kiko Fuentes
• Orquesta Safadi conjunto • Hugo y sus catedráticos
• Orquesta del maestro Julio • Conjunto de los Hermanos Silva • Los Jockers (Manabí)
Oyaque, cantando Walter Cavero • Orquesta Blacio Jr. y su cantante • Medardo y sus Players (Quito)
• Juan Cavero y su conjunto Alfredo Barrantes • Grupo 8, con Evelio Rodríguez y
• Conjunto Los 5 Ases, con Kiko • Reinaldo Farfán y su conjunto Alejandro Vergara
Fuentes • Sonora Tropical • José Vicente Blacio y su conjunto
• Orquesta Casino • Abel Elías y su conjunto Mayarí • Conjunto Los Chavales, con Raúl
• Colón Silva y su conjunto • Orquesta Guayaquil Rodríguez
• Orquesta Tropicana • Pepe Salcedo y su conjunto • Orquesta Santa Martha
• Orquesta Charles y sus estrellas • Conjunto Sensación, con Juan • César Ponce y su conjunto
• Orquesta Los Dinámicos Cavero • Super Grupo Los Flash
• Conjunto tropical Los Bambinos • Orquesta Los Azules, con Max • Los Monarcas

110 Guayaquil Nostálgico


Los almacenes de telas que marcaron una época
Pocos de estos locales todavía atienden, tras una labor que formó parte de la
memoria urbana.

E
l cierre del popular almacén Briz Sánchez, que por décadas atendió a los guayaquile-
ños y visitantes de la metrópoli en sus tradicionales locales de Aguirre 211 y Clemente
Ballén 214, seguramente causó pesar y despertó añoranzas en quienes a diario transitan
por lo que fue el “casco comercial de la urbe” y sus alrededores. Además, entre las amas de
casa que iban en pos de telas para sus propios vestidos y los de su prole, y de los sastres y
modistas que habitualmente concurrían a proveerse de géneros y materiales diversos para
cumplir con sus ‘obras’. Esta novedad hace recordar que ya no están por ese mismo sector,
en el que predominaron los negocios de ventas de telas, los añejos almacenes El Siglo, Bazar
Suizo, Casa América, La Casa Blanca, Andretta, Barakat, La Francia, La Marsellesa, Fayad y
otros que tornan interminable la lista. Tampoco los de Luis S. García, Germán Terán, Achi,
Popular y tantos otros que desde antes de la primera mitad del siglo XX ocuparon los bajos
de los edificios de la Municipalidad de Guayaquil y Gobernación del Guayas.

Lo mismo ocurrió con locales de popularísima acogida como El Baratillo del Obrero y Casa
Briz, en Diez de Agosto entre Seis de Marzo y Pío Montúfar, frente al también desaparecido
Teatro Central, y el Almacén Internacional, de Julio M. Clavijo, en Diez de Agosto y Rumi-
chaca, esquina. De igual manera, aquellos de tipo Beit Ala, de Atala Touma, que desde mu-
chachos escuchábamos en anuncios en la voz de Armando Romero Rodas y Ufredo Molina
Vargas por radio Cristal y otras emisoras de la localidad.

Algunos testimonios

Como prueba de los incontables establecimientos ligados a la importación y venta de telas,


que igualmente sirvió para que guayaquileños y afuereños pusieran de manifiesto su espíritu
visionario y de apego al trabajo, en las páginas de El Universo de la centuria pasada, en revis-

Germán Arteta Vargas 111


tas y publicaciones especializadas y en la memoria misma de los vecinos están muchos más
nombres de esos locales que lamentablemente desaparecieron.

Incluso quedan los nombres de las telas nacionales y extranjeras que buscaban los interesa-
dos para confeccionarse o mandar a ‘coser’ la parada diaria, o la que serviría para presumir y
estar a tono con las fiestas octubrinas, del ‘santo’ de la casa y de Navidad y fin de año.

Común nos resultó entonces escuchar a las abuelas, madres y ‘costureras’ de la familia re-
ferirse a la popelina, sempiterna, dril, supernaval, gabardina, alpaca, nailon, tela espejo, lino,
paño, cretona, tropical, casimir, tropical, organdí, piqué, vuela, tafetán, y otros géneros que
generalmente se los vendía por yardas y varas y después por metros. Eran esperados los re-
mates y ferias de saldos y retazos.

Sin embargo, en cuanto a los almacenes de antaño todavía contamos con varios de ellos
que desafían el paso del tiempo y los altibajos de la actividad comercial, sumándose a los
establecidos en los últimos tiempos. Como ejemplo citamos A. Samán, de Diez de Agosto y
Chile, que incorporó otras líneas de productos; La Casa de Oro, en Aguirre y Pedro Carbo, de
Manuel Adum; Bodegas Nader, en Aguirre y Escobedo; y Depósitos Nader, en Chimborazo y
Aguirre y Colón y Lorenzo de Garaycoa.

Otros almacenes
En los distintos años fueron Casa Wal-
dorff, Mercantil Garzozi, Otto Ycaza,
San Antonio, Francisco Cañarte, Said
Hanna, Cattán Hnos., Marta Salem,
Dansaab, Ex-Im-Co, Bazar Roma, Ba-
duy & Cía., Bucaram Hnos., Dassum
Hnos., Kronfle Hnos., La Casa Siria, Co-
mercial San Agustín, Almacén Victoria,
Manzur Pérez, Casa Pepe, Casa Aidita,
Venetto, Bocaccio, Said (Importadora
Said), etcétera.

A los clientes
También se les ofrecía popelina rusa,
cáñamo blanco y doble, paño casimir,
popelina llana, lino irlandés, nailon
crespolina, tafetán, borlón de seda, bra-
mante de hilo, alpaca, crinolina, piel
de tiburón, holán habano, batista llana,
grau de seda, peterpanes estampados,
gasa blanca, seda perla, silduca, vuela
llana, piel de ángel, burato, céfiro lista-
do, randas, brocados, shantung de seda,
seda gamuza llana, etcétera. Algunas
telas desaparecieron del mercado, pues
ya no se las fabrica.

112 Guayaquil Nostálgico


¡Qué oficios aquellos!
Antiguamente era común contratar una nodriza para amamantar a niños cuyas
madres no tenían suficiente leche. Hay más casos.

L
os avisos clasificados de los periódicos y los anuncios de las radioemi-
soras no mencionan en esta época que se busca una nodriza o crian-
dera para un recién nacido, o que por el sector de Orellana y Panamá,
los comerciantes de cacao necesitan cacahueros o esco-
gedoras de café.

Tampoco en las noticias se lee y escucha cualquier nove-


dad sobre algún charolador que quizás no cumplió con su
trabajo, o de los apuros de un carretonero, ante la bravura
de la yegua que arrastra su transporte.

Esto responde a los grandes cambios que experimen-


taron pueblos y ciudades como Guayaquil, donde el
abromiquero, que se dedicaba a recoger los desechos
humanos de las casas de Guayaquil, perdió protago-
nismo por el establecimiento del alcantarilla-
do, o el caso del sombrerero, que se quedó sin
clientela porque la nueva moda ya no demanda
ese accesorio.

Incluso el dinamismo de nuestro idioma des-


cartó una gran cantidad de arcaísmos y neolo-
gismos, que la costumbre popular adoptó y mantuvo en vigencia por mucho tiempo, tal el de
paje, denominación actual del sirviente, que ciertos presumidos llaman asistente doméstico.

Se extinguieron

Entre las ocupaciones extinguidas totalmente, como la del abroquimero, están los aguadores,
que proveían del líquido desde el río o las fuentes a las familias de la ciudad, mas cuando se
generalizó el servicio de agua potable mermó su ocupación.

Posiblemente la versión moderna de los aguadores sean los tanqueros, que llevan y reparten
el agua a los sectores suburbanos.

Hasta la década del cuarenta fue común que los diarios tuvieran avisos en los que se solicita-
ba “nodriza o criandera, con media leche o leche entera”, para un niño cuya madre no podía
amamantarlo. El popular término hermanos de leche surgió precisamente porque la crian-
dera compartía la leche de sus senos entre su propio hijo y el de la familia que la contrataba.
En 1927 los comerciantes y otras instituciones de Quito pidieron al Instituto Mejía que or-
ganizara un curso especial para taquígrafos, pues estos profesionales escaseaban entonces.

Germán Arteta Vargas 113


En la actualidad, por aquello de la electrónica y sus
grabadoras, computadoras, videos, etcétera, ese ofi-
cio quedó para el recuerdo.

Los vagoneros, que fueron muy solicitados por la


Empresa de Carros Urbanos, desaparecieron con ese
servicio. También son escasos los basteadores de col-
chones, que antes fueron muchos por el uso de esos
enseres del hogar, rellenos de lana de ceibo o paja,
sin los somieres y espumaflex con que los hacen las
industrias actuales. Los radio-telegrafistas tuvieron
igual suerte, por el avance de las telecomunicaciones.

1890. Operadoras de teléfono. Se usan poco

Larga es la lista de las ocupaciones y oficios que


aún conservan sus nombres, aunque a veces son escasos los que se dedican a ellos como
carpintero de ribera, carpintero de banco, ebanista, talabartero, alfarero, afinador de
piano, marroquinero, escribano, camisera, bordadora, tercenero, mayordomo, etcétera.
En otros casos, el preceptor o educacionista tomó los nombres de profesor o maestro; el
jifero se denominó matarife y el conocido pulpero de antaño no es otro que el tendero.

También se usan ya poco los términos auriga, estanquero, hortelano, vaporino, práctico, vi-
vandero, rozador, celador, barrenero, ama de llaves, dama de compañía, cuadrillero, destajis-
ta, porquero, que resultaron bastante leídos en los avisos de periódicos hasta casi la mitad del
siglo anterior. Y qué decir del sencillero, que cada semana visitaba los hogares para cobrar las
cuotas pactadas por la compra de muebles o prendas de vestir.

GLOSARIO
Auriga: cochero o conductor de carro.
Estanquero: vendía aguardiantes y otras bebidas
alcohólicas en los estanquillos.
Matarife: se ocupaba de matar y descuartizar reses.
Destajista: trabajaba a destajo (por la tarea) y no por el
tiempo invertido.
Charolador: que barnizaba con charol u otro líquido la
superficie de un mueble.
Comadrona: mujer sin titulación que asistía a las
parturientas.
Celador: que se dedicaba a vigilar el mantenimiento del
orden público.
Marroquinero: que se ocupaba de la fabricación de
artículos de piel o de cuero.
Carpinteros de ribera trabajando en Práctico: el que por conocimiento del lugar dirigía a las
un astillero de Guayaquil. embarcaciones.

114 Guayaquil Nostálgico


Aquellas populares canciones que testimonian
inolvidables épocas
Muchas melodías que divirtieron a nuestros mayores todavía siguen en la mente de
sus descendientes.

C
uando ocasionalmente alguna emisora de la ciudad desempolva su discoteca para
hacernos escuchar temas como La conga, con su pegajoso estribillo: “Una, dos y tres/
que paso más chévere/una dos y tres/que paso más chévere”, no hay duda de que tales
acordes alegran e iluminan el rostro de los mayorcitos de la casa y también contagian a quie-
nes crecieron disfrutándolos en los tiempos de su apogeo.

Pero no solo es La conga la que da paso a ese hermoso recuerdo, sino otras piezas de popular
contenido que abuelos, padres y amigos cantaron y bailaron en la primera mitad del siglo
XX (1950) y unas décadas más adelante. Allí los casos de El zorzal, Ay mamá Inés, Zandunga,
Damisela encantadora, Camina como chencha, El guereguere, La jicotea, Pata gambá, La cinta
verde, La pacharaca, La niña preguntona, El ladrón, etcétera, que hacen extenso el inventario.
Muchos son los fanáticos de estas piezas que para gozarlas a plenitud recurren a sus viejos
tocadiscos y cancioneros.

Ellos se entusiasman al tararear o interpretar el pasodoble “Juntito a la guacachina una ma-


ñana te vi,/ tú me miraste de mala gana/ y yo me muero de por ti”. Igualmente, “María Teresa
tiene ganas de cumbachar/ cuando suena la orquesta empieza a regodear” o “Decime papaíto/
qué come la ballena/ ella no come nada/ de peces vive llena”.

Germán Arteta Vargas 115


A finales de la década del treinta y comienzos de la del cuarenta, la guaracha y el son estuvieron
de moda en Guayaquil. De la misma manera cobraron auge el merecumbé, merengue, paseo,
porro y otros ritmos populares, al igual que el mambo, chachachá, la rumba y la mismísima
conga, que se bailó hasta el cansancio en los principales sitios de diversión existentes en nues-
tra ciudad.

Desde entonces aparecieron muchas composiciones que el pueblo aprendió y conservó para
disfrutarlas individualmente o con sus familiares y amigos en fiestas y noches de bohemia.
Esa lista se convirtió en herencia y referente para quienes ahora las añoran con especial
deleite y se alegran al repetir sus compases. Tales las que dicen: “El capitán Vallejo, bizarro
capitán/ hace marchar las tropas/ con el ritmo del chachachá” y “Hoy enredé a tu balcón/ un
lazo verde esperanza/ con la esperanza de verlo/ prendido en tu pelo mañana en la plaza”.

No olvidemos las alegres letras “Érase un pollito enamorado/ que marcaba el paso en una
esquina/ con su nuevo traje endomingado/ echaba el ojo a una gallina”. Tampoco la que dice:
“El patito chiquito/ no puede ir al mar/ porque en el agua salada/ no puede nadar” y tantas
otras que quedaron grabadas en la memoria colectiva para un permanente gozo espiritual,
gracias a intérpretes solistas y orquestas ecuatorianas y extranjeras que asimismo grabaron
los discos de 78, 33 y 45 rpm.

ACORDES
En la nómina de canciones populares de antaño no hay
que olvidar las siguientes:
• Se va el tren (fox trot)
• Los cadetes (guaracha)
• El gavilán (jorocho merengue)
• Con medio peso (guaracha)
• Merengue apambichao (merengue)
• Musaraña (guaracha)
• Salud, dinero y amor (vals)
• Ay mamá Inés (rumba)
• Momposina (porro)
• Damisela encantadora (vals)
• La pastora (tango)
Todos bailaban al son • La calandria (ranchera)
de pegajosos temas. • La cucaracha (corrido)

116 Guayaquil Nostálgico


Los centros de diversión de antañ, en el recuerdo
Ahora son parte de la memoria urbana y motivo de añoranza para quienes fueron a
sus instalaciones para divertirse.

Los centros de
diversión buscaban
excelentes artistas para
sus espectáculos.

C
omo en casi todas las urbes del mundo, Guayaquil tuvo y tiene esos lugares de diver-
sión que en distintas horas del día pero especialmente en las noches acogen los fines
de semana u otro día al adulto o joven citadino y curioso que gusta del baile y cuantas
novedades más ofrece este tipo de locales.

Lo que actualmente llamamos discoteca, boite, cabaré, etcétera, antaño nuestros abuelos y
padres denominaron dancing, grill o night club. Con algunas diferencias entre ellos porque
tienen actividades específicas, también forman la identidad urbana y se apegan al folclore
social por la carga de motivos que encarnan propietarios, trabajadores y clientes asiduos o
informales.

Así lo demuestran los tradicionistas Guido Garay, quien los describe en su libro testimonial
Recuerdos de un viejo guayaquileño, y Alberto Guzmán Rodríguez en la obra Al compás de los
recuerdos.

Germán Arteta Vargas 117


Ensayamos, pues, un apretado inventario de los
dancings y salas de baile que hicieron furor en
las décadas del treinta y cuarenta del siglo pasa-
do, hasta cuando aparecieron modernos boites,
grilles y clubes que también fueron famosos a
partir de la segunda mitad del mismo siglo XX.

Muchos testimonios

Locales que no olvidan citar Garay y Guzmán en sus textos son el Ideal, de Judith Sierra,
donde se bailaba con saco y corbata, y el American Dancing, de los hermanos Merchán, en
Colón y Machala, famoso por el baile de las siete congas. Asimismo, el Crosley, de los Viera,
diagonal al American Dancing, en el que se compraban tiquetes para recibir atención y en-
tregar a la pareja luego de bailar una pieza.

También evocan el Liberty, de Segundo Erazo, con espejos y luces, ubicado en Clemente
Ballén 1414 y Machala; el Juventud Alegre, de Juan Gómez, en Aguirre y Machala, al que con-
currían especialmente los jóvenes; el cabaré Ideal, de Aguirre y Machala, frente al cine Quito;
el conocido Flor de Levante, en la planta baja del American Dancing; y El Mónaco, en Boyacá
y Manuel Galecio, sector donde funcionaban similares establecimientos.

El teatro dancing Ideal, frente a la plaza de La Concordia (1937), acogió a muchos parroquia-
nos. De igual manera, el Dixie Night Club (Sucre y Quito) en 1943 presentó al conjunto de
Carlos Aguilera y su cantante Guillermo Romero, con repertorio de música antillana.

118 Guayaquil Nostálgico


Hubo el Hawai Night Club en Co-
lón 1218; el Roxy Nigth Club, donde
tocaba la orquesta Costa Rica Swing
Boys, y el dancing Pabilón Baratito,
en Machala 512 y Padre Solano.

Otras novedades

Con la introducción de nuevas cos-


tumbres en la segunda mitad de la
centuria anterior se establecieron el
Morocco Night Club, cuyo aviso de-
cía: “primera boite de lujo del país con
orquesta propia” y atendía en Aguirre
2501.

Igualmente se afianzaron los clubes y


grilles Miros, a orillas del Salado, pa-
sando el puente Cinco de Junio; Azul
del hotel Humboldt Internacional;
Henry, del hotel Crillón; y el nigth
club Maxim’s, en General Gómez 913.
También fueron muy concurridos los grilles Tropicana y Can Can, en el barrio de Víctor
Hugo Briones y Diez de Agosto; el Alibabá de Diez de Agosto 120 y García Avilés.

Como no todos ofrecían espectáculos frívolos y strip-tease con bailarinas (vedettes) nacio-
nales y extranjeras, sino formal esparcimiento para quienes únicamente querían bailar, los
vecinos asistieron a comer y danzar en los restaurantes boites Raphael Internacional de Víc-
tor Emilio Estrada 414; la terraza Inca de García Moreno y Nueve de Octubre; el restauran-
te dancing show Pauli de Panamá y
Roca; y por supuesto, el American
Park, situado en la actual plaza Ro-
dolfo Baquerizo Moreno. También
eran otras épocas, con gente respe-
tuosa y sin los peligros que se viven
en estos días.

Larga resultaría la nómina de estos


lugares, por lo que dejamos abier-
ta la tarea de evocación al amigo
lector. Ya habrá oportunidad para
referirnos a establecimientos tan
emblemáticos de Guayaquil como la
Cantina de Mamita, El Barco, Bon-
go Soda, Rosado y los restaurantes
Fortich, Melba, El Piave, El Búho, El
Barco, entre otros.

Germán Arteta Vargas 119


Viajar en lancha, un hermoso recuerdo
En 1945, en las haciendas de Los Ríos, la gente utilizaba las lanchas como
transporte.

P
or negocio o paseo, trasladarse desde Guayaquil a otros pueblos de la región fue siem-
pre una agradable experiencia. El Guayas, Babahoyo, Daule, Vinces y otros ríos repre-
sentaron las vías más usuales.

Hasta las décadas del sesenta y setenta, nuestra ciudad y otros pueblos vivieron del auge de
los viajes fluviales.

El incremento de las carreteras terminó con el sistema de transporte fluvial y marítimo de


cabotaje de la región tropical occidental, dice el maestro y periodista Ángel Véliz Mendoza
en su obra Geografía del Ecuador.

Esta afirmación resultó muy cierta, pues en las décadas del sesenta y setenta el transporte
fluvial declinó casi totalmente, al punto que desaparecieron las rápidas lanchas a motor que
sustituyeron a los lentos vapores impulsados por ruedas.

Hoy solo queda para el recuerdo una que otra pequeñísima embarcación que surca el
Guayas o alguno de sus afluentes, a diferencia de las incontables balsas, chatas, chalu-
pas, canoas de pieza y de montaña, balandras, vapores, motoveleros, lanchas, etcétera,
que también se observaron en diario ir y venir por las aguas del Daule, Yaguachi, Ba-
bahoyo, Jujan, Naranjal y otros sistemas hidrográficos a fines del siglo XVIII y buena
parte del XX.

Diversas rutas

Sin olvidar el efectivo aporte que dieron a la economía regional y nacional los armadores
y capitanes de los vapores que movilizaron cacao, arroz y otras riquezas exportables desde
las zonas de producción hasta Guayaquil, es justo destacar la labor de los motoveleros que
establecieron trayectos para el transporte de pasajeros y mercaderías entre esta ciudad y
Puná, La Libertad, Manglaralto, Salinas, Manta, Esmeraldas, Limones y más pueblos de la
Costa ecuatoriana.

120 Guayaquil Nostálgico


Avisos y embarcaciones de una época muy añorada.

Remembranzas

Pero son los viajes de antaño en vapores y lanchas los que motivan permanente evocación en
incontables personas, quienes por una u otra razón gozaron de esa experiencia.

Ellos se acuerdan que desde los agitados muelles de Guayaquil –verdaderas colmenas por el
febril movimiento de marinos, vendedores de mercachifles, cargadores, pasajeros– se em-
prendían viajes de negocio o placer a Pascuales, Daule, Nobol, Santa Lucía, Salitre, General
Vernaza, Vinces, Babahoyo, Ñauza, Jujan, Baba, Puebloviejo, Caracol, Ventanas, Catarama,
Pimocha y otras poblaciones ribereñas, especialmente guayasenses y riosenses.

Asimismo, que en calidad de pasajeros de primera o segunda, sentados en las rústicas bancas
o meciéndose al vaivén de una hamaca, se disfrutaba de una travesía placentera de varias ho-
ras, complementada por un nutritivo desayuno, un suculento almuerzo o merienda mientras
desde la proa se llenaban los ojos de bellísimos paisajes que aparecían a lo largo de los ríos
o grandes esteros.

Algunas curiosidades

Al revisar el segmento ‘Información portuaria’ que diariamente publicó El Universo en 1921,


encontramos que los vapores y lanchas solían partir desde los muelles 7, 8, 9, 10 y desde la
Balsa Amarilla.

Germán Arteta Vargas 121


Los pasajes tuvieron diferentes precios acordes con la época y los hubo de 5, en primera, y 3,
en segunda, en 1968.

Hubo lanchas que ofrecieron su servicio con transbordo en carro (chivas). El Universo publi-
có hasta 1940 los nombres de los pasajeros que iban y venían en los vapores y lanchas. Ruta
muy conocida fue en 1969, por ejemplo, la de Samborondón, Boca de Caña, Salitre, General
Vernaza, Angélica, Pimocha y Babahoyo.

En cambio hubo en esa misma época vapores y motonaves como el Presidente Colón, Olme-
do, Jambelí y Dayse Edith que salían regularmente en la noche para Puerto Bolívar y Santa
Rosa, cobraban 20 sucres a los pasajeros de primera y 10 sucres a los de segunda.

La motonave Eva hacía viajes


regulares a Puná y Balao; otras
pequeñas se dirigían a Mon-
dragón, General Villamil (ac-
tual Playas), Puná, El Morro,
etcétera.

Incontables forjadores

Siempre se repitieron los nom-


bres de capitanes, armadores,
empresas de transporte fluvial
como Tomás y Mario Burgos,
Juan B. Nieto, Alejandro Mar-
tínez y Clemente Yerovi Inda-
Los románticos muelles guayaquileños. buru.

También los hermanos Villa-


crés Moscoso, Luis Soriano Viejó, Obdulio Coello, Julio Barberi, José Francisco Manosalvas,
Isaías Álvarez y otros que recogen los libros de Julio Estrada Ycaza, José Antonio Gómez Itu-
rralde, Jenny Estrada y la memoria de los usuarios del servicio fluvial.

Las lanchas no solo transportaban cacao, arroz, leche, sino además ganado en pie y otros
tantos enseres útiles para los habitantes del agro y las respectivas mercaderías para sus ne-
gocios.

El tiempo de los viajes en vapores y lanchas fue sin lugar a dudas una época hermosa y ro-
mántica que no volverá, pues hasta los ríos de ahora por descuido nuestro no tienen el caudal
necesario para el desplazamiento de tales embarcaciones, que también quedaron olvidadas.

El característico sonido del motor de la lancha que esperó la creciente del río Grande (o
Babahoyo), por ejemplo, para emprender el viaje de placer o negocio está hoy solo en el
recuerdo.

Lo mismo podemos decir del strambay, que anunció el apego a un barranco para que la gente
llegara feliz a su destino...

122 Guayaquil Nostálgico


Sin el ‘pase’ nadie podía cambiarse de domicilio
Para mudarse, los guayaquileños necesitaban el ‘pase’ reglamentario.

E
l dato que trajo la columna ‘Un día como hoy’ de diario El Universo, en la que se re-
cuerda que hace 75 años a Benigno Vega lo llevaron detenido a la Policía por cambiarse
de casa sin portar el ‘pase’ correspondiente, motiva a destacar ese detalle que para
muchos ciudadanos podría resultar curioso.

Hasta la década del cuarenta y algo más fue común en Guayaquil que los padres y jefes de
familia acudieran a la Intendencia de Policía para solicitar el permiso necesario, el pase, que
los autorizaba a dejar su anterior departamento o casa para fijar la nueva residencia.

El trámite era obligatorio, en especial si entre la morada desocupada y la que entraba en


servicio había considerable distancia. Así, con permiso en mano, el interesado contrataba los
servicios de carretas o camiones para el traslado de sus muebles y demás enseres.

Viveza criolla

Sin la profusión de estos tiempos, la viveza criolla apareció en aquella época y hubo muchos
que aprovecharon la noche para cambiarse y no cumplir ese requisito.

El pase, como lo llamaron popularmente, quizás les negó el dueño de casa que les retuvo el
recibo del último canon de arrendamiento por morosos.

También porque en atención a un registro que se llevaba, la autoridad los conminó a ser me-
jores vecinos y dejar a un lado comportamientos indebidos. Pero hubo dueños de casa que
para librarse de inquilinos molestosos extendían la tan ansiada papeleta que probaba que el
interesado estaba al día en sus arriendos.

Con nuevos vecinos

El Universo, que siempre brindó información oportuna a la comunidad, hasta casi la mitad
del siglo pasado mantuvo la columna diaria ‘Cambios de domicilio’, con el detalle del traslado
de una persona o una familia completa de un barrio a otro.

Hasta los más ocupados se daban unos minutos para leer el indicado servicio, pues allí tenían
la oportunidad de conocer qué vecinos dejaron el barrio o quiénes serían los próximos.

Similar a la lista de los cambios de casa, diario El Universo publicaba la columna ‘Registro
Civil’, con las inscripciones, matrimonios in extremis, nacimientos, divorcios y defuncio-
nes de cada día.

En igual forma, los nombres de los pasajeros que venían de Guayaquil y salían de él por
lanchas, barcos, aviones, vapores y trenes; los ingresos y egresos del Hospital General, los
pasaportes concedidos, los telegramas rezagados, los huéspedes temporales de hoteles, las
citaciones deportivas, erogaciones a casas asistenciales, etcétera.

Germán Arteta Vargas 123


Resbaladera, bebida tradicional vigente
El nombre resbaladera identifica a una bebida antigua y común en Costa Rica y
otros países de Centroamérica, mas en Guayaquil, al comienzo del siglo XX, sirvió
para bautizar a los locales donde se expendía la sabrosa preparación, que es la
chicha de arroz con que nos deleitaban madres y abuelas.

E
l libro Estampas de Guayaquil del folclorista Guido Garay, consigna que en esta ciudad
la denominación de resbaladera la tuvo uno de los más acreditados establecimientos
que vendía el refresco durante la primera mitad del siglo pasado. Luego, similares ne-
gocios popularizaron el término y por último este se arraigó para referirse por igual a locales
y preparaciones.

La chicha de arroz se elaboraba de algunas maneras, pero la más común consistía en remojar,
moler y cernir el grano en cedazo de crin de caballo; además del azúcar y hielo, le agregaban
leche descremada, clavo de olor, esencia de vainilla, pimienta dulce (de olor), nuez moscada,
etcétera, según el gusto del ama de casa. En las fiestas por ‘santos’ y cumpleaños era un ritual
brindarla a los invitados; en los salones le añadían helados y la servían acompañada de empa-
naditas de morocho, pasteles de gallina, natillas, cocadas, quesadillas y otros dulces.

Además de carretillas y quioscos que atendían al paso a los transeúntes y por carecer de
identificación comúnmente los llamaban resbaladeras, hubo lugares de gran concurrencia
que siguen en la memoria porque se identificaron a plenitud con el folclore que trata sobre
las comidas y bebidas: el ergológico.

124 Guayaquil Nostálgico


Un establecimiento
contemporáneo
que vende la chicha
resbaladera.

Antiguo quiosco de
La Resbaladera.

Los establecimientos ubicados alrededor de la plaza Rocafuerte, entre el depósito de bombe-


ros Salamandra y los almacenes de A. Begué; el de Clemente Ballén y Chimborazo; Capitán
Nájera y Eloy Alfaro; y los de la avenida Rocafuerte frente a la Proveedora, en el sector de
La Planchada.

También atendieron por mucho tiempo los negocios de Colón y Chile, Pedro Carbo entre
Sucre y Diez de Agosto, Santa Elena (hoy Lorenzo de Garaycoa) y Diez de Agosto. En el
Directorio Comercial del Ecuador (1936) se anuncian los locales de La Resbaladera, tanto de
los herederos de Ludeña como de R. Vargas.

Hubo otros expendios en populosos barrios y el Malecón, donde se concentraban jóvenes y


adultos en pos de una atención que muchos todavía los añoran.

En nuestra urbe existen algunos sitios que conservan la tradición de preparar la chicha de
arroz, aunque en muchísimos hogares prefieren la tarea más rápida y dan cabida a las bebi-
das gaseosas, los refrescos en polvo y otros preparados que muy poco se acercan al sabor
de aquella. Si los guayaquileños de décadas pasadas acudieron a saborearla en las tiendas
de la familia Vanegas, los de ahora tienen la oportunidad de revivir emociones o conocerla
en La Parada, de Roberto Evangelista, en García Moreno entre Luque y Aguirre; y la Chicha
Resbaladera, de Gustavo Ramos, en Rumichaca y Nueve de Octubre. En algunos centros
comerciales se sitúan las carretillas de Juanito, el Chichero.

De igual manera, en los quioscos ubicados en Seis de Marzo y Gómez Rendón, y de Eloy
Alfaro y Colombia, de los numerosos comercios que existen y en los que continúa vigente
la receta de antaño y solo ha cambiado el valor del vaso, pues si antes se pagó “medio” (0,05
sucres), después 20 y 30 centavos de sucre, actualmente su valor está entre los 25, 30 y 60
centavos de dólar.

Germán Arteta Vargas 125


Canciones populares que alaban los íconos
religiosos
La historia de la música recoge infinidad de
composiciones de fe y gratitud por lo divino.

E
nsayar un breve inventario de las canciones populares ligadas al título de esta crónica
volandera es una invitación a la añoranza, pues recordaremos los incontables nombres
de temas que escuchábamos en radios y voces de nuestros mayores y de aquellos que
en pegajosos ritmos actuales incrementan la lista.

Sin olvidar las obras académicas o serias y las tradicionales (villancicos, chigualos, etcétera)
que se reviven periódicamente en Ecuador, siempre habrá un vasto material con testimonios
de amor y agradecimiento al Ser Supremo, a Jesucristo y María, y a los santos que como pa-
tronos y protectores realizan o procuran los ansiados milagros.

Hay letras de canciones que en todo su contenido exaltan a quien


se las ha dedicado, tales las baladas Jesucristo y Ave María, que
interpretan el brasileño Roberto Carlos y el español Raphael,
respectivamente. En otras únicamente se los alude, o en el caso
del pasillo ecuatoriano Rebeldía, los versos denotan la inconformi-
dad del autor para lo que él considera que la justicia divina no llega.

Entonces tengamos presente la vieja guajira a la Virgen de la Caridad


del Cobre, de Celina y Reutilio; la balada Se busca, que popularizó José
Luis Rodríguez ‘El Puma’; el huapango Ruega por nosotros, éxito de
varios cantantes mexicanos como Antonio Aguilar y Miguel Aceves
Mejía; y Una cruz de madera, balada de los Hnos. Arriagada.

En el ámbito ecuatoriano igualmente tuvieron enorme difusión el


vals Por qué Dios mío, del dúo Aguayo-Huayamave; el pasacalle
El Cristo de oro, cantado por Fausto Huayamave; y la ranchera
El crucifijo de piedra, que solía interpretarla Olimpo Cárdenas.
En los últimos años, en ritmos tropicales se grabaron San An-
tonio (merengue), Virgen de la Candelaria (cumbia) y Virgen
de las Mercedes, patrona de los reclusos (salsa).

Siglo XX

En varias décadas del siglo XX fueron muy es-


cuchados los boleros Creo en Dios y Plegaria
a la Virgen de Fátima, las rancheras El pe-
cador y Oh... Gran Dios, y en el sesenta
las baladas Yo tengo fe, de Palito Or-

126 Guayaquil Nostálgico


tega, y Jesús es mi pastor, de Leo Dan. La nómina se acrecienta con los temas Cómo no creer en
Dios, El Cristo de la Palacagüina, de Carlos Mejía Godoy; 100 kilos de barro, balada interpreta-
da por el grupo Boddega de Guayaquil, así también los discos de larga duración y compactos
de solistas y grupos católicos y cristianos que militan en el campo musical, como Luis Veloz,
Fernando Gómez, Pepe y Ulbio Loor, además de la cantante Irma Aráuz, que grabó el LP La
plegaria y la cruz, con versos de Antonio Moya Llona, entre muchos otros.

Como siempre lo aconsejamos, súbase sin demora al carro del recuerdo y en unión de fami-
liares y amigos agregue nombres que escapen de esta breve nota. Nunca olvide que ‘cantar
es orar dos veces’.

RELIGIOSAS
También constan en la lista de temas populares que invocan el
sentimiento religioso:
• Tata Dios (huapango): Hnos. Miño Naranjo y otros
• Virgen de la Macarena (pasodoble): Los churumbeles de España
• Virgen de la Cavadonna (canción asturiana): Los Bocheros
• Santa Bárbara (merengue): Celina y Reutilio; Celia Cruz
• Hacia el calvario (pasillo): Luis ‘Potolo’ Valencia
• El Todopoderoso (salsa): Héctor Lavoe
• A mi Dios todo se lo debo (salsa): Joe Arroyo
• Los fariseos (salsa): Boby Cruz
• Hoy he vuelto (balada): Joch Valnes
• Madre de los jóvenes (balada): Joch Valnes

Germán Arteta Vargas 127


La madre, inspiración de músicos, escritores y
productores de cine
Canciones, poemas, ensayos, esculturas, pinturas y películas exaltan el rol de las
madres del mundo.

A
ntes de que la norteamericana Anna M. Jarvis (1864-1948) consiguiera en su país la
primera celebración dedicada a las madres en 1908 y la oficialización en 1914 de la
fiesta anual para el segundo domingo de mayo, ya en el mundo resultaban incontables
las obras de cultores de las bellas artes que se inspiraron en el sagrado ser.

En Ecuador, en mayo de 1930, en Quito, comenzaron los primeros festejos públicos por ese
motivo, y en Guayaquil, que inauguró el primer monumento del Ecuador a la madre (1948),
seguido de la designación de las Madres Símbolo.

La literatura es rica en textos (prosa y verso) inspirados en las madres. Algunos son íconos
populares. Allí la célebre novela La madre, del ruso Máximo Gorki; la composición La madre,
del obispo chileno Ramón Ángel Jara: “Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensi-
dad de su amor...”; y la del ambateño Juan Montalvo titulada La madre: genio benéfico, ángel
de la guarda...

Hay poemas de autores extranjeros que se popularizaron y qué decir de las grabaciones en
discos del Indio Duarte, Enrique Rambal, Roberto Vicario, Jorge ‘Chino’ Carrera y otros.

Hay versos de César Dávila, Pablo Hanníbal Vela, Ileana y Gonzalo Espinel Cedeño, Alfonso
Moreno Mora, Manuel Andrade Ureta, Jorge Carrera Andrade, Mercedes Martínez, José En-
rique Zúñiga, Pedro Ribadeneira, Luis Lupino y otros autores.

El pintor Eduardo Kingman fue uno de los más pródigos en temas de la madre, también
Oswaldo Guayasamín, Aníbal Villacís, Luis Miranda, Félix Aráuz, Bolívar Peñafiel y otros.
Los escultores Francisco Jiménez, autor del monumento a la madre en esta ciudad; Manuel
Velasteguí, Yela Loffredo, Francisco Arteta.

El cine destaca con un buen número de filmes norteamericanos, mexicanos, hindúes, italia-
nos. Como ejemplo Busco a mi madre (Cesáreo Darletti, María Arconti), No basta ser ma-
dre (Isabel Corona, Sara García), Sacrificio de una madre (Bárbara Mujica, Leonardo Favio),
Madre India (con la actriz Nargis); Madre, ayúdame a caminar y Abnegación de una madre,
producciones hindúes; las mexicanas Cuando los hijos se van, El hijo pródigo, Madre querida,
Los hijos que yo soñé, protagonizados por figuras como Sara García, Libertad Lamarque, Car-
los López Moctezuma y Fernando Soler. Los largometrajes Dos mujeres, Imitación de la vida,
Madrecita, canción del alma y Rosie, que emocionaron a miles de espectadores.

Pasillos, boleros, valses, pasacalles, sambas, yaravíes y rancheras son ritmos que forman par-
te de los inagotables temas musicales populares.

128 Guayaquil Nostálgico


La figura de la madre está
presente en el arte ecuatoriano
en cuadros como los de
Guayasamín (izq.) y Eduardo
Kingman (der.); también en la
literatura universal en el libro
de Máximo Gorki.

Julio Jaramillo es el cantante ecuatoriano que grabó el mayor número de melodías: Madre
cariñito santo, ¡Oh pintor!, Para ti madrecita, Mi madre es mi novia...

Otros temas son Encargo que no se cumple, que canta Tito del Salto; Amor de madre, por Los
Montalvinos; Quiero verte madre, de Segundo Bautista; La canción de los Andes, de los her-
manos Miño Naranjo, Los Brillantes.

Composiciones que llaman la atención son Mamá, de Danielito; A la sombra de mi mamá,


de Leo Dan; Mamá vieja, de Los Visconti, y por supuesto, el bolero El retrato de mamá y el
emotivo tango Consejo de oro.

Germán Arteta Vargas 129


Las antiguas casas disqueras y la época musical de
antaño
Locales de venta de discos fomentaron hace varias décadas el arte y la diversión en
la ciudad.

Primer local donde atendió J.D. Feraud Guzmán.

A
los emblemáticos nombres de los almacenes J.D. Feraud Guzmán, El Porteñito, Em-
porio Musical, Cardoso, Jairala, Claverol, L. F. Aguilar, Freire y otros que impulsaron
el cultivo y la difusión de la música en sus varias expresiones, hoy recordamos a otras
empresas de igual actividad y a quienes con espíritu visionario las mantuvieron para regocijo
de los vecinos de la urbe.

Ensayamos, pues, un breve inventario


con nombres que están en la memoria de
cantantes, instrumentistas, aficionados,
familias, emisoras e instituciones que or-
ganizaban actos en los que eran necesa-
rios los discos, equipos de amplificación,
instrumentos, repuestos, etcétera, según
la actividad por realizarse.

Aunque algunos de los negocios registra-


dos desaparecieron, otros se renovaron y

130 Guayaquil Nostálgico


El público amante
de la música llenaba
estos locales.

continuaron en la actividad pese a los problemas económicos, la piratería de las grabaciones


y los novedosos cambios que presentó este campo comercial desde la segunda mitad del
siglo pasado.

Distribuidores de discos

Si populares fueron las marcas de discos Ónix, Columbia, Orión, Odeón, Éxito, Cóndor,
Fuentes, Aguilar, Fénix, Rondador, Angelito, Polydor, Velvet, Virrey, Orfeón, Sono Radio,
RCA Víctor, Fiesta, CBS, Musart, Angelito, Granja... similar popularidad tuvieron los almace-
nes que los vendieron.

Allí los casos de los comercios inicialmente nombrados y también Conviértalo, Suéscum,
Récord, Discomundo, J. Isaías Silva, Bazar Musical, Cardoso, Su Disco, Discos Carlos, Distri-
buidora Xavier, Casa Vilma, El Disco de Oro y otros tantos que escapan a esta crónica fugaz
pero llena de añoranzas.

La mayoría de estos almacenes que se concentraron en el viejo ‘casco comercial de la ciu-


dad’ distribuía discos de casas extranjeras y de fábricas nuestras y del resto del país como
Ifesa, Fediscos, Studio 2, Fadisa, Compañía Fonográfica Ecuatoriana (Caife) y otras. Aquellos
complementaban su servicio con la venta de instrumentos musicales y accesorios para los
equipos de reproducción musical.

Alquiler de equipos

Cuando los músicos tenían su ‘maní’ (contrato), las entidades obreras y sociales ofrecían
algún evento y los grupos políticos programaban mítines barriales, acudían a alquilar ampli-
ficadores, parlantes y cuestiones similares a La Panameña, de Lorenzo de Garaycoa y Luque;
Kid Charol, en Luque y Garaycoa, y donde Ángel Garófalo, en Garaycoa y Luque.

Germán Arteta Vargas 131


De manera similar en el negocio del Prof. Eduardo Alvarado,
como ahora lo realizan donde Gallardo, Parramont y más locales
ubicados por el sector de Rumichaca y Zaruma, García Avilés y
Francisco de P. Icaza y los alrededores.

Sin olvidar la acción pionera que desplegó en Guayaquil el loja-


no Antenor Encalada, hay que destacar que en las páginas de El
Universo, junto a los avisos de J.D. Feraud Guzmán encontramos
anuncios sobre The Víctor Store, que en 1930, en Pichincha y
Luque, distribuyó “nuevos discos ortofónicos, tangos argentinos,
fox trots, one steps, valses sentimentales, canciones mejicanas, pa-
sillos, sanjuanes, tonadas y yaravíes”.

Otro anuncio de esa década pertenece al almacén de Clodoveo González, en Vélez 107 y
Pedro Carbo.

A comienzos del siglo XX se leyeron promociones de establecimientos a cargo de profesio-


nales de la música que incursionaron en la actividad comercial como el europeo Claudino
G. Roza.

En las dos décadas posteriores también son frecuentes los


avisos de los almacenes Reed & Reed, y su área de música
que distribuía los discos Víctor, e instaló un estudio de gra-
bación para prensar, por ejemplo, la marca Ecuador.

Esperamos que esta nota traiga recuerdos para sumar a los


nombres citados algunos otros de establecimientos y per-
sonajes que, ya lo resaltamos, fomentaron el apego de los
vecinos.
Ifesa, primera fábrica de
discos que funcionó en
Guayaquil.

Almacén de música El Porteñito.

132 Guayaquil Nostálgico


Recibir comensales es un servicio que se identifica
con la historia guayaquileña
Incontables familias y establecimientos de la ciudad atendieron a empleados,
obreros, estudiantes, viajeros eventuales y otras personas que buscaban su
alimentación diaria en un ambiente hogareño y fraternal.

T
estimonios de protagonistas directos, libros de memorias porteñas y los avisos clasifi-
cados de periódicos como El Universo en distintas épocas del siglo pasado y lo que va
del XXI, dan cuenta del importante papel que tuvo el servicio de los comensales que
se brindó en nuestra ciudad, donde aún hay rezagos de aquel negocio pese a las modernas
alternativas de atención a quienes por distintas razones no pueden almorzar o comer (‘me-
rendar’) en sus hogares.

Sin duda los comienzos de esta actividad mercantil en nuestro medio estuvieron en la época
colonial y hubo grupos familiares, establecimientos particulares y hasta pequeñas empresas
que la aprendieron. Recibir comensales permanentes o pasajeros se convirtió, pues, en un
negocio que ayudó a mejorar el presupuesto de modestos empresarios y aseguró el am-
biente hogareño buscado por quienes estaban lejos de los suyos al momento de servirse los
alimentos.

En el Guayaquil de la centuria anterior fue bastante


común que por cuestiones económicas o de transpor-
tación, horarios de trabajo, etcétera, numerosos em-
pleados de almacenes, oficinas estatales y particulares,
estudiantes, obreras, vendedores ambulantes, dueños
de caramancheles y más pequeñas ocupaciones se di-
rigieran a los domicilios o restaurantes conocidos por
recibir a sus clientes comúnmente llamados comen-
sales.

Los que recibían la atención pagaban de manera


diaria o mensual por el almuerzo o la merienda que
les servían los propietarios de los negocios o jefes
de casa, donde los asistentes entablaban amenas
conversaciones, disfrutaban de un ambiente cordial
e incluso afianzaban una verdadera y larga amistad.
Los menús eran variados y quienes acudían asidua-
mente a esos locales tenían en los dueños y habi-
tuales concurrentes a sus amigos, conocidos y hasta
confidentes.

Algunos empresarios trataban de ofrecer mayor co-


modidad a su clientela y en lugar de apuntar sus nom-

Germán Arteta Vargas 133


bres en cuadernos y libretas mandaban a confeccionar vistosas tarjetas con los días del mes
para que el comensal lleve un mejor control de su asistencia. Otros ponían música adecuada
para la tertulia y cuando llegaron los televisores colocaron el aparato en lugar visible para
que los concurrentes disfruten de los programas durante su breve permanencia.

No faltaron los que hacían descuentos o ‘esperas’ prudenciales a sus asiduos favorecedo-
res, que por imprevistos no podían cancelar sus consumos
diarios, quincenales o mensuales. También se daban modos
para averiguar el día del ‘santo’ o cumpleaños y obsequiar
algún dulce y refresco especial. Lo cierto es que cada detalle
robustecía el clima cordial de la reunión diaria, generalmen-
te de lunes a viernes, y ocasionalmente hasta el sábado.

Los más emprendedores publicaban avisos en los diarios


de la ciudad para incrementar la clientela. En sus años de
vida, El Universo continúa publicando clasificados que se
relacionan con el popular servicio de los comensales que,
como se lo dijo, son parte de la memoria guayaquileña en
las que se unen el trabajo enaltecedor, el servicio al prójimo
y la tradición.

Alojamiento
“Pensión Europa presenta nuevo servicio de comedor, con una
alimentación sana y buena, fresca e higiénica. Trato de fami-
lia y atención al gusto. Chanduy 212”.

Comensales
“Se reciben comensales a precios módicos, comida sana y
abundante en Luis Urdaneta 213. (Noviembre de 1950)”.

134 Guayaquil Nostálgico


Estudios fotográficos que captaron rostros y sucesos

El fotógrafo
Walter Jara en su
estudio.

D
urante las primeras décadas del siglo pasado, cuando la fotografía tomaba auge en
esta ciudad y los recursos de quienes la ejercieron eran más artesanales que técnicos,
hubo establecimientos que acapararon la preferencia de los ciudadanos deseosos de
obtener la foto de la familia y de acontecimientos sociales.

De igual forma los buscaron las entidades culturales, obreras, deportivas, y otras, para con-
servar recuerdos de sus actos conmemorativos.

En Guayaquil, desde 1850 en adelante, en periódicos, revistas, balcones y esquinas se anun-


ciaron servicios fotográficos como los de Ricardo Tossel, Enrique Till, Julio Báscones, Neu-
mane y Cía., Salvatierra Hnos., que dan fe del recorrido por este arte.

Entrado el siglo XX hubo nombres que ahora dan paso a la


añoranza: las fotografías Grau (Enrique), que también ofre-
ció servicio de fotograbados, según un anuncio de 1909; San-
tos, ‘modernamente’ instalada en 1925 en Nueve de Octubre
entre Boyacá y Chanduy, actual Francisco García Avilés; y
Édison, que ofrecía retratos desde un sucre la media doce-
na, en Luque y Chile, al lado del teatro Olmedo. Antes de
finalizar la primera mitad de la centuria pasada ya gozaba de
acogida en sus trabajos el maestro Miguel Jordán, uno de los
personajes emblemáticos que por muchos años ejerció esta
rama artística.

Germán Arteta Vargas 135


Otros locales que incrementaron la nómina de los estudios fotográficos en nuestro medio
fueron Jaramillo, Bravo, Galindo, Valdivieso, Zurita, Córdova, Emporio Fotográfico, Fernan-
del, Argüello y Cristal, que ya no solo ofrecieron las fotos de estudio en blanco y negro, sino
que sus dueños salieron a captar los testimonios de los programas de entonces.

Al llegar la década del cincuenta se consolidó el prestigio de muchos de aquellos y se esta-


blecieron otros que pronto alcanzaron notable desarrollo, pues introdujeron los cambios de
la técnica de la época.

Nombres populares

Por el entusiasmo y profesionalismo de sus propietarios hubo y hay talleres muy conocidos
en el medio. Incluso introdujeron el desarrollo tecnológico de este arte, para continuar con
la atención a quienes heredaron de sus padres y mayores la costumbre de ir a fotografiarse o
pedir que acudan a los domicilios o sedes institucionales.

Una lista que avivará el recuerdo del lector no puede prescindir de las fotografías Jordán,
González, Lípari, Escobar (Simón), Ibáñez, Olimpia, Valdivieso, Pérez, Jara, Rafael (de Eulo-
gio Santos Garzón), Cinefoto, Estrella, Soni, Arévalo, Titus, Astudillo, Estudio 45, Colorama,
Fotosonido, Olimpia, Mora, Arcolujo, Jurado, Victoria, Lumiere, Ecuador, Romero, Luminofo-
to Silva, Fotecas, Richard, Em Fo Ca (Emporio Fototécnico Huancavilca), Escobar Jr., Armas
y muchas otras, hasta llegar a las más contemporáneas que el público conoce, escucha y
busca siempre.

En este breve recuento que abre la posibilidad de incorporar más nombres de establecimien-
tos y de profesionales del arte fotográfico, es justo consignar los de Miguel Jordán, Rosalino
Carchi, Walter Blaschke Cros, Michael Wengerow, José Escobar Ramos, Simón Escobar Saá
y Luis Hugo Alvear Mendoza, quienes lo enseñaron y difundieron sin egoísmos entre sus
parientes, discípulos y futuros colegas.

A Melchor Lavayen lo llamaban el ‘fotógrafo de los artistas’, porque capta sus actuaciones
en los escenarios; Franco Andrade recibió felicitaciones por su libro Guayaquil nocturno sin
flash, y Elio Armas editó Fotografías de Guayaquil. Otros ‘artistas del lente’ han editado igua-
les obras.

Aunque la cámara digital y los nuevos sistemas


fotográficos inciden en el desplazamiento de
la fotografía de estudio y de los talleres donde
aún no desaparecen los compuestos químicos
y la fórmula para lograr la mejor imagen, aún
resulta imposible prescindir de aquellos porque
las bondades de su arte están testimoniadas en
aquellos trabajos que los encuentra en el álbum
de cualquier familia porteña, conocedora de lo
gratificante que es ver una antigua y bien con-
servada imagen.

Fotógrafo del parque Centenario.

136 Guayaquil Nostálgico


De difuntos, sepelios, misas e indulgencias
Pocas costumbres quedan sobre el tema de los muertos. Otras cambiaron o
desaparecieron.

L
a declaratoria del cementerio general de nuestra ciudad como Patrimonio Cultural del
Ecuador invita a recordar algunos de los casos vinculados especialmente con la necro-
latría, que según el maestro y folclorólogo riosense Justino Cornejo Vizcaíno constitu-
ye el “culto máximo de los guayaquileños a los muertos”.

De entre esas manifesta-


ciones que responden a la
tradición de la ciudad, gran
parte de ellas se mantienen
vinculadas con la religión
católica. E igualmente per-
manecen en la memoria
colectiva y son testimonios
del folclore social de la
urbe.

Aunque en esta época el


sorprendente desarrollo
tecnológico suele influir en El Cementerio general
los afectos humanos y sus de Guayaquil en sus
obligaciones espirituales, comienzos.
todavía hay quienes cum-
plen a cabalidad con los preceptos sociales y se confunden, sin reparos, a familiares y allega-
dos de la persona fallecida.

En cambio otros, en menor cantidad, se abstienen de participar en un velatorio, el rezo del


rosario, el acompañamiento al camposanto para la inhumación o exhumación del pariente,
amigo o conocido, la asistencia a una misa de réquiem, etcétera, argumentando que nunca les
inculcaron participar en tales actos.

Costumbres perdidas

Desde antes de la primera mitad del siglo anterior desapareció el llamado viático, acto por el
cual el sacerdote administraba la extremaunción al enfermo ya desahuciado por la ciencia y
para quien sus familiares solo esperaban un milagro.

Los parientes y amigos del enfermo acudían a la iglesia para acompañar al sacerdote que salía
de ella portando el cáliz, en tanto un monaguillo o asistente sostenía el palio que lo cubría.

Atrás del presbítero marchaban grandes y pequeños portando velas encendidas con un forro

Germán Arteta Vargas 137


Sepelio de un niño.

de papel de despacho que hacía de pantalla; asimismo, iban rezando sentidas plegarias a Dios
por la persona que recibiría el sacramento.

Cuando llegaban a la casa del moribundo, el sacerdote procedía a escuchar su confesión, dar-
le la absolución y ungirle los santos óleos. Cumplido el ritual, el religioso retornaba al templo
seguido del mismo séquito.

Café con rosquita

En los velatorios de ahora son contados los deudos que brindan a los acompañantes el po-
pular café con rosquitas, pues las colas suelen resultar más prácticas ante la falta de tiempo
y porque en ocasiones aquellos no se realizan en los propios domicilios, en los que incluso
durante la madrugada se servían el aguado o caldo de gallina para restituir las fuerzas de los
que acompañaban a los deudos del difunto.

En los velatorios de los niños tampoco se juega al golfín, que no tenía ninguna malicia y era
un entretenimiento para demostrar ingenio y agilidad mental. Predominan actualmente los
jugadores ‘profesionales’ de cartas que buscan ganar dinero y llegan a estas reuniones sin
conocer siquiera al difunto.

Cuando el uso de los aparatos de aire acondicionado era escaso en los hogares y en los loca-
les donde eventualmente se realizaban velatorios, había la costumbre de colocar debajo del
ataúd una lavacara con grandes trozos de hielo para atenuar los estragos del calor y conse-
guir que el cadáver se mantuviera fresco, sin corromperse.

138 Guayaquil Nostálgico


Cortejo fúnebre con las antiguas carrozas.

Las carrozas motorizadas, que desplazaron a las tiradas por caballos o mulas, también
tienen el uso restringido, quizás por lo costoso que torna al servicio de funerales (antes
de pompas fúnebres). Aún hay cortejos que recorren grandes distancias desde distin-
tos sectores de la metrópoli hasta el cementerio general. Ahora se acostumbra incluir
cantantes y guitarristas en los sepelios para que ofrezcan las canciones que gustaron al
difunto.

Misas e indulgencias

Las eucaristías por los difuntos (misas de réquiem) también han tenido algunas variantes. Se
acostumbraba a ofrecerlas de manera individual, pero con el tiempo se estableció darlas en
forma colectiva, es decir, en sufragio de varios difuntos en la misma ceremonia.

Ciertas iglesias colocaban un ataúd completamente arreglado y frente a él se consignaba el


responso del sacerdote al concluir la celebración.

Hasta la década del cuarenta las invitaciones a las misas de réquiem solían incluir como
novedad que la primera autoridad de la diócesis había resuelto conceder un determinado
número de indulgencias –generalmente 50 y 100– a quienes concurrieran al oficio religioso.

Los anuncios mortuorios con invitación a sepelio, agradecimientos y misas no han va-
riado mayormente; algunos cuidan de señalar que su difunto falleció confortado con
todos los auxilios de la religión católica y le agregan que el pariente murió con la ben-
dición papal.

Germán Arteta Vargas 139


Recuerdos del confite Límber y los billusos
Estos artículos formaron parte de los juegos que divirtieron a niños y jóvenes del
siglo pasado.

L
a celebración del Mes del Niño, que en esta época y entre nosotros tiene otras conno-
taciones, sirve esta vez para evocar los numerosos juegos y diversiones que practicó la
niñez y juventud de nuestra ciudad, especialmente los que nacieron una década antes
y después de la segunda mitad del siglo XX (1950). En la larga lista de entretenimientos que
pequeños y jovencitos buscaron para divertirse en unión de sus familiares y vecinos de ba-
rrio en las tardes de ‘invierno’ y verano, durante el recreo escolar o el periodo de vacaciones
estudiantiles, etcétera, siguen vivos en el recuerdo los juegos de la pelota de trapo, la rayuela,
los trompos, las cometas y la pega con vida.

Asimismo, las escondidas, el sin que te roce, los zancos, el zumbambico (platillo) y, por su-
puesto, el juego con bolas en algunas variaciones (pepo, tingue, culebra y otras), cuyos acier-
tos al lograr el pepo solo, el pepo y trulo, la cuarta y la ‘jeme’ como medida, se pagaba al
ganador con el valor pactado en billusos o en la cantidad de las figuritas del popular confite
Límber.

Quienes evocan los incontables juegos populares de antaño destacan lo mucho que ayuda-
ban a robustecer la amistad y la integración familiar, pues en más de un caso –como el de las
cometas– el juguete se lo construía entre varias personas. Ahora, en cambio, dicen, los juegos
electrónicos como el nintendo dejan muy poco a la imaginación y al trabajo grupal.

El confite Límber

Gozó de enorme acogida entre la chiquillada guayaquileña y de otras provincias; fue un de-
licioso caramelo envuelto por una bonita figura a colores que formaba parte de una serie de
tipo histórico-didáctico y recreativo coleccionable, cuyos cuadros generalmente numerados
del 1 al 50 tenían un número o cromo ‘difícil’.

La historia del Límber se remonta a los años veinte del siglo pasado, pues hay referencias de
que el artista Miguel Ángel Valenzuela Pérez ilustró las figuritas de temas sociales y urbani-
dad por orden del empresario N. Andrade. Posteriormente, N. Loyola mantuvo el negocio sin
que el confite pierda el atinado mensaje para sus seguidores ni la plausible orientación que
poseía por sus mensajes de cada temporada.

En diario El Universo hubo anuncios destacados sobre este caramelo que circulaba en junio.
Lo testimonia este aviso del 18 junio de 1950: “Límber ya está a la venta para las provincias
del Guayas, El Oro y Los Ríos. La distracción preferida de la niñez y juventud ecuatoriana.
Pida en su depósito principal de Benalcázar 216 entre Rumichaca y Lorenzo de Garaycoa”.

Algunas familias preferían guardar la colección por los datos y dibujos; otros interesados
buscaban los premios apenas completaban la colección. Los chicos de la barriada y de la

140 Guayaquil Nostálgico


escuela no perdían tiempo para intercambiar las figuras repetidas, ponerle un buen precio a
la más difícil de conseguir, y para jugar al pepo, a la ‘montada’ o al ‘quita montón’, utilizando
las diminutas pero coloridas figuras rectangulares.

Los billusos

Eran las envolturas (no cajitas) de los cigarrillos que circulaban antaño, casos del Full Speed,
Chesterfield, Camel, Lucky Strike, Welcome, Kool y otros. Se las conseguía regaladas en tien-
das y quioscos de la barriada o del fumador de la familia. Algunas veces, por tener pronto la
envoltura, los muchachos sin permiso de sus mayores sacaban los cigarrillos que contenían,
ganándose el ‘cocotazo’ como castigo.

Con el papel en mano, los pequeños lo arreglaban cuidadosamente –incluida la pasadita de


plancha– y le daban la forma de un billete. Cumplido el trámite que mejoraba la imagen del
‘billuso’ iban al portal para intercambiarlos, apostarlos y cambiar los de mayor nominación
con los de menor valor, pues según la marca del cigarrillo, el billuso costaba 5, 10, 20, 50 y 100
imaginarios sucres.

Otro tipo de billusos surgió después, contenido en sorpresas y caramelos que se vendieron
en tiendas, bazares y puestos a la entrada de los planteles. Se trató de pequeños billetes con
los colores e ilustraciones similares al papel moneda oficial, pero con la clara advertencia de
que no tenían valor comercial. Pero nunca faltaron los muchachos de espíritu financiero que
vendieron o prestaron los billusos con interés, y otros que les gustaba presumir con fajos de
ellos atiborrando sus bolsillos.

Así fueron aquellos tiempos del Límber y los billusos, que permanecen en la mente de in-
contables guayaquileños porque fueron parte de sus juegos apegados a un calendario, que los
niños y jóvenes desarrollaron de acuerdo con sus estudios, vacaciones y el clima o la estación
predominante.

Germán Arteta Vargas 141


Guayaquil, escala preferida para artistas extranjeros
Nuestra ciudad está entre las mejores plazas para figuras consagradas de la música.

Raphael junto
con CARR
en radio
Cristal.

L
a triunfal presentación del español
Raphael en el Teatro Centro de Arte,
una de las tantas realizadas aquí a lo
largo de su carrera, nos hace recordar las vi-
sitas a nuestra ciudad de incontables intér-
pretes y ejecutantes extranjeros de música
clásica y popular, especialmente a lo largo de
los siglos XIX y XX.

Si hacemos memoria es un buen testi-


monio lo del maestro Antonio Neumane,
quien llegó al país como miembro de una
compañía de ópera y decidió radicarse por algún tiempo entre nosotros antes de se-
guir a Quito. Otros músicos y artistas llegados del exterior en distintas épocas emu-
laron al francés: Claudino G. Roza, Ángelo Negri, José Barniol, Carlos Arijita, entre
muchos otros.

Esto último desmiente categóricamente antojadizos criterios de que Guayaquil carece


de público para el fomento y la presentación de espectáculos, como los culturales, que
ahora al igual que antes tienen audiencia multitudinaria. Así se confirmó en las actua-
ciones del pianista Arthur Rubinstein en el Teatro Nueve de Octubre en septiembre de
1953; de Tamara Toumanova, la mejor bailarina clásica del mundo, por la misma época, y
las del ballet ruso Berioska y del Miami City Ballet en décadas posteriores.

En el caso de los intérpretes del género popular la lista es interminable y es notorio que du-
rante el siglo pasado esas visitas se multiplicaron con la inauguración de los hoteles Miramar,
Palace y Humboldt, los centros recreativos American Park y Bim Bam Bum.

Los teatros Olmedo, Ponce, Nueve de Octubre, Central, Apolo, Presidente, entre otros; la
Feria Ganadera Agropecuaria (Caraguay) y la Feria Internacional de Durán; y las emisoras
Cenit, Cristal, Atalaya, CRE y tantas otras impulsaron la venida de los cantantes, orquestas,
bailarines y cómicos de diversas nacionalidades.

142 Guayaquil Nostálgico


Daniel Santos, la Sonora
Matancera, Leo Marini, Enrique
Guzmán y Xiomara Alfaro.

Algunos nombres

En testimonio de lo que deseamos comprobar constan las visitas a Guayaquil de los cantan-
tes Javier Solís, Celia Cruz, Olga Guillot, Toña la Negra, Cuco Sánchez, Daniel Santos, Xio-
mara Alfaro, Lucho Gatica, Los Indios Tabajaras, Libertad Lamarque, Sarita Montiel, Antonio
Prieto, Bienvenido Granda y Los Cuatro Hermanos Silva.

Carlos Argentino, Alberto Beltrán, Leo Marini, Rolando La Serie, José Luis Rodríguez, Leo
Dan, Julio Alemán, Donna Behar, Consuelo Vargas, Pedro Otiniano, Pedro Vargas, Rosita
Quintana y los hermanos Arriagada cumplieron, asimismo, exitosas presentaciones en la
metrópoli guayaquileña.

Los baladistas César Costa, Manolo Muñoz, Alberto Vásquez y Henry Nelson; las bailarinas
Susana Giménez, Dolly Sisters y Tongolele; los cómicos Lucho Navarro, Resortes, Clavillazo,
Vitola y Tin Tan; y los tríos Los Panchos y Los Embajadores Criollos estuvieron varias veces
en los escenarios de la urbe.

Otras figuras que cosecharon triunfos en el puerto fueron Irma Dorantes, Virginia López,
Mona Bell, Álvaro Zermeño, Ernestina Garfías, Lilia Prado, Amalia Aguilar. En las últimas
décadas desfilaron Leonardo Favio, Marco Antonio Muñiz, Alberto Cortez, Alci Acosta y
El Greco. Orquestas como La Sonora Matancera, Billo’s Caracas Boys, Los Churumbeles de
España y otros grupos de bailes tradicionales y de ballet alcanzaron resonados triunfos en la
segunda mitad del siglo anterior.

Eso fue, a breves rasgos, un inventario sucinto del desfile de artistas de otras latitudes en
escenarios porteños, sin las exigencias que acostumbran actualmente algunos excéntricos
cantantes, que piden a los empresarios camas con sábanas de seda color rosado, almohadas
con pluma de ganso, leche de burra para bañarse y otras extravagancias más.

Germán Arteta Vargas 143


Ayuda a conservar nuestra identidad vernacular
La literatura gastronómica
Numerosas obras testimonian esta actividad que da realce a la comida ecuatoriana y
otras tradiciones.

N
o habíamos olvidado a quienes a través de los años editaron libros para demostrar
que en el país existe una variedad de preparaciones que son el testimonio de la co-
mida criolla y tradicional, cuyo disfrute nos lleva a la evocación, pone vigente el
recuerdo de nuestros mayores y nos acerca a los pueblos ecuatorianos que poseen como
patrimonio más de un platillo, dulce o refresco con que los identificamos.

Actividades literarias pioneras que rescatan esas añoranzas inmersas en el folclore ergológi-
co se atribuyen a Juana Carbo, quien escribió un libro de cocina en el siglo XVIII durante el
gobierno de José María Plácido Caamaño. Similar labor cumplió la famosa luchadora liberal
María Gamarra de Hidalgo, la Ñata, con el opúsculo Recetario para la olla del pobre. Otro texto
precursor es Tratado práctico de cocina para el Ecuador, según las producciones y comodidades
del país. En la revista Cultura del Banco Central del Ecuador (1985) Roberto Ramia cita Las
recetas de doña Doloritas Gangotena y Álvarez, la cocina en Quito a finales del siglo XIX.

En 1946 en El Universo se promociona el Manual de cocina criolla, de 500 páginas, del coci-
nero profesional José María Quiñónez.

Aunque de algunas cocinas desaparecieron la piedra de moler, el molinillo, el rallo, el fogón,


la olla de barro, el guardafrío, etcétera, no hay duda de que las amas de casa y los chefs con-
temporáneos ponen a prueba sus conocimientos y hasta ‘trucos’ heredados y aprendidos
para que el seco de chivo, caldo de albóndigas, chupe de pescado, yaguarlocro, queso de
leche, los quimbolitos y más platos, postres y bebidas típicos mantengan ese sabor que los
convierte en verdaderos manjares para compatriotas y extranjeros.

Muchas obras

Libros muy conocidos son: Cocine con gusto, de Yolanda Aroca; Recetas criollas: cocinemos
lo nuestro, de Julio Pazos Barrera en la colección Biblioteca Ecuatoriana de la Familia (BEF);
y Las 627 recetas del libro de cocina de la Okyta (Leonor Hidalgo de Schotel). El científico y
escritor ambateño Plutarco Naranjo en la BEF editó Saber alimentarse, documentadas y di-
vertidas páginas que enseñan el valor de hortalizas, frutas y productos de consumo popular.
Igual orientación dio Manuel Sotomayor Rivera al texto Desafío al hambre.

Mencionamos al Círculo de Lectores, editor de El menú diario ecuatoriano, Delicias de la co-


cina diaria ecuatoriana, Ecuador dulce: los mejores postres nacionales e internacionales, entre
otros volúmenes similares. El maestro Darío Guevara en su libro Expresión ritual de comidas
y bebidas ecuatorianas, y la escritora Piedad Larrea Borja en Ñucanchipa Micuna (Nuestras
Comidas), también realzan la tradición gastronómica.

144 Guayaquil Nostálgico


Libros de recetas,
especialmente de
comida ecuatoriana.

Gino Molinari ha publicado obras como Mis recetas casa adentro y Ruby Larrea Sopas del
Ecuador (Editorial El Conejo, Quito). Teresa García de Ortiz es autora de Mis recetas favori-
tas (Paradiso Editores, Quito) y Juana Emilia Sabande escribió el libro Doña Juanita: comida
tradicional del Ecuador (Proselec, Quito).

Álvaro Silva publicó Cocina y salud: comida criolla vegetariana (Offset Hermano Miguel,
1992) y Freddy Álvarez Castro El sabor del Ecuador (Poligráfica, 1999). Lo hicieron, asimismo,
Patricia Baquerizo de Reyes, autora de Cocina de Patricia para celebrar y compartir (Imprenta
Grupo Mariscal, 1998), y Martha Riofrío Cevallos con su texto La cocina ecuatoriana paso a
paso (Lexus Editores, 2003).

Empresas productoras de alimentos difunden la variedad de preparaciones de la cocina na-


cional. La revista guayaquileña Hogar suele publicar recetarios como el titulado Lo mejor de la
comida criolla. El Comité de Damas del Club Rotario Guayaquil Sur entregó Nuestras recetas:
ideas prácticas para cocinar con amor, y Fasirnarm, Recetas al gusto (Semanario de cocina).

Presentadoras de televisión con espacios para la


gastronomía publicaron libros de platos ecuatoria-
nos, por ejemplo: Cocinando con Mariaca, María SOLAPAS
Rosa y su cocina, entre otras. Recordemos Cocine Otras obras que debemos recordar sobre el
con Biachi y Cocine con Kristy. tema son:
Nueva cocina ecuatoriana e internacional
Esto es apenas un inventario breve de los muchos (Edidad).
libros que recogen la manera cómo preparar aque- Cocina ecuatoriana: las mejores recetas
llos platillos, postres y bebidas que representan la (Juan Pablo Muñoz, Quito).
tradición y la riqueza gastronómica que nos enor- Cocina tradicional ecuatoriana (Ineditec S.A.).
gullece. Si usted recuerda otros títulos, no dude Lo mejor de la cocina ecuatoriana: tradición
en comentarlos e incorporarlos a la lista que en- que va de generación en generación
sayamos hoy, sin olvidar tampoco la infinidad de (Edimex).
dichos y refranes vinculados con la cocina y la Cocina moderna (Carmela Ordóñez de
comida, como aquellos que dicen: “Para el hambre Cobos, 1966).
no hay pan duro” y el muy repetido: “Barriga llena, El poder de la comida (Mariana Galarza,
corazón contento”. Imprenta Noción, Quito).

Germán Arteta Vargas 145


Canciones populares para las comidas tradicionales
La exquisitez de nuestros platos criollos se exalta en las obras de poetas y músicos
populares.

N
uestra crónica sobre la literatura gastronómica como ayuda para conservar la iden-
tidad cultural abrió otro camino que nos permite recorrer el campo de la creación
literaria y musical de gente compatriota que, similar al caso anterior, testimonia la
copiosa lista de los platos, bebidas y postres típicos o tradicionales de la cocina ecuatoriana.

Aquello se comprueba en los pasillos, sanjuanitos, albazos, tonadas y otras canciones po-
pulares que a diario leemos en periódicos y libros o escuchamos en las emisoras. De igual
manera, en los amorfinos montubios del Guayas, Manabí, Los Ríos y El Oro, en las coplas
serranas y las décimas esmeraldeñas.

Allí se consignan los nombres de las preparaciones culinarias criollas que se identifican con
el folclore ergológico. Y esas melodías y textos que los recuerdan forman parte del folclore
poético, social y narrativo.

Algunos de los potajes y bebidas que se citan en las canciones y poemas destacan por ser de
tipo regional, caso de los chigüiles de la provincia de Bolívar y el corviche manabita; otras
son expresiones de fiestas rituales: la fanesca y el molo, por Semana Santa, y la colada o ma-
zamorra morada, por Finados.

Tampoco faltan los nombres curiosos para algunas preparaciones: locro de uñas, sopa chorrea-
da, niños de col, caca de perro (canguil con miel de panela), amor escondido, tigrillo, etcétera.

La música

Entre los ejemplos que podemos citar en esta modalidad consta el aire típico Ají de cuy, de
Alfredo Carpio Flores, los sanjuanitos Échale morocho al pollo, de Julio César Cárdenas, y
Pase 30 de chicha, de Gerardo Arias, además del aire típico Compadre péguese un trago, de
Guillermo Garzón Ubidia.

El pasacalle La tuna quiteña, de Leonardo Páez, dice que “en el santo de Quintana brindarán
la mistela rosa y chinguero como miel”; en cambio, en el pasodoble Sangre ecuatoriana, letra
de Ben Molar y música de Julio Cañar, los autores invitan al extranjero a comer caucara y
beber chicha.

En el disco compacto Lo mejor de Loja está el tema Reencuentro, cuyo intérprete describe la
belleza del paisaje de la hermana provincia, menciona sus platillos típicos: cecina, maní con
bocadillos, alverjas con guineo, arepas de maíz y el seco de chivo con arroz macareño.

Lo propio se hace en otros temas que aluden las comidas y bebidas muy propias del país. Allí
los casos de los sanjuanitos Testamento del indio (Alberto Sampedro) y La chicha de la santa

146 Guayaquil Nostálgico


(Abilio Bermúdez); los albazos La romería (Gonzalo Godoy-Sergio Bedoya) y Apostemos que
me caso (Rubén Uquillas); el cachullapi El canelazo (Gerado Arias), el aire típico Compadre
péguese un trago (Guillermo Garzón Ubidia) y la tonada Leña verde (Jorge Enrique Adoum -
Luis Alberto Valencia).

Si revisamos los libros Amorfino: canto mayor del montubio, de Wilman Ordóñez Iturralde;
Cantares de mi pueblo, de Luis A. Cárdenas; Palenque (décimas) y Diáspora (compilación
de expresiones tradicionales), por Luz Argentina Chiriboga; Saber alimentarse, de Plutarco
Naranjo; Tapao, canción y miscelánea (apología rimada), de Julio Micolta Cuero); Amorfinos
costeños, compilación de Robespierre Rivas Ronquillo, y otros textos de autores ecuatoria-
nos, podremos observar que se cumple al pie de la letra aquello de resaltar las bondades de
la cocina tradicional del Ecuador.

Aprovechemos, pues, para recordar canciones y textos literarios que hablan claramente de la
exquisitez de las bebidas, los platos y postres arraigados a la expresión popular del Ecuador.

La Fanesca y el Molo
son parte del ritual de
la Semana Santa.

VERSOS
Amorfinos Coplas Décimas
En la copa de una jagua ¡Fea como el bagre es A chillangua y a pescao
suspiraba un guaraguao como caldo e’ bagre es huele el aire del ambiente,
Y en el suspiro decía y quien no la ha probado agua zurumba caliente
Qué sabroso arroz aguao. no sabe cuán rica es! tiene al pueblo alborotao.
A mí me gusta el ajonjolí Mañana me voy al cielo Van a servir el tapao
Porque tiene mucho ají ingrata no te he de extrañar, con plátano y condimento:
Se acabó la chicha de jora lo que sí me ha de faltar vuela el verso a flor del viento
Que venga la de maní. es el chupe de corvina. como una boca que zumba
El aguardiente de caña Guatita con ají quiero porque se prende la rumba
Es un bruto majadero cerveza quiero, trago no; probando este alimento.
Que se sube a la cabeza también unas lindas guambras,
Como si fuera sombrero. guambras quiero, viejas no!

Germán Arteta Vargas 147


Indígenas y cómicos en el arte popular de la ciudad
La música, el teatro de humor y la fonomímica han tenido buenos exponentes en
nuestro medio.

A
unque suman pocos en la lista de un inventario, sin embargo, los compatriotas indí-
genas que interpretaron la música popular lo hicieron con buenos resultados y obtu-
vieron relevantes triunfos cuando participaron en presentaciones de radio, televisión
y los esperados festivales que otrora acogían a cientos de personas en las salas de cine de la
ciudad.

Lo mismo ocurrió con quienes cultivaron el arte de la fonomímica, magia, ventriloquia y el


teatro cómico, pues algunos de ellos ganaron elogiosos comentarios cuando emprendieron
repetidas giras por el exterior. Incluso tenemos el caso de Los Chaparrines y Paco Miller, que
residieron por mucho tiempo en naciones latinoamericanas, dedicados completamente al
arte que los identificó.

Fueron, pues, las emisoras Cristal, América, El Mundo, Atalaya, Cóndor y otras tantas don-
de nuestros artistas triunfaron. Igualmente lo hicieron en los cines Apolo, Central, Fénix,
Guayas, entre otros; el teatro al aire libre Bogotá, la feria Caraguay y los primeros canales de
televisión que se establecieron en Guayaquil.

De ‘origen’ indígena

El laboratorio farmacéutico Drocaras auspició las presentaciones de Bal-


Jesús tazar Aguavil, Lolita Aguavil, cantantes tsáchilas (los ‘colorados’ del
Fichamba.. cantón Santo Domingo, en la actual provincia de Santo Domingo de
los Tsáchilas) y Jesús Fichamba, de Peguche, Imbabura, que en diver-
sas épocas destacaron como intérpretes de música popular y reco-
rrieron el país. Fichamba ganó el segundo lugar del Festival OTI
de Sevilla, España, en 1985.

En la misma línea de artistas difusores de la expresión


vernácula citamos a Kayo Kanata y Humberto Ren-
dón Briones, el popular Don Toribio, quien también
difundió las costumbres del montubio litoralense du-
rante los tantos años que ofreció actuaciones y mantuvo el
espacio ‘Fiesta campesina con don Toribio’. Además, Da-
niel y David Pinargote, niños cantantes ‘Colorados’.

Causantes de sonrisas

Los géneros artísticos del teatro cómico, la ventriloquia,


fonomímica y expresiones afines tuvieron en el siglo an-
terior numerosos cultores, tales los casos de los cómicos Los

148 Guayaquil Nostálgico


La Escuelita
Cómica del Maestro
Lechuga. A la
derecha , con traje
de marinero, el actor
cómico Antonio
Cajamarca.

Chaparrines, que se establecieron en tierra colombiana y alcanzaron re-


conocidos galardones, y de Paco Miller (Edmundo Jijón Serrano), el ven-
trílocuo que maravilló e hizo reír a la gente con su muñeco Don Roque,
aquí y en México, donde se afincó.

Otros cómicos de épocas pasadas fueron:


Leonel Moncayo; Pepe y Juan, los alegres
costeños; y Kléber Orellana, Lucho Ordóñez
y El Gran Charles, fonomímicos. De manera
similar siempre lograron aplausos Los Mimi
Gestos, Martha y Tito (Herrera), el mago
Palmer y los payasos Frejolito, Pildorín, Ca-
chirulo y Cartuchito. No debemos olvidar a
otro ventrílocuo de trayectoria como lo fue Don Toribio, humor montubio.
Sullivan y Don Cheto.

Merecen mención especial el famoso Antonio Cajamarca (Toñito), su pa- Tuco y


reja Yo Yo y el clan de su familia identificada con La Escuelita Manuco.
Cómica. También el showman Jorge Maciel y los fonomími-
cos con lauros internacionales Roberto Gallardo
y Julio Beymer. Los Huasos Chilenos, dúo que
formaron Jaime Reinoso, ecuatoriano, y Domin-
go Fuentes, oriundo de Chile
pero ecuatoriano de corazón,
divirtieron a la comunidad
guayaquileña en sus progra-
maciones por emisoras de la
localidad.

Hasta hace poco estuvieron


en apogeo Los Morisquetos,
dupla integrada por Gui-
llermo Zúñiga y Mimo Cava
(seudónimo); en las últimas
temporadas destacaron Tuco
y Manuco (Raymundo Zam-
Frejolito.. brano y Lucho Mueckay).

Germán Arteta Vargas 149


Las voces masculinas de nuestra música popular
Muchos cantantes ecuatorianos del ayer también arraigaron nuestras canciones y
las extranjeras en el sentimiento nacional. Unos aún están en actividad.

S
imilar al aporte de las incontables intérpretes compatriotas para la vigencia y difusión
de la música popular, cuyo breve ‘inventario’ ensayamos en la crónica del 5 de abril del
2005, el de los cantantes solistas es meritoria y obliga a resaltar de la misma manera
esa labor que desde hace años los convirtió en referentes de un singular oficio. Ellos triunfa-
ron en los escenarios de antiguas radioemisoras como La Voz del Litoral, Ortiz, CRE, Cristal,
América, Atalaya, El Mundo, Cóndor y Ondas del Pacífico, entre otras, y sus voces se escu-
charon continuamente en los discos que grabaron con respaldo de guitarristas, conjuntos y
orquestas del medio.

Igualmente el público los aplaudió cuando fueron parte de los pro-


gramas y shows que ofrecieron en los cines Presidente, Apolo,
Ponce, Victoria, Fénix, los lugares de re-
creación masiva como el American Park,
Bim Bam Bum, el teatro al aire libre Bogo-
tá, los canales de televisión que aparecieron
con el correr de los años y más lugares.

Lista

Antes y después de los emblemáticos Julio Jaramillo


con su éxito Nuestro juramento; Olimpo Cárdenas y el
tema Bella pequeñita; Marino Álvarez, que grabó el bole-
ro Llanto de luna; y Fausto Huayamabe, triunfador con El
Cristo de oro, no podemos dejar de mencionar a José Al-
berto Valdivieso Alvarado, Walter Cavero, Pepe Jaramillo,
Filemón Macías, Guido Intriago y Julio Rubira.

Tampoco hay que olvidar las voces de Tomás Rangel, Lucho


Vargas Castillo, Bobby Bermúdez, Alfredo Rangel, Aurelio
Constante, Julio Ortiz Marín, José Ortiz Marín, Jimmy Rivas,
Walter Jara, Juan Cavero, Pepe Salcedo y Lucho Bowen, jun-

Olimpo Cárdenas Walter Cavero Pepe Salcedo

150 Guayaquil Nostálgico


Juan Cavero Héctor Jaramillo Pepe Jaramillo Kike Vega

to con las de Claudio Vallejo, Galo Ramírez, Alfonso Solines, Pedro Vallejo, Alfonso Rivera
y Walter Escobar.

Más cantantes de enorme acogida han sido Héctor Jaramillo, Leonardo Enrique Vega, Hugo
Enríquez, Roberto Calero Piedrahíta, Aladino, Noé Morales, Ricardo Loor, Roberto Zumba,
Raúl Illescas, Elías Vera, Máximo León y Juan Álava. Asimismo, Chugo Tovar, Richard Esco-
bar, Leonardo Chávez, Vicente Reyes, Otto Ferrer, Pepe Caicedo y Tito del Salto.

Buena parte de los artistas citados continúan activos, mientras que de los desaparecidos nos
quedan sus grabaciones que algún romántico las hace escuchar a sus invitados en las reunio-
nes familiares o de amigos.

Canciones

No dude el amigo lector en incorporar nuevos nombres a este breve inventario que, esta-
mos seguros, despertará sabrosas añoranzas cuando escuchemos la alegre canción La negra
Romelia, interpretada por Elías Vera; Mercedita, por Otto Ferrer; Los jilgueros, por Roberto
Calero Piedrahíta, o los pasillos El clavel negro y El pañuelo blanco, que las convirtió en po-
pulares Héctor Jaramillo.

Roberto Calero Aladino Tito Del Salto

ACORDES • Félix Macías • Óscar Ortiz


Otros conocidos • Alberto Rojas • Pepe Caicedo
intérpretes son: • Jorge Ballesteros • Fernando Lamar
• Roberto Zumba • Germán Urgilés • José Antonio Liberio
• Eduardo Brito • Néstor Sellán • Julio Chang
• Rogelio Sojos • Julio Figueroa • Segundo Rosero

Germán Arteta Vargas 151


Los guitarristas populares y su difusión de la música
En la historia de nuestra ciudad tenemos muchos de estos artistas que dieron fama
al arte nacional.

Nicasio Safadi Enrique Ibáñez Mora Carlos Rubira Infante Homero Hidrobo

A
l igual que en cualquier nación del mundo, no siempre ocurre que los cantantes solis-
tas o integrantes de dúos y hasta tríos sepan tocar guitarra para acompañarse en sus
actuaciones y ganar el aplauso del público al interpretar los variados ritmos ecuato-
rianos y extranjeros. Casos excepcionales como los de Segundo Bautista, Carlos Aurelio Ru-
bira Infante, Hermanos Montecel, Enrique Ibáñez Mora y otros donde se unen el cantante y
el instrumentista, podrían hacer creer lo contrario. Pero, en un buen número de situaciones,
hay excelentes intérpretes que carecen de ese ‘don’ y necesitan obligatoriamente del acom-
pañamiento de guitarristas (requinto y segunda) para consagrarse en sus presentaciones de
radio, teatro, televisión y escenarios diversos.

Esta nota volandera intenta, pues, recordar nombres de guitarristas que aportaron al surgi-
miento y difusión de la música popular en nuestro medio, aun más si en repetidas ocasio-
nes se ignora su trabajo aunque conozcamos que gracias a su respaldo triunfan las voces
internacionales que llegan por aquí o los compatriotas que salen a cosechar
palmas en naciones hermanas.

Valiosos referentes

Tratemos de recordar entonces aquellas décadas antes y des-


pués de los años treinta del siglo XX, cuando a partir del
viaje del dúo Ibáñez-Safadi se incrementaron las grabacio-
nes y espectáculos, en los que era común observar y escu-

Wacho Murillo Los Hermanos Montecel

152 Guayaquil Nostálgico


Armando ‘Pibe’ Aráuz Rosalino Quintero Pedro Chinga Abilio Bermúdez

char a tantos músicos que dominaban las cuerdas del singular instrumento.

Desde la segunda mitad de esa misma centuria en las emisoras CRE, Atalaya, El Mundo,
Cenit, Cristal, Pacífico, Cóndor, La Voz del Litoral, América, etcétera, era frecuente escuchar
a intérpretes locales y de otras naciones con el respaldo de Armando Pantza Aráuz, el Pibe;
Pepe Dresner, Wacho Murillo, Sergio Bedoya, Abilio Bermúdez y Wacho Figueroa.

La lista del recuerdo se amplía con los nombres de requintistas o guitarristas como Rosalino
Quintero, Bolívar y Paco Lara, Carlos Montalvo, Víctor Galarza, Homero Hidrobo, Naldo
Campos, Guillermo Rodríguez, Gonzalo Sánchez, Juan Naranjo, Pedro Chinga, Jacobo Már-
mol, Armando Alarcón y Vicente Plaza.

Asimismo, Augusto Peña, Francisco Espinar, Juan Ruiz, Santiago Chamaidán, Pedro Vera,
Paco Lamboglia, Pancho Rivera, José Peralta hasta llegar a los contemporáneos que dan su
aporte para el mantenimiento del ejercicio musical.

En algunas provincias del país alcanzaron reconocimiento compositores que armonizaron su


vocación con el canto y la guitarra, casos de Armengol Barba, Marco Tulio Hidrobo, Carlos
Bonilla, Miguel Espinosa, Carlos Guerra, Filemón Macías Joza, Luis Alfonso Nieto, Terry
Pazmiño, Francisco Torres, Marcelo Uzcátegui, Manuel Vásquez, Bolívar Ortiz, Benigno Me-
dina, Segundo Cortez, René Zambrano, entre otros.

Tampoco debemos excluir a guitarristas conocidos por su estilo personal como Carlos Bo-
nilla, Bolívar Ortiz, Roberto Viera, Eddy Erazo
y otros preocupados en jerarquizar la guitarra,
sin olvidar jamás los temas populares. Igual-
mente hubo y hay los que optaron por la clá-
sica para interpretar música académica, así lo
testimonia César León.

Naldo Campos Bolívar Lara Roberto Viera

Germán Arteta Vargas 153


Voces que perduran en la música del país
Son incontables las artistas que aportaron a la vigencia de las canciones en la
memoria urbana.

L
a historia de la música popular en nuestra ciudad necesita espacio para detallar los
nombres de esas artistas que se evocan con frecuencia en el hogar o la tertulia de ami-
gos, porque supieron interpretar aquella diversidad de temas que por su contenido en
varios ritmos se identificaron con el sentimiento popular.

Similar al aporte que ofrecieron y todavía entregan dúos, tríos, cuartetos, quintetos y orques-
tas citados en anteriores crónicas, las cantantes solistas del pentagrama ecuatoriano e inter-
nacional también llaman a ensayar un fugaz inventario, en especial de los valores referentes
que suelen recordar quienes conocieron esa época.

No solo las radios populares como La Voz del Litoral, Ortiz, Cristal, América, Cóndor, El Mun-
do, Ondas del Pacífico y otras conocidas antes y después de la segunda mitad del siglo pasado
ayudaron al triunfo de las cantantes y sus temas, sino los canales de televisión, las ferias, los
shows que empresarios visionarios organizaban en teatros y escenarios, etcétera.

Quién no recuerda a Fresia Saavedra, quien hizo famosos los temas El ladrón y La niña pre-
guntona, o a Maruja Serrano, identificada con la guaracha La pacharaca. Igual cosa podemos
decir de Máxima Mejía, a quien en sus presentaciones de radio y sitios de distracción, el
público le pedía las canciones Desdén, Ventanita y En el campanario.

Vicenta (o Vicentica) Ramírez hizo del pasillo A solas su tarjeta de presentación en las audi-
ciones que la tenían como figura principal o alternando con otros aplaudidos colegas.

Y qué decir de Carmen Rivas, Cástula León, Zeneida Avilés, Holanda


Campos, Lucha Rojas Mendoza y Nancy Murillo, que también recibieron
la ovación de sus admiradores.

Cástula León Teresa Cardoso

154 Guayaquil Nostálgico


Carmen Rivas Máxima Mejía Zeneida Avilés Hermanas Mendoza
Sangurima

Otras artistas que tuvieron el aplauso por sus aptitudes interpretativas fueron Dalila
Bowen, Elisa Macías, Katy Jordán, Lourdes Espín, Mary Fuentes, Teresa Cardoso, Ger-
trudis Vargas y Elba Cañola. Asimismo, no hay que olvidar a Marcia Chapman, Irlandra
Meléndrez, Calypso Villamar, Argentina Mendoza, Gladys Santos, Clemencia Samanie-
go, Lolita Cedeño y Clarita Vera.

Otras voces

En los últimos años del siglo XX se aplaudió a Ketty Pazmiño, Ketty Kazo, Juanita Rome-
ro, Liliam Suárez, Ana Lucía Proaño, Germania Calero, Jenny Peñafiel, Isabelita Puga, Jenny
Chinga, Mariana Coloma, Jenny Cabrera, Mary Aráuz, Irma Aráuz, Teresa Franco, Hilda Mu-
rillo, Maruja Mendoza, Jenny Rosero, Juanita Córdova y Digna Isabel.

Una buena cantidad de las artistas ‘inventariadas’ y otras que escapan de la nómina siguen
en la actividad, pues realizan presentaciones o graban discos con los temas del recuerdo, que
sus seguidores sintonizan en las radiodifusoras, repasan en los viejos cancioneros o disfrutan
a plenitud en las noches de bohemia barrial o entre miembros de la familia.

Holanda Campos Mery Aráuz Irma Aráuz

Hilda Murillo Jenny Rosero Liliam Suárez

Germán Arteta Vargas 155


Cancioneros con letras actuales y del pasado
Cuando los radios portátiles, grabadoras, reproductores de discos compactos o
modernos walkmans estaban ausentes del mercado sin la demanda actual, quienes
deseaban aprender la letra de una melodía de moda pero no podían permanecer
junto a un radio para lograrlo, optaban por comprar los cancioneros en los puestos
de periódicos y revistas de la ciudad.

A
dquiridas esas publicaciones donde constaban sus canciones favoritas y las fotos de
sus admirados intérpretes a quienes querían imitar, grandes y chicos iban de un lado
a otro leyendo y tarareando los temas. Era, pues, el cancionero una especie de amigo
inseparable de los aficionados al canto y hasta de los profesionales en materia musical. En
1922 circuló el cancionero El aviador ecuatoriano.

Alrededor de la década de 1950 del siglo anterior, en nuestra ciudad se incrementó la publica-
ción semanal, quincenal y mensual de los cancioneros, labor que ayudó a difundir las letras
de composiciones nacionales y extranjeras que ahora son una añoranza.

Entre los cancioneros de mayor aceptación y habitual demanda estuvo El Mosquito, que edi-
taba Rafael Cucalón, con su colaborador en asuntos de selección de material e impresión,
el comandante de Bomberos Andrés Arteta Montes. Nadie perdía los números ordinarios y
extraordinarios del cancionero y hasta los políticos se peleaban por aparecer en la portada
debido a su popularidad.

Publicaciones de similar contenido fueron Cancionero del Guayas, El porteñito, Cancionero


del trópico, América, El nuevo cantor, Guayas, Moderno, Amenidades, Alma que canta, entre
muchos otros. Lamentablemente, los costos de edición ocasionaron que dejen de publicarse
y la costumbre de comprarlos casi desapareció. Pocas imprentas atienden la demanda de los
escasos interesados. De los pocos que circulan en nuestro medio están Variedades y Cancio-
nero internacional.

156 Guayaquil Nostálgico


Aunque no son propiamente cancioneros, porque además incluyen estudios documentados
y completos en cuanto a bibliografías de autores, acordes, partituras, etcétera, hay que desta-
car, por ejemplo, Florilegio del pasillo ecuatoriano, por Alberto Morlás Gutiérrez, un referente
para conocer letras de ciertas canciones.

También constan Cantares inolvidables del Ecuador (tomos 1 y 2) y Joyel Musical o Historia
musical de América (dos tomos), de Francisco José Correa Bustamante.

Asimismo, están en favor de la difusión de la música nacional los libros Antología de artistas
y compositores ecuatorianos, compilado por Adolfo Parra Espinoza, y Antología del pasillo
ecuatoriano, de Isabel V. Carrión.

Igualmente el cancione-
ro popular Vamos a can-
tar (Biblioteca Ecuato-
riana de la Familia), con
su compilador Gerardo
Guevara.

Érmel Aguirre González


publicó Antología de la
música ecuatoriana (le-
tras, acordes, partituras,
compositores); Jaime
Díaz Marmolejo, sus Pa-
sillos clásicos; y Edwin
Guerrero Blum editó
Pasillos y pasilleros del
Ecuador.

Libros con amplia información y letras de canciones ecuatorianas son Discografía del pasi-
llo ecuatoriano y Lo que cuentan nuestros
pasillos, de Alejandro Meneses.
Letras
Constan además Cancionero ecuatoriano Demanda
(Representaciones Regalado), Antología Los cancioneros tuvieron gran demanda hasta las
musical de América (Francisco José Co- décadas del setenta y ochenta del siglo anterior.
rrea Bustamante), Antología de la mú- Aunque comenzaron a editarse desde los años treinta.
sica hispanoamericana (boleros, valses, Actualmente son pocas las imprentas que los publican.
tangos, rancheras, cumbias, pasodobles,
cuecas, sambas, bambucos), de Editorial Más conocidos
ABC. Del setenta al ochenta hubo varios cancioneros favoritos
por el público, conocidos con nombres como: Ecuador,
Últimamente circula el libro Señor Bo- América, Variedades, Moderno, Guayas, El nuevo
lero, del investigador José Espinoza Sán- cantor, Cancionero ecuatoriano, Joyel musical (partes I
chez, con historia y anécdotas de com- y II), El mosquito, El costeñito, El porteñito, Cancionero
positores e intérpretes. del Guayas, Cancionero del trópico, Cancionero
internacional, entre otros.

Germán Arteta Vargas 157


Edificaciones porteñas que ofrecen añoranzas
Estas casas recuperaron su hermosura y prueban la riqueza arquitectónica que
posee esta urbe.

D
os antiguos y queridos edificios que hasta hace un par de meses pasaban inadvertidos
para la mirada fugaz de los moradores y visitantes de nuestra ciudad, hoy lucen sus
fachadas bien pintadas y eso permite apreciar toda la belleza de sus líneas y diseños.

Se trata del que se levanta en Chile y Chiriboga, construido para el funcionamiento del Labo-
ratorio Municipal, que después se le llamó popularmente la Planta Sttasanizadora de Leche,
y del ubicado en Eloy Alfaro y Venezuela, bautizado como el Castillo Espronceda.

El local del Laboratorio Municipal (izquierda), que se


creó como “una manera de controlar la calidad de los
alimentos y bebidas que se vendían en los establecimien-
tos públicos”, según Pablo Lee en su libro Testimonio y
memoria de la arquitectura histórica de Guayaquil, lo
inauguraron el 9 de octubre de 1911, aunque la Dobler
& Cía. (Hamburgo) terminó su construcción en mayo
del mismo año. Allí funcionó la Planta Sttasanizadora de
Leche y más tarde alojó al colegio fiscal técnico Enrique
Gil Gilbert, que mientras lo ocupó hizo adecuaciones y
ampliaciones en áreas conjuntas.

El Castillo Espronceda (abajo), declarado Patrimonio


Cultural de la Nación en 1990, data su construcción a
comienzos de la década de 1930 y estuvo a cargo del arquitecto español Juan Orús Madinyá,
por encargo de su compatriota Miguel Martínez de Espronceda, ya fallecido. Destaca por sus
tres plantas, cuatro torretas y la cantidad de ventanas y balcones; en el frente están los es-
cudos familiares del dueño. Actualmente sirve de morada a doña Lucrecia Peribonio Brajcic
viuda de Martínez de Espronceda, y varios
de sus espaciosos departamentos son de al-
quiler. En otros años ahí vivieron conocidas
familias de la urbe.

La foto de un aviso de 1936 rubrica que en esa


época fue sede de la fábrica de gaseosas La
Frutal, que tantos recuerdos trae a los gua-
yaquileños.

La letra del tango argentino Casas viejas por


ahora no encaja con estos añosos edificios
que testimonian el Guayaquil que estamos
obligados a exaltar y cuidar siempre.

158 Guayaquil Nostálgico


La antigua Casa Cuna de la calle Víctor M. Rendón
Entre las casas viejas porteñas, esta es una de las que recuerda con emoción la
colectividad.

E
l calendario de episodios trascendentales de la urbe nos recordó que el 13 de mayo de
1918 comenzaron los trabajos de construcción de un antiguo y querido edificio que aún
constituye entrañable recuerdo de la arquitectura guayaquileña y de la filantropía de
sus vecinos: el de la Casa Cuna, ubicado en Víctor Manuel Rendón entre Boyacá y Escobedo.

Esta añoranza surge por la reciente labor de adecentamiento de la fachada de la añosa edifi-
cación, que luce con un color distinto de los que tuvo a lo largo de los años en los que por su
deterioro también sufrió reparaciones y adecuaciones que alteraron bastante su estructura
original.

Antecedentes

Se conoce que entre 1910 y 1917, el médico Juan Arzube Cordero desplegó una ejemplar cam-
paña para levantar un edificio que sirviera de albergue a los niños cuyos padres trabajaban
durante el día en oficios domésticos y que por esa causa tenían que encargarlos a alguien de
su cuidado. Esta obra pionera en el país se consiguió por el empuje indesmayable de su ges-
tor y otros generosos colaboradores que valoraron la intención del mentalizador.

El levantamiento del edificio de construcción mixta, excepto la fachada que fue íntegramente
de hormigón armado, comenzó el 13 de mayo de 1918 y se inauguró oficialmente el 9 de octu-
bre de 1921 en homenaje al nuevo aniversario de la independencia de Guayaquil.

Pablo Lee en el libro Testimonio y memoria de la arquitectura histórica de Guayaquil, pu-


blicado en 1996, ya señalaba entre otras cosas “el alto grado de deterioro del edificio por las
transformaciones recibidas, la fal-
ta de mantenimiento y el uso para
lo cual no fue diseñado”.

En décadas pasadas, en ese local


que acogió a la Casa Cuna fun-
cionaron el colegio experimental
Francisco Huerta Rendón, adscri-
to a la Universidad de Guayaquil,
y el fiscal nocturno San Francisco
de Quito.

Igualmente, algunos negocios


ocuparon en diferentes épocas
varias dependencias de sus insta-
laciones.

Germán Arteta Vargas 159


Traslado del monumento a Eloy Alfaro
Un cambio al paisaje urbano
La escultura estuvo en su original lugar de la av. de las Américas durante 45 años
hasta diciembre pasado.

L
o que para incontables porteños fue un ícono referencial de su
paisaje urbano en el sector norte de la ciudad, efectivamente ya
no va más y quienes se acostumbraron por cuatro y medio déca-
das a mirar a diario la figura del Viejo Luchador en actitud de guiar a
sus montoneras hacia la definitiva victoria, constituirá solo un recuer-
do. Asimismo, las estampas de promoción turística y los cuadernos
que lo mostraron en su antiguo sitio pasaron al baúl de las evocacio-
nes. La estatua se erigió en ese lugar en 1961, cuando aún no se hablaba
de la intersección de las avenidas de las Américas con su similar la
Kennedy y se la podía admirar con todos sus detalles hasta hace algún
tiempo, porque eran escasas las edificaciones circundantes.

Los transeúntes diarios y obligados que por


trabajo, estudio, viaje o domicilio en las ciu-
dadelas que surgieron al norte la miraban,
mantienen en su memoria los inicios del mo-
numento y los cambios que tuvo en ciertas
épocas.

160 Guayaquil Nostálgico


Y qué decir de las agrupaciones políticas, magisteriales e institucionales que en múltiples
ocasiones con motivo de la recordación del 5 de Junio (día del liberalismo) y del 28 de enero
(aniversario de la muerte del general Alfaro) culminaron sus marchas y desfiles al pie de ese
monumento y usaron el pedestal como tribuna y trinchera literaria para arengar a los conciu-
dadanos a la conquista de reivindicaciones.

Ahora, para bien o para mal, el monumento a Eloy Alfaro, al que el pueblo con su caracterís-
tica chispa y gracia pero sin perder su respeto al ex magistrado lo motejó como el “No empu-
jen”, está en su nuevo domicilio en el Complejo de la Unidad Nacional, diagonal a los puentes
Carlos Pérez Perasso y Rafael Mendoza Avilés, vecindario adonde también las autoridades
municipales trasladaron desde el malecón Simón Bolívar la estatua de Guayas y Quil, figuras
de leyenda que le daban el nombre a nuestra ciudad.

Historia

La realización del monumento con que Guayaquil exalta la ilustre personalidad y la obra del
líder manabita correspondió al escultor lojano Alfredo Palacio Moreno, autor de otros valio-
sos trabajos en nuestro medio.

Palacio era rector de la Escuela Municipal de Bellas Artes cuando el Comité Pro-Monumento
al General Eloy Alfaro, que fundó y presidió
Genaro Cucalón Jiménez, le encargó la eje-
cución del proyecto.

El Chaval o Don Alfredo, como le decían


con respeto sus colegas y alumnos, con-
tó con la colaboración de algunos de ellos
para emprender y terminar la obra que se la
entregó al Cabildo de Guayaquil la tarde del
domingo 8 de octubre de 1961, con asisten-
cia de Miguel Wagner Velasco, jefe político
del cantón en representación del goberna-
dor del Guayas, Carlos Grunauer Toledo, y
Amalio Puga Pástor, edil, a nombre del al-
calde Pedro J. Menéndez Gilbert.

También concurrieron Carlos Baille, deca-


no del Cuerpo Consular; Eloy Avilés Alfaro,
en representación de los descendientes del
general Alfaro; Armando Espinel Mendoza,
Rafael Mendoza Avilés, Manuel Díaz-Gra-
nados, Antonio Vera Lago, Clemente Ba-
querizo, Washington Zavala Loor, Humber-
to Molinari y demás miembros del comité
pro erección.

Las alumnas de la escuela de la Sociedad


Hijos del Trabajo colocaron una ofrenda

Germán Arteta Vargas 161


2004. El monumento a
Eloy Alfaro en medio de
dos pasos vehiculares
elevados.

floral y cantaron el Himno Nacional que entonó la banda de la Policía Civil; los estudiantes
del colegio Cinco de Junio depositaron una ofrenda.

Para los fondos de erección del monumento, el Congreso Nacional creó en 1954 un impuesto
que fue limitado a 500 mil sucres y pasado luego a construcciones militares en la frontera por
decreto de emergencia del Ejecutivo. Ayudaron finalmente el Consejo Provincial y la Casa de
la Cultura del Guayas, la Municipalidad de Guayaquil y otras entidades.

Cambios y clonaciones

Lo ocurrido en estos últimos meses con el cambio de ubicación del monumento a Eloy Al-
faro no deja de causar preocupación en muchos vecinos, pues ellos temen que se pongan de
moda las ‘clonaciones escultóricas’ debido al intento que hubo con la que es tema de esta
nota, o porque podría aparecer alguna autoridad seccional o nacional con la apresurada e
ingrata idea de cambiar de sitio el Reloj Público, la Columna de los Próceres Octubrinos,
el monumento a Simón Bolívar y otras obras artísticas que se quedaron en sus ubicaciones
primitivas, aunque el entorno urbanístico se desarrolló sobremanera.

Recordemos que hace décadas se lanzó la


idea de dividir el parque del Centenario y
dejar la Columna para que a su alrededor
circulen los vehículos; asimismo, que algu-
nos entendidos en urbanismo criticaron la
alteración simbólica que sufrió el hemici-
clo de La Rotonda, que incluye el monu-
mento a Bolívar y San Martín, pero que
aplaudieron la ubicación definitiva para el
monumento al prócer y poeta José Joaquín
de Olmedo en el malecón del río Guayas.

162 Guayaquil Nostálgico


Las tercenas son parte de la memoria urbana

E
n el habla popular casi todos en algún momento hemos llamado ‘tercena’ a la carnice-
ría, es decir, el local de venta de carne y otras partes de las reses que hasta la penúltima
década del siglo anterior fue parte del escenario urbano que se complementó con la
‘pulpería’ o ‘tienda’, la panadería, la peluquería, la botica, el local del zapatero ‘remendón’ y
otros establecimientos que daban a cada cuadra del barrio una atmósfera bullanguera pero
útil y cordial. Las tercenas se constituyeron en un sitio de concentración de amas de casa, je-
fes de familia y empleadas domésticas que intercambiaban ‘noticias’ mientras eran atendidos
por el propietario del negocio, quien no quedaba excluido de la conversación.

Incluso los canes de la barriada tenían una hora fija para situarse frente a estos locales y
recibir los trozos de pellejo lanzados por los ‘terceneros’ mientras limpiaban las partes del
ganado que les entregaba principalmente el Camal Municipal. En la actualidad, gracias a nue-
vos métodos de sacrificio y limpieza, la carne, órganos y vísceras tienen otra presentación, en
tanto que los perros y gatos olvidaron la costumbre de su cita.

En Guayaquil hubo centenares de carnicerías. Como


testimonio citamos a la que por varias décadas per-
manece en Argentina y Guaranda, fundada por Es-
teban Pazmiño y que ahora atiende su hijo Roberto.
En anuncios de periódicos encontramos la de Miguel
Romero, en Rumichaca y Sucre, y la de Carmen Pe-
láez, en Quito y Colón, haciendo referencia a la cali-
dad de la carne y su peso completo.

Actualmente quedan pocas de las típicas carnicerías,


pues algunas descartaron hasta el uso del hacha para Tercena de Luis Casquete Izquierdo.
picar los huesos e incorporaron aparatos modernos
de refrigeración, por lo que prefieren el rótulo de ‘frigorífico’ para restar la preferencia de los
clientes a los supermercados. Aun así hay compradores que siguen fieles a las carnicerías.

Satisfecho de su oficio

Luis Casquete Izquierdo continúa optimista en su tercena y actual frigorífico Hcda. San Luis,
que inauguró hace varias décadas en la avenida Once y callejón G de la ciudadela Nueve de
Octubre. Dice que los ‘terceneros’ deben modernizarse, como es su caso. “Cuando mi cliente-
la se incrementó y la atención demandó mayor esfuerzo, aumenté el número de empleados, com-
pré sierras, frigoríficos y congeladores para darles un buen servicio y que no se vayan”, enfatiza.

Aprendió en una tercena propiedad de N. Molina, ubicada en Portete y la Octava; cuando se


independizó no pensó dos veces en abrir su propio establecimiento. Hace referencia a la cos-
tumbre de envolver la carne comprada por sus clientes, que primero fue en papel periódico
impreso, después en periódico blanco y finalmente en fundas plásticas. Orgulloso de que su
línea de negocio es parte de la tradición que identifica a Guayaquil, dice que él continuará
haciendo mejor las cosas para que aquello continúe vigente para bien de la comunidad.

Germán Arteta Vargas 163


Supermercados de antaño en la ciudad
El local que fundó Alfredo Czarninsky logró mayor éxito
cuando se incrementó su servicio.

E
n su libro Del tiempo de la yapa, la historiadora Jenny Estrada relata cómo se estableció
en esta urbe el primer supermercado de víveres, enlatados, etcétera, gracias al empuje
del empresario Alfredo Czarninsky, nacido en Prostke, Prusia oriental alemana, quien
llegó aquí en 1936 con toda la vitalidad propia de una juventud deseosa de triunfar.

Relata la investigadora y periodista Estrada Ruiz que Alfredo Czarninsky, luego de trabajar
y obtener el aprecio de la comunidad con los servicios del Salón Rosado, incursionó en otro
campo con la apertura de un almacén de conservas, dulces y otros productos similares que
no tuvo la acogida pronta y mayoritaria que él esperaba.

Pero ocurrió que a su retorno de los Estados Unidos, donde participó en un certamen de
adiestramiento empresarial, el visionario comerciante trajo el novedoso sistema del autoser-
vicio y lo implantó desde 1958 como supermercado. Poco a poco la modalidad tuvo mayor
demanda en esta ciudad y el país por las permanentes innovaciones introducidas, hasta que
el servicio se afianzó al amparo del término comisariato.

Incremento de negocios

Establecida esa manera de atención al público, quedaron para la historia algunas costumbres
de compra, despacho y venta que mantenía una especie de relación de amistad y familiari-
dad en el pulpero, tendero, vivandero o barraquero (comerciantes o propietarios de locales
barriales o mercados populares) y sus asiduos clientes o ‘caseros’ a los que no solo les obse-
quiaban la popularísima y añorada ‘yapa’, sino que también le fiaban y esperaban hasta que el
vecino cobrara su semana, quincena o sueldo mensual.

164 Guayaquil Nostálgico


No olvidemos entonces que el Supermercado El Rosado (centro, sur y Urdesa), base de los
actuales Mi Comisariato, estuvo en Nueve de Octubre y Boyacá. Le siguieron el ABC, en
Aguirre 426. El Chimborazo, del que se dice nació en Rumichaca y Aguirre y, al cambiar de
propietario, se trasladó a su local en Chimborazo y Colón.

De igual manera gozaron de mucha clientela el Super Market Nader, localizado en Luque 214
al 222; el Auto Servicio Noroña, de Delfín Noroña Sandoval, en Santa Elena (actual Lorenzo
de Garaycoa) 1518 y Colón; y La Favorita, de Baudilio Mendieta, que igualmente abrió una
cadena de locales y sigue en Lorenzo de Garaycoa y Alcedo, desafiando el tiempo e incon-
venientes.

A la mayoría de estos locales ubicados en el casco comercial del Guayaquil de las décadas
del sesenta, setenta y ochenta del siglo XX, hay que incorporar otros nombres en años pos-
teriores, como supermercados Más por Menos (Argüelles y Oriente, Barrio del Centenario),
Popular (José de Antepara y Quisquís) y Harto de Todo (ciudadela La Atarazana). La em-
presa Tía mantiene numerosos establecimientos que siguen la línea de los supermercados.

Estos negocios solían publicar avisos en los periódicos de la urbe, especialmente los viernes
y sábados; anunciaban ofertas y promociones, entregaban cupones de la suerte similares a
los que hacen los actuales, pero con diferentes horarios de atención. Algunos desaparecieron
o cambiaron de propietario; pocos continuaron.

Aunque las clásicas tiendas de abarrotes, despensas y minimarkets que se observan en nues-
tros barrios y ciudadelas mantienen vigencia, los comisariatos reciben numeroso público por
la facilidad que ofrecen para que este se provea de los más variados productos ecuatorianos
y extranjeros (alimentos, ropa, artículos para el hogar), y pague con tarjeta de crédito ante la
falta de efectivo.

No dudemos, pues, en añadir nombres a la lista que ensayamos esta vez, sin olvidar a los
actuales como El Paraíso, Supermaxi, Santa Isabel y tantos otros con similar orientación de
servicio a la colectividad.

Avisos sabatinos del Supermercado Chimborazo y Almacenes Tía.

Germán Arteta Vargas 165


El sombrero, prenda que reinó en Guayaquil
Hasta la mitad del siglo XXI, la popular prenda tuvo acogida en todos los estratos
sociales.

S
imilar a lo que ocurre en esta época con la casi extinguida costumbre de las señoras
y señoritas vecinas de nuestra ciudad, quienes al ingresar a los templos católicos ja-
más olvidaban el velo de tul, gasa, seda o algodón con que cubrían su cabeza, cuello
y parte del rostro, el uso del sombrero también perdió vigencia entre ellas y en la pobla-
ción masculina. De allí que ahora
es motivo de admiración cuando
algún romántico se echa a caminar
a las calles y lo hace parte de su
vestimenta.

Durante el siglo XVIII y hasta la dé-


cada del cuarenta de la centuria pa-
sada, los guayaquileños y residentes
de la urbe –incluidos los niños– tu-
vieron al sombrero como prioritario
asistente no solo en la dura jornada
de trabajo mientras arreciaba el sol
o la lluvia, sino en el momento del
paseo cotidiano y del compromiso
social y cultural que sugerían dis-
tinción y pulcritud. Los artesanos
(sombrereros), las fábricas, los co-
merciantes exportadores e impor-
tadores fueron muchos en aquellos
años para satisfacer la demanda. Aviso publicado en 1899 en el
Almanaque Fin de Siglo.
Modelos y locales

En aquellos años de dulce recuerdo tuvieron aceptación los sombreros de pita, paja toquilla,
cabuya y las tradicionales tostadas; igualmente los de paño y fieltro. Muchos almacenes los
exportaban a países americanos y del Viejo Continente, caso de los de marca Montecristi que
impropiamente los bautizaron con el nombre de Panama Hats. Hubo en Guayaquil sombre-
rerías dedicadas exclusivamente a las damas y los niños de ambos sexos.

Los artesanos sombrereros gozaron del aprecio de la comunidad; los talleres y fábricas die-
ron cabida a numerosos obreros. El Almanaque de Guayaquil de 1900 incluye avisos de las
sombrererías Universal de J.O. Tonesi, que ofrecía los clásicos sombreros de paja, lana, fieltro
y los llamados canotier importados de Inglaterra, Francia e Italia para señoras y niños, y la
Americana, con ventas por mayor y menor en la calle Municipalidad Nº 61 frente a la iglesia
San Agustín.

166 Guayaquil Nostálgico


Otros establecimientos

Posteriormente se establecieron Emilio Valle, distribuidor de


sombreros Eureka (Valle), en Nueve de Octubre 408 al 412, y
la sombrerería La Moderna, de David Arias Vivar, en Nueve
de Octubre 626 al 628. Pedro P. Garaycoa, representante de la
marca Caradine para la temporada de playa; Chalhoub Hnos.
& Cía., con sombreros pastoras para niñas y de paja para se-
ñoritas, niños y niñas; Nácer & Cía., en Pedro Carbo y Diez
de Agosto; La Juventud Ecuatoriana de Antonio Begué, en
Luque 126 y Pedro Carbo 539-543.

Fueron muy concurridos los establecimientos de C. A.


Pérez, en Pedro Carbo y Aguirre; el de Bigalli, en Junín y
Riobamba, y la Sombrería Nacional de Inocencio Villalva,
en la av. 2da. Nº 706. La Fábrica Nacional de Sombreros,
ubicada en Calixto Romero y Chimborazo, propiedad de Juan
Bautista Amat Luna, elaboraba, teñía y arreglaba sombreros de paja italiana,
inglesa, tagala y picot de acuerdo con la moda.

Tomás Regato, en Boyacá y Luque, en sus avisos en El Universo sostenía: “No tener cabeza
significaba no usar sombreros de su sombrerería”. El almacén Barberán, que aún existe en
Primero de Mayo y Quito, acumuló prestigio como distribuidor de los sombreros de paja to-
quilla que llegaban desde Manabí, Cuenca y diversos lugares de la península de Santa Elena.

En definitiva, el uso de este artículo fue muy común en esta urbe y más ciudades y regiones
del país, que por su situación geográfica, tradición y trabajo sus moradores aún lo usan y
mantienen vigente gracias a sus fábricas, talleres y artesanos. Quién no recuerda todavía
entre los cientos de moradores del puerto que usaban sombreros, las figuras de los doctores
Obdulia Romelia Luna y Ángel Felicísimo Rojas, quienes lo tuvieron como inseparable ele-
mento de su vestimenta.

Los servicios
de la Fábrica
Nacional de
Sombreros en
El escultor Juan Rovira luciendo una croqueta. Guayaquil.

Germán Arteta Vargas 167


Tiempo de prohibiciones y castigos
En las décadas de los veinte y treinta se sancionaban a quienes abrían sus negocios
los domingos.

L
as páginas de El Universo que has-
ta casi la primera mitad del siglo XX
mantuvieron columnas diarias para
informar de los nacimientos, defunciones,
cambios de domicilio, cartas rezagadas, et-
cétera, también incluyeron curiosas noticias
en torno al diario vivir de los vecinos de la
ciudad.

Entre esas informaciones que hoy podrían


causar el asombro y la sonrisa del lector, no
faltaron aquellas sobre el jefe de familia de-
tenido por cambiarse de casa de un barrio a
otro sin tener el respectivo ‘pase’ o permiso,
y las que informaron que en la llamada ‘Pes-
quisa’ se depositó una joya, un bastón o som-
brero para que los retiraran sus olvidadizos
propietarios.

Con el mismo ingrediente que hicieron curiosas a estas notas, en esa época hubo otras sobre
la prohibición de abrir y atender los domingos las tiendas de abarrotes, peluquerías, chiche-
rías y negocios similares.

También hubo castigos impuestos a quienes no obedecieron las ordenanzas municipales y


leyes en general, que incluso recayeron en los niños y adultos.

Sin más comentarios, reproducimos varios cortos que publicó diario El Universo en las dé-
cadas del veinte y treinta.

Infractores

El Intendente de Policía juzgará y condenará a Humberto Endara, dueño del establecimiento


de Quito y Clemente Ballén; y al propietario de la abacería en las calles Juan Montalvo y Ge-
neral Córdova, por no dar cumplimiento al descanso dominical.

Sancionados, a las canteras

El Intendente de Policía dirigió el siguiente oficio a los comisarios nacionales: “Es pre-
ciso que la autoridad de usted continúe imponiendo como pena de Policía, el trabajo de
cascajo a los individuos contraventores como rateros reincidentes, rufianes, vagos, ebrios

168 Guayaquil Nostálgico


Los contraventores de las Ordenanzas
Municipales recibían algunas sanciones.

consuetudinarios y proxenetas, asumiendo el suscrito toda la responsabilidad mientras


viene de Quito la aprobación que oportunamente se ha solicitado.- Honor y Patria.- Luis
Larrea Alba.- Mayor”.

Peluquero citado

Ante el Comisario del Circuito quedó citado el peluquero Nicasio Casabona, que habita en
Eloy Alfaro intersección Capitán Nájera, por no querer cerrar su establecimiento el domingo
anterior e injuriar al inspector Antonio Rosero, de la Policía Nacional.

Sin zapatos

José A. Salazar, Juan Dávila y Manuel Méndez fueron reducidos a prisión por burlar una de
las disposiciones del ex intendente de Policía, capitán S. V. Guerrero, relativa a la prohibición
de andar descalzos.

Sin domicilio fijo

Victoria Cedillo fue apresada por los celadores en las calles Colón y Pío Montúfar, por care-
cer de domicilio y vagar continuamente.

Por vender licor

A órdenes del Comisario Primero de Policía fue puesto para su juzgamiento Eybh Bislech,
dueña de una casa de meretrices de la calle Quito entre Colón y Alcedo, por haber vendido
licor el día domingo.

Germán Arteta Vargas 169


Pedir la bendición, una costumbre que se pierde

L
a crónica volandera sobre el saludo, sus diferencias y la necesidad de fomentarlo por-
que se está extinguiendo como hábito de cortesía, motivó que alguien recordara otras
costumbres que los jefes de familia católicos de antaño mantuvieron entre los suyos: el
pedido de la bendición que al ausentarse de sus casas hacían los niños y jóvenes a sus padres
o abuelos, y la oración de agradecimiento a Dios en el momento de servirse los alimentos,
especialmente del almuerzo y cena, porque allí se encontraban casi todos los miembros del
hogar.

Lamentablemente, en el transcurso de los años los propios padres olvidaron inculcar el há-
bito en sus descendientes, a tal punto que es poco usual observar a niños y jóvenes pedir la
bendición a sus progenitores en el momento de despedirse o alejarse momentáneamente de
su morada. Ahora resulta más rápido el beso en la mejilla o frente, en otros casos ni eso, pues
muchos jóvenes catalogan la costumbre como obsoleta y pasada de moda, y peor aquello de
acercarse y hacer una pequeña genuflexión mientras se solicita la gracia.

En medio de algunas desalentadoras consideraciones sí hay hogares en los que aún se realiza
la tradición y se puede observar a hijos mayores de edad que frente a sus vástagos y nietos
piden la bendición a sus padres como testimonio de amor y respeto. Esto es más frecuente en
los hogares del sector rural de la Sierra, donde está arraigada la práctica.

Agradecer por alimentos

Otra de las costumbres que igualmente ha


caído en el olvido en muchos hogares es la
del momento del almuerzo o cena, cuando
el padre de familia invitaba a su esposa e
hijos para presentar unidos una oración de
agradecimiento a Dios por los alimentos re-
cibidos. Incluso, para lograr la participación
de toda la prole solía delegar el rezo de la
oración de manera alternada. Esto, como lo
consignamos, es una práctica que se va ex-
tinguiendo, pero hay que rescatarla en pro
de la vigencia de las normas de convivencia
espiritual de la sociedad actual.

Busquemos la manera de rescatar y difun-


dir algunas de las normas que el vertiginoso
convivir actual tiende a desterrar de nues-
tros hogares, sin tomar en cuenta que aque-
llas son de enorme utilidad para sustentar la
profesión de solidaridad y respeto que carac-
terizaron a las familias de antaño y que de- Pocas madres y abuelas practican la
ben robustecer las contemporáneas. costumbre de dar la bendición.

170 Guayaquil Nostálgico


El repicar de las campanas, una costumbre que se
pierde

E
l repicar de campanas de los templos católicos que en décadas pasadas testimonió en
forma importante la fe religiosa de los guayaquileños y ayudó a resaltar diversas situa-
ciones de su vida cotidiana, ya no es el mismo de antes y por ahora causa nostalgia en
habitantes de la urbe que antes esperaban ese sonido.

El alegre sonido llamando a misa o el lento movimiento ‘doblando’ por los muertos, actual-
mente es solo un recuerdo. Algunos templos abandonaron la costumbre. Igual ocurre en las
fiestas cívicas y populares cuando el vuelo alegre de campanas aviva el fervor de la gente.

Quizás por olvido del párroco o del sacristán o alguna innovación, son pocas las iglesias que
echan a volar las campanas, aunque sí las tienen. Ahora resulta novedoso escuchar el tañido
que convoca a un oficio religioso y por eso los parroquianos guían su asistencia gracias al
horario aprendido.

Pese a que en otras ciudades del mundo a esta costumbre todavía se le da importancia, en
Guayaquil prácticamente se ha perdido y poco se considera la expresión religiosa e idiosin-
crasia de los fieles.

Era evidente el regocijo de nuestros


mayores ante el sonido de las cam-
panas de las iglesias San Francisco,
La Merced, Catedral, San Agustín,
La Victoria y otras, cuyos sacrista-
nes, campaneros o sacerdotes en-
cargados se esmeraban en la tarea
de echarlas al vuelo.

Queda a un lado el simbolismo e im-


portancia del repicar de campanas
que viene desde los primeros siglos
cuando los cristianos la implemen-
taron para convocar a sus fieles.

Películas y canciones Campanas de la iglesia de Santo Domingo (Las Peñas).

Qué decir de su valor como tema de


inspiración de poemas, cuentos y can-
ciones populares, como el pasillo En el campanario, que interpreta Máxima Mejía, y los po-
pulares boleros, villancicos y valses que aluden las misas y el repiquetear de las campanas.
Asimismo, la famosa película ¿Por quién doblan las campanas?, y los dichos o locuciones
‘Echar las campanas al vuelo’ (celebrar con alegría un acontecimiento) y ‘Oír campanas y no
saber dónde’ (entender mal una cosa), etcétera.

Germán Arteta Vargas 171


Sarita Chacón y Electra Ballén, en la memoria urbana
Las guayaquileñas Sara Chacón Zúñiga y Electra Ballén Ayala protagonizaron
en febrero de 1930 y 1931, en su orden, acciones que aún son referentes en las
elecciones de belleza y el deporte.

S
arita, por veredicto de un tribunal calificador y el pro-
nunciamiento de diversas entidades guayaquileñas, se
convirtió el 11 de febrero de 1930 en la Señorita Ecuador
(ahora se la denomina Miss), la primera con este título que se
eligió en el país.

Mientras Electra, que para algunos historiadores de nuestro de-


porte es la pionera de la natación femenina, el 22 de febrero de
1931 participó en la titánica prueba náutica de 15 millas Guaya-
quil-Punta de Piedra (sector cercano al golfo de Guayaquil), ru-
bricando su fama de nadadora que en 1930 pasó a ser la primera
mujer que cruzó a nado el río Guayas de Guayaquil a Durán.

Belleza criolla

Sarita Chacón nació en junio de 1914. Cursaba el cuarto año del


colegio religioso La Inmaculada, cuando en enero de 1930 diario
El Telégrafo convocó al concurso para elegir Señorita Ecuador.

En medio del fervor ciudadano y el entusiasmo de intelectua-


les y periodistas, las candidatas se presentaron en una velada de Sarita Chacón, Señorita
elección en el teatro Olmedo. Allí estaba Sara Chacón, represen- Ecuador 1930.
tando al Barrio del Astillero.

El jurado proclamó cuatro finalistas incluida Chacón, pero postergó su veredicto. Final-
mente, debido al pronunciamiento popular en calles, plazas y centros obreros e intelec-
tuales en pro de Sarita, la declaró triunfadora y programó su apoteosis para desarrollarse
en el teatro Edén.

Con el título de Señorita Ecuador viajó en el vapor Santa Rita a Miami, Estados Unidos, don-
de deslumbró con su belleza criolla.

A partir de su elección, como nunca antes se vio, poetas, periodistas y escritores le dedicaron
sus obras.

Entre estos escritores anotamos a Publio Falconí Pazmiño, Demetrio Aguilera Malta, Enrique
Avellán Ferrés, Claro Gil González, Joaquín Gallegos Lara, Telmo N. Vaca del Pozo, Alfredo
Pareja Diezcanseco y muchos otros. Además, Nicasio Safadi, con letra de César Maquilón
Orellana y Jorge Ismael Gandú compuso el hermoso pasillo Señorita Ecuador.

172 Guayaquil Nostálgico


Ya casada, Chacón viajó a los Estados Unidos, se especializó en Relaciones Públicas y apren-
dió técnica de yoga; años después vino a esta ciudad para establecerse, mas volvió a Nueva
York, donde murió en enero de 1998. Escribió el libro Honores y bohemia de mi reinado.

Nadadora excepcional

Electra Ballén nació en 1915. Cursó la primaria en un plantel fiscal de la ciudad y fue una de
las primeras mujeres que se matricularon para estudiar secundaria en el Colegio Vicente
Rocafuerte y obtener el bachillerato.

Desde niña amó la natación, pues a los 8 años cruzó el estero Salado. En 1930 participó en
competencias y se convirtió en la primera mujer que a nado venció el río Guayas en la trave-
sía de Guayaquil hacia Durán.

El domingo 22 de febrero de 1931 participó en la prueba Guayaquil-Punta de Piedra, junto con


Eli Barreiro, Rafael Mármol, Oswaldo Reinoso, Carlos Villavicencio y José Gálvez, el ‘benja-
mín’ del grupo. Su travesía se prolongó por 4 horas y 18 minutos.

El triunfo de Electra, militante de Liga Deportiva Estudiantil, afianzó aún más la simpatía que
el pueblo le profesaba por sus anteriores hazañas.

Recibió trofeos y medallas de instituciones; su plantel le entregó el primer premio único de


Cultura Física.

Ofreció demostraciones en Quito, Ambato, Riobamba, Latacunga, Huigra y Alausí. Al igual


que Sarita Chacón, poetas le dedicaron sus composiciones.

El manabita Horacio Hidrovo le dijo: “Los manglares se inclinaron/para anotar tu récord/en la


tabla del Guayas... /Electra: la creciente /es un saludo del océano/al triunfo de tu gracia”.

La nadadora Electra Ballén, en el centro, con otras campeonas de la época.

Germán Arteta Vargas 173


Los pergaminos son recuerdos
Arte de antaño
Son pocos los artistas que aún confeccionan los hermosos trabajos.

A
ntes de que aparecieran los trofeos, placas y medallas de material metálico (bronce,
especialmente), vidrio, acrílico, etcétera, con que organismos oficiales e instituciones
premian los méritos y servicios de sus miembros o de gremios y personas particula-
res, los llamados pergaminos que realizaban conocidos dibujantes y hábiles artesanos de la
rama gráfica eran, hasta la década del setenta del siglo pasado, los más solicitados para cum-
plir esos propósitos. Dirigentes de instituciones de diversa índole recuerdan haber contrata-
do en su oportunidad los servicios de valiosos artistas y pintores, quienes en nuestro medio
dedicaron muchos años a la confección de pergaminos en los cuales volcaron su talento y
poder de creación tan apreciados.

Como ejemplo de antiguos dibujantes citamos a Óscar Méndez, Jorge Méndez Guaranda,
R. Betancourt, Francisco Salazar Patiño, Salmerón De la Rosa, Virgilio Jaime Salinas, Fausto
Alvarado y Santiago Valdivieso.

Igualmente evocamos a R. Garaycoa L., Héctor Miranda Arce, Luis Guerrero, José Vicente
Palacios, Marcos Hurtado y N. Arellano. Y últimamente a Guillermo A. Rodríguez y Gustavo
Mejía, que son parte de unos pocos que todavía siguen en esta labor pero sin la intensidad de
años atrás, porque la demanda de trabajo hecho a mano decayó por la tecnología. Los clien-
tes de ahora prefieren algo más rápido gracias a la ayuda de la computación, litografía y otros
modernos recursos de las artes gráficas en nuestro medio.

Los cambios

Si bien el uso de la computadora ahorró tiempo para el diseño y la confección de medallas,


trofeos y galardones similares, los pergaminos de antaño –para cuya elaboración los artistas
se tomaban hasta dos y tres días– no pueden olvidarse porque en su contenido destacó siem-
pre el estilo particular de quien los realizaba y los recursos artísticos de los que se valía aquel
para lograr la perfección de su trabajo, que igualmente incluía los materiales más perdura-
bles y la hermosa caligrafía con la famosa letra ‘gótica’. Los cueros de chivo o borrego, que
ya preparados o tratados venían de Ambato u otras ciudades serranas, constituían material
primordial para lograr la belleza y durabilidad característicos de esos pergaminos.

Igualmente, las témperas, acuarelas, purpurinas (dorada o plateada), la tinta china y otros
elementos que ayudaban a conseguir los mejores alegorías, capiteles estilo corintio, cenefas
y figuras precolombinas dominantes en tales obras. Cuando se encareció el cuero surgieron
la opalina y la cartulina, imitación cuero o pergamino.

Como se anotó, con la aparición de establecimientos dedicados a la confección de placas y


medallas de metal, acrílico y vidrio, los pergaminos y quienes se encargaron de hacerlos fue-

174 Guayaquil Nostálgico


Elegantes pergaminos elaborados en
el siglo pasado.

ron relegados y hoy solo son un hermoso recuerdo. En salones y bibliotecas aún se conservan
esas obras de arte que testimonian hermosos tiempos y ponen en la memoria a talentosos
compatriotas.

Proceso

El canutero y la letra manuscrita cursiva dieron paso al rapidógrafo en la confección del per-
gamino. Otros elementos para preparar estos trabajos fueron las plantillas de letras y figuras
geométricas, cintas tricolor (bandera del Ecuador) y celeste y blanco (Guayaquil); así como
los pinceles, lápices, bisturíes, plumas, etcétera.

Tiempo

Según el contenido de los pergaminos sugeridos por los clientes, los trabajos demandaban
muchas horas y hasta días para concluirlos. Antiguas librerías como la Rodríguez, ubicada
en Diez de Agosto y Chimborazo, proveían los materiales necesarios a los artistas y pintores
que confeccionaban estos antiguos escritos.

Germán Arteta Vargas 175


Los circos de antaño que animaron las festividades

L
os festejos julianos del 2005, que incluyeron actos cívicos, culturales, deportivos, mu-
sicales y artísticos, como ya es tradición, se incrementaron con espectáculos circenses
cargados de payasos, trapecistas, malabaristas, contorsionistas, magos, ilusionistas, do-
madores, animales amaestrados y muchos más números que regalan diversión y dan paso a
las añoranzas.

Contrario a lo que ocurre ahora con la mayoría de los circos que nos visitan en julio y oc-
tubre, los del tiempo de los
abuelos y padres estaban aquí
en cualquier temporada del año,
aunque sí evitaban la época llu-
viosa. Las actuales compañías,
debido al crecimiento de la ciu-
dad, arman sus carpas plásticas,
luminosas y multicolores en los
alrededores del estadio Modelo,
la Avenida de las Américas, la
terminal terrestre, etcétera.

Los que hicieron escala en el


Guayaquil durante las primeras
décadas del siglo XX usaron
como pista la avenida Olmedo,
cerca de Chimborazo; el espacio
donde está el Palacio de Justi-
cia (Nueve de Octubre y Pedro
Moncayo); la plaza de La Con-
cordia, donde a un costado se
edificó la Piscina Olímpica (av.
del Ejército y Luque); la pampa
frente al American Park, que dio
similares programaciones, entre
otros espacios que desaparecieron porque allí se construyeron edificios.

En un aviso de 1964, el circo El Nacional invitaba a sus funciones de Cuenca y Leonidas Plaza,
sitio de la Placita. Otros sitios para los circos fueron Boyacá y Mendiburu, Ballén y Los Ríos,
Piscina Municipal, antigua Gobernación (foto), Luque y Quito, los parques Victoria, 24 de
Mayo (San Agustín), y Chile en Noguchi y Franco Dávila, etcétera.

Algunos nombres

Los abuelos solían mencionar los circos Lara Tabares, Shipp, Shan-Gri-La, Royal, Char Cir-
cus, Zoo Circus, Atayde y Rasore; después hablaron del Royal Dumbar, Iberoamericano,
Egred Hnos., Darwin y Franckfort, que nosotros disfrutamos desde la segunda mitad de la
centuria pasada, cuando algunos repitieron sus visitas y ‘pelearon’ la preferencia del público

176 Guayaquil Nostálgico


atento al paso del American Circus, Circo Europeo de Fieras, Hungrian Circus Budapest,
Circo Gigante Modelo, Circo Americano, Buffalo Bill, Sáenz Freres, Riquelme, entre otros
nacionales y extranjeros deseosos de divertir a los vecinos.

Entre los circos de antaño y actuales hay algunas diferencias que, sin embargo, no impiden
mantener la vigencia del ‘espectáculo que nunca muere’. Antes, la mayoría de estos tenía su
propia orquesta de la que se escuchaba el redoble del tambor que ponía suspenso, por ejem-
plo, a las actuaciones de trapecistas y acróbatas. En este tiempo se usan grabaciones que a
veces están rayadas o no coinciden con el momento cumbre del número.

El desfile por las principales calles anunciando el debut del circo era un regalo anticipado
para chicos y grandes, pues artistas y animales lucían sus trajes de gala y aumentaban la cu-
riosidad y el entusiasmo de los observadores.

El popular ‘gancho’ (dos personas con un bo-


leto) lo esperaban las familias que no podían
costearse una función durante la temporada
regular. Contadas empresas circenses ofre-
cen ahora el tan ansiado ‘gancho’.

Y qué decir de los robos de perros, gatos y


burros que sin desearlo, quizás, propiciaban
dueños de circos, al anunciar en periódicos
y radioemisoras la compra de tales animali-
tos para alimentar a los leones y tigres que
formaban el espectáculo o los pequeños
zoológicos rodantes a los que iban grandes y
chicos para comentar con asombro y nervio-
sismo la presencia de las fieras.

Anuncios de circos en
Guayaquil.

Germán Arteta Vargas 177


Las gabarras y el puente de la Unidad Nacional
Aquel servicio, las lanchas y la obra forman los recuerdos de los viajes a Durán y
hacia el interior del país.

L
a inauguración del nuevo puente Carlos Pérez Perasso sobre el río Daule, desde La
Puntilla del cantón Samborondón a Guayaquil, despierta un sinfín de añoranzas entre
los moradores, vecinos y visitantes de la ciudad, pues mantienen muy claras las vi-
vencias y anécdotas que acumularon en los tiempos de la travesía en gabarra desde nuestra
metrópoli hasta su antigua parroquia Eloy Alfaro o Durán, que después adquirió la categoría
cantonal. Asimismo recuerdan los viajes hacia las localidades del Guayas, Los Ríos y El Oro,
a bordo de lanchas y motonaves que salían repletas de personas y carga desde los bulliciosos
muelles porteños. Y por supuesto, el inicio
y la culminación de la obra del puente de la
Unidad Nacional o Rafael Mendoza Avilés,
que fue un gran paso en la integración re-
gional, pero que hizo a un lado aquellas evo-
cadoras estampas de las que formaron parte
las gabarras y lanchas.

Las viejas gabarras

Estas embarcaciones, que aparecieron aquí


después de comenzar la segunda mitad del
siglo XX, casi siempre mostraron un aspec-
to derruido, pero constituyeron un servicio
del que era imposible prescindir por la ne-
cesidad de transportar vehículos con pasa-
jeros de una margen a otra del río Guayas. El
viaje era lentísimo y duraba mucho tiempo,
en especial cuando la gabarra iba demasia-
do llena y su línea de flotación se mantenía
muy por debajo de su nivel.

Las populares ‘chivas’, las camionetas y los


micros pullman que llevaban pasajeros a pueblos de la vía Durán-Tambo y otras ciudades del
interior de la República, atiborraban las viejas gabarras, en las que competían por ubicación
comerciantes con carga, motocicletas, bicicletas, vendedores, viajeros curiosos, enamorados
y hasta estudiantes que se hacían la ‘pava’ para ir a festejos populares como los de San Jacinto
de Yaguachi.

El usual e inadecuado embarcadero de las gabarras estuvo cerca de la antigua piladora Mode-
lo, sector de La Atarazana, al norte de Guayaquil. En más de una ocasión aquellas quedaron al
garete y ocasionaron contratiempos a las empresas de viajes y usuarios que tenían urgencia
de llegar a su destino. Solo el auxilio de un remolcador al armatoste lo libraba de un inmi-

178 Guayaquil Nostálgico


nente naufragio; con la inauguración del puente Mendoza Avilés, las gabarras salieron del
servicio.

Obra trascendental

En el gobierno de Camilo Ponce Enríquez se concibió la construcción de los puentes sobre


los ríos Daule y Babahoyo, unificados con el nombre de puente de la Unidad Nacional o Dr.
Rafael Mendoza Avilés, quien fue uno de los más entusiastas propulsores de su construcción.
Su edificación la apoyó Carlos Julio Arosemena Monroy y la administración de Clemente
Yerovi Indaburu lo declaró obra de interés nacional y ayudó al Comité Ejecutivo de Vialidad
del Guayas.

En marzo de 1967 se suscribió el contrato de construcción y financiamiento con el Consor-


cio de Firmas Italianas (Cofit) y en los gobiernos de Otto Arosemena Gómez y José María
Velasco Ibarra se impulsó la obra de los puentes sobre el río Daule, de 870 metros, y sobre el
río Babahoyo, de 1.955 metros. El costo alcanzó los 350 millones de sucres; quedó abierto al
público el 25 de julio de 1970, y en octubre del mismo año se inauguró oficialmente.

Adiós a los vapores

Con el puente de la Unidad Nacional declinó la transportación fluvial y se incrementaron


las carreteras para abreviar la comunicación entre las provincias costeñas, serranas y ama-
zónicas. Quedaron para la evocación los días de los vapores fluviales con su carga de cacao,
arroz, café; igualmente las lanchas lecheras y transportadoras de ganado en pie al camal de
Guayaquil, los lanchones y remolques llenos de banano para la exportación, y por supuesto
las añosas gabarras.

Aún más, la sedimentación se ensañó con el Guayas restándole su característico caudal que
propició la ida y venida de chatas, balsas, balsillas, botes, buques, canoas de pieza, canoas de
montaña, lanchas, motonaves, motoveleros, naves de guerra y otros tipos de embarcaciones
que poblaron sus aguas y maravillaron a quienes vivieron aquí y nos visitaron. Así son los
costos del progreso.

1970. Puente sobre


e l río Guayas.

Germán Arteta Vargas 179


El calor y la sed despiertan añoranzas
El calor de la época hace recordar los populares helados y bebidas
gaseosas que atenuaban sus efectos.

A
unque muchas de las clásicas carretillas que ofrecían prensados y raspados de menta,
rosa, vainilla y otros sabores desaparecieron de las calles céntricas de Guayaquil y las
pocas existentes fueron relegadas a otros sectores por la regeneración urbana, aún se
las puede observar en algún barrio porteño rodeadas de vecinos y transeúntes deseosos de
mitigar los estragos del caluroso ambiente del llamado ‘invierno’.

Algo similar a aquellas ocurrió con los quioscos que expendían la deliciosa chicha ‘resbalade-
ra’ y el apetitoso comeibebe (o ensalada de frutas), que solo unos cuantos románticos luchan
porque no desaparezcan y las venden en pocos pero conocidos establecimientos que ayudan
a revivir y mantener esa tradición que nos identifica.

Los helados de coco, naranjilla, etcétera, que se vendían en un recipiente cilíndrico de lata
que descansaba sobre una carretilla y se despachaba en barquillos, también resulta una ra-
reza encontrarlos; asimismo, los ‘bolos’ (refrescos congelados en fundas plásticas), que tu-
vieron auge hace varias décadas y que últimamente una empresa retomó su fabricación. Los
pequeños poco o nada conocen de estas preparaciones.

180 Guayaquil Nostálgico


¿Y qué de las ‘colas’?

Las gaseosas tienen cabida en esta breve crónica volandera, que invita a los mayorcitos a re-
cordar nombres y a quienes los siguen en edad a evocar las que se identificaron con su época.
Desde las primeras fábricas de aguas gaseosas y productos afines que se instalaron en esta
urbe, suman varias las que hacen extensa la nómina.

Para ejemplo citamos La Perla, de Enrique Arellano, ubicada en la


Calle 13ª (Clemente Ballén N°. 704), que en un aviso de 1909 con-
signaba su elaboración con gas carbónico de limonadas de toda
fruta, Granadina, Kola, Seltzer, Whater, Ginger-Ale y jarabes de
toda clase. Igualmente, la acreditada fábrica de bebidas eferves-
centes La Frutal, de Miguel de Espronceda.

Desde entonces una larga lista de bebidas gaseosas tuvo la prefe-


rencia de los vecinos y visitantes de la metrópoli que, unas veces
para atenuar tremendos calores de ciertos meses del año o sen-
cillamente para saborearlas en reuniones sociales, las buscaron
acorde con su aparición en el mercado.

No olvidemos nombres como Frutal, Fox, Pavito Real, Toro, Chim-


borazo, Estrella Blanca, Yes-Yes, Ginger Ale, Fioravanti, Champag-
ne, Orangine, Crush, Gallito, Royal Crown, Old Colony, Quin Cola,
Spur, Okey, Buzz, Barrilitos Okey, Tropical, Manzana, las también antiguas Coca Cola, Pepsi
Cola, y otras que aparecieron en las últimas décadas. Algunas dejaron de envasarse y otras
volvieron al mercado, pero sin la misma fórmula que muchos consumidores recuerdan y
añoran todavía.

Mientras buscamos contrarrestar el sofocante clima de estos meses y recurrimos a los hela-
dos, refrescos, ‘bolos’, yogures congelados, gaseosas, jugos y más bebidas que predominan en
estos días, incluso con la identificación de light, aprovechemos para rememorar esos nom-
bres que fueron parte de la vida cotidiana de antaño.

Jean Cola, Buzz, Barrilitos


Fiora, un sabor O-Key y Punch fueron
que perdura gaseosas populares en su
hasta hoy. época.

Germán Arteta Vargas 181


Las curiosidades que contienen los avisos
clasificados
Además de ser muy útiles, estos textos poseen mensajes que reflejan costumbres
populares.

D
esde la época en que los diarios, semanarios, quincenarios, revistas y publicacio-
nes afines comenzaron a incluirlos en sus páginas, los avisos clasificados siguen
siendo útiles a la comunidad y, al mismo tiempo, permiten conocer los cambios de
hábitos y actitudes que caracterizaron a la sociedad de épocas pasadas en comparación
con la actual.

En testimonio de esto último, hemos tomado algunas de esas publicaciones que realizó El
Universo a partir de su fundación (1921) hasta fines del siglo anterior, para que el lector re-
cuerde o conozca sobre las novedades que presentaba la actividad cotidiana de la urbe.

Desde los comunes avisos sobre pérdidas de personas, animales y objetos hasta los inevi-
tables en torno a la búsqueda de cocineras, domésticas y trabajadores en general, aquellos
textos más de una ocasión encerraron rarezas que, repasándolos ahora, causan algo de admi-
ración y no pocas veces despiertan sonrisas por sus originales contenidos.

Revisemos, pues, algunas notas que hablan de tiempos idos y quedaron como parte de la
memoria colectiva e incluso del folclore, especialmente el lingüístico que nos identifica.

Mensajes

Arturo Bedoya Pauta hace público que no tiene que ver nada con Arturo Bedoya
(a) El Chirapo, ratero conocido. (f) Arturo Bedoya.

Ruego a la persona que me sustrajo la billetera, en el ómnibus de la línea 2, me


devuelva la cédula de identidad. Casanova. Casilla 465.

‘Charlas de Ernesto Mora’ (Manuel J. Calle) de venta a 30 centavos en los talleres


de Wilfrido Moreno. Boulevard 9 de Octubre 713, teléfono C 145.

Agradecimiento: Agradezco de corazón a la Santísima Virgen de Fátima y al


alma de García Moreno por un milagro concedido.-
Una devota C.P. de R.

Se necesita una nodriza que esté gozando de buena salud. Dirigirse a Pedro Car-
bo Nº 1411.

Cronista deportivo competente y versado en achaques de sport se necesita en este


Diario.

182 Guayaquil Nostálgico


Señora sana y fuerte que tenga mucha práctica en negocio de abarrotes se necesi-
ta en Vélez y Santa Elena, esquina.

Joven estudie: en 8 meses puedo hacerlo perfecto contador. Eusebio Macías Suá-
rez 14 años de práctica. Aguirre 1148 y Pío Montúfar.

Prensa Marinoni, de pedal, en la que se imprimía El Intransigente, se vende bara-


ta, con accesorios. Informes: Estudio del Dr. Carlos A. Camacho.

Sangre tipo A Positivo (A+) necesito medio litro. Sucre 213 y Pichincha.

Se vende la casa que fue del Dr. Miseno Saona. Chimborazo 834. Entenderse con
Carlos Saona, Sociedad Filantrópica.

Se necesita al buzo Manuel Martínez para un trabajo urgente. Informes: 10 de


Agosto y Pedro Moncayo.

Lana de Chirigua.- Damos precio fijo por dos meses y facilitamos sacos. Ponga a
su muchachada a coger lana de chirigua, antes que el viento se la lleve. La Casa
Española (Malecón 803 entre Junín y Roca).

Se necesita al maestro dorador Francisco Pazmiño, en Pichincha 510.

Marco A. Reinoso desde el primero de abril dará clases a domicilio. Dirección:


Eloy Alfaro 2006.- Teléfono Nº 168 Sur.

Atención: Al señor Tiberio Salas Pazmiño se le comunica que su señora madre se


encuentra en estado de gravedad.

Germán Arteta Vargas 183


Más curiosidades sobre avisos clasificados
Los diarios aún publican avisos de extravíos de personas, animales, objetos, etcétera,
y los premios por sus hallazgos.

D
e la interminable cantera de rarezas informativas que suelen contener los periódicos
del mundo, una de las secciones más ricas con ese material es la de los clasificados.
Por ejemplo, en ellos se consigna la gratitud de fieles y devotos por los milagros y
favores del Todopoderoso y muchos miembros de su corte celestial.

En igual forma, no faltan quienes buscan a la pareja de su vida (hombre o mujer), insinuando
a los interesados los patrimonios y virtudes de las que quizás carecen. Tampoco están ausen-
tes los de compra, venta y alquiler de casas, vehículos y cuantas cosas más aseguran la vida y
tranquilidad de los habitantes de una ciudad.

En las últimas décadas se han incorporado nuevos tipos de avisos, pero en cuanto a antigüe-
dad y profusión los que se refieren a pérdidas y gratificaciones todavía tienen su espacio.

De toda clase

La mayoría de los anuncios de pérdidas y gratificaciones tratan de personas, animalitos, lla-


veros, pasaportes, cédulas de ciudadanía e identidad y vehículos, aunque incluyen otros so-
bre objetos con valor sentimental por ser recuerdos de familia.

Revisemos una selección de curiosos clasificados que aparecieron en El Universo en dis-


tintas décadas del siglo pasado, entre los que incluso constan aquellos realizados por quien
podía beneficiarse del hallazgo pero que no reparó en pagar su propia publicación para que
alguien fuera a reclamar lo que legalmente le pertenecía.

184 Guayaquil Nostálgico


--------------------------------- ---------------------------------
GRATIFICARÉ a quien deposite en Quito 704 GRATIFICACIÓN Hoy hace ocho días se perdió
y Quisquís un maletín de médico olvidado en el una chauchera azul en la capilla de las madres
Apolo el martes último. marianitas; se ruega y suplica la devuelvan. A la
--------------------------------- persona que la entregue se le dará 50 sucres de
GRATIFICACIÓN la doy a quien me dé razón de gratificación, en Chile 2013 y Maldonado.
la bicicleta Nº 1021 que la alquilé a un marino ---------------------------------
norteamericano. Luque Nº 507. GRATIFICO a quien dé razón en las calles Cuenca
--------------------------------- Nº 816 y Cacique Álvarez del paradero de un gato
GRATIFICACIÓN Cincuenta sucres se dará al que siamés robado el 7 del presente mes de octubre.
entregue una dentadura postiza extraviada hace ---------------------------------
varios días. Dirigirse a Cuenca Nº 1208. GRATIFICARÉ a quien avise del paradero de un
--------------------------------- gatito angora, color blanco y café oscuro que es
GRATIFICACIÓN A quien entregue en Miraflores cojo de la patita izquierda. Vélez 511.
(av. Central y la Séptima), una monita negra. ---------------------------------
--------------------------------- CAJÓN EXTRAVIADO Se suplica a la persona que
GRATIFICACIÓN 30 sucres al que entregue por equivocación ha sacado un cajón del vapor
un perico que se extravió el domingo 28 en Olmedo, con las iniciales C. Y. v. de S., con cuatro
Colón 616. pollos y un chancho, se sirva avisar a El Universo,
--------------------------------- que será bien gratificado.
ZAPATO PERDIDO Sírvase devolverlo en P. Icaza ---------------------------------
101. Se gratificará. SE GRATIFICARÁ con el valor de cien sucres a la
--------------------------------- persona que entregue una sortija y un reloj con
BUENA GRATIFICACIÓN A la persona que dé cadena de oro, extraviado en la calle Bolívar. Luque
razón en Boyacá 702, altos, de una lora que se Nº 232.- Jacinto Navarro.
extravió el domingo en la mañana. ---------------------------------
-------------------------------- GRATIFICACIÓN a la persona que indique el
GRATIFICACIÓN DE 50 SUCRES se dará a quien paradero de N. Rugel (bajador de cañas y madera).
haya encontrado y entregue título de profesor de Luque 113, Dpto. 6.
inglés de Luis Tello Wei, extraviado en Chimborazo ---------------------------------
2107 y Francisco de Marcos. GRATIFICACIÓN a quien entregue en el colegio
-------------------------------- San José, HH.CC., un maletín con libros, caído ayer
GRATIFICACIÓN se dará a la persona que en Chile entre Olmedo y Huancavilca.
entregue en Vivero 203 y Bolivia a la menor ---------------------------------
Jacinta Cárdenas, extraviada en el Astillero ayer por CIEN SUCRES de gratificación a la persona que
la mañana. encontró un aparato para tomar presión arterial
--------------------------------- frente a la Clínica Parker. Nueve de Octubre 429 y
100 sucres de gratificación a quien entregue un Chimborazo.
reloj muñequera Lancet, por ser recuerdo de ---------------------------------
familia. Colón 1015. SE RUEGA devolver el paraguas a la persona que
--------------------------------- lo tomó por equivocación ayer a las 5 p.m. en la
MULA PERDIDA Buena gratificación ofrezco a oficina de la Empresa Eléctrica. Dirección: almacén
quien dé razón o haya encontrado una mula negra Begué S.A.
en Venezuela y Lorenzo de Garaycoa, esquina. ---------------------------------
---------------------------------

Germán Arteta Vargas 185


Gratitud a los favores divinos
Los católicos utilizan los periódicos para agradecer por milagros concedidos.

E
ntre las muchas maneras con que los creyentes católicos dan testimonio público de su
reconocimiento a los favores provenientes directamente del Todopoderoso o por la in-
tercesión de los santos y siervos que reconoce la Iglesia, constan
las limosnas, mandas, vestidura de hábitos, fiestas y publicaciones de
agradecimientos en las páginas de los diarios de grandes ciudades y
pequeñas poblaciones.

Esta última práctica que se conserva desde hace muchas décadas y pe-
netra incluso en el campo del folclore social y poético, especialmente,
lo podemos apreciar en las ediciones de diario El Universo no solo en
distintas décadas del siglo anterior sino en la actualidad.

Época

Detalle que también llama la atención es que muchos santos tuvieron su ‘época’ y después
cayeron en el olvido, porque los feligreses dieron la bienvenida a otros miembros de la corte
celestial y los pusieron de ‘moda’. Así pues, los avisos dedicados a proclamar las bondades
y portentos de San Judas, Santa Marta, San Roque, San Antonio, Narcisa de Jesús, Hermano
Gregorio, Espíritu Santo, etcétera, cedieron su lugar a los dedicados al Divino Niño, el Brazo
Poderoso y los Tres Arcángeles, como ahora sucede.

AGRADECIMIENTOS

Doy gracias a Jesús del Gran Poder por un milagro Agradezco al Santísimo por haber salido bien en
concedido.- América. 30-VI-1965 mis exámenes. G.R.C.

Agradezco a Santa Clara los favores recibidos. A.O. Agradezco a los ángeles Gabriel, Miguel y Rafael
por un milagro concedido. Gracias. B.C.F.
Agradezco al Brazo Poderoso Dulce Jesús. Su 19-I-2003
devota M.M. 17-I-2003
Agradezco al Divino Niño favores recibidos y por
Agradezco a San Judas Tadeo y a la Virgen de la recibir.
Caridad del Cobre. Una devota: B de G. 17-I-2003 J.G.M. 19-I-2003

Gracias a Dios Todopoderoso por haber Agradezco a Dios y a San Judas Tadeo los favores
escuchado el pedido de ayuda y haber resuelto la recibidos. Tu devota M.P.
difícil situación que atravesaba. Te agradezco en
nombre de todos los que dependen de mí. J.L.N.R. Mi eterno agradecimiento al Hermano Miguel por el
favor concedido. JAVASA.

186 Guayaquil Nostálgico


De acreedores y morosos
Para exigir que les paguen, los fiadores solían publicar los nombres de sus deudores.

S
in la intensidad con que coparon las páginas de diario El Universo hasta la segunda mi-
tad del siglo XX, aún leemos esporádicamente los urgentes llamados a cancelar deudas
y, en el caso extremo, la temida declaratoria de insolvencia.

Esos fueron algunos de los recursos que utilizaban los dueños de negocios para lograr el pago
de obligaciones económicas que contrajeron sus clientes.

Otros optaban por colocar en las


vitrinas y puertas de sus locales
comerciales las largas listas de sus
compradores en esa situación, lo
que causó más de un bochorno a
quienes lo olvidaron y también a
los que tenían por costumbre fiar
y no pagar.

Tampoco faltaron los casos


en que los recaudadores fue-
ron recibidos con amenazas y
el dueño de casa les soltó los
perros; o en lugar de dinero so-
portaron la golpiza del colérico
tramposo.

Ahora son pocos los que recu-


rren a estas acciones mientras las
leyes son contemplativas con los
deudores morosos y sus respec-
tivos garantes. Incluso en ocasio-
nes el acreedor es el que resulta
perjudicado ante sus demanda-
dos, porque estos argumentan
que “no hay prisión por deuda”.

Nosotros seleccionamos algunos


de esos curiosos avisos pero se
omiten los nombres completos
para no herir susceptibilidades,
pese a que las publicaciones son
de las décadas del cuarenta y cin-
cuenta.

Germán Arteta Vargas 187


Sobre las divertidas series antañonas de
televisión
Algunos programas se vuelven a transmitir y
otros solo son gratos recuerdos para la familia.

D
esde la época romántica en que se inauguró oficialmente la te-
levisión en el Ecuador por el visionario empuje de Michael Ro-
senbaum y su esposa, Linda Zambrano de Rosenbaum, allá por
diciembre de 1960, varias series comenzaron a ser parte de la diaria pro-
gramación de la emisora pionera (Canal 4) y, por consiguiente,
coparon la atención del público al que regalaron ratos de entre-
tenimiento.

Al paso de los años, cuando salieron al aire otros canales de te-


levisión, el número de este tipo de programas se incrementó en
favor de grandes y chicos que por igual disfrutaban frente a los
aparatos, en su mayoría en blanco y negro, importados por los
almacenes de la ciudad que los ofrecían como la gran novedad.

Las series eran de diferentes temas: policiales, del oeste americano, dra-
ma, ciencia ficción, cómicas, etcétera. Recordemos, por ejemplo, ‘Yo
quiero a Lucy’, ‘El fugitivo’, ‘Peyton place’, ‘La hechicera’, ‘FBI en acción’ y
muchísimas que conocimos en las décadas de 1960, 1970 y 1980.

Aunque sin la tecnología y recursos de ahora para las filmaciones


en interiores y exteriores, esas series tuvieron un encanto espe-
cial que la gente recuerda con nostalgia y se alegra sobremanera
cuando alguna estación de televisión las desempolva para incluir-
las en sus programas del día, como ocurre últimamente con Canal
Uno, Retro y otros que entienden que su público está formado por
gente de todas las edades.

Hoy ensayamos un breve inventario de esos programas con los que fa-
milias enteras se regocijaron. Confiamos en que contagiados por la evo-
cación los lectores agregarán nombres que el olvido involuntario y el
espacio nos priven de citarlos. No olvidemos, pues, a la simpática
perrita Lassie, los ocurridos personajes de ‘La familia Addams, la
ternura de Laura en ‘La familia Ingalls’ y el valor policiaco en ‘Los
Intocables’ con Eliot Ness.

No podemos omitir las emotivas escenas de ‘Bonanza’ y ‘El Gran


Chaparral’, las curiosas tramas de ‘Perdidos en el espacio’ y la as-
tucia de los detectives ‘Columbo’ y ‘Kojak’.

188 Guayaquil Nostálgico


Yo quiero a Lucy Batman Los intocables

La familia Monster La caldera del Diablo

Los Supersónicos Flipper Hawaii 5-0

Algunas series Monster, Perdidos en el espacio, revólver, Cimarrón, El llamado del


DETECTIVES El superagente 86, La novicia oeste, Ivanhoe, Jim West, Daktari,
Ironside, Cannon, Petrochelli, voladora, Yo quiero a Lucy, Abot y Tarzán, Súper comando.
Baretta, Archivo confidencial, Perry Costello, Los pequeños traviesos,
Mason, Kojak, Columbo, Ben Case, Mash, Lancelot Link, Segismundo, INFANTILES
Los intocables, Hawaii 5-0, FBI en Los héroes de Hogan, Archie. Marino Boy, Ultramán, El Llanero
acción, Starsky y Hutch, Patrulla Solitario, Meteoro, Ultra Siete, Robot
Secreta. ACCIÓN gigante, Capitán Futuro, Kimba,
Comando aéreo, Misión imposible, Marco, Heidi, Thunderbirds.
SUSPENSO Ladrón sin destino, Alma de acero,
El Fugitivo, El Zorro, El Santo, Tierra de gigantes, Audacia es el FAMILIARES
Dimensión desconocida, Un paso juego, Jesse James, El hombre Valle de pasiones, Daniel Boone, El
al más allá, Mujer policía, Viaje a lo invisible, El túnel del tiempo, Los gran Chaparral, Bonanza, Marcado,
desconocido. gorilas de Garrison, Combate, Cimarrón, Azabache, Los Waltons,
Kung Fu, Mujer Maravilla, Hombre La familia Ingalls, Flipper, Lassie,
COMEDIAS de los seis millones, La mujer Rin Tin Tin, Mis adorables sobrinos,
La hechicera, Los tres chiflados, biónica, El Avispón Verde, Los La caldera del Diablo.
Mi bella genio, Los Bervely intocables, Viaje al fondo del mar,
ricos, Los locos Addams, Los Viaje a las estrellas, La ley del

Germán Arteta Vargas 189


Los árboles que marcan nuestro paisaje urbano
Muchas especies (árboles, plantas y flores) muestran la riqueza botánica que es
parte de la identidad porteña.

M
ás que un inventario de la extraordinaria flora que distingue a la tierra guayaquile-
ña, esta crónica intenta poner en el recuerdo algunos nombres y sitios de árboles y
plantas que a través de los años fueron y son elementos complementarios del pai-
saje junto con los edificios y monumentos convertidos en verdaderos emblemas o íconos de
la metrópoli. El avance urbanístico que experimenta Guayaquil ayuda a rememorar tradicio-
nes, pasajes históricos, etcétera, y también a valorar en su verdadera dimensión otras tantas
formas de identidad ciudadana, donde el conocimiento, respeto y cuidado de su patrimonio
natural tienen importancia porque allí se desarrolla su vida entre afanes, triunfos, reveses y
esperanzas.

Ese amor y respeto a la flora local (propia e introducida) se consolida aún más por la expe-
riencia de ser residente de la ciudad y por comprobar con exactitud lo descrito en diarios de
viajes, bitácoras y monografías de científicos, botánicos y viajeros nacionales y extranjeros
como Juan Tafalla, Agustín de Manzanilla, Alejandro de Humboldt, Aimé Bonpland, Teodoro
Wolf, Luis Sodiro, Pedro Franco Dávila, Francisco Campos Ribadeneira, entre muchísimos
otros.

Múltiples recuerdos

Aunque en distintas épocas algu-


nos viejos árboles desaparecieron
porque cumplieron su ciclo de vida,
son múltiples las ocasiones que su
muerte fue adelantada por el ataque
inconsciente y desproporcionado del
propio vecindario o porque tuvieron
que dar paso a las exigencias de la
expansión urbana y de ciertas obras
que no los creyeron indispensables
en el entorno.

Sin embargo, todavía podemos hablar


de muchos de esos verdaderos mo-
numentos vivientes que se levantan
regios y hermosos en algunos barrios
guayaquileños, cuya contemplación re-
sulta regocijante para los transeúntes
locales y el curioso turista de mirada
escudriñadora que no deja pasar por La tradicional palmera de Aguirre y
alto tan grato espectáculo. Malecón Simón Bolívar.

190 Guayaquil Nostálgico


Recordemos, pues, las altas
palmeras del Cementerio Ge-
neral, de la plaza Colón y de
los parques Centenario, Victo-
ria, España y Chile, donde hay
ejemplares que tienen muchos
años de vida; asimismo, las
que observamos en algunas
residencias de los barrios del
Centenario, del Astillero, Ur-
desa Central y Norte, que po-
seen añosos samanes sembra-
dos antes de la primera mitad
del siglo pasado.

Más testimonios

Además de la variedad de
plantas y flores con que se ale-
graba la mirada de los visitan-
tes y turistas en los viejos pa-
seos, parques y jardines de la
ciudad, no podemos olvidar en
el recuento de ahora el gigante
árbol de la clínica Guayaquil
(Padre Aguirre y Córdova)
y, asimismo, el que está en la
Avenida del Ejército entre
Hurtado y Nueve de Octubre. El árbol de Padre Aguirre y General Córdova, en la
clínica Guayaquil.
Los guayaquileños recuerdan
las acacias de la avenida Boya-
cá –de Ballén a Colón– a una de las cuales la maestra de música Lila Álvarez García le dedicó
una bella crónica en diario El Universo, allá por la década del ochenta de la pasada centuria.
También los ceibos de Pedro Carbo y Sucre y del parque San Agustín, en Luis Urdaneta y
Pedro Moncayo, y los de Avenida del Ejército y Padre Solano, en el barrio Orellana.

Qué decir de la tradicional palmera que por más de 60 años se meció airosa en pleno Agui-
rre y Malecón, hasta que en 1995 fue trasladada a otro sitio de la urbe; imposible olvidar que
aquella especie se apreciaba desde lejos frente al Palacio de la Gobernación y apareció en
múltiples folletos turísticos. Igualmente los ficus del parque Seminario, frente a la Catedral
Metropolitana.

Estos, algunos apuntes de los viejos árboles de numerosas especies que, junto con los suches
de Esmeraldas y Hurtado, Carchi y Hurtado, el samán de Lorenzo de Garaycoa y Azuay, los
tulipanes, algarrobos, nigüitos, veraneras, chabelas, etcétera, muestran la riqueza inagotable
de la flora guayaquileña, que es justo exaltar pero igualmente respetar y conservar en todo
momento.

Germán Arteta Vargas 191


Barrios que marcan identidad
Remembranza. Como en todas las ciudades, en esta hay sectores llenos de
tradición.

1937. Una de las


primeras casas
1908. Barrio Las Peñas. en el Barrio del
Centenario.

D
esde sus albores, Buenos Aires tiene presente nombres como Once y Boca, Río de Ja-
neiro a Ipanema y Lapa, Londres a Chelsea, Lima a Miraflores y Barranco, entre otros
barrios ricos y pobres que afianzaron su identidad ante sus compatriotas o los turis-
tas. Esto ocurre en el Ecuador con los centros urbanos y rurales que comienzan a poblarse
o ya experimentan un total crecimiento; así, en Quito se mencionan La Tola, La Magdalena,
Miraflores, San Juan, El Batán, El Pintado y muchos más. En Riobamba se conocen La Esta-
ción, La Panadería, Yaruquíes; en Daule, el Banife; en Babahoyo, Los Perales; y en Portoviejo,
Los Tamarindos.

Guayaquil no podía ser la excepción y tras fijar su domicilio definitivo al pie del cerro Santa
Ana, tuvo barriadas que de a poco se incrementaron para reforzar las características, espe-
cialmente cuando hablamos de la ciudad vieja y nueva.

Al pasar los años casi la totalidad de ellas desapareció, pero surgieron otras que cumplieron
igual papel y se sumaron a las contemporáneas.

Dueños de singulares denominaciones, los barrios del Guayaquil de antaño fueron numero-
sos y de entre ellos recordamos del Bajo, del Centro, del Cangrejito, de la Carnicería, de la
Legua, del Guanábano, del Conchero, del Intermedio, etcétera, que siempre mencionan los
tradicionistas e historiadores especialmente cuando se remontan a los siglos XVIII y XIX.

Un poco más cercanos están Las Peñas, Villamil, Boca del Pozo y Quinta Pareja, seguidos por
los barrios del Astillero y del Centenario. También Amazonas, Garay, Victoria, Cuba, Ore-

192 Guayaquil Nostálgico


Hugo Constantine Maya e Ida de
Constantine, moradores del barrio Garay.

1939. Aviso de venta de 1968. Barrio Orellana.


solares en el sector de
la Quinta Piedad.

llana, del Salado, La Chala, O’Connors, Ayora, Cinco Esquinas, Calixto Romero, Chemisse,
Cristo del Consuelo, San Pedro, Ayacucho, Velasco Ibarra, Mendoza Avilés, Ecuador, Huan-
cavilca, Atahualpa y Guayaquil.

Igualmente se recuerdan populares barriadas como El Triunfo, Galo Plaza, Guerrero Martí-
nez, Guerrero Valenzuela, Intriago Arrata, Francisco de Orellana, Cristo del Consuelo y algu-
nos más que se encasillan en esta denominación, pues es costumbre en nuestro medio que
los vecinos denominen barrio a la cuadra o esquina donde viven y se congregan a conversar,
jugar y hacer cualquier otra actividad comunitaria.

La mayoría de los barrios citados en este inventario tuvieron y tienen sus límites dentro del
plano urbano, y al decir de los mayorcitos de las familias en casi todos hubo alguna vez una
tienda, una peluquería, una carnicería, un cine, un zapatero y, por supuesto, los infaltables
chismosos y buscapleitos del vecindario que son parte del convivir cotidiano...

Actualmente hay en Guayaquil barrios muy organizados para mantener la limpieza y brin-
darse auxilio cuando aparece la delincuencia. Allí los casos del Veinticinco de Julio, Nuevo
Amanecer, Nueve de Octubre, Mirador, Unión y el Nuevo Renacer del bloque 2 de Bastión
Popular, que ganó el primer premio del concurso municipal Mejoremos nuestra cuadra. De
los más antiguos, el Garay está vigente.

Los barrios representan parte de la historia e identidad de los pueblos y, en el caso nuestro,
guardan mucho la memoria guayaquileña, que es rica en tradiciones y expresiones vernacu-
lares.

Bien vale entonces evocar el tango Melodía de arrabal, interpretado por Carlos Gardel y que,
entre otras cosas, dice: “Viejo barrio/ perdoná si al evocarte se me suelta un lagrimón/ que al
rodar por tu empedrao/ es un beso prolongao/ que te da mi corazón”.

Germán Arteta Vargas 193


Inventario para el recuerdo
Nombres de productos que crecieron junto a nuestros padres y abuelos, ahora
llegan a nosotros con su carga de nostalgias y emociones.

I
ntentamos proporcionar una lista de productos que fueron parte de la vida diaria de fami-
lias que nacieron en los primeros lustros del siglo anterior y de quienes llegamos pisán-
doles los talones en la década del cincuenta.

Por la gran cantidad de marcas, la relación se torna


incompleta, pero abre la posibilidad para que los
que repasen estas líneas incorporen, junto con sus
familiares y amigos, otros nombres. Lo importante
es embarcarse en el tren de los recuerdos y evocar
los pasajes cotidianos que fortalecieron la unidad
del hogar y de la muchachada del barrio.

Productos de pegajosa promoción como los del


detergente ACE, la leche Ilesa, el jarabe Gaduol
Compuesto, el desodorante Nodor, etcétera, se recuerdan ahora como
cuando los escuchábamos en las emisoras o los leíamos en los diarios.

Con la ayuda de los ejemplares de El Universo de hace 80, 75, 50 y 25


años, y de varios interlocutores, evoquemos aquellos productos que a
pesar del tiempo transcurrido viven en la memo-
ria colectiva.

Comer es vivir

La clásica taza del café Zaruma, los tallarines Cino y las sardinas y
atún Señorita, Van Camp’s, Real, Montecristi y La Sirena, no faltaban
junto a las marcas de leche Pluca, Indulac e Ilesa. Tampoco las leches
en polvo KLIM, Nido y Lactógeno; las maicenas Duryea y Royal, y los
aceites comestibles Arbolito, Piesse, La Perla, Única y La Favorita.

Para cuidar la pinta

Grandes y chicos usaron calzado Calero, Nacional, Duramas, Venus,


Bata y 7 Vidas, y los mayorcitos recurrieron a las hojas de afeitar Aztra
y Gillete, mientras se colocaban las camisas y ca-
misetas B.V.D. o Arrow.

En el aseo personal jamás se olvidaron los jabones


de tocador Rosas del Sur, Camay, Paramí, Belty, de
Rosas, ni los desodorantes Arrid, Amolín, Odoro-

194 Guayaquil Nostálgico


no, Love Land, Yodora y Nodor. El polvo dentífrico
Calox y las pastas Ozodentol, Kolynos, Efil, Binaca
y Pebeco compitieron en popularidad con los talcos
Mennen, Mexana y las colonias Bay Rum, Orquídea,
Colonial, Jockey Club, Superior Floral y el Agua de
Florida de Murray & Lamman.

Incontables damas tuvieron a la mano el perfume


Tabú y las cremas Igora Royal e Hind, entre otras. Ni-
ños y adultos limpiaban sus zapatos con los betunes
White Shoes, Zambito, Griffin y Cherry, y para coser
y remendar, ninguna madre prescindió de los hilos
Ancla, Elefante, Águila y Cadena.

Hogar, dulce hogar

Las amas de casa tuvieron a la mano los jabones de


lavar Águila de Oro, Mambo, Perla, Azul Victoria y
Marble, e igualmente el polvo
Bon Amí, para lavar ollas. Al en-
cender sus cocinas de queroseno
Llama Azul, Durex, Sun Flame y las lámparas Petromax y Aladino, usa-
ron los fósforos El Gallo y El Cóndor.

La familia escuchaba música, novelas y discos Ónix y Cóndor en los po-


pulares aparatos Grunding, Philco, Telefunken, RCA Víctor, Admiral,
Murphy, Pilot y Motorola.

En casas y oficinas usaban las má-


quinas de escribir Antares, Parva,
Royal, Smith Corona, Olivetti, Un-
derwood, Remington, L.C. Smith.

Bebidas espirituosas

Muy conocidos fueron los refrescos y colas Gallito, Pa-


vito Real, Fox, Toro, Cana Dry, Vita Cola, Buzz, Imperial
Quinine, Ginger Ale y las aguas minerales San Felipe,
San Pellegrino y Güitig. En cervezas lo fueron Pílsener,
Cristal, Popular, Malta, Ruby y Pabst.

En la línea de licores hay que mencionar los anisados del


Mono, Gato y Cordón Rojo, los coñac Minerva, Bolívar,
El Gallito, Fundador, Tres Cepas, Marqués del Mérito;
los refinados Cruz Blanca, El Trovador, El Liberal; los
vermús Martini y Cinzano; y los aguardientes La Perla,
El Inca, el paico Rey de Copas, el aperitivo Gancia y el
popularísimo Mallorca.

Germán Arteta Vargas 195


Los cigarrillos como La Corona, Chesterfield,
Kool, Camel, Lucky Strike, Full Speed, Wellco-
me, King y Brisa se añaden a la lista.

Salud ante todo

Nadie escapó del aceite de hígado de bacalao,


el jarabe de rábano yodado, la zarzaparrilla del
Dr. Ayerve, las pastillas de éter, de carbón y
del aceite de ricino.

En cualquier hogar hubo obleas de quinina,


tabletas Benzoparegóricas, sal de fruta Eno,
tónico Fosforol, y las pastillas de Nuxifierro,
Cafiaspirina, Urotropina y Garganol.

Asimismo, las pastillas de eucalipto y brea,


Anacín, Finalín y aspirina Bayer, el jabón sul-
furoso, el mentol Chino, el ungüento Vick Va-
porub, el jarabe Broncotós y la clásica Alka-
Seltzer.

Avisos para todos


Propagandas populares
Estos son algunos de los incontables avisos sobre los
productos que quedaron consignados en esta apretada
síntesis.
• Ole con ole,tome Wampole rico en vitaminas y
minerales para grandes y chicos.
• Gaduol compuesto contra la tos, la bomba contra la
gripe.
• Mentol Chino frotando alivia.
• ACE deja la ropa con olor a limpio; ACE lavando y yo
descansando.
• Borletti, la máquina del punto perfetti.
• Colchones Pullman prolongan sus días.
• Anacín al dolor le pone fin.
• ¿Estómago descompuesto? Pepto Bismol, por
supuesto.
• Yodora, eficaz desodorante.

196 Guayaquil Nostálgico


Cita con los santos patronos
El folclore social también se manifiesta en los avisos que convocan a las fiestas
religiosas.

E
l santo patrono es el protector y defensor de un país, una ciudad,
una parroquia, etcétera, que recibe la veneración de una multi-
tud de feligreses por situaciones de arraigada creencia o porque
cuando fueron fundados adoptaron sus nombres. Así, por ejemplo,
San Juan Bautista de Ambato y San Cayetano de Chone.

El santo patrono es uno de los sacros personajes que integran la lista


de la Iglesia Católica (San Camilo, San Nicolás, San Pedro, San Roque,
San José...), también una de las advocaciones de Jesucristo (del Señor
de la Buena Esperanza y del Señor de los Milagros) o de la Virgen María, sean estas de las
Mercedes, de los Dolores, del Carmen, del Rosario y otras tantas.

En las distintas localidades de nuestra patria todavía se festeja con derroche de alegría a sus
santos protectores; para ello se organizan ceremonias litúrgicas, peregrinaciones y festejos
populares, que mezclan lo religioso con las expresiones del folclore.

Años atrás, cuando no había los famosos tures al Ca-


ribe, a Europa y Asia, la comunidad echaba mano a
su propio calendario para dirigirse a cualquier po-
blación en busca de sana diversión.

Allí entonces como testimonio las convocatorias a


las fiestas que a lo largo de varias décadas del siglo
pasado se hicieron a través de radioemisoras o por
las páginas de El Universo, de donde hemos tomado
algunas de ellas sin alterar su contenido.

Anuncios
de fiestas
religiosas en
Pascuales y
Nobol.

Germán Arteta Vargas 197


1958. Vista aérea del puente 5 de Junio. En primer plano la concha acústica del American Park.

El puente Cinco de Junio, un referente histórico de la


ciudad

E
l miércoles 21 de mayo de 1958, hace 47 años, el Comité de Vialidad del Guayas inaugu-
ró el moderno puente de hormigón armado sobre el Estero Salado, que une la avenida
Nueve de Octubre (al este) con la margen occidental de dicho brazo de mar en lo que
actualmente corresponde a la ciudadela Cinco de Junio (Ferroviaria).

La importante obra que ya ostentaba el nombre de Cinco de Junio, reemplazó a una construc-
ción similar de cemento pero más angosta y sin las dos vías para vehículos, parterre central,
aceras a los costados para los peatones y alumbrado moderno con que se puso al servicio el
nuevo trabajo.

Antes de 1958 y 1936 en que hubo el puente de cemento sobre el Salado, existió otro de ma-
dera de 104 metros de largo inaugurado en octubre de 1872.

Este quedó en escombros en 1883 durante las luchas entre Eloy Alfaro y el dictador Ignacio
de Veintemilla, quien aceleró su destrucción y de las edificaciones de la empresa Baños del
Salado, que funcionaba allí desde años atrás.

Luego, gracias al trabajo de Leandro Suárez y Baltazar Aráuz se reconstruyó el puente de ma-
dera con galerías voladas y balcones al contorno, apreciados enormemente por los visitantes
del hermoso accidente geográfico tan ligado a la historia de la metrópoli.

198 Guayaquil Nostálgico


Varios cambios

Fotos del Guayaquil de anta-


ño testimonian los cambios
de la estructura del futuro
puente Cinco de Junio, en
cuyos alrededores estuvie-
ron los antiguos baños de
El Salado y después la Ame-
rican Park, el bar El Barco,
quioscos y otros sitios que 1910. El reconstruido puente de madera y los Baños del Salado.
recibieron a quienes iban a
gozar de las transparentes y
profundas aguas del brazo
marino, entonces apto para
el baño, el paseo y cualquier
otra actividad recreativa.

Por la regeneración urbana


que ha emprendido en los
últimos años la Municipa- 1930. Puente 5 de Junio de hormigón y un carril.
lidad el puente luce ahora
remozado y acogedor, sin
perder el cúmulo de recuer-
dos para quienes estuvieron
allí mientras gozaban de la
brisa refrescante del Salado.

Asimismo, el Estero ha ido


recuperando la hermosura
que llamó la atención de
científicos como Teodoro
Wolf y fue la inspiración de
Pablo Hanníbal Vela, María
Eugenia Puig, Alejandro 1958. Puente 5 de Junio, ya de dos carriles, hacia el oeste.
Velasco Mejía y más poetas
y músicos que cantaron la
belleza del entorno, las an-
chura de las aguas, los clá-
sicos manglares y su fauna
característica, que fueron
atacadas irracionalmente
por el desarrollo.

2007. Puente 5 de Junio y Malecón del Salado.

Germán Arteta Vargas 199


El cine Presidente, popular sala con 50 años de
actividad
Por décadas este centro de entretenimiento se convirtió en un sitio preferido por los
guayaquileños.

C
on la película Sinuhé, el egipcio, protagonizada por Edmund Purdon, Jean Simmons,
Víctor Mature, Gene Tierney, Michael Wilding, Bella Darvi y Peter Ustinov, el mar-
tes 24 de mayo de 1955 la empresa Cinesa y su circuito Cadena de Oro, que gerenció
Fernando Lebed, inauguró el cine Presidente, cuyo distintivo fue La autoridad de los cines.

Desde entonces aquella sala se convirtió en una de las preferidas de los vecinos de la ciu-
dad, que asistieron a disfrutar de laureadas producciones del séptimo arte y aplaudir a los
famosos que actuaron en su escenario, tales como María Félix, Lola Flores, Xiomara Alfaro,
Alfredo de Ángelis, la compañía de revistas Carnaval Carioca, entre otros.

La construcción del moderno edificio del cine Presidente, el primero del país con aire acon-
dicionado y capacidad para 1.810 espectadores, pantalla gigante y sonido estéreo de 20 par-
lantes, fuentes y efectos de agua en su fachada y detalles que le daban majestuosidad, estuvo
a cargo de Edificaciones Ecuatorianas S.A.

Días antes de la apertura oficial, la empresa Cinesa realizó la iluminación de la fachada y puso
en acción los efectos de agua que la adornaban; ofreció actuaciones musicales sobre la mar-
quesina a cargo del organista Éric Tait y la orquesta de Carlos Arci y su espectáculo Carioca,
el cantante Luis Alberto Rochi y la bailarina Dina Fernández. Hubo una ‘preinauguración’ a
la que concurrieron autoridades locales; el martes 24, a las 21h00, luego del Himno Nacional,
la madrina del cine Presidente, Lola Trujillo, acompañada de su corte de honor, pronunció
las palabras inaugurales. Enseguida, el maestro de ceremonias Paco Villar anunció la entrega
de reconocimientos a los técnicos de la obra y después habló Edward D. Colen, supervisor
de 20th Century Fox para América Latina, que asistió especialmente invitado. Ese día la pla-
tea y mezanine costaron 25 sucres y el anfiteatro 5 sucres; hubo
funciones de matiné (14:30), vespertina (18:00), nocturna, (21:30),
incluido el programa señalado. Radio Atalaya transmitió el desa-
rrollo del acto. Desde el 26 de mayo las localidades tuvieron los
precios normales de 15 sucres la luneta y 3,60 sucres la galería.

Y por la aparición y proliferación del cine en casa, el ‘pirateo’


de películas, etcétera, la mayor parte de las salas desapareció y
solo representan un motivo de grata añoranza para incontables
guayaquileños.

El cine Presidente se mantiene en pie, pero sin la majestuosidad


que tuvo hace medio siglo. Ahora exhibe películas de contenido
erótico y pornográfico, ajenas al propósito de sana diversión y
contenido cultural con que fue inaugurado en la calle Luque en-
tre Seis de Marzo y Pedro Moncayo.

200 Guayaquil Nostálgico


El cine Miraflores se inauguró hace 50 años y dio
diversión a grandes y chicos

E
sta sala estuvo en la ciudadela del
mismo nombre, donde ahora es
la hermosa iglesia de San Judas
Tadeo. No duró mucho tiempo, pero su
nombre se sumó a los viejos y añora-
dos cines de barrio del siglo pasado.

El jueves 27 de marzo de 1958, hace me-


dio siglo, los guayaquileños recibieron
con interés la inauguración del cine
Miraflores ubicado en la ciudadela de
igual nombre, cuyo proyecto urbanís-
tico lo desarrolló el arquitecto Félix
Arturo Henriques Fuentes (1919-1979),
incluyendo decenas de villas, un cine,
un colegio y un club social, según las
promociones publicadas en diario El
Universo.

Desde el 15 de marzo en este matuti-


no comenzaron los anuncios sobre la Aviso de inauguración del cine Miraflores.
apertura del indicado cine, que coin-
cidió con el primer aniversario de la
urbanización. Primero se fijó aquel acto para el sábado 22 de marzo, pero se lo dejó para el
jueves 27 del mismo mes. Los avisos resaltaron que su ubicación era ‘el sitio más encantador
de Guayaquil’ con ‘solo luneta y butacas pullman’.

Otro hecho muy importante para la época fue que los empresarios de la sala, deseosos de
facilitar la asistencia del público desde diversos barrios, impulsaron un servicio de colectivos
cada 4 minutos hasta el final de cada función con el siguiente recorrido: Los Ríos-Hurtado-
García Moreno-Sucre-Pedro Carbo-Rocafuerte-Julián Coronel.

El programa inaugural fue extenso y hubo la exhibición de una serie de cortos: 21:30, Circo
marino; 21:42, Ratón en venta; 21:55, Por mi raza habla el espíritu; 22:15, Noticiero Fox; y 22:30,
proyección del largometraje cinemascope-metrocolor Barreras del terror, estelarizado por
Van Johnson, Martine Carol y Herber Lom.

Muchas familias y cinéfilos asistieron a la inauguración del Miraflores, cuyos decorados con
temas montubios los hicieron los artistas Jorge Swett y Segundo Espinel; la aireación de Me-
rello Guzmán y equipos de sonido Phillips. La entrada costó 12 sucres.

Al día siguiente, el viernes 28, el cine ofreció tres funciones: matiné (15:00), vespertina (18:40)
y nocturna (21:30). A más de la película Barreras del terror se proyectó El gran Caruso, prota-

Germán Arteta Vargas 201


gonizada por Mario Lanza y Ann Blyth. La primera vermú fue el domingo 30 de marzo a las
10:30 con El festival de los ratones, 10 rollos cómicos y dibujos animados y la película Fusileros
de la India. La entrada costó 2 sucres.

Posteriormente las funciones presentaron otros filmes como Mañana lloraré, Pecado y reden-
ción, El hijo pródigo, El milagro del cuadro, Lo que el viento se llevó, etcétera. La localidad bajó
a 3,60 sucres y ocasionalmente subió a 6.

Se desconoce por qué los dueños del Miraflores no siguieron con la empresa, que después no
ofreció más funciones hasta que sus instalaciones con algunos cambios alojaron a la actual
iglesia San Judas Tadeo. Así desapareció otra de las salas guayaquileñas, que como la mayoría
de ellas ofrecieron sana diversión a niños y adultos en las décadas de la centuria pasada.

Por allí quedan algunos rezagos de edificios, fachadas y más recuerdos de esos cines de pri-
mera y populares que tanta añoranza despiertan cuando los vemos al paso: Presidente, Cen-
tral, Olimpia, Azteca, Guayas, Paraíso, Olmedo, Encanto, Quito, Tauro, Calero, Lido, Ecuador,
Lux, Juan Pueblo, Centenario, etcétera.

Como el Miraflores, algunos de ellos (Tauro, Capitol, Olmedo, Guayas) también se convirtie-
ron en templos evangélicos y de otras religiones, cuando la moderna tecnología nos trajo los
aparatos de reproducción de películas y mucha gente prefirió quedarse en casa.

El cine Miraflores funcionó donde ahora es la hermosa iglesia de San Judas Tadeo.

202 Guayaquil Nostálgico


Los bailes de gala de bomberos
Estas fiestas copaban la atención de los guayaquileños en la década del cincuenta.

C
uando el Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil no entraba en la moderni-
zación que lo caracteriza actualmente en su organigrama y en los recursos para com-
batir al tradicional enemigo de la ciudad: el fuego, allá por las décadas del cincuenta
al ochenta del siglo XX fue muy común entre los jóvenes de los distintos barrios porteños el
deseo de convertirse en miembros de la institución ‘a como diera lugar’ durante los meses de
agosto y septiembre de cada año. Esto último no lo hacían únicamente para cumplir la ances-
tral costumbre de que algún miembro de la familia debía ser parte de la oficialidad o tropa
de la entidad, sino que también llevaba el sano interés de participar del baile anual del 10 de
octubre que daban las numerosas compañías de entonces, cuyos jefes ponían esmero en la
organización de los programas con la colaboración espontánea del vecindario.

Con apenas dos o tres meses de militancia, los noveles legionarios de la casaca roja tenían la
oportunidad de conocer a experimentados comandantes que transmitían conocimientos, a
tal punto que muchísimos de los que ingresaron solo con el interés de disfrutar de los actos
se quedaron en sus respectivos depósitos e hicieron largas y brillantes carreras dignas del
aplauso ciudadano.

Por la celebración mayor del bombero, las compañías hacían desfiles, iban con sus mejores
hombres a los ejercicios de agua, daban fiestas a los hijos menores de la tropa y ponían es-
mero en los almuerzos y el baile del 10 de octubre, que acogía a los primeros jefes, amigos
y favorecedores permanentes, familiares de sus militantes y los infaltables ‘pavos’ que se las
ingeniaban para ingresar a los locales y así danzar con buenas orquestas.

Al paso de las décadas desaparecieron algunas compañías que fueron referentes, tanto en su
labor primordial de combatir los
incendios que asolaron la metró-
poli como en el cuidado que pu-
sieron para elevar el nivel profe-
sional, cultural y fraternal de sus
miembros.

Actualmente el baile y otros fes-


tejos presentan cambios; sin em-
bargo, los de antes siguen vivos
en el recuerdo de incontables
vecinos.

Oficiales y tropa de la
Compañía Salvadores ‘Jefe
Guizado’ No.14, en Escobedo
y P. Ycaza, junto a su reina.

Germán Arteta Vargas 203


Memorias sobre las corridas de toros
Esta actividad también formó parte de las atracciones de muchos vecinos de esta
ciudad.

E
n el libro Nuestro Guayaquil antiguo, del cronista vitalicio Rodolfo Pérez Pimentel,
publicación del Banco Central del Ecuador y del H. Consejo Provincial del Guayas
(1986), el autor de la obra consigna: “El gusto por las corridas de toros solo disminuye a
mediados del siglo pasado (XIX), porque en la Colonia son pan de toda boda y no hay motivo
de alegría que escape a esta celebración”. A renglón seguido añade: “Casi siempre se lidian los
toros en la plaza de la Iglesia Matriz (Catedral), donde se levantan ‘barreras’ y un ‘templador’
para favorecer a los noveles toreros y a las ‘mojigas’ perseguidas. Explica además que “las ‘moji-
gas’ son los disfrazados con ropas chocantes y de colores que saltan al ruedo a distraer al animal
con arriesgadas piruetas y maromas”.

Concluye aquellos apuntes con lo siguiente: “Estos peligros fueron cosa natural y sabida en las
corridas de toros, celebradas antaño por las principales calles de Guayaquil, con numeroso sal-
do de heridos y contusos”. El libro Guayaquil de ayer, Colección Imágenes, volumen 6, Banco
Central del Ecuador, edición 1985, en un pie de foto destaca: “La primera distracción que tuvo
Guayaquil fue la lidia de toros. Inicialmente se cerraban calles... y listo el espectáculo. Ya a fines
del siglo pasado (XVIII) había un coso, cuadrado...”.

Hoy que al Puerto Principal vuelve este tipo de


actividad este fin de semana, recordamos las
ferias taurinas en Guayaquil, ciudad donde ac-
tualmente se genera un debate por parte de los
defensores de animales, que consideran cruel-
dad a la lidia. Otros lo consideran un arte y una
tradición que no debe morir.

José Antonio Campos, en el libro Estampas de


Guayaquil, publicación de la Municipalidad
porteña (2001), con reproducciones extraídas
de Diario El Universo (año 1950), al tratar esa
costumbre en el tema ‘Toros y mojigas’ señala
que no hubo tradición taurina en los guayaqui-
leños y por eso “como era fría la afición, pobre
la publicidad o propaganda y poco el público, los
convites se hacían por medio de las ‘mojigas’ o
disfrazados que hacían piruetas o ademanes jo-
cosos”.

Con su característico humor y fina ironía José


Antonio Campos dice del mismo asunto: “En
nuestra rebelde pero noble sangre de huancavil-

204 Guayaquil Nostálgico


Boletos para
corridas de toros en
Guayaquil.

cas no pudo mamá España diluir la afición a ese espectáculo bárbaro e impío que ella denomina
la fiesta brava, fiesta de sol y luces, capotes y mantillas, y que no es más, en resumen de realidad,
que un asesinato a traición de una pobre bestia que más embiste sobre el trapo por curiosidad
o juego que con el intento de despachar al pelele saltarín cubierto de alamares, que oculta una
espada para matar a la fiera que no tiene su habilidad ni malicia”.

Más citas

Además de los testimonios, otros libros de crónicas mencionan las corridas de toros, peleas
de gallos, regatas de botes, canoas, balandras y yolas, como parte de las distracciones po-
pulares que en distintas épocas del año buscaban los vecinos y afuereños de tránsito por la
ciudad, constan las rememoraciones incontables de abuelos, padres y amigos que tienen su
propia historia.

Se recuerda, por ejemplo, la denominada Gran Plaza de Toros Monumental, ubicada en el


local del antiguo hipódromo que tuvo Guayaquil en el parque Forestal, como lo corrobora un
aviso que publicó este matutino en octubre de 1925; asimismo, la popularísima La Macarena,
que en 1955 inauguraba otra temporada taurina, y la plaza de toros Santiago de Guayaquil,
que en 1980 funcionó en la avenida Carlos Julio Arosemena Tola, donde funciona el centro
comercial Albán Borja.

Hay referencias de la existencia de una plaza (rectangular) levantada en la calle Nueve de


Octubre, donde está ahora el edificio de la primera jefatura del Cuerpo de Bomberos de Gua-

Germán Arteta Vargas 205


Muchos
guayaquileños
asistían a las
corridas de toros.

yaquil; otras de tipo portátil se adecuaron en el American Park, el Club Nacional, en la orilla
del estero Salado junto a la ciudadela Ferroviaria y el coliseo Voltaire Paladines Polo.

El mismo José Antonio Campos se refiere a las cuadrillas trashumantes que dieron cortas
temporadas en plazas de madera, en las “afueras de la calle de La Sabana o de la Cárcel o de la
Municipalidad (hoy Diez de Agosto) por los terrenos que ahora son las calles Quito, Pedro Mon-
cayo, etcétera”. En el libro Guayaquil 70, de Ediciones Aguilera Malta, hay una antigua foto
cuyo pie dice: “La Plaza de Toros Guayaquil en la Plaza de la Concordia. El torero en su faena”.

Entre los diestros nacionales y extranjeros que protagonizaron los programas inaugurales de
temporadas y los habituales que se hacían dominicalmente o por las fiestas patrias y de in-
dependencia de la ciudad estuvieron Pedro Castro (Facultades), Antonio Puertas (Granero),
Eduardo Solís, Rafael Báez, Pepe Luis Vásquez, Juan Gálvez, Gabriel de la Casa, Curro Real,
Paco Santoyo, Armando Conde, Mariano Cruz, Paco Barona, Lorenzo Pascual, el Belmonte-
ño, Fabián Mena, el Niño de Aranjuez, Juan Silveti, y muchísimos otros que hacen largo el
inventario.

Corrida ‘curiosa’

El 15 de octubre de 1936, como lo anunció El Universo de esa fecha, en el teatro Olmedo, a


las 21:15, se presentó la revista taurina Seda y Oro, por la compañía Alegría y Enhart, conside-
rada la obra más grande del teatro lírico en escena. En ese escenario, como parte de la obra,
se adecuó una plaza portátil de acero y los artistas lidiaron, picaron y banderillaron un toro
bravo.

Torero herido

El 8 de octubre de 1938, este Diario publicó una amplia noticia sobre las heridas que sufrió
el diestro español José Gimán (Rubito de Sevilla), durante la corrida del día 7 en el coso del
American Park.

206 Guayaquil Nostálgico


El entretenido mundo de las tiras cómicas
Su aparición en diarios y revistas copa el interés de grandes y chicos que las buscan
para divertirse.

A
sí como hay personas apegadas a las creencias y supersticiones que empiezan el día
leyendo el horóscopo del periódico de su preferencia, existen otras que antes de abor-
dar las noticias económicas, políticas, de crónica roja, deportivas, etcétera, prefieren
revisar primero la página de las historietas para hallar algo de humor, suspenso o aventura
que atenúe el sinsabor que originan ciertas crónicas.

Por ello, desde que esas creaciones artístico-literarias las incluyeron rotativos y publicacio-
nes afines que se editan en la mayor parte de las naciones del mundo, casi nadie puede negar
que alguna vez cedió a la tentación de ojearlas o de tomar como habitual entretenimiento su
lectura.

Algunos referentes

El nacimiento de las tiras cómicas, historietas o cómics se


remonta al siglo XIX y se consolidó en el XX, cuando mu-
chas de ellas se publicaron no solo en sus países de origen
sino que tuvieron acogida en otras naciones. Para ejemplo
debemos citar Tarzán, realizada por Harold Foster; El Ra-
tón Miguelito, El Pato Donald y otras, por Walt Disney, la popularísima Benitín y Eneas, de
Al Smith Fisher, y la siempre divertida pero orientadora Mafalda, de Quino.

Hubo tiras cómicas que desaparecieron al mo-


rir sus creadores y otras cambiaron de estilo de
dibujo, mas continúan vigentes porque sus au-
tores cedieron la posta a los alumnos y colabo-
radores cercanos. Pese a todo, aquellas suspen-
didas en el tiempo como Popeye el marino, de
E. C. Segar, primero, y Bud Sagendorf, después,
y Pancho Tronera, de Fisher, o las más contemporáneas del tipo Olafo el amargado, de Chris
Browne, y Beto el recluta, de Mort Walker, regalan ratos de diversión a sus asiduos fanáticos.

Los nuestros

Sin olvidar que El Universo fue uno de los primeros periódicos del
país que desde 1925 incluyó en sus ediciones diarias las tiras có-
micas, hay que resaltar que en nuestro medio también se hicieron
algunas con la mejor aceptación de los lectores.

Como testimonio están las de A. Bastidas R. llamada Aventuras de


Don Espantajo y el negrito Chicharrón, que se leyó en 1928; Saeta y
Rafles, de Miguel Ángel Gómez (Montañola), la de Bolón y Mello-

Germán Arteta Vargas 207


co, por Luis Peñaherrera Bermeo, El Gato, por José Santibáñez, entre otras.

Un poco más contemporánea es Gor, el príncipe dinosaurio, por Tomás Oleas,


autor guayaquileño que la publica en el suplemento infantil sabatino Mi
Mundo de diario El Universo y en periódicos de Estados Unidos y México.

Por eso ofrecemos un inventario sucinto de las historietas más conoci-


das en nuestro medio, que vienen desde años atrás con Pepita, Treme-
bunda, Condorito, Periquita y muchas más.

Esto ayudará a recordar otras que, como las de ahora, arrancaron sonrisas y
ratos de suspenso a los mayores de la familia y siguen haciendo lo mismo con
sus descendientes a través de sus héroes e inconfundibles personajes.

Tengamos presente a Avivato, que vivía de ‘gorra’ gracias a sus amigos; a


Bombolo, el ingenuo personaje que pasaba por muchos chascos; a Falluteli,
el adulador del jefe; Fulmine, El otro yo del Dr. Merengue, testimonios de
una sociedad que no cambia por nada.

De la misma manera hagamos memoria sobre el comportamiento de los


Dos Pilluelos y las rabietas del Capitán y la Srta. Secante, al igual que Daniel
el travieso con el señor Pereda; la ternura de Rabanitos; los problemas en
que metían a sus padres las gemelas Dalia y Dora; e incluso la denuncia social en tono jocoso
de nuestro sin par Miguel Ángel Gómez en Lo que se ve.

HISTORIETAS Gumersindo (Fola)


Archie (Bob Montana / Jhon Celardo) Kerry Drake (Aldred Andriola)
As Solar (Ry Crane) Lance (Warren Tufts)
Benitín y Eneas (Al Smith) La gata de Tobita (Al Smith)
Beto el recluta (Mort Walker) Los Melaza (Hoest)
Dalia y Dora (Dick Brooks) Maldades de dos pilluelos (Joe Musial)
Daniel el travieso (Hank Ketcham) Mandrake el mago (Lee Falk y Phil Davis)
Dick Tracy (Chester Gould) María de Oro (Ernst Saunders)
Educando a papá (Frank Fletcher) Mark Trail (Ed Dodd)
El Fantasma (Lee Falk y Wilson Mc Coy) Miguel Finn (Lank Leonard)
El Gato Félix (Joe Oriolo) Olafo el amargado (Chris Browne)
El Ratón Miguelito (Walt Disney) Lorenzo y Pepita (Dean Young)

208 Guayaquil Nostálgico


Datos elementales se evocan en la cartografía local de antaño
Los planos antiguos, manuales y curiosos
Observar estos documentos es motivo de gusto y reflexión, pues aparecen el ayer y
presente local.

D
escartada la costumbre de aprovechar solo las fiestas patronales julianas y de inde-
pendencia octubrina para tratar los cambios de Guayaquil a través de su historia,
acudimos al testimonio de los planos para repasar esa evolución y el recuerdo grato
mientras la mirada se sitúa en calles, barrios, edificaciones, sitios de antaño y se los compara
con los actuales.

Libros de historia, textos escolares como los de Dionisio de Alsedo y Herrera, Manuel Vi-
llavicencio, Teodoro Wolf, Eliecer Enríquez B., Julio Estrada Ycaza y otros autores recogen
estos documentos que realizados en diferentes escalas y sin el adelanto científico de los de
ahora prueban el desarrollo de la ciudad desde que se asentó definitivamente al pie del Ce-
rrito Verde.

Entre los autores de planos constan Dionisio de Alsedo y Herrera (1740), Francisco de Reque-
na (1740), Ramón García de León y Pizarro (1772), Anónimo ‘Crocrix’ (1787), Expedición Bri-

Germán Arteta Vargas 209


tánica (1847), Manuel Villavicencio (1858),
A. Millet (1881), Teodoro Wolf (1887), Gas-
tón Thoret (1896), Luis A. Carbo (1900),
Otto Von Buchwald (1903), Francisco J.
Landín (1909), Froilán Holguín (1919), J. G.
White (1920) y C. M. Granado y Guarnizo
(1939).

En libros escolares

También los hay más contemporáneos


del Instituto Geográfico Militar (IGM),
Nelson Gómez y la propia Municipalidad
de Guayaquil.

Asimismo, los de tipo didáctico y refe-


rencial de los libros de lugar natal Com-
pañerito, Pepín, Rinconcito de mi Tierra, y
en ediciones del cartógrafo Carlos R. Haz
E., o en publicaciones de Ramón Hidalgo
Ibáñez, Ediciones Djoser Frank, Produc-
ciones Globalcorp, entre otros trabajos.

Actualmente circulan planos turísticos


con modernos diseños que abundan en
informaciones turísticas y la cartografía
de la ciudad. Allí se revela el avance de Guayaquil, y sus moradores y turistas se orientan para
disfrutar de los atractivos tan propios que le han sido característicos a través de los tiempos.

1900. Detalle de 2001. Detalle del libro Plano de Guayaquil con la


mapa tridiemnsional Nueva nomenclatura de calles, publicado por diario
por H. Braeunlich. El Universo.

210 Guayaquil Nostálgico


Seis edificaciones con tal calificativo
Guayaquil, fiel a sus ‘modelos’

N
uestra urbe adoptó el calificativo de ‘modelo’ para algunos de sus edificios construi-
dos a partir de la segunda década del siglo XX, no solo para impulsar cambios en la
estructura social de la época sino también para tener referentes en la sucesiva ima-
gen arquitectónica que desarrolló en gran parte de la centuria pasada.

No resulta extraño que esta urbe se caracterice por el empuje visionario de su gente, quienes
acometieron en gigantescas obras como testimonio del desarrollo urbano y también plasma-
ron el deseo de que esas construcciones marchen a la par con el aporte humano y la filosofía
de servicio de las instituciones a las que fueron destinadas sus construcciones.

Algunos ejemplos

La Escuela Fiscal Modelo Nueve de Octubre,


inaugurada en 1920, y la Escuela Modelo Mu-
nicipal Manuel María Valverde, terminada de
edificar en 1931, en Chimborazo y Sucre, son
buenos testimonios del afán de los vecinos y
autoridades locales por consolidar ese princi-
pio vigente desde tiempo atrás cuando a pe-
sar de incendios, pestes y otras calamidades la
ciudad resurgía de los escombros al amparo de
renovados bríos. Estos planteles, además de la
amplitud y modernidad arquitectónica de sus
locales, introdujeron cambios en la enseñanza.

Otra prueba del sentir guayaquileño por hacer bien las cosas fue la Piladora Modelo, que por
muchos años prestó vitales servicios al agro regional desde su ubicación en el sector de La
Atarazana.

Arriba, la Escuela
Modelo Nueve
de Octubre en
1920, ubicada
en Chimborazo
y Francisco de
Marcos.

A la izquierda, los
silos de la Piladora
Modelo, al pie del
cerro Santa Ana.

Germán Arteta Vargas 211


1965. Vista aérea del Estadio Modelo Guayaquil, hoy Alberto
Spencer Herrera en honor al máximo jugador de fútbol ecuatoriano y
autor del primer gol que se marcó en este escenario deportivo..

Igualmente lo es el Estadio Modelo Guayaquil, que se inauguró de manera oficial en julio de


1959 y sigue favoreciendo al deporte en algunas disciplinas.

Cuando se dotó a la Policía Nacional del llamado Cuartel Modelo, estuvo presente el deseo
porque exista una adecuada manera de acoger al personal y los recursos que velan por la
seguridad ciudadana, y al inaugurarse la Penitenciaría Modelo del Litoral (Centro de Re-
habilitación Social de Guayaquil) hubo la mejor intención de que el sistema carcelario y la
rehabilitación de los reclusos se hagan en forma adecuada.

Lamentablemente, por la falta de cuidado y la mala política de conservación que restó im-
portancia al constante crecimiento de la urbe, algunos de estos edificios muestran deterioro
y están al margen del servicio para los cuales se los diseñó como verdaderos modelos.

Luis Vayas Amat, editor de libros que nació aquí en 1930 y ha sido testigo del cambio urba-
nístico de la metrópoli, sostiene que fue el deseo de mantener viva la tradición forjadora y
pionera característica del guayaquileño lo que inspiró a los empresarios y ejecutores de edi-
ficaciones representativas a denominarlas modelos, al margen de expresiones de ostentación
negativa.

Basta mencionar el 9 de Octubre de 1820, la construcción del primer buque a vapor, el Gua-
yas, en 1842, o el submarino de José Rodríguez de Labandera como una prueba del valor
precursor y pionero que nos identifica, dice.

La historiadora Jenny Estrada igualmente resalta esos acontecimientos y se refiere al valor


de modelo que tuvieron algunos de estos en su época, pero enfatiza que es necesario encarar
los cambios y vivir la realidad para no ser apasionados en repetir cosas que por infinidad de
circunstancias cumplieron su ciclo.

212 Guayaquil Nostálgico


Guayaquil, eterna musa para los compositores
En distintas épocas de su historia la ciudad ha motivado muchos temas que cantan
todas sus bellezas.

1925. Guayaquil
en la plumilla del
maestro Roura
Oxandaberro.

L
a reciente presentación del pasacalle Jardines de Guayaquil, letra de Octavio Gómez
con arreglos musicales de Luis Izurieta Abarca y Luis Izurieta Arias, ratifica y aquello
de que nuestra metrópoli es la permanente inspiración de poetas, pintores y músicos
ecuatorianos y extranjeros.

De allí que igual a la extensa lista de textos


literarios que nos sugieren releerlos y de las
pinturas que invitan a mirar los detalles que
copian el paisaje guayaquileño de otros tiem-
pos y de esta época, también hay obras musi-
cales que exaltan las cualidades espirituales
de esta urbe y su gente.

Junto a los emblemáticos Guayaquil de mis


amores, pasillo de Lauro Dávila Echeverría y
Nicasio Safadi Reves, compositor este último
que también musicalizó Romance criollo de
la niña guayaquileña de Abel Romeo Casti- El Dúo Ecuador en 1930.

Germán Arteta Vargas 213


llo, hay que colocar el pasillo Guayaquil, pórtico de oro, letra de Pablo Hanníbal Vela y música
de Carlos Aurelio Rubira Infante.

Además deben constar los pasacalles Cholo porteño de Abel Romeo Castillo y Armando
Pantza Aráuz; Guayaquileño, con letra y música de Carlos Aurelio Rubira Infante, y Mi Gua-
yaquil, de Carlos Solís Morán. Igualmente, La Guayaquileña, de Lauro Dávila Echeverría y
Nicasio Safadi Reves.

Diversos temas

Hace décadas se conocieron Guayaquil heroico y Guayaquil, perla del Pacífico, que en el an-
tiguo ritmo del one step, crearon Carlos Amable Ortiz y Francisco Paredes Herrera, respecti-
vamente. De manera similar, el pasacalle Perla ecuatoriana (Guayaquileña), de Rafael Carpio
Abad, y el pasodoble Guayaquil, por José Casimiro Arellano.

Néstor Aguayo Jarrín y Ángel Pulgar Tixe compusieron el pasa-


calle Reina del Guayas; Juan Bautista Luces, el pasodoble Guaya-
quil heroico; José Casimiro Arellano, la polca Guayaquil artístico;
Nancy Murillo en 1957 popularizó el pasacalle Guayaquil invita
a gozar; y Luis Humberto Salgado puso música al poema El río
Guayas, de Alejandro Velasco Mejía.

En el siglo pasado Federico M. Borja compuso el valse Brisas del


Guayas; Gerardo Arias, el pasacalle Río Guayas; Julio Jaramillo, el
valse Guayaquileña; Hernán Rojas, la cumbia Hermosa Guayaquil;
Luis Izurieta Arias, el pasillo Guayaquil 70 y Serenata Guayaca, de
Alejandro Velasco Mejía que grabó el tenor Ángel Oyola.

En estos primeros años del siglo XXI son populares


Ahora o nunca Guayaquil vive por ti, de Luis Padilla
Guevara y Paúl Tapia; Mi querido Guayaquil (pasillo),
de Luis Antonio Medina Manrique; Perla del Pacífico
(pasacalle), de Víctor Motta Merino, cantado por Jua- ACORDES
nita Córdova; y Guayaquil, jardín de encanto (pasillo), Las radioemisoras de la ciudad
del cantautor Otto Ferrer Triviño. acostumbraban hacer escuchar estas
canciones:
Otra hermosa composición que no debemos olvidar
es el himno Mi ciudad, de Pedro Maspons y Cama- Guayaquileña (pasacalle)
rassa (letra) y Ángelo Negri (música). Existen otros Guayaquileña,
títulos que escapan de esta crónica y que bien vale mujer hermosa,
rescatarlos. Hagámoslo. bella y graciosa,
dama gentil,
sois la alegría
del alma mía
y la grandeza
de Guayaquil.

Rafael Carpio Abad

214 Guayaquil Nostálgico


Parques y plazas en la historia porteña

P
ortales, balcones, edificios de hormigón e incluso casas de construcción mixta de las
primeras décadas del siglo XX que aún no sucumben a la modernidad son testimonios
de nuestra historia y también referentes para evocar aquella ancestral imagen porte-
ña de centurias pasadas. Lo mismo ocurre con los parques, paseos y plazas que recuerdan
románticas épocas, aunque algunos de ellos cambiaron de nombre y aspecto de acuerdo a
la evolución urbana. Ensayamos un breve recuento de esos sitios de esparcimiento, pere-
grinación cívica y política, adonde acudieron abuelos y padres a disfrutar de la naturaleza,
escuchar música al aire libre por medio de parlantes o por las retretas de bandas militares.
Recordemos que los nombres que parques y plazas asumieron al paso del tiempo no tuvieron
un año o una época definidos sino que fue en prudente lapso.

Breve recuento

Allí el parque Seminario, circundado por las calles Chile, Chimborazo,


Clemente Ballén y Diez de Agosto, al que periodistas, guías turísticos
y numerosos vecinos lo llaman Parque de las Iguanas, y que en orden
cronológico desde los albores de la metrópoli ha recibido los nom-
bres de Plaza de Armas (1770), Plaza de la Iglesia Matriz, Plaza Matriz,
Plaza de la Estrella (1870), Plaza de la Catedral, Plaza Bolívar (1887),
parque Seminario (1895 y un poco antes).

La plaza del Centenario (1920), limitada en lo actual por las calles Lo-
renzo de Garaycoa (Santa Elena), Pedro Moncayo (Daule), Primero
de Mayo (Bolívar) y Vélez, en los planos de Guayaquil de 1909 y 1919
se la llama plaza Nueve de Octubre; la plaza Montalvo, después par-
que Montalvo, en documentos de 1909, 1919, 1920 conserva como hasta
1889. Inauguración del ahora tal denominación. La plaza Rocafuerte, llamada así en 1909 y
Parque Seminario. 1920, muchos la denominaron plaza de San Francisco (1881) y hoy al-
gunos hacen lo mismo.

La plaza del Centenario


en 1930.

Germán Arteta Vargas 215


El parque España en el Barrio del Astillero; la plaza de la Victoria al oeste de la ciudad y la plaza de la Concordia
frente al Normal Rita Lecumberri (actual Piscina Olímpica).

El espacio ocupado por el actual complejo deportivo de la piscina olímpica y la pista atlética,
frente al colegio Rita Lecumberri (José Mascote, Hurtado, Luque y García Moreno), a co-
mienzos del siglo pasado fue llamado plaza Diez de Agosto, después plaza del Ejército y más
tarde plaza de la Concordia. La plaza Colón de estos días (al norte, en los límites del barrio
Las Peñas tuvo la primigenia denominación de plaza de la Parroquia (1779) y más tarde plaza
de la Concepción (1887).

La plaza Veinticuatro de Mayo, de comienzos del siglo XX, es actualmente el parque San
Agustín, pero oficialmente Medardo Ángel Silva, limitado por las calles Pedro Moncayo, Seis
de Marzo, Quisquís y Luis Urdaneta. La plaza de la Victoria o parque de la Victoria (Quito,
Clemente Ballén, Diez de Agosto, Pedro Moncayo) conservó por mucho tiempo el nombre
de plaza Calderón. En cambio, el parque España (Chimborazo, Chile, Portete y General Gó-
mez) se llamó primitivamente plaza Ecuador.

Más novedades

El plano de Francisco Landín de 1909 incluye la plaza Chile (Noguchi, Cacique Álvarez, Ca-
pitán Nájera y Febres Cordero) que se llama así hasta la presente, pero como parque Chile.
El parque Sucre (ubicado por años entre los edificios de la Municipalidad de Guayaquil y
Gobernación del Guayas) tuvo cambios y junto con la estatua del héroe se convirtió en la
moderna Plaza de la Administración. Los predios de la plaza Rodolfo Baquerizo Moreno
primero fueron del tradicional American Park y más tarde parque Guayaquil.

La plaza de Santo Domingo consta en el plano de A. Millet de 1880 y 1881 y la ubica frente a la
iglesia de igual nombre del barrio Las Peñas; el mismo autor incluye la Plaza del Mercado en
el Malecón o Calle de la Orilla a la altura de la Casa del Cabildo. La plaza de La Merced, frente
a la basílica de igual nombre, se convirtió en el parque Pedro Carbo. El parque Olmedo cam-
bió de lugar; el Jorge Washington desapareció y al de la Armada remodelan para convertirlo
en el complejo cívico naval Jambelí. Ya no se habla del Paseo de las Colonias pero sí de los
parques Puerto Liza, Clemente Yerovi Indaburu, Jerusalén, República del Uruguay, etcétera.

Entre las plazas inauguradas en los últimos años están las de la Administración, Rodolfo
Baquerizo Moreno, Cívica del Malecón, Francisco de Paula Ycaza, de Honores (cúspide del
cerro Santa Ana), de Artes y Oficios Carlos Armando Romero Rodas (parque lineal del Sala-
do), de la Integración y otras.

216 Guayaquil Nostálgico


Los carnavales del recuerdo
Festividad. Autoridades y vecinos unían sus actividades para los días de diversión.

Carro alegórico listo para desfilar por las fiestas de carnaval.

L
os novedosos números con que las instituciones públicas y privadas organizaban las
festividades del carnaval en la primera mitad del siglo XX e incluso décadas más allá,
fueron un buen motivo para que el vecindario guayaquileño mostrara su entusiasmo y
colaborara sin reservas para el éxito de las elecciones de reinas, desfiles, comparsas, coros de
flores, festivales bailables con disfraces, actos deportivos, etcétera. Terminada la temporada
de Navidad y Año Nuevo, los almacenes, perfumerías y boticas iniciaban la propaganda de
los productos necesarios para la fiesta del dios Momo o de carnestolendas, tales los perfu-
mes, talcos, aguas de Florida y de Kananga, globitos, papeles y fantasías para arreglar casas,
centros sociales y vehículos. Periódicos como El Universo, auspiciaron concursos de reinas
de carnaval.

Otros ejemplos de esto último era la elección de la Señorita Carnaval por la Asociación Ge-
neral de Empleados; la Princesa de la Alegría, por el Centro Social Comercio; y la Directora
de la Fiesta, por la Sociedad de Carpinteros. También nombraban soberanas, dios Momo,
colombinas, pierrot y otras dignidades simbólicas. Solo permitían jugar en sus festivales bai-
lables con flores, confetis, serpentinas y perfumes.

Germán Arteta Vargas 217


Las orquestas de la época: Mestanza, Blacio Moral, Silva, Rolando y otras tenían que multipli-
carse para atender la demanda de las entidades barriales, sociales y culturales que igualmen-
te ofrecieron fiestas de disfraces o de la ‘piñata’. En muchos casos, las salas de cine como el
Olmedo, Edén, Quito sirvieron de escenario para los concurridos bailes que nadie se atrevió
a empañar con actitudes malcriadas.

En sus propagandas los comercios aconsejaban a los clientes ayudar a culturizar el carna-
val con juego decente y ofrecían artículos para que los jugadores pasaran bien los tres días
de fiestas, con gorros, antifaces, perfumes, lanzaserpentinas, chisguetes, aguas de colonia,
talcos perfumados, lociones, etcétera. Boticas y perfumerías ofrecían productos afines a
su actividad.

Hasta cuando cerraron sus puertas los almacenes Lilita, de Arístides Antepara; Durango
Hnos., Luis Palomeque, Enrique Alemán, Antepara & Palomeque, Chiriboga & Valdivieso,
Joaquín Arias y otros mantuvieron la costumbre de comercializar esas novedades.

En cuanto a los globitos hay nombres que siempre recordamos: Zaruma, Fénix, Diana, Águi-
la, Venecia, H.B., María Eugenia, entre otras marcas.

Los bailes del American Park, Barrio del Astillero y de instituciones guayaquileñas y colonias
extranjeras siempre atrajeron a los grupos familiares deseosos de diversión. En 1930 el teatro
Victoria ofreció un baile con ingreso gratis para señoritas, un sucre para caballeros y 30 cen-
tavos para los espectadores de galería.

También hubo autoridades preocupadas que prohi-


bieron el juego brusco de carnaval y recomendaron a
los que lo practicaban con aguas y anilinas lo hicieran
‘casa adentro’, para no perturbar a nadie. No faltaron
exasperados jugadores que si la víctima no pagaba la
‘multa’ o ‘cupo’ de un sucre, cumplían la amenaza del
baño con el balde de agua o iba a la poza.

Hubo dueños de camionetas y camiones que los al-


quilaban para que los carnavaleros recorrieran las ca-
lles lanzando globos o arrojando agua a los distraídos
transeúntes.

Pero con el paso del tiempo las cosas cambiaron y


muchos radicalizaron el juego peligroso; por eso
cientos de familias prefirieron asumir la costumbre
de dejar sus hogares y dirigirse a los balnearios.

Una autoridad militar intentó ‘culturizar’ el carna-


val en Guayaquil y algo logró, pero eso fue algo efí-
mero. Actualmente la Municipalidad de Guayaquil
intenta recuperar la belleza de lejanas épocas cuan-
do las fiestas en verdad eran motivo de distracción
y regocijo.

218 Guayaquil Nostálgico


Las obras urbanas porteñas que despiertan
evocaciones
Tienen 75 años, pero rescatados traen recuerdos de épocas en que la ciudad
ingresó al desarrollo.

El Mercado Este fue modernizado hace pocos años.

E
n 1931, mientras era prefecto municipal el doctor Alberto Guerrero Martínez, el Ayun-
tamiento guayaquileño desplegó una valiosa labor y concretó obras sociales y urbanís-
ticas. De ello resaltamos algo en mayo pasado, pues en esa histórica fecha del año que
evocamos se inauguró la obra del parque Chile y la del Reloj Público Municipal, en su último
emplazamiento conocido. Esta vez resaltamos los 75 años de lo que actualmente llamamos
Mercado Este, pero que en la época de su construcción e inauguración lo denominaron Mer-
cado Municipal del Sur, cuya apertura oficial fue el 10 de agosto de 1931. Ejecutó la obra la
Sociedad Técnica Fénix en la manzana de las calles Chimborazo, Gómez Rendón, Coronel
y Maldonado.

Otras obras que la Municipalidad entregó a la comunidad en la fiesta del 10 de agosto fueron
el Programa del Desayuno Escolar en la escuela modelo Manuel María Valverde, de la maes-
tra Mercedes Moreno, los nuevos salones del Museo Municipal y los servicios higiénicos
municipales de las calles Eloy Alfaro y Argentina, actualmente con el interior remodelado y
la fachada mejorada.

Germán Arteta Vargas 219


El antiguo Mercado Norte luce nueva imagen.

Fiestas de apertura

Las autoridades provinciales y municipales, directivos de instituciones y la comunidad par-


ticiparon en la inauguración. Así, Vicente Paz Ayora, gobernador del Guayas; el coronel Al-
berto C. Romero, jefe de la IV Zona Militar; los concejales Antonio Moya, Jorge Illingworth,
Eduardo C. Guerrero, Teodoro Alvarado Garaycoa, José Vicente Peñafiel y Agustín Rendón.

También asistieron Ismael Pérez Castro, administrador de El Universo; el doctor Roberto


Leví y su esposa María Piedad Castillo de Leví; Antonio Elizalde, Luis Vernaza, Adelaida
Velasco, Leopoldo Benites Vinueza, Modesto Chávez Franco, director del Museo Municipal,
y más invitados y vecinos que recorrieron las nuevas obras para conocer todos los detalles.

A la inauguración del Mercado Municipal del Sur le siguió la quermés que organizaron la
Sociedad de Beneficencia de Señoras, la Sociedad Protectora de la Infancia, la Casa Cuna y el
Ajuar del Niño, con la presentación de quioscos que atendieron señoritas del voluntariado.
La banda de músicos del batallón Imbabura amenizó la programación.

Un festejo similar ocurrió con el llamado Mercado Norte, emplazado en la manzana que
circunda las calles Baquerizo Moreno, Tomás Martínez, Padre Aguirre y el callejón Banife,
abierto oficialmente al público en septiembre de ese mismo año, con la participación de las
mismas autoridades municipales y el alborozo de los vecinos por tan importante obra.

220 Guayaquil Nostálgico


¡Llegaron las ciruelas!
Las apetecidas frutas inundan los mercados y vuelven a deleitar el paladar de los
guayaquileños.

¿
Quién no recuerda que alguna vez al salir de clases de la escuela o colegio sucumbió a la
tentación de saborear más de una ciruela verde, pintona o madura que sazonó con toque-
citos de sal? ¿O que en los distraídos años de la niñez y juventud se hizo la ‘pava’ (faltó a
clases o se escapó de ella) para avanzar junto con sus condiscípulos hasta los cerros Santa
Ana y del Carmen para ir en pos de esos frutos cuyos árboles crecían espontáneamente allí
y en otros sectores aledaños a la ciudad?

Muchos evocarán esa época feliz. Y lo harán con mayor in-


tensidad ahora que estamos en plena temporada de la ciruela,
fruta que no desaparece en forma total de nuestros campos
y de la memoria urbana, como ocurre con el caimito o cauje,
marañón, la pomarrosa y otras que, salvo algunos románticos
agricultores que luchan por conservarlas, se extinguieron de
la campiña costeña por la negligencia o el afán de enriqueci-
miento de ciertos empresarios, que prefirieron otras especies
rentables y talaron los árboles frutales existentes.

Aunque a la entrada de los planteles y en la calle algunos comerciantes impusieron la costum-


bre de venderlas verdes (‘malhechas’) curtidas en sal y ají, la abundante cosecha de ciruelas
que alcanza su plenitud en noviembre y decae en diciembre hace a un lado aquello y permite
disfrutarlas con todo su potencial alimenticio. Asimismo, obliga a reconocer que es una de
las frutas mayormente identificadas con la región y a la que se canta en amorfinos o citan los
escritores costumbristas en sus novelas y relatos. Por esto último, es común observar en estos
días los camiones repletos de cajas de ciruelas que llegan desde Petrillo, Juntas, Julio Moreno,
Cerecita y otros lugares de la provincia del Guayas, hasta la esquina de Pío Montúfar y Colón,
donde se las comercializa y reparte para otros sitios. Incluso las llevan las clásicas carretillas,
cuyos dueños pregonan por calles céntricas y periféricas de la urbe para ofrecer la ciruela.

Alimenticio y medicinal

El ciruelo (Spondias purpúrea L.) es árbol nativo de América tropical y mide hasta 10 m
de alto; sus hojas son compuestas de 5-12 pares de hojuelas, con panículas de flores rojas o
purpúreas asentadas sobre ramas gruesas. Las drupas son rojas acídulas. Por lo general la
fructificación comienza en noviembre.

Los frutos del árbol (ciruelos o ciruelas) se comen crudos, en jaleas o mermeladas; con ellos
también se hacen refrescos y helados. El árbol es maderable y sirve para cercas vivientes; en
el campo medicinal, el fruto y las hojas son usados en infusión como astringente. Pariente
de esta fruta es el hobo, jobo o ciruela amarilla (Spondias mombin L.) que también crece en
zonas de Los Ríos, Guayas, Esmeraldas y, sobre todo, Manabí. El hobo es amarillo, comestible
al natural o en calidad de refresco y jalea; la madera sirve como leña o para hacer cajones,
cajas de fósforos, etcétera.

Germán Arteta Vargas 221


La cerveza, otra bebida tradicional en Guayaquil

A
demás de la chicha de jora y arroz (resbaladera), del aguardiente de caña, el rompo-
pe, las mistelas, etcétera, que fueron las ‘pociones espirituosas’ a las que acudieron
nuestros abuelos y padres para amenizar sus tertulias, robustecer la unidad familiar y
disfrutar sanamente de su círculo de amigos, la cerveza fue otra preparación que ayudó a ese
fin y pronto fue parte del folclore ergológico (comidas y bebidas) que nos identifica.

Aunque con algunas diferencias a las costumbres de antaño, cuando anfitriones e invitados
disfrutaban de potajes y bebidas -incluida la cerveza- durante la inexcusable celebración del
‘santo’, las fiestas cívicas, el paseo campestre en lancha o la caminata directa por la campiña
cercana a la ciudad, las generaciones siguientes mantuvieron el hábito de incluir el popular
producto en sus diversos festejos.

Posiblemente resultan pocos los hogares donde, por lo menos,


alguna vez, se brindó o se ofrece una cerveza al visitante fugaz
o invitado al festejo del cumpleaños de cualquier miembro del
hogar. Asimismo, mientras se realiza un negocio, al terminar un
partido de indorfútbol o simplemente para atenuar el calor del
clima ‘guayaco’ en tanto los amigos hablan de política, arte, cual-
quier tema citadino, o rasgan la guitarra y tararean pasillos.

Antigua bebida

Porque resulta innegable la costumbre de consumir cerveza en-


tre nosotros, porque la nuestra mantiene su fama internacional y
porque la industria está arraigada a la historia de la ciudad, hoy
recordamos brevemente comienzos y marcas de tal producto en Primer aviso de Cervecería
nuestro medio, luego de concluir que en el mundo aquella bebi- Nacional en 1887.
da es una de las más antiguas y extendidas desde su preparación
artesanal hasta que se industrializó en el siglo XIX.

En Guayaquil la primera fábrica de cervezas se fundó en 1887, cuando las que se consumían
aquí eran de procedencia alemana, holandesas e inglesas , con un costo elevado que impedía
su consumo por las clases populares. En 1896 pasó a propiedad de los hermanos Mario y Luis
Maulme; posteriormente, en 1909 la adquirió Enrique
Gallardo hasta que en 1913 las instalaciones fueron tras-
pasadas a la Ecuadorian Breweries Company y su geren-
te L. F. Yoder. Después vinieron otras administraciones.

En la década del treinta del siglo XX, la Compañía de


Cervezas Nacionales elaboraba tres calidades de cer-
veza: Pílsener rubia y negra, Cristal rubia y negra, y la
Popular, llamada así por su precio barato. El producto se
vendió en barriles de ‘sifón’ y ‘corrientes’. En el mismo
Instalaciones de la Cervecería en 1920. barrio Las Peñas fabricó sus propias tapas ‘corona’ para

222 Guayaquil Nostálgico


el sellado automático de las botellas Algunas marcas
y estableció la de hielo, como com- de la Compañía
plemento del servicio a sus clientes. de Cervezas
Más tarde ofreció la Malta, que lo- Nacionales, que
gró consumo masivo, pues en ho- se estableció en
gares y quioscos de la calle la gente Guayaquil en 1887.
adquirió la costumbre de añadirle
huevos y cola para reforzar su poder
alimenticio. La marca Ruby perteneció a la misma empresa.

Este fugaz recuento resultaría incompleto si olvidáramos que para mantener o superar la
calidad de su producción, una fábrica tan nuestra como la Compañía de Cervezas Naciona-
les compitió con acreditadas preparaciones de fábricas como La Campana, La Victoria, La
Imperial, en Quito; Alemana en Riobamba; La Victoria, en Cuenca, entre otras que pusieron
en el mercado las clases Pílsener, Export, Bavaria, Bohemia, Roja, Danesa, Porter, Extracto de
Malta y otras muy conocidas.

Actualmente en el mercado guayaquileño existen varias marcas de cerveza de fabricación


nacional y otras llegadas del exterior, que el vecindario busca para consumirlas y así man-
tener der aquella tradición de la que hemos hecho referencia en esta nota, con el solo afán
de resaltar que entre los múltiples factores de nuestra identidad está el folclore ergológico y,
dentro de él, los platos típicos y las bebidas ‘espirituosas’ como la cerveza. La misma Compa-
ñía de Cervezas Nacionales también producía y distribuía el Extracto de Malta, para personas
débiles.

Primer aviso de Pilsener en 1913.

La cerveza
Pílsener está
arraigada a
la identidad
guayaquileña.

Germán Arteta Vargas 223


El parque Bim Bam Bum dejó muchos recuerdos en
los vecinos de la ciudad
Hace 50 años, la visionaria acción del doctor Eduardo Carrión Toral logró la apertura
de aquel centro que semanalmente recibió a centenares de guayaquileños y turistas
de otros lares, ávidos de sana distracción.

L
os tradicionales guinguilingongos, columpios y carruseles,
acompañados de otros juegos y espacios recreativos como
el ferrocarril en miniatura, pistas de bicicletas y autos para
niños, espejos mágicos, piscinas para menores y adultos, zoológi-
co, restaurantes, biblioteca infantil, música ambiental en todas las
áreas, caballitos pony, concha acústica para presentación de artis-
tas, etcétera, formaron parte de aquel mundo mágico que puso a la
disposición de Guayaquil el doctor Eduardo Carrión Toral (1908-
1990), cuando inauguró el parque de distracciones Bim Bam Bum
en el km 4 1/2 de la carretera a Playas, balneario de los más cercanos
a la creciente metrópoli. El sábado 9 de agosto de 1958 se abrió el
centro que fue otro referente de la dinamia guayaquileña, similar al Eduardo Carrión Toral
American Park. El Bim Bam Bum ocupó un amplio y acogedor pre-
dio natural, en medio de una vegetación propia de la zona y de otras
especies cuidadosamente introducidas para complementar la belleza del paisaje.

Hacia allá, en especial los sábados y domingos de cada semana, se dirigían incontables fami-
lias del Puerto Principal, parientes llegados desde otros lugares del país e incluso del exterior,
para gozar de esas instalaciones en las que los niños tenían la preferencia, según los propósi-
tos del mentalizador de la obra.

No faltó allí un restaurante


en el que los visitantes po-
dían saborear platos criollos y
otras populares preparaciones,
como los muchines, carne en
palito, canguil, helados, algo-
dón de azúcar, hot-dog y pollo
asado. El ‘comedero criollo’
ofrecía únicamente platos na-
tivos y el restaurante Rodrigo’s
daba más opciones a los clien-
tes eventuales o asiduos.

El día de la apertura oficial


del Bim Bam Bum asistieron
autoridades provinciales y

224 Guayaquil Nostálgico


cantonales, a manera de respaldo
al doctor Eduardo Carrión Toral,
quien tras ingentes gastos y duros
momentos materializó su cometido
para servir a la comunidad. Diario
El Universo publicó algunos avisos
que invitaban a la inauguración y
desde entonces, por varios años, sus
páginas incluyeron las novedosas
promociones del parque durante los
fines de semana o por fiestas cívi-
cas y más celebraciones especiales.
Quienes no tenían transporte propio
iban al parque del Centenario para
tomar los buses que cobraban 60 centavos el pasaje; el ingreso costaba un sucre (niños) y
dos sucres (adultos).

César Antonio Mosquera Corral, arzobispo de Guayaquil, bendijo el complejo. El nombre de


Bim Bam Bum lo sugirió Victoria Puig de Lange, residente en Chile.

El doctor Carrión nombró padrino del parque al connotado empresario Rodolfo Baquerizo
Moreno, gestor del American Park, quien no pudo asistir al acto de apertura por enfermedad.

En su discurso, el creador de la obra agradeció al Banco La Previsora, Comité de Vialidad


del Guayas, arquitectos Fausto Cuesta y Rafael Rivas, ingenieros Arturo Cepeda y Antonio
Rossi Ríos, y escultor Alfredo Palacio, que realizó el busto de Emilio Estrada, develado en el
mirador del parque.

Además resaltó el aporte del mecánico Heriberto Villena, sus amigos Gustavo Zevallos Sala-
me y Oswaldo Rodríguez, y más personajes e instituciones que desde que compró el paraje
(1949), ideó la obra y comenzó la construcción (diciembre de 1957), le dieron el respaldo
económico y lo animaron en su cometido.

El Bim Bam Bum fue el sitio que incontables


pequeños y adultos añoraban disfrutar y, asi-
mismo, el que cuando recibió a sus visitantes
les regaló horas de inmenso regocijo con el
marco de la naturaleza. Lamentablemente
desapareció al igual que sus similares an-
tecesores American Park y La Macarena, y
otros donde armonizaron la laboriosidad y
alegría tan característica de nuestra ciudad
y su gente.

Millares de niños guayaquileños gozaron


con los juegos del Bim Bam Bum.

Germán Arteta Vargas 225


La Macarena fue otro de los centros de distracción
familiar que aún se evoca
Junto con los emblemáticos American Park y Bim Bam Bum cubrió una época que
está inscrita en la memoria de incontables guayaquileños y vecinos de la ciudad.
Mucho público acudía semanalmente a sus instalaciones.

A
quellos guayaquileños que nacieron pasada la segunda mitad del siglo XX y mantie-
nen inalterables los recuerdos de su niñez y juventud que transcurrieron hasta por
las décadas del sesenta y setenta, durante sus conversaciones con familiares, amigos
y vecinos de barrio repiten en medio de añoranza sus momentos de juegos infantiles por
las calles de la barriada y, entre otras tantas maneras de diversión en compañía de padres,
hermanos y parientes, también evocan las visitas al popular parque de distracciones La Ma-
carena, en Pedro Moncayo entre Nueve de Octubre y Primero de Mayo.

En efecto, aquel centro que funcionó por muchos años en la dirección indicada fue el sitio
de concentración de familias que iban en busca de los juegos mecánicos y otras distraccio-
nes que allí se ofrecían durante varios días de la semana, pero especialmente los sábados y
domingos y los de las conmemoraciones porteñas de julio y octubre, cuando la ciudad se
engalana y adquiere un ambiente contagiante de gozo. Las instalaciones de La Macarena con
sus banderolas y luces multicolores en la tarde y noche avivaban las ansias de diversión de
chiquillos e incluso de los mayores del hogar.

El carrusel, la rueda moscovita, los carros chocones, el tiro al blanco, el juego de bolos,
los botes giratorios sobre un canal redondo lleno de agua, las máquinas tragamonedas, las
marionetas, el algodón de azúcar, las manzanas con caramelo, los globos y la música de
fondo formaban parte del atrayente local en el que
resaltaba el griterío de los chiquillos que pasaban
de un aparato a otro para sentir la experiencia de la
velocidad y las vueltas repetidas. Los enamorados
igualmente se citaban en La Macarena y hasta los
estudiantes que escapaban de clases llegaron allí
para disfrutar de las novedades y los espectáculos
promocionados.

Entonces Guayaquil recién comenzaba el febril de-


sarrollo de los últimos lustros y los establecimientos
dedicados a este tipo de actividad eran escasos. Frente al Parque del Centenario existía, asi-
mismo, un pequeño carrusel que no tenía la amplitud de La Macarena, pero que ayudaba a
dar entretenimiento a quienes no iban al cine o carecían de mayores recursos monetarios
para otros espectáculos.

La gente que llegaba habitualmente a La Macarena lo prefería por su ubicación en pleno cen-
tro de la metrópoli y por no ofrecer problemas con la transportación. Daba gusto observar

226 Guayaquil Nostálgico


Anuncio de La Macarena publicado en El Universo.

los fines de semana, cómo los padres y jefes de familia se las ingeniaban para lograr que sus
pequeños fueran los primeros en embarcarse en los juegos y así disfrutar junto a ellos de
cada vuelta en la rueda moscovita, el carrusel de caballitos y en los demás entretenimientos
que nadie quería perdérselos.

Al paso de los años, con el crecimiento de la ciudad por el norte y el sur, la clientela de La
Macarena disminuyó. Los juegos, que tiempo atrás fueron muchos, también mermaron y el
espacio junto a la Casa de la Cultura del Guayas se estrechó, hasta que finalmente el estable-
cimiento cerró para el pesar de quienes durante un largo lapso prefirieron el lugar y vieron
crecer a sus vástagos y pupilos.

Actualmente, en donde estuvo La Macarena existe un amplio garaje y ahí la Casa de la Cul-
tura del Guayas tiene previsto hace bastante tiempo ampliar el local para intensificar sus
actividades. A pocos pasos estuvo el viejo bar fuente de soda Montreal, que también cerró
sus puertas y dejó otro cúmulo de añoranzas para sus habituales clientes.

La Macarena dejó de atender definitivamente tal como lo hicieron el American Park, de Ro-
dolfo Baquerizo Moreno, y el Bim Bam Bum, de Eduardo Carrión Toral, visionarios empresa-
rios que no solo pensaron en el provecho económico de sus proyectos puestos en ejecución
con mucho tesón y sacrificio, sino en el bienestar colectivo y la sana diversión de sus com-
patriotas que los recuerdan siempre porque ayudaron a consolidar el calificativo de tierra
trabajadora, hermosa y acogedora que caracteriza a Guayaquil.

Germán Arteta Vargas 227


Las vermús de los cines y sus sabrosos recuerdos en
la muchachada de antaño
Sin televisores a colores, reproductores de DVD y juegos electrónicos en casa, la
gente menuda ansiaba la llegada del domingo para ir en busca de sus películas y
actores favoritos. Los cines de barrios se llenaban.

L
os chicos los llamábamos cines o teatros sin atender aquellas pequeñas diferencias que
establecen sus estructuras. También el nombre era lo de menos, pues por igual corría-
mos para llegar a tiempo a los que eran de imponentes edificios con aire acondicionado
y butacas pullman, o aquellos populares o de ‘barrio’ cuyas galerías y lunetas no presentaban
mayor diferencia: igual dureza de los asientos de luneta y galería, mientras el calor sofocaba
y los escasos ventiladores giraban sin cesar para tratar de ganarle la partida.

Pero allí, en sus boleterías, se arremolinaban los chiquillos y no pocos jóvenes y algunos
padres y adultos de la familia, para sumarse al bullicio de la vermú dominical de los cines de
Guayaquil con la clásica oferta del ‘2 X 1’ (dos personas con un boleto), a la que las familias
pudientes y pobres se acogían para que la prole asistiera a la esperada función de casi todas
las semanas. Afuera de los locales y desde muy temprano había un ambiente de feria: reven-
dedores de boletos cuando la película estaba rotulada de muy buena o excelente, charoles
con caramelos y chocolatines, vendedores de refrescos y prensados, bollos, cebiches en bal-
de, ‘huevos chilenos’ y muchísimas otras novelerías para los curiosos asistentes.

Esperar el inicio de la función igualmen-


te resultaba un suplicio para quienes iban
ávidos por ver la película. Así, al apagarse
las luces, el grito de ¡Yaaaa! dado por la
concurrencia resultaba sonoro y unáni-
me. Después de los tráilers, avances y ro-
llos cómicos de regalo venía el filme tan
esperado. Al desarrollar la cinta y el hé-
roe iba tras los bandidos para castigarlos
-como en las de vaqueros–, la emoción lle-
gaba a su máximo punto y los zapatos de
los pequeños espectadores se estrellaban
contra las escalinatas de la galería, por lo
que el estruendo avivaba las emociones.

Chocolatineros, maniceros y hasta quie-


nes ofrecían a escondidas de padres y cui-
dadores unos folletines de dibujos ‘porno-
gráficos’ –no tan escandalosos como los
de ahora– tenían su mercado asegurado
entre algunos chiquillos audaces que los

228 Guayaquil Nostálgico


compraban para llevarlos a casa o colegio.
No faltaban algunos gritos de imprecación
contra la pobre madre del operador del pro-
yector cuando la cinta se cortaba, quemaba
o pasaba muy rápido. Tampoco contra el
imprudente que se cruzaba por delante de
la imagen en el instante de suspenso o emo-
ción.

Al terminar la función, muchos de los niños


y jóvenes con la camisa en mano, por el ca-
lor que habían soportado, aún se situaban
a observar las carteleras portátiles que se
colocaban al ingreso de los cines con fotos
de las películas en exhibición y de próximo
estreno. Al observar las imágenes de aquella
recién vista se exclamaba señalando el cua-
dro ¡este sí salió! o ¡este no! Enseguida, con
los pocos centavos que sobraban, un helado, un vaso de refresco para amortiguar el hambre
hasta llegar a casa, donde esperaba el almuerzo dominguero.

Cómo no recordar los cines y teatros Presidente, Nueve de Octubre, Apolo, Quito, Central,
Guayas, Juan Pueblo, Fénix, Ponce, Luque, Gloria, Olimpia, Encanto, Tauro, París, México, Pa-
raíso, etcétera, que en sus localidades de luneta y galería o una sola recibían dominicalmente
al enjambre de bulliciosos chiquillos que acudían a ver las películas mexicanas con Tony y
Luis Aguilar, Jorge Negrete, Elvira Quintana, Viruta y Capulina, Lola Beltrán, Sara García,
Joselito, Cantinflas, Tin Tan y muchísimos otros artistas que dejaron gratísimos recuerdos.

O también al Variedades, Latino, Calero, Cuba, Victoria que ponían en cartelera los filmes
de ‘indios’ y vaqueros, hasta llegar a los más contemporáneos de las dos últimas décadas del
siglo XX como el Guayaquil, Inca, Maya, Policines y Albocines, que exhibieron las moder-
nísimas producciones de Hollywood y de la
cinematografía en general, dueña de efectos
especiales y recursos computarizados.

Desapareció la mayoría de los cines ‘gran-


des’ y de ‘barrio’ de la ciudad y junto con
ellos marchó el ambiente festivo de la vermú
dominical, que trae un bagaje de añoranzas a
quienes ya son ‘cincuentones’ e incluso a los
que vivieron con plena alegría su niñez en
los ochenta y noventa de la centuria pasada.

Hoy es raro ver filas para ingresar a una


función de vermú dominical, pues los pa-
dres prefieren comprar las películas en
formato DVD para que sus hijos las vean
en casa.

Germán Arteta Vargas 229


Las radionovelas ganaron su espacio en la memoria
porteña y aún se las evoca

L
a ‘Camay’ por la emisora América estuvo entre las de mayor sintonía, pero otras consi-
guieron igual acogida, mientras las figuras del radioteatro se convirtieron en referentes.
Ahora mandan las telenovelas.

Jenny Estrada en su libro Del tiempo de la yapa recuerda las experiencias de las familias gua-
yaquileñas con la radionovela ‘Camay’ en la estación América del radiodifusor Luis Albán
Bajaña y que impulsó Enrique Vega Ruilova.

La acogida a ese espacio en América motivó a sus colegas a impulsar obras similares con
elencos de radioteatro que se convirtieron en referentes de la época.

Además de la novela ‘Camay’ que dio emociones a adultos, jóvenes e incluso niños que se
situaban frente a los radios Telefunken, RCA Víctor y otras marcas, debemos citar a la CRE y
‘La novela de la tarde’ y ‘La novela del hogar’; El Mundo: ‘La novela en su hogar’; Bolívar: ‘La
novela Pepsi Cola’; Atalaya: ‘La novela Colgate-Palmolive y Mejorub’ y ‘La novela ENO’; Excel-
sior: ‘La novela Excelsior’; y Cenit: ‘La novela del aire’.

Otras emisoras de mucha sintonía fueron El Telégrafo, con El teatro en su casa, de Paco Villar
(1939, y Ondas del Pacífico. En cambio, algunos espacios cambiaron de casa con nuevos patro-
cinadores: Atalaya y ‘El teatro selecto Gliden’ y las radionovelas ‘Mouson’, ‘Silueta’ y ‘Oleica’.

Radionovelas que se escucharon en las décadas del cincuenta y sesenta del siglo pasado son,
entre otras: El enemigo, El derecho de nacer, El color de mi madre, Renzo el gitano, Corona de
lágrimas, El sol sale para todos, Sangre y arena, Incomprensión, Una ventana en el camino, El
pescador de estrellas, Los sembradores, Drácula, Más allá del silencio, Una mujer inolvidable,
La mentira, La mujer del odio y Tú eres mi destino.

Asimismo, Águilas frente al sol, El precio de un pecado, Paraíso maldito, La estirpe de Caín, El
pasado manda, Los miserables, Otro hombre en su vida, El calvario de una madre, Yo no creo en
los hombres, Honrarás a tu madre, Redes de odio, entre otras.

Entre sus autores estaban Caridad Bravo Adams, Félix B. Caignet, extranjeros, y Hugo
Vernel, David Ledesma, Eloy Vélez, Leonel Sarmiento, Gabriel Vergara Jiménez, ecuato-
rianos.

En cuanto a los productores, directores, libretistas, presentadores, narradores y sonomon-


tajistas estuvieron Hugo Vernel (José Guerra Castillo), David Ledesma, Paco Villar, Eloy
Vélez Viteri, Enrique Vega Ruilova, Manuel Ocaña Dorado (o Benito Pérez), Emilio Díaz,
Jorge Velasco, Abel Santacruz, Germán Cobos, Elsy Vidal, Leonel Sarmiento, Gabriel Ver-
gara Jiménez, Rogelio Atocha, Marcos Pons Ontaneda, que solían dirigir y actuar en sus
propias obras.

230 Guayaquil Nostálgico


Hubo muchas figuras del radioteatro local, pero intentaremos mencionar a la mayoría: Ro-
sario Ochoa, Magda Macías, Delia Garcés, Ángela Játiva, Meche Mendoza, Elena Benites,
Marina Barahona, Fanny Moncayo, Paquita Jiménez, Pilar Ocaña, Marcela Duval, Carmen
Villafuerte, Margot Mendoza, Victoria Rivera, Paquita Ocaña, Pilar Guevara, Carmen Rivas,
Pepita Rendón, Cástula León, Elsie Villar, Fresia Saavedra, Mercy Yánez, Carmita Palacios,
Mariana Cueva, Cruz Alvarado, Gladys Aguiar, Laura Moreno y Blanca Salazar.

Entre los actores cotizados y gente de la radio que incursionó en el teatro constaron Darío
Almar, Luis Patiño, Roberto Garcés, Jorge Guevara, Carlos Cortez, Gonzalo Heredia, Julio
Villagómez, Antonio Hanna, Alejandro Hurtado, Enrique Pereda, Sergio Rojas, Antonio Ar-
boleda, Alfonso Manosalvas, Humberto Romero, Antonio Santos, Álvaro San Félix y Ralph
del Campo.

Igualmente, José Hanna, Jorge Pesántez, Jimmy Burbi, Germán Cobos, Martín Santos, Ju-
venal Ortiz, Aurelio Tovar, Antonio Cajamarca, Humberto Romero, Fernando Ribas, Pablo
Vela, Carlos Monserrate, Luis Maestre, Jorge Palacios, Alfonso Chiriboga, Mario Fernández
y Gustavo Romero, que arrancaron suspiros, lágrimas y sonrisas a una comunidad que los
recuerda.

Margot Mendoza Antonio Hanna Conchita Pascual Manuel Ocaña

Germán Arteta Vargas 231


Los carruseles de caballitos todavía son parte de
nuestro alegre paisaje urbano
La rueda moscovita, los carritos chocones y otros aparatos mecánicos pintados de
vivos colores se constituyeron en el centro de diversiones de diferentes generaciones
en el conocido American Park.

N
o puede haber una completa evocación de la historia de nuestra ciudad si en algún
capítulo de aquella olvidamos mencionar la carga de diversión que dio y todavía
ofrece el conocido entretenimiento a legiones de niños y hasta de adultos.

Los sábados y domingos, cuando era una saludable costumbre el paseo en familia y también
los días de fiestas cívicas y populares que daban la oportunidad de un asueto breve, pero bien
organizado, los más pequeños de la casa aprovechaban la ocasión para pedir a sus padres,
hermanos mayores o padrinos que los lleven al carrusel de caballitos, caracterizado siempre
por su ambiente de sana distracción y ajeno a las ostentaciones y odiosas diferencias sociales.

Así, por igual, niñas y niños acompañados de los jefes de hogar u otro mayor de edad, sin
prejuicio alguno, se embarcaban para gozar de las vueltas que por unas cuantas monedas
ofrecían los más conocidos locales de este género, que tenían ubicación fija en el centro de
la ciudad u otros sectores especialmente escogidos, o de aquellos que por ser pequeños y de
fácil transportación se trasladaban de un barrio a otro para entregar diversión en la mañana,
tarde o noche.

Algunos de estos negocios, cuya primera atracción la constituía el carrusel de caballitos,


solían complementarse con la rueda moscovita, los carritos chocones y otros aparatos mecá-
nicos pintados de vivos colores para llamar la atención de los bulliciosos clientes. Tampoco
faltaron las manzanas con caramelo, los perros calientes, el algodón de dulce, el canguil con
sal o el hecho bola bañado de miel de panela, los globos y más curiosidades para ese mundo
de alegrías.

232 Guayaquil Nostálgico


Si se ensayara un inventario de tales sitios, un gran porcentaje de gente adulta recordaría de
inmediato el American Park (orillas del Salado), La Macarena (junto a la Casa de la Cultura),
Santa Elena (Lorenzo de Garaycoa y Vélez), parque Forestal (Guaranda y El Oro) y el Bim
Bam Bum (antigua vía a Playas). Pero no hay que olvidar que en los parques Centenario, La
Victoria, San Agustín, Chile, La Chala, entre otros, siempre se asentaron los carruseles para
recibir visitantes de todas las edades.

Las páginas de El Universo, siempre ricas en esta clase de testimonios, dan cuenta de la
presencia del buscado entretenimiento en las primeras décadas de la primera mitad del siglo
pasado, en Daule (Pedro Moncayo) y Bolívar (Primero de Mayo), en Luque y Quito, Plaza de
la Concordia (complejo de piscinas Alberto Vallarino/Asisclo G. Garay), Los Ríos y Diez de
Agosto, Guaranda y Venezuela, Santa Elena y Capitán Nájera, parque España (Chile y Porte-
te), en avenida Olmedo y Chile, etcétera.

En los últimos años, para atesorar la


costumbre, en centros comerciales
como el Albán Borja y Unipark se
instalaron carruseles, que comparten
clientela menuda con el Play Land
Park y otros que ocupan amplios es-
pacios de las ciudadelas del norte y
sur de la metrópoli. El gusto por tales
juegos seguirá igual por mucho tiem-
po, mientras existan chiquillos que
compartan sus ilusiones con sus pa-
dres y mayores, dueños, igualmente,
de almas alegres y soñadoras.

Germán Arteta Vargas 233


Los legendarios Fakir Raca y Paco Miller prestigiaron
a la ciudad y a la patria
El primero fue ilusionista y el segundo, ventrílocuo. Ellos triunfaron en escenarios
ecuatorianos y extranjeros, y superaron a cotizadas figuras internacionales. Teatros y
ferias acogieron a cientos de seguidores de su arte.

L
a reciente presentación del show Más cerca, que ofreció en esta metrópoli el mentalista
español Anthony Blake, trajo a la memoria a otros colegas suyos que visitaron el puerto
en diferentes épocas y, por supuesto, a compatriotas nuestros que brillaron en el difícil
arte de Harry Houdini, tal es el caso del Fakir Raca, y de Paco Miller, en la ventriloquia.

No olvidemos que Guayaquil siempre fue la escala obligada de compañías de ballet, ópera,
teatro, humor, música y otras manifestacio-
nes artísticas, especialmente en las últimas
décadas del siglo XIX y las primeras del XX.
Aquello, como resulta decisivo, contagió a
los guayaquileños que asumieron con dedi-
cación y entusiasmo sus dotes intelectuales
para el cultivo de algunas disciplinas de las
bellas artes.

Para testimonio recordamos que en mayo de


1926 debutó en el teatro Parisiana el ventrí-
locuo Adolfo Miyal, y en noviembre de 1928
hizo lo propio en el teatro Edén el ilusionista
Raymond, calificado entonces como el ‘rey
de los magos y el mago de los reyes’. En sep-
tiembre de 1955, el ilusionista Kosmar estuvo en el teatro Apolo; el hipnotizador Vollmer
Mitchell en el teatro México, en 1958, y en los últimos años aplaudimos aquí al famoso Tony
Kamo.

En esta época que hablamos de los trucos de Harry Potter y evocamos al legendario mago
Merlín, bien vale recordar a otros del siglo pasado y bastante contemporáneos como Criss
Ángel, David Copperfield, Uri Geller, Hans Klok, Jasenson Tusam, David Blaine, José Simhon,
Edmond, Juan Tamariz, extranjeros, y los de ‘fabricación’ nacional Roberto Lara Rivera, Ga-
briel Ávalos, Olmedo Rentería (Olmedini), entre otros populares cultores del hipnotismo e
ilusionismo.

Fakir Raca, cuyo verdadero nombre fue Ramón Casiano Aguirre Ponce, nació en Jipijapa,
Manabí, en agosto de 1877. Aprendió cuando era niño al quedar impresionado de los actos del
mago Conde Patricio, quien actuó en Guayaquil. El manabita ofreció sus primeros números y
experimentos en una carpa instalada en los patios de la Sociedad Hijos del Trabajo. El públi-
co lo conocía como El Diablo, pero él prefería llamarse Profesor Aguirre.

234 Guayaquil Nostálgico


Recorrió muchos países y perfeccionó sus conocimientos con pasajes de levitación y trans-
formismo. En el teatro Sucre, de Quito, puso en estado de catalepsia a un señor por tres días
consecutivos; en Brasil y Estados Unidos dio exitosas temporadas. Recibió condecoraciones
de gobiernos e instituciones, incluida la medalla de la Sociedad de Artistas de París, por
intermedio de su filial de Buenos Aires. Fue Gran Maestro de la Masonería Internacional,
Grado 33.

En una ocasión, cuando actuaba en el teatro Edén de esta ciudad, el Fakir Raca desafió al
mago chino Li-Ho-Chang para encerrarse en un cajón construido y sellado especialmente
para la prueba, pero el asiático no aceptó competir. Tras una destacada trayectoria en el mun-
do de la magia, telepatía, ilusionismo y mentalismo, Ramón Casiano Aguirre Ponce murió en
Guayaquil en diciembre de 1958.

Paco Miller, nombre artístico de Edmundo Jijón Serrano (1908), alcanzó fama por su trabajo
de ventrílocuo. Lo llamaron El hombre de las mil voces y su compañero inseparable de faenas
fue el muñeco Don Roque; recorrió escenarios de América y se radicó en México, donde
triunfó como empresario y se convirtió en descubridor de estrellas de la talla de María Vic-
toria y Germán Valdez, Tin Tan, e invitó a su espectáculo a Cantinflas, Jorge Negrete y Pedro
Infante. Además actuó en películas y trabajó con el famoso Walt Disney.

Las presentaciones del ventrílocuo chileno Navarro y del mago español Richardine, en dife-
rentes años de las décadas del veinte y treinta en los teatros Edén y Ecuador de esta ciudad,
motivaron al novel artista que siguió sus prácti-
cas. En 1933, Richardine le obsequió un muñeco
al que llamó Chonguito. Después llegó Don Ro-
que, que él diseñó a su gusto y lo convirtió en
compañero de sus actuaciones hasta su retiro.
Murió en tierra mexicana en diciembre de 1997.

Don Roque fue creado con el aporte del di-


bujante Miguel Ángel Gómez, el carpintero N.
Cruz y el padrinazgo de Antonio Cajamarca,
según las declaraciones de Miller a Hugo Del-
gado Cepeda (Revista Estrellas) y en entrevis-
tas a los diarios El Universo y Hoy. El muñeco
acompañó a Miller en las incontables ocasio-
nes que retornó a la patria con su espectácu-
lo Paco Miller y sus estrellas y cuando visitó
naciones hermanas del continente. Una pareja
triunfadora e inseparable, que tuvo la compa-
ñía de otro muñeco, Doña Marraqueta, esposa
de Don Roque.

Paco Miller y su
muñeco Don
Roque.

Germán Arteta Vargas 235


El parque San Agustín recoge muchos recuerdos y la
visita de figuras populares
A comienzos del siglo pasado fue conocido como la plaza 24 de Mayo y en los
últimos años se lo llama Medardo Ángel Silva. Está localizado en un sector de gran
movimiento y es parte de la identidad porteña.

A
l igual que varios de sus similares, el parque San Agustín también conserva mucha
historia y es otra de las inconfundibles estampas de la metrópoli guayaquileña. Tiene
su encanto, aunque no ocupa enorme extensión ni posee juegos infantiles para la
algarabía de la chiquillada del barrio o visitante.

Aun así, el parque San Agustín, que lo


limitan actualmente las calles Luis Ur-
daneta, al norte; Quisquís, al sur; Pedro
Moncayo, al oeste; al este, Seis de Mar-
zo, se convirtió en peatonal, conserva
un atractivo especial en medio del tra-
jín vehicular y peatonal, que es común
desde hace muchos años en la zona.

No faltan los salones de comida y be-


bida, panaderías, boticas, bazares, ca-
rretillas de frutas y alimentos rápidos,
etcétera. Un antiguo taller de ebanis-
tería y tallado es representativo del ve-
cindario.
Luego del Incendio Grande, la iglesia de San Agustín se
reconstruyó frente a la plaza 24 de Mayo. El parque fue conocido a comienzos
del siglo XX como la plaza 24 de Mayo
y tal nombre consta en los planos de
Francisco Landín (1909) y de la compañía White (1920). Enfrente de él, en las calles Luis
Urdaneta y Pedro Moncayo, se levanta la iglesia de San Agustín, que posee una historia muy
singular.

El templo tuvo diferentes ubicaciones hasta cuando llegó al Barrio de la Soledad, en la que
se levantaba la capilla de Nuestra Señora de los Dolores, en el antiguo sector conocido como
Las Ninfas y Daule (Luis Urdaneta y Pedro Moncayo), hasta la inauguración del nuevo edi-
ficio en 1926.

Desde ese último año se afianzó la denominación de San Agustín para la plaza 24 de Mayo;
en cambio, tras la colocación del busto al poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva, asimismo
se hizo costumbre popular darle este nombre en recuerdo del personaje que más de una vez
debió cruzar esas calles por haber sido vecino de barriada.

236 Guayaquil Nostálgico


En la actualidad, el parque San Agustín tiene cerramiento y bancas de hierro, moderna lumi-
naria; pero no le faltó un fotógrafo de antigua cámara, y lustros atrás, en sus predios armaron
carpas los circos Yovaniny y Char, este último en el que actuaba Olimpo Cárdenas.

Los carruseles de caballitos, las retretas y más diversiones populares se intensificaban con
las fiestas de San Agustín, Señor de la Buena Esperanza y otras que organizaban los frailes
agustinos.

Vecinos de San Agustín fueron la Sociedad de Cacahueros Tomás Briones, el depósito de


bomberos Comercio Nº 20, el cine Centenario, etcétera... A poca distancia continúan el edi-
ficio de la Sociedad de Carpinteros, el café galería Barricaña, la sede del desaparecido Club
de Trabajadores Guayas y por supuesto el parque del Centenario.

Los buses y taxis a Durán y fiestas de Yaguachi, al hipódro-


mo Buijo y las ferias de Durán, Agrícola Ganadera y más
lugares tienen su estación obligada en los alrededores del
parque.

Un ceibo de añeja figura testimonia la flora originaria del


parque, en el que resaltan otras especies. Ellos junto con
El parque San Agustín o las torres de San Agustín y las palomas que las habitan son
Medardo Ángel Silva es otra testigos del intenso movimiento que existe en esas calles
inconfundible postal de la durante el día y que solo declina a la medianoche, para
tierra guayaca. reanudarse en las primeras horas del nuevo día.

Germán Arteta Vargas 237


Índice

A manera de presentación 5
Testimonio 8
Unas palabras 9

Médicos y casas de salud de antaño 13


Sorbos del sabroso café de antaño 16
Curtiembres y talabarterías, otra añoranza 18
Las reinas de los educadores 21
Los festejos por el Día del Padre y sus añoranzas 23
Los servicios municipales de antaño 25
Recuerdos de la Semana del Estudiante 28
Un mundo de sabrosos recuerdos 30
El cine nacional trae añoranzas 32
Los festivales y las revistas de gimnasia son parte de nuestra memoria urbana 35
Los desfiles y cachiporreros colegiales ofrecen añoranzas y aún se los aplaude 37
El Mejor Ciudadano 39
Las fiestas infantiles 41
Uniformes y escarapelas escolares 43
Las agencias de publicidad también se identifican con la historia porteña 45
El servicio de las agencias funerarias se inscribe en la memoria guayaquileña 47
Los caramelos ‘rompemuelas’ se venden y traen recuerdos 49
Las piladoras, otro recuerdo urbano 50
Las lavanderías y tintorerías conservan su espacio en la comunidad guayaquileña 52
Joselito y los Huasos Chilenos 54
Aún hay hojalaterías que desafían al plástico para dotar de utensilios a los hogares
de esta ciudad 56
Las noticias curiosas también abundaron en las páginas de los diarios de la ciudad 58
Los álbumes de cromos divirtieron y dieron conocimientos a niños y jóvenes 60
La celebración dedicada a las madres se renueva, pero deja sus grandes añoranzas 62
Los talleres de marcos y molduras son parte de la tradición y aún se mantienen 64
Los primeros controles de automóviles y garajes 66
Casas de uniformes impulsaron la práctica de diversos deportes 68
De aguaceros, sobretodos y toldos 70
Época de chivas y camiones en Guayaquil 72
Los depósitos de madera y aserríos están ligados a la historia de Guayaquil 74
Teatros y cines de antaño 76
Recuerdos del servicio militar 79
Programas radiales de antaño que divirtieron a la comunidad 82
Voces emblemáticas de nuestra radiodifusión 85

238 Guayaquil Nostálgico


La tradición de las 40 horas, vigente 87
Las velas aún se usan en la ciudad y el campo 89
Tiempo de agendas, almanaques, textos afines y anuarios 91
Los oficios y profesiones animan la música popular 93
Los oficios y las entidades obreras con tradición 95
Aquellos viejos textos de enseñanza 97
La publicidad de los centros educativos 99
Algunas de las costumbres de Semana Santa que están desapareciendo 100
Héroes e historietas de antaño 103
Las retretas infantiles están en nuestra memoria urbana 104
Las antiguas academias de baile 106
Al ritmo del son, guaracha y conga 108
Los almacenes de telas que marcaron una época 111
¡Qué oficios aquellos! 113
Aquellas populares canciones que testimonian inolvidables épocas 115
Los centros de diversión de antaño en el recuerdo 117
Viajar en lancha, un hermoso recuerdo 120
Sin el ‘pase’ nadie podía cambiarse de domicilio 123
Resbaladera, bebida tradicional vigente 124
Canciones populares que alaban íconos religiosos 126
La madre, inspiración de músicos, escritores y productores de cine 128
Las antiguas casas disqueras y la época musical de antaño 130
Recibir comensales es un servicio que se identifica con la historia guayaquileña 133
Estudios fotográficos que captaron rostros y sucesos 135
De difuntos, sepelios, misas e indulgencias 137
Recuerdos del confite Límber y los billusos 140
Guayaquil, escala preferida para artistas extranjeros 142
La literatura gastronómica 144
Canciones populares para las comidas tradicionales 146
Indígenas y cómicos en el arte popular de la ciudad 148
Las voces masculinas de nuestra música popular 150
Los guitarristas populares y su difusión de la música 152
Voces que perduran en la música del país 154
Cancioneros con letras actuales y del pasado 156
Edificaciones porteñas que ofrecen añoranzas 158
La antigua Casa Cuna de la calle Víctor M. Rendón 159
Un cambio al paisaje urbano 160
Las tercenas son parte de la memoria urbana 163
Supermercados de antaño en la ciudad 164

Germán Arteta Vargas 239


El sombrero, prenda que reinó en Guayaquil 166
Tiempo de prohibiciones y castigos 168
Pedir la bendición, una costumbre que se pierde 170
El repicar de las campanas, una costumbre que se pierde 171
Sarita Chacón y Electra Ballén, en la memoria urbana 172
Arte de antaño 174
Los circos de antaño que animaron las festividades 176
Las gabarras y el puente de la Unidad Nacional 178
El calor y la sed despiertan añoranzas 180
Las curiosidades que contienen los avisos clasificados 182
Más curiosidades sobre avisos clasificados 184
Gratitud a los favores divinos 186
De acreedores y morosos 187
Sobre las divertidas series antañonas de televisión 188
Los árboles que marcan nuestro paisaje urbano 190
Barrios que marcan identidad 192
Inventario para el recuerdo 194
Cita con los santos patronos 197
El puente Cinco de Junio, un referente histórico de la ciudad 198
El cine Presidente, popular sala con 50 años de actividad 200
El cine Miraflores se inauguró hace 50 años y dio diversión a grandes y chicos 201
Los bailes de gala de bomberos 203
Memorias sobre las corridas de toros 204
El entretenido mundo de las tiras cómicas 207
Los planos antiguos, manuales y curiosos 209
Seis edificaciones con tal calificativo 211
Guayaquil, eterna musa para los compositores 213
Parques y plazas en la historia porteña 215
Los carnavales del recuerdo 217
Las obras urbanas porteñas que despiertan evocaciones 219
¡Llegaron las ciruelas! 221
La cerveza, otra bebida tradicional en Guayaquil 222
El parque Bim Bam Bum dejó muchos recuerdos en los vecinos de la ciudad 224
La Macarena fue otro de los centros de distracción familiar que aún se evoca 226
Las vermús de los cines y sus sabrosos recuerdos en la muchachada de antaño 228
Las radionovelas ganaron su espacio en la memoria porteña y aún se las evoca 230
Los carruseles de caballitos todavía son parte de nuestro alegre paisaje urbano 232
Los legendarios Fakir Raca y Paco Miller prestigiaron a la ciudad y la patria 234
El parque San Agustín recoge muchos recuerdos y la visita de figuras populares 236

240 Guayaquil Nostálgico

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