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Como bien ya sabemos, La Celestina, atribuida a Fernando de Rojas; pertenece a los últimos

años del siglo XV, consiguiendo finalmente su reconocimiento en el siglo XVI. Esta etapa
literaria caracterizada por la tendencia italianizante que se dio en España, y que mantenían la
generación de autores de los reyes católicos y Lope de Rueda; aisló a nuestro autor Fernando de
Rojas a pesar de la causalidad cronológica con esta primera generación de dramaturgos.

Podríamos detenernos en muchos de los aspectos que hicieron trascender a esta obra, ya sea por
la eficacia de su plano lingüístico, por su capacidad expresiva y de contenido, o por su riqueza
léxico semántica; pero será en los temas y significados del texto dramático donde haremos
nuestra parada. En esta obra se tratan diversos temas de la época entre los cuales, de Rojas,
aprovechó la tesitura para hacer una crítica social y moral de la sociedad de los últimos años de
la Baja Edad Media. Sin falta, añadir que también trata grandes tópicos latinos que vamos a
exponer a continuación:

1. “Reprovatio Amoris”: La condena del amor


2. “Servus falax” y “Servus Fidelis”: Encarnado por Sempronio (siervo falso) y Pármeno
(siervo fiel).

La presencia de estos tópicos en el texto, nos da pistas sobre cuál podría ser uno de los temas
principales, el amor dando lugar a la frase tema: “El peligro del amor lujurioso que castiga con
un trágico final, la muerte”. La Celestina no solo tratará el amor como tal, sino que lo
descompondrá en varios tipos dando lugar a un conflicto más enriquecido. La obra nos presenta
una serie de líos amorosos en los que ninguno termina con un final feliz; es precisamente este
amor apasionado, ansiado; el que lleva a la “pareja protagonista” a ese final trágico que es la
muerte. Los distintos aspectos del amor que se tratan como tema en la Celestina son
fundamentalmente tres: el amor como negocio, el amor como enfermedad (aegritudo amoris)
y la pasión sexual. De todos ellos es posible encontrar numerosos ejemplos a lo largo de la obra.
Así, el tema del amor como negocio se encuentra abundantemente tratado entre las escenas 4ª,
5ª, 7ª, 8ª, 9ª y 10ª del Acto I, y en la escena 1ª del acto VIII. A la enfermedad del amor, que
padecen Calisto y Melibea, se alude desde antes de comenzar la acción de la novela, justo
después del poema acróstico en la Comedia, o del segundo prólogo en el caso de la
Tragicomedia, y justo antes del resumen del argumento de la obra que antecede al primer acto
en ambos casos. A partir de este momento, la locura de amor es un tema recurrente que aparece
entre las escenas 1ª, 2ª, 3ª, 4ª del acto I, 3ª del acto II, 1ª, 2ª, 3ª del acto X y 3ª del acto XI, ya
que, como se dice en el citado texto preliminar, la obra fue «compuesta en reprensión de los
locos enamorados que, vencidos de su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su
dios». Por último, añadir que la pasión sexual aparece reflejada en numerosas escenas con
distintos grados de intensidad: a veces sólo esbozada, otras ampliamente enunciada, la
encontramos entre las escenas 4ª y 5ª del acto I, 1ª escena del acto III, 5ª del acto IV, 2ª y 3ª del
acto VII, 1ª del acto VIII, 2ª del acto IX, 3ª y 4ª del acto XIV, y 2ª y 3ª del acto XIX.

En las escenas que tratan en mayor o menor medida el amor como enfermedad, el trato entre
Calisto y Melibea se expone como una relación amorosa representada con pasión, reflejando el
tópico de la enfermedad del amor (aegritudo amoris). Enfermedad que nace a partir de la
divinización de la persona del sexo opuesto cuyo recuerdo se convierte en idea obsesiva, como
le sucede a Calisto en la escena 1ª del acto I (la diviniza diciendo que él no es cristiano, él es
melibeo) , o como reconoce Melibea que le sucedió cuando conoció a Calisto en la 1ª escena del
Acto X. De esta manera, el comportamiento del enamorado queda supeditado a su deseo de
verse correspondido por la persona amada, primando la voluntad y la pasión sobre la razón y el
juicio. Sólo le interesa este tema, de tal manera que todo lo demás le molesta y perturba. La
muerte de amor, si no encuentra remedio a su obsesiva pasión, es un hecho probable. Así refleja
el amor enfermizo, obsesivo y e incluso que produce un daño físico como en alguna ocasión
reza algunos de los personajes:

Melibea.- ¿Cómo dices que llaman a este mi dolor, que así se ha enseñoreado en lo mejor de
mi cuerpo?

Celestina.- ¡Amor dulce!

Melibea.- Eso me declara qué es, que en sólo oýrlo me alegro.

Celestina.- Es un fuego escondido, una agradable llaga, un sabroso veneno, una dulce
amargura, una delectable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda
muerte.

Este tipo de amor lo vemos sobre todo representado por el personaje de Calisto; que plasma ese
“loco amor” que acaba con la vida de un caballero considerado nada ejemplar y advertido por
ese trágico final.

En cuanto a las escenas que reflejan el amor sexual o lujurioso como tema, destacan las
relaciones amorosas de los criados, generalmente presididas por la pasión sexual y los intereses
personales. Hemos considerado este tipo de amor como motor de la obra. Las jóvenes
prostitutas, Elicia y Areusa, viven de comerciar con el sexo y conciben este negocio como una
forma de obtener dinero y placer. Los criados, Sempronio y Pármeno, viven la relación con ellas
sin reparar en sus infidelidades y engaños, persiguiendo por encima de todo el goce sexual. Así,
en la escena 5 del acto I, se narra cómo en la llegada de Sempronio a casa de Celestina, Elicia
esconde al amante con el que se encuentra Crito, al que a su vez engaña sobre la naturaleza del
visitante del que se ha de esconder: «CELESTINA (Aparte). Mételo en la camarilla de las
escobas. ¡Presto! Dile que viene tu primo y mi familiar». Es la lujuria la que se consigue
corromper a Pármeno (más adelante) al aceptar ser partícipe de las artimañas de Celestina junto
a Sempronio, consiguiendo así el cuerpo de Areúsa (una especie de perspectiva de moral
cristiana que nos presenta el amor enfermizo frente al amor verdadero que es el amor a Dios).
Los aparentes celos mutuos que dejan traslucir más adelante en la escena, no resultan demasiado
creíbles y casi parecen confirmar su deseo de no reparar en las infidelidades para poder seguir
gozando de ese tipo de relación. Sea como fuere, en la Celestina son, sobre todo los criados, los
que muestran abiertamente el deseo sexual aportando a la narración fuertes dosis de erotismo,
como sucede en el primer encuentro entre Pármeno y Areúsa en la escena 3 del acto VII, cuyos
preliminares contempla Celestina: «Voyme sola porque me hacéis dentera con vuestro besar y
retozar». Otro aspecto relevante de la pasión sexual en la obra es el paralelismo que existe entre
la relación amorosa de Calisto y Melibea y la de Pármeno y Areúsa, ya que ambas se llevan a
cabo por mediación de Celestina, y en todos los casos, tanto Calisto como Pármeno arden en
deseos de poseer a sus respectivas enamoradas, frente por ejemplo, a Sempronio, cuya pasión
sexual se plasma de una forma mucho más decelerada. Aun así, si reparamos en la actitud de
Calisto frente al amor, nos damos cuenta de que su actuación nos es presentada como una
parodia del código amoroso. Entonces, siguiendo el desenlace trágico trazado por el autor,
Calisto quebranta el código del amor cortesano y las normas de la moral cristiana. Ya en su
primera declaración se muestra a Calisto como un enamorado temerario y desconsiderado.
Inicia el diálogo precipitadamente. Se salta el periodo largo de la espera, silencio y paciencia, y
proclama sus sentimientos de amor por Melibea sin tapujos en el mismo huerto donde la
conoce, a lo que le sucede la enfermedad del mal de amor que descubre Sempronio. No
obstante, a medida que Calisto va sufriendo su dolor, aparecen ciertos aspectos del amor
cortesano. De esta forma, él no sólo es una víctima de la belleza, sino que la dama que la
encarna es un ser superior ante la que se humilla y a la que adora como a un Dios, siendo esto
muestra de otro de los tipos de amor que aparece en la obra: el amor cortesano, concepto
literario de la Europa medieval que terminó convirtiéndose en un vehículo para mantener una
“educación sentimental” de la sociedad. El personaje que utiliza el autor para criticar esto es,
“La Celestina”. A través de esta vieja alcahueta critica todos esos convencionalismos que
pretendían convertir una ficción manipulada por la literatura y que en nada se ajustaba a la
realidad de ese amor que se escapa de las normas sociales y morales y que está regido
únicamente por el deseo y la pasión humana. Entre las pautas que regían este amor cortés
encontramos (de nuevo) la divinización de la amada:

Sempronio.- Porque lo que dices contradice la christiana religión.

Calisto.- ¿Qué a mí?


Sempronio-. ¿Tú eres christiano?

Calisto.- ¿Yo? melibeo soy, y a melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo.

Sempronio.- (Aparte)- Tú te lo dirás. Como Melibea es grande no cabe en el coraçon de mi


amo, que por la boca le sale a borbollones.

También encontramos el doloroso placer que es el acto de amar para estos; o el papel de siervo
que asume el enamorado de su amada. Sin embargo, estos comportamientos no nos permiten
decir que la actitud de Calisto sea en esencia la de un amante cortesano. En la escena 2ª del acto
VI, llevado por su deseo y excitación, está dispuesto a pasar por alto el secreto amoroso de
mantener oculta la identidad de la amada para salvaguardar su honra. No se considera bendecido
con su «sufrimiento», ni piensa en legitimar su amor casándose, aunque sea de forma
clandestina. Al final, todo se precipita en la obra, cuyo horizonte final, ante tanto despropósito,
es la muerte. Se consuma así el fracaso de la imagen ideal del amor en la figura de Calisto, y se
ahonda en el mensaje con el que se abre el libro, ya mencionado anteriormente: «compuesta en
reprensión de los locos enamorados que, vencidos de su desordenado apetito, a sus amigas
llaman y dicen ser su dios».

En cuanto a Melibea, si bien al principio parece regirse por las reglas del amor cortés, al final
acaba comportándose igual que Calisto, con lo que su personaje sirve también al propósito
general de la obra de parodiar el amor cortés. En concreto, en el primer encuentro entre Calisto
y Melibea, la cortesía y el control están ausentes. Tal y como citamos anteriormente, Calisto
inicia el diálogo con demasiada premura. A su vez, Melibea parece convidarle a seguir,
interrumpiéndole, no para cortarle, sino para hacerle una pregunta que anima aún más a Calisto.
Si bien es cierto que al final de la declaración reacciona de forma airada, no es menos cierto que
Melibea parece flirtear desde el primer momento, ya que incita a Calisto con sus preguntas. En
definitiva, no actúa con la discreción ni mesura que toda dama debe tener. De hecho, la defensa
final que hace de su honra no resulta convincente, ya que en lugar de dar por concluida la
conversación al darse cuenta de las intenciones de Calisto, coquetea con preguntas y promesas.
Este carácter del amor de Melibea no concordante con el amor cortés, se confirma en el acto
XIV cuando se entrega a Calisto. Por descontado, Melibea tampoco reclama el matrimonio
clandestino y concierta más encuentros sexuales con Calisto: «sea tu venida por este secreto
lugar, a la mesma ora, porque siempre te espere apercibida del gozo con que quedo esperando
las venideras noches».

Otro de los temas principales que encontramos en la obra es la muerte, que aparece de forma
espontánea como desenlace trágico. La Edad Media se caracteriza, entre otras cosas, por una
mayor concienciación de la realidad de la muerte. Desde el punto de vista cristiano, la muerte
se consideraba el instante que se separan el cuerpo y el alma. Por ello, un buen cristiano debería
de estar preparado para este momento. Desde el comienzo de la obra es evidente en todos los
personajes una conciencia de paso del tiempo que conduce a la muerte (justificando así el hecho
de que se trate como tragicomedia), lo que le da a estos un estímulo para vivir la vida deprisa,
para aprovechar la vida (Carpe diem). Esta es la enseñanza que Celestina intenta proyectar sobre
los demás personajes de la obra. La obsesión por el paso del tiempo hace que todos los
personajes tengan gran impaciencia por vivir según su voluntad, pero la muerte que siempre
llega demasiado pronto, rompe sus actos voluntarios. Solamente Melibea, suicidándose, logra
afirmar su propia voluntad hasta el final. Fernando de Rojas trata el tema de la muerte con
eufemismos y perífrasis, reflejando una muerte digna, libre de pecado. Desde este punto de
vista, la obra nos lleva a un mensaje moralista, ya que la muerte de un cuerpo representa el
castigo, humillación, pecado y la fugacidad de placer para esa época. También trata el suicidio
como una maldición, una condena y un pecado mortal, que conllevaría al individuo que lo
hiciese a no llegar al más allá. En la obra, se llega a la muerte por distintas vías: La avaricia,
por la cual Sempronio y Pármeno matan a Celestina por no compartir las riquezas que entregó
Calisto por su trabajo, en este caso, una cadena de oro. Esto provoca que Calisto se quede sin
mediador con Melibea. Podemos ver la avaricia también como atajo hacia la muerte, en la
escena en la que ejecutan a Sempronio y Pármeno siendo estos ajusticiados en la plaza del
pueblo para dar ejemplo de justicia. Otras de las vías que llevan a la muerte y que por
consiguiente encontramos en el texto, es el deseo que en este caso tiene Calisto por Melibea, ya
que esto hace que él se adentre en el huerto de su amada para verla y finalmente conduciéndole
a la muerte. Por último, también vemos que la pena, que sufre Melibea al ver a Calisto muerto.
Está desesperada y siente que su corazón está dolido, por lo que solo le queda una opción para
aliviar su sufrimiento, morir.

Otro de los temas principales, que hemos encontrado al trabajar el texto, es el de la codicia y el
engaño. Hemos decidido poner juntos ambos temas ya que están estrechamente unidos puesto
que para conseguir los objetivos dados por la codicia, en muchas ocasiones utilizan el engaño.
La codicia se ve muy presente en la obra, ya que conduce a la muerte de la Celestina,
Sempronio y Pármeno. El origen de todos los conflictos secundarios que aparecen en la obra
son la codicia y la mezquindad de la Celestina (utiliza como estrategia para alcanzar la fortuna)
y los criados, estos últimos tienen su pequeño drama íntimo: la Celestina corrompe a Pármeno y
le envía una de sus prostitutas, Areúsa, a seducirlo para que se ponga de su parte. Mientras tanto
la otra, Elicia, es amante de Sempronio. El ansia por el dinero es lo que los arrastra a la muerte.
La codicia y la pasión por la riqueza se ven reflejada cuando Sempronio y Pármeno son capaces
de traicionar a su propio amo por dinero. La codicia aflora sobretodo en uno de los personajes:
la Celestina. Es una mujer cuyo objetivo es conseguir dinero.
Conforme vamos avanzando, encontramos también que De Rojas trata en su obra el tema del
hedonismo el placer, el carpe diem. Esta forma de ver la vida como un sólo instante disfrutando
de cada segundo de la vida y alcanzando el placer en el aquí y ahora, es lo que lleva a los
personajes a su trágico final. Desde la insistencia y desesperación de Calisto por tener a
Melibea, como el posterior deseo irrefrenable de Melibea por estar junto a Calisto; el deseo de
Sempronio y Pármeno por sus amantes y sobre todo por la fortuna; y la Celestina, con el papel
de la encargada de trasmitir esta filosofía de vida al resto de personajes. En la obra de La
Celestina se refleja el Hedonismo de Arístipo, ya que los personajes se preocupan más por el
placer presente, ya que el futuro es incierto. Los criados de Calisto (Pármeno y Sempronio) se
pasan sus ratos libres haciendo el amor con las prostitutas Elicia y Areúsa. Pero no solo gozan
estos, sino también Calisto y Melibea. Al principio Melibea detestaba a Calisto y se enfurecía
solo con oír el nombre pero gracias a la vieja Celestina se enamoró de Calisto y acabaron
viéndose a escondidas la primera noche ante las puertas de la casa de Melibea y luego por el
huerto donde hacían el amor hasta las altas horas de la noche siendo naturalmente observados
por la criada de Melibea, Lucrecia, que también quisiera gozar de los placeres corporales como
todos los demás. Estos personajes exageran un poco el Hedonismo ya que los placeres
corporales en este caso no son moderados, serenos y naturales, sino extremados, pero siguen
siendo naturales. No sólo los placeres corporales como el sexo tienen lugar en esta obra maestra
sino también el dinero tiene un papel muy importante, sobre todo para Celestina, Pármeno y
Sempronio. Estos dos últimos, como bien hemos comentado antes, acaban matando a Celestina
porque la vieja alcahueta no quería compartir la cadena de oro que le había regalado Calisto por
sus servicios. Los dos criados son decapitados al amanecer por asesinar a la vieja. Durante toda
la obra nos vamos a encontrar con una serie de personajes que intentan alcanzar el placer sexual,
de hecho, una de las marcas del hedonismo es el oficio de la Celestina y sus compañeras.
Vemos por tanto en esta obra de pasiones humanas, a dos motores principales que conducen a
estos personajes hacia una filosofía hedonista: la lujuria (el deseo, el sexo) y el dinero (la
fortuna).También podemos discernir en la obra el subtema de “la edad” o “la mocedad frente
a la vejez”. Este es un tema que podemos rescatar de las tragedias clásicas que encontrábamos
en la Antigua Grecia y posteriormente en la Antigua Roma. Si cogemos como ejemplo la obra
de Antígona de Sófocles (442 a. de C.), presenciamos ese enfrentamiento que se produce entre
el viejo rey Creonte acompañado de ese coro de ancianos, y la joven Antígona o el joven
Hemón. Esta obra nos avisaba de la prudencia de la vejez ante la impetuosa juventud. Así,
encontramos el mismo tema de fondo en La Celestina, hallando diferentes referencias a esto;

Melibea-. […] Toma, padre viejo, los dones de tu vejez, que en largos días largas se sufren
tristezas […].

Melibea.- […] Déjenme gozar mi mocedad alegre si quieren gozar su vejez cansada… […].
Celestina.- […] Así que, aunque la mocedad sea alegre, el verdadero viejo no la desea. Porque
el que de razón y seso carece, casi otra cosa no ama sino lo que perdió.

Precisamente en esta obra no es la protagonista, que representaría a la vejez; pero sí la que


posee la experiencia y vivencias que le han otorgado su edad, para controlar al resto de
personajes. También podríamos decir que existe una dualidad entre la vejez representada a
través de la vieja avariciosa y perversa; frente a la que sería la vejez sabia y acertada que
encontraríamos representada en los personajes de Alisa y Pleberio, los padres de Melibea. En
estos últimos si encontraríamos la correcta moral que intentaban inculcar desde los personajes
ancianos en aquellas obras clásicas.

Y por último, antagónicamente tenemos a la mocedad y juventud; que presenciamos sobre todo
en los personajes de Calisto y Melibea; representando con ellos a la apasionada y hedonista
juventud irrefrenable ante esa sabia y prudente vejez. Estos personajes actúan impulsivamente y
exaltados por sus deseos amorosos.

Otro de los temas secundarios que se nos presenta de fondo en esta obra sería el sistema social
de clases. Sobre este plano distinguiríamos entre los personajes que representan a los
privilegiados, los nobles, que sería Calisto, un mozo que pertenece a la alta sociedad y que se
nos presenta como un antihéroe egoísta y cínico. Incluso podemos interpretar que el autor hace
una ridiculización de este personaje al darle una muerte tan absurda o cómica, pues cuando este
parece haber alcanzado ese amor deseoso que tanto ansiaba termina muriendo por un tropiezo
en una escalera frente a su amada, Melibea. También encontramos en este plano al matrimonio
burgués compuesto por los padres de Melibea; pero estos por el contrario se presentan como
correctos dentro de la moral cristiana de la época; pues representan la paternidad (tienen más
importancia social que dramática). Y por último, encontramos el personaje de Melibea, que
también presenta ese concepto individualista (algo que vemos también en todos los personajes
principales) con respecto a la voluntad de sus padres. Aunque al principio se muestra persistente
ante los deseos de Calisto (tópico del amor cortés), será la hechicería de Celestina la que hagan
a esta apartar por un segundo su conciencia social y su concepto del honor, y le hagan lanzarse a
los brazos de Calisto. Podemos observar por tanto la distinción que el autor hace de una nobleza
que se mantiene fiel a su convencionalismo social (Pleberio y Alisa, padres de Melibea); y los
jóvenes de Melibea y Calisto que no respetan su papel en la sociedad.

Por otro lado, tendríamos a los no privilegiados, representados por la vieja alcahueta con un
pasado en el mundo de la prostitución que adentra además en este mundo a las dos jóvenes
Areúsa y Elicia; los criados Sempronio y Pármeno, la criada de Melibea, Lucrecia; Tristán y
Sosia, que son otro dos sirvientes de Calisto; el soldado Centurio y Traso; y Tiburcia y
Terencia, dos mujeres de clase baja también. Fernando de Rojas innova con esa intrusión del
mundo bajo de los criados y prostitutas sin los cuales la trama trágica de la obra perdería el
sentido, puesto que están ligados con las tramas de los personajes de alta clase social. Así
vemos como se aleja de esa tragedia clásica en la que intervenían reyes, héroes e incluso dioses;
sustituyéndolos por la propia gente del pueblo; obligándonos a hablar entonces del género de
comedia humanística que cumple la obra (no debemos olvidar que será en esta época en la que
las teorías humanísticas hagan sus primeras apariciones en Europa). Podemos decir que el autor
a través de esta tendencia consigue reflejar en su obra toda una realidad social sin prescindir de
ningún ámbito de la sociedad que hasta ahora había permanecido en las obras de manera
secundaria, el pueblo.

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