Sei sulla pagina 1di 4

A Elisabeth Blochmann

Martin Heidegger
En HEIDEGGER, M., “Correspondance avec Elisabeth Blochmann,
Gallimard, Paris, 1966. Traducción publicada en Imago número 26.

Friburgo, 1 de Mayo de 1919

Querida Señorita Lisi:

Su amable carta me esperaba a mi regreso de Constanza. Se la agradezco


profundamente.

Ciertamente, abordó usted tantas cosas que no podría yo responder


exhaustivamente, y tampoco quisiera dedicarme a un juego de preguntas y
respuestas por correo. Lo que me importa más que nada, es sentir que usted
permaneció llena de vitalidad y que tiene un vigoroso élan vital.

Lamenté a menudo no poder tomar la pluma, aún más porque sabía que no
encontraría en Jena con qué colmar plenamente sus necesidades. Por eso me
alegro ahora que se haya mantenido firme y me escribiera “cuando el corazón lo
pidiera”.

Es desconocer de manera racionalista la esencia, de la vida personal, en su


flujo, el hecho de imaginarse y exigir que deba oscilar siempre en las amplitudes
plenas y ricas, en resonancias que son las de su surgimiento en los momentos de
gracia. Tales exigencias vienen de una falta de humildad interior ante el
secreto y el carácter de bendición que presenta toda vida. Nos hace falta saber
esperar estas intensidades de alta tensión que llenan de sentido a una vida; y
tenemos que mantenernos solidarios con tales momentos, se trata menos de gozar
de ellos que de imprimir su marca sobre nuestra vida, hacer de ellos un viático en
la prosecución de nuestra vida y de integrarlos en la rítmica de toda vida por
venir.

Y en los momentos en que nos sentimos nosotros mismos, cuando


experimentamos no menos inmediatamente la dirección de nuestra vida en que
vamos a tomar nuestro lugar, no nos está permitido el conformarnos con
constatar lo que pudimos poner en claro, limitarnos a tomar nota -como de un
objeto que se nos enfrenta simplemente ante nosotros- no podemos entrar en
posesión de nosotros mismos y escucharnos de manera auténtica, a menos que
este tener sea vivido verdaderamente, es decir si es al mismo tiempo un ser.

Con esto no entiendo la trivialidad que pretende que uno se conforme según
lo que hemos reconocido siendo sino que en una vida impetuosa, darse cuenta de
la propia orientación (no teórica), tal como resulta de la experiencia vivida por
entero, es al mismo tiempo hacer de pronto irrupción en ella despliegue de una
movilidad nueva teniendo poder sobre y en cada impulso (élan) de nuestra vida.

Así es como me represento su apego manifiesto al trabajo científico -a partir


de la entera autenticidad de su ser como persona- sin idealizaciones forzadas,
pero dejando al alma femenina volverse libre.

Allí donde la vida se dedica demasiado exclusivamente a reprimir y rechazar


pretendidas perturbaciones, allí donde la reflexión lo recubre todo con demasiada
influencia, donde falta la confianza en una íntima vocación, ha de perder pronto
su autenticidad, y al mismo tiempo una de las fuerzas vivas del flujo que la lleva.

Y precisamente si el mundo religioso fluye en usted, no a título de simple


componente entre otros, ofreciéndose igualmente por añadidura, en la esfera de
sus experiencias vividas, sino al contrario afectando toda vuestra persona,
entonces deberá desarrollar una escucha aun más fina de usted misma, adquirir
este “don” de saber distinguir intuitivamente, entre lo que forma parte de usted
misma y de sus realizaciones mas propias y aquello que no forma parte, este
poder expulsar de nosotros cosas que, tan valiosas como fuesen, no concuerdan
con nosotros mismos en lo que tenemos como más propio.

La vida nueva que queremos, o más bien, que quiere germinar en nosotros,
ha renunciado a ser universal, es decir inauténtica y extensiva (desplegada
artificialmente); ser depositario de ella, es participar de lo original, no el artificio
de todas las construcciones, sino la intuición total tal como se impone con
evidencia.

En lo que concierne a la “universidad popular”, estoy, desde mi punto de


vista, en completa oposición, si se trata de evitar una discriminación, de movida,
entre dos mundos, la investigación/búsqueda y la enseñanza científica por una
parte, y por otra, unos niveles diferenciados que permiten acceder a una cultura
general. Especialmente, los investigadores no deben sentirse obligados a dar
cursos en las universidades populares, y ahí donde ninguna obligación se impone,
el verdadero investigador se mantendrá por sí mismo apartado. Pero en cuanto a
las semi-existencias universitarias, asaber la gran masa de los artesanos
comunes, algunos de los cuales aportan una valiosa contribución a la
investigación, y donde otros se vuelven excelentes maestros y contramaestros, no
habría que llevarlos hacia abajo al nivel de la “universidad popular”, o más
exactamente, proveerles de la mejor ocasión de caer totalmente y venir a engrosar
las filas de quienes han entrado en el “circuito”. Todo esto no quiere decir que en
las universidades populares no se propondría otra cosa que una enseñanza
rebajada, sino que la “universidad popular” es algo cualitativamente distinto, que
proviene, tanto con respecto a sus profesores como a sus “alumnos”, de una
actitud ante la vida que difiere profundamente de aquella de las academias
científicas y de la Universidad.

Es que se trata primeramente de crear el tipo del profesor de universidad


popular, y no es la vocación del asistente de universidad o del profesor del liceo,
pero tampoco la del maestro de escuela; y sería algo del peor absurdo querer
elevar el prestigio de este último al precio de su mundo maravillosamente simple
y básicamente sano, seduciéndolo continuamente con el señuelo de las frutas
verdes de una cultura “superior”. Eso sería tan insensato como extraviar al
profesor de liceo en una nueva forma de dilución.

Se trata sobre todo de no dar la impresión de que la universidad popular


debería ofrecer un contenido “diluido”, su contenido tiene un carácter original,
sus límites y su extensión propios solamente están en condiciones de plantear y
de instituirlos aquellos que tienen vocación para esto; pero esta vocación debe
ciertamente obtener su crecimiento de la vida del espíritu sacado de su fuente; ésa
es una oportunidad de la vida nueva. Llegar a la madurez, madurar, eso es algo
que aquí también es decisivo; mientras que, de conformarse con instituir e
importar, se vehiculizan al mismo tiempo todas las violencias racionalistas y
económicas que padece entre nosotros la “vieja escuela”, que entre, y desde
ciertos puntos de vista, perdura. Por lo demás, siento mucha estima por Weimel
como teólogo, y hay que saludar su actividad en el seno de la universidad.
Incluso en la zona de Baden se planifican universidades populares, en nuestras
universidades de Heidelberg -y unas comisiones están trabajando aquí. En cuanto
a mí, decliné la invitación de colaborar ya que bastante hemos hecho la limpieza
para tratar de lograr que las universidades no se vuelvan, hablando
espiritualmente, establos de Augias.

Mi propio trabajo es muy concentrado, inicial y concreto: problemas


fundamentales relativos al método fenomenológico; liberarse de los puntos de
vista introducidos por la última ola de tontería. A esto se agregan constantes y
nuevas aperturas hacia los verdaderos orígenes, trabajos preliminares con
respecto a la fenomenología de la consciencia religiosa; en síntesis, se trata de
mantener el rumbo de una actividad universitaria intensa y cualitativamente de
alto nivel, de un aprendizaje constante en común con Husserl. Mi vida es
apacible pero rica y colmada por el contacto con Eifride y nuestro pequeño
campesino. Y aquello que puedo dar y recibir en la amistad es para mí de una
naturaleza que realza la vida. Espero poder hacerle un modesto obsequio al
comienzo del semestre. Esa es la razón por la cual no abordé todas sus preguntas.

Que Dios bendiga su trabajo, cordiales saludos de su Martin Heidegger.

Potrebbero piacerti anche