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Etica de la empresa
en la sociedad de la información y las comunicaciones
E D I T O R I A L T R O T T A
C O L E C C IÓ N E S T R U C T U R A S Y P R O C E S O S
S e r i e C ie n c ia s S o c ia le s
ISBN: 84-8164-621-0
Depósito Legal: M - l5.329-2003
Impresión
Marfa Impresión, S.L.
A Josep M .a Blascot
am igo y com pañero de cam ino.
A su coraje, a su altura m oral.
Prólogo...................................................................................................... 11
I
ÉTICA DE LA EMPRESA EN EL
HORIZONTE DE LA GLOBALIZACIÓN
II
CONSTRUIR CONFIANZA
EN LA ACTIVIDAD EMPRESARIAL
A d ela C o r t in a
E m il io T orto sa
Adela Cortina
En los años setenta del siglo X X surge con fuerza en Estados Unidos
la ética de los negocios (Business Ethics ), que buena parte del mun
do europeo prefirió rotular como «ética de la empresa»1. Tal vez
porque el capitalismo renano , que conformaba en tan alto grado el
modo europeo de entender la empresa, llevaba a concebirla, no
sólo como un negocio, sino como un grupo humano que lleva
adelante una tarea valiosa para la sociedad, la de producir bienes y
servicios, a través de la obtención del beneficio2. La empresa, desde
este punto de vista, se «emprende» con espíritu creador. La nueva
ética empresarial se extendió por Europa en los años ochenta, por
América Latina y Oriente en los noventa, y resulta curioso compro
bar cómo habitualmente las gentes se asombraban de que alguien
osara ligar dos términos como «empresa» y «ética». El comentario,
en una lengua u otra, era siempre el mismo: es como querer juntar
aceite y agua.
Ciertamente, este comentario pierde todo su sentido a poco se
reflexione, porque la actividad empresarial es actividad humana y,
como tal, puede estar más o menos alta de moral en sus distintas
dimensiones (en la calidad del producto y en las relaciones con los
distintos afectados por ella), puede aproximarse más o menos a las
Así como la naturaleza tiene sus leyes, y los animales, los árboles y
el sol cumplen con las suyas, así la costumbre es lo que corresponde
al espíritu de la libertad [...]. La pedagogía es el arte de hacer éticos
a los hombres: considera al hombre como natural y le muestra el
camino para volver a nacer, para convertir su primera naturaleza
en una segunda naturaleza espiritual, de tal manera que lo natural
se convierte en hábito9.
2. La edad industrial
15. Ver también al respecto Journal o f Business Ethics 3 9 /1 -2 (2 002), que recoge
una selección de las comunicaciones presentadas al XIV Congreso de la European Bu
siness Ethics Network y cuyos editores son A. Cortina y J. C. Siurana.
16. P. Koslowski, Ethik des Kapitalismus, Mohr, Tübingen, 1 9 8 6 ; J. Conill, «De
Adam Smith al imperialismo económico»: Claves de Razón Práctica 66 (1996), pp.
5 2 -5 6 .
mida, no movidos por la benevolencia, sino por su propio interés:
«no nos dirigimos a su humanidad, sino a su amor propio». De
donde deducen tales especialistas que en el mundo económico la
ética está de más. Sin embargo, Smith es bien consciente de que la
economía no es sólo intercambio, sino también producción y distri
bución, y que en todos estos momentos del proceso es imprescindi
ble una ética que no es sólo la del amor propio: el hábito de cum
plir los contratos, el compromiso con la calidad de los productos, la
fiabilidad de las instituciones, y todo un amplio mundo que incluye
en ocasiones motivaciones distintas al autointerés. Crear riqueza
para la comunidad, mantener el honor de una familia de comer
ciantes, fomentar lazos cooperativos son móviles de la acción que
no se identifican con el autointerés y, sin embargo, son imprescin
dibles para la actividad económica17.
Por su parte, Max Weber, en La ética protestante y el espíritu
del capitalismo , intentó mostrar cómo el espíritu del capitalismo
precedió a su encarnadura económica, cómo un tipo de ética — la
ética protestante en este caso— conformaba ese espíritu que alentó
el cuerpo del capitalismo al nacer. Y ha venido a convertirse en un
lugar común, al menos desde Weber y Tawney, el atribuir a la
influencia de la ética protestante, de sus creencias y hábitos, el
fomento de la producción, el ahorro y la inversión que pusieron en
marcha el capitalismo18. Cuando el capitalismo tomó carne social
— ha llegado a decir Manuel Castells en La era de la información —
su espíritu ya estaba presente en la ética calvinista.
Y es verdad que al plantearse Weber la pregunta crucial «¿cómo
pudo convertirse en una vocación, en un calling , en el sentido de
Benjamin Franklin, una actividad guiada por el afán de lucro, que
era tolerada desde el punto de vista cristiano en el mejor de los
casos?», creyó encontrar la respuesta en la interpretación luterana
de la vocación y en la idea calvinista de predestinación. El empre
sario, llamado a crear riqueza, está justificado porque responde a su
vocación divina en el mundo, y el éxito en su tarea será signo de
salvación. Quedan así justificados éticamente, no sólo el trabajo,
17. A. Sen, «Does business ethics make economic sense?»: Business Ethics Quarter-
ly 3/1 (1 9 9 3 ), pp. 4 5 -5 4 (trad. castellana en Debats 7 7 [2002], pp. 1 1 6 -1 2 7 ); cf. asimis
mo, «Etica de la empresa y desarrollo económico», en este mismo volumen, pp. 4 1 -4 5 .
18. M. W eber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Península, Barce
lona, 1 9 6 9 ; R. H. Tawney, Religión and the Rise o f Capitalism; a Historical Study,
John M urray, London, 1936. Tawney afirma, sin embargo, que las cosas son menos
esquemáticas de lo que Weber pretende (i b i d pp. 3 2 0 y 321).
sino también la acumulación consciente y legal de riqueza. El em
presario debe responder dedicando su esfuerzo a la producción de
bienes, forjándose así un carácter que ve en la creación de riqueza
una tarea que trasciende el interés egoísta.
Es verdad que la tesis de Weber se ha visto criticada desde dis
tintas perspectivas19. Una de ellas es la que expone Amartya Sen en
su contribución a este volumen, y consiste en poner en cuestión la
tesis de Weber y Tawney de que el capitalismo nació ligado a un tipo
de ética determinada, concretamente, la protestante, cuando Japón
ha interiorizado el capitalismo de forma magistral desde un ethos
bien diferente. Sin embargo, esta discusión no afecta a la tesis de
nuestro trabajo: las creencias, las convicciones y los hábitos éticos
son indispensables para el buen funcionamiento del mundo empre
sarial.
Una segunda crítica pone en cuestión que fuera el protestantis
mo el que impulsó el capitalismo, y no el catolicismo. Weber trató
de mostrar cómo la actitud de la Iglesia católica ante el beneficio
fue habitualmente hostil y, sin embargo, algunos autores han recor
dado y recuerdan que también parte del pensamiento católico apo
yó la obtención de beneficio. No sólo es que el «espíritu del
capitalismo» estuvo presente en ámbitos católicos, como Florencia
y Venecia en el siglo XV , y en el sur de Alemania y en Flandes,
porque eran centros comerciales y financieros, sino que también en
el pensamiento católico se pueden espigar rasgos que apoyan el
nacimiento del capitalismo20. Por ejemplo, la Escolástica española
del siglo XV I, muy especialmente la Escuela de Salamanca, no sólo
no anatematizó la creación y el comercio de riquezas, sino que
puede afirmarse que en sus contribuciones se encuentran algunas
de las raíces del pensamiento clásico liberal21. Naturalmente, escapa
a mis posibilidades terciar en esta polémica, pero lo bien cierto es
que las dos posiciones consideran las creencias religiosas y éticas
como elementos indispensables de la vida empresarial.
La tercera de las críticas trata de complementar a Weber ase
gurando que también la ética protestante hizo posible otra dimen
19. A. Cortina, Por una ética del consumo. La ciudadanía del consumidor en un
mundo global, Taurus, Madrid, 2 0 0 2 , cap. 8.
20 . H. M . Robertson, Aspects on the Rise ofE conom ic Individualism, CUP, Cam
bridge, 19 3 3 . Frente a Robertson ver J. Brodrick, The economic Moral ofjesuits, Lon-
don, 1934.
21. M. Grice-Hutchinson, Ensayos sobre el pensamiento económico en España,
Alianza, Madrid, 1 9 9 5 ; A. Chafuen, Economía y ética, Rialp, Madrid, 1991.
sión fundamental de la actividad económica, distinta a la produc
ción: el consumo22. Ciertamente, Weber entiende que la ética
protestante del siglo XVII, que es la que él analiza, modela una
actitud en relación con el consumo, al condenar el consumo de
bienes suntuarios y favorecer el ahorro y la reinversión con el fin de
aumentar la riqueza. Si la misión del empresario consiste en crear
riqueza para la comunidad, el consumo de bienes suntuarios difi
culta el ahorro y la reinversión, con lo cual quienes consumen
satisfacen sus deseos, pero no contribuyen a crear riqueza social. En
este sentido es en el que Weber habla de un «ascetismo en el mun
do», propio del espíritu protestante, que actuó de forma poderosa
contra el disfrute espontáneo de las posesiones, restringiendo sobre
todo el consumo de artículos de lujo.
Sin embargo, Colin Campbell, en The Romantic Ethic and the
Spirit o f Modern Consumerism , trata de ampliar la tesis de Weber
sobre la influencia del protestantismo en el nacimiento del capita
lismo, mostrando que el protestantismo fue el iniciador, no sólo
del modo de producción capitalista, sino también de la forma
moderna de consumo que hizo posible el capitalismo. Sin aumento
en el consumo, tampoco aumenta la producción, y el protestantis
mo impulsó uno y otra. Si la Revolución industrial fue posible por
una ética de la producción, que dio el visto bueno moral a la
producción y acumulación de riqueza, tuvo que haber también
alguna ética del consumo que diera carta de naturaleza moral al
consumo. Los historiadores de la economía reconocen la importan
cia de la demanda como un factor crucial para la Revolución
industrial y la sitúan en una «nueva propensión a consumir», pero
a la hora de explicar los orígenes de esa propensión únicamente
sugieren que se producen cambios de valores y actitudes, relacio
nados con el nacimiento de la moda moderna, que cambia de un
modo totalmente acelerado, y con el amor romántico y la novela.
¿Qué ética constituyó originariamente el espíritu de este consumis-
mo moderno? ¿Cómo pudo la búsqueda del placer, tolerada éti
camente en el mejor de los casos, convertirse en una meta aceptable
para los ciudadanos de la sociedad ascética? Si la ascética racional
— dirá Campbell— promovió la producción , el lado sentimental del
pietismo fomentó el consumo: una y otro contribuyeron al desarro
llo de la economía moderna, al desarrollo del capitalismo indus
trial.
22. C. Campbell, The Romantic Ethic and the Spirit o f M odern Consumerism,
Blackwell, O xford, 1 9 8 7 ; A. Cortina, Por una ética del consum o, cit., cap. 8.
Creencias y convicciones sustentan, pues, los hábitos que
constituyen el humus de la actividad empresarial en sus distintas
dimensiones desde sus orígenes.
3. La edad postindustrial
4. ha edad informacional
43. He tenido muy en cuenta para este trabajo los artículos publicados en el diario
E l País «Las tres edades de la ética empresarial» (29 de noviembre de 2 0 0 0 ) y «Enron:
un caso de libro» (18 de febrero de 2 0 0 2 ).
bre la situación real de una empresa, de evitar que los auditores
cumplan una doble función, de limitar las cantidades con que las
empresas pueden participar en la financiación de las campañas po
líticas. De fomentar, en suma, la integridad y la transparencia, como
factores sine qua non de la viabilidad empresarial.
Con tantos siglos como llevamos a las espaldas ya va siendo
hora de que queden desautorizados los que se empeñan en defen
der que la corrupción, el compadreo en el mundo empresarial, la
complicidad con el poder político en la manipulación de la cosa
pública, resultan indispensables para su funcionamiento44. Como si
los sobornos y los cohechos suavizaran, como el aceite, los engrana
jes de las maquinarias privadas y públicas, haciéndolas funcionar.
Como si la transparencia y la integridad dificultaran de tal modo el
suave roce de una ruedas con otras que el mecanismo llegaría a
pararse. Cuando sucede justamente lo contrario: sucede que la co
rrupción tiene un alto coste económ ico , que en el caso de empresas
potentes afecta, no sólo a sus accionistas y empleados, sino al con
junto de la economía nacional y aun más allá; un coste político , que
se traduce entre la ciudadanía en desencanto y en desinterés, en
retiro prudente a la aurea mediocritas de la vida privada; y un
elevado coste social en desconfianza, en pérdida de esa forma de
capital, el capital social, tan difícil de acumular, tan fácil de dilapi
dar, tan costoso de reponer.
No es extraño que ante tal pérdida de capital económico y
social, organizaciones como «Transparencia internacional» empe
ñen su esfuerzo ante todo en erradicar la corrupción político-eco-
nómica, ni que los medios de comunicación conviertan en noticia
algo que también les afecta a ellos, igual que al resto de los agentes
sociales: que lograr ese activo que es la transparencia y la integridad
es una de las tareas más urgentes del siglo X X I. Aunque sólo sea para
hacer que democracia y economía funcionen con bien.
Curiosamente, en Europa el término «integridad» resulta un
tanto sospechoso. Tal vez porque recuerda expresiones como «inte-
grismo», que es una forma de ceguera ante lo que no sea el mundo
cerrado de las propias convicciones. Sin embargo, la integridad no
es nada de eso sino, por el contrario, un bien público en la vida
económica, política y social. Si quisiéramos definirla a la altura de
nuestro tiempo, podríamos decir que consiste en el acuerdo entre
A m a r t y a Sen
5. Ibid., p. 192.
6. Ibid., p. 162.
el funcionamiento eficiente de los convenios, acuerdos, contratos,
negociaciones y, por supuesto, de la confianza. Tanto si nos ocupa
mos del intercambio, la producción o la distribución, nos percata
mos de que diferentes personas tienen que llegar a acuerdos y tener
confianza en que se pondrán en práctica. Este es quizás el mejor
punto de partida para un análisis general del papel de la ética em
presarial en el desarrollo económico. En efecto, uno de los compo
nentes más importantes y quizás más olvidados del proceso de desa
rrollo es la evolución histórica de las tradiciones (incluyendo lo que
Adam Smith llama «las normas de comportamiento establecidas»)
que hacen posibles las relaciones económicas seguras y creíbles.
Sería importante aclarar, en este punto, que en el comporta
miento empresarial y en la ética empresarial estoy incluyendo la
conducta y la ética de numerosas personas que no se ven a sí mis
mas como «empresarios». Cualquier negocio incluye una gran va
riedad de personas, de las que sólo unas cuantas pueden ser clasifi
cadas de manera estándar como empresarios. Muchos otros, que
también están muy implicados, podrían ser descritos como trabaja
dores, managers, técnicos, líderes sindicales, etc. El éxito de las
empresas depende de las conductas, preocupaciones y valores de un
grupo humano más amplio que el de los empresarios. Por tanto,
debe considerarse el alcance de la ética empresarial de un modo lo
suficientemente amplio e inclusivo.
El reconocimiento básico de que las activades conjuntas requie
ran cooperación, confianza mutua y acuerdos es una cuestión muy
elemental, pero, a la vez, de largo alcance, y está en relación con el
establecimiento de un orden social bueno. El papel de la ética em
presarial en el desarrollo y en la sostenibilidad de un orden social
puede ser central. Por supuesto, la función de la ética empresarial
no debe terminar aquí, y para comprender su papel de forma com
pleta será necesario contar con aspectos más complejos del desarro
llo (como la equidad, la eliminación de la pobreza, la protección del
medio ambiente, etc.). Pero lo que hay que reconocer en primer
lugar es el papel primordial de la ética de la empresa en hacer
posible la cooperación y la interacción empresarial.
7. Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes o fth e Wealth ofN ations
[1 7 7 6 ], reed., Dent, London, 1 910, vol. I, p. 13 (trad. castellana: Investigación sobre la
naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, FC E, M éxico, 1994).
talmente de forma automática, sin ninguna imposición o regulación
y sin un compromiso procedente de buenas prácticas de conducta.
Sin embargo, si las dos partes centran su atención en una con
cepción estrecha y limitada de cómo mejorar —incluso mejorar— ,
más que en el exacto cumplimiento del contrato, pueden ir quedan
do perjudicados gradualmente tanto el proceso de comportamiento
contractual como la eficiencia económica resultante. Esta desfavo
rable posibilidad se denomina «problema del componente-cumpli-
miento» en el intercambio. Evitando este problema la ética empre
sarial puede jugar un papel muy importante al exigir a los individuos
que contratan que no intenten debilitar la conducta contractual,
cayendo en la tentación de incumplir parcialmente lo que se ha
acordado.
Vayamos ahora al segundo problema, que quizá es el mayor. En
el momento de contratar el contrato puede haber interesado a cada
una de las partes, pero esta situación puede cambiar en el futuro,
cuando debe cumplirse el acuerdo. Cuando llega el tiempo de cum
plir la promesa las condiciones y las circunstancias pueden ser muy
diferentes. Y una de las dos partes puede no querer ya el contrato
cuando tendría que cumplirse. Esto puede inducir a la parte que
quiere retirarse del acuerdo a poner en cuestión su obligatoriedad
— quizá sobre la base de alguna coartada legal, o sobre la base de que
no ha sido satisfecha alguna de las condiciones— . El incumplimiento
puede no ser fácil si las reglas están adecuadamente especificadas y
si es efectivo el control de las condiciones requeridas, pero ninguna
de estas dos cosas puede tenerse por garantizada. Esta cuestión pue
de denominarse «problema de la supervivencia del contrato».
¿Se pueden prevenir estos problemas con el control y la impo
sición adecuados?8. Ciertamente, un buen control puede ayudar, y
también una imposición efectiva. Sin embargo, ninguna de las fun
ciones es fácil, aunque sólo sea porque es muy difícil lograr una
completa especificación de los contratos. A menudo hay requisitos
no establecidos y, a veces, verdaderas ambigüedades. Estas impreci
siones pueden dificultar bastante la tarea de controlar con una
efectividad adecuada. El alcance y la eficiencia del control pueden
verse particularmente limitados cuando el contrato se prolonga en
el tiempo.
Conclusiones
Manuel Castells
1. Caracterizando el contexto
2. La era de la información
Este mundo, como todos los mundos, tiene crisis específicas, y creo
que es oportuno recordar en este momento que ha conocido un
gran movimiento ascendente de expansión económica, de ex
traordinario desarrollo tecnológico y creatividad, qué tipos de cri
sis nos afectan, y en qué sentido tienen aspectos novedosos las
crisis específicas de este nuevo sistema. Distinguiré seis tipos de crisis.
1. En el estudio que hicimos en Silicon Valley en los años noventa, el 30% de las
nuevas empresas tecnológicas había sido creado por personas de origen chino o indio,
y si añadimos brasileños, rusos, etc., nos vamos a un 40% .
2. En España, por ejemplo, abrir una empresa cuesta diez veces más en términos
de tiempo y veinte veces más en términos de dinero que en Silicon Valley.
tenemos en Rusia, donde toda la inversión extranjera que ha habi
do en los últimos diez años es, más o menos, del orden de veinticin
co mil millones de dólares, que es nada comparado con los trescien
tos cincuenta mil millones de China. Sin embargo, según un cálculo
de instituciones más o menos fiables, en Rusia hay fuera del sistema
de sesenta a setenta mil millones de dólares, en billetes de dólares,
porque después de haber visto por dos veces cómo desaparecían los
ahorros de su vida en rublos, ya nadie ahorra en esta moneda. Este
dinero no entra en el sistema financiero, no se invierte, y se funcio
na en economía de trueque o de pago directo en dólares.
Esto es un ejemplo de la falta de confianza en un sistema, que
provoca que no se pueda reciclar la inversión.
Aquí tenemos, pues, los dos elementos de la financiación de la
nueva economía: la confianza en las instituciones de financiación y
las expectativas de alta valorización en los mercados financieros,
ambos en estrecha relación.
La relación confianza-expectativas se convierte en una relación
fundamental. Si no hay confianza, no se invierte, y si las expectati
vas bajan, tampoco.
Por tanto, la crisis de la nueva economía no es la crisis de una
burbuja financiera. No hay burbuja financiera, sino que ha habido
sobrevaloración de empresas. La idea de burbuja remite a una vieja
idea del mercado financiero, que es que sube, luego explota y se
queda en su justo valor.
Pero ¿quién determina el justo valor? En principio, parece que
el mercado, pero el problema es que el mercado se equivoca con
cierta asiduidad.
En estos momentos hay una serie de empresas absolutamente
bien gestionadas, tecnológicamente productivas, de vanguardia, que
están siendo castigadas por los mercados financieros, por las mis
mas razones por las que antes se premiaba cualquier tipo de empre
sa asociada a internet o a las nuevas tecnologías.
Es cierto que ha habido un gran número de fantasías de peque
ñas empresas en internet, que de la noche a la mañana se desarrolla
ban y florecían, como en todo periodo de innovación tecnológica.
Pero empresas absolutamente sólidas fueron sobrevaloradas enton
ces y subvaloradas ahora. Quizá la hipótesis que hay que introducir
es que en lugar de hablar de sobrevaloración o subvaloración según
un estándar que nadie conoce y nadie puede establecer, hay que
hacerse a la idea de que estamos en un mercado sistémicamente vo
látil sometido en parte al cálculo económico, pero, en otra parte im-
predecible, sometido a turbulencias de información de distinto tipo.
Las primeras veces que empezaron a caer valores como Erics
son, Nokia, etc., era simplemente porque en lugar de subir los
ingresos un cincuenta por ciento en un trimestre, subían un treinta
por ciento. Es decir, todo depende de la expectativa que se genera.
Para concluir con este punto, y sin caer en el subjetivismo eco
nómico total, la relación entre criterios económicos y leyes econó
micas que sigue existiendo y la traducción de esa realidad económi
ca en la percepción de los inversores es una relación indeterminada.
Hay demasiadas ecuaciones y demasiadas incógnitas en esas ecua
ciones para determinarlas y, por consiguiente, no estamos en una
crisis de la nueva economía, sino que estamos en el principio de una
nueva economía, caracterizada, entre otras cosas, por la volatilidad
sistémica de los activos financieros de los que depende la inversión,
y, por tanto, la innovación y el crecimiento. En este sentido, las
empresas necesitan tener la capacidad de gestionar la volatilidad
como parte de la práctica cotidiana.
5. Un mejor negocio
J e s ú s C o ni 11
* Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación sobre éticas aplicadas
B F F 2 0 0 1 -3 1 8 5 -C 0 2 -0 1 , financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y los
fondos FEDER.
1. M. Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Península, Barce
lona, 1 9 7 5 ; W . Sombart, El burgués, Alianza, Madrid, 1 9 7 2 ; R. H. Tawney, Religión
and the Rise o f Capitalism, J. Murray, London, 1 9 2 6 ; H. H. Robertson, Aspects on the
Rise o fE conom ic Individualism: A Criticism o fM ax Weber and his School, CUP, Cam
bridge, 1933 (A. M . Kelly, Clifton, 1 9 7 3 ); E. Troeltsch, Die Soziallehren der christli-
chen Kirchen, M ohr, Tübingen, 1 9 2 3 ; M. Grice-Hutchinson, Ensayos sobre el pensa
miento económico en España, Alianza, Madrid, 1 9 9 5 ; A. Chafuen, Economía y ética,
Rialp, Madrid, 1 9 9 1 ; R. Term es, Antropología del capitalismo, Plaza y Janés, Barcelo
na, 1 9 9 2 ; A. Cortina, J. Conill, A. Domingo y D. García-Marzá, Ética de la empresa.
Claves para una nueva cultura empresarial, Trotta, Madrid, 52 0 0 0 ; F. Fukuyama, La
confianza, Ediciones B, Barcelona, 1998.
de que la racionalidad económica, convertida para muchos en el
modelo de racionalidad moderna —junto a la tecnológica— , exclu
ye de por sí todo planteamiento ético. De tal manera que se ha
establecido una escisión entre lo ético y lo técnico en la economía,
que constituye un problema social, al que todavía no hemos sabido
(o querido) dar una solución, ni en la teoría ni en la práctica.
Hoy en día, el punto de partida todavía predominante sigue
siendo el de la separación tajante entre economía y ética, ya que es
ésta la posición que se considera auténticamente moderna. Pero
justamente es de esto de lo que se trata, de saber si el desarrollo
actual del informacionalismo y la globalización contribuyen a resca
tar la entraña ética de la economía o si todavía nos alejan más de un
posible nuevo paradigma organizativo donde el componente ético
sea inexcusable. ¿Necesita el imperante capitalismo informacional y
globalizador incorporar una base ética? ¿Cuenta con ella?2.
13. Vid. A. Cortina, Alianza y contrato. Política, ética y religión, Trotta, Madrid,
2001 .
más bien reduciendo— las ayudas a la cooperación internacional al
desarrollo, por ejemplo14.
Si la economía moderna sólo tiene sentido en la medida en que
favorece la libertad y su universalización (la universalización de la
libertad y la justicia), habrá que escrutar si los procesos globalizado-
res cumplen este propósito o esta condición de sentido de las insti
tuciones económicas modernas.
Pero — claro está— hay que poner de relieve los fines y bienes
internos, las condiciones constituyentes de la economía moderna,
para poder evaluar. De lo contario, se está aceptando de modo
acrítico el peso de unos factores que están configurando el escena
rio de la realidad actual, convirtiéndolos en un imperativo econó
mico y cultural. ¿Un destino? ¿Destino del ser, de la técnica y de la
economía? Hay que dilucidar con qué actitud se va a enfrentar el
asunto, porque en ocasiones se presenta una ética de carácter post
moderno, débil, conformista y conformada. Pero eso es ya una
opción, que podrá ser razonable o no, pero hay que explicitarla y
debatirla en el horizonte de la reflexión ética.
Algunos influyentes estudiosos y expertos de los fenómenos de
la información y globalización que estamos viviendo, por ejemplo,
Castells15 y Rifkin, no aplican una fuerte ética moderna de la liber
tad con justicia y de la responsabilidad solidaria, sino que se mue
ven más bien en una penumbra de carácter postmoderno. Cuando
Castells se pregunta por «la base ética del informacionalismo», re
mite a una «cultura de lo efímero» en cada decisión estratégica,
donde lo relevante son los «intereses» y no los «derechos» y las
«obligaciones»: «una cultura multifacética y virtual». Y Rifkin, por
su parte, se sitúa en una actitud de esteticismo pragmatista.
Pero hay que preguntarse 1) si es una buena explicitación de los
presupuestos de la economía informacional y global y 2) si un clima
cultural postmoderno es capaz de ofrecer una propuesta suficiente
mente fuerte y adecuada para evaluar los fenómenos que acontecen
y, en su caso, reorientar los procesos que se han puesto en marcha.
A mi juicio, hay un déficit ético en los análisis y en las propuestas,
23. Vid. muy especialmente Sobre ética y economía, Alianza, Madrid, 1989 [orig.
1 9 8 7 ]; Nuevo examen de la desigualdad, Alianza, Madrid, 1995 [orig. 199 2 ]; Bienes
tar, justicia y mercado, Paidós, Barcelona, 1997 [orig. 1985, 1990 y 1 9 9 5 ]; Desarrollo
como libertad, Planeta, Barcelona, 2 0 0 0 [orig. 2 000].
24. Vid., por ejemplo, en el Informe sobre Desarrollo humano 2 0 0 0 , el capítulo 2
(«Las luchas por las libertades humanas») o el uso de los nuevos «Indicadores del desa
rrollo humano». Un precedente ya clásico de estos indicadores se encuentra en la ver
sión existencial de la ética del desarrollo que tanta atención presta a los agentes concre
tos, propia del enfoque aportado desde los años sesenta por Denis Goulet (.Ética del
desarrollo, IEPALA-Estela, Barcelona, 1965, y IEPALA, Madrid, 1 9 9 9 ; Desarrollo eco
nómico, desarrollo humano, écómo medirlos?, Fundación F. Ebert, Lima, 1996).
Se requiere información sobre «lo que las personas pueden ha
cer y ser». Sin duda es más difícil, más complejo, medir y evaluar
estas dimensiones, pero es necesario si se quiere «saber cómo le va
a la gente» su vida en las diversas partes del mundo. De ahí la
necesidad de contar con nuevos «indicadores» en los que se pueda
confiar para medir la calidad de vida. Porque ya no es suficiente ni
conveniente seguir por más tiempo con un enfoque utilitarista, sino
que se trata de buscar innovadoramente otro instrumental para
atender a las diversas clases de actividades que hacen floreciente
una vida humana.
Este es el propósito del «enfoque de las capacidades» de Amar-
tya Sen, una de cuyas pretensiones consiste en «encontrar criterios
adecuados para valorar la calidad de vida»25. No obstante, la base
más significativa de este novedoso enfoque (aun cuando está dentro
de las tradiciones más relevantes de la economía y la ética)26 lo
constituye, a mi juicio, «la perspectiva de la libertad», con la que
reintroduce en la teoría económica un ineludible trasfondo ético,
de ahí que quepa denominarla «economía ética». Libertad y calidad
de vida 27 serían dos ingredientes del nuevo enfoque económico-
ético de Sen, que desde el valor incondicionado de la libertad — el
nivel eleuteronómico en términos kantianos— está abierto a la pro
funda riqueza y variedad de la vida humana, como muestra el si
guiente texto expresivo de su planteamiento de «economía ética»:
33. A mi juicio, hay una ética económica funcional operativa y una ética funcional
fundamental (como la de P. Koslowski [Ethik des Kapitalismus, M ohr, Tübingen,
1986], que es crítica, pero de otro tipo: en el sentido de autoesclarecimiento legitima
dor, más que transformador).
34. Vid. J. A. M oreno, «Ética, empresa y fundaciones», en Ética y empresa: una
visión multidisciplinar, Fundación Argentaria/Visor, Madrid, 1997, pp. 27-4 0 .
mediante su correlación con el método propio de la ética discursi
va. Lo cual implica una ampliación desde el mundo de la vida de la
razón económica. Esta exigencia transformadora de la razón eco
nómica le ha llevado a proponer un enfoque integrativo de una
economía autorreflexiva, que versa sobre los siguientes niveles: a)
con respecto a sus fundamentos inmanentes y b) con respecto a sus
consecuencias. En suma: se trata, en definitiva, de una razón econó
mica consciente de la ética que le es propia35.
43. Vid. J. Conill (coord.), Glosario para una sociedad intercultural, Bancaja, Va
lencia, 2 0 0 2 .
GLOBALIZACIÓN, ÉTICA Y EMPRESA
Ignacio Ramonet
Han trastocado totalm ente las fronteras para alcanzar nuevos mer
cados y engullir a la com petencia local. Cuantos más países, más
beneficios. Las ganancias de las quinientas mayores empresas han
crecido un 15 % y el crecim iento de sus beneficios pasaba del
11 %.
1. Cf. M . U1 Haq, I. Kaul e I. Grunberg, The Tobin Tax: Coping with Financial
Volatility, OUP, Oxford, 1996. Este libro trata de una verdadera conspiración de silen
cio en toda la prensa financiera internacional.
AMÉRICA LATINA EN LA ECONOMIA GLOBAL:
ENTRE LAS POSIBILIDADES Y LOS RIESGOS
Al varo D avil a
(Carlos Fuentes)
7. Ibid.
8. Desarrollo. Más allá de la economía..., cit., p. 5.
9. Panorama social de América latina, 1 9 9 9 -2 0 0 0 , CEPAL, cit.
rezagada. En las zonas rurales las estadísticas son aún mas dramáti
cas: tres de cuatro jóvenes no concluirán su educación secundaria.
La esperanza de vida al nacer en los países de alto desarrollo
humano es de 77 años mientras que en los de desarrollo medio es
de 68 años y en los de desarrollo bajo sólo llega a los 50 años. En
los años noventa la esperanza de vida pasó de 55 años en promedio
a aproximadamente 70 y se ha conseguido reducir la mortalidad
infantil de 106 a 31 por cada 1.000 nacidos vivos, un progreso
notable10.
Es preciso señalar que durante las últimas cuatro décadas la
región logró un avance muy acelerado en las áreas más básicas que
capta el Indice de desarrollo humano .
«Los cambios ocurridos durante los años noventa, sobre todo
en el bienio 1998-1999, ponen de manifiesto la persistencia del
fenómeno de la pobreza y su heterogeneidad, además de la mayor
vulnerabilidad que afecta a importantes grupos sociales»11. Como
lo ratifica la Comisión Económica para América Latina y el Caribe,
«la vulnerabilidad social se ha convertido en un rasgo dominante
que se extiende a varios contingentes de la población, comprendi
dos los sectores medios, que en la modalidad de desarrollo previa
fueron símbolo de la movilidad social ascendente y portadores,
junto incluso a sectores pobres organizados de proyectos, de trans
formación de la sociedad»12.
Dentro de las muchas apreciaciones que se han hecho sobre la
pobreza debemos señalar que más allá de su definición desde las
carencias, las necesidades básicas insatisfechas o la falta de desarro
llo de capacidades, está la pobreza entendida como exclusión. Ex
clusión de las oportunidades económicas, el empleo o las buenas
remuneraciones, pero también exclusión de las posibilidades de
participación política y afirmación ciudadana, del acceso a la infor
mación, la educación y la expresión de la diversidad cultural.
En un trabajo reciente, elaborado por la Fundación Social, se
acoge el concepto de pobreza construido por la Unión Europea;
la pobreza, se afirma, no puede seguir siendo considerada como
un fenómeno residual, simple herencia del pasado, abocado a
desaparecer con el progreso económico y el crecimiento; tampoco
la ausencia o insuficiencia de recursos económicos que afectan al
individuo.
22. Cf. Una década de luces y sombras. América latina y el Caribe en los años
noventa, cit.
Durante el mismo decenio el gasto público social tuvo una di
námica muy favorable, que se concretó en un aumento de 2,3 pun
tos porcentuales del PIB, pasando del 10,1% al 12,4% y superando
así los niveles alcanzados a principios de los años ochenta.
Entretanto, según datos de 200023, permanecieron los altos ni
veles de inversión extranjera directa, el déficit en cuenta corriente
se redujo, las tasas de interés reales cayeron en la mayoría de los
países, pero el crédito interno se estancó; además se produjo ines
tabilidad y deterioro en términos de financiamiento externo.
El ritmo de devaluación de la región disminuyó, la inflación se
mantuvo en un dígito, pero la inversión no mostró señales de recu
peración y el desempleo se mantuvo en niveles altos.
El secretario ejecutivo de la CEPAL, José Antonio Ocampo,
señalaba recientemente que «la década de apertura comercial, re
formas macroeconómicas y amplia libertad de movimientos de ca
pital, en el contexto de la globalización, ha replanteado a la región
la necesidad de coordinar los recursos nacionales mediante políti
cas públicas que potencien la inversión productiva, la transferencia
tecnológica, las actividades intensivas de investigación y desarrollo
con el propósito de insertar sus economías en los segmentos más
dinámicos del comercio mundial»24.
Creem os que las condiciones están dadas com o nunca para el cam
bio social, y que la educación será su órgano maestro. Una educa
ción desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva, que nos
inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a descubrir quiénes
somos en una sociedad que se quiera más a sí misma. Que aprove
che al máximo nuestra creatividad inagotable y conciba una ética
— y tal vez una estética— para nuestro afán desaforado y legítimo
de superación personal. Que integre las ciencias y las artes a la
canasta familiar, de acuerdo con los designios de un gran poeta de
nuestro tiempo que pidió no seguir amándolas por separado como
a dos hermanas enemigas. Que canalice hacia la vida la inmensa
energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la de
predación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad
sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aure-
liano Buendía.
CONSTRUIR CONFIANZA
EN LA ACTIVIDAD EMPRESARIAL
COMPETENCIA GLOBAL
Y RESPONSABILIDAD CORPORATIVA
DE LAS PEQUEÑAS Y MEDIANAS EMPRESAS
Georges Enderle
1. Más información acerca de estos ejemplos en: Rohner Textil AG (ver sec
ción en este artículo, www.climatex.com, Gorman et. al. 2 0 0 0 , y una visita personal
y correspondencia con el autor); visita personal del autor; Newsletter Markulla
center; Fiorelli Forthcoming; Grameen Bank (ver, para esta sección, www.grameen-
info.org, Yunus 2 0 0 2 ) ; H alm e y Fadeeva 2 0 0 0 ; M alden Mills Industries, Inc.
(ver www.polartec.com); Fundación ETN O R 2 0 0 0 .
conectado que se ha ido expandiendo más allá de las fronteras de
las naciones, y que en este proceso la globalización económica ha
llegado a convertirse en una máquina poderosa, para bien o para
mal. La regla del juego es la «competencia global», que parece
imponer a los afectados cualquier cosa por medio de las fuerzas de
gran envergadura del mercado, no sólo en los negocios, sino tam
bién en políticas, tecnologías, comunicaciones e intercambios cultu
rales, por nombrar unos pocos. ¿Cómo podrían, entonces, las com
pañías individualmente ser capaces de resistir a la «ley férrea» de la
competencia global? ¿Cómo podrían ser capaces de romper la ca
misa de fuerza de los «mecanismos del mercado»? Tradicionalmen
te, parece existir sólo un camino para contener las fuerzas del mer
cado, a saber, las leyes y las regulaciones. Sin embargo, hasta ahora
las leyes internacionales y las regulaciones han sido inadecuadas a
la larga para controlar dichas fuerzas. Por tanto, el primer argu
mento sostiene que necesitamos leyes y políticas, no ética.
En segundo lugar, se dice que deberíamos dirigir la mirada
hacia las grandes y poderosas corporaciones transnacionales, los
actores clave de la globalización económica, que tienen que ser
considerados responsables de su impacto en la sociedad y en la
naturaleza. También en términos éticos, por el contrario, las PY
MES son supuestamente pececitos nadando impotentes, aunque en
grandes aglomeraciones, en el tempestuoso mar de los negocios
internacionales. Hagan lo que hagan tienen que seguir a las grandes
ballenas, siendo incapaces por sí mismas de mejorar la globalización
de modo efectivo. Por tanto, al centrarnos en las PYMES, ponemos
unas expectativas demasiado altas en ellas y distraemos nuestra
atención de los problemas reales de la globalización.
Tercero: aunque concedamos un lugar adecuado a las PYMES,
como pequeños peces que tienen un lugar en las poblaciones acuá
ticas, la preocupación básica de aquéllas parece ser la de sobrevivir,
no la de la ética. ¿Cómo puede la ética jugar un papel esencial?
Desde el momento en que las PYMES están constantemente lu
chando por sobrevivir, no tienen tiempo o recursos disponibles
para gastar en otros objetivos más nobles. Evitar la bancarrota cons
tituye ya un gran éxito. Por tanto, la ética no debería preocupar o
molestar a las pequeñas compañías, que ya están muy presionadas,
sino más bien concentrar sus esfuerzos en las corporaciones ricas y
poderosas.
El cuarto argumento refuerza el anterior, al considerar a las
PYMES en los países en vías de desarrollo. A diferencia de las PYMES
de los países desarrollados, aquéllas no pueden confiar en estructuras
de apoyo múltiples tales como acceso a la información, altos niveles
educacionales de los trabajadores, redes de trabajo voluntario y sub
venciones gubernamentales. Las oportunidades de éxito son todavía
más pequeñas y la lucha por la supervivencia es más encarnizada, si
cabe. Por tanto, la relevancia de la ética parece estar más cuestionada.
En definitiva, tras estos cuatro argumentos, mi planteamiento
anterior parece ser sumamente irreal. ¿Por qué debería la responsabi
lidad ética corporativa ser no sólo posible, sino necesaria para que las
PYMES alcancen el éxito y se mantengan en él dentro de la economía
global? Cuanto más avanzamos de un argumento a otro, más se agra
van las dificultades. ¿Existe algún modo de salvar estas dificultades?
Mi respuesta es positiva y doble. En primer lugar, necesitamos
clarificar el significado de la responsabilidad ética corporativa para
poder llegar a entender estas dificultades; en segundo lugar, nece
sitamos inspiración y aliento de las empresas que muestran con sus
acciones que las PYMES éticas pueden desarrollarse e incluso pros
perar en la economía global, al mismo tiempo que realizan contri
buciones significativas a la mejora de la globalización.
Esfera social
Esfera medioambiental
E mpresa B
E mpresa C
Con respecto Garantías de transparencia que tienen que ver con la necesidad
a todas las de apertura que las personas esperan: la libertad de tratar unos
relaciones: con otros bajo garantías de transparencia e inteligibilidad
(como requisitos básicos de la confianza).
11. B. Harvey, H. Van Luijk y G. Corbetta (eds.), Market Morality and Company
Size, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht/Boston/London, 1991.
12. L. J. Spence, «Does Size Matter? The State of the Art in Small Business Ethics»:
Business Ethics — A European Review 8/3 (1999), pp. 1 63-174.
13. Para una compresión de las pequeñas empresas, ver también: R. Holliday,
Investigating Small Firms. Nice Work?, Routledge, London/New York, 1 9 9 5 ; C. M.
Baumback, How to Organize and Operate a Small Business, Prentice Hall, Englewood
Cliffs, N J, *1 9 8 8 ; D. J. Storey, Understanding the Small Business Sector, Routledge,
London/New York, 1 9 9 4 ; Corporación Financiera Internacional, en ww.ifc.org/sme.
14. L. J. Spennce, «Does Size M atter?...», cit., p. 172.
15. «Entrepreneurs, Multinationals, and Business Ethics», en G. Enderle (ed.),
International Business Ethics..., cit., pp. 2 7 1 -2 8 0 .
16. «Ethics in Developing Economies of Asia», en G. Enderle (ed.), op. cit., pp.
3 0 7 -3 2 2 .
últimos años se han creado gran número de redes, particularmente
en el campo del medioambiente, dirigidas al cumplimiento simultá
neo de responsabilidad económica y medioambiental. Interesantes
estudios de casos provienen del Reino Unido, España, Austria, Es-
candinavia y Holanda, que tratan sobre la cuestión de «las peque
ñas y medianas empresas y las redes y alianzas orientadas al
medioambiente»17. Otra publicación clarificadora analiza los dife
rentes enfoques del medioambiente realizados por pequeñas em
presas familiares danesas e inglesas y las implicaciones para la res
ponsabilidad medioambiental corporativa y la conexión de redes o
asociaciones18.
Estas iniciativas demuestran que las redes cuidadosamente di
señadas y desarrolladas persistentemente son un medio efectivo
para el fortalecimiento de las PYMES, no sólo en sus resultados
económicos, sino también en sus resultados sociales y medioambien
tales. Puesto que las PYMES tienen que cooperar con otras peque
ñas empresas, agencias del gobierno y ONG en pie de igualdad, los
objetivos sociales y medioambientales son de pleno derecho y no
pueden ser consideradas meros medios para alcanzar puramente
unas finalidades empresariales (por ejemplo, maximizar el valor del
accionista); más bien, esas PYMES son compañías con una finalidad
múltiple que equilibran sus responsabilidades económicas, sociales
y medioambientales. (Esto se sostiene sin tener que decir que la
afirmación inversa es también verdadera, es decir, que las ONG y
las agencias gubernamentales tienen que reconocer que las PYMES
están en su pleno derecho de perseguir sus objetivos económicos y
dar cumplimiento a sus responsabilidades económicas en sus pro
pias organizaciones.)
El concepto propuesto de responsabilidad corporativa ayuda a
volver a plantear nuestra cuestión de la «competencia global y las
responsabilidades corporativas de las pequeñas y medianas empre
sas». De modo realista, es crucial reproducir fielmente los espacios
de libertad de las PYMES y sus correspondientes responsabilidades.
Las PYMES deberían usar estos espacios de libertad para ampliar en
lo posible el alcance y el compromiso en las conexiones de redes o
J u a n Lui s C e br i án
Justo Vi 1 1 a f a n e
E la b o r a c ió n d efin itiv a d e l M E R C O :
Implicaciones de la información
y la comunicación en la reputación
Gerd Schulte-Hillen
Cultura corporativa
Domingo G ar c í a - M a r zá
11. Cf. para estos elementos de la legitimidad, por ejemplo, D. Reed, «Three
Realms o f C o rp orate Responsibility: distinguishing Legitim acy, M orality and
Ethics»: Journal o f Business Ethics 21/1 (1999), pp. 2 3 -3 5 .
12. Cf. para esta idea del contrato moral R. T. De George, «Corporations and
morality», en H . Curtler (ed.), Shame, responsibility and the Corporation, Haven, New
York, 1 9 8 6 , pp. 5 7 -7 6 ; R. T. De George, Competing with Integrity in International
Business, OUP, New York, 1 9 9 3 ; así como N. E. Bowie y R. F. Duska, Business ethics,
Prentice Hall, Englewood Cliffs, N J, 1982.
aporta entonces la necesaria confianza, otorga el crédito suficiente
para álcanzar y garantizar, por ejemplo, un buen clima laboral, una
firme lealtad a la hora de sintonizar una emisora o, en el nivel
corporativo, una buena reputación como medio de comunicación.
Cuando hablamos de contrato moral nos referimos a este juego
recíproco de expectativas.
Dfesde esta interpretación contrato moral y confianza son dos
caras ¡de la misma moneda. El primero define este juego recíproco
de expectativas y compromisos en el que se apoya todo actuar
dependiente de lo que pensamos, mejor, esperamos, que va a ocu
rrir en el futuro. No nos referimos con ello al reconocimiento
fácticó, puntual y concreto, de la credibilidad o legitimidad de una
emprésa, a su vigencia, sino a su validez , a los criterios por los que
una etmpresa es digna o merece este reconocimiento. A su vez, la
confianza no sólo se sustenta en la tradición o en la historia, esto es,
en las! experiencias compartidas y transmitidas, sino que también lo
hace en las expectativas normativas comunes, en el momento de
validez que acompaña a las normas y del que creemos tener razones
para fexigir un comportamiento o responder de él13. La idea del
contrato moral no se reduce a los derechos de una de las partes,
también incluye los deberes y obligaciones que toda expectativa
recíproca de comportamiento contiene. La confianza no es más que
un «esperar» con razones que esta red de derechos y obligaciones se
cumpla.
Desde esta idea del acuerdo recíproco la responsabilidad moral
vendría definida por las cláusulas de esta especie de contrato, pues
es de los beneficios que la sociedad espera de la empresa, de la
satisfacción de las expectativas que encierra su actividad, de donde
puedé extraer las razones para su respuesta social. Hablamos de un
contrato moral y no de un contrato social porque no nos referimos
a un Contrato fáctico entre los intereses en juego, siempre sometido
a las condiciones desiguales de poder que caracterizan a la actividad
empresarial. Tampoco nos referimos a un mero equilibrio estratégi
co entre los intereses, entendidos como preferencias subjetivas. Es
tamos más bien ante una idea regulativa, como diría Kant, ante una
idea cjue responde al hecho básico de la libertad, al hecho básico de
que sómos seres autónomos capaces de construir nuestro propio
orden normativo e institucional. De ahí que sólo nuestro consenti
14. Cf. para este carácter contrafáctico J. Habermas, Verdad y justificación, Trot-
ta, Madrid, 2 0 0 2 , pp. 2 61 ss.; cf. igualmente A. Cortina, Alianza y contrato. Política,
ética y religión, Trotta, Madrid, 2 0 0 1 .
debe concretar en lo posible las cláusulas de este contrato moral
para las empresas de comunicación.
2. Poder y responsabilidad:
el seritido de la actividad informativa
15. Cf. al respecto para esta relación entre ética y derecho A. Cortina, Ética sin
moral, Tecnos, Madrid, 1 988; para el papel del derecho en el orden global, D. Held,
La democracia y el orden global, Paidós, Barcelona, 1997.
dadanos se confunden, puesto que es casi imposible no estar afec
tado hoy en día por la actividad comunicativa, por ejemplo por la
actividad publicitaria.
Para poder identificar este «algo más» que caracteriza a la res
ponsabilidad moral frente a la económica y a la jurídica no pode
mos, como hemos dicho, inventarnos un catálogo de valores o
principios morales, ni tampoco analizar lo que tenemos para deri
var lo que deberíamos tener. La propuesta que realiza la ética co
municativa consiste más bien en analizar el sentido que de hecho
funciona como una forma de saber intuitivo, como capacidades o
competencias que desplegamos en nuestro actuar cotidiano en esta
praxis. El análisis se dirige hacia aquello que esperamos cuando
compramos un periódico, sintonizamos una emisora o vemos un
programa de televisión. Expectativas que conforman un contenido
normativo que puede explicitarse en forma de valores y normas, es
decir, como saber práctico. La ética comunicativa tiene como pri
mer objetivo reconstruir esta base racional de nuestra confianza o
desconfianza en las empresas de comunicación y para ello se dirige,
en un primer paso, hacia los códigos éticos como convenciones que
han conseguido plasmar de alguna forma estas expectivas. Estas
declaraciones constituyen una auténtica carta de presentación del
sentido de la actividad informativa.
Estos mecanismos de autorregulación de la actividad profesio
nal y corporativa, ya sean declaraciones de principios, estatutos de
redacción, códigos deontológicos, libros de estilo, etc., pueden com
prenderse como una «autocomprensión ética» de la propia activi
dad informativa16. En ellos encontramos tanto los valores y las
normas, recomendaciones y obligaciones, como también las actitu
des y las prácticas que la toma de decisiones en la actividad infor
mativa y su comportamiento posterior requieren. Su función no es
explicar cómo funcionan los profesionales y los medios, sino cómo
deberían funcionar con relación al bien social que proporcionan, a
la finalidad de su actividad. Son declaraciones de ideales y aspira
ciones y, en esta medida, definen las expectativas normativas depo
sitadas en su actividad.
A su vez, y a diferencia de los mecanismos jurídicos de coordina
ción que se mantienen externos a la motivación de la acción, los
16. Cf. para una descripción y análisis de estos códigos E. Bonete Perales (coord.),
Éticas de la información y deontologías del periodismo, Tecnos, Madrid, 1 9 9 5 ; así
com o H. Aznar, Ética y periodismo, Paidós, Barcelona, 1999.
cód igp s é tico s co n stitu y en in stru m en to s de a u to c o n tro l, re d a cta d o s
y a p ro b ad o s p o r los m ism os p ro ta g o n ista s. H a b la m o s así de m e c a
nism os m o rale s de c o o rd in a c ió n , pues d erivan del c o m p ro m iso li
bre y v o lu n ta rio de los a cto res im p licad os. C o m o a u to rre g u la ció n
su ám b ito p ro p io de a ctu a ció n es la socied ad civil y su e x te n sió n
viene? d efin id a p o r las activid ad es que regula y los c o n flic to s que
puede p rev en ir o so lu cio n a r. E sto no sig n ifica que estem o s an te una
altern ativ a al d erech o , sin o an te una c o m p le m e n ta c ió n . Los re c u r
sos m o ra le s re q u iere n de la p o sitiv a ció n ju ríd ica co m o m a rco de
a ctu a ció n , co m o un m ín im o n e cesa rio , p ero van m ás allá desde el
m o m e n to en que sus fro n te ra s v ien en d efinid as p o r la e x te n sió n de
los p ro b lem as y p o r el c o n v e n c im ie n to p ro p io de los a cto res.
C¡omo recu rso s m o rales los có d ig o s é tico s cu m p len dos fu n c io
nes b ásicas. E n p rim er lugar, una fu n ció n in tern a en cam in ad a al
esta b le cim ie n to de las d irectrice s y p rin cip io s que d eben regu lar la
activijdad in fo rm ativ a . Se co n v ie rte n así en un p u n to de re fe re n cia
para que los d iferen tes a cto res im p licad o s en la p ra x is in fo rm a tiv a
p u ed an alcan zar «un ju sto e q u ilib rio e n tre lib ertad y re sp o n sa b ili
d a d »!7. E n d efin itiv a, una reg u la ció n é tica de la a cció n . E n segu nd o
lu g arp desde un p u n to de vista e x te rn o , los cód ig os co n stitu y en una
carta de p re se n ta ció n de la actividad in fo rm a tiv a y de los d iferen tes
a cto res que la co m p o n e n , individ uos e in stitu cio n e s. Al fo rm u la r
p ú b licam en te las n orm as éticas co n las que se c o m p ro m e te n , p re
ten d en ace rca rse a la o p in ió n p ú blica y tal a p ro x im a ció n es ya un
p rim e r p aso en la búsqu eda del re c o n o c im ie n to y del p restig io
s o cia j. E ste co m p ro m iso p ú b lico es el p rim er p eld añ o en la c o n stru -
c ió n de la co n fia n z a y de la re p u ta c ió n 18.
i jn b uen eje m p lo de estos m ecan ism o s de a u to rre g u la ció n lo
e n co n tra m o s en la d ecla ra ció n de la U n esco de 1 9 8 3 titu lad a « P rin
cip io s in te rn a cio n a le s de é tica p ro fe sio n a l del p erio d ism o » . Esta
d ecla ra ció n ha sido la p rim era en p ro p o n e r una serie de v alores
u n iv ersales, in d ep en d ien tem en te de los c o n te x to s cu ltu rales y s o
c ia le s L a a p ro b a ció n p o r p arte de las d istintas o rg a n iz a cio n e s p r o
20. Cf. al respecto M. Núñez Encabo, «Código Europeo de Deontología del Pe
riodismo (Consejo de Europa)», en E. Bonete Perales, op. cit., pp. 2 5 2 -2 7 1 .
21\ Cf. al respecto J. S. Coleman, Foundations o f Social Theory, Belknap H ar
vard, Cambridge, 19 9 0, p. 317.
En nuestras sociedades plurales y globales, donde las empresas
de comunicación juegan un papel de mediación en todos los ámbi
tos de nuestra vida, es muy difícil ya separar la información, la
opinión y el entretenimiento de lo que es la formación22. Al menos
desde la óptica de su repercusión social, tanto en los individuos
como en las colectividades. Desde las premisas éticas expuestas y a
partir de este sentido interno más o menos explícito en los códigos
éticos, una ética comunicativa propone definir la responsabilidad
moral de las empresas informativas de acuerdo a su poder o capa
cidad para influir en dos aspectos básicos:
En primer lugar, en la formación de la voluntad individual. Si
vamos al diccionario vemos que «formar» significa tanto hacer cier
ta cosa con un material o unos elementos, como también adiestrar,
educar o enseñar. Nada de extraño, pues todo lo que somos como
personas lo somos por un proceso de socialización en el que, si
podemos, alcanzamos nuestra autonomía y capacidad crítica. La
importancia actual de los medios de comunicación como formado-
res, educadores en definitiva, es indiscutible. Nuestra propia auto-
comprensión como personas se la debemos hoy más a las empresas
de comunicación audiovisual que a la familia o a la escuela. Su
importancia para el desarrollo de la personalidad de los ciudada
nos, así como para la evolución de la sociedad y de la vida democrá
tica, es indiscutible23.
Esta responsabilidad en la construcción de la propia realidad
desarma el argumento de la soberanía del público, pues éste no está
formado al margen de los propios medios de comunicación y de su
anclaje publicitario. El lenguaje actúa, por así decirlo, como un
transformador para convertir deseos, sentimientos, preferencias y
necesidades en intereses, demandas y expectativas. Pero en la ac
tualidad este lenguaje ya no está sólo en manos de la familia, la
escuela o la comunidad. Está más bien en manos de las nuevas
multinacionales de la comunicación, que para nada reconocen y
asumen esta responsabilidad. En palabras de B. Barber:
3. Publicidad y transparencia:
hacia una gestión ética de la confianza
31. Cf. al respecto D. García-Marzá, «La ética empresarial como ética aplicada.
Una propuesta de ética empresarial dialógica», en J. Rubio Carracedo, J. M. Rosales y
M. Toseano, Retos pendientes en ética y política, Trotta, Madrid, 2 0 0 1 .
32. Cf. para este protagonismo de la sociedad civil A. Cortina, Ética aplicada y
democracia radical, Tecnos, Madrid, 1 9 9 3 ; así como Hasta un pueblo de demonios,
Taurus, Madrid, 1988.
confianza pasa necesariamente por los mecanismos morales de re
gulación de la acción, pero ahora se exige un paso más hacia la
autorregulación de las propias empresas, hacia la aceptación de la
propia responsabilidad corporativa. Este es el papel básico de
los códigos éticos empresariales.
Si quieren responder a estas expectativas, la estructura de los
códigos éticos empresariales debe reflejar en primer lugar el pro
yecto de empresa con referencia a los principios éticos que rigen la
actividad informativa, esto es, el grado de compromiso que está
dispuesta a contraer. En segundo lugar, debe explicitar cómo pien
sa incorporar estos valores tanto en la cultura de la empresa como
en su estructura organizativa. Por ejemplo, qué mecanismos de par
ticipación está dispuesta a establecer para que tengan voz los dife
rentes grupos de intereses. Mecanismos que pueden ir desde el
compromiso explícito de la empresa con unos valores y estilos de
informar, hasta la potenciación de la participación de los trabajado
res, profesionales de la información en los consejos de administra
ción, pasando por la potenciación de la figura del defensor del
oyente, lector o espectador, hasta finalizar en los diferentes mo
delos de consejos de prensa y de comités éticos que hoy en día
existen. Pero también desde la intervención del público en general
mediante la participación activa de las asociaciones de los diferen
tes grupos de intereses (consumidores, telespectadores y radioyen
tes, padres de alumnos, etc.). Por último, un código ético resta
impotente si no realiza una concreción de las políticas y estrategias
que está dispuesto a realizar para llevar a cabo los dos primeros
pasos. Sólo esta triple estructura puede responder al principio de
publicidad33.
Sin embargo, esta autorregulación a través de los códigos éticos
empresariales, esta disciplina impuesta desde dentro, constituye una
condición necesaria para asumir la responsabilidad moral, pero no
es suficiente para romper el círculo actual entre irresponsabilidad y
desconfianza, para confeccionar lo que podemos denominar una
gestión ética de la confianza. Entre otras razones porque ellos mis
mos han perdido credibilidad. El principio de publicidad nos exi
ge dar un paso más: los códigos éticos redundarán en una mayor
credibilidad y reputación de la empresa sólo si esta aceptación pú
blica de responsabilidades va unida a algún mecanismo de control
33. Cf. para esta estructura de los códigos éticos D. García-Marzá, «La ética en la
empresa: el código ético como instrumento de gestión»: Esic-Market (julio-septiembre
19 9 6 ), pp. 1 5 9 -1 6 8 .
y eva(uación, de verificación en suma por parte de los diferentes
grupcjs de intereses. Se trata de una medición de la coherencia o
integridad entre lo que se dice ser y lo que se es. Esta es la función
básic^ de las auditorías éticas que recuperan el papel de los balances
sociales, pero partiendo ya de un concepto plural de empresa, de la
consideración de todos los grupos de intereses implicados34.
T^nto en la literatura sobre ética empresarial como en los dife
rente^ ejemplos de institucionalización de las propuestas éticas nos
encontramos con una serie de conceptos referidos a un posible
inforijne, memoria, contabilidad, auditoría o balance de la respon
sabilidad moral o ética de las empresas. Esto es, de mecanismos de
información acerca del grado de cumplimiento por parte de la com
pañía} de los compromisos asumidos. Por así decirlo, estamos ante
una yaloración de la consistencia, tanto interna como externa, en
tre la compañía y los valores que la definen. Entre los valores que
definan la identidad de la empresa y sus prácticas y estructuras
organizativas. En definitiva, entre lo que se dice y lo que se hace. La
auditoría ética no tiene nada que ver con las auditorías tradiciona
les de gestión, financiera o contable. Pretenden reflejar más bien el
nivel adquirido en la respuesta a las diferentes expectativas sociales
de la$ que depende la confianza depositada en la empresa. El nom
bre indica sólo el objetivo de ofrecer instrumentos para la posible
verificación y justificación de los valores y de las conductas o nor
mas a las que dan lugar. De ahí que deba considerarse siempre co
mo un instrumento para mejorar las buenas prácticas empresaria
les, en este caso la transparencia y la integridad.
Gomo conclusión, una última reflexión sobre esta propuesta.
Hemps identificado la responsabilidad moral como la capacidad
que tiene la empresa informativa de responder a las expectativas
sociales depositadas en ella. Y hemos relacionado la confianza con
esta capacidad proponiendo dos mecanimos básicos para una ges
tión de la confianza que merezca el calificativo de ética. Es muy
fácil que nos quedemos con una lectura meramente pragmática e
instrumental de esta propuesta, como si la ética fuera un instrumen
to más en la búsqueda del beneficio: «la ética lava más blanco»35.
Contenido.................................................................................................................. 9
Prólogo....................................................................................................................... 11
I
ÉTICA D E LA EM PRESA
EN EL H O R IZ O N T E D E LA G LOBALIZACIÓN
1. Caracterizando el c o n te x to ....................................................................... 55
2. La era de la información ........................................................................... 57
3. Nuevos tipos de crisis................................................................................... 60
4. Los grandes desafíos .................................................................................... 69
5. Un mejor n e g o cio ......................................................................................... 71
Influencia de la comunicación
EN LA REPUTACIÓN CORPORATIVA: Justo Villafañe.................................... 16 9
La trasnparencia informativa
EN la empresa excelen te: Gerd Schulte-Hillen................................... 185