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5/1/2018 El perdón a los narcos

El perdón a los narcos


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05/01/2018 02:03

Christopher Domínguez Michael

El llamado de López Obrador a amnistiar a los narcos dista mucho de ser una ocurrencia más del
eterno candidato. Más allá de que ser un guiño a los aún no cuantificados mexicanos que de grado o
de fuerza, constituyen la base social del narcotráfico como servidores domésticos, abogados,
médicos, contadores, etcétera, y a los miles de campesinos dedicados, por terror o por serles
indispensable para abandonar la pobreza, a la siembra de estupefacientes, es una idea muy
penetrante en la visión que muchos mexicanos tienen de la sociedad, sobre todo aquellos quienes se
asumen en la izquierda.

Esta noción considera que nuestra sociedad es injusta, que somos gobernados por una élite
expoliadora responsable sólo ante los organismos financieros internacionales y que por ello, no existe
contrato social ni corresponsabilidad democrática capaz de obligarnos a cumplir con las leyes del
Estado y sus políticas “neoliberales”. En consecuencia, el narcotráfico sería una justa reacción,
aunque demencial y sin duda sanguinaria, a la miseria y a la desigualdad, una “contra violencia
legítima” contra “la violencia estructural”, como la llamaron los teólogos de la liberación, de la
sociedad capitalista contra las mayorías.

Desde esta perspectiva, el narcotraficante es una suerte de versión postmoderna de ese “bandido
social”, tan estudiado por los marxistas en el siglo pasado en la justeza de sus fines y en el equívoco
de sus medios, especie, además, de la cual se enamora el “lumpen proletariado”, al cual, la
desigualdad le ha negado otras vías de ascenso social distintas al crimen cuyas hazañas,
literalmente, canta. Así, negociar con los narcos y eventualmente amnistiarlos —es decir, concederles
el perdón— es reconocerlos víctimas, equivocadas en su encono, pero víctimas al fin del estado de
las cosas, siendo necesario, en esa lógica, reclasificar sus crímenes, trasladándolos de la punición
legal al perdón social, pues el mismo candidato de la amnistía ha dicho que antes de ello consultaría
a las víctimas, es decir, les pediría su anuencia para perdonar.

Debería haber espacio para discutir esa visión de la sociedad, pero no lo hay. En los tiempos, a la vez
fugaces y decisivos, de una campaña electoral, sólo queda oponerse no sólo a la inviabilidad legal de
la amnistía y a su asombrosa inmoralidad. Además de equiparar a los narcos con las guerrillas
latinoamericanas, dirigidas por ideólogos, que al amparo de la Guerra Fría acabaron por firmar la paz
con sus gobiernos, la propuesta ignora que en El Salvador se pactaron, sin éxito, treguas con las
bandas criminales y que buena parte del rechazo popular a la legalización de las FARC, en Colombia,
se debe a su lumpenización como socias del narcotráfico. Por otro lado, el descabezamiento de los
cárteles durante la guerras narcas del sexenio pasado y su multiplicación en cientos de bandas
igualmente inclementes, tornan imposible saber a quienes les pediría perdón, en nombre de las
víctimas, el futuro presidente. Víctimas quienes, como ya lo declaró el poeta católico Javier Sicilia,
pueden perdonar pero no olvidar y antes de otorgarle al Estado esa potestad, esperarían de los
criminales, primero, la asunción en rigor de la culpa y después, aceptar la penitencia.
http://www.eluniversal.com.mx/columna/christopher-dominguez-michael/nacion/el-perdon-los-narcos 1/2
5/1/2018 El perdón a los narcos

Un presidente que perdona los crímenes más abominables contra la persona puede perdonárselo
todo. Como pretendido creador de derecho, es un dictador que olvida que el narcotráfico no es hijo de
la miseria sino de la codicia y sus millonarios ingresos, la forma más salvaje y descarnada de
capitalismo, lo contrario a la urgente redistribución del ingreso que México necesita. Pero pensar que
el crimen organizado es un daño colateral provocado por la desigualdad es una superstición muy
extendida, la misma que torna indiferentes, para cierta ciudadanía, el asesinato y la tortura de los
policías y los militares capturados por los narcos. Si estos mexicanos fueron enviados por el poder
civil, como se dice, a librar una guerra injusta, ¿no merecerían por ello un doble homenaje de la
sociedad?

El principal problema de México son los criminales, por más vulnerables que sean quienes los
combaten y es la violencia del narcotráfico, no la persecución política de la disidencia, lo que más
preocupa al electorado. Si la Ley de Seguridad Interior es total o parcialmente inconstitucional, la
Suprema Corte de Justicia la rechazará. Pero no estoy tan seguro de que quienes tienen la mente
obnubilada con los siniestros setenta —durante los cuales los más conspicuos era priístas— y con las
persecuciones ideológicas de aquellos años, abandonen su culto, un tanto críptico, por Jesús
Malverde, el santo de los narcos.

http://www.eluniversal.com.mx/columna/christopher-dominguez-michael/nacion/el-perdon-los-narcos 2/2

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