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L a palabra latina locus se suele traducir primera-

mente p o r "lugar aislado, situado —o l o c a l i z a d o — en


una comarca lejana, y particularizado", esto es, perfec-
tamente definido, conocido, " l o c a l i z a d o " . D e locus de-
rivan los términos modernos " l u g a r " o " l o g a r " y " l o -
calidad". U n a " l o c a l i d a d " es u n pueblo, una ciudad
perfectamente adaptada al " l u g a r " , a u n lugar o terri-
torio fijo: es u n conjunto de construcciones locales
(adaptadas al lugar, fijadas en u n lugar. Construcciones
materializadas). E n la localidad se conjugan indisocia-
blemente la arquitectura y el lugar. L a localidad es el
lugar de la arquitectura. E l lugar es donde se localiza la
arquitectura. Allí, la arquitectura se hace presente, se
instala, amanece y se hace visible, al tiempo que se cir-
cunscribe en u n espacio particularizado, definido y ca-
racterizado (por el paisaje y p o r los locales, los habi-
tantes del lugar).
U n a localidad está siempre habitada. E n ella, ha-
bitaciones, hábitats y habitantes cohabitan o, mejor d i -
cho, se colocan unos dentro de otros, c o m o unas m u -
ñecas rusas. E l habitante habita la habitación (la cual lo
protege y lo esconde, lo mantiene a buen recaudo,
oculto y seguro) que se inserta en el lugar, que el h o -
gar acoge.
L a arquitectura tiene sus límites. L a obra del
hombre no puede extenderse indefinidamente. R e -
quiere muros de cerramiento que la acoten, que p o n -
116 Pedro Azara El lugar y la arquitectura 117

gan freno a su crecimiento. Si el lugar es u n espacio ha- vierte en el objetivo. Gracias a ella, se podrá dejar atrás
bitado tiene que estar cercado, encerrado en unos lí- u n pasado sin sentido. L a vida, hasta entonces, inscri-
mites perfectamente marcados. U n lugar es localizable ta en u n permanente presente, sin porvenir alguno, se
en u n territorio y en u n plano, y tiene que estarlo. carga de un pasado y de u n futuro. D e p r o n t o , tene-
E l lugar es u n espacio acotado. L o que lo acota, y mos futuro, u n futuro a nuestro alcance, que oriente
lo caracteriza, lo que consigue metamorfosear u n es- nuestra vida. L u c h a r para hacerlo realidad es ahora p o -
pacio donde la vida no ha lugar en u n lugar habitable sible. Soñar se vuelve posible. Soñar en dejar el pre-
y, p o r tanto, habitado ya en la imaginación del arqui- sente estado para mejorar las condiciones de vida, para
tecto, es la arquitectura. E l lugar no es u n ámbito, u n vivir al f i n , protegido, acunado detrás de la frontera, de
pueblo imaginario (irreal e imposible, inexistente) sino un m u r o que nos aisla del m u n d o exterior.
u n espacio que la imaginación, gracias a la cual se p r o - Trazar una línea, proyectar, significa dividir el es-
yecta la realidad, y a puebla. Llegamos antes a los luga- pacio en ámbitos exteriores e interiores. L a línea pue-
res gracias a nuestra imaginación. de cerrarse progresivamente sobre sí misma y separar
Proyectar, anunciar la llegada, la materialización un ámbito del espacio. C o n s t r u y e u n interior, u n ám-
de la arquitectura, encarnar una idea — l a idea o f o r m a bito cerrado, protegido, íntimo donde, al f i n , el h o m -
proyectada — , consiste en trazar líneas en u n plano, en bre puede descansar. E l viaje errante ha llegado a su
una superficie que s i m b o l i z a la superficie de la tierra. 1 fin. E l deambular ha c o n c l u i d o . E l viajero se instala, se
Estas primeras líneas hacen visible de inmediato una aposenta. L a línea, la frontera le hace sentirse protegi-
frontera, u n linde. H a s t a entonces, la superficie i l i m i - do. H a encontrado u n ámbito seguro, donde estar
tada e indiferenciada de la tierra se extendía en todas bien, ha hallado su lugar. U n lugar ha sido creado.
direcciones. E n ella, no se podía habitar. D e algún A l habitar, u n lugar se materializa. E l lugar es
m o d o , era u n desierto en el que el h o m b r e se des- donde se está bien, donde se puede estar: "estar", del
orienta, no se ubica y se pierde. E n él, su vida peligra. latín stare, establecer, instalar, fijar u n establecimiento,
Se muere. L o único que le cabe es errar, sin r u m b o . D e anclar la residencia. " E s t a r " significa arraigarse, echar
p r o n t o , una frontera, una marca aparece. Señala el f i - el ancla a f i n de que concluya un movimiento eterna-
nal de u n ámbito (y, quizá, el final de una pesadilla) y mente a la deriva. Estar es levantar una residencia, con
el i n i c i o de otro, que aparece c o m o la promesa de una la que se consigue estabilidad. A l estar se construye la
nueva vida, de una vida posible. C u a n d o la línea se ciudad. Sólo se puede estar si se edifica, si se levantan
inscribe sobre la tierra, el viaje, hasta entonces a la de- estancias. Gracias a ellas, el hombre se vuelve estable.
riva — una vida a la deriva — , adquiere una meta. E l Hasta entonces, era sombra, u n alma en pena deambu-
hombre se dirige hacia la frontera. C r u z a r l a se c o n - lando p o r u n espacio indiferenciado, c o m o los muer-
11 g Pedro Azara
El lugar y la arquitectura 119

tos, c o m o los que han dejado de ser, o no han sido


vida corre peligro, mas sabe también que merece ser
nunca nada. E r a u n ser maldito, que no hallaba repo-
defendida. Es valiosa. Es lo más valioso que tiene. Y el
so. A n d a b a sin meta, sin saber hacia donde ir, pues no
valor de la vida relumbra porque la muerte existe,
había u n lugar donde ir. M a s al fijar su residencia, se
cuando la muerte aparece. E n la fábula, el anciano y can-
aquieta, se asienta. Deja de transitar, de huir siempre,
sado leñador recobra el gusto p o r la vida, le vuelve a
de estar en u n permanente estado de fuga, mudando
encontrar gusto a la vida, cuando la siniestra guadaña
cada día. Y a no "es" u n "ser" fugaz, transitorio, m u -
le cierra el paso.
dable, que pasa sin dejar huella, sin dejar marca en la
H a c e r arquitectura es convertir u n espacio en u n
tierra: u n fugitivo, perseguido por no se sabe qué cóle-
lugar donde los hombres se instalen y ' a d q u i e r a n la
ra o maldición divina. Y a no es inestable. A d q u i e r e ,
conciencia de la transitoriedad de la vida. E d i f i c a r es
por el contrario, todo aquello de que lo fugaz carece:
enseñar a morir. E l lugar es donde vivimos, donde re-
la permanencia del ser. Así, Caín fue condenado a errar
posamos de tanto viaje sin sentido, y donde reposare-
para siempre. U n día se rebeló —o volvió a rebelarse—.
mos. E l lugar es donde reposan los padres y, p o r tan-
Q u i s o reencontrar el paraíso original. Y se quedó, y
to, donde brotará también la vida, donde nacerán los
edificó ciudades. Halló u n lugar, lo construyó, y sus.
hijos. Es donde la vida crece, allí donde hay arquitec-
descendientes se convirtieron en los primeros lugare-
2

tura, u n techo que nos acoge y nos hace humanos, es-


ños, los primeros habitantes de la tierra. Gracias a su
to es, distintos de las fieras y los dioses.
gesto, fijando una residencia y edificando u n ámbito
protegido, empieza la historia del hombre en tanto que E l lugar es donde la vida amanece, vida que existe
hombre, esto es en tanto que ser mortal: así es como porque la arquitectura la guarece. H a c e r arquitectura
empieza la historia. E n el Paraíso, la muerte (el mal y es hallar u n lugar, es convertir u n ámbito inhóspito en
la enfermedad) no tenía "lugar". H o m b r e s , dioses y ani- u n lugar donde descansar. Para siempre. Y para aspirar
males vivían en armonía, sin que nada los diferenciara, a la inmortalidad. Para volver a ser c o m o los dioses. Si
sin que tuvieran nada p r o p i o . lo consiguiéramos dejaríamos de tener u n lugar en la
tierra, y la arquitectura desaparecería. N o tendríamos
P o r el contrario, edificar conlleva ser consciente nada que construir, que edificar. Y la vida volvería a ser
de la propia mortalidad, de la finitud, muerte que hay u n sinsentido.
que aceptar si se quiere ser u n humano, si se quiere es-
tar en paz. A s u m i r la muerte es saber estar. L a arqui-
tectura protege la vida, esto es, la acota, señala sus lími-
tes. Éstos se hacen visibles. E l hombre habita, necesita
cobijarse, porque se sabe al fin mortal. Sabe que su
L a ciudad de los muertos:
u n modelo de ciudad
L a carretera mal asfaltada da u n súbito giro a la
derecha. C r u z a el palmeral y los fértiles campos culti-
vados que dibujan una extensa franja h o r i z o n t a l de u n
verde intenso y refrescante a la orilla del río caudalo-
so. D e golpe, c o m o si una afilada h o z (o una guadaña)
hubiera segado los campos y trazado una cortante lí-
nea fronteriza, el desierto empieza abruptamente. Las
dunas, que miran de manera amenazadora a los cam-
pos situados a sus pies, se alzan, se hinchan majestuo-
samente. Desde que la carretera ha dejado de bordear
el curso del río, se divisa sobre las lomas de arena una
muralla centelleante, alta y continua que d o m i n a el
paisaje. E l camino llega hasta la única puerta de entra-
da a la inmensa y quieta ciudad: es la blanca ciudad de
los muertos que crece alrededor de la pirámide escalo-
nada de Saqqara. E n el valle, los campesinos se cobijan
en casuchas de paja, que tienen que rehacer cada año.
¿Por qué habrían de construirlas con materiales impe-
recederos si estaban de paso en la tierra? Las casas de
los vivos duraban apenas el tiempo que los hombres
vivían en la tierra. Luego...

E l gigantesco cementerio que el fundador del i m -


perio egipcio mandó edificar para él, su familia, los sa-
cerdotes y los personajes de más rango en la corte, se
compone de una serie de palacios, templos, capillas y
graneros dispuestos según una trama ortogonal deli-
124 Pedro Azara La andad de los muertos: un modelo de ciudad 125

mitada p o r u n a muralla de planta rectangular. C o n s - zan de todas las comodidades y de protección —que si
trucciones y plazas se alternan en el interior del recin- no tiene u n origen d i v i n o , al menos es h u m a n a — . L a
to. Éste obedece a u n orden que no se encuentra n i es ciudad donde se puede vivir, donde da gusto vivir, es
posible alcanzar en el exterior, en el valle donde se la ciudad de los muertos, y sólo éstos están autoriza-
apretujan los vivos. dos a cruzar la muralla. E s una ciudad edificada para la
Imhotep, arquitecto, sacerdote e intendente —en- eternidad. C o b i j a a seres o entes que se han librado del
tre sus cargos, oficialmente n o figuraba el de arquitec- mal, esto es, de la vida corpórea, material, a entes que
to, sí el de supervisor de obras públicas — , compuso han escapado a la vida temporal en la tierra y han re-
volúmenes puros, lisos y regulares. Las paredes carecen tornado, o h a n h u i d o , donde viven los seres etéreos,
de ornamentación. Las puertas y las ventanas, cuando las nubes, los espíritus y los dioses.
existen, son falsas: u n muro interior retranqueado cie- E l recinto n o puede estar sometido a los avatares
ga la obertura. E n verdad, los huecos y los vanos s o n del tiempo. D e algún m o d o , tiene que librarse de la
innecesarios. Las edificaciones son formas macizas. N o materia a fin de alcanzar la pureza de las formas idea-
tienen espacios n i divisiones internos. N i falta que les les o celestes. C o m o los hombres no podían —no pue-
hace. L a ciudad está habitada p o r espíritus: éstos pue- den n i podrán (pese a los intentos de la vanguardia del
den atravesar los muros; no necesitan techos para c o b i - siglo X X ) — construir c o n materiales inmateriales, c o n
jarse pues no ocupan n i llenan el espacio. S o n intangi- nada (grandes superficies de v i d r i o , el gran vidrio), se
bles, incorpóreos. diría que trataban de anular la corporeidad, la presen-
cia de piedra delimitándola en una forma perfecta, a fin
Saqqara está enteramente edificada en piedra. S i - de que la ostentación, la pureza, el resplandor de la ge-
llares de gran tamaño, cuidadosamente cortados, enca- ometría ocultase la imperfección, el grano de los mate-
jados y alisados, c o m p o n e n los muros y las construc- riales. L a ciudad estaba hecha de geometría, esto es, de
ciones, a cuya edificación una generación entera dedi- formas geométricas ideales; el p u l i d o de los bloques
có su vida. Sorprende — y maravilla— el esfuerzo de piedras y el d i s i m u l o de las juntas ayudaban a que
físico y mental vertido para construir u n recinto dedi- los muros, si no podían volverse invisibles, al menos
cado exclusivamente a los que y a no están, a seres i n - no parecieran de este m u n d o . D e algún m o d o , la c i u -
visibles y, quien sabe, si inexistentes, a entes imagina- dad de los muertos de Saqqara parecía caída, venida de
rios, ficticios. Mientras los vivos m o r a n de cualquier los cielos, c o m o si los dioses hubieran entregado al
manera, bajo las inclemencias (bajo u n sol de justicia, faraón o al arquitecto una obra perfecta para que la
hirientes tormentas de arena e inundaciones catastrófi- depositaran sobre las dunas inestables, cuyos m o v i -
cas) y mueren antes, en poco tiempo, los difuntos go- mientos, lentos y continuos —semejantes a los que

í
La ciudad de los muertos: un modelo de dudad 127
126 Pedro Azara

meticulosamente fijado, de abluciones y oraciones. D e


discurren en el interior de los relojes de arena—, mar-
este m o d o , los hombres eliminan las mancillas, y se
caban el inexorable paso del tiempo. L a ciudad asenta-
humillan. Tienen que volver a la pureza originaria, la
da fijaba las dunas, detenía el tiempo. Quienes vivieran
pureza, la debilidad, la transparencia de u n recién n a -
en ella, escapaban a la inmisericorde tenaza del tiempo.
cido, del nonato, incluso. Sólo si los humanos están
Se volvían inmortales. Estaban en las nubes. Se habían
hechos, de algún m o d o , de la materia de los dioses o de
convertido en dioses. E r a n , al menos, c o m o los dioses.
los espíritus, sólo si han abandonado p o r u n m o m e n -
to su condición humana, material, podrán penetrar
P e r o los dioses no viven en los cementerios. Sólo
c o n seguridad en u n recinto sagrado.
los malos espíritus rondan en ellos. L o s dioses, p o r el
contrario, prefieren la claridad de los recintos sagra-
L a relación entre la tumba (o el conjunto de t u m -
dos, de los templos. L o s estudiosos han señalado que
bas que constituye u n cementerio) y el templo es pró-
no caben diferencias significativas entre los templos y
xima. E n todas las culturas, desde m u y antiguo, la ma-
los cementerios. A m b o s , en verdad, son recintos aco-
yoría de las tumbas están localizadas cerca o dentro del
tados, esto es, sagrados (sagrado viene del latín sacer
ámbito de u n templo c o m o ocurre en Saqqara. E n oca-
que significa sagrado —sacer deriva a su vez del verbo
siones — p o r ejemplo en las iglesias medievales — , se
sancio, consagrar, convertir algo en inviolable, p r o h i -
enterraban a los muertos principales bajo las losas del
b i r — , pero también vetado, segregado, peligroso, ta-
santuario, cerca, a ser posible, del altar o de la capilla
bú, y, p o r tanto, se traduce igualmente p o r maldito):
dedicada a u n santo principal. L o s caminos que c o n -
recintos separados —separados p o r muros, p o r colinas
ducen a los cementerios se asemejan a los que llevan
y p o r tabúes— del espacio cotidiano donde viven los
hacia los templos. A m b o s preparan a los humanos p a -
mortales. A menudo estos ámbitos parecen n o pisar la
ra el encuentro c o n lo invisible, c o n su destino. Las
tierra. Situados en lo alto de colinas y montículos, a
sendas zigzaguean, despistan —a f i n de que el v i a n -
veces artificiales, parecen flotar sobre las cabezas y las
dante se vaya o l v i d a n d o , y deje atrás la vida de cada
preocupaciones de los hombres. A s í ocurría en el día, la vida material — , y se elevan lentamente. A l tiem-
monte Gólgota . Sobre sus ruinas, casi u n milenio más
1
po que se aproxima a la cumbre, el hombre se des-
tarde, C r i s t o fue crucificado y enterrado, antes de que prende de l o que le rodea. E n verdad, n o importa que
el arcángel G a b r i e l edificara u n nuevo templo: la m e z - se dirija hacia los muertos o hacia los dioses, puesto
quita de la R o c a . L o s recintos sagrados son lugares es- que éstos, dioses y muertos, son seres invisibles, seme-
peciales; los mortales no pueden entrar, si no quieren jantes a las ideas, c o m o sostenía Platón, o son seres que
poner su vida en peligro —los dioses no perdonan las engloban a las ideas en sus mentes, c o m o pensaban los
faltas— sin proceder previamente a u n complejo ritual,
128 Pedro Azara

neoplatónicos. Y entre las ideas, destacaba una idea


fundamental para la vida de los hombres —tanto para
la vida celeste c o m o para la terrestre, para la vida en és-
te y en el otro m u n d o , sea éste el cielo o el infierno —:
la idea de recinto sagrado (un templo, u n cementerio,
una ciudad), esto es, de u n modelo, una " f o r m a "
("idea", en griego, significaba " f o r m a " , f o r m a inmate-
rial, sin duda) que los dioses entregaban, tendían o ha-
cían ver —en sueños o en visiones — a los constructo-
res (a reyes, a sacerdotes, o a arquitectos divinizados
c o m o Imhotep). Gracias a estas visiones, gracias a la
contemplación de estas formas soñadas o que hacían
soñar —estas formas eran tan puras, tan inmateriales,
que parecían inalcanzables pese a que estaban al al-
cance de la mano que u n dios tendía al h o m b r e y, p o r
tanto, siempre deseables —, los hombres podían cons-
truir en la tierra u n lugar habitable donde podrían so-
brevivir o v i v i r — p o r u n tiempo, o para siempre si lo
que se edificaba era el lugar donde las almas se iban a
cobijar—.

Saqqara, el primer cementerio construido p o r el


hombre, el modelo de todo cementerio, era una cons-
trucción celeste depositada en la tierra, o era, al menos,
una reproducción, lo más fidedigna posible, de u n m o -
delo ideal. L a ciudad de los muertos, en tanto que idea,
estaba hecha para siempre, con u n material para la eter-
nidad — curiosa o paradójicamente, pese a su blancura
cegadora, con la materia más inerte, menos espiritual
que pueda concebirse: la piedra calcárea, que era consi-
derada c o m o la osamenta de la (madre) tierra—. E n

1
tillittif«te
La ciudad de Los muertos: un modelo de ciudad 129

tanto que idea descendida del cielo, la ciudad de los d i -


funtos se ofrecía a la vista de los hombres como el m o -
delo de todo recinto construido para proteger la vida.
L a ciudad de los muertos, entonces, no era una réplica
de la ciudad de cada día, no estaba hecha a imitación de
la ciudad de los vivos, no era una sombra de ésta, hecha
para que las sombras que son las almas se escondieran
y dejaran de inquietar a los vivos haciéndoles sombra,
sino que, p o r el contrario, _era la primera ciudad de la
cual derivarían todas las demás, la ciudad originaria que
fundaba a las que se construirían a partir de entonces.
L a ciudad verdadera, la ciudad celeste, era u n recinto
sagrado: u n templo, u n cementerio. Así, p o r ejemplo, la
Jerusalén celeste era el modelo que u n ángel enseñó a
Juan, el m i s m o que Yahvé tendió a D a v i d para que edi-
ficase la Jerusalén que todavía h o y es visible alrededor
del monte Gólgota. M a s en la Jerusalén celeste vivían
— si hay vida tras la muerte— todos los que y a habían
pasado por, los que habían superado, la prueba de la
muerte, las almas de los difuntos, en compañía del sé-
quito celeste de ángeles, arcángeles, tronos y bienaven-
turados:

"nada profano entrará en ella, n i los que cometen


abominación y mentira, sino solamente los inscritos en
el libro de la vida del C o r d e r o " , escribió Juan en el
Apocalipsis (21, 27).

C u e n t a C a l v i n o que al llegar a las puertas de E u -


sapia, los habitantes de esta ciudad invisible, aunque se
hubieran quedado en los huesos, proseguían c o n las
130 Pedro Azara
La andad de los muertos: un modelo de ciudad
131
mismas labores que practicaban en vida, apenas inte-
rrumpidas p o r el rápido descenso hacia la tumba. N o eran de este m u n d o : éstos eran los muertos, y la c i u -
bien habían llegado a su nueva morada, seguían traba- dad modélica que serviría de base para edificar la ciudad
jando, más ligeros sin duda, libres ya del miedo y de la donde los vivos vivirían, y v i v i m o s , era la ciudad eter-
parálisis que les provocaba la idea de la muerte — e l na, situada más allá de las contingencias terrenales: la
pensar en la muerte inevitable por la que y a habían p a - ciudad de las sombras.
sado para siempre — , sin que esta actividad les i m p i - Quizá es lógico pensar que el primer proyecto
diese cavilar en mejoras que podrían i n t r o d u c i r en su que deba realizar u n estudiante de arquitectura, cuya
nueva ciudad. D e m o d o que la ciudad de los muertos profesión le llevará a intentar construir el m u n d o d o n -
se iba perfeccionando, de manera distinta, y de mane- de los hombres puedan v i v i r en condiciones (más) so-
ra más rápida y eficaz, que la ciudad de los vivos. L o s portables, sea u n cementerio, pues allí es donde se des-
muertos, desencarnados, en tanto que espíritus, podí- cansa y se olvida uno de todo —para siempre —.
an hacer cosas que los vivos, más lentos, menos etére-
os, no podían hacer, al menos c o n el mismo empeño y
la misma rapidez. Toda vez que la ciudad de los muer-
tos tenía que ser una copia de Eusapia, y puesto que
esta imagen se iba modificando a medida que llegaban
nuevas almas, p r o n t o ocurrió que fueron los vivos los
que tuvieron que redoblar esfuerzos y modificar, m e -
jorar, su ciudad, para que siguiera siendo igual a la c i u -
dad bajo la tierra. Y así, Eusapia fue a remolque de su
sombra. Esta estaba siempre en mejores condiciones.
E n ella se laboraba y se circulaba mejor que en la s u -
perficie. L a ciudad obscura se convirtió en el modelo
deseable, en el espejo donde los vivos se miraban, en
un sueño casi inalcanzable. Llegó u n día, narra C a l v i -
no, que se dijo que " e n realidad habrían sido los muer-
tos quienes construyeron la Eusapia de arriba a seme-
janza de su c i u d a d " . L a ciudad primera, la ciudad que
los hombres t o m a r o n desde entonces como modelo,
lógicamente, era una ciudad levantada por seres que no
L a ciudad de los cielos:
arquitecturas ideales
w

H a c e r arquitectura (o construir una ciudad) c o n -


siste en delimitar una porción de espacio. L o s augures
o sacerdotes etruscos y romanos encargados de fundar
un templo o una ciudad empezaban por trazar u n rec-
tángulo en el cielo con una vara, orientado hacia los
puntos cardinales, que posteriormente proyectarían
sobre el suelo. D e este m o d o , el dibujo celeste bajaba
de las nubes y se enraizaba. E n E g i p t o , los faraones
que ordenaban la construcción de los templos y que
presidían los actos de fundación marcaban, mediante
una cuerda sostenida por palos plantados en las esqui-
nas del futuro edificio, los límites de la construcción.
D e este m o d o , anunciaban que el templo estaba p o r
venir. Gracias a las trazas sobre el suelo, el templo e m -
pezaba a existir (templum, en latín, significaba "espa-
cio d e l i m i t a d o " y no sólo " t e m p l o c o n s t r u i d o " , pues
la delimitación de la tierra era el requisito necesario
para que el templo existiera. Después de dibujar los lí-
mites del templo en la tierra, el culto y a podía practi-
carse. E l terreno había quedado consagrado a alguna
divinidad). L a primera piedra ya anunciaba la última.

L a arquitectura tiene que tomar tierra. Las cons-


trucciones, cuyos perfiles se recortan sobre el cielo,
cuyos volúmenes se alzan en el aire y cuyos paramen-
tos acristalados (las ventanas tradicionales y los m u -
ros-cortina espejeados contemporáneos) reflejan las
136 Pedro Azara La ciudad de los délos: arquitecturas ideales 137

nubes y se confunden con ellas, necesitan descansar en curvas volátiles, que apenas dejan u n a estela en el p a -
el suelo y h u n d i r sus cimientos en la tierra. U n p r o - pel, se convierten en unos contornos petrificados, i n -
yecto de arquitectura consiste en u n edificio o u n c o n - amovibles. C o n s t r u i r , a menudo, i m p l i c a desdibujar el
junto de construcciones aún p o r edificar; éstas son t o - proyecto. L a nitidez de los contornos se difumina. Su
davía u n sueño, el sueño del arquitecto o del usuario. gracia deja paso a pesadas formas de matrona. C o n s -
Están a la espera de materializarse, de cobrar f o r m a , de truir es matar u n p o c o u n proyecto.
"realizarse". S i n embargo, estos volúmenes ideales se L a arquitectura resulta, entonces, del encuentro
representan mediante documentos gráficos entre los de unas formas ideales c o n la tierra. D i b u j a r o p r o y e c -
que destacan las plantas del edificio. Así, en griego an- tar (sobre el papel o el terreno) i m p l i c a que formas aún
tiguo no se distinguía entre " p l a n o " y " p l a n t a " . Tupos confusas o nebulosas, propias aún del espacio allende
significaba tanto " d i b u j o gráfico" c o m o " d i b u j o o p r o - las nubes, se i n d i q u e n o se circunscriban nítidamente
yección h o r i z o n t a l " .
1
(antes que el proceso constructivo las vuelva a embo-
U n a planta es justamente la proyección de u n edi- rronar).
ficio sobre la tierra. L a planta, en verdad, muestra la L a arquitectura ideal es arquitectura. Es la arqui-
huella de la arquitectura apoyándose pesadamente so- tectura. N o cabe más arquitectura que la ideal, esto es,
bre el suelo. Sella el contacto de u n a f o r m a intangible que la arquitectura dibujada, proyectada. E l calificati-
sobre la materia. Gracias a una planta el edificio puede vo, en este caso, es redundante. Toda arquitectura es
"materializarse". T o m a f o r m a o cuerpo. Se hace v i s i - ideal, esto es, nace del encuentro de una forma mental
ble. Mientras no se traza la planta (sobre u n plano, es- (ideal o celestial) sobre u n plano terrenal. L a arquitec-
to es, sobre u n papel o sobre el plano del suelo), el edi- tura, en verdad, sólo puede existir " a n i v e l " de proyec-
ficio sigue siendo una entelequia. L a planta refleja la to, en tanto que proyecto. H a b l a r de "arquitecturas
idea del arquitecto. Gracias a la planta, ésta cobra for- ideales" es hablar de arquitectura, de lo que la arqui-
ma y se hace visible (recordemos, u n a vez más, que tectura "es" —antes que el no-ser de la materia la lastre
" i d e a " , en griego, significaba " f o r m a " ) . Más tarde, la para siempre y la convierta en u n cascarón muerto —.
construcción podrá alterar la perfección de las formas. L o s mejores arquitectos como A l b e r t i o Leonardo, p o r
L o s materiales podrán ensombrecer la pureza de las lí- ejemplo, casi nunca construyeron. Las mejores creacio-
neas proyectadas. A medida que se construya, el edifi- nes siempre se quedaron en el papel. Las villas modéli-
cio se irá haciendo cada vez más masivo, cada vez más cas de Palladio nunca se irguieron sobre los tímidos
pesado. Las líneas ingrávidas adquirirán u n a insólita prados del Véneto. L a bruma n i los revoques levanta-
dureza, c o m o la del surco, grueso y p r o f u n d o , marca- dos empañaron la pureza cristalina de sus cuerpos n i de
do p o r u n b u r i l manejado p o r u n a mano inhábil. Las sus alas ideales. Las villas palladianas ejecutadas (en el

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La ciudad de los cielos: arquitecturas ideales 139
138 Pedro Azara

del edificio que la divinidad le mandaba construir y le


sentido arquitectónico y judicial de la palabra) son u n
aclaró que la divinidad, p o r medio de historias y de
pálido reflejo, son una sombra de lo (de las) que eran en
cuentos, le había narrado, de m o d o velado, cómo tenía
el papel. .Es la materialidad la que ensombrece la idea. que operar para volver a levantar el santuario p r i n c i -
L a transforma en sombra, desvitalizándola, matándola pal. A u n así, G u d e a estaba confuso. N o lograba tener
poco a poco. E l edificio construido es papel mojado, una imagen clara del templo que debía edificar. E n t o n -
una imagen desvaída de lo que era, de lo que es (en los ces su madre le recomendó que se acostara no sin a n -
planos). tes i m p l o r a r de nuevo la intercesión del dios N i n g i r s u .
A q u e l l a noche el dios volvió a manifestarse y le entre-
" U n día, durante un sueño profético gó la planta del templo que dibujó a medida que G u -
el rey Gudea vio a su señor, el dios Ningirsu dea le describía el templo celeste aparecido en sueños.
que le habló acerca de la construcción de su santuario
L a planta, trazada sobre una tablilla de arcilla (seme-
y le mostró las principales instituciones sumerias [...]
U n guerrero, entonces, apareció ante Gudea, y le tendió el jante a la que los arquitectos mesopotámicos emplea-
brazo ban), reflejaba a la perfección la forma, las medidas y
que sostenía una tablilla de lapis lázuli. las proporciones del templo ideal. A partir de enton-
Era Nindub, el dios arquitecto: le dibujó la planta del san- ces, el rey G u d e a no tuvo dificultad alguna para man-
tuario". dar construir el santuario. Éste y a existía claramente
(Gudea, Cilindro A)2
en el plano. C u a t r o m i l años más tarde, del templo só-
lo se han conservado sus rasgos esenciales: las trazas de
L a identidad entre lo ¿deal y lo proyectual acon- los muros en el suelo y una planta en una tablilla. G r a -
tece desde los orígenes de la arquitectura. E l célebre cias a éstas, sabemos exactamente cómo era, qué forma
poema neo-sumerio del sueño del rey G u d e a (II mile- tenía y cual era su función (qué ritos se practicaban).
nio a. C . ) cuenta que, una noche, N i n g i r s u , el dios Es como si el templo no hubiera desaparecido. Sigue
protector de la ciudad de Lagash, apareció en sueños al estando presente. Sus huellas en la tierra mantienen su
rey y le mandó que reconstruyera el gran templo de la recuerdo. Las trazas (en el suelo y en la tablilla de ar-
ciudad al tiempo que le mostraba u n santuario flotan- cilla) revelan, mejor que las ruinas de los muros de
do en las nubes; al despertarse, G u d e a , preocupado otros templos, l o que fue el santuario.
por esta visión, emprendió u n largo viaje hacia la c i u -
Las ciudades que han sido el centro del m u n d o
dad donde se hallaba el recinto sagrado en el que m o -
han tenido u n modelo celestial. Antes de que R o m a se
raba su madre, la diosa N a n s h e , intérprete de los sue-
construyera dentro de u n perímetro trazado a partir
ños. Ésta le aclaró las enigmáticas imágenes poéticas y
de la proyección de u n recinto dibujado en el aire (el
visuales. L e contó que el templo celeste era el modelo

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140 Pedro Azara La ciudad de los cielos: arquitecturas ideales 141

" p o m e r i o " ) , la ciudad de Jerusalén, construida en l o ciará que la ciudad de dios se abrirá a todos los h o m -
alto de una colina, era el reflejo de una Jerusalén res- bres de los tiempos renovados, a los que se habrían l i -
plandeciente, forjada c o n metales preciosos moteados brado del tiempo y de la materia:
de gemas y de cristal de roca, cuya visión sólo estaba al " E s t a es la morada de dios c o n los hombres. P o n -
alcance de los profetas. E n esta ciudad, c o m o en toda drá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él,
ciudad celestial, los mortales no podían vivir. L a Jeru- D i o s - c o n - e l l o s , será su D i o s " .
salén en los cielos descansaba sobre u n delgado apoyo
de nubes, apenas una sombra leve y blanquecina sobre Las ciudades ideales han estado ligadas a los tiem-
un cielo intensamente azul, u n poco de materia de i n - pos nuevos. Están en el centro de las tierras p r o m e t i -
certidumbre sobre u n f o n d o liso esmaltado de añil que das. F u e durante el renacimiento cuando los arquitec-
protegía a los hombres en la tierra de su excesivo res- tos, queriendo dar la espalda a las edades oscuras, se
plandor. Las ciudades ideales están pobladas de seres dedicaron c o n más ahínco a soñar en ciudades celes-
que no son de carne y hueso, sometidos a la gravedad tiales. Ciudades de planta circular c o m o la bóveda del
y a la opacidad de la materia. cielo, circundadas p o r murallas apoyadas sobre la f i -
Ángeles, almas, resucitados y toda clase de seres gura geométrica más perfecta, aquella que nimba la faz
sobrenaturales son los únicos que pueden morar entre de las divinidades, proyectadas a imitación de la Jeru-
los muros broncíneos. Las imágenes renacentistas de salén celestial levantada según una planta circular (el
ciudades ideales muestran calles rectilíneas vacías, p l a - término "levantar" aquí es particularmente adecuado:
zas inmensas y desiertas p o r las que nadie ha cruzado, la ciudad celestial o ideal se yergue y flota sobre la tie-
monumentos de la antigüedad dedicados a los muertos rra c o m o una nube varada). Las ciudades ideales eran
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(arcos de triunfo, obeliscos y estatuas postumas) y ca- el anverso de las urbes de trazas medievales que sub-
sas c o n los postigos cerrados bajo u n cielo inclemente- sistirán hasta mediados del siglo XIX. Se libraban de la
mente l u m i n o s o . N a d a existe salvo el cuerpo mineral red laberíntica, sucia y oscura de callejuelas, en la que
de los monumentos en medio de u n vacío gélido y ten- era tan fácil perderse, que se abrían dificultosamente
tador. P o r ellas no pasa u n alma. Sólo pasa u n ángel por debajo de las casas construidas sobre la vía públi-
que suspende el tiempo. ca, sobre túneles abovedados que robaban la vista de
las calles. Las ciudades ideales carecían de edificios
Sin embargo, tras la apertura del séptimo sello, la amontonados, m a l construidos, sostenidos p o r vigas y
ciudad celestial descenderá de las nubes "engalanada pilares de madera carcomidos, que en cualquier m o -
c o m o una novia ataviada para su esposo" (Ap, 21, 2+). mento podían incendiarse. L a purificadora l u z solar
U n a "fuerte v o z " se hará oír desde u n trono y anun- penetraba uniformemente, a través de arterias ordena-
142 Pedro Azara

das que convergían hacia el corazón de la urbe, p o r to-


do el tejido urbano.^Por medio de las ciudades ideales E l palacio de G u n d o s f o r o
se quería combatir la oscuridad de las calles y de las
mentes. E n éstas no habría lugar para la ocultación.
E r a u n espacio purgado por una llama flamígera. E l si-
glo de las luces también fue pródigo en proyectos de
ciudades ideales o utópicas pensadas para u n hombre
nuevo (para u n hombre que hubiera dejado de c o m -
portarse c o m o u n ser humano, de ser u n humano). L o s
rascacielos de fachadas de cristal del siglo X X , las torres
sin f i n desvaneciéndose en los cielos, c o m o la que el
arquitecto Jean N o u v e l pretendía plantar en París, re-
flejarían el deseo de desmaterializar la ciudad y expo-
nerla a la l u z .

^Las ciudades ideales se han opuesto a las ciudades


del presente. Reniegan del presente. H a n sido, son y
serán siempre ciudades pertenecientes a otros tiempos.
Ciudades del futuro o ciudades surgidas del pasado,
vueltas hacia u n pasado nostálgicamente evocado y so-
ñado. Su realización nunca podrá ser inmediata. Su
construcción tendrá que ser siempre postergada..La
ciudad ideal no puede existir en el presente, no puede
hacerse presente.
L o s seres humanos tenemos la suerte de tener
sueños de ciudades ideales. Pero también el cielo nos
ha incapacitado para construirlas, aunque no nos haya
impedido que pensemos siempre en ellas. Pues la hora
del hombre habrá pasado el día venidero en que nues-
tras ciudades se vuelvan ideales.
% Colección Hipótesis
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* Castillos en el aire

• Mito y arquitectura
% en Occidente
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m Pedro Azara
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