Sei sulla pagina 1di 13

CURAS FACCIOSOS Y LEGITIMISTAS EN LA GUERRA DE 1851 EN LA

PROVINCIA DE ANTIOQUIA

INTRODUCCIÓN

La guerra de 1851 es una respuesta de los conservadores a las reformas liberales de

mediados del siglo XIX impulsadas por la administración de José Hilario López. Dichas

reformas estaban encaminadas a la abolición de la esclavitud y a la transformación,

según los liberales, de las caducas instituciones coloniales por otras más acordes con el

reto de la modernización. Es decir, con las reformas liberales se buscó: la abolición de

la esclavitud y así convertir la tierra en mercancía y darle libre circulación; Liquidar las

trabas del comercio, de las reglamentaciones y los monopolios para facilitar la libre

actividad en todos los órdenes; igualar a todos los hombres de la Nación en el terreno de

los derechos ciudadanos; suprimir el ejército de caudillos; separar la Iglesia del Estado y

de paso liberalizar la enseñanza, abolir el fuero eclesiástico y los diezmos, elegir

popularmente a los párrocos. Finalmente, liberalizar el Estado.

Estas reformas fueron leídas por la “elite” conservadora antioqueña y el clero, como

políticas estatales para “destruir la religión cristiana con reformas religiosas como la

supresión del diezmo, la abolición del fuero eclesiástico, la facultad concedida a los

cabildos parroquiales para nombrar y presentar los curas de entre los propuestos por los

diocesanos y la introducción del matrimonio civil. Así mismo, consideraban que ese

gobierno quería implantar el comunismo y prorrogar la desmoralización de las

costumbres. Otro ingrediente más en el conflicto, fue la expulsión de los Jesuitas de la

Nueva Granada. A lo anterior se sumó, la división de Antioquia en tres provincias

(Antioquia, Córdoba y Medellín), como un objetivo del gobierno central para dividir el

poder de la elite conservadora antioqueña con un fuerte poder regional y de gran

1
influencia en la política central. La participación del clero en la guerra de 1851 en

Antioquia fue significativa, "Dios y Federación" fue su lema.

Las políticas de intervención estatal en materia religiosa, se hicieron innegables desde

los primeros meses del gobierno de López. Así lo demostró el gobernador de la

Provincia de Antioquia Jorge Gutiérrez de Lara en una nota del 12 de octubre de 1849

en la que informa sobre los pagos que deben hacérsele a los prelados por parte de los

cabildos parroquiales, pues debido a que los diezmos fueron agregados a la renta de la

hacienda nacional, los curas sufrieron las consecuencias económicas de dicha ley. El 27

de mayo de 1851 se expidió la ley de patronato que ocasionó fuertes conflictos entre la

potestad civil y eclesiástica. Dicha ley tenía como objetivo darles a los cabildos

parroquiales y a los padres de familia el poder de nombrar curas, decretarles un sueldo

fijo, también se imposibilitó a los obispos para cobrar cualquier tipo de derechos de

visita. Por supuesto, estas leyes fueron sancionadas por el obispo Metropolitano

Mosquera y los curas en general y se argumento que solo la Iglesia tenía el poder

terrenal para asignar los cargos espirituales y para administrar su ministerio.

Estas estrategias utilizadas para debilitar el dominio de la Iglesia, justifica la simbiosis

que se dio entre ella y el partido conservador, resultado en nada beneficioso para los

objetivos de las reformas liberales: la separación de la Iglesia y el Estado. Las dos

potestades estuvieron de acuerdo en algo: la unión entre el partido conservador y la

Iglesia Católica era necesaria para desterrar las doctrinas corruptoras del materialismo,

el comunismo, el socialismo y del ateísmo propuestas por los liberales como forma de

obtener la civilización y el progreso. Las políticas adoptadas por los liberales contra la

Iglesia, fueron ataques explícitos a su poder económico y al peso que constituía su

poder social y moral dentro de la sociedad neogranadina. El clero y los conservadores

2
respondieron desde el púlpito, las arengas y los panfletos, espacios para manifestar su

inconformidad.

La proclamación de la rebelión estuvo acompañada de la inmediata invitación que hizo

al clero y a los conservadores el ultraconsevador marinillo Rafael María Giraldo,

gobernador de la Provincia designado por Borrero, a los curas y párrocos del Estado de

Antioquia, con el fin de tener su apoyo para la revolución, utilizando argumentos

morales y políticos, como la invitación a la “guerra santa y justa”, pilares para la

rebelión.

Este llamado del señor Giraldo incidió en la participación directa en la guerra del

Presbítero Canuto Restrepo quien estuvo al lado del dirigente de la guerra, el general

Eusebio Borrero. Para Canuto Restrepo, la guerra lleva en sí misma hace inevitable el

derramamiento de sangre. Para Canuto Restrepo los sacrificios y la sangre son

inseparables de la guerra.

Restrepo justificó su participación en la guerra argumentando que los prelados no

pueden ser simples espectadores, que deben defender las instituciones y su legitimidad,

defender la patria de las ideas liberales que iban en contra de las instituciones

republicanas, de la moral y de la civilización. El Presbítero Restrepo lo que hizo fue

una simbiosis de lo religioso y lo político, dos mitos que cohesionaron la sociedad y le

cimentaron la intolerancia, de corte religioso y la violencia como producto de estos: la

guerra constructora de Nación, y el hecho fundacional, ser católico. Un buen patriota

debe, entonces, ser un buen católico y defensor de las instituciones porque para la

religión y el patriotismo no son incompatibles, sino que se complementan.

Los curas que participaron en la guerra de 1851, provenían en gran parte de Medellín y

de localidades aledañas principalmente de las regiones del oriente antioqueño y de

3
diferente condición social, lo que explica las participaciones del clero bien fuera a favor

o en contra del gobierno liberal.

Abordaremos a continuación los indultos a los que se sometió el clero que había

participado en la guerra bien sea a favor o en contra, porque por medio de los indultos

se hace más clara la participación de los clérigos.

INDULTOS A LOS CLÉRIGOS REVOLUCIONARIOS

El gobierno liberal del presidente José Hilario López vencedor de la guerra de 1851,

reconoció en la Iglesia católica y en el partido conservador el peso ideológico que

ostentaban sobre la conducta y normalización de los hombres granadinos.

El gobierno liberal se vio en la tarea de indultar a los implicados en la guerra, pues los

insurrectos que se movilizaron motivados por la ideología conservadora, fueron un gran

porcentaje de la población. La importancia de declarar un perdón general, obedeció a la

necesidad de apaciguar los ánimos entre las clases subalternas y principalmente entre

los políticos, el clero y militares que participaron en la guerra, además, el indulto trajo

consigo una buena estrategia, hacía ver al gobierno liberal indulgente y justo, y a la vez,

castigaba a los facciosos por medio del obligado empréstito forzoso como condición de

perdón.

El dos de octubre de 1851 en el cuartel general de Medellín el señor Tomas Herrera

decreta un indulto al clero granadino que tomo parte en la rebelión que encabezó el ex

general Eusebio Borrero en el que concede indulto a los curas que participaron

abiertamente en la revolución conservadora predicando, con ayudas de cualquier tipo,

abusando de su ministerio cuando su labor y deber era buscar la paz en los feligreses.

4
Los indultos al clero católico reflejaron la necesidad de un perdón colectivo que

ciertamente contribuyo a la necesidad liberal de afianzar su poder, de ser visto como un

gobierno justo y ecuánime. Al mismo tiempo, el indulto al clero puede verse como una

forma de reprochar la posición partidista y violenta de la Iglesia que incito a la discordia

entre los granadinos. El discurso liberal está dirigido a dos cuestiones, por un lado, se

concede perdón general al clero pero al final del artículo, censura la posición del cura y

lo hace ver como manipulador, que abusa de su ministerio para salvaguardar su potestad

política a través de la excitación a la guerra.

Aunque fue en octubre de 1851, recién terminada la guerra civil, cuando el indulto del

general Tomas Herrera se efectuó y se hizo público. Posteriormente durante el año de

1852, los jefes políticos de las provincias accedieron a conceder nuevos indultos y a

determinar las necesidades generales de los implicados en la guerra, pues no tardaron en

llegar los casos de insurrectos que no gozaban de tal perdón y en otros casos, que

gozaban de él, pero a consecuencia de ello debieron pagar empréstitos forzosos de gran

cuantía.

El 22 de enero de 1852 el abogado José María Facio Lince, gobernador de la provincia

de Medellín, en uso de sus facultades concede el decreto del poder ejecutivo con fecha 8

de noviembre de 1851 en la cual se indulta por sedición, rebelión y traición en la

provincia de Antioquia en los setenta días que duro la Revolución. Los clérigos fueron

los Presbíteros José Manuel Lobo Rivera, José Ignacio Montoya, José Cosme Zuleta,

Manuel de Posada Ochoa, entre otros. El indulto exoneraba a cualquiera de ellos, por la

naturaleza de sus compromisos y dependiendo de estos, estarían sujetos a salir del

territorio de la República o ser amnistiados.

5
Los agraciados del indulto deben ser sometidos a la condición de pérdida del empleo

eclesiástico. Es decir, se les concedió el indulto pero a cambio, los sacerdotes

insubordinados debería pagar el precio de su posición frente el gobierno liberal.

El clero en general estaba inconforme porque las leyes de López seguían aplicándose

buscando reducir el poder del clero, el gobierno puntualizó ordenes explicitas contra los

curas, dictamines explosivos que ciertamente debieron ser apreciados como insolencias.

El clero a regañadientes tolero la situación, pero ciertamente el descontento general se

ve reflejado en la indiferencia y casi desobediencia para aceptar el indulto.

El Presbítero José Manuel Lobo Rivera perdió su carácter de párroco y durante tres años

no pudo residir en ninguna de las tres provincias de la antigua Antioquia por su apoyo

económico a los rebeldes y por hacer uso del pulpito. Para el 26 de abril de 1852 en

Medellín, el gobernador de la provincia José María Facio Lince informa que el

Presbítero Lobo Rivera debe encontrarse en Belén, obstinado en rechazar los indultos

que se le habían ofrecido.

El 3 de mayo de 1852 en Medellín, Lobo Rivera se acogió al indulto, no con mucha

complacencia y acepto la condición de salir del territorio para así recibir su pasaporte.

Posteriormente el Presbítero se oculto de las autoridades políticas, por lo que se informó

de ello y se pide que si el Presbítero desea la gracia del indulto debe salir de de la

provincia en menos de 3 días. Este pagó al gobierno a cambio de ser exonerado de su

participación en la insubordinación conservadora, la suma de 4.000 reales por vía de

empréstito sin interés pagadero de tres años. Las razones de su indulto se deben a que su

actividad política durante la guerra de 1851 lo llevó al encarcelamiento, lo mismo

ocurrió con el Presbítero José Ignacio Montoya (Fredonia), liberal, quien participó

6
activamente en la revuelta y fue indultado a cambio de no volver a ejercer sus labores

como cura en la Provincia de Medellín

El indulto aún en clérigos adictos al gobierno legítimo ratifica la búsqueda de la

administración de López por mantener al clero por fuera de los asuntos políticos, es

decir, cumplir con los principios liberales de separar a la Iglesia y el Estado. El indulto

para el Presbítero José Cosme Zuleta, lo obligó a no residir en la Provincia de Medellín.

El 19 de enero de 1852 en Medellín, se levanto un juicio criminal contra el Presbítero de

Sopetrán Ramón Marín por su complicidad en los delitos de rebelión durante la

revolución, por tal razón, se le solicitó al gobernador de la provincia de Medellín José

María Facio Lince, se sirviera buscar a dicho Presbítero para ponerlo a disposición del

gobernador de la provincia de Antioquia. Por su parte, el Presbítero Marín, el 15 de

mayo de 1852, le informó al gobernador de la provincia de Antioquia sus fervientes

deseos de fijar su residencia en las provincias de Córdoba o Medellín pero dice no

poder hacerlo por estar excluido del indulto. El Presbítero continúa afirmando que tal

exclusión del indulto no tiene razones valederas y que efectivamente es injusto a su

persona, por lo que afirmó que no hay ninguna prueba de su participación en la rebelión

bien fuera a favor o en contra

Marín afirmó que en el momento que se concedió el indulto, se encontraba en la cárcel

de Santa Fe de Antioquia y que el señor juez letrado del circuito lo excluyó de culpas

teniendo en cuenta los parámetros del indulto. A dicho sacerdote se le estaba llevando

un procedimiento criminal y después del indulto, lo canceló el juez letrado y el 4 de

octubre, se le restituyó su libertad. Sin embargo, el decreto del 30 de enero impugnó los

efectos del indulto anterior, por lo que perjudicó a muchos de los hombres que gozaban

de dicho absolución, como es el caso del Presbítero Marín. Dicho cura afirma que es

7
injusto que lo condenen por hechos ya olvidados y que se le debe incluir en el indulto

otorgado por la gobernación.

El 12 de enero de 1852 en Sopetrán el señor Jorge García, informa que el cura de esta

parroquia, el Presbítero Ramón Marín hace cuatro días que se fue de la parroquia de

Sopetrán y que no sabe hacia dónde se dirigió y afirmó que están sin párroco y que la

iglesia y los libros parroquiales no fueron entregados; Igualmente informó el señor

García que Marín dirigió a su despacho una representación renunciando a la gracia del

indulto con fecha del 19 de enero. Estos hechos ameritaron una investigación y se

emitió una citación de juicio al Cura Marín en la ciudad de Medellín

Posteriormente en Santa Fe de Antioquia, el 19 de mayo de 1852 el señor gobernador de

esta provincia, afirmó que el Presbítero Ramón Marín gozaba de la gracia de indulto

concedida por el ciudadano general Tomas Herrera. Firmado por J. M. Sarrazola.

En Bogotá el 18 de febrero de 1852 el gobernador de la provincia de Antioquia envió un

comunicado a las autoridades civiles, con el objetivo de informar la desobediencia de

algunos prelados con respecto a las leyes del gobierno y pidiendo tomar las medidas

concernientes para prevenir cualquier alteración del orden publico

En Bogotá a 25 de febrero de 1852, el señor José María Flores envió una nota donde

manifestó la desobediencia disimulada de los eclesiásticos para cumplir los mandatos

del gobierno, debido a la resistencia y oposición por parte de los prelados y otros

eclesiásticos a la ejecución de algunas leyes dictadas por el Congreso de 1851. Es por

ello que el señor Flores pide la vigilancia de la conducta de los eclesiásticos,

principalmente de los que tienen a su cargo la cura de almas. Que se trate de descubrir si

mantiene correspondencia en un sentido sedicioso con el nuncio de la Santa Sede

residente en esta capital, o con los prelados diocesanos.

8
Ciertamente era espiar legalmente los movimientos dentro del clero para de esta manera

evitar cualquier tipo de conducta malintencionada contra las leyes del gobierno liberal

lo que muestra cierto temor por la posición de los curas, pues ella podría tener mucha

influencia en el comportamiento de los civiles en la población antioqueña. Por otro lado,

el Presbítero Emeterio Ospina el 6 de marzo de 1852 pide la gracia del indulto por

recomendación del señor Flores para así demostrar su buena fe con el gobierno.

EL señor José María Flores el 23 de marzo de 1852 en Bogotá, le concedió el indulto al

Presbítero José Joaquín Isaza con relación a sus compromisos políticos en el tiempo de

la Revolución quedando en consecuencia exento de la condición de residir fuera del

territorio de la República.

DERECHO DE ESTOLA

Durante el año de 1852, meses después de finalizada la guerra, las políticas liberales

siguieron su curso a favor de un desmembramiento del poder económico del clero

católico. Las ordenanzas y decretos de los diferentes cabildos parroquiales son un

ejemplo tangencial de esta situación. Durante este año se reviven nuevamente los

decretos normativos contra la Iglesia Católica expedidos en 1851.

En el cabildo parroquial de Concepción, el 24 de abril de 1852 se hizo uso de la

ordenanza del 27 de diciembre de 1851, (copia de julio 20 de 1852 en el cabildo

parroquial de Rionegro), en lo relativo a los derechos de Estola de los curas donde se

reglamentó la supresión de estos y se le fijó un sueldo de doscientos cincuenta pesos al

párroco, obtenidos por medio de un comparto entre los habitantes de los domiciliados

en el distrito.

9
Pese a que “el derecho de estola” venía ejerciéndose desde los gobiernos anteriores, al

parecer todavía para mitad del siglo XIX, no había una consecuencia clara de esta

normalización. Es por esto que, la pretensión de la aplicación de estos estatutos

continúo en vigencia, los señores vocales del cabildo de Salamina realizaron una

reforma con relación a la administración pública el 6 de noviembre de 1852. En lo

relativo a los “derechos de estola” empezaron a aplicar el decreto desde el 1 de mayo;

sin embargo, afirmaron que dicha contribución si bien esta estipulada por la ley, en la

práctica no se cumple por los vecinos, debido a la resistencia y repugnancia que

manifiestan cuando les es cobrada la contribución establecida.

Posteriormente pide el cabildo de Salamina que se fije la cantidad suficiente para cubrir

los gastos del culto debido a la reunión ordinaria de padres de familia del cabildo la cual

tendría lugar el mismo mes de noviembre y en donde se efectuaría un acuerdo sobre el

pago de culto.

El 31 de diciembre de 1851 en la provincia de Medellín se le aplicó un empréstito

forzoso al Presbítero Manuel S. Valenzuela de 340 pesos, suma considerable que la

mayoría de las veces se les imponía a hombres de conocida fortuna. El Presbítero alegó

razones para no poder pagar dicha suma de dinero, argumentado que solo posee una

casa de 1700 pesos y que tendría que empeñarla para pagar la suma que se le pide,

ocasionándole la ruina. Valenzuela trato de persuadir al poder local para que rebajara el

valor del indulto; primero informa sobre sus activos generales y posteriormente trata de

disuadir la rigurosidad del empréstito magnificando la justicia del gobierno liberal.

Luego, ante una posible posición intransigente del gobierno, Valenzuela afirmó que si

se toman medidas en su contra pedirá el asilo del pabellón italiano, donde se encontraba

el nuncio de la Santa Sede. Pide revisión de sus bienes para que se pruebe su

afirmación.
10
El sacerdote pone en tela de juicio la idea del gobierno con respecto a las fortunas de los

sacerdotes, dado que las intenciones del gobierno liberal eran desarticular el cuantioso

caudal de las arcas eclesiásticas, por lo que las imposiciones de cuantiosas sumas de

dinero era la manera más eficaz de declarar la guerra, de continuarla a través de la

normalización política. Por supuesto, los prelados no estaban muy a favor de tales

requerimientos oficiales y ciertamente acogerse a ellos fue una labor que hicieron de

mala gana; pero no por ello dejaron de utilizar las cartas engalanadas de reclamos y de

porqués, y de utilizar a la Santa Sede como mediador de sus desasosiegos. Puede

considerarse una manera eficaz de disuadir a los políticos liberales para que no cobraran

sumas de dinero de tal envergadura.

Por otro lado, en la parroquia de Yarumal el 15 de abril de 1852, se dirige una carta al

señor gobernador de la provincia de Antioquia a través del secretario Rafael Roldan, y

mandada por el Presbítero Emeterio Ospina, pues según le ha dicho el vicario de Santa

Rosa Bernabé Hernández, él no puede gozar del indulto concedido por el gobernador de

la provincia de Antioquia por lo que aclara que es un párroco de buena conducta, que

cumple los principios de la constitución y que respeta las autoridades.

En el discurso liberal, registrado en la prensa, hay un ataque explícito contra el clero.

Evidentemente su dirección se encamina a reprochar la posición intransigente de los

curas, los cuales según la opinión liberal, se jactaron de tener piedad y consideración

con los hombres; mientras lo que realmente desearon era beneficiarse de la fe granadina.

A costillas de esa fe, el clero impulsó su maquinaria de poder, arrancándole a las clases

subalternas sus recursos y como argumento se utilizó la religión. Es bastante disiente

este discurso liberal, el cual, no solo está dirigido al clero, si no que más bien está

dirigido a reafirmar una opinión opositora dentro de las clases subalternas respecto al

11
clero, por lo que se hace ver al cura como hombre peligroso en constante acecho de los

bienes del pueblo.

La constante en el discurso liberal es desacreditar bajo cualquier argumento a la Iglesia

católica. Sus ministros son ahora puestos en tela de juicio, se muestran como hombres

insurgentes, sediciosos y mundanos que solo aspiran a obtener el poder absoluto a

través de su intromisión en la política granadina. Como lo dice la perorata “los más

encarnizados enemigos de la lei...”. Aquí se deja claro algo bastante importante, y esto

es, que los sacerdotes pese a su poder espiritual no lograron evitar ser juzgados de igual

forma que la población civil, e incluso con mayor rigor y severidad. Inclusive puede

decirse que el discurso efectuado contra el clero, adquirió matices de corte funesto. Lo

anterior parece obedece al deseo liberal de superar el gran poder moral que tenían los

sacerdotes, por medio de la lucha incesante para que los civiles se formen una idea

desfavorable del clero. En otro periódico liberal “El Cometa”, se comenta con tono

sarcástico con toda clase de adjetivaciones negativas la posición del Clero y los

redactores de los periódicos el Día y la Civilización, de corte conservador quienes

apoyaron la rebelión “en honra y gloria de Dios”. Este discurso permite observar como

el liberal ve la simbiosis de los conservadores y el clero como una arremetida al poder

del gobierno. La oposición conservadora es tildada de inadecuada, de intransigente y

anárquica.

A guisa de conclusión, el clero fue un actor protagónico de la revolución de 1851,

utilizando el pulpito, los panfletos, las contribuciones económicas, aportó armas,

hombres y acompañó a los soldados en las batallas, exhortándolos a la rebelión y al

valor para defender la religión. Esta participación tan activa del clero en esta guerra,

puede entenderse debido a que los gobernantes liberales de los primeros seis meses de

1851 en la Provincia de Antioquia, se caracterizaron por su inestabilidad en la


12
administración dado que, por ser comerciantes, mineros y terratenientes el librecambio

una de las banderas de las reformas liberales en nada les afectaba. Apoyar abiertamente

la rebelión era poner en juego sus caudales y negocios, que podían por el librecambio

moverse sin ningún problema.

Se destaca que el gobierno liberal fue indulgente en relación a la participación del clero

en la guerra, sin embargo a través de los indultos buscó también la adquisición de gran

parte de las fortunas que estaban en manos de la Iglesia antioqueña, específicamente la

de los curas de corte conservador y controlar así el poder del conservatismo y el clero

en la provincia.

La participación del clero liberal es escasa, se encuentran pocas referencias como la

posición neutral de algunos de ellos que más tarde se hace clara su tendencia al

liberalismo. De todas maneras, el clero logró tanto para ellos como para los liberales el

Federalismo en Antioquia que se venía perfilando desde 1830, “Dios y Federación” fue

su lema. Si bien esta guerra buscó la separación Iglesia- Estado tuvo el efecto contrario.

13

Potrebbero piacerti anche