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Los Tratados de Derechos Humanos establecen una serie de principios aplicables a las
relaciones familiares, reconocen los derechos de sus distintos integrantes y legitiman el
papel del Estado en el proceso de tornarlos efectivos. Dicho de otro modo, no es
aconsejable el estudio y análisis de los Tratados y Convenciones de Derechos Humanos
uno a uno; ello restringe el marco de significado de sus normas y no colabora para una
interpretación óptima de su alcance, Más aun cuando está de por medio la
instrumentación de políticas públicas destinadas a reforzar el cumplimiento de esos
derechos.
Abarca tanto las discriminaciones voluntarias como las no intencionales que afectan a las
mujeres en todos los ámbitos de la vida social y en todas las etapas de su ciclo vital.
Declara:
La violencia contra la mujer se define como toda acción que le cause daño o sufrimiento
físico, sexual o psicológico tanto en el ámbito público como privado. Prescribe:
1. Las mujeres deben ejercer libre y plenamente sus derechos civiles, políticos,
económicos, sociales y culturales (art. 5).
2. Las mujeres tienen derecho a la igualdad ante la ley (art. 4) y a una vida libre de
violencia, tanto en el ámbito público como privado (art. 3).
2. Los niños y niñas deben ser protegidos contra toda forma de discriminación (art. 2) y se
debe respetar su libertad de pensamiento, conciencia y religión (art. 14, CDN).
4. Deben ser protegidos de toda forma de descuido, malos tratos, abuso físico y mental,
incluyendo abuso y explotación sexual (art. 19, CDN).
7. Los niños y niñas mental y físicamente impedidos deben disfrutar de condiciones que
aseguren su dignidad y faciliten su participación en la comunidad (art. 23, CDN).
8. Ambos padres deben cumplir sus obligaciones de crianza de forma equitativa y contar
con servicio de guarda de niños cuando trabajen (art. 10, CDN).
La ley 26.061 prevé a estos fines, en el Título IV: Órganos Administrativos de Protección
de Derechos (artículos 42 al 68). Entre ellos se destacan la formación de una Secretaría
Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, un Consejo Federal, un Defensor de los
derechos de las niñas, niños y adolescentes, el reconocimiento de Organizaciones no
Gubernamentales –ONG–, así como la obligación general de colaborar en el cumplimiento
de la ley a todas las personas jurídicas y físicas que fueren requeridas por el Defensor de
niñas, niños y adolescentes.
Este entrelazado de derechos debe analizarse con cuidado, ya que constituye un campo
rico en posibilidades para la interpretación y aplicación de las normas jurídicas. Por medio
de esa interpretación amplia puede potenciarse la efectividad, la vigencia, de la
Convención de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes(22).
Publicación en la pagina del Spem
Importancia de la Ley 26892
EL ACOSO ESCOLAR DAÑA LA SALUD FÍSICA Y MENTAL A LARGO PLAZO:
IMPORTANCIA DE LA LEY 26.892
A fines del año anterior, se sancionó y promulgó la Ley 26.892, denominada “Ley para la
promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las instituciones
educativas”, pero es más conocida como “Ley Anti Bullying”.
En esta ocasión analizaremos la importancia de su aplicación institucional en base a estudios
realizados por diversas universidades respecto a los daños que causa en los pequeños el acoso
escolar.
El objetivo de la norma es establecer las bases para la promoción, intervención institucional y la
investigación y recopilación de experiencias sobre la convivencia así
como sobre el abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas de todos
los niveles y modalidades del sistema educativo nacional.
Prohibiciones. Debe tenerse en especial consideración que la Ley establece imperativamente que
queda expresamente prohibida cualquier norma o medida que atente contra el derecho a la
participación de los docentes, estudiantes o sus familias en la vida educativa institucional.
Pero además y también imperativamente se establece que quedan expresamente prohibidas las
sanciones que atenten contra el derecho a la educación
o que impidan la continuidad de los educandos en el sistema educativo.
Al respecto se podrán dar diversas interpretaciones a esta prohibición, pero claramente indica la
necesidad de tener actitudes inclusivas en las organizaciones educativas, no pudiéndose adoptar
disposiciones que tengan como consecuencia que el estudiante quede excluido del sistema
educativo.
Objetivos. Es importante recordar que los objetivos de la ley son: a) Garantizar el derecho a una
convivencia pacífica, integrada y libre de violencia física y psicológica. b) Orientar la educación
hacia criterios que eviten la discriminación, fomenten la cultura de la paz y la ausencia de maltrato
físico o psicológico.
c) Promover la elaboración o revisión de las normas de las jurisdicciones sobre convivencia
en las instituciones educativas, estableciendo así las bases para que estas últimas elaboren sus
propios acuerdos de convivencia y conformen órganos e instancias de participación de los
diferentes actores de la comunidad educativa. d) Establecer los lineamientos sobre las sanciones a
aplicar en casos de transgresión de las normas. e) Impulsar estrategias y acciones que fortalezcan a
las instituciones educativas y sus
equipos docentes, para la prevención y abordaje de situaciones de violencia en las mismas.
f) Promover la creación de equipos especializados y fortalecer los existentes en las
jurisdicciones, para la prevención e intervención ante situaciones de violencia. g)
Desarrollar investigaciones cualitativas y cuantitativas sobre la convivencia en las
instituciones educativas y el relevamiento de prácticas significativas en relación con la
problemática.
Proyección del bullying. Remarcando la importancia de la Ley, investigaciones previas ya habían
demostrado que quienes sufrenbullying en su infancia son propensos a sufrirlo de nuevo en el
ámbito laboral y, además, que está estrechamente relacionado con la apariencia física.
Pero fundamentalmente nuevo estudio ha confirmado que el acoso escolar tiene secuelas de por
vida, al demostrar que el grave impacto sobre la salud del niño no cesa cuando se interrumpe el
maltrato, sino que se acrecienta con el paso del tiempo.
La investigación, llevada a cabo por el Hospital de Niños de Boston (EE.UU.), supone un
precedente en el análisis de los efectos de la intimidación a largo plazo, al abarcar la experiencia del
escolar desde la escuela primaria hasta la escuela secundaria. Según la misma, la ansiedad, fobia,
depresión y pérdida de autoestima que experimentan las víctimas de acoso escolar marcan su
salud durante los años siguientes.
Para el análisis, los científicos realizaron un seguimiento de 4.297 niños y adolescentes de edades
comprendidas entre 10 y 16 años. Les entrevistaron periódicamente y les preguntaron sobre su salud
mental y física, y su experiencia respecto a las provocaciones, tanto inocentes como perniciosas, por
parte de sus compañeros de clase. Los resultados revelaron que ser objeto de burlas continuas
repercute de forma directa en la salud del menor, al incrementar los síntomas de depresión y baja
autoestima. Los alumnos sometidos a un acoso crónico durante dichos años mostraban
una considerable merma en su salud, con importantes dificultades en la ejecución de actividades
físicas como caminar, correr o practicar deporte.
Según los autores, esta evidencia refuerza la importancia de una intervención temprana y
continuada contra la violencia física y psicológica a la que muchos niños se enfrentan en sus
primeros años académicos, ya que los efectos de la vejación emocional persisten más tiempo del
esperado.
Disminuye el volumen del cerebro. Pero la trascendencia de la norma se ve consolidada con una
nueva investigación. La misma ha revelado que ser víctima de maltrato físico y psicológico en la
infancia merma el volumen de sustancia gris del cerebro, comprometiendo el desarrollo
cognitivo posterior. Expertos del King’s College de Londres y de la FIDMAG son los artífices del
hallazgo, que no hace más que constatar que las adversidades ambientales a las que se enfrenta un
niño durante sus cinco primeros años de vida marcan su salud cerebral de por vida.
Atendiendo a la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el maltrato infantil es el
abuso ejercido contra un menor de 18 años y que daña su dignidad y salud en cualquiera de sus
formas (agresión sexual, desatención, negligencia, explotación comercial…). Según la presente
investigación, las personas damnificadas por este tipo de violencia tienen menor volumen de
sustancia gris en ciertas regiones cerebrales que se desarrollan durante la adolescencia, y que
podrían explicar los déficits cognitivos y emocionales que manifiestan en su madurez. Esta
alteración de la anatomía cerebral vendría provocada por la cascada de cambios fisiológicos y
neurobiológicos que desencadena el maltrato al actuar como estresor.
Para obtener esta conclusión, el equipo comparó las resonancias magnéticas cerebrales de un total
de 600 individuos de diferentes edades, la mitad de ellos supervivientes de maltrato infantil. Los
resultados mostraron que quienes poseían un historial de abusos en su niñez tenían un volumen
significativamente menor de sustancia gris en varias zonas del cerebro: el giro orbitofrontal y
temporal superior derecho que se extendía a la amígdala, la ínsula y los giros parahipocampal y
temporal medio, así como en los giros frontal inferior y poscentral izquierdos.Estas zonas del
cerebro tienen un desarrollo relativamente tardío, es decir, años después de la situación de
maltrato, lo que reafirma la necesidad de un seguimiento continuado, como ya demostraban los
estudios sobre bullying.
La conclusión del estudio consolida la idea que los niños con carencias, ya sean materiales o
afectivas, en especial durante los cinco primeros años de vida, tienen más riesgo de sufrir
enfermedades crónicas a lo largo de su vida e imposibilidades de obtener una adecuada
educación.
Plan Nacional contra la Discriminación
Ley: N° 26892
Capítulo I
Capítulo II
Promoción de la convivencia
Capítulo III
d) Elaborar una guía orientadora que establezca líneas de acción, criterios normativos y
distribución de responsabilidades para los diferentes actores del sistema y las
instituciones educativas de modo de prevenir y actuar ante situaciones de violencia
producidas en el contexto escolar. En esta guía se hará particular hincapié en la
necesidad de desplegar acciones institucionales tendientes a generar condiciones que
inhiban el maltrato, la discriminación, el acoso escolar o cualquier otra forma de violencia
entre pares y/o entre adultos y niños, niñas, adolescentes y jóvenes.
e) Crear una línea telefónica nacional gratuita para la atención de situaciones de violencia
en las escuelas. Una vez recepcionadas, éstas deberán ser remitidas a la jurisdicción
escolar que corresponda.
f) Promover junto con los equipos jurisdiccionales la articulación con la autoridad local y
los servicios locales de protección integral de derechos de niños, niñas, adolescentes y
jóvenes, con vistas a garantizar la atención de la problemática en toda su magnitud y
complejidad.
Capítulo IV
http://www.culto.misiones.gov.ar/bullying
Se denomina bullying al acoso escolar o acoso entre pares. Es el comportamiento agresivo intencional.
Puede ser acoso, como así también agresión, hostigamiento, amenazas, burlas, discriminación e intimidación.
Tiempo
Para ser considerado Bullying, el comportamiento agresivo debe ser prolongado o repetirse en el tiempo causando
en la victima un daño psicológico.
Formas
Social (es el que pretende aislar al joven del resto del grupo).
Características
El Bullying puede ocurrir a través del celular o computadora, en persona, escrito, en la escuela, el barrio, transporte,
casa e incluso en las redes sociales.
El Origen
El origen del bullying está en el entorno familiar (de allí surgen los hostigadores).
En Argentina 1 de cada 10 familias ejerce violencia familiar.
Silencio
Según el Ministerio de Educación el 70% sufrió algún tipo de violencia….de este total, LA MITAD no lo denunció.
Los padres son quienes deben dar el ejemplo (con un buen comportamiento).
Los padres deben dialogar con los hijos cuando detecten que estos tienen algún problema.
Protagonistas
A. HOSTIGADOR O ACOSADOR
B. VICTIMA
C. TESTIGOS
A.Hostigadores o Acosadores:
Son quienes valiéndose de su fuerza, popularidad o deseos de llamar la atención, constantemente buscan humillar,
agredir o amenazar a otros.
Existe cierto consenso acerca de que el acosador presenta generalmente dificultades asociadas al desarrollo de la
empatía y las habilidades sociales como así también, posiblemente, experiencia de actos de violencia en el marco de
su hogar.
Por lo general el agresor tiene bajo respeto y adherencia por las normas y reglas que hacen de una persona
miembro de una comunidad.
B.Víctimas:
Son quienes sufren el acoso.
Generalmente son personas tímidas, tienen algún rasgo físico en particular, o por el simple hecho de ser “diferente”
que la mayoría.
C.Testigos:
Estos perciben la violencia como algo cotidiano, o tienen temor a ser agredidos por detener el acoso o defender los
derechos de las víctimas.
Consecuencias
Depresión,
Baja autoestima,
Aislamiento,
Si lo vemos salir de la computadora con señales de angustia, de ira, de vergüenza; si luego se encierra o lo oímos
llorar, pegarle a las paredes; si no quiere comer en familia; si pide faltar reiteradamente a la escuela; a nuestro hijo le
está pasando algo que no puede manejar.
Intentemos hablar con él del tema. Si no nos cuenta espontáneamente, avisémosle que vamos a entrar en sus
cuentas de mail y redes sociales para ver qué le produce tanto sufrimiento. Con esto no estamos violando su
privacidad sino que lo estamos ayudando.
Es importante entender que alrededor de los nueve o diez años la conexión con el grupo de pares (amigos o
compañeros) es fundamental, el aislamiento es una de la situaciones sociales más dolorosas para los chicos y
puede estar acompañada de situaciones de maltrato de los pares. A través del deporte o un hobby se puede
ayudar a los chicos a conectarse con sus pares y reducir el aislamiento. Este tipo de actividades ofrece a los chicos
la chance de encontrar refugio y una posible plataforma para la consolidación de la autoestima y la confianza
personal.
Ayudarlo a identificar al acosador. Actualmente existen maneras de determinar desde qué computadora o teléfono
se realiza el acoso
Ir a la escuela para contarles a las autoridades qué está pasando con nuestro hijo y exigirles una intervención en el
espacio escolar
Hablar con los padres del acosador y, si lo que sucede es grave, no descartar la posibilidad de la denuncia policial
Asesorarnos con un especialista para que nuestro hijo configure todas las seguridades posibles en su cuenta de
Facebook y/u otras cuentas de redes sociales que pueda tener
Pedirle a nuestro hijo que no destruya las evidencias del cyberbullying (en Internet y/o teléfono celular) para usarlas
como prueba de acoso.
¿Sufrís Bullying?
Contactate con Profesionales:
Contacto: http://www.cgepm.gov.ar/espacios/gpi/contactos.asp
Videos
http://www.sinohacesnadasosparte.org
http://www.equipoaba.com.ar/
http://www.escuchate.org.ar
http://www.bastadebullying.com/
http://www.eresunico.org/
http://rompiendoelsilencio.org/
ESTELA M. FERREIRÓS
1. EL DAÑO EN GENERAL
Para hablar de daños en general, es necesario no sólo abordar el específico contenido del concepto, sino también tener
constantemente presente la inexistencia de un derecho a dañar y las funciones que viven en él, tales como la función
preventiva, la función sancionatoria y la función reparatoria.
El daño es un elemento del acto ilícito, que genera una responsabilidad frente a otra persona.
Se requiere, entonces, violación de la ley, es decir ilicitud, culpa (lato sensu) y daño, entendiendo por tal, en sentido amplio,
la ofensa o lesión de un derecho o de un interés legítimo, de manera tal que todo acto ilícito produce daño.
Siempre en este sentido amplio, el solo hecho de la intromisión ilegítima obliga al actor a cesar en su acción y a restablecer
la situación alterada.
En ese caso, Orgaz da un ejemplo muy claro, el símil uso comercial de una fotografía ajena, sin el consentimiento del
fotografiado, causa a éste un daño y le da derecho a exigir el cese de tal uso, aunque no lesione sus intereses
patrimoniales.
Empero, cuando nos referimos al daño con la óptica que lo hacemos en este trabajo, y en el sentido que le da el Código
Civil, el concepto expuesto posee un contenido específico y limitado a los supuestos de responsabilidad; se orienta al
menoscabo de valores económicos o patrimoniales, en ciertas condiciones.
Basta para comprobarlo y ubicarlo en su contexto, la lectura del artículo 1068 del Código Civil, cuando reza: "Habrá daño
siempre que se causare a otro algún perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria, o directamente en las cosas de su
dominio o posesión o indirectamente por el mal hecho a su persona o a sus derechos o facultades".
También hay un clara disposición relativa al daño, en el mismo Código, en el artículo anterior, es decir el 1067, cuando
señala: "No habrá acto ilícito punible para los efectos de este Código, si no hubiese daño causado ... y en el artículo 522
incluyéndolo como elemento del daño moral contractual, y en el artículo 1078, referido al daño moral extracontractual".
Como contenido clasificado del daño patrimonial, encontramos, el daño presente y futuro; el daño directo e indirecto; el daño
instantáneo y sucesivo; el daño voluntario e involuntario; el daño jurídico y de hecho.
Por otra parte, el mismo cuerpo normativo, hace referencia al daño moral, ya señalado y al que me he de referir más
extensamente más adelante.
Lo cierto es que, para que un daño deba repararse jurídicamente, es necesario que haya sido causado por un responsable
o por su subordinado o por sus cosas animadas o inanimadas. Así surge de los artículos 1068, 1074, 1109, 1111, 1113,
1114 y demás. Incluso podríamos añadir, contractualmente, los artículos 508, 521 y demás.
Claro está que también deberíamos distinguir, a los efectos de la verdadera comprensión del tema, la diferencia entre
causalidad y culpabilidad; y consecuentemente tener en cuenta cuándo y en qué condiciones un resultado cualquiera debe
ser imputado objetivamente a la acción de una persona; es decir, ¿debe ser considerado este sujeto como autor del daño?
Y, a la vez, tener también en cuenta en qué condiciones un resultado debe ser imputado subjetivamente a su autor, es decir,
¿debe ser también considerado culpable de él, a los fines de la responsabilidad? Obviamente la primera cuestión es previa a
la segunda.
En suma, me refiero a la relación de causalidad, que incide, en nuestro derecho, no sólo como condición general, sino
también en la medida de la responsabilidad.
2. EL DAÑO PSÍQUICO
Es importante distinguir el daño en general, del daño psíquico del daño moral.
Nos hemos referido de manera introductoria al daño en general, pero en el terreno jurídico práctico, el concepto lleva
siempre un aditamento como puede ser "daño material", "daño moral", "daño psíquico", "daño al proyecto de vida", "daño por
la pérdida de la chance", entre otros.
En suma, es bueno distinguir cada uno de ellos, conceptualizarlos, saber en qué consisten, cómo se exteriorizan, sus
causas, prevención y reparación.
El daño psíquico aparece como trastorno emocional, cuya causa viene de una situación anterior que, jurídicamente, puede
haber sido una enfermedad laboral, un accidente, un delito o cualquier otro ataque al valor narcisista de la parte del cuerpo
atacada. Se trata de trastornos emocionales que no han sido pasajeros y que, por tanto, han dejado secuelas
incapacitantes.
Es consecuencia de lo expuesto que la cuantificación de este tipo de daño tendrá también en cuenta la vida que lleva a cabo
y las actividades de la víctima. Es que, aunque a lo mejor no suene de la mejor manera, revisten importancia distinta, a esos
efectos, las manos de un cirujano o las de un pianista; la pierna del vendedor ambulante o de un viajante y el rostro de una
modelo o actriz. Empero, no es porque un daño sea considerado peor que otro, sino porque la repercusión emocional es
proporcional, como decía, al valor narcisista y/o instrumental de la zona corporal afectada.
Es que el desempeño laboral, por un lado, nos permite ganar nuestro sustento, pero por otro, y a la vez, alimenta nuestra
libido y fortalece nuestro estado psíquico.
De tal forma, cuando se afecta o impide dicho desarrollo, se hiere nuestro proyecto de futuro, dando lugar a una disminución
o pérdida de gratificación y tranquilidad, que disminuye notoriamente la autoestima, que generalmente conduce a la
depresión y a la pérdida de placer, con las consecuencias disvaliosas que ello acarrea.
En ese sentido, resulta relevante tener en cuenta la parte instrumental afectada por un accidente, ya que de su importancia
depende que esa situación irreversible se convierta en un verdadero colapso narcisista. De tal forma, puede llegar a
afectarse el núcleo central de la vida psíquica de una persona y generar una frustración bloqueante, no sólo del interés
libidinal, sino también del derrotero vital del afectado, en relación a logros, pretensiones ideales relevantes y posibles.
En ese andarivel, también hay que tener en cuenta que un mismo acontecimiento puede tener un valor relativo y resultar
altamente destructivo para una persona, mientras que para otra, resulta sólo un escollo más, de manera tal que también
habrá de considerarse, a los efectos reparatorios, si el daño funcional material sufrido es susceptible de encontrar otros
caminos o alternativas que disminuyan el impacto de lo acaecido y qué plasticidad posee la personalidad de la víctima para
lograrlo.
Como bien señala Milamiane, los datos brindados por quien sufre son sólo un elemento más en la evaluación a realizar, ya
que el ser humano, en general, tiende a introducir en estos temas, un fuerte valor que debe tenerse en cuenta como un dato
más para arribar a un dato definitivo, a los efectos de la valoración clínica sin distorsiones. Es que el hombre
tiende a obtener ganancias de su padecimiento y minimizarlos o magnificarlos, según sus intereses narcisistas.
En la patología humana, existe una gama de conductas que van desde el masoquista que goza en el dolor, hasta el
psicópata narcisista que no tolera la más mínima lesión.
La psicología actual posee recursos para establecer con certeza la dimensión del daño psicológico.
Risso enumera criterios de inclusión para el daño psíquico y distingue el síndrome psiquiátrico coherente, que señala que el
daño psíquico no puede diagnosticarse sobre la base de un solo síntoma, sino que requiere síntomas coherentemente
agrupados en un cuadro clínico y cualquiera que sea la nosografía que utilice el perito.
Agrega un ingrediente de novedad, ya que expresa que la enfermedad psíquica debe ser novedosa en la biografía del
paciente y el ingrediente nodal, porque dice que debe ser consecuencia del hecho invocado, ya sea accidente, enfermedad,
etc.
A la vez, se refiere a la secuela incapacitante, requiriendo que el trastorno detectado debe ocasionar algún grado de
minusvalía o incapacidad, con respecto a aptitudes mentales previas, que deben ser irreversibles o, al menos, estar
consolidadas.
En el ámbito laboral, se debe tratar de incapacidad para el desempeño de sus tareas habituales; o para acceder al trabajo, o
para ganar dinero, o para relacionarse.
No se requiere, por tanto, que sólo afecte su vida laboral, porque el hombre es uno y si bien la causa de esa incapacidad
puede ser alguno de los hechos dañosos laborales, no puede evaluarse al ser humano parcialmente, es decir sólo como
trabajador, sino en su dimensión humana.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que el dictamen pericial que se dicte en una causa ha de brindar al juez datos
estrictamente científicos; con rigurosidad, baremos consensuados y nosografías consagradas.
Las partes, a su vez, tienen el control de la prueba y pueden, a través del mismo, colaborar en la elaboración del
diagnóstico, exigiendo claridad a los peritos y fundamentos científicos.
Los jueces, si bien contamos con una herramienta altamente calificada como es la pericia, no estamos absolutamente
atados ni constreñidos a ella, y podemos volcar en la sentencia un panorama de valoración más amplio.
En suma, el daño psíquico conlleva una alteración de la personalidad, que acarrea síntomas, depresiones, estados de
inhibición, actuaciones, bloqueos, estados de angustia, frustración e insatisfacción.
De ninguna manera, ello puede conducirnos a valoraciones de tipo moral, propias del daño moral; sino que, por el contrario,
en este tipo de daño lo que se evalúa es un daño en la salud de la víctima, y cuando se dice "salud", en este territorio,
estamos hablando de la salud desde el punto de vista psicológico.
Ello debe conducir a considerar los trastornos de la estructura psicológica, las movilizaciones fantasmáticas, las alteraciones
sintomáticas, la disminución de las funciones psíquicas y vitales, para arribar a un diagnóstico clínico que tenga entidad
psicopatológica.
Así, nos encontramos en el territorio de lo objetivo, que se debe distinguir claramente del daño moral, donde nos hallamos
frente a un dolor subjetivo, que no posee relación alguna que revele una alteración psicopatológica.
A lo dicho debe añadirse que el daño psíquico no siempre es consecuencia de hechos traumáticos anteriores, sino que las
propias tareas laborales pueden ser causa de afecciones autónomas de este tipo de dolencias.
A veces, el intenso esfuerzo físico o el tipo de actividad que se lleva a cabo pueden llegar a producir daños de este tipo,
producidos por afecciones psicológicas o síndromes psíquicos, en los cuales se produce la disminución del rendimiento
intelectual, con pérdida de memoria y de atención no siempre pasajeras.
Se pueden desatar, de esta manera, distimias diversas, psiconeurosis y hasta verdaderas psicosis con ideas delirantes,
formas melancólicas, alucinaciones, desdoblamiento de la personalidad, como también fenómenos de tinte neurasténico y
psicasténico.
Son dolencias psicológicas que producen daño psíquico y puede ser que conduzcan a la ruptura del equilibrio funcional de
nuestros órganos haciendo sentir su influencia sobre ellos.
Cuando el trabajo mental es acompañado por tensión emotiva, el desenlace puede ser más penoso aún y si se conjugan
ambos conceptos en ciertos tipos de actividades y personas, no sólo se engendran las concomitantes afectivas normales,
sino que las exaltan produciendo estados parafisiológicos y patológicos.
Es sabido que existen numerosos factores de trabajo que pueden incidir en la aptitud psíquica laborativa del trabajador. Así,
la rutina, la monotonía, las preocupaciones técnicas, económicas, todos o algunos de estos factores, pueden llevar a los
obreros o empleados que tengan cierta disposición, o no, a síndromes consistentes en grandes depresiones, histerias,
manías, y demás. Se produce, entonces, con frecuencia, un daño psíquico, de manera autónoma.
En cualquier caso, no es fácil, en materia de infortunios de cualquier naturaleza, adoptar necesarias medidas de prevención
que se tornan indispensables y tampoco valorar las incapacidades; para ello existen baremos que en recta utilización, como
bien lo señala Rubinstein, tienen presente la incapacidad laboral, la cronología de la afección y el pronóstico acerca del
riesgo laboral y de vida.
3. EL DAÑO MORAL
Tengo dicho antes de ahora que todo bien jurídico puede sufrir un daño y con ello se genera, como contrapartida, una
sanción resarcitoria, que cuando no puede dar lugar a la reparación in natura, se convierte en una indemnización por los
daños y perjuicios sufridos.
El daño moral es una de esas posibles lesiones, pero, en el caso, afecta a la víctima, en cuanto a sus sufrimientos,
molestias no producidas por pérdidas pecuniarias, sino por el ataque a los sentimientos o, como se ha dicho algunas veces,
al patrimonio moral.
Se trata de un detrimento de orden espiritual, de un sentimiento lastimado, de un dolor sufrido y en cuanto a su naturaleza
jurídica, mientras buena parte de la doctrina ha entendido que posee naturaleza reparatoria, otras corrientes, entre ellos,
Llambías se han opuesto a tal tesitura, considerando que se trata de una sanción ejemplar.
Modernamente, se entiende que funciona como toda indemnización, con una función reparatoria y a la vez, como una
sanción, sin que haya incompatibilidad entre ambos conceptos que, muy por el contrario, son concurrentes en la defensa del
bien dañado.
Por otra parte, no puede perderse de vista que el legislador del derecho común ha establecido en el Código Civil un doble
régimen, según se trate de daño moral nacido como consecuencia de un incumplimiento contractual, o de
daño moralemergente de un hecho delictual, correspondiente al ámbito extracontractual.
De tal manera, para las lesiones morales generadas como consecuencia de un incumplimiento contactual, rige el artículo
522 del Código Civil, mientras que cuando las lesiones nazcan en el territorio de la responsabilidad extracontractual, rige el
artículo 1078 del Código Civil.
La diferencia sustancial entre ambos regímenes se desprende con claridad de su propia letra, ya que el artículo 522 del
Código Civil, que rige en el ámbito contractual, el legislador ha registrado el régimen de la siguiente manera: "En los casos
de indemnización por responsabilidad contractual el juez podrá condenar al responsable...".
Es fácil comprender que se trata de una decisión facultativa para el juez que, en cada caso, como ha dicho la propia
jurisprudencia debe tener en cuenta circunstancias particulares, evaluaciones sobre la base de las constancias del
expediente, y, particularmente, que se trate en los sentimientos, que surja como consecuencia inmediata del incumplimiento
de la obligación y aun, cuando el mismo no haya significado un daño material.
En cambio, en el ámbito extracontractual, el artículo 1078 regula el instituto de manera obligatoria para los jueces, cuando
señala: "La obligación de resarcir el daño causado por los actos ilícitos comprende, además de la indemnización de pérdidas
e intereses, la reparación del agravio moral ocasionado a la víctima".
A los efectos de una mejor comprensión del tema, tal vez sea bueno recordar que Vélez utiliza, en el Código Civil, la
expresión "daños e intereses", como sinónimo de "daños y perjuicios" y que la expresión "agravio moral", que diera lugar a
algunas consideraciones especialísimas de Llambías en su momento, no deja dudas en la actualidad, de que es también
sinónimo de "daño moral" y ello se debe a que la doctrina y la jurisprudencia han rechazado la tesis del maestro Llambías en
cuanto a la naturaleza jurídica de la reparación que no se considera punitiva sino reparatoria.
Así, producido el ilícito civil y adentrados en el ámbito extracontractual, como consecuencia de ello, el juez debe hacer lugar
a la reparación por daño moral.
En el territorio exclusivo del derecho del trabajo, existe un ámbito contractual, emergente de los incumplimientos con
respecto al contrato de trabajo y un ámbito extracontractual, cuando se viola el precepto que impone, no dañar, de manera
ajena a las obligaciones contractuales.
El artículo 242 de la LCT autoriza a las partes a hacer denuncia del contrato de trabajo en caso de inobservancia, por parte
de la otra, de las obligaciones resultantes del mismo que configuren injuria y que, por su gravedad, no consientan la
prosecución de la relación.
Por otra parte, en los casos de despido dispuesto por el empleador sin justa causa, habiendo o no mediado preaviso, rige el
artículo 245 de la LCT.
Con las variantes y adiciones, que son propias de este régimen, y con la interpretación que ha traído la CSJN en el caso
"Vizzoti", se suele sostener que de lo que no cabe duda es de que se trata de una indemnización tarifada, que se considera
abarcativa de todos los daños y perjuicios que pueda haber causado la decisión rescisoria.
Empero, más allá de ello y como lo vengo señalando repetidamante, en el último tiempo, existe un despido ilícito y
fraudulento, a mi modo de ver, ajeno al artículo 245 de la LCT. En esos casos, no puede obviarse el daño moral.
De tal manera, la jurisprudencia ha entendido, mayoritariamente, que para que prospere la reparación de daño moral, la
causa, en este caso, no debe ser el despido en sí, sino que debe estar adicionada una conducta del empleador ajena al
contrato, lo cual debe ser probado por el empleador.
Fundan su lógica de que así sea, en que la tarifa para el orden contractual es el todo.
Empero, en los últimos tiempos, se viene abriendo camino una interpretación que admite que el trabajador deseche el
artículo 245 de la LCT, a los efectos reparatorios de los incumplimientos contractuales laborales, y utilice la vía del Código
Civil.
En suma, que estaría postulando esta corriente, la posibilidad del trabajador, de apartarse de la norma específica, y sobre la
base del derecho común, reclamar la reparación de los daños por la ruptura ilegítima del contrato de trabajo, probando los
daños sufridos por ello y su cuantía.
De aceptarse tal propuesta, como señalé muchas veces, ya no habría presunción de daño como en el artículo 245 y el
mismo debería, como dije, ser acreditado en su existencia y en su extensión patrimonial, pero tampoco habría tarifa, ni tope
alguno para las pretensiones del trabajador y además, sería posible el reclamo del daño moral con asiento en el artículo 522
del Código Civil.
Empero, debe recalcarse que, en este caso, es una diversa interpretación y que coincide con la idea del despido ilícito, al
que referí antes.
Tampoco puede perderse de vista que autores de vieja data y prestigio indiscutido han sostenido en materia de tarifas, que
la cosa no es tan clara y en los casos en que la tarifa es convencional, como en el caso de una cláusula penal, sostienen la
presunción de que el daño moral está comprendido.
Empero, cuando la prefijación de los daños tiene su fuente en la ley, como en el caso de un despido, no hay consenso total,
y suele concluirse, con mayoría, pero sin unanimidad, que la reclamación de daño moral debe rechazarse, sobre la base de
seguridad jurídica y existencia de derechos incausados.
Frente a ello, se oyen voces que creen, dado lo establecido por la ley, que el daño moral debe indemnizarse igualmente,
porque lo comprendido es el daño material, no obstante, esta posición no ha sido recepcionada por la jurisprudencia.
En las arenas extracontractuales, como los accidentes de trabajo, tramitados con la declaración de inconstitucionalidad de
Aquino, por la vía común, no cabe duda, de que de prosperar el reclamo por evento dañoso, en esas condiciones,
peticionado el daño moral por el accionante, éste no requiere prueba ni de su existencia, ni de su cuantía, porque la ley lo
presume iuris et de iure, en el artículo 1078.
No obstante, no es el único caso, el de los accidentes, y pueden darse ilícitos civiles, en el derecho del trabajo, por injuria,
por calumnia, por lesiones, etc.
En tales casos no se requiere dolo, ni daño material, sino que basta con la acreditación del hecho.
Es que, en cuanto a la prueba del daño moral, más allá de lo que puedan aportar las partes, los jueces gozan de un amplio
arbitrio para su determinación, pudiendo tener en cuenta los padecimientos sufridos, pero sin que sea necesario, según lo
han entendido la doctrina y la jurisprudencia, la existencia de un daño material o la guarda de proporción con el mismo, si es
que se hubiere producido.
La segunda parte del artículo 1078 está referida a la legitimación activa, a los efectos del correspondiente reclamo.
En tal sentido, la norma expresa: "La acción por indemnización del daño moral sólo competerá al damnificado directo; si del
hecho hubiere resultado la muerte de la víctima, únicamente tendrán acción los herederos forzosos".
Claro está que existen dos posiciones interpretativas de la cuestión, ya que algunos entienden que sólo están legitimados
los que concretamente sean herederos forzosos en el momento del fallecimiento (entre otros, Borda y Cichero) mientras
que, por otro lado, se ha entendido que la norma se ha referido a todos aquellos que son legitimarios potencialmente, con
independencia, de que de hecho, queden o no desplazados por la existencia de herederos de mejor grado (entre otros
Llambías).
Por su parte, Trigo Represas ha señalado su opinión, en el sentido de que debería abrirse el espectro de los legitimados a
todos aquellos que acrediten un daño jurídico cierto, ya que el campo de los herederos forzosos es demasiado estrecho.
El tema parece, de cualquier manera, requerir una reforma legislativa y mientras tanto, parece importante tener en cuenta
que el instituto del daño moral responde a un tema de reparación altamente sensible y requiere, por ello, una interpretación
amplia, ante las dudas que pudieran suscitarse.
En cambio, ya nadie discute que no poseen legitimación para el reclamo por daño moral las personas jurídicas, debido a la
naturaleza del bien jurídico protegido.
Finalmente, una situación especial se da en el caso de discriminación, donde rige la ley 23592, que especialmente hace
referencia a la indemnización de daño moral en tales supuestos, más allá aun de que se haya producido, en caso de
despido, la reinstalación en el cargo.
Tengo escrito, hace tiempo, que, en el derecho comparado moderno, se están produciendo algunas consideraciones
reparatorias a tener en cuenta, en las cuales se incluye el daño moral.
Así, se entiende que el resarcimiento tiende a poner al acreedor perjudicado en la misma situación económica preexistente
al incumplimiento o al hecho ilícito, incluyendo la ganancia efectiva que presumiblemente el sujeto hubiere obtenido, si el
contrato hubiese tenido ejecución regular o que perdió como consecuencia de la realización del hecho ilícito.
El principio de la full compensatio es indiscutido en el common law y la doctrina y la jurisprudencia francesa, se refieren
constantemente a él (Le Tourneau, Chartier, Baudouin, Viney, Ghestin, etc.). En estos sistemas, la regla que los jueces
aplican es aquella en virtud de la cual el resarcimiento debe tender a una reparación de todos los daños sufridos por la parte
perjudicada, poniéndola en la misma situación en la cual se hubiera encontrado, si no hubiese ocurrido el hecho dañoso.
El principio de la reparación integral surge de la Convención de Viena sobre contratos internacionales, y en los principios del
Unidroit, para los contratos comerciales internacionales, tanto como en el derecho comercial europeo, en el Código
elaborado por la comisión presidida por Olé Lando. Me refiero, en este sentido, al perjuicio patrimonial; empero el mismo no
es ajeno al tema del daño moral, y con respecto a la valoración del dolor, como suelen denominarlo, o del sufrimiento, ha
concluido que para que acompañe la integridad resarcitoria, debe hacerse una remisión a la valoración equitativa del juez,
quien tendrá en cuenta todas las circunstancias del caso que no atañen estrictamente a la magnitud del daño efectivamente
probado en el juicio, sino que nacen de la apreciación ecuánime del juez de mérito, quien podrá tener en cuenta, a manera
de ejemplo, el grado de culpabilidad, la gravedad del hecho, la condición patrimonial del responsable, y sobre todo, el
posible enriquecimiento que el responsable obtuvo en virtud del hecho injusto. Se trata de modalidades peculiares de
reparación, que posee aspectos punitivos y sancionatorios.
Es que el derecho comparado marcha en el mundo hacia la reparación patrimonial y moral, pero la diferencia entre ambas
radica en que la primera tiene una télesis reparatoria-sancionatoria, con miras económicas, y la segunda posee la misma
finalidad, pero su base no es matemática, sino equitativa: ello, sin que deba entenderse que una queda cuantitativa o
existencialmente sometida a la otra.
En el fondo del tema reparatorio, que es a la vez un tema sancionatorio, se concluyen en el derecho francés y colombiano,
donde se han realizado estudios profundos sobre el tema, que fundamentalmente, subyace en el mismo una delicada
situación que requiere mayor atención, cuando lo que está en juego es el perjuicio a la salud, el daño ambiental, los
derechos humanos y los derechos de los más débiles, porque el derecho de daños moderno ya no tiene su primera mirada
en el transgresor y su sanción, sino en la víctima y su reparación.
De cualquier manera, lo que hay que tener presente es que cada especie de daño, responde a una causalidad distinta y
puede requerir evaluaciones, prevenciones y reparaciones distintas.
CONCLUSIÓN
Cuando hablamos de daños en general, abarcamos las notas específicas de todo daño, pero cuando hacemos referencia al
daño material, lo estamos contraponiendo al daño moral, de manera tal que si el primero afecta o menoscaba la materia o
los derechos en sí, el segundo se refiere al dolor en los sentimientos.
El daño psíquico afecta, como su nombre lo expresa, la psiquis humana y puede ser consecuencia de un daño en la salud,
de una injuria, de una calumnia, de un accidente, entre otros. Pero lo que queda afectado es la presencia de untrastorno en
las facultades mentales o en la psiquis propiamente dicha.
Puede existir un daño al proyecto de vida, por aquello que ya he expresado alguna vez, en el sentido de que la vida es una
biografía que se escribe todos los días y que apunta a un necesario proyecto vital; en todo caso lo que habrá que evaluar es
si ese proyecto estaba en marcha y fue truncado.
Empero, las posibilidades de daños especiales no termina aquí, sino que debemos recordar la pérdida de la chance, como
desaparición de la probabilidad de un hecho favorable, cuando la visión de futuro aparece con verosimilitud.
Esa visión, a la que hago referencia, debe llevarse a cabo, teniendo en cuenta el artículo 901 del Código Civil, en cuanto
refiere al curso normal y ordinario de las cosas.
De tal forma, me parece importante profundizar en las diversas clases de daños y la posibilidad de prevención y reparación,
como tema conectado directamente con la salud y la seguridad jurídica.
LUCIANA CATALDI
1. INTRODUCCIÓN
El día 11/9/2013 se sancionó en la Cámara de Diputados la ley que los medios de comunicación
denominaron “ley antibullying”. La ley 26892, publicada en el Boletín Oficial de fecha 4/10/2013, aún no ha sido
reglamentada y lleva el nombre de “ley de promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en
las instituciones educativas”.
Esta ley se inició en la Comisión de Educación, Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia; elaborada y firmada por los
diputados Brawer, Mara; Bernal, María Eugenia; Gracia, Andrea Fabiana; Oporto, Mario Néstor; Puiggrós, Adriana
Victoria; Pilatti Vergara, María Inés; Leverberg, Stella Maris; Depetri, Edgardo Fernando; Ferra de Bartol, Margarita.
Antes de adentrarme en el análisis concreto de la ley, me gustaría repasar algunas definiciones de lo que es
el acoso escolar y empezar a revisar términos, ya que esta ley no se reduce solo al término que definiremos, sino
que amplía derechos a los niños, niñas y adolescentes en el ámbito escolar.
Los principios orientadores de la presente ley son la ley 23849, Convención sobre los Derechos del Niño; la
ley 26061 de protección integral de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, y finalmente la
ley 26206 deeducación nacional. Nuestra ley nacional 23849/1990 ratifica la Convención sobre los Derechos del
Niño. Esta ley fue aprobada por las Naciones Unidas en 1989, estableciendo, a grandes rasgos, que todo niño tiene
derecho a la supervivencia, al desarrollo pleno, a la protección contra influencias peligrosas, los malos tratos y la
explotación y a la plena participación en la vida familiar, cultural y social. Los cuatro principios fundamentales de
esta Convención son la no discriminación, el interés superior del niño, el derecho a la vida, la supervivencia y
desarrollo y el respeto por los puntos de vista del niño.
Entendemos por acoso escolar el proceso de abuso e intimidación sistemática, por parte de un niño/a o grupo
hacia otro niño o niña, que no tiene posibilidad de defenderse. Siempre está solo.
El primer autor en darle un nombre a este fenómeno fue Dan
Olweus, profesor de psicología de la Universidad de Bergen (Noruega, 1998), para quien la victimización
o maltrato por abuso entre iguales es una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza el alumno o
alumna contra otro u otra. Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a las víctimas en posiciones de las que
difícilmente pueden salir por sus propios medios.
Para Planella (1998), por ejemplo, el maltrato es
“aquella situación o situaciones en que dos o más individuos se encuentran en una confrontación, en la cual una o
más de las personas afectadas salen perjudicadas, siendoagredida/s física o psicológicamente”. En este caso, el
autor conceptualiza el maltrato, sin hacer referencia al hostigamiento por un tiempo prolongado.
Ortega (1994) lo define como
“una situación en la cual uno o varios escolares toma como objeto de su actuación, injustamente agresiva, a otro co
mpañero, y lo someten, por tiempo prolongado, a agresiones físicas, burlas,hostigamiento, amenazas, aislamiento,
etcétera, aprovechándose de su inseguridad, miedo y dificultades personales para pedir ayuda o defenderse”,
confiriéndole también como características la duración en el tiempo y el hostigamiento.
Este fenómeno del acoso escolar vulnera varios derechos consagrados en
la Convención de los Derechos del Niño, como el artículo 19:
“Los Estados Partes adoptarán todas las medidas legislativas, administrativas, socialesy educativas apropiadas para
proteger al niño contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o
explotación, incluso el abuso sexual, mientras el niño se encuentre bajo lacustodia de sus padres, de un representa
nte legal o de cualquier persona que lo tenga a su cargo”, y, asimismo, se pone en juego el artículo 16, donde se
establece que
“ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias oilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su corresp
ondencia; ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación”.
Hoy en la Argentina hay dos casos marco, sobre fallos a las instituciones educativas. Uno reza así:
“Es responsable el establecimiento educativo, por las agresiones físicas que provocan alumnos menores de suestabl
ecimiento a otros compañeros, sin poder alegar al respecto, el caso fortuito eximente de tal responsabilidad, la sent
encia que responsabilizó a la institución educativa demandada, haciendo extensiva la condenaindemnizatoria a su co
mpañía de seguros, por los daños y perjuicios ocasionados a un menor alumno del establecimiento, que sufrió la agr
esión física de otro compañero, mientras se disponían a iniciar una clase de educaciónfísica en el campo de deportes
del colegio. No corresponde en autos, eximir a la demandada de la responsabilidad objetiva emanada del artículo 1
117 del Código Civil, porque el caso fortuito alegado no puede operar en laespecie, toda vez que resulta ajeno al co
mportamiento de los educandos. El artículo 1117 del Código Civil, modificado por la ley 24830, señala que los propi
etarios de establecimientos educativos privados o estatales, seránresponsables por los daños ocasionados o sufridos
por sus alumnos menores, cuando se hallen bajo el control de la autoridad educativa, salvo que probaran el caso fo
rtuito. Esta responsabilidad surge del deber de seguridadque estos establecimientos asumen como esencial e inhere
nte a la prestación principal de educar. En autos, el invocado caso fortuito de la agresión de un compañero a otro no
puede ser recibido, pues de las pruebastestimoniales se acredita que el menor agresor tenía una mala conducta, ha
bitualmente con problemas de disciplina, por lo que la demandada debió haber tomado mayores recaudos a fin de e
vitar la producción del eventodañoso sub examine”(1).
En el segundo caso, los jueces de la Cámara Civil y Comercial de Mar del Plata, Sala III del Tribunal
marplatense(2), resolvieron condenar al gobierno bonaerense, que deberá pagar una indemnización de unos 30 mil
pesos más los intereses generados desde que se produjo la pelea. Los jueces señalaron que resulta absolutamente
previsible que un niño o adolescente cometa un acto de indisciplina mientras este se encuentra sujeto a la autoridad
escolar y sus acciones no son ajenas o extrañas al establecimiento que lo tiene bajo cuidado. Para el Tribunal, la
pelea no se trató de un caso fortuito y dejó en claro que no había dudas acerca de la responsabilidad que tuvieron
las autoridades del colegio: dos alumnos de la Escuela de Educación Técnica Nº 4 de Mar del Plata discutieron a la
salida de la clase de química y uno de ellos cortó con una trincheta el cuello del otro.
La presente ley nos habla de dos conceptos fundamentales en los que hace hincapié en todo su
articulado: convivencia y conflictividad; palabras que a simple vista parecieran contraponerse, pero sin embargo se
complementan, ya que no se focaliza en la conflictividad con una connotación negativa, sino como un proceso de
aprendizaje en sí, donde el conflicto no es ni malo ni bueno, sino que depende de su tratamiento las herramientas
que les ofrecemos a la comunidad educativa para educar a los niños, niñas y adolescentes, para hacerle frente a
dicha conflictividad.
Lamentablemente, hoy vemos a la escuela plagada del término “acoso escolar”, está a la orden del día, según
podemos ver y escuchar en los medios de comunicación, pero la intimidación entre iguales no es el único problema
existente en los centros educativos, por lo que es necesario no olvidar las otras violencias. Es preocupante observar
opiniones de profesionales que tipifican cualquier violencia como acoso escolar y fácilmente etiquetan a los niños,
niñas y adolescentes a partir de indicios no verificados o presentan cifras alarmantes de los problemas, sin medir las
consecuencias e impacto de sus opiniones, presentando, en algunos casos, hasta perfiles de hostigadores/víctimas
para niños/as y adolescentes. El acoso escolar es parte de la violencia escolar, es un abuso y, al serlo, es una de las
violencias más extremas; pero, como bien plantea el autor del libro “Si todo es bullying, nada es bullying”, Sergio
Casal, debemos distinguir que todo no es acoso escolar y que hay una multiplicidad de violencias y conflictos, tanto
que podemos decir que la violencia es social y se replica en el plano escolar.
La ley que nos compete se divide en 4 capítulos, a saber: Capítulo I - “Objeto, principio y objetivos”; Capítulo II
- “Promoción de la convivencia en las instituciones educativas”; Capítulo III - “Fortalecimiento de la prácticas
institucionales ante la conflictividad social en las instituciones educativas”; Capítulo IV - “Investigación y
recopilación de experiencias”.
3. CONCLUSIÓN
Se espera la pronta reglamentación para que esta ley entre en vigencia y pueda tener aplicabilidad sobre temas
tan importantes como la violencia escolar. Deseamos espacios donde la fuerza y el poder no sean utilizados para
lastimar al otro, donde realmente se aplique la resolución pacífica de conflictos, se utilice
la comunicación no violenta. Que la escuela se convierta en un lugar seguro para los niños y niñas, física y
psicológicamente; que se conviertan en verdaderos ciudadanos de paz. En este camino que propone la ley, de
la violencia a la convivencia pacífica, se puedan respetar y desarrollar en los niños y niñas
los derechos humanos, la educación para lapaz, la perspectiva de género, la participación infantil, juvenil y la resilie
ncia.
Notas:
[1:] “G. R. J. c/Babar Bilingual School Dominique Seguin s/daños y perjuicios” - Cám. Nac. Civ. - Sala A - 3/7/2009
[2:] “S., C. J. c/M., D. E. y otra s/daños y perjuicios - resp. est.- por delitos y cuasidelitos sin uso automot.” - Cám. Civ. y
Com. Mar del Plata - Sala III - 20/11/2012
[3:] Donoso Sereño, René (jefe Unidad de Apoyo a la Transversalidad): “Conceptos clave para la resolución pacífica de
conflictos, en el ámbito escolar” - Chile
[4:] www.unicef.org - consulta: 30/09/2013
[5:] www.unicef.org/mexico/spanish/Proyecto_Somos_comunidad_educativa.pdf. - 4º premio UNICEF - categoría: “Buenas
prácticas sobre los derechos de la niñez y la adolescencia en México” - consulta: 20/09/2013
[6:] Magendzo K, Abraham (coord. Cátedra UNESCO en EDH, Universidad Academia de Humanismo Cristiano). ONG:
Fundación Ideas Chile - pág. 205
[7:] www.me.gov.ar/construccion/pdf_observatorio/violencia_en_las_escuelas_2.pdf
[8:] Lora, Laura: “Nuevos modos socio-jurídicos de pensar la infancia”- 2009
[9:] Piaget, Jean: “El derecho a la educación en el mundo actual” - 1948. Puede ser consultado en el apartado “Ética y
derechos” de reEduca.com
[10:] Vidal, M. en “Habilidades socio-emocionales en el aula” - colección: “Crecer y aprender” - Ed. ICCE - 2004
[11:] “Programa Nacional de Mediación Escolar” - www.infoleg.gov.ar/basehome/actos_gobierno/actosdegobierno24-8
SEBASTIÁN I. NAVAS
I - INTRODUCCIÓN
En el presente artículo analizaremos la problemática del denominado “acoso escolar” o, en los términos ingleses,
llamado bullying y la consecuente responsabilidad de los establecimientos escolares como de los progenitores
(padres, tutores, guardadores, etc.) por los daños físicos, psíquicos o morales que este accionar provoca en los
alumnos menores de edad por sus pares, tanto dentro del establecimiento escolar como fuera del mismo, y los
alcances que el centro educativo tiene respecto de su responsabilidad civil por aquellos agravios, al igual que los
progenitores por su omisión en el debido cuidado y/o atención en la educación de sus pupilos.
Los daños que genera este accionar ilegítimo en los menores tiene un alcance de especial relevancia, ya que los
afectados son nuestros hijos, cuya intensidad en el sufrimiento que este accionar les provoca puede llevar desde la
depresión hasta lesiones graves, incluso, hasta la propia muerte. Por ello, esta problemática en su tratamiento
desde cualquiera de las ciencias (jurídicas, psicológica, médica, etc.), merece un apartado especial para brindar
diferentes alternativas de solución a los fines de prevenir este tipo de conductas y, por ende, los daños que ellas
provocan en nuestros hijos; me permito esta expresión porque cualquiera de los chicos que asisten a un colegio -
público o privado- puede ser víctima de este maltrato escolar, incluso nuestros propios hijos, de ahí la importancia
de esta temática y la prudencia en su tratamiento, cualquiera fuere su disciplina.
Este “acoso escolar”, tal como lo veremos infra, puede ser la causa de la muerte de los chicos, sea por homicidio
o suicidio del menor agraviado; puede ser evitado de diferentes formas, de acuerdo con las metodologías de cada
una de las ciencias que lo estudie, pero la gravedad de sus consecuencias no puede ser obviada ni por los padres ni
por los responsables de los establecimientos educativos, porque este acoso puede engendrarse en el colegio y
extenderse hasta el espacio extraescolar o viceversa, y ser tanto responsables de sus consecuencias los padres o
tutores de los menores agresores como el establecimiento escolar si, conociendo el hostigamiento, no hicieron nada
dentro de sus potestades, facultades, derechos y deberes para evitar el desenlace dañoso.
En el presente trabajo analizaremos la responsabilidad parental y la del establecimiento educativo a la luz de la
nueva filosofía del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (CCyCo.), el cual incorpora al derecho privado
positivo las dos funciones fundamentales del derecho de daños: por un lado, la función preventiva y, por otro, la
reparatoria, siendo la primera fundamental para el tema que nos ocupa e interpretándose que la resarcitoria
operará solamente cuando el objetivo de la primera devenga infructuoso.
IV - CONCLUSIONES
Teniendo en cuenta la complejidad del tema objeto de estudio, como también la reforma incorporada por la ley
26994 que modifica sustancialmente la responsabilidad parental y ratifica la responsabilidad objetiva de los
establecimientos educativos (art. 1767, con las salvedades descriptas supra), podemos concluir que
el bullying como hecho humano, voluntario y contrario a derecho que provoca un daño injustificadamente a un
menor por uno o varios agresores, hace nacer la responsabilidad de quienes se encuentran a cargo de los menores
agresores (con la salvedad anteriormente referida establecida en el art. 643, CCyCo.), que esta obligación de
reparar el daño para ambos progenitores es solidaria y que el hecho de que el menor agresor conviva solamente
con uno de ellos no exime por esa sola circunstancia al otro: tampoco esta responsabilidad paterna excluye la del
menor y resulta concurrente con la del establecimiento educativo, ponderando en cuanto al grado
de responsabilidad las particulares circunstancias del caso concreto. La delegación de facultades en un tercero los
exime de responsabilidad a los progenitores, pero aquella es objetiva y no subjetiva, no bastando para eximirse
acreditar la ausencia de culpa.
El establecimiento educativo ostenta una responsabilidad objetiva por los daños que emergen del bullying en
perjuicio del menor agredido; solo se eximen probando el caso fortuito y son responsables junto con los padres de
los agresores por los daños sufridos por la víctima.
Anteriormente, hicimos referencia a la trascendental reforma del CCyCo. en lo referente a la función actual de
la responsabilidad civil, destacando la función preventiva y la resarcitoria plasmada en los artículos 1710 a 1713 del
citado cuerpo normativo: sin duda que la prevención cobra vital importancia en los hechos de bullying. El deber de
prevenir pesa sobre quienes ostentan el poder material de prevenir o evitar que el evento dañoso (hechos de
hostigamiento) se produzca o cese en sus efectos, es decir, son los legitimados activos para iniciar las acciones
tendientes a lograr tal objetivo de la nueva responsabilidad civil, pero también, sostuvimos supra, que los
responsables de los menores que son víctimas del hostigamiento ostentan tal legitimación porque ellos tienen el
derecho, pero a la vez el deber emanado de la patria potestad de velar por la integridad física o psíquica de sus
hijos. Sin embargo, el deber de responder, desde el derecho de daños, pesará sobre los progenitores o personas a
cargo o sobre el establecimiento educativo o bien sobre ambos, si aquellos tenían el conocimiento de que los hechos
de hostigamiento se producían dentro de sus respectivos ámbitos de control.
La responsabilidad de los establecimientos educativos es objetiva, resultando indiferente a tales fines si se trata
de un establecimiento público o privado, es decir, si existe un vínculo contractual o no. La responsabilidad es
impuesta por la misma ley sin distinción de si existe una relación contractual previa y sin entrar en el análisis de la
naturaleza del vínculo que une al alumno con el establecimiento. Aquella deviene procedente sin distinción alguna.
Podemos decir que la función reparatoria del daño emergente del bullying se convierte en subsidiaria aunque no
condicionada a la preventiva. Es decir, la reparación del daño emergente de tan semejante hecho puede ser parcial
o total, porque tendrá que verse si aquel daño pudo prevenirse y, en su caso, en qué proporción, y aquellos serán
responsables por el daño producido de manera solidaria.
El derecho a prevenir el evento dañoso que configura el bullying -parcial o totalmente- como el de la reparación
integral del mismo de no lograrse la prevención, tiene para el menor no solamente su fundamento en el artículo 19
de la CN, que consagra implícitamente el derecho constitucional a no sufrir injustificadamente un daño y, en su
caso, a obtener una reparación integral y, a la vez, establece el derecho conforme a la nueva filosofía del derecho
de daños, a evitar sufrirlo, sino especialmente en la ley 26061 que consagra a la Convención de los Derechos del
Niño como documento jurídico internacional de jerarquía constitucional [art. 75 inc. 22), CN y art. 31, CN] que
ninguna norma puede contrariar so riesgo de ser tildada de inconstitucional: este documento garantiza el derecho
de todo niño y adolescente a la tutela de su integridad física, psíquica y moral: la ley 26892 de bullying consagra un
deber de actuar a los establecimientos educativos para precisamente evitar estos hechos dañosos y su configuración
permite presumir la existencia de un obrar negligente en los establecimientos educativos, en el sentido de que no
adoptaron las medidas de seguridad pertinentes para que, conforme a circunstancias de tiempo, modo y lugar, el
hecho no se produjera o bien no continuare en su ejecución. En este sentido, recordamos lo contundente del
fundamento brindado por la Audiencia de Madrid, al hacer responsable al establecimiento educativo por el suicidio
de un alumno, consecuencia fatal y desencadenante del hostigamiento sufrido, señalando el artículo de noticias que
publica el fallo (citado supra) lo siguiente:
“Este fallo confirma el incumplimiento del deber de cuidado del Colegio Amor de Dios, ante una situación ‘que toda l
a clase y profesoresconocían’ y subraya que no actuó ‘ni castigando las conductas de maltrato, ni llamando a sus
padres, ni aplicando el reglamento interno del centro’. Al contrario, decían a los padres que ‘el niño debe hacer frent
e por símismo’ a los problemas, que ‘más vale solo que mal acompañado’ y otros mensajes que ‘justificaban’ la inac
ción del centro. El fallo invoca la responsabilidad del colegio en cuanto a las facultades de guarda ycustod
ia de sus alumnos, en sustitución de sus progenitores, y considera, según lo señalado ya por el juzgado
en primera instancia, ‘necesario y urgente que en los centros educativos se implementen ylleven a cabo
medidas de prevención de la violencia escolar, que afecta a un número nada despreciable de escolares,
y tiene a veces consecuencias fatales para los menores’”.
El deber de actuar para prevenir el daño (función preventiva del art. 1710) es la actividad fundamental que le
corresponde al establecimiento educativo ante el conocimiento de uno o varios hechos de bullying y el mismo
CCyCo. le otorga la legitimación activa para incoar las acciones pertinentes para dar ejecución judicial a aquella
función: su inacción o pasividad los hace responsables por omisión por los daños que tal conducta cause al menor
agredido de manera concurrente y solidaria con los padres de aquel. Por ello, tanto los padres como el
establecimiento educativo son legitimados pasivos para responder por los daños del menor víctima de bullying,
siendo relevante a los fines de la responsabilidad -especialmente del primero- el conocimiento de la situación
de bullying. Por ello, los padres del menor víctima del hostigamiento deben por cualquier medio fehaciente poner en
conocimiento de la autoridad escolar la existencia del hecho como de los posibles sospechosos de la autoría material
e intelectual de los mismos, para que el colegio ponga en movimiento todo el mecanismo de prevención que la ley
26892 establece para evitar que los hechos continúen y, en efecto, se produzca un daño mayor al ya producido.
El conocimiento de los eventos dañosos y la conducta preventiva son determinantes de la responsabilidad del
establecimiento educativo. Por ello, insisto, estos hechos no pueden ocultarse por ninguna razón al establecimiento
educativo, porque estos tienen el poder material para prevenir e interrumpir estos eventos dañosos y, en efecto,
aplaudimos la incorporación al CCyCo. de la filosofía y los deberes emergentes de la función preventiva en los
artículos citados ut supra, precisamente porque el derecho de daños tiene hoy una finalidad preventiva más que
reparatoria, siendo esta la última ratio.
Notas:
(1) Sagarna, Fernando A.: “Responsabilidad civil de los establecimientos educativos en el Código Civil y Comercial” - RCyS -
T. 2015-IV - pág. 255
(2) Trigo Represas, Félix A.:
“La responsabilidad se hace recaer sobre ‘los propietarios de establecimientos educativos privados o públicos’. Ello importa,
ante todo, que tratándose de establecimientos públicos, la responsabilidad recae sobreel Estado Nacional, Provincial o Munic
ipal, según la jurisdicción a la que pertenezca la escuela. Si se trata de establecimientos privados, por propietario se entien
de a quien es el organizador de la educación, o sea, a quien “emprende” elservicio educativo, quien puede o no ser el titular
del dominio del inmueble en donde se dicten las clases, ya que este puede muy bien ser alquilado”
(3) Art. 2 -
“El ámbito de aplicación de esta ley se extiende a todos los establecimientos educativos públicos de gestión estatal y de ge
stión privada con o sin aporte del estado, dependientes de la Dirección General de Cultura y Educación dela Provincia de Bu
enos Aires, comprendiendo los niveles de educación inicial, primario y secundario, en todas sus modalidades y en aquellas i
nstituciones que responden a formas particulares de organización diferenciada de la propuestacurricular acreditable en los t
érminos del artículo 23 de la ley 13688. No obstante con la intervención del Consejo General de Cultura y Educación se auto
rizará su extensión al nivel superior”
(4) Sagarna, Fernando A.: “Responsabilidad civil de los establecimientos educativos en el Código Civil y Comercial” - RCyS -
T. 2015-IV - pág. 255
(5) Sagarna, Fernando A.: “Responsabilidad civil de los establecimientos educativos en el Código Civil y Comercial” - RCyS -
T. 2015-IV - pág. 255
(6) Sagarna, Fernando A.: “Responsabilidad civil de los establecimientos educativos en el Código Civil y Comercial” - RCyS -
T. 2015-IV - pág. 255. En primer término, puntualizamos que en el art. 1767, CCyCo., no se hizo distinción alguna, puesto
que resultaba innecesario, ya que los establecimientos educacionales son privados o estatales y, por ende, a ambos se
aplica su disposición. Como asimismo se prefirió redactar la norma en singular, a diferencia del art. 1117, CC que lo hace
en plural. La diferencia radica también en un cambio de vocablo, pues mientras el CC utiliza el término “propietarios”, en la
redacción del art. 1767, del CCyCo., se optó por la voz “titular”, puesto que si bien con el art. 1117, CC no había duda
alguna de que al mencionarse a los “propietarios” se entendía que el legitimado pasivo era quien estaba a cargo de la
organización del colegio y no quien tenía el dominio del inmueble, para quien rige los arts. 1757 y 1758, CCyCo., para una
mejor redacción de la norma se eligió la locución “titular”, puesto que expresa con mayor precisión quién resulta el
legitimado pasivo de la norma. En fin, quién está a cargo de ese deber de seguridad de resultado frente a los alumnos y a
terceros por daños causados por estos.
(7) Sagarna, Fernando A.: “Responsabilidad civil de los establecimientos educativos en el Código Civil y Comercial” - RCyS -
T. 2015-IV - pág. 255
(8) Sagarna, Fernando A.: “Responsabilidad civil de los establecimientos educativos en el Código Civil y Comercial” - RCyS -
T. 2015-IV - pág. 255
(9) El caso de Alcorcón, con sus 32.000 euros de indemnización, es la condena de mayor cuantía para un colegio por tolerar
acoso escolar. La que era la más alta hasta ahora la dictó en 2009 la Audiencia Provincial de Madrid -por 30.000 euros-.
Previamente, los padres de los siete acosadores de Jokin fueron condenados a pagar 10.000 euros cada uno a la familia del
niño vasco de 14 años que se quitó la vida, pero el colegio fue absuelto. Este fallo confirma el incumplimiento del deber de
cuidado del colegio Amor de Dios ante una situación “que toda la clase y profesores conocían” y subraya que no actuó
“ni castigando las conductas de maltrato, ni llamando a sus padres, ni aplicando elreglamento interno del centro”. Al
contrario, decían a los padres que “el niño debe hacer frente por sí mismo” a los problemas, que
“más vale solo que mal acompañado” y otros mensajes que “justificaban” la inacción del centro. El fallo invoca
la responsabilidad del colegio en cuanto a las facultades de guarda y custodia de sus alumnos, en sustitución de sus
progenitores, y considera, según lo señalado ya por el juzgado en primera instancia,
“necesario y urgente que en loscentros educativos se implementen y lleven a cabo medidas de prevención de la violencia es
colar, que afecta a un número nada despreciable de escolares, y tiene a veces consecuencias fatales para los menores”
(10) Al colegio se le condena, no por acoso, sino por responsabilidad civil subsidiaria, por no haber intervenido
correctamente. A su juicio, el fallo “no se ajusta a la realidad de los hechos” y por eso se
sienten “insatisfechos y contrariados ...consideramos que sí intervenimos en la medida de nuestras posibilidades”, sostiene
el centro, para explicar que desde que conocieron la primera sentencia, en la que se valoraban como “insuficientes” sus
actuaciones, las han “incorporado aun nuevo protocolo” que, “en previsión, aplican los 23 colegios de la congregación”
(11) Calvo Costa, Carlos A.: “La nueva responsabilidad civil en el Proyecto de Código: un paso hacia adelante y un
interrogante” - RCyS - T. 2013-VI
(12) Lorenzetti, Pablo: “Funciones de la responsabilidad civil y daño ambiental en el Proyecto de Código Civil y Comercial de
la Nación de 2012” - RCyS - T. 2013-VIII
(13) Lorenzetti, Pablo: “Funciones de la responsabilidad civil y daño ambiental en el Proyecto de Código Civil y Comercial de
la Nación de 2012” - RCyS - T. 2013-VIII
(14) Lorenzetti, Pablo: “Funciones de la responsabilidad civil y daño ambiental en el Proyecto de Código Civil y Comercial de
la Nación de 2012” - RCyS - T. 2013-VIII:
“El artículo en análisis no exige la procedencia de ningún factor deatribución, lo cual resulta acertado ya que la tutela inhibit
oria prescinde totalmente de este requisito de la responsabilidad civil. No puede imputarse ningún comportamiento subjetiv
o u objetivo -entendido este último en el sentido tradicionalde los factores objetivos de atribución-
al agente por un daño que todavía no se causó pero que sí puede producirse en el futuro”
(15) Lorenzetti, Pablo: “Funciones de la responsabilidad civil y daño ambiental en el Proyecto de Código Civil y Comercial de
la Nación de 2012” - RCyS - T. 2013-VIII
(16) Lorenzetti, Pablo: “Funciones de la responsabilidad civil y daño ambiental en el Proyecto de Código Civil y Comercial de
la Nación de 2012” - RCyS - T. 2013-VIII
(17) Lorenzetti, Pablo: “Funciones de la responsabilidad civil y daño ambiental en el Proyecto de Código Civil y Comercial de
la Nación de 2012” - RCyS - T. 2013-VIII:
“Vale destacar que en materia ambiental esta postura resultainsuficiente, al punto que parte de la doctrina propicia la inexig
ibilidad del requisito de la antijuridicidad formal para la procedencia del daño, resultando además completamente irrelevant
e la autorización administrativa previa para laactivación del sistema de responsabilidad por daño ambiental. Pensamos que
esta situación queda subsanada si recurrimos al texto de los Fundamentos presentados por la Comisión, según el cual se en
tiende por cumplido el requisito de laantijuridicidad con la mera violación al deber genérico de prevención consagrado en el
art. 1710. El razonamiento resulta convincente debido a que si el Proyecto introduce un deber expreso de prevenir, la sola o
misión de tal exigencia tornaoperativa la acción preventiva regulada en el art. 1711, independientemente de que la activida
d o proyecto cuenten con autorización administrativa o no conculque norma alguna prevista por el resto del ordenamiento j
urídico. Además, elpresupuesto de la antijuridicidad debe ser interpretado de modo armónico con el artículo 1717 del Proye
cto. Esta norma trasunta una diferencia notoria respecto de la vigente -contenida en el artículo 1066 del Código Civil-
al punto que ya norequiere de una violación expresa a normativa alguna sino que, por el contrario, introduce la noción de a
ntijuridicidad de tipo material. Todo daño es antijurídico, en esta concepción, si no se encuentra debidamente justificado. El
centro delas miradas está puesto en la víctima del daño y no en el victimario”
(18) Lorenzetti, Pablo: “Funciones de la responsabilidad civil y daño ambiental en el Proyecto de Código Civil y Comercial de
la Nación de 2012” - RCyS - T. 2013-VIII:
“La única condición que exige el Proyecto radica en la acreditación de un‘interés razonable’ -en nuestro caso-
respecto a la prevención de daños ambientales. Este concepto jurídico indeterminado debiera ser interpretado, ante la dud
a, del modo en que mejor favorezca la tutela del bien colectivo ambiental y,aplicando la máxima del in dubio pro
naturaleza, propendiendo siempre a la apertura legitimatoria como puerta de entrada al proceso judicial en defensa de los d
erechos fundamentales, principal garantía del acceso a la justicia”
(19) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078:
“El ejercicio de la responsabilidad parental, refiere el actuar de los deberes derechos delos padres tanto en los actos cotidia
nos como en las decisiones trascendentes del hijo y, el Proyecto de Código Civil y Comercial como regla general marca un gi
ro cualitativo en la regulación del ejercicio de la responsabilidad parental: elejercicio corresponde a ambos progenitores con
vivan o no. Por consiguiente el ejercicio de la responsabilidad parental corresponde a ambos progenitores, matrimoniales y
extramatrimoniales, convivan o no convivan, con independencia de laresidencia diaria del hijo"
(20) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078
(21) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078
(22) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078
(23) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078
(24) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078. Como observamos anteriormente, se produce un cambio de concepción en la legislación
proyectada, en la responsabilidad parental: partiendo de lo unipersonal (art. 264 y ss., CC) se transita hacia lo compartido
(arts. 641 y 648, Proyecto del CCyCo.). El cambio mencionado ya había sido avanzado por la L. 26061, que en el art. 7
establece que
“la familia es responsable en forma prioritaria de asegurar a las niñas, niños y adolescentes el disfrute pleno y el efectivo ej
ercicio de sus derechos y garantías. El padre y la madre tienen responsabilidades y obligacionescomunes e iguales en lo que
respecta al cuidado, desarrollo y educación integral de sus hijos. Los Organismos del Estado deben asegurar políticas, prog
ramas y asistencia apropiados para que la familia pueda asumir adecuadamente estaresponsabilidad, y para que los padres
asuman, en igualdad de condiciones, sus responsabilidades y obligaciones. Lo expuesto importa la mutación en la base de l
a responsabilidad parental puesto que se recorre un sendero compartido, deresponsabilidad solidaria de ambos padres o ma
dres en el cuidado y la atención de sus hijos. Este cambio impacta fuertemente en la responsabilidad civil de los padres por
el hecho de los hijos, como apuntamos más adelante ...
los dañoscausados por los hijos menores sujetos a responsabilidad parental, como principio general, imponen la responsabil
idad civil de los padres -indirecta-
, en los términos del artículo 1114 y concs. del Código Civil. La mayoría de edad se alcanzaen el derecho argentino a los 18
años, por lo que los padres responden por los daños causados por los hijos hasta que estos cumplan esa edad, según el artí
culo 126 del Código Civil. Hasta la ley 26579 del año 2009(24), la mayoría de edadse extendía hasta los 21 años, lo que traí
a como consecuencia que no pocos progenitores emancipaban a sus hijos, intentando con ello, a partir de los dieciocho año
s, eludir la responsabilidad civil que la ley impone a los padres por los dañosque causen sus hijos [arg. artículos 131, párr.
2, 264, 264, 264 quater, inc. 2), 1114 y concs., CC]
(25) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078. Este autor nos recuerda cómo era la regulación con anterioridad a la reforma del CC: el padre
y la madre son solidariamente responsables por los daños causados por sus hijos menores que habiten con ellos y, si no
conviven, es responsable el padre que ejerce la tenencia del menor, salvo que el hecho dañoso se produzca cuando el hijo
estuviere al cuidado del otro progenitor (art. 1114, CC). El ejercicio de la patria potestad y la responsabilidad civil deberán
siempre analizarse en el marco del art. 1114, CC, que regla la responsabilidad de los padres, en relación con el art. 264, CC
que expone el sistema de ejercicio de la autoridad; es decir, observar: a) si el padre y la madre ejercen la patria potestad,
ambos [art. 264, incs. 1) y 5), primera parte; art. 1114, párr. 1, CC]; b) si uno de los progenitores ejerce la patria potestad
de modo preferente [art. 264, incs. 2) y 5), segunda parte, CC; art. 1114, párr. 2, primer supuesto, CC]; c) si uno de los
progenitores ejerce de modo preferente la autoridad, cuándo y conforme a qué régimen el padre no ejerciente de la patria
potestad tiene a su cuidado el hijo menor [art. 264, incs. 2) y 5), segunda parte; art. 1114, párr. 2, segundo supuesto,
CC). Esta es la difícil tarea de la víctima tendiente a individualizar frente a los progenitores, eventuales legitimados pasivos
por los daños ocasionados por el hijo menor, es decir a los presuntos responsables o al presunto responsable, según la
situación de ejercicio de la autoridad que se configure en el caso. En algunos supuestos se presentará un solo título de
imputación, verbigracia, ser el padre ejerciente de la patria potestad o ser ambos los padres ejercientes de la patria
potestad, si conviven en armonía, sean matrimoniales o extramatrimoniales; en otros supuestos, se exhibirían dos títulos
de atribución de responsabilidad, ser padre o padres ejercientes y ser el dueño o titular del rodado con el que se ocasiona el
daño (para el caso de daños causados con automóviles o análogos). En el supuesto del padre no ejerciente de la autoridad -
respecto del que tampoco se da el supuesto excepcional del art. 1114, párr. 2, CC-, no es responsable frente a la víctima.
Como regla general, se expresa que la responsabilidad paterna coincide con el ejercicio de la patria potestad, por lo que en
síntesis los padres convivientes responden solidariamente y, si no conviven, responde aquel que ejerce la tenencia, con la
aclaración efectuada. Si se trata de padres no convivientes y el hecho ocurre cuando el hijo estaba al cuidado del que no
ejercía la tenencia, no surge la responsabilidad para quien ejerce la patria potestad (art. 1114, párr. 2, segundo supuesto,
CC): el padre no ejerciente es el responsable, desplazando la responsabilidad del padre ejerciente de la autoridad. IV.1.3.
Las eximentes consagradas en el CC vigente. Existen eximentes de la responsabilidad paterna, que la ley prevé en el
derecho vigente, y que apuntamos seguidamente. a) la prueba de que ha sido imposible impedir el hecho mediante una
vigilancia activa sobre el hijo (art. 1116, CC). El art. 1116, CC norma que
“los padres no serán responsables de los daños causados porlos hechos de sus hijos, si probaren que les ha sido imposible i
mpedirlos. Esta imposibilidad no resultará de la mera circunstancia de haber sucedido el hecho fuera de su presencia, si apa
reciese que ellos no habían tenido una vigilanciaactiva sobre sus hijos”. Más allá del debate doctrinario y jurisprudencial
estructurado sobre esta norma preconsignada -1116-, a propósito de los daños causados por los menores en presencia de
sus padres o fuera de su presencia, lo esencial a nuestra mirada es que el sistema indica en primer lugar que los padres son
responsables por los daños que causan los hijos menores (art. 1114, CC) y, en segundo lugar, que para liberarse de
esta responsabilidad deben demostrar que les ha sido imposible evitar el daño mediante una vigilancia activa (art. 1116,
CC). b) La transmisión o transferencia de la guarda (art. 1115, CC). El art. 1115, CC estatuye que
“la responsabilidad de los padres cesa cuando elhijo ha sido colocado en un establecimiento de cualquier clase, y se encuent
ra de una manera permanente bajo la vigilancia y autoridad de otra persona”. La transmisión de la guarda del menor, en
ciertas condiciones, configura una causa de exoneración de la responsabilidad de los padres por los daños que ocasionen los
hijos menores. En este supuesto, y cumplidas las condiciones de procedencia de la exoneración, la responsabilidad de los
padres es sustituida por la de aquellas personas a quienes se encargó la vigilancia y cuidado del hijo menor (arts. 1113,
1117 y concs., CC)
(26) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078. Se produce una mutación de relevancia, al determinar normativamente que
la responsabilidad es objetiva, apartando toda duda e interpretación sobre tal aspecto, como regla general. La culpa
presumida o los factores subjetivos son descartados para esta responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos que
descansa, en el Proyecto, en los pilares objetivos, con todas las consecuencias que ello trae aparejado (v. gr., inversión de
la carga de la prueba, limitación de los eximentes a la ruptura del nexo causal, presunción de causalidad, entre otros).
Creemos que esta delimitación conceptual y sistémica constituye uno de los principales cambios paradigmáticos en la
materia eje de esta propuesta de reforma en el derecho de daños
(27) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078
(28) Lloveras, Nora y Monjo, Sebastián: “Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código”
- LL - T. 2013-E - pág. 1078
Jurisprudencia
Cánepa, Santiago Jorge y otros c/Persoglia, Raúl y otros s/daños y perjuicios, Cám. Nac. Civ. Sala E 16/02/2011
Es criterio de la Sala que los elementos que cabe considerar para establecer el quántum indemnizatorio por la
muerte de una persona. Así ha señalado que deben ponderarse diversos factores -todos los cuales quedan librados
al prudente arbitrio judicial-, entre los que pueden citarse, respecto de la víctima, su sexo, edad y tiempo probable
de vida útil, su educación, profesión u oficio, caudal de sus ingresos a la época de su fallecimiento, sus
probabilidades de progreso y ahorro, aptitudes para el trabajo, nivel de vida y condición social; mientras que, desde
el punto de vista de quien reclama la indemnización -en el caso, sus hijos y madre-, habrá de meritarse el grado de
parentesco, la ayuda que recibía de aquélla, número de miembros de la familia, etc. (conf. L.L. 1988-C, 106 y
causas 66.005 del 29-5-90 y 80.205 del 28-2-91, con citas de Cazeaux y Trigo Represas, Derecho de las
obligaciones, 2a. ed., t. 4 pág. 261 nº 66; CNCiv. Sala “C” en E.D. 84-331; Sala “D” en E.D. 75-306; íd., en E.D.
88-808 nº 37; ver también; Kemelmajer de Carlucci en Belluscio, Código Civil y leyes complementarias comentado ,
anotado y concordado, t. 5 pág. 200 y sus citas).
Asimismo, es doctrina de este Tribunal que, a los fines indicados, no pueden aplicarse pautas matemáticas, sino
que es preciso valorar las circunstancias propias de cada caso, sin olvidar que la muerte de un ser querido no
constituye para los suyos un capital que se mida por la renta que puede dar (conf. causas 72.242 del 17-8-90,
101.462 del 11-12-91 y 168.616 del 17-5-95, entre muchas otras; véase también CNCiv. Sala “A”, causa 43.505
del 12-6-89), siendo que el art. 1084 del Cód. Civil deja librada “a la prudencia de los jueces, fijar el monto de la
indemnización...”.
En la causa 69.151 del 4-7-90, in re: “Barrero Raúl Alberto c/ Romeo Eduardo José y otros s/ sumario”, el
tribunal se inclinó por el criterio sustentado por la prestigiosa autora y magistrada de la Corte Suprema de la
provincia de Mendoza -Dra. Aída Kemelmajer de Carlucci-, en el sentido de que, no obstante reconocer que la vida
humana tiene para su dueño un valor económico y moral, puede suceder que su truncamiento incida
económicamente en otras personas, por lo que la valoración de la vida humana representa la medición de la cuantía
del perjuicio que sufren aquellos que eran destinatarios de todo o parte de los recursos que el fallecido producía
(ver op. y loc. cits., pág. 196 y jurisprudencia y doctrina mencionadas en notas 125 y 126).
Por otra parte, ha decidido en otras oportunidades que el art. 1079 del Cód. Civil establece el principio general
según el cual corresponde indemnizar el perjuicio sufrido no sólo al damnificado directo, sino también a los
indirectos, en tanto los arts. 1084 y 1085 especifican ciertas reglas para las hipótesis del delito de homicidio, sin
excluir la aplicación de aquél. Y estas últimas normas citadas restringen la presunción juris tantum de daños
exclusivamente al cónyuge supérstite e hijos incapaces, pues en el orden natural y ordinario de las cosas sólo éstos
son subvenidos en sus necesidades por los padres, mientras que cabe suponer que los mayores y capaces se
encuentran independizados, por lo que la muerte de alguno de los progenitores no le ocasiona -en principio-
perjuicio material alguno (ver Belluscio, op. y loc. cits., pág. 179 nº 6 y doctrina y jurisprudencia citados en nota
52). Vale decir, estos últimos deben acreditar fehacientemente -en los términos del recordado art. 1079- el daño
alegado (conf. mis votos en causas 76.161 del 11-10-90, 109.175 del 14-5-92 y 181.480 del 30-10-95, entre otras;
véase también C.S., en J.A. 1995-IV-141; Zavala de González, Daños a las personas - Pérdida de la vida humana,
Ed. Hammurabi, t. 2b pág. 206 ap. d). E igual temperamento debe adoptarse, por consiguiente, respecto de los
progenitores del occiso, quienes deberán probar que este último efectuaba aportes a fin de ayudarlos
económicamente.
… El daño psíquico que, en criterio sustentado por esta Sala, forma parte del concepto de incapacidad
sobreviniente (ver, al respecto, causas 170.111 del 7-6-95, 266.256 del 27-4-99 y 555.714 del 17-8-10, entre
muchas otras), no integra -como parece entenderlo lo aseguradora- del daño moral. Es que, en realidad,
constituyen dos partidas que merecen ser, según las circunstancias, indemnizadas por separado, puesto que el daño
moral sucede prevalecientemente en la esfera del sentimiento, en tanto que el primero afecta preponderantemente
la del razonamiento, y además mientras el moral no requiere prueba acerca de su existencia y extensión, el otro
exige demostración de ambos aspectos (conf. Cifuentes, El daño psíquico y el daño moral - Algunas reflexiones
sobre sus diferencias, en J.A. 2006-II-1089; Cipriano, El daño psíquico [Sus diferencias con el daño moral], en L.L.
1990-D-678). Es por ello que se ha aceptado mayoritariamente la indemnización de las secuelas psíquicas que
pueden derivarse de un hecho con independencia de que se conceda también una reparación en concepto de daño
moral (conf. mis votos en causas nº 69.658 del 2-10-90, 81.134 del 24-12-90 y 174.074 del 8-8-95, con cita de
Zavala de González, Daños a las personas - Integridad sicofísica, t. 2a pág. 195 nº 57 y jurisprudencia allí
mencionada).
Así las cosas, la licenciada Eisner, que dictaminara en su carácter de perito psicólogo, concluyó -sin que se
controvierta ya su peritaje- que Santiago Jorge presenta a raíz del fallecimiento de su padre un sentimiento de
desprotección, inseguridad, angustia, desinterés por las cosas, desgano tristeza y desesperanza, todo lo cual
representa un trastorno depresivo mayor, clasificación DSM-IV, de tipo moderado, que autoriza a estimar su
discapacidad en el 25%. Aconseja un tratamiento -que al momento de la pericia estaba realizando- de tres años de
duración, a razón de dos sesiones semanales y costo por sesión de $ 60, lo que hace ascender costo total a $
18.720. De su lado, M. S. si bien está atravesando una etapa de duelo, puede expresar su sufrimiento con más
facilidad que su hermano y siente que está resurgiendo, pudiendo estimarse que está frente a una depresión
reactiva en período leve y una incapacidad del 10%, debiendo encarar también un tratamiento psicoterapéutico de
dos años, con dos sesiones semanales y un costo por sesión de $ 60 y un costo total de $ 12.480 (ver fs. 357/60 y
fs. 430/32).
En lo que concierne a la psicoterapia -contrariamente a lo que sostiene la aseguradora- no es incompatible resarcir por
el daño psíquico y al mismo tiempo por el tratamiento psicoterapéutico a que debe someterse la víctima. Ello no
implica que el primero pase a ser un daño transitorio (conf. esta Sala, voto del Dr. Mirás en causa 345.988 del 29-5-
02 y mi voto en causa 398.997 del 11-8-04) y lo expresado pericialmente en estos autos de ninguna manera significa
que el mal remitirá.
… Sabido es que por daño moral ha de entenderse cualquier lesión a los sentimientos o afecciones legítimas de
una persona, o cuando se le ocasionan perjuicios que se traducen en padecimientos físicos o, en fin, cuando de una
manera u otra se han perturbado la tranquilidad y el ritmo normal de vida del damnificado (conf. CNCiv. Sala “D” en
E.D. 61-779; íd., en E.D. 69-377; Sala “F” en E.D. 42-311; íd., en E.D. 53-350; Sala “G” en E.D. 100-300; esta
Sala, causas 502 del 26-12-83 y 66.984 del 30-5-90).
Asimismo, reiteradamente se ha decidido que estando en presencia de un supuesto
de responsabilidad extracontractual -como lo es el caso de autos-, no cabe requerir la prueba específica de su
existencia, debiendo tenérselo por configurado por el solo hecho de la acción antijurídica (ver Orgaz, El daño
resarcible [Actos ilícitos], 3a. ed., pág. 216 nº 66; CNCiv. Sala “A” en E.D. 67-353; Sala “D” en E.D. 75-306; Sala
“F” en E.D. 92-365; esta Sala, causas 285.983 del 9-5-83, 5.219 del 3-5-84 y 90.799 del 17-6-91). Igualmente, ha
de tenerse en cuenta que incluso en los supuestos de responsabilidad objetiva, en que la culpa es presumida o bien
el riesgo creado genera reprochabilidad, este perjuicio es indemnizable (ver Borda, Tratado de Derecho Civil -
Obligaciones, 8a. ed., t. I pág. 170 nº 174; CNCiv. esta Sala, voto del Dr. Mirás, en causa 41.576 del 16-3-89 y sus
citas: Horacio Guillén, El daño moral en la responsabilidad por el riesgo de la cosa, en L.L. 1983-B-975 y fallo
plenario de la Cámara del Trabajo allí publicado; ver también CNCiv. esta Sala, votos del Dr. Mirás en causa
148.137 del 2-8-94 y votos del Dr. Dupuis en causas 153.719 del 6-10-94 y 191.686 del 3-6-96 y mi voto en causa
338.804 del 27-2-02).
Conforme se ha reconocido la valoración del daño moral y la cuantificación de la indemnización constituyen
motivos de preocupación para jueces y abogados y se trata de un problema difícil. Sin embargo, se ha decidido que
a tales fines deben ponderarse diversos factores, entre los que merecen ser citados, a modo de ejemplo, la
gravedad de la culpa del autor del hecho, la existencia y cuantía de los perjuicios materiales, las condiciones
personales de aquél y las de la víctima, etc., factores todos que quedan librados al prudente arbitrio judicial (conf.
CNCiv. Sala “B” en E.D. 57-455; Sala “D” en E.D. 43-740; esta Sala, causas 19.073 del 13-3-86 y 124.140 del 16-
11-94).
Ello establecido, habida cuenta como sucediera el accidente, la angustia y desazón por la pérdida del padre
sufrida por los hijos en tan dramáticas circunstancias y demás particularidades del caso que ya he reseñado en
anteriores considerandos, la cantidad de $ 50.000 reconocida a cada uno de ellos me parece una adecuada y
equitativa indemnización. Y lo mismo acontece con la restante actora, quien seguramente ante la pérdida de uno de
sus hijos sufrió uno de los mayores dolores espirituales que puede padecer una madre, puesto que en el curso
natural de la vida el ser humano se encuentra más preparado para morir antes que sus propios vástagos.
…7.- En definitiva, voto para que se modifique la sentencia de fs. 499/510 de la siguiente manera: a) se reduzca la
indemnización a favor de M. S. Cánepa en concepto de valor vida a la suma de $ 30.000 y por daño psíquico a la de $
8.000; b) se disminuya la correspondiente a Santiago Jorge Cánepa en concepto de daño psíquico a la de $ 20.000 y
por tratamiento psicoterapéutico a la de $ 16.380; c) con relación a los intereses, ellos se deberán devengar a la tasa
del 6% anual desde la fecha del siniestro y hasta la del citado pronunciamiento, haciéndolo con posterioridad y hasta
el efectivo pago la allí fijada; d) se la confirme en lo demás que decide y fue materia de agravio expreso. Las costas de
Alzada, propicio sean distribuidas en el orden causado, habida cuenta el resultado obtenido en esta instancia (art. 71
del Cód. Procesal) y atento la naturaleza de la acción de que se trata.
Jursiprudencia
Iapozzuto, Gabriel Martín c/L., Rodolfo y otros s/daños y perjuicios, Cám. 1ª Civ. Mendoza, 06/04/2015
Llegado su momento, admito que la accionante denunció que L. obró con “dolo” al causar el menoscabo.
También verifico no obstante que, en la misma pieza inaugural, se citó jurisprudencia que
atribuye responsabilidad a los padres por el accionar meramente culposo o imprudente de sus hijos menores. Frente
a esta realidad puedo decir que: si bien la deliberada intención de provocar el menoscabo podría ser un aspecto
discutible (art. 1072 C.C.), no lo es que, abundar en disquisiciones de ese tipo, resulta, conforme constancias de
autos, estéril. Esto es así no sólo por la dualidad de la imputación sino, básicamente, porque se logró acreditar que
el comportamiento del agresor fue culposo, situación que, en el contexto dado, basta para motorizar la presunción
de responsabilidad indirecta que pesa sobre sus progenitores (Kemelmajer de Carlucci, A., comentarios a los arts.
1.109 y 1.114 del C.C. en Código Civil y normas complementarias, Dir. Belluscio- Coord. Zannoni, Astrea, Bs. As.,
1984, T. V, págs. 91 y 613/14).
No ingresaré en el debate relativo a si el régimen que aplico adscribe a un factor de atribución objetivo o
subjetivo, porque, según infiero, el juez de grado se inclinó por la última de esas opciones, que se corresponde con
lo que en el sistema vigente constituye una de las tendencias que imperan en materia
de responsabilidad parental por daños ocasionados por hijos menores (véase una reseña de las alternativas de
abordaje aludidas en: Leiva, Claudio, Un caso de responsabilidad de los padres por daños causados por los hijos
menores y el factor de atribución aplicable a la luz del derecho vigente. La cuestión en el Proyecto de Código Civil y
Comercial de la Nación 2.012, LL Gran Cuyo 2014 (agosto), 721 y Lloveras, Nora Monjo,
Sebastián, Responsabilidad de los padres por el hecho de los hijos en el Proyecto de Código, LL 2013-E, 1078).
El punto es desentrañar si, desde esa perspectiva, es posible definir la eximición de los progenitores. Anticipo
que mi respuesta será negativa, conforme ampliaré.
Como eximente de la responsabilidad paterna la demandada invocó la establecida en el art. 1.116 del código
civil, conforme el cual: "Los padres no serán responsables de los daños causados por los hechos de sus hijos, si
probaren que les ha sido imposible impedirlos. Esta imposibilidad no resultará de la mera circunstancia de haber
sucedido el hecho fuera de su presencia, si apareciese que ellos no habían tenido una vigilancia activa sobre sus
hijos".
Es conocido el debate que el dispositivo citado ha suscitado en torno a los daños causados por los hijos menores
en presencia de sus padres o fuera de ella (Kemelmajer de Carlucci, comentario al art. 1114 del código civil en
Código..., cit. pág.621). Para evitar incurrir en teorizaciones innecesarias, me limitaré en torno al tema a decir que,
según considero, la liberación de los padres depende en estos casos de que ellos logren probar que les ha sido
imposible evitar el daño mediante una vigilancia activa, entendiéndose por tal “...el conjunto de medidas
conducentes a controlar las actividades del hijo y a educarlo para que su conducta no se constituya en fuente de
perjuicios para otras personas” (C. Civ. y Com. Junín, 21/05/2009, “N., A. M. c. A., E. M. y otros”, LLBA2009
(agosto), 799, Cita Online: AR/JUR/13299/2009).
Es sabido también que cualquiera sea la corriente en que se enrolen, los autores y los fallos sostienen
mayoritariamente que la causal de liberación debe ser interpretada en estos casos con criterio estricto. Así se aduce
por ejemplo que no es suficiente que los padres demuestren que adoptaron las diligencias debidas en lo atinente a
la educación y control del hijo, sino que deben acreditar que hicieron todo lo posible por evitar el daño en lo
concreto (Kemelmajer de Carlucci, cit). Incluso se sostiene, como lo hace la sentencia que en último término cité,
que lo que los padres deben justificar es que medió una causa lesiva extraña al ejercicio de la patria potestad, lo
que sin duda aproxima aún más la cuestión hacia los parámetros que rigen el “caso fortuito” y aleja la opción de
que la liberación ocurra por la mera acreditación de una falta de culpa. Ese último temperamento, que por cierto
comparto, involucra según mi parecer una interpretación coherente con el criterio que modernamente tiende a
cargar las consecuencias del daño injusto a quien lo provocó o a quien, de algún modo, tuvo la posibilidad de
prevenirlo.
Ahora bien, de conformidad con los parámetros que he brindado en esta causa verifico que, los demandados, no
acreditaron la concurrencia de la eximente que invocaron. Por el contrario, fluye del proceso con claridad que, pese
a la dedicación y esmero que pudieron haber empleado los progenitores para educar y formar a su hijo, no lograron
que el mismo, en el momento dado y conforme las especiales condiciones de persona, tiempo y lugar, ajustara su
comportamiento a las reglas de la convivencia social que destierran la violencia como modo de respuesta a los
inconvenientes que normalmente pueden presentarse en la vida de relación. De tal manera, la fractura del nexo
causal no puede en definitiva considerarse operada- ni total, ni parcialmente- porque no emerge de autos, de
manera certera y convincente, que el comportamiento del accionante haya tenido efectiva incidencia en la
producción del daño que el mismo sufrió. Al menos, digo para concluir, las constancias que compulso demuestran
que la reacción del agresor fue desproporcionada e incompatible con la conducta que es dable esperar adopte un
adolescente que sufre algún tipo de molestia - empujones, por ejemplo- generada por sus pares, en el interior de
un boliche.
F. P. V. y otros c/GCBA s/daños y perjuicios (excepto resp. médica), Juzg. Cont. Adm. y Trib. Nº 15, 23/10/2015