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García Lorca 1
EL SURREALISMO
EN PABLO NERUDA Y FEDERICO GARCÍA LORCA.
DÁNISA GARDERES
CENTRO REGIONAL DE PROFESORES DEL SUR
NOVIEMBRE, 2000
Dánisa Garderes El surrealismo en P. Neruda y F. García Lorca 2
Además de esta técnica. Max Ernst, en 1925, comenzó usando la de un niño, que lo
llevó en su dirección artística durante las siguientes dos décadas. La técnica fue
denominada “frotagge”, frotado. Consistía en colocar un trozo de papel sobre una
superficie con textura y luego frotarlo con un pincel, de manera de grabar esa textura.
Luego, las imágenes producidas serían reformadas y los resultados serían nuevas imágenes
y asociaciones de estos frotamientos iniciales. Estas imágenes luego se volverían
inspiración y trabajos base para pinturas y esculturas.
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Las formas y los objetos comunes eran usados para crear arte. Los surrealistas
veían un objeto y creaban arte a partir de él a causa de los sentimientos que les inspiraba.
Joan Miró
Dijo Miró: “Empecé pintando, y mientras lo hacía, la pintura comenzaba a sugerirse
bajo el pincel. La forma se vuelve el símbolo de una mujer o de un pájaro mientras
trabajo”.
Como resultado de esas ideas los mercados de pulgas se mostraron como el hogar
de la inspiración, porque ofrecían objetos inusuales perfectos para el arte surrealista.
Miró fue un artista que tomó ventaja y usó todo su potencial para captar las formas
simples que se le ofrecían. Usualmente comenzaba sus pinturas con lavados azarosos y
luego creaba sobre ellos las formas generadas por las esponjas o los trapos que usaba.
Luego de tener algo pintado, las formas logradas lo inspiraban para culminar una
producción. Como él establece: “El primer nivel es libre, inconsciente, pero el segundo
nivel es calculado cuidadosamente”.
Miró no fue un producto del surrealismo, sino una necesidad para su comienzo. El
surrealismo necesitó de su trabajo a fin de definirse a sí mismo como un movimiento
artístico. Bretón dijo que “por su psiquismo automático puro” Miró puede pasar “por el
más surrealista de todos nosotros”.
Además de la inocencia infantil que veían los surrealistas, Miró se fijó en sus
sueños y en su infancia para encontrar ideas en su arte. Los surrealistas buscaban en los
sueños porque creían que estos eran pensamientos e imaginaciones en estado primitivo.
Los sueños eran parte del inconsciente, y éste estaba intacto.
En el comienzo del período surrealista, los artistas usaban el hipnotismo y las
drogas para aventurarse en el estado inconsciente y poder extraer imágenes, palabras,
ideas. Bretón consideraba que estas imágenes y sensaciones no podían ser tenidas en el
estado consciente.
Frecuentemente creaban escenas y escenarios que imitaran lo onírico, y que serían
imposibles en el mundo natural.
Salvador Dalí
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Salvador Dalí una vez dijo que la única diferencia entre él y un loco era que él no
estaba loco. Sus pinturas eran muchas veces extrañas y el mundo del sueño erótico lo
influenciaba a través de los sueños y su miedo al sexo. Él pintó con una gran capacidad
fotográfica y usó colores intensos que hacían que su trabajo luciera vivo. Describió la base
teórica de su trabajo como “crítica paranoica”: la creación de una realidad visionaria desde
elementos como los sueños, las visiones, los recuerdos y lo psicológico o las distorsiones
patológicas, a través del uso de objetos familiares como relojes, insectos y teléfonos, y las
imágenes primarias de sangre y excremento.
Las imágenes de Dalí gradualmente se volvieron una pesadilla visual como los
relojes derritiéndose de La persistencia de la Memoria.
René Magritte
Como los imposibles de las escenas de Dalí, René Magritte (belga, 1898-1967)
pintó a la realidad con un giro ilusionista. En “La condición humana” y otros trabajos,
Magritte usa la ilusión para engañar al ojo y hacerlo creer algo que realmente no es. En “La
condición humana” (1933) el ojo es engañado al creer que la pintura representa un paisaje
visto a través de una ventana. En realidad representa una pintura sobre un atril frente una
ventana que contiene a su vez la vista fuera de ella.
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Aquí se muestra lo que Franz Roh describe como “la colisión de la realidad
verdadera y la realidad aparente”.
Magritte también demuestra esta capacidad ilusionista en “El falso espejo” (1935)
donde el iris del ojo pintado se llena de una escena celestial.
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2.1. Precedentes.
Federico García Lorca, en 1927 realiza una conferencia sobre “La imagen poética
de don Luis de Góngora”, donde dice que percibe la metáfora como unión de dos
contrarios: “La metáfora une dos mundos antagónicos por medio del salto que da la
imaginación”.
Vista así, la función de la metáfora no es crear nuevas realidades como lo había sido
para los vanguardistas españoles anteriores, sino que es revelar relaciones preexistentes
entre las cosas, pero cuya percepción no había sido evidente. El objetivo de yuxtaponer
elementos no acostumbrados es abrir vías de percepción no usadas. Lo que había empezado
en unos jóvenes vanguardistas ansiosos de una reforma literaria como arma de combate
contra la tradición, se modifica cuando llega a la generación del 27, si bien continúa fiel al
propósito original de crear nuevas perspectivas en la poesía y maneras inesperadas de
percibir y representar el mundo.
A través de la metáfora, estos poetas buscaban el ideal de “poesía pura”, la poesía
que se crea y se basta a sí misma, ya que crea nuevos puntos de vista que no deben ser
explicados con los conocidos.
En España, hubo una evolución de esta poesía a otra puesta al servicio de
determinada causa o ideología, pero esto no sucedió repentinamente. Uno de los elementos
que más influye a los poetas de la generación del 27 y a toda Europa en general es el
surrealismo, que cuya doctrina y técnicas tuvieron gran importancia como sistema estético
en la transición hacia un arte de compromiso.
estético sobre la materia poética le resultaba inaceptable a un grupo de poetas cuya obra se
caracterizaba precisamente como “intelectual”.
García Lorca practica lo que llama su “nueva materia espiritualista, desligada del
control poético, pero con una tremenda lógica poética”. Él dice que “no es surrealismo, la
conciencia más clara lo ilumina”.
Los poetas españoles entendieron en un principio por surrealismo, automatismo.
Incluso más tarde, cuando algunos poetas adoptaron técnicas surrealistas, no se entregaron
de lleno a la escritura automática, y se negaron a aceptar el rótulo de surrealistas. Se ha
demostrado la organización racional bajo la superficie aparentemente ilógica y
desordenada de poemas de García Lorca y Aleixandre.
El surrealismo, al hurgar en los sueños y en la subconsciencia, ponía en primer
plano lo instintivo, lo primario humano; los poetas españoles se caracterizaban por un
pudor estético inicialmente, que se contradecía con los objetivos del surrealismo. Los
poetas del 27 reaccionaron contra los excesos verbales y sentimentales románticos y
modernistas, y veían en el surrealismo un neorromanticismo basado en el espíritu
pesimista, negador, voluntariamente incoherente. Al estar plenamente convencidos de que
el poeta, por medio de su dominio absoluto sobre las técnicas poéticas, crea
conscientemente la poesía, el surrealismo les parecía un programa profundamente
antiartístico.
Por otro lado, la generación del 27 revalorizaba la materia tradicionalmente
considerada poética, agregando elementos de la civilización moderna. Negaba la belleza a
priori de los temas y los símbolos tradicionales, pero no negaba la belleza como fin
estético. El surrealismo francés, en cambio, se declaraba en contra de la belleza artística,
realzaba lo feo.
No obstante el rechazo primero, entre 1928 y 1931, varios poetas españoles usaron
técnicas netamente surrealistas: imágenes oníricas y violentas, exploración de los sueños y
la subconsciencia, todo acompañado de cierto tono de angustia. Sin embargo, este impacto
en la poesía española sucedió cuatro años después de la parición oficial del surrealismo. Tal
vez esto fuera porque a los poetas españoles les interesaba mucho más la obra surrealista
que la teoría.
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tierra y de la sangre. Del encuentro de esos dos densos filtros, el surreal y el del sueño,
nació Romancero Gitano, compuesto entre el 24 y el 27, y publicado en el 28. Lorca utiliza
técnicas de abordaje al inconsciente popular, como “las nanas”.
Descubría en estas canciones populares de cuna ciertas formas que iba a incorporar
a su poética: primero el contraste entre palabra y sonidos, entre imagen y melodía, que
produce en el oyente una ambigua sorpresa. Tal vez por eso nos asalta una angustia
inexplicable al leer:
Existen muchos puntos de enlace entre Lorca y el inconsciente popular, aunque aún
en este libro el surrealismo lorquiano no es otra cosa que un elemento de su poesía,
delimitado en lo onírico y lo demoníaco – popular. Podría incluso mirarse como una simple
coincidencia con el surrealismo.
De cualquier modo, ya no es casual en el desarrollo posterior de su obra. En junio
de 1929 viaja a Nueva York esperando poner fin a una crisis sentimental y poética que lo
atormentaba, buscando renovar los contenidos y las técnicas. Por esa razón, en Poeta en
Nueva York su surrealismo explotó en las formas más violentas de liberación de las normas,
de denuncia profética y visionaria. El libro es un grito de protesta contra el americanismo y
la civilización mecánica representadas como el triunfo de la muerte.
Los críticos encuentran, en la cólera y
el espanto angustiado, una semejanza con
Picasso, que también podemos observar en
sus dibujos de esa etapa.
El nuevo mundo se le aparece cono
monstruo que exasperaba las formas vacías de
un gigantismo que sacrificaba al hombre a
favor del número, a la felicidad a favor de la
estadística. Reacciona líricamente, con
introspección y proyección, no con
descripción objetiva ni cronológica, sino
experimentando íntimamente esta vivencia, Autorretrato del poeta en Nueva York
recreándola en su imaginación y
organizándola mediante un sistema propio de símbolos que da un resultado peculiar.
Nueva York arrastrada por el avance técnico y sumergida en el capitalismo lo
impresiona, transformándola en un símbolo del sufrimiento, en una ciudad revestida de
valores negativos, perjudicial para el hombre, destructora de los valores esencialmente
humanos. Lorca siente, en la soledad que aísla a miles de personas, la propia soledad que
traía adentro, haciéndola más intensa y proyectándola en su obra, al contactar el
desgarramiento que la sociedad americana le impone.
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La gran ciudad logra que surjan los conflictos internos del poeta, los refleja
haciéndolos trascender lo puramente personal, trasladándolos, como ya dijimos, a una
protesta de corte social. De esta manera se solidariza con los que, como él, están sometidos
a un orden distinto del que les es natural, sujetos avalores e intereses de quienes poseen el
poder.
Lo que estructura todo el libro es, según Cerviño, “un doloroso sentimiento de
pérdida, producto de una fuerte crisis personal y del impacto que supuso para la
sensibilidad del poeta el choque con una realidad que lo supera”.
Característica de ese choque es la poesía Intermedio: ante el espanto por lo que ve,
Federico busca instintivamente refugio en la infancia, en los ojos de 1910.
Aquellos ojos míos de mil novecientos diez
no vieron enterrar a los muertos
Pero pareciera que después del primer rechazo, al final del mismo poema, consigue
vislumbrar una razón de ser allí, y una clave para abrir ese mundo negativo:
No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Las cosas, que en realidad lo simbolizan a él mismo. Hasta ahora había trabajado
con “lo lleno”. A partir de entonces trabajaría con los vacíos de los
seres y las cosas.
Nueva York es un símbolo. Las metáforas callan en este
caso, para dar paso a la acumulación caótica de imágenes, sin
aparente comunicación entre sí. Todos los símbolos que
encontramos se balancean en ese infierno cotidiano de la urbe
neoyorquina, desde la extrema aridez a la extrema blandura de la
materia en descomposición. Pero sobre todo, impera el vacío, y es
lo que importa en toda la obra.
La angustia absoluta y el gemido frente esa imagen
negativa de la vida se percibe claramente en el sacrificio o empobrecimiento de los colores
que esa poesía contiene; muestra una metrópolis de tonos descoloridos, desteñidos. Los
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Después de superar el contraste Granada – Nueva York, Federico une todas las
razones de rebelión del hombre de nuestro tiempo, centrando en el símbolo adverso de
Nueva York todas las fuerzas históricas que infestan el amor y la autenticidad de la vida,
mediante la denuncia del orden establecido, en fuerte oposición con un orden natural
primero, más consustancial con la esencia del ser humano.
El sentimiento de angustia por el
pasado perdido y muerte, trasciende lo
personal y se refuerza con el sentimiento de
pérdida del orden social que provoca la
sublevación del yo poético.
Uniendo su situación personal a su
visión de la gran ciudad, insiste en la lucha
del mundo natural contra el mecánico,
mostrando a Nueva York ajena a los valores
esencialmente humanos, en medio de la
soledad y la muerte.
Tenemos en nuestras manos entonces,
una obra de gran compromiso humano, que
Tres marineros y un grumete (1929)
nos muestra cabalmente cómo el surrealismo influyó en Federico García Lorca para llegar
al arte de compromiso de la que hablábamos con anterioridad.
Federico se comprometió, pero no fue un poeta político. No obstante, trabajó para el
gobierno de la República montando piezas teatrales con tendencias “didácticas”. Él
pertenece a los poetas de la resistencia por su actitud hacia la civilización de masas.
Lorca dedicó la última parte de su vida principalmente al teatro. En 1931, al
instaurarse la República, propuso organizar compañías teatrales estudiantiles para divulgar
los clásicos de las provincias. En esta etapa es que escribe la mayoría de sus obras
dramáticas, las cuales representa con su compañía teatral “La Barraca”.
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Más adelante, por ejemplo, con La casa de Bernarda Alba, Lorca pasaría de la
experimentación a la tradición, al igual que en su evolución poética, con el Llanto por
Ignacio Sánchez Mejías. La crítica considera que esto se debió sobre todo a los hechos que
estaban sucediendo a su alrededor (cambios políticos, sociales).
3.1. América Latina a principios del Siglo XX. Las vanguardias en Chile.
En América, el modernismo de fin del siglo XIX y principios del XX marcó todas
las artes. Pero con el correr de los años, la literatura hispanoamericana –principalmente la
poesía – comienza a buscar un nuevo oxígeno, alentada por las corrientes vanguardistas
europeas.
Son los años de lanzamientos de manifiestos, de proclamas y de polémicas
violentas, de una intensa búsqueda de originalidad, que estalla en realizaciones que
transforman radicalmente el curso de las letras continentales. Una voluntad constructiva se
impone al orden impresionista, emotivo y espiritual del mundo.
La lírica de vanguardia renueva el lenguaje y los fines de la poesía tradicional –el
culto a la belleza y la armonía estética -. La nueva poesía desecha el uso racional del
lenguaje, la sintaxis lógica, la forma declamatoria y el legado musical (rima, métrica,
estrofas), dando primacía al ejercicio continuado de la imaginación, a las imágenes
insólitas, al asintactismo, a efectos visuales y a una forma discontinua y fragmentada que
hace de la simultaneidad el principio constructivo esencial.
En el continente latinoamericano los años que limitan los vanguardismos son,
aproximadamente, 1916 y 1935. Las inquietudes renovadoras llevan a 1922 en una
acelerada sucesión de manifiestos, polémicas, exposiciones y movimientos encaminados
por propósitos distintos, pero encaminados hacia la misma “furia de novedad”. En 1922 se
celebra la Semana del Arte Moderno en São Paulo, se funda Proa en Buenos Aires, se
publica Trilce de César Vallejo, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Oliverio
Girondo, Andamios interiores de Manuel Maples Arce y Desolación de Gabriela Mistral.
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asfixia metafísica por estar preso de un tiempo y un espacio que no le pertenece a nadie,
porque nadie vive con el alma, sino por los objetos y el poder.
Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo confuso
(...)
Estoy solo entre materias desvencijadas,
la lluvia cae sobre mí, y se me parece,
se me parece con su desvarío, solitaria en el mundo muerto
rechazada al caer, y sin forma obstinada.
(De Débil del Alba)
Se perciben claras relaciones con Poeta en Nueva York (también aquí es un poeta en
tierra extraña), con aquella aurora que nadie recibe. Nadie vuelve la vista hacia la
naturaleza, sino a la materia, por eso el poeta está solo, sintiendo la lluvia (lo natural).
el ruido de un día que arde con sacrificio
me piden lo profético que hay en mí, con melancolía,
y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos
hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso.
(De Arte Poética)
Qué mejor definición de lo que escribe un poeta sino un Arte Poética. Aquí
volvemos a ver los elementos ya mencionados: las asociaciones insólitas, la profecía, la
tristeza, la confusión.
Sin embargo, este libro no solo por esas características es considerado como
fuertemente surrealista. Neruda estaba al tanto de este movimiento, y siguió luego al
convivir con los poetas de la generación del 27 en 1934, cuando ejerció el cargo de cónsul
de Chile en Madrid. Allí compartió vivencias con Federico García Lorca, Rafael Alberti,
Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, y otros. Por esa época dirige y publica la revista
Caballo Verde para la Poesía que se publicó hasta 1936.
A partir de ese año, Neruda vuelca su poesía (al igual que los surrealistas españoles)
hacia el compromiso social, golpeado por la Guerra Civil y la muerte de su amigo
Federico. Así lo recuerda en sus memorias:
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libros de corte político – social, al que le siguió el Canto General con sus Alturas de
Macchu Picchu, abandonando el surrealismo, hermético y oscuro, definitivamente.
Os escupo en la cara.
La otra mitad me escucha
devorando, orinando, volando en su pureza
como los niños de las porterías
que llevan frágiles palitos
a los huecos donde se oxidan
las antenas de los insectos.
No es el infierno, es la calle.
No es la muerte. Es la tienda de frutas.
Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles
en la patita de ese gato quebrada por un automóvil,
y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
Óxido, fermento, tierra estremecida.
Tierra tú mismo que nadas por los números de la oficina.
¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre?
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Desespediente
Análisis comparativo:
corrompida, hecha artificialmente: llena de papeles caídos. La muerte está presente desde
la primera estrofa en los dos, en la sangre, en los secantes más blancos que un cadáver y en
el color siniestro de las tintas.
En Neruda percibimos una palidez extrema, un color suave que cubre todo, ya que
el color para este autor es muy importante, da la vida, el espíritu de los objetos. Al no tener
color es ser blanquecino, los hace en toda su artificialidad.
En Lorca notamos de entrada la importancia del río, el cual debería ser vida,
eternidad, pureza; no obstante tenemos un río de muerte, oximorónicamente planteado. El
agua se propone primero como gota, pero al ser una gota de cada ser absorbido por el
sistema, se transforma en un río de sangre tierna.
Ese río de muerte canta (imaginamos un canto fúnebre), pero solo lo oyen los que
sueñan(dormitorios), los marginados (arrabales) de la ciudad enloquecida, que por estar
fuera pueden ver la realidad, y oír cantar el río.
Este “río” puede verse en todos lados, se hace sentir en todos los elementos, pero no
lo oyen los que están insertos en el sistema, porque, al igual que la aurora no recibida,
nadie puede escucharlo ni verlo, ya que al fin y al cabo, el río sigue siendo un llamado de
la naturaleza, igual de mentido que el alba para los habitantes de la ciudad, ya que no son
capaces de recibirlo.
Si el río es eterno porque nunca se detiene, entonces no hay salida. Similar imagen
tenemos en el otro poeta:
Él está allí para denunciar a toda la gente / que ignora la otra mitad /la mitad
irredimible / que levanta sus montes de cemento / donde laten los corazones / de los
animalitos que se olvidan / y donde caeremos todos / en la última fiesta de los taladros. Él
está para escupirles la cara.
En cambio, Neruda no lo hace explícito, al contrario de Lorca, que prefiere sollozar
afilando la navaja (...) en vez de resistir la madrugada... Neruda llora, cae y rueda,
atrapado pero consciente.
Lorca aparece más comprometido, superando el rechazo a ese mundo a través de la
denuncia. Incluso se pregunta (y se responde), conscientizando sus límites y sus
posibilidades. Él no puede cambiar el mundo (ordenar los paisajes, ordenar los amores)
porque de cualquier manera se volverían a corromper (los amores que luego son
fotografías, / que luego son pedazos de madera y bocanadas de sangre), el amor quedaría
solo por el instante y luego moriría; él no lo puede salvar. Pero sí puede denunciar la
crueldad que se complace en lastimar a los más débiles, protesta a causa del amor que
siente por todas las víctimas de la sociedad con las que se identifica (hay un mundo de ríos
quebrados y distancias inasibles / en la patita de ese gato quebrada por un automóvil,
metonimia de los damnificados por el sistema).
La muerte aparece en ambos poemas como producto de una sociedad insensible:
se usan para trabajar y después mueren, fugaces como flores y relámpagos. Todo muere, se
resume en el último verso de la estrofa, en el trabajo de las oficinas.
Lorca lo plantea en las pequeñas cosas de la ciudad, la calle, la tienda de frutas.
Esas cosas contienen la muerte y el infierno.
Si buscamos simbología similar, enseguida encontraremos los trenes, emblema de la
sociedad industrial, y fundamental instrumento del análisis tecnológico en la primera mitad
del siglo:
Más vale sollozar afilando la navaja Son los pies y los relojes y los dedos
o asesinar a los perros en las alucinantes y una locomotora de jabón moribundo,
cacerías, y un agrio cielo de metal mojado,
que resistir en la madrugada y un amarillo río de sonrisas
los interminables trenes de leche, (...)
los interminables trenes de sangre Lloremos la defunción de la tierra y el fuego,
y los trenes de rosas maniatadas las espadas, las uvas,
por los comerciantes de perfumes. los sexos con sus duros dominios de raíces,
las naves del alcohol navegando entre naves
y el perfume que baila de noche, de rodillas,
arrastrando un planeta de rosas perforadas.
En Lorca los trenes son interminables, y traen tanto vida como muerte; la
maternidad, el alimento primero, y la pasión y la muerte: todo está en venta, todo se lo
lleva la máquina.
En Neruda la locomotora lleva jabón moribundo, porque aquello que podría limpiar,
agoniza sin lograr su cometido, ya que todo está demasiado contaminado.
El poeta chileno nos exhorta a llorar por la muerte de la naturaleza y de los valores
espirituales.
No sólo los trenes, sino que las rosas y los perfumes se repiten, y calificados de
manera similar también. Las rosas, símbolo de belleza a priori, aquí aparecen como
maniatadas o perforadas, es decir, calificadas de modo que quedan degradadas. Además, en
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un poema van en trenes, como carga comercial, y en el otro califican al planeta que es
arrastrado por el perfume. Es el mismo perfume, el del comercio, el que se vende, se
prostituye.
También los perros se repiten. En Desespediente dice:
Entonces, el poeta se ofrece como salvador para ser “devorado” por ese sistema, en
el lugar más corrompido y en el momento más doloroso, para liberar a los que son
ignorados por los “irredimibles”, los que “levantan sus montes de cemento (...) donde
caeremos todos”.
Neruda en cambio pide que nos acerquemos tanto a la realidad que seamos capaces
de ver la verdad por nosotros mismo. En su última estrofa nos incita a entrar en esa muerte
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de oficina, para ver cómo se mata la vida, la pureza, el amor, la ilusión y la esperanza, en
ese sistema circular que aparece infinito.
En suma, ambos poetas, entre denuncia explícita e invitación a vivir esa realidad,
muestran ese sistema al cual el surrealismo se mostraba contrario, y justamente a través de
la estética surrealista luchan contra él, con imágenes fuertes y violentas, enumeraciones
caóticas, asociaciones insólitas, imágenes terribles y gritos desgarradores, todo en un
ambiente pesadillesco poblado de ironías y protestas.
Tanto Pablo Neruda como Federico García Lorca, como ya se dijo, evolucionaron a
una poesía de compromiso social, abandonando el surrealismo, pero seguramente no se
hubieran descubierto como poetas para el hombre si no hubiesen atravesado esta etapa
experimental, donde cada uno de ellos se encontró con ese mundo racional y robotizado
que los espantaba, y donde los dos decidieron hacer algo, lo mejor que podían, para
cambiarlo. Sin duda que la palabra es un arma, y ambos poetas, a través del surrealismo,
aprendieron a usarla para los fines que se propusieron.
Dánisa Garderes El surrealismo en P. Neruda y F. García Lorca 40
Bibliografía:
Alquie, Ferdinand. Filosofía del Surrealismo. Barral Editores. Enero, 1974. Barcelona.
del grupo del 27. Estudio publicado en la Revista Espéculo, Universidad Complutense
de Madrid.
García Lorca, Federico. Poeta en Nueva York. Editorial Losada. Colección “Maestros
incluido dentro del libro basado en el seminario “La casa de Bernarda Alba y el teatro
México, 1963.
Enciclopedia Encarta 98
Dánisa Garderes El surrealismo en P. Neruda y F. García Lorca 41
Neruda, Pablo. Confieso que he vivido (memorias). Editorial Seix Barral, 1992,
segunda edición.
Índice:
Índice.................................................................................. Pág. 41