Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
14
Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. 15Como a sensatos os
hablo; juzgad vosotros lo que digo.
16
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación de la
sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación del
cuerpo de Cristo? 17Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos,
somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan.
18
Considerad al pueblo de Israel: los que comen de los sacrificios, ¿no
participan del altar? 19¿Qué quiero decir, entonces? ¿Que un ídolo es
algo, o que lo sacrificado a los ídolos es algo?
20
Antes digo que aquello que los no judíos sacrifican, a los demonios lo
sacrifican y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes
con los demonios.
21
No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no
podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.
Es decir, el comer las cosas sacrificadas a los ídolos para algunas personas
sería idolatría. Y un creyente debía examinar su corazón cuidadosamente.
Y dijo entonces el apóstol, en el versículo 22 de este capítulo 10, de la
Primera Epístola a los Corintios:
22
¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él?
3
23
Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no
todo edifica.
O sea, que afirmó que uno era libre de hacer lo que quisiera, pero no todo
convenía, no todo era de provecho. Pablo tenía la libertad de practicar
aquellas cosas cuestionables o dudosas, acciones acerca de las cuales la
Biblia permanece en silencio, en el sentido de establecer si están bien o
mal. Es como si hubiera dicho: “Si yo quisiera ir a las carreras de los
juegos olímpicos, lo haría.” Creemos que Pablo asistía a esos eventos,
porque él utilizó gran número de ilustraciones tomadas de los eventos
atléticos que se llevaban a efecto en los grandes coliseos y estadios de esos
días. Pero Pablo dijo que aunque tales acciones le estaban permitidas, no
todas ellas eran oportunas, porque podían perjudicar u ofender a un
creyente inmaduro o débil. O sea que, aunque uno pudiera hacer lo que
quisiese, no todas las cosas edifican, es decir, que no consolidan a uno en la
fe. Y entonces, Pablo estableció un principio general y dijo en el versículo
24:
24
Nadie busque su propio bien, sino el del otro.
El creyente tiene una libertad tremenda en Cristo. Sin embargo, él tiene que
procurar el bien de los demás. Así que, la vida del cristiano no debería estar
principalmente dirigida o regida por la libertad. Porque la libertad está
limitada por el amor. Un cristiano no está controlado por el legalismo; no
debe estar limitado por reglas estrictas. Estará limitado por el amor y
debiera preocuparse por la influencia de su conducta en otros. Ésta es la
idea que Pablo quiso exponer en este pasaje. Usted puede notar en el
segundo capítulo de su carta a los Filipenses que Pablo dijo, que todo lo
4
debemos hacer con la otra persona en mente, “Haya, pues, en vosotros este
sentir que hubo también en Cristo Jesús.” Leamos ahora los versículos 25
y 26:
25
De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada
por motivos de conciencia, 26porque del Señor es la tierra y todo cuanto
en ella hay.
Por tanto, estimado oyente, nosotros podemos disfrutar de todas las cosas
creadas por Dios, de las bellezas de la creación, y de lo que esta creación
produce. Porque el Señor lo ha provisto de esta manera.
Pero, ahora él iba a dar una sugerencia muy práctica. Cuando los corintios
fueran a comer a casa de otra persona, no debían preguntar nada sobre la
procedencia de la comida, en este caso, sobre la carne. Porque ello sería dar
importancia a algo que no la tenía y desviar la atención de la comida en sí,
que debía disfrutarse con tranquilidad. Esta ilustración, pues, fue una
sugerencia práctica y llevó a afirmar lo siguiente en el versículo 27:
27
Si alguno que no es creyente os invita, y queréis ir, de todo lo que se
os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia.
28
Pero si alguien os dice: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis,
por causa de aquel que os lo dijo y por motivos de conciencia, porque
del Señor es la tierra y cuanto en ella hay.
29
Me refiero a la conciencia del otro, no a la tuya, pues ¿por qué se ha
de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?
¿Por qué debo estar yo limitado por algunos de estos creyentes inmaduros o
débiles? Bien, leamos el versículo 30:
30
Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado
por aquello por lo cual doy gracias?
31
Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios.
Vemos que hasta ese momento Pablo había establecido grandes principios
relacionados con la libertad del cristiano. Uno de ellos era el siguiente:
Todo me es lícito, pero no todo conviene. Y el otro principio era: todo me
es lícito, pero no todo edifica. Ahora, estableció otro principio; Si, pues,
coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
Ésta es la prueba que cada creyente debiera aplicar a su vida. No se trata de
preguntarnos: ¿Debo yo hacer esto, o no? Sino que la pregunta debiera ser:
¿Puedo hacerlo para la gloria de Dios? Desgraciadamente hay creyentes
que ni siquiera van a la iglesia para la gloria de Dios. Dios sí ve los motivos
6
por los cuales algunos asisten a la iglesia y Él percibe si esos motivos están
relacionados con el hecho de tener comunión con Él, o si más bien están
relacionados con los demás creyentes. Lo importante es que todo lo que el
creyente haga sea para honrar el nombre de Dios. Luego el apóstol dijo en
el versículo 32, de este capítulo 10, de la Primera Epístola a los Corintios:
32
No seáis motivo de tropiezo ni a judíos ni a no judíos ni a la iglesia de
Dios.
Pablo dividió aquí a la familia humana en tres grupos: judíos, los que no lo
eran, y la iglesia de Dios. Algunas de aquellas personas tenían creencias
diferentes, un ejemplo era la aversión de los judíos por la carne de cerdo.
Invitar a un judío para comer jamón hubiera sido, pues ofensivo. Así que
los creyentes tenían que amar a otros lo suficiente como para evitar
acciones que les ofendieran. Y los no judíos tenían también otras
peculiaridades. Habría resultado imposible complacerlos a todos y se
requería, como se requiere hoy, un esfuerzo por parte de cada uno para no
ofender a aquellos con quienes estaban en contacto en la convivencia social
incluyendo, por supuesto, a los miembros de la iglesia. Este esfuerzo es
importante hoy, especialmente, entre personas de diferentes edades o
generaciones, y debe incluir una actitud mutua de amor y comprensión, que
incluye ceder en algunos aspectos como, por ejemplo, el aspecto y la
vestimenta en las reuniones de una congregación, que deben estar acordes
con un respeto al lugar y al conjunto de los creyentes.
Ésas son, pues, las tres grandes divisiones de la familia humana en el día de
hoy. Ahora Pablo dijo aquí en el versículo 33, de este capítulo 10, de su
Primera Epístola a los Corintios:
33
Del mismo modo, también yo procuro agradar a todos en todo, no
buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos.
7
Eso fue algo parecido a lo que dijo una persona a un hombre que estaba
repartiendo folletos de propaganda cristiana a toda la gente que pasaba,
pero una persona le preguntó, “¿Qué es eso?” A lo cual respondió, “Un
folleto impreso que explica lo que yo creo.” La persona le contestó,
“Bueno, yo no sé leer. Pero, ¿sabe una cosa? yo voy a ver qué clase de
impresión me causa usted.” Y ésa es precisamente la impresión que hace
que nuestro mensaje toque la vida de las personas. La gente examina las
huellas que vamos dejando en este camino de la vida, más que el mensaje
escrito de nuestros libros, folletos y cualquier clase de literatura. Es bueno
difundir nuestras creencias por todos los medios a nuestro alcance, pero
junto con ellos, debemos dejar las huellas apropiadas para que los demás
vean la imagen de Cristo reflejada en nuestra vida diaria. Finalizamos así el
capítulo 10 y llegamos a
1 CORINTIOS 11
1
Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo.
LA ROPA DE LA MUJER
2
Os felicito, hermanos, porque en todo os acordáis de mí y retenéis las
instrucciones tal como os las entregué.
Pablo aquí les estaba elogiando porque ellos le habían recordado en sus
oraciones y en sus ofrendas, y estaban practicando las ordenanzas que él les
había enseñado. Y ahora Pablo señaló otro gran principio, y nos dijo
entonces en el versículo 3:
3
Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el
hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo.
Sabemos que hay aquellos en el día de hoy que enfatizan la declaración del
9
medio, “El hombre es la cabeza de la mujer,” pero cuando usted pone todas
estas declaraciones juntas, no va a quedar un punto de vista desigual,
desequilibrado. Pablo estableció aquí otro gran principio. Éste es la
autoridad en beneficio del orden, para eliminar la confusión.