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LFV 515

1 CORINTIOS 10:14 - 11:3b

Continuamos estudiando el capítulo 10 de esta Primera carta a los


Corintios. Uno puede ser un cristiano maduro y con experiencia, alguien
que trata de vivir una vida santa y, aun así, caer. Por lo tanto usted y yo
debemos tener mucho cuidado de permanecer dentro del ámbito de la
voluntad de Dios, en el que nosotros no estemos apagando al Espíritu de
Dios con nuestras vidas. Muchas personas en nuestros días piensan que
nadie ha sido probado o tentado como ellas. Estimado oyente, no importa
le experiencia por la que usted haya pasado; ha habido otros que han
atravesado por la misma clase de pruebas. Lo alentador es que Dios
proveerá para usted una salida, es decir, el medio para salir de esas
situaciones de prueba. Dios es fiel, y no permitirá que usted sea probado o
tentado más allá de lo que pueda soportar. Creemos que muchas de las
razones por las cuales muchas personas pecan y caen, es porque cuando la
tentación aparece, se quedan allí contemplándola y no huyen de ella, no se
apartan de la situación. Otra de las razones es porque no avanzan mucho
como creyentes en el proceso de madurez, no continúan su relación de
compañerismo con Dios, ni tampoco en la esfera de la voluntad de Dios. Y
por eso, caen. Y ahora, continuó el apóstol Pablo diciéndonos aquí en los
versículos 14 y 15 de este capítulo 10 de su Primera Epístola a los
Corintios:

14
Por tanto, amados míos, huid de la idolatría. 15Como a sensatos os
hablo; juzgad vosotros lo que digo.

La idolatría era una tentación en Corinto. Quizá en el día de hoy no sea


una tentación para usted, pero la Biblia nos dice que la codicia es una
forma de idolatría que, además, está muy difundida en la actualidad.
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Después de esta afirmación, Pablo se dispuso a enseñar el concepto de que


la comunión y compañerismo en la llamada Cena del Señor requería
separación. Luego leemos los versículos 16 al 19:

16
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación de la
sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación del
cuerpo de Cristo? 17Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos,
somos un cuerpo, pues todos participamos de aquel mismo pan.
18
Considerad al pueblo de Israel: los que comen de los sacrificios, ¿no
participan del altar? 19¿Qué quiero decir, entonces? ¿Que un ídolo es
algo, o que lo sacrificado a los ídolos es algo?

El entró entonces en al área de la mesa del Señor. Aquí el argumento del


apóstol fue bastante lógico. El ídolo no tenía ningún valor, y la carne
ofrecida al ídolo, era como otra carne cualquiera. Y añadió en el versículo
20:

20
Antes digo que aquello que los no judíos sacrifican, a los demonios lo
sacrifican y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes
con los demonios.

Aquí el escritor estaba aun hablando sobre la libertad cristiana. Aunque un


ídolo no fuese nada, detrás de la adoración al ídolo estaba la creencia en
los demonios. Y Pablo reconoció esa realidad y dijo en el versículo 21:

21
No podéis beber la copa del Señor y la copa de los demonios; no
podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios.

Es decir, el comer las cosas sacrificadas a los ídolos para algunas personas
sería idolatría. Y un creyente debía examinar su corazón cuidadosamente.
Y dijo entonces el apóstol, en el versículo 22 de este capítulo 10, de la
Primera Epístola a los Corintios:

22
¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Somos acaso más fuertes que él?
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Pablo aquí regresó a lo que dijo en el mismo comienzo de esta sección en la


que trata de la libertad cristiana. Leamos el versículo 23:

23
Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no
todo edifica.

O sea, que afirmó que uno era libre de hacer lo que quisiera, pero no todo
convenía, no todo era de provecho. Pablo tenía la libertad de practicar
aquellas cosas cuestionables o dudosas, acciones acerca de las cuales la
Biblia permanece en silencio, en el sentido de establecer si están bien o
mal. Es como si hubiera dicho: “Si yo quisiera ir a las carreras de los
juegos olímpicos, lo haría.” Creemos que Pablo asistía a esos eventos,
porque él utilizó gran número de ilustraciones tomadas de los eventos
atléticos que se llevaban a efecto en los grandes coliseos y estadios de esos
días. Pero Pablo dijo que aunque tales acciones le estaban permitidas, no
todas ellas eran oportunas, porque podían perjudicar u ofender a un
creyente inmaduro o débil. O sea que, aunque uno pudiera hacer lo que
quisiese, no todas las cosas edifican, es decir, que no consolidan a uno en la
fe. Y entonces, Pablo estableció un principio general y dijo en el versículo
24:

24
Nadie busque su propio bien, sino el del otro.

El creyente tiene una libertad tremenda en Cristo. Sin embargo, él tiene que
procurar el bien de los demás. Así que, la vida del cristiano no debería estar
principalmente dirigida o regida por la libertad. Porque la libertad está
limitada por el amor. Un cristiano no está controlado por el legalismo; no
debe estar limitado por reglas estrictas. Estará limitado por el amor y
debiera preocuparse por la influencia de su conducta en otros. Ésta es la
idea que Pablo quiso exponer en este pasaje. Usted puede notar en el
segundo capítulo de su carta a los Filipenses que Pablo dijo, que todo lo
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debemos hacer con la otra persona en mente, “Haya, pues, en vosotros este
sentir que hubo también en Cristo Jesús.” Leamos ahora los versículos 25
y 26:

25
De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada
por motivos de conciencia, 26porque del Señor es la tierra y todo cuanto
en ella hay.

Por tanto, estimado oyente, nosotros podemos disfrutar de todas las cosas
creadas por Dios, de las bellezas de la creación, y de lo que esta creación
produce. Porque el Señor lo ha provisto de esta manera.

Pero, ahora él iba a dar una sugerencia muy práctica. Cuando los corintios
fueran a comer a casa de otra persona, no debían preguntar nada sobre la
procedencia de la comida, en este caso, sobre la carne. Porque ello sería dar
importancia a algo que no la tenía y desviar la atención de la comida en sí,
que debía disfrutarse con tranquilidad. Esta ilustración, pues, fue una
sugerencia práctica y llevó a afirmar lo siguiente en el versículo 27:

27
Si alguno que no es creyente os invita, y queréis ir, de todo lo que se
os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia.

En este caso, pues, se refiere a las relaciones con las personas no


vinculadas a la iglesia. Luego en el versículo 28, dijo Pablo:

28
Pero si alguien os dice: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis,
por causa de aquel que os lo dijo y por motivos de conciencia, porque
del Señor es la tierra y cuanto en ella hay.

Aquí se alude a otro principio, sobre un asunto totalmente nuevo. Pablo


acababa de aconsejar comer de todo sin hacer preguntas. Pero si el anfitrión
o alguien más que estuviera sentado a la mesa daba esa información
voluntariamente, que la carne había sido ofrecida a un ídolo, entonces
Pablo dijo que un creyente no la debía comer. No porque estuviera mal
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comerla, sino porque el comerla podría perjudicar a la persona que le hizo


esa observación. Es decir, que no se trataba ya de la conciencia del que iba
a comer la carne, sino de la conciencia del otro, del que informó que esa
carne que estaba en la mesa había sido ofrecida a los ídolos.

Y entonces, Pablo continuó diciendo en el versículo 29, de este capítulo 10


de la Primera Epístola a los Corintios:

29
Me refiero a la conciencia del otro, no a la tuya, pues ¿por qué se ha
de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?

¿Por qué debo estar yo limitado por algunos de estos creyentes inmaduros o
débiles? Bien, leamos el versículo 30:

30
Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado
por aquello por lo cual doy gracias?

Pablo estaba preguntando si era justo juzgar a alguien por causa de la


conciencia de otra persona. En su respuesta, estableció un gran principio.
Leamos el versículo 31:

31
Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios.

Vemos que hasta ese momento Pablo había establecido grandes principios
relacionados con la libertad del cristiano. Uno de ellos era el siguiente:
Todo me es lícito, pero no todo conviene. Y el otro principio era: todo me
es lícito, pero no todo edifica. Ahora, estableció otro principio; Si, pues,
coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
Ésta es la prueba que cada creyente debiera aplicar a su vida. No se trata de
preguntarnos: ¿Debo yo hacer esto, o no? Sino que la pregunta debiera ser:
¿Puedo hacerlo para la gloria de Dios? Desgraciadamente hay creyentes
que ni siquiera van a la iglesia para la gloria de Dios. Dios sí ve los motivos
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por los cuales algunos asisten a la iglesia y Él percibe si esos motivos están
relacionados con el hecho de tener comunión con Él, o si más bien están
relacionados con los demás creyentes. Lo importante es que todo lo que el
creyente haga sea para honrar el nombre de Dios. Luego el apóstol dijo en
el versículo 32, de este capítulo 10, de la Primera Epístola a los Corintios:

32
No seáis motivo de tropiezo ni a judíos ni a no judíos ni a la iglesia de
Dios.

Pablo dividió aquí a la familia humana en tres grupos: judíos, los que no lo
eran, y la iglesia de Dios. Algunas de aquellas personas tenían creencias
diferentes, un ejemplo era la aversión de los judíos por la carne de cerdo.
Invitar a un judío para comer jamón hubiera sido, pues ofensivo. Así que
los creyentes tenían que amar a otros lo suficiente como para evitar
acciones que les ofendieran. Y los no judíos tenían también otras
peculiaridades. Habría resultado imposible complacerlos a todos y se
requería, como se requiere hoy, un esfuerzo por parte de cada uno para no
ofender a aquellos con quienes estaban en contacto en la convivencia social
incluyendo, por supuesto, a los miembros de la iglesia. Este esfuerzo es
importante hoy, especialmente, entre personas de diferentes edades o
generaciones, y debe incluir una actitud mutua de amor y comprensión, que
incluye ceder en algunos aspectos como, por ejemplo, el aspecto y la
vestimenta en las reuniones de una congregación, que deben estar acordes
con un respeto al lugar y al conjunto de los creyentes.

Ésas son, pues, las tres grandes divisiones de la familia humana en el día de
hoy. Ahora Pablo dijo aquí en el versículo 33, de este capítulo 10, de su
Primera Epístola a los Corintios:

33
Del mismo modo, también yo procuro agradar a todos en todo, no
buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos.
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Lo que hacemos, primeramente, lo hacemos para la gloria de Dios. El dijo:


“Si, pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria
de Dios.” Y creemos que un creyente, por ejemplo, una ama de casa en sus
quehaceres domésticos, o alguien que trabaje en el campo en sus labores
agrícolas, u otros en oficinas, o los profesionales en su trabajo, pueden
todos ellos, cada uno en su ámbito de acción, realizar sus tareas para la
honra y gloria de Dios. Si se trata de una tarea en la cual usted puede
honrar el nombre de Dios y usted no la realiza con esa motivación, es mejor
que no la lleve a cabo. Si vivimos de esta manera, somos un testimonio
vivo ante el mundo que nos rodea, para que aquellos que están perdidos y
alejados de Dios puedan ser atraídos a la persona de Jesucristo y así ser
salvos.

Eso fue algo parecido a lo que dijo una persona a un hombre que estaba
repartiendo folletos de propaganda cristiana a toda la gente que pasaba,
pero una persona le preguntó, “¿Qué es eso?” A lo cual respondió, “Un
folleto impreso que explica lo que yo creo.” La persona le contestó,
“Bueno, yo no sé leer. Pero, ¿sabe una cosa? yo voy a ver qué clase de
impresión me causa usted.” Y ésa es precisamente la impresión que hace
que nuestro mensaje toque la vida de las personas. La gente examina las
huellas que vamos dejando en este camino de la vida, más que el mensaje
escrito de nuestros libros, folletos y cualquier clase de literatura. Es bueno
difundir nuestras creencias por todos los medios a nuestro alcance, pero
junto con ellos, debemos dejar las huellas apropiadas para que los demás
vean la imagen de Cristo reflejada en nuestra vida diaria. Finalizamos así el
capítulo 10 y llegamos a

1 CORINTIOS 11

Y el primer versículo de este capítulo pertenece en realidad al anterior, y en


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él finaliza esta sección de la epístola, que estuvo dedicada al tema de la


libertad del cristiano, y que comenzó en el capítulo 8. Leamos entonces
este versículo 1 del capítulo 11:

1
Sed imitadores míos, así como yo lo soy de Cristo.

Y eso es algo que muy pocos de nosotros nos arriesgaríamos a decir,


¿verdad? Yo no quisiera incluirle a usted, pero esto es algo que yo no me
atrevería a afirmar. Yo quiero que usted sea un seguidor de Pablo, un
seguidor del Señor Jesucristo, pero no me tome usted a mí como un modelo
a imitar. Pero este consejo de Pablo es una declaración tremenda.

Y llegamos ahora a otra división en esta carta. En ella se tratan temas


acerca de los cuales los creyentes de la iglesia de Corinto le habían escrito
al apóstol Pablo para consultarle. Nos referimos a algunas indicaciones
sobre la ropa de la mujer, y al asunto de la cena del Señor. Veamos lo que
él dijo entonces en el versículo 2, de este capítulo 11 de la Primera Epístola
a los Corintios, a partir del cual comenzará a tratar el tema de

LA ROPA DE LA MUJER

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Os felicito, hermanos, porque en todo os acordáis de mí y retenéis las
instrucciones tal como os las entregué.

Pablo aquí les estaba elogiando porque ellos le habían recordado en sus
oraciones y en sus ofrendas, y estaban practicando las ordenanzas que él les
había enseñado. Y ahora Pablo señaló otro gran principio, y nos dijo
entonces en el versículo 3:

3
Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el
hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo.

Sabemos que hay aquellos en el día de hoy que enfatizan la declaración del
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medio, “El hombre es la cabeza de la mujer,” pero cuando usted pone todas
estas declaraciones juntas, no va a quedar un punto de vista desigual,
desequilibrado. Pablo estableció aquí otro gran principio. Éste es la
autoridad en beneficio del orden, para eliminar la confusión.

En ese versículo 3 que hemos leído, la palabra que más se destaca es la


palabra “cabeza.” Dice, “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de
todo hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de
Cristo.” Bien, la cabeza es la parte del cuerpo que proporciona la
dirección.

Aquí el orden normal, correcto es el de Cristo como la cabeza de cada


hombre. Hasta que un hombre no sea dominado por Cristo, no es un
hombre normal. Hay aquellos que han sido dominados por la bebida, otros
que han sido dominados por la pasión, y otros que han sido dominados por
su naturaleza física. Pero todo hombre debería estar dominado por Cristo.
San Agustín dijo: “El corazón humano está inquieto hasta que descanse en
Ti”. Así es que el corazón humano estará dominado por la inquietud hasta
que convierta a Cristo en su cabeza. Hubo hombres destacados que han
logrado llevar a cabo grandes obras para Dios, y que hicieron precisamente
eso; por ejemplo Martín Lutero, San Agustín y otros. Podemos decir que
estos hombres fueron dominados por Cristo. Cuando oímos hablar de una
persona que es un creyente, nos preguntamos, ¿ha sido dominado por
Cristo? Eso es lo importante y lo que él estaba diciendo aquí, es que así
debía ser.

El apóstol continuó diciendo: “La cabeza de la mujer es el hombre.” No


hay artículo en el idioma griego. La traducción es “hombre” y no “el
hombre”. Y tampoco dice de cada mujer. No es un absoluto. Se refiere al
matrimonio, en el que la mujer ha de responder al hombre. Ese es un
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principio general. Y es normal, creemos, que una mujer esté sujeta al


hombre en el matrimonio. Una mujer que no pueda respetar al hombre, no
podría seguirle y, por supuesto, no debería casarse con él. Pero una
verdadera mujer responde con cada fibra de su ser al hombre que ella ama.
Y él, a su vez, debe ser la clase de hombre que esté dispuesto a morir por
ella. En la carta a los Efesios, capítulo 5, versículo 25, leemos: “Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí
mismo por ella.”

El Dr. G. Campbell Morgan, un comentarista bíblico, contó que él y su


esposa tenían una amiga, una mujer muy brillante, una mujer que tenía una
gran personalidad, una personalidad fuerte, y que era una persona
excepcional. Ella era soltera. El Dr. Morgan le hizo una vez una de esas
preguntas directas, “¿por qué no se ha casado usted?” Ella respondió,
“Nunca pude encontrar a un hombre que me pudiera dominar.” Por esa
razón permaneció soltera. Pues bien, hasta que una mujer no encuentre esa
clase de hombre, cometería una equivocación si se casara. Porque tendría
problemas desde el primer día de su vida matrimonial.

Estimado oyente, todas instrucciones fueron dadas a personas creyentes, es


decir, que habían recibido al Señor Jesucristo como su Salvador. Al dar
entrada a Cristo en la vida, cada persona, cada cosa, cada circunstancia en
la vida, cambia, y ocupa su debido lugar. Y si el nuevo creyente, sigue las
instrucciones de la Palabra de Dios, con la ayuda del Espíritu Santo,
disfrutará la paz de una vida de compañerismo con Él, con las personas que
le rodean, y también la paz que produce la posesión de la vida eterna, que
se disfruta anticipadamente aquí y ahora, en esta vida.

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