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Dr. Cleto M.

Aguirre
Nació en Salta, el 26 de abril de 1834. Hijo
de Camilo Aguirre y de doña Francisca
Aguirre y Luján.
Cursó sus estudios primarios y secundarios
en su ciudad natal, viajando a Buenos Aires
para ingresar en la Escuela de Medicina en
1849. Su tesis versó sobre Clorosis,
graduándose de Doctor en Medicina el 13 de
junio de 1855.
Durante el sitio de Buenos Aires en 1852
prestó servicios como practicante en los
Hospitales de Sangre y, una vez graduado
volvió a Salta donde ejerció con éxito la
profesión.
Pero su inteligencia y el interés por abarcar
más amplios horizontes lo llevó, en 1852, a
aceptar la diputación de su Provincia al Congreso de la Nación.
Convocado el pueblo a elecciones por el presidente de la Legislatura, fue electo
Gobernador de la Provincia, tomando posesión del cargo el 3 de agosto de 1864.
Cargo que ejerció en forma correctísima hasta 1866.
Su segunda diputación, para la cual fue electo en 1866, aceptó un cargo en la Nación como
diputado esto ,lo obligó a trasladarse nuevamente a Buenos Aires donde resolvió dedicarse
a la Oftalmología.Viajó a Europa a fin de perfeccionarse en la especialidad. Radicado en
París adquirió conocimientos, técnica y experiencia que le dieron justo renombre al volver
al país. A su regreso durante la epidemia de Fiebre Amarilla en 1871,
atendiendo enfermos, contrajo la enfermedad que evolucionó en él favorablemente.
En el año 1874, se reinstala la Academia de Medicina como Cuerpo Directivo de la
Facultad, crea nuevas cátedras de especialidades, entre éstas se encontraba la de
Oftalmología para la cual, en 1875, fue designado profesor el Dr. Aguirre, quien, desde
entonces la ejerció en el Hospital General de Hombres hasta 1884 , año en que la cátedra
fue trasladada al Hospital Buenos Aires, en donde fue elegido presidente en 1877 de la
Comisión que dirigió la construcción del Hospital Buenos Aires.
más tarde: Hospital de Clínicas.
El Dr. Cleto Aguirre fue, el fundador de la enseñanza de la Oftalmología en el país.
Fue Miembro del Consejo Nacional de Educación durante la Presidencia de Sarmiento y, en
1878, fue elegido por tercera vez Diputado por Salta.
A él se debió también, la instalación de los Institutos de Anatomía Patológica, el Gabinete
de Terapéutica y varios otros,siendo además uno de los mentores para la creación de la
Escuela de Medicina del país.
Le acompañó en calidad de Ministro el Dr. Francisco J. Ortiz.
En este período se organizaron las finanzas provinciales, se efectuaron varias obras
públicas y se dictaron leyes tendientes a garantizar el orden.
Entre ellos que son muchos nombraremos la creación de una Comisión compuesta por los
doctores Emiliano Torres, Benedicto Fresco y Atanasio Ojeda con el fin de arreglar con el
Departamento de Hacienda, las cuentas de gastos de carácter nacional.
Explicó a la Legislatura, el mal estado del tesoro público debido a que la administración
Uriburu, consumió en seis meses la casi totalidad de las entradas del año.
Estableció el Registro de Marcas y la Caja de Depósitos y Consignaciones.
Creó también el Piquete de Gendarmería; declaró beneméritos de la patria a los
combatientes en defensa de las instituciones en mayo y junio de 1864.
En el año 1865, crea la Oficina de Estadística y Topografía,
la Inspección General de Armas de la Provincia;
autorizó la Reforma de la Constitución Provincial;
creó asimismo los Correos Provinciales, y declaró artículos de guerra las vacas y caballos
que necesitare el contingente que debía partir a la guerra con el Paraguay.
La administración del Dr. Aguirre, fue una de las más eficientes de las que se tenga
memoria, siendo su carácter firme, al sostener la posición del gobierno en contra de las
resoluciones del Obispo Rizo, favoreciendo al Pbro. Sáenz, a quién Aguirre había
expulsado del curato de Rosario de Lerma por inconductas varias.
El Gobierno del Dr. Cleto Aguirre, fue ordenado, firme y progresista.
Falleció en Buenos Aires el día 11 de febrero de 1889.
Salta le debe una parte muy importante de sus mejoras.

EXCLUSIVO PARA EL INTRANSIGENTE


¡Ni tin-tín ni tan-tán!
Andrés Mendita recuerda que en 1864 se armó una tremolina entre el gobernador Cleto
Aguirre y el obispo Fray Buenaventura Rizo Patrón. 'Quien manda aquí soy yo”.
¡Ni tin-tín ni tan-tán!
ARGENTINA
viernes, 27 de marzo de 2009 · 07:35
El gobernador Cleto Aguirre, quien durante su gestión se enfrentó con la iglesia,
disponiendo la detención del un clérigo y, posteriormente, el toque repique de las
campanas.

No siempre el Gobierno tuvo muy buenas relaciones con la Iglesia. Hubo casos que por
razones ideológicas o por la testarudez de los hombres se registraron enfrentamientos entre
ambos mandatos.

Con respecto a uno de ello me retrotraen a la memoria un episodio registrado en esta “muy
noble ciudad” allá, a mediados del siglo XIX, y por vergüenza se corrió un velo
pretendiendo esconder este toletole para no empañar las páginas de nuestra historia.

Pero, “en pueblo chico infierno grande”.

En 1864 se armó una tremolina entre el entonces gobernador el doctor Cleto Aguirre y el
obispo Fray Buenaventura Rizo Patrón.

Pero vamos por parte como se expresaría “Jack, el destripador”.

El doctor Cleto Aguirre, nacido en Salta el 26 de abril de 1834 –hijo de Don Camilo y de
Doña María Francisca Aguirre y Luján, casado con Doña Edelmira Zambrano- sus primeras
letras las conoció en el envejecido convento de La Merced, donde funcionaba el Colegio de
la Independencia dirigido por el cura jesuita Agustín Bailón.

Sus estudios universitarios los hizo en la Facultad de Medicina de Buenos Aires donde
obtuvo el título de médico, a los 21 años. Pero aquí no termina su inquietud de superación.
Fue el primer oculista que hubo en el país, creador de la cátedra de Oftalmología y decano
de la Facultad de Medicina de Buenos Aires.

De regreso a su tierra natal alternó el arte de curar con la política, llegando a ocupar en tres
ocasiones la banca en el Congreso de la Nación y en dos oportunidades la gobernación de
Salta (1864 a 1866 y después en 1867, hasta completar el periodo de Don José Benjamín
Dávalos fallecido en 25 de mayo de del mismo año).
Por su parte, el obispo de Salta Monseñor Fray Buenaventura Rizo Patrón vio la luz en San
José de Piedra Blanca (Catamarca) siendo bautizado bajo el nombre de “Mariano de Jesús
Rizo hijo legítimo de Juan Luis Rizo y de doña Nicolasa Flores, de este vecindario”, según
figura en el libro 2, folio 78,del archivo parroquial de Piedra Blanca.

Se cuenta que el futuro prelado a los seis años había perdido el uso de la expresión oral a
raíz de una horrible emoción. Ante esta circunstancia su madre desesperada hizo votos de
vestirle al niño con el hábito franciscano, recobrando su habla no bien cumplió con el
compromiso.

Ello lo tentó acercarse a la obra del santo de Asís demostrando agudeza para comprender el
derecho canónigo, la teología. Sus lecturas preferidas eran la Sagrada Escritura
prevaleciendo entre otras los salmos de David y las Epístolas de San Pablo. Dotado de
grandes cualidades por su amor a Dios al consagrarse optó por el nombre de Buenaventura
tras haber cumplido tareas en Córdoba como Maestro de novicios, Custodio, Visitador,
Definidor Provincial, Lector de Filosofía y Teología. Como Prelado Diocesano fue
nombrado Examinador Sinodal.

Preconizado como Obispo de Salta el 13 de julio de 1860, recibió la consagración episcopal


el 7 de abril de 1861, haciéndose cargo de la Diócesis el 6 de julio de 1862.

Cabe aquí que no todo lo que brilla es oro. Según el historiador Ernesto Miguel Aráoz
“Rizo Patrón en su gobierno eclesiástico se caracterizó por su espíritu de caridad cristiana,
por sus sentimientos piadosos y por el celo y la intransigencia que ponía en defensa de los
fueros de la Iglesia y de sus propias prerrogativas episcopales”. El autor de “El Diablito del
Cabildo” continúa diciendo: “Era sin duda Rizo Patrón un severo y rígido pastor teocrático
cuyo temperamento empecinado había de llevarlo, naturalmente, a los dos grandes
conflictos que tuvo con el poder temporal, este de las campanas –del que referiré en esta
nota- y después en el gobierno del coronel Juan Solá, a propósito de sus reiteradas
pastorales en contra de la ley de enseñanza laica”.

La Salta de los 60’

El país durante la década 1860 al 1870 estaba en plena decadencia como resultado de las
guerras civiles, los avances y las violencias del poder civil contra la Iglesia. El liberalismo
marchaba con pasos firmes.
Mucho pasionismo para imponer las ideas. El pueblo enarbolaba banderas sin importar la
honorabilidad de sus adversarios. Por ejemplo –durante la gestión de don Cleto Aguirre, en
1864- había que perseguir al presbítero Sixto Sáenz, quien se hallaba al frente de la
parroquia de Rosario de Lerma, de marcada oposición al gobierno provincial. Sobre el cura
se tejieron las más tremendas y falsas acusaciones. El blanco era la destitución de Sáenz.

Tales acusaciones estaban avaladas por caracterizadas personalidades de la época,


imputaciones que llegaron a manos del Obispo. El prelado dispuso inmediatamente
confeccionar un sumario y enjuiciar al cura de Rosario de Lerma. Como las acusaciones no
tenían peso alguno resolvió la Iglesia restituirlo en sus funciones.

La posición del clero no satisfizo a Aguirre y ordenó la detención con las fuerzas del orden.
En defensa del clérigo se manifestó el presbítero Luis Alfaro, quien se ocupaba entre otras
funciones de dirigir el Seminario recientemente creado. Alfaro llegó a burlar su custodia
para evadirse y fijar su exilio en Bolivia.

Estas contradicciones entre el Poder Ejecutivo y el Poder de la Iglesia cada vez fueron
como caminar por un camino ripioso. Se cerraron capillas, oratorios y se prohibió hacer
sonar las campanas. Desde la fundación de Salta Hernando de Lerma emplazó un fierro en
la esquina del Cabildo para anunciar bandos que llegaban de España o de Charcas;
anunciando la muerte de ciertos vecinos; convocando a la población para que asistiera a la
Plaza de Armas (hoy Plaza 9 de Julio) durante la ceremonia de ejecución de reos (ya sea
ahorcados o fusilados) y cualquier otro acto digno de su publicidad.

Posteriormente, la Iglesia echaban a volar los sones de las campanas llamando a misa, a la
hora del Angelus, para las procesiones y para que se invoque por el alma de algún vecino.
Por decreto se “ordenó que los repiques no durarían más de cinco minutos; los de dobles
para anunciar la muerte de feligreses, dos minutos; los de otras distribuciones cinco
minutos.

Estas disposiciones le pasaron vista al obispo Rizo Patrón quien no se notificó e hizo oído
sordo a las mismas. Con gran furia de los gobernantes se ordenó la prisión de quienes no
observaran las medidas dictadas por el gobierno.
Fueron varios los religiosos que hicieron caso omiso a la ley que ya contaba con el acuerdo
de los diputados. Furibundo ante la desobediencia Don Cleto Aguirre estando en su
despacho gubernamental –siempre muy elegante con su levita y sombrero de pelo- citó a
sus funcionarios, engrosando su voz y golpeando la tapa de su escritorio expresó: -“No me
vengan con tan-tán ni con tin-tín. Las órdenes son para cumplirlas y no se discuten. Quien
manda aquí soy yo”.

La orden no se hizo esperar. Se localizó de inmediato a los transgresores siendo tomados


presos: los sacerdotes Luis Alfaro, Francisco Castro y Pascual Arze y Zelarrayán; a la
Madre Superiora y a dos monjas pertenecientes al Colegio de las Educandas (hoy Colegio
de Jesús) y al sacristán de la Catedral de apellido Toledo.

Con el apoyo total del clero y como así de diferentes Diócesis hacia todo lo actuado por el
Obispo Monseñor Buenaventura Rizo Patrón el conflicto de las campanas quedó superado.

Andrés Mendieta

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