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Estudio 18 Jesús, el agua de vida 30 de Abril 2017

TEXTO BÁSICO: Juan 4: 1-15, 28-30, 39-42.


VERDAD CENTRAL: Jesús en su entrevista con la mujer samaritana declaró ser el agua de vida, significando que él
quiere y puede satisfacer las necesidades de quienes lo buscan solicitando su ayuda.
VERSÍCULO CLAVE: “ Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el
que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de
agua que salte para vida eterna.” Juan 4: 13-14.

1. Jesús, el agua de vida, Juan 4: 1-15.


1 Portanto, cuando el Señor supo que los fariseos habían oído que El hacía y bautizaba más discípulos
que Juan 2 (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea y partió otra vez
para Galilea. 4 Y tenía que pasar por Samaria. 5 Llegó, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca
de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José; 6 y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús,
cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.
Juan presenta una nueva dimensión de la amplitud del reino; no se excluye absolutamente a nadie, excepto por su propio
rechazo de la oferta de Dios en Jesús. Jesús pasó algún tiempo en Judea al comienzo de su ministerio. Durante ese tiempo
estuvo cerca de Juan el Bautista y ambos se dedicaron a bautizar para arrepentimiento a los israelitas que venían a ellos,
aunque el evangelista nos aclara que "Jesús no bautizaba, sino sus discípulos".

Una vez que los fariseos vieron el rápido ascenso de Jesús, debieron sentirse muy alarmados, porque en el fondo de sus
corazones sabían que en la misma medida en que su ministerio creciera, ellos iban a perder mucha de su popularidad e
influencia sobre el pueblo. Sin embargo, en vista de esta situación, fue Jesús quien decidió abandonar Judea. La razón es que
él no quería entrar todavía en un enfrentamiento abierto con los fariseos y los líderes judíos, así que decidió salir de su área
de mayor influencia y regresar a Galilea, donde ellos tenían menos poder y presencia.

Samaria estaba en la ruta más corta para ir de Judea a Galilea. Pero pocos judíos tomaban esta ruta directa. La región de
Samaria era tan menospreciada por los judíos que a menudo tomaban una ruta mucho más larga a través de Perea para ir al
norte a Galilea. Así, cuando se dice que Jesús tenía que pasar por Samaria, no se trata tanto de que estuviese forzado a
hacerlo por consideraciones geográficas como por el hecho de que había un alma necesitada en Samaria a la que podría
ayudar.

Era como la hora del mediodía (si tomamos el sistema judío) cuando llegó Jesús al pozo. Estaba cansado a causa de la larga
caminata que había hecho, y se sentó, así, junto al pozo. Aunque Jesús es Dios el Hijo, es también Hombre. Como Dios nunca
podría fatigarse, pero como Hombre, sí se fatigaba. ¡Aquí se ve claramente la naturaleza humana de Jesús; pero nunca
estaba demasiado cansado para amar a la gente!
7 Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían
ido a la ciudad a comprar alimentos. 9 Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo
judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los
samaritanos.) 10 Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice:
“Dame de beber”, tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva.
Mientras el Señor Jesús estaba sentado junto al pozo, vino una mujer del pueblo a sacar agua. Si era mediodía, como creen
algunos eruditos, era un momento muy extraño del día para que las mujeres fuesen al pozo a buscar agua, porque era el
momento más caluroso del día. Pero esta mujer era pecadora e inmoral, y puede que escogiese esta hora por un sentimiento
de vergüenza, porque sabía que no habría allí otras mujeres que la pudiesen ver. Juan inserta la frase del v. 8 para explicar
por qué Jesús estaba sentado solo al lado del pozo. Lo que parece una coincidencia era en realidad el diseño divino. Es muy
probable que si los discípulos, todavía con profundos prejuicios, hubieran estado con Jesús, este intercambio no habría sido
posible.

En la respuesta de la mujer se percibe inmediatamente la desconfianza reinante entre judíos y samaritanos. A esto hay que
añadir las diferencias de sexos, porque la samaritana deja también claro que ella era "mujer". Y si esto no fuera suficiente,
Jesús se saltó los convencionalismos sociales que eran propios de aquella cultura y que prohibían que un rabino judío pidiera
algo a una mujer.

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Pero Cristo no reconoció las divisiones y enemistades entre los hombres, ya sea que éstas tengan su origen en la raza, la
religión, el sexo o cualquier otro aspecto. La razón es que todos los seres humanos estamos necesitados de salvación por
igual, así que, aunque "judíos y samaritanos no se trataban entre sí", Cristo trató con todos ellos. Por lo tanto, lo primero que
la mujer percibió es que este judío no era como los demás. Él sí que estaba dispuesto a acercarse a los "odiados samaritanos"
y tener trato con ellos.

Al pedir un favor, Jesús había suscitado su interés y curiosidad. Ahora las suscita más hablando de Sí mismo como siendo a la
vez Dios y Hombre. Él era primero de todo el don de Dios —Aquel que Dios dio para ser el Salvador del mundo, Su Hijo
unigénito—. Pero era también Hombre —Aquel que, cansado del camino, le había pedido de beber—. En otras palabras, si
ella hubiese sabido que Aquel con quien estaba hablando era Dios manifestado en carne, ella le habría pedido a él una
bendición, y él le hubiera dado agua viva. La mujer sólo podía pensar en agua material y en la imposibilidad de que Él la
consiguiese sin los utensilios adecuados. No se dio cuenta en absoluto de que Él era el Señor, ni comprendió Sus palabras.

“Agua viva” Este término tiene su trasfondo metafórico en el Antiguo Testamento (Salmo 36:9; Isaías 12:3; 44:3; Jeremías.
2:13; 17:13; Zacarías 14:8). Jesús usa el término “agua viva” como sinónimo de “vida espiritual”. Sin embargo, la mujer
samaritana pensó que él se refería a fuente de agua, en contraste con agua de lluvia de una cisterna.
11 Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua
viva?12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo del cual bebió él mismo, y sus
hijos, y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener
sed, 14 pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se
convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame esa
agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla.
Evidentemente, la mujer no comprendió el lenguaje espiritual que Jesús estaba utilizando. Ella ignoraba que aquel judío con
el que estaba hablando era el Salvador del mundo. Y tampoco lograba entender la grandeza de la salvación que le estaba
ofreciendo gratuitamente. Para ella Jesús era un judío necesitado, cansado, con las manos vacías, sediento... ¿Qué podía
ofrecerle? Por el contrario, ella era una mujer autosuficiente, que contaba con los recursos necesarios para ayudarle a él a
calmar su sed.

La cuestión, por lo tanto, era quién necesitaba a quién. Jesús a la samaritana o la samaritana a Jesús. La mujer sólo veía en
Jesús a un viajero desvalido, sin medios para sacar agua del pozo y calmar así un poco su sed. Y de la misma manera, muchos
siguen rechazando creer en un Cristo crucificado, vencido, que en sus últimos momentos de vida volvía a repetir en medio de
su agonía la misma frase: "Tengo sed" (Jn 19:28). No logran ver que tras su humanidad se encontraba el mismo Hijo de Dios,
que ofrece a la humanidad la vida eterna. Hoy, igual que ayer, los hombres se sienten autosuficientes, creen que no
necesitan a Dios, y que en tal caso, si llegaran a creer en él, serían ellos los que le harían un inmenso favor a él.

Los samaritanos se sentían orgullosos de su padre Jacob, del cual pretendían descender por medio de sus hijos Efraín y
Manasés. Y aunque sus vecinos judíos pudieran discutir este punto, no cabe duda de que también para ellos la figura de
Jacob, el padre de la nación judía, era tenido en muy alta estima. Así pues, la cuestión que la mujer planteó es importante:
¿Es Jesús mayor que el mismo Jacob, el padre de la nación judía? ¿Quién es Jesús?

De modo que el Señor comenzó a explicar la diferencia entre el agua literal del pozo de Jacob y el agua que Él daría.

Agua del pozo Agua que brinda Jesús

Todo el que bebiese de esta agua volvería a tener sed. El agua que Jesús da satisface de verdad. Todo el que bebe
del agua de las bendiciones y misericordia de Cristo no
Así sucede con todos los pozos de este mundo. Los hombres tendrá sed jamás.
buscan su placer y satisfacción en cosas terrenales, pero
estas cosas no pueden dar satisfacción al corazón del Cristo hace aquí una promesa universal, ya que sólo él
hombre. puede llenar plenamente el vacío de nuestro interior y
darnos una felicidad duradera. Aunque esto no ocurrirá
En este punto de la conversación, la mujer tuvo que pensar hasta que le entreguemos nuestras vidas.
necesariamente en su propia experiencia: ¿Acaso se sentía

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satisfecha con su vida? ¿No encontraba que su alma cada “el agua viva” es de una naturaleza tal que apaga la sed tan
vez estaba más sedienta? ¿No era cierto que la religión le pronto que uno la siente y busca la provisión de Dios. Jesús
había dejado vacía y frustrada sin dar respuesta a sus aclara más adelante que el “agua viva” es realmente el
necesidades espirituales? Allí estaba ante el pozo del Espíritu Santo (7:38 s.; ver Isa. 58:11) y, tal como una fuente
patriarca Jacob, ¿y de qué le había servido beber de ese viva, fluye incesantemente en el creyente
agua por tanto tiempo? ¿En qué había cambiado su vida?
La expresión que salte para vida eterna significa que los
beneficios de esta agua que da Cristo no se limitan a la
tierra, sino que permanecerán para siempre. El contraste es
sumamente vívido. Todo lo que la tierra pueda proveer no
es suficiente para llenar el corazón del hombre. Pero las
bendiciones que Cristo provee no solamente llenan el
corazón, sino que son demasiado grandes para que puedan
ser contenidas por ningún corazón.

Nótese que la mujer ahora usa las mismas palabras con que Jesús inició la conversación. Aun no entendiendo cómo Jesús
podría darle agua misteriosa que apagaría para siempre su sed, ella se la pide. Se imaginaba cómo sería el no tener que venir
todos los días para cargar agua, pero no se imaginaba que Cristo le ofrecía algo infinitamente más eficaz. Abruptamente
Jesús cambia el tema del “agua viva” que, según ella, era impersonal, para abordar un asunto que era íntimo y personal (v.
16). Ella quería el “agua viva” pero, como condición previa, Jesús tuvo que convencerla de pecado y guiarla al
arrepentimiento. Él sabía lo que estaba en el corazón del hombre (2:25), y también en el de esta mujer, pero era necesario
que ella se diera cuenta y confesara su condición espiritual.

2. Un poderoso testimonio, Juan 4: 28-30.


28 Entoncesla mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que
me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo? 30 Y salieron de la ciudad e iban a El.
¡Entonces la mujer dejó su cántaro! Esto simbolizaba las varias cosas en la vida que había empleado en su esfuerzo por
saciar sus más profundos anhelos. Todos habían fallado. Ahora que había encontrado al Señor Jesús, ya no tenía más
necesidad de aquellas cosas que antes habían tenido tanta importancia en su vida. No sólo dejó su cántaro sino que fue a la
ciudad. Siempre que una persona es salvada, él o ella comienzan de inmediato a pensar en otros que necesitan el agua de
vida.

3. Los resultados del testimonio, Juan 4: 39-42.


39 Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en El por la palabra de la mujer que daba
testimonio, diciendo: El me dijo todo lo que yo he hecho. 40 De modo que cuando los samaritanos
vinieron a El, le rogaban que se quedara con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y muchos más creyeron por
su palabra, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros
mismos le hemos oído, y sabemos que éste es en verdad el Salvador del mundo.
Como resultado del sencillo y directo testimonio de la mujer de Samaria, muchos del pueblo creyeron en el Señor Jesús.
Todo lo que ella dijo fue: Me ha dicho todo cuanto he hecho, y sin embargo, esto fue suficiente para llevar a otros al
Salvador. Esto debería ser un aliento para cada uno de nosotros para ser sencillos, valientes y directos en nuestro testimonio
de Cristo. La recepción que recibió el Señor Jesús de parte de los samaritanos estuvo en acusado contraste con la que le
dispensaron los judíos. Los samaritanos parecían tener un verdadero aprecio de Su maravillosa persona, y le rogaban que se
quedase con ellos. Como resultado de esta invitación, el Señor se quedó allí dos días.
No hay dos conversiones exactamente iguales. Algunos creyeron debido al testimonio de la mujer. Creyeron muchos más
por la palabra del Señor Jesús mismo. Dios emplea diversos medios para atraer a Sí a los pecadores. Lo esencial es que haya
fe en el Señor Jesucristo. Es maravilloso oír a estos samaritanos dar un testimonio tan claro del Salvador. No abrigaban duda
alguna en sus mentes. Tenían una completa certidumbre de la salvación no en base de la palabra de una mujer, sino de las
palabras del mismo Señor Jesús. Habiéndole oído y creído Sus palabras, los samaritanos habían llegado a saber que
verdaderamente éste era el Salvador del mundo, el Cristo. Solamente el Espíritu Santo podría haberles dado este
conocimiento. El pueblo judío parecía pensar que el Mesías sería para ellos solos. Pero los samaritanos se daban cuenta de
que los beneficios de la misión de Cristo se extenderían a todo el mundo.

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