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QUÉ FALTA?
Inclusión social
El gobierno actual se define como el de la inclusión social. Como ocurre con
conceptos complejos que devienen en lugares comunes, este se usa y
comprende de múltiples formas. Conviene por tanto precisarlo. La inclusión
social se entiende como la posibilidad de las personas de participar en la vida
económica, política, social y cultural de una sociedad. Para ello se requiere
proteger, desarrollar y fortalecer sus capacidades. El compromiso con los
derechos individuales y sociales obliga a los Estados a proveer los bienes y
servicios que hagan ello posible. Los servicios sociales básicos (salud y
educación) deben mantener una perspectiva universal por estar basados en
derechos básicos y asegurar la mejor calidad y la mayor cobertura para todos
los que decidan usarlos. Por el contrario, los programas específicos dirigidos a
combatir la pobreza (programas nutricionales, de transferencias condicionadas,
empleo temporal, etc.) deben focalizarse solo en los más pobres, evitando las
filtraciones en aras de maximizar los recursos limitados. La subcobertura es un
problema para ambos tipos de programas, pero la filtración concierne
mayormente a los programas focalizados (Aramburú 2013).
Salud
El reto es que aún 38% de la población no cuenta con ningún tipo de seguro de
salud. Paradójicamente, la proporción de personas sin seguro de salud es
mayor en el medio urbano y entre la población que trabaja.
Educación
La educación es otro de los determinantes claves de la inclusión social.
Simplificando, se pueden evaluar dos de sus dimensiones: acceso y calidad
(Cuadro 2).
Los datos del cuadro anterior permiten corroborar que el acceso (medido por la
asistencia) ha mejorado en el caso de la educación inicial y secundaria o se ha
mantenido sin cambios importantes, en el caso de la primaria. Sin embargo, cabe
notar la baja cobertura de la educación inicial, en especial entre los menores
rurales, de los que más del 36% no accede a ella. Como se sabe, la educación
inicial es clave para la formación cognitiva y socioafectiva del menor. Asimismo,
persisten brechas urbano-rurales fuertes tanto en el caso del acceso a la
educación inicial (10,7 puntos) como en la secundaria (15,7 puntos). Por tanto,
la cobertura universal y equitativa en el acceso a la educación básica aún no se
ha logrado en el país.
Retos
Como hemos señalado en otros trabajos, el reto principal es articular la política
económica a la social, incrementando el gasto en programas focalizados
habilitadores y promotores de oportunidades económicas en fases de
crecimiento económico, y, por el contrario, aumentar el gasto social en programa
protectores en fases recesivas de la economía. Más específicamente, se trata
de que en los programa protectores, especialmente los de asistencia alimentaria,
se enfatice en la orientación nutricional, la mejor compra y la mejora en los
hábitos de higiene y crianza; es decir, buscar la autonomía del participante en
base a intervenciones habilitadoras y promotoras. Solo esto garantiza la
sostenibilidad de la lucha contra la pobreza.
La Política Social es una rama de la Política que se ocupa de detectar los problemas sociales
que derivan en pobreza y marginación (falta de trabajo, vivienda digna, educación, alimentos)
para buscar los recursos y medios técnicos que les den solución, pues su objetivo es el
bienestar general de la población.
Nació la Política Social, a fines del siglo XIX, en Europa, junto al Estado Social de Derecho, como
intervención del Estado en la economía y en la sociedad, para impedir las injusticias que el
modelo de Estado liberal, sin intervención estatal, había generado.
Los recursos deben ser reales y genuinos; y los proyectos, posibles; para no caer en la utopía, o
en propuestas puramente demagógicas. Son planes de política social: la construcción de
hospitales y escuelas, los planes de vivienda que contribuyan a erradicar las villas y a instalar a
sus ocupantes en lugares confortables, las ayudas a familias numerosas o con hijos
discapacitados, los planes de becas escolares, el fomento al empleo, el seguro de desempleo,
entre otros.
Coincidimos con Gordon[4] cuando sostiene que la política social debe entenderse como
aquella parte de la política general que tiene como meta especifica promover el bienestar
económico-social de la población. Ello incluye el conjunto de intervenciones públicas dirigidas
a asegurar a los ciudadanos un estándar mínimo de salario, alimentación, salud, vivienda e
instrucción, como derecho social y no como caridad. La política social es la expresión de la
solidaridad institucionalizada. Es una rama de la administración pública y una disciplina que
ordena el conocimiento de lo relacionado con distintos ámbitos del bienestar social.
Según Hardy[5], en los noventa, gran parte de los países de América Latina, con los procesos
de democratización y generalizadas las reformas económicas, introdujeron importantes
cambios en sus políticas sociales. De la marginalidad en las que estaban colocadas en la década
precedente, las políticas sociales pasaron a ocupar un creciente papel en las políticas públicas
en los gobiernos de la región.
Con la realización de la Cumbre Mundial de Desarrollo Social (Copenhague, 1995) se fijaron
metas que apuntaban a mejorar la calidad de vida de la población mundial. En el Perú, a inicios
del segundo gobierno de Fujimori se anunció que la política social tendría como objetivo
reducir la pobreza extrema que afectaba al 20% de los peruanos, a la mitad en el quinquenio
1995-2000; para ello se implementaron algunos programas.
Parodi[6] nos revela que la evolución de la situación social del Perú entre 1994 y 1997 mostró
aspectos positivos y negativos. Entre los primeros destaca la reducción del porcentaje de
pobres extremos de 20% a 14.7%, el incremento en la asistencia escolar y mejora en la
infraestructura de luz, agua y servicios telefónicos. También nos indica que las mejoras no
llegaron a todos por igual, aumentando la desigualad regional pues la reducción de la pobreza
se concentró en Lima y en los sectores urbanos, beneficiando a aquellos con mejor nivel
educativo. En cuanto al sector rural, que concentra a la mayoría de pobres, nos refiere que se
mantiene en situación crítica, a pesar del aumento en el gasto social.
La Ley Nº 29158[7], Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, en su artículo 4º estipula que
es competencia exclusiva del Poder Ejecutivo: “Diseñar y supervisar políticas nacionales y
sectoriales”. La norma también precisa que la política general de gobierno está conformada
por las políticas nacionales, que definen los objetivos, los lineamientos, los contenidos de las
políticas públicas, los estándares nacionales de cumplimiento y la provisión de servicios que
deben alcanzarse y supervisarse para asegurar el normal desarrollo de las actividades públicas
y privadas.
La citada Ley establece que es función del Poder Ejecutivo: “Planificar, normar, dirigir, ejecutar
y evaluar las políticas nacionales y sectoriales en conformidad con las políticas de
Estado”,facultando al Presidente de la República, en su calidad de Jefe del Poder Ejecutivo
a “Dirigir y aprobar la política General del Gobierno”.
Origen .- El origen de los derechos sociales que han dado lugar a la aplicación de las políticas
sociales, se encuentra en Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales[8], adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas mediante Resolución
2200A de fecha 16-12-66 y aprobado por el Perú por Decreto Ley Nº 22129 de fecha 11-07-78,
cuyo artículo 3º dispone que: “Los Estados se comprometen a asegurar a los hombres y a las
mujeres igual título a gozar de todos los derechos económicos, sociales y culturales
enunciados en el Pacto”.Por tanto, debe entenderse que nuestro país está obligado a respetar
los derechos de toda persona referente a trabajo, sindicalización, seguridad social, protección
y asistencia a la familia, nivel de vida adecuado, salud física y mental, educación y participación
en la vida cultural.
III. IMPORTANCIA
La política social es importante porque mejora las condiciones de vida de la población y porque
contribuye a asegurar el crecimiento económico futuro de un país. Cohen y
Franco[11] sostienen que la política social desempeña un papel insustituible, pero limitado
porque no puede asumir por sí sola la responsabilidad de la equidad, que debe perseguirse
simultáneamente con la política económica. En efecto, de acuerdo con nuestra experiencia,
sabemos que todo crecimiento económico genera puestos de trabajo, por lo cual los
trabajadores obtienen ingresos que les permite satisfacer sus necesidades. Este crecimiento
eleva la recaudación impositiva que el Estado capta y que puede utilizar para financiar los
programas sociales.
Los autores hacen una crítica a los modelos de política utilizados en América Latina, dicen que:
“Tanto en el pasado como en la actualidad, las políticas sociales estuvieron y están lejos de
alcanzar sus objetivos debido a que presentan notorias deficiencias en el manejo de los
escasos recursos que se ponen a disposición, al mismo tiempo que muestran poca eficacia en
el desarrollo de los productos que generan, lo que se traduce en un magro efecto en la
situación de bienestar de las personas a quienes se dirigen”. Para superar lo anterior, sugieren
mejorar el diseño de la política y de la gestión, poniendo énfasis en la formulación, evaluación,
implementación y monitoreo de las políticas, programas y proyectos sociales, además de las
condiciones institucionales y organizacionales necesarias para la obtención de resultados
adecuados.
Gasto Social.- El gasto social es parte de la política social, que es la suma de todos aquellos
gastos que realiza el Estado y que tiene una connotación social. Existen diferentes criterios
sobre las partidas presupuestales que deben incluirse, aunque hay acuerdo en educación,
salud y vivienda, pero discrepancias respecto a justicia y otros gastos. El gasto social en la
región, ha tenido una evolución favorable porque los mayores recursos se destinaron a lo
social. Se dice que en los años 90, el gasto social por habitante aumentó en 50%, pasando de
306 dólares a 540 per cápita en promedio regional, existiendo variaciones en la magnitud del
gasto, según los países. Mientras que en Argentina y Uruguay superaban los 1,500 dólares por
habitante, en El Salvador, Honduras y Nicaragua no alcanzaban los 100 dólares.
Los especialistas señalan que una característica típica del gasto social en la región, fue
su carácter pro-cíclico que se distingue en los recursos destinados a los programas ajenos a la
seguridad social, lo que implica que salud, educación y protección social en general, que
vienen a ser los programas contra la pobreza, sean vulnerables. Al respecto, los economistas
dicen que gastar mucho o gastar más no implica invertir bien. ¿Entonces, cómo hacerlo bien?
Pues, según los entendidos, se debe mejorar la eficiencia en el uso de los recursos y en el
impacto de los programas, utilizando indicadores relacionados con cada programa especifico.
La relación costo-impacto, permitirá apreciar si el programa está optimizando recursos o si
maximiza el impacto a menor costo.