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S.TC. 36/2008
Referencia número: 36/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 25/2/2008
Publicación BOE: 20080328 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: doña Elisa Pérez Vera
Número registro: 925-2006/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José María Botella Alfaro y otro frente a la Sentencia y el Auto de nulidad de
la Audiencia Provincial de Valencia que, en grado de apelación, les condenó por delito de
calumnias. Vulneración del derecho al juez imparcial: Sala de apelación formada con un
magistrado que había confirmado en apelación la revocación del sobreseimiento libre de la
causa, mediante auto que exteriorizaba un juicio anticipado (STC 39/2004).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 925-2006, promovido por don José María Botella Alfaro y
don Rafael Llorca Vallés, representados por la Procuradora de los Tribunales doña Beatriz
Martínez Martínez y asistidos por el Letrado don José María Blasco Serrano, contra la Sentencia
dictada por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia el 29 de septiembre de
2005 y el Auto de 15 de diciembre de 2005, que desestima el incidente de nulidad de
actuaciones promovido contra la anterior. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha comparecido
don Rafael Soler Vert, representado por la Procuradora doña María Luz Albácar Medina y
asistido por el Letrado don Lorenzo Casasús Esteban. Ha sido Ponente la Magistrada doña Elisa
Pérez Vera, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 31 de
enero de 2006, la Procuradora de los Tribunales doña Beatriz Martínez Martínez, en nombre y
representación de don José María Botella Alfaro y don Rafael Llorca Vallés, interpuso recurso de
amparo contra las resoluciones judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) Los recurrentes fueron absueltos del delito de calumnias del que venían siendo
acusados, mediante Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 12 de Valencia, de fecha 13 de
junio de 2005.
Dicha Sentencia contiene la siguiente declaración de hechos probados:
"Se declara probado que el pasado día 18 de diciembre de 2002 el alcalde de La Pobla
Larga José María Botella Alfaro y Rafael Lorca Vallés y otras personas, ambos mayores de edad
y sin antecedentes penales, presentaron ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de
Valencia una denuncia relativa a presuntas irregularidades en la compraventa de unos terrenos
realizada por Rafael Soler Vert por si los hechos son constitutivos de infracción penal. Tras las
oportunas investigaciones en Fiscalía por Decreto de 14 de abril de 2003 del Fiscal Jefe se
acordó el archivo de las diligencias de investigación penal.
Tanto José María Botella Alfaro como Rafael Lorca Vallés no tenían intención, al
interponer la denuncia, de imputar una infracción penal a Rafael Soler a sabiendas de su
falsedad o faltando a la verdad.
Posteriormente Rafael Soler Vert presentó querella por calumnias contra los Sres.
Botella y Llorca ante el Juzgado de Instrucción de Alzira el 21 de mayo de 2003."
En el fundamento jurídico segundo de esta resolución se señala que:
"De las pruebas celebradas en el juicio oral se deduce que no se descubre el animus
calumniandi especial para este delito; así el acusado Sr. Botella Alfaro dijo en su declaración que
le llegaron sospechas de "chanchullo" del Sr. Soler Vert por parte de una denuncia verbal de
Rafael Llorca y que siendo alcalde del Ayuntamiento reúne a los concejales y lo comentan y
teniendo apariencia de ser verdad le piden al Sr. Llorca que ponga por escrito su alegación y
decide mandarlo a Fiscalía, que no comprobó si la denuncia era falsa y se limitó a firmar la
denuncia municipal y que nunca habló con la prensa del tema; el acusado Rafael Llorca Vallés
dijo en su declaración del juicio oral que habló con San Macario y le cuenta irregularidad [sic]
presuntamente hechas por el Sr. Soler, que existían rumores en el pueblo sobre la realidad del
hecho y le pide que redacte la denuncia y así lo hace para averiguar lo sucedido, que se lo dijo al
alcalde Sr. Botella pero nunca quiso injuriar ni vengarse de nadie, que no tiene odio al Sr. Soler
aclarando que en todo caso tal actitud es proporcional e igual que la que presenta el Sr. Soler
hacia él.
El resto de testigos no aportan nada nuevo sobre las intenciones de los acusados y se
limitan a ratificar que deciden en sesión del Ayuntamiento denunciar el presunto hecho
fraudulento; el testigo Emilio Miñana Negre reconoce que él dio la noticia a la prensa a meros
efectos informativos."
b) Contra la anterior resolución interpuso recurso de apelación la acusación particular,
que fue estimado por Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia,
de fecha 29 de septiembre de 2005, que revoca la Sentencia de instancia y condena a don José
María Botella Alfaro y don Rafael Llorca Vallés, como autores de un delito de calumnias con
publicidad, a la pena de un año y tres meses de prisión para el primero y de un año de prisión
para el segundo, accesoria legal de privación del derecho de sufragio pasivo, así como al pago
de las costas de la primera instancia, incluyendo las de la acusación particular, a indemnizar
cada uno de los condenados a don Rafael Soler Vert en la suma de 1.000 euros, y a publicar, a
costa de los condenados, los hechos probados y el fallo de la sentencia en los mismos diarios en
los que se publicó la información calumniosa.
Esta Sentencia contiene la siguiente declaración de hechos probados:
"No se aceptan los hechos probados de la sentencia apelada, declarándose probado que
el día 13 de enero de 1989 Eladio Sanmacario vende don fincas, sitas en la partida El Colmenar
de La Pobla Llarga, a la esposa de Rafael Soler Vert por 6.000 pesetas el metro cuadrado
edificable, quedando pendiente la fijación del precio a la calificación del suelo, y condicionada a
ello la venta dándose un anticipo de 4.000.000 de pesetas mediante hipoteca del suelo, que
asumirían los compradores caso de consumarse la venta, si bien, a requerimiento del vendedor,
se modificó el precio fijándose en 8.000.000 de pesetas, otorgándose escritura de venta el 29 de
julio de 1994.
En esa fecha, y pese a que la aprobación provisional del PGOU de La Pobla Llarga no
se produjo hasta el 7 de abril de 1995, ya contaba la zona vendida con viales, estando
parcelada, y se había pasado por el Ayuntamiento al cobro el canon de urbanización a los
propietarios afectados, con lo que era público y conocido en la ciudad el cambio de calificación
producido.
A pesar de ello, Eladio Sanmacario, fallecido en el curso del proceso, sostuvo en ciertos
ambientes del pueblo que había sido engañado, y que el Sr. Soler se había prevalido de su
condición de concejal para dar un pelotazo, llegando esto a finales de 2002 a conocimiento del
acusado Rafael Llorca Vallés, a la sazón concejal también del Ayuntamiento de la antes citada
ciudad, que a su vez lo comunicó al resto de los miembros del Consistorio, que presidía el
también acusado José María Botella Alfaro, acordándose por indicación del Sr. Botella que el
acusado Sr. Llorca incidiera acerca del vendedor San Macario para que formalizase la denuncia
para lo cual el acusado Sr. Llorca, que había acudido, por si o por otro, al Registro de la
Propiedad para constatar la realidad de la venta referida, procedió a redactar un documento, que
luego firmó San Macario el 7 de diciembre de 2003, en el que se afirmaba que fue
reiteradamente advertido de forma interesada que los campos que vendió en la escritura de 24
de julio de 1994, silenciando que los había vendido antes por documento privado en fecha 13 de
enero de 1989, no eran edificables, por lo que sólo se podían pagar a precio de tierra huerta,
viendo que en las tierras había parcelas en aquel momento, por lo que comprendió que lo habían
perjudicado al ser el marido de una de las compradoras, Rafael Soler, concejal de Pobla Llarga
en aquellos momentos y en los actuales.
Recogida la firma de Sanmacario, el acusado Llorca entregó el escrito en mano del
acusado Botella, que convocó al equipo de Gobierno Municipal, que decidió presentar denuncia
ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad, que abrió el 21 de diciembre
de 2002 diligencias de investigación penal 160/02, participándolo a los denunciantes, que lo
comunicaron a los medios de comunicación escrita, difundiendo la noticia de la investigación el
diario ''Las Provincias'', que publicó que ''El Fiscal investiga al líder del PP por la presunta
compra fraudulenta de un terreno'', y el ''Levante'', que anunció ''El edil de la Pobla Llarga
investigado por una presunta estafa'' y ''El País'' afirmaba que esta siendo ''Investigado un
concejal del PP de la Pobla Llarga por tráfico de influencias''.
Las diligencias de Fiscalía fueron archivadas por decreto del Excmo. Sr. Fiscal Jefe de
14 de abril de 2003, lo que fue comunicado a los denunciantes, que no lo participaron a los
medios citados.
El PGOU de La Pobla Llarga fue aprobado el 13 de julio de 1996, habiéndose abstenido
el Sr. Soler en la votación, al igual que hizo en el pleno de 1995, justificando su postura, como
consta en sendos escritos remitidos al Alcalde, en tener interés indirecto, al haber adquirido en
1989 una opción de compra de terrenos afectados por el Plan que se actuó en el mes de julio de
1994, figurando los terrenos a nombre de su esposa, con quien mantiene un régimen matrimonial
de separación.
El día 2 de junio de 1992 el acusado Sr. Botella, entonces Juez de Paz de La Pobla
Llarga, presidió un acto de conciliación, que acabó con avenencia, en el que el Sr. San Macario
solicitaba a la esposa de Soler la determinación del precio, que en el documento de 13 de enero
de 1989 estaba indeterminado, quedando fijado en 8.000.000 de pesetas."
En el fundamento jurídico tercero se afirma la existencia de una defectuosa valoración
de la prueba por parte de la Sentencia de instancia:
"Por el contrario, la prueba demuestra cómo son los acusados y el querellante
adversarios políticos en el Ayuntamiento de La Pobla Llarga, y cómo entre ellos parece existir
también una animadversión personal, como se extrae de las declaraciones del acusado Llorca,
que lleva a los acusados a buscar, y encontrar, un medio de desprestigiar políticamente al
contrincante ante las, por entonces, venideras Elecciones Municipales de 2003, para lo cual
utilizan a una persona, que, se extrae esto de la declaración prestada por Sanmacario, llena de
vacíos e inexactitudes, pues se denegó en la instrucción la aportación de su historial médico, no
debía estar en muy buenas condiciones mentales y que iba diciendo que el querellante lo había
estafado en la compra de unos terrenos, pues le había afirmado que los mismos no serían
urbanizables cuando, por su condición de concejal del Ayuntamiento, sabía que se iba a
urbanizar, lo que llegó a oídos del acusado Llorca, que lo puso en conocimiento del otro
acusado, Botella, Alcalde del pueblo, que le pidió que lo que le decía se lo trajera por escrito,
confeccionando Llorca el escrito que obra, por copia, al folio 66, que firmó Sanmacario y Llorca
entregó al Alcalde en mano y sin pasar por el registro del Ayuntamiento y, reuniendo al equipo de
gobierno municipal, redactan una denuncia a Fiscalía, sosteniendo en ella que han tenido
conocimiento de unos hechos que a continuación relatan y que integrarían un delito de tráfico de
influencias y estafa cometido por Soler que habría, junto con otros, engañado a un labrador en la
compra de unos terrenos, instando la recalificación de los mismos o bien sabiendo que se iban a
recalificar.
Esta es la denuncia fría que, tan pronto fue admitida a trámite en Fiscalía, se encargaron
los acusados de filtrar a la prensa, tan útil a veces para, engañándola también, servir de vehículo
o altavoz de la imputación, pues de otro modo no se alcanza el fin del delincuente. Así, el diario
''Las Provincias'' publica que ''El Fiscal investiga al líder del PP por la presunta compra
fraudulenta de un terreno'', mientras que ''Levante'' anuncia que ''El edil de la Pobla Llarga
investigado por una presunta estafa'' y ''El País'' afirmaba que está siendo ''Investigado un
concejal del PP de la Pobla Llarga por tráfico de influencias''. Sin presunto siquiera.
Es decir, que toda la prensa sabía y cualquiera conocía sin necesidad de conocer, como
conoce este Tribunal, las circunstancias del caso, cuál era el delito que directamente, por menos
que no se citase el tipo o tipos penales donde se describe, estaban imputando por los
denunciados al querellante.
La investigación en Fiscalía, visto lo insostenible y radicalmente falso de la imputación,
fue archivada el catorce de abril de 2003."
Y continúa la Sentencia en el fundamento jurídico cuarto con la siguiente argumentación:
"Pues bien, que era radicalmente falsa, y los denunciantes lo sabían, y sólo tenía, no se
puede encontrar otra, una finalidad de revanchismo político o de destrucción al enemigo por
linchamiento público, se extrae de datos que conocían los denunciantes, bien por haberlos
investigado, bien por conocerlos por haber tenido conocimiento directo por ser concejales y
vecinos del pueblo o bien, en el caso de Botella, y esto es más grave, por haber tenido
conocimiento de ellos por su condición de Juez de Paz del pueblo.
Que es La Pobla Llarga un pueblo es indudable, lo que se dice sin el más mínimo matiz
peyorativo alabando esa calidad, y que en los pueblos se conoce y se sabe todo, es algo que no
necesita demostración cercana a la entelequia, y se debía saber que se iba a modificar el PGOU
y por donde iban las cosas y por donde irían las casas. Y Sanmacario lo debía de saber en los
primeros días de 1989, cuando en documento privado vende a varias personas dos fincas, deja
la determinación del precio a resultas de la recalificación de los terrenos, lo que a su vez es
condición de la confirmación de la venta, pues si no hay recalificación, no hay venta, ni precio, ni
pago. No estaba entonces engañado
Sanmacario, sino que sabía que podía haber una recalificación. Y no lo estaba tampoco después
cuando en 1994, ya con las calles y los polígonos trazados, otorga documento público y cobra el
precio.
Y las condiciones del contrato de 1989, y las circunstancias de hecho del 1994, eran
perfectamente conocidas por los acusados cuando de manera absolutamente temeraria,
proceden a fabricar una denuncia ante la Fiscalía y a darle publicidad.
Sostiene el acusado Llorca que procedió él a confirmar la realidad de los hechos ante el
Registro de la Propiedad y que constató la veracidad de los hechos, que podían tener posibilidad
de certeza y ante ello acude al Alcalde.
Pues bien, debía conocer por razón de su cargo, como debía conocer también el acusado
Botella, que en todas las actuaciones relativas a la recalificación de la zona donde estaban los
terrenos adquiridos por la esposa de Soler, y otros, este último se abstuvo de votar a favor de
ello, habiendo participado al Pleno del Ayuntamiento que su abstención, sin perjuicio de
reconocer lo acertado de la actuación, estaba justificada por su interés indirecto en la
modificación del plan, y debían saber, porque la realidad física de los cuerpos no engaña, que
cuando se otorga la escritura de compraventa, como antes se ha dicho, ya estaba realizada la
urbanización, aun antes de la recalificación, con lo que era evidente para todos que aquello, la
recalificación, no era algo oculto y a disposición de solo unos pocos, por lo que Sanmacario no
podía sentirse engañado cuando acude al Notario de manera voluntaria a firmar, pues nada se le
estaba ocultando, con lo que la existencia de un delito de estafa a Sanmacario, o un tráfico de
influencias, era algo impensable y el deber cívico de denunciar delitos, que es en lo que los
acusados se escudan para justificar su actuación, inexistente dejando a la vista un claro móvil
ruin y delictivo.
Y esto se acentúa más si cabe en el acusado Botella, Alcalde del pueblo, que, habiendo
sido Juez de Paz, llegó a presidir un acto de conciliación en el que Sanmacario exponía todas las
circunstancias del contrato privado de 1989 y exigía la determinación del precio, lo que se acordó
por la intervención del Juez acercando a las partes. Y poco importa que los demandados fuesen
uno de los compradores y ''una tal'' Carmen Castelló, que resulta ser la esposa del Sr. Soler,
pues por más que el acusado Botella fuese Alcalde sólo desde el 1995 hasta el 2003, no puede
dejar de conocer que esa "tal" era la mujer de un concejal, y no solo por lo pequeño del pueblo
sino porque, a buen seguro, habría tenido ocasión de compartir en su calidad y condición de
Juez de Paz alguna ocasión en las diferentes festividades a las que ambas autoridades, con
señoras incluidas, son invitados. Y poco importa que no se sepa porqué no está su firma en el
acta de conciliación, pues ello no supone la ausencia del acto, sino que, como sucede a veces,
se le olvidó firmar o no se le pasó a la firma. Y además de esto, su actuación es totalmente
temeraria.
Dice que no lee ni siquiera el escrito que le presenta Llorca a sus manos y no al registro
del Ayuntamiento, y sin leerlo le da credibilidad. Tal vez es porque le importaba poco lo que se le
hubiese puesto a la firma a Sanmacario; poco importaba lo que allí se dijese, ni nada había que
comprobar, simplemente se trataba de desprestigiar a un adversario político, aún a sabiendas
que lo que se decía carecía absolutamente de contenido y era radicalmente falso, pues con una
mínima crítica habría necesariamente comprendido que solo tenía en sus manos las
manifestaciones de un, posiblemente, enfermo mental y, esto lo dice hasta el acusado Llorca,
jugador que necesita dinero. Con este bagaje, se embarca el Alcalde en una delictiva aventura."
c) Los condenados promovieron un incidente de nulidad de actuaciones, desestimado
por Auto de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia, de 15 de diciembre de
2005.
El citado Auto rechaza en su fundamento jurídico tercero la existencia de la denunciada
vulneración del artículo 24.2 CE, con relación a la doctrina del derecho a un juez imparcial.
Sostiene que el conocimiento de las actuaciones, a través de los respectivos recursos
establecidos contra las resoluciones del Juez de instrucción, no puede ser considerado como
actividad instructora, y que "sólo puede sostenerse que una Sala no es objetivamente imparcial,
cuando, suplantando al Juez de Instrucción, se subroga en las atribuciones de éste y pasa a
dirigir las actuaciones, ordenando la investigación procesal y protagonizando el acopio de
material probatorio, para conformar la acusación. Pero sucede que, en el caso que nos ocupa, la
decisión de revocar el auto de sobreseimiento y archivo de unas diligencias previas se basa
exclusivamente en el material probatorio que ya existía en la causa y en las dos decisiones
adoptadas en orden a la práctica de otras pruebas complementarias, que para nada afectaban a
la estructura fáctica de las investigaciones realizadas por la juez de instrucción. Los datos de
hecho se han mantenido incólumes y han sido extraídos, en todo momento, de la base del
escrito de acusación, sobre los que ha versado el objeto del proceso y el debate contradictorio
realizado sobre las pruebas que se llevaron a efecto en el acto del juicio oral, perfectamente
documentadas y documentales". A ello se añade, con cita de la STC 11/2000, de 17 de enero,
que "el Tribunal Constitucional entiende que la decisión de levantar un sobreseimiento y ordenar
proseguir un procedimiento penal, no incluye necesariamente una imputación que tenga que
transformarse luego en un juicio de culpabilidad, por lo que concluye que no se conculcó al
recurrente el derecho a la imparcialidad objetiva del juzgador. Menos pues en el caso que nos
ocupa, en el que el Magistrado Sr. Turiel sólo formó Sala para desestimar un recurso contra la
decisión del instructor de continuar el proceso, con lo que en absoluto puede entenderse que se
contaminase hasta el extremo de perder su imparcialidad, por lo que este primer motivo de
nulidad ha de ser rechazado".
En el fundamento jurídico quinto se rechaza igualmente la vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), sosteniendo que:
"el Tribunal de apelación puede revisar, sin necesidad de vista nueva y audiencia a los
que ya depusieron en la instancia, las alegaciones de error en la apreciación de la prueba,
incluso contra sentencias absolutorias, siempre que se limite a ello, a la constatación del error y
sobre la base de una alegación impugnatoria que establezca dónde, a juicio del apelante, se
equivoca el silogismo del Juez a quo.
Y por esto se decidió que el Tribunal se podía adentrar en el estudio del recurso que nos
ocupa sin necesidad de celebrar nueva vista, que, en puridad, es un auténtico nuevo juicio que
elimina el de instancia. Y en ese trance, resolviendo un recurso de apelación, entendió que el
Juez a quo había cometido un clarísimo error en la apreciación de la prueba, todo ella
documentada y documental, pues el delito está plasmado en unas actuaciones de la Fiscalía
valenciana y, ejerciendo de manera plena y no viciada la jurisdicción, acordó revocar la
Sentencia de instancia y condenar a los acusados como reos del delito de calumnias con
publicidad."
3. Los recurrentes fundamentan su demanda de amparo en la vulneración del art. 24.2
CE, en una doble vertiente:
En primer lugar, al no haberse respetado las garantías de publicidad, inmediación y
contradicción en la valoración de las pruebas en segunda instancia -conforme a lo exigido por la
STC 167/2002 y otras-, puesto que la Sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia
fundamenta su conclusión condenatoria en una nueva valoración de la credibilidad de las
declaraciones de los acusados, sin el examen directo y personal de los mismos y de los testigos,
afirmando a partir de ella la intencionalidad de los acusados de calumniar al querellante, por
revanchismo político. Destaca la demanda que la modificación del relato de hechos probados
llevada a cabo en apelación se limita a incorporar datos y referencias, a partir de documentos
aportados por el querellante, sin extraer de ellos conclusión alguna que permita afirmar la
concurrencia del elemento subjetivo del delito (animus calumniandi). Este se afirma en la
fundamentación jurídica, a partir de esa nueva valoración de las declaraciones de los acusados
(incluso del Sr. Sanmacario, fallecido antes del acto del juicio), llena de inexactitudes y
presunciones (como la imputación de que el Sr. Sanmacario no estaba en buenas condiciones
mentales), a partir de la cual deducen sus conocimientos e intenciones, en contra de lo
afirmando por ellos y de lo declarado probado por el Juez de lo Penal.
En segundo lugar, se denuncia la vulneración del derecho al juez imparcial, por cuanto el
Magistrado don Carlos Turiel Sandín, que integró la Sala que dicta la Sentencia condenatoria,
con anterioridad había tenido conocimiento de los hechos enjuiciados, al formar también parte de
la Sala que desestimó, mediante Auto de 14 de junio de 2004, el recurso de apelación
interpuesto contra el Auto por el que el Juez instructor revoca el sobreseimiento libre inicialmente
acordado. En ese Auto de 14 de junio de 2004, que se aporta junto con la demanda y se
reproduce parcialmente, se refleja un grado de implicación y conocimiento de las actuaciones
que, a juicio de los recurrentes, impedían al magistrado en cuestión formar parte de la Sala de
enjuiciamiento posterior con la imparcialidad exigible.
En el suplico de la demanda se solicita el otorgamiento del amparo y la declaración de
nulidad de la Sentencia y el Auto recurridos.
4. Por providencia de 8 de mayo de 2007, la Sala Segunda acordó conocer del presente
recurso de amparo, admitir a trámite la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
requerir al Juzgado de lo Penal núm. 12 de Valencia y a la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Valencia para que en el plazo de diez días remitieran certificación o fotocopia
adverada de las actuaciones correspondientes al procedimiento abreviado número 85?2005 y al
rollo de apelación núm. 1223-2005, respectivamente, interesándose al tiempo que se emplazara
a quienes fueron parte en el procedimiento, a excepción de los recurrentes en amparo, para que
en el plazo de diez días pudieran comparecer en este proceso constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días a los recurrentes y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante Auto de
18 de junio de 2007, la Sala Segunda acordó acceder a la suspensión solicitada, en lo relativo a
las penas privativas de libertad impuestas, accesoria legal y publicación a costa de los
condenados de los hechos probados y el fallo de la Sentencia, denegando la suspensión
respecto de los demás pronunciamientos.
6. Mediante una diligencia de ordenación de 23 de julio de 2007 se acordó tener por
personada y parte en el procedimiento a la Procuradora doña María Luz Albácar Medina, en
nombre y representación de don Rafael Soler Vert. Igualmente se acordó dar vista de las
actuaciones recibidas a las partes personadas y al Ministerio Fiscal por plazo común de veinte
días, dentro de los cuales podrían presentar las alegaciones que estimen pertinentes; conforme
determina el art. 52.
1 LOTC.
7. La representación procesal de los demandantes de amparo formuló sus alegaciones
mediante escrito que tuvo su entrada en el Registro General de este Tribunal el día 7 de
septiembre de 2007, en el que sustancialmente reproduce los argumentos ya expuestos en la
demanda.
Insisten los recurrentes en que la condena se funda en una nueva valoración de las
declaraciones de los imputados y de las pruebas testificales, a partir de las cuales deducen los
conocimientos e intenciones de los querellados, sin la necesaria inmediación, que sí tuvo el Juez
de lo Penal, que les absolvió en primera instancia.
Por otra parte, y en relación con la alegada vulneración del derecho al juez imparcial, se
destaca que el Magistrado Sr. Turiel no figuraba inicialmente como miembro de la Sala que
había de enjuiciar en recurso de apelación, lo que privó a la parte de la posibilidad de recusarlo
por su anterior intervención en la causa.
8. El día 25 de septiembre de 2007, la representación procesal de don Rafael Soler Vert
presentó sus alegaciones, instando la denegación del amparo solicitado, sobre la base de los
argumentos expuestos en los fundamentos de derecho tercero y quinto del Auto de 15 de
diciembre de 2005.
Se rechaza, en primer lugar, la denunciada vulneración del derecho al juez imparcial, por
entender que en el presente caso la actuación del Magistrado don Carlos Turiel Sandín se limitó
a formar parte de la Sala que desestimó el recurso de apelación interpuesto contra el Auto del
Juzgado Instructor que dejaba sin efecto el sobreseimiento de las actuaciones, sin ni siquiera
actuar como Ponente. Por tanto, su participación no puede considerarse una participación directa
en la investigación de los hechos, que es la que puede provocar prejuicios respecto del acusado
que influyan a la hora de dictar Sentencia.
Igualmente se rechaza la vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías,
por entender que el recurso de apelación permite la revisión de las pruebas practicadas en la
primera instancia y la modificación del relato de hechos probados, sin que ello vulnere los
principios de inmediación y contradicción.
9. El día 3 de octubre de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal, interesando
la estimación del recurso de amparo, tanto por vulneración del derecho al Juez imparcial, como
por vulneración de los derechos a un proceso con todas las garantías y a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE).
En primer lugar, tras recordar la jurisprudencia de este Tribunal y del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos acerca de la imparcialidad objetiva, y destacar la necesidad de analizar
de forma particularizada el contenido y los efectos de la resolución que se estima limitadora de la
imparcialidad judicial para el fallo definitivo de la causa, destaca el Fiscal que, "en principio, el
auto que resuelve el recurso de apelación, no tiene un mero carácter revisor en función de lo
alegado por el entonces recurrente, sino que por el contrario, y a la vista del contenido del
apartado a) del fundamento de Derecho segundo, lo que se realiza es una valoración del
material probatorio de apreciable entidad". Y tras reproducir literalmente su contenido afirma que
"resulta evidente la existencia de un análisis de no desdeñable entidad en relación con el
material probatorio recogido en la causa, en virtud del cual se extraen determinadas
conclusiones que resultan prácticamente idénticas a algunas de las observadas finalmente en la
sentencia de apelación. De manera que el Magistrado interviniente en el dictado de las dos
resoluciones ahora cuestionadas, pudo generar sin duda al deliberar sobre el contenido de la
primera, determinados prejuicios más tarde trasladados al tiempo de dictarse la segunda,
resultando así afectada su imparcialidad y por lo tanto, apareciendo en opinión del Fiscal,
vulnerado el derecho al Juez imparcial que protege el art. 24.2 CE".
No obstante lo anterior, y para el caso de que el Tribunal no estimase esta alegación,
analiza la relativa al derecho a un proceso con todas las garantías y a la presunción de
inocencia, concluyendo que también se ha producido la vulneración de estos derechos
fundamentales. Recuerda el Fiscal que, a partir de la STC 167/2002, el Tribunal adopta un nuevo
criterio conforme al cual estima lesionado el art. 24.2 CE en los casos en que tras una sentencia
absolutoria de instancia, el órgano de apelación dicta sentencia condenatoria sobre la base de
una nueva valoración de las pruebas practicadas en la instancia y sin tener inmediación sobre
aquellas que fundamentan el fallo condenatorio. Ciertamente, con base en la STC 230/2002,
cuando se trata de acreditar los elementos subjetivos del delito, ánimos o tendencias, ello sólo
puede hacerse a través de prueba indirecta. Y cuando las inferencias del órgano revisor se
deducen de los mismos hechos declarados probados por el inferior, de los que se extraen
distintas conclusiones, ello no vulnera las garantías del proceso justo. Sin embargo, en el
presente caso, el órgano de apelación no se limita a extraer conclusiones de los hechos
declarados probados en la Sentencia de instancia, o bien de la prueba documental documentada
en autos. De la simple lectura de los fundamentos de derecho de la Sentencia de apelación
primero, tercero y cuarto se desprende que la Sala parte de nuevos y diferentes elementos
fácticos, que se derivan de una nueva valoración de la prueba careciendo de inmediación, y en
consecuencia, lesionándose el derecho a un proceso con todas las garantías y el derecho a la
presunción de inocencia, puesto que el órgano de apelación se basa necesariamente en las
pruebas de carácter personal no practicadas en su presencia, aun cuando añada determinados
elementos derivados de la documental obrante en autos, para sustentar la condena.
10. Por providencia de 21 de febrero de 2008, se señaló para la deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 25 del mismo mes y año.
Fundamentos:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, don Eugeni Gay Montalvo, doña Elisa Pérez
Vera, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En los recursos de amparo acumulados núms. 1907-2003 y 1911-2003, respectivamente
promovidos por don Alberto Cortina de Alcocer, representado por el Procurador de los Tribunales
don Argimiro Vázquez Guillén y asistido por los Abogados don Gonzalo Rodríguez Mourullo y
don Ramón Hermosilla Martín, y por don Alberto de Alcocer Torra, representado por ese mismo
Procurador de los Tribunales y asistido por el Abogado don Antonio Hernández-Gil Álvarez-
Cienfuegos, contra la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de 14 de marzo de
2003, revocatoria de la Sentencia absolutoria dictada en instancia por la Sección Séptima de la
Audiencia Provincial de Madrid con fecha de 29 de diciembre de 2000 en procedimiento seguido
contra los demandantes de amparo por delitos de falsedad en documento mercantil y de estafa.
Han comparecido y sido parte en el proceso las siguientes personas: don Pedro Sentieri Cardillo,
don Luis García Alarcón y don Francisco Castelló Piera, representados por el Procurador de los
Tribunales don Victorio Venturini Medina; doña María Paloma San Martín Martín Pozuelo y don
Eduardo Benzo Perea, representados por el Procurador de los Tribunales don Manuel Sánchez-
Puelles y González-Carvajal; doña María Pilar San Martín Abad, don Ángel Odériz Divassón,
doña María Teresa San Martín Abad y don Alberto Sagües Agudo, representados por el
Procurador de los Tribunales don Ramón Rodríguez Nogueira, luego sustituido por don Isidro
Orquín Cedenilla; y las entidades Fomento de Construcciones y Contratas, S.A., y Corporación
Financiera Hispánica, S.A., representadas por el Procurador de los Tribunales don Florencio
Aráez Martínez. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pascual
Sala Sánchez, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante dos escritos registrados en este Tribunal con fecha de 1 de abril de 2003 el
Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de don
Alberto Cortina de Alcocer y de don Alberto de Alcocer Torra, interpuso otros tantos recursos de
amparo contra la resolución judicial mencionada en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. Las dos demandas de amparo se basan esencialmente en los siguientes hechos:
a) Sobre la base de la supuesta falsedad cometida por medio de una carta que, con
fecha de 23 de noviembre de 1987 y aparentemente firmada por Richard M. Robinson en
nombre de la sociedad KIO, se hizo llegar a los socios minoritarios de la entidad Urbanor, S.A.,
ofertándoles la compra de unos derechos de suscripción preferente (derechos que, en definitiva,
se traducían en la propiedad de unos solares sobre los que posteriormente serían edificadas las
llamadas "torres KIO") por un precio inferior (150.000 pesetas por metro cuadrado) al
supuestamente pactado con los socios mayoritarios de dicha entidad (don Alberto Cortina de
Alcocer y don Alberto de Alcocer Torra) de 231.000 pesetas por metro cuadrado, los
primeramente citados presentaron, con fecha de 6 de enero de 1993 -un día antes del
vencimiento del plazo de prescripción-, una querella criminal -sin firma y sin acompañarla del
preceptivo poder especial- contra los segundos por delitos de falsedad en documento mercantil y
de estafa, querella que, tenida por presentada a los "únicos fines registrales y de control" por
Auto del Juzgado de 20 de enero de 1993, que acordó también su ratificación por los
querellantes, no fue formalmente subsanada sino hasta pasados dos meses desde su inicial
presentación y una vez ya transcurrido el plazo de prescripción de cinco años, que había vencido
el 7 de enero de 1993.
b) Por Sentencia de 29 de diciembre de 2000 la Sección Séptima de la Audiencia
Provincial de Madrid, tras afirmar que los acusados habían cometido efectivamente dichos
delitos, declaró en su fundamento de derecho octavo que los mismos se encontraban
"claramente prescritos", dado que, aun partiendo de la interpretación más favorable al ejercicio
de la acción penal que identifica la expresión contenida en el art. 114.2 del Código penal (CP
1973) en materia de interrupción del plazo de prescripción ("desde que el procedimiento se dirija
contra el culpable") con la simple presentación de una querella sin necesidad de que se haya
producido su admisión, al haber sido presentada la querella en la fecha más arriba indicada (6 de
enero de 1973) sin firma del querellante y sin poder especial del procurador de ningún modo
podía concluirse que en dicha fecha se hubiera presentado, en verdad, querella alguna. De
manera que, habiendo sido admitido por todas las partes que el dies a quo para el cómputo del
plazo de prescripción era el de la venta de los derechos de suscripción preferente de acciones
por parte de los socios minoritarios de Urbanor -esto es: el 7 de enero de 1988- el plazo de
prescripción legalmente establecido de cinco años había concluido el 7 de enero de 1993, sin
que en dicha fecha se hubiera presentado querella eficaz alguna hasta que el 9 de marzo de
1993 (una vez prescritos ya los delitos) se procedió a su ratificación por uno de los querellantes.
En consecuencia la Sala absolvió a los demandantes de amparo de los delitos de los que venían
acusados al considerarlos prescritos y extinguida su responsabilidad penal por los mismos.
c) Contra esta Sentencia absolutoria dictada en instancia presentaron recurso de
casación las acusaciones particulares, el Ministerio Fiscal y también la representación de los
demandantes de amparo, por entender éstos últimos que las afirmaciones vertidas en la misma
acerca de la comisión por su parte de los delitos que les habían sido imputados constituía una
lesión de varios de sus derechos fundamentales, pese a que finalmente hubiesen resultado
absueltos por motivo de apreciarse que dichos delitos habían prescrito. Tanto las acusaciones
particulares como el Ministerio Fiscal atacaron en sus respectivos recursos la conclusión
alcanzada por el Tribunal de instancia acerca de la prescripción de los delitos imputados a los
demandantes de amparo. Examinado dicho motivo de casación por la Sala Segunda, el órgano
casacional concluyó, en contra de lo decidido por la Audiencia, que, pese a no haberse
acompañado la querella presentada contra los Sres. Cortina y Alcocer del preceptivo poder
especial, de acuerdo con la doctrina sostenida por la Sala en los últimos tiempos "la simple
presentación de una querella o denuncia en el Juzgado" constituye "una actuación procedimental
susceptible de subsumirse bajo la expresión legal 'dirigir el procedimiento contra el culpable", ya
que sería posible "otorgar a la querella la condición de cauce legítimo para poner en
conocimiento del Tribunal un hecho delictivo perseguible de oficio (notitia criminis)". Dicho de
otra manera: a juicio de la Sala Segunda, la querella defectuosamente presentada contra los
Sres. Cortina y Alcocer "tuvo la virtualidad de integrar una denuncia", ya que, aun carente de
poder especial, bastaba "con la firma o suscripción del mandatario con poder general para
trasladar al Tribunal la notitia criminis que debió obligarle a actuar, al tratarse de delito
perseguible de oficio, sin perjuicio de que la ulterior ratificación de la querella permitiera la
atribución de la condición de parte procesal en la causa al querellante". En consecuencia el
referido motivo de casación fue estimado, declarándose que los delitos imputados a los
demandantes de amparo no habían prescrito; por el contrario los motivos de casación
planteados por éstos fueron desestimados en su totalidad, siendo condenados, como autores
responsables de un delito de falsedad en documento mercantil en concurso medial con un delito
de estafa, con la circunstancia modificativa de la responsabilidad de especial gravedad en
atención al valor de lo defraudado estimada como muy cualificada, a la pena de un año de
prisión menor y multa por importe de 6.000 euros por el primero de dichos delitos, con 50 días de
arresto sustitutorio en caso de impago, y de dos años y cuatro meses de prisión por el delito de
estafa, debiendo asimismo responder solidariamente y por mitades de las indemnizaciones
señaladas en la resultancia probatoria de la Sentencia de instancia, siendo responsables civiles
subsidiarias las entidades Construcciones y Contratas, S.A., y Corporación Financiera Hispánica,
S.A. La Sentencia dictada en sede de casación fue notificada a la representación de los
demandantes de amparo el mismo día 14 de marzo de 2003.
d) Notificada la Sentencia a las partes, por la representación de los demandantes de
amparo se presentó una solicitud de aclaración de determinados extremos de la misma que fue
resuelta por Auto de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de 18 de marzo de 2003 en un
sentido que en nada afecta a las cuestiones planteadas en el presente recurso de amparo.
3. De acuerdo con el orden de exposición desarrollado en la demanda de amparo
presentada por el Sr. Cortina de Alcocer, se atribuye a la resolución recurrida la vulneración de
los siguientes derechos fundamentales: 1) derechos a un proceso con todas las garantías, a la
utilización de los medios de prueba pertinentes y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE); 2)
derecho a la legalidad penal (art. 25.1 CE); 3) derecho a la igualdad ante la Ley (art. 14 CE); 4)
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE); y 5) derecho a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE).
1) En forma interrelacionada invoca el recurrente la lesión de sus derechos a un proceso
con todas las garantías, a la utilización de los medios de prueba pertinentes y a la presunción de
inocencia por razón de haberse basado la condena que le fue impuesta a título de autor
responsable de un delito de falsedad en documento mercantil en la supuesta falsedad de una
carta, de fecha 23 de noviembre de 1987, firmada en nombre de Kuwait Investment Office (KIO)
por don Richard Robinson, en la que la citada entidad formulaba una oferta de compra de las
acciones y/o derechos de suscripción preferente de Urbanor a las entidades propietarias de la
misma (Promotora de Negocios Astor, S.A., y Construcciones San Martín, S.A.) al efecto de la
compra de unos solares de los que eran titulares por un precio de 150.000 pesetas por metro
cuadrado.
Según los hechos declarados probados en la Sentencia de instancia, por medio de las
manipulaciones efectuadas en dicha carta se habría hecho creer a los accionistas de las
sociedades citadas en último lugar que el mencionado precio, inferior al que en realidad habían
pactado los Sres. Cortina y Alcocer por medio de un contrato de esa misma fecha para la venta
de las acciones de Urbanor que eran de su propiedad, era el más alto que se había podido
alcanzar. En una primera declaración, prestada en fase de instrucción, el Sr. Robinson había
puesto en duda, en efecto, que hubiese sido él el firmante de una carta con el indicado
contenido, pero, según se hace valer en la demanda, posteriormente se habría desdicho de esa
anterior afirmación al admitir, una vez consultados sus archivos personales, por medio de una
carta de fecha 2 de julio de 1996 y mediante una declaración notarial o affidavit realizada en
Londres el 10 de febrero de 1998, que su firma en dicha carta era auténtica y que, por
consiguiente, su contenido también lo era, al tiempo que explicaba que la diferencia entre el
precio de 231.000 pesetas por metro cuadrado ofertado a los accionistas mayoritarios, Sres.
Cortina y Alcocer, y el propuesto a los minoritarios (los acusadores particulares) se debió al
hecho de que los primeros cobraban en acciones del Banco Central en tanto que los segundos lo
hacían en metálico. Se hace asimismo constar en la demanda que la citada declaración notarial
o affidavit está especialmente protegida por el Derecho británico, siendo castigada la falsedad de
lo en ella declarado con las penas correspondientes al delito de perjurio o falso testimonio.
Ni la carta de fecha 2 de julio de 1996 ni la declaración notarial fueron, sin embargo,
admitidas por el Tribunal de instancia como prueba testifical, pese a que así había sido
propuesto en tiempo y forma tanto por las acusaciones como por las defensas de los dos
acusados, solicitándose por la defensa que, por residir dicho testigo en el Reino Unido, se librara
la correspondiente comisión rogatoria al efecto de tomarle declaración en forma contradictoria
con vistas a su introducción en el procedimiento como prueba anticipada, siendo esto último
denegado por Auto de la Sala de 9 de mayo de 2000, si bien se admitió que el Sr. Robinson
declarara como testigo en el acto del juicio oral.
Citado a dicho acto, el referido testigo no compareció, solicitándose entonces por la
representación de una de las acusaciones que su primera declaración ante el Juez Instructor
fuese introducida en el procedimiento por la vía de lo dispuesto en el art. 730 LECrim. La
defensa del Sr. Cortina se opuso a ello e interesó que, de accederse a tal petición, se diera
lectura "a todas las manifestaciones del Sr. Robinson que ha efectuado en la causa", a lo que el
órgano judicial de instancia se opuso siendo finalmente rechazadas como pruebas, por motivos
estrictamente formales, las citadas carta y declaración notarial en la Sentencia dictada en
instancia, en tanto que se concedía valor probatorio a la declaración inicial del Sr. Robinson ante
el Juez Instructor, dándosele categoría de prueba anticipada. Cabe destacar que esos motivos
formales eran los siguientes: "por tratarse de manifestaciones hechas unilateralmente, se
desconoce si por propia iniciativa o a instancia de parte, y sin que haya podido ser interrogado
acerca de esas modificaciones por los letrados de las partes".
Conviene finalmente señalar, por lo que hace a las alegaciones relativas a este punto,
que apenas se debatió en el juicio oral acerca de la autenticidad o falsedad de la carta de
referencia, tal y como viene a reconocerse en la propia Sentencia dictada en instancia.
2) El derecho a la legalidad penal del actor se entiende lesionado por varías vías:
a) Se aduce, en primer lugar, que los órganos judiciales han realizado una interpretación
"extravagante" de dos de los elementos típicos del delito de estafa: el "engaño bastante" y el
"perjuicio patrimonial". Con cita expresa de las SSTC 137/1997 y 151/1997 se sostiene que, en
el caso de autos, la Sala Segunda ha sustituido el primero de dichos elementos típicos por la
necesidad de que concurra en la estafa, no ya un engaño bastante para producir error, sino un
engaño eficaz para producir "sus efectos defraudadores" (FJ 11: "el engaño ha de entenderse
bastante cuando haya producido sus efectos defraudadores"); interpretación que se extiende
más allá de lo permitido por el texto legal y que, por consiguiente, se considera contra legem y
lesiva del derecho a la legalidad penal. De haberse exigido, por el contrario, como requisito del
engaño que fuera bastante para producir error en los querellantes, obviamente la conclusión
tendría que haber sido distinta, por cuanto: 1) se trataba de profesionales del sector inmobiliario
con amplia experiencia; 2) las condiciones reales de la venta de los terrenos habían sido
divulgadas por la prensa; y 3) los querellantes contrataron directamente con KIO la cesión de sus
derechos de suscripción. En realidad se habría procedido a reemplazar el referido elemento
típico por una especie de infracción de los deberes de lealtad existentes entre los socios que
nada tiene que ver con el tipo penal de la estafa y que, por ello mismo, convierte su aplicación al
presente caso en un hecho sorpresivo y contrario a las más mínimas exigencias de seguridad
jurídica. Semejante identificación entre engaño eficaz y engaño bastante habría constituido,
pues, una interpretación irracional, en cuanto ajena al tenor literal de la norma y a las pautas
compartidas de argumentación jurídica que rigen su análisis.
b) Se considera asimismo vulnerado el derecho del actor a la legalidad penal por motivo
de la interpretación dada en las Sentencias de instancia y de casación al elemento del delito
consumado de estafa, consistente en la exigencia de producción de un "perjuicio patrimonial".
Pues, según se razona, si por perjuicio ha de entenderse la diferencia patrimonial negativa
existente entre el antes y el después del acto de disposición patrimonial (en este caso: de la
transmisión de los solares propiedad de Urbanor, S.A., a KIO), no se ve en qué modo habrían
podido ser perjudicados los querellantes por haber recibido en contrapartida un precio que no
sólo era muy superior al que por dichos terrenos habían pagado, sino que, en cualquier caso, fue
considerado adecuado por quienes -se insiste una vez más en ello- eran profesionales avezados
con una amplia experiencia en el mercado inmobiliario. Se habría producido, además, en las
Sentencias recurridas, una extraña asimilación del concepto de "precio de mercado" a la
cantidad que estaban dispuestos a pagar los adquirentes por los indicados terrenos, lo que
supone una subjetivización absoluta de dicho concepto y conduce a una interpretación
extravagante de este elemento típico. El perjuicio habría consistido aquí en que los querellantes,
en lugar de haber vendido a 231.000 pesetas / metro cuadrado, lo habrían hecho sólo a 150.000
pesetas / metro cuadrado; pero ese defecto de ganancia no equivaldría a una pérdida patrimonial
en el sentido requerido por el tipo penal del delito de estafa, ya que, según constantes doctrina y
jurisprudencia, en dicho delito la determinación del perjuicio responde a criterios objetivos de
daño emergente, traducidos en términos de pérdida patrimonial efectiva y no en términos de
lucro cesante. En ambas Sentencias se reconoce, por lo demás, que el precio de 150.000
pesetas por metro cuadrado recibido por los querellantes, no sólo les pareció adecuado, sino que
les supuso la obtención de importantes beneficios en comparación con el precio de compra que
por los solares de referencia habían satisfecho en su momento. Así las cosas, calificar los
hechos a título de estafa supone una interpretación irracional de los elementos típicos de este
delito, y entre ellos del resultado del mismo, que resulta lesiva del derecho a la legalidad penal al
incurrir en irracionalidad de naturaleza semántica, metodológica y axiológica.
c) Todavía en este plano de quejas relativas a la infracción del derecho consagrado en el
art. 25.1 CE, puesto esta vez en relación con el derecho del recurrente a la tutela judicial efectiva
sin indefensión, se cuestiona en la demanda la interpretación ofrecida por la Sentencia dictada
en sede de casación acerca de la interrupción del plazo de prescripción, considerándose que
dicha interpretación es extensiva in malam partem y, además, manifiestamente irracional y
arbitraria, en tanto que opuesta al fundamento y fines de esta institución; ya que, de un lado,
habría ido más allá del significado literal posible de los términos utilizados en el art. 114 CP de
1973 toda vez que la mera presentación de una querella criminal no puede ser interpretada como
un acto procesal si no es forzando la letra de la ley (nuevamente se citan aquí las SSTC 137 y
151/1997; se cita también el ATC 904/1987, de 15 de julio, en cuyo FJ 4 se admite que a través
de la prescripción puede resultar afectado el derecho a la legalidad penal siempre y cuando su
no apreciación venga dada por "una exigencia en sus requisitos que represente una abierta
extralimitación de los arts. 113 y 114 CP"). Según se expone en la demanda la expresión
contenida en dicho precepto en relación con el momento interruptivo del plazo de prescripción
("cuando el procedimiento se dirige contra el culpable") no puede ser interpretada sino como
coincidente con el momento en que se dicta una resolución judicial admitiendo la querella o
acordando la incoación del procedimiento, y no con el momento de presentación de la misma
que, en el caso de autos, ni tan siquiera fue formalmente correcta. No se habla en dicho precepto
de entablar una acción penal, en cuyo caso sería posible tal interpretación, sino de "dirigir el
procedimiento", para lo cual tienen que producirse necesariamente actos procesales. Así lo
habría interpretado el propio Tribunal Supremo en numerosas ocasiones (se cita, a este
respecto, la STS de 26 de febrero de 1993). Cualquier otra interpretación sería extensiva y, por
ende, contraria al derecho a la legalidad penal. Con mayor razón aún cuando, como aquí
sucede, ni siquiera se trata de una querella o denuncia válida sino de una simple notitia criminis,
según se reconoce en la Sentencia dictada en casación por la Sala Segunda. Además dicha
interpretación resulta contraria a la exigencia de seguridad jurídica, dada su absoluta falta de
previsibilidad.
d) Finalmente el derecho a la legalidad penal también se considera infringido por haberle
sido aplicada al Sr. Cortina una norma, el art. 114 CP, basada en una interpretación desfavorable
que fue adoptada con posterioridad a la comisión de los hechos que se le imputaron, ya que no
era la mantenida en dicho momento por la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Dicha
interpretación, por lo tanto, de ningún modo le pudo ser previsible. Si las normas que regulan la
prescripción son normas penales y, por lo tanto, están sujetas al principio de irretroactividad de la
ley posterior desfavorable, este mismo principio sería aplicable a las interpretaciones
jurisprudenciales de dichas normas. Dicho de otra manera: las modificaciones de una
jurisprudencia estable no pueden aplicarse retroactivamente sin con ello lesionar
intolerablemente la seguridad jurídica de los ciudadanos (se citan a este respecto algunas
decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos).
3) El demandante de amparo considera también lesionado su derecho a la igualdad ante
la Ley por haberse apartado la Sala Segunda, sin motivo alguno que lo justifique, de los
numerosos precedentes existentes en relación con supuestos sustancialmente idénticos. A este
respecto se citan como términos de comparación las SSTS de 21 de enero de 1993, 26 de
febrero de 1993, 6 de julio de 1990 y 31 de mayo de 1997.
4) Una nueva vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva, esta vez autónoma, se
considera cometida por motivo de no haberse dado respuesta en instancia ni en casación a las
alegaciones relativas a la existencia de varias cuestiones prejudiciales de naturaleza civil que, a
juicio del recurrente, condicionaban la calificación penal de los hechos que le fueron atribuidos,
incurriendo de esta suerte los órganos judiciales en una incongruencia omisiva lesiva del
indicado derecho.
5) Finalmente se queja el actor de que, al haber sido absuelto en instancia y condenado
en casación, se ha vulnerado su derecho a la revisión del fallo condenatorio por un Tribunal
superior, exigencia que forma parte del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 14.5
PIDCP). En este mismo apartado se queja también, con cita expresa de la STC 167/2002, de la
ausencia de oralidad, contradicción e inmediación con que habría sido dictado dicho fallo
condenatorio, lo que, entre otras cosas, le habría impedido ejercitar su derecho a la defensa
contradictoria en relación con la determinación que de la responsabilidad civil ex delicto se
realizó en la Sentencia dictada en sede de casación sobre la base de los perjuicios declarados
probados por la Sentencia de instancia, al no haber sido tales extremos impugnados por las
partes; pues, según se alega en la demanda, obviamente tales cantidades no fueron impugnadas
por la sencilla razón de que, siendo de naturaleza absolutoria la Sentencia dictada en instancia,
no podían considerarse declaradas por la misma.
4. Por lo que se refiere a la demanda de amparo presentada por don Alberto de Alcocer
Torra debe advertirse, con carácter previo, que las vulneraciones de derechos fundamentales
que en ella se invocan coinciden casi exactamente con las aducidas por el Sr. Cortina de Alcocer
en el recurso de amparo núm. 1907-2003. Habida cuenta de esta coincidencia en los
planteamientos, nos limitaremos a destacar en este punto tan sólo los aspectos diferenciales que
presenta el recurso de amparo núm. 1911-2003 respecto de su predecesor.
Formula el demandante de amparo sus quejas a través de nueve motivos de amparo,
agrupados en la demanda, de acuerdo con el mismo orden expositivo que en ella se acoge, en
los siguientes cinco apartados: 1) infracción de su derecho a un proceso con todas las garantías
(art. 24.2 CE), en relación con el derecho a la doble instancia en materia penal (art. 14.5 PIDCP),
por no haber sido revisada su condena por un Tribunal Superior (motivos de amparo 1 y 2); 2)
infracción de sus derechos a la igualdad ante la Ley, a un proceso con todas las garantías y a la
legalidad penal (arts. 14, 24.1 y 25.1 CE) por no haber apreciado la Sentencia dictada en sede
de casación que los delitos que se le imputaban estaban prescritos (motivos de amparo 3, 4 y 5);
3) infracción de su derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) por no haber dado respuesta
motivada los órganos judiciales de instancia y de apelación a las pretensiones deducidas al
formular cuestión prejudicial civil (motivo de amparo 6); 4) infracción de su derecho a la legalidad
penal (art. 25.1 CE) en relación con la tipificación del delito de estafa (motivo de amparo 7); y 5)
infracción de su derecho a la presunción de inocencia (art.24.2 CE) por haber sido condenado en
ausencia de prueba de cargo suficiente para desvirtuar dicha presunción (motivos de amparo 8 y
9).
1) El demandante de amparo considera lesionado su derecho a un proceso con todas las
garantías por razón de que, habiendo sido absuelto en instancia, su condena en casación habría
vulnerado su derecho, reconocido en el art. 14.5 del Pacto internacional de derechos civiles y
políticos (PIDCP), a que "el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos
a un Tribunal superior", ya que dicha condena no pudo ser objeto de un ulterior recurso ni, por
consiguiente, pudo ser revisada la interpretación dada por la Sala Segunda del Tribunal Supremo
al art. 114 CP 73.
En este mismo orden de ideas y con cita expresa de la STC 167/2002, considera
contrario a su derecho a un proceso con todas las garantías, tanto el hecho de que la Sentencia
dictada en sede de casación le condenara por primera vez sin respetar los principios de
inmediación y de contradicción que rigen la actividad judicial en materia de valoración de las
pruebas, como la remisión que en ella se hace a la Sentencia de instancia en materia de
determinación del quantum de la responsabilidad civil, ya que, a su juicio, dicha determinación no
formó parte del fallo de esta última; de tal manera que el hecho de que, como indica la Sala
Segunda, dicho quantum no fuera recurrido en casación obedeció, precisamente, a esa falta de
reflejo en el fallo absolutorio alcanzado en instancia. Dicho con otras palabras: en la Sentencia
de instancia no se contenía pronunciamiento alguno acerca de la responsabilidad civil, por lo que
su determinación "por remisión" en casación se produjo sin haberse desarrollado el
correspondiente debate contradictorio, lo que sería asimismo lesivo del derecho a un proceso
con todas las garantías; lesión esta última que, por lo demás, aparece confirmada por el Auto
aclaratorio de 18 de marzo de 2003.
2) La argumentación relativa a la pretendida vulneración de los derechos del actor a la
igualdad ante la Ley, a un proceso con todas las garantías y a la legalidad penal se inicia
invocándose asimismo como lesionado su derecho a la libertad personal (vulneración que, por
otra parte, se considera común a todos los motivos de amparo aducidos) por haber sido
condenado a una pena privativa de libertad como resultado de haber revocado la Sala Segunda
del Tribunal Supremo la apreciación de prescripción llevada a cabo por el Tribunal de instancia
sobre la base de una interpretación contraria a sus derechos a la igualdad ante la Ley y a la
legalidad penal y de una motivación arbitraria y manifiestamente irrazonable que, a su vez, sería
lesiva del derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión.
Por lo que se refiere a la queja relativa a la infracción del derecho del recurrente a la
legalidad penal por motivo de la interpretación dada por el órgano casacional al contenido del art.
114.2 CP 1973, la argumentación es muy similar a la esgrimida en este mismo sentido por la
representación del Sr. Cortina de Alcocer. En cuanto a la pretendida infracción de su derecho a
la igualdad en la aplicación de la Ley, se considera cometida por haberse apartado la Sala
Segunda en la Sentencia recurrida, sin razón jurídica suficiente, de sus propios criterios
jurisprudenciales en materia de interrupción del plazo de prescripción (se citan a este respecto,
como término de comparación un abundante número de resoluciones emanadas de dicho órgano
judicial). El fundamento de dicha queja radica en que, según el demandante de amparo, por más
que, como se indicaba en la Sentencia dictada en instancia, existan dos líneas jurisprudenciales
distintas en materia de interpretación del art. 114.2 CP 1973 -la que entiende que basta con la
presentación de la querella o denuncia para considerar que el procedimiento se dirige contra el
culpable, por una parte y, por otra, la que no se conforma con esa simple presentación física sino
que exige una actuación procesal de admisión de la querella o de incoación de diligencias
previas-, no existe precedente alguno que pueda justificar la nueva línea inaugurada por la Sala
Segunda del Tribunal Supremo con su Sentencia de 14 de marzo de 2003 (que aquí se recurre),
puesto que en ninguna de sus anteriores resoluciones se admite que el plazo de prescripción
penal pueda verse interrumpido por una actuación de parte que, por sus propias características,
resulta inidónea para poner en marcha el procedimiento.
3) La argumentación relativa a la pretendida vulneración del derecho del actor a la tutela
judicial efectiva sin indefensión -que en esta ocasión se invoca en forma autónoma, y no en
relación con otros, por no haber dado respuesta los órganos judiciales a las cuestiones de
naturaleza prejudicial civil formuladas por el demandante de amparo- coincide exactamente con
la esgrimida por el Sr. Cortina de Alcocer, a la que nos remitimos en este punto.
4) Idéntica remisión hemos de efectuar en relación con lo alegado por el Sr. de Alcocer
Torra acerca de la pretendida vulneración de su derecho a la legalidad penal por razón de la
interpretación por la resolución recurrida de algunos de los elementos típicos constitutivos del
delito de estafa.
5) Invoca finalmente el recurrente, en forma interrelacionada, la lesión de sus derechos a
la presunción de inocencia y a la legalidad penal por haberse basado la condena que le fue
impuesta en "deducciones indiciarias contrarias a las reglas de la lógica y de la experiencia para
el establecimiento de los hechos probados, especialmente (pero no exclusivamente) en relación
con la imputación a mi representado de la falsificación de determinada carta de 23 de noviembre
de 1987, y no existir la mínima prueba de cargo suficiente".
Entre esas "deducciones indiciarias" o "inferencias" contrarias a "las reglas de la lógica,
del criterio humano o de la experiencia en los términos exigidos
para desvirtuar la presunción de inocencia" se destacan las que habría llevado a cabo la
Sentencia de instancia para imputar al demandante de amparo, junto al coprocesado Sr. Cortina
de Alcocer, la falsificación de una carta, de fecha 23 de noviembre de 1987, pese a que dicho
documento, del que únicamente obra en autos una fotocopia, no había sido objeto de prueba
alguna que hubiera permitido identificar y objetivar cuál había sido la "manipulación" atribuible al
recurrente.
También se combate, "más allá del ámbito de lo indiciario", el proceso de valoración de
la prueba que condujo a los órganos judiciales de instancia y de casación, o bien a "prescindir
por completo de determinados medios probatorios", o bien a optar por otros "ampliamente
contradichos".
5. Por escrito presentado con fecha de 9 de julio de 2003 el entonces Magistrado de este
Tribunal don Tomás S. Vives Antón manifestó su intención de abstenerse de intervenir en la
presente causa por motivo del trabajo de un familiar en el despacho de uno de los Letrados que
habían asumido la defensa de los intereses de los demandantes de amparo. Dicha abstención
fue aceptada por Acuerdo de fecha 10 de julio de 2003, quedando consiguientemente modificada
la composición de la Sala para conocer de los presentes recursos de amparo.
6. Por medio de dos providencias, de fecha 15 de julio de 2003, la Sala Segunda acordó
conocer de los recursos de amparo núms. 1907-2003 y 1911-2003, interpuestos ambos por el
Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén en nombre de don Alberto Cortina de
Alcocer y don Alberto de Alcocer Torra, respectivamente, así como dirigir atenta comunicación a
los órganos judiciales de instancia y de casación a fin de que, en un plazo no superior a diez
días, remitieran fotocopia adverada del conjunto de las actuaciones ante ellos practicadas,
solicitando al propio tiempo a la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Madrid que
procediera a emplazar a quienes, a excepción de los demandantes de amparo, fueron parte en el
procedimiento para que, también en un plazo máximo de diez días, pudiesen comparecer en los
presentes recursos de amparo si ese fuera su deseo.
7. Por otras dos providencias de esa misma fecha la Sala Segunda acordó, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC, conceder un plazo común de tres días al
Ministerio Fiscal y a los demandantes de amparo para que, dentro de dicho término, alegaran
cuanto estimasen procedente en relación con la petición de suspensión interesada.
El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones mediante dos escritos registrados
en este Tribunal con fecha de 21 de julio de 2003, en los que, de conformidad con la reiterada
doctrina dictada al respecto por este Tribunal, consideraba procedente acordar la suspensión de
la ejecución de las penas privativas de libertad impuestas a los demandantes de amparo, así
como de las correspondientes penas accesorias, no debiendo alcanzar, por el contrario, tal
efecto al resto de los pronunciamientos contenidos en la Sentencia dado que, al ser de contenido
económico, su no suspensión no ocasionaría perjuicios de imposible reparación.
La representación de los recurrentes, por su parte, evacuó idéntico trámite mediante dos
escritos registrado en este Tribunal el día 19 de julio de 2003, en los que insistía, en primer lugar,
en la solicitud, ya formulada en la demanda de amparo, de que fuera suspendida la ejecución de
las penas privativas de libertad que les habían sido impuestas, por considerar que, dada su
breve duración, la ejecución de las mismas haría perder al amparo su finalidad caso de ser
finalmente concedido, sin que, por otra parte, de la no ejecución de dichas penas se derivase
una grave perturbación de los intereses generales o de los derechos fundamentales o libertades
públicas de un tercero. Se aducía, por otra parte, que a dicha petición de suspensión no cabría
oponer el hecho de que la ejecución de las mencionadas penas privativas de libertad se
encontrase ya suspendida por Auto de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Madrid
de 10 de abril de 2003, en virtud de lo dispuesto en el art. 4.4 del Código penal para supuestos
de petición de indulto, pues, aunque en ambos casos el efecto final fuese coincidente, se trataba
de dos incidentes procesales distintos, con finalidades y plazos diferentes, tal y como ya habría
afirmado este Tribunal en anteriores ocasiones similares (se citan, a este respecto, los AATC
126/1998, 206/2000, 8/2003 y 9/2003). Igualmente solicitaban los demandantes de amparo la
suspensión de la ejecución de la responsabilidad civil derivada de los delitos por los que habían
sido condenados al entender que su no suspensión podría también irrogarles un perjuicio
irreparable dada su elevada cuantía (se citaban a este respecto otras resoluciones de este
Tribunal en las que había procedido a acordar la suspensión de la ejecución de condenas
pecuniarias como, entre otros, los AATC 13/1999 y 226/2000). Finalmente solicitaban por
primera vez en este trámite procesal que se suspendiera el contenido declarativo de la Sentencia
recurrida en amparo dado que, de no hacerse, se les estaría ocasionando un perjuicio
irreparable que haría perder al amparo, caso de concederse, su finalidad puesto que, a la vista
de la legislación disciplinaria de las entidades de crédito, esa no suspensión podría acarrear
graves efectos para su actividad profesional.
Por medio de dos Autos de fecha 23 de julio de 2003 (AATC 274/2003 y 275/2003) la
Sala Segunda acordó conceder la suspensión solicitada exclusivamente en lo que a la ejecución
de las penas privativas de libertad y a sus correspondientes accesorias se refiere, así como en lo
relativo al arresto sustitutorio para el caso de impago de la pena de multa, denegándola en
relación con todo lo demás.
8. Por medio de dos escritos, registrados en este Tribunal con fecha 23 de julio de 2003,
el Procurador de los Tribunales don Victorio Venturini Medina solicitó ser tenido por comparecido
y parte en ambos recursos de amparo en nombre y representación de don Pedro Sentieri
Cardillo. Por otros cuatro escritos de fecha 31 de julio de 2003 ese mismo Procurador formuló
idéntica solicitud en nombre de don Luis García Alarcón y de don Francisco Castelló Piera. Por
dos escritos de fecha 1 de agosto de 2003, el Procurador de los Tribunales don Manuel
Sánchez-Puelles y González-Carvajal se personó en ambos recursos de amparo en nombre de
doña Paloma San Martín Martín-Pozuelo y de don Eduardo Benzo Perea. Lo mismo hicieron el
Procurador de los Tribunales don Ramón Rodríguez Nogueira, en nombre y representación de
doña María Pilar San Martín Abad, don Ángel Odériz Divassón, doña María Teresa San Martín
Abad y don Alberto Sagües Agudo, por medio de dos escritos de fecha 8 de agosto de 2003, y el
Procurador de los Tribunales don Florencio Aráez Martínez en nombre y representación de
Fomento de Construcciones y Contratas, S.A., y Corporación Financiera Hispánica, S.A., por
medio de dos escritos de fecha 4 de septiembre de 2003.
Por medio de dos diligencias de ordenación de la Secretaria de Justicia de la Sala
Segunda, de fecha 16 de octubre de 2003, se acordó tener por personados y partes en los
recursos de amparo núms. 1907-2003 y 1911-2003 a los Procuradores de los Tribunales más
arriba mencionados en nombre de sus respectivos representados, a condición de que
subsanaran algunas deficiencias formales. Por otras dos diligencias de ordenación de esa misma
Secretaria, de fecha 29 de enero de 2004, se les tuvo definitivamente por personados,
concediéndose a todas las partes y al Ministerio Fiscal, de conformidad con lo establecido en el
art. 52.1 de la Ley Orgánica de este Tribunal, un plazo común de veinte días para que en dicho
término formulasen cuantas alegaciones estimaran convenientes.
9. Por medio de dos escritos, de fecha 4 de marzo de 2004, el Procurador de los
Tribunales don Victorio Venturini Medina presentó, en nombre de don Pedro Sentieri Cardillo,
sus alegaciones a los recursos de amparo núms. 1907-2003 y 1911-2003, en las que concluía
interesando la denegación del amparo solicitado por don Alberto Cortina de Alcocer y por don
Alberto de Alcocer Torra.
Las alegaciones formuladas en relación con el primero de dichos recursos de amparo
pueden resumirse de la siguiente manera: 1) no cabe estimar el motivo de amparo consistente
en la vulneración del derecho del Sr. Cortina a la presunción de inocencia, a un proceso con
todas las garantías y a la utilización de los medios de prueba pertinentes para su defensa toda
vez que la declaración sumarial prestada por el testigo Sr. Robinson cumplía todos los requisitos
legales para ser valorada como prueba preconstituida, existiendo además pruebas indiciarias
respecto del delito de falsedad documental por el que fue condenado que satisfacían asimismo
todos los requisitos constitucionalmente exigibles para su valoración como prueba de cargo; 2)
asimismo ha de desestimarse el motivo de amparo consistente en la pretendida lesión del
derecho del Sr. Cortina a la legalidad penal por razón de la incorrecta interpretación de los
elementos típicos del delito de estafa, toda vez que de los hechos probados se desprende
inequívocamente la existencia en su actuación de engaño bastante para producir un perjuicio
patrimonial así como la producción efectiva de dicho perjuicio y que, en cualquier caso, se
trataría de una cuestión de legalidad ordinaria que compete resolver exclusivamente a los
órganos de la jurisdicción penal; 3) en cuanto a la pretendida vulneración de ese mismo derecho
y del derecho a la tutela judicial efectiva a consecuencia de la interpretación dada por la Sala
Segunda del Tribunal Supremo al art. 114 CP 1973 se alega, de una parte, que dicha norma, al
no ser de naturaleza sancionadora, queda fuera del ámbito de control propio del derecho
reconocido en el art. 25.1 CP, al constituir una cuestión de mera legalidad ordinaria, y, de otra
parte, que la interpretación judicial cuestionada fue suficientemente motivada en forma razonable
y no arbitraria, sino atenta al texto literal del art. 114 CP, que no impone la exigencia de ningún
requisito formal en el sentido de condicionar la apertura del procedimiento a la actuación de los
órganos judiciales; 4) la indicada interpretación tampoco vulnera el art. 25.1 CE, en tanto que
aplicación retroactiva de una jurisprudencia desfavorable, ya que, no sólo no sería cierto que
existiera una jurisprudencia consolidada anterior en sentido diverso, sino que no se trataría de
una disposición sancionadora posterior desfavorable, único supuesto al que alude el principio de
irretroactividad contenido en el art. 9.3 CE; 5) dicha interpretación del art.114 CP no sería, por
otra parte, lesiva del derecho del Sr. Cortina a la igualdad en la aplicación de la ley, ya que
obedece a una línea jurisprudencial consolidada en los últimos años; 6) queda asimismo
descartada la existencia de una vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva por
incongruencia omisiva al no haberse pronunciado los órganos judiciales sobre la cuestión
prejudicial civil planteada en su día por el demandante de amparo, ya que, ni dicha cuestión
tenía esa naturaleza prejudicial puesto que no era decisiva para la resolución sobre el fondo del
asunto, ni fue omitida por aquéllos, dado que la resolvieron motivadamente; 7) y finalmente,
tampoco podría hablarse de una vulneración del derecho del Sr. Cortina a un proceso con todas
las garantías por razón de la aducida infracción del derecho a la doble instancia en materia penal
(art. 14.5 PIDCP), toda vez que la Sala Segunda del Tribunal Supremo, no sólo admitió todos los
motivos del extenso recurso de casación planteado por el demandante de amparo, no obstante
la naturaleza absolutoria de la Sentencia de instancia, sino que procedió a revisar todas las
cuestiones de hecho y de Derecho suscitadas por el recurrente, dando a todas ellas una
respuesta motivada, por lo que deben entenderse satisfechas las exigencias de doble instancia,
así como las de inmediación y contradicción, dado que fue declarado culpable por primera vez
por la Audiencia y que la Sala Segunda no procedió a condenarle sobre la base de una
valoración de las pruebas de naturaleza personal distinta de la efectuada por el Tribunal a quo,
sino sobre la base de una distinta interpretación de la legalidad aplicable al caso, que le llevó a
estimar el motivo "por infracción de ley" planteado por el Ministerio Fiscal y por la acusación
particular respecto del art. 114 CP.
Idénticas son las conclusiones alcanzadas en relación con la demanda de amparo
presentada por don Alberto de Alcocer Torra en lo tocante a las cuestiones anteriormente
referidas en los apartados 1) (prueba de cargo suficiente), 2) (interpretación judicial acerca de la
existencia en este caso de los elementos típicos propios del delito de estafa), 3) (prescripción del
delito), 4) (aplicación retroactiva de una jurisprudencia desfavorable), 5) (igualdad en la
aplicación de la Ley), 6) (incongruencia omisiva por falta de resolución de una cuestión
prejudicial civil) y 7) (derecho a la doble instancia y garantías de contradicción e inmediación).
10. Por medio de dos escritos de fecha 4 de marzo de 2004 el Procurador de los
Tribunales don Victorio Venturini Medina formuló, en nombre de don Francisco Castelló Piera,
sus alegaciones a los recursos de amparo núms. 1907-2003 y 1911-2003, en las que concluía
interesando la desestimación de los mismos por razones sustancialmente similares a las
expuestas en el apartado anterior de estos antecedentes.
Así, respecto de la pretendida vulneración del derecho de ambos actores a la presunción
de inocencia -motivo al que se dedica buena parte de estas alegaciones- por razón de haber sido
utilizada como prueba de cargo fundamental para condenarles a título de autores de un delito de
falsedad la declaración sumarial de un testigo que no depuso en el plenario, se comienza por
sugerir que la incomparecencia a dicho acto del mencionado testigo fue voluntaria y favorable
para los demandantes de amparo, que, pudiendo haberla logrado, o cuando menos pedido la
suspensión del juicio por tal motivo, prefirieron sin embargo insistir en que se otorgara valor
probatorio de descargo a una carta y a una declaración notarial posteriores de ese mismo
testigo. En cualquier caso se considera que, además de dicha declaración, perfectamente válida
como prueba a tenor de la jurisprudencia constitucional (se citan a este respecto, entre las más
recientes, las SSTC 12/2002, de 28 de febrero, 233/2002, de 9 de diciembre, y 80/2003, de 28
de abril, FJ 5), fueron practicadas en el proceso otras pruebas de cargo de naturaleza testifical,
documental y pericial que resultaban suficientes para avalar la condena de los recurrentes.
Por lo que se refiere a la pretendida vulneración del derecho de los demandantes de
amparo a la legalidad penal se aduce que, de los hechos declarados probados por la Sentencia
de instancia, se infiere la presencia en el comportamiento de los recurrentes de "engaño
bastante" -tanto de naturaleza activa como omisiva- para producir un perjuicio patrimonial a los
querellantes. Tampoco se considera vulnerado ese derecho, en relación con el derecho a la
tutela judicial efectiva, por haber estimado la Sala Segunda que no se había producido la
prescripción de los delitos determinantes de su condena, ya que la interpretación del art. 114 CP
por dicho órgano judicial era una de las posibilidades que admitía el tenor literal de dicha norma.
Siendo dicha interpretación, por otra parte, doctrina jurisprudencial consolidada desde hace
tiempo, no cabe entender vulnerado su derecho a la legalidad penal por razón de la aplicación
retroactiva de una jurisprudencia desfavorable, ni su derecho a la igualdad en la aplicación de la
Ley. Finalmente, sobre la base de los mismos argumentos ya expuestos en el precedente
apartado, no se aprecia lesión alguna del derecho de los actores a la tutela judicial efectiva por
motivo de una supuesta inconguencia omisiva consistente en no haberse pronunciado los
órganos judiciales acerca de la cuestión prejudicial civil planteada, ni de su derecho a un proceso
con todas las garantías por razón de la infracción del principio de la doble instancia en materia
penal.
11. Por medio de dos escritos de fecha 8 de marzo de 2004 el Procurador de los
Tribunales don Victorio Venturini Medina formuló, en nombre de don Luis García Alarcón, sus
alegaciones a los recursos de amparo núms. 1907-2003 y 1911-2003, en las que también
concluía interesando la desestimación de los mismos por razones sustancialmente similares a
las ya expuestas.
Comienzan estas alegaciones por precisar los siguientes elementos fácticos: 1) que a la
declaración prestada ante el Juez de Instrucción por el testigo inglés Sr. Robinson asistieron los
Abogados de los demandantes de amparo, formulando en dicho momento cuantas preguntas
estimaron pertinentes; 2) que la denegación judicial de que el mencionado testigo declarara por
vía de comisión rogatoria no fue objeto de protesta alguna, ni tampoco se solicitó la suspensión
del juicio oral ante su incomparecencia a dicho acto, limitándose la defensa a proponer la lectura
de su declaración notarial de 10 de febrero de 1998. Seguidamente se rechaza: 1) la existencia
de una vulneración del derecho de los actores a la presunción de inocencia, afirmándose que lo
que en verdad discuten los demandantes de amparo es la valoración por los órganos judiciales
de instancia y de casación de la extensa prueba de cargo practicada con todas las garantías; 2)
la existencia de una vulneración de su derecho a la legalidad penal, por entenderse que la
condena de los recurrentes se basó en una interpretación y aplicación motivadas de los
elementos típicos del delito de estafa, en particular en lo relativo a la presencia en este caso de
engaño bastante y de perjuicio patrimonial; 3) la existencia de una vulneración de este mismo
derecho y del derecho a la tutela judicial efectiva por razón de la interpretación dada por la Sala
Segunda a la norma reguladora de la prescripción de los delitos (art. 114.2 CP 1973), que los
demandantes de amparo consideran manifiestamente irrazonable y que el alegante considera,
por el contraria, plenamente adecuada a las exigencias constitucionales; 4) la existencia de una
vulneración del derecho a la legalidad penal por aplicación retroactiva de una jurisprudencia
desfavorable, puesto que dicha interpretación era ya sustentada por la Sala Segunda con
anterioridad a los hechos y, además, la prohibición de retroactividad contenida en el art. 9.3 CE
va referida exclusivamente a las normas desfavorables; 5) la producción de una vulneración del
principio de igualdad en la aplicación de la Ley, dada la preexistencia de esa línea jurisprudencial
consolidada desde mediados de los años noventa del siglo veinte; 6) la existencia de una
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva por razón de incongruencia omisiva; 7) la
existencia de una vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías por infracción
del principio de la doble instancia en materia penal, así como la producción de indefensión a los
recurrentes por haber sido condenados por primera vez por la Sala Segunda del Tribunal
Supremo; y 8) la producción de una quiebra de las garantías de inmediación y de contradicción
por el Tribunal ad quem, dado que la condena pronunciada por la Sala Segunda del Tribunal
Supremo no se basó en una distinta valoración de los hechos declarados probados en instancia
sino de la distinta valoración de una cuestión de Derecho planteada a través del correspondiente
motivo de casación por infracción de Ley, lo que hace inaplicable a este caso la doctrina
constitucional contenida en la STC 167/2002, de 18 de septiembre.
12. Por medio de dos escritos de fecha 8 de marzo de 2004 el Procurador de los
Tribunales don Manuel Sánchez-Puelles y González Carvajal, en nombre y representación de
doña Paloma San Martín Martín-Pozuelo y de don Eduardo Benzo Perea, cumplimentó el trámite
de alegaciones correspondiente a ambos recursos de amparo, oponiéndose también a la
estimación de los mismos por considerar no concurrentes ninguno de los motivos de amparo
aducidos.
Respecto de la pretendida vulneración del derecho a la presunción de inocencia se
estima que lo que en verdad pretenden los demandantes de amparo es discutir la valoración de
la prueba efectuada por los órganos judiciales de instancia y de apelación, ya que la prueba
preconstituida aquí cuestionada reunía todos los requisitos constitucionales requeridos para
otorgarle validez como prueba de cargo (se citan a este respecto numerosas Sentencias de este
Tribunal) y, por otra parte, existían otros elementos probatorios distintos para fundamentar la
condena que les fue impuesta. Se descarta asimismo la existencia de una vulneración de su
derecho a la legalidad penal por motivo de una incorrecta interpretación judicial de los elementos
típicos "engaño bastante" y "perjuicio patrimonial" propios del delito de estafa por el que fueron
condenados. Tampoco se considera cometida vulneración alguna de este último derecho, en
relación con el derecho a la tutela judicial efectiva, por razón de la interpretación dada por la Sala
Segunda del Tribunal Supremo al art. 114 CP 1973, norma reguladora del momento interruptivo
de la prescripción, ya que, frente a lo que aducen los recurrentes, dicha interpretación no era de
naturaleza analógica o extensiva contra el reo, sino una de las posibles que admitía el
ciertamente impreciso tenor literal de dicho precepto; por lo demás se trataba de una
interpretación, no sólo razonada y razonable de lo que no sería sino una simple cuestión de
legalidad ordinaria de naturaleza no sustantiva sino "procesal", sino también de una
interpretación sostenida por una jurisprudencia continuada y, por lo tanto, de una interpretación
consolidada ya en el momento de los hechos, razones estas por las que en modo alguno puede
considerarse lesiva de los derechos de los actores a la igualdad en la aplicación de la Ley y a no
ser condenados sobre la base de una aplicación retroactiva de una jurisprudencia desfavorable.
Finalmente se descarta, sobre la base de los mismos argumentos ya expuestos anteriormente,
que se haya producido una lesión del derecho de los demandantes de amparo a la tutela judicial
efectiva por motivo de incongruencia omisiva, o de su derecho a un proceso con todas las
garantías por infracción de su derecho a la doble instancia, resaltando, en relación con este
último punto, la doctrina sentada por este Tribunal en la STC 70/2002, de 3 de abril, acerca de la
idoneidad de la casación penal para cumplir el principio reconocido en el art. 14.5 PIDCP.
13. Por otros dos escritos, de fecha 8 de marzo de 2004, el Procurador de los Tribunales
don Ramón Rodríguez Nogueira, en nombre y representación de doña Maria Pilar San Martín
Abad y otros, presentó sus alegaciones a los recursos de amparo 1907-2003 y 1911-2003,
alegaciones cuya síntesis se omite al ser sustancialmente idénticas a las ya expuestas en estos
antecedentes.
14. Mediante dos escritos de fecha 8 de marzo de 2004 el Procurador de los Tribunales
don Florencio Aráez Martínez cumplimentó el trámite de alegaciones en nombre y representación
de Fomento de Construcciones y Contratas y Corporación Financiera Hispánica, entidades
condenadas a título de responsables civiles subsidiarias, limitándose a solicitar que se
concediera el amparo a los Sres. Cortina y Alcocer.
15. Por otros dos escritos, de fecha 8 de marzo de 2004, el Procurador de los Tribunales
don Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación, respectivamente, de don Alberto
Cortina de Alcocer y de don Alberto de Alcocer Torra, presentó sus alegaciones, en las que
expresamente se remitía a las ya formuladas en las extensas demandas de amparo presentadas
por ambos recurrentes, acompañándolas de algunos argumentos adicionales.
16. El Fiscal ante el Tribunal Constitucional evacuó el trámite de alegaciones
correspondiente a los recursos de amparo núms. 1907-2003 y 1911-2003 mediante dos escritos
de fecha 9 de marzo de 2004, en los que concluía interesando la desestimación de ambos
recursos.
Por lo que se refiere al primero de los motivos de amparo aducidos por el demandante
en el recurso núm. 1907-2003, estima el Ministerio Fiscal que ninguna vulneración de su derecho
a la presunción de inocencia, en conexión con sus derechos a un proceso con todas las
garantías y a la utilización de los medios de prueba pertinentes puede estimarse producida por el
hecho de que los órganos judiciales de instancia y de casación valoraran como prueba de cargo
la declaración prestada ante el Juez de Instrucción por el testigo Sr. Robinson, no obstante su
falta de ratificación en el acto del juicio oral, ya que dicha declaración reunía todos los requisitos
constitucionalmente exigibles para ser valorada como prueba preconstituida de cargo al haber
sido prestada con las debidas garantías de inmediación y de contradicción, dada la asistencia a
la misma de los Letrados defensores de los acusados, quienes en dicho momento pudieron
interrogar libremente al referido testigo, y la imposibilidad de localizar al Sr. Robinson para que
prestase testimonio en el acto del juicio oral, pese a los sucesivos intentos realizados a este
respecto por el órgano judicial, por encontrarse éste en paradero desconocido. Tampoco cabría
apreciar vulneración alguna de los mencionados derechos por razón de haber denegado la
Audiencia la lectura en dicho momento del contenido de la declaración notarial efectuada por
dicho testigo en Inglaterra, al no reunir los requisitos necesarios para ser considerada como
prueba testifical de descargo. Finalmente, frente a lo que pretende el recurrente, concluye el
Ministerio Fiscal que del contenido de la Sentencia de instancia se desprende que no fue ésta la
única prueba de cargo que fundamentó la condena, sino que, junto la declaración sumarial del
Sr. Robinson, el Tribunal de instancia tuvo en cuenta otros elementos probatorios que,
debidamente engarzados a través de un razonamiento lógico, le hicieron llegar a la convicción de
la culpabilidad del Sr. Cortina en relación con los delitos de falsedad en documento mercantil y
estafa de los que venía acusado.
Descarta asimismo el Ministerio Fiscal que quepa reprochar a las Sentencias de
instancia y de apelación vulneración alguna del derecho del recurrente a la legalidad penal por
razón de una interpretación extensiva y extravagante de dos de los elementos típicos propios del
delito de estafa, el "engaño bastante" y el "perjuicio patrimonial", ya que, ni dicha interpretación
se aparta de los criterios comúnmente utilizados por la comunidad jurídica, ni era imprevisible
para los acusados, no obstante discrepar de ella, sino que, por el contrario, considera el
Ministerio Fiscal que, además de tratarse de una cuestión de mera legalidad ordinaria, no
susceptible de revisión en vía de amparo constitucional, la interpretación de referencia era de
todo punto razonable a la vista de la prueba practicada.
Por lo que se refiere al motivo de amparo consistente en la pretendida vulneración de los
derechos del Sr. Cortina a la legalidad penal y a la tutela judicial efectiva, que se atribuye en
exclusiva a la Sentencia dictada por la Sala Segunda del Tribunal Supremo por razón de la
interpretación dada al art. 114.2 CP 1973 -norma reguladora del momento interruptivo de la
prescripción de los delitos-, considera el Ministerio Fiscal que el entendimiento por dicho órgano
judicial de que el procedimiento se dirige contra el culpable cuando se presenta denuncia o
querella sobre unos determinados hechos contra persona determinada o determinable es una de
las interpretaciones posibles que admite el tenor literal de la indicada norma, y que, por
consiguiente, ningún reproche constitucional merece tal interpretación; en cuanto a la discusión
acerca de si la querella en cuestión, al ser presentada en forma defectuosa, dada la falta de
firma del querellante y de presentación por el Procurador de un poder especial, podía interrumpir
el referido plazo de prescripción a partir del día mismo en el que fue presentada (6 de enero de
1993) o debía surtir efectos tan sólo desde el momento en que el querellante se ratificó en ella (9
de marzo de 1993), en cuyo caso el delito ya habría prescrito, el Ministerio Fiscal parece
considerar asimismo perfectamente posible la interpretación dada por la Sala Segunda del
Tribunal Supremo, en el sentido de admitir que efectivamente la querella era defectuosa pero
que, ello no obstante, podía entenderse que interrumpía el plazo de prescripción en tanto que
portadora de la notitia criminis, e incluso argumenta que de no seguirse esta interpretación no
podrían interrumpir dicho plazo las denuncias anónimas, lo que no le parece pertinente. En
suma: en opinión del Ministerio Fiscal no cabe reprochar a la Sentencia dictada en casación
vulneración alguna del derecho del recurrente a la legalidad penal por motivo de las indicadas
interpretaciones de la legalidad ordinaria, ni tampoco de su derecho a la tutela judicial efectiva,
toda vez que en dicha resolución se explicitan las razones por las cuales la Sala Segunda del
Tribunal Supremo estima no producida la prescripción, razonamiento que permite apreciar un
nexo coherente entre la decisión adoptada, la norma que le sirve de fundamento y los fines que
justifican la institución, tal y como exige la jurisprudencia constitucional (se citan a este respecto
las SSTC 157/1990, de 18 de octubre, y 67/2001, de 17 de marzo).
Tampoco considera el Ministerio Fiscal producida lesión alguna del derecho del actor a
la legalidad penal por motivo de la aplicación retroactiva de una jurisprudencia posterior
desfavorable en materia de interrupción de los plazos de prescripción, ni de su derecho a la
igualdad en la aplicación de la Ley por haberse apartado la Sala Segunda de su jurisprudencia
anterior en lo relativo a esta misma cuestión, toda vez que, por lo que se refiere a la primera de
dichas invocaciones, con independencia de que el principio de irretroactividad es exclusivamente
aplicable a las disposiciones legales o sancionadoras no favorables (art. 9.3 CE), dicho principio
no sería invocable en amparo al no estar contenido en el art. 25.1 CE (STC 8/1981 y
posteriores); y, por lo que se refiere a la segunda, no puede apreciarse quiebra alguna del
principio de igualdad cuando las diferencias existentes entre distintas resoluciones procedentes
de un mismo órgano judicial respecto de casos aparentemente iguales tienen su justa razón de
ser en la falta de identidad de los hechos declarados probados o en un margen de apreciación
del juzgador que es indisociable de su función. En el presente caso la Sentencia dictada en
casación se habría hecho eco de las tendencias jurisprudenciales existentes, las habría expuesto
y habría resuelto finalmente de acuerdo con la que le parecía más favorable a la seguridad
jurídica, sin que tal resolución pueda calificarse de arbitraria o de imprevisible, sino, por el
contrario, de perfectamente adecuada a la propia función jurisdiccional.
Concluye el Ministerio Fiscal sus alegaciones rechazando asimismo la existencia de los
dos últimos motivos de amparo aducidos por el Sr. Cortina, respectivamente consistentes en una
pretendida quiebra de su derecho a la tutela judicial efectiva por falta de pronunciamiento de los
órganos judiciales acerca de las cuestiones de prejudicialidad civil por él planteadas y en la
aducida lesión de su derecho a un proceso con todas las garantías por infracción del principio de
doble instancia en materia penal. Respecto de lo primero comienza por señalar que este motivo
incurre en la causa de inadmisión prevenida en el art. 50.1 a) en relación con el 44.1.a LOTC, al
no haber agotado el recurrente la vía judicial previa mediante la necesaria interposición de un
incidente de nulidad de actuaciones por razón de incongruencia omisiva; en cualquier caso
considera que la indicada queja carece de contenido constitucional, dado que los órganos
judiciales ofrecieron una respuesta suficiente a la indicada cuestión en el noveno fundamento de
Derecho de la Sentencia de instancia y en el segundo de la Sentencia de casación. En cuanto a
lo segundo afirma el Ministerio Fiscal que, a pesar de la naturaleza absolutoria de la Sentencia
de instancia, su contenido era "formalmente" condenatorio, hasta el punto de que fue recurrida
por los acusados absueltos, dando ello lugar a que la Sala Segunda del Tribunal Supremo
hiciera una completa revisión de ese contenido al admitir todos y cada uno de los motivos de
casación aducidos por el recurrente. El hecho de que por primera vez resultasen condenados en
casación no empece para considerar respetado el derecho a la doble instancia, pues ello sucede
siempre que un Tribunal superior revoca una Sentencia absolutoria dictada por un Tribunal
inferior. Por lo demás la adecuación de la casación como segunda instancia revisora habría sido
afirmada por este Tribunal en la STC 70/2002. En cuanto a la falta de inmediación también
denunciada por el recurrente termina el Ministerio Fiscal señalando que el presente caso no
coincide con el que dio lugar al cambio de jurisprudencia representado por la STC 167/2002, ya
que, a diferencia de aquél, en el presente supuesto la condena pronunciada en segunda
instancia por la Sala Segunda no se basó en la distinta valoración de unas pruebas de
naturaleza personal que exigirían la presencia de dicha garantía, sino en una distinta calificación
jurídica de los mismos hechos declarados probados en instancia. Mutatis mutandi en cuanto al
orden seguido en la exposición de los motivos esgrimidos por cada uno de los recurrentes, las
alegaciones del Ministerio Fiscal en relación con el recurso de amparo núm. 1911-2003 son
sustancialmente las mismas, en todos sus puntos, a las acabadas de exponer, por lo que se
omite su reiteración. Únicamente ha de destacarse que, mediante otros, proponía la acumulación
de este último recurso al registrado bajo el núm. 1907-2003 por invocarse en ambos los mismos
derechos fundamentales, cuya vulneración se atribuía a las mismas resoluciones judiciales,
estando en consecuencia justificada su resolución en una única Sentencia.
17. Por providencia de 18 de marzo de 2004 la Sala Segunda acordó unir a las
actuaciones los precedentes escritos, y, de conformidad con lo dispuesto en el art. 83 LOTC,
conceder a las partes personadas y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para que en
dicho término alegasen cuanto estimaran pertinente acerca de la posible acumulación al recurso
de amparo núm. 1907-2003, promovido por don Alberto Cortina de Alcocer, del recurso de
amparo núm. 1911-2003, promovido por don Alberto de Alcocer Torra.
Por escrito de fecha 31 de marzo de 2004 el Fiscal ante el Tribunal Constitucional
manifestó su conformidad con dicha acumulación, por entenderla justificada. Lo mismo hizo el
Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de don
Alberto Cortina de Alcocer y de don Alberto de Alcocer Torra, mediante dos escritos de fechas 1
y 5 de abril de 2004. Por Auto de fecha 2 de noviembre de 2004 la Sala Segunda acordó la
acumulación de ambos recursos por razón de su conexión, dada la coincidencia en las
resoluciones recurridas y en los motivos de amparo aducidos, así como en la formulación de
idénticas pretensiones, debiendo acumularse el más moderno al más antiguo.
18. Por escrito de fecha 24 de noviembre de 2004 el Procurador de los Tribunales don
Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de don Alberto Cortina de Alcocer,
manifestaba que, después de evacuado el trámite de alegaciones, se habían producido hechos
nuevos que deseaba poner en conocimiento de este Tribunal a fin de que, de conformidad con lo
dispuesto en el art. 84 de su Ley Orgánica, abriese al respecto el correspondiente trámite de
audiencia a las partes si así lo consideraba oportuno.
El hecho nuevo que se invocaba en dicho escrito era la STS de 12 de julio de 2004,
dictada por la Sala Segunda del Tribunal Supremo, en la que, en materia de prescripción del
delito, al parecer se afirmaba que el procedimiento debe entenderse dirigido contra el culpable -
según la expresión contenida en el art. 132.3 CP- desde que el órgano jurisdiccional "que recibe
la denuncia o querella manda proceder contra el presunto autor, acordando la incoación de un
proceso penal y la práctica de diligencias". Dicho criterio sería contrario al sustentado por la
Sentencia de la Sala Segunda recurrida en amparo, lo que vendría a demostrar que en esta
última se había aplicado a los demandantes de amparo una fundamentación ad hoc para
justificar su condena y a reforzar la fundamentación del motivo de amparo relativo a la lesión de
su derecho a la igualdad en la aplicación de la Ley. Para justificar que un cambio jurisprudencial
como el aludido tuviese naturaleza de hecho nuevo, se hacía valer la doctrina contenida en la
STC 150/1997, de 29 de septiembre, respecto del carácter de "hecho nuevo" de la a su vez
contenida en la STC 111/1993 respecto del delito de intrusismo y, seguidamente, se procedía a
una reconsideración de los elementos fundamentadores de la condena de los recurrentes al
efecto de avalar, con argumentos esencialmente semejantes a los ya expuestos en la demanda
de amparo, la tesis expuesta acerca de que habían sido condenados en virtud de una doctrina
jurisprudencial creada ad casum.
19. Por providencia de fecha 2 de diciembre de 2004 la Sala Segunda acordó incorporar
a lo actuado el escrito presentado por el Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez
Guillén y conceder a las partes personadas y al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días
para que formulasen cuantas alegaciones estimasen oportunas en relación con el contenido de
dicho escrito.
20. Por escrito de fecha 7 de diciembre de 2004 el Procurador de los Tribunales don
Ramón Rodríguez Nogueira comunicó a este Tribunal que, por motivo de incompatibilidad,
renunciaba a la representación de sus mandantes en el presente proceso constitucional.
Por otro escrito de fecha 30 de diciembre de 2004 el Procurador de los Tribunales don
Isidro Orquín Cedenilla, en nombre y representación de doña María Pilar y doña María Teresa
San Martín Abad, don Ángel Oderiz Divasson y don Alberto Sagües Agudo, compareció en el
presente proceso constitucional en sustitución de su compañero don Ramón Rodríguez
Nogueira, solicitando ser tenido por personado y parte en el mismo.
21. El trámite de alegaciones abierto por la providencia de la Sala Segunda de 2 de
diciembre de 2004 fue evacuado por el Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez
Guillén, en nombre y representación de don Alberto Cortina de Alcocer, mediante un escrito de
fecha 27 de diciembre de 2004 en el que sustancialmente reiteraba lo ya anteriormente
argumentado respecto de la aparición de un hecho nuevo con relevancia para decidir sobre
algunas de las vulneraciones de derechos fundamentales invocadas en el recurso de amparo
núm. 1907-2003, añadiendo la sospecha de falta de imparcialidad en el ponente de la Sentencia
de la Sala Segunda recurrida, por cuanto ese mismo ponente se había manifestado en esa
nueva Sentencia en forma contradictoria con lo antes sostenido respecto del momento
interruptivo de la prescripción.
Por escrito de fecha 10 de enero de 2005, el Fiscal ante el Tribunal Constitucional
presentó sus alegaciones a este respecto, en las que consideraba que, tanto el escrito
presentado en nombre del Sr. Cortina acerca de la aparición de un supuesto "hecho nuevo",
cuanto lo que en él se interesaba resultaban inadmisibles, ya que en la STS 905/2004 no se
modificaba el criterio sostenido en la Sentencia de la Sala Segunda recurrida en amparo, sino
que el recurrente aprovechaba un obiter dicta para, sacándolo de contexto, pretender que en
aquella resolución se sentaba el diferente criterio de que la prescripción únicamente se
interrumpía por mediación de un acto judicial y no con la simple presentación de una querella o
denuncia, lo que venía contradicho por la lectura integral de dicha Sentencia. En cualquier caso,
en modo alguno cabría afirmar que la Sentencia recurrida en amparo constituyó un hecho
aislado representativo de una doctrina creada ad hoc para condenar a los recurrentes, pues con
anterioridad a la misma ya se había producido numerosos precedentes en ese mismo sentido.
En esta misma línea de considerar improcedente la cuestión planteada respecto de la
existencia de un "hecho nuevo" demostrativo de que la Sentencia recurrida constituyó una
resolución dictada ad casum o ad personam formularon sus alegaciones el Procurador de los
Tribunales don Victorio Venturini Medina, en nombre y representación de don Luis García
Alarcón, don Francisco Castelló Piera y don Pedro Sentieri Cardillo, mediante tres escritos de
fecha 27 de diciembre de 2004; el Procurador de los Tribunales don Manuel Sánchez-Puelles y
González-Carvajal, en nombre y representación de doña Paloma San Martín-Pozuelo y otros,
mediante escrito de fecha 28 de diciembre de 2004; y el Procurador de los Tribunales don
Ramón Rodríguez Nogueira, en nombre y representación de doña María Pilar San Martín Abad y
otros, mediante escrito asimismo de fecha 28 de diciembre de 2004. Por el contrario el
Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de don
Alberto de Alcocer Torra, presentó con fecha de 28 de diciembre de 2004 un escrito de
alegaciones en el que se mostraba sustancialmente de acuerdo con la argumentación
desarrollada por el otro demandante de amparo, Sr. Cortina de Alcocer, respecto de la existencia
de un hecho nuevo relevante para resolver sobre el presente asunto.
22. Por providencia de 20 de enero de 2005 la Sala Segunda acordó incorporar a lo
actuado los precedentes escritos presentados por las partes personadas y por el Ministerio
Fiscal, así como tener por personado y parte al Procurador de los Tribunales don Isidro Orquín
Cedenilla, en nombre y representación de doña María Pilar y doña María Teresa San Martín
Abad, don Ángel Oderiz Divasson y don Alberto Sagües Agudo, en sustitución de su compañero
don Ramón Rodríguez Nogueira.
23. Mediante escrito del Procurador Sr. Venturini Medina, en nombre de don Francisco
Castelló Piera, de fecha 1 de julio de 2005, al haberse producido, según su criterio, un hecho
nuevo, cual era la Sentencia 65/2005, que suponía "una ruptura constitucional respecto de la
actuación mantenida hasta la fecha por ese Alto Tribunal (art. 13 LOTC)" (sic), se solicitó la
unión del escrito a los autos y se vieran en Pleno los recursos de amparo aquí acumulados,
escrito el referido que, en virtud de diligencia de ordenación de 7 de julio de 2005, quedó unido a
los autos. Por su parte el Procurador Sr. Sánchez-Puelles y González Carvajal, por escrito de 11
de julio de 2005, interesó asimismo se vieran por el Pleno los recursos de referencia, quedando
este escrito unido a los autos conforme a lo determinado por diligencia de ordenación de 18 de
julio de 2005. El Procurador don Argimiro Vázquez Guillén, en escrito de 29 de julio de 2005,
contestó las alegaciones precedentes y acabó suplicando a la Sala el rechazo de las nuevas
pretensiones deducidas de contrario.
24. Dada cuenta de los anteriores escritos y alegaciones, por proveído de la Sala en el
que se hace mención a haberse dado traslado a las partes personadas y al Ministerio Fiscal de
las nuevas alegaciones producidas en torno al dictado de la Sentencia de esta Sala 65/2005, se
resolvió que en su día se acordaría en punto a las nuevas pretensiones interesadas en los
referidos escritos.
25. Mediante proveído de la Sala de fecha 19 de febrero de 2008 se acordó la resolución
del recurso por la Sala y no por el Pleno y se señaló al efecto la audiencia del día 20 del mismo
mes y año.
Fundamentos:
Voto particular que formula el Magistrado don Ramón Rodríguez Arribas en la Sentencia dictada
en los recursos de amparo, acumulados, núms. 1907-2003 y 1911-2003.
Haciendo uso de la facultad atribuida a los Magistrados del Tribunal Constitucional por el
apartado 2 del art. 90 LOTC expreso en este Voto particular y con pleno respeto a la opinión de
la mayoría, mi discrepancia, defendida en la correspondiente deliberación de la Sala Segunda,
que fundo en las siguientes consideraciones:
1. He de comenzar por reiterar que como ya dije en mi Voto particular concurrente
expresado con respecto a la Sentencia 163/2005, de 14 de marzo, "Las Sentencias y Autos que
hasta ahora -esto es hasta la STC citada-ha dictado este Tribunal en relación con la prescripción
penal, así entre las más antiguas la STC 301/1994 hasta el reciente ATC 340/2004, de 13 de
septiembre, pasando por la serie de Sentencias 63, 64, 65 y 66 de 2001, han partido de una
constante doctrina en la que, por un lado, se "ha señalado que la apreciación del sentido y
alcance del instituto jurídico de la prescripción, como causa extintiva de la responsabilidad penal,
es una cuestión de legalidad, que corresponde a los órganos judiciales ordinarios y sobre cuya
procedencia no puede entrar este Tribunal desde la perspectiva del derecho a la tutela judicial
efectiva (SSTC 152/1987, y 157/1990)", y por otro lado "también ha afirmado que corresponde al
mismo, como garante último del derecho fundamental a obtener la tutela judicial efectiva de
jueces y tribunales, examinar los motivos y argumentos en que se funda la decisión judicial, al
objeto de comprobar la razonabilidad constitucional del motivo apreciado, reparando, en su caso,
en esta vía de amparo, la aplicación arbitraria o carente de fundamento, así como aquella que
resulte de un error patente con relevancia constitucional (SSTC 23/1987, 36/1988, 149/1989,
63/1990, 164/1990. 192/1992 y 55/1993)", conforme se recoge en la serie de Sentencias que
citamos al principio".
"En definitiva, la interpretación del precepto regulador de la prescripción penal es una
cuestión de legalidad ordinaria que solo puede ser examinada en amparo con arreglo al canon
del art. 24.1 CE, es decir, comprobando si existe razonabilidad y ausencia de arbitrariedad o
error patente, en el caso concreto.”
"El referido y hasta ahora invariable criterio ha supuesto que los casos que nos son
sometidos, han de examinarse uno por uno, con un inevitable y obligado casuismo, sin
establecer ninguna doctrina interpretativa general que, por sugestiva y acertada que se presente,
puede invadir las funciones que son propias de la jurisdicción ordinaria, conforme al art. 117 CE
y singularmente, de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, la que, por otra parte, en esta
cuestión tampoco ha tenido un criterio uniforme."
2. En el presente caso la Sentencia de la que discrepo hace un esfuerzo para tratar de
ceñirse al caso concreto, pero se extiende en una serie de consideraciones genéricas que, a mi
juicio, invaden funciones interpretativas que corresponden a la jurisdicción ordinaria y, de otro
lado, tampoco comparto el análisis específico que se hace respecto de las circunstancias que
concurren sobre la discutida prescripción.
3. En cuanto a lo primero, se viene a establecer un matizado canon de constitucionalidad
en relación con las Sentencias penales, configurado por el tradicional de este Tribunal de que la
interpretación y aplicación de un precepto punitivo no incurra en arbitrariedad, irrazonabilidad o
error patente para ser conforme a la exigencia de la tutela judicial efectiva del art. 24 de la
Constitución, que ha de ser reforzada en su motivación cuando, además, esté afectado otro
derecho fundamental y ahora -y este es el matiz- en el concreto caso de la prescripción de los
delitos a ese reforzamiento, por la específica relación con el derecho a la libertad (art. 17 CE) se
añade una rígida exigencia de aplicación restrictiva en la interpretación de las causas de
interrupción del plazo prescriptivo.
Pues bien, no puedo compartir esta tesis, porque, además de apartarse aún más que la
STC 63/2005 de nuestra doctrina anterior sobre la naturaleza de pura legalidad ordinaria de
cuanto afecta a la prescripción, cuya interpretación y aplicación no nos corresponde, apunta a la
posible construcción, a favor de los responsables de un delito, de un cierto derecho a que éste
prescriba, cuando la institución de la prescripción a lo que sirve esencialmente es a la seguridad
jurídica (art. 9.3 CE) que no genera ningún derecho fundamental constitucionalmente susceptible
de amparo.
Por el contrario, ante una decisión judicial interpretadora de la legalidad ordinaria (del art.
114 último inciso, del párrafo 2 del Código penal de 1973, ahora art. 132.2 del vigente) como ya
dije en mi Voto concurrente a la STC 63/2005 y he recordado al principio reproduciendo doctrina
de este Tribunal allí también invocada, en los casos, como el presente, que nos son sometidos
han de analizarse uno por uno, examinando los motivos y argumentos en que se funda la
decisión judicial, al objeto de comprobar si es arbitraria, irrazonable o incursa en error patente y a
ello debe limitarse nuestra función, sin extender el canon más allá de la reforzada motivación
cuando además del derecho del art. 24 CE se afecte algún otro derecho fundamental.
La Sentencia de la que discrepo reconoce que la fundamentación del impugnado fallo
del Tribunal Supremo no incurre en error patente y que ni siquiera puede ser "tildada de
irrazonable o arbitraria", llegando no obstante, a otorgar el amparo al considerar que dicha
interpretación de la norma penal de la prescripción, "al exceder de su más directo significado
gramatical", lleva consigo "una aplicación extensiva o analógica de aquélla en perjuicio del reo",
ampliando así nuestro canon, criterio que reitero no compartir.
4. Cierto es que el instituto de la prescripción pone límites temporales al ejercicio por el
Estado del ius puniendi en aras de la seguridad jurídica y que no caben interpretaciones
extensivas o analógicas en perjuicio del reo que prolonguen el plazo de aquel ejercicio, pero ni
estimo que en tal defecto incurra la interpretación formulada por la Sala Segunda del Tribunal
Supremo, ni tampoco creo que sean constitucionalmente imponibles a la jurisdicción ordinaria
interpretaciones tan estrictas que puedan conducir a privar a la víctima de un delito de su
derecho a que el Estado actúe, dentro del plazo legal pero en toda su extensión, contra quien la
convirtió en perjudicada por una conducta ilícita, obligando incluso a prevenir los retrasos de los
órganos jurisdiccionales para calcular cuántos días antes de la fecha límite del período
prescriptivo ha de actuar para evitar que el delito quede impune.
En efecto, una cosa es que el órgano jurisdiccional del Estado, encargado de la
persecución de un delito, no lo haga durante el plazo prescriptivo o abandone esa persecución
durante el mismo plazo, con la consiguiente presunción de renuncia del ius puniendi y otra cosa,
que hay que ponderar también constitucionalmente en cada caso, es que desaparezca
prácticamente el ius ut procedatur de la víctima del delito, que si bien no supone un derecho a
que se siga el proceso completo, ni siquiera a que se inicie, al menos exige que una vez
advertido el órgano competente, por la presentación de la denuncia o la querella, de la posible
existencia del delito, actúe en un plazo razonable, ejercitando el ius puniendi del Estado, si
procede, de manera que no se reduzca sistemáticamente el plazo prescriptivo, pues también esa
incertidumbre lesionaría la seguridad jurídica, que es precisamente el principio que inspira la
institución de la prescripción.
Es más, de generalizarse esta doctrina, podría resentirse el sistema judicial, convirtiendo
una garantía a favor del reo en instrumento, o al menos causa involuntaria, de impunidad de las
infracciones penales, propiciándose su prescripción sobre todo de las de menor gravedad y
mayor frecuencia, dado el cúmulo de trabajo de los órganos jurisdiccionales.
5. En el análisis del caso concreto, tampoco comparto las conclusiones de la Sentencia
de la mayoría, distinguiendo entre la cuestión de si la interposición de una querella es o no causa
interruptiva de la prescripción y la cuestión de autos que se sitúa en la falta de firma e
insuficiencia de poder de la documentación presentada (que la Sentencia impugnada reconoce
como querella "defectuosa") en el último día del plazo prescriptivo y en el retraso de las
posteriores actuaciones judiciales, para llegar a negar que hubiera "dirección del procedimiento
contra el culpable", y tan siquiera "iniciación del procedimiento", terminando en la ausencia de
interrupción de la prescripción.
A mi entender, reiterando el respeto que me merece la contradictoria opinión de mis
compañeros, lo que se hace en la Sentencia aquí impugnada, es, en primer lugar, acogiendo en
su fundamento de derecho ocho una corriente doctrinal y de la propia jurisprudencia de la Sala,
afirmar que tanto con la querella como con la denuncia "pueden iniciarse los procesos penales",
que ambas "forman parte del procedimiento" y que si en los "escritos aparecen ya datos
suficientes para identificar a los presuntos culpables de la infracción correspondiente", "desde
ese momento ya se dirige el procedimiento contra el culpable a efectos de la interrupción de las
prescripción" y en segundo lugar afirmar, en el fundamento de derecho nueve, que la querella -
que efectivamente y por su falta de firma e insuficiencia del poder del Procurador en otro pasaje
llama "defectuosa"- "tuvo la virtualidad de integrar una denuncia" y que "existió el procedimiento
judicial, que se colma, según jurisprudencia de esta Sala -la Segunda, de lo Penal, del Tribunal
Supremo- con la anotación en el registro general del juzgado... circunstancia que dota de certeza
y de seguridad jurídica a la hora de computar los términos".
Cuanto antecede es conforme con la práctica habitual en estos casos, ya que en una
gran ciudad con multiplicidad de Juzgados de Instrucción, la denuncia o la querella se presentan
en el Juzgado de guardia y si se refiere a hechos producidos fuera del período de la misma, el
Juez -salvo que considere necesarias y urgentes diligencias de investigación- se limita a
practicar las anotaciones correspondientes y remitir al Juzgado Decano para reparto, y una vez
producido éste, es el Juzgado al que haya correspondido el que realiza las correspondientes
actuaciones. Cuando todo este trámite discurre con normalidad y en un tiempo razonable, al
contrario de lo que sucedió en el caso de la STC 163/2005 (en que transcurrieron dos años sin
practicar actuación alguna), corresponde a los órganos de la jurisdicción ordinaria establecer, en
principio, si se puede o no entender interrumpida la prescripción y a nosotros, en la jurisdicción
constitucional, exclusivamente y como vengo repitiendo, si esa decisión es arbitraria, irrazonable,
incursa en error patente o insuficientemente motivada, sin necesidad de construir ninguna
compleja doctrina que, por su carácter general y extensión, no solo puede invadir campos que
nos son ajenos, sino, además, producir efectos indeseados en el sistema judicial, como ya he
apuntado.
En consecuencia, el criterio interpretativo de la Sentencia impugnada en el recurso de
amparo, cualquiera que sea su grado de acierto, en lo que no podemos entrar, para mí, continúa
siendo de estricta legalidad ordinaria y no incurre en ninguna de las tachas ni en la falta de
motivación que podrían justificar la decisión estimatoria de aquél que, por el contrario, debió ser
desestimado.
Madrid, a veinte de febrero de dos mil ocho.-Ramón Rodríguez Arribas.-Firmado y
rubricado.
S.TC. 235/2007
Referencia número: 235/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 7/11/2007
Publicación BOE: 20071210 ::
Sala: Pleno.
Ponente: don Eugeni Gay Montalvo
Número registro: 5152-2000/
Recurso tipo: Cuestión de inconstitucionalidad.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Planteada por la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona respecto al artículo
607.2 del Código penal. Vulneración del derecho a la libre expresión: sanción penal de la difusión
de ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen delitos de genocidio. Nulidad parcial e
interpretación de precepto legal. Votos particulares.
Preámbulo:
El Pleno del Tribunal Constitucional, compuesto por doña María Emilia Casas Baamonde,
Presidenta, don Guillermo Jiménez Sánchez, don Vicente Conde Martín de Hijas, don Javier
Delgado Barrio, doña Elisa Pérez Vera, don Roberto García-Calvo y Montiel, don Eugeni Gay
Montalvo, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Ramón Rodríguez Arribas, don Pascual Sala
Sánchez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En la cuestión de inconstitucionalidad núm. 5152-2000, planteada por la Sección Tercera
de la Audiencia Provincial de Barcelona, respecto al artículo 607, párrafo segundo, del Código
penal. Han intervenido el Abogado del Estado, en la representación que ostenta y el Fiscal
General del Estado. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay Montalvo, quien expresa el
parecer del Tribunal.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Con fecha de 29 de septiembre de 2000 tuvo entrada en el Registro General de este
Tribunal un oficio del Presidente de la Audiencia Provincial de Barcelona por medio del cual se
remitía el Auto de la Sección Tercera de dicha Audiencia de 14 de septiembre de 2000 por el que
se planteaba la presente cuestión de inconstitucionalidad. En el mencionado oficio se señalaba
que el testimonio remitido correspondía a las actuaciones practicadas con posterioridad al
dictado por este Tribunal del ATC 24/2000, de 18 de enero, indicándose que el resto de las
mismas se encontraba ya en este Tribunal Constitucional desde julio de 1999 al haberse
incorporado a la cuestión de inconstitucionalidad núm. 3074-1999, inadmitida por el citado ATC
24/2000 por razón de no haber sido planteada en el momento procesal oportuno.
2. Los antecedentes de la cuestión, según resulta del Auto de planteamiento y de la
documentación adjunta, son los siguientes:
a) Con fecha de 16 de noviembre de 1998, el Juzgado de lo Penal núm. 3 de Barcelona
dictó una Sentencia en la que condenaba a don Pedro Varela Geis.
La Sentencia contiene, entre otros, los siguientes hechos probados: "el acusado Pedro
Varela Geiss, mayor de edad y sin antecedentes penales, actuando en su condición de titular y
director de la librería Europa. ha venido procediendo de forma habitual y continuada, con
posterioridad al mes de junio de 1996, y a sabiendas de la entrada en vigor en España de la
actual legislación penal en esta materia, a la distribución, difusión y venta de todo tipo de
materiales en soporte documental y bibliográfico, libros, publicaciones, cartas, carteles, etc., en
los que de forma reiterada e inequívocamente vejatoria para el grupo social integrado por la
comunidad judía, se negaba la persecución y genocidio sufridos por dicho pueblo durante el
periodo histórico de la Segunda Guerra Mundial, masacre colectiva programada y ejecutada por
los responsables de la Alemania nazi que gobernaron en la época del III Reich. La inmensa
mayoría de dichas publicaciones contenían textos en los que se incita a la discriminación y al
odio hacia la raza judía, considerándoles seres inferiores a los que se debe exterminar como 'a
las ratas'"; "en la citada librería se vendían también publicaciones relativas a Arte, Historia y
Mitología religiosa, pero su número era manifiestamente testimonial en comparación con las
obras dedicadas al revisionismo del holocausto judío. El público habitual del establecimiento eran
jóvenes caracterizados por su afinidad con las ideologías defensoras de la violencia como
método de resolución de conflictos. Dichas publicaciones y material estaban a la venta al público
y se exportaban por correo a multitud de clientes en Alemania, Austria, Bélgica, Brasil, Chile,
Argentina y Sudáfrica, entre otros países. La librería Europa figuraba en toda la correspondencia
remitida y recibida como editora y distribuidora del material comercializado". Junto a ello se
recogen algunos extractos de los contenidos de algunos de los libros ocupados negando el
genocidio o justificando el mismo, o bien con afirmaciones incitando al exterminio.
El Juzgado condena al acusado, don Pedro Varela Geiss, como autor responsable de un
delito continuado de genocidio del art. 607.2 CP, a la pena de dos años de prisión con sus
correspondientes accesorias y costas. Asimismo le condena también como autor responsable de
un delito continuado con ocasión del ejercicio de los derechos fundamentales y libertades
públicas garantizados por la Constitución consistente en provocación a la discriminación, al odio
racial y a la violencia contra grupos o asociaciones por motivos racistas y antisemitas (art. 510.1
CP), a la pena de tres años de prisión y multa por tiempo de doce meses a razón de una cuota
diaria de 2.000 pesetas, asimismo con sus correspondientes accesorias y costas.
b) Presentado recurso de apelación contra la anterior resolución, la Sección Tercera de
la Audiencia Provincial de Barcelona dictó, sin mediar ninguna otra actuación salvo la de
admisión a trámite del recurso, una providencia de fecha 30 de abril de 1999 en la que acordaba
dar audiencia a las partes personadas a fin de que expresaran su opinión acerca de la
conveniencia de plantear cuestión de inconstitucionalidad en relación con el art. 607.2 CP, cuyo
texto es el siguiente: "La difusión por cualquier medio de ideas o doctrinas que nieguen o
justifiquen los delitos [de genocidio y afines] tipificados en el apartado anterior de este artículo, o
pretendan la rehabilitación de regímenes o instituciones que amparen prácticas generadoras de
los mismos, se castigará con la pena de prisión de uno a dos años". Por otra providencia de
fecha 7 de mayo de 1999, el órgano judicial de apelación precisó que la duda de
constitucionalidad se refería a la posible incompatibilidad del referido precepto con el derecho a
la libertad de expresión reconocido en el art. 20.1 CE.
c) Contra la mencionada providencia de 30 de abril de 2006 interpuso recurso de
reforma una de las partes personadas en el procedimiento (la Asociación Atid-SOS Racisme
Catalunya) argumentando que la Audiencia Provincial había infringido lo dispuesto en el art. 35.2
de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional al plantear la cuestión de inconstitucionalidad en
forma prematura, dado que el recurso de apelación no estaba aún concluso para Sentencia. Por
providencia de 6 de mayo de 1999, el órgano judicial de apelación declaró no haber lugar a dicho
recurso.
d) Una vez abierto el trámite de alegaciones sobre la eventual inconstitucionalidad del
art. 607.2 CP, una de las partes personadas como apelada (la Comunidad Israelita de
Barcelona) planteó, en el mismo escrito de alegaciones, recurso de súplica contra las
mencionadas providencias de fechas 30 de abril y 7 de mayo de 1999 por razón de que no era el
momento procesal adecuado para el planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad por
cuanto antes debía resolverse acerca de la petición de recibimiento del recurso a prueba y de
celebración de vista oral del mismo. A dicho recurso de súplica se adhirieron el Ministerio Fiscal -
que ya antes había presentado un escrito en ese mismo sentido que el órgano judicial no tramitó
como recurso al considerar que formalmente no lo era- y la Asociación Atid-SOS Racisme. Dicho
recurso fue desestimado por Auto de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona
de 19 de mayo de 1999, por entender dicho órgano judicial que el momento de planteamiento de
la cuestión era adecuado al estar los autos conclusos y pendientes de Sentencia. Seguidamente,
la Sala dictó, con fecha de 9 de junio de 1999, el Auto de planteamiento de la cuestión de
inconstitucionalidad que fue registrada en este Tribunal con el núm. 3074-1999 e inadmitida a
trámite por Auto del Pleno 24/2000, de 18 de enero.
e) Recibida comunicación del ATC 24/2004, la Audiencia Provincial acordó, por Auto de
14 de febrero de 2000, la práctica de diversas pruebas documentales solicitadas por el apelante
al tiempo que señalaba fecha para la celebración de la vista oral. Contra esta última resolución
promovieron incidente de nulidad de actuaciones Atid y SOS Racisme Catalunya por razón de la
indefensión que afirmaban provocada por la admisión de unas pruebas que anteriormente
habían sido denegadas en forma implícita por el Auto de la Sala de 9 de junio de 1999, así como
por el silencio que el órgano judicial seguía manteniendo acerca de las propuestas por estas
partes apeladas quienes, por otra parte, instaban también la abstención de una Magistrada
componente de la Sala por entender que había perdido su imparcialidad objetiva respecto del
objeto de la causa. De otro lado, el representante de la Comunidad Israelita de Barcelona solicitó
a la Audiencia que le comunicara la resolución por la que se había levantado la suspensión del
proceso, acordada con ocasión del planteamiento de la frustrada cuestión de inconstitucionalidad
resuelta por el ATC 24/2004.
f) Por providencia de fecha 24 de febrero de 2000, la Sala inadmitió el incidente de
abstención promovido por SOS Racisme, que entonces planteó un incidente de recusación por
las mismas causas. Mediante otra providencia de esa misma fecha, se contestaba en relación
con lo interesado por la Comunidad Israelita de Barcelona que el alzamiento de la suspensión
del procedimiento era la consecuencia obligada del ATC 24/2000 que figuraba unido a la causa.
Finalmente, por Auto de 6 de marzo de 2000 fue desestimado el incidente de nulidad de
actuaciones y, por una providencia de fecha 7 de marzo de 2000, la Sala estimó en cambio la
recusación interesada acordando el cambio de Ponente, ordenando la suspensión de la
celebración de vista oral y tramitando la recusación en pieza separada, siendo la misma
desestimada por Auto de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Barcelona de 19 de
junio de 2000.
g) Tras las anteriores actuaciones, la Sala dictó una providencia, de fecha 30 de junio de
2000, en la que señalaba el día y la hora de celebración de la vista oral. Celebrado dicho acto,
con fecha de 14 de julio de 2000 dictó una nueva providencia por la que declaraba la causa vista
para Sentencia y acordaba abrir de nuevo el trámite previsto en el art. 35.2 de la Ley Orgánica
de este Tribunal Constitucional dando audiencia a las partes y al Ministerio Fiscal a fin de que se
pronunciaran sobre la pertinencia de plantear cuestión de inconstitucionalidad respecto del art.
607.2 CP por razón de su posible colisión con el art. 20.1 CE. Tanto la Comunidad Israelita de
Barcelona como Atid y SOS Racisme Catalunya se opusieron al planteamiento de la cuestión,
mientras que el condenado en instancia manifestó que lo consideraba pertinente no constando,
por otra parte, que el Ministerio Fiscal presentara en este trámite alegación alguna.
h) Por Auto de 14 de septiembre de 2000, la Sección Tercera de la Audiencia Provincial
de Barcelona planteó la presente cuestión de inconstitucionalidad en los términos que
seguidamente se exponen.
3. El órgano judicial proponente realiza en primer lugar en el precitado Auto, de
contenido similar al dictado con fecha de 9 de junio de 1999 con ocasión de su anterior intento
de planteamiento de idéntica cuestión de inconstitucionalidad ante este Tribunal, el pertinente
juicio de aplicabilidad del art. 607.2 CP a los hechos enjuiciados, situando al propio tiempo dicho
precepto en su contexto sistemático en relación con otros preceptos penales conexos (en
particular, con los arts. 510, 515.5, 519 y 615 CP), pasando a continuación a desarrollar el juicio
de relevancia de su duda de constitucionalidad principalmente en los fundamentos de Derecho 4
y 5 del Auto de referencia.
El fundamento de tal duda reside en la posible colisión con el derecho a la libertad de
expresión (reconocido en el art. 20.1 CE) del delito contenido en el art. 607.2 CP, consistente en
difundir por cualquier medio ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen los delitos de genocidio o
pretendan la rehabilitación de regímenes o instituciones que amparen esas prácticas. A este
respecto, razona la Sala que el art. 607.2 CP constituye un tipo penal autónomo que no puede
integrarse con la definición que de la apología del delito ofrece el art. 18 CP ni, en consecuencia,
sanciona la apología de los delitos de genocidio ni tampoco la provocación a su comisión o la
incitación al odio racial, al venir ya tipificadas estas conductas en otros preceptos del Código
penal (arts. 510, 515.5, 519 y 615 CP). La conducta sancionada por el art. 607.2 CP es, pues,
exclusivamente la de difundir ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen los delitos de genocidio,
conducta que coincide con la que dio lugar a la condena en instancia del Sr. Varela Geis por
tener una librería especializada en la venta de determinados libros y demás medios de difusión
de ideas e información relativos a la negación y justificación del genocidio judío por el régimen
nacionalsocialista durante la segunda guerra mundial.
Definida en estos términos la conducta tipificada en el art. 607.2 CP, el órgano judicial
proponente considera que resulta evidente el conflicto entre esta norma penal, que sanciona la
difusión de ideas y opiniones sobre determinados hechos históricos, y el derecho a la libertad de
expresión constitucionalmente consagrado. Si bien reconoce que, ciertamente, el legislador
puede elegir el bien jurídico que estima necesitado de protección penal, opina que en este caso
el subyacente al mencionado precepto presenta una naturaleza muy difusa, puesto que sería
identificable con el interés en evitar que se cree un "clima favorecedor de conductas
discriminatorias" ya que la incitación o invitación a realizar comportamientos dirigidos a conculcar
derechos fundamentales o que supongan menosprecio a la dignidad de la persona ya están
contempladas como conductas delictivas por otros preceptos penales. Así concretado, la Sala
considera que el mencionado bien jurídico no es merecedor de protección penal en la medida en
que, además de su carácter difuso, supone un límite al derecho a la libertad de expresión.
4. Por providencia de fecha 31 de octubre de 2000, la Sección Tercera de este Tribunal
acordó admitir a trámite la cuestión de inconstitucionalidad planteada en relación con el art.
607.2 CP por presunta vulneración del art. 20.2 CE, así como, de conformidad con lo establecido
en el art. 37.2 de su Ley Orgánica, dar traslado de las actuaciones recibidas al Congreso de los
Diputados y al Senado, por conducto de sus Presidentes, al Gobierno, por conducto del
Ministerio de Justicia y al Fiscal General del Estado al objeto de que, en un plazo improrrogable
de quince días, pudieran personarse en el proceso y formular cuantas alegaciones estimasen
convenientes.
5. Por escrito registrado en este Tribunal con fecha de 15 de noviembre de 2000, la
Presidenta del Congreso de los Diputados comunicó el acuerdo adoptado por la Mesa de la
Cámara el día 13 de noviembre de ese mismo mes y año en el sentido de no personarse en el
presente procedimiento ni formular alegaciones, poniendo a disposición de este Tribunal las
actuaciones de la Cámara que pudiese precisar por remisión a la Dirección de Estudios y
Documentación de la Secretaría General.
6. Por escrito registrado en este Tribunal con fecha de 24 de noviembre de 2000, la
Presidenta del Senado comunicó a este Tribunal el acuerdo de la Mesa de la Cámara de 14 de
noviembre de 2000 por el que se solicitaba que se la tuviera por personada en el presente
procedimiento de inconstitucionalidad, a cuyos efectos ofrecía su colaboración de conformidad
con lo establecido en el art. 88.1 de la Ley Orgánica de este Tribunal.
7. Por escrito también de fecha 24 de noviembre de 2000 el Abogado del Estado, en la
representación que ostenta, compareció en el proceso oponiéndose a la cuestión de
inconstitucionalidad promovida sobre la base de las siguientes alegaciones:
A través de una compleja argumentación, considera en primer lugar que todo el
razonamiento desarrollado en el tercero de los fundamentos jurídicos del Auto de planteamiento
de la presente cuestión de inconstitucionalidad, relativo a las relaciones entre el precepto
cuestionado y otros preceptos del Código penal que dan cobertura a bienes jurídicos de similar
naturaleza al protegido por el art. 607.2 CP, no constituye sino una explicación dirigida a justificar
por qué, a juicio del órgano judicial proponente, este último precepto deviene inútil por superfluo
al venir los bienes jurídicos que con él se pretenden proteger ya suficientemente protegidos por
esas otras normas penales. De manera que no se estaría juzgando la compatibilidad entre el
precepto cuestionado y la Constitución sino entre éste y una serie de normas penales ordinarias.
De ello extrae el Abogado del Estado la conclusión de que dicho fundamento jurídico tercero no
contiene una fundamentación útil para el planteamiento de cuestión alguna de incompatibilidad
entre el art. 607.2 CP y el art. 20.1 CE.
Por el contrario, y siempre a juicio del Abogado del Estado, en el fundamento jurídico
cuarto del Auto de planteamiento de la cuestión se señalan no ya las similitudes existentes entre
el precepto cuestionado y esas otras normas penales sino sus diferencias, razonándose, en
función de dicha diversidad, acerca de la imposible extensión analógica de estas últimas a la
norma cuestionada; operación que, en opinión del Abogado del Estado, no plantearía los
problemas que sugiere el órgano judicial proponente pues no se trataría de que la extensión
analógica al art. 607.2 de los elementos definidores de la apología presentes en las conductas
descritas en esos otros preceptos viniera a ampliar la esfera de lo punible definida en el
mencionado precepto sino, por el contrario, de restringirla mediante la incorporación de tales
elementos.
Del examen de los citados fundamentos jurídicos tercero y cuarto extrae el Abogado del
Estado la conclusión de que en ellos se abordan sucesivamente dos operaciones de signo
contrario, ya que mientras que en el primero se asimilan las conductas descritas en el art. 607.2
CP a otras figuras delictivas con la finalidad última de resaltar la carencia de finalidad y utilidad
propias del referido precepto, en el segundo se aprecian las singularidades presentes en el
mismo frente al conjunto de los restantes tomados como punto de comparación pero, en lugar de
rectificarse su asimilación a estos últimos, se mantiene su identidad esencial. La consecuencia
es, a su juicio, muy simple: se objeta la validez de la norma cuestionada por no adaptarse al
esquema sistemático común extraído del examen de esos otros preceptos. Juegan, pues,
"desigualmente" la igualdad y la diversidad, ambas "in malam partem" frente a la norma
enjuiciada; la igualdad para negar la significación y la utilidad misma del art. 607.2 CP; la
diversidad para negar su validez por faltarle los requisitos que deberían integrarlo según la pauta
de una previa equiparación de sus fines con los perseguidos por otros preceptos penales. Del
mismo modo, la analogía desempeña también un desigual papel en este juego de identidades y
diversidades: se echa mano de ella para juzgar los objetivos y razón de ser legal del precepto,
pero seguidamente se abandona por entender que esa misma operación analógica debe
proscribirse por razones de legalidad.
En cualquier caso, recuerda el Abogado del Estado que, con independencia de las
utilidades que del mismo quepa extraer, con lo que verdaderamente guarda relación el art. 607.2
CP es con los delitos de especialísima gravedad relacionados en su apartado primero, esto es,
con los agrupados bajo la rúbrica genérica de "delitos de genocidio". Recuerda, asimismo, que
en el citado precepto no se sanciona una única conducta delictiva sino dos: de un lado, la
consistente en difundir por cualquier medio ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen los
indicados delitos de genocidio; de otro lado, la consistente en pretender la rehabilitación de
regímenes o instituciones que amparen prácticas generadoras de tales delitos. La primera de
dichas conductas podría, a su vez, bifurcarse en dos distintas modalidades, la de simplemente
negar la existencia de los delitos de genocidio y la de justificar tales delitos. Pues bien, a su
modo de ver, el Auto de planteamiento de la presente cuestión de inconstitucionalidad no
especifica a cuál de dichas conductas se refieren sus dudas respecto de la compatibilidad con el
art. 20.1 CE, por lo que carece de concreción respecto de la identificación del objeto específico
de dichas dudas al no asociar la conducta enjuiciada con alguna de las modalidades de conducta
previstas en el precepto penal cuestionado.
Reconoce, sin embargo, el Abogado del Estado que el órgano judicial proponente de la
cuestión sí que ha explicitado los motivos de planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad
al sugerir que están ausentes en el art. 607.2 CP los elementos integrantes de la apología
definida como forma de provocación por el art. 18 CP, al no exigirse en el primero de dichos
preceptos que las conductas por él sancionadas "ensalcen el crimen o enaltezcan a su autor" ni
que "constituyan una incitación a la comisión de un delito". A su juicio, la referencia a la omisión
de tales requisitos no sólo no es lo suficientemente expresiva como para suplir la inconcreción
objetiva de la cuestión planteada, pues seguiría sin especificar a qué modalidad delictiva se
refiere en concreto abarcando en su planteamiento a todas ellas, sino que además la presencia
de tales elementos sería por su propia naturaleza inadaptable a alguna de dichas modalidades.
Según expone, no se acierta a comprender por qué estaría justificada la punición del
comportamiento consistente en enaltecer al autor de un crimen de genocidio y no, en cambio, la
consistente en negar o justificar un crimen de genocidio o en rehabilitar a los regímenes o
instituciones que amparan prácticas generadoras de delitos de genocidio, ya que no ha de
olvidarse que mientras que la negación o justificación de un delito comprende siempre la de su
autor, no sucede lo propio a la inversa.
Por lo que se refiere al juicio de peligro relativo a las conductas de referencia contenido
en el fundamento jurídico quinto del Auto de planteamiento, admite el Abogado del Estado que
tiene razón el órgano judicial proponente cuando afirma que la tipificación de una conducta como
delito exige que, cuando menos, ponga en peligro, aunque sea de naturaleza abstracta, el bien
jurídico que con dicha tipificación se pretende proteger. Discrepa, en cambio, de la conclusón
obtenida por la Audiencia Provincial de Barcelona respecto de la innecesariedad del precepto
cuestionado para proteger los derechos fundamentales de las minorías que identifica como
objeto de la norma penal en él contenido, puesto que dicho bien jurídico ya estaría
suficientemente protegido por otros tipos delictivos.
Para el Abogado del Estado, hay en este razonamiento dos premisas difícilmente
aceptables: de un lado, la reducción inadecuada del fin de la norma; de otro lado, la predicación
de su carácter abstracto o "difuso". A su entender, el Auto limita inadecuadamente la finalidad
perseguida por el legislador penal con la tipificación de las conductas de referencia ya que, si
bien es cierto que alguna de esas modalidades delictivas parece perseguir la protección de
ciertas minorías étnicas o acaso la evitación del daño moral representado por la rememoración
laudatoria de los sucesos históricos de los que aquéllas fueron víctimas, dicha finalidad no es la
que ni principal ni exclusivamente persigue el art. 607.2 CP, sino "una finalidad protectora
general de la sociedad", de manera que no cabe ver en las minorías étnicas las únicas víctimas
potenciales de los indicados delitos, sino también en las mayorías "o, más exactamente, en la
sociedad en su conjunto". Lo que le conduce a afirmar que, frente al reduccionismo del Auto de
planteamiento de la cuestión, debe reconocerse en el art. 607.2 CP "tanto una medida de
defensa legítima de la minorías, como del propio orden constitucional".
Por lo que se refiere al reproche relativo a la vaguedad o carácter difuso del tipo penal
contenido en el mencionado precepto, considera el Ministerio Fiscal que tal idea no es sino una
consecuencia de la indebida reducción de su alcance por el órgano judicial proponente al no
valorar directamente lo que dice su texto sino en relación con otros preceptos distintos, lo que le
lleva a afirmar que lo único que queda como objeto de protección es la creación de "un clima
favorecedor de conductas discriminatorias" (FJ 5 del Auto de planteamiento). Frente a ello,
estima el Abogado del Estado que los tipos penales descritos en el art. 607.2 CP no pueden ser
interpretados como protectores únicamente de ese vaporoso "resto", ya que la conducta en ellos
sancionada, consistente en la negación o justificación de delitos de asesinato, o de agresiones
sexuales, o de traslados forzosos de poblaciones, o de esterilizaciones, o las pretensiones
rehabilitadoras de los regímenes que amparen dichos delitos no son leves perturbaciones de la
igualdad jurídica ni su punición responde a un modesto propósito de evitar discriminaciones
ocasionales. A su juicio, se trata por el contrario de impedir con ellos la realización de "acciones
que el legislador ha valorado como causas de impulso directísimo a la perpetración de graves
delitos que dañan a los intereses más esenciales de la convivencia humana"; y esa conexión
causal entre la exposición divulgadora de ciertas doctrinas o ideas y los crímenes más abyectos
no le parece al Abogado del Estado "un capricho ocasional o repentino del legislador, ni una
presunción irrazonable o excesiva, sino el producto de unas dolorosas experiencias históricas".
Finalmente, se ocupa el Abogado del Estado de la incidencia que, según lo expuesto en
el fundamento jurídico quinto del Auto de planteamiento de la presente cuestión de
inconstitucionalidad, tiene el precepto cuestionado en el derecho a la libertad de expresión
reconocido en el art. 20.1 CE, coincidiendo con el órgano judicial proponente en las premisas de
que a este respecto arranca, pero no así en lo tocante a las conclusiones derivadas de las
mismas.
En contra de lo que, a su modo de ver, considera la Audiencia Provincial de Barcelona
"meras opiniones sobre los hechos históricos" que estarían cubiertas, aún siendo erróneas o
falsas, por el art. 20.1 CE, recuerda el Abogado del Estado que la difusión de ideas y doctrinas
criminalizada por el art. 607.2 CP tiene como punto de referencia a los delitos de genocidio, esto
es, que lo que en dicho precepto se sanciona no es la simple propagación de ideas o doctrinas
simplemente adversas a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, ni la pura negación de
hechos como el exterminio de judíos por el régimen nazi, sino la negación o justificación de que
tales hechos fueran constitutivos de un delito de genocidio. Lo que en consecuencia ha de
plantearse es si el art. 20.4 CE permite limitar la difusión de ese tipo de ideas o doctrinas por
medio del uso del instrumento penal.
Desde el punto de vista del Abogado del Estado, "profesar ideas y doctrinas que nieguen
que el genocidio sea delito, o que justifiquen el delito no constituye un acto de ejercicio del
derecho fundamental a opinar libremente" dado que, frente a lo que se afirma en el Auto de
planteamiento, tal comportamiento resulta peligroso -al menos en abstracto- para el bien jurídico
protegido toda vez que con ello podría llegarse a "estimular resortes psicológico-sociales no bien
conocidos, y crear una atmósfera social que, como demuestra el desarrollo de los hechos en la
Alemania nazi, comienza con la discriminación legal en el acceso a cargos públicos y
profesiones, sigue con el estímulo de la emigración de parte de la población, y se extiende e
intensifica en todos los campos de la convivencia hasta los extremos de destrucción y exterminio
que conoce la historia". Por ello concluye que no cabe negar frontalmente, como parece hacer el
órgano judicial proponente de la presente cuestión de inconstitucionalidad, la peligrosidad de
esas acciones que el legislador ha juzgado peligrosas y, por consiguiente, punibles.
8. Por escrito de fecha 27 de noviembre de 2000, el Fiscal General del Estado
compareció en el presente proceso solicitando a este Tribunal que desestimase la presente
cuestión de inconstitucionalidad por considerar que el art. 607.2 CP no es contrario al derecho
reconocido en el art. 20.1 CE.
Comienza el Fiscal General del Estado por señalar que, con carácter previo al análisis
de las dudas de constitucionalidad planteadas por el órgano judicial proponente, resulta
necesario establecer, a la vista de los hechos declarados probados por el juzgador de instancia,
cuál de las distintas modalidades típicas contenidas en el art. 607.2 CP sería de aplicación en el
caso de autos pues es evidente que, de estimarse que sólo una de ellas habría sido cometida en
el supuesto de referencia, las mencionadas dudas de inconstitucionalidad no podrían extenderse
a las restantes toda vez que ello excedería el ámbito propio de la cuestión de
inconstitucionalidad al carecer de uno de los presupuestos de admisibilidad determinante del
juicio de relevancia. Pues bien: tanto de los hechos declarados probados en la Sentencia dictada
por el Juez de lo Penal como del propio Auto de planteamiento de la cuestión de
inconstitucionalidad deduce el Fiscal General del Estado que el análisis de dicha cuestión habrá
de ceñirse exclusivamente a la primera de las modalidades típicas sancionadas por el citado
precepto penal, esto es, a la difusión por cualquier medio de ideas o doctrinas que nieguen o
justifiquen el genocidio.
Tras recordar que tanto en el marco convencional como en el Derecho comparado no
sólo se sancionan conductas que atentan directamente contra grupos nacionales, raciales,
étnicos o religiosos sino también comportamientos que tiendan a fomentar y a instigar la
comisión de dichos crímenes, entre los que sitúa los relacionados en el art. 607.2 CP, afirma el
Fiscal General del Estado que, frente a lo que opina un sector de la doctrina penal, no cabe
definir las modalidades delictivas tipificadas en el mencionado precepto como "apología del
genocidio", ya que las mismas no participan de los rasgos que, de conformidad con lo
establecido en el art. 18 CP, definen el concepto de apología como forma de comisión de un
delito.
En su opinión, el hecho de que legislador penal español haya extendido en el art. 607.2
CP la protección penal a conductas que no vienen contempladas en el Convenio de 1948 sobre
la prevención y castigo del delito de genocidio, ya que el mismo se limita a señalar que habrán
de castigarse, además de los propios de delitos de genocidio, cualquier acto consistente en "la
instigación directa y pública a cometer genocidio", es lo que ha motivado que el referido sector
doctrinal sostenga que ha de interpretarse el precepto cuestionado como una modalidad de
apología del genocidio pues de otra manera podría resultar contrario al derecho a la libertad de
expresión reconocido en el art. 20.1 CE. No comparte, sin embargo, ese punto de vista toda vez
que no sólo ello no se desprende del tenor literal del art. 607.2 CP sino que la apología del
genocidio está específicamente sancionada en el art. 615 CP con penas más severas. Cree, en
consecuencia, el Ministerio Fiscal que la conducta típica que ha de confrontarse en este caso
con el derecho a la libertad de expresión no es una conducta de instigación o incitación directa al
genocidio sino, simplemente, la consistente en difundir ideas que nieguen o justifiquen hechos ya
históricos de genocidio; conducta esta última cuya punición habría decidido el legislador penal en
tanto en cuanto representa un peligro de que con ella pueda generarse un clima de aceptación y
olvido de tales hechos que se estima improcedente en el seno de una sociedad democrática y
que puede propiciar el surgimiento de brotes de violencia racial o étnica no deseados.
Una vez delimitado de esta suerte el tipo penal de referencia, se plantea el Ministerio
Fiscal si, así entendido, puede atentar contra el derecho a la libre expresión de opiniones, ideas
o juicios de valor por parte del autor de tales conductas. Para desarrollar tal análisis, comienza
por referirse a lo que, a su modo de ver, constituye el verdadero significado, alcance y límites del
indicado derecho como fundamento esencial de toda sociedad democrática. Con cita expresa de
las SSTEDH de 23 de septiembre de 1998 (caso Lediheux), 8 de julio de 1999 (casos Sürek,
Baskaya y Okçuoglu) y 29 de septiembre de 1999 (caso Oztürk), concluye a este respecto que
con la salvedad de lo establecido en el art. 10.2 del Convenio, el derecho a la libertad de
expresión da cobertura no sólo a las ideas e informaciones aceptadas favorablemente o
consideradas como inofensivas o indiferentes, sino también a aquéllas que molestan, chocan o
inquietan, pues así lo requieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu de apertura sin los cuales
no hay sociedad democrática. Ello no obstante, reconoce el Fiscal General que en determinados
supuestos los Estados pueden adoptar medidas de injerencia en el ejercicio del derecho a la
libertad de expresión, siempre y cuando tales medidas estén dirigidas al logro de algunos de los
fines legítimos enunciados en el art. 10.1 del Convenio y de que sean imperiosamente
necesarias. En este mismo sentido, las SSTC 214/1991 y 176/1995, tras subrayar que ese
derecho no es absoluto, habrían recordado que, por lo que se refiere en particular a los sucesos
acaecidos durante la segunda guerra mundial, ha de distinguirse entre lo que no pasan de ser
"meras afirmaciones, dudas u opiniones acerca del holocausto judío, que podrían extenderse,
incluso, a la toma de posición en relación con la no existencia real del mismo, que quedarían
dentro del ámbito de protección del derecho fundamental a la libertad de expresión, por muy
reprobables que fueren" y, de otro lado, "aquellas opiniones que presentaren juicios ofensivos,
que no se limitaran a aportar correcciones exclusivamente personales de la historia sobre las
persecuciones de los judíos, o sobre cualquier otro tipo de homicidio cometido, sino que
conllevaren imputaciones efectuadas en descrédito o menosprecio de las propias víctimas del
mismo, que no podrían quedar amparadas por el derecho reconocido en el art. 20.1 a) CE".
Estima el Ministerio Fiscal que a este último tipo de opiniones es a las que responde el
precepto penal en cuestión, en tanto que medida que tiende a la prevención y sanción de todas
aquellas conductas de grave afrenta contra diferentes grupos o etnias, pues, desde su punto de
vista, la publicación y difusión de determinados contenidos ideológicos sobre la justificación o la
negación de un modelo tan arquetípico de genocidio como lo fue el de los judíos por el régimen
nazi incluye un elemento tendencial dado que tales comportamientos no son una mera expresión
de opiniones o ideas sobre hechos que acontecieron en la primera mitad del siglo XX, sino que
también van encaminados a hacer surgir estados de opinión tergiversados sobre este hecho
histórico, ciertamente contrario a lo que realmente aconteció, tratando así de fomentar el olvido
del mismo. De manera que la acción tipificada por el art. 607.2 CP hallaría su verdadera
localización "en aquellas conductas que no sólo se limitaran a la mera difusión de ideas u
opiniones sobre los fenómenos genocidas, sino que, inspirándose en un ánimo tendencial y al
hilo de esa difusión, trataran de generar un estado de opinión en la población favorable al
genocidio, que fuera llevado a cabo de forma planificada, sistematizada u organizada. Se trataría
pues, con el precepto, no ya de reputar como delito la libre difusión de ideas u opiniones, por
muy reprobables y rechazables moralmente que fueran, sino de proteger a la sociedad de
aquellos comportamientos que, con una sistemática preparación psicológica de la población, a
través de medios propagandísticos, generaren un clima de violencia y hostilidad que, de forma
mediata, pudieran concretarse en actos específicos de discriminación racial, étnica o religiosa".
Así entendido, el precepto cuestionado constituye, en opinión del Ministerio Fiscal, un
delito de peligro abstracto por el que el legislador penal ha decidido extender la protección propia
de esta rama del ordenamiento jurídico a conductas que potencialmente pudieran generar
ulteriores actos de violencia racial o étnica. Restaría, sin embargo, por analizar si, desde la
perspectiva del principio de intervención mínima del Derecho penal, estaría constitucionalmente
justificada la ampliación de la cobertura típica a conductas no directamente incluidas en el
Convenio de 1948. A este respecto, concluye el Ministerio Fiscal que el resurgimiento en los
últimos tiempos de movimientos xenófobos -claramente inspirados en los postulados defendidos
en su día por el nacionalsocialismo- cuya expansión pudiera generar un notable riesgo de
desestabilización del sistema democrático constituye justificación suficiente para la introducción
de un tipo penal como el aquí cuestionado, así como para la consiguiente injerencia estatal en el
derecho a la libertad de expresión respecto de aquellas opiniones o juicios de valor que pudieran
atentar contra el interés general en evitar que, por medio de la difusión de ideas o doctrinas de
contenido xenófobo o discriminatorio a través de determinados medios de comunicación, llegare
a la opinión pública un conjunto de mensajes que pudieran general planteamientos claramente
contrarios a los derechos humanos.
9. Por providencia de 6 de noviembre de 2007, se señaló para votación y fallo de la
presente Sentencia el día 7 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Voto particular que formula el Magistrado don Roberto García-Calvo y Montiel respecto de la
Sentencia dictada en la cuestión de inconstitucionalidad número 5152-2000, promovida por la
Audiencia Provincial de Barcelona en relación con el artículo 607.2 del Código penal, por
presunta violación del artículo 20.1 de la Constitución
Respetando la decisión mayoritariamente acordada en la cuestión de
inconstitucionalidad 5152-2000 y ejercitando mi derecho a discrepar reconocido en el art 90.2
LOTC, manifiesto mi disconformidad con la Sentencia dictada y a tal efecto formulo las
siguientes consideraciones:
1) En primer lugar y como punto de partida de las reflexiones que subsiguen, me resulta
inaceptable la conclusión de constitucionalidad que según términos literales del apartado
segundo de la parte dispositiva, establece: "Declarar que no es inconstitucional el primer inciso
del artículo 607.2 del Código penal que castiga la difusión de ideas o doctrinas tendentes a
justificar un delito de genocidio, interpretado en los términos del fundamento jurídico 9 de esta
Sentencia".
Tal determinación -respecto a cuya formulación, por referencia a uno de los fundamentos
jurídicos de la sentencia-, siempre me ha producido rechazo -aunque sea de uso frecuente en
este Tribunal- no sólo porque ensombrece la meridiana claridad que ha de presidir la formulación
de la parte dispositiva de las resoluciones jurisdiccionales, sino que en cuanto que obliga a
acudir a alguno de los razonamientos de aquélla para comprender el alcance de la conclusión
dispositiva, quebranta así el hilo discursivo de la Sentencia cuya concordancia fáctica y lectura
continuada debe propiciar, sin aditamento referencial alguno, la comprensión del fallo incluso
para los profanos en Derecho.
Seguidamente instrumento lo que considero como ortodoxa técnica analítica estructural
y, acudiendo al contenido del único fundamento jurídico (noveno) que la Sentencia de la que
discrepo dedica al problema, desde esa perspectiva me sorprende que haya de acudirse, con
"matizaciones" de excepcionalidad y justificación indirecta, a la libertad de configuración del
legislador en un ejercicio ajeno a una correcta hermenéutica, a fin de sostener que la tesis
mantenida en dicho fundamento que se intenta corroborar mediante "aderezos" argumentales
complementarios, el discurso que conduce a conclusiones con las que muestro mi desacuerdo.
Por el contrario, creo que simplemente bastará reseñar, sin aditamento "colateral"
alguno, la mencionada libertad de configuración legislativa para alcanzar soluciones distintas a
las consignadas en el segundo de los apartados del fallo de la Sentencia. Más adelante
explicitaré esta conclusión, ya que así
formulada quedaría reducida a una afirmación crítica puramente apodíctica.
2) Por otra parte, la afirmación que asumo -como dice la Sentencia- de que "no es desde
luego cometido de este Tribunal depurar técnicamente las leyes, evitar duplicidades o corregir
defectos sistemáticos, sino sólo y exclusivamente valar por que no vulneren la Constitución" no
creo que propicie la justificación de la constitucionalidad del inciso del art. 607.2 del Código penal
cuestionado a base de afirmar que la interpretación precedente -que se autotitula "conforme a la
Constitución"- pues creo que, en lugar de posibilitar la conclusión mayoritariamente acogida,
estimo, por el contrario, que, tanto operando con la técnica hermenéutica descrita en el art. 3 del
Código civil, es decir "Las normas se interpretarán según el sentido propio de sus palabras, en
relación con el contexto, los antecedentes históricos y legislativos, y la realidad social del tiempo
en que han de ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas",
como por la propia sistemática que ofrece el Código penal en el que está inserto el referido
precepto cuestionado y al que se refiere este Voto, dicha fórmula expositiva conduce a una
determinación de signo diferente.
A tal efecto conviene recordar que, dentro del título XXIV del Código penal vigente -
"Delitos contra la Comunidad Internacional"- el capítulo segundo regula los "Delitos de
genocidio". Existe, pues, un esquema clasificatorio, al que se añade el capítulo II bis -"Delitos de
lesa humanidad"- que pone en evidencia una voluntad legislativa de cerrar el elenco de la
conductas delictivas residenciadas en el título reseñado a través descripciones típicas que, en mi
opinión, se agotan en sentido "descendente" -aunque no por ello, alcanzan la impunidad. La
simple lectura del art. 607 del Código penal vigente evidencia una relación comprensiva de
dichos comportamientos punibles, cuya definición y sanción es acorde con las últimas tendencias
del Derecho comparado europeo.
Demostración palpable de lo precedentemente expuesto es la transcripción integral y
literal del precepto:
"Art. 607-1. Los que, con propósito de destruir total o parcialmente a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso, perpetraren alguno de los actos siguientes, serán castigados:
1.º Con la pena de prisión de quince a veinte años, si mataran a alguno de sus
miembros. Si concurrieran en el hecho dos o más circunstancias agravantes, se impondrá la
pena superior en grado.
2.º Con la prisión de quince a veinte años, si agredieran sexualmente a alguno de sus
miembros o produjeran alguna de las lesiones previstas en el art. 149.
3.º Con la prisión de ocho a quince años, si sometieran al grupo o a cualquiera de sus
individuos a condiciones de existencia que pongan en peligro su vida o perturben gravemente su
salud, o cuando les produjeran algunas de las lesiones previstas en el art. 150.
4.º Con la misma pena, si llevaran a cabo desplazamientos forzosos del grupo o sus
miembros, adoptaran cualquier medida que tienda a impedir su género de vida o reproducción, o
bien trasladaran por la fuerza individuos de un grupo a otro.
5.º Con la de prisión de cuatro a ocho años, si produjeran cualquier otra lesión distinta de
las señaladas en los núms. 2.º y 3.º de este apartado.
2. La difusión por cualquier medio de ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen los
delitos tipificados en el apartado anterior de este artículo, o pretendan la rehabilitación de
regímenes o instituciones que amparen prácticas generadoras de los mismos, se castigará con
la pena de prisión de uno a dos años."
Como elementos de refuerzo argumental de este Voto hemos de reseñar:
a) La exposición de motivos de la Ley Orgánica 4/1995, de 11 de mayo, modificadora del
Código penal en relación con las innovaciones introducidas en el precepto que ahora interesa ya
que, según se expone en ella:
- La proliferación en distintos países de Europa de episodios de violencia racista y
antisemita que se perpetran bajo las banderas y símbolos de ideología nazi obliga a los Estados
democráticos a emprender una acción decidida para luchas contra ella.
- España no permanece ajena al despertar de este fenómeno.
- Y, en fin, porque constata dicha proliferación, nos vemos obligados a dar un paso más
allá de la represión de cuantas conductas puedan significar apología o difusión de las ideologías
que defienden el racismo o la exclusión étnica, dado que constituyen -según la STC 214/1991-
obligación que no ha de verse limitada en nombre de la libertad ideológica o de expresión.
b) El contenido del Convenio de Nueva York de 9 de diciembre de 1948 para la
prevención y sanción del delito de genocidio y su Instrumento de adhesión de 13 de septiembre
de 1968, el art. 19 de la Declaración de derechos humanos, arts. 10 y 18 del Convenio de Roma
y los arts. 3 y 19 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos y la cobertura
jurisprudencial del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
c) Los antecedentes legislativos que acreditan la aprobación sin oposición alguna por
todos los grupos parlamentarios del nuevo Código penal surgido de la Ley Orgánica mencionada
y, por tanto, de la redacción dada a su art. 607. d) El art. 10 de la Convención europea para la
salvaguarda de los derechos del hombre y sus libertades fundamentales de 4 de noviembre de
1950 (BOE de 10 de octubre de 1979) que reconoce que el ejercicio de las libertades de opinión
e información puede ser sometida a restricciones o sanciones, previamente previstas en las
leyes que, regulando la libertad de expresión e informativa, deben interpretarse conforme a los
convenios en la materia suscritos por España.
Y, por último,
e) La Sentencia 214/1991 de este Tribunal Constitucional que literalmente dice que "Ni la
libertad ideológica, ni la libertad de expresión comprenden el derecho a efectuar
manifestaciones, expresiones o campañas de carácter racista o xenófobo, puesto que tal como
dispone el art. 20.4 CE no existen derechos ilimitados y ello es contrario no solo al derecho al
honor sino a otros bienes constitucionales como el de la dignidad humana ... el odio y el
desprecio a todo un pueblo o una etnia (a cualquier pueblo o cualquier etnia) son incompatibles
con el respeto a la dignidad humana, que sólo se cumple si se atribuye por igual a todo hombre,
a toda etnia, a todos los pueblos".
3) La explicitación anunciada y referida a la libertad de configuración legal ha de
apoyarse sobre la base de negar que el tipo delictivo cuestionado adolezca de vaguedad o sea
"difuso", sino que tiene como punto de referencia concreta el delito de genocidio, pues -tal como
destaca el Abogado del Estado-, en su minucioso y fundado informe, "basta la lectura del art.
607.2 CP, para comprobar que los tipos que de su enunciado resultan, no pueden identificarse
con ese vaporoso 'resto' sin explicación y sin contenido como parece sugerir la Sala que plantea
la cuestión de inconstitucionalidad: la justificación y negación de los delitos de asesinato, o de las
agresiones sexuales, o de los traslados forzosos de poblaciones, o las esterilizaciones, o las
pretensiones rehabilitadoras de regímenes que amparen estos delitos, no son leves
perturbaciones de la igualdad jurídica, ni su punición responde al modesto propósito de evitar
discriminaciones ocasionales. Se trata de condenar acciones que el legislador ha valorado como
causas de impulso directísimo a la perpetración de graves delitos que dañan a los intereses más
esenciales de la convivencia humana. Y la apreciación de esta relación causal entre la
exposición divulgadora de ciertas doctrinas o ideas y los crímenes más abyectos, no es un
capricho ocasional o repentino del legislador, ni una presunción irrazonable o excesiva, sino el
producto de unas dolorosas experiencias históricas. Por tanto, el art. 607.2, no carece de
contenido".
Por ello, por más que se esfuerce la Sentencia mayoritaria, no justifica la conclusión
segunda de su parte dispositiva, ya que únicamente aporta -en las únicas dos páginas y media
que se dedican a justificar la decisión de inconstitucionalidad de la que discrepo- matizaciones
dialécticas que, a mi entender, sólo constituyen un puro excurso argumental formalista, dado
que, según se deriva de la misma, aquéllas se incardinan en la teórica y no empírica distinción
entre incitación directa o indirecta a la comisión de delitos contra el derecho de gentes situando
la negación del genocidio en "el ámbito de las meras opiniones sobre los hechos históricos, es
decir, en la esfera cubierta por el derecho de la libre expresión", permitiendo el juego de los
artículos 16.1 CE (libertad ideológica) y 20.1 a) CE (libertad de opinión) y, consecuentemente, la
imposibilidad de considerar dicho comportamiento descrito en el inciso tantas veces referido del
art. 607.2 CP como constitucionalmente correcto.
Tomo aquí nuevamente las palabras del Abogado del Estado: "las ideas y doctrinas
criminalizadas en el art. 607.2 CP son las genocidas. No se trata de propagar doctrinas
simplemente adversas a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Tampoco se trata de la pura
negación de unos hechos, como puede ser el exterminio de unos seis millones de judíos por el
régimen criminal que gobernó el Reich alemán entre 1933 y 1945. El precepto pena la negación
o justificación 'de los delitos', no la pura negación de hechos, abrumadoramente ciertos, por
desgracia para la humanidad, en el caso de la destrucción de los judíos europeos. Propiamente,
no esté en juego la libertad de información, que no protege las falsedades deliberadas
('información veraz', art. 20.1.d CE). Está en juego la difusión de cierto tipo de ideas o doctrinas".
4) En definitiva, estamos en presencia de un delito de peligro abstracto que con
especificidad propia se diseña a partir de la polivalente expresión cual es la "difusión" que abarca
tres modalidades comisivas con una concreta referencia a "los delitos tipificados en el apartado
anterior de esta artículo". Con ello se cierra el círculo sancionador previsto por el legislador para
las conductas relativas al delito de genocidio, que, por ello resulta distinto y diferenciado de otras
figuras criminales como la provocación para delinquir (art. 18 CP), o la incitación al odio racial
(arts. 510, 515.5, 519 y 615 del mismo CP) supuestos de concurso o conflicto de leyes para los
que el art. 8 del Código penal ofrece las procedentes soluciones.
En mi opinión, creo que no cabe sino concluir que, ante las razones de sistemática
expuestas y por la propia naturaleza del delito, la descripción típica referida a "la justificación del
genocidio" conforma a aquél como una figura penal, de peligro abstracto, en cuanto que, en
correspondencia con mi criterio y con la meridiana objetividad y penoso recordatorio, que el
Abogado del Estado reseña, esa naturaleza se conforma, por contraposición, "al peligro concreto
que representa el tiro en la nuca, el coche bomba o la expulsión del territorio para determinadas
clases de personas. La difusión de ideas y doctrinas racistas o xenófobas han logrado estimular
resortes psicológico-sociales no bien conocidos, y crear una atmósfera social que, como
demuestra el desarrollo de los hechos en la Alemania nazi, comienza con la discriminación legal
en el acceso a cargos públicos y profesionales; sigue con el estímulo de la emigración de parte
de la población; y se extiende e intensifica a todos los campos de la convivencia hasta los
extremos de destrucción y exterminio que conoce la historia".
Son pues, las precedentes referencias las que permiten llegar a la conclusión que se
refleja en este Voto en cuanto ésta deviene de su "comparación sistemática con otros preceptos
penales, con los que verdaderamente tiene una más estrecha y directa relación, esto es con los
delitos de especialísima gravedad que relaciona el apartado primero del propio artículo y que se
agrupan bajo la rúbrica de 'delitos de genocidio'. Dicha vinculación es tanto más intensa cuanto
que el tipo cuya constitucionalidad niega la resolución mayoritariamente adoptada se integra por
vía de remisión con elementos definitorios de los delitos enumerados en los distintos apartados
del párrafo 1, que no son sino delitos de resultado".
Si -como destaca el Ministerio Fiscal- a ello se añade que "el núcleo de la acción
castigada se enmarca bajo la común rúbrica de la difusión, que lleva implícito el requisito de la
publicidad, ya que el término que encabeza el tipo implica la utilización de medios de
comunicación para la puesta en conocimiento general de lo que es objeto de opinión o juicio de
valor, lo que, consiguientemente, presupone el conocimiento, al menos potencial, por una
pluralidad de personas de lo opinado o valorado", habrá de concluirse necesariamente en que
ambas conductas delictivas -negación y justificación-, e incluso la tercera, cual es la de
"pretender la rehabilitación de regímenes o instituciones que amparen prácticas generadoras de
los mismos" (delitos tipificados en el apartado anterior), unidas todas ellas por la conjunción
disyuntiva "o" más no por la copulativa "y"-reflejadas en los incisos del apartado 2 del art. 607 del
Código penal- han de tener el mismo calificativo, que no puede ser otro que el de acordes con la
Constitución.
5) A partir de las especificaciones anteriores en las que se destaca como, ante concretas
formas delictivas -nuevas en otros tiempos y resurgentes en los actuales (piénsese en además
del genocidio, en el narcotráfico o en el terrorismo)- el legislador ofrece respuestas en las que el
soporte de los derechos fundamentales que entran en conflicto o resultan afectados no se
alteran sino que se limitan, no podemos desautorizar constitucionalmente el principio de
configuración legal ni el de intervención mínima propio del Derecho penal con benevolentes,
artificiosas y teóricas prevenciones que, en lugar de consolidar dichos derechos, lo que hacen es
debilitar la salvaguarda de aquéllos, los cuales, por su objetiva primacía y efectiva realidad,
merecen -no con privilegiada preferencia, más sí con empírica y casuística evaluación y sin otra
finalidad que ajustar a términos de razonabilidad y proporcionalidad- otra solución jurídica que la
ofrecida por la Sentencia aprobada por la mayoría de mis compañeros para solventar los
conflictos que entre ellos puedan suscitarse.
Creo que con dicha exposición queda así justificada mi discrepancia con la Sentencia
mayoritaria, cuya parte dispositiva, a mi modesto entender, debió declarar constitucionales los
dos incisos a los que se hace referencia en la misma. Parecer que, con todo el respeto,
manifiesto frente a quienes comparten la decisión aprobada por el Pleno de este Tribunal
Constitucional.
En Madrid, a siete de noviembre de dos mil siete.-Roberto García-Calvo y Montiel.-
Firmado y rubricado.
Voto particular que formula el Magistrado don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez respecto
de la Sentencia del Pleno de 7 de noviembre de 2007, referente al delito de difusión de ideas que
nieguen o justifiquen delitos de genocidio
1. Disiento de la Sentencia aprobada en el día de hoy. La cuestión de
inconstitucionalidad de la que nació este proceso en el año 2000 planteaba, y planteará,
problemas procesales, en los que no me voy a detener. Tampoco voy a entrar en un análisis
jurídico-penal del art. 607.2 CP. Me basta señalar que no cabe independizar los tipos del art.
607.1 de los del art. 607.2 CP (en contra de lo que se asevera en el FJ 6), ni es convincente
diferenciar penalmente la negación de los delitos del art. 607.1 CP, que se considera inane, de la
justificación de los mismos, que se acepta tras una trabajosa interpretación (FJ 9 de la Sentencia
de la mayoría). Una crítica de esos extremos se encuentra en las consideraciones que se vierten
en los Votos particulares de dos de mis compañeros del Pleno, que comparto. Voy a exponer mi
discrepancia con la Sentencia de la mayoría desde el punto de vista del Derecho constitucional y
del Derecho comunitario futuro, que son los que me preocupan.
2. El artículo 1.1 de la Constitución española declara que tanto la libertad como el
pluralismo político son valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico.
Desde la transición democrática, cuyo aniversario se ha festejado recientemente,
España ha sido el país del pluralismo. En el ámbito social, el económico, el político y en la
vertebración territorial del Estado el pluralismo ha sido el signo que ha marcado estos treinta
años de experiencia democrática. En ese marco, nuestra Constitución de 1978 ha cobijado con
generosidad a todos los españoles, sin acepción de ideología, de credo o de partido.
Se ha afirmado, sin embargo, que "la paradoja de la libertad es también la paradoja del
pluralismo". La experiencia del constitucionalismo europeo, en el período de entreguerras del
siglo XX, demostró que la aparición de fuerzas antipluralistas en el seno de una sociedad
democrática pone en cuestión, con excesiva facilidad, la libertad y el sistema pluralista mismo.
Europa vivió entre 1918 y 1945 la época dorada del constitucionalismo clásico, basada
en lo que se llamó, en forma expresiva, "exceso de confianza en la soteriología jurídica".
Profesar una fe inocente en el Derecho constitucional, considerándolo como realidad salvadora
que, por sí misma, asegura la libertad o el pluralismo fue un camino que se truncó por
experiencias dramáticas en países que conocieron las Constituciones técnicamente más
perfectas que ha ideado el genio humano.
Dejando aparte la propia experiencia de nuestra guerra civil, pese a la Constitución de la
II República española de 1931, el colapso de la Constitución
de Weimar de 1919, pocos meses después de que el Mariscal Hindenburg encomendase a una
coalición de partidos que apoyaba a Adolf Hitler la formación de un gobierno nacionalsocialista
en 1933, o la impotencia de muchas Constituciones de la Europa central u oriental para frenar el
totalitarismo comunista, tras la segunda guerra mundial, llevó en la posguerra inmediata a la
Declaración universal de derechos humanos de 10 de diciembre de 1948, al Convenio de Roma
de 4 de noviembre de 1950, al Tribunal de Estrasburgo y a la misma Convención para la
prevención y sanción del delito de genocidio de 9 de diciembre de 1948, en cuyo cumplimiento
se dicta el art. 607 CP que nos ocupa.
Al igual que la Ley Fundamental de Bonn (artículo 1) la Constitución española de 1978
proclamó, por ello, que "la dignidad de la persona humana" es el primero de los fundamentos del
orden político y de la paz social (art. 10.1 CE), al considerar que sólo una concepción del
Derecho fundada en dicha dignidad puede fundamentar un Estado social y democrático de
Derecho y que dicho Estado debe contar además, para ser plural, con mecanismos de garantía
frente a la repetición de intentos de perversión del pluralismo.
En este contexto histórico se explican las leyes que incriminan a quienes niegan o
trivializan el holocausto nazi o, como en España, lo hacen respecto de los delitos de genocidio
tipificados en el art. 607.1 CP o de enaltecimiento del terrorismo, en el art. 578. Alemania,
Austria, Bélgica, la República checa, Eslovaquia, Francia, Holanda, Liechtenstein, Lituania,
Polonia, Rumania y Suiza forman, junto a Israel, una lista de honor en la que, desde la
inconstitucionalidad parcial del art. 607.2 CP que declara la Sentencia de la que discrepo, se
difumina el nombre de España.
La Resolución del Parlamento Europeo sobre memoria del Holocausto, antisemitismo y
racismo recuerda que el 27 de enero de 2005 no debe servir sólo para el recuerdo estremecedor
del sexagésimo aniversario de la liberación del campo de exterminio nazi en Auschwitz-Birkenau,
donde fueron asesinados un millón y medio de judíos, personas de etnia romaní, polacos, rusos,
prisioneros de varias nacionalidades y homosexuales, sino también debe servir de lección para
alertar de los peligros que derivan del "preocupante aumento del antisemitismo, especialmente
los incidentes antisemitas en Europa" (sic).
En efecto, el riesgo de los grupos antipluralistas no se limita hoy a un mero
antisemitismo. El menosprecio y el vilipendio también amenaza a las minorías africanas, árabes
y asiáticas y a los inmigrantes no europeos que confluyen en forma significativa en el presente
siglo en nuestro continente. De ahí el acierto de la tipificación de las diferentes formas de
genocidio en el art. 607.1 CP y la consecuente punición de la difusión de ideas o doctrinas que
nieguen o justifiquen tales delitos en el art. 607.2 CP. Este antipluralismo puede ser hoy un
"peligro presente y claro" en una nueva Unión Europea formada por quinientos millones de seres
humanos. Por eso la propuesta de Decisión Marco relativa a la lucha contra el racismo y la
xenofobia, aprobada por el Consejo de la Unión Europea el 20 de abril de 2007, considera que el
racismo y la xenofobia constituyen una amenaza actual para los 27 Estados miembros de la
Unión, que debe llevar a definir un nuevo Derecho penal común a los quinientos millones de
seres humanos que integran la Unión Europea, donde se castigue la "negación" o la
"trivialización ofensiva" ("denying or grossly trivialising") de los crímenes de genocidio. Se trata
de que ningún Estado europeo se pueda convertir en refugio y centro de propaganda de los
nuevos grupos antipluralistas, para no repetir en este siglo los errores del siglo XX. Dicha
propuesta de Decisión Marco que se declara, por supuesto, compatible con las libertades de
expresión y asociación reconocidas en los arts. 10 y 11 CEDH, tiene un alcance más amplio de
lo que se recoge en el FJ 9 de la Sentencia de la mayoría y, sin duda, consonante con el
elemento tendencial que exigía ya el art. 607.2 CP antes de nuestra Sentencia, como se razona
en el Voto particular del Magistrado don Pascual Sala Sánchez.
3. En un célebre Voto particular (caso Milk Wagon Drivers Union of Chicago v.
Meadowmoor) el Juez Black, del Tribunal Supremo norteamericano, afirmaba, en 1941, que la
libertad de hablar y escribir sobre asuntos públicos es tan importante para el gobierno en
América como el corazón para el cuerpo humano. La libertad de expresión -decía- es el corazón
mismo del sistema de gobierno norteamericano. Por eso cuando el corazón se debilita desfallece
el sistema y cuando se silencia el resultado es su muerte.
La Sentencia de la que disiento se inspira en esta doctrina al fundar su razón de decidir
(FJ 9 y fallo) en la libertad de expresión del art. 20 CE y opera sobre el sentido y alcance del art.
607.2 CP, en aras de esa libertad de expresión (FFJJ 4, 6 y 9).
Tal amplitud de la libertad de expresión representa, sin embargo, un retroceso
inoportuno y grave en las garantías del pluralismo que regían en España y en los países de la
Europa democrática actual que acabo de citar. En el año 1941, cuando el Juez Black escribía su
famoso Voto particular, el viaje a Estados Unidos no era una travesía virtual por Internet.
Cruzaban el Atlántico miles de barcos en los que huían de la Shoá, holocausto o sacrificio por
fuego, miles de seres portadores de "vidas indignas de ser vividas". Entretanto la vieja Europa
contemplaba el sacrificio de seis millones de judíos, que no habían podido alejarse de una
realidad monstruosa que desconocía la dignidad que todo ser humano tiene, en su irrepetible
individualidad. Cada continente genera sus propios monstruos y la frialdad burocrática de un
régimen que practicaba científicamente todas las conductas genocidas que tipifica hoy nuestro
art. 607 CP no se produjo en América, sino en Europa. Por eso la primera enmienda de la
Constitución de los Estados Unidos contempla, fiel a la tradición de los pilgrim fathers de la
Unión americana, una "precious freedom of expression", mientras que -con la excepción del
Reino Unido y los países escandinavos- los Estados democráticos europeos no encuentran
reparo en adoptar leyes que incriminan a quienes niegan o trivializan los crímenes del holocausto
nazi o el genocidio. En Europa el puesto de honor en la lista de los derechos fundamentales lo
ostenta la dignidad del ser humano, por lo que no nos debemos dejar deslumbrar por categorías
ajenas a la experiencia europea.
4. El problema constitucional se acrecienta, y ahí se profundiza aún más mi
discrepancia, cuando, con cita de la STC 48/2003, de 12 de marzo, sobre la Ley Orgánica
6/2002, de 27 de junio, de partidos políticos, el fallo de la mayoría produce una modificación de
la doctrina vertida en el FJ 7 de aquella Sentencia unánime del Pleno, al no reparar en que, ante
delitos como el de genocidio, se trae a colación siempre la dignidad del ser humano, que
tratamos con cuidado exquisito en el FJ 7 de la referida STC 48/2003. La Sentencia de la
mayoría considera que las ideas u opiniones que han dado origen a esta cuestión de
inconstitucionalidad "resultan repulsivas desde el punto de vista de la dignidad humana
constitucionalmente garantizada" (sic en FJ 4) pero ello no impide concluir que, al menos en
parte, deben encontrar cobijo en una visión de la libertad de expresión del art. 20 CE de la que
discrepo.
Esta doctrina se contrapone a lo que declaramos en las SSTC 214/1991, de 11 de
noviembre (caso León Degrelle) y 176/1995, de 12 de enero (caso del cómic Hitler-SS). En
efecto, la STC 214/1991 desarrolló una teoría revolucionaria de la legitimación procesal, para
concedérsela a doña Violeta Friedmann, mujer judía superviviente del campo de exterminio de
Auschwitz-Birkenau que reivindicaba su derecho al honor y el de todos los judíos frente a una
posición negadora de los crímenes del celebérrimo doctor Mengele. Afirmamos en el FJ 8 de
aquella importante Sentencia que el artículo 20.1 CE no garantiza el derecho a expresar y
difundir un determinado entendimiento de la Historia y del mundo tendente a menospreciar y
discriminar a personas o grupos en un discurso antisemita, racista o xenófobo pues ello viola la
dignidad de la persona humana, que es (en el art. 10.1 CE) uno de las fundamentos del orden
político y de la paz social. Más contundente, si cabe, fue la STC 176/1995 cuando, en su FJ 5,
apostilló que la libertad de expresión es un valor fundamental del sistema democrático que
proclama nuestra Constitución, pero que un uso de ella que niegue la dignidad humana, núcleo
irreductible del derecho al honor en nuestros días, se sitúa por sí mismo fuera de la protección
constitucional (SSTC 170/1994 y 76/1995). "Un cómic como este, que convierte una tragedia
histórica en una farsa burlesca, ha de ser calificado como vilipendio del pueblo judío, con
menosprecio de sus cualidades para conseguir así el desmerecimiento en la consideración
ajena, elemento determinante de la infamia o la deshonra".
Por ello disiento, en Madrid, a siete de noviembre de dos mil siete.-Jorge Rodríguez-
Zapata Pérez.-Firmado y rubricado.
Voto particular que formula el Magistrado don Ramón Rodríguez Arribas, respecto a la
Sentencia del Pleno de 7 de noviembre de 2007, dictada en la cuestión de inconstitucionalidad
núm. 5152-2000
En el ejercicio de la facultad que nos confiere el art. 90.2 LOTC y con el pleno respeto a
la opinión de la mayoría, expreso mi discrepancia con la Sentencia que fundo en las siguientes
consideraciones:
1. La Sentencia al final del FJ 7 sostiene que el precepto que sanciona la negación del
delito de genocidio solo "resultaría conforme a la Constitución si se pudiera deducir del mismo
que la conducta sancionada implica necesariamente una incitación directa a la violencia contra
determinados grupos o un menosprecio a las víctimas del delito de genocidio".
Pues bien, el llamado "negacionismo" es, en sí mismo y cuando menos, un claro
menosprecio hacia las víctimas que lo sufrieron y así se presenta en cuantas ocasiones se
produce en la realidad de quienes sostienen, por ejemplo, que el holocausto no existió y que solo
es propaganda sionista; pretender amparar semejantes actitudes en la libertad de expresión es
degradarla; por el contrario, y como sostiene el Ministerio Fiscal, dichas actitudes van
encaminadas a hacer surgir estados de opinión tergiversados sobre este hecho histórico,
ciertamente contrarios a lo que realmente aconteció, tratando así de fomentar el olvido del
mismo, por lo que el precepto no trata de castigar la libre difusión de ideas u opiniones, por muy
reprobables y rechazables moralmente que fueran, sino de proteger a la sociedad de aquellos
comportamientos que, una sistemática preparación sicológica de la población, a través de
medios propagandísticos, generarían un clima de violencia y hostilidad que, de forma mediata,
pudiera concretarse en actos específicos de discriminación racial, étnica o religiosa; ciertamente
este es un peligro que una sociedad democrática no puede permitirse correr en las actuales
circunstancias, en las que no puede negarse el rebrote de esas actitudes.
No se trata de favorecer la fórmula "de una democracia militante" pero sí de impedir la
conversión de las instituciones que garantizan la libertad en una "democracia ingenua" que
llevara aquel supremo valor de la convivencia hasta el extremo de permitir la actuación impune
de quienes pretenden secuestrarla o destruirla.
2. Tampoco comparto que el precepto, en la parte que es objeto de la declaración de
inconstitucionalidad, pueda ser vulnerador de la libertad científica (art. 20.1 b CE) porque no se
trata de castigar el resultado de la investigación de un historiador demenciado que llegara a la
absurda conclusión de la inexistencia de un genocidio universalmente contrastado, en cuyo caso
no habría elemento intencional alguno, y por lo tanto no resultaría punible, sino de poner coto,
mediante la sanción penal, a la profusión de informaciones directamente encaminadas a
minimizar o a explicar hechos monstruosos de genocidio para romper la barrera de repugnancia
social que impide su temible repetición. Que ese elemento intencional, que por otra parte no se
pone en duda respecto a la justificación, es el mismo que tendencialmente afecta a la negación
del delito de genocidio, lo pone de manifiesto la equiparación que entre ambas conductas realiza
el legislador español cuando tipifica en el apartado 2, del art 607 CP, como una misma conducta
punible "la difusión por cualquier medio de ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen los
delitos", utilizando, significativamente, la preposición alternativa "o", lo que debería haber
conducido a entender que tanto una como otra forma de actuación se refiere a los delitos y por lo
tanto no son contrarios a nuestra Constitución, evitando la situación, en cierta manera
paradójica, de que mientras en muchos países se comienza a castigar penalmente el antes
citado "negacionismo" y se postula su general inclusión en los códigos penales de la Unión
Europea, sea España, que se había anticipado a tipificarlo, ahora precisamente lo despenalice.
Madrid, a siete de noviembre de dos mil siete.-Ramón Rodríguez Arribas.-Firmado y
rubricado.
Voto particular que formula el Magistrado don Pascual Sala Sánchez a la Sentencia de
este Tribunal recaída en la cuestión de inconstitucionalidad 5152-2000, planteada por la Sección
Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona respecto del artículo 607.2 del vigente Código
penal
Con todo respeto hacia la posición mayoritaria, discrepo de la fundamentación jurídica
en que se sustenta y del fallo a que la misma conduce solo en cuanto se refiere a la declaración
de inconstitucionalidad del primer inciso del precitado artículo 607.2 CP 1995, en el extremo en
que castiga la difusión de ideas o doctrinas "que nieguen" un delito de genocidio, sin permitir, por
tanto, una interpretación conforme con la Constitución a diferencia de lo que hace respecto de la
conducta consistente en la difusión de ideas o doctrinas que "justifiquen" un delito de la misma
clase.
Baso mi discrepancia, una vez está delimitada en los términos que acaban de
exponerse, en las siguientes razones:
1. La exigencia de un elemento tendencial en el tipo definido en el antecitado artículo
607.2 CP, que la Sentencia de que discrepo considera comprendido en la conducta consistente
en la difusión de ideas o doctrinas que "justifiquen" un delito de genocidio (FJ 9) y que sin
embargo no admite en aquéllas que lo nieguen, elemento este que la Sentencia de la que
disiento (FJ 8, último párrafo) concreta en que la difusión de ideas o doctrinas -opiniones las
llama- "fuese en verdad idónea para crear una actitud de hostilidad hacia el colectivo afectado",
resulta -dicho sea con todo respeto- en sí misma contradictoria, habida cuenta que la figura
delictiva las identifica cuando coloca en la misma posición la negación y la justificación,
conductas a las que simplemente separa por la disyuntiva "o".
Quiere indicarse con esto que si "justificación", como dice la Sentencia aprobada,
equivale a "incitación indirecta" a la comisión de delitos de genocidio, de tal forma que así se
produciría, "en primer lugar, cuando la justificación de tan abominable delito suponga un modo
de incitación indirecta a su perpetración" o cuando, en segundo lugar, "con la conducta
consistente en presentar como justo el delito de genocidio se busque alguna suerte de
provocación al odio hacia determinados grupos definidos mediante referencia a su color, raza,
religión u origen nacional o étnico, de tal manera que represente un peligro cierto de generar un
clima de violencia y hostilidad que puede concretarse en actos específicos de discriminación" (FJ
9), no se comprende bien como esa misma interpretación puede resultar inadecuada cuando se
trata de la conducta consistente en la "negación".
Y es que lo que el precepto cuestionado castiga en las dos conductas -no se olvide,
legislativamente equiparadas- no es la simple "negación" en abstracto o la "justificación"
consistente en "la proclamación de ideas o posiciones políticas propias o adhesión a las ajenas"
(FJ 9), sino esas mismas "negación" o "justificación" en cuanto signifiquen, como acaba de
decirse, la presentación como justo de un delito de genocidio en términos tales que suponga una
incitación indirecta a su comisión.
2. Aun prescindiendo del mencionado elemento tendencial, que como acaba de
razonarse si se admite para una de las dos conductas contempladas en el artículo 607.2 CP ha
de admitirse para las dos, se ha de llegar a la misma conclusión de constitucionalidad del
precepto tan pronto se tenga en cuenta que no solo no constituye una interpretación irrazonable
o errónea del tipo definido en el artículo 607.2 CP, sino que, por el contrario, resulta ajustado a
los parámetros de la lógica entender que el precepto en cuestión define el delito de genocidio
con un presupuesto común a todas las modalidades comisivas que contempla, a saber: la
exigencia del propósito de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o
religioso. Lo que ocurre es que el artículo 607.1, en sus cinco ordinales, hace referencia a
conductas directa y hasta físicamente lesivas de bienes jurídicos ligados a la vida, integridad
física, salud o condiciones de vida y, en cambio, el artículo 607.2 CP hace relación solamente,
como se ha repetido, a la difusión de ideas o doctrinas que nieguen o justifiquen no los hechos
sustentadores de las formas comisivas del apartado 1, sino "los delitos tipificados" en dicho
apartado, delitos estos que no pueden cometerse sin el "propósito" previo anteriormente
destacado. Al ser así, entender que ese elemento tendencial está también inmerso en las
modalidades comisivas del tan mencionado apartado 2 es un razonamiento perfectamente
coherente con la más elemental lógica jurídica.
3. Es cierto que este argumento podría ser tachado de interpretación de legalidad
ordinaria que no incumbe hacer a este Tribunal y sí a los correspondientes órganos de la
jurisdicción ordinaria. Pero no lo es menos que sirve para poner de relieve que se trata de una
interpretación, lo mismo que la argumentada en el apartado 1 de este Voto, perfectamente
factible y, por ello, susceptible de ser sustentada por el Tribunal a quo que planteó la cuestión
parcialmente acogida en el criterio mayoritario, del mismo modo que, en relación con el caso
concreto que enjuiciaba, podía haber resuelto cualquier problema concursal o de compatibilidad
que ese caso pudiera presentar respecto de los delitos relativos al ejercicio de los derechos
fundamentales y libertades públicas que citaba el Auto de planteamiento (arts. 510, 515.5 y 519
CP).
4. Tampoco puede decirse que la declaración de inconstitucionalidad de la difusión por
cualquier medio de ideas o doctrinas que "nieguen"los delitos de genocidio sea conforme con los
textos internacionales más recientes o, con una perspectiva constitucional, con la necesidad de
evitar la introducción en el tipo penal de elementos que no figuran recogidos en su tenor literal.
Lo primero porque, precisamente, el artículo 1 de la Propuesta de Decisión Marco
relativa a la lucha contra el racismo y la xenofobia, probada por el Consejo de la Unión Europea
en su reunión de 20 de abril de 2007, y a la que alude la Sentencia de que discrepo en su FJ 9,
limita la obligación de los Estados miembros en la adopción de medidas que garanticen el
castigo de la apología pública de los crímenes de genocidio, y también de la negación o
trivialización flagrante de los mismos, a los casos en que "la conducta se ejecute de tal manera
que pueda implicar una incitación a la violencia o al odio" contra el grupo social afectado. Es
decir, la propuesta mencionada sigue en este punto el mismo criterio que el del artículo 607.2 del
Código penal español o, lo que es lo mismo, exige que tanto para el apología pública de los
crímenes de terrorismo (en la propuesta no se contempla directamente la justificación) como
para su negación o trivialización es necesario el elemento tendencial de que "la conducta se
ejecute de tal manera que pueda implicar una incitación a la violencia o al odio". Obsérvese
cómo en este instrumento no se plantea duda alguna acerca de que la negación de los crímenes
(calificación jurídica como es igualmente la de delitos que hace el Código español) entre en la
obligación de los Estados de adoptar medidas punitivas o de castigo en su contra, siempre que,
como en los demás casos (apología o trivialización), concurra el elemento tendencial de
referencia.
Lo segundo porque los principios de presunción de constitucionalidad del legislador
democrático y de conservación de la Ley, como también la Sentencia de que disiento reconoce
(FJ 7), conducen al entendimiento de que solo cabe declarar la inconstitucionalidad de aquellos
preceptos cuya incompatibilidad con la Constitución resulte indudable por ser imposible una
interpretación conforme a la misma (SSTC 111/1993, de 25 de marzo, FJ 8; 24/2004, de 24 de
febrero, FJ 6; 131/2006, de 27 de abril, FJ 2). Aunque los aludidos principios no permiten que el
Tribunal Constitucional reconstruya una norma para concluir su constitucionalidad ni que la
interpretación conforme acabe siendo una interpretación contra legem, es necesario para ello
que el sentido de aquella -de la norma, se entiende- sea "evidente" y, como tal, contrario a la
aludida posibilidad (STC 11/1981, de 8 de abril, FJ 4) o que, en vez de una auténtica
interpretación conforme, se incurra en una desfiguración o manipulación de los enunciados
legales equivalentes a la creación de una norma nueva y a la conversión del Tribunal
Constitucional en legislador positivo (SSTC 235/1999, de 20 de diciembre, FJ 13; 194/2000, de
19 de julio, FJ 4, y 184/2003, de 23 de octubre, FJ 7).
Pues bien; basta reiterar las consideraciones hasta ahora hechas para rechazar que la
exigencia en la conducta de difusión de doctrinas que nieguen los delitos de genocidio del
elemento tendencial de incitación indirecta a la violencia o al odio pueda ser calificada de
desfiguración o manipulación del texto legal, cuando es lo cierto que ese elemento tampoco
figura explicitado en la conducta equivalente de justificación y cuando no sería nunca admisible
interpretar que el legislador del Código penal hubiera querido incriminar solo una aséptica
conducta de negación fáctica desprovista de toda intencionalidad. Esta, con todos los respetos,
sí podría merecer el concepto de interpretación abusiva y sacada de contexto y, al propio tiempo,
el de una innecesaria restricción en la incriminación de conductas penalizadoras del
gráficamente llamado "discurso del odio", que todas las modalidades de genocidio y de su
defensa implican y que todo Estado democrático está obligado a perseguir.
Téngase presente, además, que es difícilmente comparable el caso examinado en la
STC 43/2004, de 23 de marzo, con el que se contempla en la presente cuestión de
inconstitucionalidad, como hace el FJ 8 de la Sentencia de que discrepo al invocarla. En la citada
Sentencia se trataba de una supuesta vulneración del derecho al honor a consecuencia de un
reportaje biográfico, en el que se narraba una causa penal ante un consejo de guerra durante la
guerra civil, que este Tribunal consideró protegido por la libertad científica del historiador para
denegar el amparo interesado por los hijos de quien había actuado como testigo de cargo en el
citado proceso. En la presente cuestión se contempla, en cambio, una conducta de distribución,
difusión y venta de todo tipo de materiales en soporte documental y bibliográfico, en los que "de
forma reiterada e inequívocamente vejatoria para el grupo social integrado en la comunidad judía
(sic en el relato de hechos probados de la Sentencia condenatoria recaída en la primera
instancia penal no contradichos, ni cuestionados o modificados en la apelación) se negaba la
persecución y genocidio sufridos por dicho pueblo durante el periodo histórico de la Segunda
Guerra Mundial" y todo ello con el aditamento de que "la inmensa mayoría de dichas
publicaciones contenían textos en los que se incita a la discriminación y al odio hacia la raza
judía, considerándoles seres inferiores a los que se debe exterminar como las ratas" (sic
igualmente en el referido relato de hechos probados). Resulta clara, pues, la existencia en el
caso aquí examinado del elemento tendencial tantas veces mencionado, que dotaba de
sustantividad punitiva tanto a la conducta de difusión de doctrinas negativas de los delitos de
genocidio, como a los necesarios elementos distintivos de esta forma delictiva en relación con la
modalidad de provocación definida con carácter general en el art. 18 CP o con las específicas de
los artículos 615 y 510 del mismo cuerpo legal, que en último término, y como se ha apuntado
antes, podían suponer a lo sumo un problema concursal para cuya resolución la Sala a quo no
precisaba del planteamiento de cuestión de inconstitucionalidad alguna.
Por todo ello, la modalidad delictiva declarada inconstitucional en la Sentencia no podía
entenderse desconocedora del derecho a la libre expresión y difusión de pensamientos, ideas y
opiniones que reconoce el art. 20.1 CE y, en consecuencia, la cuestión de inconstitucionalidad
debió ser desestimada.
Madrid, a siete de noviembre de dos mil siete.-Pascual Sala Sánchez.-Firmado y
rubricado.
S.TC. 34/2008
Referencia número: 34/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 25/2/2008
Publicación BOE: 20080328 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 3066-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Juan Manuel Falcón Ros respecto a los Autos de la Audiencia Provincial de
Murcia y de un Juzgado de Instrucción de Cieza que acordaron el sobreseimiento de unas
diligencias previas por delito contra la integridad moral. Vulneración del derecho a la tutela
judicial efectiva: investigación insuficiente de una denuncia de tratos inhumanos y degradantes
sufridos bajo custodia policial (STC 224/2007).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3066-2005, promovido por don Juan Manuel Falcón
Ros, representado por la Procuradora de los Tribunales doña María Jesús García Letrado y
asistido por el Abogado don Juan Carlos Ballesteros Ros, contra el Auto de la Sección Cuarta de
la Audiencia Provincial de Murcia de 16 de marzo de 2005, confirmatorio del Auto del Juzgado de
Instrucción núm. 1 de Cieza de 27 de abril de 2004, confirmatorio a su vez, en resolución de
recurso de reforma, de su Auto de 4 de febrero de 2004, de sobreseimiento provisional en causa
por denuncia de delito contra la integridad moral (en diligencias previas 117-2004). Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia Casas
Baamonde, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 28 de abril de 2005, la
Procuradora de los Tribunales doña María Jesús García Letrado interpone recurso de amparo en
nombre de don Juan Manuel Falcón Ros contra los Autos mencionados en el encabezamiento.
2. Los hechos relevantes para el examen de la pretensión de amparo son,
sucintamente relatados, los siguientes:
a) El recurrente fue detenido el 1 de enero de 2004 por un supuesto delito de
desobediencia, resistencia y atentado. En el atestado policial dos agentes de la Guardia Civil
relatan que el mismo -que iba acompañado de un amigo- aparentemente ocultaba algo en su
boca, que luego tragó; que se resistió a un cacheo; que amenazó a los agentes y empujó a uno
de ellos, cayendo con él al suelo y ocasionándose una herida superficial en el labio. El detenido
fue esposado. "Tras ser introducido en los calabozos, comienza a golpearse con la cabeza en la
pared, a la vez que daba patadas y puñetazos a la misma, teniendo que ser de nuevo reducido
por los agentes, para evitar que se lesionase. En todo momento el detenido seguía con las
amenazas ... teniendo que ser trasladado al Hospital ... para reconocimiento médico".
En el parte médico de urgencias se dice que el recurrente "refiere haber sido
golpeado". Afirma también la existencia de "factor etílico", "tumefacción a nivel frontal derecho y
herida en labio inferior con leve inflamación", "dolor a la palpación en testículo derecho", "dolor a
la presión en codo derecho". Y concluye: "contusión frontal, en codo derecho y probable en
testículo derecho", "Hic labio inferior"; "Ingestión etílica y sospecha de ingestión de
estupefaciente (se niega a realizar analítica de orina para determinación sustancias)".
El Letrado de oficio hizo fotos al detenido en el calabozo, según consta en diligencia
policial.
El recurrente formuló denuncia contra uno de los agentes el mismo día de su
detención, pues, según su versión, le tiró al suelo y le puso la cabeza contra el mismo, "a la vez
que lo cogía del cuello y le apretaba en la nuez diciéndole que eches lo que lleves en la boca"; le
golpeó después la cabeza contra el vehículo en el que fue detenido; y después, en el calabozo,
le agredió "por todo el cuerpo" y le pegó "en las partes genitales una patada". Por ello "se tiró
media hora vomitando dentro de los calabozos".
El mismo día vuelve a ir a urgencias a petición suya por tener fuertes dolores de
cabeza. El parte dice que "refiere dolor en codo derecho" y "sensación de dolor abdominal". Y en
el diagnóstico señala: "contusión en codo" y "dolor abdominal".
Todavía el mismo día, 1 de enero de 2004, le toma declaración como detenido el Juez
de Instrucción (núm. 2 de Cieza) y allí vuelve a referir que había sido golpeado contra el coche y
en las dependencias policiales.
b) Mediante Auto de 4 de febrero de 2004 el Juzgado de Instrucción núm. 1 de Cieza
acuerda el sobreseimiento provisional y el archivo de la causa, pues "de lo actuado no aparece
debidamente justificada la perpetración del delito". Se da la circunstancia de que este Auto es de
la misma fecha que el Auto en el que el Juzgado que lo dicta (de Instrucción núm. 1 de Cieza)
acepta la inhibición del Juzgado que venía instruyendo (de Instrucción núm. 2 de Cieza).
c) Este Auto es confirmado en reforma por otro de 27 de abril de 2004: "deben darse
por reproducidas las alegaciones y circunstancias fácticas concurrentes en el supuesto de hecho
explicitadas por el Ministerio Fiscal en su escrito de impugnación ... sin que, en definitiva, se
considere desvirtuado, en este caso, el principio de confianza y veracidad que asiste a los
miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado cuando se hallan en el ejercicio de
sus funciones públicas".
En el recurso de reforma la representación del denunciante había solicitado la
reapertura del procedimiento y la práctica de las siguientes tres diligencias: reconocimiento del
denunciante por el Médico forense, rueda de reconocimiento en la que intervengan los agentes
que procedieron a la detención, y declaración del testigo que viajaba con el denunciante en el
momento de su detención.
El Ministerio Fiscal sustenta su posición en que el Juzgador "no atribuye a la
declaración del denunciante verosimilitud suficiente que justifique la imputación formal de
persona alguna" y en que comparte ese criterio: "Las circunstancias en que se realiza la
intervención de la Guardia Civil la madrugada del 1 de enero de 2004, la condición de imputado
del propio denunciante, el inequívoco propósito de defensa en la denuncia formulada y la entidad
de las lesiones sufridas por Juan Manuel Falcón, que no van más allá de las que pudieran
resultar de los hechos que se relatan en el atestado policial, son motivos para dudar de la
credibilidad del denunciante".
d) El citado Auto es, a su vez, confirmado en apelación por el recurrido en amparo, de
la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia 16 de marzo de 2005, "pues a tenor de
las circunstancias concurrentes en el momento de la detención de Juan Manuel Falcón Ros, se
pone de manifiesto que no existen indicios determinantes de la perpetración de la infracción
penal que se atribuye por el recurrente, y que las lesiones sufridas por éste son consecuencia de
la forma de ocurrir los hechos, de su oposición violenta a la detención y de la resistencia
empleada".
En el recurso de apelación se habían vuelto a solicitar las diligencias de prueba
pedidas en el de reforma.
e) El procedimiento continuó como juicio de faltas contra el recurrente, que finalizó
mediante Sentencia del Juzgado de Instrucción núm. 1 de Cieza de 15 de noviembre de 2005
condenatoria por falta de respeto a la autoridad a una pena de cuarenta días de multa (cuota: 4
euros). La condena incluye una indemnización de 260 euros y el pago de las costas. La
Sentencia no fue recurrida y devino firme.
3. La pretensión de la demanda consiste en que se anule el Auto recurrido para que
se dicte otro que ordene la prosecución de la instrucción de la causa con la práctica de nuevas
diligencias. Esta petición se sustenta en la consideración de que dicha resolución ha vulnerado el
derecho del recurrente a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE).
Para sustentar esta vulneración alega el recurrente que el sobreseimiento se sustentó
únicamente en "otorgar sin discusión alguna confianza y presunción de veracidad a los
miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado", como una presunción iuris et de
iure que es improcedente en sí y que olvida además que la denuncia se refiere precisamente a
una conducta irregular de un agente en el ejercicio de sus funciones. A partir de ello no se
procedió a la identificación del presunto agresor; "nada se acordó respecto de que el Médico
forense procediera a la revisión" del detenido; y no se llamó a declarar a un testigo presencial
identificado en el atestado. Y tampoco se reparó en lo inverosímil de la versión de lo sucedido de
los agentes en relación a lo que indican los partes médicos, y en que el detenido refirió
espontáneamente en el servicio de urgencias del hospital que "había sido golpeado".
4. Mediante diligencia de ordenación de su Secretaría de Justicia de 16 de enero de
2007 y conforme a lo prevenido en el art. 88 LOTC, la Sección Primera de este Tribunal requiere
de los órganos judiciales correspondientes testimonio de las actuaciones del procedimiento que
origina el presente recurso.
5. Mediante providencia de 21 de marzo de 2007, la Sección Primera de este Tribunal
acuerda admitir a trámite la demanda de amparo y, conforme a lo previsto en el art. 51 LOTC,
requerir del Juzgado de Instrucción núm. 1 de Cieza el emplazamiento de quienes fueron parte
en el procedimiento que origina el presente recurso para que puedan comparecer en este
proceso constitucional.
6. Mediante diligencia de ordenación de su Secretaría de Justicia de 4 de mayo de
2007, la Sección Primera de este Tribunal acuerda dar vista al Ministerio Fiscal y a la
representación del recurrente de las actuaciones del presente recurso de amparo, con concesión
de un plazo de veinte días para la presentación de las alegaciones previstas en el art. 52.1
LOTC.
7. El Ministerio Fiscal, mediante escrito de 22 de junio de 2007, interesa el
otorgamiento del amparo por vulneración del derecho del actor a su integridad física y la
consecuente anulación de los Autos impugnados "a fin de que se realice por el Juzgado
instructor una diligente investigación de los hechos denunciados".
Recuerda el Fiscal en primer lugar que, en la interpretación que del mismo hace el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el art. 3 del Convenio europeo de derechos humanos
tiene una vertiente procesal, consistente en la necesidad de llevar a cabo una investigación
efectiva para la identificación y castigo de los responsables cada vez que existan motivos
razonables para creer que agentes del Estado han realizado tratamientos contrarios a dicho
artículo sobre personas privadas de libertad. Así, aunque el amparo pretendido se plantea desde
el art. 24.1 CE, debe ponerse en relación con el art. 15 CE, de modo que la falta de práctica de
diligencias de prueba puede lesionar éste último derecho fundamental. Los derechos "protegidos
en el art. 15 CE son de tal relevancia que exigen" una "diligente investigación, de forma que en lo
posible queden disipadas todas las dudas que la denuncia pueda producir".
En el presente caso constata el Fiscal "que no se llega a practicar ni la más mínima
diligencia tendente a esclarecer la realidad de lo denunciado por el detenido -como hubiera sido,
al menos, el reconocimiento por el médico forense-, no obstante existir tal cúmulo de datos
objetivos que indiciariamente apuntaban hacia aquella realidad ... Es evidente ... que la
instrucción judicial no se habría agotado en manera alguna y al no actuar así adoptando la
diligencia que el caso exigía, los órganos judiciales habrían lesionado el derecho sustantivo a la
integridad física del recurrente, como consecuencia de la proyección procesal del derecho
protegido por el artículo 15 CE".
8. Por providencia de 21 de febrero de 2008, se señaló para deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 25 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 197/2007
Referencia número: 197/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/9/2007
Publicación BOE: 20071016 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Roberto García-Calvo y Montiel
Número registro: 6466-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Vicente Fernández Escobar frente a la Sentencia de la Audiencia Provincial
de Córdoba que, en grado de apelación, le condenó por delito de maltrato y otros.
Alegada vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva: recurso de amparo extemporáneo
desde la fecha de notificación al procurador de la parte en la causa penal.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6466-2005, promovido por don Vicente Fernández
Escobar, representado por el Procurador de los Tribunales don Ángel Francisco Codosero
Rodríguez y asistido por el Abogado don Miguel Rivas González, contra la Sentencia núm.
126/2005, de fecha 25 de mayo de 2005 de la Audiencia Provincial de Córdoba, recaída en el
rollo de apelación núm. 186-2005, como consecuencia del recurso interpuesto contra la
Sentencia de fecha 25 de febrero de 2005, dictada por el Juzgado de lo Penal núm. 4 de los de
Córdoba en juicio oral núm. 430-2004. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha comparecido doña
Juana Mateo Ortega, representada por la Procuradora doña Mercedes Ruiz-Gopegui González y
asistida por la Letrada doña María Luisa Pérez Alvárez. Ha sido Ponente el Magistrado don
Roberto García-Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 19 de septiembre de 2005, don
Vicente Fernández Escobar manifestó su intención de interponer recurso de amparo contra la
resolución judicial identificada en el encabezamiento, solicitando a tal efecto el nombramiento de
Abogado y Procurador del turno de oficio.
2. La Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este Tribunal dictó diligencia de
ordenación el día 26 de octubre de 2005 mediante la que acordó librar despacho al Colegio de
Abogados de Madrid para que se designara al citado recurrente Procurador y Letrado del turno
de oficio que le representaran y defendieran, respectivamente, en el presente recurso de
amparo.
3. Recibidos los oportunos despachos, se dictó diligencia de ordenación de 6 de julio de
2005, acordando tener por recibido el despacho del Colegio de Abogados de Madrid, por el que
se participaba que correspondía la designación en turno de oficio al Procurador don Angel
Francisco Codosero Rodríguez para la representación del recurrente, y al Letrado don Miguel
Rivas González para su defensa, requiriendo al demandante para que facilitara a los citados
profesionales la documentación e información que le sea solicitada. Al mismo tiempo se acordó
requerir al Juzgado de lo Penal núm. 4 de los de Córdoba para que en el plazo de diez días
remitiera testimonio de la Sentencia dictada en el juicio oral núm. 430-2004.
Seguidamente, se dictó diligencia de ordenación de fecha 20 de enero de 2006
concediendo un plazo de veinte días a los indicados profesionales para que, a la vista de la
documentación obrante en este Tribunal, formulasen, en su caso, la correspondiente demanda
de amparo; escrito procesal éste que tuvo su entrada en este Tribunal el 23 de febrero de 2006.
4. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) El Juzgado de lo Penal núm. 4 de los de Córdoba, tras celebrar la vista oral en el
juicio rápido núm. 430-2004 el día 16 de diciembre de 2004, que fue objeto de grabación
videográfica, dictó Sentencia condenatoria en la misma fecha contra el demandante de amparo.
b) Contra dicha Sentencia interpuso recurso de apelación el condenado, alegando error
en la valoración de la prueba. Recibidas las actuaciones y la grabación en la Audiencia
Provincial, se comprobó que no era posible su visualización, por lo que la Audiencia dictó Auto
de fecha 11 de febrero de 2005, acordando la nulidad únicamente de la providencia de remisión
y emplazamiento para el recurso de apelación.
c) El Juzgado dictó nueva Sentencia, de fecha 25 de febrero de 2005, absolviendo al
demandante de amparo de los delitos de maltrato habitual, amenazas y violencia en el ámbito
doméstico de que se le acusó, con costas de oficio. El Juzgador consideró que el testimonio de
la víctima, que se retractó por completo en este nuevo juicio oral y que alegó que denunció a su
marido por celos, era insuficiente para sustentar la condena.
d) Interpuesto recurso de apelación por el Ministerio Fiscal por error en la valoración de
la prueba, la Audiencia Provincial dictó Sentencia, de fecha 25 de mayo de 2005, que condenó al
ahora demandante como autor de un delito de maltrato habitual en el ámbito familiar, otro de
amenazas y otro de violencia en el ámbito familiar, a las penas de dos años y seis meses de
prisión, prohibición de aproximarse a una distancia de dos kilómetros al domicilio de Juana
Mateo Ortega, así como a cualquier lugar en donde ésta se encuentre y comunicarse con ella
durante el tiempo de cinco años, a la inhabilitación para el uso y porte de armas durante cinco
años, por el primer delito; a un año de prisión y a la misma prohibición de aproximarse y
comunicarse con la víctima durante tres años, por el segundo delito; y a seis meses de prisión, la
misma prohibición de aproximarse y comunicarse con la víctima durante cinco años, e
inhabilitación para el uso y porte de armas durante tres años, por el tercer delito; y a la accesoria
de inhabilitación del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de cumplimiento de la condena
de las penas privativas de libertad.
En la Sentencia se indica que la declaración de la víctima prestada en la fase de
instrucción, corroborada con la documental obrante en autos y la pericial practicada, son
consideradas suficientes por el Tribunal como prueba inculpatoria.
e) La Sentencia fue notificada a la Procuradora del demandante el día 31 de mayo de
2005; su defensa instó un incidente de nulidad de actuaciones, con base en que la condena se
había basado en pruebas precisadas de inmediación no practicadas en la apelación, y en la falta
de notificación personal de la Sentencia al condenado.
f) La Audiencia Provincial dictó Auto de fecha 5 de julio de 2005 desestimando el primer
motivo, puesto que la Sala pudo tener acceso y visualizar la grabación audiovisual de la vista
oral, y estimó el segundo, por lo que ordenó la notificación personal de la Sentencia. Este Auto
fue notificado a la Procuradora del demandante el día 5 de julio de 2005, y la Sentencia al
demandante el día 28 de julio de 2005.
5. La demanda de amparo invoca la violación del derecho a la tutela judicial efectiva y a
un proceso público con todas las garantías consagrados en el artículo 24.1 y 2 CE en relación
con el derecho fundamental a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), por cuanto la Sentencia
de la Audiencia Provincial objeto del recurso hizo un nuevo enjuiciamiento, haciendo una nueva
valoración de la prueba, apartándose de la realizada por el Juzgado de lo Penal, que disfrutó del
conocimiento directo de todo el material probatorio y de la inmediación necesaria. A ello se
añade que los hechos que se recogen como probados y que, en definitiva, sustentan la condena
del demandante, ni aisladamente considerados ni en su conjunto tienen entidad ni alcanzan
siquiera la categoría de indicios, no reuniendo los requisitos que la jurisprudencia exige para que
la prueba de indicios destruya la presunción de inocencia.
6. Por medio de providencia de 21 de abril de 2006, la Sección Segunda del Tribunal
Constitucional acordó la admisión a trámite de la demanda de amparo y, al tenor de lo previsto
en el art. 51 LOTC, requerir atentamente a la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de
Córdoba y al Juzgado de lo Penal núm. 4 de los de Córdoba, para que en el plazo de diez días
remitieran testimonio de las actuaciones, interesándose al mismo tiempo que se emplazara a
quienes hubieran sido parte en ese procedimiento para comparecer en este proceso
constitucional.
7. Doña Juana Mateo Ortega, una vez emplazada, compareció ante el Juzgado de su
domicilio solicitando que le fueran nombrados Procurador y Abogado del turno de oficio para
poder comparecer ante el Tribunal Constitucional, ante lo que se dictó diligencia de ordenación
de fecha 22 de mayo de 2006 librando el oportuno despacho al Colegio de Abogados. Evacuado
el trámite, mediante diligencia de ordenación de fecha 8 de junio de 2006 se tuvo por designada
para la representación de la parte comparecida a la Procuradora de los Tribunales doña María
Mercedes Ruiz-Gopegui González, bajo la dirección de la Letrada doña María Luisa Pérez
Alvárez. Al mismo tiempo se acordó, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, dar vista de las
actuaciones y conceder un plazo común de veinte días para alegaciones al Ministerio Fiscal y a
las partes personadas.
8. Con fecha 3 de julio de 2007 presentó sus alegaciones en el Registro General de este
Tribunal el Ministerio Fiscal.
Con carácter previo, alega el Fiscal la extemporaneidad del recurso de amparo,
constatando que el Auto resolviendo el incidente de nulidad fue notificado a la Procuradora del
recurrente el día 5 de julio de 2005, y que la solicitud de amparo tuvo entrada el día 19 de
septiembre, lo que permite afirmar que, incluso descontando el mes de agosto, entre una fecha y
otra ha transcurrido con exceso el plazo de interposición del recurso de amparo, plazo que se
cuenta en todo caso desde la notificación a la representación procesal de la parte, no a esta
última personalmente.
Subsidiariamente, y prescindiendo de la irregularidad procesal consistente en que no
consta en las actuaciones la anulación expresa del primer juicio ni de la primera Sentencia, alega
el Fiscal que la demanda plantea realmente una única cuestión: que la condena en apelación se
ha fundado en pruebas precisadas de inmediación, y ésta no habría tenido lugar, porque en la
segunda instancia no se practicó prueba alguna.
Alega el Fiscal que la condena del acusado se ha basado principalmente en la
declaración inicial de la víctima, a la que la Audiencia da más credibilidad que a su retractación
posterior, parte de lesiones, informe médico y declaración del acusado. En concreto, la Audiencia
ha considerado como prueba susceptible de apreciación por existencia de inmediación la
declaración de la perjudicada en la vista de primera instancia, en cuanto fue grabada
audiovisualmente y, por tanto, pudo ser visualizada por el órgano de apelación. Sin embargo,
alega el Fiscal que no se ha respetado una exigencia afirmada en la STC 167/2002: que el
acusado ha de ser oído personalmente por el Tribunal de apelación de modo directo y personal,
requisito que se hubiera cumplido simplemente señalando vista de apelación. De otro lado, en
cuanto a las restantes pruebas personales, considera el Fiscal que la simple visión de la
grabación del juicio de primera instancia es insuficiente para fundar una condena. De este modo,
en la consideración del Fiscal se lesionó el derecho del demandante a un proceso con todas las
garantías, porque no se le oyó personalmente en la apelación, se valoró prueba precisada de
inmediación sin que ésta se produjera realmente y, finalmente, se procedió a valorar
determinadas declaraciones sumariales de la ofendida sin dar a la defensa la posibilidad de su
impugnación o contradicción.
En relación con el último motivo alegado, considera el Fiscal que la queja carece de
cualquier contenido constitucional, pues en ella se alega que la Audiencia dio más credibilidad a
las primeras declaraciones de la víctima que a la última; pero ello, por sí solo, no implica que
esté en juego la presunción de inocencia, sino que constituiría únicamente una cuestión de
valoración de la prueba, si no concurrieran las circunstancias por las que ha apoyado el amparo
por lesión del derecho a la presunción de inocencia.
9. Mediante escrito registrado el 10 de julio de 2006, presentó sus alegaciones la parte
comparecida de amparo, exponiendo que no tiene nada que objetar a la estimación del amparo
solicitado.
10. El demandante de amparo presentó sus alegaciones en el Registro General del
Tribunal el día 10 de julio de 2006, en las que sustancialmente se afirma y ratifica en el contenido
de su demanda.
11. Por providencia de 7 de septiembre de 2007 se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 10 de dicho mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 73/2007
Referencia número: 73/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 16/4/2007
Publicación BOE: 20070523 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez
Número registro: 2580-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por doña Estrella Fernández González frente a las Sentencias
de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y de la Audiencia Provincial de
Madrid que la condenaron por un delito continuado de estafa.
Supuesta vulneración de los derechos a un proceso sin dilaciones, a ser
informado de la acusación y a la presunción de inocencia: dilaciones en proceso
fenecido; correlación entre la acusación y el fallo apreciando una circunstancia
del tipo como muy cualificada; prueba indiciaria de cargo de los elementos
subjetivos y del dolo en el delito de estafa.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional compuesta por doña María Emilia Casas Baamonde,
Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don Jorge
Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha
pronunciado
EN EL NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2580-2003, promovido por doña Estrella Fernández
González, representada por el Procurador de los Tribunales don Domingo José Collado Molinero
y asistida por el Abogado don Jesús Carrillo Mira, contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo de 17 de marzo de 2003, que desestima el recurso de casación interpuesto
contra la dictada por la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Madrid el día 31 de julio de
2000, que la condenó como autora de un delito continuado de estafa. Ha intervenido el Ministerio
Fiscal. Han comparecido doña María Jesús Martín Márquez, representada por la Procuradora de
los Tribunales doña Lourdes Amaso Díaz; doña Ángela Román García, representada por la
Procuradora doña Delicias Santos Montero y asistida por el Letrado don Jesús Antonio Villar
Vallano, y doña Carmen Sampedro Estringana, representada por el Procurador don Javier
Zabala Falcó y asistida por el Letrado don Emilio E. Viudes de Carlos. Ha sido Ponente el
Magistrado don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 5 de
mayo de 2003, el Procurador de los Tribunales don Domingo José Collado Molinero, en nombre
y representación de doña Estrella Fernández González, interpuso recurso de amparo contra las
resoluciones judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los fundamentos de hecho del presente recurso son los siguientes:
a) La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Madrid dictó Sentencia el 31 de julio
de 2000, en la que condenaba a la demandante de amparo como autora de un delito continuado
de estafa tipificado en los artículos 528, 529 y 531 en relación con el art. 69 bis) CP de 1973,
agravada por las circunstancias de haber colocado a las víctimas en grave situación económica y
revestir especial gravedad, circunstancias 5 y 7 del art. 529, la última considerada muy
cualificada atendido el valor de la defraudación, a la pena de tres años de prisión menor,
accesoria legal y al pago de la cuarta parte de las costas del procedimiento.
La Sentencia declara probado que la acusada, movida por el interés de obtener un
sustancioso beneficio económico, difundió mediante anuncios en un periódico de Alcalá de
Henares la venta de viviendas de segunda mano, cuya adquisición ofrecía a un precio módico,
contra el pago de una pequeña cantidad y el resto financiado en cómodos plazos. Por este
procedimiento, y durante el año 1990, consiguió que diversas personas, todas ellas de limitados
recursos económicos y que sufrieron una situación de agobio y precariedad de medios como
consecuencia de la actuación de la acusada, le entregaran importantes cantidades de dinero (un
total de 15.700.000 pesetas) a cuenta de las viviendas que fingía vender, suscribiendo en la
mayoría de los casos contratos privados de compraventa en los que simulaba actuar en
representación de los titulares de las viviendas, adueñándose de las cantidades entregadas, sin
que las mismas les hayan sido devueltas a los compradores, ni hayan adquirido los inmuebles.
En el fundamento jurídico primero de dicha Sentencia se razona la calificación jurídica de
los hechos como constitutivos de un delito continuado de estafa atendiendo al engaño inicial y
causante del acto dispositivo que da lugar al perjuicio patrimonial, elementos que lo diferencian
de los negocios jurídicos civiles incumplidos; la apreciación de las circunstancias 5 ("cuando
coloque a la víctima en grave situación económica") y 7 ("cuando revistiere especial gravedad
atendido el valor de la defraudación") del art. 529 CP y el rechazo de la 1 y la 8. Igualmente se
razona la apreciación de la circunstancia 7 como muy cualificada "atendidos los parámetros
objetivos jurisprudencialmente establecidos en relación al tiempo de la defraudación", invocando
en el fundamento jurídico segundo la doctrina del Tribunal Supremo conforme a la cual en el
momento de los hechos se consideraban muy cualificadas las defraudaciones superiores a cinco
o seis millones.
En el fundamento jurídico tercero se analiza pormenorizadamente cada uno de los
hechos en los que se sustenta la condena, así como la prueba a partir de la cual se consideran
acreditados, consistente, fundamentalmente, en la declaración de los diversos perjudicados,
junto a otras testificales y a la documental obrante en las actuaciones (contratos de
compraventa, recibos de señal, certificaciones de ingresos de cheques o de efectivo,
certificaciones registrales).
En el fundamento jurídico quinto, al efectuar la determinación de la concreta pena a
imponer, el órgano judicial señala que, si bien por la notoria gravedad de los hechos debería
imponerse la pena de cuatro años y dos meses, se imponen sólo tres años en atención al largo
tiempo transcurrido desde la comisión de los hechos, aunque sin apreciar la atenuante analógica
de dilaciones indebidas.
b) Contra la anterior resolución se interpuso recurso de casación, desestimado por la
Sala Segunda del Tribunal Supremo mediante Sentencia de 17 de marzo de 2003.
3. La recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales a un proceso sin dilaciones indebidas, a un proceso con todas las garantías y a
ser informada de la acusación y a la presunción de inocencia, todos ellos consagrados en el art.
24.2 CE.
Bajo la invocación del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas (art. 24.2 CE), se
denuncia la existencia de dilaciones en la causa, pues los hechos sucedieron en 1990, no
teniendo lugar el enjuiciamiento y fallo hasta diez años después, tras haberse producido dos
declaraciones de nulidad de actuaciones durante la instrucción, ninguna de ellas interesadas por
la acusada. Una realidad que los órganos judiciales vienen a reconocer, pese a lo que rechazan
la aplicación de la atenuante analógica del art. 9.10 CP 1973, al entender que la pena impuesta
ya contempla la atenuación, razonamiento del que discrepa la recurrente, destacando que la
aplicación de la atenuante evitaría el ingreso en prisión después de tantos años desde la
comisión de los hechos.
En segundo lugar, se denuncia la vulneración del derecho a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE) en relación con del derecho a ser informado de la acusación y el derecho
de defensa. Una vulneración que se habría producido al considerar el Tribunal de instancia la
circunstancia 7 del art. 529 CP como muy cualificada, pese a que ninguna de las partes
acusadoras había solicitado, ni en las conclusiones provisionales ni en las calificaciones
definitivas, que dicha agravación (especial gravedad atendido el valor de la defraudación) fuera
apreciada como muy cualificada. Con ello se quiebra el principio acusatorio, imposibilitando a la
defensa articular pruebas respecto de esa consideración, y determinando una condena por un
delito más grave del que fue objeto de acusación, dado que de la apreciación de la circunstancia
7 como muy cualificada resulta en todo caso la imposición de la pena de prisión menor.
Como tercer y cuarto motivo de amparo, se denuncia la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE). Por una parte, por entender que no ha existido actividad
probatoria de cargo alguna orientada a acreditar los hechos que fundamentan la aplicación de la
circunstancia 5 del art. 529 CP 1973 (haber situado a la víctima en grave situación económica),
ni que la recurrente conociera y asumiera la situación en que quedaban los compradores,
resultando arbitraria la inferencia de la Sala al respecto a partir de la modesta condición de los
compradores. Por otra, se afirma que tampoco existe prueba de cargo del conocimiento por la
acusada de la imposibilidad de cumplir las obligaciones contraídas y el propósito previo de
defraudar, elementos subjetivos del delito de estafa, por lo que su conducta podría constituir un
incumplimiento contractual, pero no un delito. La Sala sentenciadora, sobre la base de la falsa
atribución de poderes de representación al suscribir los contratos y de la existencia de éstos,
llega a la conclusión de que toda la actuación de la acusada está presidida por un ánimo
fraudulento, sin valorar otros indicios, ni razonar la exclusión de otras hipótesis más favorables
para ella, que detalladamente se exponen en la demanda de amparo respecto de cada una de
las operaciones por las que ha sido condenada.
4. Por providencia de 17 de mayo de 2004, la Sección Segunda del Tribunal decidió
conceder al recurrente y al Ministerio Fiscal un plazo de diez días para, de conformidad con lo
previsto en el art. 50.3 LOTC, presentar alegaciones en relación con la posible carencia
manifiesta de contenido de la demanda (art. 50.1.c LOTC).
5. El día 16 de junio de 2004 tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el
escrito de alegaciones del Ministerio Fiscal, en el que interesa la admisión a trámite del recurso
por no carecer manifiestamente de contenido.
Entiende el Fiscal que, aunque las restantes alegaciones no tienen contenido, podría
haberse producido una lesión del principio acusatorio constitucionalmente relevante, como
consecuencia de la valoración por el Tribunal de la circunstancia 7 del art. 529 CP 1973 ("cuando
revistiere especial gravedad atendido el valor de la defraudación") como muy cualificada, sin que
ello fuera planteado por ninguna de las acusaciones. Tras destacar que sobre la cantidad total
defraudada (15.700.000 pesetas) no existe discusión alguna, habiendo sido este elemento
planteado por las acusaciones y debatido en el juicio oral, sin embargo la valoración de la
"especial gravedad" atendiendo a dicha cantidad difiere en las calificaciones de las acusaciones
y en la del Tribunal, que al considerarla muy cualificada está aplicando un sub-subtipo
especialmente agravado, con consecuencias penológicas no desdeñables, no habiendo podido
la defensa oponerse y combatir esa consideración de las cuantías como de especialísima
gravedad.
6. El día 15 de junio de 2004 tuvo entrada en el Registro General del Tribunal un escrito
de la recurrente ratificándose en el contenido de la demanda y solicitando su admisión a trámite.
7. A través de una providencia de 14 de julio de 2004, la Sección Segunda acordó la
admisión a trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir a la
Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Madrid y a la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo para que el plazo de diez días remitieran, respectivamente, testimonio del
procedimiento abreviado núm. 146-1993 y recurso de casación núm. 4019-2000, interesándose
al tiempo que se emplazara a quienes fueron parte en el procedimiento, a excepción de la
recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudieran comparecer en este proceso
constitucional.
8. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días a la recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante Auto de
4 de octubre de 2004 la Sala Primera acordó suspender la ejecución de la Sentencia de la
Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Madrid, de 31 de julio de 2000, exclusivamente en
lo referente a la pena privativa de libertad impuesta y a la accesoria legal.
9. A través de diligencia de ordenación de 23 de mayo de 2005 se tienen por recibidos
los testimonios de las actuaciones y por personada y parte a la Procuradora de los Tribunales
doña Lourdes Amaso Díaz, en nombre y representación de doña María Jesús Martín Márquez.
Mediante diligencia de ordenación, de fecha 25 de octubre de 2005, se tienen por designados en
turno de oficio al Procurador don Javier Zabala Falcó para la representación de doña Carmen
Sampedro Estrigana y al Letrado don Emilio E. Viudes de Carlos para su defensa; igualmente se
tiene por designada a la Procuradora doña Delicias Santos Montero para ostentar la
representación de doña Ángela Román García y al Letrado don Jesús Antonio Villar Vallano para
su defensa.
10. El día 16 de noviembre de 2005, y a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, se dio
vista de las actuaciones a las partes personadas y al Ministerio Fiscal por término de veinte días,
dentro de los cuales pudieron presentar las alegaciones que estimaron pertinentes.
11. El día 15 de diciembre de 2005 se registró el escrito de alegaciones del Ministerio
Fiscal, interesando que se otorgase el amparo solicitado, por entender vulnerado el derecho a
ser informado de la acusación (art. 24.2. CE).
Tras un breve análisis de los antecedentes procesales del caso y de las alegaciones de
la demanda de amparo, comienza el Fiscal por rechazar la vulneración del derecho a un proceso
sin dilaciones indebidas (art. 24.2 CE), puesto que las mismas se denuncian ante este Tribunal
una vez que el proceso penal ya ha concluido en ambas instancias, por lo que sólo puede
apreciarse en el momento actual la realidad de unas dilaciones ya sanadas, no susceptibles de
integrar vulneración constitucional alguna. También afirma que carece de base la vulneración del
derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), destacando -respecto de la prueba del dolo
referido a la circunstancia 5 (colocar a la víctimas en una grave situación económica)- que la
Sentencia de la Audiencia Provincial expone cuál es la situación económica en que quedaron los
perjudicados a partir de la prueba testifical practicada en el acto del juicio; y que en el último de
los motivos de amparo la demanda se limita a combatir la subsunción de los hechos en la norma
llevada a cabo por el órgano judicial, lo que resulta una cuestión de legalidad ordinaria, ajena a la
censura constitucional.
Sin embargo, respecto del segundo de los motivos de amparo invocados (lesión del
derecho a ser informado de la acusación, al apreciarse por la Sala la circunstancia agravante
especifica 7 del art. 529 CP 1973 como muy cualificada, sin que tal valoración fuera planteada
por ninguna de las acusaciones), entiende el Fiscal que se ha producido una vulneración del
derecho a ser informado de la acusación en términos suficientemente determinados para poder
defenderse ella de manera contradictoria. La concurrencia de diferentes calificaciones jurídicas
se produce en relación con el elemento normativo de un subtipo agravado referido a la "especial
gravedad" de la cantidad total defraudada, sobre cuya cuantía (15.700.000 pesetas) no existe
discusión alguna, habiendo sido este elemento planteado por las acusaciones y debatido en el
juicio oral. No obstante, la valoración de la "especial gravedad" atendiendo a dicha cantidad
difiere en las calificaciones de las acusaciones y en la del Tribunal, que al considerarla muy
cualificada está aplicando un sub-subtipo especialmente agravado, con consecuencias
penológicas no desdeñables, no habiendo podido la defensa oponerse y combatir esa
consideración de las cuantías como de especialísima gravedad en ninguna fase del proceso
penal. Por ello, interesa que se otorgue el amparo por esta causa, aunque sea con efectos
meramente formales, puesto que -como sostiene el Tribunal Supremo- la cuestión carece de
relevancia práctica al haberse apreciado también la circunstancia 5, lo que determinaría la
imposición de la pena de prisión menor incluso aunque la 7 no se valorase como muy
cualificada.
12. Mediante escrito registrado el día 22 de diciembre de 2005, la representación
procesal de doña Ángela Román García presentó sus alegaciones, adhiriéndose al primero de
los motivos de amparo, relativo a la vulneración del derecho a un proceso sin dilaciones
indebidas (art. 24.2 CE), pues la causa se inicia en 1990 y no se resuelve hasta el año 2000,
dilaciones que debieron determinar la apreciación por los órganos judiciales de una atenuante
analógica. Igualmente se afirma que debe ser estimada la queja de la recurrente en relación a la
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías y a ser informado de la acusación
(art. 24.2 CE) y que debe ser desestimada la denunciada vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE), pues sí existe prueba de cargo para sustentar la condena
por delito de estafa.
13. El día 26 de diciembre de 2005 presentó sus alegaciones la representación procesal
de doña Carmen Sampedro Estringana, interesando la desestimación íntegra del recurso. En
primer lugar, se afirma que no cabe apreciar la vulneración del derecho a un proceso sin
dilaciones indebidas (art. 24.2 CE) porque el proceso penal ya ha finalizado. Tampoco se aprecia
vulneración constitucionalmente relevante del principio acusatorio, puesto que el Ministerio Fiscal
había solicitado la pena de prisión mayor, en aplicación del inciso 3 del párrafo segundo del art.
528 CP, por lo que estaba implícita la consideración de la circunstancia 7 como muy cualificada,
no generándose indefensión alguna, ya que el juzgador no introduce hechos que no hayan
podido ser objeto del debate procesal. Respecto de la vulneración del derecho a la presunción
de inocencia (art. 24.2 CE) en relación con la circunstancia 5 del art. 529 CP, se destaca que la
gravedad de la situación en que quedaron los frustrados adquirentes de pisos y el conocimiento
de la misma por la acusada se deduce no sólo de las facilidades de pago ofrecidas, sino también
valorando la prueba testifical prestada en el acto del juicio por los perjudicados, existiendo
prueba de cargo, y sin que competa al Tribunal Constitucional llevar a cabo una nueva valoración
de la misma. Y, con carácter general, se afirma que existió suficiente actividad probatoria de
cargo para desvirtuar la presunción de inocencia.
14. El día 26 de diciembre de 2005, formuló sus alegaciones la representación procesal
de la demandante de amparo. Reproduce los argumentos ya expuestos en la demanda,
realizando algunas precisiones en lo relativo a su primera queja (para destacar que las dilaciones
fueron denunciadas durante la instrucción de la causa, en la medida en que se opuso a la
segunda declaración de nulidad de actuaciones en 1994, y que el procedimiento no ha concluido,
estando pendiente su ejecución) y al tercer motivo de amparo (en cuanto que la queja se refiere
a la inexistencia de prueba del dolo de la acusada respecto de la situación económica de los
perjudicados).
15. Por providencia de 12 de abril de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 16 del mismo mes y año, trámite que ha finalizado en el día de hoy.
Fundamentos:
S.TC. 250/2007
Referencia número: 250/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 17/12/2007
Publicación BOE: 20080122 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Vicente Conde Martín de Hijas
Número registro: 2253-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por doña Itzíar Deusto Larrañaga frente al Auto de la Sala de lo Social del
Tribunal Supremo y la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco que,
en grado de suplicación, desestimó su demanda sobre acoso sexual en un buque de
pasajeros. Vulneración parcial del derecho a la tutela judicial efectiva (acceso al recurso
legal y resolución fundada en Derecho): inadmisión de recurso de casación social;
sentencia social que desestima una demanda de protección de derechos fundamentales
dirigida contra otro trabajador y niega la responsabilidad de las empresas en el acoso
sexual de un superior inmediato (STC 74/2007).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez
Sánchez, Presidente, don Vicente Conde Marín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don
Eugeni Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2253-2003, promovido por doña Itzíar Deusto
Larrañaga, representada por la Procuradora de los Tribunales doña Gloria Messa
Techman y bajo la asistencia de la Letrada doña Patricia Gómez Santiago, contra el
Auto de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, de 30 de enero de 2003, que
inadmite el recurso de casación para la unificación de doctrina núm. 3736-2001, y
contra la Sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia del País
Vasco, de 18 de septiembre de 2001, que estima el recurso de suplicación núm. 1464-
2001, interpuesto contra la Sentencia del Juzgado de lo Social núm. 6 de Vizcaya, de 8
de febrero de 2000, recaída en los autos núm. 49-1999, sobre tutela de derechos
fundamentales. Han comparecido las empresas Consulmar, S.L., representada por el
Procurador de los Tribunales don Felipe Juanes Blanco y asistida por el Letrado don
Gonzalo Bilbao Palacios; Granada Retail Catering Limited, representada por el
Procurador de los Tribunales don Manuel Lanchares Perlado y asistida por la Letrada
doña María Barturen Martínez; y P&O European Ferries (Portsmouth) Ltd.,
representada por el Procurador de los Tribunales don Isacio Calleja García y asistida por
el Letrado don José Félix Pérez Tolosa. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido
Ponente el Magistrado don Vicente Conde Martín de Hijas, quien expresa el parecer de
la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado ante este Tribunal con fecha de 16 de abril de 2003 se
interpuso el recurso de amparo del que se ha hecho mención en el encabezamiento, por
considerar que las resoluciones judiciales impugnadas vulneran el derecho a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE), el derecho a la igualdad (art. 14 CE), el derecho a la
integridad física y moral (art. 15 CE) y el derecho al honor y a la intimidad personal
(art. 18.1 CE).
2. En la demanda de amparo se recogen como antecedentes de hecho los
siguientes:
a) La recurrente fue contratada por la empresa Consulmar, S.L. (agente de Solent
Marine Services Limited) para prestar sus servicios como camarera en el buque "Ferry
Pride of Bilbao", propiedad de P&O European Ferries Ltd. A partir del mes de octubre
de 1996 fue objeto de tocamientos, roces y requerimientos de orden sexual por parte del
Sr. Steve Mason, inmediato superior jerárquico, que había sido contratado por la
compañía Granada Retail Catering Ltd., empleada, a su vez, por P&O European Ferries
para la provisión de los servicios de comida y bebida dentro del buque.
b) En noviembre de 1996, el Sr. Mason llamó a la recurrente a su habitación con
el pretexto de hacerla progresar laboralmente, y, una vez en la habitación, la requirió
sexualmente y, ante su negativa, la hizo objeto de tocamientos.
c) La recurrente salió con gran nerviosismo y llorando de la habitación, siendo
vista por su compañero don Alfonso Gutiérrez Jiménez, a quien manifestó que el Sr.
Mason la había atacado.
d) Las agresiones sexuales y los requerimientos tuvieron lugar hasta el mes de
mayo de 1997 y eran conocidas en el barco, pues "por su obsesión por Itzíar, el Sr.
Mason no reparaba en manifestarlas públicamente".
e) El día 22 de mayo de 1997, por decisión del Sr. Mason, la recurrente fue
cambiada de puesto de trabajo, siendo trasladada a la sección de "Degustación de Café".
Habiendo preguntado por la razón de su cambio de puesto al Sr. Wayne Mark -superior
de aquél-, le contestó que para recuperar su anterior puesto, debería pasar por la cama
del Sr. Mason.
f) Ese mismo día la recurrente tuvo que ser atendida por la doctora Nerea
Foncea, oficial médico, a consecuencia de un trastorno depresivo ocasionado por la
presión a la que estaba sometida según los hechos expuestos.
g) La recurrente tuvo que desembarcar el 26 de mayo de 1997 para someterse a
un tratamiento de trastornos psicológicos en el Centro de Salud Mental de Álava hasta
el 5 de febrero de 1998.
h) En el barco se realizó una investigación de lo ocurrido dirigida por el capitán
R.J. Ross, en el curso de la cual fueron preguntados: la doctora Foncea, Steve Mason,
Paul Link (de la empresa Food & Beberages), el Comisario, Alfonso Gutiérrez y Silvia
Martínez (estos últimos compañeros de trabajo de la recurrente). En el memorándum del
capitán no se recogen claramente las manifestaciones de estos compañeros de la
recurrente, limitándose a señalar que "ambos la recordaban muy disgustada hacia
septiembre-octubre del 96 en relación con aquellas historias sobre la atracción afectiva
que Steve Mason sentía hacia ella".
i) El 8 de octubre de 1997 la recurrente presentó denuncia de los hechos en el
Juzgado de Instrucción núm. 3 de Vitoria. Con fecha de 4 de noviembre de 1998 se
dictó Auto de sobreseimiento del Juzgado de Instrucción núm. 1 de Barakaldo, por
entender, sin entrar en el fondo del asunto, que la jurisdicción española no era
competente para conocer del hecho denunciado, de acuerdo con el art. 23 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial, al ser el buque donde se desarrollan los hechos de bandera
británica, a pesar de que la denunciante había manifestado que la conducta del
denunciado (continua, incesante y progresiva), no sólo se desarrollaba dentro del buque,
sino también en tierra, cuando el barco desembarcaba.
j) Como consecuencia del acoso sufrido, la recurrente padeció desde el 26 de
mayo de 1997 hasta el 5 de febrero de 1998 daños psicofísicos, consistentes en
depresión, angustia, ansiedad, tristeza, apatía, insomnio, pérdida de peso y trastorno de
conducta alimentaria. Sufrió una recaída, viéndose obligada a reanudar el tratamiento
psicofarmacológico el 22 de febrero de 1998. Ha permanecido en tratamiento y ha
estado sometida a terapia de apoyo 411 días hasta la fecha de la Sentencia de primera
instancia.
k) La recurrente perdió su retribución mensual de 1.432,37 euros desde el 26 de
mayo de 1997 hasta el 5 de febrero de 1998, y ha sufrido daños morales, menoscabo en
su dignidad, propia estima y consideración, por el acoso sexual sufrido y las agresiones
físicas y verbales del Sr. Mason.
l) La recurrente presentó demanda de tutela de derechos fundamentales, que dio
lugar a los autos núm. 49-1999 seguidos ante el Juzgado de lo Social núm. 6 de Bilbao,
que, por Sentencia de 8 de febrero de 2000, declaró que el acoso sexual del que había
sido objeto la demandante constituía una violación de su derecho a la dignidad (art. 10
CE) y del derecho a la igualdad y no discriminación por razón de sexo (art. 14 CE),
condenando solidariamente al cese del comportamiento lesivo y al abono de una
indemnización por daños y perjuicios, tanto al acosador como a las empresas
codemandadas, que recibían de forma simultánea o indiferenciada la prestación laboral
de la actora, ya que no adoptaron las medidas necesarias para evitar los actos de acoso.
De este modo el Juzgado rechazó la excepción de falta de legitimación pasiva aducida
por las empresas demandadas, que habían alegado que los hechos se realizaron fuera del
ámbito laboral de cada una de ellas y que desconocían la existencia del acoso sexual.
Sostiene el juzgador que los requerimientos, frases y tocamientos tuvieron lugar en el
curso del trabajo de la actora como camarera en los lugares donde realizaba su trabajo,
como el bar, o con ocasión de reuniones sugeridas por el Sr. Mason con pretextos
laborales. Así mismo indica que era conocida la obsesión sexual que tenía este último
con respecto a la demandante, realizando manifestaciones públicas en este sentido. Se
señala también que, a pesar de ello, las empresas codemandadas no adoptaron las
medidas necesarias para evitar el acoso, aunque la obsesión del Sr. Mason y los actos de
acoso en el barco eran evidentes. Y añade que tampoco fueron las medidas adoptadas
suficientes una vez que la actora denunció los hechos en el barco, realizándose una
investigación incompleta y elaborándose por el capitán del barco un memorándum en el
que no se recogían con exactitud los hechos ni las manifestaciones de las personas que
mayor relación tenían con la acosada. Es más, cuando, una vez desembarcada la actora,
intentó a través de una reunión con su padre, el Sr. Chistopher Davey y el Alcalde de
Santurce que las empresas demandadas tomaran medidas respecto del Sr. Mason,
tampoco se adoptó ninguna.
m) La anterior Sentencia fue recurrida en suplicación por todos los demandados,
excepción hecha del Sr. Mason, que no compareció en la instancia a pesar de haber sido
citado en legal forma, y el recurso fue estimado por Sentencia de la Sala de lo Social del
Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, de 18 de septiembre de 2001, que revocó
la Sentencia de instancia, declarando la incompetencia del orden jurisdiccional social
para conocer de la reclamación formulada por la demandante frente al Sr. Mason y
absolviendo al resto de las empresas codemandadas de las pretensiones formuladas en
su contra. Con relación al demandado Sr. Mason niega la Sala la competencia del orden
jurisdiccional social, al ser distintas las empleadoras de la demandante -si bien se
precisa que lo mismo ocurriría si fueran la misma o una unidad empresarial-, y no
mediar entre ellos una relación laboral derivada de contrato de trabajo, sino sólo la
relación funcional consecuencia de las labores desarrollados por ambos en el restaurante
del buque. En cuanto a la acción ejercitada por la actora frente a las empresas
codemandadas, la Sala aprecia la competencia del orden jurisdiccional social conforme
a los arts. 2.1 y 175 y ss. LPL, dada la relación de trabajo que mediaba entre las partes.
Y respecto de ellas la Sala indica que, para exigirles la responsabilidad reclamada por la
actora, era preciso su previo conocimiento de la situación que sufría la trabajadora. Por
lo tanto considera que no era preciso entrar a analizar la realidad del acoso sexual de la
actora por parte del Sr. Mason, sino sólo si las empresas eran conocedoras de la
situación vivida entre ambos. Pues bien, la Sala, manteniendo inalterado el relato
fáctico, después de manifestar sus dudas sobre su solidez probatoria, afirma que no se
daba por probado que la actora denunciara en ningún momento ante el capitán del barco
ni ante ninguna de las empresas demandadas la situación que venía soportando. En este
sentido señala que estaba claro que después de su requerimiento de atención médica el
día 22 de mayo de 1997 a la doctora Foncea (Oficial médico del buque) se inició una
investigación por parte del Capitán Sr. Ross, en cuyo memorandum se decía no haber
encontrado nada sustancial en relación al acoso sexual, y se añade que no constaba que,
con anterioridad a esa fecha, la parte empresarial tuviera conocimiento de la situación
que se denunciaba. Por ello entiende la Sala que aun cuando el hecho probado segundo
afirmaba que las agresiones sexuales y requerimientos eran conocidas en el barco (dado
que el Sr. Mason, en su obsesión por la recurrente, no reparaba en manifestarlas
públicamente), a tal expresión del "conocimiento en el barco" no debía dársele otro
alcance que ese conocimiento pudieran tenerlo los compañeros de trabajo de los propios
afectados. Y, llegados a ese punto, prosigue diciendo que, "si ninguna de las empresas
que ha sido condenada por la sentencia de instancia tuvo conocimiento, como pronto,
hasta el 22-05-97 de la situación creada, al desembarcar la trabajadora el 26-05-97 por
prescripción facultativa, resulta imposible que aquellas pudieran adoptar las medidas
tendentes a evitarla y a que se vulneraran derechos fundamentales de la demandante
durante su permanencia en el barco en virtud de su contrato de trabajo". De este modo la
Sala, acogiendo la excepción de incompetencia de jurisdicción respecto a la reclamación
formulada al Sr. Mason, y considerando que las vulneraciones imputadas a las empresas
codemandadas no resultaban de recibo por las razones señaladas, decide la revocación
de la Sentencia de instancia con desestimación íntegra de las pretensiones contenidas en
la demanda.
n) Frente a esa Sentencia la recurrente formuló recurso de casación para la
unificación de doctrina (núm. 3736-2001), que fue inadmitido a trámite por Auto de la
Sala de lo Social del Tribunal Supremo, de 30 de enero de 2003, por falta de
contradicción entre la Sentencia recurrida y la aportada de contraste (Sentencia de la
Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, de 27 de octubre de
2000), ya que, aunque las controversias presentaban evidentes puntos de coincidencia,
concurría un elemento diferencial relevante entre ambos supuestos cual era que la
conducta constitutiva de acoso provenía en el caso de la Sentencia de contraste de un
trabajador de la propia plantilla de la empresa a la que pertenecía la actora, lo que no
ocurría en el caso de autos.
3. Tras exponer los antecedentes de hecho, la recurrente sostiene en la
fundamentación jurídica de su demanda de amparo la existencia de vulneración de los
arts. 14, 15, 18 y 24 CE. Comienza imputando a las dos resoluciones judiciales
impugnadas la lesión del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24 CE) en su
contenido primario del derecho a la obtención de una resolución razonada y fundada en
Derecho sobre el fondo de las pretensiones. Después, con invocación del art. 14 CE, se
queja de la inadmisión a trámite de su recurso de casación para la unificación de
doctrina, pues, a su juicio, existe plena contradicción entre la Sentencia del Tribunal
Superior de Justicia del País Vasco dictada en esos autos, y la de su homónimo de
Cataluña, dictada en los autos 5724-2000, ya que, siendo en ambos casos las
circunstancias esencialmente iguales, sólo en la primera se ha negado a la jurisdicción
social la competencia para conocer de una demanda sobre tutela de derechos
fundamentales contra el trabajador autor de los hechos lesivos. En este sentido prosigue
diciendo que resulta irrelevante el hecho de que en el caso de autos, a diferencia del
supuesto elegido de contraste, los trabajadores perteneciesen a distintas empresas, ya
que, de un lado, la resolución impugnada no ha tenido en cuenta esa circunstancia como
argumento para decretar la incompetencia del orden social, pues, al margen de que
pertenezcan a diferentes empresas, basó su decisión en que la cuestión litigiosa se
suscitaba entre dos trabajadores; de otra parte, porque, en cualquier caso, se desprende
de los hechos probados la existencia de una dependencia funcional entre ambas
empresas, ya que el demandado era inmediato superior jerárquico de la demandante y
los hechos acontecieron en el lugar de trabajo.
Después continúa diciendo que el acoso sexual, que supone una vulneración del
derecho al honor, a la intimidad personal (art. 18 CE), y a la integridad física y moral
(art. 15 CE), ha quedado probado en el caso de autos, ya que el Sr. Steve Mason se
jactaba públicamente, en el propio ámbito de trabajo y entre los compañeros, de la
atracción física que sentía por la recurrente, y que tal actuación ha supuesto un ataque
injustificado a los derechos fundamentales antes citados, así como la vulneración del
derecho de toda persona a no verse involucrada en un contexto sexual no deseado.
Posteriormente pasa a examinar la fundamentación jurídica de la Sentencia del
Tribunal Superior de Justicia. En primer lugar considera que incurre en una
incoherencia grave al negar la competencia del orden jurisdiccional social respecto de la
acción dirigida al Sr. Mason (autor del acoso). En este sentido señala que la Sala realiza
una interpretación forzada del art. 2 de la Ley de procedimiento laboral, al negar que el
orden social pueda conocer de la acción interpuesta contra el autor de los hechos por no
existir relación laboral con él, cuando no ha negado su competencia con relación a la
acción dirigida frente a determinadas empresas con las que tampoco existía contrato de
trabajo. Asimismo recuerda que el mencionado art. 2 no limita el conocimiento del
orden social a las controversias entre trabajadores y empresarios como consecuencia del
contrato de trabajo, aunque este supuesto sea lo más habitual. Aduce que la
interpretación judicial de ese precepto legal tiene que ser favorable a aquél al que se le
ha lesionado un derecho fundamental en el ámbito de la relación laboral, y que, de no
reconocerse la competencia del orden jurisdiccional social en el caso de autos, se está
forzando a la víctima del acoso a accionar doblemente, a saber, por la vía del orden
social respecto a las empresas demandadas, y por la civil respecto del autor de los
hechos (ya que penalmente tampoco se reconoce la competencia de los órganos
españoles al ocurrir los hechos en un buque con bandera británica). En definitiva, señala
que el órgano judicial ha realizado una interpretación indebidamente restrictiva del
comentado precepto legal, ya que debió conocer de la controversia planteada conforme
a lo dispuesto en su apartado k), que declara que los órganos jurisdiccionales del orden
social conocerán de las cuestiones litigiosas que se promuevan sobre tutela de los
derechos fundamentales.
En segundo lugar, y en cuanto a la exención de responsabilidad de las empresas
codemandadas, considera que es un error someter la responsabilidad de los hechos por
parte del empresario a que sea la propia víctima la que se los comunique formal y
personalmente, ya que supone un desconocimiento profundo de la situación emocional
de la trabajadora que se encuentra bajo una presión de esas características, resultando el
silencio de la víctima algo normal y hasta lógico. Por otro lado, indica que en la
instancia había quedado probado, no sólo que existió una conducta libidinosa, hostil y
humillante por parte del Sr. Mason frente a la actora, sino que ese comportamiento era
conocido en el ámbito de trabajo, y que, de acuerdo con tales premisas, se le impuso una
condena a todos los codemandados. Y añade que la Sala vuelve a incurrir en
incoherencia de razonamiento al partir de la base de que la fecha clave a efectos de
establecer la responsabilidad de las empresas demandadas es aquella en la que la actora
decide a acudir al Sr. Mark (superior jerárquico del Sr. Mason) para preguntarle el
motivo por el cual este último cambió su puesto de trabajo. A este respecto, aduce la
actora que no se dirigió a él para comunicarle la presión a la que se veía sometida, sino
para preguntarle por los motivos del cambio de puesto. Y que, la respuesta obtenida (a
saber, que si quería recuperar su puesto, "debería pasar por la cama del Sr. Mason"),
evidenciaba que la directiva, al menos la de la empresa a la que pertenecía el Sr. Mason,
estaba más que formalmente enterada del comportamiento de éste con anterioridad a esa
fecha.
Prosigue diciendo que los hechos probados ponen de manifiesto que el Sr.
Mason se sentía en su ámbito laboral con la suficiente libertad como para realizar a viva
voz y en público los comentarios relativos a la atracción física que sentía por la
recurrente, e indica que estas manifestaciones verbales ponen de manifiesto un
comportamiento lesivo y discriminatorio respecto a una empleada, así como una actitud
omisiva e igualmente lesiva de aquellas entidades que consintieron ese tipo de
comportamientos en el ámbito de trabajo, contraria al deber de protección de sus
empleados. Vuelve a insistir en que la circunstancia de que la actora y el demandado
perteneciesen a distintas empresas resulta irrelevante, ya que todas ellas tenían un
concierto económico para realizar la prestación de unos mismos servicios, y lo
verdaderamente importante era que aquéllos desarrollaban sus funciones en el mismo
espacio físico (restaurante del buque), existiendo un evidente desequilibrio en la
posición de las partes (subordinación jerárquica de la actora respecto del Sr. Mason, que
era su supervisor).
Asimismo recuerda que, según la Sentencia de instancia, "de los hechos
declarados probados, que se han alcanzado valorando la prueba practicada en su
conjunto, se desprende que la actora ha sido objeto de tocamientos, roces y
requerimientos sexuales por parte de su superior jerárquico y supervisor señor Mason,
actuación que se extendió en el tiempo, durante los periodos en los que se encontraba
embarcada, a partir del mes de octubre de 1996 hasta la fecha de su desembarco el 26 de
mayo de 1997". La conducta de acoso, además de quedar acreditada, implicó una serie
de consecuencias laborales negativas para la recurrente, pues, no sólo generó un
ambiente hostil que imposibilitaba el normal desarrollo del empleo de la trabajadora,
obligándola incluso a trasladarse de departamento por indicación del acosador, sino que,
además, coartó, limitó y condicionó su desarrollo personal y profesional, obligándola a
dejar el empleo debido a un cuadro ansioso-depresivo producido por la presión a la que
se vio sometida en su centro de trabajo y en el curso de su relación laboral. Finalmente
vuelve a criticar la resolución dictada por el Tribunal Supremo, ya que entiende que
para decidir el ámbito de la competencia de los respectivos órdenes jurisdiccionales el
dato decisivo es que el daño se impute a un incumplimiento laboral y no civil,
incumplimiento que en el caso de autos ha quedado acreditado.
4. Por providencia de 19 de mayo de 2005 de la Sala Segunda, se admitió a
trámite la demanda, y conforme al art. 51 LOTC, se acordó dirigir comunicación a la
Sala de lo Social del Tribunal Supremo y a la Sala de lo Social del Tribunal Superior de
Justicia del País Vasco, a fin de que, en plazo que no excediera de diez días, remitiesen
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes, y se requirió al
Juzgado de lo Social núm. 6 de Bilbao a los mismos efectos y para que emplazase a
quienes hubieran sido parte en el procedimiento núm. 49-1999, a excepción de la
recurrente, para que pudiesen comparecer en el recurso de amparo.
5. En esa misma fecha se ordenó que se formara la oportuna pieza separada para
la tramitación del incidente de suspensión solicitada por la recurrente y se concedió un
plazo común de tres días a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que pudiera
alegar lo que estimasen conveniente sobre la suspensión, conforme a lo dispuesto en el
art. 56 LOTC. Tras evacuarse el trámite de alegaciones conferido, mediante Auto de 12
de septiembre de 2005 la Sala Segunda acordó denegar la suspensión solicitada.
6. Por escrito de 28 de junio de 2005 se persona el Procurador de los Tribunales
don Felipe Juanas Blanco, en nombre y representación de Consulmar, S.L.; y por escrito
de fecha 7 de julio de 2005, lo hace el Procurador de los Tribunales don Manuel
Lanchares Perlado, en nombre y representación de Granada Retail Catering Limited.
7. Por diligencia de ordenación de 6 de octubre de 2005 se tiene por personados
a los citados Procuradores, condicionando la personación del Procurador de los
Tribunales don Felipe Juanas Blanco a que acreditase la representación que decía
ostentar, lo que lleva a efecto por medio de escrito de 17 de octubre siguiente.
8. Con fecha de 14 de diciembre de 2005 se persona el Procurador de los
Tribunales don Isacio Calleja García, en nombre y representación de P&O European
Ferries (Portsmouth) Ltd., y por diligencia de ordenación de 11 de mayo de 2006 se le
tiene por personado.
9. Por diligencia de ordenación de 9 de enero de 2007 se acuerda dar vista de las
actuaciones a las partes personadas y al Ministerio Fiscal por plazo común de veinte
días para que pudiesen formular alegaciones, conforme a lo dispuesto en el art. 52.1
LOTC.
10. Con fecha de 18 de enero de 2007 presenta su escrito de alegaciones la
representación procesal de la recurrente en amparo, reafirmándose en los hechos,
fundamentos y suplico contenidos en su demanda de amparo.
11. Con fecha de 31 de enero de 2007, el Ministerio Fiscal presenta su escrito de
alegaciones. En primer lugar rechaza la existencia de la lesión del derecho a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE) que se imputa al Auto del Tribunal Supremo por no
haber apreciado la idoneidad de la sentencia de contraste aportada por la recurrente.
Señala que en esta última se cuestionaba si un trabajador podía dirigir una reclamación
de indemnización contra otro trabajador de la misma empresa, al margen o
conjuntamente de la pretensión ejercitada frente al empresario, mientras que en la
Sentencia recurrida el supuesto de hecho era la pretensión de reclamación frente a un
trabajador de distinta empresa. A juicio del Fiscal, existiendo esa diferencia entre los
supuestos de hecho de ambas sentencias, no podía tildarse de errónea, inmotivada o
arbitraria la decisión de inadmisión que la tomó en consideración. Por otro lado rechaza
que el citado Auto hubiese vulnerado el derecho a la igualdad en la aplicación de la ley,
dada la disparidad de órganos judiciales que dictaron las sentencias a las que la
recurrente se refería.
En segundo lugar y, con relación a la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva que se imputa a la Sentencia de suplicación, el Fiscal niega que se haya
producido por la incoherencia interna que se le atribuye, pero aprecia su lesión por la
irrazonabilidad en la que incurre la Sentencia al argumentar la falta de competencia del
orden social con relación a la acción ejercitada contra el trabajador (sujeto activo del
acoso sexual). En este sentido recuerda que la Sentencia impugnada admitía la
competencia de la jurisdicción social para conocer las controversias de un trabajador
frente a otro, cuando, al demandarse también al empresario, la eventual estimación de la
pretensión pudiese tener alguna incidencia sobre los derechos o intereses de dichos
trabajadores y, entendiendo que tal circunstancia no acontecía en el presente caso, optó
por negar la competencia del orden social para enjuiciar la acción contra el trabajador
demandado. A juicio del Fiscal, esa argumentación no puede considerarse razonable, ya
que, de un lado, exige que la conducta de dicho trabajador quede acreditada, y ello
implicaría la existencia de unos hechos probados susceptibles de tener virtualidad en el
ulterior proceso que se emprendiera contra dicho trabajador, y, de otro lado, señala que,
si estando acreditados los hechos, se acreditara la responsabilidad empresarial, es claro
que también tal pronunciamiento afectaría en el ámbito laboral a dicho trabajador, pues,
al tener que cesar en el comportamiento denunciado y ser el superior jerárquico de la
trabajadora accionante, se verían afectadas las competencias de éste sobre la misma, y
se podría incluso llegar a extinguir su contrato de trabajo al tratarse de un
comportamiento sancionable con el despido disciplinario. Por ello sostiene que no
puede calificarse como razonable la afirmación contenida en el fundamento de derecho
segundo relativa a que el trabajador denunciado no podría verse afectado por la decisión
del proceso o por la actuación empresarial que se denunciaba.
Continúa diciendo que igual de irrazonable resulta la Sentencia recurrida, al
eximir de responsabilidad a las mercantiles condenadas por la Sentencia de instancia.
Ciertamente la Sala parte de que no estaba acreditado que la trabajadora hubiera
denunciado ante el capitán del barco ni ante ninguna de las empresas codemandadas la
situación que venía soportando. De este modo, fija como fecha del conocimiento
empresarial de los hechos el día en que la trabajadora requirió atención médica. Y dado
que tras ello fue desembarcada por prescripción facultativa y se inició una investigación
por parte del capitán, entiende la Sala que no podía existir responsabilidad empresarial
por acoso, al no haber podido adoptar medida alguna con relación a los hechos. Pues
bien, según el Fiscal, para efectuar tales razonamientos, la Sala no tomó en
consideración que el día en que la trabajadora requirió la atención médica había pedido
previamente explicaciones por su cambio de puesto de trabajo (cambio que lógicamente,
debió decidirse y aprobarse con antelación) ante los superiores jerárquicos del Sr.
Mason, y que éstos le exigieron el "paso por la cama" de este último si quería recuperar
su puesto de trabajo. Y, aunque era un hecho probado que las agresiones sexuales y
requerimientos eran conocidos en el barco por las manifestaciones públicas del Sr.
Mason, la Sala, sin explicación ni argumentación de ninguna índole, afirmó que dicho
conocimiento estaba acotado exclusivamente a los trabajadores, pero que no era
predicable de ningún responsable empresarial. Tal apreciación no tomó en
consideración las peculiaridades del centro de trabajo (un barco en el que se realizaban
cruceros), en el que las relaciones entre trabajadores y empleadores son particularmente
intensas al compartir, no sólo las horas en que se prestan servicios, sino el resto de la
jornada, dada la coincidencia entre el lugar de trabajo y el de residencia. Tampoco se
acomodaba a las más elementales reglas de la lógica la apreciación de que un
comportamiento como el discutido, con una duración prolongada en el tiempo y
alardeado por su autor, resultase desconocido para las empresas. Y añade el Fiscal que
prueba de que no existió tal desconocimiento del acoso lo era el que los superiores del
Sr. Mason aprobaran la decisión de modificar la situación laboral de la trabajadora y
supeditaran la recuperación de su puesto a que la misma accediera a los requerimientos
sexuales de aquél. Por todo ello entiende que la apreciación judicial de la falta de
conocimiento empresarial de los hechos era claramente irrazonable, por lo que, también
en ese segundo aspecto, la Sentencia debía considerarse lesiva del derecho a la tutela
judicial efectiva.
Finalmente concluye el escrito diciendo que, dado que las empresas en sus
recursos de suplicación adujeron la prescripción, así como por algunas de ellas su
ajenidad a lo debatido, y que tales cuestiones no habían sido analizadas por la Sentencia
dictada en suplicación, el alcance del amparo no podía contraerse a la anulación de la
Sentencia dictada en suplicación y a la pervivencia de la de instancia, sino que se
imponía la retroacción de actuaciones para que, con oportunidad de pronunciarse sobre
esas cuestiones, la Sala dictase otra sentencia respetuosa con el derecho a la tutela
judicial efectiva de la recurrente.
12. Con fecha de 8 de febrero de 2007 presenta su escrito de alegaciones la
representación procesal de la empresa Consulmar, S.L., que niega la lesión del derecho
a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) por las resoluciones judiciales impugnadas, al
haber dado una solución razonada y fundada a las pretensiones planteadas. En este
sentido aduce que la Sentencia de suplicación eximió a las empresas codemandadas de
responsabilidad tras analizar la numerosa prueba practicada, de un modo absolutamente
lógico y racional, y determinó que las mismas no tuvieron conocimiento de los hechos
en cuestión hasta el día 22 de mayo de 1997. En el caso de Consulmar, S. L., tal
conocimiento se produjo, incluso, con posterioridad, ya que se trata de una compañía
que actúa como agente de la empresa Solent Marine Service, Ltd., es decir, se dedica a
la tramitación administrativa de la firma de contratos y pago de salarios, que ninguna
responsabilidad tuvo en la elección del trabajador acosador, ni en el funcionamiento u
organización laboral del buque, y que, en consecuencia, no pudo tomar medida alguna
para evitar el acoso, sobre todo, cuando nada le comunicó la trabajadora al respecto.
También se queja de la atribución de responsabilidad solidaria por la que aboga la
recurrente, cuando no ha acreditado en el proceso la culpa que cada una de las empresas
pudiera tener en los hechos. En concreto entiende que a esa empresa no se le puede
atribuir responsabilidad por incumplimiento de su deber de prevención, cuando se trata
de un mero agente de otra empresa que no tiene ninguna posibilidad de actuación en el
lugar de trabajo. Así mismo no cabe atribuirle una culpa in eligendo, pues el Sr. Mason
no fue contratado por ella, sino por la empresa Granada Retail Services. Finalmente, en
cuanto a las críticas vertidas por la recurrente con relación a la declaración de la
incompetencia de jurisdicción para conocer de la acción dirigida frente al Sr. Mason,
aduce que se trata de una cuestión que en nada afecta a esa empresa, por lo que omite
cualquier consideración al respecto.
13. Con fecha de 8 de febrero de 2007 presenta su escrito de alegaciones la
representación procesal de la empresa P&O European Ferries Portsmouth Ltd.
Considera que la recurrente formuló su recurso de casación para la unificación de
doctrina de forma infundada, ya que intentó hacer ver que la absolución de las empresas
codemandadas lo fue por la declaración de incompetencia de jurisdicción, como en el
caso del trabajador demandado, cuando, en realidad, la Sala de suplicación había
reconocido la competencia respecto de ellas y entró en el fondo del asunto
(absolviéndolas por considerar que no tuvieron conocimiento de los actos de acoso
sexual). Por tal motivo considera que la Sentencia de suplicación devino firme respecto
a las empresas, y, al no plantearse el recurso de casación para la unificación de doctrina
respecto a ese extremo, o, en todo caso, al plantearse erróneamente, no se puede
interponer ahora recurso de amparo, que resulta extemporáneo. También denuncia como
causa de inadmisibilidad la falta de invocación previa (art. 44.1 c LOTC), ya que en el
recurso de casación para la unificación de doctrina en ningún momento se planteó la
infracción de derechos fundamentales por la Sentencia de suplicación. Prosigue
diciendo que la doctrina constitucional que la recurrente cita para impugnar el Auto
dictado por el Tribunal Supremo es relativa al derecho a la tutela judicial efectiva en su
vertiente de acceso a la jurisdicción, cuando el canon de control es el del acceso al
recurso. Siendo así, considera que el Auto cuestionado no vulnera el art. 24.1 CE, ya
que no incurre en irrazonabilidad, error patente o arbitrariedad, al haber apreciado
motivadamente la concurrencia de un elemento diferencial relevante entre la Sentencia
impugnada y la de contraste que impedía la admisión a trámite del recurso conforme al
art. 217 LPL. Finalmente, en cuanto al pronunciamiento de la Sentencia impugnada
relativo a la incompetencia de jurisdicción con referencia a la acción promovida contra
el trabajador (sujeto activo del acoso), niega que pueda vulnerar el art. 24 CE, ya que la
decisión se ha tomado en ejercicio de las funciones que el art. 117 CE concede al
órgano judicial, y lo ha hecho de forma razonada, fundada y motivada. Además entiende
que una resolución meramente procesal como esa no vulnera el art. 24 CE, que puede
ser satisfecho mediante una resolución de inadmisión, siempre que su argumentación
tenga base jurídica razonable.
14. Por escrito de fecha 12 de febrero de 2007 la empresa Granada Retail
Catering Ltd. cumplimenta el trámite de alegaciones conferido, negando la existencia de
vulneración de los derechos fundamentales invocada por la recurrente. Sostiene su
desconocimiento de la situación de acoso, así como la imposibilidad de que se le impute
responsabilidad con motivo del mismo, al no ser esa empresa la empleadora de la
recurrente. Niega también que la discriminación que se denuncia se pueda vincular con
el sexo o condición femenina de la recurrente, y que esa empresa tuviese que velar por
la protección física y moral, o por la intimidad de aquélla.
15. Por providencia de 13 de diciembre de 2007, se señaló para deliberación y
fallo de la presente Sentencia el día 17 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 43/2007
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1335-2005, promovido por don Ignacio Núñez Benjumea,
representado por el Procurador de los Tribunales don Ernesto García Lozano Martín y asistido
por el Letrado don Manuel Laguna Barnes, contra la Sentencia de la Sección Tercera de la
Audiencia Provincial de Madrid núm. 32/2005, de 25 de enero, recaída en recurso de apelación
núm. 19-2005, interpuesto contra la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 17 de Madrid núm.
313/2004, de 15 de septiembre, en el juicio oral núm. 112-2004, por presuntos delitos contra la
seguridad del tráfico y desobediencia. Ha comparecido y formulado alegaciones el Ministerio
Fiscal. Ha actuado como Ponente el Magistrado don Vicente Conde Martín de Hijas, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 25 de
febrero de 2005 don Ernesto García Lozano Martín, Procurador de los Tribunales, en nombre y
representación de don Ignacio Núñez Benjumea, interpuso recurso de amparo contra la
resolución judicial a la que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. En la demanda de amparo se recoge la relación de antecedentes fácticos que a
continuación sucintamente se extracta:
a) En fecha 9 de marzo de 2002, con ocasión de un control preventivo y rutinario de
alcoholemia que realizaba la Guardia Civil en Alcobendas, en el kilómetro 16 de la carretera
nacional I (Madrid-Irún), el demandante de amparo, que conducía un vehículo a motor, fue
invitado a someterse a la prueba de detección alcohólica mediante aire aspirado.
Desconociendo realmente las consecuencias de una negativa a someterse a dicha
prueba, el demandante de amparo se negó a su práctica, razón por la cual fue detenido,
procediéndose a levantar el atestado núm. 97-2002-P por presunto delito de desobediencia
grave a los agentes de la autoridad en el ejercicio de sus funciones. En el momento de
levantarse el atestado, al demandante de amparo no se le informó con precisión de las
consecuencias de la negativa a someterse a la prueba de detección alcohólica, siendo informado
únicamente de que su conducta era constitutiva de infracción penal, pero no de qué clase, ni con
qué grado o alcance.
Finalmente la prueba de detección alcohólica no se practicó y el demandante de amparo
fue puesto en libertad a las dos horas de su detención, sin que en su presencia se rellenara el
formulario o cuestionario de síntomas que se practica en toda prueba de detección alcohólica.
b) Como consecuencia del atestado se instruyeron en el Juzgado de Instrucción núm. 1
de Alcobendas las diligencias previas y el procedimiento abreviado núm. 497-2002, cuyo
enjuiciamiento correspondió como juicio oral núm. 112-2004 al Juzgado de lo Penal núm. 17 de
Madrid, que dictó la Sentencia núm. 313/2004, de 15 de septiembre, en la que condenó al
demandante de amparo por un delito de desobediencia grave a la autoridad y le absolvió del
delito contra la seguridad del tráfico del que también había sido acusado.
En relación con el delito contra la seguridad del tráfico, el órgano judicial estimó, tras el
análisis del atestado y de las pruebas practicadas en el acto del juicio, que no existían pruebas
suficientes para declarar que el demandante de amparo conducía bajo la influencia de bebidas
alcohólicas o influenciado por éstas, considerando además que en cualquier caso el principio
non bis in idem impedía la condena a la vez por los dos delitos por los que había sido acusado el
recurrente en amparo.
c) El Ministerio Fiscal interpuso recurso de apelación contra la anterior Sentencia,
solicitando la condena del demandante de amparo por el delito contra la seguridad en el tráfico,
al entender que la existencia de signos externos de que había ingerido alcohol era suficiente
para la condena, rechazando, además, la posible vulneración del principio non bis in idem, al
tratarse de un concurso real de delitos y proteger los arts. 379 y 380 CP diferentes bienes
jurídicos.
El demandante de amparo impugnó el recurso de apelación del Ministerio Fiscal y a su
vez formuló adhesión al mismo, recurriendo parcialmente la Sentencia de instancia, en cuanto le
condenaba por un delito de desobediencia grave a la autoridad, al entender que no concurrían
todos los elementos del tipo.
d) La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid dictó la Sentencia núm.
32/2005, de 25 de enero, que estimó el recurso de apelación interpuesto por el Ministerio Fiscal
e inadmitió la adhesión a la apelación formulada por el demandante de amparo sin entrar a
valorar el fondo de la misma.
En relación con el recurso del Ministerio Fiscal la Sala estimó errónea la valoración de la
prueba realizada por el Juez de instancia, entendiendo que la mera existencia de los signos
externos descritos en el formulario del atestado era suficiente para apreciar la influencia del
alcohol en la conducción. Respecto a la inadmisión de la adhesión a la apelación consideró que
su admisión vulneraría el principio de defensa e igualdad entre las partes, al pretenderse la
absolución del único delito por el que se condenó en instancia al recurrente en amparo.
3. En cuanto a la fundamentación jurídica de la demanda de amparo se invocan en ésta,
frente a la Sentencia de la Audiencia Provincial, las siguientes vulneraciones de derechos
fundamentales:
a) Derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE). Se afirma al respecto que la
Sentencia impugnada ha vulnerado el mencionado derecho fundamental, en primer lugar, al
estimar que en este caso concurrían todos los elementos del delito de conducción bajo la
influencia de bebidas alcohólicas (art. 379 CP). Tras reproducir la doctrina de este Tribunal y del
Tribunal Supremo en relación con el art. 379 CP, se argumenta que para poder aplicar el
mencionado precepto es necesario acreditar los siguientes elementos: que el acusado ha
ingerido bebidas alcohólicas; que la ingesta de estas bebidas ha influido en sus facultades físicas
y psíquicas en relación con los niveles de percepción y reacción; y, en fin, que la concreta
conducta del acusado ha significado un indudable riesgo para los bienes jurídicos protegidos. En
otras palabras, se requiere que concurran los elementos básicos que configuran el tipo penal:
uno de carácter objetivo, conducir un vehículo a motor bajo la influencia de bebidas alcohólicas;
y otro de carácter subjetivo, que la ingesta de bebidas alcohólicas produzca en el agente un
estado incompatible con la conducción con seguridad, lo que ha de ser probado en cada caso en
concreto.
Pues bien, el Juzgado de lo Penal absolvió al recurrente en amparo de delito de
conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas al considerar, tras valorar las pruebas
practicadas en el juicio oral, que no se había acreditado la necesaria influencia de la ingesta de
bebidas alcohólicas en la conducción. Es cierto que los agentes que declararon en el juicio
refirieron la existencia de signos externos de ingesta de bebidas alcohólicas, pero no lo es
menos que el demandante de amparo fue detenido en un control preventivo de alcoholemia de
forma aleatoria y sin que los agentes hubiesen manifestado ni en el juicio ni en el atestado que
previamente habían visto algún tipo de maniobra o conducción extraña o peligrosa. De ahí que la
Sentencia de instancia concluyera que los signos apreciados en el conductor no bastaban para
considerar acreditada la influencia de bebidas alcohólicas en la conducción.
A pesar de lo que se declara en la Sentencia de la Audiencia Provincial, no se ha
probado en el proceso penal que la conducción estuvo influenciada por el alcohol, de tal forma
que se hubiese producido una merma en las facultades psicofísicas del conductor. En la
Sentencia recurrida se hace referencia a la existencia de signos externos de la ingesta de
alcohol, pero en ningún caso se ha acreditado que la conducción estuviese influenciada por el
alcohol.
Además el demandante de amparo impugnó expresamente en el juicio oral el formulario
de síntomas o signos externos que constaba en el atestado, por no obedecer a la realidad y por
haber sido realizado al final del atestado, cuando ya había sido puesto en libertad y en su
ausencia. Por lo tanto parece que se hizo de memoria, haciéndose constar al final de las
observaciones unas frases que en nada coinciden con lo que había contestado el recurrente en
amparo al ser interrogado.
En definitiva, no existen en el procedimiento penal pruebas suficientes de que la
conducción del demandante de amparo estaba influenciada por el alcohol en forma tal que
permita tener constatada la existencia del tipo penal del art. 379 CP y desvirtuado el derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
b) Derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE). El demandante de amparo, bajo
la invocación también de este derecho fundamental, denuncia, en segundo lugar, que la
Audiencia Provincial en la apelación ha efectuado una nueva valoración de la prueba testifical
practicada en el acto del juicio, sin respetar el principio de inmediación. Tras reproducir la
doctrina de la STC 176/2002, de 18 de septiembre, se afirma en la demanda de amparo que la
Audiencia Provincial no puede desvirtuar la presunción de inocencia de un acusado absuelto en
primera instancia en tanto no presencie las pruebas personales en las que se fundó aquella
declaración absolutoria o se hayan practicado nuevas pruebas, no pudiendo llevar a cabo una
nueva valoración de la declaración del acusado ni de las pruebas testifícales. Así pues la Sala se
ha atribuido de forma indebida la posibilidad de efectuar una nueva valoración de la prueba
testifical practicada en el acto del juicio.
Aunque la Sala afirma que no lleva a cabo una nueva valoración de la prueba practicada
en la instancia, sino simplemente que considera errónea la inferencia que el Juzgado de lo Penal
obtiene de aquella prueba, en realidad efectúa la nueva valoración que niega de la prueba
testifical practicada en el acto del juicio.
c) Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva y del derecho de acceso a los
recursos (art. 24.1 CE), al haber inadmitido la Audiencia Provincial la adhesión a la apelación
formulada por el demandante de amparo.
Se argumenta al respecto que el solicitante de amparo no promovió recurso de apelación
contra la Sentencia del Juzgado de lo Penal, pero que no obstante, al interponer recurso de
apelación el Ministerio Fiscal respecto a su absolución por el delito de conducción bajo la
influencia de bebidas alcohólicas, hizo uso de la posibilidad prevista en el art. 790.5 LECrim, que
igualmente se establece en el art. 874 LECrim para el recurso de casación y que con carácter
general y supletorio recoge el art. 461 LEC, esto es, se adhirió al recurso en lo que estimó que
era perjudicial la Sentencia recurrida.
Ciertamente una constante doctrina del Tribunal Supremo venía estableciendo con
referencia al recurso de casación que la adhesión que realiza una parte al recurso interpuesto
por otra no puede entenderse como un nuevo recurso independiente formalizado con
posterioridad al primero, sino que sólo puede suponer una alianza táctica con la parte que con
prioridad impugnó, debiendo adaptarse totalmente a la postura procesal e impugnativa de ésta,
sin que mediante la adhesión puedan plantearse cuestiones distintas de las que viene a apoyar
(por todas, SSTS de 7 de marzo y 11 de mayo de 1988, 26 y 28 de septiembre de 1990). Sin
embargo este criterio restrictivo, vinculado al carácter extraordinario, limitado y altamente
formalizado del recurso de casación, no puede extrapolarse sin más a un recurso ordinario y de
tramitación simplificada como es el recurso de apelación. Además la nueva LEC (art. 461.1 y 2),
de aplicación supletoria a la restante normativa procesal, admite que el apelado pueda impugnar
cualquier declaración de la sentencia que le resulte perjudicial aprovechando el traslado que se
le da de la apelación formulada de adverso, aunque inicialmente no hubiera manifestado su
deseo de impugnarla.
Tras traer a colación en apoyo de sus tesis la Sentencia de la Audiencia Provincial de
Sevilla de 12 de abril de 2001, y diversa doctrina constitucional sobre la adhesión a la apelación
en el juicio de faltas y en el procedimiento abreviado, el demandante afirma que no existe ningún
obstáculo para admitir en el proceso penal una apelación adhesiva de contenido impugnativo
autónomo, como lo demuestra su introducción en el procedimiento ante el Tribunal del Jurado
[art. 846 bis b), párrafo 3, LECrim].
En definitiva, la inadmisión o el rechazo sin más de la adhesión a la apelación vulnera en
este caso el derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión y el derecho de acceso a los
recursos (art. 24.1 CE).
Concluye el escrito de demanda suplicando del Tribunal Constitucional que, tras los
trámites pertinentes, dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado y se declare la
nulidad de la Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid núm.
32/2005, de 25 de enero. Por escrito de fecha 21 de julio de 2005, de acuerdo con lo dispuesto
en el art. 56.1 LOTC, se interesó la suspensión de la ejecución de la resolución judicial
impugnada y de la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 17 de Madrid núm. 313/2004, de 15
de septiembre.
4. La Sección Cuarta del Tribunal Constitucional, por providencia de 29 de junio de 2006,
de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, acordó conceder al demandante de
amparo y al Ministerio Fiscal plazo común de diez días para que, con las aportaciones
documentales que tuvieran por conveniente, formulasen alegaciones sobre la posible carencia
manifiesta de contenido constitucional de la demanda de amparo [art. 50.1 c) LOTC].
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, por providencia de 19 de septiembre de 2006, acordó admitir a trámite la
demanda y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, dirigir sendas comunicaciones a la
Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Madrid y al Juzgado de lo Penal núm. 17 de
Madrid, a fin de que, en plazo que no excediera de diez días, remitiesen, respectivamente,
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes al recurso de apelación
núm. 19-2005 y al juicio oral núm. 112-2004, debiendo previamente el Juzgado de lo Penal
emplazar a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, a excepción del demandante de
amparo, para que si lo desearan pudiesen comparecer en el plazo de diez días en este proceso
de amparo.
5. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 19 de septiembre de
2006, acordó formar la oportuna pieza para la tramitación del incidente de suspensión y, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC, conceder un plazo común de diez días a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que alegasen lo que estimaran procedente sobre la
suspensión solicitada.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala, por ATC 371/2006, de 23 de
octubre, acordó suspender la ejecución de la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 17 de
Madrid de 15 de septiembre de 2005, en el juicio oral 112-2004, interesada por el demandante
de amparo, exclusivamente en lo relativo a las penas privativas de libertad y accesoria de
suspensión del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de condena, denegando la
suspensión solicitada en todo lo demás.
6. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 12 de diciembre de 2006, se acordó dar vista de las actuaciones recibidas a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, dentro del cual pudieron
presentar las alegaciones que tuvieron por conveniente, de conformidad con lo dispuesto en el
art. 52.1 LOTC.
7. La representación procesal del recurrente en amparo evacuó el trámite de alegaciones
conferido mediante escrito registrado en fecha 10 de enero de 2007, en el que sustancialmente
reprodujo las efectuadas en la demanda.
8. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones mediante escrito registrado en
fecha 19 de enero de 2007, en el que dio por reproducidas las efectuadas en el trámite del art.
50.3 LOTC y que seguidamente se extractan:
a) En relación con la denunciada vulneración del derecho a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE), por falta de prueba sobre la incidencia en la conducción de la ingesta de bebidas
alcohólicas, el Ministerio Fiscal, tras reproducir la doctrina de la STC 68/2004, de 19 de abril (FJ
2), afirma que en este caso quedó acreditado mediante prueba legalmente obtenida, que el
demandante no discute, que había ingerido alcohol y que esta ingesta determinaba dilatación en
sus pupilas, olor a alcohol y andar vacilante, habiéndose negado con reiteración a realizar las
pruebas de alcoholemia, así como que se encontraba conduciendo su vehículo.
Pues bien, el Tribunal de apelación consideró que conducía bajo los efectos del alcohol,
o, lo que es lo mismo, que la ingesta alcohólica afectaba a su capacidad para conducir, ya que
dicha ingesta le dificultaba una actividad mucho más sencilla como era caminar, por lo que con
mayor motivo le afectaría a una actividad mucho más compleja. A partir de los datos acreditados,
que no se cuestionan, se dedujo la afectación a la conducción, sin que tal deducción o inferencia
pueda tildarse de irracional o débil, por lo que carece de fundamento la denunciada vulneración
del derecho a la presunción de inocencia.
b) Por lo que respecta también a la lesión del derecho a la presunción de inocencia (art.
24.2 C), por falta de inmediación en la valoración en segunda instancia de la prueba testifical
practicada en el juicio oral, el Ministerio Fiscal reproduce la doctrina de la STC 74/2006, de 13 de
marzo (FJ 2), para afirmar a continuación, tras subsumir la queja del recurrente en amparo en el
derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), que no puede considerarse
vulnerado este derecho fundamental, ya que la Sala, sin alterar los hechos declarados probados,
ha estimado que los mismos eran constitutivos de un delito contra la seguridad del tráfico al
entender que la inferencia realizada por el juzgador de instancia de la no afectación a la
conducción por la previa consumición de bebidas alcohólicas no era racional, puesto que estaba
acreditado que el demandante de amparo tenía afectada, entre otros extremos, su facultad de
deambulación, siendo por lo tanto una cuestión de estricta valoración jurídica que podía
resolverse con base en lo actuado.
c) El Ministerio Fiscal también descarta la denunciada vulneración del derecho a la tutela
judicial efectiva y del derecho de acceso a los recursos (art. 24.1 CE). Argumenta al respecto
que, de conformidad con la doctrina de la STC 170/2002, de 30 de septiembre (FJ 8), la cuestión
planteada por el demandante de amparo es de estricta legalidad, y que ha visto rechazada su
pretensión de que se admitiera la apelación adhesiva, en la que introducía motivos de recurso
dispares y contradictorios a la apelación a la que pretendía adherirse, por estimar el órgano de
enjuiciamiento que tal adhesión desbordaba los límites del recurso principal, sin que pudiera
admitirse como una nueva apelación dada su extemporaneidad. Este modo de razonar, a juicio
del Ministerio Fiscal, se acomoda, como el recurrente en amparo reconoce, a la doctrina del
Tribunal Supremo, y no puede considerarse vulnerador de los derechos fundamentales
invocados, incluso tratándose de un condenado en sede penal, pues el demandante de amparo
ha podido recurrir sin cortapisa de ninguna índole la Sentencia de instancia, absteniéndose de
realizarlo en el plazo legalmente previsto.
El Ministerio Fiscal concluye su escrito de alegaciones interesando de este Tribunal que
dicte Sentencia desestimatoria de la demanda de amparo.
9. Por providencia de 22 de febrero de 2007, se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 26 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 10/2007
Referencia número: 10/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 15/1/2007
Publicación BOE: 20070215 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Manuel Aragón Reyes
Número registro: 5962-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José María Suárez García frente a las Sentencias de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo y de la Audiencia Provincial de Oviedo que le condenaron por delito contra la
salud pública.Supuesta vulneración del derecho a la presunción de inocencia: condena fundada
en declaraciones sumariales aportadas al juicio oral con contradicción aunque retractadas, como
consta en acta; declaración de coimputado corroborada.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Jorge Rodríguez Zapata Pérez, don
Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5962-2004, promovido por don José María Suárez
García, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Carmen Jiménez Cardona y
asistido por el Abogado don Luis Tuero Fernández, contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo de 9 de julio de 2004, resolviendo recurso de casación núm. 186-2003,
interpuesto contra la Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Oviedo de
14 de noviembre de 2002, en rollo de Sala núm. 21-2002, dimanante del procedimiento
abreviado núm. 1?2002 del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Pola de Lena. Ha intervenido el
Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Manuel Aragón Reyes, quien expresa el
parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 4 de octubre de 2004, don José María
Suárez García, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Carmen Jiménez
Cardona y defendido por el Abogado don Luis Tuero Fernández, interpuso recurso de amparo
contra las Sentencias citadas en el encabezamiento.
2. Los hechos de los que trae causa la demanda de amparo, relevantes para la
resolución de este recurso, son los que se expresan a continuación:
a) El recurrente en amparo fue condenado (junto a otros dos acusados) por Sentencia de
la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Oviedo de 14 de noviembre de 2002, como
autor de un delito contra la salud pública, con la atenuante de drogadicción, a pena de tres años
de prisión, accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo, 150 euros de
multa y comiso de los estupefacientes y dinero intervenidos.
La Sentencia declara probado, en síntesis, que el recurrente y los otros dos acusados se
dedicaban al tráfico de drogas en Pola de Lena, encargándose el coacusado don Benigno
Vázquez Gandoy de organizar los viajes para conseguir las sustancias estupefacientes y el
coacusado don Gonzalo Golpe García de distribuir la droga, en tanto que el recurrente en
amparo, que regenta un bar en dicha localidad, financiaba en ocasiones la compra de las
sustancias estupefacientes. Se declara asimismo probado, en relación con el recurrente, que en
el registro de su domicilio se hallaron escondidos tres millones de pesetas debajo de un colchón
y en otros lugares de la casa 520.000 pesetas y 170.000 pesetas, dinero que la Sala considera
como producto del tráfico ilícito y destinado a financiar futuras operaciones, así como varias
«chinas» de hachís, con un valor de 34,47 euros y algo más de un gramo de cocaína, con valor
de 60 euros.
La Sentencia viene a fundamentar la condena del recurrente en la declaración sumarial
del coimputado don Gonzalo Golpe García, que se incriminó e incriminó al recurrente y al otro
acusado, corroborada por ciertos aspectos de las escuchas telefónicas (en las que se alude a un
tal «Chema», que la Sala identifica como el demandante de amparo), las declaraciones
testificales de los agentes de la Guardia civil intervinientes, así como por la cantidad de dinero
incautada en el registro del domicilio del recurrente, reputándose no creíble la versión ofrecida
por éste en el sentido de que dicho dinero era producto de las ganancias obtenidas por la
explotación de su bar, con fundamento en la valoración de las conclusiones de la prueba pericial
contable practicada a instancias del propio recurrente.
Por otra parte, en la Sentencia se afirma que la declaración incriminatoria del
coimputado don Gonzalo Golpe en la fase instructora respecto del recurrente en amparo fue
mantenida en el plenario, si bien tal afirmación es errónea, pues de las actuaciones resulta que
el referido coimputado se retractó en el juicio oral de sus declaraciones sumariales en las que
incriminaba al recurrente.
b) Interpuesto por el demandante de amparo recurso de casación contra dicha
Sentencia, fundado en la vulneración de su derecho a la presunción de inocencia -así como en
otras cuestiones de estricta legalidad, ajenas al presente recurso de amparo-, fue estimado en
parte por Sentencia de 9 de julio de 2004 de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, en el
sentido de decretar el comiso sólo respecto de las cuatro quintas partes del dinero que le fue
intervenido al recurrente, por lo que casó en este punto la Sentencia impugnada, manteniendo el
resto de pronunciamientos de la misma. La Sala rechaza que se haya producido la vulneración
del derecho a la presunción de inocencia que denuncia el recurrente porque, aunque el
coimputado don Gonzalo Golpe se retractase en el juicio oral de sus declaraciones sumariales
en las que incriminaba al recurrente, el Tribunal a quo puede considerar como más convincentes
las declaraciones sumariales, valorando las mismas como prueba de cargo.
3. El demandante de amparo alega que las Sentencias impugnadas han vulnerado su
derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), en relación con el derecho a un proceso con
todas las garantías (art. 24.2 CE), porque considera que la condena por el delito de tráfico de
estupefacientes no se sustenta en prueba de cargo válida y suficiente. Aduce que ha negado en
todo momento su relación con los hechos delictivos imputados y que, frente a lo que
erróneamente se afirma en la Sentencia de instancia, el coimputado don Gonzalo Golpe sólo le
incriminó en la fase sumarial, retractándose luego en el juicio oral, donde negó que el recurrente
tuviese nada ver con los hechos que se enjuiciaban. Partiendo de esta premisa, razona que no
se puede dar mayor validez a las declaraciones sumariales que a la retractación en el juicio oral,
pues para ello sería necesario, conforme a reiterada doctrina constitucional, que esas
declaraciones sumariales fueran introducidas en el juicio oral como prueba documental
preconstituida con plenas garantías de contradicción y defensa, es decir, ya sea mediante la
lectura pública del acta en que se documentaron, ya sea introduciendo su contenido a través de
los interrogatorios (arts. 714 y 730 LECrim), no siendo válida la fórmula de dar «por
reproducidas» las actuaciones sumariales, que es lo que ha sucedido en el presente caso, como
puede comprobarse con la lectura del acta del juicio oral. Continúa señalando que no es cierto
que las declaraciones sumariales de don Gonzalo Golpe se vieran corroboradas en cuanto al
recurrente por las escuchas telefónicas (al margen de que no fueron válidamente introducidas
como prueba en el plenario), que en modo alguno le incriminan en cuanto a que prestase dinero
alguno a los coacusados, ni tampoco por las declaraciones testificales de los agentes de la
Guardia civil intervinientes, pues ninguno de ellos ha dado dato alguno relevante sobre la
intervención del recurrente: uno de los agentes se limitó a decir que ha escuchado las cintas y
que sobre la base de las mismas cree que el recurrente prestó dinero a don Gonzalo Golpe, pero
que no se ha podido averiguar si existió entrega de dinero y los otros dos agentes simplemente
relataron cómo encontraron el dinero en el registro del domicilio del recurrente. Y en cuanto al
dinero incautado en dicho registro, aduce que tampoco constituye indicio que corrobore las
declaraciones sumariales del coimputado, pues el recurrente siempre mantuvo que ese dinero
era fruto de las ganancias obtenidas en la explotación del bar que regenta en régimen de alquiler
y que lo tenía guardado en su domicilio para dar una señal para comprar dicho bar, financiando
el resto del precio con un préstamo hipotecario que tenía concedido. En cuanto a que el dinero
proviniera de las ganancias del bar, se practicó prueba pericial de donde resultaba que obtenía
unos 6 millones de pesetas de ingresos anuales. Y en cuanto a la señal para la compra del bar,
testificaron el representante de los dueños del local, que confirmó la existencia de negociaciones
para la venta por 14 millones, con una señal de 3 millones, y el director de una agencia bancaria
de Pola de Lena, que confirmó que había solicitado un préstamo hipotecario para la compra del
bar y que se dio el visto bueno a la operación.
4. Por providencia de 1 de julio de 2005, la Sección Primera de este Tribunal acordó
admitir a trámite la demanda de amparo y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir a
la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Oviedo y a la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo para que en el plazo de diez días remitiesen, respectivamente, testimonio del rollo de
Sala núm. 21?2002 y del recurso de casación núm. 186-2003, interesándose asimismo el
emplazamiento de quienes fueron parte para que, en el plazo de diez días, pudiesen comparecer
en el presente proceso constitucional. Asimismo se acordó formar pieza separada de
suspensión, conforme a lo solicitado por el demandante, quien finalmente desistió de su solicitud
de suspensión de ejecución de la condena impuesta, dictándose el ATC 365/2005, de 13 de
octubre, por el que acordó aceptar dicho desistimiento, continuándose la tramitación del recurso
de amparo.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sección Primera de
este Tribunal de 11 de julio de 2005 se tuvieron por recibidos los testimonios de actuaciones y,
asimismo, se acordó, conforme a lo dispuesto en el art. 52 LOTC, dar vista de las actuaciones
por un plazo común de veinte días al Ministerio Fiscal y a la Procuradora del demandante de
amparo, para que dentro de dicho plazo presentasen las alegaciones que a su derecho
conviniesen.
6. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 20 de julio de 2005 el recurrente en
amparo manifestó que daba por reproducidas las alegaciones expuestas en la demanda de
amparo.
7. El Ministerio Fiscal presentó su escrito de alegaciones el 19 de septiembre de 2005,
interesando que se dicte Sentencia otorgando el amparo solicitado. Considera el Ministerio Fiscal
que las Sentencias impugnadas han lesionado el derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2
CE) del recurrente, pues su condena se sustenta exclusivamente en las declaraciones
incriminatorias prestadas en la fase instructora por otro coimputado (que luego se retractó de las
mismas en el juicio oral), declaraciones que no fueron válidamente introducidas en el juicio oral
(pues se dieron simplemente por reproducidas), y que además ni siquiera resultan corroboradas
por otras pruebas, toda vez que, en cuanto a las escuchas telefónicas, independientemente de
su contenido, no fueron introducidas en el plenario en forma debida (ni mediante su audición ni,
en su caso, mediante la lectura de las correspondientes transcripciones); y en cuanto al dinero
intervenido en el domicilio del recurrente, presumir su origen y destino ilícito resulta una
inferencia excesivamente abierta. Por todo ello, el Ministerio Fiscal interesa la estimación del
presente recurso de amparo, por vulneración del derecho a la presunción de inocencia del
recurrente, procediendo que se declare la nulidad de las Sentencias impugnadas.
8. Por providencia de 14 de diciembre de 2006 se acordó señalar para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 18 del mismo mes y año, en que comenzó habiendo
terminado en el día de hoy.
Fundamentos:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 4774-2004, promovido por don José García López,
representado por el Procurador de los Tribunales don Miguel Zamora Bausá y asistido por el
Abogado don Alfonso Cayuela Carlos, contra la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 1 de
Murcia de 20 de octubre de 2003, juicio oral núm. 194-2003, que le condenó como autor de un
delito de robo con fuerza en las cosas en grado de tentativa, y contra la Sentencia de la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia de 9 de julio de 2004, rollo de apelación núm. 29-
2004, que desestimó el recurso de apelación. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido
Ponente el Magistrado don Javier Delgado Barrio, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el 21 de julio de
2004, don José García López, asistido por el Letrado don Alfonso Cayuela Carlos, anunció su
voluntad de recurrir en amparo las Sentencias indicadas en el encabezamiento, solicitando al
propio tiempo la designación de Procurador de oficio, dado que el Letrado que le asistió en la vía
judicial previa aceptó defenderle gratuitamente en amparo.
Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de 28 de
octubre de 2004 se tuvo por recibido el despacho del Colegio de Procuradores de Madrid
designando al Procurador don Miguel Zamora Bausá y se confirió plazo de veinte días para la
presentación de la demanda de amparo.
Mediante escrito registrado el 15 de noviembre de 2004 se presentó el recurso de
amparo, turnado a esta Sala con el núm. 4774-2004, de don José García López, por el
Procurador de los Tribunales don Miguel Zamora Bausá y asistido por el Abogado don Alfonso
Cayuela Carlos, contra las Sentencias ya citadas.
2. Los hechos en que se fundamenta la demanda son, sucintamente expuestos, los
siguientes:
a) Por Sentencia de 20 de octubre de 2003 del Juzgado de lo Penal núm. 1 de Murcia,
dictada en el juicio oral núm. 194-2003, se condenó al recurrente, junto con don Miguel
Maldonado Asensio, como autor de un delito de robo con fuerza en las cosas, en grado de
tentativa, a la pena de diez meses de prisión a cada uno y a la indemnización por
responsabilidad civil que se determinase en ejecución de Sentencia, con imposición de las
costas por mitad y denegando el beneficio de la condena condicional.
Dicha Sentencia justifica su convicción probatoria en que "lo que ha quedado
perfectamente claro es que José García López y Miguel Maldonado Asensio fuerzan entre los
dos la persiana del taller, y mientras que éste se queda fuera vigilando, José García entra en el
mismo. Eso está confirmado por el testigo, que además no es un testigo cualquiera que
simplemente pasa por allí, sino que se fija especialmente. Da una vuelta para confirmar sus
iniciales sospechas, y cuando comprueba que ya han sacado la persiana de sus rieles, llama a la
policía, y se espera a que lleguen, observando mientras tanto todo lo que ocurre. Además en el
acto del juicio insistió en que no tenía ninguna duda de que las personas que finalmente fueron
detenidas, eran las mismas que él había visto forzar la persiana".
Por otro lado, la no imposición de la pena en el grado mínimo se justifica, por un lado, en
que eso es lo que se les ofreció para el caso de que se conformaran, de modo que, no
concurriendo circunstancias modificativas, no se encuentran motivos para rebajar la pena
solicitada por el Ministerio Fiscal, y, por otro lado, en "la propia actitud de los acusados en el acto
del juicio. Si hubieran reconocido los hechos, o al menos no hubieran negado hasta lo más
evidente, y no hubieran obligado a hacer un juicio larguísimo (declaraciones de dos acusados, un
perjudicado, un testigo y cuatro policías, con preguntas por parte del Fiscal y dos defensas) se
justificaría el que se les tratara con más magnanimidad. Pero si ellos no la han tenido con la
Administración de Justicia, ¿por qué ésta la va a tener con ellos?- Por supuesto se reconoce su
derecho constitucional a la defensa, a no reconocerse culpables. Evidentemente. Pero si luego
se demuestra que no son tan inocentes como ellos alegan, lo que no parece lógico ni razonable
es que vengan solicitando un trato benévolo".
Por último, con relación a la suspensión de la ejecución de la pena, se argumenta que
"todo esto sirve también como justificación de la denegación del beneficio de la suspensión de
pena. Es un beneficio de concesión facultativa, que -por tanto- puede no concederse -El art. 80
del CP vigente dice que "puede" concederse atendiendo fundamentalmente a la peligrosidad
criminal del sujeto...-. Pues bien, la peligrosidad criminal de los acusados, si se les concediera la
suspensión de pena, como ellos pretenden, sería altísima, dado que en tal caso prácticamente
sería como si se les absolviera: no tendrían que cumplir pena alguna, ni pagar ninguna multa.
Evidentemente en este caso los acusados se llevarían la impresión de que estos hechos se
pueden cometer sin problemas, que no tienen sanción alguna, y ello quizá les llevaría a
repetirlos, dado que además ni siquiera les aparecerían los antecedentes penales... -Pero es que
hay otros muchos elementos que nos hacen optar también por la denegación de este beneficio:
... Para ser merecedor de este beneficio, al menos este juzgador entiende, hay que ganárselo,
hay que merecerlo, hay que demostrar un cierto arrepentimiento, alguna forma de colaborar con
la Administración de Justicia, que está gastando mucho tiempo y dinero".
b) Tal Sentencia fue recurrida en apelación, primero por don José García López y
después por don Miguel Maldonado Asensio, lo que dio lugar a que aquél se adhiriese al recurso
de éste, sin perjuicio de mantener el suyo. Los recursos fueron desestimados por la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia en la Sentencia de 9 de julio de 2004, rollo de
apelación núm. 29-2004. Por lo que respecta a los motivos referidos a la presunción de inocencia
y valoración de la prueba, los rechazó en el fundamento de Derecho tercero al estimar fundada
la convicción probatoria alcanzada en la resolución impugnada sobre la base de la declaración
de un testigo que gozaba de proximidad espacial y temporal respecto de los hechos,
concordante con las manifestaciones de los policías locales que intervinieron en la detención.
Asimismo, estimó acertada la calificación de los hechos como delito de robo con fuerza
en grado de tentativa con sus distintos elementos del tipo, al considerar acreditada la entrada de
los acusados en el taller de motos, desencajando para ello la persiana, los cuales ejecutaron
todos los actos encaminados a apoderarse de los objetos del taller, si bien la sustracción no se
llevó a cabo por causas independientes de su voluntad (art. 16.1 CP), al advertir los acusados la
presencia de los agentes.
Por último, en lo que se refiere a la pena impuesta, a su suspensión y a la determinación
de la responsabilidad civil, la confirmación de la Sentencia apelada se justifica en el fundamento
de Derecho sexto en que "el artículo 62 del Código Penal permite imponer la pena inferior en uno
o dos grados a la señalada en la ley para los delitos consumados... siendo facultativa la inferior
en dos grados que en este caso ha sido correctamente determinada por el Juzgador al imponer
la pena de diez meses de prisión a cada uno de ellos, que tras advertir la peligrosidad de los
acusados, razonada en la Sentencia, excluye la suspensión de la ejecución de la condena de
acuerdo a lo establecido en el artículo 80 del Código Penal.-En otro orden, es evidente que la
responsabilidad civil no podría ser eludida por imperativo del artículo 116. 1 del Código Penal, sin
inconveniente alguno en diferir su determinación en ejecución de Sentencia, donde las partes
pueden aportar cuantas pruebas justifiquen el importe de los daños causados al perjudicado".
c) Después de la presentación del recurso de amparo ambos condenados solicitaron
ante la jurisdicción penal la suspensión de la pena impuesta y su sustitución por pena de multa,
acordándose por Auto del Juzgado de lo Penal núm. 1 de Murcia de 19 de noviembre de 2004 la
sustitución de la pena impuesta a ambos condenados de diez meses de prisión por la de veinte
meses multa, con cuota diaria de 4 euros, con un total de 2400 euros, y rechazándose la
suspensión, con base en que sobre ello ya se pronunció la Sentencia dictada, que fue
confirmada por la Audiencia Provincial. Dicho Auto fue confirmado igualmente en apelación por
Auto de la Sección Segunda de la Audiencia de 31 de marzo de 2005. Con fechas 1 de
diciembre de 2004, 28 de enero y 28 de febrero de 2005 se efectuaron por el recurrente tres
ingresos de 800 euros cada uno, acordándose el archivo de la ejecutoria por providencia de 4 de
julio de 2005.
3. En la demanda de amparo, con apoyo en los arts. 24.1 y 24.2 CE, se alega, ante todo,
la incongruencia omisiva de la Sentencia de la Audiencia, por falta de valoración de los motivos
articulados en el recurso de apelación del demandante.
Por otra parte, y ya con referencia a las dos Sentencias recurridas, se alega falta de
motivación suficiente, tanto respecto de la aplicación de la pena, que "no permite conocer cuál
ha sido el criterio jurídico de la decisión", como en cuanto a la denegación de la suspensión,
pues la referencia a la peligrosidad es arbitraria y no tiene en cuenta que según el art. 80 CP hay
que atender a la "existencia de otros procedimientos penales contra los acusados, que no los
hay ni los ha habido", subrayando que es irrazonable la motivación en cuanto reprueba "los
derechos a no confesarse culpable y a un proceso público".
Finalmente se atribuye a la Sentencia de instancia vulneración del derecho a la
presunción de inocencia, por error en la apreciación de la prueba en relación con la identidad de
los autores del delito, de la fractura de la puerta y del ánimo de lucro.
4. Por providencia de la Sección Primera de este Tribunal de 11 de enero de 2006, se
acordó admitir a trámite la demanda y, en virtud de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir
atentamente a la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia y al Juzgado de lo Penal
núm. 1 de dicha ciudad, para que remitieran respectivamente testimonio del rollo de apelación
núm. 29-2004 y del juicio oral núm. 194-2003, así como para que emplazaran a quienes fueron
parte en el procedimiento, con excepción del demandante de amparo, a fin de que pudieran
comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso
constitucional.
5. Por providencia de la misma fecha la Sección acordó formar la oportuna pieza para la
tramitación del incidente de suspensión, que mediante ATC 94/2006, de 27 de marzo, se declaró
extinguido por desaparición de su objeto, al haberse abonado ya el importe de la pena de multa
sustitutiva de la pena privativa de libertad originariamente impuesta.
6. Mediante diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Primera de este Tribunal
de 2 de junio de 2006 se tuvieron por recibidos los testimonios solicitados y el escrito presentado
por el Procurador Miguel Zamora Bausa solicitando la acumulación al recurso de amparo núm.
4984-2004, dándoseles vista de las actuaciones, en virtud de lo dispuesto en el art. 52 LOTC,
por un plazo común de veinte días, al Ministerio Fiscal y a las partes personadas para que
pudieran presentar las alegaciones que estimaran pertinentes. Asimismo, conforme al art. 83
LOTC, se confirió un plazo de diez días comprendido en el anterior al Ministerio Fiscal y a las
partes personadas para que pudieran alegar lo que estimasen oportuno respecto de la
acumulación al recurso de amparo núm. 4984-04 solicitada por el recurrente.
7. Por ATC 419/2006, de 20 de noviembre, se acordó denegar la acumulación de los
recursos de amparo 4774-2004 y 4984-2004, sin perjuicio de su señalamiento para el mismo día.
8. Por escrito de 9 de junio de 2006 el recurrente en amparo se ratificó en las
alegaciones efectuadas en su escrito de demanda.
9. Mediante escrito registrado el 10 de julio de 2006, el Ministerio Fiscal formuló sus
alegaciones. Con relación a la queja de vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art.
24.1 CE) por incongruencia omisiva de la Sentencia de segunda instancia, fundada en que no
respondió a distintos motivos del recurso de apelación, en primer lugar, aprecia causa de
inadmisión derivada de la falta de agotamiento de la vía judicial previa, al no haber denunciado el
mencionado vicio mediante el incidente de nulidad de actuaciones. Y, de no apreciarse dicha
causa de inadmisión, considera que se produce la incongruencia denunciada, debiendo
otorgarse el amparo por esta causa.
Por lo que se refiere a las quejas de vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
sin indefensión (art. 24.1 CE), fundadas en la inadecuada motivación esgrimida para la
individualización de la pena impuesta y para el rechazo de la suspensión de la ejecución de la
pena, el Ministerio Público comienza recordando que el hecho de que la pena de prisión se haya
sustituido por una pena de multa no implica que se haya satisfecho extraprocesalmente la
pretensión del recurrente, perdiendo el objeto el amparo, pues la sustitución opera en defecto de
suspensión de suerte que tal sustitución no hace sino consolidar los efectos de la denegación de
la suspensión de condena. Continua recordando el deber reforzado de motivación de las
sentencias condenatorias penales, así como de las decisiones relativas a la suspensión de las
penas.
Sobre esta base, concluye apreciando la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva sin indefensión. Respecto a la pena impuesta, porque el juzgador la justificó
exclusivamente en que "los acusados no se habían querido conformar", habiendo preferido
celebrar el juicio, negando los hechos, modo de razonar que estima que, a la postre, supone una
sanción del ejercicio del derecho de defensa, por lo que no puede considerarse respetuoso con
el derecho a la tutela judicial efectiva, pues, aunque la conformidad pueda llevar aparejada un
trato punitivo más favorable, la libre decisión de los acusados de defender su inocencia no puede
conllevar un trato punitivo de mayor onerosidad por esta única causa, sin que se tomen en
cuenta en la resolución impugnada para fijar la extensión o el grado de la pena las normas
aplicables para este fin, ni los criterios jurisprudenciales existentes para su interpretación. Por
ello finaliza señalando que la decisión judicial es arbitraria, al no basarse en los criterios legales
establecidos para la imposición de la pena y porque supone una sanción por el ejercicio de un
derecho fundamental y parte de la errónea premisa de que la extensión punitiva se fija a partir de
la existencia o no de la conformidad y no de las normas de dosimetría penal y de su
interpretación judicial.
Asimismo, con relación a la denegación de la suspensión de la condena, estima que
cabe hacer el mismo reproche a las Sentencias cuestionadas, puesto que se fundaron en los
meros efectos que toda suspensión de condena acarrea, a lo que añadieron la decisión de los
acusados de no prestar conformidad, elementos por completo ajenos a la regulación legal de la
suspensión y que nuevamente suponen una sanción por el ejercicio de un derecho fundamental.
Por otra parte, en cuanto a la queja relativa a que se resolvió sobre la suspensión sin
solicitud de parte, antes de que la Sentencia fuera firme y sin que se abriera un trámite
específico de audiencia, señala el Ministerio Fiscal que concurre la causa de inadmisión de falta
de agotamiento de la vía judicial previa, pues la parte expuso su queja en el recurso de apelación
y, no pronunciándose la Sentencia al respecto, no planteó el incidente de nulidad de
actuaciones; pero añade que, de no apreciarse la causa de inadmisión, debería estimarse la
vulneración denunciada.
Por último, rechaza la vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2
CE), por considerar que existe prueba de cargo válida para desvirtuarla, al existir un testigo
presencial de los hechos, cuyo testimonio es corroborado por el de varios agentes de la
autoridad que se personaron con inmediación en el lugar de los hechos. Considerando que el
ánimo de lucro también resulta acreditado al tratarse de una inferencia que no puede tildarse de
ilógica o de excesivamente abierta o débil, porque deducir el ánimo de apoderamiento del
forzamiento de una persiana metálica que protegía la puerta de un establecimiento y de la
penetración en su interior se acomoda a las máximas de experiencia.
10. Por providencia de 12 de abril de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 16 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 76/2007
Referencia número: 76/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 16/4/2007
Publicación BOE: 20070523 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Javier Delgado Barrio
Número registro: 4984-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Miguel Maldonado Asensio frente a las Sentencias de la Audiencia Provincial
y de un Juzgado de lo Penal de Murcia que le condenaron por un delito de robo con fuerza en las
cosas en grado de tentativa.Supuesta vulneración de los derechos a la presunción de inocencia
y a la legalidad penal; vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva: prueba de cargo de la
identidad de los autores y los elementos del tipo delictivo; aplicación de la ley penal; falta de
motivación de la pena impuesta; motivación del acuerdo sobre la ejecución de una pena de
prisión, cuya suspensión no puede denegarse por ejercer los derechos a no confesarse culpable
y a no declarar contra sí mismo (STC 75/2007).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 4984-2004, promovido por don Miguel Maldonado
Asensio, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Raquel Rujas Martín y
defendido por el Abogado don José Navarro Valcárcel, contra la Sentencia del Juzgado de lo
Penal núm. 1 de Murcia de 20 de octubre de 2003, juicio oral núm. 194-2003, que le condenó
como autor de un delito de robo con fuerza en las cosas en grado de tentativa, y contra la
Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia de 9 de julio de 2004,
rollo de apelación núm. 29-2004, que desestimó el recurso de apelación. Ha intervenido el
Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Javier Delgado Barrio, quien expresa el
parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el 28 de julio de
2004, don Miguel Maldonado Asensio, asistido por el Letrado don José Navarro Valcárcel
anunció su voluntad de recurrir en amparo las Sentencias indicadas en el encabezamiento,
solicitando al propio tiempo la designación de Procurador de oficio, dado que el Letrado que le
asistió en la vía judicial previa aceptó defenderle gratuitamente en amparo.
Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de 28 de
octubre de 2004 se tuvo por recibido el despacho del Colegio de Procuradores de Madrid
designando a la Procuradora doña Raquel Rujas Martín y se confirió plazo de veinte días para la
presentación de la demanda de amparo.
Mediante escrito registrado el 1 de diciembre de 2004 se presentó el recurso de amparo,
turnado a esta Sala con el núm. 4984-2004, de don Miguel Maldonado Asensio por la
Procuradora de los Tribunales doña Raquel Rujas Martín y defendido por el Abogado don José
Navarro Valcárcel, contra las Sentencias ya citadas.
2. Los hechos en que se fundamenta la demanda son, sucintamente expuestos, los
siguientes:
a) Por Sentencia de 20 de octubre de 2003 del Juzgado de lo Penal núm. 1 de Murcia
dictada en el juicio oral núm. 194-2003 se condenó al recurrente, junto con don José García
López, como autor de un delito de robo con fuerza en las cosas, en grado de tentativa, a la pena
de diez meses de prisión a cada uno y a la indemnización por responsabilidad civil que se
determinase en ejecución de sentencia, con imposición de las costas por mitad y denegando el
beneficio de la condena condicional.
Dicha Sentencia justifica su convicción probatoria en que "lo que ha quedado
perfectamente claro es que José García López y Miguel Maldonado Asensio fuerzan entre los
dos la persiana del taller, y mientras que éste se queda fuera vigilando, José García entra en el
mismo. Eso está confirmado por el testigo, que además no es un testigo cualquiera que
simplemente pasa por allí, sino que se fija especialmente. Da una vuelta para confirmar sus
iniciales sospechas, y cuando comprueba que ya han sacado la persiana de sus rieles, llama a la
policía, y se espera a que lleguen, observando mientras tanto todo lo que ocurre. Además en el
acto del juicio insistió en que no tenía ninguna duda de que las personas que finalmente fueron
detenidas, eran las mismas que él había visto forzar la persiana".
Por otro lado, la no imposición de la pena en el grado mínimo se justifica, por un lado, en
que eso es lo que se les ofreció para el caso de que se conformaran, de modo que, no
concurriendo circunstancias modificativas, no se encuentran motivos para rebajar la pena
solicitada por el Ministerio Fiscal, y, por otro lado, en "la propia actitud de los acusados en el acto
del juicio. Si hubieran reconocido los hechos, o al menos no hubieran negado hasta lo más
evidente, y no hubieran obligado a hacer un juicio larguísimo (declaraciones de dos acusados, un
perjudicado, un testigo y cuatro policías, con preguntas por parte del Fiscal y dos defensas) se
justificaría el que se les tratara con más magnanimidad. Pero si ellos no la han tenido con la
Administración de Justicia, ¿por qué ésta la va a tener con ellos? -Por supuesto se reconoce su
derecho constitucional a la defensa, a no reconocerse culpables. Evidentemente. Pero si luego
se demuestra que no son tan inocentes como ellos alegan, lo que no parece lógico ni razonable
es que vengan solicitando un trato benévolo".
Por último, con relación a la suspensión de la ejecución de la pena, se argumenta que
"todo esto sirve también como justificación de la denegación del beneficio de la suspensión de
pena.... Es un beneficio de concesión facultativa, que -por tanto- puede no concederse -El art. 80
del CP vigente dice que "puede" concederse atendiendo fundamentalmente a la peligrosidad
criminal del sujeto... Pues bien, la peligrosidad criminal de los acusados, si se les concediera la
suspensión de pena, como ellos pretenden, sería altísima, dado que en tal caso prácticamente
sería como si se les absolviera: no tendrían que cumplir pena alguna, ni pagar ninguna multa.
Evidentemente en este caso los acusados se llevarían la impresión de que estos hechos se
pueden cometer sin problemas, que no tienen sanción alguna, y ello quizá les llevaría a
repetirlos, dado que además ni siquiera les aparecerían los antecedentes penales...-. Pero es
que hay muchos otros elementos que nos hacen optar también por la denegación de este
beneficio. Para ser merecedor de este beneficio, al menos este juzgador entiende, hay que
ganárselo, hay que merecerlo, hay que demostrar un cierto arrepentimiento, alguna forma de
colaborar con la Administración de Justicia, que está gastando mucho tiempo y dinero".
b) Presentado escrito de apelación por ambos condenados y escrito de adhesión del otro
condenado al recurso del aquí demandante de amparo, los recursos fueron desestimados
mediante Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia de 9 de julio de
2004, rollo de apelación núm. 29-2004. Por lo que respecta a los motivos referidos a la
presunción de inocencia y valoración de la prueba, los rechazó en el fundamento de Derecho
tercero al estimar fundada la convicción probatoria alcanzada en la resolución impugnada sobre
la base de la declaración de un testigo que gozaba de proximidad espacial y temporal respecto
de los hechos, concordante con las manifestaciones de los policías locales que intervinieron en
la detención.
Asimismo, estimó acertada la calificación de los hechos como delito de robo con fuerza
en grado de tentativa con sus distintos elementos del tipo, al considerar acreditada la entrada de
los acusados en el taller de motos, desencajando para ello la persiana, los cuales ejecutaron
todos los actos encaminados a apoderarse de los objetos del taller, si bien la sustracción no se
llevó a cabo por causas independientes de su voluntad (art. 16.1 CP), al advertir los acusados la
presencia de los agentes.
Por último, en lo que se refiere a la pena impuesta, a su suspensión y a la determinación
de la responsabilidad civil, la confirmación de la Sentencia apelada se justifica en el fundamento
de Derecho sexto en que "el artículo 62 del Código Penal permite imponer la pena inferior en uno
o dos grados a la señalada en la ley para los delitos consumados... siendo facultativa la inferior
en dos grados que en este caso ha sido correctamente determinada por el Juzgador al imponer
la pena de diez meses de prisión a cada uno de ellos, que tras advertir la peligrosidad de los
acusados, razonada en la Sentencia, excluye la suspensión de la ejecución de la condena de
acuerdo a lo establecido en el artículo 80 del Código Penal. -En otro orden, es evidente que la
responsabilidad civil no podría ser eludida por imperativo del artículo 116.1 del Código Penal, sin
inconveniente alguno en diferir su determinación en ejecución de Sentencia, donde las partes
pueden aportar cuantas pruebas justifiquen el importe de los daños causados al perjudicado".
c) Después de la presentación del recurso de amparo ambos condenados solicitaron
ante la jurisdicción penal la suspensión de la pena impuesta y su sustitución por pena de multa,
acordándose por Auto del Juzgado de lo Penal núm. 1 de Murcia de 19 de noviembre de 2004 la
sustitución de la pena impuesta a ambos condenados de diez meses de prisión por la de veinte
meses multa, con cuota diaria de 4 euros, con un total de 2.400 euros, y rechazándose la
suspensión, con base en que sobre ello ya se pronunció la Sentencia dictada, que fue
confirmada por la Audiencia Provincial. Dicho Auto fue confirmado igualmente en apelación por
Auto de la Sección Segunda de la Audiencia de 31 de marzo de 2005. Con fechas 2 de
diciembre de 2004, 28 de febrero y 20 de mayo de 2005 se efectuaron por el recurrente tres
ingresos de 800 euros cada uno, acordándose el archivo de la ejecutoria por providencia de 4 de
julio de 2005.
3. En la demanda de amparo se alegan distintas vulneraciones. En primer lugar, se
denuncia la vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), por insuficiencia
e ilógica valoración de la prueba, especialmente respecto del elemento intencional del tipo y
respecto del carácter completo de la tentativa, cuestión esta última que relaciona con el principio
de legalidad penal, por considerar que la tentativa fue incompleta y que procedía rebajar la pena
en dos grados. En segundo lugar, se alega vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva sin
indefensión (art. 24.1 CE) en su doble vertiente de derecho a una resolución fundada y motivada
en derecho, y de congruencia. Por un lado, se considera insuficiente e inadecuada la
argumentación esgrimida para justificar el rechazo de la imposición de la pena mínima y de la
suspensión de la ejecución de la pena impuesta, así como para la fijación de la responsabilidad
civil en la Sentencia. Así mismo, en el caso de la Sentencia de primera instancia, se aduce la
ausencia de motivación respecto del tipo de tentativa en el que subsumió el grado de ejecución
alcanzado. Por otro lado, se estima producida incongruencia omisiva de la Sentencia de segunda
instancia al no responder al fundamento del recurso de apelación relativo a la nulidad del
procedimiento seguido para resolver sobre la suspensión. En tercer lugar, se considera
lesionado el derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) respecto del
procedimiento seguido para resolver sobre la suspensión de la ejecución de la pena, ya que el
pronunciamiento se produjo antes de que se dictara sentencia firme y sin que mediara solicitud
de parte, forzando a discutir sobre el particular en apelación y alterando el régimen de recursos
procedentes. En cuarto lugar, se denuncia la vulneración del derecho a no confesarse culpable y
a no declarar contra sí mismo (art. 24.2 CE), pues la no imposición de la pena en su grado
mínimo se justificó en el ejercicio de estos derechos fundamentales por los acusados.
4. Por providencia de la Sección Primera de este Tribunal de fecha 11 de enero de 2006,
se acordó admitir a trámite la demanda y, en virtud de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir
atentamente a la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia y al Juzgado de lo Penal
núm. 1 de Murcia, para que remitieran respectivamente testimonio del rollo de apelación núm.
29-2004 y del juicio oral núm. 194-2003, así como para que emplazaran a quienes fueron parte
en el procedimiento, con excepción del demandante de amparo, a fin de que pudieran
comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso constitucional.
5. Por providencia de la misma fecha la Sección acordó formar la oportuna pieza para la
tramitación del incidente de suspensión, que mediante ATC 95/2006, de 27 de marzo, se declaró
extinguido por desaparición de su objeto, al haberse abonado ya el importe de la pena de multa
sustitutiva de la pena privativa de libertad originariamente impuesta.
6. Mediante diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de
este Tribunal de fecha 2 de junio de 2006 se tuvo por recibidos los testimonios solicitados y el
escrito presentado por la Procuradora Raquel Rujas Martín relativo a la acumulación al recurso
de amparo núm. 4774-2004, dándoseles vista de las actuaciones, en virtud de lo dispuesto en el
art. 52 LOTC, por un plazo común de veinte días, al Ministerio Fiscal y a las partes personadas
para que pudieran presentar las alegaciones que estimaran pertinentes. Así mismo, conforme al
art. 83 LOTC, se confirió un plazo de diez días comprendido en el anterior al Ministerio Fiscal y a
las partes personadas para que pudieran alegar lo que estimasen oportuno respecto de la
acumulación al recurso de amparo núm. 4774-2004 solicitada por el recurrente.
7. Por ATC 419/2006, de 20 de noviembre, se acordó denegar la acumulación de los
recursos de amparo 4774-2004 y 4984-2004, sin perjuicio de su señalamiento para el mismo día.
8. Por escrito de 5 de julio de 2006 el recurrente en amparo se ratificó en las alegaciones
efectuadas en su escrito de demanda.
9. Mediante escrito registrado el 10 de julio de 2006, el Ministerio Fiscal realizó sus
alegaciones. Por una parte, rechaza la vulneración del derecho a la presunción de inocencia, por
considerar que existe prueba de cargo válida para desvirtuarla, al existir un testigo presencial de
los hechos, cuyo testimonio es corroborado por el de varios agentes de la autoridad que se
personaron con inmediación en el lugar de la ocurrencia. Considerando que el ánimo de lucro
también resulta acreditado al tratarse de una inferencia que no puede tildarse de ilógica o de
excesivamente abierta o débil, porque deducir el ánimo de apoderamiento del forzamiento de
una persiana metálica que protegía la puerta de un establecimiento y de la penetración en su
interior se acomoda a las máximas de experiencia. Por lo demás, respecto de la alegación,
relacionada por el recurrente con el principio de legalidad, relativa a que no se ha acreditado la
realización de todos los actos que objetivamente deberían producir el resultado, señala que se
trata de una mera discrepancia con la valoración jurídica del factum acreditado, ajena al derecho
a la presunción de inocencia, sin que pueda apreciarse tampoco vulneración del principio de
legalidad penal, pues la conceptuación de los hechos como constitutivos de una tentativa
acabada, al entender que los acusados habían realizado todos los actos encaminados al
apoderamiento, se ajusta a los parámetros jurisprudenciales y doctrinales existentes; sin que, por
lo demás, la distinción entre tentativa acabada e inacabada tenga la trascendencia penológica
afirmada en el Código penal de 1995.
Por lo que se refiere a las quejas de vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
sin indefensión (art. 24.1 CE) y de los derechos a no confesarse culpable y a no declarar contra
sí mismo (art. 24.2 CE), fundadas en la inadecuada motivación esgrimida para la
individualización de la pena impuesta y para el rechazo de la suspensión de la ejecución de la
pena, el Ministerio Público comienza recordando que el hecho de que la pena de prisión se haya
sustituido por una pena de multa no implica que se haya satisfecho extraprocesalmente la
pretensión del recurrente, perdiendo el objeto el amparo, pues la sustitución opera en defecto de
suspensión de suerte que tal sustitución no hace sino consolidar los efectos de la denegación de
la suspensión de condena habida. Continúa recordando el deber reforzado de motivación de las
Sentencias condenatorias penales, así como de las decisiones relativas a la suspensión de las
penas.
Sobre esta base, concluye apreciando la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva sin indefensión. Respecto a la pena impuesta, porque el juzgador la justificó
exclusivamente en que "los acusados no se habían querido conformar", habiendo preferido
celebrar el juicio, negando los hechos, modo de razonar que estima que, a la postre, supone una
sanción del ejercicio del derecho de defensa, por lo que no puede considerarse respetuoso con
el derecho a la tutela judicial efectiva, pues aunque la conformidad pueda llevar aparejada un
trato punitivo más favorable, la libre decisión de los acusados de defender su inocencia no puede
conllevar un trato punitivo de mayor onerosidad por esta única causa, sin que se tomen en
cuenta en la resolución impugnada para fijar la extensión o el grado de la pena las normas
dispuestas por el legislador para su fijación, ni los criterios jurisprudenciales existentes para su
interpretación. Por ello finaliza señalando que la decisión judicial es arbitraria, al no basarse en
los criterios legales establecidos para la imposición de la pena, e irrazonada, porque supone una
sanción por el ejercicio de un derecho fundamental y parte de la errónea premisa de que la
extensión punitiva se fija a partir de la existencia o no de la conformidad y no de las normas de
dosimetría penal y de su interpretación judicial.
Asimismo, con relación a la denegación de la suspensión de la condena, estima que
cabe hacer el mismo reproche a las Sentencias cuestionadas, puesto que se fundó en los meros
efectos que toda suspensión de condena acarrea, a lo que añadió la decisión de los acusados de
no prestar conformidad, elementos por completo ajenos a la regulación legal de la suspensión y
que nuevamente suponen una sanción por el ejercicio de un derecho fundamental.
Respecto a la queja de vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE),
anudada a la posposición de la fijación de la responsabilidad civil a la fase de ejecución de
sentencia, señala que el recurrente se limita a sostener una interpretación de la legalidad
procesal, pero sin que aduzca ni fluya de la motivación de las resoluciones impugnadas la
producción de indefensión de ninguna índole para aceptar o discutir la tasación pericial, que por
otra parte no cuestionó.
Con relación a la queja de vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE) por incongruencia omisiva de la Sentencia de apelación, fundada en que no respondió al
motivo del recurso relativo a la nulidad del procedimiento seguido para resolver sobre la
suspensión, en primer lugar, aprecia causa de inadmisión derivada de la falta de agotamiento de
la vía judicial previa, al no haber denunciado la incongruencia omisiva mediante incidente de
nulidad de actuaciones. Y, de no apreciarse dicha causa de inadmisión, considera que se
produce la incongruencia denunciada, debiendo otorgarse también el amparo por esta causa.
Por último, respecto de la queja de vulneración del derecho a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE), fundada en que se resolvió sobre la suspensión sin solicitud de parte,
antes de que la Sentencia fuera firme y sin que se abriera un trámite específico de audiencia, el
Ministerio Fiscal señala que concurre causa de inadmisión de falta de agotamiento de la vía
judicial previa, pues la parte expuso su queja en el recurso de apelación y, no pronunciándose la
Sentencia al respecto, no interpuso incidente de nulidad de actuaciones; añade que, de no
apreciarse la causa de inadmisión, debería estimarse la vulneración denunciada.
10. Por providencia de 12 de abril de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 16 del mismo mes y año.
Fundamentos:
**
S.TC. 328/2006
Referencia número: 328/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 20/11/2006
Publicación BOE: 20061220 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: doña Elisa Pérez Vera
Número registro: 6311-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Manuel García-Atance Alvira, sustituido tras su fallecimiento, frente a la
Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que le condenó como cómplice de un delito
de estafa por emisión de obligaciones hipotecarias al portador.
Supuesta vulneración de los derechos a un proceso con garantías, a la presunción de inocencia,
a la legalidad penal y a la tutela judicial efectiva: condena penal en casación sin necesidad de
celebrar vista pública (SSTC 167/2002 y 170/2002); prueba indiciaria de cargo; interpretación del
tipo penal de complicidad en delito de estafa previsible.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Ramón Rodríguez
Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6311-2003, promovido por don Manuel García-Atance
Alvira, fallecido durante la tramitación de este proceso, que actuó representado por el Procurador
de los Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén y asistido por el Abogado don José Luis Fuertes
Suárez, al que, con la misma representación y defensa, han sucedido procesalmente su esposa
doña María Concepción Lacadena Calero, e hijos don Ramón, doña Esther, doña Sofía, doña
Luisa y doña Beatriz García-Atance Lacadena, contra la Sentencia de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo, de 2 de septiembre de 2003 (recurso de casación núm. 343-2001), que le
condenó como cómplice de un delito de estafa, tras revocar parcialmente la dictada el 20 de
septiembre de 2000, por la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Han
comparecido don Jesús Ibáñez Prieto, don Ignacio Villoria Castaño, don Juan Jiménez Jiménez,
don Severo Jiménez Jiménez, doña María Carmen Sicart Sense, don Sebastián Castillo
Buendía, doña Francisca Ribas Golobart, don Robert Hijar Pons, doña Consuelo Tecles Torres,
doña María del Carmen Torres Lacruz, doña Eulalia Torres Lacruz, don Jaume Torres Lacruz,
doña María Luisa Torres Lacruz, doña María Luisa Lacruz Artau, don Jaume Torres Ferreras,
don Enrique Trepat Riart, don Francisco Alameda Quillet, don Jordi Gatell Fuguet, doña Pilar del
Campo García, don Vicente del Campo García, doña Amparo Estallo Navarro, doña María Luisa
Muixí Estallo, don Jordi Bargalló Iñiguez, doña Griselda Sala Corma, doña Eva Folch Muixí, don
Xavier Alameda Pineda, doña Rosario Castelló Boleda, doña María Pilar Cabezón Tricio, don
Vicente Manero Ferrer, doña Gloria Muñoz Hurtado, don Benito Banegas Banegas, don Josep
Cuset Pou, don Manuel Gutiérrez Pérez, don Antonio Ordoyo Calavía, don Juan Sala Saques,
don Andrés Piña Sánchez, doña —ngeles Pérez López, don Cipriano Hernández Durán, doña
Cristina Durán Sánchez, don Luis Hernández Francés, don Cipriano Hernández Francés, doña
Pilar Ruiz Ruiz, don José Tello Mateu, doña María Tello Pérez, don José Fernando Sagaste
Aznar y don Julián Minguillón Blasco, representados por el Procurador don José Luis Pinto
Marabotto y asistidos del Letrado don Juan Carlos Giménez-Salinas Colomer; don Francisco-
Roque Langa Gormedino, representado por el Procurador don Carlos Jiménez Padrón y asistido
del Letrado don Juan M. Andrés Alamán; doña Antonia Juanpere Ollé, representada por la
Procuradora doña María José Rodríguez Tejeiro y asistida de Letrado; doña Felicitas Trigo Díaz,
representada por el Procurador don Juan Francisco Alonso Adalia y asistida de Letrado; don
Miguel —ngel Galindo Lafuente, representado por la Procuradora doña María Mercedes Román
Quijano y asistido por el Letrado don Antonio Morata Sánchez; doña María del Rosario Cabrera
González e hijos, representados por la Procuradora doña María del Carmen Echebarría Torroba
y asistidos de la Letrada doña María del Carmen González Armenteros; y el Ministerio Fiscal. Ha
sido Ponente la Magistrada doña Elisa Pérez Vera, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado el 22 de octubre de 2003 en el Juzgado de guardia de
Madrid, que fue registrado en este Tribunal el siguiente día 24 de octubre, don Manuel García-
Atance Alvira a través de su Procurador, formuló demanda de amparo contra la Sentencia penal
condenatoria dictada por la Sala Segunda del Tribunal Supremo que ha sido reseñada en el
encabezamiento, que le declaró cómplice de un delito continuado de estafa, condenándole a la
pena de un año de prisión menor, accesoria de suspensión de todo cargo público u oficio y del
derecho de sufragio pasivo durante el mismo tiempo, declarándole responsable civil subsidiario
de las cantidades a las que fueron condenados los autores del delito.
2. Los hechos de los que trae causa la demanda de amparo son los siguientes:
a) El demandante inicial de amparo, don Manuel García-Atance Alvira, Notario, junto con
otros, fue acusado en el proceso penal previo por el Ministerio Fiscal como supuesto autor de un
delito de falsificación de documento público (arts. 391 y 390.1.4 CP) y, alternativamente, como
autor de ese mismo delito en la modalidad prevista en el núm. 3 del art. 390.1 CP. De otra parte,
las acusaciones particulares ejercieron pretensión de condena y resarcitoria contra el mismo
como supuesto autor de un delito continuado de estafa en concurso ideal con un delito de
falsedad en documento público (arts. 248 y ss. y arts. 390 y ss. CP vigente en el momento de
cometerse los hechos).
b) La Sentencia de instancia, dictada el 20 de septiembre de 2000 por la Sección Cuarta
de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, absolvió al demandante de amparo de todas las
pretensiones acusatorias formuladas en su contra, aunque condenó a otros tres acusados como
autores de un delito continuado de estafa. Recurrida en casación la absolución, la Sala Segunda
del Tribunal Supremo dictó Sentencia, de fecha 2 de septiembre de 2003, por la que revocó
parcialmente la de instancia y condenó al demandante como cómplice de un delito continuado de
estafa, le impuso la pena de un año de prisión menor, con la accesoria de suspensión de todo
cargo u oficio y del derecho de sufragio pasivo, y le declaró responsable civil subsidiario de las
cantidades a las que fueron condenados los autores del delito. c) La absolución del
demandante de amparo aparece justificada en el fundamento jurídico 19 de la Sentencia de
instancia de la siguiente forma:
"El Notario García-Atance no infringió el artículo 145, párrafo segundo, del Reglamento
Notarial al autorizar las escrituras cuestionadas en estos autos, porque no existe constancia
directa o indiciaria de que autorizase las escrituras siendo consciente de que los contratos
fuesen contrarios a las leyes, en cuanto pretendiesen sólo crear una apariencia necesaria a un
fin defraudatorio. No consta una conciencia del Notario de voluntad defraudatoria en los
otorgantes o en uno de ellos. No hay ningún indicio de connivencia delictiva entre F. [otro de los
acusados] y García-Atance ni razones que explicasen complacencia del último a favor del
proyecto de F., si el Notario hubiese conocido las irregularidades en que aquél incurría. Lo
anterior, en base a lo argumentado en el último párrafo del apartado 7 de estos fundamentos.
Por ello, no cabe atribuir a García-Atance la comisión de un delito de estafa, tipo penal en el que
no puede incurrirse por imprudencia."
d) La condena del demandante de amparo como cómplice de un delito de estafa se
justifica en el fundamento jurídico 22 de la Sentencia de casación, que dice lo siguiente:
"Vigésimo segundo.-La calificación de la actuación del notario, como constitutiva de un
delito de estafa, por cooperación necesaria, debe ser valorada de manera especial en esta
resolución judicial. Tal calificación jurídica, en concurso con otro delito de falsedad, ha sido la
tesis procesal mantenida por Francisco de Asís B. S. J. y otros e Isabel Z. B. y otros, por Juan
José G. G. y otros, por Antonia J. O., por Miguel Angel G. L. y por la acusación particular
constituida por los herederos de José S. L. El Ministerio fiscal había solicitado la condena del
notario García-Atance como autor de un delito de falsedad documental.
Para analizar tal conducta delictiva, que supone la contribución esencial, por
cooperación necesaria, en el caso de autoría, o bien la aportación de algún elemento no
estrictamente necesario, pero que contribuye igualmente a la creación de un engaño, hay que
valorar lo que en el caso supone la puesta en circulación de una serie de títulos que nada
garantizaban, por no haber accedido las correspondientes escrituras de emisión de obligaciones
al Registro de la Propiedad, y siendo ésta constitutiva, no habría nacido a la vida jurídica tal
garantía inmobiliaria, partiendo de los siguientes elementos que se reflejan en los hechos
probados de la sentencia de instancia, o bien se alojan en su fundamentación jurídica, pero con
incuestionable vocación fáctica.
De este modo, es un hecho evidente que nunca las escrituras públicas, como decimos,
tuvieron acceso al Registro de la Propiedad, por lo que la garantía era inexistente. Sin embargo,
el notario Manuel García-Atance Alvira al firmar los títulos de las obligaciones creaba una falsa
apariencia, señalando que tales obligaciones estaban garantizadas con hipoteca, si bien trataba
de poner a salvo su responsabilidad (por falsedad documental, evidentemente, pero no por el
delito de estafa), que la hipoteca se encontraba incluida en la propia escritura, engañando de
esta forma a los adquirentes de los títulos, pues la hipoteca que garantizaba tales títulos no
habría de surgir, al menos exclusivamente, de tal escritura pública, sino fundamentalmente de su
inscripción en el Registro de la Propiedad, omitiendo tal dato, lo que constituía un tipo omisivo
del delito de estafa en este particular. Y es palmario que con tal comportamiento omisivo, el
funcionario notarial originaba una falsa expectativa, y con ella, la creación de un engaño, pues
los adquirentes se basaban en su alta consideración profesional, como se exponía en los folletos
publicitarios, a los que antes nos hemos referido, y que se recogen en los hechos declarados
probados.
No solamente coadyuva a crear el engaño tal actividad omisiva, hay más: de las cinco
escrituras de emisión de obligaciones autorizadas por el notario Manuel García-Atance Alvira, en
tres de ellas, concretamente en las escrituras de 25 de enero de 1989, 27 de julio de 1989 y 28
de noviembre de 1990, consta lo siguiente: en la primera que "no se acreditaron ante el Notario
los datos registrales", y en las dos segundas, que "no se hace ninguna mención a la inscripción
registral de las compraventas de las que deriva el dominio de la hipoteca". Tampoco en las dos
últimas escrituras se hace mención alguna a la inscripción del dominio, pero existía inscripción a
favor de Caja Hipotecaria de Valores previa al otorgamiento. Así consta literalmente en el
apartado 11 de la sentencia de instancia, en su fundamento jurídico segundo.
De modo que no acreditándole al notario la inscripción registral de las fincas sobre las
que se otorgaba escritura de hipoteca como garantía de la emisión de las obligaciones, hubo de
representarse la contribución con su intervención a un engaño generalizado, del que podemos
deducir tuvo conocimiento de la antijuridicidad de su acción. Y es más, infringía clamorosamente
el art. 172 del Reglamento Notarial, que le ordena paladinamente deniegue la autorización de la
escritura cuando tales circunstancias necesarias para su inscripción registral sea forzosa,
conforme a la naturaleza del contrato, como lo es una hipoteca para garantizar títulos
transmisibles por endoso o al portador, según dispone el art. 154 de la Ley Hipotecaria, pues tal
constitución "deberá hacerse por medio de escritura pública, que se inscribirá en el Registro o
Registros de la Propiedad a que correspondan los bienes que se hipotequen".
Omite el notario también su obligación con respecto al párrafo tercero del propio artículo
154 de la Ley Hipotecaria, que le impone consignar en los títulos la inscripción registral de la
hipoteca que los garantiza, y que es del siguiente tenor literal: "en los títulos deberá hacerse
asimismo constar la fecha y Notario autorizante de la escritura, y el número, folio, libro y fecha de
su inscripción en los respectivos Registros de la Propiedad y en el Registro Mercantil, cuando así
proceda".
En todas las emisiones de obligaciones, como consta en el factum, el notario Manuel
García-Atance Alvira, autorizaba con su firma, una serie de títulos de las obligaciones, que
comenzaban así: "obligación hipotecaria al portador", dando a entender, pero de manera
engañosa, que se trataba de un título de parte alícuota de un capital garantizado
hipotecariamente, que en consecuencia debía estar inscrito en el correspondiente Registro de la
Propiedad, cuando ni siquiera la finca misma, en la mayoría de las ocasiones lo estaba, ni se
había cumplido con el requisito exigido por el art. 154 de la Ley Hipotecaria, conforme hemos
expuesto, de constancia de su inscripción en el correspondiente Registro de la Propiedad,
haciendo constar en el propio cupón el número, folio, libro y fecha de su inscripción registral. Al
faltar ese fundamental requisito, y firmar esos títulos (o cupones) el notario en la forma en que ha
sido consignado en los hechos probados de la sentencia de instancia, incumpliendo
clamorosamente con tal obligación legal, Manuel García-Atance Alvira está creando una falsa
apariencia que contribuye al engaño, pues asegura con su firma que se trata de una "obligación
hipotecaria al portador", cuando en realidad no goza de garantía real alguna, confundiendo a los
suscriptores de la misma, que creen en la literalidad de su aseveración, favoreciendo el engaño
diseñado por los autores de la trama delictiva, coadyuvando, en definitiva, como cómplice a la
estafa.
El delito de estafa, por omisión, no significa más que el incumplimiento del deber de
despejar todos aquellos elementos y datos fácticos que al autor le son exigidos legalmente,
contribuyendo así a crear un error en los destinatarios, sujetos pasivos del delito, que confiados
en el cumplimiento de la norma, son pasto del engaño que tal omisión origina. El delito de estafa
es un delito de autolesión en el que es el propio sujeto engañado el que realiza un acto de
disposición patrimonial en perjuicio propio o del tercero que aparezca como víctima. La
defraudación o estafa omisiva requiere que el error de la víctima proceda del incumplimiento por
parte del autor de un deber de información propio referido a riesgos procedentes de su mismo
ámbito de organización; y la adopción por parte de la víctima de una decisión de disposición
patrimonial.
En el caso, no solamente el citado acusado no deniega la autorización del instrumento
público, por pura exigencia del art. 172 del Reglamento Notarial, al no constarle las previas
condiciones para la inscripción registral de la hipoteca, sino que omite también los requisitos que
el aludido art. 154 de la Ley Hipotecaria le impone para la firma de los títulos o cupones de las
obligaciones, debiendo hacer constar el número, folio, libro y fecha de su inscripción en el
Registro de la Propiedad, salvando, sin embargo, tal omisión señalando arteramente que tal
obligación se halla "garantizada con hipoteca constituida en la misma escritura". De esta forma
contribuye favoreciendo el delito de estafa, sin contar con la ausencia del requisito de
comunicación de las emisiones a la CNMV, al menos en tres ocasiones, por considerarse este
requisito, sin embargo, a efectos penales, como un mero cumplimiento de una formalidad
administrativa, aunque de singular importancia. A la sazón regía el Real Decreto 1851/1978, de
10 de julio, sobre las obligaciones de las sociedades anónimas y demás entidades públicas y
privadas antes de proceder al anuncio y emisión de obligaciones, bonos y demás títulos
mobiliarios que no sean representativos de partes de su capital social, de comunicación al
Ministerio de Economía, desarrollado por la Orden Ministerial de 27 de noviembre de 1978, y la
Ley 24/1988, de 28 de julio, de regulación de los mercados primarios y secundarios de valores,
que crea la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Estas omisiones son por sí suficientes para originar el engaño que criminaliza el delito de
estafa, dando apariencia a unos títulos de obligaciones que nada garantizaban, cooperando con
su intervención a tal mecánica delictiva, al ser consciente que por su incumplimiento se está
creando una falsa expectativa de recobro en caso de insolvencia de la entidad emisora, y que
constituye el fundamento del derecho real que se simula constituido, pero existen otras
aportaciones que refuerzan tal conocimiento típico y antijurídico, y que no pueden serle pasados
por alto, si bien en este caso no incurre en propia falsedad documental, como ya hemos
argumentado anteriormente. Nos referimos a la sobrevaloración de las fincas hipotecadas, que
llama la atención a cualquiera, mucho más a un profesional tan acreditado. La propia Sala
sentenciadora, en su apartado 15 de su fundamentación jurídica segunda, asume con valor de
hecho probado tal "hipervaloración" (en sus propias palabras), y dice: "los bienes hipotecados
estaban hipervalorados en algunas emisiones (acreditado en la finca de Ulea, la de los
inmuebles de Borja y las de las fincas de Sant Pere de Ribes), de modo que las hipotecas no
constituían una garantía cumplida aunque hubiesen sido inscritas", y se refiere también a la
contribución del notario en la trama delictiva, con estas palabras: "salvo la intervención necesaria
de un Notario en la autorización de las escrituras de emisión de obligaciones y constitución de
hipoteca, los restantes hechos, base de la confianza de los inversores, eran falsos".
Hay, pues, una contribución del notario Manuel García-Atance Alvira a la misma
consecución del resultado típico y antijurídico, que constituye el engaño, espina dorsal y núcleo
del delito de estafa, a los efectos que se disponen en el art. 14 del Código Penal de 1973, y en el
art. 28 del vigente, si bien, ni por las características del dolo del autor ni por la morfología de su
acción, pueden integrar la propia autoría participativa, como contribución esencial o cooperación
necesaria, sino un escalón inferior en la dinámica delictiva, a título de complicidad en todo el
desarrollo del suceso delictivo, pues la complicidad se caracteriza como un escalonamiento
inferior en lo criminal y una solidaridad, también escalonada, en lo civil.
De otro lado, es doctrina pacífica y muy consolidada de esta Sala Casacional, que no es
preciso un acuerdo inicial entre el autor y el cómplice, sino que basta el presunto o tácito
concierto de voluntades, con tal que dicho partícipe realice aportaciones al iter criminal, con
conocimiento (siquiera sea meramente representativo, que en este caso va más allá, deducido
de las circunstancias anteriores) de que con tal acción favorece el delito. La cooperación
necesaria requiere un acto sin el cual no se habría producido el delito, mientras que la
complicidad supone la aportación de condiciones meramente favorecedoras del delito.
Aquí se califica la acción del notario Manuel García-Atance Alvira de mera complicidad,
no tanto por las condiciones objetivas de su aportación, sino por los requisitos subjetivos que
concurren en su actividad participativa, ya que existe un presupuesto conocimiento
representativo de que la autorización de las escrituras de emisión de obligaciones suponían
evidentemente un acto favorecedor de la estafa que dirigían, con su acción, los autores del
delito. Y para ello no solamente hemos tenido en cuenta sus graves omisiones, ya explicitadas
más arriba, que hacían inviable que las obligaciones que se representaban en los títulos que
firmaba tuvieran cualquier tipo de garantía real, conforme a la naturaleza del contrato, sino que
del contenido de las afirmaciones que recogía en la escritura pública y que provenían de las
manifestaciones de los otorgantes claramente se deducía la imposibilidad de su viabilidad, y en
consecuencia, se ponía de manifiesto el entramado delictivo, y a pesar de ello, en vez de
negarse a autorizar las mismas (art. 172 del Reglamento Notarial), continúa con su acción,
conociendo que de esa forma se creaba una apariencia delictiva, pues se contribuía a un formar
[sic] un engaño generalizado sobre la base de que tales títulos obligacionales contaban con una
garantía real en caso de insolvencia de la entidad emisora, que era claramente ilusoria. En
cualquier tipo de cooperación al delito, lo decisivo es su eficacia, su necesidad y su
trascendencia en el resultado finalístico de la acción. Nos referimos a las sobrevaloraciones de
inmuebles para que sirvieran de tipo a la subasta, lo que ya fue expuesto por la propia Sala
sentenciadora en la sentencia de instancia.
Así, en la emisión de 25-1-1989, como ya hemos apuntado más arriba, se valora un
terreno para edificar, situado en la parte Este del Castillo de San Fernando o Tosal, término de
Alicante, de una superficie de 337 metros cuadrados, en 130 millones de pesetas (nos referimos,
como decimos, al año 1989). El propio notario Manuel García-Atance Alvira había
instrumentalizado la venta a favor de Caja Hipotecaria de Valores el día 28 de septiembre de
1988, por precio escriturado de seis millones de pesetas. Cuatro meses después, se tasa la finca
en 130 millones de pesetas, y ni llega Caja Hipotecaria de Valores a ostentar el dominio registral
de la misma. El notario debió advertir que tal sobrevaloración tenía consecuencias sobre las
garantías reales que autorizaba, dejándolas ilusorias, de manera que contribuye a la comisión
delictiva con su autorización, a título de complicidad, junto al resto de elementos y requisitos que
ya hemos dejado expuestos.
En la emisión de 27-7-1989, se aportan tres locales comerciales en el Camino de
Valdebernardo, de Madrid, en los Bloques 8, 9 y 10 (Vallecas), cada uno de ellos en planta
semisótano del edificio en el que se encuentran situados, y de una superficie aproximada de 300
metros cuadrados, en nave diáfana, que se valoran a efectos de tasación, para responder de las
obligaciones hipotecarias, en 300 millones de pesetas, 100 millones por cada local, cuando el
propio notario Manuel García-Atance Alvira había documentado la compraventa en precio
escriturado con fecha 12 de diciembre de 1988, por nueve millones de pesetas cada local (27,
los tres). La adquisición hecha por Caja Hipotecaria de Valores no tiene acceso al Registro de la
Propiedad, y el día 30 de mayo de 1989 se anota por dicho Registro la suspensión de la
inscripción, y el 19 de diciembre de 1989 queda inscrita la finca a favor de José N. C. (derivado
de una doble venta, que no es objeto de estos autos), lo que imposibilita el acceso tabular a la
titularidad de Caja Hipotecaria de Valores y consiguientemente imposibilitando la inscripción de
la hipoteca, como garantía real. De estos hechos tuvo conocimiento el notario Manuel García-
Atance Alvira por las anotaciones que constaban manuscritas en la portada de las escrituras,
como se describe en el factum, estando la finca 76.897 (que era el local denominado Bloque 10)
gravado con una hipoteca que ya lo hacía en la finca matriz. Finalmente, y como antes, la
emisión no fue inscrita en el Registro Mercantil, ni se depositó la primera matriz de las
obligaciones en dicho Registro, ni se publicó en el Boletín Oficial del Estado, ni se comunicó a la
Comisión Nacional del Mercado de Valores. Hemos de añadir aquí todos los elementos fácticos
que hemos relatado en nuestro fundamento jurídico duodécimo, para comprender el alcance del
conocimiento de Manuel García-Atance Alvira de las graves irregularidades registrales que se le
ofrecían en tal emisión de obligaciones con garantía hipotecaria, y que imposibilitaban la
inscripción de la garantía real en el Registro de la Propiedad, y no obstante lo cual, autoriza la
escritura, infringiendo no solamente el aludido art. 172 del Reglamento Notarial, sino
contribuyendo con su acción a la cooperación delictiva en los términos en que la hemos
calificado.
De nuevo el notario acusado, con conocimiento de los problemas registrales de las
fincas, se presta a autorizar una escritura con garantía hipotecaria, cuando el valor de una nave
diáfana, de 300 metros cuadrados, en el año 1989, con escritura autorizada ante él mismo,
supone una sobrevaloración, en poco más de un año, de entre nueve y cien millones de pesetas.
¿Hace falta ser perito tasador de inmuebles para darse cuenta de su precio ilusorio a efectos de
subasta, cuando ni siquiera la adquisición de Caja Hipotecaria de Valores tiene acceso al
Registro de la Propiedad?, y por lo demás, Manuel García-Atance Alvira, como notario, y
profesional muy cualificado, conoce perfectamente -o debe saberlo- los precios del mercado
inmobiliario.
En la emisión de 28 de noviembre 1990, autorizada por el notario de Madrid Manuel
García-Atance Alvira, se aportan cinco fincas registrales que se corresponden a una casa
completa (bajo y cuatro alturas) en la localidad de Borja (Zaragoza), conocida como del hospital.
Caja Hipotecaria de Valores había adquirido esa casa bajo la fe de un notario de Zaragoza
(anteriormente citado, y sobre el que no se ha dirigido el procedimiento), el día 8 de junio de
1990 en precio escriturado alzado y global de nueve millones de pesetas. Casi cinco meses
después, se fijó de precio para que sirviese de tipo a la subasta, la cantidad de 168.960.000
pesetas. Estamos en el año 1990, una casa en la localidad de Borja por precio global de nueve
millones de pesetas, la sobrevaloración es tan evidente y desproporcionada a toda racionalidad,
que el conocimiento antijurídico de su acción se torna en irremediable al autorizar con su fe
notarial un instrumento público con inequívoca vocación a la estafa.
En la emisión de 26 de febrero de 1991, también autorizada por el notario Manuel
García-Atance Alvira se aportaron seis fincas, todas ellas en el término municipal de San Pedro
de Ribas, urbanización denominada "Valles Altos", adquiridas por Caja Hipotecaria de Valores el
día 24 de febrero de 1990, por precio escriturado, global y sin distribuir de ocho millones de
pesetas; "como valor de las fincas gravadas para que sirviese de tipo en caso de subasta se fijó
el de trescientos sesenta y nueve millones de pesetas", lo que sucedía solamente un año
después de su adquisición, haciéndose constar en el relato fáctico que: "sin posibilidad de
edificación, el valor de las fincas era muy inferior al fijado para que sirviese de tipo en caso de
subasta". Aquí, en un año, se sobrevaloran las fincas, que no tienen posibilidad de edificar, entre
8 millones a 369 millones de pesetas: de manera que no podrá responderse de las garantías
reales que se constituían en la misma escritura.
En la emisión de 28 de junio de 1991, autorizada también por el mismo notario de
Madrid, Manuel García-Atance Alvira, se aportaron cinco fincas con objeto de servir de garantía
real a la emisión de obligaciones que era objeto de la misma, todas ellas en el término municipal
de San Pedro de Ribas, urbanización denominada "Valles Altos", adquiridas por Caja Hipotecaria
de Valores el día 24 de febrero de 1990, ante el indicado notario de Zaragoza, en precio
escriturado global y sin distribuir de ocho millones de pesetas (igual que la anterior emisión),
tasándose, para que sirviesen de tipo a la subasta, en 369 millones de pesetas. Como antes, se
hizo constar en el relato fáctico que: "sin posibilidad de edificación, el valor de las fincas era muy
inferior al fijado para que sirviese de tipo en caso de subasta".
Es, incluso, curiosa la coincidencia en los 369 millones de pesetas en las cuales se
valoran las fincas en las dos últimas emisiones de obligaciones, cualquiera que fueran sus
características morfológicas, su ubicación y su cabida.
Como ya dijimos anteriormente, para darse cuenta del escaso valor de las fincas, en el
relato factual de la Sentencia de instancia, se narra que todas las fincas aludidas en las dos
últimas emisiones de obligaciones en el término municipal de San Pedro de Ribas, urbanización
denominada 'Valles Altos", fueron vendidas por la Compañía de Aguas y Saneamiento del
Pendés, S. A. a Protebix, S.A. que, después las transmitiría a Caja Hipotecaria de Valores,
mediante escritura pública otorgada el día 23 de enero de 1989 (en total, junto con otras trece en
la misma zona) por valor escriturado global de un millón seiscientas mil pesetas.
Hay que añadir a los argumentos expuestos, que debe valorarse para juzgar su
aportación al delito, siquiera sea como mero cómplice de estos hechos, que toda la publicidad de
Caja Hipotecaria de Valores estaba basada en la intervención notarial de los títulos de
obligaciones que servían de garantía real a todas las operaciones de captación de fondos, de
modo que la seriedad social que toma la intervención notarial no puede verse defraudada con un
mero formalismo legal sobre los valores que se declaran, cuando al notario le consta que tales
títulos obligacionales van a ser ofertados al público en general, debiendo velar por salvaguardar
sus intereses colectivos o difusos, pues en este instrumento público no se encuentran presentes
todos los afectados por el negocio jurídico, como ocurre en otras autorizaciones notariales, sino
que la emisión va dirigida precisamente a una colectividad indeterminada.
Como antes declaramos, tiene sentado este Tribunal que el cómplice no es ni más ni
menos que un auxiliar eficaz y consciente de los planes y actos del ejecutor material, del inductor
o del cooperador esencial que contribuye a la producción del fenómeno punitivo mediante el
empleo anterior o simultáneo de medios conducentes a la realización del propósito que a
aquéllos anima, y del que participa prestando su colaboración voluntaria para el éxito de la
empresa criminal en el que todos están interesados (v. SS. 25 junio 1946 y 29 enero 1947). Se
trata, no obstante, de una participación accidental y de carácter secundario (v. SS 31 octubre
1973, 25 septiembre 1974, 8 febrero 1984 y 8 noviembre 1986). El dolo del cómplice radica en la
conciencia y voluntad de coadyuvar a la ejecución del hecho punible (v. S. 15 julio 1982). Este
dolo resulta, como conciencia de antijuridicidad de la conducta del notario acusado, de la propia
redacción de las escrituras públicas de emisión de obligaciones hipotecarias, de las que no
puede deducirse otra consecuencia que su vocación a la estafa generalizada, como antes hemos
expuesto, no solamente ya deducible de las sobrevaloraciones de los bienes que se ofrecían en
garantía, sino de su misma formalización, al no contar con los elementos necesarios para
procurar su inscripción registral, y al firmarse los títulos bajo la engañosa mención de que se
trataba de obligaciones hipotecarias al portador, cuando es patente que, al no estar inscrita la
hipoteca en el Registro de la Propiedad, nada podían garantizar, incumpliéndose las menciones
exigidas por el art. 154 de la Ley Hipotecaria, y cubriéndose su actuación profesional, al amparo
exclusivamente de la falsedad documental, bajo la expresión 'escritura de constitución de
hipoteca", pero contribuyendo al engaño con la misma, pues es evidente que la hipoteca
requiere en nuestro Derecho, de forma constitutiva, la misma inscripción registral. De modo que
todo el aparato publicitario captado sobre la base de la confianza que a la sociedad en general le
genera la intervención notarial se veía defraudada y frustradas sus expectativas por unas
afirmaciones que si bien de forma rigurosa se "cubrían" con un mero tecnicismo, en realidad
entrañaban la contribución al engaño que declaramos a lo largo de esta resolución judicial.
También por la vía del garante, a la que hoy se refiere el art. 11 del Código Penal, recogiendo la
doctrina jurisprudencial de esta Sala Casacional, el notario incumplió sus obligaciones legales,
equiparándose su omisión al actuar. En definitiva, como tiene declarado este Tribunal, obra con
dolo quien conoce el peligro concreto de la realización del tipo.
El ánimo de lucro queda residenciado en el percibo de honorarios por las autorizaciones
de las escrituras públicas multimillonarias.
De manera que Manuel García-Atance Alvira es cómplice de un delito continuado de
estafa, debiéndose fijar el concreto alcance de su responsabilidad penal y de sus consecuencias
civiles, en la segunda sentencia que ha de dictarse."
e) La Sentencia de casación eliminó un pasaje incluido en el apartado núm. 26 de los
hechos declarados probados de la Sentencia de instancia, por entender que contenía un juicio
de valor que no debe incluirse entre los hechos probados sino en la fundamentación de la
Sentencia (FJ 13). Al mismo tiempo, en el apartado de hechos probados de la segunda
Sentencia de casación, señaló lo siguiente:
"Se mantienen y dan por reproducidos los hechos probados de la sentencia de instancia,
a excepción del apartado 26 del relato factual de la misma, quedando sin efecto el siguiente
aserto: "tampoco -consta- que el Notario, al autorizar las escrituras, hubiese previsto y
contemplado como probable un futuro perjuicio para los suscriptores de los títulos, derivado de la
actuación de la sociedad emitente", y con relación al párrafo segundo de dicho apartado 26,
desde "no consta que al autorizar..." hasta "de la Propiedad", debe entenderse en el sentido que
se razona en el fundamento jurídico duodécimo de la anterior Sentencia casacional, como simple
inferencia no compartida (fundamento jurídico vigésimo segundo)."
3. Se afirma en la demanda de amparo que la Sentencia condenatoria dictada por la
Sala Segunda del Tribunal Supremo ha supuesto la vulneración de varios derechos
fundamentales. En primer lugar, la Sentencia impugnada habría vulnerado los derechos a un
proceso con todas las garantías, a la presunción de inocencia y a no sufrir indefensión (arts. 24.1
y 2 CE), al fundamentar la condena del demandante como cómplice de un delito de estafa en
una revisión fáctica que está legal y constitucionalmente vedada en casación. Se afirma en la
demanda que la configuración legal del recurso de casación penal únicamente permite revisar la
calificación jurídica del hecho imputado, sin que pueda modificarse el relato de hechos probados
salvo que sea en beneficio del reo (al apreciar la ausencia de prueba de cargo) o con base en la
apreciación de prueba documental literosuficiente que no resulte contradicha por otros elementos
de prueba (art. 849 LECrim). Pese a ello, la Sentencia impugnada, fuera de los casos previstos
en la ley, y con infracción de la doctrina fijada en la STC 230/2002, de 9 de diciembre, ha
construido ex novo un elemento de hecho que no constaba en la Sentencia de instancia, que es
la existencia de dolo eventual en la actuación del Sr. García-Atance Alvira. Al hacerlo ha
ampliado indebidamente la prueba de cargo apreciada en la instancia valorando las pruebas
practicadas sin que concurran las exigencias de publicidad, contradicción e inmediación que
exige el art. 24.2 CE, tal y como las ha interpretado la jurisprudencia constitucional, y sin que
concurra el supuesto legal que permite apreciar error de hecho en la valoración de la prueba (art.
849.2 LECrim) pues la prueba documental valorada resulta contradicha por otras pruebas
testimoniales cuyo contenido no puede revisarse en casación. Se dice en la demanda que la
apreciación de dolo en la conducta de un agente es una afirmación de hecho que modifica la de
instancia sin que se expliciten en la Sentencia de casación las razones por las que la valoración
probatoria revisada habría incurrido en el error de hecho que se aprecia. Las vulneraciones
aducidas, en cuanto afirman la condena en base a pruebas que no debieron valorarse en
casación, supondrían también la lesión del derecho a la presunción de inocencia del
demandante, por cuanto la condena se ha apoyado en pruebas de cargo inválidas.
Se denuncia, en segundo lugar, una lesión autónoma del derecho a la presunción de
inocencia en la que habría incurrido la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo al apoyar su
decisión de condena en elementos de prueba que no son de cargo, pues carecen de entidad
suficiente como para justificar una incriminación. Se afirma, así, que las inferencias que la
Sentencia de casación deriva del contenido de las escrituras públicas autorizadas por el
demandante son arbitrarias e ilógicas, pues, ni la operación autorizada constituía un supuesto de
inscripción forzosa, ni cabe presuponer el conocimiento del demandante sobre la supuesta
sobrevaloración de los inmuebles hipotecados, ni se puede afirmar que éste se tuvo que
representar el perjuicio que podrían ocasionar los otros acusados a los futuros tenedores de las
cédulas hipotecarias.
Considera también el recurrente que la condena impugnada vulnera el art. 25.1 CE, en
cuanto garantiza la tipicidad de los delitos, por cuanto supone una subsunción arbitraria de la
conducta imputada en la figura de cómplice del delito continuado de estafa. Con cita de la
doctrina sobre el contenido del derecho invocado expuesta en la STC 111/1993, de 25 de marzo,
y en el ATC 263/1995, de 27 de septiembre, concluye que la Sentencia impugnada incurre en
arbitrariedad, tanto al apreciar la existencia de complicidad, por cuanto el demandante nunca
pudo anticipar ni representarse el engaño que, con posterioridad al otorgamiento de las
escrituras, fue cometido por terceros que le eran ajenos, como al afirmar la existencia de ánimo
de lucro en su actuación y vincularlo a la percepción de los honorarios profesionales que cobró
por su intervención en la autorización de las citadas escrituras públicas, cuyo monto total, se
aduce, jamás puede justificar verosímilmente la complicidad con engaño alguno en un Notario de
Madrid.
Por último, en la demanda se aduce la lesión del art. 24.1 CE en cuanto garantiza el
derecho a obtener tutela judicial efectiva mediante una resolución fundada en Derecho. En
opinión del recurrente, la Sentencia impugnada es arbitraria e irrazonable, dada la valoración de
la prueba que contiene. Justifica tal tacha señalando que la Sentencia de casación está llena de
expresiones inculpatorias de tipo apodíctico, puramente aseverativas, que carecen de todo
razonamiento o fundamentación, considerando que la tesis subyacente en la decisión de
condena es que "se cometieron irregularidades tan evidentes que era manifiesto que podía
producirse un engaño con las escrituras otorgadas", lo que califica como "subjetivismo judicial
total ajeno a las exigencias del Derecho penal". La Sentencia impugnada habría diseñado
artificiosamente un abanico de presuntas obligaciones notariales previas que no existen,
afirmando a continuación que el demandante las incumple, lo que califica de nuevo como
subjetivismo puro y expresión de la máxima arbitrariedad. Añade que el Tribunal de casación ha
partido de un designio incriminador previo que patentiza la falta de imparcialidad subjetiva del
juzgador desde un punto de vista técnico-jurídico. Dicho de otra forma el órgano judicial habría
actuado con una idea preconcebida y un prejuicio anterior a oír a las partes y al examen del
procedimiento, lo que se patentiza a través de los términos en que la Sentencia está redactada
que, en definitiva, se dice que establece un supuesto de auténtica responsabilidad objetiva.
Por todo ello, interesa el otorgamiento del amparo y la declaración de nulidad de la
Sentencia condenatoria que impugna, así como la declaración de firmeza de la Sentencia
dictada en la instancia por la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Solicita también la
suspensión de la ejecución de la citada Sentencia dado el perjuicio patrimonial irreparable que su
ejecución conlleva.
4. El pasado 27 de mayo de 2004, la Sección Cuarta de este Tribunal Constitucional
acordó, de conformidad con lo previsto en el núm. 3 del art. 50 LOTC, conceder al demandante y
al Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para formular las alegaciones que estimaran
pertinentes en relación con la posible carencia manifiesta de contenido constitucional de la
demanda [art. 50.1 c) LOTC].
El Ministerio Fiscal, en escrito que tuvo entrada en este Tribunal el 22 de junio de 2004,
interesó la admisión a trámite de la demanda al apreciar que la queja referida a la supuesta
vulneración del derecho a la legalidad sancionatoria (art. 25.1 CE) no carecía manifiestamente
de contenido constitucional, por entender que la misma merecía un estudio en profundidad de lo
actuado que justificaba, a su vez, un pronunciamiento sobre el fondo en forma de Sentencia.
En escrito registrado el 23 de junio de 2004, en defensa de su pretensión de amparo, el
recurrente reiteró los argumentos expresados en la demanda, destacando que, en el presente
caso, sus quejas no carecen de contenido constitucional pues, al condenarle revocando la
absolución previa, el Tribunal de casación ha vulnerado las reglas básicas que definen su
competencia con una revisión indebida de la valoración de la prueba en perjuicio del reo y en
detrimento de los principios de legalidad, inmediación y contradicción. En sus alegaciones
sugiere la posible inconstitucionalidad de las normas legales que limitan la actividad probatoria
en casación (arts. 894 y 897 LECrim) y, en apoyo de su queja, se refiere a la aprobación de la
Ley 19/2003, de 23 de diciembre, en tanto que prevé orgánicamente la generalización de la
doble instancia a los delitos graves para suplir una deficiencia que hasta entonces presentaba la
ley procesal.
5. La Sala Segunda de este Tribunal acordó la admisión a trámite de la demanda de
amparo por providencia de 22 de julio de 2004, y requirió a la Sala Segunda del Tribunal
Supremo y a la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional para que,
conforme a lo previsto en el art. 51 LOTC, remitieran en el plazo de diez días certificación o
fotocopia adverada de las actuaciones practicadas en las sucesivas instancias y emplazasen a
quienes fueron parte en las mismas, con excepción del recurrente en amparo, con el fin de que
pudieran comparecer en este proceso constitucional. Asimismo, se acordó formar la
correspondiente pieza de suspensión conforme a lo interesado por la parte actora. Tras los
trámites pertinentes, la petición de suspensión interesada por el recurrente en la demanda de
amparo fue estimada por Auto de 2 de noviembre de 2004, tanto en lo que se refiere a la pena
privativa de libertad impuesta como a las accesorias y a la responsabilidad civil declarada en la
Sentencia condenatoria.
6. Mediante diligencia de ordenación de 21 de abril de 2005 se acordó tener por
personado y parte a don Jesús Ibáñez Prieto, don Ignacio Villoria Castaño, don Juan Jiménez
Jiménez, don Severo Jiménez Jiménez, doña María Carmen Sicart Sense, don Sebastián
Castillo Buendía, doña Francisca Ribas Golobart, don Robert Hijar Pons, doña Consuelo Tecles
Torres, doña María del Carmen Torres Lacruz, doña Eulalia Torres Lacruz, don Jaume Torres
Lacruz, doña María Luisa Torres Lacruz, doña María Luisa Lacruz Artau, don Jaume Torres
Ferreras, don Enrique Trepat Riart, don Francisco Alameda Quillet, don Jordi Gatell Fuguet, doña
Pilar del Campo García, don Vicente del Campo García, doña Amparo Estallo Navarro, doña
Maria Luisa Muixí Estallo, don Jordi Bargalló Iñiguez, doña Griselda Sala Corma, doña Eva Folch
Muixí, don Xavier Alameda Pineda, doña Rosario Castelló Boleda, doña María Pilar Cabezón
Tricio, don Vicente Manero Ferrer, doña Gloria Muñoz Hurtado, don Benito Banegas Banegas,
don Josep Cuset Pou, don Manuel Gutiérrez Pérez, don Antonio Ordoyo Calavía, don Juan Sala
Saques, don Andrés Piña Sánchez, doña —ngeles Pérez López, don Cipriano Hernández Durán,
doña Cristina Durán Sánchez, don Luis Hernández Francés, don Cipriano Hernández Francés,
doña Pilar Ruiz Ruiz, don José Tello Mateu, doña María Tello Pérez, don José Fernando
Sagaste Aznar y don Julián Minguillón Blasco, representados por el Procurador don José Luis
Pinto Marabotto; a don Francisco-Roque Langa Gormedino, representado por el Procurador don
Carlos Jiménez Padrón; a doña Antonia Juanpere Olle, representada por la Procuradora doña
María José Rodríguez Tejeiro; a doña Felicitas Trigo Díaz, representada por el Procurador don
Juan Francisco Alonso Adalia; a don Miguel —ngel Galindo Lafuente, representado por la
Procuradora doña María Mercedes Román Quijano; y a doña María del Rosario Cabrera
González e Hijos, representados por la Procuradora doña María del Carmen Echebarría Torroba.
En la misma diligencia, conforme al art. 52 LOTC, se acordó dar vista a todos ellos de las
actuaciones del presente recurso de amparo, junto al demandante y el Ministerio Fiscal para que,
en el plazo común de veinte días, pudieran presentar las alegaciones que a su derecho
conviniera.
7. El Procurador don José Luis Pinto Marabotto, en nombre de sus representados,
presentó alegaciones en escrito de 24 de mayo de 2005. Sostiene que la Sentencia impugnada
no ha desconocido ningún derecho fundamental del demandante. Al cuestionar los argumentos
de la demanda señala que la apreciación del dolo en el autor de un delito no es un elemento de
hecho sino un elemento subjetivo del tipo penal que se infiere de los hechos declarados
probados, por lo que el Tribunal Supremo no añade un nuevo elemento de hecho ni revisa los
hechos sino que, de ellos, extrae distintas inferencias. Añade que las conclusiones a las que el
órgano de casación ha llegado en relación con la existencia de dolo eventual se han justificado
en el contenido de prueba documental, la cual sí puede valorarse en casación, por lo que no
puede traerse a colación la doctrina fijada en la STC 230/2002. Tampoco comparte la tesis de la
demanda conforme a la cual la revisión fáctica de la sentencia sólo puede hacerse en casación
en beneficio del reo. Descarta también la aducida vulneración de la presunción de inocencia del
demandante, resaltando que la hipoteca sólo se constituye con su inscripción en el Registro de la
Propiedad. Entiende que el demandante sí se apercibió de la sobrevaloración de las fincas pues
ello deriva de una apreciación de puro sentido común reforzada por su anterior intervención en la
adquisición de las mismas por parte del emisor de las obligaciones. En cuanto a la supuesta
lesión del art. 25.1 CE, niega que la interpretación hecha por el Tribunal de casación sea
arbitraria y descarta, por último, que exista el voluntarismo incriminador que se denuncia.
La Procuradora doña María del Carmen Echebarría Torroba, en nombre de doña María
del Rosario Cabrera González e hijos, presentó también sus alegaciones el 24 de mayo de 2005.
En ellas rechaza las vulneraciones aducidas y propone la desestimación de la solicitud de
amparo, señalando que la Sentencia impugnada no realiza una nueva valoración de la prueba
por lo que no incurre en los defectos que pretenden justificar la queja, puesto que las
apreciaciones llevadas a cabo por el Tribunal de casación ya constan en la Sentencia de
instancia. Dichas apreciaciones se refieren a datos objetivos que figuran en la prueba
documental pública y se infieren de su simple examen.
Don Miguel —ngel Galindo Lafuente, a través de su Procuradora doña María Mercedes
Román Quijano, formuló alegaciones en escrito de fecha 25 de mayo de 2005. En ellas se opone
a la solicitud de amparo por entender que la modificación de hechos probados que se denuncia
en la demanda de amparo está prevista legalmente cuando, como en este caso, el recurso de
casación que da lugar a ella se formaliza por la vía recogida en el art. 849.2 LECrim. Rechaza
que sea arbitrario el razonamiento del Tribunal de casación y recuerda que, conforme a la
jurisprudencia de este Tribunal -STC 59/2005- es posible, sin reiterar el debate contradictorio,
revisar en segunda instancia la valoración fáctica que deriva de la prueba documental. En su
opinión no se concretan en la demanda las razones por las que se considera vulnerado el art.
25.1 CE, ni se justifica la queja que aduce parcialidad subjetiva del órgano de casación. No
aprecia tampoco la aducida vulneración de la presunción de inocencia del demandante pues
entiende que existe actividad probatoria de cargo obtenida con todas las garantías que justifica la
decisión de condena. Para el caso de que se estimare alguno de los motivos de amparo,
propone la retroacción de actuaciones para que se dicte una nueva Sentencia de casación en
relación con la participación del demandante y no del resto de acusados.
En escrito registrado el 26 de mayo siguiente, don Francisco-Roque Langa Gormedino, a
través del Procurador don Carlos Jiménez Padrón, presentó sus alegaciones en las que se
opone a la concesión del amparo solicitado por entender que la discrepancia que pretende
justificarla no rebasa el ámbito de la interpretación de las normas, pues el cambio de criterio
operado por la Sala de casación se apoya en una nueva apreciación jurídica de elementos de
prueba de naturaleza documental, que ha llevado a estimar que en la conducta del demandante
sí concurre dolo eventual falsario. De la misma forma, descarta la supuesta vulneración de la
presunción de inocencia dada la razonabilidad de las inferencias deducidas de la prueba
indiciaria tomada en consideración. En cuanto a la denunciada vulneración del derecho a la
legalidad sancionatoria (art. 25.1 CE), no aprecia arbitrariedad alguna y entiende que en la
demanda se confunden los elementos del tipo de autor con los del cómplice, para el que, en
relación con la estafa de otros, no es exigible la prueba del ánimo de lucro pues basta con
conocer, o haber podido conocer, el comportamiento antijurídico de terceros y ser consciente de
que, con su conducta, estaba auxiliando o cooperando objetivamente con el autor. Todos estos
elementos concurren en la conducta imputada al demandante dada la notoria sobrevaloración de
las fincas hipotecadas, sus irregularidades registrales y la inusual utilización publicitaria posterior
de la intervención notarial, por parte de terceros, para favorecer la compra de las obligaciones
hipotecarias. Por último, afirma también la falta de fundamentación del último de los motivos que
fundamenta la demanda de amparo en la supuesta parcialidad del Tribunal de casación.
8. En escrito de 6 de junio de 2005 presentó sus alegaciones el Fiscal ante el Tribunal
Constitucional. En ellas interesó la desestimación del amparo. Considera que la Sentencia
impugnada no ha vulnerado el derecho del demandante a un proceso con todas las garantías,
pese a revocar la previa decisión absolutoria de instancia, por cuanto el caso analizado se
diferencia de los resueltos en las SSTC 230/2002 y 41/2003 que se citan en la demanda, pues la
Sala Segunda del Tribunal Supremo ha deducido la presencia de dolo eventual en la conducta
del recurrente de las cinco escrituras públicas de emisión de obligaciones con garantía
hipotecaria que autorizó, prueba documental que sí puede valorarse en casación para modificar
la conclusión probatoria. Por tanto, la conducta de colaboración delictiva por omisión del Notario
recurrente se hallaría en una apreciación meramente jurídica y no de hecho, consistente en no
haber cumplido con las prescripciones establecidas en el art. 154 LH (referido a los datos
registrales de las fincas hipotecadas) y en haber permitido su otorgamiento pese a que tales
datos no le constaban. El otro elemento que refuerza y justifica la decisión de condena es la
sobrevaloración del precio de los inmuebles hipotecados en las escrituras autorizadas,
circunstancia ésta que se deduce también de las mismas y de las previas de adquisición de su
titularidad, en las que también intervino como fedatario el demandante, pues en ellas se hizo
constar como precio uno muy inferior al de tasación de la garantía hipotecaria. En conclusión, los
elementos de prueba que la Sala de casación ha utilizado para afirmar la participación del
demandante a título de cómplice, no tienen carácter personal y no requieren de inmediación para
su evaluación. De otra parte considera que corresponde al propio Tribunal Supremo interpretar
los límites de su jurisdicción definiendo los contenidos de los motivos de casación previstos
legalmente que ante él se alegan.
Tampoco aprecia la supuesta vulneración de la presunción de inocencia que se
denuncia. Entiende que la prueba de cargo apreciada por el Tribunal Supremo se apoya en una
serie de indicios deducidos de las propias escrituras públicas autorizadas por el demandante que
se han puesto en relación con la dicción literal del art. 154 LH, concluyendo que el demandante
no debió haber autorizado las escrituras públicas de emisión de obligaciones sin antes haber
tenido constancia registral de la titularidad de las fincas sobre las que se constituyeron las
hipotecas que supuestamente garantizaban la devolución de las cantidades e intereses
comprometidos con los suscriptores, pues era consciente de las enormes diferencias de precio y
valoración de los inmuebles hipotecados, dado el precio de compra fijado en anteriores
escrituras, también autorizadas por el demandante, y la tasación que, a efectos hipotecarios, se
fijó en las escrituras de emisión de obligaciones hipotecarias.
En relación con la alegada infracción del derecho a la legalidad sancionatoria (art. 25.1
CE) destaca que la imputación que se hace en la Sentencia impugnada describe que el
demandante, en su condición de Notario, intervino eficazmente en la generación de una falsa
apariencia de solvencia de una operación financiera, lo que indujo a muchos inversores a
suscribir las emisiones de obligaciones al portador ideadas por la entidad mercantil
defraudadora, lo que permite apreciar la existencia del engaño que califica la estafa,
concretándose el ánimo de lucro en la percepción de los aranceles profesionales que le
correspondían por intervenir en su autorización. Tras describir el mecanismo favorecedor del
engaño y la conducta favorecedora del mismo que se imputa al demandante, concluye que no
puede considerarse arbitraria la subsunción de dicha conducta en el tipo penal de estafa, ya que
el Tribunal Supremo ha razonado la existencia de dolo eventual, la posición de garante del
Notario y la colaboración objetiva en reforzar la apariencia de solvencia hipotecaria de la emisión
de obligaciones hipotecarias al portador, por lo que su participación a título de cómplice en la
trama fraudulenta ha sido delimitada con toda claridad y apoyada en los indicios que antes han
sido analizados. En tal medida, desde el contenido del derecho fundamental invocado, y al
margen de posibles debates doctrinales al respecto, no se aprecia la arbitrariedad interpretativa
que se denuncia. Dicho razonamiento lo hace extensivo a la apreciación judicial de ánimo de
lucro en la conducta imputada al demandante.
Por último, rechaza también que se haya lesionado el derecho a la tutela judicial efectiva
del demandante como consecuencia de la supuesta predisposición del órgano judicial contra el
recurrente, la cual no aprecia sino en la subjetiva interpretación que el demandante hace de la
Sentencia cuestionada. La supuesta predisposición no es sino la expresión de las conclusiones
que llevan a la condena.
9. El Procurador Sr. Pinto Marabotto, en escrito de 10 de enero de 2006, puso en
conocimiento de este Tribunal el fallecimiento del demandante, Sr. García-Atance Alvira, el cual
fue confirmado por su viuda, doña María Concepción Lacadena Calero, en escrito registrado el
siguiente día 1 de febrero. Posteriormente solicitó su personación en la causa, en su condición
de heredera del demandante fallecido. La personación fue aceptada por diligencia de ordenación
de 27 de marzo pasado, en la que se tuvo por subrogada a la misma en el ejercicio de los
derechos y acciones que, en este proceso, correspondían al demandante fallecido.
10. La Sala, por providencia de 24 de abril de 2006, acordó conceder a las partes
personadas y al Ministerio Fiscal un plazo de diez días a fin de que alegaran lo que estimasen
conveniente sobre la posible pérdida de objeto del recurso de amparo. Los Procuradores Sres.
Pinto Marabotto y Jiménez Padrón propusieron el archivo del procedimiento. La Procuradora
doña María Mercedes Román Quijano informó en favor de su continuación, dada la condena al
pago de responsabilidad civil incluida en la Sentencia impugnada. De la misma opinión fue el
Ministerio Fiscal. El Procurador Sr. Vázquez Guillén, esta vez en nombre de los herederos del
demandante informó en el sentido de considerar que el proceso no había perdido su objeto con
razón del fallecimiento del demandante.
La Sala, por Auto de 3 de julio de 2006, acordó acceder a la sustitución procesal
mortiscausa interesada por la Sra. Lacadena Calero y continuar la tramitación del proceso de
amparo, así como notificar la existencia del procedimiento a los hijos del demandante y emplazar
a los mismos por si deseaban personarse en la causa, al tiempo que mantuvo la suspensión de
la ejecución de la condena impugnada.
11. Los hijos del demandante de amparo, don Ramón, doña Esther, doña Sofía, doña
Luisa y doña Beatriz García-Atance Lacadena, a través del Procurador Sr. Vázquez Guillén, por
escrito registrado el pasado 28 de julio de 2006 solicitaron su personación en el presente
proceso de amparo, ratificando y adhiriéndose a la solicitud de amparo y a las alegaciones y
manifestaciones formuladas en la demanda y también a las realizadas por su madre, Sra.
Lacadena Calero.
12. Por providencia 16 de noviembre de 2006 se acordó señalar para deliberación y
votación de esta Sentencia el día 20 del mismo mes y año.
Fundamentos:
B. Presunción de inocencia.
S.TC. 48/2008.
Referencia número: 48/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/3/2008
Publicación BOE: 20080415 ::
Sala: Pleno.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 2784-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo avocado.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por Louis Vuitton Malletier, S. A., respecto a las
resoluciones de la Audiencia Provincial de Guipúzcoa que, en grado de apelación de una causa
por delito contra la propiedad industrial, denegaron la celebración de vista y la práctica de
prueba. Supuesta vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva, a un proceso con
garantías y a la prueba: desestimación de recurso contra sentencia absolutoria en virtud de los
límites legales a la práctica de prueba en grado de apelación; alcance de la audiencia al acusado
en apelación penal (SSTC 167/2002 y 285/2005).
Preámbulo:
El Pleno del Tribunal Constitucional, compuesto por doña María Emilia Casas Baamonde,
Presidenta; don Guillermo Jiménez Sánchez, don Vicente Conde Martín de Hijas, don Javier
Delgado Barrio, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay Montalvo, don Jorge Rodríguez-Zapata
Pérez, don Ramón Rodríguez Arribas, don Pascual Sala Sánchez, don Manuel Aragón Reyes y
don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo avocado núm. 2784-2004, promovido por la sociedad Louis
Vuitton Malletier, S. A., representada por el Procurador de los Tribunales don Santos de
Gandarillas Carmona y asistida por la Abogada doña Rosa M. Tierno Echave, contra la
Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Guipúzcoa de 29 de marzo de
2004, confirmatoria en apelación de la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 1 de San
Sebastián 302/2003, de 29 de julio, absolutoria de delito contra la propiedad industrial, y contra el
Auto de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Guipúzcoa de 22 de enero de 2004,
confirmatorio en súplica de la providencia del mismo órgano judicial de 3 de diciembre de 2003,
de denegación de vista y de práctica de prueba. Ha comparecido don Luis María Maiso Lizaso,
representado por el Procurador de los Tribunales don José Luis Martín Jaureguibeitia. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia Casas
Baamonde, quien expresa el parecer del Pleno.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 30 de abril de 2004 el Procurador
de los Tribunales don Santos de Gandarillas Carmona interpone recurso de amparo en nombre
de la sociedad Louis Vuitton Malletier, S.A., contra la Sentencia mencionada en el
encabezamiento.
2. Los hechos relevantes para el examen de la pretensión de amparo son, sucintamente
relatados, los siguientes:
a) La Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 1 de San Sebastián 223/2002, de 17 de
junio, absolvió a los acusados del delito contra la propiedad industrial que les atribuía la sociedad
recurrente.
b) La Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Guipúzcoa de 9 de
abril de 2003 anuló en apelación la Sentencia de instancia por dos razones. La primera radicaba
en que había invalidado injustificadamente una prueba (testifical de la Abogada de la sociedad
acusadora). La segunda razón consistía en la contradicción existente entre la afirmación del
relato de hechos probados de que los acusados habían vendido productos falsificados de la
marca Louis Vuitton, "conocedores de que los artículos no eran los originales de la marca y
reproducían marcas falsificadas y no estaban autorizados por el titular para el uso de su marca ni
la puesta en el comercio de productos distinguidos con la misma", y la afirmación del fundamento
de Derecho tercero relativa a que es "perfectamente atendible la alegación de Francisco Javier
Maiso de haber obrado en la creencia de que eran objetos auténticos".
c) La nueva Sentencia del Juzgado de lo Penal, 302/2003, de 29 de julio, absuelve a los
acusados. Tras reiterar que el primer acusado "venía dedicándose... a la venta al público de
artículos falsos de la marca Louis Vuitton" que él mismo había obtenido en Bangkok (Tailandia),
modifica el relato de hechos probados en el sentido de que "los acusados desconocían que los
artículos no eran los originales de la marca Louis Vuitton y que reproducían marcas falsificadas y
no estaban autorizados por el titular para el uso de su marca ni la puesta en el comercio de
productos distinguidos con la misma". La absolución se sustenta, en esencia, en que los
productos "carecían de aptitud para inducir a error a los consumidores sobre el origen del
producto"; en que "no existen indicios en la causa que permitan concluir, respecto de los
acusados, el conocimiento de la existencia del requisito de la inscripción registral de las marcas
afectadas, su valor y función"; y en que es "perfectamente atendible la alegación de Francisco
Javier Maiso de haber obrado en la creencia de que eran objetos auténticos".
d) En su recurso de apelación la sociedad hoy recurrente solicitó "de acuerdo con la
doctrina del Tribunal Constitucional, al basarse el recurso en error en la apreciación de las
pruebas relacionado con las declaraciones de acusados y testigos", que estas pruebas se
volvieran a practicar. La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Guipúzcoa rechazó esta
petición mediante providencia, "al no encontrarse dentro de los supuestos establecidos en el art.
795.3 LECrim" (actualmente art. 790.3, conforme a la redacción dada por Ley 38/2002, de 24 de
octubre). Y la vuelve a rechazar en el Auto que resuelve el recurso de súplica, de 22 de enero de
2004: "La doctrina constitucional... viene a establecer que el recurso de apelación en el
procedimiento penal abreviado otorga plenas facultades al Tribunal ad quem para resolver
cuantas cuestiones se planteen por la partes, sean de hecho o de derecho, pero en todo caso,
respetando la legalidad y las garantías constitucionales establecidas en el art. 24 CE. Es por ello
que no cabe la reiteración de las pruebas solicitadas por la parte recurrente al no concurrir
ninguno de los supuestos señalados en el anterior art. 795.3 ni en el vigente 790.2 LECrim,
requisito de ineludible cumplimiento para poder solicitar la práctica de prueba en esta alzada".
e) La Audiencia confirma la nueva Sentencia absolutoria, aclarando que, si no hay
práctica de prueba, "el Tribunal ad quem no puede revisar la apreciación probatoria practicada
en la instancia cuando, por la naturaleza de las pruebas en cuestión, sea necesario para su
valoración el concurso de los principios de inmediación, oralidad y contradicción... A no ser... que
el proceso valorativo de la prueba no se haya motivado y razonado adecuadamente en la
sentencia apelada (SSTC 17/12/85, 23/6/86, 13/5/87, 2/7/90 entre otras), o que el mismo
responda a un razonamiento absurdo, ilógico, irracional o arbitrario que haga necesaria,
empleando criterios objetivos y no interpretaciones discutibles y subjetivas, una modificación de
los hechos declarados probados en la sentencia (STC 1/3/93)". En el presente caso "no es
apreciable... incongruencia alguna entre la prueba practicada en la instancia y el concreto
pronunciamiento absolutorio"; además, "la valoración probatoria llevada a cabo en la resolución
impugnada resulta racional en sus planteamientos y lógica en su desarrollo".
3. La demanda de amparo solicita que se anulen las resoluciones recurridas -las dos
relativas a la denegación de vista oral y de prueba, y la que confirma en apelación la absolución
de los acusados- y que se retrotraigan las actuaciones al momento previo a la primera de ellas
para que se practiquen las pruebas solicitadas. Fundamenta esta petición en la vulneración de
los derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.2 CE), a un proceso con todas las garantías (art.
24.2 CE) y a la utilización de los medios de prueba pertinentes para al defensa (art. 24.2 CE).
Describe la demanda que las resoluciones impugnadas consideran que sólo puede
practicarse prueba en apelación si tal prueba encaja en alguno de los supuestos del art. 790.3
LECrim. Esta interpretación, no sólo limitaría la posibilidad de recurrir por error en la apreciación
de la prueba a los casos en los que se refiera a prueba documental, cercenando el derecho al
recurso, sino que se opondría a la doctrina de la STC 167/2002, que permitiría solicitar la
práctica de nuevo de pruebas personales para que se pueda proceder a su valoración conforme
a las garantías de inmediación y contradicción. Esta práctica puede ampararse en una
interpretación acorde a la Constitución del art. 790.2 LECrim, que permite el recurso ex error en
la valoración de la prueba.
Continúa alegando la demanda que de otro modo no se entendería que la valoración de
las pruebas personales fuera inamovible y no la de las pruebas documentales; que pudiera
practicarse una prueba testifical en apelación porque no lo fue en instancia, pero no la
contradictoria que sí lo fue; que no pudiera volver a valorarse la prueba personal que determinó
una condena. Argumenta, en fin, que el sentido de la STC 167/2002 es el de que el órgano de
apelación tiene jurisdicción plena y que ello le faculta para que, incluso al margen de los
supuestos del art. 790.3 LECrim, ordene la práctica de las pruebas solicitadas de cara a una
nueva valoración de las mismas.
4. Mediante providencia de 12 de julio de 2006, conforme a la dispuesto en al art. 50.3
LOTC, la Sección Primera de este Tribunal concede un plazo común de diez días al Ministerio
Fiscal y al recurrente para que aleguen lo que estimen pertinente en relación con la posible
concurrencia del motivo de inadmisión previsto en el art. 50.1 c) LOTC (carencia manifiesta de
contenido constitucional de la demanda).
5. El Ministerio Fiscal concluye su escrito de alegaciones, de 13 de septiembre de 2006,
interesando la admisión a trámite de la demanda.
Considera que "la cuestión cardinal que plantea el presente recurso de amparo es la
referida al correcto entendimiento de la doctrina sentada... en la STC 167/2002, y en particular, al
concreto aspecto referido a la posibilidad y subsiguiente existencia o inexistencia de obligación
para los órganos judiciales de apelación -desde la perspectiva constitucional-, de la práctica en la
segunda instancia de las pruebas de carácter personal llevadas a cabo en la primera, dados los
categóricos términos en los que se halla redactado el artículo 790.3 LECrim". Recuerda al
respecto que la STC 167/2002 establece que en el ejercicio de las facultades que la ley atribuye
al Tribunal ad quem en el recurso de apelación "deben respetarse las garantías constitucionales
del art. 24.2 CE, traduciéndose todo ello en la exigencia de publicidad, inmediación y
contradicción para proceder a una nueva valoración de la prueba en segunda instancia", y que la
STC 59/2005 ha añadido que "ello no implica en todo caso la necesidad de nueva práctica de
pruebas o la celebración de vista pública en la segunda instancia, sino que ello dependerá de las
circunstancias del caso y de la naturaleza de las cuestiones a juzgar". Por su parte, la STC
285/2005 habría dado un paso más, al afirmar, respecto a la prueba personal "consistente en el
examen del acusado", que "[a]parentemente entre el precepto legal y la doctrina de la Sentencia
167/2002, ambos transcritos, parece existir una contradicción, pero ésta se salva fácilmente
mediante una interpretación más favorable al derecho de acceso al recurso del art. 795.3
LECrim, y acomodada a las exigencias constitucionales. En primer lugar, como ha indicado el
Ministerio Fiscal, cuando la Sentencia 167/2002, de 18 de septiembre, establece la exigencia de
oír nuevamente al acusado absuelto en segunda instancia, para poder dictar Sentencia
revocatoria, no lo concibe como un medio de prueba más, sino como una garantía del acusado,
que tiene derecho a volver a ser oído -ya sea para convencer al Tribunal de su inocencia, o para
poder controvertir los argumentos de la acusación-; por ello es fácil concebir que pueda pedir el
recurrente tal comparecencia personal para cumplir dicha garantía, al margen del resto de las
pruebas, sin colisionar con el art. 795.3 LECrim, de modo que la Sala, citara al acusado y si éste,
no compareciera sólo a él fuera imputable dicha falta de audiencia". Concluye así la Fiscal, a
partir de la jurisprudencia que cita, que, de un lado, "con relación a la prueba de examen del
acusado, el órgano de apelación tiene en todo caso la obligación de ordenar su práctica cuando
lo solicite el recurrente en apelación (acusador particular o acusador público); y de otro, que con
respecto a las demás pruebas personales (testifical o pericial), las circunstancias del caso y la
naturaleza de las cuestiones a juzgar, constituirán la medida que sirva de patrón en el análisis de
la obligatoriedad o no -desde la perspectiva constitucional- de su nueva reproducción en la
segunda instancia".
En la aplicación de esta doctrina al presente caso considera la Fiscal que el derecho de
acceso al recurso obligaba a la Audiencia Provincial a "admitir la íntegra reproducción de las
pruebas", dado "el alcance y reiteración" de lo que estima que son "innumerables
demostraciones de incongruencia, falta de lógica y ausencia de bases sólidas argumentales que
en la valoración de las pruebas exhibe la Juzgadora", y que la Fiscal expone con detalle en la
parte final de su escrito.
6. Mediante providencia de 8 de noviembre de 2006 la Sección Primera de este Tribunal
acuerda admitir a trámite la demanda de amparo, y, conforme a lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
requiere de los órganos judiciales correspondientes testimonio de las actuaciones del
procedimiento que origina el presente recurso. Asimismo interesa de los mismos el
emplazamiento de quienes hubieran sido parte en dicho procedimiento a los efectos de posibilitar
su comparecencia en este proceso de amparo.
7. Mediante diligencia de ordenación de su Secretaría de Justicia de 15 de marzo de
2007 la Sección Primera de este Tribunal tiene por personado en el procedimiento al Procurador
don José Luis Martín Jaureguibeitia en nombre de don Luis María Maiso Lizaso. Asimismo
acuerda dar vista a las partes de las actuaciones del presente recurso de amparo, con concesión
de un plazo de veinte días para la presentación de las alegaciones previstas en el art. 52.1
LOTC.
8. Mediante escrito de 18 de abril de 2007 la representación de don Luis María Maiso
Lizaso solicita la denegación del amparo impetrado. Para sostener esta petición hace constar, en
primer lugar, la transacción judicial a la que llegaron la sociedad recurrente y su representado
ante el Juzgado de lo Mercantil núm. 1 de Bilbao, por la que se acordaba la renuncia a la acción
de la actora y la puesta a su disposición para su destrucción de los bolsos depositados ante el
Juzgado de lo Penal. "Si lo que encubría el procedimiento penal era una reclamación civil ... su
objetivo quedó cumplido, por lo que el recurso actualmente planteado no tendría ya ninguna
virtualidad operativa" y "resulta initeligible que la parte recurrente no haya desistido de su recurso
de amparo".
Lo que la demanda pide "de una u otra forma al Tribunal es bien la derogación del art.
790.3 LECrim o bien la declaración de su inconstitucionalidad, cuando resulta evidente que ello
no puede ser objeto del presente recurso de amparo". Además, ni el Tribunal "ha modificado de
forma alguna la interpretación que haya de hacerse" de dicho artículo, ni el mismo "admite, por
seguridad jurídica, ninguna otra interpretación que aquélla que se deriva de sus propias
palabras". Lo que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional establece a partir de la STC
167/2002 "no es que cuando se alegue el error en la práctica de la prueba haya de iniciarse un
nuevo juicio, sino que... no se puede modificar la sentencia de la instancia sin que se practique
nueva prueba ante el Tribunal de apelación". Así, "no se infringe el derecho fundamental a la
tutela judicial efectiva ni a un proceso con todas las garantías utilizando los medios necesarios
pertinentes para la defensa cuando el Tribunal de apelación se declara vinculado por la
valoración de la prueba practicada en la instancia, conforme al art. 393.3 LECrim; y que no le
asiste ningún derecho a la recurrente en apelación que obligue al tribunal a la repetición de la
prueba ya practicada y para proceder a una nueva valoración".
9. En su escrito de 20 de abril de 2007 el Ministerio Fiscal interesa que se otorgue el
amparo por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva en su manifestación de acceso al
recurso (art. 24.1 CE), y que para su restablecimiento se anulen las tres resoluciones recurridas,
con retroacción de actuaciones al momento anterior al dictado de la primera. Para sustentar este
interés se remite a lo alegado en su escrito de 13 de septiembre de 2006 (resumido en el
antecedente núm. 5).
10. El Pleno del Tribunal Constitucional, de conformidad con lo dispuesto en el art. 10.1
k) LOTC, a propuesta de la Sala Primera, acordó recabar para sí el conocimiento del recurso de
amparo por providencia de 20 de septiembre de 2007.
11. Mediante providencia de 11 de marzo de 2008, se señaló para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día de la fecha.
Fundamentos:
S.TC. 36/2008
Referencia número: 36/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 25/2/2008
Publicación BOE: 20080328 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: doña Elisa Pérez Vera
Número registro: 925-2006/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José María Botella Alfaro y otro frente a la Sentencia y el Auto de nulidad de
la Audiencia Provincial de Valencia que, en grado de apelación, les condenó por delito de
calumnias. Vulneración del derecho al juez imparcial: Sala de apelación formada con un
magistrado que había confirmado en apelación la revocación del sobreseimiento libre de la
causa, mediante auto que exteriorizaba un juicio anticipado (STC 39/2004).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 925-2006, promovido por don José María Botella Alfaro y
don Rafael Llorca Vallés, representados por la Procuradora de los Tribunales doña Beatriz
Martínez Martínez y asistidos por el Letrado don José María Blasco Serrano, contra la Sentencia
dictada por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia el 29 de septiembre de
2005 y el Auto de 15 de diciembre de 2005, que desestima el incidente de nulidad de
actuaciones promovido contra la anterior. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha comparecido
don Rafael Soler Vert, representado por la Procuradora doña María Luz Albácar Medina y
asistido por el Letrado don Lorenzo Casasús Esteban. Ha sido Ponente la Magistrada doña Elisa
Pérez Vera, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 31 de
enero de 2006, la Procuradora de los Tribunales doña Beatriz Martínez Martínez, en nombre y
representación de don José María Botella Alfaro y don Rafael Llorca Vallés, interpuso recurso de
amparo contra las resoluciones judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) Los recurrentes fueron absueltos del delito de calumnias del que venían siendo
acusados, mediante Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 12 de Valencia, de fecha 13 de
junio de 2005.
Dicha Sentencia contiene la siguiente declaración de hechos probados:
"Se declara probado que el pasado día 18 de diciembre de 2002 el alcalde de La Pobla
Larga José María Botella Alfaro y Rafael Lorca Vallés y otras personas, ambos mayores de edad
y sin antecedentes penales, presentaron ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de
Valencia una denuncia relativa a presuntas irregularidades en la compraventa de unos terrenos
realizada por Rafael Soler Vert por si los hechos son constitutivos de infracción penal. Tras las
oportunas investigaciones en Fiscalía por Decreto de 14 de abril de 2003 del Fiscal Jefe se
acordó el archivo de las diligencias de investigación penal.
Tanto José María Botella Alfaro como Rafael Lorca Vallés no tenían intención, al
interponer la denuncia, de imputar una infracción penal a Rafael Soler a sabiendas de su
falsedad o faltando a la verdad.
Posteriormente Rafael Soler Vert presentó querella por calumnias contra los Sres.
Botella y Llorca ante el Juzgado de Instrucción de Alzira el 21 de mayo de 2003."
En el fundamento jurídico segundo de esta resolución se señala que:
"De las pruebas celebradas en el juicio oral se deduce que no se descubre el animus
calumniandi especial para este delito; así el acusado Sr. Botella Alfaro dijo en su declaración que
le llegaron sospechas de "chanchullo" del Sr. Soler Vert por parte de una denuncia verbal de
Rafael Llorca y que siendo alcalde del Ayuntamiento reúne a los concejales y lo comentan y
teniendo apariencia de ser verdad le piden al Sr. Llorca que ponga por escrito su alegación y
decide mandarlo a Fiscalía, que no comprobó si la denuncia era falsa y se limitó a firmar la
denuncia municipal y que nunca habló con la prensa del tema; el acusado Rafael Llorca Vallés
dijo en su declaración del juicio oral que habló con San Macario y le cuenta irregularidad [sic]
presuntamente hechas por el Sr. Soler, que existían rumores en el pueblo sobre la realidad del
hecho y le pide que redacte la denuncia y así lo hace para averiguar lo sucedido, que se lo dijo
al alcalde Sr. Botella pero nunca quiso injuriar ni vengarse de nadie, que no tiene odio al Sr.
Soler aclarando que en todo caso tal actitud es proporcional e igual que la que presenta el Sr.
Soler hacia él.
El resto de testigos no aportan nada nuevo sobre las intenciones de los acusados y se
limitan a ratificar que deciden en sesión del Ayuntamiento denunciar el presunto hecho
fraudulento; el testigo Emilio Miñana Negre reconoce que él dio la noticia a la prensa a meros
efectos informativos."
b) Contra la anterior resolución interpuso recurso de apelación la acusación particular,
que fue estimado por Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia,
de fecha 29 de septiembre de 2005, que revoca la Sentencia de instancia y condena a don José
María Botella Alfaro y don Rafael Llorca Vallés, como autores de un delito de calumnias con
publicidad, a la pena de un año y tres meses de prisión para el primero y de un año de prisión
para el segundo, accesoria legal de privación del derecho de sufragio pasivo, así como al pago
de las costas de la primera instancia, incluyendo las de la acusación particular, a indemnizar
cada uno de los condenados a don Rafael Soler Vert en la suma de 1.000 euros, y a publicar, a
costa de los condenados, los hechos probados y el fallo de la sentencia en los mismos diarios en
los que se publicó la información calumniosa.
Esta Sentencia contiene la siguiente declaración de hechos probados:
"No se aceptan los hechos probados de la sentencia apelada, declarándose probado que
el día 13 de enero de 1989 Eladio Sanmacario vende don fincas, sitas en la partida El Colmenar
de La Pobla Llarga, a la esposa de Rafael Soler Vert por 6.000 pesetas el metro cuadrado
edificable, quedando pendiente la fijación del precio a la calificación del suelo, y condicionada a
ello la venta dándose un anticipo de 4.000.000 de pesetas mediante hipoteca del suelo, que
asumirían los compradores caso de consumarse la venta, si bien, a requerimiento del vendedor,
se modificó el precio fijándose en 8.000.000 de pesetas, otorgándose escritura de venta el 29 de
julio de 1994.
En esa fecha, y pese a que la aprobación provisional del PGOU de La Pobla Llarga no
se produjo hasta el 7 de abril de 1995, ya contaba la zona vendida con viales, estando
parcelada, y se había pasado por el Ayuntamiento al cobro el canon de urbanización a los
propietarios afectados, con lo que era público y conocido en la ciudad el cambio de calificación
producido.
A pesar de ello, Eladio Sanmacario, fallecido en el curso del proceso, sostuvo en ciertos
ambientes del pueblo que había sido engañado, y que el Sr. Soler se había prevalido de su
condición de concejal para dar un pelotazo, llegando esto a finales de 2002 a conocimiento del
acusado Rafael Llorca Vallés, a la sazón concejal también del Ayuntamiento de la antes citada
ciudad, que a su vez lo comunicó al resto de los miembros del Consistorio, que presidía el
también acusado José María Botella Alfaro, acordándose por indicación del Sr. Botella que el
acusado Sr. Llorca incidiera acerca del vendedor San Macario para que formalizase la denuncia
para lo cual el acusado Sr. Llorca, que había acudido, por si o por otro, al Registro de la
Propiedad para constatar la realidad de la venta referida, procedió a redactar un documento, que
luego firmó San Macario el 7 de diciembre de 2003, en el que se afirmaba que fue
reiteradamente advertido de forma interesada que los campos que vendió en la escritura de 24
de julio de 1994, silenciando que los había vendido antes por documento privado en fecha 13 de
enero de 1989, no eran edificables, por lo que sólo se podían pagar a precio de tierra huerta,
viendo que en las tierras había parcelas en aquel momento, por lo que comprendió que lo habían
perjudicado al ser el marido de una de las compradoras, Rafael Soler, concejal de Pobla Llarga
en aquellos momentos y en los actuales.
Recogida la firma de Sanmacario, el acusado Llorca entregó el escrito en mano del
acusado Botella, que convocó al equipo de Gobierno Municipal, que decidió presentar denuncia
ante la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad, que abrió el 21 de diciembre
de 2002 diligencias de investigación penal 160/02, participándolo a los denunciantes, que lo
comunicaron a los medios de comunicación escrita, difundiendo la noticia de la investigación el
diario ''Las Provincias'', que publicó que ''El Fiscal investiga al líder del PP por la presunta
compra fraudulenta de un terreno'', y el ''Levante'', que anunció ''El edil de la Pobla Llarga
investigado por una presunta estafa'' y ''El País'' afirmaba que esta siendo ''Investigado un
concejal del PP de la Pobla Llarga por tráfico de influencias''.
Las diligencias de Fiscalía fueron archivadas por decreto del Excmo. Sr. Fiscal Jefe de
14 de abril de 2003, lo que fue comunicado a los denunciantes, que no lo participaron a los
medios citados.
El PGOU de La Pobla Llarga fue aprobado el 13 de julio de 1996, habiéndose abstenido
el Sr. Soler en la votación, al igual que hizo en el pleno de 1995, justificando su postura, como
consta en sendos escritos remitidos al Alcalde, en tener interés indirecto, al haber adquirido en
1989 una opción de compra de terrenos afectados por el Plan que se actuó en el mes de julio de
1994, figurando los terrenos a nombre de su esposa, con quien mantiene un régimen matrimonial
de separación.
El día 2 de junio de 1992 el acusado Sr. Botella, entonces Juez de Paz de La Pobla
Llarga, presidió un acto de conciliación, que acabó con avenencia, en el que el Sr. San Macario
solicitaba a la esposa de Soler la determinación del precio, que en el documento de 13 de enero
de 1989 estaba indeterminado, quedando fijado en 8.000.000 de pesetas."
En el fundamento jurídico tercero se afirma la existencia de una defectuosa valoración
de la prueba por parte de la Sentencia de instancia:
"Por el contrario, la prueba demuestra cómo son los acusados y el querellante
adversarios políticos en el Ayuntamiento de La Pobla Llarga, y cómo entre ellos parece existir
también una animadversión personal, como se extrae de las declaraciones del acusado Llorca,
que lleva a los acusados a buscar, y encontrar, un medio de desprestigiar políticamente al
contrincante ante las, por entonces, venideras Elecciones Municipales de 2003, para lo cual
utilizan a una persona, que, se extrae esto de la declaración prestada por Sanmacario, llena de
vacíos e inexactitudes, pues se denegó en la instrucción la aportación de su historial médico, no
debía estar en muy buenas condiciones mentales y que iba diciendo que el querellante lo había
estafado en la compra de unos terrenos, pues le había afirmado que los mismos no serían
urbanizables cuando, por su condición de concejal del Ayuntamiento, sabía que se iba a
urbanizar, lo que llegó a oídos del acusado Llorca, que lo puso en conocimiento del otro
acusado, Botella, Alcalde del pueblo, que le pidió que lo que le decía se lo trajera por escrito,
confeccionando Llorca el escrito que obra, por copia, al folio 66, que firmó Sanmacario y Llorca
entregó al Alcalde en mano y sin pasar por el registro del Ayuntamiento y, reuniendo al equipo de
gobierno municipal, redactan una denuncia a Fiscalía, sosteniendo en ella que han tenido
conocimiento de unos hechos que a continuación relatan y que integrarían un delito de tráfico de
influencias y estafa cometido por Soler que habría, junto con otros, engañado a un labrador en la
compra de unos terrenos, instando la recalificación de los mismos o bien sabiendo que se iban a
recalificar.
Esta es la denuncia fría que, tan pronto fue admitida a trámite en Fiscalía, se encargaron
los acusados de filtrar a la prensa, tan útil a veces para, engañándola también, servir de vehículo
o altavoz de la imputación, pues de otro modo no se alcanza el fin del delincuente. Así, el diario
''Las Provincias'' publica que ''El Fiscal investiga al líder del PP por la presunta compra
fraudulenta de un terreno'', mientras que ''Levante'' anuncia que ''El edil de la Pobla Llarga
investigado por una presunta estafa'' y ''El País'' afirmaba que está siendo ''Investigado un
concejal del PP de la Pobla Llarga por tráfico de influencias''. Sin presunto siquiera.
Es decir, que toda la prensa sabía y cualquiera conocía sin necesidad de conocer, como
conoce este Tribunal, las circunstancias del caso, cuál era el delito que directamente, por menos
que no se citase el tipo o tipos penales donde se describe, estaban imputando por los
denunciados al querellante.
La investigación en Fiscalía, visto lo insostenible y radicalmente falso de la imputación,
fue archivada el catorce de abril de 2003."
Y continúa la Sentencia en el fundamento jurídico cuarto con la siguiente argumentación:
"Pues bien, que era radicalmente falsa, y los denunciantes lo sabían, y sólo tenía, no se
puede encontrar otra, una finalidad de revanchismo político o de destrucción al enemigo por
linchamiento público, se extrae de datos que conocían los denunciantes, bien por haberlos
investigado, bien por conocerlos por haber tenido conocimiento directo por ser concejales y
vecinos del pueblo o bien, en el caso de Botella, y esto es más grave, por haber tenido
conocimiento de ellos por su condición de Juez de Paz del pueblo.
Que es La Pobla Llarga un pueblo es indudable, lo que se dice sin el más mínimo matiz
peyorativo alabando esa calidad, y que en los pueblos se conoce y se sabe todo, es algo que no
necesita demostración cercana a la entelequia, y se debía saber que se iba a modificar el PGOU
y por donde iban las cosas y por donde irían las casas. Y Sanmacario lo debía de saber en los
primeros días de 1989, cuando en documento privado vende a varias personas dos fincas, deja
la determinación del precio a resultas de la recalificación de los terrenos, lo que a su vez es
condición de la confirmación de la venta, pues si no hay recalificación, no hay venta, ni precio, ni
pago. No estaba entonces engañado Sanmacario, sino que sabía que podía haber una
recalificación. Y no lo estaba tampoco después cuando en 1994, ya con las calles y los polígonos
trazados, otorga documento público y cobra el precio.
Y las condiciones del contrato de 1989, y las circunstancias de hecho del 1994, eran
perfectamente conocidas por los acusados cuando de manera absolutamente temeraria,
proceden a fabricar una denuncia ante la Fiscalía y a darle publicidad.
Sostiene el acusado Llorca que procedió él a confirmar la realidad de los hechos ante el
Registro de la Propiedad y que constató la veracidad de los hechos, que podían tener posibilidad
de certeza y ante ello acude al Alcalde. Pues bien, debía conocer por razón de su cargo, como
debía conocer también el acusado Botella, que en todas las actuaciones relativas a la
recalificación de la zona donde estaban los terrenos adquiridos por la esposa de Soler, y otros,
este último se abstuvo de votar a favor de ello, habiendo participado al Pleno del Ayuntamiento
que su abstención, sin perjuicio de reconocer lo acertado de la actuación, estaba justificada por
su interés indirecto en la modificación del plan, y debían saber, porque la realidad física de los
cuerpos no engaña, que cuando se otorga la escritura de compraventa, como antes se ha dicho,
ya estaba realizada la urbanización, aun antes de la recalificación, con lo que era evidente para
todos que aquello, la recalificación, no era algo oculto y a disposición de solo unos pocos, por lo
que Sanmacario no podía sentirse engañado cuando acude al Notario de manera voluntaria a
firmar, pues nada se le estaba ocultando, con lo que la existencia de un delito de estafa a
Sanmacario, o un tráfico de influencias, era algo impensable y el deber cívico de denunciar
delitos, que es en lo que los acusados se escudan para justificar su actuación, inexistente
dejando a la vista un claro móvil ruin y delictivo.
Y esto se acentúa más si cabe en el acusado Botella, Alcalde del pueblo, que, habiendo
sido Juez de Paz, llegó a presidir un acto de conciliación en el que Sanmacario exponía todas las
circunstancias del contrato privado de 1989 y exigía la determinación del precio, lo que se acordó
por la intervención del Juez acercando a las partes. Y poco importa que los demandados fuesen
uno de los compradores y ''una tal'' Carmen Castelló, que resulta ser la esposa del Sr. Soler,
pues por más que el acusado Botella fuese Alcalde sólo desde el 1995 hasta el 2003, no puede
dejar de conocer que esa "tal" era la mujer de un concejal, y no solo por lo pequeño del pueblo
sino porque, a buen seguro, habría tenido ocasión de compartir en su calidad y condición de
Juez de Paz alguna ocasión en las diferentes festividades a las que ambas autoridades, con
señoras incluidas, son invitados. Y poco importa que no se sepa porqué no está su firma en el
acta de conciliación, pues ello no supone la ausencia del acto, sino que, como sucede a veces,
se le olvidó firmar o no se le pasó a la firma. Y además de esto, su actuación es totalmente
temeraria.
Dice que no lee ni siquiera el escrito que le presenta Llorca a sus manos y no al registro
del Ayuntamiento, y sin leerlo le da credibilidad. Tal vez es porque le importaba poco lo que se le
hubiese puesto a la firma a Sanmacario; poco importaba lo que allí se dijese, ni nada había que
comprobar, simplemente se trataba de desprestigiar a un adversario político, aún a sabiendas
que lo que se decía carecía absolutamente de contenido y era radicalmente falso, pues con una
mínima crítica habría necesariamente comprendido que solo tenía en sus manos las
manifestaciones de un, posiblemente, enfermo mental y, esto lo dice hasta el acusado Llorca,
jugador que necesita dinero. Con este bagaje, se embarca el Alcalde en una delictiva aventura."
c) Los condenados promovieron un incidente de nulidad de actuaciones, desestimado
por Auto de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia, de 15 de diciembre de
2005.
El citado Auto rechaza en su fundamento jurídico tercero la existencia de la denunciada
vulneración del artículo 24.2 CE, con relación a la doctrina del derecho a un juez imparcial.
Sostiene que el conocimiento de las actuaciones, a través de los respectivos recursos
establecidos contra las resoluciones del Juez de instrucción, no puede ser considerado como
actividad instructora, y que "sólo puede sostenerse que una Sala no es objetivamente imparcial,
cuando, suplantando al Juez de Instrucción, se subroga en las atribuciones de éste y pasa a
dirigir las actuaciones, ordenando la investigación procesal y protagonizando el acopio de
material probatorio, para conformar la acusación. Pero sucede que, en el caso que nos ocupa, la
decisión de revocar el auto de sobreseimiento y archivo de unas diligencias previas se basa
exclusivamente en el material probatorio que ya existía en la causa y en las dos decisiones
adoptadas en orden a la práctica de otras pruebas complementarias, que para nada afectaban a
la estructura fáctica de las investigaciones realizadas por la juez de instrucción. Los datos de
hecho se han mantenido incólumes y han sido extraídos, en todo momento, de la base del
escrito de acusación, sobre los que ha versado el objeto del proceso y el debate contradictorio
realizado sobre las pruebas que se llevaron a efecto en el acto del juicio oral, perfectamente
documentadas y documentales". A ello se añade, con cita de la STC 11/2000, de 17 de enero,
que "el Tribunal Constitucional entiende que la decisión de levantar un sobreseimiento y ordenar
proseguir un procedimiento penal, no incluye necesariamente una imputación que tenga que
transformarse luego en un juicio de culpabilidad, por lo que concluye que no se conculcó al
recurrente el derecho a la imparcialidad objetiva del juzgador. Menos pues en el caso que nos
ocupa, en el que el Magistrado Sr. Turiel sólo formó Sala para desestimar un recurso contra la
decisión del instructor de continuar el proceso, con lo que en absoluto puede entenderse que se
contaminase hasta el extremo de perder su imparcialidad, por lo que este primer motivo de
nulidad ha de ser rechazado".
En el fundamento jurídico quinto se rechaza igualmente la vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), sosteniendo que:
"el Tribunal de apelación puede revisar, sin necesidad de vista nueva y audiencia a los
que ya depusieron en la instancia, las alegaciones de error en la apreciación de la prueba,
incluso contra sentencias absolutorias, siempre que se limite a ello, a la constatación del error y
sobre la base de una alegación impugnatoria que establezca dónde, a juicio del apelante, se
equivoca el silogismo del Juez a quo.
Y por esto se decidió que el Tribunal se podía adentrar en el estudio del recurso que nos
ocupa sin necesidad de celebrar nueva vista, que, en puridad, es un auténtico nuevo juicio que
elimina el de instancia. Y en ese trance, resolviendo un recurso de apelación, entendió que el
Juez a quo había cometido un clarísimo error en la apreciación de la prueba, todo ella
documentada y documental, pues el delito está plasmado en unas actuaciones de la Fiscalía
valenciana y, ejerciendo de manera plena y no viciada la jurisdicción, acordó revocar la
Sentencia de instancia y condenar a los acusados como reos del delito de calumnias con
publicidad."
3. Los recurrentes fundamentan su demanda de amparo en la vulneración del art. 24.2
CE, en una doble vertiente:
En primer lugar, al no haberse respetado las garantías de publicidad, inmediación y
contradicción en la valoración de las pruebas en segunda instancia -conforme a lo exigido por la
STC 167/2002 y otras-, puesto que la Sentencia de la Audiencia Provincial de Valencia
fundamenta su conclusión condenatoria en una nueva valoración de la credibilidad de las
declaraciones de los acusados, sin el examen directo y personal de los mismos y de los testigos,
afirmando a partir de ella la intencionalidad de los acusados de calumniar al querellante, por
revanchismo político. Destaca la demanda que la modificación del relato de hechos probados
llevada a cabo en apelación se limita a incorporar datos y referencias, a partir de documentos
aportados por el querellante, sin extraer de ellos conclusión alguna que permita afirmar la
concurrencia del elemento subjetivo del delito (animus calumniandi). Este se afirma en la
fundamentación jurídica, a partir de esa nueva valoración de las declaraciones de los acusados
(incluso del Sr. Sanmacario, fallecido antes del acto del juicio), llena de inexactitudes y
presunciones (como la imputación de que el Sr. Sanmacario no estaba en buenas condiciones
mentales), a partir de la cual deducen sus conocimientos e intenciones, en contra de lo
afirmando por ellos y de lo declarado probado por el Juez de lo Penal.
En segundo lugar, se denuncia la vulneración del derecho al juez imparcial, por cuanto el
Magistrado don Carlos Turiel Sandín, que integró la Sala que dicta la Sentencia condenatoria,
con anterioridad había tenido conocimiento de los hechos enjuiciados, al formar también parte de
la Sala que desestimó, mediante Auto de 14 de junio de 2004, el recurso de apelación
interpuesto contra el Auto por el que el Juez instructor revoca el sobreseimiento libre inicialmente
acordado. En ese Auto de 14 de junio de 2004, que se aporta junto con la demanda y se
reproduce parcialmente, se refleja un grado de implicación y conocimiento de las actuaciones
que, a juicio de los recurrentes, impedían al magistrado en cuestión formar parte de la Sala de
enjuiciamiento posterior con la imparcialidad exigible.
En el suplico de la demanda se solicita el otorgamiento del amparo y la declaración de
nulidad de la Sentencia y el Auto recurridos.
4. Por providencia de 8 de mayo de 2007, la Sala Segunda acordó conocer del presente
recurso de amparo, admitir a trámite la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
requerir al Juzgado de lo Penal núm. 12 de Valencia y a la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Valencia para que en el plazo de diez días remitieran certificación o fotocopia
adverada de las actuaciones correspondientes al procedimiento abreviado número 85?2005 y al
rollo de apelación núm. 1223-2005, respectivamente, interesándose al tiempo que se emplazara
a quienes fueron parte en el procedimiento, a excepción de los recurrentes en amparo, para que
en el plazo de diez días pudieran comparecer en este proceso constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días a los recurrentes y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante Auto de
18 de junio de 2007, la Sala Segunda acordó acceder a la suspensión solicitada, en lo relativo a
las penas privativas de libertad impuestas, accesoria legal y publicación a costa de los
condenados de los hechos probados y el fallo de la Sentencia, denegando la suspensión
respecto de los demás pronunciamientos.
6. Mediante una diligencia de ordenación de 23 de julio de 2007 se acordó tener por
personada y parte en el procedimiento a la Procuradora doña María Luz Albácar Medina, en
nombre y representación de don Rafael Soler Vert. Igualmente se acordó dar vista de las
actuaciones recibidas a las partes personadas y al Ministerio Fiscal por plazo común de veinte
días, dentro de los cuales podrían presentar las alegaciones que estimen pertinentes; conforme
determina el art. 52.1 LOTC.
7. La representación procesal de los demandantes de amparo formuló sus alegaciones
mediante escrito que tuvo su entrada en el Registro General de este Tribunal el día 7 de
septiembre de 2007, en el que sustancialmente reproduce los argumentos ya expuestos en la
demanda.
Insisten los recurrentes en que la condena se funda en una nueva valoración de las
declaraciones de los imputados y de las pruebas testificales, a partir de las cuales deducen los
conocimientos e intenciones de los querellados, sin la necesaria inmediación, que sí tuvo el Juez
de lo Penal, que les absolvió en primera instancia.
Por otra parte, y en relación con la alegada vulneración del derecho al juez imparcial, se
destaca que el Magistrado Sr. Turiel no figuraba inicialmente como miembro de la Sala que
había de enjuiciar en recurso de apelación, lo que privó a la parte de la posibilidad de recusarlo
por su anterior intervención en la causa.
8. El día 25 de septiembre de 2007, la representación procesal de don Rafael Soler Vert
presentó sus alegaciones, instando la denegación del amparo solicitado, sobre la base de los
argumentos expuestos en los fundamentos de derecho tercero y quinto del Auto de 15 de
diciembre de 2005.
Se rechaza, en primer lugar, la denunciada vulneración del derecho al juez imparcial, por
entender que en el presente caso la actuación del Magistrado don Carlos Turiel Sandín se limitó
a formar parte de la Sala que desestimó el recurso de apelación interpuesto contra el Auto del
Juzgado Instructor que dejaba sin efecto el sobreseimiento de las actuaciones, sin ni siquiera
actuar como Ponente. Por tanto, su participación no puede considerarse una participación directa
en la investigación de los hechos, que es la que puede provocar prejuicios respecto del acusado
que influyan a la hora de dictar Sentencia.
Igualmente se rechaza la vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías,
por entender que el recurso de apelación permite la revisión de las pruebas practicadas en la
primera instancia y la modificación del relato de hechos probados, sin que ello vulnere los
principios de inmediación y contradicción.
9. El día 3 de octubre de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal, interesando
la estimación del recurso de amparo, tanto por vulneración del derecho al Juez imparcial, como
por vulneración de los derechos a un proceso con todas las garantías y a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE).En primer lugar, tras recordar la jurisprudencia de este Tribunal y del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos acerca de la imparcialidad objetiva, y destacar la
necesidad de analizar de forma particularizada el contenido y los efectos de la resolución que se
estima limitadora de la imparcialidad judicial para el fallo definitivo de la causa, destaca el Fiscal
que, "en principio, el auto que resuelve el recurso de apelación, no tiene un mero carácter revisor
en función de lo alegado por el entonces recurrente, sino que por el contrario, y a la vista del
contenido del apartado a) del fundamento de Derecho segundo, lo que se realiza es una
valoración del material probatorio de apreciable entidad". Y tras reproducir literalmente su
contenido afirma que "resulta evidente la existencia de un análisis de no desdeñable entidad en
relación con el material probatorio recogido en la causa, en virtud del cual se extraen
determinadas conclusiones que resultan prácticamente idénticas a algunas de las observadas
finalmente en la sentencia de apelación. De manera que el Magistrado interviniente en el dictado
de las dos resoluciones ahora cuestionadas, pudo generar sin duda al deliberar sobre el
contenido de la primera, determinados prejuicios más tarde trasladados al tiempo de dictarse la
segunda, resultando así afectada su imparcialidad y por lo tanto, apareciendo en opinión del
Fiscal, vulnerado el derecho al Juez imparcial que protege el art. 24.2 CE".
No obstante lo anterior, y para el caso de que el Tribunal no estimase esta alegación,
analiza la relativa al derecho a un proceso con todas las garantías y a la presunción de
inocencia, concluyendo que también se ha producido la vulneración de estos derechos
fundamentales. Recuerda el Fiscal que, a partir de la STC 167/2002, el Tribunal adopta un nuevo
criterio conforme al cual estima lesionado el art. 24.2 CE en los casos en que tras una sentencia
absolutoria de instancia, el órgano de apelación dicta sentencia condenatoria sobre la base de
una nueva valoración de las pruebas practicadas en la instancia y sin tener inmediación sobre
aquellas que fundamentan el fallo condenatorio. Ciertamente, con base en la STC 230/2002,
cuando se trata de acreditar los elementos subjetivos del delito, ánimos o tendencias, ello sólo
puede hacerse a través de prueba indirecta. Y cuando las inferencias del órgano revisor se
deducen de los mismos hechos declarados probados por el inferior, de los que se extraen
distintas conclusiones, ello no vulnera las garantías del proceso justo. Sin embargo, en el
presente caso, el órgano de apelación no se limita a extraer conclusiones de los hechos
declarados probados en la Sentencia de instancia, o bien de la prueba documental documentada
en autos. De la simple lectura de los fundamentos de derecho de la Sentencia de apelación
primero, tercero y cuarto se desprende que la Sala parte de nuevos y diferentes elementos
fácticos, que se derivan de una nueva valoración de la prueba careciendo de inmediación, y en
consecuencia, lesionándose el derecho a un proceso con todas las garantías y el derecho a la
presunción de inocencia, puesto que el órgano de apelación se basa necesariamente en las
pruebas de carácter personal no practicadas en su presencia, aun cuando añada determinados
elementos derivados de la documental obrante en autos, para sustentar la condena.
10. Por providencia de 21 de febrero de 2008, se señaló para la deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 25 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 28/2008
Referencia número: 28/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/2/2008
Publicación BOE: 20080314 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Javier Delgado Barrio
Número registro: 9316-2006/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Sergio Bergua Pueyo frente a la Sentencia de la Audiencia
Provincial de Zaragoza que, en grado de apelación, le condenó por una falta de
amenazas. Vulneración de los derechos a un proceso con garantías y a la presunción de
inocencia: condena pronunciada en apelación sin haber celebrado vista pública (STC
167/2002); los testimonios de acusado y víctima consignados en el acta del juicio no
son prueba documental.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y
Montiel, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 9316-2006, promovido por don Sergio Bergua
Pueyo, representado por el Procurador de los Tribunales don Carmelo Olmos Gómez y
asistido por el Letrado don José Luis Lafarga Sancho, contra la Sentencia de la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza de fecha 11 de septiembre de 2006, que
le condenó como autor de una falta de amenazas. Ha intervenido el Ministerio Fiscal.
Ha sido Ponente don Javier Delgado Barrio, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el
día 10 de octubre de 2006, el Procurador de los Tribunales don Carmelo Olmos Gómez,
en nombre y representación de don Sergio Bergua Pueyo, interpuso recurso de amparo
contra la resolución judicial que se cita en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) Con fecha 15 de junio de 2006, el Juzgado de Instrucción núm. 9 de Zaragoza
dictó Sentencia en el juicio de faltas núm. 222-2006, por la que absolvía libremente al
recurrente de la falta que se le imputaba, declarando las costas de oficio.
Dicha Sentencia declara probada la existencia de un incidente entre denunciante
y denunciado, "cuyos extremos y circunstancias no han quedado debidamente
acreditados". En el fundamento jurídico primero se sustenta la absolución en que no ha
quedado debidamente acreditada la realidad de los hechos enjuiciados, "vistas las
versiones contradictorias mantenidas por ambas partes, y la ausencia de prueba de cargo
suficiente".
b) Contra la anterior resolución, el denunciante interpuso recurso de apelación,
que fue estimado por la Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de
Zaragoza, de fecha 11 de septiembre de 2006, que revocó la Sentencia absolutoria de
instancia y condenó a don Sergio Bergua Pueyo como autor de una falta de amenazas
del art. 620 CP, a la pena de quince días de multa a razón de 6 ?/día, lo que hace un total
de 90 euros, con la responsabilidad que señala el art. 53.1 del Código penal para caso de
impago, debiendo indemnizar a C.J.B.J. en la cantidad de 200 ?, con los
correspondientes intereses legales, condenándole asimismo al pago de las costas
procesales.
Esta Sentencia declara en sus antecedentes de hecho que no se aceptan los
hechos probados de la Sentencia de instancia que se sustituyen por los siguientes:
"Queda probado y así se declara que sobre las 19:45 del día 30 de marzo del 2006 y en
el interior del garaje correspondiente al inmueble sito en la Avda. Anselmo Clave 37-45
de esta ciudad Sergio Bergua Pueyo le dijo a C.J.B.J. "sueño todos los días contigo, te
voy a escachar la cabeza".
En el fundamento jurídico segundo, y ante la solicitud del apelante de
celebración de vista, para llevar a cabo una nueva práctica de las pruebas personales, se
afirma que a la luz de la doctrina del Tribunal Constitucional iniciada con la STC
167/2002, de 18 de septiembre, "el Tribunal no va a poder tener en cuenta otras pruebas
que no sean las documentales". Pero sin solución de continuidad se dice lo siguiente:
"No obstante, entiende este Juzgador que el material probatorio obrante en la
causa es suficiente para enervar el principio de presunción de inocencia del apelado.-En
efecto, y aunque ahora en su impugnación de defensa intenta justificar las palabras de su
defendido, lo cierto es que en el acta del plenario consta claramente que Sergio Bergua
Pueyo manifiesta "que amenazó a B., que éste le gritó y manifestó que le amargaba la
vida".-El acta del juicio oral fue leída y firmada por el Sr. B. siendo la expresión escrita
de su testimonio verbal. Y aunque es cierto que no todo lo que se escribe en un acta es
incuestionable, la verdad es que en este caso el error es meridiano y por ello se debe
estimar el recurso de apelación.-A mayor abundamiento, todo ello es coherente con la
versión que ha dado la víctima y que se tiene en cuenta sólo a los efectos del atestado
policial, y con la documentación aportada por ambas partes procesales sobre los
problemas que están surgiendo entre ambos por la utilización de un ascensor."
3. El recurrente denuncia en su demanda de amparo la vulneración de los
derechos fundamentales a un proceso con todas las garantías y a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE).
En primer lugar, se afirma que la resolución recurrida revoca la Sentencia
absolutoria de instancia y la sustituye por otra condenatoria, tras una nueva valoración
de pruebas personales sin inmediación ni contradicción. En el acto del juicio se practicó
prueba de confesión del denunciado, testifical del denunciante y se aportó documental
por ambas partes, negando los hechos y declarándose inocente el Sr. Bergua. Pese a lo
cual, la Sentencia recurrida sostiene -sin haberle oído- que el Sr. Bergua reconoció en el
acto del juicio haber amenazado al Sr. B., sobre la base de lo reflejado en el acta del
plenario: una frase ilegible, en la que no se describe la amenaza y que no es cierto.
Además hace referencia a la versión de la víctima, recogida en el atestado policial (que
tampoco constituye prueba documental, sino una mera denuncia) y que se contradice
con lo manifestado por el testigo en el acto del juicio. "En definitiva, don Sergio Bergua
Pueyo negó haber realizado la acción que se le imputaba, negando los hechos que se le
imputaban en la denuncia, siendo absuelto en primera instancia, por el juez que estuvo
presente en su declaración y en la del denunciante, valorando la prueba libre y
objetivamente; y condenado en segunda instancia sin haber sido escuchado".
Por otra parte, se denuncia la vulneración del derecho a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE), por la inexistencia de prueba válida en la que sustentar la
condena. Al margen de la falta de inmediación -pues el acta del juicio no es una prueba,
sino la documentación de dicho acto y de las manifestaciones en él vertidas-, ni siquiera
el contenido de los testimonios, aunque pudiera valorarse, permite sustentar la condena,
pues el denunciado negó los hechos y se declaró inocente y lo declarado probado se
funda en el contenido de la denuncia -que tampoco es prueba- no ratificado en el acto
del juicio.
4. Por providencia de 13 de junio de 2007, la Sección Primera de este Tribunal
acordó la admisión a trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51
LOTC, requerir a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza y al
Juzgado de Instrucción núm. 9 de dicha ciudad, para que en el plazo de diez días
remitieran respectivamente testimonio del rollo de apelación 218-2006 y del juicio de
faltas núm. 222-2006, interesándose al propio tiempo que se emplazara a quienes fueron
parte en el mencionado procedimiento, con excepción del recurrente en amparo, que
aparece ya personado, para que en el plazo de diez días pudieran comparecer en este
proceso constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la
correspondiente pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión,
concediéndose un plazo común de tres días a los recurrentes y al Ministerio Fiscal para
que formularan alegaciones sobre el particular, conforme a lo previsto en el art. 56
LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante ATC 361/2007, de 10 de septiembre, la Sala
Primera acordó declarar extinguida la pieza, por haber sido ya satisfecha la pretensión
de suspensión fuera de este proceso constitucional.
6. Por diligencia de ordenación de 25 de septiembre de 2007 se tuvieron por
recibidos los testimonios de las actuaciones remitidos por la Sección Primera de la
Audiencia Provincial de Zaragoza y por el Juzgado de Instrucción núm. 9 de dicha
ciudad y, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 de la Ley Orgánica de este Tribunal, se dio
vista a las partes personadas y al Ministerio público por término de veinte días, dentro
de los cuales podrían presentar las alegaciones que estimasen pertinentes.
7. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 19 de octubre de 2007, la
representación procesal del recurrente evacuó el trámite de alegaciones, dando por
reproducida la fundamentación de la demanda de amparo. A ello añade que este
Tribunal ha declarado que las actas del juicio carecen de autenticidad intrínseca o
material, por lo que no pueden ser usadas como documento a efectos de apelación.
También recuerda que la única prueba practicada en dicho acto fue la testifical del
denunciante y el interrogatorio del acusado y que la condena se funda en la denuncia
presentada, por lo que vulnera también la presunción de inocencia.
8. El día 15 de noviembre de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal,
que interesa que se otorgue el amparo solicitado, reconociendo al actor su derecho
fundamental a un proceso con todas garantías y a la presunción de inocencia del art.
24.2 CE y declarando la nulidad de la Sentencia de fecha 11 de septiembre de 2006,
dictada por la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Zaragoza, y
consiguientemente, la firmeza de la dictada por el Juzgado de Instrucción núm. 9.
Destaca el Fiscal que la Audiencia Provincial, actuando como Tribunal
Unipersonal, invoca la doctrina constitucional sentada por la STC 167/2002, no
obstante lo cual dicta una Sentencia condenatoria fundada en el contenido de
determinadas manifestaciones del denunciante y del denunciado, reflejadas en el acta
del juicio, considerando ésta un documento que podía valorar en la segunda instancia.
Tal afirmación supone desconocer la verdadera naturaleza del acta del juicio oral, cuya
exclusiva finalidad es la de hacer constar el hecho en sí de las respectivas intervenciones
del órgano judicial y de las partes, así como de las concretas peticiones que éstas dirijan,
recogiendo de forma abreviada las manifestaciones de acusados, testigos y peritos, sin
que a tales datos pueda reconocérseles valor probatorio alguno. La fe del Secretario
judicial sólo puede alcanzar a los elementos formales recogidos en el acta: fecha, lugar,
intervinientes, pretensiones... pero en modo alguno al contenido de las declaraciones allí
prestadas, en tanto su percepción corresponde con exclusividad al órgano judicial. Por
lo tanto, el acta no "hace prueba" en lo que se refiere al contenido de las declaraciones,
sirviendo exclusivamente su reseña para recordatorio y guía del ulterior proceso
valorativo que ha de desarrollar el órgano judicial.
En consecuencia, la modificación de los hechos probados realizada en éste caso
por la Audiencia Provincial se ha basado en una nueva valoración de pruebas personales
practicadas en la instancia, careciendo pues de la necesaria inmediación. Además de
ello, puede afirmarse que al no existir ninguna otra prueba no personal en base a la cual
pudiere llegarse a la conclusión de la autoría de la falta de amenazas, debe concluirse
que la presunción de inocencia no habría quedado desvirtuada, resultando en
consecuencia vulnerado el derecho fundamental previsto en el art. 24.2 CE.
9. Por providencia de 7 de febrero de 2008 se señaló para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 11 del mismo mes y año.Fundamentos:
S.TC. 9/2008
Referencia número: 9/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 21/1/2008
Publicación BOE: 20080215
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez
Número registro: 4375-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Vasile Buie frente al Auto de la Audiencia Provincial de Valladolid que
confirmó la denegación de su solicitud de asistencia jurídica gratuita para actuar como acusación
particular en unas diligencias previas por delito de estafa. Vulneración de los derechos a la
tutela judicial efectiva (acceso a la justicia penal) y a la asistencia letrada: denegación de la
justicia gratuita, con nombramiento de abogado y procurador de oficio, al denunciante de un
delito para personarse en causa penal como acusación particular.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguienteSENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 4375-2005, promovido por don Vasile Buie, representado
por la Procuradora de los Tribunales doña Montserrat Sorribes Calle y defendido por el Abogado
don Reinhard Konig, contra el Auto de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Valladolid,
de 9 de mayo de 2005, que desestimó la impugnación contra la Resolución de la Comisión de
Asistencia Jurídica Gratuita de Valladolid, de 22 de febrero de 2005, dictada en el expediente
3548-2004, por la que le fue denegada al recurrente su solicitud de asistencia jurídica gratuita.
Han intervenido el Abogado del Estado y el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 13 de
junio de 2005, la Gerencia Territorial de Justicia de Castilla y León en Valladolid remitió un
escrito de don Vasile Buie, asistido por el Abogado don Reinhard Konig, en el que manifiesta su
voluntad de interponer recurso de amparo contra la resolución judicial que se cita en el
encabezamiento. En el mismo se solicita el nombramiento de un Procurador del turno de oficio y
se aporta un escrito del Abogado, en el que renuncia expresamente a sus honorarios.
Posteriormente, y por el mismo procedimiento, se remitió al Tribunal un escrito, registrado el día
1 de agosto de 2005, en el que el Abogado don Reinhard Konig, en nombre y representación de
don Vasile Buie, formula demanda de amparo y reitera la solicitud de nombramiento de
Procurador de oficio que le represente.
Efectuada la correspondiente designación, que recayó en la Procuradora de los
Tribunales doña Montserrat Sorribes Calle, mediante diligencia de ordenación del Secretario de
Justicia de la Sala Primera de este Tribunal de 12 de enero de 2006, se concedió a la citada
Procuradora un plazo de diez días para suscribir la demanda de amparo, lo que hizo el día 19 de
enero de 2006.
2. Los fundamentos de hecho del recurso son los siguientes:
a) El recurrente, que había formulado una denuncia ante la policía por delito de estafa,
solicitó el día 26 de mayo de 2005 asistencia jurídica gratuita para personarse como acusación
particular en las diligencias previas núm. 698-2004, abiertas en el Juzgado de Instrucción núm. 5
de Valladolid.
b) El Ilustre Colegio de Abogados de Valladolid emitió el día 14 de diciembre de 2005 un
dictamen, denegando la designación de Abogado de oficio, exponiendo como motivo que "la
acusación la ejecuta el Ministerio Fiscal (acción pública)".
El día 22 de febrero de 2005, la Comisión Provincial de Asistencia Jurídica Gratuita de
Valladolid dictó una Resolución, en el expediente núm. 3548-2004, en la que acordó confirmar la
decisión provisional del Colegio de Abogados de Valladolid y denegar al solicitante el
reconocimiento del derecho a la asistencia jurídica gratuita "por haber quedado acreditado que
para el procedimiento para el que se solicita el derecho a la asistencia jurídica gratuita no es
preceptiva la intervención de Abogado y Procurador, ejerciendo la acusación el Ministerio Fiscal".
c) Por Auto de 9 de mayo de 2005, la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de
Valladolid desestimó la impugnación de la anterior resolución, con la siguiente fundamentación:
"La impugnación realizada por Vasile Buie, ante la negativa de la Comisión de Asistencia
Jurídica Gratuita, de no reconocerle tal supuesto derecho, no puede encontrar acogida favorable.
En efecto, el art. 6.3 de la Ley de asistencia jurídica gratuita de 10 de enero de 1996
establece que tal derecho comprende: "defensa y representación gratuitas por Abogado y
Procurador en el procedimiento judicial, cuando la intervención de estos profesionales sea
legalmente preceptiva o, cuando, no siéndolo, sea expresamente requerida por el Juzgado o
Tribunal mediante Auto motivado para garantizar la igualdad de partes en el proceso".
En el presente caso, nos encontramos ante delitos perseguibles de oficio, por lo que la
intervención de la acusación particular no es preceptiva, ni obligatoria, pudiendo y debiendo en
su caso representar los intereses del recurrente el Ministerio público, de forma que no
encontrándonos en ninguno de los supuestos del artículo mencionado procede desestimar la
impugnación.
No se considera, por tanto, que el no reconocimiento del derecho vulnere el art. 14 de la
Constitución española, toda vez que una cosa es la obligación legal de ofrecer acciones a los
perjudicados para que puedan mostrarse parte en la causa, y otra distinta es que lo hagan de
forma gratuita; deberán hacerlo mediante Abogado y Procurador de su libre designación
conforme establece el precepto anteriormente señalado."
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales a la igualdad (art. 14 CE) y a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1
CE), en relación con los derechos a la defensa y a la asistencia letrada (art. 24.2 CE), y a la
justicia gratuita (art. 119 CE).
Bajo la invocación del derecho a la igualdad (art. 14 CE), se sostiene en la demanda que
con la interpretación de la Audiencia Provincial de Valladolid y de la Comisión de Justicia
Gratuita, se priva a la víctima del delito que carece de medios económicos de la posibilidad de
ejercitar acciones penales, vulnerándose el principio de igualdad por razones económicas.
Por otra parte se denuncia, con cita de una Sentencia de este Tribunal de 1 de julio de
1986, la vulneración del art. 24 CE, ante la indefensión generada al recurrente, a quien se ha
privado de la potestad de alegar y contradecir, para sostener sus derechos e intereses. En el
escrito inicial se afirmaba también que una persona carente de medios, ignorante del derecho y
que apenas sabe castellano no puede articular correctamente una defensa sin asistencia letrada,
por lo que la denegación de la justicia gratuita determina la vulneración del derecho de defensa.
También se pone de relieve que aunque el derecho a ser parte en la causa puede ejercitarse o
no, si se decide ejercer este derecho es preceptiva la presencia de Abogado y Procurador, por lo
que el recurrente se encuentra plenamente en el supuesto de hecho recogido en el art. 6.3 de la
Ley de justicia gratuita y tenía derecho al nombramiento de Abogado y Procurador del turno de
oficio.
4. Por providencia de 25 de mayo de 2007, la Sección Segunda acordó la admisión a
trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir a la Sección Cuarta
de la Audiencia Provincial de Valladolid y a la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita de
Valladolid para que el plazo de diez días remitieran testimonio de los autos núm. 229-2005 y del
expediente núm. 3548-2004. Igualmente se acordó dar traslado de la demanda al Abogado del
Estado, para que pudiera personarse en el plazo de diez días, si lo estimase procedente.
5. El día 30 de mayo de 2007 tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal un
escrito del Abogado del Estado, por el que se personaba en el presente recurso.
6. Una vez recibidas las actuaciones, a través de una diligencia de ordenación de 25 de
junio de 2007 se dio vista de las mismas a la parte recurrente, al Ministerio Fiscal y al Abogado
del Estado por término de veinte días, dentro de los cuales podrían presentar las alegaciones
que estimasen pertinentes, conforme a lo establecido en el art. 52.1 LOTC.
7. El Abogado del Estado presentó su escrito de alegaciones el día 6 de julio de 2007,
interesando la desestimación del recurso de amparo.
Comienza afirmando el Abogado del Estado que la invocación del art. 14 CE carece del
menor desarrollo, limitándose a la cita del precepto constitucional, sin aportar término de
comparación alguno y sin que la posesión o no de medios económicos para sostener un proceso
pueda considerarse una base comparativa suficiente para la invocación del art. 14 CE.
En cuanto a la denunciada vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE), se sostiene, por una parte, que al recurrente no se le ha impedido ejercitar sus pretensiones
acusatorias (pues se le ofrecieron acciones por el Juzgado), siendo su situación económica sólo
un obstáculo para ello, cuya remoción dispone de una regulación legal, de conformidad con lo
previsto en el art. 119 CE, que reconoce el derecho a la gratuidad en los casos y formas
previstos por la ley. Se trata de un derecho prestacional y de configuración legal, cuyo contenido
ha de delimitar el legislador (STC 16/1994). Y en el presente caso, en el que no se discuten las
condiciones económicas del recurrente, la denegación de la asistencia se basa en que el
Ministerio Fiscal ya ha asumido la acusación en el proceso incoado a partir de la denuncia del
recurrente. Y el Ministerio Fiscal se encuentra habilitado por la ley para ejercitar todas las
pretensiones punitivas y resarcitorias que le puedan corresponder, y a través de su actuación se
da satisfacción también a los intereses generales de la justicia, pues -de acuerdo con su
configuración legal y constitucional- su obligación es promover la acción de la justicia en defensa
de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por la ley.
Por otra parte, considera el Abogado del Estado que no se le ha generado indefensión al
recurrente. La Sala ha tomado en consideración que el delito enjuiciado es de carácter público y
por ello no es necesaria la acusación particular, pues los intereses del recurrente pueden ser
defendidos por el Ministerio Fiscal, sin que en el proceso se justifique la indefensión más allá de
la mera referencia a la carencia de medios económicos. La jurisprudencia de este Tribunal ha
reconocido al legislador amplias posibilidades de opción en el desarrollo del mandato contenido
en el art. 119 CE, lo que le permite modular la gratuidad en función del orden jurisdiccional
afectado, del tipo de proceso e incluso de la posición procesal que se pretenda ocupar, pues no
es lo mismo ser acusado que pretender ser parte acusadora en un proceso penal. Por todo ello,
entiende el Abogado del Estado que la interpretación que la Audiencia Provincial de Valladolid
hace del art. 6.3 de la Ley reguladora de la justicia gratuita se ajusta plenamente a las exigencias
constitucionales.
8. El día 30 de julio de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal, interesando la
estimación del recurso, al considerar vulnerados los derechos del recurrente a la asistencia
letrada (art. 24.2 CE) y a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE).
Tras citar y reproducir parcialmente las SSTC 95/2003, FJ 4; 60/2003, FJ 4, y 81/2002,
FJ 5, recuerda el Fiscal que los perjudicados por un delito o falta tienen el derecho a mostrarse
parte en el procedimiento y a ejercitar las acciones penales y civiles que procedan ex art. 110
LECrim; y que en el proceso penal, salvo en los juicios de faltas, las partes del proceso han de ir
representadas por Procurador y defendidas por Letrado. Partiendo de estas incuestionables
premisas, se afirma que la interpretación del art. 6.3 de la Ley 1/1996, de 10 de enero, de
asistencia jurídica gratuita, ni se acomoda al tenor literal del precepto, ni a la consolidada
doctrina del Tribunal Constitucional.
"El entendimiento de que en los procesos penales por delitos perseguibles de oficio, al
representar los intereses de los perjudicados el Ministerio Fiscal, la intervención de la acusación
particular no es preceptiva, por lo que la intervención de Abogado y Procurador tampoco lo es,
confunde la posibilidad de los perjudicados de querer o no mostrarse parte y ejercitar acciones,
con la necesidad de que para mostrarse parte hayan de estar representados por Procurador y
asistidos por Letrado ineludiblemente. El que no sea preceptivo el ejercicio de la acción, que por
lo demás en ningún orden jurisdiccional suele serlo, no puede conllevar a entender que tal
voluntariedad del ejercicio implique la inexistencia de derecho a la asistencia jurídica gratuita."
Por todo ello, entiende el Fiscal que la resolución judicial impugnada y las por ella
confirmadas vulneran el derecho a la asistencia letrada del recurrente y, por conexión con éste,
el derecho a la tutela judicial efectiva en su vertiente de acceso a la jurisdicción.
9. A través de una diligencia de ordenación de fecha 14 de septiembre de 2007 se hace
constar que no se ha recibido escrito de alegaciones de la Procuradora Montserrat Sorribes
Calle, quedando el recurso de amparo pendiente para deliberación cuando por turno
corresponda.
10. Por providencia de 17 de enero de 2008 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 21 del mismo mes y año, trámite que ha finalizado en el día de hoy.
Fundamentos:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 4091-2005, promovido por doña Gloria Constantino
Pérez, representada por la Procuradora de los Tribunales doña Helena Fernández Castán y
asistida por el Abogado don Pedro Ródenas Cortés, contra la Sentencia de la Sección Tercera
de la Audiencia Provincial de Badajoz 81/2005, de 28 de abril, confirmatoria en apelación de la
Sentencia del Juzgado de Instrucción núm. 1 de Mérida 28/2005, de 4 de febrero, absolutoria de
falta de injurias. Ha comparecido don Ángel Acedo Penco, representado por la Procuradora de
los Tribunales doña Helena Fernández Castán y asistido por la Abogada doña Cristina Cintora
Egea. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia
Casas Baamonde, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 2 de junio de 2005, la Procuradora
de los Tribunales doña Helena Fernández Castán interpone recurso de amparo en nombre de
doña Gloria Constantino Pérez contra las Sentencias mencionadas en el encabezamiento.
2. Los hechos relevantes para el examen de la pretensión de amparo son, sucintamente
relatados, los siguientes:
a) El día 30 de septiembre de 2004 la demandante de amparo y don Ángel Acedo Penco
presentaron una denuncia contra un tercero, al que se le atribuía el vestir una camiseta con un
lema referente a la difusión de unas fotografías íntimas. Incoadas diligencias previas (Auto de 7
de octubre de 2004) y practicadas ciertas diligencias, el Juzgado de Instrucción núm. 1 reputó
como falta el hecho denunciado (Auto de 19 de noviembre de 2004) y fijó el día 3 de febrero de
2005 a las 12:00 horas para la celebración del juicio (Auto de 4 de enero de 2005).
El día 1 de febrero de 2005 la representación de la denunciante solicitó la suspensión del
juicio porque ese mismo día había sido convocada como Concejal Delegada de Industria y
Turismo del Ayuntamiento de Mérida al Pleno ordinario del mismo que se iba a celebrar el 3 de
febrero a partir de las 12:00 horas. Con su escrito aportaba la correspondiente certificación de la
convocatoria.
Fechada el día 21 de febrero de 2005, consta en las actuaciones una diligencia del
Secretario Judicial en la que se hace constar que, "una vez consultada la Juez" el día 2 de
febrero, se hizo saber a la representación de la denunciante "de forma verbal que dicho juicio no
se suspendería por los motivos alegados por su representada".
El mismo día de juicio reiteró su petición en otro escrito, con invocación de los artículos
23 y 24 CE, en el que añadía que en el Pleno se iban a debatir los presupuestos municipales
para el año 2006 que ella debía defender como Delegada Municipal de Hacienda; que, además,
su presencia en dicho Pleno era necesaria por la composición del mismo (de los 25 concejales,
13 apoyaban al gobierno municipal y 12 formaban la oposición); que en todo caso es legalmente
obligatoria la asistencia de los Concejales a los Plenos municipales, y sancionable su ausencia,
afirmaciones a las que acompañaba la cita de la normativa aplicable; y que el artículo 968
LECrim prevé la suspensión del juicio de faltas por motivo justo, y que del mismo modo el
artículo 746.3 LECrim prevé la suspensión si no comparecen los testigos de cargo.
b) La Sentencia del Juzgado de Instrucción núm. 1 de Mérida 28/2005, de 4 de febrero,
absolvió al denunciado de la falta de injurias que se le imputaba, "al no haberse formulado
acusación formal contra persona concreta y determinada", pues ninguno de los denunciantes
compareció en el juicio "pese a haber sido citados en legal forma".
c) La Sentencia de apelación (Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia
Provincial de Badajoz 81/2005, de 28 de abril) confirma la de instancia, rechazando la nulidad de
actuaciones que la recurrente solicitaba en su recurso. Tras señalar que la causa de
incomparecencia afectaba sólo a uno de los denunciantes, destaca que "la causa invocada para
suspender el juicio no se encuentra entre las enumeradas en el artículo 746 LECrim y, a pesar
de las consideraciones efectuadas por los recurrentes, no existe precepto alguno que permita
dar prevalencia a la convocatoria de un Pleno del Ayuntamiento sobre la de un juicio ante los
Tribunales, toda vez que, como también se ha dicho, la citación para éste se produjo con
bastante antelación a aquél, y, como no podía ser de otra manera, la incomparecencia al Pleno
permite también su excusa mediando causa justa, entre las que sin duda, ha de encontrase la
citación ante un Tribunal de Justicia. Por tanto, no se revela causa suficiente que impidiera a los
denunciantes asistir al acto del juicio, y esta incomparecencia fue debida únicamente a su
voluntad, de forma que ninguna indefensión se produjo por la celebración del mismo".
3. La pretensión de la demanda de amparo consiste en que se anulen las Sentencias
recurridas y que se retrotraigan las actuaciones al momento de señalamiento de fecha para el
juicio de faltas. Para sostener esta petición se invocan como vulnerados los derechos a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a la participación en asuntos públicos (art. 23.1 CE).
Considera la recurrente que ha sufrido indefensión por la privación de un instrumento
que el Ordenamiento ponía a su disposición para defender su derecho al honor. No ha podido
sostener su pretensión penal, acusando y probando, porque no se suspendió el juicio de faltas al
que había sido citada a pesar de que coincidía con un Pleno del Ayuntamiento del que ella era
Concejal y a pesar de que había solicitado pronta y diligentemente tal suspensión.
Destaca al respecto: a) que su presencia en el juicio era imprescindible como testigo
principal de cargo; b) que la suspensión la pidió diligente y documentadamente en cuanto supo la
convocatoria para un Pleno en el que se debatían los presupuestos que tenía que defender
como Concejal Delegada de Hacienda; c) que la Ley de Enjuiciamiento Criminal prevé tanto la
suspensión del juicio cuando no comparezcan los testigos de cargo y descargo ofrecidos por las
partes y el Tribunal considere necesaria su declaración (art. 746.3), como el aplazamiento del
juicio de faltas por motivo justo (art. 968); d) que la asistencia de los concejales al Pleno es una
obligación cuyo incumplimiento puede ser sancionado (art. 73.2 de la Ley 7/1985, de 2 de abril,
reguladora de las bases de régimen local; arts. 72.1 y 73 del Real Decreto Legislativo 781/1986,
de 18 de abril, y arts. 12.1 y 18.1 del Real Decreto 2568/1986, de 28 de noviembre, por el que se
aprueba el Reglamento de organización, funcionamiento y régimen jurídico de las entidades
locales).
4. Mediante providencia de 21 de marzo de 2007 la Sección Primera de este Tribunal
acuerda admitir a trámite la demanda de amparo, y, conforme a lo dispuesto en el artículo 51
LOTC, requiere de los órganos judiciales correspondientes testimonio de las actuaciones del
procedimiento que origina el presente recurso, interesando de los mismos el emplazamiento de
quienes hubieran sido parte en tal procedimiento a los efectos de posibilitar su comparecencia en
el presente proceso de amparo.
5. Mediante diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de
30 de abril de 2007, la Sección Primera de este Tribunal tiene por personado en el procedimiento
a la Procuradora doña Helena Fernández Castán en nombre de don Ángel Acedo Penco.
Asimismo acuerda dar vista a las partes de las actuaciones del presente recurso de amparo, con
concesión de un plazo de veinte días para la presentación de las alegaciones previstas en el
artículo 52.1 LOTC.
6. En su escrito de alegaciones de 5 de junio de 2007 la representación de don Ángel
Acedo Penco solicita el otorgamiento del amparo, con nulidad de las Sentencias recurridas y
retroacción de actuaciones al momento de celebración del juicio de faltas. Alega para ello que la
falta de suspensión del juicio ha generado indefensión en la recurrente, que no pudo ejercer su
derecho a la defensa a pesar de que no había renunciado al ejercicio de la acción, de que había
solicitado la suspensión del modo "más diligente y responsable", y de que lo había hecho por un
"motivo más que justificado", relacionado con el ejercicio de su derecho de participación política
como Concejal Delegada de Hacienda (art. 23.1 CE). "No se está dando prevalencia, con ello, al
Pleno del Ayuntamiento sobre el juicio oral", como señala la Sentencia de apelación, "sino que
se hace uso del derecho fundamental reconocido en el artículo 24 CE, máxime cuando existe
causa de suspensión de conformidad con el artículo 746.3 LECrim".
7. En su escrito de alegaciones de 5 de junio de 2007 insiste la representación de la
recurrente en que se le ha negado a la misma la tutela judicial pese a su conducta diligente en la
petición de suspensión y pese a que la ausencia al
juicio se produjo "por tener que ejercer otro derecho constitucional, consagrado en el artículo 23
CE, ... sin que se pretendiese hacer yuxtaposición de ambos derechos". Subraya la relación
entre el derecho a la tutela judicial efectiva y el derecho al proceso debido, que ostenta también
el perjudicado por el delito o falta y que se ha vulnerado en este caso a través de la infracción del
artículo 968 LECrim, que señala que cuando "por motivo justo no pueda celebrarse el juicio oral
el día señalado... el Juez señalará para su celebración o continuación el día más inmediato
posible y, en todo caso, dentro de los siete siguientes, haciéndolo saber a los interesados".
8. El Ministerio Fiscal interesa que se otorgue el amparo solicitado por vulneración del
derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE) y que el restablecimiento del
derecho comporte tanto la anulación de las Sentencias recurridas como la retroacción de
actuaciones al momento inmediatamente anterior a la celebración del juicio de faltas.
Con cita del ATC 10/1993, de 18 de enero, recuerda el Fiscal que los requisitos
necesarios para pedir la suspensión ("que exista causa justificada que impida asistir a la vista" y
que aquélla "se solicite con antelación") deben interpretarse "siempre en el sentido más
favorable para la efectividad de la tutela judicial", ponderando también la evitación de
"suspensiones inmotivadas o solapadamente dilatorias" (el derecho de la otra parte a un proceso
sin dilaciones indebidas) y "la actuación diligente de la parte que pide el aplazamiento, pues si la
lesión invocada se ha debido a la inactividad o falta de diligencia procesal exigible al lesionado,
la indefensión que se combate es irrelevante desde el ángulo del artículo 24.1 CE".
En el presente caso "cabe afirmar que la demandante de amparo actuó de manera
diligente para preservar sus derechos en el juicio de faltas" y que "los órganos judiciales, lejos de
favorecer la compatibilidad del ejercicio" de los derechos de representación política (art. 23.2 CE)
y a la tutela judicial efectiva, "que en el caso concreto eran coincidentes en el tiempo, ... han
optado por una interpretación restrictiva y no razonable de los motivos de suspensión de la vista,
afectando así al derecho a obtener tutela judicial efectiva", y vulnerando también el derecho de
defensa (art. 24.2 CE), máxime cuando la recurrente era la única legitimada para ejercer la
acción penal, al tratarse de una infracción contra el honor.
9. Mediante providencia de 5 de octubre de 2007, se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 8 de del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 146/2007
Referencia número: 146/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 18/6/2007
Publicación BOE: 20070727 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Eugeni Gay Montalvo
Número registro: 4947-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Celestino Ramos Álvarez frente a la providencia de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo que denegó autorización para formalizar recurso de revisión de su condena
por un delito de robo con intimidación.Vulneración del derecho a la asistencia letrada:
irregularidad en la forma de la resolución judicial; archivo de plano de una solicitud de revisión de
condena penal sin resolver la solicitud de nombramiento de Procurador y Abogado de oficio.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 4947-2004, promovido por don Celestino Ramos Álvarez,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña María del Pilar Vived de la Vega y
asistido por el Letrado don Guillermo Bendicho Revilla, contra la providencia de la Sala Segunda
del Tribunal Supremo de 30 de abril de 2004, que desestimó la pretensión del recurrente de que
se le concediera autorización para formalizar recurso contra la Sentencia firme del Juzgado de lo
Penal núm. 4 de Santa Cruz de Tenerife de 10 de junio de 2003, dictada en el procedimiento
abreviado núm. 253-2003, confirmada a su vez por Sentencia de 12 de diciembre de 2003 de la
Sección Segunda de su Audiencia Provincial. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido
Ponente el Magistrado don Eugeni Gay Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal Constitucional el 27 de julio de 2004 don
Celestino Ramos Álvarez, interno del centro penitenciario Tenerife II, manifestó su intención de
recurrir en amparo la resolución judicial reseñada en el encabezamiento de esta Sentencia. Una
vez efectuados los oportunos nombramientos de Abogado y Procurador de oficio y remitido el
testimonio de las actuaciones se formalizó la correspondiente demanda a través de escrito
registrado el 18 de febrero de 2005.
2. Los hechos de los que trae causa la demanda de amparo, relevantes para la
resolución de este recurso, son los que se expresan a continuación:
a) Por el Juzgado de lo Penal núm. 4 de Santa Cruz de Tenerife se dictó Sentencia de
10 de junio de 2003, en el procedimiento abreviado núm. 253-2003, por la que se condenaba al
recurrente, como autor de un delito de robo con intimidación previsto en los artículos 237 y 242.1
y 2 del Código penal, a la pena de tres años y seis meses de prisión, inhabilitación especial para
el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena, costas procesales e
indemnización a la víctima en la suma que se acreditara en ejecución de Sentencia.
Según los hechos probados de la Sentencia el demandante de amparo, "mayor de edad
y con antecedentes penales cancelados, el día 4 de febrero de 2003, sobre las 15,15 horas, en
la Avenida Príncipes de España de esta capital (Santa Cruz de Tenerife), cuando María Teresa
B. P. se encontraba detenida dentro de su vehículo ante un semáforo, se introdujo en el mismo y
exhibiendo una navaja le conminó para que le entregara el bolso, del que se apoderó, el cual
contenía diversos efectos personales, documentación y un teléfono móvil que hizo suyos".
b) La representación del demandante interpuso recurso de apelación contra la anterior
Sentencia, invocando, entre otros motivos, la existencia de un error en la apreciación de la
prueba, al haberse basado el fallo dictado única y exclusivamente en la declaración de la víctima,
no reuniendo los elementos precisos para ser considerada en este caso como prueba de cargo.
La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife dictó
Sentencia de 12 de diciembre de 2003, rollo de apelación núm. 346-2003, por la que se
confirmaba el pronunciamiento condenatorio recaído, razonando que la declaración de la víctima
tenía virtualidad suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia "una vez examinado el
resultado de dicha declaración, tal y como se recoge en el acta del juicio oral, y visto que la
víctima reconoció al agresor no sólo en las actuaciones de investigación policial, sino en
reconocimiento en rueda practicado con todas las garantías y ratificado en el juicio oral en el que
de nuevo reconoce al agresor". No obstante, la Sala, de acuerdo con la previsión recogida en el
art. 242.3 CP, vista la menor entidad de la intimidación ejercida por el condenado y demás
circunstancias concurrentes, rebajó la pena impuesta a éste a dos años de prisión, confirmando
la Sentencia apelada en el resto de sus extremos.
c) El recurrente dirigió un escrito el 30 de marzo de 2004 a la Sala Segunda del Tribunal
Supremo, cursado a través del centro penitenciario en el que se encontraba cumpliendo
condena, en cuyo encabezamiento expresaba su voluntad de promover recurso extraordinario de
revisión contra las anteriores Sentencias. En dicho escrito manifestaba literalmente que "Es
inocente de los hechos que se le imputan y en tal sentido adjunta fotocopia que aporta este
certificado del Centro de Rehabilitación de Ripollés en Gerona (Barcelona) de la ENERALITAT
de Catalumya donde se acredita que ingresó en este enero del 2002 hasta febrero del 2003.
¿Cómo pues pudo cometer los hechos que se le imputan?"(sic). En relación a los datos en que
podría sustentarse su pretensión revisoria, expresaba: "Aportar datos que sustenten estos y
pedirlos a la persona presa, dado el estado de soledad, indefension, falta de tutela judicial
efectiva, proceso con todas las garantias resultaría un milagro este, para la persona presa
generalmente es todo un imposible, por lo que lleva implícito la situación, pero el Tribunal sin
duda podría recabar estos" (sic). Por otra parte argumentaba que deberían haberse interpuesto
contra las Sentencias que le condenaron recursos de casación por quebrantamiento de forma y
por infracción de Ley, concluyendo en el suplico del escrito que se le autorizara la formalización
del expresado recurso de revisión y que se oficiara a los Colegios de Abogados y Procuradores
para que designaran, respectivamente, Letrado y Procurador de los del turno de oficio. Asimismo
adjuntaba al citado escrito el certificado antedicho del centro de rehabilitación donde decía
encontrarse cuando ocurrieron los hechos por los que había sido condenado.
d) La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, luego de incoar el procedimiento de
revisión núm. 53-2003, dictó providencia del siguiente tenor literal: "Dada cuenta; por recibido el
anterior oficio y escrito, del Registro General de este Tribunal Supremo, procedente del Centro
Penitenciario de Santa Cruz de Tenerife, presentado por el interno Celestino Ramos Álvarez,
fórmese rollo de Sala, regístrese. y visto su contenido; se tiene por solicitada de la Sala
autorización para formalizar recurso de revisión contra Sentencia dictada por el Juzgado de lo
Penal 4 de Santa Cruz de Tenerife, en causa 488/03, confirmada por otra de la Sección 2.ª de la
Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias) en rollo 346/2003, procediendo
su archivo de plano, haciendo saber al recurrente que el extraordinario recurso de revisión sólo
procede cuando se da alguno de los cuatro supuestos que tasadamente establece el art. 954 de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal, entre los que no se encuentran los alegados por el recurrente
en su escrito (inocencia del delito por el que fue condenado, soledad, indefensión, falta de tutela
judicial efectiva, un proceso con todas las garantías, falta de interposición del recurso de
casación por quebrantamiento de forma y por infracción de Ley, y celebración del juicio oral sin
las debidas garantías)". Dicha providencia, no obstante no constar con el previo informe del
Ministerio Fiscal, fue notificada a éste el 10 de mayo de 2004 y al recurrente en la prisión en la
que se hallaba el 23 de junio de 2004, archivándose el rollo en posterior diligencia.
3. El recurrente aduce, como primer motivo de su demanda de amparo, que la resolución
impugnada le ha supuesto una vulneración del derecho de defensa y del derecho a un proceso
con todas las garantías (art. 24.2 CE), ante la ausencia de un pronunciamiento por parte del
Tribunal sobre la petición que efectuó a fin de que se le designara Abogado y Procurador del
turno de oficio, lo que le habría impedido estructurar adecuadamente su solicitud de autorización
para interponer el recurso de revisión. El hecho de que no sea preceptiva la intervención de
Letrado para la solicitud inicial prevista en el art. 955 LECrim no determina, al igual que ocurre en
el juicio de faltas, que, si el ciudadano requiere esa defensa ab initio, ésta no le sea facilitada. La
actitud del órgano judicial le ha originado una indefensión real y efectiva, requisito que, según la
doctrina de este Tribunal, es necesario apreciar para otorgar relevancia constitucional a la lesión
aducida, pues el verdadero planteamiento de fondo de la solicitud remitida por el interno, que no
es otro que el motivo de revisión recogido en el art. 954.4 de la citada Ley, "ha sido confundido
con cierta ligereza con las manifestaciones personales contenidas en el escrito de solicitud",
archivándose de plano las actuaciones e impidiéndosele el acceso a un procedimiento de
revisión de sentencia firme, donde podría haber acreditado su inocencia. En una segunda
vertiente del expresado motivo, ahora estrictamente procesal, estaría, según se dice en la propia
demanda, la manifiesta infracción que surge al dictar el Tribunal Supremo una providencia
cuando, en realidad, la LECrim (art. 141) y la LOPJ (art. 245) le obligaban a pronunciarse
mediante una resolución judicial en forma de Auto.
Como segundo motivo de la demanda de amparo se invoca que la resolución impugnada
ha lesionado también su derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), pues se le ha
vulnerado el derecho de acceso a la justicia, para alegar y demostrar en este proceso su
inocencia. En particular aduce que el Tribunal debería haber razonado si el certificado que se
presentaba se integraba en el supuesto previsto en el art. 954.4 LECrim, comprobándose si
efectivamente "el recurrente pudo estar en dos lugares a la vez en la fecha de la comisión de los
hechos". Frente a ello la resolución ahora impugnada incurre en incongruencia omisiva al no dar
respuesta concreta a las cuestiones que se planteaban en su solicitud y adolece de una evidente
falta de motivación. Deber de motivación que se encontraría reforzado en el presente caso, al
estar implicados otros principios y derechos fundamentales, entre ellos el derecho a la libertad,
vista la situación personal en que se encontraba el demandante de amparo.
4. Por providencia de 23 de enero de 2007 la Sala Segunda de este Tribunal
Constitucional acordó, de conformidad con lo dispuesto en el art. 11.2 de la Ley Orgánica del
mismo, conocer del presente recurso de amparo y admitir a trámite la demanda presentada por
la Procuradora doña María del Pilar Vived de la Vega, en nombre y representación de don
Celestino Ramos Álvarez, contra la providencia de 30 de abril de 2004, dictada por la Sala
Segunda del Tribunal Supremo en el recurso de revisión núm. 53-2003.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Segunda de este
Tribunal, de 13 de marzo de 2007, se acordó dar vista de las actuaciones a la parte recurrente y
al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, para que formularan las alegaciones que
estimasen pertinentes, conforme determina el art. 52.1 LOTC.
6. La representación del recurrente cumplimentó el trámite concedido mediante escrito
que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el 4 de abril de 2007, limitándose a
ratificar los argumentos y peticiones ya realizadas en su escrito de demanda.
7. El Ministerio Fiscal formuló alegaciones por escrito registrado con fecha 20 de abril de
2007. En el mismo centra la cuestión planteada en la posible lesión de dos derechos
fundamentales: el de la tutela judicial efectiva y el de asistencia letrada, dimanantes ambas
vulneraciones del dictado de una providencia de rechazo de plano de la autorización a un
condenado para formular recurso de revisión. Entiende que resulta procedente comenzar por el
análisis de la tutela judicial, que se apoya en una falta de motivación de dicha resolución judicial,
pues si este motivo fuera estimado, "procedería su anulación y el dictado de otra resolución en la
que pudiera ser congruentemente atendida o al menos respondida la petición de asistencia
letrada".
Desde esta perspectiva el Fiscal recuerda la doctrina consolidada de este Tribunal
(recogida, entre otras, en la SSTC 240/2005 y 59/2006, de 10 de octubre y 27 de febrero,
respectivamente) de que los supuestos de inadmisión de recursos de revisión se refieren a casos
en los que está implicado el derecho de acceso al proceso, ya que la naturaleza jurídica de la
revisión, pese a su denominación, participa más del carácter de proceso autónomo que de
proceso de impugnación. Por ello debe primar el principio pro actione, rechazándose las
interpretaciones de la ley excesivamente formalistas o rigoristas que impidan a la parte combatir
ante los Tribunales por sus derechos. En el presente caso el Tribunal ha rechazado la pretensión
del recurrente sobre la base de que los motivos que pormenorizaba en su escrito, deducidos de
una serie de frases contenidas en el mismo, no se encontraban entre los cuatro supuestos
previstos en el art. 954 LECrim, cuando lo cierto es que la manifestación que también hace en
este escrito sobre la imposibilidad de hallarse en el lugar de los hechos el día en que fueron
cometidos, junto con el certificado que adjuntaba de un centro de rehabilitación en fechas
coincidentes, hacen posiblemente incardinable este supuesto en la previsión del núm. 4 del art.
954 LECrim, referido a la sobreveniencia del conocimiento de nuevos hechos o nuevos
elementos de prueba que evidencien la inocencia del condenado. En consecuencia, con
independencia del resultado del proceso de revisión, cuestiona el Fiscal "la forma de
contestación a las pretensiones del actor y el contenido de la respuesta". El Tribunal debería
haber canalizado esta respuesta "a través del motivo antedicho y no, como lo fue, sobre la base
de determinadas frases del escrito". Ello le hubiera llevado, al menos, "a efectuar unas mínimas
comprobaciones de lo manifestado al amparo de las diligencias permitidas en el art. 957 LECrim.
Y tales diligencias hubieran llevado a la Sala a descartar o confirmar la concurrencia del citado
motivo de revisión".
Por lo anterior el Fiscal concluye que se debe proceder a otorgar el amparo, anulándose
la providencia recurrida, a los fines de que la Sala Segunda del Tribunal Supremo dicte otra
resolución, de acuerdo a los anteriores razonamientos, conforme al derecho a la tutela judicial
efectiva.
8. Por providencia de 14 de junio de 2007, se señala para votación y fallo de la presente
Sentencia el día 18 del mismo mes y año.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. La presente demanda de amparo se dirige contra la providencia de la Sala de lo Penal
del Tribunal Supremo de 30 de abril de 2004, que desestimó la petición del recurrente de que se
le concediera autorización para formular recurso de revisión contra la Sentencia del Juzgado de
lo Penal núm. 4 de Santa Cruz de Tenerife de 10 de junio de 2003, confirmada por Sentencia de
12 de diciembre de 2003 de la Sección Segunda de su Audiencia Provincial, en virtud de cuyas
resoluciones se le condenaba como autor responsable de un delito de robo con intimidación a la
pena de dos años de prisión. Según el demandante dicha resolución judicial habría vulnerado, en
primer lugar, su derecho a la defensa y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), al no
haberse atendido su solicitud de que se le designara Abogado y Procurador del turno de oficio,
viéndose así impedido de articular convenientemente su pretensión revisoria; además la
resolución judicial recaída debería haber revestido la forma de Auto y no de providencia, en
cumplimiento de la legislación procesal vigente. En segundo lugar, la providencia dictada habría
lesionado directamente el derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) del demandante al
haberle impedido acceder a la Justicia y así alegar y defender en el proceso de revisión sus
derechos e intereses, incurriendo además en incongruencia omisiva y en falta de motivación,
reforzada en este caso por afectar al derecho fundamental a la libertad.
El Ministerio Fiscal interesa la estimación de la presente demanda por vulneración del
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), razonando que la respuesta que da el Tribunal
Supremo en la referida providencia, al expresar tan sólo que la solicitud formulada por el
recurrente no tenía acogida en los cuatro supuestos previstos en el art. 954 de la Ley de
enjuiciamiento criminal (LECrim), y archivar de plano las actuaciones sin efectuar ninguna
referencia a su alegación de que no se encontraba en el lugar de los hechos cuando éstos
ocurrieron, está revestida de un carácter extremadamente rigorista, contrario por ello al principio
pro actione que ha de regir en esta materia del recurso de revisión, cuya naturaleza jurídica es,
más bien, de un proceso autónomo. Respecto del motivo también articulado en la demanda
sobre la lesión del derecho de defensa, en relación a la asistencia letrada, según el Fiscal, es
innecesario hacer pronunciamiento alguno, pues, al haberse ya apreciado la lesión del derecho a
la tutela judicial efectiva por deficiente motivación de la resolución judicial, procedería su
anulación y el dictado de otra en la que pudiera ser atendida por la Sala Segunda del Tribunal
Supremo dicha petición de asistencia letrada.
2. El recurrente invoca como primer motivo de su demanda la lesión del art. 24.2 CE, por
entender infringido el derecho a la defensa y a un proceso con todas las garantías, al no haber
atendido la providencia dictada por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo su solicitud de que
se le nombraran un Abogado y Procurador del turno de oficio. Conviene empezar el análisis de la
demanda por este orden, en contra del criterio del Ministerio Fiscal (que sugiere abordar en
primer lugar, la queja sobre la vulneración de la tutela judicial efectiva por deficiente motivación
de la resolución judicial), pues su hipotética estimación comportaría la retroacción de las
actuaciones al momento en que tuvo lugar dicha lesión constitucional, careciendo de objeto el
estudio de las vulneraciones de derechos fundamentales surgidas con posterioridad (en este
sentido, SSTC 104/2002, de 6 de mayo, FJ 2, y 60/2003, de 24 de marzo, FJ 2).
3. Respecto de la segunda queja planteada, como recuerda la STC 101/2002, de 6 de
mayo, FJ 2, es doctrina de este Tribunal que entre las garantías que integran el derecho a un
proceso justo se incluye el derecho a la defensa y a la asistencia letrada que el art. 24.2 CE
consagra de manera singularizada. Este derecho tiene por finalidad, al igual que todas las demás
garantías que conforman el derecho en el que se integran, la de asegurar la efectiva realización
de los principios de igualdad de las partes y de contradicción, que imponen a los órganos
judiciales el deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las
partes o limitaciones en la defensa que puedan generar a alguna de ellas la indefensión
prohibida por el art. 24.1 CE. Parámetros que no varían siquiera cuando la intervención letrada
en la instancia es, incluso, facultativa, puesto que, aun no siendo preceptiva, constituye un
derecho que la parte gobierna en su ejercicio, decidiendo con libertad si servirse o no de un
experto en Derecho para defender sus intereses (doctrina reiterada en las posteriores SSTC
187/2004, de 2 de noviembre, FJ 3; 260/2005, de 24 de octubre, FJ 3; y 189/2006, de 19 de
junio, FJ 2). Lo anterior conlleva, en principio, el derecho del litigante que carece de recursos
económicos para sufragar un Letrado de su elección a que se le provea de Abogado de oficio, si
así lo considera conveniente a la mejor defensa de sus derechos, siendo procedente el
correspondiente nombramiento cuando se solicite y resulte necesario (SSTC 152/2000, de 12 de
junio, FJ 3; 262/2005, de 24 de octubre, FJ 2). En tal caso "los órganos judiciales deben, en
principio, acordar la suspensión del curso del procedimiento hasta tanto no le sea nombrado al
litigante que carece de recursos económicos, o que se ve en la imposibilidad de contar con un
Letrado de su elección, un Letrado del turno de oficio que asuma su defensa técnica en el
proceso" (SSTC 92/1996, de 27 de mayo, FJ 3, y 101/2002, de 6 de mayo, FJ 2, antes citado).
Ahora bien, también debe señalarse que este Tribunal, en consonancia con la doctrina
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, sustentada, entre otras, en las Sentencias de 9 de
octubre de 1979 (caso Airey), de 25 de abril de 1983 (caso Pakelli) y de 13 de mayo de 1990
(caso Ártico), ha señalado que, desde la perspectiva constitucional, la denegación de la
asistencia letrada no conlleva sin más una vulneración del art. 24.2 CE. Para que esto suceda es
necesario que la falta de Letrado de oficio solicitado, en atención a las circunstancias
concurrentes en el caso, haya producido al solicitante una real y efectiva situación de indefensión
material, en el sentido de que su autodefensa se haya revelado insuficiente y perjudicial,
impidiéndole articular una defensa adecuada de sus derechos e intereses legítimos en el
proceso (SSTC 101/2002, de 6 de mayo, FJ 2; 262/2005, de 24 de octubre, FJ 2; 20/2006, de 30
de enero, FJ 3). Entre estas circunstancias se ha de prestar especial atención a la mayor o
menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos del solicitante
(SSTC 47/1987, de 22 de abril, FJ 2; 233/1998, de 1 de diciembre, FJ 3), deducidos de la forma
y nivel técnico con que haya realizado su defensa (STC 216/1988, de 14 de noviembre, FJ 3), y
a si la contraparte cuenta con una asistencia técnica de la que pueda deducirse una situación de
desigualdad procesal (SSTC 22/2001, de 29 de enero, FJ 4; 67/2007, de 27 de marzo, FJ 4). Sin
olvidar a la hora de hacer este análisis la especial responsabilidad que incumbe a los órganos
judiciales de velar por evitar la indefensión del justiciable en el proceso penal, porque en este
ámbito la protección de los bienes en conflicto adquiere la mayor intensidad que puede dispersar
el Ordenamiento jurídico, habiendo resaltado este Tribunal en numerosas resoluciones el deber
positivo de velar por la efectividad de la defensa del acusado o del condenado en el proceso
penal por parte de profesionales designados de oficio. (entre las últimas, STC 1/2007, de 15 de
enero, FJ 3).
4. La doctrina constitucional que se ha reseñado pone de manifiesto que la queja
articulada por el demandante de amparo, sobre la lesión de su derecho a la defensa y a un
proceso con todas las garantías al no haberse atendido su petición de asistencia letrada,
conforme al contenido de esa tradicional doctrina de nuestro Tribunal, ha de prosperar.
En efecto, el demandante de amparo, desde el centro penitenciario donde se encontraba
cumpliendo condena, dirigió un escrito a la Sala Segunda del Tribunal Supremo donde
expresaba su voluntad de promover recurso extraordinario de revisión e interesaba a tal fin que
le fueran designados Abogado y Procurador del turno de oficio. En dicho escrito, redactado con
una deficiente caligrafía, manifestaba que era inocente del delito por el que se le había
condenado, adjuntando al mismo fotocopia de un centro de rehabilitación, con cuyo documento
pretendía demostrar que no se encontraba en el lugar de los hechos cuando éstos ocurrieron.
Advertía también la dificultad que tenía para demostrar esta conclusión, "dado el estado de
soledad, indefensión, falta de tutela judicial efectiva, proceso con todas las garantías" en que se
encontraba, por su condición de "persona presa", aunque "el Tribunal podría recabar estos
datos" que fueran necesarios para confirmar su pretensión revisoria. No obstante lo anterior el
Alto Tribunal archivó de plano dicha solicitud, no concediendo por ello la autorización prevista
legalmente para formalizar dicho recurso, al no apreciar en el escrito remitido por el interno
ninguno de los cuatro supuestos que tasadamente establece el art. 954 de la Ley de
enjuiciamiento criminal, por cuyo motivo rechazaba tácitamente su petición de asistencia técnica
en el proceso.
Así las cosas, aunque el art. 955 LECrim, al regular la legitimación para promover e
interponer el recurso de revisión, tras la reforma operada por Ley 10/1992, de 30 de abril, de
medidas urgentes de reforma procesal, no prevé la preceptiva intervención de un Letrado
durante estos trámites, a diferencia de lo previsto en otros casos (como en los arts. 856 y 874
LECrim para la preparación e interposición del recurso de casación), ello no priva al justiciable,
conforme a la anterior doctrina, del derecho a la defensa y a la asistencia letrada desde el
momento en que ha renunciado a la autodefensa en el proceso. Con independencia de la
cuestión de fondo, respecto de la concesión o denegación por parte del Tribunal Supremo de la
autorización para la interposición del recurso de revisión prevista en el art. 957 LECrim, "que
corresponde en exclusiva a los órganos de la jurisdicción ordinaria, que habrán de valorar las
pruebas aportadas y decidir si, a la vista de las mismas, concurría o no el motivo de revisión
invocado" (SSTC 119/2001, de 8 mayo, FJ 1; 123/2004, de 13 de julio, FJ 3), ha de respetarse
esta garantía del condenado prevista en el art. 24.2 CE, mediante la oportuna designación de
Abogado y Procurador de oficio, obligación jurídico-constitucional a la que se debe dar
cumplimiento por los diversos poderes públicos, singularmente los órganos judiciales y los
colegios de Abogados y Procuradores (STC 101/2002, de 6 de mayo, FJ 4). No hay que olvidar
que nos encontramos en el ámbito del recurso de revisión penal, que "se presenta
esencialmente como un imperativo de la Justicia" (SSTC 59/2006, de 27 de febrero, FJ 2;
70/2007, de 16 de abril, FJ 3), "tratándose del acceso a la jurisdicción por parte de una persona
condenada que pretende dejar de estarlo, por lo que pueden estar también en juego, según los
casos, sus derechos a la presunción de inocencia, a la legalidad penal y a la libertad" (STC
240/2005, de 10 de octubre, FJ 5), cumpliendo además el trámite de autorización, recogido en el
citado art. 957 LECrim, una función fundamental, por cuanto con el mismo se trata de "valorar si
hay una base prima facie bastante para dar curso a la revisión" (STC 123/2004, de 13 de julio,
FJ 4), motivo por el cual se atribuye, incluso, a la Sala "la práctica de las diligencias que estime
pertinentes" para el caso de que existan dudas razonables.
Además, en el caso que nos ocupa, con independencia de la índole del proceso, se trata
de un recurrente que se encuentra interno en un centro penitenciario y que carece de
conocimientos jurídicos; que desde un principio ha dejado constancia de su intención de poder
defenderse con asistencia letrada, precisamente porque, vistas sus circunstancias, se
encontraba con dificultades de proveerse de los datos necesarios para sustentar su pretensión
revisoria. Y, por otra parte, la autodefensa ejercida se ha revelado insuficiente, viéndose así
impedido de articularla adecuadamente a su derecho e interés, como lo demuestra la
circunstancia de que el Tribunal haya archivado su solicitud mediante el razonamiento de que las
causas por él invocadas ("inocencia del delito por el que fue condenado, soledad, indefensión,
falta de tutela judicial efectiva", etc.) expuestas con una evidente falta de sistematización y
precisión, no se encontraban entre los supuestos tasados del art. 954 LECrim, cuando lo cierto
es, como subraya el Fiscal, que el interno pretendía realmente plantear a la Sala el motivo
previsto en el núm. 4 del citado artículo ("nuevos hechos o nuevos elementos de prueba"), al
adjuntar a su solicitud una fotocopia sobre su supuesta permanencia en un centro de
rehabilitación en el momento en que se cometieron los hechos que se le imputaban.
5. Por el contrario carece del necesario contenido constitucional, desde esta perspectiva
de la indefensión, la alegación del recurrente de que la resolución dictada por la Sala de lo Penal
del Tribunal Supremo debería haber revestido la forma de Auto y no de providencia, como se
prevé en los arts. 141 LECrim y 245 LOPJ, en este caso además de manera específica para la
revisión en el art. 957 LECrim, pues, conforme a la doctrina de este Tribunal, no toda
irregularidad procesal o infracción de normas procesales tiene relevancia constitucional, sino
sólo aquella que genere una verdadera indefensión material, con el consiguiente perjuicio real y
efectivo para los intereses del afectado (por todas, STC 76/2007, de 16 de abril, FJ 6),
circunstancia que no se aprecia en el presente caso por la sola constatación de la citada
irregularidad procesal. A la misma conclusión debe llegarse respecto a la ausencia del trámite de
audiencia del Ministerio Fiscal (art. 957 LECrim) con carácter previo al dictado de la resolución
judicial ahora impugnada, tal como ha quedado reflejado en los antecedentes de la presente
Sentencia.
6. Constatada, pues, la vulneración del derecho fundamental a la asistencia letrada del
recurrente, su restablecimiento comporta retrotraer las actuaciones al momento anterior al
dictado de la providencia impugnada a fin de que la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
resuelva sobre la petición de Abogado y Procurador de oficio sin incurrir en la tacha
constitucional apreciada. Ello hace que, como se adelantaba al inicio, no proceda que nos
pronunciemos acerca del otro motivo articulado en la demanda de amparo sobre la lesión del
derecho a la tutela judicial efectiva por deficiente motivación de la resolución judicial, pues
carecería de objeto desde el instante en que han de tener lugar nuevamente las actuaciones en
las que hipotéticamente se pudiera haber producido las aducidas vulneraciones de otros
derechos.
Fallo:
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, Por la autoridad que le confiere la
Constitución de la Nación Española,
Ha decidido
Otorgar el amparo solicitado por don Celestino Ramos Álvarez y, en su consecuencia:
1.º Declarar que ha sido vulnerado el derecho a la defensa y a la asistencia letrada (art.
24.2 CE) del recurrente.
2.º Restablecerlo en la integridad de su derecho y, a tal fin, anular la providencia de la
Sala Segunda del Tribunal Supremo de 30 de abril de 2004, dictada en el recurso de revisión
núm. 53-2003, retrotrayendo las actuaciones judiciales al momento inmediatamente anterior al
de pronunciarse dicha Providencia para que se dicte en su lugar nueva resolución respetuosa
con el derecho fundamental conculcado.
Publíquese esta Sentencia en el "Boletín Oficial del Estado".
Dada en Madrid, a dieciocho de junio de dos mil siete.-Guillermo Jiménez Sánchez.-
Vicente Conde Martín de Hijas.-Elisa Pérez Vera.-Eugeni Gay Montalvo.-Ramón Rodríguez
Arribas.-Pascual Sala Sánchez.-Firmado y rubricado.
S.TC. 32/2003
Referencia número: 32/2003
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 13/2/2003
Publicación BOE: 20030305 [«BOE» núm. 55] ::
Sala: Sala Primera
Ponente: don Pablo García Manzano
Número registro: 179/1999
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Nejat Das respecto al Auto de la Sala de lo Penal en Pleno de la Audiencia
Nacional que declaró procedente su extradición a Turquía, a fin de cumplir condena por dos
delitos de tráfico de estupefacientes.Vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva y a
un proceso con garantías: extradición pasiva para cumplir unas Sentencias de traducción
ininteligible, sin indagar sobre las alegaciones de tortura, de riesgo de asesinato y de
persecución política y étnica, por ser el reclamado de origen kurdo.
1. Los órganos judiciales no atendieron debidamente su esencial función garantizadora en
el procedimiento de extradición, al no acceder a la solicitud de traducción de unas sentencias
condenatorias ininteligibles [FJ 8.a].
2. Los órganos judiciales no consideraron preciso adoptar de oficio medida alguna
encaminada al esclarecimiento de las circunstancias puestas de manifiesto por el recurrente a lo
largo del procedimiento de extradición, a pesar de la existencia de indicios de tortura [FFJJ 8.b y
9]
3. La parte recurrente aportó a los órganos judiciales una serie de datos, acompañados de
una diversidad de documentación, que constituían, indicios racionales en torno a que hubieran
podido producirse con anterioridad, o pudieran producirse, en caso de entrega a Turquía, las
lesiones en los derechos a la vida o a la integridad física o moral [FJ 7].
4. Doctrina de este Tribunal y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la
protección de los derechos fundamentales en la fase judicial del procedimiento de extradición
(SSTC 13/1994, 91/2000; SSTEDH de 7 de julio de 1989, caso Soering, y 28 de marzo de 2000,
caso Mahmut Kaya contra Turquía) [FFJJ 2, 3 y 4].5. Derecho fundamental a la vida (SSTC
53/1985, 5/2002) [FJ 7].
6. Cuando se alega la futura lesión de las previsiones del artículo 3 del Convenio Europeo
de Derechos Humanos, no puede obviarse el pronunciamiento con el simple argumento de que
se trataría de una violación futura del mismo, toda vez que ello supondría desconocer la eficacia
de la garantía allí asegurada (SSTC 13/1994, 91/2000) [FFJJ 7 y 9].
7. Retroacción de las actuaciones procedimentales para que lleve a cabo la adecuada
traducción oficial al idioma castellano de las resoluciones judiciales condenatorias dictadas en el
Estado requirente [FJ 10].
8. Toda vez que la razón del otorgamiento del amparo se halla íntimamente ligada a la
desatención de las características esenciales del procedimiento de extradición, resulta
procedente limitar nuestro pronunciamiento al de retroacción de las actuaciones en función de
los vicios de relevancia constitucional apreciados (STC 115/2002) [FJ 10].
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Manuel Jiménez de Parga y
Cabrera, Presidente, don Pablo García Manzano, doña María Emilia Casas Baamonde, don
Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel y don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 179/99, interpuesto por don Nejat Das, representado por
el Procurador de los Tribunales don Antonio María Álvarez Buylla Ballesteros y asistido por el
Letrado don Manuel Cobo del Rosal, contra el Auto del Pleno de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional de 4 de diciembre de 1998, que desestimó el recurso de súplica formulado
frente al Auto de la Sección Primera de la referida Sala de lo Penal de 30 de julio de 1998,
relativo a solicitud de extradición a la República de Turquía. Ha intervenido el Ministerio Fiscal.
Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo García Manzano, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado el día 12 de enero de 1999, con entrada en el
Registro General de este Tribunal el día 14 siguiente, don Nejat Das, representado por el
Procurador de los Tribunales don Antonio María Álvarez Buylla Ballesteros y asistido por el
Letrado don Manuel Cobo del Rosal, interpone recurso de amparo contra el Auto del Pleno de la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 4 de diciembre de 1998, que desestimó el recurso
de súplica formulado frente al Auto de la Sección Primera de la referida Sala de lo Penal de 30
de julio de 1998, recaído en el rollo núm. 53/97, derivado de los procedimientos de extradición
núms. 29/97 y 33/97, tramitados por el Juzgado Central de Instrucción núm. 6.
2. Los hechos de relevancia para el presente recurso de amparo son, en esencia,
los que siguen:
a) Como consecuencia de la existencia de una orden internacional de localización y
detención a fines de extradición a Turquía, en relación con supuestos delitos de tráfico de
estupefacientes, de la que se tuvo conocimiento a través del Servicio de Interpol, la Unidad
Central de Estupefacientes puso a disposición del Juzgado Central de Instrucción núm. 6, el día
7 de julio de 1997, al hoy recurrente en amparo, procediéndose a la incoación del procedimiento
de extradición núm. 29/97.
b) Celebrada el día 7 de julio de 1997 la audiencia prevista en el artículo 504 bis 2
LECrim, el Sr. Das manifestó no estar conforme con su extradición a Turquía, señalando que en
el año 1992 el Gobierno turco mató a su padre, dada su condición de kurdos (aun cuando en el
acta, sin duda por error, se recoge que manifestó que ello se debió a que eran «turcos») y de
personas muy conocidas, negando su participación en los hechos relacionados con el tráfico de
drogas a los que se refería la documentación aportada al Juzgado. Tras reiterar que su padre fue
asesinado por la policía turca el día 25 de diciembre de 1992, expuso que pocos días después
se lo llevó la policía, lo metieron en la cárcel y le dijeron que tenía que firmar. Afirmó que había
presentado los correspondientes documentos para pedir asilo político en España, donde había
llegado hace ocho meses. Por Auto del mismo día se decretó la libertad del recurrente en
amparo, con obligación apud acta de comparecencia ante el Juzgado y otorgando un plazo de
cuarenta días para presentar en forma la demanda de extradición, plazo que vencería el día 15
de agosto de 1997, ampliándose dicho plazo, de presentarse en forma aquella demanda, a
cuarenta días más, para dar tiempo a la recepción del acuerdo de continuación del
procedimiento judicial de extradición. Interpuesto recurso de reforma por el Ministerio Fiscal, el
mismo es estimado mediante Auto de 9 de julio de 1997, que decretó la prisión provisional,
comunicada y sin fianza, del Sr. Das, fundándose en la existencia de una segunda orden
internacional de detención que no había sido tenida en cuenta en el Auto reformado. Por
providencia de 14 de agosto de 1997 se acordó «llev[ar] a cómputo el segundo plazo a que se
refiere el Auto de este Juzgado de fecha 7 de julio de 1997 para que por el Consejo de Ministros
o, en su defecto, el Ministerio de Justicia, se acuerde lo conveniente sobre la continuación o no
del procedimiento para la extradición», haciéndose referencia a la recepción de un telegrama,
procedente del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el que se hacía constar que la Embajada de
Turquía había rogado al citado Ministerio que se sirviera «intervenir ante las autoridades
españolas competentes a fin de que se proceda a la detención provisional de cuarenta días,
invocando lo dispuesto en el art. 16 del Tratado de Extradición Europeo... mientras se recibe por
parte de las autoridades turcas la documentación oficial de petición de extradición». Dicha
providencia fue objeto de recurso de reforma interpuesto por el hoy demandante de amparo, a
cuya resolución nos referiremos posteriormente.
c) Mediante fax remitido el día 4 de septiembre de 1997, el Director de Asuntos
Jurídicos de la Dirección General de Asuntos Jurídicos y Consulares del Ministerio de Asuntos
Exteriores puso en conocimiento del Juzgado que la Embajada de Turquía, por Nota verbal de
15 de agosto, que tuvo entrada en ese Ministerio el mismo día 15 de agosto, presentó la solicitud
formal de extradición relativa al Sr. Das. Asimismo, mediante escrito de 23 de septiembre de
1997, el Subdirector General de Cooperación Jurídica Internacional de la Secretaría General
Técnica del Ministerio de Justicia comunicó al Presidente de la Audiencia Nacional que el
Consejo de Ministros, en su reunión del día 19 de septiembre, había acordado la continuación en
vía judicial del procedimiento de extradición considerado.
d) Por lo que se refiere a la solicitud de extradición formulada por la República de
Turquía, la misma se funda en dos condenas impuestas al recurrente en amparo, ambas por
delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes. La primera de las condenas, a una pena
de cinco años y diez meses de prisión, fue impuesta por el Tribunal de Seguridad del Estado
núm. 2 de Estambul el día 29 de marzo de 1994, siendo posteriormente confirmada en casación;
la segunda condena, a una pena de treinta años de prisión y multa, fue impuesta por el Tribunal
de Seguridad del Estado núm. 1 de Estambul el día 16 de marzo de 1995, también confirmada
en casación. Parece señalarse que el día 8 de noviembre de 1994 el Sr. Das huyó cuando era
conducido por gendarmes. Debe destacarse que la traducción al castellano de los documentos
aportados por las autoridades turcas (redactados en idioma turco) y, muy especialmente, de las
Sentencias condenatorias referidas, resulta en general de muy difícil comprensión, llegando
incluso en muchos momentos a ser ésta imposible, máxime cuando se trata de realizar una
lectura en términos jurídicos. No obstante, del contenido de la traducción aportada de la
Sentencia de 16 de marzo de 1995 parece desprenderse que el Sr. Das manifestó ante las
autoridades turcas que fue «oprimido material y espiritualmente» por la policía para obtener su
declaración, sin que se le permitiera la asistencia de Abogado.
e) Por Auto de 23 de septiembre de 1997, el Juzgado acuerda elevar el expediente
de extradición al Excmo. Sr. Presidente de la Sala de lo Penal, Sección Primera, de la Audiencia
Nacional, poniendo a disposición de dicha Sala al Sr. Das. En el Auto se señala que tal acuerdo
se fundamenta en lo previsto en los apartados 2 y 3 del artículo 12 de la Ley 4/1985, de 21 de
marzo, de Extradición Pasiva (en adelante, LEP), dado que una vez que el Consejo de Ministros
acordara la continuación del procedimiento, se acordó por el Juzgado llevar a efecto con el Sr.
Das la comparecencia e identificación prevista en el art. 12 LEP, oponiéndose aquél a la
extradición solicitada. Frente a este Auto se interpuso por el hoy demandante de amparo recurso
de reforma, denunciándose, entre otras cosas, que la comparecencia prevista en el art. 12.1 LEP
no había tenido lugar y que existía una indebida privación de libertad, y, asimismo, se presentó el
día 6 de octubre de 1997 un escrito en el que se solicitaba la nulidad de todo lo actuado en el
procedimiento de extradición, haciéndose constar expresamente, en lo que ahora especialmente
interesa, que la traducción al castellano de los documentos presentados por la Embajada de
Turquía era absolutamente ininteligible, de modo que no se podían conocer a ciencia cierta los
hechos o conductas por los que había sido condenado en Turquía y en virtud de los cuales era
reclamado, añadiendo que huyó de su país por las continuas persecuciones de que estaba
siendo objeto, por ser kurdo y por ser el «heredero de su padre», viniendo a España para buscar
protección, refugio y asilo político. Mediante Auto de 13 de octubre de 1997 se resuelven los
citados recursos de reforma y solicitud de nulidad, recogiéndose casi literalmente las alegaciones
formuladas por el Ministerio Fiscal, y afirmándose, entre otras cosas, que el Juzgado «se opone
a la solicitud de nulidad de lo actuado» en relación con la alegación referida a la comparecencia
del art. 12.1 LEP, por no haberse producido indefensión, y que «nos oponemos a la puesta en
libertad del reclamado, al seguir existiendo las razones que dieron lugar a decretar su prisión».
Asimismo, en la parte dispositiva del citado Auto se acuerda, tal y como había sido solicitado por
el recurrente en amparo, la acumulación del expediente extradicional núm. 33/97 (al que
inmediatamente nos referiremos) al núm. 29/97 (al que hasta este momento hemos venido
haciendo referencia).
f) Por providencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 16 de diciembre de 1997, se acordó devolver el procedimiento de extradición al
instructor, para que, a la mayor brevedad, resolviera el recurso de reforma que en su día se
interpuso contra la anteriormente citada providencia de 14 de agosto de 1997, habida cuenta de
que no constaba que tal recurso hubiera sido resuelto. Por Auto de 24 de diciembre de 1997 se
desestima el citado recurso de reforma, dado que el Ministerio de Asuntos Exteriores había
comunicado que la Embajada de Turquía, mediante Nota verbal de 15 de agosto de 1997, que
tuvo entrada en dicho Ministerio ese mismo día 15, presentó la solicitud formal de extradición del
Sr. Das. Dicho Auto fue objeto de recurso de apelación, que sería desestimado por Auto de la
Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 13 de abril de 1998.
g) Paralelamente, y como consecuencia de que el día 8 de julio de 1997 la Unidad
Central de Estupefacientes había puesto en conocimiento del titular del Juzgado Central de
Instrucción de guardia que se había obtenido a través de Interpol documentación
complementaria en relación con las reclamaciones internacionales que pesaban sobre el Sr.
Das, el día 9 de julio de 1997 el Juzgado Central de Instrucción núm. 6 acordó la incoación del
procedimiento de extradición núm. 33/97, y tras la celebración de la comparecencia prevista en
el artículo 504 bis 2 LECrim, por Auto de la citada última fecha se elevó a prisión provisional,
comunicada e incondicional, la detención del Sr. Das, quedando sin efecto la citada medida
cautelar de prisión si en el plazo de cuarenta días, que vencería el día 16 de agosto de 1997, no
se hubiere presentado en forma la demanda de extradición, añadiéndose que, de presentarse en
forma tal demanda, el plazo mencionado quedaría ampliado en cuarenta días más para dar
tiempo a la recepción del acuerdo de continuación del procedimiento judicial de extradición. Por
providencia de 14 de agosto de 1997 se acordó «llevar a cómputo el segundo plazo a que se
refiere el Auto de este Juzgado de fecha 7 de julio de 1997 para que por el Consejo de Ministros
o, en su defecto, el Ministerio de Justicia, se acuerde lo conveniente sobre la continuación o no
del procedimiento para la extradición», haciéndose referencia a la recepción de un telegrama,
procedente del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el que se hacía constar que la Embajada de
Turquía había solicitado al citado Ministerio que «se prolongue el período de detención de Nejat
Das, por otros cuarenta días más, en conformidad con el artículo 16 del Convenio Europeo sobre
Extradición de Personas Condenadas, con motivo de disponer del tiempo necesario para la
preparación y traducción de la documentación de extradición».
h) Mediante fax remitido el día 4 de septiembre de 1997, el Director de Asuntos
Jurídicos de la Dirección General de Asuntos Jurídicos y Consulares del Ministerio de Asuntos
Exteriores puso en conocimiento del Juzgado que la Embajada de Turquía, por Nota verbal de
15 de agosto, que tuvo entrada en ese Ministerio el mismo día 15 de agosto, presentó la solicitud
formal de extradición relativa al Sr. Das. Asimismo, mediante escrito de 19 de septiembre de
1997, el Subdirector de Cooperación Jurídica Internacional de la Secretaría General Técnica del
Ministerio de Justicia comunicó al Presidente de la Audiencia Nacional que el Consejo de
Ministros, en su reunión del día 19 de septiembre, había acordado la continuación en vía judicial
del procedimiento de extradición considerado.
i) Por lo que se refiere a la solicitud de extradición formulada por la República de
Turquía, la misma se funda en dos condenas impuestas al recurrente en amparo, ambas por
delitos relacionados con el tráfico de estupefacientes. La primera de las condenas, a una pena
de cinco años y diez meses de prisión, fue impuesta por el Tribunal de Seguridad del Estado
núm. 2 de Estambul el día 29 de marzo de 1994 siendo posteriormente confirmada en casación;
la segunda condena, a una pena de treinta años de prisión y multa, fue impuesta por el Tribunal
de Seguridad del Estado núm. 1 de Estambul el día 16 de marzo de 1995, también confirmada
en casación. Parece señalarse que el día 8 de noviembre de 1994 el Sr. Das huyó cuando era
conducido por gendarmes. Debe destacarse que la traducción al castellano de los documentos
aportados por las autoridades turcas (redactados en idioma turco) y, muy especialmente, de las
Sentencias condenatorias referidas, resulta en general de muy difícil comprensión, llegando
incluso en muchos momentos a ser ésta imposible, máxime cuando se trata de realizar una
lectura en términos jurídicos. No obstante, del contenido de la traducción aportada de la
Sentencia de 16 de marzo de 1995 parece desprenderse que por el Sr. Das o por su defensa se
manifestó ante las autoridades turcas que fue «oprimido material y espiritualmente» por la policía
turca para obtener su declaración, sin que se le permitiera la asistencia de Abogado.
j) Por Auto de 23 de septiembre de 1997, el Juzgado acuerda elevar el expediente
de extradición al Excmo. Sr. Presidente de la Sala de lo Penal, Sección Primera, de la Audiencia
Nacional, poniendo a disposición de dicha Sala al Sr. Das. En el Auto se señala que tal acuerdo
se fundamenta en lo previsto en los apartados 2 y 3 del art. 12 LEP, dado que una vez que el
Consejo de Ministros acordara la continuación del procedimiento, se acordó por el Juzgado llevar
a efecto con el Sr. Das la comparecencia e identificación prevista en el art. 12 LEP, oponiéndose
aquél a la extradición solicitada. Frente a este Auto se interpuso por el hoy demandante de
amparo recurso de reforma, denunciándose, entre otras cosas, que la comparecencia prevista en
el art. 12.1 LEP no había tenido lugar y que existía una indebida privación de libertad. Como se
expuso con anterioridad, el Juzgado Central de Instrucción núm. 6 dictó Auto de 13 de octubre
de 1997, en el que, entre otras cosas, se acordó la acumulación del expediente extradicional
núm. 33/97 al núm. 29/97.
k) Mediante escrito presentado el día 16 de octubre de 1997, dirigido a la Sección
Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, la representación procesal del hoy
recurrente en amparo puso en conocimiento de aquélla que había presentado solicitud de asilo
político, que había sido admitida a trámite, otorgándosele tarjeta provisional de asilo. Se hace
referencia a que en dicha solicitud el Sr. Das expuso las razones de su huida de Turquía, cuales
eran el asesinato de su padre por la policía y ejércitos turcos (en una acción en la que también
habrían resultado heridos su madre, hermano y cuñada), como consecuencia de ser un líder del
movimiento nacionalista kurdo, y las continuas persecuciones que desde entonces viene
sufriendo por parte del poder político y militar de Turquía, al considerársele, sin más, el
«heredero de su padre», siendo arrestado y encarcelado, sufriendo torturas inhumanas, tanto
físicas como psíquicas, cuyas secuelas aún subsisten en su cuerpo. Se acompañaba diversa
documentación, en la que el recurrente en amparo manifestaba que sufría persecución por
motivos políticos, dado que era kurdo y miembro del partido PKK para la liberación del Kurdistán,
habiendo sido sometido a prisión y torturas por ese motivo y por haber presenciado el asesinato
de su padre. Señala que, de volver a Turquía, sería encarcelado o asesinado, por razones
políticas, llegando a afirmar que ello supondría su muerte inmediata; también se acompañaba
una portada de un periódico en la que se podía apreciar el cuerpo sin vida de su padre, así como
los de su hermano y cuñada heridos, y la de una revista, en la que se hacen una serie de
afirmaciones en torno al problema kurdo y a la actitud de las autoridades turcas al respecto,
conteniéndose una referencia a que el padre del recurrente habría sido asesinado, como otros
kurdos, por autores desconocidos.
l) Por providencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 17 de octubre de 1997 se acordó, de acuerdo con el art. 13 LEP, poner de
manifiesto el expediente por plazo de tres días al Ministerio Fiscal y, ulteriormente, por otros tres
días, a la defensa del reclamado. Dicha providencia fue recurrida en súplica por la
representación del Sr. Das, mediante escrito presentado el día 24 de octubre de 1997,
manifestando, en lo que ahora especialmente interesa, que la solicitud de extradición de Turquía
estaba acompañada de una «supuesta» traducción al castellano, que resultaba ininteligible, de
modo que el derecho de defensa exigía una nueva y más exacta traducción, que permitiera
conocer con claridad por qué se le reclama y sobre la base de qué hechos y pruebas. Se añade
que la adecuada traducción al castellano de los citados documentos se presenta, pues, como
presupuesto imprescindible para defender los derechos del reclamado, en la medida en que de
su contenido la Sala debe extraer la razón o razones por las que procede, o en su caso, no
procede, la extradición solicitada. Por ello, solicita que se lleve a cabo tal traducción por un
traductor oficial e intérprete jurado del Ministerio de Asuntos Exteriores. El recurso de súplica fue
resuelto por Auto de 16 de abril de 1998, que no contiene referencia alguna a la solicitud
considerada de traducción de los documentos.
m) Por Auto de 24 de diciembre de 1997, la Sección Primera de la Sala de lo Penal
de la Audiencia Nacional desestima el recurso de queja interpuesto frente al Auto del Juzgado de
13 de octubre de 1997, citado con anterioridad, confirmando el mantenimiento de la prisión
provisional y señalando que la omisión del trámite previsto en el art. 12.1 LEP podría ser
subsanada por el Juzgado instructor, toda vez que los autos se encontraban en dicho momento
en el mismo.
n) Mediante escrito de 23 de febrero de 1998, la representación del hoy recurrente
en amparo recordó que venía sosteniendo continuamente las violaciones sistemáticas y
continuadas de sus derechos humanos que había sufrido el Sr. Das por parte del Estado turco,
siendo sometido a torturas y tratos inhumanos, solicitando en consecuencia que se practicase un
completo reconocimiento facultativo por parte del Médico Forense de la Audiencia Nacional,
tendente a comprobar las graves torturas y espantosos malos tratos infligidos al Sr. Das durante
el tiempo en que estuvo privado de libertad en Turquía por parte de las fuerzas policiales y
militares de dicho país. Se accedió a tal solicitud por providencia de 17 de marzo de 1998. En
esta misma providencia se denegó la solicitud de que el procedimiento se devolviera al Juzgado
para la práctica de la comparecencia prevista en el art. 12.1 LEP, toda vez que dicho defecto se
consideraba subsanable con la celebración que habría de tener lugar de la vista extradicional.
Dicha providencia fue objeto de recurso de súplica, resuelto por Auto de 25 de mayo de 1998 en
sentido desestimatorio.
ñ) El día 23 de abril de 1998 emite informe el Médico Forense de la Audiencia
Nacional. En sus conclusiones se señala que el Sr. Das presenta unas cicatrices en ambas
axilas y cara anterior del hombro, cuya etiología puede corresponder a la historia por él relatada
referente a las torturas que habría sufrido durante su detención en Turquía. Asimismo, se
expresa que tiene una timpanoesclerosos bilateral que precisa intervención quirúrgica, siendo
causada por otitis de repetición.
o) Mediante escrito de 28 de abril de 1998, la representación del Sr. Das se da por
instruida de la causa y formula diversas alegaciones. En lo que ahora especialmente interesa,
cabe señalar que se denuncia que la traducción de las Sentencias condenatorias remitidas por la
Embajada de Turquía resulta ininteligible, desconociéndose así las concretas circunstancias en
que fueron dictadas y los hechos por los que el Sr. Das fue condenado; de este modo, se añade,
aun cuando no sea objeto del procedimiento de extradición revisar la veracidad de los hechos en
cuya virtud aquél fue condenado, no resulta posible apreciar que su concreto enjuiciamiento se
haya realizado con respeto de los derechos fundamentales del reclamado. Se señala que fue
detenido policialmente durante diecinueve días, estando incomunicado y sin asistencia letrada,
siendo sometido a tortura por la policía para que confesara su participación en los hechos. Se
afirma que distintas organizaciones humanitarias internacionales han señalado que en Turquía la
tortura a los detenidos, políticos y comunes, es práctica habitual en comisarías y cuarteles. Se
alude a la circunstancia de que el Sr. Das es kurdo, habiendo sido perseguido en Turquía por
motivos étnicos y políticos, reiterando la relación de su persecución con el asesinato de su
padre, motivado porque las autoridades turcas consideraban a éste uno de los más destacados
líderes del movimiento nacionalista kurdo; en este sentido, se pone de relieve que la Fiscalía de
Estambul ha iniciado una investigación sobre tal asesinato, y que existió una inicial prohibición
de tal investigación por parte de la Fiscalía General de Bakirköy. Se añade que un socio del
padre del Sr. Das, el Sr. Ayanoglu, también fue asesinado, y que otro, don Huseyin Baybasin, se
refugió en Holanda, siendo denegada su extradición por las autoridades judiciales holandesas,
por motivos de persecución política y racial, así como por estar plenamente acreditado que
Turquía no respeta los derechos humanos y reconocer que su vida peligraría en dicho país; tras
ello, el Sr. Baybasin habría denunciado a través de los medios de comunicación diversas
irregularidades en la actuación de las autoridades turcas, relacionadas con el asesinato del
padre del Sr. Das y con la condena de éste por la que se solicita la extradición, lo que ha
motivado la apertura de una investigación por parte de la Fiscalía General de Estambul. Se
afirma que los Sres. Ayanoglu y Baybasin y el padre del Sr. Das gozaban del denominado
«pasaporte verde», que las autoridades turcas sólo conceden a altos funcionarios del Gobierno
turco. Finalmente, se solicitaba a la Sala, entre otras cosas, que dirigiera oficio a la Embajada de
Turquía, a fin de que remitiera información sobre a qué personas se otorga el denominado
«pasaporte verde», qué privilegios o efectos conlleva el poseerlo, y qué requisitos se exigen para
ello; así se acordó por Auto de 29 de junio de 1998, enviando tal información la Embajada de
Turquía mediante fax de 21 de julio de 1998.
p) El Sr. Das dirige personalmente un escrito, fechado el día 6 de junio de 1998, al
Presidente de la Audiencia Nacional. En él refiere que su padre fue secuestrado durante cuatro
días, afirmando a su vuelta que una persona, en nombre del Ministerio del Interior turco, le exigía
el pago de una fuerte suma de dinero, acusándole de pertenecer y apoyar al Partido Trabajador
del Kurdistán. Tras el asesinato de su padre por dos militares y tres policías, el Sr. Das declaró a
un periódico la existencia de un grupo paramilitar responsable del secuestro y asesinato de su
padre, dirigido por el Ministerio del Interior y el Primer Ministro turcos, identificando al periodista
al que hizo esas declaraciones. Posteriormente, fue detenido y torturado, haciéndole firmar al pie
de veinte hojas en blanco, en la que escribieron una declaración falsa, involucrándole en un caso
de drogas. Denuncia que sus Abogados, Sres. Topas y Serhat, fueron posteriormente
asesinados, tras hablar sobre su caso con el Primer Ministro de Turquía. Asimismo, señala que
sufrió en la cárcel un intento de asesinato por parte de cuatro guardias, sufriendo posteriormente
amenazas de policías secretos del servicio de información turco. Concluye señalando que en
caso de extradición a Turquía le espera una muerte segura.
Posteriormente, el Sr. Das dirige personalmente otro escrito al Presidente de la
Audiencia Nacional, en el que, junto a consideraciones análogas al anterior, refiere que el
Gobierno turco facilita el tráfico de drogas para financiar determinados grupos, y que cuando
alguna persona conoce algo sobre tales grupos intentan matarlo o involucrarlo en el tráfico de
drogas, tal y como ha ocurrido en su caso. Señala que a raíz de determinados acontecimientos
se abrió una falsa investigación en el Congreso, en relación con el denominado caso Susuruk,
aportando el Sr. Das todos los datos relacionados con la muerte de su padre, ayudándole en la
realización de su informe el Abogado Sr. Mara koglu, siendo el encargado de la investigación el
Juez Sr. Akyurek, que murió en un extraño accidente de coche.
q) La representación del Sr. Das presenta un escrito, fechado el día 28 de mayo de
1998, aportando diversa documentación, en esencia:
Resolución dictada el día 28 de octubre de 1997 por un órgano judicial holandés,
denegando la extradición de don Huseyin Baybasin a Turquía;
Un escrito del Abogado del Sr. Das, Sr. Marakoglu, fechado el día 5 de septiembre de
1997, en el que hace una serie de afirmaciones sobre la muerte del padre del Sr. Das y sobre la
condena de éste, de las que se desprende la posible existencia de importantes irregularidades
en relación con las mismas;
Otro escrito del mismo Abogado, fechado el día 12 de noviembre de 1996, de análogo
contenido al anterior, en el que muestra su confianza en la inocencia del Sr. Das, considerando
que no ha existido una investigación oficial suficiente para esclarecer todas las circunstancias
relacionadas con la condena de éste;
Cinta de vídeo de cuya transcripción se desprende que el Abogado Sr. Marakoglu ha
declarado, siendo recogido por los medios de comunicación, que existían irregularidades en
relación con los hechos por los que fue condenado el Sr. Das y con el asesinato de su padre,
relacionando con los mismos a quien fuera Director de Seguridad de Estambul;
Sentencia de 1995 del Tribunal Segundo para la Seguridad del Estado, de la que se
derivaría que quien fuera Abogado del Sr. Das, el Sr. Topac, fue asesinado;
- Libro escrito por el Sr. Perincek en el que se detallarían las conexiones existentes entre
organizaciones mafiosas, entre ellas algunas relacionadas con el tráfico de estupefacientes, y el
Gobierno de Turquía;
Informe elaborado por la Asociación Pro Derechos Humanos en relación con la censura
de la cultura kurda en Turquía, al que se acompaña documentación periodística referente a
distintas cuestiones relacionados con los kurdos y con la situación en Turquía;
Informe de Izquierda Unida de 28 de noviembre de 1996 relativo a la situación del
Kurdistán, así como otro informe de 1996 sobre tal cuestión, redactado por dos autores;
Informe del Obsevatoire International des Prisons, Rapport 1995, relativo a Turquía;
Informe de 1996 de Amnistía Internacional referente a malos tratos sufridos por
Abogados ante una prisión.
r) La representación del Sr. Das presenta otro escrito, fechado el día 7 de julio de
1998, acompañando diversa documentación, en esencia:
Informes de Amnistía Internacional referentes a la situación en Turquía,
correspondientes a los años 1990, 1991, 1992 y 1998;
Documentación relativa a la solicitud de asilo en España formulada por el Sr. Das, en la
que se hace constar las circunstancias que rodearon al asesinato de su padre y las que se
refieren a los motivos de su persecución por las autoridades turcas y al trato que sufrió durante
su detención en Turquía;
Publicación de Amnistía Internacional de 1990 referente a distintos aspectos de la
situación en Turquía en relación con los derechos humanos;
Documentación de prensa relativa a la situación existente en Turquía.
s) El día 16 de julio de 1998 se celebró la vista prevista en el art. 14 LEP, en la que
el Sr. Das manifestó que es kurdo, al igual que toda su familia, habiendo sido condenado a
treinta años de prisión estando ya en España. Estuvo presente cuando asesinaron a su padre,
como consecuencia de los disparos efectuados por policías y militares, habiendo sido todo
organizado por las autoridades turcas, que culpaban a su padre y familia de estar organizando y
financiando un partido político kurdo. Él dio a la prensa todos los datos que sabía al respecto,
siendo censurados los periódicos. Posteriormente fue secuestrado y sometido a torturas durante
diecinueve días, siendo llevado posteriormente ante el Fiscal, sin permitirle la asistencia de
Abogado y metiéndole posteriormente en prisión. Va a ser operado de los oídos como
consecuencia de los golpes recibidos en Turquía y tiene cicatrices derivadas de las torturas. El
asesinato de su padre no ha sido investigado en Turquía, y sus Abogados fueron asesinados,
huyendo él por eso de Turquía y negando su participación en los hechos por los que se le
condenó. Aporta, entre otros documentos, traducción al castellano de Sentencia de un Juez
holandés de 28 de octubre de 1997 que denegó la entrega de don Huseyin Baybasin, kurdo, a
Turquía, por considerar que no puede entenderse que no existan motivos suficientes para
suponer que aquél pueda ser sometido a cualquiera de las acciones descritas en el artículo 3 del
Convenio Europeo de Derechos Humanos en el caso de que sea entregado a las autoridades
turcas.
t) La Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional dicta Auto el
día 30 de julio de 1998. Analizando los motivos de oposición a la extradición alegados por la
representación del Sr. Das, expone, en esencia, lo que sigue:
1) A pesar de la abundante documentación aportada por la defensa del reclamado
intentando probar la persecución que el pueblo kurdo sufre por parte de la República de Turquía
y la que el reclamado, junto con su familia, padece por razón de su origen kurdo, apareciendo
que su padre fue asesinado, considera el órgano judicial que en modo alguno queda demostrado
de forma concreta por dicha documentación que el Sr. Das sea reclamado por tales motivos,
quedando sólo acreditado de forma directa que aquél y su padre formaban parte de una
organización a gran escala dedicada al tráfico de drogas y sustancias estupefacientes, de modo
que las Sentencias condenatorias lo son por un delito común, y no parece que encubran ninguna
persecución o castigo en consideración a la raza, religión, nacionalidad u opiniones políticas del
Sr. Das.
2) Los Tribunales que condenaron al Sr. Das son civiles, no militares, aun cuando
uno de sus miembros sea militar, y al haber sido condenado el Sr. Das por un delito contra la
salud pública, que en sí mismo no pone en peligro los principios que constituyen el fundamento
de la existencia de la República turca, no puede considerarse que aquellos Tribunales no sean
imparciales, difiriendo el supuesto del que fue resuelto por la Sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos de 9 de junio de 1998 (caso Incal contra Turquía), dada la conducta por la
que fue condenado el Sr. Incal. Asimismo, se niega que se trate de Tribunales de excepción.
3) Se rechaza que la pena de treinta y cinco años y diez meses de prisión para
cuyo cumplimiento se reclama al Sr. Das sea inhumana o degradante, dado que tanto en el
Código Penal español de 1973 como en el de 1995 las penas a imponer pueden llegar a treinta
años y a que, conforme a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, lo determinante no es la
duración de la pena sino las condiciones de su cumplimiento.
4) En cuanto a la circunstancia de que la condena a treinta años de prisión habría
sido dictada en ausencia, se rechaza porque el Sr. Das estuvo defendido por un Letrado, según
consta en la Sentencia condenatoria, sin que las alegaciones relativas a que sus Abogados
fueran asesinados por ejercer su defensa estén en modo alguno corroboradas, a lo que hay que
añadir que decidió voluntariamente sustraerse a la acción de la justicia cuando ya estaba
cumpliendo la anterior condena de cinco años y diez meses.
5) En cuanto a que el reclamado puede ser sometido a torturas, se señala que no
se desconoce el informe médico forense de 23 de abril de 1998, y ante los indicios de una
tortura, aunque no conste su autoría ni su motivación, ello debe llevar a exigir que la República
de Turquía preste garantías antes de la entrega del Sr. Das de que por parte de las autoridades
jurisdiccionales turcas se velará con el máximo celo para que el reclamado no sea sometido a
tortura alguna.
Por todo ello, se acuerda acceder a la extradición del Sr. Das a la República de Turquía
con el presupuesto de que ésta preste la garantía citada en cuanto al no sometimiento a tortura
alguna, estableciéndose el plazo de cuarenta y cinco días a partir de la recepción del Auto por la
Embajada de Turquía a fin de que se preste la garantía solicitada, sin perjuicio de la última
decisión que corresponde al Gobierno de la Nación.
u) Mediante escrito de 6 de agosto de 1998 la representación del hoy demandante
de amparo interpone recurso de súplica frente al mencionado Auto de 30 de julio de 1998.
Asimismo, el día 10 de diciembre de 1998 presentó un escrito en el que se afirmaba que el
pasado día 20 de noviembre se habían aportado a la causa ciertos documentos que se
consideraban de influencia decisiva en la resolución del recurso interpuesto, al acreditar la
realidad de las torturas sufridas por el Sr. Das, así como que fue condenado sin haber estado
presentes ni él ni su Letrado en la vista oral del procedimiento seguido ante el Tribunal de
Seguridad del Estado núm. 1 de Estambul, manifestando entonces que dado el carácter urgente
de la presentación no se disponía de la traducción al castellano de los referidos documentos (sin
que en las actuaciones de que dispone este Tribunal conste esta última presentación de
documentos). Se acompañaba a ese escrito presentado el día 10 de diciembre traducción de un
informe emitido por la Jefatura del Instituto Médico Forense del Ministerio de Justicia turco el día
20 de septiembre de 1993, en cuyas conclusiones se afirma que existen dos lesiones en la parte
superior izquierda del cuerpo del recurrente, lesiones antiguas respecto de las que no se puede
determinar el tiempo transcurrido desde que se produjeron, añadiendo que hay una perforación
casi total del oído izquierdo y una percepción baja de treinta y tres decibelios, constatándose que
existen indicios de lesiones y heridas en las muñecas y quemaduras a nivel de la piel de los
testículos y pene, afirmándose en el cuerpo del informe que las citadas lesiones pueden ser
originadas por ser esposado con esposas o con una cuerda a nivel de la muñeca y que las
quemaduras eléctricas en la piel del pene por detrás del glande podrían ser debidas a haberse
enrollado un alambre fino y hecho pasar una corriente eléctrica por un electrógeno.
v) Mediante Auto de 4 de diciembre de 1998, notificado a la representación del Sr.
Das el día 16 siguiente, el Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, resuelve el
considerado recurso de súplica, razonando, en esencia, lo que sigue:
Respecto de determinados motivos de nulidad que se habían hecho valer en el recurso
de súplica referidos a la indebida privación de libertad del Sr. Das y a la vulneración de lo
previsto en el art. 12.1 LEP, se señala que tales cuestiones ya fueron resueltas en el momento
oportuno, reiterándose en esencia la argumentación de las correspondientes resoluciones
judiciales anteriormente dictadas.
Se señala que la alegada persecución del Sr. Das por la República de Turquía por
razones étnicas, ideológicas y políticas, debido a su origen kurdo, carece del necesario sustento
probatorio, apareciendo sólo acreditado de forma directa y objetiva que el Sr. Das fue condenado
por delitos comunes de extrema gravedad.
En cuanto a la alegación de que el reclamado sería sometido a torturas en caso de ser
entregado a Turquía, se señala que aunque los documentos aportados hacen continuas
referencias a torturas, con utilización de variopintos métodos, éstas son siempre inferidas a
personas detenidas en las dependencias policiales turcas, pero no en establecimientos
penitenciarios, lugar de destino del Sr. Das, y por ello, realmente, no hay razones fundadas para
creer que pueda ser sometido a torturas, y si se estimase al respecto una lejana sospecha, que
es bien distinto, con la garantía exigida a las autoridades judiciales turcas se conjuraría cualquier
tipo de riesgos. Se añade que en el Auto recurrido se admite la posibilidad de que las lesiones a
que se refiere el informe médico-forense de 23 de abril de 1998 se debieran a las agresiones que
éste relató, pero en cuanto a la mecánica utilizada para causarlas, ya que al indicar tal resolución
judicial que no consta ni autoría ni motivación, está precisando que la afirmación del recurrente
de que dichas lesiones le fueron inferidas por la policía turca por ser kurdo carece de sustento
probatorio. En cualquier caso, las garantías establecidas por tal Auto recurrido se estiman
suficientes a los fines perseguidos, no precisando más matizaciones.
Se confirma la argumentación contenida en el Auto recurrido en lo que se refiere a la
naturaleza de los Tribunales que condenaron al Sr. Das y a la imparcialidad de sus miembros, y
lo mismo ocurre respecto de la consideración de que la pena a cumplir es inhumana o
degradante.
En cuanto a la condena en ausencia del Sr. Das, se señala que se han respetado sus
derechos mínimos de defensa, ya que estuvo asistido de Letrado durante todas las vistas y era
perfecto conocedor del estado del juicio, porque precisamente durante su transcurso se fugó.
En consecuencia, se desestima el recurso de súplica interpuesto, si bien en la parte
dispositiva del Auto se suspende la entrega del reclamado hasta que recaiga resolución definitiva
a su solicitud de asilo político, señalándose en el fundamento de Derecho séptimo que ello es
consecuencia de lo prevenido en el núm. 2 del artículo 5 de la Ley 5/1984, de 26 de marzo,
reguladora del derecho de asilo y de la condición de refugiado, de modo que debe posponerse la
entrega hasta la decisión definitiva del expediente administrativo.
w) En el testimonio de las actuaciones judiciales de que se dispone consta que
mediante Nota verbal de 16 de marzo de 1999, la Embajada de Turquía, en relación con la
exigencia de las garantías para la extradición del Sr. Das, informó que «según la legislación en
vigor, y los acuerdos internacionales firmados por Turquía, se ofrecen las mencionadas
garantías». Por providencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 15 de junio de 1999 se estiman suficientes dichas garantías. Interpuesto por la
representación del Sr. Das recurso de súplica contra la misma, se ha tenido conocimiento (al
haber sido aportada la resolución judicial por dicha representación en el recurso de amparo núm.
606-2003) de que ha sido desestimado por Auto de 8 de enero de 2003, habiendo quedado
confirmada así en su integridad la citada providencia de 15 de junio de 1999.
x) Respecto de la solicitud de reconocimiento de derecho de asilo, la misma fue
denegada por Resolución del Ministerio del Interior de 2 de febrero de 1999. Frente a la misma
interpuso el Sr. Das dos recursos contencioso-administrativos. El primero, tramitado por el
procedimiento especial para la protección de derechos fundamentales de la persona previsto en
la Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa de 1998, fue desestimado por
Sentencia de la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia
Nacional de 16 de febrero de 2001, aclarada por Auto de 6 de marzo siguiente, frente a la que se
interpuso recurso de casación, pendiente de resolución. El segundo, tramitado por el
procedimiento ordinario ante el mismo órgano judicial, se halla pendiente de Sentencia.
Por providencia de 13 de junio de 2001 de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de
la Audiencia Nacional se acordó que se participara a la Subdirección General de Cooperación
Jurídica Internacional del Ministerio de Justicia que la pendencia de resolución del mencionado
recurso de casación no impedía, a juicio del Tribunal, la entrega del Sr. Das a las autoridades del
Estado reclamante.
y) Debe hacerse constar que en relación con diversas resoluciones dictadas en el
procedimiento de extradición el Sr. Das ha interpuesto distintos recursos de amparo, de los que
interesa destacar ahora los que siguen. En primer lugar, respecto de los Autos de la Sección
Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 23 de septiembre y 13 de octubre de
1997, relativos a la elevación del expediente a la citada Sala de lo Penal, se interpuso el recurso
de amparo núm. 4506/97, inadmitido por providencia de la Sección Tercera de este Tribunal de
12 de enero de 1998, en la que se niega que haya existido una indebida privación de libertad del
recurrente y que sean constitucional mente relevantes las irregularidades procesales relativas a
la comparecencia prevista en el art. 12.1 LEP. En segundo lugar, interpuso el recurso de amparo
núm. 5134/97, en el que, además de reiterar la argumentación del anteriormente citado, se
impugnaban específicamente los citados Autos de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de
la Audiencia Nacional de 9 de julio de 1997, en cuanto impusieron la situación de privación de
libertad, y los que resolvieron los recursos de reforma y apelación formulados al respecto,
inadmitiéndose el recurso de amparo mediante providencia de la Sección Tercera de 12 de
enero de 1998, por considerar que no existía indebida privación de libertad y, en relación con el
resto de los motivos y alegaciones del recurso, remitiéndose a la providencia que inadmitió el
recurso de amparo núm. 4506/97, además de considerar que resultaban extemporáneos.
Finalmente, se interpuso recurso de amparo frente al Auto de 24 de diciembre de 1997, que
resolvió el recurso de queja interpuesto frente al Auto de 13 de octubre de 1997, objeto del
recurso de amparo núm. 4506/97; este recurso de amparo, tramitado bajo el núm. 316/98, fue
inadmitido por providencia de la Sección Primera de 14 de septiembre de 1998, que, en esencia,
reiteró lo que se había establecido en la providencia de inadmisión de aquel recurso de amparo
núm. 4506/97.
3. En la demanda de amparo se considera formalmente como objeto del presente
proceso constitucional el Auto del Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 4 de
diciembre de 1998. Tras exponerse los hechos que se estiman de mayor relevancia para la
resolución del recurso de amparo, se afirma que han sido vulnerados diversos derechos
fundamentales del Sr. Das como consecuencia, en esencia, de lo que sigue:
a) Vulneración del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, por cuanto que
la solicitud de extradición por un delito de naturaleza común encubre una auténtica persecución
por motivaciones políticas, ideológicas y étnicas. Se pone de relieve la persecución que viene
sufriendo el Sr. Das y su familia desde el asesinato de su padre por una banda armada de
carácter paramilitar organizada por el Ministerio del Interior turco para ejercitar acciones armadas
contra el pueblo kurdo y personas consideradas hostiles al Gobierno establecido. Aun
reconociendo que dicha persecución es imposible de acreditar de la forma incontestable que
pretende el Auto recurrido en amparo, se considera que los documentos aportados vienen a
evidenciar, con datos objetivos, su realidad. Se señala que la Sentencia de 16 de marzo de
1995, aportada por el Gobierno turco, tan sólo describe la acusación del Fiscal y las
declaraciones de los procesados a lo largo de la causa, sin manifestación alguna sobre si se han
probado los hechos investigados, sobre las personas condenadas, y sobre la pena impuesta a
cada uno de ellos. Concurriría lo previsto en el artículo 3.2 del Convenio Europeo de Extradición,
que dispone que no se concederá la extradición cuando la parte requerida tuviere razones
fundadas para creer que la solicitud de extradición, motivada por un delito de naturaleza común,
se ha presentado con el fin de perseguir o castigar a una persona por consideraciones de raza,
religión, nacionalidad u opiniones políticas, o que la situación de dicha persona corre el riesgo de
verse agravada por una u otra de tales consideraciones, pronunciándose en el mismo sentido el
art. 5.1 LEP. Afirma que tales circunstancias quedan acreditadas por el hecho de que la solicitud
de asilo político en España se presentara en noviembre de 1996, esto es, casi un año antes de
su detención en la causa extradicional, ya que ello suponía descubrir su paradero ante las
autoridades turcas, haciéndolo con la finalidad de pedir ayuda y protección en España ante el
serio peligro que su vida y la de su familia corrían en Turquía.
b) Vulneración de los derechos fundamentales a la vida y a la integridad física y
moral, con proscripción de la tortura y de las penas o tratos inhumanos o degradantes, en
relación con el derecho a un proceso con las debidas garantías. En este sentido, se comienza
afirmando que se ha vulnerado el derecho a un proceso que garantice la no entrega del
reclamado de extradición cuando existan razones fundadas para creer que existe el peligro de
ser torturado en el país reclamante. Se critica el argumento del Auto recurrido en amparo en el
sentido de que las torturas a que aluden los documentos aportados han sido realizadas en
dependencias policiales y no en establecimientos penitenciarios, lugar de destino del Sr. Das, ya
que en los informes de Amnistía Internacional que se aportaron se recogen afirmaciones en
torno a la existencia de torturas y malos tratos en las prisiones turcas. Se hace referencia al
informe del Médico Forense de la Audiencia Nacional de 23 de abril de 1998 y al informe Médico
Forense turco de 20 de septiembre de 1993, que según el recurrente habría sido aportado por
medio de un escrito de 20 de noviembre de 1998, antes, pues, de la resolución del recurso de
súplica contra el Auto de 30 de julio de 1998 y, sin embargo, no tenido en cuenta por el Pleno.
De esta forma, existirían motivos más que fundados para creer que el Sr. Das va a volver a ser
sometido a tortura y malos tratos, con peligro, incluso, para su vida. Se cita, entre otros textos
internacionales, el artículo 3.1 de la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, de 1984, que dispone que ningún Estado parte procederá a la
extradición de una persona a otro Estado cuando haya razones fundadas para creer que estaría
en peligro de ser sometida a tortura. Se señala que la existencia de torturas en Turquía es un
hecho indiscutible, tal y como ha sido puesto de relieve por diversas instituciones y
organizaciones, especialmente cuando se trata de kurdos. Se afirma que al haberse obtenido su
confesión mediante tortura, vulnerando sus derechos fundamentales, aquélla debe reputarse
nula, citando en su apoyo la STC 13/1994, de 17 de enero, y la STC 11/1983, de 21 de febrero,
así como los Votos particulares que se formularon en relación con esta última. Se añade que la
garantía que se exige en relación con el no sometimiento a tortura no tiene ningún sentido,
debiendo procederse a denegar sin más la extradición, máxime cuando se ha apreciado la
existencia de indicios de que el Sr. Das ha sido torturado y va a serlo, o existe peligro de que lo
sea, en el futuro, razón por la que precisamente se solicitó la garantía que, en realidad, sólo
podrá consistir en una comunicación formal, sin ninguna virtualidad ni efectividad, y que va a
dejar al Sr. Das en la más completa indefensión y a expensas de lo que las autoridades turcas
quieran hacer con su persona.
Por otra parte, se considera vulnerado el derecho a un proceso que garantice la no
entrega del reclamado de extradición cuando existan razones fundadas para creer que va a ser
sometido a penas o tratos inhumanos o degradantes en el país reclamante. Se afirma que las
condiciones de cumplimiento de las penas privativas de libertad en Turquía las convierte en
inhumanas y degradantes, dejando huellas, tanto físicas como morales y psicológicas, para toda
su vida o, incluso, privando de ésta. Asimismo, la extensión de la pena impuesta al Sr. Das,
treinta y cinco años y diez meses de prisión, al exceder los límites máximos que establece el
ordenamiento jurídico español, equivale a la pena de cadena perpetua, prohibida por nuestro
ordenamiento por considerarse inhumana o degradante. A juicio del recurrente, tras la entrada
en vigor del Código Penal de 1995, y de acuerdo con la doctrina que venía manteniendo la
Audiencia Nacional al respecto, toda pena que exceda el límite de veinte a±os debe merecer el
calificativo considerado.
c) Se considera vulnerado el derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley,
en relación con el derecho a un Juez imparcial y la prohibición de los Tribunales de excepción.
En efecto, se considera que los órganos judiciales que condenaron al Sr. Das en Turquía, los
Tribunales de Seguridad del Estado, tienen carácter militar y, en consecuencia, adolecen de la
necesaria imparcialidad e independencia exigida a los órganos jurisdiccionales. Se rechaza el
argumento del Auto recurrido en amparo en el sentido de que, dada la naturaleza del delito por el
que fue condenado el recurrente, no resulta aquí de aplicación la doctrina contenida en la
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 9 de junio de 1998 (caso Incal contra
Turquía), dado que la independencia e imparcialidad de un Tribunal de Justicia no puede
medirse en función de los delitos que enjuicia. Se sostiene, asimismo, que los Tribunales de
Seguridad del Estado son Tribunales de excepción, prohibidos por el art. 117.6 CE, dado que
tienen miembros militares, sometidos a la legislación militar, como también lo está el
representante del Ministerio Fiscal.
d) Se considera vulnerado el derecho a un proceso con las debidas garantías, por
haberse dictado en rebeldía la Sentencia de 16 de marzo de 1995, que condenó al Sr. Das a la
pena de treinta años de prisión. Se rechaza la afirmación del Auto recurrido en amparo de que
estuvo asistido por Letrado durante todas las vistas, como lo demostraría la última acta del juicio
oral del procedimiento resuelto por tal Sentencia que, según el recurrente, fue aportada, sin
traducción al castellano, en noviembre de 1998, y que no habría sido considerada por el Pleno
de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Se afirma que los Abogados del Sr. Das que se
citan en la Sentencia condenatoria son totalmente desconocidos para él, no actuando en su
defensa en el procedimiento, de modo que la Sentencia contiene una evidente falsedad. Por ello,
se solicita que se deniegue la extradición o, en su caso, que se condicione la entrega a la
prestación por el Estado turco de la garantía de un nuevo juicio en dicho país, permitiéndole una
defensa efectiva y ser oído por el Tribunal antes de ser condenado.
e) Se ha vulnerado el derecho fundamental a obtener una tutela judicial efectiva sin
que en ningún caso se produzca indefensión, en relación con el derecho a la libertad personal y
a los principios de legalidad e interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos, como
consecuencia de la indebida privación de libertad que sufrió el recurrente, en cuanto que el plazo
de cuarenta días que establece el art. 10.1 LEP venció el día 15 de agosto de 1997, sin que en
ese momento se hubiera presentado en forma la demanda extradicional.
f) Se ha vulnerado el derecho fundamental a obtener una tutela judicial efectiva, en
relación con el derecho a un proceso con las debidas garantías, sin que, en ningún caso, se
produzca indefensión, como consecuencia de que se omitió la comparecencia ordenada en el
art. 12 LEP.
g) Se han vulnerado los principios de legalidad e interdicción de la arbitrariedad de
los poderes públicos, por existir un conflicto entre el Convenio Europeo de Extradición y la Ley
de Extradición Pasiva, que no ha sido resuelto por la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional a
favor de la prevalencia del primero. Según el recurrente, el art. 16.4 del Convenio Europeo de
Extradición, al establecer que en ningún caso la detención excederá de cuarenta días, impide
que una Ley interna, máxime si no tiene el carácter de orgánica, pueda prever una privación de
libertad por tiempo superior a tal plazo, como lo permitiría el art. 10.1 LEP al establecer la
posibilidad de una ampliación del plazo a cuarenta días más en el caso de que la solicitud de
extradición se hubiere presentado dentro del inicial plazo de cuarenta días.
Por otrosí digo se solicitó, al amparo del art. 56.1 LOTC, la suspensión de la ejecución
de la extradición concedida por el Auto recurrido en amparo.
Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 22 de
agosto de 2001, la representación procesal del Sr. Das interesó la pronta resolución del recurso
de amparo.
4. Por providencia de la Sección Primera de este Tribunal de 7 de noviembre de
2001, se acordó la admisión a trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo dispuesto en el
art. 51 LOTC, que se requiriese atentamente a la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional para que en el plazo de diez días remitiera testimonio de las
correspondientes actuaciones judiciales.
La citada providencia ordenó la formación de la correspondiente pieza separada de
suspensión, tramitada la cual la Sala Primera del Tribunal dictó Auto 2/2002, de 14 de enero,
acordando suspender la ejecución de los Autos de 30 de julio y 4 de diciembre de 1998.
Por diligencia de ordenación del Secretario de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 27 de noviembre de 2001 se tuvieron por recibidos los correspondientes testimonios
de actuaciones y, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, se acordó dar vista de todas las
actuaciones del presente recurso de amparo, por un plazo común de veinte días, al Ministerio
Fiscal y a la representación procesal del recurrente, para que dentro de dicho término pudieran
presentar las alegaciones que a su derecho convinieran.
5. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día
26 de diciembre de 2001, el Ministerio Fiscal formula sus alegaciones. Tras una exposición de
los hechos que considera de mayor relevancia en relación con el presente recurso de amparo,
pasa a examinar las supuestas vulneraciones de derechos fundamentales denunciadas por el
recurrente en su demanda.
Por lo que se refiere a la alegación de que la solicitud de extradición por un delito de
naturaleza común encubre una auténtica persecución por motivaciones políticas, ideológicas y
étnicas, el Ministerio Fiscal, con cita de la STC 227/2001 y del ATC 22/1995, niega que se haya
lesionado derecho fundamental alguno del recurrente, toda vez que los Autos dictados no han
considerado acreditados los hechos aducidos por aquél, tras el examen de la documentación
que aportó, sin que su pretensión de que se proceda a un nuevo examen de la documental para
acreditar los hechos que denuncia pueda ser acogida por exceder del ámbito del recurso de
amparo y entrañar una revisión fáctica vedada por la LOTC.
En cuanto a las alegaciones relativas a que el recurrente, en caso de entrega, sería
sometido a torturas o a tratos inhumanos y degradantes en Turquía, así como a que la pena
impuesta reviste también el carácter de inhumana o degradante, el Ministerio Fiscal, después de
transcribir diversos pasajes de la STC 91/2000 para confirmar que las quejas consistentes en
vulneraciones indirectas en el marco de la prohibición de la tortura y de las penas o tratos
inhumanos o degradantes deben ser analizadas, considera que no existe lesión de los derechos
fundamentales del recurrente, con cita del ATC 23/1997. Entiende que el recurrente vuelve a
pretender una revisión fáctica, ya que los órganos judiciales, tras el examen de la copiosísima
prueba aportada, llegaron a la conclusión de que no podía tenerse por acreditada la existencia
previa de tortura y, pese a ello, por haber alguna remota posibilidad de que la misma hubiera
acaecido, han sometido la entrega a una previa caución por parte de la República de Turquía, sin
que el recurrente justifique ni la denuncia de la tortura que dice haber sufrido, ni la alegación de
la misma en el proceso, ni en el ulterior recurso casacional, ni el haber acudido al Tribunal
Europeo de Derechos Humanos. Añade que el Sr. Das no ha hecho mención alguna acerca de
que durante su estancia en prisión en Turquía fuere objeto del más mínimo trato vejatorio, de
modo que su temor a sufrirlo en el futuro aparece huérfano de toda consistencia, ya que lo
construye no ya basado en su propia experiencia personal sino en una descalificación genérica
de la situación que afirma existente en Turquía. Respecto de las alegaciones relativas a la
extensión de la pena privativa de libertad impuesta, entiende el Ministerio Fiscal, con cita de la
STC 91/2000, que no determina la lesión de los derechos fundamentales del recurrente, toda vez
que éste no aporta dato alguno del modo de cumplimiento del total de la condena impuesta,
limitándose en la demanda a enlazar tal cuestión con la de la supuesta extendida práctica de
tortura generalizada en Turquía, sin otro aditamento.
Respecto a las alegaciones relativas a la naturaleza de los Tribunales que condenaron
en Turquía al recurrente y a la supuesta falta de imparcialidad de sus miembros, considera el
Ministerio Fiscal que no suponen la vulneración de derecho fundamental alguno del recurrente,
toda vez que éste se limita a considerar a los Tribunales de Seguridad del Estado, en abstracto,
como Tribunales excepcionales, por existir total ausencia de independencia e imparcialidad, pero
del análisis de los mismos y de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos no
se desprende tal afirmación, sino que dependerá de la naturaleza de las infracciones imputadas
el determinar si resulta comprensible el recelo de los condenados respecto de la composición del
Tribunal y del hecho de que uno de sus miembros sea militar. En el presente caso, imputándose
al demandante delitos comunes de tráfico de drogas, no expone recelo alguno específico por la
composición del Tribunal, ni aduce por qué duda de la imparcialidad de cualquiera de sus
miembros, quedando así su queja huérfana de todo sustento.
En cuanto a la circunstancia de que la Sentencia de 16 de marzo de 1995, condenatoria
a una pena de treinta años de prisión, se hubiere dictado en rebeldía, entiende el Ministerio
Fiscal, con apoyo en la STC 91/2000, que ha de acogerse este concreto motivo de amparo, por
vulneración del derecho de defensa del recurrente.
Respecto de la alegación relativa a la indebida privación de libertad que sufrió el
recurrente, dado que el plazo de cuarenta días que establece el art. 10.1 LEP venció el día 15 de
agosto de 1997, sin que en ese momento se hubiera presentado en forma la demanda
extradicional, considera el Ministerio Fiscal que tal alegación es extemporánea, ya que el Auto
recurrido en amparo se remite a lo que declaró el Auto de 24 de diciembre de 1997, que fue
recurrido en apelación, siendo desestimado tal recurso mediante Auto de 13 de abril de 1998.
Por lo demás, la alegación es plenamente formalista, en cuanto que el recurrente no niega que la
solicitud formal de extradición se produjera el último día de plazo y que, por tanto, la prórroga de
la prisión provisional pudiera dictarse, limitándose a considerar que tal prórroga se produjo con
anterioridad al vencimiento del plazo de la inicial prisión en base a notas verbales que, a su
entender, no lo permitían.
En lo que se refiere a la alegación relativa a que se omitió la comparecencia ordenada
en el art. 12 LEP, a juicio del Ministerio Fiscal carece de relevancia constitucional, toda vez que
aparece ausente toda indefensión material, ya que el recurrente en modo alguno alude a acto de
defensa alguno del que se haya visto privado como consecuencia de aquella omisión.
Por lo que hace a la alegación referente al conflicto entre el Convenio Europeo de
Extradición y la Ley de extradición pasiva, que no ha sido resuelto por la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional a favor de la prevalencia del primero, considera el Ministerio Fiscal, en primer
lugar, que la queja es extemporánea, puesto que la cuestión fue resuelta de forma definitiva por
Auto de 13 de abril de 1998 y, en segundo término, que carece de fundamento, puesto que los
órganos judiciales estimaron de forma razonable que no existía la contradicción denunciada.
Finalmente, afirma que la LEP no ha supuesto variación del régimen de prisión provisional, en
cuanto a su duración máxima y régimen de derechos, respecto del contemplado en la LECrim,
por lo que en modo alguno se ha restringido el derecho a la libertad personal por una norma con
rango de ley ordinaria.
En consecuencia, el Ministerio Fiscal solicita de este Tribunal que dicte Sentencia
declarando que las resoluciones judiciales impugnadas han vulnerado el derecho de defensa del
recurrente (art. 24.2 CE) y anulando parcialmente el Auto de 4 de diciembre de 1998 únicamente
en cuanto declara procedente la extradición solicitada para el cumplimiento de la Sentencia de
16 de marzo de 1995, retrotrayendo las actuaciones en lo que se refiere a dicha Sentencia, para
que el órgano judicial competente dicte nueva resolución dando al recurrente las posibilidades de
impugnación suficientes para salvaguardar sus derechos de defensa.
6. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día
26 de diciembre de 2001, el recurrente en amparo formula sus alegaciones. En primer lugar,
realiza una serie de consideraciones sobre la situación de privación de libertad en la que se
encuentra, derivada del Auto de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 27 de julio de 2001, que confirmó en súplica el anterior de 28 de junio, que acordó la
prórroga de la prisión provisional hasta la mitad de la pena total impuesta en Turquía, que, a su
juicio, vulnera su derecho a la libertad, a un proceso justo y a la tutela judicial efectiva,
causándole indefensión, así como lesiona el principio de legalidad penal, lo que determina la
necesidad de que se restablezcan con prontitud los derechos fundamentales lesionados en el
sentido que se interesa en el presente recurso de amparo. Señala que la condena impuesta por
la Sentencia de 16 de marzo de 1995, al haber sido ésta dictada en ausencia, no debería tenerse
en cuenta a efectos del cómputo del plazo máximo legal de la prisión provisional, además de que
lesiona los derechos fundamentales del recurrente, tal y como se expresó en la demanda de
amparo. Por lo demás, se dan por reproducidos todos y cada uno de los motivos expuestos en la
demanda de amparo para fundamentar la vulneración de su derechos fundamentales,
interesando, en consecuencia, que se resuelva de conformidad con el suplico de aquélla.
Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 16 de
septiembre de 2002, el recurrente solicita que se resuelva con urgencia el presente recurso, para
evitar los perjuicios que tanto a nivel personal como familiar se le están causando.
7. Por providencia de 10 de febrero de 2003 se señaló para votación y fallo de la
presente Sentencia el día 13 del mismo mes y año.
8. Fundamentos:
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE
CONFIERE LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar amparo a don Nejat Das y, en consecuencia:
1º Reconocer los derechos fundamentales del demandante a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE) y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE).
2º Anular el Auto de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 30 de julio de 1998, y el Auto del Pleno de la misma de 4 de diciembre de 1998,
recaídos en el rollo núm. 53/97, derivado de los procedimientos de extradición núms. 29/97 y
33/97, tramitados por el Juzgado Central de Instrucción núm. 6.
3º Retrotraer las actuaciones al momento procedimental oportuno para que la
Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional se pronuncie de nuevo, con
plena jurisdicción, sobre la extradición solicitada, con respeto de los derechos fundamentales
reconocidos.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a trece de febrero de dos mil tres.
S.TC. 33/2003
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Manuel Jiménez de
Parga y Cabrera, Presidente, don Pablo García Manzano, do±a María Emilia Casas
Baamonde, don Javier Delgado Barrio y don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 45-2001, promovido por don Enrique Martínez
Santiago, representado por el Procurador de los Tribunales don Santiago Tesorero Díaz
y asistido por el Abogado don Emilio Ginés Santidrián, contra la Sentencia de la
Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 26 de octubre de
1999, contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 30 de octubre
de 2000, que confirmó la anterior, y contra el Auto de esta última Sala de 25 de abril de
2001 que desestimó el incidente de nulidad de actuaciones. Han intervenido el
Ministerio Fiscal, don José Luis Hermida Paz representado por la Procuradora de los
Tribunales do±a Laura Lozano Montalvo y asistido por el Abogado don Francisco
Javier Lozano Montalvo, y do±a Rosa Charlín Martínez representada por la Procuradora
de los Tribunales do±a Esther Rodríguez Pérez. Ha sido Ponente la Magistrada do±a
María Emilia Casas Baamonde, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 4 de enero de 2001, don
Santiago Tesorero Díaz, Procurador de los Tribunales, en nombre y representación de
don Enrique Martínez Santiago, interpuso demanda de amparo contra la Sentencia de la
Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 26 de octubre de
1999 y contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 30 de octubre
de 2000, que confirmó en casación la anterior, en virtud de las cuales el recurrente fue
condenado como autor de un delito contra la salud pública de tráfico de drogas, de
sustancia que causa grave da±o a la salud en cantidad de notoria importancia por
persona perteneciente a organización [arts. 344, 344 bis a) núms. 3 y 6 CP de 1973] y
concurriendo extrema gravedad [art. 344 bis b) CP de 1973], en concurso de normas con
un delito de contrabando en grado de tentativa arts. 1.4, 2.1 y 3.2 Ley Orgánica
7/1982, de 13 de julio , imponiéndosele las penas de diecisiete a±os, cuatro meses y un
día de reclusión menor, accesoria de inhabilitación absoluta y multa de 225 millones de
ptas.
2. Los hechos y circunstancias procesales más relevantes para la resolución
del presente amparo son los que a continuación se detallan:
a) En 1991 se incoaron diligencias previas, que posteriormente se
transformaron en sumario ordinario por Auto de 3 de agosto de 1992, por delito contra
la salud pública, siendo imputadas veinticuatro personas, una de ellas el hoy recurrente
de amparo. Aquel sumario dio lugar a la condena de la mayoría de los imputados por
Sentencia de la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 15
de septiembre de 1995, que, recurrida en casación, fue confirmada por el Tribunal
Supremo en Sentencia de 10 de noviembre de 1997.
b) En aquel primer proceso no pudieron ser juzgados dos de los imputados
uno de ellos el actual recurrente de amparo , no hallados cuando se dictó el Auto de
prisión provisional en 1991, siendo declarados en rebeldía en 1994. Con posterioridad,
ambos coimputados fueron hallados y sometidos a juicio, siendo condenados por la
Audiencia Nacional en Sentencia de 26 de octubre de 1999, confirmada en casación por
Sentencia de 30 de octubre de 2000, resoluciones que son objeto del presente recurso de
amparo.
c) En el proceso contra el recurrente el Ministerio Fiscal presentó escrito de
calificaciones provisionales del siguiente tenor literal:
«El procesado Enrique Martínez Santiago, alias Pimpo, mayor de edad y sin
antecedentes penales, estaba integrado en la organización que dirigida por José Luis
Charlín Gama y Daniel Baulo Carballo proyectó y ejecutó en el a±o 1991 un transporte
de 1.000 kilogramos de cocaína con la embarcación Rand desde Sudamérica a las costas
espa±olas. / En fecha no determinada de los meses de julio y agosto de 1991, el Rand
que se encontraba en Cabo Verde partió rumbo a Casablanca (Marruecos), lugar éste al
que el procesado Enrique Martínez Santiago se desplazó siguiendo las instrucciones de
José Luis Charlín instalando en la citada embarcación un nuevo radar con la finalidad de
que pudiera hacerse a la mar y proceder a la carga del alijo de cocaína a la que estaba
destinada. Efectuado este trabajo, el Rand salió rumbo a Madeira, y a continuación
hacia las costas de Sudamérica donde cargó 1.000 kilogramos de cocaína. En el trayecto
de regreso, y cuando se encontraba a 42 millas de las costas portuguesas el 16-10-91,
fue abordado por las embarcaciones del Servicio de Vigilancia Aduanera e incautada la
cocaína en su interior. / Durante las semanas y hasta los meses previos a la aprehensión
del barco e incautación de la droga, el procesado Martínez Santiago mantuvo frecuentes
contactos telefónicos con el responsable máximo del grupo José Luis Charlín y con
otros miembros del mismo sobre el desarrollo y ejecución de tal operación ilícita, y en
particular sobre su descarga una vez se aproximara el barco a las costas de la Península
Ibérica con el objeto de que el plan criminal dise±ado llegara a buen término. / Los
hechos son constitutivos de los siguientes delitos: / 1.- Un delito contra la salud pública
de los arts. 344 y 344 bis a) nº 3 y 6 del Código Penal anterior. / 2.- Un delito de
contrabando en grado de tentativa de los arts. 1-1-4, 2-1 y 3-2 de la Ley Orgánica 7/82
de 13 de julio en relación con los arts. 3 y 52 del Código Penal anterior. / Es
responsable en concepto de autor de ambos delitos el procesado Martínez Santiago. / No
concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal. / Procede
imponer las siguientes penas: / 1.- Por el delito contra la salud pública once a±os de
prisión mayor y multa de 130.000.000 ptas. / 2.- Por el delito de contrabando dos meses
de arresto mayor y multa de 1.100.000.000 ptas. / Accesorias y costas.»
d) Al finalizar el juicio oral, el Ministerio Fiscal modificó sus conclusiones
provisionales, fijando las definitivas en los siguientes términos: «Los procesados José
Luis Hermida Paz y Enrique Martínez Santiago, mayores de edad y sin antecedentes
penales, en unión de otros individuos que han sido condenados en esta causa, decidieron
a comienzos del a±o 1991 transportar una importante cantidad de cocaína desde
Sudamérica hasta Espa±a. Para llevar a buen término la operación proyectada,
consiguieron la colaboración de un numeroso grupo de personas que recibían
instrucciones de aquéllos actuando con la distribución funcional perfectamente definida
como a continuación se expondrá y dispusieron como medios de transporte de, al
menos, dos embarcaciones, las denominadas Rand y Del Sur, las cuales habían sido
adquiridas por el procesado fallecido Manuel Baulo Trigo a instancias del grupo, la
primera de ellas en Cabo Verde a principios del a±o 1991, y la segunda en Panamá a
mediados del a±o 1990. Tales embarcaciones habían sido utilizadas anteriormente para
la realización de otros transportes de estupefacientes que no son objeto de
enjuiciamiento en la presente causa, permaneciendo habitualmente fondeadas en el
Puerto de San Vicente de la Isla de Cabo Verde. / A primeros de marzo de 1991 el
Del Sur se dirigió hacia Venezuela, atracando en el Puerto de la Guaira
(Venezuela), donde queda a la espera de que posteriormente fuera necesitado su auxilio.
/ Durante los meses previos a la realización del transporte, especialmente en el mes de
junio de 1991, ambos procesados mantuvieron frecuentes reuniones con los condenados
Daniel Baulo y José Charlín en las que acordaron los detalles de la operación sobre el
traslado de la cocaína desde Sudamérica, la introducción y descarga en la península
ibérica, y la posterior distribución de la parte del alijo que les corresponderían por su
intervención (aproximadamente la mitad del mismo). Estas reuniones acaecieron en
locales públicos de la zona que la organización frecuentaba (bar Ocompadre, bar Pe±ón,
bar Caracas, Churrasco Penaguda, Hotel Arco Iris, etc...). / En ejecución de lo acordado
meses antes, el procesado José Luis Hermida Paz, acompa±ado por uno de los
condenados, se desplazó a primeros de julio de 1991 a Venezuela y contactó en la
localidad fronteriza de Cucutá (Colombia) con un grupo colombiano, uno de cuyos
miembros responde al nombre de Jairo, para concretar la operación de entrega de la
cocaína. Ambos mantuvieron perfectamente informado a través del teléfono a José Luis
Charlín del desarrollo de las gestiones que estaban llevando a cabo con los
suministradores de la cocaína. / Tras contratar como tripulación del Rand a los
condenados Francisco Trigo Feijoo, para las labores de capitán del barco, Francisco
Rodríguez Rajoy y José Luis Otero Pérez, y desplazarse los dos primeros para hacerse
cargo del mismo hasta la isla de Cabo Verde, el procesado Manuel Baulo, para
completar la tripulación del Rand, contrató a otros cuatro procesados rebeldes, naturales
de Cabo Verde. Inmediatamente después, el Rand, puso rumbo a Casablanca
(Marruecos) donde el procesado Martínez Santiago le colocó un nuevo radar, para a
continuación dirigirse a la isla de Madeira, lugar en el que se unen a la tripulación del
mismo los condenados Ramón Baulo, Ricardo Varela Arangunde y José Luis Otero
Pérez, zarpando posteriormente en dirección al Caribe con la misión de recoger en alta
mar la cocaína. Todo esto sucedía entre los meses de junio y agosto de 1991. / Al
tiempo que el «Rand» emprendía rumbo hacia su destino, el Del Sur que estaba en el
puerto venezolano anteriormente referido, salió al encuentro de aquél dirigiéndose hacia
la zona previamente acordada con el objeto de darle apoyo y de suministrarle
combustible, lo que así ocurrió al menos en dos ocasiones, una a la ida y otra al regreso.
/ A fin de que el Rand, que disponía de varias emisoras, pudiera llegar al punto
convenido en el que debía ser alijada la droga, desde la emisora de radio instalada en el
domicilio del condenado José Luis Charlín, tanto éste como los condenados Rosa Mª
Charlín Martínez y Daniel Baulo, y en alguna ocasión el procesado Hermida Paz, se
comunicaban con el barco y transmitían las instrucciones precisas para que la droga
pudiera ser recogida, manteniendo igualmente los contactos necesarios con los
colombianos. / A finales de septiembre de 1991, en un lugar próximo a la isla de
Tobago, un avión arrojó al mar los fardos que contenían la cocaína, los cuales tras ser
recogidos fueron empaquetados por toda la tripulación, formando un total de 56
paquetes. Una vez terminada esta tarea el Del Sur, se dirigió a Cabo Verde mientras el
Rand puso rumbo hacia las costas de Portugal. Como quiera que el alijo de cocaína iba a
ser descargado por las costas portuguesas, ambos procesados, Hermida Paz y Martínez
Santiago, que en el plan criminal dise±ado eran los encargados de la descarga de la
cocaína a través de Portugal, se desplazaron en esas fechas al país vecino a los efectos
acordados, razón por la cual no pudieron ser detenidos por las fuerzas policiales una vez
producida la aprehensión del barco y la incautación de la cocaína. / Tras ser avistado por
aviones del Servicio de Vigilancia Aduanera el 14 de octubre cuando se dirigía a
Portugal, sobre las 19 horas del 16 de octubre el patrullero Cóndor III del referido
Servicio, por medio de una embarcación auxiliar con varios funcionarios del Servicio de
Vigilancia Aduanera, abordó al Rand, el cual navegaba sin bandera, con autorización
del Juzgado instructor, a 42 millas de la costa portuguesa incautando en su interior 56
fardos y 1 paquete de 2 kilogramos de cocaína, con un peso total de 1.000 kilogramos,
siendo detenidos todos los tripulantes del barco. Los fardos estaban situados en la popa
de la embarcación, cubiertos por una red y con las sujeciones que los miembros de la
tripulación intentaron cortar para arrojarlos al agua al percatarse de la presencia de la
embarcación del Servicio de Vigilancia Aduanera, sin que llegaran a conseguir su
propósito. Seguidamente el barco fue conducido hasta el puerto de Vigo donde se
practicaron los correspondientes registros y desembarco de la sustancia estupefaciente
que debidamente analizada dio una pureza entre el 79,87 y 95,55 por 100. El barco
disponía para la navegación de dos radares y los siguientes aparatos de comunicación: 2
VHF marca Sailor, tipo RT144C, sin número de serie y dos equipos ICOM-HF
TRANSCEIVER IC-725 también sin número de serie, además de otros instrumentos
idóneos para la navegación relacionados a los folios 2083 y 2084 de las actuaciones. /
Durante el desarrollo de la ilícita operación ambos procesados mantuvieron frecuentes
contactos telefónicos con el condenado José Luis Charlín sobre el desarrollo y ejecución
de tal operación a través de los teléfonos situados en los locales públicos antes citados
que frecuentaban y de los teléfonos ubicados en el domicilio que la condenada María
del Carmen Oubi±a Rodríguez poseía en Madrid, por aquellas fechas unida
sentimentalmente al condenado José Luis Charlín. / El precio del kilogramo de cocaína
en el mercado ilícito asciende a 4.000.000 de ptas. / Los hechos anteriormente relatados
son constitutivos de los siguientes delitos: / 1.- Delito de tráfico de estupefacientes de
los arts. 344 (sustancia causante de grave da±o a la salud), 344 bis a) números 3 y 6, y
344 bis b) del Código Penal de 1973. / 2.- Delito de contrabando de los arts. 1-1-4, 2-1 y
3-2 de la Ley Orgánica 7/82 de 13 de julio en grado de tentativa (arts. 3 y 52 del Código
Penal). / Ambos en concurso de normas por aplicación del art. 68 del Código Penal de
1973. / Son responsables en concepto de autores de ambos delitos los procesados
Hermida Paz y Martínez Santiago. / No concurren circunstancias modificativas de la
responsabilidad criminal en el resto de los procesados. / Procede imponer a cada uno de
los procesados Hermida Paz y Martínez Santiago la pena de veinte a±os de reclusión
menor y multa de 225.000.000 ptas. / Accesorias y costas.»
e) Al mismo tiempo que modificó las conclusiones en el trámite de
definitivas, el Ministerio Fiscal solicitó el ingreso en prisión del acusado y la
comparecencia prevista en el art. 504 LECrim. La defensa del recurrente solicitó la
suspensión del juicio oral para poder contradecir los nuevos hechos y la nueva
calificación jurídica y proponer nuevas pruebas al amparo de los arts. 732 y 746.6
LECrim. La Audiencia Nacional acordó la suspensión del juicio oral, celebrándose la
citada comparecencia y, previa deliberación de la Sala, ésta acordó la prisión
provisional del recurrente. La defensa presentó escrito con las pruebas solicitadas, que
fueron inadmitidas por irrelevantes, elevando protesta y quedando el escrito de la
defensa en autos. Tras la reanudación de la vista se procedió al trámite de informe final
y se dio posibilidad a los acusados de ejercer su derecho a la última palabra.
f) La Audiencia Nacional, en su Sentencia de 26 de octubre de 1999,
declaró probada la preparación y efectivo transporte de la cocaína en 1991 desde
Sudamérica a Espa±a en un barco, cuyo destino primero era Portugal, siendo
interceptado en altamar antes de llegar a la costa portuguesa. En particular, consta que el
recurrente junto con el coimputado Sr. Hermida Paz, en estrecha colaboración con otros
procesados condenados en la Sentencia de 1995 don José Luis Charlín Gama y don
Daniel Baulo y siguiendo instrucciones de éstos compraron dos embarcaciones en Cabo
Verde y en Panamá. La adquisición de las embarcaciones las realizaron por mediación
de don Manuel Baulo, padre de don Daniel Baulo, fallecido en 1994 víctima de
disparos, suceso acaecido en Cambados. En los meses previos a la realización del
transporte, el recurrente y el otro procesado antes en rebeldía Sr. Hermida Paz
mantuvieron reuniones con don José Luis Charlín y don Daniel Baulo, «en ellas
ultimaron los detalles de la operación relativos al traslado de la cocaína desde
Sudamérica, y su introducción y descarga en Portugal con destino a Espa±a. Así mismo
acordaron la posterior distribución de los beneficios que obtendrían en la operación,
beneficios materializados en aproximadamente la mitad del alijo de la sustancia
estupefaciente transportada, fijándose que de esta cantidad de cocaína la mitad
correspondería a Daniel Baulo Carballo y el resto a José Luis Charlín Gama, el cual
debería proceder luego a repartir en partes iguales la cocaína obtenida entre él, Hermida
Paz y Martínez Santiago». Se afirma también que la embarcación con la droga partió
hacia Portugal, donde debería producirse la descarga, siendo encargados de la misma los
procesados don José Luis Hermida Paz y don Enrique Martínez Santiago, si bien fue
interceptada cerca de las costas portuguesas el 16 de octubre de 1991, tras ser avistada
la embarcación por el Servicio de Vigilancia Aduanera el 14 de octubre de 1991, siendo
incautados 1.000 kilogramos de cocaína y detenidos los ocupantes de la embarcación.
g) La Sentencia de la Audiencia Nacional, en el fundamento jurídico 13,
argumenta la condena del recurrente, afirmando que los Sres. Hermida Paz y Martínez
Santiago «ocupaban una relevante posición dentro de la organización, pues actuaban en
sociedad con el líder Charlín Gama... ideando con éste la operación de tráfico de drogas
investigada en esta causa, y participando luego activamente en orden a la consecución
del buen fin de la misma»; a ello se a±ade que don Enrique Martínez Santiago procedió
a instalar un nuevo radar en el barco «Rand» y que junto con el Sr. Hermida Paz asumió
la importante función de controlar la descarga de la droga; se sostiene que «como
contraprestación a tan relevantes funciones, percibirían de beneficios los mismos que
obtuviera José Luis Charlín Gama, y así lo acordaron los tres». En atención a ello se
concluye que don Enrique Martínez Santiago era miembro importantísimo de la
organización. En el fundamento jurídico 14 se reitera el razonamiento a los efectos de la
aplicación de la agravante de extrema gravedad del art. 344 bis b) CP, afirmando que
por comparación a la actuación desarrollada por otros condenados en el mismo proceso
a la misma agravante, «resulta evidente que las actuaciones desarrolladas ... y por
Martínez en los acontecimientos que conforman la operación objeto de esta causa,
fueron de extraordinaria importancia, más trascendente que las del Capitán Rodríguez
Feijoo, tanto desde un punto de vista cuantitativo como cualificativo [sic], y si a éste se
le aplicó extrema gravedad con más razón se ha de hacer lo mismo con aquéllos. /
Hermida Paz y Martínez Santiago, junto con Charlín Gama y Baulo Carballo, venían a
ser due±os del ilegal negocio, como se evidencia por el significativo hecho del proyecto
de reparto de los beneficios derivados de la operación entre todos ellos, acorde con sus
respectivas intervenciones en los hechos punibles perpetrados».
h) La Sentencia fue recurrida en casación por el recurrente en amparo,
alegando, en primer término, la vulneración del derecho a ser informado del contenido
de la acusación, porque la calificación del Ministerio Fiscal no permitía conocer ese
contenido en relación con la aplicación de la agravante del apartado b) del art. 344 bis
CP de 1973, dado que en el escrito de conclusiones provisionales no se acusó por este
subtipo y no se explicaron las razones de la modificación ni si el fundamento de la
agravación estaba en el primer o en el segundo inciso de dicho precepto. En segundo
lugar, sostuvo que la Sentencia había vulnerado el derecho a un proceso con todas las
garantías, por cuanto, de un lado, la misma habría introducido hechos nuevos que no
constaban en las calificaciones, de otro, había aceptado la acusación del Fiscal cuando
no debería haberlo hecho, y, finalmente, se remitía a las pruebas del juicio oral y a la
valoración que hizo de las mismas en el primer juicio, en el que no estuvo presente y no
se oyó al condenado. En tercer lugar, alegó la vulneración del derecho a las pruebas
pertinentes para la defensa, ya que la Audiencia Nacional denegó la suspensión del
juicio oral e inadmitió las pruebas propuestas tras la modificación de las calificaciones
del Fiscal para defenderse de las mismas. En cuarto lugar, el condenado alegó la
vulneración del derecho a la presunción de inocencia, afirmando que la Sentencia no
respetó la doctrina del Tribunal Constitucional relativa a que para destruirla es necesario
que las pruebas sean válidas, suficientes y concluyentes, por cuanto, de un lado, las
declaraciones sumariales del fallecido don Manuel Baulo no eran válidas por no haber
sido sometidas a contradicción, ni las pruebas obtenidas mediante las escuchas
telefónicas dado que en su práctica se vulneró el derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE), porque, de otro, las pruebas no eran ni suficientes ni
concluyentes, en particular, del contenido de las cintas escuchadas en el plenario no
cabría inferir nada concluyente, y, finalmente, porque no se motivó el resultado de la
valoración de la prueba. En quinto lugar, se alegó infracción de ley procesal por
denegación de las diligencias de prueba, y por último, infracción de ley sustantiva por
aplicación indebida de la agravante del apartado b) del art. 344 bis CP de 1973, y
vulneración del derecho a la legalidad penal (art. 25.1 CE) por cuanto la agravante
conculca las exigencias de lex certa. La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
desestimó el recurso en su integridad en Sentencia de 30 de octubre de 2000. El
Tribunal Supremo, en el fundamento jurídico 1 referido al recurso del recurrente de
amparo, desestimó el primer motivo de casación asumiendo la argumentación efectuada
por la Sentencia de la Audiencia Nacional recurrida en su fundamento jurídico 4 y
afirmando que la «modificación inculpatoria nunca pudo producir indefensión al
acusado en cuanto el núcleo esencial de los hechos se mantuvo intacto, amén de que la
suma gravedad, como dato objetivo e incontestable, era conocida desde el inicio del
proceso y de la propia acusación por el inculpado, respecto del que pudo hacer
alegaciones en su contra» [apartado A) fundamento jurídico 1]. De otra parte, afirmó
también que las diferencias entre la declaración de hechos probados de la Sentencia y
las calificaciones definitivas del Fiscal son muy leves e implican alguna precisión que
en nada afecta a lo esencial [apartado B) fundamento jurídico 1]. Razonó también que
ninguna lesión del derecho a las pruebas pertinentes para la defensa se había producido,
ya que las pruebas no se propusieron en el momento legalmente oportuno (art. 728
LECrim) y porque las modificaciones de los hechos en las calificaciones no afectaban a
su núcleo esencial [apartado C) fundamento jurídico 1]. Y, finalmente, argumentó, en
relación con las vulneraciones relativas al derecho a la presunción de inocencia, que «en
realidad se plantean aquí las mismas cuestiones exculpatorias que ya hemos visto en el
anterior recurso del coimputado, por lo que, igual que dijimos, existen pruebas más que
suficientes que hacen decaer el principio de presunción de inocencia propuesto»
[apartado D) fundamento jurídico 1]. En el fundamento jurídico 2 desestimó el motivo
referido a la infracción de ley procesal, remitiéndose a lo argumentado respecto de la
alegación relativa a la vulneración del derecho a las pruebas pertinentes. En el
fundamento jurídico 3 desestimó el motivo referido a la aplicación indebida de la
agravante del art. 344 bis b) CP 1973, afirmando que este motivo «conculca los hechos
que la sentencia declara como probados, dialéctica impermisible cuando se emplea esta
vía casacional» y que, en cualquier caso, tal agravación fue aplicada a otros condenados
en la anterior Sentencia «a los que se consideró de menor importancia en el tráfico de
drogas que aquí se trata», por lo que, dado que las circunstancias del traslado de la
droga y otros datos que revelan especial peligrosidad, son los mismos, sería injusto, por
desigual, no aplicar la agravación al recurrente. En el fundamento jurídico 4 se
desestimó el motivo relativo al derecho a la legalidad penal, entendiendo que, si bien la
agravante es relativamente indeterminada, la jurisprudencia la ha precisado y restringido
en función de ciertos criterios que han de tomarse en cuenta en cada caso concreto y,
conforme a los cuales, se puede apreciar en el caso la agravante.
i) El condenado presentó incidente de nulidad de actuaciones de
conformidad con el art. 240.3 LOPJ, alegando la incongruencia omisiva: 1) respecto del
motivo referido a la insuficiente información de la acusación; 2) en relación con dos de
los tres motivos en los que se sustentaba la vulneración del derecho al proceso con todas
las garantías por la Sentencia dictada por la Audiencia Nacional, en particular, en lo
relativo a la inoportunidad de la acusación del Fiscal que no debió ser admitida y la
remisión a las pruebas del primer juicio oral; 3) en relación con la inadmisión de la
prueba propuesta; 4) en relación con el motivo referido a la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia, dado que se contestó por remisión a lo resuelto en relación con
el otro condenado, afirmando que se planteaban las mismas cuestiones cuando no es así;
5) ante la falta de respuesta fundada del motivo referido a la infracción de precepto
procesal; 6) y 7) en relación con la indebida aplicación de la agravante y la alegada
vulneración del derecho a la legalidad penal. Finalmente, el condenado afirma que hasta
el fallo es incongruente por cuanto la desestimación no se refiere específicamente a los
motivos atinentes a la infracción de preceptos constitucionales y a los relativos al
quebrantamiento de forma.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo dictó Auto de 25 de abril de 2001
desestimando el incidente de nulidad de actuaciones, afirmando que algunas de las
incongruencias aducidas no son más que discrepancias con la fundamentación de la
desestimación de los motivos así el 3 y el 7 ; otros alegan insuficiencia de respuesta que
no constituye incongruencia 1, 2, 4, 5 y 6. Sólo se acepta la incongruencia del fallo, que,
si bien no es motivo de nulidad, sí puede dar lugar a aclaración o a rectificación de
oficio, por lo que se procede a la subsanación y rectificación del fallo en los siguientes
términos: «No haber lugar a los recursos de casación por infracción de ley, por
infracción de precepto constitucional y por quebrantamiento de forma».
3. La demanda de amparo alega la vulneración de los derechos
fundamentales a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), a la defensa y a
utilizar los medios de prueba pertinentes (art. 24.2 CE), a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE), a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE), al secreto de
las comunicaciones (art. 18.3 CE) y a la legalidad penal (art. 25.1 CE).
a) En un primer bloque, denuncia el recurrente varias vulneraciones del
derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE).
1) Sostiene el recurrente, en primer término, que la Sentencia introdujo en la
relación de hechos probados un hecho que no constaba en el escrito de conclusiones
definitivas del Fiscal, colaborando de esta forma con la acusación. En particular, se
refiere al hecho relativo a que el acusado repartiría la cocaína transportada con otros
procesados, uno de ellos don José Luis Charlín Gama. Se alega que este hecho no fue
referido por el Ministerio Fiscal en ningún momento de la causa, ni en el juicio oral, ni
en las conclusiones provisionales, ni en las definitivas. Este hecho habría sido
introducido de forma gratuita por el Tribunal para sustentar el cambio de las
conclusiones provisionales al elevarlas a definitivas por el Ministerio Fiscal y la
atribución en ese momento de la agravante del art. 344 bis b) extrema gravedad o ser
jefe, administrador de la organización. Con base en dicha modificación se elevó la
petición de pena de 11 a 20 a±os. Razona el recurrente que de esta forma el Tribunal
colaboró con la acusación, perdiendo la imparcialidad que le corresponde.
2) Alega también el recurrente que ha sido sometido a una acusación
sorpresiva al modificarse las calificaciones e introducirse en las definitivas la agravante
del art. 344 bis b) CP de 1973. Afirma, además, que se ha hecho un uso torticero de la
facultad de modificar las conclusiones que otorga la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
pues el Fiscal afirmó que había sido un error no incluir en las calificaciones
provisionales la agravante y dicha Ley procesal sólo permite la modificación en base al
resultado de la prueba practicada en el juicio oral (arts. 732 y 733), no para enmendar
errores de calificación del Fiscal. De modo que si el Fiscal incurre en un error, cambia
las conclusiones y el Tribunal se lo permite, éste, al seguirle el juego, «no se comporta
con el equilibrio de imparcialidad que corresponde a su función, y que no es otra que
juzgar si la acusación está bien fundada, pero nunca ayudarla a enmendar su error». Por
ello, al aceptar la modificación del Fiscal por dichas razones, le auxilió en detrimento
del acusado y de las garantías propias de un proceso correcto, equilibrado e imparcial, y
vulneró el art. 24.2 CE y el art. 6.1 Convenio Europeo de Derechos Humanos (en
adelante CEDH).
3) El Sr. Martínez Santiago alega, por último, que se le ha condenado con
base en una valoración de la prueba realizada en otro proceso en el que no se oyó a su
defensa, como resulta con claridad del contenido de los fundamentos jurídicos 5 y 14 de
la Sentencia de la Audiencia Nacional.
b) Sostiene la demanda de amparo, en segundo término, la vulneración del
derecho a la defensa y a utilizar los medios de prueba pertinentes (art. 24.2 CE). Se
sustenta esta vulneración en la inadmisión de las pruebas propuestas por la defensa al
final del juicio oral al modificar el Ministerio Fiscal las conclusiones provisionales para
rebatir los nuevos hechos introducidos. Dicha inadmisión fue protestada y se aportó la
lista de preguntas a efectuar a los testigos propuestos. Se insiste en que la modificación
de las calificaciones supuso una variación relevante de los hechos, se±alándose que si el
escrito de calificaciones provisionales tenía 33 líneas, el de las calificaciones definitivas
tenía 90 líneas. Además, si no hubiera sido relevante, el Ministerio Fiscal no hubiera
modificado el escrito de calificaciones.
c) La vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) se
fundamenta, en primer lugar, en que las pruebas con base en las cuales se sustenta la
condena no son válidas, dada la falta de garantías procesales necesarias en su práctica.
De un lado, las declaraciones de un coimputado (don Manuel Baulo) prestadas en fase
sumarial y no reiteradas en el juicio oral por haber fallecido no serían válidas porque no
fueron sometidas a contradicción por el recurrente; es decir, porque no se le dio una
ocasión adecuada y suficiente para su contradicción. De otro, porque las escuchas
telefónicas en las que se basa la condena no se realizaron respetando el derecho al
secreto de las comunicaciones del art. 18.3 CE, dado que, de conformidad con la
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 30 de julio de 1998 (caso
Valenzuela Contreras), la ley espa±ola no da garantías suficientes a las escuchas y el
Juez no puede suplirlas. En segundo lugar, afirma el recurrente que las grabaciones de
las escuchas no aportaron pruebas concluyentes sobre su intervención en las
conversaciones. El recurrente siempre negó su participación, dos procesados le
exculparon en el juicio oral, y en las grabaciones de las conversaciones no resulta
indubitado que el recurrente hubiera participado; pues el informe pericial sobre la voz
acepta que no se puede reconocer la voz del recurrente con certeza, y los policías que
reconocieron la voz no estaban presentes en el juicio oral cuando se escucharon las
grabaciones. Finalmente, en este contexto, se a±ade que las conversaciones se
mantuvieron en gallego, sin que al escucharse las grabaciones estuviera presente un
traductor. En tercer lugar, sostiene el recurrente que, aunque se admitiera que una de las
voces que se grabó en las cintas fuera la suya, el contenido de las mismas no es
claramente incriminatorio. En cuarto lugar, alega que las declaraciones del coimputado
don Daniel Baulo no son suficientes, pues es un coimputado «arrepentido» al que se le
aplicó una atenuante analógica muy cualificada, siendo además premiado con el indulto
de su condena, informado favorablemente por el Ministerio Fiscal. En quinto lugar,
denuncia la demanda de amparo que no hubo motivación de la prueba en lo referente a
la posición especial en la organización, que dio lugar a la aplicación de la agravante del
art. 344 b) CP. Finalmente, se imputa al Tribunal Supremo no haber reparado la
vulneración y haber profundizado en ella al contestar el motivo del recurso de casación
por remisión a la contestación efectuada a otro condenado. Se afirma que esta
motivación por remisión no es conforme con el derecho a la presunción de inocencia
por cuanto las pruebas tenidas en cuenta para condenar a ambos procesados eran
distintas.
d) En un cuarto bloque, se aducen varias vulneraciones del derecho a la
tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE), que se atribuyen exclusivamente a
la Sentencia dictada en casación por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.
1) Se atribuye la vulneración de este derecho a la incongruencia omisiva en
que habría incurrido la Sentencia por haber dejado sin respuesta alguno de los
planteamientos del recurso de casación; en particular, la incongruencia omisiva afectaría
a una pretensión de lesión de un derecho fundamental. Se trataría de la falta de respuesta
a dos de las pretensiones relativas a la lesión del derecho al proceso con todas las
garantías, las referidas a la inoportunidad de la acusación del Fiscal al modificar la
acusación y a la remisión a las pruebas de otra Sentencia anterior.
2) De otro lado, se aduce falta de motivación, o motivación insuficiente de
la Sentencia de casación en relación con las respuestas dadas por el Tribunal Supremo a
las alegaciones de lesión del derecho a las pruebas pertinentes, del derecho a la
legalidad penal y del derecho a la presunción de inocencia, que se contesta por remisión
a lo resuelto respecto de otro condenado.
3) Se alega, finalmente, que el recurrente ha carecido de un recurso
efectivo, en el que se haya revisado en su integridad el fallo condenatorio y la pena,
como exige el art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Se
razona con base en la fundamentación del Dictamen del Comité de ONU de 11 de
agosto de 2000 sobre la casación espa±ola y el art. 14.5 PIDCP, insistiéndose en que no
cabe una nueva evaluación de las pruebas y que la decisión del Tribunal inferior sobre
los hechos es definitiva.
e) En quinto lugar, se argumenta la lesión del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE), con base en la doctrina de la STEDH, de 30 de julio de
1998, caso Valenzuela Contreras c. Espa±a, y nuestra STC 49/1999. Se denuncia la falta
de proporcionalidad de la medida por su excesiva duración, por su carácter prospectivo,
porque los indicios aportados en las solicitudes policiales son insuficientes y se basan en
conjeturas y porque los Autos de autorización son estereotipados y sin fundamentación.
Se reprocha también la falta de fe pública en la mayoría de las cintas y de sus
transcripciones y la ausencia de control judicial y de intervención de las partes en el
período de instrucción para someter a contradicción las escuchas.
f) Por último, se alega la vulneración del derecho a la legalidad penal (art.
25.1 CE), tanto en cuanto a la aplicación indebida de la agravante del art. 344 bis b) CP,
como porque esta disposición vulnera la garantía de lex certa, que requiere que la norma
esté redactada con la claridad suficiente para que el ciudadano pueda prever cuál es la
acción u omisión que le acarreará la sanción. Se afirma que el Fiscal no acertó a precisar
cuál era el plus a±adido de la conducta del recurrente que permitía la agravación y que
la Sentencia de la Audiencia Nacional no ha explicado cuáles son los criterios de
cantidad y calidad que avalan la extrema gravedad que la agravante exige.
4. Por providencia de 20 de marzo de 2002, la Sección Segunda de este
Tribunal acordó la admisión a trámite de la demanda de amparo, tras solicitar y recibir
de la Audiencia Nacional actuaciones relativas a las intervenciones telefónicas y acta
del juicio oral; y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, acordó, también, requerir a
la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo para que, en el plazo de diez días, remitiera
testimonio del recurso de casación núm. 1608/99, interesándose al propio tiempo que
por la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional se emplazare a
quienes fueron parte en el sumario núm. 15/92, del Juzgado Central de Instrucción núm.
5, con excepción del recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudieran
comparecer en el presente proceso de amparo. Asimismo, acordó abrir la pieza de
suspensión, que, tras ser tramitada, dio lugar al Auto de la Sala Primera de 22 de abril
de 2002, por el que se denegó la suspensión instada. Denegación que se mantuvo en
Auto de 23 de julio de 2002, que resolvió el recurso de súplica interpuesto por el
recurrente de amparo frente al primero.
5. Por providencia de 31 de mayo de 2002, la Sección Segunda tuvo por
recibidas las actuaciones de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo solicitadas y, tras
los escritos presentados, tuvo por personada a la Procuradora de los Tribunales do±a
Laura Lozano Montalvo en nombre y representación de don José Luis Hermida Paz.
Asimismo acordó requerir a la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional, para que en el plazo de diez días remitiera testimonio del acta de juicio oral
correspondiente al primer juicio que dio lugar a la Sentencia núm. 54/1995 de 15 de
septiembre, relativa al sumario núm. 15/92 del Juzgado Central de Instrucción núm. 5
de esa Audiencia, y de la mencionada Sentencia de 15 de septiembre de 1995, así como
las declaraciones sumariales prestadas por don Manuel Baulo Trigo correspondientes a
los días 13 de diciembre de 1991 (folio núm. 3040 de dicho sumario), día 18 de
septiembre de 1992 (folio núm. 4236), día 15 de diciembre de 1992 (folios núms. 4467
y 4468) y día 21 de diciembre de 1992 (folio núm. 4479).
6. Por diligencia de ordenación de la Secretaria de Justicia de la Sala
Primera de 11 de julio de 2002 se tuvieron por recibidos los testimonios de las
actuaciones solicitadas a la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional y por personada y parte a do±a Esther Rodríguez Pérez en nombre y
representación de do±a Rosa María Charlín Martínez. Asimismo y, de conformidad con
el art. 50.5 LOTC, se concedió un último plazo de cinco días al Procurador don
Alejandro Utrilla Palombí, para que presentara escritura de poder original, advirtiéndole
de los efectos que su no presentación tendría. Por diligencia de ordenación de la
Secretaria de Justicia de la Sala Primera de 24 de julio de 2002, tras haber transcurrido
el plazo se±alado, se acordó no tener por personado y parte al citado Procurador. En la
misma diligencia, y a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, se acordó dar vista de
las actuaciones por plazo común de veinte días al Ministerio Fiscal y a los Procuradores
personados, para que en dicho plazo efectuaran las alegaciones que estimaren
pertinentes.
7. Por escrito registrado en este Tribunal el 19 de septiembre de 2002, el
demandante de amparo reiteró las alegaciones de la demanda, dándolas por
reproducidas en su integridad.
8. Por escrito registrado en este Tribunal el 20 de septiembre de 2002, la
representación de don José Luis Hermida Paz se adhirió al presente recurso de amparo,
haciendo suyas y dando por reproducidas las manifestaciones vertidas en la demanda.
Con la intención de reforzar las tesis del recurrente se argumenta específicamente que la
lesión del principio de igualdad de armas fue una constante durante el juicio oral, como
lo demuestra el que se permitiera escuchar cintas en gallego sin traducción, que, por ser
lengua desconocida para las defensas, impidió su adecuada contradicción. Se aduce que
el Ministerio Fiscal, lejos de ser garante de los derechos del proceso, se permitió la
redacción de un escrito de conclusiones definitivas totalmente distinto del escrito de
conclusiones provisionales, tanto para el recurrente de amparo como para el Sr.
Hermida Paz, de modo que con ello se permitía la imposición de una pena muy superior
a la que no hubiera sido posible la condena sin esa modificación. Se afirma que el art.
732 LECrim permite la modificación de las conclusiones una vez practicadas las
diligencias de prueba en el juicio oral, pero que ello no significa que puedan
introducirse hechos nuevos distintos a los que fueron objeto de acusación en el trámite
de calificación provisional. En aras de garantizar el derecho de defensa del acusado la
ley exige que la acusación sea precisa y clara respecto del hecho y del delito por el que
se formula y que la Sentencia sea congruente con tal acusación, sin introducir ningún
elemento nuevo del que no hubiera existido antes posibilidad de defenderse. Se se±ala
que en el caso es inconcuso que el escrito de conclusiones definitivas introdujo nuevos
elementos frente a los que no existía posibilidad de defenderse en el juicio oral.
En relación con la alegada vulneración del derecho a la presunción de inocencia,
se argumenta que no deberían servir como prueba de cargo las declaraciones sumariales
del fallecido don Manuel Baulo porque se prestaron bajo secreto del sumario, por lo que
no se pudieron someter a contradicción, así como tampoco en el juicio oral, por cuanto
estaba ya fallecido. Igualmente se aduce que las declaraciones de don Daniel Baulo
tampoco pueden servir a la condena dado que es un coimputado arrepentido que se negó
a contestar a las preguntas de las defensas afirmando que no contestaría a los asesinos
de su padre, lo que evidencia su animadversión hacia el resto de los procesados.
Finalmente, se impugna también la validez de las escuchas telefónicas, de las cintas y
sus transcripciones, en los mismos términos que lo hace la demanda de amparo,
afirmando también su insuficiencia como prueba porque no se pudieron identificar las
voces de los procesados mediante su audición en el juicio oral, sino a través de dos
policías que realizaron las escuchas diez a±os antes.
9. Por escrito registrado en este Tribunal el 23 de septiembre de 2002, el
Fiscal interesó la desestimación de la demanda de amparo, a pesar de considerar que el
Tribunal Supremo había incurrido en incongruencia omisiva.
a) En primer término, el Fiscal argumenta en relación con la alegación
relativa a la vulneración del principio acusatorio que si bien dicha lesión se produce
cuando se alteran de forma esencial los hechos, introduciendo elementos nuevos, sin
embargo, en el caso, la Sala se ci±e en su Sentencia a la genérica conducta de los
procesados rectificando en la declaración de hechos probados aspectos fácticos de
carácter accidental que no modifican la concreta operación que describen. Así se
considera anecdótica la diferencia de la cuantía del beneficio se±alada en el escrito de
conclusiones, además de implicar una reducción cuantitativa del beneficio.
b) En cuanto a la lesión del derecho a ser informado de la acusación, dada la
modificación fáctica y jurídica producida en las calificaciones definitivas, sostiene el
Fiscal que con carácter general la decisión judicial de condenar con base en las
calificaciones definitivas no puede generar indefensión ni limitación del derecho a
conocer la acusación, pues en tales casos la Sentencia se pronuncia sobre el debate
fáctico y jurídico habido en el juicio oral. Cita al efecto nuestra STC 62/1998 que
recuerda que los límites de la congruencia se fijan en las calificaciones definitivas.
Afirma, además, el Fiscal que las modificaciones producidas, si bien introducen una
redacción más completa de los hechos, no introducen diferencias sustanciales, pues la
única adición es la relativa a que el recurrente se trasladó a Portugal con la finalidad de
recibir la mercancía, y la misma no agrava lo más mínimo la conducta del procesado.
Considera que dicha modificación no ha podido producir indefensión porque se efectúa
«tras el debate contradictorio en el juicio oral», en el que se habrá sometido a
contradicción el medio de prueba en base al cual el Fiscal llega a la conclusión, además
de que la defensa tiene la posibilidad de negar u oponerse al relato de hechos propuesto
por el Fiscal en el trámite de informe oral, e inmediatamente después, el propio acusado
mediante el empleo de su derecho a la última palabra. Finalmente, respecto de la
proposición del subtipo agravado entiende el Fiscal que tampoco puede estimarse que la
acusación fuera sorpresiva pues, de un lado, es fruto de un manifiesto error, ya que
figuraba en el escrito de conclusiones que dio lugar a la Sentencia de 15 de septiembre
de 1995, y, de otro, la totalidad de los elementos que integran la descripción típica de la
figura genérica y la figura agravada se hallaban contenidos en el escrito de conclusiones
provisionales, por lo que pudo advertir con anterioridad al juicio oral la probable
modificación de las calificaciones. En definitiva, el Fiscal sostiene que no hubo ni
condena sorpresiva ni limitación de las posibilidades de alegación y prueba.
c) Considera el Ministerio Fiscal que tampoco se ha vulnerado el derecho a
las pruebas pertinentes, alegación íntimamente conectada con la anterior, pues, si bien el
art. 746.6 LECrim contempla la suspensión de la vista oral, sin embargo la admisión de
pruebas es facultad discrecional y no toda inadmisión genera la lesión de este derecho.
En particular, aduce que los razonamientos de la Audiencia Nacional fundamento
jurídico 4 para inadmitir las pruebas son razonables al se±alar que no se ha producido
una modificación relevante de los hechos que requiera nueva prueba, sino una
modificación de la calificación jurídica de los invariados hechos de la que la defensa ha
tenido conocimiento, y que, al no suponer la adición de circunstancias que no fueran
conocidas con anterioridad, no justifica la práctica de ninguna prueba, y en concreto de
la testifical propuesta. En consecuencia, la prueba en cuestión sería irrelevante al no
tener incidencia decisiva en la resolución del pleito, además de que el recurrente no ha
cumplido con la carga de fundamentar en la demanda la relevancia de la misma para la
decisión del proceso, limitándose a se±alar la necesidad de interrogar a los testigos para
evitar que se considere su participación como de extrema gravedad.
d) Respecto de la alegación relativa a la lesión del derecho a la presunción
de inocencia, dada la invalidez de las intervenciones telefónicas, razona el Fiscal que las
irregularidades que se aducen respecto de las cintas y las transcripciones, de
conformidad con la jurisprudencia constitucional, no inciden en el derecho al secreto de
las comunicaciones (art. 18.3 CE), sino, en su caso, en el derecho al proceso con todas
las garantías (art. 24.2 CE). De las irregularidades aducidas, la referente a que las cintas
se incorporaron después de dictar las prórrogas con base en la STC 82/2002, afirma que
ello no implica siempre falta de control judicial, si se se±alaron plazos para la
intervención y el Juez conoció periódicamente su resultado mediante los informes
policiales correspondientes. De otra parte, ni esta irregularidad ni la relativa a la falta de
firma del Secretario judicial en las transcripciones y las cintas tuvieron incidencia en la
forma en que fue practicada la prueba en el juicio, por cuanto las cintas originales
fueron custodiadas por el órgano judicial y escuchadas en el juicio oral, constituyendo
las cintas el material probatorio valorado, de modo que las transcripciones sólo se
valoraron para afirmar la coincidencia entre lo transcrito y lo registrado en el soporte
magnetofónico.
Argumenta el Fiscal que tampoco la remisión a lo argumentado en los
fundamentos jurídicos 5 y 6 de la Sentencia anterior constituye ninguna vulneración,
pues no existe obstáculo para que las argumentaciones de carácter jurídico se extiendan
al demandante de amparo, cuando además se trata de trasposiciones de doctrina general
del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, y teniendo en cuenta que se trata
de las mismas cintas oídas en el primer juicio que reflejan las mismas conversaciones
que en su día sirvieron para dictar la correspondiente Sentencia condenatoria. Por ello
no se alcanza a comprender, en opinión del Fiscal, en qué medida se le puede haber
ocasionado indefensión al recurrente.
En cuanto a la invalidez de las declaraciones sumariales del fallecido don
Manuel Baulo, sostiene el Fiscal que, de conformidad con la doctrina constitucional
(SSTC 141/2001 y 2/2002), basta con dar una ocasión para la contradicción de las
declaraciones, y, en el caso, aunque no pudo hacerse efectiva la contradicción en el
plenario dado el fallecimiento del testigo, la declaración, incorporada como prueba
preconstituida pudo ser sometida a contradicción desde el procesamiento del recurrente,
antes del fallecimiento del testigo, sin que el recurrente propusiera diligencia alguna
para su contradicción.
Finalmente, respecto de las declaraciones del coimputado don Daniel Baulo,
considera el Fiscal que tampoco la condena basada en dichas declaraciones vulnera el
derecho a la presunción de inocencia, por cuanto no fue la única prueba en que aquélla
se sustentó sino en las declaraciones de don Manuel Baulo, de don José Luis Charlín,
del propio recurrente en fase sumarial y la audición de las cintas originales en el juicio
oral.
e) Sobre la lesión del derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión
por la incongruencia omisiva en la que habría incurrido el Tribunal Supremo, reconoce
el Fiscal que es cierto que en el apartado B) del primer motivo de casación se enuncian
tres pretensiones y sin embargo sólo se contesta a la primera de ellas; omisión que no se
reparó en el incidente de nulidad, pues se inadmitió, argumentando que se habría
obtenido una respuesta tácita. Sin embargo, el Fiscal se±ala que la lacónica respuesta
del Tribunal Supremo no dio respuesta ni expresa ni tácita a las concretas peticiones.
Ahora bien, entiende el Fiscal que en la medida en que la pretensión se refería a la
cuestión de la fundamentación por remisión a la anterior Sentencia en lo relativo a las
cintas, y teniendo en cuenta que con ello el recurrente estaba intentando la reparación de
la vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE), que no se
habría logrado en vía ordinaria; «infracción de un derecho fundamental sustantivo, que
al no haber sido remediado [sic] ha de ser replanteado [sic] ante esta instancia
constitucional». En definitiva, en su opinión no cabría aducir la lesión del derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva.
f) En cuanto a la lesión del derecho a la tutela judicial por no haber tenido
un recurso efectivo, dado los límites de la casación, razona el Ministerio Fiscal que la
cuestión ha sido resuelta en sentido negativo por este Tribunal en la STC 70/2002, cuya
argumentación reproduce, y afirma que el Tribunal Supremo, al examinar la presunta
vulneración del derecho a la presunción de inocencia, analizó, aunque de forma
sintética, la prueba de cargo, considerando que las pruebas habían sido llevadas a cabo
con las debidas garantías y que se habían valorado de forma lógica y racional.
g) Sobre la vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones, el
Fiscal afirma que las intervenciones telefónicas no lo lesionaron, pues, de un lado, los
Autos están motivados y se basan en auténticas sospechas y en una intensa labor
policial previa de seguimiento y observación de los procesados; y de otro, se motivaron
por remisión a los oficios policiales en los que constan las sospechas, efectuando éstos
una dación de cuentas quincenal y la remisión de las cintas originales, produciéndose así
un control judicial suficiente.
h) Finalmente, ninguna vulneración del derecho a la legalidad penal
advierte el Fiscal a partir del canon constitucional aplicable (SSTC 137/1997, 151/1997,
42/1999 y 174/2000), pues la Audiencia Nacional, al aplicar el subtipo agravado, con
cita de abundante jurisprudencia del Tribunal Supremo, especificó cuáles son los
elementos que tienen que concurrir para poder aplicar la agravante, valorando la
particular conducta desarrollada en la génesis o ideación del delito, el impulso prestado
para lograr su fin o la naturaleza y entidad de los medios empleados para su logro.
10. Por providencia de 10 de febrero de 2003 se se±aló para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 13 del mismo mes y a±o.
Fundamentos:
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD
QUE LE CONFIERE LA CONSTITUCIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar parcialmente el amparo solicitado por don Enrique Martínez Santiago y,
en consecuencia:
1º Reconocer el derecho del demandante a la defensa en relación con el
derecho a ser informado de la acusación y a las pruebas pertinentes (art. 24.2 CE).
2º Restablecerle en su derecho y, a tal fin, anular la Sentencia de la Sección
Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 26 de octubre de 1999, la
Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 30 de octubre de 2000 y el
Auto de la misma Sala de 25 de abril de 2001, tan sólo en lo relativo al pronunciamiento
de condena del recurrente de amparo.
3º Retrotraer las actuaciones a la Audiencia Nacional al momento posterior
al de presentarse el escrito de conclusiones definitivas por el Fiscal o al que la Sala
estime pertinente en los términos se±alados en el fundamento jurídico décimo de la
presente Sentencia.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a trece de febrero de dos mil tres.
Voto:
S.TC. 78/2005
Referencia número: 78/2005
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 4/4/2005
Publicación BOE: 20050510 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Pascual Sala Sánchez
Número registro: 6698-2002/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Leoncio de Frutos Salvador y otros frente a
Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid que, en grado de apelación, les condenó por un
delito de alzamiento de bienes. Vulneración del derecho a un proceso con garantías: condena
pronunciada en apelación sin haber celebrado vista pública (STC 167/2002).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, don Eugeni Gay Montalvo, doña Elisa Pérez
Vera, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6698-2002, promovido por don Leoncio de Frutos
Salvador, don Miguel —ngel de Frutos Pecharromán, don Jorge de Frutos Pecharromán, don
Rubén de Frutos Pecharromán y don César de Frutos Pecharromán, representados por la
Procuradora de los Tribunales doña Josefina Ruiz Ferrán y asistidos por el Abogado don Jesús
Ignacio Fernández Fernández, contra Sentencia dictada por la Sección Decimoquinta de la
Audiencia Provincial de Madrid el 7 de octubre de 2002, recaída en el rollo de apelación núm.
348-2002, que estimó el recurso de apelación interpuesto contra la Sentencia del Juzgado de lo
Penal núm. 8 de Madrid de 18 de junio de 2002, recaída en procedimiento abreviado (juicio oral
núm. 455-2001) por delito de alzamiento de bienes. Ha intervenido el Ministerio Fiscal y ha sido
parte la entidad financiera Bancobao, S.A., representada por la Procuradora de los Tribunales
doña Paloma Ortiz-Cañavate y asistida por el Abogado don Diego Quintanilla López-Tafall. Ha
sido Ponente el Magistrado don Pascual Sala Sánchez, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 25 de noviembre de 2002 doña
Josefina Ruiz Ferrán, Procuradora de don Leoncio de Frutos Salvador y de don Miguel —ngel,
don Jorge, don Rubén y don César de Frutos Pecharromán, interpuso recurso de amparo contra
la Sentencia indicada en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. Los hechos en que se fundamenta el presente recurso son, en síntesis, los siguientes:
a) El Juzgado de lo Penal núm. 8 de Madrid, mediante Sentencia dictada el 18 de junio
de 2002, absolvió a los ahora recurrentes de amparo del delito de alzamiento de bienes por el
que venían siendo acusados por el Ministerio Fiscal y por la acusación particular ejercitada por la
financiera Bancobao, S.A. El citado Juzgado estimó probados los siguientes hechos:
"Con fecha 31 de enero de 1992 Leoncio de Frutos Salvador (mayor de edad y sin
antecedentes penales), en su calidad de representante de Transportes Frutos, SL, celebró con.
administrador de CADOCSA, un contrato de cesión por un período de 3 años, sobre la máquina
retroexcavadora... en concepto de pago parcial de la deuda que esta última empresa había
contraído con la primera.
Desaparecida la máquina, sujeta a una reserva de dominio a favor de la Financiera
Bancobao, S.A., se inició un procedimiento penal, que concluyó con sentencia absolutoria de 13
de mayo de 1996, dictada por la Audiencia Provincial de Burgos, que revocaba la condena del
acusado Sr. de Frutos impuesta por el Juzgado de lo Penal núm. 2 de Burgos por delito de
apropiación indebida.
El 14 de noviembre de 1996 Leoncio otorgó en Madrid sendas escrituras públicas. En la
primera de ellas enajenaba un total de 17 fincas rústicas del término municipal de Aranda de
Duero a la empresa Cable Traductor, S.L., sociedad integrada por sus 4 hijos, los también
acusados Miguel —ngel, Jorge, Rubén y César de Frutos Pecharromán (mayores de edad y sin
antecedentes penales), fijándose un precio global de 1.000.000 ptas., que no consta fuera
recibido por el vendedor. En la segunda transmitió a sus 4 hijos por cuartas partes indivisas 3
fincas urbanas sitas en Aranda de Duero en pago de una deuda alimenticia que expresaba haber
contraído con sus descendientes.
El 7 de mayo de 1997 la Financiera Bancobao promovió demanda de juicio declarativo
de menor cuantía contra Leoncio ante el Juzgado de Primera Instancia núm. 4 de Burgos, autos
171/97, procedimiento en el que se dictó sentencia el 10-3-1998, confirmada por otra de la
Audiencia Provincial de 9-9-98, que estimaba íntegramente la demanda y condenaba al
demandado a abonar a la actora 12.852.000 ptas. con los intereses legales desde la
interpelación judicial.
Iniciada la ejecución de la sentencia y acordado el embargo sobre distintos bienes del
ejecutado, entre ellos algunas de las fincas transmitidas por las escrituras públicas referidas, no
pudo llevarse a efecto la traba al figurar inscritos los inmuebles en el Registro de la Propiedad a
nombre de persona distinta del deudor."
El Juzgado a quo absolvió a los ahora recurrentes al no existir prueba de cargo
suficiente como para desvirtuar el derecho a la presunción de inocencia ante la subsistencia de
la duda jurisdiccional sobre la presencia del ánimo defraudatorio en los acusados cuando se
produjeron los actos de disposición en perjuicio del acreedor (la antes citada entidad Bancobao).
En este sentido el Juzgado estimó que "la deuda era insegura e incierta y nada hacía suponer al
obligado (el Sr. de Frutos Salvador, padre de los demás coacusados) que se le iba a demandar
con base en el art. 1902 del Código Civil y que, absuelto en el procedimiento penal,
verosímilmente podría derivarse de su conducta una responsabilidad civil exigida directamente y
sin previa reclamación a la sociedad que gestionaba".
b) La representación de la acusación particular interpuso recurso de apelación contra la
citada Sentencia absolutoria al amparo tanto de cuestiones de hecho (error en la valoración de la
prueba cometido por el Juzgador a quo) como de derecho, que fue admitido en ambos efectos.
Impugnaron el recurso el Ministerio Fiscal y los ahora recurrentes en amparo. Recibidos los
autos en la Sección Decimoquinta de la Audiencia Provincial de Madrid, ese Tribunal dictó
Sentencia el 7 de octubre de 2002, por la que estimaba el recurso de apelación interpuesto,
revocaba la Sentencia absolutoria impugnada y condenaba a los acusados como autores de un
delito de alzamiento de bienes a las siguientes penas: a don Leoncio a la pena de un año y seis
meses de prisión, con la accesoria de inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de
sufragio pasivo durante la condena, y multa de dieciocho meses con una cuota diaria de 6 euros,
y la responsabilidad personal en caso de impago a razón de un día de privación de libertad por
cada dos cuotas insatisfechas. Y a don Miguel —ngel, Jorge, Rubén y César de Frutos a la pena
de un año de prisión, con la accesoria de inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de
sufragio pasivo durante la condena y multa de doce meses, con una cuota de 6 euros, y la
responsabilidad personal en caso de impago a razón de un día de privación de libertad por cada
dos cuotas insatisfechas, así como la nulidad de las dos escrituras públicas de compraventa
realizadas el día 14 de noviembre de 1996.
La Sala de Madrid aceptó sólo parcialmente los hechos probados, pues añadió a los
mismos la intención defraudadora tanto en el padre ["con la intención (don Leoncio) de
imposibilitar el eventual cobro de la deuda ya mencionada"] como en sus hijos ("quienes en todo
momento eran conscientes de la intención de su padre de evitar el cobro de la deuda que en su
día le reclamó por la vía penal la entidad financiera Bancobao S.A."). Para alcanzar esta
conclusión condenatoria la Audiencia tuvo en consideración "la abundante prueba documental
que obra en la causa" (que acreditaba la preexistencia de la deuda y las posteriores
transacciones realizadas por el padre a favor de sus hijos) así como "lo inverosímil de las
explicaciones dadas por los acusados, que todos ellos eran conscientes de que la maniobra ya
descrita tenía como fin aparentar la insolvencia del acusado". Finalmente, en el fundamento de
Derecho tercero se afirmó:
"De los hechos declarados probados es autor el acusado Leoncio Frutos y coautores sus
hijos Miguel —ngel, Jorge, Rubén y César de Frutos Pecharromán, todos ellos mayores de edad,
pues realizan materialmente la conducta prevista en el art. 257.1.2 del Código penal, pues
conocían lo inopinado de dicha supuesta venta, denominada por el propio acusado Leoncio de
Frutos como un acto de liberalidad y por tanto dirigida a dificultar la traba futura de dichos bienes.
La explicación de que se trataba del pago de una deuda alimentaria adquirida con anterioridad
no es plausible como ya se razonó más arriba, pues lo lógico si fuera así habría sido donarla a
sus hijos cuando aún eran menores para su manutención o enajenarlas entonces con el mismo
fin y no cuando ya son mayores de edad, máxime cuando además alude al escaso valor de las
rústicas y se reserva el derecho de habitación en una de las urbanas con lo cual mantiene el
control sobre las mismas. En el juicio como toda explicación dijo que había tenido muy
abandonados a sus hijos y decidió transmitirles las fincas porque casi ni habían podido estudiar,
pero preguntado si existía alguna circunstancia familiar en aquel momento que condujera a esa
decisión, dijo que no. A continuación dijo que los estudios se los habían pagado otros familiares,
a los cuales sin embargo no les donó las fincas que transmitió a sus hijos o a Cable Traductor SL
en pago de esa supuesta deuda."
3. Los recurrentes basan su demanda de amparo en una doble lesión del art. 24.2 CE: la
primera descansa sobre el derecho fundamental a un proceso con todas las garantías y la
segunda en la presunción de inocencia. En relación con la primera queja estiman de aplicación al
caso la doctrina reiterada de este Tribunal, establecida a partir de la STC 167/2002, "al haber
procedido la Audiencia Provincial a revisar y corregir la valoración razonada y motivada que
sobre las declaraciones de los acusados había efectuado en primera instancia el Juzgador a
quo, sin respetar los principios de inmediación y contradicción, realizando una nueva inferencia a
partir de las distintas declaraciones prestadas en fase de instrucción y en la fase plenaria por don
Leoncio de Frutos Salvador y sus cuatro hijos, sin haberse pedido vista por la parte apelante, ni
haberse practicado prueba en fase impugnatoria, imprescindible para, sin merma de los
principios ya mencionados. realizar una nueva valoración de la prueba testifical por parte del
Juzgador ad quem".
Respecto de la segunda queja también entienden que la Audiencia de Madrid ha dictado
una Sentencia con vulneración de su derecho fundamental a la presunción de inocencia, porque
el fallo condenatorio "no se sustenta en prueba de cargo alguna, como tampoco mínimamente
válida sobre los elementos típicos del delito de alzamiento de bienes". La Sentencia de apelación
se basó en una inexistente prueba indiciaria, deduciendo los elementos objetivos y subjetivos del
mencionado delito de una serie indicios totalmente abiertos e indeterminados sobre los que no
es posible construir un juicio de inferencia que sea respetuoso con el derecho fundamental
invocado. Entienden los recurrentes que la resolución condenatoria dictada por la Sala se ha
apoyado en las contradicciones en las que incurrieron los acusados en sus diferentes
declaraciones a lo largo del proceso y en el hecho de que se hubieran otorgado entre ellos dos
escrituras públicas de compraventa de varios bienes inmuebles, realizadas todas en la misma
fecha y por un precio muy inferior al de mercado, de donde deduce la voluntad defraudatoria de
los intereses de la entidad financiera Bancobao que ejercitaba la acusación particular, sin tener
en cuenta que, cuando se llevaron a efecto las ventas, ya había recaído la Sentencia penal
absolutoria firme y aún no se había promovido demanda civil contra el Sr. de Frutos, quien, por
otra parte, no podía prever que la pretensión fuera a dirigirse contra él a título personal y no
contra la mercantil Transportes de Frutos, S.L., que era la realmente obligada por el inicial
contrato de cesión, que él había suscrito, pero en calidad de representante legal de la citada
entidad.En mérito de todas estas alegaciones solicitan la anulación de la antes mencionada
Sentencia dictada en grado de apelación.
4. Por providencia de 28 de octubre de 2003 la Sala Segunda acordó admitir a trámite la
demanda de amparo y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, dirigir atentas comunicaciones
a los órganos judiciales competentes para la remisión de certificación o fotocopia adverada de
las actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, a excepción
de los demandantes, para que, si lo desearen, pudiesen comparecer en el plazo de diez días en
el presente recurso de amparo. Igualmente se acordó formar la correspondiente pieza separada
de suspensión, en la cual, tras los trámites oportunos, esta Sala dictó el Auto de 5 de mayo de
2004 acordando, solamente, la suspensión de las penas privativas de libertad, incluida la
responsabilidad personal en caso de impago de la multa, y de las penas accesorias impuestas a
los demandantes de amparo.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Segunda de este
Tribunal, de 3 de junio de 2004, se acordó tener por personada y parte en el procedimiento a la
Procuradora doña Paloma Ortiz-Cañavate Levenfeld en nombre y representación de financiera
Bancobao, S.A., y dar vista de las actuaciones a las partes personadas y al Ministerio Fiscal, por
plazo común de veinte días, para presentar las alegaciones que estimasen pertinentes, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC.
6. La entidad mercantil financiera Bancobao, S.A., presentó, como parte recurrida en el
presente amparo, escrito de alegaciones registrado el 7 de julio de 2004, por el que solicitaba la
desestimación del recurso. Respecto del primero de los motivos del recurso de amparo, basado
en la presunta lesión del derecho fundamental a un proceso con todas las garantías, la citada
entidad puso de manifiesto la inconsistencia del mismo debido a que la prueba de cargo en la
que se basó el Tribunal de apelación no fue la personal, sino la "abundante prueba documental
que obra en la causa", y que consistía en la escritura por la que se vendieron 17 fincas rústicas a
una supuesta entidad denominada Cable Traductor, S.L., que no constaba en el registro, la falta
de constancia del pago del precio (un millón de pesetas) de dicha compraventa, la escritura
pública por la que se vendieron fincas urbanas a los cuatros hijos por cuartas e iguales partes
indivisas, sin que tampoco constara el crédito de los hijos contra el padre motivo de la
contraprestación a la transmisión, y la escritura de separación de bienes en que la maquinaria de
la empresa, vehículos de transporte, se puso a nombre de la mujer del Sr. de Frutos; así como
del hecho evidente de que la citada entidad, propietaria del vehículo cuyo valor superaba los
doce millones de pesetas, fuera a ejercitar acciones civiles de resarcimiento por los daños
padecidos en contra de don Leoncio de Frutos.
Finalmente, también impugnó el motivo basado en la vulneración del derecho
fundamental a la presunción de inocencia al sostener la existencia de prueba de cargo
válidamente obtenida y practicada, de la cual la Sala dedujo motivadamente la responsabilidad
criminal de los ahora recurrentes en amparo. Para ello señaló, en primer lugar, la realidad
indubitada del crédito a favor de Bancobao, así como la obligación incumplida del Sr. de Frutos
de devolver la máquina retroexcavadora a la acreedora; este hecho se acreditó mediante la
documental obrante en autos. En segundo lugar también constaba, gracias a la documental, la
enajenación de los bienes para sustraerlos del destino solutorio a que se hallaban afectos, así
como la situación de insolvencia del deudor como consecuencia de la actividad dinámica y
transmisiva antes referida. Finalmente observó que "es indiscutible la concurrencia de un
elemento subjetivo específico, tendencial, consistente en la intención de causar perjuicio al
acreedor". Por todo ello solicitó la desestimación del recurso y la condena en costas de los
recurrentes en amparo.
7. El día 8 de julio de 2004 los recurrentes presentaron en el Registro General de este
Tribunal su escrito de alegaciones en el que, básicamente, se limitaron a ratificar los argumentos
y peticiones ya realizados en su anterior escrito de demanda.
8. Finalmente, en escrito de alegaciones registrado el 13 de julio de 2004, el Ministerio
Fiscal interesó la estimación parcial de la demanda. Tras realizar el correspondiente análisis de
los hechos y de los motivos del recurso de amparo, estimó producida la vulneración del art. 24.2
CE porque la Sala de apelación procedió "a la revisión de la prueba personal practicada con
infracción del principio de inmediación, puesto que, sin haber celebrado vista oral y sin haber
oído a los. acusados. ha valorado nuevamente las declaraciones realizadas por aquéllos en la
fase de instrucción y en el propio juicio oral", indicando las continuas alusiones realizadas por la
Sala en su Sentencia (fundamentos de derecho primero a tercero) a lo que dijeron los acusados
en la vista. En opinión del Fiscal, "la Sala, a la hora de dictar su sentencia, tuvo en cuenta,
además de la documental obrante en las actuaciones, un conjunto de prueba personal
consistente, sobre todo, en las declaraciones de los propios recurrentes que, como acusados en
el procedimiento, realizaron diferentes manifestaciones durante la fase de instrucción y más
tarde en la de juicio oral, prueba ésta que fue revisada en nueva valoración por el Tribunal de
Apelación sin haber celebrado vista oral y sin haber oído a los acusados, con lo que se halla en
franca contradicción con la doctrina establecida por el TEDH y por el TC. sobre las exigencias
derivadas del principio de inmediación".
Sin embargo el Ministerio Fiscal no comparte la tesis de los recurrentes respecto de la
lesión del derecho fundamental a la presunción de inocencia dada a la importante presencia de
la prueba documental obrante en las actuaciones, que no precisa de inmediación y de la que se
deducen una serie de elementos de hecho que pueden ser tenidos en cuenta por el Tribunal ad
quem "para que, sobre la base del necesario juicio de inferencia, pueda efectuar una nueva
valoración de dicha prueba". Motivo por el cual, con cita de las SSTC 230/2002 y 12/2004,
relativas a casos en que se había condenado en apelación por delito de alzamiento de bienes
luego de un inicial pronunciamiento absolutorio del Juzgado de lo Penal, estima prematuro que
este Tribunal se pronuncie sobre la alegada vulneración del citado derecho contenido en el art.
24.2 CE.
9. Por providencia de 31 de marzo de 2005 se señaló para la deliberación y fallo el día 4
de abril del mismo año.
Fundamentos:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 10743-2006, promovido por don Gerardo Álvarez Reza,
Licenciado en Derecho, quien comparece por sí mismo, ante la falta de resolución del incidente
de recusación planteado por el propio demandante en fecha 7 de noviembre de 2005 en el rollo
de apelación penal núm. 70-2005 de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Ourense,
y que a la fecha de la demanda, de 23 de noviembre de 2006, aún no había sido resuelto, y ante
la falta de resolución del recurso de apelación penal contra la Sentencia de fecha 29 de junio de
2005 dictada en el referido Juzgado de lo Penal núm. 2 de Ourense en los autos de
procedimiento abreviado núm. 29-2005, como consecuencia de la falta de resolución del referido
incidente de recusación. Ha intervenido el Ministerio Fiscal y ha sido Ponente el Magistrado don
Eugeni Gay Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito de 23 de noviembre de 2006, registrado en este Tribunal el día 29 del
mismo mes, don Gerardo Álvarez Reza, Licenciado en Derecho, quien comparece por sí mismo,
interpuso demanda de amparo constitucional por vulneración del derecho a no padecer
dilaciones indebidas (art. 24 CE) ante la falta de resolución del incidente de recusación planteado
por el propio demandante en fecha 7 de noviembre de 2005 en el rollo de apelación penal núm.
70-2005 de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Ourense, dimanante del
procedimiento abreviado núm. 29-2005 del Juzgado de lo Penal núm. 2 de Ourense, y que a la
fecha de la demanda, 23 de noviembre de 2006, aún no había sido resuelto. La demanda se
refiere asimismo a la vulneración del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas ante la falta
de resolución del recurso de apelación penal interpuesto contra la Sentencia de fecha 29 de junio
de 2005 dictada por el referido Juzgado de lo Penal núm. 2 de Ourense en los autos de
procedimiento abreviado núm. 29-2005, como consecuencia de la falta de resolución del
señalado incidente de recusación.
2. La demanda de amparo tiene su origen en los siguientes hechos:
a) Mediante Sentencia de 29 de junio de 2005, dictada por el Juzgado de lo Penal núm.
2 de Ourense en los autos de juicio oral núm. 29-2005, dimanantes de las diligencias previas
núm. 528-2002 del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 4 de Ourense, se condenó
al demandante de amparo, don Gerardo Álvarez Reza, como autor de un delito continuado de
calumnias previsto en el artículo 205 del Código Penal, a la pena de multa de diez meses con
una cuota diaria de 25 euros.
Contra dicha Sentencia, la representación procesal del condenado interpuso recurso de
apelación mediante escrito de fecha 12 de septiembre de 2005, solicitando la revocación del
pronunciamiento condenatorio y, por tanto, la absolución del acusado.
b) Mediante Auto de fecha 28 de octubre de 2005, la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Ourense estimó justificadas las abstenciones de los Magistrados don Abel
Carvajales Santa-Eufemia y don Manuel Cid Manzano al amparo de las causas 7 y 11,
respectivamente, del artículo 219 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, apartándoles del
conocimiento del recurso de apelación penal interpuesto por el demandante de amparo.
En esta misma resolución se daba cuenta del Acuerdo adoptado por el Presidente de la
Audiencia Provincial de Ourense por el que se acordaba la designación de las Magistradas doña
Josefa Otero Sevane y doña Ángela Irene Domínguez-Viguera como integrantes de la Sección
Segunda a los efectos de resolver el recurso de apelación interpuesto contra la Sentencia
dictada por el Juzgado de lo Penal núm. 2 de Ourense, designándose, a su vez, como Ponente
de la causa a la Magistrada doña Ana María del Carmen Blanco Arce.
c) Notificada dicha resolución en fecha 3 de noviembre de 2005, el demandante de
amparo presentó el día 7 de noviembre de 2005 ante la Secretaría de la Audiencia Provincial de
Ourense escrito formulando incidente de recusación contra el Presidente de la Audiencia
Provincial de Ourense, Magistrado don Fernando Alañón Olmedo y contra las dos Magistradas
designadas para conocer del recurso de apelación ya referido, doña Josefa Otero Sevane y doña
Ángela Irene Domínguez-Viguera, amparado en la falta de imparcialidad y solicitando que se
estimara la recusación planteada y se apartara al Magistrado y a las Magistradas recusadas del
conocimiento así como de toda decisión y actuación respecto del rollo de apelación núm. 70-
2005.
d) El día 18 de noviembre de 2005, el demandante de amparo presentó un nuevo escrito
solicitando se le informara sobre el estado de tramitación del incidente de recusación, con
indicación concreta de los trámites o actuaciones desarrolladas en relación con el mismo.
e) En fecha 21 de noviembre de 2005, la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de
Ourense dictó una providencia admitiendo a trámite el incidente de recusación formulado,
acordando, a su vez, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 223 LOPJ, dar traslado a las
demás partes del proceso para que, en el plazo común de tres días, manifestasen su adhesión o
su oposición a la causa de revocación invocada.
f) Con posterioridad, en escrito de fecha 10 de diciembre de 2005, presentado ante la
Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Galicia en fecha de 13 de diciembre de
2005, el demandante de amparo denunció el incumplimiento de los plazos de trámite y
resolución del incidente de recusación, así como el incumplimiento de los plazos para el trámite y
resolución de la apelación penal, invocando expresamente la lesión del derecho a un proceso sin
dilaciones indebidas. En este mismo escrito se denunciaba que, a pesar del planteamiento de la
recusación, los Magistrados recusados habían dictado diferentes resoluciones que, a su juicio,
vulneraban la normativa que regula la tramitación del incidente de recusación.
g) Mediante providencia de 13 de diciembre de 2005, dictada por la Sección Segunda de
la Audiencia Provincial de Ourense, se acordó remitir el rollo de apelación así como los autos
originales al Tribunal Superior de Justicia de Galicia, a los efectos de resolver el incidente de
recusación formulado por la representación procesal del demandante de amparo, remisión que
se realizó el día 16 de diciembre.
h) En un nuevo escrito presentado en fecha 15 de diciembre de 2005 ante la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Ourense, el demandante de amparo solicitó nuevamente
se le informara sobre el estado de trámite de la recusación y, en su caso, que se le notificaran
las resoluciones que se hubieran adoptado relativas a la tramitación del referido incidente.
En fecha 19 de diciembre de 2005 presenta nuevo escrito ante la Sala de Gobierno del
Tribunal Superior de Justicia de Galicia, solicitando se le informara sobre el estado de
tramitación de la recusación planteada, así como que se le diera trámite de audiencia frente a las
alegaciones o informes que eventualmente hubieran presentado las otras partes, y se acordara
la celebración de vista con carácter previo a la resolución del incidente. A su vez solicitaba la
suspensión del rollo de apelación con efectos desde el 7 de noviembre de 2005, fecha de
formalización del incidente de recusación, dejándose sin efecto todas las resoluciones dictadas
con posterioridad a dicha fecha.
En escrito presentado en fecha 16 de febrero de 2006 ante la Sala de Gobierno del
Tribunal Superior de Justicia de Galicia, el demandante de amparo denunciaba nuevamente la
vulneración del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas, solicitando la tramitación urgente
del incidente de recusación, además de otros pedimentos.
i) Recibidas las actuaciones judiciales la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de
Justicia de Galicia, en Acuerdo de 16 de febrero de 2006, designó Ponente al Magistrado don
Manuel Almenar Belenguer.
j) En fecha 9 de marzo de 2006, nuevamente el demandante de amparo presentó un
escrito ante la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Galicia solicitando se le
informara sobre el estado de la tramitación del incidente de recusación.
k) El Ponente designado emitió informe de fecha 30 de junio de 2006, presentado ante la
Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Galicia el día 27 de julio de 2006,
concluyendo que por la Sala de Gobierno se procediera a designar un Magistrado de la Sala de
lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Galicia como instructor del incidente de
recusación, conforme a lo previsto en el artículo 224.1.2 LOPJ, a fin de que se diera el trámite
previsto en el artículo 225.1, in fine, del mismo texto legal, recabando el oportuno informe de los
Magistrados recusados, sobre si admiten o no la causa de abstención, y con su resultado se
resuelva lo procedente de acuerdo con el artículo 225.2 y 3 LOPJ.
l) La Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, en Acuerdo de fecha
8 de septiembre de 2006, dio traslado del incidente de recusación, conforme a lo dispuesto en el
artículo 224.1.2 LOPJ, a la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, a
los efectos de proceder al nombramiento de instructor.
m) El 29 de noviembre de 2006, el recurrente interpone la presente demanda de amparo.
3. Desde la fecha de la presentación de la demanda de amparo el Tribunal Superior de
Justicia de Galicia ha realizado las siguientes actuaciones procesales:
a) Mediante diligencia de ordenación de 22 de junio de 2007 se acordó remitir el
expediente del incidente de recusación a la referida Sala de lo Civil y Penal del Tribunal Superior
de Justicia de Galicia.
b) Por providencia de 26 de junio de 2007, la Sala de lo Civil y Penal del Tribunal
Superior de Justicia de Galicia, tuvo por recibido el incidente de recusación, designando a don
Pablo Saavedra Rodríguez como instructor del mismo, lo que fue notificado al solicitante.
c) Por providencia de 6 de julio de 2007, el Magistrado instructor, conforme a lo
dispuesto en el artículo 225.1.2 LOPJ, recabó informe de cada uno de los Magistrados
recusados sobre si admitían o no las causas de recusación contra ellos formuladas, lo que fue, a
su vez, notificado al Ministerio Fiscal.
d) Recabados los informes de los Magistrados recusados -en los que éstos no aceptaron
como ciertas las causas de recusación formuladas-, por el Magistrado instructor se dictó
providencia el día 13 de septiembre de 2007 admitiendo a trámite la recusación propuesta por
reunir los requisitos exigidos por la Ley.
e) Por providencia de 19 de octubre de 2007 se dio por conclusa la instrucción del
incidente de recusación.
f) El 24 de octubre de 2007, por Acuerdo del Presidente en funciones del Tribunal
Superior de Justicia de Galicia, se convocó la Sala Especial a la que se refiere el artículo 77
LOPJ, que se constituyó el 6 de noviembre de 2007.
g) El día 12 de noviembre de 2007 tuvo entrada en el Registro General del Tribunal
Superior de Justicia de Galicia el preceptivo informe del Ministerio Fiscal. En el mismo concluye
que no concurren las causas de recusación alegadas e interesa la desestimación del incidente
de recusación.
h) Por Auto de 13 de diciembre de 2007, la Sala desestimó la solicitud de recusación
formulada.
4. La demanda de amparo interpuesta por don Gerardo Álvarez Reza considera
vulnerados los derechos a la tutela judicial efectiva y a un proceso sin dilaciones indebidas, ya
que el incidente de recusación, instado el 7 de noviembre de 2005, no había sido ni siquiera
instruido a fecha de interposición de la presente demanda de amparo (hecho que tuvo lugar el 29
de noviembre de 2006). El recurrente recuerda, además, que dicha recusación incide en un
proceso penal -abierto, en fase de apelación- y que puede estar comprometiendo la labor
desempeñada en el mismo por los Magistrados cuestionados. De tal forma se ha producido una
patente lesión del derecho a un proceso sin dilaciones indebidas (art. 24.2 CE). Tal vulneración
ha provocado que el recurrente no haya recibido una respuesta jurídica a sus pretensiones, lo
que compromete igualmente el derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE).
5. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 23 de julio de 2007,
acordó admitir a trámite la demanda de amparo y, constando ya las actuaciones en el presente
recurso, acordó dirigir comunicación a la Audiencia Provincial de Ourense, Sección Segunda, a
fin de que, en plazo que no excediera de diez días, emplazase a quienes hubieran sido parte en
el procedimiento, con excepción del demandante de amparo, para que, si lo desearen, pudiesen
comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso de amparo.
6. Por diligencia de ordenación de 18 de octubre de 2007 se acordó dar vista de las
actuaciones recibidas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días,
para presentar las alegaciones que estimasen pertinentes, de conformidad con el artículo 52.1
LOTC.
7. Por escrito registrado el 26 de noviembre de 2007 el Ministerio Fiscal,
cumplimentando el trámite de alegaciones, interesó la estimación del amparo.
Tras recoger la doctrina del Tribunal Constitucional en materia de derecho a un proceso
sin dilaciones indebidas, el Ministerio Fiscal hace constar que el demandante de amparo ha
denunciado la existencia de la vulneración del derecho mediante la presentación de varios
escritos y que el lapso temporal transcurrido desde la formulación por el demandante de amparo
del incidente de recusación hasta la presentación de la demanda de amparo es superior a un
año, sin que pueda calificarse de razonable. Por otra parte el Ministerio Fiscal señala que la
cuestión planteada no presenta excesiva complejidad y que el incidente de recusación se planteó
en el marco de un procedimiento penal en el que ya se había dictado Sentencia condenatoria y
que estaba pendiente de resolver un recurso de apelación interpuesto por el recurrente,
circunstancias todas ellas que hacían necesario tramitar el incidente con especial celeridad,
dadas las consecuencias especialmente perjudiciales que las dilaciones pueden tener para el
afectado en tales supuestos.
8. El 14 de enero de 2008 tuvo entrada en este Tribunal escrito de alegaciones
presentado por don Gerardo Álvarez Reza, quien insiste en las alegaciones mantenidas con
anterioridad en su recurso de amparo.
9. Por providencia de 21 de febrero de 2008 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 25 del mismo mes y año.
Fundamentos:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez y don
Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 0805-2003, promovido por don Elías Aparici Rodríguez,
representado por el Procurador de los Tribunales don Adolfo Morales Hernández-San Juan y
bajo la dirección del Letrado don Pablo Molins Amat, contra la Sentencia de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo de 9 de diciembre de 2002, por la que se estima parcialmente el recurso de
casación núm. 2456-2001, interpuesto contra la Sentencia de la Sección Octava de la Audiencia
Provincial de Barcelona de 10 de mayo de 2001, dictada en el rollo núm. 3922-1993, sobre delito
contra la libertad sexual. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don
Pablo Pérez Tremps, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 13 de febrero de 2003, el Procurador
de los Tribunales don Eduardo Morales Price, en nombre y representación de don Elías Aparici
Rodríguez, y bajo la dirección del Letrado don Pablo Molins Amat, interpuso demanda de amparo
contra la resolución judicial que se menciona en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El recurrente fue absuelto de diversos delitos contra la libertad sexual por Sentencia
de la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Barcelona de 4 de abril de 1995, dictada en
el rollo núm. 3922-1993. La acusación particular interpuso recurso de casación, que fue
tramitado con el núm. 1588-1995, alegando, entre otros motivos, quebrantamiento de forma por
falta de claridad y contradicción en los hechos probados. Por Sentencia de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo de 3 de abril de 1997 se estimaron ambos motivos, al considerar que la falta
de claridad era indudable, ya que "el relato fáctico de la Audiencia difícilmente puede responder,
como premisa o antecedente, a lo que el fallo contiene", por lo que se anuló la Sentencia
impugnada y se acordó la retroacción de actuaciones para que se dictara nueva resolución.
b) Se dictó nueva Sentencia de 21 de mayo de 1997, absolviendo al recurrente. La
acusación particular interpuso recurso de casación, que fue tramitado con el núm. 2359-1997,
alegando, entre otros motivos, quebrantamiento de forma por no expresar clara y
terminantemente cuáles fueron los hechos que se consideraban probados. Por Sentencia de la
Sala Segunda del Tribunal Supremo de 21 de diciembre de 1998 se estimó dicho motivo, al
considerar que "entendida la falta de claridad como oscuridad, incomprensión y, en definitiva
ininteligibilidad, no puede ofrecer duda que la recurrida adolece de tales déficits", por lo que se
anuló la Sentencia impugnada y se acordó la retroacción de actuaciones para que se dictara
nueva resolución.
c) Se dictó nueva Sentencia de 15 de marzo de 1999, absolviendo al recurrente. La
acusación particular interpuso recurso de casación, que fue tramitado con el núm. 2548-1999,
alegando, entre otros motivos, además de insistir en el quebrantamiento de forma por falta de
claridad de los hechos probados, en vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE), argumentando que las sucesivas Sentencias dictadas por la Audiencia Provincial tenían
distintos relatos fácticos. Por Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de 23 de
noviembre de 2000 se estimó dicho motivo, acordándose la nulidad del enjuiciamiento y la
retroacción de las actuaciones al momento anterior a la celebración del juicio oral para que un
nuevo Tribunal, con una composición distinta, los enjuiciara.
d) En esta Sentencia, para argumentar la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva de la acusación particular, se expone el "iter" procesal seguido por las actuaciones,
señalando las sucesivas deficiencias en la redacción de hechos probados en que incurrieron las
Sentencias de 4 de abril de 1995 y 21 de mayo de 1997, y destacando cómo esta última
Sentencia, además, fue dictada por una Sala integrada por dos Magistrados que no habían
intervenido en el enjuiciamiento, conformando "un nuevo hecho probado, radicalmente distinto
del anterior y que extravasa totalmente el quebrantamiento de forma que se había declarado por
esta Sala". En relación con la tercera sentencia dictada, que es la concretamente impugnada, se
señala que esta vez es dictada por los tres Magistrados que redactaron la primera "en la que se
conforman nuevos hechos probados, sin previo enjuiciamiento, también distintos a los
anteriores", poniendo de manifiesto la existencia de importantes variaciones en los hechos. A
partir de ello en la Sentencia se pone de manifiesto como "[l]as sucesivas sentencias a la
primera no se limitan a sanar la falta de claridad declarada por este Sala, sino que conforman un
nuevo relato fáctico, sustancialmente distinto de los anteriores, sin un previo enjuiciamiento, lo
que viene vedado por el ordenamiento procesal que previene la redacción de la sentencia
conforme a la valoración de las pruebas practicadas en el juicio oral". Igualmente, se destaca
que "[l]a sentencia que se recurre desconoce que anulada una sentencia por quebrantamiento
de forma de la misma, un vicio "in procedendo", lo procedente es sanar el quebrantamiento
declarado manteniendo los hechos que han sido declarados probados sin el defecto procesal y,
en todo caso, el quebrantamiento de forma consistente en la falta de claridad debe ser
remediado por los mismos magistrados que dictaron la sentencia anulada". De todo ello se
concluye que "[l]as irregularidades que se declaran tienen su causa en un preocupante
desconocimiento de la regulación procesal sobre la forma de redactar las sentencias penales,
irregularidad causante de indefensión a la parte que ha actuado los intereses de la perjudicada
por lo que procede declarar la nulidad del enjuiciamiento desde la fecha inmediata anterior al
enjuiciamiento de los hechos para que un nuevo tribunal, con una composición distinta a la que
hasta ahora ha conocido de los hechos, los enjuicie, valore las pruebas practicadas y dicte
sentencia con arreglo a derecho".
e) La Sección Octava de la Audiencia Provincial de Barcelona, con una composición
distinta a la que dictó las anteriores resoluciones, celebró juicio oral, dictándose Sentencia de 10
de mayo de 2001, en la que se condena al recurrente como autor de un delito continuado de
abusos deshonestos y otro, también continuado, de violación, con la atenuante analógica de
dilaciones indebidas, a las penas de tres años de prisión menor, por el primero, y doce años y un
día de reclusión menor, por el segundo, con accesorias, responsabilidad civil y costas. La
Sentencia considera probado que el recurrente convivía con su compañera y la hija de ésta
desde que la niña tenía cinco de años de edad y que entre los 9 y 12 años se metía en su cama
por las mañana y la hacía objeto de caricias por todo el cuerpo, incluyendo el pubis, bajo la
conminación de que las abandonaría y las echaría de casa, lo que causaba un serio y constante
temor en la niña que comenzó a estar triste, rara, no reía y empezó a tener un mal rendimiento
escolar. También se declaró probado que entre los 12 años y hasta cuatro meses antes de
cumplir los 16, bajo la misma conminación, además de seguir con los tocamientos, efectuó varias
veces por semana el acto sexual completo y en una ocasión obligada por la fuerza, a
consecuencia de lo cual requirió tratamiento psicológico, quedando como secuela una seria fobia
sexual.
f) El recurrente interpuso recurso de casación, tramitado con el núm. 2456-2001,
alegando, entre otros motivos, vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías (art.
24.2 CE), por haber sido sometido a un doble enjuiciamiento con infracción de la interdicción del
"non bis in idem" procesal. Por Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de 9 de
diciembre de 2002 se desestimó este concreto motivo, al considerar que el nuevo enjuiciamiento
traía causa de una anterior Sentencia que era firme y que no había sido impugnada en amparo,
por lo que se había aquietado con la decisión sobre un nuevo enjuiciamiento. La Sentencia, sin
embargo, estima otros de los motivos de casación, considerando prescrito el delito de abusos
deshonestos y como muy cualificada la atenuante de dilaciones indebidas, dictando una segunda
Sentencia en la que se absuelve al recurrente de los abusos y se rebaja la pena por la violación
a un año de prisión menor.
3. El recurrente aduce en su demanda de amparo que se han vulnerado sus derechos a
la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), con
fundamento en que el nuevo enjuiciamiento de que ha sido objeto vulnera la interdicción del "non
bis in idem" procesal, ya que la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de 23 de
noviembre de 2000 acordó repetir el juicio oral sin que la acusación particular recurrente hubiera
solicitado en ningún momento la nulidad del juicio, pues el recurso aludía exclusivamente a
quebrantamiento de forma por falta de claridad y contradicciones en los hechos probados, que
no son base suficiente para anular el juicio oral. Igualmente, destaca que no hubo aquietamiento
con la decisión de anular y repetir el juicio oral, toda vez que no cabía interponer con anterioridad
recurso de amparo, ya que la vulneración no se consumó hasta que se produjo la posterior
celebración del juicio oral.
4. La Sección Segunda de este Tribunal, por providencia de 24 de septiembre de 2003,
acordó la admisión a trámite del recurso, dirigir comunicación a los órganos judiciales
competentes para la remisión de copia testimoniada de las actuaciones y el emplazamiento a
quienes hubieran sido parte en este procedimiento para que pudieran comparecer en el mismo.
Igualmente, se acordó formar la correspondiente pieza separada de suspensión, que tras los
trámites oportunos fue resuelta por ATC 322/2003, de 13 de octubre, accediéndose a la
suspensión de la pena privativa de libertad impuesta.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 11 de noviembre de 2003 se acordó tener por recibido el testimonio de las
actuaciones y, de conformidad con el art. 52 LOTC, dar vista al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas por plazo común de veinte días para presentar las alegaciones que estimasen
pertinentes.
6. El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 9 de diciembre de 2003, interesó que se
inadmitiera el recurso por falta de agotamiento de la vía judicial previa o por extemporaneidad de
la demanda o, subsidiariamente, que se otorgara el amparo por vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), con anulación de las resoluciones impugnadas,
dejando subsistente la absolución del recurrente. Por lo que se refiere a las causas de
inadmisión, el Ministerio Fiscal señala que el recurrente viene a atribuir a la Sentencia de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo de 23 de noviembre de 2000 una autentica incongruencia "extra
petita" por haber acordado, sin previa petición de la acusación particular recurrente, la anulación
del juicio oral, por lo que el debido agotamiento de la vía judicial previa hubiera exigido acudir al
incidente de nulidad de actuaciones. Además, pone de manifiesto que, en su caso, debió
acudirse al amparo tras dictarse dicha Sentencia, que fue en la que se consumó la vulneración
alegada, y no esperar a la celebración del nuevo juicio, por lo que la demanda sería
extemporánea. Subsidiariamente, el Ministerio Fiscal considera que habría existido una
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), en cuanto incluye la
prohibición de incurrir en bis in idem, ya que en la Sentencia de 23 de noviembre de 2000 se
acordó de oficio la celebración de nuevo juicio, extralimitándose en las funciones revisoras que
tiene legalmente asignadas.
7. El recurrente no presentó alegaciones.
8. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 15 de diciembre de 2003 se acordó tener por personado y parte en nombre y
representación del recurrente al Procurador de los Tribunales don Adolfo Morales Hernández-
San Juan, en sustitución del Procurador don Eduardo Morales Price.
9. Por providencia de fecha 7 de febrero de 2008, se señaló para deliberación y fallo de
esta Sentencia el día 11 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 7/2008
Referencia número: 7/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 21/1/2008
Publicación BOE: 20080215 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Manuel Aragón Reyes
Número registro: 1923-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José Manuel Quintia Barreiros frente al Auto de un Juzgado de Instrucción de
Madrid que decretó el sobreseimiento provisional de diligencias previas por ilegal declaración de
guerra y al Acuerdo de la Comisión de asistencia jurídica gratuita que denegó la designación de
profesionales del turno de oficio. Supuesta vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
(acceso a la justicia penal): sobreseimiento de causa penal tras denegar la justicia gratuita por
insostenible y ofrecer la posibilidad de proseguirla con abogado y procurador de libre
designación (STC 12/1998).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1923-2005, promovido por don José Manuel Quintia
Barreiros, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Adelaida Yolanda Girbal
Marín y asistido por la Abogada doña Mercedes Paciencia García, contra el Auto dictado el 4 de
junio de 2004 por el Juzgado de Instrucción núm. 35 de Madrid por el que se decreta el
sobreseimiento provisional y archivo de las diligencias previas núm. 4317-2004, y el Acuerdo de
15 de febrero de 2005 de la Comisión de Asistencia Jurídica de Madrid, que desestima la
solicitud del demandante de amparo de designación de profesionales del turno de oficio para
recurrir contra dicha resolución judicial. Ha intervenido el Ministerio Fiscal.
Ha sido Ponente el Magistrado don Manuel Aragón Reyes, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 17 de
marzo de 2005, don José Manuel Quintia Barreiros, interno en el Centro penitenciario de Madrid-
VI (Aranjuez), manifestó su voluntad de interponer recurso de amparo contra el Acuerdo de 15
de febrero de 2005 de la Comisión de Asistencia Jurídica de Madrid, que desestima su solicitud
de designación de profesionales del turno de oficio para recurrir contra el Auto del Juzgado de
Instrucción núm. 35 de Madrid de 4 de junio de 2004 por el que se decreta el sobreseimiento
provisional y archivo de las diligencias previas núm. 4317-2004, incoadas en virtud de denuncia
formulada por el demandante de amparo y otros, al considerar insostenible la pretensión del
demandante. Tras las gestiones oportunas fueron designadas por los Colegios respectivos, a
través del turno de oficio, doña Mercedes Paciencia García como Abogada y doña Adelaida
Yolanda Girbal Marín como Procuradora. Mediante diligencia de ordenación de la Secretaría de
Justicia de la Sala Primera de este Tribunal de 22 de abril de 2005 se tuvieron por efectuadas
dichas designaciones y se dio traslado de los escritos y documentos aportados por el recurrente
a la citada Procuradora, confiriendo un plazo de veinte días para que, bajo la dirección de la
Letrada designada por el turno de oficio, se formulara la correspondiente demanda de amparo,
que tuvo efectivamente su entrada en el Registro General de este Tribunal el día 9 de mayo de
2005.
2. Los hechos de los que trae causa la demanda de amparo, relevantes para la
resolución de este recurso, son los que se expresan a continuación:
a) Don José Manuel Quintia Barreiros y otros tres, todos ellos internos en el Centro
penitenciario Madrid-VI (Aranjuez), remitieron una denuncia al Juzgado de guardia de Madrid
contra don José María Aznar López, ex Presidente del Gobierno de España, como presunto
autor de delitos tipificados en los arts. 588 y 590 del Código penal, por haberse arrogado las
competencias para declarar la guerra y firmar la paz que el art. 63.3 CE asigna en exclusiva al
Rey y a las Cortes Generales, exponiendo los denunciantes que don José María Aznar había
tomado la decisión de asociarse e implicarse en un pacto político militar con los EE UU de
Norteamérica y el Reino Unido para invadir y declarar la guerra a Irak sin amparo de la ONU, y
responsabilizándole por ello del ataque terrorista cometido en Madrid el 11 de marzo de 2004.
Dicha denuncia, que tuvo entrada en el Decanato de los Juzgados de Instrucción de
Madrid el 31 de mayo de 2004, fue turnada al Juzgado de Instrucción núm. 35 de Madrid, que
incoó las diligencias previas núm. 4317-2004, dictándose Auto de sobreseimiento provisional y
archivo el 4 de junio de 2004 por no quedar debidamente acreditada la perpetración de infracción
penal alguna, de conformidad con lo prevenido en los arts. 641.1, 774 y 779.1.1 LECrim,
haciéndose constar que contra dicho Auto cabe interponer recurso de reforma o apelación en el
plazo de tres días. El Auto fue notificado al demandante de amparo y al resto de denunciantes el
20 de septiembre de 2004.
b) Mediante escrito fechado el 21 de septiembre de 2004, que tuvo entrada en el
Juzgado de Instrucción núm. 35 de Madrid el 28 de septiembre de 2004, el demandante de
amparo y los otros denunciantes interpusieron contra el Auto de 4 de junio de 2004 recurso de
reforma y subsidiario de apelación, en el que designaban para su representación al Abogado don
Pablo Gómez de Travesedo, indicando las señas del despacho del mismo.
c) En respuesta a dicho escrito, el Juzgado de Instrucción núm. 35 de Madrid dictó la
providencia de 6 de octubre de 2004 (notificada el 8 de octubre al demandante de amparo) del
siguiente tenor literal: "Dada cuenta; por recibido el anterior escrito presentado por José Manuel
Quintia Barreiros por el que se interpone recurso de reforma, únase a las presentes actuaciones
al igual que el sobre remitido por correo ordinario conteniendo una copia del mismo. No ha lugar
a su admisión, por cuanto que conforme establece el art. 221 LECrim adolece del defecto de no
estar autorizado por firma de Letrado, a dichos efectos se concede un plazo de tres días para su
subsanación".
d) Mediante escrito presentado con fecha 10 de octubre de 2004 el demandante de
amparo, tras quejarse de que el Juzgado no hubiese requerido al Abogado designado en el
escrito de recurso fechado el 21 de septiembre de 2004, acabó solicitando que, en virtud de lo
dispuesto en la Ley de asistencia jurídica gratuita y por cumplir sus requisitos, le fuesen
designados Abogado y Procurador del turno de oficio, para representarle y defenderle en el
recurso de reforma y subsidiario de apelación contra el Auto de 4 de junio de 2004 de
sobreseimiento provisional y archivo de las diligencias previas núm. 4317-2004.
e) Por providencia de 28 de octubre de 2004 el Juzgado de Instrucción núm. 35 de
Madrid acordó librar oficio a los Colegios de Abogados y Procuradores de esta capital a fin de
que le fueran designados al recurrente profesionales que por turno correspondan, para la
defensa y representación de sus intereses, a los efectos del recurso que pretende interponer.
f) Mediante providencia de 12 de noviembre de 2004 el Juzgado tuvo por efectuadas las
oportunas designaciones y acordó requerir a la Procuradora del turno de oficio designada para
que, en plazo de tres días, procediese a subsanar el defecto de que adolecía el recurso de
reforma presentado por el recurrente, con apercibimiento de que en otro caso adquiriría firmeza
el Auto de 4 de junio de 2004 por el que se acuerda el sobreseimiento provisional y archivo de
las actuaciones.
Por escrito presentado el 22 de noviembre de 2004 la Procuradora designada solicita del
Juzgado que se concrete el defecto que ha de ser subsanado, dictándose por el Juzgado
providencia de 26 de noviembre de 2004, acordando que le sea notificada la providencia de 6 de
octubre de 2004, en la que se señala el defecto a subsanar.
g) Con fecha 3 de diciembre de 2004 la Procuradora del recurrente presentó escrito ante
el Juzgado indicando que la Abogada designada para la defensa de oficio había presentado ante
la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita escrito -cuya copia se adjuntaba- manifestando la
insostenibilidad de la pretensión del recurrente, con fundamento en dos Autos de la Sala de lo
Penal del Tribunal Supremo de fecha 24 de enero de 2004 y 7 de abril de 2004, que también se
acompañaban junto al referido escrito, en los que se habían inadmitido multitud de querellas y
denuncias interpuestas contra el ex-Presidente del Gobierno de España don José María Aznar
López por los mismos hechos e imputaciones delictivas. Dicho escrito fue también enviado al
Juzgado por el Secretario de la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita de Madrid,
informándose que, de conformidad con lo dispuesto en el art. 33.2 de la Ley de asistencia
jurídica gratuita, se había dado traslado del mismo al Colegio de Abogados de Madrid para que
emita dictamen sobre la insostenibilidad de la pretensión.
Por providencia de 14 de diciembre de 2004 el Juzgado de Instrucción núm. 35 de
Madrid acuerda requerir al Colegio de Abogados de Madrid y a la Procuradora del recurrente
para que aporten al Juzgado de la resolución que se emita sobre la insostenibilidad de la
pretensión.
h) El día 10 de febrero de 2005 la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita de Madrid
dictó resolución acordando, de conformidad con lo dispuesto en los arts. 33 y 34 de la Ley de
asistencia jurídica gratuita, desestimar la solicitud de asistencia jurídica gratuita del recurrente,
considerada insostenible por la Letrada designada, al haber sido emitidos dictámenes
vinculantes por el Colegio de Abogados de Madrid y por el Ministerio Fiscal considerando
insostenible la pretensión del recurrente.
Dicha resolución fue comunicada el 15 de febrero de 2005 al Juzgado de Instrucción
núm. 35 de Madrid por oficio del Secretario de la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita de
Madrid en el que se indica que, con esa misma fecha, se remite notificación personal con acuse
de recibo al interesado.
i) Por providencia de 18 de febrero de 2005, notificada el siguiente 23 de febrero a la
Procuradora del recurrente, el Juzgado tuvo por recibido el anterior oficio y decidió, "a la vista de
que se informa de la insostenibilidad del recurso planteado", estar a lo acordado "en el Auto por
el que se acordaba el sobreseimiento provisional de las presentes actuaciones".
Por escrito de 10 de marzo de 2005, que tuvo entrada en este Tribunal el siguiente 17 de
marzo, el recurrente manifestó su intención de interponer recurso de amparo contra el citado
acuerdo de 15 de febrero de 2005 de la Comisión de Asistencia Jurídica de Madrid, que
desestima su solicitud de asistencia jurídica gratuita para recurrir contra el Auto del Juzgado de
Instrucción núm. 35 de Madrid de 4 de junio de 2004, por el que se decreta el sobreseimiento
provisional y archivo de las diligencias previas núm. 4317-2004. El recurrente considera que la
denegación de asistencia jurídica gratuita por insostenibilidad de la pretensión es arbitraria y le
ocasiona una situación de indefensión efectiva, pues carece de medios económicos para
costearse un Abogado "de pago".
3. En la demanda de amparo se imputa al Juzgado de Instrucción núm. 35 de Madrid la
lesión del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE). Se afirma que, de acuerdo con la
doctrina constitucional (STC 12/1998, de 15 de enero), la denegación de asistencia jurídica
gratuita por insostenibilidad de la pretensión no supone en sí una infracción del art. 24.1 CE,
pero sí se produce tal vulneración cuando, denegada por tal motivo la designación de
profesionales del turno de oficio, no se haya dado por el órgano judicial opción al justiciable de
designar un Letrado de su libre elección que lo asista y, en su caso, un Procurador que lo
represente. Tal sucede en el presente caso, en el que se vulnera el derecho a la tutela judicial
efectiva del recurrente, al privársele de su derecho a los recursos legalmente establecidos, toda
vez que el Juzgado de Instrucción núm. 35 de Madrid se limitó a notificar el Auto de
sobreseimiento y archivo de la causa al recurrente por providencia de 9 de septiembre de 20004,
quedando las actuaciones en el mismo estado de archivo en el que se encuentran, sin que
conste resolución alguna del Juzgado notificando al recurrente la denegación de su solicitud de
asistencia jurídica gratuita y otorgándole plazo para que designe Abogado y Procurador de su
libre elección para la interposición del recurso de reforma y subsidiario de apelación contra el
Auto de sobreseimiento y archivo de 4 de junio de 2004.
Se sostiene en la demanda de amparo que en supuestos similares el Tribunal
Constitucional (SSTC 37/1988, de 3 de marzo, 106/1988, de 8 de junio y 12/1993, de 18 de
enero) ha entendido que la legítima opción por la asistencia letrada del turno de oficio no puede
impedir al ciudadano acudir, en su caso, a un Abogado de su libre designación, pues en caso
contrario se estaría dando un trato distinto a quienes litiguen con Letrado del turno de oficio que
a quienes litiguen con letrado libremente designado, por cuanto estos últimos nunca verán
impedido su acceso al recurso por el juicio negativo de otro Letrado acerca de la sostenibilidad
del mismo.
Por todo ello se interesa el otorgamiento del amparo por vulneración del derecho a la
tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), anulando el Auto de sobreseimiento y archivo de 4 de junio
de 2004, para que el órgano judicial dicte nueva resolución que permita al recurrente la opción
de nombrar Abogado y Procurador de su libre elección.
4. Por diligencia de ordenación de 17 de abril de 2007 la Secretaría de Justicia de la
Sala Primera de este Tribunal requirió, conforme a lo previsto en el art. 88 LOTC, al Juzgado de
Instrucción núm. 35 de Madrid para que en el plazo de diez días remitiese testimonio de de las
diligencias previas de procedimiento abreviado núm. 4317-2004.
5. Recibido el testimonio de actuaciones solicitado, por providencia de 20 de junio de
2007 la Sección Primera de este Tribunal acordó admitir a trámite la demanda de amparo y, no
habiendo otras partes que emplazar, dar vista de las actuaciones por un plazo común de veinte
días al Ministerio Fiscal y a la Procuradora del demandante de amparo, para que dentro de dicho
plazo presentasen las alegaciones que a su derecho conviniesen, conforme determina el art. 52
LOTC.
6. El Ministerio Fiscal presentó su escrito de alegaciones el 4 de septiembre de 2007,
interesando que se dicte Sentencia denegando el amparo solicitado, por no existir la pretendida
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) que se invoca en la demanda
de amparo.
Considera el Ministerio Fiscal que el curso procesal de las actuaciones no coincide con
el descrito en la demanda de amparo, ni tampoco coincide ésta con la queja esgrimida por el
recurrente en su escrito fechado el 10 de marzo de 2005, por el que anunció ante este Tribunal
su intención de interponer recurso de amparo.
En efecto, no es correcto afirmar que la única actuación del Juzgado de Instrucción núm.
35 de Madrid fuera la notificación al recurrente del Auto de sobreseimiento y archivo por
providencia de 9 de septiembre de 2004. El examen de las actuaciones pone de manifiesto que,
tras serle notificado dicho Auto y providencia, se interpuso por el demandante de amparo recurso
de reforma y subsidiario de apelación contra dicho Auto, y que por el Juzgado se le otorgó un
plazo de tres días para que subsanase el defecto de falta de firma de Letrado; asimismo consta
que, tras la solicitud del recurrente de justicia gratuita, se requirió por el Juzgado a los Colegios
de Abogados y Procuradores de Madrid para que designasen profesionales del turno de oficio
para la defensa y representación del recurrente y que, una vez denegada la solicitud de
asistencia jurídica gratuita, por insostenibilidad de la pretensión, el Juzgado dictó providencia de
18 de febrero de 2005 ratificando el sobreseimiento provisional y archivo de las diligencias
previas, providencia que fue notificada a la representación procesal del recurrente en amparo,
que se aquietó a la misma. Por otro lado consta igualmente que cuando la Comisión de
Asistencia Jurídica Gratuita comunicó al recurrente la desestimación de su solicitud de justicia
gratuita le informó que ello había sido notificado también al órgano judicial.
De todo ello resulta -concluye el Fiscal- que el recurrente en ningún momento ha
solicitado al Juzgado de Instrucción núm. 35 de Madrid que se le permitiese designar Abogado
de su elección para poder proseguir con su recurso contra el Auto de sobreseimiento y archivo.
La demanda de amparo imputa al Juzgado la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva por no haber dictado resolución notificando al recurrente la denegación de su solicitud
de asistencia jurídica gratuita y otorgándole plazo para que designe Abogado y Procurador de su
libre elección para la interposición del recurso de reforma y subsidiario de apelación contra el
Auto de sobreseimiento y archivo de 4 de junio de 2004, pero lo cierto es que la Ley 1/1996, de
asistencia jurídica gratuita, no contiene ninguna previsión de ese tipo como la que pretende el
recurrente, ni la jurisprudencia constitucional que se cita puede ser trasladada, sin mas, al
presente supuesto, pues aquí no estamos ante un ciudadano al que no se le haya posibilitado la
designación de un Letrado de su libre elección, derecho del que en modo alguno se ha privado al
recurrente. Por el contrario, resulta que se le concedió trámite de subsanación del defecto de
falta de firma de Letrado en su recurso, ante lo cual solicitó asistencia jurídica gratuita, y resulta
asimismo que, tras conocer el recurrente la desestimación de su solicitud de designación de
Abogado y Procurador de oficio, por insostenibilidad de su pretensión, le fue notificada por el
Juzgado a su representación procesal la decisión de ratificar por tal motivo el archivo de la
causa, pese a lo cual se abstuvo de toda actuación procesal, aquietándose a la referida
resolución judicial, por lo que no se le puede imputar a la actuación del Juzgado de Instrucción la
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva por privación de la utilización de la vía del
recurso prevista legalmente.
7. La representación procesal del recurrente en amparo no presentó alegaciones.
8. Por providencia de 17 de enero de 2008 se acordó señalar para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 21 del mismo mes y año.
Fundamentos:
F. Derechos de Defensa:
1. Derecho a defenderse por sí mismo (defensa material).
S.TC. 258/2007
Referencia número: 258/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 18/12/2007
Publicación BOE: 20080122 ::
Sala: Pleno.
Ponente: don Pablo Pérez Tremps
Número registro: 2670-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo avocado.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Juan Antonio Carbonero Montenegro y otro respecto a las Sentencias de la
Audiencia Provincial de Barcelona y de un Juzgado de Instrucción de Cerdanyola del Vallés que,
en causa por delitos de detención ilegal y tortura, les condenaron por una falta de lesiones.
Supuesta vulneración de los derechos a la defensa, a la presunción de inocencia, a un proceso
con garantías, a la legalidad penal y a la tutela judicial efectiva: omisión de turno de última
palabra en juicio de faltas que no causa indefensión material; condena fundada en prueba de
cargo, motivada y que subsume la conducta en el precepto penal corrigiendo un error material;
sentencia de apelación penal que condena sin necesidad de celebrar vista pública (SSTC
167/2002 y 170/2002) y que resuelve el fondo de la causa sin retrotraer actuaciones para
celebrar un nuevo juicio.
Preámbulo:
El Pleno del Tribunal Constitucional, compuesto por doña María Emilia Casas Baamonde,
Presidenta, don Guillermo Jiménez Sánchez, don Vicente Conde Martín de Hijas, don Javier
Delgado Barrio, doña Elisa Pérez Vera, don Roberto García-Calvo y Montiel, don Eugeni Gay
Montalvo, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Ramón Rodríguez Arribas, don Pascual Sala
Sánchez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo avocado al Pleno núm. 2670?2004, promovido por don Juan
Antonio Carbonero Montenegro y don José Antonio Rodríguez Moreno, representados por la
Procuradora de los Tribunales doña Mónica de la Paloma Fente Delgado y bajo la dirección del
Letrado don José Ruz García, contra la Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia
Provincial de Barcelona de 5 de marzo de 2004, dictada en rollo de apelación núm. 229-2003,
por la que se estima parcialmente el recurso interpuesto contra la Sentencia del Juzgado de
Instrucción núm. 5 de Cerdanyola del Vallés de 3 de julio de 2002, dictado en el juicio de faltas
núm. 155-2001. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo
Pérez Tremps, quien expresa el parecer del Pleno.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 26 de abril de 2004, la Procuradora de
los Tribunales doña Mónica de la Paloma Fente Delgado, en nombre y representación de don
Juan Antonio Carbonero Montenegro y don José Antonio Rodríguez Moreno, y bajo la dirección
del Letrado don José Ruz García, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones judiciales
citadas en el encabezamiento.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El 2 de julio de 1998 se interpuso una querella contra los recurrentes en amparo por
los delitos de detención ilegal y torturas contra un menor de edad, presuntamente cometidos en
el ejercicio de su función de policías locales. La querella fue admitida a trámite por Auto del
Juzgado de Instrucción núm. 5 de Cerdanyola del Vallés de 20 de octubre de 1998, dando lugar
a las diligencias previas núm. 617-1998. Por Auto de 6 de noviembre de 2000, confirmado por
Auto de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona de 19 de marzo de 2001, se
acordó proseguir las actuaciones por el procedimiento para el juicio de faltas, que fue tramitado
con el núm. 155-2001.
b) El 19 de septiembre de 2001 se celebró el juicio de faltas en el que los recurrentes en
amparo contaron con la asistencia de Letrado de su elección. En el acta de dicho juicio se
documenta que, tras resolverse la cuestión previa planteada por los recurrentes referida a la
prescripción de los hechos, declararon, en primer lugar, el denunciante, después, los recurrentes
en amparo, en su condición de denunciados y, por último, una testigo propuesta por la defensa y
un policía local. A continuación, el Ministerio Fiscal y el Letrado del denunciante solicitaron la
condena de los recurrentes como autores de una falta de lesiones y el Letrado de los
denunciados su absolución, declarándose el juicio visto para sentencia.
c) Por Sentencia de 12 de septiembre de 2001 se condenó como autores de una falta de
lesiones a los recurrentes, quienes interpusieron recurso de apelación alegando, entre otros
motivos, que no se había dado el trámite de última palabra ni respuesta a todas las cuestiones
planteadas. El recurso fue estimado por Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia
Provincial de Barcelona de 25 de marzo de 2002, por no haberse dado respuesta motivada a las
pretensiones oportunamente deducidas, acordándose la anulación de la Sentencia y la
retroacción de actuaciones para que se dictara una nueva resolución. Finalmente, por Sentencia
del Juzgado de Instrucción núm. 5 de Cerdanyola del Vallés de 3 de julio de 2002 se condenó a
los recurrentes a la pena de multa de dos meses con una cuota diaria de tres mil pesetas día y
responsabilidad civil por las lesiones causadas al denunciante, al considerar probado que los
denunciados persiguieron al denunciante durante un período de tiempo en sendas motocicletas y
que fue esposado y arrodillado en la calle, y que "en el momento de la detención, la misma fue
un poco violenta, de forma que los denunciados propinaron algún golpe al denunciante". En
dicha Sentencia se pone de manifiesto, entre otros extremos, que la relación de hechos
probados se deriva de las testificales practicadas y del informe del Médico forense que consta
unido a las actuaciones, y que la responsabilidad civil asciende a un total de 47.370 pesetas,
habida cuenta de que fueron 15 días los que se tardaron en curar las lesiones, a razón de 3.158
pesetas por cada día. Por el contrario considera improcedente indemnizar tanto por el perjuicio
académico alegado como por los daños del ciclomotor, al no quedar probados dichos perjuicios.
d) Los recurrentes en amparo interpusieron recurso de apelación, alegando defectos de
motivación en cuanto a la conformación de los hechos probados, el cómputo de la prescripción,
la determinación de la responsabilidad civil, la extensión y cuantificación de los días multa y la
concurrencia de la causa eximente de haber obrado en cumplimiento de un deber, insistiendo en
que no se les había dado la posibilidad de ejercer el derecho a la última palabra. El recurso,
tramitado con el núm. 229-2003 por la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona,
fue parcialmente estimado por Sentencia de 5 de marzo de 2004 sustituyéndose la pena
impuesta por la de multa de un mes con una cuota diaria de 6 euros. Así, se argumenta que al
no haberse motivado la imposición de la pena de multa en dos meses ni la cuantía en 3.000
pesetas, debe quedar reducida a un mes, que es el mínimo legal, y en una cuantía de 6 euros,
"próxima al mínimo y que se entiende perfectamente asumible por quien no consta, ni alega,
hallarse en situación de precariedad económica", ya que "de los datos obrantes en la causa
solamente puede deducirse que al tiempo de los hechos los acusados eran funcionarios
policiales en ejercicio, ignorándose su retribución y demás circunstancias" (FD 8).
e) La Sentencia de apelación no acepta la declaración de hechos probados y la sustituye
por un relato fáctico en el que se precisa que la persecución tuvo lugar tras haber sido
requeridos los agentes para que acudieran a un Instituto donde se estaba produciendo una pelea
y observar "como un ciclomotor salía del patio del centro a gran velocidad portando un pasajero,
dándole el alto sin que su conductor atendiera sus indicaciones, por lo que iniciaron su
persecución, introduciéndose el ciclomotor por una calle en sentido contrario a la marcha, hasta
que lograron interceptarle". Continúa el relato señalando, por un lado, que "los referidos agentes
policiales golpearon al conductor del vehículo... de 15 años de edad, procediendo a esposarle y
detenerle" y, por otro, que "[c]omo consecuencia de los golpes propinados por los agentes
policiales... sufrió contusiones y erosiones de las que curó en quince días, durante los que
estuvo impedido para su ocupación habitual, precisando de una primera asistencia facultativa".
f) La Sentencia acepta el resto de los fundamentos de derecho de la resolución recurrida
y, por lo que se refiere al alegado error de computo en la prescripción, señala que desde la
firmeza del Auto acordando la prosecución de la causa por los trámites del juicio de faltas nunca
ha existido una paralización por tiempo superior a los seis meses (FD 2). En cuanto al derecho a
la última palabra, se argumenta que dicho derecho es sólo de aplicación en el procedimiento por
delito en virtud del art. 739 LECrim, pero no en las faltas, que tiene una regulación específica en
el art. 969 LECrim, en el que ya se prevé que el denunciado expondrá de palabra lo que crea
conveniente en apoyo de sus pretensiones en último lugar, lo que así se verificó en este caso a
través de la intervención de su Abogado (FD 5). Por su parte, la invocación del derecho a la
presunción de inocencia fue desestimada incidiendo en que no existe vacío probatorio alguno, ya
que en el acto del juicio el denunciante afirmó con rotundidad que los agentes le pegaron
estando en el suelo y una testigo refirió que los policías pusieron al detenido contra un poste de
la luz y el golpearon entre los dos, viendo como le daban golpes y le zarandeaban. Además, se
pone de manifiesto que estas declaraciones aparecen corroboradas por la constatación del daño
corporal en el parte de primera asistencia médica y en el informe médico-forense de sanidad (FD
6).
g) La Sentencia de apelación también hace mención, en cuanto a la calificación jurídica
de la conducta, por un lado, a que si bien la Sentencia de instancia se refiere en su
fundamentación jurídica al art. 617.2 CP, ello constituye un evidente error material, ya que
"solicitada por el Ministerio Fiscal la condena por una falta de lesiones a la pena de dos meses
de multa, ninguna duda cabe de que la acusación venía referida al art. 617.1... y si la Juez ha
considerado que el denunciante sufrió lesiones que tardaron quince días en curar y ha impuesto
la pena de multa de dos meses, es indudable que está sancionando su conducta como
constitutiva de una falta de lesiones del art. 617.1" (FD 4). Por otro lado, en relación con la
concurrencia de la eximente del ejercicio legítimo del cargo (art. 20.7 CP), dicha eximente exige
que concurra la necesidad de hacer uso de la violencia, lo que en el caso enjuiciado no se
producía, toda vez que los dos agentes ya tenían inmovilizado al menor (FD 7). Por último, se
argumenta que, si bien la Sentencia de instancia adolece de determinados defectos de
motivación y redacción, no cabe acordar su anulación, ya que, teniendo en cuenta que es un
juicio de faltas, caracterizado por su sencillez, la motivación desarrollada es suficiente para
conocer los medios probatorios en que se ha fundamentado e, igualmente, a pesar de la
defectuosa redacción del relato de hechos probados, las referencias fácticas contenidas en la
fundamentación jurídica permiten salvar esos defectos sin acudir a su nulidad. A la misma
conclusión se llega respecto del error material cometido al hacer referencia en la fundamentación
jurídica al art. 617.2 CP, puesto que es un mero error susceptible de subsanación, y a la falta de
motivación de la individualización de la pena, en tanto que sólo es causa de su revocación
respecto de ese particular, como efectivamente se acuerda, y no de anulación (FD 4).
3. Los recurrentes, a través de veinticinco motivos de amparo diferentes, dirigidos tanto
contra la Sentencia de instancia como contra la de apelación, alegan en su demanda de amparo
la vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE), a un
proceso con todas las garantías y sin dilaciones indebidas (art. 24.2 CE), a la defensa (art. 24.2
CE), a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) y a legalidad penal (art. 25.1 CE).
En primer lugar, bajo la invocación de los derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE), a un proceso con todas las garantías y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) plantean
que las Sentencias impugnadas no han motivado debidamente la conformación de los hechos
probados a partir de la actividad probatoria desarrollada y la participación individualizada de cada
uno de los recurrentes en los hechos que se le imputan ni han contextualizado debidamente
esos hechos, en conexión con la conducta previa desarrollada por el denunciante. En segundo
lugar, alegan la vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a un
proceso con todas las garantías y sin dilaciones indebidas (art. 24.2 CE), argumentando que las
Sentencias impugnadas no han motivado debidamente la determinación de la responsabilidad
civil, la extensión y cuantificación de los días multa y la concurrencia de la causa eximente de
haber obrado en cumplimiento de un deber, y que, además, han incurrido en error patente en el
cómputo de la prescripción, toda vez que habían transcurrido más de seis meses entre el 25 de
marzo de 2002, en que se dictó la Sentencia de apelación, anulando la primera Sentencia de
instancia, y el 16 de diciembre de 2002, en que se notificó la segunda Sentencia de instancia de
3 de julio de 2002. En tercer lugar, fundamentan la vulneración del derecho a un proceso con
todas las garantías (art. 24.2 CE), con remisión a la doctrina sentada en la STC 167/2002, en
que habiéndose declarado en la Sentencia de apelación que no se aceptaban los hechos
probados, se ha producido una nueva valoración de las pruebas sin la debida inmediación. En
cuarto lugar, aducen la vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), a la
defensa y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), con fundamento en que no se les
concedió el derecho a la última palabra. En quinto lugar, también se quejan de la vulneración del
derecho a la legalidad penal (art. 25.1 CE), poniendo de manifiesto la defectuosa subsunción de
los hechos en la falta de lesiones por la que han sido condenados y que la pena impuesta no se
corresponde con el tipo penal aplicado. Por último, se imputa a la Sentencia de apelación la
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE) por no haber anulado la Sentencia de instancia y acordado la retroacción
de actuaciones a pesar de reconocerse que se había incurrido en numerosos errores tanto en lo
relativo a la descripción del relato de hechos probados como a la determinación del tipo penal
aplicado.
4. La Sección Segunda de este Tribunal, por providencia de 6 de febrero de 2006,
acordó admitir a trámite la demanda de amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51
LOTC, requerir atentamente del órgano judicial la remisión del testimonio de las actuaciones y el
emplazamiento de quienes hubieran sido parte en el procedimiento para que pudiesen
comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso de amparo. Igualmente, se acordó
formar la correspondiente pieza separada de suspensión, en la que, tras los trámites oportunos,
se dictó por la Sala Primera de este Tribunal el ATC 92/2006, de 27 de marzo, denegando la
suspensión solicitada.
5. La Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este Tribunal, por diligencia de
ordenación de 21 de abril de 2006, tuvo por recibido el testimonio de las actuaciones y acordó, a
tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, dar vista de éstas al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas por plazo común de veinte días para que presentaran las alegaciones que estimasen
pertinentes.
6. El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 22 de mayo de 2006, interesó que se
otorgara el amparo por vulneración del derecho de defensa (art. 24.2 CE), al no haberse
concedido el derecho a la última palabra, con anulación de las resoluciones judiciales
impugnadas y retroacción de actuaciones para que se celebrara nuevo juicio de faltas con
respeto a dicho derecho. A esos efectos, argumenta que, examinada el acta del juicio oral, se
comprueba que no se concedió a los recurrentes el derecho a la última palabra, lo que fue
alegado en apelación y desestimado en el entendimiento de que al haber comparecido a juicio
asistidos por Abogado y haber sido este oído, no se había omitido trámite alguno, sin que tal
modo de razonar pueda compartirse, conforme a lo señalado en la STC 93/2005, de 18 de abril.
En relación con el resto de invocaciones, el Ministerio Fiscal consideró que debían
desestimarse, argumentando que las resoluciones judiciales hacen referencia expresa a la
prueba practicada en el plenario, lo que es suficiente para considerar enervada la presunción de
inocencia de los recurrentes y, además, dan respuesta motivada a todas las cuestiones jurídicas
que fueron oportunamente planteadas, por lo que tampoco concurre la vulneración aducida del
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE). Igualmente, por lo que se refiere a la
invocación del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) por haber revisado el
órgano judicial de apelación la valoración probatoria sin inmediación, subraya el Ministerio Fiscal
que, al ser la Sentencia recurrida condenatoria y no apartarse la Audiencia Provincial de la
apreciación de la prueba realizada en la instancia, no resultaba necesaria la celebración de la
vista. Por último, en lo relativo a las vulneraciones aducidas por no haber acordado la Sentencia
de apelación la nulidad de la de instancia y la retroacción de actuaciones consiguiente, recuerda
el Ministerio Fiscal que el recurso de apelación, tal como aparece configurado legalmente, otorga
plenas facultades al tribunal ad quem para resolver las cuestiones planteadas.
7. Los recurrentes, por escrito registrado el 1 de junio de 2006, presentaron sus
alegaciones reiterando sustancialmente lo ya expuesto en la demanda de amparo.
8. Por providencia del Pleno de este Tribunal de 25 de septiembre de 2007, y de
conformidad con lo dispuesto en el art. 10 n) LOTC, se acordó, a propuesta de la Sala Primera
de este Tribunal, recabar para el Pleno el conocimiento del presente recurso de amparo.
9. Por providencia de fecha 17 de diciembre de 2007 se señaló para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 18 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Voto particular que formula el Magistrado don Roberto García-Calvo y Montiel respecto de la
Sentencia dictada en el recurso núm. 2670-2004
En el ejercicio de la facultad que me confiere el art. 90.2 LOTC y con pleno respeto a la
opinión de la mayoría, por medio de este Voto particular expreso mi discrepancia con parte de
los fundamentos jurídicos incorporados en esta Sentencia, justificando este Voto particular en el
sentido siguiente.
Mi discrepancia se limita a los fundamentos jurídicos 3 a 5 de la referida Sentencia y, en
concreto, a las "precisiones" que el Pleno ha decidido introducir en la doctrina que hemos venido
sosteniendo hasta el momento en relación con el derecho de última palabra.
Naturalmente, comparto la exposición de nuestra doctrina sobre este derecho que la
Sentencia realiza en su fundamento jurídico 2, extraída de las SSTC 181/1994, de 20 de junio,
29/1995, de 6 de febrero, 93/2005, de 18 de abril, y 13/2006, de 16 de enero, que, por tanto no
repetiré.
Baste recordar sobre el particular que reiteradamente hemos mencionado que el
derecho a la última palabra no es una mera formalidad. Y no lo es porque se sustenta en
razones íntimamente vinculadas con el derecho a la defensa que tiene todo acusado al que se
brinda la oportunidad final para confesar los hechos, ratificar o rectificar sus propias
declaraciones o las de sus coimputados o testigos, o incluso discrepar de su defensa o
completarla de alguna manera. A ello hemos añadido que "la raíz profunda de todo ello no es
sino el principio de que nadie pueda ser condenado sin ser oído, audiencia personal que, aun
cuando mínima, ha de separarse como garantía de la asistencia letrada, dándole todo el valor
que por sí misma le corresponde. La viva voz del acusado es un elemento personalísimo y
esencial para su defensa en juicio" (STC 181/1994, de 20 de junio, FJ 3).
Por esta razón puede afirmarse, empleando al efecto los términos de la reciente
Sentencia del Tribunal Supremo STS 835/2007, de 2 de octubre, que "el derecho a la última
palabra es algo más que una invitación protocolaria de carácter epilogar. Implica, ante todo, una
manifestación del principio estructural de contradicción y consiguientemente del derecho de
defensa".
En esta misma dirección el propio Tribunal Supremo ha afirmado una y otra vez, en
perfecta sintonía con la doctrina emanada del Tribunal Constitucional, que la atribución de tal
derecho al acusado, que en tiempos pretéritos pudo tener un valor ritual y formulario, en la actual
etapa constitucional constituye un derecho fundamental, con contenido y cometido bien
definidos, que no puede confundirse con el derecho de asistencia letrada, pues dentro del
genérico derecho de defensa se incluye como una posibilidad procesal más la autodefensa del
acusado. También debe diferenciarse del derecho a ser oído que a aquél le compete, y que
generalmente lo habrá sido al inicio del juicio con ocasión de su interrogatorio. Pero amén de que
en el interrogatorio no posee la iniciativa el acusado, tampoco en tal momento conoce el
desarrollo del juicio, con todas las incidencias. Con el derecho a la última palabra puede matizar,
completar o rectificar, todo lo que tenga por conveniente, y que no suple su abogado defensor. A
través de la última palabra tiene la posibilidad de que el Tribunal incorpore a los elementos de
juicio, para apreciar en conciencia, lo manifestado por éste, conforme establece el art. 741
LECrim (SSTS 835/2007, de 2 de octubre, 891/2004, de 13 de julio, 745/2004, de 10 de junio,
entre otras).
La configuración del derecho a la última palabra como una obligación legal y como una
garantía con contenido autónomo y propio no llevó al Tribunal Constitucional, sin embargo, a
considerar su eventual vulneración como una infracción formal desvinculada de cualquier carga
probatoria, como parece desprenderse de la Sentencia mayoritaria. Nuestra Sentencia 13/2006,
FJ 5, es terminante sobre este particular. Además de la mera infracción formal de la obligación
legal, el Tribunal exigía al acusado una carga probatoria adicional respecto "a la total ausencia
de la posibilidad de que el acusado haya podido defenderse por sí mismo", sin exigir
adicionalmente, eso sí, prueba sobre la repercusión efectiva que su pleno ejercicio hubiera
hipotéticamente producido (STC 13/2006, FJ 5). Así, creo que debía haber seguido nuestra
doctrina, extrayendo de las misma las apropiadas consecuencias, pero sin añadir nuevas
exigencias al acusado.
En efecto. La "carga adicional probatoria" que exigía nuestra doctrina conllevaba (hasta
la Sentencia mayoritaria de que ahora discrepo), la necesidad de acreditar que se había hecho
un uso pertinente, útil y procesalmente leal de las opciones procesales disponibles para
conseguir ejercer de modo efectivo el derecho a la autodefensa en el proceso, lo que se traduce
en la necesidad de acreditar que el acusado invocó tempestivamente la vulneración de su
derecho ante el Juez o Tribunal que cometió la infracción procesal, reclamando su ejercicio. De
no hacerlo así, es obvio que el acusado no habría acreditado la total ausencia de posibilidad de
ser oído personalmente.Esta invocación de la vulneración con consiguiente reclamación de la
habilitación necesaria para el ejercicio efectivo del derecho a la última palabra no sólo permitía
preservar el carácter subsidiario del recurso de amparo constitucional, sirviendo así a la
articulación de la función de protección de los derechos fundamentales que cumplen tanto la
jurisdicción ordinaria como la jurisdicción constitucional sino que, como sostuvimos en la STC
188/1998, de 28 de septiembre (FJ 2), "hace posible su inmediata e idónea reparación por el
órgano judicial a quien se reprocha la infracción; evita la reprobación constitucional de una
actuación judicial sobre cuya irregularidad no había sido advertido su agente; estratifica
racionalmente la jurisdicción de amparo y, con ello, posibilita la plena subsidiariedad y ''la propia
funcionalidad de la jurisdicción constitucional'' (STC 168/1995); y, en fin, preserva el itinerario
procesal posible de la cuestión que tiene por centro un derecho fundamental y, por ello, su
completo debate y análisis por las partes implicadas en el proceso, por el órgano judicial
directamente afectado, y por los demás órganos judiciales con jurisdicción en el mismo" (STC
132/2006, FJ 3).
La Sentencia mayoritaria, por cierto, no se pronuncia sobre la necesidad de invocar la
supuestamente producida vulneración del derecho tan pronto como se produzca, ni sobre la
proyección a este caso de la STC 132/2006, de 27 de abril, en la que precisamente se fijó una
matizada doctrina jurisprudencial sobre esta cuestión ni, en definitiva, sobre la posible
concurrencia del óbice procesal, en este supuesto, de falta de invocación del derecho
fundamental vulnerado "tan pronto como" se produzca la vulneración.
La exigencia de esta prueba, que cuidadosamente exigía nuestra doctrina en la ya citada
STC 13/2006, FJ 5, evitaba además el fraudulento uso del derecho que podía producirse si,
habiendo advertido el acusado el incumplimiento por el órgano judicial de la obligación legal de
conferir el derecho de última palabra, decidiera por razones tácticas guardar silencio, para
solicitar posteriormente, en el recurso de apelación o en el eventual recurso de amparo, la
nulidad de la vista oral por tal circunstancia.
Una actuación como la indicada sí permitiría calificar la vulneración del derecho a la
última palabra de mera infracción formal, lo que resulta inadmisible con arreglo a los principios
básicos de buena fe y lealtad que rigen el proceso y, sobre todo, en lo que ahora interesa, de
acuerdo con el concepto jurídico-constitucional de indefensión que el art. 24 CE permite y obliga
a construir (STC 48/1984, de 4 de abril), que también resulta aplicable, como es obvio, al
derecho que ahora nos ocupa.
Paradójicamente, este insoportable resultado no se evita con las precisiones que
introduce la Sentencia mayoritaria. Con arreglo a la doctrina que se sienta, el taimado acusado
que, apercibido del incumplimiento por parte del Juez o Tribunal de la obligación legal de
conceder el ejercicio del derecho de última palabra, decidiera guardar silencio, podría invocar en
la segunda instancia la vulneración de su derecho limitándose, de acuerdo con la doctrina que
ahora se fija, a indicar "qué concreta actividad probatoria o alegaciones efectuadas en fase de
informe son las que se pretendían contradecir, someter a contraste o, simplemente, refutar o
matizar en el ejercicio del derecho a la última palabra". Posteriormente, de no ser atendida su
petición de anulación de actuaciones, podría acudir en amparo a este Tribunal donde limitándose
("al menos", dice la Sentencia mayoritaria) a efectuar tales indicaciones, podría obtener la
anulación de la vista oral en función, eso sí, del juicio de certeza sobre su eventual incidencia en
la resolución impugnada, pero sin necesidad de acreditar que hubo una total imposibilidad de
que el acusado hubiera podido defenderse por sí mismo.
Frente a esta situación, considero que el acusado a quien no se concede el derecho de
última palabra debe apurar diligentemente los medios de hacer efectivo el ejercicio de su
derecho, solicitando de modo inmediato su reparación ante el propio Juez que incumplió la legal
obligación así como, en su caso, en la alzada que corresponda. Posteriomente, una vez en sede
de amparo, sobre el acusado debe recaer la carga probatoria de acreditar (y no simplemente
argumentar o indicar), que invocó tempestivamente la supuesta vulneración ante el propio Juez
que omitió el cumplimiento de tal obligación y en los recursos sucesivos.
Pero, rechazada su pretensión por el órgano jurisdiccional así como por el superior, en
su caso, y acreditado ante este Tribunal por el acusado que, pese a que lo intentó en tiempo y
forma, no tuvo ninguna posibilidad de defenderse por sí mismo y le fue negado expresamente el
ejercicio de la, en muchos casos, única posibilidad en todo el proceso de dirigirse directa y
personalmente al Tribunal que le está enjuiciando, no debemos exigir carga probatoria adicional
en torno a la repercusión efectiva que su pleno ejercicio hubiera hipotéticamente producido (STC
13/2006, FJ 5). Y ello por la evidencia de que "la viva voz del acusado es un elemento
personalísimo y esencial para su defensa en juicio" (STC 181/1994, FJ 3), y porque esa efectiva
y directa repercusión cuya "acreditación", "argumentación", o "indicación" se exige por la
Sentencia mayoritaria, está implícita en todos los casos en que el ejercicio del derecho a la
última palabra es consciente y deliberadamente suprimido por el Juez o Tribunal en cuanto, al
actuar así, se está privando de incorporar lo manifestado por el acusado a los elementos de
juicio sobre los que tiene que fallar en conciencia (art. 741 LECrim) y, al tiempo, está privando al
acusado de su, insisto, en muchas ocasiones única oportunidad en todo el proceso de dirigirse
directamente a quien o quienes le están juzgando y, siempre, la única ocasión de hacerlo una
vez finalizada la práctica de la prueba y conocidas las pretensiones definitivas de las partes,
máxime en un sistema procesal como el nuestro en el que, salvo el afortunado caso del proceso
ante el Tribunal del Jurado, las posibilidades de comunicación directa, inmediata y efectiva entre
acusado y Letrado durante el juicio oral son prácticamente inexistentes.
Creo que éstas debieran haber sido las matizaciones a realizar en nuestra doctrina, y no
las efectuadas en la Sentencia de la que respetuosamente discrepo. En mi opinión, la precisión
que se introduce ahora en la Sentencia mayoritaria (vid. FJ 3), afirmando que era
incondicionalmente una mera infracción formal lo que no lo era, e introduciendo exigencias
adicionales entonces no previstas, distorsiona y oscurece los perfiles del derecho,
desdibujándolo hasta poder aventurar un próximo adiós al derecho de última palabra a la vista de
los nuevos requerimientos, ahora sí formales, que la nueva doctrina va a exigir al acusado para
obtener su reparación en los casos en que su derecho de autodefensa por medio de la última
palabra en el proceso penal haya sido desconocido.
Y en este sentido emito mi Voto particular, reiterando mi respeto a la opinión mayoritaria.
En Madrid, a dieciocho de diciembre de dos mil siete.-Roberto García-Calvo y Montiel.-
Firmado y rubricado.
Voto particular concurrente que formula el Magistrado don Eugeni Gay Montalvo
respecto de la Sentencia del Pleno dictada en el recurso de amparo núm. 2670-2004, al que se
adhiere el Magistrado don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez
1. Aunque comparto el fallo y la fundamentación jurídica esencial sobre la que se asienta
la Sentencia a la que formulo este Voto Particular concurrente, creo oportuno efectuar las
siguientes consideraciones que responden a la postura que mantuve en las deliberaciones
tenidas en el Plenario en cuanto al instituto del "derecho la última palabra" en los procesos
penales, sobre cuyo contenido ya se ha manifestado este Tribunal en las distintas sentencias
que, por cierto, recoge en su integridad la presente.
Ciertamente "el derecho a la última palabra" se consagra como una garantía del proceso
y forma parte del contenido esencial del artículo 24 de nuestra Constitución sobre la tutela
judicial efectiva y el proceso debido, incardinándose más precisamente en el apartado segundo
del citado artículo como garantía del derecho de defensa. No cabe duda que el ciudadano
sometido a un proceso ante la jurisdicción penal de nuestro país tiene un papel
fundamentalmente pasivo que culmina en el acto de la vista oral o, en este caso, del juicio de
faltas en el que debe someterse al interrogatorio que el Juez o el Presidente del Tribunal le
requiera, así como al que le formula el Ministerio público, las acusaciones particulares si las
hubiere, los letrados que intervengan en la defensa de los demás procesados si los hubiese y, en
definitiva, de su Letrado que ejerce el derecho de defensa técnico-jurídica y debe velar porque se
garantice a su defendido la integridad de los derechos que el procedimiento establece al efecto.
Por ello el legislador procesal penal ha previsto con exquisito cuidado preservar "el
derecho a la última palabra" que, en su traducción forense, representa la única vez en la que el
inculpado puede ejercer personalmente su autodefensa. Como ha sido puesto de manifiesto por
este Tribunal con el apoyo interpretativo del art. 6.3 c) CEDH y del art. 14.3 d) PIDCP la
autodefensa constituye uno de los tres derechos que se garantizan al acusado, a saber, el
derecho a defenderse por sí mismo, a defenderse mediante asistencia letrada de su elección y,
en determinadas condiciones, a recibir asistencia letrada gratuita.
En definitiva, el respeto que los Tribunales han de observar al respecto es tal que, sin su
cumplimiento, el proceso no queda correctamente visto para Sentencia en la forma diseñada por
el legislador para garantizar un derecho tan fundamental como el de defensa.
2. En este sentido nuestra doctrina ha sido y sigue siendo inequívoca. En efecto, la STC
13/2006, de 16 de enero, afirma que:
"El ''derecho a la última palabra'' constituye así una nueva garantía del derecho de
defensa que entronca con el principio constitucional de contradicción y que posee un contenido y
cometido propio bien definido. Se trata de una regla del proceso que, enmarcada dentro del
derecho de defensa, no se confunde con éste, por cuanto no sólo constituye una garantía
añadida a la defensa Letrada, al tratarse de la posibilidad procesal de autodefensa del acusado
(STC 91/2000, de 30 de marzo, FJ 13), sino que debe igualmente diferenciarse del derecho a ser
oído mediante la posibilidad de interrogación o confesión cuya realización se habrá ya realizado
al inicio del juicio. El interrogatorio permite al acusado hacer las manifestaciones que estime
pertinentes en defensa de sus intereses. Pero en ese momento desconoce cuál va a ser el
comportamiento de los demás coimputados que declaren a continuación, de los testigos de
cargo y de descargo, y el resultado de las pericias practicadas. Incluso desconoce cuál va a ser
la vía argumental de las acusaciones y las defensas en sus respectivos alegatos, por lo que su
postura inicial puede verse reafirmada o, por el contrario, necesitada de actualización y
matización. El acusado ha de tener la oportunidad de contradecir o someter a contraste todo el
proceso probatorio, añadiendo todo aquello que estime pertinente para su mejor defensa, por lo
que ha de tener la oportunidad de ser el último en intervenir en el proceso, de modo que esta
facultad se encuadra dentro del derecho de defensa que, en estas circunstancias, ha de
realizarse de manera personal y directa por el interesado".
Y con anterioridad en su STC 29/1995, de 25 de abril, FJ 6, se afirmaba que:
"conviene destacar la importancia del ''derecho a la última palabra'', con independencia
de otras expresiones del derecho a la autodefensa contenidas en los arts. 655, 708, 713, y 793.3
LECrim. En relación, concretamente, con el derecho a la ''última palabra'' este Tribunal ha tenido
ocasión recientemente de destacar cómo el art. 739 LE.Crim ''ofrece al acusado el 'derecho a la
última palabra' (Sentencia del TS de 16 de julio de 1984), por sí mismo, no como una mera
formalidad, sino -en palabras del Fiscal que la Sala asume-''por razones íntimamente conectadas
con el derecho a la defensa que tiene todo acusado al que se brinda la oportunidad final para
confesar los hechos, ratificar o rectificar sus propia declaraciones o las de los coimputados o
testigos, o incluso discrepar de su defensa o completarla de alguna manera. La raíz profunda de
todo ello no es sino el principio de que nadie pueda ser condenado sin ser oído, audiencia
personal, que, aun cuando mínima, ha de separarse como garantía de la asistencia letrada,
dándole todo el valor que por sí misma le corresponde. La viva voz del acusado es un elemento
personalísimo y esencial para su defensa en juicio" (STC 181/1994, FJ 3)".
3. Como no podía ser de otra manera la Sentencia que nos ocupa ha venido a resaltar
en su fundamento jurídico 3 nuestra doctrina sobre los elementos que constituyen el derecho de
defensa, principalmente en cuanto a la asistencia letrada, práctica de pruebas y "derecho a la
última palabra". Sin embargo, debo expresar mis reservas respecto de la conclusión a la que
llega el último párrafo del fundamento jurídico 3 de la Sentencia, según la cual el demandante de
amparo ha de poner de manifiesto a este Tribunal que la señalada limitación de su "derecho a la
última palabra" le ha supuesto una grave situación de indefensión. Por una parte, considero que
esta exigencia que se hace recaer en el demandante de amparo no se compadece plenamente
con la naturaleza del derecho al que se hace referencia, el cual se materializa en la intervención
personal y directa del procesado, no sujeta a los usos y rigores del procedimiento; por otra, dicha
carga puede resultar excesiva si se trata de demostrar la indefensión material que se le ha
producido, pues no podemos olvidar su condición de lego en Derecho que opera en ese
momento al margen de su defensa técnica o letrada, a quien, en cambio, sí le corresponde una
argumentación plenamente acorde con las exigencias y la doctrina de este Tribunal en el
momento de presentar la demanda de amparo.
Madrid, a dieciocho de diciembre de dos mil siete.-Eugeni Gay Montalvo.-Jorge
Rodríguez-Zapata Pérez.-Firmado y rubricado.
S.TC. 224/2007
Referencia número: 224/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 22/10/2007
Publicación BOE: 20071127 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Ramón Rodríguez Arribas
Número registro: 3449-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Turson Dorprey respecto a los Autos de la Audiencia Provincial y de un
Juzgado de Instrucción de Valencia que acordaron el sobreseimiento de unas diligencias previas
por delito de lesiones.
Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva: investigación insuficiente de una denuncia de
tortura sufrida bajo custodia policial (STEDH Martínez Sala c. España).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3449-2004, promovido por don Turson Dorprey,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Elena Galán Padilla y asistido por la
Abogada doña Adela Hernández Calatayud, contra el Auto de 7 de octubre de 2003 del Juzgado
de Instrucción núm. 7 de Valencia dictado en las diligencias previas núm. 2616-2003. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Ramón Rodríguez Arribas,
quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 28 de
mayo de 2004, don Turson Dorprey, bajo la dirección letrada de la Abogada doña Adela
Hernández Calatayud, anunció su intención de interponer recurso de amparo contra el Auto de 7
de octubre de 2003 del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Valencia dictado en las diligencias
previas núm. 2616-2003, que ordena el sobreseimiento y archivo de las actuaciones, solicitando
también el nombramiento de Procurador del turno de oficio.
Una vez producida y aceptada la designación, el día 23 de septiembre de 2004 por doña
Elena Galán Padilla se interpuso recurso de amparo, en nombre y representación del recurrente,
contra la mencionada resolución.
2. Los hechos en los que se fundamenta la demanda de amparo son, sucintamente
expuestos, los que siguen:
a) La madrugada del día 5 de enero de 2003 don Turson Dorprey fue detenido por
agentes de la policía local de Valencia en una zona en las afueras de la ciudad como presunto
autor de un delito contra la salud pública. Trasladado a los calabozos de la Inspección Central de
Guardia de la Jefatura Superior de Policía de la Comunidad Valenciana los agentes locales
manifestaron, entre otros extremos, que el detenido, tras caer a una acequia, había opuesto
resistencia activa a ser reducido, por lo que se tuvo que usar la fuerza necesaria para ello.
b) Sobre las 17 horas del mismo día fue puesto a disposición del Juzgado de Instrucción
correspondiente. En su declaración ante el Juez, el recurrente indicó que en el momento de su
detención un policía local le había pegado con su porra hasta tres veces y al defenderse llegaron
otros agentes que también le agredieron; a petición propia fue reconocido por el forense de
guardia, que emitió un informe en el que apreciaba varias erosiones en las rodillas y hematomas
en los brazos y restos de supuraciones sangrantes en su ropa interior. El forense recomendó al
recurrente acudir ese mismo día a un centro hospitalario para someterse a una revisión que
incluyera estudio clínico-radiológico y de la sangre vertida.
Tras su puesta en libertad el recurrente fue reconocido ese mismo día en el Hospital
Universitario "La Fe" de Valencia, donde se le apreciaron diversas contusiones,
diagnosticándosele traumatismo cervical y en miembros.
c) Mediante escrito presentado el 21 de enero de 2003 la defensa del recurrente solicita
la práctica de dos diligencias: pericial, a fin de que el Médico forense que asistió al recurrente
vuelva a reconocerlo junto a las pruebas hospitalarias realizadas por indicación suya, que él
mismo aportará el día de su citación; y testifical, a fin de tomar declaración a los agentes
policiales participantes en la detención y custodia del recurrente.
Por providencia de 10 de febrero de 2003 el Juez de Instrucción accede a las diligencias,
ordenando literalmente que "por el médico forense sea nuevamente reconocido el imputado tras
las pruebas hospitalarias realizadas" y que se cite a declarar a los agentes policiales indicados.
El 17 de marzo de 2003 el Juzgado de Instrucción núm. 7 de Valencia libra
comunicación a la Clínica médico forense de la localidad a fin de que, en relación a su informe
de 5 de enero, "amplíe el mismo respecto a las policontusiones de data no determinables y no
figuradas, en el sentido de si pudieran obedecer a la utilización de armas de electro-shock o
similares como porras eléctricas o hispómetros".
d) El 25 de marzo de 2003 el forense evacua el informe solicitado. Se basa para ello en
el examen personal al detenido realizado el día de su puesta a disposición judicial, indicando que
no se ha aportado el informe de la asistencia sanitaria recomendada. En su valoración considera
que las lesiones detectadas, al ser "no figuradas", impiden que de su morfología se pueda inferir
la acción de porras o defensas. Ello, junto al hecho de no haberse remitido informe hospitalario
sobre posibles patologías en pene o pulmón, lo llevan a concluir que no puede determinarse el
medio lesivo responsable de las lesiones detectadas.
e) Habida cuenta del citado informe, el 10 de abril de 2003, siempre en el marco de las
diligencias previas seguidas con motivo de un presunto delito contra la salud, la defensa del
recurrente aporta toda la documentación acerca de sus lesiones y radiografías que le dieron en
el servicio hospitalario de urgencias al ser atendido el mismo día de su detención, adjuntando
también un informe de la organización Amnistía Internacional donde constan los efectos de las
armas de electrochoque.
f) Como resultado de todo ello, por Auto de 21 de mayo de 2003 del Juzgado de
Instrucción núm. 7 de Valencia, se dispone la incoación de diligencias previas núm. 2616-2003
por razón de un presunto delito de lesiones.
Por providencia de 16 de septiembre de 2003 el Juez acordó dar traslado de las
diligencias previas núm. 2616-2003 al Ministerio Fiscal a fin de que informara sobre la
procedencia del sobreseimiento de las actuaciones.
Contra esta providencia el ahora demandante de amparo interpuso recurso de reforma,
solicitando que se oficiara otra vez a la Clínica médico forense a fin de que se le reconociera
nuevamente, acompañando las pruebas hospitalarias. Fue resuelto mediante Auto de 2 de
octubre del mismo año, en el que se razonaba que tal aportación era innecesaria, visto que el
informe del forense resultaba claro y concluyente en cuanto a la imposibilidad de determinar el
origen de las lesiones.
g) El 7 de octubre de 2003 el Juzgado de Instrucción núm. 7 de Valencia dicta un Auto
por el que dispone el sobreseimiento y archivo de las actuaciones, al no resultar los hechos
denunciados constitutivos de infracción penal. Contra el mismo la representación del recurrente
interpone nuevo recurso de reforma, basado en la necesidad de que el forense valore las
pruebas hospitalarias que le fueron realizadas, pues su propio informe indicaba que sin ellas no
podía valorar parte de las lesiones. Fue desestimado por Auto de 11 noviembre de 2003 en el
que se indica que, cumplido el trámite de dar traslado de las pruebas hospitalarias al médico
forense, éste no varió ni un ápice sus conclusiones.
h) Contra este Auto el recurrente interpuso el 18 de noviembre de 2003 recurso de
apelación. En el mismo argumenta que, pese a lo afirmado en la resolución recurrida, las
pruebas hospitalarias nunca fueron remitidas al médico forense; señala distintas contradicciones
y lagunas en las declaraciones de los policías implicados e insiste en que de sus condiciones
físicas en el momento de tomársele declaración judicial se desprende la comisión de un delito. El
recurso fue desestimado por la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Valencia mediante
Auto de 14 enero de 2004. En él se ahonda en la falta de prueba médica concluyente sobre el
origen de las lesiones del recurrente y se añaden algunas consideraciones acerca de su
estrategia de defensa: no sólo ha denunciado las lesiones, sino que también se ha defendido del
delito contra la salud pública diciendo que los policías le colocaron irregularmente el dinero y la
droga aprehendidos. La poca credibilidad de esos testimonios contribuye, a juicio de la
Audiencia, a negársela también a la denuncia de una agresión de la que no hay pruebas
médicas.
3. La demanda de amparo alega en primer lugar la lesión del derecho a la tutela judicial
efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE), que atribuye al hecho de que no se han investigado
suficientemente unos hechos que de manera indiciaria revisten caracteres de delito, habida
cuenta de que el sobreseimiento se ha decidido a partir de un informe forense erróneo en el que
faltan datos. Invoca también la vulneración del derecho a usar los medios de prueba oportunos
(art. 24.2 CE). El informe forense realizado el día de la puesta a disposición judicial del
recurrente y la propia decisión inicial del órgano de instrucción hacían necesaria una prueba que
finalmente no se realizó y se le impidió usar.
4. Por providencia de 13 de septiembre de 2005 la Sección Cuarta de este Tribunal
Constitucional decidió, conforme lo previsto en el art. 50.3 LOTC, conceder al demandante de
amparo y al Ministerio público un plazo común de diez días para que formulasen, con las
aportaciones documentales que procedieran, las alegaciones que estimasen pertinentes en
relación con la carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda (art. 50.1.c LOTC).
Del mismo modo, a petición del Ministerio Fiscal, se requirió del Juzgado de Instrucción núm. 7
de Valencia y de la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Valencia que remitieran copia
de las actuaciones correspondientes a las diligencias previas núm. 1616-2003 y al rollo de
apelación 2381-2003 respectivamente. Una vez recibidas la Sección concedió un nuevo plazo
común de diez días para, con vista de las actuaciones, evacuar el trámite solicitado.
En escrito presentado el 12 de enero de 2006 el recurrente en amparo se ratifica en el
contenido de su demanda, adjuntando las radiografías que se le realizaron el día de su atención
hospitalaria.
5. Por su parte el Ministerio Fiscal evacuó el trámite conferido mediante escrito
registrado el 17 de enero de 2006. En el mismo recuerda la doctrina del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos en relación con el art. 3 CEDH, en la que se afirma la obligación de los
Estados de proteger la integridad física y la salud de las personas privadas de libertad que están
bajo su custodia. La misma conlleva una vertiente procesal consistente en la necesidad de llevar
a cabo una investigación efectiva para la identificación y el castigo de los responsables cada vez
que existan motivos razonables para creer que agentes del Estado han realizado tratamientos
contrarios al art. 3 CEDH. Esta obligación está contenida también en los arts. 12 y 13 de la
Convención de Naciones Unidas contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes. A juicio del Fiscal, aunque formalmente la demanda de amparo invoca tan sólo la
lesión de derechos contenidos en los arts. 24.1 y 24.2 CE, materialmente no cabe duda de que
su contenido material se refiere al derecho a la integridad física del art. 15 CE. Estima que el art.
15 CE tiene entre sus contenidos una vertiente procesal equiparable a la referida de la doctrina
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Así, ante la denuncia de tortura o tratos inhumanos
debe investigarse diligentemente, con una intensidad superior a la exigida de manera genérica
por el art. 24.2 CE, si han tenido lugar, a fin de que en lo posible queden disipadas todas las
dudas que la denuncia pueda producir. En este caso considera el Fiscal que la investigación no
ha sido suficientemente diligente, pues, a pesar de que el propio Juzgado resolvió conforme a lo
pedido, señalando inicialmente que el nuevo informe debía hacerse tras el examen del historial
clínico, posteriormente dejó de atender la petición de que se facilitase dicho historial. La extrema
facilidad para la práctica de tal prueba obliga a concluir que el órgano judicial ha actuado con
falta de diligencia.
6. Por providencia de 18 de abril de 2006 la Sala Segunda de este Tribunal, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 11.2 LOTC, acordó admitir a trámite la demanda y dirigir
comunicación a los órganos judiciales que habían entendido del asunto participándoles la
admisión a los efectos procedentes, entre ellos el emplazamiento a quienes hubieran sido parte
en el procedimiento para que, si lo deseaban pudieran comparecer en el recurso de amparo.
7. Por escrito registrado el 15 de junio de 2006 el Fiscal presentó escrito de alegaciones,
en el que procedió a dar por reproducidas en su integridad las consideraciones vertidas en el
informe evacuado en el trámite de admisión, interesando que se dicte sentencia que otorgue el
amparo solicitado, reconozca al actor su derecho fundamental a la integridad física y declare la
nulidad de las resoluciones judiciales impugnadas.
El demandante de amparo, mediante escrito ingresado en este Tribunal el 10 de julio de
2006, vino a ratificarse en sus escritos anteriores, concluyendo que también le ha sido
conculcado, de modo instrumental, su derecho a la integridad física y moral (art. 15 CE),
solicitando que se le conceda el amparo solicitado.
8. Por providencia de 18 de octubre de 2007 se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 22 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 222/2007
Referencia número: 222/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 8/10/2007
Publicación BOE: 20071114 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Guillermo Jiménez Sánchez
Número registro: 8079-2006/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Miguel Ángel Dalmau Lloret respecto a los Autos de la Audiencia Provincial
de Alicante que ordenaron su ingreso en prisión y denegaron la suspensión de la ejecución de la
pena en causa por delito contra la salud pública.
Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva: denegación de la suspensión de la ejecución
de pena de prisión sin motivación y que se produce tardíamente (STC 251/2005).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 8079-2006, promovido por don Miguel Ángel Dalmau
Lloret, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Victoria Pérez-Mulet y Díez-
Picazo y asistido por el Letrado don José Espasa Mulet, contra los Autos de la Sección Segunda
de la Audiencia Provincial de Alicante de fecha de 3 de julio y 15 de mayo de 2006 y la
providencia de 10 de marzo de 2006 dictados en la ejecutoria 44-2002, que, tras ordenar el
ingreso en prisión, denegaron la suspensión de la ejecución de la pena impuesta al recurrente.
Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Guillermo Jiménez
Sánchez, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 31 de
julio de 2006 la Procuradora de los Tribunales doña Victoria Pérez-Mulet y Díez-Picazo, en
nombre y representación de don Miguel Ángel Dalmau Lloret, interpuso recurso de amparo
contra las resoluciones judiciales de las que se hace mérito en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) El recurrente fue condenado en Sentencia firme, dictada de conformidad por la
Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Alicante, el día 25 de enero de 2002, a la pena
de tres años de prisión y multa de 243.423 pesetas, con las accesorias legales, como autor de
un delito contra la salud pública con la concurrencia de la atenuante de drogadicción. En esta
resolución se considera probado que el acusado fue sorprendido por la Guardia civil en posesión
de doce papelinas de cocaína, que tenía ánimo de vender en el mercado ilegal, y que tales
hechos fueron realizados bajo los efectos de su condición de drogadicto, teniendo sus facultades
intelectivas y volitivas afectadas.
La representación procesal del recurrente presentó un escrito, registrado en la Audiencia
Provincial de Alicante el día 15 de febrero de 2002, en el que solicitaba la suspensión de la pena
de prisión impuesta de conformidad con lo previsto en el art. 87 y concordantes del Código
penal, aportando al efecto documentación justificativa del tratamiento de deshabituación por
adicción a la cocaína.
Mediante Auto de fecha 6 de mayo de 2002 la Sala declaró la firmeza de la Sentencia,
accedió al pago aplazado de la multa impuesta en seis mensualidades (cinco de 240,4 ? y una
última de 261 ?) y, en relación con la suspensión solicitada, acordó reclamar los antecedentes
penales al Registro de Penados y Rebeldes. La solicitud de dicha información se cursó vía fax
ese mismo día, obrando en las actuaciones al folio siguiente de la misma un documento, emitido
por el Registro de Penados y Rebeldes el día 6 de junio de 2002 en el que consta la existencia
de una condena anterior, firme el 1 de junio de 1998 y suspendida.
b) Una vez recibidos los antecedentes penales la actividad de la Sala se limitó a verificar
el pago de la multa, sin que resolviera sobre la suspensión de la pena privativa de libertad. Y por
providencia de 28 de mayo de 2003 se acordó requerir al condenado, mediante exhorto al
Juzgado de Paz de Jávea, el pago de la cantidad que le quedaba pendiente y que ascendía a
20,60 ?. Consta en las actuaciones una diligencia del requerimiento practicado a tal efecto
positivamente en su persona el día 14 de julio de 2003, en un domicilio sito en la c/ Virgen de la
Soledad, núm. 15, de Jávea.
Posteriormente, mediante providencia de 24 de febrero de 2004, se acordó efectuar un
nuevo requerimiento en el mismo domicilio al no haberse ingresado la cantidad pendiente de
pago de la multa. En este caso el Juzgado de Paz de Jávea extendió una diligencia, de fecha 14
de octubre de 2004, en la que el Secretario del Juzgado hace constar que, "personado el agente
en el domicilio indicado, los vecinos le informan de que no conocen a Miguel Ángel Dalmau y que
nunca ha vivido en dicho domicilio; consultado el padrón de habitantes de esta localidad, dicho
señor no aparece registrado en el mismo".
c) Desde entonces no se observa actividad procesal alguna en la ejecutoria hasta que,
por providencia de 21 de febrero de 2006, la Audiencia acordó pasar la causa al Ministerio
público para que informase sobre si procedía o no la suspensión de la ejecución de la pena
privativa de libertad. El día 3 de marzo de 2006 el Fiscal emitió un informe en el cual afirma que,
dado que el condenado no se encuentra a disposición del Tribunal, y ante su ignorado paradero,
no procede la suspensión solicitada, sino su busca y captura y su ingreso para el cumplimiento
de la pena impuesta.
De conformidad con tal criterio, mediante providencia de 10 de marzo de 2006, la Sala
ordenó la busca y captura y el ingreso en prisión del condenado, "dado su ignorado paradero". A
tal fin se remitieron oficios a los Directores Generales de la Policía y de la Guardia civil en los
que se hace constar como último domicilio conocido del penado la c/ San Pedro, núm. 3-1-1, de
la localidad de Carcaixent (Valencia). El día 10 de mayo de 2006 el recurrente fue detenido y
puesto a disposición de la Audiencia, que libró mandamiento de ingreso en prisión al centro
penitenciario de Alicante.
d) Ese mismo día el Letrado del recurrente solicitó que se dejara sin efecto el ingreso en
prisión y se procediera a la suspensión y remisión de la condena, dado el tiempo transcurrido
desde la misma (más de cuatro años) sin que la Sala se pronunciara sobre la suspensión (pese
a haberse solicitado y acreditado el cumplimiento de los requisitos legalmente previstos) y sin
que el condenado hubiera delinquido, habiendo rehecho su vida y estando ya socialmente
integrado. También puso de relieve que se habían cumplido los condicionantes en su día
impuestos (tratamiento de desintoxicación y pago íntegro de la multa) y los errores existentes
durante la ejecución de la Sentencia (falta de conocimiento de las actuaciones de la ejecución,
no imputable al señor Dalmau sino, tal vez, al fallecimiento de su Procurador); y lo erróneo de
que se encontrara en paradero desconocido, pues nunca lo había estado. Subsidiariamente
solicitó que se decretara la nulidad de actuaciones.
Requerido informe acerca de la posible suspensión al Ministerio público, éste reprodujo
el anteriormente emitido, manifestando que, no obstante, si la Sala encontrase justificadas las
alegaciones de la defensa no se opondría a la suspensión.
e) Mediante Auto de 15 de mayo de 2006 la Sala acordó, con la siguiente
fundamentación jurídica, que no había lugar a la suspensión de la ejecución de la pena privativa
de libertad impuesta:
"La redacción del artículo 87 del CP vigente tras la reforma operada por la LO 15/03
señala que aun cuando no concurran las condiciones 1.ª y 2.ª previstas en el art. 81, el juez o
tribunal, con audiencia de las partes, podrá acordar la suspensión de la ejecución de las penas
privativas de libertad no superiores a cinco años de los penados que hubiesen cometido el hecho
delictivo a causa de su dependencia de las sustancias señaladas en el número 2 del art. 20,
siempre que se certifique suficientemente, por centro o servicio público o privado debidamente
acreditado u homologado, que el condenado se encuentra deshabituado o sometido a
tratamiento para tal fin en el momento de decidir sobre la suspensión.
A la vista de la hoja histórico penal del penado se comprueba que con anterioridad ya
disfrutó del beneficio de la suspensión de la ejecución de una pena privativa de libertad impuesta
anteriormente y, lejos de aprovechar dicha oportunidad para rehabilitarse y alejarse del delito,
volvió a delinquir en pleno periodo de suspensión. En efecto, fue condenado por sentencia de 23
de febrero de 1998 (firme el 1 de junio de 1998) de la Audiencia Provincial de Valencia a la pena
de un año de prisión, suspendiéndose la ejecución el 11 de septiembre de 1998 por un plazo de
tres años, cometiéndose los hechos origen de la presente ejecutoria el 6 de junio de 1999.
La reincidencia delictiva y la comisión del delito en pleno periodo de suspensión de la
ejecución de una pena privativa de libertad anterior revelan la peligrosidad criminal del penado,
frustrando los fines perseguidos por el Legislador con el beneficio concedido, no haciéndose
merecedor de la concesión de una nueva suspensión de la ejecución de la pena.
En el caso de autos la Sala no estima oportuno la concesión del beneficio de la
suspensión al penado cuando ha resultado estéril el beneficio anterior concedido y concurre un
evidente riesgo de reincidencia delictiva."
f) Frente a dicho Auto se interpuso recurso de súplica, desestimado por Auto de fecha 3
de julio de 2006 con la siguiente fundamentación jurídica:
"Obra en la presente ejecutoria diligencia de constancia del Juzgado de Paz de Jávea
que manifiesta "que personado el agente judicial en el domicilio indicado (c/ Virgen de la
Soledad, 15-1...), por los vecinos le informan que no conocen a Miguel Ángel Dalmau y que
nunca ha vivido en dicho domicilio, consultado el padrón de habitantes... dicho señor no aparece
registrado en el mismo".
A la vista de la mencionada diligencia, el Ministerio Fiscal interesa la busca y captura del
penado y su ingreso en prisión al no estar a disposición del Tribunal, informando que no procede
la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad acordándose la busca y captura e
ingreso en prisión por providencia de 10 de marzo de 2006.
Del análisis de las actuaciones se comprueba que no hay defecto alguno en la
tramitación de la presente pieza de ejecución.
Una vez a disposición del Tribunal el penado, por Auto de 15 de mayo del 2006 se
resuelve sobre la procedencia de la suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad,
denegándose atendiendo a que el penado ya disfrutó del beneficio de la suspensión de la
ejecución de una pena privativa de libertad anterior y lejos de aprovechar dicha oportunidad para
rehabilitarse y alejarse el delito, volvió a delinquir en pleno periodo de suspensión. Como
manifiesta el Auto impugnado, no procede la suspensión interesada atendiendo a la peligrosidad
criminal del penado, cometiendo los hechos precisamente cuando estaba en el periodo de
suspensión de otra condena anterior. En efecto, de la hoja histórico penal del penado se
comprueba que fue condenado por sentencia de 23 de febrero de 1998 (firme el 1 de junio de
1998) de la Audiencia Provincial de Valencia a la pena de un año de prisión, suspendiéndose la
ejecución el 11 de septiembre de 1998 por un plazo de tres años, cometiéndose los hechos
origen de la presente ejecutoria el 6 de junio de 1999. El penado ya disfrutó del beneficio de la
suspensión de la ejecución de una pena anterior y, lejos de aprovechar dicha oportunidad para
rehabilitarse y alejarse del delito, volvió a delinquir en pleno periodo de suspensión, circunstancia
reveladora de su peligrosidad criminal y de la inutilidad del beneficio de la suspensión."
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a la libertad (art. 17 CE) en relación
con el art. 25.2 CE.
Tras exponer los hechos del caso se queja el recurrente de que no se dio traslado a su
representación procesal o a su Letrado de la diligencia negativa de notificación personal y de que
dicha diligencia se realizó en un domicilio distinto al designado para notificaciones, en el cual no
se intentó notificación alguna. De tal diligencia sólo se da traslado al Fiscal y se acuerda la no
suspensión y el ingreso en prisión por ignorado paradero (pese a no haberse intentado la
diligencia en el domicilio correcto, ni intentado en otros obrantes en las actuaciones, ni consultar
las bases públicas), lo que se notifica a un procurador distinto del designado por el condenado
(al parecer por fallecimiento del anterior) y sin que él tuviera noticia de ello. Posteriormente el
Auto de 15 de mayo de 2006 deniega la suspensión sin argumentar sobre el ignorado paradero,
sino sobre la base de los antecedentes penales, a partir de una hoja histórico-penal solicitada y
obtenida el 6 de junio de 2002, caducada y sin valor alguno, y sin haber solicitado una nueva, en
la que hubieran figurado cancelados los citados antecedentes, así como que el recurrente no ha
vuelto a delinquir desde 1999, cuando sucedieron los hechos origen de la presente causa,
momento en el cual el recurrente tenía sólo veinte años de edad. Y sobre esos datos se afirma la
peligrosidad del condenado y se deniega la suspensión, sin entrar a considerar las
circunstancias personales del caso, toda la documental aportada en orden a acreditar el
cumplimiento de los requisitos legalmente previstos en el art. 87 CP, y sin tener en cuenta que
desde la firmeza de la Sentencia y la solicitud de suspensión habían transcurrido más de cuatro
años sin que el condenado hubiera delinquido, por lo que procedería la remisión de la pena pues
la demora en la resolución de la solicitud de suspensión (que el art. 82 CP exige que se realice
con urgencia), imputable exclusivamente al órgano judicial, no puede perjudicar al condenado.
De conformidad con lo anteriormente expuesto se articulan en la demanda dos motivos
de amparo. El primero, por vulneración del art. 24 CE, en relación con el derecho de
contradicción y defensa en el proceso penal, y en particular respecto de las cuestiones que
afectan a libertad personal (art. 17 CE). Se queja el recurrente de que, tras haber sufrido la
tramitación de la pieza de suspensión un retraso de más de cuatro años, sin audiencia del
condenado y mediante una providencia se ordena la busca y captura y el ingreso en prisión
sobre la base de una errónea apreciación de que resultaba ignorado su paradero. Con cita de
diversas Sentencias de este Tribunal se destaca que la audiencia de las partes constituye una
exigencia constitucional ineludible que deriva directamente de la prohibición constitucional de
indefensión (art. 24.1 CE), siendo dicha exigencia tanto más relevante en un caso como el
presente, en el cual lo que se dilucida es el cumplimiento efectivo de una pena de prisión
mediante el ingreso del condenado en un centro penitenciario. En dicho trámite podría haberse
contrarrestado la errónea apreciación del Tribunal acerca de la ignorancia del paradero del
recurrente, circunstancia determinante de que se ordenara el ingreso en prisión de éste.
Como segundo motivo de amparo se denuncia la vulneración del artículo 24 CE, en
relación con los artículos 25.2 CE y 9 CE, por la insuficiencia de la motivación de las
resoluciones judiciales recurridas, que se invoca desde una triple perspectiva: la de que las
resoluciones estén fundadas en Derecho y se ajusten a las exigencias legales de los preceptos
que regulan la institución; que den respuesta a todas las cuestiones planteadas; y que respeten
la exigencia de deber de motivación reforzado que pesa sobre las resoluciones judiciales que
inciden en el contenido de un derecho fundamental sustantivo, como es el de libertad. Cita las
SSTC de 15 de noviembre de 2004 y de 10 de octubre de 2005.
En el suplico de la demanda se solicita la nulidad, tanto de la providencia de fecha 10 de
marzo de 2006, que ordenó el ingreso en prisión del recurrente, como de los Autos de 15 de
mayo y de 3 de julio de 2006 dictados por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de
Alicante que mantienen la prisión y deniegan la suspensión interesada.
Mediante otrosí se solicita la suspensión de la ejecución de las resoluciones recurridas al
amparo del art. 56.1 LOTC.
4. Por providencia de 20 de febrero de 2007 la Sección Segunda de este Tribunal
acordó, de conformidad con lo dispuesto en el apartado 3 del artículo 50 de la Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional, conceder a la parte demandante de amparo y al Ministerio público un
plazo común de diez días para que formularan alegaciones en relación con lo previsto en el art.
50.1 LOTC y, en particular, respecto de la exigencia de motivación reforzada en el caso.
El día 13 de marzo de 2007 presentó sus alegaciones la representación procesal del
demandante de amparo, reiterando las contenidas en la demanda respecto a las cuestiones
relativas a las resoluciones recurridas en amparo por tardías, erróneas (errores patentes sobre
los presupuestos fácticos que determinan su sentido) y faltas de motivación, aportando un
certificado de antecedentes penales actualizado del recurrente.
El día 15 de marzo de 2007 el Fiscal ante el Tribunal Constitucional interesó la admisión
a trámite de la presente demanda por entender que no carece de contenido constitucional.
5. Mediante providencia de 24 de abril de 2007 la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional acordó conocer del presente recurso de amparo y admitir a trámite la demanda.
Obrando ya en la Secretaría de la Sala testimonio de las actuaciones judiciales correspondientes
a la ejecutoria número 44-2002 se acordó dar vista de las mismas a la parte recurrente y al
Ministerio público por plazo común de veinte días, dentro de los cuales podrían presentar
alegaciones conforme determina el art. 52.1 LOTC.
6. En esa misma fecha se acordó formar la oportuna pieza separada para la
sustanciación de la suspensión interesada, y conceder un plazo común de tres días al recurrente
y al Fiscal para alegar lo que estimasen pertinente sobre dicha suspensión. Evacuado dicho
trámite, mediante Auto de 4 de junio de 2007, la Sala acordó suspender la ejecución de la pena
privativa de libertad impuesta por la Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial
de Alicante de 25 de enero de 2002 y la de los acuerdos adoptados en los Autos de 15 de mayo
y 3 de julio de 2006, dictados en la ejecutoria 44-2002.
7. La representación procesal del demandante de amparo formuló sus alegaciones
mediante escrito que tuvo su entrada en el Registro General de este Tribunal el día 29 de mayo
de 2007, en el que se remite a las alegaciones vertidas en sus escritos anteriores.
8. El día 1 de junio de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio público, interesando
la estimación del recurso por entender que las resoluciones judiciales recurridas han vulnerado el
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), tanto en su vertiente de derecho de motivación,
reforzada al estar en juego el derecho a la libertad (art. 17.1 CE), como en su vertiente de
derecho a no padecer indefensión.
Comienza señalando el Fiscal que en el recurso de amparo se plantean dos tipos de
cuestiones. Por una parte, en relación con la citación y el requerimiento llevados a efecto en la
persona del condenado para que efectuara el abono del último tramo del plazo de la multa que le
había sido impuesta en sentencia, citación infructuosa y que determinó la orden judicial de busca
y captura y el ingreso en prisión, se cuestiona si la citación agotó las exigencias constitucionales
de busca y, por ende, si el acuerdo de adoptar el ingreso en prisión cubrió las exigencias de
motivación reforzada en relación con el derecho a la libertad. En segundo lugar se cuestiona la
motivación tanto del Auto que decidió denegar la suspensión de la condena como del que
denegó el recurso de súplica deducido contra el anterior, a los que se reprocha que no han
cumplido con los requisitos y exigencias de los arts. 80 y ss CP, tanto los de carácter formal,
relativos a la necesidad de audiencia, como los de fondo, al no tener en cuenta la cancelación
del antecedente penal que se esgrime como razón básica de la denegación, ni la condición de
drogodependiente del condenado y su sometimiento a un programa de desintoxicación.
Respecto de la decisión de acordar la busca y captura del condenado y su detención e
ingreso en prisión, mediante una providencia de fecha 10 de marzo de 2006, sostiene el
Ministerio público que, no sólo cabe cuestionar la forma de dicha resolución (parecería más
apropiada la de Auto), sino que ésta se realiza con una casi inexistente motivación, en una
materia en la que la constante doctrina del Tribunal Constitucional viene exigiendo, por la
conexión entre los arts. 24.1 y 17.1 CE, motivación reforzada. Destaca el Fiscal que, aun cuando
el condenado venía obligado a fijar un domicilio (art. 775 LECrim) y atenerse al mismo,
comunicando cualquier cambio al órgano judicial, en las actuaciones se percibe una notoria
confusión en cuanto a los lugares de comunicación y, en todo caso, se constata que ante la
gravedad de la medida a adoptar no se agotaron las posibilidades de localización, sino que se
procedió directamente a acordar la busca y captura que acabó con la privación de libertad del
condenado. A juicio del Fiscal el órgano judicial incumplió el deber de asegurar la real eficacia
del acto de comunicación que resulta exigida de manera constante por la doctrina constitucional
(por todas STC 199/2002, de 28 octubre). "A tal efecto conviene resaltar que el órgano judicial no
había acordado aún la suspensión condicional de la condena impuesta, y la busca y captura se
acuerda no en atención a esa condena sino al impago del último plazo de la multa impuesta. La
medida acordada, pues, ni tiene justificación proporcional ni se adoptó con esa motivación
reforzada que viene advirtiendo la doctrina del Tribunal Constitucional (por todas STC 47/2000,
de 17 de febrero). A ello se debe añadir que el condenado disponía de letrado y procurador y
tampoco el Juzgado recurrió a los mismos, tanto para conocer el paradero del condenado como
a notificar las resoluciones adoptadas". Por todo ello el Fiscal estima que la providencia de 10 de
marzo de 2006 y las resoluciones judiciales que la confirman vulneraron el deber de motivación
reforzada derivado del art. 24.1 CE en relación con el derecho a la libertad personal (art. 17.1
CE).
Por lo que respecta al Auto de 15 de mayo de 2006, en virtud del cual se denegaba la
concesión de la suspensión condicional de la condena impuesta, como dato previo constata el
Ministerio público que el Tribunal no ha cumplido formalmente con la exigencia de audiencia de
las partes (art. 80.2 CE). Aun cuando podría entenderse que con la petición inicial de la parte se
habría cumplido tal exigencia, a juicio del Fiscal (y a la vista de lo alegado en el escrito de
nulidad de actuaciones y en el de súplica), no parece que la inicial petición de aplazamiento del
pago de la pena de multa y la mera petición de suspensión de condena puedan salvar la omisión
del trámite de audiencia, esencial para garantizar los principios de defensa y contradicción. La
omisión indicada ha generado una situación de indefensión real, puesto que la denegación de la
suspensión se fundamenta exclusivamente en la comisión del delito por el cual el ahora
recurrente fue condenado en la causa de la que trae origen el presente recurso de amparo
durante el periodo de suspensión de una anterior condena, ignorándose cualquier otra
consideración, tanto respecto de la posibilidad de cancelación de dicho antecedente, cualquiera
que fuera su trascendencia final, como de su condición de reinserción sociolaboral. "El debate
sobre los requisitos de la condena condicional se hacía, pues, inevitable atendidas las
circunstancias que concurrieron en el caso de autos. Así lo exigía el hecho de la concurrencia de
antecedentes penales que pudieron estar cancelados (art. 81,1 in fine CP) o la condición de
drogodependiente del condenado (art. 87 CE), como alegaba la representación de éste en el
recurso de súplica. Si a ello se añade la exigencia de una motivación expresa (STC 224/92, de
14 de diciembre) para con la denegación de los beneficios de la suspensión de la condena,
forzoso es concluir en que las resoluciones judiciales recurridas no cumplieron con ese deber en
el caso de autos".
9. Por providencia de 4 de octubre de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 8 del mismo mes y año.
Fundamentos:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6320-2005, promovido por don James Henry Niguel Hutt,
representado por el Procurador de los Tribunales don Miguel Ángel de Cabo Picazo y asistido
por el Abogado don Jesús Feliu David, contra la Sentencia de 8 de julio de 2005, dictada por la
Sección Octava de la Audiencia Provincial de Málaga en el recurso de apelación núm. 74-2005
contra la Sentencia de 12 de noviembre de 2004, del Juzgado de lo Penal núm. 3 de Málaga, en
procedimiento abreviado núm. 16-2004, que le condenó como autor de un delito de falsedad en
documento oficial. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don
Roberto García-Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 13 de
septiembre de 2005, el Procurador de los Tribunales don Miguel Angel de Cabo Picazo, en
nombre de don James Henry Niguel Hutt, formuló demanda de amparo constitucional contra las
resoluciones judiciales citadas en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) El Juzgado de lo Penal núm. 3 de Málaga dictó Sentencia, de fecha 12 de noviembre
de 2004, condenando al demandante de amparo a las penas de ocho meses de prisión,
accesoria de inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio activo durante el tiempo de la
condena, y multa de diez meses, con cuota diaria de 15 euros (4.500 euros), y un día de arresto
sustitutorio por cada dos cuotas impagadas, así como al pago de las costas del juicio, como
autor de un delito de falsedad en documento oficial del artículo 392 CP.
La Sentencia declaró probado que el recurrente, actuando como gerente de la entidad
Ocean Autos, S. L., dedicada a la compraventa de vehículos y con domicilio en Alicante, colocó
en un vehículo marca Mercedes, modelo ML55AMG, con número de bastidor
WDC1631741A312410, unas placas de matrícula inglesa núm. LX51OAZ, que "no habían sido
autorizadas por ninguna administración pública ni española ni británica ni para ese ni para
ningún otro vehículo".
En la fundamentación jurídica se sostiene que del conjunto de pruebas practicadas ha
quedado plenamente acreditado que las placas de matrícula inglesa que portaba el vehículo "no
correspondían al mismo, no habiendo sido expedidas para ese ni para ningún otro vehículo. El
acusado trata de justificar dicha circunstancia diciendo que padeció un error al remitir la
documentación para registrar el vehículo, lo cual no deja de sorprendernos pues las matrículas
sólo pueden expedirse cuando el vehículo se encuentra debidamente registrado y se le ha
asignado un número concreto de matrícula, sin que se haya probado que en Gran Bretaña el
proceso para matricular vehículos sea diferente, sí quedando probado por el contrario que dicha
matrícula nunca fue asignada por las autoridades competentes a ese vehículo, por lo cual no
podía colocarse en el mismo, ni en este caso ni en ningún otro, visto que como consta al folio 56
de las actuaciones las citadas placas de matrícula no existen en el Reino Unido, extremo este
ratificado por los agentes número Z-03568-M y V-56900-G de la Guardia civil".
b) Interpuesto recurso de apelación, el demandante solicitó nuevamente la práctica de
las pruebas propuestas en su escrito de defensa y que le habían sido denegadas en la instancia,
mediante Auto de 2 de junio de 2004 del Juzgado de lo Penal núm. 3, que se limitó a declararlas
no pertinentes, sin motivación alguna.
Tales pruebas eran dos comisiones rogatorias a Gran Bretaña (la primera a fin de que el
representante legal de la mercantil KPM-UK TAXIS PLC se ratificase en el contenido de un
documento obrante en autos, que se aportó con el escrito de defensa; la segunda para que por
la Driver and Vehicle Licensing Agency -DLVA- se informase sobre el proceso completo de
matriculación de vehículos que se sigue en Gran Bretaña)y la testifical de la representante legal
de Ocean Autos, S. L., legítima propietaria del vehículo.
El día 6 de junio de 2005, la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Málaga dictó
un Auto por el que admite la testifical propuesta, acordando celebrar vista oral, y rechaza las
restantes pruebas, argumentando que "lo pretendido ya consta en los documentos que han
mencionado (folios 204 a 207) y que la Sala va a tener en cuenta".
c) El recurso de apelación fue desestimado por la Sección Octava de la Audiencia
Provincial de Málaga, mediante Sentencia de fecha 8 de julio de 2005.
En la fundamentación jurídica de esta Sentencia se afirma que la prueba practicada
acredita cumplidamente la comisión del tipo de falsedad en documento oficial previsto en el
artículo 392 en relación con el artículo 390 CP, "pues estimamos que la acción efectuada por el
acusado no es otra que la de hacer uso de un vehículo con unas placas de matrícula, la
LX510AZ, que según información de las autoridades policiales británicas (Folios 56, 57 y 58 de
las actuaciones) no tienen existencia oficial en el Reino Unido", dato que pone en relación "con lo
manifestado por el propio acusado al folio 92 de autos, así como en el acto del juicio oral,
destacándose como significativo, como dice al folio 92 que el vehículo en cuestión tenía
preasignada la matrícula cuya placa portaba, pero se olvidó enviar al documentación al Reino
Unido para confirmar o le confirmaran su atribución. A efectos del Código penal patrio, las placas
de matrícula que portaba el vehículo no correspondían al vehículo de autos, ni fueron expedidas
para ningún otro vehículo, ya que para que sea expedida una matrícula a un vehículo debe
encontrarse previamente registrado y asegurado el número concreto. Desconocemos cuál sea el
procedimiento que se sigue en el Reino Unido, que no puede vincular a la apreciación que de
estos hechos se deriva del CP de España, motivo éste por el que no va a tener trascendencia lo
manifestado por la testigo Linda Hutt, que redunda sobre el modo como actuaban en la empresa
con los vehículos y las matrículas, sin que pueda prevalecer frente a los argumentos que se
contienen en los fundamentos de derecho 2 y 3 de la sentencia recurrida, que la Sala hace suyos
por estimarlos ajustados a derecho".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales a ser informado de sus derechos y asistido de letrado e intérprete y a la defensa
(arts. 17.3 y 24 CE), y a utilizar los medios de prueba pertinentes para la defensa (art. 24.2 CE).
Sostiene el demandante, como primer motivo de amparo, que se ha producido una
vulneración de los artículos 17.3 y 24 CE, porque cuando compareció voluntariamente ante los
agentes policiales instructores del atestado, éstos le tomaron declaración sin informarle
previamente de sus derechos, y en particular del derecho a la asistencia letrada y a un intérprete
de habla inglesa, a no declarar contra sí mismo y a no autoincriminarse, lo que debieron haber
hecho, pese a que no constara como detenido y sus manifestaciones fueran voluntarias, pues no
sólo el detenido es titular del derecho a la defensa. La falta de asistencia letrada determina que
la diligencia policial no se practicase con todas las garantías y con el debido asesoramiento
técnico. Además, el recurrente -súbdito inglés que no hablaba castellano-fue asistido por una
tercera persona que le acompañaba, que no tenía la calificación de intérprete y que estaba
implicada en hechos análogos a los investigados, por lo que no puede garantizarse la fidelidad
de la traducción. Y obtenida la declaración del condenado y recabada la documentación por la
policía con infracción de estos derechos fundamentales, tales pruebas son nulas, así como todos
los otros elementos probatorios de ellas derivados, en concreto, la declaración ante el Juez
Instructor como imputado, por derivar de aquella, y todas las demás pruebas, lo que debería dar
lugar a la absolución, al no existir pruebas de cargo válidas que desvirtúen la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE).
En segundo lugar, bajo la invocación de los derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE), a la defensa y a la utilización de los medios de prueba pertinentes para la defensa (art. 24.2
CE), se denuncia la inadmisión, que considera carente de motivación e injustificada, de las
comisiones rogatorias solicitadas. Sostiene el recurrente que a través de dichas pruebas se
trataba de acreditar el procedimiento de matriculación de vehículos en Reino Unido, lo que
guardaba íntima relación con el objeto del pleito, ya que el acusado afirmaba que las placas de
matrícula del vehículo le habían sido provisionalmente asignadas por la agencia de concesión de
licencias, por lo que eran auténticas y no falsas, si bien había caducado la solicitud de la
asignación, siendo presentada posteriormente otra en la que se le asignó un número de
matrícula definitivo. La no acreditación de este extremo tuvo incidencia en la resolución final del
pleito, pues la Sentencia de instancia afirma -en respuesta a los argumentos de descargo- que
no se ha probado que el procedimiento de matriculación en Reino Unido sea diferente, y la
Sentencia de apelación sostiene igualmente que desconoce cuál es el procedimiento de
matriculación en Reino Unido, precisamente el extremo que pretendía probar el recurrente y que,
de habérsele permitido hacerlo, podría haber dado lugar a un fallo absolutorio, al acreditarse la
veracidad de la matrícula asignada provisionalmente y la existencia de una mera irregularidad
administrativa que impidió que se convirtiera en definitiva.
4. Por providencia de 5 de junio de 2006, la Sección Segunda acordó la admisión a
trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el artículo 51 LOTC, requerir al Juzgado de
lo Penal núm. 3 de Málaga y a la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Málaga para que
en el plazo de diez días remitieran testimonio del procedimiento abreviado núm. 16-2004 y rollo
de apelación núm. 74-2005, interesándose al tiempo que se emplazara a quienes fueron parte en
el procedimiento, a excepción del recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días
pudieran comparecer en este proceso constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días al recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el artículo 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante Auto
de 17 de julio de 2006 la Sala Primera acordó denegar la suspensión solicitada.
6. Una vez recibidas las actuaciones, a través de una diligencia de ordenación de 30 de
noviembre de 2006 se dio vista de las mismas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal por
término de veinte días, dentro de los cuales pudieron presentar alegaciones, conforme a lo
establecido en el artículo 52.1 LOTC.
7. La representación procesal del demandante de amparo formuló sus alegaciones
mediante escrito registrado el día 8 de enero de 2007, en el que sustancialmente reproduce los
argumentos ya expuestos en la demanda.
8. El día 10 de enero de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal, interesando
el otorgamiento del amparo por considerar vulnerado el derecho a la utilización de los medios de
prueba pertinentes para la defensa (art. 24.2 CE). Considera el Fiscal que el primero de
los motivos de amparo debe ser desestimado, por las razones expuestas por los órganos
judiciales, a las que añade que las declaraciones forman parte sólo de un atestado policial en las
diligencias preliminares de investigación del delito, no son actuaciones procesales; que el
recurrente compareció y declaró voluntariamente ante los funcionarios policiales, como él mismo
reconoce, sin que tuviera en ningún momento la condición de detenido, ni de mero sospechoso,
limitándose la guardia civil a comunicarle que debía estar a disposición del Juzgado para lo que
pudiera ser requerido. Al no haber sido detenido, no era precisa la asistencia letrada. Cuestión
distinta es que tales declaraciones carezcan de valor probatorio, y sean una mera diligencia de
investigación (no sólo por ser prestadas sin asistencia letrada y sin previa lectura de derechos,
sino por la falta de intervención judicial), lo que -además-excluye la indefensión material que se
denuncia, al no haber tenido valor probatorio tales diligencias y haber sido posteriormente citado
como imputado y haber declarado ante el Juez instructor tras ser informado de sus derechos y
con todas las garantías. Cita la SSTC 229/1999.
En relación con el segundo motivo de amparo, tras citar y reproducir parcialmente la
STC 81/2002, y recordar la jurisprudencia constitucional sobre el derecho a la prueba (con cita
de las SSTC 133/2003, 165/2004, 4/2005 y 263/2005), destaca el Fiscal que la representación
procesal del actor solicitó en cuantas ocasiones pudo hacerlo la práctica de dos comisiones
rogatorias, siendo rechazadas en todos los casos, por considerarlas impertinentes el Juzgado de
lo Penal (Auto de 2 de junio de 2004) y por estimar la Audiencia que lo que se pretendía
acreditar ya constaba en los documentos obrantes a los folios 204 a 207 (Auto de 6 de junio de
2005), aunque paradójicamente en la sentencia de apelación (FJ 2) se afirma que se desconocía
cuál era el procedimiento que se seguía en el Reino Unido para la matriculación de vehículos,
tras haber afirmado que las placas de matrícula colocadas en el automóvil no correspondían al
mismo ni se encontraban registradas.
A la vista de esta argumentación de la Audiencia, entiende el Fiscal que las pruebas
solicitadas y no practicadas aparecen como indispensables para la resolución de proceso. Y ello
por dos razones: en primer lugar, porque siendo auténticos todos los demás datos identificativos
del vehículo como consta en las actuaciones, alguna explicación racional debía existir para que
las placas de matrícula no figurasen en los registros oficiales; en segundo lugar, porque la
empresa británica encargada de las gestiones de matriculación del vehículo certifica en un
documento obrante en las actuaciones que la matrícula que aparecía en el automóvil le había
sido asignada provisionalmente al vehículo, pero por problemas técnicos no se había registrado
definitivamente. Siendo así, la declaración mediante comisión rogatoria de los representantes
legales de esa empresa (para que confirmaran estos extremos) y el conocimiento del
procedimiento de matriculación de vehículos en el Reino Unido (diferente al español, y que
podría explicar que a un mismo vehículo le hubiera sido asignada provisionalmente una
matrícula que habría caducado por el transcurso del tiempo y posteriormente otra con la que
fuera registrado) hubiera podido cambiar la decisión del órgano judicial.
Por todo ello, el Fiscal considera que debe otorgarse el amparo, por vulneración del
derecho a la prueba, declarando la nulidad de la Sentencia de 8 de julio de 2005 y del Auto de 6
de junio de 2005, ambos dictados por la Audiencia Provincial de Málaga, debiendo retrotraerse
las actuaciones al momento anterior al dictado de dicho Auto, para que el órgano judicial adopte
otra resolución respetuosa con el derecho fundamental vulnerado.
9. Por providencia de 21 de septiembre de 2007 se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 24 de dicho mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 126/2007
Referencia número: 126/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 21/5/2007
Publicación BOE: 20070622 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Guillermo Jiménez Sánchez
Número registro: 4532-2005 y 4673-2005 (acumulados)/
Recurso tipo: Recursos de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovidos por don Francisco Javier González Martín y otro frente a la Sentencia de la
Audiencia Provincial de Barcelona que, en grado de apelación, les condenó por delito de
lesiones al proceder a una detención. Vulneración de los derechos a un proceso con garantías y
a la presunción de inocencia: citación de los absueltos en la instancia a la vista oral del recurso
no solicitada; condena pronunciada en apelación, tras haber celebrado vista pública sin practicar
todas las pruebas de cargo (STC 167/2002).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Ramón Rodríguez
Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En los recursos de amparo acumulados núms. 4532-2005 y 4673-2005, promovidos,
respectivamente, por don Francisco Javier González Martín, representado por la Procuradora de
los Tribunales doña Ana de la Corte Macias y asistido por el Letrado don Javier Carnero, y por
don José Aguilera Ocaña, representado por el Procurador de los Tribunales don José María Rico
Maesso y asistido por el Letrado don Fernando Rodríguez Rodríguez, contra la Sentencia de la
Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Barcelona, de 10 de enero de 2005, pronunciada
en el recurso de apelación interpuesto contra la dictada en el procedimiento abreviado núm. 270-
2002 por el Juez de lo Penal núm. 1 de Sabadell. Han sido partes el Abogado del Estado y don
Antonio Santiago Torres, representado por la Procuradora de los Tribunal doña Carmen García
Rubio y asistido por el Letrado don Manuel Espinosa Espinosa. Ha intervenido el Ministerio
Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Guillermo Jiménez Sánchez, quien expresa el parecer
de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escritos presentados en el Registro General de este Tribunal,
respectivamente, los días 17 y 22 de junio de 2005, don Francisco Javier González Martín y don
José Aguilera Ocaña interpusieron sendos recursos de amparo contra la Sentencia de la que se
deja hecho mérito en el encabezamiento.
2. Los hechos de los que la presente demanda de amparo trae causa son, sucintamente
expuestos, los siguientes:
a) Tras la instrucción del procedimiento abreviado núm. 270-2002 seguido ante el
Juzgado de Instrucción núm. 1 de Sabadell, y celebrado el correspondiente juicio oral ante el
Juez de lo Penal núm. 1 de aquella localidad, se dictó por éste Sentencia de 29 de mayo de
2003 en la cual, en lo que ahora interesa, declaraba probado que los demandantes de amparo,
actuando en su condición de miembros del Cuerpo Nacional de Policía, acudieron a cierto
establecimiento público requeridos por su titular, que adujo al efecto que dos personas estaban
alterando gravemente el orden en el local. Una vez fuera del establecimiento, los demandantes
de amparo solicitaron a aquellas personas que se identificasen, requerimiento ante el cual éstas
mostraron una actitud reticente. En un momento dado una de ellas trató de agredir con una
navaja a don José Aguilera Ocaña, y tras ser esquivado el intento por éste, los dos cuya
identificación se quería obtener propinaron un puñetazo y una patada a los dos policías
nacionales, quienes, como consecuencia de estos hechos, resultaron con lesiones de diversa
consideración.
A continuación la Sentencia declara expresamente probado que, "con intención de
reducir a Antonio S. T. y a Juan Ramón S., los agentes les golpearon resultando Antonio S. con
lesiones consistentes en hematoma en el ojo izquierdo, erosiones en la mejilla derecha, dos
líneas equimóticas paralelas en la espalda, habiendo precisado de analgésicos y tardado en
curar 14 días. Juan Ramón S. A. resultó con lesiones consistentes en hematoma en ambos ojos,
hemorragia conjuntival derecha, herida contusa en el pómulo derecho y en el labio superior
izquierdo, hematomas en el hombro izquierdo, región infraescapular izquierda, hombro derecho,
torácica y región renal izquierda, habiendo precisado para su curación de sutura y cura tópica
tardando en curar 21 días".
El Juez de lo Penal absolvió a los demandantes de amparo de los delitos de lesiones,
torturas e injurias por los que habían sido acusados, condenando a los otros dos individuos por
delitos de atentado, así como por un delito y por una falta de lesiones. La absolución de los
demandantes de amparo encontró fundamento en la apreciación de la circunstancia eximente
completa de obrar en cumplimiento de un deber (art. 20.7 CP), razonándose en la Sentencia a tal
efecto que "el uso de la fuerza empleada por los policías acusados fue la racionalmente
necesaria, dado que para reducir a los acusados, que no sólo se resistieron con agresividad,
sino que portaban una navaja, hacía falta el empleo de la violencia utilizada, sin que ésta pueda
estimarse como desproporcionada habida cuenta del número de contendientes en cada uno de
los bandos, del uso de un medio especialmente peligroso por parte de los agredidos (navaja) y
de la similitud en la gravedad de las lesiones padecidas en cada uno de los grupos intervinientes,
visto el tiempo de sanidad, secuelas resultantes y tipo de intervención médica llevada a cabo
para la curación. Por otra parte, si bien Antonio S. y Juan Ramón S. manifiestan que aquél quedó
inconsciente y por tanto no pudo efectuar acto alguno agresivo, versión esta avalada por el
testigo Manuel M., en vista de la efectiva causación de lesiones y del testimonio prestado por el
agente de la policía local mencionado, se estima probado el estado consciente en el que se
hallaba dicho agredido".
b) La Sentencia absolutoria de los demandantes de amparo fue recurrida en apelación
por los otros dos condenados. A solicitud de los apelantes se practicó prueba en la segunda
instancia, consistente en el visionado de un vídeo en el que se reflejaba la situación física de los
apelantes, así como prueba pericial del médico forense sobre la naturaleza y alcance de las
lesiones padecidas por los apelantes.
La Audiencia Provincial dictó la Sentencia ahora impugnada en amparo en la cual,
estimando parcialmente el recurso de apelación, revocó parcialmente la Sentencia de instancia y
condenó a don José Aguilera Ocaña, como responsable de un delito de lesiones, a la pena de
seis meses de prisión, suspensión de cargo o empleo público durante el tiempo de la condena e
inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo por el mismo período y, como
responsable de una falta de lesiones, a la pena de multa de tres meses con cuota diaria de 3 ?.
Del mismo modo la Sentencia condenó a don Francisco Javier González Martín, como
responsable de un delito de lesiones, a la misma pena y, como responsable de una falta de
lesiones, a la pena de multa de un mes con cuota diaria de 3 ?. La Sentencia condenaba
también a los demandantes de amparo a satisfacer una indemnización a favor de los lesionados,
de la que respondería directamente el Estado, según el Auto de aclaración dictado por la misma
Sección con fecha 8 de febrero de 2005.
Para llegar a esta conclusión la Audiencia Provincial altera el relato de hechos probados
única y exclusivamente en el párrafo literalmente antes reproducido, de modo que el mismo, en
lugar de comenzar diciendo que "con intención de reducir a Antonio S. T. y a Juan Ramón S.",
pasa a comenzar del siguiente modo: "los agentes cuando procedieron a reducir a Antonio S. T.
y a Juan Ramón S. los golpearon". El resto del párrafo permanece inalterado. En la
fundamentación jurídica de la Sentencia, tras recoger la doctrina constitucional que, arrancando
de la STC 167/2002, de 18 de septiembre, proscribe que los órganos de segunda instancia
funden sus resoluciones condenatorias en pruebas que requieren inmediación pero que no han
sido practicadas ante ellos, entiende que ha de limitar la revisión probatoria que los apelantes
solicitan a la que fue practicada en la segunda instancia. "En este sentido, de la prueba pericial
médica hay que concluir que no concurre la circunstancia eximente de la responsabilidad
criminal de obrar en cumplimiento de un deber que se aprecia en la Sentencia. En efecto, los
informes de los forenses que comparecieron al acto de la vista del recurso de apelación
expusieron que las lesiones que presentaban Antonio S. T. y Juan Ramón S., en especial las de
la cara, habían sido ocasionadas probablemente con puñetazos, y que no era posible que se
produjesen por una caída al suelo. Por su parte el Tribunal en el mismo acto de la vista pública
procedió al visionado de una cinta de vídeo en la cual se refleja el estado en que se encontraban
los referidos lesionados después de los hechos. De la prueba pericial referida y la grabación
sobre el estado físico de los detenidos se desprende que la afirmación que se realizaba en la
Sentencia apelada en el sentido de que los funcionarios policiales utilizaron únicamente sólo la
fuerza necesaria a Antonio S. T. y Juan Ramón S. no se puede sostener, ya que las múltiples
lesiones y la etiología expuesta por los forenses pone de manifiesto que los agentes no se
limitaron a reducir a los referidos Antonio y Juan Ramón sino que los golpearon, ya que en
ningún caso se puede inferir que el estado de múltiples lesiones que presentaban sea compatible
con la acción de reducirlos, por más violentos que se presentasen. Por ello... se estima que no
se puede apreciar la circunstancia justificativa de obrar en cumplimiento de un deber, ya que
existió una absoluta desconexión y desproporción entre la conducta legítima, la detención, y una
actuación de agresión constitutiva del delito de lesiones en el caso de Antonio S. y de una falta
en el caso de José Ramón S. Puesto que la única modificación en los factum que se expresaba
en la Sentencia apelada es la que se ha referido relativa a la supresión de la base fáctica de la
circunstancia justificativa, no es preciso entrar en las otras calificaciones típicas que formulaba la
parte recurrente en sus conclusiones definitivas".
3. En la demanda formulada por don Francisco Javier González Martín se aduce
vulneración del derecho a un proceso son todas las garantías legales y a la presunción de
inocencia, pues la condena pronunciada en su contra por la Audiencia Provincial se produjo sin
que en la vista oral celebrada en la segunda instancia se oyera a los acusados, que en todo
momento afirmaron encontrarse en cumplimiento de un deber. Si bien es cierto que el órgano
judicial dispuso de prueba pericial, también lo es que el órgano de apelación llevó a cabo una
nueva valoración de los medios de prueba personales (sobre las declaraciones prestadas en
descargo por los acusados en el juicio oral) sin la necesaria inmediación probatoria, lo que
contradice la jurisprudencia de este Tribunal y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La
Audiencia Provincial llegó a una Sentencia condenatoria sobre la base de realizar una nueva
valoración probatoria de la pericial forense que obraba en los autos, pero también efectuó una
nueva apreciación de medios de prueba personales (interpretación de las declaraciones de los
acusados realizadas en su descargo) sin que el órgano judicial estimara preciso oír en la vista la
versión exculpatoria de los demandantes de amparo.
En segundo término el demandante de amparo aduce vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías porque la Audiencia Provincial practicó la prueba consistente en
el visionado de una cinta de vídeo, prueba denegada por el Juez de lo Penal, sin que el
demandante de amparo se encontrara presente en la Sala y sin ser oído sobre tal prueba de
cargo de la acusación, vulnerando así la necesaria inmediación probatoria y el principio de
contradicción.
Finalmente el demandante de amparo entiende vulnerado su derecho a la tutela judicial
efectiva y a la presunción de inocencia porque el órgano judicial de apelación llegó a un
resultado condenatorio sin realizar variación sustancial alguna en los hechos probados, lo que
convierte a la Sentencia de la Audiencia en una resolución que carece de la motivación suficiente
y pone de manifiesto la inexistencia de prueba de cargo suficiente. Resulta irrazonable afirmar
que las lesiones de los perjudicados se produjeron como consecuencia del necesario uso de la
fuerza para reducirlos y luego no apreciar, como lo hizo el Juez de lo Penal, la eximente de
cumplimiento de un deber oficio o cargo.
4. La demanda formulada por don José Aguilera Ocaña denuncia la vulneración del
derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), pues la condena que pronunció la
Audiencia Provincial al conocer del recurso de apelación se basó esencialmente en la valoración
de la prueba pericial médico-forense que se practicó en la segunda instancia sin la presencia y,
en consecuencia, sin la intervención de los demandantes de amparo. Tal forma de proceder
vulnera, según entiende el recurrente en amparo, el principio de contradicción, pues se vio
privado de la posibilidad de contradecir o de contrarrestar las conclusiones ofrecidas por el
médico forense, posibilidad reclamada por principios constitucionales, tal y como se recoge en la
doctrina de la que es exponente la STC 40/2004. Todo lo cual supone, además, conforme a su
criterio, la vulneración del principio de presunción de inocencia, pues la alteración de los hechos
probados se basa en las conclusiones de los médicos forenses, no tanto sobre las lesiones que
presentaban las dos personas que tuvieron que ser reducidas por los demandantes, sino sobre
el modo en el que se produjeron estas lesiones, cuestión sobre la que nada tiene que decir el
médico forense.
5. Mediante providencia de 10 de mayo de 2006 la Sección Primera de este Tribunal
acordó admitir a trámite el recurso de amparo núm. 4673-2005 y, de conformidad con lo
dispuesto en el art. 51 LOTC, dirigir atenta comunicación a la Sección Tercera de la Audiencia
Provincial de Barcelona y al Juzgado de lo Penal núm. 1 de Sabadell a fin de que, en término no
superior a diez días, remitiesen testimonio o fotocopia adverada del rollo 1041-2003,
correspondiente a la apelación penal núm. 710-2003, y del procedimiento abreviado núm. 270-
2002, debiendo además el Juzgado emplazar a quienes hubieran sido parte en el proceso a fin
de que, en el término de diez días, pudiesen comparecer en el presente recurso de amparo si así
lo desearen.
Posteriormente, por providencia de 30 de mayo de 2006, la Sala Segunda de este
Tribunal acordó admitir a trámite el recurso de amparo núm. 4532-2005 y, en aplicación de lo
dispuesto en el art. 51 LOTC, dirigir atenta comunicación a la Sección Tercera de la Audiencia
Provincial de Barcelona y al Juzgado de lo Penal núm. 1 de Sabadell con idéntico contenido.
6. Mediante providencias de 7 de septiembre de 2006, de conformidad con lo dispuesto
en el art. 52 LOTC, se dio traslado de las actuaciones recibidas al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas, por término de veinte días, para que durante él pudieran formular las alegaciones
que estimasen procedentes.
7. En estas mismas providencias se concedió traslado por diez días al Ministerio Fiscal y
a las partes personadas para que, de conformidad con el art. 83 LOTC, alegasen lo que
estimaran oportuno acerca de la acumulación de los recursos de amparo núm. 4673-2005 y núm.
4532-2005. Evacuado el traslado conferido por todas las partes en sentido favorable a la
acumulación de los dos recursos, la Sala Segunda de este Tribunal, mediante Auto de 14 de
noviembre de 2006, acordó la acumulación del recurso de amparo núm. 4673-2005 al recurso
núm. 4532-2005.
8. El Abogado del Estado, mediante escritos presentados el 18 de septiembre de 2006,
interesó el otorgamiento del amparo en los dos recursos acumulados. Razona que la doctrina
plasmada en la STC 167/2002, de 18 de septiembre, aborda no tanto el alcance revisor de las
apelaciones cuanto las condiciones en que ha de exigirse en su tramitación la aplicación de los
principios de inmediación y contradicción. Ambos principios reclaman básicamente la presencia
física del acusado, que en hechos personales (los que ha conocido por su intervención o
presencia en determinados sucesos) es el único que puede contradecir eficazmente lo que digan
las otras partes o lo que informen los peritos o testigos. Tras recordar los pasajes de la indicada
Sentencia constitucional y la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que en ella se
recoge, concluye que la Sentencia recurrida ha conculcado doblemente las garantías procesales
de contradicción por parte del recurrente. Por un lado porque en el caso se ha impedido toda
posibilidad de contradicción respecto de las pruebas practicadas en la segunda instancia
(informe pericial y visionado de un vídeo), puesto que ni siquiera se citó al recurrente al acto. Por
otro lado porque se ha deducido la culpabilidad de los policías exclusivamente de dichas
pruebas, sin posibilidad de plantear contradicción alguna respecto de la inferencia efectuada en
base a ellas. Cualquiera de estas dos circunstancias (práctica de prueba en la segunda instancia
y juicio de culpabilidad) hubieran requerido, a la luz de la doctrina afirmada en la STC 167/2002,
la presencia del condenado con posibilidades efectivas de contradicción. A lo que añade el
Abogado del Estado que incluso la legitimidad del medio probatorio quedó excluida del mismo
debate, como lo muestra, a título de ejemplo, que en el acta de la sesión celebrada ante la
Audiencia Provincial, al procederse a la reproducción del vídeo aportado por la parte proponente,
fue el Letrado de dicha parte quien tuvo que identificar a los supuestos maltratados en función
del orden de su aparición en la escena. Ningún otro de los asistentes pudo desmentir la
identificación ni cuestionar la veracidad de los hechos que allí se querían reflejar; siendo así que
la presencia de los Agentes de policía hubiera podido aclarar muchas cosas.
Respecto de la aducida vulneración del derecho a la presunción de inocencia el
Abogado del Estado sostiene que, en efecto, tal vulneración se produjo, porque las pruebas
practicadas en la segunda instancia son las únicas que soportan la condena de los demandantes
y las mismas sólo indican que las lesiones se produjeron, no justifican que no se causaron
precisamente como consecuencia de la necesidad de neutralizar la actitud violenta de los
lesionados, quienes incluso acometieron a los policías demandantes de amparo esgrimiendo
navajas y propinándoles diversos golpes.
9. La representación procesal de don José Aguilera Ocaña, en escrito presentado en el
Registro General de este Tribunal el día 9 de octubre de 2006, formuló alegaciones insistiendo
en la argumentación vertida en su demanda de amparo.
10. El Ministerio público formuló alegaciones en escritos presentados los días 2 y 16 de
octubre de 2006.
a) En el primero de ellos descarta que se haya vulnerado el derecho a la presunción de
inocencia de don José Aguilera Ocaña, pues en la demanda de amparo de éste no se niega la
concurrencia de los elementos objetivos y subjetivos del delito por el que fue condenado
(realidad de las lesiones e intención de producirlas), sino que se combate la negación por el
órgano judicial de apelación de la existencia de una causa de justificación; pero esto no será ya
un elemento que resulte necesario acreditar mediante prueba de cargo válida, sino una
valoración jurídica sobre la proporcionalidad o desproporcionalidad de la acción, que al constituir
una parte integradora de la calificación jurídica del delito carece de relevancia en el ámbito de
protección del derecho fundamental invocado.
Tras resumir los rasgos básicos de la jurisprudencia constitucional sobre el juego de la
garantía de inmediación en los casos en que se pretende la condena en apelación de quien ha
sido absuelto en la instancia, aborda el Fiscal la aplicación de tal doctrina al caso enjuiciado,
llegando a la conclusión de que no cabe afirmar que para la nueva composición de los hechos
probados que realiza la Audiencia Provincial ésta haya tomado exclusivamente en cuenta la
prueba practicada en la fase de apelación, única respecto de la cual concurre la exigencia de
inmediación constitucionalmente precisa. De la lectura de la Sentencia se desprende, antes bien,
que valora implícitamente las pruebas practicadas en la instancia. No resulta posible que a partir
de la prueba practicada ante la Audiencia (visionado del vídeo e informe pericial forense) pueda
describirse una nueva sucesión de hechos sin tomar en consideración las declaraciones de
todos los intervinientes ante el Juez de lo Penal, pues los forenses tan sólo aluden a la existencia
de puñetazos, pero en modo alguno puede derivarse de ahí que las lesiones se causaran tras la
reducción de los individuos cuyo comportamiento motivó el requerimiento a los funcionarios
policiales para que acudieran al lugar de los hechos. De ahí que, en opinión del Ministerio
público, haya de apreciarse vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías por la
nueva valoración que implícitamente se efectuó de unas pruebas que, requiriendo inmediación
para su apreciación, no fueron practicadas ante el órgano que no obstante las valoró para emitir
su Sentencia condenatoria.
Por lo demás la Sentencia habría vulnerado también el derecho a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE) por la manifiesta incongruencia en que habría incurrido, de un lado, al
apreciar una cierta desconexión temporal en el desarrollo de la dinámica comitiva, y, de otro,
entender que existió una respuesta coetánea a las agresiones aunque excesiva en su intensidad.
Si es esto último a lo que el órgano judicial se refiere, resulta arbitrario sostener que es
desproporcionado responder con golpes a una agresión, como si la reducción policial de un
individuo hubiera de limitarse a una actitud meramente pasiva de interrupción del curso de los
golpes dirigidos hacia el Agente de la autoridad.
b) En el segundo de los escritos de alegaciones, presentado en el recurso de amparo
interpuesto por don Francisco Javier González Martín, el Fiscal argumenta que la modificación
de los hechos probados realizada por la Audiencia Provincial se limitó a cambiar la referencia a
que las lesiones producidas a los dos lesionados se produjeran con intención de reducirlos,
sustituyéndola por la indicación de que tales lesiones fueron causadas cuando los agentes
procedían a reducir a los lesionados. Tal alteración de hechos probados, que tuvo la virtualidad
de privar de base fáctica a la eximente de responsabilidad criminal que la Sentencia del Juez de
lo Penal apreciaba, fue consecuencia de la práctica de prueba en la apelación consistente en el
visionado de un vídeo y en la presentación de los informes periciales de un médico y un médico
forense. Ahora bien, tales medios probatorios resultan idóneos para la apreciación de hechos (la
naturaleza y alcance de las lesiones) que ya se encontraban acreditados e incorporados a los
hechos probados, a partir de lo cual el Ministerio público extrae dos consecuencias: 1) de un
lado, que la falta de intervención de los demandantes de amparo en la práctica de la prueba
ninguna indefensión real les produjo, en la medida en que dicha prueba no sirvió para variar los
hechos para cuya apreciación resulta idónea; y 2) que, en consecuencia, la prueba practicada en
la segunda instancia no era idónea para producir la alteración de hechos probados que realizó la
Audiencia Provincial, y que lo en realidad acontecido es que la Sala de apelación ha negado
virtualidad a las pruebas personales tenidas en cuenta por el Juez de lo Penal y se la ha
concedido a otras pruebas personales que aquél rechazó.
En cuanto a la aducida vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE),
el Fiscal, tras recordar la doctrina constitucional relativa a este derecho fundamental y que, en
concreto, la apreciación de la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad
criminal es cuestión de legalidad ordinaria, señala que la Sentencia de apelación rechazó la
concurrencia de la circunstancia eximente de actuar en el ejercicio legítimo de un oficio o cargo
(art. 20.7 CP) fijándose exclusivamente en las lesiones padecidas por la víctimas, en su número
y etiología, pero sin ponderar (como había hecho la Sentencia de instancia) la actitud violenta de
las víctimas, las propias lesiones causadas a los demandantes y, en definitiva, el ataque del que
éstos fueron objeto, a cuya neutralización se enderezó la fuerza empleada por ellos. Al omitir
toda ponderación, afirma el Ministerio público, la Sentencia de la Audiencia Provincial incurre en
irrazonabilidad y arbitrariedad, pues basa su decisión en un extremo erróneo, cual es el de que
por el mero hecho de que los policías nacionales emplearan fuerza, ésta habría de resultar
desproporcionada, cualquiera que fuese la agresión a la que estaban haciendo frente.
Como consecuencia de lo expuesto el Fiscal estima vulnerados los derechos a un
proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) y a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) de los
demandantes, interesando el otorgamiento del amparo y, como forma de restablecimiento de los
citados derechos fundamentales, la anulación de la Sentencia impugnada y del Auto de
aclaración que la completó. 11. Mediante providencia de 17 de mayo de 2007 se señaló para
votación y fallo el día 21 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 42/2008
Referencia número: 42/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 10/3/2008
Publicación BOE: 20080415 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Vicente Conde Martín de Hijas
Número registro: 3482-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Ramón Cremades Navarro respecto a los Autos del Juzgado de Vigilancia
Penitenciaria de Alicante que desestimaron su recurso contra el centro penitenciario de Alicante
por sanción disciplinaria. Supuesta vulneración del derecho a la asistencia letrada: alcance de la
garantía en el procedimiento de disciplina penitenciaria; petición de asesoramiento no formulada
por el recluso en forma.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3482-2005, promovido por don Ramón Cremades
Navarro, representado por el Procurador de los Tribunales don Ángel Luis Rodríguez Velasco y
asistido por el Letrado don Carlos Cabrera Saiz, contra los Autos del Juzgado de Vigilancia
Penitenciaria de Alicante de 14 de marzo y 14 de abril de 2005, recaídos en el expediente
penitenciario núm. 914-2005, dimanante del expediente disciplinario núm. 118-2005 del Centro
Penitenciario de Cumplimiento de Alicante. Han comparecido y formulado alegaciones el
Abogado del Estado y el Ministerio Fiscal. Ha actuado como Ponente el Magistrado don Vicente
Conde Martín de Hijas, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en la oficina de correos el día 13 de mayo de 2005,
registrado en este Tribunal el día 16 siguiente, don Ramón Cremades Navarro solicitó la
designación de Abogado y Procurador del turno de oficio para interponer recurso de amparo
contra las resoluciones judiciales a las que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta
Sentencia.
Dirigidas las correspondientes comunicaciones a los Colegios de Abogados y
Procuradores de Madrid, por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del
Tribunal Constitucional, de 26 de septiembre de 2005, se tuvo por designados como Abogado y
Procurador a don Carlos Cabrera Saiz y a don Ángel Luis Rodríguez Velasco, respectivamente,
se les comunicó a los mismos y al recurrente en amparo su designación, y se entregó al
expresado Procurador copia de los escritos presentados para que los pasara al referido
Abogado, a fin de que formalizase la demanda de amparo en el plazo de veinte días con sujeción
a lo dispuesto en el art. 49 LOTC, o, en el caso de que estimara insostenible el recurso o de falta
de documentación, se atuviese a lo dispuesto en los arts. 32 y 33 de la Ley Orgánica 1/1996, de
10 de enero, de asistencia jurídica gratuita, poniéndolo en conocimiento de este Tribunal.
2. La demanda de amparo fue formalizada mediante escrito presentado en el Registro
General de este Tribunal el día 24 de octubre de 2005, en el que se contiene la siguiente relación
de antecedentes fácticos:
a) Con fecha 25 de febrero de 2005 se abrió expediente disciplinario núm. 118-2005 al
recurrente en amparo por hechos ocurridos en el Centro Penitenciario de Alicante II (Villena)
(sic), contra el que aquél presentó las oportunas alegaciones. En fecha 8 de febrero de 2005 se
dictó el correspondiente acuerdo sancionador, considerando hechos probados los narrados en el
expediente disciplinario, que fueron calificados como falta grave, imponiéndose al recurrente en
amparo la sanción de diez días de privación de paseos y actos recreativos.
b) El demandante de amparo interpuso recurso de alzada contra el anterior acuerdo, que
fue desestimado por Auto del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Alicante de 14 de marzo de
2005.
c) El demandante de amparo interpuso recurso de reforma contra dicho Auto, que fue
desestimado por Auto del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de 14 de abril de 2005.
3. En la fundamentación jurídica de la demanda de amparo se invoca la vulneración del
derecho a la asistencia letrada (art. 24.2, en relación con el art. 119 CE), con base en la
argumentación que a continuación se extracta:
Tras señalar que el interno en un centro penitenciario tiene derecho a que se le nombre
defensa letrada, de acuerdo con lo previsto en la ley de asistencia jurídica gratuita, que le
permita recurrir las sanciones disciplinarias y otros acuerdos dictados en su contra, se afirma en
la demanda que en este caso don Ramón Cremades Navarro había solicitado el nombramiento
de Letrado del turno de oficio, ya desde el inicio de su expediente disciplinario, para recurrir el
pliego de cargos, mediante escrito de 2 de febrero de 2005. Repitió dicha solicitud en fecha 28
de marzo de 2005, en el que alegó que también había efectuado la petición al Colegio de
Abogados de Alicante mediante instancia núm. 1841, instando la suspensión del plazo para
recurrir mientras se tramitaba administrativamente el nombramiento requerido.
De la referida petición no se ha efectuado tramitación alguna que le conste
fehacientemente al recurrente en amparo, quien no pudo contar con asistencia letrada para
recurrir contra el pliego de cargos, el subsiguiente acuerdo sancionador y el Auto del Juzgado de
Vigilancia Penitenciaria de 14 de marzo de 2005, dándose además el caso de que dicho Juzgado
tramitó el escrito de alegaciones presentado por el demandante de amparo como recurso de
reforma en sentido propio y no como base para que un profesional del Derecho preparase un
recurso de reforma idóneo desde el punto de vista jurídico.
Aunque no son jurídicamente obligatorios, el Juzgado de Vigilancia Penitenciario no ha
seguido en este caso los Acuerdos a los que llegaron los Jueces de Vigilancia Penitenciaria de
España en su reunión número XII, celebrada en Madrid en enero de 2003, en concreto su
Acuerdo núm. 91, adoptado por unanimidad, en el que se insta a los Jueces de Vigilancia
Penitenciaria a que pidan nombramiento de Letrado del turno de oficio, con preferencia a los
inscritos en el turno especial de materia penitenciaria, cuando cupiese indefensión por razón de
la materia o de la complejidad del asunto.
En este caso la indefensión se ha producido, ya que se trataba de una materia
disciplinaria y el recurrente en amparo no contó en ningún momento con asistencia letrada, pese
a requerirla con insistencia, desconociendo las peculiaridades jurídicas y, más en concreto, las
del Derecho penitenciario, por lo que sus escritos y recursos carecían de la sistematización y
fundamentación jurídicas que sin duda habría aportado un letrado.
Concluye el escrito de demanda suplicando del Tribunal Constitucional que, tras los
trámites pertinentes, dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado y se declare la
nulidad de los Autos del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Alicante de 14 de marzo y 14 de
abril de 2005, accediéndose, en consecuencia, al nombramiento del letrado del turno de oficio
para tramitar los recursos judiciales y administrativos que derivan del expediente disciplinario al
que fue sometido el recurrente. Por otrosí se interesó, de conformidad con lo dispuesto en el art.
56.1 LOTC, la suspensión de la ejecución de la sanción disciplinaria impuesta al demandante de
amparo.
4. La Sección Cuarta del Tribunal Constitucional, por providencia de 6 de febrero de
2007, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, acordó conceder al demandante de
amparo y al Ministerio Fiscal plazo común de diez días para que, con las aportaciones
documentales que procediesen, formularan las alegaciones que estimasen pertinentes en
relación con lo dispuesto en el art. 50.1 LOTC.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, por providencia de 12 de junio de 2007, acordó admitir la demanda y, obrando ya
en la Sala las actuaciones correspondientes al expediente núm. 941-2005, dirigió atenta
comunicación al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Alicante comunicándole la admisión de
la demanda, debiendo emplazar a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, a excepción
del demandante de amparo, para que si lo deseasen pudieran comparecer en el plazo de diez
días en este proceso de amparo.
5. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 12 de junio de 2007,
acordó formar la oportuna pieza para la tramitación del incidente sobre la suspensión y, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC, conceder un plazo común de tres días a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que alegasen lo que estimaran procedente sobre la
suspensión solicitada.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala, por ATC 414/2007, de 5 de
noviembre, acordó suspender la sanción de diez días de privación de paseos y actos recreativos
impuesta al recurrente en amparo por la Comisión Disciplinaria del Centro Penitenciario de
Alicante II, de 8 de febrero de 2005.
6. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 19 de noviembre de 2007, se tuvo por personado y parte en el procedimiento
al Abogado del Estado, en la representación que ostenta, y, de conformidad con lo dispuesto en
el art. 52.1 LOTC, se dio vista de las actuaciones recibidas a las partes personadas y al
Ministerio Fiscal para que en el plazo común de veinte días formulasen las alegaciones que
tuvieran por convenientes.
7. La representación procesal del recurrente evacuó el trámite de alegaciones conferido
mediante escrito registrado en fecha 11 de diciembre de 2007, en el que dio por reiteradas las
efectuadas en la demanda de amparo.
8. El Abogado del Estado evacuó el trámite de alegaciones conferido mediante escrito
registrado en fecha 17 de diciembre de 2007, que en lo sustancial a continuación se extracta:
a) Tras señalar que la demanda se base exclusivamente en la supuesta lesión del
derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE), el Abogado del Estado descarta que se haya
producido dicha lesión, ya que el art. 242.2 i) del Reglamento penitenciario de 9 de febrero de
1996 no reconoce el derecho a la asistencia letrada gratuita, sino el derecho del interno a ser
asesorado en el procedimiento disciplinario "por letrado, funcionario o cualquier otra persona que
designe durante la tramitación del expediente y para la redacción del pliego de descargos"
(SSTC, por todas, 91/2004, de 19 de junio, FJ 3, 55/2006, de 27 de febrero, FJ 3, y 66/2007, de
27 de marzo, FJ 4). Por su parte la disposición adicional 5.9 LOPJ, en la redacción dada por la
Ley Orgánica 5/2003, de 27 de mayo, sólo prevé la necesidad de defensa por Letrado -que
podrá ser también representante procesal-para los recursos de apelación. Los presos no gozan,
sin embargo, de un derecho pleno a la asistencia jurídica gratuita (SSTC 128/1996, de 9 de julio,
FJ 6, 83/1997, de 22 de abril, FJ 3), sin duda con la excepción de los recursos de apelación, en
los que desde el año 2003 es necesaria la defensa técnica por imposición legal. La STC
39/1997, de 27 de febrero, declaró que para la interposición del recurso de reforma frente a los
Autos del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria "no es necesaria la asistencia letrada" (FJ 3), si
bien esta tesis se mantuvo con otra redacción de la disposición adicional quinta LOPJ distinta a
la vigente. En fin, es doctrina constitucional que la falta de respuesta de la Administración
penitenciaria a la petición de asesoramiento en un procedimiento disciplinario entraña una
violación del derecho de defensa (por todas, SSTC 236/2002, de 9 de diciembre, FJ 4, 66/2007,
FJ 4).
b) En este caso no puede otorgarse el amparo solicitado porque no se ha violado el
derecho a la asistencia letrada, o, más propiamente, el derecho a contar con asesoramiento en
el procedimiento disciplinario y en el posterior recurso, por las siguientes razones:
En primer lugar, en el procedimiento administrativo disciplinario y en el posterior recurso
contra la resolución sancionadora no existe derecho a la asistencia letrada gratuita, sino un
derecho a ser asesorado en los estrictos términos y condiciones previstos en el Reglamento
penitenciario [art. 242.2 i)].
En segundo lugar, al recurrente en amparo se le informó con toda claridad en el
apartado séptimo del pliego de cargos de 28 de enero de 2005 que tenía el derecho a
asesorarse "por letrado, por funcionario o por cualquier persona que designe" durante la
tramitación del expediente. En vez de solicitar de la Administración penitenciaria el
asesoramiento que se le ofrecía prefirió, por su libre voluntad, elevar el 2 de febrero de 2005 un
escrito al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria pidiendo el acceso a los "libros de derecho" de la
"biblioteca central", en términos no previstos reglamentariamente y solicitando "del turno de oficio
un Abogado para mi defensa". Ninguna de las dos peticiones tenía fundamento jurídico bastante,
ni propiamente el Juez podía concederlas. Pero en cualquier caso, al dirigirse la petición al
Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, la Administración penitenciaria queda descargada de toda
responsabilidad en la hipotética vulneración del derecho de defensa. El recluso no pidió
debidamente al instructor del procedimiento disciplinario que se le designara asesor y por ello no
puede imputarse a la Administración ni una denegación indebida del asesoramiento, ni una
omisión en su deber de responder a tal solicitud.
En tercer lugar, tras recibir el escrito de 2 de febrero de 2005, en el que se hablaba de
"recurrir el pliego de cargos n.º 118/2005", la titular del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria
reclamó el expediente el 9 de febrero de 2005, pero lo hizo en un establecimiento en el que ya
no se encontraba el recluso. Cuando el expediente le fue remitido por fin, pudo comprobar que
ya se había dictado resolución sancionadora el 8 de febrero de 2005. El interno había
presentado alegaciones orales ante la Comisión Disciplinaria, y en estas alegaciones reiteraba
las ya expuestas en el escrito de 2 de febrero de 2005 ("yo no sabía que estaba prohibido"). Sin
duda a la vista de ello el Juzgado estimó más conforme a la economía procesal y al derecho de
defensa del recluso dar al escrito de 2 de febrero de 2005 la consideración de recurso contra la
resolución sancionadora, más aún cuando el 23 de febrero de 2005 el recluso manifestó en un
nuevo escrito que se le había notificado el acuerdo sancionador y "usted sabe que lo recurrí" (en
el mismo escrito se pedía a la Juez "audiencia ... para exponerle el asunto", petición carente de
toda base en la legislación penitenciaria y procesal y, por ello, no atendida).
Por último, por Auto de 14 de marzo de 2005 se desestimó el recurso contra el acuerdo
sancionador. El interno recurrió el Auto alegando que había solicitado "al Colegio de Abogados
de Alicante que me sea designado Abogado del turno de oficio", a lo que, de acuerdo con la
jurisprudencia constitucional expuesta, no tenía derecho. En este nuevo escrito resumía sus
solicitudes anteriores y volvía a insistir en que ignoraba que las normas de régimen interior
prohibieran mantener en la celda algunas frutas, putrefactas según el parte funcionarial, verdes
en fase de maduración según el recluso. Previo informe del Fiscal el Juzgado desestimó el
recurso de reforma por Auto de 14 de abril de 2005.
En resumen, el interno no ejercitó el derecho de asesoramiento que le fue ofrecido en los
términos previsto en el Reglamento penitenciario, y, en cambio, pretendió del Juzgado que se le
facilitara un tipo de asistencia letrada a la que, con arreglo a la doctrina constitucional citada, no
tenía derecho. No ha existido, pues, la violación del derecho a la asistencia letrada en que se
basa la demanda.
El Abogado del Estado concluyó su escrito solicitando del Tribunal Constitucional que
dicte Sentencia denegatoria del amparo pretendido. 9. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite
de alegaciones conferido mediante escrito registrado en fecha 26 de diciembre de 2007, en el
que se remitió a las alegaciones efectuadas en el trámite del art. 50.3 LOTC, que a continuación
se resumen:
a) El análisis del caso debe partir del anómalo curso procesal seguido a partir de la
incoación del expediente sancionador, pues el actor, lejos de efectuar las correspondientes
alegaciones en el expediente, procedió a elevarlas directamente al Juzgado de Vigilancia
Penitenciaria, solicitando, a su vez, la designación de letrado de oficio para su defensa. No
obstante el Juzgado no realizó actuación alguna y, por su parte, el centro penitenciario, al
desconocer las alegaciones del interno continuó con la tramitación del expediente, sin que
pudiera resolver sobre lo pedido. En consecuencia la pretensión formulada se dirige
exclusivamente contra las resoluciones judiciales e implícitamente frente a la inacción judicial,
pues las resoluciones de la Administración penitenciaria no podrían haber subsanado sus
hipotéticas deficiencias al no haber tenido conocimiento de las impugnaciones del actor, quien en
el trámite de alegaciones verbales se limitó a negar que tuviera conocimiento de las normas de
régimen de la prisión, sin hacer ninguna otra consideración.
b) La petición del actor -sostenida desde el inicio del expediente disciplinario y referida a
la designación de un Letrado- ha sido absolutamente desconocida por el órgano judicial, que en
un primer momento no ofrece respuesta alguna a las quejas elevadas tras el pliego de cargos, y
con posterioridad, ya en alzada, al reiterarse la petición, se limita a dictar un primer Auto
desestimatorio, que confirmó al desestimar después el recurso de reforma.
Cobra así relevancia la alegación del demandante de amparo en la que se denuncia la
lesión del derecho a la asistencia letrada (art. 24.2 CE). Lo decisivo en este punto es que se
haya padecido una real y efectiva indefensión, pues sólo podrá apreciarse la vulneración del
derecho de defensa si la que se efectúa y concretamente se ha ejercitado en el proceso se
manifiesta incapaz de contribuir satisfactoriamente al examen de las cuestiones jurídicas
suscitadas en el mismo, lo cual ha de determinarse en cada caso concreto atendiendo a la
mayor o menor complejidad del debate procesal y a la cultura y conocimientos jurídicos de quien
se defiende personalmente, deducidos de la forma y nivel técnico con que se haya realizado su
defensa (STC 91/2004, de 19 de mayo, FJ 3).
Con esta perspectiva, si se examinan las peticiones y alegaciones suscritas por el
demandante en su contestación a los cargos de la Administración penitenciaria o en sus
recursos de alzada y de reforma, se advierte, no sólo su total desconocimiento sobre el
procedimiento que había de seguirse para oponerse en el expediente sancionador, sino que sus
argumentos, aun extensos, revelan un más que deficiente modo de postular sus intereses, pues
confunde los hechos por los que es sancionado con una serie de consideraciones genéricas
sobre las normas de régimen interno de la prisión, haciendo referencia al uso de la biblioteca y a
otras cuestiones que no guardan estricta relación con la sanción de la que es objeto. Por ello
cabe concluir, a juicio del Ministerio Fiscal, que el asesoramiento pretendido hubiera podido
influir sin duda en un resultado más favorable a sus intereses.
c) Al margen de lo anterior, y habida cuenta de la inactividad del Juzgado de Vigilancia
Penitenciaria, el Ministerio Fiscal se plantea la posible vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE), al no haber dado el órgano judicial respuesta a lo pretendido por el
demandante de amparo. Además, y una vez que se formula la alzada, el Juzgado de Vigilancia
Penitenciaria tampoco da ninguna respuesta a las pretensiones del actor, pues de la
argumentación contenida en los Autos recurridos resulta imposible concluir cuáles son los
motivos fundamentadotes de la respuesta ni su ratio decidendi, desconociéndose así el derecho
a la tutela judicial efectiva del interno, quien no recibe respuesta fundamentada frente a las
concretas pretensiones deducidas ante el órgano judicial al tiempo de impugnar el acuerdo
sancionador.
Dicha carencia manifiesta de fundamentación constituye, a juicio del Ministerio Fiscal, un
defecto capaz de generar la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva si, en atención a
las circunstancias concurrentes, la ausencia de razonamiento de la resolución no puede
interpretarse como una desestimación tácita que satisfaga la exigencias de tal derecho, siendo
más relevante su vulneración en aquellos supuestos en los que se alega la lesión de un derecho
fundamental, lo cual se acentúa en los casos de las sanciones penitenciarias (SSTC 26/1997;
53/2001; 104/2002). En este caso no existe una respuesta tácita, pues no hay ninguna
fundamentación, y además la falta de respuesta es más grave, en tanto se viene invocando
desde el inicio el derecho de defensa, habiendo sido desoída permanentemente por el órgano
judicial.
El Ministerio Fiscal concluye su escrito de alegaciones interesando de este Tribunal que
dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado y se declare la nulidad de los Autos del
Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Alicante de 14 de marzo y 14 de abril de 2005,
retrotrayendo las actuaciones para que por el Juzgado se resuelva la inicial pretensión deducida
en su día por el recurrente.
10. Por providencia de 6 de marzo de 2008, se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 10 del mismo mes y año.
Fundamentos:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Roberto García-Calvo y Montiel, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez,
don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1757-2005, promovido por don Manuel Menargues
Martínez, representado por el Procurador de los Tribunales don José Manuel Fernández Castro y
bajo la dirección del Letrado don Francisco Gonzálvez Díez, contra el Auto de la Sección Tercera
de la Audiencia Provincial de Alicante de 4 de febrero de 2005, por el que se desestima el
incidente de nulidad de actuaciones interpuesto contra el Auto de 10 de septiembre de 2004, por
el que se desestima el recurso de apelación núm. 78-2004 interpuesto contra el Auto del
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 6 de Benidorm (actualmente Juzgado de
Instrucción núm. 4 de Benidorm) de 5 de enero de 2004, por el que se desestima el recurso de
reforma interpuesto contra la providencia de 23 de agosto de 2003, acordando el archivo de las
diligencias previas 3523-2001. Ha comparecido la entidad Servicios Editoriales e Informativos, S.
L., representada por la Procuradora de los Tribunales doña María Granizo Palomeque y bajo la
dirección del Letrado don Juan Bautista Díaz de Corcuera Bilbao. Ha intervenido el Ministerio
Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo Pérez Tremps, quien expresa el parecer de la
Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 14 de marzo de 2005, el Procurador de
los Tribunales don José Manuel Fernández Castro, actuando en nombre y representación de don
Manuel Menargues Martínez y bajo la dirección del Letrado don Francisco Gonzálvez Díez,
interpuso demanda de amparo contra las resoluciones judiciales citadas en el encabezamiento.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El recurrente interpuso querella por delito de calumnias contra dos personas,
señalando como eventual responsable civil subsidiario a la entidad Servicios Editoriales e
Informativos, S. L., dando lugar a las diligencias previas núm. 3523-2001, tramitadas por el
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 6 de Benidorm (actualmente Juzgado de
Instrucción núm. 4 de Benidorm). Por Auto de 10 de enero de 2003 se acordó el archivo de las
actuaciones por no ser el hecho denunciado constitutivo de infracción penal. Interpuesto recurso
de reforma fue igualmente desestimado por Auto de 26 de febrero de 2003.
b) Por providencia de 4 de abril de 2003 se tuvo por interpuesto recurso de apelación,
dándose traslado a las partes personadas y al Ministerio Fiscal por seis días. El Ministerio Fiscal
por escrito de 9 de abril de 2007 interesó la confirmación del Auto impugnado, al igual que la
representación de uno de los querellados, por escrito registrado el 11 de abril de 2003. Por
providencia de 16 de mayo de 2007 se tuvo por impugnado el recurso y por providencia de 17 de
junio de 2003 se acordó la remisión de las actuaciones a la Sección Tercera de la Audiencia
Provincial de Alicante, dando lugar al rollo de apelación 85-2003. Por oficio de la Secretaría de
Justicia de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Alicante de 4 de julio de 2003 se
devolvieron al Juzgado las actuaciones "al advertir que no consta se haya interpuesto por la
representación procesal de Manuel Menargues Martínez recurso de apelación contra el auto de
fecha 26 de febrero de 2003". Por providencia de 26 de agosto de 2003 se acordó que, "siendo
firme el auto desestimando el recurso de reforma contra el auto de fecha 10-02-03, al no haberse
interpuesto contra el mismo recurso alguno, procédase al archivo de la causa".
c) El recurrente interpuso recurso de reforma alegando error patente, argumentando que
se había procedido a la presentación en plazo de recurso de apelación contra el Auto de 10 de
febrero de 2003, adjuntando como documento la providencia de 17 de junio de 2003 de remisión
de las actuaciones a la Audiencia Provincial para que resolviera sobre dicho recurso. Por Auto de
5 de enero de 2004 fue desestimado el recurso, argumentando que "[n]o consta en la causa
posterior escrito interponiendo recurso de apelación, por lo que la providencia a la que ahora
hace referencia el recurrente por la que se tiene por interpuesto el mismo no puede si no
obedecer a un error del Juzgado, como lo demuestra el hecho de que el recurrente no acompañe
a su escrito de recurso copia debidamente sellada por el Juzgado del recurso de apelación
supuestamente interpuesto".
d) El recurrente interpuso recurso de apelación, insistiendo en que se había incurrido en
un error patente y adjuntando como prueba documental copia del escrito de apelación
interpuesto contra el Auto de 26 de febrero de 2003, con sello de registro de entrada el 7 de
marzo de 2003 en el Juzgado Decano de Benidorm. El recurso fue tramitado por la Sección
Tercera de la Audiencia Provincial de Alicante con número de rollo 78-2004. Por Auto de 10 de
septiembre de 2004 se acordó la desestimación del recurso de apelación, argumentando que,
habiéndose reclamado los autos originales al Juzgado de Instrucción, se puede comprobar "que
no consta en el mismo el escrito que se dice presentado, constituyendo la fotocopia aportada por
el recurrente con el escrito de interposición del recurso de apelación que hoy se resuelve, la
primera constancia material del recurso que se dice interpuesto", añadiendo que "[e]l Juez de
Instrucción afirma deberse a un error la providencia dictada en su día por la que se tenía por
presentado el recurso de apelación, y el escrito de impugnación del recurso, por su contenido,
ninguna luz arroja, y bien pudiera haberse formulado dicha impugnación sin tener a la vista
ningún escrito de interposición de recurso de apelación, dado su contenido totalmente genérico"
y concluyendo que "[a]sí las cosas, no constando en las actuaciones haberse presentado el
escrito, y no teniendo virtualidad probatoria alguna de haberse presentado el precitado recurso la
simple fotocopia aportada por el apelante, no procede sino la confirmación del auto de fecha 5 de
enero de 2004".
e) El recurrente promovió incidente de nulidad de actuaciones, alegando que se habían
producido defectos formales causantes de indefensión al habérsele privado de un recurso
previsto legalmente, adjuntando el original de la copia sellada por el Juzgado Decano del recurso
de apelación, así como un certificado del Secretario del Juzgado Decano de Benidorm de 7 de
octubre de 2004 en que se hace constar "[q]ue consultado el libro de registro de escritos
presentados en este Decanato para el Juzgado Mixto número seis de esta localidad, aparece la
anotación de uno registrado al número 571 el día 7 de marzo de 2003 que hace referencia a las
Diligencias Previas número 3523/01 encabezado por el Procurador de los Tribunales Martínez
Gómez". Por Auto de 4 de febrero de 2005 se desestima el incidente, con fundamento en que el
recurrente ha agotado todos los recursos ordinarios "sin aportar en ningún momento, de forma
incomprensible, el documento que hoy acompaña junto con el escrito interesando la nulidad de
actuaciones, y con el que pretende acreditar que se interpuso en su momento recurso de
apelación que no consta en las actuaciones", añadiendo que "[s]iendo ello así, la indefensión que
afirma se le ha causado, no se debe a defectos de forma o ausencia de cumplimiento de normas
esenciales del proceso en que pueda haber incurrido este órgano judicial, sino a la propia
actuación del recurrente, que inexplicablemente agotó los recursos ordinarios, como queda
dicho, sin acreditar de forma fehaciente la interposición del indicado recurso de apelación".
3. El recurrente aduce en la demanda de amparo que se ha vulnerado su derecho a la
tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), desde la perspectiva del derecho de acceso al recurso, toda
vez que, interpuesto debidamente el recurso de apelación, unido a la causa, trasladado a las
partes, impugnado por éstas, y remitido a la Audiencia Provincial, si posteriormente el escrito de
interposición no consta en las actuaciones es por causa únicamente imputable al órgano judicial
y no al recurrente, como se argumenta en vía judicial para negar que se haya causado
indefensión material.
4. La Secretaría de Justicia de la Sección Segunda de este Tribunal por diligencia de
ordenación de 29 de mayo de 2005 dirige atenta comunicación a los órganos judiciales
competentes para la remisión de copia testimoniada de las actuaciones. La Sección Segunda de
este Tribunal acordó, por providencia de 6 de febrero de 2006, tener por recibidas las
actuaciones, la admisión a trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo dispuesto en el
artículo 51 LOTC, dirigir atenta comunicación al órgano judicial competente para el
emplazamiento a quienes hubieran sido parte en este procedimiento para que pudieran
comparecer en el mismo.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 16 de abril de 2007 se tuvo por personada a la Procuradora doña María Granizo
Palomeque, en nombre y representación de la entidad Servicios Editoriales e Informativos, S. L.,
y, a tenor de lo dispuesto en el artículo 52 LOTC, se acordó dar vista de las actuaciones al
Ministerio Fiscal y a las partes personadas por plazo común de veinte días para que pudieran
presentar las alegaciones que a su derecho convinieran.
6. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 31 de mayo de 2007, interesó que se
otorgara el amparo por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y se
declarara la nulidad de las resoluciones impugnadas con retroacción de actuaciones al momento
inmediatamente anterior a dictarse la providencia de 26 de agosto de 2003, a fin de que se
continúe el trámite procesal de forma respetuosa con el derecho fundamental vulnerado. A esos
efectos se argumenta que las resoluciones judiciales han confirmado la decisión de archivo con
fundamento en que no obraba el recurso de apelación en las actuaciones, "desdeñando los
elementos existentes que apuntaban a su temporánea interposición, absteniéndose de todo
requerimiento probatorio al demandante, y obviando los esfuerzos probatorios por el recurrente
desplegados que fue haciendo a raíz de lo afirmado en las resoluciones que recurría",
destacando que "el demandante que, en ningún momento, ha desatendido requerimiento judicial
alguno y que ha ido acomodando su actuar procesal a las sucesivas resoluciones que se iban
dictando, ha visto, a la postre, desestimada su pretensión, bajo la imputación de ser él el
responsable de lo acaecido, cuando la falta de constancia del recurso de apelación en las
actuaciones en modo alguno puede reprochársele".
7. La parte comparecida, en escrito registrado el 29 de mayo de 2007, presentó
alegaciones interesando la desestimación del recurso, ya que la indefensión alegada se debe a
la propia actuación del recurrente.
8. El recurrente, en escrito registrado el día 17 de mayo de 2007, presentó alegaciones,
reiterando las recogidas en la demanda de amparo.
9. Por providencia de 13 de diciembre de 2007 se señaló para la deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 17 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 218/2007
Referencia número: 218/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 8/10/2007
Publicación BOE: 20071114 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Roberto García-Calvo y Montiel
Número registro: 2193-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por doña Mercedes Ramírez Ureba y otra frente a la Sentencia de la Sala de lo Penal
del Tribunal Supremo que revocó la anulación del fallo de 2002 del Tribunal del Jurado
constituido en la Audiencia Provincial de Cádiz, que había absuelto a los reos de una causa por
delitos de asesinato y otros. Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (acceso a la
justicia penal): celebración de juicio oral sin la participación de la acusación particular, tras no
haber sustituido su abogado y procurador de oficio; ponderación de la nulidad de juicio oral y
absolución. Voto particular.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2193-2005, promovido por doña Mercedes Ramírez
Ureba y doña Antonia de Alba Ramírez, representadas por el Procurador de los Tribunales don
Argimiro Vázquez Guillén y asistidas por el Abogado don Javier García Marichal, contra la
Sentencia núm. 138/2005 de fecha 15 de febrero de 2005, dictada por la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo en el rollo de casación núm. 785-2003, en la que se estima el recurso
interpuesto en su día por don José María Díaz Cosa y doña Inmaculada Astorga Romero contra
la Sentencia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía en el rollo de apelación
núm. 30-2002, que anulaba la Sentencia dictada por el Tribunal del Jurado constituido en la
Audiencia Provincial de Cádiz, Sección Segunda, en fecha 4 de julio de 2002, en rollo de Sala
núm. 1-2001, que absolvió a los antes citados de los delitos de asesinato, robo con violencia,
allanamiento de morada y encubrimiento de que habían sido acusados. Ha intervenido el
Ministerio Fiscal. Han sido parte don José María Díaz Cosa, representado por el Procurador de
los Tribunales don Federico J. Olivares Santiago y asistido por el Letrado don José María
Fernández Reyes, y doña Inmaculada Astorga Romero, representada por el Procurador de los
Tribunales don Federico J. Olivares Santiago y asistida por el Letrado don José A. Balbuena
Mora-Figueroa. Ha sido Ponente el Magistrado don Roberto García-Calvo y Montiel, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 30 de
marzo de 2005, don Argimiro Vázquez Guillén, Procurador de los Tribunales, en nombre y
representación de doña Mercedes Ramírez Ureba y doña Antonia de Alba Ramírez, interpuso
recurso de amparo contra la resolución judicial a la que se ha hecho mención en el
encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) El Juzgado de Instrucción núm. 4 de los de la ciudad de Cádiz incoó proceso penal
ante el Tribunal del Jurado a consecuencia del asesinato de doña Dominga Ramírez Ureba. En
este procedimiento se constituyeron como acusación particular las demandantes de amparo,
hermana y sobrina de la fallecida, respectivamente.
b) Tras haberse señalado la celebración de la vista oral, el Procurador y Letrado de la
acusación particular comparecieron ante la Sala presentando escrito por el que desistían de la
representación y defensa, solicitando que se oficiara a los respectivos colegios profesionales
para la designación de profesionales de oficio, habida cuenta el interés de las perjudicadas en
sostener la acusación. El Tribunal dictó providencia de fecha 16 de abril de 2002, rechazando la
posibilidad de oficiar directamente a los colegios profesionales de referencia para la designación
de nuevos profesionales, instruyendo a las interesadas del contenido de la Ley de asistencia
jurídica gratuita y remitiéndolas directamente a tales colegios.
c) Ante ello, las actoras solicitaron al Colegio de Abogados de Cádiz la designación
provisional de los profesionales requeridos, siéndoles notificado a través del Tribunal, en fecha
20 de mayo de 2002, la resolución denegatoria del Colegio de Abogados al estimar no preceptiva
la intervención de aquéllos y el hecho de no haberse requerido tal designación por el órgano
judicial mediante Auto motivado.
d) El juicio se celebró los días previstos, 10 al 21 de junio de 2001, tomando parte en el
mismo como testigos las demandantes de amparo. La Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Cádiz dictó Sentencia, de fecha 4 de julio de 2002, absolviendo a los acusados don
José María Díaz Cosas y doña Inmaculada Astorga Romero de los delitos de allanamiento de
morada, asesinato y robo, de que venían siendo acusados.
e) Una vez dictada Sentencia, las demandantes de amparo comparecieron ante la Sala y
realizaron la designación apud acta de Abogado y Procurador, libremente designado por ellas, y
presentaron escrito interponiendo recurso de apelación contra esta Sentencia, dictándose por el
Tribunal Superior de Justicia de Andalucía Sentencia de fecha 7 de marzo de 2003. La Sentencia
estima el recurso, declara nulo el acto de la vista oral celebrada y de la citada Sentencia y
ordena la devolución de la causa a la Sección Segunda de la Audiencia Provincial, para la
celebración de nueva vista, con distinto Jurado y Magistrado Presidente, en la que se permitiera
el ejercicio de la acusación particular.
f) Contra esta Sentencia se alzaron en casación los acusados, dictándose por la Sala de
lo Penal del Tribunal Supremo Sentencia de fecha 15 de febrero de 2005, que estima el recurso
y casa y anula la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia. A dicha resolución se acompañan
dos Votos particulares. La Sentencia establece que, si bien se reconoce la violación del derecho
a la tutela judicial efectiva de las perjudicadas, la anulación de la Sentencia absolutoria
supondría someter a los acusados a un segundo juicio. Ello suscita un conflicto de intereses y
derechos fundamentales, de un lado el derecho a la presunción de inocencia y de otro el derecho
a la tutela judicial efectiva, debiendo prevalecer el primero de ellos.
3. La demanda de amparo invoca la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
(art. 24.1 CE) y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE). Alegan las demandantes
que fueron privadas del derecho al ejercicio en el proceso penal de la acusación particular en
defensa de sus intereses al haberse negado el Tribunal a librar los oficios solicitados a los
colegios profesionales para la designación de Letrado y Procurador del turno de oficio o a dictar
resolución motivada a tal fin, pese a la notoria complejidad de los hechos enjuiciables. Ello les
impidió comparecer al acto del juicio oral, debidamente asistidas y representadas, todo lo cual ha
supuesto, además de un quebrantamiento de las normas y garantías procesales, una clara
indefensión a las hoy recurrentes. Esta vulneración de su derecho fundamental fue
expresamente reconocida por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Sin embargo, y aquí
sitúan la vulneración de los derechos fundamentales que invocan, el Tribunal Supremo consideró
que la anulación de la Sentencia absolutoria dictada en la causa como consecuencia de la
referida violación supondría someter a los acusados absueltos a un nuevo juicio, lo que suscita
un conflicto de derechos fundamentales, de un lado el derecho a la presunción de inocencia y de
otro el derecho a la tutela judicial efectiva consagrado y el derecho a ejercitar la acusación
particular en defensa de sus intereses en contra de los recurrentes. Y el Tribunal Supremo se
decantó por hacer prevalecer el derecho a la presunción de inocencia frente al derecho a la
tutela judicial efectiva de las perjudicadas, tras hacer un ejercicio de ponderación de la entidad
de los valores e intereses comprometidos en el que atendió al "peso" relativo de cada uno de
ellos y a la intensidad de la afectación negativa que la preferencia por una de las posiciones
concurrentes pueda suponer para los interesados en la otra.
4. La Sección Segunda de este Tribunal acordó por providencia de 20 de julio de 2006 la
admisión a trámite de la demanda de amparo y, al tenor de lo previsto en el art. 51 LOTC, dirigir
atenta comunicación a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, Sala Civil y Penal del Tribunal
Superior de Justicia de Andalucía y Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Cádiz, para
la remisión de actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido parte en ese procedimiento
para comparecer en este proceso de amparo.
5. Mediante escrito registrado ante este Tribunal el día 15 de septiembre de 2006 se
personó don José María Díaz Cosa, representado por el Procurador de los Tribunales don
Federico J. Olivares Santiago y asistido por el Letrado don José María Fernández Reyes. Por su
parte, mediante escrito que tuvo su entrada en este Tribunal el 4 de octubre de 2006, el
Procurador de los Tribunales don Federico J. Olivares Santiago se personó en el presente
recurso de amparo en nombre y representación de doña Inmaculada Astorga Romero, bajo la
dirección letrada del Abogado don José A. Balbuena Mora-Figueroa. Seguidamente, por
diligencia de ordenación de 26 de octubre de 2006, se acordó tener por personado al indicado
Procurador en las representaciones invocadas y, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, se
dispuso dar vista de las actuaciones y conceder un plazo común de veinte días para alegaciones
al Ministerio Fiscal y a las partes personadas.
6. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 8 de julio de 2005, presentó sus
alegaciones solicitando el otorgamiento del amparo.
Alega el Fiscal que el tema planteado en la presente demanda de amparo se refiere a la
especial singularidad que comportan las sentencias penales absolutorias, cuando frente a ellas
se argumenta la existencia de una quiebra formal en su elaboración, o bien en la tramitación
procesal precedente, de la que la sentencia en cuestión constituye su natural consecuencia.
La cuestión, afirma el Fiscal, ha sido ya valorada con anterioridad por el Tribunal
Constitucional, y fundamentalmente en supuestos derivados de procesos celebrados ante el
Tribunal del Jurado. Así, en la STC 169/2004 se ha señalado que el haz de derechos y garantías
cobijados en el artículo 24 CE a la hora de configurar la efectividad de la tutela judicial efectiva
no se agotan en el proceso penal con el mero respeto de las garantías allí establecidas a favor
del imputado, procesado o acusado, según las distintas fases de aquél, pues dicho precepto
constitucional incorpora también el interés público, cuya relevancia no es posible, y ni siquiera
deseable, desconocer en un juicio justo donde queden intactas tales garantías para todos sus
partícipes.
En ese sentido, se ha argumentado que no cabe hablar en rigor de doble proceso
cuando el que pudiera ser considerado como primero ha sido anulado, y que la sumisión a un
nuevo juicio no es cuestionable desde la perspectiva constitucional, pues la prohibición del
principio non bis in idem opera sólo respecto de sentencias firmes con efecto de cosa juzgada.
En definitiva, no existe impedimento constitucional para que una sentencia penal absolutoria
pueda ser objeto de recurso de apelación, y en éste resolverse la nulidad y la consiguiente
celebración de un juicio penal respecto del acusado.
En el presente caso, añade el Fiscal, el recurso de apelación promovido por la acusación
particular, y que dio lugar a la Sentencia anulatoria del Tribunal Superior de Justicia de
Andalucía, se fundó en una infracción procesal -con alcance de lesión de un derecho
fundamental-, solicitando la anulación de la Sentencia recurrida y la retroacción de actuaciones
para la celebración de un nuevo juicio; siendo la ratio decidendi de la estimación del recurso la
apreciación de dicha lesión constitucional de carácter procesal (artículo 24.1 CE) en la Sentencia
del Tribunal del Jurado, de modo que la Sentencia anulada, ni había llegado a alcanzar firmeza
cuando fue recurrida, ni la decisión anulatoria se debió a un enjuiciamiento de fondo, sino al
control de la observación de los requisitos procesales del juicio.
Por tanto, finaliza el Fiscal, no cabe invocar la pretendida lesión del derecho a la
presunción de inocencia de los acusados absueltos por el hecho de la repetición del juicio,
puesto que no se habría producido hasta el momento ninguna sentencia firme con alcance de
cosa juzgada material, de modo que el proceso se hallaría inconcluso y pendiente de resolución
definitiva. Todo ello lleva al Fiscal a solicitar que se dicte sentencia otorgando el amparo
solicitado, reconociendo a las actoras su derecho fundamental a la tutela judicial efectiva del
artículo 24.1 CE, y declarando la nulidad de la Sentencia de fecha 15 de febrero de 2005 dictada
por la Sala Segunda del Tribunal Supremo.
7. La representación procesal de don José María Díaz Cosa presentó sus alegaciones el
día 30 de noviembre de 2006, en las que solicitó la desestimación del recurso.
En las mismas denuncia con carácter previo la falta de agotamiento de la vía judicial
previa [art. 44.1 a) LOTC], porque las demandantes no impugnaron la providencia de 16 de abril
de 2002 y, en segundo lugar, porque no recurrieron las resoluciones denegatorias, de fecha 29
de mayo de 2002, dictadas por la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita.
Asimismo opone la concurrencia de la causa de inadmisión prevista en el art. 44.1 a)
LOTC, consistente en falta de invocación formal en el proceso del derecho constitucional
vulnerado, tan pronto como, una vez conocida la violación, hubiere lugar a ello. Las
demandantes, alega la parte comparecida, tuvieron oportunidad de manifestar, tanto antes del
juicio oral, como incluso durante las propias sesiones del mismo (en el que tomaron parte como
testigos), su desacuerdo con la propia celebración del juicio oral. Sin embargo, ni antes de
comenzar el juicio, notificadas ya y conscientes, por tanto, de la denegación de la petición de
designación de profesionales de oficio, advirtieron sobre la indefensión que luego dijeron sufrir, ni
tampoco lo hicieron durante el juicio cuando se les tomó declaración directamente en la Sala de
vistas.
Por su parte, en relación ya con el fondo del asunto, interesa la desestimación de la
demanda. En primer lugar, alega esta representación procesal que el derecho a la tutela judicial
efectiva de las demandantes, consistente en disponer de la posibilidad real de sostener la
acusación, ha sido en buena medida materialmente satisfecho dado que la pretensión de una
condena para los acusados fue mantenida por el Ministerio Fiscal, y se ha visto en un juicio que
concluyó por sentencia regularmente obtenida, tras el examen contradictorio de toda la prueba
de cargo pertinente y relevante. A ello se añade que el derecho a la presunción de inocencia de
su representado ya soportó el gravamen de un juicio, su repetición sería equivalente a acusarle
de un nuevo delito por los mismos hechos y, como se dice en la Sentencia del Tribunal Supremo,
"ello supondría la exposición a un riesgo ciertamente extraordinario". De este modo, el juicio de
ponderación que debe realizarse entre ambos derechos debe llevar a considerar que el derecho
a la presunción de inocencia de los acusados (que han sido absueltos tras celebrarse el juicio y
recurrirse en dos instancias la Sentencia) es superior al derecho a la tutela judicial efectiva de las
demandantes de amparo, derecho éste que se vislumbra en su dimensión más bien formal, una
vez que, como se ha visto, pudo desplegar toda su material eficacia en la instancia al sostenerse
una acusación en toda regla por el Ministerio Fiscal.
Finalmente, también se interesa la desestimación de la demanda de amparo por haber
sido su representado absuelto en Sentencia dictada por el Tribunal del Jurado, absolución
posteriormente refrendada en sede casacional por el Tribunal Supremo, sin que deba admitirse
la anulación de tal resolución en cuanto vulneraría la doctrina de la intangibilidad en amparo de
las Sentencias penales absolutorias firmes.
8. La representación procesal de doña Inmaculada Astorga Romero presentó sus
alegaciones el día 30 de noviembre de 2006, solicitando la desestimación de la demanda rectora
del proceso de amparo.
Alega esta representación que las demandantes de amparo ejercieron su derecho a la
acusación durante buena parte del procedimiento mediante profesionales por ellas designados,
sin que se les denegara el acceso a la jurisdicción, siendo ellas mismas las que en determinado
momento demandaron de tales profesionales su desistimiento. A ello se añade que la decisión
del Tribunal, optando dentro de lo que la ley permite y ponderando las circunstancias existentes,
en ningún caso puede considerarse como violación del derecho constitucional alguno, máxime si
como es el caso no sólo se limita a ello sino que además cita a las referidas acusadoras
personalmente para instruirlas del contenido de la Ley de asistencia jurídica gratuita y de la
posibilidad de solicitar ellas mismas del Colegio de Abogados la designación de los
correspondientes profesionales. El derecho a la tutela judicial efectiva se satisface, en esencia,
con una respuesta jurídicamente fundada, motivada y razonable de los órganos jurisdiccionales a
las pretensiones de quien acude ante ellos para la defensa de sus intereses, sin que desde luego
la respuesta del Tribunal del Jurado en este caso, decidiendo no nombrar a los profesionales
requeridos de oficio, y sí explicar directamente a las formulantes de la petición tal situación e
instruirles en sus derechos y el modo de ejercitarlos pueda ser en ningún caso tildado de
infractora de dicho derecho.
De otro lado, se sigue argumentando, que lo cierto es que las demandantes se
aquietaron no sólo a la providencia de 16 de abril de 2002, sino también a la resolución de 29 de
mayo de 2002, cuando si cómo hoy manifiestan tal declaración suponía un quebranto en sus
derechos, debieron y pudieron impugnar la misma a través del trámite legalmente establecido y
del que debidamente fueron notificadas. Es en definitiva en dicho proceso, y a través de los
medios que la ley ponía su alcance, donde debieron invocarse y en su caso repararse las
vulneraciones de derechos que se denuncian, sin que pueda traerse al recurso de amparo una
reclamación que no fue formulada en tiempo oportuno conforme los requisitos que señala la ley
Orgánica del Tribunal Constitucional.
Finalmente, alega esta representación que es igualmente evidente que el presente
recurso se interpone contra una resolución firme, resolución que se materializa en la absolución
de dos personas, y que la supuesta violación de derechos que se denuncia por las recurrentes
nada tiene que ver con los acusados. Además, cualquier denuncia respecto a esa violación de
derechos no se produce hasta un momento posterior a la sentencia resolutoria de instancia, aun
cuando la presunta violación se habría cometido con anterioridad al juicio. Si embargo, lo cierto
es nada se había denunciado ni por la parte que ahora se dice perjudicada ni por el Ministerio
Fiscal, y el proceso siguió su curso mediante la acusación pública y con la intervención de las
defensas, hasta obtener una respuesta que fue fundada, razonada y en absoluto arbitraria.
9. La representación procesal de las demandantes de amparo presentó sus alegaciones
ante el Registro General de este Tribunal el día 4 de diciembre de 2006, en las que reitera y
ratifica las alegaciones ya contenidas en la demanda.
10. Por providencia de 5 de octubre de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 8 de dicho mes y año.
Fundamentos:
Voto particular que formula la Presidenta doña María Emilia Casas Baamonde a la Sentencia
recaída en el recurso de amparo núm. 2193-2005
Con el mayor respeto hacia el parecer mayoritario de la Sala, pero también con la mayor
firmeza, discrepo del fallo de la Sentencia y de la argumentación que ha conducido al mismo,
como expuse en las deliberaciones. La demanda de amparo debió desestimarse porque, en
esencia, las razones que acoge la Sentencia dictada por la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo para limitar las consecuencias del amparo que ex art. 24.1 CE ella misma otorga
responden a una ponderación de los derechos fundamentales implicados que no es
constitucionalmente reprochable (1). Si, como hace la Sentencia de la mayoría de la que me
separo, se coteja directamente el resultado de la decisión judicial impugnada con el que debería
adoptar este Tribunal Constitucional en un conflicto similar derivado de su propia jurisdicción -
otorgamiento del amparo constitucional por vulneración de las garantías procesales del acusador
frente a una Sentencia penal absolutoria firme-, tampoco la Sentencia recurrida es
constitucionalmente incorrecta, habida cuenta de que en el caso concreto objeto de
enjuiciamiento debe prevalecer la preservación de la seguridad de quienes eran acusados sobre
el derecho a la tutela de quienes pretendían ser acusadores (2). En todo caso, y en coherencia
con el planteamiento anterior, el otorgamiento del amparo por parte del Tribunal Constitucional
por considerar que la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo debió anular la Sentencia
absolutoria aún no firme de la Audiencia Provincial de Cádiz no debió comportar tal anulación
ahora, cuando dicha Sentencia ha adquirido firmeza (3).
1. La Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo recurrida en amparo estimó
la queja de los recurrentes relativa a que se les había impedido su acceso a la jurisdicción, pero
entendió que la reparación de su derecho no debía conducir a la retroacción de actuaciones para
la celebración de un nuevo juicio oral, supuesto el daño que ello causaba a unos acusados que
verían de nuevo cuestionada su inocencia respecto a una gravísima imputación ("asesinato, robo
con violencia, allanamiento de morada y encubrimiento"), y puesto que el interés de los
acusadores "en el ejercicio del ius puniendi en esta causa coincide con el postulado por el Fiscal,
que lo defendió con una calidad técnica de la que no cabe dudar, con apoyo en la misma prueba
de cargo que la acusación particular había propuesto. Y no sólo, ya que frente a la imputación de
homicidio recogida en el escrito de esta parte, él sostuvo la de asesinato, pidiendo,
consecuentemente, para los acusados, una pena mayor" (FD 3).
Esta ponderación judicial, extensamente motivada en la Sentencia impugnada de la Sala
de lo Penal del Tribunal Supremo, no merece, en mi criterio, reproche constitucional alguno,
porque es respetuosa con el contenido de los derechos fundamentales implicados y con las
exigencias de proporcionalidad en su limitación. La prueba de esta corrección se hallaría,
además, en la viabilidad constitucional de una regulación procesal penal que, como sucede en
otros Ordenamientos de legitimación democrática, previera por razones de seguridad ligadas a la
presunción de inocencia la intangibilidad de las sentencias absolutorias. Si una decisión tal del
legislador sería conforme con nuestro sistema constitucional de derechos, principios y valores,
no hay razón para que deje de serlo por el hecho de que la decisión provenga de un órgano
judicial en el ejercicio de su función jurisdiccional -no obstante la distinta posición del legislador y
de los Jueces y Tribunales integrantes del Poder Judicial, y obviamente de este Tribunal
Constitucional, en el sistema constitucional de derechos fundamentales y libertades públicas-; de
manera señalada cuando el órgano judicial es el Tribunal Supremo, su Sala de lo Penal, órgano
superior en el orden jurisdiccional penal a quien compete en última instancia la fijación del
contenido y alcance de las normas que rigen el proceso penal de acuerdo con la Constitución. Lo
que en el caso lleva a cabo el Tribunal Supremo ponderando los derechos fundamentales en
conflicto con respeto a su contenido, observancia del principio de proporcionalidad y motivación
de su juicio de ponderación.
La Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo razona: "Una comparación de
la situación de ambos derechos en conflicto, en el estado actual de la causa, en la perspectiva
de los criterios apuntados, obliga a hacer dos consideraciones: a) El derecho a la tutela judicial
efectiva de las perjudicadas, consistente en disponer de la posibilidad real de sostener la
acusación, ha sido en buena medida materialmente satisfecho en esta causa. En efecto, la
pretensión de una condena para los acusados, bien que mantenida por el Fiscal, se ha visto en
un juicio que concluyó por sentencia regularmente dictada, tras el examen contradictorio de toda
la prueba de cargo pertinente y relevante. Siendo así, y en la consideración ex post que ahora es
posible, no cabe racionalmente prever que la reiteración de la vista fuera a aportar nada
esencial, más allá de lo que pudiese representar la comprensible gratificación personal de las
interesadas. b) El derecho a la presunción de inocencia de los que fueron acusados ya soportó el
gravamen de un juicio, que, según la citada norma del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos, es lo máximo que cabría imponerles en su calidad de imputados. De manera que la
repetición de esa experiencia sería equivalente a acusarles de un nuevo delito, por los mismos
hechos, con la consiguiente exposición a un riesgo ciertamente extraordinario" (FD 3).
Es el expuesto (respeto al contenido de los derechos en conflicto y ponderación en
términos de proporcionalidad) el canon de constitucionalidad aplicable a la decisión judicial
impugnada, al que ésta se ajusta adecuadamente en mi personal opinión, y no una traslación del
canon que aplica el Tribunal Constitucional cuando, como consecuencia del amparo de un
derecho procesal del acusador, ha de decidir sobre la anulación de una Sentencia penal
absolutoria firme. Cuando la jurisdicción constitucional adopta una decisión de este tipo no lo
hace por entender que sea la única constitucionalmente legítima, sino por estimar que es la más
idónea para la resolución del caso concreto entre las constitucionalmente posibles, ponderando
las circunstancias de cada caso. Así bastará con recordar a este propósito que en nuestra STC
311/2006, de 23 de octubre, en modo próximo a como, por lo demás, pondera y argumenta la
Sala Segunda del Tribunal Supremo en la Sentencia objeto de este recurso de amparo, la Sala
Primera de este Tribunal estimó vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva de la recurrente
en su faceta de acceso al proceso -se le había denegado indebidamente la personación en el
proceso penal para el ejercicio de la acción popular- sin anular la resolución impugnada ni
retrotraer las actuaciones. Dijimos en aquel caso que el otorgamiento del amparo había de
formularse "con carácter tan solo declarativo dados los efectos negativos que para la rápida
resolución de un procedimiento penal de la gravedad del que está en el origen de este amparo
tendría el pronunciamiento habitual" (FJ 6).
2. Tampoco puedo compartir el fallo si, como hace el parecer mayoritario, no se analiza
la constitucionalidad de la ponderación judicial, sino la constitucionalidad de su resultado a través
de una ponderación directa del conflicto suscitado ante el Tribunal Supremo. Por razones
análogas a las que tuve ocasión de exponer en mi Voto particular discrepante a la STC 12/2006,
de 16 de enero, considero que en este caso concreto debió primar la preservación de la
Sentencia absolutoria tanto en virtud de consideraciones relativas a la inseguridad que generaría
el nuevo cuestionamiento de la inocencia de los que fueron acusados por delitos muy graves,
como por razones relativas a los demás perjuicios que en forma de cargas personales y de
riesgo de desprestigio social supone un nuevo sometimiento a un proceso penal de este tipo.
Debe repararse, además, de un lado, en que estos severos efectos negativos son consecuentes
a una decisión judicial irregular, ajena a la conducta procesal de quien sufre sus consecuencias,
y, de otro, que el indudable perjuicio que sufrirían los acusadores con la falta de una reparación
plena de su derecho dañado encuentra cierta compensación moral y potencialmente económica
en la declaración de vulneración de su derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión que
efectúa la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. Debo añadir, en fin, que en la
valoración del daño irrogado a los recurrentes por la decisión de no anular la Sentencia recurrida
no puede dejar de tomarse en consideración que la pretensión penal cuyo ejercicio se les
denegó injustamente fue asumida por el Ministerio público "con una calidad técnica de la que no
cabe dudar" y con petición de una pena mayor que la que aquéllos deseaban solicitar.
3. En suma, por las razones expuestas, discrepo del otorgamiento del amparo. Ahora
bien, habiéndose éste otorgado, sus efectos tendrían que haberse detenido en la declaración de
reconocimiento del derecho, sin anulación de la Sentencia absolutoria de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo. Incluso si se considera, como hace la mayoría, que el Tribunal Supremo
debió anular la Sentencia absolutoria entonces no firme, las consecuencias del amparo
constitucional otorgado por tal motivo no debían alcanzar, por razones ahora reforzadas de
seguridad jurídica, a modificar una absolución declarada con toda firmeza y solemnidad.
Madrid, a ocho de octubre de dos mil siete.-María Emilia Casas Baamonde.-Firmado y
rubricado.
S.TC. 149/2007
Referencia número: 149/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 18/6/2007
Publicación BOE: 20070727 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Ramón Rodríguez Arribas
Número registro: 22-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Waheed Koshagi Kelani frente a los Autos de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional que acordaron su prisión provisional en causa por delito de pertenencia a
organización terrorista.
Supuesta vulneración del derecho a la libertad personal: prisión provisional, ante la proximidad
del juicio oral, suficientemente motivada (STC 35/2007).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez
Sánchez, Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni
Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 22-2005, promovido por don Waheed Koshagi Kelani,
representado por el Procurador de los Tribunales don Adolfo Morales Hernández-Sanjuán y
asistido por el Letrado don Sebastiá Salellas Magret, contra los Autos de la Sección Tercera de
la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, de 19 de noviembre y 9 de diciembre de 2004, en
virtud de los cuales se decretó y confirmó la prisión provisional comunicada y sin fianza del
recurrente. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Han comparecido don Ahmad Koshagi Kelani,
representado por el Procurador don Adolfo Morales Hernández-Sanjuán y asistido por el Letrado
don Sebastiá Salellas Magret; don Luis José Galán González, representado por el Procurador
don Manuel García Ortiz de Urbina y bajo la dirección letrada de doña María Nieves Fernández
Pérez Ravelo; don Taysir Alony Kate, representado por la Procuradora doña Esther Rodríguez
Pérez y asistido por el Letrado don José Luis Galán Martín; y don Kamal Hadid Chaar,
representado por la Procuradora doña Almudena Delgado Gordo y asistido por el Letrado don
Juan José Carro Gómez. Ha sido Ponente el Magistrado don Ramón Rodríguez Arribas, quien
expresa el parecer de la Sala.Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 3 de
enero de 2005 el Procurador de los Tribunales don Adolfo Morales Hernández-Sanjuán, en
nombre y representación de don Waheed Koshagi Kelani, interpuso recurso de amparo contra
las resoluciones judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) El día 21 de septiembre del 2003 se dictó por parte del Juez Central de Instrucción
núm. 5, en el marco del sumario 35-2001, un Auto por el que se decretaba la prisión provisional,
incondicional y comunicada, entre otros, del ahora demandante de amparo, por su presunta
integración en la organización terrorista Al Qaeda, estimando que debía neutralizarse la eventual
continuidad delictiva de sus integrantes y, sobre todo, evitar su sustracción de la acción de la
justicia, "eventualidad que en el caso actual, y a pesar de que algunos de los imputados llevan
largo tiempo en España y, por la gravedad de la imputación, se constituye casi en una certeza; y
en algún caso en la posibilidad de reiteración delictiva".
b) Con posterioridad el mismo Juez dictó un nuevo Auto, de fecha 19 de abril del 2004,
en el que, además de declararle procesado, se reformaba la situación de prisión provisional
incondicional y se decretaba la libertad provisional del demandante de amparo siempre que
constituyera fianza en cuantía de ciento cincuenta mil euros (150.000 euros).
Dicho Auto fundamentaba su decisión en "la menor gravedad de los hechos en relación
con otros procesados; y la convicción de que, por las circunstancias concurrentes en el mismo,
no se tratará de eludir la acción de la justicia, siendo suficiente la fijación de una fianza en
cantidad proporcionada y suficiente".
Previo pago de la fianza impuesta, el recurrente obtuvo la libertad provisional en abril de
2004.
c) El referido Auto de procesamiento fue recurrido en reforma por la representación del
recurrente, recurso desestimado por el Juez instructor, quien confirmó mediante Auto de 21 de
mayo de 2004 íntegramente todos los pronunciamientos del Auto de 19 de abril de 2004. Contra
esta resolución se interpuso recurso de apelación, igualmente desestimado por Auto de la
Sección Cuarta de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 15 de noviembre de 2004,
que confirmó las resoluciones impugnadas en todos sus pronunciamientos.
d) El sumario 35-2001 del Juzgado Central de Instrucción núm. 5 correspondió para su
enjuiciamiento a la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, que por
Auto de 19 de noviembre de 2004, previa petición del Fiscal y tras celebrar la comparecencia
prevista en el art. 505 LECrim, acordó decretar la prisión provisional comunicada y sin fianza del
ahora demandante de amparo y de otros procesados que se hallaban en libertad.
La fundamentación de tal decisión es la siguiente:
"Primero.-El Tribunal, analizando la petición del Ministerio Fiscal respecto a la puesta en
prisión provisional de Taysir Alony Kate (a) Abu Masab, Mohamed Khair Al-Saqqua Alsaqqua,
Abdalrahman Alarnot Abu Aljer, Jamal Hussein Hussein, Basat Dalati Satut, Ghasoub Al-Abrash
Ghalyoun, Waheed Koshagi Kelani, Kamal Haddid Chaar y Ahmad Koshagi Kelani, a tenor de los
indicios racionales de criminalidad que resultan del Auto que resuelve el recurso de apelación
contra el procesamiento, y oídas las alegaciones de las respectivas defensas de los procesados
señalados, llega a la conclusión que en el procedimiento se ha producido una modificación de un
hecho hasta ahora no existente cual es la petición de la acusación pública de la adopción de las
medidas de prisión.
Esta modificación obliga al Tribunal a valorar la procedencia o no de dicha medida, para
lo que deben concurrir los siguientes requisitos:
Unos de carácter material como son que conste la existencia de unos hechos que
presenten carácter de delito sancionado con pena cuyo máximo es igual o superior a dos años
de prisión. En el presente caso, estos hechos de apariencia delictiva emanan de los indicios
racionales de criminalidad que se derivan para cada uno de los procesados a los que atañe la
resolución del auto firme de fecha 15 de noviembre de 2004, con lo cual se cumple también el
requisito del 1 apartado del artículo 503 de la LECR.
Segundo.-Asimismo el Tribunal entiende que se dan los presupuestos que legitiman
constitucionalmente la adopción de la prisión provisional, plasmados en el apartado 3, n.º 1 del
artículo 503, cuales son en el presente caso, por un lado conjurar el riesgo de fuga, pues a la
vista de la naturaleza de los hechos, la gravedad de la pena que pueda imponerse a los
procesados y la situación procedimental de la causa que hace presumir la pronta celebración del
juicio, tal riesgo está latente, sin que dicho riesgo quede conjurado por las circunstancias
familiares, personales o económicas de los procesados a las que aluden sus defensas.
También el Tribunal dada la naturaleza de los hechos imputados a los procesados en el
auto anteriormente señalado, entiende que con esta medida cautelar se conjura una posible
continuada reiteración delictiva."
e) Recurrido dicho Auto en súplica la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional desestimó el recurso mediante Auto 9 de diciembre del 2004.
Tal decisión se fundamenta, por una parte, en la existencia de los indicios racionales de
criminalidad que se recogen en el fundamento jurídico tercero núm. 2 del Auto que confirmó el
procesamiento, donde se establece que este procesado "ha mantenido relaciones con personas
implicadas en Al Qaeda como Mohamed Zaher Asade, Luis José Galán González (a) Yusuf
Galán, Jasem Mahboule, Khaldum Najjar, David Charles Burgues (a) Abu Megen que en realidad
es Salaedin Benyaoich, condenado en la actualidad en Marruecos por su relación con los
atentados de Casablanca del 16 de mayo de 2003; ha mantenido reuniones en su domicilio o en
el de Abu Dahdah a las que han concurrido los antedichos y otras personas integradas en la red
de apoyo a Al Qaeda; y ha financiado a miembros de Al Qaeda mediante la remesa de
cantidades de dinero en marcos alemanes tales como Mamado Mahmound Ahmed Salin (a) Abu
Hajer procesado en EE UU como miembro integrante de la organización terrorista y vinculado a
atentados reivindicativos por Al Qaeda en Kenia y Tanzania". Por otra parte, en el razonamiento
segundo se señala que "cuando se aproxima la celebración del juicio oral, el Ministerio público
insta la prisión provisional del procesado, sobre la base de la existencia de indicios racionales de
criminalidad contra el mismo y el elevado riesgo de que, ante su pronto enjuiciamiento, intente
sustraerse a la acción de la justicia, petición revestida de toda lógica, que el Tribunal tiene que
acoger en cumplimiento de la obligación que le corresponde de asegurar la celebración del juicio
con la presencia de todos y cada uno de los procesados".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración del derecho
fundamental a la libertad y a la seguridad reconocido en el art. 17 CE.
Tras recordar cuáles son las exigencias constitucionales que, conforme a la reiterada
doctrina de este Tribunal, deben cumplir las resoluciones judiciales que acuerdan la prisión
provisional, se afirma que las recurridas adolecen de falta de motivación conforme a tales
exigencias, lo que determina la vulneración del derecho a la libertad. Y ello porque, si bien
conforme a lo dispuesto en el art. 539 LECrim el Juez, de oficio, y en cualquier momento de la
causa, puede modificar la situación personal del imputado, cuando -como ocurre en el presente
caso- se revoca una libertad provisional para acordar la prisión provisional dicha resolución
deberá motivar expresamente la concurrencia de los requisitos para la adopción de la prisión
(como cualquier resolución acordando prisión provisional) y también deberá concretar cuál ha
sido el cambio en las circunstancias que provoca una nueva valoración del Juez o Tribunal con
consecuencias tan gravosas para los derechos fundamentales como la prisión provisional. Sin
que la proximidad de celebración del juicio sea una causa habilitante ipso iure para el
mantenimiento de la medida de prisión provisional y mucho menos para la adopción de la misma
revocando la situación de libertad provisional, como se desprende de la STC 66/1997, que se
reproduce parcialmente y que establece que "la simple referencia a lo avanzado de la tramitación
carece como tal de fuerza argumentativa para afirmar la posibilidad de que el imputado huya".
En el presente caso el recurrente estuvo en prisión provisional por esta causa desde el
21 de septiembre de 2003 hasta abril del 2004, momento en que salió en libertad provisional
previo pago de fianza. El Auto de 21 de septiembre del 2003, que acordó inicialmente la prisión
provisional, fundamenta tal decisión -en cuanto a la finalidad perseguida, puesto que en la
demanda no se discute la existencia de indicios racionales de criminalidad- en el riesgo de
sustracción de la acción de la justicia, que, pese a que algunos de los imputados llevan largo
tiempo en España, dada la gravedad de la imputación valora como "casi una certeza", estimando
que también existe riesgo de reiteración delictiva. Tales razones se reiteran en el Auto de 22 de
octubre de 2003, que desestimó la reforma frente al anterior. Posteriormente el Auto de 19 de
abril de 2004, que modificó la situación personal del recurrente y acordó su libertad provisional
bajo fianza, fundamenta esta decisión en "la menor gravedad de los hechos en relación con otros
procesados; y la convicción de que, con las circunstancias concurrentes en el mismo, no tratará
de eludir la acción de la justicia, siendo suficiente la fijación de una fianza de cantidad
proporcionada y suficiente". Tanto en el Auto de procesamiento como en el de confirmación del
de procesamiento se mantiene la libertad provisional, hasta que el día 19 de noviembre de 2004
se acuerda de nuevo la prisión provisional del recurrente y de ocho personas más,
fundamentando la medida conjuntamente para todos de un modo totalmente genérico y
estereotipado.
Según el recurrente el citado Auto, al margen de la falta evidente de valoración de las
circunstancias personales de cada uno de los nueve procesados, no señala motivadamente qué
elementos o circunstancias nuevos son valorados para revocar la situación de libertad
provisional, dado que el conjunto de fundamentos contenidos en el Auto ya aparecían en los
Autos que confirmaban la situación de libertad provisional. En efecto, descartada la proximidad
del juicio como circunstancia para motivar por si sola la revocación de la libertad provisional, la
existencia de imputación era evidente desde la detención y la gravedad de la misma resultó
consolidada cuando fue dictado el Auto de procesamiento, momento en el cual recurrente se
encontraba en libertad. Por otra parte las circunstancias personales, familiares, sociales y
económicas habían sido valoradas para considerar suficiente una fianza con anterioridad y más
tarde no aparecen como suficientes para mantener la situación de libertad provisional, sin que
conste un solo motivo objetivo para realizar dicha modificación, insistiendo en que, justo cuatro
días antes la Sección Cuarta de la Sala de lo Penal confirmó el pronunciamiento sobre libertad
provisional contenido en el Auto de procesamiento al confirmar éste.
Y en cuanto al Auto de 9 de diciembre, que desestimó el recurso de súplica, entiende el
recurrente que no suple la insuficiente motivación del anterior, pues se limita a señalar a insistir
en la proximidad de la celebración del juicio como fin que justifica la medida, motivo que no
puede fundar por si solo una medida de prisión provisional.
En consecuencia entiende el recurrente que no se cumplen los requisitos exigidos por la
doctrina constitucional para acordar la prisión provisional, vulnerándose el derecho a la libertad
(art. 17.1 CE).
Mediante otrosí solicita la suspensión de la ejecución de las resoluciones impugnadas,
pues la misma ocasionaría un perjuicio que haría perder su finalidad al amparo.
4. Por providencia de 20 de diciembre de 2005 la Sala Segunda acordó la admisión a
trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, dirigir atenta comunicación a
la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional a fin de que, en plazo que no
excediese de diez días, remitiera certificación o fotocopia adverada de las actuaciones; debiendo
previamente emplazarse a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, excepto a la parte
recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudieran comparecer en el recurso de
amparo.
Respecto al otrosí se señala que, habiéndose recibido por fax el Auto de fecha 31 de
mayo de 2005 dictado por la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional
decretando la libertad provisional del recurrente don Waheed Koshagi Kelani, no procede
tramitar la pieza de suspensión, al carecer la misma de objeto.
5. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 16 de marzo de 2006 don Adolfo
Morales Hernández-Sanjuán, Procurador de los Tribunales y de don Ahmad Koshagi Kelani,
comparece y se persona en el presente recurso de amparo, bajo la dirección letrada de don
Sebastiá Salellas Magret, manifestando que se adhiere a los motivos de recurso formulados por
el recurrente e interesando la acumulación del presente recurso de amparo con el 23-2005,
interpuesto por su representado, por tratarse de procedimientos con objetos conexos en los que
está justificada la tramitación y decisión conjunta.
6. El día 17 de marzo de 2006 comparece y se persona en el presente recurso don
Manuel García Ortiz de Urbina, Procurador de los Tribunales y de don Luis José Galán
González, bajo la dirección letrada de doña María Nieves Fernández Pérez Ravelo.
7. El 28 de marzo de 2006 la Procuradora de los Tribunales y de don Taysir Alony Kate,
doña Esther Rodríguez Pérez, comparece igualmente en el presente recurso, bajo la dirección
letrada de don José Luis Galán Martín, destacando que la vulneración del derecho fundamental
que en el mismo se denuncia es sustancialmente idéntica a la denunciada en el recurso de
amparo núm. 343-2005, interpuesto por su representado. Ante lo cual, por economía procesal y
al estar suficientemente instruida de las actuaciones, evacua también el trámite del art. 52.1
LOTC, adhiriéndose a las alegaciones del recurrente.
8. Mediante diligencia de ordenación de 27 de julio de 2006 se tiene por personada y
parte en el procedimiento a doña Almudena Delgado Gordo, en nombre y representación de don
Kamal Hadid Chaar, y por designado en virtud del turno de oficio para su defensa al Letrado don
Juan José Carro Gómez.
En la misma diligencia se acordó dar vista de las actuaciones recibidas a las partes
personadas y al Ministerio Fiscal por plazo común de veinte días, dentro de los cuales podrían
presentar alegaciones, conforme a lo previsto en el art. 52.1 LOTC.
Asimismo se acordó conceder a la parte recurrente, al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas un plazo de diez días a fin de que, conforme establece el art. 83 LOTC, efectuasen
alegaciones acerca de la acumulación al presente recurso de amparo del recurso núm. 322-2005
seguido en la Sala Primera, así como de los recursos núm. 23-2005, núm. 282-2005 y núm. 343-
2005, seguidos en la Sala Segunda. Evacuado dicho trámite, por Auto de 4 de junio de 2007, la
Sala Segunda acordó denegar la acumulación de los citados recursos.
9. Mediante escrito registrado el día 7 de julio de 2006 la representación procesal de don
Luis José Galán González formaliza su adhesión al recurso de amparo.
10. El día 10 de julio de 2006 doña Almudena Delgado Gordo, Procuradora de los
Tribunales y de don Kamal Hadid Chaar, evacua el trámite de alegaciones manifestando que se
debe otorgar el amparo a don Waheed Koshagi Kelani, por haberse vulnerado su derecho
fundamental a la libertad del artículo 17 CE, toda vez que el Auto que acordó su prisión
provisional tras haberse acordado tiempo atrás su libertad, no daba razones suficiente para tal
excepcional medida, como de hecho se ha demostrado con la sentencia absolutoria firme dictada
a favor del recurrente.
11. Mediante escrito registrado el día 13 de julio de 2006, doña Esther Rodríguez Pérez,
Procuradora de los Tribunales y de don Taysir Alony Kate, manifiesta también su total apoyo a
las alegaciones del recurrente, en cuanto coinciden con las de su propio recurso núm. 343-2005.
12. La representación procesal del demandante de amparo formuló sus alegaciones
mediante escrito que tuvo su entrada en el Registro General de este Tribunal el día 28 de julio de
2006, en el que sustancialmente reproduce los argumentos ya expuestos en la demanda.
Así sostiene que la prisión provisional acordada se halla huérfana de motivación y de
finalidad constitucionalmente legítima, pues se fundamentó la modificación de la situación
personal del recurrente y ocho personas más y la adopción de la prisión provisional de modo
totalmente genérico y estereotipado, sin atender a las circunstancias personales, familiares,
sociales y económicas, que habían sido valoradas para considerar suficiente una fianza con
anterioridad y más tarde no aparecen como suficientes para mantener su situación de libertad
provisional, sin que conste un solo motivo objetivo para realizar dicha modificación.
13. El Fiscal ante el Tribunal Constitucional formuló sus alegaciones mediante escrito
registrado el día 1 de septiembre de 2006, en el que interesa la desestimación de la demanda de
amparo.
Tras analizar los hechos y los antecedentes procesales del caso recuerda el Fiscal que,
cuando en un recurso de amparo se alega la infracción, conjunta o separada, del derecho a la
libertad y del derecho a la tutela judicial efectiva, ha de entenderse integrado el segundo en el
primero, toda vez que una eventual lesión del derecho a la tutela judicial efectiva, por una falta
de motivación, supone el ataque frontal a la libertad del recurrente. A continuación, con cita de
las SSTC 61/2001 y 170/2001, se recuerda la doctrina de este Tribunal acerca del derecho a la
libertad en los supuestos de prisión provisional, destacando que el aseguramiento de la
presencia del imputado en el juicio oral constituye un fin constitucionalmente legítimo, como
recuerda la reciente STC 179/2005, en su FJ 4, que reproduce parcialmente.
Y, pasando al análisis del presente caso, señala que la valoración del acuerdo de prisión
no puede hacerse de modo aislado, sino en consideración a la cronología de los hechos y, por
tanto, de la investigación e instrucción de aquellos y de los hitos procesales en que se insertan
las respectivas resoluciones sobre la situación de los procesados. Así el recurrente fue privado
de libertad al inicio del procedimiento por su indiciaria participación en los hechos, situación que
se tornó en libertad poco después, habida cuenta de que la instrucción podía dilatarse, de sus
circunstancias personales y del hecho de que su procesamiento inicial aún no era firme.
"Sin embargo, tal situación de libertad dice, viene afectada en el decurso del tiempo por
acontecimientos que hacen variar el criterio de la Sala enjuiciadora lo que determina el dictado
del auto de detención de 18 de noviembre de 2004 y la citación, para la comparecencia prevista
en el art. 505 de la LECr, al Ministerio Fiscal y a los letrados de los nuevamente detenidos para
oírles sobre un posible cambio en la situación personal de aquellos. En tal acto el Ministerio
Fiscal explicita la nueva realidad consistente en la confirmación por la Audiencia Nacional del
auto de procesamiento dictado por el Juez Central de instrucción núm. 5, así como la pronta
celebración del juicio oral lo que extrema el riesgo de fuga (folios 393 y ss. de la pieza de
situación de Ahmad Kosagi) de los ahora detenidos, fuga que se consideraría por el Fiscal
previsible y razonable. Es de reseñar que tales fines de la prisión están conectados con los
constitucionalmente legítimos, riesgo de fuga e inminencia de celebración del juicio oral que
aparecen asimismo en la legislación sobre la materia sobre la base de la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional (particularmente destacable lo es la conexión de ambos en la dicción del
art. 503.3 a) de LECr)".
El mismo día de la celebración de la comparecencia la Sala dicta el primero de los Autos
recurridos en amparo, a raíz de la petición y los argumentos esgrimidos por el Ministerio Fiscal,
que pueden ser considerados como "hecho nuevo", interpretando sensu contrario el art. 505.4
LECrim. "Asimismo, con la materialidad del requisito de la petición del Fiscal, se ofrece el del
nuevo hecho consistente en el dictado por la Audiencia Nacional de un auto confirmando los
acordados en su día para el Juez Central. Tal nueva valoración por un Tribunal Superior de
hechos indiciarios de la comisión de delitos de terrorismo con el carácter de firme (ya que el
nuevo auto de procesamiento era irrecurrible) es apto para provocar una reacción del órgano
judicial de revisión de las situaciones personales de los procesados lo que aparece explicitado
en el párrafo último del razonamiento jurídico primero del auto recurrido, y está en conexión con
el núm. 1 del art. 503 de LECr".
Continúa el Fiscal destacando que el Auto de 19 de noviembre de 2004, por su parte,
exterioriza el criterio del Tribunal sobre los demás requisitos que condicionan
constitucionalmente la nueva toma de decisión, como es el riesgo de fuga, a la vista de la
gravedad de los hechos, pena a imponer, situación procedimental de la causa y posibilidad de
reiteración delictiva. E igualmente atiende a las circunstancias familiares, personales y
económicas de los procesados (lo que no quiere decir necesariamente su acogimiento en orden
a eludir la prisión, como pretendían las defensas), entendiendo que en la ponderación entre
aquellas y el posible riesgo de fuga pesa más este último.
Por tanto, y desde el control externo que puede llevar a cabo el Tribunal Constitucional,
ha de afirmarse que las resoluciones impugnadas no adolecen de motivación deficiente, a la
vista de la petición fiscal y del mantenimiento del Auto de procesamiento por la Sala
desestimando el recurso de apelación, y la reconsideración de los indicios de criminalidad, el
riesgo de fuga y la evitación de la reiteración añadidos a los criterios iniciales de gravedad de
hechos y de penas a imponer. Una forma de motivar conectada, de otro lado, con los fines
constitucionalmente legítimos a los que la prisión sirve, y que no viene desautorizada por el
hecho de que en otro momento procesal se acordara la libertad provisional, pues "la nueva
situación ofrece una visión distinta influida por la confirmación del procesamiento y la inminencia
del juicio lo que conduce a una nueva prisión en la que las circunstancias personales del preso
no pueden venir necesariamente abocadas a su libertad".
Por último entiende el Fiscal que no pueden considerarse los requisitos exigidos
jurisprudencialmente de forma autónoma, y que en el presente caso se han valorado y
ponderado tanto el riesgo de fuga, como los indicios, la pronta celebración del juicio oral y las
circunstancias personales del preso, y que la valoración conjunta de todo ello llevó a la Sala a
acordar la prisión, debidamente fundamentada en los dos Autos dictados sin que, pueda ser
detectada lesión alguna del art. 17 CE y, derivadamente del 24.1 CE.
14. Por providencia de 14 de junio de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 18 del mismo mes y año.
Fundamentos:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo
Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
Sentencia
En el recurso de amparo núm. 7832-2004, promovido por don Manuel García González,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña María Rodríguez Puyol y asistido por el
Abogado don Juan F. Rodríguez Castro, contra la Sentencia núm. 1335/2004, de fecha 16 de
noviembre de 2004, dictada por la Sala Segunda del Tribunal Supremo en el recurso de casación
núm. 1547-2003. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Roberto
García-Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 28 de
diciembre de 2004, doña María Rodríguez Puyol, Procuradora de los Tribunales, en nombre y
representación de don Manuel García González, interpuso recurso de amparo contra la
resolución judicial a la que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) El demandante fue imputado en un procedimiento, por delito contra la salud pública,
seguido ante el Juzgado de Instrucción núm. 1 de los de Valverde del Camino. Tras la
instrucción, el Fiscal formuló escrito de acusación en el que indicaba que el demandante, en el
lugar en que fue detenido, "realizó varias ventas de sustancias estupefacientes diversas que
guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón, a cambio de dinero", estimando que estos hechos
constituían un delito contra la salud pública del art. 368 CP de sustancia que causa grave daño a
la salud.
b) Celebrado el juicio oral, el demandante fue condenado como autor de delito contra la
salud pública por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Huelva, en Sentencia de
fecha 6 de febrero de 2003, a la pena de prisión de tres años, accesoria legal, multa y costas.
La Sentencia declaró probado que el demandante estaba en una carpa donde se
realizaba un concierto, y realizó varias ventas de pastillas de sustancia estupefaciente que
llevaba en el pantalón. Al ser abordado por un agente de la Guardia civil, aprovechó una
pequeña distracción para meter la mano en el bolsillo y arrojar al suelo una cantidad no
determinada de pastillas que no pudieron ser recuperadas. Se le intervino en el bolsillo del
pantalón una pastilla conteniendo derivado anfetamínico, y en una cartera una paquetilla con 270
mg de cocaína con pureza del 73,46 por 100, además de 35.000 pesetas en metálico.
c) El demandante interpuso recurso de casación, alegando indebida aplicación del art.
368 CP y vulneración de la presunción inocencia. Concretamente, aducía que la sustancia que le
fue intervenida no representa un efecto potencialmente dañino para la salud de las personas si
se tiene en cuenta que las pastillas no fueron analizadas, desconociéndose su contenido.
d) El Fiscal interesó la inadmisión del recurso. En primer lugar porque, aunque no se
hubiera podido determinar el grado de psicoactividad de las pastillas por falta de sustancia
suficiente, las mismas debían tener el mínimo de actividad tóxica suficiente porque eso es lo
normal, siendo excepcionales los supuestos contrarios. En segundo lugar, porque aunque "la
aplicación del subtipo agravado -alega con razón-no puede deducirse de la ocupación de la
cocaína, por cuanto no se le imputa que la misma estuviese destinada al tráfico, sin embargo los
derivados anfetamínicos están también catalogados como sustancias que causan grave daño a
la salud a tenor de la jurisprudencia".
e) La Sala Segunda del Tribunal Supremo, al resolver el recurso, manifestó que no
faltaba razón al recurrente en cuanto a las pastillas, ya que, en primer lugar, no puede inferirse
que las supuestas pastillas que vendía fueran sustancias dañinas a la salud, en cuanto no
pudieron ser analizadas. Y, en segundo lugar, tampoco puede esto inferirse del hecho de que le
fuera intervenida una sola pastilla conteniendo un derivado anfetamínico, pues esta inferencia
supone una interpretación extensiva prohibida en Derecho penal. Sin embargo, la propia
narración fáctica dice que le fue ocupada una papelina con cocaína, y "ello no evita que
estuviera dedicada al tráfico en cuanto de modo alguno aparece probado que el acusado la
poseyera para su propio consumo por no ser adicto a su consumo".
3. La demanda de amparo invoca la violación del derecho fundamental a la tutela judicial
efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE); del derecho a ser informado de la acusación formulada
(art. 24.2 CE); del derecho no declarar contra sí mismo, a no confesarse culpable y del derecho a
la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
4. Por medio de providencia de 22 de febrero de 2006, la Sección Segunda del Tribunal
Constitucional acordó la admisión a trámite de la demanda de amparo y, al tenor de lo previsto
en el art. 51 LOTC, requerir atentamente a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Huelva, para que en el plazo de diez días remitieran
testimonio de las actuaciones, interesándose al mismo tiempo que se emplazara a quienes
hubieran sido parte en ese procedimiento para comparecer en este proceso constitucional.
5. Seguidamente, por diligencia de ordenación de 31 de marzo de 2006, se acordó, a
tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, dar vista de las actuaciones y conceder un plazo común
de veinte días para alegaciones al Ministerio Fiscal y a las partes personadas.
6. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 3 de mayo de 2006, presentó alegaciones
solicitando que se denegara el amparo solicitado.
El Fiscal, tras alegar que se echa en falta que la demanda de amparo exponga cuáles
son las concretas vulneraciones que estima cometidas de la mayor parte de los derechos
fundamentales que menciona, (derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse
culpable y derecho a la tutela judicial efectiva sin indefensión), afirma en relación con la
alegación de infracción del derecho a ser informado de la acusación formulada en su contra, que
esta cuestión ha sido abordada por el Tribunal Constitucional en otras ocasiones (AATC
250/1994 y 146/1998) y que, de acuerdo con las mismas, ha de atenderse al escrito de
acusación del Fiscal y a la Sentencia de instancia. Y en este caso, en el escrito de acusación del
Fiscal no se circunscribe la acusación a las pastillas de éxtasis (de contenido anfetamínico) sino
que expresamente se dice del demandante que "realizó varias ventas de sustancias
estupefaciente diversas que guardaba en el bolsillo trasero del pantalón, a cambio de dinero",
Por esta razón, resulta patente que la acusación no se ceñía únicamente a la venta de
sustancias anfetamínicas, sino que se acusaba de vender sustancias estupefacientes diversas,
de forma coherente con el registro que se le efectuó. Por otra parte, en la Sentencia de la
Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Huelva se argumenta (sobre las sustancias que
destinaba al tráfico eran gravemente perjudiciales para la salud) que la cocaína lo es sin ningún
tipo de dudas, y añadiendo que también lo son las anfetaminas. Resulta evidente, añade el
Fiscal, que si para determinar la gravedad del daño para la salud de los consumidores de las
sustancias por las que se condena se refiere a la cocaína, es porque la Sentencia estima
acreditado que la cocaína estaba destinada al tráfico.
Por su parte, en relación con la alegación de vulneración de la presunción de inocencia,
en este caso la posesión de las sustancias que constan en las Sentencias está acreditada por la
declaración de los guardias civiles y está reconocida por el mismo demandante de amparo; el
resultado del análisis de esas sustancias consta en las actuaciones; el destino al tráfico resulta
de la propia actitud y actividad del demandante, al que los guardias civiles vieron vender las
sustancias que poseían y así lo declararon en el acto del juicio. El que el Tribunal Supremo se
refiera a que no se ha acreditado una circunstancia que podría constituir un contraindicio (no
terminante, puesto que, como razonablemente se dice en la Sentencia de instancia, "no es
incompatible la venta con el consumo de drogas") no supone que el demandante haya sido
condenado sin pruebas suficientes para desvirtuar la presunción de inocencia, o que se haya
visto obligado a probar su inocencia sin que hubiera pruebas en su contra. La prueba -
inexistente- sobre la adicción al consumo de cocaína podría hacer que se debilitara la fuerza de
convicción de las pruebas en su contra -estas sí existentes-, pero la argumentación del Tribunal
Supremo no supone un traslado de la carga de la prueba, sino una reafirmación de la fuerza de
convicción del contenido de las pruebas practicadas que son racionalmente suficientes para
enervar la presunción de inocencia. Todo lo cual, en definitiva, lleva al Fiscal a solicitar que se
deniegue el amparo solicitado.
7. Con fecha 4 de mayo de 2006 presentó sus alegaciones en el Registro General de
este Tribunal la representación de don Manuel García González, en las que reitera y ratifica las
alegaciones ya contenidas en la demanda.
8. Por providencia de 21 de septiembre de 2007 se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 24 de dicho mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 347/2006
Referencia número: 347/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/12/2006
Publicación BOE: 20070116 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Roberto García Calvo y Montiel
Número registro: 5910-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Manuel Ángel López Lamas respecto a las Sentencias de la Audiencia
Provincial y de un Juzgado de lo Penal de Barcelona que lo condenaron por delitos y faltas de
maltrato familiar. Supuesta vulneración del derecho a la presunción de inocencia y vulneración
parcial del proceso con garantías: sentencia de apelación que condena por un hecho distinto al
formulado por la acusación; condena agravada en apelación sin necesidad de celebrar vista
pública (SSTC 167/2002 y 170/2002); las declaraciones de las víctimas son prueba de cargo
(STC 201/1989).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5910-2004, promovido por don Manuel Ángel López
Lamas, representado por el Procurador de los Tribunales don Ignacio Argos Linares y asistido
por el Abogado don Antonio Palomera Molina, contra la Sentencia dictada en fecha 28 de julio de
2004 por la Sección Décima de la Audiencia Provincial de Barcelona, en el rollo de apelación
núm. 634-2004, procedente del procedimiento abreviado núm. 171-2004, que se siguió ante el
Juzgado de lo Penal núm. 4 de los de esa capital, así como contra la Sentencia dictada por este
Juzgado, de fecha 28 de mayo de 2004. Ha intervenido el Ministerio Fiscal y ha comparecido
doña Esther Satorres Prats, representada por el Procurador de los Tribunales don Javier
Fernández Estrada y asistida por la Abogada doña Ana María Arabí Moreno. Ha sido Ponente el
Magistrado don Roberto García Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 29 de
septiembre de 2004, el Procurador de los Tribunales don Ignacio Argos Linares, en nombre y
representación de don Manuel Angel López Lamas, interpuso recurso de amparo contra la
resolución de la Audiencia Provincial de Barcelona citada más arriba.
2. La demanda de amparo trae causa, en síntesis, de los siguientes hechos:
a) El Juzgado de Instrucción núm. 20 de los de Barcelona tramitó contra el demandante
de amparo las diligencias 565-2004, cuyo conocimiento correspondió más adelante al Juzgado
de lo Penal núm. 4 de los de Barcelona, que lo tramitó como procedimiento abreviado núm. 171-
2004, y en el que dictó Sentencia condenando al demandante de amparo por los delitos que a
continuación se expresan: 1) prisión de un año y nueve meses, con inhabilitación para el
ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena y privación del derecho
a la tenencia y porte de armas durante tres años por la comisión de un delito de maltrato habitual
del art. 173.2 CP, como consecuencia de las conductas de violencia física o psíquica
desarrolladas por el acusado sobre la que fue su compañera habitual y la madre de ésta durante
el período comprendido entre el 1 de octubre de 2003 y el 21 de enero de 2004; 2) prisión de
siete meses, con inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo
de la condena y privación del derecho a la tenencia y porte de armas durante dos años y
prohibición de comunicación por cualquier medio y de acercamiento en un radio inferior a
doscientos metros a la víctima del delito, a su madre y hermanos así como a su domicilio y
respectivos lugares de trabajo durante cuatro años, por la comisión de un delito de lesiones por
maltrato no habitual del art. 153 CP, por la agresión perpetrada el día 8 de enero de 2004; 3) seis
penas de multa de diez días con cuota de 6 euros por la comisión de seis faltas de amenazas, y
multa de diez días con cuota diaria de 6 euros por falta de trato vejatorio, todas ellas previstas en
el art. 620.2 CP, por los hechos acaecidos en septiembre de 2003 (una falta de amenazas), 7, 13
y 21 de enero de 2004 respecto de doña Esther Satorres (dos faltas de amenazas y una de
vejación), y el 7 y 8 de enero de 2004 respecto de doña María de los Ángeles Prat (tres faltas de
amenazas).
La Sentencia declara los anteriores hechos probados en méritos a la declaración de la
víctima, la declaración testifical vertida por la madre de ésta, y otros indicios, consistentes en:
anteriores denuncias de la víctima, existencia de condena anterior y de orden de alejamiento,
informe de lesiones del hospital e informe forense.
En relación con la individualización de la pena correspondiente al delito de lesiones, dice
la Sentencia que se impone en el límite que se expresa por la "igual gravedad de los hechos que
el anterior dado que los mismos acaecieron hallándose visiblemente en avanzado estado de
gestación la acusada [sic], de casi ocho meses y privación del derecho a la tenencia y porte de
armas [sic] por tiempo de dos años". El delito anterior a que se refiere la Sentencia es el de
maltrato, en el que la individualización de la pena se fundamenta en que durante el período de
tiempo que tuvieron lugar los hechos que lo integran "el acusado realizó su conducta
perfectamente conocedor y consciente del estado de gestación de la víctima, lo que conforme
transcurría el tiempo la situaba en posición de mayor vulnerabilidad y otorgaba mayor desvalor o
gravedad" a su acción, porque no solamente ponía en situación de riesgo la integridad de la
madre sino también la del hijo que llevaba en su seno.
b) Frente a la anterior Sentencia interpusieron recurso de apelación el demandante de
amparo, motivando su recurso en la vulneración de su derecho a la presunción de inocencia, por
inexistencia de prueba de cargo, y la acusación particular, motivando su recurso, entre otras
causas, en la existencia de infracción de ley, por considerar que los hechos acaecidos el 8 de
diciembre de 2003 y el 7 y 13 de enero de 2004 eran constitutivos de delito de amenazas y no de
las faltas de la misma clase por las que se había pronunciado la condena.
c) La Audiencia Provincial dictó Sentencia desestimando el recurso de la defensa y
estimando parcialmente el de la acusación particular, condenando definitivamente al solicitante
de amparo a las penas y delitos siguientes: 1) prisión de un año y nueve meses, con
inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena y
privación del derecho a la tenencia y porte de armas durante tres años por la comisión de un
delito de maltrato habitual del art. 173.2 CP, por los hechos ocurridos durante el período
comprendido entre el 1 de octubre de 2003 y el 21 de enero de 2004; 2) prisión de siete meses,
con inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena y privación del derecho a la tenencia y porte de armas durante dos años y prohibición
de comunicación por cualquier medio y de acercamiento en un radio inferior a doscientos metros
a la víctima del delito, a su madre y hermanos así como a su domicilio y respectivos lugares de
trabajo durante cuatro años, por la comisión de un delito de lesiones por maltrato no habitual del
art. 153 CP, por la agresión perpetrada el día 8 de enero de 2004; 3) prisión de un año y tres
meses por cada uno de los tres delitos de amenazas del art. 169.2 CP que se imputan al
demandante de amparo por los hechos acaecidos en septiembre de 2003 (aunque en el recurso
se diga que tuvieron lugar el 8 de diciembre), y el 7 y 13 de enero de 2004; 4) multa de diez días
con cuota de 6 euros por la comisión de una falta de vejación del art. 620.2 CP cometida el 21 de
enero de 2004 y por cada una de las tres faltas de amenazas del art. 620.2 CP por los hechos de
que fue víctima doña María de los Ángeles Prat el 7 y el 8 de enero de 2004 y, también durante
dicho período, por vía telefónica.
La desestimación del recurso de apelación planteado por el demandante de amparo se
fundamenta en que no es observable el error que se denuncia en la valoración de la prueba, ya
que la misma no fue arbitraria ni gratuita, sino que se basó en la valoración de la testifical
practicada, razonándose de manera adecuada la preferencia otorgada a la testifical de cargo,
que, con independencia de ser o no testigo único, resultó corroborada por la documental médica
aportada, concretamente el informe de asistencia hospitalaria y el del médico forense,
reveladores además de la existencia de lesiones y de los padecimientos psíquicos.
3. El demandante de amparo dirige su demanda contra ambas Sentencias, alegando que
se han vulnerado los derechos fundamentales que se indican seguidamente:
a) Vulneración del derecho a la presunción de inocencia y a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE), infracción que atribuye a ambas Sentencias y que fundamenta en la
inexistencia de prueba de cargo.
b) Violación del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a un proceso con
todas las garantías (art. 24.2 CE) por vulneración de los principios de oralidad, inmediación y
contradicción, ya que de las siete faltas por las que fue condenado en primera instancia, la
Audiencia entiende que tres de dichas infracciones son constitutivas de delito de amenazas
como consecuencia de una nueva valoración de la prueba practicada durante la primera
instancia.
c) Vulneración del principio de legalidad penal y del derecho a la tutela judicial efectiva,
con afectación del principio de tipicidad, tanto por parte de la Sentencia de la Audiencia, en la
medida en la que en la misma se confirma la del Juzgado, como por parte de la de este órgano
jurisdiccional, en primer lugar porque la individualización de la pena impuesta por el delito de
lesiones del art. 153 CP no aparece debidamente motivada y, además, porque las razones
expresadas por el Juzgado para denegar la apreciación del tipo agravado ponen de manifiesto,
en ausencia de actividad probatoria de las llamadas desde un teléfono móvil, la inexistencia de
violencia física o psíquica manifiesta, que es un elemento imprescindible para la aplicación del
tipo de injusto apreciado; y, en segundo lugar, porque no existe prueba de la comisión por el
demandante de amparo del delito de maltrato del art. 173 CP ni de las faltas del art. 620 CP que
se dicen cometidas en septiembre de 2003, 7, 8, 13 y 21 de enero de 2004.
d) Violación del principio acusatorio y existencia de reformatio in peius en relación con el
derecho a la tutela judicial efectiva, derecho a un proceso con todas las garantías y proscripción
de la indefensión (art. 24.1 y 2 CE) porque, habiéndose sostenido por la acusación particular en
primera instancia que los hechos ocurridos el 8 de diciembre de 2003 eran constitutivos de un
delito de amenazas y habiendo apreciado la Sentencia del Juzgado que tales hechos, que dice
ocurrieron en el mes de septiembre de 2003, eran constitutivos de una falta de amenazas, en el
recurso se insiste en que tales hechos acontecieron el 8 de diciembre de 2003 y que eran
constitutivos de delito, calificación ésta que es apreciada por la Audiencia después de asegurar
que los mismos ocurrieron en el mes de septiembre y no el 8 de diciembre de 2003 como
sostiene el apelante, actitud ésta que, en opinión del demandante de amparo, entraña que se
dicte una condena que no ha sido pedida, porque el delito de amenazas, según el acusador
particular, se cometió el 8 de enero de 2004 y los hechos ocurridos en septiembre de 2003
fueron considerados constitutivos de delitos de malos tratos, por lo que, al ser considerados por
la Audiencia como delito de amenazas, unos mismos hechos han dado lugar a una doble
condena, por delito de malos tratos y de amenazas, lo que supone la vulneración del principio
non bis in idem.
Al tiempo, y por otrosí, interesó se decretara la suspensión de la Sentencia de fecha 28
de julio de 2004, ya que su ejecución podría ocasionar al recurrente un perjuicio que haría perder
al amparo su finalidad.
4. Por providencia de 20 de diciembre de 2005, la Sección Segunda admitió a trámite la
demanda, acordando dirigir atenta comunicación al Juzgado de lo Penal núm. 4 de los de
Barcelona y a la Sección Décima de la Audiencia Provincial de Barcelona para que, en el plazo
de diez días, emplazaran a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, con excepción del
recurrente en amparo que aparece ya personado, para que en el plazo de diez días pudieran
comparecer en este proceso constitucional, así como para que remitieran, respectivamente,
testimonio del procedimiento abreviado núm. 171-2004 y recurso de apelación núm. 634-2004.
Con la misma fecha se dictó providencia incoando la pieza separada de suspensión en
la que, tras las diligencias procedentes, se dictó Auto 25/2006, de fecha 30 de enero, acordando
denegar la suspensión solicitada.
5. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal con fecha
25 de enero de 2005, se personó como parte demandada de amparo doña Esther Satorres
Prats, representada por el Procurador de los Tribunales don Javier Fernández Estrada y asistida
por la Abogada doña Ana María Arabí Moreno.
6. Por diligencia de ordenación de 14 de febrero de 2006 se acordó tenerles por
personados y parte, así como dar vista de las actuaciones recibidas al Ministerio Fiscal y a las
partes personadas por plazo común de veinte días, para que pudieran presentar las alegaciones
que estimasen pertinentes.
7. La representación del demandante de amparo presentó sus alegaciones por medio de
escrito registrado el 10 de marzo de 2006, en el que reitera y da por reproducido el contenido de
su demanda de amparo.
8. El día 15 de marzo de 2004 tuvo entrada en este Tribunal el escrito de alegaciones de
doña Esther Satorres Prats, en el que impugna el recurso de amparo, solicitando la confirmación
de la Sentencia de apelación.
En relación con el primer motivo de la demanda, alega, con carácter previo, que el
derecho invocado como vulnerado no se ha alegado anteriormente, tal y como exige el art. 44
LOTC. A ello añade que sí existe prueba de cargo suficiente para desvirtuar la presunción de
inocencia, consistente no sólo en la declaración de la víctima y la de su madre, sino que además
existen informes médicos de urgencias, partes forenses, y peritajes psicológicos y testificales
que avalan los hechos denunciados. Tampoco considera que se haya producido la vulneración
denunciada en segundo lugar, porque el contenido de la tutela judicial efectiva no supone el éxito
de las pretensiones o razones de quien promueve la acción de la justicia, sino el logro de
resoluciones razonadas que ofrezcan respuestas motivadas a las cuestiones planteadas. En
cuanto a la tercera vulneración aducida, también estima que no se ha invocado anteriormente, a
lo que añade, ya en cuanto al fondo de la cuestión alegada, que las razones aducidas por el
recurrente son las mismas apuntadas anteriormente en relación con la vulneración de la
presunción de inocencia, de un proceso penal con todas las garantías y del derecho a la tutela
judicial efectiva, ya que el principio de legalidad tiene una significación bien distinta que no se da
en este supuesto. Finalmente, tampoco aprecia que concurra la vulneración planteada en el
último motivo de la demanda, porque la agravación de la Sentencia dictada por la Audiencia de
Barcelona lo es estimando el recurso de apelación interpuesto por la propia acusación particular,
que solicitaba la condena del acusado por tres delitos de amenazas, que habían sido calificados
y penados como falta por el Juzgado de lo Penal núm. 4. Pero es que la acusación particular,
tanto en sus conclusiones provisionales, como en las definitivas vertidas en el acto del juicio oral,
solicitó la condena por tales tres delitos de amenazas, conociendo pues de antemano y desde un
primer momento la defensa del acusado los hechos que le eran imputados, y no habiendo sido
variada en ningún momento la calificación
jurídica de los mismos.
9. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones conferido mediante escrito
registrado en fecha 16 de marzo de 2006, en el que, con base en la argumentación que a
continuación se resume, interesó la estimación de la demanda de amparo, por haber vulnerado
la resolución judicial recurrida el derecho a la tutela judicial efectiva del demandante de amparo.
El Fiscal analiza, en primer lugar, la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva,
tanto por insuficiente motivación de la pena impuesta por el delito de lesiones, como por la
condena impuesta sin haber precedido acusación.
En relación con el primer extremo indicado alega el Fiscal, después de citar la doctrina
jurisprudencial aplicable, que procede su desestimación porque la Sentencia del Juzgado, que
resultó confirmada en este punto por la de la Audiencia, fijó la extensión de la pena en atención a
la especial gravedad de los hechos enjuiciados, para lo que tomó en consideración, además de
la naturaleza de los hechos, la circunstancia de que el ataque se dirigió contra una mujer en
avanzado estado de gestación, que, en todo caso, no era desconocido por el agresor porque
había sido su compañero sentimental, lo que da lugar a que sea el derecho a la integridad física
de dos personas, la madre y el hijo que estaba por nacer, los que fueron puestos en situación de
riesgo como consecuencia del ataque perpetrado.
La situación es distinta en relación con la otra queja aducida. En este caso, alega el
Fiscal que el fundamento de la queja radica en que la acusación particular imputaba la comisión
de un delito de amenazas por los hechos ocurridos el día 8 de diciembre de 2003 y, sin embargo,
el Juzgado condenó al acusado por una falta de amenazas ocurrida en el mes de septiembre de
2003, tal y como postulaba la acusación pública. El Juzgado estimó probado únicamente el
hecho que fue objeto de acusación por el Ministerio Fiscal por lo que, aunque la Sentencia no
contuviera pronunciamiento absolutorio respecto al mantenido por la acusación particular, es
obvio que hay que entenderlo implícito. Pues bien, cuando la acusación particular articula su
recurso, no impugnó tal absolución implícita ni pidió que se modificara la declaración de hechos
probados para incluirlo, sino que se limitó a sostener que los hechos acontecidos el 8 de
diciembre de 2003 eran constitutivos de delitos de amenazas. Es decir, que el pronunciamiento
de la Sentencia de primera instancia apreciando que era constitutivo de falta el hecho relatado
por el Fiscal ocurrido en septiembre de 2003, no fue objeto de impugnación. De este modo,
cuando la Audiencia Provincial, al estimar el recurso de la acusación particular, consideró que
tales hechos ocurridos en septiembre de 2003 eran constitutivos de delito de amenazas, vulneró
el derecho fundamental a ser informado de la acusación, porque agravó la calificación jurídica de
una infracción con cuya sanción se habían conformado todas las partes acusadoras.
El Fiscal analiza, en segundo lugar, la alegada vulneración del derecho a un proceso con
todas las garantías por la agravación de la condena acordada por la Audiencia respecto de las
tres faltas de amenazas por las que fue condenado en la instancia en virtud de una nueva
valoración de la prueba practicada en primera instancia, nueva valoración que habría sido
efectuada sin inmediación ni contradicción. Y estima al respecto que esta pretensión debe
desestimarse porque la sustitución de la condena se produce sin efectuar una nueva valoración
de la prueba, sino considerando que los hechos relatados en la instancia revisten una gravedad
de tal intensidad que son merecedores de ser considerados delictivos. Y es que, en definitiva, la
diferencia entre los dos tipos de injusto radica en el desvalor de la acción realizada, que,
mientras que el Juzgado entendió que era propio de la infracción de menor gravedad, la
Audiencia entendió que merecía recibir el reproche propio del delito.
En relación con la vulneración del principio de legalidad que también se alega por el
recurrente, el Fiscal, tras citar la doctrina jurisprudencial aplicable, postula su desestimación, ya
que lo que se plantea es la corrección de la tipificación de los hechos efectuada en sede judicial,
labor que ha sido realizada de acuerdo con los parámetros constitucionales expuestos porque
considerar, en definitiva, como hacen las Sentencias recurridas en amparo, que comete las
infracciones criminales por las que ha sido condenado el demandante de amparo quien, como él,
somete a lo largo del tiempo a la que fue su compañera sentimental y a la madre de ésta a un
asedio, utilizando tanto la vis phisica como la compulsiva, para conseguir que el hjjo del que
aquélla se encontraba en estado de gestación fuera inscrito, cuando su alumbramiento se
produjera, como hijo de aquél también, no es otra cosa que realizar una labor de aplicación e
interpretación de las normas de manera acorde con los criterios de la comunidad jurídica. Y ello
en el caso de que se reconozca consistencia suficiente al argumento que emplea el demandante
para mantener su pretensión, porque decir que, por el hecho de que se atienda a la entidad de la
violencia empleada para denegar la concurrencia de un tipo agravado, tampoco se cometió el
tipo básico, supone argumentar de forma contraria a la lógica, puesto que en ningún momento se
negó por el Juzgado la concurrencia del elemento típico de la violencia en el que descansa la
aplicación de los tipos de injusto por los que resulta condenado.
En lo que se refiere a la vulneración del principio non bis in idem, el Fiscal alega que la
violencia doméstica habitual no agota su contenido en el menoscabo de la integridad o libertad
personales afectada por los ataques a través de los cuales la misma se ejerza, sino que afecta,
además, a otro bien jurídico, la propia dignidad personal y todos los derechos a ella inherentes,
razón por la cual se integra en el título VIII del libro II del CP, lo que permite que, sin vulneración
de derecho fundamental alguno, se sancione dicho comportamiento con las penas previstas en
la ley junto con las señaladas a los ataques de cualquier naturaleza a través de los cuales aquél
se manifieste, procediendo pues la desestimación de esta pretensión.
Finalmente, el Fiscal recuerda la doctrina jurisprudencial sobre la presunción de
inocencia, hecho lo cual argumenta que, si como se expresa en las resoluciones recurridas en
amparo y así resulta del examen de las actuaciones, la condena se fundamenta en la
declaración de la víctima de las distintas infracciones y en otros testimonios de referencia, no se
puede estimar la pretensión con la que lo realmente se persigue es que se realice una nueva
valoración sobre la credibilidad de su testimonio, tarea que no lícito que el Tribunal
Constitucional realice.
En definitiva, el Fiscal concluyó sus alegaciones solicitando que se otorgara el amparo
solicitado, declarando que se ha vulnerado el derecho del recurrente a un proceso con todas las
garantías y, para restablecerlo, anulando la Sentencia dictada en apelación en la medida en la
que condena al demandante de amparo como autor de un delito de amenazas por los hechos
ocurridos en el mes de septiembre de 2003.
10. Por providencia de 29 de noviembre de 2006, se señaló para la deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 11 de diciembre de dicho año.
Fundamentos:
S.TC. 283/2006
Referencia número: 283/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 9/10/2006
Publicación BOE: 20061116 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Javier Delgado Barrio
Número registro: 3614-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Alfonso Villalonga Navarro respecto a las Sentencias de la Audiencia
Provincial y de un Juzgado de lo Penal de Madrid que le condenaron por delito de intrusismo
profesional al ejercer la especialidad médica de cirugía plástica.
Supuesta vulneración del derecho a conocer la acusación, y vulneración del derecho a la
legalidad penal: correlación entre acusación y fallo; integración de norma penal en blanco
mediante remisión normativa en cadena. Voto particular.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3614-2003, promovido por don Alfonso Villalonga
Navarro, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Cayetana de Zulueta
Luchsinger y asistido por el Abogado don F. Javier Clastre Bozzo, contra la Sentencia de la
Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial de Madrid núm. 283/2003, de 30 de abril de
2003, que confirma la condena por delito de intrusismo impuesta al recurrente por Sentencia
núm. 220/2002 del Juzgado de lo Penal núm. 25 de Madrid de 29 de junio de 2002, recaída en
procedimiento abreviado núm. 129-2002. Han intervenido don Ángel Luis de la Rosa Rodríguez,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Almudena Gil Segura, asistido por el
Letrado don Ricardo Ibáñez Castresana, y el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado
don Javier Delgado Barrio, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 3 de junio
de 2003, la Procuradora de los Tribunales doña Cayetana de Zulueta Luchsinger, en nombre y
representación de don Alfonso Villalonga Navarro, y bajo la dirección letrada del Abogado don F.
Javier Clastre Bozzo, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones que se mencionan en
el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) La Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 25 de Madrid de 29 de junio de 2002
condenó al recurrente como autor de un delito de intrusismo profesional del art. 403 del Código
penal, a la pena de seis meses de prisión, inhabilitación especial para el ejercicio de la profesión
de médico durante el mismo, accesorias y pago de las costas procesales. En dicha Sentencia se
considera probado que el recurrente, médico de profesión, es propietario de una clínica de
cirugía plástica, anunciándose como médico especialista en cirugía plástica estética, tiene un
seguro como médico especialista en cirugía plástica y reparadora y el día 14 de julio de 1997
operó a don A.L.D.L.R.R. actuando como cirujano principal, todo ello pese a carecer del título
oficial de médico especialista en cirugía plástica reparadora.
b) Recurrida en apelación, la Sentencia de la Sección Decimosexta de la Audiencia
Provincial de Madrid de 30 de abril de 2003 confirmó la condena del recurrente, desestimando el
recurso en virtud de los siguientes argumentos. Con respecto a la alegación de vulneración del
principio acusatorio, se afirma que existe una total y absoluta correlación entre los escritos de
acusación del Ministerio Fiscal y la acusación particular y la Sentencia, así como que existió un
conocimiento claro y cabal de los hechos por parte del acusado "desde el momento en que se le
dio traslado judicial de la imputación y se le recibió declaración en calidad de imputado". Y en
relación con la queja relativa a la vulneración del principio de legalidad penal, se rechaza la
misma puesto que de lo actuado se concluye que el recurrente, pese a ser únicamente
licenciado en medicina y cirugía general, viene actuando como especialista en cirugía plástica,
anunciándose públicamente como tal en la clínica de la que es titular y en la que desarrolla su
actividad y que tiene asegurada en calidad de especialista, habiendo practicado el día 14 de julio
de 1997 una intervención que "según el informe del Ministerio de Sanidad... queda comprendida
dentro de las especialidades de Cirugía Maxilofacial y Cirugía Plástica y Reparadora". Y tales
hechos se consideran incardinables en el art. 403 CP al carecer de título oficial que le habilite
para realizarlos.
3. La demanda se fundamenta en los siguientes motivos de amparo. En primer lugar,
denuncia el recurrente la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) por
infracción del principio acusatorio. Se sostiene tal motivo en la consideración de que tanto el
Ministerio Fiscal como la acusación particular calificaron los hechos como constitutivos de delito
de intrusismo, refiriendo la calificación a la actuación del recurrente respecto de un paciente
concreto y por una actuación médico-quirúrgica concreta, sin que se imputara una dedicación
general a la cirugía estética careciendo del título de especialista, pese a lo cual ha sido
condenado por ello, como se desprende del fundamento jurídico tercero de la Sentencia recaída
en primera instancia. Ante tal circunstancia, se concluye que no existe congruencia entre los
hechos que se atribuyen como base para la acusación y los que fundaron la condena, y que
nadie puede ser condenado por hechos de los que no ha sido acusado y frente a los que no ha
podido defenderse.
Como segundo motivo de amparo, se invoca el derecho a la legalidad penal recogido en
el art. 25.1 CE, que se considera vulnerado desde dos perspectivas distintas. De una parte,
después de poner de manifiesto que la condena se funda en que el recurrente ejercía sin título
oficial la especialidad de cirugía estética, y que el tipo legal previsto en el art. 403 CP, en virtud
del que ha sido condenado, es una norma penal en blanco que debe integrarse con una
normativa extrapenal que regula las actividades médicas, afirma que la cirugía estética no venía
contemplada en el Real Decreto 127/1984, de 11 de enero, vigente al tiempo de los hechos,
como una de las especialidades que requerían título oficial, sino que sólo incluía la cirugía
plástica y reparadora, y que no es hasta la entrada en vigor del Real Decreto 139/2003, de 7 de
febrero, cuando se modifica la denominación de aquella especialidad y se añade la cirugía
estética. Por ello, dado que esta última normativa es posterior a la realización de los hechos por
los que ha resultado condenado, y que en aquel momento no existía norma legal alguna que
exigiera la posesión de un título oficial para dedicarse a la cirugía estética, la condena al
recurrente vulnera el art. 25.1 CE.
De otra parte, se considera igualmente vulnerado el citado derecho fundamental desde
la perspectiva de la reserva de ley, por entender el recurrente que la normativa reguladora de las
especialidades médicas no es apta para complementar el tipo penal, por carecer de rango legal,
dado que el art. 36 CE establece que será la ley la que regulará el ejercicio de las profesiones
tituladas, por lo que una condena por intrusismo por ejercer actividades de una especialidad
médica por un licenciado en medicina que no posee el título de especialista vulnera el principio
de legalidad. Entiende el recurrente que la única profesión titulada es la de médico, sin que
puedan considerarse las especialidades como profesiones independientes o distintas, al no
existir norma con rango legal que las regule, y destaca también que los Reales Decretos
127/1984 y 139/2003 no establecen el contenido de cada una de las especialidades médicas,
sino tan sólo la forma de acceso a ellas, contenidos desarrollados por simples resoluciones de la
Secretaría de Estado del Ministerio de Educación y Ciencia que aprueban los programas de
formación de las diferentes especialidades, lo que vulnera la garantía de lex certa. Sobre esta
base, instaba la declaración de nulidad de la resolución recurrida, así como la suspensión
prevista en el art. 56 LOTC.
4. La Sección Primera de este Tribunal, por providencia de 25 de noviembre de 2004,
acordó admitir a trámite la demanda de amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51
LOTC, dirigir atentas comunicaciones a los órganos judiciales competentes para la remisión de
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido
parte en el procedimiento, a excepción del demandante de amparo, para que, si lo desearen,
pudiesen comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso. Igualmente se acordó
formar la correspondiente pieza separada de suspensión, en la que, tras los trámites oportunos,
se dictó el ATC 49/2005, de 1 de febrero, acordando suspender la ejecución de la Sentencia
exclusivamente en lo relativo a la pena de prisión.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 12 de enero de 2005 se acordó tener por personada y parte en el procedimiento a la
Procuradora de los Tribunales doña Almudena Gil Segura, en nombre y representación de don
Ángel Luis de la Rosa Rodríguez, y dar vista de las actuaciones a las partes personadas y al
Ministerio Fiscal por plazo común de veinte días para presentar las alegaciones que estimasen
pertinente, de conformidad con el art. 52.1 LOTC.
6. Por la representación procesal de don Ángel Luis de la Rosa Rodríguez se presentó
escrito de alegaciones el 25 de enero de 2005 en el que solicitó la desestimación de la demanda
de amparo, por haber sido aplicado correctamente el art. 403 CP a unos hechos consistentes en
practicar una intervención propia de una especialidad médica careciendo de título oficial que se
lo permitiera, anunciándose el recurrente como especialista de aquélla sin serlo realmente.
7. El recurrente, evacuando el trámite previsto en el art. 52.1 LOTC, presentó escrito
registrado en este Tribunal el 3 de febrero de 2005, ratificándose íntegramente en el contenido
de la demanda de amparo.
8. El Ministerio Fiscal, evacuando idéntico trámite, presentó escrito de alegaciones,
registrado el 18 de febrero de 2005, en el que solicitó el otorgamiento del amparo, por considerar
vulnerado el derecho a la legalidad penal (art. 25.1 CE) del recurrente.
Con respecto a la queja relativa al principio acusatorio, solicitó su desestimación, por
cuanto la condena penal se ha basado únicamente en la acreditación de los actos médicos
realizados por el recurrente sobre el Sr. D.L.R., sin que ni en el relato de hechos probados ni en
la fundamentación jurídica de la Sentencia condenatoria se haya aludido a otra actuación
médica; no se advierte, en consecuencia, que exista una diferencia entre los hechos recogidos
por las acusaciones y los reconocidos como probados por los órganos judiciales, por lo que
ninguna vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) cabe predicar.
A otra conclusión debe llegarse en lo atinente a la queja acerca de la vulneración del
derecho a la legalidad penal, art. 25.1 CE. Entiende el Ministerio Fiscal que las dos denuncias en
las que se sustancia tal vulneración deben ser analizadas de modo conjunto al guardar una
íntima conexión entre ellas, y procede comenzar por la segunda, la relativa a la falta de rango
legal de la normativa extrapenal que integra el tipo en blanco del artículo 403 CP, en la medida
en que de ser apreciada esta última, la primera de ellas -que alude a la ausencia de regulación
acerca de la titulación de especialista en cirugía estética hasta el Real Decreto 139/2003-
carecería de objeto. A los efectos del estudio de la queja es fundamental aludir a la Sentencia de
la Sala Segunda del Tribunal Supremo de 1 de abril de 2003, que sostiene que el delito de
intrusismo exige el cumplimiento de dos requisitos: la realización de una actividad profesional
para la que se requiera un título oficial legalmente reconocido y la carencia de dicho título oficial,
considerando el Tribunal Supremo que para que concurra el primero de los requisitos "es
necesario constatar que se realizan actos propios de una profesión... distinta a aquélla para la
que el agente se encuentra habilitado. Y ese requisito no concurre en los supuestos enjuiciados,
pues no existe en nuestro sistema jurídico una profesión de especialista médico legalmente
establecida y regulada, con definición de actos propios y específicos, diferenciada de la actividad
profesional del médico. Existe, eso sí, una regulación oficial de las especialidades médicas, a los
efectos del Servicio Nacional de Salud fundamentalmente, pero carente de rango legal y sin
constitución de una profesión específica que atribuya a los especialistas la exclusividad de
determinados actos médicos, y la prohibición de realización de los mismos a los médicos no
especialistas o titulados en otra especialidad, más o menos próxima. En definitiva, legalmente la
única profesión colegiada es la de médico y no la de especialista, salvando el caso de la
odontología que constituye un supuesto específico con regulación legal propia".
Desde esa premisa, y atendiendo a la doctrina del Tribunal Constitucional en relación
con el principio de reserva legal para la normativa reguladora de una profesión titulada -según la
cual compete al legislador considerar cuándo existe una profesión y cuándo debe pasar a ser
titulada, en aras del interés público (STC 42/1986, por todas)-, así como a que la regulación del
título de especialista establecida por el Real Decreto 127/1984, tal como manifiesta la citada
Sentencia del Tribunal Supremo, no tiene el rango normativo exigido por la Constitución para
reconocerle el alcance de norma reguladora de un amplio elenco de profesiones tituladas, por lo
que no es hábil para complementar el tipo penal de intrusismo por su carencia de rango legal,
concluye el Ministerio Fiscal que debe considerarse vulnerado el art. 25.1 CE, al haberse
aplicado dicho tipo a una conducta que ha supuesto el desempeño de una actividad profesional
que no aparece regulada en una ley, sino en una norma de rango inferior, sin que, por otra parte,
en la misma se especifiquen los actos propios reservados a la especialidad médica
correspondiente.
9. Por providencia de 21 de septiembre de 2006 se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 25 del mismo mes y año, trámite que ha finalizado el día de la
fecha.
Fundamentos:
Voto particular que formula el Magistrado don Pablo Pérez Tremps a la Sentencia dictada en el
recurso de amparo núm. 3614-2003 y al que se adhiere el Magistrado don Jorge Rodríguez-
Zapata Pérez
Con el máximo respeto a la posición mayoritaria de mis compañeros de la Sala debo
manifestar mi discrepancia con parte de la fundamentación de la Sentencia, discrepancia que
alcanza al fallo de la misma.
1. La posición de la mayoría basa la vulneración del art. 25.1 CE, desde la perspectiva
de la exigencia de lex certa, en el doble presupuesto de que el art. 403 CP es una norma penal
en blanco y de que no debe acudirse a una "remisión normativa en cadena" para establecer el
contenido de su prohibición, concluyendo de ello que el límite de dicha remisión ha de agotarse
en el Real Decreto 127/1984, sin que sea acorde con la garantía de certeza el descender, en un
segundo nivel, a una resolución administrativa reguladora de los planes de formación de las
especialidades médicas, para determinar las actividades médicas que habrían de corresponder a
cada una de las especialidades médicas.
2. Este proceso argumental se sustenta en un primer presupuesto -el carácter normativo
y no descriptivo de un determinado elemento del tipo- que, siendo una cuestión de legalidad
ordinaria, no era el asumido por la resolución judicial impugnada, y en un segundo presupuesto -
haberse acudido a una "remisión normativa en cadena" para establecer el contenido de la
prohibición- que no se corresponde con la realidad de la argumentación desarrollada en la
resolución judicial impugnada. En efecto, la necesidad o no de acudir a normas extrapenales
para completar la comprensión de algún elemento del tipo penal es una cuestión de legalidad
ordinaria que corresponde decidir a los Tribunales ordinarios, en la labor que le es propia de
interpretar y aplicar los tipos penales y, respecto de dicha decisión, este Tribunal sólo puede
proyectar ex art. 25.1 CE, en su caso, un control externo, tendente a verificar si dicha operación
jurídica carece de razonabilidad, haciendo que su resultado sea imprevisible para los
destinatarios de las normas (por todas, STC 24/1996, de 13 de febrero, FJ 5). En el presente
caso, la resolución judicial impugnada argumentó en su fundamento jurídico tercero que el delito
de intrusismo está compuesto por un elemento normativo, que es la referencia al título oficial, y
otro de carácter material, como es la referencia a los actos propios de una profesión, para cuya
determinación "necesariamente habrá que remitirse a la clase de profesión desempeñada para
determinar claramente cuáles son los actos propios, distintivos o insustituibles para que la
sociedad o los terceros puedan adquirir la creencia de que el impostor no es tal sino que se
comporta como un profesional auténtico". Es en ese contexto interpretativo en el que la
resolución impugnada acude tanto a un informe oficial elaborado por el Ministerio de Sanidad
como a la resolución por la que se aprueba el programa de la especialidad de cirugía plástica y
reparadora para determinar si el concreto acto médico llevada a cabo por el acusado era propio
de dicha especialidad. Por tanto, la resolución impugnada, tras razonar que el concepto "acto
propio de cada profesión" es descriptivo, utiliza la normativa administrativa reguladora de los
planes de formación de las especialidades médicas, no como norma remitida para completar el
contenido de la prohibición del art. 403 CP, sino como un elemento probatorio más para concluir
que el concreto acto médico desarrollado por el acusado es de los que la comunidad médica
considera integrado en la especialidad médica de cirugía plástica. Pues bien, esta comprensión
del tipo penal y la labor de subsunción desarrollada podrá ser discutida desde la perspectiva de
la legalidad ordinaria, pero, desde la posición de control que corresponde ejercer al Tribunal
Constitucional, no cabe considerarla contrario a las exigencia del art. 25.1 CE.
3. Sin perjuicio de lo anterior, incluso asumiendo a efectos dialécticos los presupuestos
de partida de la posición mayoritaria, la conclusión de que la garantía de certeza determina la
imposibilidad de acudir a la normativa administrativa reguladora de los planes de formación de
las especialidades médicas para completar el contenido de la prohibición del delito de intrusismo
no se compadece, en mi opinión, con el sentido constitucional de la garantía de certeza y con
una recta aplicación del mismo al supuesto enjuiciado. Comparto con la mayoría la idea, ya
expuesta en la STC 24/2004, de 24 de febrero, FJ 3, de que sucesivos reenvíos normativos
pueden llegar a provocar que se diluya la función de garantía de certeza. Ahora bien, ello no
permite afirmar que la exigencia de lex certa imponga un límite previo e incondicionado al
reenvío normativo. Será necesario, en cada caso, comprobar si dicho reenvío afecta al contenido
esencial de la garantía de certeza, en la medida en que resulte un impedimento o dificulte a los
destinatarios de la norma conocer el contenido de la prohibición y prever, así, las consecuencias
de su conducta. En esta labor habrá de valorarse, como ya se destacara en la STC 242/2005, de
10 de octubre, FJ 3, elementos como son la delimitación normativa de los posibles sujetos
activos del ilícito o el ámbito de actividad en que se establece la prohibición.
En atención a ello, aún asumiendo dialécticamente los presupuestos de la mayoría,
discrepo de la conclusión de que la normativa reguladora de las especialidades médicas,
compuesta, en cuanto a la determinación de cuál es la actividad que corresponde a cada
especialidad, por las resoluciones administrativas que establecen los planes de formación de las
especialidades médicas, no permite a los Licenciados en Medicina, únicos potenciales sujetos
activos de esta concreta prohibición, conocer de antemano y con certeza qué actos médicos les
resultan prohibidos sin obtener la preceptiva especialidad. Y ello no sólo porque se refiere a una
regulación que afecta esencialmente al contenido de su propia actividad profesional que, incluso,
en lo relativo a la existencia de especialidades y especialistas médicos, es de general
conocimiento por la ciudadanía, sino porque, además de tener ya una larga tradición en España,
también aparece desarrollada en nuestro entorno hasta el límite de haber sido objeto de
armonización por la normativa comunitaria en virtud de la Directiva 93/16/CEE del Consejo, de 5
de abril de 1993, destinada a facilitar la libre circulación de los médicos y el reconocimiento
mutuo de sus diplomas, certificados y otros títulos. Es más, descendiendo al caso concreto, no
resulta fácilmente comprensible que en un supuesto en que el recurrente es médico de
profesión, propietario de una clínica dedicada específicamente a la cirugía plástica y que se
anuncia como especialista en dicha disciplina, se considere que se ha vulnerado su derecho a la
legalidad penal, bajo la ratio decidendi de que no se le ha posibilitado tener acceso a un
conocimiento cierto de qué concretos actos médicos le estaba prohibido desarrollar por carecer
de la especialización en cirugía plática y reparadora, por el hecho de que no estén previstos
expresamente en el Real Decreto 127/1984 sino en otras normas administrativas.
Estos son los motivos por los que discrepo de los fundamentos y del fallo de la presente
Sentencia y por lo que entiendo que dicho fallo debería haber sido desestimatorio.
En Madrid, a once de octubre de dos mil seis.-Pablo Pérez Tremps.-Jorge Rodríguez-
Zapata Pérez.-Firmado y rubricado.
5. Derecho a disponer tiempo adecuado para preparar su defensa.
S.TC. 239/2006
Referencia número: 239/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 17/7/2006
Publicación BOE: 20060818 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Javier Delgado Barrio
Número registro: 3290-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Francisco Javier Pérez Ruiz frente a las Sentencias de la Sala de lo Penal
del Tribunal Supremo y de la Audiencia Provincial de Las Palmas que le condenaron por un
delito contra la salud pública en el yate Tipitesa. Supuesta vulneración de los derechos al
secreto de las comunicaciones, a un proceso con garantías, a la tutela judicial efectiva, a la
inviolabilidad del domicilio y a la presunción de inocencia: intervenciones telefónicas autorizadas
y prorrogadas mediante autos motivados (STC 219/2006); entrada y registro autorizada
judicialmente y proporcionada; condena fundada en pruebas de cargo.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia
Casas Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo
y Montiel, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo
Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3290-2004, promovido por don Francisco Javier Pérez
Ruiz, representado por el Procurador de los Tribunales don Leonardo Ruiz Benito y asistido por
la Letrada doña María Nieves Fernández Pérez-Ravelo, contra la Sentencia de la Sala de lo
Penal del Tribunal Supremo de fecha 2 de abril de 2004, que declara no haber lugar al recurso
de casación interpuesto contra la Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de
Las Palmas de 18 de marzo de 2002, que le condenó como autor de un delito contra la salud
pública. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Javier Delgado
Barrio, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 21 de
mayo de 2004, el Procurador de los Tribunales don Leonardo Ruiz Benito, en nombre y
representación de don Francisco Javier Pérez Ruiz, interpuso recurso de amparo contra la
resolución judicial que se cita en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) Por Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Las Palmas de 18
de marzo de 2002 se condenó al ahora demandante de amparo, como autor de un delito contra
la salud pública en la modalidad de sustancia que causa grave daño a la salud, previsto y
penado en el artículo 368 del Código penal, a la pena de cuatro años de prisión y al pago de la
mitad de la cuarta parte de las costas procesales causadas, declarando de oficio la mitad
restante.
Dicha Sentencia contiene la siguiente relación de hechos probados, relevantes para la
resolución del presente caso:
«Primero.-Como consecuencia de las investigaciones seguidas por funcionarios del
Cuerpo Nacional de Policía, adscritos al Grupo II de la UDYCO de Las Palmas de Gran Canaria,
se tuvo conocimiento de que los acusados José Luis Romera García, mayor de edad, sin
antecedentes penales, se estaba dedicando al tráfico de sustancias estupefacientes, valiéndose
para ello de diversas personas con las que se entrevistaba periódicamente y con las que
contactaba vía telefónica para acordar hora y lugar de las transacciones. Razón por la cual se
solicitó como investigación complementaria del Juzgado de Instrucción núm. 7 de Las Palmas,
autorización judicial de intervención del teléfono núm. 939...14 que utilizaba el acusado
anteriormente citado, autorización que tuvo lugar por auto de 1 de julio de 1998.
Del resultado de esa intervención telefónica, de las citas concertadas en las mismas y de
las vigilancias complementarias sobre el encartado citado, los funcionarios policiales detectaron
los diversos contactos que mantenía José Luis Romera con los también acusados Francisco
Javier Pérez Ruiz, mayor de edad, sin antecedentes penales, Pedro Argüello Henríquez, mayor
de edad, sin antecedentes penales y Mustafá Hamed Mustafá, mayor de edad y sin
antecedentes penales, viniendo a su conocimiento que se proponían realizar un gran transporte
de droga desde Marruecos para lo cual se iban a servir los encausados del velero llamado
Tipitesa, matrícula 7-MA-...-95, propiedad del citado Pedro Argüello que se encontraba atracado
en el Puerto de Pasito Blanco (Gran Canaria). Ello da lugar a la autorización, mediante auto de
27 de agosto de 1998, de la intervención de los teléfonos 939...86 cuyo usuario es Francisco
Javier Pérez y 930...33, cuyo usuario es Mustafá Hamed Mustafá.
Continúan pues, las investigaciones y seguimientos de los acusados, así como la
vigilancia sobre la embarcación denominada Tipitesa, la cual tras un intento de viaje fallido, el día
5 de septiembre, por la rotura de la vela, en el que viajaban como tripulantes José Luis Romera,
Pedro Argüello, Carlos Bartomeus, Juan José Terriza y Francisco Javier Pérez, es avituallada de
nuevo, durante los días 30 de septiembre hasta el día 2 de octubre, con lo necesario para viajar,
siendo sometida a su vez a vigilancia por los que iban a ser sus tripulantes. La noche del día 2 al
3 de octubre embarcan en el Tipitesa los ya citados José Luis Romera García, Pedro Argüello
Henríquez, acompañados de los acusados Carlos Bartomeus Piñero, Miguel Angel Peña Núñez
y Juan José Terriza Valido, todos ellos mayores de edad, sin antecedentes penales, zarpando
del Puerto de Pasito Blanco, lugar al que arribaron el día 14 de octubre de 1998 tras cargar la
embarcación con alrededor de 50 fardos estanqueizados, en un punto de la costa cercano a
Larache (Marruecos), que guardaron en bolsas de viaje de color azul.
Llegados al puerto citado, atracaron el barco, abandonando todos los tripulantes el lugar
a bordo de un mismo vehículo, el Toyota GC-...-AX propiedad de Pedro Argüello, dejando en el
interior del barco la droga, al no hallarse en el lugar Mustafá Hamed Mustafá que era quien debía
hacerse cargo de ella.
Realizado con el correspondiente mandamiento judicial el registro de la embarcación
fueron hallados en ella 49 fardos, más otras pastillas sin embalaje, de lo que posteriormente
pesado y analizado resultó ser 1.520,86 kilogramos de hachís con una riqueza del 7 % de
tetrahidrocannabinol. Procediéndose tras el hallazgo a la detención de los tripulantes del barco,
de Mohamed Mustafá Mustafá y de Francisco Javier Pérez Ruiz, realizándose, mediante los
oportunos mandamientos judiciales, los registros de sus domicilios y procediéndose asimismo a
la detención de.
La droga incautada en el barco Tipitesa hubiere adquirido, en bruto y al por mayor, en el
mercado ilícito un valor de 2.250.000 euros (375.000.000 de pesetas).
Las diligencias de entrada y registro dieron como resultado los hallazgos siguientes:
En el domicilio de José Luis Romera García, sito en el Camino de los Corvos de Moya,
95,610 gramos de hachís con una riqueza del 17,6% THC y 0,590 gramos de la misma sustancia
con una riqueza del 14,8% de THC. En calle Portugal, núm. 70 una factura por la compra de 50
bolsos de Nailon Uni y un bolso azul.
En el domicilio de Juan José Terriza y de ... sito en ... 136,100 gramos de hachís con
una riqueza del 24,5 % de THC; 4,670 gr. de la misma sustancia al 7 % de THC y 6,420 gr. al
17,9 % de THC, así como un radioteléfono y una báscula de precisión marca Tanita,
incautándosele a ... 0,650 gr. de cocaína con una riqueza base del 65 %.
En el domicilio de Francisco Javier Pérez y ... sito en ... se hallaron 106,110 gr. de
cocaína con una pureza base de 79,7 %; 51,190 gr. de cocaína con un 49 % de pureza; 114,540
gr. de hachís con un 11,13 % de THC, 15,900 gr. de la misma sustancia al 22,7 % de THC;
83,230 gr. y 1,460 gr. de igual sustancia, hallándose además, dentro de la caja fuerte, atadas
con una goma 1.188.000 pesetas en billetes y otras 70.000 pesetas, cantidades que provenían
de la venta de sustancias tóxicas.
En el domicilio de ... y de otros hermanos que no han sido imputados, sito en ... se
hallaron 23,660 gr. de cocaína, con una riqueza base del 94,3 %, 127,980 gr. y 9,160 gr. de
hachís y 29 comprimidos cuya principio activo es anfetamina.
En el domicilio de José Luis Romera y ... sito en .... fueron hallados 3,740 gr. de cocaína
con una pureza del 59,3 %.
En el domicilio y los dos garajes ocupados por Mohamed Mustafá Mustafá, sitos en C/
Goya ... garajes 86 y 87, se hallaron 204.000 pesetas, una báscula, equipos de electrónica, un
motor fuera borda ''Mercuri'', una embarcación zodiac ''Quiksilver'', trece trozos de hachís con un
peso de 9,590 gramos y un Documento Nacional de Identidad español a nombre de Mustafá
Hamed Mustafá.
Segundo.-Las sustancias halladas en el domicilio de ... las había dejado en él y
pertenecían a su hermano Francisco Javier Pérez Ruiz quien poseía éstas y las sustancias
intervenidas en su domicilio de la C/ Lomo Enmedio 21 para su distribución y venta a terceros».
b) La Sentencia, en aplicación del principio in dubio pro reo, considera no probada la
participación del ahora demandante de amparo en el delito descrito en el hecho primero, ya que
pese a los indicios existentes no formaba parte de la tripulación del barco en el viaje en que fue
incautado el hachís (fundamento jurídico décimo).
La condena se impone en relación con su participación en los hechos descritos en el
hecho segundo, que se considera probada con la siguiente argumentación: «Al mismo le fueron
ocupados en su domicilio y en el que ocupaban su hermano. y otra hermana que no ha sido
imputada, 106,110 gramos de cocaína con una pureza del 79,7 %, 51,190 gramos de la misma
sustancia con una pureza del 49 %, 23,660 gramos con una pureza del 94,3 % de pureza y 29
comprimidos de anfetamina. Él mismo reconoció que la totalidad de la droga le pertenecía y lo
mismo dijo su hermano en su declaración ante el Instructor. Lo que niega el acusado es que
poseyera la droga para su distribución a terceros, manteniendo que era para su consumo dada
su condición de drogodependiente. Condición ésta que no se puede desconocer, pues de la
pericial practicada se desprende que es un toxicómano de larga duración, adicto a la cocaína, los
síntomas que presentó en el momento de su ingreso en prisión así lo corroboran, pues a decir de
los médicos que depusieron en juicio eran compatibles con un síndrome de abstinencia. No
obstante, por la cantidad aprehendida, muy superior a la que necesita un consumidor
compulsivo, por el alto nivel de pureza de la droga incautada, a tenor de la jurisprudencia
existente al respecto, ya habría de colegirse que la misma estaba destinada a terceros. Si a eso
le añadimos que en la caja fuerte le fue hallada la cantidad de 1.188.000 pesetas en billetes más
otras 70.000, sin que de su origen pueda dar razón, dos balanzas de precisión, así como de la
testifical ofrecida en juicio por los miembros de Policía Nacional que manifestaron haber hallado
en su domicilio ''sustancia para corte'', definitivamente se ha de concluir que poseía la droga para
su preparación y posterior venta a terceros» (fundamento jurídico undécimo).
Por otra parte, en el fundamento jurídico decimoquinto se argumenta la no apreciación
de la atenuante del art. 21.1 CP, por considerar que aunque se entendiera acreditada la
drogodependencia «la apreciación de la atenuante es incompatible con la naturaleza del delito y,
desde luego, por el informe médico emitido en el juicio quedó acreditada su condición de
drogodependiente, pero no que tuviera alteradas sus capacidades cognitivas y volitivas».
c) En el fundamento de Derecho primero de la referida Sentencia se analizan las
denunciadas vulneraciones de los derechos fundamentales a la intimidad y al secreto de las
comunicaciones, así como del derecho a un proceso con todas las garantías reconocido en el
artículo 24 de la Constitución, ratificando la decisión ya adoptada al inicio del juicio oral, en el
sentido de que las escuchas telefónicas realizadas se adecuaban en su adopción, control y
prórroga a las exigencias constitucionales. «Y ello se acordó al estimarse que tanto la solicitud
efectuada por los miembros de UDYCO, como el auto dictado por el Juez Instructor reunían los
requisitos esenciales para la adopción de una medida tan grave, y lo mismo ha de decirse de sus
prórrogas, ampliaciones y control intermedio, ya que, con las nuevas solicitudes, además de la
correspondiente información sobre las investigaciones, se remitieron siempre las transcripciones
de las conversaciones y las grabaciones originales, las cuales estuvieron siempre a disposición
del Juez Instructor de la causa y en los autos, de todo lo cual dio cuenta y fe el Secretario
Judicial, añadiéndose a ello que siempre podrían ser oídas por este Tribunal, si así lo solicitara
alguna de las partes, dada la fase previa en la que nos encontrábamos en la que todavía no
había precluído para la acusación, menos para la defensa, la posibilidad de proponer prueba
para practicar en juicio e incluso ser oídas por el Tribunal, si se diera el caso, en los términos
establecidos en el artículo 729 de la LECrim».
Tras analizar la información ofrecida inicialmente por los miembros de la Udyco al Juez
de Instrucción para solicitar la primera de las intervenciones sobre el teléfono del coimputado
don José Luis Romera, señalando que «se daban datos bastantes de las investigaciones y
seguimientos que de él se habían hecho, además de haber sido detenido por tráfico de hachís
en una ocasión, de verle frecuentar personas dedicadas al tráfico de estupefacientes y de tener
signos externos de riqueza que no se correspondían con su falta de puesto de trabajo conocido,
informan de que aparece relacionado en las diligencias previas 1443/94 del Juzgado de
Instrucción de Telde, explicando que de ellas, así como de las vigilancias policiales, se
desprende que todos los contactos para su supuesto ilícito negocio los venía haciendo la
persona investigada e identificada (José Luis Romera García) a través del teléfono», se destaca
que el Juez Instructor adopta la medida «haciendo en su resolución el correspondiente juicio de
proporcionalidad que le lleva a concluir que el único medio para poder seguir la investigación era
la intervención del teléfono que venía utilizando la persona investigada, de donde se deduce la
necesidad de la medida, puesto que de otro modo no podría haberse ido más allá en la
investigación».
A continuación se señala que el 31 de julio de 1998, la policía aporta al Juzgado el
listado de las llamadas, las cintas de casete y la transcripción de las cintas grabadas,
interesando la prórroga de la medida, para lo que aporta en el oficio datos concretos de la
investigación en apoyo de su solicitud, acordándose la prórroga con las cintas a disposición del
Instructor y con referencia al oficio; el 3 de agosto se remiten la cinta de seguridad y los listados
de las llamadas de teléfonos de los días 30 y 31 de julio; el 17 de agosto se remiten nuevos
listados y cintas, dándose cuenta por el Secretario; el 26 de agosto se remite oficio por el Grupo
dando cuenta al Juez del resultado de las investigaciones, aportando nuevos datos y
adjuntándose transcripciones y cintas, de todo lo cual se da cuenta al Juez por el Secretario, y
solicitándose nueva prórroga de la intervención ya acordada y la intervención de dos nuevos
teléfonos, entre ellos el del ahora demandante de amparo. El Juez acuerda unir todo y que los
autos queden sobre la mesa para resolver, lo cual indica que hubo el control y examen
necesario, con su resultado acordó la prórroga del teléfono utilizado por José Luis Romera y la
intervención de los teléfonos 939...86 y 930...33 (el primero del usuario identificado como
Francisco Javier Pérez Ruiz y el segundo como Mustafá). Los días 7, 11 y 21 de septiembre se
remiten de nuevo listados de llamadas y cintas de seguridad de las grabaciones, dándose cuenta
de ello por el Secretario, acordando el Juez su unión y estar al resultado de las investigaciones;
el 22 de septiembre la policía informa de nuevo al Juez del resultado de las investigaciones,
remitiendo listado de llamadas, transcripción de las conversaciones y cintas de seguridad, el
Secretario da cuenta al Instructor, el cual tras acordar que queden los autos sobre la mesa para
resolver, a la vista de todo acuerda prorrogar la intervención de los teléfonos 930...33 y 939...86
y decreta la intervención de los teléfonos 919.50 (usuario Pedro Argüello) y 930...41 (otro
usuario). El 5 de octubre Udyco informa del resultado de las investigaciones y solicita la
intervención del teléfo no 928...40 (usuario Miguel —ngel Peña Núñez), lo que acuerda el
Instructor por Auto de 6 de octubre y por referencia al oficio. Y los días 6, 8 y 14 de octubre se
remiten al Instructor los listados de llamadas, las transcripciones de las conversaciones y las
cintas de seguridad grabadas, el Secretario da cuenta al Juez y éste acuerda su unión y
custodia.
«De todo lo anterior se deduce que el Juez es constantemente informado de los
resultados de la medida y de las investigaciones y va ejerciendo el control sobre la medida
adoptada, hasta que en fecha 3 de diciembre de 1998 se extiende la diligencia de cotejo y
trascripción de cintas de cada uno de los teléfonos intervenidos, por el Secretario Judicial. Por
todo ello la medida relativa a la invasión del derecho al secreto de las comunicaciones se
considera regular y legítimamente adoptada, siendo susceptible de valoración por esta Sala».
En el fundamento jurídico quinto se analiza la alegada nulidad del Auto que autoriza la
entrada y registro en los domicilios de José Luis Romera García, Pedro Argüello Henríquez,
Francisco Javier Pérez Ruiz y ... dictado en fecha 15 de octubre de 1998 por el Juzgado de
Instrucción núm. 3 de Las Palmas de Gran Canaria (obrante a los folios 345 y 346), por entender
que el mismo fue dictado por Juez manifiestamente incompetente, y que debió de ser dictado por
el del Juzgado de Instrucción núm. 7 de la misma localidad al ser el que se hallaba investigando.
Señala la Sala que la queja carece de sustento, «por cuanto la sanción de nulidad de los actos
judiciales viene establecida para el supuesto en que ''se produzcan con manifiesta falta de
jurisdicción o de competencia objetiva o funcional'' (artículo 238.1 LOPJ), lo que, de modo
evidente, no sucede en el presente caso. El Juez de Instrucción núm. 3 de Las Palmas tiene la
misma competencia objetiva, funcional y territorial que el Juez de Instrucción núm. 7 de la misma
localidad, distribuyéndose entre ellos los asuntos conforme a las normas de reparto. Pues bien,
en éstas se contempla que todas las diligencias urgentes que hayan de practicarse entre las 15
horas del día y las 8 horas del día siguiente, se realizarán por el Juzgado que se encuentre en
funciones de guardia, esas eran las labores que realizaba el día 15 de octubre de 1998 el
Juzgado de Instrucción núm. 3 de Las Palmas cuando dictó el auto autorizando los registros
domiciliarios. Y, en todo caso, debe reconocerse que es procesalmente correcto que, por
razones de urgencia, los órganos jurisdiccionales puedan actuar a prevención, con
independencia de poder hacerlo igualmente por delegación, prestando auxilio jurisdiccional a
otros órganos judiciales cuando existan razones de urgencia, como es patente en el supuesto de
autos en el que se acababa de realizar una incautación de 1.500 kilos de hachís y todas las
personas cuyo domicilio se pretendía registrar estaban sometidas a investigación en las
diligencias previas seguidas ante el Juzgado de Instrucción núm. 7 a favor del cual se inhibió
inmediatamente el que actuó en funciones de guardia. Por tanto, con relación a estas entradas y
registros lo determinante es si el auto que las autorizaba contaba con los requisitos básicos de la
constitucionalidad de la medida, debiéndose responder de modo afirmativo, prueba de ello es
ninguna de las defensas ha cuestionado su legitimidad». d) Interpuesto recurso de casación
contra la anterior resolución, el mismo fue desestimado por Sentencia de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo de 2 de abril de 2004.
La queja relativa a la vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3
CE) se resuelve en el fundamento jurídico noveno por remisión a lo dicho respecto del
correcurrente José Luis Romera en el fundamento jurídico primero, remitiéndose a su vez a la
amplia fundamentación ofrecida por el Tribunal sentenciador en el fundamento jurídico primero y
destacando que la policía reseñó datos indiciarios suficientes para justificar la primera de las
intervenciones y que el juicio de necesidad venía impuesto por la inexistencia de otras
alternativas investigadoras, asentadas en la afirmación policial de que los contactos para
concretar operaciones de tráfico se hacían por teléfono, opinión corroborada por el resultado de
las transcripciones. También se señala que el control judicial de las intervenciones telefónicas se
ajustó a los parámetros constitucionales, puesto que en el primero de los Autos se fijaron plazos
y condiciones de ejecución de la medida, que fueron rigurosamente cumplidos, estando
acreditadas las daciones de cuenta verbales, a través del testimonio de la agente policial que las
realizó, y fundándose las prórrogas y las nuevas intervenciones en los datos objetivos contenidos
en los oficios y en las transcripciones, sin que sea preciso la audición por el Juez de tales
transcripciones o la exigencia del cotejo o autentificación de las mismas por parte del Secretario
(más propio de la proyección probatoria de los frutos de la medida), si el Juez instructor no tenía
motivos para desconfiar de los datos que la policía, que actuaba a sus ordenes en ejecución del
mandato encomendado, le presentaba a su consideración.
Por último, se destaca que el día 3 de diciembre de 1998 se extiende la diligencia del
fedatario judicial de cotejo sobre las transcripciones de cintas de cada uno de los teléfonos
intervenidos y que si alguna cinta pudo quedar sin cotejar, tales defectos en la incorporación de
las cintas a los autos «pueden privar de eficacia probatoria a la propia trascripción, pero no
originar la nulidad de la medida, cuyos resultados pueden ser incorporados a la causa por otras
vías, sin que el vicio procedimental repercuta en la validez de los mismos conforme establece el
art. 11.1 LOPJ.-Sea lo que fuere, en ningún caso puede hablarse de indefensión, puesto que las
partes tuvieron acceso a las cintas originales, pudiendo requerir en todo momento cualquier
cotejo complementario, prueba pericial sobre identificación de voces, audición de las mismas,
antes o durante el juicio y cuantas diligencias de esta naturaleza tuvieran por conveniente
solicitar, como ocurrió con ... que solicitó y se llevó a efecto la audición de parte de las cintas».
Por lo que respecta a la denunciada vulneración del derecho a la inviolabilidad del
domicilio (art. 18.2 CE), se rechaza en el fundamento jurídico noveno también por remisión a los
argumentos expuestos por la Audiencia en el fundamento jurídico quinto. «El Juzgado de
Instrucción núm. 3 actuó a prevención por las razones de urgencia concurrentes, fácilmente
deducibles del relato secuencial de los hechos probados, y además se hizo con plena
acomodación a las normas de reparto, que todos los Juzgados están obligados a observar, razón
por la que quedó excluida cualquier irregularidad. Además el Juez actuante, en funciones de
guardia, con igual competencia objetiva, funcional y territorial dictó los autos con la suficiente
motivación y conocimiento de causa en virtud de los oficios suficientemente explicativos que le
remitió la policía, hasta el punto de que ninguna de las partes los ha atacado por tal razón».
En el fundamento jurídico décimo se analiza la queja relativa a la inaplicación de la
atenuante de drogadicción del art. 21.2 CP, alegando error facti. Sostiene el Tribunal Supremo
que tal error no existe, puesto que el Tribunal de instancia tuvo en consideración los dos
informes periciales invocados por el recurrente, de acuerdo con los cuales le calificó como
drogodependiente, pero destacando que dichos dictámenes podían acreditar una grave adicción
a la droga, pero no que ese hecho fuera determinante o tuviera alguna influencia en la comisión
del delito. Influencia que el art. 21.2 CP «explica con los términos de ''actuar el culpable a causa
de'', en el sentido de que su libertad debe estar más o menos condicionada hasta el punto de
resultar difícil resistir por la imperiosa necesidad de consumir la droga o facilitarse los medios
para conseguirla». Ese elemento teleológico es descartado, pues «el proceder del modo como lo
hizo supone el transcurso de muchos días para adoptar sosegadamente la resolución delictiva.
Además la abundante cantidad de droga que le fue incautada y especialmente el dinero
intervenido (1.188.000 ptas. por un lado y 70.000 ptas. por otro), excluyen cualquier
condicionamiento de la voluntad en la comisión del delito».
Finalmente, se descarta la existencia de vulneración del derecho a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE), destacando que la intención de destinar la droga al tráfico es inferida
por la Audiencia sobre la base de los siguientes elementos indiciarios: a) la cantidad de droga
intervenida, casi 130 gramos de cocaína neta, magnitud que, antes del Pleno no jurisdiccional de
esta Sala celebrado el 19 de octubre de 2001, era suficiente para apreciar la cualificativa de
notoria importancia, prevista en el art. 369.3 CP; b) su elevada pureza 79,7 por 100 el lote de
106,11 gramos y 49 por 100 el otro de 51,19 gramos y 94,30 por 100, el paquete de 23,66
gramos; además de 29 comprimidos de anfetaminas; c) el dinero ocupado por importe de
1.188.000 pesetas y otras 70.000 pesetas sin dar razón de su origen; d) las dos balanzas de
precisión encontradas y e) los testimonios de los agentes, miembros de la policía nacional, que
manifiestan haber hallado en su domicilio «sustancia para el corte». Indicios a partir de los
cuales la inferencia del Tribunal se sitúa dentro de los parámetros de la lógica y la experiencia
(fundamento jurídico undécimo).
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE), a la tutela judicial efectiva (art.
24.1 CE), a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), a la inviolabilidad del domicilio (art.
18.2 CE), y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
Se denuncia, en primer lugar, la violación del derecho al secreto de las comunicaciones
(art. 18.3 CE), al adoptarse la medida de intervención de su teléfono por Auto de 27 de agosto de
1998 y las sucesivas prórrogas sin indicio alguno de criminalidad, incumpliéndose así los
requisitos de motivación y proporcionalidad en la adopción de la medida, careciendo igualmente
del debido control judicial su ejecución, puesto que la policía resumió las conversaciones sin
remitir a la autoridad judicial transcripciones literales de las escuchas, y no se procedió a la
audición de las cintas por el Juez. A esta vulneración se conecta la del derecho a un proceso con
todas las garantías (art. 24.2 CE), en la medida en que las citadas escuchas no fueron
declaradas nulas como medio probatorio en el proceso.
Como segundo motivo de amparo se alega la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE), al no haber motivado suficientemente los órganos judiciales la
inaplicación de la atenuante de drogodependencia del art. 24.1 CE, a la vista de los informes
periciales obrantes en la causa.
En tercer lugar, se queja de la vulneración del derecho a la inviolabilidad del domicilio
(art. 18.2 CE), en relación con el derecho a la intimidad personal y familiar por varias razones.
Por una parte, porque la entrada y registro llevada a cabo en su domicilio es una diligencia
derivada de la información obtenida por la policía a través de las intervenciones telefónicas que
considera vulneradoras del art. 18.3 CE, en aplicación de la teoría de los frutos del árbol
envenenado; por otra, porque fue autorizada por Auto de 15 de octubre de 1998, dictado por el
Juzgado de Instrucción núm. 3 de Las Palmas de Gran Canaria, cuando el único órgano
competente para ello era el Juzgado de Instrucción núm. 7 de esa capital, que era quien conocía
la causa hasta ese momento y, finalmente, porque entiende que la medida es desproporcionada,
por carecer los hechos investigados hasta el momento de entidad suficiente para justificarla, sin
que el órgano judicial, por tanto, efectuara el preceptivo control requerido por este tipo de
medidas. Cita la STC 123/2002.
Finalmente, se denuncia la vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art.
24.2 CE), por entender que no ha existido prueba de cargo válidamente obtenida, ni siquiera
indiciaria, que permita enervarla, ya que las intervenciones telefónicas y los registros son nulos,
no se observó por parte de la policía ninguna transacción realizada por el recurrente y no se
practicó prueba alguna que acredite el destino al tráfico de la droga que le fue incautada,
destinada al autoconsumo.
En el suplico de la demanda se solicita el otorgamiento del amparo, declarando la
vulneración de los derechos fundamentales invocados y la nulidad de la resolución recurrida.
Mediante otrosí se solicita la suspensión de la ejecución de la Sentencia, por entender de lo
contrario se producirían perjuicios de muy difícil reparación, al implicar el ingreso en prisión, la
pérdida de su actual empleo y la interrupción de su tratamiento de deshabituación.
4. Por providencia de 14 de octubre de 2004 la Sección Primera acordó la admisión a
trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, remitir oficio a la Audiencia
Provincial de Las Palmas, interesando que se emplazara a quienes fueron parte en el rollo 10-
2000, a excepción del recurrente, para que en el plazo de diez días pudieran comparecer en este
proceso constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días al recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante ATC
530/2004, de 20 de diciembre, la Sala Primera acordó suspender la ejecución de la Sentencia
dictada por la Audiencia Provincial de Las Palmas el 18 de marzo de 2002, exclusivamente en lo
referente a pena de cuatro años de prisión impuesta al demandante.
6. A través de una diligencia de ordenación de 14 de marzo de 2005 se dio vista de los
testimonios de las actuaciones, que obraban incorporados al recurso núm. 3260-2004, a la parte
recurrente y al Ministerio público por término de veinte días, dentro de los cuales podrían
presentar las alegaciones que estimasen pertinentes, conforme a lo establecido en el art. 52.1
LOTC.
7. Mediante escrito registrado el día 14 de abril de 2005, el Fiscal ante el Tribunal
Constitucional solicita la suspensión del trámite del art. 52.1 LOTC y la reclamación del
Procedimiento Abreviado, no obrante en los testimonios de las actuaciones remitidos, cuyo
conocimiento considera necesario para informar sobre las vulneraciones de la inviolabilidad del
domicilio y el secreto de las comunicaciones.
8. Por diligencia de ordenación de 20 de abril de 2005 del Secretario de Justicia de la
Sala Primera se acordó, de conformidad con lo solicitado por el Ministerio Fiscal, suspender el
plazo para presentar las alegaciones del art. 52 de la LOTC, y oficiar a la Sección Segunda de la
Audiencia Provincial de Las Palmas, a fin de que remitiera, en el plazo de diez días, testimonio
del procedimiento abreviado núm. 3217/98.
9. Una vez recibidos los testimonios anteriormente citados, mediante diligencia de
ordenación de 1 de septiembre de 2005 se concedió un nuevo trámite de alegaciones al
Ministerio Fiscal y a las partes personadas, por un plazo común de veinte días, al amparo del art.
52 LOTC.
10. El día 10 de octubre de 2005 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal,
interesando la denegación del amparo solicitado.
Tras reproducir parcialmente la STC 165/2005, FJ 4, en relación con los requisitos
constitucionalmente exigibles a las autorizaciones judiciales de intervenciones telefónicas, se
rechaza la existencia de vulneración del art. 18.3 CE. Destaca el Fiscal que la intervención del
teléfono del ahora demandante de amparo fue acordada en un proceso penal ya abierto para
investigar la entrada de droga en Gran Canaria, cuyo principal implicado era don José Luis
Romera García, cuyo teléfono había sido intervenido dos meses antes, constando ya al folio 17
de la causa que a consecuencia de la vigilancia a la que se sometía a éste se había constatado
el frecuente trato con el ahora demandante de amparo, quien no tenía actividad laboral conocida
y le acompañaba en sus entrevistas con distribuidores de drogas. Además, de los listados de
llamadas se desprende que también mantenía frecuentes conversaciones telefónicas con don
José Luis Romera García, concluyendo la policía en el oficio en que se solicita la intervención del
teléfono del ahora demandante de amparo obrante al folio 80 que don Francisco Javier Pérez
Ruiz era la mano derecha de don José Luis Romera García en su actividad de tráfico de drogas.
Y como de las investigaciones, informaciones y vigilancias resultaba que la actividad delictiva se
gestionaba esencialmente a través de comunicaciones telefónicas, la intervención de éstas
resultaba proporcionada y necesaria. También se señala que el control de la ejecución de la
medida es suficiente, ya que las conversaciones transcritas son las que tienen relación con la
materia investigada y el conocimiento del Juez de los resultados de la intervención al autorizar
las prórrogas fue suficiente, a la vista de los informes orales y escritos que recibía, sin que fuera
necesario que escuchara las cintas antes de resolver sobre la prórroga, como se establece en la
STC 82/2002, a la que se remite el ATC 225/2004.
En cuanto a la denunciada vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE), por la inaplicación de la atenuante de drogadicción, se destaca que la misma no fue
alegada por la defensa en la primera instancia y que, en todo caso, es doctrina reiterada de este
Tribunal -cita STC 63/2001- que la apreciación o no de la concurrencia de atenuantes o
eximentes es una cuestión de estricta legalidad penal, que sólo puede ser combatida en amparo
de resultar arbitraria, errónea o irrazonable. Y en el presente caso, tanto la Audiencia Provincial
como el Tribunal Supremo abordaron la cuestión, llegando a la conclusión fundada en derecho y
motivada de que no procedía su apreciación porque el consumo de drogas no tenía relación
directa con el delito de tráfico de drogas cometido, no existiendo vulneración alguna del art. 24.1
CE en tal actuación.
Igualmente se rechaza la alegada vulneración del derecho a la inviolabilidad del domicilio
(art. 18.2 CE), por cuanto ni resulta acreditado ni se argumenta que la entrada y registro derive
únicamente del resultado de las intervenciones telefónicas, ni que éstas sean nulas por haber
vulnerado derechos fundamentales, ni fue autorizada por Juez manifiestamente incompetente,
como razonan tanto la Audiencia Provincial como el Tribunal Supremo, al tratarse del Juez de
guardia legalmente previsto para la sustitución del Juez que instruía el caso fuera de las horas
de oficina y tratarse de una actuación urgente. También se destaca que la motivación del Auto,
integrado con el oficio policial, es suficiente, así como la urgencia en la adopción de la medida y
la proporcionalidad de la misma. Y que, en todo caso, la única tacha que se opuso a las entradas
y registros en el proceso fue la de la manifiesta incompetencia del Juez que las autorizó, por lo
que el resto de las cuestiones ahora planteadas y no invocadas en el proceso desconocen el
carácter subsidiario de la jurisdicción de amparo.
Finalmente, se rechaza la queja relativa al derecho a la presunción de inocencia (art.
24.1 CE), señalando que la prueba de cargo que sirve de fundamento a la condena es el
hallazgo de la droga en el domicilio del recurrente y en el de su hermano, y su reconocimiento de
que era de su propiedad, pruebas independientes de las intervenciones telefónicas cuya
legitimidad constitucional cuestiona y suficientes en relación con la tenencia de la droga; como
también es suficiente para considerar acreditado el destino al tráfico la argumentación indiciaria
que consta en las resoluciones recurridas.
11. Por providencia de 13 de julio de 2006 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 17 del mismo mes y año.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. El presente recurso de amparo se dirige contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo de 2 de abril de 2004, que declara no haber lugar al recurso de casación
interpuesto contra la Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Las Palmas
de 18 de marzo de 2002, que condenó al ahora demandante de amparo como autor de un delito
contra la salud pública.
El recurrente denuncia, en primer lugar, la vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE), por falta de motivación y de proporcionalidad tanto del Auto de 27
de agosto de 1998, como de los que acuerdan las sucesivas prórrogas de la intervención, así
como por la falta de control judicial durante la ejecución. Una vulneración que conllevaría la del
derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), al no haberse declarado nulas las
escuchas. Igualmente se denuncia la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art.
24.1 CE), por la defectuosa motivación de la inaplicación de la atenuante de drogodependencia;
del derecho a la inviolabilidad del domicilio (art. 18.2 CE), por ser la entrada y registro una
diligencia derivada de la información obtenida a través de las intervenciones telefónicas nulas,
por ser autorizada por un juez no competente y por ser desproporcionada, y del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE), por inexistencia de prueba de cargo válidamente
obtenida.
El Ministerio Fiscal interesa la denegación del amparo, por entender que no concurre
ninguna de las vulneraciones denunciadas.
2. El análisis del primer motivo de amparo exige que recordemos algunos aspectos de
nuestra jurisprudencia en relación con el derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3
CE).
Este Tribunal ha declarado reiteradamente que el juicio sobre la legitimidad
constitucional de una medida de intervención de comunicaciones telefónicas exige verificar si la
misma se acordó por un órgano judicial, en el curso de un proceso, a través de una resolución
suficientemente motivada y con observancia de las exigencias dimanantes del principio de
proporcionalidad, esto es, que su adopción responda a un fin constitucionalmente legítimo, como
es la investigación de un delito grave, y sea idónea e imprescindible para la consecución de tal
fin, debiendo comprobarse la proporcionalidad de la medida a partir del análisis de las
circunstancias concurrentes en el momento de su adopción (por todas, SSTC 49/1999, de 5 de
abril, FFJJ 6 y 7; 167/2002, de 18 de septiembre, FJ 4; 184/2003, de 23 de octubre, FJ 9,
dictadas por el Pleno de este Tribunal).
En concreto y por lo que interesa al presente recurso, resulta imprescindible a tal fin que
el órgano judicial exteriorice -por sí mismo en la resolución judicial o por remisión a la solicitud
policial, cuyo contenido puede integrar aquélla- la existencia de los presupuestos materiales de
la intervención, esto es, los hechos o datos objetivos que puedan considerarse indicios sobre la
existencia de un delito grave y sobre la conexión de los sujetos que puedan verse afectados por
la medida con los hechos investigados, puesto que tales precisiones constituyen el presupuesto
habilitante de la intervención y el prius lógico del juicio de proporcionalidad que ha de realizar el
órgano judicial (SSTC 49/1999, de 5 de abril, FJ 8; 82/2002, de 22 de abril, FJ 3; 167/2002, de
18 de septiembre, FJ 2; 184/2003, de 23 de octubre, FJ 9; 259/2005, de 24 de octubre, FJ 2).
Precisando esa relación que ha de constatarse entre la persona y el delito investigados,
hemos afirmado que las sospechas, para entenderse fundadas, han de hallarse apoyadas en
datos objetivos, en un doble sentido: en primer lugar, en el de ser accesibles a terceros, sin lo
que no serían susceptibles de control; y, en segundo lugar, en el de que han de proporcionar una
base real de la que pueda inferirse que se ha cometido o se va a cometer el delito sin que
puedan consistir en valoraciones acerca de la persona. Es necesario examinar si en el momento
de pedir y acordar la medida se pusieron de manifiesto ante el Juez no meras suposiciones o
conjeturas, sino datos objetivos que permitieran pensar que la línea telefónica era utilizada por
personas sospechosas de la comisión del delito que se investigaba y que, por lo tanto, no se
trataba de una investigación meramente prospectiva, pues el secreto de las comunicaciones no
puede ser desvelado para satisfacer la necesidad genérica de prevenir o descubrir delitos o para
despejar sospechas sin base objetiva que surjan en la mente de los encargados de la
investigación penal, pues de otro modo se desvanecería la exigencia constitucional (SSTC
49/1999, de 5 de abril, FJ 8; 167/2002, de 18 de septiembre, FJ 2; 184/2003, de 23 de octubre,
FJ 11; 165/2005, de 20 de junio, FJ 4; 259/2005, de 24 de octubre, FJ 2).
3. El recurrente imputa la vulneración de su derecho al secreto de las comunicaciones al
Auto de 27 de agosto de 1998, por el que se acuerda la intervención de su teléfono, y a los que
prorrogaron esta intervención, por incumplir los requisitos de motivación y proporcionalidad y por
el deficiente control judicial en la ejecución de la medida.
Para dar respuesta a su queja, ha de tenerse en cuenta una serie de datos obrantes en
las actuaciones:
a) El citado Auto se dicta en el seno de una investigación policial en curso, que había
dado lugar a la incoación por el Juzgado de Instrucción núm. 7 de Las Palmas de Gran Canaria
de las diligencias previas 3217/98, a raíz de un oficio policial de la Udyco (Unidad de Drogas y
Crimen Organizado), de fecha 23 de junio de 1998, en el que se interesaba la intervención de las
llamadas del teléfono utilizado por don José Luis Romera García, acordada por Auto de 1 de julio
de 1998, cuya legitimidad constitucional no se cuestiona en el presente recurso.
b) El día 31 de julio de 1998, la policía solicita la prórroga de la intervención telefónica
autorizada, mediante un oficio (obrante a los folios 17 y 18) en el que, sobre la base de los
resultados obtenidos en la investigación, se afirma que el investigado «está relacionado con el
tráfico de estupefacientes a gran escala, valiéndose para ello de una serie de personas, entre las
que cabe destacar a Francisco Javier Pérez Ruiz... Esta persona no desarrolla actividad laboral
alguna, estando en contacto con Pepe con bastante frecuencia y de las conversaciones se
desprende que pudiera ser la mano derecha del mismo (se adjunta una conversación A-3),
habiéndosele visto en varias vigilancias acudir junto con Pepe a diferentes puntos de reunión en
compañía de otras personas relacionadas con el tráfico de estupefacientes», aportando los
nombres de... afincado en el sur de la Isla, y... de los que se desconocen más datos de filiación.
«Igualmente aparece una persona de origen marroquí, de la que tan solo se sabe que se llama...
y a la que Pepe se refiere como ''El Patrón'';esta persona tiene su residencia fijada en la Isla y
pudiera ser una de las encargadas de abastecer de sustancia estupefaciente, más
concretamente hachís, a Pepe (se adjunta conversación A-5, A-7 y A-8). De la misma manera
aparece una persona de la que tan solo se sabe que se llama Pedro, el cual tiene una
embarcación de unos siete u ocho metros de largo; dicha embarcación está pendiente de
identificar, si bien se sabe que ha estado atracada en el Puerto de Arguineguín y que en la
actualidad pudiera estar en Patalavaca en el muelle de Anfi del Mar. En una conversación, la A-
10, Pedro le indica a Pepe los arreglos que ha realizado en la embarcación y le comenta que tan
solo falta el piloto, lo que hace sospechar que pudieran estar preparando alguna operación de
gran envergadura». Por último, se señala que de las investigaciones y seguimientos se ha
podido constatar que Pepe convive con una mujer de origen marroquí, no realizando actividad
laboral alguna, y que pasa temporadas en el sur de la Isla.
Junto con el oficio, se aporta una cinta casete en la que figuran diez conversaciones, las
transcripciones de las mismas numeradas de A-1 a A-10 y diecisiete listados telefónicos con
todas las llamadas realizadas y recibidas desde el teléfono intervenido hasta el 31 de julio.
El día 31 de julio de 1998, el Juez Instructor acordó, con expresa remisión al oficio
policial, la prórroga de la intervención telefónica (folio 60).
c) Posteriormente, y como destaca la Sentencia de instancia, el día 3 de agosto la policía
remitió la cinta de seguridad correspondiente a las anteriores conversaciones (f. 62); el día 17 de
agosto, nuevos listados de llamadas y una segunda cinta de seguridad, de lo que se da cuenta
por el Secretario Judicial. Y mediante oficio de fecha 26 de agosto (ff. 79 a 83), se solicita la
prórroga de la intervención ya en curso y además la de los teléfonos móviles de Francisco Javier
Pérez Ruiz y de una persona identificada como Mustafá, por la relación que tienen con José Luis
Romera García.
En este oficio (obrante a los folios 79 a 83) se afirma que del resultado de las
intervenciones anteriores se constata que el investigado conocido como Pepe está relacionado
con el tráfico de estupefacientes a gran escala, valiéndose para ello de una serie de personas,
entre las que se encuentra Francisco Javier Pérez Ruiz, quien no realiza actividad laboral
alguna, estando con frecuencia en contacto con Pepe y desprendiéndose de las conversaciones
que es la mano derecha del mismo, lo que deducen del contexto de una serie de
conversaciones, que se trascriben parcialmente en el propio oficio (A-11, A-12, A-13, A-14 y A-
15). Igualmente se señala que existe una persona que habla árabe, de nombre Mustafá, que es
el contacto superior de Pepe Romera, encargado de la supervisión de las operaciones y de
realizar los contactos supuestamente en algún punto de Marruecos, como se desprende de las
conversaciones A-15 y A-16, también trascritas parcialmente. Igualmente de la conversación A-
18 se desprende que se pudiera estar preparando un cargamento de sustancia estupefaciente
en fechas próximas, y se destaca la existencia de un tal Pedro, identificado como Pedro Argüello
Henríquez, titular de la embarcación llamada Tipitesa, atracada en el muelle número 3 de Pasito
Blanco, que pudiera ser la utilizada para transportar la mercancía.
Junto con el oficio policial se aportan ocho transcripciones (A-11 hasta A-18), y una cinta
casete con las grabaciones de las mismas, señalando que la cinta original de seguridad será
remitida con posterioridad, cuando finalice, obrando las transcripciones en las actuaciones
remitidas.
A la vista del oficio policial y de los datos aportados en el mismo, el Juez Instructor
acuerda conceder tanto la prórroga como las nuevas intervenciones solicitadas, por plazo de un
mes, mediante dos Autos de fecha 27 de agosto de 1998 que, siguiendo el mismo modelo, se
remiten expresamente a lo expuesto en el oficio policial para entender procedente la intervención
(al folio 109 se recoge el Auto por el que se autoriza la intervención del teléfono del ahora
demandante de amparo).
d) El día 22 de septiembre se solicita por la policía la prórroga de las tres intervenciones
anteriormente acordadas, así como la intervención del teléfono don Pedro Argüello Henríquez,
mediante un oficio en el que se da de nuevo cuenta, con gran amplitud, del resultado de las
investigaciones (folios 143 a 146). Así, se explica que el día 5 de los corrientes José Luis
Romera y Francisco Javier Pérez Ruiz, junto con un tal Carlos y Pedro Argüello Henríquez,
propietario del velero Tipitesa, salieron de la isla en el velero con rumbo a la costa africana,
siendo el motivo del viaje -a juicio de los investigadores- proveerse de estupefacientes en
cantidades importantes, para su posterior distribución y venta en Gran Canaria, sin que pudieran
lograr su objetivo porque el fuerte viento deterioró la vela del palo principal, obligándoles a
regresar sin completar su viaje. A continuación se da cuenta de las llamadas que corroboran lo
manifestado, con transcripción parcial de las mismas, de las que igualmente se deduce que los
investigados realizarán próximamente un nuevo viaje a bordo del barco Tipitesa, para proveerse
de estupefacientes.
Junto con el oficio se adjuntan las transcripciones de las conversaciones, así como tres
cintas casete con las grabaciones, señalando que las cintas de seguridad y los listados de
llamadas se remitirán posteriormente, como así ocurre.
Ese mismo día, se autorizan judicialmente las prórrogas y la nueva intervención, por
plazo de un mes, sobre la base de la información facilitada en el oficio policial (folio 193 por lo
que respecta a la prórroga de la intervención del teléfono del demandante de amparo).
4. A la vista de los datos anteriormente expuestos puede concluirse que la queja relativa
a la falta de motivación del Auto de 27 de agosto de 1998 y de las sucesivas prórrogas carece de
base alguna. En efecto, todas las resoluciones judiciales cuestionadas se remiten a los oficios
policiales, por lo que resulta posible su integración con los mismos. Y de tal integración resulta
que tanto la intervención inicial como sus prórrogas se autorizan sobre la base de los resultados
de las anteriores y de las restantes investigaciones policiales que en ellos se señalan, aportando
en todos los casos múltiples datos objetivos acerca de la participación del ahora demandante de
amparo en el delito de tráfico de drogas que originaba las actuaciones, que llevan a la policía a
concluir que era la mano derecha del principal investigado, con quien tenía frecuente trato y a
quien acompañaba en sus entrevistas con distribuidores de drogas, lo que justifica
sobradamente tanto la nueva intervención como la continuación de la observación, reseñando
además y reproduciendo parcialmente las conversaciones más relevantes en las que se fundan
las deducciones policiales, y aportando junto a los oficios la transcripción de las conversaciones
y las cintas casete con las grabaciones.
Por otra parte, y en cuanto al hecho de que las prórrogas y nuevas intervenciones se
acordasen sin que la policía aportara las transcripciones íntegras de todas las conversaciones
intervenidas y sin que haya constancia de la audición previa por el Juez de las cintas, tampoco
esta queja puede prosperar, pues si bien es cierto que hemos declarado que el control judicial de
la ejecución de la medida se integra en el contenido esencial del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE), para considerar cumplido este requisito es suficiente con que los
Autos de autorización y prórroga fijen periodos para que la fuerza actuante dé cuenta al Juzgado
del resultado de las intervenciones, y que el órgano judicial efectúe un seguimiento de las
mismas y conozca los resultados de la investigación, que debe tener en cuenta para autorizar las
prórrogas (SSTC 49/1999, de 5 de abril, FJ 5; 82/2002, de 22 de abril, FJ 5; 184/2003, de 23 de
octubre, FJ 12; 165/2005, de 20 de junio, FJ 8). Y, como se ha destacado anteriormente, del
examen de las actuaciones se desprende que tanto el Auto cuestionado como los que autorizan
las prórrogas fijan periodos para dar cuenta del resultado de la intervención, dentro de los cuales
la policía remitió al Juzgado las transcripciones de las conversaciones que consideró más
significativas, de conformidad con lo ordenado por el Juez, y las cintas casete, solicitando las
prórrogas sobre la base de los datos obtenidos en la intervención, explicitados con gran precisión
y amplitud en los informes policiales. Por tanto, el Juez tuvo suficiente conocimiento de los
resultados obtenidos en los anteriores periodos de intervención a través de las transcripciones
remitidas y los informes efectuados por quienes la llevaban a cabo, sin que resulte necesario a
tal fin -como pretenden los recurrentes- ni la aportación de las transcripciones literales íntegras,
ni la audición directa por el Juez de las cintas originales (SSTC 82/2002, de 22 de abril, FJ 5;
184/2003, de 23 de octubre, FJ 12; 205/2005, de 18 de julio, FJ 4; 26/2006, de 30 de enero, FJ
8).
En conclusión, han de rechazarse todas las quejas relativas al derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE) y la queja relativa al derecho a un proceso con todas las garantías
(art. 24.2 CE), que el recurrente deriva de la no declaración de nulidad de las escuchas por
haber sido practicadas con vulneración del art. 18.3 CE.
5. Como segundo motivo de amparo se denuncia la vulneración del derecho a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE), por falta de motivación de la inaplicación de la atenuante de
drogodependencia, a la vista de los informes periciales obrantes en la causa, que acreditan su
grave y prolongada drogodependencia.
Es doctrina reiterada de este Tribunal la de que la apreciación o no de la concurrencia de
circunstancias eximentes o atenuantes de la responsabilidad es una cuestión de estricta
legalidad penal cuya resolución corresponde a los órganos judiciales competentes, y cuyo control
en esta sede se limita a comprobar que la respuesta de éstos sea suficientemente motivada y no
arbitraria, irrazonable o patentemente errónea (SSTC 211/1992, de 30 de noviembre, FJ 5,
133/1994, de 9 de mayo, FJ 4, 63/2001, de 17 de marzo, FJ 11, y ATC 274/1993, de 13 de
septiembre, FJ 2).
Y en el presente caso, como se puso de relieve en los antecedentes, tanto la Audiencia
Provincial como el Tribunal Supremo abordan esta cuestión en sus respectivas resoluciones,
llegando a la conclusión de que la atenuante no resulta de aplicación, pues aun entendiendo
probada la drogodependencia, no se ha acreditado que ésta fuera determinante de la comisión
del delito, como exigiría el precepto legal. Así, la Sentencia de instancia, en su fundamento
jurídico décimo quinto afirma que «la apreciación de la atenuante es incompatible con la
naturaleza del delito y, desde luego, por el informe médico emitido en el juicio quedó acreditada
su condición de drogodependiente, pero no que tuviera alteradas sus capacidades cognitivas y
volitivas». El Tribunal Supremo, por su parte, en el fundamento jurídico décimo rechaza la
existencia del error facti alegado por el recurrente en relación con la inaplicación de la atenuante
de drogadicción del art. 21.2 del Código penal (CP), considerando que no existe error alguno,
puesto que el Tribunal de instancia «tuvo en consideración los dos» informes periciales
invocados por el recurrente, de acuerdo con los cuales le calificó como drogodependiente, pero
destacando que dichos dictámenes podían acreditar una grave adicción a la droga, pero no que
ese hecho fuera determinante o tuviera alguna influencia en la comisión del delito. Influencia que
el art. 21.2 CP «explica con los términos de ''actuar el culpable a causa de'', en el sentido de que
su libertad debe estar más o menos condicionada hasta el punto de resultar difícil resistir por la
imperiosa necesidad de consumir la droga o facilitarse los medios para conseguirla». Ese
elemento teleológico es descartado, pues «el proceder del modo como lo hizo supone el
transcurso de muchos días para adoptar sosegadamente la resolución delictiva. Además la
abundante cantidad de droga que le fue incautada y especialmente el dinero intervenido
(1.188.000 ptas. por un lado y 70.000 ptas. por otro), excluyen cualquier condicionamiento de la
voluntad en la comisión del delito».
En definitiva, los órganos judiciales han ofrecido al recurrente una respuesta
suficientemente motivada y no arbitraria o irrazonable respecto de la no aplicación de la
atenuante, lo que conduce a rechazar la denunciada vulneración del art. 24.1 CE, agotándose en
este punto nuestras posibilidades de control en esta materia.
6. En el tercero de los motivos de amparo se denuncia la vulneración del derecho a la
inviolabilidad del domicilio (art. 18.2 CE), por diversas causas.
En primer lugar, sostiene el recurrente que la entrada y registro practicados en su
domicilio constituyen una diligencia nula, en aplicación de la teoría de los frutos del árbol
envenenado, en cuanto derivada de la información obtenida por la policía a través de las
escuchas telefónicas, que en la demanda se reputan nulas por vulneración del derecho al
secreto de las comunicaciones. Descartada la vulneración del art. 18.3 CE, y afirmada la validez
de las intervenciones telefónicas, decae el presupuesto sobre el que el recurrente funda su
queja, que debe por ello rechazarse.
En segundo lugar, se queja el demandante de que el Auto de 15 de octubre de 1998,
que autoriza la entrada y registro en su domicilio, fue dictado por el Juzgado de Instrucción núm.
3 de Las Palmas de Gran Canaria, cuando el único órgano competente para ello era el Juzgado
de Instrucción núm. 7, que era el que conocía la causa hasta ese momento.
Reiteradamente hemos afirmado que «la entrada en el domicilio sin el permiso de quien
lo ocupa, ni estado de necesidad, sólo puede hacerse si lo autoriza o manda el Juez competente
y en tal autorización descansa, a su vez, el registro domiciliario, según refleja el grupo de normas
pertinentes (arts. 18.2 CE, 87.2 LOPJ y 546 LECrim). Este es el único requisito, necesario y
suficiente por sí mismo, para dotar de legitimidad constitucional a la invasión del hogar» (SSTC
133/1995, de 25 de septiembre, FJ 4; 94/1999, de 31 de mayo, FJ 3; 171/1999, de 27 de
septiembre, FJ 11). Y en el presente caso, el Auto de 15 de octubre de 1998 fue dictado por el
Juzgado de Instrucción núm. 3 de Las Palmas de Gran Canaria, Juzgado que -como destacan
los órganos judiciales, fundamento jurídico quinto de la Sentencia de instancia, al que se remite
sustancialmente el Tribunal Supremo en el fundamento jurídico noveno de la Sentencia de
casación- tiene la misma competencia objetiva, funcional y territorial que el núm. 7 de la misma
localidad y que se encontraba en funciones de guardia en el momento en que se dictó el Auto
autorizando los registros, estableciéndose en las normas de reparto que todas las diligencias
urgentes que se hayan de practicar entre las 15 horas del día y las 8 horas del día siguiente se
realizarán por el Juzgado que se encuentre en funciones de guardia, siendo de añadir que
resultaba patente la existencia de razones de urgencia a la vista del oficio policial en el que se
solicitaba la autorización (en el que se comunica el hallazgo de más de 1.000 kilos de hachís en
una embarcación sobre las 20:00 horas del día 14) y de las razones expuestas en el propio Auto
(que ordena practicar el registro en la madrugada del día 15, «al existir un riesgo objetivo y
fundado de que puedan desaparecer los objetos, instrumentos o sustancias relacionadas con el
delito contra la salud pública que se puedan encontrar en los domicilios»). En definitiva, la
entrada y registro en el domicilio del ahora demandante de amparo fue debidamente autorizada
por Juez competente para ello, por lo que tampoco cabe considerar vulnerado el derecho a la
inviolabilidad del domicilio por esta causa.
Por último, se alega que la medida adoptada era desproporcionada, por cuanto los
hechos investigados en aquel momento carecían de entidad para justificarla. Esta queja,
planteada como cuestión previa en el acto del juicio (folio 6 del acta del juicio oral) y en el
recurso de casación ha de ser igualmente desestimada.
Ciertamente, en la STC 123/2002, de 20 de mayo, FJ 2, citada en la demanda,
recordábamos que «la restricción de derechos fundamentales sólo puede entenderse
constitucionalmente legítima si se autoriza judicialmente para alcanzar un fin constitucionalmente
legítimo, como acontece cuando la medida restrictiva se adopta para la prevención y represión
de delitos calificables de infracciones punibles graves (SSTC 49/1999, de 5 de abril, FJ 8;
166/1999, de 27 de septiembre, FFJJ 1 y 2; 171/1999, de 27 de septiembre, FJ 5; 126/2000, de
16 de mayo, FJ 2; 299/2000, de 11 de diciembre, FJ 2; 14/2001, de 29 de enero, FJ 2; y
202/2001, de 15 de octubre, FJ 2, entre las últimas)». Y que el juicio de proporcionalidad ha de
efectuarse «teniendo en cuenta los elementos y datos disponibles en el momento en que se
adopta la medida restrictiva del derecho fundamental (SSTC 126/2000, de 16 de mayo, FJ 8; y
299/2000, de 11 de diciembre, FJ 2), debiendo comprobarse, desde la perspectiva de análisis
propia de este Tribunal, si en la resolución judicial de autorización aparecen los elementos
necesarios para entender que se ha realizado la ponderación de la proporcionalidad de la
medida (por todas, SSTC 171/1999, de 27 de septiembre, FJ 5; y 169/2001, de 16 de julio, FJ 9).
En el presente caso, en el momento en que se autoriza el registro, y según resulta de los
datos que constan en el Auto de 15 de octubre y en el oficio policial del día 14 al que el mismo se
remite (folios 349 a 353 de las actuaciones), el delito que se estaba investigando era un delito
grave (tráfico de drogas a gran escala y en el marco de banda organizada), habiéndose
incautado la misma noche en la que se solicita el registro más de 1.000 kilos de hachís y
resultando que todas las personas cuyo domicilio se pretendía registrar, entre las que se
encontraba el demandante de amparo, estaban sometidas a investigación desde hacía meses en
las diligencias previas abiertas, constando en las mismas múltiples indicios de su implicación en
tal delito.
En tales circunstancias, no cabe cuestionar desde la perspectiva constitucional la
ponderación efectuada por el Juez que autorizó el registro a la luz de tales datos, por lo que
hemos de concluir que tampoco se produjo vulneración del derecho a la inviolabilidad del
domicilio por falta de proporcionalidad de la medida adoptada.
7. Finalmente, se denuncia la vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art.
24.2 CE), por entender que no existe prueba de cargo válidamente obtenida, ni siquiera
indiciaria, que sustente la condena.
Descartadas las vulneraciones del derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3
CE) y del derecho a la inviolabilidad del domicilio (art. 18.2 CE), ha de rechazarse la denunciada
vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), en cuanto vinculada a la
nulidad de las intervenciones telefónicas y de los registros practicados. Sin embargo, en la
demanda se denuncia además la inexistencia de prueba alguna que acredite el destino al tráfico
de la droga incautada, destinada -según el recurrente-al autoconsumo.
Con esta perspectiva hemos de recordar que desde la STC 174/1985, de 17 de
diciembre, hemos sostenido que, a falta de prueba directa, la prueba de cargo puede ser
indiciaria, siempre que se cumplan los siguientes requisitos, que permiten distinguirla de las
simples sospechas: a) que parta de hechos plenamente probados y b) que los hechos
constitutivos de delito se deduzcan de esos indicios a través de un proceso mental razonado y
acorde con las reglas del criterio humano, explicitado en la Sentencia condenatoria. Nuestro
control de la razonabilidad del discurso, esto es, de la solidez de la inferencia puede llevarse a
cabo tanto desde el canon de su lógica o coherencia (siendo irrazonable cuando los indicios
constatados excluyan el hecho que de ellos se hace derivar o no conduzcan naturalmente a él),
como desde el de su suficiencia o carácter concluyente, excluyéndose la razonabilidad por el
contenido excesivamente abierto, débil o indeterminado de la inferencia (SSTC 189/1998, de 28
de septiembre, FJ 3; 220/1998, de 16 de noviembre, FJ 4; y entre las más recientes, SSTC
135/2003, de 30 de junio, FJ 2; 170/2005, de 20 de junio, FJ 4; 267/2005, de 24 de octubre, FJ 3;
66/2006, de 27 de febrero, FJ 3).
Y en el presente caso, en el fundamento jurídico undécimo de la Sentencia de instancia
y en el mismo fundamento jurídico de la Sentencia de casación, parcialmente reproducidos en
los antecedentes de esta resolución, se afirma que la prueba de cargo que sirve de base a la
condena del ahora demandante de amparo es el hallazgo de la droga en su domicilio y en el que
ocupaban su hermano y otra hermana, así como su reconocimiento de que la totalidad de la
droga le pertenecía, si bien afirmaba que era para su consumo por su condición de
drogodependiente. La Audiencia, no obstante considerar acreditada tal condición de toxicómano
de larga duración adicto a la cocaína, concluye que la sustancia incautada estaba destinada al
tráfico, sobre la base de una serie de indicios plenamente acreditados: la cantidad de sustancia
aprehendida; su gran pureza; el dinero ocupado de cuyo origen no pudo dar razón (1.188.000
pesetas y 70.000 pesetas); las dos balanzas de precisión ocupadas y la testifical de los agentes
de la Policía Nacional, que manifestaron haber hallado en su domicilio «sustancia para el corte».
Una inferencia explicitada en las resoluciones judiciales y que no puede ser calificada de
irrazonable, ni desde el punto de vista de su lógica o coherencia, ni desde la óptica del grado de
solidez requerido, puesto que los datos tenidos en cuenta resultan suficientemente concluyentes,
sin que a este Tribunal le competa ningún otro juicio, ni entrar a examinar otras inferencias
propuestas por quien solicita el amparo (SSTC 220/1998, de 16 de noviembre, FJ 3; 135/2003,
de 30 de junio, FJ 3).
Procedente será por consecuencia el pronunciamiento establecido en el art. 53 b) LOTC.
Fallo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5173-2002, promovido por don Bachir Belhakem,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Almudena Gil Segura y asistido por el
Letrado don Francisco Jesús Grágera de Torres, contra la Sentencia de la Sección Tercera de la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional núm. 14/2001, de 26 de junio, recaída en el sumario
núm. 9/97 del Juzgado Central de Instrucción núm. 5 por delito de colaboración con banda
armada, y las Sentencias de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo núms. 1064/2002, de 7 de
junio, dictadas en el recurso de casación núm. 696-2001, primera y segunda Sentencia, por las
que, respectivamente, se declaró haber lugar parcialmente al recurso de casación interpuesto
por el demandante de amparo y otros y se le rebajaron las penas impuestas en la Sentencia
recurrida como autor responsable con otros de un delito de pertenencia a banda armada, otro
delito de falsificación de documentos oficiales con finalidad terrorista y otro delito de tenencia
ilícita de armas con finalidad terrorista, siendo absuelto de otro delito de falsificación de
documento oficial con finalidad terrorista por el que también había sido condenado. Han
comparecido y formulado alegaciones don Noureddine Salim Abdoumaluo, representado por la
Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez y asistido por el Letrado don Alberto
García Arribas; don Alí Ibrahim, representado por el Procurador de los Tribunales don Juan de la
Ossa Montes y asistido por el Letrado don Emilio E. Viudes de Carlos, y el Ministerio Fiscal. Ha
actuado como Ponente el Magistrado don Vicente Conde Martín de Hijas, quien expresa el
parecer de la Sala.Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Juzgado de guardia el día 11 de septiembre de
2002, registrado en este Tribunal el día 13 siguiente, doña Teresa Puente Méndez, Procuradora
de los Tribunales, en nombre y representación de don Abdelkrim Bensmail, don Allekema
Lamari, don Sohbi Khaouni, don Bachir Belhakem y don Mohamed Amine Akli, interpuso recurso
de amparo contra las resoluciones judiciales a las que se ha hecho mención en el
encabezamiento de esta Sentencia.
2. En la demanda de amparo se formulan las alegaciones que a continuación
sucintamente se extractan:
a) Después de identificar las Sentencias recurridas, bajo la denunciada vulneración del
derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) se argumenta que el Juzgado Central
de Instrucción núm. 5 de la Audiencia Nacional autorizó unas intervenciones telefónicas en las
diligencias previas núm. 209/96, en las que se investigaba a personas distintas de los
recurrentes en amparo y que no guardaban ninguna relación con ellos. Como ampliación de esas
intervenciones se autorizaron las escuchas de los teléfonos que han dado lugar al sumario núm.
9/97.
Pues bien, la motivación y fundamentación jurídica de la resolución judicial que autorizó
las intervenciones telefónicas de los demandantes de amparo nunca ha sido comunicada a las
partes, ni ha podido ser sometida a la debida contradicción procesal para cuestionar su
legalidad. Estas irregulares intervenciones telefónicas han sido el origen de todas las diligencias
que posteriormente se iniciaron y, por tanto, su nulidad ha de dar lugar a la de los actos que de
ellas han derivado.
Tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo hacen especial mención en sus
Sentencias a que las condenas no se basan en las escuchas telefónicas, a las que no les
confieren valor probatorio alguno, con lo que de forman implícita vienen a reconocer su nulidad.
Sin embargo no aceptan la naturaleza viciada del resto de las diligencias que de ellas derivan ni
reconocen la vulneración constitucional denunciada por las defensas. Se trata de una forma sutil
de eludir pronunciarse sobre la cuestión planteada, que en modo alguno satisface su dimensión
constitucional.
La declaración de inconstitucionalidad de las intervenciones telefónicas se ve además
agravada por el hecho de que tampoco se ha aplicado correctamente la legislación ordinaria, ya
que nunca se ha procedido a la audición de las cintas, no se han reproducido en el acto del juicio
oral, no han sido escuchadas y seleccionadas las transcripciones por el Secretario judicial y, en
definitiva, no se les ha dotado de la garantía para que pudieran constituir prueba inculpatoria en
la causa penal.
La nulidad de las escuchas debe llevar a la nulidad del resto de la instrucción de la
causa, ya que ésta se deriva exclusivamente de las referidas intervenciones telefónicas. Constan
en autos diversos informes de la Unidad Central de Información Exterior, pero lo cierto es que
dichos informes sólo sirven para justificar las intervenciones telefónicas.
b) Los demandantes de amparo estiman lesionado también su derecho a la presunción
de inocencia (art. 24.2 CE).
Después de reiterar la argumentación expuesta en relación con las intervenciones
telefónicas y su incidencia en el resto de la instrucción de la causa, se analiza en la demanda,
bajo la rúbrica «juicio sobre la suficiencia», si la prueba indiciaria tiene en este caso aptitud
suficiente para enervar la presunción de inocencia. En opinión de los recurrentes la prueba que
se ha tenido en cuenta para la condena no es suficiente para quebrar dicha presunción.
Respecto a las pruebas testificales, en concreto, las del Jefe de la Unidad de
Información Exterior y la del Coordinador de las actuaciones judiciales, así como las de diversos
policías nacionales, se aduce en la demanda que la declaración del Jefe de la Unidad de
Información Exterior en la sesión del juicio incurre en numerosas contradicciones con las de los
policías que intervinieron en los seguimientos. En cualquier caso la investigación comenzó como
consecuencia de informes remitidos por servicios de inteligencia extranjeros que no han podido
ser valorados por no constar en las actuaciones, si bien se refieren a la posibilidad no concreta y
abstracta de la presencia de argelinos indeterminados en España que pudieran formar células
pertenecientes al GIA. El testigo tan sólo pudo manifestar que había visto a los recurrentes en
amparo reunirse, entrar y salir de determinadas viviendas y en algunas ocasiones realizar
ejercicios físicos, que de forma tendenciosa y maniquea calificó como ejercicios paramilitares y el
resto de los policías que declararon como testigos describieron como ejercicios de gimnasia o
partidos de fútbol.
El funcionario del cuerpo nacional de policía núm. 18.358 declaró que en la casa de
campo de Picassent entraban y salían otras personas además de los recurrentes, y no hizo
referencia a ninguna clase de entrenamientos militares. También otro policía que vigiló dicha
casa de campo manifestó que los recurrentes tan sólo se reunían y en ocasiones realizaban
entrenamientos físicos consistentes en tablas de gimnasia sin utilización de aparato alguno. Por
su parte el policía núm. 23.599 declaró que intervino en muchas de las vigilancias a las que se
sometía la casa de campo de Picassent, y que acudía mucha gente a la misma, en ocasiones 10
ó 12 personas simultáneamente, y que la única actividad deportiva que vio fue la de jugar
partidos de fútbol.
El Inspector Jefe núm. 14.614, que actuó de instructor de las diligencias, reconoció que
no había recibido informaciones concretas de los servicios de inteligencia, sino que tan sólo era
un comentario general, y que don Allekema Lamari, don Bachir Belkahem, don Mohamed Amine
Akli y don Sohbi Kaouni eran desconocidos en lo que él denominó «ambiente extremista
islámico».
Mención especial merece la testifical de la propietaria de la casa de campo de Picassent,
que el Tribunal Supremo de forma arbitraria califica de irrelevante, pues la testigo reconoció que
se trataba de una casa sin puerta con cerradura que limitase la entrada, sin valla de ninguna
clase y sin energía eléctrica, que había sido cedida a Caritas Parroquial para que fuera utilizada
por cualquier persona.
Junto con las pruebas testificales analizadas la condena se basa también en la pericial
de las armas y en el informe elaborado con base en datos facilitados por servicios de
inteligencia. Pues bien, para los demandantes de amparo la suficiencia de esta prueba es
discutible. El informe de inteligencia dice textualmente que «a través de unos servicios amigos se
tuvo conocimiento de elementos supuestamente integristas argelinos, alguno de los cuales
podían haberse desplazado a nuestro país, con la finalidad de contactar y organizar una
infraestructura del GIA». Se trata de una información general e incompleta, que además nunca
ha sido objeto de mayor especificación, tal y como manifestó el inspector jefe núm. 14.614. Con
este tipo de información incorporada a autos cualquier argelino residente en España podría ser
considerado como sospechoso. Si a ello se une que practique la religión musulmana de forma
estricta y asista al culto religioso en la mezquita nos encontramos con el perfil ideal de
sospechoso. Naturalmente estas circunstancias personales no son suficientes a la hora de
incriminar a estas personas por la comisión de un delito de terrorismo.
También es insuficiente la prueba pericial balística en la que se pretende fundar la
condena por delito de tenencia ilícita de armas con fines terroristas. Esa prueba pericial
determina que las armas encontradas no son tales, sino que se trata de armas diseñadas para
disparar cartuchos de fogueo o de gas. La aleación de metal con que están fabricadas es
calamina y resulta incapaz de soportar la presión a que se somete el metal cuando se dispara un
cartucho de fuego real. Sin embargo las armas encontradas estaban manipuladas de tal forma
que admitían en teoría la utilización de munición con bala, si bien, dadas las características del
cañón, de ánima lisa en lugar de rayada como la de las auténticas armas, le dotan de una gran
imprecisión, lo que, unido a la debilidad del metal con que están fabricadas, impide su uso
prolongado. De hecho los peritos manifestaron en el juicio oral que tal vez se pudieran disparar
una vez, y que con toda probabilidad las armas reventarían al segundo disparo. En este sentido
la pregunta del Ponente de si eran susceptibles de producir la muerte de una persona resulta
obvia, ya que, naturalmente, en el caso de que se pudiera producir un disparo a corta distancia y
se acertara, la víctima podría morir si le afectase a algún órgano vital, pero esta circunstancia no
implica que se puedan calificar los artilugios intervenidos como armas de fuego, dado que esa
peligrosidad también la pueden tener otros elementos o utensilios, sin que por ello su tenencia
sea constitutiva de delito.
No puede olvidarse que se condena a los recurrentes en amparo con el tipo
subagravado de «con fines terroristas». Resulta obvio que, aun considerando como armas de
fuego los elementos intervenidos, difícilmente pueden ser utilizados a efectos terroristas, pues su
empleo limitado a un solo disparo, el riesgo para su usuario, la falta de precisión y el lamentable
estado de conservación en el que se hallaron no parecen formar parte de los arsenales utilizados
por los grupos terroristas, por lo que en cualquier caso la agravación de la pena que ello supone
no puede ser admitida desde la dimensión constitucional ahora considerada.
También resulta importante el hecho de dónde fueron encontradas las armas, cuya
tenencia se imputa a los recurrentes en amparo. La pistola y el revólver de fogueo manipulados
se encontraron en una bota que estaba debajo de un mueble en la casa de campo de Picassent.
Es relevante el hecho de que esa casa careciera de puerta de entrada con llave, de valla, que
estuviera cedida a Caritas Parroquial por su propietaria y que en ella entraran y salieran
constantemente inmigrantes que se dedicaban a los trabajos agrícolas. Los policías que
participaron en la vigilancia declararon que al menos entraban y salían más de veinte personas,
y no existe prueba de que se viera a ninguno de los recurrentes en amparo en posesión de las
armas intervenidas. No consta tampoco que se hubieran obtenido huellas digitales de las
mismas, ni que se hubieran encontrado en los domicilios particulares de los demandantes de
amparo, por lo que es manifiesta la insuficiencia de prueba para romper la presunción de
inocencia en relación con el delito de tenencia ilícita de armas.
Por último, las Sentencias recurridas hacen referencia a los objetos encontrados en los
registros domiciliarios, específicamente a los vídeos y revistas de carácter islámico, como la
denominada «Al Ansar», que supuestamente es el órgano de expresión del GIA.
Ha de destacarse que en ningún caso los ejemplares de los vídeos o los boletines
incautados estaban repetidos, sino que eran unidades diferentes, lo que excluye cualquier
elemento de proselitismo o difusión de la ideología que en ellos se contiene. No resulta
significativa la posesión de estos boletines o vídeos, ya que circulan libremente en todas las
mezquitas de España y se pueden adquirir sin ningún problema y sin tener vinculación con
ningún grupo. Se reprocha en la Sentencia que no se ha desplegado ningún elemento probatorio
para acreditar esta libre difusión, lo que supone una inaceptable inversión de la carga de la
prueba, pues lo que no consta suficientemente acreditado es que la posesión de estos boletines
o vídeos suponga sin más la pertenencia a una banda armada, ni siquiera que sea indicio de esa
pertenencia. Los documentos encontrados en poder de los condenados quizás pudieran haber
dado lugar en algún supuesto concreto a la incoación de diligencias por un delito común de
falsificación de documentos, pero la extrapolación que se hace al elemento terrorista es una
aplicación extensiva contraria a la praxis de la interpretación de la ley en el procedimiento penal.
No consta en ningún informe pericial, pese a los largos seguimientos a que han sido
sometidos los recurrentes en amparo, que alguno de ellos haya tenido relación física o telefónica
con algún miembro reconocido del GIA o de otro grupo terrorista islámico. El conjunto de las
pruebas practicadas es insuficiente para justificar las condenas impuestas.
Sobre la motivación de la condena de los recurrentes en amparo se afirma en la
demanda, en relación en primer lugar con don Bachir Belhakem, que en la Sentencia se dice que
era el arrendatario de la vivienda de la calle San Pedro Mártir, núm. 5 de Torrente (Valencia), y
que en ella se encontraron documentos, útiles para la falsificación, ordenadores, televisiones y
agendas electrónicas, así como cierta documentación a nombre de don Allekema Lamari. De
estas intervenciones deduce el Tribunal la pertenencia a la organización terrorista, lo que no es
un razonamiento lógico, ni considerado de forma autónoma, ni en relación con los indicios que
afectan al resto de los condenados. Lo mismo ocurre con don Abdelkrim Bensmail, ya que se
llega a su condena con base en la declaración del Sr. Amonedo Marcala referida a la ausencia
de actividad laboral. Hecho que puede ser debido a muchas cosas, que podría abarcar desde
poseer rentas suficientes a la comisión de delitos comunes contra la propiedad, pero la inferencia
que del mismo se deduce, su pertenencia a una organización terrorista, carece de toda lógica.
El argumento de la inferencia contra don Sohbi Khaouni y don Mohamed Amine Akli es
igualmente ilógico e insuficiente, ya que se basa en la localización del vehículo Mercedes
sustraído que conducía don Abdelkrim Bensmail. Y lo mismo ocurre con don Allekema Lamari.
Aun aceptando la relación entre todos los condenados, nunca se les ha visto reunirse, ni
contactar con ningún miembro conocido del GIA o de otro grupo terrorista, ni tampoco realizar
actividad alguna que pueda ser interpretada en puridad como propia de este tipo de
organizaciones. Los indicios derivados de los registros domiciliarios pueden serlo de delitos
comunes, pero el elemento terrorista no es posible inferirlo en modo alguno de lo obrante en
autos.
c) En la demanda se invoca también la vulneración del derecho a la libertad y a la
seguridad (art. 17 CE) en relación con la situación específica de don Allekema Lamari y don
Abdelkrim Bensmail, por haber estado en prisión preventiva por un período superior a los cuatro
años que establece la Ley de enjuiciamiento criminal (LECrim).
Concluye el escrito de demanda suplicando del Tribunal Constitucional que, tras los
trámites pertinentes, dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado y se declare la
nulidad de las Sentencias recurridas, la suspensión de cuya ejecución se interesa de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC.
3. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 19 de septiembre de 2002, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.5
LOTC, se concedió un plazo de diez días a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente
Méndez para que presentara las escrituras de poder original que acreditasen la representación
que dice ostentar de los recurrentes en amparo. Por nueva diligencia de ordenación de la
Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional, de 10 de octubre de 2002, se le
concedió un nuevo y último plazo de diez días.
4. Por providencia de la Sección Tercera del Tribunal Constitucional, de 5 de mayo de
2003, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, se acordó conceder a la parte
recurrente y al Ministerio Fiscal el plazo común de diez días para que formulasen, con las
aportaciones documentales que procedieran, las alegaciones que tuviesen por conveniente en
relación con la posible carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda de amparo
[art. 50.1 c) LOTC], debiendo la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez
acreditar, mediante escritura de poder, en el mismo plazo la representación que dice ostentar
respecto de los recurrentes don Allekema Lamari y don Sohbi Khaouni.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, por providencia de 27 de mayo de 2004, acordó admitir a trámite la demanda y,
de conformidad con lo dispuesto en el art. 51 LOTC, habiéndose interesado en el recurso de
amparo seguido en la Sala Primera de este Tribunal con el núm. 5134-2002 testimonio de las
actuaciones correspondientes al recurso de casación núm. 696-2001 y al rollo de Sala núm.
78/97, dirigir atenta comunicación a la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional, a fin de que, en plazo que no excediera de diez días, emplazase a quienes hubieran
sido parte en el procedimiento, a excepción de los demandantes de amparo, para que si lo
deseasen pudieran comparecer en el plazo de diez días en el recurso de amparo. Dicho acuerdo
quedó condicionado respecto de don Allekema Lamari y don Sohbi Khaouni a que la
Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez acreditase en el plazo de diez días
la representación que dice ostentar de los mismos con poder notarial.
5. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 27 de mayo de 2004,
acordó formar la oportuna pieza para la tramitación del incidente de suspensión y, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC, conceder un plazo común de tres días a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que alegasen lo que estimaran pertinente sobre dicha
suspensión.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala por ATC 334/2004, de 13 de
septiembre, acordó denegar la suspensión solicitada.
6. Por providencia de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional, de 1 de julio de 2004,
se acordó tener por decaídos en su derecho a don Allekema Lamari y a don Sohbi Khaouni.
7. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 13 de enero de 2005, se acordó tener por comparecidos y parte en el
procedimiento al Procurador de los Tribunales don Juan de la Ossa Montes, en nombre y
representación de don Alí Ibrahim, y a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente
Méndez, en nombre y representación de don Noureddine Salim Abdoumalou; dar vista de las
actuaciones recibidas a las partes personadas y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte
días, dentro del cual pudieron presentar las alegaciones que estimaron pertinentes, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 52.1 LOTC; y, en fin, conceder a las partes personadas y
al Ministerio Fiscal un plazo de diez días, a fin de que, de acuerdo con el art. 83 LOTC,
formulasen las alegaciones que estimasen pertinentes sobre la acumulación del presente
recurso de amparo al tramitado por la Sala Primera del Tribunal Constitucional con el núm. 5134-
2002.
8. Evacuado el trámite de alegaciones conferido sobre la acumulación solicitada, la Sala
Primera del Tribunal Constitucional por ATC 231/2005, de 6 de junio, denegó la acumulación de
los recursos de amparo núms. 5134-2002 y 5173-2002.
9. La representación procesal de don Alí Ibrahim evacuó el trámite de alegaciones del
art. 52.1 LOTC mediante escrito registrado en fecha 14 de febrero de 2005, que, en lo sustancial,
a continuación se extracta:
a) En relación con la denunciada vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE) sostiene que nunca ha sido comunicada a las partes la resolución
judicial que autorizó las intervenciones de los teléfonos de los recurrentes en amparo y que estas
irregulares intervenciones telefónicas son el origen de todas las diligencias posteriores, cuya
nulidad debe declararse por derivar de aquellas intervenciones.
b) Por lo que respecta a la alegada lesión del derecho a la presunción de inocencia (art.
24.2 CE), considera que la prueba que se ha tenido en cuenta para fundar la condena no es
suficiente para enervar aquella presunción.
c) Y, en fin, por lo que se refiere a don Alí Ibrahim, se argumenta que, a pesar de que su
juicio se ha celebrado con posterioridad en la Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia
Nacional núm. 26/2003, de 7 de julio, ha sido condenado, entre otros delitos, por un delito de
receptación cuando el resto de los acusados han sido absueltos de este delito por falta de
pruebas. De la Sentencia se extrae la conclusión de que don Alí Ibrahim, al igual que don Bachir
Belhakem y el resto de los condenados, conocían la procedencia y finalidad de los efectos
porque conformaban el mismo grupo a que se refiere la Sentencia de 26 de junio de 2001,
siendo el cometido de don Alí Ibrahim sustraer bienes para la financiación de dicho grupo. En
relación con esos mismos bienes ha sido condenado por un delito de robo y otro de receptación,
lo que conculca el principio del non bis in idem, de forma que, si se le condena por robo, no es
posible hacerlo por receptación, la que, por otro lado, ha carecido de la más elemental prueba,
no existiendo siquiera indicios de su participación en dicho delito.
Concluye su escrito suplicando que se otorgue el amparo solicitado por los demandantes
y se declare la nulidad de las Sentencias por ellos recurridas.
10. La representación procesal de los recurrentes evacuó el trámite de alegaciones del
art. 52.1 LOTC mediante escrito registrado en fecha 14 de febrero de 2005, en el que se ratificó
en todos los extremos de la demanda de amparo.
11. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones del art. 52.1 LOTC mediante
escrito registrado en fecha 15 de febrero de 2005, en el que, con base en la argumentación que
a continuación se extracta, interesó la desestimación de la demanda de amparo.
a) En relación con la denunciada vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE) argumenta que la queja de los recurrentes en amparo se quiere
situar en la inicial intervención de una serie de comunicaciones telefónicas, con la que se
pretende establecer una obligada vinculación con los elementos que justifican su incriminación,
como si de aquella intervención se derivaran directamente éstos, para concluir que su origen
ilícito o irregular debe alcanzar también a dichos resultados probatorios.
Planteada en este caso la dependencia o independencia de determinada actividad
probatoria respecto a las intervenciones telefónicas, el Ministerio Fiscal entiende que éstas
últimas ni siquiera han llegado a ser valoradas por el Tribunal, pues al advertir su irregularidad no
las ha tomado en cuenta, resultando inexistente la vinculación entre tales pruebas y las que
emplea la Sala para justificar su condena. En consecuencia, como quiera que desde la
perspectiva natural las pruebas de que se trata no guardan relación alguna con el hecho
constitutivo de la vulneración del derecho fundamental sustantivo, es decir, tienen una causa real
diferente y totalmente ajena al mismo, su validez y consiguiente posibilidad de valoración a
efectos de enervar la presunción de inocencia es desde esta perspectiva indiscutible. En verdad
la alegada vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones quiere desconocer la
realidad del fallo judicial, en el que expresamente se razona que tales pruebas y las de ellas
derivan no se valoraron por la Sala, precisamente por estimar que se obtuvieron de manera
irregular, por lo que para formar su convicción acerca de los delitos por los que se les condena a
los recurrentes en amparo se acude a otras pruebas, en particular al testimonio de los demás
coimputados, la testifical y la pericial balística, revelándose la existencia de vigilancias y
seguimientos en el curso de la investigación policial.
Pues bien, si aquellas pruebas no se han llegado a valorar por el Tribunal, difícilmente
puede impetrarse el amparo ante una causa inexistente. Desde luego no resulta admisible la
alegación de los actores relativa a la intrínseca dependencia entre las conversaciones telefónicas
y las restantes pruebas, puesto que, no sólo se trata de una afirmación apodíctica que no se
apoya en dato alguno, no mencionándose en la demanda una sola prueba que se halle en dicha
situación, sino que además el Tribunal se encarga de contradecir el referido alegato, al justificar
en sus fundamentos jurídicos las razones que le llevan a la convicción de la coautoría de los
penados, señalando que la conjunta participación se deriva, no sólo de las conclusiones de una
sostenida labor policial de seguimientos a los distintos implicados, ratificados en el plenario
mediante la prueba testifical, sino también de las propias manifestaciones de los coimputados,
así como de la inverosimilitud de determinadas afirmaciones realizadas en el juicio oral, y que
sometidas a la contradicción de las partes, hacen ver las patentes divergencias de sus
respectivos relatos, cuya explicación, a juicio razonado de la Sala, no resulta en modo alguno
convincente.
b) Por lo que se refiere a la denunciada vulneración del derecho a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE) el Ministerio Fiscal pone de manifiesto que, tanto a la Sentencia de la
Audiencia Nacional, al analizar pormenorizadamente la prueba practicada, como a la del Tribunal
Supremo al revisar las inferencias de la Sentencia recurrida, no cabe reprocharles lesión alguna
del derecho fundamental invocado, ya que su fundamentación es suficientemente razonada,
motivada y razonable, pudiendo afirmarse por el contrario que lo que en la demanda de amparo
se pretende es revisar todo el material probatorio recogido en la causa penal, lo que, desde
luego, no corresponde hacer a este Tribunal Constitucional (STC 11/1995). La valoración que los
órganos judiciales han hecho de la prueba practicada se halla debidamente motivada,
expresando las resoluciones judiciales recurridas las razones que permiten conocer cuáles han
sido los criterios jurídicos esenciales fundamentadores de la decisión, determinando así que las
pruebas valoradas tengan entidad suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia.
De otra parte, basándose la condena en prueba indiciaria, ha de señalarse que tanto la
Sentencia del Tribunal Supremo como la de la Audiencia Nacional relacionan con detalle y de
modo exhaustivo los medios de prueba que han tenido en cuenta para deducir la autoría de los
actores, exponiendo ampliamente el contenido de la prueba testifical y pericial, así como el
examen de los propios acusados, analizando el Tribunal Supremo las inferencias efectuadas por
la Audiencia Nacional para reafirmar las deducciones realizadas por ésta. En definitiva, tanto la
Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo, mediante un análisis completo y riguroso de la
prueba, deducen la participación en calidad de coautores de los demandantes de amparo,
respetando escrupulosamente los requerimientos constitucionales afectantes, no sólo a la
genérica labor de valoración de la prueba, sino también a la denominada prueba indiciaria,
partiendo para ello de hechos plenamente probados y anudando a éstos deducciones lógicas,
que no son en modo alguno excesivamente abiertas, ni permiten muchas otras conclusiones
diferentes, constituyendo pruebas válidas para fundar la condena y desvirtuar la presunción de
inocencia.
c) Por lo que respecta a la supuesta lesión del derecho a la libertad (art. 17 CE), por
exceso del plazo de prisión provisional que habrían sufrido don Allekema Lamari y don Abdelkrim
Bensmail, el Ministerio Fiscal alega el extemporáneo planteamiento de esta queja, ya que no
consta que se hubiera recurrido en amparo en su momento contra las resoluciones judiciales que
hubieran acordado la prórroga de la prisión provisional y la confirmación de esta medida (art.
44.2 LOTC).
12. Mediante escrito registrado en fecha 29 de marzo de 2005, la Procuradora de los
Tribunales doña Teresa Puente Méndez manifiesta que ella y el Letrado don Vicente Ibor Asensi
renuncian a la representación procesal y defensa, respectivamente, de don Abdelkrim Bensamil,
don Bachir Belhakem, don Mohamed Amine Akli y don Sohbi Khaouni.
Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 6 de abril de 2005, se acordó unir a las actuaciones el anterior escrito y, visto
su contenido, con carácter previo y respecto a su renuncia, conceder a la Procuradora de los
Tribunales doña Teresa Puente Méndez un plazo de diez días para que acreditase que había
dado cumplimiento a lo dispuesto en el art. 30.1, apartado 2, de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de
enjuiciamiento civil, poniendo en su conocimiento que no podía abandonar la representación de
sus poderdantes en tanto no acreditase en los autos la renuncia y se le tuviera por renunciante.
13. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 20 de junio de 2005,
acordó reiterar a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez que no había
lugar a tener por abandonada su representación en este proceso, en el que debería continuar
hasta que sus representados procediesen a la designación de otro representante en el plazo de
diez días desde la puesta en su conocimiento de la renuncia o una vez transcurrido dicho plazo.
14. Por escrito de fecha 6 de julio de 2005, el recurrente don Bachir Belhakem solicitó la
designación de Abogado y Procurador del turno de oficio en el presente proceso de amparo.
15. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 20 de diciembre de
2005, acordó tener por cesada a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez
en la representación de don Mohamed Amine Akli y don Bachir Belhakem, teniéndose por
decaído en su derecho al primero, continuando la tramitación del recurso sin su intervención, y
dirigir atenta comunicación al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, a fin de que, de
conformidad con lo dispuesto en la Ley 1/1996, de 10 de enero, de asistencia jurídica a gratuita,
y en el Acuerdo del Pleno de este Tribunal de 18 de junio de 1996, sobre asistencia jurídica
gratuita en los procesos de amparo constitucional, se designase, si así procediera, Abogado y
Procurador del turno de oficio que defendiese y representara respectivamente al recurrente en
amparo don Bachir Belhakem.
Por diligencia de ordenación del Secretario de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 31 de enero de 2006, se tuvo por decaído en su derecho a don Abdelkrim
Bensmail, al haber transcurrido el plazo concedido sin que se hubiera personado o hubiera
solicitado la designación de Abogado y Procurador del turno de oficio, y por decaída a la
Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez en su representación, continuando
la tramitación del recurso sin su intervención; asimismo se tuvo por designados en virtud del
turno de oficio para la defensa y representación del recurrente don Bachir Belhakem al Letrado
don Francisco Jesús Grágera de Torres y a la Procuradora de los Tribunales doña Almudena Gil
Segura y, habiendo ya presentado las alegaciones del art. 52 LOTC, quedaron las actuaciones
pendientes de señalamiento.
16. Por providencia de 20 de abril de 2006, se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 24 de abril siguiente.
Fundamentos:
S.TC. 88/2006
Referencia número: 88/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 27/3/2006
Publicación BOE: 20060504 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: doña Elisa Pérez Vera
Número registro: 5616-2002/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Juan Carlos Ordóñez Fernández frente a las Sentencias de la Audiencia
Provincial y de un Juzgado de lo Penal de Madrid que le condenaron por delitos de lesiones y de
obstrucción a la justicia. Alegada vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva: recurso de
amparo extemporáneo desde la fecha de notificación a la abogada que representaba al
justiciable.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5616-2002, promovido por don Juan Carlos Ordóñez
Fernández, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Pilar Maldonado Félix y
asistido por el Letrado don José María Pedregal Gutiérrez, contra la Sentencia de la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid de 22 de mayo de 2002, por la que se confirmó en
apelación la Sentencia condenatoria dictada por el Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid con
fecha de 16 de julio de 2001 en procedimiento seguido por delitos de lesiones y de obstrucción a
la justicia. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Magistrada doña Elisa Pérez
Vera, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal con fecha de 2 de octubre de 2002, la
Procuradora de los Tribunales doña Pilar Maldonado Félix, en nombre y representación de don
Juan Carlos Ordóñez Fernández, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones
mencionadas en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. La demanda de amparo se basa sustancialmente en los siguientes hechos: a) Con
fecha de 16 de julio de 2001, el Juzgado de lo Penal núm. 9 de los de Madrid dictó una
Sentencia en la que condenaba al demandante de amparo, como autor responsable de un delito
de lesiones y de otro delito de obstrucción a la justicia, a dos penas de un año de prisión, con la
accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena, así como a indemnizar a la víctima de las lesiones en la cantidad de 800.000 pesetas y
al pago de las costas procesales.
b) Presentado recurso de apelación contra la anterior resolución, fue desestimado por
Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid de 22 de mayo de 2002,
notificada a la Letrada que había presentado dicho recurso sin ostentar la representación del
actor el día 4 de junio de ese mismo año.
3. Se aduce en la demanda que las resoluciones recurridas han vulnerado los derechos
del demandante de amparo a la tutela judicial efectiva sin indefensión y a no ser enjuiciado dos
veces por los mismos hechos (non bis in idem), respectivamente reconocidos en los arts. 24.1 y
25.1 CE.
En apoyo de la primera de dichas pretendidas vulneraciones, se argumenta que, siendo
preceptiva la representación del acusado por medio de Procurador tanto en el acto del juicio oral
seguido en instancia por los trámites del procedimiento abreviado como en la presentación de
ulteriores recursos contra la resolución dictada en dicha sede, y habiendo designado
efectivamente el hoy demandante de amparo en fase de instrucción ante el Juzgado de
Valdemoro a un Procurador para que le representase en el acto del juicio oral, de conformidad
con lo previsto en el art. 788.3 LECrim, la remisión de la causa para enjuiciamiento a los
Juzgados de Madrid le dejó sin dicha representación dado que el Procurador designado no
estaba habilitado para ejercer ante los mismos. El Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid estaba,
en consecuencia, obligado a velar por que el actor estuviera debidamente representado, lo que
no hizo dando lugar a que compareciera a juicio oral sin la preceptiva asistencia de Procurador.
Denunciada esta falta de representación en sede de apelación, el recurso se sustanció, pese a
ello, también sin la preceptiva asistencia de Procurador, lo que así se hacía constar en el escrito
de recurso, pese a lo cual la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid no entró a
considerar esta cuestión sino, directamente, el fondo del asunto.
En cuanto a la alegada infracción del principio non bis in idem, se afirma, por lo que se
refiere al delito de obstrucción a la justicia, que por ese mismo hecho se incoaron diligencias
previas ante el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro a raíz de una nueva denuncia
presentada por el mismo denunciante que actuó como tal en el procedimiento penal que está en
el origen del presente recurso de amparo. La instrucción de esa nueva denuncia se habría
hecho, según se dice, por completo a espaldas del demandante de amparo, no habiéndose
tenido conocimiento hasta fecha muy reciente de que la Sección Decimosexta de la Audiencia
Provincial de Madrid había dictado al respecto Sentencia absolutoria de fecha 24 de noviembre
de 1998, confirmando la también absolutoria dictada por el Juzgado de Instrucción núm. 2 de
Valdemoro. De manera que el recurrente habría sido juzgado y condenado por un hecho del que
ya había resultado absuelto por Sentencia firme.
Respecto de la falta de alegación de este hecho en el momento procesal oportuno, se
esgrime el desamparo en que se habría encontrado el actor a lo largo de todo el procedimiento
seguido primero ante el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro y más tarde ante la
Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial de Madrid, ya que no se le habría notificado
personalmente la citación a juicio de faltas (se citó a juicio a persona distinta del recurrente), ni la
interposición por el denunciante de recurso de apelación contra la Sentencia absolutoria recaída
en instancia (se notificó a persona distinta del recurrente), ni, finalmente, la Sentencia dictada por
el órgano judicial de apelación.
4. Por providencia de 11 de noviembre de 2004, la Sala Segunda de este Tribunal
acordó admitir a trámite la presente demanda de amparo así como, de conformidad con lo
dispuesto en el art. 51 de su Ley Orgánica, dirigir atenta comunicación a los órganos judiciales
de instancia y de apelación para que en un plazo no superior a diez días remitieran testimonio
del conjunto de las actuaciones practicadas ante ellos, interesando al propio tiempo al Juzgado
de lo Penal núm. 9 de Madrid para que, en ese mismo plazo, procediera al emplazamiento de
quienes, a excepción del demandante de amparo, hubiesen sido parte en el procedimiento a fin
de que pudieran comparecer en el recurso de amparo si ese fuera su deseo.
5. Una vez recibidas las actuaciones solicitadas, por diligencia de ordenación del
Secretario de Justicia de la Sala Segunda de 14 de junio de 2005 se acordó dar vista de las
mismas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que, en un plazo común de veinte días,
formularan cuantas alegaciones estimasen pertinentes. Por escrito de fecha 1 de julio de 2005, el
Ministerio Fiscal manifestó que, para poder valorar de manera completa la pretensión de amparo
en relación con la infracción del principio non bis in idem, resultaba necesario establecer con
exactitud el conocimiento que el demandante de amparo pudo tener de las actuaciones
practicadas en el juicio de faltas celebrado ante el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro,
así como de las relativas al recurso de apelación interpuesto por la parte denunciante contra la
Sentencia absolutoria dictada en dicho procedimiento en instancia, razón por la que solicitaba
que se recabara la remisión completa de dichas actuaciones. Solicitadas las mismas por
providencia de la Sala Segunda de fecha 12 de julio de 2005 con suspensión del plazo para
formular las alegaciones, se tuvieron por recibidas por diligencia de ordenación del Secretario de
Justicia de dicha Sala de 15 de diciembre de 2005 en la que se acordaba dar de nuevo al
demandante de amparo y al Ministerio Fiscal un plazo común de veinte días para que en dicho
término presentasen sus alegaciones.
6. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite por medio de escrito de fecha 16 de enero de
2006 en el que, en primer término, interesa la desestimación del amparo solicitado por estimar
que la demanda ha sido presentada en forma extemporánea, y subsidiariamente, de no
apreciarse la indicada causa de inadmisión, propone la concesión del amparo por vulneración del
derecho del actor a un proceso con todas las garantías.
Respecto de su conclusión acerca de la extemporaneidad de la demanda de amparo,
señala el Ministerio Fiscal que la Sentencia de instancia fue notificada en su día a doña Angelina
Abad Herraiz, persona autorizada por la defensa del actor para recibir dicha notificación, siendo
esa misma persona quien encabezó y firmó el recurso de apelación presentado contra la citada
resolución y quien, posteriormente, recibiría notificación, con fecha de 4 de junio de 2002, de la
Sentencia dictada en apelación por la Audiencia Provincial, intentando entonces contra la misma
un recurso de casación cuya preparación le fue denegada por la Sala por Auto de 12 de julio de
2002. De manera que, en su opinión, esta última Sentencia habría sido notificada "a quien fue
tenida por representante del demandante de amparo", gozando dicho acto procesal de
notificación de efectividad. Por lo demás, la pretendida notificación al actor con fecha de 9 de
septiembre de 2002 no sólo no aparecería acreditada en autos, sino que, de partirse de esta
última fecha, la demanda de amparo resultaría asimismo extemporánea toda vez que el plazo
hábil para interponer recurso de amparo en tal caso habría expirado el día 4 de octubre de 2002,
esto es, un día antes de la presentación de la demanda de amparo.
Reconoce el Ministerio Fiscal que la Sentencia de apelación fue notificada a quien no
ostentaba la representación del recurrente en el proceso, pero pese a ello concluye que tan
defectuosa notificación no le habría supuesto perjuicio alguno al no poderse derivar de ella
indefensión de ninguna clase ya que, con independencia de que la persona que la recibió había
acreditado estar autorizada para ello por el Abogado defensor designado por el demandante de
amparo, consta en autos que, al recibir dicha notificación, ejercitó actos en su nombre, como el
de preparar contra dicha Sentencia un recurso de casación que, por ser manifiestamente
improcedente, habría determinado ya por sí mismo un alargamiento artificial del plazo para
recurrir en amparo y la consiguiente extemporaneidad de toda demanda que pudiera ser
presentada ante este Tribunal salvo que ello se hiciera, como a su juicio así ha sido el caso,
pretendiendo manipular la fecha de notificación de la indicada resolución. En cuanto a la
indefensión que pudiera haberle provocado la improcedencia de la actuación de la persona
indebidamente notificada, no sería atribuible a los órganos judiciales sino a la impericia de
quienes asumieron su defensa técnica tras haber sido designados libremente por el recurrente a
tal efecto. Tampoco tiene virtualidad, en opinión del Ministerio Fiscal, para prorrogar el plazo de
interposición del presente recurso de amparo la inexistencia de Procurador a lo largo de todo el
procedimiento dado que, desde su punto de vista, ninguna vulneración de derechos
fundamentales cabe anudar a la misma.
Por lo demás, considera el Ministerio Fiscal constitutiva de deslealtad procesal la actitud
de la representación del actor, por lo que solicita a este Tribunal la imposición al recurrente de
las costas del presente recurso y de una sanción por importe de 500 euros, todo ello de
conformidad con lo establecido en el art. 95.2 y 3 de su Ley Orgánica. A su juicio, para justificar
que el recurso de amparo se ha interpuesto dentro del plazo legalmente establecido, dicha
representación procesal ha llevado a cabo toda una serie de manipulaciones dirigidas a
conseguir que el órgano judicial de apelación acreditara que la Sentencia dictada por la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid con fecha de 22 de mayo de 2004 fue notificada
por vez primera al demandante de amparo en el curso de su comparecencia personal ante la
Secretaria de dicho órgano judicial, supuestamente acaecida el día 9 de septiembre de 2004.
Pese a los esfuerzos desarrollados en el indicado sentido no habría conseguido obtener, sin
embargo, la acreditación que perseguía sino la de que la mencionada resolución había sido
notificada a doña María —ngeles Germán Montalvo, de la que se afirmaba que era la defensora
del actor, persona cuya identidad no resulta de las actuaciones pues a quien en verdad fue
notificada, con fecha de 4 de junio de 2004, fue a doña Angelina Abad Herraiz. Según el
Ministerio Fiscal, esa falta de acreditación habría motivado una posterior actuación fraudulenta
consistente en hacer comparecer al recurrente ante la mencionada Secretaria del órgano judicial
de apelación con fecha de 7 de noviembre de 2004 para, de esta suerte, lograr -sin conseguirlo-
que se le acreditara haber comparecido anteriormente ante esa misma Secretaría con fecha de 9
de septiembre de 2004, momento en el que pretende que le fue notificada la Sentencia dictada
en apelación.
Para el caso de que la demanda de amparo no fuera considerada extemporánea,
entiende el Ministerio Fiscal que no cabe considerar vulnerado el derecho del actor a la tutela
judicial efectiva por no haber sido representado por un Procurador a lo largo de todo el
procedimiento, pues si bien ello constituye una evidente irregularidad procesal, no puede
apreciarse que le haya ocasionado indefensión alguna dado que ni de ello se quejó en la
demanda de amparo, ni tal ausencia representó un obstáculo para que su Abogado defensor
propusiera en el acto del juicio oral cuantas pruebas estimó pertinentes, no constando que
formulara protesta alguna en relación con el referido extremo. La ausencia de Procurador
tampoco impidió que se le notificara la Sentencia de instancia, personalmente y a través de una
persona autorizada por dicho Abogado para recibir dicha notificación, ni que por esta última se
formulara recurso de apelación que, pese a su anómala presentación por quien no figuraba en el
procedimiento como designada para asumir la defensa del recurrente, fue admitido a trámite y
resuelto por el órgano judicial, por lo que tampoco la ausencia de Procurador le habría
ocasionado indefensión alguna en la segunda instancia.
La única consecuencia gravosa de esa falta de representación procesal habría sido,
según reconoce el Ministerio Fiscal, la preparación de un recurso de casación manifiestamente
improcedente, al haber determinado tal actuación la extemporaneidad de la presente demanda
de amparo, pero tal consecuencia no sería imputable a los órganos judiciales sino a la impericia
o al exceso de celo de la Abogada en cuestión. Por lo demás, a su juicio resulta dudosa la
existencia de un incumplimiento por parte del Juzgado de su obligación de requerir al
demandante de amparo para que designara un nuevo Procurador -a la vista de que el que había
designado no estaba habilitado para actuar ante los Juzgados de Madrid- o solicitara que se le
nombrase de oficio, ya que no aparece acreditado que el actor haya actuado a este respecto con
la debida diligencia toda vez que ni advirtió al Juzgado de tal falta de habilitación, ni emprendió
actuación alguna dirigida a evitar que el proceso continuara desarrollándose sin la preceptiva
intervención de dicho representante puesto que su Abogado defensor, conocedor de tal
situación, no sólo la habría consentido sino que habría autorizado a una Abogada para que
ejerciera dichas funciones de representación.
Distinta es, por el contrario, la conclusión del Ministerio Fiscal respecto de la segunda de
las vulneraciones de derechos fundamentales invocadas en la demanda, relativa a la infracción
del principio non bis in idem, que estima efectivamente producida en su vertiente procesal por
haber sido sometido el actor a dos distintos procedimientos por razón de la comisión de un
mismo hecho.
Tras recordar la doctrina sentada por este Tribunal en relación con dicho principio (con
cita expresa de las SSTC 2/1981 y 2/2003), considera el Ministerio Fiscal que ese doble
enjuiciamiento prohibido no vulnera el derecho a la legalidad penal reconocido en el art. 25.1 CE,
reservado para evitar la duplicidad de sanciones, sino el derecho a la tutela judicial efectiva o el
derecho a un proceso con todas las garantías, ya que de dicha duplicidad podrían derivarse
pronunciamientos judiciales contradictorios frente a un mismo hecho. Precisamente esta
situación es la que se ha producido en el presente caso ya que el denunciante formuló dos
distintas denuncias por unas mismas supuestas amenazas que dieron lugar, de una parte, al
enjuiciamiento y condena de las mismas por el Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid junto con
unas lesiones denunciadas por esa misma persona y, por otra parte, a un juicio de faltas
celebrado ante el Juzgado de Instrucción núm. 1 de Valdemoro que culminó con Sentencia
absolutoria por falta de prueba suficiente, resolución que, recurrida en apelación por el
denunciante, fue confirmada por Sentencia de la Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial
de Madrid. Tal contradicción de las resoluciones judiciales habría vulnerado el derecho del actor
a un proceso con todas las garantías, debiendo en consecuencia anularse las Sentencias del
Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid y de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial a fin
de restablecer al demandante en el disfrute del derecho fundamental vulnerado.
Puede sin embargo pensarse -argumenta el Ministerio Fiscal- que tampoco en este caso
actuó el recurrente con la debida diligencia al no haber advertido en el curso del procedimiento
abreviado celebrado ante el Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid de la existencia de ese otro
procedimiento con el mismo objeto. No obstante, concluye que en esta ocasión hay que otorgar
mayor relevancia a la falta de diligencia del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro ya que,
si bien consta que hizo esfuerzos por comunicar al Sr. Ordóñez la convocatoria a la vista del
juicio de faltas, lo cierto es que dicha convocatoria no le fue notificada personalmente, que no
concurrió al mismo y que, si bien le fue notificada personalmente la Sentencia absolutoria
recaída en instancia, no sucedió lo propio con el recurso de apelación presentado por la parte
contraria, del que se le dio traslado por diligencia entendida con su madre, sin que conste que le
fuera notificada la Sentencia dictada por la Audiencia en confirmación de la anterior.
7. La representación del recurrente, por su parte, se limitó a dar por reproducidas las
alegaciones ya formuladas en la demanda de amparo.
8. Por providencia de 23 de marzo de 2006 se acordó señalar para deliberación y fallo
de la presente Sentencia el día 27 del mismo mes y año.
Fundamentos:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez
Tremps, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En los recursos de amparo acumulados núms. 5904-2004 y 5905-2004, promovidos
respectivamente por don Pedro Javier y por don Antonio Luis Morales Soto, representados
ambos por la Procuradora de los Tribunales doña Susana Téllez Andrea y asistidos por el
Abogado don Manuel Barroso Fernández, contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo 931/2004, de 16 de julio, desestimatoria del recurso de casación contra la Sentencia de
la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga 139-2002, de 12 de diciembre,
condenatoria por delitos de detención ilegal y de robo con intimidación, y por falta de lesiones.
Cada uno de los recurrentes ha comparecido en el otro proceso de amparo. Ha intervenido el
Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia Casas Baamonde, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escritos registrados en este Tribunal el día 29 de septiembre de 2004, don
Pedro Javier Morales Soto y don Antonio Luis Morales Soto, representados ambos por la
Procuradora de los Tribunales doña Susana Téllez Andrea, interponen sendos recursos de
amparo (núms. 5904-2004 y 5905-2004) contra las Sentencias mencionadas en el
encabezamiento.
2. Los hechos relevantes para el examen de las pretensiones de amparo son,
sucintamente relatados, los siguientes:
a) El fallo de la Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga
139/2002, de 12 de diciembre, condena a cada uno de los acusados, ahora demandantes de
amparo, a dos penas de cuatro años de prisión, dos penas de dos años de prisión y dos penas
de un mes de multa (cuota diaria de 6,01 euros) por la autoría, respectivamente, de dos delitos
de detención ilegal, dos delitos de robo con intimidación, y dos faltas de lesiones. El fallo incluye
también la pena accesoria de suspensión del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena privativa de libertad y el pago de las costas procesales, por mitades, y de una
indemnización a las víctimas de la suma de 1.202,02 euros y de 3.005,06 euros.
El relato de hechos probados describe, muy en síntesis, que los acusados agredieron y
encerraron a dos personas en un piso para obtener de ellos dinero que supuestamente debían,
cosa que consiguieron. Este relato se sustenta en el testimonio de las víctimas, "ya que no
existía animadversión de las víctimas hacia los acusados, víctimas que han mantenido
tajantemente su testimonio a lo largo del procedimiento, y habiendo reconocido los propios
acusados la presencia de aquéllos en el domicilio de referencia, aunque en un vano intento
autoexculpatorio hayan negado los hechos imputados, pese a lo cual, la Sala ha adquirido la
firme convicción de la realidad de las mismas".
En su escrito de defensa la representación de los acusados había solicitado como
prueba anticipada el análisis del cabello de los denunciantes y la investigación acerca de si
habían estado bajo tratamiento de desintoxicación de sustancias estupefacientes, para
determinar si eran consumidores de dichas sustancias. Se pedía asimismo un informe
psicológico de los denunciantes y su hoja de antecedentes penales y de detenciones policiales.
Mediante Auto de 28 de junio de 2002 la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga
denegó la práctica de estas pruebas "por tratarse de referencias a los propios perjudicados, cuya
situación personal no debe agravarse con una investigación policial sobre ellos y no sobre los
presuntos autores de los hechos".
b) La Sentencia del Tribunal Supremo desestima el recurso de casación interpuesto por
los condenados.
Respecto a las pruebas denegadas dirigidas "a acreditar que los ahora recurrentes
podrían tener sus facultades mentales alteradas, a causa de su adicción a las drogas", afirma
que dichas pruebas eran irrelevantes, pues los recurrentes negaron "de manera rotunda" tal
adicción en el acto del juicio. Tampoco considera relevantes para los hechos sus antecedentes
policiales, pues de los mismos "no tendría por qué seguirse ninguna consecuencia de atenuación
de la gravedad de la conducta atribuida a los acusados ni de disminución de pena".
Respecto a la insuficiencia de la prueba y a su falta de motivación, señala la Sentencia
que "lo primero que hay que decir es que la sentencia es francamente pobre en lo relativo a la
justificación de la decisión en materia de hechos, pues se limita a proclamar -en tres líneas- la
convicción de la veracidad del testimonio de los denunciantes, sin hacer, en contra de lo
obligado, el menor análisis del contenido de sus declaraciones y de las que las contradicen. Y en
tal sentido, es claro, tienen razón a los recurrentes [sic], cuando denuncian una mala práctica
jurisdiccional. Ocurre, no obstante, que toda la información probatoria se halla contenida en el
acta del juicio, suficientemente detallada, lo que permite en el marco de esta instancia verificar el
fundamento de las escuetas manifestaciones del tribunal, con la única justificación de no
demorar más la decisión sobre la causa. Tal es la única razón por la que no se anula y se
devuelve la sentencia para nueva redacción en debida forma". A partir de ahí, y a la vista de que
"la Sala ha desatendido el deber constitucional de interrogarse explícitamente por estas
cuestiones y de exteriorizar el porqué de haberles restado relevancia frente a las informaciones
probatorias de cargo", afirma la Sentencia de casación que se trata de "comprobar el alcance
que debiera dárseles en relación con éstas", y por ello acude a la documentación de las
declaraciones de las víctimas y de la novia de uno de ellos, para concluir que "las versiones
ofrecidas por los denunciantes no sólo no son contradictorias, sino que esencialmente
coinciden". Así, por ejemplo, "[e]s verdad que Jesús Ángel dijo no tener seguridad de que en la
casa hubiera estado el acusado Francisco. Pero este modo de expresarse no equivale a negar
esa posibilidad y, por otro lado, Federico no duda de que era uno de los que estaban en la casa".
Concluye la Sentencia del Tribunal Supremo que "existió prueba de cargo suficiente por
su contenido de datos, procedente no sólo de las víctimas directas sino también de una tercera
persona que con sus aportaciones contribuyó de manera eficaz a reforzar la calidad informativa
de las afirmaciones de aquéllas; aportaciones que, además, gozan en aspectos relevantes de
una acreditación documental. Esa prueba fue adquirida de forma contradictoria y ha sido ahora
objeto de una valoración razonada y dotada de la necesaria racionalidad, que la documentación
del juicio hace posible. Por otra parte, y en fin, no existe ningún dato del que pudiera inferirse
que todas esas manifestaciones testificales y los datos documentados hubieran sido montados
con el objeto de perjudicar a los acusados".
3. Las dos demandas de amparo son idénticas. Solicitan la anulación de la Sentencia
que condena a los recurrentes y de la Sentencia que desestima su recurso de casación.
Fundamentan su petición en la vulneración de sus derechos fundamentales a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE), a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), a la utilización de los
medios de prueba pertinentes para la defensa (art. 24.2 CE) y a la presunción de inocencia (art.
24.2 CE).
En la primera queja de la demanda se invoca como vulnerado el derecho a la presunción
de inocencia. Alegan los recurrentes que la prueba esencial está constituida por la declaración
de las víctimas, sin tener en cuenta sus contradicciones e inexactitudes y sin tener tampoco en
cuenta que no se practicaron otras diligencias de prueba (como un análisis de sangre y orina de
los detenidos, de quien se dice que fueron obligados a ingerir alcohol y pastillas, o una
inspección ocular del lugar donde sucedieron los hechos enjuiciados).
La segunda queja se refiere a la falta de motivación de la Sentencia de instancia,
afirmada por la Sentencia de casación y sólo reparada por ella a partir de la interpretación del
acta del juicio, y por ello sin publicidad, inmediación y contradicción en la valoración de las
pruebas. Se habría producido por ello la vulneración del derecho a un proceso con todas las
garantías, según la jurisprudencia constitucional que parte de la STC 167/2002.
La tercera queja tiene por contenido el derecho a la prueba. El Juez Instructor denegó
varias diligencias de prueba destinadas a conocer si los denunciantes eran toxicómanos, si
tenían antecedentes policiales y cuál era su perfil psicológico. La finalidad de las mismas era
indagar si existían motivos espúreos para sus graves imputaciones. En el entender de los
recurrentes estas diligencias fueron posteriormente objeto de una respuesta equivocada de la
Sentencia de casación, que refirió las pruebas solicitadas a los acusados y no a los
denunciantes. Este error habría generado también una falta de respuesta a la cuestión de las
pruebas denegadas y con ello una incongruencia omisiva lesiva del derecho a la tutela judicial
efectiva. En relación con esta queja relativa al derecho a la prueba, la solicitud de los recurrentes
es de anulación de las Sentencias impugnadas y de retroacción de actuaciones para que se
proceda a la práctica de las pruebas omitidas.
4. Mediante providencias de 13 de diciembre de 2006, la Sección Primera de este
Tribunal acuerda admitir a trámite las demandas de amparo y, conforme a lo previsto en el art.
51 LOTC, requerir de los órganos judiciales correspondientes testimonio de las actuaciones del
procedimiento que origina el presente recurso, interesando al mismo tiempo el emplazamiento de
quienes fueron parte en el mismo.
5. En las mismas providencias se acuerda la formación de la pieza separada de
suspensión, que finaliza con los AATC 31/2007 y 32/2007, de 12 de febrero, denegatorios de la
suspensión solicitada.
6. Mediante diligencias de ordenación de la Secretaría de Justicia de 4 de junio de 2007
y de 6 de julio de 2007, se tienen por recibidas las actuaciones correspondientes al
procedimiento que origina el presente recurso de amparo; se tiene por personada en el recurso
de amparo núm. 5904-2004 a la Procuradora de los Tribunales doña Susana Téllez Andrea en
representación de don Antonio Luis Morales Soto, y a la misma Procuradora en el recurso núm.
5905-2004 en representación de don Pedro Javier Morales Soto; y se concede un plazo de
veinte días al Ministerio Fiscal y a las partes personadas para la presentación de las alegaciones
previstas en el artículo 52.1 LOTC.
7. La representación de don Antonio Luis Morales Soto registra su escrito de alegaciones
en el recurso de amparo núm. 5904-2004 el día 28 de junio de 2007. En él se adhiere "en todos
sus extremos" a la demanda de amparo presentada por don Pedro Javier Morales Soto.
El mismo contenido tiene el escrito de alegaciones de la representación de don Pedro
Javier Morales Soto en el recurso de amparo núm. 5905-2004, presentado también el 28 de junio
de 2007.
8. En sus escritos de 5 de julio de 2007 y de 6 de septiembre de 2007, el Ministerio
Fiscal interesa, en primer lugar, la desestimación de las quejas atinentes a los derechos a un
proceso con todas las garantías y a la motivación. Considera para ello que no es aplicable la
doctrina que sobre la garantía de inmediación parte de la STC 167/2002, de 18 de septiembre.
En primer lugar, porque es diferente la estructura del proceso al que se refiere tal doctrina -
sentencia inicial absolutoria a la que sigue una revocación en forma de sentencia condenatoria-.
Y en segundo lugar porque en aquellos casos el alcance de la revisión es "total y de mayor
calado, producido a través de una revisión de los hechos probados o/y de la prueba no
presenciada" que conduce "a una calificación jurídica y a una condena. Estaríamos en lo que
podríamos calificar como revisión material". En el caso presente, por el contrario, no puede
hablarse ni de revisión, "ya que lo que hace el Tribunal Supremo es una complementación de la
justificación de la autoría, que no se descalifica sino en ese aspecto de la motivación para
impedir un efecto devolutivo que sólo retrasaría la solución de la litis. En este sentido no se
añade nada a los hechos de la instancia, ni se muta la calificación jurídica ni las penas ... No
queda resentido el derecho a un proceso con todas las garantías ni el derecho a la motivación
que se apuntala en la argumentación casacional, lo que se infiere con naturalidad de la lectura
del razonamiento tercero de la sentencia".
Tampoco deberían prosperar, a juicio del Fiscal, las quejas referentes al derecho a la
presunción de inocencia, pues el Tribunal Supremo mantiene la prueba en que apoya su
condena la Audiencia Provincial y "analiza con detalle la prueba de descargo ... dotando de un
plus de motivación a la condena". Con ello la queja "se concreta, no en un vacío probatorio, sino
en la discordancia con la valoración que llevaron a cabo los órganos judiciales".
En cambio, el Ministerio Fiscal interesa el otorgamiento del amparo solicitado en ambas
demandas por vulneración del derecho a la prueba y la anulación "del fundamento de Derecho
primero de la sentencia de la Sala segunda del Tribunal Supremo ... debiendo volver a dictarse
resolución parcial respetuosa con el derecho" vulnerado. Tras reseñar que la petición de prueba
se realizó correctamente en las distintas fases del proceso, destaca que en la Sentencia del
Tribunal Supremo "se incurre en el error de entender que las pruebas solicitadas venían
referidas a los recurrentes ... señalando en consecuencia que la prueba no era pertinente al
constar su no adicción a las drogas por propia manifestación" y porque "de la documental de
antecedentes policiales y penales no tendría por qué seguirse ninguna atenuación de la
gravedad de la conducta atribuida a los acusados". Estaríamos por ello ante "una lesión a la
tutela judicial efectiva por error patente" (fáctico, evidente y determinante de la decisión
adoptada), que comportaría una vulneración correlativa del derecho a la prueba, pues tal prueba
sería además pertinente y relevante. Pertinente porque la Sentencia entra a analizar el fondo del
motivo correspondiente; relevante, porque podría afectar a la credibilidad de las víctimas en una
causa en la que se condena a partir de su testimonio.
9. Mediante sendas diligencias de ordenación de su Secretaría de Justicia de 24 de
septiembre de 2007, la Sección Primera de este Tribunal concede un plazo de diez días a las
partes personadas y al Ministerio Fiscal para que pueden alegar lo que estimen conveniente en
torno a la acumulación del recurso núm. 5905-2004 al recurso núm. 5905-2004 (art. 83 LOTC).
Tanto los recurrentes como el Ministerio Fiscal interesan la acumulación, que se acuerda
mediante Auto de la Sala Primera de 5 de noviembre de 2007.
10. Mediante providencia de 5 de diciembre de 2007, se señaló para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 10 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 123/2006
Referencia número: 123/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 24/4/2006
Publicación BOE: 20060526 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Vicente Conde Martín de Hijas
Número registro: 5173-2002/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Bachir Belhakem frente a las Sentencia de las Salas de lo Penal del Tribunal
Supremo y de la Audiencia Nacional que le condenaron por delitos de pertenencia a banda
armada con agravante de terrorismo y tenencia ilícita de útiles para falsificación y de armas.
Supuesta vulneración de los derechos al secreto de las comunicaciones y a la presunción de
inocencia: intervención telefónica ajena a la condena penal, que se funda en prueba indiciaria
suficiente (STC 263/2005).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY
la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5173-2002, promovido por don Bachir Belhakem,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Almudena Gil Segura y asistido por el
Letrado don Francisco Jesús Grágera de Torres, contra la Sentencia de la Sección Tercera de la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional núm. 14/2001, de 26 de junio, recaída en el sumario
núm. 9/97 del Juzgado Central de Instrucción núm. 5 por delito de colaboración con banda
armada, y las Sentencias de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo núms. 1064/2002, de 7 de
junio, dictadas en el recurso de casación núm. 696-2001, primera y segunda Sentencia, por las
que, respectivamente, se declaró haber lugar parcialmente al recurso de casación interpuesto
por el demandante de amparo y otros y se le rebajaron las penas impuestas en la Sentencia
recurrida como autor responsable con otros de un delito de pertenencia a banda armada, otro
delito de falsificación de documentos oficiales con finalidad terrorista y otro delito de tenencia
ilícita de armas con finalidad terrorista, siendo absuelto de otro delito de falsificación de
documento oficial con finalidad terrorista por el que también había sido condenado. Han
comparecido y formulado alegaciones don Noureddine Salim Abdoumaluo, representado por la
Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez y asistido por el Letrado don Alberto
García Arribas; don Alí Ibrahim, representado por el Procurador de los Tribunales don Juan de la
Ossa Montes y asistido por el Letrado don Emilio E. Viudes de Carlos, y el Ministerio Fiscal. Ha
actuado como Ponente el Magistrado don Vicente Conde Martín de Hijas, quien expresa el
parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Juzgado de guardia el día 11 de septiembre de
2002, registrado en este Tribunal el día 13 siguiente, doña Teresa Puente Méndez, Procuradora
de los Tribunales, en nombre y representación de don Abdelkrim Bensmail, don Allekema
Lamari, don Sohbi Khaouni, don Bachir Belhakem y don Mohamed Amine Akli, interpuso recurso
de amparo contra las resoluciones judiciales a las que se ha hecho mención en el
encabezamiento de esta Sentencia.
2. En la demanda de amparo se formulan las alegaciones que a continuación
sucintamente se extractan:
a) Después de identificar las Sentencias recurridas, bajo la denunciada vulneración del
derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) se argumenta que el Juzgado Central
de Instrucción núm. 5 de la Audiencia Nacional autorizó unas intervenciones telefónicas en las
diligencias previas núm. 209/96,
en las que se investigaba a personas distintas de los recurrentes en amparo y que no guardaban
ninguna relación con ellos. Como ampliación de esas intervenciones se autorizaron las escuchas
de los teléfonos que han dado lugar al sumario núm. 9/97.
Pues bien, la motivación y fundamentación jurídica de la resolución judicial que autorizó
las intervenciones telefónicas de los demandantes de amparo nunca ha sido comunicada a las
partes, ni ha podido ser sometida a la debida contradicción procesal para cuestionar su
legalidad. Estas irregulares intervenciones telefónicas han sido el origen de todas las diligencias
que posteriormente se iniciaron y, por tanto, su nulidad ha de dar lugar a la de los actos que de
ellas han derivado.
Tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo hacen especial mención en sus
Sentencias a que las condenas no se basan en las escuchas telefónicas, a las que no les
confieren valor probatorio alguno, con lo que de forman implícita vienen a reconocer su nulidad.
Sin embargo no aceptan la naturaleza viciada del resto de las diligencias que de ellas derivan ni
reconocen la vulneración constitucional denunciada por las defensas. Se trata de una forma sutil
de eludir pronunciarse sobre la cuestión planteada, que en modo alguno satisface su dimensión
constitucional.
La declaración de inconstitucionalidad de las intervenciones telefónicas se ve además
agravada por el hecho de que tampoco se ha aplicado correctamente la legislación ordinaria, ya
que nunca se ha procedido a la audición de las cintas, no se han reproducido en el acto del juicio
oral, no han sido escuchadas y seleccionadas las transcripciones por el Secretario judicial y, en
definitiva, no se les ha dotado de la garantía para que pudieran constituir prueba inculpatoria en
la causa penal.
La nulidad de las escuchas debe llevar a la nulidad del resto de la instrucción de la
causa, ya que ésta se deriva exclusivamente de las referidas intervenciones telefónicas. Constan
en autos diversos informes de la Unidad Central de Información Exterior, pero lo cierto es que
dichos informes sólo sirven para justificar las intervenciones telefónicas.
b) Los demandantes de amparo estiman lesionado también su derecho a la presunción
de inocencia (art. 24.2 CE).
Después de reiterar la argumentación expuesta en relación con las intervenciones
telefónicas y su incidencia en el resto de la instrucción de la causa, se analiza en la demanda,
bajo la rúbrica «juicio sobre la suficiencia», si la prueba indiciaria tiene en este caso aptitud
suficiente para enervar la presunción de inocencia. En opinión de los recurrentes la prueba que
se ha tenido en cuenta para la condena no es suficiente para quebrar dicha presunción.
Respecto a las pruebas testificales, en concreto, las del Jefe de la Unidad de
Información Exterior y la del Coordinador de las actuaciones judiciales, así como las de diversos
policías nacionales, se aduce en la demanda que la declaración del Jefe de la Unidad de
Información Exterior en la sesión del juicio incurre en numerosas contradicciones con las de los
policías que intervinieron en los seguimientos. En cualquier caso la investigación comenzó como
consecuencia de informes remitidos por servicios de inteligencia extranjeros que no han podido
ser valorados por no constar en las actuaciones, si bien se refieren a la posibilidad no concreta y
abstracta de la presencia de argelinos indeterminados en España que pudieran formar células
pertenecientes al GIA. El testigo tan sólo pudo manifestar que había visto a los recurrentes en
amparo reunirse, entrar y salir de determinadas viviendas y en algunas ocasiones realizar
ejercicios físicos, que de forma tendenciosa y maniquea calificó como ejercicios paramilitares y el
resto de los policías que declararon como testigos describieron como ejercicios de gimnasia o
partidos de fútbol.
El funcionario del cuerpo nacional de policía núm. 18.358 declaró que en la casa de
campo de Picassent entraban y salían otras personas además de los recurrentes, y no hizo
referencia a ninguna clase de entrenamientos militares.
También otro policía que vigiló dicha casa de campo manifestó que los recurrentes tan sólo se
reunían y en ocasiones realizaban entrenamientos físicos consistentes en tablas de gimnasia sin
utilización de aparato alguno. Por su parte el policía núm. 23.599 declaró que intervino en
muchas de las vigilancias a las que se sometía la casa de campo de Picassent, y que acudía
mucha gente a la misma, en ocasiones 10 ó 12 personas simultáneamente, y que la única
actividad deportiva que vio fue la de jugar partidos de fútbol.
El Inspector Jefe núm. 14.614, que actuó de instructor de las diligencias, reconoció que
no había recibido informaciones concretas de los servicios de inteligencia, sino que tan sólo era
un comentario general, y que don Allekema Lamari, don Bachir Belkahem, don Mohamed Amine
Akli y don Sohbi Kaouni eran desconocidos en lo que él denominó «ambiente extremista
islámico».
Mención especial merece la testifical de la propietaria de la casa de campo de Picassent,
que el Tribunal Supremo de forma arbitraria califica de irrelevante, pues la testigo reconoció que
se trataba de una casa sin puerta con cerradura que limitase la entrada, sin valla de ninguna
clase y sin energía eléctrica, que había sido cedida a Caritas Parroquial para que fuera utilizada
por cualquier persona.
Junto con las pruebas testificales analizadas la condena se basa también en la pericial
de las armas y en el informe elaborado con base en datos facilitados por servicios de
inteligencia. Pues bien, para los demandantes de amparo la suficiencia de esta prueba es
discutible. El informe de inteligencia dice
textualmente que «a través de unos servicios amigos se tuvo conocimiento de elementos
supuestamente integristas argelinos, alguno de los cuales podían haberse desplazado a nuestro
país, con la finalidad de contactar y organizar una infraestructura del GIA». Se trata de una
información general e incompleta, que además nunca ha sido objeto de mayor especificación, tal
y como manifestó el inspector jefe núm. 14.614. Con este tipo de información incorporada a
autos cualquier argelino residente en España podría ser considerado como sospechoso. Si a ello
se une que practique la religión musulmana de forma estricta y asista al culto religioso en la
mezquita nos encontramos con el perfil ideal de sospechoso. Naturalmente estas circunstancias
personales no son suficientes a la hora de incriminar a estas personas por la comisión de un
delito de terrorismo.
También es insuficiente la prueba pericial balística en la que se pretende fundar la
condena por delito de tenencia ilícita de armas con fines terroristas. Esa prueba pericial
determina que las armas encontradas no son tales, sino que se trata de armas diseñadas para
disparar cartuchos de fogueo o de gas. La aleación de metal con que están fabricadas es
calamina y resulta incapaz de soportar la presión a que se somete el metal cuando se dispara un
cartucho de fuego real. Sin embargo las armas encontradas estaban manipuladas de tal forma
que admitían en teoría la utilización de munición con bala, si bien, dadas las características del
cañón, de ánima lisa en lugar de rayada como la de las auténticas armas, le dotan de una gran
imprecisión, lo que, unido a la debilidad del metal con que están fabricadas, impide su uso
prolongado. De hecho los peritos manifestaron en el juicio oral que tal vez se pudieran disparar
una vez, y que con toda probabilidad las armas reventarían al segundo disparo. En este sentido
la pregunta del Ponente de si eran susceptibles de producir la muerte de una persona resulta
obvia, ya que, naturalmente, en el caso de que se pudiera producir un disparo a corta distancia y
se acertara, la víctima podría morir si le afectase a algún órgano vital, pero esta circunstancia no
implica que se puedan calificar los artilugios intervenidos como armas de fuego, dado que esa
peligrosidad también la pueden tener otros elementos o utensilios, sin que por ello su tenencia
sea constitutiva de delito.
No puede olvidarse que se condena a los recurrentes en amparo con el tipo
subagravado de «con fines terroristas». Resulta obvio que, aun considerando como armas de
fuego los elementos intervenidos, difícilmente pueden ser utilizados a efectos terroristas, pues su
empleo limitado a un solo disparo, el riesgo para su usuario, la falta de precisión y el lamentable
estado de conservación en el que se hallaron no parecen formar parte de los arsenales utilizados
por los grupos terroristas, por lo que en cualquier caso la agravación de la pena que ello supone
no puede ser admitida desde la dimensión constitucional ahora considerada.
También resulta importante el hecho de dónde fueron encontradas las armas, cuya
tenencia se imputa a los recurrentes en amparo. La pistola y el revólver de fogueo manipulados
se encontraron en una bota que estaba debajo de un mueble en la casa de campo de Picassent.
Es relevante el hecho de que esa casa careciera de puerta de entrada con llave, de valla, que
estuviera cedida a Caritas Parroquial por su propietaria y que en ella entraran y salieran
constantemente inmigrantes que se dedicaban a los trabajos agrícolas. Los policías que
participaron en la vigilancia declararon que al menos entraban y salían más de veinte personas,
y no existe prueba de que se viera a ninguno de los recurrentes en amparo en posesión de las
armas intervenidas. No consta tampoco que se hubieran obtenido huellas digitales de las
mismas, ni que se hubieran encontrado en los domicilios particulares de los demandantes de
amparo, por lo que es manifiesta la insuficiencia de prueba para romper la presunción de
inocencia en relación con el delito de tenencia ilícita de armas.
Por último, las Sentencias recurridas hacen referencia a los objetos encontrados en los
registros domiciliarios, específicamente a los vídeos y revistas de carácter islámico, como la
denominada «Al Ansar», que supuestamente es el órgano de expresión del GIA.
Ha de destacarse que en ningún caso los ejemplares de los vídeos o los boletines
incautados estaban repetidos, sino que eran unidades diferentes, lo que excluye cualquier
elemento de proselitismo o difusión de la ideología que en ellos se contiene. No resulta
significativa la posesión de estos boletines o vídeos, ya que circulan libremente en todas las
mezquitas de España y se pueden adquirir sin ningún problema y sin tener vinculación con
ningún grupo. Se reprocha en la Sentencia que no se ha desplegado ningún elemento probatorio
para acreditar esta libre difusión, lo que supone una inaceptable inversión de la carga de la
prueba, pues lo que no consta suficientemente acreditado es que la posesión de estos boletines
o vídeos suponga sin más la pertenencia a una banda armada, ni siquiera que sea indicio de esa
pertenencia. Los documentos encontrados en poder de los condenados quizás pudieran haber
dado lugar en algún supuesto concreto a la incoación de diligencias por un delito común de
falsificación de documentos, pero la extrapolación que se hace al elemento terrorista es una
aplicación extensiva contraria a la praxis de la interpretación de la ley en el procedimiento penal.
No consta en ningún informe pericial, pese a los largos seguimientos a que han sido
sometidos los recurrentes en amparo, que alguno de ellos haya tenido relación física o telefónica
con algún miembro reconocido del GIA o de otro grupo terrorista islámico. El conjunto de las
pruebas practicadas es insuficiente para justificar las condenas impuestas.
Sobre la motivación de la condena de los recurrentes en amparo se afirma en la
demanda, en relación en primer lugar con don Bachir Belhakem, que en la Sentencia se dice que
era el arrendatario de la vivienda de la calle San Pedro Mártir, núm. 5 de Torrente (Valencia), y
que en ella se encontraron documentos, útiles para la falsificación, ordenadores, televisiones y
agendas electrónicas, así como cierta documentación a nombre de don Allekema Lamari. De
estas intervenciones deduce el Tribunal la pertenencia a la organización terrorista, lo que no es
un razonamiento lógico, ni considerado de forma autónoma, ni en relación con los indicios que
afectan al resto de los condenados. Lo mismo ocurre con don Abdelkrim Bensmail, ya que se
llega a su condena con base en la declaración del Sr. Amonedo Marcala referida a la ausencia
de actividad laboral. Hecho que puede ser debido a muchas cosas, que podría abarcar desde
poseer rentas suficientes a la comisión de delitos comunes contra la propiedad, pero la inferencia
que del mismo se deduce, su pertenencia a una organización terrorista, carece de toda lógica.
El argumento de la inferencia contra don Sohbi Khaouni y don Mohamed Amine Akli es
igualmente ilógico e insuficiente, ya que se basa en la localización del vehículo Mercedes
sustraído que conducía don Abdelkrim Bensmail. Y lo mismo ocurre con don Allekema Lamari.
Aun aceptando la relación entre todos los condenados, nunca se les ha visto reunirse, ni
contactar con ningún miembro conocido del GIA o de otro grupo terrorista, ni tampoco realizar
actividad alguna que pueda ser interpretada en puridad como propia de este tipo de
organizaciones. Los indicios derivados de los registros domiciliarios pueden serlo de delitos
comunes, pero el elemento terrorista no es posible inferirlo en modo alguno de lo obrante en
autos.
c) En la demanda se invoca también la vulneración del derecho a la libertad y a la
seguridad (art. 17 CE) en relación con la situación específica de don Allekema Lamari y don
Abdelkrim Bensmail, por haber estado en prisión preventiva por un período superior a los cuatro
años que establece la Ley de enjuiciamiento criminal (LECrim).
Concluye el escrito de demanda suplicando del Tribunal Constitucional que, tras los
trámites pertinentes, dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado y se declare la
nulidad de las Sentencias recurridas, la suspensión de cuya ejecución se interesa de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC.
3. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 19 de septiembre de 2002, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.5
LOTC, se concedió un plazo de diez días a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente
Méndez para que presentara las escrituras de poder original que acreditasen la representación
que dice ostentar de los recurrentes en amparo. Por nueva diligencia de ordenación de la
Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional, de 10 de octubre de 2002, se le
concedió un nuevo y último plazo de diez días.
4. Por providencia de la Sección Tercera del Tribunal Constitucional, de 5 de mayo de
2003, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, se acordó conceder a la parte
recurrente y al Ministerio Fiscal el plazo común de diez días para que formulasen, con las
aportaciones documentales que procedieran, las alegaciones que tuviesen por conveniente en
relación con la posible carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda de amparo
[art. 50.1 c) LOTC], debiendo la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez
acreditar, mediante escritura de poder, en el mismo plazo la representación que dice ostentar
respecto de los recurrentes don Allekema Lamari y don Sohbi Khaouni.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, por providencia de 27 de mayo de 2004, acordó admitir a trámite la demanda y,
de conformidad con lo dispuesto en el art. 51 LOTC, habiéndose interesado en el recurso de
amparo seguido en la Sala Primera de este Tribunal con el núm. 5134-2002 testimonio de las
actuaciones correspondientes al recurso de casación núm. 696-2001 y al rollo de Sala núm.
78/97, dirigir atenta comunicación a la Sección Tercera de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional, a fin de que, en plazo que no excediera de diez días, emplazase a quienes hubieran
sido parte en el procedimiento, a excepción de los demandantes de amparo, para que si lo
deseasen pudieran comparecer en el plazo de diez días en el recurso de amparo. Dicho acuerdo
quedó condicionado respecto de don Allekema Lamari y don Sohbi Khaouni a que la
Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez acreditase en el plazo de diez días
la representación que dice ostentar de los mismos con poder notarial.
5. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 27 de mayo de 2004,
acordó formar la oportuna pieza para la tramitación del incidente de suspensión y, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC, conceder un plazo común de tres días a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que alegasen lo que estimaran pertinente sobre dicha
suspensión.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala por ATC 334/2004, de 13 de
septiembre, acordó denegar la suspensión solicitada.
6. Por providencia de la Sala Segunda del Tribunal Constitucional, de 1 de julio de 2004,
se acordó tener por decaídos en su derecho a don Allekema Lamari y a don Sohbi Khaouni.
7. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 13 de enero de 2005, se acordó tener por comparecidos y parte en el
procedimiento al Procurador de los Tribunales don Juan de la Ossa Montes, en nombre y
representación de don Alí Ibrahim, y a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente
Méndez, en nombre y representación de don Noureddine Salim Abdoumalou; dar vista de las
actuaciones recibidas a las partes personadas y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte
días, dentro del cual pudieron presentar las alegaciones que estimaron pertinentes, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 52.1 LOTC; y, en fin, conceder a las partes personadas y
al Ministerio Fiscal un plazo de diez días, a fin de que, de acuerdo con el art. 83 LOTC,
formulasen las alegaciones que estimasen pertinentes sobre la acumulación del presente
recurso de amparo al tramitado por la Sala Primera del Tribunal Constitucional con el núm. 5134-
2002.
8. Evacuado el trámite de alegaciones conferido sobre la acumulación solicitada, la Sala
Primera del Tribunal Constitucional por ATC 231/2005, de 6 de junio, denegó la acumulación de
los recursos de amparo núms. 5134-2002 y 5173-2002.
9. La representación procesal de don Alí Ibrahim evacuó el trámite de alegaciones del
art. 52.1 LOTC mediante escrito registrado en fecha 14 de febrero de 2005, que, en lo sustancial,
a continuación se extracta:
a) En relación con la denunciada vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE) sostiene que nunca ha sido comunicada a las partes la resolución
judicial que autorizó las intervenciones de los teléfonos de los recurrentes en amparo y que estas
irregulares intervenciones telefónicas son el origen de todas las diligencias posteriores, cuya
nulidad debe declararse por derivar de aquellas intervenciones.
b) Por lo que respecta a la alegada lesión del derecho a la presunción de inocencia (art.
24.2 CE), considera que la prueba que se ha tenido en cuenta para fundar la condena no es
suficiente para enervar aquella presunción.
c) Y, en fin, por lo que se refiere a don Alí Ibrahim, se argumenta que, a pesar de que su
juicio se ha celebrado con posterioridad en la Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia
Nacional núm. 26/2003, de 7 de julio, ha sido condenado, entre otros delitos, por un delito de
receptación cuando el resto de los acusados han sido absueltos de este delito por falta de
pruebas. De la Sentencia se extrae la conclusión de que don Alí Ibrahim, al igual que don Bachir
Belhakem y el resto de los condenados, conocían la procedencia y finalidad de los efectos
porque conformaban el mismo grupo a que se refiere la Sentencia de 26 de junio de 2001,
siendo el cometido de don Alí Ibrahim sustraer bienes para la financiación de dicho grupo. En
relación con esos mismos bienes ha sido condenado por un delito de robo y otro de receptación,
lo que conculca el principio del non bis in idem, de forma que, si se le condena por robo, no es
posible hacerlo por receptación, la que, por otro lado, ha carecido de la más elemental prueba,
no existiendo siquiera indicios de su participación en dicho delito. Concluye su escrito
suplicando que se otorgue el amparo solicitado por los demandantes y se declare la nulidad de
las Sentencias por ellos recurridas.
10. La representación procesal de los recurrentes evacuó el trámite de alegaciones del
art. 52.1 LOTC mediante escrito registrado en fecha 14 de febrero de 2005, en el que se ratificó
en todos los extremos de la demanda de amparo.
11. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones del art. 52.1 LOTC mediante
escrito registrado en fecha 15 de febrero de 2005, en el que, con base en la argumentación que
a continuación se extracta, interesó la desestimación de la demanda de amparo.
a) En relación con la denunciada vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE) argumenta que la queja de los recurrentes en amparo se quiere
situar en la inicial intervención de una serie de comunicaciones telefónicas, con la que se
pretende establecer una obligada vinculación con los elementos que justifican su incriminación,
como si de aquella intervención se derivaran directamente éstos, para concluir que su origen
ilícito o irregular debe alcanzar también a dichos resultados probatorios.
Planteada en este caso la dependencia o independencia de determinada actividad
probatoria respecto a las intervenciones telefónicas, el Ministerio Fiscal entiende que éstas
últimas ni siquiera han llegado a ser valoradas por el Tribunal, pues al advertir su irregularidad no
las ha tomado en cuenta, resultando inexistente la vinculación entre tales pruebas y las que
emplea la Sala para justificar su condena. En consecuencia, como quiera que desde la
perspectiva natural las pruebas de que se trata no guardan relación alguna con el hecho
constitutivo de la vulneración del derecho fundamental sustantivo, es decir, tienen una causa real
diferente y totalmente ajena al mismo, su validez y consiguiente posibilidad de valoración a
efectos de enervar la presunción de inocencia es desde esta perspectiva indiscutible. En verdad
la alegada vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones quiere desconocer la
realidad del fallo judicial, en el que expresamente se razona que tales pruebas y las de ellas
derivan no se valoraron por la Sala, precisamente por estimar que se obtuvieron de manera
irregular, por lo que para formar su convicción acerca de los delitos por los que se les condena a
los recurrentes en amparo se acude a otras pruebas, en particular al testimonio de los demás
coimputados, la estifical y la pericial balística, revelándose la existencia de vigilancias y
seguimientos en el curso de la investigación policial.
Pues bien, si aquellas pruebas no se han llegado a valorar por el Tribunal, difícilmente
puede impetrarse el amparo ante una causa inexistente. Desde luego no resulta admisible la
alegación de los actores relativa a la intrínseca dependencia entre las conversaciones telefónicas
y las restantes pruebas, puesto que, no sólo se trata de una afirmación apodíctica que no se
apoya en dato alguno, no mencionándose en la demanda una sola prueba que se halle en dicha
situación, sino que además el Tribunal se encarga de contradecir el referido alegato, al justificar
en sus fundamentos jurídicos las razones que le llevan a la convicción de la coautoría de los
penados, señalando que la conjunta participación se deriva, no sólo de las conclusiones de una
sostenida labor policial de seguimientos a los distintos implicados, ratificados en el plenario
mediante la prueba testifical, sino también de las propias manifestaciones de los coimputados,
así como de la inverosimilitud de determinadas afirmaciones realizadas en el juicio oral, y que
sometidas a la contradicción de las partes, hacen ver las patentes divergencias de sus
respectivos relatos, cuya explicación, a juicio razonado de la Sala, no resulta en modo alguno
convincente.
b) Por lo que se refiere a la denunciada vulneración del derecho a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE) el Ministerio Fiscal pone de manifiesto que, tanto a la Sentencia de la
Audiencia Nacional, al analizar pormenorizadamente la prueba practicada, como a la del Tribunal
Supremo al revisar las inferencias de la Sentencia recurrida, no cabe reprocharles lesión alguna
del derecho fundamental invocado, ya que su fundamentación es suficientemente razonada,
motivada y razonable, pudiendo afirmarse por el contrario que lo que en la demanda de amparo
se pretende es revisar todo el material probatorio recogido en la causa penal, lo que, desde
luego, no corresponde hacer a este Tribunal Constitucional (STC 11/1995). La valoración que los
órganos judiciales han hecho de la prueba practicada se halla debidamente motivada,
expresando las resoluciones judiciales recurridas las razones que permiten conocer cuáles han
sido los criterios jurídicos esenciales fundamentadores de la decisión, determinando así que las
pruebas valoradas tengan entidad suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia.
De otra parte, basándose la condena en prueba indiciaria, ha de señalarse que tanto la
Sentencia del Tribunal Supremo como la de la Audiencia Nacional relacionan con detalle y de
modo exhaustivo los medios de prueba que han tenido en cuenta para deducir la autoría de los
actores, exponiendo ampliamente el contenido de la prueba testifical y pericial, así como el
examen de los propios acusados, analizando el Tribunal Supremo las inferencias efectuadas por
la Audiencia Nacional para reafirmar las deducciones realizadas por ésta. En definitiva, tanto la
Audiencia Nacional como el Tribunal Supremo, mediante un análisis completo y riguroso de la
prueba, deducen la participación en calidad de coautores de los demandantes de amparo,
respetando escrupulosamente los requerimientos constitucionales afectantes, no sólo a la
genérica labor de valoración de la prueba, sino también a la denominada prueba indiciaria,
partiendo para ello de hechos plenamente probados y anudando a éstos deducciones lógicas,
que no son en modo alguno excesivamente abiertas, ni permiten muchas otras conclusiones
diferentes, constituyendo pruebas válidas para fundar la condena y desvirtuar la presunción de
inocencia.
c) Por lo que respecta a la supuesta lesión del derecho a la libertad (art. 17 CE), por
exceso del plazo de prisión provisional que habrían sufrido don Allekema Lamari y don Abdelkrim
Bensmail, el Ministerio Fiscal alega el extemporáneo planteamiento de esta queja, ya que no
consta que se hubiera recurrido en amparo en su momento contra las resoluciones judiciales que
hubieran acordado la prórroga de la prisión provisional y la confirmación de esta medida (art.
44.2 LOTC).
12. Mediante escrito registrado en fecha 29 de marzo de 2005, la Procuradora de los
Tribunales doña Teresa Puente Méndez manifiesta que ella y el Letrado don Vicente Ibor Asensi
renuncian a la representación procesal y defensa, respectivamente, de don Abdelkrim Bensamil,
don Bachir Belhakem, don Mohamed Amine Akli y don Sohbi Khaouni.
Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 6 de abril de 2005, se acordó unir a las actuaciones el anterior escrito y, visto
su contenido, con carácter previo y respecto a su renuncia, conceder a la Procuradora de los
Tribunales doña Teresa Puente Méndez un plazo de diez días para que acreditase que había
dado cumplimiento a lo dispuesto en el art. 30.1, apartado 2, de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de
enjuiciamiento civil, poniendo en su conocimiento que no podía abandonar la representación de
sus poderdantes en tanto no acreditase en los autos la renuncia y se le tuviera por renunciante.
13. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 20 de junio de 2005,
acordó reiterar a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez que no había
lugar a tener por abandonada su representación en este proceso, en el que debería continuar
hasta que sus representados procediesen a la designación de otro representante en el plazo de
diez días desde la puesta en su conocimiento de la renuncia o una vez transcurrido dicho plazo.
14. Por escrito de fecha 6 de julio de 2005, el recurrente don Bachir Belhakem solicitó la
designación de Abogado y Procurador del turno de oficio en el presente proceso de amparo.
15. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 20 de diciembre de
2005, acordó tener por cesada a la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez
en la representación de don Mohamed Amine Akli y don Bachir Belhakem, teniéndose por
decaído en su derecho al primero, continuando la tramitación del recurso sin su intervención, y
dirigir atenta comunicación al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, a fin de que, de
conformidad con lo dispuesto en la Ley 1/1996, de 10 de enero, de asistencia jurídica a gratuita,
y en el Acuerdo del Pleno de este Tribunal de 18 de junio de 1996, sobre asistencia jurídica
gratuita en los procesos de amparo constitucional, se designase, si así procediera, Abogado y
Procurador del turno de oficio que defendiese y representara respectivamente al recurrente en
amparo don Bachir Belhakem.
Por diligencia de ordenación del Secretario de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 31 de enero de 2006, se tuvo por decaído en su derecho a don Abdelkrim
Bensmail, al haber transcurrido el plazo concedido sin que se hubiera personado o hubiera
solicitado la designación de Abogado y Procurador del turno de oficio, y por decaída a la
Procuradora de los Tribunales doña Teresa Puente Méndez en su representación, continuando
la tramitación del recurso sin su intervención; asimismo se tuvo por designados en virtud del
turno de oficio para la defensa y representación del recurrente don Bachir Belhakem al Letrado
don Francisco Jesús Grágera de Torres y a la Procuradora de los Tribunales doña Almudena Gil
Segura y, habiendo ya presentado las alegaciones del art. 52 LOTC, quedaron las actuaciones
pendientes de señalamiento.
16. Por providencia de 20 de abril de 2006, se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 24 de abril siguiente.
Fundamentos:
Fallo:
S.TC. 88/2006
Referencia número: 88/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 27/3/2006
Publicación BOE: 20060504 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: doña Elisa Pérez Vera
Número registro: 5616-2002/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Juan Carlos Ordóñez Fernández frente a las Sentencias de la Audiencia
Provincial y de un Juzgado de lo Penal de Madrid que le condenaron por delitos de lesiones y de
obstrucción a la justicia. Alegada vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva: recurso de
amparo extemporáneo desde la fecha de notificación a la abogada que representaba al
justiciable.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5616-2002, promovido por don Juan Carlos Ordóñez
Fernández, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Pilar Maldonado Félix y
asistido por el Letrado don José María Pedregal Gutiérrez, contra la Sentencia de la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid de 22 de mayo de 2002, por la que se confirmó en
apelación la Sentencia condenatoria dictada por el Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid con
fecha de 16 de julio de 2001 en procedimiento seguido por delitos de lesiones y de obstrucción a
la justicia. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Magistrada doña Elisa Pérez
Vera, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal con fecha de 2 de octubre de 2002, la
Procuradora de los Tribunales doña Pilar Maldonado Félix, en nombre y representación de don
Juan Carlos Ordóñez Fernández, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones
mencionadas en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. La demanda de amparo se basa sustancialmente en los siguientes hechos:
a) Con fecha de 16 de julio de 2001, el Juzgado de lo Penal núm. 9 de los de Madrid
dictó una Sentencia en la que condenaba al demandante de amparo, como autor responsable de
un delito de lesiones y de otro delito de obstrucción a la justicia, a dos penas de un año de
prisión, con la accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el
tiempo de la condena, así como a indemnizar a la víctima de las lesiones en la cantidad de
800.000 pesetas y al pago de las costas procesales.
b) Presentado recurso de apelación contra la anterior resolución, fue desestimado por
Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid de 22 de mayo de 2002,
notificada a la Letrada que había presentado dicho recurso sin ostentar la representación del
actor el día 4 de junio de ese mismo año.
3. Se aduce en la demanda que las resoluciones recurridas han vulnerado los derechos
del demandante de amparo a la tutela judicial efectiva sin indefensión y a no ser enjuiciado dos
veces por los mismos hechos (non bis in idem), respectivamente reconocidos en los arts. 24.1 y
25.1 CE.
En apoyo de la primera de dichas pretendidas vulneraciones, se argumenta que, siendo
preceptiva la representación del acusado por medio de Procurador tanto en el acto del juicio oral
seguido en instancia por los trámites del procedimiento abreviado como en la presentación de
ulteriores recursos contra la resolución dictada en dicha sede, y habiendo designado
efectivamente el hoy demandante de amparo en fase de instrucción ante el Juzgado de
Valdemoro a un Procurador para que le representase en el acto del juicio oral, de conformidad
con lo previsto en el art. 788.3 LECrim, la remisión de la causa para enjuiciamiento a los
Juzgados de Madrid le dejó sin dicha representación dado que el Procurador designado no
estaba habilitado para ejercer ante los mismos. El Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid estaba,
en consecuencia, obligado a velar por que el actor estuviera debidamente representado, lo que
no hizo dando lugar a que compareciera a juicio oral sin la preceptiva asistencia de Procurador.
Denunciada esta falta de representación en sede de apelación, el recurso se sustanció, pese a
ello, también sin la preceptiva asistencia de Procurador, lo que así se hacía constar en el escrito
de recurso, pese a lo cual la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid no entró a
considerar esta cuestión sino, directamente, el fondo del asunto.
En cuanto a la alegada infracción del principio non bis in idem, se afirma, por lo que se
refiere al delito de obstrucción a la justicia, que por ese mismo hecho se incoaron diligencias
previas ante el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro a raíz de una nueva denuncia
presentada por el mismo denunciante que actuó como tal en el procedimiento penal que está en
el origen del presente recurso de amparo. La instrucción de esa nueva denuncia se habría
hecho, según se dice, por completo a espaldas del demandante de amparo, no habiéndose
tenido conocimiento hasta fecha muy reciente de que la Sección Decimosexta de la Audiencia
Provincial de Madrid había dictado al respecto Sentencia absolutoria de fecha 24 de noviembre
de 1998, confirmando la también absolutoria dictada por el Juzgado de Instrucción núm. 2 de
Valdemoro. De manera que el recurrente habría sido juzgado y condenado por un hecho del que
ya había resultado absuelto por Sentencia firme.
Respecto de la falta de alegación de este hecho en el momento procesal oportuno, se
esgrime el desamparo en que se habría encontrado el actor a lo largo de todo el procedimiento
seguido primero ante el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro y más tarde ante la
Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial de Madrid, ya que no se le habría notificado
personalmente la citación a juicio de faltas (se citó a juicio a persona distinta del recurrente), ni la
interposición por el denunciante de recurso de apelación contra la Sentencia absolutoria recaída
en instancia (se notificó a persona distinta del recurrente), ni, finalmente, la Sentencia dictada por
el órgano judicial de apelación.
4. Por providencia de 11 de noviembre de 2004, la Sala Segunda de este Tribunal
acordó admitir a trámite la presente demanda de amparo así como, de conformidad con lo
dispuesto en el art. 51 de su Ley Orgánica, dirigir atenta comunicación a los órganos judiciales
de instancia y de apelación para que en un plazo no superior a diez días remitieran testimonio
del conjunto de las actuaciones practicadas ante ellos, interesando al propio tiempo al Juzgado
de lo Penal núm.
9 de Madrid para que, en ese mismo plazo, procediera al emplazamiento de quienes, a
excepción del demandante de amparo, hubiesen sido parte en el procedimiento a fin de que
pudieran comparecer en el recurso de amparo si ese fuera su deseo.
5. Una vez recibidas las actuaciones solicitadas, por diligencia de ordenación del
Secretario de Justicia de la Sala Segunda de 14 de junio de 2005 se acordó dar vista de las
mismas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que, en un plazo común de veinte días,
formularan cuantas alegaciones estimasen pertinentes. Por escrito de fecha 1 de julio de 2005, el
Ministerio Fiscal manifestó que, para poder valorar de manera completa la pretensión de amparo
en relación con la infracción del principio non bis in idem, resultaba necesario establecer con
exactitud el conocimiento que el demandante de amparo pudo tener de las actuaciones
practicadas en el juicio de faltas celebrado ante el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro,
así como de las relativas al recurso de apelación interpuesto por la parte denunciante contra la
Sentencia absolutoria dictada en dicho procedimiento en instancia, razón por la que solicitaba
que se recabara la remisión completa de dichas actuaciones. Solicitadas las mismas por
providencia de la Sala Segunda de fecha 12 de julio de 2005 con suspensión del plazo para
formular las alegaciones, se tuvieron por recibidas por diligencia de ordenación del Secretario de
Justicia de dicha Sala de 15 de diciembre de 2005 en la que se acordaba dar de nuevo al
demandante de amparo y al Ministerio Fiscal un plazo común de veinte días para que en dicho
término presentasen sus alegaciones.
6. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite por medio de escrito de fecha 16 de enero de
2006 en el que, en primer término, interesa la desestimación del amparo solicitado por estimar
que la demanda ha sido presentada en forma extemporánea, y subsidiariamente, de no
apreciarse la indicada causa de inadmisión, propone la concesión del amparo por vulneración del
derecho del actor a un proceso con todas las garantías.
Respecto de su conclusión acerca de la extemporaneidad de la demanda de amparo,
señala el Ministerio Fiscal que la Sentencia de instancia fue notificada en su día a doña Angelina
Abad Herraiz, persona autorizada por la defensa del actor para recibir dicha notificación, siendo
esa misma persona quien encabezó y firmó el recurso de apelación presentado contra la citada
resolución y quien, posteriormente, recibiría notificación, con fecha de 4 de junio de 2002, de la
Sentencia dictada en apelación por la Audiencia Provincial, intentando entonces contra la misma
un recurso de casación cuya preparación le fue denegada por la Sala por Auto de 12 de julio de
2002. De manera que, en su opinión, esta última Sentencia habría sido notificada "a quien fue
tenida por representante del demandante de amparo", gozando dicho acto procesal de
notificación de efectividad. Por lo demás, la pretendida notificación al actor con fecha de 9 de
septiembre de 2002 no sólo no aparecería acreditada en autos, sino que, de partirse de esta
última fecha, la demanda de amparo resultaría asimismo extemporánea toda vez que el plazo
hábil para interponer recurso de amparo en tal caso habría expirado el día 4 de octubre de 2002,
esto es, un día antes de la presentación de la demanda de amparo.
Reconoce el Ministerio Fiscal que la Sentencia de apelación fue notificada a quien no
ostentaba la representación del recurrente en el proceso, pero pese a ello concluye que tan
defectuosa notificación no le habría supuesto perjuicio alguno al no poderse derivar de ella
indefensión de ninguna clase ya que, con independencia de que la persona que la recibió había
acreditado estar autorizada para ello por el Abogado defensor designado por el demandante de
amparo, consta en autos que, al recibir dicha notificación, ejercitó actos en su nombre, como el
de preparar contra dicha Sentencia un recurso de casación que, por ser manifiestamente
improcedente, habría determinado ya por sí mismo un alargamiento artificial del plazo para
recurrir en amparo y la consiguiente extemporaneidad de toda demanda que pudiera ser
presentada ante este Tribunal salvo que ello se hiciera, como a su juicio así ha sido el caso,
pretendiendo manipular la fecha de notificación de la indicada resolución. En cuanto a la
indefensión que pudiera haberle provocado la improcedencia de la actuación de la persona
indebidamente notificada, no sería atribuible a los órganos judiciales sino a la impericia de
quienes asumieron su defensa técnica tras haber sido designados libremente por el recurrente a
tal efecto. Tampoco tiene virtualidad, en opinión del Ministerio Fiscal, para prorrogar el plazo de
interposición del presente recurso de amparo la inexistencia de Procurador a lo largo de todo el
procedimiento dado que, desde su punto de vista, ninguna vulneración de derechos
fundamentales cabe anudar a la misma.
Por lo demás, considera el Ministerio Fiscal constitutiva de deslealtad procesal la actitud
de la representación del actor, por lo que solicita a este Tribunal la imposición al recurrente de
las costas del presente recurso y de una sanción por importe de 500 euros, todo ello de
conformidad con lo establecido en el art. 95.2 y 3 de su Ley Orgánica. A su juicio, para justificar
que el recurso de amparo se ha interpuesto dentro del plazo legalmente establecido, dicha
representación procesal ha llevado a cabo toda una serie de manipulaciones dirigidas a
conseguir que el órgano judicial de apelación acreditara que la Sentencia dictada por la Sección
Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid con fecha de 22 de mayo de 2004 fue notificada
por vez primera al demandante de amparo en el curso de su comparecencia personal ante la
Secretaria de dicho órgano judicial, supuestamente acaecida el día 9 de septiembre de 2004.
Pese a los esfuerzos desarrollados en el indicado sentido no habría conseguido obtener, sin
embargo, la acreditación que perseguía sino la de que la mencionada resolución había sido
notificada a doña María —ngeles Germán Montalvo, de la que se afirmaba que era la defensora
del actor, persona cuya identidad no resulta de las actuaciones pues a quien en verdad fue
notificada, con fecha de 4 de junio de 2004, fue a doña Angelina Abad Herraiz. Según el
Ministerio Fiscal, esa falta de acreditación habría motivado una posterior actuación fraudulenta
consistente en hacer comparecer al recurrente ante la mencionada Secretaria del órgano judicial
de apelación con fecha de 7 de noviembre de 2004 para, de esta suerte, lograr -sin conseguirlo-
que se le acreditara haber comparecido anteriormente ante esa misma Secretaría con fecha de 9
de septiembre de 2004, momento en el que pretende que le fue notificada la Sentencia dictada
en apelación.
Para el caso de que la demanda de amparo no fuera considerada extemporánea,
entiende el Ministerio Fiscal que no cabe considerar vulnerado el derecho del actor a la tutela
judicial efectiva por no haber sido representado por un Procurador a lo largo de todo el
procedimiento, pues si bien ello constituye una evidente irregularidad procesal, no puede
apreciarse que le haya ocasionado indefensión alguna dado que ni de ello se quejó en la
demanda de amparo, ni tal ausencia representó un obstáculo para que su Abogado defensor
propusiera en el acto del juicio oral cuantas pruebas estimó pertinentes, no constando que
formulara protesta alguna en relación con el referido extremo. La ausencia de Procurador
tampoco impidió que se le notificara la Sentencia de instancia, personalmente y a través de una
persona autorizada por dicho Abogado para recibir dicha notificación, ni que por esta última se
formulara recurso de apelación que, pese a su anómala presentación por quien no figuraba en el
procedimiento como designada para asumir la defensa del recurrente, fue admitido a trámite y
resuelto por el órgano judicial, por lo que tampoco la ausencia de Procurador le habría
ocasionado indefensión alguna en la segunda instancia.
La única consecuencia gravosa de esa falta de representación procesal habría sido,
según reconoce el Ministerio Fiscal, la preparación de un recurso de casación manifiestamente
improcedente, al haber determinado tal actuación la extemporaneidad de la presente demanda
de amparo, pero tal consecuencia no sería imputable a los órganos judiciales sino a la impericia
o al exceso de celo de la Abogada en cuestión. Por lo demás, a su juicio resulta dudosa la
existencia de un incumplimiento por parte del Juzgado de su obligación de requerir al
demandante de amparo para que designara un nuevo Procurador -a la vista de que el que había
designado no estaba habilitado para actuar ante los Juzgados de Madrid- o solicitara que se le
nombrase de oficio, ya que no aparece acreditado que el actor haya actuado a este respecto con
la debida diligencia toda vez que ni advirtió al Juzgado de tal falta de habilitación, ni emprendió
actuación alguna dirigida a evitar que el proceso continuara desarrollándose sin la preceptiva
intervención de dicho representante puesto que su Abogado defensor, conocedor de tal
situación, no sólo la habría consentido sino que habría autorizado a una Abogada para que
ejerciera dichas funciones de representación.
Distinta es, por el contrario, la conclusión del Ministerio Fiscal respecto de la segunda de
las vulneraciones de derechos fundamentales invocadas en la demanda, relativa a la infracción
del principio non bis in idem, que estima efectivamente producida en su vertiente procesal por
haber sido sometido el actor a dos distintos procedimientos por razón de la comisión de un
mismo hecho.
Tras recordar la doctrina sentada por este Tribunal en relación con dicho principio (con
cita expresa de las SSTC 2/1981 y 2/2003), considera el Ministerio Fiscal que ese doble
enjuiciamiento prohibido no vulnera el derecho a la legalidad penal reconocido en el art. 25.1 CE,
reservado para evitar la duplicidad de sanciones, sino el derecho a la tutela judicial efectiva o el
derecho a un proceso con todas las garantías, ya que de dicha duplicidad podrían derivarse
pronunciamientos judiciales contradictorios frente a un mismo hecho. Precisamente esta
situación es la que se ha producido en el presente caso ya que el denunciante formuló dos
distintas denuncias por unas mismas supuestas amenazas que dieron lugar, de una parte, al
enjuiciamiento y condena de las mismas por el Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid junto con
unas lesiones denunciadas por esa misma persona y, por otra parte, a un juicio de faltas
celebrado ante el Juzgado de Instrucción núm. 1 de Valdemoro que culminó con Sentencia
absolutoria por falta de prueba suficiente, resolución que, recurrida en apelación por el
denunciante, fue confirmada por Sentencia de la Sección Decimosexta de la Audiencia Provincial
de Madrid. Tal contradicción de las resoluciones judiciales habría vulnerado el derecho del actor
a un proceso con todas las garantías, debiendo en consecuencia anularse las Sentencias del
Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid y de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial a fin
de restablecer al demandante en el disfrute del derecho fundamental vulnerado.
Puede sin embargo pensarse -argumenta el Ministerio Fiscal- que tampoco en este caso
actuó el recurrente con la debida diligencia al no haber advertido en el curso del procedimiento
abreviado celebrado ante el Juzgado de lo Penal núm. 9 de Madrid de la existencia de ese otro
procedimiento con el mismo objeto. No obstante, concluye que en esta ocasión hay que otorgar
mayor relevancia a la falta de diligencia del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Valdemoro ya que,
si bien consta que hizo esfuerzos por comunicar al Sr. Ordóñez la convocatoria a la vista del
juicio de faltas, lo cierto es que dicha convocatoria no le fue notificada personalmente, que no
concurrió al mismo y que, si bien le fue notificada personalmente la Sentencia absolutoria
recaída en instancia, no sucedió lo propio con el recurso de apelación presentado por la parte
contraria, del que se le dio traslado por diligencia entendida con su madre, sin que conste que le
fuera notificada la Sentencia dictada por la Audiencia en confirmación de la anterior.
7. La representación del recurrente, por su parte, se limitó a dar por reproducidas las
alegaciones ya formuladas en la demanda de amparo.
8. Por providencia de 23 de marzo de 2006 se acordó señalar para deliberación y fallo
de la presente Sentencia el día 27 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la autoridad que le confiere la
Constitución de la Nación Española,Ha decididoInadmitir el recurso de amparo interpuesto por
don Juan Carlos Ordóñez Fernández.
Publíquese esta Sentencia en el "Boletín Oficial del Estado".
Dada en Madrid, a veintisiete de marzo de dos mil seis.-Guillermo Jiménez Sánchez.-
Vicente Conde Martín de Hijas.-Elisa Pérez Vera.-Eugeni Gay Montalvo.-Ramón Rodríguez
Arribas.-Pascual Sala Sánchez.-Firmado y rubricado.
S.TC. 245/2007
Referencia número: 245/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 10/12/2007
Publicación BOE: 20071227 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 5904-2004 y 5905-2004 (acumulados)/
Recurso tipo: Recursos de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovidos por don Antonio Luis Morales Soto y otro frente a las Sentencias de la Sala de lo
Penal del Tribunal Supremo y de la Audiencia Provincial de Málaga que les condenaron por
delitos de detención ilegal y robo.Alegada vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva
y a la prueba y supuesta vulneración del derecho a la presunción de inocencia: condena penal
motivada y confirmada en recurso de casación penal sin necesidad de inmediación.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez
Tremps, Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En los recursos de amparo acumulados núms. 5904-2004 y 5905-2004, promovidos
respectivamente por don Pedro Javier y por don Antonio Luis Morales Soto, representados
ambos por la Procuradora de los Tribunales doña Susana Téllez Andrea y asistidos por el
Abogado don Manuel Barroso Fernández, contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo 931/2004, de 16 de julio, desestimatoria del recurso de casación contra la Sentencia de
la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga 139-2002, de 12 de diciembre,
condenatoria por delitos de detención ilegal y de robo con intimidación, y por falta de lesiones.
Cada uno de los recurrentes ha comparecido en el otro proceso de amparo. Ha intervenido el
Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia Casas Baamonde, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escritos registrados en este Tribunal el día 29 de septiembre de 2004, don
Pedro Javier Morales Soto y don Antonio Luis Morales Soto, representados ambos por la
Procuradora de los Tribunales doña Susana Téllez Andrea, interponen sendos recursos de
amparo (núms. 5904-2004 y 5905-2004) contra las Sentencias mencionadas en el
encabezamiento.
2. Los hechos relevantes para el examen de las pretensiones de amparo son,
sucintamente relatados, los siguientes:
a) El fallo de la Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga
139/2002, de 12 de diciembre, condena a cada uno de los acusados, ahora demandantes de
amparo, a dos penas de cuatro años de prisión, dos penas de dos años de prisión y dos penas
de un mes de multa (cuota diaria de 6,01 euros) por la autoría, respectivamente, de dos delitos
de detención ilegal, dos delitos de robo con intimidación, y dos faltas de lesiones. El fallo incluye
también la pena accesoria de suspensión del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la
condena privativa de libertad y el pago de las costas procesales, por mitades, y de una
indemnización a las víctimas de la suma de 1.202,02 euros y de 3.005,06 euros.
El relato de hechos probados describe, muy en síntesis, que los acusados agredieron y
encerraron a dos personas en un piso para obtener de ellos dinero que supuestamente debían,
cosa que consiguieron. Este relato se sustenta en el testimonio de las víctimas, "ya que no
existía animadversión de las víctimas hacia los acusados, víctimas que han mantenido
tajantemente su testimonio a lo largo del procedimiento, y habiendo reconocido los propios
acusados la presencia de aquéllos en el domicilio de referencia, aunque en un vano intento
autoexculpatorio hayan negado los hechos imputados, pese a lo cual, la Sala ha adquirido la
firme convicción de la realidad de las mismas".
En su escrito de defensa la representación de los acusados había solicitado como
prueba anticipada el análisis del cabello de los denunciantes y la investigación acerca de si
habían estado bajo tratamiento de desintoxicación de sustancias estupefacientes, para
determinar si eran consumidores de dichas sustancias. Se pedía asimismo un informe
psicológico de los denunciantes y su hoja de antecedentes penales y de detenciones policiales.
Mediante Auto de 28 de junio de 2002 la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Málaga
denegó la práctica de estas pruebas "por tratarse de referencias a los propios perjudicados, cuya
situación personal no debe agravarse con una investigación policial sobre ellos y no sobre los
presuntos autores de los hechos".
b) La Sentencia del Tribunal Supremo desestima el recurso de casación interpuesto por
los condenados.
Respecto a las pruebas denegadas dirigidas "a acreditar que los ahora recurrentes
podrían tener sus facultades mentales alteradas, a causa de su adicción a las drogas", afirma
que dichas pruebas eran irrelevantes, pues los recurrentes negaron "de manera rotunda" tal
adicción en el acto del juicio. Tampoco considera relevantes para los hechos sus antecedentes
policiales, pues de los mismos "no tendría por qué seguirse ninguna consecuencia de atenuación
de la gravedad de la conducta atribuida a los acusados ni de disminución de pena".
Respecto a la insuficiencia de la prueba y a su falta de motivación, señala la Sentencia
que "lo primero que hay que decir es que la sentencia es francamente pobre en lo relativo a la
justificación de la decisión en materia de hechos, pues se limita a proclamar -en tres líneas- la
convicción de la veracidad del testimonio de los denunciantes, sin hacer, en contra de lo
obligado, el menor análisis del contenido de sus declaraciones y de las que las contradicen. Y en
tal sentido, es claro, tienen razón a los recurrentes [sic], cuando denuncian una mala práctica
jurisdiccional. Ocurre, no obstante, que toda la información probatoria se halla contenida en el
acta del juicio, suficientemente detallada, lo que permite en el marco de esta instancia verificar el
fundamento de las escuetas manifestaciones del tribunal, con la única justificación de no
demorar más la decisión sobre la causa. Tal es la única razón por la que no se anula y se
devuelve la sentencia para nueva redacción en debida forma". A partir de ahí, y a la vista de que
"la Sala ha desatendido el deber constitucional de interrogarse explícitamente por estas
cuestiones y de exteriorizar el porqué de haberles restado relevancia frente a las informaciones
probatorias de cargo", afirma la Sentencia de casación que se trata de "comprobar el alcance
que debiera dárseles en relación con éstas", y por ello acude a la documentación de las
declaraciones de las víctimas y de la novia de uno de ellos, para concluir que "las versiones
ofrecidas por los denunciantes no sólo no son contradictorias, sino que esencialmente
coinciden". Así, por ejemplo, "[e]s verdad que Jesús Ángel dijo no tener seguridad de que en la
casa hubiera estado el acusado Francisco. Pero este modo de expresarse no equivale a negar
esa posibilidad y, por otro lado, Federico no duda de que era uno de los que estaban en la casa".
Concluye la Sentencia del Tribunal Supremo que "existió prueba de cargo suficiente por
su contenido de datos, procedente no sólo de las víctimas directas sino también de una tercera
persona que con sus aportaciones contribuyó de manera eficaz a reforzar la calidad informativa
de las afirmaciones de aquéllas; aportaciones que, además, gozan en aspectos relevantes de
una acreditación documental. Esa prueba fue adquirida de forma contradictoria y ha sido ahora
objeto de una valoración razonada y dotada de la necesaria racionalidad, que la documentación
del juicio hace posible. Por otra parte, y en fin, no existe ningún dato del que pudiera inferirse
que todas esas manifestaciones testificales y los datos documentados hubieran sido montados
con el objeto de perjudicar a los acusados".
3. Las dos demandas de amparo son idénticas. Solicitan la anulación de la Sentencia
que condena a los recurrentes y de la Sentencia que desestima su recurso de casación.
Fundamentan su petición en la vulneración de sus derechos fundamentales a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE), a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), a la utilización de los
medios de prueba pertinentes para la defensa (art. 24.2 CE) y a la presunción de inocencia (art.
24.2 CE).
En la primera queja de la demanda se invoca como vulnerado el derecho a la presunción
de inocencia. Alegan los recurrentes que la prueba esencial está constituida por la declaración
de las víctimas, sin tener en cuenta sus contradicciones e inexactitudes y sin tener tampoco en
cuenta que no se practicaron otras diligencias de prueba (como un análisis de sangre y orina de
los detenidos, de quien se dice que fueron obligados a ingerir alcohol y pastillas, o una
inspección ocular del lugar donde sucedieron los hechos enjuiciados).
La segunda queja se refiere a la falta de motivación de la Sentencia de instancia,
afirmada por la Sentencia de casación y sólo reparada por ella a partir de la interpretación del
acta del juicio, y por ello sin publicidad, inmediación y contradicción en la valoración de las
pruebas. Se habría producido por ello la vulneración del derecho a un proceso con todas las
garantías, según la jurisprudencia constitucional que parte de la STC 167/2002.
La tercera queja tiene por contenido el derecho a la prueba. El Juez Instructor denegó
varias diligencias de prueba destinadas a conocer si los denunciantes eran toxicómanos, si
tenían antecedentes policiales y cuál era su perfil psicológico. La finalidad de las mismas era
indagar si existían motivos espúreos para sus graves imputaciones. En el entender de los
recurrentes estas diligencias fueron posteriormente objeto de una respuesta equivocada de la
Sentencia de casación, que refirió las pruebas solicitadas a los acusados y no a los
denunciantes. Este error habría generado también una falta de respuesta a la cuestión de las
pruebas denegadas y con ello una incongruencia omisiva lesiva del derecho a la tutela judicial
efectiva. En relación con esta queja relativa al derecho a la prueba, la solicitud de los recurrentes
es de anulación de las Sentencias impugnadas y de retroacción de actuaciones para que se
proceda a la práctica de las pruebas omitidas.
4. Mediante providencias de 13 de diciembre de 2006, la Sección Primera de este
Tribunal acuerda admitir a trámite las demandas de amparo y, conforme a lo previsto en el art.
51 LOTC, requerir de los órganos judiciales correspondientes testimonio de las actuaciones del
procedimiento que origina el presente recurso, interesando al mismo tiempo el emplazamiento de
quienes fueron parte en el mismo. 5. En las mismas providencias se acuerda la formación
de la pieza separada de suspensión, que finaliza con los AATC 31/2007 y 32/2007, de 12 de
febrero, denegatorios de la suspensión solicitada.
6. Mediante diligencias de ordenación de la Secretaría de Justicia de 4 de junio de 2007
y de 6 de julio de 2007, se tienen por recibidas las actuaciones correspondientes al
procedimiento que origina el presente recurso de amparo; se tiene por personada en el recurso
de amparo núm. 5904-2004 a la Procuradora de los Tribunales doña Susana Téllez Andrea en
representación de don Antonio Luis Morales Soto, y a la misma Procuradora en el recurso núm.
5905-2004 en representación de don Pedro Javier Morales Soto; y se concede un plazo de
veinte días al Ministerio Fiscal y a las partes personadas para la presentación de las alegaciones
previstas en el artículo 52.1 LOTC.
7. La representación de don Antonio Luis Morales Soto registra su escrito de alegaciones
en el recurso de amparo núm. 5904-2004 el día 28 de junio de 2007. En él se adhiere "en todos
sus extremos" a la demanda de amparo presentada por don Pedro Javier Morales Soto.
El mismo contenido tiene el escrito de alegaciones de la representación de don Pedro
Javier Morales Soto en el recurso de amparo núm. 5905-2004, presentado también el 28 de junio
de 2007. 8. En sus escritos de 5 de julio de 2007 y de 6 de septiembre de 2007, el
Ministerio Fiscal interesa, en primer lugar, la desestimación de las quejas atinentes a los
derechos a un proceso con todas las garantías y a la motivación. Considera para ello que no es
aplicable la doctrina que sobre la garantía de inmediación parte de la STC 167/2002, de 18 de
septiembre. En primer lugar, porque es diferente la estructura del proceso al que se refiere tal
doctrina -sentencia inicial absolutoria a la que sigue una revocación en forma de sentencia
condenatoria-. Y en segundo lugar porque en aquellos casos el alcance de la revisión es "total y
de mayor calado, producido a través de una revisión de los hechos probados o/y de la prueba no
presenciada" que conduce "a una calificación jurídica y a una condena. Estaríamos en lo que
podríamos calificar como revisión material". En el caso presente, por el contrario, no puede
hablarse ni de revisión, "ya que lo que hace el Tribunal Supremo es una complementación de la
justificación de la autoría, que no se descalifica sino en ese aspecto de la motivación para
impedir un efecto devolutivo que sólo retrasaría la solución de la litis. En este sentido no se
añade nada a los hechos de la instancia, ni se muta la calificación jurídica ni las penas ... No
queda resentido el derecho a un proceso con todas las garantías ni el derecho a la motivación
que se apuntala en la argumentación casacional, lo que se infiere con naturalidad de la lectura
del razonamiento tercero de la sentencia".
Tampoco deberían prosperar, a juicio del Fiscal, las quejas referentes al derecho a la
presunción de inocencia, pues el Tribunal Supremo mantiene la prueba en que apoya su
condena la Audiencia Provincial y "analiza con detalle la prueba de descargo ... dotando de un
plus de motivación a la condena". Con ello la queja "se concreta, no en un vacío probatorio, sino
en la discordancia con la valoración que llevaron a cabo los órganos judiciales".
En cambio, el Ministerio Fiscal interesa el otorgamiento del amparo solicitado en ambas
demandas por vulneración del derecho a la prueba y la anulación "del fundamento de Derecho
primero de la sentencia de la Sala segunda del Tribunal Supremo ... debiendo volver a dictarse
resolución parcial respetuosa con el derecho" vulnerado. Tras reseñar que la petición de prueba
se realizó correctamente en las distintas fases del proceso, destaca que en la Sentencia del
Tribunal Supremo "se incurre en el error de entender que las pruebas solicitadas venían
referidas a los recurrentes ... señalando en consecuencia que la prueba no era pertinente al
constar su no adicción a las drogas por propia manifestación" y porque "de la documental de
antecedentes policiales y penales no tendría por qué seguirse ninguna atenuación de la
gravedad de la conducta atribuida a los acusados". Estaríamos por ello ante "una lesión a la
tutela judicial efectiva por error patente" (fáctico, evidente y determinante de la decisión
adoptada), que comportaría una vulneración correlativa del derecho a la prueba, pues tal prueba
sería además pertinente y relevante. Pertinente porque la Sentencia entra a analizar el fondo del
motivo correspondiente; relevante, porque podría afectar a la credibilidad de las víctimas en una
causa en la que se condena a partir de su testimonio.
9. Mediante sendas diligencias de ordenación de su Secretaría de Justicia de 24 de
septiembre de 2007, la Sección Primera de este Tribunal concede un plazo de diez días a las
partes personadas y al Ministerio Fiscal para que pueden alegar lo que estimen conveniente en
torno a la acumulación del recurso núm. 5905-2004 al recurso núm. 5905-2004 (art. 83 LOTC).
Tanto los recurrentes como el Ministerio Fiscal interesan la acumulación, que se acuerda
mediante Auto de la Sala Primera de 5 de noviembre de 2007.
10. Mediante providencia de 5 de diciembre de 2007, se señaló para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 10 del mismo mes y año.Fundamentos:
S.TC. 213/2007
Referencia número: 213/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 8/10/2007
Publicación BOE: 20071114 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Ramón Rodríguez Arribas
Número registro: 5669-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Francisco Jiménez Jiménez respecto a la Sentencia de la Audiencia
Provincial de Navarra que, en grado de apelación, le condenó por delito de hurto de una
grúa.Vulneración del derecho a un proceso con garantías: condena pronunciada en apelación sin
haber celebrado vista pública (STC 167/2002).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5669-2004, promovido por don Francisco Jiménez
Jiménez, representado por el Procurador de los Tribunales don José Manuel de Dorremochea
Aramburu y asistido por el Abogado don Fernando Areopagita Martínez, contra la Sentencia de
la Audiencia Provincial de Navarra (Sección Tercera) de 30 de julio de 2004, recaída en el rollo
de apelación núm. 31?2004 que, estimando los recursos interpuestos por la acusación particular
y el Ministerio Fiscal, revoca la Sentencia absolutoria de 12 de enero de 2004 dictada por el
Juzgado de lo Penal núm. 2 de Pamplona en procedimiento abreviado 472-2003, condenando al
recurrente por un delito de hurto a la pena de seis meses de prisión. Ha intervenido el Ministerio
Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Ramón Rodríguez Arribas, quien expresa el parecer
de la Sala.Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 20 de
septiembre de 2004 el Procurador de los Tribunales don José Manuel de Dorremochea
Aramburu, en nombre y representación de don Francisco Jiménez Jiménez, y bajo la dirección
letrada del Abogado don Fernando Areopagita Martínez, interpuso recurso de amparo contra la
resolución que se menciona en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) Por el Juzgado de lo Penal núm. 2 de Pamplona se dictó Sentencia de 12 de enero de
2004, en procedimiento abreviado 472-2003, por la que se absolvía al demandante del delito de
hurto del que venía siendo acusado. Los hechos probados de dicha resolución relatan que el
recurrente "que se dedica profesionalmente al negocio de la chatarra, hacia el mes de mayo de
2002, al ver una grúa de las usadas para la construcción, de unos diez mil kilos de peso y que
llevaba varios meses depositada en un terreno comunal del Ayuntamiento de Arróniz (Navarra)
en el que suelen dejarse materiales abandonados y de desecho, estimando que podía estar
abandonada, realizó varias gestiones en la sede del Ayuntamiento de la localidad por si le
podían dar información sobre quién había depositado la grúa y quién podía haber sido su
propietario, realizándose incluso llamadas telefónicas a algunos empresarios de la zona en
averiguación de ello. Como nadie daba razón de que alguien estuviera interesado en tal material,
dado el tiempo que allí llevaba y su deficiente estado externo, y valorando personalmente que se
trataba de un material abandonado, en fecha no concretada pero, en cualquier caso, bien a
últimos del mes de mayo, bien a primeros de junio de 2002, se la vendió a un empresario
chatarrero quien cortó la grúa en pedazos en la propia finca en que estaba depositada y a lo
largo de todo un día. No consta que en el momento en que se apoderara de la grúa ésta siguiera
con determinadas piezas esenciales, como motor, cuadro de luces... La grúa pertenecía a
Francisco Iturralde o a una empresa de su titularidad".
b) La absolución se fundó en que de tales hechos probados no cabía inferir un dolo de
hurto, "la conciencia de que se está detrayendo el bien del patrimonio cierto de alguien y bajo
cuyo dominio actual se encuentra aquél". En lo tocante a la valoración de la prueba, manifiesta la
Sentencia en su fundamento jurídico primero que: "Sobre el estado aparente de la grúa hubo
discrepancias según fueran las manifestaciones de una u otra parte. Según el acusado, tenía un
aspecto penoso, muy vieja e inutilizable pues carecería de elementos esenciales y no servía más
que para la chatarra. Esta versión, en la parte de los hechos que pudo conocer, fue avalada por
el empresario que adquirió la grúa y quien se encargó personalmente de trocearla en la propia
finca, quien recordó que, desde luego, cuando él la vio, y fue por dos ocasiones, carecía de
instalaciones fundamentales, además de estar muy vieja, deteriorada, con trozos podridos, total
y absolutamente inservible... Por el contrario, el querellante y los representantes de la empresa
que según parece estaban dispuestos a comprarle la grúa, ésta estaría en buenas condiciones
de uso... Debe añadirse sobre las manifestaciones del querellante de que el acusado le hubiere
confesado que había cogido el motor o motores de la grúa, que las expresó, en contraste con
otras partes de su declaración, con notable inseguridad e inconsistencia".
c) La Sentencia fue recurrida en apelación por la acusación particular y por el Ministerio
Fiscal, solicitando la revocación de la absolución y la condena por delito de hurto. En ambos
escritos se interesaba la práctica, entre otras, de prueba testifical, así como de la declaración del
acusado. Por su parte, la defensa presentó escrito de impugnación en el que se oponía a la
práctica de las pruebas solicitadas, si bien, con carácter subsidiario, para el caso de aceptación
de tales pruebas, se interesaba la práctica de esas mismas pruebas añadiendo un testigo
adicional, quien ya había declarado en el juicio oral celebrado en la instancia.
d) Por Auto de 2 de junio de 2004 la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de
Navarra acordó la improcedencia de la prueba propuesta con arreglo a los siguientes
argumentos: "Los testigos cuya declaración se propone ahora por las partes ya prestaron
declaración con la vista oral ante el Juzgado de lo Penal, por lo que su declaración es
innecesaria, dado que no se hace constar las preguntas que se les pretende realizar, ni se hace
constar que el Juez de instancia se negara a que contestaran algunas de las preguntas
formuladas por las partes, que con la petición de vista y la celebración de estas pruebas
pretenden que se celebre un nuevo juicio".
e) Por Sentencia de 30 de julio de 2004 la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de
Navarra revocó la absolución y condenó al actor, como autor de un delito de hurto, a la pena de
seis meses de prisión y penas accesorias, así como al pago de las costas procesales y a que
indemnice al perjudicado en la cantidad de 4531,63 euros. Sin celebración de vista se declaró
probado que el acusado, una vez vista la grúa en el "terreno comunal, cuyo dueño... la había
depositado allí", "realizó gestiones, incluso en el Ayuntamiento de la localidad, tendentes a
encontrar al propietario de la grúa, y como no lo encontró, bien a últimos de mayo, bien a
primeros de junio de 2002, decidió hacerla suya y se la vendió a un empresario chatarrero, por
55.000 pts., que ignoraba su ilícita procedencia... La grúa estaba en expectativa de venta a la
entidad Grubel, S.L., por un precio de 4531,63 euros".
En el fundamento jurídico tercero manifiesta la Audiencia Provincial lo siguiente:
"El acusado alega como justificación de su conducta que la grúa tenía un aspecto
externo que parecía ser que estaba abandonada, sin embargo en el acto de la vista oral declara
M.ª Victoria Margarita Beguiristáin San Martín, representante legal de la empresa que hizo la
oferta de compra al dueño de la grúa, que vio la grúa en marzo cuando la estaban desmontando
y que funcionaba perfectamente, que estaba con toda la documentación y requisitos, que se
quedó en el terreno cuando la estaban desmontando y estaban todos los elementos.
De la prueba documental y testifical que obra en autos queda acreditado que el acusado
actuó de forma dolosa pues con conocimiento de que la grúa era ajena, se apropió de la misma.
Lo que también acredita la existencia del dolo en el acusado es que éste se dedica
profesionalmente al negocio de la chatarra, por lo que sabe que aun cuando aparentemente esté
deteriorada o presente mal aspecto, la misma tenía dueño...
Respecto a la creencia que tenía el acusado de que la grúa estaba abandonada, la
profesión del acusado hace que esta creencia sea meramente exculpatoria, pues la
jurisprudencia del Tribunal Supremo (15-11-89) ha declarado que habrán de reputarse como
perdidas y no como abandonadas, susceptibles de ser adquiridas por ocupación, aquellas cosas
que por su propia naturaleza tengan un valor ostensible que haga increíble e impensable que
hayan sido abandonadas por su propietario, circunstancia que ha ocurrido en el presente caso,
pues éste tenía una oferta de compra de la misma de 4531,63 euros, y nadie abandona un
objeto por el que le ofrecen esa cantidad de dinero, y en el peor de los casos, siempre el
propietario tendría el recurso de destinar la grúa a la chatarra, y obtener por ella lo que obtuvo el
acusado, que debió consignar la misma en la Comisaría de la Policía Local (art. 615 C. Civil)."
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración del derecho a la
tutela judicial efectiva y a un proceso con todas las garantías (art. 24.1 y 2 CE), así como la del
derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), en tanto en cuanto la Sentencia impugnada
sostiene la condena en la valoración de los testimonios prestados en el juicio oral celebrado en
primera instancia y, por tanto, sin inmediación, lo que contradice la doctrina de este Tribunal
iniciada en la STC 167/2002. Manifiesta, en este sentido, que no se trata de una nueva
calificación jurídica de unos mismos hechos, sino de una nueva valoración de la prueba testifical
y una consiguiente modificación de hechos probados, en particular en lo relativo al dolo del actor.
En segundo lugar, dado que no existe ulterior base probatoria, ello conlleva asimismo la
vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), por lo que lo procedente es
la anulación de la resolución condenatoria y la confirmación de la absolución. Además el citado
derecho fundamental queda asimismo vulnerado con la irrazonabilidad de la inferencia realizada
por la Audiencia Provincial a partir de los hechos declarados probados; concretamente, en la
primera instancia se consideró probado que no constaba que en el momento en que el actor se
apoderó de la grúa tuviera ésta sus piezas esenciales, mientras que la Audiencia Provincial
considera probado lo contrario sin que exista una sola prueba que permita llegar a esa
conclusión, teniendo en cuenta que desde que la grúa es depositada allí por el dueño hasta que
el recurrente se apodera de ella pasan tres meses y que, estando en un terreno comunal,
cualquier persona podría a lo largo de ese periodo haberse apropiado de tales piezas.
4. La Sala Segunda de este Tribunal, por providencia de 18 de abril de 2006, acordó
admitir a trámite la demanda de amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
dirigir atentas comunicaciones a los órganos judiciales competentes para la remisión de
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido
parte en el procedimiento, a excepción del demandante de amparo, para que, si lo desearen,
pudiesen comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso de amparo. Igualmente se
acordó formar la correspondiente pieza separada de suspensión, en la que, tras los trámites
oportunos, se dictó Auto de 25 de septiembre de 2006, acordando acceder a la suspensión de la
resolución impugnada en lo relativo a la pena privativa de libertad.
5. Por diligencia de ordenación de 9 de octubre de 2006 se acordó dar vista de las
actuaciones recibidas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días,
para presentar las alegaciones que estimasen pertinentes, de conformidad con el art. 52.1
LOTC.
6. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el día 20 de noviembre de 2006, interesó la
estimación de la demanda de amparo por vulneración de los derechos a un proceso con todas
las garantías y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), en virtud de la consideración de que
la Audiencia Provincial, sin haber celebrado vista oral y tras haber desestimado la solicitud de
pruebas testificales, entró a modificar los hechos probados a partir de una valoración de la
credibilidad de lo declarado por el acusado y los testigos en el juicio oral celebrado en la
instancia, lo que resulta contrario a la doctrina de este Tribunal sostenida desde la STC
167/2002. En segundo lugar también queda lesionado el derecho a la presunción de inocencia,
dado que, habiéndose inferido el dolo del actor que fundó la condena en segunda instancia de
las declaraciones testificales, no concurre otro acervo probatorio sobre el que sostener el
pronunciamiento, sin que la mera referencia formal a la prueba documental efectuada por la
Audiencia Provincial tenga entidad para ello. En consecuencia propone la anulación de la
Sentencia de la Audiencia Provincial y que se dicte otra que respete el contenido de los derechos
fundamentales.
El demandante, mediante escrito presentado el 15 de noviembre de 2006, se ratificó en
el contenido de su demanda.
7. Por providencia de fecha 4 de octubre de 2007, se señaló para deliberación y fallo de
la Sentencia el día 8 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la autoridad que le confiere la
Constitución de la Nación Española,Ha decidido Otorgar el amparo solicitado por don Francisco
Jiménez Jiménez y, en consecuencia:
1.º Declarar vulnerado el derecho fundamental del recurrente a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE).
2.º Restablecerlo en su derecho y, a tal fin, anular la Sentencia de la Sección Tercera de
la Audiencia Provincial de Navarra de 30 de julio de 2004, recaída en el rollo de apelación núm.
31-2004, retrotrayendo las actuaciones al momento anterior al del dictado de dicha Sentencia a
fin de que se pronuncie una nueva respetuosa con el derecho fundamental vulnerado.
Publíquese esta Sentencia en el "Boletín Oficial del Estado".
Dada en Madrid, a ocho de octubre de dos mil siete.-Guillermo Jiménez Sánchez.-
Vicente Conde Martín de Hijas.-Elisa Pérez Vera.-Eugeni Gay Montalvo.-Ramón Rodríguez
Arribas.-Pascual Sala Sánchez.-Firmado y rubricado.
S.TC. 206/2007
Referencia número: 206/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 24/9/2007
Publicación BOE: 20071031 :: Sala: Sala Primera.
Ponente: don Manuel Aragón Reyes
Número registro: 4487-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Luis Moreno Alonso frente a las Sentencias de la Audiencia Provincial y de
un Juzgado de lo Penal de Badajoz que le condenaron por un delito contra la seguridad del
tráfico.Supuesta vulneración de los derechos a la integridad física y a la presunción de inocencia;
vulneración del derecho a la intimidad personal: intervención policial de análisis médicos
realizados en el curso de la asistencia prestada en un hospital al reo; condena fundada en
pruebas de cargo independientes (STC 25/2005).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 4487-2005, promovido por don Luis Moreno Alonso,
representado por el Procurador de los Tribunales don Manuel Infante Sánchez y asistido por el
Abogado don Tomás Julio Gómez Rodríguez, contra la Sentencia de la Sección Primera de la
Audiencia Provincial de Badajoz de 10 de mayo de 2005, recaída en el recurso de apelación
núm. 142-2005, interpuesto contra la Sentencia dictada el 7 de febrero de 2005 por el Juzgado
de lo Penal núm. 1 de Badajoz, en el procedimiento abreviado núm. 352-2004, que le condenó
como autor de un delito contra la seguridad del tráfico. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha
sido Ponente el Magistrado don Manuel Aragón Reyes, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el 18 de
junio de 2005, el Procurador de los Tribunales don Manuel Infante Sánchez, en nombre y
representación de don Luis Moreno Alonso, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones
judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) El día 21 de agosto de 2003 se produjo un accidente de tráfico, en el que el vehículo
conducido por el recurrente se salió de la carretera y volcó sobre el techo. El conductor resultó
herido y fue trasladado al Hospital de Zafra (Badajoz).
En el atestado instruido por la Guardia civil se hace constar que, ante la imposibilidad de
someter al conductor a las pruebas de detección alcohólica por el método de aire espirado, por
hallarse hospitalizado, y dada la presencia de una serie de síntomas de embriaguez, se solicita
al centro sanitario que realice una analítica de las muestras de sangre extraídas por razones
terapéuticas, con el fin de determinar la tasa de alcohol en sangre o de otras sustancias
estupefacientes, psicotrópicas, estimulantes o análogas. El oficio policial, obrante al folio 20 de
las actuaciones, invoca en su solicitud los arts. 12 de la Ley de tráfico y seguridad vial y los
capítulos IV y V del Reglamento general de circulación, e insta a que los resultados obtenidos
sean remitidos al Juzgado de Instrucción núm. 2 de Zafra, en funciones de guardia. El análisis se
practicó, arrojando un resultado positivo de 1,34 g/l, pero no existe constancia de que fuera
remitido por el Hospital al Juzgado, sino que el informe clínico se encuentra incorporado al
atestado elaborado por la Guardia civil, que luego ésta remitió al Juzgado.
Posteriormente, los agentes de la Guardia civil dirigieron un oficio al Juzgado de
Instrucción de Zafra en el que -en un modelo impreso en el que se hacen constar los datos
relativos al accidente de circulación- solicitan mandamiento judicial para la realización de la
analítica sobre las muestras de sangre extraídas al recurrente en el Hospital con fines
terapéuticos. No consta la existencia de actuación judicial alguna en respuesta a dicha solicitud
policial.
b) Mediante Sentencia dictada el 7 de febrero de 2005 el Juzgado de lo Penal núm. 1 de
Badajoz condenó al demandante de amparo, como autor de un delito contra la seguridad del
tráfico del art. 379 del Código penal (CP), sin circunstancias modificativas de responsabilidad
criminal, a la pena de cinco meses de multa con una cuota diaria de catorce euros y
responsabilidad personal subsidiaria en caso de impago, así como privación del derecho a
conducir vehículos de motor y ciclomotores durante el tiempo de dos años.
Dicha Sentencia considera probado que, a las 22:45 horas del día 21 de agosto de 2003,
tuvo lugar un accidente de circulación consistente en el que el vehículo conducido por el acusado
don Luis Moreno Alonso "salió de la vía por la que circulaba -tramo recto procedente de curva
suave a la izquierda- por la margen derecha, chocando con una obra de fábrica y volcando con
posterioridad sobre su techo. El accidente tuvo lugar al no percatarse de nada su conductor
debido a la previa ingestión de bebidas alcohólicas". Igualmente se reseña en los hechos
probados que tras el accidente el acusado fue trasladado de inmediato al Hospital de Zafra,
donde "se procedió a realizar una extracción de sangre para determinar el grado de alcoholemia
del conductor, de lo cual resulta un nivel de 1,34 grm/litro del alcohol etílico -folio número 46 de
autos". Y que "los agentes instructores del atestado concretan como síntomas externos ... "ojos
brillantes, pupilas algo dilatadas, habla pastosa, y olor a alcohol" (especificado en el acto de
juicio oral)".
En el fundamento jurídico 1 de esta Sentencia se afirma que los hechos declarados
probados constituyen un delito contra la seguridad del tráfico por conducción bajo la influencia de
bebidas alcohólicas del artículo 379 CP. La ingesta de alcohol se considera acreditada a partir de
"la sintomatología externa que concretan los agentes de la Guardia Civil, en el atestado,
ratificado por ambos (agentes números B-77361-C y N-23930-F) en el acto de juicio oral, en el
cual además aclaran que el acusado presentaba olor a alcohol, pese a que por error no lo
hicieron constar en el atestado; explican que cuando acudieron al Hospital a donde fue evacuado
el accidentado, notaron al acceder a su habitación un fuerte olor a alcohol. No existen datos
objetivos para concluir que los agentes actuando al margen de lo dispuesto en la Ley Orgánica
2/1986, de 13 de marzo, de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, introduzcan un dato
relevante perjudicial para el acusado, con ánimo de incriminarle. Por tanto se admite y se dota de
eficacia probatoria esa rectificación o aclaración vertida en el acto del juicio oral".
Y en cuanto a la validez de la prueba de extracción sanguínea para detección de alcohol,
se razona en la Sentencia que "los agentes de la Guardia civil comprobaron la existencia de
signos de posible impregnación alcohólica, y como la situación física del conductor -herido en el
accidente- no permitía efectuar ninguna labor de comprobación policial en el momento de
acaecimiento del siniestro, solicitaron de los facultativos una muestra de sangre con la única
finalidad de comprobar el grado de impregnación alcohólica, que dio un resultado positivo y que
se realizó con todas las garantías científicas legales, como quedó claramente explicado en el
acto de juicio oral por María Paz Cabanillas Núñez, química, dio un resultado positivo. No es
preciso el previo consentimiento del conductor para efectuar esa diligencia de investigación
policial, a la que aquél debe someterse no para incriminarse, sino para ser valorado
posteriormente su resultado junto con otros elementos de prueba".
Finalmente, en cuanto a la influencia de la ingesta de alcohol en las facultades psíquicas
y físicas del acusado en relación con sus niveles de percepción y reacción, se afirma lo
siguiente: "En el atestado se constatan signos evidentes de embriaguez; los resultados de la
analítica (1,34 gr/litro) confirman un elevado índice de concentración en sangre que
científicamente avalarían una presunción de influencia negativa en el organismo con disminución
de los reflejos, sólidamente afectados para la conducción. Pero a todos estos datos se añade
que el acusado, sin intervención de ningún elemento externo, y en un tramo de vía no peligroso,
no concurriendo factores especiales de riesgo para la conducción, ni problemas técnicos en el
vehículo, se hubiera salido de la vía por el margen derecho, chocando contra una obra y
volcando finalmente. El acusado no otorga ninguna explicación a tal desenlace, únicamente que
estaba muy cansado y que se quedaría dormido o despistado".
c) Contra esta Sentencia el demandante de amparo interpuso recurso de apelación, que
fue desestimado por Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Badajoz de
10 de mayo de 2005.
Esta Sentencia sostiene en el fundamento jurídico 3 que "resulta evidente a esta Sala
que la prueba practicada es más que suficiente para enervar el principio de presunción de
inocencia, dado que se ha practicado en el plenario y sometida a los principios de oralidad,
inmediación y contradicción y por tanto con todo tipo de garantías procesales, y no existe en la
causa ningún indicio de que la misma pueda estar viciada de alguna forma, dándose aquí por
reproducidos los argumentos vertidos por el juzgador de primer orden jurisdiccional en el
fundamento jurídico primero de la sentencia recurrida, por estimarse que los mismos se
encuentran ajustados tanto a lo verdaderamente acreditado en las actuaciones como a derecho,
debiendo añadirse, en primer lugar, que los guardias civiles intervinientes no sólo ratificaron el
atestado y concretamente la diligencia de sintomatología, claramente expresiva del estado en
que se encontraba el inculpado (ojos brillantes, habla pastosa, olor alcohol) pero es que para
mayor abundamiento aclararon que el mismo olía a alcohol y que tenía síntomas de estar bajo
los efectos de bebidas alcohólicas, baste comprobar el folio 162 vuelto, correspondiente al 4 del
acta del juicio oral, prueba ésta que también a criterio de la Sala resulta determinante; y en
segundo lugar tenemos que, si bien no se le pudo practicar la prueba de alcoholemia en el acto,
al tener que ser hospitalizado, sí se le efectuó una extracción de sangre dando como resultado
1,34 g/l; dicha prueba fue practicada con todo tipo de garantías sanitarias y ante el estado en
que se encontraba el inculpado, habiéndose igualmente respetado las garantías necesarias en
cuanto a su conservación y custodia y sin que se produjese ninguna anomalía, tal y como
expusieron los técnicos facultativos en el acto del juicio oral, pero reiteramos esta prueba incluso
resulta ociosa en virtud de la prueba a la que anteriormente hemos hechos referencia, no
habiéndose practicado en esta alzada nuevas pruebas, distintas de las ya practicadas que
puedan desvirtuar el resultado de aquellas".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales a la integridad física (art. 15 CE), a la intimidad (art. 18.1 CE), a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE) y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
Se denuncia, en primer lugar, que tanto la Sentencia de instancia como la que resuelve
el recurso de apelación vulneran tales derechos fundamentales en la medida en que la
extracción de sangre se produjo sin conocimiento ni autorización del afectado y sin autorización
judicial alguna, esto es, sin respetar los requisitos establecidos por la jurisprudencia
constitucional, por lo que tanto la extracción sanguínea como la remisión posterior de la misma al
laboratorio y el resultado obtenido son pruebas nulas de pleno derecho, y por dicho motivo, no
pueden ser tenidas por válidas y eficaces en juicio. Cita la STC 25/2005, de 14 de febrero.
Asimismo se sostiene que las resoluciones impugnadas vulneran el derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE), ya que no existe una sola prueba obrante en autos con la
mínima entidad para desvirtuarla y, a mayor abundamiento, porque no ha quedado acreditado en
absoluto que el recurrente condujera bajo los efectos de bebidas alcohólicas, sin que ninguno de
los datos reflejados por la Guardia civil en la diligencia de sintomatología externa haya tenido
influencia alguna en la causación del accidente.
Por último, invocando el derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), se denuncia la
insuficiente motivación de ambas Sentencias, al no pronunciarse en absoluto respecto a la
nulidad de pleno derecho de la prueba de extracción de sangre, su posterior traslado al
laboratorio y el resultado de la misma, alegado en ambas instancias.
Mediante otrosí, el demandante solicita la suspensión de la ejecución de las Sentencias
impugnadas, dado que, junto con la pena de multa, se le impone otra de privación del permiso
administrativo para conducir vehículos de motor y ciclomotores durante dos años, pena ésta
cuyo cumplimiento le produciría un perjuicio irreparable, teniendo en cuenta que la utilización de
un vehículo de motor le es imprescindible para ejercer su profesión de agente comercial.
4. Mediante providencia de 26 de julio de 2006 la Sección Primera de este Tribunal
acordó la admisión a trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51
LOTC, requerir atentamente a la Audiencia Provincial de Badajoz para que en el plazo de diez
días remitiera testimonio del recurso núm. 142-2005, interesándose al propio tiempo que el
Juzgado de lo Penal núm. 1 de Badajoz emplazase a quienes fueron parte en el procedimiento
abreviado núm. 352-2004 (cuyas actuaciones ya constaban en este Tribunal por haber sido
remitidas por el Juzgado a requerimiento efectuado por diligencia de ordenación del Secretario
de Justicia de la Sala Primera de 3 de marzo de 2006), con excepción del recurrente en amparo,
ya personado, para que en el plazo de diez días pudieran comparecer en este proceso
constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días a los recurrentes y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante ATC
324/2006, de 25 de septiembre, se acordó denegar la suspensión solicitada.
6. Por diligencia de ordenación del Secretario de Justicia de la Sala Primera de 5 de
septiembre de 2006 se dio vista de las actuaciones al Procurador del demandante de amparo y
al Ministerio Fiscal por término de veinte días, para que dentro de dicho término pudieran
presentar las alegaciones que estimaron pertinentes, conforme a lo establecido en el art. 52.1
LOTC.
7. El 9 de octubre de 2006 tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el escrito
de alegaciones del demandante de amparo, en el que se ratifica íntegramente en todo lo
expuesto en el escrito de formalización del recurso de amparo.
Insiste el recurrente en la vulneración de los derechos fundamentales previstos en los
arts. 15 CE y 18.1 CE, en relación con la extracción de sangre que le fue practicada durante su
estancia hospitalaria con posterioridad al accidente de tráfico sufrido, ya que se realizó sin
mandamiento judicial alguno y sin su conocimiento ni autorización, ni de ninguno de sus
familiares, cuando debió hacerse con autorización del interesado o previa resolución judicial
motivada, pues tales exigencias derivan de la necesidad de que la extracción de sangre para
realizar un análisis clínico, cuyo resultado pudiera sustentar una condena penal, se realice con
todas las garantías. El sacrificio de los derechos fundamentales garantizados por los arts. 15 CE
y 18.1 CE exige una justificación objetiva y razonable, lo que implica que exista previsión legal (el
recurrente rechaza que el art. 339 LECrim ofrezca cobertura legal a un supuesto como éste);
resolución judicial motivada (que no existe en este caso); e idoneidad, necesariedad y
proporcionalidad en relación con un fin constitucional legítimo (circunstancias que tampoco
concurren en el presente caso, según el recurrente, porque existían otros medios de
investigación no lesivos de derechos fundamentales).
Por otra parte, se denuncia la vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art.
24.2 CE), reiterando que no existe prueba de cargo válida que sustente la condena,
considerando el recurrente insuficiente la valorada por los órganos judiciales, incluso al margen
de la cuestionada extracción de sangre.
Y, en tercer lugar, se aduce violación del derecho de defensa, en relación con las
exigencias de motivación y congruencia, al entender el recurrente que los órganos judiciales no
han dado respuesta motivada a una pretensión oportunamente deducida en el proceso, como es
la declaración de nulidad de la extracción de sangre realizada al acusado sin las debidas
garantías.
8. El Ministerio Fiscal presentó su escrito de alegaciones el 9 de octubre de 2006.
Comienza señalando, en cuanto a la queja del recurrente referida a la lesión del derecho a la
tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) por la pretendida ausencia de respuesta en las Sentencias
impugnadas a la invocada nulidad de la prueba consistente en la extracción y posterior análisis
de una muestra de sangre, que, de ser cierta la falta de respuesta judicial a esta cuestión, la
queja del recurrente incurriría en la causa de inadmisión que contempla el art. 44.1 a) LOTC,
puesto que si lo que se denuncia es un supuesto de incongruencia omisiva en las Sentencias
impugnadas en amparo, el recurrente venía obligado -en orden a agotar la vía judicial- a plantear
previamente el incidente de nulidad de actuaciones del art. 241 LOPJ. Sin embargo -continúa el
Fiscal-, lo cierto es que esta queja del recurrente carece de fundamento alguno, pues tanto la
Sentencia de instancia como la de apelación se pronuncian sobre la legitimidad de la valoración
de la prueba de extracción sanguínea (fundamento jurídico 1 de la Sentencia de instancia y
fundamento jurídico 3 de la Sentencia de apelación), confundiendo el recurrente la
desestimación de lo pretendido con la falta de respuesta a su pretensión.
En cuanto a la queja del recurrente sobre la pretendida nulidad de la prueba de
extracción sanguínea, que se plantea invocando la lesión de los derechos a la integridad física
(art. 15 CE) y a la intimidad (art. 18.1 CE), recuerda el Fiscal que desde la STC 207/1996, de 16
de diciembre, el Tribunal Constitucional ha considerado que, en las denominadas intervenciones
corporales, el derecho afectado será, por lo general, el derecho a la integridad física (art. 15 CE),
en tanto implican una lesión o menoscabo del cuerpo, siquiera sea de su apariencia externa. Y
para que una intervención corporal en la persona del imputado en contra de su voluntad
satisfaga las exigencias del principio de proporcionalidad, será preciso que sea ordenada por la
autoridad judicial; que sea idónea para alcanzar el fin constitucionalmente legítimo perseguido
con ella; que sea necesaria o imprescindible, y que, además, el sacrificio que imponga de tal
derecho no resulte desmedido en comparación con la gravedad de los hechos y las sospechas
existentes. Por otra parte, la STC 25/2005, de 14 de febrero, afirma que, en el caso concreto de
las intervenciones corporales, puede producirse una violación del derecho a la intimidad "no ya
por el hecho en sí de la intervención, sino por razón de su finalidad, es decir, porque a través de
la práctica de esa prueba se puede obtener una información que el sujeto no quiera desvelar, lo
que puede suponer una intromisión añadida en el ámbito constitucionalmente protegido del
derecho a la intimidad personal. Ahora bien, ello no quiere decir que el derecho a la intimidad
sea absoluto, pues cede ante intereses constitucionalmente relevantes, siempre que el recorte
que haya de experimentar se revele como necesario para lograr el fin legítimo previsto, sea
proporcionado para alcanzarlo y, en todo caso, sea respetuoso con el contenido esencial del
derecho".
En el presente caso, y dado que la extracción de la muestra de sangre se produjo a
petición de los agentes de la Guardia civil que auxiliaron al lesionado tras producirse el accidente
con la exclusiva finalidad de que se procediera a la posterior determinación de la impregnación
etílica, concluye el Fiscal que no se respetó ninguna de las exigencias requeridas por la referida
doctrina constitucional, por lo que con tal actuación se afectó el derecho del recurrente a la
intimidad corporal y a la intimidad personal (art. 18.1 CE), vulnerando el citado derecho los
órganos judiciales al proceder a la valoración de la ilícita prueba así obtenida.
Por lo que se refiere a la alegada vulneración del derecho a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE), sostiene el Fiscal que la misma sólo podría haberse producido si la condena se
hubiera fundado exclusivamente en la prueba ilícitamente obtenida de análisis de sangre, pero
no esto es lo que sucede en el presente supuesto, en el que se han valorado otras pruebas de
cargo válidas (testifical) e independientes. En efecto, tanto la Sentencia de instancia como la de
apelación sostienen la prescindibilidad de la prueba consistente en la analítica practicada, tal y
como lo expone la Sentencia del Juzgado de lo Penal en el último párrafo del apartado a) del
primer fundamento de derecho, y la de apelación, al final del fundamento de derecho tercero, al
afirmar incluso que dicha prueba "resulta ociosa". En definitiva -concluye el Fiscal- los órganos
judiciales consideran que el testimonio prestado por los agentes de la Guardia civil en la vista
oral, ratificando sus iniciales apreciaciones en el lugar del accidente acerca de los síntomas de
intoxicación alcohólica que presentaba el recurrente, unido al hecho del modo de producirse el
accidente -una salida de la vía sin la intervención de terceros- son suficientes por sí solos para
llegar a la conclusión de que el recurrente conducía bajo los efectos de una previa ingesta de
alcohol que afectaba a sus facultades psicofísicas para la conducción y que en consecuencia
resulta acreditada la comisión de la infracción penal correspondiente.
Por todo ello el Ministerio Fiscal interesa que se reconozca el derecho del recurrente a
un proceso con todas las garantías (debe entenderse que postula en realidad el reconocimiento
del derecho a la intimidad personal), y que se declare la nulidad de la valoración de la prueba
consistente en la analítica de la muestra de sangre, manteniendo el fallo de las Sentencias
impugnadas, en atención a que no ha existido lesión del derecho a la presunción de inocencia,
dado que la condena del recurrente puede sustentarse en otras pruebas de cargo válidas e
independientes.
9. Por providencia de 21 de septiembre de 2007 se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 24 de dicho mes y año.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. El presente recurso de amparo se dirige contra la Sentencia de la Sección Primera de
la Audiencia Provincial de Badajoz de 10 de mayo de 2005, recaída en el recurso de apelación
núm. 142-2005, interpuesto contra la Sentencia dictada el 7 de febrero de 2005 por el Juzgado
de lo Penal núm. 1 de Badajoz en el procedimiento abreviado núm. 352-2004, que condenó al
demandante de amparo como autor de un delito contra la seguridad del tráfico del art. 379 del
Código penal (CP: conducción bajo influencia de bebidas alcohólicas).
En la demanda se denuncia, en primer lugar, la vulneración de los derechos
fundamentales a la integridad física (art. 15 CE) y a la intimidad (art. 18.1 CE), al haberse
practicado al recurrente un análisis de sangre durante su estancia en el hospital sin su
conocimiento ni consentimiento, y sin autorización judicial, para determinar el grado de
alcoholemia. Igualmente se denuncia la vulneración del derecho a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE) por inexistencia de prueba de cargo válida para sustentar la condena, así como del
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), por entender el recurrente que los órganos
judiciales no se pronunciaron motivadamente sobre la pretensión relativa a la nulidad de la
analítica de sangre practicada sin su consentimiento y sin mandato judicial.
El Ministerio Fiscal considera que debe apreciarse la vulneración del derecho a la
intimidad (art. 18.1 CE), pero rechaza la invocada lesión de los derechos a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE) y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
2. A fin de precisar el objeto de nuestro enjuiciamiento debemos comenzar descartando
la queja referida a la pretendida vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE),
fundada en la falta de respuesta judicial motivada a la pretensión relativa a la nulidad de la
prueba de análisis de sangre para detectar el índice de alcoholemia.
En efecto, si se entendiera que lo que se denuncia en la demanda de amparo es un vicio
de incongruencia omisiva -incongruencia que niega el Ministerio Fiscal-, esta queja incurriría en
la causa de inadmisión consistente en la falta de agotamiento de los recursos utilizables en la vía
judicial [art. 44.1 a) LOTC], como hemos declarado para un caso similar al presente en STC
25/2005, de 14 de febrero, dado que el recurrente no promovió frente a la Sentencia recaída en
apelación el incidente de nulidad de actuaciones previsto en el art. 241 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial (LOPJ, en la redacción anterior a la que recientemente ha recibido en la
disposición final primera de la Ley Orgánica 6/2007, de 24 mayo), que otorga a los órganos
judiciales la posibilidad de reparar la incongruencia denunciada, antes de impetrar el amparo
constitucional (por todas, SSTC 185/2003, de 27 de octubre, FJ 3; 28/2004, de 4 de marzo, FJ 4;
235/2005, de 26 de septiembre, FJ 2, y 48/2006, 13 de febrero, FJ 2).
Sin embargo, lo que el recurrente cuestiona realmente es la motivación de la
desestimación de su pretensión de nulidad de la prueba de extracción y análisis de sangre a fin
de verificar el índice de alcoholemia, esto es, la pretendida insuficiencia de las razones
esgrimidas por los órganos judiciales desde la perspectiva de los derechos fundamentales
sustantivos en juego y la falta de ponderación de los mismos, queja que ha de reconducirse a la
vulneración de estos derechos (por todas, STC 185/2003, de 27 de octubre, FJ 2), lo que nos
conduce al examen de la siguiente queja del recurrente. De esta suerte, sólo en el caso de que
fuera desestimada la queja referida a la vulneración de los derechos fundamentales sustantivos
procedería que nos pronunciásemos sobre la pretendida falta de respuesta en las Sentencias
impugnadas respecto de la pretensión de nulidad de la referida prueba, lo que determinaría
entonces el rechazo de esta queja por incurrir en el óbice procesal antes indicado.
3. La cuestión nuclear planteada en la demanda de amparo es, en efecto, la relativa a la
vulneración de los arts. 15 y 18.1 CE, como consecuencia de haber ordenado la Guardia civil, sin
haber informado y solicitado previamente el consentimiento del afectado y sin autorización
judicial, la práctica de un análisis de sangre con posterioridad a su ingreso en el hospital, al
objeto de determinar la tasa de alcohol, diligencia que se practicó y cuyo resultado fue
incorporado al proceso y utilizado como prueba de cargo.
Como paso previo para poder apreciar las vulneraciones denunciadas ha de analizarse
cuál de los derechos fundamentales invocados puede resultar afectado por la diligencia
probatoria en cuestión, para posteriormente entrar a considerar si esa afectación es susceptible
de alcanzar una justificación constitucional.
Conforme a doctrina reiterada de este Tribunal, el derecho fundamental a la integridad
física y moral (art. 15 CE) protege la inviolabilidad de la persona, no sólo en aquellos casos en
los que existe un riesgo o daño para la salud, sino también -en lo que ahora interesa- contra toda
clase de intervención en el cuerpo que carezca del consentimiento de su titular, por cuanto lo
que se protege es el derecho de la persona a la incolumidad corporal, esto es, a no sufrir
menoscabo alguno en su cuerpo o en su apariencia externa sin su consentimiento. Y precisando
esta doctrina en relación a las diligencias practicables en el curso de un proceso penal como
actos de investigación o medios de prueba (en su caso, anticipada) sobre el cuerpo del imputado
o de terceros, hemos declarado que en "las calificadas por la doctrina como intervenciones
corporales, esto es, en las consistentes en la extracción del cuerpo de determinados elementos
externos o internos para ser sometidos a informe pericial (análisis de sangre, orina, pelos, uñas,
biopsias, etc.) o en su exposición a radiaciones (rayos X, TAC, resonancias magnéticas, etc.),
con objeto también de averiguar determinadas circunstancias relativas a la comisión del hecho
punible o a la participación en él del imputado, el derecho que se verá por regla general afectado
es el derecho a la integridad física (art. 15 CE), en tanto implican una lesión o menoscabo del
cuerpo, siquiera sea de su apariencia externa" (STC 207/1996, de 16 de diciembre, FJ 2).
Ahora bien, como se ha hecho constar en los antecedentes de la presente Sentencia, del
examen de las actuaciones se desprende, en primer lugar, que lo solicitado mediante oficio por
la Guardia civil al centro hospitalario en el que fue ingresado el demandante de amparo tras el
accidente de tráfico, no es la extracción de sangre, sino la práctica de un análisis sobre las
muestras de sangre que le habían sido extraídas con fines terapéuticos, al objeto de determinar
la tasa de alcohol en sangre o de otras sustancias estupefacientes, psicotrópicas, estimulantes o
análogas (folio 20 de las actuaciones). Respecto de la extracción de sangre, no existe constancia
en lo actuado, ni se queja el recurrente, de que la misma fuera realizada coactivamente, sino que
todo apunta a que prestó su consentimiento a la extracción, siquiera tácitamente, aunque fuera
sin haber sido informado del tipo de pruebas a realizar sobre las muestras obtenidas y, en
concreto, de que se le iba a practicar una prueba de detección de alcohol en sangre. No estando
acreditado, por tanto, que se tratara de una intervención corporal coactiva y practicada en contra
de la voluntad del interesado, no cabe considerar afectado el derecho fundamental a la
integridad física (art. 15 CE), como expresamente hemos afirmado, entre otras, en las SSTC
234/1997, de 18 de diciembre, FJ 9, y 25/2005, de 14 de febrero, FJ 6.
4. Distinta debe ser nuestra apreciación por lo que respecta a la afectación del derecho a
la intimidad personal (art. 18.1 CE).
Este derecho, en cuanto derivación de la dignidad de la persona (art. 10.1 CE), implica la
existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el conocimiento de los demás,
necesario, según las pautas de nuestra cultura, para mantener una calidad mínima de la vida
humana (SSTC 207/1996, de 16 de diciembre, FJ 3; 98/2000, de 10 de abril, FJ 5; 156/2001, de
2 de julio, FJ 4; 70/2002, de 3 de abril, FJ 10; 27/2003, de 30 de junio, FJ 7; 196/2004, de 15 de
noviembre, FJ 2, entre otras). El art. 18.1 CE confiere a la persona el poder jurídico de imponer a
terceros el deber de abstenerse de toda intromisión en la esfera íntima y la prohibición de hacer
uso de lo así conocido (por todas, STC 196/2004, de 15 de noviembre, FJ 2 y las allí citadas).
En concreto, y en relación con las diligencias de investigación o actos de prueba
practicables en el curso de un proceso penal, hemos afirmado que las intervenciones corporales
pueden conllevar una intromisión en el ámbito constitucionalmente protegido del derecho a la
intimidad personal, no tanto por el hecho en sí de la intervención (que, en su caso, afecta al
derecho a la integridad física), sino por razón de su finalidad, es decir, por lo que a través de
ellas se pretenda averiguar, si se trata de información referente a la esfera de la vida privada y
que el sujeto puede no querer desvelar, como la relativa al consumo de alcohol o de drogas
(SSTC 207/1996, de 16 de diciembre, FJ 3; 234/1997, de 18 de diciembre, FJ 9; 25/2005, de 14
de febrero, FJ 6; 196/2004, de 15 de noviembre, FJ 5, por todas).
Esto es lo que sucede también en el presente caso, en el que se realiza un análisis de
sangre al objeto de determinar si el afectado había consumido alcohol y cuál era su grado de
impregnación alcohólica, lo que supone una injerencia en la vida privada de la persona.
5. Constatada la afectación del derecho fundamental a la intimidad personal, hemos de
analizar a continuación si tal afectación resulta constitucionalmente legítima o si, por el contrario,
constituye una vulneración del derecho afectado.
Debe recordarse que el derecho a la intimidad no es un derecho absoluto, sino que
puede ceder ante intereses constitucionalmente relevantes siempre que, en palabras de la STC
196/2004, de 15 de noviembre, FJ 2, el recorte que aquél haya de experimentar esté fundado
"en una previsión legal que tenga justificación constitucional y que sea proporcionada (SSTC
44/1999, de 5 de abril, FJ 4; 207/1996, de 16 de diciembre, FJ 4; 292/2000, de 30 de noviembre,
FJ 16; 70/2002, de 3 de abril, FJ 10) o que exista un consentimiento eficaz que lo autorice, pues
corresponde a cada persona acotar el ámbito de intimidad personal y familiar que reserva al
conocimiento ajeno (STC 83/2002, de 22 de abril, FJ 5). El art. 18.1 CE impide, por tanto,
decíamos en la STC 110/1984, de 26 de noviembre, FJ 8, las injerencias en la intimidad
"arbitrarias o ilegales". De lo que se concluye que se vulnerará el derecho a la intimidad personal
cuando la penetración en el ámbito propio y reservado del sujeto no sea acorde con la Ley, no
sea eficazmente consentida o, aun autorizada, subvierta los términos y el alcance para el que se
otorgó el consentimiento, quebrando la conexión entre la información personal que se recaba y el
objetivo tolerado para el que fue
recogida".
Por lo que respecta a la previsión legal habilitante, hemos dicho que la reserva de ley
constituye "el único modo efectivo de garantizar las exigencias de seguridad jurídica en el ámbito
de los derechos fundamentales y las libertades públicas" y "no es una mera forma, sino que
implica exigencias respecto del contenido de la Ley que, naturalmente, son distintas según el
ámbito material de que se trate", pero que en todo caso implican que "el legislador ha de hacer
"el máximo esfuerzo posible" para garantizar la seguridad jurídica o dicho de otro modo, la
expectativa razonablemente fundada del ciudadano en cuál ha de ser la actuación del poder en
aplicación del Derecho" (SSTC 49/1999, de 5 de abril, FJ 4; y 70/2002, de 3 de abril, FJ 10).
Y profundizando en esa exigencia, en la STC 196/2004, de 15 de noviembre, FJ 6,
recordábamos que la jurisprudencia del Tribunal Europeo relativa a la garantía de la intimidad
individual y familiar del art. 8 del Convenio europeo de derechos humanos (CEDH) exige que "las
limitaciones estén previstas legalmente y sean las indispensables en una sociedad democrática,
lo que implica que la ley que establezca esos límites sea accesible al individuo concernido por
ella, que resulten previsibles las consecuencias que para él pueda tener su aplicación, y que los
límites respondan a una necesidad social imperiosa y sean adecuados y proporcionados para el
logro de su propósito (Sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos caso X e Y, de 26
de marzo de 1985; caso Leander, de 26 de marzo de 1987; caso Gaskin, de 7 de julio de 1989;
mutatis mutandis, caso Funke, de 25 de febrero de 1993; caso Z, de 25 de febrero de 1997). La
norma habilitante, en suma, deberá concretar las restricciones alejándose de criterios de
delimitación imprecisos o extensivos, pues vulnerará la intimidad personal si regula los límites de
forma tal que hagan impracticable el derecho fundamental afectado o ineficaz la garantía que la
Constitución le otorga (STC 292/2000, de 30 de noviembre, FJ 11)".
6. Precisando la anterior doctrina específicamente en relación con las intervenciones
corporales practicadas como actos de investigación o prueba del delito, en la STC 207/1996, de
16 de diciembre, FJ 4, establecimos como requisitos que proporcionan una justificación
constitucional objetiva y razonable a la injerencia en el derecho a la intimidad los siguientes: la
existencia de un fin constitucionalmente legítimo (considerando como tal "el interés público
propio de la investigación de un delito, y, más en concreto, la determinación de hechos
relevantes para el proceso penal"); que exista una previsión legal específica de la medida
limitativa del derecho, no pudiendo ser autorizada la misma sólo por la vía reglamentaria
(principio de legalidad); que, como regla general, se acuerde mediante una resolución judicial
motivada (si bien reconociendo que debido a la falta de reserva constitucional a favor del Juez, la
Ley puede autorizar a la Policía judicial para disponer, por acreditadas razones de urgencia y
necesidad, la práctica de inspecciones, reconocimientos e incluso de intervenciones corporales
leves, siempre y cuando se respeten los principios de proporcionalidad y razonabilidad); y,
finalmente, la estricta observancia del principio de proporcionalidad, concretado en tres requisitos
o condiciones: idoneidad de la medida para alcanzar el fin constitucionalmente legítimo
perseguido (juicio de idoneidad), que la misma resulte necesaria o imprescindible para ello, esto
es, que no existan otras medidas menos gravosas que, sin imponer sacrificio alguno de derechos
fundamentales o con un sacrificio menor, sean igualmente aptas para dicho fin (juicio de
necesidad), y, por último, que se deriven de su aplicación más beneficios o ventajas para el
interés general que perjuicios sobre otros bienes o intereses en conflicto o, dicho de otro modo,
que el sacrificio impuesto al derecho fundamental no resulte desmedido en relación con la
gravedad de los hechos y las sospechas existentes (juicio de proporcionalidad en sentido
estricto). Del mismo modo y reproduciendo esta doctrina, SSTC 234/1997, de 18 de diciembre,
FJ 9; 70/2002, de 3 de abril, FJ 10; y 25/2005, de 14 de febrero, FJ
Asimismo, en la citada STC 70/2002, de 3 de abril, FJ 10, precisamos que la valoración
de la urgencia y necesidad de la intervención policial ha de realizarse ex ante, y es susceptible
de control judicial ex post, al igual que el respeto del principio de proporcionalidad. La
constatación ex post de la falta del presupuesto habilitante o del respeto al principio de
proporcionalidad implicaría la vulneración del derecho fundamental y tendría efectos procesales
en cuanto a la ilicitud de la prueba en su caso obtenida, por haberlo sido con vulneración de
derechos fundamentales.
7. Descendiendo de la doctrina general al caso que nos ocupa, analizaremos a
continuación las distintas hipótesis que permitirían justificar la injerencia en el derecho
fundamental a la intimidad.
Señalábamos anteriormente que el derecho a la intimidad puede ceder ante la presencia
de otros intereses constitucionalmente relevantes, siempre que exista consentimiento eficaz o
que la injerencia esté fundada en una previsión legal con justificación constitucional y que resulte
proporcionada, con todas las matizaciones a las que se ha hecho referencia.
En el presente caso puede afirmarse sin duda alguna que la diligencia probatoria cuya
legitimidad constitucional se cuestiona se orienta a un fin constitucionalmente legítimo, puesto
que el análisis se solicita para determinar la tasa de alcohol en sangre o la presencia de otras
sustancias tóxicas, en el marco de la investigación de un delito de conducción bajo el efecto de
este tipo de sustancias y al objeto de determinar un hecho relevante para el proceso penal, cual
es la detetminación del grado de impregnación alcohólica (en el mismo sentido y en un caso que
presenta grandes similitudes con éste, STC 25/2005, de 14 de febrero, FJ 6).
Con esta premisa, la primera hipótesis que cabría plantearse para obtener una
justificación constitucional a la actuación policial es la de que los agentes de la Guardia civil
hubieran obtenido el consentimiento eficaz del afectado en la práctica de la analítica en cuestión,
puesto que aunque fue ingresado tras el accidente en un centro hospitalario, tanto del atestado
policial (folio 13 y ss, donde se hace constar que como consecuencia del accidente resulta "una
persona herida leve" y, en la diligencia de síntomas, que tenía "habla pastosa" pero daba
"respuestas claras y lógicas") como de sus declaraciones en el acto del juicio se desprende que
el recurrente estaba consciente cuando fue auxiliado por los agentes y cuando posteriormente
fue ingresado en el hospital. Pese a ello, no existe constancia alguna de que fuera informado
expresamente de la prueba que se pretendía practicar (análisis de sangre) y de la finalidad de la
misma (determinar la tasa de alcohol en sangre o la presencia de otras sustancias
estupefacientes), una prueba que resultaba ajena a toda finalidad terapéutica y que, por ello, no
resultaba previsible para quien es sometido a pruebas médicas por el personal facultativo de un
centro hospitalario en el que se encuentra ingresado tras sufrir un accidente de tráfico. Siendo
así, ha de descartarse la presencia de un consentimiento informado eficaz del afectado que
legitime la medida, aun partiendo de la premisa fáctica de que existiera consentimiento en la
extracción de sangre (por todas, STC 196/2004, de 15 de noviembre, FJ 9).
8. Descartada la existencia de consentimiento del afectado, resulta innecesario entrar a
examinar si existe previsión legal específica con justificación constitucional para una medida
como la descrita, ya que aquí lo que se cuestiona no es esto, sino la ausencia de autorización
judicial de la medida, pues, tratándose de una intervención que afecta al derecho a la intimidad,
la regla general es que sólo mediante una resolución judicial motivada se pueden adoptar tales
medidas y que, de adoptarse sin consentimiento del afectado y sin autorización judicial, han de
acreditarse razones de urgencia y necesidad que hagan imprescindible la intervención inmediata
y respetarse estrictamente los principios de proporcionalidad y razonabilidad.
Del examen de lo actuado se desprende que los agentes de la Guardia civil se dirigieron
directamente a los facultativos del centro hospitalario para solicitar la práctica de la analítica, y no
previamente al Juez. En efecto, aunque consta en las actuaciones un oficio dirigido al Juez
instructor solicitando del mismo mandamiento judicial para la práctica de la analítica, dicho oficio
se cursa una vez que la misma ya se había ordenado por los propios agentes policiales y había
sido practicada. Es más, el informe clínico con el resultado del análisis obra incorporado al
atestado policial que se remite al Juez instructor, quien, a la vista de la actuación y de la solicitud
policial, se limita a incoar diligencias previas, incorporando a la causa el atestado policial y el
resultado del análisis de sangre en cuestión, sin dictar resolución alguna respecto de la solicitud
de mandamiento judicial. Y, posteriormente, tanto el Juzgado de lo Penal como la Audiencia
Provincial en apelación consideran válida la actuación policial y la prueba así obtenida, con la
argumentación que se expuso en los antecedentes de esta resolución, en la que se limitan a
afirmar que la prueba se practicó con todas las garantías científicas legales y sin que se
produjese ninguna anomalía, dando un resultado positivo, añadiendo la Sentencia de instancia
que no era preciso el consentimiento previo del conductor para realizar esa diligencia de
investigación policial en la medida en que estaba obligado a someterse a la misma. En definitiva,
ni existió una autorización judicial previa de la práctica del análisis de sangre, ni posteriormente
los órganos judiciales realizaron ponderación de los intereses en conflicto teniendo en cuenta el
derecho fundamental en juego que les condujera a considerar justificada -a la vista de las
circunstancias del caso- la actuación policial sin previa autorización judicial.
Por otra parte, ni en la solicitud de los agentes de la Guardia civil al centro hospitalario
(que se fundamenta exclusivamente en la imposibilidad de someter a las pruebas de aire
espirado al conductor accidentado, en el que los agentes habían advertido diversos síntomas de
embriaguez, sin mencionar ninguna otra circunstancia), ni en las actuaciones procesales consta
dato alguno que permita considerar acreditada la urgente necesidad de la intervención policial
inmediata. En efecto, si el conductor en el que los agentes apreciaron síntomas de intoxicación
alcohólica se encontraba ingresado en un centro hospitalario y las muestras de sangre existían,
al haber sido extraídas con fines terapéuticos, podría entenderse que era necesario -a la vista de
los síntomas detectados y de la imposibilidad de practicar las pruebas de aire espirado- y
urgente solicitar al centro hospitalario que se adoptasen las medidas necesarias para la custodia
y conservación de tales muestras al efecto de que pudiera realizarse sobre ellas la
correspondiente analítica si ésta fuera ordenada judicialmente. Pero no puede afirmarse, sin la
concurrencia de otras circunstancias, que resultara imprescindible también que los propios
agentes policiales ordenaran la práctica de la analítica sin acudir previamente al Juez de guardia
al objeto de que éste, tras ponderar todas las circunstancias del caso, decidiera motivadamente
si resultaba o no proporcionado ordenar la injerencia en el derecho fundamental a la intimidad.
E incluso si concurrieran circunstancias excepcionales en el caso concreto -que desde
luego no se han acreditado ni valorado por los órganos judiciales- que impidieran la intervención
judicial previa con la celeridad necesaria para asegurar que la analítica pudieran llegar a
practicarse y la misma fuera considerada imprescindible en la valoración policial, resultaría
constitucionalmente exigible que los agentes de la Guardia civil hubieran puesto de forma
inmediata en conocimiento del Juez que se había ordenado practicar un análisis de sangre al
objeto de verificar el grado de impregnación alcohólica y que el resultado del mismo se remitiera
al órgano judicial (pues no existen razones de urgencia imaginables que permitan justificar, una
vez ya practicado el análisis, el acceso de la policía a los datos de la intimidad sin la previa
intervención judicial), para que fuera el órgano judicial quien, a la vista de todos los datos
aportados (circunstancias del accidente, sintomatología descrita en el atestado policial,
posibilidad de realizar otras pruebas no lesivas de derechos fundamentales...), decidiera
motivadamente si resultaba o no proporcionada la injerencia en el derecho fundamental,
autorizando o no la incorporación al proceso del resultado del análisis de sangre, lo que tampoco
ha sucedido en el presente caso.
La ponderación de las circunstancias del caso y la formulación del juicio de
proporcionalidad son imprescindibles, sin que resulte constitucionalmente aceptable entender
que, de no poder practicarse las pruebas de aire espirado, resulta legítimo practicar, en todo
caso, otras pruebas legalmente previstas, como el análisis de sangre, a fin de acreditar el grado
de impregnación alcohólica. Ciertamente, esas pruebas son idóneas para el esclarecimiento de
un hecho relevante en la persecución del delito de conducción bajo influencia de bebidas
alcohólicas, pero el resultado positivo de las mismas ni es la única prueba que puede conducir a
una condena por este delito, ni es imprescindible para sustentarla, como hemos afirmado en
múltiples ocasiones (por todas, SSTC 24/1992, de 14 de febrero, FJ 3; 252/1994, de 19 de
septiembre, FJ 5; 111/1999, de 14 de junio, FJ 3; 68/2004, de 19 de abril, FJ 2; 137/2005, de 23
de mayo, FJ 3; 262/2006, de 11 de septiembre, FJ 2; 319/2006, de 15 de noviembre, FJ 2), dado
que desde la STC 145/1985, de 28 de noviembre, FJ 4, sostenemos que el delito no consiste en
un determinado grado de impregnación alcohólica, sino en la conducción de un vehículo de
motor bajo la influencia de bebidas alcohólicas. Por tanto, en cada caso concreto y a la vista de
las circunstancias concurrentes en el mismo, habrá de ponderarse la importancia y necesidad de
la prueba para el esclarecimiento del delito y su incidencia en el derecho fundamental a la
intimidad, sin que de la regulación legal se desprenda, en modo alguno, la existencia de una
habilitación para la práctica de análisis de sangre en todos aquellos casos en que no puedan
practicarse las pruebas de aire espirado.
En conclusión, al haberse invadido la esfera privada del recurrente sin su consentimiento
ni autorización judicial y, al no haberse acreditado la urgente necesidad de la intervención policial
sin mandato judicial previo ni la proporcionalidad de la misma, se ha vulnerado el art. 18.1 CE, lo
que determina la nulidad de la prueba obtenida como consecuencia de dicha vulneración.
9. Llegados a este punto nos resta examinar la queja referida a la pretendidan
vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
Hemos de recordar a tal propósito, que "al valorar pruebas obtenidas con vulneración de
derechos fundamentales u otras que sean consecuencia de dicha vulneración, puede resultar
lesionado, no sólo el derecho a un proceso con todas las garantías, sino también la presunción
de inocencia", lo que "sucederá si la condena se ha fundado exclusivamente en tales pruebas;
pero, si existen otras de cargo válidas e independientes, podrá suceder que, habiéndose
vulnerado el derecho a un proceso con todas las garantías, la presunción de inocencia no
resulte, finalmente, infringida" (STC 81/1998, de 2 de abril, FJ 3; en el mismo sentido, SSTC
49/1999, de 5 de abril, FJ 14; 94/1999, de 31 de mayo, FJ 9; 171/1999, de 27 de septiembre, FJ
15; 136/2000, de 29 de mayo, FJ 8; 12/2002, de 28 de enero, FJ 5; 7/2004, de 9 de febrero, FJ 9;
259/2005, de 24 de octubre, FJ 8; 253/2006, de 11 de septiembre, FJ 7).
Nos corresponde, por tanto, analizar si existen otras pruebas de cargo válidamente
practicadas, distintas e independientes del análisis de alcohol en sangre cuya nulidad hemos
apreciado. Y, en caso de que así sea, hemos de determinar si conforme al razonamiento
contenido en las Sentencias impugnadas en amparo puede llegarse a la conclusión de que el
fallo de culpabilidad puede seguir sustentándose en esas pruebas de cargo lícitas, pues en tal
supuesto no cabría apreciar la pretendida vulneración del derecho a la presunción de inocencia
que alega el recurrente.
Pues bien, en el presente asunto (tal como se expuso en los antecedentes de la
presente Sentencia al reproducir parcialmente la fundamentación jurídica tanto de la Sentencia
de instancia como de la que la confirma en apelación) los órganos judiciales constatan la
existencia y valoran autónomamente otras pruebas de cargo distintas e independientes del
análisis de alcohol en sangre, pruebas cuya validez no está en cuestión: fundamentalmente, las
declaraciones testificales de los agentes de la Guardia civil en el acto del juicio oral, en las que
además de ratificar el atestado y, en concreto, la diligencia de sintomatología externa apreciada,
los agentes aclararon que el conductor olía a alcohol y presentaba claros síntomas de hallarse
bajo los efectos de bebidas alcohólicas. La Sentencia de instancia, al valorar la influencia de la
ingestión alcohólica en las facultades psicofísicas del conductor, junto a los síntomas evidentes
de embriaguez constatados en el atestado y al resultado de la analítica, añade y analiza
detalladamente los datos relativos a la forma de producción del accidente ("sin intervención de
ningún elemento externo, y en un tramo de vía no peligroso, ni concurriendo factores especiales
de riesgo para la conducción, ni problemas técnicos en el vehículo", pese a lo cual el conductor
se salió "de la vía por el margen derecho, chocando contra una obra y volcando finalmente", sin
que el acusado otorgue una explicación creíble a tal desenlace). A su vez, la Sentencia de
apelación afirma expresamente en su fundamento jurídico 3 que los testimonios prestados por
los agentes de la Guardia civil en el acto del juicio oral es una prueba "que también a criterio de
esta Sala resulta determinante", y añade, respecto del análisis de sangre practicado, que "esta
prueba resulta incluso ociosa en virtud de la prueba a la que anteriormente hemos hecho
referencia" (la testifical).
En definitiva, de la simple lectura de la fundamentación jurídica de las Sentencias
impugnadas, sin realizar valoración alguna por este Tribunal, puede concluirse que la analítica
cuya nulidad hemos declarado no resultó indispensable ni determinante para el fallo de
culpabilidad y que, eliminada del acervo probatorio, la condena sigue sustentándose eficazmente
en el resto de la prueba válidamente practicada e independiente de aquella prueba nula, tal
como se infiere del propio razonamiento contenido en las Sentencias. Un razonamiento a través
del cual se considera acreditada la concurrencia de todos los elementos del tipo aplicado,
mediante inferencias explicitadas en las resoluciones judiciales y que no pueden ser calificadas
de irrazonables, ni desde el punto de vista de su lógica o coherencia, ni desde la óptica del grado
de solidez requerido, sin que a este Tribunal le competa ningún otro juicio, ni entrar a examinar
otras inferencias propuestas por quien solicita el amparo (SSTC 220/1998, de 16 de noviembre,
FJ 3; 135/2003, de 30 de junio, FJ 3; 239/2006, de 17 de julio, FJ 7; 73/2007, de 16 de abril, FJ
6). En consecuencia, no ha existido vulneración del derecho a la presunción de inocencia.
Fallo:
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, por la autoridad que le confiere la
Constitución Española, Ha decidido Otorgar parcialmente el amparo solicitado por don Luis
Moreno Alonso y, en su virtud:
1.º Reconocer su derecho a la intimidad personal (art. 18.1 CE).
2.º Desestimar la demanda de amparo en todo lo demás.
Publíquese esta Sentencia en el "Boletín Oficial del Estado".
Dada en Madrid, a veinticuatro de septiembre de dos mil siete.-María Emilia
Casas Baamonde.-Javier Delgado Barrio.-Roberto García-Calvo y Montiel.-Jorge
Rodríguez-Zapata Pérez.-Manuel Aragón Reyes.-Pablo Pérez Tremps.-Firmado y
rubricado.
S.TC. 13/2006
Referencia número: 13/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 16/1/2006
Publicación BOE: 20060215 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Eugeni Gay Montalvo
Número registro: 387-2003/ Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don David Chaparro Lagar frente a las Sentencias de la Audiencia Provincial y del
Juzgado de Menores de Badajoz que le condenaron por robo con fuerza en casa habitada.
Supuesta vulneración del derecho a la prueba y vulneración del derecho de defensa: derecho a
la última palabra (STC 181/1994).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 387-2003, promovido por don David Chaparro Lagar,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Celia López Ariza y asistido por el
Letrado don José Duarte González, contra la Sentencia de 19 de junio de 2002 dictada por el
Juzgado de Menores de Badajoz, en la que fue condenado como consecuencia de entender
probada la comisión por el menor de un delito de robo con fuerza en casa habitada, y contra la
Sentencia de la Audiencia Provincial de la misma ciudad de 12 de diciembre confirmando la
anterior. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 22 de enero de 2003 don David Chaparro
Lagar interpuso recurso de amparo contra las resoluciones judiciales citadas en el
encabezamiento de la Sentencia
2. Los hechos más relevantes, de los que trae causa la demanda, son los siguientes:
a) Como consecuencia de la comisión de un delito de robo con fuerza en las cosas, el 8
de febrero de 2001, la Fiscalía de Menores de Badajoz procedió a la incoación del oportuno
expediente contra el recurrente amparo y, tras la práctica de las oportunas diligencias de
investigación, entre las que se hallaba la elaboración de la tasación pericial del valor de los
efectos sustraídos, procedió a remitir lo actuado al Juzgado de Menores, presentando escrito de
alegaciones el 18 de diciembre de 2001 en el que se proponían como pruebas para la audiencia,
la exploración del menor, documental, así como testifical, entre otras personas, de la
perjudicada, de los agentes de la policía local y de la guardia civil, y de un sujeto mayor de edad
detenido junto al menor.
b) El 14 de enero de 2002 se dictó Auto por el Juzgado de Menores acordando abrir el
trámite de audiencia; el Letrado del menor presentó el correspondiente escrito de alegaciones el
19 de enero de 2002 en el que, negando las correlativas del Fiscal, propuso la misma prueba
que éste añadiendo, además, la pericial del equipo técnico, la ratificación de la tasación obrante
en el expediente y referida al valor de los efectos, así como la testifical de Pedro Pérez
Sansegundo, de quien facilitaba como dato identificativo el nombre de la calle donde radicaba su
domicilio aunque no el número del inmueble.
c) Por Auto de 3 de junio de 2002 se señaló vista para el 14 de junio y se admitió la
práctica de la totalidad de la prueba propuesta por el Fiscal, inadmitiendo las propuestas por el
Letrado del menor, no obstante, la tasación pericial y la testifical de Pedro Pérez Sansegundo al
no constar las señas de éste.
d) El Letrado interpuso recurso de reforma alegando vulneración del artículo 24 CE en
relación con la pericial porque el menor no había tenido la posibilidad de estar presente en la
peritación, ni tampoco su Letrado, habiéndose realizado sin la presencia del Secretario, ni la del
Juez y sin que conste la firma del Ministerio Fiscal, lo que entiende relevante para delimitar si
estamos ante un ilícito penal de robo o de hurto o de una simple falta, sin que además se le diera
traslado de la tasación. Asimismo alegaba la vulneración del mismo derecho por inadmitir la
testifical de Pedro Pérez Sansegundo al entender de aplicación supletoria los arts. 791 y 792
LECrim, por lo que correspondería a la oficina judicial la averiguación del número de piso
concreto donde pudiera ser notificado. El recurso fue desestimado por Auto del mismo Juzgado
de fecha 11 de junio de 2002, denegando la tasación pericial por considerarla prematura al
tratarse de responsabilidad penal y no civil, y remitiendo la testifical de Pedro Pérez Sansegundo
al momento de celebración de la vista, instando al Letrado proponente a que lo solicitara en la
propia audiencia en cumplimiento de la posibilidad contemplada en el artículo 37 de la Ley
Orgánica sobre la responsabilidad penal de los menores (LORPM), advirtiéndole que debía, la
parte, encargarse de procurar la asistencia del testigo, sin intervención en ello del Juzgado, dada
la carencia de datos exactos de identificación. En la instrucción de recursos se advierte que cabe
interponer recurso de apelación.
e) El 14 de junio de 2002 se procedió a la celebración de la audiencia con la asistencia
del Fiscal, el menor y su Letrado y el equipo técnico; planteándose por el Letrado exclusivamente
como cuestión previa la imposibilidad de haber dispuesto de plazo para recurrir en apelación el
Auto de 11 de junio de 2002, sin reiterar, no obstante, la práctica de la prueba pericial de
tasación de los efectos, ni efectuar en ese momento objeción alguna a la falta de citación por el
propio Juzgado del testigo propuesto.
f) A la celebración de la audiencia no compareció el testigo propuesto por ambas partes:
Raúl Cordero, ni un policía local y un guardia civil, interesando el Letrado, en los tres casos, la
suspensión de la vista, siéndole denegada tal petición y por ello formulando a continuación la
oportuna protesta. En el mismo acto, y aun compareciendo el equipo técnico, el representante
del menor no le dirigió pregunta alguna, ni interesó del Juzgador que requiriera a sus
componentes para que ampliaran o aclararan algún concepto de su informe psicosocial sobre el
menor. Tampoco se ocupó de hacer comparecer en la vista al testigo Pedro Pérez Sansegundo,
aun habiendo sido instado para ello por el Juzgado en el citado Auto de 11 de junio 2002, ni
interesó del Juez el derecho a la última palabra por parte de su representado.
g) El 19 de junio de 2002 el Juez de Menores dictó Sentencia imponiendo al menor como
medida educativa el internamiento en régimen semiabierto durante un año, dividiendo su
ejecución en un primer período de nueve meses de internamiento semiabierto en sentido estricto
y de tres meses en régimen de libertad vigilada.
En dicha Sentencia se relatan como hechos probados que el 8 de febrero de 2001 el
menor recurrente, en compañía de otro individuo mayor de edad y por ello procesado en el
procedimiento penal correspondiente, penetró en un chalet rompiendo la cancela y varias
puertas, llevándose diversos objetos tasados pericialmente en 162.800 pesetas que fueron
finalmente recuperados salvo una bolsa de viaje. Los hechos se acreditan, según dicha
Sentencia, por "la testifical practicada en la persona de doña Ramona, quien de un modo claro y
rotundo, manifestó que reconoce a David, como uno de los chicos que vio cuando salía del
chalet precipitado, sito en el paraje de la Corchuela del término municipal de Badajoz, cargado
con alguno de los objetos sustraídos (los cuales lo reconocía, sin duda alguna, por haber sido
ella limpiadora en esa casa). En igual sentido se manifiesta el resto de los testimonios prestados,
así los policías locales y guardias civiles identifican, en el acto de la audiencia, a David como el
autor del robo al haber sido detenido cuando huía y al llevar encima objetos procedentes del
chalet. Ratificando en todo caso la totalidad de las diligencias por ellos practicadas en el ejercicio
de su cargo. Igualmente significativo, es también la declaración de doña Carmen, dueña de la
casa, quien pese al tiempo transcurrido desde los hechos, reconoce a David como el chico que
le trajo la policía detenido para su identificación y confirma, igualmente, que el destornillador que
David llevaba encima era, sin duda alguna, de su propiedad. Y por último el empleo de fuerza
queda acreditado por la prueba testifical y documental aportados".
h) Contra la anterior Sentencia el Letrado del menor interpuso recurso de apelación
alegando vulneración de los arts. 14, 24 y 25 CE. En concreto señala que con las señas
facilitadas correspondía al órgano judicial la diligencia de citar a dicho testigo requiriendo a la
policía la averiguación del número de piso concreto donde pudiera ser notificado y citado dicho
testigo, alegando que además constituía una clara discriminación respecto al Ministerio Fiscal
que no aportó las señas completas de ninguno de los testigos que, sin embargo, fueron
admitidos. Asimismo se alegaba que el Auto denegatorio del recurso de reforma fue notificado
justo antes de la vista generando indefensión al no poder ya interponer recurso de apelación y
negándose que existiera la misma por el órgano judicial cuando lo alegó al inicio de la vista como
vulneración de un derecho fundamental en virtud del artículo 37.1 Ley Orgánica 5/2000; alegaba
igualmente que la pericial propuesta e inadmitida careció de motivación. Se alegaba igualmente
que no se había suspendido la vista al no haberse podido practicar la testifical de don Raúl
Cordero ante la incomparecencia de éste y tampoco la comparecencia de un policía local y de un
guardia civil. Se señalaba que al menor no se le concedió el derecho a la última palabra previsto
en el artículo 37.2 de la Ley Orgánica 5/2000. Y se solicitaba, asimismo, la práctica anticipada de
prueba consistente en interrogatorio del menor; nuevo informe del Equipo Técnico; ratificación
del perito tasador; y testifical de Pedro Pérez Sansegundo, Raúl Cordero y del policía local y
guardia civil que no comparecieron a la vista.
i) Tras una previa suspensión de la vista solicitada por el Letrado del menor para que se
pronunciara el órgano judicial sobre la prueba propuesta y por la ausencia del menor, la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Badajoz dictó Auto de 11 de octubre 2002 inadmitiendo la
práctica de la prueba propuesta a excepción del interrogatorio del menor que señaló para la
vista. Señala el Auto que la testifical denegada por falta de datos no generó indefensión pues
correspondía a la diligencia de la parte facilitarlos; y en cuanto a la pericial razona que se ha
practicado y que podrá discreparse de la misma pero que es efectiva, al tener naturaleza de
prueba pericial objetiva y directamente auxiliar del juez haciendo innecesario otra pericial,
considerando desproporcionada la citación del perito judicial de nuevo en esta alzada. Considera
innecesaria la testifical del mayor de edad reiterando las consideraciones de instancia relativas a
su condición de coimputado al no haberse realizado el enjuiciamiento de modo conjunto.
Igualmente innecesario considera el testimonio de los agentes al haber realizado las diligencias
junto a compañeros que sí estuvieron. En relación con la pericial del equipo técnico, señala el
Auto que consta su presencia en la instancia si bien no su intervención lo que pone de manifiesto
que nada se dijo por la defensa y su solicitud en alzada no cumple con la previsión del art. 41 in
fine de la Ley Orgánica 5/2000, por no constar protesta alguna ni razonarse en alzada las causas
de la pretendida indefensión. Interpuesto recurso de súplica contra la anterior resolución la Sala
dictó nuevo Auto el 29 de octubre confirmando el anterior en todos sus extremos, precisando,
además, en relación con la pericial que resulta más innecesaria cuando no se argumenta nada
en orden a considerar arbitrariedades o errores técnicos la valoración a la baja.
j) Celebrada nueva vista el 27 de noviembre de 2002 en la que está presente el menor,
se suspende por no asistir el Fiscal especialista en menores. Se celebra nueva vista el 10 de
diciembre de 2002 en la que el Letrado del menor reitera la solicitud de suspensión por no estar
el Fiscal de Menores y no estar presente el menor, invocando el art. 24 CE. Tras acordar la
continuación de la vista y consignar la protesta, finalmente se dicta Sentencia por la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Badajoz el 12 de diciembre 2002, confirmando en su
integridad la dictada en la instancia.
La Sentencia desestima la nulidad de actuaciones, "por no haberse recibido declaración
testifical al mayor de edad que fue detenido junto al menor recurrente, en la medida en que dicho
testimonio de quien en la ordinaria jurisdicción penal sería un coimputado, no es más que un
elemento probatorio que se muestra débil e innecesario ante la suficiente y variada prueba
incriminatoria en el presente caso, a saber testifical de quien reconoce al menor recurrente como
uno de los jóvenes que salía del Chalet, cargando con alguno de los objetos sustraídos, los
cuáles, de igual modo, reconoció e identificó por razón de haber prestado servicios en la vivienda
como limpiadora, haber sido detenido con un destornillador que la dueña de la casa reconoció
como de su propiedad, etc". Considera la Sentencia que, con mayor razón, "resultan irrelevantes
otros testimonios cuya no práctica, se dice, debieron motivar la suspensión de la audiencia, o el
hecho de desestimarse la petición de práctica de una prueba pericial para tasar los objetos
sustraídos, toda vez que consta un informe de perito judicial (folio 38) que tasa los objetos
recuperados, sin que se encuentren, ni se invoquen siquiera, motivos de entidad para
relativizarlo o ponerlo en entredicho". La misma conclusión alcanza la Sala respecto a la no
comparecencia de un miembro "especializado" en Menores por haber asistido el Fiscal Jefe al
plenario con las más altas facultades representativas, y rechaza que "de todo ello pueda
derivarse indefensión en el menor, como de su falta de presencia en la vista en esta alzada, que,
por lo demás, no está prevista en la normativa especial, que exige la presencia de las partes,
que, en el presente caso, y en lo que a aquél respecta, estuvo suficiente y dignamente hecha
patente a través de su Letrado director".
Niega por otro lado que se haya producido violación del derecho a la presunción de
inocencia al existir prueba suficiente incriminatoria;que se hayan vulnerado las garantías de
defensa por no suspender una audiencia o plenario para practicar pruebas, "que ante el cúmulo
de datos y elementos incriminatorios se revelan superfluas e innecesarias". Finalmente rechaza
igualmente que se vulneren determinados preceptos del Código penal y de la Ley Orgánica
5/2000 porque "no se introducen razones de fondo, ni en el escrito de recurso ni en la vista que
tuvo lugar en la alzada, que neutralicen la decisión basada en la facultad de la Juez de Menores
en orden a elegir la medida que estime más conveniente para el interés del menor, como así ha
hecho al valorar los hechos que de ser mayor de edad aquél constituirían delito, coincidiendo -
por otra parte-, con el criterio del Ministerio público, razón por la cual esta Sala no considera
necesario modificarla, sin perjuicio de la facultad que la Ley del Menor atribuye al Juez de
Menores para variarla o suspenderla cuando varíen las circunstancias que dieron lugar a su
adopción. Como se ha dicho, ninguna alegación se establece en el recurso respecto de una
variada prueba incriminatoria, quizá por la contundencia de la misma. El menor fue visto por la
empleada de hogar que presta servicios en la vivienda objeto de la sustracción, que salía de la
misma portando objetos, que serían identificados por la dueña posteriormente; siendo, por otra
parte, sorprendido portando aquellos por agentes de la policía".
3. Por escrito registrado en este Tribunal el 22 de enero de 2003 don David Chaparro
Lagar interpuso recurso de amparo contra las Sentencias referidas, solicitando se le designara
Procurador de oficio que le representara ante el Tribunal Constitucional, con suspensión del
plazo de veinte días para interponer dicho recurso amparo.
4. Por diligencia de ordenación de 30 de enero de 2003, la Sección Tercera de este
Tribunal dirigió atenta comunicación al Ilustre Colegio de Abogados de Madrid a fin de que
designara, si fuera procedente, Procurador del turno de oficio acompañándose a dicha
comunicación los documentos remitidos por el interesado acordando, asimismo, conceder al
recurrente un plazo de diez días para aportar copia del escrito de interposición del recurso de
apelación así como acreditar fehacientemente la fecha de notificación de la Sentencia de la
Audiencia Provincial de Badajoz de 12 diciembre de 2002.
5. Por diligencia de ordenación de la Sección Tercera de este Tribunal de 27 de febrero
de 2003 se tuvo por designada del turno de oficio como Procuradora a doña Celia López Ariza y
como Abogado, designado por el propio recurrente, a don José Duarte González, haciéndoles
saber a los mismos dicha designación, así como al recurrente en amparo, otorgándoles un plazo
de veinte días para la formalización de la demanda de amparo.
6. El 26 de marzo de 2003 se registró la demanda de amparo por infracción de lo
dispuesto en los arts. 14 y 24 CE, por entender vulnerados los derechos fundamentales a la
igualdad en la aplicación de la ley, a un proceso con todas las garantías, a utilizar los medios de
prueba para la defensa, a decir la última palabra o autodefensa, a la presunción de inocencia y a
no sufrir indefensión
Se alega en primer lugar la vulneración del derecho a la igualdad en la aplicación de la
ley (art. 14 CE), por no haberse citado a un testigo propuesto por la defensa basándose el
órgano judicial para adoptar tal decisión en la falta de datos del mismo cuando, con menos
datos, fueron citados testigos propuestos por el Fiscal, lo que comporta la arbitrariedad prohibida
por el artículo 9 CE. En cuanto al derecho a utilizar las pruebas pertinentes para la defensa (art.
24.2 CE) se dice que se vulnera porque fueron denegadas diversas de las propuestas por el
menor imputado: la de un testigo por no dar todos los datos identificativos, la pericial, que impidió
calificar los hechos no como delito de robo, sino como falta de hurto, porque no comparecieron
ciertos policías y no se suspendió la vista pese a la protesta; asimismo se esgrime que se
vulnera porque la notificación del Auto denegatorio del recurso de reforma interpuesto contra la
denegación de la prueba se notificó justo antes de celebrarse la vista, por lo que no pudo
recurrirlo en apelación, y tampoco se le permitió alegarlo al inicio de la vista como vulneración de
derecho fundamental en virtud del artículo 37.1 de la Ley Orgánica 5/2000. En cuanto al derecho
a la presunción de inocencia (art 24.2 CE) se considera vulnerado por existir una clara
insuficiencia probatoria; y, en relación con el derecho a la autodefensa, porque no le fue
concedida la última palabra al menor en contra de lo previsto en el art. 37.2 in fine de la Ley
Orgánica 5/2000, de responsabilidad penal de los menores.
7. Por providencia de la Sala Segunda de 18 de marzo de 2004 se acordó conocer del
presente recurso amparo y admitir a trámite la demanda presentada, así como dirigir atenta
comunicación a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Badajoz a fin de que, en plazo
que no excediera de diez días, remitiera certificación o fotocopia adverada de las actuaciones
correspondientes al recurso apelación núm. 338-2002. En el mismo acto se acordó dirigir
igualmente atenta comunicación al Juzgado Provincial de Menores de Badajoz a fin de que, en el
plazo de diez días, remitiese certificación del expediente núm. 214-2001, debiendo previamente
emplazar a aquellos que hubieran sido parte en el procedimiento excepto la parte recurrente de
amparo, para que pudieran comparecer en el recurso de amparo.
8. Por providencia de igual fecha la Sala acordó formar pieza separada para la
tramitación del incidente de suspensión otorgando, conforme al art. 56 LOTC, un plazo común de
tres días a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal, para que alegasen lo que estimaran
conveniente respecto a la misma. Por Auto de 22 de abril de 2004 se concedió la suspensión
solicitada de la medida internamiento acordada en las resoluciones impugnadas.
9. Por diligencia de ordenación de 17 de junio 2004 se acordó dar vista de las
actuaciones recibidas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal por plazo común de veinte días
para que dentro de los mismos presentaran las alegaciones que estimasen pertinentes de
conformidad con el art. 52.1 LOTC.
10. El 1 de julio de 2004 se registró en este Tribunal escrito de la parte recurrente en
amparo reiterando y ratificando las alegaciones contenidas en su escrito originario y que se dan
por reproducidas.
11. Con fecha 22 de julio de 2004 el Ministerio Fiscal registró escrito en este Tribunal
interesando la desestimación del presente recurso de amparo.
Tras recordar la doctrina general en relación con el derecho a la prueba, examina cada
una de las que se alegan en la demanda de amparo como causantes de dicha violación. En
primer lugar, en relación con la testifical de Raúl Cordero, persona mayor de edad detenido junto
con el menor, afirma que se admitió la prueba y que ésta no pudo practicarse por que, pese a
estar debidamente citado por el órgano judicial, no compareció por su propia voluntad a la
celebración de la vista, por lo que la decisión judicial de no suspenderla por la voluntariedad en
la incomparecencia, se encuentra perfectamente justificada ya que no resulta admisible que la
celebración de una audiencia pueda quedar condicionada a la interesada decisión de terceros.
Asimismo considera el Ministerio público que la Audiencia Provincial en el Auto de 11 de octubre
de 2002, cuando afirma que al propuesto testigo alcanzaría la cualidad correspondiente a un
coimputado o en la hipótesis de ser ambos enjuiciados en el proceso penal propio de los
mayores de edad, ello haría que el citado testigo no se encontrara obligado a decir la verdad,
con lo que el valor de tal prueba testifical resultaría más bien escasa; justificación que entiende
motivada y razonable y que hace que la decisión final de no suspender la vista por parte del
órgano judicial no constituya lesión alguna del derecho a la utilización de los medios de prueba.
En cuanto a la testifical de los dos agentes de la policía local que a pesar de estar
citados no comparecieron a la vista, señala el Ministerio público que el actor se limita en la
demanda poner de relieve tal hecho frente a la comparecencia del agente de la policía local y
cuatro más de la guardia civil, afirmando que se ha producido la lesión de un derecho
constitucional por la sola incomparecencia de dichos testigos y suponiendo, en un ejercicio
meramente voluntarista, y sin base contrastable alguna, que la declaración de ambos iba a ser
favorable para probar su inocencia.
En cuanto a la testifical de Pedro Pérez Sansegundo se señala que el Auto del Juzgado
de 11 de junio de 2002, absolutorio del recurso de reforma contra el de 3 de junio de 2002,
expresa con absoluta claridad que es por causa de la completa identificación del testigo por lo
que el Juez exhorta expresamente al actor para que sea él quien se ocupe de presentar dicho
testigo en la audiencia, advirtiéndole de que el Juzgado no procederá por dicha razón. Pese a
ello señala el Ministerio Fiscal que el hecho de que sea el propio recurrente quien no da
cumplimiento a la decisión judicial supone que la lesión sea imputable a su negligencia y no al
órgano judicial. En relación con este mismo testigo añade que tampoco vulnera el derecho a la
prueba ni genera indefensión alguna el hecho de que al recurrente no le fuera posible impugnar
en apelación el Auto desestimatorio del recurso de reforma por falta de plazo suficiente, ya que
la posibilidad de tal recurso se halla vedada en la Ley Orgánica sobre la responsabilidad penal
de los menores, cuyo artículo 41.3 concreta exactamente las resoluciones susceptibles de ser
recurridas en apelación, sin que en ellas se comprenda la resolución que desestima un recurso
de reforma contra el Auto que acuerda la apertura de la audiencia que es exactamente el
supuesto sobre el que el actor funda ahora su alegato de indefensión.
La queja relativa a la falta de ratificación del informe psicosocial elaborado por el equipo
técnico se considera llamativa, habida cuenta de que los componentes de dicho equipo estaban
presentes en la audiencia y el actor no les dirigió pregunta alguna, ni interesó del juez su
intervención, ni cuestionó el informe evacuado, ni solicitó ampliación ni explicación alguna sobre
el mismo cuando tal posibilidad se hallaba plenamente a su disposición, por lo que la lesión que
ahora se imputa al órgano judicial es también sólo a él imputable.
Señala el Ministerio Fiscal que en la prueba pericial consistente en la tasación de los
efectos pudiera en principio apreciarse la apariencia de una posible lesión del derecho al empleo
de los medios de prueba pertinentes. No sólo porque se inadmite dicha prueba con una
argumentación arbitraria, al invocar únicamente la relevancia de la tasación a los efectos del
ejercicio de la acción civil pero sin tener en cuenta que en la argumentación de la defensa se
manejaba como una hipótesis para que el delito fuera de hurto y no de robo, sino porque también
resulta arbitraria e inmotivada la resolución del Auto de la Sala 11 de octubre 2002 y la del
desestimatorio de la súplica de 29 de octubre de 2002, habida cuenta de que la única respuesta
que se da a la pretensión de la parte se limita a una afirmación apodíctica de que la prueba
resultaría reiterada y desproporcionada. Pese a ello señala el Ministerio Fiscal que no se vulnera
el derecho fundamental pues debe tenerse en cuenta un dato no desdeñable, cual es el de la
falta expresa de propuesta de tal medio de prueba en la propia vista, reiterando lo pedido con
anterioridad en el escrito de alegaciones para procurar, en su caso, la rectificación del juzgador;
es decir, ante la inicial desestimación de la prueba en los autos referidos, el actor no reproduce
su pretensión tal y como prevé como posibilidad el artículo 37.1 LORPM; inactividad de la parte
que aboca de nuevo a entender que existe falta de diligencia y que es imposible la imputación a
los órganos judiciales de la responsabilidad por la ausencia de la práctica de la prueba
pretendida.
Finalmente, en cuanto al derecho a la última palabra del menor, constata el Ministerio
Fiscal la inexistencia de solicitud de tal diligencia por el Letrado en la vista oral, lo que hace que
ante la falta de exigencia al Juez del cumplimiento de la prevención contenida en el artículo 37.2
de la Ley Orgánica 5/2000 la omisión ahora denunciada no constituya más que una mera
irregularidad procesal incapaz de causar indefensión. Máxime cuando no se argumenta en la
demanda de amparo cuáles serían los concretos perjuicios que para el derecho de defensa
acarrearía la ausencia de práctica de tal diligencia. En todo caso señala que, incluso aunque a
efectos hipotéticos existiera dicha vulneración, habría resultado enmendada en la segunda
instancia por la Sala, cuando admitió como nueva prueba el examen del menor en la vista de la
apelación, sin que aquélla pudiera llevarse a cabo por la exclusiva razón de la voluntaria
incomparecencia del propio menor en tal acto judicial, por lo que considera el Ministerio público
que resulta inusitada la alegación de la vulneración del derecho a la última palabra cuando,
reconocida la posibilidad de ser oído, se niega a ello compareciendo a la vista de apelación
únicamente su Letrado.
12. Por providencia de 12 de enero de 2006, se acordó para deliberación y votación de
esta Sentencia el día 16 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 14/1997
Referencia número: 14/1997
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 28/1/1997
Publicación BOE: 19970226 [«BOE» núm. 49]
Sala: Sala Primera: Excmos. Sres. Rodríguez, Gimeno, Cruz, Ruiz, Jiménez de Parga y García.
Ponente: don Enrique Ruiz Vadillo
Número registro: 174/1995
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
1. Los principios generales que informan el derecho a la presunción de inocencia en el orden
sancionador no impiden que las actas de infracción, donde los funcionarios competentes
consignan los hechos que observan en el curso de sus comprobaciones e investigaciones, sean
consideradas como medios de prueba, capaces de destruir, en su caso, la presunción de
inocencia que protege a todo ciudadano. Así lo manifestó la STC 76/1990, añadiendo que lo que
exige el respeto a los derechos que declara el art. 24 C.E. no es negar todo valor probatorio a las
actas, sino modular y matizar su eficacia probatoria. Sería incompatible con la Constitución «una
presunción ``iuris et de iure'' de veracidad o certeza de los documentos de la Inspección», o que
se dispensara «a la Administración, en contra del derecho fundamental a la presunción de
inocencia, de toda prueba respecto de los hechos sancionados» (STC 76/1990) .
2. Resulta evidente que el derecho a la presunción de inocencia del actor no ha sido vulnerado.
La Administración aportó ante el Tribunal una prueba de cargo: el acta en la que los agentes de
vigilancia pesquera habían consignado los hechos percibidos directamente por ellos relativos a
las infracciones denunciadas, sobre la que la Sala de lo Contencioso-Administrativo pudo fundar
válidamente su convicción acerca de la realidad de los hechos controvertidos en el proceso, y la
culpabilidad del denunciado. Y ello «sin necesidad de reiterar en dicha vía [judicial] la actividad
probatoria de cargo practicada en el expediente administrativo», pues en el proceso judicial la
Administración puede apoyar su contestación a la demanda en los medios de prueba
incorporados al expediente administrativo, y que obran en los autos judiciales, lo mismo que la
parte recurrente, sin necesidad de una petición formal de recibimiento a prueba (SSTC 76/1990 y
212/1990) .
3. El recibimiento a prueba en el proceso administrativo procede cuando existe disparidad sobre
los hechos objeto de controversia y éstos son de transcedencia para la resolución del litigio,
conforme determina el art. 74.3 L.J.C.A., requisitos que concurren plenamente en el caso.
Siendo ello así, solamente a través de la apertura del período probatorio podía «el Juez del
contencioso formar su convicción sobre la base de una valoración o apreciación razonada de las
pruebas practicadas» (STC 76/1990), tal y como exige el art. 24.2 C.E. La verosimilitud, detalle y
aun contundencia del acta de infracción serán o podrán ser aspectos relevantes en el momento
posterior de valorar las pruebas pertinentes en el proceso, pero no en el anterior, de decidir
acerca de la apertura de período probatorio. El riesgo de que alguna de las partes incurra en
pruebas abusivas o excesivas no puede conjurarse denegando el recibimiento a prueba del
proceso, sino rechazando de manera motivada y razonada los concretos medios de prueba
propuestos que puedan resultar impertinentes o intrascendentes .
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por don Alvaro Rodríguez Bereijo,
Presidente, don Vicente Gimeno Sendra, don Pedro Cruz Villalón, don Enrique Ruiz Vadillo, don
Manuel Jiménez de Parga y Cabrera y don Pablo García Manzano, Magistrados, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 174/95, promovido por don Raúl Ricardo Lameiro Antón,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña María Luisa Noya Otero y asistido por el
Letrado don Antonio Cascante Burgos, contra la Sentencia de la Sala de lo Contencioso-
Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Galicia de 1 de diciembre de 1994. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal, y la Junta de Galicia, representada por el Procurador de los
Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén, asistida de la Letrada doña María del Carmen Bouso
Montero. Ha sido Ponente el Magistrado don Enrique Ruiz Vadillo, quien expresa el parecer de la
Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 18 de enero de 1995, representado y asistido
en legal forma de Procurador y Abogado respectivamente, don Raúl Ricardo Lameiro Antón
interpone recurso de amparo contra la Sentencia dictada por la Sala de lo Contencioso-
Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, el día 1 de diciembre de 1994, en el
recurso contencioso-administrativo núm. 5.101/92.
2. Los hechos en los que se fundamenta la demanda son, sucintamente expuestos, los
siguientes:
a) En fecha 23 de mayo de 1991, por la Consejería de Pesca, Acuicultura y Marisqueo
de la Junta de Galicia, Delegación de Vigo, se acordó incoar expediente sancionador contra el
ahora recurrente, con base en una denuncia cursada por agentes del Servicio de Vigilancia de
dicha Consejería -expediente núm. PO-317/91-. Se le imputaba la comisión de dos infracciones
administrativas, consistentes en entorpecer la labor de vigilancia y realizar faenas de arrastre en
zona no autorizada a bordo de la embarcación «Volador II», matrícula 3. VI-2-2269, al sureste de
Punta Galera, el día 8 de mayo de 1991, a las veinte horas treinta y cinco minutos.
b) Desde su primera intervención en el expediente administrativo sancionador, en el acto
de la vista que se celebró el 7 de junio de 1991, en la sede de la Consejería de Pesca en Vigo,
don Raúl Lameiro negó los hechos que se le imputaban. Alegó en su descargo que en esa fecha
la embarcación «Volador II» estaba varada para su reparación y pintado en la rampa del puerto
de Combarro (Pontevedra), y que ni él ni su tripulación salieron a faenar en el período que va
desde el día 2 hasta el 17, ambos inclusive, del mes de mayo de 1991, así como que la
embarcación es absolutamente inadecuada para faenar al arrastre. En apoyo de sus
aseveraciones aportó documentos que obran unidos al expediente, tales como: facturas de las
empresas que realizaron trabajos en el buque y recibo del Grupo de Puertos de Pontevedra,
puerto de Combarro, donde estuvo varada la embarcación. Frente a ello, la Administración
esgrimió la denuncia de los agentes del Servicio de Vigilancia.
c) A presencia de su superior jerárquico, los agentes se ratificaron en el contenido de la
denuncia, no practicándose las diligencias de prueba que aconsejaba el descargo articulado por
el presunto infractor.
d) En fecha 13 de marzo de 1992 recayó Resolución del Consejero de Pesca,
Acuicultura y Marisqueo, por la que se imponían a don Raúl Lameiro sendas sanciones de multa
de 1.100.002 pesetas, como autor de dos infracciones contempladas respectivamente en el art.
7, párrafo 4., y art. 6, párrafo 1., de la Ley 6/1991, de 28 de mayo, de infracciones en materia de
protección de recursos marítimo-pesqueros, calificadas respectivamente como de muy grave y
grave. Contra dicha Resolución interpuso don Raúl Lameiro recurso de reposición previo al
contencioso-administrativo.
e) En el escrito del recurso, de nuevo reiteraba el recurrente que el día de autos, a las
veinte horas treinta y cinco minutos, la embarcación «Volador II» se hallaba varada para su
reparación y pintado en la rampa (dique seco) del puerto de Combarro (Pontevedra), hecho que
podía ser corroborado por las entidades emisoras de los documentos aportados en el acto de la
vista. Advertía, asimismo, de lo irregular de la actuación de los agentes y de lo inverosímil de su
relato.
f) El recurso de reposición fue desestimado por Resolución del Consejero de Pesca de
fecha 14 de octubre de 1992, que confirmó la resolución recurrida.
g) Contra ambas resoluciones administrativas formuló el solicitante recurso contencioso-
administrativo ante el Tribunal Superior de Justicia de Galicia, interesando se declarase la
nulidad de los actos administrativos impugnados. En la demanda rectora, como en el precedente
expediente administrativo, se negaban rotundamente los hechos imputados.
h) Formulada la demanda iniciadora del procedimiento contencioso-administrativo, y tras
la contestación del Letrado de la Junta de Galicia, sin que éste solicitase el recibimiento del pleito
a prueba, la Sala, por Auto de fecha 18 de junio de 1993, acordó no haber lugar al recibimiento a
prueba por no considerarse trascendental por ahora para la decisión del presente litigio.
i) Contra dicho Auto se formuló recurso de súplica. Por Auto de fecha 7 de septiembre de
1993, la Sala desestimó dicho recurso, confirmando la denegación del recibimiento a prueba.
j) El día 1 de diciembre de 1994 recayó Sentencia desestimatoria del recurso
contencioso-administrativo, notificada el 20 de diciembre de 1994, interponiéndose el presente
recurso de amparo.
3. Ante el estado que presenta este procedimiento judicial, se interpone por el recurrente
recurso de amparo, interesando se declare la nulidad por violación del art. 24.1 y 2 C.E. -derecho
a la tutela judicial efectiva sin indefensión y derecho a la presunción de inocencia- de las
Resoluciones del Consejero de Pesca, Acuicultura y Marisqueo de la Junta de Galicia, de fecha
13 de marzo y 14 de octubre de 1992, en el expediente sancionador PO-317/91 y de las
subsiguientes actuaciones judiciales confirmatorias de las mismas y/o la nulidad de los Autos de
la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, de fechas
18 de junio y 7 de septiembre de 1993, por los que se deniega el recibimiento a prueba en el
recurso contencioso-administrativo núm. 5.101/92, con vulneración del art. 24.2 C.E. -derecho a
utilizar los medios de prueba pertinentes para la defensa-, que determinaron la posterior
Sentencia de la Sala, de fecha 1 de diciembre de 1994, producida con indefensión y vulneración
del derecho a la presunción de inocencia, cuya nulidad asimismo se interesa.
4. Por providencia de 17 de julio de 1995, se requirió al recurrente en amparo para que
en el plazo de diez días acreditara:
a) Haber alegado en el procedimiento judicial el derecho fundamental vulnerado, tan
pronto como, una vez conocida la violación, hubiere lugar a ello.
b) Mediante certificación expedida por el Secretario del Tribunal, la fecha de notificación
a la representación del recurrente de la Sentencia dictada por la Sección 2. de la Sala de lo
Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Galicia.
5. Por providencia de 13 de noviembre de 1995, se acordó conceder un plazo común de
diez días al Ministerio Fiscal y al recurrente en amparo para que alegaren lo que estimaren
pertinente, en relación con la posible existencia del motivo de inadmisión consistente en carecer
la demanda manifiestamente de contenido que justifique una decisión por parte de este Tribunal,
conforme a lo prevenido en el art. 50.1 c) LOTC.
6. El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el día 17 de noviembre de 1995, manifestó
la falta de contenido constitucional de la demanda, conforme al citado art. 50.1 c) LOTC, con
base en las consideraciones que se exponen seguidamente:
a) En este momento se puede adelantar que, en realidad, toda la argumentación del
demandante que sigue un proceso lógico, como se indicará, parte de un presupuesto erróneo,
cuyo fallo determina el derrumbe de los demás alegatos: la negativa del demandante a
considerar que el expediente administrativo tenga valor probatorio alguno. La simple afirmación
de su carácter probatorio excusaría de más precisiones, aunque se deben analizar cada una de
las cuestiones indicadas.
b) Por lo que se refiere al primer problema, ha de recordarse que las garantías del
proceso penal no son, sin más, trasladables con todas sus consecuencias al procedimiento
administrativo sancionador, y ello no tanto por una supuesta menor gravedad de aquéllas y de
sus sanciones como porque los actos administrativos sancionadores se someten a un ulterior
control por parte de los órganos de la jurisdicción contencioso-administrativa (vid. ATC
592/1986); ello se traduce, de una parte, en la irrelevancia constitucional del hecho denunciado
en la demanda, de que «los agentes no pudieron ser sometidos al interrogatorio contradictorio
del presunto infractor». Si, además, se tiene en cuenta que, según se desprende de la propia
documentación aportada por el demandante, se le dio traslado de la denuncia, se le convocó a
una «vista oral», a la que acudió asistido de Letrado, realizó las manifestaciones de descargo
que estimó pertinentes, aportando los documentos que consideró procedentes en apoyo de su
versión de los hechos, que se produjo una ratificación de los hechos denunciados por parte de
los denunciantes, que pudo interponer recurso de reposición, que fue desestimado, y, finalmente,
que formuló el recurso contencioso-administrativo, se debe entender que se han cumplido
sobradamente las garantías que, en un expediente administrativo sancionador, pueden exigirse.
c) En segundo término, se debe recordar que es reiteradísima la doctrina de este
Tribunal en el sentido de que en el procedimiento administrativo sancionador, a diferencia de lo
que ocurre en el proceso penal, el llamado expediente no es una simple denuncia, sino que
constituye por sí mismo actividad probatoria, que puede ser de cargo, y, por tanto, suficiente
para desvirtuar la presunción de inocencia (AATC 766/1988, 5/1989, STC 76/1990, entre otras
resoluciones); por ello, no son atendibles las manifestaciones del demandante en el sentido de
que no se ha practicado prueba ni las referencias al hecho de que la Administración no solicitara
el recibimiento del pleito a prueba.
En el presente caso, como se ha dicho, ha existido una abundante prueba, tanto de
cargo (denuncia y ulterior ratificación de los agentes intervinientes: ATC 271/1990) como de
descargo (declaración del denunciado y documentos por él aportados), por tanto, que la
Administración haya optado por dar mayor credibilidad a los denunciantes que al denunciado es
una cuestión de valoración de pruebas carente de contenido constitucional, pues la efectuada
por el órgano administrativo competente sólo es susceptible de revisión ante la jurisdicción
ordinaria (STC 138/1990).
d) Entrando ya en el proceso judicial, el demandante alega la violación del derecho a
utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa. Lógicamente esta manifestación
enlaza con su negación de carácter probatorio a lo actuado en el expediente sancionador, pero
ello significa desconocer la también reiterada doctrina de este Tribunal que, partiendo de la base
de que lo realizado en el expediente administrativo tiene valor probatorio (ATC 766/1988; STC
138/1990), ha establecido que es competencia de la jurisdicción ordinaria el control de la
legalidad de dicha actividad probatoria y de valoración de dicha prueba, de modo que dicho
carácter probatorio permite que no sea preciso reproducir en el proceso contencioso-
administrativo la prueba de cargo ni la de descargo, efectuada en el expediente administrativo
(ATC 766/1988).
e) Igual carencia de contenido constitucional tiene, a juicio del Ministerio Fiscal, la
alegada infracción del derecho a la presunción de inocencia: tanto la Administración como el
órgano jurisdiccional tuvieron en cuenta y valoraron la prueba practicada, tanto de cargo como
de descargo: incluso la Sala de lo Contencioso-Administrativo dedica un largo «considerando» a
ir explicando por qué considera creíble la denuncia (y su ratificación) de los agentes de pesca, y
por qué considera que la prueba aportada por el demandante no desvirtúa aquélla. En definitiva,
no nos encontramos ante una alegación real de presunción de inocencia, sino frente a una
personal discrepancia del demandante con la valoración de la prueba efectuada por la
Administración y posteriormente por el órgano judicial, pretendiendo del Tribunal Constitucional
una actividad que no le corresponde, de acuerdo con los arts. 117.3 y 161 b) de la Constitución:
revisar la valoración de las pruebas efectuadas por la Sala de lo Contencioso-Administrativo,
olvidando que este Tribunal no es un órgano de apelación, sino, en el presente caso, de
comprobación de si se ha producido la violación de algún derecho fundamental y, en su caso, de
restauración del mismo.
7. La parte recurrente en amparo presentó escrito registrado el día 24 de noviembre de
1995, donde se reproducen fundamentalmente las consideraciones llevadas a cabo en el escrito
de demanda.
8. Por providencia de 18 de diciembre de 1995, la Sección acordó admitir a trámite la
demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, se acordó requerir a la Sección Segunda
de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Galicia para que
en el término de diez días remitiera testimonio de todas las actuaciones y procediera al
emplazamiento ante este Tribunal de cuantos hubieran sido parte en el procedimiento judicial
antecedente.
9. Por providencia de 20 de mayo de 1996, se tuvo por personada en representación del
recurrente a doña María Luisa Noya Otero, Procuradora de los Tribunales, teniendo a su vez por
personado a don Argimiro Vázquez Guillén, en nombre y representación de la Xunta de Galicia,
acordándose dar vista de los testimonios recibidos, por plazo común de veinte días, al Ministerio
Fiscal y a las partes personadas, para que dentro del expresado término formularan las
alegaciones que a su derecho convinieran.
10. El Ministerio Fiscal presentó su escrito ante este Tribunal el día 7 de junio de 1996,
conteniendo en síntesis las mismas manifestaciones que las vertidas anteriormente en su escrito
de 17 de noviembre de 1996.
11. Por escrito registrado el día 13 de junio de 1996, por el Letrado de la Xunta de
Galicia, se llevaron a cabo las siguientes manifestaciones:
a) No existe la quiebra del principio de presunción de inocencia de don Raúl Lameiro
Antón que afirma que las Resoluciones administrativas, confirmadas por la Sentencia del
Tribunal Superior de Justicia de Galicia que desestima el recurso contencioso-administrativo
contra aquélla interpuesta, vulneran el derecho fundamental a la presunción de inocencia,
afirmación que carece de toda fundamentación.
En el presente caso, la Sentencia judicial, con base en las pruebas obrantes en el
expediente administrativo, aportados al recurso contencioso, considera acreditados que la
embarcación «Volador II» cometió dos infracciones consistentes en entorpecer la labor de
vigilancia y realizar faenas de arrastre en zona no autorizada.
Por lo tanto, ha existido prueba suficiente que permite a la Administración primero, y
después, a la jurisdicción contenciosa, apreciar que el demandante ha cometido la falta por la
que se le sancionó.
De conformidad con lo expuesto, el presente recurso de amparo carece de fundamento.
Este invoca la presunción de inocencia, no para negar la realidad de una actividad probatoria, ni
el resultado de la misma, sino para discrepar -con alegaciones exculpatorias en las que este
Tribunal no debe ni puede entrar- de la conclusión probatoria obtenida, tanto por el órgano
administrativo, como por la jurisdicción revisora del acto sancionador, quedando así reducida la
pretensión de amparo a un simple intento de que la estimación del demandante prevalezca sobre
la del órgano judicial, y ello no es aceptable en cuanto que dicho órgano judicial ha tenido por
desvirtuada dicha presunción en el ejercicio de su potestad de valoración de la prueba (STC
138/1990).
b) En el caso que nos ocupa no ha habido indefensión, puesto que aunque se admitieran
las pruebas propuestas como ha indicado la Sala, los hechos que se trataban de probar son
intranscendentes y no desvirtuarían de ninguna manera las actas levantadas por los agentes
inspectores, actas que prueban la comisión de unos hechos susceptibles de sanción. La queja
constitucional sustentada en el derecho a la prueba es, por tanto, infundada.
c) La admisión de los medios de prueba corresponde a los Tribunales. La prueba
solicitada fue calificada por la Sala como intranscendente. Contra el Auto que así lo declaró se
recurrió en súplica, confirmándose la resolución impugnada.
Esos dos requisitos que exige la STC 36/1989 para que exista motivación se cumplen,
pues, de un lado, y a tenor de lo dispuesto en el art. 336.2 L.O.P.J., el Ponente califica los
medios de prueba de impertinentes e intranscendentales, exteriorizando así el fundamento de la
decisión adoptada, y, de otro, se deja vía libre para utilizar el recurso pertinente.
12. El recurrente en amparo, por escrito registrado el día 17 de junio de 1996, se reiteró
en las posiciones mantenidas, tanto en el escrito de demanda, como en el de fecha 25 de
noviembre de 1995.
13. Por providencia de 27 de enero de 1997, se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 28 del mismo mes y año.
Fundamentos:
FALLO
En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Constitucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE
CONFIERE LA CONSTITUCION DE LA NACION ESPAÑOLA,
Ha decidido
Otorgar parcialmente el amparo solicitado y, en consecuencia:
1. Reconocer el derecho fundamental del recurrente a utilizar los medios de prueba para
su defensa (art. 24.2 C.E.).
2. Restablecerle en la integridad de su derecho mediante la anulación de los Autos
dictados por el Tribunal Superior de Justicia de Galicia con fecha de 18 de junio y 7 de
septiembre de 1993, así como la Sentencia de 1 de diciembre de 1994, pronunciada en autos del
recurso contencioso-administrativo núm. 5.101/92.
3. Retrotraer las actuaciones judiciales al momento procesal de la apertura del juicio a
prueba.
Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial del Estado».
Dada en Madrid, a veintiocho de enero de mil novecientos noventa y siete.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Inadmisión. Tutela efectiva de Jueces y Tribunales: motivación de la Sentencia. Derecho a la
presunción de valoración de la prueba. Contenido constitucional de la demanda: carencia.
Preámbulo:
I. Antecedentes
1. El 28 de julio de 1989 se presentó en el Registro de este Tribunal demanda de
amparo por el Procurador de los Tribunales don José Luis Pinto Marabotto, en nombre de don
Ramón Fernández-Pousa Vegas, contra la Sentencia de la Sección Quinta de la Audiencia
Provincial de Barcelona de 14 de julio de 1984 y la del Tribunal Supremo de 27 de junio de 1989,
por la que se condenaba, respectivamente, al recurrente por un delito de parricidio a la pena de
dieciocho anos de reclusión menor y a la de veinticuatro años de reclusión mayor, al apreciarse
el recurso de casación por infracción de Ley; solicita la anulación de la Sentencia y de la
condena e insta la suspensión de la ejecución de las mismas.
El día 2 de octubre de 1989 el Procurador don Francisco García Díaz, en nombre de
doña Victoria Andrés Martínez, que obra en nombre propio y como defensora judicial de las
menores Lydia-Virginia y Silvia Fernández-Pousa García, presentó un escrito en el que solicitaba
se le tuviera como comparecido y como parte demandada en la presente causa constitucional.
2. Los hechos que sirven de base a la presente demanda son, en síntesis, los siguientes:
a) El recurrente fue condenado por la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de
Barcelona, en Sentencia de 14 de julio de 1984, por un delito de parricidio por la muerte de su
esposa a la pena de dieciocho años de reclusión menor con la atenuante de trastorno mental
transitorio y la agravante de alevosía, accesorias legales e indemnizaciones a sus dos hijas.
b) Recurrida dicha Sentencia en casación, el Tribunal Supremo, por una suya de 9 de
mayo de 1985, desestimó el recurso instado por el demandante de amparo, y aceptó
parcialmente el recurso de la acusación particular, e incrementó la pena a veinticuatro años de
reclusión mayor, al apreciar exclusivamente la circunstancia de alevosía.
c) Disconforme con esta resolución, el demandante instó recurso de amparo, bajo el
núm. 512/1985, que mereció Sentencia estimatoria (STC 229/1988 -que por error el demandante
cifra en 1985-), cuyo fallo es del siguiente tenor literal:
«1.º Declarar la nulidad de la Sentencia de 9 de mayo de 1985 de la Sala Segunda del
Tribunal Supremo, dictada en el recurso núm. 664/1984.
2.º Restablecer al recurrente en la integridad del derecho fundamental vulnerado,
retrotrayendo las actuaciones al momento de dictarse la mencionada Sentencia que resuelve el
recurso de casación.»
d) Tras intentar un autodenominado incidente de ejecución de Sentencia -en el que se
reiteraba la puesta en libertad del recurrente- o subsidiario recurso de amparo, como así fue
tramitado y archivado por falta de contenido (R.A. 607/1989, providencia de 5 de junio de 1989,
ratificada, al denegar la súplica contra ella interesada, por otra de 7 de julio siguiente), recibió
una nueva resolución del Tribunal Supremo de fecha 27 de junio pasado, que es la que ahora
impugna, junto con la Sentencia dictada en su día por la Audiencia Provincial de Barcelona. En
esta nueva Sentencia el Tribunal Supremo, después de un detenido análisis de las pruebas
practicadas y después de clasificar unas y otras de cargo o de contra-pruebas, dicta una
Sentencia que, en lo esencial, es coincidente en el fallo con la anulada por este Tribunal.
e) Esta nueva resolución contiene en sus fundamentos jurídicos segundo, tercero, cuarto
y quinto la argumentación central a la que el actor se opone. Estos fundamentos recogen los
hechos que se consideran probados, las inferencias lógicas que de ellos se puede hacer y su no
destrucción por la argumentacion vertida por el actor.
f) Posteriormente a que dicha Sentencia le fuera notificada, intentó un recurso de
aclaración que el Tribunal Supremo rechazó por Auto de 14 de julio de 1989, aduciéndose en
dicha resolución que lo que se pretendía con el citado recurso de aclaración era una
impugnación del asunto y no la corrección o aclaración de errores materiales.
g) Se impetra el amparo, literalmente «por entender que ambas resoluciones judiciales
violan el derecho a la presunción de inocencia de mi mandante, garantizado por el art. 24.2 de la
Constitución Española de 1978 y por considerar también que la Sentencia de la Sala Segunda
del Tribunal Supremo de 27 de junio de 1989 conculca otro derecho tutelado por dicho precepto
constitucional, el derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para la defensa, en
conexión con la tutela judicial efectiva y el resultado objetivo de indefensión a que se refiere el
apartado 1 del propio art. 24 de la Constitución, se digne admitirlo con sus documentos anejos,
tenga por formalizada la demanda en el mismo recurso y, previos los oportunos trámites, se sirva
en su día dictar resolución por la que: primero, se otorgue el amparo solicitado, con declaración
expresa de nulidad de las dos Sentencias recurridas, se reconozca el derecho de mi mandante a
la presunción de inocencia conculcado por aquéllas y se decrete el definitivo restablecimiento del
recurrente en la integridad de dicho derecho a la presunción de inocencia, ordenando al órgano
judicial competente su inmediata y definitiva puesta en libertad, y segundo, con carácter
subsidiario respecto de lo anterior, se otorgue el amparo solicitado, con expresa declaración de
nulidad de las dos Sentencias recurridas, se reconozca el derecho de mi mandante a la
presunción de inocencia conculcada por dichas Sentencias, se restablezca al recurrente en la
integridad de dicho derecho a la presunción de inocencia y se retrotraigan las actuaciones al
momento anterior a la realización de la autopsia, ordenándose se practique nueva necropsia y
nuevas pruebas como la reconstrucción de los hechos, dictámenes periciales, estudio
neurológico completo del Sr. Fernández-Pousa, análisis pericial de las ropas del mismo y del
tapizado del vehículo, análisis del collar y la cadena con microscopio electrónico, y demás que
puedan considerase pertinentes para el esclarecimiento de los hechos».
3. El 13 de noviembre de 1989 la Sección acordó conferir, en los términos del art. 50.3
LOTC, un término común de diez días al recurrente y al Ministerio Fiscal para que alegaran
respecto a la posible falta de contenido constitucional de la demanda.
4. El demandante evacuó dicho trámite mediante escrito que presentó el día 28
siguiente, al que adjuntaba documentación referente a sendas querellas por prevaricación contra
los Magistrados integrantes de la Sección Quinta de la Audiencia Provincial de Barcelona que
emitieron la condena de la que este amparo trae causa contra los testigos y peritos que
depusieron ante aquélla; se adjunta, además, los Autos de admisión de la primera y de archivo -
recurrido- de la segunda.
Articula su escrito de alegaciones en tres grandes apartados, a saber: incumplimiento
por la Sentencia ahora recurrida del Tribunal Supremo de la emitida por este Tribunal, contenido
sustancial y no meramente procesal del derecho a la presunción de inocencia, y consideraciones
sobre los documentos elaborados por la Jefatura de la Fiscalía de la Audiencia de Barcelona.
La primera de las agrupaciones temáticas, que es la más extensa de todas, se dedica a
contraargumentar la declaración de hechos que el Tribunal Supremo infiere de los hechos que la
Audiencia declaró probados; en esencia, centra su ataque a la resolución del Alto Tribunal de 27
de junio de 1989 en torno a que, faltando la prueba directa, los hechos que se han ido
recogiendo no integran, de acuerdo a la doctrina constitucional que aporta, una prueba indiciaria
bastante para enervar su derecho a la presunción de inocencia; es más; para el actor, de la
prueba practicada, se deduce un indicio exculpatorio.
En cuanto al derecho a la presunción de inocencia, el actor considera que en su caso se
ha cubierto un mero expediente procesal, de carácter formal, pero que en realidad no ha llegado
a existir nunca una prueba de cargo digna de tal nombre. Por lo que, a su juicio, o bien debe
declararse la lesión de tal derecho sin retroacción procedimental alguna, o bien de ordenarse tal
retroacción, habría que ordenar igualmente la práctica de nuevas pruebas, tal como
subsidiariamente se ha solicitado en la demanda iniciadora del presente procedimiento.
Finalmente, el demandante, a la vista de la documentación confeccionada por la Jefatura
de la Fiscalía de la Audiencia de Barcelona respecto de las irregularidades habidas en la
tramitación de su causa, considera que es plenamente procedente la concesión del amparo,
petición con la que concluye su escrito de alegaciones.
5. Por su parte, el Ministerio Fiscal cumplimentó igual trámite el mismo día 28 de
noviembre. Tras efectuar una síntesis de los hechos motivadores de la presente demanda de
amparo constitucional, el Ministerio Público es de la opinión de que la misma suscita como
cuestiones a resolver determinar si las Sentencias de la Audiencia de 14 de julio de 1984 y del
Tribunal Supremo de 27 de junio de 1989, resolutoria ésta del recurso de casación interpuesto
contra la primera, vulneran los derechos a la presunción de inocencia y a utilizar los medios de
prueba pertinentes para la propia defensa, consagrados en el art. 24.2 de la Constitución. Pero
no se invoca esta presunta lesión con la intención de que se conceda el amparo por tal motivo,
pues ello supondría que las actuaciones volvieran de nuevo al Tribunal Supremo, sino para llevar
al juzgador a la convicción relativa al contenido esencial del derecho a la presunción de
inocencia. De donde se infiere que la pretensión de amparo queda limitada a determinar si las
Sentencias impugnadas han vulnerado el derecho a la presunción de inocencia consagrado en el
art. 24.2 de la Constitución.
Por tanto, ha de limitarse a determinar si la Sala Segunda del Tribunal Supremo, en
acatamiento de la decisión del Tribunal Constitucional, verifica en su Sentencia que la prueba
indiciaria que sirvió de fundamento a la Sentencia de la Audiencia contra la que se formula el
recurso de casación es constitutiva de verdadera prueba de cargo suficiente para destruir la
presunción de inocencia.
A juicio del Ministerio Fiscal, la Sentencia del Tribunal Supremo de 27 de junio de 1989
no vulnera el derecho a la presunción de inocencia, a diferencia de la anulada, a la que sustituye.
El juzgador, al resolver de nuevo el recurso de casación, tiene presente ante todo no sólo la
Sentencia de este Tribunal que decretó la nulidad de la Sentencia de 9 de mayo de 1985, sino
también la doctrina de la fundamental STC 174/1985, sobre la prueba indiciaria capaz de
desvirtuar la presunción de inocencia.
De ahí que, en primer lugar, cuida poner de relieve cómo en el proceso penal puede
formarse la convicción judicial sobre la base de una prueba indiciaria (doctrina acogida, entre
otras, en las SSTC 174/1985, ya citada; 229/1988 y 107/1989). Y después de afirmar que en la
causa penal a la que se refiere el recurso de casación no existen pruebas directas, agrega que sí
hay indicios, no sospechas o conjeturas plenamente probados, de los que se infiere la
participación del acusado en la conducta típica objeto del proceso penal. De los hechos
constitutivos de los indicios, a través de un razonamiento lógico, llega a la conclusión de la
culpabilidad del acusado, sin dejar de analizar detenidamente la versión de los hechos que dio el
acusado en sus declaraciones ante el Juzgado de Instrucción y en el acto del juicio oral, siempre
exculpatorias, pero es versión que el juzgador considera incongruente y falta de lógica.
A la vista de cómo se ha desarrollado la Sentencia del Tribunal Supremo aquí
impugnada, se trata a juicio del Ministerio Fiscal, de una discrepancia entre las conclusiones que
deseaba el actor que se hubieran obtenido y a las que realmente ha llegado el juzgador sobre el
alcance de la prueba practicada; pero esa divergencia no es susceptible de amparo, puesto que
la apreciación de las pruebas, basada en el principio de inmediación (art. 741 L.E.Crim.),
constituye una función propia del órgano judicial ordinario (art. 117.3 C.E.), actividad en la que no
le es posible inmiscuirse al Tribunal Constitucional.
En cuanto a la denuncia que efectúa el recurrente de la vulneración del derecho a la
prueba, el Ministerio Público recuerda la finalidad que persigue el actor, que como el mismo
señala, no es la de que el asunto vuelva al Tribunal Supremo, sino la de llamar la atención de
este Tribunal sobre las irregularidades procesales sufridas y se adecúe para reforzar su tesis: la
vulneración de la presunción de inocencia. Por otro lado, abunda el Ministerio Público en razones
de índole procesal, tal como la ausencia de actividad probatoria en la casación, que avalan esta
interpretación.
Previamente a concluir su alegato, el Ministerio Fiscal fundamenta con un nuevo
argumento su oposición a la admisión a trámite de la presente demanda de amparo. Y ello es así
porque esta nueva queja de alcance constitucional tiene el mismo objeto que el resuelto por ese
Tribunal en la STC 229/1988. Por ello, a decir del recurrente, la Sentencia pronunciada en
ejecución de lo resuelto por ese Alto Tribunal, ha vuelto a incidir en los mismos defectos que los
que determinaron la estimación del recurso de amparo 512/1985. Pero esta supuesta falta de
acatamiento a lo resuelto por el Tribunal Constitucional sólo pudiera tal vez haber generado, en
la hipótesis afirmativa, la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva, porque la ejecución
de las Sentencias en sus propios términos forma parte de ese derecho fundamental, o bien
haber promovido incidente de ejecución, conforme previene el art. 92 de la LOTC.
De lo expuesto hasta aquí resulta la improcedencia del recurso de amparo formulado por
don Ramón Fernández-Pousa Vegas, dirigido a impugnar las Sentencias a las que ha hecho
referencia, pronunciadas por los órganos judiciales con sujeción a las normas del ordenamiento
jurídico, por el procedimiento legalmente establecido, habiendo valorado libremente y en
conciencia las pruebas y juzgado en el ejercicio de su potestad jurisdiccional, sin que ninguna de
dichas resoluciones haya vulnerado los derechos fundamentales que se invocan en este recurso.
Es claro, por tanto, que la demanda de amparo carece manifiestamente de contenido que
justifique una decisión de este Tribunal, concurriendo en consecuencia la causa de inadmisión
prevista en el art. 50.1 c) de la LOTC.
6. El 14 de diciembre de 1989 el demandante presento un escrito al que acompañaba
nueva documentación que complementaba ya la presentada y relativa a las querellas
interpuestas contra los Jueces de la Audiencia de Barcelona que le condenaron y contra los
testigos y peritos que declararon en su causa. De la admisión a trámite del antejuicio por el
Tribunal Superior de Cataluña y de ciertas afirmaciones contenidas en el Auto del Jugado de
Instrucción núm. 24 de los de Barcelona de 24 de octubre de 1989 (actualmente recurrido)
deduce el actor la ratificación de la corrección de amparo que ante este Tribunal solicita.
7. En un nuevo escrito, presentado el 23 de enero de 1990, la representación actora
abunda en su pretensión de que se le otorgue el amparo solicitado. Para ello alega que, si bien
los dos Inspectores de Policía que efectuaron las diligencias que integran el atestado fueron
citados al juicio oral en concepto de testigos del Ministerio Fiscal -aporta fotocopia del escrito de
conclusiones provisionales de dicho acusador público y del oficio de la Audiencia dirigido a la
Jefatura Superior de Policía de Barcelona a fin de que dichos Inspectores comparecieran el día y
hora que se les indicaba-, su intervención en el juicio oral fue en calidad de peritos. Este cambio
en el concepto en que se desarrolló su función procesal y dado que su declaración respecto de
cómo se produjo el ataque a la víctima difiere del efectuado por los Forenses, y dado que esa
declaración fue la acogida como pericial por la Audiencia, se está en presencia de una nueva
clara muestra de irregularidad procesal que vulnera el derecho a la presunción de inocencia del
actor.
Fundamentos:
S.TC. 317/2006
Referencia número: 317/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 15/11/2006
Publicación BOE: 20061214 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: doña Elisa Pérez Vera
Número registro: 5701-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Zacarías Sánchez Cáceres frente a la Sentencia de la Audiencia Provincial
de Huelva que, en grado de apelación de un juicio de faltas por amenazas telefónicas, le
condenó por una falta de vejaciones. Vulneración del derecho a un proceso con garantías:
condena pronunciada en apelación sin haber celebrado vista pública (STC 167/2002).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5701-2004, promovido por don Zacarías Sánchez
Cáceres, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Isabel Julia Corujo y asistido
por el Letrado don Víctor de Silva Merino, contra la Sentencia de la Audiencia Provincial de
Huelva (Sección Primera) de 30 de junio de 2004, recaída en el rollo de apelación núm. 107-
2004, que estima el recurso interpuesto por doña María Quintana Esparza y revoca la Sentencia
de 28 de abril de 2004 dictada por el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Huelva en el juicio de
faltas núm. 79-2004, condenando al recurrente por una falta de vejaciones a la pena de multa de
quince días, con cuota diaria de seis euros. Han intervenido el Ministerio Fiscal y doña María
Quintana Esparza, representada por el Procurador de los Tribunales don Jacobo García García y
asistida del Letrado don Gonzalo ArroyoFernández. Ha sido Ponente la Magistrada doña Elisa
Pérez Vera, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 21 de
septiembre de 2004, la Procuradora de los Tribunales doña Isabel Julia Corujo, en nombre y
representación de don Zacarías Sánchez Cáceres, interpuso recurso de amparo contra la
resolución que se menciona en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) Por el Juzgado de instrucción núm. 2 de Huelva se dictó Sentencia de 28 de abril de
2004, en el juicio de faltas núm. 79-2004, por la que se absolvía al demandante de la presunta
falta de amenazas de que venía siendo acusado. La absolución se basó en que, habiendo
quedado acreditado que la denunciante recibió dos llamadas telefónicas desde cabinas
telefónicas públicas, no ha quedado probado que el autor de dichas llamadas lo fuera el ahora
recurrente, por cuanto "la declaración de la víctima, única que mantiene no sólo el contenido
amenazante sino fundamentalmente la autoría del acusado en base a su conocimiento del
mismo... carece de los requisitos que la jurisprudencia exige para que por sí misma produzca tal
enervación [de la presunción de inocencia], en concreto la ausencia de incredibilidad subjetiva
derivada de las relaciones procesado-víctima, y si bien ello se podría subsanar con la existencia
de datos objetivos ... no pudiendo considerar como tal el hecho de que las cabinas telefónicas se
encuentren cercanas al domicilio de Zacarías Sánchez Cáceres, de la prueba testifical
practicada... se deduce además la falta de probabilidad de que en el momento en que se
produjeron las llamadas se encontrara cerca de dichas cabinas", habiendo manifestado diversos
testigos que en el lapso temporal en que se produjeron tales llamadas vieron al recurrente en un
lugar distinto a aquéllas.
b) Interpuesto recurso de apelación por la representación de la denunciante doña María
Quintana Esparza, la Sentencia de la Audiencia Provincial de Huelva, ya reseñada, sin
celebración de vista, revocó la decisión absolutoria de la instancia y, con modificación de los
hechos probados, condenó al actual demandante de amparo por el delito de quebrantamiento de
medida cautelar. A los hechos probados se les añadió, entre otros, el siguiente párrafo:
"dichas llamadas telefónicas las realizó su ex marido Zacarías desde cabinas telefónicas
próximas a su domicilio en Salamanca y las recibió María Quintana en Huelva. En la primera le
decía 'hija de puta, no me olvido de ti ...', en la segunda le transmitía entrecortadas respiraciones
desafiantes; y en ambas, carcajadas de jactancia y menosprecio".
La condena se fundó en las siguientes consideraciones, recogidas en los fundamentos
jurídicos segundo y tercero de la Sentencia impugnada:
"Toda la actuación de descargo o defensa se dirige a negar la autoría, con artificiosos
testimonios y documentos que, veremos, no desvanece la convicción judicial que transmite a
este tribunal el solo testimonio de la víctima, que no tiene duda al reconocer la voz de su
interlocutor...
Los alegatos de defensa del denunciado son sencillamente increíbles: niega que las
llamadas de teléfono hechas desde cabinas públicas próximas a su domicilio le sean atribuibles,
y para ello propone su agenda, ticket de compra en establecimiento comercial, y los testimonios
de su pareja y amigos, referidos al mediodía de un domingo día 4 y un sábado 17, de meses
antes, enero, con precisión de minutos. Ocurre que tal exactitud no se mantiene sin
contradicciones, porque es además impensable tal fidelidad de la memoria de quienes se
presentan equívocos en la secuencia de su relato en cuanto a minutos y que pretende abarcar
horas. El ticket de compra, de una hora antes, o la agenda no demuestran nada, y no parece
necesario extenderse en razones... Frente al testimonio de la víctima, María, anterior cónyuge
que reconoce la voz del denunciado al teléfono, no puede prevalecer el de Andrea, quien quizá
tenga más razones de incredulidad subjetiva, pues mientras aquélla mantiene proceso por razón
de la ruptura, no tanto sentimental y matrimonial como paternofilial, ésta constituye la actual
pareja.
Al margen de no ser creíble que estuvieran juntos desde las 13 hasta las 13:45 horas de
ese día, espacio de tiempo que coincide con el que declaró el propio denunciado que medió
entre la primera y la segunda vez que ve a su amiga M.ª Dolores. La que por cierto declara de
modo contradictorio que ve a Zacarías por primera vez 'a la una y algo' y después 'al rato'
cuando éste tenía ya declarado que se vieron por primera vez 'hasta las 13 horas' y después a
las 14 horas. Igual ocurre con su amigo Antolín, que curiosamente declara lo mismo que ella,
que se vieron 'a la una y pico' y después otra vez a las 14 horas. Y no desde las 13 a las 14
horas, como interesadamente nos dice Zacarías. Parece claro que cuando se produce la
llamada, a las 13:10 horas, nadie puede afirmar con rigor que Zacarías se encontrase en el
rastro.
Lo mismo ocurre respecto del día 17, sábado. Su amigo José Antonio estuvo con él
desde las 13:40 a las 14:55 y la llamada se produce a las 14 horas. Estuvieron en dos bares de
la zona donde se encuentra la cabina telefónica, y se produce el desplazamiento de uno a otro
en el momento y circunstancias determinadas. Si lo hicieron de modo conjunto o lo perdió de
vista es extremo al que no se extiende con rigurosidad su testimonio, que todo lo más afirma que
del segundo bar... no se ausentó en ningún momento. No creemos, no obstante, en la exactitud
de la memoria del testigo que, posiblemente buscaba el denunciado para preparar su coartada,
como no tiene empacho en reconocer al afirmar que anota todo lo que hace y preconstituye
pruebas de todo lo que ocurre ante la eventual presentación de denuncias como ésta. Pero la
sutileza de querer demostrar todo lo que hace, también episodios para los que se precisan tan
solo unos minutos es imposible, siendo fácil crear la apariencia de su prueba. Como ocurre en
este caso".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración del derecho a un
proceso con todas las garantías y del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), en
tanto en cuanto la Sentencia impugnada sostiene la condena en la valoración de la credibilidad
de testimonios prestados en el juicio oral celebrado en primera instancia y, por tanto, sin
inmediación, lo que contradice la doctrina de este Tribunal iniciada en la STC 167/2002. Dado
que no existe ulterior base probatoria, ello conlleva asimismo la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE), por lo que lo procedente es la anulación de la resolución
condenatoria.
4. La Sala Segunda de este Tribunal, por providencia de 21 de febrero de 2006, acordó
admitir a trámite la demanda de amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
dirigir atentas comunicaciones a los órganos judiciales competentes para la remisión de
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido
parte en el procedimiento, a excepción del demandante de amparo, para que, si lo desearen,
pudiesen comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso de amparo. Igualmente se
acordó formar la correspondiente pieza separada de suspensión, en la que, tras los trámites
oportunos, se dictó Auto el 27 de marzo de 2006, acordando denegar la suspensión de la
resolución impugnada.
5. Habiéndose personado en la causa mediante escrito registrado el 13 de marzo de
2006 la representación procesal de doña María Quintana Esparza, por diligencia de ordenación
de 18 de abril se acordó tener por personado y parte en este procedimiento al Procurador don
Jacobo García García en nombre y representación de la citada doña María Quintana Esparza,
así como dar vista de las actuaciones recibidas a las partes personadas y al Ministerio Fiscal por
plazo común de veinte días para presentar las alegaciones que estimasen pertinentes, de
conformidad con el art. 52.1 LOTC.
6. La representación procesal de doña María Quintana Esparza evacuó el citado trámite
por escrito registrado el 8 de mayo de 2006, interesando la desestimación del amparo,
considerando que la valoración de la prueba que efectuó la Audiencia Provincial fue realizada
con toda corrección, en tanto en cuanto lo que fue revisado no fueron las declaraciones
testificales, sino, fundamentalmente, la prueba documental obrante en autos, lo que es
plenamente acorde con la doctrina de la STC 167/2002; y que el análisis de la credibilidad del
denunciado fue realizado en contestación a uno de los motivos del escrito de apelación, en aras
de no incurrir en una incongruencia omisiva.
El demandante no presentó alegaciones en este trámite.
7. El Ministerio Fiscal, en idéntico trámite, presentó escrito registrado el día 19 de mayo
de 2006, interesando la desestimación de la demanda de amparo, por considerar que en el
presente caso no existe un déficit de inmediación lesivo del derecho invocado, por lo que no
sería de aplicación la doctrina establecida en la STC 167/2002, sino que el supuesto se
acomodaría más bien a lo que este Tribunal afirmó en la STC 338/2005, de 20 de diciembre,
relativo a que el órgano judicial que conoce de la apelación puede ponderar las pruebas
personales cuando tal valoración se proyecte a partir de un análisis crítico de los motivos o
razones que sobre la credibilidad de un testigo ofrece la resolución impugnada. No podría
hacerlo, por resultar lesivo del derecho recogido en el art. 24.2 CE si la nueva valoración se
funda en la existencia de elementos añadidos o consideraciones adicionales que vienen a
sustituir, sobreponiéndose a ella, la labor realizada por el órgano que enjuició los hechos con
inmediación, pero sí cuando el órgano ad quem se limita a una supervisión externa de los
razonamientos que conducen a afirmar la falta de credibilidad de un testigo. Ello es lo que
acontece en el presente caso, en el que la Audiencia Provincial no adiciona hechos nuevos o
distintos de los que en su momento tuvo en cuenta el juzgador a quo, "sino que con los datos
que aquél ha dado como probados y partiendo del propio reconocimiento que el juzgador de
instancia ha hecho de los mismos, en lo que ha entrado la Sala de apelación en su función
revisora ha sido en la valoración de los razonamientos que hizo el juzgador para llegar a su tesis
final absolutoria, entendiendo en este sentido la Audiencia Provincial que yerra aquél cuando no
concede credibilidad al testimonio de la denunciante por las dudas que le suscitan las
declaraciones de los otros testigos". No estamos, concluye el Ministerio Fiscal, ante un problema
de inmediación sino de credibilidad, de creer a la denunciante o al denunciado y a los testigos de
descargo para afirmar o negar la autoría de unas llamadas. En consecuencia, no resulta
vulnerado el derecho a un proceso con todas las garantías ni, por tanto, tampoco el derecho a la
presunción de inocencia.
8. Por providencia de fecha 10 de noviembre de 2006, se señaló para deliberación y fallo
de la Sentencia el día 15 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 190/2006
Referencia número: 190/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 19/6/2006
Publicación BOE: 20060720 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Roberto García-Calvo y Montiel
Número registro: 7364-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por doña María del Carmen Formoso Lapido frente a los Autos de la Audiencia
Provincial y de un Juzgado de Instrucción de Barcelona que habían sobreseído libremente unas
diligencias previas por delito contra la propiedad intelectual. Vulneración parcial de los derechos
a la tutela judicial sin indefensión y a la prueba: recurso de queja, contra la incoación del
procedimiento abreviado, sustanciado sin contradicción del querellante (STC 178/2001); prueba
pericial en la instrucción criminal.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 7364-2003, promovido por doña María del Carmen
Formoso Lapido, representada por la Procuradora de los Tribunales doña Fuencisla Martínez
Mínguez y asistida por el Abogado don Jesús Díaz Formoso, contra el Auto de la Sección
Décima de la Audiencia Provincial de Barcelona, de fecha 16 de octubre de 2003, por el que se
resuelve el incidente de nulidad de actuaciones promovido contra el Auto de fecha 28 de julio de
2003, por el que se resuelve el recurso de apelación núm. 362-2003 interpuesto contra el Auto
de fecha 28 de febrero de 2003, dictado por el Juzgado de Instrucción núm. 2 de los de
Barcelona en las diligencias previas núm. 1050-2001. Ha intervenido el Ministerio Fiscal y ha
sido parte la Editorial Planeta, representada por el Procurador de los Tribunales don Francisco
José Abajo Abril y con la asistencia jurídica del Letrado don Javier I. Ramos Chillón. Ha sido
Ponente el Magistrado don Roberto García-Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 5 de
diciembre de 2003, doña Fuencisla Martínez Mínguez, Procuradora de los Tribunales, en nombre
y representación de doña María del Carmen Formoso Lapido, interpuso recurso de amparo
contra las resoluciones judiciales a las que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta
Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) La demandante interpuso querella criminal ante los Juzgados de Instrucción de La
Coruña, por sendos delitos contra la propiedad intelectual y por apropiación indebida, contra don
Camilo José Cela Trulock y contra la Editorial Planeta, que dio lugar a la incoación de diligencias
indeterminadas en uno de los Juzgados de Instrucción. Dichas diligencias fueron concluidas
mediante Auto de fecha 5 de noviembre de 1998, confirmado en reforma por otro posterior de 27
de noviembre, por los que se determinaba la incompetencia territorial de los Juzgados de La
Coruña y la remisión de la querella al Juzgado Decano de los de Barcelona.
b) Incoadas diligencias indeterminadas por el Juzgado de Instrucción núm. 2 de los de
Barcelona, se practicaron diversas actuaciones, dictándose seguidamente Auto de inadmisión a
trámite de la querella, de fecha 28 de junio de 1999. Interpuesto recurso de reforma, fue
rechazado mediante Auto de fecha 7 de septiembre de 1999. Contra esta resolución se formalizó
recurso de apelación, que fue resuelto por la Sección Décima de la Audiencia Provincial de
Barcelona, estimándolo y ordenando la incoación de diligencias previas.
c) Mediante Auto de fecha 22 de marzo de 2001, el Juzgado de Instrucción incoó
diligencias previas por delitos contra la propiedad intelectual y de apropiación indebida, contra
don Camilo José Cela Trulock y la Editorial Planeta, S.A. Este Auto fue recurrido en reforma por
la Editorial Planeta, S.A., rechazando la incoación de diligencias por apropiación indebida. El
recurso fue desestimado por Auto de fecha 17 de abril de 2001. Interpuesto recurso de queja por
la Editorial Planeta, S.A., fue tramitado inaudita parte y estimado por la Audiencia Provincial,
mediante Auto de fecha 26 de septiembre de 2001, que estimó que el objeto de la causa incoada
debía ser la presunta comisión de un delito contra la propiedad intelectual, descartando así el
delito de apropiación indebida.
d) La demandante de amparo no tuvo conocimiento de esta resolución hasta febrero de
2002. En ese momento promovió incidente de nulidad contra la misma, al no haber sido parte en
la tramitación del recurso de queja. Desestimado mediante Auto, de fecha 9 de abril de 2002,
interpuso demanda de amparo ante este Tribunal Constitucional, que dio lugar al recurso núm.
3099-2002. Este recurso fue inadmitido a trámite por prematuro, al no haberse agotado el
proceso judicial previo.
e) Fallecido don Camilo José Cela Trulock, la causa siguió contra la entidad Planeta,
S.A., al declararse extinguida la responsabilidad criminal del primero en virtud de Auto de fecha
20 de marzo de 2002.
f) Seguidamente, la querellante solicitó la práctica de determinadas diligencias, de
naturaleza pericial, pericial caligráfica y documental, así como diligencias testificales del
presidente de la Fundación Camilo José Cela y de un miembro del jurado del premio Planeta.
g) Por providencia de 29 de octubre de 2001 el Juzgado inadmitió la prueba caligráfica,
determinada prueba documental y la testifical del presidente de la Fundación Camilo José Cela.
Recurrida en reforma tal denegación, el Juzgado dictó Auto, de fecha 3 de diciembre de 2001,
justificando la denegación de la pericia caligráfica en la irrelevancia de que el original de «La
Cruz de San Andrés» fuera manuscrito por Cela o por otra persona a su ruego; la documental,
por tenerla ya incorporada en autos; y la testifical por considerar que, aun siendo el testigo
propuesto un estudioso de la obra de Cela, no se especificaba la concreta relación con los
hechos objeto de la causa. Recurrida en queja la anterior resolución, la Audiencia Provincial
desestimó el recurso, mediante Auto de fecha 22 de mayo de 2002, por las mismas razones que
el Auto impugnado.
h) Practicada la pericial literaria, que tenía por objeto realizar un estudio comparativo
entre las dos novelas, el Juzgado, mediante providencia de fecha 12 de marzo de 2002, anuló el
informe pericial y resolvió practicar uno nuevo, invocando la existencia de un prejuicio en el
informante, a la vista del contenido del propio informe y del hecho, puesto de manifiesto en el
acto de ratificación, de que el perito designado, don Sergio Beser, había efectuado trabajos para
Editorial Planeta, S.A.
i) Llevada a cabo la designación del siguiente perito, la querellante presentó escrito de 3
de mayo de 2003 interesando la ampliación del objeto de la pericia, proponiendo al efecto una
larga lista de citas textuales, planteando su respectiva y paralela comparación, a fin de que el
perito informase sobre la similitud o identidad, expresiva o conceptual, de las diferentes frases.
j) El Juzgado desestimó tal ampliación mediante providencia de fecha 18 de junio de
2002. Recurrida en reforma tal providencia, el Juzgado la desestimó por medio de Auto de fecha
2 de octubre de 2002. Tal Auto fue recurrido en apelación, resolviéndose por la Audiencia
Provincial mediante Auto de fecha 28 de enero de 2003, en el que se señalaba que «la amplitud
de la pericia permite la comparación fragmentaria que se interesa, pero en el trámite del art. 483
LECrim».
k) La ratificación del dictamen pericial tuvo lugar el día 28 de octubre de 2002. En dicha
diligencia se impidió a la parte la ampliación de la pericial ya solicitada anteriormente, formulando
el Letrado de la querellante la oportuna protesta. El mismo día presentó la querellante nuevo
escrito, solicitando la ampliación de la pericial en los mismos términos ya señalados, dictándose
providencia de fecha 18 de noviembre de 2002, en la que se establecía que se estuviera a lo
acordado en providencia de 18 de junio de 2002 y Auto de 2 de octubre de 2002. Dicha
resolución fue recurrida en reforma, y confirmada por Auto de fecha 27 de febrero de 2003, que
no tuvo en cuenta el contenido del Auto de fecha 28 de enero de 2003, antes citado.
l) A la vista del contenido de la pericial, el Juzgado de Instrucción dictó Auto, de fecha 4
de diciembre de 2002, acordando el sobreseimiento libre y el archivo de las actuaciones.
Interpuesto recurso de reforma, fue desestimado mediante Auto, de fecha 28 de febrero de 2003.
Interpuesto recurso de apelación, la Audiencia Provincial lo desestimó mediante Auto, de fecha
28 de julio de 2003, en el que se estimaban genéricamente como suficientes las diligencias
practicadas, sin hacer mención, no obstante, a la ampliación de la pericial sobre la que ya con
anterioridad se había pronunciado.
m) En el recurso de reforma anterior y en este recurso de apelación la demandante de
amparo puso en conocimiento respectivo, del Juzgado de Instrucción y de la Audiencia
Provincial, el defecto de forma causante de indefensión producido al haberse tramitado inaudita
parte el recurso de queja que dio lugar al Auto de fecha 26 de septiembre de 2001. Ni el Juzgado
ni la Audiencia Provincial se pronunciaron sobre esta cuestión.
n) Promovido incidente de nulidad de actuaciones, fue también desestimado, mediante
Auto de fecha 16 de octubre de 2003.
3. La demanda de amparo alega la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
(art. 24.1 CE), al carecer las resoluciones judiciales recurridas en amparo de una motivación
razonable y coherente que sustente la decisión de sobreseimiento libre recaída en la fase
instructora del presente procedimiento penal abreviado; vulneración del derecho a la utilización
de los medios de prueba pertinentes para la defensa (art. 24.2 CE), pues habiendo sido
propuestas una serie de diligencias de prueba en legal tiempo y forma, su práctica fue denegada
de manera irrazonable e inmotivada; violación del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE), imputable al Auto de 28 de julio de 2003, dictado por la Audiencia Provincial, que habría
incurrido en incongruencia omisiva al no dar respuesta a la pretensión deducida en el recurso de
apelación, que planteaba la nulidad del Auto dictado por la propia Audiencia al resolver el
recurso de queja anterior, sustanciado inaudita parte, y que determinó el archivo de parte del
procedimiento (la imputación relativa al delito de apropiación indebida);violación del principio de
igualdad en aplicación de la ley (art. 14 CE) y del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE), cuando se decidió sobre la procedencia o no de solicitar la ampliación del informe pericial
practicado, en cuanto la Audiencia dictó dos resoluciones completamente contradictorias entre
sí; vulneración del derecho de defensa, del principio de contradicción y del de tipicidad penal
(arts. 24.2 y 25 CE), al limitar la Audiencia Provincial el objeto de la instrucción a los delitos
contra la propiedad intelectual, dejando fuera de la causa el delito de apropiación indebida sin
dar traslado a la parte querellante, y ahora demandante, en el recurso de queja; vulneración de
los principios de legalidad y de tipicidad penal (art. 25.1 CE), que se infringieron al no aplicarse
los artículos del Código penal que castigan los delitos de apropiación indebida y contra la
propiedad intelectual; y,
finalmente, ausencia de imparcialidad objetiva de la Juez instructora y de los
Magistrados de la Audiencia Provincial que tomaron parte en la resolución de los recursos.
4. La Sección Segunda de este Tribunal acordó, por providencia de 1 de febrero de
2005, la admisión a trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo previsto en el art. 51
LOTC, dirigir atenta comunicación a la Sección Décima de la Audiencia Provincial de Barcelona y
al Juzgado de Instrucción núm. 2 de los de Barcelona para la remisión de actuaciones y
emplazamiento a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, para comparecer en el
presente proceso constitucional.
Mediante escrito que tuvo su entrada en este Tribunal el 4 de marzo de 2005, el
Procurador de los Tribunales don Francisco José Abajo Abril, en nombre y representación de la
editorial Planeta, S.A., con la asistencia del Abogado don Javier I. Ramos Chillón, se personó en
el proceso de amparo.
5. Seguidamente, por diligencia de ordenación de 16 de marzo de 2005, la Sección
Segunda acordó tener por personado al indicado Procurador en la representación invocada y,
por su parte, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, acordó dar vista de las actuaciones y un
plazo común de veinte días para alegaciones al Ministerio Fiscal y a las partes personadas.
6. La representación de la Editorial Planeta, S.A., presentó sus alegaciones en el
Registro General de este Tribunal el 21 de abril de 2005, en las que, en conclusión, sostiene que
la demandante se limita, sin solución de continuidad, a sustituir el criterio confirmado y
mantenido por los distintos órganos judiciales por el suyo propio, para configurar de forma
totalmente artificiosa una realidad que no es tal. A ello añade que no se ha producido ninguna
vulneración de derechos fundamentales, ni desde un punto de vista formal ni, y especialmente,
material, respondiendo su invocación a la necesidad de reabrir a toda costa una instrucción
impecable desde cualquier punto de vista, escrupulosa en su contenido y absolutamente
garantista para todas las partes.
7. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 22 de abril de 2005, presentó también
alegaciones en las que solicitó la estimación de la demanda de amparo.
Se refiere el Fiscal, en primer lugar, a la alegada vulneración del derecho a la tutela
judicial efectiva como consecuencia del acuerdo del acuerdo de sobreseimiento libre de las
diligencias previas. Sobre el particular, alega que no podrá pretenderse del Tribunal
Constitucional la revisión de la interpretación y aplicación que de la legalidad ordinaria hayan
podido efectuar los Jueces o Tribunales en el ejercicio de la función jurisdiccional que les
compete, sustituyendo un juicio que, en el presente caso, no constituye más que una valoración
jurídico-procesal mediante la cual se estima la posibilidad de acordarse un sobreseimiento libre
en trámite de diligencias previas, haciendo para ello una interpretación integradora de las normas
de la LECrim (arts. 779 y 637.1), e invocando en apoyo de dicha tesis numerosos
pronunciamientos jurisprudenciales, que consideran de específica aplicación subsidiaria la
totalidad del procedimiento ordinario, en beneficio del procedimiento regulado en el título II del
libro IV LECrim. En definitiva, tal interpretación resulta absolutamente razonable, de manera que,
con carácter general, la depuración de las hipotéticas responsabilidades penales de aquel o
aquellos a quienes se denuncia no resulta obligado ventilarlas necesariamente tras la
celebración de un juicio oral, pues la Ley permite un examen previo en fase de instrucción acerca
de la trascendencia jurídico-penal de una determinada conducta, en evitación de acusaciones
manifiestamente infundadas.
Por lo que se refiere a la alegada vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva del
art. 24.1 CE, por razón de no haber sido parte la actora en la tramitación del recurso de queja
planteado por Editorial Planeta contra el Auto de admisión a trámite de la querella de 22 de
marzo de 2001, alega el Fiscal que en esta clase de recursos deben hallarse, en la específica
regulación legal del recurso de queja, vías adecuadas que permitan la contradicción de la partes
en la sustanciación del recurso, evitando así la indefensión, que deberá ser material y efectiva
para reputar existente la vulneración constitucional. En este caso el proceso siguió
exclusivamente por la presunta comisión de un delito contra la propiedad intelectual, sin que
siguiera además por delito de apropiación indebida. Por ello, puede concluirse que, al no
haberse enmendado en modo alguno a lo largo de la instrucción la falta de audiencia a la
querellante en la tramitación del recurso de queja por el que la Audiencia Provincial considera
únicamente el delito contra la propiedad intelectual, se habría vulnerado su derecho a la tutela
judicial efectiva del art. 24.1 CE.
Seguidamente aborda el Fiscal la alegación de incongruencia omisiva e insuficiencia de
motivación del Auto resolutorio de la apelación de fecha 15 de enero de 2001, todo ello en
relación con la cuestionada imparcialidad de los peritos a designar en la causa, pretendiendo la
recurrente una contestación pormenorizada de todos y cada uno de los aspectos que plantea. En
relación con esta cuestión, aduce el Fiscal que, al margen de que es preciso distinguir entre lo
que son verdaderas pretensiones y meras alegaciones como las que sostiene en este punto la
recurrente, no puede dejar de reseñarse que la propia actividad de la misma en el curso de la
instrucción se encarga de desbaratar el invocado perjuicio de su derecho a la tutela judicial
efectiva, pues una vez designado el segundo perito no opone frente a él tacha alguna ni formula
protesta sobre la posible existencia de prejuicios en su ánimo en contra de la demandante; más
bien al contrario, propone sucesivamente la ampliación de la pericia a otros aspectos, a su juicio
no analizados en el dictamen del técnico.
A continuación se ocupa el Fiscal de la aducida vulneración del derecho a la prueba del
art. 24.2 CE, por no permitirse a la recurrente plantear la ampliación de la pericial mediante
aclaraciones pretendidas del perito al emitir su dictamen. Comienza el Fiscal recordando que
este derecho es inseparable del derecho de defensa y exige que las pruebas pertinentes sean
admitidas y practicadas, sin desconocimiento ni obstáculos, resultando vulnerado tal derecho
fundamental en aquellos supuestos en que el rechazo de la prueba propuesta carezca de toda
motivación, o la motivación que se ofrezca pueda tacharse de manifiestamente arbitraria o
irrazonable. Más concretamente, y en relación con las partes procesales que ejercitan la
acusación, se ha señalado que, pese a que la Constitución no otorga ningún derecho
fundamental a obtener condenas penales, ello no implica que quien vea lesionados sus derechos
fundamentales y, en general, sus intereses, no tenga derecho, en los términos que prevea la
legislación procesal pertinente, a acudir a un procedimiento judicial para la defensa de los
mismos. Tampoco comporta que en el seno de dicho proceso no puedan verse lesionados, no ya
sus derechos procesales, sino también sus derechos sustantivos con consideraciones o
declaraciones judiciales que atenten a su contenido, pues el Tribunal ha configurado el derecho
de acción penal esencialmente como un ius ut procedatur o manifestación específica del derecho
a la jurisdicción, al que, desde luego, son aplicables las garantías del art. 24.2 CE. Pues bien, en
relación con el derecho a la prueba, éste podrá entenderse vulnerado si la propuesta es
relevante y reúne las condiciones de idoneidad objetiva para la acreditación de los hechos. En
este caso, sin embargo, la Audiencia Provincial ya impuso la pertinencia de la práctica de la
ampliación de la prueba pericial en su Auto de 28 de enero de 2003, si bien derivándola al
trámite del art. 483 LECrim. Así pues, la defectuosa prestación de la tutela judicial efectiva se
derivará entonces de la falta de respeto a tal decisión, tanto por el Juzgado de
Instrucción al dictar el Auto de 28 de febrero de 2003, confirmatorio en reforma del
sobreseimiento libre -y, por lo tanto tras haber tenido ya conocimiento de lo ordenado por la
Audiencia Provincial-, como por la propia Audiencia al dictar los Autos de 28 de julio y 16 de
octubre de 2003, que olvidando lo resuelto anteriormente en cuanto a la procedencia de
ampliación de la pericial, estimaron suficientes las diligencias practicadas y confirmaron el
sobreseimiento libre de la causa. Este irregular proceder de los órganos judiciales, alega el
Fiscal, al suponer en definitiva la falta de práctica de prueba plenamente admitida, será
manifestación de la afectación, ya no del derecho a la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE,
sino directamente del derecho a la prueba del art. 24.2 CE.
Por lo que se refiere al cuarto de los motivos enunciados, y en concreto a la nueva
invocación de la lesión del derecho a la prueba del art. 24.2 CE por la desestimación de la
práctica de alguna de las propuestas, el Fiscal reitera la doctrina general sobre la materia antes
reseñada, señalando exclusivamente que la falta de práctica de la testifical del Sr. Huarte se
produce como consecuencia de una denegación motivada tanto por el Juzgado como por la
Audiencia, que la querellante podrá o no compartir, pero que resulta suficiente, al destacarse en
las respectivas resoluciones la falta de concreción sobre los aspectos que pueda poner de
relieve el testimonio del presidente de la Fundación Camilo José Cela, al alegar la proponente la
genérica condición de «conocedor de la obra de Cela» del testigo.
Finalmente, y en cuanto a la alegación de falta de imparcialidad de la Juez instructora,
como sustrato de la lesión del derecho a un proceso con todas las garantías del art. 24.2 CE, la
argumentación de la demandante de amparo no se basa en una causa objetiva de falta de
imparcialidad prevista como motivo de recusación o abstención, sino, meramente, en la
presunción de un entendimiento interesadamente torcido de los hechos por parte de la
Instructora, al fundamentar la irrelevancia penal de la conducta sometida a su censura. Tal
presunción no constituye más que la subjetiva opinión de quien ésta emite, sin que pueda
identificarse con un objetivo supuesto de concurrencia de causa inhabilitadora para el ejercicio
de la jurisdicción en ese procedimiento en concreto.
8. La demandante de amparo, por último, presentó sus alegaciones ante el Registro
General de este Tribunal el día 21 de abril de 2005, en que reprodujo y ratificó las realizadas con
anterioridad.
9. Por providencia de fecha de 15 de junio de 2006 se señaló para deliberación y fallo de
la Sentencia el día 19 de dicho mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 26/2006
Referencia número: 26/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 30/1/2006
Publicación BOE: 20060301 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Guillermo Jiménez Sánchez
Número registro: 623-2004, 958-2004 y 1311-2004 (acumulados)/
Recurso tipo: Recursos de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovidos por don José Pizarro Dual y otros frente a la Sentencia de la Sala Segunda de lo
Penal del Tribunal Supremo 1683/2003, recaída en casación contra la dictada por la Audiencia
Pro- vincial de Madrid en el procedimiento ordinario 38-2001, seguido por un delito contra la
salud pública. Supuesta vulneración de los derechos a un proceso con garantías, a la
presunción de inocencia y a la igualdad; vulneración parcial del derecho al secreto de las
comunicaciones: insuficiente cobertura legal de las intervenciones telefónicas (STC 184/2003);
intervención de varios teléfonos motivada y controlada; el plazo se computa desde la resolución
judicial que la autoriza (STC 205/2005); condenas fundadas en pruebas de cargo lícitas;
suficiencia del recurso de casación español (STC 70/2002). Voto particular.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En los recursos de amparo interpuestos, respectivamente, por don José Pizarro Dual
(recurso de amparo 623-2004), don Luis Pizarro Dual (recurso de amparo 958-2004) y don Jesús
Hernández Hernández (recurso de amparo 1311-2004) contra la Sentencia de la Sala Segunda
del Tribunal Supremo 1683/2003, de 11 de diciembre, recaída en casación contra la dictada por
la Audiencia Provincial de Madrid el 4 de junio de 2002, en el procedimiento ordinario 38-2001,
seguido por un delito contra la salud pública. Han sido representados y asistidos, el primero de
los recurrentes por el Procurador de los Tribunales don Gustavo García Esquilas y el Letrado
don José María Pedregal Gutiérrez; el segundo, por la Procuradora de los Tribunales doña Pilar
Maldonado Félix y el Letrado don José María Pedregal Gutiérrez; y, el tercero, por la
Procuradora de los Tribunales doña María Colina Sánchez y el Letrado don Francisco Javier
Díaz Aparicio. Los dos primeros recurrentes también interesan la declaración de nulidad de
diversos Autos acordados por el Juzgado de Instrucción 42 de Madrid los días 15 de diciembre
de 2000, 16 de enero, 2, 16 y 28 de febrero de 2001, en los que se autorizan o prorrogan
diversas intervenciones telefónicas. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el
Magistrado don Guillermo Jiménez Sánchez, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado el 5 de febrero de 2004 en este Tribunal don José Pizarro
Dual solicitó asistencia jurídica gratuita para impugnar en amparo la Sentencia de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo 1683/2003, de 11 de diciembre, recaída en casación contra la
dictada por la Audiencia Provincial de Madrid el 4 de junio de 2002 en el procedimiento ordinario
38-2001, seguido por un delito contra la salud pública. Tras los trámites oportunos la Sección
Tercera del Tribunal Constitucional, en la providencia de 10 de junio de 2004, tuvo por
designados al Procurador don Gustavo García Esquilas, por turno de oficio, y al Letrado don
José María Pedregal Gutiérrez, por voluntad del recurrente.
El 12 de julio de 2004 se interpuso por don José Pizarro Dual demanda de amparo
contra las resoluciones judiciales de las que se deja hecho mérito en el encabezamiento de la
presente Sentencia. Igualmente don Luis Pizarro Dual, representado por la Procuradora de los
Tribunales doña Pilar Maldonado Félix y asistido por el Letrado don José María Pedregal
Gutiérrez, a través del escrito ingresado en este Tribunal el 18 de febrero de 2004, y don Jesús
Hernández Hernández, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Ana Belén
Hernández Sánchez (que fue posteriormente sustituida por doña María Colina Sánchez), y
asistido por el Letrado don Francisco Javier Díaz Aparicio, a través del escrito presentado el
ulterior 2 de marzo instaron amparo contra las resoluciones de las que igualmente se ha hecho
mérito en el encabezamiento de ésta.
2. Los hechos de los que traen causa los recursos de amparo son, sucintamente
expuestos, los que siguen:
a) Incoadas diligencias previas por el Juzgado de Instrucción núm. 42 de Madrid, el
Inspector jefe del grupo XIV de la Brigada Provincial de Policía Judicial solicitó la intervención del
teléfono móvil terminado en 82, supuestamente utilizado por una persona que entonces se
identificó como "Luis Fernández", así como que la compañía telefónica facilitase el listado del
tráfico de llamadas realizadas desde la contratación de la tarjeta de prepago. Si bien el Juzgado
de Instrucción núm. 42 decidió, a través de Auto de 15 de diciembre de 2000, denegar la
autorización solicitada para intervenir el teléfono, expidió un oficio para que la compañía Movistar
facilitara al Grupo de policía judicial información sobre "los números de teléfono que se han
marcado desde la contratación de la tarjeta prepago y los que marquen durante todo el mes de
diciembre y desde el referido teléfono, así como los titulares de dichos teléfonos".
El posterior 11 de enero de 2001 se reiteró la solicitud de que se autorizara la
intervención del teléfono móvil terminado en 82, a la vista del listado de llamadas telefónicas
obtenido, así como de los seguimientos y las gestiones realizadas sobre la actividad laboral y la
situación económica de los sospechosos, por considerar la intervención del teléfono
imprescindible en la investigación de un delito contra la salud pública por trafico de heroína,
afirmándose que los investigados "utilizan esa vía [la telefónica] para la ejecución de delito
referido". El Juez solicitó, con carácter previo, la remisión del listado telefónico a través de una
providencia de 14 de enero de 2001, que fue enviada un día después. La Brigada provincial de la
policía judicial reiteró la solicitud de intervención realizada, e interesó que se adoptara una
medida similar en relación con el teléfono fijo terminado en 26, que figuraba a nombre de Enrique
Pizarro Jiménez, padre de la persona investigada. El Auto del Juez de Instrucción núm. 42 de
Madrid de 16 de enero de 2001 autorizó la intervención de ambos teléfonos, todo ello por el
período de un mes, debiendo quincenalmente remitirse al Juzgado las transcripciones enteras de
las conversaciones, así como las cintas donde se hubieran grabado las mismas, dándose cuenta
de la identificación de los funcionarios que llevasen a cabo la observación, regrabación y
trascripción de las conversaciones. Simultáneamente decretó el secreto de las actuaciones por el
mismo período de tiempo. Dicho Auto fue entregado a los funcionarios policiales un día después.
El Juez de Instrucción núm. 42 de Madrid acordó, mediante Autos de 16 de febrero y 28 de
febrero, la prórroga de la intervención realizada sobre el teléfono móvil terminado en 82 por un
período de quince días y extendió el secreto de las actuaciones por el mismo plazo, dejando sin
efecto la intervención realizada sobre el teléfono fijo de don Enrique Pizarro Dual. El segundo
Auto fue notificado al funcionario policial el posterior día 1 de marzo.
El 31 de enero de 2001, el Inspector jefe del grupo XIV de la brigada provincial remitió al
Juzgado las cintas master de las conversaciones intervenidas y un resumen de su contenido al
órgano judicial. Un día más tarde el Juzgado de Instrucción núm. 42 de Madrid requirió del
Departamento de Medios Audiovisuales adscrito al Decanato de los Juzgados de Madrid la
remisión de un aparato adecuado para poder escuchar las cintas. Una nueva remisión de
material se realizó el posterior 19 de febrero de 2001, reiterándose un día después la solicitud de
un aparato que permitiera escuchar las cintas, y una tercera petición tuvo lugar el 2 de marzo.
Por otra parte, se solicitó, el 1 de febrero de 2001, la intervención de dos nuevos
teléfonos móviles (uno, terminado en 32, usado por José Pizarro Dual, y otro, cuyos últimos
dígitos son 76, por el suministrador de la sustancia estupefaciente, de raza árabe y desconocido
físicamente). El Juez solamente accedió a la primera pretensión, a través del Auto de 2 de
febrero de 2001 notificado al funcionario policial el posterior día 9, no haciendo lo propio con el
segundo, estimando que "se debería profundizar por los actuantes en la identificación y grado de
participación del citado individuo de raza árabe". La policía remitió el 1 de marzo de 2001 las
cintas originales del teléfono autorizado y un resumen de las mismas, reiterando el órgano
judicial que todavía no había recibido el aparato que permitiera escuchar las cintas. El Juez de
Instrucción núm. 42 de Madrid acordó, mediante Auto de 8 marzo de 2001, denegar la prórroga
de la intervención del teléfono terminado en 32 y dejar sin efecto el día 12 de marzo la
intervención del teléfono cuyos últimos dígitos son 82, a nombre de don José Pizarro Dual, y, al
vencimiento de la prórroga, la referida al teléfono acabado en 82, procediendo en esa fecha al
levantamiento del secreto de las actuaciones. Aunque el Jefe del grupo XIV solicitó nuevamente
la prórroga de este teléfono, tal pretensión fue desestimada mediante Auto de 16 de marzo de
2001.
Por otra parte, el Inspector jefe solicitó diversas autorizaciones de entrada y registros (de
dos domicilios y un local comercial el día 14 de marzo y de otro domicilio un día después), siendo
autorizadas estas diligencias mediante Auto de 15 de marzo de 2001.
El Inspector jefe del grupo XIV de la brigada provincial de policía judicial solicitó,
mediante oficio de 15 de febrero de 2001, la intervención de un nuevo teléfono, terminado en 20,
usado por don Enrique Piqueras Espejo, intervención que fue denegada mediante Auto del Juez
de Instrucción núm. 42 de Madrid un día después.
Una vez continuada la tramitación de las diligencias indeterminadas por el procedimiento
ordinario el Ministerio público formuló acusación contra diversas personas, entre las que se
cuentan los recurrentes en amparo.
b) La Audiencia Provincial de Madrid, encargada del enjuiciamiento de la causa,
condenó, en su Sentencia de 4 de junio de 2002, como autores responsables de un delito contra
la salud pública de sustancias estupefacientes de las que causan grave daño a la salud en
cantidad de notoria importancia, sin circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal,
entre otras personas, a los hermanos Pizarro Dual a once años de prisión y a don Jesús
Hernández Hernández a diez, así como a sendas multas de 775.000 euros a cada uno de ellos,
con las accesorias de inhabilitación absoluta durante el tiempo que dure la condena y al pago de
las costas procesales en una parte proporcional al número de condenados.
Los implicados fueron sorprendidos en una operación de tráfico de heroína,
procediéndose ulteriormente a registrar, con la oportuna autorización judicial, sus domicilios,
donde se halló un numeroso caudal probatorio.
Debe hacerse notar que el escrito de conclusiones provisionales de la representación
procesal de don Luis Pizarro Dual no cuestionó la validez de las pruebas de cargo, limitándose a
proponer que se oficiara a Movistar para que reenviase los listados de llamadas realizadas
desde dos terminales móviles (p. 187), aunque sí se suscitó aquella cuestión en un informe
evacuado por su Letrado. Tampoco lo hizo la representación procesal de don José Pizarro Dual
(p. 191 ss.), ni la de don Jesús Hernández Hernández (p. 197), si bien la representación procesal
de este último acusado solicitó, en la última sesión del juicio oral, celebrada el 23 de mayo de
2002, "la nulidad de las intervenciones telefónicas en virtud del art. 11.1 LOPJ por vulneración
del art. 24 CE" (p. 418). También formuló esta queja, con cita expresa del art. 18 CE, otro
acusado, el cual fue finalmente absuelto.
El primer fundamento de la Sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid de 4 de junio
de 2002 se pronuncia, de forma extensa y detallada, sobre la alegada vulneración de derechos
fundamentales en las diligencias probatorias y su posible nulidad, aunque parta de la premisa de
que quienes las han realizado no están legitimados para invocar el secreto de las
comunicaciones, ya que los teléfonos intervenidos pertenecen a otras personas.
El órgano judicial recuerda que se han intervenido tres teléfonos. Uno móvil, terminado
en 82, atribuido a don Luis Pizarro Dual; otro, fijo, que termina en 26, atribuido a su padre, don
Enrique; el último, también móvil, cuyas cifras finales son 32, atribuido al hermano de don Luis,
don José. Se recuerda, en particular que las defensas de don Luis Pizarro Dual y don José
Pizarro Dual "no han planteado formalmente, como lo han hecho sus compañeros, la vulneración
de ningún derecho fundamental ni en el trámite de conclusiones provisionales ni en el trámite de
conclusiones definitivas", aun cuando se recuerda que el Abogado del primero realizó extensas
alegaciones sobre la vulneración de tal derecho a través de su informe.
Tras aducir la doctrina constitucional referida al secreto de las comunicaciones y los
datos referidos a las presentes actuaciones (que ya han sido aportados supra), respalda la
actuación del Juez de Instrucción núm. 42 de Madrid en lo que atañe a las siguientes
resoluciones judiciales:
En primer lugar confirma que el Auto de 15 de diciembre de 2000, en el cual se deniega
la intervención de un determinado teléfono (terminado en 82), pero en el que también se autoriza
a que se haga el recuento de llamadas realizadas desde él, no vulnera el derecho al secreto de
las comunicaciones, sino que muestra la coexistencia de un doble juicio de proporcionalidad,
que, contra la alegado por las representaciones procesales de don Lisardo y don Luis Pizarro
Dual, expresa una adecuada ponderación que excluye toda lesión del derecho fundamental
invocado.
Tampoco lesiona el derecho al secreto de las comunicaciones, en segundo lugar, el Auto
judicial de 16 de enero de 2001, que autoriza la intervención de los teléfonos (el móvil terminado
en 82 y el fijo acabado en 26), Auto que trae causa de la detallada información suministrada por
los informes policiales fechados los días 11 y 15 de enero. Siendo evidente la ponderación
judicial realizada en esta resolución judicial, se rechaza el alegato realizado por don Lisardo
Pizarro Dual.
A la misma conclusión se llega si se examina, en tercer lugar, el Auto de 2 de febrero de
2001, referido al teléfono cuyos últimos dígitos son 32, puesto que las conversaciones ya
interceptadas y los oficios policiales avalaban la necesidad de seguir investigando, decisión que
se tomó de forma individualizada, rechazando una petición similar referida a otra persona de
raza árabe. La defensa de don José Pizarro Dual denuncia que no se haya aportado la
transcripción literal de las conversaciones grabadas al amparo de tal autorización, pero es claro
que tal circunstancia no afecta a la legitimidad constitucional de la medida judicial adoptada, y
que se ha escuchado, en presencia de los abogados defensores, la totalidad de las grabaciones
realizadas. Don José Pizarro Dual afirma que hay una conversación (mantenida el día 10 de
marzo de 2001) borrada, pero tal dato no ha quedado acreditado en el plenario, en el que
ninguna defensa solicitó la audición, total o parcial, de las conversaciones grabadas. También
manifiesta que la conversación que tuvo lugar el 6 de marzo de 2001 se realizó sin autorización
judicial, dato incorrecto, puesto que la Audiencia Provincial recuerda que el teléfono terminado
en 32 fue intervenido a resultas del Auto del Juez de Instrucción núm. 42 de Madrid de 2 de
febrero de 2001, por un período de un mes, y que el propio órgano judicial considera, en su Auto
de 8 de marzo, que tal diligencia agotó sus efectos el 12 de marzo de 2001, denegando la
prórroga solicitada por la policía judicial para los días 13 y siguientes del citado mes. Es oportuno
recordar que el Auto de 2 de febrero de 2001 fue notificado a la policía nacional el día 9, y la
intervención se hizo efectiva el ulterior día 12.
En cuarto lugar, la Audiencia Provincial de Madrid confirma la regularidad del Auto del
Juzgado de Instrucción núm. 42 de Madrid de 16 de febrero de 2001, que acuerda la prórroga de
la intervención del teléfono móvil acabado en 82 con base en los informes policiales y de forma
ponderada, limitando sus efectos a quince días. Lo mismo cabe decir del pronunciado el 28 de
febrero en relación con el mismo teléfono, que trae causa del nuevo informe policial y de la
remisión de las cintas originales y de un resumen de determinadas conversaciones.
Concluye la Audiencia Provincial que ha habido un cuidadoso control por parte del Juez
de Instrucción sobre las conversaciones intervenidas, sin que le sea imputable que no se le
remitiera el aparato para proceder a la escucha directa de las grabaciones.
Tampoco se ha vulnerado el derecho fundamental a la inviolabilidad del domicilio. Con
independencia de que es irrelevante que algunas decisiones hayan sido adoptadas por el Juez
de Instrucción de guardia y no por el que conocía de las diligencias previas, las resoluciones
judiciales han ponderado adecuadamente la incidencia del registro en el derecho fundamental.
A continuación el órgano judicial explica cuál es el caudal probatorio existente en
relación con los distintos acusados. En lo que atañe a don Luis Pizarro Dual recuerda que fue
detenido el 14 de marzo de 2001 en el vehículo que contenía casi 18 kilogramos de heroína, que
está acreditado el encuentro con el suministrador de la droga en una glorieta a través del
testimonio de los policías actuantes, así como que realizó tareas de vigilancia, llegando a llevar
la bolsa con su hermano, y que ambos utilizaban el local comercial objeto del registro en el que
se hallaron evidencias del delito, y el piso de su hermana. En lo referido a don José Pizarro Dual
la Sala recuerda que fue detenido en las mismas circunstancias que su hermano, y que usaba el
local comercial (por él alquilado) y el piso de su hermana. En lo relacionado, finalmente, con don
Jesús Hernández Hernández, se insiste en que su detención también se produjo en el vehículo
ya citado, y que se le sorprendió llevando útiles para la adulteración de la heroína antes de subir
al mismo, así como las restantes conductas cometidas con los otros coimputados y acreditadas
por los testimonios policiales.
c) Los tres recurrentes en el presente proceso constitucional interpusieron, previamente,
recurso de casación ante el Tribunal Supremo. Todos ellos alegaron la eventual lesión de los
derechos al secreto de las comunicaciones (en el caso de don Jesús Hernández Hernández, en
relación con el derecho a la tutela judicial efectiva, y en el recurso de don Luis Pizarro Dual, con
el derecho a un proceso con todas las garantías) y a la presunción de inocencia. Don Luis
Pizarro Dual considera igualmente vulnerado el derecho fundamental a la inviolabilidad del
domicilio.
Ninguna de tales quejas fue aceptada por el Tribunal Supremo, que en Sentencia de 11
de diciembre de 2003 declaró no haber lugar a los recursos interpuestos.
Por lo que atañe al secreto de las comunicaciones estimó que la intervención de los
teléfonos terminados en 82 y 32 (ambos móviles) y el acabado en 26 (fijo), fue respetuosa con el
derecho fundamental (FD 1). El Tribunal Supremo comparte los razonamientos realizados en la
instancia acerca de que estamos ante resoluciones judiciales ponderadas, que han tomado en
consideración los distintos informes policiales que se iban recibiendo y justificando la
autorización (en su caso, su denegación) con criterios jurídicamente atendibles. Afirma que las
prórrogas de las intervenciones telefónicas han sido adoptadas de forma motivada y que las
conversaciones realizadas entre los días 4 y 6 de marzo se encontraban amparadas por el Auto
del Juez de Instrucción núm. 42 de Madrid de 2 de febrero de 2001 (como queda de manifiesto
en el posterior Auto de 8 de marzo), ya que el computo del plazo comienza a transcurrir cuando
la intervención acordada es efectiva. Tampoco entiende que haya provocado indefensión alguna
el que no se hayan transcrito todas y cada una de las conversaciones intervenidas, ya que las
partes han tenido a su disposición todas las grabaciones y han podido solicitar, sin hacerlo, su
audición en el plenario.
También rechaza (FD 3) el alegato de don Luis Pizarro Dual centrado en la eventual
lesión del derecho a la inviolabilidad del domicilio (art. 18.2 CE) y del juez ordinario
predeterminado por la Ley (art. 24.2 CE). Al efecto estima que resulta inconsistente afirmar que
tal lesión trae causa de que el registro de dos domicilios y un local comercial haya sido
autorizado por el Juez de Instrucción núm. 37 de Madrid y no por el que conocía de las
diligencias previas (el núm. 42), ya que cuando se otorgó la correspondiente autorización
correspondía actuar, como así ocurrió, al de Guardia. Por otra parte los registros se realizaron
con presencia de los afectados o de sus familiares.
El Tribunal Supremo confirma, por otra parte, que la pena impuesta a los hermanos
Pizarro Dual sea superior a la fijada para don Jesús Hernández Hernández (once y diez años,
respectivamente), ya que la Sala se ha movido en los márgenes fijados por el Código penal y ha
explicado tal divergencia porque la implicación de los primeros ha sido más trascendente (FD 5).
En lo que atañe al recurso de casación interpuesto por don José Pizarro Dual el Tribunal
Supremo niega que se haya visto cuestionado su derecho a la presunción de inocencia,
constituyendo pruebas de cargo válidas la ocupación en el vehículo de droga (acreditada por las
declaraciones de varios policías en el plenario y por los propios imputados), que fue transportada
por él y su hermano, y por la incautación de droga en el local alquilado por él (FD 6, que se
remite al FD 2 de la instancia).
El Tribunal Supremo también desestima los motivos de casación contenidos en el
recurso de casación interpuesto por don Jesús Hernández Hernández, referidos a la eventual
lesión del derecho a la presunción de inocencia y a la indebida tipificación de los hechos (ya que
estaríamos en presencia de un delito en grado de tentativa). La Sala recuerda que diversos
funcionarios del Cuerpo nacional de policía y el propio recurrente han relatado que en el local
comercial se encontró una prensa metálica de dos metros de altura transportada en su propia
furgoneta. El juicio de inferencia realizado en la instancia sobre el conocimiento y la participación
del acusado en los hechos enjuiciados está razonado y es razonable (FD 7). Por otra parte el
Tribunal Supremo considera que el delito se consumó, porque todos los implicados tenían un
contacto directo con la droga (FD 8).
3. En las demandas de amparo acumuladas se alega la vulneración de los derechos al
secreto de las comunicaciones, a la inviolabilidad del domicilio y a la presunción de inocencia:
a) En el recurso de amparo 623-2004, interpuesto por don José Pizarro Dual, se recogen
las siguientes quejas, referidas a los derechos fundamentales que se indican:
1) Al secreto de las comunicaciones, a un proceso con todas las garantías y a la tutela
judicial efectiva, lo que se pone en relación con diversas causas. Se afirma, en primer lugar, que
hay una carencia total y absoluta de indicios que justifiquen la intervención de sus
comunicaciones, puesto que no se concreta en qué consistiría la intervención del recurrente en
la presunta comisión delictiva (sin que sea suficiente la idea de que colabora con su hermano,
contenida en los oficios policiales de 11 de enero y 1 de febrero de 2001). Se sostiene, en
segundo término, que la diligencia se alargó más allá del plazo de un mes previsto en el Auto de
2 de febrero, alcanzando a conversaciones realizadas el 4 y 6 de marzo de 2001, sin que la
misma pueda justificarse en que la intervención telefónica fue efectiva el 12 de febrero. Y se
denuncia, finalmente, la ausencia de control judicial efectivo, dado que el órgano judicial no ha
podido escuchar directamente las cintas por la carencia de medios materiales.
2) A la presunción de inocencia, ya que las pruebas tomadas en consideración
(especialmente, la aprehensión de la droga) traen causa de otras obtenidas con vulneración del
derecho al secreto de las comunicaciones (que se fundamenta reproduciendo los argumentos
anteriormente desarrollados).
3) A la tutela judicial efectiva (al socaire de cuya queja se aduce la eventual
inconstitucionalidad del art. 849, 1 y 2, LECrim y su interpretación con relación con el art. 741 del
mismo cuerpo legal) por no proceder el Tribunal Supremo a realizar una nueva valoración de la
prueba (en la que debe jugar, plenamente, el principio in dubio pro reo).
b) En el recurso de amparo 958-2004, interpuesto por don Luis Pizarro Dual, se recogen
las siguientes quejas, referidas a los derechos fundamentales que se relacionan:
1) Al secreto de las comunicaciones y a la tutela judicial efectiva. En el recurso de
amparo se discrepa del Auto del Juez de Instrucción núm. 42 de Madrid de 15 de diciembre de
2000 porque la proporcionalidad debe operar, en un mismo grado, para la intervención telefónica
y para el conocimiento de los interlocutores, discrepándose de que se consintiera esta última
medida. Se dice que el juicio de proporcionalidad es inexistente o insuficiente. También se
cuestionan, por varios motivos, los Autos de 16 de enero de 2001 (conexión de antijuridicidad en
relación con el anterior; carencia total y absoluta de indicios; ser un teléfono de una tercera
persona que no es objeto de la investigación, ya que no era don Enrique Pizarro Enríquez; falta
de motivación por no hacer referencia a datos objetivos indiciarios...) y de 2 de febrero de 2001
del Juez de Instrucción núm. 42 de Madrid (por conexión de antijuridicidad con los anteriores y
carencia total y ausencia de indicios). Lo dicho vale, igualmente, para los Autos de 16 y 28 de
febrero de 2001 (conexión de antijuridicidad con los anteriores y falta de motivación,
desconociendo que no se estaba en presencia de circunstancias excepcionales y
proporcionadas que justificaran tal restricción). Se invoca que el art. 579 LECrim no colma las
exigencias normativas que se derivan del art. 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos
(CEDH, en adelante). Se alude, igualmente, al deficiente control judicial en la materia, ya que no
se realizó ninguna audición de las conversaciones interceptadas por parte del Juez (de hecho el
Juzgado solicitó un reproductor, que nunca obtuvo, lo que debió traducirse en la denegación de
las prórrogas solicitadas). Además se han producido escuchas ilícitas por producirse fuera del
ámbito temporal previsto en el Auto de 2 de febrero de 2001 en lo que afecta al teléfono móvil
terminado en 32 (en la que constan sendas intervenciones los días 4 y 6 de marzo de 2001). No
es de recibo que la Audiencia justifique este hecho en que el Auto judicial no había fijado la fecha
de comienzo de la intervención y que ésta fue iniciada el día 12 de febrero. Hay, pues, una
ausencia de control judicial. 2) A la presunción de inocencia, ya que las pruebas valoradas
(especialmente, la aprehensión de la droga) traen causa de otras obtenidas, por los argumentos
reseñados en el punto anterior, con vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones.
3) Al principio de igualdad, ya que la condena impuesta al recurrente es superior a la
fijada respecto de dos coimputados que han sido igualmente condenados (don Jesús Hernández
Hernández y don Enrique Piqueras Espejo), con una argumentación discutible (la sustancia fue
hallada en un vehículo de su propiedad -no es cierto-en la vivienda de su hermana -hecho
intrascendente- y en local alquilado por uno de los dos hermanos -no se especifica cuál-). Dado
que no se les condena por organización (art. 369.3 CP) no es posible aplicar el art. 370 CP. Es
desafortunado afirmar, como hace el Tribunal Supremo, que la igualación debería ser por arriba
y no por debajo, porque tal posibilidad está vedada por el principio de refomartio in peius para el
resto de los condenados.
c) En el recurso de amparo núm. 1311-2004, interpuesto por don Jesús Hernández
Hernández, se recogen las siguientes quejas, referidas a los derechos que se mencionan:
1) A la presunción de inocencia, por la inexistencia de pruebas suficientes que justifiquen
el fallo condenatorio.
2) A la tutela judicial efectiva en relación con los derechos al secreto de las
comunicaciones y a la inviolabilidad del domicilio. Denuncia el recurrente la falta de motivación y
el tratamiento defectuoso de las conversaciones intervenidas, así como la consiguiente ausencia
de control judicial. Señala, en particular, que el Auto de 16 de diciembre de 2000 no aporta
cuáles son los indicios de que trae causa. Sostiene que los Autos adoptados los días 16 y 28 de
febrero de 2001, y las sucesivas entradas en domicilios y lugares cerrados, son nulos por traer
causa de una primera resolución judicial lesiva de derechos fundamentales, lo que alcanza a la
aprehensión de la droga.
4. Por providencias de 16 de diciembre de 2004 la Sala Segunda acordó admitir a
trámite los recursos de amparo 623-2004, 958-2004 y 1311-2004 y, conforme a lo dispuesto en
el art. 51 LOTC, requerir atentamente a la Sala Segunda del Tribunal Supremo que, en el plazo
de diez días, remitiese certificación o fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes al
recurso de casación número 913-2002, ya constando, desde el 15 de junio de 2004, las
correspondientes al rollo núm. 38-2001 de la Sección núm. 16 de la Audiencia Provincial de
Madrid (solicitadas mediante diligencia de ordenación de 22 de abril de 2004). Se dirigió,
igualmente, atenta comunicación a este órgano judicial para que emplazara, a fin de que
pudiesen comparecer, si lo desearan, en el presente proceso, en plazo de diez días, a quienes
hubieran sido parte en dicho procedimiento, excepto a los recurrentes en amparo.
En los recursos de amparo 623-2004 y 958-2004 compareció don Jesús Hernández
Hernández el 21 de enero de 2005. Don Luis Pizarro Dual pretendió personarse en los recursos
de amparo 623-2004 y 1311-2004, pero, al hacerlo fuera de plazo (el 16 de marzo de 2005), se
acordó, mediante providencias de 7 de abril y de 31 de marzo de 2005, respectivamente, tenerlo
por personado a los solos efectos de notificación de la resolución que en su día recaiga, al haber
precluido el plazo para su personación previsto en el art. 51.2 LOTC.
5. La Secretaría de Justicia de la Sala Segunda acordó, mediante diligencias de
ordenación de 17 de marzo de 2005, tomar nota de la personación de don Jesús Hernández
Hernández en los recursos de amparo 623-2004 y 958-2004, dar vista de las actuaciones
recibidas a las partes personadas y al Ministerio público por un plazo común de veinte días para
que pudieran presentar las alegaciones que estimasen pertinentes al amparo del art. 52.1 LOTC,
y por un plazo común de diez días para que pudieran alegar lo que su derecho conviniere sobre
la acumulación de los recursos de amparo 958-2004 y 1311-2004 al 623-2004. El Fiscal interesó,
en escrito evacuado el 6 de abril de 2005, que se remitieran las actuaciones referidas al sumario
en cuya instrucción se dictaron los Autos que se combaten, por lo que solicitó la suspensión de
los plazos conferidos hasta que se recabase la remisión del sumario 3-2001 del Juzgado de
Instrucción núm. 42 de Madrid. La diligencia de ordenación de la Sala Segunda de 18 de abril de
2005 acordó la suspensión de los plazos procesales y solicitó la remisión de las mencionadas
actuaciones judiciales.
La Secretaría de Justicia de la Sala Segunda acordó, mediante diligencias de ordenación
de 7 de junio de 2005, dar vista de las actuaciones recibidas a las partes personadas y al
Ministerio público por un plazo común de veinte días para que pudiesen presentar las
alegaciones que estimaren pertinentes, al amparo del art. 52.1 LOTC, y por un plazo común de
diez días para que pudiera alegar lo que su derecho conviniere sobre la acumulación de los
recursos de amparo 958-2004 y 1311-2004 al 623-2004.
Los escritos cursados por don José Pizarro Dual, don Jesús Hernández Hernández y el
Fiscal, registrados en el Tribunal los días 5 de abril, 20 y 22 de junio de 2005, respectivamente,
interesan que se acuerde la acumulación de las demandas de amparo 958-2004 y 1311-2004 a
la 623-2004, por existir una conexión objetiva en todas ellas, al encontrarse los recurrentes en
una situación jurídica sustancialmente idéntica y recurriendo las mismas resoluciones judiciales
con una motivación jurídica que en gran parte es coincidente, teniendo dos de los demandantes
la misma dirección técnica y con semejanza entre las posiciones jurídicas ostentadas en la vía
judicial. La Sala Segunda compartió estos criterios en el Auto de 12 de septiembre de 2005, en el
cual acordó la acumulación de los recursos de amparo 958-2004 y 1311-2004 al 623-2004.
6. En relación con los escritos de alegaciones cursados al amparo del art. 52 LOTC, el
de don José Pizarro Dual, evacuado el 5 de abril de 2005, se adhiere a las manifestaciones
contenidas en la demanda de amparo presentada por su hermano, y lo propio hace éste en
idéntica fecha. En dos escritos cursados el 31 de marzo y el 20 de junio de 2005 don Jesús
Hernández Hernández reitera las alegaciones realizadas en la demanda de amparo y toma por
propias las realizadas por los otros recurrentes.
7. Los tres escritos de alegaciones evacuados por el Ministerio público (el día 6 de julio,
en relación con el recurso de amparo 623-2004, y dos días más tarde los referidos a los recursos
de amparo 958 y 1311-2004) interesan que este Tribunal dicte una Sentencia en la que se
deniegue el amparo solicitado.
En relación con la demanda de amparo interpuesta por don José Pizarro Dual (recurso
de amparo 623-2004) recuerda que no se alegó lesión alguna del derecho fundamental al
secreto de las comunicaciones, ni en el escrito de calificación ni en el plenario. Hace notar que,
en todo caso, el órgano judicial contó con diversos indicios aportados por la policía para acordar
la intervención telefónica discutida (colaboración de los hermanos en la actividad delictiva,
ausencia de actividad laboral que justificara el alto nivel de vida de don José Pizarro Dual...), por
lo que, desde esta perspectiva, no se aprecia lesión alguna del derecho fundamental (STC
184/2003, FJ 9 ss.). Tampoco entiende que plantee problemas el hecho de que la intervención
telefónica acordada el 2 de febrero de 2001 se alargara hasta el 6 de marzo, ya que dicha
intervención solamente fue efectiva el día 12 de febrero, por lo que considera que no superó el
plazo previsto de un mes. En todo caso considera que las conversaciones cuya legitimidad se
cuestiona no fueron decisivas, pudiendo prescindirse de ellas perfectamente, sin que los
recurrentes hayan hecho argumentación alguna relativa a la importancia de las mismas. Por tal
motivo, al amparo de la doctrina de la STC 167/2002, FJ 5, mantiene que se impone desestimar
el motivo de amparo. También rechaza la queja referida a la eventual lesión del derecho a la
presunción de inocencia, ya que, ni es aplicable la doctrina referida a la conexión de
antijuridicidad de las pruebas (cfr. STC 28/2002, FJ 4), ni es cierto que haya pruebas de cargo
independientes. Advierte que es obligado recordar que el hallazgo y la ocupación de la sustancia
estupefaciente fueron reconocidos por diversos acusados en el plenario, constituyendo tal
declaración prueba susceptible de ser valorada. Finalmente rechaza que las normas de la
casación penal vulneren el derecho a la tutela judicial efectiva, en línea con lo expresado en la
STC 70/2002, FJ 7, y hace notar que, en el caso que nos ocupa, el Tribunal Supremo ha
examinado con un profundo y extenso análisis los distintos motivos del recurso de casación, lo
que explica que el recurrente se abstenga de formular queja alguna referida a su concreto
recurso y se limite a plantear una duda abstracta de la normativa de aplicación, que se expone
por parte de éste de un modo no del todo comprensible.
Tampoco comparte ninguno de los motivos de amparo contenidos en la demanda de
amparo interpuesta por don Luis Pizarro Dual (recurso de amparo 958-2004). Sostiene que las
distintas quejas articuladas en torno al derecho al secreto de las comunicaciones (insuficientes
indicios que justifiquen el dictado del Auto de 15 de diciembre de 2000, que contamina los
posteriormente adoptados los días 16 de enero de 2001, además carente de motivación, 2, 16 y
28 de febrero de 2001, y ausencia de control judicial sobre las grabaciones obtenidas), no
pueden prosperar. Opina que todas y cada una de las resoluciones judiciales que incidieron en el
mentado derecho fundamental han cumplido, sobradamente, las exigencias constitucionales en
la materia. El Auto de 15 de diciembre de 2000 contiene una adecuada ponderación de los
intereses en juego, que concluye denegando la intervención del móvil solicitada y acordando, en
su lugar, que se recaben los listados de llamadas realizadas (cfr. STC 123/2002), dejando
constancia de los elementos objetivos que ponen de manifiesto los indicios que justifican tal
intervención. A la vista de los datos obtenidos la policía puede concretar diversos datos (la
identidad del que entonces aparecía nombrado como Luis, y su sospechoso nivel de vida, amén
de sus contactos con gente implicada en actividades delictivas) que llevan al Juez a acordar la
intervención del teléfono móvil que había sido solicitada anteriormente. Asimismo el hecho de
que de la intervención del teléfono usado por su padre no se haya extraído dato positivo alguno
sobre el delito o la implicación de tal persona no permite justificar la nulidad de la intervención
realizada, ni, en su caso, sería significativo para el recurrente, puesto que ninguna relevancia
tendría en el proceso penal que ahora se cuestiona. En lo referido a la intervención del móvil
usado por el hermano del recurrente, don José, se remite a lo ya indicado en las alegaciones
realizadas en relación con el recurso de amparo núm. 623-2004. Asimismo advierte que no es
cierto que la prórroga conferida por los Autos de 16 y 28 de febrero de 2001 de la autorización
para intervenir las comunicaciones del móvil del recurrente haya sido automática. Si bien no
cabe negar que su fundamentación es escueta, en los citados Autos se ponen de manifiesto los
elementos fácticos en que se basan, así como que el Juez al dictarlos disponía de los datos
suficientes para ello. Finalmente, en lo referido al control de las grabaciones, recuerda que las
deficiencias que puedan producirse en éste no afectan al derecho fundamental invocado, sino a
las garantías procesales (STC 167/2002, FJ 5), y que en el caso que nos ocupa tales
grabaciones han estado siempre a disposición de las defensas, las cuales en ningún momento
han cuestionado su autenticidad.
El Fiscal estima que tampoco puede prosperar la queja relativa a la presunción de
inocencia, habiendo decaído la referida al secreto de las comunicaciones, puesto que no hay
ninguna prueba ilícita que haya sido tomada en consideración por el órgano judicial. Recuerda, a
mayor abundamiento, que la defensa del recurrente no impugna el acto de intervención de la
droga ni las sucesivas diligencias de entrada y registro en los domicilios y, lo que es más
importante, que la aprehensión de la droga no es resultado de una conversación, sino de la tarea
de seguimiento que hace la policía. No habiendo conexión alguna entre las intervenciones
telefónicas y la incautación de la droga es obvio que no puede acogerse la denuncia formulada
por el recurrente.
Por último, el Ministerio público sostiene que se impone desestimar la última queja del
recurrente, la eventual lesión del principio de igualdad, que traería causa de que se le ha
impuesto una condena mayor que a otros coimputados. La especial trascendencia de su
intervención en los hechos delictivos es subrayada en las resoluciones judiciales impugnadas,
que recuerdan que el vehículo era de su propiedad, la droga fue guardada en el domicilio de su
hermana y encontrada en un local igualmente alquilado por uno de los hermanos Pizarro Dual, y
no parece desproporcionado que se le impongan once años de prisión mientras que a otros se
les haya condenado a diez años de prisión. La diferencia es algo menos de la décima parte entre
los acusados y no puede ser considerada desproporcionada.
El Fiscal interesa en su escrito de alegaciones referido al recurso de amparo 1311-2004,
como ya hiciera en los casos anteriores, su integra desestimación.
Con carácter previo apunta la posible extemporaneidad del recurso [art. 50.1 a) LOTC en
relación con el art. 44.2 del mismo cuerpo normativo], ya que la Sentencia del Tribunal Supremo
le fue notificada a la representación procesal del recurrente el 21 de enero de 2004, por lo que,
en aplicación de una reiterada jurisprudencia constitucional que determina que el dies a quo para
el cómputo del plazo de caducidad del recurso de amparo es el de la fecha de notificación de la
resolución judicial impugnada al procurador y no al interesado (ATC 597/1986 y STC 216/1993),
debería acordarse la inadmisión del recurso de amparo, siendo irrelevante que la notificación al
interesado se produjera el posterior día 3 de febrero de 2004.
Por otra parte, ninguna de las quejas contenidas en la demanda presenta relieve
constitucional. No lo hace la referida a la inviolabilidad del domicilio, que se encuentra
desprovista en la demanda de toda fundamentación, lo que debería implicar su desestimación.
Por otro lado, respecto de la referida al secreto de las comunicaciones, el Ministerio Público
estima que lo que podría estar en juego, en su caso, sería el derecho a un proceso con todas las
garantías, dado que ninguno de los teléfonos intervenidos era del recurrente ni se han registrado
conversaciones en las que él participara, por lo que lo único constitucionalmente relevante sería
que se hubieran generado, directa o indirectamente, ilícitas pruebas de cargo. El Fiscal se remite
a sus anteriores escritos para defender la licitud de las intervenciones telefónicas realizadas y el
adecuado control judicial realizado por el órgano judicial, añadiendo, a mayor abundamiento, que
la detención no trajo causa alguna de tales diligencias, sino que fue producto del seguimiento
policial. Finalmente observa que tampoco es convincente el alegato referido a la presunción de
inocencia del recurrente, que se ha visto enervada con una base probatoria (el comportamiento
del recurrente durante el 14 de marzo de 2001, y el traslado de una prensa hidráulica que realizó
el mismo) que cumple con las exigencias constitucionales en la materia.
8. Por providencia de 26 de enero de 2006, se acordó señalar para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 30 del mismo mes en el que se inició el trámite, que ha
finalizado en el día de la fecha.
Fundamentos:
Voto particular que formula el Magistrado don Ramón Rodríguez Arribas respecto de la
Sentencia dictada en el recurso de amparo núm. 623-2004, y acumulados 958-2004 y 1311-
2004.
En el ejercicio de la facultad que nos confiere el artículo 90.2 LOTC y con pleno respeto
a la opinión de la mayoría, discrepo de la fundamentación y fallo de la Sentencia, en cuanto
declara, con carácter general, que el plazo de la autorización judicial para la intervención
telefónica no puede comenzar a correr el día en que aquélla efectivamente se realiza, por que se
compromete la seguridad jurídica y se vulnera un derecho fundamental.
Como ya dije en mi Voto particular a la Sentencia dictada en el recurso de amparo núm.
1356-2003, mi discrepancia se centra en que, al no ceñirse al caso concreto y fijar criterios
interpretativos genéricos sobre el momento en que debe entenderse iniciado, en todo caso, el
plazo de la autorización, se invaden funciones de los órganos de la jurisdicción ordinaria, y en el
más alto lugar, de la Sala Segunda, del Tribunal Supremo.
A mi entender, y reiterando el respeto que me merece la opinión contraria, el plazo debe
correr normalmente desde la fecha del Auto que autoriza la intervención, pero también, si fuera
distinto, desde el día en que se le comunique la autorización a los agentes de la policía que
hayan de efectuar la diligencia e incluso el día de la efectiva intervención del teléfono, si el
tiempo transcurrido desde la comunicación del Auto a la policía y la práctica de la intervención
fuera razonablemente breve y justificadas las causas técnicas por las que no pudo llevarse a
efecto con más diligencia, y así lo admitiera el órgano jurisdiccional al ejercer el control de dicha
restricción del secreto de la comunicaciones.
En el caso concreto no se justifica que la diferencia entre la fecha del Auto y el comienzo
efectivo de la intervención telefónica que, al parecer, sólo fue de dos días, no se debiera ha
haberse notificado posteriormente la orden a los agentes de la policía, ni que fueran causas
técnicas y justificadas, controladas por el propio Juez de instrucción, las que provocaran el
retraso.
Madrid, a treinta de enero de dos mil seis.-Ramón Rodríguez Arribas.-Firmado y
rubricado.
S.TC. 234/2006
Referencia número: 234/2006 Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 17/7/2006
Publicación BOE: 20060818 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Vicente Conde Martín de Hijas
Número registro: 6451-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Iñaki Palmou Fidalgo respecto a las Sentencias y Auto de la Audiencia
Provincial de Vizcaya y de un Juzgado de lo Penal de Bilbao que le condenaron por delitos de
atentado a agentes de la autoridad y desórdenes públicos. Vulneración del derecho a la tutela
judicial sin indefensión: imposibilidad de defenderse de la adhesión a la apelación (SSTC
162/1997 y 56/1999).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciadoEN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6451-2003, promovido por don Iñaki Palmou Fidalgo,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Esther Rodríguez Pérez y asistido por la
Letrada doña María José Carrera González, contra la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 5
de Bilbao núm. 345/2001, de 12 de febrero, la Sentencia de Sección Primera de la Audiencia
Provincial de Vizcaya núm. 876/2002, de 18 de noviembre, que confirmó parcialmente en
apelación la Sentencia de instancia, y el Auto de la misma Sección de 29 de agosto de 2003,
desestimatorio del incidente de nulidad de actuaciones interpuesto contra la Sentencia de
apelación, resoluciones recaídas en el procedimiento abreviado núm. 272/99 por delitos de
desordenes públicos, daños, atentado a agentes de la autoridad y lesiones. Han comparecido y
formulado alegaciones el Gobierno Vasco, representado por el Procurador de los Tribunales don
Pedro Rodríguez Rodríguez y asistido por la Letrada doña Soledad Fraile Pérez de Mendiguren,
y el Ministerio Fiscal. Ha actuado como Ponente el Magistrado don Vicente Conde Martín de
Hijas, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 30 de
octubre de 2003 doña Esther Rodríguez Pérez, Procuradora de los Tribunales, en nombre y
representación de don Iñaki Palmou Fidalgo, interpuso recurso de amparo contra las
resoluciones judiciales a las que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. En la demanda se recoge la relación de antecedentes fácticos que a continuación
sucintamente se extracta:
a) El demandante de amparo, junto con otras personas, fue condenado por la Sentencia
del Juzgado de lo Penal núm. 5 de Bilbao núm. 345/2001, de 12 de febrero, como autor de
sendos delitos de atentado a agentes de la autoridad con uso de medios peligrosos, tipificado en
los arts. 550, 551.1 y 555.2 del Código penal (CP), en concurso ideal con un delito de
desórdenes públicos, tipificado en el art. 557 CP, sin la concurrencia de circunstancias
modificativas de la responsabilidad penal, a las penas de tres años y nueve meses de prisión e
inhabilitación especial del derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena, así como
al abono de una séptima parte de las costas procesales, siendo absuelto de los delitos y faltas
de lesiones y del delito de daños de los que también fue acusado.
b) El demandante de amparo y el resto de los condenados interpusieron recursos de
apelación contra la anterior Sentencia, que fueron desestimados por Sentencia de la Sección
Primera de la Audiencia Provincial de Vizcaya núm. 867/2002, de 18 de noviembre, en la que,
estimando el recurso de apelación interpuesto por el Gobierno Vasco y la adhesión del Ministerio
Fiscal, se confirmó la Sentencia del Juzgado de lo Penal, salvo en el pronunciamiento relativo a
las responsabilidades civiles, siendo condenados los acusados a indemnizar conjunta y
solidariamente a los agentes que se relacionan en la Sentencia por las lesiones causadas en la
cantidad que para cada uno de ellos se indica y al Gobierno Vasco en la cantidad que se
determine en ejecución de Sentencia por los daños provocados en el material antidisturbios y en
los vehículos policiales, imponiéndose a los recurrentes las costas procesales de los recursos
desestimados.
c) El demandante de amparo promovió incidente de nulidad de actuaciones contra la
Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Vizcaya núm. 867/2002, de 18 de
noviembre, que fue desestimado por Auto de 29 de agosto de 2003.
3. En cuanto a la fundamentación jurídica de la demanda de amparo, se invocan en ésta,
frente a las resoluciones judiciales recurridas, las siguientes vulneraciones de derechos
fundamentales:
a) Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva, sin que, en ningún caso, pueda
producirse indefensión (art. 24.1 CE), por no haberle dado traslado al demandante de amparo
del recurso de apelación adhesivo del Ministerio Fiscal. Tras reproducir la doctrina recogida en
las SSTC 79/2000, de 27 de marzo, 101/2001, de 23 de abril, y 232/2001, de 10 de diciembre,
sobre la necesidad de dar traslado de la adhesión a la apelación para evitar que se produzca una
situación de indefensión al afectado por dicha adhesión, se argumenta que en este caso la
acusación particular formuló un recurso de apelación un tanto confuso en el que, aun leyendo su
suplico, se ignoraba qué se pretendía, como se puso de manifiesto al impugnarlo. El suplico del
recurso de apelación de la acusación particular, puesto en relación con el fallo de la Sentencia
dictada por la Audiencia Provincial, evidencia que la adhesión del Ministerio Fiscal se convirtió en
un recurso distinto al de la acusación particular, es decir, en un recurso de apelación formulado
en forma adhesiva, puesto que la acusación particular solicitaba que se condenase a cuatro de
los condenados, excluyendo al quinto de los condenados, en la Sentencia del Juzgado de lo
Penal, y la Sentencia de apelación condena a los cinco acusados a indemnizar de forma
solidaria. El recurso del Ministerio Fiscal no pudo ser impugnado al haber sido desconocido por
el demandante de amparo, produciéndose una clara situación de indefensión, por tratarse de un
recurso que introducía variaciones sustanciales respecto al de la acusación particular al que se
adhería.
En este sentido la condena a indemnizar de forma solidaria que se contiene en la
Sentencia de la Audiencia Provincial responde a una cuestión suscitada ex novo por el Ministerio
Fiscal en su adhesión, ya que el planteamiento de dicha indemnización en el modo en que se
produjo no se hizo, ni de forma alternativa en las conclusiones definitivas del juicio oral, ni
tampoco por la acusación particular. Así pues se suscitó ex novo la cuestión de cómo se anuda
la responsabilidad civil a las conductas de los condenados. En el acto del juicio, según se
desprende de la Sentencia, tanto el Ministerio Fiscal como la acusación particular anudaban la
petición de que se fijase la responsabilidad civil a la condena por varios delitos y faltas de
lesiones y varios delitos de daños. Parece ser que después el Ministerio Fiscal enlaza de otra
forma la responsabilidad, como se deduce de la Sentencia de apelación. En definitiva, la
indefensión se genera porque se ha violado el principio de contradicción, que forma parte del
derecho de defensa, al no haber podido responder, por no haberse dado traslado al demandante
de amparo, a las alegaciones del recurso de apelación formulado de forma adhesiva por el
Ministerio Fiscal, distintas a las aducidas por la acusación particular y diferentes, según resulta
de la Sentencia de la Audiencia Provincial, a las planteadas en el juicio oral. Al no haberse
celebrado vista en la apelación, tampoco ha existido la posibilidad de un debate oral
contradictorio, que hubiera podido subsanar la ausencia de traslado.
La falta de traslado al demandante de amparo del recurso de apelación por vía de
adhesión del Ministerio Fiscal fue suscitada como primer motivo del incidente de nulidad de
actuaciones promovido contra la Sentencia de apelación. El Auto que resuelve el incidente,
después de citar la doctrina constitucional aplicable al caso, no se pronuncia respecto a la
situación de indefensión denunciada, conteniendo una apariencia de motivación.
b) Vulneración de los derechos a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), a
que no se produzca indefensión (art. 24.1 CE) y a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
Bajo la invocación de los citados derechos fundamentales se reproducen en la demanda
dos motivos ya aducidos con ocasión del recurso de apelación contra la Sentencia de instancia.
En primer lugar, que los primeros cinco tomos de las diligencias instructoras son fotocopias, en
ninguna de las cuales consta diligencia de testimonio de la Secretaría del Juzgado de Instrucción
núm. 2 de Bilbao. En el acto del juicio la representación letrada del demandante de amparo
planteó al Juzgador que comprobase si los citados primeros cinco tomos de las diligencias
instructoras eran originales, fotocopias testimoniadas o sólo fotocopias, porque si eran sólo
fotocopias debían ser expulsadas del procedimiento y cualquier contenido de las mismas
quedaba afectado por la falta de autenticidad per se, lo que en consecuencia afectaba también a
cualquier material que en las fotocopias figurase aportado como pieza de convicción,
documentos o actuaciones con soporte diferente del papel. En el acto del juicio el Juez
expresamente resolvió que se trataba de fotocopias autenticadas, aunque luego después, al
dictar Sentencia, la cuestión planteada le pareció baladí.
Se sostiene al respecto en la demanda de amparo que carecen de la fe pública judicial
los primeros cinco tomos de las actuaciones y que por tanto no han podido utilizarse en el
proceso, ya que el contenido de la instrucción que se lleva al acto del juicio oral para que,
mediante su reproducción, pueda convertirse en prueba procesal de cargo susceptible de
enervar la presunción de inocencia, debe estar revestido de todas las garantías. En este caso, si
la instrucción no es auténtica es nula, y no existe, por lo que deben ser expulsados del
procedimiento los cinco tomos y, por consiguiente, las cintas videográficas aportadas al folio 311
de esas fotocopias, lo que arrastraría, además, a todo lo derivado de esas cintas videográficas:
fotogramas, printers, fotografías, montajes de acercamiento de imágenes, etc., así como a
cuantas declaraciones o comparecencia de testigos o peritos se hayan hecho en relación con
ese material, incluido el visionado de las cintas de video en el acto del juicio. Ello traería consigo,
en último término, que desaparezca la prueba de cargo contra el demandante de amparo, ya que
la única evidencia que en relación con él ha tenido el Juzgador es la que deriva de su propia
percepción visual del video individualizado referido al recurrente. En definitiva, declarado nulo
todo lo anterior, debe acordarse la absolución del recurrente por no existir una mínima actividad
probatoria de cargo para destruir su presunción de inocencia.
También con cobertura en el derecho a un proceso con todas las garantías se sostiene
en la demanda la nulidad de todo el material audiovisual, por no reunir las garantías exigidas por
la jurisprudencia del Tribunal Supremo para poder ser considerado ab initio como prueba
procesal de cargo para desvirtuar la presunción de inocencia. Nulidad que afecta a todo el
material videográfico obrante en las actuaciones y que se relaciona al folio 311 y último folio del
tomo II (visionado por el Instructor en el tomo III), el que obra relacionado al folio 1180 (tomo VI)
con las especificaciones del folio 1163. Lo relacionado en el folio 311 y lo relacionado en el folio
1180, con las especificaciones del folio 1163, fue visionado en el acto del juicio. Lo que significa
que deben ser consideradas nulas también cuantas diligencias deriven de dicho material
videográfico: fotogramas, printers, fotografías, montajes de acercamiento de imágenes (hechos
por la empresa identificada como E.1), así como cuantas declaraciones, comparecencias de
testigos o peritos se hayan hecho en relación con el referido material, incluido el visionado en el
acto del juicio.
De acuerdo con la STS, Sala Segunda, de 19 de mayo de 1999, cuando la prueba de
cargo se obtiene con el empleo de medios técnicos, como pueden ser la grabaciones
videográficas, la doctrina jurisprudencial viene exigiendo requisitos para su validez que aseguran
el control judicial sobre dichas pruebas, a fin de evitar toda posibilidad de adulteración
intencionada o accidental de las mimas. Así, la entrega sin dilación al Juez de los originales de
las cintas, su conservación y custodia por el órgano judicial, y la audición o visionado de su
contenido por el Juez o por el Secretario judicial, seleccionando los pasajes de interés para la
instrucción y trascribiéndolos con expresión de su correlación con la grabación mediante la fe
pública que otorga el Secretario judicial.
Pues bien, en este caso nunca se han entregado los originales, pues ni las acusaciones
ni el Juez instructor se preocuparon de que se aportaran a las actuaciones durante la instrucción
ni al acto del juicio oral. De modo que se desconoce cuál es el contenido de los originales
(masters) porque no ha podido compararse su contenido con el de las copias obrantes en las
actuaciones. Así, en relación con el material aportado con el atestado, de acuerdo con lo que se
señala en el folio 311 (y último folio del tomo II) de las actuaciones, expresamente se dice que se
aportan copias, especificándose en el último folio que se trata, entre otras cosas, de cuatro cintas
de video que se visionaron en el tomo III. El visionado corresponde a las copias de video de
ETB, TVE y Antena 3. En relación con el material que se relaciona en los folios 1180 y 1163
también son copias en sistema Betacam, que no han podido visionarse en el acto del juicio por
falta de medios, y ocho videocintas en formato VHS, que se supone que corresponden a cada
uno de los inicialmente imputados, ya que en las copias entregadas por el instructor a las partes
los estudios individualizados aparecen en una sola cinta.
Por lo tanto no se ha satisfecho el requisito de la puesta a disposición del Instructor de
los originales a la mayor brevedad posible, y sin este requisito el material probatorio debe ser
considerado nulo, no sólo en su incorporación a los autos, sino también en su contenido (STS,
Sala Segunda, 27 de febrero de 1996). No puede perderse de vista tampoco que las copias
obrantes en las actuaciones no se hicieron a presencia judicial, ni ante el Secretario de Justicia.
El segundo requisito exigido por la jurisprudencia del Tribunal Supremo es la
comparencia en el juicio oral del operador que obtuvo las imágenes, en tanto que el cámara tuvo
una percepción directa de los hechos en el momento en que ocurrían. Pues bien, en este caso
tampoco hay operador a quien llamar, pues no está identificado, y ni las acusaciones ni el
instructor se han preocupado de identificar a las personas que hicieron las filmaciones.
El último requisito es su visionado en el acto del juicio, lo que no pudo llevarse a cabo en
este caso por falta de los dos primeros requisitos antes referidos. Ha de tenerse en cuenta al
respecto que el estudio y operaciones sobre el material videográfico inicialmente entregado en el
Juzgado y las investigaciones utilizando el mismo, y que se han visionado en el acto del juicio, se
llevaron a cabo sin ningún control judicial, sin que el instructor interviniera en la selección del
material a estudiar o de las investigaciones a realizar.
El Juzgado de lo Penal sustituye en la Sentencia impugnada los requisitos exigidos por
el Tribunal Supremo por la presencia de los ertzainas testigos y los ertzainas peritos, así como
por la comparencia del perito E-1 de la empresa a la que acudieron los peritos policiales para
obtener videos o imágenes individualizadas de cada uno de los acusados. Conculca la reseñada
doctrina jurisprudencial la tesis del Juzgado de sustituir, para adverar el material videográfico, a
los originales, a la persona o personas que tomaron las imágenes y al control judicial. En efecto,
las copias no pueden ser convertidas en originales por la declaración de los ertzaintzas que
resultaron afectados por los incidentes, ninguno de los cuales afirmó de forma taxativa que las
imágenes que en los días siguientes se vieron por las televisiones públicas o privadas
coincidiesen con la situación que vivieron, ya que en ningún momento tuvieron una visión
panorámica de los hechos que, en su caso, proporcionan las cintas que se han visionado en el
acto del juicio. De otro lado, no les fueron exhibidas a los ertzainas las cintas que se visionaron
en el acto del juicio oral, y no se les exhibieron en el acto del juicio oral, como tampoco se
exhibió al perito el objeto de su pericia, ya que únicamente se le mostraron externamente las
cintas sin visionar su contenido con infracción del art. 478 LECrim. Así pues, ninguno de los que
declararon, en una u otra calidad, pueden adverar el contenido de las cintas, autenticarlas en el
sentido de que se corresponden con la realidad de los hechos, ni con los originales.
Tampoco ninguno de los declarantes puede sustituir, para adverarlas, a la persona que
tomó las imágenes. No puede perderse de vista que la grabación videográfica es la
manifestación de la percepción de un particular, que debe estar presente en el acto del juicio oral
para poder ser objeto de contradicción, ya que la única forma que conoce nuestro Derecho
procesal para acreditar las percepciones sensoriales de una persona en el proceso es su
declaración testifical.
Y, por último, sustituir el control judicial por las conversaciones o entrevistas inexistentes
o no comprobables con el Juzgador es convertir en irrisoria la dirección de la investigación, que,
en todo caso, corresponde al instructor.
En definitiva, si el material videográfico y sus derivaciones es nulo, por falta de las
garantías procesales exigidas por el Tribunal Supremo, no puede constituir prueba procesal de
cargo para destruir la presunción de inocencia, al quedar conculcado el art. 24.2 CE por
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías.
c) Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), en relación con el
derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para la defensa (art. 24.2 CE).
El demandante de amparo se queja de la inadmisión de la prueba pericial técnica sobre
textos audiovisuales que propuso, consistente en que se solicitara del responsable o Director del
Departamento de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Ciencias de la Información del
País Vasco que proveyese al nombramiento de dos personas de dicho Departamento, expertas
en la lectura y análisis de los textos audiovisuales, para que procedieran a la lectura y análisis de
los textos audiovisuales que obrasen en las actuaciones.
La práctica de dicha prueba fue solicitada en tiempo y forma en todas las instancias y
resultaba pertinente, en cuanto que hacía referencia al objeto de las actuaciones y era tan
necesaria como prueba de descargo que el Juzgado de instancia se ha permitido afirmar que no
se ha aportado por la defensa ningún contraindicio, cuando precisamente ha sido el propio
Juzgador el que lo ha impedido al denegar la prueba solicitada. De modo que la prueba
solicitada era decisiva en términos de defensa, porque sólo practicándola se hubieran podido
aportar los contraindicios que se señala en la Sentencia del Juzgado de lo Penal.
d) Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), en su vertiente de
derecho a obtener una resolución congruente.
Se imputa a la Sentencia dictada por la Audiencia Provincial haber incurrido en un vicio
de incongruencia omisiva, al no haberse pronunciado sobre uno de los motivos del recurso de
apelación formulado por el solicitante de amparo y que configura de forma esencial su
pretensión. Motivo que fue alegado con ocasión del incidente de nulidad de actuaciones
promovido contra aquella Sentencia y desestimado por el Auto de la Audiencia Provincial de 29
de agosto de 2003.
Uno de los motivos en los que se fundó el recurso de apelación era el relativo al error de
hecho en la valoración de la prueba. Con ocasión del mismo se adujo que el Juzgador de
instancia vio en la cinta individualizada del demandante de amparo lo que no había y que
describió en los subapartados 4, 5 y 6 del apartado
b) del fundamento de Derecho quinto titulado «Prueba de cargo de la actuación de cada
acusado». Éste era el error facti denunciado en la valoración de la prueba, por lo que se interesó
de la Audiencia Provincial para comprobar el error de hecho del Juez de lo Penal el visionado del
video individualizado que corresponde al recurrente en amparo. No se trataba de que la Sala
visualizase las imágenes para comprobar si correspondían al acusado, sino de que visualizase el
video para apreciar el error cometido por el Juzgador a quo, en el sentido de que la secuencia de
los hechos que en el mismo aparecen no se corresponde con la descripción que se hace en la
Sentencia de instancia.
Pues bien, la Sala no se pronuncia en la Sentencia sobre si ha habido o no error en la
valoración de la prueba, ya que en ningún momento afirma que haya visionado el video
correspondiente al ahora demandante de amparo ni a ningún otro acusado. Las aseveraciones
que se hacen en la Sentencia de apelación son consideraciones acerca de que la jurisprudencia
ha admitido la percepción visual por parte del Juzgador en diversas ocasiones, pero cuando se
ha hecho, evidentemente, en el juicio oral y teniendo a la vista a la persona a la que le afecta esa
percepción visual. La cuestión no es baladí, porque si la Sala no ha visionado el video no ha
podido pronunciarse sobre el error de hecho en la valoración de la prueba denunciado en el
recurso de apelación.
El Auto que desestima el incidente de nulidad de actuaciones, al igual que la Sentencia
de apelación, no da una respuesta adecuada a la pretensión del demandante de amparo, dado
que, cuando la Sala afirma que con el material probatorio y el análisis pormenorizado del
Juzgador a quo queda suficientemente desvirtuada la presunción de inocencia, está
reproduciendo únicamente parte del contenido de su propia Sentencia en relación con la
alegación del ahora solicitante de amparo sobre la nulidad del material videográfico, no respecto
al alegado error en la valoración de la prueba, que es un motivo autónomo del referido a la
nulidad del material videográfico y que necesita un pronunciamiento específico. Con la respuesta
que se da tanto en el Auto como en la Sentencia, la Sala lo único que hace es analizar la lógica
interna del razonamiento del Juzgador a quo, sin examinar si ese razonamiento se basa o no en
un error en la valoración del material probatorio, ya que para ello la Sala tendría que haber
visionado el video individualizado que se dice que corresponde al demandante de amparo.
e) Vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
El demandante de amparo estima lesionado el citado derecho fundamental por haber
sido condenado por el subtipo agravado del art. 552.1 CP, con la consecuencia de que la pena
impuesta ha sido la de tres años y nueve meses de prisión. Aunque en el quinto motivo del
recurso de apelación no se mencionaba expresamente el derecho fundamental ahora invocado,
lo cierto es que del razonamiento recogido en dicho motivo se infería claramente, sin necesidad
de una interpretación forzada, que se estaba denunciado la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia.
Este derecho fundamental alcanza a todos los elementos del tipo delictivo. Pues bien, en
este caso no existe una mínima actividad probatoria de cargo para poder aplicar el mencionado
subtipo agravado del art. 552.1 CP. De hecho el propio Juzgador de instancia carece de
apoyatura probatoria. No hay actividad probatoria de cargo para afirmar que el demandante de
amparo lanzase objetos contundentes o peligrosos, por lo que no puede ser aplicado dicho
subtipo agravado. Manteniendo los criterios que en relación con el concurso medial del delito de
desórdenes públicos del art. 557 CP mantienen ambas Sentencias, la pena que podría
corresponder es la prevista en el art. 551, inciso segundo, CP, que no podría imponerse en
tiempo superior a dos años, teniendo en cuenta que el Juzgador ha impuesto la pena mínima
correspondiente a la mitad superior de la prevista en el art. 552.1, en relación con el art. 551.1,
inciso segundo, CP.
f) Vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
El demandante de amparo considera también vulnerado citado el derecho fundamental
por la Sentencia de la Audiencia Provincial, al condenar a las cinco personas que resultaron
condenadas, y en especial al recurrente en amparo, a que indemnicen solidariamente a los
agentes que se relacionan en la Sentencia en las cantidades que en la misma se indican y al
Gobierno Vasco en la cantidad que se determine en ejecución de Sentencia por los daños
causados en el material antidisturbios y en los vehículos policiales, ya que se les condena como
si tuviesen la obligación de ser garantes de que las lesiones o daños no se produjeran. De modo
que por la vía de la responsabilidad civil se está introduciendo una condena por daños o lesiones
que no ha podido acreditarse que los produjera al demandante de amparo.
La presunción de inocencia debe ser respetada, no solo en el proceso penal, sino
también en lo que podrían denominarse aspectos civiles de dicho proceso, donde la condena a
una pena es elemento imprescindible para que se imponga un resarcimiento por los daños
causados por la conducta merecedora de reproche penal. Pero siendo elemento imprescindible
no es suficiente, dado que tiene que haber una relación de causalidad entre la conducta
tipificada como delito y las lesiones o daños causados. Así pues para fijar la indemnización debe
concretarse la conducta causante de las lesiones o daños y atribuirse a una determinada
persona como individuo separado de cualquier grupo, en cuanto que cada uno responde de sus
propios actos. En este caso se atribuye al demandante de amparo un resultado respecto del que
no hay la mínima actividad probatoria de cargo de que haya participado en el resultado. En la
propia Sentencia del Juzgado de lo Penal se afirma taxativamente que la conducta del recurrente
en amparo no pudo producir ningún resultado lesivo, por lo que no puede hacérsele responder
por un resultado que no ha producido.
Concluye la demanda suplicando del Tribunal Constitucional que, tras los trámites
pertinentes, dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado y se declare la nulidad de
las Sentencias del Juzgado de lo Penal núm. 5 de Bilbao núm. 345/2001, de 12 de febrero, y de
la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Vizcaya núm. 867/2002, de 18 de noviembre, la
suspensión de cuya ejecución se interesa, de conformidad con lo dispuesto en el art. 56.1 LOTC.
4. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 10 de marzo de
2005, acordó admitir a trámite la demanda y, de conformidad con lo dispuesto en el art. 51
LOTC, dirigir sendas comunicaciones a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Vizcaya
y al Juzgado de lo Penal núm. 5 de Bilbao, a fin de que, en el plazo que no excediera de diez
días, remitiesen, respectivamente, certificación o fotocopia adverada de las actuaciones
correspondientes al rollo de apelación penal abreviado núm. 242-2001 y al procedimiento
abreviado núm. 272/99, debiendo previamente el Juzgado de lo Penal emplazar a quienes
hubieran sido parte en el procedimiento, con excepción del demandante de amparo, para que si
lo deseasen pudieran comparecer en el plazo de diez días en este proceso de amparo.
5. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 10 de marzo de
2005, acordó formar la oportuna pieza para la tramitación del incidente de suspensión y, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 56 LOTC, conceder un plazo común de tres días a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal para que alegasen lo que estimaran pertinente sobre la
suspensión solicitada.
Evacuado el trámite de alegaciones conferido, la Sala, por ATC 191/2005, de 9 de mayo,
acordó conceder la suspensión solicitada exclusivamente en lo que a la pena privativa de libertad
y a la pena accesoria de inhabilitación para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo se refiere.
6. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 6 de octubre de 2005, se tuvo por personado y parte en el procedimiento al
Procurador de los Tribunales don Pedro Rodríguez Rodríguez, en nombre y representación del
Gobierno Vasco, así como al Procurador de los Tribunales don Javier Cuevas Rivas, en nombre
y representación de don Adolfo Abasolo Uribe, don Juan Pablo Usia Bárbara y don José Manuel
Vélez Bilbao, ello condicionado a que en el plazo de diez días se acreditase la correspondiente
representación mediante escritura original de poder original o designación por turno de oficio,
bajo apercibimiento de tenerle, en otro caso, por decaído en su derecho; y, por último, se acordó
dar vista de las actuaciones recibidas a las partes personadas y al Ministerio Fiscal, por plazo
común de veinte días, dentro del cual pudieron formular las alegaciones que tuvieron por
conveniente, de conformidad con lo que determina el art. 52.1 LOTC.
7. La representación procesal del Gobierno Vasco evacuó el trámite de alegaciones
conferido mediante escrito registrado en fecha 8 de noviembre de 2005, que, en lo sustancial, a
continuación se extracta:
a) En relación con la falta del traslado al demandante de amparo del escrito de adhesión
a la apelación del Ministerio Fiscal, sostiene que las pretensiones formuladas en la apelación por
la acusación particular representada del Gobierno Vasco y por el Ministerio Fiscal eran de signo
idéntico con absoluta identidad del petitum, de modo que las pretensiones que las acusaciones
han esgrimido como objeto de alzada fueron sometidas a contradicción. En este caso el órgano
judicial ad quem ha resuelto sobre el extremo único que las acusaciones impugnaron sobre el
contenido de la Sentencia de instancia, que no era otro que se declarase la existencia de
responsabilidades civiles, concretamente las indemnizaciones a los perjudicados por las lesiones
sufridas y al Gobierno Vasco por los daños originados en diverso material policial, derivadas del
delito de desordenes públicos.
Aun en el supuesto de que no se le hubiese dado traslado al recurrente en amparo de la
adhesión del Ministerio Fiscal, ello ninguna relevancia tendría a efectos de sus garantías
constitucionales dada la idéntica pretensión de los recursos de ambas acusaciones.
Además puede constatarse revisando las actuaciones que en fecha 22 de abril de 2001
el Ministerio Fiscal presentó un escrito mediante el que se procedió a evacuar el traslado
conferido, consistente en impugnar el recurso de apelación interpuesto por la representación del
ahora demandante de amparo, en cuyo primer párrafo puede leerse que «... en lo mantenido en
el escrito de adhesión del ministerio fiscal al recurso presentado por la acusación particular...».
En efecto, el escrito de adhesión es de abril de ese año, por lo tanto la parte que ahora pretende
la nulidad de actuaciones ya conocía su existencia. El Ministerio Fiscal interesó al igual que la
acusación particular la condena de otro coimputado a la responsabilidad referida al agente de la
policía autonómica núm. 90778 por estar perfectamente individualizada dicha acción y la de los
otros cuatro coimputados en relación con el resto de los agentes lesionados. En conclusión, no
se ha producido la indefensión denunciada, toda vez que los contenidos de los motivos del
recurso de ambas acusaciones eran idénticos y, además, está constatado que el demandante de
amparo conoció el escrito del Ministerio público.
b) Respecto a la queja referida a que los cinco primeros tomos de la causa los
componían fotocopias, la representación procesal del Gobierno Vasco alega que durante la
instrucción de la causa nunca se cuestionó dicho soporte documental, ni se le dio trascendencia
alguna, ni, en fin, se planteó como cuestión previa al inicio de las sesiones del juicio oral, como
permite la regulación procesal del procedimiento abreviado. En definitiva, el planteamiento ex
novo de esta cuestión ralla en la mala fe procesal.
Además la condena del recurrente en amparo se ha basado en la prueba practicada en
el plenario, fundamentalmente en la existencia de una filmación en la que se observa con
meridiana claridad y sin ningún género de dudas cómo agredía a los agentes de la autoridad que
habían quedado acorralados por una serie de personas, y cómo les arrojaba con la mayor
virulencia de la que era capaz todos los objetos contundentes que previamente recogía del
suelo. No puede admitirse el argumento de que las pruebas practicadas en el juicio oral no
reúnen condiciones de autenticidad porque derivan de diligencias que no las tenían, ya que, en
primer lugar, eran perfectamente auténticas, y, en segundo lugar, no se explica qué relación
causal o argumental tienen esos cinco tomos con la prueba concreta por la que ha sido
condenado el recurrente en amparo.
c) La representación procesal del Gobierno Vasco califica como chocante la nulidad
interesada de todo el material audiovisual por vulneración del derecho a la presunción de
inocencia, ya que cuando el recurrente se encontraba en medio del momento más álgido de la
trifulca y en su afán por agredir a los agentes acorralados, unos dentro de las furgonetas y otros
fuera, se azoró y fue arrollado por una furgoneta que intentaba salir del lugar haciendo
movimientos de delante hacia atrás de forma reiterada para que la gente se apartara y les dejara
salir, con tal mala fortuna para el demandante de amparo que una rueda de una de las
furgonetas le pasó por encima de la pierna. Esta imagen fue captada por varios medios
televisivos, tanto estatales como cadenas privadas, porque fue el acontecimiento más
espectacular, junto a las agresiones sufridas por los agentes. Salió la imagen del demandante en
el suelo, siendo asistido por diversas personas de sus graves heridas y recogido por una
ambulancia. Es más, él mismo demandó al Gobierno vasco para ser indemnizado por sus
lesiones.
¿Cómo puede entenderse que se solicite la nulidad del material audiovisual cuando en el
caso del recurrente en amparo en ningún momento ha podido negar que era la persona que se
ve en dichas imágenes? En el propio acto de la vista reconoció que era la persona que se
visualizaba en las imágenes que estaban aportadas como prueba en el procedimiento.
Hay que considerar una vez más que las filmaciones utilizadas como prueba de cargo no
las realizó ningún cuerpo de seguridad del Estado, ni autonómico ni estatal, ni procedían de un
particular, sino que era material videográfico recogido por diversas cadenas de televisión y que
fueron retransmitidas por este medio, de modo que desde el día siguiente al suceso todo el
mundo que quiso pudo ver las imágenes que posteriormente se utilizaron en el acto del juicio.
Cuando las imágenes grabadas son públicas no se requiere la comparecencia de su autor,
porque no se trata de una percepción particular e individual y única de una sola persona, que
lógicamente en tal caso puede ser interrogada sobre diversos aspectos. En este caso las
imágenes han sido tomadas por profesionales de los medios de comunicación que estaban en el
lugar de los hechos y que cubrían la noticia de la manifestación. Imágenes que fueron
retransmitidas por televisión e incluso se llegaron a publicar en soporte fotográfico, como por
ejemplo la fotografía del recurrente en amparo una vez que había sido atropellado.
Tratándose de una prueba obtenida como se acaba de exponer e incorporándose
aposteriori a la causa, no se le pueden exigir los requisitos relativos al control judicial, pudiendo
ser valorada por el Juzgador como medio de prueba.
d) En relación con la inadmisión de la prueba pericial sobre textos audiovisuales
propuesta por el demandante de amparo, la representación procesal del Gobierno Vasco aduce
que con ello se viene a cuestionar la neutralidad de la filmación aportada por las diversas
cadenas de televisión al Juez de instrucción, cuando lo cierto es que la filmación es lo que es, y
no la llevó a cabo ninguna parte del proceso. Además la practica de dicha prueba no fue
solicitada a lo largo de la instrucción de la causa, sino en el escrito de defensa, habiendo sido
denegada por innecesaria, como en realidad lo era, ya que la parte no identificó sobre qué
concretos extremos debía versar la pericia, no razonándose qué hechos se quisieron probar y no
se pudieron acreditar con dicha prueba.
e) En cuanto a la denunciada incongruencia omisiva que se imputa a la Sentencia de la
Audiencia Provincial, la representación procesal del Gobierno Vasco comienza por argumentar
que el examen efectuado por el juzgador del video en el curso de su enjuiciamiento es
absolutamente ajustado a Derecho. El video, al igual que una fotografía, es un documento que
puede ser mil veces examinado por el juzgador sin que nada se pueda oponer a ello y sin que
tenga que hacerlo en presencia de las partes.
Pues bien, la queja del recurrente en amparo se sustenta en que la Audiencia Provincial
no ha visionado el video individualizado del recurrente en amparo, por lo que concluye que no se
ha pronunciado sobre el motivo del recurso de apelación relacionado con la visión de dicho
video. Además de que habría que saber por qué se afirma que la Audiencia Provincial no ha
visionado el video, el Tribunal de apelación ofrece su propia argumentación para desestimar el
recurso del demandante de amparo, suficientemente explicitada.
f) Por lo que se refiere a la supuesta vulneración del derecho a la presunción de
inocencia por la aplicación del subtipo agravado del art. 522.1 CP, la representación procesal del
Gobierno Vasco sostiene que la actividad probatoria desarrollada sobre este aspecto se centró
en la visualización de la cinta de video relativa al demandante de amparo, en donde se aprecia
con claridad que los objetos que arroja son contundentes, dada la inercia que el cuerpo agresor
desarrolla en su lanzamiento, y los resultados lesivos producidos tanto en los agentes como en
los vehículos policiales, desprendiéndose, sin duda alguna, la magnitud de los medios utilizados.
Si se tiene en cuenta también que varios agentes habían sido despojados de sus cascos y
demás material de defensa personal, permaneciendo en actitud de absoluta derrota, la
posibilidad de causarles lesiones de consideración con una piedra o con un ladrillo son
evidentes.
g) Respecto a la condena solidaria al pago de las indemnizaciones por la
responsabilidad civil derivada del delito, la representación procesal del Gobierno Vasco señala
que, a su juicio, del delito del desordenes públicos deben derivarse responsabilidades civiles,
toda vez que la alteración del orden público que contempla el tipo penal se manifiesta a través de
la producción de lesiones y daños, que son conductas claramente resarcibles mediante la
condena a una responsabilidad civil, de tal manera que todos los que intervienen en la alteración
del orden público deben responder como un solo hombre de los daños causados por tal acción.
En definitiva, no existe vulneración del derecho a la presunción de inocencia, al ser la suscitada
una cuestión puramente jurídica y de aplicación de la normativa penal. Concluye su escrito
suplicando de este Tribunal la desestimación del recurso de amparo. Por otrosí interesó que
fueran reclamados en su totalidad al Juzgado de lo Penal núm. 5 de Bilbao los autos del
procedimiento abreviado núm. 127/98, y a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de
Vizcaya el rollo de apelación núm. 242-2001.
8. La representación procesal del recurrente en amparo evacuó el trámite de alegaciones
conferido mediante escrito registrado en fecha 10 de noviembre de 2005, en el que, en lo
sustancial, dio por reproducidas las efectuadas en la demanda de amparo, solicitando que del
Juzgado de lo Penal núm. 5 de Bilbao se recabase la grabación audiovisual íntegra del juicio
oral.
9. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones conferido mediante escrito
registrado en fecha 15 de noviembre de 2005, que, en lo sustancial, a continuación se extracta:
a) En relación con la queja de indefensión del recurrente en amparo por no haberle dado
traslado de la adhesión a la apelación del Ministerio Fiscal, sostiene, tras reproducir la doctrina
recogida en la STC 170/2002, de 30 de septiembre, que en este caso el examen de las
actuaciones permite constatar que es cierta la afirmación del demandante de que no se le dio
traslado del recurso de adhesión del Ministerio Fiscal. Asimismo dicho examen permite verificar
que en el recurso de apelación del Gobierno Vasco se solicitaba la revocación de la Sentencia
de instancia en el exclusivo extremo de «disponer que Ignacio Palmou Fidalgo, Iñaki Olazaran
Sagarduy, Juan Pablo Usia Bárbara y José Manuel Vélez Bilbao, deberán indemnizar conjunta y
solidariamente a los Agentes de la P.A.V. lesionados según relación y cuantificación obrante en
nuestro escrito de acusación y al Gobierno Vasco por los daños materiales producidos», en tanto
que la adhesión del Ministerio Fiscal pedía «que se condene a los cinco acusados referidos
como autores de un delito de desordenes públicos en concurso con un delito de atentado
agravado por el uso de medios peligrosos a las penas establecidas en la resolución recurrida y,
como responsables civiles, al pago de los daños y lesiones causadas, a excepción de la lesión
sufrida por el agente con número ficticio 90778, de la que, estando individualizado su autor, debe
responder conforme a los argumentos contenidos en la sentencia Adolfo Abasolo Uribe». No es
cierto, sin embargo, que el escrito de apelación adhesiva del Ministerio Fiscal tuviera una línea
argumental distinta a la sostenida por el Gobierno Vasco, que fue finalmente acogida en la
Sentencia de apelación.
En efecto, el Gobierno Vasco sostuvo su petición de revocación parcial de la Sentencia
de instancia y de condena de los acusados al pago de las indemnización a los policías
lesionados por sus lesiones y al Gobierno Vasco por los daños causados en vehículos y material
de su propiedad, al entender que, frente a lo afirmado por la Sentencia recurrida, en el delito de
desórdenes públicos no había que atribuir resultados delictivos dañosos a las concretas
conductas de los acusados, bastando que concurriera un sujeto plural, que existiese un propósito
de alterar la paz y la aceptación de los resultados derivados de las acciones ajenas, con la
consecuencia jurídica de que el autor del delito de desórdenes públicos en que se hubieran
producido lesiones y daños responderá de su resultado y deberá indemnizar las lesiones y los
daños objetivamente acreditadas. Acreditados éstos en la Sentencia de instancia, concurrían, a
juicio del Gobierno Vasco, todos los elementos para aplicar la peculiaridad plurisubjetiva del
delito de desordenes públicos constituido por un solo sujeto activo pero de carácter plural, que
ha de responder de la acción, que es única, de desorden público.
Por su parte el Ministerio Fiscal sostuvo que «habiendo quedado acreditado en el juicio
oral que los acusados participaron activamente en los incidentes que provocaron los resultados
lesivos enjuiciados y caracterizándose el delito de desordenes públicos por una actuación
colectiva, solidaria y plural de un grupo más o menos numeroso de personas a las que les une
una finalidad específica de perturbar la paz pública, resulta lógico que todos los integrantes de
ese grupo respondan de las consecuencias de los actos del colectivo, por haberlos asumido por
su participación, mediante el pago de los perjuicios causados por aquel. Por lo tanto, todos y
cada uno de los acusados deben afrontar las consecuencias que las agresiones y daños
causados por el grupo se derivaron».
Es cierto que entre el suplico del recurso de apelación del Gobierno Vasco y el del
Ministerio Fiscal no hay una total coincidencia, pues el Gobierno Vasco, en clara discordancia
con el cuerpo del escrito, omitió mencionar a uno de los acusados que, sin embargo, fue incluido
en la adhesión del Ministerio Fiscal, pero este extremo carece de consecuencias perjudiciales
para el demandante, al resultar la condena civil a la postre recaída más benigna, al repartirse
entre cinco acusados y no entre cuatro y al suprimirse la indemnización a un agente judicial. Por
otra parte, al aceptarse la petición del escrito adhesivo de que la cantidad a indemnizar fuese la
solicitada por el Ministerio público, esto es, la solicitada por él en el plenario, se concedieron
indemnizaciones notoriamente más benignas que las solicitadas por el Gobierno Vasco.
El Auto desestimatorio del incidente de nulidad de actuaciones, aunque en su redacción
pudo ser más explicito, rechazó la petición de nulidad en el extremo al que se contrae este
primer motivo de amparo por considerar que no había existido una indefensión material, al haber
existido la posibilidad de defensa frente a las alegaciones de contrario, lo que implícitamente es
reconocido por el demandante de amparo, que se abstiene de formular una queja autónoma
contra dicho Auto.
b) Respecto a la pretensión de que se expulsen del proceso los primeros cinco tomos de
la instrucción por ser fotocopias, y, como consecuencia de ello, las cintas videográficas
aportadas al folio 311, el Ministerio Fiscal señala que las Sentencias recurridas la han rechazado
con base en una doble consideración: de un lado, dada la irrelevancia de las diligencias
practicadas en los cinco primeros tomos para lo enjuiciado en el proceso, pues se instruyeron
para depurar las posibles responsabilidades de los policías autonómicos; de otro lado, por no
ostentar el carácter de fotocopias las diversas grabaciones a las que se refiere el demandante de
amparo, sin indicar diligencia alguna de las contenidas en los tomos que haya servido de
sustento a su condena, ni contradecir la obvia afirmación de que las películas no son fotocopias.
Más allá de la mera alegación de la irregularidad procesal producida tampoco se
argumenta que ello le haya impedido la correcta articulación de su estrategia defensiva ni que la
omisión del testimonio de las actuaciones por el Secretario Judicial se haya derivado la
vulneración de ningún otro derecho fundamental o libertad pública, por lo que, como se afirma en
ambas Sentencias, se denuncia una mera irregularidad procesal que no ha generado
indefensión, ni vedado la posibilidad de defensa contradictoria, por lo que no puede determinar la
nulidad del plenario ni del material aportado al mismo (STC 184/2005, de 4 de julio, FJ 3).
c) En cuanto a la nulidad de todo el material audiovisual como fundamento de la
pretendida lesión del derecho a un proceso con todas las garantías y del derecho a la presunción
de inocencia, el Ministerio Fiscal alega que la petición de la nulidad se funda en que el material
videográfico no reúne las garantías exigidas por la jurisprudencia del Tribunal Supremo para ser
considerado ab initio prueba de cargo que pueda enervar la presunción de inocencia. El
demandante de amparo no imputa a la toma de imágenes efectuada o a su grabación la
afectación de ningún derecho fundamental, centrándose su queja en que, como las grabaciones
entregadas ya en sede policial, ya en fase instructora no fueron los originales, sino copias, la
introducción de tal material no había respetado ciertos requisitos exigidos, en su opinión, por la
jurisprudencia, lo que debe de determinar su nulidad y la imposibilidad de su valoración
probatoria.
Pues bien, descartada la ilegitimidad constitucional en la obtención del material
videográfico, el problema relativo a su habilidad probatoria carece de la relevancia constitucional
que se aduce, siendo una cuestión de mera legalidad, que ha sido examinada con exhaustividad
por las resoluciones cuestionadas partiendo de la realidad de tratarse efectivamente de copias, a
las que dotaron, no obstante, de capacidad probatoria, al haber tenido por acreditado, tras la
pericial y testifical practicadas, que dichas grabaciones eran copias fidedignas de las originales,
sin que se hubiera producido en las mismas ninguna manipulación. Tales extremos no son
contradichos por la parte, que en momento alguno cuestionó la autenticidad de las imágenes que
aparecían en el material videográfico, por lo que su queja no puede ser acogida, pues no existen
las vulneraciones que se denuncian. En definitiva, lo denunciado constituye una cuestión de
estricta legalidad referida a la valoración probatoria, función que corresponde en exclusiva al
órgano jurisdiccional, salvo que tal valoración resulte irrazonable, arbitraria o incursa en error
patente, lo que, ni parece, ni se denuncia.
d) Por lo que se refiere a la denunciada vulneración del derecho a utilizar los medios de
prueba pertinentes (art. 24.2 CE), como consecuencia de la inadmisión de la prueba pericial
técnica sobre textos audiovisuales propuesta por el demandante de amparo, el Ministerio Fiscal,
después de reproducir las razones en las que el Juzgado y la Audiencia Provincial fundaron la
inadmisión de la prueba propuesta, y la doctrina recogida en la STC 156/2004, de 21 de
septiembre (FJ 3), sobre el derecho fundamental invocado, alega que en este caso los órganos
judiciales inadmitieron la prueba solicitada por considerarla innecesaria, al poder ser examinado
el material gráfico directamente por las partes y por los órganos judiciales, al ser perceptible por
los sentidos y no necesitarse pericia alguna para su percepción y comprensión, no refutando el
demandante tal argumentación. Argumentación que en su opinión no puede considerarse
inmotivada, ya que ver determinadas películas o fotografías para comprobar si alguna persona
que aparezca en las mismas es aquella que se tiene a la vista o cuyas fotos indubitadas se
tienen igualmente a la vista no suele presentar dificultades técnicas excesivas cuando las
imágenes han captado a la persona con nitidez y sin que ella ocultara su rostro o presentase
aspectos de indumentaria o de otra índole que pudieran distorsionar su apariencia. Cualquier
persona, por lo general, es capaz de reconocer en una fotografía o película a otra persona que
conoce o tiene delante o cuya fisonomía consta indubitadamente, sin que para esa actividad sea
preciso el auxilio de un técnico neutral. A lo que añade que el demandante no aporta elemento o
dato alguno para justificar lo excepcional del caso o las especiales dificultades del
reconocimiento que requirieran la visualización y auxilio por tercero experto ajeno a aquel que
mira.
e) Respecto al vicio de incongruencia omisiva que se imputa a la Sentencia de la
Audiencia Provincial, el Ministerio Fiscal sostiene que la aplicación de la doctrina recogida en la
STC 186/2002, de 11 de octubre (FJ 3), que reproduce, priva de toda posibilidad de acoger la
queja actora, pues la Sentencia de apelación, aunque sin referirse expresamente al motivo del
recurso, da respuesta al mismo, tanto en lo referido a la legitimidad de que el Juez examinara
por sí mismo las cintas de video como estimase oportuno, cuanto a que en la película se
observaba al demandante realizando los actos que había apreciado el Juez de instrucción. Tal
afirmación comporta ineludiblemente el visionado de la película, que fluye de manera
incontestable que fue realizado por la Sala de apelación, lo que se corrobora con la referencia a
dicha visualización al contestar otros recursos.
Así pues no se han omitido, ni la visualización que se señala, ni la respuesta a lo
aducido en el recurso, siquiera se efectuase tal análisis conjuntamente con otro motivo del
recurso. Pese a la redacción no afortunada del Auto desestimatorio del incidente de nulidad de
actuaciones, en él la Sala vuelve a reiterar que ha examinado todo el material probatorio.
f) En relación con la denunciada vulneración del derecho a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE) por la aplicación del subtipo agravado del art. 522.1 CP, el Ministerio Fiscal, tras
reproducir la doctrina recogida en la STC 178/2002, de 14 de octubre (FJ 2), afirma que en este
caso resulta acreditado por prueba directa que el demandante estaba con una pluralidad de
individuos, próximo a una dotación policial, que los individuos que con él estaban lanzaban
piedras y tejas a los agentes, que el recurrente en amparo se agachaba y recogía objetos y se
los tiraba a los agentes, y que al realizar dichos lanzamientos hacía ademanes similares o
idénticos, esto es, lanzaba de manera semejante al resto de los intervinientes. Sentado cuanto
antecede, la afirmación de que los objetos que lanzaba eran similares al resto de los individuos
no puede tildarse de ilógica, ni excesivamente abierta, al concluir que al igual que los demás
individuos el demandante de amparo arrojaba a los policías objetos contundentes, asentándose
ello en pruebas de cargo suficiente.
g) Por lo que respecta a la denunciada lesión del derecho a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE), como consecuencia de que la Sentencia de apelación haya impuesto a los
condenados, entre ellos el demandante de amparo, las indemnizaciones solidarias en los
términos que se recoge en su parte dispositiva, el Ministerio Fiscal aduce como causa de
inadmisión de esta queja la falta de agotamiento de la vía judicial previa y de respeto a la
subsidiariedad del recurso de amparo [arts. 50.1 a) y 44.1 a) LOTC], ya que dicha denuncia tal y
como ahora se esgrime no fue planteada desde este parámetro constitucional en la impugnación
del recurso de apelación del Gobierno Vasco.
El Ministerio Fiscal añade que, en todo caso, los pronunciamientos civiles son ajenos al
ámbito de la presunción de inocencia, y que por lo tanto la queja del demandante de amparo
referida a su discrepancia con la condena civil impuesta debe enfocarse desde la perspectiva del
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE). Pues bien, la Sentencia de la Audiencia
Provincial expone de forma amplia, detallada y razonada los motivos por los que considera que
del delito de desordenes públicos, por el que en unión de otros fue condenado el recurrente en
amparo, deben derivarse las responsabilidades civiles que finalmente impone en su fallo, tras
analizar el art. 116 CP, así como el tipo delictivo de desordenes públicos (art. 557 CP), por lo que
su decisión no puede tildarse de inmotivada, arbitraria o carente de base legal, sino que, por el
contrario, se trata de una decisión motivada y por ello no vulneradora del derecho a la tutela
judicial efectiva.
El Ministerio Fiscal concluye su escrito de alegaciones interesando la denegación del
recurso de amparo.
10. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 5 de diciembre de 2005, no habiendo acreditado el Procurador de los
Tribunales don Javier Cuevas Rivas la representación de don Adolfo Abasolo Uribe, don Juan
Pablo Usia Bárbara y don José Manuel Vélez Bilbao, se les tuvo por decaídos en su derecho.
11. Por providencia de 13 de julio de 2006, se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 17 de julio siguiente.
Fundamentos:
S.TC. 167/2006
Referencia número: 167/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 5/6/2006
Publicación BOE: 20060707 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 3154-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don scar Brañas Estévez frente al Auto y la Sentencia de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo que, en grado de casación de un juicio de jurado, revocó la nulidad del juicio
oral y confirmó su condena por un delito de asesinato. Vulneración del derecho a la tutela
judicial efectiva (recurso penal efectivo): sentencia de casación penal que confirma la condena
impuesta en la instancia dejando sin respuesta uno de los motivos del recurso de apelación
antecedente en juicio por jurado.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Jorge Rodríguez?Zapata Pérez, don
Roberto García-Calvo y Montiel, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3154/2003, promovido por don scar Brañas Estévez,
representado por el Procurador de los Tribunales don Norberto Pablo Jerez Fernández y asistido
por el Abogado don Enrique Bofarull Buñuel, contra el Auto de la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo de 25 de marzo de 2003 y Sentencia dictada por la misma Sala de 6 de noviembre de
2002. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia
Casas Baamonde, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 14 de mayo de 2003, el Procurador de
los Tribunales don Norberto Pablo Jerez Fernández y de don scar Brañas Estévez interpuso
recurso de amparo frente al Auto de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 25 de marzo de
2003 que resolvió el incidente de nulidad de actuaciones planteado por el recurrente frente a la
Sentencia de la misma Sala de 6 de noviembre de 2002, dictada en recurso de casación núm.
869-2001.
2. Los hechos más relevantes para la resolución del presente amparo son los siguientes:
a) La Audiencia Provincial de Barcelona, en causa juzgada ante Tribunal de Jurado,
dictó Sentencia condenando al recurrente como autor de un delito de asesinato el 27 de abril de
2001. El condenado interpuso recurso de apelación ante el Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña sustentándolo en dos motivos (folios 41 y ss. de los de la Audiencia Provincial). En
primer término, el recurrente alegó infracción legal en la determinación de la pena al amparo del
art. 846 bis c), b) LECrim por infracción de los arts. 20.1, 21.1 y 21.6 en relación con el anterior,
todos del Código penal. En este motivo se razonó la existencia de trastornos en la personalidad
del condenado, de conformidad con las pruebas aportadas en el juicio, en un análisis exhaustivo
del resultado de las mismas en el juicio oral y de los informes periciales y otros obrantes en la
causa. En segundo lugar, el condenado planteó la vulneración de su derecho a la presunción de
inocencia, porque, atendida la prueba practicada en el juicio, la condena carecería de toda base
razonable [art. 846 bis c), e)] (folio 44 y ss.). El fundamento fáctico de este motivo reside en la
negativa del condenado a ser el autor de los hechos, habiendo alegado que se encontró a la
víctima tumbada en un colchón, saliendo humo y con la cara quemada. En este motivo de
apelación se repasa el contenido de las declaraciones testificales prestadas en el juicio oral, así
como los informes periciales del médico forense e Instituto de Toxicología sobre el arma utilizada
que avalarían la versión de los hechos del acusado.
b) El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña dictó la Sentencia de 26 de julio de 2001
revocando de oficio la Sentencia de la Audiencia Provincial y ordenando la retroacción de
actuaciones y la celebración de un nuevo juicio. Dos son los fundamentos de dicha anulación. En
primer término, observó la concurrencia de un defecto de forma relevante, consistente en que
aunque el Fiscal afirmó en la vista oral que modificaría las conclusiones provisionales y que
aportaría por escrito las calificaciones definitivas para su unión al acta del juicio oral, dichas
conclusiones definitivas no constaban -según diligencia de la Secretaria Judicial- el día 26 de
abril, fecha en la que se le entregaron al jurado las preguntas para que deliberara, dictándose
Sentencia al día siguiente -27 de abril- sin que en tal fecha tampoco constasen unidas a las
actuaciones dichas calificaciones definitivas. Tampoco se habrían aportado por escrito las
calificaciones definitivas de la defensa. El Tribunal entendió que se trataba de una grave
anomalía en la medida en que la Sentencia penal tiene que resolver sobre las calificaciones
definitivas de las partes, «pues el único y verdadero instrumento procesal de la acusación es el
escrito de conclusiones definitivas y a él debe ser referida la relación del juicio de congruencia
del fallo ...; y no existiendo en este caso constancia exacta, fidedigna y auténtica de tales
conclusiones de las partes atendidas las irregularidades advertidas ... es inevitable la declaración
de nulidad». De otra parte, consideró que el jurado había infringido el apartado d) del art. 61.1
LOTJ que impone el deber de explicar las razones por las que rechaza tener por probados los
hechos, en el caso, los comprendidos en los ordinales 14, 17, 24 y 25 y 26 conectados con el
anterior; en particular, los hechos 24, 25 y 26 se refieren a la eventual inimputabilidad del
acusado por lo que tendrían singular relevancia [24.-El acusado ... padece un trastorno límite de
la personalidad y un trastorno esquizotípico»; 25.-«Caso de probarse el hecho anterior, la
asociación de ambos trastornos ocasionaron al acusado un cuadro de desconexión de la
realidad en los hechos realizados por el acusado descritos en los números 8, 9 y 10; 26.-Caso de
probarse el hecho anterior, el acusado ... actuó en un estado que anuló o redujo su capacidad de
comprender y su libre voluntad de forma: a) total, b) grave, o c) leve»]. Se afirma que de dicha
explicación dependería un acogimiento parcial del segundo de los motivos del recurso de la
defensa.
c) Recurrida la Sentencia por el Ministerio Fiscal ante la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo, aduciendo la inexistencia de las causas de nulidad apreciadas, el Tribunal Supremo,
en Sentencia de 6 de noviembre de 2002, estimó el recurso del Ministerio Fiscal con base en que
la nulidad es un efecto que requiere que el vicio o defecto producido haya causado indefensión,
sin que tal indefensión se hubiera producido en el caso, dado que no había habido vulneración
del principio acusatorio, pues la Sentencia de la Magistrada Presidente respetó los hechos
declarados probados por el Jurado y se mantuvo en los límites de la acusación, en cierto modo
aceptados por la defensa al solicitar la pena mínima en función de la concurrencia de
circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal. Además, razonó, «la lectura del
trámite procesal seguido, nos da a entender que no se han modificado los planteamientos
jurídicos de las conclusiones provisionales, porque ni la Magistrada Presidente se ha referido a
un posible aplazamiento del juicio, ni la defensa del acusado la ha solicitado ni ha propuesto la
práctica de nuevos elementos probatorios de descargo al amparo del art. 793.7 LECrim».
De otra parte, el Tribunal Supremo estimó también el segundo motivo de casación
planteado por el Ministerio Fiscal consistente en que la falta de motivación del veredicto aducida
por el Tribunal Superior de Justicia en la Sentencia de apelación no se había producido, por
cuanto la Sentencia de la Audiencia Provincial contenía la «sucinta» motivación requerida por el
art. 61.1 d) LOTJ. En particular, afirma que el fundamento de derecho cuarto de la Sentencia de
la Audiencia Provincial «de manera expresa y tajante» declara que no concurre ni la eximente
completa ni la incompleta alegada por la defensa, al haber sido rechazado el planteamiento por
los jurados, «en base a la pericial médica del médico forense que descarta que el acusado
padezca la asociación del trastorno límite de la personalidad y un trastorno esquizotípico,
haciendo especial hincapié en la inexistencia de esta última anomalía mental». Finalmente,
razonó que no se había vulnerado el derecho a la presunción de inocencia, dado que «esta
respuesta y razonamiento unido al tiempo de deliberación del Jurado satisfacen más que
suficientemente la exigencia de motivación de las resoluciones judiciales que reclama nuestra
Constitución y demuestra que ha existido prueba válida incriminatoria que permite superar las
barreras de la presunción de inocencia».
d) El fallo de esta Sentencia de casación anula la Sentencia del Tribunal Superior de
Justicia «al resolver el recurso de apelación interpuesto por la representación procesal del
acusado scar Brañas Estévez contra la sentencia dictada el 27 de abril de 2001 en el
procedimiento de la Ley del Jurado 41/00... que recupera su efectividad, ejecutividad y firmeza.
Declaramos de oficio las costas. En consecuencia no es necesario dictar una segunda
sentencia».
e) El condenado interpuso incidente de nulidad de actuaciones por defectos de forma
causantes de indefensión e incongruencia en el fallo en relación con el derecho a la doble
instancia, aduciendo que el Tribunal Superior de Justicia no se había pronunciado sobre alguno
de los motivos del recurso por él interpuesto -infracción de ley, presunción de inocencia y error
en la valoración de la prueba-, sino sobre otro motivo; de modo que, al ser anulada esta
Sentencia del Tribunal Superior de Justicia por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y
pronunciarse éste sobre los motivos de casación aducidos por el Ministerio Fiscal sin retrotraer
actuaciones, el recurrente no habría obtenido una respuesta sobre las pretensiones que
sustentaban su recurso de apelación.
El Tribunal Supremo declaró no haber lugar a la nulidad pretendida en Auto de 25 de
marzo de 2003. En primer término, el Tribunal Supremo razona que la pretensión debe ser
examinada a la luz de la técnica de los recursos introducida en la Ley Orgánica del Tribunal del
Jurado que establece un escalón intermedio entre la Sentencia del Tribunal de Jurado y la de
casación. Sostiene el Tribunal Supremo que en el escrito de impugnación del recurso de
casación interpuesto por el Fiscal, el recurrente entró en la cuestión de fondo y planteó los
defectos de motivación del veredicto en relación con el rechazo de ciertos hechos que favorecían
al recurrente. Específicamente, el Tribunal Supremo entiende que en el fundamento jurídico
tercero de la Sentencia de casación ya ha entrado en el fondo de la cuestión suscitada por la
parte recurrente en la apelación, señalándose que la Sentencia dictada por el Tribunal del Jurado
resulta impecable en su sistemática y motivación, sobre todo en lo relacionado con la
imputabilidad del acusado, cuya salud mental había sido objeto de un minucioso debate en el
juicio oral. Se insiste en que en la Sentencia de casación hizo suya la postura del Jurado y de la
Magistrada Presidente, al haber rechazado la concurrencia de la eximente completa o
incompleta que se postulaba y que, para ello, se habían tenido en cuenta los dictámenes
periciales escuchados en el juicio oral, que habían dado lugar a una larga deliberación del
Jurado. «En definitiva [sostiene el Tribunal Supremo], estimamos que la parte recurrente no ha
quedado indefensa y que no se ha incurrido en vicio alguno de nulidad, ya que el objeto del
proceso en toda la extensión que había interesado el recurrente, ha sido abordado por la
Sentencia cuya nulidad se solicita. De modo complementario debemos añadir, que no afectando
la invocación de la presunción de inocencia a la autoría del hecho, sino al grado de
imputabilidad, es obvio que la decisión adoptada en torno a este punto, satisface y da cumplida y
lógica respuesta a la presunción de inocencia esgrimida».
3. La demanda de amparo alega la vulneración de los derechos al proceso con todas las
garantías, a la tutela judicial efectiva sin indefensión y a la defensa (art. 24.1 y 2 CE).
El recurrente aduce que ha sido privado del derecho a la revisión de su condena por un
Tribunal superior, dado que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no se pronunció sobre
los motivos del recurso de apelación y tampoco lo habría hecho el Tribunal Supremo; la
vulneración se habría cometido por el Tribunal Supremo al anular la Sentencia del Tribunal
Superior de Justicia decretando la plena efectividad, ejecutividad y firmeza de la Sentencia de la
Audiencia Provincial, sin retrotraer actuaciones y obligar al Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña a dictar una nueva resolución que entrara en el fondo de todas las alegaciones del
recurso de apelación. Por ello entiende que se le ha ocasionado indefensión grave y efectiva, se
le ha privado de la tutela judicial efectiva, causando una incongruencia omisiva, y se le ha
impedido tener la doble instancia penal «expresamente reconocida por la Ley, prevista en el
procedimiento de la ley del Jurado».
Además, entiende que el reconocimiento del derecho a un proceso con todas las
garantías implica que, para evitar el desequilibrio entre las partes, éstas tengan las mismas
posibilidades de recurrir y de que se respeten las instancias previstas en un procedimiento en
concreto; sin embargo, en el caso se le ha privado del derecho a la doble instancia al no
responder a sus alegaciones. El derecho de defensa implica la posibilidad de un juicio
contradictorio en que las partes puedan hacer valer sus derechos e intereses legítimos, y en el
caso, al no dársele respuesta al recurso de apelación, se le ha impedido apelar, causándole una
grave indefensión. Dicha indefensión sería más grave porque uno de los motivos de apelación no
contestado residía en la infracción del derecho constitucional a la presunción de inocencia, dado
que este derecho prohíbe emitir un pronunciamiento condenatorio sin base probatoria válida y
suficiente. En este contexto se insiste en la falta de motivación del veredicto en relación con la
circunstancia modificativa de la responsabilidad, pues según los distintos peritos de la
Generalitat que habían depuesto en el juicio oral el recurrente padece un trastorno esquizotípico,
constan informes psiquiátricos que razonan la exclusión del servicio militar por causas
psiquiátricas, informes desde su niñez y adolescencia, informes de los centros de detención y
prisiones por los que ha pasado, e informes del centro de salud mental en el que estuvo
internado anteriormente, todos en el mismo sentido; en su criterio, el Jurado no podía declarar
que no tiene dichos trastornos sino, en su caso, que estos trastornos no habrían incidido en los
hechos enjuiciados.
4. Por providencia de 3 de junio de 2004 la Sección Segunda de la Sala Primera de este
Tribunal acordó, a tenor de lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, conceder plazo común de diez
días, al Ministerio Fiscal y al solicitante de amparo, para que dentro de dicho término alegasen lo
que estimaren pertinente en relación con la posible existencia del motivo de inadmisión
consistente en carecer la demanda manifiestamente de contenido que justifique una decisión
sobre el fondo de la misma por parte de este Tribunal (art. 50.1.c LOTC).
5. El 24 de junio de 2004 se registra en el Tribunal el escrito del demandante de amparo
ratificándose en las vulneraciones alegadas en la demanda y en su fundamentación, lo que, a su
juicio, implica que la demanda no carece de forma manifiesta de contenido a los efectos de su
inadmisión en virtud del art. 50.1 c) LOTC.
6. Por escrito registrado en este Tribunal el 24 de junio de 2004, el Fiscal ante el Tribunal
sostiene la carencia manifiesta de contenido constitucional de la demanda, interesando, en
consecuencia, su inadmisión ex art. 50.1 c) LOTC. De un lado, señala que la demanda sería
extemporánea dado que el recurrente habría interpuesto un incidente de nulidad de actuaciones
que sería un recurso manifiestamente improcedente. De otra parte, advierte que la Sentencia de
la Sala de lo Penal del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no incurrió en incongruencia al
anular la Sentencia de la Audiencia Provincial por una causa diferente a las alegadas, dado que
la nulidad de un procedimiento es apreciable de oficio (art. 240.2 LOPJ). Finalmente, razona que
la Sentencia del Tribunal del Jurado, condenatoria del recurrente, fue revisada en todos los
motivos aducidos en apelación por el Tribunal Supremo al dar respuesta al recurso de casación
del Ministerio Fiscal, en una interpretación flexibilizadora de los motivos de casación, quizás en
aras de garantizar el derecho a un proceso sin dilaciones indebidas. De esta forma se cumplió lo
previsto en el art. 14.5 PIDCP; de modo que, aunque, la revisión se haya producido en cierto
sentido per saltum, la condena del recurrente ha sido revisada por un Tribunal superior.
7. Por diligencia de ordenación de fecha 28 de junio de 2004, de la Secretaría de Justicia
de la Sala Primera de este Tribunal, se acordó, en aplicación del Acuerdo del Pleno de 21 de
junio de 2004 (BOE de 23 de junio) de reorganización de las Salas y Secciones, continuar la
tramitación de este recurso en la Sección Primera de este Tribunal.
8. En providencia de 19 de noviembre de 2004, la Sección Primera de este Tribunal
acordó admitir a trámite la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir al
Tribunal Supremo, Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y Audiencia Provincial de Barcelona
para que en el plazo de diez días remitieran respectivamente testimonio del recurso núm. 869-
2001, rollo de apelación núm. 13-2001 y procedimiento del Tribunal del Jurado núm. 41-2000,
interesándose al propio tiempo que se emplazare a quienes fueron parte en el mencionado
procedimiento, con la excepción del recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días
pudieran comparecer en este proceso constitucional. Igualmente se acordó abrir la
correspondiente pieza separada de suspensión, que, tras ser tramitada, se resolvió en Auto de la
Sala Primera de 1 de febrero de 2005 denegatorio de la misma.
9. Por diligencia de ordenación de 15 de febrero de 2005 de la Secretaría de Justicia de
la Sala Primera de este Tribunal se acordó tener por recibidos los testimonios de las actuaciones
remitidos y, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, dar vista de las mismas en la Secretaría
de la Sala, por un plazo común de veinte días, al Ministerio Fiscal y a las partes personadas,
para que dentro de dicho término presentaren las alegaciones que estimasen pertinentes.
10. En escrito registrado en este Tribunal el 17 de marzo de 2005 el Fiscal ante el
Tribunal interesó la desestimación íntegra de la demanda reproduciendo las alegaciones
expuestas en su escrito de 24 de junio de 2004 en el trámite previsto en el art. 50.3 LOTC.
Insiste el Fiscal en que el demandante ha gozado de doble instancia en la medida en que el
Tribunal Supremo ha respondido a los motivos del recurso de apelación. Finalmente, aduce que
ninguna vulneración del derecho a la presunción de inocencia se ha producido ya que la relación
del acusado con los hechos y los hechos mismos resultaron acreditados por pruebas suficientes
para desvirtuarla.
11. Por escrito registrado en este Tribunal el 17 de marzo de 2005 la representación
procesal del demandante de amparo reprodujo las alegaciones de la demanda y su
fundamentación en su integridad.
12. Por providencia de fecha 1 de junio de 2006 se señaló para deliberación y fallo de la
Sentencia el día 5 del mismo mes y año.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. El demandante impugna las resoluciones del Tribunal Supremo, bajo la invocación de
sus derechos a la tutela judicial efectiva sin indefensión, al proceso con todas las garantías y a la
defensa (art. 24.1 y 2 CE), denunciando que no ha dispuesto de una segunda instancia efectiva
de revisión de su condena, declarada por la Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona
de 27 de abril de 2001 dictada tras juicio por Jurado, al no haber recibido respuesta del Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña de los motivos que fundamentaron su recurso de apelación, ni
tampoco del Tribunal Supremo al resolver el recurso de casación interpuesto por el Fiscal.
Sostiene que el Tribunal Supremo, al estimar el recurso del Fiscal, debió retrotraer actuaciones
para que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña se pronunciara sobre los motivos de su
recurso de apelación.
Como se ha expuesto con mayor precisión en los antecedentes, el Ministerio Fiscal ante
este Tribunal interesa la desestimación íntegra de la demanda, entendiendo que la condena del
recurrente ha sido revisada de forma suficiente desde la perspectiva constitucional por el
Tribunal Supremo al responder en casación a los motivos suscitados por el Fiscal y a los
razonamientos del recurrente al oponerse a dicho recurso de casación, señalando previamente
que el incidente de nulidad de actuaciones era manifiestamente improcedente y, por tanto, la
demanda de amparo extemporánea.
2. El examen de la demanda ha de iniciarse descartando el óbice procesal alegado por
el Fiscal ante este Tribunal. En efecto, la interposición de un incidente de nulidad de actuaciones
manifiestamente improcedente conduciría a considerar indebidamente prolongada la vía judicial
previa y alargados artificialmente los veinte días de caducidad de la demanda de amparo, de
modo que, en tal caso, ésta debería ser inadmitida por extemporánea (entre las últimas STC
47/2006, de 13 de febrero, FJ 2). Dicha inadmisión podría llevarse a efecto en esta fase decisoria
pues, como hemos reiterado, «los defectos insubsanables de que pudiera estar afectado el
recurso de amparo no resultan sanados porque la demanda haya sido inicialmente admitida, de
forma que la comprobación de los presupuestos procesales para la viabilidad de la acción puede
siempre abordarse en la Sentencia, de oficio o a instancia de parte» (entre muchas, SSTC
53/1983, de 20 de junio, FJ 2; 72/2004, de 19 de abril, FJ 2).
Sin embargo, no podemos compartir la aducida manifiesta improcedencia del incidente
de nulidad de actuaciones interpuesto, de un lado, porque el Tribunal Supremo no lo inadmitió de
plano, sino que el incidente se sustanció y el órgano judicial se pronunció sobre el fondo del
mismo y, de otro, porque de los fundamentos de dicha desestimación resulta que la controversia
jurídica suscitada no era extravagante respecto del objeto y finalidad del propio incidente de
nulidad de actuaciones sino, por el contrario, procedente.
3. Para el examen de la demanda resulta necesario precisar los términos en que fue
planteado el recurso de apelación del condenado ante el Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña y los términos en que se pronunciaron tanto dicho Tribunal como el Tribunal Supremo,
pues el recurrente insiste en que el debate en casación se centró en el fundamento de la nulidad
acordada por el Tribunal Superior de Justicia, quedando sin examen las cuestiones planteadas
en apelación relativas a la no apreciación de la eximente completa o incompleta de anomalía o
alteración psíquica comprendidas en el número primero de los arts. 20 y 21 del Código penal
(CP) respectivamente, a la atenuación de la pena en relación con ellas, así como a la
vulneración del derecho a la presunción de inocencia.
a) Según ha quedado expuesto con detalle en los antecedentes, el recurso de apelación
del condenado se interpuso con base en dos motivos: infracción legal en la determinación de la
pena en relación con la inimputabilidad del acusado, y vulneración de su derecho a la presunción
de inocencia en la medida en que negaba ser el autor del asesinato.
b) Consta también en los antecedentes que dos son las razones de la nulidad acordada
por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. De una parte, la relativa a la falta de
incorporación de los escritos de calificaciones definitivas de las partes y, de otra, la que atañe a
la falta de motivación del veredicto del Jurado en el extremo en que rechaza dar por probados
ciertos hechos, especialmente el número 24 referido a la inimputabilidad del acusado, afirmando
el Tribunal Superior de Justicia que la total ausencia de motivación le impedía dar respuesta al
motivo de apelación planteado sobre la infracción legal en la determinación de la pena en
relación con dicha alegada inimputabilidad.
c) Con independencia de la cuestión relativa a la aportación o no del escrito de
calificaciones definitivas de las partes que sustenta el primer motivo de casación, de la lectura de
las actuaciones (folios 38 y ss. de las del Tribunal Superior de Justicia) resulta que el Ministerio
Fiscal sostuvo en casación como motivo autónomo la vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva sin indefensión porque el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no habría debido
anular la Sentencia del Tribunal del Jurado apreciando la falta de motivación del veredicto en lo
relativo a rechazar dar por probados los hechos conectados con la imputabilidad del acusado,
toda vez que existió motivación suficiente. El condenado impugnó expresamente dicho motivo
(folio 60), remitiéndose a lo razonado por la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia e
insistiendo en que el Jurado había producido una clara infracción del art. 61.1 d) de la Ley
Orgánica del Tribunal del Jurado (LOTJ), que establece la obligación de dar una sucinta
explicación de las razones por las que se rechaza declarar probados determinados hechos, pues
el Jurado incumplió dicho precepto en relación con los hechos que figuraban en los ordinales, 14,
17, 24, 25 y 26, refiriéndose los tres últimos al juicio de inimputabilidad del acusado.
d) El Tribunal Supremo, al resolver el recurso de casación y al margen de sus
manifestaciones relativas a la inexistencia de causa de nulidad en lo referente a los escritos de
calificaciones definitivas, se refirió expresamente a la falta de motivación del veredicto en
relación con los hechos relativos a la inimputabilidad del recurrente, afirmando, además, que la
existencia de tal motivación demostraría que había existido prueba válida incriminatoria para
desvirtuar la presunción de inocencia. Finalmente, al resolver el incidente de nulidad de
actuaciones, el Tribunal Supremo añadió que la parte recurrente no ha quedado indefensa, ya
que el objeto del proceso en toda la extensión interesada por el recurrente había sido objeto de
respuesta en el recurso de casación.
4. Pues bien, de lo anteriormente expuesto resulta que, si bien es cierto que uno de los
dos motivos del recurso de apelación instado por el condenado puede considerarse
indirectamente respondido y desestimado por el Tribunal Supremo, sin embargo no merece la
misma consideración lo sucedido respecto del segundo de los motivos de apelación alegados
por el recurrente. En efecto, el motivo referido a la infracción legal en la determinación de la pena
fue respondido por el Tribunal Supremo al razonar expresamente que no cabía duda alguna
acerca de que la Sentencia de la Audiencia Provincial había manifestado con claridad que no
podía acogerse ni la eximente completa ni la incompleta de alteración psíquica, y todo ello con
base en el informe forense. Sin perjuicio de la dudosa procedencia por parte del recurrente de
plantear como motivo causante de infracción legal lo que en sentido propio era más bien, en su
caso, constitutivo de una diferente valoración del resultado de las pruebas en relación con los
elementos necesarios para considerar acreditada dicha eximente completa o incompleta, es lo
cierto que el Tribunal Supremo entró indirectamente a conocer del motivo del recurso de
apelación y, por consiguiente, el recurrente obtuvo una respuesta, siquiera sucinta, del motivo de
su recurso.
Sin embargo, de la lectura de los folios 44 y siguientes de las actuaciones del recurso de
apelación ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña se desprende que el motivo de dicho
recurso que el recurrente formuló expresamente como vulneración del derecho a la presunción
de inocencia no se centró en la inimputabilidad de éste, sino en la negación de la autoría de los
hechos. En efecto, en el motivo numerado como «tercero» del recurso de apelación el recurrente
alegó que la Sentencia de la Audiencia Provincial había «vulnerado el derecho a la presunción
de inocencia porque, atendida la prueba practicada en el juicio, carece de toda base razonable la
condena impuesta, a tenor de lo estipulado en el art. 846 bis c) en su letra e) [LOTJ], existiendo
un error en la valoración de la prueba». Y, en la argumentación de dicho motivo se razonó, tras
recordar la jurisprudencia sobre el contenido el derecho, que existían datos y elementos de
prueba que corroboraban la versión del acusado -de no haber cometido el hecho y haber
encontrado a la víctima ya herida cuando llegó- por lo que el órgano judicial debía aplicar el
principio in dubio pro reo; en tal sentido debían, en opinión del recurrente, valorarse indicios tales
como que nadie vio al acusado apuñalar a la víctima, la no aparición del arma del crimen en el
lugar de los hechos, donde fue detenido el recurrente, a pesar de las dos batidas del lugar
efectuadas, que el recurrente cuando fue detenido no llevaba arma blanca alguna ni arrojó arma
alguna desde que salió a pedir auxilio; además, en dicho motivo argumentaba también que la
información aportada por las declaraciones de los testigos y el resultado de las pruebas
periciales forenses sobre la forma de la muerte y las manchas de sangre encontradas en el
pantalón del recurrente, corroboraban su versión de los hechos. Por consiguiente, no podemos
compartir la argumentación de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo expresada en el Auto de
25 de marzo de 2003 que desestimó el incidente de nulidad de actuaciones, pues el motivo del
recurso de apelación articulado como vulneración del derecho a la presunción de inocencia tenía
como contenido la impugnación de la atribución de la autoría de los hechos al recurrente.
En consecuencia, el segundo motivo de apelación -numerado como tercero- formulado
por el condenado no obtuvo respuesta del Tribunal Superior de Justicia, dado que este órgano
judicial estimó la concurrencia de otra causa de nulidad de la Sentencia condenatoria, lo que
hacía innecesario otros pronunciamientos. Pero tampoco obtuvo respuesta del Tribunal
Supremo. Si bien es cierto que, como advierte el Fiscal, el Tribunal Supremo, efectuando una
interpretación flexible del motivo de casación referido a la motivación del veredicto conectado
con la inimputabilidad alegada, respondió indirectamente al motivo de apelación que se
relacionaba con este motivo de casación, sin embargo, en su contestación al recurso de
casación interpuesto, el Tribunal Supremo no fue más allá, de modo que su revisión de la
condena del recurrente no alcanzó a la alegación relativa a la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia que se refería a la autoría de los hechos.
En estas condiciones, no se puede sostener que el recurrente haya gozado de una
revisión íntegra de su declaración de culpabilidad por un Tribunal superior en los términos
requeridos por el derecho al proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) interpretado en
relación con el art. 14.5 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos (PIDCP) pues, si
bien es cierto que a tal efecto resulta suficiente con la revisión que el Tribunal Supremo efectúa
cuando se alega la vulneración del derecho a la presunción de inocencia (por todas SSTC
70/2002, de 3 de abril, FJ 7; 105/2003, de 2 de junio, FJ 2), también lo es que, como se acaba de
razonar, esta revisión no se ha producido en el caso a pesar de haberse sustanciado dos
instancias jurisdiccionales posteriores a la declaración de culpabilidad efectuada por el Tribunal
del Jurado. Por consiguiente, desde la perspectiva del resultado producido, existe un déficit de
tutela jurisdiccional, una suerte de incongruencia omisiva, que debe ser subsanado por los
órganos de la jurisdicción ordinaria, sin que pueda este Tribunal examinar el fondo de la eventual
vulneración del derecho a la presunción de inocencia del recurrente (art. 24.2 CE), pues ni ha
sido planteada directamente en esta sede ni, aunque lo hubiera sido, resultaría posible su
examen sin infringir el carácter subsidiario del recurso de amparo.
5. A los efectos del restablecimiento del recurrente en la integridad de su derecho a
someter a revisión su condena ante un Tribunal superior, a partir del tenor literal del petitum de la
demanda, resulta suficiente con la anulación del Auto de la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo de 25 de marzo de 2003 y de la Sentencia de la misma Sala de 6 de noviembre de
2002, y retrotraer actuaciones ante dicho órgano judicial para que dicte nueva resolución
respetuosa con el derecho vulnerado.
Fallo:
S.TC. 143/2006
Referencia número: 143/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 8/5/2006
Publicación BOE: 20060608 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Guillermo Jiménez Sánchez
Número registro: 5697-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José Cardona Serrat frente a las Sentencias de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo y de la Audiencia Provincial de Valencia que le condenaron por un delito de
abusos sexuales. Supuesta vulneración del derecho al juez imparcial: sentencia penal dictada
por la Sala que había acordado la prisión provisional del reo, tras la suspensión del señalamiento
del juicio oral; preguntas en el acto del juicio formuladas por el Tribunal (STC 130/2002).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5697-2003, promovido por don José Cardona Serrat,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Mercedes Revillo Sánchez y asistido por
el Letrado don Julio Sánchez Martínez, contra la Sentencia de 28 de mayo de 2002 dictada por
la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Valencia en el rollo núm. 67-2000, así como
contra la Sentencia de 11 de julio de 2003, dictada por el Tribunal Supremo en el recurso de
casación núm. 787-2002. Han intervenido el Ministerio Fiscal; don Francisco Javier López
Martínez, representado por el Procurador don José Lledó Moreno y asistido por el Letrado don
Esteban Hernández Thiel; y don Martín Rafael Chanzá Almudever, representado por la
Procuradora doña María Dolores Hernández Vergara y asistido por la Letrada doña María Luisa
Pérez —lvarez. Ha sido Ponente el Magistrado don Guillermo Jiménez Sánchez, quien expresa
el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 22 de
septiembre de 2003 la Procuradora de los Tribunales doña Mercedes Revillo Sánchez, en la
representación indicada, formuló demanda de amparo contra las resoluciones judiciales de que
se hace mérito en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. Los hechos de los que la presente demanda de amparo trae causa son, sucintamente
expuestos, los siguientes:
a) Ante el Juzgado de Instrucción núm. 1 de Valencia se siguió causa penal contra el
demandante de amparo y otras dos personas más como responsables de un delito de abusos
sexuales, prostitución y exhibición de pornografía. Conclusa la instrucción en el indicado
Juzgado, formulada acusación por el Ministerio público y recibidos los autos en la Audiencia
Provincial para la celebración del juicio, se procedió a señalar el juicio oral, el cual, según se
desprende de la demanda y de las resoluciones judiciales a las que luego se hará mención, fue
suspendido en varias ocasiones, procediéndose a acordar los sucesivos señalamientos
oportunos.
b) En concreto, habiéndose señalado el juicio oral para el día 29 de enero de 2002, hubo
de ser suspendido debido a la inasistencia del Letrado de uno de los acusados (no del Letrado
del ahora demandante de amparo) a causa de enfermedad convenientemente justificada,
señalándose nuevamente el juicio oral para el día 11 de marzo y ordenándose al médico forense
que examinara al Letrado incomparecido e informase al Tribunal sobre si en la primera fecha el
Letrado se encontraba o no en condiciones de comparecer al acto del juicio oral. En tal acto el
Fiscal solicitó la celebración de la comparecencia prevista en los arts. 504 y 504 bis LECrim
respecto del demandante de amparo y otro de los acusados. Celebrada la comparecencia ese
mismo día 29 de enero de 2002 el Ministerio público interesó del Tribunal que acordara la prisión
provisional comunicada y sin fianza del ahora demandante de amparo para asegurar su
comparecencia en el juicio oral, a lo que se opuso la defensa de dicho acusado aduciendo que
las anteriores suspensiones del juicio no fueron motivadas por su defendido, el cual deseaba ser
juzgado cuanto antes.
c) Mediante Auto de 1 de febrero de 2002 la Audiencia Provincial acordó la prisión
provisional comunicada y sin fianza del demandante de amparo y de otro de los acusados. A tal
efecto razona el órgano judicial que:
«Ønico: La dilación que viene sufriendo el procedimiento, ajena a la tramitación
dependiente de este Tribunal, aconseja adoptar nuevas medidas restrictivas de libertad con el fin
de asegurar la presencia en el acto del juicio oral de los dos acusados.
La especial naturaleza de los delitos que se les imputan, con la consiguiente alarma que
son capaces de producir, pero sobre todo las dificultades y perturbaciones que pueden sufrir los
testigos de cargo si llegaran a entrar en contacto con los inculpados, obliga a adoptar la
prevención solicitada por el Ministerio Fiscal con el fin de garantizar el correcto desarrollo del
juicio oral.
Concurren pues los requisitos establecidos en los artículos 503 y 504 de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal, en virtud de los cuales procede acordar la prisión provisional de los dos
acusados».
d) Con fecha 21 de febrero de 2002 el demandante de amparo formuló recusación contra
los Magistrados integrantes de la Sección Primera de la Audiencia Provincial que habrían de
juzgarle debido a que, al haber acordado su prisión provisional, se ponía de manifiesto que los
Magistrados tenían ya formado criterio sobre su culpabilidad, como lo demostraba la
argumentación empleada en el Auto por el que se acordaba su prisión provisional, claramente
indicativa de tal prejuicio.
El incidente fue tramitado reglamentariamente hasta su rechazo por acuerdo de la Sala
de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que fue notificado a
las partes al comienzo de las sesiones del juicio oral, señalado, como ha quedado ya indicado
con anterioridad, para el día 11 de marzo de 2002.
e) Una vez celebrado el juicio oral la Audiencia Provincial de Valencia dictó Sentencia de
28 de mayo de 2002 por la que absolvía al demandante de amparo del delito de prostitución del
que había sido acusado por el Ministerio público y le condenaba, como autor de un delito
continuado de abusos sexuales concurriendo la agravante de reincidencia, a la pena de cuatro
años y seis meses de prisión con la accesoria de inhabilitación del derecho de sufragio. A la
misma pena resultaba condenado otro de los acusados, siendo el tercero de ellos condenado
como autor de un delito continuado de abuso sexual, un delito intentado de abuso y un delito
continuado de exhibición de material pornográfico.
f) El demandante de amparo dedujo recurso de casación contra la anterior Sentencia,
recurso que fue íntegramente desestimado mediante Sentencia dictada por el Tribunal Supremo
el 11 de julio de 2003, también impugnada ahora en amparo. En lo que ahora interesa, además
de otros motivos de casación, el demandante de amparo adujo vulneración del derecho al juez
imparcial comprendido en el derecho a un proceso con todas las garantías que reconoce el art.
24.2 CE, pues habían formado parte del Tribunal sentenciador dos Magistrados que previamente
habían acordado la prisión del demandante, motivo por el cual habían sido recusados, si bien el
incidente de recusación fue rechazado.
Para rechazar el motivo de casación el Tribunal Supremo parte de la doctrina de este
Tribunal y del propio Tribunal Supremo acerca del derecho a un proceso con todas las garantías,
en el que se comprende, entre otras, la de ser juzgado por un juez imparcial. Recuerda que el
carácter legal y tasado de las causas de abstención y recusación no ha impedido su
interpretación desde pautas constitucionales que han llevado a reconocer la obligada abstención
y la legítima recusación en supuestos en los que se ve comprometida la imparcialidad del juez
que ha de juzgar un determinado asunto, pero que este criterio material no en todo caso de
resolución de un recurso anterior sobre decisiones del Juez de Instrucción (autos de
procesamiento o prisión) o de acuerdos de prisión provisional adoptados en la fase plenaria para
garantizar la presencia del acusado en el juicio oral convierte a los jueces que los resolvieron en
inhábiles para el enjuiciamiento del fondo del proceso, sino que habrá de estarse al caso
concretamente contemplado para decidir si la garantía de imparcialidad se ve comprometida o
no, en función de que las decisiones concretamente adoptadas manifiesten con suficiente
claridad prejuicios o prevenciones sobre la culpabilidad del acusado. Descendiendo al caso
concreto el Tribunal Supremo afirma que:
«[N]o sería legítimo deducir la existencia de tal juicio previo, en contra del acusado en
cuyo nombre se interpone el recurso que examinamos, de los fundamentos en que se apoya el
auto del Tribunal de instancia en que se acordó, a solicitud del Ministerio Fiscal, la prisión
provisional de José Cardona Serrat y Rafael Martín Chanzá Almudaver. Ni la invocada necesidad
de asegurar la presencia de los acusados en el acto del juicio oral, quizá puesta en peligro por
unas dilaciones que [habían] dado lugar a que aquéllos lo aguardasen en libertad una vez
cumplidas las penas que anteriormente les habían sido impuestas por hechos similares a los que
se les imputaban, ni la alusión abstracta a la naturaleza de los hechos objeto de imputación y a
la alarma que eran capaces de generar, ni la consideración sobre las "dificultades y
perturbaciones" que podrían sufrir los testigos de cargo si contactaban con los acusados, eran
indicativas de que los Magistrados que dictaron el auto tuviesen el caso más o menos
prejuzgado en su conciencia sino, sencillamente, de que deseaban y estaban decididos a que el
juicio oral se celebrase sin más demora y en las mejores condiciones para que quedase
establecida la verdad de lo ocurrido y aquietada la alarma social suscitada por la repercusión de
los hechos. Quiere esto decir que si en el ánimo de José Cardona se había levantado, cuando
formuló la recusación, alguna sospecha en contra de la imparcialidad de dos miembros del
Tribunal, su sospecha carecía de fundamento objetivo y que, en consecuencia, la recusación no
tenía causa legal puesto que la actuación de los Magistrados ni había sido en modo alguno
instructora ni había revelado una predisposición favorable a la condena del acusado. No
encontrándonos, pues, ante una recusación indebidamente rechazada, tampoco nos
encontramos ante una infracción del derecho a un juez imparcial. Se desestima el primer motivo
del recurso».
3. El demandante de amparo aduce que se vulneró su derecho a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE) y el derecho a un juez imparcial, integrado en el derecho a un proceso con
todas las garantías (art. 24.2 CE), porque el Tribunal que conoció de la causa y que a la postre
dictó Sentencia condenatoria había efectuado verdaderos actos de instrucción que afectaban a
su imparcialidad y que, en consecuencia, aconsejaban que se hubiera estimado el incidente de
recusación que propuso oportunamente. Al respecto observa que el órgano judicial acordó la
prisión provisional apoyándose exclusivamente en la presunta responsabilidad penal del
imputado, constituyendo un verdadero acto de instrucción con eficacia contaminante, ya que
para adoptar dicha medida siempre es necesaria una motivación que supone partir de una
valoración de la conducta del acusado y de una determinada calificación jurídica, máxime
cuando se trata de modificar la situación personal sin existir ningún motivo para revocar el Auto
de libertad provisional y transformarlo en un Auto de prisión provisional. De este modo el Tribunal
ha tenido que formarse inevitablemente una idea preestablecida sobre la probable
responsabilidad del imputado, siendo indiferente que la medida se acordara a petición del
Ministerio Fiscal, pues evidentemente el Tribunal no estaba obligado a adoptar la medida pedida
por la acusación.
Continúa el demandante de amparo con el estudio de la doctrina constitucional acerca
del derecho al juez imparcial como vertiente integrada en el derecho a un proceso con todas las
garantías reconocido en el art. 24.2 CE, doctrina que entiende gira en torno a la idea de una
llamada «vertiente objetiva de la imparcialidad judicial» (que atendería al contacto del órgano de
enjuiciamiento con el material probatorio) y a una segunda idea que hace depender la
vulneración del indicado derecho de las circunstancias concretas del caso, en cuyo ámbito no
sólo importa la efectiva pérdida de imparcialidad sino también la mera apariencia de tal pérdida,
pues de ella depende el crédito y el prestigio de los Tribunales de Justicia. Resalta el
demandante que el órgano judicial no se limitó a confirmar en vía de recurso la prisión acordada
por el Juez de Instrucción (dándose la circunstancia de que incluso las normas de reparto de la
Audiencia Provincial de Valencia impiden que tal circunstancia tenga lugar), sino que la prisión
provisional se acordó hallándose el demandante en situación de libertad provisional y sin que se
hubiera producido modificación alguna que supusiese incumplimiento de sus obligaciones al
respecto, como pudiera haber sido una hipotética incomparecencia al acto del juicio oral.
Acomete seguidamente el estudio de los motivos aducidos en el Auto de 1 de febrero de
2002 para acordar la prisión provisional, llegando a la conclusión de que tales motivos ponen en
evidencia la existencia de un prejuicio o idea preconcebida sobre su culpabilidad. Al efecto
resalta que la dilación que sufría la celebración del juicio oral resulta incomprensible si se tiene
en cuenta que el demandante no provocó la suspensión del juicio, sino que fue la enfermedad
del Letrado de otro acusado la que lo motivó; la especial naturaleza y gravedad de los delitos
imputados (segunda de las razones explicitadas en el Auto) implica una reflexión sobre el hecho
por el que el demandante había de ser juzgado que implica una toma de posición frente al
demandante; finalmente las dificultades y perturbaciones que podrían sufrir los testigos de cargo
si llegaran a entrar en contacto con los inculpados (razón también justificativa de la medida de
prisión adoptada y no esgrimida por el Fiscal en su solicitud) constituye un razonamiento que
revela la existencia de un juicio de culpabilidad sobre el acusado, pues supone su interés en
contactar con los testigos, sólo entendible si parte de la culpabilidad del demandante, que
además constituye la imputación al mismo de un delito de obstrucción a la justicia previsto en el
art. 464 del Código Penal; finalmente la apelación genérica a la concurrencia de los requisitos
exigidos por los arts. 503 y 504 LECrim reenvía a la apreciación de la presencia de motivos
bastantes para creer responsable criminalmente del delito a la persona contra quien se haya de
dictar el Auto de prisión, convencimiento que sólo puede alcanzarse tras el estudio en
profundidad de la causa.
La existencia de una idea preconcebida sobre la culpabilidad del demandante de amparo
puesta de manifiesto por la utilización de tales argumentos se vería confirmada por otros datos
adicionales. Resulta así significativo que la medida de prisión se acordara sólo respecto del
demandante de amparo y otro de los acusados, quienes, pese a hallarse en libertad provisional
por la causa en la que se dictaron las Sentencias frente a las cuales se solicita amparo, se
encontraban de hecho en prisión cumpliendo otra condena, y no en cambio contra el tercero de
los acusados, quien disfrutaba efectivamente de libertad provisional. Una segunda circunstancia
reveladora fue que el órgano judicial adoptó la medida cautelar cuando ya había sido recusado
por otro de los acusados, si bien tal recusación estaba pendiente de que se formalizara mediante
escrito firmado por Letrado. Y, finalmente, es también indicativa la conducta del Tribunal durante
la celebración del juicio oral, en el cual adoptó una actitud inquisitiva y cercenadora de las
opciones de defensa del demandante de amparo: denegó pruebas propuestas por las defensas,
interrumpió el interrogatorio de las defensas y declaró impertinentes numerosas preguntas,
interrogó a la presunta víctima del delito hasta lograr que declarase en el sentido incriminatorio
pretendido y basó exclusivamente la Sentencia en la declaración de la víctima, ignorando por
completo la de un testigo imparcial localizado y propuesto por la defensa.
Por lo que se refiere a la Sentencia del Tribunal Supremo el recurrente denuncia que,
pese a que realiza una recopilación de la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y
del propio Tribunal Supremo acerca de la imparcialidad judicial, luego no la aplica, convirtiendo la
cita de tal doctrina en una declaración de intenciones, pues ni siquiera se efectúa en la Sentencia
un análisis exhaustivo de los actos procesales que el ahora demandante de amparo invocó como
reveladores de una posición preconcebida de la Audiencia Provincial.
4. Mediante providencia de 10 de febrero de 2005 la Sala Segunda de este Tribunal, de
conformidad con lo dispuesto en el art. 11.2 LOTC, acordó la admisión a trámite de la demanda
de amparo y, en consecuencia, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 de la misma Ley
Orgánica, dirigir atenta comunicación a la Sala Segunda del Tribunal Supremo y a la Sección
Primera de la Audiencia de Valencia para que, en plazo no superior a diez días, remitiesen a
este Tribunal certificación o fotocopia adverada de las actuaciones correspondientes al recurso
de casación núm. 787-2002 y al rollo núm. 67-2002 (procedimiento abreviado núm. 96/99 del
Juzgado de Instrucción núm. 1 de Valencia), respectivamente, debiendo previamente emplazar
la Audiencia Provincial a quienes hubieran sido parte en el proceso, excepto a los recurrentes en
amparo, para que, en plazo de diez días, pudieran comparecer en el presente recurso de
amparo.
5. Mediante providencia de 21 de febrero de 2006 la Sala Segunda de este Tribunal
acordó tener por personados al Procurador don José Lledó Moreno, en representación de don
Francisco Javier López Martínez, asistido por el Letrado don Esteban Hernández Thiel, y a la
Procuradora doña María Dolores Hernández Vergara, en representación de don Martín Rafael
Chanzá Almudever, asistido por la Letrada doña María Luisa Pérez —lvarez.
En la misma providencia la Sala acordó dar vista de las actuaciones recibidas a la parte
recurrente y al Ministerio Público por plazo común de veinte días, dentro de los cuales podrían
formular las alegaciones que, conforme determina el art. 52.1 LOTC, estimasen pertinentes.
6. Con fecha 8 de marzo de 2006 la Procuradora de los Tribunales doña Mercedes
Revillo Sánchez, en representación del demandante de amparo, formuló alegaciones en las que
reiteraba la argumentación vertida en la demanda.
7. El Procurador de los Tribunales don José Lledó Moreno, en representación de don
Francisco Javier López Martínez, formuló, mediante escrito presentado el 21 de marzo de 2006,
alegaciones en las cuales se adhirió íntegramente al recurso promovido por el demandante de
amparo, abundando luego en las razones ya contenidas en la demanda de amparo y que, en su
opinión, comprometían la imparcialidad del Tribunal, no sólo respecto de los dos acusados
respecto de quienes se acordó la prisión provisional, sino también respecto de él mismo, pues el
juicio de culpabilidad efectuado para acordar la prisión provisional de los otros dos acusados no
pudo excluirle a él.
8. Mediante escrito presentado el 22 de marzo de 2006 la procuradora de los Tribunales
doña María Dolores Hernández Vergara, en representación de don Martín Rafael Chanzá
Almudever, formuló alegaciones en las que reiteraba la argumentación vertida en la demanda de
amparo y terminaba por interesar que se tuviera a su representado por adherido al recurso de
amparo formulado por el demandante, y que, en consecuencia, se declarase vulnerado el
derecho a un juez imparcial y a la tutela judicial efectiva, anulando la Sentencia de la Audiencia
Provincial y del Tribunal Supremo que aquí se impugnan para que se celebrara un nuevo juicio
por otra Sección diferente de la Audiencia Provincial.
9. El Ministerio público, en escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el
27 de marzo de 2006, interesó la desestimación del recurso. Tras extractar la tramitación que
condujo al dictado de las Sentencias de la Audiencia Provincial y del Tribunal Supremo a las que
se reprocha haber vulnerado los derechos fundamentales del demandante, así como el
contenido esencial de las quejas aducidas en la demanda, comienza por precisar que, pese a
que se alega vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva y a un juicio con todas las
garantías, la realidad es que la pretensión de amparo se concreta únicamente en la supuesta
falta de imparcialidad del Tribunal que juzgó al demandante no reparada por el Tribunal
Supremo.
Para abordar la cuestión el Fiscal se hace eco de la jurisprudencia constitucional sobre
la materia mediante la cita de la STC 41/2005, de 28 de febrero, algunos de cuyos pasajes
reproduce por resultar indicativos de la importancia de las circunstancias del caso concretamente
contemplado para resolver la cuestión suscitada, por lo que seguidamente estudia si los motivos
incorporados al Auto de 1 de febrero de 2002 como justificativos de la prisión provisional
acordada son o no semejantes a los que podrían aportarse al juicio de culpabilidad sobre el
fondo de la cuestión, es decir, para valorar en Sentencia la realidad de los hechos por los que se
acusa y la culpabilidad o inocencia de quien es acusado como responsable de ellos.
Así, entiende el Fiscal que del primero de los razonamientos empleados para acordar la
prisión provisional del demandante de amparo no cabe deducir la existencia de prejuicio alguno
sobre la culpabilidad, pues la Audiencia comienza por justificar la medida adoptada en la
excesiva dilación del proceso como consecuencia de causas ajenas a la tramitación dependiente
del órgano judicial, que este órgano conecta a su vez con la circunstancia de que el demandante
se encontrara en libertad provisional pero cumpliendo condena por otra causa y pudiese alcanzar
la libertad en dicha causa con el subsiguiente riesgo de incomparecencia en el acto de la vista
oral; y precisamente asegurar la presencia del acusado en el juicio oral ha sido considerado por
este Tribunal uno de los fines legítimos justificativos de la prisión provisional. Tampoco la
referencia efectuada por la Audiencia Provincial a la naturaleza de los delitos imputados y a la
especial alarma que causan compromete la imparcialidad del Tribunal, pues se trata de una
valoración genérica acerca del tipo de delitos que habían de enjuiciarse, pero no se contiene en
el Auto de prisión valoración alguna de las circunstancias específicas de los hechos enjuiciados.
Finalmente, tratar de precaver los riesgos de un eventual contacto del acusado con los testigos
no revela prejuicio alguno sobre la culpabilidad del demandante de amparo, sino el deseo de
garantizar que las declaraciones testificales sean veraces y se presten sin ningún tipo de
presión, asegurando así la celebración del juicio en condiciones que permitan establecer la
verdad de lo sucedido.
Concluye rechazando que el modo en que se produjo el interrogatorio del principal
testigo de cargo y víctima de los hechos por parte del Presidente del Tribunal haga dudar de la
imparcialidad de éste, pues, además de tratarse de una alegación nueva no incluida en el
recurso de casación, que se traería ante este Tribunal «per saltum» con merma de la
subsidiariedad del recurso de amparo, de la lectura del acta del juicio oral no se aprecia otra
intención en el Tribunal que la de descubrir el verdadero alcance de alguno de los actos del
recurrente, siendo significativo que en el acta no conste disconformidad o protesta alguna por
parte de los Letrados que intervinieron en el acto de la vista. Tampoco la falta de referencia
explícita en la Sentencia al testimonio aportado por el testigo de descargo revela prejuicio alguno
que permita dudar de la imparcialidad del Tribunal, pues las exigencias de motivación no se
extienden a una detallada y particular exposición de cada una de las pruebas aportadas, sino
que se agotan con la exigencia de recoger en la fundamentación de la Sentencia las líneas
esenciales del razonamiento en que el Tribunal basa su convicción, lo que se efectuó también en
el caso de la Sentencia de la Audiencia Provincial.
10. Mediante providencia de 4 de mayo de 2006, se señaló para votación y fallo el día 8
del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 70/2007
Referencia número: 70/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 16/4/2007
Publicación BOE: 20070523 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 1404-2003 y 7314-2004 (acumulados)/
Recurso tipo: Recursos de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovidos por don José Ramón Prado Bugallo respecto a Sentencia y Auto de la Sala Segunda
del Tribunal Supremo que resolvieron recurso de casación e incidente de nulidad de actuaciones
en recurso de revisión de causa penal por delitos contra la salud pública y otros (STC
236/1999).Alegada y supuesta vulneración de los derechos al juez legal, a un proceso con
garantías y a la presunción de inocencia: recurso de revisión penal denegado tras Sentencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, tras valorar las pruebas lícitas independientes
válidamente.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En los recursos de amparo acumulados núms. 1404-2003 y 7314-2004, promovidos por
don José Ramón Prado Bugallo, en el primero representado por el Procurador de los Tribunales
don Luis Alfaro Rodríguez y en el segundo representado por el Procurador de los Tribunales don
Raúl Martínez Ostenero, y asistido en ambos por el Abogado don Luis Fernando Martínez Ruiz.
El primer recurso se dirige contra la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo
1889/1994, de 31 de octubre, parcialmente desestimatoria del recurso de casación contra la
Sentencia de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 26 de junio
de 1993, condenatoria por delitos de tráfico de drogas y de falsedad en documento de identidad;
el segundo recurso se dirige contra el Auto de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 21 de
octubre de 2004, desestimatorio del incidente de nulidad de actuaciones contra el Auto de 29 de
abril de 2004 que acordaba no autorizar la interposición del recurso de revisión contra la
Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo 1889/1994, de 31 de octubre. Han
comparecido el Ayuntamiento de Madrid, representado por el Procurador de los Tribunales don
Luis Fernando Granados Bravo; la Xunta de Galicia, representada por el Procurador de los
Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén y defendida por el Letrado don Santiago Valencia Villa,
y el Ayuntamiento de Vigo representado también por el Procurador de los Tribunales don
Argimiro Vázquez Guillén y defendido por el Letrado don Juan Ignacio Fernández de la Latorre
Moreno. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia
Casas Baamonde, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 11 de marzo de 2003, el
Procurador de los Tribunales don Luis Alfaro Rodríguez interpone recurso de amparo (núm.
1404-2003) en nombre de don José Ramón Prado Bugallo contra la Sentencia de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo 1889/1994, de 31 de octubre, parcialmente desestimatoria del
recurso de casación contra la Sentencia de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional de 26 de junio de 1993.
2. Los hechos relevantes para el examen de la pretensión de amparo son, sucintamente
relatados, los siguientes:
a) El fallo de la Sentencia de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 26 de junio de 1993 condenó al acusado ahora demandante de amparo a las penas
de veinte años de reclusión menor y multa de 205 millones de pesetas, multa de 4 millones de
pesetas, y tres meses de arresto mayor y multa de 150.000 pesetas, por la autoría,
respectivamente, de un delito de tráfico de drogas, un delito monetario y un delito de falsedad en
documento de identidad. Expresado ahora muy en síntesis y en lo que al presente recurso de
amparo afecta, el relato de hechos probados de la Sentencia describía que el Sr. Prado Bugallo
había organizado una operación de tráfico de una importante cantidad de cocaína, que portaba
un pasaporte falso y que encargó la exportación de cierta cantidad de dinero sin declaración ni
autorización de la misma.
b) Contra esta Sentencia interpuso el condenado recurso de casación ante la Sala de lo
Penal del Tribunal Supremo. Fue resuelto mediante Sentencia 1889/1994, de 31 de octubre, que
suprimió el arresto sustitutorio de las penas de multa impuestas por el delito monetario y por el
de falsedad en documento de identidad. Los diferentes motivos que impugnaban la validez de las
intervenciones telefónicas practicadas durante la instrucción fueron desestimados.
c) Mediante Auto de 23 de noviembre de 1999, la Sección Segunda de la Sala de lo
Penal de la Audiencia Nacional revisó la Sentencia condenatoria, dejando sin efecto por
despenalización la condena por el delito monetario.
d) Contra las dos Sentencias interpuso el demandante recurso de amparo, pretendiendo
su nulidad por vulneración de sus derechos al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE), a
obtener la tutela judicial efectiva, a la presunción de inocencia, a utilizar los medios de prueba
pertinentes para la defensa, y a un proceso con todas las garantías (art. 24.1 y 2 CE).
Consideraba en concreto que su condena se había basado en unas intervenciones telefónicas
realizadas en la fase de instrucción sumarial que carecían de toda eficacia probatoria por el
defectuoso control judicial de las grabaciones realizadas por la policía, en primer lugar, y, en
segundo, porque no habían sido debidamente reproducidas en el juicio oral, al no haber sido
oídas las cintas, ni leídas las transcripciones de su contenido para permitir la contradicción.
Su demanda de amparo fue desestimada por la STC 236/1999, de 20 de diciembre.
Afirma la Sentencia que "las intervenciones telefónicas respetaron las exigencias de autorización
judicial, legalidad y proporcionalidad, porque, en primer lugar, las resoluciones judiciales con
incidencia sobre el derecho al secreto de las comunicaciones telefónicas expresaron de modo
suficiente la concurrencia de los presupuestos habilitantes de la intervención o de su prórroga, y,
en segundo lugar, el Juez tuvo en cuenta tanto la gravedad de la intromisión como su idoneidad
e imprescindibilidad para asegurar la defensa del interés público (juicio de proporcionalidad). Por
otra parte, la práctica totalidad de las irregularidades denunciadas ... se refieren a la forma en
que el resultado de las intervenciones telefónicas ordenadas por el Juez Instructor se
incorporaron, primero al sumario y después al juicio oral, y son ajenas al contenido esencial del
derecho al secreto de las comunicaciones" (FJ 4). Por lo demás considera que "la transcripción
mecanográfica de las comunicaciones intervenidas que accedió al juicio oral como medio de
prueba ha gozado de la fiabilidad que proporciona haber sido practicada, cotejada y autentificada
por medio de ... intervención judicial"; que "ninguna relevancia tiene, en cuanto a la eficacia
probatoria de las grabaciones telefónicas, el hecho de que las bobinas y cintas no fueran
reproducidas en el juicio oral"; y que "de la falta de audición de las grabaciones y de la
denegación de la prueba pericial propuesta tampoco es posible derivar indefensión para el
recurrente ni infracción de su derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para la
defensa" (FJ 5).
e) El Sr. Prado Bugallo demandó a España ante el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos por considerar que en el procedimiento que había concluido con su condena se habían
vulnerado sus derechos a la no discriminación (art. 14 del Convenio europeo de derechos
humanos, en adelante CEDH), al respeto de su vida privada y de su correspondencia (art. 8.1
CEDH), a un proceso equitativo (art. 6.1 CEDH), a la presunción de inocencia (art. 6.2 CEDH), al
interrogatorio de testigos [art. 6.3 d) CEDH] y a la publicidad del proceso (art. 6.1 CEDH).
Mediante Decisión de 6 de septiembre de 2001, la Sección Cuarta del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos decidió la admisión a trámite de la queja atinente al art. 8 y la inadmisión
de la demanda en todo lo demás. Señalaba en concreto que la causa de referencia había sido
examinada por la Audiencia Nacional, por el Tribunal Supremo y por el Tribunal Constitucional, y
que ante todos ellos el demandante había podido defenderse. Añadía que no se discutía que
durante el juicio no hubiera tenido la posibilidad de interrogar a los testigos ni de oponerse a la
acusación; que la Sentencia de la Audiencia Nacional se había sustentado en elementos de
prueba libremente debatidos en la audiencia pública; que, a diferencia de lo sucedido en el
invocado caso Schenk, las intervenciones telefónicas habían sido consideradas como válidas por
los Tribunales españoles y que además de las mismas existían otros elementos de prueba que
fundamentaron la culpabilidad del demandante, sin que por lo demás el demandante hubiera
justificado la incidencia decisiva de las intervenciones en el fallo del procedimiento. Respecto a la
falta de escucha pública de las conversaciones intervenidas afirmaba la Decisión que la queja
era puramente formal, a la vista de que se había aportado la transcripción legalizada de las
mismas y que nada se alegaba acerca de la relevancia de la audición o de la falta de
autenticidad de las transcripciones. La queja acerca de la denegación de un peritaje, en fin, no
había agotado las vías internas de recurso.
f) Mediante Sentencia de 18 de febrero de 2003, el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos estima parcialmente la demanda del Sr. Prado Bugallo y, en relación con la
intervención de sus comunicaciones telefónicas, declara que se ha producido una vulneración
del art. 8 del Convenio. El demandante se quejaba de que la legislación española aplicable a las
intervenciones telefónicas no respondía a la condición de previsibilidad enunciada en el art. 8.2
del Convenio ( 26). El Tribunal, tras constatar la reforma del art. 579 de la Ley de enjuiciamiento
criminal en materia de intervención de comunicaciones telefónicas, considera al respecto que las
nuevas garantías introducidas en esta materia son aún insuficientes desde la perspectiva de la
jurisprudencia del Tribunal Europeo en relación con la naturaleza de las infracciones que pueden
dar lugar a las escuchas, con la fijación de un límite a la duración de la ejecución de la medida,
con las condiciones de establecimiento de las actas de síntesis que consignan las
conversaciones intervenidas, con las precauciones que hay que tomar para comunicar intactas y
completas las grabaciones realizadas para su eventual control por el Juez y por la defensa ( 30).
Y aunque es cierto que estas insuficiencias has sido paliadas en gran parte por la jurisprudencia,
este efecto ha sido posterior a los Autos del Juez instructor que ordenaban las intervenciones
telefónicas, por lo que no pueden ser tenidas en cuenta para el presente caso ( 32).
3. La demanda de amparo pretende la anulación tanto de las actuaciones concernientes
a las escuchas telefónicas que afecten al recurrente, como la de las Sentencias que le
condenan. Invoca para ello la vulneración de sus derechos fundamentales al secreto de las
comunicaciones telefónicas (art. 18.3 CE), a la presunción de inocencia y a un proceso con todas
las garantías (art. 24.2 CE), y a la libertad (art. 17.1 CE).
Subraya la demanda que el Sr. Prado ha sido víctima de la violación de su derecho
fundamental al secreto de las comunicaciones telefónicas, según el juicio al respecto del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, que es un Tribunal que forma parte del ordenamiento interno de
España porque está contemplado en el Convenio de Roma (art. 96.1 CE). En la medida en que
esta vulneración habría servido de prueba para condenar al recurrente, la misma configuraría
también, según la doctrina del Tribunal Constitucional (STC 167/2002, de 18 de septiembre), una
correlativa violación de los derechos a un proceso con todas las garantías, a la presunción de
inocencia y a la libertad. Estas vulneraciones avalarían la petición de nulidad de las Sentencias
condenatorias, puesto que España se ha comprometido a acatar el Convenio Europeo (art. 46.1)
y la efectividad de las Sentencias del Tribunal Europeo pasa, según la doctrina del mismo, por la
recuperación en la medida de lo posible de la situación anterior a la vulneración (STEDH de 28
de noviembre de 2002, caso Ex-Rey de Grecia contra Grecia). Nuestro ordenamiento jurídico
posibilitaría en este caso la restitución íntegra del derecho vulnerado a través de la intervención
en amparo del Tribunal Constitucional (STC 245/1991, de 16 de diciembre) cuando, como ahora
sucede, el derecho coincida con uno de los así garantizados en la Constitución.
4. Mediante providencia de la Sección Segunda de este Tribunal de 16 de marzo de
2004, se solicita del órgano judicial correspondiente información acerca de si el recurrente está
cumpliendo la condena impuesta. La Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional informa que desde el día 18 de agosto de 2001 el Sr. Prado se encontraba en situación
de libertad condicional, y que la ejecución de la pena quedó suspendida el 21 de agosto de 2001
por el ingreso en prisión provisional por otra causa.
5. Mediante providencia de 7 de mayo de 2004 la Sección Segunda de este Tribunal
acuerda admitir a trámite la demanda de amparo. En la misma providencia acuerda, conforme a
lo previsto en el art. 51 LOTC, requerir de los órganos judiciales correspondientes testimonio de
las actuaciones del procedimiento que origina el presente recurso, interesando al mismo tiempo
el emplazamiento de quienes fueron parte en el mismo.
6. Mediante diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de
26 de septiembre de 2005, se tienen por recibidas las actuaciones que se habían requerido de
los órganos judiciales, se tienen por personados en el proceso de amparo al Ayuntamiento de
Madrid y a la Xunta de Galicia, y se da vista de todas las actuaciones a las partes para que
puedan presentar las alegaciones que estimen oportunas.
7. En su escrito de alegaciones de 18 de octubre de 2005, el Ministerio Fiscal interesa
que se deniegue el amparo. Aunque en principio considera que la demanda podría resultar
inadmisible por su falta de agotamiento de la vía judicial -a la vista de que la propia demanda
admite que la nulidad de la condena podía solicitarse también a través de los recursos de nulidad
y de revisión, y de lo resuelto en el ATC 260/2000, de 13 de noviembre-, llega a la conclusión
contraria, con cita de las STC 245/1991, de 16 de diciembre, y del ATC 96/2001, de 24 de abril:
"ante la existencia de resoluciones del Tribunal Constitucional que habían estimado no
vulneradoras del derecho a la tutela judicial efectiva, en su vertiente de acceso al recurso, las
resoluciones judiciales que habían rechazado la idoneidad del incidente de nulidad de
actuaciones o del recurso de revisión ejercitados con la pretensión de obtener la nulidad de
sentencias penales firmes a consecuencia de una sentencia del TEDH, y habiendo igualmente
declarado el Tribunal Constitucional "que no existe ninguna disposición que permita a los Jueces
ordinarios la revisión de las sentencias penales firmes a consecuencia de una sentencia del
TEDH", podría considerarse que la utilización de estos recursos no se desprendía de modo claro
y terminante de las previsiones legales, y que eran inadecuados para la reparación de las
lesiones que ahora se esgrimen, por lo que no era razonable exigir a la parte su interposición
pese a su apodíctica afirmación de su viabilidad y su nula argumentación de las razones por las
que no los ha utilizado".
Tras recordar los hitos procesales más relevantes del proceso en el Tribunal Europeo,
destaca que el mismo "declaró inadmisible la demanda del ahora recurrente, referida a la
violación del derecho al proceso debido y a la presunción de inocencia ... por su Resolución de 6
de septiembre de 2001, por lo que resulta paradójico que se pretenda que de la sentencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos se deriven unas violaciones de derechos
fundamentales cuando el propio Tribunal Europeo había considerado inadmisible la demanda en
lo referente a la infracción de los artículos del Convenio referidos a esos mismos derechos
humanos".
Por lo demás, tampoco la vulneración del art. 8 del Convenio europeo constituye una
violación del art. 18.3 CE susceptible de fundar una demanda de amparo, pues de acuerdo con
la STC 184/2003, de 23 de octubre, "si, pese a la inexistencia de una ley que satisficiera las
genéricas exigencias constitucionales de seguridad jurídica, los órganos judiciales, a los que el
art. 18.3 de la Constitución se remite, hubieran actuado en el marco de la investigación de una
infracción grave, para la que de modo patente hubiera sido necesaria, adecuada y proporcionada
la intervención telefónica y la hubiesen acordado respecto de personas presuntamente
implicadas en el mismo, respetando, además, las exigencias constitucionales dimanantes del
principio de proporcionalidad, no cabría entender que el Juez hubiese vulnerado, por la sola
ausencia de dicha ley, el derecho al secreto de las comunicaciones telefónicas" (FJ 6). Es más,
"aun en la hipótesis de que se entendiera vulnerado el derecho fundamental del demandante al
secreto de las comunicaciones por la mera deficiencia legal, tal constatación no habría de
conllevar la consecuencia de exigir la anulación de la condena, a partir de las necesidades
esenciales de tutela del derecho fundamental al secreto de las comunicaciones", con la
anulación de pruebas distintas a la directamente constitutiva de lesión, pues, conforme a la STC
81/1998, de 2 de abril, la actuación de los órganos encargados de la investigación penal no se
hallaba encaminada a la vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones y la entidad
objetiva de la vulneración no comprendía la ausencia de intervención judicial o de motivación.
8. El día 24 de octubre de 2005 registra su escrito de alegaciones la representación de la
Xunta de Galicia, en el que concluye que la demanda de amparo debería inadmitirse o
desestimarse. Considera para ello, en primer lugar, que la queja planteada constituye ya cosa
juzgada, pues fue resuelta por el Tribunal Constitucional mediante STC 236/1999, de 20 de
diciembre. Además es extemporánea respecto a las resoluciones a las que se refiere y además
prematura, pues no fue objeto del incidente de nulidad de actuaciones.
Arguye a continuación que las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
tienen carácter meramente declarativo, sin efecto directo sobre las resoluciones judiciales a las
que se refieren, pues el sometimiento de España al Convenio europeo de derechos humanos no
implica una integración jerárquica de aquél ni una casación europea o un Tribunal Constitucional
europeo. Transcribe a continuación el Voto formulado por el Magistrado don Vicente Gimeno
Sendra a la STC 245/1991, de 16 de diciembre, adhiriéndose al mismo y añadiendo que, en
cualquier caso, esta Sentencia se refería a un supuesto diferente, en el que el reproche se
refería a los órganos judiciales y no al legislador, a aspectos concretos de la instrucción realizada
y no, como sucede ahora, a la legislación en materia de intervenciones telefónicas, que fue
observada por el órgano judicial.
9. En su escrito de 27 de octubre de 2005, la representación del recurrente se limita a
remitirse a su demanda de amparo.
10. Mediante escrito de 2 de noviembre de 2005 la representación del Ayuntamiento de
Madrid solicita la desestimación de la demanda. En primer lugar porque la cuestión que ahora se
plantea fue ya resuelta mediante STC 236/1999, de 20 de diciembre. Y en segundo lugar,
respecto a la imprecisión legal de las escuchas que afirma la Sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos, porque el Código civil, en su artículo 1, prevé la obligación judicial de
resolver y los mecanismos para resolver las lagunas legales, y entre ellas la doctrina
jurisprudencial del Tribunal Supremo.
11. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 3 de diciembre de 2004, el
Procurador de los Tribunales don Raúl Martínez Ostenero interpone recurso de amparo (núm.
7314-2004) en nombre de don José Ramón Prado Bugallo contra el Auto de la Sala de lo Penal
del Tribunal Supremo de 21 de octubre de 2004, desestimatorio del incidente de nulidad de
actuaciones contra el Auto de 29 de abril de 2004 que acordaba no autorizar la interposición del
recurso de revisión contra la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo 1889/1994, de
31 de octubre, parcialmente desestimatoria del recurso de casación contra la Sentencia de la
Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 26 de junio de 1993,
condenatoria por delitos de tráfico de drogas y de falsedad en documento de identidad. El
recurso de revisión se había interpuesto a raíz del dictado de la Sentencia del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos de 18 de febrero de 2003 que, en respuesta a la demanda interpuesta
por el recurrente, había declarado la vulneración del art. 8 CEDH por parte de España.
12. Los hechos relevantes para el examen de la pretensión de amparo son los ya
resumidos en el antecedente núm. 2 de esta Sentencia, a los que han de añadirse los siguientes:
a) El día 11 de marzo de 2003 la representación del Sr. Prado Bugallo registró en el
Tribunal Supremo un escrito dirigido a su Sala Segunda en el que con invocación del art. 53.2
CE recababa la tutela de sus derechos fundamentales. Se refería en concreto a sus derechos al
secreto de las comunicaciones telefónicas (art. 18.3 CE), a un proceso con todas las garantías
(art. 24.2 CE), a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) y a la libertad (art. 17.1 CE), y
solicitaba la anulación de su condena. Invocaba para ello el dictado de la Sentencia del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos de 18 de febrero de 2003 que, en respuesta a la demanda
interpuesta por el recurrente, había declarado la vulneración del art. 8 CEDH por parte de
España en el procedimiento que había concluido con aquella condena.
b) En su Auto de 29 de abril de 2004 la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo entiende
que "la solicitud que da lugar a las presentes actuaciones debe ser valorada como una petición
de autorización para interponer un recurso de revisión" (razonamiento jurídico 8) y acuerda
finalmente denegarla.
Tras recordar que "el Comité de Ministros del Consejo de Europa adoptó con fecha 19
de enero de 2000 una recomendación encareciendo a los Estados miembros a revisar sus
sistemas legales internos con la finalidad de asegurar que existe una adecuada posibilidad de
reexaminar el caso, incluyendo la reapertura de los procedimientos, en las causas en las que el
TEDH hubiera encontrado una violación del Convenio" (FJ 4), señala que en nuestro
ordenamiento "no está establecido legalmente, de forma expresa, ni el procedimiento ni el
órgano competente para reconocer alguna clase de efecto a las sentencias definitivas del TEDH"
(FJ 5). No obstante considera la Sala que "no puede permanecer ajena a una declaración
contenida en una sentencia del TEDH según la cual una resolución condenatoria de los órganos
jurisdiccionales españoles del orden penal se ha dictado con vulneración de un derecho
reconocido por el Convenio que en nuestro ordenamiento aparece recogido en la Constitución
con el rango de derecho fundamental. Ello adquiere un especial relieve cuando las penas
impuestas en la sentencia cuestionada aún están pendientes de su cumplimiento, en todo o en
parte, de modo que su ejecución supone una afectación actual del derecho a la libertad"(FJ 6). A
partir de ello, considera que "cabe una interpretación del artículo 954.4 de la LECrim en la que se
considere que la supresión, por haberse declarado válidamente su ilicitud, de una prueba que ha
sido utilizada en la sentencia condenatoria como un elemento probatorio en contra de la
presunción de inocencia del acusado, es un hecho nuevo que puede suponer la inocencia de
éste, revitalizando la presunción que le ampara inicialmente, si es que no existen otras pruebas
suficientes y válidas en su contra. La imposibilidad de tener en cuenta el material probatorio
valorado para la condena se desprende, en estos casos, de la Sentencia del TEDH en cuanto
que declara que en su obtención se ha vulnerado un derecho reconocido por el Convenio que
tiene en nuestra Constitución rango de derecho fundamental. ... Si la vulneración declarada se
ha cometido al obtener, practicar o tener en cuenta una prueba de cargo, ese material probatorio
no puede ser considerado válido y debe ser expulsado del proceso, pues su permanencia en el
mismo equivaldría a mantener la lesión en los derechos fundamentales afectados directa o
indirectamente. Es precisamente esa desaparición de la prueba del acervo probatorio lo que
constituye el hecho nuevo. Desde esta perspectiva, el derecho a un proceso con todas las
garantías se satisface con la eliminación de la prueba nula. Y el derecho a la presunción de
inocencia, en el entendimiento que de la misma tienen esta Sala y el Tribunal Constitucional,
mediante el examen del resto del material probatorio no afectado por la sentencia del TEDH" (FJ
7).
A partir de ello entiende el Tribunal Supremo que "la sentencia que condena al
promovente, no solo ni principalmente se basaba en las escuchas telefónicas como prueba para
enervar la presunción de inocencia que protegía interinamente al acusado". Recuerda al
respecto la valoración de la declaración de dos agentes policiales "que manifiestan que 'como
consecuencia de seguimientos e intervención telefónica' detectan la existencia de una nave" y
que instalaron aparatos de observación y presenciaron la operación que dio lugar al seguimiento
del vehículo que portaba la droga. Por la noche de ese mismo día es detenido el Sr. Prado,
ocupándose en su poder una llave que abría la puerta de la nave. Estos hechos permiten el
descubrimiento de los demás. "Asimismo, la declaración de un coimputado ha permitido
establecer que la nave fue alquilada por iniciativa, entre otros, de Prado Bugallo, lo que se
corrobora por la posesión de la llave".
Concluye así el Auto que "[s]e recoge con claridad ... que el descubrimiento de la nave
donde se encontraba la droga no se produce por las escuchas telefónicas, sino, de forma
paralela, también por los seguimientos policiales a los que eran sometidos los sospechosos,
seguimientos que no aparecen dependientes de aquellas. Por otro lado, los sospechosos ya lo
eran antes y con independencia de las mismas, y el descubrimiento de las operaciones de
entrega y la aprehensión de la droga tiene lugar a causa precisamente de la vigilancia policial a
la que la nave fue sometida. Lo mismo ocurre con las demás partidas de droga, descubiertas a
raíz de las declaraciones de los detenidos y con los hechos que constituyen la base fáctica de
los demás delitos por los que recayó condena. Por lo tanto existen otras pruebas de cargo
independientes de las escuchas telefónicas. ... [S]egún se desprende de la sentencia
condenatoria el Tribunal dispuso de otros medios de prueba independientes de las escuchas
telefónicas que, según la sentencia del TEDH, vulneraron el derecho al secreto de las
comunicaciones telefónicas y que por ello deben ser consideradas nulas, elementos sobre los
que es posible enervar la presunción de inocencia y construir el mismo relato fáctico que en su
día el Tribunal declaró probado" (FJ 9).
c) Contra este Auto, el recurrente promovió incidente de nulidad de actuaciones, al
entender que el fallo era incongruente con la petición, que no era de revisión, sino de tutela
judicial de los derechos fundamentales.
d) Mediante Auto de 21 de octubre de 2004 la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
desestima el incidente suscitado. Recuerda que la Sala "entendió que la vía procesal para
examinar en qué medida debía otorgarse la tutela solicitada era el recurso de revisión del artículo
954 LECrim ante la ausencia de una vía expresamente regulada para ello" y que ello venía
"sugerido por el propio solicitante en el escrito dirigido a esta Sala". La "tutela solicitada se
otorgaba en la medida en que se prescindía de la prueba declarada nula, lo que satisfacía los
derechos al secreto de las comunicaciones y a un proceso con garantías, y se negaba respecto
a las demás pretensiones al no autorizar la interposición del recurso de revisión. La pretensión
del solicitante consistía en que se le otorgara la tutela judicial efectiva respecto a todos los
derechos que mencionaba, dejando sin efecto la condena impuesta. Y la Sala, después de
orientar procesalmente su petición, le ha dado una respuesta expresa. Por ello, no se aprecia la
existencia de incongruencia que pueda justificar la nulidad solicitada" (FJ 3).
13. En el suplico de la demanda de amparo se solicita la anulación de los Autos de la
Sala Segunda del Tribunal Supremo de 29 de abril (denegación de autorización del recurso de
revisión) y de 21 de octubre (desestimación del incidente de nulidad), así como de las
Sentencias condenatorias de dicho Tribunal de 31 de octubre de 1994 y de la Sala de lo Penal
de la Audiencia Nacional de 26 de junio de 1993 en lo que afectan a la condena del recurrente.
Esta petición se sustenta en la vulneración del derecho a la presunción de inocencia del Sr.
Prado Bugallo.
La primera de las quejas, no obstante, se refiere al derecho al Juez ordinario
predeterminado por la ley (art. 24.2 CE), al entender la demanda que el Tribunal Supremo se ha
excedido en su competencia, que no lo es de enjuiciamiento de personas no aforadas: "ningún
texto autoriza al Tribunal Supremo a valorar las pruebas que queden después de suprimir las
que sean legítimas". Como en el caso del art. 954.3 LECrim lo propio hubiera sido la anulación
de la sentencia firme y su envío al Tribunal al que corresponda el enjuiciamiento del delito, lo que
en su caso abriría una vía de recurso que ahora ha quedado impedida.
En la segunda queja se invoca como vulnerado el derecho a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE). En el entender de la demanda el Tribunal Supremo ha juzgado cuál es
el material probatorio que debe apartarse por derivar directa o indirectamente de las
intervenciones telefónicas y ha juzgado el valor de la pruebas remanentes, y lo ha hecho sin
respeto a los principios de inmediación y contradicción, valorando "por su cuenta testimonios que
no ha oído y actividades que no ha visto". Con ello ha colocado al demandante en situación de
indefensión, pues no ha podido sostener su posición de que las pruebas que han fundamentado
su culpabilidad no son independientes de las escuchas telefónicas ni suficientes para enervar la
presunción de inocencia.
Es la tercera queja la que tiene por contenido directo el derecho a la presunción de
inocencia. Con apoyo en las SSTC 189/1998, de 28 de septiembre, y 167/2002, de 18 de
septiembre, alega la demanda, en primer lugar, que el Tribunal Supremo "se contenta con hacer
la afirmación de que la nave se descubrió por seguimientos policiales independientes de las
escuchas" pero sin explicar esta desconexión causal y sin que en las actuaciones judiciales haya
dato ni elemento alguno que permita razonablemente inferir que el conocimiento de la nave y los
hechos imputados al recurrente (haber participado en su alquiler y poseer una llave de la misma)
se hubieran obtenido sin la intervención telefónica. Añade, en segundo lugar, que no está
probado el hecho base de la inferencia realizada: el alquiler de la nave se sustenta en la
declaración de un coimputado en fase sumarial corroborada por la posesión de una llave con la
que no se pudo abrir la nave en cuestión. En todo caso, en tercer lugar, la inferencia realizada es
inconcluyente, pues del alquiler de la nave no se deduce que el recurrente fuera suministrador de
la cocaína interceptada, ya que ni siquiera se demostró que la cocaína estuviera inicialmente en
la nave.
14. Mediante providencia de 1 de marzo de 2006, la Sección Primera de este Tribunal
acuerda admitir a trámite la demanda de amparo. En la misma providencia acuerda, conforme a
lo previsto en el art. 51 LOTC, requerir del Tribunal Supremo y de la Sala de lo Penal del la
Audiencia Nacional testimonio de las actuaciones del procedimiento que origina el presente
recurso, interesando al mismo tiempo el emplazamiento de quienes fueron parte en el
procedimiento que origina el presente recurso.
15. Mediante diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de 28 de septiembre
de 2006 de la Sala Primera se tienen por recibidas las actuaciones que se habían requerido de
los órganos judiciales, se tienen por personados en el proceso de amparo a la Xunta de Galicia y
al Ayuntamiento de Vigo, y se da vista de todas las actuaciones a las partes para que puedan
presentar las alegaciones que estimen oportunas.
16. A través de su escrito de 5 de octubre de 2006, el Ayuntamiento de Vigo solicita la
denegación del amparo. Considera para ello, en primer lugar, que "nada autoriza a postular que
el conocimiento del tema, desde la anulación de los medios de prueba, deba pasar de nuevo al
Tribunal de instancia para nuevo examen", conclusión a la que llega el recurrente a través de
una interpretación errónea y sesgada de los arts. 954.3 y 958.3 LECrim. La falta de inmediatez y
contradicción, en segundo lugar, tampoco puede ser acogida, pues ya se le oyó al demandante
en instrucción y en el plenario. No hay rastro tampoco de la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia, dado que el Tribunal Supremo, al igual que en la instancia, situó "en un
mismo pie de igualdad" las escuchas telefónicas y los seguimientos policiales, y dado que se han
valorado razonada y razonablemente las pruebas practicadas.
17. En su escrito de 17 de octubre de 2006 la representación del demandante insiste en
que las resoluciones recurridas han quebrado su presunción de inocencia: porque "un tribunal
sin competencia no puede valorar pruebas para contradecir la presunción de inocencia", porque
"un tribunal no puede contradecir la presunción de inocencia valorando pruebas con quebranto
de los principios de inmediación y contradicción", porque "un tribunal no puede contradecir la
presunción de inocencia valorando pruebas en estado de indefensión del acusado", porque "un
tribunal no puede contradecir la presunción de inocencia con pruebas que estén conectadas con
las declaradas nulas", y porque "un tribunal no puede contradecir la presunción de inocencia con
pruebas indiciarias insuficientes".
18. El día 2 de noviembre de 2006 registra su escrito de alegaciones la representación
de la Xunta de Galicia. Su contenido es el mismo que el del escrito de alegaciones aportado al
recurso de amparo 1404-2003, resumido en el anterior antecedente núm. 8.
19. El Ministerio Fiscal concluye su escrito de 7 de noviembre de 2006 interesando la
denegación del amparo solicitado. Tras destacar que no se invoca en la demanda la
incongruencia que dio lugar al incidente de nulidad de actuaciones, subraya que el recurrente
considera que el Tribunal Supremo no debió valorar la independencia y consistencia de las
pruebas remanentes, sino remitir la causa al órgano judicial de instancia: no obstante, el propio
recurrente no había solicitado tal remisión en su escrito al Tribunal Supremo y ahora "termina
interesando del Tribunal Constitucional que prevalezca el derecho a la presunción de inocencia,
que no se remita al condenado a un nuevo juicio después de tanto años de tramitación procesal
y que ... se anulen las sentencias que establecieron la condena". En el Auto impugnado al
respecto, el Tribunal Supremo explicó el porqué de la procedencia del recurso de revisión y la
razón para no conceder su autorización a partir de "la descripción de pruebas realizada por la
sentencia condenatoria", de un modo coincidente con la resolución del Tribunal Europeo previa
al dictado de su Sentencia, prestando así al recurrente la tutela que reclamaba.
20. Mediante providencias de 20 de noviembre de 2006, la Sala Primera acuerda
conceder a las partes personadas un plazo de diez días para que aleguen lo que estimen
conveniente en relación con la acumulación del recurso de amparo núm. 7314-2004 al recurso
de amparo núm. 1404-2003. Recibidos los escritos del recurrente y del Ministerio Fiscal
interesando la acumulación, y de la representación del Ayuntamiento de Vigo no oponiéndose a
la misma, la Sala la acuerda mediante Auto de 26 de febrero de 2007.
21. Mediante providencia de 12 de abril de 2007, se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 16 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 65/2007
Referencia número: 65/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 27/3/2007
Publicación BOE: 20070426 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Roberto García-Calvo y Montiel
Número registro: 2508-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Francisco Zugasti Agüí respecto de la Sentencia de la Audiencia Provincial y
de un Juzgado de Instrucción de Madrid que le condenaron por una falta de lesiones.Supuesta
vulneración del derecho a la asistencia letrada y vulneración del derecho a la defensa: juicio de
faltas sin abogado de oficio, no solicitado (STC 199/2003); denunciado que se defiende a sí
mismo sin abogado, a quien no se permitió interrogar a la denunciante (STC 143/2001).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García?Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez y don Manuel Aragón Reyes, Magistrados, ha pronunciadoEN
NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2508-2004, promovido por don Francisco Zugasti Agüí,
representado por el Procurador de los Tribunales don Pablo José Trujillo Castellano y asistido
por el Abogado don Miguel Ángel Álvarez Marcet, contra la Sentencia núm. 180/2004 de la
Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid, de fecha 24 de marzo de 2004, recaída en
el rollo de apelación núm. 50?2004, y contra la dictada en el día 18 de diciembre de 2003 por el
Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid, en el procedimiento de juicio de faltas núm.
1385-2003. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Roberto
García-Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la
Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 20 de abril de 2004, donFrancisco
Zugasti Agüí manifestó su intención de interponer recurso de amparo contra las resoluciones
indicadas en el encabezamiento de esta Sentencia, solicitando a tal efecto el nombramiento de
Abogado y Procurador del turno de oficio.
2. La Secretaría de Justicia de la Sección Segunda de este Tribunal dictó diligencia de
ordenación el día 28 de abril de 2004 mediante la que acordó conceder plazo de diez días para
que acreditara haber gozado de asistencia jurídica gratuita en la vía judicial previa, así como que
aportara copia de la Sentencia dictada en el recurso de apelación, acreditando la fecha de su
notificación.
3. El demandante presentó escrito de fecha 19 de mayo de 2004 manifestando no haber
tenido asistencia jurídica gratuita ni en el Juzgado de Instrucción ni en la Audiencia Provincial,
siendo precisamente dicha falta de Abogado lo que ha motivado su indefensión, ante lo que
reiteró de nuevo su petición anterior.
4. La Secretaría de Justicia de la Sala Primera del Tribunal dictó diligencia de ordenación
de 24 de mayo de 2004, requiriendo a la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid
para que en el plazo de diez días remitiera testimonio de la Sentencia recaída en el rollo de
apelación núm. 50-2004, dimanante del juicio de faltas núm. 1385-2003, haciendo constar la
fecha de su notificación a la representación procesal del recurrente en amparo.
5. Incorporado dicho testimonio, la Secretaría dictó nueva diligencia de ordenación
acordando librar despacho al Colegio de Abogados de Madrid para que, si procedía, y a la vista
de los escritos presentados por el recurrente, se designara al citado Procurador y Letrado del
turno de oficio que le representara y defendiera, respectivamente, en el presente recurso de
amparo. Y, al mismo tiempo, acordando requerir a la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de
Madrid y Juzgado de Instrucción núm. 10 de dicha capital, para que en el plazo de diez días
remitieran, respectivamente, testimonio del rollo de apelación núm. 50-2004 y procedimiento de
juicio de faltas núm. 1385-2003.
6. Recibidos despacho y testimonios, la Secretaría de Justicia dictó diligencia de
ordenación de fecha 17 de septiembre de 2004, acordando tener por recibidas las actuaciones
remitidas por la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid y del Juzgado de Instrucción
núm. 10 de los de Madrid, así como el despacho del Colegio de Abogados de Madrid, por el que
se participaba que correspondía la designación en turno de oficio al Procurador don Pablo José
Trujillo Castellano, para la representación del recurrente, y al Letrado don Miguel Ángel Álvarez
Marcet, para su defensa, a los que se tuvo por designados. En esta misma resolución se
concedió, asimismo, un plazo de veinte días a los indicados profesionales para que, a la vista de
la documentación obrante en este Tribunal, formulasen, en su caso, la correspondiente demanda
de amparo; escrito procesal éste que tuvo su entrada en este Tribunal el 20 de octubre de 2004.
7. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) Interpuesta denuncia contra el demandante de amparo por una supuesta agresión
realizada por éste sobre la madre de su ex mujer, el Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de
Madrid incoó procedimiento de juicio de faltas núm. 1385-2003, procediéndose al señalamiento
del juicio.
b) En fecha anterior a dicho señalamiento el actor se personó en el Juzgado, solicitando
que le fuera entregado testimonio completo de las actuaciones, facilitándose en el acto la copia
requerida.
c) En el acto del juicio oral el denunciado, que ejercía su autodefensa, solicitó que se le
permitiera hacer preguntas a la denunciante y hacer alegaciones, manifestando la Juez de
Instrucción que no se le permitía hacer preguntas directas a la denunciante por no comparecer
asistido de Letrado. Asimismo solicitó la incorporación a las actuaciones de determinada prueba
documental, así como que fuera admitido como prueba documental y que fuera reproducido un
soporte informático que contenía, al parecer, la grabación de lo sucedido, admitiendo la
Magistrada la incorporación de la prueba documental propuesta y rechazando la petición de
reproducción del soporte informático, por desconocer su relación con los hechos.
d) Tras las alegaciones del Fiscal y del Letrado de la denunciante, fue concedida la
palabra para alegaciones al demandante, procediendo a efectuar una calificación jurídica de los
hechos tras dar lectura a un escrito que llevaba redactado, solicitando finalmente a la Magistrado
que le concediese licencia para querellarse por calumnias e injurias contra la denunciante y la
representante del Ministerio Fiscal.
e) Al dar lectura al acta, el demandante solicitó que se hiciera constar que la queja que
había formulado hacía referencia a la vulneración de sus derechos constitucionales.
f) El Juzgado dictó Sentencia de fecha 18 de diciembre de 2003, condenando al
demandante de amparo, como autor de una falta de lesiones, a la pena de cuatro fines de
semana de arresto y costas.
g) Con fecha 10 de enero de 2004 el demandante de amparo interpuso lo que denominó
«recurso de reforma y subsidiario de apelación» contra la Sentencia anterior, dictándose
Sentencia por la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid de fecha 24 de marzo de
2004, desestimando el recurso interpuesto.
h) Notificada la Sentencia al demandante, éste presentó escrito ante la Audiencia
Provincial de fecha 7 de abril de 2004 solicitando que le fueran designados Procurador y Letrado
de oficio, a fin de no quedar sumido en indefensión, dictándose por la Sala providencia de fecha
14 de abril de 2004 denegando lo solicitado, toda vez que la ley no exige defensa y
representación en juicios de faltas en el trámite de apelación, además de que el recurso había
quedado resuelto por Sentencia de 24 de marzo anterior.
8. La demanda de amparo invoca la violación de su derecho a la autodefensa en relación
con la Sentencia dictada por el Juzgado de Instrucción y la vulneración de su derecho a la
asistencia letrada en relación con esta misma resolución y con la dictada por la Sección Sexta de
la Audiencia Provincial.
En el primer caso alega el demandante que el pronunciamiento judicial no vino precedido
de un debate pleno y contradictorio sobre todos los aspectos de la denuncia y la acusación, al no
haber dejado la Magistrada de instancia que el recurrente, que ejercía su propia autodefensa,
formulara preguntas a la
denunciante, ni haberle advertido de que las mismas podría realizarlas por mediación de la
propia Magistrada. Por esta razón, la decisión judicial se ha fundado en pruebas respecto de las
cuales no se ha producido la debida contradicción, todo lo cual constituye una vulneración de su
derecho a la autodefensa.
De otro lado, aduce el recurrente que los invocados derechos han resultado también
vulnerados al haber sido desconocida su petición de asistencia letrada, que había efectuado
alegando su carencia de medios económicos, máxime cuando la autodefensa ejercitada se
manifestó incapaz de compensar la ausencia de Abogado.
Por otrosí, solicitó la suspensión de la ejecución de la Sentencia impugnada, por
entender que la ejecución causaría un perjuicio que haría perder al amparo su finalidad.
9. La Sección Segunda de este Tribunal acordó, por medio de providencia de 27 de
diciembre de 2005, la admisión a trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo previsto en el
art. 51 LOTC, dirigir atenta comunicación al Juzgado de Instrucción núm. 10 de los de Madrid
para que emplazara a quienes hubieran sido parte en ese procedimiento para comparecer en
este proceso constitucional.
Con la misma fecha se dictó providencia incoando la pieza separada de suspensión en
la que, tras las diligencias procedentes, se dictó Auto, de fecha 27 de febrero de 2006,
acordando la suspensión de la ejecución de las Sentencias dictadas por la Sección Sexta de la
Audiencia Provincial de Madrid de 24 de marzo de 2004, y del Juzgado de Instrucción núm. 10
de los de Madrid de 18 de diciembre de 2003, exclusivamente en lo relativo a la condena al
recurrente a la pena de cuatro fines de semana de arresto.
10. Seguidamente, por diligencia de ordenación de 15 de julio de 2005, se dispuso dar
vista de las actuaciones y un plazo común de veinte días para alegaciones al Ministerio Fiscal y
a las partes personadas.
11. La representación procesal del demandante de amparo presentó sus alegaciones
ante el Registro de este Tribunal el día 12 de mayo de 2006, en las que reitera y ratifica las
alegaciones ya contenidas en la demanda.
12. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 25 de mayo de 2006, presentó
alegaciones solicitando la denegación del amparo solicitado.
Con respecto al primer punto alega el Fiscal que parece se está invocando el derecho a
la prueba, o acaso el derecho a un proceso con todas las garantías o el derecho de defensa (art.
24.2 CE). Sin embargo, en relación con el derecho a la prueba, no se cumple ninguna de las
exigencias requeridas por la doctrina constitucional para admitir la violación de este derecho y,
en lo atinente al derecho a un proceso equitativo, ha sido respetado por el Juzgado de
Instrucción al tiempo de la celebración del juicio de faltas. Ello es así porque, a la vista del
contenido del acta del juicio y de las resoluciones impugnadas, el modo de conducir el interesado
su propia defensa obliga a desterrar cualquier hipótesis de indefensión, ya que revela un actuar
indiligente que no le puede ser excusado por el mero hecho de su falta de pericia en materia
jurídica. Y es que, en este caso, tras serle comunicado al demandante por la Magistrada que no
podía formular preguntas directas por no estar asistido de Letrado, no sólo no pidió a aquélla que
por su intermediación se efectuaran las preguntas requeridas, o bien que se hicieran constar en
el acta cuales serían las que habría dirigido a la denunciante, sino que, como presupuesto
previo, no interesó del juzgador cuál sería el modo de plantear indirectamente dichas preguntas.
Tampoco puede sostenerse que la falta de Letrado constituyera la base de la supuesta
indefensión que denuncia, pues la multiplicidad de recursos de los que hizo gala en la vista oral
imposibilitaban racionalmente a la Magistrada para llevarle a considerar que en el juicio se daba
una situación de desigualdad o desequilibrio entre la defensa legal y la defensa técnica del
denunciante. Fue por tanto su culpable indiligencia la única responsable de que no se efectuaran
durante la vista oral las preguntas que pretendía dirigir a la denunciante, empleando para ello la
intermediación de la propia Magistrada, tras comunicarle ésta que directamente no podía
formularlas.
Desde la perspectiva del derecho a la prueba, tampoco puede sostenerse que los
órganos judiciales hubieran rechazado su práctica sin motivación, o con una motivación
incongruente, arbitraria o irrazonable, puesto que en el juicio se denegó la formulación directa de
preguntas a la denunciante con base en el hecho de no acudir con Letrado y en evitación de la
posible alteración del orden, dado el comportamiento manifiestamente hostil y reivindicativo que
exhibió en todo momento el denunciado; con respecto al soporte informático, no se permitió su
reproducción al desconocerse su contenido y si éste guardaba relación alguna con los hechos; y,
finalmente, en relación con las restantes pruebas, su admisión no hubiera tenido influencia
alguna en el resultado del fallo.
En cuanto al motivo atinente a la falta de asistencia letrada, tanto en la instancia como
en la apelación, cierto es que el hecho de que la intervención de Letrado no sea preceptiva en un
proceso determinado con arreglo a las normas procesales no priva al justiciable del derecho a la
defensa y a la asistencia letrada que le reconoce el art. 24.2 CE. Sin embargo, por lo que se
refiere el caso presente, durante la celebración del juicio oral en la instancia, el recurrente no
solicitó en momento alguno le fuera designado Letrado del turno de oficio, ni tampoco la
Magistrada estimó procedente su nombramiento, al no considerar la existencia de desequilibrio
alguno entre las partes procesales. En la segunda instancia, la cuestión aparece aún con mayor
claridad, pues el denominado «recuso de reforma y subsidiario de apelación» que presentó
contra la Sentencia del Juzgado de Instrucción compone un complejo conglomerado de todo tipo
de argumentaciones de carácter jurídico que permiten descartar la hipótesis de una indefensión
padecida por la dificultad de plantear ante los órganos judiciales cuantas pretensiones se
hubieran estimado procedentes.
Al margen de ello, la petición de Letrado de oficio que se esgrime también por el
recurrente como muestra de la lesión de su derecho, afirmando no haber obtenido respuesta de
la Audiencia Provincial, resulta una alegación gratuita y alejada absolutamente de la verdad,
pues dicha petición se planteó en fecha 7 de abril de 2004, y por tanto con posterioridad a que se
dictara la Sentencia de apelación, cuyo contenido el actor pretendía combatir, ignorando el
significado de la preclusión de los trámites procesales, como si al resultarle adversa una
resolución judicial, la Audiencia Provincial hubiera debido anularla y conceder al recurrente una
suerte de «segunda oportunidad» en la que acudir ya con la asistencia de un Letrado. No
obstante, y a los efectos del derecho a la tutela judicial efectiva, ha de añadirse que tan
peregrina solicitud fue debidamente contestada, mediante providencia de fecha 14 de abril de
2004, en la que se le daba adecuada respuesta a lo pedido.
13. Por providencia de 22 de marzo de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 27 de dicho mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 344/2006
Referencia número: 344/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/12/2006
Publicación BOE: 20070116 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 2178-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por doña Nancy Leticia Verdesoto Suárez y otra respecto a las Sentencias de la
Audiencia Provincial y de un Juzgado de lo Penal de Madrid que les condenaron por tres delitos
de determinación a la prostitución.Vulneración parcial de los derechos a un proceso con
garantías y a la presunción de inocencia: condenas penales fundadas en pruebas de cargo,
salvo una que se apoya en declaraciones sumariales aportadas al juicio sin contradicción.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2178-2004, promovido por doña Nancy Leticia Verdesoto
Suárez y por doña Marisela del Carmen Noboa Verdesoto, representadas por el Procurador de
los Tribunales don Juan Luis Navas García y asistidas por el Abogado don Juan Ramón Ayala
Cabero, contra la Sentencia de la Sección Vigesimotercera de la Audiencia Provincial de Madrid
110/2004, de 5 de febrero, confirmatoria en apelación de la Sentencia del Juzgado de lo Penal
núm. 17 de Madrid 292/2003, de 30 de septiembre, condenatoria por tres delitos de
determinación a la prostitución. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta
doña María Emilia Casas Baamonde, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el día 2 de abril de 2004, el Procurador de
los Tribunales don Juan Luis Navas García interpone recurso de amparo en nombre de doña
Nancy Leticia Verdesoto Suárez y de doña Marisela del Carmen Noboa Verdesoto contra las
Sentencias mencionadas en el encabezamiento.
2. Los hechos relevantes para el examen de la pretensión de amparo son, sucintamente
relatados, los siguientes:
a) El fallo de la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 17 de Madrid 292/2003, de 30
de septiembre, condenó a cada una de las dos acusadas, ahora demandantes de amparo, a tres
penas de dos años de prisión y de doce meses de multa (cuota diaria de tres euros) por la
autoría de tres delitos de determinación a la prostitución. El relato de hechos probados describía
que las dos acusadas captaban a mujeres ecuatorianas "en situación económica precaria,
prometiéndoles un trabajo digno y remunerado en España" y, con ayuda de un Abogado
ecuatoriano, les facilitaban la entrada en España suministrándoles "medios económicos y
documentales". Una vez en España, "las acusadas, mediante coacciones y amenazas, las
obligaban a mantener relaciones sexuales a cambio de precio, a fin de cobrar lo más
rápidamente posible su deuda. Por ello les imponían el lugar de hospedaje, vigilaban
constantemente sus actividades; cobraban los ingresos obtenidos con tal actividad, y les
retiraban sus pasaportes para evitar que huyeran. Asimismo les amenazaban con causar males
en los bienes o en las personas de su familia en Ecuador". Esta conducta de las acusadas se
especifica en el relato en relación con tres mujeres:
1) Al relato de hechos probados se llega, en el primero de los casos, por la declaración
de la víctima a través de "manifestaciones claras, concisas, persistentes y sin contradicciones...
avalada por el relato de los hechos prestado por otros dos testigos", su compañero sentimental y
una amiga, y también por el hecho de que las acusadas fueran previamente condenadas por una
falta de malos tratos hacia ella y de que su pasaporte fuera encontrado "en un sobre tirado en la
acera". También el relato de la segunda perjudicada es "claro y preciso... sin que existan motivos
para dudar de su credibilidad", y viene corroborado por un testigo que "vivió varios meses en la
vivienda de la acusadas y relata en el acto del juicio las actividades, amenazas y coacciones que
las acusadas ejercían con las chicas que traían de Ecuador".
2) Con respecto a la tercera perjudicada "los hechos han resultado acreditados mediante
el contenido de su declaración en el Juzgado de Instrucción del cual se dio lectura en el acto del
juicio oral". Tal lectura es posibilitada por el art. 730 LECr en "aquellos casos en que el
testimonio resulte imposible o de muy difícil práctica en el acto del juicio oral... En el supuesto
que examinamos... concurren los condicionantes que permiten al Juez de instancia valorar,
haciendo uso de la facultad que le confiere el artículo 741 LECr, las declaraciones del testigo que
se encuentra en ignorado paradero, constando en autos múltiples intentos para su localización".
3) En el escrito de defensa la representación de la Sra. Noboa Verdesoto solicitó, entre
otras, tres pruebas que fueron denegadas mediante Auto del Juzgado de lo Penal núm. 17 de
Madrid de 28 de mayo de 2003 "por no ser necesarias para el enjuiciamiento de los hechos":
diligencias de dos Juzgados de Instrucción relativas a las declaraciones de dos mujeres y
testifical del propietario de una vivienda en la que se ejercería la prostitución.
b) El recurso de apelación interpuesto por las acusadas resulta desestimado por la
Sentencia de la Sección Vigesimotercera de la Audiencia Provincial de Madrid 110/2004, de 5 de
febrero. Considera para ello la resolución judicial, en primer lugar, que las pruebas que se dicen
indebidamente no practicadas -"que se oficiara a los Juzgados de Instrucción de Madrid para
que remitiesen testimonio de otras causas que contrarrestaran las declaraciones prestadas por
los testigos en la causa actual, y también se propuso la testifical del propietario de una vivienda"
donde se ejercía la prostitución- no se propusieron en apelación y que, en cualquier caso "no son
necesarias para la investigación". Tampoco puede ser acogido, según la Sentencia de apelación,
el motivo atinente a la presunción de inocencia a la vista de la rotundidad de las declaraciones
testificales, no desmentida por las alegaciones de la defensa: ni por el reportaje de un diario de
Ecuador; ni por el hecho de que no se haya podido identificar al Abogado ecuatoriano que
engañó a las denunciantes; ni por las contradicciones y ocultaciones de los testigos, que no son
sustanciales; ni por el dato de que en el reconocimiento de deuda figurara la cantidad en blanco.
"Por último, y en cuanto a la vulneración del derecho de defensa por no haber podido el letrado
interrogar a la testigo incomparecida Virginia, entendemos que no se ha producido vulneración ni
lesión de derecho alguno. El Juez a quo ha hecho uso del art. 730 LECrim y valora el contenido
de la declaración conforme al art. 741 LECrim, debiendo significarse que no se ha tratado de una
única prueba, sino un dato más a unir a una prueba ya compacta y suficiente sobre los hechos
enjuiciados".
3. La pretensión que se incluye en el suplico de la demanda de amparo es la declaración
de nulidad de la Sentencia del Juzgado de lo Penal por vulneración de los derechos a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE), a la defensa (art. 24.2) y a la presunción de inocencia (art. 24.2
CE).
En la primera de las quejas de la demanda se invoca como vulnerado el derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE). Consideran las recurrentes que no ha existido una
actividad probatoria inculpatoria suficiente para sustentar el relato de hechos probados, que sólo
lo hace a partir de las manifestaciones vertidas por las supuestas perjudicadas. Dichas
manifestaciones se analizan detenidamente en la demanda a los efectos de mostrar que "no son
constantes, son contradictorias, ocultan datos" y no viene acompañadas de "otro tipo de datos
tangenciales que den apoyatura a las mismas". Además, la Juzgadora "ha hecho caso omiso de
la prueba de descargo presentada por la defensa", comenzando por las propias declaraciones de
las acusadas, que no sólo habrían sido "lineales, precisas, constantes y ausentes de confusión
alguna", sino que habrían sido corroboradas por documentos relativos al domicilio y a la
actividad laboral de las declarantes. Se aportaron además reportajes de un diario de Ecuador en
el que atribuía a una de las supuestas víctimas del delito la inducción a la prostitución de las
otras dos, y una denuncia contra una de las supuestas perjudicadas por hurto.
La segunda queja denuncia "una infracción del derecho de defensa", que sitúa en el art.
24.1 CE, derivada de que la defensa de las acusadas no pudo interrogar a una de las testigos:
"dicha testigo compareció inicialmente en la denuncia que posteriormente ratificó ante el
Juzgado de Instrucción, pero nunca lo hizo a presencia de la representación y dirección letrada
de las acusadas, porque éstas todavía no habían sido imputadas y por tanto llamadas a
comparecer en las diligencias que se instruían. Con posterioridad no compareció en ninguna de
las dos sesiones de la vista oral, solicitando esta representación la suspensión de la misma
hasta que se la hallare, lo que en última instancia no sucedió". Subraya la demanda que la
acusación particular "debería haber solicitado la deposición de la testigo como prueba anticipada
en el Juzgado de Instrucción".
La tercera y última queja refiere la "conculcación del derecho de defensa y a la tutela
judicial efectiva, ambos contenidos en el art. 24.1 CE, al no ser admitidos medios de prueba
propuestos en nuestro escrito de calificación provisional". Se trataba del testimonio de las
declaraciones en otras diligencias de una de las inicialmente supuestas perjudicadas, en las que
había denunciado a otras personas como inductoras a la prostitución; del testimonio de las
declaraciones en otras diligencias de una mujer imputada por un delito de favorecimiento de la
prostitución; y del testimonio del propietario de una vivienda a la que, según la declaración de
alguna de las testigos, las hoy recurrentes conducían a las supuestas perjudicadas para el
ejercicio de la prostitución.
4. Mediante diligencia de ordenación de su Secretaría de Justicia de 25 de octubre de
2005, la Sección Primera de este Tribunal requiere de los órganos judiciales correspondientes
testimonio de las actuaciones del procedimiento que origina el presente recurso (art. 88 LOTC).
5. Recibidas las actuaciones, la Sección Primera acuerda admitir a trámite la demanda
de amparo mediante providencia de 1 de marzo de 2006. En la misma providencia acuerda,
conforme a lo previsto en el art. 51 LOTC, requerir del Juzgado de lo Penal núm. 7 de Madrid el
emplazamiento de quienes fueron parte en el procedimiento que origina el presente recurso (art.
51 LOTC).
6. En la misma providencia se acuerda la formación de la pieza separada de suspensión,
que finaliza con el Auto de la Sala Primera 180/2006, de 5 de junio, que deniega la suspensión
solicitada.
7. Mediante diligencia de ordenación de su Secretaría de Justicia de 4 de septiembre de
2006, la Sección Primera de este Tribunal acuerda dar vista de las actuaciones del presente
recurso de amparo a las partes, con concesión de un plazo de veinte días para la presentación
de las alegaciones previstas en el artículo 52.1 LOTC.
8. Sólo presenta alegaciones el Fiscal ante el Tribunal Constitucional, quien concluye su
escrito, de 5 de octubre de 2006, interesando que se otorgue el amparo por vulneración del
derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) en relación con el derecho a la
presunción de inocencia y vinculado exclusivamente con uno de los tres delitos sancionados, y
solicitando, en consecuencia, la nulidad parcial de las Sentencias impugnadas.
Considera para ello, en primer lugar, tras citar la doctrina jurisprudencial relativa al
derecho a la presunción de inocencia, que debe desestimarse la primera queja, pues "las
sentencias ahora impugnadas, además de su opción por el relato avalado por los testigos de la
acusación, contienen reflexiones en base a las cuales se concluye que las ahora demandantes
de amparo participaron en los delitos, desarrollando un razonamiento lógico que puede
sostenerse en base a los términos contenidos de las citadas declaraciones testificales,
explicando a su vez el juicio que le merecen los argumentos de descargo empleados por las
recurrentes. Con ello se establece el nexo de unión entre los elementos fácticos y la conclusión
final, en base a datos arrojados en el proceso probatorio".
Tampoco la desestimación de las diligencias de prueba propuestas "vulneraron en modo
alguno el derecho fundamental que las actoras estiman lesionado". En relación con los atestados
policiales, al margen de su nulo valor probatorio, "no se alcanza a comprender la trascendencia
de dicha diligencia, que sólo acreditaría la realidad de conductas similares de otras personas,
pero no por ello la consecuente negación de las apuntadas por los testigos que declararon en el
juicio oral", máxime, en uno de los casos, cuando la Sentencia de instancia declara
expresamente que con respecto a la persona en cuestión "no resulta acreditado que fuera
inducida por las demandantes". En cuanto a la testifical del propietario de un piso, "resulta
evidente su irrelevancia, pues la acreditación formal de la persona en cuyo favor se concertó el
arrendamiento no impediría en modo alguno la utilización conjunta del inmueble, ni la práctica de
actividades diferentes a las que se comunicaron a la propiedad al inicio del contrato".
La tercera queja, en cambio, debería ser estimada, a juicio del Fiscal. La doctrina de la
STC 1/2006, de 16 de enero, indica que la incorporación al proceso de declaraciones que han
tenido lugar en fase de instrucción no lesiona los derechos del acusado si existe "una causa
legítima que impida la declaración en el juicio oral y si se respetan los derechos de defensa,
dando al acusado una ocasión adecuada y suficiente de contestar los testimonios de cargo e
interrogar a su autor, bien cuando se presentan, bien con posterioridad". Así, en el presente
caso, "una vez examinadas las actuaciones, se descubre que la declaración prestada ante la
autoridad judicial... no se prestó en presencia de letrado que representara a las ahora
recurrentes... Pues bien, si... la reproducción en el juicio oral de una previa declaración testifical
prestada sin garantías ha de considerarse necesariamente como ilícita, su nulidad acarreará la
ausencia de prueba de cargo válida con la que desvirtuar la presunción de inocencia de las
ahora recurrentes en lo que se refiere, exclusivamente, al tercero de los delitos sancionados".
9. Mediante providencia de 29 de noviembre de 2006, se señaló para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 11 de diciembre de 2006.
Fundamentos:
S.TC. 345/2006
Referencia número: 345/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/12/2006
Publicación BOE: 20070116 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Pascual Sala Sánchez
Número registro: 2243-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Rafael López Alfaro respecto a las Sentencias de la Audiencia Provincial y de
un Juzgado de lo Penal de Huelva que le condenaron por delito de robo con violencia e
intimidación.Vulneración del derecho a la presunción de inocencia: condena penal fundada en
declaraciones testificales prestadas en el sumario sin contradicción, y leídas en el juicio oral
debido a la avanzada edad del testigo.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 2243-2004, promovido por don Rafael López Alfaro,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña María José Millán Valero, designada de
oficio, y asistido por el Letrado don Baldomero Francisco Navarro Martín, contra la Sentencia de
22 de enero de 2004 dictada por el Juzgado de lo Penal núm. 4 de Huelva en el procedimiento
abreviado núm. 156-2003, que fue ratificada en apelación por la Sentencia de 12 de septiembre
de 2004, de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Huelva (rollo núm. 45-2004), que
condenó al recurrente como autor de un delito de robo con violencia e intimidación. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pascual Sala Sánchez, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el día 6 de abril de 2004 el demandante solicitó
la designación de Procurador del turno de oficio a fin de interponer demanda de amparo contra
las Sentencias que se mencionan en el encabezamiento, que le habían condenado, como autor
de un delito de robo con violencia e intimidación, a la pena de tres años y seis meses de prisión,
accesoria legal y costas.
2. La condena impugnada declaró probado que el pasado 28 de julio de 2001 el
demandante accedió al domicilio de doña Luna Espina Martínez, de 81 años de edad, y tras
darle varios puñetazos en la mano y advertirle de que se la partiría si no lo soltaba le arrebató un
bolso en el que guardaba 23.500 pesetas y las llaves de la vivienda. Los órganos judiciales
apreciaron en la conducta del demandante la agravante de reincidencia y la atenuante de
drogadicción.
La Sentencia de primera instancia consideró que la autoría del recurrente había quedado
acreditada a través de la declaración de la víctima, prestada sólo en fase sumarial, pues no
acudió al juicio oral dada su avanzada edad, en la cual reconoció al recurrente como autor de los
hechos y describió las circunstancias de la sustracción. En contraste con el contenido de dicha
declaración incriminatoria el juzgador puso de manifiesto las contradicciones en las que el
acusado había incurrido a lo largo del proceso, pues en fase de instrucción manifestó no
recordar lo ocurrido y en el acto del juicio oral negó toda participación en los hechos que se le
imputaron.
La Sentencia de apelación ratificó la condena del recurrente descartando la alegada
vulneración de su presunción de inocencia al entender que constituían prueba válida y de cargo
las manifestaciones incriminatorias de la víctima prestadas en fase sumarial sin la presencia del
Letrado del acusado, pues habían sido introducidas en el juicio oral a través de su lectura, dada
la incomparecencia de la testigo.
3. El recurrente aduce en su demanda de amparo la vulneración de sus derechos a
obtener tutela judicial efectiva sin indefensión, de defensa, a ser presumido inocente, a un
proceso con todas las garantías y al uso de los medios de prueba pertinentes (art. 24.1 y 2 CE),
con fundamento en que la única prueba de cargo que ha justificado su condena son las
manifestaciones de la víctima prestadas en fase sumarial, las cuales carecerían de validez
probatoria dados los déficits de contradicción que en ellas concurren, pues en fase sumarial se
prestaron sin la presencia de su Abogado defensor, y en la fase de plenario no pudo ser
interrogada la víctima dada su incomparecencia al acto del juicio oral. En su opinión dichos
defectos no pueden ser suplidos por la lectura de la declaración sumarial en el acto del juicio
oral, pues no se daban tampoco las circunstancias que, conforme a la ley, permiten darle validez
probatoria. En su opinión las circunstancias antes descritas suponen un vacío probatorio que
impide fundar justificadamente su condena. Con la perspectiva del derecho a obtener la tutela
judicial efectiva cuestiona también la calificación penal de su conducta, tanto por inaplicación del
tipo privilegiado de robo -que permite rebajar la pena si se aprecia que, en la conducta del autor,
concurre una violencia o intimidación de menor entidad (art. 242.3 Código penal)-, como por la
inapreciación de su drogadicción como eximente incompleta o atenuante muy cualificada (arts.
21.1 y 66.2 y 68 del Código penal).
4. El pasado 26 de mayo de 2005 la Sección Tercera de este Tribunal acordó, de
conformidad con lo previsto en el número 3 del art. 50 LOTC, conceder al demandante y al
Ministerio Fiscal un plazo común de diez días para formular las alegaciones que estimaran
pertinentes en relación con la posible carencia manifiesta de contenido constitucional de la
demanda, causa recogida en el artículo 50.1 c) LOTC.
En escrito registrado el 8 de junio de 2005, en defensa de su pretensión de amparo, el
recurrente reiteró los argumentos expresados en la demanda.
El Ministerio Fiscal, en escrito que tuvo entrada en este Tribunal el mismo día 8 de junio,
solicitó la suspensión de plazo conferido a fin de recabar las actuaciones del proceso judicial
previo. La petición fue aceptada y, una vez recibidas, mediante escrito de 22 de diciembre de
2005, solicitó la admisión a trámite de la demanda de amparo en relación con la queja referida a
la validez probatoria de las declaraciones sumariales de la víctima, por entender que pudieran no
concurrir en el presente caso las circunstancias excepcionales que permiten dar validez
probatoria a la declaración sumarial. Consideró también que el resto de quejas carecían
manifiestamente de contenido constitucional, pues expresaban, únicamente, la discrepancia del
demandante con la aplicación de la ley.
5. La Sala Segunda de este Tribunal, por providencia de 7 de febrero de 2006, acordó
admitir a trámite la demanda de amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
dirigir atentas comunicaciones a los órganos judiciales competentes para la remisión de
testimonio de las actuaciones y el emplazamiento a quienes hubieran sido parte en este
procedimiento para comparecer en el mismo. Igualmente se acordó formar la correspondiente
pieza separada de suspensión, en la que, tras los trámites oportunos, se dictó Auto de fecha 13
de marzo de 2006, por el que se acordó suspender de la ejecución de la pena privativa de
libertad impuesta y de su accesoria (inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo).
6. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala de 13 de junio de
2006 se acordó dar vista de las actuaciones al Ministerio Fiscal y a las partes personadas, por
plazo común de veinte días, para que pudieran presentar las alegaciones que estimasen
pertinentes, de conformidad con el art. 52.1 LOTC.
7. El recurrente no presentó alegaciones adicionales. En escrito registrado el 3 de julio
de 2006 las presentó el Ministerio Fiscal, que interesó la estimación del recurso de amparo,
argumentando, desde la perspectiva del derecho a ser presumido inocente, la falta de validez
probatoria de la lectura en el juicio oral, del contenido de las declaraciones sumariales de la
víctima. Considera que, siendo como era dicha declaración la única prueba de cargo, ante su
incomparecencia en el juicio oral justificada en razones de salud, el órgano judicial debió haber
utilizado alguno de los mecanismos procesales legalmente previstos (cita los arts. 718 y 719
LECrim), que hubieran permitido que la víctima prestara su testimonio en condiciones
respetuosas con el derecho de defensa del acusado. En definitiva, no se daban las
circunstancias objetivas que permiten dar valor probatorio a la lectura de las declaraciones
sumariales, por lo que, concluye, dicha forma de introducir la prueba testifical no es
constitucionalmente legítima. En cuanto a las quejas que aducen el derecho a la tutela judicial
efectiva, entiende que las mismas sólo expresan la disconformidad del demandante con la
interpretación de las leyes penales, por lo que carecen de contenido constitucional.
8. Por providencia de 7 de diciembre de 2006, se señaló para la deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 11 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 116/2006 .
Referencia número: 116/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 24/4/2006
Publicación BOE: 20060526 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Pablo Pérez Tremps
Número registro: 73-2002/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Cesáreo Gómez Vázquez frente al Auto de la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo que no declaró la nulidad de las Sentencias que le habían condenado por un delito de
asesinato frustrado. Supuesta vulneración de los derechos al juez legal e imparcial, a la tutela
judicial efectiva y a un proceso con garantías: recusación tardía y condición de ponente
irrelevante; suficiencia del recurso de casación español (STC 70/2002); recurso de revisión penal
denegado tras Dictamen del Comité de Derechos Humanos de la ONU.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don
Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE
DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 73-2002, promovido por don Cesáreo Gómez Vázquez,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Montserrat Sorribes Calle y bajo la
dirección del Letrado don José Luis Mazón Costa, contra el Auto de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo de 14 de diciembre de 2001, confirmado por el de 23 de abril de 2002, en el
que se declara no haber lugar a la nulidad de las Sentencias que le habían condenado como
autor de un delito de asesinato frustrado y que se pretendía sobre la base de un Dictamen del
Comité de Derechos Humanos de la ONU, en el que se declaraba la vulneración del art. 14.5 del
Pacto internacional de derechos civiles y políticos. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido
Ponente el Magistrado don Pablo Pérez Tremps, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 8 de enero
de 2002, la Procuradora de los Tribunales doña Montserrat Sorribes Calle, en nombre y
representación de don Cesáreo Gómez Vázquez, y bajo la dirección del Letrado don José Luis
Mazón Costa, interpuso recurso de amparo contra el Auto de la Sala Segunda del Tribunal
Supremo de 14 de diciembre de 2001. Tras ser requerido por este Tribunal, el recurrente aportó
el día 23 de mayo de 2002 copia del Auto de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 23 de
abril de 2002, por el que se desestimaba el recurso de súplica interpuesto contra el anterior,
ampliando el recurso de amparo contra esta resolución y dando por reproducidos los argumentos
esgrimidos en la demanda de amparo.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El recurrente fue condenado por Sentencia de la Audiencia Provincial de Toledo, de
22 de febrero de 1992, como autor de un asesinato frustrado a la pena de doce años y un día de
reclusión menor. Contra dicha Sentencia, se interpuso recurso de casación por infracción de ley,
alegando, por un lado, vulneración del derecho fundamental a la presunción de inocencia, al
considerar que el material probatorio de cargo en el que se basa el Tribunal a quo carece de
todo poder de convicción, lo que trata de justificarse con el análisis de las declaraciones de la
víctima y de los testigos. Por otro lado, al amparo del art. 849.2 LECrim, se alegó error en la
apreciación de la prueba derivado del examen del acta del juicio, que demostraría que las
pruebas practicadas debieron sembrar necesariamente las dudas en el juzgador sobre la
culpabilidad del acusado, lo que en aplicación del principio in dubio proreo debió conducir
necesariamente a la absolución.
b) Por Sentencia de 9 de noviembre de 1993, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
declaró no haber lugar al recurso de casación. En relación con el primer motivo de casación, la
Sala sostiene que para tener viabilidad «es imprescindible que de lo actuado en la instancia se
aprecie un verdadero vacío probatorio, debiendo decaer o quebrar cuando existen pruebas»,
cuya valoración corresponde «de modo exclusivo y excluyente» al Tribunal a quo. En el caso el
propio recurrente «reconoce la existencia de múltiples pruebas de cargo y sus razonamientos
únicamente se concretan en interpretarlas a su modo y manera, dialéctica impermisible cuando
se alega este principio de presunción de inocencia, pues si tal se aceptase sería tanto como
desnaturalizar el recurso de casación convirtiéndolo en una segunda instancia». Por lo que
respecta al invocado error en la valoración de la prueba, se señala que no se citan «ninguna
clase de documentos que pudieran servir de base a ese pretendido error, por lo que el motivo
debió ser inadmitido a limine en fase procesal de instrucción al carecer de verdadero contenido»,
añadiendo que, aunque lo verdaderamente pretendido sea la aplicación del principio in dubio pro
reo, «la solución desestimatoria es la misma, pues olvida la parte recurrente que este principio
no puede tener acceso a la casación por la razón obvia de que ello supondría valorar
nuevamente la prueba, valoración que, como hemos dicho y repetido, nos es impermisible».
c) El recurrente, de acuerdo con el protocolo facultativo del Pacto internacional de
derechos civiles y políticos, y sin haber acudido previamente al recurso de amparo, presentó al
Comité de Derechos Humanos la comunicación núm. 701-1996, en la que manifestaba haber
sido víctima por parte de España de una violación de los arts. 14.5 y 26 del Pacto, por cuanto no
se le concedió el derecho a recurrir de una manera efectiva el fallo condenatorio y la pena
impuesta por la Sentencia de instancia, dado que al recurso de casación sólo se puede acceder
por razones jurídicas muy limitadas y no hay posibilidad alguna de que el Tribunal de casación
vuelva a evaluar las pruebas, a diferencia de lo que ocurre en el enjuiciamiento de delitos menos
graves, en los que se articula un recurso de apelación, que garantiza la revisión no sólo de la
aplicación de la ley, sino también de los hechos.
d) El Comité aprobó el 20 de julio de 2000 su Dictamen, en el que se constata la
violación del párrafo 5 del art. 14 del Pacto, sobre la base de las siguientes consideraciones:
«11.1 En cuanto a si el autor ha sido objeto de una violación del párrafo 5 del artículo 14
del Pacto, porque su condena y sentencia solamente han sido revisadas en casación ante el
Tribunal Supremo, en lo que su abogado, siguiendo los parámetros establecidos en los artículos
876 y siguientes de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, denomina recurso incompleto de revisión,
el Comité toma nota de la alegación del Estado Parte de que el Pacto no exige que el recurso de
revisión se llame de apelación. No obstante, el Comité pone de manifiesto que al margen de la
nomenclatura dada al recurso en cuestión éste ha de cumplir con los elementos que exige el
Pacto. De la información y los documentos presentados por el Estado Parte no se refuta la
denuncia del autor de que el fallo condenatorio y la pena que le fue impuesta no fueran revisados
íntegramente. El Comité concluye que la inexistencia de la posibilidad de que el fallo
condenatorio y la pena del autor fueran revisadas íntegramente, como se desprende de la propia
sentencia de casación citada en el punto 3.2, limitándose dicha revisión a los aspectos formales
o legales de la sentencia, no cumple con las garantías que exige el párrafo 5, artículo 14, del
Pacto. Por consiguiente, el autor le fue denegado el derecho a la revisión del fallo condenatorio y
de la pena, en violación del párrafo 5 del artículo 14 del Pacto.
12. El Comité de Derechos Humanos, actuando con arreglo al párrafo 4 del artículo 5 del
Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, considera que los
hechos examinados revelan una violación del párrafo 5 del artículo 14 del Pacto, respecto del Sr.
Cesáreo Gómez Vázquez.
13. De conformidad con el apartado a) del párrafo 3 del artículo 2 del Pacto, el autor
tiene derecho a un recurso efectivo. La condena del autor debe ser desestimada salvo que sea
revisada de acuerdo con los requisitos exigidos por el párrafo 5 del artículo 14 del Pacto. El
Estado Parte tiene la obligación de tomar las disposiciones necesarias para que en lo sucesivo
no ocurran violaciones parecidas.
14. Teniendo en cuenta que, al constituirse en parte en el Protocolo Facultativo, el
Estado Parte ha reconocido la competencia del Comité para decidir si se ha violado el Pacto y
que, de conformidad con el artículo 2 del mismo, el Estado Parte se ha comprometido a
garantizar a todos los individuos que se encuentren en su territorio o estén sujetos a su
jurisdicción los derechos reconocidos en el Pacto, y a proporcionar un recurso efectivo y
ejecutable si se determina que se ha producido una violación, el Comité desea recibir del Estado
Parte en un plazo de 90 días información sobre las medidas adoptadas para aplicar el dictamen
del Comité».
e) Tras la notificación del anterior Dictamen, el recurrente dirigió un escrito a la Sala
Segunda del Tribunal Supremo, registrado el 22 de agosto de 2000, invocando el ejercicio del
recurso efectivo que, en cuanto víctima de una violación al derecho a la doble instancia penal
(art. 14.5 del Pacto), le reconoce tanto el trascrito epígrafe 13 del Dictamen como el artículo 2.3
a) del Pacto internacional de derechos civiles y políticos, que se integra también en el artículo 24
CE. Las pretensiones que se articulaban en el citado recurso eran, en primer lugar, «que se
declare la nulidad de la condena que, de acuerdo con el Dictamen del Comité (parágrafo 13), no
debe mantenerse, por no existir legislación que estructura el derecho de una revisión acorde con
el párrafo 5 del artículo 14.5 del Pacto, sin perjuicio de reservar al perjudicado la acción civil o
administrativa pertinente» y, subsidiariamente, la nulidad de condena impuesta y del juicio «para
que una vez aprobada una nueva legislación acorde con el artículo 14.5 del Pacto se celebre
éste de nuevo ante diferentes magistrados que garanticen el proceso imparcial».
f) La Sala de Vacaciones del Tribunal Supremo, mediante providencia de 25 de agosto
de 2000, acordó dar traslado del escrito del recurrente para informe al Ministerio Fiscal, quien
evacuó dicho trámite mediante escrito de 12 de septiembre de 2000, en el sentido de considerar
vinculante la decisión del Comité y procedente declarar la nulidad de la Sentencia de casación y
retrotraer las actuaciones al momento de la sustanciación de la casación interpuesta, para que la
condena fuera revisada de acuerdo con las exigencias del Pacto. Del escrito del Fiscal se dio
traslado a la parte recurrente, quien realizó alegaciones al respecto, registradas en el Tribunal
Supremo el día 18 de octubre de 2000. Por otra parte, la víctima, a quien se le dio traslado de la
solicitud del ahora demandante de amparo y del informe del Fiscal, también presentó
alegaciones, de las que se dio traslado a las partes, por providencia de 25 de octubre de 2000,
formulando alegaciones al respecto la representación procesal del recurrente el día 27 de
octubre de 2000.
g) Por providencia de 18 de septiembre de 2000, notificada a la representación procesal
del recurrente el día 26 de septiembre de 2000, se acuerda la composición de la Sala con, entre
otros Magistrados, el Excmo. Sr. Bacigalupo Zapater. Posteriormente, por diligencia de 15 de
diciembre de 2000 se hace constar que ante el cese por jubilación del Magistrado designado
como Ponente, por sustitución le corresponde la ponencia al Magistrado más antiguo de la Sala,
Sr. Bacigalupo Zapater. Mediante otra diligencia de 20 de diciembre de 2000 se hace constar
que ese mismo día el Magistrado jubilado ha sido nombrado Magistrado emérito, por lo que
puede seguir formando parte de la Sala. h) Mediante Auto de 14 de diciembre de 2001, la Sala
de lo Penal del Tribunal Supremo acordó no haber lugar a declarar la nulidad interesada por el
recurrente. En dicho Auto, y en relación con la cuestión de si el art. 2.3 a) del Pacto se refiere a
un recurso contra decisiones judiciales firmes, se sostiene que «resulta evidente que el art. 2.3 a)
del Pacto no da lugar a un recurso particular que pueda afectar a resoluciones firmes. El texto es
claro: los Estados parte del Pacto deben prever un recurso contra decisiones que puedan
vulnerar los derechos reconocidos por el mismo. Pero en modo alguno están obligados a
establecer un recurso basado en una decisión del Comité de Derechos Humanos. Si los Estados
partes hubieran querido reconocer al Dictamen del Comité un efecto como el que pretende el
recurrente, habrían reglamentado sus efectos y su vía de ejecución, es decir, algo diverso de un
recurso. En consecuencia, no cabe apoyar en el art. 2.3 a) del Pacto un derecho a que esta Sala
declare por la vía del art. 238 LOPJ la nulidad de la sentencia recurrida». También se señala que
no cabría la utilización del recurso de revisión, considerando el Dictamen de la Comisión como
un «hecho nuevo», en el sentido del art. 954.4 LECrim, «pues no se trata -como hemos visto- de
un hecho normativo obligante para el Gobierno o los Tribunales del Estado parte» y que «el
procedimiento del Pacto no es un sucedáneo para la omisión del interesado de recurrir en
amparo ante el Tribunal Constitucional» (FJ 4). Por otra parte, también se destaca que a la vista
de los arts. 41 y 42 del Pacto «el Comité no tiene facultades jurisdiccionales que le permitan
otorgar al dictamen el carácter de título ejecutivo que legitime al recurrente para solicitar la
revisión de la sentencia firme dictada por esta Sala» y que «el Comité sólo tiene facultades para
informar y para designar -con consentimiento de los Estados interesados- una comisión de
conciliación. Ninguna norma del Pacto ni del Protocolo Facultativo acuerda al Comité
un poder jurisdiccional en el caso de imposible conciliación. El art. 5.4 del Protocolo sólo
dice que el Comité "remitirá sus puntos de vista concernientes al individuo al Estado para
interesado"» (FJ 5).
Del mismo modo se señala que el recurrente en su comunicación al Comité sólo reclama
disponer de los recursos que hubiera tenido de haber sido juzgado de acuerdo con el
procedimiento abreviado, concluyendo que en las circunstancias del presente caso, aunque el
recurrente hubiera tenido a su disposición el recurso de apelación previsto en el art. 795 LECrim,
el mismo no hubiera tenido mayor alcance que el recurso de casación del que el recurrente gozó,
dado que ni se le denegó ni se dejó de practicar prueba alguna, ni ofreció pruebas que
desconociera en la primera instancia, por lo que el recurso de apelación que hubiera podido
entablar sólo hubiera tenido por objeto el definido por el núm. 2 del art. 795 LECrim, para los
recursos de apelación otorgados en casos en los que no se produce nueva prueba:
quebrantamiento de normas y garantías procesales, error en la apreciación de las pruebas o
infracción de precepto constitucional (FJ 6). Igualmente, se incide en que «[p]or otra parte, el
Tribunal Constitucional ha venido declarando desde la STC 60/85 que el recurso de casación
cumple con la exigencia del art. 14.5 del Pacto y desde la STC 42/82 ha establecido que esta
norma del Pacto no da derecho a recursos que no se encuentren reconocidos en nuestra
legislación (ver también STC 37/88). Esta jurisprudencia constitucional ha indicado, asimismo,
que, de todos modos, el derecho a un recurso de casación debe entenderse de la manera más
favorable al acusado. Consecuencia de esta exigencia de admitir la interpretación más favorable
al justiciable ha sido la transformación de nuestra jurisprudencia a partir de esas decisiones,
ampliando extraordinariamente, respecto de las limitaciones tradicionales de la casación que
reconocía el Tribunal Supremo antes de la entrada en vigor de la Constitución, el concepto de
cuestiones de derecho que pueden ser objeto del recurso de casación. Correlativamente, nuestra
jurisprudencia ha reducido las cuestiones de hecho, que quedan fuera del recurso de casación,
exclusivamente a aquellas que necesitarían de una repetición de la prueba para permitir
una nueva ponderación de la misma. De esta manera, el juicio sobre la prueba puede ser
corregido en casación cuando el tribunal de los hechos se ha apartado de las reglas de la lógica,
de las máximas de la experiencia o de los conocimientos científicos. Todo ello sin perjuicio de
que la aparición de nuevas pruebas, que el acusado no pudo ofrecer en el proceso, pueden, en
su caso, dar lugar a un recurso de revisión (art. 954 LECr), que indudablemente completa el
conjunto de garantías del debido proceso» (FJ 7).
A lo anteriormente expuesto se añade, a mayor abundamiento, que si la Sala se
planteara dar al recurso de casación el alcance del recurso de apelación, tal como viene a
solicitar el recurrente, el recurso debería ser inadmitido a trámite por carecer manifiestamente de
fundamento en cuanto a la discusión de un posible error en la valoración de las pruebas sobre la
base de la prueba producida. A esos efectos se argumenta que «[e]n la sentencia de la
Audiencia de Toledo se rechazó la versión de los hechos que la Defensa apoyó en testigos que
declararon haber estado con el acusado en otro lugar a la misma hora en la que tuvo lugar el
apuñalamiento de la víctima. Para ello el tribunal se basó en lo declarado por otros testigos que
dijeron lo contrario y que no estaban vinculados por lazos de amistad con el acusado y que
tenían mejores razones para justificar su propia presencia en el lugar del hecho, donde pudieron
comprobar que se encontraba el acusado al tiempo en el que ocurrió el suceso que motivó la
condena. De la lectura de la causa, además, se desprende que el acusado había sido
identificado desde el primer momento por el pendiente que llevaba en la oreja izquierda, por su
vestimenta y por su empleo como guardia en una discoteca. En el juicio oral, por otra parte, se
pudo establecer cuál era el significado probatorio de las dudas del perjudicado en una primera
diligencia de reconocimiento, que fue seguida de otra que arrojó resultado positivo. En la
valoración de las pruebas la Audiencia de Toledo no incurrió en ninguna de las razones que
permitirían afirmar un error en la valoración. La Audiencia concedió menos crédito a testigos
personalmente vinculados por amistad con el acusado que a los que no tenían tales relaciones.
El criterio de la Audiencia se basa por un lado en máximas de experiencias que no resultan
jurídicamente impugnables y por otro en su propia percepción de las declaraciones, que -como
es sabido- no puede ser objeto de revisión por un Tribunal que no vio con sus ojos ni oyó
con sus oídos las declaraciones de los testigos y del acusado. No existe pues error en la
valoración de prueba, dado que las razones de la convicción del Tribunal de Toledo no aparecen
en modo alguno como arbitrarias. Analizadas a partir del criterio rector que la jurisprudencia ha
establecido para verificar la ausencia de arbitrariedad en la ponderación de la prueba se
comprueba que dichas razones no contradicen reglas del pensamiento lógico, no se apartan de
máximas de la experiencia, ni desconocen conocimientos científicos. Por lo tanto, sea a través
del recurso de apelación del art. 795.2 LECr, sea aplicando las reglas del recurso de casación
del art. 849 de la misma ley, el resultado de la causa hubiera sido exactamente el mismo» (FJ 8).
Igualmente, en cuanto al rechazo en la Sentencia de casación de 9 de noviembre de
1993 del motivo referido a la infracción del principio in dubio pro reo, se incide en que «ello no
significa que nuestra jurisprudencia haya excluido la posibilidad de revisión de la sentencia de
instancia respecto de si el acusado fue condenado a pesar de las dudas que el Tribunal de la
causa hubiera podido tener. Al menos desde la STS de 2 de octubre de 1993 nuestra
jurisprudencia admite, en su mencionada tendencia ampliadora del objeto de la casación, que la
infracción del principio in dubio pro reo es invocable como fundamento de este recurso,
aclarando que, como norma, el principio in dubio pro reo resulta vulnerado cuando se condena al
procesado no obstante las dudas, expresas o implícitas, de los jueces respecto de la autoría o la
culpabilidad del acusado (ver FJ cuarto; ver en el mismo sentido SSTS de 27 de abril de 1993; 5
de mayo de 1993, 20 de diciembre de 1994; 12 de julio de 1997; 24 de enero de 1998, entre
otras). Por lo tanto, inclusive desde esta perspectiva, la pretensión del recurrente hubiera
carecido de toda posibilidad de éxito, dado que el Tribunal que lo juzgó no expresó haber tenido
alguna duda y tampoco surge de la sentencia que implícitamente haya decidido a pesar de sus
dudas o habiendo comprobado sólo una mera posibilidad del hecho. La Audiencia Provincial de
Toledo, por el contrario, dejó clara su convicción sobre la autoría y la culpabilidad del acusado
respecto de los hechos por los que se le acusaba. En estas condiciones no cabe, por lo tanto,
apreciar una vulneración del principio in dubio pro reo, pues de éste no se deriva un derecho del
acusado a que el Tribunal dude, como se viene reconociendo en la doctrina europea actual. En
suma: una revisión de este aspecto de la cuestión tampoco hubiera podido ser mejor para el
recurrente si se hubiera juzgado en el marco del art. 795.3 LECr y se hubieran querido admitir
como medios de prueba las declaraciones que constan escritas en el
acta del juicio y en las actas del sumario. De ellas no surge, como se ha visto, ningún
error del Tribunal de instancia en la valoración de la prueba» (FJ 8).
i) El recurrente interpuso recurso de súplica contra la anterior resolución denunciando,
en primer lugar, la vulneración del derecho a un juez legal e imparcial, derivado del cambio de
Ponente de la causa, ya que quien finalmente actuó como Ponente se había pronunciado contra
el Dictamen del Comité en declaraciones a un medio de comunicación y a él se atribuye también
ser el autor además, que la propia redacción del Auto deja al descubierto la infracción del deber
de imparcialidad. En segundo lugar, aduce una nueva vulneración del derecho a un examen
imparcial y con garantías, por cuanto el Tribunal Supremo decide sobre un tema que no es
objeto de debate, ya que la revisión de la Sentencia de segundo grado competía a otra formación
y en virtud de un procedimiento específico revisorio con observancia del principio de publicidad y
contradicción que no ha sido abierto. En tercer lugar, se argumenta una violación del derecho de
apelación del art. 14.5 del Pacto y del derecho a un recurso efectivo, afirmando que se ha
ignorado el contenido del Pacto y la autoridad del Comité. Finalmente, se aduce un trato
deshumanizado hacia el recurrente, contrario al art. 7 del Pacto. De ese modo, en el suplico se
solicita la revocación del Auto recurrido y el apartamiento de la causa del Magistrado Sr.
Bacigalupo Zapater, a quien expresamente se recusa.
j) Por providencia de 16 de enero de 2002, la Sala Segunda del Tribunal Supremo
informa al recurrente de que contra dicha resolución no procede recurso alguno conforme al art.
240.4 LOPJ, no obstante lo cual «y por tratarse de un excepcional incidente», se acuerda dar
traslado al Ministerio Fiscal y a la parte personada para que aleguen lo que a su derecho
convenga.
Por Auto de 5 de abril de 2002, la Sala Segunda acordó no admitir a trámite el incidente
de recusación formulado contra el Magistrado Sr. Bacigalupo Zapater. En el razonamiento
jurídico único de dicho Auto se recuerda que, conforme al art. 223.1 LOPJ, la recusación ha de
proponerse tan pronto como se tenga conocimiento de la causa en que se funde, y que si dicho
conocimiento fuera anterior al pleito, ha de proponerse al inicio del mismo, pues en otro caso no
se admitirá a trámite. Y se razona que si el recurrente entendía que concurría en un miembro de
la Sala una causa de recusación señalada en el art. 219 LOPJ «debió alegarla tan pronto como
le fue notificada la providencia de 18/9/00 en la que se anuncia la composición de la Sala y
designación de Ponente y a mayor abundamiento cuando en este caso el Excmo. Sr. Magistrado
recusado formaba parte de la Sala de Vacaciones que dictó la providencia de 25/8/00 de traslado
al Ministerio Fiscal, providencia que le fue notificada el 25/8/00 y la siguiente el 26/9/00. Pero si
aceptó, como hizo, la composición de la referida Sala, resulta legalmente inviable conforme a lo
establecido en el precepto antes citado, intentar la recusación de uno de sus miembros después
de que dicha Sala haya resuelto ya, en el auto de fecha 14/12/2001, lo que era objeto de su
pretensión, resolución contra la que como se le dijo por providencia de 17/1/2002 no cabía
recurso alguno. Amén de que la recusación se propone por escrito firmado por el recusante,
quien deberá ratificarse a presencia judicial (art. 223.2 LOPJ), de lo que también adolece el
mencionado escrito».
Mediante Auto de 23 de abril de 2002, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
desestima el recurso de súplica con la siguiente argumentación: «El recurrente no ha expuesto
razones jurídicas en la fundamentación de su recurso que puedan ser consideradas por esta
Sala. Mientras tanto, la tesis del Auto recurrido ha sido confirmada por la doctrina de la reciente
Sentencia del Tribunal Constitucional de 3 de abril de 2002 (R.A. N.º 3787/2001), fundamento
jurídico séptimo y por la decisión de inadmisión del TEDH de 19 de febrero de 2002 (Requête N.º
65892/01)».
3. El recurrente aduce en su demanda de amparo, en primer lugar, la vulneración del
derecho al doble grado de jurisdicción (artículo 14.5 del Pacto), aisladamente y en conjunción
con el derecho al recurso efectivo del artículo 2.3 a) del Pacto, derechos que se integran en los
contenidos de los artículos 24.1 y 24.2 CE. Señala el recurrente que el Tribunal Supremo ha
hecho caso omiso del recurso efectivo y ejecutable que abre el contenido del Dictamen del
Comité al constatar una violación del artículo 14.5 del Pacto, garante del derecho a la segunda
instancia penal y, al actuar de ese modo, ha violado el propio artículo 14.5 y también ha
vulnerado el derecho de la víctima a una reparación o recurso eficaz ex art. 2.3 a) del Pacto
cuando se ha constatado la violación de un derecho protegido por el Pacto. La revisión que dice
efectuar el Auto impugnado sin dar al recurrente condenado oportunidad de plasmar sus
argumentos de apelación es simulacro de justicia y no puede pasar por una revisión auténtica de
la Sentencia condenatoria, pues se ha adoptado por completo al margen del procedimiento de
recurso de apelación o casación, no se ha permitido al afectado siquiera exponer su punto de
vista sobre los déficits imputables a la condena emitida por la Audiencia de Toledo en 1992, por
el mismo Tribunal que confirmó la condena, que se ha entrometido en el papel propio del
defensor recurrente sin su permiso para finalmente actuar en su contra.
En segundo lugar, se aduce la vulneración de los arts. 24.1 y 24.2 CE, en relación con el
art. 14.1 del Pacto, pues el Auto impugnado viola el derecho a un debate contradictorio e incurre
en incongruencia extra petita, ya que el objeto del recurso efectivo ante la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo no era decidir sobre el fondo de la revisión de la Sentencia de la Audiencia de
Toledo, asunto que exigía lógicamente la habilitación de un trámite específico, como pedía el
Fiscal ante el Supremo.
En tercer lugar, se denuncia que la resolución impugnada se opone a los arts. 15 CE y 7
del Pacto, pues lejos de reparar la vulneración denunciada, refleja una actitud deshumanizada
del Tribunal y hace un daño innecesario a la víctima al efectuar una revisión de fondo contra reo
que nadie le había pedido y para la que no tiene facultades procesales, ni legales. Todo ello,
quince meses después del Dictamen del Comité, excediendo con creces el plazo de noventa
días dado por el Comité y sin resolver sobre la suspensión cautelar instada en el escrito en el
que se solicitaba la nulidad. Lo cual refleja un estado de indiferencia y hasta hostilidad hacia el
recurrente causándole «un dolor extremo e innecesario que degrada su condición humana».
Por último, se denuncia la violación del derecho al ponente legal predeterminado por la
ley y al juez imparcial (arts. 24.2 CE y 14.1 Pacto), por cuanto el Magistrado Sr. Bacigalupo
Zapater aparece por vez primera como Ponente en el Auto, cuando estaba designado otro
Magistrado y no se notificó este cambio, que sin duda era relevante desde la perspectiva del
derecho a un juez imparcial, pues quien finalmente actuó como Ponente, ajeno al deber de
discreción y recato inherente a su función, realizó unas declaraciones hostiles hacia el Dictamen
del Comité en un medio periodístico que lo desautorizaban y deslegitimaban para actuar
ulteriormente como juez imparcial. Y, además, existe la sospecha legítima y fundada -dado el
lenguaje y la similitud de argumentos-, de que bajo el nombre de otra persona, estrecho amigo y
colaborador suyo, dicho Magistrado redactó dos artículos que se publicaron en una revista
jurídica en los que con argumentos sustancialmente idénticos a los utilizados por el Auto se
atacaba el Dictamen del Comité.
Bajo la rúbrica «peticiones concretas» se solicita que se otorgue el amparo, acordando la
nulidad del Auto, de la Sentencia de casación y, en su caso, del Auto resolutorio del recurso de
súplica, declarando la vulneración del derecho a la doble instancia penal y al recurso efectivo
contra violaciones del Pacto, declarando en consecuencia que la condena impuesta en su día
por la Audiencia Provincial de Toledo no puede ser ejecutada y, por tanto, es nula, conforme al
epígrafe 13 del Dictamen del Comité. Subsidiariamente, se solicita que se declare la nulidad de
la Sentencia de casación y se disponga la repetición del juicio ante un Tribunal de apelación,
diferente del que condenó al recurrente y antes inexistente, a la vista del cambio de la legislación
penal. En todo caso, se solicita que se declare la nulidad del Auto impugnado por incurrir en
incongruencia extra petitum y que se declare la vulneración de los derechos al juez legal e
imparcial (arts. 24.2 CE y 14.1 del Pacto)
4. La Sección Segunda de este Tribunal acordó, por providencia de 26 de mayo de 2003,
a tenor de lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, conceder un plazo común de diez días al Ministerio
Fiscal y al recurrente para que alegaran lo que estimasen pertinente sobre la carencia manifiesta
de contenido de la demanda [art. 50.1 c) LOTC]. El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 13
de julio de 2003, interesó la inadmisión del recurso y el recurrente, por escrito registrado el 11 de
junio de 2003, se ratificó en las quejas expuestas en su demanda y expresamente retiró la
referida al derecho a no sufrir tratos inhumanos o degradantes (art. 15 CE). Por providencia de
16 de julio de 2003 se acordó admitir a trámite de la demanda de amparo y dirigir atenta
comunicación a los órganos judiciales competentes para la remisión de copia testimoniada de las
actuaciones y el emplazamiento a quienes hubieran sido parte en aquéllos para comparecer ante
este Tribunal.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 16 de octubre de 2003 se tuvieron por recibidos los testimonios de las actuaciones y
emplazamientos remitidos y se acordó dar vista de las actuaciones al Ministerio Fiscal y a las
partes personadas por plazo común de veinte días para presentar las alegaciones que estimasen
pertinentes, de conformidad con el art. 52 LOTC.
6. El recurrente, por escrito registrado el 12 de noviembre de 2003, presentó alegaciones
reiterando sustancialmente, en relación a las invocaciones no renunciadas, lo ya expuesto en la
demanda de amparo.
7. El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 14 de noviembre de 2003, presentó
alegaciones interesando la desestimación de la demanda de amparo. El Fiscal comienza
rechazando la denunciada vulneración del art. 15 CE como meramente retórica. No pueden ser
objeto de consideración del presente recurso ni la Sentencia de casación dictada por el Tribunal
Supremo el 9 de noviembre de 1993, no recurrida en su momento en amparo, siendo ahora la
queja extemporánea, ni las resoluciones posteriores a la interposición del recurso de amparo, el
Auto de 23 de abril de 2002, que desestima el recurso de súplica, y el Auto de 4 de abril de 2002,
desestimatorio de la recusación de un Magistrado.
Centrándose en el núcleo de la demanda de amparo, sostiene el Fiscal que la alegada
vulneración del derecho a la doble instancia choca tanto con los términos en que se produce la
resolución del Comité, que no implican necesariamente las exigencias del recurrente, sino tan
sólo la necesidad de que exista un recurso y sea tramitado por un Tribunal superior, como con la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, citando las SSTC 70/2002 y 105/2003, conforme a la
cual se satisfacen las exigencias del art. 14.5 del Pacto en la medida en que «un Tribunal
superior controle la corrección del juicio realizado en primera instancia, revisando la correcta
aplicación de las reglas que han permitido la declaración de culpabilidad y la imposición de la
pena en el caso concreto, función que, en nuestro ordenamiento jurídico, cumple la casación
penal siempre que se realice una interpretación amplia de las posibilidades de revisión en sede
casacional». Destaca que, en el presente caso, se han respetado las garantías del proceso y que
la revisión llevada a cabo por el Tribunal Supremo implica el cumplimiento del derecho a un
recurso efectivo.
Igualmente, el Ministerio Fiscal añade las siguientes consideraciones: «[l]a novedad de
la situación creada por la resolución del Comité de Derechos Humanos obligaba a una
tramitación específica y también novedosa para dar satisfacción al recurrente que respetara el
derecho fundamental a la contradicción y concluyera con una resolución no arbitraria, ni
irrazonable, lo que serviría de límite, no sólo al derecho a un recurso efectivo sino a la propia
tutela judicial constitucionalizada en el art. 24.1 CE.
Pues bien, analizando el decurso procedimental y la resolución final, entendemos que
tales derechos fundamentales no han sido vulnerados. Partiendo de la base del recurso de
casación como instrumento adecuado para la revisión, es cierto que, en su proyección a este
particular caso, se ha hecho una interpretación amplia de las facultades revisorias.
Así, de la lectura del rollo de casación recibido, se observa que la parte allí y aquí
recurrente ha gozado de las más amplias facultades de alegación ya que, al margen de su
recurso, ha podido contradecir las alegaciones del Fiscal y de la parte perjudicada en sendos
escritos obrantes en el rollo, ha sido notificado de las resoluciones del Tribunal, siendo
particularmente relevante la providencia en que se aludía a la composición de la Sala sin que, en
ese momento, hiciera uso de su facultad de recusar, como luego diremos.
En relación con el Auto de 14 de diciembre de 2001, que declara no haber lugar a la
nulidad interesada, explica de modo exhaustivo las razones por las que no se accede a las
pretensiones del recurrente. En primer lugar se declara que el art. 2.3 a) PIDCP no concede el
derecho a atacar resoluciones judiciales firmes con lo que los Estados miembros no vienen
obligados a establecer un recurso basado en una decisión del Comité de Derechos Humanos. Si
se pretendiera anudar un efecto como el solicitado por el recurrente habrían regulado el mismo y
su forma de ejecución.
De otro lado, la decisión que envuelve el parágrafo 13 de la resolución en que el
recurrente apoya sus pretensiones supone una obligación de futuro para el Estado y abre un
abanico de posibilidades para el Estado que debe decidir. Acto seguido y, después de explicar
las razones para descartar una nulidad de actuaciones o un juicio de revisión, aborda en los
FF.JJ. 7 y 8 un nuevo juicio sobre las pruebas del proceso para llegar a la conclusión que no se
vulneró entonces el derecho a la presunción de inocencia o el principio in dubio pro reo.
Particular importancia tiene el discurso sobre este último ya que fue desestimado a limine como
invocable en la primitiva sentencia, mientras que, en este caso, se tiene en cuenta como
alegado, que no como estimado, ya que, como se dice en la página 16 del auto in fine "el
Tribunal que lo juzgó no expresó haber tenido alguna duda"».
Por lo que respecta al derecho al juez imparcial, señala el Ministerio Fiscal -en primer
lugar- la existencia de un óbice procesal: la falta de invocación en tiempo hábil ante la
jurisdicción ordinaria [art. 44.1 c) LOTC], lo que determina la falta de agotamiento de la vía
judicial del art. 44.1 a) LOTC (AATC 162/2000 y 94/2003). Entiende el Fiscal que la invocación
se hizo de modo extemporáneo, cuando el Auto del Tribunal Supremo había sido dictado, entre
otros jueces, por aquél cuyo apartamiento del proceso se pretendía y a quien debió recusar
cuando se conoció que el citado Magistrado -que había realizado las declaraciones que según el
recurrente le inhabilitaban el día 23 de agosto de 2000- iba a formar parte de la Sala
sentenciadora, lo que se le notificó el día 26 de septiembre de 2000. El momento determinante
de la recusación sería el de notificación de la composición de la Sala y no necesariamente el del
Ponente, puesto que a este último no se le otorga ningún voto cualificado que pueda decantar la
solución del pleito. Por otra parte, se destaca que desde la designación del nuevo Ponente hasta
que se dictara el Auto transcurrió un año, tiempo en el que el recurrente intervino activamente en
la causa pidiendo la agilización del proceso, por lo que hay que presumir que conocía el cambio
de Ponente.
En cuanto al fondo de la vulneración denunciada, el Ministerio Fiscal precisa que el
examen de la imparcialidad debe quedar contraído a las expresiones vertidas en el medio
periodístico por el Magistrado, dado que respecto de los artículos firmados por otra persona no
puede tomarse en consideración una mera presunción del recurrente. Y respecto de esas
declaraciones, con cita de los AATC 224/2002 y 61/2003, se señala que se trata tan sólo de la
opinión doctrinal del Magistrado, sobre un tema polémico y de actualidad, que obedecía a una
impresión inicial sobre compatibilidad entre recurso de casación y doble instancia, y se expresa
en términos abiertos y genéricos, sin referencias explícitas ni implícitas a la forma en que el
proceso se podía resolver, y sin que exista coincidencia entre el objeto genérico de la opinión y
el del proceso. Por ello, se concluye que «los términos abiertos, genéricos y con marcado
carácter técnico y didáctico con que se expresa el Magistrado no pueden dar lugar ni desde el
área de las apariencias, a la parcialidad en el enjuiciamiento de un asunto y derivadamente a la
infracción del derecho fundamental alegado».
8. Mediante escrito de 28 de febrero de 2005, el Magistrado de esta Sala don Roberto
García-Calvo y Montiel manifestó su voluntad de abstenerse en el conocimiento del presente
recurso de amparo por entender que concurría en su persona la causa 9 del art. 219 LOPJ. Por
ATC 178/2005, de 9 de mayo, se acordó estimar justificada la abstención formulada y apartar al
citado Magistrado definitivamente del conocimiento del referido recurso y de todas sus
incidencias.
9. Por providencia de 20 de abril de 2006, se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 24 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 1/2006
Referencia número: 1/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 16/1/2006
Publicación BOE: 20060215 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Roberto García-Calvo y Montiel
Número registro: 1888-2000/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José Manuel Padín Bugallo frente a las Sentencias de las Salas de lo Penal
del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional que le condenaron por un delito contra la salud
pública. Vulneración de los derechos a la defensa y a la presunción de inocencia: condena penal
fundada en declaraciones sumariales de coimputado fallecido, aportadas al juicio sin
contradicción y no corroboradas. Voto particular
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1888-2000, promovido por don José Manuel Padín
Bugallo, representado por el Procurador de los Tribunales don Santiago Tesorero Díaz y asistido
por la Abogada doña Victoria Guerra Gaspar, contra la Sentencia núm. 53/1998, de 29 de julio
de 1998, dictada por la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional en el
rollo núm. 13/94, sumario núm. 13/94 del Juzgado Central de Instrucción número 1, y contra la
Sentencia núm. 279/2000, de 3 de marzo de 2000, dictada por la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo, en el recurso de casación núm. 258/99. Ha intervenido el Ministerio Fiscal y han sido
partes don Jesús Miguel Carro Otero, representado por el Procurador de los Tribunales don
Carlos Ibáñez de la Cadiniere con la asistencia del Abogado don Manuel María Salgado Cobo;
don Manuel Santorum Paz, representado por la Procuradora de los Tribunales doña Esther
Rodríguez Pérez y asistido jurídicamente por el Abogado don Jaime Sanz de Bremond y
Mayans; y don José Luis Charlín Gama, representado por el Procurador de los Tribunales don
Argimiro Vázquez Guillén y dirigido por el Abogado don Fernando Muñoz Pérez. Ha sido
Ponente el Magistrado don Roberto García-Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 31 de
marzo de 2000, don Santiago Tesorero Díaz, Procurador de los Tribunales, en nombre y
representación de don José Manuel Padín Bugallo, interpuso recurso de amparo contra las
resoluciones judiciales a las que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) El Juzgado Central de Instrucción núm. 1 incoó sumario núm. 13/94, por delito contra
la salud pública contra, entre otros, el demandante de amparo. Concluida la instrucción sumarial
y celebrado el juicio oral, se dictó Sentencia por la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional, de fecha 29 de julio de 1998, en el rollo 13/94, por la que se condenó al
solicitante de amparo (entre otras personas), como autor responsable de un delito contra la salud
pública (sustancias que causan grave daño a la salud), agravado por cantidad de notoria
importancia, a las penas de ocho años y un día de prisión y multa de ciento diez millones de
pesetas, con suspensión de todo cargo público, profesión, oficio y derecho de sufragio durante el
tiempo de la condena.
b) En lo que ahora interesa, la Sentencia declara probado que uno de los condenados
entró en contacto con un tercero (don Manuel Baulo Trigo) con el propósito de llevar a cabo una
operación de introducción de cocaína en España traída de Colombia, por medio de una nave. En
las diversas reuniones preparatorias estuvo presente otro procesado, don Daniel Baulo Carballo.
Esta embarcación fue desviada por razones técnicas hacia Cabo Verde, saliendo a su encuentro
una embarcación a la que transbordó la sustancia, que a su vez la transbordó a una tercera
nave, ya en aguas portuguesas. Entre los tripulantes de esta última nave estaba el demandante
de amparo, quien entregó aquella mercancía a otra persona encargada de supervisar el
desembarco y traslado por carretera a España.
La Sentencia sustentó la condena del demandante de amparo en la circunstancia de que
formó parte de la tripulación de la tercera nave que recibió y cargó la cocaína procedente de la
otra embarcación, ocupándose de su desembarco e introducción en Portugal. Para ello, la
Audiencia Nacional se basó en las declaraciones sumariales de un procesado "arrepentido" (don
Daniel Baulo Carballo, hijo de don Manuel Baulo Trigo), conocido también de los otros
coprocesados, que relató durante el plenario la presencia en la embarcación del solicitante de
amparo y reconociéndole en la misma Sala. Asimismo, se reproducen en la Sentencia las
declaraciones sumariales de don Manuel Baulo Trigo (que había fallecido asesinado al tiempo
del plenario) en las que señala al recurrente como aquél a quien hizo entrega de la cocaína en la
tercera embarcación. Añadió la Audiencia que consideró directo el testimonio del Sr. Baulo Trigo,
ya que él iba a bordo de la nave que transbordó la droga a aquélla en la que estaba el
demandante de amparo, y vio a este último.
La Audiencia recuerda en el fundamento de derecho noveno de su Sentencia que ese
testimonio del fallecido, que tuvo por directo y principal, se trae a colación como prueba de cargo
y así se valora, en tanto se ha sometido a los principios y garantías del art. 730 LECrim, tal y
como desarrolló con mayor precisión en los fundamentos tercero (en el que se examinan las
declaraciones autoinculpatorias e inculpatorias de otros coprocesados del arrepentido, y la
propia figura del arrepentido en el proceso penal), cuarto (entrando a valorar la prueba
consistente en esas declaraciones del procesado arrepentido, trayendo a colación la aplicación a
estos casos de la doctrina del Tribunal Supremo sobre el valor de las declaraciones de
coimputados y aplicación del art. 714 LECrim), y quinto (donde se examinaron las declaraciones
sumariales del fallecido Sr. Baulo Trigo, señalando que su declaración se prestó con todas las
garantías, y se dieron lectura de las mismas en el plenario). Por su parte, en el fundamento de
derecho decimoprimero se hacía referencia al arrepentido, haciendo constar, de un lado, que
reconoció los hechos que se le imputaban y confesó su participación en los mismos "y la de
otros"; y, por otro lado, su negativa a contestar a las preguntas de la defensa, sostuvo la
Audiencia Nacional, está amparada por su derecho constitucional a no declarar (art. 24.2 CE en
relación con el art. 520.2.a LECrim).
c) El demandante de amparo interpuso recurso de casación contra dicha Sentencia,
como también hicieron otros condenados por la misma. Los recursos fueron resueltos por la Sala
de lo Penal del Tribunal Supremo mediante Sentencia de fecha 3 de marzo de 2000,
desestimando dicho recurso en lo que al solicitante de amparo se refiere.
En lo que ahora interesa, en la Sentencia de casación se afirma con toda claridad que
las declaraciones del arrepentido se prestaron sin haberse respetado el derecho de los
procesados a interrogar a los testigos, celebrándose la prueba de este testigo de cargo
desconociendo el derecho de los recurrentes a que tuviere lugar "de acuerdo con el principio de
contradicción". Sin embargo, el Tribunal Supremo considera que, "con absoluta abstracción de lo
que se hubiese podido deducir de la declaración del procesado arrepentido, el Tribunal de
instancia tuvo a su alcance una actividad probatoria lícitamente realizada de la que pudo fundar
de modo no arbitrario ni irrazonable, mediante un proceso lógico que esta Sala no está en
condiciones de censurar, el convencimiento de que este recurrente [el demandante de amparo]
participó en la operación de tráfico enjuiciada". Tales pruebas son, en primer lugar, la
declaración del fallecido Manuel Baulo Trigo que, a juicio de la Sala, reúne todos los requisitos
necesarios para que pudiese ser valorada por el Tribunal de instancia y, en segundo lugar, otros
hechos, "plenamente acreditados o fácilmente presumibles", que igualmente pudo tener en
cuenta para contrastar su veracidad: "la realidad del viaje de la motonave Del Sur desde
Colombia, con un importante cargamento de cocaína, la avería en las máquinas que obligó a
dejar la motonave en Cabo Verde y a transbordar la droga a otro barco, la evidente necesidad en
que se encontraban los tripulantes de este segundo buque de llevar a tierra la mercancía en uno
más pequeño y menos expuesto a levantar sospechas en las autoridades o funcionarios
portugueses, etc.".
3. La demanda de amparo alega la vulneración del derecho a un proceso judicial con
todas las garantías (art. 24.2 CE), y del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE).
Ambas invocaciones se refieren, de una parte, a la irregular prueba anticipada consistente en la
lectura de las declaraciones del fallecido Sr. Baulo Trigo, y, de otra, a la imposibilidad de tener
por prueba de cargo las vertidas en el juicio oral por su hijo, Sr. Baulo Carballo. Respecto de las
primeras, sostiene el recurrente que dichas declaraciones se prestaron dos años antes del juicio
oral donde se les dio lectura, y en un sumario distinto (el sumario núm. 15/92, instruido por el
Juzgado Central de Instrucción núm. 5), sin que, ni en aquella ocasión ni cuando se aportaron al
sumario núm. 13/94, del que trajeron causa las Sentencias que se recurren en amparo, se diera
a la defensa oportunidad de someterlas a contradicción. En lo que hace a la segunda, el propio
Tribunal Supremo ha reconocido su invalidez como prueba al no haberse practicado con respeto
al principio de contradicción, ya que el Sr. Baulo Carballo se negó a contestar a las preguntas de
la defensa del recurrente.
4. La Sección Segunda de este Tribunal acordó, por providencia de 29 de enero de
2001, la admisión a trámite de la demanda de amparo y, al tenor de lo previsto en el art. 51
LOTC, dirigir atenta comunicación a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y a la Sala de lo
Penal de la Audiencia Nacional para la remisión de actuaciones y emplazamiento a quienes
hubieran sido parte en este procedimiento para comparecer en el mismo.
Mediante escrito que tuvo su entrada en este Tribunal el 16 de febrero de 2001, el
Procurador de los Tribunales don Carlos Ibáñez de la Cadiniere, en nombre y representación de
don Jesús Miguel Carro Otero, con la asistencia del Abogado don Manuel María Salgado Cobo,
se personó en el proceso de amparo. También lo hizo, mediante escrito registrado el 23 de
febrero de 2001, don Manuel Santorum Paz, representado por la Procuradora de los Tribunales
doña Esther Rodríguez Pérez y asistido por el Abogado don Jaime Sanz de Bremond y Mayans.
En fecha 28 de febrero de 2001, quedó registrado en este Tribunal el escrito de personación de
don José Luis Charlín Gama, representado por el Procurador de los Tribunales don Argimiro
Vázquez Guillén y dirigido por el Abogado don Fernando Muñoz Pérez.
5. Seguidamente, por diligencia de ordenación de 21 de marzo de 2001, la Sección
Segunda acordó tener por personado a los indicados Procuradores en la representación
invocada y, por su parte, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, acordó dar vista de las
actuaciones y un plazo común de veinte días para alegaciones al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas.
6. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 20 de abril de 2001, presenta también
alegaciones en las que solicita la desestimación de la demanda de amparo.
Aduce el Fiscal que la cuestión planteada en la demanda de amparo se centra en la
validez, como prueba de cargo, de la declaración sumarial del fallecido Manuel Baulo Trigo,
traída al juicio mediante su lectura en el momento de la prueba documental. Tales declaraciones,
afirma el Fiscal, fueron propuestas en el escrito de acusación del Ministerio Fiscal en la prueba
documental, y fueron leídas en el acto del juicio oral a instancia del propio Ministerio público, sin
que ninguna de las defensas pusiera óbice ni manifestara su protesta. En sus respectivos
informes las defensas pudieron exponer los argumentos que estimasen convenientes para
menoscabar la credibilidad de Manuel Baulo Trigo (por las relaciones con los coimputados o las
razones que pudiera tener para declarar falsamente contra ellos), o acreditar lo erróneo de los
hechos que narra con contrapruebas o contradicciones con otros hechos acreditados.
Ciertamente, en las declaraciones no intervinieron los abogados de los coimputados,
concretamente del demandante de amparo, lo que no puede atribuirse a negligencia o falta de
celo del Juez instructor, ya que lo previsible era que acudiese al acto del juicio oral como
imputado, por lo que no era planteable la aplicación de lo establecido en los arts. 448 y 449
LECrim. La prueba fue traída a juicio conforme a lo dispuesto en el art. 730 LECrim, ya que su
reproducción era imposible por el fallecimiento del testigo. En el análisis de esta prueba, la
Sentencia de la Audiencia Nacional la valora como verosímil, lo que implica su coherencia
interna y en contraste con datos objetivos que no la contradicen; afirma su coincidencia con la
declaración sumarial de José Luis Charlín Gama en los hechos que éste reconoce ante el Juez,
su abogado y los demás abogados personados. Como se aprecia, añade el Fiscal, los elementos
externos de contraste vienen a corroborar la verosimilitud y exactitud de la declaración de
Manuel Baulo Trigo y a fundar la credibilidad que se le ha dado por parte de la Audiencia
Nacional y del Tribunal Supremo.
Seguidamente, y tras citar la doctrina constitucional que considera aplicable al caso,
relativa a supuestos de declaraciones sumariales de personas fallecidas antes del juicio oral,
afirma que en este caso nos encontramos ante una prueba de imposible reproducción en el juicio
oral, prestada ante autoridad judicial competente, independiente y con capacidad para generar
actos de prueba, prestada en todas las ocasiones con asistencia de Letrado, conocida por las
defensas a través de su propuesta como prueba documental en la calificación del Fiscal, traída al
juicio oral mediante lectura íntegra de todas las declaraciones, conforme al mecanismo legal
previsto para estas situaciones en el art. 730 LECrim, no impugnada en el momento del juicio por
ninguna de las defensas, con posibilidad de contradicción puesto que, al ser propuesta en el
escrito de acusación, las defensas podían haber propuesto prueba dirigida a desvirtuar su
credibilidad o exactitud y pudieron argumentar en el acto del juicio en su contra exponiendo
razones torcidas en el declarante, desconocimiento, contradicciones o inexactitudes en los
hechos que declaraba o lagunas insalvables en las declaraciones que disminuyeran o eliminaran
su fuerza persuasiva ante el Tribunal. Por todo lo cual considera que esta prueba no vulnera el
derecho fundamental a un proceso con todas las garantías. Alega también el Ministerio
Fiscal que la utilización de declaraciones prestadas en la fase de investigación, mediante su
lectura en el acto del juicio, no es contraria, por sí misma, a los párrafos 3 d) y 1 del art. 6 CEDH
(SSTEDH de 24 de noviembre de 1986, asunto Unterpertinger; de 19 de febrero de 1991, asunto
Isgró; de 26 de abril de 1991, asunto Asch; de 26 de marzo de 1996, asunto Doorson, entre
otros). En estos casos el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tiene muy en cuenta el
comportamiento procesal del demandante y su letrado (STEDH de 10 de junio de 1996, asunto
Pullar, en el que el Letrado, aunque no tuvo la oportunidad de interrogar al testigo, no hizo
ninguna objeción durante la vista a que la declaración pudiera ser usada ni impugnó su
exactitud).
Finalmente, en cuanto la alegación de vulneración del derecho a la presunción de
inocencia, contemplado en el art. 24.2 CE, viene vinculada en la demanda a la estimación de la
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías, al no existir esta vulneración
tampoco cabe hablar ya de aquélla, pues no resulta cierta la premisa de que falte prueba de
cargo suficiente y prestada con todas las garantías.
7. Con fecha 3 de abril de 2002 registró sus alegaciones en el Registro General de este
Tribunal la representación de don Jesús Miguel Carro Otero.
En su escrito interesa que se le tenga por adherido a la demanda de amparo formulada
por la representación del demandante de amparo y, en su virtud, que se declare la vulneración
de sus derechos a un proceso con todas las garantías en relación con el derecho de
contradicción, y a la presunción de inocencia, declarándose la nulidad de las Sentencias dictadas
por la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional y por la Sala Segunda del
Tribunal Supremo de fechas respectivas 29 de julio de 1998 y 3 de marzo de 2000.
8. La representación procesal de don José Luis Charlín Gama registró sus alegaciones
el día 17 de abril de 2001. En las mismas se limitó a adherirse plena e íntegramente a los
motivos desarrollados por el demandante de amparo.
9. Las representaciones procesales del demandante de amparo y don Manuel Santorum
Paz no presentaron escrito de alegaciones.
10. Por providencia de fecha 17 de noviembre de 2005 se acordó señalar para
deliberación y votación de la presente Sentencia el día 21 de dicho mes y año, en que comenzó
habiendo finalizado en el día de hoy.
Fundamentos:
Voto particular que formula el Magistrado don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez a la Sentencia
dictada el 16 de enero de 2006 en el recurso de amparo núm. 1888-2000
1. Con el mayor respeto al parecer de la mayoría, lamento disentir del fallo de la
Sentencia que ha estimado el presente recurso de amparo y creo necesario hacer uso de la
facultad establecida en el art. 90.2 LOTC, ya que, en mi criterio, las Sentencias dictadas por las
Salas de lo Penal del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional no vulneran los derechos de
defensa y a la presunción de inocencia del recurrente. Nuestra doctrina en materia de
declaraciones de coimputados es, ciertamente, rigurosa. Creo que, no obstante, el rigor se ha
llevado en este caso hasta el extremo.
2. La Sentencia de la mayoría considera que la condena del demandante de amparo,
sustentada en la declaración de un coimputado -asesinado después de prestar su declaración y
antes de celebrarse el juicio oral- ha vulnerado los derechos de defensa y a la presunción de
inocencia de dicho recurrente (art. 24.2 CE).
La Sentencia vincula sustancialmente la vulneración del derecho de defensa a que la
declaración incriminatoria de la fase sumarial no estuvo sometida a contradicción ya que cuando
se prestó todavía no estaba personado el ahora recurrente y por tanto no pudo estar presente en
ella su Abogado. Pero, como hemos dicho en las SSTC 80/2003, de 28 de abril (FJ 6), y
187/2003, de 27 de octubre (FJ 4), "el principio de contradicción se respeta, no sólo cuando el
demandante (su dirección letrada) goza de la posibilidad de intervenir en el interrogatorio de
quien declara en su contra, sino también cuando tal efectiva intervención no llega a tener lugar
por motivos o circunstancias que no se deben a una actuación judicial constitucionalmente
censurable". Así lo apreciamos en el caso enjuiciado por la STC 57/2002, de 11 de marzo, en el
que la declaración sumarial del coimputado que incriminaba al allí demandante de amparo fue
prestada antes de que éste se personara en la causa debido a que se encontraba huido. En el
mismo sentido se pronuncia la STC 115/1998, de 1 de junio, para un caso en el que el
demandante se encontraba en rebeldía, o la STC 174/2001, de 26 de julio, respecto a
declaraciones prestadas en una instrucción sumarial declarada secreta.
En el presente caso la Sentencia mayoritaria (FJ 5) señala que el demandante de
amparo fue detenido el 21 de junio de 1995, compareciendo a presencia judicial el 23 de junio de
1995, y personándose en la causa, con designación de Abogado y Procurador, el 26 de junio de
1995, lo que "pone de relieve que fue imposible que el letrado de su designación pudiera
interrogar en ningún momento a don Manuel Baulo Trigo, fallecido casi un año antes".
Pareciera así que el demandante de amparo tuvo conocimiento de los hechos que se le
imputaban y que declaró a presencia judicial cuando ya había muerto su acusador. Sin embargo,
tal y como resulta de las actuaciones judiciales, el demandante de amparo ya había prestado con
anterioridad una declaración a presencia judicial, el 30 de diciembre de 1992 (folio 7.951), día en
que fue decretada su prisión (folio 7.976). Por tanto ya desde ese momento tuvo conocimiento de
la imputación que se derivaba de la declaración incriminatoria de Manuel Baulo Trigo y pudo, en
consecuencia, haber pedido que éste prestara nueva declaración. Por otra parte, la afirmación
de que la personación en las actuaciones judiciales del ahora demandante de amparo se produjo
el 26 de junio de 1995 debe matizarse en la medida en que ya el 25 de mayo de 1994,
representado por el Procurador Sr. Lorente Zurdo, promovió un incidente de nulidad de
actuaciones que fue parcialmente estimado por Auto de 22 de junio de 1994 (folio 7.966), cuyo
objeto fue precisamente obtener la anulación de dos declaraciones de la misma persona, Manuel
Baulo Trigo, el 25 de abril de 1994 y el 4 de mayo de 1994, a lo que accedió el Auto del Juzgado
Central de Instrucción núm. 5, de 22 de junio de 1994, justamente por haberse practicado sin
comunicarse a las demás partes. Sin embargo, el recurrente no puso reparo a la prestada
cuando todavía no estaba personado, declaración que fue precisamente la que los órganos
judiciales valoraron como prueba de cargo.
Como dijimos en la STC 200/1996, de 3 de diciembre (FJ 3), lo que nuestra doctrina
garantiza no es la contradicción efectiva, sino la posibilidad de contradicción, lo que conlleva
ciertamente la necesidad de que al interrogatorio sean citadas la totalidad de las partes
personadas que puedan verse inculpadas por las declaraciones del coimputado. Pero no hay
lesión de alcance constitucional cuando no pudo el Juez de Instrucción citar a la representación
del recurrente por la sencilla razón de que la constitución material y formal en parte del
demandante en amparo no sucedió hasta después de que el coimputado hubiera prestado ya
declaración.
Es también reiterada doctrina de este Tribunal que para poder apreciar la queja de
indefensión es preciso que la situación en la que el ciudadano se haya visto colocado no sea
debida a una actitud voluntariamente aceptada por él o imputable a su propio desinterés,
pasividad, malicia o falta de la necesaria diligencia (SSTC 68/1986, de 27 de mayo; 103/1993, de
22 de marzo; 334/1993, de 15 de noviembre; 91/2000, de 30 de marzo, FJ 2, y 191/2001, de 1
de octubre, FJ 2). Corresponde a las partes intervinientes actuar con la debida diligencia, sin que
pueda alegar indefensión quien se coloca a sí mismo en tal situación o quien no hubiera
quedado indefenso de haber actuado con la diligencia razonablemente exigible (STC 178/2003,
de 13 de octubre, FJ 4).
Puesto que considero válida la declaración sumarial prestada por el coimputado
fallecido, su lectura en el acto del juicio oral posibilitó que las manifestaciones que se contenían
en la misma fueran sometidas a una contradicción en términos constitucionalmente suficientes,
en atención a que su muerte impedía ya hacerlo de otra forma (SSTC 41/1991, de 25 de febrero;
209/2001, de 22 de octubre, FJ 4; y 148/2005, de 6 de junio, FJ 2).
3. La Sentencia mayoritaria entiende que, además de lo ya dicho, la declaración
incriminatoria del coimputado Manuel Baulo Trigo no resulta suficiente para enervar la
presunción de inocencia, considerando que las Sentencias impugnadas no expresan ningún
hecho, circunstancia o dato, externo a la declaración del coimputado fallecido que corrobore
mínimamente su contenido, en lo tocante a la participación en los hechos del demandante de
amparo.
Sin embargo, lo cierto es que la Sentencia del Tribunal Supremo toma en consideración,
como elementos de corroboración externa de la declaración del coimputado fallecido,
determinados hechos plenamente acreditados en las actuaciones judiciales: "la realidad del viaje
de la motonave "Del Sur", desde Colombia, con un importante cargamento de cocaína, la avería
en las máquinas que obligó a dejar la motonave en Cabo Verde y a transbordar la droga a otro
barco, la evidente necesidad en que se encontraban los tripulantes de este segundo buque de
llevar a tierra la mercancía en uno más pequeño y menos expuesto a levantar sospechas en las
autoridades y funcionarios portugueses, etc.".
El criterio de la mayoría niega a los anteriores datos la entidad suficiente para erigirse en
elementos externos de corroboración, por considerar que no vienen referidos a la participación
en los hechos del recurrente. Sin embargo no comparto esta apreciación. El coimputado Manuel
Baulo Trigo implicó al ahora demandante de amparo como partícipe en la operación de
adquisición y transporte de ochocientos kilogramos de cocaína desde Colombia a España
realizada en el año 1990 y que fue objeto de enjuiciamiento por la Audiencia Nacional. Pues
bien, el fallecido no realizó una imputación genérica sobre la participación del recurrente en la
operación delictiva, sino que concretó la intervención de éste, consistente en que tras haber
sufrido una avería el buque en el que se transportaba la droga, se trasladó una segunda
embarcación a Cabo Verde, desde cuyas aguas se dirigió a Peniche, en la costa de Portugal, en
donde, a su vez, se transbordó a un pesquero de cuya tripulación formaba parte el recurrente, al
que entregaron todo el alijo de cocaína, procediéndose tras ello a entregar la droga a otro
procesado -José Luis Pérez Abal-, para su traslado a Ourense. Todos estos datos, que
conforman el aspecto fáctico de la participación del demandante de amparo, están plenamente
acreditados mediante prueba directa y no son objeto de cuestionamiento, estando dotados de
fuerza suficiente para erigirse en elementos externos de corroboración de la declaración
inculpatoria del coimputado Manuel Baulo Trigo y que, desde luego, van más allá de la
corroboración mínima que nuestra doctrina exige para dotar de suficiencia, como prueba de
cargo, a las declaraciones de los coimputados.
Se debió denegar el recurso de amparo y, por ello, disiento.
Reiterando el respeto al criterio de la mayoría, formulomi Voto particular, en Madrid, a
dieciséis de enero de dos mil seis.-Jorge Rodríguez-Zapata Pérez -Firmado y rubricado.
S.TC. 246/2007 .
Referencia número: 246/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 10/12/2007
Publicación BOE: 20071227 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Javier Delgado Barrio
Número registro: 2612-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Máximo Centeno Conejo frente a la Sentencia y Auto de aclaración de la
Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo que estimó parcialmente su recurso de casación
en causa por delito de agresión sexual y otros.Supuesta vulneración de los derechos a la tutela
judicial efectiva y a la legalidad penal: mantenimiento de la responsabilidad civil de un
condenado penal cuyo recurso de casación ha sido estimado parcialmente.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez
Tremps, Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. núm. 2612-2005, promovido por don Máximo Centeno
Conejo, representado por el Procurador de los Tribunales don Nicolás Álvarez Real y asistido por
el Letrado don José Carlos Botas García, contra la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal
Supremo de 13 de diciembre de 2004, dictada en el recurso de casación núm. 621-2004, y
contra el Auto de 21 de febrero de 2005, que acuerda no haber lugar a la aclaración de la
Sentencia. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha comparecido doña M.T.C.M., representada por
la Procuradora de los Tribunales doña María Albarracín Pascual y bajo la dirección letrada de
don Jorge Abia Onandía. Ha sido Ponente el Magistrado don Javier Delgado Barrio, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 12 de
abril de 2005, el Procurador de los Tribunales don Nicolás Álvarez Real, en nombre y
representación de don Máximo Centeno Conejo, interpuso recurso de amparo contra las
resoluciones judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) La Sentencia de 23 de febrero de 2004, dictada por la Sección Segunda de la
Audiencia Provincial de Oviedo, condenó al ahora demandante de amparo, como autor
penalmente responsable de un delito continuado de agresión sexual, previsto y penado en los
arts. 178, 179, 180.1.5 del Código penal, en relación con el art. 74.1.3 CP, a la pena de trece
años y seis meses de prisión; como autor penalmente responsable de un delito de allanamiento
de morada del art. 202.2 CP, a las penas de un año de prisión y multa de seis meses con un
cuota diaria de diez euros con una responsabilidad personal subsidiaria de un día de privación
de libertad por cada dos cuotas dejadas de satisfacer; como autor criminalmente responsable de
un delito de detención ilegal del art. 163.1 CP, a la pena de cuatro años de prisión y como autor
penalmente responsable de un delito contra la libertad sexual previsto y penado en los arts. 178
y 180.1.1 CP, a la pena de cuatro años de prisión. También se imponen la pena accesoria de
inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de las referidas
condenas, así como la medida de no aproximarse ni comunicarse con su víctima por un periodo
de cinco años. Finalmente, se le condena, en concepto de responsabilidad civil, a satisfacer a
doña M.T.C.M. la suma de cuarenta mil euros (40.000), y al pago de 4/5 de las costas
procesales, con inclusión de las ocasionadas por la acusación particular en igual proporción.
En el fundamento jurídico cuarto, tras recordar que "toda persona criminalmente
responsable de un delito o falta lo es también civilmente" se afirma que "en el presente caso, el
procesado deberá de abonar en concepto de indemnización civil a M.T.C.M. la suma de cuarenta
mil euros por las agresiones sexuales de las que le hizo objeto así como por los trastornos de
carácter psíquico y de adaptación sufridos a consecuencia de tales actos".
b) Contra la anterior resolución se interpuso recurso de casación, invocando, como
primer motivo, la vulneración del derecho a la presunción de inocencia en relación con la
condena por el delito continuado de agresión sexual y sosteniendo que ante la inexistencia de
violencia o intimidación, los hechos no son merecedores de reproche punitivo alguno (motivo
segundo). En los restantes motivos de recurso, se denuncia la no aplicación del tipo atenuado
del núm. 2 del art. 163 CP en el delito de detención ilegal; error en la valoración de los informes
periciales de los médicos forenses acerca de la situación psíquica del recurrente y, conectado
con lo anterior, la inaplicación de una atenuante muy cualificada del art. 21.1 CP en relación con
el art. 20.1 CP y, por último, la indebida aplicación de los arts. 178 y 180.1 CP, así como la
inaplicación del art. 77 CP, por entender que el allanamiento de morada fue medio necesario
para la comisión de la agresión sexual consistente en la toma de fotografías.
En el suplico del recurso se interesa que se case y anule la Sentencia de instancia,
dictando otra más ajustada a derecho y que se declaren de oficio las costas.
c) El recurso fue parcialmente estimado, en lo relativo a los dos primeros motivos, por la
Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 13 de diciembre de 2004, que casa y
anula la de instancia, dictando otra de la misma fecha en la que absuelve al recurrente del delito
continuado de agresión sexual, manteniendo el resto de pronunciamientos de la Sentencia de la
Audiencia, si bien el pago de las costas, incluidas las de la acusación particular, queda reducido
a tres quintas partes.
La Sentencia de casación modifica el relato de hechos probados de la de instancia, en el
sentido de eliminar "del factum toda referencia a la utilización de intimidación, con o sin un
cuchillo, para conseguir las relaciones sexuales practicadas en la noche del 24 al 25 de junio, e
incluso toda mención expresa o tácita a que esas relaciones fueran llevadas a cabo sin el
consentimiento de M.T.".
d) El día 15 de febrero de 2005, la representación procesal del condenado presentó
escrito de aclaración o complemento de la Sentencia, al amparo de los arts. 161 LECrim, 267
LOPJ, 214 y 215 LEC, "en el sentido de indicar si una vez absuelto Máximo Centeno Conejo del
delito de agresión sexual por el que había sido condenado, se mantiene la obligación de
indemnizar por este delito, o por el contrario tal obligación no procede al no existir la infracción
de la que dimana; o en su caso de persistir dicha obligación indemnizatoria, establezca la
disminución proporcional que corresponda".
Tal petición fue desestimada por Auto de 21 de febrero de 2005, que acuerda no haber
lugar a la aclaración interesada, con la siguiente fundamentación:
"El art. 267 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) permite la aclaración de algún
concepto oscuro y la rectificación de errores materiales de las resoluciones.
El principio de seguridad jurídica impone, como mínimo, que a través de la vía de
aclaración no se diluciden pretensiones u oposiciones que no hayan sido planteadas con
anterioridad a la resolución que se trate de aclarar.
En lo relativo a la responsabilidad civil, y más específicamente en lo referente a la
cuantía de las indemnizaciones, las partes no formularon pretensiones u oposiciones
diferenciadas para cada hecho separado. Por lo que no cabe ahora entrar a distribuir la materia
indemnizatoria, con exclusiones o minoraciones, resolviendo extremos tampoco planteados en la
casación".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a la legalidad (art. 25.1 CE).
Como primer motivo de amparo, se denuncia la vulneración del derecho fundamental a
la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), afirmando que tanto la Sentencia como el Auto
impugnados son resoluciones arbitrarias, al no tener en cuenta que la obligación de indemnizar
como responsable civil derivaba del delito de agresión sexual continuada al que había sido
condenado en la instancia (como se desprende del fundamento jurídico cuarto de la Sentencia
de la Audiencia Provincial), pero del que resultó absuelto en casación. El Auto aclaratorio parece
indicar la necesidad de haber impugnado de forma expresa en el recurso de casación el
pronunciamiento relativo a la responsabilidad civil ex delicto, con olvido de que tal
responsabilidad se genera únicamente para el supuesto de condena y de existencia,
lógicamente, del hecho delictivo del que necesariamente dimana, salvo en los casos de
absolución provocada por la concurrencia de alguna circunstancia eximente. La responsabilidad
civil ex delicto nace necesariamente de la comisión de un hecho delictivo, y desapareciendo
éste, consecuencia obligada es la inexistencia de tal responsabilidad. Considera el demandante
que era innecesario articular como motivo autónomo y propio del recurso de casación que la
Sala decidiera sobre la responsabilidad civil, puesto que se estaba propugnando la libre
absolución como motivo principal y el fallo absolutorio va siempre ex lege acompañado de todos
los pronunciamientos favorables para el reo que sean inherentes al mismo.
Como segundo motivo de amparo, se denuncia la vulneración del principio de legalidad
reconocido en el art. 25.1 CE. Sostiene el recurrente que en el presente supuesto se ha dado
una interpretación contra legem de los arts. 109 y 116.1 CP, de los que se desprende sensu
contrario que si no hay delito, no hay responsabilidad civil, y también se ha vulnerado la ley
procesal penal (742 LECrim), en el sentido de que no se ha resuelto mediante la segunda
Sentencia dictada por el Tribunal Supremo sobre tal responsabilidad civil.
Por todo lo expuesto, solicita que se otorgue el amparo y se deje sin efecto la
indemnización de 40.000 euros; o, subsidiariamente, que el propio Tribunal Supremo o la Sala
Segunda de la Ilma. Audiencia Provincial de Oviedo decreten el importe de la cantidad que en
concepto de indemnización debida a la víctima por todo aquello que no se corresponda con el
delito continuado de agresión sexual.
Mediante otrosí se solicita la suspensión de la ejecución de la resoluciones recurridas en
lo atinente a la condena civil, en tanto no se resuelva el recurso de amparo.
4. Por providencia de 21 de marzo de 2007, la Sección Primera de este Tribunal acordó
la admisión a trámite de la demanda así como, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
requerir a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y a la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Oviedo para que en el plazo de diez días remitieran respectivamente testimonio del
recurso 621-2004 y del rollo de Sala 6-2003, interesándose al propio tiempo que se emplazara a
quienes fueron parte en el mencionado procedimiento, con excepción del recurrente en amparo,
para que en el plazo de diez días pudieran comparecer en este proceso constitucional.
5. Mediante otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la
correspondiente pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose
un plazo común de tres días al recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones
sobre el particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante
Auto de 24 de septiembre de 2007, la Sala Primera acordó denegar la suspensión solicitada.
6. A través de la diligencia de ordenación de 16 de mayo de 2007 se tienen por recibidos
los testimonios de las actuaciones y el escrito de la Procuradora doña María Albarracín Pascual,
a quien se tiene por personada y parte en nombre y representación de doña M.T.C.M. Y, a tenor
de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, se acordó dar vista de todas las actuaciones del presente
recurso de amparo, por un plazo común de veinte días, al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas, para que dentro de dicho término pudieran presentar alegaciones.
7. El día 18 de junio de 2007 formuló sus alegaciones la representación procesal del
recurrente, reproduciendo sustancialmente los argumentos ya expuestos en la demanda.
8. El día 25 de junio de 2007 tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el
escrito de alegaciones del Ministerio Fiscal, en el que interesa que se otorgue el amparo por
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1CE), anulando las resoluciones
recurridas y retrotrayendo las actuaciones al momento anterior al dictado de la Sentencia, a fin
de que se dicte otra respetuosa con el contenido del derecho fundamental vulnerado.
Entiende el Fiscal que la cuestión planteada es la de determinar si las resoluciones
recurridas contienen una radical y patente contradicción entre sus fundamentos jurídicos y el
fallo, que impida al justiciable conocer las razones de éste, lo que convertiría su motivación en
contraria a las exigencias constitucionales. "La exigencia de motivación suficiente es, sobre todo,
una garantía esencial del justiciable mediante la cual, sin perjuicio de la libertad del Juez en la
aplicación de las normas, se puede comprobar que la solución dada es consecuencia de una
exégesis racional del ordenamiento y no el fruto de la arbitrariedad. Dada la finalidad
trascendente de esta obligación, una sentencia que no explique la solución que proporciona a las
cuestiones planteadas, sin que pueda inferirse de su texto tampoco cuáles son las razones
próximas o remotas que justifican su fallo, vulnera el derecho a la tutela judicial consagrado por
el artículo 24.1 CE".
Y en el presente caso, entiende el Fiscal que la Sentencia de casación, tras anular la
condena por un delito continuado de agresión sexual, no lleva a sus últimas consecuencias tal
decisión, individualizando el contenido de la responsabilidad civil, lo que produce una patente
contradicción interna y una situación de indefensión al demandante de amparo, que no puede
llegar a conocer cuáles son los criterios empleados por el órgano de casación en orden a la
determinación de aquella responsabilidad. Tal inconsecuencia se mantiene en el Auto
aclaratorio. Plantea el Fiscal sus dudas sobre la procedencia del recurso de aclaración
interpuesto para resolver lo que la parte pretendía, pero entiende que la Sala lo consideró un
recurso adecuado, en tanto que resuelve -denegándola-la pretensión de fondo, por lo que cree
que debe descartarse la concurrencia de una causa de inadmisión del recurso de amparo, por
planteamiento de recurso manifiestamente improcedente.
9. La representación procesal de doña M.T.C.M. no presentó alegaciones.
10. Por providencia de 5 de diciembre de 2007 se señaló para deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 10 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 209/2007 .
Referencia número: 209/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 24/9/2007
Publicación BOE: 20071031 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 6377-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Ramón Romo Echevarría respecto a las Sentencias de la Audiencia
Provincial y del Juzgado de lo Penal de Teruel que le condenaron por delito continuado de robo
con fuerza en las cosas.Supuesta vulneración de los derechos a la inviolabilidad del domicilio, a
un proceso con garantías y a la presunción de inocencia: entrada y registro autorizada por el
propietario del piso donde moraba en precario el acusado (STC 22/2003); testimonio irrelevante
para la condena y prueba indiciaria de cargo.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6377-2005, promovido por don Ramón Romo Echevarría,
representado por el Procurador de los Tribunales don Mario Castro Casas y asistido por el
Abogado don Eduardo Posada Martínez, contra la entrada policial en domicilio el día 20 de
septiembre de 2002 (diligencias previas núm. 599-2002 del Juzgado de Instrucción núm. 1 de
Calamocha) y contra la Sentencia de la Audiencia Provincial de Teruel 16/2005, de 27 de julio,
confirmatoria en apelación de la Sentencia del Juzgado de lo Penal de Teruel 65/2005, de 25 de
mayo, condenatoria por delito continuado de robo con fuerza en las cosas. Ha intervenido el
Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia Casas Baamonde, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito de 4 de septiembre de 2005, remitido por el establecimiento
penitenciario de Villabona y registrado en este Tribunal el siguiente día 15, don Ramón Romo
Echevarría manifiesta su voluntad de interponer recurso de amparo contra el acto y las
Sentencias que se mencionan en el encabezamiento. Solicita para ello la designación de
Procurador y Abogado del turno de oficio.
Recibido testimonio de la última de las resoluciones que se desea impugnar (diligencia
de ordenación de la Secretaría de Justicia de 3 de octubre de 2005), la Sección Primera de este
Tribunal tramita esta petición mediante diligencia de ordenación de su Secretaría de Justicia de
28 de octubre de 2005, a la vez que recaba de los órganos judiciales testimonio de la
actuaciones del procedimiento que origina el recurso de amparo. Mediante nueva diligencia de
ordenación de su Secretaría de Justicia, de 23 de noviembre de 2005, la Sección tiene por
designados a don Eduardo Posada Martínez como Abogado y a don Mario Castro Casas como
Procurador, quien presenta la demanda de amparo en este Tribunal el día 27 de diciembre de
2005.
2. Los hechos relevantes para el examen de la pretensión de amparo son, sucintamente
relatados, los siguientes:
a) En el marco de las diligencias previas 599-2002 del Juzgado de Instrucción núm. 1 de
Calamocha (Teruel), agentes de la Guardia civil proceden el día 20 de septiembre de 2002 a
entrar en el domicilio de don Jesús Prieto García. Según la correspondiente diligencia, éste
"concede autorización expresa y voluntaria de permitir el acceso a su domicilio" para "comprobar
si todavía se encuentra allí" don Ramón Romo Echevarría. "Una vez en dicho domicilio y tras
realizar reiteradas llamadas en dicho lugar, el propietario permite y acompaña el acceso al
interior, comprobándose que el Sr. Ramón se encuentra en una de sus habitaciones, por lo cual,
tras identificarse con un permiso de conducir a nombre de Jesús Prieto García se procede a su
detención".
Al día siguiente, el detenido solicita procedimiento de habeas corpus por entender que
los agentes que le detuvieron habían cometido un delito de allanamiento de morada en el
momento de su detención. El procedimiento resulta denegado mediante Auto del Juzgado de
Instrucción núm. 1 de Calamocha de 22 de septiembre de 2002.
b) La Sentencia del Juzgado de lo Penal de Teruel 65/2005, de 25 de mayo, condena al
acusado, ahora demandante de amparo, a la pena de dos años y tres meses de prisión por la
autoría de un delito continuado de robo con fuerza en la cosas. El relato de hechos probados
describía, en síntesis, que, "mientras residía coyunturalmente en Montreal del Campo (Teruel),
accedió en horas nocturnas a diferentes bares de la zona del Jiloca y se apoderó, con ánimo de
lucro, de dinero y efectos guardados en los mismos por sus legítimos propietarios". En concreto,
relataba que, tras romper un cerrojo y trepar por un muro el acusado se introdujo de madrugada
en un bar, donde forzó la caja registradora, una caja fuerte y dos máquinas tragaperras, y se
apoderó de dinero, tabaco y otros efectos; que en otra noche penetró en dos bares, y que lo
intentó en un tercero, fracturando las ventanas y llevándose de uno de ellos una bicicleta; que en
una tercera noche volvió a entrar en un bar fracturando la ventana y apoderándose de dinero y
de cupones de la ONCE.
De entre la valoración de la prueba expresada en la Sentencia destaca que entre los
objetos que entregó su compañero de piso como objetos personales del acusado estaban
algunos de los que fueron objeto del primer apoderamiento; respecto de los apoderamientos de
la segunda noche, la Sentencia constata la presencia del acusado en la localidad donde se
produjeron y valora la posesión de la bicicleta, que se detectara una de las huellas dactilares del
acusado en los vidrios fracturados del segundo bar, y que en el intento de robo del tercero se
detectara un idéntico modus operandi; también es la existencia de huellas dactilares en los
cristales fracturados la prueba fundamental de la autoría del apoderamiento en la tercera de las
noches.
En relación con la detención del acusado, practicada en un domicilio, afirma la Sentencia
que "el titular único y exclusivo de la vivienda en calidad de arrendatario" era un amigo del
acusado, "encontrándose el inculpado coyunturalmente en la misma". Así se infiere de la
declaración del amigo, que recibió la visita del acusado, que "se quedó a pernoctar unos días en
su casa y, que si bien el acusado colaboraba con los gastos de manutención, las rentas del
alquiler eran pagadas personal y exclusivamente por él"; de que durante algunos días el acusado
pernoctara en un hostal; y de que nada probara el acusado de su supuesta condición de
arrendatario. Por ello, "la entrada de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del
Estado... se efectuó bajo la cobertura legítima del consentimiento del titular de la vivienda... A
mayor abundamiento cabe señalar que aun cuando se entienda que la prohibición tajante de uno
de los moradores de la vivienda es requisito suficiente para impedir la entrada de un tercero en
ella, es de ver cómo... ninguno de los implicados... han hecho referencia, ni siquiera tangencial, a
la posible oposición del inculpado a la entrada de los agentes en el domicilio, introduciéndose
esta circunstancia como argumento defensivo una vez ya iniciada la causa".
c) La Sentencia de apelación de la Audiencia Provincial de Teruel (Sentencia 16/2005,
de 27 de julio) confirma la de instancia, pues, en lo que respecta a la alegación de vulneración
del derecho a la presunción de inocencia, "existe una concreta prueba de cargo consistente en la
testifical de los diferentes perjudicados por los hechos enjuiciados, testifical de los agentes de la
guardia civil actuantes y la posesión por el acusado de diferentes efectos provenientes de los
robos cometidos, pruebas todas ellas que han sido valoradas con lógica y correctamente por la
juzgadora de instancia". En relación con la queja atinente a la quiebra de la inviolabilidad de
domicilio afirma la Audiencia que la entrada se produjo "con el consentimiento de su único y
exclusivo titular" y que el acusado se alojaba allí "de modo circunstancial". "Invoca el apelante su
condición de coarrendatario de dicha vivienda", así como que el que era su amigo pudo "tener
relación con los robos e incluso ser el único autor de los mismos", versión "que no tiene encaje
alguno con el resto de las pruebas practicadas".
3. La demanda de amparo solicita que se anulen las Sentencias penales que condenan
al recurrente. Fundamento de esta pretensión es la vulneración de los derechos fundamentales a
la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) y a la inviolabilidad de domicilio (art. 18.2 CE).
En la primera queja de la demanda se invoca como vulnerado el derecho a la presunción
de inocencia. Considera la representación del demandante que no se ha acreditado que el
acusado fuera el autor material de los hechos. Argumenta en concreto que el autor pudo ser su
compañero de piso, que fue quien entregó los objetos ilícitamente apoderados; que las huellas
dactilares -una de las cuales está mal ubicada en el relato de la Sentencia, pues no apareció en
el cristal fracturado- sólo indican que estuvo en los bares, cosa que pudo hacer como cliente;
que respecto a la sustracción en uno de los bares no se motiva por qué la conexión temporal y la
identidad de modus operandi determinan la autoría del acusado; y que las declaraciones de una
de las testigos no fueron leídas en el juicio, sino que se tuvieron por reproducidas, por lo que no
podrían ser objeto de valoración.
En una segunda queja se invoca como vulnerado el derecho a la inviolabilidad de
domicilio. Precisa, en primer lugar, que el recurrente se opuso efectivamente a la entrada de los
agentes en el domicilio, como lo corrobora su inmediata petición posterior de habeas corpus;
añade que "la condición de domicilio a efectos de su inviolabilidad no depende de que se sea o
no el propietario o el arrendatario del lugar ocupado como vivienda, pues incluso nuestro
ordenamiento admite la figura del que, por mero consentimiento del titular, ocupa la vivienda sin
pagar renta o merced alguna, esto es el que ocupa el domicilio en precario". Incluso si se da por
cierta la hipótesis de las Sentencias impugnadas de que el acusado sólo ocupaba la vivienda de
modo coyuntural, es lo cierto que, como sucede con las habitaciones del hotel -según la doctrina
del Tribunal Constitucional-, se trataba para él de un espacio de intimidad, donde desarrollaba su
vida personal. Arguye así el demandante que la entrada en su domicilio se produjo sin
autorización judicial y sin que se estuviera cometiendo un delito, sin que pueda valer a efectos
justificativos el consentimiento de uno solo de los moradores, pues se trata de un derecho
individual. En todo caso, como ha afirmado el Tribunal Constitucional, tal consentimiento "no
puede prestarse válidamente por quien se halla en determinadas situaciones de contraposición
de intereses": en este caso, el morador que autorizó la entrada pretendía escapar de toda
sospecha respecto a la autoría del robo: "tiene con su actitud el humano y lógico propósito de
escapar a toda sospecha respecto a los hechos delictivos finalmente enjuiciados".
4. Mediante providencia de 13 de diciembre de 2006, la Sección Primera de este
Tribunal acuerda admitir a trámite la demanda de amparo. En la misma providencia acuerda,
conforme a lo previsto en el artículo 51 LOTC, requerir atentamente al Juzgado de lo Penal de
Teruel para el emplazamiento de quienes fueron parte en el procedimiento que origina el
presente recurso de amparo.
5. Mediante diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de 14 de febrero de
2007, la Sección Primera acuerda dar vista de todas las actuaciones del presente recurso de
amparo al Ministerio Fiscal y al recurrente, con concesión de un plazo de veinte días para la
presentación de las alegaciones previstas en el artículo 52.1 LOTC.
6. El Ministerio Fiscal concluye su escrito de alegaciones, de 8 de marzo de 2007,
interesando la denegación del amparo solicitado.
Considera, en primer lugar, tras relatar detalladamente la actividad probatoria practicada,
que no se ha producido vulneración ninguna del derecho a la presunción de inocencia, pues
aquélla es "mínima y suficiente para enervar la presunción de inocencia, estableciéndose una
conexión lógica entre los hechos que han sido objeto de prueba contradictoria y las conclusiones
de las resoluciones", y que se explica detalladamente en ambas Sentencias respecto "a todos y
cada uno de los hechos de los que se deriva la condena, sin que su discurso pueda considerarse
fruto de un error patente, arbitrario, manifiestamente irrazonado o irrazonable". Destaca en
concreto el Fiscal que los objetos apoderados no fueron fruto de registro alguno, sino de entrega
voluntaria posterior por parte del titular del domicilio en el que se entró, y que la declaración
impugnada de una de las testigos "en nada afecta al pronunciamiento de la pena de la
Sentencia".
Tampoco debería estimarse, a juicio del Fiscal, la segunda queja de la demanda. En
primer lugar, porque los órganos judiciales, "de acuerdo a los parámetros de motivación
constitucionalmente exigibles", llegan a la conclusión de que el recurrente no es cotitular de la
vivienda en calidad de coarrendatario. Y, en segundo lugar, aun suponiendo que existiera algún
título de ocupación, porque la entrada en el domicilio se produce bajo la cobertura de quien "se
encontraba plenamente facultado para prestar dicho consentimiento como titular o -
hipotéticamente- cotitular de la vivienda donde se produjo la detención". Así, tras recordar la
doctrina de la STC 22/2003, de 10 de febrero, acentúa que quien consintió era el titular de la
vivienda, que la convivencia con quien fue luego detenido "presuponía una relación de confianza
entre ambos que en modo alguno podría enervar sus facultades de permitir el acceso a la misma
de quien tuviera por conveniente", que no existía por parte de don Jesús Prieto García ninguna
"situación de contraposición de intereses que pudiera enervar o limitar su facultad de autorizar la
entrada a su domicilio", pues no resultaba ni investigado ni perjudicado por los delitos que se
indagaban. Destaca por último el Fiscal que "ni en el momento de su detención, ni en el
momento de la lectura de derechos... aparece ninguna manifestación de Ramón Romo en
relación con una hipotética denegación de entrada en la vivienda por su parte, toda vez que la
primera manifestación en este sentido aparece en la diligencia solicitando el procedimiento de
habeas corpus".
7. Mediante escrito de 16 de marzo de 2007, la representación del recurrente se remite a
las alegaciones contenidas en la demanda de amparo.
8. Por providencia de 21 de septiembre de 2007 se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 24 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 117/2007 .
Referencia número: 117/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 21/5/2007
Publicación BOE: 20070622 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Pablo Pérez Tremps
Número registro: 5625-2002, 5757-2002 y 5761-2002 (acumulados)/
Recurso tipo: Recursos de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovidos por don Tomás Grigaliunas y otros respecto a las Sentencias de la Audiencia
Provincial de Alicante y de un Juzgado de lo Penal de Orihuela que les condenó por delitos de
asociación ilícita, favorecimiento de la inmigración ilegal, amenazas y daños.Supuesta
vulneración del derecho a la presunción de inocencia: condenas penales fundadas en testimonio
directo y no de referencia y en prueba indiciaria válida.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En los recursos de amparo núms. 5625-2002, 5757-2002 y 5761-2002, promovidos, el
primero, por don Tomás Grigaliunas, el segundo, por don Darius Baranauskas, y el tercero por
don Arturas Vysniauskas y don Vidmantas Vysniauskas, representados, respectivamente, por las
Procuradoras de los Tribunales doña Matilde Carmen Tello Borrell, doña Isabel Campillo García
y doña Asunción Saldaña Redondo, posteriormente sustituida por el Procurador de los
Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén, y bajo la dirección de los Letrados don Luis Carlos
Párraga Sánchez, don José Manuel Robles Hernández y don Francisco Alfonso Espinosa
Albacete, contra la Sentencia de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Alicante de 18
de septiembre de 2002, dictada en el rollo núm. 105-2002, por la que se estima parcialmente el
recurso de apelación interpuesto contra la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 1 de Orihuela
de 30 de marzo de 2002, dictada en el juicio oral núm. 580-2001, por delitos de asociación ilícita,
favorecimiento de la inmigración ilegal, amenazas y daños y por una falta de lesiones. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo Pérez Tremps, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante sendos escritos registrados en este Tribunal el 11 de octubre de 2002, la
Procuradora de los Tribunales doña Matilde Carmen Tello Borrell, en nombre y representación
de don Tomás Grigaliunas, y bajo la dirección del Letrado don Luis Carlos Párraga Sánchez, la
Procuradora de los Tribunales doña Isabel Campillo García, en nombre y representación de don
Darius Baranauskas, y bajo la dirección del Letrado don José Manuel Robles Hernández, y la
Procuradora de los Tribunales doña Asunción Saldaña Redondo, en nombre y representación de
don Arturas Vysniauskas, don Vidmantas Vysniauskas y don Aurelius Dagys, y bajo la dirección
del Letrado don Francisco Alfonso Espinosa Albacete, formularon sendas demandas de amparo,
que fue turnadas, respectivamente, con los núms. 5625-2002, 5757-2002 y 5761-2002, contra
las Sentencias que se mencionan en el encabezamiento.
2. Las demandas de amparo tienen su origen en los siguientes antecedentes:
a) El Juzgado de lo Penal núm. 1 de Orihuela, por Sentencia de 30 de marzo de 2002,
dictada en el juicio oral núm. 580-2001, condenó, entre otros, a los recurrentes como autores de
un delito de asociación ilícita a las penas de dos años de prisión y dieciocho meses de multa con
una cuota diaria de seis euros a don Vidmantas Vysniauskas, un año y seis meses de prisión y
dieciocho meses de multa con una cuota diaria de seis euros a don Tomás Grigaliunas y don
Darius Baranauskas, y un año de prisión y doce meses de multa con una cuota diaria de seis
euros a don Arturas Vysniauskas; de un delito de favorecimiento de la inmigración ilegal a la
pena de veintiún meses de prisión; de un delito de amenazas a la pena de tres años de prisión;
de un delito de daños a la pena de doce meses de multas con una cuota diaria de seis euros; de
otros dos delitos de amenazas a las penas de tres años de prisión por cada una de ellas; y de
una falta de lesiones a la pena de un mes de multa con una cuota diaria de seis euros,
accesorias y costas.
b) En dicha Sentencia se consideran como hechos probados, relevantes para este
amparo, que los recurrentes, entre otros, integraban una organización conocida como
"Panevezhis", asentada en España desde marzo de 2000, y dedicada, por un lado, a contactar
en Lituania con personas de origen lituano ofreciéndoles trabajo y alojamiento en España,
exigiéndoles a cambio un porcentaje de su salario de entre el 5 y el 18 por 100 y, por otro, a
contactar en España con personas del mismo origen, exigiéndoles el mismo porcentaje para vivir
con tranquilidad. La dirección de la organización la ostentaba Vidmantas Vysniauskas, teniendo
funciones de jefatura para cuestiones menores Tomás Grigaliunas y Darius Baranauskas, siendo
éste, además, jefe de otra asociación denominada "Kaunas", y siendo miembros activos para
labores concretas Arturas Vysniauskas junto con otras personas. En el marco de la actividad de
esa organización, en el mes de marzo o abril de 2000, Darius Baranauskas ofreció al
subcontratista de una obra que se realizaba en Orihuela la contratación de trabajadores lituanos,
debiendo él recibir el salario de dichos trabajadores, a cuyos efectos cada quince días Darius
Baranauskas, Arturas Vysniauskas y otros, en un vehículo BMW, titularidad del último, acudían a
hacerse con el cobro de los salarios, obteniendo una cantidad de 700.000 pesetas. El
subcontratista se negó a seguir realizando así los pagos al enterarse de que los trabajadores no
percibían dinero alguno, lo que motivó que Darius Baranauskas le amenazara con cortarle el
cuello. A partir de estos hechos, determinados trabajadores lituanos abandonaron la obra
escondiéndose en un domicilio al que el 2 de octubre de 2000 acudieron los acusados u otras
personas de origen lituano por ellos mandados, provistos de bates de béisbol, golpeando a las
personas que allí se encontraban, cinco de los cuales fueron a la policía local, que evacuó a los
heridos por medio de ambulancias, causando también daños en la vivienda por valor de 39.400
pesetas y en un vehículo furgoneta que usaban para trasladarse al trabajo por valor de 173.594
pesetas. Asimismo se consideró probado que los acusados exigieron al testigo protegido, quien
había conseguido trabajo en España por sí mismo, el 10 por 100 de su salario para dejarle vivir
tranquilo, lo que le obligó a cambiar continuamente de domicilio, a pesar de lo cual fue localizado
y agredido por Tomas Grigaluinas, causándole lesiones que precisaron una primera asistencia
facultativa. El día 13 de noviembre de 2000 fueron detenidos, entre otros, los acusados
Vidmantas Vysniauskas, Arturas Vysniauskas y Tomás Grigaliunas, tras ser observados por la
Guardia Civil que salían de las inmediaciones de su domicilio y a bordo de un vehículo pararon
en una obra donde se pusieron en contacto con trabajadores lituanos, encontrándose en las
inmediaciones del domicilio hasta 12 vehículos que eran normalmente utilizados por los
acusados.
c) En la Sentencia se argumenta que la actividad probatoria desarrollada para considerar
acreditados los hechos ha sido, en relación con el delito de asociación ilícita y la integración en
ella de los recurrentes, como prueba directa, diversas testificales, a las que hay que unir una
pluralidad de pruebas indiciarias. A esos efectos se destaca que el testigo protegido puso de
relieve en la vista oral la existencia de las dos organizaciones criminales, la pertenencia de los
acusados a las mismas y su estructura jerarquizada, tanto por su propia experiencia, en cuanto
fue objeto de amenazas y exigencias de la organización, llegando a ser agredido, como por
haber sido testigo directo de dichas exigencias a otros compatriotas, con los que compartía
domicilio, y de referencia en otros casos, declarando que fue Vidmantas Vysniauskas la persona
que contactó con él en marzo de 2000 para exigirle el pago de un porcentaje de su sueldo.
Igualmente se destaca la testifical del subcontratista de una de las obras, quien declaró en la
vista oral que Darius Baranauskas, Vidmantas Vysniauskas y otra persona contactaron con él
ofreciéndole trabajadores lituanos, presentándose cada quince días tanto éstos como Arturas
Vysniauskas para recoger el sueldo de dichos trabajadores, y que Darius Baranauskas le
amenazó de muerte tras la negativa a seguir realizando de ese modo el pago y despedir a dichos
trabajadores. Del mismo modo se hace referencia a la declaración sumarial de otro testigo, que
se dio por reproducida al estar en paradero desconocido, en el sentido de que Darius
Baranauskas y Vidmantas Vysniauskas, junto con otro, eran jefes de una banda organizada y
que se pagaba al primero los sueldos de los trabajadores lituanos; así como a la de otro testigo
que manifiesta haber visto en varias ocasiones a Darius Baranauskas en la obra a la que se
dirigía indistintamente en diversos vehículos, lo que reconoció este acusado, si bien afirmando
que iba a la obra a cobrar el sueldo de un amigo al que no se pagaba. También se destaca el
contenido de declaraciones sumariales preconstituidas de tres testigos, uno de los cuales fue
directamente amenazado. Como pruebas indiciarias se señalan en la Sentencia, en primer lugar,
las propias declaraciones de los acusados, que están incursas en muchas contradicciones en
cuanto a si se conocían entre ellos y cuál era su modo de ganarse la vida. En segundo lugar, el
hecho de que en diferentes momentos habían compartido domicilio y que también lo hacían
cuando fueron detenidos. En tercer lugar, que a pesar de reconocer que no tenían trabajo ni
otros medios de vida conocidos, poseían una gran cantidad de vehículos a su disposición que se
intercambiaban entre ellos. En la Sentencia se concluye que de todo lo expuesto se infiere la
pertenencia de todos los acusados a la organización "Panevezhis" y la existencia de acuerdos
previos para realizar determinadas actividades y su distribución entre ellos.
d) En cuanto a la actividad probatoria desarrollada para considerar acreditado el delito
de favorecimiento ilegal de inmigración ilegal, la Sentencia menciona no sólo las pruebas
anteriores, sino, además, el hecho de que se anunciara en los periódicos lituanos la oferta de
encontrar trabajo en España, el que Arturas Vysniauskas y Tomás Grigaliunas viajaran a Lituania
al menos en dos ocasiones entre marzo y octubre de 2000, y la declaración del testigo protegido
respecto de la entrada en España de contingentes de lituanos cada quince días que eran
mantenidos en situación de clandestinidad, viviendo algunos de ellos en las mismas obras en las
que eran contratados. Por lo que se refiere a los tres delitos de amenazas se señala la
declaración de las víctimas en cuanto a los autores directos y participantes en las mismas y se
destaca el hecho de la pertenencia a la organización y su responsabilidad con independencia de
los actos concretos. En cuanto al delito de daños causados en la vivienda y en la furgoneta se
afirma la existencia de prueba indiciaria respecto de la responsabilidad de los recurrentes,
consistente en que los trabajadores lituanos que habitaban aquélla y usaban la furgoneta dañada
eran los que habían sido ofrecidos al subcontratista, y los que en fechas inmediatamente
anteriores habían sido despedidos, para no pagar las exigencias, habiéndose escondido en
dicho vivienda, destacándose también que si bien todos los recurrentes manifestaron no saber
nada del asunto y Darius Baranauskas dijo en la vista oral que vio la noticia en el periódico y se
la enseñó a los demás, sin embargo, conociera perfectamente a las víctimas, pues en sus
declaraciones en la instrucción dijo que estos trabajadores habían sido suministrados al
subcontratista y que él mismo los acompañó el primer día y, además, conocía perfectamente la
furgoneta que utilizaban pues al serle concedida la última palabra manifestó que la habían
vendido a otros lituanos. Por último, en lo referente a la falta de lesiones sufrida por el testigo
protegido se indica que si bien la agresión vino directamente de Tomás Grigaliunas, al que
acompañó como conductor del vehículo otro miembro de la organización, "se ha de dictar
sentencia condenatoria por dicho principio de solidaridad de pertenencia a la organización,
habiendo resultado acreditado que dicha agresión fue consecuencia de las amenazas no
atendidas por parte de dicho testigo y provenientes de Vidmantas". Finalmente se concluye que
de los delitos expresados son responsables criminalmente en concepto de autores los acusados
por realización voluntaria y directa de los elementos de la infracción "y ello porque, conforme a
reiterada jurisprudencia, los miembros de una organización criminal como la que nos ocupa, son
responsables solidarios de los actos concretos que la misma realiza, ya que los mismos surgen
de un concierto o unidad de voluntades, que les hace responsables en el mismo grado
cualquiera que sea la parte que cada uno tome, ya que todos ellos coadyuvan de modo eficaz y
directo a la persecución del fin propuesto así como perseguido por la organización, y al que
dieron su beneplácito inicial, fin que se realiza con independencia de los actos que
individualmente realice cada uno de ellos (SSTS 30-4-1990; 22 y 17-6-91 entre otras), ya que se
establece entre ellos un vínculo de solidaridad que hace que todos ellos sean responsables en el
mismo grado cualquiera que sea la parte que cada uno tome (SSTS 25-5-98; 27-11-87 entre
otras)".
e) Los recurrentes interpusieron sendos recursos de apelación alegando la vulneración
del derecho a la presunción de inocencia por haberse utilizado como prueba de cargo un
atestado policial que no fue ratificado en la vista oral, determinadas declaraciones testificales
preconstituidas y la declaración del testigo protegido que era de referencia, destacando, además,
la existencia de vacío probatorio al basarse las condenas en meras conjeturas. Los recursos
fueron parcialmente estimados por Sentencia de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial
de Alicante de 31 de julio de 2002, absolviéndoles respecto de uno de los delitos de amenazas,
al haberse fundamentado en pruebas testificales preconstituidas, que no fueron practicadas en
presencia de los imputados. El resto de las condenas fueron confirmadas, argumentándose que,
si bien el atestado policial carecía de validez, por no haber sido ratificado en la vista oral, sin
embargo existía prueba de cargo bastante para considerar acreditados los hechos imputados.
A esos efectos se destaca la existencia de prueba directa consistente, en primer lugar,
en la declaración del testigo protegido, que manifestó, por un lado, que "Panevezhis" es una
organización que trae trabajadores lituanos a España a cambio de un porcentaje por buscarles
trabajo y alojamiento de la que forman parte Vidmantas Vysniauskas, Arturas Vysniauskas y
Tomás Grigaliunas, y que a Darius Baranauskas lo conoce pero no sabe si forma parte de esa
organización; por otro, que estuvo viviendo con las personas que traía la organización, que las
traían cada semana, tanto hombres como mujeres que trabajaban en fincas y en la construcción,
y que a todos se les exigía un 10 por 100 de su salario y, además, que a él mismo se le pedía un
porcentaje de sus ingresos, siendo directamente amenazado por Vidmantas Vysniauskas y
agredido por Tomás Grigaliunas, a los que reconoció en rueda de reconocimiento. En segundo
lugar, en la declaración del subcontratista, quien señaló que Vidmantas Vysniauskas y Darius
Baranauskas, junto con otro le ofrecieron los trabajadores lituanos y pasaban cada quince días a
cobrar; que Darius Baranauskas fue quien le amenazó porque empezó a pagar directamente a
los trabajadores, que vio como amenazaban también a los trabajadores y que entre los
contratados figuraba un grupo de jóvenes que usaba la furgoneta que sufrió los daños. En tercer
lugar, en la declaración de otro testigo que ratificó su declaración sumarial en la que afirmó que
Vidmantas Vysniauskas y Darius Baranauskas iban a la obra a cobrar el dinero; y, por ultimo,
otra testifical del encargado de la empresa constructora sobre la constante presencia de estos
mismos acusados en la obra, sobre la actitud atemorizadora hacia los trabajadores y las
amenazas al subcontratista y sobre el hecho de que algunos de los trabajadores dormían en la
obra en la furgoneta que fue dañada. Se destaca en la Sentencia que, en contraposición a ello,
los acusados declararon que no conocían al subcontratista, si bien Darius Baranauskas
reconoció haber ido a la obra a pedir dinero de un trabajador, pero que nunca lo amenazó. Por
último, también se señala la existencia de pruebas indiciarias como son que todos los acusados
se conocieran entre sí, que, pese a reconocer que carecían de trabajo u otros medios de vida, no
lo buscaban, que mantenían gran cantidad de vehículos y, en relación con los daños causados,
que éstos se produjeron inmediatamente después de haber sido despedidos los trabajadores en
la casa y la furgoneta en la que dormían.
3. Los recurrentes aducen en sus demandas de amparo la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE), con fundamento en que no ha existido prueba de cargo
en relación con los delitos de asociación ilícita y favorecimiento de la inmigración ilegal por los
que han sido condenados, ya que el atestado de la guardia civil no fue ratificado en el acto del
juicio oral por los agentes que lo redactaron. Además, la declaración del testigo protegido fue de
referencia, habiendo también un vacío probatorio respecto de los delitos imputados en tanto que
la inferencia a partir de pruebas indiciarias sobre su participación resulta excesivamente abierta,
no quedando tampoco acreditadas las bases de la responsabilidad compartida por pertenencia a
la misma organización en defecto de prueba respecto de la autoría directa.
Por su parte, los recurrentes en el amparo núm. 5761-2002 también alegan las
vulneraciones de los derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a la igualdad (art. 14
CE). La primera con fundamento, por un lado, en que durante la instrucción de la causa se le
imputan finalmente delitos por los que no fueron denunciados, por otro, en que las resoluciones
impugnadas incurren en evidentes errores y contradicciones en la valoración judicial de la
actividad probatoria indiciaria y, además, en que las penas por los delitos de amenazas no
resultan motivadas y son desproporcionadas. La segunda vulneración se funda en que en la
denuncia inicial no existen menciones respecto de estos recurrentes y el Ministerio Fiscal se
limita en su escrito de acusación a establecer un mero dato fáctico ayuno de connotaciones
delictuales al no atribuirles de modo implícito ni explícito connivencia con el resto de
denunciados.
4. La Sección Segunda de este Tribunal, por providencia de 15 de julio de 2004,
respecto del recurso de amparo núm. 5625-2002, y por sendas providencias de 20 de julio de
2004, respecto de los recursos de amparo núms. 5761-2002 y 5757-2002, acordó su admisión a
trámite y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, dirigir atentas comunicaciones a los
órganos judiciales competentes para la remisión de testimonio de las actuaciones y el
emplazamiento a quienes hubieran sido parte en este procedimiento para comparecer en el
mismo. Igualmente se acordó formar las correspondientes piezas separadas de suspensión, en
las que, tras los trámites oportunos, se dictaron por la Sala Primera de este Tribunal los AATC
347/2004, 348/2004 y 349/2004, de 20 de septiembre, acordando denegar las suspensiones
solicitadas.
5. Por sendas diligencias de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera
de 24 de mayo de 2005 se acordó dar vista de las actuaciones al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas por plazo común de veinte días, para que pudieran presentar las alegaciones que
estimasen pertinentes, de conformidad con el art. 52 LOTC.
6. En el recurso de amparo núm. 5761-2002, por diligencias de ordenación de la
Secretaría de Justicia de la Sala Primera de 21 de septiembre de 2005 se acordó tener por
personado y parte al Procurador de los Tribunales don Argimiro Vázquez Guillén, en
representación de los recurrentes, en sustitución de doña Asunción Saldaña Redondo, quien
había renunciado a la misma. Por diligencia de ordenación de 25 de mayo de 2006, conforme a
lo establecido en el art. 50.5 LOTC, se requirió la presentación de escritura de poder original que
acreditara la representación del citado Procurador respecto del recurrente don Aurelius Dagys. Al
no verificarse, por providencia de 25 de septiembre de 2006, se acordó archivar el presente
recurso respecto de este recurrente.
7. El Ministerio Fiscal, en el recurso de amparo núm. 5625-2002, por escrito registrado el
30 de junio de 2005, interesó el otorgamiento del amparo por vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE) exclusivamente respecto de la condena por delito de
daños, con anulación de dicho pronunciamiento. A esos efectos argumenta que, partiéndose de
la validez constitucional de la existencia de testigos protegidos y de los testimonios de referencia,
la responsabilidad penal de este recurrente respecto de los delitos de asociación ilícita,
favorecimiento de la inmigración ilegal, amenazas y la falta de lesiones se ha basado en
actividad probatoria de cargo válida y suficiente para enervar la presunción de inocencia, como
es la declaración de diversos testigos presenciales y otras pruebas indiciarias respecto de su
participación directa en los mismos. Por el contrario, en relación con el delito de daños, destaca
que ni la prueba directa ni la indiciaria proporcionan elemento incriminatorio alguno de la
participación del recurrente en la comisión de este delito.
8. El Ministerio Fiscal, en el recurso de amparo núm. 5757-2002, por escrito registrado el
29 de junio de 2005, interesó el otorgamiento del amparo por vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE) respecto de las condenas por delitos de asociación ilícita,
amenazas, daños y por la falta de lesiones, con anulación de dichos pronunciamientos. A esos
efectos pone de manifiesto que, partiéndose de la validez constitucional de la existencia de
testigos protegidos y de los testimonios de referencia, la responsabilidad penal de este
recurrente respecto de los delitos de asociación ilícita no resulta acreditada a partir de la prueba
practicada, toda vez que no resultan suficientes para enervar la presunción de inocencia del
recurrente respecto de su integración en una asociación ilícita ni la declaración testifical relativa a
las visitas en varias ocasiones a la obra para que le abonaran salarios, ni el hecho de que
agrediera a uno de los trabajadores con la culata de una pistola, ni tampoco las otras pruebas
indiciarias citadas en la Sentencia impugnada como son las contradicciones en que se suponen
habrían incurrido en su declaración, la identidad del modus operandi y el hecho de que
conviviera en el mismo domicilio con el resto de los condenados o la utilización indistinta de los
diversos vehículos que tenían a su disposición. Igualmente, en relación con los delitos de
amenazas y daños y la falta de lesiones, afirma que la prueba directa y la indiciaria sólo aportan
elementos probatorios respecto de otros acusados, pero no proporcionan elemento incriminatorio
alguno acerca de la participación del recurrente en la comisión de estos delitos, sin que quepa
justificar su condena en el principio de solidaridad de pertenencia a una organización. Por el
contrario, en relación con el delito de favorecimiento de la inmigración ilegal, señala que existe
prueba testifical directa respecto de su intervención activa en este delito, al haber sido señalado
como una de las personas que había ofrecido trabajadores, exigiendo al tiempo que fuera a él y
a otros de los acusados a quien se abonaran los salarios devengados.
9. El Ministerio Fiscal, en el recurso de amparo núm. 5761-2005, por escrito registrado el
29 de junio de 2005, interesó el otorgamiento del amparo: en primer lugar, por vulneración del
derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) para ambos recurrentes, respecto de las
condenas por el delito de daños y la falta de lesiones, y, para don Arturas Vysniauskas, además,
respecto de los dos delitos de amenazas, con anulación de dichos pronunciamientos y, en
segundo lugar, por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.2 CE), respecto de
las condenas por delitos de amenazas, al no haberse motivado la determinación de la pena, con
anulación en este concreto pronunciamiento y retroacción de actuaciones. A estos efectos, el
Ministerio Fiscal argumenta, en relación con la invocación del derecho a la tutela judicial efectiva
(art. 24.1 CE), por un lado, que no cabe apreciar indefensión por la alegada modificación del
titulo de imputación en el escrito de acusación respecto de la denuncia, ya que los recurrentes
han podido defenderse plenamente en el juicio oral de los delitos por los que eran acusados y,
por otro, que no cabe apreciar falta de justificación en relación con la participación de los
recurrentes en los hechos imputados, ni se incurre en error al justificar dicha participación, ni
existen contradicciones internas en la Sentencia impugnada. Por el contrario, afirma que se ha
vulnerado el art. 24.1 CE al no haberse motivado la concreta pena a imponer, toda vez que, si
bien se ha remitido a la solicitada por el Ministerio Fiscal, éste en su escrito no había justificado
la determinación de la pena. En relación con la vulneración aducida del derecho a la presunción
de inocencia (art. 24.2 CE), destaca que, partiéndose de la validez constitucional de la existencia
de testigos protegidos y de los testimonios de referencia, la responsabilidad penal de ambos
recurrentes respecto de los delitos de asociación ilícita y favorecimiento de la inmigración ilegal
y, además, de don Vidmantas Vysniauskas en relación con los delitos de amenazas se han
basado en actividad probatoria de cargo válida y suficiente para enervar la presunción de
inocencia, como es la declaración de diversos testigos presenciales y otras pruebas indiciarias
respecto de su participación directa en los mismos. Por el contrario, en relación con los delitos de
amenazas (por lo que se refiere a la participación en el mismo del recurrente don Arturas
Vysniauskas) de daños y la falta de lesiones pone de manifiesto que ni la prueba directa ni la
indiciaria proporcionan elemento incriminatorio alguno de la participación en la comisión de estos
ilícitos y sin que quepa justificar su condena en el principio de solidaridad de pertenencia a una
organización.
10. Los recurrentes, en escritos registrados el 9, 28 de junio y 26 de septiembre de 2005,
presentaron alegaciones dando por reproducido lo expuesto en sus respectivas demandas de
amparo. 11. Por diligencia de ordenación de 25 de mayo de 2006 se concedió un plazo
de diez días para que, de acuerdo con el art. 83 LOTC, se pronunciaran el Ministerio Fiscal y las
partes personadas en relación con la posible acumulación de los recursos, lo que fue, vistas las
alegaciones, acordado por la Sala Primera de este Tribunal por ATC 307/2006, de 25 de
septiembre.
12. Por providencia de 3 de mayo de 2007 se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 7 del mismo mes y año, trámite que ha finalizado en el día de la
fecha.
Fundamentos:
S.TC. 198/2006 .
Referencia número: 198/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 3/7/2006
Publicación BOE: 20060804 ::
Sala: Sala Segunda. Ponente: don Ramón Rodríguez Arribas
Número registro: 6672-2002/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Abdeluahed Mizzian Amar frente a las Sentencias de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional que le condenaron por un delito contra la salud
pública. Supuesta vulneración del derecho a la presunción de inocencia: condena fundada en
declaraciones de coimputados corroboradas, auque se negaran a declarar en el juicio oral (STC
2/2002); informe sobre flujos patrimoniales. Voto particular.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY
la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 6672-2002, promovido por don Abdeluahed Mizzian
Amar, representado por el Procurador de los Tribunales don Antonio María —lvarez-Buylla
Ballesteros y asistido por el Abogado don Manuel Cobo del Rosal, contra la Sentencia de la Sala
de lo Penal del Tribunal Supremo de 14 de octubre de 2002, que declara no haber lugar al
recurso de casación interpuesto contra la Sentencia de la Sección Primera de la Sala de lo Penal
de la Audiencia Nacional de 10 de julio de 2000 (según se rectifica por Auto de 17 de julio de
2000, ya que, por error, se consignó en aquélla la fecha de 6 de julio de 2000), dictada en rollo
núm. 18/92, que condenó al demandante de amparo como autor de un delito contra la salud
pública. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Ramón
Rodríguez Arribas, quien expresa el parecer de la Sala. Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 23 de noviembre de 2002 don Antonio María
—lvarez-Buylla Ballesteros, Procurador de los Tribunales, en nombre y representación de don
Abdeluahed Mizzian Amar, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones judiciales
citadas en el encabezamiento.
2. Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda de amparo, son,
concisamente expuestos, los siguientes:
a) En el Juzgado Central de Instrucción núm. 1 se incoaron las diligencias previas núm.
16/92, que dieron lugar al sumario 18/92 (al que se acumuló posteriormente el sumario 17/92
procedente del Juzgado Central de Instrucción núm. 5) seguido por delito contra la salud pública,
contrabando y delito de falsedad de documento de identidad. Elevadas las actuaciones a la
Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, el Ministerio Fiscal calificó
provisionalmente los hechos, acusando, además de a otras personas, al demandante de amparo
como autor de un delito continuado contra la salud pública y contrabando. Celebrado el juicio
oral, en la Sentencia de 10 de julio de 2000 (fecha rectificada por Auto de 17 de julio de 2000) de
la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional se declaran como hechos
probados, en lo que aquí interesa, que en la década de los años ochenta y primeros de los
noventa se desarrollaron en distintos puntos de Andalucía determinadas agrupaciones con el fin
de intervenir en el transporte de hachís desde Marruecos con destino a España para su ulterior
distribución en España, Holanda o Italia. Para atender a su ilícita actividad, los acusados, que en
unos casos dirigían y en otros se integraron en dichos grupos, se sirvieron de diversos medios
de transporte (barcos, pateras, lanchas, camiones, etc.) para el traslado de la droga, utilizando
también diversos recursos como emisoras, teléfonos móviles, documentación falsa y otros;
además, contaban con la estructura necesaria para realizar operaciones económicas destinadas
tanto a financiar los gastos generados en su actividad delictiva como para introducir en el tráfico
económico las ganancias obtenidas en el comercio ilegal de drogas, ocultando su ilícita
procedencia y la verdadera titularidad de los bienes. Entre los proveedores de la droga se
encontraba el acusado Abdeluahed Mizzian Amar, quien entregaba el hachís a una serie de
personas que se encargaban de proporcionar los medios personales y materiales necesarios
para su transporte y ulterior puesta a disposición de otros acusados.
b) Por los hechos probados, relatados profusamente en la Sentencia precitada, el
recurrente, junto con otros dieciocho coacusados, fue condenado como autor de un delito contra
la salud pública, a seis años y nueve meses de prisión y multa de cincuenta mil millones de
pesetas y al pago de las costas que
proporcionalmente le correspondieren.
La prueba de cargo en que se funda el pronunciamiento condenatorio consiste en:
1) la declaración en el juicio oral de los coacusados, con excepción del demandante de amparo,
quienes reconocieron su participación en los hechos así como la de éste, declaración que se
estima verosímil por el Tribunal por las siguientes razones: (a) todos los acusados se han
involucrado en los hechos imputados, reconociendo su participación y los pormenores de las
mismas, no apreciando ánimo de exculpación; (b) las declaraciones se corroboran con datos
objetivos, esto es, con elementos adicionales que permiten dar verosimilitud a su declaración; (c)
los acusados que declararon que don Abdeluahed Mizzian Amar, único acusado que no
reconoció su culpabilidad, participó en los hechos, presentaron un relato absolutamente
coherente, coincidente y plenamente compatible con el relato que fue objeto de la acusación; (d)
los elementos de prueba que corroboran la declaración de los coacusados son, a juicio del
Tribunal, aparte de la circunstancia de que todas las declaraciones, excepto la del único que no
reconoció su participación, son coincidentes, los datos objetivos que contienen, como por
ejemplo el suceso relatado por varios de los acusados con ocasión de la pérdida de un partida
de droga cuando fueron interrogados por el acusado don Abdeluahed Mizzian Amar en la
localidad de Tetuán, su lugar de residencia, donde directamente fueron preguntados por éste
sobre su paradero. De aquellas declaraciones se desprende que Abdeluahed Mizzian Amar
controlaba la droga en el origen, de quien era recibida para su ulterior transporte por una serie de
personas con cometidos diversos. 2) Los datos se corroboran asimismo con la ocupación de la
sustancia en los casos en que fue aprehendida y del informe elaborado por los funcionarios del
Servicio de Vigilancia Aduanera relativo a determinados movimientos económico-financieros que
permiten comprobar el flujo de los fondos en forma coincidente a la manera en que explicaron los
acusados que percibían sus honorarios y se distribuían posteriormente entre los diversos
partícipes en contraprestación por su distribución.
c) Contra la mencionada resolución se interpuso recurso de casación, en el que se
articularon diversos motivos, entre los que cabe destacar: 1) infracción del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE) por falta de prueba de cargo, al estimar que las
declaraciones de los coacusados no están corroboradas por ningún otro elemento probatorio; 2)
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), al haberle producido
indefensión la negativa de los procesados a contestar a preguntas del abogado defensor; 3)
violación del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), porque considera que
existió un acuerdo encubierto entre las defensas del resto de acusados y el Ministerio Fiscal.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo declara no haber lugar al recurso de casación
por no concurrir ninguno de los motivos alegados. En lo que aquí interesa, señala que el
testimonio de cada uno de los coimputados se corrobora con el de los demás, entre los que no
existió contradicción, sino coincidencia, no existiendo una base razonable para considerar que el
propósito de aquéllos fuera perjudicar al recurrente. Por lo que se refiere a la falta de respuesta
de algunos acusados, indica que éstos, que no eran testigos y no tenían, por ello, obligación de
responder, ejercieron su derecho a no declarar, y, en cualquier caso, aunque se restara valor
probatorio a los testimonios de los coacusados que se negaron a responder, habría que tener
presente que sí contestaron a todas las preguntas del Fiscal, compensándose aquella negativa
con la conducta de todos los demás que sí respondieron a las cuestiones formuladas por la
defensa del recurrente, resultando un acervo probatorio del que podría colegirse, según las
reglas de la lógica y la experiencia, que aquél era autor del delito que se le atribuye. De otro
lado, y frente a la queja relativa a la vulneración del derecho a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE), la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo indica que, pese a que el
recurrente entienda que la conformidad evitó el juicio oral, en realidad no fue así, sino que el
juicio se desarrolló en diversas sesiones, con la práctica de las pruebas que las partes tuvieron
por convenientes.
3. La demanda de amparo invoca, como primer motivo, la vulneración del derecho a la
tutela judicial efectiva sin indefensión (art. 24.1 CE), a la presunción de inocencia y a utilizar los
medios de prueba pertinentes para la defensa (art. 24.
2 CE), por considerar que no existió prueba de cargo en que basar la Sentencia condenatoria, al
haberse fundamentado ésta únicamente en las declaraciones de los coprocesados, que carecían
de una corroboración objetiva, señalando asimismo que dicha prueba no se practicó con todas
las garantías por existir un acuerdo encubierto entre las defensas del resto de los procesados y
el Ministerio Fiscal; se subraya, igualmente, que algunos acusados se negaron a contestar a las
preguntas formuladas por su defensa, por lo que habría faltado la necesaria contradicción,
careciendo así sus declaraciones de valor probatorio conforme al art. 11.1 LOPJ. En segundo
lugar, se denuncia la infracción del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE)
por la existencia, se reitera, de un acuerdo encubierto que habría vulnerado la igualdad entre las
partes y la necesaria contradicción.
De otra parte, mediante otrosí, se interesa la suspensión de las resoluciones recurridas.
4. Mediante providencia de 6 de noviembre de 2003, la Sección Tercera de este Tribunal
acordó la apertura del trámite de admisión previsto en el art. 50.3 LOTC, confiriendo un plazo
común de diez días al demandante de amparo y al Ministerio Fiscal, para formular las
alegaciones que estimaran pertinentes en relación con la carencia manifiesta de contenido
constitucional de la demanda (art. 50.1.c LOTC).
5. El día 21 de noviembre de 2003 se registró la entrada del escrito de alegaciones del
solicitante de amparo, en el que, en esencia, se reproducen los argumentos ya expuestos en la
demanda.
6. En igual fecha presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal, interesando la inadmisión
a trámite de la demanda por entender que carece manifiestamente de fundamento.
A juicio del Ministerio Fiscal, el motivo referido a la supuesta existencia de un pacto entre
el resto de acusados y la acusación pública, única personada en las actuaciones, que habría
vulnerado, según el recurrente, el derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE)
carece manifiestamente de fundamento, pues de las actuaciones no se desprende en modo
alguno que tal pacto hubiera tenido lugar y, aunque así hubiera sido, éste sería conforme a
Derecho en tanto el legislador ha establecido la posibilidad de atenuación de la responsabilidad
penal para aquellos que de alguna forma colaboren con la Administración de Justicia en el
esclarecimiento de los hechos, identificación de sus partícipes y reducción de las consecuencias
dañosas de la infracción penal. Por ello, aunque hubiera existido el mentado pacto, no se habría
infringido el derecho a un proceso justo, máxime cuando, como él mismo reconoce, el
demandante tuvo conocimiento de su eventual existencia antes de que comenzara el juicio oral,
pues también a él, según afirma en la demanda, le habría sido ofrecida la posibilidad de
atenuación de su responsabilidad penal a cambio de contribuir al esclarecimiento de los hechos
y a la delimitación de su responsabilidad en los mismos. Por lo demás, carece asimismo de
relevancia que se haya apreciado la atenuante del art. 21.4 CP pese a que los actos de
colaboración tuvieran lugar inmediatamente antes de la iniciación de la vista oral, pues se trata
de una cuestión de legalidad ordinaria de exclusiva competencia de los órganos jurisdiccionales
penales, y además tal circunstancia aparece suficientemente argumentada en la Sentencia de
instancia.
Por lo que se refiere a la queja central del recurrente, esto es, la relativa a la supuesta
infracción del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), subraya el Ministerio Fiscal
que carece también manifiestamente de fundamento, ya que los órganos judiciales dispusieron
no sólo de las declaraciones de todos los coimputados, sino que éstas aparecieron corroboradas
por una serie de datos objetivos cuales fueron la detallada descripción de cómo se realizaban las
operaciones de transporte y venta de las diferentes partidas de droga y, sobre todo, la sincronía
que se advierte entre las fechas de tales operaciones y los paralelos movimientos económicos
de los honorarios percibidos por tales operaciones que el Servicio de vigilancia Aduanera detectó
en las cuentas bancarias de los coacusados que desvelaron los hechos delictivos que se
declaran como probados en la Sentencia.
Por último, en lo tocante a la invocada vulneración del derecho a la prueba por la
negativa de algunos coacusados a responder a la defensa del actor en el juicio, se remite el
Ministerio Fiscal a la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, poniendo de
manifiesto, de un lado, que los coimputados, en tanto que acusados y no testigos, tenían
derecho a no declarar y a no responder a algunas de las preguntas que les pudieran formular las
partes en el juicio y, de otro, que algunos de ellos sí respondieron a las preguntas del Ministerio
Fiscal y también a las del Abogado del demandante por lo que, en conjunto, el acervo probatorio
resultó suficiente para que no se vea vulnerado aquel derecho ni su derecho de defensa, pues
tuvo la posibilidad, y así lo hizo, de poder interrogar al resto de acusados en la causa e incluso
obtuvo contestación de parte de algunos de ellos.
En consecuencia, el Ministerio Fiscal estima que la demanda no debe ser admitida a
trámite, por cuanto los motivos alegados carecen de modo manifiesto de fundamento.
7. Por escrito de 5 de febrero de 2004, la Sección Tercera del Tribunal Constitucional
acordó conceder un plazo de diez días a la parte recurrente para que aportara copia del informe
económico elaborado por el Servicio de Vigilancia Aduanera al que se hace referencia en la
página 23 de la Sentencia de instancia, informe que, junto con un escrito y otros documentos, fue
remitido a este Tribunal el día 24 de febrero de 2004, quedando unidos a las actuaciones el día 5
de marzo de 2004, fecha en que por la Sección Tercera del Tribunal Constitucional se concedió
al Ministerio Fiscal y a la parte recurrente un plazo común de diez días para que, en su caso,
completaran las alegaciones formuladas en virtud del traslado conferido en la anterior
providencia de 6 de noviembre de 2003.
8. Con fecha de 23 de marzo de 2004 presenta su escrito de alegaciones
complementario el demandante de amparo, en el que reitera las ya efectuadas tanto en la
demanda como en el trámite anterior.
9. En igual fecha se registra la entrada del escrito del Ministerio Fiscal, en el que indica
que, vistas las actuaciones presentadas por la parte recurrente, en nada queda desvirtuado su
precedente escrito de alegaciones, que reproduce con la correspondiente corrección de las
erratas advertidas, interesando, en los mismos términos que en el escrito previo, la inadmisión a
trámite de la demanda.
10. Por providencia de 26 de mayo de 2005, la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de conformidad con el art. 11.2 LOTC, acordó conocer del presente recurso de
amparo y admitir a trámite la demanda, así como, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51
LOTC, requerir a los órganos judiciales para que remitieran testimonio de las actuaciones,
interesando igualmente el emplazamiento de quienes hubieran sido parte en el procedimiento,
con la excepción de la parte recurrente en amparo, para que pudieran comparecer en este
proceso constitucional.
Finalmente, conforme a lo solicitado por el demandante, se acordó la formación de la
correspondiente pieza separada de suspensión, en la cual, tras atender las alegaciones
pertinentes, se acordó, por Auto de de 4 de julio de 2005 de la Sala Segunda de este Tribunal,
denegar la suspensión.
11. Recibidas las actuaciones, y según lo previsto en el art. 52.1 LOTC, se acordó dar
vista de las mismas por un plazo común de veinte días al Ministerio Fiscal y al demandante de
amparo, para que dentro de dicho período presentaran las alegaciones que estimasen
pertinentes.
12. El día 18 de octubre de 2005, se registró la entrada del escrito de alegaciones de la
parte recurrente, en el que reitera las alegaciones formuladas con anterioridad.
13. El Ministerio Fiscal presentó sus alegaciones el día 20 de octubre de 2005,
interesando la denegación del amparo solicitado, con iguales argumentos a los ya expuestos en
los trámites precedentes.
14. Por providencia de 29 de junio de 2006 se señaló para la deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 3 de julio del mismo año. Fundamentos:
Fallo:
Voto particular que formula el Magistrado don Eugeni Gay Montalvo respecto de la Sentencia de
la Sala Segunda de este Tribunal dictada en el recurso de amparo núm. 6672-2002, al que se
adhiere la Magistrada doña Elisa Pérez Vera
Con todo respeto hacia el criterio mayoritario reflejado en la Sentencia y de acuerdo con
la opinión discrepante que defendí en la deliberación, me siento en la obligación de ejercitar la
facultad prevista en el art. 90.2 LOTC, a fin de ser coherente con la posición mantenida.
Comparto básicamente la línea argumental de Sentencia; sin embargo, discrepo
respecto de la aplicación que en la misma se realiza de la doctrina constitucional sobre los
elementos de corroboración de la declaración del o de los coacusados, como es el caso, que ha
consolidado este Tribunal, que resumidamente se recoge en la fundamentación jurídica de la
Sentencia, pues, en contra de lo que allí se sostiene, no existe elemento alguno que corrobore la
participación del recurrente en los hechos por los que fue condenado, produciéndose, en
consecuencia, una clara vulneración del derecho a la presunción de inocencia.
Y ello por varias razones: En primer lugar, porque los elementos cuyo carácter
corroborador han de ser valorados por este Tribunal deben ser exclusivamente los que aparecen
expresados en las resoluciones judiciales impugnadas como fundamentos probatorios de la
condena (SSTC 181/2002, de 14 de octubre, FJ 4; 312/2005, de 12 de diciembre, FJ 1, y
160/2006, de 22 de mayo, FJ 2).
En este supuesto, el órgano judicial de instancia se remite sin más, y en términos
generales, al informe elaborado por los funcionarios del Servicio de Vigilancia Aduanera relativo
a determinados movimientos económico-financieros que permiten comprobar el flujo de los
fondos en forma coincidente a la manera en que explicaron los acusados que percibían sus
«honorarios» y se distribuían posteriormente entre los diversos partícipes en contraprestación
por su distribución. De tal explicación, obviamente, no se deduce elemento corroborador alguno
incriminatorio para el demandante.
Pero es más, aun en el caso de que, contrariando en cierta medida la doctrina anterior,
se entre a analizar el citado informe, tampoco, tras un minucioso análisis del mismo, se advierte
elemento corroborador alguno. Resulta, por el contrario, en primer lugar, que si bien aparecen en
alguna ocasión, determinados nombres vagamente parecidos al del recurrente (así, Hamed
Mizzian Abdelka, Omar Mizzian Hamed y Abdelahuged, que sin dificultad podrían corresponder a
otras personas, pues se trata de nombres muy comunes en el país vecino) al no constar dato
alguno fehaciente que refleje de forma indubitada su identidad, de dicha semejanza no puede
concluirse en modo alguno un dato inculpatorio. En segundo lugar, pese a que, como razona el
Tribunal de instancia y enfatiza también el Fiscal ante el Tribunal Constitucional, estos
documentos reflejan los movimientos económico-financieros que permiten comprobar el flujo de
fondos de manera coincidente al modo en que explicaron los coacusados que recibían sus
«honorarios» como contraprestación a su contribución en la organización, lo cierto es que tal
documentación podría probar o ser idónea como elemento corroborador de la existencia de una
trama económica y de la participación en lla de algunos de los coacusados que aparecen
perfectamente identificados en aquella documentación, pero que en modo alguno puede servir
para confirmar la participación del demandante de amparo, del que no resulta constancia de su
intervención en las numerosas operaciones bancarias y financieras documentadas en el informe
antedicho y que, por lo demás, fue condenado por un delito contra la salud pública.
En definitiva, aunque existan datos objetivos que adveran las declaraciones de los
coacusados sobre la existencia de una organización para el tráfico de drogas y el blanqueo de
los ilícitos beneficios, aquellos datos en absoluto corroboran la participación del recurrente en los
hechos enjuiciados, que es justamente el objeto de la corroboración, por lo que, aplicando la
doctrina constitucional sobre las exigencias adicionales de la declaración de los coacusados, en
este supuesto no debería haberse considerado la existencia de prueba de cargo bastante, ni la
mínima necesaria que venimos exigiendo para que ésta no resulte ilógica o arbitraria y sea
causa que enerve el derecho fundamental a la presunción de inocencia. En consecuencia,
entiendo que debió otorgarse el amparo.
Madrid, a seis de julio de dos mil seis.-Eugeni Gay Montalvo.-Firmado y rubricado.
S.TC. 142/2006 .
Referencia número: 142/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 8/5/2006
Publicación BOE: 20060608 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Pascual Sala Sánchez
Número registro: 3523-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Antonio Talavera Gómez respecto a las Sentencias de la Audiencia
Provincial y de un Juzgado de lo Penal de Valencia que le condenaron por un delito contra la
salud pública. Supuesta vulneración del derecho a la presunción de inocencia: condena fundada
en declaraciones de coimputados corroboradas, aunque se negaran a declarar en el juicio oral
(STC 2/2002).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3523-2003, promovido por don Antonio Talavera Gómez,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña María del Mar Gómez Rodríguez y
asistido por el Abogado don Pedro Bermúdez Belmar, contra la Sentencia de la Sección Tercera
de la Audiencia Provincial de Valencia de 9 de abril de 2003, dictada en rollo de apelación núm.
280-2003, que desestimó el recurso de apelación interpuesto contra la Sentencia del Juzgado de
lo Penal núm. 1 de Valencia de 23 de enero de 2003, dictada en procedimiento abreviado 431-
2002, que condenó al demandante de amparo como autor de un delito contra la salud pública.
Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pascual Sala Sánchez,
quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 30 de mayo de 2003 doña María del Mar
Gómez Rodríguez, Procuradora de los Tribunales, en nombre y representación de don Antonio
Talavera Gómez, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones judiciales citadas en el
encabezamiento.
2. Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda de amparo son,
concisamente expuestos, los siguientes:
a) En el Juzgado de Instrucción núm. 1 de Alzira se incoaron las diligencias previas
1042/99, que dieron lugar al procedimiento abreviado 431-2002 ante el Juzgado de lo Penal
núm. 1 de Valencia, por un delito contra la salud pública. Celebrado el juicio oral este órgano
judicial dictó Sentencia el 23 de enero de 2003, en la que se declaran como hechos probados, en
lo que aquí interesa, que el recurrente, previo concierto, se encontró en una zona determinada
con los otros tres acusados, entregándoles una bolsa que contenía 2.050 gramos de hachís que
todos iban a dedicar a vender a cambio de compensación económica que después repartirían,
dado que ninguno de ellos es consumidor de sustancias tóxicas.
b) Por los hechos probados, el demandante, junto con los otros tres coacusados, fue
condenado como autor de un delito contra la salud pública a la pena de un año de prisión con la
accesoria de inhabilitación especial para el derecho de sufragio pasivo durante el mismo tiempo,
y multa de 9.000 euros con responsabilidad personal subsidiara de un mes en caso de impago y
al abono de la cuarta parte de las costas procesales.
La prueba de cargo en que se funda el pronunciamiento condenatorio, según se expone
en los fundamentos jurídicos primero y segundo de la Sentencia de instancia, consiste en: 1) la
ratificación en el juicio oral por los funcionarios policiales de las manifestaciones del atestado y
de la fase de instrucción, reiterando que encontraron la bolsa conteniendo la sustancia
intervenida, arrojada por uno de los acusados al apercibirse de la presencia policial; así como
que el vehículo conducido por el recurrente se alejaba del lugar ante dicha presencia; 2) todos
los acusados reconocieron en la fase de instrucción, ante la Guardia Civil y el Juzgado, que se
encontraban en el lugar donde fue hallada la droga; don Antonio Talavera Gómez negó su
participación en los hechos, si bien reconoció que se detuvo con su vehículo en el lugar de los
hechos para saludar al acusado don Mariano Oliver y que se marchó cuando llegaba la policía.
Sin embargo en el acto del juicio oral el acusado don Lorenzo Boluda manifestó que está
conforme con los hechos relatados en el escrito del Ministerio Fiscal, tras escuchar su lectura,
así como don Mariano Oliver y don Fernando Pastor, pero los tres se negaron a declarar nada
más, por lo que con ello, a juicio del órgano judicial, vinieron claramente a reconocer su
participación y la de don Antonio Talavera en el delito imputado. Además don Lorenzo Boluda y
don Mariano Oliver manifestaron en sus declaraciones ante la guardia civil que la droga la había
llevado el recurrente, reiterando el último en el Juzgado que la bolsa estaba entre Fernando
Pastor y Antonio Talavera. Finalmente el juzgador consideró que no existe razón alguna por la
que pueda sospecharse que los otros tres coacusados pueden mentir al culpar a Antonio
Talavera Gómez.
c) Contra la mencionada resolución se interpuso recurso de apelación, que se
fundamentó en la vulneración de precepto constitucional por falta de contradicción en la prueba
practicada así como su insuficiencia, habida cuenta de que los testimonios de los coacusados no
cumplirían los requisitos necesarios para enervar la presunción de inocencia.
La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Valencia desestima dicho recurso,
confirmando íntegramente la resolución de instancia, razonando, en primer lugar, que no puede
considerarse que la declaración de los coacusados estuviera contaminada por motivos espúreos.
De otro lado indica que no existe vulneración del principio de contradicción, dado que no es un
principio absoluto, y, además, la defensa del recurrente pudo ejercitarlo efectuando preguntas a
su propio defendido, a otros testigos y a los coacusados, de modo que el hecho de que éstos
hicieran uso de su derecho al silencio no anula aquel principio, pues se han articulado otros
medios de prueba. Finalmente considera que las declaraciones de los coacusados están
apoyadas por elementos que las dotan de especial significación, como el hallazgo de la droga, la
presencia del acusado en el lugar de su intercambio y la actitud del acusado de alejarse del lugar
ante la aparición de la policía. Así pues la Audiencia estima que existió prueba de cargo
suficiente para la condena.
3. La demanda de amparo invoca la vulneración del derecho a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE) por considerar que no existió prueba de cargo en que basar la Sentencia
condenatoria, al haberse fundamentado ésta en las declaraciones de los coacusados, que, por
una parte, carecían de una corroboración objetiva y, de otra, no pudieron ser objeto de
contradicción al acogerse aquéllos a su derecho a no declarar, por lo que se habría vulnerado
asimismo el derecho de defensa y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE).
4. Mediante providencia de 28 de octubre de 2004 la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional acordó admitir a trámite la demanda así como, en aplicación de lo dispuesto en el
art. 51 LOTC, requerir a los órganos judiciales para que remitieran testimonio de las actuaciones,
interesando asimismo el emplazamiento de quienes hubieran sido parte en el procedimiento, con
excepción de la parte recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudieran
comparecer en este proceso constitucional . 5. Recibidas las actuaciones, según lo previsto
en el art. 52.1 LOTC, se acordó dar vista de aquéllas por un plazo común de veinte días al
Ministerio Fiscal y a la parte recurrente, para que dentro de dicho período presentaran las
alegaciones pertinentes.
6. El día 23 de febrero de 2005 se registró la entrada del escrito de alegaciones del
Ministerio Fiscal, interesando el otorgamiento del amparo solicitado.
El Ministerio Fiscal, tras poner de manifiesto el modo peculiar en que se admitieron los
hechos por los coacusados, en tanto lo hicieron, no al inicio del juicio oral, sino al comienzo de
su respectivo interrogatorio, señala, de otro lado, que las diversas quejas expresadas en la
demanda de amparo deben analizarse conjuntamente, pues en definitiva lo que se discute es la
aptitud de la prueba practicada para desvirtuar la presunción de inocencia.
En cualquier caso, partiendo de la base de que los coacusados, al inicio del
interrogatorio del Ministerio Fiscal en la vista oral, afirmaron la realidad de los hechos y, por
consiguiente, incriminaron a todos partícipes en los mismos, examina, luego de recordar la
doctrina constitucional al respecto, la idoneidad de dichas declaraciones para destruir la
presunción de inocencia del recurrente, concluyendo que, pese a la afirmación del demandante
de amparo en el sentido de que la única prueba practicada en el juicio oral eran aquellas
declaraciones, lo cierto es que constan asimismo los testimonios de los cuatro policías locales
intervinientes de los que resulta la corroboración mínima necesaria, complementada igualmente
por la ocupación de la droga. De este modo se habría practicado prueba suficiente para entender
enervada la presunción de inocencia del demandante.
Sin embargo hay que tener en cuenta asimismo la importante circunstancia de que las
declaraciones de los coacusados no pudieron someterse a contradicción, entendiendo el
Ministerio Fiscal que, al haber ejercido los declarantes su derecho al silencio, aquéllas no
pueden tener eficacia probatoria en orden al concreto modo de participación del actor, sin
perjuicio de que pueda considerarse la existencia de otras pruebas, no vulneradoras del derecho
a un proceso con todas las garantías, en las que fundamentar la condena del demandante, tarea
ésta que, en cualquier caso, corresponde a los órganos judiciales, por lo que propone,
finalmente, la estimación del recurso de amparo con retroacción de las actuaciones para que el
Juzgado de lo Penal, una vez excluida la validez probatoria de las diversas declaraciones de los
coacusados, resuelva lo procedente.
7. Por providencia de 4 de mayo de 2006, se señaló para la deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 8 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 68/2006 .
Referencia número: 68/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 13/3/2006
Publicación BOE: 20060418 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Javier Delgado Barrio
Número registro: 5786-2001/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Emilio Bohigas Moreno frente a las Sentencia de la Audiencia Provincial y de
un Juzgado de lo Penal de Palma de Mallorca que lo condenaron por delitos contra la hacienda
pública. Supuesta vulneración del derecho a no declarar contra uno mismo: información
obtenida de una sociedad mercantil, no del acusado (STC 18/2005).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5786-2001, promovido por don Emilio Bohigas Moreno,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Castro Rodríguez y asistido por
el Abogado don Joan Buades Feliu, contra la Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia
Provincial de Palma de Mallorca de 28 de septiembre de 2001, que revoca en parte la Sentencia
del Juzgado de lo Penal núm. 2 de Palma de Mallorca de 12 de septiembre de 2000. Han
intervenido el Abogado del Estado y el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don
Javier Delgado Barrio, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 8 de noviembre de 2001, doña Teresa Castro
Rodríguez, Procuradora de los Tribunales, en nombre y representación de don Emilio Bohigas
Moreno, interpuso recurso de amparo contra la Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 2 de
Palma de Mallorca de 12 de septiembre de 2000 (procedimiento abreviado núm. 54-2000), que
condenó al recurrente como autor de "cuatro delitos contra la Hacienda Pública del artículo 349
del Código Penal de 1973" y contra la Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia
Provincial de Palma de Mallorca de 28 de septiembre de 2001 (rollo de apelación núm. 75-2001)
que, estimando el recurso de apelación interpuesto por el Abogado del Estado, revoca en parte
la Sentencia de instancia, condenando al demandante por "un delito contra la Hacienda Pública"
-"delito fiscal relativo al año 1992" que el Juzgado había entendido prescrito- y manteniendo los
restantes pronunciamientos de la Sentencia de instancia.
2. Los hechos más relevantes para la resolución de la presente demanda de amparo
son, en síntesis, los siguientes:
a) El día 14 de abril de 1997, la Administración tributaria inició actuaciones de
comprobación e investigación sobre la entidad Bravo Management, S. L., de la que don Emilio
Bohigas Moreno era socio y administrador, en relación con el impuesto sobre el valor añadido
(IVA) y el impuesto sobre sociedades de los ejercicios 1992 a 1995, ambos inclusive. En el curso
de dichas actuaciones la Inspección de los tributos reclamó a la citada entidad diversa
documentación (en particular, el listado de facturas emitidas, el listado de facturas recibidas y las
facturas emitidas y recibidas de todos los años comprobados), que fue aportada por el
representante de la misma. Concluidas las actuaciones inspectoras, el día 9 de octubre de 1997,
en calidad de administrador de Bravo Management, S. L., el Sr. Bohigas Moreno firmó cinco
actas de conformidad, de las que derivaba la siguiente deuda tributaria a ingresar por la entidad:
en concepto de impuesto sobre el valor añadido de los ejercicios 1992 a 1995, un total de
117.218.087 pesetas (58.066.797 de cuota tributaria, 20.536.870 de intereses de demora y
38.614.420 de sanción); en concepto de impuesto sobre sociedades, 1.782.979 pesetas del
ejercicio 1992 (874.209 de cuota, 419.213 de intereses de demora y 489.557 de sanción),
13.472.838 pesetas del ejercicio 1993 (6.889.917 de cuota, 2.411.093 de intereses y 4.171.828
de sanción), 26. 837.037 pesetas del ejercicio 1994 (13.623.697 de cuota, 3.268.941 de
intereses y 9.944.399 de sanción) y 14.007.046 pesetas del ejercicio 1995 (8.289.940 de cuota,
1.074.740 de intereses y 4.642.366 de sanción). No obstante, en todas las actas se advertía a la
obligada tributaria de la posibilidad de que, de conformidad con el artículo 60.2 del Real Decreto
939/1986, de 25 de abril, por el que se aprueba el Reglamento general de inspección (en
adelante, RGIT), en el plazo de un mes desde la fecha de las actas incoadas, el Inspector jefe
podría acordar, entre otras medidas, dejar sin eficacia las mismas y ordenar completar las
actuaciones practicadas durante un plazo no superior a tres meses.
b) El día 30 de octubre de 1997, el Inspector regional de la Agencia Estatal de
Administración tributaria de las Islas Baleares acordó, en virtud del citado artículo 60.2 RGIT,
dejar sin efecto las actas incoadas a Bravo Management, S.L., y completar las actuaciones
inspectoras practicadas hasta el momento, al estimar que no se había observado lo previsto en
el artículo 49.2 d) RGIT sobre el contenido preceptivo de las actas y que las diligencias obrantes
en el expediente no sustentaban de forma suficiente la propuesta de liquidación contenida en las
actas.
c) Reanudadas las actuaciones inspectoras, el día 27 de noviembre de 1997
comparecieron en las oficinas de la Inspección dos representantes de la entidad Bravo
Management, S. L. En el curso de dicha comparecencia la Inspectora jefe de la Unidad Regional
de Inspección 92 requirió a la entidad que aportara la contabilidad oficial y las facturas recibidas
que faltaban con relación a los listados mecanizados facilitados, así como que aclarara la
diferencia entre la cifra de negocios consignada en la declaración del impuesto sobre sociedades
del ejercicio 1994 (272.301.738 pesetas) y las ventas que figuraban en los registros
mecanizados de IVA de facturas emitidas (376.764.008 pesetas). Frente a dicho requerimiento,
según consta en diligencia firmada por la Inspectora actuaria y los representantes de la entidad
comparecientes, estos últimos manifestaron que consideraban que la propuesta de liquidación
efectuada en las actas firmadas en conformidad había devenido liquidación definitiva y que los
datos, documentos y antecedentes solicitados habían sido ya aportados, constaban en el
expediente y habían sido contrastados, acreditados y probados a tenor de las actuaciones
inspectoras realizadas documentadas en las actas de conformidad de fecha 9 de octubre de
1997.
d) Siguiendo las actuaciones en las oficinas de la Inspección el día 4 de diciembre de
1997, según consta en diligencia de dicha fecha firmada por los representantes de Bravo
Management, S. L., y la Inspectora actuaria, esta última comunicó a dicha sociedad la necesidad
de que completara la documentación aportada (en particular, las facturas recibidas que faltaban,
a fin de poder determinar el IVA soportado deducible del IVA devengado de cada ejercicio), y
solicitó nuevamente que se aportara la contabilidad oficial. Los apoderados de la entidad se
ratificaron en la manifestación efectuada en la diligencia de 27 de noviembre de 1997 y reiteraron
que las actas incoadas el 9 de octubre de 1997 habían originado una liquidación firme y
definitiva, razón por la cual consideraban que los datos solicitados correspondían a ejercicios
definitivamente comprobados por la Administración tributaria mediante liquidación definitiva y
firme.
e) El 2 de diciembre de 1997, la Inspectora actuaria, tras poner de manifiesto que la
entidad no iba a aportar más documentación, formula una propuesta de liquidación
exclusivamente con los datos que constan ya en el expediente, propuesta en la que hace constar
"la existencia de cuotas presuntamente eludidas superiores a 15 millones ptas. en el Impuesto
sobre el Valor Añadido de los ejercicios 1992, 1993, 1994 y 1995 y en el Impuesto sobre
Sociedades del ejercicio 1994", por parte del sujeto pasivo inspeccionado, Bravo Management,
S. L., razón por la cual estimaba que se había cometido delito fiscal. Mediante escrito de 19 de
diciembre de 1997, la Unidad especial de vigilancia y represión del fraude fiscal, apreciando
también indicios de delito, estimó que, en aplicación del artículo 77 de la Ley 230/1963, de 28 de
diciembre, general tributaria (LGT) y el artículo 66 RGIT, procedía dar traslado del expediente al
Delegado de Hacienda para su remisión al Ministerio Fiscal.
f) Presentada el 26 de enero de 1998, por el Ministerio Fiscal, denuncia contra don
Emilio Bohigas Moreno, a instancias del Delegado Especial de la Agencia Estatal de
Administración Tributaria, finalmente el Juzgado de lo Penal núm. 2 de Palma de Mallorca dictó
Sentencia de 12 de septiembre de 2000, en la que, considerando prescrita la cuota tributaria del
IVA correspondiente al ejercicio 1992, condenaba al ahora recurrente en amparo como autor de
cuatro delitos contra la hacienda pública del artículo 349 del Código penal de 1973, al considerar
que el señor Bohigas Moreno había defraudado a la hacienda pública los importes estimados por
la Inspección tributaria, en concepto de IVA de los ejercicios 1993, 1994 y 1995, e impuesto
sobre sociedades del ejercicio 1994. Concretamente, el citado Juzgado condenó al acusado a la
pena de seis meses y un día de prisión menor por cada uno de los delitos; a la pena de multa del
duplo de la cantidad defraudada (173. 546.854 pesetas), con arresto sustitutorio de seis meses
caso de impago de la multa; a la pérdida de la posibilidad de obtener subvenciones públicas o
crédito oficial y el derecho de gozar de beneficios o incentivos fiscales durante tres años; y al
pago de las costas del juicio. Presentada solicitud de aclaración por el Abogado del Estado,
acerca de si se condenaba o no al señor Bohigas Moreno como responsable civil y, en su caso,
el alcance de la misma, el Juzgado de lo Penal núm. 2 de Mallorca dictó Auto de 18 de octubre
de 2000, en el que, apreciando la existencia de un error material manifiesto, rectificaba el fallo de
la Sentencia de 12 de septiembre de 2000 en el sentido de añadir al final del primer párrafo del
mismo lo siguiente: "Igualmente se le condena al pago de la cantidad de ochenta y seis millones
setecientas setenta y tres mil cuatrocientas veintisiete pesetas a la Hacienda Pública como
indemnización por la cuota no ingresada".
g) Contra dicha resolución interpusieron recurso de apelación (rollo núm. 75-2001) tanto
don Emilio Bohigas Moreno, con fundamento, entre otros motivos, en la vulneración del derecho
a no declarar contra sí mismo -del que, a su juicio, debió ser informado por la Inspección de los
Tributos al inicio de las actuaciones inspectoras-, como el Abogado del Estado, en
representación de la Agencia Estatal de Administración Tributaria, por considerar no prescrita la
cuota tributaria del IVA del ejercicio 1992. La Sección Primera de la Audiencia Provincial de
Mallorca dictó Sentencia de 28 de septiembre de 2001 en la que, desestimando el recurso de
apelación deducido por el señor Bohigas Moreno y estimando el interpuesto por el Abogado del
Estado, revocaba en parte la Sentencia de 12 de septiembre de 2000 del Juzgado de lo Penal
núm. 2 de Palma de Mallorca, y condenaba al señor Bohigas Moreno, por dejar de ingresar la
cuota tributaria del IVA del ejercicio 1992 (28.586.196), como autor de un delito contra la
hacienda pública, a la pena de seis meses y un día de prisión menor; a una multa de 47.172.392
pesetas, con arresto sustitutorio de cinco meses en caso de impago; a la pérdida de la
posibilidad de obtener subvenciones o ayudas públicas y del derecho a gozar de beneficios o
incentivos fiscales o de la Seguridad Social por tiempo de tres años; a las penas accesorias de
suspensión de cargo público y derecho de sufragio durante el tiempo que dure la condena; a que
indemnice a la hacienda pública en la cantidad de 28.586.191 pesetas más los parte de las
costas procesales; declarándose, asimismo, la responsabilidad subsidiaria de la entidad Bravo
Management, S. L.
3. Se alega en la demanda de amparo la vulneración del derecho a no declarar contra sí
mismo garantizado en el artículo 24.2 CE, con fundamento en los razonamientos que se
exponen a continuación:
a) Comienza el recurrente subrayando que, tal y como sostuvo a lo largo del plenario y,
posteriormente, en el recurso de apelación, el ordenamiento jurídico encomienda a la
Administración tributaria en general y a la Inspección de los tributos en particular la función de
comprobar -y, en su caso, regularizar- la situación tributaria de los contribuyentes; no obstante lo
cual, en el supuesto de que se apreciase la existencia de un delito contra la hacienda pública, en
virtud de los artículos 77.6 LGT y 66 RGIT, la Inspección de los tributos debe paralizar las
actuaciones y remitir las mismas al Ministerio Fiscal. De los citados preceptos se colige que de
las actuaciones de comprobación e investigación la Inspección de los Tributos pueden derivarse
responsabilidades de índole penal para los ciudadanos, teniendo incluso dichos órganos
encomendadas funciones de auxilio a la autoridad judicial en la investigación de los delitos, como
si del cuerpo de policía se tratara.
A juicio del demandante de amparo, resulta lógico y aceptable que la Administración
tributaria tenga atribuida una vis compulsiva y una facultad sancionatoria para aquellos casos en
los que los contribuyentes incumplen los requerimientos de la Inspección actuaria o muestran un
comportamiento obstruccionista, dado que, de otro modo, las facultades de la Inspección de los
tributos serían ilusorias. En consecuencia, estima que los requerimientos practicados en forma y
con respeto de los derechos de los ciudadanos no pueden reputarse per se contrarios a la
Constitución. Sucede, sin embargo, que cuando un actuario inicia por cualquier motivo (como
consecuencia de un plan de inspección, denuncia o indicios de defraudación) las actuaciones
inspectoras conoce la posibilidad de que en el curso de las mismas se detecten indicios
fundados de la comisión de un delito contra la hacienda pública tipificado en el Título XIV del
Código Penal, en cuyo caso debe suspender las actuaciones y pasar el tanto de culpa a la
jurisdicción penal. En suma, respecto de la mayoría de las otras actuaciones de investigación o
comprobación de la Administración, en materia de inspección tributaria se da la peculiaridad de
que existe la posibilidad real de que el contribuyente se vea inmerso en un procedimiento penal
por delito contra la hacienda pública, precisamente como consecuencia de la investigación previa
desarrollada por la Inspección, dado que la investigación de los ilícitos tributarios corresponde
exclusivamente a la Inspección de los tributos, sin que intervenga la policía salvo para realizar
funciones de apoyo.
De todo lo anterior infiere el recurrente que cuando la Inspección de los tributos inicia
sus actuaciones tiene que garantizar al contribuyente objeto de comprobación los mismos
derechos que los que debe observar la policía cuando investiga otros comportamientos
presuntamente delictivos, incluso en el supuesto de que no existan indicios solventes de la
comisión de un delito contra la hacienda pública. Nuestro sistema jurídico no puede admitir que
una instrucción o investigación en la que se obtienen pruebas que pueden ser empleadas para
iniciar y fundamentar un proceso penal no respete los derechos constitucionales a la tutela
judicial efectiva y a la defensa. Por consiguiente, en el inicio de las actuaciones inspectoras debe
hacerse una "lectura de derechos" al contribuyente, informándosele de la posibilidad de que se
suspendan las actuaciones si se aprecia la existencia de indicios de la comisión de delitos contra
la hacienda pública, así como del catálogo de derechos que ostenta a lo largo del expediente,
entre ellos, y en la medida en que la Inspección puede concluir con la imputación de un delito, de
los derechos a no declarar contra sí mismos y a no aportar pruebas que puedan constituir
elementos de cargo o incriminatorios.
En opinión del recurrente en amparo, resultaría inconcebible en la actualidad que la
policía, a quien se encomienda la tarea de reprimir e investigar los delitos, pudiera desarrollar su
actividad al margen de los mandatos constitucionales y, en particular, sin la lectura de los
derechos a los imputados. Siendo esto así, el mismo tratamiento merecen aquellos
contribuyentes que se enfrentan a una investigación de su situación tributaria, dado que de la
misma puede derivarse la imputación de delitos. Así pues, debe exigirse que en cualquier
inspección tributaria de la que pueda derivarse una incriminación penal se observen los mismos
principios garantistas que se aplican en cualquier investigación de conductas delictivas y no cabe
duda de que entre los derechos que le asisten al contribuyente inspeccionado se encuentra el de
no declarar contra sí mismo y no aportar documentos que, a la postre, se trasladan al proceso
penal y son utilizados como elementos probatorios en su contra.
Se trata, en definitiva, de que los contribuyentes, después de que se les haya informado
cabal y suficientemente acerca de la posibilidad de que la inspección concluya con la imputación
de un delito, puedan decidir libremente si declaran o no, o si aportan o no la documentación que
les reclama la Administración tributaria y puede servir de base para una incriminación. Si
decidieran no colaborar, entiende el recurrente que los incumplimientos de los administrados no
quedarían sin sanción, dado que la Administración tributaria siempre puede imponer sanciones
pecuniarias por la negativa del sujeto inspeccionado a colaborar, y practicar las liquidaciones
tributarias por medios distintos a la estimación directa.
b) Sentado lo anterior, el demandante de amparo pone de manifiesto que, tal y como se
desprende rotundamente de los autos, durante las actuaciones inspectoras que originaron la
apertura del proceso penal y, finalmente, la imposición de condenas por la comisión de varios
delitos contra la hacienda pública, la Administración tributaria no le informó de las posibles
consecuencias que podrían derivarse de la aportación de pruebas o de su propia colaboración a
la inspección en curso. Por el contrario, con "admoniciones, requerimientos y advertencias" se le
intimó para que cumpliera con los mandatos que, a la postre, derivaron en su posterior
encausamiento, enjuiciamiento y condena, sin que en ningún momento se le advirtiera de las
consecuencias de esa colaboración. Paradójicamente, en un primer momento la Inspección
tributaria levantó actas que, aceptadas en conformidad por el recurrente, carecían de
consecuencias de índole penal. Posteriormente, sin embargo, dichas actas fueron dejadas sin
efecto por el Inspector regional, reanudándose las actuaciones inspectoras que, finalmente,
desembocaron en la denuncia que la Inspección trasladó al Ministerio Fiscal y éste puso en
conocimiento del Juzgado.
La Administración tributaria -reitera el demandante-no puede ser ajena a las garantías
constitucionales de los ciudadanos, de manera que viene obligada desde el inicio de sus
actuaciones a informar a los contribuyentes inspeccionados de que, en el supuesto de existir
incumplimientos tributarios, la inspección puede derivar en el inicio de un proceso penal contra
ellos, con el objeto de que si lo desean puedan acogerse a los derechos que el ordenamiento
otorga a quienes son objeto de una investigación que puede desembocar en un enjuiciamiento y
condena. No entenderlo así, supone laminar la doctrina constitucional construida en torno al
artículo 24 CE, de carácter garantista para el ciudadano.
En los supuestos en los que existe una conducta presuntamente delictiva, la inspección
tributaria se transforma en inspección prejudicial o, en su caso, de auxilio al órgano judicial,
teniendo sus actuaciones o informes el carácter de denuncia dirigida al Juzgado a través de la
Fiscalía, esto es, de notitia criminis a la que se ha llegado, precisamente, por la colaboración del
contribuyente que ha aportado los elementos de prueba incriminatoria que fundamentan la
acusación. Por esta razón, entiende el recurrente que el inicio de las actuaciones inspectoras y
su prosecución, especialmente a raíz de la decisión del Inspector regional de completar las
actuaciones, sin informar al contribuyente inspeccionado de sus derechos constitucionales y de
que cuanto declarara o aportara podría ser utilizado en su contra y aportado en un proceso
penal, constituye una clara vulneración del derecho a no declarar contra sí mismo y a no aportar
pruebas de cargo reconocido en el artículo 24.2 CE, siendo por consiguiente nulas todas las
actuaciones realizadas sin respetar los citados derechos, así como las Sentencias dictadas por
la jurisdicción penal.
c) A continuación, la demanda de amparo examina el criterio que sobre la denunciada
vulneración del derecho a no declarar contra sí mismo manifiesta la Sentencia de la Audiencia
Provincial de Palma de Mallorca impugnada en su fundamento jurídico segundo. Dicha
Sentencia -señala el demandante- funda su argumentación en la doctrina sentada por la STC
76/1990, de 26 de abril, doctrina que el recurrente da por sentada y no cuestiona. El
demandante, en efecto, frente a lo que señala la Audiencia Provincial, en ningún caso pretende
defender que existe un derecho absoluto e incondicionado a la reserva de los datos con
relevancia fiscal esgrimible frente a la Administración tributaria, derecho que dejaría sin eficacia
el deber de contribuir consagrado en el artículo 31.1 CE. Lo que mantiene es el derecho de los
contribuyentes a ser advertidos durante la comprobación e investigación tributaria de las
consecuencias de sus actuaciones para poder hacer uso, en defensa de sus intereses, del haz
de derechos que el artículo 24.2 CE le reconoce (defensa, asistencia letrada, información de las
imputaciones que se le hacen, no declarar, no confesarse culpable, etc.).
Ciertamente, el incumplimiento de las exigencias que la Ley general tributaria impone al
sujeto pasivo pueden comportar sanciones pecuniarias, liquidaciones tributarias practicadas por
estimación, o incluso medidas coercitivas dirigidas a asegurar que el sujeto inspeccionado
observa los mandatos legales que permiten a la Administración tributaria desarrollar su función
inspectora. Pero ello no es óbice para que la inspección tributaria tenga la obligación de informar
a los administrados sobre la situación de la investigación que se lleva cabo con ellos y de sus
consecuencias.
Entiende el demandante que la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca se confunde
al considerar que en el recurso de apelación se sostenía la inconstitucionalidad de la exigencia
de datos relativos a la situación económica del contribuyente. A su juicio, la vulneración del
artículo 24.2 CE se produce porque la Inspección de los tributos, apreciando indicios de que el
contribuyente había cometido un delito contra la hacienda pública tipificado en el Código Penal,
dejó sin efectos unas actas levantadas por el Inspector actuario y firmadas en conformidad por el
contribuyente; designó un nuevo Inspector tributario que, sin ambages, dirigió sus actuaciones a
investigar la posible comisión de un delito fiscal; y, en fin, no advirtió al contribuyente del cambio
de criterio que subyacía tras el Acuerdo del Inspector Regional de dejar sin efecto las actas de
conformidad. En suma, en la medida en que iniciaba una investigación de un presunto ilícito
penal, la Inspección de los tributos dejó de cumplir su función propia y genuina -verificar la
conducta fiscal del contribuyente y comprobar la veracidad de sus declaraciones a la hacienda
pública- para asumir funciones cuasi-policiales. Y esa transmutación de la función inspectora no
se comunicó al recurrente que, al desconocerla, no hizo uso de los derechos que el artículo 24.2
CE le otorga. Considera el recurrente que esta conducta de la Inspección tributaria se apreciará
aún más grave si se tiene en cuenta que, pese a estimar que las infracciones del contribuyente
podían ser constitutivas de los delitos contra la hacienda pública (razón por la cual se anularon
las actas de conformidad y se sustituyó al primer Inspector actuario), en lugar de pasar el tanto
de culpa a la jurisdicción competente y abstenerse de seguir el procedimiento administrativo, tal
y como ordena el artículo 76 LGT, se prosiguió realizando unas actuaciones con la clara finalidad
de imputar la comisión de delitos, vulnerando, de este modo, los derechos constitucionales del
contribuyente.
Por otro lado, el demandante de amparo considera desafortunada la comparación que
hace la Audiencia Provincial del deber de aportar documentación a la Administración tributaria
establecido en la Ley general tributaria con la colaboración que exigen las normas en el ámbito
de las pruebas de paternidad o de alcoholemia, dado que el recurrente no sostiene que los
ciudadanos puedan negarse a colaborar, sino que simplemente defiende que el sujeto que se
vea inmerso en dichos trances esté cabalmente informado sobre su alcance.
d) Finalmente, de las afirmaciones anteriores el demandante de amparo extrae las
siguientes conclusiones: en primer lugar, que nada tiene que objetar a la obligación de los
contribuyentes de colaborar en la investigación destinada a determinar si cumplen con el deber
establecido en el artículo 31.1 CE; en segundo lugar, que tampoco cuestiona que en esa
investigación pueda exigirse la colaboración coercitivamente, puedan llegar a imponerse
sanciones, incluso la pérdida de derechos, o, en fin, se determinen las bases y cuotas mediante
estimación indirecta; en tercer lugar, que no pone en duda la constitucionalidad del artículo 83.3
LGT, conforme ha señalado la STC 76/1990, de 26 de abril; en cuarto lugar, que, a su juicio,
cuando en el curso de una comprobación e investigación tributaria el Inspector actuario llega a la
conclusión de que el sujeto investigado ha cometido un delito contra la hacienda pública debe
concederse a este último los mismos derechos que tiene cualquier persona objeto de una
investigación policial por la comisión de una conducta delictiva -en particular, las garantías del
artículo 24.2 CE- en la medida en que en tales casos la inspección pierde su naturaleza de
comprobación tributaria para transformarse en la investigación de un delito; en quinto lugar, que
en el caso enjuiciado se ha producido una clara vulneración de los derechos fundamentales del
recurrente, porque, pese a que las actas firmadas en conformidad fueron dejadas sin efecto por
apreciar indicios de la comisión de delitos contra la hacienda pública, se iniciaron actuaciones
complementarias sin advertir al recurrente que se dirigían a fundamentar una imputación penal y
sin garantizarle los derechos del artículo 24.2 CE, entre ellos, los derechos a la defensa, a la
asistencia letrada y a no declarar contra sí mismo; en último lugar, que las Sentencias del
Juzgado de lo Penal núm. 2 de Palma de Mallorca y de la Sección Primera de la Audiencia
Provincial de dicha ciudad, al no estimar la lesión constitucional denunciada por el recurrente y
apreciar la comisión de delitos, han vulnerado las garantías del artículo 24.2 CE, razón por lo
cual deben ser anuladas.
4. Por providencia de 13 de octubre de 2003, la Sección Primera de este Tribunal acordó
la admisión a trámite del recurso de amparo formulado por don Emilio Bohigas Moreno, y tener
por personado y parte en nombre y representación del mismo a la Procuradora doña Teresa de
Jesús Castro Rodríguez. Asimismo, y en aplicación de lo previsto en el artículo 51 LOTC, se
acordó en dicho proveído requerir a la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Palma de
Mallorca y al Juzgado de lo Penal núm. 2 de dicha capital para que en el plazo de diez días
remitiesen testimonio del rollo núm. 75-2001 y del procedimiento abreviado núm. 54-2000,
respectivamente, interesándose al mismo tiempo se emplazase a quienes fueron parte en el
mencionado procedimiento, con excepción del recurrente en amparo, para que en el plazo de
diez días pudieran comparecer, si lo estimasen pertinente, en este proceso constitucional.
5. Por diligencia de ordenación del Secretario de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal, el 26 de noviembre de 2003 se tienen por recibidos los testimonios de las actuaciones
remitidos por la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca y por el
Juzgado de Ejecuciones Penales núm. 2 de Madrid; así como el escrito del Abogado del Estado,
a quien se tiene por personado y parte en el procedimiento. Asimismo, a tenor de lo dispuesto en
el artículo 52 LOTC, se ordenó dar vista de las actuaciones por plazo común de veinte días al
Ministerio Fiscal, al Abogado del Estado y a la Procuradora doña Teresa Castro Rodríguez, para
que dentro de dicho plazo pudieran presentar las alegaciones que a su derecho conviniese.
6. Por escrito registrado en este Tribunal el 18 de diciembre de 2003, el Ministerio Fiscal
interesó la desestimación de la demanda de amparo.
Tras una breve descripción de los hechos y una síntesis de las alegaciones del
recurrente en amparo, el Fiscal expone las razones por las que, a su juicio, no se ha producido
en el caso enjuiciado la denunciada vulneración del derecho a no declarar contra sí mismo
consagrado en el artículo 24.2 CE. A tal fin, comienza recordando que, conforme al fundamento
jurídico 10 de la STC 76/1990 (que transcribe), ni existe un derecho absoluto e incondicionado a
la reserva de los datos económicos del contribuyente con relevancia fiscal esgrimible frente a la
hacienda pública -de existir tal derecho, dejaría desprovisto de toda garantía y eficacia el deber
tributario que el artículo 31.1 CE consagra-, ni la aportación o exhibición de documentos
contables que exige el artículo 83.3 f) LGT puede considerarse como una colaboración
equiparable a la "declaración" comprendida en el ámbito de los derechos a no declarar contra sí
mismo y a no confesarse culpable proclamados en los artículos 17.3 y 24.2, ambos de la CE,
dado que, cuando el contribuyente aporta o exhibe los documentos contables pertinentes no está
haciendo una manifestación de voluntad ni emite una declaración que exteriorice un contenido
admitiendo su culpabilidad. Además, subraya que aunque el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos ha declarado en las Sentencias de 17 de diciembre de 1996 y de 3 de mayo de 2001
que se vulnera el derecho a no contribuir a la propia incriminación que establece el artículo 6 del
Convenio (deducido por el Tribunal del derecho a un proceso equitativo) cuando se recurre a
elementos de "prueba o informaciones obtenidas mediante presiones, coacción, ahora bien
precisando que ha de tratarse de informaciones que existen independientemente de la voluntad
de la persona concernida" (sic).
A continuación, precisa el Fiscal que el demandante de amparo no cuestiona ante este
Tribunal la circunstancia de que la Inspección de los tributos le requiriera la aportación de
documentos al objeto de comprobar la veracidad de sus declaraciones tributarias, sino
únicamente que, pudiéndose derivar de dicha comprobación la imputación de delitos contra la
Hacienda pública, no se le hubiera informado desde el inicio de las actuaciones de tal posibilidad
con el fin de que pudiera hacer uso de sus derechos de defensa.
A este respecto, señala el Fiscal que en nuestro ordenamiento el incumplimiento de los
deberes tributarios puede ser objeto de una sanción penal por razones estrictamente
cuantitativas; y que es precisamente la persona a quien se somete a una comprobación tributaria
la que puede saber con mayor seguridad desde el principio el alcance de su defraudación y, por
ende, si puede o no ser denunciada ante la jurisdicción penal. Sin embargo, pese a este
conocimiento, el recurrente colaboró con la Inspección tributaria aportando los listados y facturas
que tuvo por pertinentes y firmó actas de conformidad.
Destaca el Fiscal que en defensa de su tesis el recurrente divide la comprobación
tributaria de la que fue objeto en dos fases. Una primera fase, la anterior a la firma de las actas
de conformidad, en la que, por no haberse apreciado ilícito penal, el procedimiento no le merece
reproche alguno; y una segunda fase en la que dichas actas fueron dejadas sin efecto por
Acuerdo del Inspector Regional al objeto de proseguir las actuaciones inspectoras. A su juicio,
este último Acuerdo transmutó la comprobación tributaria en una investigación criminal y produjo
la vulneración denunciada en un doble sentido: hacia atrás, tornando su previa y voluntaria
colaboración en una vulneración de su derecho de defensa al tomarse en consideración lo
actuado como base de la ulterior condena criminal; y hacia adelante, al no habérsele
comunicado que se le investigaba con fines exclusivos de imputación criminal con el fin de que
pudiera desplegar con plenitud sus derechos constitucionales de defensa.
El Fiscal responde a estas alegaciones de la demanda con dos argumentos. En primer
lugar, resalta que de los hechos no se desprende que la Inspección de los tributos acordara dejar
sin efectos las actas con la finalidad de imputar al recurrente la comisión de delitos contra la
hacienda pública: las actas de conformidad se dejaron sin efecto -señala- al entender el
Inspector regional que carecían de la adecuada fundamentación y que debían proseguirse las
actuaciones, pudiendo haber resultado de las mismas consecuencias distintas de las de índole
penal. En segundo lugar, recalca que, como se desprende del examen de las actuaciones, tras
dejarse sin efecto las actas el demandante de amparo se abstuvo de proporcionar nueva
documentación, razón por la cual carece de soporte material su reproche de posterior
indefensión, dado que tras la -a su juicio- transmutación no notificada de la naturaleza y finalidad
de la comprobación el recurrente no proporcionó ningún dato que haya podido contribuir a su
condena, habiéndose sustentado ésta exclusivamente en los datos obtenidos con anterioridad a
las actas.
Seguidamente, reitera el Fiscal que este Tribunal Constitucional no considera que la
obligación del contribuyente de aportar documentos sea "equiparable a una declaración" y, por
ende, que vulnere el derecho a no confesarse culpable, "equiparándolo a la obligación de
sometimiento a las pericias de determinación alcohólica". Ahora bien, entiende que dicha
doctrina constitucional debe ser matizada por la emanada del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, que no ha considerado justificado equiparar el deber de aportar documentos a la
obligación de someterse a pruebas como la de alcoholemia "al existir los documentos de forma
independiente a la voluntad, y poderse obtener sin necesidad de emplear oder coactivo, en los
sometidos a procesos penales" (sic).
Sentado lo anterior, recuerda el Fiscal que el recurrente entiende que los documentos
que aportó durante las actuaciones de comprobación e investigación no pueden ser empleados
para fundamentar la imposición de condenas penales, dado que, cuando le fueron requeridos, no
fue expresamente advertido de esta última posibilidad. Para el Fiscal, sin embargo, esta
alegación no puede ser atendida porque de lo actuado no se desprende que la Inspección de los
tributos reclamara coactivamente la colaboración del demandante de amparo con el fin de que
éste contribuyera a su propia condena, ya que cuando la Administración tributaria requirió la
colaboración ignoraba cuál sería el resultado de la comprobación. Por otra parte, ni el
demandante aportó información alguna después de que se dejaran sin efecto las actas de
conformidad, ni la Inspección de los tributos realizó actuación alguna tras constatar la posible
existencia de delitos contra la hacienda pública, momento a partir del cual se incoó un
procedimiento penal en el que el recurrente gozó con plenitud de sus derechos de defensa.
7. Por escrito registrado en este Tribunal el 23 de diciembre de 2003, el Abogado del
Estado interesa se dicte Sentencia denegatoria del amparo pretendido.
Comienza la representación pública en su escrito delimitando la lesión del derecho
fundamental alegada. A este respecto, pone de manifiesto que, aunque en la demanda de
amparo se alega la vulneración del derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse
culpable garantizado en el artículo 24.2 CE, dicha violación se habría producido porque la
Inspección de los tributos no "leyó sus derechos" al señor Bohigas Moreno, administrador de la
sociedad Bravo Management, S. L., durante la investigación tributaria que llevó a cabo en
relación con dicha entidad (ejercicios 1992 a 1995); en particular, no le informó del derecho que
le asistiría a no declarar contra sí mismo en las actuaciones inspectoras, en la medida en que el
procedimiento administrativo podía desembocar -como así fue- en un proceso penal por delito
contra la hacienda pública. Lesión del derecho a no declarar contra sí mismo del señor Bohigas
que tendría su origen en la documentación aportada por la entidad Bravo Management, S. L., a
requerimiento de la Inspección.
Por otra parte, destaca el Abogado del Estado que, pese a que de los términos de la
demanda de amparo se desprende que, a juicio del recurrente, era la Inspección de los tributos
quien debería haber "leído los derechos" al señor Bohigas Moreno durante un procedimiento de
comprobación e investigación en el que el contribuyente inspeccionado era Bravo Management,
S. L.; sin embargo, en la demanda se imputa la infracción del derecho fundamental a los dos
órganos jurisdiccionales penales. No obstante, considera el Abogado del Estado que, en la
medida en que, según consta en las actuaciones, al tomarle declaración el Juez instructor
informó de sus derechos al recurrente, debe entenderse que implícitamente se reprocha a los
Tribunales penales haberse valido de los documentos que aportaron los representantes de Bravo
Management, S. L., para fundar la condena del señor Bohigas, administrador de dicha sociedad,
sin que éste hubiera sido informado por la Inspección de los tributos de su derecho a no declarar
contra sí mismo y a no confesarse culpable. Bajo estas premisas, considera la representación
del Estado que el problema se debería haber planteado en el contexto de los derechos a un
proceso con todas las garantías y a la presunción de inocencia garantizados en el artículo 24.2
CE, por utilización de una prueba de cargo obtenida mediante la violación de un derecho
fundamental.
Seguidamente, el Abogado del Estado expone las razones por las que considera que no
ha existido la lesión del derecho a no autoincriminarse alegada en la demanda de amparo. A su
juicio, frente a lo que entiende el recurrente en amparo, la Constitución no impone a la policía
judicial la carga de informar de sus derechos a toda persona a la que investigue; de otro modo,
difícilmente podría investigar la policía nada ni a nadie. En realidad, el artículo 17.3 CE atribuye
el derecho a "ser informada de forma inmediata, y de manera que le sea comprensible de sus
derechos", no a cualquier investigado, sino a "toda persona detenida" (cita las SSTC 107/1985,
de 7 de octubre, y 127/2000, de 16 de mayo), información que, además, ha de facilitarse al
detenido cuando esté en dependencias policiales (STC 21/1997, de 10 de febrero).
Para el Abogado del Estado, dado que la demanda de amparo se centra en la omisión
de la lectura de los derechos a que estaría obligada la Inspección de los tributos una vez que el
Inspector regional dejó sin efectos las actas de conformidad, bastarían las anteriores
consideraciones para que el amparo fuera denegado. Porque ningún precepto constitucional,
legal o reglamentario impone a la Inspección de los tributos semejante deber, ni, menos aún,
eleva la lectura de los derechos a requisito de validez de las actuaciones inspectoras o de un
subsiguiente proceso penal en el que se utilicen los documentos y actuaciones documentadas
por la Inspección o comparezca el inspector como perito. Más aún si, como es el caso, el
procedimiento inspector se dirige contra una persona jurídica y no contra la persona física que,
como administrador de aquélla, resulta luego condenada.
Cabría pensar que el presente recurso de amparo plantea un problema constitucional de
algún relieve a la vista de la Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 3 de
mayo de 2001, caso J.B. contra Suiza, en la que dicho Tribunal examinó si los requerimientos
que hizo la Administración tributaria suiza al actor (J.B.) para que aportara los documentos
relativos a las sociedades en las que había invertido dinero -requerimientos que se llevaron a
cabo bajo la amenaza de sanción, cuya desatención fue efectivamente sancionada- violaban el
derecho a no autoincriminarse consagrado en el artículo 6.1 del Convenio europeo para la
protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales (CEDH). Sin embargo, la
demanda no contiene los elementos mínimos para hacer esta reconstrucción dado que, ni dice
cuáles son los documentos que la Inspección tributaria reclamó al recurrente, en qué fechas y
por qué razones; ni indica qué medios de compulsión empleó la Inspección o, al menos,
amenazó con usar, para lograr del señor Bohigas la entrega de dichos documentos; ni, en fin,
explica si los documentos que el recurrente aportó coaccionado o compelido fueron los que
fundamentaron su condena. Falta de precisión que, a juicio del Abogado del Estado, obedece
simplemente a que en ningún momento se forzó al señor Bohigas Moreno a contribuir a su
propia incriminación.
En definitiva, entiende el Abogado del Estado que para poder plantear si la doctrina de la
citada Sentencia J.B. contra Suiza podía ser o no relevante en el caso enjuiciado sería preciso
reconstruir íntegramente la demanda de amparo haciéndola decir lo que no dice y supliendo la
patente insuficiencia del relato fáctico, lo que por sí solo justifica la denegación del amparo, dado
que, conforme a reiterada doctrina constitucional (cita las SSTC 57/2003, de 24 de marzo;
104/2003, de 2 de junio; 105/2003, de 2 de junio; 128/2003, de 30 de junio; 143/2003, de 14 de
julio; y 174/2003, de 29 de septiembre), no corresponde al Tribunal Constitucional -y, mucho
menos aún, a las partes pasivas del amparo- reconstruir las demandas.
No obstante lo anterior, el Abogado del Estado razona a continuación los motivos por los
que, ni siquiera tomando en consideración la doctrina sentada en la Sentencia J.B. contra Suiza,
podrían entenderse vulnerados en el caso enjuiciado los derechos a no declarar contra sí mismo
y a no confesarse culpable. A este respecto, recuerda que este Tribunal ha definido los citados
derechos como garantías instrumentales del genérico derecho de defensa, al que prestan su
cobertura en su manifestación pasiva, esto es, la que se ejerce precisamente con la inactividad
del sujeto sobre el que recae o puede recaer una imputación, quien, en consecuencia, puede
optar por defenderse en el proceso en la forma que estime más conveniente a sus intereses, sin
que en ningún caso pueda ser forzado o inducido, bajo constricción o compulsión alguna, a
declarar contra sí mismo o a confesarse culpable (cita las SSTC 36/1983, de 11 de mayo;
127/1992, de 28 de septiembre; 197/1995, de 21 de diciembre; 229/1999, de 13 de diciembre; y
38/2003, de 27 de febrero). Y destaca, asimismo, que otras Sentencias de este Tribunal se han
hecho eco de las Sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 8 de febrero de
1996, caso Murray, y de 17 de diciembre de 1996, caso Saunders (cita las SSTC 127/2000, de
16 de mayo; y 67/2001, de 17 de marzo), y que, incluso, al citar la jurisprudencia del Tribunal de
Estrasburgo, la STC 127/2000 parece haber otorgado a los derechos a no declarar contra sí
mismo y a no confesarse culpable un alcance más vasto y penetrante como "derecho a no
contribuir a la propia incriminación", de modo que la acusación ha de fundamentar su pretensión
"sin recurrir a elementos de prueba obtenidos bajo constricción o presiones, o con desprecio de
la voluntad del acusado".
Aclarado lo anterior, destaca el Abogado del Estado algunas de las afirmaciones que se
contienen en la Sentencia J.B. contra Suiza. Así, en primer lugar, señala que en el parágrafo 63
el Tribunal de Estrasburgo comienza dejando claro que en aquel caso no se estaba enjuiciando
"si el Estado puede o no obligar a un contribuyente a dar información con el único propósito de
asegurar una correcta liquidación de los impuestos"; resalta que en el parágrafo 64 se afirma que
el derecho a no autoincriminarse presupone que "las autoridades logren probar su caso sin
recurrir a pruebas obtenidas mediante métodos coercitivos o de presión en contra de la voluntad
de la ''persona acusada''"; subraya que el parágrafo 65 precisa que el demandante fue requerido
en varias ocasiones "para remitir todos los documentos relativos a las sociedades en las que
había invertido dinero", requerimientos cuyo incumplimiento dio lugar a la imposición de varias
multas pecuniarias, de manera que -parágrafo 66- "las autoridades intentaron obligar al
demandante a presentar documentos que les habrían proporcionado información con respecto a
sus ingresos de cara a la liquidación de sus impuestos"; destaca que en el parágrafo 68 el
Tribunal de Estrasburgo afirmó que la información de la que se trataba en el caso enjuiciado
"difiere de los datos que existen con independencia de la voluntad de la persona afectada", como
la evocada por el mismo Tribunal en el asunto Saunders, razón por la cual "no se podía obtener
recurriendo a medios coercitivos o contrarios a la voluntad de esa persona"; y, en fin, recuerda
que en el parágrafo 71 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos concluyó declarando que la
Administración tributaria suiza había vulnerado el derecho a no autoincriminarse consagrado en
el artículo 6.1 CEDH.
A juicio del Abogado del Estado, de la doctrina del Tribunal de Estrasburgo expuesta
parece desprenderse que resulta aceptable el empleo de medidas compulsivas dirigidas a
obtener los documentos o, en general, los datos que precise la Administración tributaria para
comprobar las declaraciones del sujeto pasivo y, en su caso, regularizar su situación fiscal
mediante una nueva liquidación de la cuota con intereses de demora. Pero que los documentos
o datos obtenidos bajo compulsión no pueden servir para fundamentar una pretensión acusatoria
penal contra quien los haya proporcionado y, por consiguiente, para fundamentar la condena.
Aún más, habida cuenta de que las garantías del artículo 24.2 CE se aplican también a los
procedimientos administrativos sancionadores, los documentos o datos obtenidos mediante
coacción o compulsión tampoco podrán ser utilizados para incoar un procedimiento por
infracción tributaria, y menos aún para concluirlo mediante la imposición de una sanción. Desde
otra perspectiva, parece defendible entender que mientras que los documentos obtenidos o
consultados por la Inspección tributaria mediante la entrada y reconocimiento (arts. 141 LGT y 39
RGIT) pueden ser empleados tanto a efectos de liquidar cuota e intereses de demora como a
efectos sancionadores, administrativos o penales, los documentos aportados por el contribuyente
mediante compulsión sólo podrían empleado para lo primero, pero no para lo segundo.
La STC 76/1990, de 26 de abril, se centró en el fundamento jurídico 10 en determinar si
se ajustaba a la Constitución garantizar mediante sanciones tributarias el deber de aportar
documentos contables u otros datos. Y aunque la respuesta que entonces dio este Tribunal fue
afirmativa, ésta se circunscribió a la aportación de documentos y datos para la "comprobación de
la veracidad de las declaraciones", esto es, para lograr regularizar la situación tributaria dictando
una nueva liquidación de cuota e intereses de demora. Sin embargo, la citada STC 76/1990 nada
dijo acerca de si los documentos o datos obtenidos coercitivamente del sujeto pasivo en un
procedimiento de inspección tributaria pueden servir para fundamentar una condena penal o una
sanción tributaria sin que con ello se vulnere el derecho a no declarar contra sí mismo y a no
confesarse culpable.
Sea como fuere, considera el Abogado del Estado que no puede oponerse tacha alguna
de constitucionalidad a que, con el fin de garantizar el ejercicio de las potestades que precisa la
Administración tributaria para hacer efectivo el deber de contribuir establecido en el artículo 31.1
CE (SSTC 110/1984, de 26 de noviembre; y 76/1990, de 26 de abril), el legislador establezca
determinadas obligaciones formales de los contribuyentes como las de presentar declaraciones
censales o autoliquidaciones, llevar y conservar libros y registros y aportarlos a la Administración
tributaria, expedir y entregar factura y, en fin, las demás recogidas en el artículo 29 de la Ley
58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria. Y si el legislador puede imponer legítimamente
determinadas obligaciones tributarias formales, es evidente que también puede habilitar a la
Administración para exigir su cumplimiento y garantizarlo mediante la conminación de sanciones
tributarias. Todo lo cual es perfectamente armonizable con que si se efectúan singulares
requerimientos compulsivos de información en el contexto de un procedimiento de inspección,
pueda el contribuyente inspeccionado invocar, si procede, el derecho a no autoincriminarse.
Una vez sintetizada la doctrina de este Tribunal y el Tribunal de Estrasburgo acerca del
derecho a no autoincriminarse, pasa el Abogado del Estado a examinar las peculiares
circunstancias concurrentes en el caso del señor Bohigas Moreno, circunstancias de las cuales,
a su juicio, se desprende claramente que no se lesionó el derecho fundamental del recurrente a
no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable, aun en el caso de que se entendiera
como derecho a no contribuir a su propia incriminación. Y a este respecto, la representación
pública resalta los siguientes hechos: en primer lugar, que el procedimiento inspector no se
siguió con el señor Bohigas Moreno, sino con la sociedad de la que era Administrador, Bravo
Management, S. L.; en segundo lugar, que la comunicación del inicio del procedimiento inspector
no se notificó al señor Bohigas sino a la señora Bravo Vázquez; en tercer lugar, que el
requerimiento, bajo la amenaza con sanciones, contenido en dicha comunicación no se dirigía
tampoco al recurrente en amparo, sino a la sociedad inspeccionada (Bravo Management, S. L.);
en cuarto lugar, que las sucesivas diligencias de la Inspección de los tributos se entendieron con
dos representantes de Bravo Management, S. L. (don Damián Benasser Gomila y don José
Pradel Alfaro); y, finalmente, y sobre todo, que todas las peticiones de documentos efectuadas
por la Inspección y consignadas en las diligencias se cumplimentaron voluntariamente por los
representantes procedimentales de Bravo Management, S. L., sin la más mínima protesta,
resistencia o alegación. En relación con este último dato, subraya el Abogado del Estado que, al
firmar las actas de conformidad, el señor Bohigas Moreno acepta voluntariamente que la
sociedad Bravo Management, S. L., no llevaba contabilidad, y que los "registros contables han
posibilitado las bases imponibles". Asimismo, recuerda que en las diligencias de 27 de
noviembre y 4 de diciembre de 1997 firmadas por la Inspectora jefe, los representantes de Bravo
Management, S. L. (señores Benasser Gomila y Pradel Alfaro) insistieron en que consideraban
"firme y definitiva" la propuesta de liquidación contenida en las actas de conformidad; y que
mientras que en la diligencia de 27 de noviembre de 1997 expresaron su "total voluntad de
cooperación" con la Inspección tributaria y manifestaron que "los datos, documentos y
antecedentes solicitados necesarios para la actuación de comprobación han sido ya aportados,
constan en el expediente y han sido contrastados, acreditados y probados a tenor de las
actuaciones inspectoras", en la diligencia de 4 de diciembre de 1997, cuando era ya patente que
podía existir delito contra la Hacienda pública, los representantes de Bravo Management, S. L.,
se limitaron a aseverar que "no expresan ningún tipo de conformidad ni disconformidad sobre los
datos que constan en la presente diligencia".
De todo lo anterior infiere el Abogado del Estado que no hubo la más mínima compulsión
sobre el señor Bohigas Moreno para que aportara documentos o datos incriminatorios contra él
mismo y que la Administración tributaria no empleó ningún medio coercitivo, sino que
simplemente se benefició de la voluntad cooperativa de quienes representaron a Bravo
Management, S. L., no al señor Bohigas, en el procedimiento de inspección.
8. El 23 de diciembre de 2003, la Procuradora de los Tribunales doña Teresa Castro
Rodríguez, en nombre y representación de don Emilio Bohigas Moreno, evacuó el trámite
conferido conforme al artículo 52 LOTC. En dicho escrito, tras precisar que se alega la
vulneración al recurrente en amparo de las garantías constitucionales recogidas en el artículo
24.2 CE y, en especial, del derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable, se
pasa a delimitar los motivos por los que dicha garantía resultaría lesionada con el objeto -se
afirma- de evitar la confusión en la que habría incurrido la Audiencia Provincial de Palma de
Mallorca.
A este respecto, se comienza advirtiendo que el recurrente en amparo nunca ha
defendido la existencia de un derecho absoluto e incondicionado a la reserva de los datos
económicos del contribuyente con relevancia fiscal y esgrimible frente a la Administración
tributaria, derecho que, como señaló la STC 76/1990, de 26 de abril (algunos de cuyos párrafos
transcribe), dejaría totalmente vacío de contenido el deber de contribuir al sostenimiento de los
gastos públicos establecido en el artículo 31.1 CE. Asumiendo, pues, que el citado deber de
contribuir precisa de una labor inspectora eficaz, el demandante de amparo pone el acento en
que dichas actuaciones de la Inspección tienen límites que recoge la propia Carta Magna con el
fin de proteger otros bienes constitucionalmente garantizados. Límites entre los cuales se hallan
las garantías procesales contenidas en el artículo 24.2 CE.
A juicio del demandante, por mandato constitucional, en todo proceso penal deben
observarse las garantías recogidas en el citado artículo 24.2 CE, so pena de incurrir en nulidad
de todo lo actuado. Y, conforme a reiterada doctrina de este Tribunal, los principios esenciales
reflejados en el artículo 24 CE en materia de procedimiento "han de ser aplicables a la actividad
sancionadora de la Administración, en la medida necesaria para preservar los valores esenciales
que se encuentran en la base del precepto", principios entre los que se encuentra el derecho a
no declarar contra sí mismo (STC 276/2000, de 16 de noviembre). Resulta indiscutible, pues,
conforme a la propia jurisprudencia constitucional, que dentro del procedimiento administrativo
sancionador, esto es, aquel que, como sucede con el de inspección tributaria, puede acabar con
la imposición de sanciones, se respeten las garantías recogidas en el artículo 24.2 CE,
incurriendo, en caso contrario, en nulidad de todo lo procedido.
Sentado lo anterior, examina el recurrente la aplicación que el artículo 24.2 CE, en
general, y el derecho a no declarar contra sí mismo, en particular, tienen en el procedimiento de
inspección tributaria. A estos efectos, señala que, dado que, tal como advertía la STC 110/1984,
la actividad investigadora de la Inspección de los tributos permite la obtención de pruebas de que
el contribuyente ha defraudado al fisco, es evidente que el procedimiento inspector puede
concluir, bien con la imposición de una sanción administrativa al contribuyente inspeccionado,
bien con la apertura a éste de un proceso penal con la consiguiente imputación de
responsabilidad criminal (en aquellos casos en los que la defraudación supere la cifra prevista en
el Código penal). Esta circunstancia, a juicio del demandante de amparo, debe conducir a la
conclusión de que en el procedimiento inspector resultan aplicables las garantías del artículo
24.2 CE y, en particular, el derecho a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable.
Con ello -se advierte- no se pretende configurar dichas garantías como instrumento al servicio de
la defraudación fiscal. Antes al contrario, el demandante asume que la Administración está
habilitada desde el plano constitucional para exigir de todos los ciudadanos los datos relativos a
su situación económica (ATC 462/1986), dado que sin dicha colaboración del contribuyente la
labor inspectora resultaría prácticamente imposible cuando no fuera factible solicitar los mismos
datos de terceras personas. Lo que se pretende poner de manifiesto -afirma- es que el deber de
contribuir del artículo 31.1 CE convive con otros bienes constitucionalmente reconocidos que
aquél no puede desconocer, entre los cuales se integran las garantías consagradas en el artículo
24.2 CE, cuya aplicación a los procedimientos administrativos sancionadores como el de
inspección tributaria no puede ser discutida conforme a la doctrina de este Tribunal. En
particular, este planteamiento vendría a ser acogido por la STC 76/1990, de 26 de abril, cuando
afirma que "el acta de inspección contiene la constatación de unos hechos de los cuales se
infiere una notitia criminis suficiente para la apertura de un proceso penal, dentro del cual y en la
fase del juicio oral tendrá el valor probatorio como prueba documental que el Juez penal
libremente aprecie, con respeto a todos los derechos reconocidos por el artículo 24 de la
Constitución".
Partiendo de la premisa de que en el procedimiento de inspección tributaria resultan
aplicables las garantías del artículo 24.2 CE y, en particular, el derecho a no declarar contra sí
mismo, el demandante procede a precisar su alcance, sobre la base de que su contenido tiene
límites, porque de lo contrario se estaría permitiendo que, al amparo de dicha garantía, se
pudiera rechazar la colaboración con la Administración tributaria dentro del procedimiento
inspector. Y, a su juicio, el contenido y virtualidad del derecho a no declarar contra sí mismo en
el procedimiento de inspección tributaria se deducen de la STC 87/2001, de 2 de abril, en virtud
de la cual, el artículo 24 CE prohíbe que el inculpado no haya podido participar en la tramitación
de las diligencias de investigación judiciales o que la acusación se "haya fraguado a sus
espaldas", de forma que "el objetivo y finalidad del artículo 118 LECrim reside en informar al
acusado acerca de su situación para que pueda ejercitar su derecho de defensa y evitar, de esta
forma, una real indefensión derivada del desconocimiento de su condición procesal". No se está
defendiendo -se advierte- que una cosa es el cumplimiento del deber de colaborar que la
legislación tributaria impone a los sujetos en fase de inspección -que, en caso de incumplimiento,
puede ser objeto de sanción- y otra muy distinta la utilización de dicha documentación en el
procedimiento sancionador que en su caso se incoe; esto es, no se está afirmando que, en virtud
de los derechos a no confesarse culpable y a no autoincriminarse, la Administración tributaria no
pueda tener en consideración en el procedimiento sancionador la documentación coactivamente
entregada por el señor Bohigas Moreno en el curso del procedimiento administrativo de
comprobación, debiendo aquélla determinar las bases imponibles mediante el régimen de
estimación indirecta. Y no se argumenta tal cosa porque la sola existencia de sanciones
administrativas para el supuesto de falta de colaboración pone de manifiesto que existe la
obligación de colaborar y la posibilidad de exigirla coactivamente, por lo que no cabe escudarse
en el derecho a no declarar contra sí mismo para evitar el cumplimiento del citado deber.
Para el demandante de amparo, lo que se desprende de la citada STC 87/2001, de 2 de
abril, es que desde el momento en que la Administración actuante encuentra visos de
punibilidad, aunque sea administrativa y, en todo caso, a fortiori, penal, tiene el deber
constitucional de poner en conocimiento del afectado tal circunstancia a los efectos de que éste
pueda ejercer sus derechos constitucionales, entre ellos el derecho a no declarar contra sí
mismo. Ello no supone, sin embargo, que desde ese momento el sujeto inspeccionado tenga el
derecho a negarse a exhibir cualquier documentación incriminatoria, sino que simplemente debe
dársele la oportunidad de obrar con conocimiento de causa, pues "la coactividad de la exhibición
de la información con repercusión fiscal, debe de encontrarse siempre en el régimen
sancionatorio previsto en el Capítulo VI, del Título II, de la Ley General Tributaria". En este
sentido, pone de manifiesto la Sentencia de 5 de noviembre de 2002 del Tribunal Superior de
justicia de Castilla y León que cuando la Administración impone el deber de aportar los datos que
puedan ayudar a la investigación no se exige del afectado que "declare contra sí mismo", sino
que se le "faculta" para entregar unos documentos que en todo caso tendrá que facilitar un
tercero (la entidad de crédito); y en el fundamento jurídico 10 de la STC 76/1990 se afirma que la
"Sala Tercera del Tribunal Supremo no discute la presencia de un genérico deber de
colaboración del contribuyente con la Administración Tributaria, pero encuentra un límite de ese
deber en el derecho del contribuyente a no ''autoinculparse ", lo que, a juicio del recurrente,
supone la necesidad exartículo 24 CE de poner en conocimiento del afectado su concreta
situación con el objeto de que pueda obrar con conocimiento de causa.
A mayor abundamiento, señala el recurrente que la Sentencia del Tribunal Supremo de
21 de diciembre de 1999 establece que "mayor amplitud tiene la prohibición de compulsión a la
aportación de elementos de prueba que tengan o puedan tener en el futuro valor incriminatorio
contra el así compelido, derivada del derecho a la defensa y del derecho a la presunción de
inocencia", amplitud que, sin embargo, "debe someterse a un doble tamiz: las garantías frente a
la autoincriminación se refieren en este contexto solamente a las contribuciones del imputado o
de quien pueda razonablemente terminar siéndolo y solamente a las contribuciones que tienen
un contenido directamente incriminatorio". Y ambas condiciones concurrirían en el caso
enjuiciado, dado que, de un lado, la persona que aportó la información a la Administración
tributaria -quien realizó "la contribución"-, el señor Bohigas Moreno, resultó finalmente imputado;
y, de otro, la contribución o aportación que realizó el recurrente, desde el momento en que se
acordó completar las actuaciones y nombrar nuevo actuario, pasaron a tener un contenido
claramente incriminatorio.
En conclusión, nuestro ordenamiento jurídico no puede admitir una instrucción o
investigación que, pudiendo concluir con la apertura de un proceso penal en el que se empleen
las pruebas obtenidas, no respete los principios constitucionales de "tutela efectiva y defensión".
La Inspección tributaria conoce desde el principio la posibilidad de detectar que el contribuyente
ha cometido un delito contra la hacienda pública, supuesto en el que deberá suspender las
actuaciones y pasar el tanto de culpa al Ministerio Fiscal. Por esta razón, desde el inicio de las
actuaciones inspectoras debe informarse al contribuyente de las consecuencias de dicha
investigación así como de la posibilidad de que se deriven responsabilidades penales. Se trata,
en definitiva, de una "lectura de derechos" al contribuyente, a quien habrá que informarle tanto
de la posibilidad de que se suspenda el expediente en el supuesto de que se aprecien indicios
de la existencia de delito contra la hacienda pública, como del catálogo de derechos que ostenta
a lo largo del expediente, entre ellos, el derecho a no declarar contra sí mismo y a no aportar
pruebas que pueden constituir elementos de cargo o incriminatorios, ya que la Inspección puede
concluir con una imputación delictiva.
9. Por providencia de 9 de marzo de 2006 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 13 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 281/2006 .
Referencia número: 281/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 9/10/2006
Publicación BOE: 20061116 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: doña María Emilia Casas Baamonde
Número registro: 1829-2003/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Luis Silveira Cabanas frente a las Sentencias de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo y de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife que le condenaron por
delito contra la salud pública.Supuesta vulneración de los derechos al secreto de las
comunicaciones y a un proceso con garantías: paquete postal que contenía droga interceptado
en el extranjero sin autorización judicial, no preceptiva porque no se trata de una comunicación
postal; las garantías sobre documentación de asistencia judicial y sobre entregas vigiladas son
de rango legal.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1829-2003, promovido por don Luis Silveira Cabanas,
representado por el Procurador de los Tribunales don Paulino Rodríguez Peñamaría y asistido
por el Abogado don Alfonso Delgado Rodríguez, contra la Sentencia de la Sección Segunda de
la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife de 12 de junio de 2001 y contra las Sentencias
de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 10 de febrero de 2003. Ha intervenido el
Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente la Presidenta doña María Emilia Casas Baamonde, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 29 de marzo de 2003, el Procurador de los
Tribunales don Paulino Rodríguez Peñamaría, en nombre de don Luis Silveira Cabanas,
interpuso recurso de amparo contra la Sentencia de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de
Tenerife de 12 de junio de 2001 en virtud de la cual el demandante fue condenado como autor
de un delito contra la salud pública del art. 368 del Código penal (CP) en relación con el art.
369.3 CP a las penas de nueve años de prisión y multa de cinco millones de pesetas y contra las
Sentencias de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 10 de febrero de 2003 que,
estimando parcialmente el recurso de casación, revocaron la anterior y condenaron,
respectivamente, al recurrente como autor de un delito contra la salud pública -del art. 368 CP en
relación con el art. 369.3 del mismo- en grado de tentativa -art. 16 CP- a la pena de dos años de
prisión, manteniendo el resto de los pronunciamientos.
2. Los hechos más relevantes para la resolución del presente amparo son los a que a
continuación se detallan:
a) El recurrente fue condenado en Sentencia de la Audiencia Provincial de Santa Cruz
de Tenerife de 12 de junio de 2001 como autor de un delito contra la salud pública del art. 368
CP en relación con el art. 369.3 del mismo (tráfico de cocaína en cantidad de notoria
importancia) a las penas de nueve años de prisión y multa de cinco millones de pesetas.
b) El proceso trae causa del hallazgo de un paquete postal por las autoridades británicas
en el aeropuerto de Heathrow que contenía, al parecer, cocaína, procedente de Venezuela; de
dicho paquete era destinatario el recurrente de amparo. En el folio 1 de las actuaciones consta
solicitud por parte de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (en adelante UDYCO) de la
Brigada Provincial de Policía Judicial de Santa Cruz de Tenerife, del día 22 de mayo de 1998, de
apertura de diligencias previas y de declaración de las mismas secretas, así como de
autorización de entrega controlada del paquete postal. En dicha solicitud se relata que la citada
UDYCO ha recibido el día 18 de mayo comunicación vía fax de la Unidad Central de
Estupefacientes, Brigada de Investigación, Grupo de Relaciones Internacionales, en relación a
una propuesta para el envío controlado de un paquete con mil quinientos gramos de cocaína
que, procedente de Venezuela se había detectado en el Reino Unido, con destino a España a
través de la empresa TNT. Dicha sustancia vendría oculta en unas esterillas de plástico y una
bolsa metida en una caja de cartón cuyo destinatario es "Luis Cilveira Cabano", urb. Callosita 4,
apto 8, Costa del Silencio 38630, Arona, apareciendo como remitente Edwin García, Patrio
Trigal, Res Appolo, piso 2, apto B-2, Valencia (Venezuela). Se afirma que el paquete se
encuentra seguro en el aeropuerto de Heathrow y que las autoridades británicas se hallarían a la
espera de autorización en España para la entrega controlada. Además, consta en la misma
diligencia que realizadas gestiones por la UDYCO se ha averiguado la identidad exacta del
destinatario y que los hechos han sido puestos en conocimiento del Fiscal especial para la lucha
y represión del tráfico ilegal de drogas de Las Palmas de Gran Canaria.
El Juzgado de Instrucción núm. 4 de Granadilla de Abona, previa apertura de las
diligencias previas, y previa solicitud de información a la UDYCO relativa a la fecha y ruta de
llegada del envío, así como de copia de la autorización del Fiscal especial, autorizó la entrega
vigilada del paquete por Auto de 24 de mayo de 1998. Llegado el paquete al aeropuerto de
Tenerife el 25 de mayo, el mismo fue entregado por el comandante de la aeronave a la comisión
integrada por la Secretaria del Juzgado y funcionarios de la UDYCO, constando diligencia de
recepción al folio 13. En dicha diligencia se relata que se entregó un paquete de plástico que
contenía una caja de cartón con un precinto, manifestando el comandante de la aeronave que
había sido entregado en Lutton por la policía de aduanas. Asimismo en dicha diligencia se
solicita autorización de entrada y registro en la casa del destinatario del paquete para poder
proceder a la entrega, así como al registro y eventual intervención de droga, dinero, armas, útiles
o documentos relacionados con los hechos. Autorizado el registro por Auto de 26 de mayo de
1998, se procedió a la detención del recurrente quien manifestó que la destinataria última del
paquete era Alejandra Barros. En el sumario consta igualmente autorización judicial y acta de
entrada y registro en el domicilio de Alejandra Barros y Damián Díaz, así como las actas de
detención. Finalmente, los detenidos fueron llevados al Juzgado de Instrucción núm. 4 de
Granadilla de Abona, donde, estando presentes el Juez, el Secretario del Juzgado, los agentes
de policía, el destinatario del paquete, así como Alejandra Barros y Damián Díaz -posteriormente
coimputados-, se procedió a la apertura del paquete. En la diligencia de apertura del mismo se
detalla que en su interior se encontró un bolso de esterilla rojo y negro y dos salvamanteles
circulares que contenían una sustancia blanca en la rafia de la esterilla que dio positivo a
cocaína al aplicársele un reactivo homologado.
c) En la declaración de hechos probados de la Sentencia de la Audiencia Provincial de
Santa Cruz de Tenerife de 12 de junio de 2001 se relata que el recurrente se puso de acuerdo
con los otros dos coimputados, dándoles su nombre, dirección y DNI, prometiéndole aquéllos
150.000 pesetas. Dos días antes de la entrega otro de los coimputados se hizo cargo de un
paquete que procedía también de Venezuela usando el DNI del recurrente de amparo. En los
fundamentos jurídicos se señala que el recurrente reconoció los hechos ante la policía y en el
juicio oral.
d) El condenado recurrió en casación alegando, en primer lugar, la vulneración de los
arts. 18 y 24 CE, por cuanto la Sentencia condenatoria se sustentó en pruebas obtenidas a raíz
de la apertura de un paquete postal por las autoridades británicas, siendo nulas todas las
pruebas, ya que no existiría constancia en el sumario de las diligencias realizadas sobre el
paquete ni de las garantías legales seguidas al efecto, ni qué autoridad británica habría
ordenado dichas diligencias; además, la entrega del paquete a las autoridades españolas se
habría realizado al margen de los métodos establecidos en los tratados internacionales. En
apoyo de su pretensión, el condenado alegó la Sentencia de la misma Sala de 13 de octubre de
1998 que afirmó la necesidad de que en el sumario se recojan las garantías que las autoridades
extranjeras han seguido al examinar el paquete y qué autoridad ha ordenado las diligencias
sobre el mismo. El recurso de casación se interpuso asimismo por otros dos motivos; de un lado,
por infracción de los mismos preceptos constitucionales con base en que la legislación procesal
penal no habilita para proceder a la entrega vigilada de paquetes cuando se conoce el
destinatario del paquete postal (art. 263 bis LECrim) y, de otro, por infracción legal e inaplicación
del art. 16 CP, dado que el delito contra la salud pública no se habría consumado, sino que
habría quedado en grado de tentativa.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo estimó parcialmente el recurso de casación en
Sentencia de 10 de febrero de 2003, de modo que, si bien entendió que no se había producido
ninguna vulneración de los derechos aducidos, sin embargo, admitió que el delito no podía
considerarse consumado sino que habría quedado en grado de tentativa; en atención a dicha
razón dictó segunda Sentencia condenando al recurrente a dos años de prisión. Así, en lo que
concierne al primer motivo de casación, el Tribunal Supremo (fundamento jurídico primero),
razonó, de un lado, que en la causa había constancia de que la Brigada de Policía Judicial de
Santa Cruz de Tenerife recibió comunicación de la Unidad Central de Estupefacientes, Brigada
de Investigación, Grupo de Relaciones Internacionales, en la que ésta informaba a su vez de
haber recibido información de las autoridades aduaneras del Reino Unido relativa a la
localización del paquete en el aeropuerto londinense de Heathrow. A partir de dicha información
se solicitó la entrega controlada que fue autorizada mediante Auto del Juzgado de Instrucción
núm. 4 de Granadilla de Abona y recibido el paquete de manos del comandante de la aeronave.
De otra parte, señala el Tribunal que en Sentencias 382/2000, de 8 de marzo, y 637/2001, de 14
de septiembre, en casos similares, ha declarado que la validez de la prueba ha de determinarse
en atención no a la legislación española sino a la del país remitente, porque el art. 3 del
Convenio europeo de asistencia judicial en materia penal (Estrasburgo, 20 de abril de 1959)
dispone que sea la legislación del país en el que se practican u obtienen las pruebas la que se
aplique y que en el espacio judicial europeo no cabe hacer distinciones sobre las garantías de
imparcialidad de unos u otros Jueces ni del respectivo valor de los actos practicados conforme a
su propia legislación.
En dicha Sentencia emitió un Voto particular el Magistrado P. Andrés Ibáñez, en el que
razona la existencia de un caso idéntico previo resuelto por la misma Sala en Sentencia
566/1998, de 13 de octubre -citada por el recurrente en su recurso de casación-, en la que se
habría estimado idéntico motivo de casación que el que se desestima en la Sentencia recurrida
en relación con la vulneración del art. 18 CE. En concreto, se afirma que la entrega del paquete
deriva de una comunicación vía fax de la policía inglesa en la que no consta cuál había sido el
procedimiento para la apertura del paquete en el Reino Unido, ni qué autoridad interceptó el
paquete, ni tampoco constaría mínimamente documentado el procedimiento, por lo que no
habría constancia del cumplimiento de las exigencias del Ordenamiento inglés para la apertura
de paquetes. Por consiguiente, sostiene que la cuestión no es si debe o no aplicarse el Derecho
del país de origen respecto de las garantías en la entrega de paquetes, sino que en la
documentación del caso no hay constancia alguna de cuáles fueron éstas. Se razona, en
consecuencia, que la prueba de cargo no habría sido legítimamente obtenida y, por tanto, que
debió anularse la condena.
3. La demanda plantea la vulneración de los derechos contenidos en los arts. 18.3 y 24
CE y, con base en dichas vulneraciones, se sostiene la nulidad de todas las pruebas en virtud de
las cuales se fundamentó su condena.
En primer término, se afirma que en el folio 1 del sumario consta que las autoridades
españolas notificaron que había un paquete conteniendo cocaína, siendo destinatario el
recurrente. En dicho folio 1 aparecería una descripción detallada, realizada por las autoridades
británicas mientras tenían el paquete retenido en el aeropuerto de Heathrow, de la cantidad de
droga que contenía el paquete, de los objetos en los que estaba oculta, así como del material del
que estaban hechos esos objetos. De otra parte, en el sumario no existiría constancia
documental alguna de datos relevantes relativos a las garantías legales y constitucionales
exigidas en el proceso de apertura, envío, custodia y entrega del paquete postal recibido por las
autoridades españolas y enviado por las autoridades extranjeras. Así, no constaría qué autoridad
británica remitió el informe a las autoridades españolas, cómo dichas autoridades tuvieron
conocimiento del contenido del paquete, si la apertura del paquete o las diligencias realizadas
sobre el mismo se efectuaron con las garantías legales exigidas por la autoridad británica, ni qué
autoridad británica ordenó y llevó a cabo la apertura del paquete. De otra parte, se sostiene que
la entrega del paquete postal a las autoridades españolas se llevó a cabo al margen de los
procedimientos establecidos en los Tratados internacionales -art. 7.2 de la Convención de las
Naciones Unidas de 20 de diciembre de 1988 sobre tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias
psicotrópicas, ratificado por España el 30 de julio de 1990-, dado que en la legislación
internacional se exige que los elementos de prueba, inspecciones e incautaciones se efectúen a
través de cooperación judicial internacional, mientras que en el caso el transporte del paquete
postal se realizó mediante un ciudadano particular sin identificar -el comandante de la aeronave.
Como fundamento de las vulneraciones alegadas, la demanda cita la STS de 13 de
octubre de 1998 en la que se afirma que la validez de las pruebas obtenidas en el extranjero
exige la constancia sumarial de las diligencias practicadas en el extranjero, así como de la
autoridad extranjera que las ha ordenado y exige también que la entrega del paquete postal a la
policía española la efectúen las autoridades extranjeras a los efectos de poder garantizar "que se
observaron las debidas garantías existentes en el ordenamiento extranjero en las diligencias
sobre el paquete postal y de que estas pruebas obtenidas fuera de España tengan la debida
seriedad y credibilidad".
Como dato fáctico relevante de la falta de control del transporte y entrega del paquete y
de la importancia de exigir que la apertura de paquetes postales en el extranjero y su transporte
se efectue con garantías, se señala la discrepancia sobre el dato relativo a la cantidad de droga
que contenía el paquete según la comunicación inicial de las autoridades británicas -1.500
gramos de cocaína- y la cantidad real de droga cuando llega a España y se efectúa la pertinente
pericial -362 gramos.
Además, en la demanda se pone de relieve que en la Sentencia del Tribunal Supremo
recurrida en amparo emitió un Voto particular discrepante el Magistrado P. Andrés Ibáñez,
razonando la estimación del recurso de casación en virtud de las vulneraciones alegadas en
amparo.
Finalmente, en el suplico de la demanda se solicita la anulación de las condenas y de las
pruebas obtenidas con vulneración de los derechos fundamentales del recurrente, esto es, de las
pruebas obtenidas con la apertura del paquete y de las derivadas de la misma -entrada y registro
de los domicilios, declaraciones de los acusados-, así como su absolución. Subsidiariamente se
solicita que se declare nula la prueba y se retrotraigan actuaciones al momento inmediato
anterior al dictado de la Sentencia anulada.
4. Por providencia de 3 de junio de 2004, la Sección Segunda de este Tribunal acordó, a
tenor de lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, conceder plazo común de diez días, al Ministerio
Fiscal y al solicitante de amparo, para que, dentro de dicho término, alegasen lo que estimaren
pertinente en relación con la posible existencia del motivo de inadmisión consistente en carecer
la demanda de forma manifiesta de contenido que justifique una decisión sobre el fondo de la
misma por parte de este Tribunal [art. 50.1 c) LOTC].
5. En escrito registrado en este Tribunal el 24 de junio de 2004, la representación
procesal del recurrente de amparo reiteró la concurrencia de las vulneraciones alegadas en la
demanda. De un lado, se precisa que la vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones se habría producido por cuanto las autoridades británicas tuvieron conocimiento
del contenido del paquete postal, dado que describen la clase y cantidad de droga que contenía
el mismo, siendo terceros ajenos a la comunicación. Ello constituiría una intromisión
inconstitucional en el derecho al secreto de las comunicaciones del recurrente, puesto que
terceros ajenos a la comunicación, las policías británica y española, tuvieron acceso al contenido
de la comunicación sin constancia del cumplimiento de las garantías de la legislación británica y
al margen de los procedimientos establecidos en los tratados internacionales. A tal efecto, se
recuerda que la STC 114/1984 declaró que el objetivo de este derecho es garantizar que las
comunicaciones sean impenetrables para terceros ajenos a la comunicación misma,
entendiéndose que la garantía constitucional se viola cuando se intercepta en sentido estricto el
mensaje o cuando simplemente se tiene conocimiento del contenido del mensaje de forma
antijurídica. Así mismo se reitera la ausencia de constancia en el sumario de datos relevantes
relativos al transporte del paquete. En consecuencia, reitera que se habría producido la
vulneración del art. 24 CE "porque no se ha respetado el derecho a un proceso con todas las
garantías" por haberse valorado como pruebas de cargo pruebas obtenidas mediante la
vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones.
6. Por escrito registrado en este Tribunal el 25 de junio de 2004, el Ministerio Fiscal
interesó la inadmisión de la demanda. De un lado, afirma que la demanda no explica en modo
alguno la razón que le lleva a entender vulnerado el derecho a la tutela judicial efectiva ni
tampoco habría justificado la lesión del derecho al secreto de las comunicaciones fuera de la
reproducción de los argumentos del Voto particular de la sentencia recurrida. Además, advierte
que en el recurso de amparo tampoco se habría fundamentado la vulneración de los derechos
constitucionalizados en el art. 18 CE, limitándose a reproducir los argumentos de la misma Sala
Segunda del Tribunal Supremo en la STS 566/1998, de 13 de octubre que, en un caso similar,
procedió a absolver al condenado en la instancia por entender que no existían garantías en la
ocupación y traslado de un paquete postal con droga desde el Reino Unido a España
(fundamento jurídico 6 de la citada Sentencia).
A partir de lo expuesto, afirma que la vulneración del art. 24 CE es inexistente pues el
criterio de las resoluciones impugnadas es razonable; tampoco se podría construir la vulneración
del derecho al secreto de las comunicaciones, pues no existiría quiebra de la ley ni de la
Constitución al apoyar su decisión en la legislación penal internacional y en los propios
precedentes, cuando alguno de dichos pronunciamientos, además, habrían sido confirmados por
la jurisprudencia de este Tribunal (ATC 395/2003). Así, la Sentencia recurrida basa la licitud de la
aprehensión del paquete postal en Gran Bretaña, en donde no consta que fuera abierto, en el
art. 3 del Convenio europeo de asistencia judicial en materia penal (Estrasburgo, 20 de abril de
1959), que establece que no cabe hacer distinciones sobre las garantías de imparcialidad judicial
en el espacio judicial europeo ni del respectivo valor de los actos procesales conforme a su
propia legislación, lo que afecta a la ocupación del paquete postal en el aeropuerto de Heathrow
y su traslado a España. Asimismo, tal solución no estaría aislada en la jurisprudencia de la Sala
de lo Penal del Tribunal Supremo, sino que se habría seguido el mismo criterio que en las SSTS
382/2000 y 637/2001, citando la primera las SSTS de 10 de enero de 1995, 9 de diciembre de
1996, 6 de junio de 1994, 18 de noviembre de 1998, 2 de marzo de 2000. Por último, en lo que
respecta a la Sentencia de la Audiencia Provincial de Tenerife, señala que contiene también
elementos que descalifican la lesión denunciada, ya que se habría legitimado la actuación del
Juzgado instructor sobre la base de que el paquete postal habría sido abierto en España en
presencia judicial y del Secretario, así como de los procesados, lo que avalaría que la prueba fue
llevada a cabo respetando las garantías procesales.
7. Por providencia de 19 de noviembre de 2004, la Sección Primera de este Tribunal
acordó admitir a trámite la demanda de amparo, tener por presentado y parte al Procurador don
Paulino Rodríguez y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir al Tribunal Supremo y a
la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife para que en el plazo de diez días remitieran
respectivamente testimonio del recurso núm. 3202-2001 y rollo núm. 72/98, interesándose al
propio tiempo que se emplazare a quienes fueron parte en el mencionado procedimiento, con
excepción del recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudieran comparecer en
este proceso constitucional. Asimismo, se acordó abrir pieza de suspensión, que tras su
correspondiente tramitación dio lugar a la suspensión de la ejecución de la resolución en lo
relativo a la pena de prisión impuesta en Auto de 1 de febrero de 2005, de la Sala Primera de
este Tribunal.
8. Por diligencia de ordenación de la Secretaria de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal, de fecha 1 de febrero de 2005, se tuvieron por recibidos los testimonios de las
actuaciones remitidos por los órganos judiciales y, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, se
dio vista de las actuaciones del recurso de amparo, en la Secretaría de la Sala, por un plazo
común de veinte días, al Ministerio Fiscal y a las partes personadas, para que dentro de dicho
término pudieran presentar alegaciones.
9. En escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el 1 de marzo de 2005,
el Fiscal ante el Tribunal puso de relieve la falta de las actuaciones relativas al sumario núm.
5/98 del Juzgado de Instrucción núm. 4 de Granadilla de Abona (Tenerife) y su carácter
indispensable para resolver la demanda de amparo habida cuenta de que en ella se cuestiona la
validez de las pruebas. Por ello, interesó se solicitaran dichas actuaciones. Recabadas dichas
actuaciones en diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de 8 de
marzo de 2005, y recibidas, dicha Secretaría de Justicia, en diligencia de ordenación de 26 de
abril de 2005, volvió a dar vista de las actuaciones a las partes personadas por plazo común de
veinte días para que efectuaren alegaciones.
10. Por escrito registrado en este Tribunal el 4 de marzo de 2005, la representación
procesal del recurrente de amparo reiteró las pretensiones de la demanda y los argumentos que
la sustentan tal y como habían sido expuestas y precisadas en las alegaciones formuladas al dar
cumplimiento al trámite del art.
50.3 LOTC.
11. Por escrito registrado en este Tribunal el 24 de mayo de 2005, el Fiscal ante el
Tribunal interesó la desestimación íntegra de la demanda de amparo. En primer término,
cuestiona que en el caso se pueda hablar con propiedad de la lesión del derecho fundamental al
secreto de las comunicaciones dado que, según consta (folio 13 de las diligencias), el paquete
llegó a España precintado y seguía cerrado antes de que se abriera a presencia judicial, del
Secretario del Juzgado y de los procesados (diligencia de apertura de 26 de mayo de 1998, al
folio 25). Por consiguiente, entiende que no consta que las autoridades inglesas manipularan el
paquete aunque sospecharan de su contenido, lo que concuerda con la discordancia entre el
peso presunto de la droga y el real y con el hecho de que el paquete llegara incólume a su
destino. De otra parte, sostiene que no es cierto que no se sepa qué autoridades habrían
intervenido en la tramitación y envío del paquete a España, pues consta documentado que lo fue
la policía de aduanas de Lutton. Además, la ausencia de garantías en estos supuestos con
relación a los actos practicados en el extranjero habría de ser argumentada y probada por quien
alega que su derecho fundamental ha sido vulnerado como se puso de manifiesto en el ATC
395/2003, FJ 3, con cita de la STC 155/2001.
Finalmente, reitera los argumentos expuestos en el escrito de alegaciones de 25 de junio
de 2004 y añade que frente a la razonabilidad de los razonamientos de la resoluciones
impugnadas desestimando las alegaciones relativas a los derechos fundamentales no puede
oponerse la Sentencia del Tribunal Supremo del año 1998, ya que "la misma se presenta como
aislada en el entorno jurisprudencial de la Sala Segunda" y de otro lado, "en el supuesto que se
usa como precedente de la "correcta doctrina" aplicable a la resolución de este recurso de
amparo ni tampoco en el voto particular se efectúa subsunción alguna de la conducta
desplegada por los órganos judiciales inferiores en la infracción de derecho fundamental alguno".
12. Por providencia de 21 de septiembre de 2006 se señaló para la deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 25 del mismo mes y año, fecha en que se inició el
trámite que ha finalizado el día de la fecha.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. La demanda solicita el amparo frente a la Sentencia de la Sección Segunda de la
Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife de 12 de junio de 2001 y las Sentencias de la
Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 10 de febrero de 2003 en virtud de las cuales el
recurrente resultó finalmente condenado como autor de un delito contra la salud pública en grado
de tentativa a las penas de dos años de prisión, multa y accesorias, al considerarse acreditado
que se había prestado a ser el destinatario de un paquete postal que, conteniendo cocaína, fue
interceptado por las autoridades británicas en el aeropuerto de Heathrow procedente de
Venezuela y entregado al demandante en España, previa autorización judicial para efectuar la
entrega controlada y apertura del mismo al amparo del art. 263 bis de la Ley de enjuiciamiento
criminal (LECrim).
La demanda alega la vulneración de los arts. 18.3 y 24 CE, precisándose en el escrito de
alegaciones de 24 de junio de 2004, que se trata de la vulneración de los derechos al secreto de
las comunicaciones, a la tutela judicial efectiva y a un proceso con todas las garantías. El
fundamento de dichas vulneraciones residiría, de un lado, en la ausencia de constancia
documental de las garantías conforme a las cuales se habría procedido a tomar conocimiento del
contenido del paquete por las autoridades británicas, lo que constituiría una intromisión
inconstitucional en el derecho al secreto de las comunicaciones del recurrente; en la ausencia de
constancia documental de las garantías en el envío y traslado del paquete; en haber efectuado el
traslado del mismo al margen del procedimiento previsto en los tratados internacionales sobre
asistencia judicial, dado que el envío y entrega se realizó por conducto de una persona privada,
el comandante de la aeronave de la compañía aérea; finalmente, la valoración como pruebas de
cargo de pruebas obtenidas mediante la vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones habría ocasionado la lesión del derecho al proceso con todas las garantías.
Como se expone con detalle en los antecedentes, el Ministerio Fiscal tanto en su escrito
de 25 de junio de 2004, como en el posterior de 24 de mayo de 2005 se opone a la estimación
del amparo, por entender que no habría quedado acreditada la vulneración del derecho al
secreto de las comunicaciones pues el paquete habría llegado precintado a España, no constaría
que las autoridades inglesas lo hubieran manipulado y tampoco sería cierto que no se supiera
qué autoridades habrían intervenido en la tramitación y envío del paquete. En este marco
recuerda que la ausencia de garantías en relación con actos practicados en el extranjero debe
ser probada por quien lo alega (ATC 395/2003, de 11 de diciembre, FJ 3). Y, finalmente,
entiende que los argumentos de las Sentencias impugnadas son razonables y a ellos no podría
oponerse la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo 566/1998, de 13 de octubre,
pues constituiría una resolución aislada en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.
2. Las alegaciones de la demanda de amparo tienen como presupuesto que el paquete
postal es objeto de protección constitucional en el ámbito del derecho al secreto de las
comunicaciones postales del art. 18.3 CE. Idéntica premisa constituye el punto de partida de las
resoluciones judiciales impugnadas, del Voto particular discrepante emitido por un Magistrado a
la Sentencia del Tribunal Supremo y del Ministerio Fiscal ante este Tribunal al formular las
alegaciones en este proceso constitucional de amparo. En consecuencia, la primera cuestión
que el examen de la demanda requiere es la relativa a la delimitación del alcance y contenido del
derecho al secreto de las comunicaciones postales que se garantiza, salvo resolución judicial, en
el art. 18.3 CE, a los efectos de determinar si el envío del paquete postal en el que se encontró la
cocaína y que sirvió de prueba para la condena del recurrente está protegido por este derecho o,
eventualmente por el derecho a la intimidad reconocido en el art. 18.1 CE, con el que guarda
cierta relación el derecho al secreto de las comunicaciones. De esta primera cuestión depende,
de un lado, el régimen jurídico-constitucional de garantías del levantamiento del secreto de la
comunicación postal, así como el régimen de control, custodia e incorporación al proceso de los
resultados obtenidos mediante dicho levantamiento. En particular, de ello depende en el caso
analizado la posibilidad de construir la vulneración del derecho al proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE) que consiste en la quiebra de la cadena de custodia de las pruebas o
efectos derivados de los actos de intervención de las comunicaciones telefónicas o postales
(STC 170/2003, de 29 de septiembre, FJ 3); marco en el cual se situarían las quejas de la
demanda consistentes en la ausencia de documentación en el proceso penal en España de las
garantías en la intervención del paquete postal en Gran Bretaña y su envío mediante el
comandante de la aeronave. Pero también depende de esta cuestión la posibilidad de construir
la vulneración alegada en la demanda de la garantía inherente al derecho al proceso justo que
consiste en la prohibición de valoración de pruebas practicadas con vulneración de derechos
fundamentales o derivadas de aquéllas guardando conexión de antijuridicidad con las pruebas
originarias ilícitas (por todas SSTC 114/1984, de 29 de noviembre, FFJJ 2, 3 y 5; 81/1998, de 2
de abril, FJ 4; 49/1999, de 5 de abril, FJ 12), pues hemos de recordar que esta vulneración no se
produce por valorar pruebas obtenidas al margen de las garantías legales requeridas, sino tan
solo por valorar las practicadas en ausencia de garantías constitucionales o las conectadas de
forma antijurídica con las practicadas sin las garantías constitucionales.
De otro lado, de esta cuestión depende también la relativa a las condiciones en las que
los órganos judiciales españoles pueden otorgar validez a los actos de autoridades extranjeras,
pues si el acto afectara a derechos fundamentales habría de aplicarse la doctrina de este
Tribunal sobre la vulneración indirecta de derechos fundamentales (por todas STC 91/2000, de
30 de marzo). No puede desconocerse tampoco que la ubicación del hecho en el ámbito de
aplicación del derecho al secreto de las comunicaciones postales incidiría en el juicio de
constitucionalidad de la normativa procesal que regula las entregas vigiladas de paquetes
postales (art. 263 bis del Código penal: CP), que debería ajustarse, de un lado, a las exigencias
derivadas del principio de legalidad en materia de restricción de derechos fundamentales [por
todas SSTC 49/1999, de 5 de abril, FJ 4; 184/2003, de 23 de octubre, FJ 6 a)], y de otro, a la
expresa previsión del art. 18.3 CE de que el levantamiento del secreto de la comunicación postal
solo puede efectuarse mediante resolución judicial.
3. Cuestión nuclear en el análisis de la demanda es, por consiguiente, si el derecho
fundamental al secreto de las comunicaciones postales protegido en el art. 18.3 CE incluye el
envío del paquete postal o si la protección de este precepto queda limitada a alguna clase de
envíos postales, singularmente, a los que tienen por objeto la correspondencia.
a) Pocas son las resoluciones dictadas por este Tribunal en las que nos hayamos
referido a las comunicaciones postales como objeto de la protección constitucional que el art.
18.3 CE brinda, a salvo de las que tienen por objeto las comunicaciones de los internos en
establecimientos penitenciarios, que tienen un régimen constitucional autónomo, dado que el art.
25.2 CE contempla la posibilidad de limitación expresa de los derechos fundamentales de los
reclusos en la ley penitenciaria y el art. 51 de la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre,
general penitenciaria, establece una regulación específica y en su apartado quinto autoriza la
suspensión o intervención de las comunicaciones de forma motivada al director del
establecimiento dando cuenta de la misma a la autoridad judicial (por todas SSTC 188/1999, de
25 de octubre; 169/2003, de 29 de septiembre).
Así respecto del objeto de protección del derecho genérico a las comunicaciones
postales nos hemos pronunciado, de un lado, en la STC 137/2002, de 3 de junio, FJ 3, si bien
obiter dicta. En esta resolución admitimos implícitamente que el paquete postal quedaba
amparado bajo la cobertura del derecho al secreto de las comunicaciones del art. 18.3 CE, no
obstante señalar que en el caso se descartaba la vulneración del mismo al no haberse producido
ninguna "interferencia en el proceso de comunicación" ya que "el paquete postal se interceptó y
abrió antes de depositarse en las oficinas postales para su remisión al destinatario" pues, de
conformidad con la jurisprudencia constitucional, la vulneración de este derecho requiere dicha
interferencia en el proceso de comunicación (por todas, STC 123/2002, de 20 de mayo, FFJJ 4 y
5). Y, de otro, en el ATC 395/2003, de 11 de diciembre, FJ 3, consideramos carente de contenido
constitucional la vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones postales respecto de
la apertura en Alemania de un paquete que consistía en un cilindro de madera en el que estaban
enrollados de manera visible -con una envoltura transparente-varios metros de cable eléctrico en
cuyo interior se encontraba la cocaína, con base en la razonabilidad de los argumentos aducidos
por el Tribunal Supremo para desestimar la vulneración alegada como motivo de casación,
siendo uno de ellos la inadecuación del soporte físico del envío postal para ser susceptible de
protección por el derecho a la comunicación postal.
Este Tribunal sí ha elaborado una doctrina, ya muy consolidada, sobre el derecho al
secreto de las comunicaciones telefónicas del art. 18.3 CE. Así, a modo de resumen en la citada
STC 123/2002, de 20 de mayo, FJ 5, recordamos: "hemos dicho, con palabras de la STC
114/1984, que el derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) protege implícitamente
la libertad de las comunicaciones y, además, de modo expreso, su secreto. De manera que la
protección constitucional se proyecta sobre el proceso de comunicación mismo cualquiera que
sea la técnica de transmisión utilizada (STC 70/2002) y con independencia de que el contenido
del mensaje transmitido o intentado transmitir -conversaciones, informaciones, datos, imágenes,
votos, etc.- pertenezca o no al ámbito de lo personal, lo íntimo o lo reservado (STC 114/1984). El
derecho al secreto de las comunicaciones protege a los comunicantes frente a cualquier forma
de interceptación o captación del proceso de comunicación por terceros ajenos, sean sujetos
públicos o privados (STC 114/1984)". A ello añadimos que "el fundamento del carácter autónomo
y separado del reconocimiento de este derecho fundamental y de su específica protección
constitucional reside en la especial vulnerabilidad de la confidencialidad de estas
comunicaciones en la medida en que son posibilitadas mediante la intermediación técnica de un
tercero ajeno a la comunicación. A través de la protección del proceso de comunicación se
garantiza, a su vez, el carácter reservado de lo comunicado sin levantar su secreto, de forma que
es objeto de este derecho la confidencialidad tanto del proceso de comunicación mismo como
del contenido de lo comunicado. Este reconocimiento autónomo del derecho no impide
naturalmente que pueda contribuir a la salvaguarda de otros derechos, libertades o bienes
constitucionalmente protegidos, como el secreto del sufragio activo, la libertad de opinión,
ideológica y de pensamiento, de la libertad de empresa, la confidencialidad de la asistencia
letrada o, naturalmente también, el derecho a la intimidad personal y familiar. En una sociedad
tecnológicamente avanzada como la actual, el secreto de las comunicaciones constituye no sólo
garantía de libertad individual, sino instrumento de desarrollo cultural, científico y tecnológico
colectivo" (FJ 5).
Por consiguiente, desde la STC 114/1984, de 29 de noviembre, son varias las
características delimitadoras del derecho protegido en el art. 18.3 CE que, si bien han sido
elaboradas por este Tribunal en relación con una de las formas de comunicación protegidas en
dicho precepto, las comunicaciones telefónicas, hemos de precisar ahora que se proyectan
también sobre el derecho a las comunicaciones postales. La primera de ellas es la diferenciación
y autonomía del ámbito de protección de los derechos fundamentales a la intimidad personal (art.
18.1 CE) y al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) que se proyecta sobre el régimen de
protección constitucional de ambos derechos. Pues si ex art. 18.3 CE la intervención de las
comunicaciones requiere siempre resolución judicial, "no existe en la Constitución reserva
absoluta de previa resolución judicial" respecto del derecho a la intimidad personal, de modo que
excepcionalmente hemos admitido la legitimidad constitucional de que en determinados casos y
con la suficiente y precisa habilitación legal la policía judicial realice determinadas prácticas que
constituyan una injerencia leve en la intimidad de las personas (SSTC 37/1989, de 15 de febrero,
FJ 7; 207/1996, de 16 de diciembre, FJ 3; y 70/2002, de 3 de abril, FJ 10), siempre que se hayan
respetado las exigencias dimanantes del principio de proporcionalidad (STC 70/2002, de 3 de
abril, FJ 10). La segunda reside en que el objeto directo de protección es el secreto de la
comunicación, de modo que el secreto, constitucionalmente protegido, se proyecta tanto sobre el
proceso de comunicación como sobre el contenido de la misma, aunque éste no quede en la
esfera de lo íntimo (STC 114/1984, de 29 de noviembre). La tercera es que la protección alcanza
frente a cualquier forma de interceptación en el proceso de comunicación mientras el proceso
está teniendo lugar (STC 137/2002, de 3 de junio, FJ 3), siempre que sea apta para desvelar
bien la existencia misma de la comunicación, bien los elementos externos del proceso de
comunicación, bien su propio contenido (SSTC 114/1984, de 29 de noviembre, FJ 7; 123/2002,
de 20 de mayo, FJ 5). Por último, el derecho comprendido en el art. 18.3 CE alcanza frente a
terceros ajenos a los propios comunicantes (por todos, STC 114/1984, de 29 de noviembre, FJ 7;
56/2003, de 24 de marzo, FJ 3).
b) La delimitación del objeto de protección del derecho reconocido en el art. 18.3 CE ha
de partir de su propio tenor literal y del de los textos de los convenios sobre derechos humanos
en los que España es parte, que, de conformidad con el art. 10.2 CE, sirven de pauta en la
interpretación del contenido y alcance de los derechos fundamentales reconocidos en la
Constitución.
En primer término, hemos de recordar que el art. 18.3 CE literalmente "garantiza el
secreto de las comunicaciones y en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo
resolución judicial". Varias circunstancias derivan de dicho tenor literal: que el art. 18.3 CE no
alude al secreto postal sino al secreto de las comunicaciones postales y que identifica de forma
individualizada las comunicaciones postales diferenciándolas de las telegráficas. Por
consiguiente, no todo envío o intercambio de objetos o señales que pueda realizarse mediante
los servicios postales es una comunicación postal pues, de un lado, no se refiere al secreto
postal y, de otro, también las comunicaciones telegráficas se mencionan expresamente en este
precepto constitucional, siendo el servicio de telégrafos uno de los servicios prestados por los
propios servicios postales. La noción constitucional de comunicación postal es, en consecuencia,
una noción restringida que no incluye todo intercambio realizado mediante los servicios postales.
De otra parte, ha de tenerse en cuenta que el término "comunicaciones" al que se refiere el art.
18.3 CE, sirve para denotar el objeto de protección de este derecho constitucional sea cual sea
el medio a través del cual la comunicación tiene lugar -postal, telegráfico, telefónico...-; de modo
que la noción constitucional de comunicación ha de incorporar los elementos o características
comunes a toda clase de comunicación.
Pues bien, si el derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) constituye una
plasmación singular de la dignidad de la persona y el libre desarrollo de la personalidad que son
"fundamento del orden político y de la paz social" (art. 10.1 CE), las comunicaciones
comprendidas en este derecho han de ser aquellas indisolublemente unidas por naturaleza a la
persona, a la propia condición humana; por tanto, la comunicación es a efectos constitucionales
el proceso de transmisión de expresiones de sentido a través de cualquier conjunto de sonidos,
señales o signos. Aunque en la jurisprudencia constitucional no encontramos pronunciamientos
directos sobre el ámbito objetivo del concepto constitucional de "comunicación", sí existe alguna
referencia indirecta al mismo derivada del uso indistinto de las expresiones "comunicación" y
"mensaje", o del uso de términos como "carta" o "correspondencia" cuando de la ejemplificación
del secreto de las comunicaciones postales se trataba (STC 114/1984, de 29 de noviembre, FJ
7).
De otra parte, es de señalar que los convenios internacionales sobre derechos humanos
tampoco protegen el secreto de toda comunicación postal ni su inviolabilidad. Así, de un lado, el
art. 8 del Convenio europeo de derechos humanos establece que "toda persona tiene derecho al
respeto de su vida privada y familiar, de su domicilio y de su correspondencia". Y el art. 17 del
Pacto internacional de derechos civiles y políticos prevé que "1. [n]adie será objeto de injerencias
arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de
ataques ilegales a su honra y reputación".
De todo ello deriva que la comunicación es un proceso de transmisión de mensajes entre
personas determinadas. Por tanto, el derecho al secreto de las comunicaciones postales sólo
protege el intercambio de objetos a través de los cuales se transmiten mensajes mediante signos
lingüísticos, de modo que la comunicación postal es desde la perspectiva constitucional
equivalente a la correspondencia.
Varias precisiones son aún necesarias a los efectos de la delimitación de la noción
constitucional de correspondencia del art. 18.3 CE. De un lado, en la medida en que los
mensajes pueden expresarse no solo mediante palabras, sino a través de otro conjunto de
signos o señales que componen otra clase de lenguajes, y dado que los mensajes pueden
plasmarse no solo en papel escrito, sino también en otros soportes que los incorporan -cintas de
cassette o de vídeo, CD's o DVD's, etc.- la noción de correspondencia no puede quedar
circunscrita a la correspondencia escrita, entendida ésta en su sentido tradicional. Por ello, se ha
de estar a la delimitación que la regulación legal sobre el servicio postal universal establece, que
al efecto atiende a ciertas características externas y físicas -tamaño- del objeto de envío -sobre,
paquete-, en cuyo interior se introducen los soportes físicos de los mensajes -papeles, cintas,
CD's...-. Desde esta perspectiva, no gozan de la protección constitucional aquellos objetos -
continentes- que por sus propias características no son usualmente utilizados para contener
correspondencia individual sino para servir al transporte y tráfico de mercancías (ATC 395/2003,
de 11 de diciembre, FJ 3), de modo que la introducción en ellos de mensajes no modificará su
régimen de protección constitucional. Ni tampoco gozan de la protección constitucional del art.
18.3 CE aquellos objetos que, pudiendo contener correspondencia, sin embargo, la regulación
legal prohíbe su inclusión en ellos, pues la utilización del servicio comporta la aceptación de las
condiciones del mismo.
Además, si lo que se protege es el secreto de la comunicación postal quedan fuera de la
protección constitucional aquellas formas de envío de la correspondencia que se configuran
legalmente como comunicación abierta, esto es, no secreta. Así sucede cuando es legalmente
obligatoria una declaración externa de contenido, o cuando bien su franqueo o cualquier otro
signo o etiquetado externo evidencia que, como acabamos de señalar, no pueden contener
correspondencia, pueden ser abiertos de oficio o sometidos a cualquier otro tipo de control para
determinar su contenido.
Si, como acabamos de recordar, el derecho fundamental protege el secreto de las
comunicaciones frente a cualquier clase de interceptación en el proceso de comunicación, es
indiferente el procedimiento a través del cual se acceda al conocimiento del proceso de la
comunicación postal o del contenido de la correspondencia, por lo que se vulnera este derecho
aún cuando a tal conocimiento no se acceda mediante la apertura del continente o de la propia
carta, documento u objeto, de otro modo cerrado. La existencia de la comunicación, la identidad
de los corresponsales, el momento en que se produce, los lugares de remisión y destino, son
todos ellos datos que, una vez iniciado el proceso de comunicación, son secretos para cualquier
persona ajena a la comunicación, de modo que su conocimiento por quien presta el servicio
postal puede ser utilizado a los solos efectos de la prestación del servicio (mutatis mutandi, STC
123/2002, de 20 de mayo, FFJJ 5, 6).
Esta afirmación, no obstante, ha de ser matizada y ponerse en conexión con las
especialidades del objeto de protección cuando de las comunicaciones postales se trata. Pues, si
lo que se protege es la comunicación humana en cuanto expresión de sentido, sólo serán lesivas
del derecho a la comunicación postal aquellas formas de acceso al contenido del soporte
material del mensaje que supongan formas de tomar conocimiento del mensaje, por lo que no
serán lesivos de este derecho aquellos procedimientos que, siendo aptos para identificar que el
contenido del sobre o del soporte sea un objeto ilícito, no lo son, sin embargo, para conocer el
mensaje mismo -inspecciones mediante perros adiestrados, escáneres... Por consiguiente, el
procedimiento más habitual de vulneración del derecho al secreto de la correspondencia será su
apertura, aunque no pueda descartarse la vulneración del derecho mediante otros
procedimientos técnicos que permitan acceder al contenido del mensaje sin proceder a la
apertura de la correspondencia.
Finalmente, a los efectos de la protección del derecho al secreto de las comunicaciones
postales es indiferente quién presta el servicio postal, de modo que el derecho al secreto de las
comunicaciones postales alcanza el proceso de comunicación tanto si se presta mediante
servicios públicos como privados, dado que la Ley 24/1998, de 13 de julio, del servicio postal
universal y de liberalización de los servicios postales ha procedido a su liberalización.
c) De esta delimitación derivan varias consecuencias. Es la primera que el envío de
mercancías o el transporte de cualesquiera objetos, incluidos los que tienen como función el
transporte de enseres personales -maletas, maletines, neceseres, bolsas de viaje, baúles, etc.-
por las compañías que realizan el servicio postal no queda amparado por el derecho al secreto
de las comunicaciones, pues su objeto no es la comunicación en el sentido constitucional del
término. Es la segunda que el art. 18.3 CE no protege directamente el objeto físico, el continente
o soporte del mensaje en sí, sino que éstos sólo se protegen de forma indirecta, esto es, tan sólo
en la que medida en que son el instrumento a través del cual se efectúa la comunicación entre
dos personas -destinatario y remitente. Por consiguiente, cualquier objeto -sobre, paquete, carta,
cinta, etc.- que pueda servir de instrumento o soporte de la comunicación postal no será objeto
de protección del derecho reconocido en el art. 18.3 CE si en las circunstancias del caso no
constituyen tal instrumento de la comunicación, o el proceso de comunicación no ha sido iniciado
(STC 137/2002, de 3 de junio, FJ 3); así, no constituyen objeto de este derecho cuando se
portan por su propietario o terceros ajenos a los servicios postales, o viaja con ellos, o los
mantienen a su disposición durante el viaje. Estos objetos, máxime si de sus características
externas se infiere su destino al transporte de enseres personales o se hace constar en su
exterior su condición de objeto personal o íntimo, quedarán, no obstante, protegidos por el
derecho a la intimidad personal (art. 18.1 CE); y, por consiguiente, de conformidad con nuestra
jurisprudencia constitucional, la ley podrá autorizar a la autoridad administrativa para su apertura
o para proceder a inspeccionar y controlar su contenido por cualquier procedimiento, siendo
requisito de la constitucionalidad de tal control o inspección su sujeción a las máximas derivadas
del principio de proporcionalidad, esto es, ser necesaria para alcanzar un fin constitucionalmente
legítimo, idónea para alcanzarlo y que la concreta forma de control o inspección reporte en el
caso menos sacrificios en el derecho individual que beneficios en los intereses generales.
d) La delimitación del ámbito de protección constitucional de las comunicaciones
postales tiene en cuenta el diferente régimen jurídico de los envíos postales y de los envíos de
correspondencia establecido tanto en la legislación internacional como interna. De un lado, en
las normas internacionales de la Unión Postal Universal -Actas del Congreso de Beijing de 1999,
cuya ratificación fue publicada en el BOE núm. 62, de 14 de marzo de 2005- se incluyen dos
reglamentaciones diferentes, el Reglamento relativo a los envíos de correspondencia y el
Reglamento relativo a encomiendas postales -anexo al BOE núm. 62, de 14 de marzo de 2005.
De otro, también reconoce dicha diferencia la normativa de la Unión Europea, cuya Directiva
comunitaria 97/67/CE, relativa a las normas comunes para el desarrollo del marco interior de los
servicios postales de la Comunidad, aprobada el 15 de diciembre de 1997, distingue entre el
envío postal -art. 2.6- y el envío de correspondencia -art. 2.7-. Finalmente, regulan de forma
separada ambas clases de envíos la Ley 24/1998, de 13 de julio, del servicio postal universal y
de liberalización de los servicios postales -art. 15.2.B, a) y b)- y el Real Decreto 1829/1999, de 3
de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento por el que se regula la prestación de los
servicios postales, en desarrollo de la Ley 24/1998 -art. 13.2.
4. En aplicación de dicha razón de decidir al caso planteado en la demanda, hemos de
advertir que, a pesar de lo alegado en la misma, así como a pesar de ser el punto de partida
tanto de las resoluciones impugnadas como del Voto particular discrepante emitido en la
Sentencia de casación, el envío postal que, procedente de Venezuela, fue interceptado en Gran
Bretaña y sometido a entrega vigilada hasta su destino en España no constituía el objeto de una
comunicación postal o correspondencia a los efectos del art. 18.3 CE.
El paquete postal en el que se halló la droga no es, de conformidad con lo razonado, el
instrumento o soporte de una comunicación postal protegida en el art. 18.3 CE, pues ni de sus
características externas ni de sus signos externos se infiere su destino a la transmisión de
mensajes: una caja de cartón con un peso aproximado de mil quinientos gramos, en la que no
consta que contuviera correspondencia, ni signo alguno que lo evidencie. Por consiguiente,
ninguna vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones postales del art. 18.3 CE se
ha producido porque las autoridades británicas accedieran a conocer el contenido del paquete y
trasladaran dicha información a las autoridades españolas.
De otra parte, aunque no se alega expresamente, procede descartar también la eventual
vulneración del derecho a la intimidad personal (art. 18.1 CE) pues, de un lado, no consta que en
el paquete postal se hiciera mención de su condición de contener objetos personales o íntimos y
de sus características externas no se infiere que la finalidad del continente sea ésta. Pero,
además, en todo caso, aunque pudiera afirmarse su condición de objetos personales o íntimos,
su inspección o control cumple las dos exigencias que la Constitución impone a la afección de
este derecho fundamental: su previsión legal y su adecuación al principio de proporcionalidad.
De un lado, la normativa internacional -Actas del Congreso de la Unión Postal Universal de
Beijing de 1999, en vigor para España desde su publicación en el BOE núm. 62, de 14 de marzo
de 2005-, así como la legislación interna -la Ley 24/1998-autorizan a las autoridades
administrativas y aduaneras para proceder a la inspección de los paquetes postales a los efectos
de determinar que no contienen sustancias u objetos cuyo envío, traslado o comercio está
prohibido, como por ejemplo las drogas. De otro lado, en cuanto al juicio de proporcionalidad,
hemos de afirmar que las medidas de control e inspección de los paquetes postales persiguen
un fin legítimo, cual es la prevención de la comisión de delitos, y son idóneas para alcanzarlo.
Además, en la valoración de la proporcionalidad estricta del sacrificio individual que estas
medidas comportan en relación con el beneficio en los intereses generales se ha ponderar, de un
lado que, como ya hemos señalado, al contratar el servicio de envío el titular formula una
aceptación tácita de las condiciones en que éste se presta; igualmente se ha ponderar la escasa
entidad de los perjuicios provocados por la ingerencia en el derecho fundamental derivada de las
distintas formas en que es posible acceder al conocimiento del contenido de los paquetes y del
poco tiempo de interrupción del envío que su ejecución requiere. Por consiguiente, la inspección
del paquete postal, el conocimiento del contenido del mismo, así como de los datos relativos a
destinatario y remitente, no vulneraría tampoco el derecho a la intimidad personal (art. 18.1 CE),
en caso de que el paquete postal en las circunstancias del caso contuviera un objeto de carácter
personal o íntimo.
5. La inexistencia de dicha vulneración hace decaer también las alegaciones relativas a
la vulneración del derecho al proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) tanto por ausencia
de constancia documental de las garantías relativas a la custodia y transporte del paquete como
por haberse valorado pruebas obtenidas a raíz del levantamiento del secreto del paquete postal,
pues, como ya hemos declarado, las alegaciones relativas a estas vulneraciones se sustentan en
la demanda a partir de la consideración del paquete postal como objeto de protección del
derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE).
No obstante, se ha señalar que al recurrente le asiste la razón cuando afirma que la
normativa internacional exige una serie de formalidades mínimas de documentación del acto de
solicitud y cumplimiento de asistencia judicial. Así, la Convención de Naciones Unidas contra el
tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, hecha en Viena en 1988, prevé en su
art. 7.9 que las solicitudes se presentarán por escrito si bien por razones de urgencia pueden
efectuarse verbalmente, debiendo ser confirmadas seguidamente por escrito. En las solicitudes
de asistencia judicial deberá figurar entre otros datos -art. 7.10- "a) La identidad de la autoridad
que haga la solicitud; b) El objeto y la índole de la investigación, del proceso o de las actuaciones
a que se refiera la solicitud y el nombre y funciones de la autoridad que esté efectuando dicha
investigación, dicho procesamiento o dichas actuaciones; c) Un resumen de los datos pertinentes
... d) Una descripción de la asistencia solicitada y de los pormenores". Igualmente en el
Convenio europeo de asistencia judicial en materia penal -Estrasburgo 1959, ratificación en BOE
núm. 223, de 17 de septiembre de 1982-, prevé en su art. 14 que las solicitudes de asistencia
judicial deberán contener "a) autoridad que formula la solicitud, b) objeto y motivo de la solicitud,
c) en lo posible, identidad y nacionalidad de la persona de que se trate, y d) nombre y dirección
del destinatario, cuando proceda". En el Segundo Protocolo adicional a dicho Convenio -
Estrasburgo, 8 de noviembre de 2001-, aún no ratificado por España, en su art. 4 que modifica el
art. 15 del citado Convenio, establece que las solicitudes se harán por escrito, si bien precisa en
su número noveno que "las solicitudes de asistencia judicial o cualquier otra comunicación en
virtud del presente Convenio o de sus protocolos, pueden ser realizadas por conducto de medios
electrónicos de comunicación, o por cualquier otro medio de telecomunicación, a condición de
que la parte requirente esté en disposición de producir en todo momento, a solicitud de la otra
parte, una copia escrita de lo expedido así como el original. Sin embargo, todo Estado
contratante puede en todo momento, mediante declaración expresa dirigida al Secretario
General del Consejo de Europa, indicar las condiciones en las cuales está en disposición de
aceptar y poner en ejecución las solicitudes recibidas por vía electrónica o cualquier otro medio
de telecomunicación".
En consecuencia, aunque la urgencia del caso lo requiera o las posibilidades técnicas
actuales permitan acudir a formas de solicitud más ágiles y menos formales, ello no obsta para
que, en todo caso, las normas internacionales prevean la documentación posterior de la solicitud,
debiendo incluir ésta unos datos mínimos que servirán de garantía al justiciable de que la
solicitud procede de una autoridad oficial de un Estado parte de alguno de los convenios
internacionales de asistencia judicial, o de la Unión Europea, y no de otros Estados ajenos a
dichos convenios internacionales.
Ahora bien, la garantía de documentación contenida en estas normas, así como las que
la Ley de enjuiciamiento criminal contempla (en particular, en el art. 263 bis) sobre la
interceptación, entrega vigilada, detención y apertura de paquetes postales no constitutivos de
correspondencia constituyen garantías legales, cuya infracción no implica en sí misma, sino
según las circunstancias del caso, la vulneración del derecho al proceso con todas las garantías,
como tampoco es una garantía constitucional la relativa a la intervención del Secretario judicial
en el registro domiciliario (por todas SSTC 133/1995, de 25 de septiembre, FJ 4; 171/1999, de 27
de septiembre, FJ 11) ni las relativas al registro de lugares cerrados no constitutivos de domicilio
(STC 82/2002, de 22 de abril, FJ 8).
Por consiguiente, ninguna de las vulneraciones alegadas se han producido.
Fallo:
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José Macías Rojas frente a las Sentencias de la Audiencia Provincial y de un
Juzgado de lo Penal de Málaga que le condenaron por delito de contrabando.Vulneración de los
derechos al secreto de las comunicaciones y a la presunción de inocencia: intervención
telefónica autorizada y prorrogada mediante Autos mal motivados; condena fundada en pruebas
ilícitas.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 44-2003, promovido por don José Macías Rojas,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Isabel Díaz Solano y asistido por la
Letrada doña Cecilia Pérez Raya, contra la Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Málaga de 26 de noviembre de 2002, recaída en el recurso de apelación núm. 235-
2002 interpuesto contra la dictada por el Juzgado de lo Penal núm. 9 de la misma ciudad de 16
de abril de 2002 en procedimiento abreviado 267/99, seguido por delito de contrabando. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Javier Delgado Barrio, quien
expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 3 de
enero de 2003, la Procuradora de los Tribunales doña Isabel Díaz Solano, en nombre y
representación de don José Macías Rojas, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones
judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) El ahora demandante de amparo fue inicialmente absuelto del delito de contrabando
del que venía siendo acusado, por Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 8 de Málaga de 15
de octubre de 1998. Dicha Sentencia consideraba nulas, por vulneración del art. 18.3 CE, las
escuchas telefónicas realizadas y las diligencias de ellas derivadas. Afirmaba esta Sentencia que
el Auto de 27 de septiembre de 1994, que acuerda la primera de las intervenciones, utiliza un
"modelo", que se remite a la solicitud del Servicio de Vigilancia Aduanera y que en dicha solicitud
se realizaba una invocación genérica de las investigaciones que se venían desarrollando en
torno a una serie de personas, de las que se afirmaba que se dedicaban al contrabando de
tabaco americano a gran escala, "es decir, llega a unas conclusiones... sin explicar las razones
que en concreto para ello se tienen", pues no se indica en qué han consistido las
investigaciones. A continuación se señalaba que los agentes oídos en el plenario tampoco
habían explicado mucho más: "ordinariamente existen investigaciones, algunos conocían al Sr.
Tello por haber sido objeto de sanciones administrativas por el mismo motivo. Si existió
investigación no consta con qué medios, por lo que el instructor no pudo valorar su legalidad y no
consta con qué resultados concretos". Por ello, entendía el Juzgado que se trataba de una mera
escucha de prospección y que la resolución que la autorizaba carecía de la debida motivación, al
no reseñarse la existencia de indicios que la justifiquen, pudiendo haberse solicitado información
complementaria, ya que no constaba urgencia y la gravedad del presunto delito cometido es
discutible. Respecto del Auto de 5 de octubre de 1994, que autorizaba una nueva intervención,
se afirmaba que el oficio policial por el que se solicita y al que el Auto se remite da cuenta de los
resultados obtenidos en la primera escucha, sin poner a disposición judicial las cintas, ni las
transcripciones, que no se entregaron al Juzgado hasta el 18 de octubre y que, por tanto, esta
autorización se llevó a cabo sin que el Instructor hubiera comprobado la certeza de lo que se
dice escuchando las cintas (cintas que en ningún momento pudieron oírse, pues cuando se
intentó no eran audibles con los aparatos disponibles y posteriormente no volvió a hacerse).
Respecto de las prórrogas, afirma que son nulas tanto por derivar de pruebas nulas, como en sí
mismas, por la falta de control judicial, ya que las cintas y transcripciones fueron entregadas y
oídas con posterioridad.
b) La Sentencia del Juzgado fue recurrida en apelación por el Ministerio Fiscal y la
acusación particular. Por Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Málaga
de 10 de marzo de 1999, se anuló la resolución impugnada, ordenando la celebración de nueva
vista oral, con práctica de la prueba denegada y valoración de la misma, por ser adecuada a
derecho, y se dictara sentencia conforme a la ley. La citada prueba consistía en el resultado de
las intervenciones telefónicas, que la Audiencia consideraba lícitas. Respecto de la motivación,
se sostenía que aunque el Auto es un modelo impreso "especifica el delito objeto de
investigación y los objetos en los que se basa ese delito, la persona objeto de investigación, el
teléfono que debe ser intervenido y se completa con otros dos requisitos que lo completan: la
remisión al oficio del solicitante y a las conversaciones, explicaciones y contactos que los
mismos mantienen oralmente con el instructor y que consta expuesto así en la vista celebrada,
por lo que no existe causa de nulidad".
Respecto del control judicial, sostenía que éste se había producido porque las
conversaciones fueron transcritas y controladas judicialmente, "aunque lo sean con posterioridad
a la prórroga de la intervención y a nuevas intervenciones de otros teléfonos, pero ello siempre
con información y conocimiento por el instructor, que es el que valoró en su momento el
resultado que se le exponía de lo actuado, y la conveniencia de continuar la medida e incluso
ampliarla, hecho que posteriormente pudo confirmar con la audición en forma efectuada sobre
las cintas aportadas, por lo que existe control efectivo y real de la intervención y de su
desarrollo".
c) Por Sentencia del Juzgado de lo Penal núm. 9 de Málaga de 16 de abril de 2002, se
condena al ahora demandante de amparo y a otras tres personas, como autores de un delito de
contrabando de tabaco, a las penas de dos años de prisión, accesoria legal, multa de 240.404,84
euros, así como al pago de las costas por partes iguales y a indemnizar a la hacienda pública por
el importe de la deuda tributaria defraudada en la cantidad que se determine en ejecución de
sentencia.
La Sentencia contiene la siguiente declaración de hechos probados: "Apreciando en
conciencia las pruebas practicadas, resulta probado y así se declara que, el día 19 de octubre de
1994, el acusado don M.T.A., mayor de edad, sin antecedentes penales, acordó con don José
Macías Rojas, mayor de edad, con antecedentes penales no computables en esta causa a
efectos de reincidencia, la compra de una partida no determinada de cajas de tabaco, que éste
introducía en España importándolo ilícitamente.
La mercancía fue descargada y almacenada en la nave núm... de la Avenida..., del
Polígono Industrial... de Málaga, propiedad del acusado don F.L.C.S., mayor de edad, sin
antecedentes penales, donde sobre las 16'15 horas del día 21 de octubre de 1994, funcionarios
del Servicio de Vigilancia Aduanera que habían montado un servicio de vigilancia, observan
como la furgoneta marca... matrícula... se introduce en dicha nave, y a los 15 minutos cuando se
abren las puertas para salir dicho vehículo, lo interceptan reconociéndose como conductor al
también acusado don F.M.S.J., mayor de edad, sin antecedentes penales, comprobándose que
llevaba veinte cajas, conteniendo un total de 10.000 cajetillas de tabaco rubio americano de la
marca Winston, carentes de los precintos legales que legalizan su libre comercio. Practicado un
registro en el local en presencia del propietario, se hallaron otras noventa y dos cajas, que
contenían un total de 46.000 cajetillas de tabaco rubio de la marca citada. Todas las cajas,
cartones y cajetillas llevaban impresa la leyenda 'Made in USA', careciendo, en cambio de las
precintas obligatorias fiscales en España.
El tabaco aprehendido, ha sido valorado a precio de venta al público en 15.120.000
pesetas sin que se haya cuantificado el importe de la deuda aduanera.
Además del tabaco, fueron intervenidos la reseñada furgoneta y una carretilla marca
Hyster, propiedad del titular de la nave, que se utilizaba para mover los palés de agua detrás de
los que se ocultaban las cajas de tabaco".
En el fundamento jurídico segundo se afirma que se trata de un supuesto de coautoría,
"a tenor de los testimonios que han ofrecido, en el acto del plenario, los funcionarios del Servicio
de Vigilancia Aduanera. En efecto, hay un concierto o acuerdo previo, que implica la existencia
de un plan o proyecto mediante el cual cada uno de los acusados va perfilando y desarrollando
el papel que a cada uno le corresponde en esa ilícita actividad comercial, que permite concluir en
la realización conjunta del delito.-Aunque todos los acusados se acogieron a su derecho a no
declarar en el acto del juicio oral, no se puede olvidar. que tanto F.L.C.S. como F.M.S.J.
reconocieron ante el Instructor (folios 64 y 65) su participación en los hechos, resultando
innegable la existencia del delito por el hallazgo de las 112 cajas de tabaco. En cuanto a la
participación de don M.T.A. y don José Macías Rojas, así como su relación entre sí y su
vinculación con los otros dos acusados ha quedado demostrada por la testifical practicada en el
plenario y el examen de las actuaciones, concretamente las escuchas telefónicas. En cuanto a
éstas, el informe pericial de identificación de voz, obrante a los folios 520 a 525 de las
actuaciones, ratificado en el plenario por los técnicos de la Sección de Acústica Forense de la
Comisaría de Málaga, facultativo 204 e Inspector núm. 19.058, y habiendo sido previamente
oídas en dicho acto la cinta número 10, pasos 434 a 451, 451 a 457 y 562 a 593; la cinta número
12, pasos 915 a 956; y la cinta número 13, pasos 145 a 152, 152 a 160 y 160 a 165, en las que
se recogieron las llamadas telefónicas efectuadas por don José Macías a don M.T. el día 19 de
octubre de 1994, y de don M.T. a don José Macías 3 días más tarde, llevan, por una parte, a la
misma conclusión que la obtenida por dichos peritos, que el interlocutor hasta entonces no
identificado es realmente don José Macías Rojas, y por otra, a demostrar el enlace entre los dos
acusados, así como el de éstos con C. y S., lo que supone un dato indiciario más, que ha de
adicionarse como complejo de varios elementos incriminatorios suficientes para la enervación de
la presunción de inocencia de naturaleza iuris tantum".
d) Contra la anterior resolución se interpuso recurso de apelación, parcialmente
estimado por Sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Málaga de 26 de
noviembre de 2002, que aprecia la existencia de dilaciones indebidas y rebaja la pena de prisión
a un año, manteniendo en iguales términos la multa y las responsabilidades civiles. En el
fundamento jurídico primero, esta Sentencia vuelve a remitirse a la de 10 de marzo de 1999 para
afirmar la validez de las escuchas telefónicas, citando la STC 82/2002. Por lo que respecta a la
prueba de cargo practicada, se destaca el hallazgo de las cajas de tabaco en la nave de
F.L.C.S., mediante un registro efectuado en presencia de su propietario por parte de los
funcionarios del servicio aduanero, que también observaron la salida de un vehículo de la nave,
conducido por F.M.S.J., en el que interceptaron veinte cajas de tabaco rubio (10.000 cajetillas).
"Dichas pruebas directas han sido valoradas por el Juzgador de instancia junto con el resultado
de las escuchas telefónicas que han demostrado la participación de José Macías Rojas y M.T.A.,
que son los que ultimaron la operación de compraventa de tabaco de contrabando, tal como han
ratificado en el acto del juicio los funcionarios del Servicio de Vigilancia Aduanera
2506467346A5527, 0698612346A5539, 2907767102A5539 y 111818813A5539, los cuales
intervinieron en las escuchas, vigilancias y registro que desembocó en el hallazgo del tabaco
aprehendido".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) y a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE).
En relación con el derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE), se sostiene
que los Autos dictados por el Juzgado de Instrucción núm. 8 de Málaga, de 27 de septiembre de
1994 y 5 de octubre de 1994, por los que se autorizan las intervenciones telefónicas, y los que
acuerdan las prórrogas no cumplen las exigencias de motivación exigidas por este Tribunal,
porque no se mencionaba la persona objeto de la investigación (sólo el titular del teléfono), ni se
recogía en la parte dispositiva el delito para el que se autorizaba la intervención (aunque
reconoce que en los hechos sí se señala para qué se solicita), se intervenía un teléfono público
sin limitar en modo alguno tal intervención, y sin motivación alguna respecto de la necesidad y
proporcionalidad de la medida, salvo la remisión a la solicitud policial, en la que tampoco se
contienen datos concretos que justifiquen la limitación del derecho fundamental (pues no se
indicaron los fundamentos de las sospechas de que el investigado se dedicaba al contrabando
de tabaco, ni de que utilizase a tal fin el teléfono cuya intervención se requería). Afirma el
recurrente que la primera intervención, acordada por Auto de 27 de septiembre de 1994, carece
de motivación al no recoger ningún dato objetivo indiciario de la existencia del delito, más allá de
una genérica referencia a "las investigaciones que se vienen realizando por este Organismo";
que cuando se solicita la del segundo teléfono (acordada por Auto de 5 de octubre de 1994),
remitiéndose el oficio policial al resultado de la primera intervención, no había existido ningún
control judicial de la misma, pues sólo con posterioridad se aportan las cintas y las
transcripciones de las conversaciones oídas, que se reciben en el Juzgado el día 18 de octubre
(folio 47) y no pudieron cotejarse por mala audición (folio 48). Y en cuanto a las prórrogas, que
se solicitan en relación con los resultados de las intervenciones iniciales y se autorizan por Autos
de 27 de octubre y 29 de noviembre de 1994, sostiene el recurrente que son inválidas no sólo a
consecuencia de la nulidad de la intervención primaria, sino también porque la autoridad judicial
no podía basarse en la solicitud inicial, sino en su resultado, como reiteradamente viene
sosteniendo este Tribunal, para lo que hubiera sido necesario que el órgano judicial constatara la
coincidencia de las cintas con sus transcripciones, lo que en ninguno de los casos se hizo de
forma previa, sino siempre con posterioridad. Se citan las SSTC 299/2000 y 202/2001, que
exigen que el Juez conozca los resultados de la intervención acordada para poder ratificarla o
alzarla, lo que exige el control judicial consistente en la comprobación de la coincidencia entre
las cintas grabadas y sus transcripciones.
La vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones determina la ilicitud y
ausencia de eficacia probatoria del resultado de las intervenciones telefónicas, por imperativo del
art. 11.1 LOPJ, y la de las derivadas de ella, en concreto la testifical de los agentes que
intervinieron en la aprehensión del tabaco y detención de los acusados y la pericial de
identificación de voz, por ser todas ellas consecuencia directa del resultado de interceptación de
las conversaciones telefónicas.
Como segundo motivo de amparo se denuncia la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE). Afirma el recurrente que su condena se funda
exclusivamente en pruebas ilícitas, pues lo son las intervenciones telefónicas al haberse
obtenido con vulneración del art. 18.3 CE y el resultado de las mismas es la única base de la
condena. Respecto de las declaraciones testifícales de los agentes del Servicio de Vigilancia
Aduanera y de los peritos, afirma que son pruebas derivadas de las ilícitamente obtenidas, pues
sin la información recogida a través de las escuchas no se hubiera podido llevar a cabo la
intervención y la incautación del tabaco, ni la identificación del recurrente.
4. Por providencia de 14 de abril de 2004, la Sección Primera de este Tribunal acordó la
admisión a trámite de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir al
Juzgado de lo Penal núm. 9 de Málaga y a la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de
dicha ciudad para que en el plazo de diez días remitieran testimonio del procedimiento abreviado
núm. 267/99 y del rollo de apelación núm. 235-2002, interesándose al tiempo que se emplazara
a quienes fueron parte en el procedimiento, a excepción del recurrente en amparo, para que en
el plazo de diez días pudieran comparecer en este proceso constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días al recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante ATC
315/2004, de 22 de julio, la Sala Primera acordó suspender la ejecución de la Sentencia de la
Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Málaga de 26 de noviembre de 2002,
exclusivamente en lo referente a la pena privativa de libertad y a la accesoria legal.
6. Una vez recibidas las actuaciones, a través de una diligencia de ordenación de 12 de
julio de 2004, se dio vista de las mismas a la parte recurrente y al Ministerio público por término
de veinte días, dentro de los cuales podrían presentar las alegaciones que estimasen
pertinentes, conforme a lo establecido en el art. 52.1 LOTC.
7. El día 30 de julio de 2004 se recibieron las alegaciones el Ministerio Fiscal,
interesando la estimación del recurso, por vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones (art. 18.3 CE).
Tras reproducir parcialmente la STC 184/2003 y la STC 167/2002, los oficios policiales
de 27 de septiembre y 5 de octubre de 2004 en los que se solicitaban las intervenciones
telefónicas y los Autos de las mismas fechas en que el Juzgado de Instrucción, en un modelo
impreso, las autoriza, concluye el Ministerio Fiscal que asiste la razón al demandante cuando
denuncia que no existían datos objetivos de que el delito estuviera cometiéndose o pudiera
cometerse, pues la primera solicitud policial se limita a narrar la actividad delictiva realizada
presuntamente por el usuario del teléfono, sin aportar fundamento alguno que justifique tal relato.
Y en cuanto a la segunda solicitud, de 5 de octubre de 1994, advierte el Fiscal que "aparece en
íntima conexión con la anterior, que al parecer le sirve de sustrato, dado que, parece
desprenderse, que los datos que se explicitan, se han obtenido de dicha escucha, y que su caso
contrario, aparecerían igualmente huérfanos de todo sustrato fáctico, y por ello acreedor de la
misma tacha, por lo que bien por haber lesionado el derecho al secreto de las comunicaciones el
primitivo auto, las resoluciones que se adoptan con fundamento en los datos conocidos
directamente a través de dicha intervención, lesionaron el mismo derecho (SSTC 184/2003,
299/2000), bien por haberse adoptado sin existencia de indicio objetivo, de ninguna índole,
incurriría igualmente en tal vulneración". Por otra parte, añade que, aunque carezca de
relevancia, no cabe estimar falta de control judicial de la intervención, pues con anterioridad al
vencimiento de las autorizaciones el Instructor fue informado de las vicisitudes de las mismas,
enviándose oficios en los que se daba cuenta de los resultados y aportándose las cintas
originales y las transcripciones de las conversaciones relevantes para la condena.
En cuanto a la vulneración del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE),
entiende el Fiscal que no es posible determinar, si excluidas las pruebas sobre las que recae la
prohibición constitucional, restan otras susceptibles de sustentar la condena, valoración de la
prueba que corresponde en exclusiva a los órganos de enjuiciamiento. Y ello porque en el
presente caso los órganos judiciales, al no apreciar la vulneración del derecho al secreto de las
comunicaciones, no examinaron la conexión entre las distintas pruebas utilizadas, procediéndose
a una apreciación conjunta del acervo probatorio. Por ello, entiende el Fiscal que debe ser
declarada la vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones, anuladas las
resoluciones judiciales y ordenarse la retroacción de las actuaciones a fin de que sea el Juzgado
de lo Penal quien resuelva sobre la existencia o inexistencia de conexión entre las pruebas
ilícitas y las restantes y sobre la suficiencia de las mismas para sustentar la condena.
8. La representación procesal del demandante de amparo formuló sus alegaciones
mediante escrito que tuvo su entrada en el Registro General de este Tribunal el día 1 de
septiembre de 2004, en el que sustancialmente reproduce los argumentos ya expuestos en la
demanda.
9. Por providencia de 5 de septiembre de 2006 se señaló para deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 11 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 136/2006 .
Referencia número: 136/2006
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 8/5/2006
Publicación BOE: 20060608 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: doña Elisa Pérez Vera
Número registro: 1142-2002/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Emilio López López y otro respecto de las Sentencias de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo y de la Audiencia Provincial de Murcia que les condenaron por un
delito continuado de cohecho. Supuesta vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva y
a la presunción de inocencia; vulneración parcial del derecho al secreto de las comunicaciones:
suficiencia del recurso de casación español (STC 70/2002); intervención telefónica mal motivada,
desproporcionada y sin constancia en los autos; condenas fundadas en pruebas de cargo lícitas.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez
Sánchez, Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni
Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 1142-2002, promovido por don Emilio López López y don
Andrés Muñoz Ballester, representados por la Procuradora de los Tribunales doña Rosa Sorribes
Calle y asistidos por el Letrado don Fidel Pérez Abadía, contra la Sentencia de la Sección Cuarta
de la Audiencia Provincial de Murcia, de 22 de septiembre de 1999, recaída en el rollo núm.
83/96, que condenó a los actores como autores de un delito continuado de cohecho, así como
contra la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, de 1 de febrero de 2002, que
desestimó el recurso de casación interpuesto contra la anterior. Ha intervenido el Ministerio
Fiscal y ha sido Ponente la Magistrada doña Elisa Pérez Vera, quien expresa el parecer de la
Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el 28 de febrero
de 2002, la Procuradora de los Tribunales doña Rosa Sorribes Calle, en representación de los
recurrentes, formuló demanda de amparo, impugnando las resoluciones mencionadas en el
encabezamiento de esta Sentencia.
2. Los hechos en que se fundamenta la demanda de amparo son, en síntesis, los
siguientes:
a) Mediante oficio de 13 de abril de 1989, la Consejería de Agricultura, Ganadería y
Pesca de la Región de Murcia puso en conocimiento del Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de
Murcia la existencia de incidencias posiblemente fraudulentas detectadas durante la tramitación
administrativa de la prima en beneficio de los productores de ovino y caprino, que se explicaban
en el informe que se adjuntaba al oficio, emitido por el Servicio de Ganadería de la Dirección
General de Producción Agraria y de la Pesca. En dicho informe se ponía de relieve la posibilidad
de que el fraude hubiera sido cometido por la Agencia COTEM en colaboración con las personas
firmantes de las solicitudes, indicando que dos señores de tal Agencia, conocidos como Andrés y
Emilio, señalaron a algunos interesados la posibilidad de formular la solicitud sin tener animales
y que se la tramitarían. Asimismo, se ponía de relieve que los «censos elegibles erróneos» no
podían ser debidos a errores normales ocurridos durante el proceso de mecanización de los
expedientes, sino que debían haber sido modificados en el ordenador con posterioridad para
consolidar el fraude, desconociéndose quién había podido realizar dicha manipulación, no
pudiendo descartarse la posible participación en el fraude de personal de la Consejería de
Agricultura, Ganadería y Pesca, «sobre todo si tenemos en cuenta que la Agencia COTEM
trabaja con mucha frecuencia en temas relacionados con las diferentes líneas de ayuda de la
Consejería».
b) Recibido el anterior escrito, el Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de Murcia acordó
con fecha 14 de abril de 1989 iniciar diligencias informativas (núm. 6/89) para el esclarecimiento
de los hechos, a cuyo efecto se decidió solicitar informe de la policía judicial.
c) El 21 de abril de 1989 el Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de Murcia dirige oficio
al Juzgado de Instrucción en funciones de guardia solicitando la intervención de un teléfono en
los siguientes términos: «Hallándose instruyendo en esta Fiscalía Diligencias Informativas núm.
6/89, en virtud de denuncia presentada por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca de
esta Comunidad, en relación con posibles fraudes en la solicitud de primas concedidas a
ganaderos, relacionados con una Agencia de esta capital y considerándolo muy beneficioso para
su investigación, he acordado dirigir a V. I. petición de la intervención, grabación y escucha del
teléfono núm. 21-05-53, a nombre de Emilio López López, C/ St.ª Teresa... de esta capital».
El Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia, en servicio de guardia, dictó Auto el 21 de
abril de 1989, en las diligencias indeterminadas núm. 291/89, ordenando la intervención del
teléfono referido durante quince días, con la obligación de dar cuenta del resultado de la
intervención al término de dicho plazo. En la mencionada resolución se hacían constar los
siguientes hechos: «En el anterior oficio por posibles fraudes en la solicitud de primas
concedidas a ganaderos, relacionados con una Agencia de esta capital se solicita la intervención
telefónica del n.º 21.05.53, instalado en esta capital en la calle Santa Teresa, número... de
Murcia, del abonado Emilio López López, con motivo de esclarecer ciertos hechos delictivos
sobre los que están practicando activas diligencias policiales». La decisión se fundamenta en los
siguientes términos: «Deduciéndose de lo expuesto por el oficio recibido de la fiscalía de la
Audiencia Provincial de esta capital, que existen fundados indicios que mediante la intervención
del teléfono n.º 21.05.53, perteneciente al abonado Emilio López López pueden descubrirse
hechos y circunstancias de interés, sobre la comisión de un delito de defraudación, y en que
pudiera estar implicado Emilio López López; es procedente ordenar la intervención telefónica
solicitada, que llevarán a efecto los agentes de la referida Policía Judicial de esta capital,
conforme autoriza el artículo 18,3 de la vigente constitución».
d) A la vista del informe emitido por la policía judicial y de las declaraciones tomadas a
varios implicados por el Fiscal adscrito a los Juzgados de Lorca, de las que se desprendía la
posible existencia de los delitos de falsedad y estafa, el Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de
Murcia acordó con fecha 28 de abril de 1989 la remisión de las diligencias informativas al
Juzgado de Instrucción de guardia a los efectos de iniciar el correspondiente procedimiento.
Recibidas las citadas diligencias, en la misma fecha, el Juzgado de Instrucción núm. 3 de Murcia
incoó las diligencias indeterminadas núm. 350/89, acordando, entre otras medidas, la entrada y
registro en los locales de la Gestoría Dólera y de la Agencia COTEM. En el curso de dichas
diligencias se tomó declaración a los demandantes de amparo tanto por parte de la policía
judicial como por el Magistrado-Juez de Instrucción.
e) El Juzgado de Instrucción núm. 4 de Murcia dictó Auto el 6 de mayo de 1989 incoando
las diligencias previas núm. 1019/89 (que dieron lugar al procedimiento abreviado núm. 9/91), a
las que se incorporaron las diligencias indeterminadas seguidas ante el Juzgado de Instrucción
núm. 3. Entre otras actuaciones realizadas, por el Secretario del Juzgado, y con asistencia de los
Letrados personados, incluidos los de los demandantes de amparo, se procedió con fecha 9 de
mayo de 1989 al cotejo de las grabaciones efectuadas por la policía judicial en el teléfono
intervenido a los actores, cuya copia fue entregada por la propia policía en el Juzgado de
Instrucción núm. 3 de Murcia el 3 de mayo de 1989, habiéndose remitido el original al Juzgado
de Instrucción núm. 2, que había autorizado la intervención telefónica.
f) Por Auto de 14 de octubre de 1993, el Juzgado de Instrucción núm. 4 de Murcia tuvo
por formulado escrito de acusación y acordó la apertura del juicio oral, entre otros, contra los
demandantes de amparo, por los delitos de cohecho, falsedad y estafa. La representación de los
actores presentó escrito de defensa el 16 de junio de 1995.
g) En el juicio oral, la representación de los demandantes de amparo planteó como
cuestión previa la vulneración de los derechos fundamentales del art. 18 CE al haberse
efectuado intervenciones telefónicas sin la existencia de Auto judicial que las autorizara, de lo
que derivaría la nulidad de dicha prueba y de las declaraciones posteriores. A petición del Fiscal,
el Tribunal acordó interesar del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia testimonio del Auto
obrante en las diligencias indeterminadas 291/89, a pesar de la oposición de la defensa, que
formuló la oportuna protesta por considerar que no era momento para la admisión de nuevas
pruebas.
h) Por Sentencia de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia, de 22 de
septiembre de 1999, los recurrentes fueron condenados, junto con otros encausados, como
autores de un delito continuado de cohecho, sin la concurrencia de circunstancias modificativas,
cada uno, a la pena de tres años de prisión menor y multa de 1.500.000 pesetas, con arresto
sustitutorio, así como suspensión de cargo público y del derecho de sufragio durante el tiempo
de la condena, y al pago de un décimo de las costas procesales. Como hechos probados de la
Sentencia se consignan, entre otros, los siguientes:
«Primero.-A) En fechas no concretadas pero próximas a mediados del año 1987 y hasta
1988, los acusados Emilio López López, nacido el 23 de mayo de 1924, y Andrés Muñoz
Ballester, nacido el 25 julio 1934, ambos sin antecedentes penales, cotitulares de la Agencia
Cotem de Murcia, Juan José Magro Fraile, nacido el 30 de noviembre de 1958, y Jesús Bibiano
Sanz De Las Heras, nacido el 30 de noviembre de 1927, también sin antecedentes penales,
veterinarios adscritos como funcionarios públicos a la Consejería de Agricultura, Ganadería y
Pesca de la Comunidad Autónoma de Murcia, se concertaron, con ánimo de obtener un ilícito
beneficio, para defraudar los intereses de la Comunidad Económica Europea a través de las
ayudas que el FEOGA concedía a los productores de ganado ovino y caprino y así, acordaron,
que, mientras que Andrés y Emilio captaban solicitantes en la región, a través de diversas
personas o por sí mismos, Jesús y Juan José, aseguraban el buen fin de la gestión mediante la
manipulación o evitación de las inspecciones que hubieran de producirse como consecuencia de
dichas peticiones, avisando a Andrés y a Emilio de cualquier eventualidad que pudiera descubrir
sus actuaciones, y en último extremo alterando Jesús Bibiano mediante la manipulación de datos
informáticos, aquellas solicitudes fraudulentas, de tal modo que los clientes captados por Cotem,
quedasen a cubierto de cualquier eventualidad, habiéndose detectado por los servicios de
inspección de la Comunidad Murciana un total de 22 manipulaciones informáticas en los datos
de esta índole relativos a la campaña de 1988, de modo que en los listados de ordenador se
rebajó la cantidad de cabezas de ganado elegibles (aquéllas por las que se solicitaba
subvención) respecto de las que figuraban en los impresos de solicitud, a fin de salvar los
criterios de inspección que, lógicamente, atendían prioritariamente a las solicitudes de mayor
entidad económica.
A cambio de estos servicios se acordó por los acusados Emilio López López, Andrés
Muñoz Ballester y Juan José Magro Fraile, que se cobrase a los solicitantes un treinta por ciento
de la subvención, que se distribuiría por iguales partes entre los tres acusados reseñados.
En ejecución del citado plan, Emilio López López y Andrés Muñoz Ballester contactaron
en diversas zonas de la Comunidad Murciana con varios individuos que se encargaban de captar
solicitantes, independientemente de que los mismos fuesen o no ganaderos, incrementando
notablemente, en este último supuesto, el número de cabezas de ganado que otorgaban derecho
a subvención, de tal manera, que en los años 1987 y 1988, inducidos por los acusados Andrés y
Emilio, o por el también acusado Mateo Coronel Navarro, llegaron a solicitar y a percibir
subvenciones ilícitamente, faltando a la verdad en la correspondiente solicitud, y en el número de
cabezas de ganado que hicieron constar en la cartilla ganadera, los acusados que a continuación
se relacionan...
Segundo.-Lo anterior resulta del conjunto de la prueba practicada y, especialmente, del
reconocimiento de los hechos por todos los acusados, a excepción de Juan Muñoz Muñoz,
Ambrosio Jorquera Vidal, Emilio López López, Andrés Muñoz Ballester, Jesús Bibiano Sanz de
las Heras y Juan José Magro Fraile, siendo así que la negativa de los hechos por los dos
primeros resulta irrelevante por lo que más adelante se dirá y la de los restantes ha quedado
desvirtuada por el resto de la prueba practicada, ya que la participación de los acusados Emilio
López López y Andrés Muñoz Ballester, en la forma que se ha expresado, deriva de las
declaraciones iniciales de las personas que solicitaron subvención sin tener ganado o
aumentando el número de cabezas que poseían, los cuales afirmaron cómo uno u otro les
invitaron a ello con distintos argumentos.
Es cierto que en el acto del juicio oral, la mayoría dijeron no conocer a dichos acusados o no
haber realizado las solicitudes a través de ellos, no obstante lo cual sí se afirmaron en sus
anteriores declaraciones, que los implicaban, los acusados Benito Acosta Hernández y Rosario
González García. Pero, además, dicha implicación se desprende de sus propias declaraciones
iniciales ante la Policía y ante el Juzgado de Instrucción, llevadas a cabo con escrupuloso
cumplimiento de las normas procesales e instrucción de sus derechos como imputados. Así
Emilio López López (f. 43 y 52) reconoce que el primer año exigían a los ganaderos la entrega
del 25 % de la subvención y, en algunos casos, el 15 % y el segundo año, el 50 %, pretendiendo
justificar dicho incremento en que el año anterior algunos no pagaron. También afirma que
pagaban una parte, concretamente la mitad de lo que ellos percibían, a los veterinarios Magro
Fraile y Sanz de las Heras 'por su intervención y visto bueno a los expedientes tramitados',
añadiendo que 'ellos se encargaban de que las instancias presentadas no sufrieran inspecciones
y, en caso de haberlas, en ocasiones, les informaban de dichas inspecciones...' y precisando que
de la entrega se encargaba su compañero Andrés habiendo dado éste al Sr. Magro unas
450.000 pesetas, de las que supone que se entregaría alguna cantidad a Sanz de las Heras, así
como que fue el Sr. Magro quien les dijo que se cobraba poco y que debían subir al 50 %.
Las declaraciones de Andrés Muñoz Ballester (f. 39 y 49) son igualmente expresivas y
coincidentes en lo fundamental con las anteriores, afirmando que 'el Sr. Magro se sorprendió
cuando le dieron la primera cantidad, pero se la aceptó; que fue el propio Sr. Magro el que habló
de que cobraban muy poco y que podían subir su participación al 50 %; que supone que, al llevar
participación el Sr. Magro en la subvención, a la hora de hacer inspecciones, salvaría los
defectos que pudiera observar', así como que entregó al Sr. Sanz una relación de las
subvenciones que había tramitado por si en las mismas había alguna anomalía para que tratara
de salvarla...
También de las conversaciones telefónicas intervenidas se desprende la existencia de
una entre los acusados Andrés Muñoz Ballester y Jesús Bibiano Sanz de las Heras en relación
con las detenciones de ganaderos que ya se habían producido en Lorca, manifestando este
último que no se explica quién ha podido denunciar y que ha tenido que salir de allí -en
referencia a la propia Consejería- cambiando impresiones sobre lo que debían declarar los
ganaderos».
i) En la fundamentación jurídica de la Sentencia se descartó la existencia de vulneración
del derecho al secreto de las comunicaciones (centrada, tras la aportación de la resolución
judicial que autorizó la intervención telefónica, en que el Auto se dictó en el seno de unas
diligencias indeterminadas y en que no aparece suficientemente fundado en Derecho). La Sala
consideró que no había ninguna tacha de irregularidad formal por la incoación de diligencias
indeterminadas para decretar la intervención, pues ello tuvo su razón de ser en el hecho de que
la actuación se produjo por un Juzgado distinto del que, en definitiva, conoció de las diligencias
previas. En cuanto a la fundamentación jurídica del Auto, entendió el Tribunal que se trataba de
una resolución imbricada con el resto de las actuaciones, que puede quedar justificada incluso
por remisión a ellas, lo que permite un control a posteriori de la medida.
Además, a juicio del órgano judicial, la justificación aparecía reforzada por el hecho de que no
fue la policía quien interesó del Juzgado la adopción de la medida, sino que fue el Fiscal Jefe del
Tribunal Superior de Justicia quien, mediante decreto, y a la vista de las actuaciones policiales,
acordó interesar del Juzgado de guardia la medida, haciéndole partícipe de las investigaciones
que se estaban llevando a efecto como consecuencia de un informe emitido por la Consejería de
Agricultura, Ganadería y Pesca de la Comunidad Autónoma sobre algunas incidencias, que se
consideraban fraudulentas, detectadas durante la tramitación administrativa de la prima en
beneficio de los ganaderos de ovino y caprino, cuyo contenido justificaba sin duda la medida
acordada. En el segundo de los fundamentos de Derecho se justifica la condena de los
recurrentes por un delito de cohecho razonando que «[l]a prueba de tales hechos -la relación
entre los acusados de la Agencia Cotem y el funcionario Juan José Magro Fraile- viene dada por
las propias declaraciones iniciales de los coimputados Emilio López López y Andrés Muñoz
Ballester que, aunque desmentidas en el acto del juicio oral, despliegan toda su eficacia al haber
sido reproducidas en el acto del juicio oral y sometidas a contradicción, de las que se desprende
con claridad la relación existente entre ellos como particulares y el funcionario Juan José Magro
por las que éste último se encargaba de procurar -por sí o por otros- el buen fin de las solicitudes
fraudulentas a cambio de una participación en los beneficios, por los que llegó a obtener cierta
cantidad de dinero».
j) Frente a la anterior Sentencia interpusieron los demandantes de amparo recurso de
casación, que se basó, entre otros motivos, en la infracción del art. 18.3 CE por la falta de
motivación del Auto que autorizó la intervención de las comunicaciones telefónicas, y en la
vulneración del principio constitucional de presunción de inocencia, ante la inexistencia de datos
que acreditaran los hechos que se les imputan. El recurso fue desestimado por Sentencia de la
Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 1 de febrero de 2002. En la Sentencia se argumenta
que el Auto que autorizó la intervención telefónica aparecía motivado escuetamente por
referencia a la solicitud previa del Ministerio Fiscal, en la que se da cuenta de la existencia de
posibles fraudes en la solicitud de primas concedidas a ganaderos, relacionados con una
concreta agencia de Murcia, y que esta solicitud del Ministerio público aparece fundamentada en
una detallada información remitida por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca de la
Región de Murcia, «de la que, como es lógico, se dio traslado al Juez a través del Ministerio
Fiscal». En cuanto a la invocación del derecho a la presunción de inocencia, entiende la Sala
que ha existido prueba de cargo suficiente, pues la mayoría de los ganaderos que declararon
judicialmente durante las diligencias sumariales implicaron a los acusados en el fraude y dos de
ellos se ratificaron en el juicio oral. Además, los recurrentes únicamente han sido condenados
por un delito de cohecho, que queda acreditado por sus propias manifestaciones iniciales,
sometidas a contradicción en el juicio oral, en las que reconocen la relación existente con el
funcionario responsable del control de las subvenciones para conseguir que prosperasen las
solicitudes, a cambio de una participación en los beneficios.
3. En la demanda de amparo aducen los demandantes de amparo, en primer lugar, la
vulneración del art. 18.3 CE porque el Auto que acordó la intervención telefónica está falto de la
adecuada motivación que le es exigible a cualquier resolución judicial que limite el derecho
fundamental al secreto de las comunicaciones telefónicas, necesaria para justificar la existencia
del presupuesto legal habilitante de la intervención. Asimismo, faltaría la necesaria
proporcionalidad en la medida. Con apoyo en la doctrina constitucional sostienen que no basta
que la resolución judicial exprese el conocimiento de la existencia de un delito que se vaya a
investigar y la participación en el mismo de una o varias personas señaladas como sospechosas;
la resolución ha de contener también los datos objetivos que hayan sido considerados como
indicios bastantes para suponer la existencia del delito y la conexión del mismo con las personas
investigadas. Además, corresponde al Juez llevar a cabo la ponderación preventiva de los
intereses en juego, y la motivación es la única vía de comprobación de que efectivamente se ha
llevado a cabo dicha ponderación judicial, que constituye la esencial garantía de la excepción de
la inviolabilidad de las comunicaciones. Y en este sentido, el Auto dictado por el Juzgado de
Instrucción núm. 2 de Murcia carece de la fundamentación exigida para adoptar tal medida, sin
que pueda suplirse la falta de motivación por remisión al oficio de la Fiscalía, habida cuenta de
que en el mismo tampoco se razonan los motivos que justificarían la actuación, ya que
únicamente se hace referencia a la posible comisión de fraudes en la solicitud de primas
concedidas a ganaderos en las que pudieran estar relacionada una agencia de Murcia, pero ni
en el Auto ni en el propio oficio se identifica o expresa con exactitud cuál era la relación de Emilio
López con la Agencia Cotem, ni qué relación tenía ésta con los hechos investigados, o cuáles
eran los motivos que evidenciaban o hacían sospechar dicha relación, ni cuáles eran los actos
delictivos sobre los que se estaban practicando «activas diligencias policiales». Las resoluciones
judiciales impugnadas desestimaron la solicitud de nulidad del referido Auto por entender que
dicha actuación estaba suficientemente justificada por su remisión a la denuncia de la Consejería
de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Comunidad Autónoma de Murcia.
Mas el informe de ésta no formaba parte de las diligencias indeterminadas núm. 291/89 en
donde fue adoptada la resolución que se tacha de ilícita, y ni en el Decreto de la Fiscalía ni en el
Auto que autorizó la intervención se contempla en modo alguno que se remitiera al Juzgado de
Instrucción núm. 2 ni que éste conociera el contenido del informe elaborado por la
Administración.
Por otra parte, señalan los actores el Auto ni tan siquiera precisa cuál sea el delito a
investigar, y difícilmente podría hacerse una ponderación si el Juez desconoce los hechos
concretos que se están investigando, pues sólo se le ha informado de la existencia de un posible
fraude en la solicitud de primas concedidas a ganaderos, hecho que carecía en aquel momento
de tipificación penal. En suma, el juzgador no pudo valorar los intereses afectados pues ni
siquiera contó con los mínimos elementos de juicio para determinar si los hechos eran o no
susceptibles de ser calificados como delito.
En conexión con la anterior vulneración del art. 18.3 CE (que determina la prohibición de
valoración no sólo de la prueba afectada por la misma, sino también de las pruebas que deriven
directa o indirectamente de ella), afirman los actores que las grabaciones obtenidas ilícitamente
sirvieron para conseguir la confesión de los demandantes por la policía y el Juez Instructor,
convirtiendo estas declaraciones en una consecuencia de aquéllas. En efecto, conforme se
desprende del informe de la policía judicial, la detención de Emilio López y Andrés Muñoz, así
como las declaraciones que prestaron ante la misma y ante el Juzgado, tras su puesta a
disposición judicial, fueron consecuencia directa e inmediata del contenido de las conversaciones
telefónicas intervenidas. Por tal razón, procede declarar su nulidad y excluirlas pues no sólo
existe conexión natural entre una y otras pruebas, sino también la conexión de antijuridicidad que
viene exigiendo el Tribunal Constitucional. Asimismo, al ser estas declaraciones sumariales las
únicas pruebas en las que se fundan el juicio de culpabilidad y la condena impuesta a los
recurrentes, se produce también, como consecuencia, la infracción del derecho a la presunción
de inocencia, por falta de una actividad probatoria de cargo que pueda ser suficiente para
desvirtuar el derecho consagrado en el art. 24.2 CE.
Finalmente, se habría conculcado también el derecho a la revisión íntegra de la condena
que les fue impuesta, que viene reconocido en el art. 24 CE, en la interpretación que del mismo
debe hacerse conforme a lo dispuesto en el art. 10.2 del mismo texto, a la vista del art. 14.5 del
Pacto internacional de derechos civiles y políticos de 19 de diciembre de 1966, cuya aplicación
ya ha sido reconocida en Sentencias de este Tribunal (entre otras STC 133/2000). Este derecho
a la revisión de la condena ha de ser entendido con el contenido y alcance señalado en el
Dictamen del Comité de Derechos Humanos de la ONU de 20 de julio de 2000, sin que pueda
entenderse como una simple revisión formal de la Sentencia que deba o pueda hacer un Tribunal
superior, sino que debe ser una revisión íntegra de la declaración de culpabilidad. Afirman que la
Sentencia condenatoria de instancia no ha podido ser verdaderamente revisada, porque el
recurso de casación no ha permitido un nuevo examen crítico del material probatorio aportado,
como el propio Tribunal Supremo ha reconocido en los fundamentos segundo y tercero de su
Sentencia.
El petitum de la demanda incluye la solicitud de otorgamiento del amparo, con
declaración de la vulneración de los derechos fundamentales invocados y la consiguiente nulidad
de las Sentencias impugnadas.
4. Mediante providencia de 8 de enero de 2004, la Sección Cuarta de este Tribunal
acordó, de conformidad con lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, conceder a los demandantes de
amparo y al Ministerio Fiscal el plazo común de diez días para formular las alegaciones que
estimaran pertinentes en relación con la carencia manifiesta de contenido constitucional de la
demanda [art. 50.1 c) LOTC].
5. La representación de los recurrentes presentó escrito de alegaciones el 26 de enero
de 2004, reafirmándose en su posición y haciendo hincapié en tres aspectos: Por un lado, la
prueba en la que se basa la Sentencia condenatoria es constitucionalmente ilícita, por haberse
obtenido con quiebra del derecho al secreto de las comunicaciones. Por otro, la única prueba de
cargo que resta para fundamentar la condena son las declaraciones prestadas ante la policía
judicial, obtenidas a través de la reproducción de las conversaciones grabadas, ilícitamente
obtenidas, por lo que existe una conexión de antijuridicidad que determina también la ilegalidad
de tales declaraciones. Finalmente, la Sentencia de casación ha rehusado explícitamente valorar
la prueba practicada en el juicio oral, privándoles del derecho a lograr la revisión íntegra de la
condena.
6. Por su parte, el Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 22 de enero de 2004,
consideró concurrente la causa de inadmisión de falta manifiesta de contenido constitucional de
la demanda [art. 50.1 c) LOTC]. En primer lugar, en relación con el derecho al secreto de las
comunicaciones, el Fiscal señala que los demandantes de amparo ya alegaron esta lesión, en
los mismos términos, tanto ante la Audiencia Provincial de Murcia como en el recurso de
casación, y recibieron de ambos órganos judiciales respuestas plenamente razonadas y
fundadas en Derecho, que no contradicen en su demanda de amparo, sino que se limitan a
reproducir sus alegaciones anteriores, incluso en forma parcial. En todo caso, según resulta de la
Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, la intervención se acordó de forma sucinta,
pero con remisión al oficio del Ministerio Fiscal y al informe administrativo, que se califica como
«detallada información». En consecuencia, la medida resultaba idónea, atendida la gravedad y
complejidad de los hechos investigados, y los demandantes de amparo no formulan más queja
que la referida a la fundamentación del Auto recurrido.
Por otro lado, si la intervención telefónica no lesionó el derecho al secreto de las
comunicaciones de los recurrentes en amparo, tampoco vició la declaración de éstos, prestada
voluntariamente, ni mucho menos las demás pruebas practicadas en el acto del juicio oral, a que
se refiere la Sentencia de casación; en consecuencia, tampoco se lesionó el derecho a la
presunción de inocencia.
Finalmente, no ha existido violación del derecho a un proceso con todas las garantías,
no sólo porque reiterada jurisprudencia de este Tribunal ha declarado que la casación cumple
con las condiciones exigidas por el art. 14.5 del pacto internacional de derechos civiles y
políticos, sino porque, además, en el presente caso, así ha ocurrido, vista la Sentencia de la Sala
Segunda del Tribunal Supremo.
7. Por resolución de 14 de octubre de 2004 la Sala Segunda, de conformidad con lo
dispuesto en el art. 11.2 LOTC, acordó conocer del recurso de amparo y, a tenor del art. 51
LOTC, librar atenta comunicación a la Sala Segunda del Tribunal Supremo, a fin de que, en
plazo que no excediera de diez días, remitiera certificación o fotocopia adverada de las
actuaciones correspondientes al recurso de casación núm. 777-2000. Asimismo, se acordó dirigir
igual comunicación a la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia, al efecto de que,
en el mismo plazo, remitiera certificación o fotocopia adverada de las actuaciones
correspondientes al rollo núm. 83/96, debiendo proceder, con carácter previo, al emplazamiento
de quienes hubieran sido parte en el procedimiento, excepto la parte recurrente en amparo, para
que, en el término de diez días, pudiesen comparecer en el presente proceso constitucional.
En igual fecha, la Sala acordó la formación de la oportuna pieza para la tramitación del
incidente sobre la suspensión solicitada por los actores. El 29 de noviembre de 2004, la Sala
dictó Auto acordando el archivo de las actuaciones del incidente de suspensión por pérdida de
objeto.
8. Mediante diligencia de ordenación de 21 de julio de 2005 se acordó dar vista de las
actuaciones recibidas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días,
para que pudieran formular las alegaciones que estimaran pertinentes, de conformidad con lo
dispuesto en el art. 52.1 LOTC.
9. En escrito presentado el 29 de septiembre de 2005, el Ministerio Fiscal solicitó que,
con suspensión del plazo concedido, se interesara del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia
testimonio de las diligencias indeterminadas núm. 291/89, y del Juzgado de Instrucción núm. 4
de Murcia testimonio de las diligencias previas núm. 1019/89, convertidas en procedimiento
abreviado núm. 9/91, y que, una vez recibidos los testimonios, se le diera nuevo traslado para
evacuar este trámite.
10. Por providencia de la Sala Segunda de 6 de octubre de 2005, se resolvió atender lo
solicitado por el Fiscal y, con suspensión del plazo a que se refería la resolución de 21 de julio de
2005, se acordó dirigir comunicación a los Juzgados de Instrucción núms. 2 y 4 de Murcia, para
que, a la mayor brevedad posible, remitieran testimonio o copia adverada de las diligencias
indeterminadas núm. 291/89 y del procedimiento abreviado núm. 9/91, dimanante de las
diligencias previas núm. 1019/89, respectivamente.
11. El Juzgado de Instrucción núm. 4 de Murcia, en comunicación que tuvo entrada en
este Tribunal el 31 de octubre de 2005, puso en conocimiento de la Sala que el procedimiento
abreviado núm. 9/91 fue elevado a la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia.
Asimismo, el 11 de noviembre de 2005 se recibió en este Tribunal oficio del Juzgado de
Instrucción núm. 2 de Murcia, en el que se hacía constar que las diligencias indeterminadas núm.
291/89 fueron archivadas el 20 de octubre de 1989, según consta en los libros de registro del
Juzgado, pero que, según manifiesta la empresa encargada de la gestión de sus archivos
anteriores al año 2001 (en virtud del contrato celebrado por la Gerencia Territorial de Justicia de
Murcia), no consta legajo alguno relativo a diligencias indeterminadas de 1989, cuando existen
registradas 1.083, y sin que figuren tampoco entre los legajos de diligencias previas y
preparatorias.
12. Por diligencia de ordenación de 13 de diciembre de 2005 se acordó dar cuenta al
Ministerio Fiscal de las comunicaciones recibidas de los Juzgados de Instrucción núms. 2 y 4 de
Murcia y de las gestiones realizadas con la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia
para el envío del procedimiento abreviado núm. 9/91, al resultar éste muy voluminoso.
En escrito registrado el 9 de enero de 2006, el Fiscal manifestó que quedaba instruido de
las comunicaciones recibidas, y que consideraba procedente esperar a la recepción del
procedimiento abreviado 9/91, para que, una vez producida ésta, se le diera traslado al efecto de
evacuar el trámite del art. 52 LOTC, al ser factible que en dicho procedimiento se encontraran
unidas las diligencias indeterminadas del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia.
13. Una vez recibidas las actuaciones correspondientes al referido procedimiento
abreviado, por diligencia de ordenación de 17 de enero de 2006 se dio vista de las mismas a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal por plazo común de veinte días, para que pudieran
presentar nuevas alegaciones o completar las formuladas.
14. El Ministerio Fiscal, en escrito de alegaciones registrado el 16 de febrero de 2006,
interesó que se dicte Sentencia estimando parcialmente el recurso de amparo, con declaración
de que el Auto del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia de 21 de abril de 1989 y, en cuanto
no lo anularon, las Sentencias de la Audiencia Provincial de Murcia, de 22 de septiembre de
1999, y de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, de 1 de febrero de 2002, han lesionado el
derecho al secreto de las comunicaciones de los recurrentes, desestimándose el recurso en
cuanto a los demás motivos de amparo.
Tras exponer los antecedentes del caso, comienza el Fiscal su examen por la última de
las quejas, referida al derecho a la revisión íntegra de la condena, porque, a su juicio, su
estimación determinaría, en su caso, la reapertura del proceso judicial. Entiende el Ministerio
público que no ha existido violación del derecho a un proceso con todas las garantías, no sólo
porque reiterada jurisprudencia de este Tribunal ha declarado que la casación cumple con las
condiciones exigidas por el art. 14.5 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos, en
cuanto a la efectiva revisión de las sentencias condenatorias, sino también porque en el presente
caso la Sala Segunda del Tribunal Supremo ha realizado tal control efectivo, como se desprende
de la lectura de su Sentencia.
En cuanto al primer motivo de amparo, que denuncia la lesión del derecho al secreto de
las comunicaciones, señala el Fiscal que, examinadas las actuaciones, se observa que la
documentación de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca únicamente hace referencia
a las diligencias de investigación a practicar en el ámbito administrativo y a la necesidad de
denunciar los hechos al Ministerio Fiscal, siendo indiferente la forma en que se aportó dicho
documento a la causa. Asimismo, se han transcrito literalmente tanto el decreto del Fiscal Jefe
del Tribunal Superior de Justicia de Murcia, como el oficio interesando la intervención y,
finalmente la fundamentación del Auto acordando la intervención solicitada. Pues bien, afirma el
Fiscal que la lectura de todos estos documentos evidencia que ninguno de ellos respetó los
requisitos de fundamentación jurídica que exige una medida con grave incidencia en un derecho
fundamental, ya que el Auto del Juzgado se remite al oficio del Fiscal, pero éste se limita a
realizar unas afirmaciones apodícticas y, por tanto, carentes de fundamento, tanto acerca de la
necesidad de la medida -que ni siquiera se califica como tal sino como «muy beneficiosa para la
investigación»-, como respecto de la ponderación de los derechos e intereses en conflicto. Tales
circunstancias podrían tal vez explicarse -aunque nunca justificarse- por el escaso tiempo
transcurrido desde la entrada en vigor de la reforma del artícu lo 579 LECrim, realizada por la
Ley Orgánica 4/1998, de 25 de mayo, pero, sin necesidad de ahondar en las deficiencias de
dicha Ley -puestas de manifiesto por la STC 184/2003, de 23 de octubre, FJ 6-, lo cierto es que
la resolución inicial ha incumplido los requisitos establecidos en la STC 49/1999, de 5 de abril, FJ
8 y posteriores, que se recuerdan en el fundamento jurídico 9 de la STC 184/2003, esenciales
para considerar respetado el derecho fundamental invocado, por lo que este motivo debe ser
estimado.
La otra queja que resta por examinar aduce la infracción del derecho la presunción de
inocencia, anudándola los demandantes exclusivamente a la nulidad de la intervención
telefónica. Entiende el Fiscal que de la lectura de las dos Sentencias impugnadas se desprende
que, incluso anuladas las intervenciones telefónicas, hubo pruebas de cargo suficientes para
desvirtuar la presunción de inocencia de los recurrentes en amparo, que resultan, según se
deriva implícitamente de las Sentencias, desvinculadas de la diligencia lesionadora del derecho
fundamental al secreto de las comunicaciones. En efecto, las pruebas de cargo tenidas en
cuenta para sustentar la condena por parte de la Audiencia Provincial de Murcia fueron, en
primer lugar, las declaraciones iniciales de los actores ante la policía y en el Juzgado de
Instrucción, que fueron negadas en el acto de juicio oral. En segundo lugar, las declaraciones de
las personas que solicitaron la subvención sin tener ganado o aumentando en su declaración el
número de cabezas respecto de las que efectivamente poseían, y que fueron ratificadas en el
acto del juicio oral por dos de estas personas. La tercera prueba de cargo fueron las
intervenciones telefónicas, de las que se destacaba una conversación entre Andrés Muñoz
Ballester y otro de los acusados, y, por último, se alude a las actas de inspección levantadas por
uno de los veterinarios acusados a dos ganaderos, en las cuales se reflejaba la existencia de
ganado que en realidad no existía. Apunta el Fiscal que, refiriéndose al delito de cohecho -único
por el que fueron condenados los recurrentes-, declara la Sentencia de instancia en su
fundamento de Derecho segundo que la prueba del mismo viene dada fundamentalmente por las
declaraciones sumariales de los imputados. Y esta apreciación resulta confirmada en la
Sentencia dictada en casación, que concluye que tales declaraciones, junto con el resto de la
prueba practicada, suponen una base suficiente para desvirtuar la presunción constitucional de
inocencia.
15. No constan formuladas alegaciones por la representación de los demandantes de
amparo.
16. Por providencia de 4 de mayo de 2006 se señaló para deliberación y fallo de la
presente Sentencia el día 8 del mismo mes y año.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. Los demandantes de amparo dirigen su recurso contra la Sentencia de la Sección
Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia, de 22 de septiembre de 1999, recaída en el rollo
núm. 83/96, que les condenó como autores de un delito continuado de cohecho, así como contra
la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, de 1 de febrero de 2002, que desestimó
el recurso de casación interpuesto contra la anterior. Alegan los recurrentes, en primer lugar, la
vulneración de su derecho al secreto de las comunicaciones telefónicas (art. 18.3 CE), porque el
Auto del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia de 21 de abril de 1989, que acordó la
intervención telefónica carecía de la motivación que le resultaba exigible para poder adoptar la
medida limitativa del citado derecho.
Asimismo, consideran que se ha vulnerado su derecho a la presunción de inocencia, por ser las
declaraciones sumariales de los recurrentes la única prueba en la que se funda el juicio de
culpabilidad, sosteniendo que dichas declaraciones deben ser declaradas nulas al existir una
conexión de antijuridicidad con las grabaciones obtenidas ilícitamente. Por último, afirman los
actores que se ha conculcado su derecho a la revisión íntegra de la condena que les fue
impuesta, reconocido en el art. 24 CE, pues la Sentencia condenatoria de instancia no ha podido
ser verdaderamente revisada en casación, como el propio Tribunal Supremo ha reconocido.
Por su parte, el Ministerio Fiscal ha solicitado la estimación parcial del recurso de
amparo, por considerar que, efectivamente, se ha producido la vulneración del derecho al
secreto de las comunicaciones de los recurrentes al no cumplirse en la resolución judicial que
acordó la intervención telefónica los requisitos exigidos por la doctrina de este Tribunal. Sin
embargo, disiente de los actores en relación con el resto de las quejas formuladas, por entender
que no se ha producido la vulneración de los derechos fundamentales que en ellas se aducen.
2. En el examen de las quejas planteadas por los actores debemos atenernos a los
criterios expuestos en nuestra doctrina, que otorgan prioridad a aquéllas de las que pudiera
derivarse la retroacción de actuaciones (SSTC 19/2000, de 31 de enero, FJ 2; y 70/2002, de 3 de
abril, FJ 2, entre otras), por lo que, como acertadamente señala el Ministerio Fiscal, debemos
comenzar por el análisis de la última de las quejas articuladas en la demanda, ya que su
eventual estimación determinaría la anulación de la Sentencia pronunciada por el Tribunal
Supremo en el recurso de casación núm. 777-2000, para que la Sala dictara una nueva
resolución respetuosa con el derecho fundamental de los recurrentes.
Los recurrentes consideran lesionado su derecho a obtener la revisión de la condena por
un Tribunal superior, reconocido en el art. 24 CE, en la interpretación que del mismo debe
hacerse conforme a lo dispuesto en el art. 10.2 del mismo texto constitucional, a la vista del art.
14.5 del Pacto internacional de derechos civiles y políticos de 19 de diciembre de 1966, y con el
contenido y alcance señalado en el dictamen del Comité de Derechos Humanos de la ONU de
20 de julio de 2000, porque el recurso de casación planteado ante la Sala Segunda del Tribunal
Supremo no ha supuesto una verdadera revisión de la Sentencia condenatoria de instancia, ya
que no ha permitido un nuevo examen crítico del material probatorio aportado, como la propia
Sala ha reconocido en los fundamentos segundo y tercero de su Sentencia. Discrepa de esta
afirmación el Ministerio Fiscal, para quien el recurso de casación cumple con las condiciones del
art. 14.5 PIDCP en cuanto a la revisión efectiva de las Sentencias condenatorias, según
reiterada jurisprudencia de este Tribunal, habiéndose producido en el presente caso un control
efectivo por parte de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, como se desprende de la lectura de
su Sentencia.
3. La cuestión sobre si, tras el Dictamen del Comité de Derechos Humanos de Naciones
Unidas de 11 de agosto de 2000 (comunicación núm. 701-1996), puede seguir entendiéndose
que la actual regulación de la casación penal cumple las exigencias derivadas del art. 14.5
PIDCP respecto del derecho a la revisión íntegra de la declaración de culpabilidad y la pena por
un Tribunal superior, ya ha sido resuelta afirmativamente por este Tribunal, entre otras, en las
SSTC 70/2002, de 3 de abril, FJ 7, 80/2003, de 28 de abril, FJ 2, y 105/2003, de 2 de junio, FJ 2.
En efecto, el art. 14.5 PIDCP, ratificado por España, y cuyo contenido ha de tenerse en
cuenta en la interpretación de las normas constitucionales relativas a los derechos
fundamentales (art. 10.2 CE), consagra el derecho a un doble grado de jurisdicción en materia
penal en los siguientes términos: «Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho
a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto sean sometidos a un Tribunal
superior, conforme a lo prescrito por la ley». La doctrina de este Tribunal, sistematizada
ampliamente en la STC 70/2002, FJ 7, y a la que se refiere también la STC 123/2005, de 12 de
mayo, FJ 6, parte de que el mandato del citado precepto, aun cuando no tiene un reconocimiento
constitucional expreso, queda incorporado al derecho a un proceso con todas las garantías a que
se refiere la Constitución en su art. 24.2, a través de la previsión del art. 10.2 CE, por lo que hay
que entender que entre las garantías del proceso penal se encuentra la del recurso ante un
Tribunal superior y que, en consecuencia, deben ser interpretadas en el sentido más favorable a
un recurso de ese género todas las normas del Derecho procesal penal de nuestro
Ordenamiento (STC 42/1982, de 5 de julio, FJ 3, entre otras).
Asimismo, hemos precisado que en el art. 14.5 PIDCP no se establece propiamente una
doble instancia, sino una sumisión del fallo condenatorio y de la pena a un Tribunal superior,
sumisión que habrá de ser conforme a lo prescrito por la Ley, por lo que ésta, en cada país, fijará
sus modalidades (SSTC 76/1982, de 14 de diciembre, FJ 5, y 70/2002, de 3 de abril, FJ 7). A
partir de tal consideración, «este Tribunal ha concluido, por un lado, que el derecho al recurso
contra sentencias penales condenatorias, incluido dentro del derecho a un proceso con todas las
garantías del art. 24.2 CE, a la vista del tenor literal del art. 14.5 PIDCP, e incluso conforme a la
jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en relación con los arts. 6.1 CEDH y
2 del Protocolo núm. 7 del citado Convenio (SSTEDH de 13 de febrero de 2001, caso Krombach
c. Francia, y de 25 de julio de 2002, caso Papon c. Francia), se debe interpretar no como el
derecho a una segunda instancia con repetición íntegra del juicio, sino como el derecho a que un
Tribunal superior controle la corrección del juicio realizado en primera instancia, revisando la
correcta aplicación de las reglas que han permitido la declaración de culpabilidad y la imposición
de la pena en el caso concreto (SSTC 70/2002, de 3 de abril, FJ 7, y 105/2003, de 2 de junio, FJ
2). Y, por otro, que la libertad de configuración por parte del legislador interno de cuál sea ese
Tribunal superior y de cómo se someta a él el fallo condenatorio y la pena viene expresamente
reconocida por el art. 14.5 PIDCP, lo que permite... que dentro del ordenamiento, y en los delitos
para cuyo enjuiciamiento así lo ha previsto el legislador, sea la casación penal el recurso que
abra al condenado en la instancia el acceso a un Tribunal superior (STC 37/1988, de 3 de marzo,
FJ 5)» (STC 123/2005, FJ 6).
En efecto, en cuanto a esta última conclusión, afirmamos en la STC 70/2002, FJ 7, con
apoyo en reiterada jurisprudencia constitucional, que el mandato contenido en el art. 14.5 PIDCP
se ha incorporado a nuestro Derecho interno, y aunque no es bastante para crear por sí mismo
recursos inexistentes (SSTC 42/1982, de 5 de julio, FJ 3; 51/1985, de 10 de abril, FJ 3; 30/1986,
de 20 de febrero, FJ 2), el recurso de casación en materia penal puede cumplir con sus
exigencias, siempre y cuando se realice una interpretación amplia del mismo, que permita apurar
las posibilidades del recurso de casación. En dicha línea, es doctrina de este Tribunal que la
casación penal «cumple en nuestro ordenamiento, el papel de 'Tribunal superior' que revisa las
Sentencias de instancia en la vía criminal a que se refiere el art. 14.5 del Pacto internacional de
derechos civiles y políticos», y que también le corresponde «la función de velar por el derecho a
la tutela judicial efectiva en su más amplio contenido», de modo que su regulación ha de
interpretarse en función de aquel derecho fundamental y «en el sentido más favorable para su
eficacia» (STC 123/1986, de 22 de octubre, FJ 2). «En definitiva [concluye la STC 70/2002],
conforme a nuestra doctrina, existe una asimilación funcional entre el recurso de casación y el
derecho a la revisión de la declaración de culpabilidad y la pena declarado en el art. 14.5 PIDCP,
siempre que se realice una interpretación amplia de las posibilidades de revisión en sede
casacional» (FJ 7).
En este punto, hay que aclarar que nuestro sistema casacional no queda limitado al
análisis de cuestiones jurídicas y formales y que sólo permita revisar las pruebas en el
restringido cauce que ofrece el art. 849.2 de la Ley de enjuiciamiento criminal (LECrim), ya que,
en virtud del art. 852 LECrim, el recurso de casación podrá interponerse, en todo caso,
fundándose en la infracción de un precepto constitucional, de modo que, a través de la
invocación del 24.2 CE (fundamentalmente en cuanto se refiere al derecho a la presunción de
inocencia), es posible que el Tribunal Supremo controle tanto la licitud de la prueba practicada en
la que se fundamenta el fallo, como su suficiencia para desvirtuar la presunción de inocencia y la
razonabilidad de las inferencias realizadas. En definitiva, a través de un motivo de casación
basado en la infracción del derecho a la presunción de inocencia, se puede cuestionar no sólo el
cumplimiento de las garantías legales y constitucionales de la prueba practicada, sino la
declaración de culpabilidad que el Juzgador de instancia haya deducido de su contenido (STC
2/2002, de 14 de enero, FJ 2). Por tanto, el recurrente «tiene abierta una vía que permite al
Tribunal Supremo la 'revisión íntegra', entendida en el sentido de posibilidad de acceder no sólo
a las cuestiones jurídicas, sino también a las fácticas en que se fundamenta la declaración de
culpabilidad, a través del control de la aplicación de las reglas procesales y de valoración de la
prueba» (STC 70/2002, FJ 7).
Pues bien, de acuerdo con lo hasta aquí expuesto, podemos concluir que no existe la
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías aducida por los recurrentes, ya
que el recurso de casación en materia penal cumple con las exigencias del art. 14.5 PIDCP. No
altera esta conclusión la alegación de los demandantes de amparo sobre la insuficiencia de la
casación en el presente caso para dar satisfacción a la previsión de aquel precepto, afirmación
que apoyan en el hecho de que en los fundamentos de Derecho segundo y tercero de la
Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo se hace referencia, respectivamente, a la
imposibilidad de proceder en la casación a un nuevo análisis crítico de la prueba practicada, y a
la competencia exclusiva del Tribunal de instancia para valorar con libertad de criterio la prueba
cuya práctica presenció. Sin embargo, como pone de relieve el Ministerio Fiscal, la revisión
realizada por la Sala ha efectuado de manera efectiva un control sobre la corrección del juicio
verificado en la Sentencia de instancia, para lo cual ha extendido su conocimiento también a las
cuestiones fácticas, analizando el proceso deductivo y las distintas pruebas que han conducido
al Tribunal de instancia a pronunciar un fallo condenatorio, para determinar si podían
considerarse suficientes o no a los efectos de desvirtuar la presunción de inocencia de los
actores en cuanto al delito de cohecho por el que fueron condenados. Así resulta
indubitadamente de la lectura detenida de los mismos fundamentos de Derecho segundo y
tercero citados por los recurrentes.
4. Descartada la anterior queja, hemos de examinar ahora la que denuncia la
vulneración del derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) de los demandantes de
amparo, que éstos vinculan a la ausencia de la debida motivación de la resolución judicial que
acordó la intervención telefónica y a la falta de la necesaria proporcionalidad en la medida
adoptada. Ante todo, es preciso aclarar una cuestión que ha resultado pacífica en la vía judicial
previa, sin que haya sido puesta en tela de juicio en ningún momento por las resoluciones
judiciales impugnadas a la hora de resolver la queja de los actores. Aunque tanto en la solicitud
de intervención como en el Auto que la autorizó se haga referencia a una línea telefónica de la
que resultaba titular don Emilio López López, de existir la vulneración del derecho fundamental
invocado afectaría a los dos demandantes de amparo, puesto que, según consta en las
actuaciones, por una parte, el teléfono intervenido correspondía a la Agencia Cotem, de la que
ambos eran los únicos titulares, y, por otra, como consecuencia de la intervención resultaron
grabadas conversaciones tanto del Sr. Muñoz Ballester como del Sr. López López.
Precisado lo anterior, para dar respuesta al planteamiento de los actores es necesario
recoger la doctrina de este Tribunal acerca de la motivación de las decisiones judiciales
limitativas de aquel derecho, para analizar, posteriormente, si las dictadas en este caso se han
atenido o no a las exigencias de dicha doctrina.
Como dijimos en la STC 184/2003, de 23 de octubre, FJ 9, la intervención de las
comunicaciones telefónicas sólo puede considerarse constitucionalmente legítima cuando,
además de estar legalmente prevista con suficiente precisión, se autoriza por la autoridad judicial
en el curso de un proceso mediante una decisión suficientemente motivada y se ejecuta con
observancia del principio de proporcionalidad; es decir, cuando su autorización se dirige a
alcanzar un fin constitucionalmente legítimo, como acontece en los casos en que se adopta para
la investigación de la comisión de delitos calificables de graves y es idónea e imprescindible para
la determinación de hechos relevantes para la misma (SSTC 49/1999, de 5 de abril, FJ 8;
299/2000, de 11 de diciembre, FJ 2). La comprobación de la proporcionalidad de la medida ha de
efectuarse analizando las circunstancias concurrentes en el momento de su adopción (SSTC
126/2000, de 16 de mayo, FJ 8; y 299/2000, de 11 de diciembre, FJ 2).
En este sentido hemos establecido (por todas, STC 259/2005, de 24 de octubre, FJ 2, y
las que en ella se citan) que la resolución judicial en la que se acuerda la medida de intervención
telefónica o su prórroga debe expresar o exteriorizar las razones fácticas y jurídicas que apoyan
la necesidad de la intervención, esto es, cuáles son los indicios que existen acerca de la
presunta comisión de un hecho delictivo grave por una determinada persona, así como
determinar con precisión el número o números de teléfono y personas cuyas conversaciones han
de ser intervenidas -que, en principio, deberán ser aquéllas sobre las que recaigan los indicios
referidos-, el tiempo de duración de la intervención, quiénes han de llevarla a cabo y cómo, y los
períodos en los que deba darse cuenta al Juez para controlar su ejecución. Precisando el
alcance de los indicios que autorizan una intervención telefónica, hemos indicado que la
resolución judicial debe exteriorizar, entre otras circunstancias, los datos o hechos objetivos que
puedan sugerir la existencia del delito y la conexión de la persona o personas investigadas con el
mismo; así pues, los indicios son algo más que simples sospechas, pero algo menos que los
indicios racionales que se exigen para el procesamiento. Esto es, han de ser sospechas
fundadas en alguna clase de dato objetivo.
Los anteriores extremos deben respetarse de modo indispensable, pues el juicio sobre la
legitimidad constitucional de la medida exige verificar que se ha apreciado razonadamente la
conexión entre el sujeto o sujetos que han resultado afectados por la medida y el delito
investigado (existencia del presupuesto habilitante), para analizar después si a la hora de
adoptar la medida se han tenido en cuenta tanto la gravedad de la intromisión como su idoneidad
o imprescindibilidad para asegurar la defensa del interés público, pues la conexión entre la causa
justificativa de la limitación pretendida -la averiguación del delito- y el sujeto afectado por la
misma -aquél de quien se presume que pueda resultar autor o participe del delito investigado o
pueda haberse relacionado con él- es un prius lógico del juicio de proporcionalidad entre el
sacrificio del derecho fundamental y la causa a la que obedece (entre otras, STC 167/2002, de
18 de septiembre, FJ 2); ya que, por una parte, mal puede estimarse realizado ese juicio, en el
momento de adopción de la medida, si no se manifiesta, al menos, que concurre efectivamente
el presupuesto que la legitima, y, por otra, sólo a través de esa expresión, podrá comprobarse
ulteriormente la idoneidad y necesidad (en definitiva, la razonabilidad) de la medida limitativa del
derecho fundamental (STC 202/2001, de 15 de octubre, FJ 2). Al mismo tiempo, la debida
fundamentación de la resolución que limite o restrinja el ejercicio del derecho fundamental
permite al afectado conocer las razones fácticas y jurídicas de tal limitación, de forma que sólo a
través de la expresión de las mismas queda preservado el derecho de defensa (STC 49/1999, de
5 de abril, FJ 7).
En definitiva, se trata, como dijimos en la STC 202/2001, FJ 4, «de determinar si, en el
momento de pedir y adoptar la medida de intervención, se pusieron de manifiesto ante el Juez y
se tomaron en consideración por éste elementos de convicción que constituyan algo más que
meras suposiciones o conjeturas de la existencia del delito o de su posible comisión y de que las
conversaciones que se mantuvieran a través de la línea telefónica indicada eran medio útil de
averiguación del delito. Es decir, si se ponderó correctamente la existencia de datos objetivos
que permitieran precisar que dicha línea era utilizada por las personas sospechosas de su
comisión o por quienes con ella se relacionaban, y que, por lo tanto, no se trataba de una
investigación meramente prospectiva, pues el secreto de las comunicaciones no puede ser
desvelado para satisfacer la necesidad genérica de prevenir o descubrir delitos o para despejar
las sospechas sin base objetiva que surjan en los encargados de la investigación, ya que de otro
modo se desvanecería la garantía formalmente consagrada en el art. 18.3 CE (SSTC 49/1999,
FJ 8; 166/1999, FJ 8; y 171/1999, FJ 8). Será necesario establecer, por lo tanto, para determinar
si se ha vulnerado o no el secreto de las comunicaciones, la relación entre el delito investigado y
los usuarios de los teléfonos intervenidos, individualizar los datos que hayan llevado a centrar las
sospechas en ellos y analizar, finalmente, si éstas tenían algún fundamento objetivo que
justificara la adopción de la medida limitativa».
Por otra parte, y aun cuando lo deseable sería que la expresión de los indicios objetivos
que justifiquen la intervención quedase expresada directamente en la resolución judicial, ésta
«puede estar motivada si, integrada incluso con la solicitud policial, a la que puede remitirse,
contiene los elementos necesarios para considerar satisfechas las exigencias para poder llevar a
cabo con posterioridad la ponderación de la restricción de los derechos fundamentales que la
proporcionalidad de la medida conlleva» (STC 299/2000, de 11 de diciembre, FJ 4).
5. Aplicando la doctrina expuesta al enjuiciamiento del supuesto que nos ocupa, hemos
de determinar si, en el momento en que el Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de Murcia
solicitó la medida de intervención, se pusieron de manifiesto ante el Juez de guardia y se
tomaron en consideración por éste al adoptarla, elementos de convicción que constituyesen algo
más que meras suposiciones o conjeturas de la existencia del delito o de su posible comisión,
así como datos objetivos que permitieran precisar que la línea de teléfono a intervenir era
utilizada por personas sospechosas de su comisión o por quienes con ella se relacionaban.
Recordemos que el oficio del Fiscal solicitando la intervención es del siguiente tenor:
«Hallándose instruyendo en esta Fiscalía Diligencias Informativas n.º 6/89, en virtud de denuncia
presentada por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca de esta Comunidad, en relación
con posibles fraudes en la solicitud de primas concedidas a ganaderos, relacionados con una
Agencia de esta capital y considerándolo muy beneficioso para su investigación, he acordado
dirigir a V.I. petición de la intervención, grabación y escucha del teléfono n.º 21-05-53, a nombre
de Emilio López López, C/ St.ª Teresa... de esta capital».
Por su parte, el Auto del Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia de 21 de abril de
1989, ordenó la intervención telefónica solicitada durante quince días, con fundamento en los
siguientes razonamientos: «Deduciéndose de lo expuesto por el oficio recibido de la fiscalía de la
Audiencia Provincial de esta capital, que existen fundados indicios que mediante la intervención
del teléfono n.º 21.05.53, perteneciente al abonado Emilio López López pueden descubrirse
hechos y circunstancias de interés, sobre la comisión de un delito de defraudación, y en que
pudiera estar implicado Emilio López López; es procedente ordenar la intervención telefónica
solicitada, que llevarán a efecto los agentes de la referida Policía Judicial de esta capital,
conforme autoriza el artículo 18.3 de la vigente constitución».
La lectura conjunta de ambos documentos permite advertir la ausencia de elementos
imprescindibles para poder aceptar la legitimidad constitucional de la intervención acordada:
a) Una primera deficiencia se refiere a la falta de justificación del carácter delictivo de los
hechos. En efecto, aunque éstos pudieran tener una indudable relevancia social, al afectar a
ayudas abonadas con fondos europeos (extremo que tampoco se explicita en la solicitud),
respecto de cuya correcta gestión resultaba responsable ante la Comunidad Económica Europea
el Estado español, lo cierto es que la mera existencia de un posible fraude en la solicitud de las
primas, que es el hecho que se pone de manifiesto en la solicitud del Fiscal, sin más
especificación sobre su importancia cuantitativa o cualitativa, o su alcance, y sin ofrecer
cualquier otro dato que permitiera al Juez formarse un juicio fundado acerca de su posible
carácter delictivo, su mero enunciado no autorizaba a presumir que, necesariamente, pudiera
existir algo más que un simple ilícito administrativo. No se puede soslayar que, según la
normativa aplicable en el momento de comisión de los hechos, no todo fraude en materia de
subvenciones podía ser conceptuado como delito, pues, para que ello fuera así, era preciso que
el importe de lo ilícitamente obtenido con falseamiento de las condiciones requeridas para la
concesión de la subvención superara la cantidad de 2.500.000 pesetas, de acuerdo con lo
dispuesto en el art. 350 CP a la sazón vigente. Por tanto, se podría estar solicitando una
autorización de intervención telefónica para investigar un mero ilícito administrativo, a pesar de lo
cual, el órgano judicial no ponderó esta circunstancia, limitándose a argumentar que con la
intervención telefónica se podrían descubrir hechos o circunstancias de interés sobre la comisión
de un delito de defraudación.
b) El anterior dato nos obliga a examinar la cuestión también desde la perspectiva de la
proporcionalidad de la medida, que resulta discutida en la demanda de amparo. En relación con
el principio de proporcionalidad en el ámbito de la intervención de las comunicaciones
telefónicas, tenemos declarado (por todas, STC 167/2002, de 18 de septiembre, FJ 4) que una
medida restrictiva del derecho al secreto de las comunicaciones sólo puede entenderse
constitucionalmente legítima si la exige una investigación en curso por un hecho constitutivo de
infracción punible grave, en atención al bien jurídico protegido y a la relevancia social del mismo
[STC 166/1999, de 27 de septiembre, FJ 3 a)], debiendo analizarse las circunstancias
concurrentes en el momento de su adopción.
Aplicando la anterior doctrina al caso que nos ocupa, fácilmente se llega a la conclusión
de que la intervención telefónica se acordó sin observar el principio de proporcionalidad, pues se
autorizó a pesar de que no se había justificado ni que la investigación que realizaba la Fiscalía
se refiriera a hechos penalmente punibles, ni que la medida solicitada fuera necesaria, idónea e
imprescindible para la investigación de los mismos, sino, simplemente, beneficiosa, según los
términos del oficio de la Fiscalía. Esta conclusión no resulta alterada por el dato de que los
hechos («posibles fraudes en la solicitud de primas concedidas a ganaderos») pudieran ser
considerados como una infracción penal en la legislación vigente en el momento de la adopción
de la medida (Código penal de 1973, en la redacción dada por la Ley Orgánica 6/1987, de 11 de
noviembre), pues ya se ha expuesto anteriormente que, para que ello fuera así, la conducta
requería una especial cualificación, de forma que, en caso contrario, no pasaba de ser un ilícito
administrativo.
c) Por otra parte, la lectura del Auto que acordó la medida limitativa del derecho
fundamental al secreto de las comunicaciones permite advertir la ausencia de exteriorización de
indicios suficientes de la comisión de los hechos delictivos y de la implicación en ellos de la
persona afectada por la intervención telefónica acordada. Aquél no incorpora por sí mismo datos
objetivos que pudieran servir de soporte a la sospecha de comisión de los hechos delictivos ni de
la implicación en ellos del demandante de amparo Sr. López López, cuya comunicación
telefónica se autorizaba a intervenir. Tampoco resultan del oficio de la Fiscalía, en el que tan sólo
se hace referencia a una denuncia de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca de la
Región de Murcia, sin más aclaración sobre su contenido y sin que -como se verá
posteriormente- del oficio o de las actuaciones pueda deducirse que se acompañó dicha
denuncia a la solicitud dirigida al Juzgado de guardia. Por lo demás, el hecho de que la solicitud
de la intervención proviniera del Ministerio Fiscal permite, ciertamente, otorgarle una mayor
confianza, pero no puede servir de excusa sino que, antes al contrario, en atención a las
funciones que se le asignan en el art. 124.1 CE, debe entenderse que comporta una exigencia
cualificada en cuanto a la satisfacción de los presupuestos necesarios para permitir al órgano
judicial realizar la ponderación inherente a la medida limitativa del derecho fundamental, esto es,
para llevar a cabo la función de garantía del derecho que le corresponde en exclusiva en virtud
de la previsión del art. 117.4 CE.
Pues bien, el Auto de 21 de abril de 1989 de autorización de intervención del número de
teléfono del que era titular el Sr. López López no exteriorizó datos objetivos, ajenos a la petición
del Ministerio público y constatables por terceros, que sustentaran la sospecha de comisión de
los hechos delictivos investigados y de la implicación en ellos del afectado, ni por sí mismo, ni
integrado con la solicitud de la Fiscalía. Y, como dijimos en la STC 299/2000, de 11 de
diciembre, FJ 5, el hecho de que en el Auto se concreten con precisión el delito que se investiga,
las personas a investigar, los teléfonos a intervenir y el plazo de la intervención -como ocurre en
el caso que nos ocupa- «no basta para suplir la carencia fundamental de la expresión de los
elementos objetivos indiciarios que pudieran servir de soporte a la investigación, y la falta de
esos indispensables datos no puede ser justificada a posteriori por el éxito de la investigación
misma». Y la ausencia de exteriorización de los elementos objetivos de convicción de la decisión
judicial de autorizar la intervención telefónica conduce a entender que el Juez no valoró la
concurrencia del presupuesto legal habilitante para la restricción del derecho al secreto de las
comunicaciones, como prius lógico de la ponderación misma del carácter necesario, adecuado y
proporcionado de la intervención telefónica.
d) Queda por resolver la cuestión de si la resolución judicial de autorización de la
intervención telefónica podía considerarse suficientemente motivada por estar complementada
con los datos ofrecidos por el informe administrativo que acompañaba a la denuncia que la
Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca remitió al Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de
Murcia, en la medida en que, según se ha señalado anteriormente, este Tribunal ha admitido la
posibilidad de integrar en el análisis de la resolución judicial la solicitud a la que ésta responde.
La respuesta que recibieron los demandantes de amparo tanto en instancia como en
casación respecto a la denuncia de la vulneración del derecho consagrado en el art. 18.3 CE fue
que el Auto que autorizó la intervención telefónica quedaba justificado por remisión a la solicitud
del Ministerio público, que hizo partícipe al Juez de las investigaciones policiales que se estaban
realizando y que, lógicamente, iba acompañada de la información administrativa previa. Sin
embargo, tal razonamiento no puede ser aceptado, en la medida en que, como aducen los
actores, no hay constancia alguna en las actuaciones de que la Fiscalía de la Audiencia
Provincial de Murcia acompañara a su solicitud la mencionada información administrativa u otra
referida a investigaciones policiales que se estuviesen desarrollando como consecuencia de la
denuncia recibida por la propia Fiscalía, ni tal extremo se refleja en el oficio dirigido al Juzgado
de guardia. Además, del tenor del Auto de 21 de abril de 1989 se puede concluir que el órgano
judicial no tuvo a la vista otro documento que la solicitud del Fiscal, pues no incluye dato alguno
que no figure en la misma.
Por otra parte, no cabe obviar que la medida de intervención de las comunicaciones
telefónicas fue acordada por el Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia, en funciones de
guardia, en las diligencias indeterminadas núm. 291/89, y que este Juzgado no fue el que
conoció posteriormente de las diligencias previas núm. 1019/89. En efecto, el examen de las
actuaciones pone de relieve que el Fiscal Jefe de la Audiencia Provincial de Murcia solicitó la
intervención telefónica el 21 de abril de 1989, siendo ésta acordada el mismo día, y que el 28 del
mismo mes, a la vista de las declaraciones prestadas por algunos ganaderos ante el Fiscal
adscrito a los Juzgados de Lorca y del informe de la policía judicial, acordó remitir las diligencias
informativas instruidas al Juzgado de Instrucción de guardia, a los efectos de iniciar el
correspondiente procedimiento, ante «la existencia de posibles delitos de falsedad y estafa».
Las citadas diligencias fueron recibidas por el Juzgado de Instrucción núm. 3 de Murcia que, a su
vez, incoó las diligencias indeterminadas núm. 350/89, si bien la tramitación de las diligencias
previas núm. 1019/89, en las que desembocó todo este procedimiento, recayó, definitivamente,
en el Juzgado de Instrucción núm. 4 de Murcia. Lo que aquí interesa destacar es que las
diligencias indeterminadas núm. 291/89 no se incorporaron nunca a las referidas diligencias
previas, hasta el extremo de que la defensa de los actores planteó en el acto del juicio oral la
vulneración del art. 18.3 CE por inexistencia de resolución judicial que autorizara la intervención
telefónica, momento en el que el Tribunal, a petición del Ministerio Fiscal, acordó interesar del
Juzgado de Instrucción núm. 2 de Murcia testimonio del Auto que autorizó la intervención. Y éste
es el único documento de las diligencias núm. 291/89 que se ha incorporado a las actuaciones
penales, por lo que no hay base documental alguna en los autos para sostener que, a la hora de
autorizar la intervención telefónica, el Juez de Instrucción núm. 2 de Murcia pudo tomar en
consideración otra información que la contenida en la solicitud del Fiscal.
Pues bien, la falta de incorporación de aquellas diligencias al procedimiento no resulta
trivial, porque privó a los interesados de las necesarias garantías en cuanto al conocimiento e
impugnación posterior de la medida y al control de su desarrollo y cese. En este sentido, dijimos
en la STC 49/1999, de 5 de abril, FJ 6, que, debido a la configuración de nuestro Ordenamiento,
el Juez que ha de otorgar la autorización para la práctica de la intervención de las
comunicaciones telefónicas, en el ámbito de la investigación criminal, es el Juez de Instrucción al
que diversos preceptos de la Ley de enjuiciamiento criminal configuran como titular de la
investigación oficial, y que la garantía jurisdiccional del secreto de las comunicaciones no se
colma con su concurrencia formal -autorización procedente de un órgano jurisdiccional- sino que
ésta ha de ser dictada en un proceso, único cauce que permite hacer controlable, y con ello
jurídicamente eficaz, la propia actuación judicial. Y aun cuando admitimos la posibilidad de que la
medida se pudiera adoptar en «diligencias indeterminadas», la condicionamos, en garantía del
interesado, a su unión «sin solución de continuidad, al proceso judicial incoado en averiguación
del delito, satisfaciendo así las exigencias de control del cese de la medida que, en otro
supuesto, se mantendría en un permanente, y por ello constitucionalmente inaceptable, secreto».
Ciertamente, en nuestro caso, con posterioridad, los demandantes de amparo han tenido
la posibilidad de impugnar la resolución judicial que autorizó la intervención telefónica, aunque
haya sido merced a su tardía incorporación a las actuaciones. Mas lo que en ningún caso podría
aceptarse es que la ausencia de incorporación íntegra de las diligencias indeterminadas núm.
291/89 a las actuaciones penales desarrolladas ulteriormente operara en contra de los actores,
impidiéndoles contradecir la afirmación realizada por las resoluciones judiciales impugnadas de
que aquéllas incluían determinados documentos, cuando no hay constancia de ello.
Por todo lo anterior, hemos de concluir declarando que se ha vulnerado el derecho al
secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) de los demandantes de amparo.
6. La siguiente queja de los recurrentes se fundamenta en el hecho de que se habrían
tenido en cuenta para su condena las declaraciones sumariales que ambos prestaron, las cuales
han de ser consideradas ilícitas, al encontrarse directamente relacionadas con la intervención
telefónica realizada en contra de las garantías constitucionales, por haberse utilizado las
grabaciones obtenidas para forzar su confesión. Como consecuencia, se habría producido la
vulneración del derecho a la presunción de inocencia, al ser estas declaraciones sumariales las
únicas pruebas en las que se funda el juicio de culpabilidad y su condena.
Este Tribunal ha señalado (por todas, STC 161/1999, de 27 de septiembre, FJ 4) la
íntima relación que existe entre la presunción de inocencia y el derecho a un proceso con todas
las garantías, en la medida en que la primera sólo puede entenderse desvirtuada en virtud de
pruebas que puedan considerarse de cargo y obtenidas con todas las garantías. Asimismo,
hemos dicho que no reúnen tales garantías las pruebas que han sido conseguidas con
vulneración de derechos fundamentales sustantivos, pues aunque esta prohibición de valoración
no se halla proclamada en un precepto constitucional que explícitamente la imponga, ni tiene
lugar inmediatamente en virtud del derecho sustantivo originariamente afectado, expresa una
garantía objetiva e implícita en el sistema de los derechos fundamentales (STC 81/1998, de 2 de
abril, FJ 2), por lo que la necesidad de tutelar éstos, en atención a la especial relevancia y
posición que los mismos ocupan en nuestro Ordenamiento, en cuanto traducción normativa de la
dignidad humana y elemento legitimador de todo poder político, obliga a negar eficacia
probatoria a determinados resultados cuando los medios empleados para obtenerlos resultan
constitucionalmente ilegítimos (STC 261/2005, de 24 de octubre, FJ 5).
A partir de estas premisas, hemos afirmado que, cuando se valoran pruebas obtenidas
con vulneración de derechos fundamentales u otras que sean consecuencia de dicha
vulneración, puede resultar lesionado, no sólo el derecho a un proceso con todas las garantías,
sino también la presunción de inocencia.
Ello sucederá si la condena se ha fundado exclusivamente en tales pruebas; pero, si existen
otras de cargo válidas e independientes, podrá suceder que la presunción de inocencia no
resulte, finalmente, infringida (STC 81/1998, de 2 de abril, FJ 3).
Por lo tanto, en casos como el presente, en los que lo que se discute es la dependencia
o independencia de ciertas pruebas respecto a la previa vulneración de un derecho fundamental
sustantivo -el secreto de las comunicaciones telefónicas del art. 18.3 CE- nuestro análisis ha de
discurrir a través de dos pasos que, por más que en la realidad puedan hallarse -como aquí
sucede- íntimamente unidos, son lógicamente separables: en primer lugar, habremos de precisar
si la valoración de tales pruebas ha vulnerado o no el derecho a un proceso con todas las
garantías para, en segundo lugar, decidir si ha resultado quebrantada o no la presunción de
inocencia.
7. En relación con la posibilidad de valoración de las pruebas derivadas de otras
constitucionalmente ilegítimas, este Tribunal ha establecido un criterio básico (entre otras, en las
SSTC 81/1998, de 2 de abril, FJ 5, y 49/1999, de 5 de abril, FJ 4), cifrado en determinar si entre
unas y otras existe lo que se denomina «conexión de antijuridicidad». Para precisar si ésta
existe, hay que analizar la índole y características de la vulneración del derecho (en este caso, al
secreto de las comunicaciones) materializada en la prueba originaria, así como su resultado, con
el fin de determinar si, desde un punto de vista interno, su inconstitucionalidad se transmite o no
a la prueba obtenida por derivación de aquélla; pero también hay que considerar, desde una
perspectiva externa, las necesidades esenciales de tutela que la realidad y efectividad del
derecho exigen. Sólo si las dos perspectivas convergen se podrá entender que la apreciación de
la prueba refleja es constitucionalmente legítima.
La cuestión que aquí se plantea ha sido resuelta por este Tribunal, entre otras, en las
SSTC 161/1999, de 27 de septiembre, FJ 4, y 184/2003, de 23 de octubre, FJ 2, ya citadas,
declarando la autonomía jurídica y la legitimidad constitucional de la valoración de la prueba de
confesión, esto es, de las declaraciones de los imputados, al entender que los derechos a no
declarar contra sí mismo, a no confesarse culpable y a que las declaraciones se presten con
asistencia letrada son garantías constitucionales que constituyen medio eficaz de protección
frente a cualquier tipo de coerción o compulsión ilegítima, por lo que el contenido de las
declaraciones del acusado puede ser valorado siempre como prueba válida. En consecuencia,
«las garantías frente a la autoincriminación reseñadas permiten afirmar, cuando han sido
respetadas, la espontaneidad y voluntariedad de la declaración. Por ello, la libre decisión del
acusado de declarar sobre los hechos que se le imputan permite, desde una perspectiva interna,
dar por rota, jurídicamente, cualquier conexión causal con el inicial acto ilícito. A su vez, desde
una perspectiva externa, esta separación entre el acto ilícito y la voluntaria declaración por efecto
de la libre decisión del acusado atenúa, hasta su desaparición, las necesidades de tutela del
derecho fundamental material que justificarían su exclusión probatoria, ya que la admisión
voluntaria de los hechos no puede ser considerada un aprovechamiento de la lesión del derecho
fundamental» (STC 161/1999, FJ 4).
En el presente caso, los recurrentes prestaron libremente y con todas las garantías,
incluida la asistencia de Letrado, las declaraciones que han sido valoradas como prueba de
cargo por los órganos jurisdiccionales intervinientes, sin que sobre ellos se haya ejercido
compulsión o constricción alguna. Basta esta comprobación para que, en aplicación de la
doctrina expuesta, resulte rechazada la afirmación contenida en la demanda respecto a la
existencia de conexión de antijuridicidad entre las grabaciones obtenidas en virtud de la ilícita
intervención telefónica y la posterior declaración prestada voluntariamente tanto ante la Policía
Judicial como ante el Juez de Instrucción.
Por consiguiente, la toma en consideración por el Tribunal de instancia de tal prueba para fundar
la condena de los actores no contraviene ninguna prohibición de valoración desde la perspectiva
constitucional.
Como consecuencia de lo anterior, hay que concluir que la actuación de los órganos
judiciales, no obstante vulnerar el derecho fundamental al secreto de las comunicaciones de los
recurrentes (art. 18.3 CE), no ha lesionado su derecho a un proceso público con todas las
garantías ni a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE), al haber sido condenados sobre la base
exclusiva -como los propios actores afirman en su demanda- de las declaraciones prestadas en
la fase de instrucción, esto es, en virtud de pruebas válidas realizadas con todas las garantías,
conforme a la Constitución y a la Ley.
8. En cuanto a las consecuencias del fallo parcialmente estimatorio de esta Sentencia,
resulta claro que sólo puede tener un alcance declarativo, en la medida en que la vulneración del
derecho fundamental al secreto de las comunicaciones no ha dado lugar a la lesión del derecho
a un proceso con todas las garantías y de la presunción de inocencia. Por este motivo, debemos
entender, de conformidad con lo ya expresado en la STC 261/2005, de 24 de octubre, FJ 6, que
la necesidad de tutela inherente al derecho fundamental al secreto de las comunicaciones queda
satisfecha con la declaración de que tal derecho ha sido desconocido en los términos referidos
en los fundamentos jurídicos de la presente resolución.
Fallo:
S.TC. 27/2008 .
Referencia número: 27/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/2/2008
Publicación BOE: 20080314 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Eugeni Gay Montalvo
Número registro: 137-2006/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Taysir Alony Kate frente a los Autos de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional que acordaron prorrogar su prisión provisional hasta la mitad de la pena impuesta por
delito de colaboración con banda armada (STC 152/2007). Vulneración del derecho a la libertad
personal: prisión provisional mantenida con prórroga insuficientemente motivada, mientras
pendía recurso contra la condena de instancia (STC 22/2004).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 137-2006, promovido por don Taysir Alony Kate,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Esther Rodríguez Pérez y asistido por el
Abogado don José Luis Galán Martín, contra el Auto de la Sección Tercera de la Sala de lo
Penal de la Audiencia Nacional de 23 de noviembre de 2005, dictado en rollo de Sala núm. 64-
2004, en el sumario núm. 35-2001, que desestima el recurso de súplica interpuesto contra el
Auto del citado órgano judicial de 10 de octubre de 2005, por el que se acuerda la prórroga de la
prisión provisional. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni
Gay Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 5 de
enero de 2006 la Procuradora de los Tribunales doña Esther Rodríguez Pérez, en nombre y
representación de don Taysir Alony Kate, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones
judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) El día 11 de septiembre de 2003, se dictó por parte del Juzgado Central de Instrucción
núm. 5, en el marco del sumario 35-2001, un Auto por el que se decretaba la prisión provisional,
incondicional y comunicada, del ahora demandante de amparo por su presunta vinculación con
la organización terrorista Al Queda.
Por el mismo Juzgado se dictó el día 17 de septiembre de 2003 Auto de procesamiento,
ratificando su situación de prisión provisional.
El día 23 de octubre de 2003 el Juzgado reforma el Auto de 11 de septiembre y decreta
la prisión provisional eludible mediante el pago de una fianza de 60.000 euros. Ese mismo día se
depositó la fianza y se produjo la puesta en libertad del recurrente.
El referido Auto de procesamiento fue recurrido en reforma y subsidiariamente en
apelación. El recurso de apelación fue desestimado por Auto de la Sección Cuarta de la Sala de
lo Penal de la Audiencia Nacional de 15 de noviembre de 2004, sin modificar la situación
personal de libertad provisional en que se encontraba el recurrente.
b) Mediante Auto de 19 de noviembre de 2004 la Sección Tercera de la Sala de lo Penal
de la Audiencia Nacional, previa petición del Fiscal y tras celebrar la comparecencia prevista en
el art. 505 LECrim, acordó decretar la prisión provisional comunicada y sin fianza del ahora
demandante de amparo. Recurrido en súplica, fue confirmado por Auto de 9 de diciembre de
2004.
Contra los citados Autos interpuso el recurrente demanda de amparo, la cual, registrada
con núm. 343-2005, fue desestimada por la Sala Segunda en STC 152/2007, de 18 de junio.
Posteriormente, al inicio del juicio oral y mediante Auto de 22 de abril de 2005, se
decretó la libertad provisional sin fianza del recurrente, con la obligación de presentarse
diariamente ante la Guardia Civil, valorando el órgano judicial "los informes médicos aportados
por la representación del mencionado y que el riesgo de fuga ha quedado atenuado por el
comportamiento del mismo".
c) Mediante Auto de 16 de septiembre de 2005 la Sala de lo Penal decretó nuevamente
la prisión provisional, "atendido el estado de las deliberaciones y la inminente publicación de la
sentencia", y "con el fin de conjurar el riesgo de sustracción a la acción de la justicia", siendo
confirmada, previa comparecencia del art. 505 LECrim, por Auto de 19 de septiembre de 2005.
Los referidos Autos fueron recurridos en súplica y apelación por el demandante de
amparo, argumentando la inexistencia de riesgo de fuga o de reiteración delictiva, el riguroso
cumplimiento de todas las condiciones impuestas con anterioridad y su arraigo social y familiar.
d) Con fecha de 26 de septiembre de 2005 la Audiencia Nacional condenó al recurrente
a la pena de siete años de prisión por un delito de colaboración con banda armada.
Interpuesto recurso de casación contra la anterior resolución por el demandante de
amparo, mediante Auto de 10 de octubre de 2005 la Sala tuvo por preparado recurso de
casación y acordó la prórroga de la prisión preventiva del recurrente -y de otros dieciséis
encausados- hasta el límite constituido por la mitad de la pena impuesta en la Sentencia, "a
tenor de lo establecido en el párrafo 5 del artículo 504 de la L.E.Cr., y demás de pertinente
aplicación".
e) El recurrente interpuso recurso de súplica contra el Auto de 10 de octubre, fundado en
la absoluta ausencia de motivación del mismo, siendo desestimado por Auto de 23 de noviembre
de 2005, en virtud de los siguientes fundamentos: "
Revisadas cuidadosamente las alegaciones efectuadas por la parte recurrente... este Tribunal no
puede determinar cuestión distinta a la plasmada en el auto de 10 de octubre de 2005, toda vez
que los artículos 503, 504 y 505 de la Ley de enjuiciamiento criminal, facultan al Tribunal para
prorrogar el tiempo de prisión preventiva hasta el límite constituido por la suma de las penas
impuestas en Sentencia, siempre y cuando esta última haya sido recurrida ante la Sala Segunda
de lo Penal del Tribunal Supremo, hecho que así sucedió".
3. Funda el recurrente su demanda en dos motivos de amparo. En primer lugar, en la
lesión de los derechos a la tutela judicial efectiva y a no sufrir indefensión (art. 24.1 CE), a un
proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), y en la infracción del principio acusatorio (art.
24.2 CE), sostenido en que es la Sala la que, sin previa petición del Ministerio Fiscal (no
constando, al menos, tal petición) toma la iniciativa de prorrogar la prisión provisional, con olvido
de los principios de contradicción y defensa.
En segundo lugar, entiende vulnerado su derecho a la libertad personal (art. 17 CE), en
relación con el derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24. CE) y con la obligación de motivación
de las resoluciones judiciales (art. 120.3 CE).
Después de enfatizar -dando por reproducidos los argumentos sobre los fines y principios de la
institución expresados en los recursos de amparo previamente interpuestos- la inexistencia de
los requisitos que legitimarían la aplicación de la medida cautelar en el caso concreto, manifiesta
que, si en resoluciones anteriores la motivación era mínima, pues se remitían a un genérico
riesgo de fuga jamás concretado y sin entrar a ponderar las circunstancias personales del
recurrente, en los Autos ahora impugnados la ausencia de motivación es absoluta, limitándose a
citar sin la más mínima aplicación individualizada una disposición legal, y que además se invoca
erróneamente, pues, de una parte, el artículo aplicable sería el artículo 504.2 LECrim, y no el
artículo 504.5, y de otra, el límite viene constituido por la mitad de la pena impuesta, y no por la
"suma de las penas impuestas" como por error se establece en el Auto de 23 de noviembre.
Es cierto -reconoce el actor- que el artículo 504.2 LECrim faculta al Tribunal para disponer dicha
prórroga, pero ello no puede ser entendido como una cláusula de prórroga automática, tal como
lo hace la Sala, al decretarla sin atender a las circunstancias personales y para el conjunto de los
condenados en primera instancia. En virtud de lo anterior solicita que se le otorgue amparo,
reconociendo su derecho a la libertad personal y anulando los Autos recurridos.
4. La Sala Segunda de este Tribunal, por providencia de 20 de noviembre de 2006,
acordó admitir a trámite la demanda de amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51
LOTC, dirigir atentas comunicaciones a los órganos judiciales competentes para la remisión de
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido
parte en el procedimiento, a excepción del demandante de amparo, para que, si lo desearen,
pudiesen comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso de amparo.
5. Por providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente pieza
separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común de
tres días al recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el particular,
conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante Auto de 26 de
marzo de 2007, la Sala Segunda acordó denegar la suspensión interesada.
6. Asimismo, por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala
Segunda de este Tribunal de 19 de noviembre de 2007, se acordó dar vista de las actuaciones a
la parte recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, para presentar las
alegaciones que estimasen pertinentes, de conformidad con el art. 52.1 LOTC.
7. El demandante, evacuando el trámite previsto en el citado art. 52.1 LOTC, presentó
escrito registrado en este Tribunal el 27 de diciembre de 2007, ratificándose íntegramente en el
contenido de la demanda de amparo y destacando, de una parte, las especiales circunstancias
personales que no fueron evaluadas por el órgano judicial -ausencia manifiesta de riesgo de
fuga, arraigo personal, familiar y profesional- destacando que había venido disfrutando de
periodos de libertad provisional, habiendo cumplido las condiciones adoptadas; de otra parte
pone de relieve que el Tribunal Constitucional ha otorgado el amparo en supuestos muy
similares.
8. El Ministerio Fiscal, evacuando idéntico trámite, presentó escrito de alegaciones,
registrado el 4 de enero de 2008, en el que solicitó el otorgamiento del amparo por considerar
vulnerado el derecho a la libertad (art. 17.1 CE) del recurrente. Después de recordar que es
doctrina del Tribunal Constitucional que la superación de los plazos máximos de prisión
provisional requieren una decisión específica y motivada, y que no es constitucionalmente
razonable la interpretación según la cual el dictado de una Sentencia condenatoria lleva consigo,
implícitamente, la prolongación automática del plazo máximo hasta el límite de la mitad de la
condena impuesta, manifiesta que en el caso presente la Sala sentenciadora se ha fundado en el
supuesto habilitador recogido en el artículo 504.2 LECrim, si bien ha omitido toda justificación de
la medida desde los fines de la institución. Así, aun siendo posible la prórroga, no se ha
analizado ninguna de las circunstancias personales del actor, ni se han tenido en cuenta
anteriores comportamientos del mismo a lo largo de la instrucción de la causa; ni siquiera se
contiene -enfatiza el Ministerio público- una motivación por remisión a Autos anteriores, siendo
aun más llamativo el hecho de que cuando se resuelve el recurso de súplica formulado contra el
Auto de 10 de octubre la Sala, en lugar de complementar lo resuelto con anterioridad, se limita a
repetir lo ya decidido omitiendo todo razonamiento que permita calibrar la oportunidad de la
medida. En suma, la manifiesta ausencia de toda motivación en que incurren los autos
impugnados supone directamente la lesión del derecho fundamental consagrado en el art. 17.1
CE, por lo que procede otorgar el amparo solicitado y declarar la nulidad de tales
Autos.
9. Por providencia de 7 de febrero de 2008, se señaló para deliberación y fallo de la
Sentencia el día 11 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 256/2007 .
Referencia número: 256/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 17/12/2007
Publicación BOE: 20080122 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Ramón Rodríguez Arribas
Número registro: 3328-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Jordi Pérez Pérez frente a la Sentencia de la Audiencia Provincial de
Tarragona que, en grado de apelación, le condenó por un delito contra la seguridad del tráfico.
Supuesta vulneración de los derechos a un proceso con garantías y a la presunción de
inocencia: condena pronunciada en apelación sin necesidad de celebrar vista pública (SSTC
167/2002 y 170/2005); prueba de indicios sobre la influencia de la ingesta de alcohol en la
conducción del vehículo (STC 43/2007).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez Sánchez,
Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni Gay
Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3328-2005, promovido por don Jordi Pérez Pérez,
representado por el Procurador de los Tribunales don Adolfo Morales Hernández-Sanjuán y
asistido por la Abogada doña Marta Virgili Rabinad, contra la Sentencia de 21 de marzo de 2005,
dictada por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Tarragona que, revocando la
Sentencia absolutoria dictada en la instancia, le condenó como autor de un delito contra la
seguridad del tráfico. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don
Ramón Rodríguez Arribas, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 10 de
mayo de 2005, el Procurador de los Tribunales don Adolfo Morales Hernández-Sanjuán, en
nombre y representación de don Jordi Pérez Pérez, interpuso recurso de amparo contra la
resolución judicial que se cita en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) Por el Juzgado de lo Penal núm. 1 de Reus se dictó Sentencia el día 23 de diciembre
de 2004, en la que se absolvía al demandante de amparo del delito contra la seguridad del
tráfico del que venía siendo acusado.
Dicha Sentencia contiene la siguiente declaración de hechos probados:
"Sobre las 05:05 h. del día 28 de junio de 2003, Jordi Pérez Pérez, mayor de edad y sin
antecedentes penales, conducía el vehículo turismo de su propiedad marca Peugeot, modelo
106, con matrícula... BSL, asegurado en la compañía Seguros Real Automóvil Club de Cataluña,
por la carretera de Reus a Salou en dirección a esta localidad, cuando efectuó una maniobra
irregular mediante la cual invadió el carril destinado a la circulación en sentido contrario,
colisionando como consecuencia de ello con el vehículo marca Volkswagen, modelo LT-35, con
matrícula... CGY, propiedad de Salvador Domenech Muixu, causándole daños por los cuales no
reclama al haber sido indemnizado. A consecuencia del impacto, el vehículo conducido por Jordi
Pérez Pérez salió desplazado colisionando con el turismo marca Renault modelo Megane, con
matrícula T-...-AV, propiedad de Francisco Javier Álvarez Franco, que se encontraba
debidamente estacionado en la calle Manel Hugue de la localidad de Reus, causándole daños
por los que no reclama Francisco Javier al haber sido indemnizado.
Tras personarse en el lugar los agentes de la Guardia Urbana con número profesional
198 y 191, apreciando este último que Jordi Pérez Pérez presentaba halitosis alcohólica, motivo
por el que fue requerido para que se sometiese a las pruebas de impregnación alcohólica, a lo
que accedió voluntariamente, siendo el resultado de 0,51 mgs. en la primera prueba realizada a
las 5:48 h., y de 0,49 en la segunda realizada a las 6:11 h.
No ha resultado acreditado de la prueba practicada en el juicio oral que Jordi Pérez
Pérez condujese su vehículo a motor bajo la influencia de la ingestión previa de bebidas
alcohólicas y, por tanto, que la misma hubiese sido la causa del accidente que ocasionó".
En la fundamentación jurídica de la sentencia se señala que, si bien el acusado desde su
primera declaración reconoció que antes de ocurrir el siniestro había bebido dos cubatas y que
consta en la causa el resultado positivo de las pruebas de impregnación alcohólica, ha de
tenerse en cuenta "que los agentes actuantes no realizaron acta de sintomatología del acusado,
habiendo manifestado tanto el agente de la guardia urbana con número profesional 191 en el
plenario que, pese a que Jordi Pérez Pérez presentaba halitosis alcohólica, lo cual resulta lógico
y compatible con la ingestión previa de licores reconocida por el acusado, éste no presentaba
otra sintomatología externa, siendo su comportamiento normal en todo momento, y estimando
que la causa del siniestro pudo ser la somnolencia que le produjese el impacto de la luz solar en
el rostro del acusado, argumentación compatible con el hecho de que aquél conducía en
dirección este en horario de verano sobre las 5:00 h. de la madrugada, ratificando dicho
testimonio el agente con número profesional 191 que le practicó la prueba de alcoholemia, el
cual declaró en el plenario que aparte de la halitosis alcohólica no apreció en el acusado ningún
otro síntoma de encontrarse bajo los efectos de la influencia del consumo previo de bebidas
alcohólicas. Por consiguiente, de la prueba practicada no es posible inferir inequívocamente la
conducción del acusado bajo los efectos del alcohol puesto que, por un lado, la tasa de
alcoholemia que presentaba, pese a superar la permitida, no resulta excesivamente elevada, ni
por si sola determinante de una presunción indubitada de la influencia del consumo de alcohol;
por otra parte, ha resultado acreditado que el acusado no manifestaba sintomatología compatible
con la determinación fuera de toda de la ingestión previa de alcohol; y, por último, existe la
posibilidad fundada de que el motivo del accidente fuese el cansancio del acusado por no haber
descansado en la noche de autos", "motivos todos ellos por los que no se estima que concurran
los requisitos que exige nuestra jurisprudencia para atribuir más allá de toda duda razonable una
relevancia penal que permitiese su incardinación en el artículo 379 del Código Penal,
procediendo acordar su libre absolución del mencionado delito".
b) El Ministerio Fiscal interpuso recurso de apelación, por error en la valoración de la
prueba, contra la anterior resolución, interesando la celebración de vista, para que se practicasen
nuevas declaraciones del inculpado y de los testigos, a fin de garantizar la publicidad,
inmediación y contradicción necesarias para una nueva valoración de las mismas y el dictado de
una sentencia condenatoria, conforme a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional.
La celebración de la vista fue denegada mediante providencia de la Sección Segunda de
la Audiencia Provincial de Tarragona, de fecha 16 de febrero de 2004, por entender que en el
presente caso no es aplicable la doctrina constitucional citada por el Ministerio Fiscal, ya que el
examen que se reclama del Tribunal no es una nueva valoración de las testificales practicadas,
sino la revisión de la razonabilidad del juicio de atipicidad de la conducta realizado por la
sentencia de instancia, sobre la base de la prueba utilizada por el juez de instancia y proyectada
en los hechos declarados probados.
c) Mediante Sentencia de 21 de marzo de 2005, la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Tarragona revocó la sentencia absolutoria de instancia y condenó al recurrente,
como autor de un delito de conducción bajo influencia de bebidas alcohólicas del artículo 379
CP, a la pena de trece meses de privación del permiso de conducir vehículos a motor y
ciclomotores y multa de noventa días con cuota diaria de seis euros, así como al pago de las
costas judiciales de la primera instancia.
La Sentencia mantiene la declaración de hechos probados de la revocada, excepto la
siguiente referencia contenida en el segundo párrafo: "No ha resultado acreditado de la prueba
practicada en el juicio oral que Jordi Pérez Pérez condujese su vehículo a motor bajo la
influencia de la ingestión previa de bebidas alcohólicas y, por tanto, que la misma hubiese sido la
causa del accidente que ocasionó", que se suprime.
En el fundamento jurídico primero de la Sentencia, tras poner de relieve su crítica a la
doctrina constitucional sentada a partir de la STC 167/2002, razona por qué entiende que la
misma no es aplicable al caso y que la práctica de pruebas personales en segunda instancia
carece de justificación constitucional, pues no se reclama al Tribunal una nueva valoración de las
pruebas testificales, sino la revisión del juicio de subsunción de los hechos declarados probados
por la sentencia de instancia; una cuestión normativa que no depende de la inmediación en el
examen de la prueba.
A partir de las anteriores consideraciones, la Sentencia afirma que a partir de los hechos
declarados probados en instancia puede concluirse razonablemente que el alcohol ingerido
durante las horas previas al accidente fue determinante del mismo. El razonamiento que permite
llegar a esta conclusión es el siguiente:
"En el caso que nos ocupa, el relato fáctico nos informa de una ingesta de alcohol
significativa (0,51 mg/l.a.e.) y de que en la colisión con los otros vehículos, tanto el que circulaba
en dirección contraria como el que se encontraba aparcado, no intervino la maniobra o presencia
de ningún otro vehículo, debiéndose a una salida del carril de circulación por pérdida de control
del vehículo.
Sobre dicha realidad, afirmar que el alcohol ingerido durante las horas inmediatamente
antecedentes al accidente actuó como factor de influencia resulta una conclusión razonable,
respetuosa con las exigencias derivadas tanto de la tipicidad como de la presunción de
inocencia, atendiendo además a máximas de experiencia elementales que nos informan de las
especiales condiciones de atención que debe reunir el conductor de un vehículo cuando transita,
además, por un espacio urbano en el que existe una estricta limitación de velocidad.
Un grado de alcohol como el que presentaba el Sr. Pérez resulta incompatible con una
conducción sin riesgo, si atendemos a las circunstancias en las que se desarrolló la conducta
viaria. Existió influencia alcohólica en los términos reclamados por el tipo por lo que el bien
jurídico fue frontalmente lesionado. Merece por tanto el reproche penal pretendido por la
acusación hoy recurrente.
Como apuntábamos, el tipo penal no reclama que la ingesta alcohólica se constituya en
causa exclusiva y excluyente del riesgo, o en este caso, del accidente, sino que se proyecte,
influenciado. El propio inculpado manifiesta que estaba muy cansado, no había dormido y que,
pese a ello, ingirió alcohol en una cantidad no despreciable. En esas condiciones psicofísicas, la
ingesta alcohólica multiplica el riesgo de pérdida de control, actuando como factor intensificador
de la somnolencia y del cansancio. Concurre, por tanto, con claridad, el elemento normativo que
reclama el tipo penal".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de los derechos
fundamentales a un proceso con todas las garantías y a la presunción de inocencia (art. 24.2
CE).
En primer lugar, y bajo la invocación del derecho a un proceso con todas las garantías
(art. 24.2 CE), se sostiene en la demanda que la jurisprudencia sentada por la STC 167/2002, de
18 de septiembre, así como por la STC 200/2004, de 15 de noviembre, resulta aplicable al
presente caso, pues la prueba practicada se limitó a la declaración del acusado y a la testifical de
los agentes de la guardia urbana, prueba practicada con inmediación ante el Juez de instancia,
inmediación de la que se careció en la apelación, pese a lo cual la Audiencia Provincial revoca la
sentencia absolutoria de instancia y la sustituye por otra condenatoria, realizando una nueva
valoración probatoria en la que omite totalmente la prueba testifical de los agentes practicada en
primera instancia, y que sirve de base a la absolución, pues los agentes ni siquiera realizaron la
habitual reseña de signos externos, por considerar que el acusado no presentaba
sintomatología.
En segundo lugar, se denuncia la vulneración del derecho a la presunción de inocencia
(art. 24.2 CE), porque no se ha practicado prueba de cargo alguna que permita concluir que el
recurrente conducía con sus facultades mermadas por la previa ingesta de alcohol, sino que de
la prueba practicada, especialmente la testifical de los agentes policiales, lo que se concluye es
lo contrario: que el recurrente no presentaba síntomas externos de la influencia del alcohol. Y el
artículo 379 CP no sólo exige la previa ingesta de alcohol, que sí está acreditada, sino la efectiva
influencia del mismo en la capacidad para conducir, que ha de probarse en el acto del juicio bajo
los principios de inmediación y contradicción; de lo contrario, el fallo debe ser absolutorio. La
Sentencia recurrida carece de prueba respecto de la influencia del alcohol, y la presume en sus
razonamientos, en contra de lo exigido por el derecho a la presunción de inocencia.
En el suplico de la demanda se solicita que se declare la vulneración denunciada y la
nulidad de la resolución recurrida.
Mediante otrosí se interesa la suspensión de la ejecución de la Sentencia, por entender
que ello no supone grave perturbación de los intereses generales, ni de terceros, y que de no
acordarse, la eventual estimación del amparo perdería su finalidad.
4. Por providencia de 5 de junio de 2006, la Sala Segunda acordó la admisión a trámite
de la demanda y, a tenor de lo dispuesto en el artículo 51 LOTC, requerir al Juzgado de lo Penal
núm. 1 de Reus y a la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Tarragona para que el
plazo de diez días remitieran testimonio del juicio oral núm. 306-2004 y rollo de apelación núm.
158-2005, interesándose al tiempo que por el Juzgado se emplazara a quienes fueron parte en el
procedimiento, a excepción del recurrente en amparo, para que en el plazo de diez días pudieran
comparecer en este proceso constitucional.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días a los recurrentes y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el artículo 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante Auto
de 16 de abril de 2007, la Sala Segunda acordó denegar la suspensión solicitada.
6. Una vez recibidas las actuaciones, a través de una diligencia de ordenación de 3 de
mayo de 2007 se dio vista de las mismas a la parte recurrente y al Ministerio Fiscal por término
de veinte días, dentro de los cuales podrían presentar las alegaciones que estimasen
pertinentes, conforme a lo establecido en el artículo 52.1 LOTC.
7. El día 25 de junio de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal, interesando
la desestimación de la demanda de amparo.
Recuerda el Fiscal que de la doctrina sostenida por la STC 167/2002 y las
numerosísimas que la siguen se desprende que, tras una absolución en la primera instancia, no
pueden volver a valorarse sin inmediación en la segunda instancia pruebas personales para
sustentar en ellas la condena; pero que sí es constitucionalmente admisible sustentar la condena
en una nueva valoración de aquellas pruebas que no requieran inmediación, como las
documentales, así como en la reconstrucción del juicio de valoración estrictamente jurídico que,
apoyándose en los mismos hechos, realizan la función de subsunción de la conducta en el tipo
penal de modo diverso. En este sentido cita las SSTC 272/2005, FJ 2; 170/2005, 74/2006 y la
reciente 43/2007, en un supuesto estrechamente conectado con el presente, en el que el
Tribunal Constitucional declaró no vulnerado el derecho a un proceso con todas las garantías por
la Sentencia de apelación que condenaba sobre la base de una diferente valoración jurídica de la
influencia del alcohol en la conducción, estimando errónea la inferencia realizada por el Juez de
instancia.
8. En el presente caso, la única modificación del relato de hechos probados realizada por
la Audiencia Provincial es relativa a la acreditación de la influencia del alcohol en la conducción,
que se infiere a partir de hechos reflejados en la propia sentencia de instancia: cifras de
alcoholemia, modo de producción del accidente e ingesta de alcohol ("dos cubatas") con
anterioridad al accidente, hecho admitido por el propio recurrente, como consta en el fundamento
jurídico primero de la Sentencia de instancia. El fallo condenatorio no está fundado en una nueva
valoración sin inmediación de los testimonios vertidos en el acto del juicio oral, sino en esos
datos, admitidos en la sentencia de instancia o derivados de actuaciones documentadas
(atestado, pericial de daños, croquis del accidente), a partir de los cuales se hace una distinta
valoración jurídica, que permite inferir la influencia del alcohol en la conducción, lo que no resulta
contrario a las exigencias del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE).
Tampoco estima concurrente el Ministerio Fiscal la vulneración del derecho a la
presunción de inocencia (art. 24.2 CE), pues existen pruebas incriminatorias (declaración del
recurrente reconociendo haber ingerido alcohol antes de conducir; resultado positivo de las
pruebas de alcoholemia; la mecánica del accidente, provocado por el recurrente al invadir el
carril contrario) a partir de las cuales puede inferirse razonablemente la influencia del alcohol en
la conducción, sin que pueda este Tribunal constituirse en una tercera instancia y volver a valorar
las pruebas, como pretende el recurrente.
9. Por providencia de 13 de diciembre de 2007 se señaló para deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 17 del mismo mes y año.
Fundamentos:
S.TC. 196/2007 .
Referencia número: 196/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 11/9/2007
Publicación BOE: 20071016 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Roberto García-Calvo y Montiel
Número registro: 7185-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE
DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 7185-2004, promovido por don Ángel Sierra Andrade,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Beatriz de Mera González y asistido por
el Abogado don Ángel María Fernández Cebrián, contra la Sentencia de fecha 26 de octubre de
2004, dictada por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Orense, en el rollo de
apelación núm. 30-2004, que condenó al demandante, como autor de un delito contra la
seguridad del tráfico, a la pena de multa de cinco meses, a razón de 6 euros diarios, y privación
del permiso de conducir por tiempo de un año y diez meses, indemnización y costas. Ha
intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido parte don Eladio Domínguez Corbillón, representado por
el Procurador don Luis Arredondo Sanz y asistido por el Abogado don José Feijoó Miranda. Ha
sido Ponente el Magistrado don Roberto García-Calvo y Montiel, quien expresa el parecer de la
Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 29 de
noviembre de 2004, doña Beatriz de Mera González, Procuradora de los Tribunales, en nombre
y representación de don Ángel Sierra Andrade, interpuso recurso de amparo contra la resolución
judicial a la que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) El Juzgado de lo Penal núm. 1 de los de Ourense dictó Sentencia, en el procedimiento
abreviado núm. 145-2003, de fecha 13 de octubre de 2003, absolviendo al ahora demandante de
amparo.
La Sentencia declara probado que el demandante, que conducía un auto, alcanzó al
vehículo que le precedía a consecuencia de su desatención a las incidencias viarias. Se practicó
prueba de alcoholemia, que arrojó resultados de 1,04 y 1,03 mgr/l., rehusando el acusado, que
mostraba normal deambulación, habla clara, respuestas claras y lógicas y expresión normal, la
prueba de contraste que le fue ofrecida.
b) Interpuesto recurso de apelación contra dicha Sentencia por el perjudicado, la
Audiencia Provincial de Ourense señaló vista, a la que citó al acusado, asistido de su Letrado, y
a las representaciones procesales de las partes. En la vista las partes alegaron lo que estimaron
pertinente, y se concedió al acusado el derecho a la última palabra, manifestando no tener nada
que añadir.
c) Seguidamente, la Audiencia dictó Sentencia, de fecha 26 de octubre de 2004, que
condenó al acusado, como autor de un delito contra la seguridad del tráfico, a la pena de multa
de cinco meses, a razón de 6 euros diarios, y privación del permiso de conducir por tiempo de un
año y diez meses, indemnización y costas, absolviéndole de la falta de lesiones de que venía
siendo acusado.
La Sentencia modifica los anteriores hechos probados, estableciendo que el acusado
conducía con sus facultades psicofísicas mermadas para la conducción como consecuencia de
la ingesta de alcohol; en segundo término, que el acusado solicitó la prueba de contraste
sanguínea para la determinación de alcoholemia, dando el oportuno consentimiento informado,
que arrojó como resultado una alcoholemia de 247 mg/dl; por último, que dos horas después del
accidente presentaba rostro congestionado, ojos brillantes, pupilas dilatadas, comportamiento
normal-tranquilo-educado, habla clara, halitosis alcohólica muy fuerte de cerca, respuestas
claras y lógicas con expresión normal y deambulación correcta.
Para ello, la Audiencia Provincial se apoya en el resultado de los tests alcoholimétricos,
analítica sanguínea, testifical del agente instructor del atestado y diligencia policial de
sintomatología externa.
3. La demanda de amparo invoca la violación del derecho a la tutela judicial efectiva (art.
24.1 CE) y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), y del derecho a la presunción de
inocencia (art. 24.2 CE). El demandante alega que la Audiencia Provincial de Ourense, al dictar
la Sentencia que ahora se recurre, procedió a una revisión de conjunto de la prueba practicada
en primera instancia y, entre ellas, la de naturaleza netamente personal (testimonio de los
agentes de tráfico y manifestaciones recogidas en el atestado elaborado por los mismos), sin
respeto alguno a los principios de inmediación y contradicción. Como consecuencia de lo
anterior, alega el demandante que el elemento del tipo relativo a la influencia efectiva de la
previa ingesta alcohólica en las facultades de conducción aparece huérfano de toda acreditación
al no poder reputarse prueba de cargo válida, a tal efecto, la resultante de la irregular revisión
probatoria efectuada en segunda instancia por el órgano ad quem, relativa al modo de acaecer el
siniestro de autos. Con carácter subsidiario, se aduce también violación del derecho a la tutela
judicial efectiva sin indefensión, al no haberse motivado en la Sentencia objeto de amparo la
extensión de la pena de multa, ni el importe de su cuota diaria, ni el tiempo de duración de la
privación del derecho a conducir vehículos de motor.
Al tiempo, y por otrosí, interesó se decretara la suspensión de la Sentencia impugnada,
en todos y cada uno sus pronunciamientos condenatorios, ya que su ejecución podría ocasionar
al recurrente un perjuicio que haría perder al amparo su finalidad.
4. Por providencia de 22 de febrero de 2006, la Sección Segunda admitió a trámite la
demanda, acordando dirigir atenta comunicación a la Sección Segunda de la Audiencia
Provincial de Ourense y al Juzgado de lo Penal núm. 1 de los de Ourense para que, en el plazo
de diez días, emplazaran a quienes hubieran sido parte en el procedimiento, con excepción del
recurrente en amparo que aparece ya personado, para que en el plazo de diez días pudieran
comparecer en este proceso constitucional, así como para que remitieran, respectivamente,
testimonio del rollo de apelación núm. 30-2004 y del procedimiento abreviado núm. 145-2003.
Con la misma fecha se dictó providencia incoando la pieza separada de suspensión en
la que, tras las diligencias procedentes, se dictó Auto de fecha 3 de abril de 2006, acordando
denegar la suspensión solicitada.
5. Mediante escrito que tuvo su entrada en este Tribunal el 4 de abril de 2006, el
Procurador de los Tribunales don Luis Arredondo Sanz, en nombre y representación de don
Eladio Domínguez Corbillón, se personó en el presente recurso de amparo, bajo la dirección
letrada de don José Feijoó Miranda.
Seguidamente, por diligencia de ordenación de 3 de mayo de 2006, se acordó tenerle
por personado en la representación invocada y, a tenor de lo dispuesto en el art. 52 LOTC, se
dispuso dar vista de las actuaciones y un plazo común de veinte días para alegaciones al
Ministerio Fiscal y a las partes personadas.
6. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 1 de septiembre de 2006, presentó
alegaciones solicitando la denegación del amparo solicitado.
Comienza el Fiscal sus alegaciones indicando que lo primero que ha de destacarse en
este proceso es la práctica identidad entre los hechos declarados probados en la Sentencia de
instancia y los de la apelación, en lo que se refiere al resultado de las pruebas alcoholométricas
de expulsión de aire -fijadas en la primera de ellas en 1,04 mgr/l y aceptadas en la segunda-, de
modo que, respecto de este dato objetivo, únicamente se observa que, negada por el Juzgado la
práctica de una prueba de análisis de sangre, ésta es afirmada por la Sentencia de apelación,
que incluye en los hechos probados una tasa de 247 mg/dl. También es idéntica la
determinación de la forma de producirse el accidente, y de las lesiones y secuelas del
perjudicado.
Este simple dato, la prueba de alcoholemia practicada inicialmente, traída al juicio oral
de primera instancia en debida forma -puesto que ninguna queja se articula al respecto-,
afirmada expresamente en la Sentencia de instancia y ratificada en la de apelación es, suficiente
para rechazar los dos primeros motivos de amparo: en este caso estamos ante la extracción de
distintas consecuencias respecto de una tasa de alcohol establecida ya en la primera instancia:
el Juez de lo Penal considera que no existía afectación de las condiciones psicofísicas
necesarias para la conducción, y, por el contrario, la Audiencia Provincial afirma tal limitación.
Así se desprende claramente de la lectura del segundo párrafo del fundamento jurídico primero
de la Sentencia de apelación, circunscrita prácticamente a afirmar que, a partir de determinado
nivel de alcohol en sangre, se produce una disminución de la capacidad de percepción, reflejos y
facultades para la conducción. Por otra parte, resulta claro al Fiscal que el resultado de la
analítica sanguínea practicada con consentimiento del interesado constituye una prueba
documentada, no precisada de ratificación, que fue silenciada por el Juzgado de lo Penal pero
que fue articulada como tal prueba documental en la instancia. Este carácter de prueba
documental, o, al menos, documentada, y la forma de proponerla en ambas instancias se
traduce en la posibilidad de que la Audiencia Provincial la tuviera en cuenta, más aún cuando no
es la única ni la principal prueba de cargo, sino que, como se ha dicho, el fundamento principal
de la condena deriva de una distinta valoración de los efectos en la conducción de una tasa de
alcohol en sangre que ya había sido afirmada en la Sentencia de instancia y mantenida en la de
apelación.
Por ello, añade el Fiscal, puede afirmarse que hubo prueba de cargo suficiente para
desvirtuar la presunción de inocencia, y que la condena de la Audiencia Provincial no se ha
fundado en pruebas precisadas de inmediación y no practicadas en su presencia, porque las
referencias a la declaración de uno de los agentes de la guardia civil y a la diligencia policial de
sintomatología no constituirían sino simples "complementos", no relevantes, del fundamento de
la condena que es, esencialmente, la prueba inicial a la que antes se ha aludido; así, pues,
entiende el Fiscal que la simple supresión de estas dos pruebas no implica ninguna posibilidad
de cambio en la fundamentación de la Sentencia de la
Audiencia Provincial.
En relación con la última queja, que denuncia, con carácter subsidiario, falta de
motivación de la extensión de las penas impuestas, estima el Fiscal que las menciones que la
Sentencia contiene son suficientes para fundar dicha pena, especialmente si se tiene en cuenta
que la impuesta está dentro de la mitad inferior, tanto en lo que se refiere a su duración como a
su cuantía.
7. Con fecha 6 de junio de 2006 presentó sus alegaciones en el Registro General de
este Tribunal la representación de don Eladio Domínguez Corbillón, por medio de las cuales
también solicita la denegación del amparo en cuanto, en su consideración, la apreciación de los
hechos que realiza el Tribunal de apelación descansa en un análisis de la prueba documental
obrante en autos, sin que pueda en modo alguno admitirse que tales variaciones fácticas hayan
venido introducidas por una particular o distinta interpretación de las pruebas de carácter
personal practicadas en el acto del juicio oral. A ello añade que el Tribunal de apelación no
solamente ha respetado el derecho a un proceso público con todas las garantías, sino que ha
valorado una prueba válida de cargo, concretamente la prueba documental obtenida lícitamente
que no ha sido objeto de discusión ni impugnación de las partes a lo largo del proceso,
limitándose sin más la Audiencia Provincial a discrepar de la valoración que sobre esta prueba
documental había realizado la Magistrada de instancia en su Sentencia inicial.
Finalmente, en relación con la denuncia de infracción del derecho a la tutela judicial
efectiva por falta de motivación de la Sentencia penal en relación con la extensión de la pena
impuesta al condenado, considera que atendiendo a los hechos declarados probados en la
Sentencia de la Audiencia Provincial, cabe inferir que existe una motivación ajustada a las
exigencias constitucionales, máxime cuando no se eleva la pena solicitada en su momento por la
acusación y que sobre todo dicha pena no es desproporcionada a tales efectos.
8. Con fecha 30 de mayo de 2006 presentó sus alegaciones en el Registro General de
este Tribunal la representación del demandante de amparo, en las que reitera y ratifica las
alegaciones ya contenidas en la demanda.
9. Por providencia de 7 de septiembre de 2007 se señaló para deliberación y votación de
la presente Sentencia el día 10 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Ángel García Hermosilla frente al Auto de un Juzgado de Instrucción
de San Javier (Murcia) que denegó la incoación de un habeas corpus respecto a la duración de
su detención en comisaría en diligencias por delito contra la salud pública. Vulneración del
derecho a la libertad personal: inadmisión a trámite de una petición de habeas corpus por
razones de fondo (STC 86/1996).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García?Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 5624-2005, promovido por don Ángel García Hermosilla,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña María del Carmen Giménez Cardona y
asistido por el Abogado don José Antonio Izquierdo Martínez, contra el Auto dictado el 23 de
junio de 2005 por el Juzgado de Instrucción núm. 1 de San Javier (Murcia) en el procedimiento
de habeas corpus núm. 1-2005. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el
Magistrado don Manuel Aragón Reyes, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 22 de julio de 2005, doña María del
Carmen Giménez Cardona, Procuradora de los Tribunales, en nombre y representación de don
Ángel García Hermosilla, interpuso recurso de amparo contra la resolución judicial a la que se ha
hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. Los hechos de los que trae causa la demanda de amparo, relevantes para la
resolución de este recurso, son los que se expresan a continuación:
a) El recurrente fue detenido por agentes de la Guardia Civil del puesto de San Javier a
las 13:30 horas del día 22 de junio de 2005, por la comisión de un presunto delito contra la salud
pública. A la mañana del día siguiente, su hermano, avisado telefónicamente de la detención
desde el momento en que ésta se produjo, instó ante el Juzgado de Instrucción núm. 1 de San
Javier procedimiento de habeas corpus, por considerar que la detención era ilegal, toda vez que
el recurrente llevaba casi veinte horas detenido en dependencias policiales, sin que ello fuera
necesario para la realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos.
En la misma fecha el Juzgado de Instrucción núm. 1 de San Javier dictó providencia acusando
recibo de la solicitud de habeas corpus, registrándola con el núm. 1-2005 y dando traslado para
informe al Fiscal, que lo emitió ese mismo día, manifestando que no concurren ninguno de los
supuestos para considerar que la detención es ilegal.
b) El mismo día 23 de junio de 2005 el Juzgado de Instrucción núm. 1 de San Javier,
dictó Auto por el que se deniega la solicitud de incoación del procedimiento de habeas corpus
instado por don Francisco Javier García Hermosilla a favor de su hermano don Ángel García
Hermosilla, al entender que no concurren en la detención de éste ninguna de las circunstancias
enumeradas en el art. 1 de la Ley Orgánica 6/1984, de 24 de mayo, reguladora del
procedimiento de habeas corpus, para considerar como ilegal una detención, por lo que al
amparo del art. 6 de la referida Ley debe considerarse improcedente la solicitud efectuada.
c) El recurrente fue puesto a disposición judicial al mediodía del siguiente 24 de junio de
2005 y tras los trámites oportunos se acordó por Auto del Juzgado de Instrucción núm. 1 de San
Javier su libertad provisional en el marco de las diligencias previas de procedimiento abreviado
núm. 1091-2005.
3. En la demanda de amparo se alega que el Auto impugnado ha vulnerado los derechos
del recurrente a la libertad personal (art. 17 CE) y a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), por
considerar que el órgano judicial, al inadmitir el procedimiento de habeas corpus, no ha
preservado el derecho a la libertad del recurrente en amparo, en su concreción procesal de
acceso al referido procedimiento para garantizar el control judicial de la corrección de la
detención policial, que reputa ilegal. En desarrollo de la queja se invoca el derecho a que la
detención preventiva no dure más que el tiempo estrictamente necesario para la realización de
las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos, argumentando que en el tiempo
que permaneció detenido en las dependencias policiales, superior a 48 horas, no se practicaron
diligencias de investigación que justificasen esa privación de libertad, que no tuvo así otro objeto
que la intimidación del detenido, para conseguir una declaración inculpatoria. Igualmente se
denuncia que el Juzgado de Instrucción, lejos de remediar esta situación, al denegar la solicitud
de incoación del procedimiento de habeas corpus coadyuvó a que se prolongase la detención
ilegal.
4. Por providencia de 4 de septiembre de 2005 la Sección Primera de este Tribunal
acordó admitir a trámite la demanda de amparo y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC,
requerir al Juzgado de Instrucción núm. 1 de San Javier para que en el plazo de diez días
remitiese testimonio del procedimiento de habeas corpus núm. 1?2005.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 25 de septiembre de 2005 se tuvo por recibido el testimonio de las actuaciones
remitido por el Juzgado de Instrucción núm. 1 de San Javier y asimismo se procedió, conforme a
lo dispuesto en el art. 52 LOTC, a dar vista de las mismas por un plazo común de veinte días al
Ministerio Fiscal y a la Procuradora del demandante de amparo, para que dentro de dicho plazo
presentasen las alegaciones que a su derecho conviniesen.
6. La representación procesal del recurrente presentó su escrito de alegaciones el 31 de
octubre de 2007, dando por reproducidas las expuestas en la demanda de amparo.
7. El Ministerio Fiscal presentó su escrito de alegaciones el 15 de noviembre de 2007
interesando el otorgamiento del amparo solicitado. Señala el Ministerio Fiscal que la queja
referida a la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) se entiende
subsumida en la lesión del derecho sustantivo a la libertad personal (art. 17 CE), vulneración
que, en efecto, se ha producido en el presente caso, pues, de acuerdo con reiterada doctrina
constitucional (cita las SSTC 94/2003, 23/2004, 122/2004 y 29/2006), no cabe fundamentar la
inadmisión de la solicitud de incoación del procedimiento de habeas corpus en razones de fondo
sobre la legalidad de la detención, privando así al detenido de su derecho a ser oído y proponer
y practicar, en su caso, pruebas, para enjuiciar la ilicitud o ilicitud de la detención. En
consecuencia, concluye el Fiscal, procede otorgar el amparo, reconociendo al recurrente su
derecho a la libertad y anulando el Auto impugnado, sin que resulte procedente ningún otro
pronunciamiento, toda vez que, como se indica en la propia demanda de amparo, el recurrente
pasó a disposición judicial al día siguiente de dictarse el Auto, lo que hace innecesario acordar
su puesta en libertad.
8. Por providencia de 21 de febrero de 2008 se acordó señalar para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 25 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
S.TC. 21/2008 .
Referencia número: 21/2008
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 31/1/2008
Publicación BOE: 20080229 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Javier Delgado Barrio
Número registro: 7598-2006/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Ramón López Iglesias frente a la Sentencia y el Auto de aclaración
de la Sala Segunda de lo Penal del Tribunal Supremo que estimó parcialmente su recurso de
casación en causa por delitos de estafa y falsificación de documento. Vulneración del derecho a
la tutela judicial efectiva: mantenimiento de la pena de prisión de un condenado cuyo recurso de
casación ha sido estimado parcialmente, revocando uno de los delitos que sustentaban la pena,
sin motivación.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta, don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 7598-2006, promovido por don Ramón López Iglesias,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña María del Rosario Victoria Bolívar y
asistido por el Abogado don Joseba Íñiguez Ochoa, contra la Sentencia de 2 de marzo de 2006
(segunda Sentencia) y el Auto de 17 de mayo de 2006, dictados ambos por la Sala Segunda del
Tribunal Supremo, en el recurso de casación núm. 2254-2004. Ha intervenido el Ministerio
Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Javier Delgado Barrio, quien expresa el parecer de la
Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el día 18 de
julio de 2006, la Procuradora de los Tribunales doña María del Rosario Victoria Bolívar, en
nombre y representación de don Ramón López Iglesias, interpuso recurso de amparo contra las
resoluciones judiciales que se citan en el encabezamiento.
2. Los hechos en los que tiene su origen el presente recurso y relevantes para su
resolución son, sucintamente expuestos, los siguientes:
a) La Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Vizcaya de 30 de
junio de 2004, condenó al demandante de amparo, como autor de los delitos de estafa
continuada en concurso medial con delito de uso de documento falso oficial y mercantil, a la
pena de cuatro años de prisión, accesoria de inhabilitación para el derecho de sufragio pasivo
durante el tiempo que dure la condena, así como al abono de las costas procesales causadas.
En relación con la pena a imponer, en el fundamento jurídico cuarto se señala -en lo que
aquí interesa- que estamos ante un delito continuado de estafa del tipo básico (art. 249 CP) "que
en concurso medial con el delito de uso de falsedad en documento público, llevaría a imponer la
pena (arts. 74 y 77 del C. Penal) en cuatro años de prisión".
Y en el fundamento jurídico quinto se justifica la pena impuesta sobre la base de que no
se aprecia la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad penal y "en
atención a las circunstancias que se derivan de la variedad de afectados, multiplicidad de las
acciones, importancia del montante económico y concurso de los delitos en el modo expresado
(art. 249 del C. Penal)".
b) Contra la anterior resolución, el demandante de amparo interpuso recurso de
casación, que fue impugnado por el Ministerio Fiscal, salvo en uno de los motivos. En concreto,
el Fiscal apoya parcialmente el quinto motivo de recurso, poniendo de manifiesto que no cabe
apreciar el delito de uso de documento falso (art. 393 CP), que resulta absorbido por el delito de
estafa y que "la pena impuesta de cuatro años de prisión debe ser reducida, por cuanto la Ley
Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre, cuya entrada en vigor se produjo el 1 de octubre de
2004, establece que la extensión de la pena prevista en el art. 249 del Código Penal oscila entre
los 6 meses y tres años".
El recurso fue parcialmente estimado por Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo de 2 de marzo de 2006. Esta Sentencia, en su fundamento jurídico quinto, sostiene que
aborda la impugnación de la calificación jurídica de los hechos desde la perspectiva sostenida
por el Ministerio Fiscal, expresándolo así:
"Argumenta el ministerio público que no es factible la doble condena por delito de uso de
documento oficial falso y por delito de estafa, por cuanto al exigir el delito de falsedad de uso el
perjuicio de tercero, ese elemento queda absorbido en la estafa. Este criterio es compartido. La
exigencia típica de que el delito de falsedad de uso, para que sea típico exige que sea
presentado en juicio o que se realice en perjuicio de tercero, supone que el documento falso que
se emplea es la propia artimaña o engaño de la estafa que exige el ánimo de lucro. Por lo tanto,
en aplicación de la norma de solución concursal de normas, prevista en el apartado 3 del art. 8
del Código Penal, procede absorber en la estafa la utilización del documento falso.-Resta por
examinar cuál de los dos Códigos aplicables, el del Texto Refundido de 1973, o el de 1995, es
de aplicación. Por el primero, la pena procedente sería la que media entre la prisión menor, seis
meses y un día, y el grado medio de la prisión mayor, ocho años, resultante de considerar que el
delito de estafa era de gravedad muy calificada, al exceder varias de las estafas de los seis
millones que permitía la configuración de la especial gravedad como calificada. Además al
tratarse de delito continuado, la penalidad podía ser impuesta hasta el grado medio de la pena
superior en grado. De acuerdo al Código de 1995, la pena procedente es la que media entre los
seis meses a cuatro años, en la mitad superior, esto es, la que media entre dos años y tres
meses y cuatro años. A esta pena se llega desde la consideración de que nos encontramos ante
un delito de estafa, no agravado, y aplicando la regla penológica del art. 74 anterior a su reforma
por la LO 15/2003.-Parece patente que es más beneficioso el Código actualmente vigente, por lo
que el motivo no puede ser estimado en la argumentación que desarrolla el recurrente, si bien, y
como postula el Ministerio público, será estimado para suprimir de la penalidad la condena por el
delito de uso de documento oficial falsificado del art. 393 del Código Penal."
Al final del fundamento jurídico décimo se introduce un párrafo del siguiente tenor literal:
"Segunda sentencia: condenar a los dos por delito continuado de estafa a la pena de dos años y
tres meses de prisión, accesorias legales y al pago de las costas procesales". A continuación, en
el fallo, se declara haber lugar parcialmente al recurso de casación por infracción de ley,
casando y anulando la Sentencia de la Audiencia Provincial de Vizcaya.
Ese mismo día, se dicta la segunda Sentencia por la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo, en cuya fundamentación se afirma: "Que por las razones expresadas en el quinto de
los fundamentos jurídicos de la Sentencia de casación procede la estimación parcial de los
recursos presentados por don Ramón López Iglesias y don A.F.S.". Y su fallo tiene el siguiente
tenor literal: "Que debemos condenar y condenamos a don Ramón López Iglesias y don A.F.S.
como autores de un delito de estafa ya definido a la pena de cuatro años de prisión, accesorias
de inhabilitación para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena y al pago de
la mitad de las costas procesales integrando las de la acusación relativas a doña M.L.R.P. y a
C.M.C. Y les absolvemos del delito de uso de documento falso oficial con declaración de oficio
de la mitad de las costas procesales. Se ratifican los demás pronunciamientos de la sentencia
impugnada".
c) El recurrente solicitó la aclaración de esta segunda Sentencia, por entender que
existía un error material de transcripción en el fallo, a la vista de lo expuesto en el fundamento
jurídico quinto de la primera Sentencia y del párrafo final de la fundamentación jurídica de la
misma, previo al fallo, y que la pena impuesta debería ser de dos años y tres meses de prisión.
Mediante Auto de 17 de mayo de 2006, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
procede a la aclaración del error material de transcripción padecido, manifestando en el
razonamiento jurídico segundo lo siguiente: "En la Sentencia dictada por esta Sala en el recurso
de casación 2254/2004, se aprecia un error de transcripción al incorporar en el fundamento
jurídico décimo un párrafo, el último, que ha de ser suprimido. Error material que mediante el
presente Auto de aclaración se subsana mediante la omisión del último párrafo de dicho
fundamento jurídico". En virtud de lo cual se acuerda aclarar el error material de transcripción
padecido en la primera Sentencia, "omitiendo dicho último párrafo del fundamento jurídico
décimo".
3. El recurrente fundamenta su demanda de amparo en la vulneración de su derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE)y a un proceso con todas las garantías (art.
24.2 CE), desde diversas perspectivas.
En primer lugar, se denuncia la existencia de "un error patente a la hora de transcribir el
fallo de la segunda Sentencia", no resuelto por el Auto de aclaración. El error consistiría en la
imposición de una pena de cuatro años de prisión, idéntica a la impuesta por el Tribunal a quo
(pese a haberse estimado parcialmente el recurso de casación y habérsele absuelto del delito de
uso de documento falso por el que había sido inicialmente condenado, y pese a que la única
parte acusadora había apoyado el motivo e interesado la reducción de la pena), cuando la
primera Sentencia anticipaba el fallo en inequívocos términos al afirmar: "Segunda sentencia:
condenar a los dos por delito continuado de estafa a la pena de 2 años y tres meses de prisión,
accesorias legales y el pago de las costas procesales". A estos argumentos añade el de que, si
la Sala Segunda hubiera querido imponer idéntica pena, en aplicación del principio de pena
justificada hubiera procedido a desestimar el recurso de casación por infracción de ley, pues el
mismo estaría privado de eficacia práctica alguna.
En segundo lugar, se sostiene que la imposición de una pena idéntica a la de la instancia
en este caso resuelta manifiestamente irrazonable, porque no se cohonesta con la motivación de
la Sentencia, y en concreto con el fundamento jurídico quinto, en el que el Tribunal Supremo
afirmaba que el motivo "como postula el Ministerio público, será estimado para suprimir de la
penalidad la condena por el delito de uso de documento oficial falsificado del art. 393 del Código
penal". Si la Audiencia impuso la pena máxima permitida (cuatro años de prisión), entendiendo
que concurrían dos delitos en concurso medial, suprimido uno de ellos no puede castigarse la
conducta con la misma penalidad, salvo que se expliciten las razones para mantener esa
máxima penalidad, cosa que no hacen las resoluciones impugnadas.
Por último, sostiene el recurrente que el Ministerio público -única parte acusadora- había
solicitado expresamente que se rebajase la pena de cuatro años impuesta por la Audiencia
Provincial, por lo que el apartamiento de tal criterio e imponer una pena superior a la solicitada
por el Fiscal sólo es constitucionalmente admisible, según la doctrina de este Tribunal (STC
20/2003, de 10 de febrero, FJ 6) si se exteriorizan de modo expreso las razones que conducen a
tal decisión, como reflejo del principio acusatorio. La ausencia de motivación al respecto quiebra
la garantía contenida en el art. 24.1, con incidencia en el principio acusatorio, integrado en el
derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE).
En el suplico interesa que se declare la nulidad de las resoluciones recurridas, con
retroacción de las actuaciones para que la Sala Segunda del Tribunal Supremo dicte una nueva
segunda Sentencia acomodada a la fundamentación jurídica de la primera y en la que la pena a
imponer no sea superior a la solicitada por el Fiscal.
Mediante otrosí se interesa igualmente la suspensión de la ejecución de la Sentencia
impugnada, pues de no acordarse la misma se le causaría un perjuicio irreparable.
4. Por providencia de 31 de octubre de 2006, la Sección Primera acordó la admisión a
trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, requerir
atentamente a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo y a la Sección Primera de la Audiencia
Provincial de Vizcaya para que en el plazo de diez días remitieran respectivamente testimonio
del recurso de casación 2254-2004 y del rollo penal 79-2002, interesándose al propio tiempo que
se emplazara a quienes fueron parte en el mencionado procedimiento, con excepción del
recurrente en amparo, que aparece ya personado, para que en el plazo de diez días pudieran
comparecer en este proceso constitucional, con traslado a dichos efectos de copia de la
demanda presentada.
5. Por otra providencia de la misma fecha se acordó la apertura de la correspondiente
pieza separada para la tramitación del incidente de suspensión, concediéndose un plazo común
de tres días al recurrente y al Ministerio Fiscal para que formularan alegaciones sobre el
particular, conforme a lo previsto en el art. 56 LOTC. Evacuado dicho trámite, mediante ATC
39/2007, de 12 de febrero, la Sala Primera acordó suspender la ejecución de la Sentencia
recurrida en lo relativo a la pena privativa de libertad y a la accesoria legal, denegándola
respecto de los demás pronunciamientos.
6. Una vez recibidos los testimonios de las actuaciones, a través de una diligencia de
ordenación de 16 de febrero de 2007, se dio vista de las mismas a la parte recurrente y al
Ministerio público por término de veinte días, dentro de los cuales podrían presentar las
alegaciones que estimaran pertinentes, conforme a lo establecido en el art. 52 LOTC.
7. La representación procesal del demandante de amparo formuló sus alegaciones
mediante escrito que tuvo su entrada en el Registro General de este Tribunal el día 22 de marzo
de 2007, en el que da por reproducidos los argumentos ya expuestos en la demanda.
8. El día 23 de marzo de 2007 presentó sus alegaciones el Ministerio Fiscal, interesando
el otorgamiento del amparo, por vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva (art. 24.1
CE) y a la legalidad (art. 25.1 CE).
Tras recordar la doctrina de este Tribunal acerca del error patente, con cita de la STC
109/2006, sostiene el Fiscal que en el presente caso "no existe un error fáctico inmediatamente
verificable, pues no puede calificarse como tal la decisión judicial por virtud de la cual, de un lado
se estima el recurso de casación, y de otro no se llega a reducir la pena impuesta por la
Audiencia Provincial; y ello, porque la tácita inaplicación del denominado "principio de pena
justificada", no sólo no es que no integre un hecho -pues constituye una valoración en la que la
Sala emplea o no el meritado principio-, sino que, además, éste no posee una indiscutible
virtualidad ni acarrea la consiguiente e imperativa sujeción por parte del órgano judicial, pues el
empleo de dicho principio es siempre potestativo, siendo la Sala a quien corresponde en cada
caso decidir si ante el planteamiento de un recurso de casación se vale o no de tal instituto,
resolviendo desde la perspectiva de una valoración jurídica -no de la supuesta afirmación de un
elemento fáctico-, si resulta o no sostenible una determinada impugnación de la parte, sin
perjuicio de que la consecuencia penológica pueda no obstante permanecer invariada. A estos
efectos ha de tenerse en cuenta además el carácter informador de la jurisprudencia del Tribunal
Supremo, y por lo tanto, la necesidad del establecimiento de líneas interpretativas con una
finalidad dogmática que no puede hurtarse acudiendo al fácil expediente de la identidad
cuantitativa de las penas, con abstracción de las razones que justifican la imposición de unas u
otras, pues en tal caso se defraudaría la función integradora del ordenamiento jurídico que a la
jurisprudencia reserva el Código Civil".
Entiende el Fiscal que sí podía apreciarse en la Sentencia impugnada una incongruencia
interna, ante la manifiesta contradicción que se advierte entre el contenido del segundo párrafo
del fundamento de derecho décimo de la primera Sentencia (en el que se dice: "Segunda
sentencia: condenar a los dos por delito continuado de estafa a la pena de dos años y tres
meses de prisión") y el fallo de la segunda (en la que se condena a los acusados a la pena de
cuatro años de prisión). Y aunque la misma ha sido resuelta por el Auto de aclaración, la forma
en que se ha producido dicha subsanación "resulta manifiestamente arbitraria". Y ello porque
"para resolver la incongruencia interna se acude al fácil expediente de suprimir sin más una de
las menciones de la Sentencia, señalando que al incluirla se habría sufrido un error
mecanográfico. Sin embargo, no se explica en la citada resolución, el motivo por el cual, ante los
dos pronunciamientos incompatibles entre sí (dos años y tres meses vs. cuatro años) se sitúa el
error en el primero de ellos, cuando la fundamentación de la Sentencia no parece avalar esa
tesis, sino precisamente la contraria". La segunda Sentencia del Tribunal Supremo resulta
necesariamente condicionada por el contenido de la primera y al no haberse respetado dicho
contenido en la segunda Sentencia ésta resulta manifiestamente arbitraria y vulneradora del
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE).
Al margen de lo anterior, entiende el Fiscal que el artículo 249 del Código penal, en
virtud de la redacción operada por Ley 15/2003, de 25 de noviembre, que entró en vigor el 1 de
octubre de 2004, con su carácter de norma más favorable, debiera haber sido retroactivamente
aplicado y, en consecuencia, situar la penalidad del delito de estafa entre los seis meses y los
tres años de prisión, tal y como exponía en su informe el Fiscal del Tribunal Supremo. Al no
haberlo hecho así el Tribunal Supremo, "la equívoca selección de una norma derogada, obliga a
apreciar la patente irrazonabilidad de lo resuelto por el Tribunal Supremo, y por ende, la lesión
del derecho a la tutela judicial efectiva del artículo 24.1 CE, así como del principio de legalidad ex
art. 25.1 CE".
Finalmente, y en relación con la denunciada vulneración del principio acusatorio,
recuerda el Fiscal que Pleno del Tribunal en la STC 123/2005 ha afirmado que la confirmación
por el Tribunal de casación de la calificación jurídica realizada en la Sentencia de instancia,
incluso contra la petición de las distintas partes recurrentes, ni priva al condenado de la
posibilidad efectiva de conocer dicha calificación jurídica y de rebatirla en la casación, ni significa
que el Tribunal asuma funciones acusatorias comprometiendo su imparcialidad judicial. Por ello,
no puede sostenerse la pretendida lesión del principio acusatorio, y sí exclusivamente la
afectación del principio de legalidad, en tanto no se ha tenido en cuenta la reforma operada por
la Ley 15/2003, constituyendo además el pronunciamiento judicial una actuación
manifiestamente irrazonable y en consecuencia, vulnerador del derecho a la tutela judicial
efectiva.
9. Por providencia de 28 de enero de 2008 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 31 del mismo mes y año.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. El presente recurso se dirige contra la Sentencia de 2 de marzo de 2006 (segunda
Sentencia) y el Auto de 17 de mayo de 2006, dictados por la Sala Segunda del Tribunal
Supremo, cuestionándose fundamentalmente la legitimidad constitucional del mantenimiento por
parte del Tribunal Supremo de la pena de cuatro años de prisión impuesta en la instancia, pese a
haber estimado parcialmente el recurso de casación y haber absuelto al recurrente de uno de los
delitos por los que había sido inicialmente condenado.
En la demanda se consideran vulnerados los derechos a la tutela judicial efectiva (art.
24.1 CE) y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), denunciando la existencia de un
error patente en el fallo de la segunda Sentencia, la manifiesta irrazonabilidad de la pena
impuesta (al no cohonestarse con la motivación de la primera Sentencia) y la inexistencia de
motivación en la que se expliciten las razones que llevan a mantener la pena máxima permitida y
a imponer una pena superior a la solicitada por la acusación.
El Ministerio Fiscal interesa la estimación del recurso, por vulneración de los derechos a
la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y a la legalidad penal (art. 25.1 CE).
2. Comienza denunciando el recurrente la existencia de un error patente en la
transcripción del fallo de la segunda Sentencia del Tribunal Supremo, no subsanado por el Auto
de aclaración, puesto que se mantiene la pena de cuatro años impuesta por el Tribunal a quo,
pese a haberse anticipado otro fallo (pena de dos años y tres meses) en la primera Sentencia
que casa y anula la de instancia, fallo este que es el único que, basándose "en la manifiesta
contradicción que se advierte entre el contenido del segundo párrafo del fundamento jurídico
décimo de la primera Sentencia y el fallo de la segunda", resulta coherente con la
fundamentación jurídica de la Sentencia.
Conforme a nuestra jurisprudencia, un error de los órganos judiciales sobre las bases
fácticas que han servido para fundamentar su decisión es susceptible de producir una
vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva, si bien no cabe otorgar relevancia
constitucional a toda inexactitud o equivocación, sino que para que se produzca aquella lesión es
necesario que concurran determinados requisitos. En concreto, que se trate de un error patente
en la determinación y selección del material de hecho o del presupuesto sobre el que se asienta
su decisión, produciendo efectos negativos en la esfera jurídica del ciudadano, siempre que se
trate de un error que sea inmediatamente verificable de forma incontrovertible a partir de las
actuaciones judiciales, y que sea determinante de la decisión adoptada, constituyendo el soporte
único o básico (ratio decidendi) de la resolución, de forma que no pueda saberse cuál hubiera
sido el criterio del órgano judicial de no haber incurrido en dicho error (por todas, entre otras
muchas, SSTC 245/2005, de 10 de octubre, FJ 4; 6/2006, de 16 de enero, FJ 4; 150/2006, de 22
de mayo, FJ 2; 180/2007, de 10 de septiembre, FJ 2).
En el presente caso, la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, en el Auto de 17 de mayo
de 2006, que resuelve el recurso de aclaración, pone de manifiesto la existencia de un error
material de transcripción en la primera de sus Sentencias, error que subsana mediante la
"omisión" del último párrafo del fundamento jurídico décimo, de conformidad con las previsiones
legales relativas al recurso de aclaración. Y aclarada de tal modo la primera de las Sentencias y
suprimido de la misma el párrafo sobre cuya base se afirmaba que en ella se anticipaba el fallo
de la segunda, ya no puede sostenerse -como hace el recurrente- que la imposición de la pena
de cuatro años de prisión se deba a un error patente en la transcripción del fallo que podamos
analizar desde la perspectiva de la jurisprudencia que acaba de exponerse.
En efecto, en la línea de lo sostenido por el Ministerio Fiscal, la decisión judicial en virtud
de la cual, pese a haber estimado parcialmente el recurso de casación y absuelto al recurrente
de uno de los delitos, se mantiene la pena impuesta en la instancia, no puede ser considerada
fruto de un error de hecho con relevancia constitucional, dado que el fundamento que se alega -
la citada absolución- es un pronunciamiento de naturaleza jurídica, de suerte que la concreta
cuantificación de la pena podrá ser una incoherencia entre partes distintas de la motivación de la
propia Sentencia, pero no la consecuencia de no tomar en consideración un dato de hecho
resultante de las actuaciones. Por tanto, será en el ámbito de la motivación de la decisión
adoptada, y no en el del error patente, en el que, eventualmente, puedan apreciarse las
vulneraciones que se denuncian.
3. En los restantes motivos de amparo se cuestionan las resoluciones recurridas
precisamente desde la perspectiva de su motivación, denunciando tanto la manifiesta
irrazonabilidad de la pena impuesta (por no cohonestarse el fallo de la segunda Sentencia con la
motivación de la primera y porque no puede mantenerse la pena máxima de cuatro años,
coincidente con la de la Audiencia, pese a la absolución por uno de los delitos a los que se
refería la condena inicial, sin explicitar las razones de la fijación de esa penalidad máxima), como
la ausencia de motivación de la imposición de una pena superior a la solicitada por el Fiscal en el
recurso de casación.
Este Tribunal ha declarado reiteradamente que el deber general de motivación de las
sentencias que impone el art. 120.3 CE, y que se integra en el contenido del derecho a la tutela
judicial efectiva del art. 24.1 CE -conforme al cual las decisiones judiciales deben exteriorizar los
elementos de juicio sobre los que se basan y su fundamentación jurídica ha de ser una
aplicación no irracional, arbitraria o manifiestamente errónea de la legalidad- resulta reforzado en
el caso de las sentencias penales condenatorias, por cuanto en ellas el derecho a la tutela
judicial efectiva se conecta con otros derechos fundamentales y, directa o indirectamente, con el
derecho a la libertad personal (por todas, entre otras muchas, SSTC 43/1997, de 10 de marzo,
FJ 6; 108/2001, de 23 de abril, FJ 3; 20/2003, de 10 de febrero, FJ 5;170/2004, de 18 de octubre,
FJ 2; 76/2007, de 16 de abril, FJ 7). Un deber de motivación que incluye no sólo la obligación de
fundamentar los hechos y la calificación jurídica, sino también la pena finalmente impuesta en
concreto (por todas, SSTC 108/2001, de 23 de abril, FJ 3; 20/2003, de 10 de febrero, FJ 6;
148/2005, de 6 de junio, FJ 4; 76/2007, de 16 de abril, FJ 7).
El fundamento de extender el deber reforzado de motivación a las decisiones judiciales
relativas a la fijación de la pena radica en que el margen de discrecionalidad del que legalmente
goza el Juez no constituye por sí mismo justificación suficiente de la decisión finalmente
adoptada, sino que, por el contrario, el ejercicio de dicha facultad viene condicionado
estrechamente por la exigencia de que la resolución esté motivada, pues solo así puede
procederse a su control posterior en evitación de toda arbitrariedad. De este modo, también en el
ejercicio de las facultades discrecionales que tiene reconocidas legalmente el Juez penal en la
individualización de la pena, es exigible constitucionalmente, como garantía contenida en el
derecho a la tutela judicial efectiva, que se exterioricen las razones que conducen a la adopción
de la decisión (SSTC 20/2003, de 10 de febrero, FJ 6; 136/2003, de 30 de junio, FJ 3; 170/2004,
de 18 de octubre, FJ 2; 76/2007, de 16 de abril, FJ 7) y que éstas no sean incoherentes con los
elementos objetivos y subjetivos cuya valoración exigen los preceptos legales relativos a la
individualización de la pena (SSTC 148/2005, de 6 de junio, FJ 4; 76/2007, de 16 de abril, FJ 7).
Finalmente, hemos de recordar que dicha obligación reforzada de motivar la concreta
pena impuesta cobra especial relieve desde la perspectiva constitucional, y así se ha destacado
por nuestra jurisprudencia, cuando la misma sea mayor a la solicitada por las acusaciones, como
reflejo del principio acusatorio implícito en el art. 24 CE (por todas, SSTC 59/2000, de 2 de
marzo, FJ 4; 20/2003, de 10 de febrero, FJ 6; 136/2003, de 30 de junio, FJ 3) y en aquellos
casos en que se imponga la máxima pena legalmente prevista (SSTC 170/2004, de 18 de
octubre, FJ 3; 148/2005, de 6 de junio, FJ 4).
4. En el presente caso, como quedó reflejado en los antecedentes, el recurrente fue
inicialmente condenado como autor de los delitos de estafa continuada en concurso medial con
delito de uso de documento falso oficial y mercantil a la pena de cuatro años de prisión,
motivando la Sentencia de instancia la cuantía de dicha pena, entre otras razones, en la
existencia del concurso de delitos.
Contra dicha resolución se interpuso recurso de casación, parcialmente estimado por la
Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 2 de marzo de 2006, que en su
fundamento jurídico quinto, sostiene que procede absorber en la estafa la utilización del
documento falso y "suprimir de la penalidad la condena por el delito de uso de documento oficial
falsificado del art. 393 del Código Penal". En ese mismo fundamento jurídico el Tribunal
Supremo establece que "de acuerdo al Código de 1995, la pena procedente es la que media
entre los seis meses a cuatro años, en la mitad superior, esto es, la que media entre dos años y
tres meses y cuatro años", teniendo en cuenta que "nos encontramos ante un delito de estafa, no
agravado, y aplicando la regla penológica del art. 74 anterior a su reforma por la [Ley Orgánica]
15/2003". En la segunda Sentencia dictada por el Tribunal Supremo ese mismo día, se condena
al recurrente como autor de un delito de estafa a la pena de cuatro años de prisión, y se le
absuelve del delito de uso de documento falso oficial, con declaración de oficio de la mitad de las
costas procesales, sin ofrecer explicación alguna de las razones por las que se acuerda la
imposición de dicha pena en concreto.
A la vista de los datos que acaban de exponerse puede afirmarse que ni la Sentencia
recurrida en amparo explicita las razones para justificar que la pena de prisión debía tener tal
duración, ni éstas pueden desprenderse con claridad del conjunto de la decisión (SSTC
193/1996, de 26 de noviembre, FJ 6; 170/2004, de 18 de octubre, FJ 3). Por el contrario, del
análisis de su desarrollo lo que se desprende es, por una parte, que la pena impuesta es la
misma que la de la Sentencia de instancia, pese a que en ésta se fijaba sobre la base de la
existencia de un concurso de delitos entre el continuado de estafa y el de uso de documento
oficial falso y, por otra, que la Sentencia de casación absuelve al recurrente del delito de uso de
documento oficial falso, haciendo desaparecer el concurso de delitos y condenando
exclusivamente por el delito continuado de estafa. En tales circunstancias, ha de entenderse que
asiste la razón al recurrente en cuanto a que resultaba constitucionalmente exigible, conforme al
deber de motivación reforzado al que anteriormente se hizo referencia, una explicitación de los
motivos por los que se acuerda mantener la pena. Al igual que sucedía en el caso resuelto en la
STC 170/2004, de 18 de octubre, FJ 3, desconoce este Tribunal hasta qué punto la gravedad de
los hechos o las circunstancias subjetivas del autor pudieran fundamentar la imposición de la
pena de cuatro años de prisión, pese a la absolución de uno de los delitos; pero lo desconoce
precisamente porque si tales datos, hechos o circunstancias determinantes de la imposición de
tal pena existían, no tienen reflejo alguno en la resolución recurrida, lo que conduce a entender
que no ha existido la motivación constitucionalmente exigible en relación con esta cuestión, lo
que se corrobora destacando que se impuso una pena mayor que la solicitada por el Fiscal en el
recurso de casación.
5. La conclusión anterior acerca de la existencia en la segunda Sentencia dictada por el
Tribunal Supremo de un déficit de motivación en punto a la determinación en concreto de la pena
impuesta al demandante de amparo, y de la consiguiente lesión de su derecho a la tutela judicial
efectiva, conduce al otorgamiento del amparo previsto en el art. 53 a) LOTC, sin que por otra
parte haya lugar al examen de la vulneración del principio de legalidad alegada por el Fiscal,
dado que "la jurisprudencia de este Tribunal viene negando la posible inclusión del principio de
retroactividad de la Ley penal más favorable en el art. 25.1 CE (SSTC 14/1981, de 29 de abril, FJ
7; 68/1982, de 13 de mayo, FJ 3; 122/1983, de 26 de octubre, FJ 2; 51/1985, de 10 de abril, FJ
7; 131/1986, de 29 de octubre, FJ 2; 196/1991, de 17 de octubre, FJ 3; 38/1994, de 17 de enero;
177/1994, de 10 de junio, FJ 1)" (STC 99/2000, de 10 de abril, FJ 5), sin perjuicio de los matices
recogidos en esta jurisprudencia y que no son aplicables al caso.
Resulta así procedente la declaración de nulidad de dicha resolución y la retroacción de
las actuaciones al momento inmediatamente anterior al de su pronunciamiento, a fin de que la
Sala proceda a motivar debidamente la extensión temporal de la pena a imponer (SSTC
108/2001, de 23 de abril, FJ 4; 170/2004, de 18 de octubre, FJ 4; 148/2005, de 6 de junio, FJ 5;
75/2007, de 16 de abril, FJ 7; 76/2007, de 16 de abril, FJ 9).
Fallo:
S.TC. 227/2007 .
Referencia número: 227/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 22/10/2007
Publicación BOE: 20071127 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Vicente Conde Martín de Hijas
Número registro: 3382-2005/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por doña Zhi Zhen Dai y otros frente a la Sentencia de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo y los Autos de la Audiencia Nacional y de un Juzgado Central de Instrucción
que no admitieron a trámite la querella por delitos de genocidio y torturas en China.Vulneración
del derecho a la tutela judicial efectiva (acceso a la justicia penal): jurisdicción universal de los
Tribunales españoles en materia penal (STC 237/2005).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez
Sánchez, Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni
Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3382-2005, promovido por doña Zhi Zhen Dai, don Ming
Zhao, doña Yuzhi Wang, don Víctor Manuel Fernández Sánchez, don Cui Ying Zhang, doña Li
Yu, don Alan Y. Huang, doña Chen Zhao, don Alejandro Centurión y don Gang Chen,
representados por la Procuradora de los Tribunales doña Pilar Cendrero Mijarra y asistidos por el
Letrado don Carlos Iglesias Jiménez, contra la Sentencia núm. 345/2005, de 18 de marzo, de la
Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, que declara no haber lugar al recurso de casación
interpuesto contra el Auto de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 11 de mayo de
2004, desestimatorio del recurso de apelación contra el Auto del Juzgado Central de Instrucción
núm. 2 de 20 de noviembre de 2003, por el que no se admitió a trámite la querella interpuesta
por los recurrentes en amparo por delitos de genocidio y torturas. Ha comparecido y formulado
alegaciones el Ministerio Fiscal. Ha actuado como Ponente el Magistrado don Vicente Conde
Martín de Hijas, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 11 de
mayo de 2005 doña Pilar Cendrero Mijarra, Procuradora de los Tribunales, en nombre y
representación de doña Zhi Zhen Dai, don Ming Zhao, doña Yuzhi Wang, don Victor Manuel
Fernández Sánchez, don Cui Ying Zhang, doña Li Yu, don Alan Y. Huang, doña Chen Zhao, don
Alejandro Centurión y don Gang Chen, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones
judiciales a las que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. La demanda de amparo se funda en los antecedentes fácticos que a continuación
sucintamente se exponen:
a) Los demandantes de amparo interpusieron querella contra los ciudadanos de
nacionalidad china don Jiang Zemin, Ex-Presidente de la República Popular de China, Ex-
Presidente del Comité Central del Partido Comunista Chino y Jefe del Comité Central Militar de
la República Popular China, y don Luo Gan, Director de la Comisión Nacional de Políticos y de la
Ley y Vice-director y Coordinador directo de la Oficina de control Falun Gong 6/10, por delitos de
genocidio y torturas cometidos en China desde el año 1990 por la persecución de personas
pertenecientes o simpatizantes del grupo Falun Gong.
b) Incoadas diligencias previas núm. 318-2003, el Juzgado Central de Instrucción núm.
2, por Auto de 20 de noviembre de 2003, acordó no haber lugar a admitir a trámite la querella
interpuesta.
El anterior Auto fue confirmado en reforma por Auto del Juzgado Central de Instrucción
núm. 2 de 17 de diciembre de 2003.
c) Los demandantes de amparo interpusieron recurso de apelación contra los
mencionados Autos, que fue desestimado por Auto del Pleno de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional de 11 de mayo de 2004.
d) Los demandantes de amparo interpusieron recurso de casación contra el anterior Auto
y solicitaron, con base en el art. 893 bis a) LECrim, la celebración de vista.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, por providencia de 17 de diciembre de 2004,
de conformidad con lo informado in voce por el Magistrado Ponente, acordó que el recurso
quedase admitido y concluso para señalamiento de fallo cuando por turno correspondiese.
e) Los demandantes de amparo interpusieron recurso de súplica contra la anterior
providencia, instando la celebración de vista del recurso de casación.
La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, por providencia de 14 de enero de 2005,
declaró no haber lugar a admitir a trámite el recurso de súplica contra la providencia de 17 de
diciembre de 2004, al no caber recurso contra dicha resolución, que se mantiene en su
integridad.
f) La Sala de lo Penal del Tribunal Supremo dictó la Sentencia núm. 345/2005, de 18 de
marzo, en la que declaró no haber lugar al recurso de casación interpuesto contra el Auto del
Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 11 de mayo de 2004.
3. En la fundamentación jurídica de la demanda de amparo se invoca, frente a las
resoluciones judiciales impugnadas, las vulneraciones de derechos fundamentales que a
continuación se exponen:
a) La vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) y del derecho a
un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), por la denegación de la solicitud de
celebración de la vista en el recurso de casación.
Tras reproducir el tenor del art. 893 bis a) LECrim, en la demanda se afirma que el
recurso de casación trae causa de las diligencias previas incoadas por una querella criminal por
delitos de genocidio y torturas, castigados con penas superiores a seis años y que se encuadran
en el título VII del libro II del Código penal, lo que tendría que haber determinado que la Sala
hubiese acordado la celebración de vista al darse los presupuestos objetivos establecidos en
aquel precepto procesal. Sin embargo la solicitud de la celebración de la vista fue ignorada de
forma tácita e inmotivada por la providencia de 17 de diciembre de 2004, que declaró admitido el
recurso y concluso para señalamiento de fallo, lesionándose de esta forma el derecho a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE), en su vertiente de derecho a obtener una respuesta fundada en
Derecho y debidamente motivada, al haberse denegado de forma inmotivada la petición expresa
de vista.
Por su parte la providencia de 14 de enero de 2005, que declaró no haber lugar al
recurso de súplica interpuesto contra la providencia de 17 de diciembre de 2004, no sólo no ha
reparado la aducida vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva, en su vertiente de
derecho a obtener una resolución judicial motivada y fundada en Derecho, sino que, al no haber
admitido el recurso, ha lesionado además el mencionado derecho fundamental en su vertiente de
derecho a los recursos legalmente previstos, por haber denegado el recurso de súplica
interpuesto con base en el art. 236 LECrim de manera irrazonable y errónea, no fundándose la
respuesta dada en la aplicación razonada y proporcionada de una causa legal.
A la precedente argumentación se añade que en las providencias citadas no se exponen
los motivos que han llevado a la Sala a no admitir la petición debidamente fundada de
celebración de vista, lo que ha privado a los recurrentes en amparo, con la consiguiente lesión
del derecho a un proceso público con todas las garantías (art. 24.2 CE), de la posibilidad de
exponer con inmediación, oralidad y concreción los argumentos jurídicos fundamentadores de su
pretensión.
b) En segundo lugar, en la demanda de amparo se invoca vulnerado el derecho a la
tutela judicial efectiva, en su vertiente de derecho de acceso a la jurisdicción (art. 24.1 CE), por
haberse inadmitido a trámite la querella formulada por los recurrentes. Se argumenta al respecto
que el Juzgado Central de Instrucción núm. 2, el Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional y la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo se han limitado en las resoluciones
judiciales recurridas a transcribir de forma literal la fundamentación jurídica de la Sentencia del
Tribunal Supremo de 25 de febrero de 2003 (caso Guatemala), en relación con la cual los
demandantes de amparo aprecian unos hechos distintos y una fundamentación jurídica diferente
al caso ahora planteado. Señalan al respecto que el Juzgado y la Audiencia Nacional han
omitido cualquier análisis de las cuestiones suscitadas en relación con la situación en la que se
encuentra China en orden a apreciar en este caso la imposibilidad de la jurisdicción territorial, así
como que el Tribunal Penal Internacional o el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas
pudieran conocer de los delitos que se denuncian. En definitiva, se han limitado a transcribir la
fundamentación jurídica de la mencionada Sentencia del Tribunal Supremo para un caso
respecto del que no se aprecia identidad de razón con el que ahora nos ocupa, por ser distintos
tanto los hechos alegados como los fundamentos jurídicos expuestos.
En efecto, en el Auto del Juzgado Central de Instrucción no se hace ni una mención ni
una referencia a las cuestiones planteadas en relación con las específicas circunstancias fácticas
y jurídicas en las que se funda la querella y, más en concreto, la imposibilidad de aplicar el
principio de jurisdicción territorial en China y el conocimiento de los delitos denunciados por parte
de la Corte Penal Internacional. El Auto desestimatorio del recurso de apelación ha incurrido en
el mismo defecto que el del Juzgado Central de Instrucción, transcribiendo también la
fundamentación jurídica de la referida Sentencia del
Tribunal Supremo.
Las alegaciones realizadas se referían, en primer término, a la imposibilidad de aplicar el
principio de jurisdicción territorial en China, no sólo por falta de independencia de los órganos
jurisdiccionales chinos, sino por la implicación directa de las más altas instancias del Gobierno
chino en la comisión de los delitos denunciados de genocidio y torturas, convirtiéndose en
numerosas ocasiones los órganos administrativos y judiciales en centros de detención arbitraria,
sin ningún tipo de garantía judicial. Asimismo se aducía que no estaba tipificado en la legislación
china el delito de genocidio, lo que supone una clara vulneración de la Convención para la
prevención y castigo del delito de genocidio de 1948 (art. 5). Se alegaba también la imposibilidad
de que esos delitos fuesen conocidos y enjuiciados por la Corte Penal Internacional, ya que
China no ha ratificado el Estatuto de Roma, por lo que no reconoce la competencia de la Corte
Penal Internacional, y es además miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas,
por lo que dispone de derecho de veto de cualquier resolución que pudiera dictarse para su
remisión al Fiscal de la Corte Penal Internacional. Por las expresadas circunstancias se
planteaba la querella con base en el principio de jurisdicción universal como única salida y vía
procesal que tienen las víctimas y los familiares de éstas para evitar la impunidad de los delitos
denunciados.
Pues bien, ninguna de las consideraciones expuestas han sido tenidas en cuenta por las
resoluciones judiciales recurridas, manifestando incluso la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo
que esos aspectos son irrelevantes, por considerar únicamente relevante la existencia de
vínculos o elementos de conexión de los hechos con nuestro ámbito jurisdiccional, entre ellos el
de la nacionalidad de las víctimas, olvidando que ese elemento se funda en una interpretación
del propio Tribunal Supremo que no tiene ningún reflejo en las normas nacionales o de Derecho
internacional.
A juicio de los demandantes de amparo no pueden considerarse irrelevantes los datos
tendentes a constatar la imposibilidad material de enjuiciamiento de esos delitos, sino es a través
del principio de jurisdicción universal consagrado en el art. 23.4 LOPJ, ya que de otro modo el
resultado es el de la total impunidad de los delitos denunciados, calificando de interpretación
contra legem del mencionado precepto legal la efectuada por el Tribunal Supremo en este caso.
Concluye la demanda suplicando del Tribunal Constitucional que, tras los trámites
pertinentes, dicte Sentencia en la que se otorgue el amparo solicitado, se declare la nulidad de la
Sentencia núm. 345/2005, de 18 de marzo, de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo,
retrotrayendo las actuaciones al momento en que debió resolverse de forma motivada la petición
de celebración de vista, así como que se tengan en cuenta en el momento de dictarse nueva
Sentencia el análisis y la resolución expresa de las cuestiones planteadas en el recurso de
casación, junto con el resto de pronunciamientos que en Derecho correspondan.
4. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 23 de enero de 2007,
admitió a trámite la demanda y, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51 LOTC, acordó dirigir
atentas comunicaciones a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, a la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional y al Juzgado Central de Instrucción núm. 2, a fin de que, en el plazo de diez
días, remitiesen, respectivamente, certificación o fotocopia adverada de la actuaciones
correspondientes al recurso de casación núm. 1351-2004, al recurso de apelación núm. 16-2004
y a las diligencias previas núm. 318-2003, debiendo el Juzgado emplazar previamente a quienes
hubieran sido parte en el procedimiento, a excepción de los demandantes de amparo, para que
pudieran comparecer, si lo deseasen, en el plazo de diez días en este recurso de amparo.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de 8 de marzo de 2007, se acordó dar vista de las actuaciones recibidas a la
parte recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, dentro del cual pudieron
efectuar las alegaciones que tuvieron por conveniente.
6. El Ministerio Fiscal evacuó el trámite de alegaciones conferido mediante escrito
registrado en fecha 19 de abril de 2007, que, en lo sustancial, a continuación se resume:
Tras reproducir su fundamentación jurídica, precisa que en este caso, pese al suplico de
la demanda de amparo, han de entenderse recurridas la totalidad de las resoluciones judiciales
dictadas. Asimismo considera que, aun cuando pudiera deducirse que los recurrentes denuncian
una incongruencia omisiva, lo que habría de determinar la inadmisibilidad de la demanda por
falta de agotamiento de la vía judicial previa (art. 241.1 LOPJ), en realidad una atenta lectura de
sus alegaciones permite advertir que reconocen que no ha habido tal ausencia de respuesta,
sino que los distintos órganos judiciales han entendido que los extremos por ellos aducidos eran
irrelevantes para resolver la cuestión controvertida, esto es, la competencia de los órganos
jurisdiccionales españoles para enjuiciar los hechos que se denuncian en la querella, por lo que
tal ausencia de respuesta no se ha producido, como revela la lectura de las resoluciones
judiciales impugnadas.
Los demandantes discrepan con las resoluciones judiciales que impugnan porque
entienden que los datos que se tienen por relevantes para la decisión judicial controvertida se
fundan en una interpretación del Tribunal Supremo que no tiene reflejo en las normas nacionales
o internacionales y que se trata además de una interpretación contra legem del art. 23.4 LOPJ.
En este contexto el Ministerio Fiscal trae a colación la doctrina de la STC 237/2005, de 26 de
septiembre, dictada con posterioridad a la demanda de amparo y en la que se declaró que la
Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo de 25 de febrero de 2003 resulta lesiva
del derecho a la tutela judicial efectiva, en su vertiente de derecho de acceso a la jurisdicción,
basándose precisamente en la mencionada Sentencia del Tribunal Supremo la decisión del
Juzgado Central de Instrucción, confirmada por el Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional y por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, de inadmitir a trámite la querella
interpuesta por los demandantes de amparo.
Tras reproducir los fundamentos jurídicos 7, 8 y 9 de la citada STC 237/2005, de 26 de
septiembre, el Ministerio Fiscal estima que su aplicación debe llevar en este caso al
otorgamiento del amparo solicitado, pues las resoluciones judiciales impugnadas han acordado
la inadmisión de la querella o la confirmación de dicha decisión en aplicación de la doctrina que
la citada Sentencia constitucional ha desautorizado de modo contundente. Concretamente, el
elemento de conexión de los hechos con nuestro ámbito jurisdiccional ha sido rechazado por
aquellas resoluciones por no haber sido españoles las víctimas del concreto delito de genocidio,
sino de otros conexos con éste, o por no ser de nacionalidad española los presuntos
responsables de los delitos denunciados, ni encontrarse en territorio nacional. Ambos criterios
han sido rechazados por el Tribunal Constitucional en la mencionada Sentencia por
excesivamente restrictivos.
El Ministerio Fiscal concluye su escrito de alegaciones interesando se dicte Sentencia
estimatoria del amparo solicitado, en la que se declare vulnerado el derecho de los demandantes
a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE), se anulen las resoluciones judiciales impugnadas,
retrotrayéndose las actuaciones al momento inmediatamente anterior al del Auto del Juzgado
Central de Instrucción núm. 2 de 20 de noviembre de 2003, a fin de que dicte una nueva
resolución respetuosa con el derecho fundamental vulnerado.
7. Los demandantes de amparo evacuaron el trámite de alegaciones conferido mediante
escrito registrado en fecha 19 de abril de 200, que en lo sustancial a continuación se extracta:
a) En primer término interesan, con base en el art. 83 LOTC, la acumulación al presente
recurso de amparo del recurso de amparo por ellos interpuesto, registrado con el núm. 6240-
2006, contra la providencia de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, de 8 de mayo de
2006, por la que se acordó unir a las diligencias previas núm. 318-2003, en las que se han
dictado las resoluciones judiciales ahora impugnadas, la querella que con base en hechos
sustancialmente idénticos interpusieron contra don Bo Xilai, ciudadano de nacionalidad china,
por presuntos de delitos de genocidio y torturas.
Asimismo ponen de manifiesto que la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo núm. 645/2006, de 20 de junio, acogiendo el fallo de la STC 237/2005, de 26 de
septiembre, ha estimado el recurso de casación núm. 1395-2005 interpuesto por los ahora
demandantes de amparo contra las decisiones judiciales que denegaban la competencia de la
jurisdicción española para conocer de la querella que promovieron por presuntos delitos de
genocidio y torturas contra don Jia Quinglin, ciudadano de nacionalidad china, con base en
hechos sustancialmente idénticos a los denunciados en el proceso judicial en el que se han
dictado las resoluciones judiciales aquí recurridas.
b) Los demandantes de amparo, tras exponer un breve relato fáctico en el que sustentan
su denuncia de genocidio y tortura por parte de las autoridades chinas contra los miembros o
practicantes de la que denominan enseñanza religiosa Falun Gong, reiteran las vulneraciones de
derechos fundamentales alegadas en el escrito de demanda de amparo, tanto por la no
celebración de vista en el recurso de casación, como por la decisión judicial de inadmitir a trámite
la querella que han presentado.
Por lo que a este última queja se refiere, se alega, bajo la denunciada vulneración del
derecho a la tutela judicial efectiva, en su vertiente de derecho a una resolución fundada en
Derecho y de acceso a la jurisdicción (art. 24.1 CE), que nada se dice en las resoluciones
judiciales impugnadas sobre la imposibilidad material de aplicar el principio de territorialidad en
China, dada, no sólo la absoluta inactividad y no efectividad de acciones en los Juzgados chinos,
sino la prácticamente inexistente independencia del Poder Judicial chino, que se encuentra bajo
el control del Partido Comunista Chino, involucrado en la persecución de Falun Gong; tampoco
sobre la imposibilidad adicional de la aplicación del principio de territorialidad, derivada de la falta
de tipificación del delito de genocidio en la legislación interna china, vulnerándose de esta forma
la Convención sobre el genocidio; igualmente se guarda silencio también sobre la imposibilidad
de enjuiciar los delitos denunciados por la Corte Penal Internacional, debido, no sólo a que China
no ha firmado el Estatuto de Roma, sino también a que muchos de los crímenes denunciados
son anteriores a su aprobación; y, en fin, nada se dice sobre la imposibilidad de facto y material
de que los organismos dependientes de Naciones Unidas intervengan en este asunto, ya que
China ostenta derecho de veto en el Consejo de Seguridad.
Bajo la invocación del derecho a la tutela judicial efectiva, en su doble vertiente de
derecho a obtener una resolución fundada en Derecho y de acceso a la jurisdicción (art. 24.1
CE), se alega que la argumentación utilizada en las resoluciones judiciales impugnadas, basada
en la doctrina de la Sentencia del Tribunal Supremo de 25 de febrero de 2003, ha sido estimada
lesiva del mencionado derecho fundamental por la mencionada STC 237/2005, de 26 de
septiembre, por fundarse en una interpretación restrictiva del art. 23.4 LOPJ, precepto que otorga
la competencia de los Juzgados y Tribunales españoles para conocer de los delitos de genocidio
y torturas cometidos en China contra millones de practicantes de la enseñanza religiosa Falun
Gong, por lo que dicha competencia debió reconocerse por los órganos judiciales españoles,
teniendo especialmente en cuenta las circunstancias de China antes descritas.
Concluyen su escrito de alegaciones suplicando del Tribunal Constitucional que dicte
Sentencia otorgando el amparo solicitado.
8. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, por providencia de 18 de julio de 2007,
acordó que "[D]ado el estado procesal en el que se encuentra en este momento el recurso de
amparo núm. 6240-2006, pendiente aún de una decisión sobre su admisibilidad, no proced[ía]
acceder a la apertura del trámite de audiencia solicitada por los demandantes de amparo para su
posible acumulación al recurso de amparo núm. 3382-2005".
9. Por providencia de 18 de octubre de 2007, se señaló para la deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 22 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Lounes Khelfaoui frente a los Autos de la Audiencia Provincial de
Madrid que acordaron sustituir la pena de prisión, impuesta en sentencia de 1999 en causa por
delito contra la salud pública, por la expulsión del territorio nacional. Vulneración del derecho a
la tutela judicial efectiva (inmodificabilidad): expulsión de un extranjero del territorio nacional en
sustitución de una pena privativa de libertad, en avanzado grado de ejecución, que modifica el
fallo.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez
Sánchez, Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni
Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Por escrito registrado en este Tribunal el 30 de marzo de 2004 don Lounes Khelfaoui
solicitó asistencia jurídica gratuita para la interposición de un recurso de amparo,
nombrándosele, tras los trámites oportunos, Abogado y Procurador de oficio. El 30 de julio de
2004 doña Gloria Llorente de la Torre, Procuradora de los Tribunales, en nombre y
representación de don Lounes Khelfaoui, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones
judiciales de las que se hace mérito en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. Los hechos más relevantes de los que trae causa la demanda de amparo, son,
sucintamente expuestos, los siguientes:
a) El demandante fue condenado por Sentencia de la Sección Primera de la Audiencia
Provincial de Madrid de 4 de marzo de 1999, como autor de un delito contra la salud pública con
la atenuante de drogadicción, a la pena de tres años de prisión, con la accesoria de inhabilitación
especial para el derecho de sufragio pasivo durante el tiempo de la condena, cuatro mil pesetas
de multa, con responsabilidad personal subsidiaria, en caso de impago, de dos días, así como al
abono de las costas procesales.
Dicha Sentencia fue recurrida en casación. Por Sentencia de 4 de abril de 2001 la Sala
de lo Penal del Tribunal Supremo declaró no haber lugar al recurso interpuesto.
b) La pena privativa de libertad comenzó a cumplirse el 28 de junio de 2001, debiendo
quedar extinguida el día 21 de junio de 2004; la liquidación de la condena de privación de
libertad fue aprobada por Auto de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Madrid de 26
de julio de 2001.
c) Por providencia de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Madrid de 14 de
octubre de 2003, habiendo entrado en vigor la Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, se
acordó que pasara la causa nuevamente al Ministerio público para que, a la vista de la nueva
redacción del art. 89.1 CP, informase sobre la sustitución de la pena impuesta por la expulsión
del territorio español. Despachando el traslado conferido el Fiscal emitió informe el 16 de octubre
de 2003, en el cual no se opuso a dicha sustitución. Otorgado igualmente trámite de audiencia al
penado éste manifiestó que no estaba de acuerdo con la expulsión del territorio nacional por
motivos familiares.
d) Con fecha de 19 de noviembre de 2003 la Sección Primera de la Audiencia Provincial
de Madrid dictó Auto en el que acuerda la indicada sustitución, con prohibición de regresar a
España en el plazo de diez años contados desde la fecha de expulsión, y en todo caso mientras
no haya prescrito la pena, al considerar que, además de concurrir los requisitos básicos del art.
89 CP, la regulación establecida en éste resulta también aplicable a los hechos que, como el
presente, tuvieron lugar antes de su entrada en vigor, ya que la anterior redacción de dicho
precepto establecía igualmente, aun cuando como facultad judicial, aquella sustitución.
e) Consta asimismo en las actuaciones un escrito fechado el 13 de noviembre de 2003,
que el demandante dirige al órgano judicial, en el cual pone de manifiesto que lleva veintiún años
de residencia y empadronado en Madrid, que está casado con una mujer de nacionalidad
española y que tiene una hija, también española, de diecisiete años, razones por las cuales
estima que no debe ser expulsado.
Añade, por otro lado, que tiene un buen comportamiento en el centro penitenciario, desarrollando
trabajos de limpieza así como un programa de metadona.
Por escrito registrado el 16 de enero de 2004 se interpuso recurso de súplica contra el
Auto en el que se acuerda la expulsión. Dicho recurso reitera las razones contenidas en el
escrito anterior y argumenta, asimismo, que no concurren en el caso los presupuestos del art.
89.1 CP, ya que el recurrente tendría derecho a un permiso de residencia por estar casado con
una española. De otra parte aduce que el Auto impugnado carece de la necesaria motivación.
f) Por providencia de 23 de enero de 2004 el órgano judicial acordó librar oficio a la
Comisaría General de Extranjería y Documentación interesando que ésta informase sobre si el
penado tenía o no residencia legal en España. En respuesta al referido oficio se comunicó al
órgano judicial que, consultado el Registro Central de Extranjeros, no aparecía permiso de
residencia solicitado ni concedido a nombre de don Lounes Khelfaoui.
g) Por Auto de 27 de febrero de 2004 la Sección Primera de la Audiencia Provincial de
Madrid desestimó el recurso de súplica por persistir, tras las comprobaciones realizadas, las
circunstancias que motivaron el acuerdo de expulsión; esto es, las circunstancias previstas en el
art. 89 CP.
3. La demanda de amparo invoca de forma imprecisa y poco técnica la vulneración del
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) en su vertiente de protección del principio de
legalidad y de ejecución de las Sentencias en sus propios términos, argumentando que no era
posible la sustitución de la pena privativa de libertad por la expulsión del territorio nacional,
puesto que la mayor parte de la pena ya había sido cumplida. Aduce igualmente que la citada
vulneración se habría producido asimismo al fundarse la expulsión en una interpretación que
infringe el art. 89.1 CP, puesto que éste prevé la sustitución de la pena en la Sentencia, extremo
que no se ha cumplido; por lo demás no se cumple tampoco el requisito relativo a que el
extranjero no resida legalmente en España, ya que el demandante, al tener esposa e hija de
nacionalidad española, tendría derecho a obtener la residencia, de modo que el Auto recurrido
estaría falto de motivación, debiéndose haber ponderado además las circunstancias del caso
concreto. Y, finalmente, insiste en el hecho de que no procede acordar la expulsión del territorio
nacional cuando ya se ha cumplido la mayor parte de la pena impuesta, invocando el principio
«non bis in idem».
De otra parte, mediante otrosí, se interesa la suspensión de la expulsión acordada.
4. En providencia de 15 de noviembre de 2005 la Sala Segunda del Tribunal
Constitucional, de conformidad con el art. 11.2 LOTC, acordó conocer del presente recurso de
amparo y admitir a trámite la demanda, así como, en aplicación de lo dispuesto en el art. 51
LOTC, requerir al órgano judicial que remitiera testimonio de las actuaciones, interesando
igualmente el emplazamiento de quienes hubieran sido parte en el procedimiento, con la
excepción de la parte recurrente en amparo, para que pudieran comparecer en este proceso
constitucional si así fuera su deseo.
5. De conformidad a lo solicitado por el demandante se formó la correspondiente pieza
separada de suspensión, en la cual, tras atender las alegaciones pertinentes, por Auto de 12 de
diciembre de 2005 la Sala acordó la suspensión del Auto impugnado exclusivamente en lo que
atañe a que la concreta orden judicial de expulsión del territorio nacional se lleve a efecto con
anterioridad a que el Tribunal Constitucional se pronuncie sobre el fondo del asunto sometido a
su enjuiciamiento.
6. Recibidas las actuaciones, y según lo previsto en el art. 52.1 LOTC, se acordó dar
vista de las mismas por un plazo común de veinte días al Ministerio público y al demandante de
amparo para que, dentro de dicho período, presentaran las alegaciones que estimasen
pertinentes.
7. El día 2 de febrero de 2006 se registró la entrada del escrito de alegaciones de la
parte recurrente, en el que se reiteran las formuladas en la demanda de amparo.
8. El Ministerio público presentó sus alegaciones el día 10 de febrero de 2006
interesando el otorgamiento del amparo solicitado.
A juicio del Fiscal la interpretación del art. 89.1 CP efectuada por la Audiencia Provincial
no es correcta por varias razones: a) Porque en el proceso en el que se impuso la pena nadie
solicitó la medida de expulsión del territorio nacional, aunque sí cabía tal posibilidad, ni dicha
pena se acordó en la Sentencia. b) Porque la modificación del precepto operada por la Ley
Orgánica 11/2003 no introduce instrumentos que permitan esa sustitución. c) Porque la expulsión
del territorio nacional en ejecución de sentencia sólo se prevé para penas privativas de libertad
igual o superiores a seis años, lo que no es el caso. d) Y, finalmente, porque la sustitución es
claramente gravosa para el condenado; éste se opuso a ella y, además, cuando se resolvió el
recurso de súplica restaban sólo unos meses para que el cumplimiento de la pena se
extinguiera.
En síntesis, pues, el Ministerio público considera que se ha infringido el art. 24.1 CE al
incurrir la motivación de los Autos recurridos en error patente, carecer de base legal y ser
irrazonable.
Por otra parte, y en relación con la posible infracción del principio de legalidad por
haberse aplicado retroactivamente una norma penal desfavorable al reo, estima el Fiscal que se
ha producido una vulneración del art. 25.1 en relación con el 9.3 CE, pues el contenido del
vigente art. 89.1 CP es claramente desfavorable para el reo, ya que lo que en su anterior
redacción era facultativo para el Juez, esto es, la posibilidad de sustituir la pena de prisión
inferior a seis años por la expulsión del territorio nacional, en la actualidad es imperativo. De este
modo, habiendo ocurrido los hechos bajo la vigencia de la norma anterior, no cabe su aplicación
de manera retroactiva y desfavorable para el reo.
En lo tocante a la alegación sobre incongruencia omisiva indica el Ministerio público que
no puede prosperar, ya que la resolución judicial dio respuesta a lo que planteó el recurrente.
En consecuencia el Fiscal estima que procede estimar el recurso de amparo al entender
vulnerado el art. 24.1 CE en relación con el art. 25.1 CE, resultando procedente la anulación de
las resoluciones recurridas a fin de que se dicte otra en la que «se reconozca el derecho
fundamental alegado dejando sin efecto la expulsión del territorio español del recurrente,
restableciendo la condena inicial relativa a la pena de prisión de tres años acordada en
Sentencia firme».
9. Por providencia de 4 de mayo de 2006, se señaló para la deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 8 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
S.TC. 334/2005 .
Referencia número: 334/2005
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 20/12/2005
Publicación BOE: 20060120 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Pablo Pérez Tremps
Número registro: 3581-2001/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don José Tizón Crespo respecto a las Sentencias de la Sala Quinta del
Tribunal Supremo y del Tribunal Territorial Militar Cuarto que le condenaron por delito de
desobediencia. Supuesta vulneración de los derechos a la legalidad penal (non bis in idem), al
juez imparcial, a la presunción de inocencia y a la tutela judicial efectiva (incongruencia):
condena penal por hechos sancionados anteriormente por la Administración pública (STC
2/2003), fundada en testimonios sumariales aportados al juicio oral con contradicción (STC
219/2002); preguntas en el acto del juicio formuladas por el Tribunal (STC 130/2002).
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don
Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps, Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE
DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 3581-2001, promovido por don José Tizón Crespo,
representado por la Procuradora de los Tribunales doña Pilar Cendrero Mijarra y bajo la dirección
del Letrado don Francisco Javier Pérez Fernández, contra la Sentencia de la Sala Quinta de lo
Militar del Tribunal Supremo de 9 de abril de 2001, por la que se estima parcialmente el recurso
de casación núm. 1-21-2000, interpuesto contra la Sentencia de la Sala de lo Penal del Tribunal
Territorial Militar Cuarto de 21 de enero de 2000, sobre delito de desobediencia. Ha intervenido
el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Pablo Pérez Tremps, quien expresa el
parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito que tuvo entrada en el Registro General de este Tribunal el 25 de
junio de 2001, la Procuradora de los Tribunales doña Pilar Cendrero Mijarra, en nombre y
representación de don José Tizón Crespo, y bajo la dirección del Letrado don Francisco Javier
Pérez Fernández, formuló demanda de amparo contra las resoluciones que se mencionan en el
encabezamiento.
2. La demanda de amparo tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El 12 de febrero de 1997 el Teniente de navío, Jefe del destino de buceo de la
Escuela Naval Militar, elevó parte al Ayudante mayor de la escuela naval militar, poniendo de
manifiesto la conducta desarrollada por el recurrente, Subteniente buzo, el día 10 de febrero de
1997, a las 15,30 horas, desobedeciendo, por un lado, las órdenes previas de que a esa hora
estuviera listo con el equipo completo en la piscina y de que hubiera levantado por la mañana
presión en la línea de destino de buceo; y, por otro, las órdenes reiteradas que se le dieron en
ese acto para que arrancara el compresor y subiera la presión de la línea; y todo ello ante los
alumnos guardiamarinas que asistían en ese acto al curso de buceo. En esa misma fecha, el
Ayudante mayor de la escuela naval militar, con motivo de dicho parte y verificada la exactitud de
los hechos denunciados en el procedimiento oral regulado al efecto, en el que se tomó
declaración al recurrente y a tres testigos, impuso al recurrente la sanción de ocho días de
arresto a cumplir en la dependencia militar, con participación en las actividades de la unidad, por
la comisión de una infracción leve del artículo 8.33 de la entonces vigente Ley Orgánica 12/1985,
de 27 de noviembre, del régimen disciplinario de las Fuerzas Armadas ("BOE" de 29 de
noviembre; en adelante, LODFA de 1985).
b) Al considerarse que los actos pudieran constituir una presunta falta grave del artículo
9.16 LODFA de 1985 se elevaron las actuaciones al Almirante Jefe de la zona marítima, quien
dispuso en fecha 19 de febrero de 1997 la incoación de expediente disciplinario por falta grave.
El Fiscal jurídico-militar, al ponerse en su conocimiento el citado expediente acordó remitir las
actuaciones al Juzgado Togado Militar Territorial Decano solicitando la apertura de sumario, al
considerar que los hechos podrían ser constitutivos de un delito de desobediencia del artículo
102 de la Ley Orgánica 13/1985, de 9 de diciembre, de Código Penal Militar (en adelante, CPM),
dando lugar al sumario núm. 03/97 que se tramitó por el Juzgado Togado Militar Territorial núm.
42 de A Coruña.
c) La Sala de lo Penal del Tribunal Militar Territorial Cuatro, por Sentencia de 21 de
enero de 2000, condenó al recurrente como autor de un delito de desobediencia de los párrafos
primero y segundo del artículo 102 CPM a la pena de una año y seis meses de prisión, con las
accesorias legales, acordándose que para su cumplimiento le fuera de abono cualquier tiempo
pasado en privación de libertad por los mismos hechos. En la Sentencia se afirma que los
hechos habían quedado probados a partir no sólo de la propia declaración del procesado, que en
el acto de la vista reconoció los mismos, su subordinación al mando promotor de la orden, que
ésta era relativa al servicio y su incumplimiento, si bien con matizaciones; sino también del
conjunto de la testifical, consisten en la declaración del promotor del parte sancionador y la
vertida por tres testigos presenciales durante el sumario, que se consideran más atendibles que
las realizadas por éstos en la propia vista oral por la proximidad de los hechos y porque en estas
últimas existían contradicciones.
d) El recurrente interpuso recurso de casación, que fue tramitado con el núm. 1-21-2000
por la Sala Quinta de lo Militar del Tribunal Supremo, alegando, entre otros motivos, la
vulneración del derecho a la legalidad sancionadora en su vertiente de no ser sancionado
doblemente por unos mismos hechos, la vulneración del derecho a la presunción de inocencia
por haberse fundado la condena en declaraciones testificales prestadas en la fase sumarial, la
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías y del principio acusatorio al haber
mantenido el Tribunal una actitud inquisitiva al formular preguntas al acusado sobre los hechos
investigados y haber acordado de oficio la práctica de una prueba pericial, y la vulneración del
derecho a la tutela judicial efectiva por no haberse dado una respuesta expresa a las
alegaciones sobre la concurrencia de un error de tipo o de prohibición.
e) Por Sentencia de 9 de abril de 2001 se estima parcialmente la casación a los únicos
efectos de considerar indebidamente aplicado el subtipo agravado del párrafo segundo del
artículo 102 CPM y rebajar la pena de prisión a nueve meses, manteniéndose el resto de
pronunciamientos. Los argumentos para desestimar los diversos motivos de casación son, en
cuanto a la alegación de la interdicción del bis in idem, que la sanción impuesta al ser
considerado el hecho como falta leve ha sido absorbida por la penal, en tanto que le es de abono
el tiempo de privación de libertad cumplido y le ha sido cancelada la nota desfavorable por falta
leve, además de que es prevalente la jurisdicción penal sobre la disciplinaria y el bien jurídico
protegido y la finalidad perseguida en ambos preceptos y procedimientos es diferente. En cuanto
a la vulneración del derecho a la presunción de inocencia, que ha existido prueba de cargo
obtenida no sólo durante la instrucción sino también reproducida en el acto del juicio oral con
salvaguarda de los principios de contradicción, inmediación y publicidad. En cuanto a la
vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías, por un lado, que si bien el
Presidente del Tribunal realizó determinadas preguntas sobre los hechos enjuiciados al acusado
ello está dentro de las facultades previstas en el artículo 708 LECrim y, por otro, que la prueba
pericial no fue acordada de oficio sino a propuesta del Ministerio Fiscal una vez que la defensa
recusó a uno de los peritos que habían intervenido en su práctica. Y, por último, en cuanto a la
vulneración de la tutela judicial efectiva, que en la Sentencia impugnada se dio respuesta
implícita a las alegaciones sobre la existencia de error de tipo o de prohibición cuando se hizo el
detallado análisis sobre la concurrencia de todos los elementos objetivos y subjetivos del tipo, sin
perjuicio de volver a destacar las razones para sostener la falta de consistencia del argumento
defensivo de que la negativa a cumplir la orden se debiera a su carácter ilegítimo.
3. El recurrente aduce en su demanda de amparo las vulneraciones siguientes:
a) Vulneración del derecho a la legalidad penal y sancionadora (art. 25.1 CE), en su
vertiente de no ser sancionado doblemente por unos mismos hechos (non bis in idem), con
fundamento en que se ha impuesto al recurrente una sanción disciplinaria y otra penal por los
mismos hechos existiendo identidad de bien jurídico protegido en ambas infracciones. Se
argumenta que no es posible excepcionar en el presente caso este principio ni por la mera
existencia de una relación de sujeción especial, conforme ya se estableció en la STC 234/1991,
de 10 de diciembre, ni en virtud de una preeminencia del Derecho penal sobre el administrativo
sancionador, según la STC 177/1999, de 11 de octubre, ni, por último, en virtud de la existencia
de determinadas previsiones legales como la del artículo 44 LODFA de 1985 sobre la posibilidad
de someter a un doble procedimiento por falta leve y, posteriormente, por falta grave, unos
mismos hechos, aunque ello suponga dejar sin efecto la anterior sanción, en tanto que no es
factible que el legislador contraríe una previsión constitucional.
b) Vulneración de los derechos a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE) y a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE), con fundamento en que la condena se ha basado en
determinadas pruebas testificales prestadas en el sumario, que no han sido incorporadas a la
vista oral con las debidas garantías, al no haberse procedido a su lectura ni a su contraste ante
las contradicciones con las depuestas en la vista oral. Al margen de que, además, tampoco las
declaraciones sumariales reunían las garantías suficientes al no haberse practicado con la
debida contradicción, por no estar presente el letrado de la defensa.
c) Vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), con
fundamento, por un lado, en que el órgano de enjuiciamiento habría asumido funciones
acusatorias, ya que el Presidente del Tribunal en el acto de la vista oral y una vez concluido el
interrogatorio del recurrente formuló determinadas preguntas que versaban sobre el fondo de la
acusación y con clara intención acusatoria. Y, por otro, en que no se advirtió al recurrente del
derecho a no dar respuesta a dicho interrogatorio practicado por el órgano judicial, y en que, al
realizarse tras el efectuado por la defensa, se impidió la contradicción.
d) Vulneración del derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), con
fundamento en que el Tribunal Territorial Militar acordó de oficio y de manera extemporánea la
práctica de una prueba pericial, comprometiendo de esa manera su neutralidad procesal.
e) Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) por incongruencia
omisiva, con fundamento en que en la Sentencia de instancia no se dio una respuesta expresa a
las alegaciones sobre la concurrencia de error de tipo y de prohibición.
4. La Sección Segunda de este Tribunal acordó, por providencia de 4 de diciembre de
2002, admitir a trámite de la demanda de amparo y dirigir atenta comunicación a los órganos
judiciales competentes para la remisión de copia testimoniada de las actuaciones y el
emplazamiento a quienes hubieran sido parte en este procedimiento para comparecer en el
mismo. En dicha providencia se acordó, igualmente, formar la correspondiente pieza de
suspensión que, tras los trámites pertinentes, fue resuelta por el ATC 273/2002, de 18 de
diciembre, acordando suspender la ejecución de la resolución impugnada, tanto en lo relativo a
la pena privativa de libertad, como a las accesorias legales.
5. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Primera de este
Tribunal de 9 de enero de 2003 se tuvieron por recibidos los testimonios de las actuaciones, y, a
tenor del artículo 52 LOTC, se acordó dar vista de las actuaciones al Ministerio Fiscal y a las
partes personadas por plazo común de veinte días para que pudieran presentar las alegaciones
que estimasen pertinentes.
6. El recurrente, en escrito registrado el 21 de enero de 2003, presentó alegaciones
remitiéndose íntegramente a lo expuesto en el escrito de demanda.
7. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 6 de febrero de 2003, interesó la
desestimación de la demanda. En relación con la invocación del derecho a la tutela judicial
efectiva por incongruencia omisiva destaca tanto la concurrencia de la causa de inadmisión de
falta de agotamiento de la vía judicial previa [art. 50.1 a), en relación con el art. 44.1 a) LOTC],
por no haberse promovido el necesario incidente de nulidad de actuaciones, como la inexistencia
de una verdadera incongruencia omisiva al haberse dado una respuesta implícita a las
alegaciones sobre error en la Sentencia de instancia afirmando la concurrencia del necesario
elemento doloso. Por lo que respecta a la invocación del derecho a un proceso con todas las
garantías por haberse procedido por el órgano judicial de instancia al interrogatorio del acusado
durante la vista oral, destaca que el Tribunal cuenta con la potestad de recabar alguna aclaración
complementaria, que es lo que se produjo en este caso formulando preguntas que al tenor de su
contenido no es posible deducir que supusieran una quiebra de la imparcialidad del órgano
judicial. En relación con esta misma invocación por haberse acordado de oficio la práctica de una
prueba pericial, señala, en primer lugar, que la misma no fue acordada de oficio sino a instancia
del Ministerio Fiscal a la vista de la recusación formulada por la defensa respecto de uno de los
peritos que había emitido informe en el sumario; en segundo lugar, que dicha prueba no aportó
ningún elemento adicional a la causa; en tercer lugar, que el órgano judicial permitió la práctica
de otra prueba pericial por un perito propuesto por la defensa, de manera que se dio al
recurrente la posibilidad efectiva de contradecir los resultados obtenidos con la nueva pericial; y,
en cuarto lugar, que todos los peritos fueron sometidos a interrogatorio en la vista oral. De todo
ello concluye que no advierte una actuación parcial del órgano judicial. En relación con la
invocación del derecho a la presunción de inocencia, destaca que los diversos testigos fueron
interrogados en la vista oral pudiendo ser sus declaraciones sometidas a contradicción efectiva,
habiendo sido incorporadas las sumariales al debate por la vía del interrogatorio. Por último, y
respecto de relación con la invocación del derecho a la legalidad penal, destaca que conforme a
la doctrina contenida en la STC 2/2003, de 16 de enero, no cabe apreciar dicha vulneración ni
desde la perspectiva material, al no haberse producido un exceso punitivo, ya que la inicial
sanción administrativa quedó absorbida por la sanción penal, ni tampoco desde la perspectiva
formal, toda vez que la simplicidad del expediente administrativo y la levedad de las sanciones
impuestas al mismo impiden equiparar el procedimiento sancionador inicial con el procedimiento
penal posterior.
8. Por providencia de 2 de diciembre de 2005 se señaló para la deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 12 siguiente, trámite que ha finalizado en el día de la fecha.
Fundamentos:
Fallo:
S.TC. 237/2005 .
Referencia número: 237/2005
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 26/9/2005
Publicación BOE: 20051028 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Guillermo Jiménez Sánchez
Número registro: 1744-2003, 1755-2003 y 1773-2003 (acumulados)/
Recurso tipo: Recursos de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovidos por doña Rigoberta Menchú Tumn y otros frente a la Sentencia y Auto de las
Salas de lo Penal del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional, en causa por delitos de
genocidio, terrorismo y torturas en Guatemala. Vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva (acceso a la justicia penal): jurisdicción universal de los Tribunales españoles en materia
penal.
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez
Sánchez, Presidente, don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Ramón
Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL
REY la siguiente
SENTENCIA
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. a) Mediante escrito registrado en este Tribunal el 26 de marzo de 2003 con núm.
1744-2003 la Procuradora de los Tribunales doña Gloria Rincón Mayoral, en representación de
doña Rigoberta Menchú Tumn y otros ya circunstanciados anteriormente, y la Procuradora de los
Tribunales doña Isabel Cañedo Vega, en representación de la Confederación Sindical de
Comisiones Obreras, formularon demanda de amparo contra las resoluciones judiciales de las
que se hace mérito en el encabezamiento.
b) Mediante escrito registrado en este Tribunal el 27 de marzo de 2003 con núm. 1755-
2003 la Procuradora de los Tribunales doña Irene Gutiérrez Carrillo, en representación de la
Asociación Pro Derechos Humanos de España, interpuso demanda de amparo contra las
mismas resoluciones judiciales.
c) Mediante escrito registrado en este Tribunal el 27 de marzo de 2003 con núm. 1773-
2003 la Procuradora de los Tribunales doña Isabel Calvo Villoria, en representación de la
Asociación Libre de Abogados, y otras ya circunstanciadas anteriormente, así como la
Procuradora doña Isabel Cañedo Vega, en representación de la Asociación Argentina Pro-
Derechos Humanos, interpusieron demanda de amparo contra las ya referidas resoluciones
judiciales.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que se exponen
sintéticamente en lo que concierne al objeto del amparo solicitado:
a) El 2 de diciembre de 1999 doña Ribogerta Menchú Tumn interpuso ante el Juzgado
de guardia de la Audiencia Nacional una denuncia en la cual se narraban diversos hechos que la
denunciante calificaba como posibles delitos de genocidio, torturas, terrorismo, asesinato y
detención ilegal, presuntamente perpetrados en Guatemala entre los años 1978 y 1986 por una
diversidad de personas que ejercieron en dicho período funciones públicas de carácter civil y
militar.
Entre los hechos relatados en la denuncia se incluía el asalto de la Embajada de España en
Guatemala en 1980, en el que fallecieron 37 personas, así como la muerte de varios sacerdotes
españoles y de otras nacionalidades y de familiares de la denunciante. Ésta consideraba
competente para conocer de tales hechos a la Audiencia Nacional española, de conformidad con
lo dispuesto en el art. 23.4, apartados a), b) y g) LOPJ. La denuncia, repartida al Juzgado Central
de Instrucción núm. 1, fue seguida de numerosas personaciones de personas físicas y
asociaciones, entre otras las aquí demandantes.
b) El Ministerio público interesó el 13 de enero de 2000 el archivo de las actuaciones al
no estimar competente a la Jurisdicción española. Mediante Auto de 27 de marzo de 2000 el
Juez Central núm. 1 desestimó tal pretensión y declaró su competencia, tuvo por dirigido el
procedimiento contra los denunciados, admitiendo las querellas interpuestas, y ordenó practicar
diversas diligencias, entre otras un requerimiento a las Autoridades de Guatemala para que
manifestasen si en la actualidad existe algún proceso penal contra los denunciados por los
mismos hechos, singularmente los de la Embajada de España, "con expresión, en su caso, de
las suspensiones o paralizaciones de los procesos y sus causas y fechas" y "de las resoluciones
judiciales decretando el archivo o sobreseimiento".
En síntesis, y entre otros argumentos que no son relevantes a los efectos del recurso de
amparo, el Instructor basaba su decisión en que, presentando los hechos "la luminosa apariencia
de genocidas", puesto que se trata del exterminio del pueblo maya "en su pretextada calidad de
favorecedor o encubridor -y aun originador- de la insurgencia o la revolución", conforme al
apartado 4 a) en relación con el 2 c) del art. 23, y a los arts. 65.1 y 88, todos de la LOPJ, el Juez
era competente para conocer de este delito, en el que quedaban integrados los otros que se
denunciaban. Añadía además que la Ley de reconciliación nacional de Guatemala sólo procura
la amnistía para los participantes en "el conflicto armado", cuya existencia (alegada por el Fiscal)
es "elemento fáctico pendiente de prueba"; que el art. 23 LOPJ es una norma procesal, por lo
que no es aplicable la doctrina de la irretroactividad de la norma penal desfavorable; y que no
existe cosa juzgada, al no constar siquiera que se sigan otros procesos en Guatemala por razón
de los mismos hechos, además de que los Estados en que se ejecutan este tipo de hechos no
pueden aducir injerencias en su soberanía, pues los Magistrados del Estado que asume la
competencia represiva hacen valer la propia, en función de la preservación de intereses
comunes de la Humanidad civilizada; no tratándose por tanto de eludir la jurisdicción territorial de
Guatemala, que "no es excluyente, pues en ausencia de su ejercicio honrado y eficaz debe ser
suplida por tribunales que -como los españoles- sustentan la extraterritorialidad de su jurisdicción
en el principio legal -interno e internacional- de persecución universal... sin olvidar que el art. 6
del Convenio de 1948 impone la subsidiariedad de la jurisdicción española respecto de la del
Estado en que ocurrieron los repetidos hechos".
c) Interpuso el Ministerio público recurso de reforma, que fue desestimado por Auto de
27 de abril de 2000 por razones sustancialmente iguales que las expuestas en la resolución
recurrida, y contra dicho Auto formuló el Fiscal apelación, que el Pleno de la Sala de lo Penal de
la Audiencia Nacional estimó mediante Auto de 13 de diciembre de 2002, declarando "que no
procede el ejercicio en este momento de la jurisdicción penal española para la persecución de
los referidos hechos, debiendo el instructor archivar las diligencias previas". El Tribunal
consideraba que el planteamiento formulado por el Magistrado Instructor era acorde con la
fundamentación de los Autos de la Propia Sala de 4 y 5 de noviembre de 1998 "para los casos
de Chile y Argentina", pero "no así la premisa fáctica de inactividad de la justicia guatemalteca".
En concreto argumentaba que: 1) es necesario cohonestar el principio de persecución
universal del art. 23.4 a) LOPJ con los criterios del art. 6 del Convenio sobre la prevención y
castigo del delito de genocidio, de 9 de diciembre de 1948 (en adelante, Convenio sobre
genocidio), aplicable en los términos de los arts. 96 CE y 1.5 CC, que obliga al Estado donde
ocurrieron los hechos a establecer una jurisdicción para perseguirlos, aunque ello no implica la
exclusión de otras jurisdicciones, aplicándose no obstante a éstas el principio de subsidiariedad
respecto de aquéllas; 2) este principio supone la abstención del ejercicio de la Jurisdicción de
otro Estado cuando los hechos están siendo enjuiciados en aquel en el que ocurrieron los
hechos o en un Tribunal penal internacional; 3) "a diferencia de Chile y Argentina", no se ha
constatado la inactividad de la jurisdicción guatemalteca, pues, en primer lugar, no existe una
legislación que impida actuar a los Jueces locales [dado que el art. 8 LRN excluye expresamente
la extinción de responsabilidad penal respecto -entre otros- del delito de genocidio, y además la
Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) creada por el Acuerdo de Oslo de 1994
recomienda expresamente su cumplimiento "a efecto de perseguir y enjuiciar" dichos delitos] y,
en segundo lugar, si la justicia guatemalteca pudo estar en su día atemorizada, no resulta
manifiesto que hoy se niegue a actuar si la acción penal se ejercita ante ella, sin que quepa
deducir su supuesta inactividad del mero paso del tiempo, puesto que el material de que se vale
la denuncia inicial [se refiere al informe de la CEH] vio la luz el 2 de febrero de 1999, y la
denuncia se presentó el 2 de diciembre de ese año "sin acompañar a la misma ninguna
resolución judicial de Guatemala que la rechace".
d) Frente a dicho Auto interpusieron las partes acusadoras recurso de casación, que fue
resuelto por la Sentencia del Tribunal Supremo ante la que se impetra el amparo constitucional.
En ella la Sala Segunda examina y rechaza los motivos de recurso en los siguientes términos,
sucintamente resumidos, una vez más ciñendo el examen a los aspectos relacionados con la
demanda de amparo:
1) No se vulnera el derecho a la tutela judicial efectiva por el hecho de que la Audiencia
Nacional niegue su jurisdicción basándose en un argumento (la subsidiariedad) no alegado por el
Fiscal en su recurso de apelación, ya que el Auto contiene una argumentación que puede no ser
compartida mas no tachada de inexistente o arbitraria, por lo que satisface las exigencias
inherentes al derecho invocado, y además el principio acusatorio vincula al Tribunal a las
pretensiones, pero no a las argumentaciones jurídicas empleadas para defenderlas.
2) Respecto de dicho principio de subsidiariedad advierte el Tribunal Supremo que "el
objeto de nuestra resolución es determinar la existencia de jurisdicción extraterritorial de los
Tribunales españoles... y no sólo valorar la corrección del criterio empleado por el Pleno de la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional en el Auto recurrido", así como que esta materia
"depende sólo de la ley y, una vez planteada lan cuestión, el Tribunal debe aplicar sus
disposiciones" por lo que "no es trasladable a esta materia la doctrina de la prohibición de la
reformatio in peius". A partir de esa premisa, y admitiendo que aun cuando el Convenio sobre
Genocidio no establece la jurisdicción universal tampoco la excluye, la Sala Segunda del
Tribunal Supremo afirma que "el criterio de la subsidiariedad... no resulta satisfactorio en la
forma en que ha sido aplicado por el Tribunal de instancia", porque basarse en la inactividad real
o aparente de la jurisdicción del lugar "implica un juicio de los órganos jurisdiccionales de un
Estado acerca de la capacidad de administrar justicia que tienen los correspondientes órganos
del mismo carácter de otro Estado soberano", declaración que "no corresponde a los Tribunales
del Estado", ya que el art. 97 CE atribuye al Gobierno la dirección de la política exterior, "y no
puede ignorarse la repercusión que en ese ámbito puede provocar una tal declaración".
Además el Convenio sobre Genocidio regula el procedimiento a seguir en estos casos,
atribuyendo (art. 8) a los órganos de Naciones Unidas la competencia para tomar las medidas
apropiadas para la prevención y represión de los delitos incluidos en él, constando en este caso
informes de la Misión de Naciones Unidas (MINUGUA) en los que se hace referencia a las
dificultades en materia de derechos humanos, conocidas por tanto por dichos órganos de la
ONU, que sin embargo no han respondido en modo semejante a los casos de Ruanda o de la ex
Yugoslavia.
3) Admitiendo "con carácter provisionalísimo" que los hechos denunciados puedan ser
constitutivos de genocidio, no cabe interpretar, como hacen los recurrentes, que el Convenio de
1948 consagre en su art. 1 (en el que "las Partes contratantes... se comprometen a prevenir y a
sancionar" este delito) la jurisdicción universal, pues el art. 6 establece la competencia de la
Jurisdicción del territorio o de una Corte penal internacional y el art. 8, ya examinado, contempla
otra forma de reacción, distinta del establecimiento por parte de cada Estado de su propia
jurisdicción conforme a dicho principio de persecución universal. De hecho España incorporó en
ejecución del Convenio el delito de genocidio al Código penal (Ley 44/1971), pero no modificó las
normas procesales que regulaban los supuestos de extraterritorialidad para extender el principio
de jurisdicción universal a dicho delito.
4) En efecto, el art. 23.4 LOPJ incluye dicho principio; pero "una previsión tan general
como la contenida en este precepto suscita ciertos interrogantes", puesto que "no puede ser
interpretado de modo de conduzca en la práctica a la apertura de diligencias penales ante la
noticia de la comisión de hechos susceptibles de ser calificados como alguno de los delitos a los
que se refiere, cualquiera que fuera el lugar de su comisión y la nacionalidad de su autor y
víctima", y en nuestro Derecho "no está establecido el principio de oportunidad", debiéndose
además analizar si la regla de jurisdicción universal puede ser aplicada "sin tener en
consideración otros principios de derecho internacional público". En este punto afirma el Alto
Tribunal que "la jurisdicción es una manifestación de la soberanía del Estado, por lo que sus
límites iniciales son coincidentes con los que corresponden a aquélla, que en muchos aspectos
viene determinada por la de otros Estados", de modo que "no son absolutamente equiparables
los supuestos referidos a lugares no sometidos a ninguna soberanía estatal y aquellos otros en
los que la intervención jurisdiccional afecta a hechos ejecutados en el territorio de otro Estado
soberano".
Así la extensión extraterritorial de la jurisdicción se justifica, en relación con los principios
real o de protección y de personalidad activa y pasiva, por la existencia de intereses particulares
de cada Estado, pero cuando se trata de basar la extraterritorialidad de la jurisdicción en bienes
jurídicos de los que es titular la comunidad internacional se plantea la cuestión de la
compatibilidad entre el principio de justicia universal y otros principios de Derecho internacional
público. No existe objeción a la jurisdicción universal cuando proviene de un fuente reconocida
del Derecho internacional, especialmente un Tratado aceptado por los Estados parte, pero si
sólo se reconoce en el Derecho interno su alcance está limitado por "otros principios" cuando no
existe "un punto de conexión directo con intereses nacionales", puesto que "tiene un importante
apoyo en la doctrina la idea de que no le corresponde a ningún Estado en particular ocuparse
unilateralmente de estabilizar el orden, recurriendo al Derecho penal, contra todos y en todo el
mundo".
Acepta la Sala que, si la actividad delictiva se ha realizado con el consentimiento o
incluso la participación de las autoridades del Estado, "la especial gravedad de los hechos, unida
a la ausencia de normas internacionales expresas, o a la inexistencia de una organización
internacional de los Estados, podría explicar la actuación individual de cualquiera de ellos", pero
esto no significa que no rija ningún criterio, como el del art. 8 del Convenio sobre genocidio y "el
principio de no intervención en los asuntos de otros Estados (art. 2.7 Carta de Naciones
Unidas)", cuyas limitaciones en materia de derechos humanos sólo son inobjetables cuando la
intervención es aceptada mediante acuerdos entre Estados o decidida por las Naciones Unidas,
y no en el caso de que resulte decidida "unilateralmente por un Estado o por los jueces de un
Estado".
5) Los tratados internacionales suscritos por España para la persecución de delitos "que
protegen bienes jurídicos cuya protección interesa en general a la Comunidad Internacional"
establecen criterios de atribución jurisdiccional por razón del territorio o de la personalidad activa
o pasiva, y a ello añaden el compromiso para cada Estado de perseguir estos hechos, sea cual
sea el lugar de comisión, cuando el autor se encuentre en su territorio y no conceda su
extradición (dedere aut punire), "pero no se ha establecido expresamente en ninguno de esos
tratados que cada Estado parte pueda perseguir, sin limitación alguna y acogiéndose solamente
a su legislación interna, los hechos ocurridos en territorio de otro Estado, ni aun en los casos en
que éste no procediera a su persecución".
6) El Tribunal justifica una interpretación basada en estos Tratados por dos razones: en
primer lugar, por la remisión general del art. 23.4 g) LOPJ a los delitos que según los Tratados o
Convenios internacionales deban ser perseguidos por España, siendo "congruente con las
finalidades que se pretende satisfacer" la aplicación en la persecución de crímenes de Derecho
internacional del criterio homogéneo que se aprecia en ellos; y, en segundo término, por el hecho
de que el art. 96.2 CE incorpora como Derecho interno el contenido de esos tratados, junto al art.
27 del Convenio de Viena sobre Derecho de tratados de 23 de mayo de 1969 (en adelante,
Convenio sobre el Derecho de los tratados), que impide alterar o incumplir su contenido sobre la
base de la legislación interna de cada Estado. A partir de ahí la Sentencia examina dichos
Tratados suscritos por España, llegando a la conclusión ya anticipada, que (sostiene) responde a
lo que "un sector importante de la doctrina" entiende por "principio de justicia supletoria o de
Derecho penal de representación, al menos en un sentido amplio", y otro sector doctrinal como
"un elemento de conexión en el ámbito del principio de jurisdicción universal".
Reconocida por parte de la doctrina y algunos Tribunales nacionales "la conexión con un
interés nacional" como "elemento legitimador en el marco del principio de justicia universal", cabe
entender que dicho interés nacional es relevante a estos efectos cuando el hecho con el que se
conecte "alcance una significación equivalente a la reconocida a otros hechos que, según la ley
interna y los tratados, dan lugar a la aplicación de los demás criterios de atribución extraterritorial
de la jurisdicción penal", debiendo además apreciarse esta conexión en relación con el delito que
sirve de base para atribuir la Jurisdicción, y no con otros relacionados con él, de modo que la
existencia de tal conexión en relación con un delito no autoriza a extender la Jurisdicción a otros
diferentes en los que dicha conexión no se aprecie.
7) En aplicación de esta doctrina la jurisdicción universal de los Tribunales españoles no
puede extraerse de las disposiciones del Convenio sobre genocidio ni de ningún otro Tratado
suscrito por España; además no consta que ninguno de los culpables se encuentre en territorio
español, ni que España haya denegado su extradición, ni se aprecia la existencia de una
conexión con un interés nacional español pues, siendo posible concretar la conexión en la
nacionalidad de las víctimas, no se aprecia la comisión de un genocidio sobre españoles, aun
cuando se hayan visto afectados por hechos calificables como delitos distintos. Lo mismo ocurre
con el terrorismo "sin perjuicio de las cuestiones que pudiera suscitar la tipicidad de los hechos
con arreglo a las leyes españolas vigentes en el momento de su comisión". En cuanto a las
torturas, España y Guatemala son parte en la Convención de 1984, que incorpora el principio de
personalidad pasiva, permitiendo perseguir los hechos al Estado de nacionalidad de la víctima
cuando éste lo considere apropiado.
Las denuncias incluyen los acontecimientos de la Embajada de España, donde murieron
ciudadanos españoles, habiendo reconocido el Gobierno de Guatemala en el comunicado
conjunto de 1984 que constituyeron una violación de la Convención de Viena sobre relaciones
diplomáticas y aceptado las consecuencias que de ello pudieran derivar, y también se denuncia
la muerte de cuatro sacerdotes españoles, que se imputa a funcionarios o a otras personas en el
ejercicio de funciones públicas, lo que autoriza a mantener respecto de ambos hechos la
jurisdicción de los Tribunales españoles al amparo del art. 23.4 g) LOPJ, en relación con la
Convención de la tortura.
En consecuencia el Tribunal Supremo estima parcialmente el recurso de casación y
declara la jurisdicción de los Tribunales españoles respecto de esos dos hechos.
e) Siete Magistrados de la Sala formularon un Voto particular, cuyos argumentos han
servido de base, en buena parte, a los argumentos de las demandas de amparo ahora
interpuestas. La minoría discrepante acepta el criterio de Sentencia, incluida la estimación
"implícita" del motivo de casación relativo al modo en el que la Audiencia Nacional aplicó el
principio de subsidiariedad, pero se aparta en lo concerniente a la aplicación del principio de
justicia universal por entender que la interpretación mayoritaria no respeta lo establecido por el
Legislador en el art. 23.4 g) LOPJ. Así entienden que:
1) El principio de subsidiariedad no aparece recogido en nuestro Derecho positivo, ni en
la LOPJ ni en el Convenio sobre genocidio, que efectivamente no prohíbe la jurisdicción
universal respecto de ese delito, existiendo de hecho diversos países que la han establecido en
sus legislaciones. La jurisdicción universal "no se rige por el principio de subsidiariedad, sino por
el de concurrencia, pues precisamente su finalidad es evitar la impunidad", aplicándose el
principio de no necesidad de intervención cuando está actuando la jurisdicción territorial. Esto no
faculta para exigir la acreditación plena de la inactividad de dicha jurisdicción territorial para
admitir la querella, sino la aportación de indicios razonables de que los crímenes denunciados no
han sido hasta la fecha perseguidos de modo efectivo, lo que se desprende en este caso de la
documentación aportada.
Por ello la estimación del recurso de casación en relación con la aplicación del principio
de subsidiariedad debió determinar la admisión de la querella en los términos del Auto dictado
por el Juzgado Central, y puesto que la subsidiariedad constituía la única fundamentación del
Auto de la Sala de la Audiencia Nacional, que es considerada incorrecta por la mayoría, lo
consecuente habría sido casar el Auto recurrido.
2) Siendo los querellantes los únicos recurrentes la Sentencia incurre, por tanto, en una
reformatio in peius al perjudicar la posición de éstos en el proceso: aplicando su interpretación
del principio de subsidiariedad en relación con el escaso tiempo transcurrido desde que se
conocieron los hechos hasta la denuncia la Audiencia se estimaba incompetente "por el
momento"; sin embargo la decisión del Tribunal Supremo tiene alcance definitivo, al establecer
que la jurisdicción española sólo es competente si las víctimas del genocidio son españolas o los
culpables se encuentran en España. No cabe alegar que esta decisión "depende sólo de la ley",
pues toda resolución que incurre en esta modalidad de vulneración de la tutela judicial efectiva lo
hace estimando que es ajustada a la ley. Lo relevante es que se aprovecha el recurso para, sin
estimar las pretensiones de los recurrentes, sentar una nueva doctrina más restrictiva que la
sostenida en el Auto recurrido.
3) La mayoría del Tribunal interpreta contra legem el art. 23.4 g) LOPJ, pues la única
limitación que esta norma establece al ejercicio de la jurisdicción española es que el delincuente
no haya sido absuelto, condenado, indultado o penado en el extranjero. La exigencia de que la
víctima sea española es manifiestamente antagónica con lo dispuesto en la norma, que no se
funda en absoluto en el principio de personalidad pasiva y deja prácticamente sin contenido la
persecución del genocidio como delito extraterritorial. La existencia de víctimas españolas puede
reforzar las razones que justifican que la jurisdicción española acepte conocer del asunto, pero
dicha Jurisdicción se ejerce conforme al citado art. 23.4 a) en aplicación del principio de justicia
universal. Aplicar un interés nacional es contrario a la consideración del genocidio como delito
contra la comunidad internacional, pues supone que afecte a víctimas exclusivamente españolas
fuera de España (ya que, si las víctimas españolas fueran ajenas al grupo, el hecho respecto de
ellas no sería calificable como delito de genocidio).
El otro criterio que emplea la Sentencia, la presencia del presunto culpable en territorio
español, también es contrario a la norma, puesto que el art. 23.4 distingue dos grupos de delitos,
los de competencia extraterritorial por aplicación de la propia norma interna [apartados a) a f)], y
los que pueden llegar a serlo por aplicación de un Tratado [apartado g)], incorporando respecto
de los primeros al Ordenamiento interno el principio de jurisdicción universal, con arreglo a un
principio de ius cogens fuera de discusión. Por ello no puede interpretarse que el apartado g)
establezca límites a los anteriores respecto de una jurisdicción reconocida con anterioridad, y
además los Tratados a tomar en consideración establecen unas obligaciones de ejercicio de la
jurisdicción que constituyen un mínimo y no un máximo.
4) Citando precedentes de Derecho comparado concluye que a la persecución del
genocidio se aplica el principio de justicia universal como principio de ius cogens del Derecho
internacional, por lo que no cabe apreciar en el ejercicio de esta Jurisdicción en los términos del
art. 23.4 LOPJ contradicción alguna con otros principios del Derecho Internacional.
Por todo ello la exigencia de un vínculo o conexión entre los hechos y un valor o interés
del Estado que ejerce jurisdicción puede constituir un razonable criterio de autorrestricción para
evitar la proliferación de procesos por delitos totalmente extraños o alejados, pero siempre como
criterio de exclusión del exceso o abuso de derecho, no como medio de derogar en la práctica el
principio de jurisdicción universal, convirtiendo la excepción en regla a partir de la aplicación del
principio de personalidad pasiva, que no existe en nuestro Ordenamiento, o de defensa, que se
recoge separadamente en el art. 23.3 LOPJ. El enunciado criterio de razonabilidad puede
permitir denegar el ejercicio abusivo de la jurisdicción con el fin de evitar un efecto
excesivamente expansivo de este tipo de procedimientos y la inefectividad de la intervención,
pero, al entender ese nexo común de modo tan restrictivo como lo hace la mayoría del Tribunal,
se suprime en la práctica su ejercicio.
5) En todo caso si en algún supuesto concurren criterios de conexión es en éste, hasta el
punto de que "difícilmente se volverá a repetir en la historia de la jurisdicción española un
supuesto en el que existan tan plurales vínculos con un delito de genocidio étnico". Constata a
tal efecto la minoría discrepante la existencia de vínculos culturales, históricos, lingüísticos,
jurídicos y de toda índole con Guatemala, lo que impide aplicar el "criterio razonable de
exclusión" antes explicado y avala la mayor efectividad de la intervención jurisdiccional, a lo que
se añade la existencia de un número relevante de víctimas españolas, no del genocidio (pues no
pertenecen al grupo étnico), pero sí de actos de represalia o de los propios actos genocidas
dirigidos contra la población maya, y en fin, el asalto a la Embajada de España, que "no puede
constituir un ejemplo más claro de afectación a los intereses de nuestro país".
En virtud de todo ello considera el Voto particular que debió estimarse el recurso,
casando el Auto recurrido y confirmando el inicialmente dictado por el Juez Central de
Instrucción.
3. Las respectivas demandas de amparo se fundamentan, en síntesis, en los siguientes
motivos:
a) La demanda de amparo con núm. 1744-2003 considera vulnerado, en primer lugar, el
derecho a la tutela judicial efectiva recogido en el art. 24.1 CE, en su vertiente de derecho a
obtener una resolución fundada en Derecho y de acceso a la jurisdicción, en la que habrían
incurrido, tanto la Sentencia del Tribunal Supremo de 25 de febrero de 2003 al acoger una
interpretación injustificadamente restrictiva y contra legem del art. 23.4 LOPJ, viniendo en
realidad la exigencia, no establecida en la ley, de algún vínculo de conexión entre los hechos
delictivos y los intereses del Estado español a derogar el principio de justicia universal
consagrado en el citado precepto, como el Auto de la Audiencia Nacional de 13 de diciembre de
2000 al haber introducido un requisito (el criterio de la subsidiariedad) no recogido en la ley para
cerrar el acceso al proceso de los ahora recurrentes. En segundo lugar considera vulnerado
igualmente el derecho recogido en el art. 24.1 CE por infracción de la prohibición de la reformatio
in peius generadora de indefensión, dado que, al ser los ahora demandantes los únicos
recurrentes, la Sentencia del Tribunal Supremo perjudica y empeora su situación previa, puesto
que cierra de modo definitivo la competencia de los Tribunales españoles frente a la
improcedencia "en este momento" de la Jurisdicción española, que había afirmado la Audiencia
Nacional. Por lo demás los demandantes hacen suyos los argumentos manejados por el Voto
particular. En tercer lugar se alega asimismo la vulneración del derecho al Juez ordinario
predeterminado por la Ley y a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) en que habrían
incurrido las resoluciones impugnadas al efectuar una interpretación contra legem del art. 23.4
LOPJ y cerrar el paso a la competencia de los Tribunales españoles.
b) La demanda presentada en el recurso registrado con el núm. 1755-2003 impetra
amparo por considerar vulnerados los siguientes derechos fundamentales: En primer lugar el
derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.2 CE) en su vertiente de acceso al proceso;
vulneración en que incurren tanto la Sentencia del Tribunal Supremo como el Auto de la
Audiencia Nacional de 13 de diciembre de 2000 al declinar la jurisdicción española para la
persecución de parte de los hechos objeto de la denuncia a partir de una interpretación que
precluye toda aplicación del art. 23.4 LOPJ, al sustituir, la primera de las resoluciones citadas, la
jurisdicción universal por el principio de personalidad pasiva, que no está recogido en el
Ordenamiento español, y al restringir contra legem la Audiencia Nacional el marco de
competencia de los Tribunales españoles en virtud del principio de subsidiariedad. Del mismo
modo, y en segundo lugar, incurren en la vulneración del derecho a un debido proceso en
relación con el derecho de igualdad ante la ley cuando discriminan la competencia para la
persecución penal de los hechos denunciados en función de la nacionalidad de las víctimas o del
"interés nacional", infringiendo con ello lo dispuesto el art. 14 CEDH o el 21 PIDCP. Por último
alegan que la Sentencia del Tribunal Supremo infringe la proscripción de la reformatio in peius, al
resolver la casación, instada por los ahora recurrentes, restringiendo aún más la competencia de
los Tribunales españoles al ir más allá que la Audiencia Nacional.
c) El recurso de amparo registrado con el núm. 1773/2003 se interpone en atención a los
siguientes motivos de amparo: En primer lugar, se vulnera el derecho a la tutela judicial efectiva
(art. 24.1 CE) por la Sentencia del Tribunal Supremo al dictar una resolución no fundada en
Derecho y en contra de lo que, de modo claro y preciso, dispone el art. 23.4 LOPJ, la cual se
opone asimismo al derecho al acceso al proceso por restringir indebidamente la competencia de
los Tribunales españoles. Y la misma queja se proyecta sobre el Auto de la Audiencia Nacional.
Asimismo se priva con tales resoluciones a los ahora demandantes del Juez ordinario
predeterminado por la ley, contraviniendo con ello lo dispuesto en el art. 24.2 CE. Sin apoyo
argumental aduce además la demanda la violación del derecho a un proceso sin dilaciones
indebidas, para concluir afirmando, a partir de la invocación del Voto particular de la Sentencia
del Tribunal Supremo combatida, que ésta incurre en una reformatio in peius.
4. La Sala Segunda, en relación con la demanda registrada con el núm. 1744-2003, dictó
providencia de 13 de mayo de 2004 al amparo de lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, acordando
conceder al recurrente y al Ministerio público el plazo común de diez días para que formularan,
con las aportaciones documentales procedentes, alegaciones sobre la carencia manifiesta de
contenido constitucional conforme al art. 50.1 c) LOTC. El Fiscal y el demandante interesaron la
admisión a trámite de la demanda, que fue acordada por providencia de la Sala Segunda de 14
de octubre de 2004, al igual que el emplazamiento de quienes fueran parte en el procedimiento
del que traía causa. Por medio de escrito registrado en este Tribunal el 22 de noviembre de 2004
se personó en dicho recurso la Asociación Argentina Pro-Derechos Humanos, representada por
la Procuradora doña Isabel Cañedo Vega.
Por diligencia de ordenación de 20 de enero de 2005 se tuvo a dicha Asociación por
personada, acordando además dar vista de las actuaciones a todas las partes por plazo de
veinte días, según lo dispuesto en el art. 52.1 LOTC, así como concederles plazo de diez días,
según lo establecido en el art. 83 LOTC, para que pudieran alegar lo que a su derecho
conviniese sobre la acumulación al presente recurso del tramitado en la Sala Segunda con núm.
1755-2003 y al seguido en la Sala Primera con núm. 1773-2003.
5. La Sala Segunda, en relación con la demanda núm. 1755-2003, dictó providencia de
19 de mayo de 2004, al amparo de lo dispuesto en el art. 50.3 LOTC, acordando conceder al
recurrente y al Ministerio público plazo común de diez días para que formularan, con las
aportaciones documentales procedentes, alegaciones sobre la carencia manifiesta de contenido
constitucional conforme al art. 50.1 c) LOTC. El Fiscal y la demandante interesaron la admisión a
trámite de la demanda, que fue acordada por providencia de la Sala Segunda de 28 de octubre
de 2004, al igual que el emplazamiento de quienes fueran parte en el procedimiento del que traía
causa. Por medio de escrito registrado en este Tribunal el 23 de diciembre de 2004 se personó
en dicho recurso la Asociación Libre de Abogados, representada por la Procuradora doña Isabel
Cañedo Vega.
Por diligencia de ordenación de 20 de enero de 2005 se tuvo a esta última asociación
por personada, acordando además dar vista de las actuaciones a las partes por plazo de veinte
días según lo dispuesto en el art. 52.1 LOTC, así como concederles plazo de diez días, según lo
establecido en el art. 83 LOTC, para que pudieran alegar lo que a su derecho conviniera sobre la
acumulación del presente recurso al tramitado en la Sala Segunda con el núm. 1744-2003.
6. La Sala Primera, en relación con la demanda núm. 1774-2003, dictó providencia de 18
de mayo de 2004 acordando admitir a trámite la demanda y requerir, conforme al art. 51 LOTC,
el emplazamiento de quienes fueron parte en el procedimiento. Mediante escritos registrados en
este Tribunal el 1 de junio de 2004 se personaron en dicho recurso la Confederación Sindical de
Comisiones Obreras, representada por la Procuradora doña Isabel Cañedo Vega, y doña
Rigoberta Menchú Tumn, doña Silvia Solórzano Foppa, doña Silvia Julieta Solórzano Foppa, don
Santiago Solórzano Ureta, don Julio Alfonso Solórzano Foppa, don Lorenzo Villanueva
Villanueva, doña Juliana Villanueva Villanueva, don Lorenzo Jesús Villanueva Imizocz, doña Ana
María Gran Cirera, doña Montserrat Gibert Grant, doña Ana María Gibert Gran, doña Concepción
Gran Cirera, don José Narciso Picas Vila, doña Aura Elena Farfán, doña Rosario Pu Gómez, C.
I. Est. Prom. Derechos Humanos, don Arcadio Alonzo Fernández, Conavigua, Famdegua y doña
Ana Lucrecia Molina Theissen, representados por la Procuradora doña Gloria Rincón Mayoral.
Por diligencia de ordenación de 8 de octubre de 2004 se tuvo por personados a los
citados, acordando además dar vista de las actuaciones a las partes personadas por plazo de
veinte días, según lo dispuesto en el art. 52.1 LOTC.
Por posterior diligencia de ordenación de 20 de enero de 2005 se concedió, al amparo de lo
dispuesto en el art. 83 LOTC, un plazo de diez días a las partes personadas para que pudiesen
alegar lo que estimaran pertinente acerca de la acumulación del presente recurso al tramitado en
la Sala Segunda con el núm. 1744-2003.
7. El Ministerio público y las partes personadas en los diversos recursos de amparo
interesaron la acumulación o no se opusieron a ella. La Sala Segunda de este Tribunal dictó
Auto de 14 de marzo de 2005 acordando la acumulación de los recursos más modernos (1755-
2003 y 1773-2003) al más antiguo (1744-2003), por impugnarse en ellos las mismas
resoluciones judiciales y aducir sustancialmente la misma vulneración de derechos
fundamentales.
8. En el recurso 1744-2003, evacuando el trámite contemplado por el art. 52.1 LOTC, el
Fiscal, en escrito registrado en este Tribunal el 10 de febrero de 2005, interesa la estimación del
amparo en virtud de las siguientes consideraciones.
En relación con la queja relativa a la vulneración del art. 24.1 CE por reformatio in peius
considera que estaría incursa en la causa de inadmisión del art. 50.1 a) en relación con el 44.1 a)
LOTC, dado el hecho de que, siendo tal reforma peyorativa una incongruencia extra petita, debió
acudirse al cauce que ofrecía el art. 240.3 LOPJ, interponiendo un incidente de nulidad de
actuaciones antes de acudir a la jurisdicción constitucional; en todo caso, si no se considerara en
esos términos por el Tribunal, el citado motivo de amparo debería desestimarse por cuanto, de
una parte, no puede calificarse de incongruente una decisión referida a la jurisdicción de los
Tribunales españoles, que es improrrogable y, en consecuencia, puede ser apreciada de oficio
en cualquier momento procesal, como se desprende del art. 9.1 LOPJ y, de otra, no puede
tampoco afirmarse que la decisión del Tribunal Supremo haya cerrado definitivamente un posible
proceso en España sobre los hechos objeto de la denuncia, el cual podría abrirse si llegara a
concurrir alguno de los puntos de conexión exigidos.
En relación con el derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley entiende que no
ha existido vulneración alguna del citado derecho, en tanto tienen tal consideración los órganos
judiciales que, tras los recursos interpuestos, han dado una respuesta jurídica, siendo ajeno a tal
derecho el que los Tribunales inicialmente llamados a conocer de un determinado proceso
examinen en sentido negativo su propia competencia y jurisdicción.
Por lo que respecta a la alegada vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva
considera el Ministerio público que, dado que rige con especial intensidad el principio pro actione
en el acceso al proceso, no resultará admisible la supeditación de la posibilidad de la apertura de
éste a requisitos no previstos legalmente o exigidos de forma tan rigorista que imposibiliten o
dificulten extraordinariamente la incoación y tramitación del proceso (cita, entre otras, las SSTC
34/1999, 84/1996, 71/2001 o 231/2001). Pues bien, tanto la Audiencia Nacional como el Tribunal
Supremo no se han limitado a requerir la concurrencia de las circunstancias previstas en el art.
23.4 LOPJ, sino que añaden al contenido del citado precepto requisitos no establecidos
expresamente en el texto de la Ley. Así el Auto de la Audiencia Nacional reclama a los actores
una prueba que no está prevista legalmente y que se proyecta sobre hechos negativos, una
probatio diabolica cuya exigencia, en consecuencia, lesiona el derecho a la tutela judicial
efectiva; y, sobre la resolución del Tribunal Supremo, la referencia al requisito de la "conexión
con un interés nacional", aun cuando formalmente aparezca fundada en una interpretación
sistemática de diversas normas, constituye un obstáculo no previsto legalmente que es, por lo
tanto, contrario al art. 24.1 CE, y ello porque dicho requisito ni siquiera encuentra justificación
desde una perspectiva sistemática, dados los siguientes argumentos: a) En primer lugar, la
exigencia, como uno de los puntos de conexión, de que haya al menos una víctima española
convertiría en innecesaria la previsión específica de la competencia de los Tribunales españoles
para conocer del delito de genocidio, puesto que sería de aplicación el principio de personalidad
del 23.2 LOPJ; siendo, por lo demás, un hecho necesitado de prueba que será extremadamente
difícil de aportar en ocasiones. b) En segundo lugar, el requisito alternativo de que los
responsables se encuentren en España carece de toda previsión legal. c) Por último, la exigencia
de que, en ausencia de los requisitos anteriores, exista afectación de intereses españoles,
resulta, de una parte, redundante con el art. 23.3 LOPJ y, de otra, puede afirmarse que cuando
el legislador español estableció, junto a la tipificación del genocidio, un catálogo de delitos
perseguibles en cualquier caso por la jurisdicción española, lo hizo por entender que era del
interés del Estado establecer dicha norma. En suma, dicho requisito (enunciado, por lo demás,
de modo genérico) carece de soporte legal, no está justificado, y su imprecisión lo convierte en
un obstáculo insalvable.
Por su parte, en evacuación del citado trámite, la representación procesal de la
Asociación Argentina Pro-Derechos Humanos presentó escrito registrado en este Tribunal el 22
de febrero de 2005, en el que hacían suyas y daban por reproducidas las alegaciones
formuladas en la demanda de amparo interpuesta por doña Rigoberta Menchú Tumn y otros.
9. En el recurso registrado con el núm. 1755-2003, evacuando el trámite contemplado
por el art. 52.1 LOTC, el Fiscal, en escrito registrado en este Tribunal el 10 de febrero de 2005,
interesó la estimación del amparo por entender que la resolución judicial recurrida vulnera el
derecho a la tutela judicial efectiva de los demandantes en su vertiente de acceso al proceso,
fundamentando tal conclusión en virtud de argumentos muy similares a los esgrimidos en el
escrito presentado con ocasión de la demanda de amparo registrada con el núm. 1744-2003.
Por su parte, en evacuación del citado trámite, la representación procesal de la
Asociación Argentina Pro-Derechos Humanos presentó escrito registrado en este Tribunal el 23
de febrero de 2005, en el que hizo suyas y dio por reproducidas las alegaciones formuladas en la
demanda de amparo interpuesta por la Asociación Libre de Abogados.
10. En el recurso registrado con el núm. 1773-2003, evacuando el trámite contemplado
por el art. 52.1 LOTC, el Ministerio público, en escrito registrado en este Tribunal el 16 de
noviembre de 2004, interesó la estimación del amparo por entender que la resolución judicial
recurrida vulnera el derecho a la tutela judicial efectiva de los demandantes en su vertiente de
acceso al proceso, fundamentando tal conclusión en virtud de argumentos muy similares a los
esgrimidos en el escrito presentado con ocasión de la demanda de amparo registrada con el
núm. 1744-2003. Respecto del resto de los motivos de amparo entiende que no puede
considerarse vulnerado el derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley consagrado en el
art. 24.2 CE en virtud de los argumentos manejados en el citado escrito; así como que tampoco
cabe otorgar el amparo respecto de la queja relativa al derecho a un proceso sin dilaciones
indebidas, carente de contenido constitucional puesto que se trata de una simple alegación
ayuna de desarrollo argumental alguno.
Por su parte, en evacuación del citado trámite, la representación procesal de doña
Rigoberta Menchú y otros presentó escrito, registrado en este Tribunal el 12 de noviembre de
2004, en el que se adhirió íntegramente al recurso de amparo interpuesto por la Asociación Libre
de Abogados registrado con el núm. 1744-2003.
11. Por providencia de 22 de septiembre de 2005 se señaló para deliberación y votación
de la presente Sentencia el día 26 del mismo mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Pascual Menéndez Llorente frente a la Sentencia de la Audiencia
Provincial de Madrid que, en grado de apelación, le condenó por delito contra la seguridad del
tráfico.Vulneración de los derechos a un proceso con garantías y a la presunción de inocencia:
condena pronunciada en apelación sin haber celebrado vista pública (STC 167/2002); prueba
alcoholimétrica.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 13 de
septiembre de 2003, don Luis Gómez López-Linares, Procurador de los Tribunales, en nombre y
representación de don Pascual Menéndez Llorente, interpuso recurso de amparo contra la
resolución judicial a la que se ha hecho mención en el encabezamiento de esta Sentencia.
2. El recurso tiene su origen en los siguientes antecedentes, que a continuación se
exponen sucintamente:
a) El demandante fue absuelto por el Juzgado de lo Penal núm. 20 de los de Madrid, en
Sentencia de fecha 30 de marzo de 2004, de un delito contra la seguridad del tráfico de que
venía siendo acusado, declarándose de oficio las costas causadas.
La Sentencia declaró probado que el demandante conducía un vehículo y, al atravesar
una calle, superó un cruce cuando el semáforo cambiaba a fase roja. La maniobra fue observada
por agentes de la policía local y como el conductor oliera a alcohol, fue sometido a la prueba de
alcoholemia, dando un resultado positivo de 0,80 mg./l. en aire espirado.
b) Interpuesto recurso de apelación por el Ministerio Fiscal, la Sección Sexta de la
Audiencia Provincial dictó Sentencia, de fecha 13 de julio de 2004, estimándolo, revocando la
Sentencia de primera instancia y condenando al demandante, como autor de un delito contra la
seguridad del tráfico, a las penas de tres meses de multa, con una cuota diaria de cuatro euros,
con una responsabilidad personal subsidiaria de un día de privación de libertad por cada dos
cuotas diarias no satisfechas, así como a la pena de privación del permiso de conducir vehículos
de motor por tiempo de un año y un día, así como al pago de las costas procesales causadas en
la primera instancia.
La Sentencia declaró probado que el demandante conducía un vehículo en indebidas
condiciones debido a la ingesta precedente de bebidas alcohólicas, lo que motivó que, al
atravesar una calle, superara un cruce cuando el semáforo estaba en fase roja. La maniobra fue
observada por agentes de la policía local, y como el conductor oliera a alcohol y presentara una
deambulación vacilante, además de otros síntomas de ingesta de bebidas alcohólicas, fue
sometido a la prueba de alcoholemia, dando un resultado positivo de 0,80 mg./l. en aire espirado.
3. La demanda de amparo invoca la violación del derecho a un proceso con todas las
garantías (art. 24.2 CE) al revocar el órgano judicial ad quem la Sentencia absolutoria dictada en
instancia sobre la base de una distinta valoración de las pruebas personales (testificales)
practicadas ante el Juez a quo, sin haber celebrado vista y, por tanto, sin respetar las exigencias
de inmediación y contradicción.
Por otrosí, solicitó la suspensión de la ejecución de la Sentencia impugnada, por
entender que la ejecución causaría un perjuicio que haría perder al amparo su finalidad.
4. La Sección Segunda de este Tribunal acordó por providencia de 25 de abril de 2005 la
admisión a trámite de la demanda de amparo y, a tenor de lo previsto en el art. 51 LOTC, dirigir
atenta comunicación a la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Madrid y al Juzgado de lo
Penal núm. 20 de los de Madrid para la remisión de actuaciones y emplazamiento a quienes
hubieran sido parte en ese procedimiento para comparecer en el mismo.
Con la misma fecha se dictó providencia incoando la pieza separada de suspensión en
la que, tras las diligencias procedentes, se dictó Auto, de fecha 6 de junio de 2005, acordando la
suspensión de la ejecución de la Sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Madrid en lo
relativo a la pena de privación del permiso de conducir vehículos de motor y ciclomotores,
denegando la suspensión en cuanto al resto de pronunciamientos.
5. Mediante diligencia de ordenación de 13 de junio de 2005, se dispuso, a tenor de lo
previsto en el art. 52 LOTC, dar vista de las actuaciones y un plazo común de veinte días para
alegaciones al Ministerio Fiscal y a las partes personadas.
6. El Ministerio Fiscal, en escrito registrado el 8 de julio de 2005, presentó ante el
Registro General de este Tribunal sus alegaciones solicitando el otorgamiento del amparo. Indica
el Fiscal que en el presente supuesto el Magistrado Juez de lo Penal consideró acreditado que el
demandante condujo a determinada hora y en determinado lugar un vehículo y que superó un
cruce cuando el semáforo cambiaba a fase roja, siendo ello observado por agentes de la policía
local y que, como el conductor oliera a alcohol, fue sometido a una prueba de alcoholemia,
dando un resultado de 0,80 mg./l. en aire espirado. El Magistrado Juez de lo Penal tuvo por
acreditado que el Sr. Menéndez Llorente había consumido bebidas alcohólicas y que presentaba
determinada tasa de alcohol en sangre, pero no que hubiese rebasado un semáforo en fase roja,
ni que el alcohol ingerido hubiese afectado a sus facultades. Tal fue lo sostenido por el acusado
en el plenario, y el Magistrado otorgó credibilidad a dicho testimonio, al considerar que los
síntomas recogidos en el atestado eran compatibles con una ingesta moderada de alcohol y con
el estado psicológico y el tratamiento odontológico a que estaba sometido el acusado, y por ello
estimó que no se había practicado prueba de cargo que acreditase más allá de toda duda que
estaba incapacitado para conducir un vehículo de motor.
La Sentencia dictada en apelación, añade el Fiscal, consideró, por el contrario,
acreditado que el acusado había conducido el vehículo en indebidas condiciones por la ingesta
precedente de alcohol, que había superado un cruce cuando el semáforo estaba en fase roja, y
que además del olor a alcohol presentaba una deambulación vacilante y otros síntomas de
ingesta de bebidas alcohólicas, por lo que fue sometido a la prueba de alcoholemia, dando un
resultado positivo de 0,80 mg./l. en aire aspirado. Para llegar a tal conclusión la Sentencia
dictada en apelación prescindió por completo del testimonio del acusado y otorgó plena
virtualidad a los testimonios de los testigos policiales, tanto en lo referente a la sintomatología
presentada, minimizando los dictámenes periciales aportados por el acusado, cuanto a que la
conducción había sido anómala, al haberse saltado un semáforo en fase roja, de lo cual dedujo
tanto la puesta en peligro de la vida de los demás usuarios de la vía pública como la influencia
del alcohol en la conducción.
Por todo ello, frente a la apreciación probatoria realizada en la instancia, en la que el
Magistrado de lo Penal, a partir del testimonio del acusado, del testimonio de los testigos
policiales y de la documental obrante en la causa, llegó a considerar inacreditado uno de los
elementos del tipo penal, esto es la influencia del alcohol en las facultades de conducción del
acusado, la Audiencia Provincial, por el contrario, llegó a considerar demostrado tal elemento
típico tomando en consideración el testimonio de los policías locales que habían declarado en el
plenario, testimonio a partir del cual tuvo por acreditado, de un lado, que el acusado había
rebasado un semáforo en fase roja, lo que patentizaba una anómala conducción, con puesta en
peligro de la vida de los demás usuarios de la vía y, de otro, que la ingesta alcohólica había
influido en la conducción. Y como tal nueva valoración, concluye el Fiscal, se hizo sin examen
directo y personal del acusado y de los testigos, se vulneró el derecho al proceso con todas las
garantías del ahora demandante. Por otra parte, eliminado el testimonio de los agentes testigos
no queda otro soporte probatorio en la propia Sentencia para sustentar la anómala conducción y,
con ello, para reputar probado que la ingesta alcohólica hubiera mermado sus facultades. Por
esta razón, debe declararse además vulnerado el derecho a la presunción de inocencia del
demandante.
7. La representación procesal del demandante de amparo presentó sus alegaciones ante
el Registro General de este Tribunal el día 13 de julio de 2005, en las que reitera y ratifica las
alegaciones ya contenidas en la demanda.
8. Por providencia de 31 de mayo de 2007 se señaló para deliberación y votación de la
presente Sentencia el día 4 de dicho mes y año.
Fundamentos:
Fallo:
S.TC. 140/2007 .
Referencia número: 140/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 4/6/2007
Publicación BOE: 20070706 ::
Sala: Sala Segunda.
Ponente: don Eugeni Gay Montalvo
Número registro: 4603-2006/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Salvador Alfonso Escrivá respecto a los Auto de la Sala de lo Penal
de la Audiencia Nacional que acuerdan su extradición a Perú para cumplir pena en la prisión de
Lurigancho. Vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva en relación con la integridad
personal: extradición pasiva sin indagar ni motivar sobre las alegaciones de que el reclamado
será sometido a tratos inhumanos o degradantes en la cárcel (STC 181/2004).
Preámbulo:
La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, compuesta por don Guillermo Jiménez
Sánchez, Presidente; don Vicente Conde Martín de Hijas, doña Elisa Pérez Vera, don Eugeni
Gay Montalvo, don Ramón Rodríguez Arribas y don Pascual Sala Sánchez, Magistrados, ha
pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 4603-2006, promovido por don Salvador Alfonso Escrivá,
representado por el Procurador de los Tribunales don Luis Pozas Osset y asistido por el Letrado
don Francisco Javier Reig Garrigues, contra el Auto del Pleno de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional de 20 de febrero de 2006, dictado en rollo de súplica 11-2006, que confirma
el Auto de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 18 de enero de
2006, dictado en procedimiento de extradición 93-2003, por el que se acuerda la extradición a
Perú. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don Eugeni Gay
Montalvo, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito presentado en el Registro General de este Tribunal el día 24 de abril
de 2006 don Luis Pozas Osset, Procurador de los Tribunales, en nombre y representación de
don Salvador Alfonso Escrivá, y asistido por el Letrado don Francisco Javier Reig Garrigues,
interpuso recurso de amparo contra el Auto del Pleno de la Sala de lo Penal de la Audiencia
Nacional de 20 de febrero de 2006 que, desestimando el recurso de súplica interpuesto contra el
Auto de la Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 18 de enero de
2006, dictado en procedimiento de extradición 93-2003, confirma la extradición del recurrente a
Perú.
2. La demanda de amparo trae causa, en síntesis, de los siguientes hechos:
a) Con fecha de 13 de noviembre de 2003, el Juzgado Central de Instrucción núm. 1
procedió a la incoación de procedimiento extradicional interesado por el Gobierno de la
República de Perú, que había remitido Nota verbal con fecha de 1 de septiembre de 2003
solicitando la entrega del ciudadano español don Salvador Alfonso Escrivá para ejecución del
resto de la pena de diez años de prisión impuesta por la Sentencia dictada por el Juzgado
Decimotercero Penal de Lima de 25 de marzo de 1997 por delito de tráfico de drogas, y de la
que restan por cumplir cinco años al haberse fugado el recurrente de la prisión de Lurigancho, a
la mitad de su cumplimiento, el 30 de enero de 2001.
b) Celebrada la comparecencia extradicional prevista en el artículo 12.2 de la Ley de
extradición pasiva el reclamado se opuso a su entrega. El Ministerio Fiscal interesó la entrega
del reclamado. Por Auto de 4 de junio de 2004 el Juzgado Central de Instrucción acordó elevar
las actuaciones a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional.
c) Mediante escrito registrado en la Audiencia Nacional el 21 de julio de 2004 el
recurrente formuló alegaciones, oponiéndose a la extradición por entender que, bajo aplicación
de la legislación penal española a los hechos cometidos en Perú, ya se habría extinguido la
responsabilidad penal, así como por considerar que la situación de las cárceles en Perú, y en
particular de la de Lurigancho, impide asegurar que el reclamado no sufrirá un trato inhumano y
degradante, como de hecho sufrió ya en su estancia en dicha prisión. Asimismo proponía diversa
prueba documental y solicitaba que se recabara del funcionario de la Embajada española en
Perú encargado de las visitas a presos un informe sobre la situación del recurrente en el
establecimiento penitenciario citado, así como que se recabara la información en la prensa
peruana acerca de la fuga del recurrente.
d) Tal solicitud fue denegada por Auto de la Audiencia Nacional de 1 de septiembre de
2004, siendo admitida la prueba documental presentada y señalándose fecha para la vista
extradicional. Celebrada la vista oral, y en virtud de las alegaciones del reclamado, por
providencia de 15 de octubre de 2004 la Audiencia Nacional dispuso que se oficiara al Instituto
Nacional Penitenciario de Perú para que emitiera informe sobre las condiciones de internamiento
cerrado ordinario en el centro penitenciario de Lurigancho.
e) Recibida dicha documentación, celebrada nuevamente vista extradicional, por la
Audiencia Nacional se dictó nueva providencia con fecha de 25 de abril de 2005 en la que, dado
que de la documentación aportada a la vista se desprendía que por la autoridad peruana se
siguió expediente para autorizar el cumplimiento de la pena del recurrente en España, se
procedía a solicitar de la autoridad peruana que informara del resultado de dicho expediente, así
como de que "si en definitiva el Gobierno peruano autoriza el cumplimiento del resto de la pena
en España".
f) La Audiencia Nacional, por Auto de 18 de enero de 2006, acordó la procedencia de la
extradición a Perú del recurrente en virtud de lo dispuesto en el Tratado bilateral de extradición
entre España y Perú de 28 de junio de 1989 y de la Ley de extradición pasiva.
En relación con la alegación del actor fundada en la situación infrahumana de las
cárceles peruanas manifiesta la Audiencia Nacional que "la documentación remitida por la
Autoridad Penitenciaria peruana viene en establecer de forma clara la existencia de una
normativa penitenciaria acorde con un Estado de Derecho, que puede ser exigida por el penado
con el amparo judicial, por lo que se estima decae tal causa de oposición".
En segundo lugar, a la nacionalidad española del reclamado como causa obstativa a la
entrega, opone la Audiencia Nacional que "tal causa de oposición aparece regulada en el
Tratado Extradicional de 1989 como una posibilidad que puede o no aplicar el Tribunal del país
requerido conforme a lo previsto en el artículo 3.º de la Ley de Extradición Pasiva, debiendo en
consecuencia desestimarse tal causa de oposición una vez acreditada la no culminación del
expediente iniciado en su día por el reclamado y que fue archivado habida cuenta su huida del
Perú, sin que pueda desde el país requerido seguirse el expediente de traslado para el
cumplimiento de la pena pendiente, ya que ello debe realizarse conforme al Tratado bilateral de
25 de febrero de 1986 ante la Embajada del Reino de España en Perú".
Por último, el resto de las alegaciones formuladas por la defensa del recurrente son
desestimadas en los siguientes términos: "Y en cuanto a la existencia de defectos formales en la
documentación aportada por la Autoridad Peruana, cabe indicar que examinada la inicialmente
unida a la nota verbal y que da origen al acuerdo del Consejo de Ministros del Reino de España
inicial de estas actuaciones, con la que figura aportada en agosto de 2005, se advierte que la
primera de ellas cumple los requisitos exigidos en el artículo 15 del Tratado bilateral de 1989,
siendo la adoptada posteriormente complementaria de la anterior. Respecto del defecto
apuntado por la defensa en cuanto a la no existencia de liquidación de condena por parte de la
Autoridad Peruana, es evidente que tal documentación no se corresponde con los requisitos
legales exigibles a tenor del Tratado bilateral indicado, debiendo en su caso, junto con la
certificación que proceda de la prisión provisional cumplida en España, realizar dicha Autoridad
la misma, pero sin que ello pueda ser obstáculo para la extradición interesada. Igual solución
recae sobre el planteamiento de la defensa en orden a la variación de pena sufrida por el delito
cuyo cumplimiento se interesa y que podría como norma más favorable beneficiar al reclamado,
ya que ello es competencia de la Autoridad Judicial peruana".
g) Recurrida en súplica la decisión de entrega, en virtud de alegaciones que después se
reiterarán en la demanda de amparo, fue confirmada por Auto del Pleno de la Sala de lo Penal
de 20 de febrero de 2006. Además de reiterar los argumentos ya esgrimidos por el Auto de
instancia, con relación a la queja relativa al trato degradante y vejatorio enfatiza la Audiencia
Nacional que, "si bien pudiera ser que la situación de los derechos humanos y las condiciones de
los Centros penitenciarios del Perú no serían equiparables a las de los Estados occidentales
avanzados, no es menos cierto que tal situación no implicaría que existiese una vulneración
sistemática, generalizada e institucionalizada de dichos derechos ni que el reclamado vaya o
pudiera sufrirlas. En todo caso, este Tribunal no puede constatar, desde una perspectiva
estrictamente jurídica, que exista tal vulneración de derechos fundamentales en los Centros
penitenciarios peruanos".
3. La demanda de amparo se fundamenta en la vulneración de los derechos a la tutela
judicial efectiva (art. 24.1 CE), a la vida y la integridad física y moral (art. 15 CE), así como en el
derecho a la libertad (art. 17 CE), y está basada en los siguientes argumentos: En primer lugar,
se alega que la nota verbal remitida por las Autoridades peruanas que dio inicio al procedimiento
de extradición no era una petición formal de extradición, sino una mera solicitud de detención
preventiva, lo que queda acreditado porque, siendo tal nota verbal de 1 de septiembre de 2003,
no fue hasta junio de 2005 cuando se resolvió iniciar los trámites de la extradición activa en Perú.
Tal proceder es contrario al artículo 24 del Tratado bilateral, que sólo lo admite para casos de
urgencia, y vulnera los derechos fundamentales recogidos en los artículo 24 CE y 17 CE, pues el
recurrente estuvo privado de libertad durante dos años sin habilitación legal para ello.
En segundo lugar alega que durante su estancia en la prisión de Lurigancho el
recurrente sufrió un trato degradante y vejatorio, lo que queda acreditado por la documentación
aportada, y que es más que previsible que la entrega a Perú derivará en sufrir nuevamente un
trato semejante, sin que la argumentación de la Audiencia Nacional al desestimar tal alegación
resulte mínimamente satisfactoria, siendo contraria a la doctrina del Tribunal Constitucional (STC
91/2000, por ejemplo). En tercer lugar, denuncia que, siendo nacional español, la facultad que
ofrece el Tratado bilateral de aplicar la Ley de extradición pasiva habría dado lugar a no ser
entregado; cuestión a la que la Audiencia Nacional responde con un manifiesto déficit de
motivación, al limitarse a decir que tal posibilidad dispuesta en el artículo 7 del Tratado es una
mera facultad y no una obligación y que el recurrente tiene pendiente un expediente de traslado
para cumplimiento en España.
En cuarto lugar, alega que previamente a la decisión de extradición debía practicarse la
liquidación de condena que resta por cumplir, y ello, tanto porque una vez entregado sus
garantías procesales no serán respetadas, como porque en el Tratado bilateral se establece un
mínimo de cumplimiento para la entrega. Así, en rigor, aplicando las redenciones contempladas
en la legislación peruana, sólo le restarían seis meses de cumplimiento, lo que impediría la
extradición. No haberlo hecho por parte de la Audiencia Nacional vulnera, no sólo el artículo 24
CE, sino, asimismo, el 17 CE. Por último manifiesta también que la condena impuesta en Perú
estuvo presidida por una sistemática lesión de sus garantías procesales, al haberse obtenido la
prueba a partir de un registro sin mandamiento judicial y al no habérsele aplicado ni siquiera una
atenuante a pesar de ser politoxicómano; por ello la Audiencia Nacional debería como mínimo
haber condicionado la entrega a una serie de garantías, y no haberlo hecho lesiona el artículo 24
CE.
4. Por medio de providencia dictada el día 20 de junio de 2006 acordó la Sala Segunda
de este Tribunal, de conformidad con el núm. 3 del artículo 50 LOTC, conceder al demandante
de amparo y al Ministerio Fiscal plazo común de diez días para que formularan, con las
aportaciones documentales que procediesen, las alegaciones que estimasen pertinentes en
relación con la causa de inadmisión de carencia manifiesta de contenido constitucional de la
demanda [art. 50.1 c) LOTC].
5. Evacuando el citado trámite, mediante escrito registrado en este Tribunal el 7 de julio
de 2006, el recurrente reiteró el contenido de la demanda de amparo.
Mediante el escrito registrado el 10 de julio de 2006 el Ministerio Fiscal manifestó que la
demanda no carece de contenido constitucional, por lo que propuso su admisión a trámite,
considerando que los Autos recurridos fundamentan la concesión de extradición con argumentos
escuetos o demasiado generales en ocasiones, por lo que, particularmente en relación con la
denuncia relativa al trato vejatorio, procede un análisis más detenido.
6. La Sala Segunda de este Tribunal, por providencia de 17 de julio de 2006, acordó
admitir a trámite la demanda de amparo y, en aplicación de lo dispuesto en el artículo 51 LOTC,
dirigir atentas comunicaciones a los órganos judiciales competentes para la remisión de
certificación o fotocopia adverada de las actuaciones y emplazamiento a quienes hubieran sido
parte en el procedimiento, a excepción del demandante de amparo, para que, si lo desearen,
pudiesen comparecer en el plazo de diez días en el presente proceso de amparo.
Igualmente se acordó formar la correspondiente pieza separada de suspensión, en la
que, tras los trámites oportunos, se dictó por la Sala Segunda de este Tribunal el Auto de 24 de
julio de 2006 acordando suspender la ejecución de los Autos impugnados.
7. Por diligencia de ordenación de la Secretaría de Justicia de la Sala Segunda de este
Tribunal, de 5 de septiembre de 2006, se acordó dar vista de las actuaciones a la parte
recurrente y al Ministerio Fiscal, por plazo común de veinte días, para presentar las alegaciones
que estimasen pertinentes, de conformidad con el artículo 52.1 LOTC.
8. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 5 de octubre de 2006 el demandante
de amparo dio por ratificadas sus alegaciones.
Evacuando idéntico trámite, por escrito registrado el 10 de octubre de 2006, el Ministerio
Fiscal propuso la estimación de la demanda de amparo por entender que los Autos recurridos
vulneran el artículo 24.1 CE en relación con el artículo 15 CE, con la consiguiente anulación de
los mismos y la retroacción del proceso a la primera instancia. Ello es fundado en la
consideración de que la respuesta dada por la Audiencia Nacional a la alegación relativa al
sufrimiento de trato degradante y vejatorio es demasiado formalista y no satisface los requisitos
de motivación reforzada que impone la doctrina del Tribunal Constitucional en estos supuestos.
Así, el rechazo al denunciado riesgo de ser objeto de represalias y de tratos inhumano, vejatorio
o degradante si se concede la extradición, "se basa en una apreciación estrictamente normativo
jurídica ... la argumentación desestimatoria de los mentados autos se nos antoja en exceso
formalista". Si bien de la documentación remitida por las autoridades peruanas se deduce la
existencia de un sistema penitenciario respetuoso de las garantías, obra también un Informe de
la Defensoría del Pueblo del Perú sobre las condiciones de la cárcel de Lurigancho, así como del
sistema penitenciario peruano, del que se infieren las penosas condiciones de hacinamiento y la
inherente violencia estructural, datos que vienen avalados por los recortes periodísticos
aportados por la defensa. Pues bien, a nada de ello se refieren los autos impugnados, "y a la
gravedad de esa ausencia debe contraponerse la formalidad de los argumentos de contrario de
carácter abstractamente normativos que en algún caso, como el Informe oficial de la situación
penitenciaria ocupa apenas dos folios... frente al extenso y pormenorizado informe de la
Defensoría del Pueblo... que por su naturaleza no menos oficial e independiente, habría
requerido una respuesta argumental que no se ha producido... lo que conlleva la vulneración del
artículo 24.1 CE en relación con el artículo 15 CE".
En lo tocante al resto de las quejas, en cambio, considera el Ministerio Fiscal que
respecto de todas ellas se satisface el canon de motivación reforzada que impone el artículo 17
CE, y sus razones no pueden calificarse como arbitrarias, irracionales, o carentes de
razonabilidad.
9. Por providencia de fecha de 31 de mayo de 2007, se señaló para deliberación y fallo
de la Sentencia el día 4 de junio del mismo año.
Fundamentos:
II. Fundamentos jurídicos
1. La presente demanda de amparo se dirige contra el Auto del Pleno de la Sala de lo
Penal de la Audiencia Nacional, de 20 de febrero de 2006, y contra el Auto de la Sección Primera
de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 18 de enero de 2006, que acuerdan acceder
a la extradición solicitada por Perú para la finalización del cumplimiento de la condena impuesta
por tráfico de drogas, interrumpida tras la fuga del recurrente de la prisión donde había sido
ingresado. Se denuncia la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) en
relación con el derecho a la integridad física y psíquica y proscripción de tratos inhumanos o
degradantes (art. 15 CE) y con el derecho a la libertad (art. 17 CE). El Ministerio Fiscal solicita el
otorgamiento del amparo por considerar que los Autos recurridos no satisfacen la exigencia de
motivación reforzada que imponen las alegaciones del recurrente sobre el riesgo de sufrir un
trato inhumano o degradante si es devuelto a Perú, lesionando, entonces, el derecho a la tutela
judicial efectiva en relación con el artículo 15 CE.
2. Siendo varias las quejas formuladas conviene precisar que, con arreglo a nuestra
reiterada doctrina, debemos comenzar con el examen de aquellas de las que pueda derivarse
una retroacción de actuaciones, con el fin de salvaguardar el carácter subsidiario del proceso de
amparo (por todas, SSTC 19/2000, de 31 de enero, FJ 2; 31/2001, de 12 de febrero, FJ 2;
70/2002, de 3 de abril, FJ 2; 229/2003, de 18 de diciembre, FJ 2; 100/2004, de 2 de junio, FJ 4; y
53/2005, de 14 de marzo, FJ 2). Asimismo, y dado que tanto el recurrente como el Ministerio
Fiscal centran el peso de sus respectivas argumentaciones sobre el motivo de amparo fundado
en la lesión del derecho a la tutela judicial efectiva en relación con el derecho a la proscripción de
tratos inhumanos o degradantes, resulta procedente comenzar por dicha queja.
Al respecto es preciso traer a colación la doctrina desarrollada por este Tribunal acerca
de los deberes de protección de los derechos fundamentales del extraditurus por parte de los
órganos judiciales españoles. Como recuerda la STC 82/2006, de 13 de marzo, citando
resoluciones anteriores (SSTC 91/2000, de 30 de marzo y 13/1994, de 17 de enero) "la
responsabilidad de los órganos judiciales españoles por acción u omisión en los procedimientos
de extradición no se limita a las consecuencias de su propia conducta. En la medida en que con
dicho procedimiento se concreta un estrecho complejo de actuaciones imbricadas, en el país
requirente y en el requerido, el destino del extraditado en aquél no es ni puede ser indiferente
para las autoridades de éste. Por ello, se encuentran obligados a prevenir [esto es, a impedir que
se convierta en daño un peligro efectivo] la vulneración de derechos fundamentales, que les
vinculan como bases objetivas de nuestro Ordenamiento, incluso si esa vulneración se espera de
autoridades extranjeras, atrayéndose la competencia de los Tribunales españoles por el dominio
de que disponen sobre la situación personal del extraditado y, por tanto, por los medios con que
cuentan para remediar los efectos de las irregularidades denunciadas" (FJ 2). En este sentido,
hemos puesto de manifiesto que "el procedimiento de extradición... exige una cuidadosa labor de
verificación por el órgano judicial en relación con las circunstancias alegadas por el reclamado,
con el fin de evitar que, en caso de accederse a la extradición, se pudiera convertir en autor de
una lesión contra los derechos del extraditado, bien porque hubiera contribuido a que la lesión de
un derecho ya acaecida en el extranjero no fuera restablecida, o a que no se impidiera que de la
misma se derivaran consecuencias perjudiciales para el reclamado, bien porque, existiendo un
temor racional y fundado de que tales lesiones se produzcan en el futuro, éstas resulten
favorecidas por la actuación de los órganos judiciales españoles al no haberlas evitado con los
medios de que, mientras el reclamado se encuentra sometido a su jurisdicción, disponen, de
modo que la actuación del Juez español produzca un riesgo relevante de vulneración de los
derechos del reclamado" (SSTC 91/2000, de 30 de marzo, FJ 6; 32/2003, de 5 de marzo, FJ 2;
49/2006, de 13 de febrero, FJ 3; 82/2006, FJ 2).
En aras de salvaguardar los derechos fundamentales del ciudadano sometido al
procedimiento de extradición, los órganos judiciales "al conocer del procedimiento de extradición,
han de valorar las específicas circunstancias concurrentes en el supuesto sometido a su
consideración, tomando en cuenta la relevancia de los derechos e intereses que se consideran
lesionados o en riesgo de lesión, las consecuencias que pueden derivarse de la entrega al
Estado requirente en relación con la imposibilidad de reparación de los perjuicios, la
argumentación desplegada por el sometido al procedimiento y los elementos probatorios en la
que intenta sostenerla y, en relación con esto último, la dificultad probatoria que para el mismo
puede derivarse, precisamente, de encontrarse en un Estado distinto de aquél en el que
supuestamente se cometieron o podrían cometerse las vulneraciones. En particular, de acuerdo
con las consideraciones que hemos expuesto, siempre que el reclamado haya aportado
determinados y concretos elementos que sirvan de apoyo razonable a su argumentación y que
no le sea reprochable una actitud de falta de diligencia en la aportación del material probatorio,
los órganos judiciales no podrán, sin más, denegar o desatender la relevancia de tal
argumentación sobre la base de que la misma no resulta adecuadamente acreditada, sino que,
por el contrario, deberán realizar cuantas actuaciones sean precisas, en función de los derechos
fundamentales que puedan encontrarse en juego y demás factores en presencia, para conseguir
esclarecer las circunstancias alegadas o, incluso, ante la existencia de elementos, temores o
riesgos racionales de que las mismas efectivamente se hayan producido, existan, o puedan
producirse, sin que aquéllos hayan sido desvirtuados por la información y documentación de la
que el órgano judicial dispone, declarar improcedente la entrega del sometido al procedimiento
extradicional, evitando así las consecuencias perjudiciales que de una decisión contraria podrían
derivarse" (SSTC 32/2003, de 5 de marzo, FJ 2; 49/2006, de 13 de febrero, FJ 3).
Del mismo modo, "cuando el reclamado sostiene la concurrencia de alguna de las
circunstancias determinantes de que el órgano judicial pueda o deba denegar la entrega al
Estado requirente, y desarrolla al efecto una actividad probatoria mínimamente diligente, de la
que pueda extraerse razonablemente la existencia de motivos o indicios para creer que,
efectivamente, tales circunstancias pudieron acontecer, el órgano judicial debe desarrollar una
actividad encaminada a obtener los datos precisos para adoptar adecuadamente su decisión
que, por lo demás, no podrá fundarse sin más en la inexistencia de una prueba plena y cumplida
sobre las apuntadas circunstancias alegadas por el reclamado, sino que tendrá que ponderar y
valorar todos los factores y aspectos concurrentes para determinar si, a la vista de los mismos,
debe accederse o no a la extradición" (SSTC 148/2004, de 13 de septiembre, FJ 6; 49/2006, de
13 de febrero, FJ 3).
Por otra parte, esa obligación judicial se va tornando más acusada en función de la
mayor trascendencia de los derechos e intereses del reclamado que están en juego, "de modo
que alcanza una amplia exigencia cuando se trata de los derechos fundamentales reconocidos
en la Constitución, que les vinculan como bases objetivas de nuestro ordenamiento (por todas,
SSTC 13/1994, FJ 4, y 91/2000, FJ
7), y que tienen una especial relevancia y posición en nuestro sistema (por todas, STC 5/2002,
de 14 de enero, FJ 4) e, incluso, tal elevada exigencia ha de graduarse en función del derecho o
derechos fundamentales que puedan resultar afectados, de modo que necesariamente alcanzará
una especial intensidad cuando sean los reconocidos en el artículo 15 CE los que se encuentren
en esa situación
o, también desde otra perspectiva, cuando se incida sobre lo que en la STC 91/2000
denominamos contenido absoluto de los derechos fundamentales" (STC 181/2004, de 2 de
noviembre, FJ 14).
Además, debe tomarse en consideración que, como hemos puesto de manifiesto en la
citada STC 181/2004, si bien es preciso que "el temor o riesgos aducidos, sean fundados, en el
sentido de mínimamente acreditados por el propio reclamado", debiendo el reclamado poder
efectuar concretas alegaciones en relación a su persona y derechos y sin que sea suficiente la
formulación de alusiones o alegaciones "genéricas" sobre la situación del país (STC 148/2004,
de 13 de septiembre, FJ 8), "lo anterior no conlleva la exigencia de que la ''persona acredite de
modo pleno y absoluto la vulneración de sus derechos en el extranjero, de la que van a derivarse
consecuencias perjudiciales para la misma, o que esa vulneración va a tener lugar en el futuro,
toda vez que ello, supondría normalmente una carga exorbitante para el afectado'' (STC
32/2003, de 13 de febrero, FJ 3). Así, hemos reiterado en dicha STC 32/2003 (FJ 3), tan citada,
que la protección del derecho alegado por el reclamado habría de otorgarse en el caso de que
existiera un temor racional y fundado de que el mismo habría de ser vulnerado (STC 13/1994, de
17 de enero, FJ 5), y en la STC 91/2000, de 30 de marzo (FJ 6), aludimos al riesgo relevante de
vulneración de los derechos por parte de los órganos de un Estado extranjero, o a las
consecuencias previsibles que una extradición entraña fuera de la jurisdicción del Estado,
insistiéndose en el ATC 23/1997, de 27 de enero (FJ 1), en la necesidad de excluir la entrega de
sujetos que, presumiblemente, con cierto grado de seguridad, puedan sufrir vulneraciones
relevantes, por existir al respecto un temor racional y fundado. El Tribunal Europeo de Derechos
Humanos, por su parte, en relación con los derechos a la vida y a no padecer torturas ni penas o
tratos inhumanos o degradantes, tomando en consideración las circunstancias concretas que
pueden entrañar en estos casos una dificultad probatoria, ha aludido a la existencia de motivos
serios y acreditados para creer que si el interesado es entregado al Estado requirente correrá un
riesgo real de ser sometido a torturas o a penas o tratos inhumanos o degradantes (caso
Soering; caso Ahmed contra Austria, 39; Sentencia de 11 de julio de 2000, caso G.H.H. y otros
contra Turquía, 35)" (STC 181/2004, de 2 de noviembre, FJ 14).
3. Aplicando la citada doctrina al caso que nos ocupa debemos estimar este primer
motivo de amparo por vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 CE) en
relación con el derecho fundamental recogido en el artículo 15 CE, porque la motivación dada
por la Audiencia Nacional a las alegaciones del recurrente no satisface los mínimos requeridos
por el canon de motivación reforzado aplicable en supuestos como el que nos ocupa, dada la
directa conexión existente en el presente caso con el derecho no ser sometido a tratos
inhumanos o degradantes (art. 15 CE), además, ciertamente, de con los derechos a la libertad
(art. 17 CE) y a la libertad de residencia (art. 19 CE), que se hallan siempre concernidos en los
procedimientos de extradición (por todas, SSTC 292/2005, de 10 de noviembre, FJ 2; 30/2006,
de 30 de enero, FJ 5).
Con arreglo a tal canon reforzado debe exigirse "un plus de motivación que hace referencia a
criterios de orden cualitativo y no cuantitativo (por todas, STC 196/2002, de 28 de octubre), al ser
perfectamente posible que existan resoluciones judiciales que satisfagan las exigencias del
meritado artículo 24.1 CE, pues expresen las razones de hecho y de derecho que fundamenten
la medida acordada, pero que, desde la perspectiva del libre ejercicio de los derechos
fundamentales, no exterioricen o manifiesten de modo constitucionalmente adecuado las
razones justificativas de las decisiones adoptadas" (STC 292/2005, de 10 de noviembre, FJ 2,
citando a su vez el ATC 412/2004, de 2 de noviembre, FJ 5).
Tal como pone de manifiesto el Ministerio Fiscal, ante la denuncia del recurrente de que
si se concedía la extradición y se le devolvía a la prisión de Lurigancho podía ser objeto de tratos
degradantes y vejatorios, la Audiencia Nacional responde con una argumentación de índole
normativo-jurídica en exceso formalista, sin atender a las particulares circunstancias que
rodeaban la situación del reclamado y a las concretas alegaciones efectuadas, tal como a
continuación se analiza.
En primer lugar debemos destacar el hecho de que al recurrente no puede achacársele
falta de diligencia en la aportación de datos y documentos que avalen sus alegaciones, sino que,
por el contrario, desde su primer escrito de alegaciones de 21 de julio de 2004 aportó, además
de diversos recortes de la prensa peruana donde se relataba la noticia de su fuga y los rumores
acerca de que pudiera haber sido víctima de actos de canibalismo por parte de otros presos, un
amplio informe de carácter oficial de la Defensoría de Pueblo del Estado peruano sobre la
situación del sistema penitenciario peruano, así como sobre concreta situación de la prisión de
Lurigancho, solicitando además de la Audiencia Nacional que recabara información del
encargado de visitar presos de la Embajada española, en aras de acreditar la concreta situación
en que el recurrente se hallaba.
Sentado ese extremo debe mencionarse también que la Audiencia Nacional, ante tales
alegaciones, recabó del Estado peruano informe sobre la situación de su sistema penitenciario,
respondiendo éste con una copia parcial del reglamento del Código de ejecución penal peruano,
así como con informe oficial del Instituto Nacional Penitenciario de dos folios en el que, junto a
una descripción genérica sobre el sistema penitenciario peruano -clasificación y régimen de
visitas, esencialmente-, con relación a la prisión de Lurigancho se afirma, además de la mención
de determinados proyectos de mejora, que rige en ella un régimen ordinario, que se considera un
penal de "mediana peligrosidad", y que teniendo capacidad para 2524 internos alberga a 8200.
Pues bien, de la lectura de los Autos impugnados se desprende que, pese a haber admitido la
documental aportada por el recurrente, la única documentación que por la Audiencia Nacional se
ha tenido en cuenta ha sido la emitida por el Estado peruano, concluyendo, así, que "la
documentación remitida por la Autoridad Peruana, viene en establecer de forma clara la
existencia de una normativa penitenciaria acorde con el Estado de Derecho, que puede ser
exigida por el penado con el amparo judicial" (Auto de la Sección Primera de 18 de enero de
2006), e infiriendo de la misma el Pleno, en el Auto de 20 de febrero que resuelve la súplica, que
aun cuando la situación de las condiciones de los centros penitenciarios peruanos no sería
equiparable a las de los Estados occidentales avanzados, no puede inferirse de ello una
vulneración sistemática y generalizada de los derechos humanos ni que el reclamado vaya a
sufrirla.
Es en este aspecto, como acertadamente destaca el Ministerio Fiscal, donde radica la
vulneración del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva: en que la Audiencia Nacional
haya dado una respuesta genérica y limitada al plano legislativo sobre la situación penitenciaria
del Estado peruano, ciñendo su análisis a la escasa documentación aportada por éste, sin haber
hecho mención alguna, por el contrario, a las concretas alegaciones del recurrente acerca del
trato vejatorio sufrido durante su estancia en la prisión de Lurigancho y del que podrá sufrir en el
futuro, y sin haber tomado en consideración el informe de la Defensoría del Pueblo peruana,
informe mucho más exhaustivo que el remitido por las autoridades peruanas y cuyo carácter
oficial habría de merecer el mismo crédito que el que cabe atribuir a éste.
Ciertamente no corresponde a este Tribunal entrar a valorar el contenido de dicho
informe. Baste poner de manifiesto que en el mismo se describe una situación de general
hacinamiento e inseguridad en las necesidades básicas de los reclusos -higiene, alimentación-
en la prisión de Lurigancho, y que da cuenta de diversos disturbios y motines duramente
reprimidos con resultados de muerte y lesiones de los presos; circunstancias directamente
conectadas con las alegaciones del recurrente y que, en consecuencia, habrían debido merecer
la atención de los órganos judiciales a la hora de ponderar las alegaciones efectuadas por el
demandante en contra de su entrega. Teniendo en cuenta, además, que por la Audiencia
Nacional se rechazó recabar el informe de la Embajada española solicitado por el actor sobre las
vicisitudes sufridas en su estancia en la citada prisión peruana sobre la base de que ya existían
las actuaciones informes oficiales sobre la corrección del sistema penitenciario, debemos
considerar como un déficit en la motivación exigible, lesivo del derecho fundamental recogido en
el artículo 24.1 CE, el hecho de que la Audiencia Nacional no haya tenido en cuenta el citado
informe de la Defensoría del Pueblo, ni haya descendido a dar respuesta a las concretas
alegaciones del recurrente sobre su situación en la prisión de Lurigancho, limitando su respuesta
a un plano puramente legislativo y genérico.
4. Lo razonado conduce a la declaración de vulneración del derecho a la tutela judicial
efectiva (art. 24.1 CE) en relación con el derecho a no ser sometido a tratos inhumanos o
degradantes (art. 15 CE), con la consecuencia de anular el Auto de la Sección Primera de la
Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional de 18 de enero de 2006 y el Auto del Pleno de la
misma de 20 de febrero de 2006, y retrotraer las actuaciones ante la Sección Primera de la
Audiencia Nacional para que, previa realización de las actuaciones que estime pertinentes, dicte
nueva resolución con respeto de los derechos fundamentales del recurrente y la libertad de
criterio que le confiere el artículo 117 CE. Siendo tal el efecto del otorgamiento del amparo,
procede detener aquí nuestro enjuiciamiento, sin que por consiguiente debamos entrar a analizar
el resto de los motivos de amparo expuestos en la demanda.
Fallo:
S.TC. 24/2007 .
Referencia número: 24/2007
Tipo: SENTENCIA
Fecha de Aprobación: 12/2/2007
Publicación BOE: 20070314 ::
Sala: Sala Primera.
Ponente: don Pablo Pérez Tremps
Número registro: 856-2004/
Recurso tipo: Recurso de amparo.
TEXTO DE LA RESOLUCIÓN
Extracto:
Promovido por don Rafael González Franco respecto al Acuerdo de la Sala de Gobierno
del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León y las resoluciones de un Juzgado de lo Penal
de Zamora que le impusieron una corrección disciplinaria de multa por falta de respeto en causa
penal. Vulneración del derecho a la libertad de expresión en el ejercicio de la defensa letrada:
corrección procesal a un abogado por la protesta formulada en el juicio oral acerca del
interrogatorio de un testigo y por recusar sin causa legal, pero sin ofensa ni descalificaciones
personales.
Preámbulo:
La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compuesta por doña María Emilia Casas
Baamonde, Presidenta; don Javier Delgado Barrio, don Roberto García-Calvo y Montiel, don
Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, don Manuel Aragón Reyes y don Pablo Pérez Tremps,
Magistrados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente
SENTENCIA
En el recurso de amparo núm. 856-2004, promovido por el Letrado don Rafael González
Franco, representado por el Procurador de los Tribunales don Luis Alfaro Rodríguez, contra el
Acuerdo núm. 12 del Pleno de la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y
León de 19 de diciembre de 2003, por el que se estima parcialmente el recurso de alzada contra
el Auto del Juzgado de lo Penal núm. 1 de Zamora de 24 de septiembre de 2003, por el que se
desestima el recurso de audiencia en justicia contra el Acuerdo de 10 de septiembre de 2003,
dictado en el expediente disciplinario tramitado como pieza separada del procedimiento
abreviado núm. 209-2002. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente el Magistrado don
Pablo Pérez Tremps, quien expresa el parecer de la Sala.
Antecedentes:
I. Antecedentes
1. Mediante escrito registrado en este Tribunal el 16 de febrero de 2004, el Procurador
de los Tribunales don Luis Alfaro Rodríguez, en nombre y representación del Letrado don Rafael
González Franco, interpuso recurso de amparo contra las resoluciones que se mencionan en el
encabezamiento.
2. La demanda de amparo tiene su origen en los siguientes antecedentes:
a) El Juzgado de lo Penal núm. 1 de Zamora, por providencia de 30 de junio de 2003
dictada en el procedimiento abreviado núm. 209-2002, acordó incoar expediente disciplinario en
pieza separada, al estimar que la actuación del Letrado de la defensa durante la primera sesión
de juicio oral podría constituir una falta de respeto debido a Jueces y Fiscales tipificada en los
arts. 448 y 449.1 LOPJ. Tras verificarse el preceptivo trámite de audiencia, por Acuerdo del 10
de septiembre de 2003 se impuso al recurrente «la corrección disciplinaria de multa de dos
meses con cuota diaria de doce euros por la falta de respeto y consideración debida a Jueces y
Fiscales en su actuación en la primera sesión del juicio celebrada», al considerar acreditado que
«[d]urante el acto del juicio celebrado el 19 de diciembre de 2002, el letrado de los acusados, D.
Rafael González Franco, manifestó su protesta, alegando que SS.ª y el Ministerio Fiscal estaban
coaccionando a los testigos y en un momento posterior recusó a la Juzgadora sin mencionar
causa legal de recusación alegando falta de imparcialidad de la Juzgadora y sin seguir los
trámites legalmente previstos».
b) El recurrente interpuso recurso de audiencia en justicia alegando la prescripción de la
infracción y la vulneración de los derechos al juez ordinario predeterminado por la Ley, a la
imparcialidad judicial y a la libertad de expresión en el ejercicio de la defensa. El recurso fue
desestimado íntegramente por Auto de 24 de septiembre de 2003. Contra dicho Auto se
interpuso recurso de alzada ante la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Castilla
y León, insistiendo en los mismos motivos. El recurso fue parcialmente estimado por el Acuerdo
núm. 12 de 19 de diciembre de 2003, reduciéndose la sanción a la de cuarenta días de multa
con cuota diaria de doce euros. En cuanto a la invocación del derecho a la libertad de expresión
en el ejercicio de la defensa se desestima al considerar que no ampara «una conducta de tanta
gravedad como la de imputar a un Juez y a un Fiscal una actitud coactiva sobre los testigos que
deponían en juicio, cuando aquellos simplemente se limitaban a ponerles de manifiesto las
evidentes contradicciones de sus declaraciones con las emitidas en la fase de instrucción y a
apercibirles, conforme al art. 433 LECrim, de la posibilidad de incurrir en un delito de falso
testimonio, atribuyendo además a la Juzgadora falta de imparcialidad al socaire de una
recusación que fue rechazada de plano, al no estar comprendida aquella entre las causas
contempladas en el art. 218 LOPJ».
3. El Recurrente Aduce En Su Demanda De Amparo La Vulneración Del Derecho A La
Presunción De Inocencia (Art. 24.2 Ce), Ya Que No Existe Prueba De Cargo Suficiente Que
Acredite Que Se Acusara A La Juez Y Al Fiscal De Cometer Una Actitud Coactiva, Pues De La
Simple Lectura Del Acta Del Juicio Resulta Que Lo Único Que Se Realizó Fue Una Protesta De
Cómo Se Estaba Llevando El Juicio Y El Interrogatorio A Los Testigos, Limitándose A Reseñar
El Contenido Del Art. 439 Lecrim. Igualmente Se Aduce La Vulneración Del Derecho A La
Libertad De Expresión En El Ejercicio De La Defensa Letrada [Art. 20.1 A), En Relación Con El
Art. 24.2 Ce], Ya Que La Corrección Disciplinaria Impuesta Lo Fue Por Declaraciones Realizadas
En Una Actuación Forense Ligada A La Función De Representación Y Defensa De Los Intereses
Del Cliente En Las Que Se Limitó A Protestar, Con Fundamento En Una Mera Lectura Del Art.
439 Lecrim, Y A Plantear La Recusación De La Juzgadora Por Lo Que Se Consideró Que Era Un
Comportamiento Que Había Comprometido Su Imparcialidad.
4. La Sección Segunda de este Tribunal, por providencia de 1 de octubre de 2004,
acordó admitira trámite la demanda de amparo, requerir a los órganos judiciales competentes la
remisión del testimonio de las actuaciones y el emplazamiento de quienes hubieran sido parte en
dicho procedimiento para que pudieran comparecer en este proceso constitucional.
5. Por diligencia de ordenación de 17 de noviembre de 2004 de la Secretaría de Justicia
de la Sala Primera se acordó dar vista de las actuaciones al Ministerio Fiscal y a las partes
personadas por plazo común de veinte días para que pudieran presentar las alegaciones que
estimasen pertinentes, conforme a lo previsto en el art. 52 LOTC.
6. El Ministerio Fiscal, por escrito registrado el 23 de diciembre de 2004, interesó que se
otorgara el amparo por vulneración de los derechos a la libertad de expresión y de defensa y se
declarara la nulidad de las resoluciones impugnadas. A esos efectos, se argumenta que si bien
debía ser desestimada la invocación del derecho a la presunción de inocencia, ya que existió
prueba de cargo suficiente respecto de los hechos por los que fue sancionado, sin embargo, las
manifestaciones del recurrente estaban claramente amparadas por el derecho a la libertad de
expresión, reforzado en este caso como instrumento del derecho de defensa, toda vez que la
simple referencia a una norma que prohibe la realización del interrogatorio de los testigos de una
determinada forma no supone un ataque personal o institucional al honor de la Magistrada o del
Fiscal, no constituyendo expresiones despectivas o vejatorias, innecesarias para el derecho de
defensa. A la misma conclusión se llega en relación con el planteamiento de la recusación,
argumentándose que de la forma y el momento de planteamiento no se desprende en absoluto
una falta de respeto.
7. El recurrente, por escrito registrado el 23 de diciembre de 2004, presentó alegaciones,
ratificándose en las contenidas en su escrito de demanda.
8. Por providencia de 8 de febrero de 2007 se acordó señalar para deliberación y
votación de la presente Sentencia el día 12 del mismo mes y año.
Fundamentos: