Horror InmortalTerror victoriano en las costas de Maine

No existe un miedo más enraizado en la mente de los hombres que el miedo a la muerte. Con las armas de la
magia y la religión primero y más tarde con la bastarda espada de la ciencia ha intentado librarse del
inevitable destino que le define como especie. La mayoría de esos intentos han acabado en fracaso pero
algunos han logrado franquear este límite a cambio de pagar un alto precio.

El Horror Los Actores El Decorado

¿Quién es nuestro condenado?
Hombres y mujeres de toda condición lo
anhelan pero pocos dan el paso: un párroco
temeroso de acabar en el infierno, un orgulloso
alquimista moderno emulando al infame Dr.
Frankenstein, un joven poeta hambriento de una
eterna juventud o quizá la villa entera desafia a
la muerte y esté recelosa de que se descubra su
oscuro secreto.
¿Cómo ha burlado a la parca y roto las reglas
del universo?
Son muchos los caminos para intentar vencer a
la muerte: una máquina electro-temporal que hace
viajar las células al pasado cada noche, un pacto
hermético con Caronte arrancado de un viejo
poema o quizás el favor de un ángel perdido a
cambio de una inconfesable promesa.
Héroes
Puede que sean víctimas, viajeros extraviados
que eligieron el desvío equivocado en una
noche fría, quizás sabuesos contratados por
familiares o autoridades para exorcizar al
desconocido demonio o buscadores del secreto
dispuestos a arrebatárselo al condenado para
condenarse ellos mismos.
Testigos
Big el gigante con mente de niño que se pasa el día
comiendo arena negra (primer sospechoso de
cualquier mal), Cofi el farero que frustró su
suicidio y dejo de beber tras ver al demonio
desde la balconada del faro, Regina la pescadora
de anchos hombros que no teme a nada, Kunuk
el refugiado de ojos rasgados que rehúye el mar
desde que naufragó su ballenero,...
Nuestra tragedia tiene como telón de fondo la
localidad de Rumford Point, una vieja y oscura
villa de las costas de Maine. Casas de piedra
cubiertas de liquen, calles estrechas y una larga
lengua de arena negra que servía de refugio
para piratas hace no muchas décadas.
La Escena Delatora
Las huellas de los actos necesarios para pagar el
precio nos hablan de la atormentada alma:
cuerpos descarnados hasta el hueso colgando del
mástil del viejo barco encallado, el hinchado
cuerpo irreconocible de su amada arrojado al mar
en un acto de ira y reproche que aún sujeta
entre las manos una carta indescifrable o los
escuálidos cadáveres de los niños desaparecidos,
escondidos hasta ahora en una vieja tumba,
sacados a la luz por una furiosa tormenta.

¿Cuál es el precio por la inmortalidad? Monstruos La Morada del Condenado

La inmortalidad nunca es un regalo, siempre
exige un sacrificio: carne humana fresca para
reemplazar los tejidos que se deterioran, estar
vivo pero con un helado corazón incapaz de
sentir nada más que envidia por los mortales o
prometer cosechar almas de niños inocentes para
recordar la luz de Dios.
Además del propio condenado, cuyo cuerpo
puede haberse retorcido al igual que su alma,
puede tener servidores de este y el otro mundo
o ingenios macabros creados por su mente
trastornada: iracundos aldeanos, espíritus de
suicidas, diminutos autómatas eléctricos, pesadillas
de la tormenta, la plaga de sal,...
Una imponente iglesia al borde del acantilado
coronada por un crucero metálico donde repica
el rayo, una vieja mansión carcomida por el agua
salada con salas repletas de tesoros oscuros y
oxidados mecanismos o la pequeña isla frente a
la costa agusanada como un cadáver.