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Categoría.

En la lógica Aristotélica, cada una de las diez nociones abstractas y


generales siguientes: sustancia, cantidad, cualidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo,
situación y hábito. Fue Aristóteles el primero en usar este término en sentido técnico,
aunque ya se encuentran antecedentes de esta doctrina en Platón. La concepción aristotélica
sobre las categorías planteó varios problemas: el primero, el de su naturaleza; unos la
interpretaron desde un punto de vista meramente gramatical, no coincidiendo en este
sentido con la doctrina de Aristóteles; para otros, con el filosófico, designaron expresiones
o términos sin enlace; hubo quienes opinaron que designan posibles grupos de respuestas a
cierto tipo de preguntas; en fin, según la opinión tradicional, admitida no sólo por
escolásticos sino por muchos pensadores modernos, las categorías expresan géneros
supremos de las cosas. El segundo problema que plantean las categorías aristotélicas es el
de su relación con la sustancia. Respecto de su conocimiento se formuló la pregunta de si
éste es empírico o no; según Aristóteles se conocen mediante una especie de percepción
intelectual.
Toda esta problemática sobre las categorías tuvo amplia repercusión en la filosofía
medieval, convirtiéndose, en algunos sectores filosóficos, en puro nominalismo. A partir
del siglo XIV, después de varias transformaciones y con la teoría de Occam de que las
categorías son signos simples de la realidad, base de otros más complejos, se fue a
desembocar en la negación de los universales.
Con la doctrina de Kant se operó una transformación radical en el criterio sobre las
categorías: conceptos puros del entendimiento («Analítica trascendental»), inaplicables a la
cosa en sí, puesto que de ella no podemos saber –racionalmente– nada. Posteriormente a
Kant vuelve a adquirir un cariz metafísico este tema, debido a la influencia no realista de
aquél. Sin embargo, durante todo el siglo XIX ha habido una fuerte tendencia a acentuar el
carácter objetivo de las categorías, aunque en autores como Hegel, Schopenhauer,
Hartmann, etc., este término no sea solamente real ni solamente conceptual.

Desde un punto de vista gramatical, se pueden interpretar las categorías como las
diferentes formas de agrupar, para clasificarlos, todo lo que puede decirse de un ente. Por
ejemplo, si de una persona puede decirse que está en tal esquina a tal hora, se están
aplicando las categorías de "lugar" y "tiempo". Dicho punto de vista se sustenta en que
etimológicamente "categoría" viene de una palabra griega que tanto puede significar
"hablar públicamente [en el ágora]" o "acusar". En relación a la teoría de Aristóteles,
entonces, puede entenderse como las posibles clases a las cuales atribuir un sujeto y su
predicado. El sujeto sería, así, atribuido a la categoría de la sustancia, y las nueves restantes
(cualidad, cantidad, relación, acción, pasión, hábito, lugar, tiempo y situación) son las
formas en que los predicados pueden ser atribuidos a un sujeto, en tanto que accidentes de
éste. En cuanto a considerar las categorías como géneros supremos del ser, puede
entenderse que la primera, la de sustancia, es la categoría fundamental –puesto que todo
sujeto es una "sustancia"–; mientras que las restantes corresponden a accidentes de aquélla.
"Napoleón cabalga con su bicornio en Wagran": en esta sentencia, a "Napoleón"
corresponde la categoría la sustancia; "cabalga", a la de acción; "con su bicornio" a la de
hábito, y "en Wagram" a la de lugar –estas últimas son accidentes de Napoleón, ya que este
podría haber estado caminado, descubierto y en otro de sus campos de batalla.
Causa. Aquello cuya existencia es la condición de la existencia de otra cosa: el
proceso que conduce necesariamente a una situación nueva, o la razón de un efecto. De
aquí se deriva el concepto funcional de causa: un cambio que produce otro cambio,
originando una cadena causal en la que toda causa ha de concebirse, a la vez, como efecto
de otra. A lo largo de la historia de la filosofía han predominado distintos conceptos de
causa: para los presocráticos, y aunque distinto para cada uno de ellos, causa es el principio
originario y constitutivo del universo (arjé).
Platón sitúa la noción de causa en las ideas, que son arquetipos o modelos de las
cosas sensibles, los principios que le confieren el ser y la posibilidad de ser conocidas.
Aristóteles propone cuatro tipos distintos de causa, entendida esta como principio o modo
de manifestarse la sustancia: causa material, sustrato básico (materia), aquello de lo cual
surge el ente; causa formal, forma o esencia, el paradigma que hace que la sustancia sea lo
que es; causa eficiente, principio del cambio, tanto en sentido intrínseco (impulso activo
que hace cambiar), como en sentido extrínseco (causa externa que origina un cambio), y
causa final, el fin perseguido por todo ser, que supone la tendencia a un grado de
perfección mayor.
En los inicios de la Edad Media, la causa eficiente se identifica con Dios, principio de
la creación a partir de la nada. La idea de causa fue entendida de manera distinta por la
tendencia platónico-agustiniana, para la cual Dios es también causa ejemplar, y por la
aristotélico-tomista, que interpreta la causa como aquello de lo cual necesariamente se
sigue algo: Dios, en cuanto ser necesario, es causa eficiente y causa final.
Posteriormente, el mecanicismo explicó los fenómenos naturales a partir de causas
eficientes y no de causas finales, superando la concepción teológica de la naturaleza. En el
Renacimiento, el avance de la ciencia contribuyó a una valoración definitiva de la causa
eficiente (principios de la inducción científica de Francis Bacon). El racionalismo (siglo
XVII) interpreta la causa como razón de que algo ocurra (causa sive ratio) y postula una
total correspondencia entre la causa y el efecto (causa aequat effectum). La noción de causa
eficiente queda relegada a Dio, como solución al problema de la interacción entre res
cogitans y res extensa planteado por Descartes.
Dentro del empirismo, Hume formula una crítica al principio de causalidad, alegando
que sólo puede hablarse de una sucesión de fenómenos, de la cual se ha inferido que uno es
causa de otro, pero lo que en realidad existe son los dos hechos que se suceden y cuya
relación es contingente. Según Kant, causa es una categoría a priori del entendimiento, que
posibilita la determinación de los distintos momentos de los fenómenos en el tiempo. El
idealismo alemán otorgó un carácter metafísico a la noción de causa, al considerarla
relación de actividad-pasividad (Fichte), fundamento absoluto en relación directa con la
libertad (Schelling) o aquello que permite a un ser producirse a sí mismo (Hegel, causa
sui).

Principio de causalidad. Ley en virtud de la cual se producen efectos. En el


concepto de causalidad existen dos posturas fundamentales: el criterio de una relación entre
causa-efecto de carácter racional y de una relación de carácter probable.
La primera postura data de Platón y Aristóteles; la filosofía medieval conservó esta
concepción con algunas modificaciones (subordinación del orden causal del universo a
Dios); la ciencia nueva heredó esta mentalidad del Medioevo (Galileo, Kepler), que en
Spinoza cobró matiz teológico y en otros mecanicista (Hobbes); Descartes, afirmando que
la razón del efecto se halla en la causa, dio pie al principio de razón suficiente de Leibniz
(la existencia se deduce a priori, a partir del conocimiento de la causa). Este primer criterio
de causalidad se mantiene en corrientes modernas como el idealismo, materialismo y
mecanicismo (Fichte, Hegel, Feuerbach, Marx, Vogt, Moleschott, etc.).
La segunda postura, es decir, la que atribuye a la relación causa-efecto un carácter
probable se definió con Hume, quien sometió a crítica rigurosa la noción tradicional; Kant
consideró la causalidad como una categoría y señaló la teoría de Hume como invalidadora
de la ciencia inductiva; al antropomorfismo surgido en el siglo XIX (por ejemplo,
Nietzsche), opúsose Comte, para quien la ciencia ha superado el concepto metafísico de la
causa como agente productor y sólo la considera como relación de sucesión y semejanza en
una concatenación de hechos, aunque este filósofo mantenga el carácter determinista y
necesario de la causalidad.
Con las nuevas investigaciones científicas estos dos criterios de causalidad, admitidos
hasta el presente, entran en crisis con repercusión inmediata en la clásica definición de la
ciencia (conocimiento por las causas), que es negada por muchas tendencias filosóficas
contemporáneas.

Causas y física. Según la opinión de la mayoría de los filósofos, el principio de


causalidad deriva de la experiencia y puede enunciarse del modo siguiente: todo efecto
tiene una causa y viceversa (por ejemplo, los golpes de martillo causan el sonido, mientras
que el efecto sonoro tiene su causa en aquéllos). La distinción entre causa y efecto no
siempre es posible, puesto que la velocidad máxima de propagación del efecto puede llegar
a ser la de la luz, tal como ha demostrado la teoría de la relatividad. El principio de
causalidad permite, en las teorías físicas, deducir la evolución del sistema en estudio a
partir de un conjunto de datos suficientes sobre el estado inicial del sistema; en este sentido,
la mecánica de Newton y la relatividad de Einstein son teorías causales.
En el caso esencial de la mecánica cuántica, cuyo conocimiento de los datos iniciales
es limitado (principio de incertidumbre), sólo es posible conocer su evolución de forma
parcial (probabilística), es decir, el principio cuántico de causalidad es más débil que el
clásico y relativista.

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