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Niceto Alcalá-Zamora y Torres (Priego de Córdoba, España, 6 de

julio de 1877 – Buenos Aires, Argentina, 18 de febrero de 1949) fue un


abogado y político español, conocido por ser el 1er presidente de la
Segunda República Española.

Primeros años [editar]

Como otros muchos políticos de su época, Niceto Alcalá-Zamora y


Torres fue un portento intelectual, pues no se puede explicar de otro
modo que a la temprana edad de 17 años ya fuera licenciado en
Derecho y que, siendo un joven de 22 años, ya fuese Letrado del
Consejo de Estado.
Al cumplir los 40 años, el cordobés, que ya era conocido como un
abogado de gran prestigio, se hacía cargo de la cartera de Fomento
en el Gobierno de Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas. Era
el destino, casi lógico, de un político que durante toda su vida y desde
muy joven había hecho gala de sus ideas liberales y monárquicas, lo
que le llevó en su juventud a entrar en el Partido Liberal, liderado
entonces por figuras tan ilustres como Sagasta y Moret. Sin embargo,
era un encargo envenenado, teniendo en cuenta que en 1917, España
era incapaz de producir alimentos y la Gran Guerra estaba poniendo
en peligro los canales de abastecimiento, siendo los últimos años de
miseria generalizada que vería España antes de la sangrienta Guerra
Civil.
Aquel gobierno no sobrevivió ni siquiera un año, pero aún volvería a
ser ministro, en este caso de la Guerra con García Prieto en el último
Gobierno constitucional de la Monarquía de Alfonso XIII. El Gabinete,
como la mayoría de los que se habían formado después de las
muertes de Cánovas (1897) y de Sagasta (1903), era inoperante.
Cuando se reunieron las Cortes Generales el 23 de mayo de 1923 el
hemiciclo estaba formado por 22 agrupaciones distintas: demócratas,
liberales, izquierdistas, liberales, liberales agrarios, reformistas,
nicetistas, conservadores, ciervistas, mauristas, regionalistas,
republicanos, socialistas, unionistas monárquicos, nacionalistas
catalanes, nacionalistas vascos, integrantes de la Liga Monárquica
Vizcaína, tradicionalistas, católicos, clases mercantiles, agrarios,
integristas e independientes. En definitiva, era imposible gobernar.
Niceto Alcalá-Zamora había ocupado distinguidos cargos político-
administrativos y se distinguió como orador en las Cortes, desde que
fue elegido diputado por La Carolina en 1905. Fue director de
Administración Local y subsecretario de Gobernación. También se
mantuvo al tanto de la discusión de las mancomunidades, un
programa presentado por Canalejas con el fin de solventar el
problema de la configuración territorial española. Durante todo este
tiempo estuvo al servicio del Partido Liberal del conde de Romanones,
pero finalmente se adscribió al Partido Liberal Democrático de Manuel
García Prieto y fue, desde entonces, cuando había comenzado su
carrera ministerial, tanto en Fomento como en Guerra.
Por todo ello, en cuanto el general Miguel Primo de Rivera dio su
golpe de Estado e instauró su Dictadura, muchos españoles
(incluyendo, al principio, al propio Alcalá-Zamora) acogieron con
entusiasmo y cierto alivio el nuevo régimen, pero tras descubrirse
prontamente los objetivos del general, Alcalá-Zamora fue
desarrollando su postura política hasta convertirse en uno de los más
firmes opositores al régimen dictatorial del general Primo de Rivera y
de la monarquía alfonsina, principal baluarte de la Dictadura.
Así, el 13 de abril de 1930, cuando el general ya había dimitido de su
cargo, sustituido por el general Dámaso Berenguer, que tenía el
encargo de Alfonso XIII de volver al régimen constitucional de 1876,
como si nada hubiera pasado durante los años de la Dictadura (el
error Berenguer), Alcalá-Zamora pronunció un famoso discurso en el
teatro Apolo de Valencia en el que retiró su apoyo y confianza a la
monarquía y propugnó una república conservadora y burguesa,
apoyada en las clases medias y en los intelectuales.

El Gobierno Provisional [editar]

Junto con Miguel Maura y su partido Derecha Liberal Republicana,


representó al republicanismo conservador en el Pacto de San
Sebastián el 17 de agosto de 1930 con el fin de impulsar un
movimiento popular que derrocase a la monarquía e instaurara la
República. De ese pacto surgió un comité ejecutivo encargado de
dirigir la acción republicana en España. Alcalá-Zamora fue elegido su
presidente. Era, de hecho, el antecedente del Gobierno Provisional. El
día 12 de diciembre de 1930 tuvieron lugar los sucesos de Jaca,
cuando los capitanes Galán y García Hernández proclamaron la
República en la guarnición de Jaca e iniciaron una marcha hacia
Huesca pero, vencidos por las fuerzas gubernamentales, fueron
juzgados y ejecutados. También se sublevaron en el aeródromo de
Cuatro Vientos el comandante Ramón Franco y el general Gonzalo
Queipo de Llano. Estaba previsto el bombardeo del Palacio Real como
señal para el pronunciamiento militar. Pero, al parecer, Ramón Franco
vio unos niños jugando en los jardines de Sabatini, y no se atrevió a
soltar las bombas para no hacerles daño. Así el resto de unidades no
llegaron a sumarse al levantamiento, dando lugar a que el aeródromo
fuese cercado por tropas de las proximidades, por lo que tuvieron que
huir a Portugal en avión. Los líderes de las fuerzas antimonárquicas,
parte del comité, y entre ellos Alcalá-Zamora, fueron detenidos por el
Gobierno. El juicio público, celebrado en marzo de 1931, les condenó
a seis meses y un día, que fueron sustituidos por libertad condicional.
Ante el difícil caríz que tomabá la situación, y tras la dimisión de
Berenguer en febrero de 1931, el rey encargó al almirante Aznar la
formación del nuevo gobierno. El día 18 se presentó el nuevo
gabinete constituido por ministros de todas las tendencias
monárquicas, pero ese mismo gobierno reflejaba la incapacidad del
monarca para encontrar un gobierno capaz de estabilizar la
institución monárquica en España. Así, el día 12 de abril se celebraron
elecciones municipales. Los primeros recuentos eran de 22.150
concejales monárquicos contra 5.775 republicanos, aunque estudios
posteriores arrojan 19.035 concejales proclives a Alfonso XIII, 39.568
republicanos y 15.198 tradicionalistas, integristas, nacionalistas
vascos, independientes, etc., que no podían encuadrarse
exactamente entre los dos bandos directamente enfrentados. En 41
de las 50 capitales de provincia ganaron los republicanos. En
Barcelona los republicanos cuadruplicaron los votos monárquicos, y
en Madrid los triplicaron. Alfonso XIII, partidario frente a alguno de sus
ministros de que no hubiese derramamiento de sangre, se exilió ante
el ultimátum del Comité Revolucionario presidido por Niceto Alcalá-
Zamora. Éste, que contó desde el primer momento con el apoyo
popular y con el de la Guardia Civil, mandada en aquellos momentos
por el general Sanjurjo, se convirtió en el gobierno provisional. Alcalá-
Zamora y Maura garantizaban la presencia de la vivaz burguesía
conservadora en el gobierno y la continuidad política dentro de un
régimen distinto. Este gobierno proclamó la Segunda República el 14
de abril de 1931; mientras el rey embarcaba en Cartagena y su
familia tomaba un tren que les llevaría hacía Francia.

Nacimiento de la II República [editar]

El 15 de abril el gobierno hizo público un programa de actuación


basado en los acuerdos del Pacto de San Sebastián. Fue anunciada
una reforma agraria, libertad de cultos y creencias, respeto a la
propiedad privada, responsabilidades a los colaboradores de la
dictadura, aumento gradual de las libertades individuales y sindicales,
etc.
Apenas accedió al poder, el gobierno tuvo que enfrentarse a la
proclamación de la república catalana y a los sucesos anticlericales
del mes de mayo. También hubo muchas dificultades con las
organizaciones anarquistas que negaron su colaboración con la nueva
república.
El gobierno se fue inclinando hacia un republicanismo más de
izquierdas representado en la figura de Manuel Azaña, postura que
claramente se reflejó en la redacción de la Constitución. La cuestión
clerical enfrentó de nuevo a republicanos conservadores e
izquierdistas, socialistas y radicales, y finalmente Alcalá-Zamora y
Maura abandonaron el gobierno el 14 de octubre de 1931.
Temiendo que Alcalá-Zamora emprendiera una campaña revisionista
y de desprestigio contra la República, los socialistas y los azañistas
convinieron en ofrecerle la presidencia de la República, cargo para el
cual fue elegido candidato único el 2 de diciembre. Juró el cargo el 11
de diciembre de 1931.

Primer Presidente de la II República [editar]

Hombre autoritario y convencido de su misión, desde el primer


momento trató de intervenir en los asuntos del gobierno. Por esta
razón, quedó apartado del papel que le correspondía, es decir,
compensar el jacobinismo de su Primer Ministro, Manuel Azaña.
La idea del Presidente era incorporar a la dirección de España las
nuevas fuerzas surgidas después de la Restauración y contenidas por
los últimos Borbones. Esta apertura debía hacerse desde arriba,
suprimiendo todo lo que impidiera este paso y estableciendo las
premisas esenciales de un nuevo orden por la vía pacífica y
parlamentaria. El 14 de abril de 1931 pareció darle la razón, pero a
partir de mayo los distintos sucesos indicaron que la realidad no
correspondía a sus sueños.

Los problemas con Azaña [editar]

Las relaciones con el Gobierno eran oscilantes. Cuando Azaña le


presentó para su ratificación la ley de Congregaciones —ley de
secularización de la enseñanza— y la ley del Tribunal de Garantías
Constitucionales, que completaban la Constitución de 1931, Alcalá-
Zamora se resistió al máximo a firmar ambas leyes, pero no se
atrevió a vetarlas. La oposición acusó al Presidente de morosidad.
Más tarde, con ocasión de un reajuste de gobierno, las diferencias
volvieron a surgir y Azaña dimitió con su gabinete. Tras varias
consultas fallidas. Alcalá-Zamora volvió a nombrar como Presidente
del Consejo de Ministros a Azaña (12 de junio), hecho que decepcionó
a los conservadores.
Meses más tarde, en septiembre, Azaña dimitió. Alcalá-Zamora
disolvió las Cortes Constituyentes y, después de un fugaz mandato
del radical Alejandro Lerroux, le encargó al radical Diego Martínez
Barrio la celebración de nuevas elecciones (8 de octubre de 1933).

El bienio radical-cedista [editar]

Las derechas ganaron ampliamente las elecciones del 29 de


noviembre de 1933, las primeras de la Historia de España en que
pudieron votar las mujeres. El radical Alejandro Lerroux formó
gobierno por encargo del presidente y con la anuencia de la
Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), dirigida por
José María Gil-Robles. Alcalá-Zamora se llevó mal con los radicales y
sobre todo con la CEDA, ya que desconfiaba del espíritu democrático
del partido de Gil-Robles, que, si bien se declaraba respetuoso con el
orden establecido, no había jurado lealtad a la República. Por esta
razón buscó siempre soluciones de compromiso, como el confuso
gobierno del radical Ricardo Samper, que no gustaron a nadie.
En octubre tuvo que volver a recurrir a Lerroux que formó gobierno
con tres ministros de la CEDA, pero el 6 de octubre de 1934 en
Barcelona, la revolución de Asturias, su indecisión y el escándalo del
«estraperlo» impidieron una acción de gobierno coherente.
Por otra parte, Alcalá-Zamora utilizó todos sus recursos para apartar a
la CEDA del poder hasta que la crisis de gobierno de 9 de noviembre
de 1935 le ofreció esta oportunidad. Nombró primer ministro a su
amigo Manuel Portela Valladares, que presidió un interregno entre
noviembre de 1935 y febrero de 1936. Su intención era crear una
fuerza de centro entre la derecha radical-cedista y la izquierda social
azañista.

La caída [editar]

El Frente Popular ganó las elecciones de febrero de 1936. Si esto era


una derrota para la derecha, también lo era para Alcalá-Zamora y sus
aspiraciones. Azaña fue encargado de formar gobierno.
Muy pronto empezaron los socialistas una campaña contra Alcalá-
Zamora, al que no perdonaban su actitud de junio y septiembre de
1933. Se abrió un debate en las Cortes sobre la inconstitucionalidad
de la última disolución de las mismas, ya que según la Constitución
de 1931, el Presidente estaba facultado para disolver las Cortes dos
veces, pero la segunda disolución podía ser sometida al
enjuiciamiento de la Cámara, y si una mayoría consideraba que se
había cometido alguna irregularidad, el Presidente podría ser
destituido.
La controversia se produce cuando la nueva mayoría de las Cortes,
considerando que ésta era la segunda disolución, enjuician la
actuación del Presidente y dictaminan que la disolución se había
producido con mucho retraso, por lo que el Presidente debía ser
destituido. Sin embargo, había quien opinaba que ésta era la primera
disolución, ya que la anterior (la de 1933) no debía contarse al
tratarse de las Cortes Constituyentes, las que elaboraron la
Constitución y por tanto eran anteriores a ella. Finalmente, el 7 de
abril de 1936, 238 diputados votaron a favor de la destitución por sólo
5 en contra. 174 diputados abandonaron la cámara o se encontraban
ausentes, por lo que el Presidente fue destituido (se requería mayoría
absoluta de los 417 diputados en ejercicio, es decir, 209). Éste en
principio se resistió, pero abandonado por todos tuvo que admitir el
cese.
Después de unas semanas en las que se hizo cargo de la Jefatura del
Estado de forma interina Diego Martínez Barrio, en su calidad de
Presidente de las Cortes, fue sustituido por Manuel Azaña el 11 de
mayo de 1936.

Últimos años [editar]


El inicio de la Guerra Civil le sorprendió en un viaje por El Tejar.
Decidió no regresar a España cuando se enteró, según cuenta en sus
memorias, reescritas durante el exilio, de que milicianos del Frente
Popular habían entrado ilegalmente en su domicilio, robándole sus
pertenencias, y saqueado asimismo su caja de seguridad (y al menos,
otra propiedad de una de sus hijas) en el banco Crédit Lyonnais en
Madrid, llevándose el manuscrito de sus memorias, parte del cual fue
publicado (con cortes de la censura) en la prensa republicana durante
la guerra y amplia y agriamente comentado por Manuel Azaña en sus
Memorias. Fijó su residencia en Francia, donde le sorprendió la
Segunda Guerra Mundial.
Después de múltiples penalidades, debido a la ocupación alemana y a
la actitud colaboracionista del gobierno de Vichy, salió de Francia y
tras un penoso viaje de 441 días en barco llegó a Argentina en enero
de 1942, donde vivió de sus libros, artículos y conferencias.
No quiso volver a España durante la dictadura franquista, aunque, al
parecer, se le hizo algún ofrecimiento, ya que un hijo suyo estaba
casado con una hija del general Queipo de Llano, uno de los
protagonistas de la sublevación y a que Niceto Alcalá-Zamora era un
republicano católico reconocido. Su cadáver fue repatriado a España
en 1979 y enterrado en el cementerio de la Almudena de Madrid.
A mediados de diciembre de 20081 unos 1.200 documentos históricos
fueron recuperados por la Guardia Civil (las memorias manuscritas de
Alcalá Zamora,2 cartas y diversos papeles que le fueron sustraídos en
febrero de 1937). Un anónimo empresario ofreció en venta los
valiosos documentos a César Vidal, quien se puso en contacto con el
historiador Jorge Fernández-Coppel, y con el Grupo de Patrimonio de
la Guardia Civil, para que su colega se reuniera con el empresario en
la ciudad de Valencia y, así, pudiera ser incautada la documentación
mediante la intervención de un agente de incógnito (operación
León).3

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