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EN EL LIBRO
Una historia de fe
Había una vez un burro que no tenía más que piel y huesos. Sus amos
anteriores jamás le habían tratado bien, pero ahora que le habían comprado
para llevar a una joven pareja a Belén sentía que las cosas mejoraban. Sus
nuevos amos le daban de comer, le abrevaban e incluso a veces le daban
palmaditas. Comenzó a experimentar una sensación de paz y de alegría que
venía de ese feliz matrimonio. Aunque no podía explicarlo, sentía que no eran
un matrimonio corriente:
«Puede que no sea más que un burro», pensaba para sí mismo, «pero estoy
seguro de que hay algo muy diferente en estos dos que hace que no sean seres
humanos corrientes».
«No seas estúpido», le cortó un perro, «¿cómo es posible que un bebé como
ése sea el Cristo? ¡Ni siquiera tiene una ropa decorosa!»
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—Pero, hombre, ¿qué estás haciendo con semejante cruz encima? No tiene
sentido. ¿Por qué no le cortas un poco los extremos, y así la carga se te hará más
liviana?
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La mejor cruz
Cuentan que un hombre un día le dijo a Jesús:
—Señor: ya estoy cansado de llevar la misma cruz en mi hombro, es
muy pesada y muy grande para mi estatura.
Jesús amablemente le dijo:
—Si crees que es mucho para ti, entra en ese cuarto y elige la cruz
que más se adapte a ti.
El hombre entró y vio una cruz pequeña, pero muy pesada, que se le
encajaba en el hombro y le lastimaba, buscó otra, pero era muy grande y
muy liviana y le hacía estorbo; tomó otra, pero era de un material que
raspaba; buscó otra, y otra, y otra.... hasta que llegó a una que sintió que
se adaptaba a él. Salió muy contento y dijo:
—Señor, he encontrado la que más se adapta a mí: muchas gracias
por el cambio que me permitiste.
Jesús le mira sonriendo y le dice:
—No tienes nada que agradecer: has tomado exactamente la misma cruz
que traías. Tu nombre está inscrito en ella. Mi Padre no permite más de lo que
no puedas soportar, porque te ama y tiene un plan perfecto para tu vida.
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La voluntad de Dios
―Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar silencio
siempre.
Pero, un día, llegó un rico. Después de haber orado, dejó olvidada allí su
cartera. Haakon lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino
dos horas después, se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada
cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes
de emprender un largo viaje.
―Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella
el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía
necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que
iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para
él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha
perdido la vida. Tú no sabías nada. Yo sí sé, y por eso callo.
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Las huellas
Una noche soñé que caminaba a lo largo de una playa acompañado
por Dios.
Durante la caminata muchas escenas de mi vida fueron
proyectándose en la pantalla del cielo.
Según iban pasando cada una de esas escenas, notaba que unas
huellas se formaban en la arena.
A veces aparecían dos pares de huellas, otras solamente aparecía un
par de ellas.
Esto me preocupó grandemente, porque pude notar que durante las
escenas que reflejaban etapas tristes en mi vida, cuando me hallaba
sufriendo de angustias, penas o derrotas, solamente podía ver un par de
huellas en la arena.
Entonces le dije a Dios: «Señor, tú me prometiste que, si te seguía, tú
caminarías siempre a mi lado. Sin embargo, he notado que durante los
momentos más difíciles de mi vida sólo había un par de huellas en la
arena: ¿Por qué cuando más te necesitaba no estuviste caminando a mi
lado?»
El Señor me respondió: «Las veces que has visto sólo un par de
huellas en la arena, hijo mío... ha sido cuando te he llevado en mis
brazos».
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¡Dios existe!
―Fíjese, caballero, que yo no creo que Dios exista, como usted dice.
―Pues es muy fácil, basta con salir a la calle para darse cuenta de que Dios
no existe; o dígame: ¿acaso, si Dios existiera, habría tantos enfermos, tanta gente
hambrienta, tantas personas que sufren? Si Dios existiera no habría sufrimiento
ni tanto dolor para la humanidad; yo no puedo pensar que exista un Dios que
permita todas estas cosas.
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Querido bambú
El bambú respondió:
«¿Podar? ¿Podarme a mí, Señor?... ¡Por favor, no hagas eso! Deja mi bella
figura: tú ves cómo todos me admiran».
«Mi amado bambú» ―la voz del Señor se volvió mas grave todavía―, «no
importa que te admiren o no te admiren... si yo no te podara, no podría usarte».
«Señor, córtalas...»
«Por favor, Señor» ―dijo el bambú― «Si haces eso... ¿Cómo podré vivir sin
corazón?»
«Señor: poda, corta, parte, divide, saca mi corazón... tómame por entero».
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El muñeco de sal
Érase una vez un muñeco de sal. Había andado mucho por tierras cálidas y
áridos desiertos. Un día llegó a la orilla del mar. Nunca había visto el mar, por
eso no acertaba a comprenderlo.
Tímidamente, el muñeco tocó el mar con la punta de los dedos de los pies.
Comenzó a comprender el misterio del mar.... Pero se asustó, al comprobar que
las puntas de sus pies habían desaparecido.
Hasta que una ola lo absorbió por entero. En ese momento final, el muñeco
de sal hizo suya la respuesta del mar:
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El bordado de Dios
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El naúfrago
Es muy fácil descorazonarse cuando las cosas marchan mal, recuerda que
cuando tu cabaña se vuelva humo, puede ser la señal de que la ayuda está en
camino.
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—Yo seré el baúl más hermoso del mundo, para poder guardar
tesoros. Quiero estar repleto de oro y estar lleno de piedras preciosas.
El segundo arbolito miró un pequeño arroyo dirigiéndose al océano y
dijo:
—Yo quiero viajar a través de aguas temibles y llevar reyes
poderosos sobre mí. Yo seré el barco mas importante del mundo.
El tercer arbolito miró hacia el valle que estaba abajo de la montaña y
vio a hombres y mujeres trabajando.
—Yo no quiero irme de la cima de la montaña nunca. Quiero crecer
tan alto que cuando la gente del pueblo me mire levanten su mirada al
cielo y piensen en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo.
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles
crecieron mucho.
Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña y
derribaron los tres árboles.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una
carpintería, pero el carpintero lo convirtió en una caja de alimento para
animales de granja. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni
llenado de tesoros, sino que fue cubierto con polvo de la cortadora y
llenado con alimento para animales de granja.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un
embarcadero, pero ningún barco imponente fue construido ese día. En
lugar de eso aquel árbol fuerte fue cortado y convertido en un simple
bote de pesca. Era demasiado chico y débil para navegar en el océano, ni
siquiera en un río, y fue llevado a un pequeño lago.
Pero, una noche, una luz de estrella dorada alumbró al primer árbol
cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en el pesebre que
habían construido con él.
—Este pesebre es hermoso para nuestro hijo —dijo la mujer a su
esposo, mientras la luz de la estrella alumbraba a la madera suave y
fuerte de la cuna. Y, de repente, el primer árbol supo que contenía el
tesoro mas grande del mundo.
Una tarde, un viajero cansado y sus amigos subieron a un viejo bote
de pesca. El viajero se quedó dormido mientras el segundo árbol
navegaba tranquilamente hacia adentro del lago. De repente, una
impresionante y aterradora tormenta llegó al lago. El pequeño árbol se
llenó de temor, porque sabía que no tenía la fuerza suficiente para llevar
a todos esos pasajeros a la orilla a salvo con ese viento y esa lluvia.
El hombre cansado se levantó, y alzando su mano dijo: «Calma». La
tormenta se detuvo tan rápido como comenzó. Y, de repente, el segundo
árbol supo que en él estaba navegando el Rey del cielo y de la tierra.
Algún tiempo después, un viernes por la mañana el tercer árbol se
extrañó cuando sus tablas fueron tomadas de un almacén de madera
olvidado. Se asustó al ser llevado a través de una impresionante multitud
de personas enfadadas. Se llenó de temor cuando unos soldados clavaron
las manos de un hombre en su madera. Se sintió feo, áspero y cruel.
Pero un domingo por la mañana, cuando el sol brilló y la tierra
tembló con júbilo debajo de su madera, el tercer árbol supo que el amor
de Dios había cambiado todo. Esto hizo que el árbol se sintiera fuerte,
pues cada vez que la gente pensara en el tercer árbol, ellos pensarían en
Dios. Eso era mucho mejor que ser el árbol mas alto del mundo.
El alumno, segun el, habia terminado el cuadro. Llamo a su maestro para que lo evaluara. Se acerco
el maestro y observo la obra con detenimiento y concentracion durante un rato. Entonces, le pidio al
alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aqui y alla. Cuando el
maestro le regreso las pinturas al alumno el cuadro habia cambiado notablemente.
El alumno quedo asombrado; ante sus propios ojos la obra habia pasado demediocre a sublime. Casi
con reverencia le dijo al maestro:
Como es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro?
Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes
acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequenos milagros que nos
rodean cada dia. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son
ejemplos de pequenos detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.
Todas las relaciones ? familia, matrimonio, noviazgo o amistad- se basan en detalles. Nadie espera
que remontes el Oceano Atlantico por el, aunque probablemente si que le hables el dia de su
cumpleanos. Nadie te pedira que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero si que lo
visites durante unos minutos cuando sabes que esta enfermo.
Hay quienes se pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de forma heroica su amor
por alguien. Lo triste es que mientras esperan esa gran ocasion dejan pasar muchas otras, modestas
pero significativas. Se puede pasar la vida sin que la otra persona necesitara jamas que le donaras un
rinon, aunque se quedo esperando que le devolvieras la llamada.
Se piensa a veces que la felicidad es como sacarse la loteria, un suceso majestuoso que de la noche a
la manana cambiara una vida miserable por una llena de dicha. Esto es falso, en verdad la felicidad se
finca en pequeneces, en detalles que sazonan dia a dia nuestra existencia.
Nos dejamos enganar con demasiada facilidad por la aparente simpleza. No desestimes jamas el
poder de las cosas pequenas: una flor, una carta, una palmada en el hombro, una palabra de aliento o
unas cuantas lineas en una tarjeta. Todas estas pueden parecer poca cosa, pero no pienses que son
insignificantes.
En los momentos de mayor dicha o de mayor dolor se convierten en el cemento que une los ladrillos
de esa construccion que llamamos relacion. La flor se marchitara, las palabras quiza se las llevara el
viento, pero el recuerdo de ambas permanecera durante mucho tiempo en la mente y el corazon de
quien las recibio.
Que esperas entonces? Escribe esa carta, haz esa visita, levanta el telefono.
Hazlo ahora, mientras la oportunidad aun es tuya. No lo dejes para despues por parecerte poca cosa.
En las relaciones no hay cosas pequenas, unicamente existen las que se hicieron y las que se
quedaron en buenas intenciones..
Nestor
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