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Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 63

Entre el combate a la trata y la criminalización


del trabajo sexual: las formas de gobierno de la
prostitución*

Between the fight against human traffiking and the criminaliza-


tion of sexual work
Recibido: 20/03/2014
Aceptado: 25/04/2014

Deborah Daich y Cecilia Varela


Universidad de Buenos Aires, Argentina

Resumen Abstract
En este trabajo nos proponemos abordar las In this paper we aim to study the forms
formas de gobierno de la prostitución en la Ciu- of governance of prostitution in the city of
dad de Buenos Aires en una coyuntura inter- Buenos Aires given the international situa-
nacional de combate a la trata de personas tion of trafficking combat campaigns that
con fines de explotación sexual que, creemos, outlines current local policies. In the global
delinea en buena medida las políticas locales context of anti–human trafficking campaigns
actuales. En un contexto global de campañas and transnational migrations, the antitraffick-
antitrata y crecimiento de las migraciones ing discourse has become a privileged lan-
transnacionales de mujeres, la narrativa de la guage to canalize a range of social anxieties
lucha contra la trata se ha constituido en el and a powerful discourse that has permeated
idioma privilegiado para canalizar una serie de governmental agencies, generating a new set
ansiedades sociales y en un poderoso discurso of public policies and laws. We propose to
que ha permeado las agencias gubernamen- analyze the implementation of these poli-
tales, generando una serie de nuevas políticas cies from an ethnographic approach, taking
y leyes. Nos proponemos analizar la imple- the City of Buenos Aires as a case study. Our
mentación de estas políticas desde un enfoque main argument is that the rescue logic has
etnográfico, tomando a la CABA como estudio produced a state of exception in the commer-
de caso. En este sentido, nuestro argumento cial sex market through the reactivation of
central es que la lógica del rescate ha progresi- police power.
vamente profundizado una zona de excepción
en el mercado del sexo comercial a través de
la reactivación del poder de policía.

Palabras clave Key words


gobierno de la prostitución, trata, governance of prostitution, sex market,
mercado del sexo, estado de excepcón state of exception
64 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

De modelos y mercados

Cuando se aborda la problemática de la prostitución, generalmente se hace referen-


cia a los distintos modelos legales que —histórica y geográficamente distribuidos—
se han ocupado, de diversas maneras, de este fenómeno. Nos referimos a los modelos
abolicionista, prohibicionista y reglamentarista.1 Estos tres modelos comparten una
suerte de condena moral a la prostitución y están diseñados para controlar y/o supri-
mir la industria del sexo. Así, el modelo abolicionista considera la explotación sexual
y el sexo comercial como contrarias a la dignidad humana y, de un tiempo a esta par-
te, como una forma de violencia contra las mujeres, por lo que se propone la erradi-
cación de la prostitución. En este modelo, las personas que ejercen la prostitución son
consideradas víctimas; de aquí que se penalice la explotación ajena de la prostitución
pero no el ejercicio a título personal. En este marco de modelos, Argentina es presen-
tada habitualmente como un país de tradición abolicionista desde la sanción de la Ley
123312 y la posterior ratificación de la “Convención para la represión de la trata de per-
sonas y explotación de la prostitución ajena” de 1949, la cual condena a quien facilite
o explote la prostitución ajena, aun con el consentimiento de la persona y considera
el ejercicio de la prostitución como “incompatible” con la dignidad del ser humano.
Ahora bien, todos estos modelos describen aspiraciones políticas y sociales gene-
rales en torno al estatuto de la oferta de servicios sexuales, pero no resultan herramien-
tas útiles a la hora de capturar las formas concretas que asume en distintos espacios
sociales la regulación de la prostitución. En primer lugar, porque existe un salto entre
los objetivos planteados por los modelos y el despliegue, y los efectos prácticos, de las

1 Así, en el debate argentino (tanto como internacional) se reconocen tres modelos en lo que hace a la
regulación de la prostitución: abolicionismo (persecución de la explotación sexual ajena y descrimina-
lización del ejercicio de la prostitución), prohibicionismo (prohibición y persecución de toda forma de
explotación y ejercicio de la prostitución) y reglamentarismo (regulación del ejercicio de la prostitución
a través del establecimiento de controles sanitarios, espaciales y/o administrativos). En los últimos
tiempos, las organizaciones de trabajadoras sexuales y sus aliadas han propuesto un cuarto modelo
denominado habitualmente de “legalización”. Este plantea el reconocimiento de la oferta de servicios
sexuales como una actividad económica legítima, por cuenta propia y ajena, como manera de acabar
con la clandestinización, la violencia y la marginalidad en la que viven las personas que la ejercen. A
diferencia del reglamentarista este modelo pondera la ampliación de los derechos civiles y humanos
de las personas que ofrecen sexo comercial, defendiendo las libertades individuales y el derecho al
trabajo (Rubio 2008; Mestre y Mestre, 2008; Wijers 2004).
2 En 1936, la Ley 12331 dio por finalizado el ciclo de la prostitución reglamentada en la Ciudad de
Buenos Aires iniciado en 1875. La Ley de Profilaxis promovía la educación sanitaria, el tratamiento
obligatorio de las enfermedades venéreas y también establecía la abolición de la prostitución legaliza-
da. El nuevo sistema no prohibió el ejercicio de la prostitución pero penalizó el establecimiento de las
“casas de tolerancia”, criminalizando la explotación económica de la prostitución ajena con penas de
multa y cárcel en caso de reincidencia. Si la Ley de Profilaxis de enfermedades venéreas constituyó en
su contexto histórico una normativa de tipo abolicionista es un materia discutible (véase Farsi, 2013).
Sobre los supuestos en materia de sexualidad y género que orientan la Convención de 1949 y su al-
cance como instrumento internacional véase Iglesias (2013).
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leyes y políticas públicas inspiradas en ellos. Los efectos prácticos de la implementa-


ción de los modelos no son autoevidentes, ni satisfacen de manera inmediata las aspi-
raciones de quienes los impulsan. Así, por ejemplo, la persecución penal de aquellos
que extraigan beneficios de la prostitución de terceros, impulsada por el modelo aboli-
cionista, puede perfectamente estimular y ensanchar el mercado de personas que ofre-
cen estructuras para la explotación comercial de servicios sexuales. Ello así porque en
un mercado criminalizado y en ausencia de formas que protejan el ejercicio autónomo
de la prostitución, se hacen más indispensables —para las trabajadoras sexuales— es-
tructuras que las resguarden de la persecución penal, así como de la violencia de otros
terceros. En este sentido, para otros contextos nacionales, se han señalado enormes
coincidencias en las consecuencias prácticas de la implementación de modelos consi-
derados antitéticos, tal es el caso del modelo “sueco” abolicionista y el modelo regula-
torio “holandés”. Se han subrayado, así, continuidades entre ambos tales como el au-
mento de la clandestinización y represión de la prostitución callejera (Bernstein, 2007;
Hubbard, Matthews y Scoular, 2008; Scoular, 2010).
En segundo lugar, estos modelos, cuya preocupación recae en la prostitución (de
calle o en “privados” o burdeles, y claramente dirigidos al control de los sectores po-
pulares) nos hacen desviar la mirada de un contexto mayor, que es el del mercado del
sexo. Para pensar estas problemáticas sociales es indispensable no centrarnos sólo en
lo que se ha llamado prostitución puesto que ello oscurece la enorme diversidad de
inserciones en el mercado del sexo —incluyendo actividades en las que puede no ha-
ber un contrato explícito de intercambio de sexo por dinero—, la inmensa variedad de
trabajos sexuales que existen, así como también la existencia de una mercado estruc-
turado por la oferta y demanda de servicios sexuales (Agustín, 2005; Piscitelli, 2013).
La prostitución no es un fenómeno unívoco, mucho menos uniforme y su hetero-
geneidad se complejiza con las diversas formas que asume no sólo en distintos con-
textos y mercados, sino también en términos históricos y culturales (Daich, 2012). Así
pues, la industria del sexo comercial implica una diversidad de actividades tales como
el sexo telefónico (las hot lines), sexo virtual por la Internet, baile erótico (striptease,
lap–dance, etc.), producciones pornográficas, masajes eróticos, actividades de alterne,
y prestación de servicios sexuales en sentido estricto. Respecto de esta última, cabe
distinguir entre quienes ofrecen servicios sexuales en las calles, quienes lo hacen en
whiskerías, cabarets o símiles, y quienes lo hacen en departamentos privados. Ha de
distinguirse, a su vez, a quienes ejercen la actividad de modo autónomo de quienes de-
tentan variados grados de dependencia respecto de un proxeneta.
Los mercados sexuales son, pues, diversos y heterogéneos y, en cada actividad,
pueden convivir diferentes grados de explotación. Asimismo, los arreglos son tam-
bién variados y diversos, por lo que “trabajar en un bar” puede implicar el desempeño
como copera (donde un porcentaje importante del dinero cobrado por la copa es para
el local) con la posibilidad de arreglar un encuentro sexual fuera del local (donde el
dinero obtenido por ese servicio puede ser en su totalidad para quien preste el servi-
66 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

cio o puede ser también que un porcentaje sea para el local). El bar puede ser un night
club, de luces bajas, música alta, meseras hot y baile de caño, como también puede ser
un bar común, donde cualquier persona de a pie se detendría a tomar un café. Puede
tratarse de una whiskería, un bar de alterne, o de un bar de moda donde el alterne es
evidente sólo para los habitué.
En cuanto a los departamentos privados, pueden tratarse de departamentos–burde-
les, manejados por proxenetas o pueden ser también una cooperativa que reúne a unas
pocas trabajadoras sexuales que comparten el alquiler y otros gastos de manutención
del lugar. También puede tratarse de un domicilio particular donde una persona vive
y ejerce la prostitución autónomamente. Los departamentos privados pueden realizar
servicios de “domicilio”, es decir, pueden enviar a una persona a prestar un servicio
sexual a un domicilio particular. También algunas personas ofrecen autónomamen-
te sus servicios por Internet y realizan ese mismo servicio que, en este caso, se llama
“encuentros”.
Quienes optan por ejercer la prostitución en “privados” manejados por un proxe-
neta que lucra con la explotación de servicios sexuales de terceros, lo hacen por una
variedad de razones y motivaciones:

En primer lugar, ejercer la prostitución en un “privado” libra a las mujeres de tener que li-
diar con la policía, ya que son los proxenetas los que se encargarán de esa tarea. Les per-
mite salir de la calle y esa es la preferencia de algunas mujeres, en particular en los mo-
mentos en que la policía necesita hacer estadística y, consecuentemente, labra más actas
contravencionales por “oferta sexual en la vía pública.” Para otras tantas, en especial si
son migrantes internas o externas, presentarse en un privado como “chica de 24 horas” es
la posibilidad de tener un lugar donde vivir mientras se ahorra algo de dinero. En segun-
do lugar, porque aun cuando las mujeres deben dejar mucho del dinero que han ganado en
manos del proxeneta, para algunas sigue siendo una opción económica rentable y conve-
niente (Daich, 2011:7).

En cuanto a la oferta de servicios sexuales en la calle, ésta es también heterogénea.


Las personas que ejercen la prostitución en las calles pueden hacerlo autónomamente
o pueden tener un proxeneta. De hecho, la jerga de la calle distinguía entre las “locas
sueltas”, aquellas que no compartían las ganancias del comercio sexual con ningún in-
termediario, y quienes tenían “marido”, esto es, un proxeneta o cafisho con quien ade-
más habían mantenido o mantenían una relación sentimental. Cabe subrayar, además,
que los mercados del sexo, como cualquier constructo social, son vividos a través de
las divisiones de poder de cualquier sociedad: clase, etnia, raza, género (Daich, 2011).
Por lo que las experiencias de inserción en este mercado varían además en función de
las posiciones estructurales que cada persona detenta.
Como señalábamos anteriormente, la distinción en términos de modelos legales no
nos ha resultado útil a la hora de atender a las formas en que efectivamente se regula el
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mercado del sexo comercial en la CABA. O, mejor aún, las formas en que se regula es-
pecíficamente la prostitución femenina de los sectores populares, puesto que está visto
que otras actividades que componen el mercado del sexo — si bien podrían ser perfec-
tamente criminalizadas como delitos por la legislación vigente — no son penalmente
perseguidas ni han sido socialmente problematizadas de igual manera.3 El tercer pro-
blema del “modelo de los modelos” es que presupone una unidad de las leyes y de las
políticas públicas que puede resultar ficticia, en tanto éstas se revelan frecuentemen-
te provisionales y contradictorias. En el despliegue de las formas de gobierno encon-
tramos, muchas veces, una articulación de elementos que exceden un único modelo.
Así, por ejemplo, en nuestro país, las normativas que regulan la prostitución confor-
man un complejo patchwork (Skackauskas; Justo von Lurzer; Nieto y Morcillo, 2012).
Conviven así, legislaciones penales abolicionistas, con disposiciones de menor rango
más cercanas al prohibicionismo (tales como los códigos contravencionales que en la
CABA y distintas provincias penalizan la oferta y demanda de sexo) y, por lo menos
hasta hace un tiempo, disposiciones reglamentaristas (tales como normativas munici-
pales que regulan whiskerías y cabarets con presencia de alternadoras).
Por todo ello, seguimos aquí la propuesta formulada por Scoular y Sanders (2010)
y Scoular (2010), la cual se nutre de los aportes formulados desde la perspectiva de
la gubernamentabilidad de Michel Foucault (1978, 1979, 1982). Así, antes de descri-
bir y analizar la problemática desde el paradigma de los modelos legales, abordamos
la cuestión desde una mirada que privilegia las formas de gobierno de la prostitución.
Desde esta perspectiva, podemos incluir en el análisis no sólo las leyes penales y su
despliegue efectivo sino también las regulaciones de menor jerarquía y las formas de
ejercicio del poder de policía junto con las prácticas de intervención y los saberes de
los operadores psi y sociales abocados al “rescate” y “reinserción” de las mujeres que
ofrecen sexo comercial. Esta perspectiva elude la dicotomía legal / ilegal, y permite
capturar la articulación de herramientas legales y extralegales (o cuya legalidad po-
dría ser discutida) en la administración de los ilegalismos4 de ese espacio social. A su
vez, permite atender a los procesos de construcción de los territorios y los sujetos en
estos marcos regulatorios. Desde esta perspectiva, todos los modelos suponen e im-
pulsan estrategias de regulación del sexo comercial. Así, las políticas de orientación

3 Así, si bien la prostitución de lujo organizada (o “alto standing”) podría ser alcanzada por las leyes
existentes, no parece haber una voluntad política de persecución penal de la misma. Asimismo, otras
actividades que conforman el mercado sexual no parecen estar siendo socialmente atendidas del mis-
mo modo en que se problematiza y se cuestiona la prostitución de las personas de sectores populares.
Por ejemplo, no recibe la misma atención ni genera el mismo pánico sexual el fenómeno de las web-
camers o las producciones pornográficas BDSM, por mencionar tan sólo algunas actividades.
4 El término ilegalismos fue acuñado por Foucault (1976) para desencializar la dupla legal–ilegal. Se
trata de actividades que se desvían de la norma y que conforman la dinámica del poder de una socie-
dad. La penalidad es una manera de administrar los ilegalismos, al trazar límites de tolerancia a algu-
nos y dando cierto campo de libertad a otros, diferenciándolos y asegurando su economía.
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abolicionista y neoabolicionista —generalmente entendidas como la ausencia de re-


gulación— generan a través de las prácticas de los operadores del sistema penal y de
la miríada de operadores de “rescate” una nueva forma de regulación. También, desde
esta misma perspectiva, las políticas abolicionistas que no plantean formalmente pe-
nalizar a las mujeres que ofrecen sexo comercial, pueden hacerlo perfectamente por-
que en su despliegue práctico generan consecuencias y una infrapenalidad a través de
las prácticas de sus operadores.
Así pues, en este trabajo nos proponemos abordar las formas de gobierno de la
prostitución en la ciudad de Buenos Aires en una coyuntura internacional de combate
a la trata de personas con fines de explotación sexual que, creemos, delinea en bue-
na medida las políticas locales actuales. En un contexto global de campañas antitrata
y crecimiento de las migraciones transnacionales de mujeres, la narrativa de la lucha
contra la trata se ha constituido en el idioma privilegiado para canalizar una serie de
ansiedades sociales y en un poderoso discurso que ha permeado las agencias guberna-
mentales, generando una serie de nuevas políticas y leyes. Estas últimas han servido
como excusa para investigar y allanar tanto prostíbulos clandestinos como departa-
mentos privados y locales abiertos al público donde trabajadoras sexuales5 que reali-
zan su actividad de manera voluntaria, y en ocasiones autónoma, han denunciado ve-
jaciones y vulneraciones de derechos.
A partir del trabajo de campo realizado durante el año 2013, nuestro argumento en
este trabajo es que las políticas antitrata han progresivamente profundizado una zona
de excepción en el mercado del sexo comercial a través de la ampliación del poder
de policía. En este espacio intervienen distintas burocracias estatales informadas por
lógicas profesionales diversas, cuyas estilo profesional podría eventualmente encua-
drarse bajo los distintos modelos. Como efecto fundamental, emerge una infrapenali-
dad que permea las vidas cotidianas de las mujeres que ofrecen sexo comercial, cuyos
derechos, por su parte, se subordinan al de ser “rescatadas”.
La estrategia metodológica consistió en el desarrollo de trabajo de campo en las
reuniones semanales de una organización de trabajadoras sexuales,6 donde confluyen
mujeres que ofrecen sexo comercial bajo distintas modalidades en la CABA. Los cre-
cientes allanamientos y clausuras durante el año 2013 fueron acercando a cada vez

5 Entendemos que la prostitución forma parte de un mercado del sexo que claramente la excede y que
se trata de un intercambio pautado de servicios sexuales por dinero. Asimismo, nos centramos en la
prostitución voluntaria, ejercida de manera autónoma o bajo cierto grado de explotación en lo que
nuestras interlocutoras en el campo llaman “relación de dependencia o “trabajar para un dueño”. En
este trabajo nos referiremos a las personas que ejercen la prostitución como “trabajadoras sexuales”,
ello así porque nuestro trabajo de campo ha sido llevado adelante con mujeres organizadas como tra-
bajadoras sexuales y/o mujeres que —sin estar organizadas ni pertenecer a ninguna institución— se
referían a su actividad como un trabajo. Asimismo, si bien no desconocemos el ejercicio de la prosti-
tución llevada adelante por las personas trans y los varones gay, en este trabajo nos centramos única-
mente en la experiencia de las mujeres.
6 Se trata de AMMAR CAPITAL CTA– Piedras.
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más trabajadoras sexuales a estas reuniones en búsqueda de información, y contención


frente a las violencias padecidas en los distintos operativos, robos a manos de las fuer-
zas de seguridad en los mismos y “clausuras” de los domicilios en los que trabajaban
y/o vivían. También, entrevistamos trabajadoras sexuales en la CABA, Rosario y la
ciudad de La Plata, visitamos lugares en los cuales se ofrece sexo comercial y hemos
recopilado documentación referente a allanamientos y clausuras municipales desde
octubre de 2012 hasta octubre de 2013 en la CABA.

La “trata de mujeres” en la agenda local y la proliferación


de leyes y políticas

En atención a nuestras coordenadas espacio–temporales, es necesario ubicar el


problema del gobierno de la prostitución en el marco de una campaña antitrata global
y su inserción singular en la agenda local (Varela, 2012). Así, desde la primera década
de este siglo comienza a desarrollarse en espacios supranacionales y transnacionales
una fuerte campaña contra la trata de mujeres con fines de explotación sexual, cuyo
epicentro es Estados Unidos durante la administración Bush (Soderlung 2005; Kapur
2005; Chuang 2010). Ronald Weitzer (2005; 2007) ha interpretado el proceso nortea-
mericano a la luz del concepto de pánico moral, término originalmente acuñado por
Stanley Cohen. Así, ha analizado cómo —a pesar de la debilidad de la evidencia empí-
rica suministrada sobre la magnitud del problema y su relación con la prostitución— la
campaña antitrata se institucionalizó exitosamente e ingresó en la agenda supranacio-
nal. Mientras las organizaciones feministas que operaban en los espacios transnacio-
nales diferían en relación a qué tipo de actividades debían ser tipificadas como delito
de trata de personas en virtud de sus distintos posicionamientos en torno al estatuto de
la prostitución, la campaña fue institucionalizada y refuncionalizada en distintos con-
textos nacionales en orden a otro conjunto de problemas de gubernamentalidad tales
como el control migratorio (Chapkis, 2003; Aradau, 2008; Fitzgerald, 2012; Iglesias,
2013) y de acuerdo a los procesos de construcción de hegemonía nacional (Blanchette–
Da Silva, s/f; Cheng, 2011). A su vez, una serie de trabajos han argumentado que detrás
de las campañas antitrata se despliega una política de más vasto alcance, orientada a
la eliminación del sexo comercial (Weitzer, 2005; 2007; Saunders, 2005; Chiang, 2010;
Doezema, 2011), cuya ultimísima expresión viene dada por el enfoque end demand
(finalización de la demanda). El “modelo sueco”, al proponer la penalización de los
clientes de servicios sexuales, constituiría una cabal expresión de este enfoque (Ku-
lick, 2005). Bernstein (2010), por su parte, ha subrayado que la campaña no solo con-
tiene un fuerte componente antiprostitución sino que ésta también anida en una serie
de supuestos neoliberales, esto es, el abandono de una idea de justicia redistributiva,
la expansión del sistema carcelario como resolución de los problemas de desigualdad
social y de género, y la visión de la justicia criminal como justicia social.
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En nuestro contexto, la categoría “trata” y, su asociada, “esclavitud moderna”, se


ha instalado en menos de una década como un emblema de las situaciones más extre-
mas de vulneraciones de derechos de mujeres, y niño/as. Las cámaras ocultas a pros-
tíbulos y cabarets, y la cobertura de allanamientos policiales, un profuso género en
la última década, buscan narrar las historias de estas “esclavas sexuales” quienes son
presentadas como mujeres forzadas al ejercicio de la prostitución. Así, las mujeres que
ofrecen sexo comercial constituyen en el relato trafiquista meros cuerpos sufrientes,
carentes de toda potencialidad de organización e identificación política, y respecto de
las cuales se reclamará una urgente intervención del Estado para su “rescate”. La pers-
pectiva que reduce toda forma de oferta de sexo comercial al delito de trata, predomi-
nante en los medios de comunicación, deslegitima los modos de autoreconocimiento
de las trabajadoras sexuales y sus demandas (Justo von Lurzer, 2013). Así, esta narra-
tiva, a través de su topoi fundamental “trata”, viene abonando una indistinción entre
trabajo forzoso en el mercado sexual, explotación económica de los servicios sexuales
de terceros y ejercicio autónomo de la prostitución.
A partir de los compromisos asumidos a partir de la ratificación de instrumentos
internacionales tales como el Protocolo de Palermo y de un creciente activismo so-
cial alrededor de la cuestión, el Estado argentino sancionó leyes penales específicas y
desplegó dispositivos penales y asistenciales para la persecución de los tratantes y la
asistencia a sus víctimas. Así, a la sanción de la primera Ley Antitrata del año 2008 de
acuerdo a los estándares fijados por este instrumento internacional, se añade la crea-
ción de la Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros extorsivos y trata de personas7
(UFASE). Las tareas de esta agencia son básicamente prestar asistencia a las fiscalías
de todo el país, sistematizar información sobre y a partir del desarrollo de las cau-
sas, y coordinar tareas de capacitación entre los funcionarios. La UFASE puede tam-
bién iniciar investigaciones preliminares por estos delitos. Desde abril del año 2013, la
UFASE adquirió el rango de Procuraduría,8 lo que implicaría un reforzamiento de la
estructura. En agosto de 2008 fue creada la “Oficina de rescate y acompañamiento a
las personas damnificadas por el delito de trata”9 dentro de la órbita del Ministerio de
Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Constituida por equipos multidisciplinarios
(abogados, trabajadores sociales, psicólogos), la función declarada de esta Unidad es
asistir a las víctimas en el momento de efectuarse su “rescate” hasta el momento de su
declaración testimonial.
Sin embargo, la sanción de un tipo penal de trata de acuerdo a los estándares inter-
nacionales no agotó la política antitrata argentina. En los años que se sucedieron, la

7 Resolución 100/08 de la Procuración General de la Nación, 22 de agosto de 2008.


8 Desde entonces, la UFASE fue reemplazada por la Procuraduría para el Combate de la Trata y Explo-
tación de Personas. Resolución PGN n° 05/13.
9 Creada por Resolución 2149 (06/08/2008) del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Boletín
Oficial 12/08/2008. Unidad de rescate, de aquí en adelante.
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emergencia de una fuerte campaña antiprostitución, en la cual se combinaron en me-


dida variable discursos abolicionistas, neoabolicionistas y prohibicionistas, fue sedi-
mentando un conjunto de normativa de diversa jerarquía e impulsando la creación de
burocracias (en los niveles nacionales, provinciales y municipales) cuya misión fun-
damental es vigilar los intercambios de sexo por dinero en clave de persecución penal
bajo la categoría “trata” y “rescate” de sus víctimas. Desde el año 2010 diversas nor-
mativas municipales10 y provinciales (Córdoba, Tucumán, Rio Negro, Entre Ríos, San
Juan) avanzaron sobre la prohibición de habilitación y cierre de whiskerías y cabarets.
Vale aclarar que las “casas de tolerancia” (esto es, el regenteo y/o la administración de
casas donde exista explotación de la prostitución ajena) ya se encontraban prohibidas
por la Ley 12331 de 1936. Además, el procurador general de la Nación había ratificado
la vigencia de esta normativa11 y solicitado a los fiscales que iniciaran investigacio-
nes proactivas por este delito, cuanto también había recomendado la clausura muni-
cipal de los lugares en los cuales se sospechara la existencia de trata y explotación de
la prostitución ajena en el caso de que se tratara de comercios lícitos12. En este senti-
do, estas leyes y decretos provinciales vinieron en primer término a prohibir algo que
ya estaba sancionado por una ley nacional y en plena vigencia. Es interesante marcar
que las nuevas normativas no se limitaron a hacer caducar las habilitaciones eventual-
mente existentes en cada territorio bajo el rubro “whiskería” y “cabaret”, sino que de-
limitaron una nueva zona de actuación definida de una manera laxa y amplia como
“todo lugar abierto al público o de acceso al público en donde se realicen, toleren, pro-
mocionen, regenteen, organicen o de cualquier modo faciliten actos de prostitución u
oferta sexual, cualquiera sea su tipo y modalidad”.13 De este modo, alcanzaron ya no
solo la facilitación o la explotación de la prostitución ajena, (tal como está consagra-
do en la jurisprudencia de la Ley 12331) sino que abrieron el camino para la persecu-

10 Entre otros, Santa rosa, Paraná, Mar del Plata, Comodoro Rivadavia, Posadas, Paraná, Comodoro Ri-
vadavia, Rosario, Mendoza y Salta.
11 Resolución 39/10 del PGN, 22/04/2010.
12 Resolución 99/09 del PGN, 24/08/2009. La resolución instruía a los fiscales que actuaran en causas
sobre trata de personas y delitos conexos que “soliciten, frente a la posibilidad de disponerse un allana-
miento por parte del juez competente (casa de tolerancia funcionando bajo la apariencia de un comercio
lícito), la intervención de la agencia municipal del distrito a fin de concretar la clausura del local y pro-
mover la caducidad de la habilitación o inhabilitación, de acuerdo a las ordenanzas y reglamentaciones
municipales que en el marco de la facultades preventivas y sancionatorias resulten aplicables”:
13 El resaltado es nuestro. La definición se replica en las leyes y decretos provinciales de Córdoba, En-
tre Ríos, Rio Negro, Tucumán y San Luis. San Juan aprobó recientemente una normativa de similares
características, pero no la hemos encontrado disponible para su consulta. Si bien ninguna de estas
normativas estrictamente sanciona a quienes ofrezcan servicios sexuales y sí a quienes extraigan un
beneficio, administren o regenteen lugares en donde estos servicios se ofrezcan, al prohibir la existen-
cia de cualquier lugar de acceso público en el cual se “faciliten actos de prostitución u oferta sexual”,
constituye en la práctica una prohibición del ejercicio de la prostitución. En este sentido, podría suge-
rirse que estas nuevas normativas parecerían añadir una nueva paradoja legal en torno a la situación
de a–legalidad del trabajo sexual: el ejercicio de la prostitución estaría prohibido, pero no penalizado.
72 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

ción de la facilitación y la realización de “actos de prostitución”, ampliando la órbita


de las conductas perseguidas y afectando el ejercicio autónomo del trabajo sexual. A
su vez, en la medida en que estas normativas se incorporaron a los códigos de faltas y
contravencionales, habilitaron la intervención de la agencia policial sin control judi-
cial.14 En el caso de las normativas municipales de prohibición de habilitación y cierre
de las whiskerías existentes, en algunos casos “habilitaron” a los inspectores munici-
pales a intervenir a través del poder de policía, aplicando incluso clausuras a domici-
lios particulares.15
Otras medidas fueron también mostrando que la política pública delimitaba un
campo de actuación que excedía la cuestión de la trata de personas (tal como era tipi-
ficada en la ley del 2008 y los instrumentos internacionales). En el año 2011 se imple-
mentó por decreto la prohibición de avisos comerciales de oferta sexual,16 y concomi-
tantemente a ello se creó la “Oficina de monitoreo de publicación de avisos de oferta
de comercio sexual”. Además de monitorear los medios a los fines de constatar que
no se publiquen avisos que promuevan la oferta sexual y aplicar sanciones por su in-
cumplimiento, esta oficina desarrolla prácticas de investigación y vigilancia sobre el
mercado del sexo comercial, impulsando denuncias y causas penales. En este sentido,
y también como veremos a propósito de la oficina de rescate, la política antitrata ha
producido una serie de burocracias estatales que si bien no integran formalmente las
fuerzas de seguridad ni las burocracias judiciales, desarrollan y colaboran en tareas
propias de la investigación policial y judicial.
En sintonía con los debates desarrollados en los espacios transnacionales, la Ley
Antitrata sancionada en el año 2008 en la Argentina fue desde su sanción un objeto
polémico. Más allá de cualquier evaluación concreta de los procesos judiciales que la
ley permitió llevar adelante, las organizaciones antitrata reclamaron inmediatamente
su modificación. Importaba, para estas organizaciones, eliminar los medios comisi-
vos17 equiparando la situación de las víctimas mayores y menores y lograr la inclusión
de la expresión “aun con su consentimiento” en el texto de la ley así. Ahora bien, estos
reclamos no responden, en rigor, a cuestiones de carácter práctico o jurídico sino que

14 En la provincia de Córdoba especialmente, AMMAR–Córdoba viene denunciando todo tipo de atro-


pellos en el marco de la aplicación antitrata provincial: expulsión de las trabajadoras sexuales de sus
viviendas, detenciones policiales y exámenes compulsivos de VIH/ITS.
15 Por ejemplo, es el caso de Mar del Plata a través del Decreto 292, 31/01/2011.
16 Decreto del Poder Ejecutivo 936/11 Prohibición de avisos comerciales de oferta sexual.
17 El término es de cuño jurídico y se refiere a las circunstancias bajo las cuales la acción es considera-
da un delito. En el tipo penal establecido por la ley de trata del año 2008 éstos eran: engaño, fraude,
violencia, amenaza o cualquier medio de intimidación o coerción, abuso de autoridad o de una situa-
ción de vulnerabilidad, concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de
una persona que tenga autoridad sobre la víctima, aun cuando existiere asentimiento de ésta.
Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 73

se vincula(n) más profundamente con posicionamientos ideológicos en lo relativo al esta-


tuto de la prostitución. Así, la expresión propugnada por estas organizaciones (“aun con el
consentimiento de la víctima”) remite a una perspectiva en la cual la prostitución es con-
siderada una forma de violencia contra las mujeres y que, por ende, no admite lugar algu-
no para que una mujer mayor de edad migre voluntariamente a los fines de insertarse en el
mercado del sexo. El debate político y simbólico —no explicitado todas las veces— radi-
caba en la consagración de la perspectiva abolicionista en la nueva legislación, dando así
por tierra con cualquier “hendidura” que permitiera suponer una distinción entre prostitu-
ción forzada y libre (Varela, 2013:50).

Así, desde la sanción de la ley de trata, diversos proyectos fueron presentados en el


Congreso Nacional para su modificación, desarrollándose de manera intermitente un
debate del que participaron activistas, legisladores y funcionarios gubernamentales.
En el mes de agosto del 2011, en un contexto de fuerte conmoción por el caso Cande-
la,18 el Senado dio media sanción a un proyecto que modificaba la ley de acuerdo a las
demandas establecidas por las organizaciones antitrata. En diciembre de 2012, nueva-
mente a raíz de otro escándalo producido a partir del fallo absolutorio de los imputa-
dos en la causa de Marita Verón,19 dicho proyecto obtuvo sanción en la Cámara de Di-
putados, convirtiéndose en ley (Ley 26842). El contexto de debate de la ley, entonces,
fue precipitado por casos que movilizaron fuertemente a la opinión pública (Varela,
2013). Esta nueva tipificación del delito de trata, así como también las modificaciones
a la figura penal de proxenetismo, profundizan la perspectiva abolicionista de la legis-
lación argentina:

Así, la exclusión de los medios comisivos y el establecimiento explícito de que el consen-


timiento de la mujer resulta irrelevante (tanto para el delito de trata como proxenetismo y
rufianismo), intenta constituirse en un cierre definitivo respecto de la posibilidad de tra-

18 Candela Sol Rodríguez Labrador, niña de 11 años, desapareció el 22 de agosto de 2011, cerca de
su casa en Hurlingham. El caso tuvo enormes repercusiones a través de los medios de comunicación
en los días inmediatos a su desaparición, predominando la hipótesis de que la niña habría sido capta-
da por una red de trata de personas. El cuerpo de la niña fue hallado sin vida el 31 de agosto en una
zona próxima a su domicilio, descartándose la hipótesis de un delito de trata. Con el correr de los días,
aparecieron elementos que parecían indicar un ajuste de cuentas y una venganza hacia su familia por
parte de una red involucrada en el tráfico de drogas. Por el secuestro y posterior asesinato de Candela
fueron procesadas y detenidas varias personas, quedando todas finalmente en libertad por irregulari-
dades en el proceso de instrucción.
19 Se trata del caso del secuestro y desaparición de María de los Ángeles Verón, ocurrido en el año 2002
en la provincia de Tucumán. El caso fue vinculado a la trata de personas con fines de explotación se-
xual pero no se juzgó a través de la ley de trata porque en el momento en que desapareció Marita, ese
tipo penal no se hallaba disponible. El fallo absolutorio generó el rechazo y la indignación social, cues-
tión reflejada en notas periodísticas, marchas, vigilias, intervenciones urbanas, etc. La movilización
política impactó en la revisión que del caso realizó la Corte Suprema tucumana, la cual en diciembre
de 2013 revocó el fallo y condenó a todos los imputados.
74 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

zar alguna distinción entre prostitución “forzada” y “libre”. Todas aquellas personas que
migren o se inserten en el mercado a través de un arreglo del cual extraiga beneficios un
tercero pasan a ser consideradas víctima de trata o explotación sexual, convirtiéndose a
la vez en objeto de políticas de “rescate” y “reinserción social”. Los colaboradores de los
procesos migratorios, quienes frecuentemente provienen de redes de conocidos y parien-
tes, pueden ser considerados “tratantes”, independientemente de la autoevaluación posi-
tiva que las personas puedan realizar de su proyecto migratorio e inserción en el mercado
del sexo. La única modalidad de oferta de servicios sexuales que se mantendría por fuera
de la categoría de víctima predefinida, es el ejercicio autónomo de la prostitución, es decir,
aquel del cual no extrae beneficios un tercero (Varela, 2013:51).

En la actualidad, se encuentran en debate en el Congreso de la Nación dos proyec-


tos de penalización de clientes de servicios sexuales. El proyecto de Marcela Rodri-
guez sanciona a los clientes de prostitución, mientras que el proyecto de Aníbal Fer-
nandez pretende diferenciarse del primero al sancionar a los clientes de trata con fines
de explotación sexual.20 Vale decir que dada la reforma de la ley de trata del año 2012,
el segundo proyecto alcanzaría la sanción de todos aquellos clientes que compren ser-
vicios sexuales de personas que ofrezcan los mismos en el marco de una relación de
explotación laboral, independientemente que la oferta sea voluntaria. El hecho de que
la sanción a los clientes de trata se prevea únicamente para los casos de explotación
sexual y no laboral (lo cual podría, en este último caso, involucrar a las grandes mar-
cas que terciarizan su producción en talleres clandestinos), muestra a las claras el do-
ble estándar que viene delineando la política antitrata argentina.
En este sentido, el proceso de los últimos años puede ser caracterizado como, por un
lado, de inflación penal a través de la puesta en marcha de normativa de diversa jerar-
quía y , por otro lado, de creciente confusión en torno a las diversas modalidades bajo
las cuales se ofrecen servicios sexuales. En un contexto de fuerte pánico moral y sexual
en torno a la prostitución (Daich, 2013), cualquier forma de prostitución (voluntaria/no
voluntaria, en diversos grados de dependencia/autónoma) comenzó a ser identificada
como un delito de trata de personas.21 A su vez, en este contexto, operadores que per-

20 Al momento de escribir este artículo, fines de 2013, dos proyectos provenientes de fuerzas políticas
diferentes proponían penas de prisión para el consumo de servicios sexuales. Uno de estos proyectos,
el del senador por el Frente para la Victoria, Aníbal Fernandez, alcanzaba sólo a los clientes “de la tra-
ta”. El otro proyecto, más amplio en su conceptualización (penaba al que pagara “por el uso sexual de
una persona”), fue presentado por la diputada Marcela Rodríguez, del bloque unipersonal Democracia
Igualitaria y Participativa—cuyo mandato finalizó en diciembre de 2013.
21 También ciertas migraciones fueron, a priori, sospechadas. Así, en el año 2012 se estableció el re-
querimiento de visado para las y los migrantes provenientes de República Dominicana. Por intermedio
de la Resolución 23/2012 del Ministerio del Interior y Transporte, a partir del 1° de agosto de 2012
se requiere visa turista a los ciudadanos y ciudadanas dominicanas que deseen ingresar al país. De
acuerdo con los considerandos de dicha resolución, esta decisión gubernamental se enmarca en la lu-
cha antitrata y en particular en las preocupaciones respecto de las condiciones bajo las cuales se de-
sarrolla la migración femenina desde ese país.
Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 75

tenecen a distintas burocracias estatales apelaron a diversos mecanismos y herramien-


tas a los fines de mostrar una política exitosa de combate hacia la trata de personas. El
concepto de “industria del rescate” propuesto por Laura Agustín (2005b; 2009) permite
dar cuenta de la multiplicación de servicios de asistencia (tanto estatales como de orga-
nizaciones de la sociedad civil) a las “víctimas”. Para este nuevo “mercado” de servi-
cios asistenciales la ampliación del número de víctimas es un asunto de relevancia, de
allí también los sucesivos intentos de empujar los límites de la categoría “trata” hasta
alcanzar cualquier oferta de servicios sexuales. Así, estos proyectos, inicialmente dise-
ñados para atender a un universo restringido de la población, despliegan a continuación
una dinámica propia buscando consolidar y amplificar su propia demanda.

Estudio de caso: CABA

Si bien en la CABA se han presentado algunos proyectos que, de manera análoga


a las normativas municipales y provinciales de prohibición de cabarets y whiskerías,
buscaban constituir una nueva área de intervención estatal dirigida a los “centros de
prostitución” (en los cuales se incluía tanto a la explotación de servicios sexuales de
terceros como el ejercicio autónomo de la prostitución),22 los mismos no progresaron.
En este sentido, CABA es un caso de peculiar interés para mostrar cómo, aún en au-
sencia de este tipo de normativa —que exhibe los delgados límites entre abolicionis-
mo y prohibicionismo—, los operadores pueden desarrollar estrategias y apropiacio-
nes de las normativas existentes que permiten una rápida reactivación del poder de
policía con similares efectos.
A partir de 2013 el gobierno de la ciudad a través de la Agencia Gubernamental del
Control (la oficina que habilita y fiscaliza locales comerciales, industriales, obras ci-
viles y de servicios privados) comenzó a desplegar un dispositivo de permanente ins-
pección sobre los lugares en los que se ofreciera sexo comercial en la ciudad. Esta
política combina herramientas legales (inspecciones administrativas a los lugares que
cuentan con habilitaciones en rubros como whiskerías o bar) y otras de dudosa legali-
dad (“inspecciones” a domicilios particulares que no cuentan con ninguna habilitación
comercial), y se propone, a su vez, una amplia estrategia de espectacularización me-

22 Por ejemplo, el proyecto “Programa de Restitución de Derechos” (PREDES) presentado en 2012 por
la legisladora del Frente Progresista y Popular, María Elena Naddeo, se planteaba “Constituir equipos
especializados en la detección e inspección de los centros expuestos o encubiertos de explotación se-
xual y prostitución para que actúen con los dispositivos judiciales y, cuando sea necesario, con los
dispositivos de las fuerzas de seguridad que correspondiere”, tanto como “realizar inspecciones per-
manentes a partir de un plan actualizado y acordado con el consejo consultivo asesor y a partir de las
denuncias y actuaciones efectuadas por la comunidad. Dichas inspecciones se realizarán con la in-
tervención de la Agencia Gubernamental de Control, las oficinas especializadas en violencia sexual y
de género de las fuerzas de seguridad existentes en la Ciudad de Buenos Aires, en los casos que sea
necesario y del Ministerio Público de la Ciudad” (Proyecto 2040–D–2012).
76 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

diática de las acciones emprendidas.23 Si bien la resolución de la Procuración General


de la Nación (PGN) recomendaba la clausura de los lugares habilitados — en los cua-
les se sospechara judicialmente la existencia de explotación de la prostitución ajena,
el gobierno de la ciudad avanzó mucho más lejos respecto de esta inicial demanda.24
Así, la política que desarrolló el gobierno de la CABA a partir de febrero de 2013
mediante la Agencia Gubernamental de Control (en adelante, AGC) impulsó una serie
de inspecciones que tenían como objeto la clausura y la revocación comercial de aque-
llos locales comerciales habilitados en los cuales se detectara la oferta de servicios se-
xuales. Así, independientemente de la existencia de causas judiciales en las cuales se
investigara proxenetismo y trata de personas, distintos bares y whiskerías, conocidos
por constituir lugares en los cuales las trabajadoras sexuales tomaban contacto con po-
tenciales clientes, fueron clausurados por el poder de policía local.25 Mientras el me-
canismo administrativo para las clausuras fue la identificación de una “desvirtuación
de rubro”, la retórica desplegada por parte de los funcionarios del gobierno de la ciu-
dad en los medios de comunicación sostenía que estos lugares “mentían” al gobierno
de la ciudad, al obtener habilitación legal como bares y whiskerías y funcionar en la
práctica como “prostíbulos”.
De esta manera, el gobierno de la ciudad, primero renuente a poner en marcha la
solicitud de la UFASE (la cual involucraba solamente a algunos lugares que eran ob-
jeto de una investigación judicial), comenzó en el año 2013 —a través de los inspecto-
res de la AGC— a desarrollar operativos de clausura de numerosos locales nocturnos.
Así, la vicejefa de gobierno informaba en el mes de abril la clausura de 140 locales en
el período 2010–2013 y —en una inversión de la situación precedente— invitaba a la
justicia a allanar los lugares para investigar los delitos que la AGC había supuestamen-
te identificado. Las clausuras eran impulsadas y seguidas con atención por los grupos
de vecinos organizados en los barrios,26 quienes, a su vez, motorizaban denuncias en la

23 Muchos allanamientos de locales donde se ofrece sexo comercial fueron filmados por canales de TV
y subidos a la página web de la AGC. Asimismo, dicha página replica también las imágenes a través
de links a Youtube.
24 Además, la UFASE había dirigido especialmente un pedido al gobierno de la CABA en el año 2012
para que actuara en tal sentido a propósito de una causa judicial en la cual eran investigados 41 lo-
cales habilitados. Véase http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-199892-2012-07-30.html
25 Algunas noticias sobre los procedimientos: http://www.seccionpolitica.com.ar/clausuran-un-prosti-
bulo-en-flores-aid17952.html. http://laalameda.wordpress.com/2013/03/29/clausuraro-de-los-nar-
co-prostibulos-mas-poderosos-madahos-y-black/ http://www.youtube.com/watch?v=m6xdXq865MU
26 Desde inicios del año 2012 y a través del activismo desplegado por la organización La Alameda co-
menzaron a organizarse en distintos barrios de la ciudad grupos de vecinos que demandaban la inme-
diata clausura de los lugares en los que se ofreciera sexo comercial. La forma de trabajo que la organi-
zación adoptó en los barrios se caracterizó por cierto repertorio de prácticas: convocatorias a reuniones
(frecuentemente en las iglesias) donde los vecinos son invitados a construir el “mapa del delito” en el
cual se identifican los lugares de oferta de sexo comercial (junto con otros delitos), “escraches” a los
prostíbulos en los cuales se realizan “clausuras simbólicas” de los mismos y radicación de denuncias
en la Justicia y en la AGC. En relación a la magnitud de la convocatoria, más bien exigua en términos
Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 77

ACG. Así, actividades comerciales que otrora se llevaban adelante en una zona gris de
prácticas legales e ilegales, espacios sumidos en un particular derecho de policía (Tis-
cornia, 2008) y por ello administradas, toleradas y gestionadas por la agencia policial,
emergieron como territorios de intervención de los inspectores municipales. Estos úl-
timos, quienes también ejercen poder de policía, actuaban con directivas de clausurar
e impedir —por lo menos en lo inmediato— el funcionamiento de bares y whiskerías
conocidos por constituir lugares de oferta de sexo comercial.27
Estas acciones, acompañadas de la adopción pública del discurso de combate a la
trata por parte del gobierno de la Ciudad, fueron acompañadas por otras intervencio-
nes más curiosas, como los procedimientos administrativos contra los llamados de-
partamentos “privados” llevados adelante por la ACG de manera incipiente desde el
año 2011 y con mayor fuerza desde el año 2013. Las formas a través de las cuales esta
agencia comenzó a ingresar a los departamentos privados fueron, por lo menos, dos:
por un lado, procedimientos regulares en los cuales se ingresa a solicitud de un juzga-
do correccional o federal, esto es, convocados en el marco de un procedimiento regu-
lar por infracción a la ley de profilaxis o ley de trata; por el otro, los procedimientos
que denominaremos “irregulares”, a través de los cuales los inspectores municipales
ingresan a los domicilios, algunos particulares, sin orden judicial alguna. Estos domi-
cilios podían ser tanto lugares en los que existiera explotación de la prostitución aje-
na, como departamentos colectivamente alquilados por trabajadoras sexuales a los fi-
nes de ofrecer servicios sexuales o bien sus propias viviendas, en las cuales residían
y también trabajaban.
En ausencia de una orden judicial, los inspectores municipales urdieron estrategias
tales como concretar citas telefónicamente como falsos clientes para poder ingresar al
lugar. En algunos casos, también, en los días previos, y cuasi emulando las tareas de
“inteligencia policial”, tomaron servicios con las trabajadoras sexuales del lugar. De
acuerdo a los relatos obtenidos, una vez ingresados al domicilio en calidad de clientes,
los inspectores “revelaban” que se trataba de un “allanamiento” en busca de “trata de
personas”, permitiendo ellos mismos el ingreso de la policía Metropolitana. Paradóji-

de cantidad de vecinos, las acciones de denuncia obtienen grandes repercusiones en los medios de
comunicación. A su vez, en sus mensajes públicos, los miembros de la organización alientan a los ve-
cinos a denunciar a las autoridades la existencia de lugares en los cuales se ofrezca sexo comercial
en sus edificios y barrios.
27 La discrecionalidad o selectividad a través de la cual se llevó a cabo este proceso de clausuras es pre-
sumible, pero está fuera del alcance de la indagación realizada hasta ahora. Vale decir también que en
la medida en que los grupos de vecinos organizados y los agentes gubernamentales problematizaban
crecientemente cualquier modalidad de oferta comercial de servicios sexuales como delitos de proxe-
netismo y trata de personas, comenzaron también a identificar prácticas sexuales no comerciales, y
que no se ajustaban a la heteronorma, con estos delitos. Así, en uno de los puntos de la ciudad de
mayor conflictividad, Recoleta, las denuncias de la Alameda incluyeron lugares de entretenimiento y
esparcimiento swinger y boliches gays que ofrecen dark rooms. En el último de estos casos, Recoleta
Insegura realizó un “escrache” a un reconocido lugar de sociabilidad de la comunidad gay y desenca-
denó un proceso administrativo por el cual el gobierno de la CABA aplicó al lugar tres clausuras.
78 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

camente, en esos procedimientos irregulares y que podrían ser considerados violato-


rios de garantías constitucionales tales como la inviolabilidad del domicilio, también
se presentaron operadores de asistencia del Área de Trata de la Subsecretaría de Dere-
chos Humanos del gobierno de la CABA, la que intentaba en ese marco dialogar con
las posibles “víctimas”.
Una vez en el interior del domicilio, tanto en procedimientos regulares como irre-
gulares, los inspectores municipales desplegaron dos mecanismos a los fines de alcan-
zar una “clausura”: en algunos casos consignaron que la vivienda constituía una “casa
de masajes” o casa de “servicios personales directos” sin la habilitación correspon-
diente, mientras que en otros labraron actas por faltas al Código de edificación urba-
no (fallas en la seguridad del sistema eléctrico o de gas, falta de matafuegos, falta de
cartel de “prohibido fumar”). Los inspectores utilizaron el rubro “servicios personales
directos” o “casa de masajes” para consignar que se había detectado una actividad co-
mercial sin su correspondiente habilitación. En este acto administrativo, convertían a
los domicilios particulares en los cuales se ofrecían servicios sexuales en “locales co-
merciales”, a cuyas instalaciones, entonces, podían requerírseles las condiciones esta-
blecidas en el Código de Edificación de la Ciudad.
Si las trabajadoras sexuales ignoraban esta primera advertencia y no continuaban
el trámite de la clausura, presentándose ante la ACG, el segundo procedimiento es-
calaba la gravedad de la situación, en tanto y en cuanto una violación de clausura es
considerada una contravención con pena de multa (entre $600 y $3600). Hemos detec-
tado una variedad de casos que desembocaban en esta situación: en algunas oportuni-
dades las trabajadoras sexuales ignoraron la primera clausura y no realizaron ningún
descargo por temor, en otros casos no se dieron siquiera por enteradas porque la faja
de “clausura” estaba colocada en el ingreso al edificio y no en el departamento. En
otros casos abandonaron el domicilio en cuestión por temor, dejando atrás pertenen-
cias personales. Y las nuevas inquilinas “heredaron” clausuras que, al desconocerlas,
fueron violadas.
Estos procedimientos, aunque irregulares, ingresan en la maquinaria burocrática y
siguen un curso administrativo variable. Algunas trabajadoras que se presentaron rá-
pidamente en la ACG pudieron “resolver” la cuestión comprometiéndose ante el go-
bierno de la ciudad a realizar las modificaciones edilicias. Así, nos encontramos frente
a la paradójica situación en la cual el controlador de faltas desestima la falta de habi-
litación como “casa de servicios personales directos” al carecer el trabajo sexual de
cualquier marco regulatorio, pero exige las modificaciones edilicias necesarias para el
funcionamiento comercial. Estas trabajadoras realizaron arreglos en sus departamen-
tos, de acuerdo a los requisitos planteados por la Ciudad: arreglaron los sistemas eléc-
tricos, colocaron matafuegos y distintas señalizaciones (carteles de “no fumar”, seña-
lización de salidas de emergencia, colocación de luces de emergencia). En otros casos,
si bien efectuaron todas las modificaciones (con inversiones alrededor de los $3000
pesos), el gobierno de la ciudad resultó renuente a levantar la clausura. En aquellos
casos en que se había registrado una “violación de clausura”, habiéndose iniciado una
Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 79

causa en la Justicia Contravencional, algunas trabajadoras sexuales aceptaron realizar


“trabajos comunitarios” como forma de evitar la eventual sanción pecuniaria.28 Otras,
a través de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), solici-
taron medidas cautelares frente a lo que se presentó como excesos en el ejercicio del
poder de policía municipal.
En síntesis, herramientas extralegales o de cuestionable legalidad fueron utilizadas
para “clausurar” lugares donde probablemente podía identificarse explotación de la
prostitución ajena, cuanto también fueron utilizadas para ingresar a domicilios de tra-
bajadoras sexuales autónomas y establecer la “clausura” de sus viviendas o de aque-
llas que colectivamente alquilaban para desarrollar su trabajo. La posibilidad concreta
de que los inspectores municipales ingresen a domicilios particulares ilustra el carác-
ter de zona de “excepción” en la cual se mueven las trabajadoras sexuales en el sentido
estricto que Agamben (2001; 2003) adjudica a este concepto: suspensión de la norma
—garantías como la inviolabilidad del domicilio—, y despojo de los derechos políti-
cos de manera tal que los delitos cometidos por esos funcionarios en ese mismo acto
carecen de consecuencias jurídicas. Muy por el contrario, estos actos ilegales aspiran
a inscribirse en una cuasi legalidad ya que las actas labradas en estos procedimien-
tos seguirán su curso administrativo y eventualmente penal. En el caso de la ciudad
de Buenos Aires, la estrategia legal apela a la ausencia de habilitación como “casa de
servicios personales directos”, sin embargo, como hemos visto, otros municipios han
producido normativa de baja jerarquía que “habilitaría” a los inspectores municipales
a ingresar a domicilios particulares y aplicar sanciones.29
Las distintas burocracias (judiciales, policiales, municipales, de rescate), las cuales
se orientan bajo lógicas profesionales distintas, participan muchas veces en operativos
conjuntos. De este modo, en el curso de un allanamiento regular, mientras la policía
realiza actividades de investigación, (incautando cuadernos personales, preservativos,
celulares, dinero, pastillas abortivas), las profesionales de “rescate” no sólo dialogan
con las víctimas sino también realizan, de acuerdo a los relatos de trabajadoras sexua-
les obtenidos en nuestro trabajo de campo, actividades propias de la lógica de la inves-
tigación policial (separando a las supuestas víctimas entre sí, preguntando los nombres
de las personas a través de las cuales hubiesen llegado, contrastando las declaraciones
de unas y otras). A la par del desarrollo de estas actividades de investigación/rescate,
los inspectores municipales labran actas a las presuntas víctimas por infracciones mu-

28 Dichos trabajos comunitarios, junto con algunas “reglas de conducta” dispuestas por el juez, forman
parte de la suspensión del proceso a prueba. A través de este mecanismo, el proceso se suspende sin
que implique admisión de responsabilidad. El acuerdo implica el compromiso de cumplir las reglas
de conducta por un lapso a determinar que no puede ser mayor a un año. Si al cabo del tiempo esti-
pulado, se han cumplido las condiciones y no se ha cometido otra contravención, se considera que la
acción se extinguió.
29 Por ejemplo, en la ciudad de Mar del Plata, si las trabajadoras sexuales no abandonan el lugar luego
de la clausura, se dispone el corte de los servicios de luz, gas y electricidad.
80 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

nicipales al código de edificación y por carecer de habilitación comercial. La escena


muestra de manera paradójica como las trabajadoras sexuales pueden ser simultánea-
mente objeto de investigación penal, rescate asistencial y sanción comercial.
Con todo, la lógica de “rescate” no emerge necesariamente como contradictoria
respecto de las iniciativas de penalización y, a su vez, puede ser refuncionalizada
como estrategia de investigación policial/judicial. Así, las profesionales de rescate in-
dagarán sobre cuáles son los vínculos y redes de contactos a través de los cuales las
personas han migrado y se han insertado en el mercado del sexo comercial. En el con-
texto de un allanamiento policial, las trabajadoras generalmente perciben como peli-
groso dar cuenta de cuál es esa trama de relaciones, ya que la misma frecuentemente
involucra a parientes y redes de conocidos, redes de reaseguro fundamentales en los
sectores populares. A su vez, hemos detectado casos que en tanto y en cuanto el relato
proporcionado no se ajustaba al perfil de víctima predefinido, las profesionales alerta-
ban a las trabajadoras sexuales sobre la posibilidad de resultar procesadas por el deli-
to de falso testimonio. Por último, las personas “sospechadas” de resultar “víctimas”
pueden permanecer en una suerte de zona gris, limbo legal, pudiendo ser incluso re-
tenidas contra su voluntad.30 En el marco del derecho penal se encuentra estipulado
cuáles son los derechos y garantías que asisten a quienes son sospechados de resultar
responsables criminales, pero las presuntas víctimas que se resisten a ser “rescatadas”,
en cambio, carecen de reglas claras.
La ausencia de un marco legal respecto de la oferta de servicios sexuales y el inten-
so despliegue de los mecanismos de inspección, produce un espacio social en el cual
es posible al mismo tiempo ser “rescatado” de un delito, “investigado” como respon-
sable de un delito y “sancionado” por falta de habilitación comercial, esto es, objeto
de intervenciones que desde el punto de vista de los modelos legales que mencionára-
mos al comienzo del artículo resultan antitéticas. A modo de ejemplo, una trabajado-
ra sexual considerada “presunta víctima” por la Oficina de rescate (y por ende, con-
tabilizada como tal en las estadísticas que provee dicha oficina), puede ser al mismo
tiempo considerada responsable de una infracción municipal al carecer de habilitación
para operar como “casa de servicios personales directos”, esto es, víctima e infracto-
ra en el mismo acto.
Como ha sido sugerido por Hubbar, Matthews y Scoular (2008) inspirándose en
el trabajo de Agamben, la figura del homo saccer que ha iluminado personajes con-

30 En la noche del 26 al 27 de octubre de 2013, 32 domicilios de la ciudad fueron allanados a través de


una serie de operativos ordenados por un juzgado federal. Las numerosas trabajadoras sexuales fue-
ron subidas a micros que fueron recorriendo los distintos domicilios allanados, sin que se les brindara
mayores explicaciones en torno a las razones por las que eran retenidas así como ninguna referencia
respecto del lugar al que se dirigían. Ante la voluntad manifestada por algunas de querer retirarse, los
funcionarios policiales y las profesionales de la unidad de rescate les indicaron la imposibilidad de ha-
cerlo ya que se encontraba “a su cargo”. En este marco, similar a una razzia, finalmente fueron con-
ducidas a un lugar donde permanecieron varias horas a fin de que las profesionales de la unidad de
rescate les tomaran una entrevista. En total, fueron retenidas por casi 8 horas.
Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 81

temporáneos como los refugiados y los inmigrantes ilegales, bien podría extenderse
para analizar el estatuto de las personas que ofrecen sexo comercial. Así, las trabaja-
doras sexuales se constituyen en objetos de permanente inspección por parte de dis-
tintas burocracias a través de mecanismos legales y extralegales, visibles en tanto víc-
timas y responsables criminales o comerciales para el estado y el sistema penal, pero
despojadas de derechos como ciudadanas y trabajadoras en la medida en que el sexo
comercial no constituye una actividad incorporada a la esfera de los intercambios
económicos legítimos, regulados y vigilados por el estado en tanto tales. A su vez, el
permanente despliegue de mecanismos de inspección colabora en la producción de
unos sujetos que —auún no habiendo cometido ningún delito— se perciben a sí mis-
mos habitando un espacio de ilegalidad y clandestinidad, incrementándose así el es-
tigma, la autodiscriminación y restringiéndose la posibilidad de ejercer derechos.31
Las políticas de corte abolicionista declaran no penalizar el ejercicio de la prostitu-
ción. Sin embargo, una perspectiva que no privilegia el nivel discursivo de la ley y se
orienta hacia un análisis de las formas concretas de gobierno de la prostitución permi-
te extraer diferentes conclusiones. En lo que antecede hemos mostrado un despliegue
intenso de mecanismos de inspección y una reactivación del poder de policía sobre el
mercado del sexo comercial, que redunda en una infrapenalidad que atraviesa la vida
cotidiana de las mujeres que ofrecen servicios sexuales.

A modo de conclusiones

En la medida en que la trata de mujeres con fines de explotación sexual, se ha ins-


talado como un objeto de gran alarma y pánico social, emblema de la subordinación
de las mujeres, y posibilidad concreta e inmediata de destino de todo cuerpo femeni-

31 En muchas ocasiones los funcionarios judiciales, policiales y operadores de asistencia buscan implicar
a alguna de las trabajadoras como tratantes y/o proxenetas. Esta cuestión es compleja, porque tam-
bién puede resultar que se identifiquen como tales quienes exploten los lugares. Sin embargo, el alto
porcentaje de mujeres procesadas por delitos de trata pone una alerta en este sentido (Varela, 2013).
En nuestro trabajo de campo hemos encontrado que muchas mujeres que ofrecen sexo comercial han
resultado detenidas en distintos tipos de procedimientos por ley de trata o por la 12331. Este tipo de
procedimientos puede no implicar en el largo plazo consecuencias jurídicas, pero no por ello deja de
tener efectos en términos subjetivos. Así, hemos identificado cierto rechazo por parte de algunas mu-
jeres que ofrecen sexo comercial (especialmente las migrantes) a acercarse a comisarías o juzgados
para realizar distintos trámites, por ejemplo, vinculados a temas relativos a la tenencia de los hijos y
cuestiones migratorias. También hemos relevado migraciones internas como consecuencia de la deten-
ción. Ser objeto del proceso policial de toma de huellas digitales para la averiguación de la identidad
o de los antecedentes penales, lo que comúnmente se conoce como “pasar por el pianito”, tiene efec-
tos en términos de las formas de autopercepción de las personas que ofrecen sexo comercial, quienes
en desconocimiento de la continuidad de la causa judicial, temen tener “antecedentes” o estar sien-
do buscados por la justicia. A esto nos referíamos previamente cuando afirmábamos la necesidad de
atender qué tipo de sujetos y subjetividades modelan las intervenciones prácticas habilitadas por las
normativas legales.
82 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

no, cualquier iniciativa destinada a su combate cuenta a priori con enormes grados de
aceptación social y se presta así a una rápida capitalización por parte de distintos acto-
res políticos. La imagen socialmente predominante nos reenvía una y otra vez a cuer-
pos sufrientes, mujeres encerradas y obligadas al ejercicio de la prostitución. Se trata,
entonces, de “rescatar” y “liberar” mujeres indefensas a manos de perversos proxe-
netas: ¿Qué esfuerzo podría escatimarse en atacar tan abominable delito? La comple-
jidad del mercado, la diversidad de sus arreglos e inserciones se presenta sobresim-
plificada por el discurso trafiquista, el cual ha logrado presentar situaciones extremas
de vulneración de derechos como la regla en el mercado del sexo (o como señalan los
protagonistas de la campaña antitrata como “las reglas del sistema prostibulario”).
Esta narrativa, a través de su distribución de papeles en víctimas y victimarios, ha lo-
grado también soslayar que justamente la ausencia de regulación del estado a través de
otras herramientas (tales como el derecho laboral) produce las condiciones propicias
para la existencia de los altos niveles de explotación que ese mismo discurso se presta
a denunciar como la regla general. Así las cosas, el combate contra la trata no solo ha
desplegado el sistema penal como herramienta privilegiada de intervención, descar-
tando otro tipo de intervenciones tales como el reconocimiento y ampliación de de-
rechos sociales, sino que —como en el caso de la ciudad de Buenos Aires que hemos
analizado— ha abierto incluso una zona de excepción que puede colocar en suspenso
garantías constitucionales. La lógica bajo la cual el gobierno de la ciudad ha atendido
a la cuestión a través de su cuerpo de inspectores municipales, quienes irrumpen en
los domicilios de las trabajadoras sexuales, los inspeccionan y los “clausuran” (pro-
duciendo, por su parte, toda clase de paradojas legales en los circuitos administrati-
vos) ilustra esta expansión del estado de policía. La lógica bajo la cual el gobierno de
la ciudad ha atendido a la cuestión a través de su cuerpo de inspectores municipales,
quienes irrumpen en los domicilios de las trabajadoras sexuales, los inspeccionan y los
“clausuran” (produciendo, por su parte, toda clase de paradojas legales en los circuitos
administrativos) ilustra esta expansión del estado de policía, esa “arbitrariedad de que
suspendan todo derecho por un tiempo, de estar suspendido en un espacio ajeno hasta
que la voluntad administrativa decida lo contrario” (Tiscornia, 2004:88) Poder de po-
licía es aquí indistinción entre hecho y ley, violencia y derecho.
En el análisis de las formas que asume la regulación del mercado del sexo comer-
cial en el contexto actual, hemos planteado los límites del “modelo de los modelos”
a través de la descripción de las prácticas de los operadores pertenecientes a distintas
burocracias. Señalábamos así, a propósito del caso de la CABA que es posible ser si-
multáneamente “rescatada” así como “investigada” como responsable de un delito y
“sancionada” por falta de habilitación comercial; vale decir que se puede ser “delin-
cuente”, “infractora” y “víctima” al mismo tiempo o, en otras palabras, estar al mismo
tiempo “en peligro” y “ser peligrosa”.
Pero, incluso sin adentrarnos en el terreno siempre complejo y multideterminado
de las prácticas de los operadores tal como hemos abordado en este trabajo: ¿cómo
Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 83

clasificar este cúmulo de normativas, tales como las prohibiciones de whiskerías pro-
vinciales, las cuales si bien no penalizan a quienes ejerzan la prostitución, prohíben
“los actos de prostitución”? Mientras que desde una perspectiva de los modelos lega-
les, los límites entre abolicionismo y prohibicionismo se tornan borrosos y las parado-
jas legales se multiplican, desde una perspectiva atenta a las formas de gobierno, he-
mos planteado dos componentes básicos para aprehender la lógica de conjunto: estado
de excepción y rescate.
Así, la lógica del “rescate” parece emerger como una pieza clave a los fines de con-
trolar el mercado, garantizando, por un lado, y en un clima de pánico moral, el cierre
inmediato de los lugares en los cuales se ofrezca sexo comercial, y, por el otro, reser-
vando para esas mujeres el papel de “víctimas” rescatadas y no ya el de delincuentes
y desviadas. Se abre así una zona de excepción en la cual se desenvuelve el poder de
policía y donde, además, los derechos humanos de las mujeres que ofrecen volunta-
riamente sexo comercial han sido subordinados al de ser “rescatadas”. Como señala
Aradau (2009) esta idea de “rescate” —en nuestro contexto, construida en gran medi-
da por los operadores psi y judiciales a través de sus ideas respecto de qué constituyen
modalidades deseables o legítimas en materia de intercambios de sexo por bienes eco-
nómicos— viene delineando cuáles son las vidas que merecen ser vividas y cuáles no.
En ese marco, las organizaciones de trabajadoras sexuales vienen no solo denunciando
las vulneraciones de derechos producidas en el marco de los operativos antitrata, sino
también reclamando por el reconocimiento de su actividad a través del acceso pleno a
la igualdad de derechos con el resto de los trabajadores y trabajadoras.
En un contexto en el que el combate a la trata con fines de explotación sexual se
torna cada vez más un combate hacia el sexo comercial, y en el que los derechos de
las involucradas se tornan cada vez más en la obligación de ser rescatadas (o, mejor
aún, de dejarse rescatar), se hace evidente que en materia de demanda de derechos el
sujeto víctima lleva las de ganar. La primacía del sujeto víctima, tal como viene sien-
do problematizada por una línea de trabajos (Pitch 1995; Brown 1995; Bernstein 2010),
convierte al sistema penal en el horizonte de igualdad social, tanto como predetermina
un perfil de víctima, caracterizado por su inocencia, vulnerabilidad e incapacidad para
elaborar “planes de vida”, al decir de los protagonistas de la campaña antitrata local.
En este sentido, la narrativa trafiquista no sólo constituye una poderosa narrativa de
género, sino que parece haber restringido el campo de la discusión a los derechos de
las mujeres a abandonar la prostitución, más nunca a permanecer en ella ¿Qué sucede
en este marco con aquellas que se resisten a ser “rescatadas”? ¿Acaso en esta coyuntu-
ra sociopolítica de ampliación de derechos, en lo que respecta al sexo comercial, sólo
quiénes se presentan como víctimas pueden reclamar derechos?
84 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…

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