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Resumen Abstract
En este trabajo nos proponemos abordar las In this paper we aim to study the forms
formas de gobierno de la prostitución en la Ciu- of governance of prostitution in the city of
dad de Buenos Aires en una coyuntura inter- Buenos Aires given the international situa-
nacional de combate a la trata de personas tion of trafficking combat campaigns that
con fines de explotación sexual que, creemos, outlines current local policies. In the global
delinea en buena medida las políticas locales context of anti–human trafficking campaigns
actuales. En un contexto global de campañas and transnational migrations, the antitraffick-
antitrata y crecimiento de las migraciones ing discourse has become a privileged lan-
transnacionales de mujeres, la narrativa de la guage to canalize a range of social anxieties
lucha contra la trata se ha constituido en el and a powerful discourse that has permeated
idioma privilegiado para canalizar una serie de governmental agencies, generating a new set
ansiedades sociales y en un poderoso discurso of public policies and laws. We propose to
que ha permeado las agencias gubernamen- analyze the implementation of these poli-
tales, generando una serie de nuevas políticas cies from an ethnographic approach, taking
y leyes. Nos proponemos analizar la imple- the City of Buenos Aires as a case study. Our
mentación de estas políticas desde un enfoque main argument is that the rescue logic has
etnográfico, tomando a la CABA como estudio produced a state of exception in the commer-
de caso. En este sentido, nuestro argumento cial sex market through the reactivation of
central es que la lógica del rescate ha progresi- police power.
vamente profundizado una zona de excepción
en el mercado del sexo comercial a través de
la reactivación del poder de policía.
De modelos y mercados
1 Así, en el debate argentino (tanto como internacional) se reconocen tres modelos en lo que hace a la
regulación de la prostitución: abolicionismo (persecución de la explotación sexual ajena y descrimina-
lización del ejercicio de la prostitución), prohibicionismo (prohibición y persecución de toda forma de
explotación y ejercicio de la prostitución) y reglamentarismo (regulación del ejercicio de la prostitución
a través del establecimiento de controles sanitarios, espaciales y/o administrativos). En los últimos
tiempos, las organizaciones de trabajadoras sexuales y sus aliadas han propuesto un cuarto modelo
denominado habitualmente de “legalización”. Este plantea el reconocimiento de la oferta de servicios
sexuales como una actividad económica legítima, por cuenta propia y ajena, como manera de acabar
con la clandestinización, la violencia y la marginalidad en la que viven las personas que la ejercen. A
diferencia del reglamentarista este modelo pondera la ampliación de los derechos civiles y humanos
de las personas que ofrecen sexo comercial, defendiendo las libertades individuales y el derecho al
trabajo (Rubio 2008; Mestre y Mestre, 2008; Wijers 2004).
2 En 1936, la Ley 12331 dio por finalizado el ciclo de la prostitución reglamentada en la Ciudad de
Buenos Aires iniciado en 1875. La Ley de Profilaxis promovía la educación sanitaria, el tratamiento
obligatorio de las enfermedades venéreas y también establecía la abolición de la prostitución legaliza-
da. El nuevo sistema no prohibió el ejercicio de la prostitución pero penalizó el establecimiento de las
“casas de tolerancia”, criminalizando la explotación económica de la prostitución ajena con penas de
multa y cárcel en caso de reincidencia. Si la Ley de Profilaxis de enfermedades venéreas constituyó en
su contexto histórico una normativa de tipo abolicionista es un materia discutible (véase Farsi, 2013).
Sobre los supuestos en materia de sexualidad y género que orientan la Convención de 1949 y su al-
cance como instrumento internacional véase Iglesias (2013).
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cio o puede ser también que un porcentaje sea para el local). El bar puede ser un night
club, de luces bajas, música alta, meseras hot y baile de caño, como también puede ser
un bar común, donde cualquier persona de a pie se detendría a tomar un café. Puede
tratarse de una whiskería, un bar de alterne, o de un bar de moda donde el alterne es
evidente sólo para los habitué.
En cuanto a los departamentos privados, pueden tratarse de departamentos–burde-
les, manejados por proxenetas o pueden ser también una cooperativa que reúne a unas
pocas trabajadoras sexuales que comparten el alquiler y otros gastos de manutención
del lugar. También puede tratarse de un domicilio particular donde una persona vive
y ejerce la prostitución autónomamente. Los departamentos privados pueden realizar
servicios de “domicilio”, es decir, pueden enviar a una persona a prestar un servicio
sexual a un domicilio particular. También algunas personas ofrecen autónomamen-
te sus servicios por Internet y realizan ese mismo servicio que, en este caso, se llama
“encuentros”.
Quienes optan por ejercer la prostitución en “privados” manejados por un proxe-
neta que lucra con la explotación de servicios sexuales de terceros, lo hacen por una
variedad de razones y motivaciones:
En primer lugar, ejercer la prostitución en un “privado” libra a las mujeres de tener que li-
diar con la policía, ya que son los proxenetas los que se encargarán de esa tarea. Les per-
mite salir de la calle y esa es la preferencia de algunas mujeres, en particular en los mo-
mentos en que la policía necesita hacer estadística y, consecuentemente, labra más actas
contravencionales por “oferta sexual en la vía pública.” Para otras tantas, en especial si
son migrantes internas o externas, presentarse en un privado como “chica de 24 horas” es
la posibilidad de tener un lugar donde vivir mientras se ahorra algo de dinero. En segun-
do lugar, porque aun cuando las mujeres deben dejar mucho del dinero que han ganado en
manos del proxeneta, para algunas sigue siendo una opción económica rentable y conve-
niente (Daich, 2011:7).
mercado del sexo comercial en la CABA. O, mejor aún, las formas en que se regula es-
pecíficamente la prostitución femenina de los sectores populares, puesto que está visto
que otras actividades que componen el mercado del sexo — si bien podrían ser perfec-
tamente criminalizadas como delitos por la legislación vigente — no son penalmente
perseguidas ni han sido socialmente problematizadas de igual manera.3 El tercer pro-
blema del “modelo de los modelos” es que presupone una unidad de las leyes y de las
políticas públicas que puede resultar ficticia, en tanto éstas se revelan frecuentemen-
te provisionales y contradictorias. En el despliegue de las formas de gobierno encon-
tramos, muchas veces, una articulación de elementos que exceden un único modelo.
Así, por ejemplo, en nuestro país, las normativas que regulan la prostitución confor-
man un complejo patchwork (Skackauskas; Justo von Lurzer; Nieto y Morcillo, 2012).
Conviven así, legislaciones penales abolicionistas, con disposiciones de menor rango
más cercanas al prohibicionismo (tales como los códigos contravencionales que en la
CABA y distintas provincias penalizan la oferta y demanda de sexo) y, por lo menos
hasta hace un tiempo, disposiciones reglamentaristas (tales como normativas munici-
pales que regulan whiskerías y cabarets con presencia de alternadoras).
Por todo ello, seguimos aquí la propuesta formulada por Scoular y Sanders (2010)
y Scoular (2010), la cual se nutre de los aportes formulados desde la perspectiva de
la gubernamentabilidad de Michel Foucault (1978, 1979, 1982). Así, antes de descri-
bir y analizar la problemática desde el paradigma de los modelos legales, abordamos
la cuestión desde una mirada que privilegia las formas de gobierno de la prostitución.
Desde esta perspectiva, podemos incluir en el análisis no sólo las leyes penales y su
despliegue efectivo sino también las regulaciones de menor jerarquía y las formas de
ejercicio del poder de policía junto con las prácticas de intervención y los saberes de
los operadores psi y sociales abocados al “rescate” y “reinserción” de las mujeres que
ofrecen sexo comercial. Esta perspectiva elude la dicotomía legal / ilegal, y permite
capturar la articulación de herramientas legales y extralegales (o cuya legalidad po-
dría ser discutida) en la administración de los ilegalismos4 de ese espacio social. A su
vez, permite atender a los procesos de construcción de los territorios y los sujetos en
estos marcos regulatorios. Desde esta perspectiva, todos los modelos suponen e im-
pulsan estrategias de regulación del sexo comercial. Así, las políticas de orientación
3 Así, si bien la prostitución de lujo organizada (o “alto standing”) podría ser alcanzada por las leyes
existentes, no parece haber una voluntad política de persecución penal de la misma. Asimismo, otras
actividades que conforman el mercado sexual no parecen estar siendo socialmente atendidas del mis-
mo modo en que se problematiza y se cuestiona la prostitución de las personas de sectores populares.
Por ejemplo, no recibe la misma atención ni genera el mismo pánico sexual el fenómeno de las web-
camers o las producciones pornográficas BDSM, por mencionar tan sólo algunas actividades.
4 El término ilegalismos fue acuñado por Foucault (1976) para desencializar la dupla legal–ilegal. Se
trata de actividades que se desvían de la norma y que conforman la dinámica del poder de una socie-
dad. La penalidad es una manera de administrar los ilegalismos, al trazar límites de tolerancia a algu-
nos y dando cierto campo de libertad a otros, diferenciándolos y asegurando su economía.
68 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
5 Entendemos que la prostitución forma parte de un mercado del sexo que claramente la excede y que
se trata de un intercambio pautado de servicios sexuales por dinero. Asimismo, nos centramos en la
prostitución voluntaria, ejercida de manera autónoma o bajo cierto grado de explotación en lo que
nuestras interlocutoras en el campo llaman “relación de dependencia o “trabajar para un dueño”. En
este trabajo nos referiremos a las personas que ejercen la prostitución como “trabajadoras sexuales”,
ello así porque nuestro trabajo de campo ha sido llevado adelante con mujeres organizadas como tra-
bajadoras sexuales y/o mujeres que —sin estar organizadas ni pertenecer a ninguna institución— se
referían a su actividad como un trabajo. Asimismo, si bien no desconocemos el ejercicio de la prosti-
tución llevada adelante por las personas trans y los varones gay, en este trabajo nos centramos única-
mente en la experiencia de las mujeres.
6 Se trata de AMMAR CAPITAL CTA– Piedras.
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10 Entre otros, Santa rosa, Paraná, Mar del Plata, Comodoro Rivadavia, Posadas, Paraná, Comodoro Ri-
vadavia, Rosario, Mendoza y Salta.
11 Resolución 39/10 del PGN, 22/04/2010.
12 Resolución 99/09 del PGN, 24/08/2009. La resolución instruía a los fiscales que actuaran en causas
sobre trata de personas y delitos conexos que “soliciten, frente a la posibilidad de disponerse un allana-
miento por parte del juez competente (casa de tolerancia funcionando bajo la apariencia de un comercio
lícito), la intervención de la agencia municipal del distrito a fin de concretar la clausura del local y pro-
mover la caducidad de la habilitación o inhabilitación, de acuerdo a las ordenanzas y reglamentaciones
municipales que en el marco de la facultades preventivas y sancionatorias resulten aplicables”:
13 El resaltado es nuestro. La definición se replica en las leyes y decretos provinciales de Córdoba, En-
tre Ríos, Rio Negro, Tucumán y San Luis. San Juan aprobó recientemente una normativa de similares
características, pero no la hemos encontrado disponible para su consulta. Si bien ninguna de estas
normativas estrictamente sanciona a quienes ofrezcan servicios sexuales y sí a quienes extraigan un
beneficio, administren o regenteen lugares en donde estos servicios se ofrezcan, al prohibir la existen-
cia de cualquier lugar de acceso público en el cual se “faciliten actos de prostitución u oferta sexual”,
constituye en la práctica una prohibición del ejercicio de la prostitución. En este sentido, podría suge-
rirse que estas nuevas normativas parecerían añadir una nueva paradoja legal en torno a la situación
de a–legalidad del trabajo sexual: el ejercicio de la prostitución estaría prohibido, pero no penalizado.
72 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
18 Candela Sol Rodríguez Labrador, niña de 11 años, desapareció el 22 de agosto de 2011, cerca de
su casa en Hurlingham. El caso tuvo enormes repercusiones a través de los medios de comunicación
en los días inmediatos a su desaparición, predominando la hipótesis de que la niña habría sido capta-
da por una red de trata de personas. El cuerpo de la niña fue hallado sin vida el 31 de agosto en una
zona próxima a su domicilio, descartándose la hipótesis de un delito de trata. Con el correr de los días,
aparecieron elementos que parecían indicar un ajuste de cuentas y una venganza hacia su familia por
parte de una red involucrada en el tráfico de drogas. Por el secuestro y posterior asesinato de Candela
fueron procesadas y detenidas varias personas, quedando todas finalmente en libertad por irregulari-
dades en el proceso de instrucción.
19 Se trata del caso del secuestro y desaparición de María de los Ángeles Verón, ocurrido en el año 2002
en la provincia de Tucumán. El caso fue vinculado a la trata de personas con fines de explotación se-
xual pero no se juzgó a través de la ley de trata porque en el momento en que desapareció Marita, ese
tipo penal no se hallaba disponible. El fallo absolutorio generó el rechazo y la indignación social, cues-
tión reflejada en notas periodísticas, marchas, vigilias, intervenciones urbanas, etc. La movilización
política impactó en la revisión que del caso realizó la Corte Suprema tucumana, la cual en diciembre
de 2013 revocó el fallo y condenó a todos los imputados.
74 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
zar alguna distinción entre prostitución “forzada” y “libre”. Todas aquellas personas que
migren o se inserten en el mercado a través de un arreglo del cual extraiga beneficios un
tercero pasan a ser consideradas víctima de trata o explotación sexual, convirtiéndose a
la vez en objeto de políticas de “rescate” y “reinserción social”. Los colaboradores de los
procesos migratorios, quienes frecuentemente provienen de redes de conocidos y parien-
tes, pueden ser considerados “tratantes”, independientemente de la autoevaluación posi-
tiva que las personas puedan realizar de su proyecto migratorio e inserción en el mercado
del sexo. La única modalidad de oferta de servicios sexuales que se mantendría por fuera
de la categoría de víctima predefinida, es el ejercicio autónomo de la prostitución, es decir,
aquel del cual no extrae beneficios un tercero (Varela, 2013:51).
20 Al momento de escribir este artículo, fines de 2013, dos proyectos provenientes de fuerzas políticas
diferentes proponían penas de prisión para el consumo de servicios sexuales. Uno de estos proyectos,
el del senador por el Frente para la Victoria, Aníbal Fernandez, alcanzaba sólo a los clientes “de la tra-
ta”. El otro proyecto, más amplio en su conceptualización (penaba al que pagara “por el uso sexual de
una persona”), fue presentado por la diputada Marcela Rodríguez, del bloque unipersonal Democracia
Igualitaria y Participativa—cuyo mandato finalizó en diciembre de 2013.
21 También ciertas migraciones fueron, a priori, sospechadas. Así, en el año 2012 se estableció el re-
querimiento de visado para las y los migrantes provenientes de República Dominicana. Por intermedio
de la Resolución 23/2012 del Ministerio del Interior y Transporte, a partir del 1° de agosto de 2012
se requiere visa turista a los ciudadanos y ciudadanas dominicanas que deseen ingresar al país. De
acuerdo con los considerandos de dicha resolución, esta decisión gubernamental se enmarca en la lu-
cha antitrata y en particular en las preocupaciones respecto de las condiciones bajo las cuales se de-
sarrolla la migración femenina desde ese país.
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22 Por ejemplo, el proyecto “Programa de Restitución de Derechos” (PREDES) presentado en 2012 por
la legisladora del Frente Progresista y Popular, María Elena Naddeo, se planteaba “Constituir equipos
especializados en la detección e inspección de los centros expuestos o encubiertos de explotación se-
xual y prostitución para que actúen con los dispositivos judiciales y, cuando sea necesario, con los
dispositivos de las fuerzas de seguridad que correspondiere”, tanto como “realizar inspecciones per-
manentes a partir de un plan actualizado y acordado con el consejo consultivo asesor y a partir de las
denuncias y actuaciones efectuadas por la comunidad. Dichas inspecciones se realizarán con la in-
tervención de la Agencia Gubernamental de Control, las oficinas especializadas en violencia sexual y
de género de las fuerzas de seguridad existentes en la Ciudad de Buenos Aires, en los casos que sea
necesario y del Ministerio Público de la Ciudad” (Proyecto 2040–D–2012).
76 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
23 Muchos allanamientos de locales donde se ofrece sexo comercial fueron filmados por canales de TV
y subidos a la página web de la AGC. Asimismo, dicha página replica también las imágenes a través
de links a Youtube.
24 Además, la UFASE había dirigido especialmente un pedido al gobierno de la CABA en el año 2012
para que actuara en tal sentido a propósito de una causa judicial en la cual eran investigados 41 lo-
cales habilitados. Véase http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-199892-2012-07-30.html
25 Algunas noticias sobre los procedimientos: http://www.seccionpolitica.com.ar/clausuran-un-prosti-
bulo-en-flores-aid17952.html. http://laalameda.wordpress.com/2013/03/29/clausuraro-de-los-nar-
co-prostibulos-mas-poderosos-madahos-y-black/ http://www.youtube.com/watch?v=m6xdXq865MU
26 Desde inicios del año 2012 y a través del activismo desplegado por la organización La Alameda co-
menzaron a organizarse en distintos barrios de la ciudad grupos de vecinos que demandaban la inme-
diata clausura de los lugares en los que se ofreciera sexo comercial. La forma de trabajo que la organi-
zación adoptó en los barrios se caracterizó por cierto repertorio de prácticas: convocatorias a reuniones
(frecuentemente en las iglesias) donde los vecinos son invitados a construir el “mapa del delito” en el
cual se identifican los lugares de oferta de sexo comercial (junto con otros delitos), “escraches” a los
prostíbulos en los cuales se realizan “clausuras simbólicas” de los mismos y radicación de denuncias
en la Justicia y en la AGC. En relación a la magnitud de la convocatoria, más bien exigua en términos
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ACG. Así, actividades comerciales que otrora se llevaban adelante en una zona gris de
prácticas legales e ilegales, espacios sumidos en un particular derecho de policía (Tis-
cornia, 2008) y por ello administradas, toleradas y gestionadas por la agencia policial,
emergieron como territorios de intervención de los inspectores municipales. Estos úl-
timos, quienes también ejercen poder de policía, actuaban con directivas de clausurar
e impedir —por lo menos en lo inmediato— el funcionamiento de bares y whiskerías
conocidos por constituir lugares de oferta de sexo comercial.27
Estas acciones, acompañadas de la adopción pública del discurso de combate a la
trata por parte del gobierno de la Ciudad, fueron acompañadas por otras intervencio-
nes más curiosas, como los procedimientos administrativos contra los llamados de-
partamentos “privados” llevados adelante por la ACG de manera incipiente desde el
año 2011 y con mayor fuerza desde el año 2013. Las formas a través de las cuales esta
agencia comenzó a ingresar a los departamentos privados fueron, por lo menos, dos:
por un lado, procedimientos regulares en los cuales se ingresa a solicitud de un juzga-
do correccional o federal, esto es, convocados en el marco de un procedimiento regu-
lar por infracción a la ley de profilaxis o ley de trata; por el otro, los procedimientos
que denominaremos “irregulares”, a través de los cuales los inspectores municipales
ingresan a los domicilios, algunos particulares, sin orden judicial alguna. Estos domi-
cilios podían ser tanto lugares en los que existiera explotación de la prostitución aje-
na, como departamentos colectivamente alquilados por trabajadoras sexuales a los fi-
nes de ofrecer servicios sexuales o bien sus propias viviendas, en las cuales residían
y también trabajaban.
En ausencia de una orden judicial, los inspectores municipales urdieron estrategias
tales como concretar citas telefónicamente como falsos clientes para poder ingresar al
lugar. En algunos casos, también, en los días previos, y cuasi emulando las tareas de
“inteligencia policial”, tomaron servicios con las trabajadoras sexuales del lugar. De
acuerdo a los relatos obtenidos, una vez ingresados al domicilio en calidad de clientes,
los inspectores “revelaban” que se trataba de un “allanamiento” en busca de “trata de
personas”, permitiendo ellos mismos el ingreso de la policía Metropolitana. Paradóji-
de cantidad de vecinos, las acciones de denuncia obtienen grandes repercusiones en los medios de
comunicación. A su vez, en sus mensajes públicos, los miembros de la organización alientan a los ve-
cinos a denunciar a las autoridades la existencia de lugares en los cuales se ofrezca sexo comercial
en sus edificios y barrios.
27 La discrecionalidad o selectividad a través de la cual se llevó a cabo este proceso de clausuras es pre-
sumible, pero está fuera del alcance de la indagación realizada hasta ahora. Vale decir también que en
la medida en que los grupos de vecinos organizados y los agentes gubernamentales problematizaban
crecientemente cualquier modalidad de oferta comercial de servicios sexuales como delitos de proxe-
netismo y trata de personas, comenzaron también a identificar prácticas sexuales no comerciales, y
que no se ajustaban a la heteronorma, con estos delitos. Así, en uno de los puntos de la ciudad de
mayor conflictividad, Recoleta, las denuncias de la Alameda incluyeron lugares de entretenimiento y
esparcimiento swinger y boliches gays que ofrecen dark rooms. En el último de estos casos, Recoleta
Insegura realizó un “escrache” a un reconocido lugar de sociabilidad de la comunidad gay y desenca-
denó un proceso administrativo por el cual el gobierno de la CABA aplicó al lugar tres clausuras.
78 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
28 Dichos trabajos comunitarios, junto con algunas “reglas de conducta” dispuestas por el juez, forman
parte de la suspensión del proceso a prueba. A través de este mecanismo, el proceso se suspende sin
que implique admisión de responsabilidad. El acuerdo implica el compromiso de cumplir las reglas
de conducta por un lapso a determinar que no puede ser mayor a un año. Si al cabo del tiempo esti-
pulado, se han cumplido las condiciones y no se ha cometido otra contravención, se considera que la
acción se extinguió.
29 Por ejemplo, en la ciudad de Mar del Plata, si las trabajadoras sexuales no abandonan el lugar luego
de la clausura, se dispone el corte de los servicios de luz, gas y electricidad.
80 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
temporáneos como los refugiados y los inmigrantes ilegales, bien podría extenderse
para analizar el estatuto de las personas que ofrecen sexo comercial. Así, las trabaja-
doras sexuales se constituyen en objetos de permanente inspección por parte de dis-
tintas burocracias a través de mecanismos legales y extralegales, visibles en tanto víc-
timas y responsables criminales o comerciales para el estado y el sistema penal, pero
despojadas de derechos como ciudadanas y trabajadoras en la medida en que el sexo
comercial no constituye una actividad incorporada a la esfera de los intercambios
económicos legítimos, regulados y vigilados por el estado en tanto tales. A su vez, el
permanente despliegue de mecanismos de inspección colabora en la producción de
unos sujetos que —auún no habiendo cometido ningún delito— se perciben a sí mis-
mos habitando un espacio de ilegalidad y clandestinidad, incrementándose así el es-
tigma, la autodiscriminación y restringiéndose la posibilidad de ejercer derechos.31
Las políticas de corte abolicionista declaran no penalizar el ejercicio de la prostitu-
ción. Sin embargo, una perspectiva que no privilegia el nivel discursivo de la ley y se
orienta hacia un análisis de las formas concretas de gobierno de la prostitución permi-
te extraer diferentes conclusiones. En lo que antecede hemos mostrado un despliegue
intenso de mecanismos de inspección y una reactivación del poder de policía sobre el
mercado del sexo comercial, que redunda en una infrapenalidad que atraviesa la vida
cotidiana de las mujeres que ofrecen servicios sexuales.
A modo de conclusiones
31 En muchas ocasiones los funcionarios judiciales, policiales y operadores de asistencia buscan implicar
a alguna de las trabajadoras como tratantes y/o proxenetas. Esta cuestión es compleja, porque tam-
bién puede resultar que se identifiquen como tales quienes exploten los lugares. Sin embargo, el alto
porcentaje de mujeres procesadas por delitos de trata pone una alerta en este sentido (Varela, 2013).
En nuestro trabajo de campo hemos encontrado que muchas mujeres que ofrecen sexo comercial han
resultado detenidas en distintos tipos de procedimientos por ley de trata o por la 12331. Este tipo de
procedimientos puede no implicar en el largo plazo consecuencias jurídicas, pero no por ello deja de
tener efectos en términos subjetivos. Así, hemos identificado cierto rechazo por parte de algunas mu-
jeres que ofrecen sexo comercial (especialmente las migrantes) a acercarse a comisarías o juzgados
para realizar distintos trámites, por ejemplo, vinculados a temas relativos a la tenencia de los hijos y
cuestiones migratorias. También hemos relevado migraciones internas como consecuencia de la deten-
ción. Ser objeto del proceso policial de toma de huellas digitales para la averiguación de la identidad
o de los antecedentes penales, lo que comúnmente se conoce como “pasar por el pianito”, tiene efec-
tos en términos de las formas de autopercepción de las personas que ofrecen sexo comercial, quienes
en desconocimiento de la continuidad de la causa judicial, temen tener “antecedentes” o estar sien-
do buscados por la justicia. A esto nos referíamos previamente cuando afirmábamos la necesidad de
atender qué tipo de sujetos y subjetividades modelan las intervenciones prácticas habilitadas por las
normativas legales.
82 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
no, cualquier iniciativa destinada a su combate cuenta a priori con enormes grados de
aceptación social y se presta así a una rápida capitalización por parte de distintos acto-
res políticos. La imagen socialmente predominante nos reenvía una y otra vez a cuer-
pos sufrientes, mujeres encerradas y obligadas al ejercicio de la prostitución. Se trata,
entonces, de “rescatar” y “liberar” mujeres indefensas a manos de perversos proxe-
netas: ¿Qué esfuerzo podría escatimarse en atacar tan abominable delito? La comple-
jidad del mercado, la diversidad de sus arreglos e inserciones se presenta sobresim-
plificada por el discurso trafiquista, el cual ha logrado presentar situaciones extremas
de vulneración de derechos como la regla en el mercado del sexo (o como señalan los
protagonistas de la campaña antitrata como “las reglas del sistema prostibulario”).
Esta narrativa, a través de su distribución de papeles en víctimas y victimarios, ha lo-
grado también soslayar que justamente la ausencia de regulación del estado a través de
otras herramientas (tales como el derecho laboral) produce las condiciones propicias
para la existencia de los altos niveles de explotación que ese mismo discurso se presta
a denunciar como la regla general. Así las cosas, el combate contra la trata no solo ha
desplegado el sistema penal como herramienta privilegiada de intervención, descar-
tando otro tipo de intervenciones tales como el reconocimiento y ampliación de de-
rechos sociales, sino que —como en el caso de la ciudad de Buenos Aires que hemos
analizado— ha abierto incluso una zona de excepción que puede colocar en suspenso
garantías constitucionales. La lógica bajo la cual el gobierno de la ciudad ha atendido
a la cuestión a través de su cuerpo de inspectores municipales, quienes irrumpen en
los domicilios de las trabajadoras sexuales, los inspeccionan y los “clausuran” (pro-
duciendo, por su parte, toda clase de paradojas legales en los circuitos administrati-
vos) ilustra esta expansión del estado de policía. La lógica bajo la cual el gobierno de
la ciudad ha atendido a la cuestión a través de su cuerpo de inspectores municipales,
quienes irrumpen en los domicilios de las trabajadoras sexuales, los inspeccionan y los
“clausuran” (produciendo, por su parte, toda clase de paradojas legales en los circuitos
administrativos) ilustra esta expansión del estado de policía, esa “arbitrariedad de que
suspendan todo derecho por un tiempo, de estar suspendido en un espacio ajeno hasta
que la voluntad administrativa decida lo contrario” (Tiscornia, 2004:88) Poder de po-
licía es aquí indistinción entre hecho y ley, violencia y derecho.
En el análisis de las formas que asume la regulación del mercado del sexo comer-
cial en el contexto actual, hemos planteado los límites del “modelo de los modelos”
a través de la descripción de las prácticas de los operadores pertenecientes a distintas
burocracias. Señalábamos así, a propósito del caso de la CABA que es posible ser si-
multáneamente “rescatada” así como “investigada” como responsable de un delito y
“sancionada” por falta de habilitación comercial; vale decir que se puede ser “delin-
cuente”, “infractora” y “víctima” al mismo tiempo o, en otras palabras, estar al mismo
tiempo “en peligro” y “ser peligrosa”.
Pero, incluso sin adentrarnos en el terreno siempre complejo y multideterminado
de las prácticas de los operadores tal como hemos abordado en este trabajo: ¿cómo
Delito y Sociedad 38 | año 23 | 2º semestre 2014 83
clasificar este cúmulo de normativas, tales como las prohibiciones de whiskerías pro-
vinciales, las cuales si bien no penalizan a quienes ejerzan la prostitución, prohíben
“los actos de prostitución”? Mientras que desde una perspectiva de los modelos lega-
les, los límites entre abolicionismo y prohibicionismo se tornan borrosos y las parado-
jas legales se multiplican, desde una perspectiva atenta a las formas de gobierno, he-
mos planteado dos componentes básicos para aprehender la lógica de conjunto: estado
de excepción y rescate.
Así, la lógica del “rescate” parece emerger como una pieza clave a los fines de con-
trolar el mercado, garantizando, por un lado, y en un clima de pánico moral, el cierre
inmediato de los lugares en los cuales se ofrezca sexo comercial, y, por el otro, reser-
vando para esas mujeres el papel de “víctimas” rescatadas y no ya el de delincuentes
y desviadas. Se abre así una zona de excepción en la cual se desenvuelve el poder de
policía y donde, además, los derechos humanos de las mujeres que ofrecen volunta-
riamente sexo comercial han sido subordinados al de ser “rescatadas”. Como señala
Aradau (2009) esta idea de “rescate” —en nuestro contexto, construida en gran medi-
da por los operadores psi y judiciales a través de sus ideas respecto de qué constituyen
modalidades deseables o legítimas en materia de intercambios de sexo por bienes eco-
nómicos— viene delineando cuáles son las vidas que merecen ser vividas y cuáles no.
En ese marco, las organizaciones de trabajadoras sexuales vienen no solo denunciando
las vulneraciones de derechos producidas en el marco de los operativos antitrata, sino
también reclamando por el reconocimiento de su actividad a través del acceso pleno a
la igualdad de derechos con el resto de los trabajadores y trabajadoras.
En un contexto en el que el combate a la trata con fines de explotación sexual se
torna cada vez más un combate hacia el sexo comercial, y en el que los derechos de
las involucradas se tornan cada vez más en la obligación de ser rescatadas (o, mejor
aún, de dejarse rescatar), se hace evidente que en materia de demanda de derechos el
sujeto víctima lleva las de ganar. La primacía del sujeto víctima, tal como viene sien-
do problematizada por una línea de trabajos (Pitch 1995; Brown 1995; Bernstein 2010),
convierte al sistema penal en el horizonte de igualdad social, tanto como predetermina
un perfil de víctima, caracterizado por su inocencia, vulnerabilidad e incapacidad para
elaborar “planes de vida”, al decir de los protagonistas de la campaña antitrata local.
En este sentido, la narrativa trafiquista no sólo constituye una poderosa narrativa de
género, sino que parece haber restringido el campo de la discusión a los derechos de
las mujeres a abandonar la prostitución, más nunca a permanecer en ella ¿Qué sucede
en este marco con aquellas que se resisten a ser “rescatadas”? ¿Acaso en esta coyuntu-
ra sociopolítica de ampliación de derechos, en lo que respecta al sexo comercial, sólo
quiénes se presentan como víctimas pueden reclamar derechos?
84 Deborah Daich y Cecilia Varela | Entre el combate a la trata y la criminalización del trabajo sexual…
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