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TÉCNICAS GRUPALES EN ADICCIONES

ANTONI GUAL SOLÉ


MÉDICO PSIQUIATRA, JEFE DE LA UNIDAD DE ALCOHOLOGÍA DEL HOSPITAL CLÍNICO DE BARCELONA
DE LA GENERALITAT DE CATALUNYA, PRESIDENTE DE SOCIDROGALCOHOL ESPAÑA

LURDES FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ


LICENCIADA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA (UNIVERSITAT DE BARCELONA), MASTER EN DROGODEPENDENCIAS
(UNIVERSITAT DE BARCELONA), MASTER EN TRABAJO GRUPAL (UNIVERSIDAD DE DEUSTO), SERVICIO
DE DROGODEPENDENCIAS (CAS GRANOLLERS)

MERITXELL TORRES MORALES


LICENCIADA EN PSICOLOGÍA CLÍNICA (UNIVERSITAT DE BARCELONA), MASTER EN TRABAJO GRUPAL
(UNIVERSIDAD DE DEUSTO), VICESECRETARIA DE SOCIDROGALCOHOL ESPAÑA, DIRECCIÓN GENERAL
DE DRGODEPENDENCIAS Y SIDA DE LA GENERALITAT DE CATALUNYA

© de esta edición: UB Virtual, 2003


UNIVERSITAT DE BARCELONA Virtual TÉCNICAS GRUPALES EN ADICCIONES

ÍNDICE Introducción ............................................................................................. 4

Objetivos.................................................................................................. 5

Ideas clave .............................................................................................. 6

1. Justificación de la utilización de la técnicas grupales ...................... 7


1.1. Justificación sociológica ......................................................... 7
1.2. Justificación filosófica ............................................................ 9
1.3. Justificación psicológica ......................................................... 10

2. Perspectiva de las diferentes escuelas ........................................... 11


2.1. La escuela dinamicista .......................................................... 11
2.1.1. Esquema dinámico de funcionamiento ...................... 13
2.1.2. Comunicaciones grupales ........................................ 14
2.1.3. El líder del grupo ..................................................... 14
2.1.4. Las normas grupales ............................................... 14
2.1.5. Dependencia del grupo ............................................ 15
2.1.6. Roles funcionales de los miembros del grupo
de discusión ........................................................... 15
2.1.7. Desarrollo de los grupos.......................................... 16
2.2. La perspectiva psicoanalítica.................................................. 17
2.3. La perspectiva grupoanalítica ................................................. 19
2.3.1. Psicoterapia grupal analítica (Grupoanálisis) ............. 19
2.3.2. Introducción a los conceptos básicos
en grupoanálisis...................................................... 19
2.4. La perspectiva humanista ...................................................... 21
2.4.1. Fases evolutivas del grupo terapéutico ..................... 21
2.4.2. El papel del terapeuta ante la perspectiva
humanista............................................................... 21
2.5. La perspectiva transaccional: el análisis transaccional
de Berne ............................................................................... 22

3. Utilización de las técnicas grupales en los grupos de alcohol .......... 24


3.1. Perspectiva histórica.............................................................. 24
3.1.1. Los grupos de alcohólicos entre 1970-1980 ............. 24
3.1.2. Los grupos de alcohólicos entre 1980-1990 ............. 25
3.1.3. Los grupos de alcohólicos entre 1990-2002 ............. 30
3.2. Objetivos del grupo de alcohol................................................ 31
3.2.1. Cómo se trabajan los diferentes objetivos
en el grupo ............................................................. 32
3.3. Tipos de grupo de alcohol ...................................................... 32
3.3.1. Grupos ambulatorios ............................................... 32
3.3.2. Grupos de internos.................................................. 42

4. Utilización de las técnicas grupales en los grupos de cocaína ......... 45

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5. Aspectos formales de los grupos de terapia .................................... 46


5.1. Criterios de indicación y contraindicación grupales................... 46
5.2. Setting .................................................................................. 48
5.3. El terapeuta: roles y funciones ............................................... 51
5.3.1. Coterapeutas y terapeutas auxiliares ........................ 54

6. El antigrupo.................................................................................... 55
6.1. Resistencias en el grupo........................................................ 56
6.1.1. Actividades grupales de distracción .......................... 56
6.1.2. Actividades grupales de evitación ............................. 57
6.2. Resistencias en el paciente ................................................... 59
6.2.1. Desviaciones del contrato ........................................ 59
6.2.2. Defensas disruptivas ............................................... 59
6.2.3. Defensas bloqueadoras ........................................... 60

7. Abordaje de situaciones específicas en los grupos de alcohol.......... 62

8. Eficacia experimental de la terapia de grupos en pacientes


alcohólicos..................................................................................... 64

Bibliografía ............................................................................................... 65

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INTRODUCCIÓN Es difícil plantear la evolución de los grupos de terapia en los últimos 30 años sin
enmarcarla en la evolución de los modelos conceptuales de abordaje de las drogo-
dependencias que se han desarrollado en el curso de estos años. Dado que no es
éste el espacio para analizar en profundidad dichos modelos, nos limitaremos a rea-
lizar una breve reseña de los aspectos que más han incidido en la evolución de las
terapias grupales.

Es obvio que el campo de las drogodependencias ha pasado del voluntarismo a la


profesionalización, con una progresiva incorporación de profesionales que, desde
sus respectivas áreas de procedencia, han aportado técnicas valiosas en el trata-
miento de los alcohólicos y de los otros drogodependientes. En el caso concreto
de las terapias grupales, las aportaciones más valiosas provienen del terreno de
la psicología y del trabajo social.

Aunque en líneas generales todo el mundo está de acuerdo en considerar las dro-
godependencias como un fenómeno unitario, paradójicamente, se ha creado una
gran diversidad de equipos y equipamientos especializados en el tratamiento de
unos determinados tipos de drogodependencias en momentos concretos de su
curso evolutivo.

Estas intervenciones específicas se realizan además con técnicas concretas, de


forma que, al final, el arsenal terapéutico referido a los grupos de terapia es varia-
do y poco claro. Las técnicas empleadas frecuentemente no tienen ni unos pre-
supuestos teóricos ni una praxis coherente que las avale. En otra palabras, cada
terapeuta realiza su terapia de grupo, más en función de sus características per-
sonales y del tipo de pacientes con quien interacciona, que pensando en plantea-
mientos globales sobre los objetivos del grupo y las exigencias de setting y estilo
de liderazgo que estos objetivos comportan.

Si nos planteamos un análisis riguroso de los grupos de terapia, tenemos que ser
capaces de contestar a las siguientes cuestiones básicas:

– ¿Qué objetivos se persiguen con el grupo de terapia?

– ¿Qué pacientes podrán beneficiarse, quiénes no lo harán y para quién será


incluso contraproducente?

– ¿Qué técnicas ha de utilizar el terapeuta y en qué marco referencial (setting)


ha de desarrollarse el grupo?

– ¿Hablamos de un tipo de grupo o de diversos tipos de grupos? ¿Existen diver-


sos tipos de grupos para diversos tipos de drogodependientes o para dife-
rentes momentos evolutivos de dichos drogodependientes?

– ¿De qué instrumentos de medida disponemos para evaluar la supuesta efi-


cacia de los grupos? ¿Qué diseños experimentales avalan nuestra técnica?

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OBJETIVOS • Profundizar en el conocimiento de las distintas bases teóricas que justifican la


utilización de los grupos en el tratamiento de los drogodependientes (escuelas,
tipos de grupo, papel del terapeuta...).
• Conocer las técnicas de intervención del terapeuta en las diferentes modali-
dades de grupo y en las diversas situaciones que en el grupo se generan.

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IDEAS CLAVE • La terapia de grupo es una de las herramientas básicas en el tratamiento de


los drogodependientes. A través del fenómeno espejo se diluyen los mecanis-
mos de defensa más característicos de los drogodependientes: la negación,
la proyección y la tendencia al autoengaño.
• Existen diferentes modelos teóricos para la utilización de la terapia de grupo
en adicciones: dinamicista, grupoanalítica, humanista y transaccional.
• En las dinámicas grupales determinados fenómenos aparecen repetidamen-
te; diferentes autores proponen diferentes estrategias de abordaje.

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JUSTIFICACIÓN DE LA UTILIZACIÓN DE LA TÉCNICAS


1. GRUPALES EN EL TRATAMIENTO DE LAS ADICCIONES

La utilización del grupo como técnica de tratamiento de las adicciones puede tener una justificación
desde diferentes disciplinas científicas: la sociológica, la filosófica y la psicológica.

1.1. JUSTIFICACIÓN SOCIOLÓGICA


Tous (1984) diferencia entre psicología, sociología, psicosociologia y psicología social. La psicología
estudia los sistemas vivos; la sociología, las instituciones; la psicosociología, las relaciones interper-
sonales en un contexto social; y la psicología social, las relaciones entre individuo y sociedad, así como
las influencias mutuas que se ejercen.

Un concepto clave es el concepto de reunión. Tous explica que tan solo se puede pasar de la aglome-
ración al grupo mediante la reunión. Para él, el cambio de aglomeración a reunión se da cuando el indi-
viduo descubre al otro como un elemento similar a sí mismo. Sobre esta relación diádica se fomenta
la creación del grupo, mediante el progresivo descubrimiento de los otros y de las nuevas relaciones
diádicas.

Tous considera que el individuo tiene dificultades para ampliar sus relaciones diádicas y por eso es
necesaria la figura del monitor, que ayuda a los individuos a abrirse al conocimiento y a la búsqueda
de los otros. Tiene un aspecto práctico importante: la función del terapeuta como un elemento que faci-
lita la socialización de los miembros del grupo mediante procesos de identificación.

Una perspectiva sociológica diferente es la que ofrecía la discusión, en los años veinte, entre institu-
cionalistas e individualistas:

– Los institucionalistas consideran que el grupo existe independientemente de las personas que lo
constituyen.

– Los individualistas, en cambio, consideran el grupo como una abstracción realizada a partir de
sujetos, siendo los sujetos la única realidad a estudiar.

Esta discusión da lugar a la diferenciación entre: grupo psicológico (individualistas) y grupo sociológico
(institucionalistas). Ambos grupos se diferenciarían por que el psicológico sería simplemente un con-
texto social específico donde los individuos interactúan intensamente, mientras que el sociológico sería
una de las posibles formas de estructurar lo social. Por ello los institucionalistas diferencian entre
micro y macrosociología.

Una clasificación interesante de los grupos humanos es la que hace Anzieu. Él clasifica los grupos
humanos según:

– La estructuración.

– La duración.

– Cantidad de individuos.

– Relaciones entre individuos.

– Creencias y normas.
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– Conciencia de metas.

– Acciones comunes.

Como resultado de la interacción de estos factores, Anzie habla de muchedumbre, banda, agrupa-
miento, grupo primario o pequeño y grupo secundario u organización.

• Muchedumbre

– Estructuración: muy débil.


– Duración: de algunos minutos a algunos días.
– Tamaño: grande.
– Relaciones: contagio de emociones.
– Efectos sobre creencias: irrupción de creencias latentes.
– Conciencia de metas: escasa.
– Acciones comunes: acciones paroxísticas.

• Banda

– Estructuración: débil.
– Duración: de algunas horas a algunos meses.
– Tamaño: pequeño.
– Relaciones: búsqueda del semejante.
– Efectos sobre creencias: refuerzo.
– Conciencia de metas: mediana.
– Acciones comunes: espontáneas, pero poco importantes para el grupo.

• Agrupamiento

– Estructuración: mediana.
– Duración: de varias semanas a varios meses.
– Tamaño: pequeño, medio o grande.
– Relaciones: relaciones humanas superficiales.
– Efectos sobre creencias: mantenimiento.
– Conciencia de metas: de escasa a mediana.
– Acciones comunes: resistencia pasiva o acciones limitadas.

• Grupo primario o pequeño

– Estructuración: elevada.
– Duración: de tres días a tres años.
– Tamaño: pequeño.
– Relaciones: relaciones humanas ricas.

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– Efectos sobre creencias: cambio.


– Conciencia de metas: elevada.
– Acciones comunes: importantes, espontáneas, incluso innovadoras.

• Grupo secundario u organización

– Estructuración: muy elevada.


– Duración: de varios meses a varios decenios.
– Tamaño: medio a grande.
– Relaciones: relaciones funcionales.
– Efectos sobre creencias: inducción por presiones.
– Conciencia de metas: de escasa a elevada.
– Acciones comunes: importantes, habituales y planificadas.

1.2. JUSTIFICACIÓN FILOSÓFICA

Sartre (citado por Anzieu) habla del grupo como una escisión del agrupamiento. El grupo proviene de
una aglomeración y corre el riesgo de recaer en ella. Para Sartre hacen falta tres condiciones para
pasar de aglomeración a grupo:

– Pasar de los intereses en común a los intereses comunes.

– Pasar de las comunicaciones indirectas a las directas (de unilaterales a bilaterales: con retroali-
mentación).

– La existencia en la sociedad de grupos de intereses antagónicos.

Y también según Sartre, una vez el grupo está constituido necesita dos tipos de condiciones para
sobrevivir:

– La obligación de fraternidad (persecución de los que se desvían).

– El establecimiento de normas y jurisdicciones internas.

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1.3. JUSTIFICACIÓN PSICOLÓGICA


Desde la perspectiva psicoanalítica, Freud considera al grupo como una forma de superación de la fami-
lia patriarcal: el padre feroz es derrotado por los hijos expulsados que se han puesto de acuerdo (se
han agrupado) para derrotarlo. El grupo nace así de una relación entre iguales, con un elemento mítico
querido y odiado (ambivalencia e identificación), y una renuncia clara a sustituirlo. El grupo, entonces,
no recibe la fuerza de un líder, sino que la extrae de sí mismo.

Esto pasaría tanto a un nivel arcaico como a un nivel político (Revolución francesa) en función de la pro-
gresiva madurez del individuo. El progreso social está representado por el pasaje del grupo social funda-
do por la autoridad del padre y la identificación con «el jefe», a la sociedad de hermanos, fundamentada
en la identificación mutua, la solidaridad, el compromiso recíproco de respetarse y ayudarse, así como la
renuncia al poder absoluto.

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PERSPECTIVA DE LAS DIFERENTES ESCUELAS


2.
2.1. LA ESCUELA DINAMICISTA

Lewin crea la teoría de la psicología topológica, que define la noción de campo psicológico como el espa-
cio vital constituido por el individuo y el medio donde está situado. Lewin hace un progreso decisivo; con-
sidera al grupo como una totalidad dinámica que determina el comportamiento de los individuos que lo
componen: «es el campo de fuerzas donde se producen los fenómenos de influencia, de cohesión, de
normas, de tensión, de atracción, con unas valencias (positivas o negativas) y orientaciones hacia obje-
tos ("vectores")».

Todos estos fenómenos son diferentes de la psicología individual y sobre ellos versará la experimen-
tación. Su actividad y dinámica corresponde más a las interrelaciones del grupo con otros grupos (inter-
grupos) que a la interrelación entre los propios miembros.

Milton Blume (1949) estudió la aparición de los vínculos entre los miembros como una moral de grupo,
como un producto segregado por el propio grupo, que viene determinado por cuatro factores:

– Sentimiento de estar juntos.

– Necesidad de tener un objetivo común.

– Progresos hacia el objetivo.

– Que cada miembro tenga tareas específicas necesarias para conseguir el objetivo.

Cartwirght y Zander sustituyen el concepto moral de grupo por el de cohesión grupal. La cohesión gru-
pal viene determinada por:

– Elementos extragrupales (situacionales).

– Elementos intragrupales (relacionales).

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Dentro de los elementos intragrupales podemos diferenciar:

• Estilo de liderazgo

AUTORITARIO

PATERNALISTA MAYORITARIO

LAISEZ-FAIRE DEMOCRÁTICO

LAISEZ-FAIRE
CON DISCUSIÓN

Figura 1. Estilos de liderazgo de Cartwirght y Zander.

• Características individuales de los miembros

Hay dos características fundamentales en cada persona para valorar su capacidad de adaptación a un
grupo (sociabilidad):

– La clarividencia: por clarividencia entendemos la capacidad de captar correctamente la forma de


pensar de los otros (filtro: aspectos que no se captan; halo: resonancia simbólica, asociaciones
mentales que sugiere).

– La transparencia: por transparencia entendemos la posibilidad de expresar correctamente los pro-


pios sentimientos.

Cartwight y Zander introducen el concepto de locomoción grupal para definir el movimiento del grupo en
el campo psicológico. Este movimiento se ve más influenciado por los estímulos exteriores al grupo que
por las interrelaciones intragrupales, según la escuela dinamicista. Éste es un hecho importante y dife-
rencial en relación con Moreno y las corrientes psicoanalíticas.

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2.1.1. ESQUEMA DINÁMICO DE FUNCIONAMIENTO

Desde el punto de vista dinámico podemos concebir el grupo como un homeostato, cuya función es
resolver los sistemas de tensión a la que se ve sometido. Teóricamente habrá dos sistemas de tensión:

– Sistema de tensión positivo: progresión hacia objetivos del grupo.

– Sistemas de tensión negativa: mecanismos de funcionamiento intragrupal y sus esfuerzos para


mejorar las relaciones interpersonales de sus miembros. La resolución de este sistema de ten-
sión es indispensable para el mantenimiento y supervivencia del grupo.

Hay pues dos sistemas de tensión: uno de trabajo y otro de supervivencia, siguiendo un modelo estric-
tamente biologicista.

El modelo dinamicista permite hablar de la energía grupal y clasificarla en función de su uso. La energía
total es la suma de la E utilizable y la E latente:

E = e + E1

– La energía utilizable. La E utilizable será la suma de la energía de mantenimiento y la energía de


producción:

e = em + ep

– La energía de producción. La energía de producción se manifiesta mediante la realización de acti-


vidades instrumentales, que tienden a un resultado o producción.

– La energía de mantenimiento. La energía de mantenimiento se utiliza en dos funciones: las con-


ductas socio-afectivas, para conservar o mantener el grupo como realidad social e imagen ideal
(predominan en grupos espontáneos); y las conductas socio-operativas, que persiguen eficacia y
rendimiento (predominan en grupos impuestos).

• Los objetivos grupales

Este movimiento estará influido por muchos factores, uno de ellos son los objetivos grupales:

– Si estos objetivos son congruentes (objetivos de valencia positiva), aumenta la energía producti-
va, en detrimento de la energía de mantenimiento.

– Si los objetivos son poco pertinentes (valencia negativa), entonces el proceso será a la inversa:
gasto de energía de mantenimiento y poca utilización de la energía de producción.

De hecho se definen dos tipos de grupo: el de acción con predominio de energía de producción; y el
de conmemoración o (mundanos), donde predomina la energía de mantenimiento.

Para tener una valencia positiva los objetivos han de reunir tres características:

– Pertinencia.

– Claridad.

– Aceptación.
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2.1.2. COMUNICACIONES GRUPALES

Los dinamicistas las clasifican en relación con los objetivos del grupo en:

– Instrumentales (pertinentes).

– Consumatorias (indiferentes, ajenas al grupo).

– Teratológicas (nocivas para el grupo: los rumores).

No consideran si las comunicaciones son unidireccionales o bidireccionales, si van dirigidas al grupo,


al líder o a otro miembro, etc. Evidentemente siempre se están planteando las comunicaciones cons-
cientes y verbales.

Por lo que se refiere a la clarividencia, la comprensión de las comunicaciones en cada individuo ven-
drá modificada por el filtro y el halo. El filtro está constituido por el sistema inconsciente de valores
que impide recibir determinadas informaciones, limitando la capacidad de clarividencia. El halo o reso-
nancia simbólica puede ser una ventaja o un inconveniente para la clarividencia, ya que lo constituyen
las asociaciones personales que al individuo le sugieren las comunicaciones de otro.

2.1.3. EL LÍDER DEL GRUPO

Anzieu considera que el locutor facilitará la comunicación, si responde a las siguientes características:

– A nivel objetivo, precisión y economía de las palabras.

– A nivel personal, ajustarse a los hechos y no a las opiniones, no juzgar, admitir otros puntos de
vista y evitar el egocentrismo.

– A nivel psicosociológico, definir claramente el rol y los objetivos propios, y definir claramente la
ventaja para los otros.

2.1.4. LAS NORMAS GRUPALES

Los dinamicistas son los primeros en afirmar y demostrar que el grupo ejerce una presión en sus miem-
bros mediante lo que llaman normas de grupo. Estas normas son básicamente tácitas y no siempre
favorables. El individuo tiene dificultades para oponerse a las normas del grupo. Estas dificultades
dependen de la intensidad con que se manifiestan tres vectores:

– Ambigüedad del objeto discutido.

– La intensidad y el tamaño de la mayoría grupal que se opone.

– Lo que valora el interesado de su propia pertenencia al grupo.

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2.1.5. DEPENDENCIA DEL GRUPO

Los lewinianos hacen un planteamiento muy esquemático, diferenciando dos tipos de dependencia:

– La dependencia constitutiva: es la medida en que se necesitan los miembros del grupo para con-
seguir los objetivos.

– La dependencia de referencia: indica la importancia del grupo como elemento comparativo para
el paciente, como un punto de referencia que permite evaluar la propia conducta y actitudes com-
parándola con la de los otros.

2.1.6. ROLES FUNCIONALES DE LOS MIEMBROS DEL GRUPO DE DISCUSIÓN

Según Benne y Sheats, cada miembro puede ejercer más de un papel a la vez e ir alternando entre un
rol y otro a lo largo de la sesión. El líder puede hacer igual que el resto de los miembros del grupo.

La clasificación de roles funcionales de los miembros es:

– Roles productivos: relacionados con las funciones de facilitación y coordinación.

– Roles de constitución y mantenimiento: su objetivo es el fortalecimiento y perpetuación del grupo


en tanto que grupo.

– Roles individuales: dirigidos a la satisfacción de objetivos individuales y que ignoran los objetivos
grupales. Son nocivos para el grupo.

Los roles productivos y de mantenimiento van cambiando a medida que el grupo evoluciona; en cam-
bio, los roles individuales siempre son nocivos y, por lo tanto, se ha de intentar reducirlos.

• Roles productivos

– Innovador (iniciador-contribuyente).

– Investigador (busca información).

– Aclarador (inquiridor de opiniones).

– Informador.

– Opinante.

– Elaborador.

– Coordinador.

– Orientador.

– Crítico evaluador.

– Dinamizador.

– Técnico.

– Registrador.

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• Roles de constitución y mantenimiento

– Estimulador.

– Conciliador.

– Transigente.

– Canalizador.

– Legislador (yo ideal).

– Comentarista.

– Seguidor.

• Roles individuales

– Agresor.

– Obstructor.

– Vanidoso.

– Confesante.

– Desinteresado.

– Dominador.

– Devaluador.

– Adulador y encubierto.

2.1.7. DESARROLLO DE LOS GRUPOS

Guillermo Cohen, a partir de la división de las estructuras de grupo en autocrático, democrático, etc.,
decide que no se trata de estructuras diferentes, sino de momentos diferentes en la historia natural
del grupo. Así, él define cuatro estadios evolutivos grupales:

– El grupo aglutinado.

– El grupo posesivo.

– El grupo cohesivo.

– El grupo independiente.

Grupo aglutinado

Miembros Irrelevante, gregarios

Liderazgo Líder autocrático

Finalidades Planteadas por el propio líder

Ideología Son los elegidos.


Estandarización marcada

Valores Subordinación al líder para llegar a ser como él

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Grupo posesivo

Miembros Adquieren seguridad mediante las funciones que realizan

Liderazgo Función normalizada de líder

Finalidades Empiezan a ser compartidas

Ideología Grupo igualitario


Se estandarizan las diferencias

Valores Igualdad y respeto por la individualidad

Grupo cohesivo

Miembros Alto nivel de corresponsabilidad e interdependencia

Liderazgo Función reguladora

Finalidades Bien estructuradas y aceptadas por todos

Ideología Pertenencia total al grupo


Estatus estandarizados de responsabilidades similares

Valores Seguridad
Riesgo de evolución al conservadurismo

Grupo independiente

Miembros Plenamente responsables y conscientes

Liderazgo Colegiado

Finalidades Comunes a todo el grupo

Ideología Autogestión
Pertenencia implica responsabilidad

Valores Personalidad y libertad de autoadministrarse la persona

2.2. LA PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA


Desde la perspectiva psicoanalítica se clasifican las terapias de grupo en función del método.

• Terapias no interpretativas por el grupo:

– Paternalistas.

– Fraternales.

• Terapias interpretativas:

– En el grupo: primeros analistas

Como primer analista, Grinberg y otros consideran fundamental esta clasificación porque la
interpretación no se centra en los individuos, sino en el grupo. De alguna forma se traslada

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la situación bipersonal analítica a una relación grupal de dos sentidos (grupo frente a tera-
peuta), siendo éste el marco de trabajo. Desde esta perspectiva, las contribuciones indivi-
duales son entendidas como emergentes grupales y, por tanto, como una consecuencia del
conjunto de la situación del grupo.

En el grupo entonces se han de considerar al mismo tiempo dos perspectivas diferentes:

a) El conjunto de individuos que viven simultáneamente la situación real y los roles que las
fantasías inconscientes de los otros intentan imponer a cada uno de los integrantes.
b) Los individuos como partes yoicas de una totalidad: el grupo.

– Por y del grupo: Bion y Foulkes

En último término, estas afirmaciones suponen una contradicción de la clasificación citada


anteriormente y un acuerdo tácito con la definición de terapia grupal que da Foulkes.

De hecho, las diferencias entre las diversas escuelas psicoanalíticas ortodoxas se basan
en si el enfoque es del grupo o en el grupo. Al final las diferencias son de porcentajes, por-
que tanto los unos y como los otros valoran los dos aspectos.

Bion, desde su perspectiva kleniana, define los supuestos básicos. Esquemáticamente


podemos decir que el grupo se mueve entre dos posiciones:

a) Una posición saludable, de trabajo, de progresión hacia los objetivos marcados.


b) Una posición patológica, en que el grupo estaría boicoteando sus propios objetivos.

Bion (1980) habla de tres supuestos básicos que se diferencian y caracterizan por los tipos
de relación que establecen con el terapeuta, y se refiere al grupo como una totalidad:

a) Ataque y fuga. El grupo, en el supuesto básico de ataque y fuga, refleja o bien una huida
del trabajo psicológico que se supone que el grupo tendría que hacer o bien una acti-
tud agresiva hacia el terapeuta que intenta hacerlos trabajar.
b) Emparejamiento. En el caso del grupo de emparejamiento o esperanza mesiánica,
todo el grupo espera que una pareja del grupo de luz a una idea o un hecho que los
redimirá. Son entonces grupos centrados en el futuro, que ignoran al líder, al que dejan
en un lugar secundario.
c) Dependencia. Finalmente, en el supuesto básico de la dependencia, todo el grupo depen-
de del terapeuta omnipotente e idealizado que les concederá la curación cuando lo con-
sidere oportuno. La curación entonces se produce mágicamente, a partir de una actitud
pasiva del paciente que adora al terapeuta y esconde todos sus sentimientos hostiles
hacia él, así como todo aquello que cree que no sería bien visto por el terapeuta.

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2.3. LA PERSPECTIVA GRUPOANALÍTICA

2.3.1. PSICOTERAPIA GRUPAL ANALÍTICA (GRUPOANÁLISIS)

Esto se concreta en tres niveles diferentes:

– Disminución del sufrimiento mediante la discusión abierta y la comprensión.

– Liberación de inhibiciones excesivas de tipo social, sexual y agresiva.

– Descubrir conflictos inconscientes y abrir el camino para su resolución.

2.3.2. INTRODUCCIÓN A CONCEPTOS BÁSICOS EN GRUPOANÁLISIS

El grupoanálisis es una forma de psicoterapia de grupo fundada por un psicoanalista alemán de la


escuela freudiana; S. H. Foulkes, que se trasladó a Inglaterra en 1939, donde inicia su experiencia gru-
pal, integrando la teoría psicoanalítica en la psicoterapia grupal.

El grupoanálisis no es un psicoanálisis de individuos en grupo, sino un método para el grupo, por el


grupo y del grupo.

Foulkes concibe un nuevo marco de referencia para la psicoterapia del grupo pequeño. Él creó un
nuevo lenguaje con el cual describir su experiencia y sus conceptos. Los conceptos psicoanalíticos como
inconsciente, transferencia, identificación, interpretación, etc., son aplicables a la situación de grupo,
pero también requieren una nueva lectura.

Veamos algunos de sus conceptos básicos:

• Enfoque holístico

Foulkes toma este concepto de Goldstein (psicología de la Gestalt), afirmando que un todo orgánico
tiene una realidad mayor que la suma de sus partes.

El grupo es el agente terapéutico principal.

• Actitud analítica

Es aquella que considera que todo lo que sucede lo hace dentro de un contexto; todo, sin excepción,
está allí para ser analizado.

La psicoterapia analítica de grupo se centra en el presente, es horizontal –a diferencia del psicoanálisis


individual que es vertical– y busca explicaciones en el pasado. El análisis grupal da más información
sobre los mecanismos interpersonales.

• Comunicación

Se entiende por comunicación el análisis gradual y de descodificación de todo comportamiento obser-


vable, incluida la sintomatología, que hace el grupo a través de la libre discusión flotante, que vendría
a ser la asociación libre del psicoanálisis.

El contenido latente se considera importante en la comunicación grupal.

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• Matriz grupal

Concepto teórico para describir la red de comunicación subyacente en el grupo psicoterapéutico, que
permite el cambio del sujeto. La matriz es un fenómeno grupal específico, constituido por todas las rela-
ciones potenciales manifiestas y latentes que tienen lugar entre los miembros, transferidas o reales. Una
vez que la matriz se ha formado, la orientación que proporciona el conductor puede reducirse al mínimo.

• Aquí y ahora

En el grupoanálisis se hace un análisis centrado en el aquí y ahora; es decir, en las situaciones actuales
de conflicto de la vida real de los sujetos y en las que se da en el propio grupo mientras está reunido. El
allí y entonces es aceptado y explorado en relación constante con el aquí y ahora del grupo.

• Fenómeno espejo

Se define como el impacto de información que un sujeto recibe sobre sí mismo a través de las rela-
ciones e interacciones generadas en la dinámica grupal. La situación grupal ha sido comparada con un
vestíbulo de espejos, en el cual un individuo es confrontado con varios aspectos de su imagen corpo-
ral psicológica o física.

La situación grupal estimula en la fase inicial las identificaciones de espejo; y en una segunda fase
estimula una mayor autonomía e individuación.

• Transferencia

La dinámica de la transferencia según se presenta en los grupos es muy diferente de la que se da en


la relación persona a persona del análisis corriente:

– Transferencia hacia el conductor, modelada según la neurosis de trasferencia propia del análisis.

– Transferencia hacia los pares del grupo, modelada según la neurosis familiar.

– Transferencia hacia el grupo como totalidad; en esta última transferencia el grupo simboliza la
figura materna preedípica (confianza básica).

• Resistencia

La resistencia del grupo se dirige contra la comunicación libre y no contra el inconsciente individual:

– La resistencia del individuo en el grupo.

– La resistencia grupal: una forma de resistencia grupal es la lentitud de la primera hora; el grupo
debe constituirse cada vez que se reúne.

– La adaptación mutua como resistencia. En el psicoanálisis individual se puede dar la adaptación


mutua entre analizado y analizante; en cambio, en los grupos de apertura lenta la adaptación mutua
se da muy difícilmente, la incorporación de nuevos miembros y las despedidas hacen que ni los
pacientes ni los terapeutas se acomoden a lo que observan.

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• Interpretación

La interpretación se dirige a los bloqueos de la comunicación libre entre los integrantes del grupo. La
mejor interpretación en el grupo es la interacción espontánea:

– Interpretación triangular: un paciente al observar una interacción entre dos de sus compañeros
pude proponer una interpretación.

– Interpretación comparativa: en ciertas ocasiones el terapeuta compara dos o más individuos del
mismo grupo en sus semejanzas y diferencias.

2.4. LA PERSPECTIVA HUMANISTA

2.4.1. FASES EVOLUTIVAS DEL GRUPO TERAPÉUTICO

Rogers es el padre de la psicología humanista. Él creó lo que se llama grupos de encuentro que obtu-
vieron un éxito considerable en los EE. UU. Hace una descripción poco rígida del proceso natural que vive
todo grupo terapéutico, y en él distingue las siguientes fases evolutivas:

– Etapa de rodeo: cuando el coordinador anuncia que no será directivo y todo el mundo se despista.

– Resistencia a la exploración o expresión personal: tendencia a mostrarse superficial, el yo público.

– Descripción de sentimientos del pasado there and then (allí y entonces).

– Expresión de sentimientos negativos (para poner a prueba la capacidad).

– Expresión y exploración de material personalmente significativo.

– Expresión de sentimientos interpersonales dentro del grupo.

– Desarrollo en el grupo de la capacidad para aliviar el dolor.

– Aceptación de sí mismo e inicio del cambio.

– Resquebrajamiento de fachadas.

– El individuo recibe retroalimentación positiva o negativa. La negativa (enfrentamiento) parece ser


la inicial; después se llega a la expresión de sentimientos positivos y acercamiento mutuos, lo
que Rogers llama «encuentro básico».

2.4.2. EL PAPEL DEL TERAPEUTA EN LA PERSPECTIVA HUMANISTA

Rogers prefiere hablar de facilitador antes que de terapeuta, y define las siguientes funciones, actitu-
des y actuaciones:

• Actitudes facilitadoras del terapeuta:

– Función de creación del clima.


– Aceptación del grupo y del individuo.
– Comprensión empática.

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– Actuación coherente con los propios sentimientos.


– Enfrentamiento y realimentación.
– Expresión de los propios problemas.
– Evitación de planteamientos previos.
– Evitación de comentarios o interpretaciones sobre el proceso grupal (justo a la inversa que
en Foulkes y Bion).
– Confiar en la potencialidad terapéutica del grupo.
– Aceptar los movimientos y los contactos físicos (sería lo contrario de la acción suspendida
de los analistas).

• Actitudes no facilitadoras del terapeuta:

– Tener prisa.
– Dirigir al grupo hacia objetivos previamente marcados.
– Centrarse en una sola estrategia; por ejemplo, atacar las defensas.
– Interpretar los motivos o causas de las conductas de los pacientes.
– Presentar las cosas como obligatorias.
– Mantenerse emocionalmente distante.

2.5. LA PERSPECTIVA TRANSACCIONAL: EL ANÁLISIS


TRANSACCIONAL DE BERNE

Para Berne es más adecuado hablar de tratamiento de grupo que de terapia de grupo. La expresión tra-
tamiento de grupo se refiere a tratamiento de pacientes psiquiátricos cuando el líder se reúne en un
lugar y un tiempo específicos con un número reducido de pacientes que no exceda de 8 a 10.

Berne diferencia, siguiendo la clasificación psicológica o estructural de Thomas, entre terapias represi-
vo-inspiracionales y terapias analíticas. A partir de aquí establece una clasificación dinámica o técnica
de las terapias grupales de tipo analítico:

– Análisis de grupo.

– psicoanálisis en el grupo.

– Análisis transaccional.

– Terapias existenciales.

Berne define el análisis transaccional grupal como una técnica que se ocupa directamente de las tran-
sacciones y series de transacciones manifiestas, tal como se dan en el decurso de una sesión de tera-
pia grupal. Cualquier concepción holista del grupo, que entiende el grupo como algo más que la suma de
sus miembros individuales, se deja absolutamente de lado como una cosa que no tiene importancia en
el progreso terapéutico. Tan sólo cuando el grupo obstaculiza el programa terapéutico se le hará caso.
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Berne considera que un grupo puede iniciarse siguiendo básicamente cuatro tipos de patrones, a los
que él llama juegos:

– Grupo que da informaciones: juego de los pasatiempos.

– Grupo que expresa sentimientos superficiales: juego de psiquiatra.

– Grupo adulador: igual que el supuesto básico de dependencia de Bion.

– Grupo que expresa sentimientos auténticos ya de entrada.

Esta clasificación tiene evidentes paralelismos con la de Bion, aunque Berne no lo reconoce. El segundo
se corresponde con el de ataque y fuga. El tercero se corresponde con el de dependencia. El cuatro se
corresponde con el de trabajo. El único que no coincide es el de emparejamiento.

Al hablar de dinámica grupal Berne se muestra mucho más cientifista que los otros autores. Así, consi-
dera necesarios instrumentos de registro de los fenómenos grupales, sin tener prejuicios para registrar
las sesiones con magnetófono. Plantea la necesidad de realizar seis tipos de registros escritos:

– Diagrama de asientos.

– Diagrama de autoridad.

– Diagrama estructural.

– Diagrama dinámico.

– Imagen del grupo.

– Diagramas transaccionales.

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UTILIZACIÓN DE LAS TÉCNICAS GRUPALES EN LOS GRUPOS


3. DE ALCOHOL

En este apartado nos centraremos en los grupos de alcohol ya que históricamente las técnicas grupa-
les en adicciones se aplicaron inicialmente en enfermos alcohólicos, aunque posteriormente se exten-
dió la aplicación de las técnicas grupales al resto de las adicciones.

3.1. PERSPECTIVA HISTÓRICA


A continuación intentaremos describir cómo se han abordado estas cuestiones durante los últimos
decenios en los centros de tratamiento de alcohólicos en España.

3.1.1. LOS GRUPOS DE ALCOHÓLICOS ENTRE LOS AÑOS 1970 Y 1980

A la hora de hablar de la evolución de los grupos en los últimos años, es necesario aclarar primero cómo
eran anteriormente. Si nos situamos a finales de la década de los setenta, los grupos para alcohólicos que
se constituían en aquel momento tenían –y ello es indudable– su modelo de partida en los Alcohólicos
Anónimos y en la llamada psicología social.

En relación con los grupos de alcohólicos anónimos existían similitudes pero también claras divergen-
cias. Como elementos comunes puede señalarse el hecho de que en ambos casos los grupos eran
abiertos, muy numerosos, sin límite temporal de asistencia y con participación activa del alcohólico
recuperado, con funciones a medio camino entre el coterapeuta y el líder.

Los elementos diferenciales principales los constituían la presencia del terapeuta como figura central,
la existencia de unos mínimos criterios de exclusión y la exigencia de la abstinencia como condición sine
qua non para poder ser miembro del grupo.

Estos años los grupos basaban su eficacia en los elementos gregarios, en el sentimiento de pertenencia
al grupo y en el aprendizaje de mensajes muy concretos y genéricos en relación con la dependencia alco-
hólica. Como lógica consecuencia, los grupos eran repetitivos, centrados en una serie de tópicos y poco
tolerantes con las opiniones divergentes. En cierta manera, pertenecer al grupo comportaba una adhe-
sión incondicional y la imposibilidad de expresar opiniones discordantes. El grupo era entendido como una
especie de curación mágica e indispensable, y con un cierto componente tiránico, ya que el mensaje que
se transmitía era la necesidad de seguir en el grupo toda la vida.

De hecho, en esos grupos uno de los elementos que más notablemente incidían en su dinámica era la
figura del alcohólico rehabilitado que, desde mi punto de vista, merece una especial atención.

• El alcohólico rehabilitado

La presencia de alcohólicos rehabilitados en el grupo tiene, indudablemente, un valor testimonial muy


importante en las fases iniciales del grupo y en los momentos de incorporación de nuevos miembros.
Cuando un paciente acude por primera vez a un grupo terapéutico le acompaña una mezcla de temor
e incredulidad. En esta situación, conocer el testimonio de alguien que lleva 8 ó 10 años abstinente a
bebidas alcohólicas puede aportar un rayo de esperanza.

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De los alcohólicos rehabilitados se hablaba en términos de «veteranos» y, realmente, cumplían en cierta


medida esta función. El veterano (y el servicio militar es en este caso un buen modelo) conoce muy bien
la normativa y la cultura grupal, y ejerce un efecto muy favorable en la incorporación de nuevos miembros
que desean adherirse a la norma. En cambio, puede resultar muy intolerante con aquellos que, en mayor
o menor medida, manifieste abiertamente sus reticencias o dudas en relación con la cultura y normativa
grupal o con el propio estatus del alcohólico rehabilitado.

En el fondo se plantea un modelo de grupo basado en la adhesión incondicional, donde el paciente


debe partir ya de la base de que es un alcohólico, que no podrá volver a beber nunca más y que siem-
pre deberá seguir vinculado al grupo.

Es importante no olvidar que estas consideraciones hacen referencia a los alcohólicos que «militan» en los
grupos de terapia de una manera ambigua: al mismo tiempo son enfermos y terapeutas. Como enfermos
no se cansan de repetir que la recaída es posible, recaída que como terapeutas no se pueden permitir. Su
dependencia del grupo es frecuentemente la expresión de las dificultades subyacentes que no pueden tra-
bajar en el grupo, dado que su papel de «rehabilitados» no se lo permite.

• Los terapeutas de grupo


La situación es completamente diferente cuando hablamos de pacientes rehabilitados que, después
de ser convenientemente entrenados, ejercen funciones de terapeutas integrados en un equipo multi-
disciplinario.

Los terapeutas de grupo no disponían en los años setenta de modelos teóricos en los que basar su
praxis. Antes de 1980 sólo existían tres fuentes bibliográficas relevantes: las publicaciones sobre téc-
nicas grupales de orientación eminentemente psicoanalítica, los trabajos de la escuela dinamicista de
Kurt Lewin –centrados en el campo industrial– y, finalmente, las aportaciones de la psicología social.
El único objetivo claro y concreto era el mantenimiento de la abstinencia absoluta a bebidas alcohóli-
cas, aunque el mantenimiento de la abstinencia sea al mismo tiempo objetivo del grupo y condición
para pertenecer a él.

En aquella época el setting estaba determinado por la realidad asistencial. Se visitaba a muchos enfer-
mos en condiciones precarias y, por ese motivo, los grupos eran muy numerosos. Grupos masificados,
indicados a casi todos los pacientes, a excepción de psicóticos y oligofrénicos. Lamentablemente no dis-
ponemos de datos rigurosos respecto a la eficacia de aquellos grupos, aunque tenemos la experiencia
clínica de muchos enfermos rehabilitados que atribuyen a los grupos una gran parte de su recuperación.

El hecho de que, a pesar de la precariedad, el grupo se haya mostrado como un instrumento eficaz, ha
sido probablemente uno de los motores de progreso en las técnicas grupales.

3.1.2. LOS GRUPOS DE ALCOHÓLICOS ENTRE 1980 Y 1990

La década de los ochenta supuso un avance importante en los aspectos teóricos de los grupos de alco-
hólicos.

Por una parte, se redefinieron los abordajes tipo Alcohólicos Anónimos bajo el concepto de grupos de
autoayuda (Robinson, 1980); y, por otra parte, se comenzaron a diferenciar diversos tipos de grupos
de alcohólicos: educativos, de insight, etc.

Probablemente, las mejores aportaciones teórico-prácticas son las de Vannicelli, Elder, Kinney, Blume
y, especialmente, Levine y Gallogly. Estos autores aportan elementos muy interesantes desde la pers-
pectiva teórica. Por primera vez se plantea la cuestión de cuáles son los posibles mecanismos de acción
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terapéutica del grupo, cuál es su utilidad y qué objetivos puede cubrir. También por primera vez, no se
habla de grupos de terapia en general, sino que se estudian específicamente los grupos de alcohólicos.
A continuación revisaremos breve y condensadamente las principales aportaciones de estos autores.

PRINCIPALES APORTACIONES

• Kinney y Leaton

Consideran que, cuando el alcohólico se encuentra ligado al alcohol, es incapaz de establecer


otros vínculos significativos. Por este motivo, partiendo de la base de que la vida se vive en gru-
pos, éstos son un setting idóneo para el tratamiento. Mencionan las siguientes posibilidades o
beneficios potenciales que el grupo puede ofrecer:

– Reexperimentar el mundo de forma menos hostil, viendo a los demás como una posible
fuente de seguridad y fuerza.
– Reencontrarse con ellos mismos mediante la interacción con los demás.
– Disminución de los sentimientos de vergüenza e infravaloración.
– Alivio de los sentimientos de aislamiento.
– Efecto bumerán: los alcohólicos son más tolerantes con los demás que con ellos mismos.
El grupo facilita que esta tolerancia la proyecten sobre ellos.

• Levine

En la misma línea, Levine ofrece 7 respuestas posibles a la pregunta: ¿por qué son útiles los gru-
pos de alcohólicos?:

– Reducen la tendencia al escapismo (flee), que en los alcohólicos se expresa de tres formas:
drop out, negación y recaída.
– Permiten el insight después de verse a sí mismos reflejados en los demás, mediante un pro-
ceso de identificación.
– Situación del «aquí y ahora», donde se le puede ayudar a entender las reacciones inmediatas.
– Universalización vivida de sentimientos y reacciones: ver cómo los demás se sienten y reac-
cionan ayuda a los alcohólicos a aceptar más fácilmente sentimientos en ellos mismos.
– Es una demostración viva del tipo de nuevas conductas que son posibles a la hora de com-
probar cómo los otros miembros del grupo pueden abordar las situaciones dentro y fuera
del grupo con nuevas estrategias.
– El grupo es un lugar excelente donde experimentar nuevas conductas. Es un buen banco de
pruebas que permite cambios en la conducta que, frecuentemente, precederán incluso la
llegada de un auténtico insight.
– Ofrece un lugar donde dar salida a las necesidades de field dependence de los alcohólicos,
ayudándoles a contrarrestar la influencia del field social.

• Vannicelli

M. Vannicelli considera que la mayor parte de los profesionales están de acuerdo en que los gru-
pos ofrecen oportunidades únicas de:

– Compartir e identificarse con otros que padezcan problemas similares.


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– Entender las propias actitudes ante el alcoholismo y las propias defensas contra la absti-
nencia (justificaciones del consumo), al confrontarlas con actitudes y defensas de los demás.
– Aprender a comunicar necesidades y sentimientos más directamente.

• Blume

Sheila Blume, en cambio, es más sucinta y reconoce sólo dos características específicas de los
alcohólicos que aconsejan la utilización de grupos:

– El aislamiento emocional (soledad) en que acaba viviendo el alcohólico.


– Su tendencia a desarrollar una intensa dependencia del terapeuta.

OBJETIVOS A ALCANZAR EN LAS REUNIONES

También se ha llegado a un nivel de precisión razonable en la definición de los objetivos que se pue-
den alcanzar mediante el grupo.

• Levine

Como propósitos u objetivos del grupo, Levine propone cinco principales:

– Ayudar a disminuir la tendencia a la negación y a la huida, facilitando así la aceptación del


propio alcoholismo.
– Aumentar la motivación para la abstinencia y para otros cambios asociados al comporta-
miento de sobriedad.
– Abordar las condiciones emocionales que frecuentemente acompañan al consumo de alcohol.
– Dar respuesta a las intensas necesidades de aceptación social de los alcohólicos.
– Aumentar la capacidad de reconocer, anticipar y encontrar alternativas a situaciones que
pueden precipitar un consumo alcohólico.

• Blume

Sheila Blume divide los objetivos de los grupos de alcohólicos en:

– Generales (o grupales). Entre los que cita:

a) Alcanzar la sobriedad.
b) Superar la negación. Negación que se da a dos niveles: primero, negación del proble-
ma con el alcohol; y, segundo, negación de la existencia de otros problemas aparte
del de la bebida.
c) Mantener y aumentar la motivación al tratamiento.
d) Reconocer e identificar sentimientos: tanto los sentimientos negativos que pueden ir
asociados a un desenlace de consumos alcohólicos, como los positivos, que suelen ser
difíciles de identificar en el momento en que están abstinentes y que, en cambio, serán
fundamentales en la reconstrucción de la autoestima.
e) Reconocimiento e identificación de los patrones de conducta relacionados con los con-
sumos alcohólicos.

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f) Nuevos sistemas para afrontar viejos problemas. En ocasiones puede conseguirse


mediante recursos tales como recordar frases típicas: «lo primero es lo primero», «pón-
telo fácil», «yo no tengo la culpa», etc.
g) Desarrollo de un plan de emergencia, que incluso puede tenerse por escrito y que com-
porte llevar una lista de teléfonos de emergencia.
h) Disfrutar de la vida sin alcohol.

– Específicos (o individuales) que han de concretarse para cada individuo. Blume habla de los
siguientes:

a) Problemas con la responsabilidad.


b) Culpa.
c) Expresión del enojo.
d) Depresión.
e) Miedo, que en los alcohólicos puede ser: miedo a fracasar, a triunfar, al rechazo y/o
miedo a la excesiva intimidad.

BASE FILOSÓFICA DE LOS OBJETIVOS

Todos estos objetivos grupales necesariamente deben llevar detrás una base filosófica, ideológica, res-
pecto al papel que juega el terapeuta en el proceso de recuperación.

La mejor definición de esta base es probablemente la de Levine y Gallogly. El tipo de abordaje preco-
nizado por Levine es el llamado «self-convincing approach» que, en esencia, consiste en:

– Iniciar al grupo en la exploración en profundidad y libremente de los pros y contras de la bebida.

– Pensar que, si se facilita la discusión en el grupo, ellos mismos encontrarán mejores argumentos
contra el alcohol que cualquier terapeuta.

– Dejar que aparezcan las ansiedades referidas a las consecuencias de una posible recaída (who is
going to worry?). Dejar que sea el enfermo quien se preocupe.

Este enfoque presupone que los miembros del grupo han cubierto previamente una etapa educacional
e informativa en relación con el alcohol.

Levine deja claro que la aceptación de la propia dependencia (lo que nosotros describimos como «con-
ciencia de enfermedad») no es una condición previa para iniciar el tratamiento, sino que es una parte
integrante (un objetivo) del mismo.

GRUPOS TERAPÉUTICOS

Otro avance importante lo constituyen las clasificaciones de los grupos de alcohólicos. Frente a la idea de
un solo grupo para todos los alcohólicos, aparece la idea de diversos tipos de grupos para diversos tipos
de alcohólicos. Una clasificación sintética, que incluye la mayor parte de grupos descritos por los autores
que han publicado sobre grupos de alcohólicos, es la siguiente:

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CLASIFICACIÓN DE GRUPOS TERAPÉUTICOS PARA PACIENTES ALCOHÓLICOS

GRUPOS TERAPÉUTICOS

PARA ALCOHÓLICOS PARA FAMILIARES

– Motivacionales (whether or not groups) – Para esposas


– De insight interpersonal y situacional* – Para hijos
– Para alcohólicos crónicos
– De una sola sesión*

Figura 2. Estos grupos se han descrito exclusivamente con pacientes y con pacientes y familiares conjuntamente.

CRITERIOS DE SELECCIÓN

Un último aspecto donde se evolucionó considerablemente fue en el terreno de las indicaciones y con-
traindicaciones de grupo. Mullan y Sangiuliano consideran los siguientes criterios de selección:

– Genéricos:

a) Edad (no demasiado avanzada).


b) Capacidad mental (CI) normal.
c) Ausencia de patología afectiva muy grave.
d) Nivel de motivación razonablemente bueno.

– Específicos:

a) Conocimiento por parte del paciente que es alcohólico.


b) Que busque psicoterapia.
c) Que acepte otras formas de rehabilitación (AA, antabús, etc.).
d) Cierta capacidad de insight, actividad dinámica y compromiso de asistir a las sesiones.
e) Que combine ansiedad con el esfuerzo de mantener la sobriedad.

Lamentablemente, no existen muchos pacientes que cumplan estos criterios y, en el caso de que lo
hicieran, sería lícito preguntarse si precisan psicoterapia grupal. Según Levine, después de una inter-
vención educativa o informativa, los alcohólicos pueden presentar tres evoluciones posibles:

– Entenderlo y mantenerse abstinentes indefinidamente.

– Abandonar el tratamiento.
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– Decir que lo entienden, pero dando evidencias a través de su propia conducta o actitudes de que
no es así.

Para Levine, los pacientes de los dos últimos apartados son los auténticos candidatos a grupo. En
otras palabras, el grupo sirve para adquirir conciencia de enfermedad. No se puede pedir que ya la ten-
gan antes de iniciar el tratamiento, ni se puede esperar que pacientes con afectación encefalopática
considerable obtengan beneficios de los grupos de terapia. La motivación para tratarse conlleva siem-
pre una combinación de disconformidad y esperanza:

– Disconformidad en relación con la propia situación.

– Esperanza de poder mejorarla.

Por lo tanto, no serán buenos candidatos a grupo aquellos alcohólicos que no experimenten niveles sig-
nificativos de disconformidad ni los que tengan pocas esperanzas objetivas de mejorar.

Kinney y Leaton insisten en que los grupos han de ser exclusivamente para alcohólicos. Creen que en
un grupo no restringido a alcohólicos se reproducirá el círculo patológico que previamente se había pro-
ducido en la familia: buenos consejos, proteccionismo, concentración de la atención en el paciente,
progresiva decepción y, finalmente, franca hostilidad hacia el alcohólico.

Levine está de acuerdo con estos criterios y plantea las indicaciones de grupo en función del tipo de
grupo. Sin plantear criterios de exclusión claros, considera que la existencia o no de una aceptación
previa de problemas con el alcohol constituirá la base a partir de la cual indicar grupo de insight o grupo
motivacional. Por otra parte, la capacidad de adquirir insight situacional marcaría el punto de corte
entre los grupos de insight interpersonal y los grupos para alcohólicos crónicos.

3.1.3. LOS GRUPOS DE ALCOHÓLICOS ENTRE 1990 Y 2002

Los años noventa del siglo XX han comportado la consolidación de los cambios iniciados en la década
anterior y su enriquecimiento con las aportaciones de las técnicas motivacionales.

La publicación de Motivational Interviewing (Miller y Rollnick, 1991) ha supuesto un cambio relevante


en el modelo de abordaje de las drogodependencias, centrándolo en la teoría transteórica del cambio
(Prochaska y DiClemente, 1982).

LA TEORÍA TRANSTEÓRICA DEL CAMBIO

La teoría de Prochaska ha supuesto sin duda una aportación importante, al permitir entender que los pro-
cesos del cambio no son menospreciables, clarificando así a los terapeutas que desde que un paciente
se plantea cambiar hasta que se decide a intentarlo pueden pasar años. La decisión de cambiar, ade-
más, va a depender en muy buena medida del interés que el paciente tenga en ello; es decir, de lo moti-
vado que esté.

Desde esta perspectiva, el terapeuta de grupo está mucho más preocupado por identificar el estadio
del cambio en que el paciente se encuentra y en ayudarle a evolucionar desde su posición inicial, que
por convencer al enfermo de la necesidad urgente del cambio. Este modelo de abordaje encaja perfec-
tamente con el propuesto por Levine y generalizado en los años ochenta del siglo XX. Así, el terapeuta
de grupo no sólo se preocupa por identificar en qué momento se halla el paciente, sino que también
intenta saber en qué etapa se halla el grupo para adecuar sus intervenciones al ritmo que el grupo tole-
ra y requiere.

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De hecho, la mayor parte de estrategias propuestas para las entrevistas motivacionales son asimismo
válidas para conducir grupos según el modelo de Levine: preguntas abiertas, escucha reflexiva, suma-
rios cortos, generación de frases automotivacionales, etc. Todas estas estrategias, en definitiva, están
dirigidas a que el grupo confíe en sí mismo, para conseguir así el clima grupal adecuado para poten-
ciar los procesos personales de cambio frente al consumo de substancias adictivas.

3.2. OBJETIVOS DEL GRUPO DE ALCOHOL


Podemos hablar de los diferentes objetivos que se pretenden alcanzar con la terapia de grupo a partir
de la clasificación de diferentes autores.

• Según Levine

– Ayudar a reducir la tendencia a la negación y a la huida, facilitando la aceptación del propio


alcoholismo.
– Aumentar la motivación por la abstinencia y otros cambios asociados al comportamiento de
sobriedad.
– Abordar las condiciones emocionales que a menudo acompañan al consumo de alcohol
– Dar respuesta a la intensa necesidad de aceptación social de los alcohólicos.
– Aumentar la capacidad de reconocer, anticipar y encontrar alternativas a situaciones que
pueden precipitar un consumo alcohólico.

• Según Blume

Los objetivos de los grupos de alcohólicos se dividen en:

– Generales:

a) Conseguir la sobriedad.
b) Superar la negación, que se da a dos niveles; primero negación del problema con el
alcohol y después negación de otros problemas aparte de la bebida.
c) Mantener y aumentar la motivación para seguir el tratamiento.
d) Reconocer e identificar sentimientos positivos y negativos.
f) Identificar los patrones de conducta relacionados con el consumo.
g) Nuevos sistemas para afrontar viejos problemas.
h) Desarrollar un plan de emergencia.
i) Disfrutar de la vida sin alcohol.

– Específicos (o individuales):

a) Problemas con la responsabilidad.


b) Expresión de la culpa.
c) Expresión del enfado.
d) Trabajar con los síntomas depresivos.

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3.2.1. CÓMO SE TRABAJAN LOS DIFERENTES OBJETIVOS EN EL GRUPO

Una vez expuestos los diferentes objetivos, es importante analizar por qué estos autores creen que el
grupo permite conseguir estos objetivos.

• Levine

– Reduce la tendencia al escapismo, que en los alcohólicos se expresa de tres formas: drop
out, negación y recaída.
– Facilita los procesos de identificación múltiple. Permite el insight después de verse a sí mis-
mos reflejados en los demás.
– Situación de ahora y aquí, donde se les puede ayudar a entender las reacciones inmediatas.
– Universalización vivida de sentimientos y reacciones: ver cómo los demás se sienten y reac-
cionan ayuda a los alcohólicos a aceptar más fácilmente sentimientos similares en ellos
mismos.
– Es una demostración viva de que nuevas conductas son posibles al comprobar como los
otros miembros del grupo pueden abordar las situaciones dentro y fuera con nuevas estra-
tegias.
– El grupo es un lugar excelente donde experimentar nuevas conductas, es un buen banco de
pruebas que permite cambios en la conducta que, a menudo, precederán la llegada del ver-
dadero insight.
– Ofrece un lugar para dar salida a las necesidades de dependencia de los alcohólicos, ayu-
dándolos a contrarrestar la presión social.

• Sheila Blume

– Combate el aislamiento emocional (soledad) en que acaba viviendo el paciente alcohólico.


– Evita la tendencia a desarrollar una intensa dependencia del terapeuta.

3.3. TIPOS DE GRUPO DE ALCOHOL


En el tratamiento de los pacientes alcohólicos se han utilizado diversos tipos de agrupamientos, que
Levine clasifica de la siguiente manera:

3.3.1. GRUPOS AMBULATORIOS

Entendemos por grupos ambulatorios aquellos que se organizan en dispositivos asistenciales no resi-
denciales. Las características de los grupos ambulatorios dependen de los recursos de la institución, del
perfil de los pacientes y de la orientación teórica del terapeuta.

GRUPOS DE INSIGHT INTERPERSONAL (LEVINE)

Para Levine deben diferenciarse dos tipos de insight:

– Situacional: que facilita el reconocimiento de las circunstancias asociadas al consumo de alcohol


y el desarrollo de nuevas estrategias alternativas (coping strategies).

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– Interpersonal: que permite el reconocimiento de los antecedentes que se han relacionado con la
aparición de la dependencia alcohólica.

Estos grupos trabajan, según Levine, en dos niveles diferentes, ambos importantes y complementarios:

– El nivel de «allí y entonces» es necesario sobre todo en las fases iniciales del grupo y cumple el
doble objetivo de facilitar la comunicación y dar posibilidades de resolución de problemas exte-
riores al grupo, ya que algunos pacientes tienen dificultades para utilizar en la vida real los apren-
dizajes hechos en el grupo.

– En cambio, el «ahora y aquí» sería un vehículo potente para facilitar el cambio interno, a través de
la experiencia emocional correctiva que se da en el grupo.

En estos grupos Levine considera que no deben incluirse ni alcohólicos muy crónicos ni encefalópatas,
ya que cree que estos requieren un tratamiento diferente, reciben poca ayuda de este tipo de grupos y
pueden interferir en el trabajo grupal. En cambio cree que puede aceptar una cantidad (50% como máxi-
mo) de pacientes que nieguen su alcoholismo.

• Estructura

Respecto al encuadre o setting, Levine considera que la estructura deseable es la siguiente:

– Cantidad de pacientes: de 4 a 8.

– Frecuencia de las sesiones: de 1 a 3 semanales.

– Duración de las sesiones: de tres cuartos de hora a dos horas. El tiempo de duración se marca
por adelantado; si se incrementa demasiado el tiempo de la reunión, se mantiene una conversa-
ción light o drunk a loguin (discurso aprendido vacío de significado emocional).

– Tipo de grupo:

a) De apertura lenta: la incorporación y el alta de los pacientes a los grupos es progresiva en


el tiempo.
b) Grupos cerrados: el grupo empieza y finaliza con los mismos pacientes, y no se permite la
incorporación de nuevos miembros.

Este tipo de grupos necesitan un cierto tiempo para entrar en calor, y es preferible no estructurarlos
demasiado, con el objetivo de conseguir estimular la iniciativa y espontaneidad de los miembros del
grupo. El terapeuta debe adoptar una posición activa para facilitar el desarrollo de la confianza y de las
iniciativas con rapidez.

Levine cree imprescindible una duración superior a 12 sesiones para que tengan lugar fenómenos de
insight.

• Dinámica grupal

Levine habla de tres fases evolutivas en los grupos de larga evolución:

– Fase inicial, donde el objetivo prioritario es estimular la creación de un clima de confianza.

– Crisis de autoridad, en la que se plantean las dificultades de relación con los terapeutas.

– Fase de inclusión, en la que se producen las interacciones intensas entre los miembros.
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1ª Fase inicial

Levine plantea que en los alcohólicos se da una gran contradicción: «les encanta hablar pero les da
miedo la comunicación». Considera que algunos alcohólicos pueden llegar a realizar un tratamiento
entero sin expresar realmente sus sentimientos y diciendo sólo aquello que creen que los terapeutas
quieren escuchar.

Por lo tanto, el reto inicial para el terapeuta es doble: ayudar a que aparezca la comunicación real de
pensamientos y sentimientos, y reducir los miedos a esta comunicación.

Los objetivos iniciales del grupo no serán el desarrollo del insight, sino la creación de un clima de con-
fianza y de mutuo respeto entre los miembros del grupo.

La creación de este clima de confianza sólo se consigue mediante la estimulación de la libre expresión
de sentimientos y pensamientos, facilitando que sean aceptados y entendidos por el grupo. A la larga,
si aumenta la confianza, esto facilitará el desarrollo de una auténtica comunicación.

• Metodología de trabajo

Levine sugiere la siguiente metodología de trabajo en los inicios del grupo:

– Turno de presentaciones.

– Breve introducción genérica del grupo y de sus objetivos a cargo del terapeuta.

– Pequeño silencio que puede romperse de dos maneras:

a) Algún paciente habla.


b) El terapeuta introduce un tópico e inicia un go-around (preguntas sencillas que se pue-
den contestar brevemente y que se van haciendo a todo el grupo, uno detrás de otro).

– Asegurarse de que todo el que habla recibe respuesta; si no se la da el grupo, debe dárse-
la el terapeuta.

– Si se hacen preguntas directas al terapeuta, éste debe responder de forma directa y breve;
ya que si no contesta puede generar sensación de rechazo, y devolver la pregunta puede
generar inhibición. Al responder, el terapeuta debe tener presente el peligro de generar
dependencia del terapeuta.

– Generalización de la conversación: cuando un paciente habla, mediante la universalización


del comentario y preguntando directamente la opinión a los demás miembros.

Algunos tópicos para iniciar el grupo (open ended questions):

– Las causas del consumo de alcohol.

– Si son o no alcohólicos.

– Las propias dificultades para dejar de beber.

– Si les puede interesar la sobriedad.


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– Si les puede ser útil un tratamiento para el alcoholismo.

– Las causas de las recaídas.

– Alternativas al consumo de alcohol.

El drunk a loguin es inevitable en las primeras sesiones y el terapeuta debe reconducirlo:

– Aparece un tema que genera ansiedad.

– Respuesta de bloqueo de la comunicación: drunk a loguin.

– El terapeuta conecta el motivo de angustia con algún elemento del discurso del paciente
ansioso.

– El terapeuta interrumpe el drunk a loguin utilizando alguno de los elementos que pueda aso-
ciar con lo que ha generado la ansiedad.

– El terapeuta pregunta a quién ha iniciado el drunk a loguin qué piensa del tema que ha gene-
rado ansiedad.

– El terapeuta dirige la misma pregunta al resto del grupo.

• Calidad de las intervenciones del terapeuta

Para valorar la calidad, no la cantidad, de las intervenciones del terapeuta, Levine propone un
barómetro diagnóstico que es el análisis del flujo de información:

– Si en el grupo el flujo procede de los pacientes, la actividad del terapeuta es facilitadora.

– Si el flujo procede de los terapeutas, la actividad es intrusiva.

Levine también sugiere modelos de intervenciones facilitadoras e intrusivas:

– Modelos de intervenciones intrusivas o inhibidoras:

a) Señalar demasiado rápido las implicaciones de lo que dicen los pacientes.


b) Decir a los pacientes que quieren decir una cosa diferente de la que están diciendo.
c) Ofrecer explicaciones demasiado elaboradas en las sesiones iniciales.
d) Demostraciones de conocimientos profesionales.

– Modelos de intervenciones facilitadoras:

a) Compartir las impresiones sobre lo que se ha dicho, sin añadir ni cambiar nada: ¿pien-
sa que….?, ¿tiene la sensación de que…?
b) Pedir más elaboración: esta idea es interesante, ¿podría explicarla un poco más…?
c) Pedir clarificaciones: ¿le estoy entendiendo bien?, ¿usted está diciendo que…?
d) Comprobar el significado sin añadir nada: ¿usted quiere decir que…?
e) Repetir las últimas palabras del paciente.

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Respecto a las bases de la actitud facilitadora, el tipo de abordaje que preconiza Levine es el que
denomina «self-convincing approach», que en esencia consiste en:

– Incitar al grupo a explorar en profundidad y libremente los pros y contras de la bebida.

– Pensar que si se facilita la discusión en grupo, ellos mismos encontraran mejores argu-
mentos contra el alcohol que cualquier terapeuta.

– Dejar que aparezcan las ansiedades referidas a las consecuencias de una posible recaída.

2ª Crisis de autoridad

Levine define como crisis de autoridad grupal la situación en que un miembro o miembros del grupo
cuestionan la autoridad del terapeuta o desafían su poder.

Para Levine la correcta solución de las crisis de autoridad es fundamental para la buena evolución del
grupo.

• Concepciones teóricas en relación con las crisis de autoridad

– ¿Por qué aparece?

Delante de la autoridad el alcohólico no suele adoptar una actitud muy positiva. A menudo
elige entre dos posiciones igualmente destructivas: el enfrentamiento y la rebeldía o la sumi-
sión incondicional

La figura del terapeuta inicialmente genera una marcada ambivalencia (ayuda a vivir mejor,
pero prohíbe la bebida), que los pacientes difícilmente consiguen expresar.

Una vez abstinentes, la tendencia de los alcohólicos en los grupos suele ser la de adaptar-
se pasivamente a la autoridad del terapeuta. Esta pasividad comporta necesariamente con-
ductas de inhibición que impiden la expresión de los desacuerdos, de la hostilidad y de los
miedos hacia los terapeutas. La hostilidad no se expresa abiertamente sino en forma de
conductas pasivo-conformistas. En este contexto incluso la recaída puede tener un compo-
nente de agresión al terapeuta.

– ¿Cuándo aparece?

a) Cuando hay suficiente confianza para empezar a profundizar.


b) Cuando se quiere comprobar que el terapeuta sabrá contener las situaciones que se
puedan generar.
c) En una situación de ambivalencia incipiente: deseo de profundizar y miedo a profundizar.

– ¿Qué consecuencias puede tener?, ¿es imprescindible su aparición?

Levine considera inevitable y deseable la aparición de la crisis de autoridad. Para Levine la


correcta solución de las crisis de autoridad es fundamental para la buena evolución del
grupo. La única forma de solucionarla es que los pacientes puedan expresar libremente sus
dudas, desacuerdos y ansiedades.
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En función de cómo se resuelva la crisis de autoridad, el grupo tendrá dos posibles evolu-
ciones:

a) Si se soluciona la crisis el grupo evolucionará a una verdadera comunicación entre los


miembros (paso a la fase de inclusión).
b) Si se evita afrontarla, el grupo permanecerá como una colección de individuos que
están juntos.

• Formas de inicio de la crisis de autoridad

Levine describe tres formas de inicio de las crisis de autoridad, aunque no descarta que puedan
existir otras:

– Cuestionamiento indirecto de la competencia del líder: preguntas sobre aspectos técnicos,


sobre la utilidad de los grupos, sobre aspectos privados de la vida del terapeuta, etc.

– Hablar de enfrentamientos con autoridades fuera del grupo: problemas con los superiores
del trabajo, conflictos con la autoridad gubernativa, etc.

– Confrontación directa con el terapeuta: crítica de la conducta o actitudes del terapeuta.

• ¿Cómo afronta el terapeuta la crisis de autoridad?

– Identificándola lo más pronto posible. Es necesario considerar: los desencadenantes, los


miembros del grupo más directamente implicados y la actitud del resto del grupo.

– Facilitando la plena expresión de los desacuerdos.

– Agradeciendo la sinceridad.

– Reconociendo los errores, si se piensa que se han cometido.

– Explicando la propia perspectiva de forma respetuosa hacia los demás.

3ª Fase de inclusión

Después de la crisis de autoridad, si se ha resuelto satisfactoriamente, se inicia la fase de inclusión.


Cuando un grupo entra en la fase de inclusión, los pacientes deben hacer una elección entre huir o
enfrentarse. Si optan por la huida, hay cinco formas típicas de hacerlo:

– Ausencias.

– Retrasos.

– Abandonos.

– Silencios.

– Estar siempre de acuerdo.

Si en cambio optan por no huir, se encontraran con la obligación de confrontarse entre ellos. Esta con-
frontación nace de la necesidad de comprobar que se es aceptado por los otros y comporta dos pro-
cesos simultáneos:

– Identificación con los que son similares y creación por tanto de subgrupos.

– Enfrentamiento con los otros subgrupos.


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Que los pacientes tomen la opción de luchar o de huir dependerá de dos tipos de elementos, unos liga-
dos a los pacientes y otros ligados al terapeuta.

Los pacientes se muestran marcadamente ambivalentes y por tanto ansiosos, ya que la ambivalencia
genera ansiedad y ganas de huir tanto de la propia ansiedad como de la de los demás. Esta actitud
ambivalente es debida a la coexistencia de dos tendencias opuestas: el deseo de exponer las propias
ideas y confrontarlas, y el miedo a ser rechazado si se expresan.

Por lo que respecta al terapeuta, puede colaborar a facilitar una correcta evolución si sigue los siguien-
tes principios: estimular la plena expresión verbal del conflicto, reforzar las dos partes sin tomar par-
tido e integrar el resto del grupo en las discusiones.

FASE INICIAL

CRISIS DE AUTORIDAD

FASE DE INCLUSIÓN

Figura 3. Fases de evolución de los grupos según Levine.

GRUPOS MOTIVACIONALES

Este tipo de grupos está diseñado para pacientes que niegan su alcoholismo, con el objetivo de dis-
cutir en profundidad si su propio consumo de alcohol constituye un problema y/o si precisan realizar
tratamiento. Por tanto son grupos dirigidos a pacientes que niegan su alcoholismo o no quieren reali-
zar tratamiento, y también pueden incluir a aquellos pacientes que recaen y se adaptan pasivamente
a los tratamientos convencionales.

El objetivo principal es que el paciente resulte motivado y acepte su alcoholismo, ayudándole a explo-
rar si su relación con la bebida constituye un problema de alcoholismo, y facilitando que los pacientes
se apunten a un proceso de tratamiento honesto y realista.

• En relación con el setting, la estructura deseable es la siguiente:

– Cantidad de pacientes: de 5 a 8.

– Frecuencia de las sesiones: de una o varias veces por semana.

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– Duración de las sesiones de una hora a una hora y media, dependiendo de la capacidad de
los miembros.

– Ayuda que asistan a la vez a grupos educacionales.

– Cuando aceptan su alcoholismo y la necesidad de tratamiento, pueden empezar el trata-


miento propiamente dicho.

– La abstinencia no es obligada.

– Hay un límite temporal de sesiones.

En este tipo de grupos es útil realizar a priori una entrevista individual, ya que facilita la relación entre
paciente y psicólogo y permite iniciar la comunicación. El objetivo es preparar al paciente para entrar
en el grupo y reducir el miedo, explicándole el propósito y la naturaleza del grupo.

• Objetivos en las primeras reuniones

– Facilitar la expresión de todos los sentimientos que produce su posible alcoholismo.

– Facilitar el énfasis entre los miembros por sus sentimientos positivos y negativos sobre el
alcoholismo.

– El terapeuta debe asegurarse de que todos reciben respuesta y son escuchados y evaluados.

– Si los miembros no responden a la iniciativa de un paciente, él ha de reconocerlo y apoyar


esta iniciativa.

• Técnicas para iniciar grupos de motivación

– Asegurarse de que se crea un clima que permite dar apoyo y énfasis a todas las expresio-
nes de sentimientos sobre el alcoholismo y la negación.

– Explicar brevemente los propósitos del grupo y sugerir las cosas en común que todos com-
parten.

– Si no empieza la discusión, presentarse él y hacer que se presenten.

– Puede ser útil preguntar uno a uno si se consideran alcohólicos o no, o si no están seguros.

– Hacer que expliquen por qué se han clasificado de esta manera.

– Evitar no estar de acuerdo con las clasificaciones que han dado.

– Si empieza la discusión, permitir que continúe.

– Si no empieza, preguntar qué les parece la clasificación que han dado los demás y por qué.

– Preguntar cuál creen que es la principal motivación por la que beben los alcohólicos.

– Preguntar a cada miembro qué cree que es lo que perdería si dejase de beber.

– Permitir expresar cualquier necesidad que la bebida les satisfaga. Dejar las alternativas a
otros espacios de tratamiento, no ir demasiado deprisa.

– Si se pueden sentir libres de expresar estos sentimientos en el grupo y recibir más com-
prensión, hay más posibilidades de compartir otros sentimientos.

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GRUPOS PARA ALCOHÓLICOS CRÓNICOS

Según Levine, el problema principal de los alcohólicos crónicos es el drunk a loguin; es decir, la utili-
zación de las palabras para evitar la comunicación, diciendo todo aquello que piensan que los demás
quieren escuchar. La razón principal para aislar a los alcohólicos crónicos es que necesitan especial
atención para romper la barrera comunicacional.

En cuanto al setting, la estructura deseable es la siguiente:

– Cantidad de pacientes: de 5 a 8.

– Frecuencia de las sesiones: una o más.

– Duración de las sesiones: una hora.

– Abstinencia obligada.

En estos grupos el terapeuta debe tener un papel activo al iniciar la sesión (go around)

• Objetivos

– Hablar de sentimientos y pensamientos actuales.

– Que se empiecen a preocupar menos de gustar al terapeuta.

– Que se empiecen a preocupar menos de gustar a los otros miembros del grupo.

• Técnicas

– Las primeras respuestas solicitadas han de ser muy sencillas (decir sí o no, decir el nom-
bre...).

– Hacerlas más complejas progresivamente (cuándo, cómo, dónde...).

– Dar la opción de no contestar; si no, tiene lugar el drunk a loguin.

– La expresión de sentimientos debe dejarse para el final, ya que si se hace al inicio o dema-
siado pronto provoca una represión de los mismos.

GRUPOS DE UNA SESIÓN

Levine considera que no son propiamente grupos, ya que no tienen tiempo de desarrollarse como tales.

• Estructura óptima

– De 5 a 8 miembros.

– La duración del grupo puede oscilar de una hora a una hora y media.

– Centrado en un único objetivo.

– No mezclar alcohólicos crónicos y deteriorados con alcohólicos que pueden pensar y discutir.

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• Técnica

– El terapeuta ha de introducir un solo tema y tener un papel central en la interacción.

– Las reuniones son más productivas si la necesidad del tema es compartida por todos los
miembros.

– Los temas y objetivos han de estar limitados a experiencias y acontecimientos inmediatos.

• Objetivos

Sólo debe proponerse un solo objetivo y centrarse en él:

– Objetivos motivacionales:

a) Estimular ideas sobre las causas del consumo de alcohol.


b) Estimular ideas sobre si son o no alcohólicos.
c) Estimular ideas sobre las propias dificultades para dejar de beber.
d) Estimular ideas sobre si les puede estimular la sobriedad.
e) Estimular ideas sobre si les puede ser útil un tratamiento para el alcoholismo.

– Objetivos terapéuticos:

a) Estimular ideas sobre cuando y por qué beben.


b) Estimular ideas sobre las causas de las recaídas.
c) Estimular ideas sobre reacciones a sentimientos o situaciones específicas.
d) Estimular ideas sobre alternativas al consumo de alcohol.
e) Ayudarles a empezar a entender que sus expectativas en relación con los demás y con
ellos mismos son irreales.
f) Ayudarlos a empezar a entender como el perfeccionismo interfiere en sus vidas.

GRUPOS DE AUTOAYUDA

Cuando hablamos de grupos de autoayuda, básicamente nos referimos a Alcohólicos Anónimos.

David Robinson cita a Marie Killilea (1976) para definir las siete características principales de los gru-
pos de autoayuda:

– Experiencia común de los miembros. Esto implica fraternalidad en el sentido de la clasificación


psicoanalítica.

– Darse ayuda y apoyo mutuamente.

– El helper principle: quien ayuda es quien más se beneficia.

– Se refuerza el concepto de normalidad individual, negándose la concepción previa de individuo


desviado.

– Creencia en la fuerza de voluntad colectiva.

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– Importancia de la información: es más importante la comprensión de los hechos que de las diná-
micas intrapsíquicas.

– Acción constructiva hacia los objetivos compartidos.

Robinson se plantea que los grupos de autoayuda funcionan gracias a dos mecanismos fundamentales:

– Compartiendo información y experiencias comunes.

– Proyectando: un proyecto es una actividad de la cooperativa.

En su paso por el grupo, el individuo saca provecho gracias a un proceso de de-construcción y re-cons-
trucción. El proceso se inicia compartiendo la de-construcción y finaliza proyectando la re-construcción.

En la de-construcción compartida considera tres etapas sucesivas:

– Concentración absoluta (y por lo tanto aceptación) en el problema.

– Compartir información sobre soluciones prácticas a los problemas reconocidos.

– Desestigmación del problema y de uno mismo.

La re-construcción se realiza mediante proyectos que necesariamente han de ser sumamente impor-
tantes para los miembros del grupo. En el caso de Alcohólicos Anónimos, la adquisición y el manteni-
miento de la abstinencia.

Se enfatiza el presente. Los problemas (recaídas) pueden aparecer en cualquier momento, por tanto el
compromiso de los miembros es total.

Vattano considera los grupos de autoayuda como signos de una sociedad evolutiva más democrática.

Alfred Katz, en cambio, considera que el propósito de los grupos como Alcohólicos Anónimos es exac-
tamente ayudar a sus miembros a adaptarse a los valores de la clase media dominante de la sociedad.

Robinson plantea el siguiente dilema: «¿Los grupos de autoayuda son la vanguardia de los revolucio-
narios de la salud o la retaguardia del sistema sanitario?»

3.3.2. GRUPOS DE INTERNOS

Los grupos de pacientes ingresados son aquellos que se constituyen en el marco de un contexto hos-
pitalario. Algunos pacientes requieren una desintoxicación física de forma controlada; esto permite
introducir las técnicas grupales para trabajar la motivación hacia el tratamiento.

• Objetivos generales

– Recuperarse del alcoholismo.

– Aceptar el alcoholismo como un problema.

– Motivar al alcohólico a recuperarse.

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– Entender la naturaleza y extensión del problema.

– Entender las causas y entender los problemas del consumo excesivo de alcohol.

– Desarrollar alternativas para hacer frente a los factores causales.

– Desarrollar habilidades para expresar sentimientos.

– Interrupción del rol (de abandonado, de fracasado...).

– Preparar al alcohólico para reincorporarse a la sociedad.

– Prepararlo para utilizar todos los recursos.

– Ayudarlos a saber qué hacer ante una recaída.

– Proveer apoyo posthospitalario.

• Objetivos para una primera admisión

Es muy difícil conseguir todos los objetivos completamente; querer conseguirlos todos puede
generar sensación de fracaso. Objetivos realistas y concretos animan a los pacientes a exponer
información sobre el alcoholismo y sus consecuencias, a considerar si son o no alcohólicos y si
necesitan tratamiento, y los preparan para la evaluación continua.

En una primera admisión es importante tener precaución y no querer ir demasiado deprisa, para
conseguir romper la negación.

• Objetivos para la readmisión

El período entre ingresos es importante y también forma parte del proceso. La readmisión puede
ser vista como una tentativa de tratamiento más que como una recaída. Los objetivos dependen
del propio paciente.

– Evaluar las experiencias positivas y negativas.

– Fomentar la determinación de si es o no alcohólico.

– Evaluar cuándo y por qué vuelve a beber.

– Evaluar los períodos de sobriedad y/o moderación para favorecer la introspección.

– Evaluar el tratamiento previo: qué ayudo y qué no ayudó.

– Ayudar a evaluar el propio tratamiento y las experiencias intermedias.

• Objetivos para la admisión de alcohólicos crónicos

Los objetivos con estos pacientes son:

– Establecer una comunicación auténtica a través de la discusión sobre casi todo menos
sobre el alcohol.

– Desarrollar relaciones que permitan compartir sentimientos y pensamientos con el perso-


nal, más que recitar lo que han aprendido y no son capaces de utilizar.

– Ayudarlos a desarrollar alternativas al hecho de no beber, además de un cambio comporta-


mental.
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• Los distintos programas de grupo en pacientes alcohólicos ingresados son:

– Grupos de acogida

Un buen inicio es muy importante, ya que puede facilitar o impedir el inicio o la implicación
en el programa. Las experiencias pasadas influyen en las actitudes y sentimientos actuales.

– Grupos prealta

Ayudan a trasladar y mantener la mejoría fuera del hospital, ya que muchos pacientes tie-
nen dificultades en trasladar sus experiencias dentro del hospital a las situaciones de la vida
normal. Se trabaja la asertividad y se les ayuda a intentar cambiar su vida basándose en lo
que han aprendido en el programa.

Tiene una estructura abierta-cerrada: cada paciente entra y sale del programa cuando se
encuentra preparado.

– Grupos postalta

Su principal función consiste en dar apoyo y continuidad a los pacientes después del alta.
Ayudan al crecimiento posterior de los pacientes que abandonan el programa, y dan el apoyo
adecuado en el período en que el estrés empieza a ahogar a los pacientes dados de alta
recientemente.

Los grupos prealta y postalta pueden ayudar a superar las dos causas mayores de recaídas:
el fracaso en el intento de seguimiento postalta y el fracaso en la demanda de ayuda antes
de la recaída.

– Grupos para familiares

Muchos factores familiares contribuyen a causar y perpetuar el alcoholismo. El grupo para


familiares da recursos a la familia para ayudarles a cambiar su manera de interactuar con
él, a entender posibles causas y a reducir tensiones.

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UTILIZACIÓN DE LAS TÉCNICAS GRUPALES EN LOS GRUPOS


4. DE COCAÍNA

Mayoritariamente, los aspectos grupales tratados anteriormente respecto a los grupos de alcohol son apli-
cables a grupos de cualquier otra sustancia. A continuación destacamos brevemente algunos aspectos muy
específicos de los grupos de cocaína.

Los mecanismos defensivos más utilizados por los pacientes adictos a la cocaína y que les impiden
reconocer su adicción y mantener la abstinencia son: la negación, la proyección y su tendencia al auto-
engaño, mecanismos que se diluyen a través del «fenómeno espejo» que se da en los grupos.

Los pacientes en los grupos aprenden una nueva manera de relacionarse más auténtica y con com-
promiso emocional. Toma especial relevancia el respeto por las normas grupales, la asistencia regular,
la sinceridad, la participación activa, la confidencialidad, etc., y la transmisión de estas normas por los
miembros que las han incorporado de forma estructurante.

El adicto vive con mucha frustración los intentos fallidos de abandonar la sustancia. En los grupos de
apertura lenta, las personas que han superado las primeras fases de tratamiento pueden transmitir
esperanza en la recuperación.

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ASPECTOS FORMALES DE LOS GRUPOS DE TERAPIA


5.
Los aspectos formales del grupo son aquellos que definen el encuadre, los criterios de indicación y
contraindicación, y los roles y funciones del terapeuta dentro del grupo.

5.1. CRITERIOS DE INDICACIÓN Y CONTRAINDICACIÓN


GRUPALES
• Evseff (1948), inició grupos de alcohólicos en un hospital psiquiátrico e introdujo por primera vez
criterios de selección:

– CI mayor de 90.

– Personalidades psiconeuróticas o ciclotímicas.

• Haber (1949) reunía a sus pacientes cinco veces por semana y establecía los siguientes criterios
de exclusión:

– Psicópatas francos.

– Psicópatas.

– Deteriorados.

– Pacientes sin deseo real de tratarse.

• Berne considera que no hay motivos para utilizar criterios de selección, y no cree que los alcohó-
licos deban tratarse separados del resto de pacientes.

• Foulkes, en cambio, sólo considera como motivos de exclusión los que impiden la adaptación de
un paciente al trabajo grupal:

– Pacientes marcadamente paranoides.

– Psicóticos agudos.

– Suicidas.

– Depresivos endógenos.

– Psicópatas antisociales.

• Mullan y Sangiuliano consideran los siguientes criterios de selección:

– Genéricos:

a) Edad (no demasiado grandes).


b) Capacidad mental (CI normal).
c) Ausencia de patología afectiva muy grave.
d) Nivel de motivación razonablemente bueno.
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– Específicos:

a) Conocimiento por parte del paciente de lo que es un alcohólico.


b) Que busque psicoterapia,.
c) Que acepte otras formas de rehabilitación (antabús, etc.).
d) Que tenga un cierto insight, actividad dinámica y el compromiso de acudir a las sesiones.
e) Que combine la ansiedad con un esfuerzo por mantener la sobriedad.

Como criterios claros de exclusión estos autores consideran los siguientes:

– Conducta psicótica.

– Incapacidad para establecer una relación con ningún miembro del equipo.

– Conducta psicopática.

– Grave patología física limitante.

Aparte de estos criterios, al igual que Foulkes, estos autores se preocupan mucho de cómo y en qué
momento el paciente se introduce en el grupo. Consideran que primero debe establecerse una fuerte
relación con el terapeuta; y que, además, cuando éste entre en el grupo no debe estar en situación crí-
tica o trabajando material inconsciente.

• Vannicelli se preocupa muy poco de las indicaciones de grupo, y simplemente considera que
deben excluirse los pacientes claramente psicóticos.

• Kinney y Leaton tampoco profundizan en las indicaciones, pero insisten en que los grupos han de ser
exclusivamente para alcohólicos. Creen que en un grupo no restringido a alcohólicos se reproducirá
el círculo patológico que previamente se ha producido en la familia: buenos consejos, proteccionis-
mo, concentración de la atención en el paciente, progresiva decepción y, finalmente, franca hostilidad
hacia el alcohólico.

• Levine está de acuerdo con estos criterios y plantea las indicaciones de grupo en función del tipo
de grupo. Sin plantear criterios de exclusión claros, considera que la existencia o no de una acep-
tación previa de problemas con el alcohol sería el punto que marcaría la indicación de grupo de
insight o grupo motivacional. Por otro lado, la capacidad de adquirir insight situacional sería el
punto de corte entre los grupos de insight interpersonal y los grupos de alcohólicos crónicos.

Levine hace un abordaje más global, planteando a la vez el setting y las indicaciones, ya que las
considera interrelacionadas. Considera que a la hora de crear un grupo de alcohólicos deben
tenerse en cuenta los siguientes principios básicos:

– Los propósitos del grupo deben ser realistas y claros para los miembros, y coherentes con
la estructura del grupo y el programa terapéutico en el que está integrado.

– Los miembros se han de seleccionar en función de su capacidad y deseo de conseguir los


propósitos del grupo.

– La estructura grupal ha de facilitar los propósitos de los miembros.


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– Propósitos, selección de los miembros y estructura están interrelacionados. Cualquier cam-


bio en un aspecto debe coordinarse con cambios en los otros aspectos.

Por lo que se refiere a los propósitos del grupo, considera que los tres errores más frecuentes
són: demasiados propósitos, propósitos demasiado diversificados y propósitos no realistas.

Más que criterios de selección, Levine habla de criterios de agrupamiento, y considera que los
pacientes se han de agrupar con la finalidad de obtener la mayor sinergia posible en el sentido
de Cartwright y Zander. Al seleccionar a los pacientes considera criterios de homogeneidad (coin-
cidencia de objetivos, similitudes en la situación socioeconómica, gravedad del alcoholismo, simi-
litudes étnicas, sexo, edad, raza...).

Levine considera importante no mezclar alcohólicos crónicos con pacientes no cronificados. El


punto de corte lo sitúa en la capacidad de los pacientes de experimentar insight situacional.

La estructura del grupo Levine la define como el conjunto de aspectos logísticos del grupo, y com-
prende:

– Frecuencia de las reuniones.

– Duración de las sesiones.

– Cantidad de pacientes.

– Tipo de grupo.

– Forma y contenido de los grupos, considerando tres posibilidades: grupos para motivación,
grupos de insight situacional y grupos para alcohólicos crónicos.

5.2. SETTING
Al hablar de setting o marco de referencia, nos limitaremos ahora a los grupos propiamente terapéuti-
cos; y el resto de los grupos los definiremos diferenciándolos de éstos.

Respecto al setting, cada orientación tiene una concepción diferente. Repasaremos algunos de los
autores relevantes:

• Foulkes sintetiza las normas referidas al marco referencial en tres apartados:

– Condiciones impuestas:

a) Encuentros con extraños: han de evitarse contactos fuera del grupo.


b) Tipo de grupo: de apertura lenta, aunque también puede ser cerrado.
c) Carácter de la habitación y disposición de los asientos: habitación cuadrada o redon-
da, con una mesita baja en medio, sillas en círculo, no necesariamente todas iguales,
pero sí tantas como pacientes esperados.
d) Cantidad de miembros: de 4 a 8. Hasta 15 en grupos de trabajo.
e) Duración y frecuencia de las sesiones: de una o dos horas y de 75 a 90 minutos.

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– Normas de conducta requeridas. Su cumplimiento e incumplimiento forma parte del trabajo


grupal:

a) Regularidad.
b) Puntualidad.
c) Discreción.
d) Abstinencia en la sesión: «acción suspendida».
e) Abstención de contactos externos.
f) Abstención de decisiones vitales.

– Cultura que se promueve:

a) Honestidad y respeto mutuos.


b) Tolerancia recíproca y una cierta flexibilidad e informalidad.
c) Las comunicaciones son entendidas como un equivalente de la libre asociación.

• Berne introduce un elemento inicial más provocador, ya que él se obliga a entrar cinco minutos
tarde. También recomienda poner el mínimo de normas posibles, ya que piensa que las normas
están hechas para saltárselas; y hasta recomienda que se atiendan llamadas telefónicas en el
transcurso del grupo. Por lo que respecta a la habitación, recomienda también las sillas en círcu-
lo, pero sin la mesa en medio. Pone especial atención en la distancia entre los miembros, que no
ha de ser ni mucha ni poca, de tal manera que alargando el brazo puedan tocarse.

El promedio de asistencia debe situarse por encima del 75%, considerando óptimo un 90%.

Otro aspecto diferencial es que Berne considera fundamental exponer claramente al grupo los
objetivos que se persiguen, y también aconseja que no obvien los contratos que se establecen y
que son tres:

– Del terapeuta con la institución.

– Del terapeuta con los pacientes.

– De los pacientes con el terapeuta.

Y en cada uno de estos contratos ve tres partes:

– La administrativa.

– La psicológica.

– La profesional.

Según Berne, el terapeuta cumple dos funciones en el grupo:

– La de líder, ligada al contrato profesional.

– La de aparato de grupo, ligada al contrato administrativo.

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• M. Vannicelli considera esencial que se establezca un contrato terapéutico con el paciente, y dife-
rencia los siguientes puntos:

– Compromiso de asistencia por un mínimo de tres meses.

– Compromiso de asistencia regular y puntual, con notificación previa de ausencias inevitables.

– Necesidad de avisar con antelación si el paciente piensa abandonar el grupo.

– Compromiso de abstinencia y de hablar de los deseos de beber y/o de posibles recaídas.

– Compromiso de abordar problemáticas personales que incidan significativamente en la rela-


ción con los demás o que impidan una vida satisfactoria.

– Compromiso de hablar sobre lo que pasa en el grupo como una forma de entender mejor
las propias dinámicas internas.

– Especificación de los límites en los contactos fuera del grupo entre los miembros del grupo.

– Tipos de comunicaciones posibles entre los terapeutas y los familiares de los pacientes que
no acudan a grupo.

Vannicelli no habla directamente del setting, pero de sus escritos se deduce que se trata de gru-
pos abiertos-lentos, formados por 8-10 pacientes y moderados por dos terapeutas, generalmente
hombre y mujer. Propone reuniones semanales de una hora y media de duración, con el objetivo
de explorar las relaciones interpersonales que se desarrollan en el marco grupal. Son siempre
pacientes que han pasado por una etapa educacional de cinco semanas en régimen ambulatorio
o de internamiento.

• Blume considera fundamentales los siguientes puntos:

– Estricto respeto de la confidencialidad.

– Normativa básica:

a) Normativa en relación con retrasos y ausencias.


b) Normativa en relación con la asistencia intoxicado.
c) Normativa sobre la interrupción voluntaria del tratamiento y retorno al grupo.

– Clarificación de las responsabilidades del terapeuta y de los miembros del grupo.

– Habitáculo:

a) Habitación tranquila.
b) Sin mesa.
c) Asientos diversos (nunca el más confortable para el terapeuta).

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5.3. EL TERAPEUTA: ROLES Y FUNCIONES


Es evidente que los roles y funciones del terapeuta variarán según el tipo de grupo. A pesar de esto,
habrá unos aspectos comunes en todos los casos.

Foulkes, al igual que Berne, distingue en el terapeuta (conductor) dos tipos de funciones:

• El terapeuta como administrador del grupo

En su función de administrador, considera que ha de asumir las siguientes obligaciones:

– Normas a cumplir: regularidad y puntualidad, informar con anterioridad y sin interrupciones,


informar del tiempo que «vivirá» el grupo.
– Registros grupales necesarios: registros de la asistencia, diagrama de posiciones, anota-
ciones inmediatamente después de la sesión, reflexionar antes y después de la sesión.

• El terapeuta como grupoanalista

Por lo que se refiere a su función como grupoanalista, Foulkes hace las siguientes recomenda-
ciones:

– No adoptar una actitud de juez, ser capaz de escuchar una y otra vez
– Ir de lo manifiesto a lo latente. Primero estar seguro del qué antes de plantearse el cómo.
– Evitar volverse demasiado importante para el grupo. Esto tiene dos ventajas: soporta menos
presión y se puede trabajar más libremente; y aumenta la confianza del grupo en sí mismo
y, por tanto, lo convierte en un agente de cambio más fiable y poderoso.
– En el inicio del grupo, y sobre todo al principio, la ayuda activa es necesaria y está indicada.
– El conductor nunca debe hacer el trabajo del grupo, si no es indispensable y sólo mientras
lo sea.
– Al minimizar la importancia como figura parental autoritaria, el conductor hace una impor-
tante contribución para reducir la tiranía irracional del superyo.

LA INTERPRETACIÓN

En la técnica grupoanalítica la interpretación juega un papel fundamental y es una de las funciones bási-
cas del terapeuta.

Foulkes define la interpretación como una comunicación verbal del conductor al grupo, o a los miem-
bros del grupo, a fin de hacerlos conscientes del significado de algún hecho. Cuando se interpreta se
está haciendo el trabajo que debería realizar el paciente. Por lo tanto, antes de interpretar deben ana-
lizarse las defensas y resistencias que impiden al paciente llegar por sí mismos a la interpretación.

Las interpretaciones no se refieren sólo al momento presente, sino que tienen en cuenta la historia del
grupo y los hechos fronterizos.

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• Foulkes recomienda que sean breves, a excepción de tres tipos de interpretaciones:

– Exposiciones-resumen sobre un paciente.


– Incidentes fronterizos.
– Interpretaciones del comportamiento global del grupo en momentos de crisis.

• Foulkes considera que las áreas principales de interpretación son:

– Los procesos grupales interactivos en curso.


– El conflicto antiguo que el individuo repite en la situación grupal.
– Experiencias infantiles asociadas.
– La experiencia actual en la vida cotidiana.
– Los incidentes fronterizos entre el grupo en curso y la vida cotidiana.

• También es interesante la advertencia sobre las interpretaciones a evitar:

– Interpretaciones precipitadas en profundidad.


– Tendencia a poner en evidencia las contradicciones del paciente.
– Interpretaciones encadenadas (el analista es quien realiza las asociaciones en lugar del
paciente).
– Interpretaciones que tienden a clasificar o categorizar («etiquetar»).

• Máximas de Foulkes

Foulkes propone una serie de recomendaciones a seguir por los terapeutas, que recuerdan que el tera-
peuta está al servicio del grupo y que no debe olvidar que el potencial terapéutico está en el grupo:

– Prepárate bien. Nunca habrás terminado de aprender. Tu conducción es un aprendizaje continua-


do, pero nunca ha de serlo a expensas del grupo.

– No has de utilizar al grupo para satisfacer tus necesidades.

– Tu eres quien ha de crear y mantener activamente la situación grupoanalítica.

– Sigue siempre al grupo. Escucha antes de intervenir. Cuando creas haber entendido, escucha otra
vez y comprueba que habías entendido correctamente.

– Tu función habitual no es la de interpretar. Deja que el grupo encuentre la solución por sí mismo.
Pregúntate que es lo que les impide encontrarla.

– Intenta averiguar cómo se lo hace el grupo para no entender y los pacientes para no cambiar. En
el análisis de estos bloqueos y resistencias se puede ser más activo.

– Para que el tratamiento sea óptimo no ha de ser demasiado largo. Tómate todo el tiempo que sea
necesario para introducir al paciente en el tratamiento y para elaborar la finalización.

– Concéntrate en la necesidad que tienen de estar enfermos, de defender su enfermedad, y en su


autodestructividad.

– No te dejes manipular permitiendo que te sitúen en la posición de ser quien tiene que curarlos.
Demuéstrales que no eres ni su padre ni su madre.
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– El grupo detectará tus puntos débiles como si fuese un genio colectivo de la psicología. Para hacer
frente a estas heridas lo mejor es discutirlo con los colegas en temas técnicos y manteniendo una
especie de discusión libre de grupo.

– Un genuino interés científico y filosófico ayudará a encontrar el equilibrio correcto entre el com-
promiso y el distanciamiento deseable.

• Berne

Berne hace una revisión de las condiciones que ha de plantearse el terapeuta antes de empezar el
grupo. Considera una obligación fundamental que el terapeuta esté:

– Físicamente fresco.

– Psíquicamente «vacío» (libre de influencias ajenas al grupo).

En el grupo el terapeuta tiene una función de observador visual (expresiones faciales y gesticulaciones)
y auditivo (contenidos verbales).

El terapeuta dentro del grupo es también objeto de atención, preferentemente por parte de los pacien-
tes. En función de esto se ve obligado en cuanto a cuatro aspectos:

– Estéticamente.

– Mostrándose responsable.

– Haciendo claro su nivel de compromiso.

– No escondiendo sus idiosincrasias particulares.

• Feibel

Feibel considera que el terapeuta de grupos de alcohólicos ha de cumplir las siguientes funciones:

– Ayudar al paciente a verbalizar la historia de su vida.

– Ayudarlo a empezar a trabajar sus defensas de negación para aceptar progresivamente el criterio
de realidad.

– Utilizar interpretaciones para ayudar al paciente a conectar el pasado con sus acciones actuales.

– Aceptar el enfado del paciente cuando se frustra la relación transferencial.

– Estimular al paciente a continuar explorando, entendiendo y reorganizándose.

– Permitir la incorporación benigna del «buen» terapeuta que posteriormente comportará la identifi-
cación con el terapeuta.

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• Kinney y Leaton

Kinney y Leaton definen claramente las funciones o responsabilidades del terapeuta en un grupo de
alcohólicos:

– Iniciar el grupo: sugerir ideas, hacer que la bola empiece a rodar.

– Elaborar o clarificar: aclarar confusiones, dar ejemplos, ampliar las contribuciones de algún miem-
bro, etc.

– Resumir: «atar cabos sueltos».

– Facilitar.

– Expresar sentimientos grupales, reconocer el estado de ánimo y el tipo de relaciones que se dan
en el grupo.

– Dar feedback.

– Buscar feedback.

5.3.1. COTERAPEUTAS Y TERAPEUTAS AUXILIARES

• Berne considera que no es necesario ni ayuda nada la figura del coterapeuta. Considera tres posi-
bilidades:

– Coterapeutas: los coterapeutas son difícilmente justificables para él.

– Terapeutas auxiliares: los terapeutas auxiliares son útiles para que se hagan cargo de las
funciones del líder como aparato del grupo, llevando registros del grupo y colaborando en
las discusiones postgrupo.

– Los observadores, que para Berne pueden ser de tres tipos:

a) Críticos.
b) En formación.
c) Visitantes.

El observador tiene la obligación de mantenerse callado y sólo contestar escuetamente si los


pacientes le preguntan directamente. Se le ha de presentar diciendo quién es y para qué está en
el grupo.

• Foulkes, en cambio, considera que el observador no es admisible y que tampoco hay sitio para
los terapeutas auxiliares. De cualquier forma, cuando él habla de coterapeuta se está refiriendo
al terapeuta auxiliar de Berne, ya que considera que la responsabilidad del grupo es sólo de uno
de los dos terapeutas.

• Martensen-Larsen son partidarios de la figura del coterapeuta, porque así ofrecen al paciente la
posibilidad de escindir la transferencia en el terapeuta bueno y en el malo.

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EL ANTIGRUPO
6.
El antigrupo es un concepto que Rober Nitsum, grupoanalista formado en el Instituto de Grupoanálisis
de Londres, formuló para posibilitar el reconocimiento total de los procesos de oposición y los disrup-
tivos que actúan contra el grupo, tanto en psicoterapia de grupo como en los grupos ajenos a la con-
sulta clínica.

El antigrupo describe actitudes negativas hacia el grupo y comportamientos en el mismo grupo que, si
no son reconocidos o contenidos, pueden alterarlo y devaluar la tarea terapéutica. Algunos puntos
importantes sobre el antigrupo son:

– Es más un proceso que una entidad fija en los grupos.

– El proceso varía considerablemente de un grupo a otro. En unos es muy evidente mientras que en
otros destruye totalmente el grupo.

– Proviene de diferentes niveles de grupo: de una persona, de los subgrupos y del grupo como tota-
lidad.

– Tiene una función de facilitar el desarrollo, pero puede ser también patológico. En su función de
desarrollo aporta una guía para el grupo, posibilitando al mismo tiempo que sus miembros ten-
gan la oportunidad de expresar su frustración, desencanto y odio a través de lo antigrupal.

– Existe una relación complementaria y potenciadora de la capacidad creativa del grupo. En otras
palabras, reconociendo y conteniendo el antigrupo, se ayuda a posibilitar los procesos creativos
y constructivos del grupo.

Los síntomas de lo antigrupal en la terapia de grupo son muy evidentes. Hay un alto nivel de continua
ansiedad y desconfianza en el grupo, frecuentes críticas y ataques sobre el grupo, una asistencia irregu-
lar y un persistente llegar tarde que rompen la continuidad del grupo, haciendo que el grupo sea diferente
cada semana. A menudo hay un elevado índice de abandonos; una, dos o tres personas dejan el grupo en
una reacción en cadena, el grupo se debilita y hay temores sobre la desintegración del grupo. El temor,
con frecuencia, está en la mente de la conciencia grupal: ¿sobrevivirá el grupo? El conductor se siente a
menudo con dificultades para ayudar: pierde el control y se siente amenazado por la decadencia del grupo.

A continuación describiremos diferentes situaciones en las que se pueden manifestar aspectos anti-
grupales, así como algunas indicaciones de intervención.

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6.1. RESISTENCIAS EN EL GRUPO


Las resistencias en el grupo son todos aquellos fenómenos grupales que dificultan el trabajo grupal.

6.1.1. ACTIVIDADES GRUPALES DE DISTRACCIÓN

• Distracciones tópicas

– Concepto: hablar con tópicos de los temas relevantes.

– Diagnóstico: el líder tiene la sensación de aburrimiento.

– Conducta:

a) Hacer observar lo que está pasando a los pacientes.


b) Explorar los sentimientos que esto despierta.
c) Ligarlo a los procesos grupales pasados y recientes.

• Hablar de crisis personales exteriores al grupo

– Concepto: paciente que constantemente lleva al grupo problemas de fuera.

– Diagnóstico: el paciente crea o precipita conflictos en la esfera familiar o laboral. Impulsivo,


poco paciente y tolerante.

– Conducta: señalar que se trata de una defensa para no hablar de temas difíciles: las pro-
pias responsabilidades, sentimientos de culpa, etc. Es necesario ser muy acogedor y nada
crítico.

• Risa grupal

– Concepto: risa exagerada y general

– Diagnóstico: desproporción exagerada entre el contenido de lo que se habla y la reacción de


risa.

– Conducta: descubrir lo que está generando ansiedad y devolver al grupo que la risa es una
manifestación de la dificultad de enfrentarse al tema que se evita.

• Interacciones repetitivas entre diversos miembros de grupo

– Concepto: dos o más miembros del grupo discuten por enésima vez los mismos temas.

– Diagnostico: el terapeuta comunica al grupo que puede predecir que dirá cada uno de los
afectados.

– Conducta: preguntar a los miembros implicados si antes de que les contestaran ya sabían
lo que les iban a responder. Preguntar después de qué sirve preguntarse cosas de las que
ya se saben la respuesta.

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• Demandas de que el funcionamiento del grupo sea más estructurado

– Concepto: demanda explícita por parte de los pacientes de que el terapeuta sea más
directivo.

– Diagnóstico: aparece después de las primeras semanas o en momentos de conflicto. Implica


miedo a la intimidad.

– Conducta: preguntar al grupo qué objetivos se conseguirán con el cambio de estructuración.


Evitar vivirlo como una crítica y ceder para agradar a los pacientes.

6.1.2. ACTIVIDADES GRUPALES DE EVITACIÓN


• El grupo sabe pero no dice

– Concepto: hay algún tema que saben que preocupa, pero nadie lo expone (por ejemplo, la
ausencia de un paciente en crisis).

– Diagnóstico: silencios o conversaciones muy superficiales; se habla de temas colaterales


(por ejemplo, de otras ausencias).

– Conducta: preguntar por qué no se habla del tema que nos preocupa.

• El grupo se hace el sueco

– Concepto: algunos pacientes dicen no poder entender lo que dice otro, «porque a mí esto
no me ha pasado».

– Diagnóstico: el paciente que se hace el sueco suele tener experiencias dolorosas que conec-
tan con lo que se está explicando y no quiere verbalizarlas.

– Conducta: preguntar si no se le puede entender por poco familiar o por demasiado familiar.

• El grupo ignora una revelación importante de un miembro

– Concepto: un paciente explica un secreto importante para él (homosexualidad, anteceden-


tes delictivos, etc.) y el grupo actúa como si no hubiera pasado nada.

– Diagnóstico: la comunicación de una condición socialmente censurable es ignorada por el


grupo porque es difícil de aceptar.

– Conducta: el terapeuta ha de señalar que no se ha hecho caso al interesado por dos vías:

a) Preguntando al grupo qué piensa de la respuesta que le han dado.


b) Preguntando al interesado cómo se ha sentido con la respuesta del grupo.

• El grupo que da soluciones

– Concepto: un paciente plantea un problema y todos se esfuerzan en darle soluciones.

– Diagnóstico: dando consejos se evita profundizar en el problema que es demasiado doloroso.

– Conducta: comentar que todo el mundo se siente obligado a dar soluciones y preguntarle al
interesado cómo se sentiría si en lugar de darle soluciones, se le escuchase para intentar
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entender lo que le pasa. Averiguar después si los pacientes han vivido situaciones más o
menos similares.

– Resistencia grupal a los nuevos miembros

– Concepto: la incorporación de nuevos miembros siempre genera ambivalencia, como la


incorporación de nuevos hermanos a la familia.

– Diagnóstico: ignorar al nuevo miembro o ser agresivos con él.

– Conducta: comunicarlo en la sesión anterior y preguntar qué piensan. Preguntar a los miem-
bros antiguos cómo se sintieron la primera vez, qué cambios han experimentado desde
entonces hasta ahora y pedirles que se explique a los nuevos en qué consiste el grupo.

• Cambios en los espacios temporales

– Concepto: en función de los conflictos, los pacientes pueden pasar del «aquí y ahora» al «allí
y entonces», no para trabajar sino para huir de temas que les angustian.

– Diagnóstico: repentinamente hay un cambio de temporalidad cuando se está hablando de


un tema importante y que genera angustia.

– Conducta: señalar el cambio que se ha dado y explicarlo en función de la angustia que gene-
ra el problema que se ha intentado evitar.

• El grupo silencioso

– Concepto: el grupo se mantiene absolutamente pasivo y silencioso.

– Diagnóstico: es necesario diferenciar los silencios reflexivos de los silencios defensivos. En


los reflexivos no hay que intervenir; en los silencios defensivos, a pesar de los esfuerzos
del terapeuta, no se genera ningún dialogo.

– Conducta: no angustiarse, no dejar que el silencio se alargue demasiado, y buscar algún


motivo de tensión que pueda justificar el silencio (descompensación de un paciente, agre-
sividad hacia el terapeuta, etc.) y comentarlo.

• Respuestas grupales no empáticas

– Concepto: el paciente que expresa dificultades importantes no es acogido y se la trata de


una manera distante.

– Diagnóstico: el grupo necesita huir, negar el tipo de problema que se le ha presentado.

– Conducta: señalar al grupo que el tema es muy conocido por todos y que nos gustaría que
no fuese sólo un problema del que lo ha planteado. Buscar similitudes en otros miembros
del grupo.

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6.2. RESISTENCIAS EN EL PACIENTE

«En cada paciente hay un conflicto entre la tarea que ha venido a hacer al grupo y las resistencias que
se oponen. Incluso el paciente más motivado, que acude a la terapia deseando cambiar algunas cosas
de él mismo, tiene una historia personal y una estructura de personalidad construidas sobre la base de
ser exactamente como es. Las fuerzas de la resistencia pueden ser extraordinariamente poderosas.»
M. Vannicelli (1992)

6.2.1. DESVIACIONES DEL CONTRATO

• El paciente que llega tarde

– Concepto: un paciente que frecuentemente llega tarde.

– Diagnóstico: suele ser un reflejo de la ambivalencia a la hora de acudir.

– Conducta: preguntar si es una conducta frecuente en él y por qué; aprovechar para que el
resto del grupo reflexione sobre la seriedad del compromiso que tienen.

• El paciente que no acude

– Concepto: un paciente que no acude excusándose o ni siquiera eso.

– Diagnóstico: suele ser una señal de ambivalencia o una demanda de ayuda.

– Conducta: creerse la razón que da para no poder venir y pensar que quizás hay otras. Si no
se excusa, llamarlo inmediatamente y preguntar por los motivos de la ausencia. Comentarlo
en el grupo.

• El paciente que debe dinero

– Concepto: paciente que no está al corriente de los pagos.

– Diagnóstico: la deuda es una forma de expresar hostilidad hacia el terapeuta ( (no se quie-
re reconocer su trabajo) o negar la propia condición de enfermo (no tengo porqué pagar).

– Conducta: plantear en el grupo que no pagar es una forma de no trabajar y de no reconocer


el trabajo de los otros. Se puede abordar a nivel individual pero con cierta premura.

6.2.2. DEFENSAS DISRUPTIVAS

• El paciente verbalmente agresivo

– Concepto: paciente que se dirige a los otros o al terapeuta de forma ofensiva, agresiva o
despreciativa.

– Diagnóstico: la agresividad mostrada por un paciente puede tener un doble diagnóstico: por
un lado puede ser un emergente grupal que condense una crisis de autoridad y, por otro, la
expresión del deseo de beber.

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– Conducta: preguntar a los afectados cómo les hace sentir, preguntar al interesado cómo se
sentiría en el lugar de los otros y preguntarle qué espera conseguir con esta forma de comu-
nicarse.

• El paciente que no calla

– Concepto: el paciente monopoliza el grupo.

– Diagnóstico: hay que diferenciar entre si el paciente es capaz de pararse cuando se le inte-
rrumpe o es incapaz de dejar de hablar.

– Conducta: en el primer caso suele ser un paciente ansioso que agradece que se le ayude a
callar. En el segundo caso suele tratarse de pacientes deteriorados, que probablemente indi-
can un funcionamiento incorrecto del grupo.

• El paciente que interrumpe a los otros

– Concepto: paciente que interviene preguntando o exponiendo sus ideas de forma reiterada
o interrumpiendo la dinámica del grupo.

– Diagnóstico: suele tratarse de pacientes con poco tiempo de estancia en el grupo.

– Conducta: ayudar al grupo y al paciente a darse cuenta de la ansiedad del miembro que inte-
rrumpe.

6.2.3. DEFENSAS BLOQUEADORAS

• El paciente que sólo participa cuando se habla de los otros

– Concepto: pacientes que participan activamente en el grupo, pero nunca para hablar de
ellos mismos.

– Diagnóstico: paciente que siempre opina de los conflictos de los otros sin aportar ninguna
vivencia personal; frecuentemente se centra precisamente en aquellos temas que para él
son significativos.

– Conducta: preguntarle directamente hasta qué punto cree que los otros los conocen.

• El paciente que tiene miedo de profundizar

– Concepto: paciente ambivalente que quiere profundizar, pero tiene miedo.

– Diagnóstico: el paciente se presenta a sí mismo muy vulnerable y con miedo de continuar


profundizando.

– Conducta: respetarle su capacidad para elegir: « puede seguir hablando si quiere y, si no, no
tiene porqué hablar».

• El paciente frágil

– Concepto: paciente que transmite la sensación de mucha fragilidad, de que cualquier seña-
lamiento podría desestructurarle.

– Diagnóstico. el terapeuta tiene la sensación de que es preferible proteger al paciente de las


posibles preguntas
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– Conducta: en lugar de ignorarlo, intentar preguntar con la intención de transmitirle la sen-


sación de que se le intenta ayudar.

• El paciente que utiliza un sentimiento para negar otro

– Concepto: el paciente expresa una emoción, generalmente agresiva, para evitar otra (vulne-
rabilidad, afecto, debilidad, sensación de abandono, etc.).

– Diagnóstico: el paciente se muestra agresivo, generalmente hacia el terapeuta, después de


haber estado muy colaborador y cercano en sesiones anteriores.

– Conducta: ayudar al paciente a expresar su agresividad y ayudar a entender que sentimientos


encubre. A menudo esconde una dependencia intensa del grupo o del terapeuta que es vivi-
da como peligrosa. En otras ocasiones la agresividad es una clara defensa contra la tristeza.

• El paciente que dice que hay cosas importantes de las que no quiere hablar

– Concepto: paciente que explica que está pasando por situaciones importantes que no quie-
re comentar.

– Diagnóstico: expresión de la duda sobre la confidencialidad en el grupo.

– Conducta: no insistir en que las explique. Preguntarle qué cosas del grupo hacen que no
tenga la suficiente confianza para no poder hablar de ellas. Preguntar a los otros si también
tienen cosas que no se atreven a explicar. Esto da la posibilidad al grupo de analizar cosas
más íntimas y trabajar en el análisis de las defensas que disminuyen la confianza en el
grupo.

• El paciente que transmite un doble mensaje

– Concepto: paciente que expresa un doble mensaje entre el contenido verbal y su forma de
expresarlo.

– Diagnóstico: paciente que transmite un doble mensaje simultáneamente o bien expresa pri-
mero un sentimiento y después el opuesto. A menudo, hace referencia a las actitudes hacia
el alcohol (bueno-malo).

– Conducta. Hay que pensar que los mensajes son auténticos y que expresan la ambivalencia
del paciente. Verbalizarlo permite trabajar su ambivalencia y superarla.

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ABORDAJE DE SITUACIONES ESPECÍFICAS EN LOS GRUPOS


7. DE ALCOHOL

M. Vannicelli considera una serie de situaciones típicas de los grupos de alcohólicos:

• Transparencia del terapeuta en relación con sus hábitos de consumo de alcohol: siempre son
cuestiones que comportan una duda respecto a la capacidad del terapeuta para ayudarlos.

• Pacientes que no acuden al grupo: considera que es una demanda de atención y recomienda que
se intente establecer contacto inmediato con el paciente. Esta conducta conlleva el riesgo de con-
vertir al terapeuta en una figura excesivamente parental, persecutoria.

• Participación simultánea en más de un grupo: considera la participación en AA y en los grupos


educacionales. No ve inconvenientes, aparte de la necesidad de evitar «secretos especiales» que
se escondan al grupo.

• Control de la comunicación entre los terapeutas y los familiares: considera fundamentales dos
condiciones:

– El terapeuta ha de dejar claro que todas las informaciones que reciba serán utilizadas de la
forma que crea más conveniente y que no guardará secretos.

– La información exterior no tiene porqué ser más válida que la procedente de los pacientes.

• Pacientes que beben: considera importante que el terapeuta entienda que un paciente que cada vez
recae menos está progresando. Para afrontar el tema de los consumos de alcohol considera que
hacen falta dos condiciones:

– La existencia de una norma grupal explícita en el sentido de que el objetivo es la abstinencia.

– La existencia de unos límites claros que impidan la continuidad en el grupo del paciente que
sigue bebiendo.

Al mismo tiempo, el terapeuta ha de tener claro que es él quien ha de poner límites a la perma-
nencia indefinida en el grupo de un miembro que está bebiendo.

Plantea que es prácticamente imposible mezclar en un mismo grupo pacientes con objetivos diferen-
tes. Analiza cuatro situaciones específicas:

• Paciente que acude visiblemente intoxicado. En estos casos se tendría que procurar no dejarlos
entrar. Si ya están dentro, se les ha de invitar a salir. Inmediatamente se ha de invitar al grupo a
discutir la situación.

• Paciente que bebe pero no lo reconoce en el grupo. Se le ha de invitar indirectamente a hablar de


ello. Si no lo hace, darle la información que nos ha llegado; y si continua negándolo, plantearle
cómo se explica la discordancia entre lo que él dice y lo que dicen los familiares. Si persiste la
situación, se ha de replantear su asistencia al grupo.

• Paciente que bebe y lo explica sin intención de dejarlo. Se le ha de plantear que su conducta con-
tradice el contrato grupal. Hace falta plantearle la incongruencia en la que entra (beber y asistir al
grupo) para que él mismo decida. Puede ser útil que los otros expresen sus propias contradicciones.

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• Paciente que sigue bebiendo, aun aceptando verbalmente las normas grupales. En este caso se han
de tomar medidas de control: «como le cuesta tanto, se le dará antabús bajo supervisión, se harán alco-
holurias, etc.»

El grupo enfocado en el beber considera dos posibilidades no deseables:

• Beber al servicio del grupo, para evitar la profundización en temas conflictivos.

• Hablar del beber como una defensa contra el trabajo grupal.

Esta segunda posibilidad puede diagnosticarse porque el grupo habla de ella:

– Fijándose excesivamente en los detalles.

– Se habla de ello con superficialidad.

– Se recuerdan por enésima vez situaciones anteriores.

– No se abordan las implicaciones psicológicas.

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EFICACIA EXPERIMENTAL DE LA TERAPIA DE GRUPOS EN


8. PACIENTES ALCOHÓLICOS

Desde una perspectiva científica, no es hasta principios de la década de los noventa. Cuando se
comienza a disponer de algunos datos que confirman las impresiones clínicas de los autores hasta
ahora mencionados.

La eficacia de las terapias grupales deja de tener carácter de impresión clínica en el momento de ser
sometida a control científico.

A través de una asignación aleatoria a grupo de terapia –frente al tratamiento estándar– (Gual, 1990),
se comprueba que el conjunto de pacientes asignados al grupo terapéutico evolucionan mejor que los
del grupo control. Esta mejor evolución se concreta estadísticamente por partida doble.

Por una parte, los pacientes del grupo terapéutico obtuvieron tasas significativamente más bajas de
consumos alcohólicos (p< .001).

Por otra parte, los niveles globales de adaptación fueron netamente superiores (p< .001) a los de los
pacientes control.

Se observa, también, una íntima correlación (p< .001) entre la cantidad de sesiones asistidas y la evo-
lución favorable. Los pacientes que, además, parecen obtener mayores beneficios del grupo de terapia
son aquellos que presentan las siguientes características:

– Presencia de patología orgánica.

– Consumo actual de alcohol superior a 200 cc/día.

– Ausencia de períodos previos de abstinencia.

Con un subgrupo de la misma cohorte de pacientes, recientemente se ha podido demostrar la persis-


tencia en el tiempo de la eficacia de las intervenciones grupales (Gual et al., 1998). A partir de un segui-
miento prospectivo a 10 años de 104 pacientes que realizaron correctamente el tratamiento en el curso
del primer año (74 formaron parte del grupo experimental y asistieron a terapia de grupo, y los otros
30, siendo grupo control, no), se llegó a los siguientes resultados: el 84% de los pacientes del grupo
experimental estaban abstinentes en el último año, frente a un 54% del grupo control. De los pacientes
del grupo experimental, un 18% había fallecido, frente a un 32% de los pacientes del grupo control.

Otro tipo de estudios van encaminados a investigar los aspectos que más favorecen la adhesión al
grupo de terapia (Monrás et al., 1998). Concretamente, en grupos de tipo grupo de discusión, de insight
interpersonal y situacional, o de autoconocimiento o apoyo, parecen ser las variables psicológicas indi-
viduales de cada paciente –más que las del contexto situacional– las que mejor ayudan a predecir una
mayor adhesión al grupo. El perfil típico de la persona que abandona la terapia de grupo sería el de un
varón, con un mayor grado de afectación neuropsicológica y/o familiar, que acudiría a terapia más por
la presión ambiental que por una motivación personal y con un nivel escaso de conciencia de depen-
dencia al alcohol. Posteriores re-indicaciones a terapia de grupo de personas que cumplan este perfil
probablemente resultarán infructuosas.

Para evaluar la eficacia de las terapias grupales a la hora de mantener la abstinencia de los alcohóli-
cos y mejorar su adherencia terapéutica, se realizó un ensayo clínico en la Unidad de Alcohología de la
Generalitat de Catalunya del Hospital Clínic de Barcelona (UA-HCB) con pacientes alcohólicos (criterios

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CIE-10), asignados aleatoriamente a dos modalidades terapéuticas: tratamiento estándar más terapia
grupal (TG+, n = 45) o tratamiento estándar (TG, n = 43) durante un año.

A los 6 meses el porcentaje de consumidores de alcohol (el 26 frente al 20%) y de abandonos del trata-
miento (el 49 frente al 36%) es ligeramente superior entre los pacientes del grupo TG y menor la duración
acumulada de la abstinencia (131 días [DE, 57] frente a 135 días [DE, 64]), sin llegar a ser las diferen-
cias significativas estadísticamente.

Al año de tratamiento, las diferencias ya son claras: el tiempo medio hasta el primer consumo (233
frente a 382 días; p = 0,04) y la probabilidad de permanecer en abstinencia (el 31 frente al 76%) es
menor entre los pacientes TG.

Los resultados demuestran la eficacia de la terapia grupal. Su utilidad empieza a incidir a partir del tercer
mes, siendo máxima a partir de los 6 meses. A pesar de ello, una serie de pacientes la rechazan, preci-
samente los que tienen peor pronóstico. Todo ello plantea la necesidad de identificar cuidadosamente el
tipo de paciente, composición de los grupos y estilo y método de los terapeutas grupales para maximizar
su eficacia.

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