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montonera
© Fundación Editorial El perro y la rana, 2017 (digital)
© Luis M. Caraballo R.
Correos electrónicos
atencionalescritorfepr@gmail.com
comunicacionesperroyrana@gmail.com
Páginas web
www.elperroylarana.gob.ve
www.mincultura.gob.ve
Redes sociales
Facebook: Fundación Editorial Escuela El perro y la rana
Twitter: @perroyranalibro
Diseño de la colección
Mónica Piscitelli
Edición
Juan Carlos Torres
Corrección
Erika Palomino Camargo
José Jenaro Rueda R.
Diagramación
María Victoria Sosa Martínez
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Si en precaución no remata
ni a un soldadito de plomo
ni tiene curtido el lomo
ni busca acertar con balas
por las buenas o las malas.
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—¿Vienes sola?
—Sí, Juan Montuno.
—Bien, entonces pasa –le dijo, entreabriendo
muy lentamente la pesada puerta de saquisaqui que
recién había instalado.
Le entristeció ver a Justina, otrora bella flor de
magnífica presencia en cualquier jardín. La encontró
flaca y más le extrañó que en ese momento fumara un
largo tabaco casero, similar al que los brujos emplea-
ban para espantar los malos espíritus de la sabana. La
destemplada presencia de la mujer arrastró su alma
en la avalancha de los recuerdos, pero pudo decir, no
sin dificultades, algunas palabras:
—Tú fuiste, Justina, mi primera mujer y amante
en este pueblo. Tú me enseñaste a amar con inolvi-
dable frenesí entre las tinieblas de un establo, muy
cerca de la ribera del río, pero no me quisiste acom-
pañar a la guerra. Luego te entregaste al favor de los
hombres, sin percatarte que mancillabas tu vida y
enlutabas mi amor transparente. ¿Cómo quieres que
te perdone, si a eso has venido? Recuerdo que corría
el 1848, cuando volví furtivamente a Boquerones,
sin que lo supiera mi madre. No había razones para
que en ese momento nos mantuviéramos en plan de
guerra, si no teníamos objetivos concretos. La de-
rrota de Zamora, en la primera intentona por tomar
el poder, alejó aún más las esperanzas de cientos de
miles de llaneros que vivíamos sin futuro cierto.
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Edición digital
noviembre de 2017
Caracas - Venezuela