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Los glaciares se están derritiendo, el nivel del mar aumenta, las selvas se están secando y la fauna

y la flora lucha para seguir este ritmo. Cada vez es más evidente que los humanos han causado la
mayor parte del calentamiento del siglo pasado, mediante la emisión de gases que retienen el
calor, para potenciar nuestra vida moderna. Llamamos gases de invernadero y sus niveles son cada
vez más altos, ahora y en los últimos 65.000 años.

Llamamos al resultado calentamiento global pero está provocando una serie de cambios en el
clima de la Tierra o patrones meteorológicos a largo plazo que varían según el lugar. Conforme la
Tierra gira cada día, este nuevo calor gira a su vez recogiendo la humedad de los océanos,
aumentando aquí y asentándose allá. Está cambiando el ritmo del clima al que todos los seres
vivos nos hemos acostumbrado.

¿Qué haremos para ralentizar este calentamiento? ¿Cómo vamos a sobrellevar los cambios que ya
hemos puesto en marcha? Mientras intentamos entenderlo, la faz de la Tierra tal y como la
conocemos, sus costas, bosques, haciendas y montañas nevadas están en vilo.

Conforme han pasado los días, la situación a lo largo de la costa peruana se ha ido agravando
debido a las persistentes lluvias y desborde de ríos. Ante esta situación no hay duda de que el
calentamiento global está afectando al Perú y posiblemente a otros lugares del planeta también.
A pesar de esto, el presidente de Estados Unidos niega lo que está sucediendo, tanto es así que
llegó a decir que “el cambio climático es un cuento chino”.

Las investigaciones en torno al cambio climático las comenzó el sueco Svante Arrhenius a fines del
siglo XIX. Este científico proclamó que los combustibles fósiles podrían dar lugar o acelerar el
calentamiento de la Tierra. Esto era revolucionario en su momento, ya que atribuía al hombre la
capacidad de modificar la naturaleza. Dijo que existe una relación directa entre la actividad
humana y el cambio de temperatura. Svante sugirió que la concentración en la atmósfera de
dióxido de carbono (CO2), derivado del consumo de combustibles fósiles (carbón, petróleo,
gasolina), podría provocar un aumento en las temperaturas. Al ser un habitante de la península
escandinava, con inviernos muy crudos, investigaba si estos procesos explicaban las heladas y el
deshielo de la Tierra. Esto se demostraría en 1987.

En su época no le hicieron mucho caso. Se pensaba que la naturaleza compensaría con la fuerza
del sol, de los vientos, con lo vasto de los océanos y su eterno movimiento, cualquier
contaminación originada por el hombre. El mar lo cura todo.

De hecho, esta visión estaba en nuestros políticos y gobernantes: por esta razón se decidió que las
cañerías de aguas residuales de la ciudad se vertiesen al océano sin ningún tratamiento. En Lima
todavía existen estas tuberías que van mar adentro un par de kilómetros, están camufladas en los
espigones que vemos en las playas de la Costa Verde, y en días soleados se puede apreciar
perfectamente el cambio de coloración del oleaje, con una orla de espuma marrón.
También se creía que el océano funcionaba como sumidero, capaz de tragarse todo el CO2
atmosférico. Hoy se sabe que sí absorbe, pero solamente un tercio de todas las emisiones y su
capacidad no es infinita.

Estas ideas desembocaron en varios estudios de científicos, como los de Gilbert Plass, Charles
Keeling y finalmente Stephen Schneider, quien en 1976 explicó por primera vez la teoría del
calentamiento global.

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