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Interrogatorio de la Real Audiencia de Extremadura

- Partido de Cáceres -
Edición de la Asamblea de Extremadura, 1996

«Cáceres»*

Está situada la Antigua, N oble y Leal Villa de Cáceres, en la provincia


de Extremadura, obispado de Coria, cuya ciudad dista diez leguas de esta villa, y
está hacia el Norte. La ciudad de Mérida, colonia principal que fue de romanos,
al mediodía, once leguas. Entre éste y poniente, la ciudad de Badajoz, catorce.
Por poniente la villa de A lcántara, a diez; entre C oria y oriente, a catorce, la
ciudad de Plasencia; a oriente, ocho leguas, la Ciudad de Trujillo, y entre ésta y
mediodía, a seis leguas, la antigua villa y fuerte castillo de M ontánchez, con
otras muchas villas y lugares. El sitio que ocupa es un cerro bastante elevado y
extendido, que es la causa de tener m uchas cuestas y m olestas subidas. Las
calles que contenía la muralla son estrechas y aún las que están fuera de ella no
tienen la mayor anchura y rectitud. Su piso es ingrato, desigual y desempedrada
la mayor parte de sus calles. Los edificios nada vistosos, a no ser algunos nueva­
mente fabricados, los demás sin revocar, lucir ni blanquear, queriendo cohones­
tar este defecto sus dueños, diciendo denotar así su antigüedad.
En esta villa tuvo su principio la fundación de la Orden de Santiago, el
año de 1170, entonces plaza frontera de los enem igos. De ella tom aron su
denominación los primeros caballeros llamados Frates de Cáceres o Freyles de
Cáceres y Seniores de Cáceres, cuyo convento hay quien asegura estaba donde
hoy la parroquia de Santiago.
Posteriormente, se apoderaron de Cáceres los musulmanes y la fortifica­
ron tan bien que no se recobró hasta el año 1225 o poco después. Inmediata­
mente, se pobló y para su régimen le concedió el rey don Alfonso IX, varios
fueros en privilegio, otorgado el 23 de abril, era de 1267 y año del Señor de
1229. M EN SE A PR ILES IN F E ST O S A N C T I G EO R G II, los que confirmó el
Santo rey don Fem ando, su hijo el Conquistador, en A lba de Tormes, el doce
de marzo de 1231. En el privilegio previno el rey, que a cambio de la villa de
Cáceres, había dado a los Caballeros de Santiago (Fratibus Spata), que la pedían

* Reproducción literal del capítulo correspondiente de la citada obra de Martínez de


Quesada: Extremadura en els. X V III..., op. cit.
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por su herencia a villa Fafila, Castrotorafe y dos mil maravedís, agregándola a la
corona perpetuamente después de los días de sus hijas, doña San ch a y doña
Dulce, a quien la donaba, ofreciendo no enagenarla jam ás en favor de las órde­
nes y nobles. Para que Cáceres se poblase más presto, indemnizó a cualquiera
que fuese a avecindarse de ciertos gravámenes y penas a que estuviesen tenidos
antes de la conquista, fuese hombre libre, esclavo, cristiano, judío y aun moro,
igualando a todos los vecinos en el goce de unos mismos fueros, aunque fuesen
potestades, caballeros o infanzones. En esta atención, se concedió el Privilegio
o Fuero de C oto (Cautum ) a los palacios real y episcopal y también a las casas
del clérigo, a quien el propio rey hubiese entregado a las iglesias.
C oto, era un cercado de piedra donde el que se retraía, gozaba de toda
seguridad que consistía en un derecho de inmunidad y asilo, muy estimado en
aquellos tiempos. Enfranqueció a los pobladores de Cáceres y les acordó varios
privilegios y exenciones de impuestos, de los cuales únicamente podían gozar
los pobladores seculares, no los frailes, no los retirados del mundo ni los caba­
lleros de la Orden Militar, exceptis ordinibus, cucullatis, século abrenuntmntibus.
Estableció que ningún vecino podía enajenar los bienes y sitios que se les había
repartido dentro de la villa y su término en favor de las comunidades religiosas,
dando al C oncejo el derecho de retracto para recobrarlos y repartirlos en otros
vecinos. C oncedió una feria franca desde el 15 de abril hasta el 15 de mayo de
cada año, por la cual dio salvoconducto a cuantos concurriesen a ella, fuesen
cristianos, judíos, sarracenos, enemigos o esclavos. En el último capítulo de
estos fueros, consta que aún estaban en poder de los m ahom etanos, Trujillo,
San ta Cruz y Medellín.
De estas noticias tom adas de la H istoria de España, resulta que no cons­
ta ciertam ente el día que C áceres fue recobrado de los moros, de lo que pare­
ce, que el haber elegido por su Patrón a San Jorge, pudo consistir que el expre­
sado privilegio y fueros, se concedieran a esta villa el 23 de abril, festividad de
aquel Santo.
Tampoco consta quién fue su fundador, ni en qué tiempo, conjeturándo­
se com pite con las primeras fundaciones de romanos, atribuyéndosela algunos a
Q uinto C ecilio M etelo, en el año 678 de Roma, y 74 antes de Jesucristo, el que
igualmente fundó M edellín, de lo que no hay suficiente autoridad. Parece de
más antiguo origen, lo que se comprueba con monedas, lápidas y figuras halla­
das en las ruinas de sus muros, que se advierten reedificados de continuas y
anteriores guerras. Pudiera admitirse que el tal M etelo, hubiese cuidado de la
reedificación de esta plaza en favor de los que querían partirse su nom bre,
denominando a M edellín (M etellinum ), y a Cáceres (Castre C ecilia), que es de
donde sacan su etimología. Otros de la estatua de Ceres, que está en la Plaza
Mayor, llamándola Castra Caceris, y otros Castrum Cesaris y N orba Cesárea.
En el libro Santos de Cáceres que escribió el doctor Solano, cita una lápida

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miliaria que se halló en esta villa, la que si existiese y su inscripción estuviese
clara, declararía este secreto. Dice estaba así: C A S I. C A E XLIII. El nombre de
Cáceres, es el que contiene. ¿Pero cuál de las referidas etimologías? A todos
conviene y nadie acertará el verdadero, siendo el número 44, las millas que hay
desde Cáceres a Mérida.
Los muros, de los que hay bastantes en esta villa, son de imponderable
solidez, especialmente los tapiados. Hay varias torres de esta masa, cuadradas y
ochavadas, y entre ellas se observa una cuadrada con bastante elevación desde
su cim iento, cuya mitad es de tapia y concluye con manipostería, esquinazos
con almenado de piedra de cantería sin la menor decadencia, permaneciendo
en otros tapiados las cintas de cal con que recibieron sus juntas. Los tapiados
son de adobes, m anipostería y cantera, de godos y rom anos. A la parte del
mediodía, cerca del muro, se descubre un trozo de cañería de un pie de ancho y
menos de otro de profundidad, de una fuerte argamasa muy semejante a la del
acueducto de Mérida. Según el sitio en que se halla, parece que venía de la casa
de los aljibes, lo que acaso sería desagüe de ellos, o para beneficiar con sus aguas
algún jardín en el sitio que finalizase, concluyendo hoy en el camino que baja
detrás de la ermita de la Consolación, no lejos de ésta.
L a referida casa de los aljibes, propia del mayorazgo de Cáceres y Q uiño­
nes, llamada así por estar fundada sobre fuertes depósitos de agua, con bóvedas
y pilares, tiene a un costado, por la parte exterior, una escalera de piedra por la
que el vecindario se surtía de esta agua, tom ándola por una puerta de bronce,
que hoy existe, bien que tapiada la entrada por la referida escalera. C on esta
condición, concedió el rey don Enrique IV a Diego Gómez de Torres y Alfón
de Torres, la gracia de fabricar casa de habitación en el sitio de los aljibes,
Alcázar viejo, el que por orden del infante don Pedro, fue demolido luego por
los que le proclamaron rey, y confirmaron luego los Reyes C ató lico s, en Sevi­
lla, el 24 de diciembre de 1477, permitiendo a los vecinos en tiempo de necesi­
dad, el libre uso de sus aguas. Estos aljibes se descubren por varias piezas de la
casa. Sobre una portada de su patio, se ve una tarjeta de mármol sostenida por
dos leones con el escudo y armas de U lloa y los siguientes versos:
A rx antigua fui Maurorum
quondam Rex quibus
Bella sed & tempus tándem
rapueri ruina: U llae jam
opera pulchra resurgo domus.
Son muchos los vestigios de romanos que en Cáceres hay. Por él pasaba
la calzada pública a Mérida, de la que hay varios trozos de ella cerca del naci­
miento de la ribera y en los campos del Salor. Hay dos estatuas, una de Ceres,
antes referida y la de Diana, sita en el patio de don José M aría Mayoralgo, ele­
vada ésta en pedestal, ambas de buen mármol.

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So n muchas las piedras sepulcrales descubiertas en varios tiempos, en su
mayor parte en la demolición de murallas, creyendo que los árabes las procura­
ron ocultar aprovechando este material en los reparos que hacían al muro.
Tiene la villa, como cabeza de partido, un alcalde mayor, nombrado por
S. M., que goza de salario trescientos veintinueve reales y catorce maravedís
anuales. Es subdelegado de pósito, por el cual no tiene salario. También tiene
un corregidor, cuya dotación anual es de cinco mil ochocientos setenta y seis
reales, pagados éstos y aquéllos del fondo de propios. Es subdelegado de Rentas
Provinciales del partido y percibe por esta razón cuatro mil reales vellón. Tiene
casa junto a las de Ayuntamiento y cárcel. Hay seis caballeros regidores que
com ponen el Ayuntamiento, y entre todos tienen de salario mil cuatrocientos
once reales y seis maravedís; un asesor con quinientos reales; un procurador,
con cien; dos escribanos de Ayuntamiento, con ciento cincuenta ducados cada
uno; un contador de propios, con ciento sesenta ducados; dos porteros, con
trescientos reales cada uno; un guarda mayor, con doscientos ducados; seis
menores, con cien ducados cada uno, y un teniente de guardia mayor y dos
menores, sin sueldo alguno. U n alcaide de las reales cárceles, con cien ducados;
un relojero, con trescientos reales; un peón público, con cuatrocientos cuaren­
ta, todos pagados por propios. Hay abogados, doce procuradores, seis escribanos
numerarios, los dos de Ayuntamiento y tres reales, bien que, según el privilegio
de la villa, todos los escribanos de ella son reales. El alguacil mayor y los tres
menores, perciben cien ducados cada uno al año.
El arancel que se observa en la villa, es el de la Chancillería de Granada.
Recae la real jurisdicción en ausencia o vacante del corregidor o alcalde mayor,
en uno de los regidores que es tam bién alférez mayor, siéndolo al presente el
marqués de Cam arera la Real.
Esta villa, como cabeza de partido, tiene seis aldeas sujetas a su jurisdic­
ción, que son: M alpartida, Aliseda, A ldea del C ano, Torrequemada, Sierrade-
fuentes y el Casar. También corresponden a este partido, las villas de Arroyo
del Puerco, Torreorgaz, G arrovillas (exim idas), las de T alabán y Puebla del
Zángano, y los lugares de H inojal, Santiago del Cam po y Cañaveral, y la villa
de Monroy, perteneciente al obispado de Plasencia. Los alcaldes de las aldeas,
ejercen jurisdicción pedanea y conocen de las causas civiles hasta en cantidad
de dieciocho reales y en lo criminal con la obligación de dar parte, como lo eje­
cutan inmediatamente, a los jueces de esta capital. El lugar de la Aliseda, goza
una exención o privilegio concedido por Cáceres, confirmado por los reyes, de
estar libres de todos los repartimientos, pechos y derramas que hace la villa,
pagando ésta por aquél, la mitad y la otra los lugares de su jurisdicción, aun el
de soldados. Esta exención hizo Cáceres por haberse destruido y quemado aque­
lla población en la guerra que el rey don Juan II tuvo contra Portugal a todos
los que volviesen a poblar y habitar aquel pueblo, no siendo vecino de Cáceres.

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"

Se compone el vecindario de la villa de mil setecientos sesenta y tres


vecinos, ignorándose tengan los gremios ordenanza alguna. Para sus exámenes,
se presentan ante la justicia real y ésta les permite sus ejercicios, a excepción de
los que tienen reales títulos. N o se advierte en el pueblo diversión pública, y sí
hay algún vicio digno de anotarse entre los menestrales y gente del campo, que
es el del vino al que son muy propensos, por lo que se observa notorio abuso en
el modo y horas de trabajo, ignorándose el precio de los jornales, ya que este
depende del tiempo, necesidad, variedad de oficios y la mayor utilidad de ellos,
pudiéndose destacar la mucha ociosidad que hay entre muchos jóvenes que no
siendo hijos de menestrales no los aplican sus padres á oficios, aunque perezcan
de hambre, ni los ponen a ejercicio alguno, viviendo en una perpetua holgaza­
nería, origen de mucho daño público. Por no haber diversiones a las que concu­
rrir, buscan las privadas por la ociosidad, atribuyéndose todo este desorden a la
falta de administración de justicia y policía que viene padeciendo este pueblo
desde muchos años a esta parte.
Los abastos son tres: uno de vaca y cam ero, cuyos reales derechos se
cobran por la Real Hacienda, respectivo a sus ventas; el de jabón blando bajo
los mismos términos y otro de bacalao. Los pesos y medidas, a excepción de la
leche y miel que se venden por medida mayor, son la vara castellana y marco
de A vila con variedad en los pueblos de la jurisdicción. C uenta con casa Ayun­
tamiento y también para el corregidor, y contiguas a las de aquél y debajo de
éstas y de mayor extensión, las cárceles de la villa, bien fuertes y reparadas,
aunque faltas de distribución.
N o hay archivo público ni en poder de personas particulares se hallan
oficios ni protocolos de escribanos difuntos, y los que hay están todos en los
numerarios y de Ayuntamiento, bien que al arbitrio de sus poseedores y sin
in tervención de la ju sticia, ejerciendo el oficio de h ipotecas San ch o Díaz
Pedregal.
Generalm ente se percibe el mal estado de las calles, a excepción de las
que últimamente se han empedrado, las que disfrutan de buen piso y limpieza,
estando las demás desempedradas, con profundos hoyos y piedras sueltas, suce­
diendo lo mismo a la entrada y salida del pueblo, que en lloviendo se hace
intransitable.
Hay tres mesones, todos de particulares, arrendados en trescientos, mil y
quinientos reales, respectivamente, siendo su estado bastante malo para transeún­
tes de alguna circunstancia, cuya principal concurrencia son arrieros y tragi-
nantes. Los caminos de travesía se hallan en desastroso estado, aún aquellos
que se cruzan con caballerías, lo que resulta de extrema necesidad poner puen­
tes, como lo es en el sitio del río G uadiloba, cam ino de Trujillo, en el río Ayue-
la que va hacia Badajoz, arroyos de G avilán y Castellanos y en la Sierra de San
Pedro, caminos éstos que en inviernos lluviosos no pueden vadearse, lo que si

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se ejecutara sería con riesgo de sufrir una desgracia, especialmente en el Gua-
dioba, por ser éste el paso de la conducción del correo, al que repetidas veces
detiene o le hace rodear para descabezarle, con gran perjuicio suyo y de la
pública correspondencia.
N o hace muchos años que la feria de C áceres fue una de las famosas,
siéndolo al presente sólo por su renombre, huyendo todos de los crecidos dere­
chos que les imponen, concurriendo a ella solamente algún platero cordobés y
dos o tres que traen juguetes para niños. Sería muy de utilidad volverla a
fomentar, como también el que hubiese un mercado público a la semana por el
gran beneficio que resultaría al público por ser necesaria alguna franquicia en
los derechos por determinados años a fin de atraer a los vendedores.
Hay fábrica de curtidos en la que tratan y comercian dieciocho vecinos
del pueblo y que se benefician en dieciséis tenerías, en las que anualmente se
com ponen seis mil trescientos cueros de suela, dos mil docientas badanas, mil
doscientas baquetas, y seis mil setecientos cordobanes, habiendo una fábrica de
ante y valdeses de diferentes colores, en la que se beneficiaron en el año último
doscientos setenta de los primeros y trescientos de los segundos, no habiendo
sido mayor su número, por la falta de pieles para aquellos y estar en sus princi­
pios la fábrica en cuanto a éstos, pues desde el referido tiempo empezó su com ­
postura y beneficio. Hay igualmente fábrica de sombreros finos, casi arruinada,
y dos de bastos. Finalmente, cuatro de tintes en que se dan los colores negro,
verde, sobre azul, pajizo, encam ado, morado y ala de cuervo, usando para ello
los tintoreros de la gualda que se cría con abundancia en este territorio y de otros
ingredientes que conducen de los almacenes de Sevilla y Cádiz. N o existe comer­
cio de frutos sobrantes ni ordinarios ajustados para pueblo alguno, empleándose
en este ejercicio hace año José M endo, que va frecuentemente a Madrid y José
Polo, a Sevilla, con m otivo de tener a su cargo la conducción de tabacos,
habiendo otros vecinos en el ejercicio de arrería que portean para donde les
buscan, ajustando el porte según pueden y también algunas carretas y carros de
muías que se emplean en conducciones de lanas a Sevilla, de donde traen car­
gamento de sal para la provincia y particulares
Las fincas de propios y arbitrios, según su distribución e inversión, está
regulado por último quinquenio, desde 1785 a 1789, en cada un año en ciento
treinta y dos mil doscientos ochenta y un real y diez maravedís. N o está enca­
bezado este pueblo por penas de cámara, siendo su producto las de monte y
veda de caza y pesca, remitiéndose a Badajoz, donde se ha establecido la deposi­
taría general para todas las de la provincia. Este sube o baja según los más o
menos delitos y denuncias, ascendiendo en el último quinquenio a cuatro mil
reales, con inclusión de ochocientos que cada año pagan trece pueblos encabe­
zados con esta jurisdicción, de modo que con esta corta suma es preciso inferir
que sufre perjuicio la R eal H acienda con este ramo.

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El pósito tiene de fondo en trigo, mil cuatrocientas setenta fanegas, once
celemines y cuartillo y medio; centeno, mil cuatrocientas noventa y una fane­
ga, diez celemines y medio cuartillo, siendo en dinero, nueve mil trescientos
setenta y dieciséis maravedís. Hay pleito pendiente por varios atrasos de grano
y maravedís.
Disfruta la villa de depósito para nieve, sin uso, perteneciente a don
Gonzalo A ntonio de Carvajal, situado en el cerro del Royo. U nas casas que sir­
ven para matadero y otras para el peso de carne, propias de la villa, siendo su
estado bueno. Tiene ordenanzas dadas por la Reina C atólica doña Isabel, el 9
de julio de 1477, y hallándose después ambos Reyes Católicos en Cáceres, el 17
de mayo de 1479, se formaron otras nuevas y autorizadas con sus reales firmas,
que son las que rigen.
La Curia eclesiástica se compone de un vicario foráneo, dos notarios, y
un alguacil, cuyos derechos parece que se conforman con los que se exigen en
el tribunal de C oria y más cortos que los que se cobran en los tribunales reales.
Hay en la villa treinta y nueve presbíteros, dos diáconos, tres sudiáconos y
quince órdenes menores, componiendo todo un número de cincuenta y nueve.
Hay cuatro parroquias que son: San ta María, San M ateo, San Juan y Santiago,
y cada parroquia alista los vecinos que quiere, aunque sean de barrio opuesto.
N o hay cementerio al no en toda la villa ni en parroquia alguna. La de Santa
M aría y Santiago, tienen un camposanto, así llamado, con bastante capacidad,
donde sepultan a los pobres que fallecen en los hospitales. Las otras dos parro­
quias no tienen y sería muy conveniente su establecim iento para lo que hay
sitio proporcionado, siendo costeados con las rentas de algunas iglesias1.
En la parroquia de San ta María, hay varias memorias y capellanías2.
Los hospitales son cuatro: el de Nuestra Señora de la Piedad, para hom ­
bres, del que es patrono don Francisco Javier Arias de Paredes Prado; Sancti
Espíritu, para mujeres; el de los Caballeros, que sirve para peregrinos, siendo su
patrón el duque de Abrantes, y el cuarto el del Salvador del M undo3.
Las ermitas son las de Nuestra Señora de la M ontaña, famoso santuario;
la de San Marco, Cristo del Am paro, Calvario, N uestra Señora de la C on sola­
ción, San Ildefonso, Humilladero, Espíritu Santo, San A ntonio A bad, San Bar­
tolomé, San Fabián y San Sebastián, San Blas, San Vito, Nuestra Señora de la
Soledad, Capilla de la Insigne Reliquia de la San ta Cruz, Nuestra Señora de la
Paz, S an A n to n io de Padua, N uestra Señ ora del Vaquero, S a n ta A n a, San
Benito, San ta Lucía, San ta O lalla, y otras que residen en los prados y viñas de
casas de campo, existiendo las ruinas de otra que hubo antiguamente, así como
la de un convento de monjas que existió al sitio llamado de las Tenerías por el
año 1400, bajo la advocación de San Lorenzo.
Los conventos son siete: el de Dominicos, actualmente con cinco religio­
sos sacerdotes, un lego y dos donados, no constando que en su fundación se

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señalase número determinado de religiosos. La sustancia de él y su fábrica, con
manutención de sus moradores, depende actualm ente de sus rentas, ya que son
pocas las limosnas en el territorio de la villa. Las rentas, poco más o menos,
ascienden cada año a trece mil reales. N o hay enseñanza pública ni privada de
facultad alguna y debe haberla conforme a las leyes de la Orden que manda
asistir en cada convento un doctor o lector de casos de conciencia, el cual ha
tenido siempre este convento hasta el año de 1787, con m ucha utilidad del
público, siendo su fundación a instancia de doña C atalin a de Saavedra, por los
años de 1524, presentándose en el de 1528, al Ayuntamiento de Cáceres, Bula
del Papa y Cédula de S. M., que se conservan en su archivo.
El de O bservantes de Sa n Francisco, extram uros de esta villa, a muy
corta distancia de ella, tiene treinta y dos religiosos, los veintitrés sacerdotes,
dos coristas y siete legos, siendo el número de su fundación, de cuarenta y seis.
La sustancia depende de limosnas que ofrecen los fieles, unas onerosas como
misas y sermones y otras gratuitas. En este convento hay un colegio mayor
com puesto de tres lectores, un m aestro de estudiantes y colegiales, los que
habiendo estudiado Filosofía y Teología y hecha oposición, concurren a él a
rehacerse, y en él se enseña públicamente a cuantos quieren instruirse en Teo­
logía Escolástica, D erecho C an ón ico, M oral y Filosofía. Su fundación fue a
petición hecha por la villa y su ordinario, expidiendo Bula Sixto IV, el 3 de
diciembre de 1472. Su fundador religioso fue el V. P. F. R. Pedro Ferrer, y por lo
real los Reyes C ató lic o s don Fem ando y doña Isabel, don Pedro González de
Mendoza, arzobispo de Toledo, don Iñigo Manrique de Lara, obispo de Coria y
el noble Ayuntamiento de Cáceres, siendo patronos los Reyes Católicos.
Hay dos enfermerías, una para religiosos de dicho convento de Observan­
tes de Cáceres, que se mantiene de las limosnas de él y las que dan los indivi­
duos de la nobleza, a los que llaman alcobistas y tienen su armas respectivas en
las alcobas de la enfermería cuando las ocupan religiosos enfermos. La otra es
para los religiosos Franciscos Descalzos que enferman en la villa del Arroyo, de
la provincia de San G abriel, a los que conducen cuando fallecen para darles
sepultura, estando a tres leguas de distancia. Su petitorio la limosna. En ésta hay
un religioso enfermero mayor y otro compañero, ambos sacerdotes y dos legos;
en la de Observantes, sólo enfermero mayor, sacerdote y un lego, teniendo cada
una de estas enfermería capilla pública. El convento de Religiosas de San ta
M aría de Jesús, del que no consta quién fue su fundador, se tiene entendido
haber sido su origen, la reunión de varias señoras a las que se agregaban las espo­
sas de algunos nobles, cuando éstos salian a campaña. Tampoco consta el núme­
ro determinado de eclesiácticos en tiempos de su fundación ni decreto de prela­
dos, pues siempre ha subsistido, y actualmente depende de sus rentas, a las que
sólo se aumentan cien fanegas de trigo que tiene asignadas cada año desde los
tiempos de la Reina C atólica, con lo que asciende su renta por un quinquenio,

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a cuarenta un mil reales vellón. La dote que cada religiosa paga en su ingreso,
es de seiscientos ducados. N o hay establecim iento alguno para la enseñanza,
pero sí se admiten, precedida licencia del ordinario y anuencia de la comuni­
dad, niñas para su educación cristiana y oficio propio del sexo. Son de la Orden
de San Jerónimo y de la filiación del ordinario.
El de San Pablo, tiene seis religiosas de velo negro, dos legas y una novi­
cia para el coro. Fue beaterío de veinte, con su capellán y el 11 de marzo de
1449, pidieron al Obispo de Coria, don Alfonso Enríquez, les cediese la profe­
sión de religiosa con clausura y demás votos, jurando la regla que debían guar­
dar, el 17 de julio del mismo año. Es de la Orden Tercera de San Francisco,
cuya renta anual poco más o menos, son veinticinco mil reales vellón, siendo la
dote seiscientos ducados regulados por propinas y gastos. N o enseña pública ni
privadamente.
El de religiosas de San Pedro, del que tam poco consta su primitiva fun­
dación, se conserva en su archivo una memoria en la que dice era en 1592 su
abadesa doña M arina de los N idos y su vicaria doña Francisca de U lloa, según
parece, fundadoras de dicho convento. En 1593, don G arcía de Galarza Obispo
de C oria les concedía las constituciones mandando viviesen bajo la regla de la
Orden Tercera de San Francisco. En 1604, producían sus rentas veintiocho mil
trescientos cuarenta y tres reales y veinte maravedís en censos, casas, juros y
limosnas de los ordinarios llegando a once mil cuatrocientos veinticinco reales
vellón. Hay diez religiosas profesas de velo negro y dos legas, cuya dote es de
seiscientos ducados, sin enseñanza pública ni privada.
El de la Purísima Concepción, fundado en 1616, por don Juan Durán de
Figueroa, daba doce plazas para capellanes, ignorándose el numero de su prime­
ra institución, habiendo en el presente siete de coro y tres legas. La dote son
seiscientos ducados y su renta diez mil reales anuales de los que se m antienen y
alguna labor de sus manos, siendo éste y los anteriores conventos de la afilia­
ción del ordinario.
El de San ta C lara, fue fundado por doña A ldonza de Torres por Real
Cédula de S. M., quien mandó al Ayuntamiento de Cáceres, señalase sitio para
su establecimiento, celebrándose en él la primera misa el 5 de noviembre de
1614, siendo el número de religiosas de cuarenta, estableciendo admitir hasta
veinticuatro, existiendo hoy veinte, inclusas legas. Son sus rentas dos mil duca­
dos anuales con corta diferencia y alguna limosna. La dote es seiscientos duca­
dos, excepto las de música y legas, que nada pagan. Su gobierno corre a cargo
del provincial de San Miguel y Observantes Franciscos, y no hay enseñanza.
El seminario bajo la advocación de San Pedro A póstol, fue fundado por
el obispo de Coria don G arcía de Galarza, el 4 de mayo de 1603, otorgando su
fundación ante Pedro Delgado escribano de la villa, previniendo que en este
seminario se criarán siete mozos de este obispado, por lo menos de edad de doce

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años, que supiesen leer y escribir y diesen muestras de perseverar en el servicio
de la Iglesia y fuesen hijos legítimos de padres pobres, pero que no se excluye-
sen a los hijos de rico, con tal de que éstos se sustentasen a su costa y tratasen
de servir a Dios en la Iglesia y ser nombrados los siete mozos por los siete arci­
prestes de esta diócesis, cuyo nombramiento lo había de hacer la justicia y regi­
miento de la cabeza de cada uno.
Previniendo que se les enseñase a los colegiales la G ram ática, tanto con
punto y otras buenas artes, la Sagrada Escritura, libros eclesiásticos, homilías de
los santos y los ritos y ceremonias para administrar los sacramentos. Dotó al
seminario con las casas principales que tenía edificadas en los arrabales de la
villa con linderos notorios y diez mil ducados de principal. Nom bró fundador
rector, después de sus días el Revdo. O bispo de esta diócesis, con la facultad de
nom brar vicerrector. M andó que se observasen en él las constituciones del
colegio de Sigüenza, reservando añadir o quitar, entregando el expresado cau­
dal a la justicia y regimiento de la villa, para que en su nombre aceptasen y
recibiesen el dinero y empleasen su renta para la manutención del seminario.
Aunque se dice estaba edificada la casa, parece no llegó a concluirse, lo que se
advierte en el edificio. Por la disminución que sufrió su caudal, jamás llegó a
tener cumplido efecto su fundación, aum entándola considerablemente el obis­
po de esta diócesis don Juan José G arcía Alvaro, acrecentando mucho su renta,
y a consulta del C onsejo cedió el rey a favor de este seminario las casas que sir­
vieron de habitación a los regulares expulsos y eran de sus temoralidades, en las
cuales habitan los seminaristas, debiendo advertirse que sólo uno es de los lla­
mados primeramente a la fundación y los demás son porcionistas. Sin embargo,
a costa de sus rentas se está pagando al vicerrector, al maestro de Filosofía, a un
pasante y criados inferiores que perciben de salario fijo cuatrocientos treinta y
nueve ducados cada uno, además de su ración que importará más de seiscientos,
de modo que desde que se abrió este seminario para m antener un sólo colegial
de los de su principal instituto invierten en salarios, sólo de criados más de dos­
cientos doblones al año, sin indemnizar lo que gastan con los porcionistas, ya
que solamente paga cada uno de éstos sesenta ducados y doce fanegas de trigo,
pudiendo estar en el seminario diez meses, desde principio de septiembre hasta
fines de julio, haciéndose cargo de este seminario, por orden de S. M., el actual
obispo de Coria.
De cuantos edificios va hecha mención, ninguno merece particular m en­
ción, a excepción del H osp ital de la Piedad, elegido para casas de la R eal
Audiencia, en el que su patio y escalera, son de muy buena arquitectura. La
iglesia de Santa María, es entre todas, la más regular y de arquitectura gótica.
Tiene tres naves y el retablo de su capilla mayor es también de buen gusto aun­
que se le ha afeado algo por la nueva obra de una custodia4. El convento de San
Francisco, es edificio bastante grande, pero no hay en él cosa digna de anotar,

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siéndolo menos en el de Santo Domingo. De los cinco conventos de monjas,
cuatro son bastante espaciosos, que son el de Jesús, San Pablo, San ta C lara y la
Concepción.
Parece increíble que en un pueblo de esta circunstancia no haya dotada
escuela de primeras letras, ni que en él se haya tratado seriamente este punto.
Algunos que dan escuela a los niños; son comúnmente unos hombres que por
impedidos de ejercer sus oficios o por carecer de ellos, enseñan lo que ignoran
por un corto estipendio que mensualmente pagan los que asisten a ella, sin que
sufran estos hombres el debido examen, como si con su educación pusieran los
cimientos al fundamento de toda ciencia, y especialmente al de nuestra católi­
ca religión. Por esta causa, existe una total ignorancia, no sólo en párvulos,
sino en muchos con estado, hablando bárbaramente el castellano, truncando
muchas palabras en las oraciones dom inical y angélicas, advirtiéndose falta de
respeto a padres y superiores, y finalm ente una educación muy opuesta a las
m áxim as del Evangelio, lo que clam a por el m ás pronto rem edio. Es muy
común la asistencia de muchachos al estudio de la Gram ática, sin saber leer ni
escribir, cuyo defecto dura toda la vida. Hay algunas escuelas de niñas sólo para
labor de manos correspondiente al sexo y por estipendio mensual, como ocurre
en la de niños, por lo que se advierte igual ignorancia en doctrina cristiana.
Hay dos cátedras de latinidad dentro del seminario, la primera dotada en
cuatrocientos ducados y la segunda en doscientos cincuenta que se pagan de las
rentas de propios, según Real Provisión del Supremo C onsejo de C astilla, cuya
creación fue en 1779.
N o hay noticia de haber existido en esta villa, sociedad económica, pero
sí administración de correos, con un conductor por cuenta de dicha administra­
ción, que es quien lleva y trae la correspondencia de la villa de las N avas, y la
de tabacos y salinas, cuyo administrador es don Silvestre Buzomo5, la de rentas
provinciales, con administrador y otros oficiales y la de real lotería con un solo
administrador. El número de dependientes de la Santa Inquisición es de cinco,
que los son don Benito Pavón, comisario; don Vicente Vinteño, notario; don
Joaquín de Ovando, alguacil mayor; don N icolás M ariño y don M anuel Gómez,
familiares, ignorándose cuáles gozan de fuero. Hay teniente de M ilicias del
R egim iento de Plasencia, llam ado don A n to n io V illam il, un sargento, tres
cabos y cuarenta y cinco soldados. Tam bién hay bandera de reclutas de las R ea­
les Guardias Españolas, su comandante don Diego Q uintano, Subteniente del
m ismo cuerpo; un sargento y doce soldados. La Bandera de Voluntarios de
Extremadura, con su teniente, sargento, dos cabos y seis soldados; la del Regi­
m iento de América, con sargento, tres cabos y seis soldados. La de Reales B ata­
llones de M arina, con un oficial, sin sargento y quince soldados; la del Regi­
m iento de Caballería de la Reina, con sargento, un cabo y tres soldados; la de
Dragones del Rey, con su alférez, un cabo y siete dragones, de los cuales sólo

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dos están montados, hallándose en esta villa, como vecino de ella, el marqués
de Cam arena la Real, C apitán del Regim iento de M ilicias de Trujillo, sin que
haya noticias de personas que turben el buen orden y administración de justicia
ni den escándalo público.
Los dos médicos y el cirujano están asalariados por la villa, los dos prime­
ros con cuatrocientos ducados anuales y el segundo con doscientos, que se pagan
de propios. Hay además un médico, cinco cirujanos y cinco boticarios libres.
N o cuenta la villa con Hospicio ni casa de Misericordia, lo que sería muy
útil su establecimiento, celebrándose las juntas de caridad por cofradías.
Las cosechas que se cogen en el término son de trigo, cebada, centeno,
avena, garbanzos, habas, vino, aceite, miel, corderos, lechones, chivos, lana,
queso, enjambres, cera, becerros y lino. De todos los frutos referidos, se pagan
diezmos, recogiéndose por los administradores de las cuatro C illas desde 1788
que comprende las cuatro casas escogidas por la real gracia del excusado, según
la concordia otorgada entre S. M. y el cabildo de C oria6.
Las huertas se hallan repartidas en varios sitios, y se riegan con aguas de
fuentes, según el repartimiento que cada una tiene por cuarto de hora, contan­
do la villa para ello con un repartidor de agua. Las especies que en ella se crían
son coles, lechugas, escarolas, rábanos y otras, bien que faltan muchas que pro­
ducirían si la desidia no lo impidiera. Están arboladas de higos, peras, ciruelas,
granadas y algunas azofaifas, pudiendo haber otros muchos árboles, particular­
mente de espino, para lo que es muy a propósito el terreno, absteniéndose de
ello por los muchos robos que hacen, sucediendo lo mismo con otras exquisitas
frutas que se producirían sin dificultad, si se plantasen. Se cultivan las tierras de
este térm ino con bueyes, m uías, caballos y jum entos, según las respectivas
facultades o proporciones de los vecinos labradores o senareros, pero no cons­
tando el número de juntas de una y otra clase.
Los ríos de este término son: el Salor, Ayuela y el Guadiloba, pero éstos
y algunos otros arroyos que tiene el territorio no son de perenne corriente.
Críanse en ellos barbos y otros pescados pequeños llamados bordallos y pardi­
llas. Existen lagunas de particulares en la que se crían tencas muy finas. Las
fuentes son muchas y especiales para beber. La mayor parte del pueblo usa de
la llam ada del C on cejo por su sanidad e inmediación. Se puede asegurar que
se extraen de ella cada veinticuatro horas de seis a siete mil cántaros de agua,
dejándola sin ella por la noche, am an ecien do por la m añana llena. Tiene
cerca de tres varas de profundidad y más de ocho de largo, dividida en dos
estanques embaldosados de cantería, por cuyas juntas sube el agua, adornada
de arcos de la misma piedra, cubierta, y pueden a un tiempo sacar agua doce
personas. La otra que llam an de A guas Vivas, con igual adorno de arcos y
cubierta, situada al poniente del pueblo y parte opuesta a la anterior y de mucho
caudal de agua, además de servir a todo aquel barrio para beber, concurren a ella

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gran número de lavanderas, no siendo menos el número de cántaros de agua
que se extrae de ella. N o lejos hay otras dos de exquisita agua, las que con
otras m uchas sirven para beber y lavar, pero siendo tanto el núm ero y tan
abundantes, no es posible conducir sus aguas al pueblo por su elevada situa­
ción, siendo la más útil y particular la del m anantial llamado Fuente del Rey,
que nace al médiodía de la villa, a corta distancia de ella, siendo tan caudalosa
su corriente que con ella se riega y se beneficia una legua de huerta, muelen
veinticinco piedras harineras, dos batanes, un lavadero de lanas, tintes, tene-
rias y otros aprovecham ientos,teniendo su nacim iento en un pequeño valle sin
sierras en siete leguas de distancia. Su agua es gruesa y jam ás sale turbia, aun­
que haya avenidas, pues siempre es cristalina. Tiene un cercado el recinto que
ocupa, lo que sería más útil y beneficioso si desde su nacim iento se formase
una cañería de piedra o ladrillo de media vara de ancho y tres cuartas de alto,
con lo que se consieguiría aprovechar toda la corriente, evitando que la tierra
embebiese mucha parte, como se advierte en la mayor parte de su curso, en los
que hay trozos que van llenos de hierbas y malezas que impiden y quitan la
fuerza a la molienda, lo que se lograría con reconocido beneficio y rico aprove­
cham iento del caudal.
Siempre se han observado en la villa las reales órdenes sobre pesca, las
que se publican anualmente en sus respectivos tiempos.
En todo este territorio no hay puente, barca ni cam ino público en el que
se pague contribución, pagándose en la villa portazgo, cuyo derecho fue conce­
dido por los Reyes Católicos a doña Isabel Cuello, por vía de dote cuando casó
con el Cam arero don Sancho de Paredes Golfín, vinculándolo y agregándolo a
su mayorazgo con facultad real en 20 de diciembre de 1498, cuyos instrumentos
originales y confirmaciones existen en el archivo del C onde de Torre Arias,
poseedor del mayorazgo, quien nada percibe, ignorándose el motivo ni en qué
se invierte o conmuta.
Hay siete molinos de aceite y nueve hornos de cocer pan, sin que haya
máquinas para trillar, aunque algunos las han tenido y abandonaron los cose­
cheros por no tener práctica en su manejo.
A unque hay terrenos incultos y aptos para la agricultura en la Sierra de
San Pedro, solamente se aprovechan para rozar lo que es de una utilidad pasaje­
ra, y en la que debiera procurárse más continuidad. N o se reparte monte alguno
por sorteo a los vecinos, pero sí el fruto de bellota a los granjeros de ganado de
cerda, si les conviene el precio en que se tasa, subastándose en el último año y
dejando a los vecinos solamente la preferencia en su tanteo, lo que parece es
contra oren expresa del C onsejo, para evitar decayese el valor de los propios
que procede de otras causas. En la referida sierra hay proporciones de terreno
poblado de acebuches, los que pueden ser injertados y aprovechar si se poblase
algo la m ism a sierra. Los m ontes altos de encinas y alcornoques están muy

69
deteriorados por los continuos incendios y reducidos a arbustos y monte bajo,
especialmente después de formado el empeño de aumentar el valor de los pro-
pios por medio de los crecidos y frecuentes descasques, con lo cual y las rozas, se
aniquilan éstos, sin aum ento de la agricultura. C onócese bien esta ruina en
dicha sierra, pues apenas se descubren encinas y alcornoques, de cuyos árboles
estuvo espesamente poblada, defraudando a Cáceres y su tierra del fruto que
producían, casca para el cultivo de fieles7, maderas para labradores y los propios
y arbitrios de sus rentas, notándose este perjuicio en la decadencia del valor de
dichos propios y arbitrios.
Pudieran rehacerse dando providencia para que las m uchas m atas de
ambas especies que hay con buena disposición, se apostasen y limpiasen, dando
su terreno para algunos años a labradores de la jurisdicción, sin más gravamen
que el aposto y limpia, descuajando con el debido conocim iento a distancia
proporcionada de una mata a otra y con la prevención de sacar fuera a quemar
lo inútil, para no sofocar los apostos. Este terreno produciría muy buenas cose-
chas y en pocos años volvería a poblarse la sierra y demás dehesas de altos m on­
tes, las que ya o estaban no hace muchos años, entre ellas el Risco y Sierra de
San Benito, que hoy las desconocen los que la vieron con espeso monte y reses
montunas, contribuyendo a la conservación de estos montes la vigilacia y celo
de sus guardas repartidos en ellos, evitando incendios, malos cortes, y otros
ministerios, cumplen con su oficio.
N o faltan hierbas medicinales y otras para tintes, especialmente grana, o
cochinilla que en otros tiempos parece aumentaba el valor de los propios, pero
en el día sólo se aprovechan de ella algunos extraños que tienen la ocasión de
cogerlas. Hay algunas huertas en la referida Sierra, en las que se producen muy,
bien los árboles frutales, especialmente los de espino, habiendo suficiente leña
y carbón para el consumo del pueblo. El monte alto de encina y alcornoque no
se quema con fin alguno a no ser por algún fuego casual de los que suceden en
verano, cuyo exceso esregularmente averiguable para el castigo.
En virtud de reales órdenes, se concedieron por el Ayuntmiento algunos
terrenos para plantíos, lo que no se verificó por orden del Real y Supremo C o n ­
sejo, para que a los que los tienen se les imponga pensión y señal de tiempo
para que lo hagan. En estos y otros sitios pudieran hacerse plantíos de moreras,
tan útiles para la cría de seda, de la que aquí se carece.
Por esta villa están señalados con el nombre de partido, los baldíos de las
dehesas Zafra y Zafrilla, al lugar del Casar, cuatro mil trescientas noventa y tres
fanegas de tierra; al de M alpartida, mil ochocientos veinte; a la villa de Arroyo,
tres mil ciento cincuenta y cinco; al lugar de A ldea del C ano, mil doscientas
cincuenta y ocho; a la de Torreorgaz, mil cuatrocientas veintiséis, al lugar de
Torrequemada, mil quinientas cincuenta y una, y al de Sierra de Fuentes, seis­
cientas sesenta y cuatro. Hay trescientas una dehesas8.

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En el término de esta villa se hallan varios castillos en los que antigua­
mente se refugiaban sus dueños en tiempos de guerra, siendo en el presente
casa de campo, propias de mayorazgos fundados en ellas y que sirven para reti­
rarse en tiempos de primavera y otros, a gozar de la recreación del campo,y para
habitación de criados de labor que en ellas tienen sus dueños, habiendo en
muchas de ellas lagunas o charcas con algún pescado y caza mayor, especial­
mente en la llam ada Corchuela, propia del C onde de Torre A rias, que tiene
acotada bastante extensión de terreno por real privilegio e iguales penas que los
cotos reales, con muchos números de almendros dulces y amargos, con acebu-
ches injertados, lo que puede ser en pocos años una heredad muy útil por la
buena calidad de aceite que producen sus olivos.
C onsta haer sido pueblo, según escrituras, la aldea de Pontefuera, distan­
te media legua de esta villa, e igualmente la de Corchuela a la misma distancia,
Ponciano, a una, Herguijuelas a tres, Las Seguras, a dos, Arrogatos, a cuatro,
Cerveras, poco más de tres, Alpotreque, Castellanos, Valdelacasa y la Corte del
C ochino en la Sierra de San Pedro, y otras de las que hay vestigios, como la de
Vencáliz a cuatro leguas y media, siendo las causas de su despoblación, según se
cree, las continuas guerras, lo que sería de m ucha utilidad el volverlas a repo­
blar, dado el corto número de habitantes en la provincia.
La caza mayor consiste en venados, corzos y jabalíes, pero esta muy dete­
riorada en dicha Sierra de San Pedro y en los demás parajes donde la había,
cuya escasez se atribuye a la falta de montes. La menor, de perdices, conejos,
liebres, palomas, chochas, codornices y otras, con cuya caza se abastece al pue­
blo. A lgunas personas que se dedican a la extinción de fieras tienen el premio
de propios en esta forma: Por cada loba que matan, ochenta y ocho reales; por
el lobo, cuarenta y cuatro; por el pequeño m acho o hembra, veintidós; por la
raposa mayor diez reales, y por las pequeñas, cuatro. En el último año de 1790,
ascendió este precio a más de siete mil reales vellón. En la referida Sierra y en
los campos de todo este territorio hay gran número de colmenas, cuyo alimento
es la flor de la jara, no siendo la miel del mejor sabor; pero la que se cría en
dehesas y pastos de campo es muy superior y blanca, alimentándose éstas de flor
de tomillo, romero, cardillo y otras olorosas y finas plantas de que abunda la
tierra. Las dehesas no tienen muro, por lo que están expuestas a ser derribadas
por los ganados, por la causa de no hallarse muradas con lo que se defienden de
todo peligro, no observándose ordenanza alguna que señale la distancia que
debe haber de un colm enar a otro, no produciendo la utilidad que en otros
tiempos, ni hay tanto número de colmenares por lo que considerablemente ha
subido el precio de la miel ligera, siendo su motivo los continuos robos que se
experimentan, abandonándolos sus cosecheros. El remedio para su conservación
sería que la justicia vigilase este punto, celando muy particularmente sobre los
que comercian en él, inquiriendo la conducta de los forasteros y transeúntes que

71
vienen a comprarlas. Com unm ente se atribuyen los robos de esta especie a los
vecinos de C eclavín, donde parece hay ocho lagares de cera, siendo raras las
colm enas en el término de aquella villa, por lo que generalmente suspiran para
que se les prohíba este comercio.
Por las noticias adquiridas en esta villa, resulta haber en ella cincuenta y
un mil ciento sesenta y ocho cabezas lanares; seis mil ochocientas de cerda; dos
mil cuatrocientas setenta y seis vacuno; cuatro mil ciento treinta cabrío; ciento
n oven ta y och o yeguas; quince tusonas; cinco tusonas; seis potros; quince
potrancas y diez caballos padres.
En varios sitios de la Sierra de San Pedro, subiendo desde, el convento
de San Francisco a la Sierra de M osca, se han hallado algunas piedras de las
que se extrajo hierro. También en la primera de dichas sierras existen canteras
de jaspe encam ado y blanco, de las que no se hace uso y hace pocos años se
cercó con su piedra el sitio que llaman la Corte del C ochino por un particular.
Es de interés el examen sobre este asunto, ya que en la villa no se conoce el
jaspe en ningún edificio y las estatuas de las que, va hecha mención, así como
otras piezas de mármol, proceden de las canteras del reino de Portugal. Hay
otras canteras de imponderable dureza y varios colores que se usan en la mam-
postería de fábricas, como lo es la cantería de variada calidad, pizarras y otras,
siendo la de más utilidad las de cal, situadas cerca de la villa, de las que se abas­
tece la mayor parte de la provincia, empleándose para el uso del blanqueo. El
número de hornos es muy crecido, inutilizados algunos por la falta de leña al
haberse rozado muchos terrenos para labor.
Los hijos ilustres y naturales de esta villa fueron: Fr. Fernando Yáñez,
capellán mayor de S. M., canónigo de la San ta Iglesia de Toledo y fundador de
la religión de San Jerónimo, en Lupiana confirmada por Gregorio XI; G il C or­
dero, vaquero al que se le apareció la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe
en 1330; Pedro y Diego, pastores a quienes se apareció en las montañas de Lié-
vana, la imagen de Nuestra Señora del Brezo en 1478 según refiere su historia;
Fr. Juan de Torre, capitán famoso, después religioso Observante que murió con
notoria fama de santidad; don Diego C an o de Larrocha, Tercero Observante,
muerto lleno de virtudes; Fr. Francisco de O vando, decimoséptimo primogénito
de su casa y duodécimo provincial Observante, célebre escritor; doña Leonor
de Vera, de notoria virtud; don Rosalío Ramos, presbítero secular, cuya vida
está impresa, falleciendo en 1772; don A lvaro de Moscoso, doctor parisiense,
capellán del emperador Carlos V, que asistió al C oncilio de Trento; don Juan
de Ovando, reformador de la Universidad de A lcalá, del Consejo de Indias, su
presidente y primero de su Hacienda; don Francisco Rivera y O vando, Inquisi­
dor de la Suprema y obispo de Segovia; don Gonzalo de la Cerda, obispo de
Lérida, don A ntonio de Cáceres Sotomayor, confesor del Rey don Felipe III,
don Fr. A gu stín de C arv ajal, obispo de G uam anga; Fr. Lorenzo G utiérrez,

72
dominico e insigne teólogo; licenciado Gonzalo Martínez Espadero, Consejero
de Castilla; doctor M edrano, protomédico de Felipe III y la reina doña M arga­
rita; don A lonso Becerra inquisidor de la Suprem a; don A n ton io Gutiérrez
U lloa, inquisidor de Lima; don A ntonio U lloa Chaves, presidente de Guadala-
jara en la N ueva España; don Juan de C arvajal y Sande, que renunció a los
obispados de Pamplona, C oria y Plasencia, don Francisco de Solís O vando, del
Consejo de C astilla, asesor del de Hacienda; don .Juan G olfin de C arvajal, pre­
sidente de G ranada, don Pedro U lloa Golfin y Portocarrero, gran jurisconsulto
y fam oso escritor; don Francisco de C arv ajal, arcediano de Plasencia, que
m andó hacer los puentes de su nombre en los ríos A lm onte y Tamuja, reedificó
toda la parroquia de Santiago, dotando a su capilla mayor y en ella varias cape­
llanías; don Pedro G arcia de Galarza, obispo de Coria, fundador del seminario
de Cáceres, don Gómez de Solis y Toledo, obispo de Plasencia; don N . Pinto
Cornejo, arzobispo de Burgos; don Isidro de C arvajal, obispo de Cuenca; don L.
M achado, obispo de Caracas; don Sancho de Paredes Golfin, Cam arero de los
Reyes Católicos; don Bernardo de U lloa, del Consejo de Ordenes; don Sancho
Flores Milón, del Consejo de Castilla; don Francisco de Valverde, presidente
del nuevo Reino de Granada; don G arcia G olfín Portocarrero, Oidor de N av a­
rra; don A lvaro de Sande, quien por sus servicios, los de su padre y abuelo, fue
prim er m arqués de V aldefuentes; Excm o. Sr. don Jo sé de C arv ajal, primer
ministro de Estado; don Alvaro de Carvajal, su hermano, dignidad de Cuenca,
fundador de la Congregación de San Felipe de Neri en dicha ciudad; don Lope
Ruiz de U lloa, rico-hombre del emperador A lfonso VII; don A lvaro de Sande,
mayordomo mayor del Infante don Fem ando y de su C onsejo, que sirvió cin­
cuenta y tres años ocupando los primeros puestos de la milicia en M ilán; don
M artin de Paredes, que sirvió en Italia y España; don Juan Perero, que sirvió
contra los moriscos de G ranada; don San ch o de Perero y don M artin de la
Rocha, en la conquista de Indias; don G arcia de Paredes, capitán de infantería
en la guerra contra Portugal; don Juan de C arvajal, que sirvió en Flandes y
murió de capitán de caballos en Portugal; don Gonzalo de C arvajal, don M ar­
tin y don Juan, sus hermanos y don Pedro G olfin y Carvajal, su primo, con don
A lonso G olfín Portocarrero, quienes murieron peleando contra los portugueses;
don G arcia y don Diego de Galarza y O vando, famosos capitanes; don Alvaro
Baltasar U lloa, capitán de infantería; don Diego de Figueroa y Vargas, que sir­
vió en las guerras de Italia, M ilán y Portugal; don Francisco A ntonio de O van­
do y Cerda, capitán en la guerra de Cataluña; don Jerónimo A ldana, capitán de
infantería y su Alférez; don Francisco M ogollón; don G abriel Saavedra, muerto
en un reencuentro con el capitán Matos; don Diego de Ulloa, llamado el Zurdo,
don Fem ando de Carvajal y don M icael de Solis, que murieron de capitanes de
caballos en Flandes; don A lvaro de U lloa Monroy, capitán de infantería y
muerto prisionero en Lisboa; don Sancho, su hermano, que sirvió en Flandes y

73
M ilán; don A lonso de Aguilar y Moctezuma, capitán de caballos en Flandes;
don Bernardino de C arvajal y don Fabián de Solis y R ocha, capitanes; don
Pedro José de Ovando, capitán; don M elchor de Carvajal, que murió de capitán
en Portugal; don Francisco de Mayoralgo Enríquez, que sirvió más de cuarenta
años y fue Maestre de Cam po; don Alonso Sánchez de Paredes, muerto a manos
de los moros, en defensa de nuestra santa fe; don G arcia Fernández de Paredes,
famoso capitán que sirvió cincuenta y tres años; don Pedro Alonso Golfín, capi­
tanes en las guerras de Portugal; don N icolás de Ovando, comendador mayor de
Alcántara, capitán general y gobernador de la Isla Española; don Gutierre Luis
de Solis, capitán en las guerras de Portugal; don N icolás de Carvajal, marqués de
Sarria, que sirvió en las guerras de Cam po Santo, Portugal e Italia; don Fermín
López de Ulloa, en la batalla de las N avas; don Sancho López de U lloa y don
Lope Sánchez, en la conquista de Andalucía con el rey don Fem ando el Santo.
En la entrada de la vega de G ranada, se hallaron con el rey don Juan II, los
caballeros don Fem ando Alfonso de Ovando, Juan de Ovando, capitan mayor
de Cáceres, Diego de Cáceres, su hermano, el Mariscal Ovando, el gobernador
Garcia Golfín, Alfón de Torres, su hijo el mariscal y Femando Becerra; en la
entrada de la vega de Guadix, Pedro Rodríguez de Torres, Diego de Torres y Fer­
nán Alvarez de Toledo, el Viejo; en la batalla de A rchidona murieron Fem ando
y G arcia de Cáceres, junto con don Gutierre de Sotomayor, don A ntonio de
Ulloa, capitán de caballos, que se halló en la batalla de Guarina, contra el rebel­
de Gonzalo Pizarro; A lvar Sánchez de Ulloa, que sirvió al Emperador y a Felipe
II, en las guerras; M artin de la Rocha, muerto en el sitio de Rodas, y el com en­
dador Juan de la Rocha, su sobrino, cautivo; Juan Rodríguez de Villalobos, asis­
tente en la conquista de India, primer poblador de ella, quien enseñó alli a
labrar con bueyes; Per Alvarez Golfín, capitán en la conquista del Cuzco; Loren­
zo de A ldana, famoso capitán en la conquista del Perú y en la misma el capitán
Francisco de Godoy, teniente y capitán general de don Francisco Pizarro; Vasco
Porcallo de Figueroa y sus hermanos Lope de Mendoza y Alonso de Sotomayor,
conquistadores de Indias; Gómez de Solis, valeroso soldado; Francisco Hernán­
dez de Cáceres, después Girón, capitán y teniente general en la conquista de las
Indias, dos veces general del Cuzco y otras provincias; Lorenzo de U lloa, con­
quistador de M éjico y el Perú don Fem ando y don Cosm e de Ovando, quienes
se hallaron en el sitio de M alta; don Jerónimo de U lloa, capitán de galera; don
Gonzalo de Ulloa, don G arcia Golfín de Figueroa y Jerónimo de La Cerda, que
sirvieron en las guerras de Indias; el doctor don Francisco de Sande, gobernador
y capitán general de Filipinas, fundador de la N ueva Cáceres en los Camarines;
el capitán Diego G arcia de Paredes y su hermano A lonso Sánchez de Paredes,
que sirvieron en las guerras de Italia.

74
Notas

1 En la parroquia de Santa María hay los beneficios siguientes: el cura, cuyo valor regula­
do por quinquenio, 300 reales vellón y sus emolumentos, cuatro beneficios simples y un présta­
mo, que todos son servideros, hallándose uno agregado a la dignidad de maestre-escuela de la
Santa Iglesia de Coria, siendo todos iguales en dotacion por lo decimal e igual ración que el cura­
do. Los que sirven, alternan con el cura en aniversarios y demás funciones de iglesia, pero sin la
obligación en el «cura animarum», cuyos emolumentos se regulan al año, en 900 reales. Hay otro
beneficio llamado sacristía, que corre agregado a la fábrica, su renta es el tercio de las primicias
que corresponden a las tercias reales. En San Mateo hay el curado, un préstamo unido a la digni­
dad de maestre-escuela de Coria, y siete servideros. Solo reside el cura y un beneficiado, los
demás, ausentes, siendo uno natural de Cuenca y sólo iniciado, goza dos beneficios. En la dota­
ción son iguales al curado, en cuanto a lo decimal alternando con el cura. Sus emolumentos son
los mismos que en Santa María. En San Juan hay el curado, un préstamo y dos beneficios, resi­
diendo solamente el cura. La dotación de los dos primeros, en lo decimal es una ración de frutos
y los otros dos, medio noveno y una cuarta parte de pie de altar, quienes alternan con el cura por
semanas y asisten a las funciones de iglesia, sacando el curado todo el pie de altar. Tiene por
dotación éste una casa en la que habita el cura y otras dos más pequeñas con varios gravámenes y
una memoria de misas de 360 reales. En la parroquia de Santiago, tiene el beneficio curado tres
servideros y un préstamo, residiendo sólo el cura y uno de los servideros. Hay también otro llama­
do sacristía, que está vacante. Su dotación, el tercio de primicias, las del curado, incluso emolu­
mentos, lo que asciende por un quinquenio a 2800 reales.

2 N o damos relación de éstas, por no constar en los documentos de las Visitas hechas al
partido de Cáceres.

3 El de la Piedad tiene de renta 2.000 ducados Sancti Espíritu 13.229 reales, 17 marave­
dís; el de Caballeros, 1.737 reáles y 25 maravedís y el Salvador del Mundo, 1.146 reales.

4 El retablo fue obra de los artífices flamencos Guillén Ferrán y Roque Balduque, realizada
en 1559, de lo que consta documentación en el Archivo Histórico de Cáceres.

5 El administrador tiene de salario 8.000 reales anuales; el oficial mayor e Interventor,


3.750; el oficial segundo, 2.737; el tercero, en calidad de agregado, 2.920; el mozo de oficios,
2.555, y el conductor de la correspondencia, 2.180 reales.

6 A Santa María, por un quinquenio, 218 borregos. 11 chivos, 25 lechones, 205 arrobas
de queso de oveja, 1 de cabra, 375 arrobas de lana blanca y 14 de parda, 49 de churra, 7 cuartillos
de miel, 20 reales de cera, 401 fanegas de trigo, 193 de centeno, 45 de cebada. 190 de avena, 4
celemines de garbanzos. De primicias, trigo, 24 fanegas; 21 de centeno; 5 cebada; 8 avena; 8 arro­
bas de vino; becerros, 14; uva, 382 reales y 1 enjambre. San Mateo, 482 borregos, 22 chivos, 105
lechones, 337 arrobas de queso de oveja, 41 de cabra, 139 arrobas de lana blanca, 1 de parda, 7
cuartillos de miel, 12 reales de cera, 614 fanegas de trigo, 255 de centeno, 100 de cebada, 338 de
avena, 2 de habas, 3 de garbanzos. De primicias, trigo 30 fanegas, centeno, 24; cebada, 8; avena,
9; habas, 4 celemines; garbanzos, 1 fanega; borregos, 11; vino. 11 arrobas; uva, 352 reales; enjam­
bre, 1, y 9 arrobas y media de aceite. La de San Juan, 117 fanegas de trigo. 85 de centeno, 19 de
cebada, 37 de avena, 63 arrobas de lana, 112 corderos, 24 chivos, 8 lechones, 1 becerro, 7 arrobas
de queso, 28 reales de enjambre, 99 de cera, 32 de zumaque, 599 reales de uva, y la de Santiago,

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33 chivos- lechones, 1; queso de oveja, 30 arrobas; 3 de cabra; lana blanca, 16 arrobas, y de parda,
18; miel, 54 cuartillos; cera, 119 reales; trigo, 302 fanegas; centeno, 201; cebada, 50, avena, 97;
habas, media fanega; garbanzos, 3. Primicias, 51 fanegas de trigo, 41 de centeno, 8 de cebada, 10
de avena, media de habas, media de garbanzos, 25 reales de vino, 1.000 de uva, 7 enjambres y 23
arrobas de aceite.

7 “cultivo de fieles” podría ser “curtido de pieles”, (nota de los editores)

8 Las dehesas tienen de cabida 340.130 cabezas lanares, 15 son de sólo pasto y hacen
122.120 cabezas. Las restantes 143 son de pasto y tienen de cabida sus baldíos 218.010 cabezas,
sin poderse saber las que se dejan de romper por ser a voluntad de sus dueños.

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CÁCERES EN 1790 POR SANGUINO MICHEL EN REVISTA DE EXTREMADURA
JULIO/1899 P. 213-230

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