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1. Oh, Adonai, el Innombrable Sal 103, Sal 5.3

Oh, Adonai:

De mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré (Sal


5.3) Bendice, alma mía a Jehová. (Sal 103) ¿Habrá en toda la tierra alguien que no
se encuentre en esta lista de tus bendiciones (Sal 103.1-7)? La hizo David, que,
como yo, sabía de lo que hablaba. (Salmo 51.1-12, Jn 2.25, Heb 4.15) Tus
beneficios para él son tan grandes como sus iniquidades y las mías; son la muestra
de tu amor y de tu perdón. Por eso, Bendice, alma mía, a Jehová, y no te olvides de
ninguno de sus beneficios. (Sal 103.1-2) Porque tú, Adonai, perdonaste todas mis
iniquidades. (Sal 103.3) Rescataste del hoyo mi vida y me coronaste de favores y
misericordias. (Sal 103.4) Sacias de bien mi boca y rejuvenezco como el águila. (Sal
103.5) Me has enseñado tus caminos, y he visto tus obras. (Sal 103.7)

Y todavía queda camino, Señor, mucho camino.Yo quiero andarlo; andarlo


contigo, Señor. Es el camino de tus santos; es el camino de tus testigos; es el
camino que caminaste; es el camino que ahora camino yo.

Es el camino perfecto; es el camino de perfección; es el camino que vas abriendo;


es el camino que sigo yo. Es el camino de gracia; es el camino de luz; es el camino
perfecto; es el camino de la cruz.

Y todavía queda camino, Señor, mucho camino. Yo quiero andarlo; andarlo


contigo, Señor Jesús.

Todavía queda camino, y todavía quedan obras (Flp 1.6, Gn 28-15) porque eres
misericordioso y clemente; lento para la ira, lleno de gracia y muy misericordioso.
(Sal 103.8-10, Lam 3.22)

Oh, Adonai, tan lejano y tan cercano. (Sal 103.11-13) Tan compasivo. (Sal
103.14-18) Nuestra vida tan fugaz, tu misericordia tan eterna como tu pacto. (Heb
8.8-13) Por eso, alma mía, bendice a Jehová y no te olvides de ninguno de sus
beneficios. (Sal 103.1-2)
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2. Jesucristo y el problema existencial (Jn 8.14, 23)


Yo sé de dónde he venido y a dónde voy, pero vosotros no sabéis de dónde vengo,
ni a dónde voy. (Jn 8.14, 23)

Hermanuelos y amigüelos:

Hay en el ser humano una sed de eternidad (Ecl 3.11, Sal 42, Is 64.1) que se
contrapone con la dura realidad de que somos seres mortales. (Heb 9.27-28) Sin que
nadie nos enseñe, desde niños manifestamos esa sed. Queremos explicar nuestra
existencia y nuestro destino último. Algunos quizás no encuentren ninguna
explicación y mueran sin esperanza, (1 Tes 4.13) con la única certeza de no saber a
dónde van ni de dónde vienen, como dijo alguna vez Rubén Darío:

“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura porque esa ya no
siente; pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre
que la vida consciente. Ser y no saber nada y ser sin rumbo cierto, y el temor de
haber sido, y un futuro terror. Y el espanto seguro de estar mañana muerto y sufrir
por la vida y por la sombra y por lo que no conocemos y apenas sospechamos. Y la
carne que tienta con sus frescos racimos. Y la tumba que aguarda con sus fúnebres
ramos. Y no saber a dónde vamos, ni de dónde venimos”. (Lo Fatal)

Dichoso el que logra alguna respuesta satisfactoria a estas interrogantes. Quizá


pueda vivir y morir tranquilo. Sin embargo, lo que observamos en la realidad es que
los que no viven ni mueren tranquilos son la mayoría. En otras palabras,
bienaventurados los que han resuelto su problema existencial. (Y los que no, no).

El árbol y la piedra son dichosos porque no tienen la pesadumbre de la vida


consciente. No tienen conciencia de su propia existencia, no sufren el dolor de
saberse vivos. Por lo menos Darío y algún desbalagado lector sufren el temor de
haber sido, y el espanto seguro de estar mañana muerto.

Dichoso, pues, el que de alguna manera resuelve su problema existencial. La


ciencia lo resuelve así: “El hombre nace, crece, se reproduce y muere –para
siempre”. Jesucristo, con su evangelio, y con su vida y con su muerte, lo resuelve
así: “Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no
soy de este mundo. Por eso, aunque yo sé de dónde vengo y a dónde voy, ustedes no
lo saben”. (Jn 8.23) El que aprende la lección y sigue el ejemplo de Jesucristo, lo
resuelve así: “El hombre nace, crece, se reproduce y muere; y al morir, trasciende a
la eternidad”. (Jn 14.2, 23, 2 Cor 5.1, Ef 2.2)

¿Y nosotros, hermanuelos y amigüelos, qué ejemplo seguimos? ¿De dónde


venimos, a dónde vamos, y para qué vinimos? (Jn 18.37)
Aimiavisan.
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3. Burros y berros y el problema existencial. (Ecl 3.11)


Creó Dios al hombre a su imagen y semejanza”. (Ecl 3.11, Gn 1.1-5, Jn1.1-5)

Hermanuelos y amigüelos:

En términos de la Creación, la voluntad soberana de Dios se manifiesta en los


primeros dos capítulos de Génesis: crea barro y agua, la materia prima de toda la
Creación. Luego, la ilumina (crea la sucesión de luz y oscuridad, de días y de
noches, que llamamos “tiempo”); luego la ordena (crea el espacio tridimensional); y
finalmente, la llena (crea la vida, que le da plenitud, utilidad y significado a los
cielos y a la tierra. (Sal 6.5)

Dentro de ese sistema, cada parte de la Creación tiene una utilidad relativa a la
voluntad y propósito de Dios, (Gn 1.11-12, 29-31, Jn 4.24) pero el único que parece
darse cuenta de esos designios es el hombre, no de balde creado a imagen y
semejanza de Dios. (Gn 1.26) Su bien desarrollada conciencia, lo hace darse cuenta
de su propia existencia y de la de todo lo que lo rodea; en él resuena sin palabras la
intuición de la existencia de un Creador, (Ecl 3.11) y pronto comienza a preguntar
¿qué es todo esto, quién lo hizo; y yo, quién soy, para qué sirvo; de dónde vengo,
para dónde voy? (Gn 1.1-5, Jn1.1-5)

Dichoso el hombre en cuyo pensamiento irrumpe Dios causando estas


interrogantes. (Is 64.1, Mt 6.10, Lc 17.20, Jn 18.36-37, Jn 4.24) Son señal de que la
semilla divina que le viene plantada desde su nacimiento ha comenzado a germinar.
“Dios ha puesto eternidad en su corazón … sin que alcance el hombre a comprender
cabalmente la obra que ha hecho Dios”. (Ecl 3.11)

Las respuestas a esas interrogantes crean sistemas llamados filosofías, ideologías,


teologías, religiones, ciencias, pseudociencias, condicionamientos, lavados de
cerebro, grupos gnósticos, y toda clase de supersticiones acerca de la existencia de
poderes metafísicos -suerte, destino, control mental, brujería, etc- que
supuestamente controlan o pueden controlar la existencia del individuo –su materia
y su esencia interior. Son preguntas que tocan más allá de lo que se ve, (Ecl 3.11,
Heb 11.1-3); son señal de humanidad que ni los burros ni los berros ni los perros
suelen tener. Son señales de nuestra semejanza con Dios, señales de divinidad. (2 P
1.3-4)

Y nosotros, hermanuelos y amigüelos ¿de qué damos señales?


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4. El corazón contradictorio (Sal 1.1-6, Ro 7.15-25, Ro1.18-32)


Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. (Ro 7.19)

Hermanuelos y amigüelos:

Hace tiempo descubrí que yo era uno de los muchos hombres y mujeres de todas las
edades que nacen y viven con un corazón contradictorio: quieren hacer el bien, y no
pueden; no quieren hacer el mal, y lo hacen; tratan de ser buenos, y acaban siendo malos.
(Ro 7.15-25)

Esta contradicción es una lucha entre el bien y el mal, entre la santidad y el pecado, entre
el cielo y el infierno, y en última instancia entre Dios y el diablo. (1P 5.8-9) La parte buena
del corazón contradictorio dice: Señor Omnipotente: anhelo todo el día mirarte frente a
frente y adorar tu Deidad; perderme en la hermosura de tu santidad; darte gracias tres
veces, y alabar el misterio de tu Trinidad. Señor Omnipotente, te ruego, hazte presente.
Quiero adorar, quiero alabar, a mi Dios frente a frente. La otra parte se conforma con
pedir: “Salud, dinero y amor”.

Cada parte de este conflicto tiene su oferta: el pecado es sabroso; (Prov 9.1-18) la
santidad es dulce y gozosa (Sal 16). El mal, deleita; (Stg 4.3, 5.5) el bien satisface. (Jer
20.7) El diablo es castigo y esclavitud; (Jn 8.31-36) el Señor es recompensa y libertad. (Is
40.10, Ro 6.22) El pecado se paga con la vida; (Gn 2.17) la vida eterna se recibe como don
de Dios. (Ro 6.23)

Hubo un tiempo en que fui “De los que, necios, dicen Dios no existe; (Sal 14.1) de los
que a Dios jamás toman en cuenta; (Ro 1.28) de los que creen en Dios en vano; (Stg 2.19)
de los que, necios creen ser sabios; (Prov 26.5, 12, Ro 1.22) de los repletos de contienda y
celos; (1 Cor 3.3) de los de mente necia y reprobada; de los que con mentira detienen la
verdad (Ro 1.18, Ap 21.8) cuyo seguro fin era la muerte”. (Ro 1.32)

Y hubo un tiempo en el que también San Pablo tuvo el corazón contradictorio: “Yo sé
que en mí no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque
no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y ya no lo hago yo, sino el
pecado que mora en mí.” “Todo el que hace pecado, esclavo es del pecado.” (Jn 8.34) y
“La paga del pecado es muerte.” (Ro 6.23)

Viéndose perdido, pidió ayuda: “Miserable de mí. ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?” Dios lo liberó, y desde entonces, dijo: “Gracias le doy a Dios, por Jesucristo
Señor nuestro.” (Ro 7.24-25) “He sido liberado del pecado, y ahora soy siervo de Dios;
tengo por fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.” (Ro 6.22) Y se convirtió en el
gran predicador del evangelio que todos admiramos. (1 Cor 15.1-11, Gal 1.1-11)

Hermanuelos y amigüelos: ¿Hay aquí alguien que necesite ser liberado del pecado y ser
hecho siervo de Dios? ¿Hay alguien que necesite esa clase de ayuda? (Jn 1.29-34)

Aimiavisan.
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5. Moral, misantropía, y otras imperfecciones


Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo. (Mr 12.28-31)

Hermanuelos y amigüelos:
“La moral parece ocuparse de tres cosas: (1) de la justicia y la armonía entre los
individuos; (2) del orden o armonía en el interior del individuo; (3) del fin general de la
vida humana, de aquello para lo que el hombre fue creado”. (Lewis, CS, Mero
Cristianismo, RAYO-Harper-Collins, 2006, España, p 88). Dicho de otra manera, la moral
dicta el deber ser de las cosas; la sabiduría es el arte de cumplir ese dictado de la mejor
manera posible. El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del
Santísimo es la inteligencia. (Prov 9.10)

Quizás contra nuestra voluntad, esta incómoda y comprometedora definición nos


clasifica como personas morales o inmorales, como gente que vive, o no, justa y
armónicamente con sus semejantes, consigo mismos, y con su Creador. Pero eso no es
todo; también nos permite vernos a nosotros mismos en nuestros semejantes, según ciertos
retratos o estereotipos de conducta que reconocemos en ellos. Son estereotipos de el
Bravucón de la escuela, el Patrón Explotador, el Empleado Incumplido, el Político
Corrupto, el Vendedor Mentiroso, el Padre Irresponsable, el Vanidoso, el Sabio en su
Propia Opinión, el Inválido por Conveniencia, la Víctima de Oficio, el Marido Tirano, y
muchos más. Y a nosotros, hermanuelos y amigüelos, ¿qué estereotipo nos retrata?

Al pensar en el deber ser del hombre encontramos al Misantrópo, que por sentimientos
de repulsión o de timidez rehúye todo trato humano; y cuyo desafecto es más o menos
deliberado o intencional. Por eso no se dice que un niño o un animal sean misántropos
sino que son huraños y ariscos. El misántropo es un adulto que no procede sólo por
instintos y sentimientos sino también por experiencia y reflexión. (Adaptado del
Diccionario Manuel de Sinónimos y Antónimos Voz © 216 Larousse Editorial, SL) La
definición de Lewis excluye de la moral al misántropo por no tener una relación justa y
armoniosa ni con los demás, ni consigo mismo, ni con su Creador, si es que lo tiene. Luego
entonces, la misantropía es una imperfección moral, sin importar la causa, el sentimiento, o
el grado de rechazo del otro o de sí mismo en que el misántropo se encuentre.

La misantropía contradice la moral de Lewis, que es la moral cristiana: Oye, Israel:


Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y con todas tus fuerzas; (Deut 6.1-9) Amarás a Dios sobre todas las cosas y
a tu prójimo como a ti mismo. (Mr 12.28-31) Sed pues perfectos, como vuestro Padre que
está en los cielos es perfecto; (Mt 5.48) y Dejando ya los rudimentos de la doctrina de
Cristo, vamos adelante a la perfección. (Heb 6.1-3) Lo que es más grave, esa incómoda y
comprometedora definición contradice cualquier moral humana, sea laica o religiosa; sea
supersticiosa o meramente humanista.

No damos la medida moral de Dios, ni la del hombre. Y si los animales fueran seres
morales ¿la daríamos? Qué locura. Luego entonces, hermanuelos y amigüelos, ¿qué
podemos recomendarle a los que como nosotros quisieran ser perfectamente obedientes a
mandamientos tan perfectos como los de Dios?
Aimiavisan.
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El Lago de Pátzcuaro. (Sal 6.4-5)


Con perfección de espejo, el valle líquido retrata el cielo y la montaña, el árbol y la nube, y tu belleza.
¿Por qué, Señor, hiciste cosas bellas? ¿Por qué pusiste quién mirara en ellas cosas bellas? No dejarás mi
vida en el Seol, pues ¿quién te alabaría, cosa bella?

Hermanuelos y amigüelos:
Lean conmigo el Salmo 6.4-5 y démosle gracias a Dios porque Dios es bueno. Los
que hemos visto su belleza -en Pátzcuaro, o en cualquier otro lugar o circunstancia- lo
sabemos: Dios es bueno. En medio de amargura, lo supo David, (Sal 6.8-10) lo supo
Job (Job 42.1-9) y lo supe yo. Entiendo el sentimiento de David (Sal 6.1-7), y el de Job
(Job 7.1-11), y aunque no son las mismas circunstancias, es el mismo sentimiento.
David le suplicó, Job se quejó y yo le reproché a Dios. Definitivamente, no doy el
ancho para héroe bíblico; pero el Señor, que es muy bueno, nos agració a los tres. (Sal
6.8-10, Job 42.1-9)

Un día (24mzo1982) busqué la muerte. Me tiré al suelo y caí de rodillas, vivo,


porque no era la muerte física lo que buscaba, sino la muerte del que quiere escapar de
una situación insoportable que ya no es vida.

Señor: no me sentía reprendido ni enfermo como David. (Sal 6.1-3) Mis huesos no se
estremecían. Mi alma sí, en grado extremo, pero en aquel entonces no te conocía como
para decirte: “¿Hasta cuándo me vas a liberar de esta muerte que se siente en el alma?”
En mi caída, alcé una mano y la quise cerrar para formar un puño contra ti, y quise
reprocharte, pensando: “¿No que somos amigos? ¿No que soy tu hijo?”

En esas circunstancias, David te suplicó: Oh, Jehová, sálvame por tu


misericordia. Porque en la muerte no hay memoria de ti. En el Seol no hay quién te
alabe. (Sal 6.5) Pero David no estaba enojado porque te conocía. Turbado y angustiado
hasta la muerte sí, pero enojado no. (Sal 6.1-3) Ni reclamaba, ni exigía, ni declaraba, ni
decretaba, ni se sentía tu dueño. El que sabía alabarte como nadie, también sabía
suplicarte y suplicó como Jesús cuando Jesús sintió su muerte. (Mt 26.37-42) Tu Cristo
te rogó, Señor. Con gran clamor de lágrimas y temor reverente, te suplicó que lo
libraras de la muerte. Y fue oído, y aunque era Hijo, aprendió obediencia, y sufrió la
cruz (Heb 5. 5-10, Heb 12.1-2) con la certeza y convicción de lo que le prometías. (Heb
11.1) Y yo – yo caí de rodillas, abrí la mano y te dije “Ayúdame”, y en ese mismo
instante me ayudaste.

Siendo Bravo, al recibir tu ayuda quise bramar, bufar, refunfuñar y rezongar, pero ya
estaba en tu presencia, Señor. Un sentimiento de dulzura tal llenó mi corazón que tuve
que explotar o reventaba. Sentí que me asfixiaba y solté un torrente de mugidos, y
gemidos indecibles. (Ro 8.26) Sólo Dios sabe lo que dije, porque hablaba en una lengua
extraña, (Hch 2.4, 1 Cor 14.2, 22) de novedosas articulaciones y sonidos, de raro ritmo,
de rara entonación, de extraño silabario, de exóticas palabras y significados que el
intelecto no entendía pero que el sentimiento traducía como dulzura. La dulzura de tu
presencia, Señor. (Sal 16) Y ahora entiendo a David, (Sal 6.8-10) y entiendo a Job ( Job
42.1-9) y me entiendo a mí mismo porque a los tres nos consoló tu Espíritu.
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7. Soneto
En memoria del 24 de marzo de 1982. (Jn 3.3-8)

Vivir de otra manera no concibo


Desde que me llamaste a conocerte
Enamorado, sin miedo de perderte
En plena libertad, por ti cautivo

Más muerte que esta vida no recibo


En la inmensa riqueza de tenerte
Mi dueño ya no soy; pertenecerte
Es la santa embriaguez en la que vivo

En esta perfección en que me envuelves


En las contradicciones que resuelves
Muero para vivir. Vida es mi muerte

¿Morir? Morir, vivir, todo es quererte


Y la mayor contradicción, que dos
Tú y yo, seamos uno ya, mi Dios.
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8. Tú eres mi Padre. Me engendraste hoy. (Sal 1 y 2, Heb 1.5)


¿A cuál de los ángeles dijo Dios alguna vez: Mi Hijo eres tú; yo te he engendrado hoy? (Sal 2.7, Heb 1.5)

Hermanuelos y amigüelos; angeles y potestades celestiales,


Escuchen mi oración, y que el Señor derrame su Espíritu. Amén.

Señor:
Hoy me engendraste una vez más. (Mt 3.13-17, Jn 1.12-13) Me ungiste y entendí.
Pero la historia es larga. Como todo lo tuyo, el Espíritu lo es todo; y como para todo
lo espiritual, la carne para nada aprovecha. (Jn 3.6, Jn 6.63, 1 Tim 4.8) Por eso, de lo
espiritual, podemos decir dos cosas: la cosa divina es Jesús, el varón bienaventurado
que nunca anduvo en camino de pecadores, (Sal 1) y la cosa humana somos
nosotros, los de carne y hueso, los pecadores, los pueblos y los reyes y los príncipes
que se rebelan contra ti buscando libertad. (Sal 2.1-3) Ilusos. La verdadera libertad
es del Espíritu, no de la carne. (Jn 8.31-38, 2 Cor 3.17) Pero esa es la lección de hoy.
(Sal 2, Jn 3.3-6)

Jesús sabía esa verdad y la dio a conocer: Mi Hijo eres tú. Yo te he engendrado
hoy. (Sal 2.7) Hoy, me la enseñas a mí una vez más. Y me la recuerdas para que viva
con la esperanza de la verdadera libertad: Mi Padre eres tú. Me engendraste hoy.
(Ro 8.12-16) Una vez más, puedo vivir como en Ro 8; puedo vivir como el que ha
sido ungido. (1 Cor 2.16, Sal 1.1-6, Sal 2.7)

¿Y qué es tu unción si no un derramamiento de tu Espíritu? No necesito que me


digas Pídeme lo que quieras, (Sal 2.8) porque en ti tengo todo lo que quiero. “Me
tomaste de la mano; me has guiado según tu consejo, (Ro 8.14) y me recibirás en
gloria. ¿Y a quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti, nada de la tierra
deseo”. (Sal 73.21-25)

¿Y qué es tu unción si no un derramamiento de tu Espíritu? (Sal 133, Hch 2.4) Tú


eres tu Espíritu, (2 Cor 3.17) y de hoy en adelante no sólo oirás mi voz en la
mañana; (Sal 5.3) si te derramas en mí, oirás también los gemidos indecibles de tu
Espíritu en mí. (Ro 8.26-27) Kalamashilajaia. Kalamaranda. Jaia, Jaia, Jaia.
Ishkamala, jondijaka. Jaia, Jaia.

¿Y qué es tu unción si no un derramamiento de tu Espíritu? (Hech 2) Y si me


escuchas, oirás la risa de mariposa que me diste, y el clamor y la alegría de mi
temor, que vienen con tu unción. (Sal 2.10-12) Tú eres mi Padre. Me engendraste
hoy y ya me enseñas a andar en el Espíritu. ¿Andar? Andar, estar, permanecer, ir y
volver, vivir en el Espíritu, por el Espíritu, al influjo de tu Espíritu, bajo la guía de tu
Espíritu. (Ro 8) Inspírame tu Espíritu, Señor, todos los días, a todas horas, hasta la
eternidad. Bienaventurados los que en ti confían.
Amén.
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9. En mi nuevo rincón. (Sal 139.7-8)


¿A dónde escaparía de tu Espíritu? ¿A dónde, de tu presencia? (Sal 139.7-8)

Hermanuelos y amigüelos:
En el nuevo rincón que ahora habito, últimamente me pregunto: “¿Qué sigue de aquí?”
Al cumplir 70 años, el 24 de marzo del 2011, dejé mi función cristiana magisterial y causé
con ello la desaparición de ICCO, la Iglesia Cristiana de Colima, la bienamada. Si me
preguntan cómo me siento por causa de eso, respondo: “No sé, pero ¿cómo se llama la
nostalgia sin dolor? Así me siento”. “No sé. Soy pluma al Viento, esperando el Soplo”.
Mientras tanto, vivo la vida normal, común y corriente, que cualquier otro podría vivir. ¿De
qué le sirve a nadie ser un héroe solitario en un altar?

Mi nuevo rincón es un lugar oscuro y quieto, como a mí me gustan los rincones. Aquí,
en mi oscuro rincón, puedo decir con Fray Luis de León (1527-1591): “Qué descansada
vida la del que huye del mundanal ruido. Oh, monte, oh fuente, oh río. Oh, secreto seguro,
deleitoso. Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo, a solas, sin
testigo. Ténganse su tesoro los que de un falso leño se confían”. Pero cuán breves son esos
buenos momentos. El círculo vicioso del pensamiento -la asociación de ideas, implacable-
no le deja mucho espacio al reposo; es un dinosaurio como el de Monterroso: “Cuando
despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Y yo también, cuando despierto, mi
pensamiento, el dinosaurio, todavía está conmigo, y pienso. (Sal 139.17-18)

Pienso en el defenestrado Schulemburg y digo: “Imágenes y cruces -en cuellos,


cementerios, altares y prostíbulos y cuartos de hospital- atraen devociones, temor
supersticioso y falsa adoración; rodean nuestra vida, señalan nuestra muerte, contienen
nuestra fe, y esconden el Camino”. (Jn 14.6)

Pienso en que “Conoce el perro y lame sólo los pies del amo; conocen las ovejas un
Pastor del rebaño; conoce el hijo un Padre, y adora un solo Dios. Y los que no son hijos de
Dios ¿quién es su padre? ¿Cuántos dioses adoran, cuántos pies lamen?”

En mi oscuro rincón, “Busco el lugar secreto, (Sal 25.14-15, Jer 23.18, Sal 51.6, Mt 6.6)
de donde vienen gozo, paciencia, paz, benignidad, bondad, amor; de donde vienen
templanza, mansedumbre, libertad; de donde vienen noticias, deleitosas siempre; de donde
vienes tú”. (Gal 5.22-23)

En mi oscuro rincón pienso en John Milton, el poeta ciego que no supo ver que Dios ni
necesita justificarse ante los hombres, (Paraíso Perdido) ni necesita nuestras
justificaciones, (Ro 3.20) ni necesita las obras que los hombres hacen con los dones que él
mismo les concede. (1 Cor 4.7) “Los que mejor le sirven son los que llevan su dulce yugo
de la mejor manera, porque también le sirven los que sólo esperan”. (Milton, Soneto 16,
Mr 3.9)

Y tú, hermanuelo y amigüelo, ¿qué es, quién es tu dinosaurio, el que te abruma, y te


atosiga y te acosa desde el momento en que despiertas? Ojalá que sea mejor que el mío.

Aimiavisas.
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10. En la frutería (Gal 5.16-18, 22)

Hermanuelos y amigüelos:

Estoy pensando en el molino, antiguo lugar de antiguos chismes en la antigua


Colima; y estoy pensando en la verdulería y en la frutería, y en la riqueza y variedad
de frutas y verduras de las que hoy gozamos. No sé cómo será su frutería, ni su
barrio, ni su pueblo, pero aquí ni los políticos, ni los empresarios, ni los
comerciantes, ni los sueldos de hambre nos despeinan.

En la frutería

Las rebanadas de sandía me sonríen


Los mangos se perfuman para mí
Los cacahuates esconden las arrugas
Y los melones, las barrigas
(No quieren que se sepa
No quieren que se vea)

Mañanas de mi barrio
De mi pueblo
De mi vida

Es la vida, Señor, que me has dado. La montaña, nomás para verla.


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11. Falta de contentamiento Sal 8, Sal 73


¿A quién tengo en el cielo, sino a ti? (Sal 73.25)

Hermanuelos y amigüelos:

Estoy pensando pensamientos catárticos con los que quizás no muchos estarán de
acuerdo. De todos modos, aquí les va, con temor y temblor. (Sal 2.11, 1 Cor 2.3, 2
Cor 7.15, Ef 6.5, Flp 2.12)

Hay cristianos que ven los cielos, la luna y las estrellas, y al hombre coronado de
gloria y de honra y gratamente sorprendidos y halagados dicen ¿Qué es el hombre
para que de él tengas memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? (Sal 8) Y
luego, sorprendidos, halagados, agradecidos y sinceros, cantan Señor, mi Dios al
contemplar tus cielos, el firmamento y las estrellas mil; al oír tu voz en los potentes
truenos, y ver brillar el sol en su cenit, de corazón entono la canción: Cuán grande
es él. Cuán grande es él”. Ah, Señor. Cuando medito en el amor divino, que desde
el cielo al Salvador envió; aquel Jesús que por salvarme vino, y en una cruz sufrió y
por mi murió, de corazón entono la canción “Cuán grande es él”.

Dentro de ese grupo de cristianos tan complacidos y tan contentos, quizás haya
algunos –quizás yo, quizás algunos como yo- que, después de cantar, bajan de
aquellas alturas, voltean a su alrededor, ven las obras de los hombres, y con disgusto
y rechazo se quejan de todo lo que es posible quejarse: la política, la injusticia, la
impiedad, la vida que nos tocó vivir, etc. ¿A qué se debe esa amargura? ¿A qué se
debe esa falta de contentamiento? ¿Es que no practican la piedad? (Sal 73.1-3, 1 Tim
6.6, Tit 1.1)

¿Acaso la Biblia no se ha ocupado ya de esos y muchos otros casos? (Sal 37, Sal
73, Stgo 1 y 2, etc) ¿Acaso creemos ser más justos que Dios? (Is 40.1-2) ¿Querrá el
Señor que mandemos que descienda fuego del cielo? (Lc 9.54) ¿No estaba en
nosotros también el pecado del mundo? (Jn 1.29-34) “Y tú que juzgas, ¿haces lo
mismo?” (Ro 2.1-4) ¿Acaso devolvió mal por mal el Señor Jesucristo; acaso no
venció el mal con el bien? (Ro 12.21)

¿Qué pues, diremos, hermanuelos? (Ro 6.1, 9.14) ¿De dónde sacan algunos
cristianos esa falta de contentamiento? (Sal 73.1-3, 1 Tim 6.6, Tit 1.1) ¿Acaso en
esta tierra no somos extranjeros y peregrinos en busca de una patria celestial? (1 P
2.11, Heb 11.13)

Piénsenlo, y aimiavisan.
12

12. Envidia y complejo de inferioridad. (Sal 73.25)

Hermanuelos y amigüelos:

Me pregunto si entre el numerosísimo conglomerado de lectores que no leen mis


locuras habrá alguno que sienta alguna clase de envidia, como el personaje que
habla en el Salmo 73:

Ciertamente es bueno Dios para con su pueblo, para con los limpios de corazón.
En cuanto a mí, por poco me resbalo y caigo, porque tuve envidia; envidia de los
arrogantes y de la prosperidad de los impíos.Y dije: “He aquí estos impíos, sin ser
turbados del mundo alcanzaron riquezas. Y a mí ¿de qué me ha servido limpiar mi
corazón y lavarme las manos en inocencia?”

Este pensamiento era difícil y doloroso, hasta que, entrando en el santuario de


Dios, comprendí el fin de ellos. Era tan torpe yo, que no entendía. Era como una
bestia delante de ti, Señor. Pero me tomaste de la mano y me has guiado según tu
consejo. Y después, me recibirás en gloria. Y, después de todo, ¿a quién tengo yo en
los cielos sino a ti? Y fuera de ti, no deseo nada de la tierra. (Adaptado)

Me pregunto si tendrá razón Adler al afirmar que el principal motor de la


conducta humana es el complejo de inferioridad que el niño adquiere y desarrolla a
partir del primer día de su nacimiento, y que, según Adler, lo lleva a superarse. En
ese caso, podríamos proponer que la envidia es una forma de ese complejo de
inferioridad.

En cuestiones de la motivación de la conducta yo no me afilio con Adler, ni con


Freud, ni con Prince, aunque, si tuviera que escoger, escogería al iconoclasta Prince.
Gracias a Dios, no tengo que escoger (Stgo 1.13-15) pues yo tengo otro médico de
las almas.

Pero, hermanuelos y amigüelos, ¿quién es nuestro médico de las almas?

Aimiavisan.
13

13. Salmo 1 ¿Somos tamo o somos árbol? (Sal 1 y 2)

1.1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino


de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 Sino que en la ley de Jehová
está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. 3 Será como árbol plantado junto a
corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace,
prosperará. 4 No así los malos, Que son como el tamo que arrebata el viento. 5 Por tanto, no
se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6
Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá.

Hermanuelos y amigüelos. ¿Somos tamo, o somos árbol?

El Salmo 1 describe al hombre justo, piadoso y bienaventurado. Su justicia, rectitud, o


piedad consiste en apartarse del mal y en procurar la sabiduría de Jehová; teme a Jehová y
se deleita en su ley. Ese hombre es como un árbol plantado junto al río; dará buen fruto
porque el río que lo alimenta es el río de aguas vivas del Espíritu de Dios. (Sal 1.1-6, Jn
7.37-38)

El temor de Jehová es sabiduría; apartarse del mal, inteligencia. (Job 28.28) Buen
entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos. (Sal 111.10) Sólo los
insensatos desobedecen y desprecian la sabiduría y la enseñanza de Dios; (Pr 1.7) pero
obedecer a Dios nos hace sabios, y conocer a Dios, nos hace inteligentes. (Pr 9.10, Jn 17.3)

Y si hoy no entendemos, obedezcamos porque hoy “Vemos por espejo, oscuramente;


pero mañana veremos cara a cara. Ahora conocemos en parte; pero mañana conoceremos
como hoy somos conocidos”. (1 Cor 13.12) Hoy, “Miramos como en un espejo la gloria del
Señor”; pero “Al mirar su gloria, somos transformados de gloria en gloria en la misma
imagen, como por el Espíritu del Señor”. (2 Cor 3.18)

El impío es otra cosa. Es tamo que se lleva el viento y a quien nunca jamás volveremos a
ver porque el impío no pertenece a la misma congregación que el justo. (Sal 1.4-5) El juicio
del justo es “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde
la fundación del mundo”. Pero el juicio del impío, es “Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. (Mt 25.34-41, Ap 20-22)

Temamos, pues, a Dios, hermanuelos y amigüelos, y amemos su sabiduría y su


enseñanza porque el buen juicio y el mal juicio son la recompensa que Jehová promete: la
del árbol, o la del tamo. O, como está escrito: Jehova, conoce el camino de los justos y deja
que la senda del injusto perezca. (Sal 1.4-6)

El conocimiento de Jehová -conocer y ser conocido- es vida eterna. (Jn 17.3) Y nosotros,
hermanuelos y amigüelos ¿Cuál es nuestro camino, el de los justos o el de los injustos?
Porque ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo,
a quien has enviado (Jn 17.3) Entonces, hermanuelos y amigüelos, ¿ya conocemos a
Jehová, que es Dios, que es el Señor, que es el Salvador, que es Jesús?

Aimiavisan.
14

14. La fe que siembra en el mar. (Lc 17.5-6, Jn 1.1-18)

Hermanuelos y amigüelos, tolérenme esta otra locura:

En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios…
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él, nada de lo que ha sido hecho, fue
hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las
tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella … Y el Verbo fue
hecho carne, y vimos su gloria. (Jn 1.1-18)

Como éstas, hay en la Biblia cosas que nadie puede saber si no le son reveladas
como le fueron reveladas a Juan. (Ap 1.9-20, Gal 1.11-24, Job 42.1-6) ¿Quién
estuvo antes de la creación o durante la creación de los cielos y la tierra y de todo lo
que existe? (Gn 1.1-2) ¿Qué es o quién es el Verbo que existía desde el principio, y
coexistía con Dios y que ha sido Dios desde el principio? ¿Quién sabe estas cosas
sino el que dispuso que así fueran, y las realizó mediante el poder de su Verbo?
¿Quién puede entender estas cosas a menos que le sean reveladas? (Jn 3.1-15, Gal
1.11-24)

No se puede ni leer la Biblia sin revelación personal, (Gal 1.11-24) sin tomar en
cuenta lo que la revelación enseña. (1 Cor 2.6-16, 1 P 1.12) ¿Quién, si no la mente
ungida puede entenderlas? ( 1 Cor 2.16, Jn 1.18) Cualquiera puede creerlas, pero
¿saberlas? ¿Quién si no Dios y su Verbo? Y aun para creerlas ¿quién podrá creerlas
si no le fuere dada fe para creer sin ver? (Jn 20.29) ¿Y quién podrá darle esa fe si no
el Autor y Consumador de la fe? (Heb 12.1-2)

No de balde distingue Jesús entre la fe humana y la fe que siembra en el mar. (Lc


17.5-6) El que todavía no la tenga, que procure la fe de Jesús, (Heb 5.7, Heb 12.1-2)
no la fe que ha tenido hasta este día. (Lc 17.5-6)

Aimiavisan.
15

15. Para Equis (Jn 1.4, Gn 2.15-17)


“En él estaba la luz, y la luz era la vida de los hombres. Jn 1.4

El Evangelio según Sn Juan, como toda la Biblia, manifiesta la Deidad de Dios a


la conciencia humana. Muy marcada, abundante e insistentemente enseña, por
ejemplo, que “Conocer a Dios es Vida eterna”. (Jn 17.3) Dios se da a conocer en la
Biblia con toda su verdad y con toda su gracia, (Jn 1.17) pero dada nuestra pequeñez
y su grandeza, cuando eso sucede, nos parece estar frente a Dios para un encuentro
frente a frente, frente contra frente, como en un duelo, como en un pleito de chivos y
mulas y uno que otro viejo buey. En ese conflicto, nosotros llevamos la peor parte.
(Hch 9.5) La Biblia nos ciega con la verdad, y nuestra pequeñez nos impide ver su
gracia. Por eso, la búsqueda de Dios debe siempre consistir en conocer su Verdad y,
al mismo tiempo, su Gracia. (Gn 2.15-17, 1 Cor 6.12, 1 Cor 10.23, Ro 6.15-23)

Cuando Dios manifiesta su verdad, todos los que la reciben se asombran, se


asustan, se atemorizan, (Ex 20.20, Jn 8.11) pero a la vez se sienten atraídos,
enamorados, cautivos, seducidos y perdidos ante su indecible esplendor. (Ex 3.1-6,
Jer 20.7, Mt 17.1-8, Mr 9.6, Lc 9.33) Eso es lo que la Biblia llama “El santo temor
de Dios” , el encuentro y el conocimiento de la verdad y de la gracia de Dios. Y ese
santo temor de Dios es el principio del conocimiento de Dios que lleva a la sabiduría
y a la Vida eterna. (Jn 17.3, Sal 111.10, Prov 9.10)

Los que sólo conocen la verdad de Dios (Jn 8.34-36, Ro 6.16-17, 6.20-23 ) se
atemorizan pero no se enamoran. Conocen el temor, pero no la seducción. (Jer 20.7)
Conocen la Ley, pero no la Gracia. (Gn 2.15-17) En esas circunstancias, es lógico
que el pecador piense “¿Por qué, si quiero hacer el bien no puedo?” (Ro 7.14-25)
“¿Por qué me hizo Dios pecador?”, “¿De qué manera puedo remediar mi situación?”
Pero hay una mejor pregunta: “¿Qué puede Dios hacer por gracia para remediar mi
situación, para hacerme como él quiere que sea, que es lo mismo que yo quiero ser?”
(Gn 28.10-22)

De esas cosas y muchas más relativas a la gracia y la verdad de Dios me gustaría


hablar contigo, mi querida Equis. Dios puede hacer de ti la mujer que tú quieres ser.
¿Qué dices, hablamos?

Un abrazo de alguien que tiene en su corazón este agradecimiento: “Me sedujiste,


oh Jehová. Fuiste más fuerte que yo, y me sedujiste”. (Jer 20.7)
16

16. Esperar la visita del Señor. (Sal 5.3, 8.4, Sal 46.10, Sal 62.8, Is 64.1-4, 1 Tes 1.3)
Oh Adonai: De mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré. (Sal 5.3)

Esperar tu visita, Señor, (Sal 8.4), ponerme a tu servicio, (Mr 3.9) es un acto de piedad,
(Hch 13.1-3) es una devoción necesaria porque la Biblia la recomienda, (Sal 46.10, Sal
62,1,5,8, 1 P 1.13, Ap 6.9-11) y para mí, una necesidad porque solamente en ti tiene mi
alma quietud y reposo; porque solamente delante de ti puedo derramar mi corazón, (Sal
62.1,5,8) porque mi alma tiene sed de ti, (Sal 42.5) (4) porque todavía me falta aprender a
sentarme y esperar esa otra venida, la que todos dicen que está cerca, (Mt 24.2, 1 P 1.13,
Ap 4.1-11, 6.9-11 ) porque es una manera de comenzar a vivir mi día para ti, y en fin,
porque de esa manera me puedes mostrar la senda de la vida. (Ex 33.15, Gn 28.10-22, Jn
1.51)

Esperar al Señor, hermanuelos, es el acto de piedad al que la Biblia llama „ministrar al


Señor‟; (Hch 13.1-3) es el momento en el que el Señor derrama bendición y vida eterna,
(Sal 133.3) servidumbre, conocimiento de la verdad, ministerio, apostolado, (Tit 1.1) y toda
bendición espiritual. (Ef 1.3) Hace un año, en el Apartadero, Rigo, nos hizo una
exhortación para que en nuestro ministerio sigamos las pisadas del Señor y no al revés. (Jn
5.19,30) Yo también les hago la misma recomendación: hay que esperar al Señor, hay que
dejar que el Señor nos muestre el camino, (Ex 33.13, Sal 25.4, Sal 107.3) hay que caminar
como el Señor nos muestre cuando ejercemos piedad y “ministramos al Señor”. (Hch 13.1-
3 y Tit 1.1-3)

Esperar la visita del Señor es una devoción en la que el ser del hombre -espíritu, alma y
cuerpo (1 Tes 5.23)- se convierte en sacrificio vivo. (Ro 12.1-2, Sal 139.17, Is 26.3, Hch
13.1-3, Tit 1.1) Y esa entrega que es humanamente imposible es lo que el Señor quiere
lograr en nosotros, todos los días, desde el momento de abrir los ojos hasta el momento de
cerrarlos. Por eso nos manda: Quietos, para que sepan quién es Dios. (Sal 46.10)

Esperar la visita del Señor es reposo, una pausa total, de duración indefinida: segundos,
minutos, horas, días, vidas enteras. Es un reposo que se aprende reposando. Es un olvido de
lo creado, una tenaz concentración en el Señor, una entrega del hombre interior y una
amorosa espera del Señor. (Hch 2.17, Mt 22.37, Lc 7.38) Y cuando él llega, es el momento
de la oración y de la adoración en Espíritu y Verdad (Hch 4.31, 1 Cor 14.15, Jn 4.34) es el
momento del cántico nuevo, de la alabanza verdadera, (Ap 4.9-11, 5.9, 14.3) es el momento
de ver y cantar las maravillas de Dios. (Hch 2.11) En fin, hermanuelos, es el momento de
lo inefable, (Ro 8.26, 2 Cor 12.14) en el que el Señor nos hace “participantes” de su
naturaleza divina. (2 P 1.3-4) Oh, Adonai: “Es hermosa la heredad que me ha tocado;
muéstrame la senda de la vida. En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra
para siempre”. (Sal 16.11)

Hay que esperar, pues, como la barca espera, a la orilla del mar, (Mr 3.9) como se espera
la promesa del Señor (Hch 1.4), como se espera la redención del cuerpo. (Ro 3.24, 8.23)
Hay que esperar con la esperanza de servir al Dios vivo y verdadero, firmes y constantes
esperando la venida de nuestro Señor Jesucristo, (1 Tes 1.3, 9-10) el que ha de venir. (Heb
10.37, Ap 1.8)
Amén.
17

17. Nicodemo, amigo de Jesucristo (Sal 1 y 2)

Hermanuelos y amigüelos:

¿Por qué se refería Martín Lutero al Libro de los Salmos, como “La pequeña
Biblia”; y por qué encontraba en ese libro tanto la persona de Jesús, como el
evangelio de la salvación, como la meta a la que pueden aspirar los cristianos? La
respuesta es sencilla: Jesús es el bienaventurado varón que nunca anduvo en consejo
de malos; nosotros somos o hemos sido “los malos, el tamo que arrebata el viento,
los pecadores que no serán parte de la congregación de los justos”. (Sal 1) Nosotros
somos o fuimos los amotinados, los que nos rebelamos contra Jehová y contra su
Ungido -Jesús el Cristo, Jesús el Mesías. (Hch 4.23-31). Nosotros somos los que
rompimos sus ligaduras, sus lazos de amor y santidad, aquellos de quienes el Señor
se reirá y a quienes les hablará en su furor y los turbará con su ira. (Sal 2)

A menos que el Salvador nos salve y nos convierta en siervos y amigos (Ro 5.10,
Ro 6.22, Jn 15.15 ) seguiremos siendo el tamo, la flor que se marchita y arde en su
propia hoguera; seremos los malditos cuya congregación está en el fuego eterno
preparado para el diablo y sus ángeles. (Mt 25.41) Como cualquiera puede ver, ésta
es la esencia del evangelio de Jesucristo: el tamo puede ser árbol; el pecador, puede
ser uno de los santos; el enemigo puede ser amigo, y el condenado a las llamas
puede ser redimido para la iglesia celestial. (Ap 4.1-11) Este es el evangelio de la
salvación. (Ro 1.16, Ef 1.13)

A Nicodemo, un anciano maestro, principal entre los judíos le preocupaba su


salvación personal. Buscó a Jesús y le dijo: “Maestro, enséñame las cosas celestiales
porque nadie puede hacer lo que tú haces si Dios no está con él”. Jesús le contestó:
“Para ver el reino de Dios, necesitas nacer de lo alto, nacer de Dios, nacer del agua y
del Espíritu”. (Jn 3.1-21) Nicodemo obedeció, y desde entonces, hasta el día de la
muerte de Jesús, fue su siervo. (Jn 19.38-42) Ahora ya no es siervo; ahora es amigo
y adorador de Jesús alrededor del trono en el que se sienta el Rey de los Cielos. (Jn
15.15, Jn 4.19-26, Ap 4.1-11)

Y nosotros, hermanuelos y amigüelos, ¿qué somos para Jesús: árbol o tamo,


amigos o enemigos, supuestos adoradores -en la carne- o verdaderos adoradores -en
el Espíritu? En qué congregación pasaremos la eternidad, ¿alrededor del trono, (Ap
4.1-11) o en el fuego eterno? (Mt 25.41)

Aimiavisan.
18

18. ¿Qué es el hombre? (Sal 8)

Sal 8.1 Oh, Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra... 3 Cuando veo tus cielos,
obra de tus dedos, La luna y las estrellas que formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él
memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? 5 Lo has hecho poco menor que los ángeles, Y lo
coronaste de gloria y de honra. 9 Oh, Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!

Señor: ¿qué es el hombre?

Su primera dignidad es la de ser creación tuya. “En parte soy como las fieras, el
plancton, y los peces; y en parte me parezco a las estrellas. Pero soy y trasciendo; sé que
soy y trasciendo. Puedo decir que Creo, luego existo.”

Hiciste al hombre, y poco le faltó para ser ángel. (Heb 1.14) Algún día será glorificado y
tendrá mayor dignidad que la de los ángeles, y le darás autoridad en tu reino (1 Cor 6.3)
como aquí le diste autoridad sobre la creación, sobre los animales de la tierra, cielo y mar.
Pero en la tierra, su máxima dignidad es que vengas a él, y él tenga una conciencia capaz de
recibirte. (Gn 1.26-28) Venías a él en el huerto de Edén, (Gn 2 y 3 esp 3.8) venías a su
tienda, (Gn 18.1-33) y viniste encarnado para que todo mundo viera y conociera a Dios. (Jn
1.1-34 esp 1-18, Is 40.1-11, Mt 1.18-25, Mr 1.9-11, Lc 2.1-7, Jn 12.46-47, ) Y luego vienes
a cada uno de nosotros, tocas a nuestra puerta y dices Vengan a mí. (Ap 3.20, Mt 11.25-28,
Jn 10.1-21, esp 10, Ap 4.1-11 esp 1-2) ¿Quién es el hombre no sólo para que vengas a él,
sino todavía más, para que le mandes ir a ti?

Y ya en tu reino nos aguarda la dignidad suprema, porque te veremos cara a cara y te


conoceremos. (Jn 8.32, 1 Cor 13.12, Mt 25.34) Y si hoy somos iglesia en el mundo, (Ef
3.8-13 esp 10) y a veces del mundo, (1 Cor 2.1-5, 3.1-3) allá seremos la iglesia celestial, la
verdadera patria, la Ciudad sin Templo. (Ap 4.1-11, Ap 21.22)

Hermanuelos, amigüelos, ángeles, principados y potestades en los lugares celestiales:


(Ef 3.10) ¿Quién es el hombre para que tenga semejantes privilegios? (Lc 1.54, Heb 2.16,
Hch 2.1-13, 17-21, 36-47 esp 38) ¿Señor, ¿quién es el hombre para que lo conozcas y le
mandes conocerte? Los que no te conocen, inventan ídolos qué adorar, sean ángeles, sean
personas, sean cosas, sean religiones, ideas o creencias o supersticiones. La verdad es que
no sabemos ni lo que somos ni lo que podemos llegar a ser cuando nos lleves a tu reino. (1
Cor 6.3)

Hoy, pobres de nosotros, pedimos “Salud, dinero y amor” porque no te conocemos, (Mt
6.33) pero cuando te conozcamos cara a cara, no como en un espejo (1 Cor 13.12, 2 Cor
3.18) sabremos qué pedir como conviene. (Ro 8.26) Ah, Señor si no fuera por tu Espíritu,
no sabríamos ni pedirte perdón; (Mt 3.7-9, Lc 3.7-20) sin saberlo, estaríamos excluidos de
tu reino para siempre. (Lc 13.28, 2 Tes 1.9) Pero gracias, Señor, porque tu benignidad nos
lleva al arrepentimiento, (Ro 2.4) y al perdón y al evangelio, y a la salvación, y a sentarnos
a tu diestra. (Ef 1.1-23, Ef 2.1-10, Ef 3.10, Heb 12.1-2) Cuán glorioso es tu nombre en toda
la tierra y en toda la eternidad. No tiene el hombre ninguna gloria verdadera; sino el reflejo
de tu gloria en tu presencia. Gracias, Señor.
Amén.
19

19. Señor, hemos perdido el arte.

Señor, hemos perdido el arte de tu presencia viva (Ex 33.15)


Sentirnos bien nos ha hecho insensibles
Nos hemos vuelto Gatos gordos
Que ya no tienen hambre de sentirse mejor (Ap 3.17)

No andamos ya a la caza del bienestar supremo (Sal 42.2)


No meditamos ya de día ni de noche en tu palabra (Sal 1.2)
No te buscamos de mañana ni te hablamos
Con nuestra propia voz –la propia, no la ajena
La que hace al corazón hablar, no la copiada. (Sal 5.3)
Las frases hechas nos han indigestado (Mt 6.7)
Y la doctrina ajena nos causa estreñimiento (Gal 3.1-5, 2 Tim 4.3)
Ya no oyes nuestra voz, ya no nos presentamos
Ante ti y te esperamos (Sal 5.3, 62.8)

Ya ni recuerdo queda de los momentos deliciosos


Ni de los prados delicados, ni del aceite derramado
Ni de las viandas que alguna vez probamos
Sentados a tu mesa. Ya ni migajas procuramos. (Jue 1.7, Mt 15.27, Lc 16.21, Ap 3.17)
Ya no bebemos las aguas de reposo
Ni nos alientan tu vara y tu cayado
Y estamos satisfechos, e indigestos, y estreñidos (Sal 23)

Nos hemos convertido en Gatos gordos


Hemos perdido el arte de tu presencia viva
Y estamos muertos por la justicia propia
De nuestra propia religión. (Ro 10.3, Flp 3.9)

Hemos perdido el arte


Revívenos, Señor. (Jn 5.25)
20

20. Señor, yo quiero ser tu amigo. (Jn 15.15)

Señor, yo quiero ser tu amigo (Jn 15.15)


Perdóname la falta de modestia
No quiero chantajearte
Ni apelar a tus buenos sentimientos
Ni quiero que te sientas obligado
Porque “está en la Biblia”
Pero tú fuiste el de la idea
Y quiero ser tu amigo

Primero, descendiste, y fuiste


El Dios eterno en apariencia de hombre
¿Cómo es posible, oh, Dios:
Dios a la imagen y a la semejanza de hombre?
Sí. El Verbo se hizo carne (Jn 1.14)
¿Y a qué venías, si no a buscar
A los que ya eran tuyos? (Jn 1.11-13, Jn 4.19-26)
La idea fue tuya

Luego, pasaste lista:


“Adán, Adana, Enoch, Abraham, (Gn 5.2)
Isaac, Jacob, José, Moisés, Josué”
Y tantos otros que fueron tus amigos
Les diste a conocer tu nombre (Ex 3.1-22, esp 3.6, 3. 14-15)
Te los llevaste de visita y no los devolviste (Gn 5.24)
A otros, aquí en la tierra, los hiciste siervos
En tu casa. Fueron tu pueblo santo y tu sacerdocio (Ex 19 y 20, 1 P 2.5, Ap 5.7-10)
A todos les contaste tu secreto (Sal 25.14)
Por eso quiero ser tu amigo.
Te quiero conocer (Sal 107.3, Jn 17.3)
Y quiero que conozcas mi camino. (Sal 1.6, Mt 25.12)
21

21. Paráfrasis
El Apartadero, lunes 7, noviembre 2016.

Hermanuelos y amigüelos:
Como de costumbre comenzamos esta reunión de la Red con sabrosos bocadillos
para el que fue llegando: te o café, galletas, fruta, y el cariño y solicitud de los
hermanos que servían la mesa. Luego, a las 11 puntual, nuestro hermano Rigo (que
no necesita apellidos) impartió una jugosa enseñanza, a la que le siguió una tierna
barbacoa de borrego horneada en horno doméstico de barro y sazonada con el cariño
de David Yáñez y Tere su esposa y de todos los hermanos de la Iglesia Cristiana
Cristo Vive que los auxiliaron. Hubo tres postres: mariagorda, espesa y dulce; fresas
en su jugo; y nueces de la temporada, ya partidas y descascaradas. Hubo agua
fresca, refrescos embotellados, agua natural y abundantes hielitos. El clima cooperó
con su propia benevolencia: fresco y refrescante.

El esfuerzo rindió buen fruto, pues todos terminamos la reunión con barrigas
llenas y corazones contentos. En resumen, la convivencia de pastores de la Red, uno
de los temas de Rigo, fue como se dice: “Mirad cuán bueno y delicioso es habitar los
hermanos juntos en armonía. Ahí es donde el Señor derrama vida eterna y
bendición”. (Sal 133)

Tres hermanos apartaron fecha ya para las reuniones del próximo año.
Finalmente, les transcribo una paráfrasis de otro tema que tocó Rigo durante su
predicación del evangelio. Es una exhortación a que en nuestro ministerio sigamos
las pisadas del Señor y no al revés. ,

Paráfrasis Is 55.8-9
Mía es la obra, míos mis caminos. (Is 55.8-9)
Entiende, entendedor. (Deut 29.4, Mt 13.1-9)
Quédate quieto entre mis brazos para que sepas quién es Dios. (Sal 46.10)
No dejes, gálata insensato, mis caminos (Gal 3.1-5)
No me hagas casa de cedro perfumado (2 Sam 7.1-7)
No te escogí para que fueras príncipe de Egipto (Heb 11.23-26)
Quiero que sirvas en mi templo (Ap 1-11)

Quédate quieto, aprende mis caminos (Ex 33.13, Sal 25.4, Sal 107.3)
Hay un solo Camino y hay un solo lugar de llegada (Jn 14.6, Ap 21.22)
No desoigas mi voz (Ex 19.5)
Ni a izquierda ni a derecha escojas tú (Is 30.21)
No es el camino holgado, sino el angosto el que te he trazado (Mt 7.4)
Quédate quieto entre mis brazos y oirás mi voz
22

22. Hno Lorenzo Carta Nº 15


Respuesta de Nicolás Herman (alias Hno Lorenzo) a una carta de un amigo. Es una exhortación para que
conocer a Dios sea nuestra única ocupación.

Querido hermano:

Dios sabe mejor que nadie lo que necesitamos, y todo lo que hace es para nuestro
bien. Si supiéramos cuánto nos ama, siempre estaríamos dispuestos a recibir de su
mano por igual tanto lo dulce como lo amargo; todo lo que viniera de su mano nos
complacería. Aun las más dolorosas aflicciones nunca nos parecen intolerables,
excepto cuando las vemos desde una perspectiva que no sea la de Dios. Pero cuando
las vemos como de la mano de Dios, que nos las concede; y cuando sabemos que es
nuestro amoroso Padre quien nos humilla y nos aflige; entonces nuestros
sufrimientos ya no son amargos y aun podrían convertirse en causa de consuelo.

Por eso, que nuestra única ocupación sea la de conocer a Dios. Mientras más lo
conocemos más deseamos conocerlo. Y si medimos nuestro amor a Dios según
nuestro conocimiento de él, veremos que mientras mejor y más profundamente lo
conozcamos, mayor será nuestro amor por él. Y si nuestro conocimiento de Dios es
grande, lo amaremos por igual, sea que suframos o que gocemos.

No nos distraigamos buscando a Dios o amando a Dios por los favores que nos
haya hecho o nos pueda hacer (sin importar qué clase de favor). Por muy grandes
que sean esos favores, no pueden acercarnos a Dios tanto como un simple acto de fe.
Busquémoslo siempre mediante la fe: Dios está en nosotros, no busquemos en
ningún otro lugar. ¿Acaso no nos portamos mal y nos hacemos dignos de culpa
cuando dejamos de estar con él para ocuparnos de bagatelas que no le agradan o que
quizás hasta lo ofenden?

Temamos, no sea que esas bagatelas algún día nos cuesten caras. Comencemos a
dedicarnos a él con toda seriedad. Saquemos cualquier otra cosa de nuestros
corazones; él quiere nuestros corazones y no ninguna otra cosa. Pídele ese favor. Si
de nuestra parte hacemos lo que podamos, pronto veremos en nosotros ese cambio al
que aspiramos.

Nunca podré darle suficientes gracias a Dios por la tranquilidad que te ha


concedido. Tengo confianza en que, por su misericordia, lo veré en unos cuantos
días. Oremos mutuamente por nosotros.

(Dos días después, el Hermano Lorenzo cayó en cama, y murió en esa misma
semana).
23

23. Médico, cúrate a ti mismo Lc 4.23, 4 dic 2017, encá Chava


“Gracias, Señor, por el sostén espiritual que de tu parte he tenido con los pastores de Colima y con
los de la Red todo este tiempo. Si hoy les piso un callo por ahí, Señor, será el que yo me pise a mí
mismo, aunque yo quisiera pisárselos todos”.

Médico, cúrate a ti mismo; predicador, predica para ti mismo. Maestro, enséñate a ti


mismo. De otra manera vas a acabar siendo tú el evangelio que prediques. (1 Cor 2.2, 1
Cor 15.1-11) Y yo, si quiero curarme a mí mismo, ¿Alzaré mis ojos a los montes? No.
Suplicaré ¿“Háblenme montes y valles, grítenme, piedras del campo?” No. “Mi socorro
viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra”. (Sal 121, Jn 5.39, Jn 6.45, Heb 8.8-13)
Pero siempre somos o mantenemos un punto de vista carnal, centrado en el hombre, no
en Cristo. (1 Cor 3.1) Ese es el callo, el pecado de Adán y Eva: la justicia propia, la
madre de todos los pecados. (Ro 10.3, Flp 3.9) Oigan entonces lo que el Espíritu le dice
a Javier Bravo:

¿En qué te he fallado? dice el Señor. ¿En qué me has fallado, Señor? En nada. En
nada me has fallado, Señor. Me has hecho ver cosas mayores, cosas inefables, cosas
invisibles. (Jn 1.51-52, Ro 8.28, Ap 4.1-11). He visto aunque sea un pálido resplandor
de los cielos abiertos, y eso es mucho más de lo que yo pedía y mucho más de lo que
yo sospechaba que había, (1 Cor 2.9) porque cuando me dí la media vuelta (Ez 18.32,
Joel 2.12-13) y comencé a caminar hacia ti, (Mt 11.28) yo sólo quería dejar de pecar.
Ese era y ha sido el motor que me ha hecho andar en tu camino todos estos años. Y si
no me liberas de mi justicia propia, Señor, cómo puedo verte, como podrías invitarme a
subir a donde tú estás? (Mt 5.3, Heb 12.14, Jn 8.34-36, Ro 6.22, Ap 4.1) He visto
aunque sea un pálido esplendor de los cielos abiertos, y sé que hay más. Invítame a
subir, Señor”. (Ap 4.1-11, Ap 21.22)

Y tú ¿en qué me has fallado a mí? dice el Señor. ¿En qué te he fallado, Señor? ¿En
qué no te he fallado? ¿Acaso no sé de dónde he caído? Estoy en el cielo, y a la vez,
estoy en la tierra. (Ap 2.5)

Me dijiste: Quiero que seas mi juambautista y me dijiste lo que tenía que decir, (Jn
1.29-34) y lo he dicho. Pero no he sido diligente; nunca he necesitado un río dónde
bautizar a los que te habías propuesto añadir a tu Iglesia. (Hch 2.47)

Me dijiste: Quiero que tu iglesia sea una puerta del cielo, y un lugar terrible, y una
matriz que dé hijos para el cielo. (Gn 28.15-19, Ap .1-11, Ap 12) Pero cerré el nido y
los eché al mundo y no sé qué sea de ellos.

Me enseñaste cómo quieres que sea la iglesia cristiana del Nuevo Pacto, pero no la
supe construir. (Heb 8.8-13, Ap 4.1-5, Ef 4.11, 1 Cor 14.26)

Me dijiste que iba a salir de Harán, pero no me has dicho ni a qué, ni cuando; y
estoy esperando, Señor. No quiero ser yo quien dé el primer paso por mi cuenta,
Señor. Muéstrame tu huella. Soy pluma al Viento esperando el Soplo.

¿En qué te he fallado? dice el Señor. ¿Y tú ¿en qué me has fallado a mí?
24

24. Cómo han cambiado las cosas, Señor. Sal 139.17


Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos. Sal 139.17

Hermanuelos y amigüelos:

Estoy pensando en el Señor como casi todos los días. Busco sus pensamientos
porque me son preciosos. (Sal 139.17) Oh, Jehová, cuando me vienen pensamientos
tuyos, ¿es mera asociación de ideas o es tu palabra para mí? Qué locura, Señor,
porque tú dices que tus pensamientos no son mis pensamientos, ni mis
caminos tus caminos. (Is 55.8) Luego entonces, Señor, enséñame tus pensamientos y
muéstrame tus caminos (Sal 103.7) porque yo quiero andar en tus pensamientos y en
tus caminos, no en los míos. Si soy tu esclavo (Ro 6.22)“¿Qué puedo hacer, sino
aguardar las horas y momentos de tu voluntad? No tengo hora preciosa que
guardar, ni servicio que dar hasta que lo requieras”. (Soneto 57, W Shakespeare).
Mira, Señor, cómo las cosas han cambiado.

Cuando era tu enemigo, te ofendía y tú me perseguías. (Sal 139.7) Te decía ¿Qué


tengo yo, que mi amistad procuras? (Rimas Sacras, Lope de Vega). Un día, me
alcanzaste, y ya no pude más. (Hch 9.1-9) Ahora me asombro; desde ese día,
Cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los pasos por donde he venido, me
espanto de que un hombre tan perdido a conocer su error haya llegado. Cuando
miro los años que he pasado, la divina razón puesta en olvido, conozco que piedad
del cielo ha sido no haberme en tanto mal precipitado. (Rimas Sacras, Lope de
Vega)

Antes me procurabas, me buscabas (Jn 4.24); ahora te procuro yo. (Sal 42, Sal 16)
Me perseguiste mucho tiempo, (Is 55.6-10) pero las cosas han cambiado. Ahora tú
eres el Amado, y con razón te amo, yo. (Cant 1.3) Eres el Esperado, y el que espera,
yo. (Lc 7.20)

Me sedujiste, oh Jehová. Fuiste más fuerte que yo, y me sedujiste. (Jer 20.7)
Señor, si me permites el atrevimiento: Antes me coqueteabas; ahora te haces del
rogar. Pero, Señor Tu esclavo soy. ¿Qué puedo hacer sino esperar las horas y
momentos de tu voluntad. Ah, que gran tonto es el amor. Que si es tu voluntad,
hagas o que hagas, de ti no piensa mal. (Soneto 57, W Shakespeare)

Mira, Señor, cómo las cosas han cambiado.


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25. Tu esclavo soy. Soneto 57


Tu esclavo soy, ¿qué puedo hacer sino aguardar Las horas y momentos de tu voluntad? No
tengo hora preciosa qué guardar Ni servicio qué dar, hasta que lo requieras. Ni a reprender me
atrevo la hora interminable Cuando el reloj espiando me pregunto a qué horas llegarás Ni creo la
amargura de tu ausencia, amarga Una vez que a tu siervo, le das el triste adios. Ni a cuestionar me
atrevo con encelado pensamiento Dónde podrás estar, ni a suponer haciendo qué. Mas, como triste
esclavo, espero sin pensar -Excepto que dónde estés cuán felices serán. Ah, qué gran tonto es el
amor, que si es tu voluntad Hagas lo que hagas, de ti no piensa mal. (Soneto 57, William
Shakespeare.)

Hermanuelos y amigüelos:

Entre algunos pastores que van por el mundo es común que se prohíba cantar las antiguas
canciones con las que el ahora cristiano acostumbraba deleitarse y deleitar a su amada expresándole
su amor. El Soneto 57 lo dice muy bien: el que ama, quisiera ser esclavo del amado. (Gn 21.6) Por
otra parte, también ha habido pastores-poetas cristianos que piensan que “El uso propio del
lenguaje es celebrar y alabar a Dios, no el de desperdiciar talento en la alabanza de la fugaz
belleza femenina”. (G Herbert, 1593-1633) ¿No exageramos con esas prohibiciones?

La Biblia recomienda esa clase de amor, (Deut 24.5, Cantares) ¿por qué entonces se prohíbe
cantar sentimientos humanos naturales que la Biblia no reprocha, especialmente cuando no se le
puede pedir peras al olmo? La Biblia prohíbe la fornicación, el adulterio y toda clase de impureza
sexual que, como cualquier mentira, pertenecen a la indefendible categoría de lo ilícito, de lo que no
conviene. (1 Cor 6.12, 1 Cor 10.23) Pero la Biblia advierte que habrá quienes prohíban hasta
casarse. (1 Tim 4.3) ¿No exageramos con esas prohibiciones?

Por otra parte, ¿no podríamos usar los versos del poeta para manifestarle nuestro amor al
Amado celestial? Después de todo, el amante cristiano es un esclavo por gusto (Ex 21.6) que por su
propia voluntad se entrega y queda dedicado o consagrado al Amado; esclavo es, por lo tanto, ni
exige, ni reclama, ni promete, ni decreta; está a la espera del Amado, y en esa espera que puede ser
muy larga, muy bien podría decirle: “Tu esclavo soy, ¿qué puedo hacer sino aguardar Las horas y
momentos de tu voluntad? No tengo hora preciosa qué guardar Ni servicio qué dar, hasta que lo
requieras.”

El amante cristiano no se enreda en pensamientos vanos queriendo saber lo que el Amado no


revele de sí mismo según su libre y soberana voluntad. Por eso, con el Soneto 57 muy bien podría
decirle: “Señor: Ni a cuestionar me atrevo con encelado pensamiento Dónde podrás estar, ni a
suponer haciendo qué. Mas como triste esclavo espero sin pensar, excepto que, donde estés, cuán
felices serán”.

Y su confianza en el Amado es tal que, incapaz de expresarla con sus propias palabras o con
gemidos indecibles (Ro 8.26-27) pide prestadas las palabras de Job para decir: “Señor, aunque me
mates, en ti confiaré”. (Job 13.15) O, con palabras que el Soneto 57 no le dedica a Dios, el amante
muy bien podría decirle: “Ah, qué gran tonto es el amor, Señor, que, si es tu voluntad, Hagas lo que
hagas, de ti no piensa mal”. Y en eso está la diferencia: el poeta mundano le dedica esas palabras a
carne y hueso que algún día hasta los gusanos podrían despreciar. “Esa seda que rebaja tus
procederes cristianos, obra fue de los gusanos que labraron su mortaja. También en la región baja
la tuya han de devorar. ¿De qué te puedes jactar, o en qué tus glorias consisten si unos gusanos te
visten y otros te han de desnudar?” (Rimas Sacras, Calderón de la Barca)
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Publicaciones de la
Iglesia Cristiana Ciudad sin Templo
2018.1

Semillas de Mostaza
Descansa un rato, Teresa, que yo bien sé cuánto pesa lo que llevas en el pecho.
Y sé cómo caminamos cuando la carga llevamos hacia el contrario barbecho.
El Barbecho: José Ma Gabriel y Galán

Estas Semillas buscan tierras barbechadas.


Barbechadas. No importa cuán pedregosas, resecas, duras, o montagosas.
No importa si terronudas, descuidadas, desganadas, estancadas, anegadas, o
agotadas.

Barbechadas. No importa si despechadas, caídas, desanimadas, o echadas a perder


con plaguicidas o fertilizantes.

Barbechadas.

Venid a mí, y yo os haré descansar, dice el Señor.

Javier C Bravo Magaña


27

Publicaciones de la Iglesia Cristiana Ciudad sin Templo es una


serie de documentos de diversa índole que se consideran valiosos
como material educativo para cualquier hermano que se interese por
su crecimiento espiritual.

Semillas de Mostaza consiste en la transcripción de algunas


vivencias, producto de la diaria devoción a la que la Biblia llama
“ministrar al Señor”. (Hch13.1-3)

Se distribuye gratuitamente en forma electrónica a quien lo solicite


al

javiercbravo@gmail.com

Atentamente,

Javier C Bravo Magaña


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Prefacio

Pequeña Voz
Hermanuelos y amigüelos:

No es raro que al ejercer piedad (Tit 1.1) en las mañanas (Sal 5.1-3) me venga
pensamiento inesperado al que yo califico de locura. (2 Cor 11.1) ¿Será de Dios ese
pensamiento, o sólo me imagino que es de Dios? (Is 55.8) Hoy, por ejemplo, leí la
Biblia (Jn 11 y 12) y me ocurrió este pensamiento: (Ef 6.19)

“Tuyo es el Reino, el poder y la gloria, Señor. (Mt 6.13) Te glorifico porque me


has permitido conocerte. (Sal 133.3, Jn 4.14, Jn 12.50, Jn 17.3) Eres el Padre, eres el
Hijo, eres el Espíritu Santo, (Lc 3.22, Jn 12.28) y has irrumpido en mi conciencia (Is
64.1) y te has grabado en mí con esa triple imagen, tan inexplicable. (Heb 1.3)
Gracias porque has manifiestado tu Deidad. (Mt 16.16)

Eres el Dios Omnipotente a quien sólo Jesús ha visto, (Jn 1.18, Hch 2.38 ) el
Invisible, que sólo Cristo, el Verbo, ha visto cara a cara; (Jn 1.1) aquél a quien
nosotros podemos ver sólo con limpios ojos y limpio corazón, (Mt 5.8) envuelto en
nubes y relámpagos, (Ex 19.15-20, Ap 4.5 ) o en otro corazón. (Hch 7.54-60)

Eres y has sido el Indecible, (Ro 8.26 ) el Inexplicable, a quien ninguno entiende
si no es por tu espontánea, voluntaria epifanía. (Mt 17.1-8, Jn 1-18) Eres el Infinito
Eterno, el Infinito Inabarcable; eres Alfa y Omega, Principio y Fin sin principio ni
fin. (Ap 1.8, 21.6, 22.113) Eres el Dios a la medida del que anhela al Verdadero
Dios, (Sal 42.1-2) no al fabricado dios de los que quieren verte sin colirio; (Ap 3.18)
de los que quieren entenderte, con sus inteligencias de gorrión, (Job 42.1-6 ) de los
que quieren adorarte con corrompido corazón, y amarte y limitarte a lo que dicte
alguna religión. (Jn 4.19-26)

Y sin embargo, eres el Absoluto, (Gn 1.1) el Encarnado, (Jn 1.14 ) el que como
Paloma anidó en mi corazón. (Jn 1.29-34) ¿Me atreveré algún día, a compararme
con Jesús? (Mt 3.13-17) Hay una quieta voz que en mí me dice Sí. Y hay una voz
como un millón de voces que me dice No. Es entrañable la pequeña voz; vociferosa,
enorme, la segunda, que contagiarme quiere del miedo al que dirán -también
llamado miedo al hombre. Es persistente la pequeña voz, y es obstinada la segunda.
¡Ah, mi pequeña voz …
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“Pequeña voz que empujas persistente, queriendo derribar la fortaleza, el foso


interno que tenaz te apresa, mi torre fuerte, mi actitud silente. ¿Por qué te obstinas
voz incontinente? ¿Por qué te arriesgas a dejar la ilesa intimidad conmigo? La
certeza de tu saber de fe, te hace imprudente”.

“Si necia yo callara, hablaría la piedra muda que hay en los altares. Y si
obstinado me acallares, la mula de Balaam bendeciría. Mi imprudencia es locura
obligatoria que sólo busca del Señor la gloria”.

Ah, mi pequeña voz … mi pequeña voz.

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