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Siguiendo con las interpretaciones sobre este caso, sale a escena el ministro Keen, quien

se basa en el principio del derecho positivo o iuspositivismo, éste encuentra que son
culpables y deben ser sentenciados a la pena sugerida por tal violación de la ley. Keen
argumenta que es inadmisible dejar que los actores de un acto tan monstruoso queden
libres de toda acusación, tal y como dice el texto literal de la ley: “quien
intencionalmente privare de la vida a otro es un asesino, y sin excepción alguna debe
hacerse cumplir el orden de la ley”. Además, según Keen nada tiene que ver con el caso
la clemencia ejecutiva, y tampoco los aspectos morales del caso.

Por una parte, Keen ejerciendo como ciudadano, agrega que en el caso de que él tuviera
en sus manos el poder de otorgar el perdón, sin vacilar lo otorgaría por las
características de la tragedia sucedida. Por otro lado, y esta vez ejerciendo como juez,
expresa que este caso no puede ser juzgado ni como “justo” ni como “injusto”, ni
tampoco los comportamientos son “malos” o “buenos”. Argumenta que su función no es
dictaminar la moralidad de los hechos sino el Derecho del Estado. Keen en referencia a
su colega Foster, añade que a éste le gustan en demasía las lagunas en la ley, para
recalcar el gusto de Foster por los vacíos legales cuenta una anécdota sobre un hombre
que se comió unos zapatos el cual contestó, cuando se le preguntó qué parte le había
agradado más, que la parte de los agujeros. Así es como da a entender que a Foster
cuánto más agujeros contenga la ley más le agrada, en resumidas cuentas, no le gustan
las leyes.

Para el ministro Keen, no importan las circunstancias, no importa realmente “la


intencionalidad” de la conducta de estos hombres, no importa más que la comprobación
de las cuestiones fácticas, y estas han quedado por de más comprobadas, por lo tanto
confirma la sentencia condenatoria. Keen cree que la cuestión no está en el propósito
conjetural de la regla, sino en su alcance. Ahora bien, el alcance de la excepción a favor
de la defensa propia es claro: se aplica a los casos en que una parte resiste una amenaza
agresiva a su propia vida. Es, por ende, demasiado evidente que el presente caso no cae
dentro del ámbito de la excepción desde que es obvio que Whetmore no dirigió ninguna
amenaza a la vida de los acusados. También sostiene que el desaliño esencial del intento
de Foster, que ha querido cubrir su reformulación de la ley escrita con un aire de
legitimidad, surge trágicamente a la superficie en el voto de Tatting. En dicho voto el
juez Tatting lucha fieramente para hacer compatible el vago moralismo de su colega con
su propio sentido de fidelidad hacia la ley escrita. El resultado de esta lucha sólo pudo
ser el que efectivamente ocurrió, fue un completo fracaso el desempeño de la función
judicial. No se puede aplicar una ley tal como está escrita y al mismo tiempo
reformularla según los propios deseos. Ahora bien, Keen considera que sus colegas
fracasaron al no distinguir los aspectos jurídicos de lo moral. Además añade que la ley
debe aplicarse como la concibió el Poder Legislativo, y los jueces no son quienes para
investigar sus propósitos, que además suelen ser diversos.

En conclusión, Keen se atreve a decir que sus principios son más sanos. Con respecto a
la defensa propia, éste argumenta que si los tribunales se hubieran puesto firmes y
hubieran cumplido la letra de la ley, el resultado sería otro llegando a tener bases
comprensibles y razonables. Por todo ello, concluye dictaminando que la sentencia
condenatoria debe ser confirmada y ejecutada. 1

“La conducta humana está sujeta al gobierno de las normas” | Lon Fuller
Finalmente, el ministro Handy es el último en exponer sus argumentos sobre el caso,
éste se basa en el realismo jurídico. En primer lugar, excluye a todos los raciocinios y
casuismos expuestos con anterioridad y sociológicamente, apunta que la opinión pública
ya se ha manifestado, casi la mayoría aboga por el perdón de los acusados. Es de
conocimiento del ministro Handy que el Presidente no está dispuesto a conmutar la
pena.

El ministro Handy, un hombre harto realista, critica a Truepenny y a Tatting por intentar
desentenderse del problema. Éste comenta que su única desilusión ha sido que nadie
haya hecho cuestión acerca de la naturaleza jurídica del convenio celebrado en la misma
caverna, si fue unilateral o bilateral, y si no puede considerarse que Whetmore revocó
una oferta antes de que se hubiera actuado en base a la misma. Handy defiende la
sabiduría práctica, no la teoría abstracta, sino las realidades humanas. Considera que el
pueblo es bien gobernado cuando se entienden los sentimientos y concepciones de las
masas.

Considera que cierto formalismo es un mal necesario para regular las relaciones
del hombre en sociedad, pero cree que este formalismo está sobredimensionado, por ello
propone no modificar las normas en si, sino atender a las valoraciones de la opinión
publica, ya que a ésta está dirigida la legislación y el gobierno debe estar cercano a la
masa a quien gobierna.

Por último, termina su extenso y brillante hilvanado opinando que la sentencia debe
revocarse, es decir, falla por la absolución.

En último lugar, Tatting fue nuevamente preguntado por si quería cambiar su posición
de abstención, pero este vocal reitera su decisión de no participar en la parte resolutiva
de la sentencia, incluso después de escuchar las últimas opiniones su tesitura se
encontraba más robusta. Debido a la abstención por parte de Tatting, la votación se
encontraba totalmente igualada en el voto de los vocales, por lo que la sentencia
condenatoria fue finalmente confirmada.

Luego, se ordena la ejecución de los acusados, y así se cierra este caso. Lejano queda ya
el estado de naturaleza, la conducta humana está cada vez más estrechamente vinculada
con la juridicidad, así como ésta, en su aspecto positivo, es cada vez más autoritaria.

“La conducta humana está sujeta al gobierno de las normas” | Lon Fuller

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