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Nicolás Marrero
Mayo 2016
Julia Cameron dice: “así como tener sangre es un hecho innegable de tu cuerpo físico, no
lo has inventado, la creatividad es un hecho innegable de tu cuerpo espiritual, nada que
tengas que inventar.”
Entonces ¿Cómo nos abrimos a la sincronía de ser los canales para todas esas ideas
que tenemos orbitando alrededor?
¿Cómo conseguir esa soltura para que todo aquello que viajamos, conocemos y, en
definitiva, vivimos, pueda ser puesto en palabras?
En estos ejercicios no vamos a explorar cómo escribir esas crónicas de viajes al estilo
“15 lugares para ver en Ámsterdam” o “Guía para viajar en Londres”. Es más, no
abordaremos cómo hacer crónicas ni relatos ni un género en particular. No vas a
aprender a definir el objeto directo de la oración ni cuando hacer buen uso de los
puntos suspensivos.
Aquí exploraremos cómo despertar nuestro músculo escritor, entrenarlo y prepararnos
para estar abiertos a todo aquello que tenemos para narrarle al mundo
Vení y pasá. El viaje recién comienza.
¿Te pasa a veces que te sentás y no sabés qué escribir? Escribís y borrás. Vos sabés
que esas ideas están sobrevolando, las escuchás, pero sos incapaz de concretar algo.
Te preguntas el por qué. Te frustrás y, finalmente desistís. Te decís que hoy no es el día,
que tal vez mañana lo sea. Pero mañana tampoco es el día ni el otro, ni el otro.
A la hora de escribir hacemos uso de una base de datos privada de imágenes cargadas
de todos los sentidos. A esta fuente Julia Cameron la llama “manantial creativo”.
A dicha fuente la confeccionamos a partir de nuestras vivencias. Si tenemos una vida
rica y variada, tendremos a disposición un caudal variado de herramientas a las que
recurrir a la hora de escribir.
El problema es que, muchas veces, no nos damos lugar para realimentarlo y permitir a
nuestro Yo Artista expresarse a través de la escritura.
Es mentira que nuestra fuente creativa puede agotarse para siempre. Si hace tiempo
no podés escribir, es que tal vez no te estés dando lugar para buscar los estímulos
necesarios para hacerlo.
“¿Qué es escribir? Telepatía, por supuesto. [...] Fíjate en esta mesa tapada con
una tela roja. Encima hay una jaula del tamaño de una pecera. Contiene un
conejo blanco con la nariz rosa y los bordes de los ojos del mismo color. El
conejo tiene un trozo de zanahoria en las patas delanteras y mastica con
fruición. Lleva dibujado en el lomo un ocho perfectamente legible en tinta azul.
¿Estamos viendo lo mismo? Yo no he abierto la boca, ni tú la tuya. Ni siquiera
coincidimos en el año, y no digamos en la habitación. Y sin embargo estamos
juntos. Muy cerca. Se han tocado nuestras mentes.”
Stephen King | Mientras Escribo
Para llenar nuestro manantial artístico, Julia Cameron propone que durante una o dos
horas en la semana te tomes el tiempo necesario para hacer algo festivo y divertido
para vos mismo. No, no vas a quedar de verte con nadie. Esta vez, la cita es con vos
mismo. Te vas a encontrar con tu artista interior.
La función es la de permitir que tu fuente interior de reservas se vuelva a llenar. Pensá a
tu artista interior como a un niño que necesita sus espacios para ser un niño.
¿Qué le gusta a un niño? Jugar y divertirse, claro. El niño imagina mundos, crea su
propia realidad que le permite vivir en el estímulo constante de lo nuevo y asombroso.
Sea que estés viajando o no, durante tus paseos te vas a permitir explorar esa parte de
vos que tal vez haya quedado olvidada cuando te enseñaron que debías crecer. Te vas
a dar lugar a conectar con un Yo interior más abierto a lo que te rodea. Vas a permitirte
abrir esos poros para que el mundo llene tu manantial creativo.
Ir al mar, al cine, al teatro. Tomar un café, ir a las ferias, centros culturales, conciertos. A
caminar por una avenida comercial, a los parques, a comprarte un helado. Lo que sea.
No importa a dónde vayas, lo importante es que vayas.
La idea central es acudir a esta cita con ojos de explorador. Los mismos que ganaste en
tus viajes. Pero ahora, con la consciencia de recibir lo que se te presenta como viene.
Atendé al mundo que se te va mostrando, entregándote a todo aquello que.
Vaciate de juicios, abrite a todo lo que te llega, no solo a través de la vista, sino
recurriendo a los demás sentidos ¿Qué olor desprende ese bosque? ¿Qué sabor tiene
la comida de la calle? ¿Qué sonidos se destacan por encima del caos de la urbe?
¿Cuál es la clave?
Muchas veces olvidamos que escribir es, también, una experiencia física.
El movimiento habilita al cuerpo a tomar el control de nuestra mente, permitiendo así
que las ideas se vayan enraizando en nuestro mundo material.
¿Te pasó alguna vez? Vas caminando distraído, con la mirada perdida en un
monumento o en la marea humana cruzando una avenida. Y de repente: bienvenida. Te
acaba de tacklear por la espalda una genial, inesperada y reluciente idea para escribir.
Aprovechá esos momentos en que te cites con vos mismo y no dejes pasar el instante
cuando una idea surja. Anotala, no importa si no está bien escrita o si aún no está del
todo elaborada Basta con que la puedas retomar más adelante.
Seguí respirando y dale entrada a ciertos recuerdos y dejá que tu cuerpo te las narre.
¿Qué sensaciones te vienen al cuerpo cuando pensás en ese amor que te dejó?
¿En qué parte se aloja ese recuerdo feliz de tu infancia?
¿Qué zona corporal se te despierta cuando recordás ese lugar en el que te sentiste en
plenitud?
Nuestra mente está muy entrenada para el rechazo, pero nuestro cuerpo siempre se
va a aferrar a la verdad.
Podés utilizar esta meditación guiada para que te sea más fácil la conexión
Ir a la meditación guiada
En la rapidez está la verdad. Cuanto más pronto se suelte uno, cuanto más
deprisa escriba, más sincero será. En la vacilación hay pensamiento. Con la
demora surge el esfuerzo por un estilo; y se posterga el salto sobre la
verdad, único estilo por el que vale la pena batirse a muerte o cazar tigres.”
Ray Bradbury | Zen en el arte de escribir
Julia Cameron nos enseña a entrar en nuestro cuerpo para entrar en nuestro corazón.
Es ahí donde se encuentra “la razón del arte”. Tal como afirma, “escribir a mano nos
puede llevar hasta una verdad más profunda que nuestros dedos en el teclado. “
Cuando escribimos a mano, todo lo escrito evade el filtro de nuestra mente y el botón
“Delete” de nuestro teclado. Por lo tanto, todo queda registrado.
La escritura manual, por más torpe que nos parezca nuestra letra, es verdad literaria de
las ideas que aterrizan desde el éter al mundo físico.
Entonces, si pensamos en la escritura como un acto físico llevado a lo más simple que
es el movimiento de la mano, podemos citar a Natalie Goldberg que dice que “la regla
para la práctica de escritura es “no dejar de mover la mano”, no parar, es una manera
física de romper la resistencia de la mente y atravesar ese concepto de que escribir solo
tiene que ver con ideas y con el pensamiento.”
Una de las técnicas que propongo a los participantes de mis talleres de escritura es la
escritura automática. Me encanta por su simpleza, ya que nos invita a seguir dos reglas
básicas:
1- no levantar el lápiz de la hoja
2- no detenernos a pensar en lo que viene a continuación ¿No sé qué escribir? Pues
escribo: “no sé qué escribir”.
Aquí no se acumulan juicios sobre vos mismo, lo único que acumulás son páginas
escritas. Es libertad en estado puro. Entonces, si no nos habilitamos a ser libres
escribiendo para nosotros ¿dónde lo haremos?
Con la escritura es igual: cuanto más escribas, más vas a escribir. Más sencillo te
resultará entrar en el flujo de tus ideas aterrizando en el papel. Empezarás a animarte
a jugar sobre lo escrito: combinarás palabras que parecían incombinables, no te
asustará seguir escribiendo más de lo esperado, no te costará mucho escribir sobre
cualquier cosa o enfocado en eso que tenés que escribir.
Muchas veces, nuestro bloqueo se debe a que, simplemente, nuestro músculo escritor
no está aceitado. Nos paralizamos ni bien comenzamos y quedamos en blanco,
inhabilitados para continuar escribiendo aún cuando no tenemos muy claro qué
queremos escribir.
Escribiendo, por supuesto. Generando una rutina que te obligue a hacerlo. Una de las
técnicas probadas son las Páginas Matutinas. ¿En qué consisten? En escribir tres
páginas todas las mañanas ni bien te levantás. No importa sobre qué, lo importante es
hacerlo.
En este link podés leer más sobre esta técnica. Ir al artículo “Páginas Matutinas”
Pero también puede ser en la noche o en la tarde. La cuestión es escribir, al menos, tres
páginas por día. No importa sobre qué ni cómo. La cuestión es hacer todo lo que esté a
tu alcance para llegar a completar esas tres páginas.
Nicolás Marrero
Julio 2016
Escribí una mitad entera con nombre de calles, lugares de interés, ciudades, pueblos,
barrios, nombres de plazas, cines, locales. No importa lo disparatadas o correctas que
te suenen. Escribí sin frenar, lo primero que se te venga a la mente. Escribí, escribilo
todo.
Por ejemplo: Avenida Tribilín Suárez, Plaza de los Orientales Cachondos, Cine Emperador,
Quiosco Salsipuedes, Barrio Bella Vista, Hospital Dr. Mariano A. Damasco, etc, etc.
Ahora, vas a elegir cinco elementos de cada una y vas a escribir como si estuvieses
observando todos los elementos que elegiste. Lo vas a hacer utilizando la primera
persona, como si fueses vos el que hiciese ese tour imaginario.
Por ejemplo: “Salí en la tarde porque había parado de llover. Por la Avenida Tribilín
Suarez, que es donde vivo, el semáforo roto resultó que estaba arreglado. Una bocina de
Todos somos narradores de historias por naturaleza. Desde niños nos fascinaban las
historias y de grandes las seguimos relatando. Pensá cuando estás de viaje y te
presentás frente a personas que no te conocen. ¿Por dónde empezás? ¿Qué parte de tu
historia seleccionás para contar?
Esta vez vas a sentarte, vas a tomar una hoja y un lápiz. Vas a imaginar que sos abuelo o
abuela y tenés que escribirle una carta a tu bisnieto para que la lea cuando sea grande.
Querés dejarle una historia de quién fuiste ¿Qué elementos de tu longeva existencia
vas a incluir en la carta?
Puede ser algo que ya viviste o podés inventarlo todo. No importa. Podés contarle de
aquella época en que viajabas y decirle cómo era el mundo en ese tiempo. Podés
decirle qué te sucedió al volver a tu casa luego de un largo viaje. Podés contarle una
anécdota que te haya sucedido (real o no), o dejarle algún consejo de persona mayor
que ya las ha vivido todas. Lo que sea. Entrená tu destreza innata de narrador.
Si estás de viaje, podés enviársela a vos mismo por correo a algún lugar que sepas que
llegará y leerla en el futuro.
Este ejercicio nos servirá para explorar los diferentes puntos de vista que se pueden
tener frente a un mismo hecho. En la escritura también existe una zona de confort en
la cual nos sentimos cómodos y muchas veces nos especializamos tanto en escribir
desde un solo lugar que nos enquistamos en un solo punto de vista. Puede pasar que
siempre escribas desde la misma emocionalidad, que tus textos siempre partan desde
el mismo estado de ánimo. Pero ¿Qué pasaría si tuvieses que contar una situación
desde distinto ángulos emocionales? ¿Qué nuevos estilos aparecen? ¿Qué otras voces
aterrizan en tu papel?
Elegí un episodio que te haya sucedido durante tus travesías y hacé de cuenta que te
ponés diferentes anteojos para ver ese mismo hecho y contarlo. Para hacerlo, vas a
utilizar cuatro diferentes:
- enojo/ ira
- humor
- nostalgia
- gratitud
3.4 LO ESPECÍFICO
En este ejercicio recurriremos a tu manantial creativo. Sentate en algún lugar (una
cafetería, una plaza, un centro comercial, etc) y comenzá a explorar todo lo que te
rodea. Hacé una lista del uno al diez. En cada número describí un objeto que observes a
Luego, enumerá y describí diez objetos personales que posean una carga emocional
particular. Describí tanto el objeto como las razones concretas de su significación
emocional.
Por ejemplo:
1. La mochila pequeña color verde. Me la compré hace siete años, cuando la cargaba
con la adrenalínica idea de dejar todo y construir una nueva vida nómada. Luego
me acompañó tres años de viajes.
2. La cajita roja de metal. Me la regaló una amiga en una ciudad en San Cristóbal,
México, ciudad en la que viví seis meses. Cada vez que la abro es como volver a
esos momentos en que la liviandad de la vida me llevaba a cualquier punto del
mapa.
La idea es ir más allá de las cosas que nos rodean. Salir de la simpleza de decir: “En
Praga las calles son hermosas” o “el museo del Louvre es increíble”. Ser específicos en lo
que nos evoca cada objeto es poder tocar esa fuente creativa, es llevar nuestra vida
interior a un nivel inimaginado a través de nuestra escritura.
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