Sei sulla pagina 1di 51

Él fue pastor y forma del rebaño,

Luz para el ciego, báculo del pobre,


Padre común, presencia providente,
Todo de todos.-

SAN GREGORIO MAGNO AÑO 540 †604 ca.

«Dilexit Ecclesiam» amó a la Iglesia Católica fundada por Jesucristo

San Gregorio Magno nació en Roma, alrededor del año 540, en el seno de una familia patricia, de donde salieron varios
Papas y numerosos santos. En el 572 fue nombrado prefecto de la Urbe. Dos años después abandonó la carrera política
para abrazar el estado religioso. Ordenado diácono por el Papa Pelagio II en el 579, fue enviado a Constantinopla como
Nuncio. De vuelta a Roma, San Gregorio ejerció las funciones de consejero y secretario del Romano Pontífice. En el 590
la Ciudad Eterna sufrió el azote de la peste. Una de las primeras víctimas fue el Papa Pelagio II. El clero, senado y
pueblo romano reunidos eligieron unánimemente al antiguo prefecto para que ocupara la cátedra de San Pedro.
San Gregorio Magno es considerado uno de los grandes maestros de la espiritualidad clásica occidental. Hombre
de inteligencia privilegiada y de amplia cultura, ha dejado una profunda huella como Papa y como Padre de la Iglesia.
Su celo apostólico tuvo una amplia proyección en la labor de evangelización realizada durante su pontificado, que
tuvo como fruto la conversión de los longobardos y de los anglosajones. Además, con su actuación contribuyó a
la reafirmación de la unidad de la Iglesia y del Primado del Romano Pontífice. Además de varios libros de carácter
exegético, histórico y moral (es famoso su Comentario al libro de Job, conocido con el nombre de Moralia, y la Regla
pastoral, un clásico en la historia de la Iglesia sobre el modo de comportarse los pastores), se conservan cuarenta
Homilías sobre los Evangelios. Las veinte primeras fueron leídas al pueblo por un notario de la Iglesia romana en
presencia de San Gregorio, que no podía predicar a causa de una enfermedad. Las otras veinte las predicó
personalmente, no sin esfuerzo, al pueblo romano, reunido en las basílicas para celebrar las festividades litúrgicas del
año 591. San Gregorio se manifiesta en todas ellas como un predicador popular habilísimo. Habla al pueblo de forma
sencilla y paternal. No toma como materia problemas teologícos profundos ni abusa de la interpretación alegórica.
Expone los pasajes escogidos con claridad y los aplica con feliz intuición a los casos prácticos de la vida. San Gregorio
Magno fue, por su formación y su genio, el último de los grandes espíritus romanos de la antigüedad. Falleció en el año
604. LOARTE
+++

En Roma se conmemora a santa Emiliana, virgen, tía paterna de san Gregorio I Magno, papa, la cual falleció
piadosamente poco después que su hermana Tarsila (s. VI).

+++

San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia


Homilías sobre el Evangelio, nº 24

“Al clarear el día, se presentó Jesús en la orilla del lago"


El mar es el símbolo del mundo actual, agitado por la tempestad de los asuntos y la marejada de la vida caduca. La
orilla firme es la figura del reposo eterno. Los discípulos trabajan en el mar ya que todavía siguen en la lucha contra las
olas de la vida mortal. Pero nuestro Redentor, está en la orilla pues ya ha superado la condición de una carne frágil. Por
medio de estas realidades naturales, Cristo nos quiere decir, a propósito del misterio de su resurrección: “No me
aparezco ahora en medio del mar porque ya no estoy con vosotros en el bullicio de las olas”. (Mt 14,25)

Por esto dice a los discípulos: “Cuando aún estaba entre vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo
lo escrito sobre mí...” (cf Lc 24,44) De aquí en adelante, ya no estaba con ellos de la misma manera. Estaba allí,
apareciendo corporalmente a sus ojos, pero...su carne inmortal distaba mucho de sus cuerpos mortales. Su cuerpo en la
orilla, cuando ellos todavía navegaban por el mar, indica bien a las claras que él había superado aquel modo de
existencia, pero que no obstante estaba con ellos.

+++

Roma - casa de Augusto

Uno de los mayores Padres en la historia de la Iglesia, uno de los cuatro doctores de Occidente, el Papa san Gregorio,
que fue obispo de Roma entre el año 590 y el 604.Nació 540ca. en Roma – †12 de Marzo del 604.

Intervención durante la audiencia general


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 28 mayo 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI durante
la audiencia general de este miércoles dedicada -en el ciclo de catequesis que imparte sobre los Padres de la Iglesia-- a
la figura del Papa san Gregorio Magno.
***
¡Queridos hermanos y hermanas!
El miércoles pasado hablé de un Padre de la Iglesia poco conocido en Occidente, Romano el Meloda; hoy desearía
presentar la figura de uno de los mayores Padres en la historia de la Iglesia, uno de los cuatro doctores de Occidente, el
Papa san Gregorio, que fue obispo de Roma entre el año 590 y el 604, y que mereció de parte de la tradición el título
Magnus/Grande. ¡Gregorio fue verdaderamente un gran Papa y un gran Doctor de la Iglesia! Nació en Roma, en torno a
540, de una rica familia patricia de la gens Anicia, que se distinguía no sólo por la nobleza de sangre, sino también por el
apego a la fe cristiana y por los servicios prestados a la Sede Apostólica. De esta familia procedían dos Papas: Felix III
(483-492), tatarabuelo de Gregorio, y Agapito (535-536). La casa en la que Gregorio creció se alzaba en el Clivus Scauri,
rodeada de solemnes edificios que testimoniaban la grandeza de la antigua Roma y la fuerza espiritual del cristianismo.
Para inspirarle elevados sentimientos cristianos estuvieron además los ejemplos de sus padres Gordiano y Silvia, ambos
venerados como santos, y los de sus tías paternas Emiliana y Tarsilia, que vivían en la propia casa como vírgenes
consagradas en un camino compartido de oración y ascesis.
Gregorio ingresó pronto en la carrera administrativa, que había seguido también su padre, y en 572 alcanzó la cima,
convirtiéndose en prefecto de la ciudad. Este cargo, complicado por la tristeza de aquellos tiempos, le permitió aplicarse
en un amplio radio a todo tipo de problemas administrativos, obteniendo de ellos luz para sus futuras tareas. En particular
quedó en él un profundo sentido del orden y de la disciplina: cuando se convirtió en Papa, sugerirá a los obispos que
tomen como modelo en la gestión de los asuntos eclesiásticos la diligencia y el respeto de las leyes propias de los
funcionarios civiles. Aquella vida no le debía satisfacer, visto que, no mucho después, decidió dejar todo cargo civil para
retirarse en su casa y comenzar la vida de monje, transformando la casa de familia en el monasterio de San Andrés al
Celio. De este período de vida monástica, vida de diálogo permanente con el Señor en la escucha de su palabra, quedó
en él una perenne nostalgia que siempre de nuevo y cada vez más aparece en sus homilías: en medio del acoso de las
preocupaciones pastorales, lo recordará varias veces en sus escritos como un tiempo feliz de recogimiento en Dios, de
dedicación a la oración, de serena inmersión en el estudio. Pudo así adquirir ese profundo conocimiento de la Sagrada
Escritura y de los Padres de la Iglesia del que se sirvió después en sus obras.

Pero el retiro claustral de Gregorio no duró mucho. La preciosa experiencia madurada en la administración civil en un
período cargado de graves problemas, las relaciones que tuvo en esta tarea con los bizantinos, la estima universal que
se había ganado, indujeron al Papa Pelagio a nombrarle diácono y a enviarle a Constantinopla como su "apocrisiario" -
hoy se diría "Nuncio Apostólico"-- para favorecer la superación de los últimos restos de la controversia monofisista y
sobre todo para obtener el apoyo del emperador en el esfuerzo de contener la presión longobarda. La permanencia en
Constantinopla, donde había reanudado la vida monástica con un grupo de monjes, fue importantísima para Gregorio,
pues le permitió ganar experiencia directa en el mundo bizantino, así como aproximarse al problema de los Longobardos,
que después pondría a dura prueba su habilidad y su energía en los años del Pontificado. Pasados algunos años fue
llamado de nuevo a Roma por el Papa, quien le nombró su secretario. Eran años difíciles: las continuas lluvias, el
desbordamiento de los ríos y la carestía afligían muchas zonas de Italia y la propia Roma. Al final se desató la peste, que
causó numerosas víctimas, entre ellas también el Papa Pelagio II. El clero, el pueblo y el senado fueron unánimes en
elegir como su sucesor en la Sede de Pedro precisamente a él, a Gregorio. Intentó resistirse, incluso buscando la fuga,
pero todo fue inútil: al final tuvo que ceder. Era el año 590.
Reconociendo en cuanto había sucedido la voluntad de Dios, el nuevo Pontífice se puso inmediatamente al trabajo con
empeño. Desde el principio reveló una visión singularmente lúcida de la realidad con la que debía medirse, una
extraordinaria capacidad de trabajo al afrontar los asuntos tanto eclesiales como civiles, un constante equilibrio en las
decisiones, también valientes, que su misión le imponía.

Se conserva de su gobierno una amplia documentación gracias al Registro de sus cartas (aproximadamente 800), en las
que se refleja el afrontamiento diario de los complejos interrogantes que llegaban a su mesa. Eran cuestiones que
procedían de los obispos, de los abades, de los clérigos, y también de las autoridades civiles de todo orden y grado.
Entre los problemas que afligían en aquel tiempo a Italia y Roma había uno de particular relevancia en el ámbito tanto
civil como eclesial: la cuestión longobarda. A ella dedicó el Papa toda energía posible con vistas a una solución
verdaderamente pacificadora. A diferencia del Emperador bizantino, que partía del presupuesto de que los Longobardos
eran sólo individuos burdos y depredadores a quienes había que derrotar o exterminar, san Gregorio veía a esta gente
con los ojos del buen pastor, preocupado de anunciarles la palabra de salvación, estableciendo con ellos relaciones de
fraternidad orientadas a una futura paz fundada en el respeto recíproco y en la serena convivencia entre italianos,
imperiales y longobardos. Se preocupó de la conversión de los jóvenes pueblos y de la nueva organización civil de
Europa: los Visigodos de España, los Francos, los Sajones, los inmigrantes en Bretaña y los Longobardos fueron los
destinatarios privilegiados de su misión evangelizadora. Ayer celebramos la memoria litúrgica de san Agustín de
Canterbury, guía de un grupo de monjes a los que Gregorio encomendó acudir a Bretaña para evangelizar Inglaterra.

Para obtener una paz efectiva en Roma y en Italia, el Papa se empeñó a fondo -era un verdadero pacificador--
emprendiendo una estrecha negociación con el rey longobardo Agilulfo. Tal conversación llevó a un período de tregua
que duró unos tres años (598 - 601), tras los cuales fue posible estipular en 603 un armisticio más estable. Este resultado
positivo se logró gracias también a los contactos paralelos que, entretanto, el Papa mantenía con la reina Teodolinda,
que era una princesa bávara y, a diferencia de los jefes de los otros pueblos germanos, era católica, profundamente
católica. Se conserva una serie de cartas del Papa Gregorio a esta reina, en las que él muestra su estima y su amistad
hacia aquella. Teodolinda consiguió, poco a poco, orientar al rey hacia el catolicismo, preparando así el camino a la paz.
El Papa se preocupó también de enviarle las reliquias para la basílica de san Juan Bautista que ella hizo levantar en
Monza, y no dejó de hacerle llegar expresiones de felicitación y preciosos regalos para la misma catedral de Monza con
ocasión del nacimiento y del bautismo de su hijo Adaloaldo. La vicisitud de esta reina constituye un bello testimonio sobre
la importancia de las mujeres en la historia de la Iglesia. En el fondo, los objetivos sobre los que Gregorio apuntó
constantemente fueron tres: contener la expansión de los Longobardos en Italia, sustraer a la reina Teodolinda de la
influencia de los cismáticos y reforzar la fe católica, así como mediar entre Longobardos y Bizantinos con vistas a un
acuerdo que garantizara la paz en la península y a la vez consintiera desarrollar una acción evangelizadora entre los
propios Longobardos. Por lo tanto fue doble su constante orientación en la compleja situación: promover acuerdos en el
plano diplomático-político, difundir el anuncio de la verdadera fe entre las poblaciones.
Junto a la acción meramente espiritual y pastoral, el Papa Gregorio fue activo protagonista también de una multiforme
actividad social. Con las rentas del conspicuo patrimonio que la Sede romana poseía en Italia, especialmente en Sicilia,
compró y distribuyó trigo, socorrió a quien se encontraba en necesidad, ayudó a sacerdotes, monjes y monjas que vivían
en la indigencia, pagó rescates de ciudadanos que habían caído prisioneros de los Longobardos, adquirió armisticios y
treguas. Además desarrolló tanto en Roma como en otras partes de Italia una atenta obra de reordenamiento
administrativo, impartiendo instrucciones precisas para que los bienes de la Iglesia, útiles a su subsistencia y a su obra
evangelizadora en el mundo, se gestionaran con absoluta rectitud y según las reglas de la justicia y de la misericordia.
Exigía que los colonos fueran protegidos de los abusos de los concesionarios de las tierras de propiedad de la Iglesia y,
en caso de fraude, que fueran resarcidos con prontitud, para que no se contaminara con beneficios deshonestos el rostro
de la Esposa de Cristo.

Gregorio llevó a cabo esta intensa actividad a pesar de su incierta salud, que le obligaba con frecuencia a guardar cama
durante largos días. Los ayunos que había practicado en los años de la vida monástica le habían ocasionado serios
trastornos digestivos. Además su voz era muy débil, de forma que a menudo tenía que confiar al diácono la lectura de
sus homilías para que los fieles de las basílicas romanas pudieran oírle. En cualquier caso hacía lo posible por celebrar
en los días de fiesta Missarum sollemnia, esto es, la Misa solemne, y entonces se encontraba personalmente con el
pueblo de Dios, que le apreciaba mucho porque veía en él la referencia autorizada para obtener seguridad: no por
casualidad se le atribuyó pronto el título de consul Dei. A pesar de las dificilísimas condiciones en las que tuvo que
actuar, consiguió conquistar, gracias a la santidad de vida y a la rica humanidad, la confianza de los fieles, logrando para
su tiempo y para el futuro resultados verdaderamente grandiosos. Era un hombre inmerso en Dios: el deseo de Dios
estaba siempre vivo en el fondo de su alma y precisamente por esto estaba siempre muy cerca del prójimo, de las
necesidades de la gente de su época. En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y esperanza.
Este hombre de Dios nos muestra las verdaderas fuentes de la paz, de dónde viene la esperanza, y se convierte así en
una guía también para nosotros hoy.

-.-
Benedicto XVI: San Gregorio, Papa Magno, "siervo de los siervos de Dios"
Segunda catequesis dedicada al romano pontífice del año 590 al 604

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 4 junio 2008 -.- Publicamos la intervención de Benedicto XVI durante la audiencia
general de este miércoles dedicada -en su ciclo de catequesis sobre los Padres de la Iglesia-- a profundizar en las
enseñanzas de san Gregorio Magno, cuya vida empezó a trazar la semana pasada.
***
Queridos hermanos y hermanas:
Vuelvo hoy, en nuestro encuentro de los miércoles, a la extraordinaria figura del Papa Gregorio Magno para recoger más
luces de su rica enseñanza. A pesar de los múltiples compromisos vinculados a su misión como obispo de Roma, nos
dejó numerosas obras de las que la Iglesia, en los siglos sucesivos, se ha nutrido abundantemente. Además de su
conspicuo epistolario -el Registro al que aludía en la catequesis pasada contiene más de 800 cartas--, nos dejó sobre
todo escritos de carácter exegético, entre los que se distinguen el Comentario moral a Job -conocido bajo el título latino
de Moralia in Iob--, las Homilías sobre Ezequiel, las Homilías sobre los Evangelios. Asimismo existe una importante obra
de carácter hagiográfico, los Diálogos, escrita por Gregorio para la edificación de reina longobarda Teodolinda. La obra
principal y más conocida es sin duda la Regla pastoral que el Papa redactó al comienzo de su pontificado con finalidad
claramente programática.

Haciendo un rápido repaso a estas obras observemos, ante todo, que en sus escritos Gregorio jamás se muestra
preocupado por trazar una doctrina "suya", una originalidad propia. Más bien intenta hacerse eco de la enseñanza
tradicional de la Iglesia, quiere sencillamente ser la boca de Cristo y de su Iglesia en el camino que se debe recorrer para
llegar a Dios. Al respecto son ejemplares sus comentarios exegéticos. Fue un apasionado lector de la Biblia, a la que se
acercó con pretensiones no meramente especulativas: de la Sagrada Escritura, pensaba él, el cristiano debe sacar no
tanto conocimientos teóricos, sino más bien el alimento cotidiano para su alma, para su vida de hombre en este mundo.
En las Homilías sobre Ezequiel, por ejemplo, insiste fuertemente en esta función del texto sagrado: aproximarse a la
Escritura simplemente para satisfacer el propio deseo de conocimiento significa ceder a la tentación del orgullo y
exponerse así al riesgo de resbalar en la herejía. La humildad intelectual es la regla primaria para quien intenta penetrar
en las realidades sobrenaturales partiendo del Libro Sagrado. La humildad, obviamente, no excluye el estudio serio; pero
para lograr que éste resulte verdaderamente provechoso, consintiendo entrar realmente en la profundidad del texto, la
humildad es indispensable. Sólo con esta actitud interior se escucha realmente y se percibe por fin la voz de Dios. Por
otro lado, cuando se trata de la Palabra de Dios, comprender no es nada si la compresión no conduce a la acción.
En estas homilías sobre Ezequiel se encuentra también esa bella expresión según la cual "el predicador debe mojar su
pluma en la sangre de su corazón; podrá así llegar también al oído del prójimo". Al leer estas homilías suyas se ve que
realmente Gregorio escribió con la sangre de su corazón y por ello nos sigue hablando a nosotros.

Gregorio desarrolla también este tema en el Comentario moral a Job. Siguiendo la tradición patrística, examina el texto
sacro en las tres dimensiones de su sentido: la dimensión literal, la dimensión alegórica y la moral, que son dimensiones
del único sentido de la Sagrada Escritura. Sin embargo Gregorio atribuye una clara preponderancia al sentido moral. En
esta perspectiva propone su pensamiento a través de algunos binomios significativos --saber-hacer, hablar-vivir, conocer-
actuar- en los que evoca los dos aspectos de la vida humana que deberían ser complementarios, pero que con
frecuencia acaban por ser antitéticos. El ideal moral --comenta-- consiste siempre en llevar a cabo una armoniosa
integración entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los deberes del propio estado:
éste es el camino para realizar la síntesis gracias a la cual lo divino desciende en el hombre y el hombre se eleva hasta
la identificación con Dios. El gran Papa traza así para el auténtico creyente un proyecto de vida completo; por esto el
Comentario moral a Job constituirá en el curso de la Edad Media una especie de Summa de la moral cristiana.

Son de notable relevancia y belleza también sus Homilías sobre los Evangelios. La primera de ellas la pronunció en la
basílica de San Pedro durante el tiempo de Adviento del año 590, por lo tanto, pocos meces después de su elección al
pontificado; la última fue pronunciada en la basílica de San Lorenzo el segundo domingo después de Pentecostés del
año 593. El Papa predicaba al pueblo en las iglesias donde se celebraban la "estaciones" --especiales ceremonias de
oración en los tiempos fuertes del año litúrgico-- o las fiestas de los mártires titulares. El principio inspirador que une las
diversas intervenciones se sintetiza en la palabra "praedicator": no sólo el ministro de Dios, sino también todo cristiano
tiene la tarea de hacerse "predicador" de cuanto ha experimentado en su interior, a ejemplo de Cristo que se hizo hombre
para llevar a todos el anuncio de la salvación. El horizonte de este compromiso es el escatológico: la esperanza del
cumplimiento en Cristo de todas las cosas es un pensamiento constante del gran pontífice y acaba por convertirse en
motivo inspirador de todo su pensamiento y actividad. De aquí brotan sus incesantes llamamientos a la vigilancia y al
empeño en las buenas obras.
Tal vez el texto más orgánico de Gregorio Magno es la Regla pastoral, escrita en los primeros de pontificado. En ella
Gregorio se propone trazar la figura del obispo ideal, maestro y guía de su rebaño. A tal fin ilustra la gravedad del oficio
de pastor de la Iglesia y los deberes que ello comporta: por lo tanto, aquellos que no han sido llamados a tal tarea, que
no lo busquen con superficialidad; aquellos en cambio que lo hayan asumido sin la debida reflexión, que sientan nacer en
el alma una necesaria turbación. Retomando un tema predilecto, afirma que el obispo es ante todo el "predicador" por
excelencia; como tal debe ser sobre todo ejemplo para los demás, de forma que su comportamiento pueda constituir un
punto de referencia para todos. Una acción pastoral eficaz requiere además que él conozca los destinatarios y adapte
sus intervenciones a la situación de cada uno: Gregorio se detiene en ilustrar las diversas categorías de fieles con
anotaciones agudas y puntuales que pueden justificar la valoración de quien ha visto en esta obra también un tratado de
psicología. De aquí se entiende que él conocía realmente a su rebaño y hablaba de todo con la gente de su tiempo y de
su ciudad.
El gran pontífice, con todo, insiste en el deber de que el pastor debe reconocer cada día la propia miseria, de manera que
el orgullo no haga vano, a los ojos del Juez Supremo, el bien realizado. Por ello el capítulo final de la Regla está
dedicado a la humildad: "Cuando se tiene complacencia en haber alcanzado muchas virtudes, es bueno reflexionar sobre
las propias insuficiencias y humillarse: en lugar de considerar el bien realizado, hay que considerar el que se ha
descuidado". Todas estas indicaciones preciosas demuestran el altísimo concepto que san Gregorio tiene del cuidado de
las almas, por él definido "ars artium", el arte de las artes. La Regla tuvo un éxito tan grande que, cosa más bien rara,
pronto se tradujo en griego y en anglosajón.

Significativa es igualmente otra obra, los Diálogos, en los que al amigo y diácono Pedro, convencido de que las
costumbres estaban tan corrompidas que no permitían que hubiera santos como en tiempos pasados, Gregorio
demuestra lo contrario: la santidad siempre es posible, aún en tiempos difíciles. Lo prueba narrando la vida de personas
contemporáneas o desaparecidas recientemente a las que bien se podría calificar de santas, aunque no estuvieran
canonizadas. La narración se acompaña de reflexiones teológicas y místicas que hacen del libro un texto hagiográfico
singular, capaz de fascinar a generaciones enteras de lectores. El material acude a las tradiciones vivas del pueblo y
tiene el objetivo de edificar y formar, atrayendo la atención de quien lee sobre una serie de cuestiones como el sentido
del milagro, la interpretación de la Escritura, la inmortalidad del alma, la existencia del infierno, la representación del más
allá, temas todos que requerían oportunas aclaraciones. El libro II se dedica por entero a la figura de Benito de Nursia y
es el único testimonio antiguo de la vida del santo monje, cuya belleza espiritual aparece en el texto con toda evidencia.

En la línea teológica que Gregorio desarrolla a través de sus obras, pasado, presente y futuro se relativizan. Lo que para
él cuenta, más que nada, es todo el arco de la historia salvífica, que sigue desenvolviéndose entre los oscuros meandros
del tiempo. En esta perspectiva es significativo que él introduzca el anuncio de la conversión de los Anglos en medio del
Comentario moral a Job: a sus ojos el evento constituía un adelanto del Reino de Dios del que trata la Escritura; por lo
tanto con buena razón podía mencionarse en el comentario a un libro sacro. En su opinión, los guías de las comunidades
cristianas deben empeñarse en releer los acontecimientos a la luz de la Palabra de Dios: en este sentido el gran pontífice
siente el deber de orientar a pastores y fieles en el itinerario espiritual de una lectio divina iluminada y concreta, situada
en el contexto de la propia vida.

Antes de concluir, es necesario hablar de las relaciones que el Papa Gregorio cultivó con los patriarcas de Antioquía, de
Alejandría y de la propia Constantinopla. Se preocupó siempre de reconocer y respetar los derechos, guardándose de
toda interferencia que limitara la legítima autonomía de aquellos. Si bien san Gregorio, en el contexto de la situación
histórica, se opuso al título de "ecuménico" por parte del Patriarca de Constantinopla, no lo hizo por limitar o negar esta
legítima autoridad, sino porque estaba preocupado por la unidad fraterna de la Iglesia universal. Lo hizo sobre todo por
su profunda convicción de que la humildad debía ser la virtud fundamental de todo obispo, más aún de un Patriarca.
Gregorio había seguido siendo un sencillo monje en su corazón y por ello era decididamente contrario a los grandes
títulos. Quería ser --es expresión suya-- servus servorum Dei. Esta palabra que acuñó no era en sus labios una piadosa
fórmula, sino la verdadera manifestación de su modo de vivir y de actuar. Estaba íntimamente impresionado por la
humildad de Dios, que en Cristo se hizo nuestro siervo, nos lavó y nos lava los pies sucios. Por lo tanto estaba
convencido de que, sobre todo un obispo, debería imitar esta humildad de Dios y así seguir a Cristo. Su deseo
verdaderamente fue el de vivir como monje en permanente coloquio con la Palabra de Dios, pero por amor a Dios supo
hacerse servidor de todos en un tiempo lleno de tribulaciones y de sufrimientos, supo hacerse "siervo de los siervos".
Precisamente porque lo fue, es grande y nos muestra también a nosotros la medida de su verdadera grandeza.
[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]
Queridos hermanos y hermanas:
El Papa san Gregorio Magno nos ha dejado numerosos escritos, con el propósito de transmitir la enseñanza de la Iglesia.
Apasionado lector de la Escritura, invita a encontrar en ella el alimento cotidiano para el alma. Pero, advierte que el
estudio de la Palabra de Dios, hecho con seriedad y humildad, sólo sirve si lleva a la acción. Para Gregorio, el ideal moral
se encuentra en la integración armoniosa entre palabra y acción, pensamiento y compromiso, oración y dedicación a los
propios deberes. En su obra más famosa, ", san Gregorio traza la figura del Obispo ideal. El Pastor debe ser humilde,
conocer a los fieles y adaptarse a su situación para que su acción pastoral sea eficaz. Con razón llamaba al cuidado de
las almas "el arte de las artes". Según él, la comunidad cristiana debe ver todos los sucesos a la luz de la Palabra de
Dios, siguiendo para ello el itinerario espiritual de la lectio divina. Con el Papa Gregorio, la Sede de Roma adquirió un
gran prestigio en el mundo, y el título de "siervo de los siervos de Dios", que él había elegido, fue usado desde entonces
por sus sucesores.
Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española. En particular, al grupo de peregrinos de la República
Dominicana, acompañados por el Arzobispo de Santiago de los Caballeros, Monseñor Ramón de la Rosa, y al grupo de
sacerdotes de Madrid. Saludo también a los peregrinos y grupos parroquiales venidos de Chile, Ecuador, España,
México y de otros países latinoamericanos. Que el ejemplo de San Gregorio os ayude a meditar la Sagrada Escritura
para encontrar en ella el alimento espiritual para vuestra vida cristiana. Que Dios os bendiga. 2008-VI-04

+++
San Gregorio y la música

por Raúl del Toro


infocatolica.com 01 IX. MMXII
San Gregorio, cuya memoria litúrgica se celebra el próximo lunes, fue sin duda un pontífice Magno. Lo muestra bien su
gran labor en la evangelización de los anglosajones o en la administración material de la ciudad de Roma, por poner sólo
dos ejemplos.
En cuanto al canto gregoriano, se pensó durante siglos que había sido compuesto o recopilado por él. Por eso desde el
siglo IX fue llamado así, canto gregoriano. Hoy sabemos que es más bien fruto de la fusión entre el antiguo canto litúrgico
de la iglesia de Roma y el canto del rito galicano, fenómeno acontecido en la segunda mitad del siglo VIII. Fecha, por
tanto, bastante más tardía que el siglo VI en que Gregorio consumió la mayor parte de sus días terrenos. Ahora bien,
¿Cómo se originó la creencia respecto a San Gregorio?

Para resumir el asunto será bueno considerar dos elementos. El primero es la clásica iconografía en la que San Gregorio
aparece escribiendo lo que le dicta el Espíritu Santo en forma de paloma posada sobre su hombro. Esta imagen parece
provenir de Inglaterra, tierra cuya evangelización (más bien re-evangelización) tuvo como principal promotor al papa
Gregorio. En el relato original lo que el Espíritu dicta a Gregorio es un comentario al libro del profeta Ezequiel, pero luego
este mismo argumento de autoridad se querrá aplicar también, como veremos, al canto litúrgico.
El segundo elemento es la atribución a San Gregorio de la composición o recopilación de los cantos litúrgicos. En el siglo
VIII el obispo de York, Egberto, escribe que San Gregorio había entregado a aquella iglesia “su antifonario y misal”. Algo
más avanzado ese mismo siglo VIII, el Cantatorium de Monza, uno de los más antiguos libros de canto litúrgico
conservados, cita a San Gregorio como su autor y a la Schola Cantorum (los cantores de la basílica de San Pedro) como
destinataria original.
Ambos elementos, el iconográfico y la atribución de autoría, aparecen en cierta manera unidos en la Vita Gregorii Magni
escrita a finales del siglo IX por Juan el Diácono. Por una parte comenta la imagen de San Gregorio dictando a un copista
lo que el Espíritu en forma de paloma le sugiere. Por otra, se refiere a San Gregorio como recopilador de un libro de
cantos para el aprendizaje de los cantores y fundador de la Schola Cantorum.
En los años siguientes este tipo de referencias a San Gregorio se irán repitiendo en los libros de canto litúrgico, e incluso
la propia iconografía adoptará el elemento musical. En uno de los más famosos códices gregorianos, el manuscrito
Hartker copiado en el monasterio suizo de San Galo a finales del siglo X, se reproduce la clásica representación de San
Gregorio con la paloma, pero ahora lo que el copista escribe al dictado de Gregorio son signos inequívocamente
musicales.
Tengamos finalmente en cuenta que la enorme autoridad que San Gregorio aportaba al canto litúrgico romano era una
herramienta sumamente útil de cara al ideal carolingio de reunificar la Europa cristiana. Carlomagno quería facilitar este
proyecto mediante la implantación del rito romano en todos los reinos, y no olvidemos que en Europa existían otros ritos
muy arraigados y venerables (sin ir más lejos, el hispano-visigótico en España) cuya sustitución no era cosa fácil.
Aunque los orígenes del canto gregoriano no estén unidos a San Gregorio tan directamente como se pensaba, sí será
interesante recordar un episodio que tuvo importantes consecuencias para la música litúrgica.
El 5 de julio del año 595, con motivo de un sínodo celebrado en San Pedro de Roma, San Gregorio pronunció un
discurso en el que reprobaba severamente la costumbre de que algunos cantores fueran elegidos para el diaconado. O,
por decirlo de otra manera, que algunos fueran llamados al diaconado sólo o en parte por cantar bien.
Ocurría al parecer que estos cantores-diáconos, una vez ordenados, se centraban tanto en su actividad musical como
cantores que descuidaban sus obligaciones como diáconos respecto a la predicación y distribución de las limosnas. A
juicio de San Gregorio esto era la consecuencia de “buscar una voz agradable en lugar de una vida coherente”, de modo
que “el cantor ministro enfadaba a Dios con sus costumbres mientras deleitaba al pueblo con su voz”.
San Gregorio prohibió cantar a los ministros del altar, ordenando que se limitasen a la lectura del Evangelio en las misas.
Estableció también que el canto de los salmos y las restantes lecturas pasaran a los subdiáconos o, incluso, “si la
necesidad lo exigiera”, a las órdenes menores.
Una consecuencia del decreto de Gregorio fue que el grupo de cantores profesionales o Schola Cantorum asumió la
función previamente desempeñada por los diáconos, con lo que ganó importancia y peso en la liturgia. La Schola
Cantorum fue también la encargada de componer muchas de las piezas musicales de la liturgia romana. Entre ellas los
introitos o cantos de entrada, y los graduales y tractos que vinieron a sustituir al primitivo salmo responsorial,
testimoniado por San Agustín y reestablecido en la reforma litúrgica posterior al Vaticano II.
El hecho de que la parte musical de la liturgia recayese en una institución compuesta por músicos profesionales permitió
que el canto del rito romano levantara un poderoso vuelo artístico, cuyo impulso andando los siglos acabaría cambiando
la faz musical de Occidente y del mundo.
-.-

1. La creación de un sistema de escritura musical con el que aprender una pieza sin haberla escuchado antes, cosa
desconocida hasta entonces.
2. A raíz de esto, el desarrollo posterior de la polifonía.
3. A partir de ahí, todo el milagro de la música occidental que llega a Bach, Beethoven, etc.
-.-
Comentario de José Ignacio Zuloaga Gener
Pamplona, 1 de Septiembre de 2012

“…Tengamos finalmente en cuenta que la enorme autoridad que San Gregorio aportaba al canto litúrgico romano era una
herramienta sumamente útil de cara al ideal carolingio de reunificar la Europa cristiana” (Raúl del Toro Sola)
-------------------
Siendo la música una manifestación humana, ¿cuál es el factor común-unificante, para sus diversas posibilidades,
cuando se trata de ponerla al “pertinente” servicio de una celebración litúrgica?; ¿hasta dónde llega el gusto particular
(temporal, local, personal) “manifestado” y qué es lo que debe “permanecer” siempre a través de ella?

¿Debe “permanecer” siempre esa específica y única “sublimidad” porque se trata de un culto al único Dios? ¿Es bella
esa música sólo si sirve a esta sublimidad?

¿Dónde radica esa sublimidad: en el hombre que se manifiesta o en Dios a quien desea rendirle el “pertinente” culto?

¿Cómo, mediante diferentes manifestaciones musicales, es posible servir a ese factor común-unificante o quizás más
bien dejarse in-formar (con-figurar) por él?

Siendo una sola la naturaleza humana, ¿debe partir de aquí ese elemento común-unificante en la música sacra?
A través de cualquier instrumento musical o a través de cualquier sonido articulado (lenguaje oral), ¿es posible esta
unidad?

Si el autor de la composición musical no se deja con-figurar, durante su creación artística, por ese sentido de sublimidad
o, si el intérprete no se deja in-formar, durante su interpretación, por dicha sublimidad, ¿es posible que pueda haber algo
sublime?, ¿no habría más bien un simple sonido sin el “pertinente” fundamento real?

¿Cuál es el “pertinente” fundamento real para tal sublimidad?

¿En qué consiste ese UNO de la única naturaleza humana, que debe manifestarse en cualquier composición-
interpretación musical al servicio de una celebración litúrgica?
+++

En la ciudad de Ancona, en el Piceno (hoy Italia), san Marcelino, obispo, que, según escribió el papa san Gregorio I
Magno, por gracia de Dios libró a la ciudad de un incendio (s. VI).

+++
Un modelo antiguo de ejemplar matrimonio cristiano fue el de Basilio y Emilia, que vivieron en Capadocia entre el siglo III
y IV. Mantuvieron la fe durante la persecución de Galerio Máximo, y tuvieron nueve hijos, de los cuales cuatro son santos
muy populares en el cristianismo oriental: san Basilio Magno, san Gregorio de Nisa, san Pedro de Sabaste y santa
Macrina.

En el Occidente antiguo, Benedicto PP. XVI recuerda al matrimonio de santa Silvia con el senador Gordiano, un ejemplo
de político íntegro en el siglo VI. De ellos aprendió su hijo, san Gregorio Magno, que fue político de joven. Ya como Papa,
salvó Roma de los bárbaros lombardos y del abandono bizantino, reorganizó la liturgia (de donde surgió el «canto
gregoriano») y evangelizó la lejana Inglaterra. MMVIII.XII

SAN GREGORIO MAGNO AÑO 540 †604 ca.


«Dilexit Ecclesiam» amó a la Iglesia Católica fundada por Jesucristo

Himno
Cristo, Cabeza, Rey de los pastores,
El pueblo entero, madrugando a fiesta,
Canta la gloria de tu sacerdote
Himnos sagrados.-

Con abundancia de sagrado crisma,


La unción profunda de tu Santo Espíritu
Lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia
Jefe del pueblo.-

Él fue pastor y forma del rebaño,


Luz para el ciego, báculo del pobre,
Padre común, presencia providente,
Todo de todos.-

Tú que coronas sus merecimientos,


Danos la gracia de imitar su vida
Y al fin, sumisos a su magisterio,
Danos su gloria. Amén

+++
MODELO DE PASTORES Y GOBERNANTES - El calendario romano recuerda hoy, 3 de septiembre, a san Gregorio
Magno, Papa y doctor de la Iglesia (en torno al año 540-604). Su singular figura, diría casi única, es un ejemplo que hay
que presentar tanto a los pastores de la Iglesia como a los administradores públicos: de hecho, primero fue prefecto y
después obispo de Roma.
Como funcionario imperial se distinguió por su capacidad administrativa y por su integridad moral, hasta el punto de que,
con sólo 30 años, desempeñó el máximo cargo civil de «prefecto de la urbe» «Praefectus Urbis».

Mientras tanto, en su interior, maduraba la vocación a la vida monástica, que abrazó en el año 574, cuando falleció su
padre. La Regla benedictina se convirtió a partir de entonces en el fundamento de su existencia. Incluso cuando fue
enviado por el Papa como su representante ante el emperador de Oriente, mantuvo un estilo de vida monástico, sencillo
y pobre.
Al ser llamado de nuevo a Roma, si bien vivía en el monasterio, fue cercano colaborador del Papa Pelagio II y, cuando
murió éste, víctima de una epidemia de peste, Gregorio fue aclamado por todos como su sucesor.
Trató con todos los medios de evitar el nombramiento, pero al final tuvo que rendirse y, dejando a su pesar el claustro, se
dedicó a la comunidad, consciente de que estaba desempeñando un deber y de que era un simple «siervo de los siervos
de Dios».
«No es verdaderamente humilde --escribe-- quien comprende que tiene que ser guía de los demás por decreto de la
voluntad divina y, sin embargo, desprecia esta preeminencia. Si por el contrario se somete a las divinas disposiciones y
no tiene el vicio de la obstinación y está preparado con esos dones con los que puede beneficiar a los demás, cuando se
le impone la máxima dignidad del gobierno de las almas, con el corazón tiene que huir de ella, pero contra su querer,
tiene que obedecer» («Regla pastoral, I, 6).

Estas palabras son como un diálogo consigo mismo. Con profética amplitud de miras, Gregorio intuyó que estaba
naciendo una nueva civilización con el encuentro entre la herencia romana y los pueblos llamados «bárbaros», gracias a
la fuerza de cohesión y de elevación moral del cristianismo. El monaquismo se convertía en una riqueza no sólo para la
Iglesia, sino para toda la sociedad.

De salud frágil, pero de fuerte talla moral, san Gregorio Magno desempeñó una intensa acción pastoral y civil. Dejó un
amplísimo epistolario, admirables homilías, un famoso comentario al Libro de Job y los escritos sobre la vida de san
Benito, así como numerosos textos litúrgicos, célebres a causa de la reforma del canto, que por su nombre fue llamado
«gregoriano».
Pero su obra más famosa es, sin duda, la «Regla pastoral», que tuvo para el clero la misma importancia que tuvo la
Regla de san Benito para los monjes de la Edad Media. La vida del pastor de almas tiene que ser una síntesis
equilibrada entre contemplación y acción, animada por el amor que «alcanza cumbres elevadísimas cuando se inclina
con misericordia ante los males profundos de los demás. La capacidad de inclinarse ante la miseria de los demás es la
medida de la fuerza de la entrega a los demás» (II, 5). En esta enseñanza, siempre actual, se inspiraron los padres del
Concilio Vaticano para describir la imagen del pastor de nuestros tiempos.
Pidamos a la Virgen María que el ejemplo y la enseñanza de san Gregorio Magno sean seguidos por los pastores de la
Iglesia y también por los responsables de las instituciones civiles. 2006-09-03 S.S. Benedicto PP XVI.

+++

San Gregorio Magno vivió un período de profundas convulsiones religiosas y políticas. Nacido hacia 540 en una familia
de la nobleza romana, vivió los momentos más bajos de la curva de la caída de Roma y los primeros de una nueva
época ascendente. Por ello puede ser considerado como el último romano, con el que se cierra el período de los grandes
Padres y literatos de la Iglesia de Occidente, o como el primer hombre medieval que supo concretar en sus obras el
espíritu de una nueva edad que se había de alimentar de su moral, ascética y mística hasta San Bernardo, Santo Tomás
y Santa Teresa. Precisamente con su nacimiento —en 541— termina la cronología consular, que liquida definitivamente
una de las instituciones básicas en la historia de Roma.
La familia de Gregorio era hondamente cristiana. Sus padres, el senador Gordiano y la noble Silvia, están emparentados
con los Anicios. El palacio familiar se asienta en las estribaciones del monte Celio, en medio de un mundo lleno de
recuerdos de la Roma del Imperio y de la primitiva Roma cristiana. Entre sus antepasados se encuentra el papa Félix III
(483-492). La Iglesia venera en los altares a varios miembros de su familia. Su padre se dedicó al fin de su vida al
servicio de la Iglesia como regionario. Su madre pasó los últimos años en el monte Aventino, en absoluto retiro. Sus tías
Társila y Emiliana consagraron a Dios su virginidad. En las homilías que pronunció durante su pontificado, se complace
en recordar el ejemplo de sus santas tías vírgenes. Ambas y sus padres figuran en el catálogo de los santos.

San Gregorio se formó en las escuelas de su tiempo. Por causa de las guerras habían decaído del esplendor logrado
siglo y medio antes con Marciano Capella y casi aquellos mismos días con Casiodoro. Cursó derecho. De él quería hacer
Justiniano la base necesaria de la unidad religiosa, política y territorial del Imperio. La formación jurídica de San Gregorio
es profunda. Su alma severa y equilibrada encontró en ella una magnífica preparación para sus futuras e insoñadas
actividades. Su formación literaria es menos brillante. Aún se trata en los centros universitarios de realizar el tipo ideal del
orador, siguiendo las preceptivas de Quintiliano, y de Cicerón. En cambio, la formación bilingüe grecolatina ha
desaparecido totalmente en el siglo VI. El Santo no llegó a aprender la lengua griega, ni durante su larga estancia en
Bizancio. Al terminar la carrera fue nombrado pretor (¿prefecto?) de la urbe. Eran tiempos de inseguridad y de guerras
permanentes. Durante su niñez asistió a la entrada de Totila en Roma (546), a la cautividad de los romanos en
Campania, a los asaltos de los godos a la ciudad en 549, a los últimos juegos circenses en el Circo Máximo, que Totila,
con regia liberalidad, ofreció al pueblo romano al tiempo de despedirse. Gregorio vivió con intensidad la tragedia
desgarradora de Italia, arrasada por las invasiones de los lombardos, y de Roma en ruinas. Aún hoy impresionan las
descripciones de San Gregorio, de Pablo Diácono y de otros historiadores. "Por todas partes vemos luto —dice el
Santo—, por todas oímos gemidos. Las ciudades están saqueadas; los castillos, demolidos, la tierra, reducida a desierto.
En los campos no quedan colonos ni en las ciudades se encuentran apenas habitantes... Los azotes de la justicia de
Dios no tienen término, porque tantos castigos no bastan a corregir los pecados. Vemos a unos arrastrados a la
esclavitud, a otros mutilados, a otros matados... ¡A qué bajo estado ha descendido aquella Roma que otras veces era
señora del mundo! Hecha añicos repetidamente y con inmenso dolor, despoblada de ciudadanos, asaltada de enemigos,
convertida en un montón de ruinas... ¿Dónde está el senado? ¿Dónde el pueblo?... Ya por ruinas sucesivas vemos
destruidos en el suelo los mismos edificios..." Gregorio trabajó con entusiasmo juvenil en su quehacer político. Pero no
encontró en sus quehaceres temporales la satisfacción que deseaba. Así comenzó a resonar en su alma la llamada a la
vida contemplativa.

Entonces se cruzaron en su camino dos monjes benedictinos, Constancio y Simplicio. Procedían de Montecassino, de la
generación inmediatamente posterior a San Benito. La Historia tiene que agradecerles un santo, un papa, un doctor de la
Iglesia, el maestro espiritual de la Orden, el discípulo más auténtico de San Benito y uno de los ascetas más importantes
de la historia de la espiritualidad. La lucha interior antes de decidirse a entrar en el monasterio, y decir adiós a sus tareas
temporales tan queridas fue desgarradora. La describe el mismo Santo en carta a su íntimo amigo San Leandro de
Sevilla. "Yo diferí largo tiempo la gracia de la conversión, es decir, de la profesión religiosa, y, aun después que sentí la
inspiración de un deseo celeste, yo creía mejor conservar el hábito secular. En este tiempo se me manifestaba en el
amor a la eternidad lo que debía buscar, pero las obligaciones contraidas me encadenaban y yo no me resolvía a
cambiar de manera de vivir. Y cuando mi espíritu me llevaba ya a no servir al mundo sino en apariencia, muchos
cuidados, nacidos de mi solicitud por el mundo, comenzaron a agrandarse poco a poco contra mi bien, hasta el punto de
retenerme no sólo por defuera y en apariencia, sino lo que es más grave, por mi espíritu". Al fin un día cambió el vestido
de púrpura de gobernante por el humilde saco de monje, según noticia de Gregorio de Tours; convirtió en monasterio su
palacio del monte Celio y comenzó su vida monacal. Tres fines buscó el Santo en la vida del claustro: separarse del
mundo, mortificar la carne y, finalmente, la alegría de la contemplación. "Me esforzaba —dice en su epistolario— en ver
espiritualmente los supremos gozos, y, anhelando la vista de Dios, decía no sólo con mis palabras, sino con la medula de
mi corazón: Tibi dixit cor meut: quaesívi vultum tuum, vultum tuum, Domine, requiram. Se dedicó con intensidad al
estudio de la Sagrada Biblia, buscando la contemplación y la compunción de corazón. Ambos son sus temas preferidos,
los hilos conductores de su ascética y de su mística. No en vano se le llama "doctor de la compunción y de la
contemplación". También estudió con interés especial las vidas ejemplares de los monjes de Occidente. De ahí había de
salir en el futuro su obra: Diálogos de la vida y milagros de los Padres itálicos. Allí se hizo hombre de oración y forjó su
espiritualidad. Sus fórmulas alimentaron a los monjes y eclesiásticos durante muchos siglos.

A los cuatro años de paz monacal, Benedicto I le envió como nuncio (apocrisario) a Constantinopla (578), de donde
volvió hacia 586. Octubre de 586 fue un mes de prueba. Lluvias torrenciales. Las aguas del Tíber alcanzaron en algunos
puntos más altura que las murallas. Personas ahogadas, palacios destruidos, los graneros de la Iglesia inundados,
hambre y, finalmente, la peste. Una epidemia de peste inguinar se extendió por Roma, superpoblada de refugiados de
los avances lombardos. Una de las primeras víctimas de la peste fue el papa Pelagio II. Ante aquel espectáculo, clero,
senado y pueblo reunidos eligieron Papa a San Gregorio. De este modo quedó Gregorio arrancado definitivamente de la
soledad que buscara en el monasterio. "Mi dolor es tan grande, escribe a un amigo de Constantinopla, que apenas
puedo expresarlo. Triste es todo lo que veo y todo lo que se cree consolador resulta lamentable en mi corazón". El primer
Papa monje llevó su concepción monacal a la espiritualidad, a la liturgia, al pontificado.

Al principio de su pontificado publicó la Regula Pastoralis, que llegó a ser durante la Edad Media el código de los
obispos, lo mismo que la regla de San Benito era el código de los monjes. Gregorio es, ante todo, el pastor bueno de su
grey, es decir, de Roma y de toda la cristiandad. Importa, dice en uno de los párrafos de la Regla Pastoral, que el pastor
sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo
con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por
la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no disminuya el cuidado de las
interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores".
Ciudadanos de Roma conociendo a San Gregorio el Magno

Este fue el programa de su actuación. San Gregorio es un genio práctico, un romano de acción. Para él, gobernar es el
destino más alto de un hombre, y el gobierno espiritual es el arte de las artes (ars artium regimen animarum). Su solicitud
pastoral llegó a todas las iglesias: España, Galia, Inglaterra, Armenia, el Oriente, toda Italia, especialmente las diez
provincias dependientes de la metrópoli romana. Fue incansable restaurador de la disciplina canónica. En su tiempo se
convirtió Inglaterra y los visigodos abjuraron el arrianismo. El renovó el culto y la liturgia con los famososSacramentario y
Antifonario gregorianos, reorganizó la caridad en la Iglesia, administró en justicia el patrimonium Petri. Sus obras
teológicas y su autoridad fue indiscutida hasta la llegada del protestantismo. En el siglo pasado y a principio del actual ha
sido objeto de profundos estudios de crítica racionalista. En nuestros días es largamente estudiado por la historiografía
católica. Dio al Pontificado un gran prestigio como San León Magno o el papa Gelasio. Su voz era buscada y escuchada
en toda la cristiandad. Su obra fue curar, socorrer, ayudar, enseñar, cicatrizar las llagas sangrantes de una sociedad en
ruinas. No tuvo que luchar con desviaciones dogmáticas, sino con la desesperación de los pueblos vencidos y la
soberbia de los vencedores. Cuando los cónsules habían desaparecido, su epitafio resume su gloria llamándole "cónsul
de Dios".

Como obispo de Roma su primera preocupación fue llevar al pueblo a las prácticas de la fe. Repristinó con renovado
fervor la interrumpida costumbre de las estaciones. A ellas se deben las Cuarenta homilías sobre los Evangelios. Veinte
las pronunció él mismo; las otras las leían en su presencia clérigos de su séquito, cuando sus agudos dolores de
estómago le impedían predicar. Gregorio fomenta las prácticas de piedad, las buenas obras, las devociones populares, el
culto a las reliquias, la doctrina de los novísimos. Presenta el ideal de la vida cristiana en toda su integridad. A la vez
renueva el culto. Introduce una serie de reformas en la liturgia que ha hecho famoso el Sacramentario gregoriano. Mandó
se dijese alleluia fuera del tiempo de Pentecostés; que se cantase el kyrie eleison; que el Pater noster se recitase
después del canon... Se le criticó repetidamente de querer bizantinar la liturgia romana.

La reforma que más fama le ha dado es la del llamado canto gregoriano. Gregorio restauró y renovó la Schola
cantorum y compiló el antifonario llamado en su honor gregoriano. La Schola llegó a ser un centro superior de cultura
musical, y seminario del clero romano. La obra de San Gregorio se realizó por medio de los músicos profesionales de
la Schola cantorum. No fue él un creador, pero su obra fue esencial y el éxito es inexplicable sin su espíritu renovador y
su autoridad. Gracias a él se aunaron los diversos cantos en una sola liturgia, que poco a poco triunfó de los otros ritos y
se impuso como universal expresión religiosa. Con su colección de cantos recogida en el Antifonario gregoriano fue el
verdadero ordenador y restaurador del canto eclesiástico, en un momento crítico de la historia de Europa. Al llegar el
siglo XI, el proceso de unificación musical estaba completo, salvo raras excepciones como la ambrosiana y visigoda.
Europa tuvo un canto eclesiástico común, gracias principalmente a San Gregorio.
La acción del Santo se extendía a Italia, de la que era metropolitano, a Occidente, del que era patriarca, y a la Iglesia
universal, de la que era primado. Su epistolario consta de 859 cartas. Por él desfilan toda clase de personas y en él se
tocan multitud de asuntos canónicos y administrativos con un sentido de humanidad, justicia, defensa de los humildes,
prudencia de gobierno espiritual y material extraordinario. Su estilo es sencillo, llano de conversación hablada, lleno de
frescor. Gracias a las cartas, el pontificado del Santo es uno de los mejor conocidos de la antigüedad.
España fue una de las provincias más tranquilas del patriarcado de Occidente durante el pontificado de San Gregorio.
Dominados los suevos y vascones y reducido a su mínima expresión el territorio bizantino, Leovigildo casi había
conseguido la unidad política. Faltaba la religiosa. El rey quiso realizarla en el arrianismo. Gregorio conoció en
Constantinopla la rebelión de Hermenegildo por las informaciones confidenciales de su amigo San Leandro. En el libro
de Los diálogos (libro III, cap. 31) narra con amor la gloria y desventura del príncipe Hermenegildo, su derrota,
encarcelamiento y martirio (año 586). Los acontecimientos se precipitaron después de la muerte del príncipe: muerte de
Leovigildo, conversión de Recaredo (587), concilio tercero de Toledo y conversión oficial del pueblo visigodo. Los
pueblos latino y visigodo se unieron estrechamente. Ello hizo posible aquella pequeña edad de oro de nuestra cultura.
Aquellos extraordinarios acontecimientos hicieron exclamar a los obispos españoles al terminar su profesión de fe a los
reyes: "Gloria a nuestro Señor Jesucristo que ha acogido en la unidad de la verdadera fe a este pueblo privilegiado de los
godos y que ha establecido en el mundo un solo rebaño bajo un solo pastor". San Leandro envió largo informe al Papa.
San Gregorio contestó con otra carta exultante de gozo: "No puedo expresar con palabras la alegría experimentada por
mí, porque el gloriosísimo rey Recaredo, nuestro hijo común, ha pasado a la Iglesia católica con sincera devoción. Por el
modo con que me habláis de él en vuestras cartas, me obligáis a amarlo sin aún conocerlo".
Su acción pastoral se extendió a Africa, a Francia, pero acaso la página más gloriosa del pontificado del Santo, en el
aspecto misionero, sea la conversión de Inglaterra. La conversión de los anglosajones constituye un acontecimiento
inesperado, casi increíble, por su rapidez. He aquí los hitos de una película: Año 590, asciende San Gregorio al
Pontificado. 595: el Papa encomienda al presbítero Cándido comprar esclavos anglosajones de diecisiete a dieciocho
años para educarlos en un monasterio cerca de Roma. Su ilusión es hacer "ángeles de los anglos". 596: el rey de los
anglosajones, Etelberto, casa con la princesa católica Berta. Sale camino de Inglaterra un grupo de misioneros del
convento de San Andrés de Roma. Es el responsable del grupo Agustín. Desanimados los misioneros, reciben en Lerins
una carta del Pontífice: "Porque hubiera sido mejor no comenzar una obra buena que retirarse después de haberla
comenzado, es necesario, amadísimos hijos, que terminéis, con el favor de Dios, la obra buena emprendida. No os
atemoricen las fatigas del viaje ni la lengua de los hombres maldicientes, sino continuad con toda solicitud y fervor lo que
por inspiración de Dios comenzasteis, sabiendo que a las grandes empresas está reservada la gloria de la eterna
retribución... Obedeced humildemente a vuestro prepósito Agustín... El omnipotente Dios os proteja con su gracia y me
conceda ver en la patria eterna el fruto de vuestras fatigas. Que si no puedo ir a trabajar junto con vosotros como es
grande mi deseo, me encontraré partícipe con vosotros del gozo de la retribución. Dios os custodie incólumes, hijos míos
queridísimos". Como la dificultad mayor era la lengua, Gregorio les proveyó de intérpretes. junio de 597: Es bautizado el
rey. Navidad de 597: Agustín bautiza más de 10.000 anglosajones. Gregorio envía nuevos refuerzos de misioneros y
traza las líneas generales de la jerarquía católica en Inglaterra.
Cómo escritor, San Gregorio es el más fecundo de los papas medievales y uno de los cuatro doctores de la Iglesia
occidental, con San Ambrosio, San Agustín y San Jerónimo, Los tres primeros son casi contemporáneos. Pertenecen a
aquella generación extraordinaria que dio también los grandes doctores a la Iglesia del Oriente. El cuarto de los doctores
occidentales, San Gregorio, vivió casi dos siglos más tarde. Fue un hombre más bien de acción. Escribió obras de
carácter ascético y moral, que hicieron de él doctor de la vida contemplativa y de la compunción en toda la Edad Media.
Una obra suya, el Comentario a los libros de Job, fue llamado por antonomasia Los Morales o Libro de los Morales. Fue
el gran moralista de la Edad Media. Su actividad literaria se desarrolla desde el tiempo de su nunciatura en
Constantinopla hasta su muerte (582-604) y está constituida por el Registrum epistolarum, Los Morales, La regla
pastoral, Las XL homilías sobre los Evangelios, Las XXII homilías sobre Ezequiel, Los cuatro libros de los Diálogos y su
intervención en elSacramentario y Antifonario de su nombre. Sus obras ocupan cuatro volúmenes en laPatrología
latina de Migne. Gracias a sus obras y a su actuación pastoral, la cristiandad sacral pensó, obró y cantó al
unísono. MELQUÍADES ANDRÉS
Escrita entre el 591-592 como respuesta al obispo de Rávena, se inserta en la misma línea que la "Oratio secunda ad
fugam " de Gregorio de Nacianzo o el De sacerdotio de Juan Crisóstomo, que ante la responsabilidad pastoral optaron
por la huida. ?Desde su composición ha servido como libro de formación pastoral para sacerdotes. Así lo aconsejaron los
concilios de Reims, Magnuncia, Tours, y Chalon-sur-Saone (813).?Juan XXIII confesaba que este libro es el más
precioso código de la acción pastoral después del Evangelio y de las Cartas de los Apóstoles para la santificación de las
almas sacerdotales y la dirección de los fieles.?Juan Pablo II, ha recordado la perenne actualidad de esta obra: Será
sumamente útil y oportuno tomar de nuevo en la mano este libro verdaderamente áureo. para sacar del mismo
enseñanzas todavía válidas e indicaciones prácticas de experiencia pastoral y, diría, los secretos mismos de un arte que
es indispensable aprender para poder ejercerlo después.

+++

Gran renombre tuvo en la cristiandad la abadía benedictina de San Luciano de Beauvais, de las más antiguas de
Francia. Fue fundada hacia el 540 y cerrada definitivamente durante la revolución francesa.
Su luminosa biblioteca, riquísima por sus escritos antiquísimos, fue destruida 1250 años después en nombre de la
‘libertad, igualdad, fraternidad’. La cultura molesta a muchos pregoneros de de latolerancia, cuando son precisamente
ellos quienes de tolerancia nada desean saber ni tolerar.

+++
Aunque nos separan catorce siglos de la vida de Gregorio Magno (540-604), es mucho lo que este maestro de síntesis
de la patrística occidental nos puede enseñar a los cristianos de finales del siglo XX.
Gregorio, el de familia senatorial, el prefecto de Roma, el monje, el diácono legado papal, el Papa, tuvo que dar
respuesta a interrogantes ineludibles que le presentaba su tiempo: el del nacimiento de Europa.
Su pastoral se distinguió siempre por su equilibrio, fidelidad, discernimiento prudente, espíritu desprendido, sentido de la
responsabilidad y oportunidad, amor al orden y a la justicia.
Se le ha llamado el Papa de la caridad llegando a convertir los bienes de la Iglesia en los bienes de los pobres.
Su humildad, nacida de una profunda armonía entre contemplación y acción, le hizo tomar el apelativo de siervo de los
siervos de Dios.

+++
San Gregorio Magno - (540†604) - Fiesta 3 de septiembre - Patriarca, Papa y Doctor de la Iglesia.
Cuarto y último de los cuatro originales Doctores de la Iglesia Latina. Defendió la supremacía del Papa y trabajó por la
reforma del clero y la vida monástica. Combatió la herejía nestoriana. Hizo contribuciones claves a la cristología.Nació en
Roma alrededor del año 540, hijo de Gordianus, un senador afluente que llegó a renunciar al mundo y ser uno de los
siete diáconos de Roma.Después de que Gregorio adquiriese una buena educación, el Emperador Justino lo nombre, en
574, magistrado principal de Roma. Tenía solo 34 años.Después de la muerte de su padre edificó siete monasterios, el
último de los cuales fue en su propia casa en Roma, que se llamó Monasterio Benedictino de San Andrés. El mismo
tomó al hábito monástico en el 575, a la edad de 35 años.Después de la muerte de Pelagio, San Gregorio fue escogido
unánimemente Papa por los sacerdotes y el pueblo. Su extraordinario trabajo le valió el nombre de "El Grande". Su
celo era extender la fe por todo el mundo. Mantenía contacto con todas las iglesias y a pesar de sus sufrimientos y
labores, compuso grandes obras. Entre ellas hay magnificas contribuciones a la Liturgia de la Misa y el Oficio.Murió el 12
de Marzo del 604.Es patrón de maestros.

+++

San Gregorio el Grande (hacia 540†604), papa, doctor de la Iglesia Católica - Homilías sobre los evangelios, 6

«Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis» - También vosotros, si lo queréis, podéis merecer este bello nombre de
mensajero de Dios. En efecto, si cada uno de vosotros, según sus posibilidades y en la medida en que ha recibido del
cielo la inspiración, saca a su prójimo del mal, cuida de conducirlo al bien, si recuerda al extraviado el Reino o el castigo
que le esperan en la eternidad, evidentemente que es un mensajero de las palabras santas de Jesús. Y que nadie venga
diciendo: Soy incapaz de instruir a los otros, de exhortarles. Por lo menos debéis hacer lo que podáis, a fin de que un día
no se os pida cuenta del talento recibido y mal guardado. Porque si el que prefirió guardar su talento antes que hacerlo
trabajar no recibió más de un talento, ése tampoco. (Mt 25,14s)...
Haced que los otros os acompañen; que sean vuestros compañeros en el camino que conduce a Dios. Cuando,
yendo por la plaza o los baños públicos, encontréis a uno desocupado, invitadle a acompañaros. Porque vuestras
mismas acciones cotidianas sirven para uniros a los otros. ¿Vais a Dios? Procurad no llegar solos. Que aquel que en su
corazón ha escuchado ya la llamada divina saque de ella una palabra de aliento para su prójimo.

+++

SAN GREGORIO MAGNO (540†604) . San Gregorio fue un Pontífice de una personalidad muy completa, ya sea como
pastor de almas, como escritor, predicador, misionero y hombre de profunda espiritualidad.
Toda la orientación de su vida se puede sintetizar en esta frase que compuso en una de sus homilías:
" El hombre ha sido creado para contemplar a su Creador, para buscar siempre su rostro y habitar en la solemnidad de
su amor". Desde aquí ya podemos intuir el amor y la dedicación que habría de tener hacia la liturgia, puesto que ésta
tiende, precisamente, a la alabanza y a la contemplación de las cosas divinas, como antesala de la Jerusalén celeste que
nos aguarda.
Pertenecía a una familia de senadores civiles y fue educado especialmente en las artes y en el derecho. Fue prefecto de
Roma, pero a los 35 años entró en el monasterio benedictino de monte Celio de esa ciudad, donde vivió cinco años,
pletóricos de felicidad. Pero tuvo que dejar el monasterio, pues el Papa Pelagio II le consagró diácono y nuncio en
Constantinopla, en donde permaneció durante cinco años, hasta que en el 590, con motivo de la muerte de Pelagio II, fue
elegido Papa por aclamación del clero y del pueblo y consagrado obispo el 3 de setiembre de ese año.
Como obispo de Roma, dotado de una sensibilidad pastoral, tuvo muy en cuanta en su tarea evangelizadora, la
psicología y las necesidades de su comunidad diocesana y así, teniendo en cuenta la veneración del pueblo por las
basílicas, dado que la mayoría de ellas están dedicadas a los mártires, San Gregorio le dio mucho impulso al culto
estacional, de modo que verdaderas multitudes desde los distintos barrios de la ciudad, acudían a las iglesias
designadas para ese día con el fin de participar de la eucaristía presidida por el Papa.
En las homilías pronunciadas en esas ocasiones, muchas de las cuales se conservan el Papa se esmeraba en
catequizar a un pueblo sencillo, el cual disfrutaba de las celebraciones litúrgicas como los grandes festejos de toda la
ciudad de Roma.
( Mons. Dr. Julio.C. Delpiazzo)

CRONOLOGÍA
540- Nació en Roma, de familia patricia.
572-73- Es prefecto de Roma
575. Muere su padre, Gordiano, y abraza la vida monacal.
579. Ha abandonado su retiro en el claustro al ser enviado a Constantinopla, en calidad de Nuncio apostólico, por el
papa Pelagio II.
585. Regresa de su misión en Constantinopla y se reincorpora al monasterio. Desde este tiempo el Papa lo tiene
como consejero.
590. A la muerte de Pelagio II es elegido Papa, a pesar de su tenaz resistencia.
591- Predica probablemente sus homilías.
591. Prepara probablemente la redacción de sus homilías para su publicación.
604. Muere, tras catorce años de fecundo y sabio gobierno de la Iglesia y de toda una vida santa y ejemplar.

HOMILÍA SOBRE LA RESURRECCIÓN

(Mc 16, 1-17)


Habéis oído, carísimos hermanos, que las santas mujeres que fueron en busca del señor con aromas al sepulcro,
querían tributar con humanidad los últimos honores al difunto, que tanto habían amado en vida.
Más este suceso nos indica qué es lo que debe hacerse en la santa Iglesia. Es preciso que de tal modo oigamos las
cosas que han sucedido, que pensemos en lo que nosotros debemos hacer para su imitación. Pues creyendo nosotros
en aquel que murió, si empapados en el aroma de las virtudes buscamos al Señor con la opinión de las buenas obras,
vamos también con aromas al sepulcro. Aquellas mujeres que vinieron con los aromas, vieron a los ángeles; porque las
almas que caminan en busca del señor por los santos deseos con el aroma de las virtudes, ven a los habitantes de la
patria celestial. Es de notar lo que se significa cuando se dice que el ángel estaba sentado a la derecha. ¿Qué significa
por el lado izquierdo sino la vida presente, y por el lado derecho la vida eterna?. De aquí que se diga en el Cantar de los
Cantares: "Su izquierda debajo de mi cabeza y su derecha me abrazará" (Cant 2,6). Por consiguiente, como nuestro
Redentor había ya dejado la vida presente, con mucha razón estaba sentado a la derecha del ángel que había venido a
anunciar su vida perpetua. Y apareció vestido de blanco, porque anunció los gozos de nuestra festividad. La blancura del
vestido significa el esplendor de nuestra solemnidad. ¿De la nuestra o de la suya?. Hablando con verdad, podemos decir
de la suya y de la nuestra. La resurrección de nuestro Redentor fue y es nuestra fiesta, porque nos concedió la gracia de
volver a la inmortalidad; y es la fiesta de los ángeles, porque con nosotros se completa su número. El ángel se apareció
vestido de blanco en la fiesta nuestra y suya; porque siendo nosotros llevados a la patria celestial por la resurrección del
Señor, se reparan los daños de la patria celestial.
Pero oigamos qué es lo que dice a las mujeres cuando se acerca al sepulcro: "No temáis", como si dijera: teman todos
aquellos que no aman, ni desean la venida de los habitantes de la patria celestial; teman todos aquellos que, siendo
víctimas de los deseos carnales, desesperan de poder llegar a ser compañeros suyos. Vosotros, ¿por qué teméis al ver a
vuestros conciudadanos? De aquí que san Mateo, al describir la aparición del ángel, dice: "Era su rostro como el
relámpago y sus vestidos como nieve". En el relámpago está representado el terror del temor, y en la nieve la suavidad
del candor, y como Dios todopoderoso es terrible para los pecadores y afable para los justos, con razón se manifiesta el
ángel testigo de su resurrección, con el rostro semejante al relámpago y el vestido blanco como la nieve, para atemorizar
con su misma presencia a los réprobos y acariciar a los piadosos. Así también iba delante del pueblo de Israel una
columna de fuego que alumbrándole por la noche, y una nube que mitigaba los rayos del sol por el día. En el fuego está
representado el terror y en la nube la suavidad de la visión; el día representa la vida de justo y la noche la vida del
pecador. De aquí que diga S. Pablo a los pecadores convertidos: "Fuisteis algún tiempo tinieblas, ahora sois luz en el
señor". Por consiguiente, durante el día se manifestaba la columna por la nube y durante la noche por el fuego, porque
Dios todopoderoso se aparecerá muy afable con los justos y terrible con los injustos; a unos recibirá con blanda
mansedumbre, cuando aparezca en el día del juicio; y a los otros los aterrará con el rigor de su justicia. Escuchemos ya
qué es lo que el ángel añade": Buscáis a Jesús Nazareno". La palabra "Jesús" significa la salud, y se interpreta Salvador;
mas como muchos podían llamarse Jesús, no sustancial, sino apelativamente, indica inmediatamente que habla de
Jesús, diciendo nazareno; y añade enseguida la causa: "que fue crucificado". Y, añade; "Resucitó, no está aquí." Se dice
no está aquí, por la presencia de su carne, pero está en todas partes por su divinidad". "Mas id, decid a sus discípulos y
a Pedro que os precederá en Galilea". Debemos considerar por qué el ángel, al hacer mención de todos los discípulos la
hace de una manera muy especial de Pedro. Si el ángel no hubiera hecho mención de él de una manera especial, él, que
había negado a su maestro, no se hubiera atrevido a ir con losa demás discípulos. Le cita, pues, por su nombre, para
que no desesperase por su negación. En todo esto, debemos considerar porque Dios todopoderoso permitió que aquel a
quien tenía preparado para cabeza visible de toda la Iglesia tuviera miedo de las palabras de una criada y lo negase.
Sabemos que sucedió esto por especial providencia de su alta piedad, para que el que había de ser Pastor de la Iglesia
aprendiese en su culpa a ser misericordioso con los demás. Esto es, primeramente le hizo conocerse a sí mismo, y
después le puso al frente de los demás, para que aprendiera por su flaqueza con cuánta misericordia había de tolerar las
flaquezas ajenas.

Y si bien de nuestro Redentor": Os precederá en galilea, allí le veréis, como os lo indicó". Galilea significa la
transmigración hecha. Porque ya nuestro Redentor había pasado de la pasión a la resurrección; de la muerte a la vida;
de la pena a la gloria; de la corrupción a la incorrupción. Y es visto por sus discípulos primeramente en galilea, porque
veremos después con mayor alegría la gloria de su resurrección, si ahora pasamos de la vida viciosa que llevamos a la
práctica de las virtudes. El que es anunciado en el sepulcro es manifestado en la transmigración, porque el que es
conocido por medio de la mortificación de la carne, es visto en la transmigración del alma. Hemos tocado, carísimos
hermanos, muy a la ligera los puntos del Evangelio de este día en su exposición, más queremos profundizar algo más
cerca de la solemnidad de ese día.
Dos vidas existían, de las cuales conocíamos una e ignorábamos la otra; la una es mortal, la otra inmortal; la una
corruptible y la otra incorruptible; la una de muerte y la otra de resurrección. Mas vino el medidor entre Dios y los
hombres, Jesucristo, tomó la una y nos enseño la otra. Sufrió la una muriendo y nos manifestó la otra resucitando. Si nos
hubiera prometido la resurrección de la carne a los que vivíamos en esta vida mortal, y no nos hubiera manifestado,
¿quién habría que diera crédito a sus promesas? Hecho hombre, apareció en este mundo en la carne, se dignó morir por
su propia voluntad, resucitó en virtud de su poder, y nos manifestó con el ejemplo lo que nos había prometido como
premio. Tal vez haya alguno que diga: naturalmente resucitó aquel que, siendo Dios, no pudo ser cautivo de la muerte.
Pues bien, no quiso que bastase el ejemplo de su resurrección para instruir nuestra ignorancia y fortalecer nuestra
flaqueza. Murió solo, pero no resucitó solo; pues está escrito: "Resucitaron muchos cuerpos de santos que dormían".
están destruidos, por consiguiente, todos los argumentos de la perfidia humana. Así, para que nadie diga: el hombre no
debe esperar para sí lo que Dios le manifestó en su carne, sabemos que resucitaron algunos hombres con Dios y no
dudamos que fueron puros hombres. Luego si somos miembros de Jesucristo, tengamos confianza de que pasará con
nosotros lo que consta se verificó en la cabeza. Si no humillamos mucho, debemos esperar nosotros, últimos miembros
suyos, lo que hemos oído de los miembros superiores.

Recordemos lo que decían los judíos cuando insultaban al Hijo de Dios enclavado en la cruz: "Si es el rey de Israel, que
baje de la cruz y creeremos en él". Si Jesucristo hubiera bajado entonces de la cruz, cediendo a los insultos de los judíos,
no hubiera dado pruebas de paciencia; pero esperó un poco, toleró los oprobios y las burlas, conservó la paciencia y
dilató la ocasión de que le admirasen; y el que no quiso bajar de la cruz, resucitó del sepulcro. Más fue resucitar del
sepulcro que bajar de la cruz; más fue destruir la muerte resucitando que conservar su vida desobedeciendo: Pero como
viesen los judíos que no bajaban de la cruz, cediendo a sus insultos, creyeron al verle morir que le habían vencido, y se
gozaron de que habían extinguido su nombre; mas he aquí que su nombre creció en el mundo por la muerte, con la cual
creía esta turba infiel que le había borrado; y el mundo se complace al contemplar muerto a Aquel a quien los judíos se
gozaban de haber dado muerte, porque conoce que ha llegado por la pena al esplendor de su gloria.
Bien significado estaba todo en el libro de los Jueces en los hechos de aquel Sansón, el cual, habiendo entrado en Gaza,
ciudad de los filisteos, y conociendo éstos luego su entrada, cercáronla por todas partes, pusieron guardias, y ya se
gozaban de tener aprisionado al fortísimo Sansón. Pero sabemos lo que Sansón hizo; a media noche arrancó las puertas
de la ciudad y se las llevó a la cúspide del monte. ¿A quién representaba Sansón, carísimos hermanos, sino a nuestro
Redentor? ¿Qué es lo que significa con la ciudad de Gaza sino el infierno? ¿Qué es lo que se designa con la conducta
de los filisteos sino la perfidia de los judíos? Estos al ver muerto al Señor, y colocado su cuerpo en el sepulcro, pusieron
guardias junto a él, y se gozaron de tener preso en el sepulcro, como a Sansón en Gaza, a Aquel que había brillado
como el autor de la vida. Pero Sansón no sólo salió a media noche, sino que también se llevó consigo las puertas de la
ciudad; porque nuestro Redentor, al resucitar a la hora del amanecer, no solo salió libre del infierno, sino que también
destruyó sus pasiones. Llevó las puertas y subió a la cúspide del monte, porque resucitando quitó los cerrojos del
infierno, y subiendo penetró en el reino de los cielos.

Hermanos carísimos, amemos con toda nuestra alma la gloria de su resurrección, que primero se nos manifestó por
señales y después se nos hizo patente con el hecho: muramos por su amor. En la resurrección de nuestro criador hemos
reconocido a los ángeles, sus ministros, como conciudadanos nuestros. Démonos prisa a celebrar cuanto antes la
solemnidad de este día con nuestros compañeros en la patria celestial: no pudiendo unirnos a ellos por la visión,
unámonos por la intención. Transmigremos de los vicios a las virtudes para que merezcamos ver en Galilea a nuestro
Redentor. El Todopoderoso, que dio por nosotros a su Unigénito Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, auxilie nuestro deseo,
para vivir y reinar con El, por los siglos de los siglos.

+++
San Gregorio Magno (hacia 540†604) papa, doctor de la Iglesia
Comentario al salmo 50, PL 75, 581-582

“Todos los que le tocaban quedaban curados” - Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de tal forma que
está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que la Escritura habla en los siguientes términos: “Todo son
heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite.” (Is 1,6) ¡Reconoce
dentro de ti a tu médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga los gemidos de tu
corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste
hasta la testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu corazón! ¡Que lleguen tus dolores a
conmoverle para que te diga también a ti: ”El Señor ha perdonado tu pecado.” (2Sm 12,13) Grita con David, mira lo que
dice: “Misericordia Dios mío....por tu inmensa compasión” (Sal 50,3)
Es como si dijera: estoy en peligro grave a causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi
ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida gratuitamente. Con una sola palabra restituye
la salud. Yo desesperaría de mi herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso.

+++

De hombres, hechos, notas y acontecimientos de tal época para comprender, alumbrar e ilustrar el contexto:

Santa Silvia - «Dilexit Ecclesiam» (amó a la Iglesia Católica). -


Nació en Sicilia (Italia) en el siglo VI. Fue esposa de un senador romano llamado Gordiano, que pertenecía a una noble
familia. Fue cuñada de Amelia y Tarsilla que también son santas.
Es madre del papa San Gregorio Magno a quien educó en la fe y aconsejó durante toda su vida, aún siendo éste
Pontífice.
+++

San Eleuterio (s. VI) Amigo De Gregorio - «Dilexit Ecclesiam» (amó a la Iglesia).
Fue un santo abad del monasterio de San Marcos Evangelista en Espoleto. Debió ser un hombre de grandes y probadas
virtudes por los relatos que se conocen de su vida a través del gran papa Gregorio Magno que fue contemporáneo,
conocido personal, amigo y hasta una de las personas que salió beneficiada del trato con el santo abad.-
De hecho, cuenta San Gregorio de su amigo que, un buen día y con una sola bendición, el abad Eleuterio consiguió
curarlo de un vehemente deseo de ingerir alimentos que él sufría. Además, refiere el mismo Papa, su santidad era tan
grande que hasta llegó a resucitar un muerto.-
Pero lo que llama la atención al relator de la vida del santo es un acontecimiento que tiene valor de ejemplaridad y
estímulo para los hombres que, llenos de dificultades, limitaciones y pecados, viven soportando sus faltas de virtud y
sufriendo los propios fracasos. Por eso la figura de este santo es más cercana, al ser víctima de su propio
desmoronamiento.-
Unas monjas habían confiado al santo abad la custodia de un niño atormentado por el Diablo. Como pasaran varios días
sin notarse fenómenos extraños, el abad comentó a sus monjes que Satanás tenía asustadas a las pobres monjas, pero
que ahora estaba con miedo y por eso no se manifestaba.-
Al punto, el Mal Espíritu se apoderó del niño y de inmediato comenzó a maltratarlo.-
Eleuterio calló en la cuenta de que su expresión fue de soberbia y presunción. Lloró dolorido su pecado y pidió a los
monjes oraciones y penitencias para que cesaran los embates del Demonio.-

+++

Un antiguo escritor cristiano, Eusebio de Cesarea, subraya la primacía del amor por encima de la necesaria justicia: «No
juzgues primero y después ofreces misericordia; sino que primero ten misericordia y después juzgas; con clemencia y
con misericordia emite sentencias».

+++

Juan Pablo II - Magno: «No se puede construir

Recuerda las intuiciones de su predecesor San Gregorio Magno


CIUDAD DEL VATICANO, 27 octubre 2003 Juan Pablo II ha querido resaltar la actualidad de la enseñanza de su
predecesor San Gregorio Magno (540-604), un «atento investigador de la verdad» que «intuyó que el patrimonio de la
antigüedad clásica, además del cristiano, constituía una preciosa base para todo desarrollo científico y humano
sucesivo».
Se trata de una intuición «que conserva también hoy todo su valor en vista del futuro de la humanidad y sobre todo de
Europa», constató en un mensaje –fechado el 22 de octubre-- a monseñor Walter Brandmüller, presidente del Pontificio
Comité de Ciencias Históricas, con motivo del XIV centenario de la muerte del Papa San Gregorio Magno.

«No se puede construir el porvenir prescindiendo del pasado. He aquí por qué en diversas ocasiones he exhortado a las
autoridades competentes a valorar plenamente las ricas “raíces” clásicas y cristianas de la civilización europea, para
transmitir la linfa a las nuevas generaciones», reconoció el Santo Padre.
Tanto el Pontificio Comité de Ciencias Históricas como la Academia Nacional «dei Lincei», con ocasión del centenario del
fallecimiento de San Gregorio Magno, recuerdan en estos días la figura de esta «eminente figura del sucesor de Pedro»,
describe Juan Pablo II.

Su empeño por sacar a la luz la primacía de la persona humana --«considerada no sólo en su dimensión física,
psicológica y social, sino también en la constante referencia a su destino eterno»-- fue otra característica significativa de
San Gregorio Magno.
Ésta es una verdad «a la que el mundo de hoy debe prestar más atención si quiere construir un mundo más respetuoso
de las múltiples exigencias de todo ser humano», observó Juan Pablo II.
Aún «profundamente enraizado» en Roma, en su pueblo y en sus tradiciones, «motivado por un ejemplarcelo por la
difusión del Evangelio» San Gregorio «promovió una intensa actividad misionera», añadió el Santo Padre.
De hecho, además de cultivar «el ansia misionera inherente a su ministerio –subrayó--, contribuyó decisivamente a una
armoniosa integración de los distintos pueblos de la cristiandad occidental».
«Para construir un porvenir sereno y solidario, convendrá mirar a este auténtico discípulo de Cristo y seguir su
enseñanza, proponiendo de nuevo con valor al mundo de hoy el mensaje salvífico del Evangelio», exhortó el Santo
Padre.

Y es que sólo en Cristo «el hombre de toda época puede encontrar el secreto de la plena realización de sus aspiraciones
esenciales», concluyó.
Cuarto y último de los doctores de la Iglesia Latina, San Gregorio Magno defendió el primado del Papa y trabajó por la
reforma del clero y la vida monástica, además de combatir la herejía nestoriana y realizar aportaciones clave a la
cristología. ZS03102705

+++
(Homilías sobre los Evangelios 34, 7-10)
ANGELES - COROS - GREGORIO-MAGNO
Son nueve los coros de los ángeles. Por testimonio de la Escritura sabemos que hay ciertamente ángeles,
arcángeles, virtudes, potestades, principados, dominaciones, tronos, querubines y serafines.

La existencia de ángeles y arcángeles está atestiguada en casi todas las páginas de la Sagrada Escritura. De
los querubines y serafines hablan con frecuencia los libros de los Profetas. Y San Pablo menciona otros cuatro
coros cuando, escribiendo a los de Éfeso, dice: sobre todos los principados, y potestades, y virtudes, y dominaciones (Ef
I, 21). Y otra vez, escribiendo a los Colosenses, afirma: ora sean tronos, dominaciones principados o potestades (Col
1, 16) (...). Así pues, juntos los tronos a aquellos otros cuatro de que habló a los Efesios—esto es, a los
principados, potestades, virtudes y dominaciones—, son cinco los coros de que el Apóstol hace particular mención. Si a
éstos se añaden los ángeles, arcángeles, querubines y serafines, se comprueba que son nueve los coros de los ángeles
(...).
la voz ángel es nombre del oficio, no de la naturaleza, pues, aunque los santos espíritus de la patria celeste sean todos
espirituales, sin embargo no a todos se les puede llamar ángeles. Solamente son ángeles (que significa mensajero)
cuando por ellos se anuncian algunas cosas. De ahí que afirme el salmista: hace ángeles suyos a los espíritus (Sal 103,
4); como si claramente dijera que Dios, cuando quiere, hace también ángeles, mensaJeros, a los espíritus celestiales que
siempre tiene consigo.
Los que anuncian cosas de menor monta se llaman simplemente ángeles, y los que manifiestan las más importantes,
arcángeles. De ahí que a María no se le manda un ángel cualquiera, sino el arcángel San Gabriel pues era justo que
para esto viniese un ángel de los más encumbrados, a anunciar la mejor de las nuevas. Por esta razón, los arcángeles
gozan de nombres particulares, a fin de que—por medio de los hombres—se dé a conocer su gran poderío (...).
Miguel significa ¿quién como Dios?; Gabriel, la fortaleza de Dios; y Rafael, la medicina de Dios. Cuantas veces se
realiza algo que exige un poder maravilloso, es enviado San Miguel, para que por la obra y por el nombre se muestre que
nadie puede hacer lo que hace Dios. Por eso, a aquel antiguo enemigo que aspiró, en su soberbia, a ser semejante a
Dios, diciendo: escalaré el cielo; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono; me sentaré sobre el monte
del testamento, al lado del septentrión; sobrepujaré la altura de las nubes y seré semejante al Altísimo (Is 14, 13-14); al
fin
del mundo, para que perezca en el definitivo suplicio, será dejado en su propio poder y habrá de pelear con el
Arcángel San Miguel, como afirma San Juan: se trabó una batalla con el arcángel San Miguel (Ap 12, 7). De este modo,
aquél que se erigió, soberbio, e intentó ser semejante a Dios, aprenderá—derrotado por San Miguel—que nadie
debe alzarse altaneramente con la pretensión de asemejarse a Dios.
A María es enviado San Gabriel, que se llama la fortaleza de Dios, porque venía a anunciar a Aquél que se
dignó aparecer humilde para pelear contra las potestades infernales. De Él dice el salmista: levantad, ¡oh
príncipes!, vuestras puertas, y elevaos vosotras, ¡oh puertas de la eternidad!, y entrará el Rey de la gloria... (Sal 23, 7).
Y también: el Señor de los ejércitos, ése es el Rey de la gloria (ibid. 10). Luego el Señor de los ejércitos y fuerte en
las batallas, que venía a guerrear contra los poderes espirituales, debía ser anunciado por la fortaleza de Dios.
Asimismo Rafael significa, como hemos dicho, la medicina de Dios; porque cuando, haciendo oficio de médico, tocó
los ojos de Tobías, hizo desaparecer las tinieblas de su ceguera. Luego es justo que se llamara medicina de Dios.
Y ya que nos hemos entretenido interpretando los nombres de los ángeles, resta que expongamos brevemente el
significado de los ministerios angélicos.
Llámanse virtudes aquellos espíritus por medio de quienes se obran más frecuentemente los prodigios y milagros,
y potestades los que, entre los de su orden, han recibido mayor poder para tener sometidos los poderes adversos
[los demonios], a quienes oprimen para que no tienten cuanto pueden a las almas de los hombres. Reciben el nombre
de principados los que dirigen a los demás espíritus buenos, ordenándoles cuanto deben hacer; éstos son los
que presiden en el cumplimiento de las divinas disposiciones.

Se llaman dominaciones los que superan en poder incluso a los principados, porque presidir es estar al frente,
pero dominar es tener sujetos a los demás. De manera que las milicias angélicas que sobresalen por su
extraordinario poder, en cuanto tienen sujetos a su obediencia a los demás, se llaman dominaciones.
Se denominan tronos aquellos ángeles en los que Dios omnipotente preside el cumplimiento de sus decretos. Como en
nuestra lengua llamamos tronos a los asientos, reciben el nombre de tronos de Dios los que están tan llenos de la gracia
divina, que en ellos se asienta Dios y por medio de ellos decreta sus disposiciones.
Los querubines son llamados también plenitud de ciencia; y estos excelsos ejércitos de ángeles son
denominados querubines porque, cuanto más de cerca contemplan la claridad de Dios, tanto más repletos están de una
ciencia más perfecta; y así, en cuanto es posible a unas criaturas, saben más perfectamente todas las cosas en cuanto
que, por su dignidad, ven de modo más claro al Creador.
En fin, se denominan serafines aquellos ejércitos de ángeles que, por su particular proximidad al Creador, arden en un
amor incomparable. Serafines son los ardientes e inflamados, quienes—estando tan cerca de Dios, que entre ellos y Dios
no hay ningún otro espíritu—arden tanto más cuanto más próximo le ven. Ciertamente su amor es llama, pues cuanto
más sutilmente ven la claridad de Dios, tanto más se inflaman en su amor.

(Homilías sobre los Evangelios, 26)

La primera cuestión que viene a nuestro pensamiento durante la lectura del Evangelio de este día es: ¿cómo
era real y verdadero el cuerpo de Jesucristo después de su resurrección, que pudo penetrar en el lugar donde
estaban sus discípulos con las puertas cerradas?
Debemos tener presente que las operaciones divinas, si llegan a ser comprensibles por la razón, dejan de
ser maravillosas; tampoco tiene mérito la fe cuando la razón humana la comprueba con la experiencia. Estas
mismas obras de nuestro Redentor, que de suyo no pueden comprenderse deben ser medidas con alguna otra
obra suya, para que los hechos más admirables confirmen a los que lo son menos. Así, aquel mismo cuerpo que,
al nacer, salió del seno virginal de María, entró en aquella habitación cerrada donde se encontraban los discípulos.
¿Qué tiene, pues, de extraño, que el que había de vivir para siempre, el que al venir a morir salió del seno de la
Virgen, penetrase en ese lugar con las puertas cerradas?
Enseguida, como vacilaba la fe de los que veían aquel cuerpo visible, les enseña las manos y el costado, y dio
a tocar la misma carne que introdujo en aquella estancia cerrada. Con este gesto, al mostrar su cuerpo palpable
e incorruptible a la vez, manifestó dos hechos maravillosos que, según la razón humana, son totalmente opuestos
entre sí, pues es de necesidad que se corrompa lo palpable y que lo incorruptible no pueda tocarse. No obstante,
de modo admirable e incomprensible, nuestro Redentor, después de la resurrección, manifestó su cuerpo
incorruptible para invitarnos al premio, y palpable, para confirmarnos en la fe.
Nos lo mostró así para manifestar que su cuerpo resucitado era de la misma naturaleza que antes, pero con
distinta gloria.

Y les dijo: la paz sea con vosotros. Como el Padre me envió así os envío Yo (Jn 20, 21); esto es: así como
mi Padre, Dios, me envió a mí, Yo también, Dios-Hombre, os envío a vosotros, hombres. El Padre envió al Hijo
cuando, por determinación suya, debía encarnarse para la redención del género humano. Dios quiso que su Hijo
viniera a este mundo a padecer, pero no dejó por eso de amarle en todo momento. El Señor también envió a los
Apóstoles que había elegido, no para que gozasen de este mundo, sino para padecer. Del mismo modo que el
Hijo fue amado del Padre, y no obstante lo envía al Calvario, así también el Señor amó a los discípulos, y sin
embargo los envía a padecer: así como me envió el Padre, también os envío a vosotros, es decir: cuando Yo os
mando ir entre las asechanzas de los perseguidores, os amo con el mismo amor con que el Padre me ama al
hacerme venir a sufrir tormentos (...).
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (/Jn/20/22-29/Cesareo). Debemos preguntarnos
qué significa el que Nuestro Señor enviara una sola vez el Espíritu Santo cuando vivía en la tierra y otra cuando
ya reinaba en el Cielo, pues en ningún otro lugar se dice claramente que fue dado el Espíritu Santo sino ahora,
y después, cuando desde lo alto descendió sobre los Apóstoles en forma de lenguas de fuego. ¿Por qué motivo
lo hizo, sino porque es doble el precepto de la caridad: el amor a Dios y al prójimo?
Así como la caridad es una sola y sus preceptos dos, el Espíritu Santo es uno y se da dos veces: la primera, por
el Señor cuando vive en la tierra; la segunda, desde el Cielo, porque en el amor del prójimo se aprende el modo
de llegar al amor de Dios. De ahí que diga el mismo San Juan: el que no ama a su hermano, a quien ve, no puede
amar a Dios a quien no ve (1 Jn 4, 20). Cierto que ya estaba el mismo Espíritu Santo en las almas de los
discípulos por la fe, pero hasta después de la Resurrección del Señor no les fue dado de una manera manifiesta
(...).

Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús (Jn 20, 24). Sólo este discípulo
no se hallaba presente, y cuando vino oyó lo que había sucedido y no quiso creer lo que oía. Volvió de nuevo
el Señor y descubrió al discípulo incrédulo su costado para que lo tocase y le mostró las manos, y presentándole
las cicatrices de sus llagas curó las de su incredulidad.
¿Qué pensáis de todo esto, hermanos carísimos? ¿Acaso creéis que fue una casualidad todo lo que sucedió
en aquella ocasión: que no se hallase presente aquel discípulo elegido y que, cuando vino, oyera, y oyendo
dudara, y dudando palpara, y palpando creyera? No, no sucedió esto casualmente, sino por disposición de la
divina Providencia. La divina Misericordia obró de una manera tan maravillosa para que, al tocar aquel discípulo
las heridas de su Maestro,
sanase en nosotros las llagas de nuestra incredulidad. De manera que la duda de Tomás fue más provechosa
para nuestra fe, que la de los discípulos creyentes, pues, decidiéndose él a palpar para creer, nuestra alma se
afirma en la fe, desechando toda duda (...).
Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús contestó: porque me has visto has creído (Ibid. 28-29).
Dice el Apóstol San Pablo: la fe es certeza en las cosas que se esperan; y prueba de las que no se ven (Heb 11, 1
). Resulta claro que la fe es la prueba decisiva de las cosas que no se ven, pues las que se ven, ya no son objeto
de la fe, sino del conocimiento. Ahora bien, ¿por qué, cuando Tomás vio y palpó, el Señor le dice: porque me has
visto has creado? Porque él vio una cosa y creyó otra: el hombre mortal no puede ver la divinidad; por tanto,
Tomás vio al hombre y confesó a Dios, diciendo: ¡Señor mío y Dios mío!: viendo al que conocía como verdadero
hombre, creyó y aclamó a Dios, aunque como tal no podía verle.
Causa mucha alegría lo que sigue a continuación: bienaventurados los que sin haber visto han creído (Jn 20, 29).
En esta sentencia estamos especialmente comprendidos nosotros, que confesamos con el alma al que no hemos
visto en la carne. Sí, en ella se nos designa a nosotros, pero con tal que nuestras obras se conformen a nuestra
fe, pues quien cumple en la práctica lo que cree, ése es el que cree de verdad. Por el contrario, de aquéllos que
sólo creen con palabras, dice San Pablo: hacen profesión de conocer a Dios, pero lo niegan con sus obras (1 Tim
1, 16). Y, por eso, dice Santiago: la fe sin obras está muerta (Sant 2, 26). (...).
Estamos celebrando la solemnidad de la Pascua; pero debemos vivir de modo que merezcamos llegar a las
fiestas de la eternidad. Todas las festividades que se celebran en el tiempo pasan; procurad, cuantos asistís a
esta solemnidad no ser excluidos de la eterna (...). Meditad, hermanos, en vuestro interior las promesas que son
perdurables, y tened en menos las que pasan con el tiempo como si ya hubieran pasado. Apresuraos a poner toda
vuestra voluntad en llegar a la gloria de la resurrección, que en sí ha puesto de manifiesto la Verdad. Huid de los
deseos terrenales que apartan del Creador, pues tanto más alto llegaréis en la presencia de Dios Omnipotente,
cuanto más os distingáis en el amor al Mediador entre Dios y los hombres, el cual vive y reina con el Padre, en
unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.Amén.

*****
(Regla pastoral, 33, 12)
ENFERMEDAD - BIENES

A los enfermos se les debe exhortar a que se tengan por hijos de Dios, precisamente porque los flagela con el
azote de la corrección. Si no determinara dar la herencia a los corregidos, no cuidaría de enseñarlos con las
molestias; por eso el Señor dice a San Juan por el ángel (Ap 3, 19): Yo, a los que amo, los reprendo y castigo; y
por eso está también escrito: no rehúses, hijo mío, la corrección del Señor ni desmayes cuando Él te castigue,
porque el Señor castiga a los que ama, y azota a todo el que recibe por hijo (Prv 3, 11). Y el Salmista dice:
muchas son las tribulaciones de los justos, pero de todas los librará el Señor (Sal 33, 20) (...).

Hay, pues, que enseñar a los enfermos que, si verdaderamente creen que su patria es el Cielo, es necesario que
en la patria de aquí abajo, como en lugar extraño, padezcan algunos trabajos. Se nos enseña que en la
construcción del templo del Señor [el templo de Jerusalén], las piedras que se labraban se colocaban fuera, para
que no se oyera ruido de martillazos. Así ahora nosotros sufrimos con los azotes, para ser luego colocados en el
templo del Señor sin golpes de corrección. Quienes eviten los golpes ahora, tendrán luego que quitar todo lo que
haya de superfluo, para poder ser acoplados en el edificio de la concordia y la caridad (...)

Se debe aconsejar a los enfermos que consideren cuán saludable para el alma es la molestia del cuerpo, ya que
los sufrimientos son como una llamada insistente al alma para que se conozca a sí misma. El aviso de la
enfermedad, en efecto, reforma al alma, que por lo común vive con descuido en el tiempo de salud. De este modo
el espíritu, que por el olvido de sí era llevado al engreimiento, por el tormento que sufre en la carne, se acuerda de
la condición a que está
sujeto (...).

Debe aconsejarse a los enfermos que consideren cuán grande don es la molestia del cuerpo, con la que
pueden lavar los pecados cometidos y reprimir los que podrían cometerse. Mediante las llagas exteriores, en
efecto, el dolor causa en el alma las llagas de la penitencia, conforme a lo que está escrito: los males se purgan
por las llagas y con incisiones que penetran hasta las entrañas (Prv20, 30). Se purgan los males por las llagas,
esto es, el dolor de los castigos purifica las maldades, tanto las de pensamiento como las de obra, ya que con el
nombre de entrañas suele entenderse generalmente el alma, y así como el vientre consume las viandas, así el
alma considerando las molestias, las purifica (...).

Para que los enfermos conserven la virtud de la paciencia, se les debe exhortar a que continuamente
consideren cuántos males soportó Nuestro Redentor por sus criaturas; cómo aguantó las injurias que le inferían
sus acusadores; cómo Él, que continuamente arrebata de las manos del antiguo enemigo a las almas cautivas,
recibió las bofetadas de los que le insultaban; cómo Él, que nos lava con el agua de la salvación, no hurtó su
rostro a las salivas de los pérfidos; cómo Él, que con su palabra nos libra de los suplicios eternos, toleró en
silencio los azotes; cómo Él, que nos concede honores permanentes entre los coros de los ángeles, aguantó los
bofetones; cómo Él, que nos libra de las punzadas de los pecados, no hurtó su cabeza a la corona de espinas;
cómo Él, que nos embriaga de eterna dulcedumbre, aceptó en su sed la amargura de la hiel; cómo Él, que adoró
por nosotros al Padre, aun siendo igual al
Padre en la eternidad, calló cuando fue burlonamente adorado; cómo Él, que dispensa la vida a los muertos,
llegó a morir siendo Él mismo la Vida.

+++

GREGORIO I MAGNO, SAN - La figura de G. se nos presenta con una multiplicidad de facetas que hacen posible el que
le reclamen como objeto propio la Historia de la Iglesia (fue Papa y santo), la Literatura cristiana (Padre de la Iglesia) y la
misma Historia Universal. G. fue, además de Cabeza de la Iglesia, un hombre de inteligencia privilegiada y amplia cultura
que, por la profundidad de la huella que dejó con su predicación y escritos, ha podido ser considerado como uno de los
grandes maestros de la espiritualidad occidental, entre S. Agustín y S. Bernardo. La ejemplaridad y heroísmo de su vida
cristiana han sido reconocidos por la Iglesia, aunque su canonización no responde al procedimiento de proclamación
solemne, que se hizo habitual a partir del s. XVI (v. CANONIZACIÓN). Su fiesta se celebra el 3 de septiembre.

1. Datos biográficos. La noticia más antigua sobre la vida de G. es la proporcionada por el Liber Ponti f icalis (a. 590-
604), que debió de escribirse poco después de su muerte; la primera biografía propiamente tal es seguramente la escrita
por un monje anónimo a comienzos del s. VIII, conservada en un manuscrito del monasterio de Saint-Gall. Han llegado
hasta nosotros otras dos biografías antiguas: la de Pablo Diácono y la que redactó el diácono Juan por encargo del.papa
Juan VIII en el s. IX. Proporcionan además datos sobre la vida de G. los escritos de Isidoro de Sevilla (v.), Ildefonso de
Toledo (v.), Gregorio de Tours (v.) y Beda el Venerable (v.); no obstante, la fuente principal está constituida por los
escritos del propio G.
N. de ilustre familia patricia romana en fecha incierta, que puede situarse ca. 540 y cursó (como era tradición en su
familia) estudios jurídicos; no es segura su vinculación a la gens Anicia. Su padre era el senador Gordiano; su madre,
Silvia, llegó a ser santa. No parecen suficientemente sólidos los datos acerca de la existencia de un hermano de G.
prefecto de Roma en el a. 590. Entre sus antepasados se cuenta el papa Félix III (483-492). Desempeñó el cargo de
prefecto (¿pretor?) de Roma entre los a. 572-74. Por estas fechas, muerto su padre, transformó en monasterio la casa
paterna del monte Celio; así lo atestigua una inscripción puesta por G. poco después de su elevación al pontificado. En el
nuevo monasterio de S. Andrés debió vivir G. según la regla de S. Benito, aunque los datos referentes a su vida monacal
son poco seguros.
En el a. 579-80, siendo diácono, fue nombrado apocrisiario del papa Pelagio II en Constantinopla, cargo en el que
permaneció seis años. A esta etapa de su vida remonta la amistad con S. Leandro de Sevilla, que perduró durante años.
La estancia en Constantinopla le proporcionó un contacto con la cultura y la vida del Oriente, que debió serle muy útil a lo
largo de su pontificado. Durante la legación en Constantinopla inició su actividad literaria; vuelto a Roma, hace una vida
retirada en el monasterio del Monte Celio, dedicado al estudio. Otros seis monasterios había establecido en sus
posesiones de Sicilia.
De su deseo de evangelizar a los pueblos anglo-sajones nos queda la gloriosa realidad de la misión enviada a
aquellas tierras, que dio frutos tan abundantes. Antes había pretendido marchar él personalmente a Inglaterra, pero debió
renunciar, quizá a instancias del mismo Pelagio II, que le tuvo como consejero durante los últimos años de su vida. A la
muerte de éste, fue aclamado Papa por el pueblo, por el senado y por el clero, según la noticia de Gregorio de Tours y de
Pablo Diácono. Fue consagrado en la iglesia de S. Pedro el 3 sept. 590. El libro de la Regla Pastoral, escrito al año
siguiente de su consagración, y las numerosas epístolas enviadas durante los 14 años de su pontificado son un dato
elocuente de su celo y de su preocupación por el gobierno de la Iglesia. De sus rasgos físicos sabemos (por la
descripción que Juan Diácono hace de una pintura que pudo ver en el monasterio del Monte Celio) que era de estatura
mediana y proporcionada, cabello negro, frente amplia y sus ojos, aunque no grandes, eran agudos, llenos de vida. Las
fuentes coinciden en presentarlo como un hombre de constitución débil y una gran entereza de espíritu. De su prudencia
dio muestras en la resolución de las múltiples situaciones difíciles que las circunstancias históricas le depararon.
Prudencia que no está reñida con la audacia de emprender tareas arriesgadas y llevarlas a término; a los monjes
enviados a misionar al pueblo anglosajón, desanimados ante las dificultades de la empresa, les escribe: «Porque hubiera
sido mejor no dar principio a las obras buenas que abandonar el propósito de llevarlas a cabo una vez emprendidas, es
preciso que, con la ayuda del Señor, os dispongáis con toda el alma a terminar la buena obra que habéis comenzado» (J.
Diácono, Vita Greg. 11,34).
Estuvo enfermo durante los últimos cinco años de su vida. M. el 12 mar. 604 y fue sepultado en el exterior de la
entrada principal de la basílica del Vaticano, bajo el llamado pórtico de los pontífices; su cuerpo permaneció allí hasta
que Gregorio IV (m. 844) lo hizo trasladar al interior de la Basílica. El epitafio métrico de su tumba, del que se conservan
sólo dos fragmentos, comenzaba así: «Recibe, tierra, un cuerpo que fue tomado de tu cuerpo y que tendrás que devolver
el día en que Dios lo vivifique de nuevo. El alma vuela hacia lo alto, no le afectarán las exigencias de la muerte...» (Beda,
Hist. Eccl. 11,1). Las ideas que recoge se repiten en muchos otros epitafios medievales. G. pertenecía, sin embargo, a un
mundo que aún no había roto del todo el cable que lo unía a la antigua Roma: así se entiende que el mismo epitafio lo
llame unas líneas más abajo «cónsul de Dios».
El historiador Gregorio de Tours lo celebra como el hombre más instruido de su tiempo: «Era tal su instrucción en
gramática, dialéctica y retórica, que no había en la ciudad de Roma quien le aventajara» (Hist. Franc. X,1). Fue declarado
Doctor de la Iglesia por Bonifacio VIII, el 20 sept. 1295.

2. Actividad como Cabeza de la Iglesia. La coyuntura histórica en que se inserta el Pontificado de G. ofrece por una
parte el panorama de un predominio de Oriente sobre el Mediterráneo (consecuencia de la política «unificadora» de
Justiniano), y por otra una evolución de los reinos bárbaros establecidos en Occidente hacia el Cristianismo.
Ante el peligro representado por el asedio lombardo del a. 592 y la inactividad del exarca de Rávena, G. firma como
representante legítimo del llamado entonces ducado de Roma un tratado de amistad con Ariulfo de Espoleto. Al
producirse el año siguiente un segundo asedio, G., abandonando la redacción del Comentario a Ezequiel en que
entonces se ocupaba, llega a un acuerdo con el rey de los lombardos (Agilulfo) y se compromete a pagar 500 libras de
oro. Cuando años más tarde, el exarca de Rávena Calínico (sucesor del que vivió estos acontecimientos) se decide a
responder de aquel territorio, G. se limita al papel de un simple intermediario.
La obligada intervención en asuntos temporales exigía por su parte unas fuerzas materiales de que disponer; al
mismo tiempo era ineludible la necesidad de medios económicos para llevar a cabo la labor evangelizadora
encomendada a la Iglesia; ambas exigencias habían encontrado un cauce en las disposiciones imperiales que a partir de
Constantino reconocen a la Iglesia capacidad jurídica para recibir donativos y herencias (v. CONSTANTINO). El
patrimonio de S. Pedro venía, pues, incrementándose con multitud de donativos procedentes de cristianos poderosos
que pretendían con ello contribuir al esplendor del culto y procurar esos medios materiales indispensables para la vida de
la Iglesia. G. especificó en sus escritos el modo en que estas posesiones (esparcidas por toda la cristiandad) debían
administrarse, de forma que rindieran el máximo fruto. Y lo hace con la mentalidad de quien no administra lo que es suyo,
sino los bienes de todos. El producto de las rentas se destina a pagar los tributos y los gastos de administración y a
obras de beneficencia. Esta actividad organizadora contribuyó por otra parte a dar forma definitiva a los dominios del
Papa (V. ESTADOS PONTIFICOS). La actuación de G. supone en otro orden de cosas la reafirmación de la Unidad de la
Iglesia y del Primado de Roma, cuyo reconocimiento entorpecían las circunstancias históricas de aquel momento. La
doctrina del Primado de Roma está expresamente afirmada en los escritos de G., que siente sobre sí el peso de la
preocupación por todas las iglesias, y firmemente puesta en práctica en la negativa a admitir el título de «ecuménico»
que comenzaban a ostentar los patriarcas de Constantinopla (V. PRIMADO DE S. PEDRO Y DEL ROMANO
PONTÍFICE). Enérgica fue también su postura en defensa de los derechos de la Iglesia ante la actitud de Focas, que
había asumido el poder en Bizancio después de asesinar al emperador Mauricio en 602. Con la misma firmeza con que
defendía la libertad de la Iglesia frente a intromisiones de los poderes exteriores, se opone a los usos que ponen en
peligro la integridad de la vida cristiana.
Su celo apostólico tiene una amplia proyección en la labor de expansión del cristianismo realizada durante su
pontificado. La misión, compuesta de 40 monjes, enviada a los anglosajones en el a. 596 dio abundantes frutos (V.
GRAN BRETAÑA V; AGUSTÍN DE CANTERBURY, SAN; TEODORO DE TARSO). La correspondencia con S. Leandro
(v.) revela el interés paternal de G. por lograr que la conversión iniciada por Recaredo fuera cada vez más efectiva y
general. Las reformas introducidas en la organización de la iglesia de África tuvieron como fin conseguir una mayor
continuidad en la labor de los metropolitanos en aquella provincia y consiguientemente una mayor eficacia De la huella
que dejó entre los francos, es testimonio el agradecimiento que se refleja en los escritos de Hincmaro de Reims y Onofre
de Autun. Trabajó también G. por la conversión del rey lombardo que, si bien no llegó a hacerse cristiano, hizo bautizar a
su hijo Adaloaldo en la Pascua del a. 603.

Al afán de G. por lograr que la luz de la doctrina llegara cada vez a un mayor número de almas, se une el cuidado
con que vigila los núcleos de nestorianismo (v.) y monofisismo (v.) en Oriente y la preocupación por reducir los brotes
cismáticos que surgieron a consecuencia de la llamada cuestión de los tres capítulos (v.). Firmeza y benignidad se
conjugan en el modo de resolver el problema planteado por la consagración de Máximo como obispo de Salona, hecha
sin la autorización de G.
Los s. V y VI conocieron un gran desarrollo de las instituciones monásticas. G. es el primer Papa que procede de un
monasterio y tuvo un papel de capital importancia en la expansión de la orden de S. Benito, especialmente a través de la
biografía del Santo que escribió con inmenso afecto, y que alcanzó una gran difusión.
3. Actividad literaria. La herencia literaria de G. comprende una abundante y variada colección de cartas, comentarios
de textos bíblicos, los Diálogos y el libro de la Regla Pastoral; obras que fueron escritas en un espacio de 10 años: la
primera de ellas, el Comentario al libro de lob, se inició durante la legación en Constantinopla; las Homilías sobre
Ezequiel, comenzadas en el otoño del a. 593, son -según el testimonio de Juan Diácono- su última obra literaria. Se han
conservado también bajo su nombre algunos escritos de exégesis bíblica cuya autenticidad no está totalmente
probada.
Cartas. La costumbre de registrar por orden cronológico las cartas de los Papas es un uso que procede de las
antiguas costumbres romanas y se introdujo en la Santa Sede en el s. IV. El Registrum de G. constituye por sí solo un
testimonio fehaciente de su preocupación por el gobierno de la Iglesia, su prudencia y su celo apostólico. No se conserva
el primitivo registro epistolar, pero sí tres colecciones: la iniciada por Adriano I (772-795), que recoge 686 epístolas; una
colección anterior, que comprendía 200, y una tercera, copiada por Pablo Diácono, que contenía algo más de 50.
Descartando del conjunto las que se repiten, dan un total de 848. El estilo de las epístolas es correcto, aunque el mundo
cultural que reflejan es pobre, como corresponde a la situación de Italia en aquel momento; su valor literario es discutido
y muy desigual.

Escritos sobre la Biblia: a) Comentarios al libro de lob: son lo más valioso de su obra. Comprende 35 libros en seis
volúmenes. El mayor interés de la obra está en las observaciones de tipo filosófico, dogmático y moral que contiene,
reflexiones que ponen de manifiesto un profundo conocimiento del hombre y a las que se debe el título de Moralia con
que la tradición la conoce. Más que un libro de exégesis bíblica, es un manual de espiri. tualidad escrito para un público
de minorías. De la gran difusión alcanzada por la obra en los siglos sucesivos es prueba el abundante número de
manuscritos medievales que la contienen.
b) Las 22 Homilías sobre Ezequiel están escritas en cambio para el gran público. Aunque al parecer la intención de
G. fue en un principio comentar todo el libro, no llegó a hacerlo. Su redacción, interrumpida en el otoño del a. 593 por la
invasión de Agilulfo, se continuó inmediatamente después.
c) Las 40 Homilías sobre el Evangelio fueron pronunciadas seguramente durante los domingos y días festivos del
comienzo de su pontificado.
Según sus propias referencias, escribió Comentarios al Cantar de los Cantares, al Libro de los Reyes y a otros
escritos sagrados, pero no es segura la autenticidad de todos los que se le atribuyen.

Diálogos. En el verano del a. 593, G. estaba ocupado en la redacción de esta obra, que seguramente terminó al año
siguiente. Los cuatro libros de los Diálogos están escritos sin una finalidad literaria y dirigidos a un público sencillo;
adoptan una forma semejante a la de la Historia Lausiaca de Palladio o la Vida de S. Martín de Tours escrita por Sulpicio
Severo: a petición de su amigo el diácono Pedro, G. va exponiendo hechos y ejemplos de multitud de santos, a los que
se mezclan leyendas y noticias sobre las costumbres de su tiempo. El libro segundo es la biografía de S. Benito, escrita
seguramente sobre los relatos de los monjes fugitivos de Montecassino, incendiado por los lombardos. Los Diálogos
trasmitieron a la posteridad un acervo de conocimientos acerca de la cultura antigua, al tiempo que favorecieron en el
pueblo la afición por lo legendario, tan propia de la mentalidad medieval. Tuvieron por otra parte un influjo extraordinario
en las concepciones religiosas de la Edad Media; Gustav Krüger ha puesto en relación las visiones del libro cuarto con
las de la Divina Comedia; los Diálogos fueron traducidos al griego por el papa Zacarías (741-752), al anglosajón en
tiempo de Alfredo el Grande por el obispo de Worcester, al antiguo francés, al italiano e incluso al árabe.
La Regla Pastoral. Escrita en el a. 591, es una manifestación más de la preocupación pastoral de G., que describe
su contenido del siguiente modo: «con qué cualidades debe uno llegar a la dignidad de la prelatura, y cómo debe vivir el
que a ella ha llegado debidamente, y cómo debe enseñar el que vive bien; y el que enseña bien reconozca de continuo,
con la mayor reflexión posible, su flaqueza; para que ni la humildad rehúya el acceso, ni la vida impida el arribo, ni la
enseñanza contradiga a la vida, ni la presunción ensoberbezca a la enseñanza» (Prol. trad. de P. Gallardo, o. c. en bibl.,
107). La aptitud para el cargo, la ejemplaridad de quienes lo ejercen, la pureza de la doctrina y la humildad personal son,
pues, los puntos capitales de la Regla. Pronto se extendió por Italia, Hispania y Galia y entre los anglosajones y en el
oriente griego fue conocida a través de la traducción del patriarca Anastasio de Antioquía (n. 609). Desde época
carolingia se recomienda su lectura a los obispos antes de su consagración y ha sido apreciadísima hasta nuestros
días.
Puede decirse que la tarea de la crítica literaria en torno a la obra de G. no ha hecho más que iniciarse.
4. Actividad litúrgica. La tradición medieval vio en G. un reformador de la Liturgia, que dio las líneas esenciales de su
forma actual al Misal Romano -Sacramentarium- y reformó el canto litúrgico: Antifonarium. La crítica moderna, apoyada
en la carencia de testimonios antiguos, ha negado la autenticidad de esta atribución; en realidad procede de época
carolingia la noticia más antigua de la conexión de G. con las reformas litúrgicas, pero no parece ésta razón suficiente
para afirmar de raíz su falta de autenticidad; por otra parte, la tradición manuscrita deja ver como cosa segura que la
Liturgia Romana tenía ya en el s. vil las características de la conocida como gregoriana. Cabrol defiende la autenticidad
del Sacramentarium, que dice aceptada por los principales liturgistas, si bien la redacción que conocemos es de tiempos
de Adriano 1 (772-795). Tampoco las dudas acerca de una nueva versión del Antifonarium están suficientemente
fundadas. La atribución del canto o música gregoriana (v.) es la más insegura; la han defendido entre otros Dom Morin,
R. Aigrain y A. Gastoné.
Si tiene razón Leclercq cuando afirma que en la Historia de la Iglesia hay nombres que significan una etapa, un
impulso, una dirección determinada, la figura de S. Gregorio Magno es sin duda una de ellas: por la importancia del lugar
que ocupó y lo decisivo del rumbo que supo marcar en aquellos años difíciles; por la riqueza de su espíritu volcada en
sus escritos, que imprimieron una huella profunda y duradera en la espiritualidad medieval y sirvieron al tiempo de
trasmisión de la cultura antigua a un mundo que comenzaba a organizarse después de la anarquía de las invasiones. Y
porque su celo abrió camino a la fecunda labor apostólica de la Iglesia a lo largo del Medievo; celo que era, en definitiva,
un desbordamiento de su vida santa, porque como él mismo escribió: «neque enim res, quae in se ipsa non arserit, aliud
incendit» (Mor.

V11,44.72).
V. t.: CARTA PASTORAL; ERUDITOS FILÓSOFOS DE LA ALTA EDAD MEDIA; LEANDRO DE SEVILLA, SAN;
LOMBARDOS.

BIBL.: a) Fuentes: G. MAGNUS, Opera omnia, en PL 75-79; Registrum Epistolarum Gregorii I Pp., ed. E. HARTMANN,
en MGH, Berlín 1891-99; Gregorii Magni Dialogi libri IV, ed. MoRICCA, en Fasti per la Storia d´Italia, IV, Roma 1924;
Expositiones in Canticum Canticorum, in Librum primum Regum, ed. VERBRAKEN, Corpus Christianorum 144, Turnholt
1963; Obras, trad. de P. GALLARDO, BAC 170, Madrid 1958 (comprende la Regla Pastoral, Homilías sobre Ezequiel, y
las 40 Homilías sobre el Evangelio); Liber Pontificalis, ed. DUCHESNE, I, París 1886, 312 ss.; ANÓNIMO (S. VIII), Vita G.
ed. GASQUET (A Life of Pope Gregory the Great), Westminster 1904; PABLO DIÁCONO, Vita G., ed. GRISAR, en
«Zeitschrift für Katholische Theologie» XI (1887) 158-173; BEDA, Historia Ecclesiastica Gentis Anglorum, ed. PLUMMER,
2 vol., Oxford 1896; GREGORIO DE TOURS, Historia Francorum, ed. ARNDT, en MGH, Hannover 1884.
CARMEN CASTILLO. Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991

+++
CARTA PASTORAL - Suelen recibir este nombre los documentos escritos por los obispos (v.), en el ejercicio de su
función magisterial, dirigidos a todos los cristianos de su diócesis (v.), sobre cuestiones relativas a la fe y a la moral.
La misión salvadora y santificadora de Jesucristo fue confiada por éste a su Iglesia. Dentro de ella, hizo partícipes a
sus Apóstoles y a sus sucesores de aquellos plenos poderes que había recibido del Padre. «Me ha sido dado todo poder
en el cielo y en la tierra; id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas..., y enseñándoles a observar todo cuanto
yo os he mandado»: Mt 28,18-20. El conc. tridentino recuerda este deber de enseñar (Sessio XXIII, cap. 1) y fundamenta
su argumentación en el mandato de Cristo, que los Apóstoles cumplieron cuidadosamente, porque «no es razonable,
decían, que nosotros abandonemos el ministerio de la Palabra de Dios para servir a las mesas» (Act 6,2) (v.
MAGISTERIO ECLESIÁSTICO).

El ministerium verbi, ejercido con todo celo por los Apóstoles, renovó la faz de la tierra y preparó el camino a la
cristianización de los pueblos. El apóstol S. Pablo podía decir con toda verdad: «evangelizar no es gloria para mí, sino
necesidad, y ¡ay de mí si no evangelizara! » (1 Cor 9,16); manejó con destreza y sin descanso el arma de la predicación
y la recomendó encarecidamente a sus discípulos: «Predica la Palabra de Dios, insiste a tiempo y a destiempo, reprende,
amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina», dice a Timoteo (4,2). El conc. Vaticano II recuerda también este
sagrado deber a los obispos y ha dedicado todo un decreto, Christus Dominus, al oficio pastoral de los mismos.
En función de este ministerio hablado o escrito, encontramos ya en los Apóstoles y en S. Pablo los orígenes de las c.
p. Las diversas cartas y escritos del N. T. sirvieron de inspiración y modelo a diversos escritos pastorales, que toman,
unas veces, la forma de cartas (S. Clemente Romano, S. Ignacio de Antioquía, S. Policarpo, S. Cipriano, S. Agustín, etc.;
v. art. correspondientes) y otras, de tratados o manuales catequísticos de carácter litúrgico o constitucional, como son la
Didascalia (v.) y otras Constituciones (v.) eclesiásticas, cuyos autores fueron casi siempre obispos. El aspecto magisterial
del ministerio episcopal fue cuidadosamente cultivado por los Padres
de la Iglesia. Basta recordar nombres como los de S. Atanasio, S. Cirilo de Alejandría, S. Basilio el Grande, S.
Gregorio Nacianceno, S. Gregorio Niseno y S. Juan Crisóstomo en Oriente, y los de S. Hilario de Poitiers, S. Ambrosio,
S. Agustín, S. Gregorio Magno y S. Isidoro de Sevilla en Occidente (v. art. correspondientes). Aparte de los escritos
dedicados a temas muy concretos, abundan las cartas que tratan temas dogmáticos o disciplinares en forma sencilla,
relacionados siempre con la vida religiosa, moral y espiritual de sus diocesanos. A esta época se remontan los que
podríamos llamar «primeros directorios para la vida y ministerio pastoral de los obispos», como el Apologeticus de fuga
de S. Gregorio Nacianceno (v.), la obra De sacerdoteo de S. Juan Crisóstomo (v.) y la Regula pastoralis de S. Gregorio
Magno (v.), donde se traza la figura ideal del Buen Pastor. En estos documentos, obispos y sacerdotes aprendieron el
difícil arte de llevar las almas a Dios, de gobernar sabiamente sus comunidades eclesiales y de conformar sus vidas con
el modelo propuesto por el santo pontífice Gregorio Magno de «qualiter vivant, qualiter doceant».

El eco de estos documentos tuvo resonancia a lo largo de la Edad Media y encontró continuidad en la época de la
restauración católica en las Acta ecclesiae Mediolanensis de S. Carlos Borromeo (v.), en el Stimulus pastorum de fray
Bartolomé de los Mártires (v.), y en un sermón de fray Luis de Granada (v.), De officio el moribus episcoporum
aliorumque praelatorum, a los que bien pueden añadirse los Memoriales al concilio de Trento y las Advertencias al
concilio de Toledó de S. Juan de Ávila (v.). En todos ellos se destaca, como uno de los principales deberes del obispo, la
predicación de la Palabra de Dios y la evangelización (cfr. B. de los Mártires, o. c., 199-205). Complemento de estos
escritos son los Apuntes en el régimen de la diócesis, de S. Antonio María Claret (v.). Su obra, su doctrina, su método de
misionar en pueblos y ciudades influyeron extraordinariamente en España e Hispanoamérica y revelan al Buen Pastor
que sabe ponerse en comunicación con sus ovejas a través de su predicación y de sus escritos pastorales.
Desde esta época arranca una nueva forma de actividad episcopal a través de las Cartas pastorales. La aparición de
los boletines oficiales diocesanos, que coinciden poco más o menos con el conc. Vaticano I (1869-70), favorece esta
forma de actividad pastoral, que no sustituye en los prelados la obligación de predicar (v. PREDICACIóN), sino que la
complementa, haciendo posible que su pensamiento y su voz lleguen a todos los diocesanos. A partir de la segunda
mitad del s. XII es muy corriente encontrar c. p., sobre todo en los tiempos de Adviento y Cuaresma, en las que se
abordan temas de carácter doctrinal relacionados con las necesidades y circunstancias de cada momento histórico.
Muchas veces son muy largas, casi verdaderos tratados de teología sobre un punto determinado; constituyen una fuente
importante del magisterio eclesiástico episcopal (v.).
Las c. p. han de tener como principal objetivo orientar y formar la conciencia de los fieles en todos los problemas
relacionados con la salvación eterna de sus almas. Dicha orientación han de recibirla de la doctrina evangélica, de la
tradición de la Iglesia y del magisterio eclesiástico, que han sido y seguirán siendo para el pueblo cristiano una fuente de
luz y de energía moral. Parece recomendable que, además de una base doctrinal segura y clara, las c. p. busquen la
concisión, de tal suerte que puedan ser leídas al Pueblo de Dios de una sola vez y en un tiempo relativamente breve,
puesto que lo más necesario suelen ser ideas claras, orientaciones precisas, concretas, capaces de edificar la Iglesia de
Dios y preparar en las almas el advenimiento de su Reino.

Entre las c. p. podemos enumerar o catalogar los documentos colectivos del Episcopado de una nación o región
determinada, que, después del conc. Vaticano II, se han hecho más frecuentes. En ellos se- abordan temas que afectan
más en concreto a toda una nación o a una provincia eclesiástica. Las frecuentes reuniones de las Conferencias
Episcopales (v.) y el estudio en común de los problemas referentes a toda una nación han mostrado la necesidad de
publicar esos documentos colectivos para orientar con ellos a los fieles ante situaciones o circunstancias de singular
importancia, relacionadas con la vida religiosa, social y aun política del país.

Es evidente que, ante la importancia y difusión conseguida hoy por los medios de comunicación, los obispos tienen
en las c. p. un valioso medio para hacer llegar a sus diocesanos las enseñanzas y principios orientadores de la fe y moral
cristianas, tan necesarias para la recta formación de las conciencias.
V. t.: ENCÍCLICA; OBISPO; MAGISTERIO ECLESIÁSTICO; PASTORAL, PRAXIS; APOSTOLADO.
BIBL.: CONO. VATICANO II, Decr. Christus Dominus, AAS 58 (1966) 673-696; M. CABREROS DE ANTA, A. ALONso
LOBO, S. ALONSO MORÁN, Comentarios al Código de Derecho Canónico, I, Madrid 1963, can. 1-681; B. DE LOS
MÁRTIRES, Stimulus Pastorum ex sanctorum floribus arden tioribusque verbis praecipue concinatus, Braga 1963; A. M.
CLARET, «Episcoporum stimulus» o apuntes de un plan para conservar la hermosura de la Iglesia y preservarla de
errores y vicios, Madrid 1868; J. I. TELLECHEA, El Obispo ideal en el siglo de la reforma, Roma 1963; C. FLORISTÁN y
M. USEROs, Teología de la acción pastoral, Madrid 1968; 1. ESQUERDA, y B. JIMÉNEZ DUQUE, Juan de Ávila,
Escritos sacerdotales, Madrid 1969.
D. MANSILLA REOYO. Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991

+++

La moral joánea: una moral de la verdad.


Ignace de la Potterie, S.J.

Sobre la moral joánea se ha escrito relativamente poco. De 1957 a 1970 se han publicado tres libros sobre el tema: uno,
de un protestante, O. Prunet[2]; los otros dos, escritos por católicos, eran tesis presentadas en Roma: la primera de un
canadiense, Noël Lazure, preparada para la Academia Alfonsiana[3]; la otra de un argentino, J.M. Casabó Suqué,
sustentada en la Gregoriana[4].

Las tres obras no están lo suficientemente logradas, porque no han conseguido hacer ver el carácter específico, el alma
profunda que constituye la unidad de la moral joánea. Años antes, sin embargo, aquella unidad profunda había sido bien
descrita, y de modo sintético, por dos connotados especialistas de los escritos joáneos: J. Bonsirven y F.-M. Braun. El
primero, como conclusión de su comentario a las Cartas de Juan, escribía ya en 1954: «(La gnosis cristiana que nos
presenta Juan) es profundamente mística. En contraste con un moralismo natural o alguna estrecha forma de ascetismo,
no se preocupa (...) por dar directivas prácticas para alcanzar una perfección humana; busca ante todo la comunión con
Dios»[5]. En el mismo año de 1954 F.-M. Braun, en un artículo sobre Moral y mística en San Juan, explicaba aún más
claramente que, estrictamente hablando, Juan no nos ha dejado una moral en el sentido ordinario de la palabra, sino más
bien una mística, que contiene implícita una moral. Sin embargo, agregaba inmediatamente, esta mística «contiene (una
moral), elevándola a su nivel, para hacer de ella un camino en la Luz revelada, y una vida conforme a la dignidad de los
hijos de Dios»[6].
Esta alusión a la vida filial de los cristianos en relación a la moral nos invita a ilustrar tal referencia a la mística joánea con
un ejemplo concreto en el que se trata directamente de la vida moral: pensemos en los dos textos en los que San Juan --
el único en hacerlo en el Nuevo Testamento-- no teme decir que el hijo de Dios no puede ya pecar (1Jn 3,6-9; 5,18). Esta
afirmación audaz ha desconcertado a casi toda la exégesis latina. Pero la tradición griega le ha dado espontáneamente
una interpretación al mismo tiempo precisa, profunda y mística. Veámoslo para el texto de 1Jn 5,18: «Todo el que ha
nacido (gegennêmenos) de Dios no peca; pero el Engendrado (gennêtheis) de Dios (=el Hijo de Dios) le guarda», dice
Juan; y he aquí el comentario de Ecumenio: «Cuando aquel que ha nacido de Dios se ha entregado completamente
(heauton ekdous) al Cristo que habita en él mediante la filiación, queda fuera del alcance del pecado»[7]. Como se ve, el
autor parte aquí de la experiencia subjetiva, pasiva y mística de la vida del hijo de Dios, es decir de su crecimiento
espiritual en Cristo, y de Cristo en él. Notemos que esta interpretación no es de ningún modo arbitraria: los elementos
que la fundan se encuentran en el texto paralelo de 1Jn 3,9, como veremos. Interpretaciones semejantes, y aún más
explícitas, son propuestas por otros Padres griegos, como Clemente Alejandrino, Severo de Antioquía, Gregorio de Nisa,
Máximo el Confesor y Focio, Patriarca de Constantinopla en el siglo IX[8].

Pero para dar una base objetiva y sólida a nuestro argumento regresemos al nivel directamente exegético, y hagamos
algunas observaciones preliminares, pero decisivas, sobre el vocabulario joáneo, es decir sobre el modo en el que Juan
reinterpreta y transforma los términos y las expresiones que eran usadas en la tradición anterior para describir el variado
comportamiento moral de los creyentes.
Primera observación: en su modo de hablar de las virtudes y de los pecados de los cristianos, Juan se concentra
poderosamente en lo esencial. Mientras los Sinópticos y los autores de las Cartas del Nuevo Testamento hablaban de
diversas virtudes --por ejemplo, en Gál 5,22: «caridad, alegría, paz, paciencia, bondad, benevolencia, confianza,
mansedumbre, dominio de sí»-- Juan parece conocer solamente dos virtudes: la fe y el amor. Una constatación
complementaria se debe hacer para los vicios: se diría que existen solamente dos, que son precisamente lo contrario de
las dos virtudes indicadas anteriormente: la incredulidad (que para Juan es el pecado fundamental, casi el único: es la
iniquidad, el «pecado del mundo») y luego el odio a los hermanos (quien odia demuestra que verdaderamente camina en
las tinieblas: también en él se encuentra la ausencia de la verdad, 1Jn 2,4-9). Por ello no sería excesivo afirmar que toda
la moral joánea se compendia en dos palabras: «en la verdad y en el amor» (2Jn 4). Se podría también decir: «en la fe y
en la caridad». Una confirmación nos viene del hecho de que toda la Primera Carta de Juan está construida sobre el
desarrollo progresivo de estas dos virtudes, para concluir con el grito de triunfo: «Ésta es la victoria que ha vencido al
mundo, nuestra fe...» (1Jn 5,4). También aquí se ve que el amor viene sólo en segundo lugar con respecto a la fe; es, por
así decirlo, su fruto maduro.
Segunda serie de observaciones: veamos qué verbos y sustantivos estaban en uso en la tradición anterior para describir
el actuar moral de los cristianos. Juan retoma usualmente estos términos, pero conectándolos con el tema de la verdad.
He aquí los casos principales. Notemos primero el uso de los sustantivos.

a) La obra, la acción del hombre (ergon). Este término hace pensar inmediatamente en la dialéctica paulina entre la fe y
las obras (hê pìstis/ta erga) en la justificación (ver Rom 3,27). También en 1Jn 3,18 es recordada la importancia de las
obras en la vida cristiana; pero no se trata ya de dialéctica sino de profundización regular hasta la raíz última de las
obras, la cual se encuentra precisamente en la verdad: «Debemos amar con las obras y en la verdad», es decir debemos
también «ser de la verdad» (1Jn 3,19); esto equivale a decir que la verdad debe ser en nosotros la fuente de nuestras
obras (1Jn 3,16).
b) La ley (nomos). Pablo había ya reprochado a los judíos el pensar que, en la ley mosaica, ellos poseían el paradigma
de la ciencia y de la verdad (Rom 2,20). Juan acentúa el contraste: si la ley ha sido dada (edothê) por medio de Moisés,
la gracia de la verdad ha acontecido (egeneto) sólo en Jesucristo (Jn 1,17). La nueva ley del cristiano, por tanto, ya no es
la ley: es la verdad de Cristo, un evento que es una gracia del Padre. Estamos más allá del nivel de la moral.

c) El mandamiento (entolê). Para Juan, obviamente, los mandamientos se concentran en el del amor; pero aquel que
pretende conocer a Dios y no observa los mandamientos, dice Juan, demuestra que «en él no está la verdad» (1Jn 2,4),
permanece en las tinieblas (1Jn 2,9); en cambio, «quien ama al hermano permanece en la luz» (1Jn 2,10); la raíz del
mandamiento es la verdad.

d) Observaciones similares se pueden registrar para el uso de los verbos que describen el actuar moral de los hombres,
por ejemplo «hacer» (poiein), «caminar» (hagiazein), «adorar» (proskynein). En el Nuevo Testamento, sólo Juan usa
estos verbos en conexión formal con la verdad: «hacer la verdad» (Jn 3,21; 1Jn 1,6), «caminar en la verdad» (2Jn 4; 3Jn
3,4), «santificar en la verdad» (Jn 17,17), «adorar en el Espíritu y en la verdad» (Jn 4,23).

Una confirmación decisiva nos ha venido de los resultados alcanzados después de nuestro largo trabajo sobre el tema de
La verdad en San Juan[9]. El abundante material recogido ha sido organizado en 12 capítulos, que han sido luego
distribuidos en tres grandes partes: Jesús y la verdad, el Espíritu y la verdad, el creyente y la verdad. Ahora bien --y es
un hecho muy significativo-- esta tercera parte, notablemente más larga que las otras dos juntas, llena ella sola todo el
segundo volumen de la obra (más de 600 páginas)[10]. Es decir que los textos en los cuales Juan describe el significado
concreto de la verdad para los creyentes son más abundantes que los que indican la relación de la verdad con Cristo y el
Espíritu. La conclusión es obvia: esta tercera parte nos presenta la estructura fundamental de aquello que hemos llamado
la moral joánea de la verdad. Es precisamente éste el tema que quisiéramos brevemente sintetizar aquí: para Juan toda
la vida de los verdaderos cristianos debe ser un vivir «en la verdad».

Ahora bien, los seis capítulos de este segundo volumen han sido dispuestos en un orden genético y progresivo. Al
principio se analiza la fórmula «hacer la verdad»: significa que la vida del hombre es un camino hacia la fe, una
asimilación de la verdad (cap. VI). Luego se ve cómo aquella vida de fe se ahonda con la lenta penetración en nosotros
de la verdad de Cristo (cap. VII: «conocer la verdad»; cap. VIII: «ser de la verdad»). Todo el comportamiento concreto del
verdadero creyente, por tanto, consiste a fin de cuentas en un auténtico y variado modo de vivir y de actuar «en la
verdad» (cap. IX). Dos capítulos complementarios explican además que el cristiano puede ser de este modo liberado por
la verdad (cap. X), a condición evidentemente de que él se esfuerce siempre por cooperar con la verdad (cap. XI). Como
se ve, el principio interno de todo este nuestro camino moral como creyentes es siempre «la verdad que permanece en
nosotros» (ver 2Jn 2).

Frente a estas constataciones convergentes se comprende cuánto nos impresionó el título tan «joáneo» elegido por el
Papa para la encíclica sobre la moral: Veritatis splendor. La idea global era que, para una auténtica vida moral, el
cristiano debe intentar vivir «en el esplendor de la verdad». Semejante fórmula, sin duda inusual como título de una
encíclica, nos sorprendió. Una investigación histórica nos ha permitido aceptar que un título de esa naturaleza estaba
probablemente inspirado en la antigua tradición latina patrística y litúrgica, especialmente en los escritos de San Gregorio
Magno. Pero cualquiera que sea la precisa proveniencia del título, permítasenos citar al menos dos textos que hacen ver
muy a las claras su idea fundamental, es decir que la verdad interior del creyente debe siempre expresarse en una
irradiación exterior, en su comportamiento moral. San Gregorio, por ejemplo, escribía que en el corazón de la Iglesia
viven «almas radiantes por la luz de la verdad»[11]. La misma metáfora se encuentra en una oración litúrgica aún actual,
pero que proviene de un antiguo Sacramentario: «Oh, Dios, que con la gracia de la adopción has querido que fuéramos
hijos de la luz, haz, (te) rogamos, que no seamos envueltos en las tinieblas de los errores, sino que permanezcamos
siempre radiantes en el esplendor de la verdad»[12].

Es tiempo ya de tratar directamente de los textos de Juan. Lo haremos en dos etapas. En un primer momento, diremos
sintéticamente lo que es para Juan la verdad en sus relaciones objetivas con Cristo y con el Espíritu. Luego nos
detendremos más largamente sobre nuestro tema específico, con una presentación genética de lo que hemos llamado
«la moral joánea de la verdad», esto es la relación entre la verdad y el creyente, de una parte, y el actuar cristiano, de
otra.
__________
[1] Ignace de la Potterie, S.J., sacerdote belga, es profesor emérito del Pontificio Instituto Bíblico de Roma. Es un
reconocido especialista en Sagrada Escritura y autor de numerosos estudios especializados y trabajos de divulgación.
Participó como perito en el Concilio Vaticano II. Entre sus obras traducidas al castellano se cuentan La verdad de Jesús;
María en el Misterio de la Alianza; La Sagrada Escritura y el Vaticano II; entre otras.
[2] O. Prunet, La morale chrétienne d"après les écrits johanniques (Evangile et épîtres), París 1957.
[3] N. Lazure, Les valeurs morales de la thélogie johannique (Evangile et Épîtres), París 1965.
[4] J.M. Casabó Suqué, La teología moral en San Juan, Actualidad Bíblica 14, Fax, Madrid 1970.
[5] J. Bonsirven, Épîtres de Saint Jean, París 1954, pp. 57-58 (las cursivas son nuestras).
[6] F.-M. Braun, Morale et mystique à l"école de Saint Jean, en Morale et requêtes contemporaines, París 1954, p. 82 (ver
pp. 71-84). Una observación análoga se encuentra en O. Prunet, ob. cit., V: «L"éthique jaillit de la mystique» («La ética
brota de la mística»).
[7] Ver nuestro artículo L"impeccabilità del cristiano secondo 1 Gv 3,6-9, en I. de la Potterie - S. Lyonnet, La vita secondo
lo Spirito, condizione del cristiano, Roma 1992, pp. 234-258 (el texto de Ecumenio está citado en la p. 236, nota 4).
[8] Ver allí mismo, p. 236, nota 3 y p. 255, nota 43; para Focio y Clemente Alejandrino, ver nuestra obra La vérité dans
Saint Jean, t. II, Analecta Bíblica 74, Biblical Institute Press, Roma 1977, p. 610 y p. 1001, nota 278.
[9] Ver la nota precedente.
[10] Ver los títulos: tome II (troisième partie): «Le croyant et la vérité» (tomo II [tercera parte]: «El creyente y la verdad»),
pp. 479-1128.
[11] Moralia, 19,10,17 (CC 143 A, 968). El texto latino es el siguiente: «veritatis luce resplendentes animas».
[12] Esta oración se lee también el XIII Domingo del Tiempo Ordinario (en nuestra traducción, sin embargo, seguimos de
cerca el original latino y no la versión oficial del Misal: «ut in splendore veritatis semper maneamus conspicui»). Otros
textos antiguos, tanto patrísticos (especialmente de San Gregorio) como litúrgicos, sobre la relación entre la verdad
cristiana y la vida moral del creyente, se pueden encontrar en La vérité dans Saint Jean, t. II, ob. cit., pp. 1033-1046.
Queremos citar por lo menos otra oración litúrgica, muy semejante a aquélla transcrita anteriormente y que se remonta
probablemente al mismo Papa Gelasio (492-496) (ver La vérité dans Saint Jean, t. II, ob. cit., pp. 1039-1040, incluidas las
notas): «Oh Dios que manifiestas la luz de tu verdad a quienes andan errantes para que puedan regresar al camino
recto, concede a todos los que se profesan cristianos rechazar aquello que es contrario a este nombre y seguir aquello
que le es conforme» (Lunes de la III Semana del Tiempo Pascual). Subrayamos algunos detalles: la verdad que viene de
Dios es una luz para los hombres, una revelación (veritatis tuae lumen) que se ha manifestado también a los que andan
errantes; los que se profesan cristianos deben intentar seguir aquello que se conforma a este nombre; en otros términos,
la fe de los cristianos debe, por una parte, ser profesada; por otra parte debe funcionar también como norma en el
seguimiento, es decir en el actuar cristiano; para los que andan errantes, en cambio, aquella luz de la verdad de Dios
debe ser una invitación a «regresar al recto camino».
-----------------------------------------------------
Derechos reservados (©) VE Multimedios™.
VE autoriza la reproducción total o parcial del presente documento sin modificación alguna y manteniendo la integridad
de su sentido, pidiendo que se consigne la fuente: "de la Potterie, S.J., Ignace, La moral joánea: una moral de la verdad,
en Vida y Espiritualidad, setiembre-diciembre 1995, Lima, año 11, nro. 32, pp. 15-32".

+++

San Menas, Patriarca de Constantinopla (†552).


Menas, natural de Alejandría, ejercía el sacerdocio en Constantinopla. El ano 536, fue elegido patriarca y consagrado por
el Papa San Agapito, quien se hallaba entonces en Constantinopla. Menas se dedicó a reparar el daño que había hecho
su predecesor Antimo, quien era monofisita, y a combatir a algunos origenistas que turbaban la paz religiosa en el
oriente. El año 544, el emperador Justiniano quien, como tantos otros emperadores de oriente y con más razón que
muchos de ellos, se consideraba teólogo, trató de ganarse a sus súbditos monofisitas condenando una serie de escritos
conocidos con el nombre de los "Tres Capítulos." Así pues, ordenó que todos los obispos del Imperio firmaran la
condenación. San Menas fue el primero eh hacerlo, pero bajo la condición de que retiraría su firma, si el Papa no estaba
de acuerdo. Desgraciadamente no se atuvo a la condición que había puesto.
No podemos narrar aquí en detalle los acontecimientos subsiguientes. Muchos obispos de occidente, si bien pensaban
que los "Tres Capítulos" contenían algunas herejías, se opusieron a la condenación, porque ponía en cuestión ciertos
principios del Concilio de Calcedonia. El Papa Vigilio se mostró vacilante, pero finalmente, en 551, se negó a aceptar el
edicto de Justiniano. Primero se refugió en la iglesia de San Pedro, en Constantinopla, ciudad ésta a donde el emperador
le había convocado perentoriamente; después huyó a la iglesia de Santa Eufemia, de Calcedonia. Desde ahí excomulgó
a Menas y a todos los que habían firmado el edicto imperial. Menas aseguró al Papa que el edicto estaba en perfecto
acuerdo con las actas del Concilio de Calcedonia y, a fin de cuentas, se determinó que la cuestión de los "Tres
Capítulos" se discutiese en un nuevo concilio ecuménico.
San Menas no asistió a la asamblea, puesto que murió el 24 de agosto de 552, y el concilio no se reunió sino hasta el
año siguiente. En él fueron condenados los "Tres Capítulos" y el Papa Vigilio aprobó y firmó la condenación. Es éste un
caso curioso de la historia, ya que vemos a un patriarca sostener firmemente una medida que había de ser aprobada por
un concilio ecuménico, en tanto que un Papa débil, desconcertado por los diversos puntos de vista de los obispos de
occidente y del emperador de oriente, era incapaz de seguir una línea definida de pensamiento y de acción. Sin
embargo, hay que hacer notar que la cuestión no versaba propiamente sobre materias de fe, sino sobre la oportunidad y
los efectos disciplinares de la condenación llevada a cabo por el emperador. El nombre de San Menas figura en el
Martirologio Romano.

En Acta Sanctorum, agosto, vol. V, hay una breve biografía griega y un estudio general de la actitud del santo; pero la
cuestión de los Tres Capítulos forma más bien parte de la historia de la Iglesia. Ver Hefele-Leclercq, Conciles, vol. IV; F.
Savio, Il Papa Vigilio (1904); y sobre todo DTC., vol. XI, cc. 1574-1588; y Fliche-Martin, Histoire de l´Eglise, vol. IV, pp.
453-471.

+++

PADRES de la IGLESIA

La palabra padre se aplicaba al maestro y los maestros se consideraban como padres de sus alumnos. El oficio de
enseñar incumbía al obispo y se hizo extensivo a los escritores eclesiásticos siempre que fueran reconocidos como
representantes de la tradición de la Iglesia.
Hoy se consideran Padres de la Iglesia los que reúnen las siguientes condiciones: ortodoxia de doctrina, santidad de
vida, aprobación eclesiástica y antigüedad. Cuando estos Padres hablan de doctrinas, hablan de ellas como de doctrinas
universalmente admitidas. Nosotros aceptamos lo que ellos enseñan porque dan testimonio de que en su tiempo las
profesaban todos los cristianos, en todas partes. Nunca hablan de sus opiniones personales
Son estos Padres, escritores cristianos del siglo I o principios del II cuyas enseñanzas pueden considerarse como eco
bastante directo de la predicación de los Apóstoles a quienes conocieron personalmente. Se les da mucha importancia
por considerar la Tradición como fuente de la fe.
Padres apostólicos
Terminología puesta en uso por los eruditos del siglo XVII. Se consideran: Bernabé, Clemente de Roma, Ignacio de
Antioquía, Policarpo de Esmirna y Hermas, lo que fue ampliado luego con Papías de Hierápolis. Hermas y Bernabé se
colocan dentro de los escritos apócrifos.
Los Padres apostólicos pertenecen a la generación inmediata a la de los apóstoles. Sus escritos responden a
determinadas exigencias concretas de las cristiandades en un determinado momento, por lo que en sus escritos
predominan los temas morales, disciplinares o cultuales siendo que su contenido doctrinal no aparece como muy rico y
profundo. Se insinúan las que habrían de ser líneas fundamentales del pensamiento cristiano, tratando de guiar y edificar
a los fieles.
Sus escritos son de carácter pastoral. Por contenido y estilo están en relación con los escritos del Nuevo Testamento, en
particular con las Epístolas. Se les puede considerar como eslabones entre la época de la revelación y la de la tradición,
y como testigos de importancia para la fe cristiana.
A pesar de pertenecer a regiones muy distintas del Imperio Romano presentan un conjunto uniforme de ideas, dando una
imagen clara de la doctrina cristiana a fines del siglo I.
Típico de estos escritos es su carácter escatológico. La parusía se considera inminente. El recuerdo de Cristo es vivo,
acusando por El una profunda nostalgia. Presentan una doctrina cristológica uniforme: Jesucristo, Hijo de Dios,
preexistente, que participó en la creación

CLEMENTE de ROMA (+101)


Tercer sucesor de San Pedro en Roma, del 88 al 97. Parece ser que fue consagrado por el mismo Pedro. En aras de la
paz renunció al pontificado en favor de Lino y lo volvió a asumir luego de la muerte de Anacleto.
No se sabe nada de su vida anterior. Hay quienes lo identifican con el Clemente colaborador de San Pablo según
Filipenses, de lo que no hay pruebas, como tampoco de que haya sido por martirio.
Muchos de los escritos que se le atribuyen no pueden considerarse como auténticos.

IGNACIO de ANTIOQUÍA (+110)


Gran personalidad. Segundo obispo de Antioquía. Su episcopado se inició después del año 100.
Se le ordenó trasladarse de Siria a Roma para sufrir el haber sido condenado a las fieras en el reinado de Trajano (98-
117). Durante ese traslado escribe 7 epístolas. En la dirigida a los miembros de la Iglesia de Roma les pide que no den
paso alguno para defraudar su más ardiente deseo: morir por Cristo.
Todo lo que se sabe de él es a través de sus propias cartas. (ver aquí)
POLICARPO de ESMIRNA (+156)
Se le tenía en gran estima por haber sido discípulo de los Apóstoles. Se sentaba a los pies de San Juan
Obispo de Esmirna nombrado por los Apóstoles. Fueron discípulos suyos Papías e Ireneo. Sostuvo una discusión con el
Papa Aniceto en 155 sobre la fijación de la fecha de celebración de la Pascua., Lo que da idea de la gran estima en que
se le tenía.
En Roma se encontró con Marción quien le preguntó si le reconocía a lo que Policarpo respondió: Cómo no iba a
reconocer al primogénito de Satán! Apartó a mucha gente de la influencia de Valentín y de Marción.
Por cartas suyas se sabe que a fines del siglo I se habían separado los obispos, rectores de la comunidad, de los
presbíteros, sus ayudantes, los sacerdotes.
Tuvo una larga vida y una muerte ejemplar. Estalló una persecución en Esmirna durante la que Policarpo murió mártir.
Merced a una carta de la Iglesia de Esmirna a la comunidad cristiana de Filomelio, del año 156, tenemos una detallada
referencia al martirio de Policarpo, a poco de su regreso de Roma, ese mismo año. Este relato es el documento más
antiguo que existe del martirio de un solo individuo. La carta lleva la firma de un tal Marción y fue escrita poco después
de la muerte de Policarpo. A través de esa carta se conoce el significado exacto de la palabra martirio: es una imitación
de Cristo, parecerse a Él en los sufrimientos y en la muerte
Se conserva de él una sola carta a los cristianos de Filipos.
PAPIAS de HIERAPOLIS (+ hacia 125)
Obispo de Hierápolis, Frigia, Asia menor.
Había oído predicar a San Juan y era amigo de Policarpo de Esmirna.
Defendió el milenarismo. Tuvo muy poco sentido crítico en la selección e interpretación de sus fuentes. Era de mediocre
inteligencia. Introdujo a muchos autores cristianos a creencias quiliastas.
Hacia el 130 escribió un tratado en cinco libros: Explicación de las sentencias del Señor, primera obra de exégesis de los
evangelios que tiene de importancia la enseñanza oral de los discípulos de los Apóstoles. Las sentencias las extrae de la
tradición oral, no de los evangelios. Por él, se conocen datos sobre los autores de dos evangelios: Marcos y Mateo.
Padres apologetas griegos
Con estos autores, la literatura de la Iglesia se dirige hacia el mundo exterior, no cristiano. Primer intento de verter el
cristianismo a las categorías y modos de pensar propios del mundo helénico.
No se podía dejar sin respuesta insultos, calumnias, mentiras, superstición y fanatismo de los enemigos del cristianismo:
Luciano de Samosata, Frontón de Cirta, Celso.
Los Padres apologetas griegos se dedicaron a refutar las calumnias y la acusación de que la Iglesia suponía un peligro
para el Estado; relataron la manera de vivir seria y austera, casta y honrada delos cristianos, afirmando que la fe era una
fuerza de primer orden para el mantenimiento y el bienestar del mundo, necesaria para la civilización. Expusieron lo
absurdo e inmoral del paganismo, ya que sólo el cristiano tiene una idea correcta de Dios y del universo. Defendieron los
dogmas de la unidad de Dios, el monoteísmo, la divinidad de Cristo y la resurrección del cuerpo.
Demostraron que la filosofía, por apoyarse únicamente en la razón humana, no había logrado alcanzar la verdad siendo
que el cristianismo posee la verdad absoluta, filosofía divina, de donde se deduce que el cristianismo está por encima de
la filosofía griega.
Estos Padres pusieron los cimientos de la ciencia de Dios, son los primeros teólogos de la Iglesia. Por sus obras se
cristianizó el helenismo más de los que se helenizó el cristianismo.

CUADRATO (siglo II) El apologista cristiano más antiguo. Se conoce a través de Eusebio. Escribió una apología dirigida
al emperador Elio Adriano, en 123-124 o 129, de la que queda un único fragmento.

ARISTIDES de ATENAS (mitad del siglo II) Filósofo de la ciudad de Atenas. Le dirigió a Adriano(117-1138) o a Antonino
Pío(138-161) una apología de la fe, de perspectiva limitada, con estilo sencillo, nobleza y tono elevado.

ARISTON de PELLA (siglo II) Primer apologista cristiano que defendió por escrito el cristianismo frente al judaísmo. Se
fecha esta apología en 140. Celso la atacó y Orígenes la defendió.

JUSTINO (100 - 165) Nació en Palestina, en Siquem de Samaría. , De padres paganos. Antes de su conversión fue
discípulo de pitagóricos, estoicos y platónicos. Interpretó desde el punto de vista cristiano las doctrinas estoica y
platónica.
Es el apologista griego más importante del siglo II. Ninguna de las escuelas filosóficas que estudió logró convencerlo. La
búsqueda de la verdad le llevó al cristianismo, a los profetas, únicos que han anunciado la verdad, y a Cristo. Después
de su conversión, probablemente en Efeso dedicó toda su vida a la defensa de la fe cristiana, viajando como predicador
itinerante. Llegó a Roma en 143 donde fundó una escuela de la que Taciano fue discípulo. Su primera apología la
escribió poco después de 150.
Existe un relato auténtico de su muerte por martirio(decapitación).
Es el primer escritor eclesiástico que intenta echar un puente entre el cristianismo y la filosofía pagana. Introduce una
concepción que tendrá al subordinacionismo y al arrianismo. Sincero y recto fue un escritor fecundo y atractivo, pero sólo
tres de sus apologías contra los paganos nos han llegado.

TACIANO (siglo II) Nació en Siria, de familia pagana. Discípulo de Justino. Luego de mucho luchar encontró que la
doctrina cristiana era la única filosofía verdadera. Su conversión ocurrió en Roma, donde concurría a la escuela de
Justino, con el que tiene vivos contraste, por comparación de sus escritos. Atacó el politeísmo y la filosofía pagana.
Hombre de carácter violento, hábil sofistas, vuelve a Oriente alrededor del 172. Funda la secta gnóstica de los encratitas
(absti- nentes). No se tienen datos de la fecha de su muerte.

MILCIADES (siglo II) Nació en Asia menor. Contemporáneo de Taciano, y quizás, también discípulo de Justino. Todos
sus escritos se han perdido. A través de Eusebio se sabe que escribió contra paganos, herejes y gnósticos.
APOLINAR de HIERAPOLIS (siglo II) Obispo de Hierápolis, la ciudad de Papías, alrededor del 160-180. Luchó contra
montanistas y encratitas. Se conoce a través de Eusebio pues no se han conservado ninguna de sus obras.

ATENAGORAS de ATENAS (siglo II) Contemporáneo de Taciano. Es el más elocuente de los apologetas cristianos
primitivos. Cita poetas y filósofos. Refuta que los cristianos sean ateos, caníbales y mantengan uniones incestuosas.
No se conoce casi nada de su vida pues en toda la literatura cristiana antigua sólo se le menciona una vez.
Entre el 176 y el 180 escribió una apología que dirigió a los emperadores Marco Aurelio y Cómodo.

TEOFILO de ANTIOQUIA (+ hacia el 186) De sus obras se deduce claramente que nació cerca del Eufrates, de familia
pagana. Recibió educación helenista. Se convirtió al cristianismo en edad madura luego de un estudio concienzudo de
las SSEE.
Fue el sexto obispo de Antioquía de Siria. Se han conservado tres de sus libros.
MELITON de SARDES (+ antes de 190) Poco se sabe de su vida. Eunuco. Obispo de Sarde, en Lidia. Escribió sobre
temas muy variados. En la segunda mitad del siglo II , una apología dirigida a Marco Aurelio(161-180), que nos ha
llegado casi completa.. Es el primero en abogar en favor de la solidaridad del cristianismo con el Imperio.
EPISTOLA A DIOGNETO (fines del siglo II, comienzos del III) Apología del cristianismo en forma de carta dirigida a
Diogneto, personalidad pagana que solicita a un amigo cristiano, datos sobre su religión y exhorta a Diogneto a aceptar
la doctrina cristiana No se conoce más del autor ni el destinatario que podría ser el tutor de Marco Aurelio.
El autor, maestro en retórica, usó obras de Ireneo. Se piensa que este autor podría ser Hipólito de Roma lo que la
fecharía en los comienzos del siglo III.
No ha quedado ni un solo manuscrito de esta carta de la que se dice que es la obra más bella y mejor compuesta de la
literatura apologética.

HERMAS (siglo II) Hermas parece ser un seudónimo. El fragmento muratoriano dice que escribió el Pastor cuando su
hermano era obispo de la Iglesia de Roma.
Muy joven fue vendido como esclavo y enviado a Roma donde lo compró una tal Rode. Era de origen judío o había
recibido tal formación. Habla de la vida rural, de su familia, que sus hijos, que apostataron durante la persecución,
traicionando a sus padres; de su mujer que habla demasiado. Se deduce que se trata de un hombre serio, piadoso y de
recta conciencia que se mantuvo firme en la persecución. La mayoría de los estudiosos sostienen que estos detalles son
ficticios.
El Pastor, no pertenece al grupo de los Padres ya que es un seudoapocalipsis escrito alrededor del 140 o 150. En 200 se
negó su inclusión en el canon.
Refutación teológica de las herejías
Esta refutación se propuso dos objetivos: manifestar los errores heréticos y exponer correctamente la enseñanza de los
Apóstoles y de sus sucesores. Se escribieron muchos tratados que se han perdido en su mayor parte.

HEGESIPO (sigloII) Nació en Oriente. Parece ser que era un judío helenista. Viajó a Corinto y a Roma durante el
pontificado de Aniceto(154-165) permaneciendo allí hasta el pontificado de Eleuterio(174-189). El motivo del viaje fue
verificar la tradición de la verdadera doctrina al ver la difusión alarmante de la herejía gnóstica. A su regreso a Oriente
publicó una polémica en su contra, que se ha perdido.

IRENEO de LYON (140 o 160 - ?) Nació en Asia Menor, probablemente en Esmirna, donde escuchó los sermones del
obispo Policarpo de Esmirna quien conoció a Juan evangelista, por lo que Ireneo estuvo en contacto con la era
apostólica. Fue a las Galias en 177 como presbítero de la Iglesia de Lyon. Va a Roma, a ver al papa Eleuterio para que
este medie en una cuestión relativa al montanismo. A su regreso a Lyon el obispo Fotino había muerto mártir por lo que
Ireneo es nombrado su sucesor. Una carta suya al papa Víctor en 189-199 es el último testimonio de Ireneo en la
historia. Posteriormente desaparece toda huella de su vida. No se conoce la fecha de su muerte.
Administró su diócesis. Se encargó de combatir las herejías gnósticas en escritos con excelentes refutaciones. Sus
escritos se perdieron pronto quedando sólo dos de las obras que compuso en griego, su lengua materna: Adversus
haereses(AH) y Demostración de la enseñanza apostólica, además algunas epístolas.
La teología de Ireneo es la teología de la unidad de Dios, según AH II, I, 1: "...El es el único Dios, el único Señor, el único
creador, el único Padre, el único soberano de todo, el que da la existencia a todas las cosas...Dios ha de ser la totalidad
de todas las cosas, el que las contiene a todas en su infinitud, mientras que a El nada puede contenerle".
Las herejías gnósticas se caracterizan por negar la creación, según AH I ,22,1 : "...hay un solo Dios todopoderoso quien
por su palabra creó todas las cosas...de la nada...Casi todas las herejías que existen...desprecian lo que es la creación".
En AH III, 2,1 argumenta: "Cuando a los herejes se les arguye con las Escrituras, se ponen a atacara las mismas
Escrituras afirmando que están corrompidas, o que no son auténticas, o que no concuerdan, pretendiendo que no se
puede sacar de ellas la verdad si no es que uno conozca la tradición que no fue trasmitida por escrito sino de viva voz...la
tradición viene de los apóstoles y se conserva en las Iglesias por la sucesión de los presbíteros...ellos(los herejes) se
oponen a esta tradición afirmando que ellos saben más, no sólo que los presbíteros sino aún que los mismos apóstoles,
pues ellos han encontrado la verdad pura...han llegado a conocer el misterio escondido".
Ireneo establece la dispersión doctrinal de la herejía frente a la unidad de la Iglesia, en AH IV, 20,1ss : "...esos herejes
tienen necesidad de salirse del camino trillado y de buscar andando por caminos siempre nuevos....razón por la cual los
elementos de su doctrina no concuerdan y están dispersos sin orden alguno. En cambio, el camino de los que están en la
iglesia da la vuelta al mundo entero y tiene la tradición segura que procede de los apóstoles: en ella se puede ver que
todos tienen una única e idéntica fe, que todos admiten un mismo y único Dios Padre, todos creen en la misma economía
de la encarnación del Hijo de Dios, todos tienen la misma conciencia de que les ha sido dado el Espíritu Santo, todos
practican los mismos mandamientos y guardan de la misma manera las ordenaciones eclesiásticas, todos esperan la
misma venida del señor y esperan la misma salvación de todo el hombre, es decir, del alma y del cuerpo ... Los herejes
... van siguiendo su camino cada uno distinto y a su manera y a ciegas cambiando de opinión sobre unas mismas
cosas...Siempre andan inquiriendo pero jamás encuentran la verdad"

Escuela de Alejandria
Hacia el año 200 la literatura eclesiástica adquiere un desarrollo extraordinario tomando una orientación nueva: la
doctrina cristiana.
Ningún escritor cristiano había intentado considerar el conjunto de la doctrina cristiana como un todo ni presentarlo de
manera sistemática. Así se fueron creando las escuelas teológicas, primero en Oriente, en Alejandría, ciudad centro de
una brillante vida intelectual, donde nación el helenismo como fusión de la culturas oriental, egipcia y griega. dando
origen a una nueva civilización. Fue donde el pensamiento griego influyó más sobre la mentalidad hebrea. Allí surgió la
traducción de los Setenta y la síntesis de Filón. A finales del siglo I el cristianismo se estableció en la ciudad
encontrándose con todas esas culturas.
La Escuela de Alejandría es el centro más antiguo de ciencias sagradas del cristianismo. El idealismo alejandrino tenía el
influjo de Platón y se inclinaba al misticismo.
Esta escuela se aplicó al análisis metafísico de los datos de la fe, con orientación platónica y a la interpretación alegórica
de los textos sagrados. El método alegórico empleado por los griegos fue adoptado por algunos judíos, como Filón. Los
teólogos cristianos lo adoptaron considerando que la interpretación literal era indigna de Dios.
A fines del siglo II surgen en Alejandría pensadores cristianos capaces de poner en jaque el predominio cultural de los
gnósticos.

PANTENO (+200) Siciliano, primero estoico, luego convertido al cristianismo. Jefe de la Escuela de Catecúmenos. Primer
director de la Escuela de Alejandría. Viajó hacia el 180 llegando hasta la India. No se sabe si dejó alguna obra y Marrou
opina que es el autor de la Epístola a Diogneto. Fue maestro de Clemente.

CLEMENTE de ALEJANDRIA (150 - 215) Tito Flavio Clemente nació en el 150, en Atenas, de padres paganos. No se
sabe cuándo se convirtió, luego de lo que viajó extensamente, llegando a Alejandría, donde acudió a las clases de
Panteno, de la que hizo su segunda patria. Fue discípulo, socio y asistente de Panteno y le sucedió como director de la
Escuela de Catecúmenos alrededor del 200. No se sabe si fue presbítero. Poco más tarde la persecución de Septimio
Severo le obligó a dejar Egipto, refugiándose en Capadocia. Murió sin poder volver a Egipto. La Escuela de catecúmenos
se disolvió cuando huyó a Egipto.

Nos ha llegado una trilogía que da idea de su postura y de su sistema teológico.

ORIGENES (185 - 253) Apodado Adamancio. Sucesor de Clemente en la Escuela de Alejandría. Hijo mayor de una
familia cristiana. Nació en Alejandría. Su padre, Leonides, le dio esmerada educación tanto en las SSEE como en
ciencias profanas; murió mártir bajo Severo en 202. En ese momento su madre lo escondió bajo sus vestidos para que
no corriera la misma suerte de su padre. El Estado confiscó los bienes de la familia por lo que Orígenes debió dedicarse
a la enseñanza para subsistir él y su familia.
El obispo Demetrio le confió la dirección de la Escuela de Catecúmenos, cargo que ocupó muchos años, cuando
Orígenes tenía tan solo 18 años. Atrajo a un gran número de discípulos por la calidad de su enseñanza y por el ejemplo
de su vida de asceta.
Por este tiempo, se castró a sí mismo por una interpretación demasiado literal de Mt 19,12, cosa que le impedía ser
elegido sacerdote, pero al fin fue ordenado tal.
Incurrió en muchos errores pero siempre quiso ser un cristiano ortodoxo. Permitió que la filosofía de Platón influyera en
su teología lo que le llevó a errores dogmáticos graves(preexistencia del alma humana). Introdujo en la exégesis un
peligroso subjetivismo. En el Concilio de Constantinopla del 543 15 anatemas fueron emitidos contra sus doctrinas.
Durante la persecución de Decio sufrió graves tormentos. que le causaron la muerte, estando en Tiro a los 69 años de
edad.
Vivió su vida cayendo de una controversia a otra, sobre todo con su obispo Demetrio de Alejandría, razón por la que la
mayor parte de sus escritos han desaparecido. Su producción se calcula en 6000 escritos de los que se conservan 800
títulos. La mayor parte de su producción literaria está dedicada a la Biblia por lo que se le considera el fundador de la
ciencia escriturística. Tiene también obras apologéticas, escritos dogmáticos, correspondencia, etc. Sucedió a Clemente
en la escuela de Alejandría con lo que esta llegó a su apogeo.
Orígenes es el más profundo, original y audaz de los Padres de la Iglesia anteriores a San Agustín.

DIONISIO de ALEJANDRIA, el Grande (+ 265) El más célebre discípulo de Orígenes. Obispo de Alejandría del 247 al
265. escapó a la persecución de Decio, fue desterrado en tiempos de Valeriano y regresó a Alejandría en el 260.
Polemizó contra las doctrinas heterodoxas de su época. Pocos fragmentos de sus obras se han conservado.

TEOGNOSTO (siglo III) Sucesor del anterior en la dirección de la Escuela de Alejandría entre 265 y 282. Si obra era una
especie de dogmática que seguía la doctrina de Orígenes, especialmente su subordinacionismo.

PIERIO (siglo III) Sucedió al anterior en la dirección de la misma Escuela. De grandes conocimientos filosóficos. Se le
llamó Orígenes el joven. Vivió en la más extrema pobreza. Fue presbítero de la Iglesia de Alejandría. Sufrió durante la
persecución de Diocleciano y luego fue a vivir a Roma.

PEDRO de ALEJANDRIA (+311) Director de la Escuela catequética de Alejandría. Obispo de la ciudad alrededor del 300.
Abandonó su diócesis durante la persecución de Diocleciano. Antiorigenista. Se conservan fragmentos de sus cartas.
Murió mártir.
El obispo Melecio invadió su iglesia,. Pedro lo depuso en un Sínodo en Alejandría 305, por lo que el defenestrado
provocó un cisma que lleva su nombre y que duró varios siglos. Fundó una secta, la meleciana, que fue cuna de Arrio y
de muchos de sus más ardientes seguidores.

ALEJANDRO de JERUSALEN (+ 250) Obispo de Capadocia y luego de Jerusalén. Amigo y protector de Orígenes al que
invitó a predicar en su iglesia cuando este era laico lo que provocó la protesta de Demetrio de Alejandría. Parece que fue
el que ordenó a Orígenes por lo que este fue expulsado de Alejandría.
Mantuvo relaciones con Panteno y Clemente de Alejandría. Fundó una biblioteca. De sus escritos quedan sólo
fragmentos.

ATANASIO (295 - 373) Nacido en Alejandría. Diácono en Nicea. Desterrado cinco veces, volvió otras tantas. Consolida
las principales líneas del pensamiento teológico. Se conservan varias de sus obras.

Escuela de Cesarea
Fundada por Orígenes, la dirigió por más de 20 años, le sirvió de refugio cuando fue desterrado de Egipto en 232.
La escuela continuó la obra del maestro después de su muerte. En ella se educaron Gregorio el Taumaturgo, Eusebio de
Cesarea y los Capadocios.
La decadencia de Cesarea comenzó en 556 con la matanza de cristianos por los samaritanos. En 638 los árabes la
ocuparon y destruyeron su famosa biblioteca.
Escuela de Antioquia
de Cesarea Fundada por LUCIANO de ANTIOQUIA en 312, con el fin de oponerse a la interpretación alegórica de las
SSEE propuesta por Orígenes en la Escuela de Alejandría, prestando atención al texto mismo con la interpretación literal,
el estudio histórico y gramatical de los sagrados libros.
El realismo y el empirismo de la Escuela de Antioquía eran tributarios de Aristóteles. Fue cuna de una gran tradición
exegética. Alcanzó su apogeo en el siglo IV. Su discípulo más preciado fue Juan Crisóstomo y su más extremista,
Teodoro de Mopsuestia. Su tendencia racionalista la llevó a ser fautora de herejías: su fundador, Luciano fue maestro de
Arrio.

GREGORIO el TAUMATURGO (213 - 275) Nació en neocesarea de familia de noble alcurnia. Se llamaba Teodoro y en
el bautismo, a los 14 años, recibió el nombre de Gregorio. Siguió la carrera de derecho y algunos cursos dictados por
Orígenes que fueron decisivos en su vida. Fue consagrado primer obispo d su ciudad natal. Por las leyendas vinculadas
a su persona fue llamado Taumaturgo o Milagrero. Los Capadocios del siglo IV lo veneraron como fundador de la Iglesia
de Capadocia.
Fue un hombre de acción, no un escritor. Sus obras tienen relación con sus trabajos pastorales.
FIRMILIANO de CESAREA (+268) Contemporáneo de Gregorio, a quien conoció en el círculo de Orígenes. Fué obispo
de Cesarea de Capadocia. Admirador de orígenes a quien invitó a predicar en su región. Sufrió dos persecuciones y en
ambas evitó confesar su fe. Tuvo difíciles relaciones con Roma por la cuestión del bautismo de los herejes.
Firmiliano y Gregorio tomaron parte en los dos primeros sínodos de Antioquía en donde se condenaron los errores de
Pablo de Samosata.
Quedó sólo una carta de su autoría.

METODIO de OLIMPIA (+ 311) No se sabe casi nada de su vida. Originario de Licia. Fue un distinguido adversario de
Orígenes, al que refutó su doctrina con buen conocimiento de los clásicos griegos y de Platón. Estaba bien enterado de
las disputas teológicas de su tiempo. Probablemente fue obispo de Filipos, Macedonia. Murió mártir.
Sólo queda un número reducido de sus escritos, los que en su época tuvieron notable difusión.

JULIO SEXTO AFRICANO (+ después 240) A pesar de su apellido, nació en Jerusalén. Fué oficial del ejército de
septimio Severo. En Alejandría se hizo amigo de Orígenes. Nunca ejerció un cargo eclesiástico. Viajero incansable con
variados intereses, buena formación cultural, no homogénea y poco crítica por lo que ofrece noticias poco confiables.
En lo poco que ha quedado de sus escritos se percibe una intención milenarista.

LUCIANO de ANTIOQUIA (+312) Nacido en Samosata, fue fundador de la Escuela de Antioquía. Sacerdote, por
defender la fe que profesaba fue encarcelado y muerto.
No fue un escritor profundo. Se opuso al alegorismo. Se le acusa de ser sucesor de Pablo de Samosata y precursor de la
doctrina que se conocería como arrianismo. Arrio, adopcionista, fue educado por Luciano por lo que se considera a este
como padre del arrianismo

PANFILIO de CESAREA (309 o 310) Nacido en Fenicia, estudió teología en la Escuela Catequísitca de Alejandría bajo la
dirección de Pierio. Ordenado sacerdote creó una escuela teológica para continuar la tradición de Orígenes, cuya
biblioteca enriqueció. Encarcelado, fue torturado y ejecutado.
Fue maestro de Eusebio de Cesarea Escribió una apología de Orígenes.
Los romanos
La iglesia romana no jugó un papel preponderante en el desarrollo del pensamiento cristiano de este período. No contó
con una escuela semejante a las de Oriente. El latín fue convirtiéndose en la lengua oficial de la Iglesia romana.

MINUCIO FELIX ( siglo III ) Unica apología del cristianismo escrita en latín y en Roma durante el tiempo de las
persecuciones.

HIPOLITO de ROMA (+ 235) No era natural de Roma y ni siquiera latino de origen. Impresiona como que venía del
Oriente. Tenía formación helenista, sobre todo en filosofía griega, y estaba relacionado con Alejandría. Afirmaba ser
discípulo de Ireneo. Participó en la defensa de la doctrina católica frente a las herejías inclinándose hacia tendencias
subordinacionistas..
Sacerdote primero y luego obispo romano a quien oyó Orígenes en un sermón en 212 en Roma. Luego fue el primer
antipapa reprochando su conducta a más de uno de ellos por lo que se apartó de la Iglesia a la que volvió después. Es
venerado por la iglesia como santo hasta nuestros días. Murió mártir en su deportación a Cerdeña.
Ultimo autor que emplea el griego. Su producción es equiparable en volumen a la de Orígenes aunque no en su
profundidad y originalidad.
Un tratado suyo es la fuente más rica que existe para el estudio de la primitiva liturgia.

NOVACIANO ( siglo III) Parecería ser de origen frigio. Fue bautizado cuando estuvo gravemente enfermo y nunca fue
confirmado. Formado en la filosofía estoica, maestro de retórica. Ordenado sacerdote contra gran opsición de clero y
seglares. Debió poseer eminentes cualidades pues hacia 250 ocupó una posición influyente en ese mismo clero. Se hizo
ordenar obispo por una falsa e inválida imposición de manos. Provocó un cisma de origen no doctrinario sino personal. El
novacianismo llegó a ser una importante secta, muy extendida, que duró varios siglo. Sus partidarios se llamaban a sí
mismos puritanos y fueron excomulgados por un sínodo romano. Nada se sabe luego de su historia personal.
Personalidad acusada, de gran talento y erudición. Primer teólogo romano que escribió en un latín culto, durante la
persecución de Galo o la de Valeriano, donde murió mártir

Otros escritores de Occidente, contemporáneos


VICTORINO de PETAU ( +304) Obispo de Petabio. Murió mártir en la persecución de Diocleciano. Primer exégeta de
lengua latina. Sus obras no revelan una elevada formación. Conocía mejor el griego, tenía dificultad para expresarse en
latín. Plantea ideas milenaristas.

RETICIO de AUTUN ( siglo IV) Obispo de Autun. Enviado a Roma por el emperador Constantino para asistir a los
concilios de 313 y 314 acerca de la controversia donatista.
Los Africanos
La iglesia africana tuvo comienzos tardíos (180), pero su contribución a la literatura y teología cristianas de la antigüedad
es mayor que la de Roma, que fue quien la evangelizó. El evangelio se predicó en griego en los inicios.

TERTULIANO (155 - después DEL 222) Quinto Septimio Florencio Tertuliano nació en Cartago de padres paganos. Se
hizo abogado y ejerció en Roma con gran fama. Contrajo matrimonio. Convertido en 193 merced al ejemplo de los
mártires cristianos se establece en su ciudad natal poniéndose al servicio de la fe cristiana. Fue ordenado sacerdote. En
207 se pasó al montanismo y fue jefe de una de sus sectas, los tertulianistas, que perduró hasta la época de san Agustín.
Murió en una decrépita vejez.
Exceptuando a Agustín fue el más importante y original de los autores latinos. Tenía un profundo conocimiento de la
filosofía, de las leyes y de las letras latinas y griegas. Luchador empedernido no concede tregua a sus enemigos
paganos, herejes, judíos o católicos. Todos sus escritos son polémicos.
CIPRIANO de CARTAGO (200 - 258) Cecilio Cipriano Tascio, nació en Cartago de familia pagana, rica y culta. Hábil
retórico y maestro de elocuencia. Se convirtió al cristianismo en 246, al conocer la inmoralidad de los ambientes paganos
y la pureza de costumbres de los cristianos, dando toda su riqueza a los pobres.
Es ordenado sacerdote y en 248, obispo de Cartago. En 250 estalla la persecución de Decio. Se escondió en lugar
seguro manteniendo contacto con su grey y con su clero. Su huida no encontró completa aprobación aunque según dice,
no abandonó sus deberes de pastor. Hubo problemas con los lapsi hasta que todos fueron admitidos a la reconciliación
en la hora de su muerte.
En 252 hubo una peste en la que se entrega a sus ovejas para aliviar sus sufrimientos.
Sus últimos años se vieron turbados por la controversia sobre el bautismo de los herejes, que no debía repetirse. En 257
fue desterrado. En 258 fue decapitado, siendo el primer obispo africano, mártir.
Como teólogo depende de Tertuliano.

ARNOBIO de SICCA (fines del siglo III) Pagano, fue decidido adversario del cristianismo hasta que se convirtió, por
miedo a la muerte eterna y al deseo de inmortalidad. Profesor de retórica en Sicca, Africa, fue maestro de Lactancio.
Conoce filósofos griegos y escritores latinos. Jamás nombra un autor cristiano, aunque utiliza muchas de sus obras.

LACTANCIO (250 - 325) Lucio Cecilio Firmiano Lactancio sucedió a Arnobio del que fue alumno. Nacido en Africa, la
abandonó cuando Diocleciano 303 lo llamó para enseñar retórica latina. Ya convertido, la persecución de 303 le obligó a
renunciar a su cátedra . En 317 Constantino lo llama para ser tutor de su hijo mayor. Lactancio estaba en la miseria.
Es el escritor más elegante de su tiempo. Su conocimiento de los autores griegos es pobre y su educación teológica,
insuficiente.
Se conserva gran número de sus manuscritos.

Bibliografía - Johannes QUASTEN : Patrología. Madrid, BAC, 1991


José VIVES : Los Padres de la Iglesia. Barcelona, Herder, 1988
Enrique CONTRERAS - Roberto PEÑA : Introducción al estudio de los Padres. Período pre- niceno. Argentina,
Monasterio trapense de Azul, 1991
Josef LENZENWEGER y otros : Historia de la Iglesia Católica. Barcelona, Herder, 1989

+++

SAN GREGORIO MAGNO (540-604) Papa (590-604) - Doctor de la Iglesia, nació en Roma, en el seno de la familia
noble de los Anicci. Gregorio fue hijo de un senador y bisnieto del papa Félix III (pontificado 438-492). Con estos
importantes vínculos, destacó de inmediato en la administración y en el año 570 fue nombrado prefecto de Roma.
Decidió muy pronto convertirse en monje, y hacia el año 575 transformó su propiedad familiar en un monasterio dedicado
a san Andrés.En el 579 Gregorio fue enviado por el papa Pelagio II (pontificado 579-590) como nuncio ante el emperador
en Constantinopla, permaneció allí durante siete años y participó del esplendor de la Liturgia y la música bizantina en la
Catedral de Santa Sofía. A su regreso a la Roma fue nombrado secretario de la Santa Sede, pero además dirigía el canto
y, como arcediano, es decir diácono principal, interpretaba las piezas más difíciles del repertorio.

Fue elegido Papa en el año 590.

Pontificado - Como papa, Gregorio consolidó el prestigio del pontificado y confirió al cargo un carácter en cierto modo
diferente. Como los lombardos habían provocado el colapso casi completo de la administración civil en la ciudad,
Gregorio tuvo que estar incluso más atento que sus predecesores en atender a los pobres y proteger a la población
cercana a la ciudad. Su eficaz administración de las grandes propiedades de la Iglesia en Roma proporcionó alimento y
dinero para este fin. Con Gregorio el pontificado asumió el liderazgo político en Italia y reunió sus territorios repartidos por
todo el país en uno sólo que más tarde se convertiría en los Estados Pontificios. Inició una obra que puede resumirse en
dos aspectos: en primer lugar la compilación y selección de las melodías, para que fueran copiadas y coleccionadas en
un libro llamado antifonario. En segundo lugar dedicó gran parte de su esfuerzo a la formación de músicos, organizando
en cada iglesia un grupo de cantores que se conoció con el nombre de Schola Cantorum. Emprendió luego la tarea de
unificación de las liturgias, lo cual logró en gran parte. Desde entonces al canto de la Liturgia romana se le comenzó a
llamar Canto Gregoriano, denominación ésta que se extiende también a la creación musical posterior a Gregorio Magno,
si conserva las mismas características.En el año 597 Gregorio envió a Inglaterra al prior de su propio monasterio, Agustín
de Canterbury, junto con 40 monjes. El gran éxito de esta misión despertó un sólido sentido de lealtad al pontificado entre
los ingleses primitivos, y los misioneros ingleses favorecieron esta lealtad entre casi todos los pueblos del norte de
Europa.

Obras .Los 14 libros de las cartas de Gregorio proporcionan una excelente fuente para conocer al hombre de su época.
Además de las cartas y de una serie de homilías, Gregorio escribió varias obras que fueron muy influyentes en la edad
media. Casi todas tienen una orientación práctica y moral:

El Moralia es un comentario sobre Job, lleno de materias doctrinales y disciplinarias.

El Liber pastoralis curae describe al obispo ideal y pretendía ser un manual sobre la práctica y naturaleza de la
predicación.

Diálogo es la obra de Gregorio que posee un especial atractivo pues se trata de una colección de leyendas sobre santos
de su época. Única fuente de información sobre san Benito, fue en parte responsable de la popularidad del monacato
benedictino en la edad media, y su hincapié en los milagros fija los modelos de la concepción medieval de la santidad.

La verdadera grandeza de Gregorio reside en su dilatada actividad pastoral. Su espíritu práctico, generosidad y
compasión le proporcionaron el afecto de sus contemporáneos. Murió en Roma el 12 marzo del año 604. Se cree que fue
canonizado a petición popular tras su muerte. Su festividad se conmemora el 12 de marzo, día de su fallecimiento.
Véase la Encíclica Iucunda Sane promulgada por el Papa Pio X el 12 de Marzo de 1904

+++
…como Pedro y Pablo, afrontar mares y romper confines anunciando a Cristo…
«Duc in altum» (Lc 5,4) dijo Cristo al apóstol Pedro en el Mar de Galilea.

Cristo, el buen pastor - "Yo soy el buen Pastor, y conozco a mis ovejas,es decir, las amo, y ellas me conocen a mi. Es
corno si dijese con toda claridad: «Los que me aman me obedecen.» Pues el que no ama la verdad es que todavía no la
conoce.
Ya que habéis oído, hermanos, cuál sea nuestro peligro, pensad también, por estas palabras del Señor, cuál es el
vuestro. Ved si sois verdaderamente ovejas suyas, ved si de verdad lo conocéis, ved si percibís la luz de la verdad. Me
refiero a la percepción no por la fe, sino por el amor y por las obras. Pues el mismo evangelista Juan, de quien son estas
palabras, afirma también: Quien dice: «Yo conozco a Dios», y no guarda sus mandamientos, miente.
Por esto el Señor añade, en este mismo texto: Como el Padre me conoce a mí, yo conozco al Padre y doy mi vida por
mis ovejas, lo que equivale a decir: «En esto consiste mi conocimiento del Padre y el conocimiento que el Padre tiene de
mí, en que doy mi vida por mis ovejas; esto es, el amor que me hace morir por mis ovejas demuestra hasta qué punto
amo al Padre».Referente a sus ovejas, dice también: Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen, y yo les
doy vida eterna. Y un poco antes había dicho también acerca de ellas: El que entre por mí se salvará, disfrutará de
libertad para entrar y salir, y encontrará pastos abundantes. Entrará, en efecto, al abrirse a la fe, saldrá al pasar de la fe a
la visión y la contemplación, encontrará pastos en el banquete eterno.
Sus ovejas encontrarán pastos, porque todo aquel que lo sigue con un corazón sencillo es alimentado con un pasto
siempre verde. ¿Y cuál es el pasto de estas ovejas, sino el gozo íntimo de un paraíso siempre lozano? El pasto de los
elegidos es la presencia del rostro de Dios, que, al ser contemplado ya sin obstáculo alguno, sacia para siempre el
espíritu con el alimento de vida. Busquemos, pues, queridos hermanos, estos pastos, para alegrarnos en ellos junto con
la multitud de los ciudadanos del cielo. La misma alegría de los que ya disfrutan de este gozo nos invita a ello. Por tanto,
hermanos, despertemos nuestro espíritu, enardezcamos nuestra fe, inflamemos nuestro desco de las cosas celestiales;
amar así es ponernos ya en camino. Que ninguna adversidad nos prive del gozo de esta fiesta interior, porque al que
tiene la firme decisión de llegar a término ningún obstáculo del camino puede frenarlo en su propósito. No nos dejemos
seducir por la prosperidad, ya que sería un caminante insensato el que, contemplando la amenidad del paisaje, se
olvidara del término de su camino."
De las Homilías de San Gregorio Magno, papa, sobre los evangelios (Homilía 14, 3-6: PL 76, 1129-1130)

+++

San Gregorio Magno. Doctor Sumo Pontífice. Año 604 - Gregorio significa: "El vigilante". - Hay 99 santos que llevan el
nombre de Gregorio. Pero el más famoso de todos es el que festejamos en este día, San Gregorio el Grande, el cual fue
elegido Papa el tres de septiembre del año 590.Pertenecía a una de las más importantes familias de Roma y dos
personajes de esa familia habían sido en tiempos pasados Sumos pontífices: Agapito I y Félix III. Su padre era
inmensamente rico, y además de muchas fincas en el sur de Italia tenía un hermoso palacio en Roma.
Alcalde de la ciudad. Cuando Gregorio tenía 30 años y Roma estaba siendo atacada por feroces enemigos, fue
nombrado alcalde de la ciudad, y en ese cargo se ganó el respeto y la admiración de toda la ciudadanía, demostrando
grandes cualidades para gobernante y administrador.
Monje en su propia casa. Cuando renunció a la alcaldía, se propuso dedicarse únicamente a la vida espiritual. Vendió
sus grandes haciendas y repartió entre las familias más pobres el dinero obtenido de esas ventas. Luego hizo quitar de
su palacio todos los lujos y venderlos y el dinero conseguido lo fue repartiendo entre los más necesitados. Y a su palacio
lo convirtió en un convento y allí se dedicó a la oración, a la meditación y al estudio de la Santa Biblia y de otros libros
religiosos, en compañía de un gran número de amigos que se fueron a vivir junto a él, bajo la dirección de un antiguo
monje.
Embajador o Nuncio. El Sumo Pontífice necesitaba un hombre muy bien preparado que le hiciera el oficio de Nuncio o
embajador ante el emperador de Constantinopla, que era el gobernante más poderoso de ese tiempo, y nombró a
Gregorio. Este se quedó admirado al ver los lujos y riquezas de la gran ciudad de Constantinopla, pero pronto se
desilucionó al constatar que en esos palacios de tanta riqueza y de tantos lujos había muchas envidias, mucha
corrupción y gran hipocresía, y se fue entusiasmando más y más por la vida de religioso, donde se es pobre y sin
muchas comodidades, pero donde hay caridad, paz y santidad. Y en Constantinopla se unió a un grupo de amigos y se
propusieron vivir en una casa apartada, dedicados a la oración y a la meditación, como fervorosos monjes. Era Nuncio y
monje a la vez.

+++

De hombres, hechos, notas y acontecimientos de tal época para comprender, alumbrar e ilustrar el contexto:

San Eustasio - «Dilexit Ecclesiam» amó ala Iglesia Católica–


Eustasio de Luxeüil, abad

Nació Eustasio pasada la segunda mitad del siglo VI, en Borgoña.


Fue discípulo de san Columbano, monje irlandés que pasó a las Galias buscando esconderse en la soledad y que
recorrió el Vosga, el Franco-Condado y llegó hasta Italia. Fundó el monasterio de Luxeüil a cuya sombra nacieron los
célebres conventos de Remiremont, Jumieges, Saint-Omer, foteines etc.-

Eustasio tiene unos deseos grandes de encontrar el lugar adecuado para la oración y la penitencia. Entra en Luxeüil y es
uno de sus primeros monjes. Allí lleva una vida a semejanza de los monjes del desierto de oriente.-

Columbano después de nombrarle abad. Es en este momento -con nuevas responsabilidades- cuando la vida de
Eustasio cobra dimensiones de madurez humana y sobrenatural insospechadas. Arrecia en la oración y en la penitencia;
trata con caridad exquisita a los monjes, es afable y recto; su ejemplo de hombre de Dios cunde hasta el extremo de
reunir en torno a él dentro del monasterio a más de seiscientos varones de cuyos nombres hay constancia en los fastos
de la iglesia.-

Y el influjo espiritual del monasterio salta los muros del recinto monacal; ahora son las tierras de Alemania las que se
benefician de él prometiéndose una época altamente evangelizadora.-

Pero han pasado cosas en el monasterio de Luxeüil mientras duraba la predicción por Alemania. Un monje llamado
Agreste o Agrestino que fue secretario del rey Tierry ha provocado la relajación y la ruina de la disciplina. Orgulloso y
lleno de envidia, piensa y dice que él mismo es capaz de realizar idéntica labor apostólica que la que está realizando su
abad; por eso abandona el retiro del que estaba aburrido hacía tiempo y donde ya se encontraba tedioso; ha salido
dispuesto a evangelizar paganos, pero no consigue los esperados triunfos de conversión.-

Eustasio quiere recuperarlo, pero se topa con el espíritu terco, inquieto y sedicioso de Agreste que ha empeorado por los
fracasos recientes y está dispuesto a aniquilar el monasterio. Aquí interviene Eustasio con un feliz desenlace porque
llega a convencer a los obispos reunidos haciéndoles ver que estaban equivocados por la sola y unilateral información
que les había llegado de parte de Agreste.-
Restablecida la paz monacal, la unidad de dirección y la disciplina, cobra nuevamente el monasterio su perdida
prestancia.Eustasio de Luxeüil ha cumplido su misión. Con cerca de setenta años de edad.-

+++

Venancio Fortunato - (Valdobiaddene, ca. 530-Poitiers, †ca. 600) Peregrinó al sepulcro de san Martín de Tours (565).
Capellán de Santa Radegunda y, con posterioridad, obispo (c. 597), compuso los himnos Vexilla regis y Pange lingua
(568-569). Es venerado como santo. Fiesta el 14 de diciembre, junto a San Juan de la Cruz.
-.-
Reinado de Liuva I
Le Blant, 616 B. Epitafio de Pet[ronio?]
«.... [iu]lias, ind(ictione) prima [ann(o) I do]mn(i) Liubani regis.»

Fecha del monumento: 14 Junio-15 Julio, 568.


Indicción I: 1.º Septiembre 567-31 Agosto, 568.
Año I de Liuva: 14 Junio-15 Julio, 568.
El principio del reinado no es anterior al 14 de Junio de 567. Habiendo estado vacante el trono cinco meses después de
la muerte de Atanagildo, ésta se verificó en 567. Compruébalo además Venancio Fortunato en su elegía á Gelesvinta,
hija de Atanagildo y esposa de Chilperico. La bella princesa hizo su viaje á París en 567; y cuando salió de Toledo, vivía
todavía su padre, que bramaba de dolor en el momento de la despedida.
«Tum proceres, famuli, domus, urbs, rex ipse remugit;
Quaque petisset iter, vox gravis una gemit.»
No vivió lo bastante († Junio? 567) para poder vengar la muerte de su dulce hija.

+++

«La razón es que la libertad religiosa encarna los valores trascendentales, que son los fundamentos de la fe y de nuestra
humanidad: el carácter sagrado de la vida y la dignidad de la persona». También son los valores de la democracia.
Cuando se violan, sea por regímenes teocráticos, comunistas, o por Gobiernos formalmente democráticos, entonces se
debilita la libertad política general».

+++

"No sigas a la muchedumbre para obrar mal, ni el juicio acomodes al parecer del mayor número, si con ello te desvías de
la verdad" SAN ATANASIO + año 373

+++

Señor, Dios, estoy aquí


buscándote en lo sencillo,
en las cosas que Tú,
al principio de todo,
viste que eran buenas.
¡Las cosas!
¡Tantas veces me parecen
que sólo son cosas!
Mis ojos, cansados,
no logran ver en ellas
ni tu mano de Dios
ni tu sonrisa de Creador.
Por venir a visitarnos, os agradecemos.-

Benedicto PP XVI: 2008.I.01 ‘Día mundial de la paz’ como cada primero de enero. ‘Familia humana:comunidad de
paz’ lema 01 enero para el 2008. 40 aniversario de la celebración de la primeraJornada Mundial de la Paz (1968-2008) ‘la
celebración de esta Jornada, fruto de una intuición providencial del Papa Pablo VI’.-
Anno Domini 2008 - Mane nobiscum, Domine! ¡Quédate con nosotros, Señor!
"Marana tha, ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20). - Ad maiorem Dei gloriam.
‘Pasarán las cosas, oh Dios, pasarán las cosas y pasaré también yo; ¡Tú nunca pasarás, Tú, amor eterno!’
Recomendamos vivamente: MI QUERIDA IGLESIA SANTA Y PECADORA - Decía José Luis Martín Descalzo que
«nuestros pecados manchan tan poco la Iglesia como las manchas al sol». En este espíritu ha escrito Mariano Purroy Mi
querida Iglesia, santa y pecadora (Edibesa), una mirada positiva y realista sobre los pecados de los cristianos y el perdón
de Cristo.

Recomendamos vivamente: La vida cotidiana de los primeros cristianos


Adalbert G. Hamman
Trad. Manuel Morera - Ediciones Palabra, 1999 - Colección Arcaduz - 294 pág.
Iglesia católica, sus casi 300 antes de Constantino - En ese salto que va de "Hechos de los Apóstoles" a esa "iglesia
oficial y corrupta" que algunos protestantes y neo-gnósticos sitúan en el 325, con Constantino, pasan unos 250 años de
vida cotidiana, de los que sabemos bastantes cosas; las suficientes, al menos, para desmontar historietas neopaganas,
gnosticoides y demás morralla en la estela de El Código da Vinci y otras revisiones fantasiosas de los evangelios
apócrifos. 2006

Recomendamos vivamente:
Título: ‘Históricamente incorrecto. Para acabar con el pasado único’.
Autor: Jean Sévilla - Editorial: Ciudadela

Recomendamos: Título: ‘Buscando a Dios’


Autor: Esther de Waal - Editorial: Sígueme

Un justo empeño fundado sobre la lealtad es fundamental para todo ciudadano, creyente o no. †

Potrebbero piacerti anche