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Soy la menor de cuatro hermanos, dos chicas y dos chicos. Todos están casados y
tienen hijos. Manolo es el mayor, tiene cuarenta años y está casado desde hace
quince con Ana, tiene dos hijos, Carlos de doce y Maria de siete. Sonia es mi
segunda hermana, tiene treinta y cinco años, también está casada desde hace doce
años y Mario, su hijo, tiene diez años. Pedro es el que va delante de mi, tiene treinta
años y lleva casado con Eva dos años, tiene un dulce bebé de año y medio. Y yo,
Sara, que tengo veinticinco años y estoy soltera, no tengo novio aunque
pretendientes no me faltan.
No soy muy alta, uno sesenta y cinco mas o menos, pero el resto de mi anatomía
resalta a primera vista. Lo primero que llama la atención de mi es mi pecho, pues
uso una talla cien de sujetador y, debido a mi corta estatura, destaca mucho. Mi
trasero es redondito, bien formado, pues me gusta el deporte y voy asiduamente al
gimnasio, en resumen, mis medidas son 100-65-90. Siempre me ha gustado de vestir
provocadora, minifaldas o pantalones ajustados, camisetas escuetas o blusas
apretadas, ambas con pronunciados escotes, lo que me ha provocado alguna que
otra charla de mi familia.
Cuando algún miembro de la familia cumple años, lo celebramos todos juntos con
una comilona en casa de quien sea el cumpleaños, nos juntamos todos y lo pasamos
en grande, pues somos una familia muy alegre.
Nunca pensé que me pudiera pasar lo que me pasó en el último cumpleaños. Fue el
de mi hermana, el que hacía treinta. Nos juntamos todos como siempre, mis
hermanos y hermana y sus respectivos/as, los niños y mis padres.
Yo tenía pensado salir por la noche con unas amigas, por lo que ya iba vestida para
cuando llegara el momento. Como era verano, iba ligerita, pero al estar en casa de
mi hermana, tampoco quería que pensaran que soy una fresca, así que llevaba unos
pantalones y una camiseta, pero en una bolsa, llevaba una minifalda que, una vez
puesta, subía por encima de las rodillas palmo y medio dejando ver bastante de mis
muslos, y un top de color azul, de tirantes y bastante escotado.
El caso es que cuando llegué a casa de mi hermana con mis padres, no habían
llegado mis otros hermanos, y después de saludarnos y demás, me quedé en la cocina
con mi hermana y hablamos de cosas nuestras. En un momento dado, salí de la
cocina y fui al piso de arriba, pues mi hermana vive en un chalet, y entré en el baño
de su cuarto. Cerré la puerta, pero no eché el cerrojo y me senté a mear. Escuché a
Mario, el hijo de mi hermana, correr por el pasillo de fuera, mientras decía:
-¡Vale mamá!.
Justo en ese momento abrió de golpe la puerta del baño, sin darme tiempo a
reaccionar. Allí estaba yo sentada, con los pantalones y el tanga en los tobillos y
abierta de piernas, cuando Mario entró en el baño. Se quedó paralizado, blanco del
susto, pensando que le iba a echar un broncazo por entrar de esa manera en el baño
y, medio tartamudeando, me dijo:
-Dile que enseguida bajo.- Le dije cerrando las piernas de golpe y sin dejar de
mirarle a los ojos.
Y se fue.
-Mario me contado lo que ha pasado, está un poco asustado, dice que le vas a
regañar.
-Pero Sonia, si ha sido un accidente. Además la culpa ha sido mía, tenía que haber
echado el cerrojo.
-Tía, me perdonas.
-Mario, no hay nada que perdonar. Ha sido un accidente y punto. Y, si alguien tiene
la culpa, esa soy yo. Tenía que haber echado el cerrojo.
-Entonces,¿me perdonas?.
-Gracias tía.
Mi hermana se ofreció a dejarme algo de ropa, pero como yo traía mi ropa para
cuando saliera por la noche, pues le dije que no hacía falta.
Bajé al porche y estaban todos esperándome para cenar. Nadie dijo nada, por que
me conocen y, aunque llevaba mi escueta minifalda y mi escotado top, me da igual lo
que digan. Cenamos y reímos, nos contamos anécdotas de unos y otros y lo
estábamos pasando realmente bien, pero algo tenía que pasar.
Las miradas dejaron de posarse en mi, mientras los dedos de mis sobrinos seguían
hurgando en mi interior. Sentía que estaba mojadísima y los dedos querían entrar
más adentro de mí. De pronto las manos se retiraron y me sorprendí con un gesto de
frustración, pero al instante siguiente, sentí un aliento rozar los pelos de mi raja y
tuve que morderme muy fuerte el labio para no gritar.
Subí al baño del cuarto de mi hermana y me senté en la taza y continué con lo que
los niños habían dejado a medias.
Con los ojos cerrados me acariciaba y me buscaba, sin pensar que la puerta estaba
abierta. En esto entró Mario, que seguía jugando al escondite y se quedó
mirándome, yo no lo vi, pero él a mi si.
Estaba suspirando fuertemente y jadeando, cuando siente una mano en una de mis
tetas que, debido a mi excitación, se había escapado del top. Abrí los ojos asustada y
vi a Mario que me tocaba con ojos inexpertos, dejándole hacer por que debido a mi
excitación.
Yo le miraba a los ojos pero él solo tenía ojos para mi teta, así que saqué mi otra teta
del top, le agarré la mano, a lo que el se sorprendió, y se la puse encima:
Y me tocó, me acarició, por encima, por debajo y sobre mis tetas, mis manos estaban
ocupadas en mi raja y mis ojos cerrados. Con el ímpetu tropezó y cayó encima mío y
pude sentir su bultito al tocar mis manos. Me miró, le sonreí y, de golpe, le bajé los
pantalones y los calzoncillos.
Y le acaricié su colita mientras él hacía lo mismo con mis tetas. Una de mis manos en
su colita, la otra en mi raja y las dos suyas en mis tetas. Quité mi mano de la raja, le
hice acomodarse entre mis piernas sin que él se diera cuenta y, con mi mano libre, le
empujé hacia mi, provocando que penetrara de golpe.
El no dijo nada pero actuó. Entraba y salía de mi suavemente, sin prisa, jadeando
sobre mis tetas y sin quitar sus manos de ellas, hasta que de golpe, me inundó con su
inocente lechita, lo que me provocó un enorme orgasmo.
-Tía, te prometo que no se lo diré a nadie pero,¿podremos hacerlo otra vez algún
día?.
Continuará.........