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Origen de la Cristología:
No había en la mentalidad judía de la época otros criterios desde los que se pudiera
comprender y explicar el “fenómeno” de Jesús. La “Cristología” teológica surgió cuando el
cristianismo comenzó a expandirse desde Palestina hacia Siria y Antioquía, dando lugar a las
primeras iglesias organizadas, identificadas por primera vez como “cristianas”. Luego llegó a
Grecia, Roma, Egipto, Armenia, etc. Los cristianos, nacidos como una nueva rama de la
religión judía, se enfrentaron a una realidad inédita: la conversión de los “paganos” del mundo
cultural helénico y romano. Fue entonces que debió desarrollarse la “teología cristiana”,
entendida como una sistematización racional de sus creencias, a partir de las enseñanzas de
Jesús y de la tradición judaica. Para hacerlo, debió apelarse a las categorías filosóficas
grecolatinas predominantes en el Imperio Romano. Se trató de un fenómeno de inculturación.
Procedencia del Espíritu Santo: La cuestión del “filioque”. Para los ortodoxos el
Espíritu Santo proviene del Padre, tal como se estableció en el Concilio de
Constantinopla I.
El purgatorio, el paraíso y el infierno: Al morir, las almas quedan a la espera del Juicio
Final, no van al purgatorio, ni al cielo ni al infierno.
Indulgencias: No se aceptan, por lo expuesto anteriormente y porque no se considera
que haya autoridad alguna para concederlas.
Pecado original: No se acepta. Se considera que hay un pecado ancestral que nos da
una inclinación a hacer el mal, pero no transmite una culpa automática ni anula el
libre albedrío.
La Inmaculada Concepción de la Virgen María: No se comparte el dogma ni el
concepto, relacionándolo con el punto anterior.
La infalibilidad papal: No se corresponde con ningún antecedente de la Iglesia.
Órdenes y Congregaciones religiosas: No existen. Consideran que pueden
transformarse en un peligro para la unidad.
Pan de la Eucaristía: Consideran que en la Eucaristía hay que usar pan con levadura,
porque la Última Cena se realizó antes de la Pascua judía: no se usaron panes ázimos.
Del mismo modo habrían procedido los Apóstoles.
Comunión infantil: Se puede administrar después del bautismo, sin necesidad de que el
niño comprenda acabadamente la naturaleza del Sacramento.
Especies: Se comulga siempre bajo las dos especies: un trocito de pan y vino mezclados
en una cucharada, desde el cáliz eucarístico.
Bautismo: Se bautizan niños, pero por inmersión.
Confirmación: Se administra junto con el Bautismo, manifestando seguir la tradición
de la Iglesia primitiva.
Celibato del clero: No es obligatorio. Los aspirantes al sacerdocio, si lo desean,
pueden casarse antes de llegar al diaconado. Por tradición, los obispos son monjes
célibes.
Estatuas en los templos: No se permiten. Si los íconos, pinturas, mosaicos, etc.
Unción de los enfermos: Se administra a cualquier enfermo para la curación de su
enfermedad y remisión de sus pecados, sin necesidad de que se trate de un anciano ni
de una patología grave.
Fórmulas sacramentales: El sacerdote que imparte sacramentos no habla en primera
persona, sino de manera impersonal (No “yo te bautizo”: “Se bautiza; no “yo te
perdono”, sino “se perdona”), porque se considera que el medio principal de los
Sacramentos es la gracia divina, no el sacerdote.
Autoridades: La autoridad máxima de la Iglesia, en materia de fe, son los Concilios
Ecuménicos. No se reconoce la primacía del Papa en esta materia.
Sucesión y primacía de Pedro: Se interpreta que “la piedra” a la que hace referencia
Jesús, cuando se dirige a Pedro en Mt 16:18, 16:18, es su confesión, no su persona. La
primacía del Obispo de Roma se basaba en una cuestión meramente política, no
religiosa, por ser esa ciudad la capital del Imperio. Cuando ésta se trasladó a
Constantinopla, el primado de la Iglesia pasó su Obispo.
Es así que, hace 500 años, el monje agustino Martín Lutero publicó sus 95 tesis en
la iglesia de la Universidad de Wittenberg, a fin de proponer un debate teológico académico
para reformar la Iglesia Católica. Su idea no era generar una división, pero la sucesión de
acontecimientos de diversa índole –como por ejemplo la invención de la imprenta de tipos
móviles o el desarrollo del individualismo renacentista- y la interferencia de factores político-
económicos, provocaron una ruptura en la unidad eclesial. Se sucedieron largos años de
guerras y persecuciones. Este nuevo movimiento, llamado Reforma Protestante, se basó
principalmente en las siguientes ideas básicas:
Reafirmación del sacerdocio universal, que implicaba una relación personal directa del
individuo con Dios, sin mediaciones institucionales y con la libre interpretación de las
Sagradas Escrituras.
Sola Scriptura: La Biblia es la única máxima autoridad en temas de fe, moral y conciencia.
Sola Fide: La Fe en Jesucristo salvador es la única necesidad que tiene el ser humano
para salvar su alma.
Solus Christus: Únicamente Cristo nos da la vida eterna. No hay vida eterna sin Él.
En este esquema complejo, debemos sumar también a los Testigos de Jehová, que
cuentan con una traducción e interpretación propia de la Biblia; la Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días (comúnmente llamados “mormones”), que consideran como Palabra
de Dios al Libro del Mormón y otros textos no considerados por ninguna otra comunidad
cristiana; la Federación de Familias para la Paz y Unificación Mundial (usualmente
denominada “Secta Moon”) o la Sociedad Misionera Mundial, ambas de origen coreano, que
relacionan a sus fundadores con la figura de Jesucristo; el “cristianismo esotérico” de los
Rosacruces o los continuadores del Neo-Gnosticismo; el Judaísmo Mesiánico, etc.
APÉNDICE I
Las distintas Iglesias cristianas no son sólo un dato estadístico, un sistema abstracto
de creencias o una tradición histórica de manual: son realidades vivas y concretas. Para
acercarnos a esa realidad, resulta pertinente que conozcamos que en el territorio parroquial
contamos con las siguientes Iglesias vecinas:
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