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Divisiones de la Iglesia Cristiana en la Historia

Realizaremos un breve análisis histórico para observar cómo se fueron dando en el


tiempo las divisiones en el Cristianismo, sus causas y consecuencias, a fin de comprender la
situación actual de las Iglesias cristianas.

Quién era Jesús para la mentalidad judía de su época:


En primer lugar, debemos recordar que los discípulos contemporáneos de Jesús
podían llegar a entender Su figura, Su muerte y Su resurrección desde tres perspectivas que ya
conocían:
1) Jesús como Mesías (hombre salvador/liberador del pueblo judío);
2) Jesús como hombre hijo de Dios, en el mismo nivel que otros Profetas, llamados con
idéntico apelativo. Para confirmar su especial relación con el Señor, estos “hijos de Dios”,
podían ser elevados a los cielos: ese es el sentido de las imágenes y las palabras con que se
describe Su bautismo en el Jordán, Su transfiguración y Su ascensión. Otros profetas ya habían
sido “ascendidos” al Cielo y, de hecho, Mahoma también lo fue, según el Corán (la Mezquita de
El-Aqsa de Jerusalén, sobre el antiguo Templo de Salomón, señala el lugar desde donde se
elevó);
3) Jesús como hombre justo castigado, que carga con los pecados de los demás como víctima
expiatoria; personaje simbólico que aparece en los Salmos y en otros libros del Antiguo
Testamento.

Origen de la Cristología:
No había en la mentalidad judía de la época otros criterios desde los que se pudiera
comprender y explicar el “fenómeno” de Jesús. La “Cristología” teológica surgió cuando el
cristianismo comenzó a expandirse desde Palestina hacia Siria y Antioquía, dando lugar a las
primeras iglesias organizadas, identificadas por primera vez como “cristianas”. Luego llegó a
Grecia, Roma, Egipto, Armenia, etc. Los cristianos, nacidos como una nueva rama de la
religión judía, se enfrentaron a una realidad inédita: la conversión de los “paganos” del mundo
cultural helénico y romano. Fue entonces que debió desarrollarse la “teología cristiana”,
entendida como una sistematización racional de sus creencias, a partir de las enseñanzas de
Jesús y de la tradición judaica. Para hacerlo, debió apelarse a las categorías filosóficas
grecolatinas predominantes en el Imperio Romano. Se trató de un fenómeno de inculturación.

Formación de la doctrina cristiana:


En esta etapa de difusión del cristianismo, ocurrida en los tres primeros siglos de
nuestra era, se sucedieron persecuciones periódicas que, a pesar de sus atrocidades, no pudieron
evitar la estructuración institucional y doctrinaria de la nueva religión. En ese desarrollo
surgieron todo tipo de posiciones teológicas incompatibles entre sí, que debieron ser resueltas
en los primeros sínodos o concilios regionales y, sobre todo, en los ecuménicos. Estos últimos
eran reuniones de obispos que representaban a todas las iglesias que componían el mundo
cristiano. Debemos decir “iglesias” porque si bien la Iglesia, como cuerpo místico de Cristo, es
una sola, su organización institucional no era unitaria, sino una suerte de “federación” de
iglesias regionales, que guardaban o buscaban guardar entre sí una comunión doctrinal y
sacramental. Eso quiere decir que de esas iglesias primitivas surgieron las autoridades para
elaborar por consenso la Doctrina cristiana, teniendo en cuenta las fuentes escritas y orales: la
Palabra -en los textos canónicos definidos por esas mismas autoridades-, más el testimonio de
los Apóstoles recibido y expresado por sus sucesores.
Influencia de las autoridades políticas en este proceso:
En esos primeros siglos la difusión del cristianismo adquirió una trascendencia
sociológica insoslayable, que pronto generó consecuencias políticas. Desde entonces, tanto la
organización de la Iglesia como su propia doctrina se vieron interferidas por diversas
circunstancias sociales, políticas y económicas. Al respecto, recordamos que, hacia el año 300
DC, las distintas comunidades eran presididas por obispos. Dentro de ellos, los de tenían sede
en las ciudades más importantes del Imperio fueron considerados “metropolitanos”, con
jurisdicción sobre una “provincia eclesiástica” conformadas por un conjunto de “diócesis” de
rango menor, llamadas “sufragáneas” de las arquidiócesis metropolitanas.
A su vez, un conjunto de provincias eclesiásticas terminaron por componer un
Patriarcado, con sede en ciudades cuyas iglesias habían sido fundadas por alguno de los
Apóstoles y que, además, eran centros urbanos clave en el plano geopolítico, tales como Roma,
Antioquía o Alejandría. Este proceso de institucionalización se produjo una vez que la actitud
persecutoria de las autoridades políticas tuvo que ser modificada a causa de la expansión
irrefrenable del cristianismo. Este cambio paulatino de posición culminó en el Edicto de Milán
del año 313, por el que el emperador Constantino decretó la libertad de cultos. Este emperador
y sus sucesores, en esta nueva etapa, se arrogaron el derecho de interferir en el desarrollo de la
vida de la Iglesia universal, incluso pretendiendo someterla a su poder.
Aunque Constantino se habría bautizado recién en los umbrales de su muerte, dictó
una serie de medidas para favorecer al cristianismo en desmedro de los cultos paganos, política
que, con altibajos, fue consolidándose con los emperadores posteriores. De hecho, las antiguas
religiones paganas fueron objeto de una terrible y poco conocida persecución, con robos,
confiscaciones, destrucción de templos y matanzas sangrientas, más de una vez consumadas por
hordas “cristianas”. Finalmente, el emperador Teodosio adoptó al cristianismo como la religión
oficial del Imperio, a través del Edicto de Tesalónica, en el año 380.

La función cumplida por los Concilios Ecuménicos:


El llamado “Concilio de Jerusalén”, descripto en los Hechos de los Apóstoles, se
celebró hacia el año 50 DC –cuando aún no se había escrito el texto de los Evangelios-. En él,
Pedro, Pablo, Santiago y la comunidad cristiana de Jerusalén debatieron acerca de qué
prescripciones rituales de la Ley observada por los judíos podían imponérsele a los paganos de
la comunidad de Antioquía que se convertían a la Fe en Jesús. Se decidió no exigirles la
circuncisión, y limitarse a evitar actos impuros, como la fornicación, o alimentarse de sangre o
de carne no faenada según la Ley de Moisés. Más de dos siglos después, volviendo el análisis a
la etapa de expansión del cristianismo, del fin de las persecuciones y del cambio de su status
legal, llegó el momento oportuno para que las autoridades de la Iglesia debatieran las
cuestiones doctrinarias básicas y su organización institucional.
Para eso se celebraron los concilios locales y ecuménicos. Las conclusiones
consensuadas –con mayor o menor interferencia política-, generaron acuerdos esclarecedores,
como así también grandes divisiones. En estas divisiones han resultado constantes, a través de
la Historia, dos factores conflictivos: la dificultad humana para abarcar y definir íntegramente
el misterio de Cristo Redentor, y la tentación del poder mundano. Estas constantes se remontan
a los mismos Apóstoles, en presencia del propio Maestro, a quien no alcanzaban a comprender
cuando les advertía sobre su misión, pasión, muerte y resurrección, a pesar de lo cual no
dudaban en disputarse quién de ellos se sentaría a su derecha en el Reino.
 Concilio de Nicea I: Año 325
Se estableció la primera versión de la “fórmula” del Credo (que se completó en el
siguiente Concilio) => Se condenó al arrianismo, que negaba la divinidad de Jesucristo.
Pese a ello, esta herejía continuó desarrollándose ampliamente en el mundo cristiano
durante siglos (especialmente entre los invasores bárbaros).

Confirma y establece pautas organizativas de la Iglesia, por ejemplo, en cuanto al


nombramiento de obispos, presbíteros y diáconos, y establece los Patriarcados de
Roma, Antioquía y Alejandría, como cabezas de provincias eclesiásticas a cargo de un
Metropolitano, compuestas por varias diócesis sujetas a un Obispo.

 Concilio de Constantinopla I: Año 381


Se completó la fórmula del Credo (llamado, entonces, Niceno-Constantinopolitano). Se
volvió a condenar al arrianismo, y se desautorizaron las doctrinas que negaban la
divinidad al Espíritu Santo. Limitado en principio a las Iglesias de Oriente, fue
confirmado por la Iglesia de Occidente en el siguiente Concilio.
Fundada la ciudad de Constantinopla en el 330, y no logrando el Emperador que los
Obispos de Roma trasladasen a esa ciudad su sede, en este Concilio se creó el
Patriarcado de Constantinopla, estableciéndose el segundo grado en la prelación de
honor, luego de Roma, en tanto que la nueva sede era considerada “la segunda Roma”.

 Concilio de Éfeso: Año 431


Definió la llamada “unión hipostática”, por la cual en Jesucristo se encuentran unidas,
en una misma persona, desde su concepción y encarnación, la naturaleza humana y la
naturaleza divina. Por lo tanto, confirmó que la Virgen María podía ser llamada “Madre
de Dios” (Theotokos), y no sólo Madre de Cristo (Khristotokos). Estas definiciones
condenaron la herejía de Nestorio, llamada “difisita”, por la cual se entendería que en
Jesucristo había dos personas, no una sola.
La cristología nestoriana continuó siendo aceptada por un sector de la Iglesia que,
aunque desterrado y prohibido por orden del Emperador, pervivió a la persecución,
refugiándose en la Mesopotamia y el Imperio Persa, desde donde se organizó una
Iglesia cuyo ímpetu misionero se expandió al Turquestán, la India, China y Mongolia.
Esta división constituyó el primer gran cisma del cristianismo.
A pesar de las terribles persecuciones posteriores en manos de mongoles y autoridades
políticas de otros pueblos, y muy especialmente del irrefrenable avance musulmán a
partir del siglo VII, esta Iglesia se redujo a ocupar territorios vecinos de Irak, Siria y
Turquía, y manteniendo vínculos con ciertas comunidades del sur de la India.
Desde hace tiempo, una parte de esa Iglesia acordó su unificación con la Iglesia
Católica Romana, dando lugar a la Iglesia Católica Caldea. La comunidad que
persistió en su independencia, actualmente se denomina “Iglesia Asiria de Oriente”.
Las mencionadas persecuciones generaron una importante diáspora. La sede del
Patriarcado se ha trasladado a los Estados Unidos, aunque una porción más pequeña
se separó de dicho Patriarcado, para establecer otro en Bagdad. No obstante, se
encuentran muy avanzadas las tratativas para la reunificación. Se ha firmado una
declaración cristológica en común con la Iglesia Católica, superando el motivo de la
división original. También se han establecido vínculos fraternos con las Iglesias
Ortodoxas.
 Concilio de Calcedonia: Año 451
Estableció con mayor precisión que el Concilio anterior que en la persona de Jesucristo
concurrían dos naturalezas en unión hipostática, sin separación, ni confusión, ni
asunción de una por la otra, ni prevalencia de una sobre la otra, condenando así las
teorías llamadas “monofisitas” que se habían desarrollado como reacción contra la
doctrina nestoriana llamada “difisita”, sosteniendo que la naturaleza divina absorbía a la
naturaleza humana.
Instituyó el Patriarcado de Jerusalén y pretendió equiparar en importancia las sedes de
Constantinopla y Roma, intento que fue anulado por el Papa.
La cristología monofisita condenada fue sostenida de todos modos por los Patriarcados
de Alejandría, de Antioquía y de Armenia, de manera que lo resuelto en este Concilio
generó el segundo gran cisma. Se nombraron, entonces, patriarcas “rivales” en
Alejandría y Antioquía: los que aceptaban la autoridad imperial que imponía las
decisiones del Concilio -quienes adoptaron el rito bizantino-, frente a los que
rechazaban dicha autoridad, continuando, en Egipto, con el rito “copto alejandrino” y,
en Siria, con el “siriano antioqueno”.
La Iglesia Ortodoxa Copta se mantuvo en Egipto y Etiopía, no obstante la expansión
del islamismo en el norte de África durante el siglo VII. Su máxima autoridad es el
Patriarca o Papa de Alejandría, quien en el siglo XX reconoció la autocefalía de las
Iglesias Coptas de Etiopía y de Eritrea. Estas últimas mantienen costumbres
ancestrales relacionadas con el judaísmo, como la circuncisión masculina.
La Iglesia Ortodoxa Siriana, también llamada “Jacobita”, se ha sostenido en diversas
regiones de Medio Oriente e Irán, y se encuentra tradicionalmente en comunión con el
sector de la Iglesia Siro-Malankara de la India que, habiendo sido fundada por la
Iglesia Asiria de Oriente, en un momento de su historia decidió solicitar obispos a la
Iglesia Siriana, para su atención pastoral. Otro sector de la Iglesia Malankara se ha
declarado autocéfalo, y otro entró en comunión con Roma.
La Iglesia Apostólica Armenia mantuvo siempre su independencia en su territorio y en
la diáspora, con Patriarcados en Echmiadzin, Cilicia, Jerusalén y Constantinopla.
Los tres concilios siguientes no produjeron grandes novedades teológicas, por lo que no
generaron nuevos cismas. Sí demostraron una gran injerencia de las autoridades políticas
dentro de la vida de la Iglesia, incluso en cuestiones estrictamente religiosas:

 Concilio de Constantinopla II: Año 553


Este Concilio se llevó a cabo como consecuencia de ciertos desacuerdos entre el Papa
Vigilio y el emperador Justiniano, referidos a las condenas al nestorianismo y al
monofisismo. Se ratificó la condena a ambas herejías, confirmando la doctrina de los
concilios anteriores sobre la Trinidad, la divinidad de Jesucristo y la maternidad divina
de María.

 Concilio de Constantinopla III: Año 680/681


Cerró las problemáticas cristológicas, condenando la posición de los monotelistas, que
entendían que, si bien Jesucristo era verdadero Dios y verdadero hombre, su voluntad
era una sola, pretendiendo zanjar así las diferencias con los monofisitas, a quienes
querían recuperar.

 Concilio de Nicea II: Año 787


Estableció diversas medidas disciplinarias y organizativas de la Iglesia, como la
prohibición del nombramiento de obispos por parte de las autoridades temporales, y
permitió la veneración de imágenes sagradas.

El Gran Cisma de Oriente:

Desde la creación del Patriarcado de Constantinopla se fue desarrollando una


rivalidad creciente con el Papa de Roma. Diversos factores externos colaboraron con esas
circunstancias: la decadencia de Roma como ciudad, reducida a una sombra de su antiguo
esplendor, y el notable desarrollo de Constantinopla, como sede del Emperador y capital del
Imperio Romano de Oriente, que resistía el avance musulmán y enviaba misioneros a toda
Europa Oriental. La eclesiología de ambas partes también era diversa: el Papado pretendía
ejercer no sólo un primado de honor dentro de la Iglesia, sino ser reconocido como su
autoridad universal, como sucesor de Pedro. En Oriente se veía a la organización de la Iglesia
como fundamentada en la pentarquía de los Patriarcados, como una suerte de “federación” de
Iglesias, donde cada Patriarca no tiene injerencia en el “territorio canónico” del otro.

El avance musulmán sobre Jerusalén, Antioquía y Alejandría, acentuaron la


necesidad de que la Iglesia oriental se amparara en la autoridad de un Patriarca con sede en
territorio cristiano. Por ese motivo, el concepto de Patriarca “Ecuménico” de Constantinopla
comenzó a forjarse con mayor aceptación. En el año 1054 el Papa León IX envió una comitiva
a Constantinopla, para buscar un acercamiento, dado que estaba acuciado por la invasión
normanda desde el sur de Italia. Dado que los delegados papales no quisieron reconocer el
título de “Ecuménico” del Patriarca, éste no quiso recibirlos. Se generó así un conflicto
–emergente de diferencias más profundas y de larga data- que terminó con la mutua
excomunión de los altos jerarcas. Nació así el llamado “Cisma de Oriente”. Las Iglesias
Orientales continuaron con su organización autónoma, sin reconocer la autoridad universal del
Papa. El Patriarca Ecuménico es un referente de todas las Iglesias llamadas Ortodoxas de rito
bizantino, sin una autoridad comparable a la del Obispo de Roma.

La Ortodoxia reconoce la autoridad de los siete Concilios Ecuménicos y otras


normas complementarias. La autoridad eclesiástica se basa en los obispos y los Sínodos. Se
consideran sucesoras de los apóstoles. Hay 9 Iglesias Ortodoxas Patriarcales: Constantinopla,
Alejandría, Antioquía y Jerusalén -que son las históricas-, y posteriormente se fundaron las de
Georgia, Moscú, Serbia, Rumania y Bulgaria. Hay una situación especialmente conflictiva en
Ucrania, con respecto a su relación con el Patriarcado de Moscú. Luego hay Iglesias
autocéfalas en Chipre, Albania, Polonia, y República Checa y Eslovaquia. Por último, hay
Iglesias autónomas en Finlandia, Estonia, Monte Sinaí, China, Japón y América. En algunas
de ellas hay desavenencias de reconocimiento entre el Patriarcado Ecuménico de
Constantinopla y el de Moscú. La validez de una nueva Iglesia se basa en el reconocimiento
canónico de las otras.

Principales diferencias entre la Iglesia Católica y las Iglesias Ortodoxas:

 Procedencia del Espíritu Santo: La cuestión del “filioque”. Para los ortodoxos el
Espíritu Santo proviene del Padre, tal como se estableció en el Concilio de
Constantinopla I.
 El purgatorio, el paraíso y el infierno: Al morir, las almas quedan a la espera del Juicio
Final, no van al purgatorio, ni al cielo ni al infierno.
 Indulgencias: No se aceptan, por lo expuesto anteriormente y porque no se considera
que haya autoridad alguna para concederlas.
 Pecado original: No se acepta. Se considera que hay un pecado ancestral que nos da
una inclinación a hacer el mal, pero no transmite una culpa automática ni anula el
libre albedrío.
 La Inmaculada Concepción de la Virgen María: No se comparte el dogma ni el
concepto, relacionándolo con el punto anterior.
 La infalibilidad papal: No se corresponde con ningún antecedente de la Iglesia.
 Órdenes y Congregaciones religiosas: No existen. Consideran que pueden
transformarse en un peligro para la unidad.
 Pan de la Eucaristía: Consideran que en la Eucaristía hay que usar pan con levadura,
porque la Última Cena se realizó antes de la Pascua judía: no se usaron panes ázimos.
Del mismo modo habrían procedido los Apóstoles.
 Comunión infantil: Se puede administrar después del bautismo, sin necesidad de que el
niño comprenda acabadamente la naturaleza del Sacramento.
 Especies: Se comulga siempre bajo las dos especies: un trocito de pan y vino mezclados
en una cucharada, desde el cáliz eucarístico.
 Bautismo: Se bautizan niños, pero por inmersión.
 Confirmación: Se administra junto con el Bautismo, manifestando seguir la tradición
de la Iglesia primitiva.
 Celibato del clero: No es obligatorio. Los aspirantes al sacerdocio, si lo desean,
pueden casarse antes de llegar al diaconado. Por tradición, los obispos son monjes
célibes.
 Estatuas en los templos: No se permiten. Si los íconos, pinturas, mosaicos, etc.
 Unción de los enfermos: Se administra a cualquier enfermo para la curación de su
enfermedad y remisión de sus pecados, sin necesidad de que se trate de un anciano ni
de una patología grave.
 Fórmulas sacramentales: El sacerdote que imparte sacramentos no habla en primera
persona, sino de manera impersonal (No “yo te bautizo”: “Se bautiza; no “yo te
perdono”, sino “se perdona”), porque se considera que el medio principal de los
Sacramentos es la gracia divina, no el sacerdote.
 Autoridades: La autoridad máxima de la Iglesia, en materia de fe, son los Concilios
Ecuménicos. No se reconoce la primacía del Papa en esta materia.
 Sucesión y primacía de Pedro: Se interpreta que “la piedra” a la que hace referencia
Jesús, cuando se dirige a Pedro en Mt 16:18, 16:18, es su confesión, no su persona. La
primacía del Obispo de Roma se basaba en una cuestión meramente política, no
religiosa, por ser esa ciudad la capital del Imperio. Cuando ésta se trasladó a
Constantinopla, el primado de la Iglesia pasó su Obispo.

No obstante todas las diferencias expuestas, desde el Concilio Vaticano II se han


dado importantes pasos para lograr un acercamiento entre las Iglesias Ortodoxas y la Iglesia
Católica. Ya el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras dejaron sin efecto las excomuniones del
año 1054. Se han realizado encuentros y establecido organismos permanentes para el diálogo
teológico.
La Reforma Protestante:

Hemos visto el modo en que en la Historia se han desarrollado esfuerzos para


consensuar la definición de la Doctrina Cristiana y para concertar la forma de organizar la
Iglesia, esfuerzos implementados a través de los Concilios y otros acuerdos. También hemos
advertido que esas iniciativas muchas veces resultaron infructuosas. Siempre hubo grupos
disidentes, que proponían una visión distinta del Cristianismo. En la Iglesia de Occidente,
además de las posiciones del arrianismo, el gnosticismo, el apolinarismo o el montanismo,
aparecieron movimientos “rupturistas”, que proponían una renovación integral, distinta a la de
la tradición histórica. Tales fueron, en la Edad Media, los cátaros o albigenses, los valdenses o
husitas, la mayoría de las veces reprimidos con violencia. Al calor de las desviaciones y abusos
en las prácticas de la Iglesia, fueron generándose resistencias cada vez mayores frente al
antitestimonio de muchos pastores y de la institución en general.

Es así que, hace 500 años, el monje agustino Martín Lutero publicó sus 95 tesis en
la iglesia de la Universidad de Wittenberg, a fin de proponer un debate teológico académico
para reformar la Iglesia Católica. Su idea no era generar una división, pero la sucesión de
acontecimientos de diversa índole –como por ejemplo la invención de la imprenta de tipos
móviles o el desarrollo del individualismo renacentista- y la interferencia de factores político-
económicos, provocaron una ruptura en la unidad eclesial. Se sucedieron largos años de
guerras y persecuciones. Este nuevo movimiento, llamado Reforma Protestante, se basó
principalmente en las siguientes ideas básicas:

 Reafirmación del sacerdocio universal, que implicaba una relación personal directa del
individuo con Dios, sin mediaciones institucionales y con la libre interpretación de las
Sagradas Escrituras.
 Sola Scriptura: La Biblia es la única máxima autoridad en temas de fe, moral y conciencia.
 Sola Fide: La Fe en Jesucristo salvador es la única necesidad que tiene el ser humano
para salvar su alma.
 Solus Christus: Únicamente Cristo nos da la vida eterna. No hay vida eterna sin Él.

A los textos de Martín Lutero se agregó la obra de otros reformadores, como


Ulrico Zuinglio y Juan Calvino. Este último desarrolló la teoría de la “predestinación”, que
influyó en el cambio de la mentalidad medieval a la mentalidad capitalista. Asimismo, en
forma paralela e independiente, pero con evidentes conexiones teológicas, el Rey Enrique VIII
dio surgimiento a la Iglesia Anglicana, como separación de la Iglesia Católica, manteniendo su
estructura episcopal. Todos estos conflictos, además, llevaron a madurar el concepto del
derecho a la libertad religiosa individual. Otra novedad que aportaba el Protestantismo era
que carecía de una estructura gubernamental intraeclesial rígida o piramidal. De esta forma,
con el tiempo fueron apareciendo numerosos grupos independientes, como los Presbiterianos,
las Iglesias Reformadas, los Metodistas, los Anabaptistas, los Bautistas y, posteriormente, los
Adventistas, o los Pentecostales. Estos movimientos no se desarrollaron ya solamente en
Europa, sino también en el Continente Americano. Luego se expandieron al resto del mundo.

Además de las denominaciones mencionadas, que adoptan diferentes posiciones


respecto a los Sacramentos y al Credo Niceno-Constantinopolitano, resultaría imposible abarcar
todas las vertientes religiosas que se identifican como cristianas, y aún menos encontrar un
criterio uniforme de clasificación. Podríamos agregar al listado, las diversas comunidades de
Católicos Antiguos (que rechazan la infalibilidad papal definida en el Concilio Vaticano I), así
como otras Iglesias Católicas “nacionales”. Del mismo modo, las Iglesias Ortodoxas
presentan comunidades escindidas de las autoridades canónicas tradicionales.

En este esquema complejo, debemos sumar también a los Testigos de Jehová, que
cuentan con una traducción e interpretación propia de la Biblia; la Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días (comúnmente llamados “mormones”), que consideran como Palabra
de Dios al Libro del Mormón y otros textos no considerados por ninguna otra comunidad
cristiana; la Federación de Familias para la Paz y Unificación Mundial (usualmente
denominada “Secta Moon”) o la Sociedad Misionera Mundial, ambas de origen coreano, que
relacionan a sus fundadores con la figura de Jesucristo; el “cristianismo esotérico” de los
Rosacruces o los continuadores del Neo-Gnosticismo; el Judaísmo Mesiánico, etc.
APÉNDICE I

Iglesias Católicas Orientales

No queremos dejar de nombrar a las Iglesias históricas que se encuentran en plena


comunión con la Santa Sede, que conservan sus propias tradiciones y ritos. Normalmente no
son muy conocidas en Occidente, pero hacen al tesoro espiritual de la Iglesia Católica que, en
diversos momentos de la Historia, promovió la unión con Iglesias que se encontraban separadas
por diversas circunstancias, otorgándoles un estatuto especial. Representaron un intento de
Ecumenismo que buscaba la reincorporación de Iglesias que se habían separado a causa de los
distintos cismas, ya mencionados. No obstante los conflictos del pasado, varias de ellas han
entablado relaciones amistosas con sus hermanas ortodoxas, “no calcedónicas” (mal llamadas
“monofisitas”) o “no efesias” (mal llamadas “nestorianas”).

 Iglesias Católicas de tradición bizantina (ritos en idioma griego)

Greco-Católicas Ucraniana, Melkita (Siria, Líbano, Israel, Jordania, Egipto), de Grecia, de


Eslovaquia, de Hungría, de Rumana, Rutena (Ucrania transcarpática), Ítalo-Albanesa, y de las
comunidades de Croacia, Serbia y Macedonia (ex Yugoslavia).
 Iglesias Católicas de tradición antioquena occidental (ritos en idioma arameo)

Católica Maronita, Católica Siriana, Siro-Católica Malankar (Sudeste de la India)


 Iglesias Católicas de tradición antioquena oriental (ritos en idioma arameo)

Católica Caldea (Irak, Irán, Siria), Siro-Católica Malabar (Sudoeste de la India)


 Iglesias Católicas de tradición alejandrina: (ritos en idioma copto –egipcio-)

Copta Católica (Egipto), Copta Católica de Etiopía, Copta Católica de Eritrea


 Iglesia Católica Armenia:
APÉNDICE II

Nuestra realidad parroquial

Las distintas Iglesias cristianas no son sólo un dato estadístico, un sistema abstracto
de creencias o una tradición histórica de manual: son realidades vivas y concretas. Para
acercarnos a esa realidad, resulta pertinente que conozcamos que en el territorio parroquial
contamos con las siguientes Iglesias vecinas:

 Iglesia Evangélica Bautista “Bethel”, Independencia 5276.


 Iglesia Evangélica Bautista Villa Ballester, Lavalle 2552.
 Iglesia Evangélica Congregacional, Boulevard Ballester 4646.
 Iglesia Emanuel (Asambleas de Dios – Pentecostales), Pacífico Rodríguez 4910.
 Unión Asambleas de Dios (Pentecostales), Combet 651.
 Iglesia Evangélica Luterana Argentina, Parroquia “San Pedro”, Buenos Aires 5638.
 Iglesia Evangélica Luterana Unida, Congregac. Sto. Sacramento, Independencia 5010.
 Iglesia Evangélica del R. de la Plata, Congregac. Ev. Alemana en Bs. As., Lavalle 2881.
 Iglesia Nueva Apostólica de Villa Ballester, Lamadrid 2734.
 Asoc. Ortodoxa Rusa en Argentina, Iglesia “San Serguei”, San Vladimir, 2045.
 Iglesia Universal del Reino de Dios (Neopentecostal), Independencia 4969.
 Iglesia de Jesucristo de los Stos. de los Últimos Días (Mormones), Independencia 5076.

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