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pasado?
Anatxu Zabalbeascoa
S.Triulzi
¿Qué entendemos hoy como hogar? ¿Qué significará esta idea en un mundo convulso y
sometido a la tiranía del cambio constante? Si lo comparamos con la evolución de los
coches, las ciudades o incluso los matrimonios, el interior doméstico gana por una gran
diferencia en la carrera del conservadurismo. Los cambios en la vivienda suelen llegar
para quedarse mientras que las modas pasan de largo o terminan por molestarnos. Estas
páginas analizan por qué, pese a todo, un salón o un dormitorio no serán algo muy
distinto a lo que conocemos.
La mejor manera de anticipar el futuro es fijar la mirada en aquello que no se hace notar.
Que lo discreto permanece lo saben los clásicos: lo que no se nota se queda porque no
molesta, porque está cómodo en un segundo plano alejado de la sobreexposición del
primer plano que agota cualquier mueble, cualquier canción, cualquier moda y casi
siempre a cualquier persona. También en la vivienda se dan esos hartazgos. Lo que
habla en voz alta nos advierte del paso del tiempo. O nos recuerda malos cálculos,
decisiones precipitadas y a otros que ya no queremos ser. Por eso el aspecto futurista
aplicado al hogar solo nos gusta en las películas o en las exposiciones: cuando
imaginamos el futuro, no cuando lo tenemos delante. A lo que esa mañana llama a la
puerta, lo domesticamos.
Henri Matisse, en el hotel Regina de Niza, diseña los murales de la capilla del Rosario
de esa ciudad. Walter Carone/Paris Match via Getty Images
La cama, según Beatriz Colomina, es el nuevo centro de la vida doméstica. Allí leemos,
respondemos correos, vemos la tele…
Konstantin Grcic: “El mejor diseño no es el que cambia por cambiar; es el que propone
y hace posible el cambio”
Otro alemán, el arquitecto Arno Brandlhuber, cree que “igual que los límites entre las
estancias se están disolviendo, las categorías de muebles se están fundiendo”. Habla del
mueble único que hace cinco años Muller y Van Severen idearon como asiento, mesa,
lámpara y estantería. Pero la historia parece superar cualquier ocurrencia. En los setenta,
uno de los diseñadores de Cassina, Mario Bellini, dibujó para el laboratorio de ideas de
esta empresa (atención, un laboratorio de ideas ya en los setenta) el Kar-a-Sutra, una
especie de camioneta con almohadas de plástico en las que uno podía dormir, jugar, leer
y… viajar. Aunque ahora nos tumbemos en casa, ese mueble polivalente asociado a la
vida nómada se quedó en experimento.
Un siglo de productos —de Frank Lloyd Wright a Patricia Urquiola— conviven en la
propuesta de arriba, que combina diseños industriales y trabajos artesanos. Giuseppe
Brancato
Sofá convertido en el Sistema Soft Props ideado por Grcic para Cassina.
Tal vez por eso, porque la mera idea de casa huye del futuro y más bien busca parar el
tiempo, el arquitecto chino Zhao Yang decidió dejar Pekín y su idea del progreso y
mudarse a la ciudad condado de Dali, en el sur del país, para desarrollar su propia
versión del futuro con materiales sostenibles, artesanía local y la historia de la vivienda
china como guía. “Quería que la arquitectura no fuera un objeto, sino un fondo”, dice
Yang. “Cuando las grandes ciudades se convierten en máquinas económicas y políticas,
hay muy poco que la arquitectura pueda hacer para alterar la vida de las personas”. Lo
que Yang busca es recuperar el equilibrio, la clave del hombre y el estilo renacentistas.
No centrarse en nada y disfrutar un poco de todo: hogares sin estancias encorsetadas,
donde uno haga cómodamente lo que la población reclama: comer en la cocina, el
comedor o en el salón, y trabajar en el comedor, en el sofá o en la terraza. Esos espacios
flexibles son los que están preparados para el cambio. Lo viven a diario y lo tienen
asimilado. Así, de nuevo, la novedad es que la tecnología futurista cabe en un teléfono
móvil. Y que el futuro doméstico no quiere parecer ciencia-ficción.