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INDICE DE CUENTOS NAVIDEÑOS

1.- Un mendigo en el pesebre (Anónimo)


2.-La historia del otro rey mago (Henry Van Dyke)
3.-El mayor de los regalos (Anónimo)
4.- No olvides lo más importante (Anónimo)
5.- Un año termina (Anónimo)
6.- Un año inicia (Anónimo)
7.- El general de chocolate (José Gonzáles Torices)
8.- Un gran cuento de Navidad
9.- Las zapatillas doradas
10.- Dos bebes en el pesebre
11.- El conejito burlón
12.- El niño que lo quiere todo
13.- Un regalo de navidad
14.- Un cocinero en navidad
15.- El cascanueces y el rey de los ratones
16.- El hombre de Jengibre (Charles Dickens)
17.- La pequeña vendedora de fósforos
18.- Los calcetines de San Nicolás
19.- El ayudante de santa Claus
20.- Los regalos del Niño Jesús
21.- La verdadera leyenda de Papa Noel
22.- Nacimiento del Niño Jesús
23.- Una navidad en el bosque (Helena López)
24.- El ángel de la Navidad.
25.- Las arañas de Navidad.
26.- Los seis jizos y los sombreros de paja.
27.- El árbol de Navidad sin Navidad
28.- El reno Moritz y su extraña nariz.
29.- Un deseo navideño.
30.- Papa Noel y el mapa perdido.
31.- La Navidad de Motta.
32.- El árbol de Navidad
33.- La Navidad de Romina.

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RECOPILACIÓN DE CUENTOS NAVIDEÑOS

1.- UN MENDIGO EN EL PESEBRE (Anónimo)


La noche volcaba toda su crudeza sobre las luces de la ciudad. En el rincón desolado de
unos almacenes abandonados a su suerte, una luz aterida por el frío se proyectaba sobre una
improvisada casa de cartón. En su interior, una arrebujada silueta se removía buscando el
calor de una pequeña hoguera que chisporroteaba en la semipenumbra luchando por
sobrevivir a la noche. El mendigo era de una edad indefinida, como todos los hombres que
han sido abandonados a su suerte, su pelo largo y lacio y sus barbas arremolinadas en torno
a su rostro, lo hacían impenetrable al tiempo, sólo su viva mirada delataba que no subiría de
los cincuenta. Su delgado cuerpo se arrebujaba en un viejo abrigo repleto de costurones.
Atizó la lumbre y desempaquetó un mendrugo de pan junto con un brik de vino y un par de
latas de sardinas en aceite. El calor del vino empezó a caldear un poco el interior de su
cuerpo. Mientras daba cuenta del trozo de pan y una de las latas de sardinas, empezó a
remover dentro de una descolorida mochila y a ir sacando, poco a poco, unas figuritas de
Navidad que reposaban en el fondo de la bolsa. El portal de Belén con el niño Jesús, San
José, la Virgen, el burrito con la vaca, unos pastorcillos de aspecto alegre y juguetón, los tres
reyes Magos a lomos de camellos, todo empezó a tomar posiciones en una esquina de una
vivienda deshabitada. Su vista cansada se tropezó con la mirada sonriente del niño Jesús,
que parecía ajeno al frío del exterior. Sus ojos se cubrieron de lágrimas, que comenzaron a
deslizarse hasta la pequeña figurilla. De pronto, un haz luminoso empezó a surgir de las
diminutas manos de arcilla cubriendo con su luz el interior de la casa deshabitada. El
mendigo comenzó a retroceder a la vez que la figura de barro crecía ante su vista perpleja,
hasta alcanzar un tamaño real. Parecía como si el Nacimiento hubiera absorbido el entorno
en el que se hallaba y el mendigo empezara a formar parte del nuevo escenario. Su posición
al lado del Niño que ahora era real, le hacía sentirse parte de otro tiempo y de otro lugar. El
frío había sido sustituido por un reconfortante calor que emanaba del interior del pesebre. El
niño extendió sus brazuelos hacia la figura que rebozaba de una olvidada felicidad y el
mendigo desapareció entre luces cegadoras. Ahora, mi nacimiento tiene una figura de un
pobre al lado del Niño Jesús su pequeño rostro de arcilla tiene una sonrisa oculta entre los
pliegues de su barba que enamora a todo aquel que mira esta figurilla.

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2.- LA HISTORIA DEL OTRO REY MAGO Henry van Dyke (Norteamericano
1852-1933)
En los tiempos de César Augusto, un Rey llamado Artabano, un día convocó a todos sus
amigos y les dijo: __Varios de los hombres más sabios de oriente y yo mismo, hemos
estudiado las antiguas tablas caldeas y según nuestras observaciones, la nueva estrella que
ha aparecido y brilla en el cielo, anuncia el próximo nacimiento de un gran Rey que gobernará
a todas las naciones y establecerá un reino de paz. Melchor, Rey de Etiopía; Gaspar, Rey de
Persia; Baltazar, Rey de Babilonia y yo, hemos decidido ir a prestarle homenaje. Yo he
vendido todas mis posesiones y he comprado con ello los más hermosos regalos: Un zafiro,
un rubí y una perla negra. Artabano salió a todo galope de su castillo; tenía que llegar a
tiempo a la cita con los tres Magos. Atravesó las enormes y despobladas praderas para llegar
donde había quedado de verse con ellos, cuando vio al lado del camino a un hombre tirado
con la piel amarilla y los ojos rojos, eran las huellas de la fiebre amarilla, Artabano le movió el
corazón, puso al hombre enfermo sobre su cabalgadura y lo llevó al albergue en la ciudad. Le
mandó al mesonero cuidar de él, pero como no parecía muy convencido, le entregó el zafiro
azul y el mesonero acordó cumplir con sus deseos. Caía el sol, cuando Artabano llegó al
lugar de la cita, los tres Magos ya habían partido. Tenía que dar alcance a sus amigos y
recuperar el tiempo perdido. Al cabalgar por un pasaje, oyó los gritos de una mujer que pedía
auxilio, se encontró a un regimiento de soldados que la arrastraban y comprendió que sería
en vano enfrentarlos, entonces, se acercó al jefe y sacó el hermoso rubí rojo y le dijo: __Te la
compro. Trato hecho.__ expresó el jefe__ ese rubí vale por muchos días de fiesta. Y
arrebatándole el rubí, le dejaron a la mujer. Hombre bueno y gentil, seré tu esclava__
exclamó, la mujer. Artabano explicó, __ese rubí no era mío estaba destinado a un Rey, invoca
a Dios para que te muestre el camino. Mientras tanto, Melchor, Gaspar y Baltazar habían
llegado a Belén y postrándose ante el niño que María tenía en sus brazos, le entregaron sus
dones: Oro incienso y mirra. El oro le sirvió para hacer el largo y penoso viaje a Egipto y
mantenerse durante algunos meses, mientras José conseguía trabajo; incienso para hacer
agradable la estancia de las visitas y mirra para curar a los que estaban enfermos. Cuando
Artabano llegó a Jerusalén le dijeron que los Magos hacía más de una semana que había
partido y sin perder un instante, se dirigió a Belén. En el camino oyó gritos y llanto, un
soldado tenía agarrado de un pié a un niño forcejeando con la madre. El soldado desenvainó
la espada para degollar al pequeño. Y en ése momento gritó Artabano: __ ¡Alto! ¡No mates al
niño! Le mostró la perla negra y le dijo: __Devolved ése niño a su madre sin hacerle ningún
daño y yo te daré ésta perla.__ El soldado accedió. Artabano montó de nuevo en su caballo y
ya estaba desesperado de lograr su meta, cuando divisó a un hombre que jalaba un burrito y
montada sobre él iba una mujer con un niño en brazos. A Artabano le empezó a latir el
corazón con gran intensidad, se bajó del caballo y le preguntó al hombre: __Perdón buen
hombre, ¿no es acaso usted carpintero y su esposa se llama María? ¿No venís acaso de
Belén? El hombre contestó: __Así es amigo, pero ¿qué os trajo hasta aquí? Me fue revelado
el nacimiento de un gran Rey, venía a traerle un presente, pero ahora llego con las manos
vacías… Les contó lo que le había pasado en su viaje. María emocionada, le dijo: __Mejor
que hayas venido con las manos vacías, pues ahora te las lleno.__ Y le puso al niño en sus
brazos, Jesús que dormía, despertó y le sonrió.

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3.- EL MAYOR DE LOS REGALOS (Anónimo)
Erase una vez un rey sabio y querido que se preocupaba mucho por su pueblo. Él sólo quería
lo que era mejor para ellos. El pueblo sabía que el rey se interesaba personalmente en todos
sus asuntos e intentaba comprender hasta qué punto sus decisiones afectarían a sus vidas.
De vez en cuando, incluso se disfrazaba y paseaba por las calles, tratando de ver la vida
desde la perspectiva del pueblo. Un día, se disfrazó de pobre aldeano y fue a visitar los baños
públicos, había allí mucha gente gozando del descanso y el compañerismo natural en ésos
lugares. El agua para los baños se calentaba en un horno en el sótano, en ése lugar había un
hombre, responsable de mantener el agua a la temperatura adecuada. El rey se dirigió al
sótano para visitar a ése hombre que se ocupaba de mantener el fuego sin descanso. Los
dos hombres compartieron el almuerzo y el rey se hizo amigo del hombre solitario día tras
días, semana tras semana, el rey siguió bajando a visitar a su amigo. El hombre llegó a
sentirse muy unido a ése extraño visitante que bajaba al sótano para verlo. Nadie antes había
demostrado tanto afecto y preocupación por él. Un día, el rey reveló a su amigo su verdadera
identidad. Fue un acto arriesgado, ya que temía que el hombre pudiera pedirle algún favor
especial, o algún regalo. En vez de eso, el nuevo amigo del rey lo miró a los ojos y dijo:
__Dejaste tu cómodo palacio para venir a sentarte aquí, en éste lugar caluroso y deprimente.
Compartiste mi pobre comida y me demostraste de verdad que te importa lo que me pasa. A
otras personas les puedes hacer ricos regalos, pero a mí me has dado el mayor de todos.
“¡Me diste el regalo de tu persona!”

4.- NO OLVIDES LO MÁS IMPORTANTE Anónimo


Había una mujer campesina muy pobre que tenía un hijo. Todos los días se dirigía al Señor
diciendo: __ ¿Por qué seré yo tan pobre que no tengo los medios para dar a mi hijo todo lo
necesario, por qué tanta desgracia, por qué tanta prueba? Mientras se quejaba, pasó junto a
una montaña e inesperadamente escuchó una voz desde el interior de una cueva que decía:
__El Señor ha escuchado tu queja, entra, toma todo lo que puedas, pero recuerda que sólo
tienes quince minutos para hacerlo, después de éste tiempo, la cueva se cerrará y nunca más
se volverá a abrir. Así que aprovecha la oportunidad; pero recuerda: __”No olvides lo más
importante”. La mujer entró y vio asombrada que había toda clase de tesoros y dejando a un
lado a su hijo, comenzó a tomar cuanta piedra preciosa podía, monedas de oro, perlas, que
se guardó emocionada en los bolsillos. De pronto, la voz le dijo: __Ya tienes que salir, pero no
olvides lo más importante”. Y como pudo, llevando su riqueza salió a toda prisa, mientras la
cueva se cerraba tras ella. Feliz y agradecida, la mujer, creyéndose triunfadora, pensó:
__Ahora sí tengo lo suficiente para darle a mi hijo, todo lo que él se merece… ¡Mi hijo!
¿Dónde está mi hijo? ¡¡Mi hijo, mi hijo!!

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5.- UN AÑO TERMINA (Anónimo)
GRACIAS Señor, por la paz, por la alegría, por la unión que los hombres mis hermanos, me
han brindado; por esos ojos que con ternura y comprensión me miraron, por esa mano
oportuna que me levantó, por esos labios cuyas palabras y sonrisas me alentaron, por esos
oídos que escucharon, por ese corazón que, amistad, cariño y amor me dio.
GRACIAS, Señor, también por el éxito que me estimuló, por la salud que me sostuvo, por la
comodidad y diversión que me descansaron.
GRACIAS, Señor… me cuesta trabajo decirlo… por la enfermedad, por el fracaso, por la
desilusión, por el insulto, por el engaño, por la injusticia, por la soledad, por el fallecimiento
del ser querido.
Tú, lo sabes, Señor, cuan difícil fue aceptarlo; quizá estuve a punto de la desesperación,
pero ahora me doy cuenta que todo esto me acercó más a Ti, ¡Tú sabes lo que hiciste!
GRACIAS, Señor, sobre todo por la fe que me has dado en Ti y en los hombres. Por esa fe
que se tambaleó, pero que Tú nunca dejaste de fortalecer, cuántas veces encorvado bajo el
peso del desánimo, me hizo caminar por el sendero de la verdad a pesar de la oscuridad.

6.- UN AÑO INICIA (Anónimo)


Un año inicia… da vuelta otra hoja del libro de mi vida. ¿Qué traerá el año que empieza? Lo
que tú quieras Señor. Pero te pido Fe para mirarte en todo. Esperanza para no desfallecer.
Caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad. Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo. Dame,
Señor; lo que tú sabes me conviene y yo no sé pedir, que pueda yo amarte cada vez más en
mis hermanos. Que sea yo grande en lo pequeño. Que siempre tenga el corazón alerta, el
oído atento, las manos y la mente activas, el pie dispuesto. Derrama, Señor, tus gracias,
sobre toda la humanidad. Que la humanidad entera se unan en una hermandad de
solidaridad los unos con los otros.

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7.- “EL GENERAL DE CHOCOLATE” DE JOSÉ GONZÁLEZ TORICES.
El General de Chocolate después de leer una carta de lo más especial, los tres hombres más
buenos del mundo se quedaron sorprendidos, anodadados y patidispuestos.
El REY MELCHOR se tiraba de los cuatro blancos pelos de la barba. El REY GASPAR
contaba una y otra vez, muy nervioso, los dedos de su mano derecha. El REY BALTASAR se
rascaba la cabeza como si le picara la rodilla.
El rey Melchor gritó: -¡Eso no es posible! El rey Gaspar gritó: -¡Eso no es posible! El rey
Baltasar dijo: -Pensemos un poco. Un poco más. Y así, los tres Reyes Magos pensaron tres
días más. Pensaban cuando dormían. Pensaban cuando comían. Pensaban cuando daban
de beber a sus camellos. Pensaban. Pensaban. Pensaban.
El rey Baltasar dijo por la mañana: -Ya lo tengo. -¿Qué tienes? -preguntaron Melchor y
Gaspar a la vez. -Que se le manda lo que nos pide la carta -dijo el rey Baltasar. -¡Ah, no! Eso
no -negó el rey Melchor. -¡Ah, no! Eso no -negó el rey Gaspar. El rey Baltasar, entonces,
convenció a sus compañeros de que lo mejor era mandar un paje a Sisaltomecaigo, el país
del general Masables.
El paje tendría la misión de informar sobre quién era el general y lo que pretendía, al pedirles,
en aquella carta, que le regalaran un camión de bombas. Y se envió, en misión muy especial
y secreta, al paje Todolosé, quien regresó siete días después para contar a los Reyes Magos
todo lo que había averiguado.
El espía de sus majestades les dijo: - El general Masables es un hombre muy gordo. Se pasa
todo el día comiendo gallos, codornices y pasteles de nata con piñones. Tiene mal genio.
Cuando se enfada, hasta los árboles tiritan de miedo perdiendo sus hojas. Es muy avaro; y un
envidioso. Ahora se le ha metido en la cabeza que quiere apoderarse de la nación de
Milpaces.
Pretende arrebatarles un gallo llamado Quiquirico. El gallo Quiquirico es el único reloj
despertador de Milpaces. Como no se lo quieren vender ni entregar por las buenas, les ha
amenazado con destruirles sus tierras y arrasar, desde el aire, sus viviendas. -Tiene el
corazón de madera -dijo el rey Melchor. -Tiene el corazón de piedra -dijo el rey Gaspar. -Tiene
el corazón de hiedra -dijo el rey Baltasar. Gaspar, releyendo la carta, insistió: -Aquí dice que
le mandemos un camión de bombas. -Bombas de verdad -recalcó el acento de Melchor.
-Pues bombas le empaquetamos -dijo sonriendo pícaramente Baltasar-. No podemos
defraudarle.
Entonces los tres Magos se pusieron a fabricar bombas y más bombas. El paje Todolosé se
acercó a los Reyes y les dijo: -Tenemos una protesta del pueblo de Malgatos. Se quejan los
labradores de que les han desaparecido de sus almacenes muchos sacos de harina. -Ya
solucionaremos más tarde su problema -contestó el rey Gaspar mientras fabricaba las
bombas.
El paje Todolosé les dijo en otra ocasión: -Los habitantes del pueblo de Tontarón se quejan de
que les han desaparecido de sus casas los sacos de azúcar. -Ya solucionaremos más tarde
su problema -contestó el rey Baltasar mientras preparaba las bombas encargadas. Y así,
fabricando bombas y más bombas, llegaron hasta el mismo día cinco de enero, noche de
Reyes.
Cargaron en cien camellos las municiones y se pusieron en camino hacia la nación del
general Masables. Cuando llegaron a su palacio, dejaron en un rincón de la ventana las
bombas solicitadas. El general Masables, al despertar, se puso muy contento: ya podía
comenzar la batalla. Ya podía empezar a destruir las calles, las casas y las escuelas de la
nación de Milpaces.

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Estaba muy contento el militar. Pronto de apoderaría del gallo Quiquirico. Su estómago
saltaba de alegría. Por la tarde, cargó de bombas a setecientos setenta y siete aviones de
combate. Con ellos, se dispuso a atacar a la nación de Milpaces. Desde el aire las iba
arrojando. Al caer de lo alto, los explosivos de fueron abriendo. De su interior salía todo tipo
de golosinas: caramelos, bollos, pasteles muy variados, etc.
El general, al comprobar lo que estaba ocurriendo, se mordía de rabia las uñas de los dedos
y gritaba muy enfadado: -¡Me han engañado! Los Reyes Magos, desde el suelo, se lo
estaban pasando "bomba". Ellos habían cumplido. Le había traído lo que en la carta pidió. El
general regresó a su nación avergonzado. -Soy tonto. Un tonto -voceaba dándose golpes en
la nariz.
Una noche, cuando el general estaba haciendo planes para atacar de nuevo, le llegó el
hambre al estómago. Y como era muy golozo y comilón, probó una de aquellas bombas tan
dulces. Aquella bomba, mientras dormía, le fue recorriendo el cuerpo por dentro hasta
colocarse en el mismo centro de su corazón. Y el corazón - dicen unos-se le convirtió en
chocolate. Hoy le llaman “el General de Chocolate”, pues nunca un hombre, desde entonces,
desde la llegada de los Reyes Magos, fue tan bueno.
Los tres Reyes ahora siguen por otros caminos. Van dejando en los pueblos de Malgatos y
Tonratón los sacos de harina y azúcar que les quitaron para fabricar las bombas de golosinas.
Y también, claro que sí, todos los pedidos de miles y miles de niños y niños que no pegan ojo,
esperando que por la mañana, los zapatos se llenen de regalos y pelos de camello. ¡Qué
cosas pasan, qué cosas, a ver si con estas prisas, los Reyes Magos ni tienen tiempo de
probar un poquito de roscón!

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8.- UN GRAN CUENTO DE NAVIDAD
Nunca ha habido un hombre más avaro que el señor Scrooge. Su oficio era de el prestamista.
Y a las pobres gentes les quitaba todas sus poseciones cuando no podían devólreselos.
Además, odia la navidad.
Por eso aquel 24 de diciembre, cuando oyó a unos niños que cantaban villancicos , abrió la
ventana del despacho y amenazándolos con su bastón, les gritó: - ¿Largo de aquí - ¡Feliz
Navidad, señor! - Dijeron los niños. -¡BAH! – exclamó Scrooge-. ¡paparruchas!.
Mientras tanto su empleado, el pobre Bob Cratchit, pasaba un frío terrible, porque Scrooge no
quería gastarse ni un centavo en calefacción.
Aun así, Bob estaba contento, porque era el día de Noche Buena. Y aunque apenas ganaba
dinero para mantener a su mujer y a sus cinco hijos, pensaba celebrarlo todos juntos. Pero
aquella noche le esperaba a Scrooge muchas sorpresas. La primera la tuvo al llegar a su
casa, cuando vio que el llamador de su puerta se convertía por un momento en la cara de su
difunto socio Jacobo Marley que había sido un tipo tan miserable como el propio Scrooge
¡Es imposible! - pensó el avaro- Mi socio murió tal día como hoy hace siete años.
¡Esto debe ser una alucinación! Pero nada más. Al meterse a la cama a Scrooge le pareció
oír que se arrastraba por la casa una pesada cadena - Oh Dios- exclamó- ¡debo tener fiebre!
Sin embargo su rostro cambió de color cuando un espectro atravesó la pared y se presentó
ante él . ¡Era el fantasma de Marley! Y arrastraba una larga cadena formada por cajas de
caudales y libros de contabilidad.
¿Qué quiéres? preguntó Scrooge - Ayudarte - dijo el espectro - ayudarte para que no te
ocurra lo que a mí me ocurrió y te condenes a una cadena como esta.
¿Y cómo vas a hacerlo?
- No lo haré yo, si no tres espíritus que te visitaran. Adiós y buena suerte.
Aquella misma noche Scrooge tuvo la primera visita. - Soy el espíritu de las Navidades
pasadas - se presentó el espectro- Y voy a llevarte a través del tiempo para que contemples
algunas Navidades de tu vida. Dicho esto, Scrooge y el espíritu volaron por el aire.
Y casi al momento el avaro pudo verse así mismo cuando era niño y participaba de la alegría
de la fiesta. Scrooge se acordó de los pobres niños a los que había amenazado esa mañana
y se arrepintió.
Después visitaron una navidad en la que Scrooge fue muy feliz .
En aquella época era joven y estaba enamorado de la hija de su patrón. - Qué bueno era mi
jefe - ¡Y cuánto yo quería a su hija! -exclamó- Pero entonces recordó dos cosas: Que su
avaricia le hizo romper con aquella joven y que él era un tirano con su pobre empleado.
Scrooge volvió al lecho rendido por la fatiga y la pena. Cuando despertó, su mísera y oscura
casa se había transformado. Había luces por todas partes.
Y una montaña de manjares llenaba la habitación. Un simpático giganton saludó a Scrooge ,
diciendo: Yo soy el espíritu de la Navidad presente ¿te gustaría conocerme mejor? Al instante
Scrooge y el espíritu volaban sobre las animadas calles de la ciudad.
Las gentes iban de un lado para otro y se saludaban con afecto, de vez en cuando el gigante
derramaba sobre ellas la luz de una antorcha que les hacia estar aun más alegres ¡Era el
espíritu Navideño!
El espíritu quiso que Scroge visitara la humilde vivienda de su empleado Bob, donde
celebraban la navidad con alegría. Y el más alegre era un niño que parecía muy enfermo.
¿qué le pasa? - preguntó Scrooge- Se llama Tiny Tim - dijo el espíritu - Y dudo que vea la
próxima navidad. Mi colega, el espíritu de las Navidades futuras te lo podrá decir. ¿Ya te vas?

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- gimió Scrooge - ¿No puedes quedarte un poco más ? ¡Me lo he pasado tan bien! mi vida es
corta - solo dura un día - dijo el espíritu -Y al momento desapareció.
El avaro quedó postrado sobre la nieve. Tenía mucho miedo de lo que el próximo espíritu
pudiera mostrarle. Y es en ese momento que una campana dio las doce y un majestuoso y
siniestro fantasma avanzó en dirección a Scrooge. - El espíritu del futuro- dijo Scrooge -
¿dónde yo me encontraré la próxima navidad?. Por toda respuesta el fantasma condujo al
avaro a una miserable habitación cubierta con una sábana. El fantasma señaló el bulto pero
Scrooge no tuvo el valor de levantar la sábana.
En lugar de eso, preguntó ¿Y Tiny Tim? ¿se ha podido curar? Sin hablar el fantasma llevó a
Scrooge hasta el cementerio. Allí vio a Bob y a su mujer llorando ante la tumba de su hijo. Y
vio también su propia sepultura. El hombre muerto de la habitación era el mismo.
No, No - Lloró Scroge - ¡No puede ser ! De pronto Scrooge se despertó . Estaba ya en su
cama. Y estaba vivo,corrió a la ventana y a un niño que pasaba le preguntó en qué día
estaban - dijo el niño- ¡El día de Navidad! ¡los espíritus lo han hecho todo en una noche! ¡Viva
soy hombre nuevo! Scrooge había aprendido la lección y estaba dispuesto a cambiar por
completo. Como primera medida se vistió elegantemente.
Luego alquiló un trineo, lo llenó de regalos, contrató a niños para que empujaran el trineo y se
dedicó a repartir obsequios y no dejando de repartir ¡Feliz Navidad! y por último se dirigió a la
casa de su empleado Bob y dijo -¡felices Pascuas!- y le dijo voy a aumentar tu sueldo y Tiny
Tim tendrá los mejores médicos. desde ese entonces se dice que si alguien posee la
sabiduría adecuadamente de Navidad ese hombre es Scrooge.

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9.-LAS ZAPATILLAS DORADAS
Faltaban sólo cuatro días para Navidad. Aún no sentía el espíritu de la ocasión, a pesar de
que el estacionamiento de la tienda de descuentos estaba repleto. Dentro de la tienda era
peor. Los carros de compras y los clientes de última hora causaban atascos en los pasillos.
¿Para qué vine hoy a la ciudad? Me pregunté. Los pies me dolían casi tanto como la cabeza.
Tenía una lista de varias personas que decían no querer nada, pero yo sabía que se
quedarían ofendidas si no les compraba algo.
Comprar regalos no tenía nada de entretenido para mí. Estaba comprando para gente que
tenía de todo, y los precios eran exorbitantes.
Llené mi carro de compras a toda prisa con esas cosas de último momento y me dirigí a las
cajas. Escogí la que tenía la fila más corta, pero tendría que esperar al menos veinte minutos
para llegar a la caja.
Delante mío había un niño y una niña. El niño tenía unos cinco años y la niña era un poco
menor. Él llevaba un abrigo harapiento y unos tenis viejos y enormes que sobresalían debajo
de unos pantalones que le quedaban muy cortos. En sus manos, que estaban muy sucias,
tenía varios billetes de un dólar todos arrugados.
La ropa de la niña se parecía a la de su hermano. Su cabeza era una maraña de pelo
ondulado. En la cara se le veían restos de la cena. Llevaba en las manos un hermoso par de
zapatillas doradas para la casa. Se oía música navideña en el equipo de sonido del almacén
y la niñita tarareaba feliz y desafinadamente.
Cuando llegamos a la caja, la niña puso los zapatos con mucho cuidado sobre el mostrador.
Los sostenía como si se tratara de un tesoro. La cajera marcó la cuenta.
-Son seis dólares con nueve centavos -dijo.
El niño puso sus billetes arrugados sobre el mostrador mientras buscaba más en los bolsillos
de su pantalón. Consiguió reunir 3 dólares con 12 centavos.
-Supongo que tendremos que devolverlas -dijo valientemente. Volveremos después, quizá
mañana.
En cuanto oyó eso, la niña dijo con un leve sollozo:
-Pero a Jesús le habrían encantado esas zapatillas.
-Bueno, volveremos a casa y trabajaremos un poco más. No llores, volveremos después -le
aseguró su hermano.
En ese instante le pasé tres dólares a la cajera. Esos niños habían esperado un largo rato en
la fila, y a fin de cuentas, era Navidad.
De repente un par de brazos me rodearon y una vocecita exclamó:
-Muchas gracias, señora.
-¿A qué te referías cuando dijiste que a Jesús le habrían gustado esos zapatos? -pregunté.
El niño respondió:
-Nuestra mamá está enferma y se va a ir al Cielo. Papá dijo que es posible que se vaya a vivir
con Jesús antes de Navidad.
La niña añadió:
-En la escuela dominical, mi profesora me dijo que las calles del cielo son doradas, como
estas zapatillas. ¿No le parece que mi mamá se vería hermosa caminando por esas calles
con zapatos del mismo color?
Los ojos se me aguaron al fijarme en la carita manchada por las lágrimas.
-Sí -le respondí-, no me cabe duda.
En ese momento le agradecí a Dios en silencio que se valiera de esos niños para recordarme
lo que significa dar.

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10.- DOS BEBES EN EL PESEBRE
En 1994 dos americanos respondieron a una invitación que les hiciera llegar el Departamento
de Educación de Rusia, para enseñar moral y ética en las escuelas públicas, basada en
principios bíblicos., Debían enseñar en prisiones, negocios, el departamento de bomberos, de
la policía y en un gran orfanato.
En el orfanato había casi 100 niños y niñas que habían sido abandonados, y dejados en
manos del Estado. De allí surgió esta historia relatada por los mismos visitantes:
Se acercaba la época de las fiestas de 1994, los niños del orfanato iban a escuchar por
primera vez la historia tradicional de Navidad. Les contamos acerca de María y José llegando
a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo,
donde finalmente el niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre.
A lo largo de la historia, los chicos y los empleados del orfanato no podían contener su
asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Una
vez terminada la historia, les dimos a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que
hicieran un tosco pesebre. A cada chico se le dio un cuadradito de papel cortado de unas
servilletas amarillas que yo había llevado conmigo. En la ciudad no se podía encontrar un
solo pedazo de papel de colores.
Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente
colocando las tiras como paja.
Unos pequeños cuadraditos de franela, cortados de un viejo camisón que una señora
americana se olvidó al partir de Rusia, fueron usados para hacerle la manta al bebé. De un
fieltro marrón que trajimos de los Estados Unidos, cortaron la figura de un bebé.
Mientras los huérfanos estaban atareados armando sus pesebres, yo caminaba entre ellos
para ver si necesitaban alguna ayuda. Todo fue bien hasta que llegué donde el pequeño
Misha estaba sentado. Parecía tener unos seis años y había terminado su trabajo. Cuando
miré el pesebre quedé sorprendido al no ver un solo niño dentro de él, sino dos. Llamé
rápidamente al traductor para que le preguntara por qué había dos bebes en el pesebre.
Misha cruzó sus brazos y observando la escena del pesebre comenzó a repetir la historia
muy seriamente.
Por ser el relato de un niño que había la historia de Navidad una sola vez estaba muy bien,
hasta que llegó la parte donde María pone al bebé en el pesebre. Allí Misha empezó a
inventar su propio final para la historia, dijo: "Y cuando María dejó al bebé en el pesebre,
Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni
papá y que no tenía un lugar para estar.
Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con El. Le dije que no podía, porque no tenía
un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé qué cosa tenía que
pudiese darle a El como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor.
Por eso le pregunté a Jesús: Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para ti? Y Jesús me
dijo: Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido.
Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para
siempre.
Cuando el pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas
empapando sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros
comenzaron a sacudirse en un llanto profundo.
El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él.
¡Alguien que estaría con él para siempre! Y yo aprendí que no son las cosas que tienes en tu
vida lo que cuenta, sino a quienes tienes, lo que verdaderamente importa.

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11.-EL CONEJITO BURLÓN
Vivía en el bosque verde un conejito dulce, tierno y esponjoso. Siempre que veía algún
animal del bosque, se burlaba de él. Un día estaba sentado a la sombra de un árbol, cuando
se le acercó una ardilla.
- Hola señor conejo.
Y el conejo mirando hacia él le sacó la lengua y salió corriendo. ¡Qué maleducado!,- pensó la
ardilla. De camino a su madriguera, se encontró con un cervatillo, que también quiso
saludarlo:
- Buenos días señor conejo; y de nuevo el conejo sacó su lengua al cervatillo y se fue
corriendo. Así una y otra vez a todos los animales del bosque que se iba encontrando en su
camino.
Un día todos los animales decidieron darle un buena lección, y se pusieron de acuerdo para
que cuando alguno de ellos viera al conejo, no le saludara. Harían como sino lo vieran. Y así
ocurrió.
En los días siguientes todo el mundo ignoró al conejo. Nadie hablaba con él ni le saludaba.
Un día organizaron una fiesta todos los animales del bosque, el conejo pudo escuchar el
lugar donde se iba a celebrar y pensó en ir, aunque no le hubiesen invitado.
Aquella tarde cuando todos los animales se divertían, apareció el conejo en medio de la
fiesta. Todos hicieron como sino le veían. El conejo abrumado ante la falta de atención de sus
compañeros decidió marcharse con las orejas bajas. Los animales, sintieron pena del pobre
conejo, y decidieron ir a buscarlo a su madriguera e invitarle a la fiesta. No sin antes hacerle
prometer que nunca más se burlaría de ninguno de los animales del bosque.
El conejo muy contento, prometió no burlarse nunca más de sus amigos del bosque, y todos
se divirtieron mucho en la fiesta y vivieron muy felices para siempre

12
12.-EL NIÑO QUE LO QUIERE TODO
Había una vez un niño que se llamaba Jorge, su madre María y el padre Juan. En el día de
los Reyes Magos se pidió más de veinte cosas. Su madre le dijo: Primero, comprenderás que
los Reyes Magos tienen camellos, no camiones, segundo, no entraría todo en tu habitación, y,
tercero, mira a otros niños… tú piensa en los otros niños, y no te enfades porque tienes que
pedir menos.
El niño se enfadó y se fue a su habitación. Y dice su padre a María: Ay, quiere pedir casi una
tienda entera, y su habitación está llena de juguetes.
María dijo que sí con la cabeza. El niño dijo con la voz baja: Es verdad lo que ha dicho mamá,
debo de hacerles caso, soy muy malo.
Llegó la hora de ir al colegio y dijo la profesora: Vamos a ver, Jorge, dinos cuántas cosas has
pedido.
Y dijo bajito: Veinticinco. La profesora se calló. Cuando terminó todos se fueron y la señorita
le dijo a Jorge que no tenía que pedir tanto. Cuando sus padres se fueron a trabajar, Jorge
cambió inmediatamente la carta, ahora pidió quince cosas. Cuando llegaron sus padres les
dijo que había quitado diez cosas de la lista. Los padres pensaron: Bueno, no está mal.
Y dijeron: ¿Y eso lo vas a compartir con tus amigos?
Jorge dijo: No, porque son míos y no los quiero compartir.
Se dieron cuenta de que no tenían ni Belén ni árbol de Navidad. Y fueron a una tienda, pero
se habían agotado. Fueron a todas partes, pero nada. El niño mientras iba en el coche vio
una estrella y rezó esto: Ya sé que no rezo mucho, perdón, pero quiero encontrar un Belén y
un árbol de Navidad. De pronto, se les paró el coche, se bajaron, y se les apareció un ángel
que dijo a Jorge: Has sido muy bueno en quitar cosas de la lista así que os daré el Belén y el
árbol.
Pasaron tres minutos y continuó el ángel: Miren en el maletero y veréis. Mientras el ángel se
fue. Juan dijo: ¡Eh, muchas gracias! Pero, ¿qué pasa con el coche? - dijo la madre: ¡Mira, ya
funciona! ¡Se ha encendido solo! Y el padre dio las gracias de nuevo.
Por fin llegó el día tan esperado, el día de los Reyes Magos. Cuando Jorge se levantó y fue a
ver los regalos que le habían traído, se llevó una gran sorpresa. Le habían traído las
veinticinco cosas de la lista. Enseguida, despertó a sus padres y les dijo que quería repartir
sus juguetes con los niños más pobres.
Pasó una semana y el niño trajo a casa a muchos niños pobres. La madre de Jorge hizo el
chocolate y pasteles para todos. Todos fueron muy felices. Y colorín, colorado, este cuento se
ha acabado.

13
13.-UN REGALO DE NAVIDAD
En una pequeña ciudad había una sola tienda que vendía árboles de Navidad. Allí se podían
encontrar árboles de todos los tamaños, formas y colores.
El dueño de la tienda había organizado un concurso para premiar al arbolito más bonito y
mejor decorado del año y lo mejor de todo, es que sería el mismo San Nicolás quien iba a
entregar el premio, el día de Navidad.
Todos los niños de la ciudad querían ser premiados por Santa y acudieron a la tienda a
comprar su arbolito para decorarlo y poder concursar.
Los arbolitos se emocionaban mucho al ver a los niños y decididos a ser el elegido, les
gritaban:¡A mí... a mí... mírame a mí ¡
Cada vez que entraba un niño a la tienda era igual, los arbolitos comenzaban a esforzarse
por llamar la atención y lograr ser escogidos.
¡A mí que soy grande!... ¡no, no a mí que soy gordito!... o ¡a mí que soy de chocolate!... o ¡a
mí que puedo hablar!. Se oía en toda la tienda.
Pasando los días, la tienda se fue quedando sin arbolitos y sólo se escuchaba la voz de un
arbolito que decía:
¡A mí, a mí... que soy el más chiquito!.
A la tienda llegó, casi en vísperas de Navidad, una pareja muy elegante que quería comprar
un arbolito.
El dueño de la tienda les informó que el único árbol que le quedaba era uno muy pequeñito.
Sin importarles el tamaño, la pareja decidió llevárselo.
El arbolito pequeño se alegró mucho, pues al fin, alguien lo iba a poder decorar para Navidad
y podría participar en el concurso.
Al llegar a la casa grande, donde vivía la pareja, el arbolito se sorprendió:
¿Cómo siendo tan pequeño, podré lucir ante tanta belleza y majestuosidad?.
Una vez que la pareja entra a la casa, comenzaron a llamar a la hija:
¡Regina!... ven... ¡hija!... te tenemos una sorpresa.
El arbolito escuchó unas rápidas pisadas provenientes del piso de arriba. Su corazoncito
empezó a latir con fuerza. Estaba dichoso de poder hacer feliz a una linda niñita.
Al bajar la niña, el pequeño arbolito, se impresionó de la reacción de ella.
¡Este es mi arbolito!... Yo quería un árbol grande, frondoso, enorme hasta el cielo para
decorarlo con miles de luces y esferas. ¿Cómo voy a ganar el concurso con este arbolito
enano? Dijo la niña rompiendo en llanto.
Regina, era el único arbolito que quedaba en la tienda. Explicó su padre.
¡No lo quiero!...es horrendo... ¡no lo quiero! Gritaba furiosa la niña.
Los padres, desilusionados, tomaron al pequeño arbolito y lo llevaron de regreso a la tienda.
El arbolito estaba triste porque la niña no lo había querido pero tenía la esperanza de que
alguien vendría por él y podrían decorarlo a tiempo para la Navidad.
Unas horas más tarde, se escuchó que abrían la puerta de la tienda.
¡A mí... a mí... que soy el más chiquito -Gritaba el arbolito lleno de felicidad.
Era una pareja robusta, de grandes cachetes colorados y manos enormes.
El señor de la tienda les informó que el único árbol que le quedaba era aquel pequeñito de la
ventana.
La pareja tomó al arbolito y sin darle importancia a lo del tamaño, se marchó con él.
Llegando a la casa, el arbolito vio como salían a su encuentro dos niños gordos que gritaban:
¿Lo encontraste papi?... ¿Es cómo te lo pedimos mami?
Al bajar los padres del coche, los niños se le fueron encima al pequeño arbolito.
¿Y qué pasó después? Acaben la historia. Consulten a la familia...

14
14.-UN COCINERO EN NAVIDAD
En sueños, se vio a sí mismo convertido en Papá
Noel, con un abultado saco al hombro y viajando a
bordo de un trineo que se deslizaba tirado por una
fuerza invisible, sin ciervos ni renos. No sabía hacia
donde se dirigía pero parecía que el trineo sí sabía
cuál era su lugar de destino.
Finalmente, el trineo se detuvo ante la puerta de una
rústica casita en el bosque, de cuya chimenea escapaba un inmaculado y cálido humo
blanco. Llamó a la puerta y ésta se abrió inmediatamente, pero nadie apareció tras ella. El
cocinero entró y se encontró un salón con decorado navideño, lo que le provocó una profunda
y tierna sensación hogareña.
Allí había una chimenea encendida que iluminaba toda la habitación con sus llamas y de ella
colgaban varios calcetines que esperaban a estar llenos de regalos. En el centro del comedor
había una acogedora mesa, con velas encendidas y con todo dispuesto para ser cubierta con
ricos manjares. En la casita no había nadie pero, sin embargo, se sentía acompañado por
presencias invisibles.
Depositó el saco en el suelo y empezó a latir su corazón a gran velocidad y a temblarle las
manos mientras abría la bolsa que no sabía lo que contenía sentado en una mullida butaca
junto a la chimenea. Lo primero que apareció fue una bella sopera con una reconfortante
sopa de crema, hecha con una gallina entera, aderezada con unos diminutos dados de su
pechuga.
Levantó la tapa y una oleada de vapor repleto de aromas empañó sus gafas. Después, un
dorado y casi líquido queso Camembert hecho al horno, con aromas de ajo y vino blanco,
acompañado de un crujiente pan hizo que su boca se llenara de agua; hundió la nariz en él y
lo depositó sobre la mesa.
Su tercer hallazgo fue una pierna de cerdo rellena con ciruelas pasas, que venía acompañada
de un sinfín de guarniciones, cada cual más apetitosas: cremoso puré de patata aromatizado
con aceite de ajo y con mostaza, salsas agridulces y chutneys irresistibles, compota de
manzana con vinagre y miel... ¡de ensueño!.
Dispuso la inmensa fuente en el centro de la mesa y aspiró los intensos aromas que aquella
sinfonía de contrastes culinarios le ofrecía. En un rincón del salón, reparó en una mesita
auxiliar dispuesta para los postres y allí colocó un crujiente strudel de manzana y nueces y
una espectacular anguila de mazapán, una dulcera de cristal que albergaba una deliciosa
compota de Navidad al Oporto y un insólito helado de chocolate.
Apenas podía creer lo que estaba sucediendo, se sentía embargado por la emoción. El menú
tocaba a su fin y comprendió que era hora de abandonar aquella cálida casita, para dejar que
sus moradores disfrutaran en la intimidad de las exquisitas viandas que había traído en su
saco.
Pensó que los manjares se enfriarían si no lo hacían pronto, pero comprendió que el calor,
material y espiritual, que invadía todos y cada uno de los rincones de la estancia se
encargaría de mantenerlos a la temperatura adecuada. Como toque final a su visita, llenó los
calcetines de la chimenea con figuritas de mazapán, y turrones, que sin duda harían las
delicias de los niños... y de los menos niños.
Le despertó el borboteo de un caldo que había dejado en el fuego y que amenazaba con
desbordar el puchero. Era ya de madrugada, pero aún tenía tiempo de ponerse manos a la
obra y elaborar el menú de la casita del bosque. La fuerza invisible que guiaba el trineo no
era otra cosa que el amor que el cocinero sentía por el mundo de la cocina.
Tatiana Suárez -

15
15.- EL CASCANUECES Y EL REY DE LOS RATONES
El mago llegó con su sobrino, Fritz, y una gran caja de sorpresas de la que fueron saliendo
sucesivamente un soldado bailarín, una muñeca y un oso polar con su cría. Clara quería
quedarse con la muñeca, pero su madre le explicó que es imposible.
La niña comenzó a llorar desconsoladamente y Drosselmeyer sintiendo la pena de la niña, la
sorprendió con un regalo especial: un gran cascanueces de madera. Su hermano recibió el
Rey de los Ratones. En una pelea entre hermanos, se rompe el Cascanueces, pero
Drosselmeyer, lo arregla con una venda y lo deja casi perfecto.
Cuando la fiesta termina, los invitados se van y el pequeño Cascanueces se queda junto al
árbol de Navidad. Antes de la medianoche, la niña baja para ver a su Cascanueces, pero al
quedarse dormida comienza a soñar que todo cobra vida a su alrededor:
Aparece el Rey de los Ratones y su banda de roedores que aterrorizan a la niña. Pero de
pronto llegan los soldaditos de juguete comandados por el cascanueces para defender a
Clara. Fritz los ayuda como capitán de artillería y la niña se siente protegida por estos nuevos
amigos. Sin embargo comienzan a perder la batalla. Clara se arma de coraje y lanza una de
sus zapatillas al Rey de los Ratones. Lo derriba, el Cascanueces lo mata y los ratones huyen.
Es entonces cuando el Cascanueces se transforma en un hermoso príncipe e invita a Clara y
a Fritz a un viaje a través del bosque encantado. Al llegar al bosque, se encuentran con el rey
y la reina de las nieves quienes bailan para ellos junto a los copos de nieve. La danza se va
convirtiendo en un torbellino y finalmente impulsa al trineo, con el príncipe, Clara y Fritz a
bordo, hacia un lugar lleno de magia.
Clara, Fritz y el príncipe llegan al reino de los confites, donde los recibe un hada. Allí el hada
pide al príncipe que narre sus aventuras como Cascanueces y tras esto, comienza una fiesta
maravillosa que culmina en un baile entre el príncipe y el hada. Clara y Fritz vuelven de
regreso a la realidad en su trineo.

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16.- EL HOMBRE DE JENGIBRE.
La cocina se llenó del olor dulce de especias, y cuando el hombre de jengibre estaba
crujiente, la vieja abrió la puerta del horno. El hombre de jengibre saltó del horno, y salió
corriendo, cantando
- ¡Corre, corre, tan pronto como puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!
La vieja corrió, pero el hombre de jengibre corrió más rápido. El hombre de jengibre se
encontró con un pato que dijo:
- ¡Cua, cua! ¡Hueles delicioso! ¡Quiero comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió corriendo. El pato lo persiguió balanceándose, pero el
hombre de jengibre corrió más rápido. Cuando el hombre de jengibre corrió por las huertas
doradas, se encontró con un cerdo que cortaba paja. El cerdo dijo:
- ¡Para, hombre de jengibre! ¡Quiero comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió corriendo. El cerdo lo persiguió brincando, pero el hombre
de jengibre corrió más rápido. En la sombra fresca del bosque, un cordero estaba picando
hojas. Cuando vio al hombre de jengibre, dijo:
- ¡Bee, bee! ¡Para, hombre de jengibre! ¡Quiero comerte!
Pero el hombre de jengibre siguió corriendo. El cordero lo persiguió saltando, pero el hombre
de jengibre corrió más rápido. Más allá, el hombre de jengibre podía ver un río ondulante.
Miró hacia atrás sobre el hombro y vio a todos los que estaban persiguiéndole.
- ¡Paa! ¡Paa! exclamó la vieja.
- ¡Cua, cua! graznó el pato.
- ¡Oink! ¡Oink! gruñó el cerdo.
- ¡Bee! ¡bee! — baló el cordero
Pero el hombre de jengibre se rió y continuó hacia el río. Al lado del rio, vio a un zorro. Le dijo
al zorro:
- He huido de la vieja, del pato, del cerdo y el cordero. ¡Puedo huir de tí también! ¡Corre,
corre, tan pronto como puedas! No puedes alcanzarme. ¡Soy el hombre de jengibre!
Pero el zorro astuto sonrió y dijo:
- Espera, hombre de jengibre. ¡Soy tu amigo! Te ayudaré a cruzar el río. ¡Échate encima de la
cola!
El hombre de jengibre echó un vistazo hacia atrás y vio a la vieja, al pato, al cerdo y al
cordero acercándose. Se echó encima de la cola sedosa del zorro, y el zorro salió nadando
en el río. A mitad de camino, el zorro le pidió que se echara sobre su espalda para que no se
mojara. Y así lo hizo. Después de unas brazadas más, el zorro dijo:
- Hombre de jengibre, el agua es aun más profunda. ¡Échate encima de la cabeza!
- ¡Ja, Ja! Nunca me alcanzarán, ahora rió el hombre de jengibre.
- ¡Tienes la razón! chilló el zorro.
El zorro echó atrás la cabeza, tiró al hombre de jengibre en el aire, y lo dejó caer en la boca.
Con un crujido fuerte, el zorro comió al hombre de jengibre.
La vieja regresó a casa y decidió hornear un pastel de jengibre en su lugar.

17
17.- LA PEQUEÑA VENDEDORA DE FÓSFOROS.
¡Qué frío hacía! Nevaba y comenzaba a oscurecer; era la última noche del año, la noche de
San Silvestre. Bajo aquel frío y en aquella oscuridad, pasaba por la calle una pobre niña,
descalza y con la cabeza descubierta... Verdad es que al salir de su casa llevaba zapatillas,
pero, ¡de qué le sirvieron!
Eran unas zapatillas que su madre había llevado últimamente, y a la pequeña le venían tan
grandes, que las perdió al cruzar corriendo la calle para librarse de dos coches que venían a
toda velocidad.
Una de las zapatillas no hubo medio de encontrarla, y la otra se la había puesto un
mozalbete, que dijo que la haría servir de cuna el día que tuviese hijos. Y así la pobrecilla
andaba descalza con los desnudos piececitos completamente amoratados por el frío.
En un viejo delantal llevaba un puñado de fósforos, y un paquete en una mano. En todo el
santo día nadie le había comprado nada, ni le había dado una mísera moneda; volvíase a su
casa hambrienta y medio helada, ¡y parecía tan abatida, la pobrecilla!
Los copos de nieve caían sobre su largo cabello rubio, cuyos hermosos rizos le cubrían el
cuello. En un ángulo que formaban dos casas -una más saliente que la otra-, se sentó en el
suelo y se acurrucó hecha un ovillo.
Encogía los piececitos todo lo posible, pero el frío la iba invadiendo, y, por otra parte, no se
atrevía a volver a casa, pues no había vendido ni un fósforo, ni recogido un triste céntimo. Su
padre le pegaría, además de que en casa hacía frío también; sólo los cobijaba el tejado, y el
viento entraba por todas partes, pese a la paja y los trapos con que habían procurado tapar
las rendijas.
Tenía las manitas casi ateridas de frío. ¡Ay, un fósforo la aliviaría seguramente! ¡Si se
atreviese a sacar uno solo del manojo, frotarlo contra la pared y calentarse los dedos! Y sacó
uno: «¡ritch!». ¡Cómo chispeó y cómo quemaba! Dio una llama clara, cálida, como una
lucecita, cuando la resguardó con la mano; una luz maravillosa.
Le pareció a la pequeñuela que estaba sentada junto a una gran estufa de hierro, con pies y
campana de latón; el fuego ardía magníficamente en su interior, ¡y calentaba tan bien! La niña
alargó los pies para calentárselos a su vez, pero se extinguió la llama, se esfumó la estufa, y
ella se quedó sentada, con el resto de la consumida cerilla en la mano.
Encendió otra, que, al arder y proyectar su luz sobre la pared, volvió a ésta transparente
como si fuese de gasa, y la niña pudo ver el interior de una habitación donde estaba la mesa
puesta, cubierta con un blanquísimo mantel y fina porcelana.
Un pato asado humeaba deliciosamente, relleno de ciruelas y manzanas. Y lo mejor del caso
fue que el pato saltó fuera de la fuente y, anadeando por el suelo con un tenedor y un cuchillo
a la espalda, se dirigió hacia la pobre muchachita. Pero en aquel momento se apagó el
fósforo, dejando visible tan sólo la gruesa y fría pared.
Encendió la niña una tercera cerilla, y se encontró sentada debajo de un hermosísimo árbol
de Navidad. Era aún más alto y más bonito que el que viera la última Nochebuena, a través
de la puerta de cristales, en casa del rico comerciante.
Millares de velitas, ardían en las ramas verdes, y de éstas colgaban pintadas estampas,
semejantes a las que adornaban los escaparates. La pequeña levantó los dos bracitos... y
entonces se apagó el fósforo.
Todas las lucecitas se remontaron a lo alto, y ella se dio cuenta de que eran las rutilantes
estrellas del cielo; una de ellas se desprendió y trazó en el firmamento una larga estela de
fuego.

18
- Alguien se está muriendo- pensó la niña, pues su abuela, la única persona que la había
querido, pero que estaba muerta ya, le había dicho-:
- Cuando una estrella cae, un alma se eleva hacia Dios.
Frotó una nueva cerilla contra la pared; se iluminó el espacio inmediato, y apareció la anciana
abuelita, radiante, dulce y cariñosa.
-¡Abuelita! -exclamó la pequeña-. ¡Llévame, contigo! Sé que te irás también cuando se
apague el fósforo, del mismo modo que se fueron la estufa, el asado y el árbol de Navidad.
Se apresuró a encender los fósforos que le quedaban, afanosa de no perder a su abuela; y
los fósforos brillaron con luz más clara que la del pleno día.
Nunca la abuelita había sido tan alta y tan hermosa; tomó a la niña en el brazo y, envueltas
las dos en un gran resplandor, henchidas de gozo, emprendieron el vuelo hacia las alturas,
sin que la pequeña sintiera ya frío, hambre ni miedo. Estaban en la mansión de Dios Nuestro
Señor.
Pero en el ángulo de la casa, la fría madrugada descubrió a la chiquilla, rojas las mejillas, y la
boca sonriente... Muerta, muerta de frío en la última noche del Año Viejo.
La primera mañana del Nuevo Año iluminó el pequeño cadáver, sentado, con sus fósforos, un
paquetito de los cuales aparecía consumido casi del todo. «¡Quiso calentarse!», dijo la gente.
Pero nadie supo las maravillas que había visto, ni el esplendor con que, en compañía de su
anciana abuelita, había subido a la gloria del Año Nuevo.

19
18.-LOS CALCETINES DE SAN NICOLÁS
Hazan, Sila y Nor eran tres niñas turcas muy pobres, que vivían junto a su padre en una
humilde casa. El padre estaba muy triste, porque sus hijas crecían y él se daba cuenta de que
no iba a tener dinero suficiente para pagar una dote el día que quisieran casarse, ya que era
típico en Turquía pagar una dote por cada hija casadera.
Las chicas eran tan pobres, que no tenían calzado, y en invierno, tenían que andar por la
nieve con unos simples calcetines. Pasaron los años y las niñas se convirtieron en unas
adorables jovencitas.
La noche del 24 de diciembre, llegaron de la calle y se quitaron los calcetines empapados.
Los pusieron a secar junto a la chimenea. Las hermanas, empezaron a llorar. Su padre les
preguntó qué les pasaba, y la mayor contestó:
- Me he enamorado de un soldado, papá, pero no me puedo casar porque no tengo dote.
- Yo me enamoré de un maestro- dijo la mediana- pero no podré casarme por falta de dinero.
- Y yo... -continuó la más pequeña- me enamoré de un músico, pero al no tener dote, no
puedo hacer nada.
El padre bajó la cabeza muy triste, y todos se fueron a dormir. Lo que no sabían es que
Nicolás, un obispo bondadoso que vivía en su mismo pueblo, había escuchado todo desde el
otro lado de la ventana. Conmovido, se le ocurrió que podía ayudar. Esa noche, Nicolás se
puso su capa y su gorro rojo y entró en la casa de las muchachas por la chimenea. Dejó un
saco con dinero en cada calcetín de las chicas.
A la mañana siguiente, las muchachas se encontraron el dinero, y locas de alegría, corrieron
a buscar a sus parejas. Ese mismo día, las tres muchachas se casaron, radiantes de
felicidad.
Nicolás, al ver la alegría que había ocasionado ese pequeño gesto, decidió que todos los
años, cada 24 de diciembre, dejaría regalos a todas las personas que pudiera. Con los años
se hizo famoso, pero como nadie sabía quién era en realidad, comenzaron a llamarlo, Santa
Claus.

20
19.- EL AYUDANTE DE SANTA CLAUS, CUENTO SUIZO PARA NIÑOS
Papá Noel recibe cada año todas las cartas de los niños, de todos los países del mundo, y él
las va archivando según lo que piden: muñecos, videojuegos, ropa... Pero tenía una carta que
no podía clasificar... en ella, una niña suiza, Erika, no pedía ni juegos, ni ropa ni material
escolar. Decía lo siguiente:
'Querido Papá Noel: este año no quiero que me traigas ningún juguete, porque mi hermano
es tan malo que siempre me los rompe. Sólo quiero que mi hermano sea bueno y no me
moleste más, ni a mí ni a mi perrita, porque siempre le está haciendo trastadas'.
Papá Noel estaba conmovido. ¿Qué podía hacer para conceder el deseo de la pequeña? Lo
primero que hizo fue buscar en la lista de niños buenos. Y ahí estaba Erika, entre los
primeros nombres. Según ponía en la descripción, Erika ayudaba en casa, hacía sus
deberes, se esforzaba por sacar buenas notas, y por si eso fuera poco, ayudaba a los
ancianos y nunca se peleaba con sus amigos.
Después buscó el nombre de su hermano. Lo que se suponía: Hans no estaba en la lista.
Papá Noel pensó qué hacer. Y entonces se le ocurrió una idea. Recordó que muchos niños
suizos le pedían en sus cartas que atrapara a Krampus, de grandes cuernos y dientes
afilados, que paseaba a sus anchas por el campo atemorizando a todos y llevándose en un
saco gallinas y ovejas.
Papá Noel buscó a Krampus y le encontró en una granja. Era enorme, y muy peludo, y
cargaba a su espalda un enorme saco lleno de gallinas.
- Krampus- le dijo - Necesito que vengas conmigo. Necesito un ayudante para asustar a los
niños que se han portado mal. Pero en lugar de gallinas, les llevarás carbón.
A Krampus le gustó la idea. Le encantaba asustar a los demás, y más aún a los niños. Así
que aceptó.
Esa nochebuena, Hans recibió la visita de Krampus. Él pensó que había sido una pesadilla,
porque se presentó mientras dormía, pero al ver sus regalos a la mañana siguiente, se dio
cuenta de que fue real. En lugar de juguetes, sólo había recibido un montoncito de carbón.
Con este gesto, aprendió la lección, y no volvió a portarse tan mal en casa nunca más.

21
20.-LOS REGALOS DEL NIÑO JESÚS
Franz era un leñador muy pobre, que vivía en una casa en el bosque junto a su mujer,
Matilde, y sus dos hijos pequeños: Alberto y Gisela. Los niños eran muy buenos, pero sus
padres no tenían dinero para comprarles juguetes. Apenas sobrevivían con el pan que
conseguía hacer Matilde.
Ese 24 de diciembre hacía mucho frío. Había caído una fuerte nevada, y sólo les quedaban
cuatro rebanadas de pan para cenar. Pero justo cuando iban a empezar, vieron la cara de un
niñito pequeño asomado a la ventana. Tenía hambre y frío. Le acogieron en su casa y le
dieron las cuatro rebanadas de pan que les quedaban, a pesar de que ellos ese día se
quedaban sin cenar.
Franz salió a cortar un abeto para mantener el fuego de la chimenea encendido toda la noche
y que aquel pequeño, vestido con una túnica blanca hecha jirones, no pasara frío.
El niño, que no decía ni una palabra, se durmió junto al fuego, y la familia también se retiró a
descansar.
Al día siguiente, una melodía de arpas despertó a los pequeños, que fueron corriendo hacia
el salón. Entonces vieron al pequeño que habían acogido en su casa, vestido con una
elegante ropa bordada con hilo de oro. Sobre su cabeza brillaba con fuerza una corona. A su
alrededor, una corte de ángeles hacían sonar arpas y trompetas. Y tras él, un inmenso abeto,
con muchas ramas frondosas de las que colgaban manzanas, nueces y muchos juguetes.
Los niños llamaron a sus padres. Al llegar y ver aquella escena, se dieron cuenta de que
aquel niño en realidad era el niño Jesús, quien, agradecido por la generosidad de esa familia,
les había traído todos aquellos regalos.
Desde ese día, cada 24 de diciembre, todas las familias decoran en casa un abeto, en
recuerdo de aquella historia. De las ramas del árbol cuelgan coloridas manzanas y otros
adornos. Y los niños reciben los regalos que el niño Jesús sigue trayendo cada Navidad.

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21.- LA VERDADERA LEYENDA DE PAPÁ NOEL
Cuenta la historia que Nicolás de Bari nació en el siglo IV en Patara, una ciudad del distrito de
Licia, en lo que actualmente es Turquía, dentro de una familia rica y acomodada.
Desde su niñez, Nicolás destacó por su bondad y generosidad con los más pobres,
preocupándose siempre por el bien de los demás. Siendo todavía muy joven, el muchacho
perdió a sus padres, presas de una epidemia de peste, y se convirtió en el heredero de una
gran fortuna. A sus 19 años, Nicolás decidió dar toda su riqueza a los más necesitados y
marcharse con su tío para dedicarse al sacerdocio.
Allí fue nombrado obispo y se convirtió en santo patrón de Turquía, Grecia y Rusia. Además
fue nombrado Patrono de los marineros porque, cuenta una historia que, estando alguno de
ellos en medio de una terrible tempestad en alta mar y viéndose perdidos, comenzaron a
rezar y a pedir a Dios la ayuda del santo, y las aguas se calmaron.
San Nicolás falleció el 6 de diciembre del año 345. Puesto que esa fecha está muy próxima a
la Navidad, se decidió que este santo era la figura perfecta para repartir regalos y golosinas a
los niños el Día de Navidad. Desde el siglo VI, se empezaron a construir templos en su honor
y en 1087 sus restos fueron llevados a Bari, en Italia.
Posteriormente, en el siglo XII, la tradición católica de San Nicolás creció por Europa, y hacia
el siglo XVII emigrantes holandeses llevaron la costumbre a Estados Unidos, donde se suele
dejar galletas o pasteles caseros y un vaso de leche a Santa Claus.
Por cierto, como curiosidad, el nombre Santa Claus se creó a raíz del nombre del santo en
alemán, San Nikolaus.
El aspecto de San Nicolás de Bari era muy distinto al que se le atribuye hoy: tenía la
contextura delgada y era de gran estatura. Y el hecho de que lo representen siempre con una
bolsa y tenga la fama de repartidor de regalos se debe a que, en cierta ocasión, el santo tuvo
conocimiento de que la hija de uno de sus vecinos iba a casarse y su padre no tenía dinero
para la dote, por lo que decidió entregarle una bolsa con monedas de oro. Así, la boda pudo
celebrarse y, desde entonces, cobró fuerza la costumbre de intercambiar regalos en Navidad.

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22.- NACIMIENTO DEL NIÑO JESÚS
Hace muchos, muchos años, Dios mandó al arcángel Gabriel a visitar a María, una dulce
doncella judía. Gabriel tenía un mensaje para María: 'Vas a tener un hijo y se llamará Jesús.
Será llamado Hijo del Altísimo y reinará para siempre'.
¿Cómo puede ser? - preguntó María - si no he estado con ningún hombre. Y el arcángel le
dijo que aquel niño era el hijo de Dios.
María estaba prometida con un carpintero, de nombre José, quien al principio no creyó la
historia de María y el bebé que llevaba dentro. Sin embargo, el ángel se le apareció en
sueños y le contó lo sucedido. Desde entonces, decidió estar al lado de María.
Era 24 de diciembre y María y, su marido, José iban camino de Belén tal y como había
ordenado el emperador romano César Augusto. José iba caminando y María, a punto de dar
a luz a su hijo, sentaba en un burro.
A su llegada a Belén, María y José buscaron un lugar para alojarse, pero llegaron demasiado
tarde y todos los mesones estaban completos. Finalmente, un buen señor les prestó su
establo para que pasaran la noche.
José juntó paja e hizo una cama para su esposa. Lo que ninguno de los dos imaginaba antes
de trasladarse ese día a Belén es que ese era el momento del nacimiento del Niño Jesús.
Un cuento para niños sobre el origen de la Navidad
Y así nació el Niño Jesús, en un establo, y su madre, la Virgen María le colocó sobre un
pesebre, el lugar donde se ponía la comida de los animales. Al caer la noche, en el cielo
nació una estrella que iluminaba más que las demás y se situó encima del lugar donde estaba
el niño.
Muy lejos de allí, en Oriente, tres sabios astrólogos llamados Melchor, Gaspar y Baltasar,
sabían que esa estrella significaba que un nuevo rey estaba a punto de nacer. Los tres
sabios, a los que conocemos como Los Tres Reyes Magos, fueron siguiendo la brillante
estrella hasta el pesebre de Belén para visitar a Jesús.
Cuando llegaron a su destino, Melchor, Gaspar y Baltasar buscaron el pesebre y le regalaron
al Niño oro, incienso y mirra. Al poco de nacer, el rey Herodes, atemorizado por la noticia de
que había nacido el hijo de Dios, mandó matar a todos los bebés. María y José huyeron a
Egipto y volvieron tiempo después, cuando Herodes murió. Se instalaron en Nazaret y allí
pasó su infancia Jesús.
Hoy en día, de la misma forma que Los Reyes de Oriente llevaron regalos a Jesús, la noche
del 24 de diciembre Papá Noel, y la noche del 5 de enero los Reyes Magos, llevan regalos a
todas las casas para conmemorar el nacimiento del Niño.

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23.-UNA NAVIDAD EN EL BOSQUE.
Érase una vez un bonito pueblo en medio de un frondoso y colorido bosque habitado por
unos alegres animales. Cada año, con la caída de las primeras nieves y la llegada de las
estrellas de luz, se reunían en torno al Gran Árbol para preparar la Navidad y conocer una de
las noticias más esperadas de la temporada.
Todas las actividades que realizaban en aquella época tenían como objetivo la convivencia, el
fomento de la amistad y la diversión.
Cuento navideño sobre el egoísmo
El concurso de cocina navideña, organizado por la Señora Ardilla, hacía las delicias de los
más comilones. Los más pequeños participaban en la tradicional Carrera de Hielo, que tenía
lugar en el lago helado y acudían cada tarde a los ensayos de la Señorita Ciervo, encargada
del coro que alegraba con sus villancicos todos los rincones del bosque.
Y, por supuesto, estaba lo mejor noche de todas: la Nochebuena, en la que se representaba
una obra de teatro que tenía como tema central la amistad. El Señor Búho, como director de
la escuela de teatro, seleccionaba una pieza de entre todas las que enviaban los animales
aspirantes a ser los elegidos para llenar de paz los corazones de los habitantes del bosque,
pero ese año:
- Bienvenidos todos a la reunión preparatoria de la Navidad, dijo el Señor Búho posado en la
rama más robusta del Gran Árbol. Este año, la elección de la obra ha estado muy reñida
porque todas las propuestas eran de gran calidad, pero había que elegir un ganador. Así que
sin más demora demos un aplauso al Sr. Conejo, autor de la obra ganadora 'Salvemos el
bosque.
- Gracias, gracias, es un honor para mí, exclamaba Conejo entre aplausos.
- Bien, pues ya sabéis que mañana a las diez daremos comienzo a las pruebas de selección.
Rogamos puntualidad a los interesados, concluyó el Sr. Búho.
Al día siguiente, a la hora convenida, comenzó la selección. Al ser un musical, las pruebas se
centraron en las habilidades de canto y baile, pues eran requisitos imprescindibles. La obra
contaba la trama de un guardabosque que debía salvar la flora de un malvado leñador,
obsesionado con cortar un Árbol milenario y arrasar todo lo que se pusiera en su camino.
En su lucha por preservar el entorno natural, el guardabosque contaba la inestimable ayuda
de un girasol y de un lirio que ponían su astucia al servicio de la noble causa. Tras varias
horas, los papeles quedaron repartidos de la siguiente manera: el Sr. Oso haría de
guardabosques, Castor sería el vil leñador, la Sra. Pata representaría al girasol, y la Sra.
Lince, al lirio. Al principio todo marchaba estupendamente, los actores estaban contentos con
sus papeles y trabajaban duro para perfeccionar sus actuaciones, hasta que hizo su aparición
el peor de los fantasmas: la envidia.
- Sr. Conejo, creo que Castor tendría que tener un poco más de protagonismo. El leñador
está lleno de matices y podríamos crear unos espectaculares efectos especiales que dejarían
al público boquiabierto, dijo el Sr. Búho en uno de los ensayos.
- Sí, puede que tengas razón y deba retocar el texto para darle más peso a Castor. Podemos
hacer un juego de luces y sombras cada vez que aparezca y realzar su papel.
Ante estas palabras Castor se puso muy contento, pues estaba muy ilusionado con la obra,
pero Oso no lo vio con los mismos ojos. Si a Castor le daban más protagonismo, eso
significaba que él dejaría de ser el protagonista absoluto, y eso no le gustó nada. El ensayo
del día siguiente fue un caos. En lugar de avanzar, daban pasos hacia atrás. Oso no
colaboraba y Castor, que se había dado cuenta de lo que estaba pasando, estuvo muy arisco.

25
Por si fuera poco, el vestuario también había sido fuente de conflictos entre las chicas. La
Sra. Pata consideraba que el vestido de la Sra. Lince era más llamativo y que debían haberlo
echado a suertes. La tensión en el escenario se podía cortar y el desastre no se hizo esperar,
y durante el ensayo de la escena final, que reunía a todos los actores en el escenario para
interpretar el número final comenzaron a empujarse unos a otros con tal brío que parte del
decorado se rompió.
- Orden, orden, pero bueno ¿qué pasa? preguntó Conejo encolerizado. Habéis echado a
perder el trabajo de varios días y de todos los que han colaborado en la puesta en escena.
Quedan sólo dos días para Nochebuena, pero si tuviéramos más tiempo los echaría a todos
de la obra. Se acabó el ensayo por hoy. Conejo estaba rabioso, no entendía nada. Pero
¿cómo podían pelearse por una cosa así?
Al día siguiente los habitantes se despertaron siendo testigos de un acontecimiento terrible: la
nieve había desaparecido y las estrellas de luz se habían apagado. ¿Cómo era posible?
Asustados, los animales se congregaron alrededor del Gran Árbol, en busca del sabio
consejo del Sr. Búho.
- Queridos habitantes del bosque, el espíritu de la Navidad se ha ido, sentenció Búho.
- ¿Y cómo podemos hacer que vuelva? preguntó asustada la Sra. Ardilla.
- Nos vamos a quedar sin Navidad, se oyó decir a un lobezno.
- Hoy es un día muy triste. La envidia ha desatado unas reacciones negativas en cadena. La
nieve se ha derretido, las estrellas han dejado de lucir y la obra de teatro peligra.
Oso estaba escuchando tras un arbusto y tenía miedo a salir porque sabía que era el
desencadenante de la situación, pero había que ser valiente y afrontar las consecuencias de
los propios actos, así que se decidió a salir.
- Lo siento mucho. Si hay algún culpable, ése soy yo. Me cegó la envidia. ¿Qué puedo hacer
para enmendar mi error?
- No, no tienes por qué cargar con las culpas tú sólo, yo también he contribuido con mi mal
comportamiento. Si sirve de algo yo también lo siento, se lamentó Castor.
- Si te hace ilusión, te cambio el vestido, me importa más tu amistad que un trozo de tela,
exclamó la Sra. Lince dándole un abrazo a la Sra. Pata.
- Mirad, ¡está nevando! gritó con entusiasmo una voz.
- Sí y parece que en el cielo brillan de nuevo las estrellas. ¡El espíritu de la Navidad ha
vuelto!, se oyó.
Ese año, la Navidad se vivió con mucha intensidad en el bosque, al fin y al cabo estuvieron a
punto de perderla para siempre. Habían aprendido la lección y ahora sabían que la envidia
cegaba y tenía unos efectos muy negativos que no se podían controlar. Así que para que no
se les olvidara nunca construyeron una gran placa de madera que colgaron del Gran Árbol.
En ella se podía leer la siguiente inscripción: "El tesoro más valioso que posees es la
amistad, cuídalo todos los días y crecerá".
Cuento enviado por Helena López-Casares Pertusa – España

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24.- EL ANGEL DE NAVIDAD
Por Inma Holguin
Erase una vez un angelito muy pequeñito, el angelito más pequeño que pudieras imaginar.
Todos en el cielo le llamaban “chiquitín” aunque en realidad se llamaba Benjamín.
Benjamín siempre estaba preguntándole a su mamá:
- Oye mamá, ¿Cómo celebran los niños la Navidad en la Tierra?
- Por favor mami, déjame bajar a la Tierra para verlo. Y su madre le decía: No Benjamín, eres
aún demasiado pequeño para ir tú sólo a la Tierra.
- Oh por favor, por favor mamá, te prometo que no haré nada malo y que volveré enseguida.
Tanto insistió que al final su madre le dijo:
- Está bien te dejaré bajar a la Tierra a ver cómo celebran los niños la Navidad con la
condición de que vuelvas rápidamente en cuanto pase el día 25 de diciembre.
- De acuerdo, te lo prometo, dijo Benjamín y se dispuso a hacer todos los preparativos para el
viaje.
Al llegar la Nochebuena, el día 24 de diciembre, se despidió de todos y se dispuso a bajar
del Cielo. Fue volando entre las nubes moviendo sus alitas muy deprisa pues hacía frío……y
es que estaba empezando a nevar.
Se cruzó con los renos de papá Noel que iban corriendo a toda velocidad surcando el cielo
tirando del trineo y oyó a papá Noel que desde lejos le saludaba:
- Oh oh oH hasta luego chiquitín, voy corriendo, no me puedo parar pues aún me quedan
muchos niños a los que tengo que dejar su regalo.
- No te preocupes papá Noel voy a casa de unos niños, así que ya te veré luego, dijo
Benjamín.
Y siguió bajando y bajando y, según se acercaba a las casas empezó a volar más despacito
para ver en qué casa se iba a meter. Fue volando mirando por las ventanas y por fin se
decidió por una casa en la que vivían dos niños. El mayor se llamaba Felipe y tenía cinco
años y ya era muy bueno y responsable y el pequeño, se llamaba Adrián, pero en casa todos
le llamaban “piquirriqui”. Era muy chico, pero un poco llorón y caprichoso. Claro, es que sólo
tenía tres años recién cumplidos….
Pero el angelito Benjamín, cuando los vio tan dormiditos en su cuarto, le parecieron unos
niños adorables y decidió quedarse en esa casa.
Buscó un hueco de la ventana que estaba abierta y por allí se metió, fue volando, volando por
el pasillo hasta que llegó a la puerta del salón de la casa, allí se paró y cuando empujó la
puerta para entrar, se quedó sin palabras: ¡¡¡¡Allí había el árbol más bonito que había visto
en su vida!!! Era tan grande que casi llegaba al techo, estaba lleno de bolas que brillaban y de
luces de colores y debajo del árbol estaban los regalos que había dejado papá Noel esa
noche.
De pronto, Benjamín oyó unos pasos que se acercaban corriendo al salón y las risas de los
niños que venían cantando: 25 de diciembre fun fun fun. 25 Ya es Navidad!!!.
El angelito buscaba desesperado dónde esconderse para que no le vieran y no se le ocurrió
nada mejor que quedarse muy quieto con las alas extendidas en lo alto del árbol de navidad
como si fuera una figurita más.
Los niños entraron corriendo al salón, seguidos de sus papás y gritaron: Miren! Ha venido
papá Noel. Mamá, papá ¿podemos abrir ya los regalos?.

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-Sí claro, dijeron sus papás-, mira en este paquete dice tu nombre y en este otro esta el
nombre de tu hermano.
Los niños abrieron todos los regalos, papá Noel les había traído lo que habían pedido y
estaban muy contentos.
Benjamín los miraba desde lo alto del árbol sin mover ni un pelo para no ser descubierto pero,
estaba tan feliz viéndoles, que no pudo evitar soltar unas risitas de felicidad.
Entonces, Adrián, el niño más pequeño, le vió y empezó a gritar:
- Mamá, mamá ese angelito es de verdad, le he visto reírse.
- Pero que cosas tienes, piquirriqui, es un angelito de cerámica, ¿cómo se va a reír?. Anda
sigue jugando con tus juguetes nuevos.
Sin embargo, los niños al ratito de estar jugando empezaron a discutir:
Déjame el tren.
- No, es mío.
- Eh! no cojas mi patinete, papá Noel me lo ha traído a mí.
- Mentira que es mío.
- ¡No toques mis fichas que me las vas a romper!.
- Pues si no me lo dejas, me enfado y ya no juego contigo y acabaron los dos enfadados,
cada uno en un extremo del salón.
- ¡¡¡Se acabó!!! Dijeron mamá y papá enfadados,
- Ahora mismo vamos a meter todos los juguetes en una bolsa y vamos a regalárselos a los
niños que no tienen casa y papá Noel no ha podido dejarles nada.
Felipe y Adrián se pusieron a llorar, sus padres les reñían enfadados y de pronto Adrián se dio
cuenta de que le había caído una gotita de agua en la mano, miró hacia arriba y vio que eran
las lágrimas de Benjamín.
Se calló de inmediato y acercándose a su hermano le dio un besito y le dijo: Perdón!!! A la vez
que le dejaba su patinete nuevo.
El hermano mayor, que era muy bueno y responsable, le dio un super- mega abrazito
“Crunch” y le dijo. Jugaremos los dos con todo por turnos, primero tú y luego me toca a mí,
¿Siii?.
- Muy bien, hijos, así se hace!!!, -dijeron los papás muy contentos y ahora ¿qué les parece si
en esta bolsa metemos los juguetes que quisieran donar, y nos vamos a regalárselos a los
niños que no han tenido tanta suerte esta Navidad?.
El niño pequeño miró de reojo al angelito y vió que le sonreía y que le guiñaba un ojo y
cuando al día siguiente todos andaban como locos buscando al angelito del árbol que había
desaparecido y su mamá le preguntó: piquirriqui ¿Has cogido tú el angelito que había en el
árbol?
- El dijo muy convencido: No, se fue muy contento volando, volando, hasta el cielo.

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25.- LAS ARAÑAS DE NAVIDAD
Adaptación de una leyenda alemana
La Navidad había llegado a Alemania y cómo no, también a un pueblecito escondido entre las
nevadas montañas. Como cada año, todos sus habitantes se disponían a celebrar las fiestas
en familia. Eran días especiales y las casas tenían que estar relucientes, así que se
preocupaban por limpiar sus hogares y alegrarlos con la preciosa decoración navideña.
Sucedió que en una de esas casas habitaba un grupo de arañas de patas largas y cuerpo
delgado, de esas feúchas pero totalmente inofensivas. Siempre permanecían escondidas en
una esquina del comedor, ocultas tras un aparador de madera con tiradores de bronce.
Llevaban allí varias semanas y el sitio escogido parecía seguro. Habían tejido sus resistentes
telarañas y hasta el momento habían permanecido intactas.
No contaban con que la dueña, dispuesta a que su casa fuera la más limpia de todas,
aparecería con la escoba de un momento a otro. Desgraciadamente, eso fue lo que sucedió.
La mujer corrió las mesas y las sillas, las estanterías y los muebles, para barrer hasta la
última mota de polvo. Las arañas, por suerte, se dieron cuenta a tiempo de que se acercaba a
su esquinita y salieron despavoridas antes de ser arrasadas por el implacable cepillo de la
escoba. Se ocultaron en una viga del techo y vieron cómo la señora hacía desaparecer las
telarañas que tanto trabajo les había costado fabricar.
Llegó el día 24 de diciembre y desde su escondite, vieron a la familia reunida en el salón
para montar un precioso árbol de Navidad, lleno de lazos y muñequitos de madera. Cuando
terminaron, padres e hijos disfrutaron de una opípara cena y cantaron villancicos hasta bien
entrada la noche. Sobre las dos de la mañana, todos se fueron a dormir.
Las arañitas estaban deseando ver ese precioso árbol más de cerca, así que cuando en
toda la casa reinó el silencio, bajaron por la pared y treparon ágilmente por las ramas del
abeto. Disfrutaron muchísimo recorriendo el arbolito navideño, deslizándose por sus adornos
y sintiendo las cosquillas de las piñas en sus tripas. Iban de aquí para allá soltando hilos de
seda y al final, tanto se movieron, que el árbol quedó cubierto por una enorme telaraña.
Ni se enteraron de que por la chimenea apareció Santa Claus, que venía a dejar los regalos a
los niños. Al acercarse al árbol, vio que estaba lleno de arañitas y que no se veían los
adornos porque estaban cubiertos por una grande y tupida tela de araña gris. Sintió ternura
por esos bichitos que tan bien se lo estaban pasando ¡Al fin y al cabo, para ellas también era
Navidad!
Sonriendo les preguntó si querían quedarse para siempre viviendo en ese árbol. Las arañitas
contestaron que sí, entusiasmadas. Santa Claus tocó el árbol y se hizo la magia: las arañitas
se convirtieron en preciosos adornos dorados y las telarañas, en brillantes guirnaldas e hilos
de plata que embellecieron y dieron luz al árbol de Navidad.
Desde entonces muchos alemanes decoran con largas cintas sus árboles y no se olvidan de
comprar un adorno con forma de arañita, en recuerdo a esta hermosa leyenda.
Las arañas de Navidad
CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA

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26.-LOS SEIS JIZOS Y LOS SOMBREROS DE PAJA
Adaptación del cuento popular de Japón
Érase una vez dos ancianos japoneses que vivían en una casita humilde y pasaban muchas
necesidades. Se ganaban la vida vendiendo, a duras penas, sencillos sombreros de paja que
fabricaban con sus propias manos. Tan pobres eran que llegó el día de Fin de Año y no tenían
dinero para comprar algo especial para cenar y celebrar una fecha tan señalada.
Esa mañana, el abuelito le dijo a su mujer:
– Querida, hoy es el último día del año y voy a ir al pueblo a ver si consigo vender algo. Con
las monedas que gane, traeré comida para esta noche ¡Te compraré las bolitas de arroz que
tanto te gustan!
– Muy bien, querido ¡Me encantaría festejar el Fin de Año como se merece la ocasión!
El hombre metió cinco sombreros en una bolsa y salió de casa. Cuando llegó a la plaza del
mercado, gritó con ganas para que todo el mundo pudiera oírle:
– ¡Vendo sombreros de paja! ¡Sombreros de paja! ¿Alguien me compra alguno?
A pesar de que había bastante bullicio, nadie se interesó por su mercancía. Al cabo de varias
horas el hombre se dio por vencido. La suerte no estaba de su parte. Decidió regresar a casa
con los cinco sombreros a cuestas y muy triste por la decepción de llevar los bolsillos vacíos.
¡Qué pena no poder comprarle las ricas bolas de arroz a su amada esposa!
Una gran nevada le sorprendió durante el camino de vuelta. El frío era intenso y no se veía
gente por ninguna parte. Las ráfagas de aire le lanzaban copos a la cara y su barba
empezaba a congelarse. El campo se volvió totalmente blanco y le resultaba raro ver cómo
las huellas que dejaban sus pies enseguida desaparecían bajo la nieve.
A mitad del trayecto, a pesar de que la ventisca cegaba sus ojos, pudo divisar a lo lejos seis
estatuas de piedra que representaban seis dioses. Los Jizos, que así es como se conocen
en Japón estas esculturas, tenían las cabezas cubiertas de nieve. El anciano, hombre bueno
y generoso, se conmovió.
– ¡Qué penita, pobres Jizos! Tienen que estar pasando muchísimo frío.
A paso lento por la fuerza del viento, se acercó y les fue retirando la nieve que tenían
encima ¡Casi se le congelan los dedos en el intento!
Las estatuas permanecían impasibles con la mirada clavada en el infinito, pero el anciano les
habló con dulzura.
– Así estaréis mejor. Y ahora, por favor, aceptad este regalo.
Con dificultad, abrió la bolsa y sacó los cinco sombreros de paja. A cada estatua le puso uno
sobre la cabeza pero no tenía suficientes para todas ¿Qué podía hacer? ¡No iba a dejar a una
estatua sin sombrero! Sabía que si se desprendía del suyo, llegaría a casa calado hasta los
huesos, pero no lo dudó: se echó las manos a la cabeza, se quitó su propio sombrero y se lo
colocó al sexto Jizo. Después, agitó la mano para despedirse y continuó el camino de vuelta a
su casa.
Cuando llegó era muy tarde y su mujer salió a recibirle. Como es lógico, se quedó muy
sorprendida al ver que llegaba con la cabeza al descubierto.
– Pero hombre… ¿Cómo vienes sin sombrero con el frío que hace? ¡Vas a enfermar!
El anciano le contó que como no había vendido los sombreros se los había regalado todos,
incluido el suyo, a los seis Jizos del camino para que no pasaran frío. Después, bajando la
mirada con tristeza, le dijo:
– Lo único que siento es no haber podido comprar las bolitas de arroz que tanto te gustan.

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Su esposa le abrazó amorosamente.
– No te preocupes por eso, querido. Estoy orgullosa de ti y de tu gran generosidad. Seremos
igual de felices sin esas bolitas y nos apañaremos con cualquier cosa para cenar.
El hombre se desnudó, se dio un baño bien caliente y se puso ropa seca. Después, tomaron
juntos un poco de consomé y se sentaron al calor del fuego de la chimenea. Ya era de noche
cuando oyeron unos ruidos muy extraños. Se cubrieron con una vieja colcha y se acercaron a
la entrada.
Lo que vieron sus ojos al abrir la puerta fue el mayor regalo de su vida. Sobre la nieve, había
montones de paquetes llenos de comida, dulces, mantas, ropa y utensilios para la casa.
Colgada en uno de ellos, había una nota donde se podía leer:
“Con esto podréis celebrar la noche de Fin de Año y tendréis provisiones para muchos
meses. Gracias por quitarnos la nieve y por los hermosos sombreros de paja. Os deseamos
mucha felicidad”.
Se dieron cuenta de que era un regalo de los Jizos para agradecer lo bien que el anciano se
había portado con ellos. El hombre, emocionado, le dijo a su mujer:
– Me había equivocado… Parece que la suerte sí está hoy de nuestra parte.
Sonriendo, metieron todos los paquetes en la casa y pasaron el mejor Fin de Año de sus
vidas.
Autor: CRISTINA RODRÍGUEZ LOMBA

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27.-EL ÁRBOL DE NAVIDAD SIN NAVIDAD
Junto al resto de abetos, aquel árbol esperaba a una familia que quisiera llevárselo a casa
para Navidad. Pero apenas quedaban dos días y las oportunidades de aquel pequeño árbol
se iban agotando. ¿Y si nadie lo quería? ¿Se marchitaría en aquel puesto de la calle,
mientras el resto de árboles brillaba con sus bolas, su espumillón y sus regalos bien
envueltos a los pies? ¿Sería un árbol de Navidad sin Navidad? Sólo de pensarlo el abeto
sentía escalofríos.
Por suerte, el día de Nochebuena, un hombre grande, de barba poblada y mirada taciturna
acudió al puesto de árboles con su hijo mayor, un chico inquieto de apenas diez años.
– Venga, este, por ejemplo. Son todos iguales, así que lo mismo da…
Y se lo llevaron.
El árbol estaba tan contento de haber encontrado por fin una familia, que no le dio
importancia a los gestos toscos y bruscos de aquel padre y su hijo. Solo pensaba en el
momento en que sus ramas se llenaran de adornos y todo engalanado, el árbol, se convirtiera
en uno de los protagonistas de la Navidad.
Sin embargo, aquella casa no era como había esperado. Era bonita, sí, muy grande y
espaciosa, pero a pesar de los lujos, de la iluminación, de los grandes ventanales y los altos
techos, aquel lugar tenía algo inquietante.
– ¡Ya era hora de que llegaran! – gritó enfurruñada Mamá nada más verlos – Mira que
comprar el árbol el último día…para eso casi mejor ni haberlo comprado.
– Pero y lo divertido que será decorarlo – exclamó el hijo, que junto a sus dos hermanas
gemelas, sacó una caja con bolas.
Pronto los niños comenzaron a pelearse ruidosamente. Que si yo quiero poner la bola roja,
que si me dejes a mi colgar la estrella, que no, que lo hago yo, que ese espumillón está muy
viejo, que mejor el dorado, que menudo hortera eres, con lo bien que queda el granate…
Tanto ruido hacía que Papá acabó por gritarles muy enfadado:
– ¡Se acabó! El árbol se queda como está. Nada de espumillón, ni de bolas. Si no podéis
hacerlo sin reñir entre vosotros, entonces no lo haréis.
Así que el pequeño abeto, que había soñado con brillantes luces alrededor y bolas enormes,
tuvo que conformarse con dos tiras de espumillón plateadas mal colocadas alrededor de sus
ramas, y una estrella dorada y torcida en lo más alto.
– ¡Un árbol de Navidad! Vaya tonterías se inventan ahora – gruñían las dos abuelas,
sentadas en los sillones orejeros del salón – en nuestros tiempos con el Belén era suficiente.
Las cosas no mejoraron durante la cena. Al abuelo no le gustaron las almejas que había
preparado Mamá, lo que provocó el enfado de su hija y Papá no paró de quejarse de que el
vino no estaba lo suficientemente frío. Una de las gemelas no hacía sino preguntar una y otra
vez, cuando llegaría Papá Noel, las abuelas cuchicheaban todo el rato sobre lo poco
apropiado del mantel de cuadros, ya podían haber puesto algo más elegante, y el niño estuvo
tirando migas de pan a su otra hermana hasta que llegaron los postres.
Harto de aquella Navidad tan poco navideña, el árbol, aprovechando el barullo, se colocó sus
dos espumillones plateados, se atusó la estrella dorada en la punta y sin que nadie lo notara,
se marchó. Si aquello era lo que la Navidad significaba para aquella familia, él no quería
formar parte de ella.
Comenzó a caminar sin rumbo fijo. Había empezado a nevar ligeramente y hacía bastante
frío. Cuando se quiso dar cuenta, el árbol había llegado a su puesto. Ahí estaban todos los

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abetos que nadie había querido comprar, los árboles de Navidad sin Navidad. Cuando el
pequeño abeto les contó su experiencia con aquella familia, todos trataron de animarle.
– No estés triste. Mejor pasar estas fiestas con nosotros que con ellos, ¿no crees?
Aquellos árboles no tenían espumillón, ni bolas, ni estrellas o luces, pero la nieve les había
cubierto de una preciosa capa blanca. Todos sonreían y disfrutaban de aquella noche tan
especial, sin discutir, sin gritar. En familia. Así que el pequeño abeto se quitó su espumillón,
lanzó la estrella dorada a la papelera y dejó que la nieve le cubriera.
Por fin se había convertido en un verdadero árbol de Navidad.
María Bautista.

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28.-EL RENO MORITZ Y SU EXTRAÑA NARIZ
Cada Navidad, los renos de Papá Noel sacaban brillo a su elegante cornamenta, se limpiaban
sus pezuñas hasta que relucían y visitaban la peluquería de la vieja Rena Recareda con la
intención de que les cortara el pelo de su cuerpo, lo lavara con el mejor de los champús, y les
dejara a todos tan guapos que casi ninguno se reconocía.
Era un procedimiento extraño este de los renos. Los duendes de la Navidad se preguntaban
una y otra vez cuál sería el motivo de que los renos se pusieran tan guapos para repartir los
regalos navideños:
– De qué les servirá tener las pezuñas limpias si en cuanto comiencen su viaje se van a llenar
de nieve, de tierra, de asfalto, de lluvia…¡qué absurdo!
– Y para qué querrán ir bien afeitados y con el pelo impecable, si con tanto viento en un abrir
y cerrar de ojos se les pone a todos el pelo hecho una pena…
Y es que a los duendes, al contrario que a los renos, les gustaba revolcarse por el suelo,
saltar de charco en charco y sobre todo, hacer muchas travesuras.
Les gustaba esconderle cosas a Papá Noel, o cambiárselas de sitio para que él, tan
despistado, se las pusiera al revés (aún se mueren de risa cuando recuerdan la Navidad que
el pobre no se dio cuenta y repartió todos sus regalos con su gorro para dormir en vez de con
su elegante gorro rojo: ¡Menos mal que no le vio nadie!).
También les gustaba cambiar las etiquetas de los regalos de los niños (Papá Noel ya se sabe
este truco y siempre, antes de partir, revisa todas y cada una de las etiquetas, pero como ya
hemos dicho, es tan despistado que siempre se le pasa alguna tarjeta. ¿No les ha pasado
nunca que les ha llegado un regalo que no habían pedido en vez de ese que tenías tantas
ganas de recibir? La culpa es de los traviesos duendes).
Pero lo que más les gustaba a los duendes de la Navidad era hacerles bromas a los renos,
que se ponían tan elegantes para repartir los regalos en Nochebuena. Con su magia, los
duendes eran capaces de las peores cosas: les despeinaba, le llenaban de ramas sus
cornamentas, y salpicaban de barro sus limpísimas pezuñas. Pero un año, los duendes
hicieron algo que no habían hecho nunca…
Para esta travesura, eligieron al Reno más presumido de todo el grupo. Se trataba de Moritz,
el reno al que le encantaba su nariz. Decía que era tan bella que podía competir con Rodolfo,
el famoso reno de Papá Noel que con su nariz roja había conseguido convertirse en el más
importante y famoso reno de todos los tiempos.
– Así que el reno Moritz, no para de presumir de su nariz – cuchicheaban los duendes
divertidos…
– Creo que se merece una lección, ¿no les parece?
Y todos estuvieron de acuerdo en que a Moritz había que darle donde más le dolía: ¡en la
nariz!
– Oye Moritz, ¿sabes cómo consiguió Rodolfo su nariz roja?
Moritz no tenía ni idea, así que agitó su cornamenta en señal de negación.
– Pues fue gracias a los duendes. Nosotros se la volvimos roja como un tomate y gracias a
eso se convirtió en el reno más famoso de la Navidad.
– ¿Gracias a vosotros? ¿Y cómo lo hicieron?
– Pues con ayuda de la magia… si quieres también podemos hacerlo contigo.
Al reno Moritz se le iluminó la nariz de felicidad…
– ¿Me la pondríais roja a mí también?

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– Pues podríamos ponértela roja, pero eso ya está muy visto. ¿No te apetece ponértela azul?
– exclamaron todos los duendes sin poder contener la risa.
– ¿Azul? Pero… ¿no es eso muy raro?
– Qué va, qué va…el azul es el color de la navidad, ¿no lo sabías? – exclamó un duende
guiñándole el ojo al resto, que continuaron con la broma.
– Claro, Moritz, todos piensan que el rojo es el color de la Navidad, pero no es cierto. ¿De
qué color es el cielo por el que hacéis vuestro largo trayecto?
– Pues, pues azul – exclamó confundido Moritz.
– Y de ¿qué color es el mar sobre el que voláis cuando repartes los regalos?
– Pues, pues azul – repitió Moritz cada vez más confundido.
– ¿Lo ves? El azul es el color de la Navidad, sin duda.
Y todos los duendes asintieron divertidos. Tanto insistieron, que Moritz, cada vez más
confundido, acabó por fiarse de ellos y dejar que le pusieran la nariz de ese color tan
“navideño”.
– Porque la Navidad magia a los duendes nos da, haz que Moritz tenga azul su nariz.
Nada más decirlo, la nariz oscura y respingona de Moritz fue tornándose más y más clarita,
hasta convertirse en un llamativo punto azul que contrastaba con el pelaje marrón del reno. Al
ver aquella nariz tan azul, los traviesos duendes no pudieron evitar una carcajada.
– ¿Por qué se ríen? ¿Acaso no me queda bien? – exclamó asustado Moritz buscando un
espejo donde poder mirarse.
– No, no, que va…¡te queda fenomenal! – mintieron todos los duendes, pensando que
cuando el reno viera su nariz azul en el espejo se volvería loco.
Sin embargo Moritz en vez de enfadarse al ver su nariz azul, se puso de lo más contento.
– ¡Tenían razón! El azul es el color de la Navidad: ¡me queda fenomenal! – y se marchó muy
feliz a ver al resto de renos ante la cara de asombro de todos los duendes.
Cuando el resto de renos vieron la ridícula nariz de Moritz comenzaron a reírse de él. Pero
Moritz no les hizo ni caso: se sentía tan guapo con aquella nariz única que nada de lo que
pudieran decirle le haría cambiar de idea.
Y así fue pasando el tiempo y los renos pronto se acostumbraron a la nariz azul de Moritz.
Por su parte, los duendes, que habían planeado reírse durante años y años de aquella
pesada broma, tuvieron que reconocer que su truco de magia les había salido mal.
Y es que gracias a la nariz azul de Moritz, este se convirtió en uno de los renos más
populares de la Navidad (con permiso del reno Rodolfo, claro está).
María Bautista.

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29.- UN DESEO NAVIDEÑO
Publicado por: Erika GC
La época navideña siempre llenaba de gran emoción a todos los niños de la ciudad. Pero no
a Cecilia, quien tomada de la mano de su madre, la veía hacer compras navideñas para
preparar la cena y obsequiar a cada miembro de la familia. El centro comercial estaba lleno
de rebosar de personas que como siempre, dejaban los preparativos de las festividades a
última hora.
Su mamá la llevó a que se hiciera una foto con el Santa Claus que estaba sentado en el atrio
del lugar, en medio de un montón de regalos falsos y un trineo de plástico. Cecilia se sentó en
sus rodillas con desgano.
—¿Por qué esa cara larga, jovencita? ¿No estás emocionada por pedirme juguetes? —le
preguntó el hombre barbón.
Cecilia negó con la cabeza.
—¿Cómo es eso? ¿De verdad no quieres ningún regalo? —insistió Santa Claus extrañado.
—Solo hay una cosa que me gustaría —dijo ella—, pero no creo que me la puedas dar.
—Bueno, esta es la primera vez que oigo que un niño duda de alguien como yo. Cuéntame
pequeña, ¿qué es lo que deseas? Tal vez pueda ayudarte.
Cecilia dudó un poco.
—Es mi amigo Paco, está muy enfermo y tendrá que pasar Navidad en el hospital —dijo—, y
ni siquiera sabe si tú podrás llevarle sus regalos allí. Pero lo que de verdad quisiera, es que él
se sintiera mejor.
Santa Claus se llevó una mano a la barbilla, pensativo.
—Bueno, pues realmente tenemos un problema aquí. Pero creo que puedo arreglarlo —le
dijo—, tú no te preocupes por tu amigo Paco. Te garantizo que le haré una visita y él pasará
la mejor Navidad de todas.
Aquello animó a Cecilia, quien sonrió y le dio un gran abrazo al hombre de rojo.
Aquella noche, la niña cenó en compañía de sus padres y sus hermanos, y todos se
felicitaron por tan hermosa fecha. Al día siguiente los niños abrieron sus regalos con gran
emoción. Cecilia recibió todo lo que había pedido, incluido un juego de ajedrez nuevo. Le
pidió a sus papás que la llevaran al hospital a visitar a su amigo, pues quería jugar una
partida con él.
En la clínica, Paco la recibió con una enorme sonrisa en la cara. Se le veía mucho mejor y
estaba acompañado por su mamá. Cecilia se sorprendió al ver un pequeño árbol navideño en
la esquina y algunos regalos a los pies de la cama del niño.
—¡Santa Claus si vino a visitarme después de todo, Ceci! —exclamó él con alegría— Llegó
anoche con todos estos regalos, y también me trajo globos y un pastel. Fue la mejor Navidad
de todas. Hasta me dijo que tú vendrías a verme.
Cecilia parpadeó sorprendida. Luego, la madre de Paco le sonrió a ella y a sus padres.
—Aun no tengo idea de como sucedió —les dijo—, pero estamos muy felices de que nos
visitara. Es como un milagro de Navidad.
Cecilia corrió a abrazar a su amigo y los dos rieron. No cabía duda de que esa época era
mágica.

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30.-PAPÁ NOEL Y EL MAPA PERDIDO.
Publicado por: Paty Cuentacuentos
Era la hora de alistar a los renos y completar los pedidos de algunos niños, pues Papá Noel y
su equipo debían partir ya. Esa noche sería Navidad y todo debía salir como estaba
planeado.
Santa tenía el mapa de cada hogar donde habían niños, inspecciono todo, vio que no faltaba
nada y le dijo a Rodofo el reno:
-¡¡Arre Rodolfo, es hora de viajar!!, hasta pronto querida volveremos pronto, por favor
espérame con chocolate caliente pues creo que vendré agotado. Le dijo a Mamá Noela, su
esposa.
-¡¡Siiii mi amor, los espero pronto. Viajen con cuidado, no vayan a chocar con algunas nubes!!
respondió ella muy emocionaba por la labor de su esposo con los niños.
En el camino todo era hermoso, el azul oscuro del cielo lleno de estrellas y una luna llena
inmensa, se veía muy especial a la hora de cruzar con el trineo delante de ella. Santa Claus y
sus renos eran vistos por todos los niños que desde lejos podían verlo cruzar el cielo. Eran
muchos los juguetes que debían entregar así que, aumentaron la velocidad bruscamente y a
Papá Noel se le cayó el mapa que lo llevaría a cada hogar en el punto exacto.
Confundido Santa le dijo a Rodolfo el reno:
-Y ahora ¿qué haremos? sin mapa todo sera confusión. No puedo creer que esto este
sucediendo.
-No se preocupe jefe, mi nariz roja se enciende y apaga cada vez que llegamos al punto
exacto donde dejar cada regalo, yo lo guiaré.
-Bien Rodolfo, muy bien yo lo sabía jeje. No lo he olvidado amigo, solo estaba probando tu
memoria.
-Si claro jefe, dijo el reno con una mueca de incredulidad.
Así cruzaron el cielo desde el polo norte al centro y de allí al sur del mundo, luego fueron al
oriente a toda velocidad y cruzaron al occidente culminando así todos los pedidos de los
niños buenos, era una locura y a la vez tenían gran emoción por cumplir con todos.
Al llegar a casa Papá Noel y sus renos, estaban muy agotados pero felices, cenaron en casa
y descansaron para luego empezar a trabajar otra vez en la fábrica más grande de juguetes y
regalos que solo Santa Claus podía tener.

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31.-LA NAVIDAD DE MOTTA
Publicado por: Paty Cuentacuentos
Estaba en el auto con mis padres una mañana de frío invierno, empezaba a nevar e íbamos a
prisa a comprar los adornos navideños que faltaban para decorar nuestra casa. Cuando el
semáforo hizo el cambio de luces, el auto se detuvo. Mientras la gente cruzaba la pista vi por
la ventana que un perro estaba con las patas estancadas en un hoyo lleno de agua en la
vereda muy cerca de un jardín, el agua se había congelado por eso el perro no podía salir.
El pequeño perro apenas ladraba, la gente pasaba apurada e indiferente a su dolor. No nos
importo el tráfico que se iba a generar por dejar el auto detenido, ya que lo primero era
ayudar a quien quería ya como mi mejor amigo. Mamá tuvo que vaciar con cuidado el café
caliente que llevaba en el thermo sobre el agua que estaba congelándose, solo así pudimos
deshacer el hielo y rescatar a Motta, era una perrita.
La llevamos al veterinario para que cure sus heridas, y ya recuperada decidimos llevarla a
casa. Cuando un día fuimos de paseo en familia, mi hermana Patty se perdió entre la gente
por estar jugando lejos, ella era muy traviesa, por eso mi madre le dijo que no se alejara,
debíamos estar cerca y juntos, pero ella desobedeció y no lográbamos encontrarla.
Felizmente teníamos algunas prendas suyas y Motta al olfatearlas nos ayudo a recuperar a
mi hermanita. Motta fue el regalo perfecto que me dio la vida ese día pensé.
Llegaba Navidad y pensábamos que Motta también merecía un buen regalo, se lo había
ganado y nada sería suficiente para alegrarla porque gracias a ella, encontramos a mi
hermana a quien amamos. Le regalamos una casa muy abrigada y cómoda para perros en
nuestro jardín, unas pelotas y huesos de juguete de varios colores y tamaños que la hacían
muy feliz.
Comprendí que la navidad también incluye a los animales ¿porque no? en la medida de
nuestras posibilidades debemos reconocerlos premiarlos, y que el mejor amigo de todos
siempre serán los perros.

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32.- EL ÁRBOL DE NAVIDAD
Lía miraba el árbol anonadada. Siempre le habían gustado los abetos pero nunca se había
parado tan cerca de uno. Estaba feliz porque finalmente su padre se había decidido a
sembrar uno en el jardín. El árbol extendía sus brazos como queriendo abrazar el mundo y
ella sentía que a su lado siempre podría estar a salvo, y soñaba con que crecerían juntos y
serían amigos para siempre.
Una tarde cuando Lía regresó del colegio el árbol había sido talado. Junto al hogar del salón
se hallaba un trozo de él, su verde copa enterrada en un cajón de madera y llena de adornos
y luces. Su padre la recibió con una gran sonrisa y le dijo. ‘Este año tendremos el mejor árbol
de navidad del lugar, hijita’. Lía salió corriendo y se encerró en su habitación.
Durante días su padre intentó comprender qué le ocurría; ella no sabía cómo expresarlo.
Finalmente le dijo que no le gustaba cómo se veía con las luces, que lo prefería en el jardín,
con sus ramas llenas de pajaritos. Su padre le dijo que los abetos se compraban para ser
talados en navidad y armar el árbol pero Lía que era una niña muy inteligente le respondió
que le daba igual lo que él y el mundo pensara que ella sabía que los abetos eran criaturas
maravillosas y que no era justo que se las considerara meros objetos navideños.
La tristeza de la niña se calmó cuando unos meses más tarde comprobó que el tronco talado
tenía nuevos y verdes brotes. Durante un largo tiempo estuvo mimándolo y ocupándose de
que las hormigas no lo convirtieran en su sustento para el invierno. Llegó nuevamente la
navidad y el abeto estaba rebosante de vida. Esta vez Lía se movió más deprisa que su
padre y llevó los adornos y las luces al jardín. Cuando su padre vio lo que su hija había
hecho: un precioso árbol vivo y navideño, se sintió orgulloso de ella y le prometió que nunca
más talaría el abeto.
A partir de ese año, el árbol fue el gran protagonista de las navidades familiares; en torno a él
bailaban y cantaban todos los humanos, uniéndose al coro de pajaritos y lombrices que vivían
en su enorme copa.
Tes Nehuén

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33.- LA NAVIDAD DE ROMINA
Romina era una niña muy simpática que vivía con su padre en una cabaña alejada de la gran
ciudad. Su padre era leñador y ella solía ayudarlo muchísimo. Pero la niña deseaba tener una
vida distinta.
A su escuela iban niñas de todas las clases y muchas de ellas pertenecían a familias
acomodadas. Iban al colegio con sus mejores galas y cuando se estaba acercando la época
de la Navidad no se aburrían de contar todas las cosas que le pedirían a Santa Claus,
convencidas de que él se las dejaría junto a la chimenea de sus fabulosas casas.
Romina nunca había tenido un regalo de navidad. Su padre le había explicado que ésta era
una fiesta creada para demostrar cuánto se podía comprar y que él no estaba de acuerdo con
eso; además, no tenía dinero para comprar regalos. Romina lo entendía, pero en el fondo
sufría muchísimo su situación porque también le habría gustado contar lo que pensaba pedir
para Navidad.
Cuando llegó el día de la Nochebuena Romina preparó como siempre algo para comer y
estaba por irse a dormir cuando oyó un ruido en la puerta de la casa. Salió con una linterna y
encontró metido en una lata vieja un gatito que chillaba sin césar. La niña se le acercó, logró
cogerlo y lo llevó junto al fuego para que se calentara.
Cuando pasaron las vacaciones de Navidad y le tocó regresar al colegio su alegría era tan
grande que no cabía en sí de la emoción. Y cuando todas sus compañeras hablaron de las
muchas cosas que le había traído Santa Claus sintió pena por ellas. Se pasó todo el día
pensando en qué estaría haciendo Michón, que así le había puesto a su nuevo amigo, y
comprendió con total certeza a qué se refería su padre cuando decía que esas eran fiestas
para personas que no tuvieran un objetivo claro en la vida . Ella sabía que quería a Michón y
a su padre y que vivir en el bosque era una de las grandes suertes de su vida.
Tes Nehuén

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